ENTRE AVANCE Y CONSERVACIÓN: MUJER, CIENCIA Y ESPAÑOLISMO1 Tacoronte Domínguez, Mª José 2 Universidad de La Laguna Resumen: Con esta participación se pretende plantear el posicionamiento -rico y diverso, en cuanto a ideas se refiere- de un periodo concreto y convulso, el español de finales del Siglo XIX y los primeros años del Siglo XX. Desde una perspectiva histórica, hibrida con la filosofía crítica, y bajo la atenta mirada del proceder –y hacer- de la ciencia de este periodo, se intentará ahondar en un cronotipo marcado por diferentes posicionamientos: Krausistas, positivistas de ciencia y pensamiento católico. Estas tres perspectivas marcaran los diferentes senderos que se adentran en la construcción de la concepción de la mujer, los cuales, compondrán un abanico de posibilidades de ser para las mujeres que verá sus limitaciones más arduas en el discurso liberal y progresista de la ciencia. Palabras Clave: Ciencia, Krausismo, Catolicismo, Mujer y Feminismo. Abstract: With this participation is to raise the position-rich and diverse, in terms of ideas, concerns of a particular period and convulsive, the Spanish of late nineteenth and early twentieth century. From a historical perspective, hybridizes with the critical philosophy, and under the watchful eye of the proceed-and make-the science of this period, we will try to delve into a chronotype characterized by different positions: Krausismo, positivist science and Catholic thought. These three perspectives will mark the different paths leading into the construction of the conception of women, which, comprise a range of possibilities for women to be their limitations will most challenging and progressive liberal discourse of science. Keywords: Science, Krausismo, Catholicism, Women and Feminism. 1 La redacción de este trabajo ha sido facilitada por la participación en el proyecto de investigación, Epistemología, política e institucionalización en el desarrollo científico: La ciencia española de la república a la dictadura. FFI2009-09483/FISO. Así como también por la cobertura de la beca de investigación para postgraduados de Caja Canarias y La Universidad de La Laguna. 2 Correo electrónico: [email protected] 1 El calor del ovario enfría el cerebro Urbano González Serrano A modo de introducción La concepción de la mujer en el territorio español no deja indiferente a cualquier persona que se acerque desde los estudios de género o la propia perspectiva de género a esta cuestión. Este escrito tiene como objetivo mostrar, de forma sucinta, la(s) articulación(es) que subyace a la concepción que se tiene de la mujer en un periodo concreto, finales del Siglo XIX y los primeros años del Siglo XX, desde tres ópticas diferenciadas, aunque simultáneas en el tiempo: catolicismo, ciencia y krausismo, de los cuales intentaremos sintetizar su ideal femenino, sin entrar en abismadas comparaciones. Este periodo al que hacemos referencia se caracteriza en el ámbito socio-político por su proceso de cambio. El auge de la era moderna avanzó por toda Europa acompañada del liberalismo y el auge de la burguesía. Todo ello posibilitó que el debate intelectual tomara nuevos giros en el panorama español, se abre la puerta a nuevas corrientes filosóficas y científicas provenientes de otros países europeos. A su vez, ello da lugar a un clima de palpable tensión entre las corrientes tradicionalistas y modernas. Entre las primeras cabe destacar al catolicismo, pensamiento imperante en un país fuertemente religioso; y entre las segundas se ha de enfatizar la importancia del krausismo y sobre todo, del positivismo de ciencia. La cuestión de la mujer fue un tema central y común a estas perspectivas. Las ciencias biológicas y especialmente el discurso médico fueron centrales en la configuración de los ideales de género del momento. Las semejanzas entre corrientes opuestas -católicos y científicos- y la confrontación con los ideales más liberales-krausistas- hacen que el periodo de estudio esté marcado por la tensión entre la renovación y la continuidad, un bucle imprescindible a aclarar para entender los ideales de feminidad que se postulan en este momento de cambio en cada una de las tres propuestas a tratar. Iniciaremos los comentarios con el ideal católico, continuaremos con la propuesta cientificista y, finalmente, aclararemos el ideal krausista. 1.-Ideal católico En España el discurso católico sobre el sexo femenino no es lineal, aunque sí sigue unos patrones continuos. Ello es debido principalmente a los diferentes avatares históricopolíticos por los que ha pasado el país, unido a la pugna de la iglesia por permanecer cercana al control social de los fieles.3 El ideario católico acerca de la mujer aparece claramente expresado en obras tan importantes como la de Pilar Sinués de Marco, El ángel del hogar; Severo Catalina, La mujer. Apuntes para un libro o las que especifica el que puede ser considerado un best seller de la época, el Camino recto y seguro para llegar al cielo del padre Antonio María Claret, el cual tuvo tal influencia que fue canonizado en el periodo franquista. 3 El periodo de estudio lo encuadramos en el intervalo histórico que comienza en el Sexenio democrático o revolucionario hasta la primera quincena del siglo XX. Parece un periodo muy corto, pero observamos cómo dependiendo de quienes estén el poder, las “mejoras” para las mujeres van a ser nulas, o por el contrario, se concederán ciertas libertades o reconocimientos. Para un ejemplo más pormenorizado véase SCANLON, G,(1986): La polémica feminista en la España contemporánea 1868-1974. Akal, Madrid. 2 El arquetipo femenino que defiende y difunde el pensamiento católico se basa en entender a la mujer como un ser abnegado, paciente, cándido, honesto, generoso, portador de la pulcra moral, y por otro lado, un ser de gran fragilidad y sensibilidad. Estos son los aspectos positivos que caracterizan a toda mujer, y que son, a su vez, complementarios de los propios del varón. La feminidad se define por ser otro, para el otro, a través del otro. Su educación estaba dirigida básicamente al desempeño de las funciones del hogar y de la maternidad. Marcada por una instrucción deficiente, la mujer es presentada como ferviente católica, sin preocupaciones culturales o políticas, y al margen de la vida profesional. Se sobreentendía que la carrera de la mujer es el matrimonio4 y su labor como ángel del hogar se orientaba en exclusiva a la crianza de los hijos y al cuidado. La ortodoxia católica aplica a la mujer puede resumirse con una de las frases de Severo Catalina: “La mujer que no está organizada para amar, no es mujer”.5 La iglesia católica, con un amplio poder político, social y cultural en este contexto, ha mantenido de forma constante el control masculino de la sociedad. El ideal de hombre era el de ser viril y activo, inteligente y dominante en el terreno público, pero también en el privado del hogar. La relación jerárquica que se establece entre los sexos configura un status quo sexual totalmente favorable para los varones. Tal es así, que inclusive las leyes del siglo XIX y buena parte del XX mostraban impunidad cuasi-total a las aventuras y desmesuras del marido, mientras la esposa y madre, además de ser considerada menor de edad perpetua y perder sus pocos derechos como ciudadana al contraer matrimonio, era igualada con el hombre sólo ante el código penal. Es decir, la mujer ante las leyes civiles españolas era una menor de edad que tenía que ser administrada y controlada, en cualquier aspecto de su vida, por su marido o padre. Por el contrario, sí era mayor de edad para cumplir las penas que se le acusaran desde el código penal, como el adulterio, el parricidio, el asesinato, etc… donde, por lo general el hombre quedaba impune: “El marido es el representante de la mujer. Esta no puede, sin su licencia, comparecer en juicio por sí o por medio de Procurador. No necesita, sin embargo, de 6 esta licencia para defenderse en juicio criminal (…)” El ambiente contradictorio entre los –pocos- derechos y -muchos-deberes de las mujeres hacía de éstas seres socialmente vulnerables, abocadas a la dependencia, la fragilidad y a la pobreza, cuya única salvación era el matrimonio y la religión. El ideario católico, sustentador de estas ambivalencias, por el contrario, no desdeñó la instrucción de las mujeres, sobre todo por dos razones fundamentales: 1) porque la mujer era la que educaba a la progenie, extendiendo así la palabra de la iglesia, y 2) porque esta educación mantenía el control y la influencia que la iglesia sustentaba en un país de raigambre ultra-católica, como es el caso español. Una buena mujer debía de ser católica y estar aleccionada en la visión del catolicismo tradicional. 1.1 La evolución católica acerca de las mujeres. A la par, desde finales del siglo XIX, se da un proceso de secularización en Europa que llega también a España. Este transcurso moderno supuso un abandono masculino de la 4 Concepción Arenal hace referencia directa a este hecho en su obra La mujer del porvenir. CATALINA, S, (1951): La mujer. Apuntes para un libro. Buenos Aires, Colección Austral. Primera edición de 1858. 6 Citado en SCANLON, G, (1986: 128) 5 3 religión para pasar a engrosar las filas de otro tipo de organizaciones y movimientos sociales.7 Asimismo, este proceso alcanzó también a algunas agrupaciones feministas laicas que en toda Europa mantenían en vilo a la iglesia, ya que la práctica religiosa se había feminizado y las mujeres constituían su principal ámbito de influencia. Esta situación se ve amenazada por la posible influencia que estas agrupaciones podían alcanzar, y por el desarrollo de cierto igualitarismo liberal apuntalado en España por el krausismo. Todos estos cambios suponían una visión más igualitaristas de las mujeres con respecto a los varones. Todo esto no era visto con buenos ojos desde la iglesia, ya que cuestionaba en profundidad el ideario católico acerca de lo femenino. No obstante, estas tendencias igualitaristas obligaron a que la iglesia modificara su discurso de género y se adaptara, con calzador, a los nuevos tiempos. La mujer tenía ciertos privilegios que podía aprovechar para ampliar su campo de acción: el ángel del hogar puede desplegar sus alas fuera de su ámbito privado. La estrategia del catolicismo conservador se dirigió a reconfigurar la concepción de la mujer para evitar la merma masiva del número de fieles, que como se ha dicho, eran en su gran mayoría mujeres. La iglesia postula así lo que se dio a conocer como la pastoral de la mujer, un nuevo ideario que representó una reconversión atenuada de la imagen de la mujer española para contrarrestar las fuerzas secularizadoras que podían operar sobre ella. Los cambios introducidos por la pastoral hacen que el catolicismo se presente con una religiosidad más sentimental y delicada, más benevolente y protectora, centrándose en la idea de que las mujeres se caracterizan por tener una moral superior. Todo ello facilita un discurso más mitigado en comparación con el discurso de la domesticidad clásico, a la vez que abre la posibilidad a un nuevo campo de actuación para las mujeres, entendidas no sólo como esposas y madres, sino ahora también como mujeres sociales, ya que con estas modificaciones en la concepción femenina se hacían extensivas las actividades propias de su sexo destinadas a la casa y a la familia, al ámbito público, social. 2.-Ideal Krausista En el contexto intelectual e ideológico español decimonónico, y de principios del siglo XX, el pensamiento krausista tuvo un protagonismo considerable en diversos terrenos, pero sobre todo en el educativo. Es, por tanto, necesario abordar su implicación en la cuestión de la educación femenina y su concepción de las mujeres en general. La controversia por la disputa de la educación de las clases obreras, y de las mujeres es clave en este periodo. A finales del Siglo XIX el tema de la enseñanza conlleva esperanza; a partir de 1868 se intenta implantar una estabilidad democrática, campo de cultivo fundamental para que desde ciertos sectores liberales, socialistas y progresistas irrumpan intentos para desarrollar actuaciones que acometan mejoras en la educación social en general, y en la cuestión de la mujer en particular. La situación de la mujer, continúa siendo en este periodo muy desfavorable. A pesar de ello hubo un grupo importante de pensadores que apostaron por la ilustración femenina. Sus principios entendían que un cambio en la ética del hombre era necesario para un cambio en la sociedad. Nos referimos a los pensadores krausistas, que llegaron de la mano de Julián Sanz del Río y cuya filosofía podemos caracterizar como racionalismo armónico, que rechaza el monopolio para abogar por la educación y los 7 Para un mayor desarrollo de la cuestión véase ARCE PINEDO, R, (2007): Dios, Patrio y Hogar. La construcción social de la mujer española por el catolicismo y las derechas en el primer tercio del siglo XX. Santander, Publicaciones de La Universidad de Cantabria. Pp. 31 y Ss. 4 fines sociales. Así pues su filosofía destaca la política, la ética y los valores sociales, dándole relevancia a la educación como precursora de los cambios sociales.8 Los pensadores krausistas apostaban por una renovación fuerte en la educación social, y en general en la femenina. Sus miras estaban puestas en el cambio, no sólo en la metodología de enseñanza, como buenos pedagogos, sino también en la práctica educativa y en el contenido de la instrucción que debía transmitirse. En lo que refiere a las mujeres mantiene un enfoque radical al defender la educación de las niñas de manera básica e integral, en la misma línea que los niños. Con el horizonte de que ambos sexos deberían poder ejercer posteriormente las distintas profesiones y acceder a los diferentes cargos sociales. Los krausistas defendían una educación igualitarista, por tanto, chicos y chicas debían acceder a los mismos contenidos: geografía, historia, ciencias naturales, gramática, etc., en las escuelas oficiales del estado español. El ímpetu krausista dejó huella en la trayectoria pedagógica y educativa de las mujeres. Fueron los primeros que claramente defendieron, como indican las palabras de Fernando de Castro, que “la mujer tiene igual derecho e idéntico deber que el hombre a instruirse para que le sea posible realizar la misión que como individuo se le ha asignado y lo haga con las mayores garantías de éxito”.9 Como inicio del apoyo a la causa se señalan Las Conferencias Dominicales dirigidas por Fernando de Castro, las cuales se inauguraron en La Universidad Complutense de Madrid en 1869. La estrategia de las conferencias estaba orientada a, en palabras de Geraldine Scanlon: “convencer a la gente de que la mujer tiene que recibir una educación más extensa si se quiere que cumpla su misión en la vida (…)”.10 En este sentido hubo dos posiciones claras en lo que respecta a la misión, educación y orientación de las mujeres; la primera, ancestral y católica, hace referencia a la tradicional, que resumimos en la mujer de su casa, parafraseando a C. Arenal, esto es, la mujer necesita estar educada para cumplir sus facetas familiares –educación e instrucción de la prole- de una forma más correcta y certera, tanto para su bien familiar como social. Y la segunda sería la introducida por los krausistas, donde se aboga por la participación activa de la mujer en el ámbito laboral, desarrollando las actividades para las que se ha preparado. En un primer momento se entendía desde las concepciones tradicionalistas que la mejora educativa de las féminas repercutiría en la mejora educativa de su prole. Esta premisa era la más esgrimida para defender “las mejoras” en la educación femenina. En cambio, y en la línea del pensamiento krausista, el espíritu de Castro lo llevó a crear La Escuela de Institutrices en el mismo año que inicia las conferencias (1869), y un año después, en 1870, funda la Asociación para la enseñanza de la mujer; ambas empresas destacarán rápidamente gracias a su ampliación de contenidos en enseñanzas científicas y en mejora pedagógica, lo cual implica un alto compromiso con la causa educativa de las mujeres, sin precedentes hasta el momento. Su finalidad no era preparar a la mujer para que fuera mejor madre, sino prepararla para que fuera autosuficiente y, dado el caso, se pudiera valer por sí misma ante la sociedad. Anterior a estos esfuerzos de mejora, únicamente existían las escuelas normales, donde 8 Para una exposición de las bases de la filosofía krausista, así como de sus principales representantes, véase, DÍAZ, E, (1973); CAPELLÁN DE MIGUEL, G, (2006): La España armónica. El proyecto del krausismo español para una sociedad en conflicto. Biblioteca Nueva. Madrid; POSADA, A (1981): Breve historia del krausismo español. Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones. 9 CAPEL, R.Mª, (1986): “La apertura del horizonte cultural femenino: Fernando de Castro y los congresos pedagógicos del siglo XIX. En VV. AA (1986:120) 10 SCANLON, G,(1986: 31) 5 la educación era muy paupérrima, y en conjunto con el magisterio, eran la cima de la educación femenina en España. Gracias a la estela del pensamiento krausista, en los años posteriores a las conferencias dominicales impartidos en La Universidad Complutense de Madrid se desarrollaron otro tipo de eventos que sirvieron para profundizar en la cuestión de la educación de las mujeres. Lo que muestra cómo el discurso progresista de este grupo de pedagogos fue calando de forma paulatina, pero progresiva. El énfasis en la educación femenina fue tan importante en la filosofía krausista que dio lugar a la creación de diferentes escuelas orientadas a la formación competente de mujeres para su desarrollo profesional posterior en trabajos más técnicos. La Asociación para la enseñanza de la mujer se orienta a la enseñanza científica y a las artes liberales, conformándose bajo su rótulo diferentes escuelas, la ya mencionada de institutrices, siguiéndole la escuela de comercio (1878) y la de correos y telégrafos (1883). Es significativo el hecho de que La Asociación para la enseñanza de la mujer, así como las diferentes escuelas creadas sean anteriores a la conformación de La Residencia de Estudiantes, fundada en 1910. Esto nos indica la importancia y las implicaciones que este grupo de pensadores otorgaron a la educación social, y sobre todo de la mujer para mejorar el panorama español. Al hilo de estas consideraciones, también es obligatorio destacar los congresos pedagógicos que se desarrollan entre los años ochenta y noventa del siglo XIX, y que se pueden considerar como los testigos de la antorcha de las conferencias dominicales. El primero a subrayar es el congreso de 1882, desarrollado en Madrid. En él se insiste en lo que en 1869 había reivindicado Fernando de Castro en las jornadas dominicales; la mujer tiene que ser instruida, formada. Es ella la que educa a los futuros ciudadanos, por lo que es necesario que ella también esté formada. Se observa cómo en esta petición queda una importante influencia de la tradición de la mujer de su casa, que como buena madre debe educar a su hijo para ser un futuro buen ciudadano. Este primer acercamiento organizado hacia la cuestión educativa de la mujer lo más que acentuó fue la ínfima cultura femenina, y la necesidad de cambio, dado el puesto relevante que ocupa la mujer en la familia y en la esfera social. Este primer acercamiento se caracteriza por una fuerte influencia conservadora en este primer evento.11 El segundo congreso data de 1888, y se celebra en Barcelona. Lo podemos considerar como etapa intermedia en la concepción de la figura de la mujer en la educación según el pensamiento más progresista del momento. En este acto se ratifica lo discutido en el congreso anterior, y también se establece el principio de obligatoriedad de la enseñanza para toda la población comprendida entre los seis y los doce años, sin distinción de ningún tipo. Este hecho referido al principio de obligatoriedad de enseñanza para ambos sexos por igual fue el tema más debatido en el congreso de 1888. Cierto es que los acuerdos a los que se llegan en estos congresos no son totalmente viables debido a las diferentes barreras que se dan en la educación en general, y en el caso de las mujeres en particular, aunque es cierto que son indicativos de un cambio de mentalidad que va avanzando poco a poco en una sociedad con muchas resistencias. El último congreso que vuelve a tener como escenario la ciudad de Madrid en el periodo de 1982 será en el que cristalice las peticiones de los dos anteriores. La cuestión de la pedagogía y la enseñanza de la mujer preocupan, y ocupan, a un mayor número de personas. La igualdad educativa y profesional entre ambos sexos será el 11 No sólo Fernando de Castro abogó por la educación de la mujer, también Joaquín Costa es otro adalid de la causa, para una ampliación de este tema, años antes de la creación de los congresos pedagógicos, véase, PUEYO MOY, O, (1989): “La educación de la mujer según Joaquín Costa”. En Anales de la Fundación Joaquín Costa. Nº 6. Pp. 139-150. 6 guión principal de este congreso, que se organiza con carácter internacional, bajo el rótulo de Congreso pedagógico Hispano-Portugués-Americano. Esta nueva congregación señala un alto índice de contribución femenina, tanto en la organización como en la participación y coordinación de las distintas mesas. Dos serán las cuestiones claves sobre las que se sustentará el evento; por un lado la reivindicación de la coeducación, no únicamente en niveles primarios o elementales, sino también en educación superior o universitaria. La segunda línea estribaría en la cuestión de la incorporación de las mujeres al ámbito del trabajo y el hecho de desarrollar cualquier ejercicio profesional para el que esté preparada y formada. Estas ideas son índice de cómo ciertas mentalidades iban avanzando y, de cómo ciertos sectores se abrían al progreso social, que avanzaba con pies más rápidos en el resto de Europa. Como se ha intentado destacar, los Krausistas serán la élite progresista que apoye la igualdad educativa y profesional de los sexos; constituyen una pequeña minoría frente al grueso social, cuya estructura ideológica, económica y social estaba marcada por un férreo clericalismo y/o conservadurismo. Los seguidores krausistas entendían a la mujer no como instrumento para perfeccionar a sus hijos y llevar el hogar en tanto que ángeles del mismo, sino como individuos autónomos que tienen que estar instruidos para ser independientes, lo que constituye un bien social e individual en sí mismo. 3.-Ideal de ciencia o cientificista Los primero años del XX se caracterizan por un quietismo ante las cuestiones de género. Lo único que hicieron los hombres de ciencia fue argumentar y apoyar científicamente lo que ya la tradición había instaurado: la mujer es un hombre inferior. El problema feminista se observó con una clara reserva, en respuesta a este movimiento se abordó en el seno de las dos corrientes científicas dominantes, a saber, positivistas y evolucionistas, lo que se denominó “el problema de la mujer”. A esta cuestión se dedicaron muchos escritos, artículos y libros, donde se exponían diferentes hechos y experimentos que “demostraban” la inferioridad femenina que con tanto rigor pretendían los hombres de ciencia.12 La concepción de la mujer desde el ámbito científico tiene reminiscencias tradicionales y conservadoras, pero reformuladas desde una óptica científica que pretende explicarlo todo. Grosso modo la mujer se presenta como diferente al hombre, y la diferencia se entiende como inferioridad. La cuestión es que antes de la irrupción del positivismo y evolucionismo en España, la mujer se concebía como portadora de cualidades morales, inclusive, superiores al hombre como se aprecia en la pastoral de la mujer católica. El viraje producido tras la instauración de la ciencia como fuente privilegiada de legitimación ideológica, produjo una concepción de la mujer aún más deficiente, éstas eran presentadas como animales incapaces de llegar a la espera del conocimiento científico, eternas adolescentes. 12 A modo de ejemplo, véase: ALARCÓN Y MELÉNDEZ, J, (1908): Un feminismo aceptable. Sucesores de Rivadeneyra, Madrid; NOVOA SANTOS, R, (1909): La indigencia espiritual del sexo femenino. Las pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación biológica. Madrid, Sempere y compañía Ed.; GONZÁLEZ BLANCO, E, (1905): “La inferioridad mental de la mujer”. En Nuestro Tiempo, 1905, Vol. III. Nº 61; DE LA REVILLA, M, (1878): “La emancipación de la mujer”. En Revista Contemporánea. Año III-IV. Tomo XVIII. Pp. 447-463. 7 Tres son las causas señaladas por Nerea Aresti13 para justificar el viraje hecho hacia posiciones más conservadoras en el contexto de implosión científica: en primer lugar destaca los prejuicios sexistas de los científicos; en un segundo plano los temores masculinos ante una desestabilización del orden sexual establecido, y finalmente subraya la lógica del discurso positivista y la importancia otorgada al avance científico y a la ciencia. La influencia en el territorio español en este campo provino de Centroeuropa, Alemania, Viena, holanda, e incluso, también de Italia. Uno de los pioneros en el terreno de la diferenciación sexual fue Moebius, aunque también se ha de destacar la influencia en España de Max Nordau, Lombroso o Otto Weininger del que hemos de resaltar su influyente libro Sexo y Carácter de 1903. Todos estos científicos compartían la idea de que las diferencias anatómicas y cerebrales entre hombres y mujeres eran claves para explicar la inferioridad de la mujer. No obstante, tenemos que mencionar los condiscípulos españoles en esta materia, los cuales siguieron al pie de la letra las teorías evolucionistas. Hablamos principalmente de Roberto Novoa Santos y Edmundo González Blanco.14 Para estos científicos de guante blanco, la mujer ha sido mal representada en los textos y en la conciencia colectiva, porque “puede decirse que la mujer aparece en la filosofía de todos los pueblos, no como es en realidad, sino tal como se le figura a un entusiasta enamorado”.15 Tras esta idea generalizada sobre las mujeres, los trabajos de estos médicos materialistas y naturalistas, van encaminados a demostrar, mediante los hechos y los datos, la indigencia espiritual y mental de la mujer. En esta línea nos centraremos en las aportaciones de los médicos, naturalistas y materialistas españoles, aunque no sin tener en cuenta las diversas influencias de los pioneros europeos en esta materia. El peso del cerebro y su forma constituyeron un fuerte argumento en detrimento de la inteligencia femenina y de otros pueblos considerados inferiores en la escala evolutiva: “Parece, pues, que con independencia del estado social de los distintos pueblos, la capacidad de la cápsula craneal de la hembra es siempre inferior a la del macho” 16 El peso medio del cráneo del varón es de unos 1.425 gramos, y el correlativo de la mujer es de unos 1.222 gramos. Así pues, esto constituye un primer argumento a favor de la mayor actividad intelectual masculina, fundamentada tan sólo en una diferencia de unos 200 gramos. El cerebro era el órgano de la mente; segundo, el tamaño y forma del cráneo reflejaba fielmente el cerebro, por tanto, la medida del cerebro podía sustituirse por la medida del cráneo, y, tercero, el tamaño del cerebro indicaba la capacidad mental. Siguiendo un paralelismo con la fuerza y masa muscular, se deducía que un cerebro mayor era indicativo de mayor inteligencia… Otros argumentos vieron a sumarse a la causa, no conformándose con el peso del cráneo. Se trajo a colación la relación entre la función sexual y la actividad cerebral. El aparato genial representa una función primordial en el organismo femenino, de echo, su naturaleza está encamina a la concepción y a la generación de la especie. Se creía que esta función básica de la mujer disminuiría, si sus esfuerzos se orientan a la educación, y no a su destino biológico-natural. El médico Novoa Santos pone el ejemplo de una 13 ARESTI, N, (2001): Médicos, donjuanes y mujeres modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad en el primer tercio del S. XX. Bilbao, Servicio editorial del País Vasco. Cap. I. 14 Como muestra véase NOVOA SANTOS, R, (1908): La indigencia espiritual del sexo femenino. Las pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación biológica. Sempere y compañía Ed. Madrid.; GONZÁLEZ BLANCO, E, (1905): “La inferioridad mental de la mujer”. En Nuestro Tiempo, 1905, Vol. III. Nº 61. 15 NORDAU, M, (1901): Psico-fisiología del genio y del talento. Madrid. 1910, Citado por NOVOA SANTOS, R, (1908:116) 16 NOVOA SANTOS, R (1908:38) 8 mujer joven que tenía suprimido el flujo periódico, bastó, según Novoa, quitarle sus libros y novelas para que se restableciera el ciclo menstrual. La mujer, concluye éste, no es para el estudio, porque su descendencia será pobre, física y psíquicamente.17 Asimismo, nos habla de las diferencias anatómicas entre las mujeres del campo y las de la ciudad. Las primeras tienen unas mamas más desarrolladas, en comparación, con las mujeres de la ciudad. Esto se debe a que la mujer de ciudad, sobre todo de clase media, consagra su juventud al estudio, favoreciendo su aparato cerebral en detrimento de su aparato genital. Esto continúa la línea de Moebius cuando afirma que la difusión de la cultura está en relación con el decrecimiento de la fecundidad, y admite el antagonismo entre la función cerebral y sexual, donde el mayor vuelo de una, se hace en detrimento de la otra.18 Se vuelve a concluir que la naturaleza de la mujer es perpetuar la especie dada su condición biológica. Según los evolucionistas, el desarrollo de las facultades intelectuales es peligroso para la especie, porque hace degenerar la raza al nacer descendientes débiles, debido a que las mujeres no desarrollan su función natural. Por ello, las aspiraciones feministas de libertad e igualdad eran vistas como acciones contranatura. Y teniendo en cuenta que la naturaleza es un amo inflexible que castiga con penas duras a sus infractores, las mujeres que reniegan de su destino se masculinizan y degeneran. En consecuencia, nos dice Roberto Novoa: “la originalidad, siempre morbosa, de la hembra, supone una desventaja, en tanto que ella es la encargada de nutrir al nuevo ser. La originalidad femenina perjudica la conservación, la belleza y el vigor de la especie”.19 Por tanto, la naturaleza masculina, sentencia Novoa Santos en otro de sus libros, La mujer, nuestro sexto sentido y otros esbozos, que el trabajo fisiológico hace que la pareja humana se dedique a trabajos distintos, dominando en el macho las actividades adecuadas para la conquista de la naturaleza; fuerza e inteligencia. En cambio, la hembra está sometida a su función principal, la maternidad, que exige una vida más quieta y recogida en el hogar, además de una actividad física y mental menos compleja.20 Cualquier dato era interpretado y asentado como prueba de la inferioridad femenina. La menstruación no escapó a los comentarios de muchos misóginos de la ciencia. En resumidas cuantas, venían a defender que el flujo menstrual de la mujer la inhabilitaba para desarrollar muchas actividades: estudiar, ejercer como juez, ministro, etc. Porque su estado anímico es muy voluble, y no le permite atender con claridad a las cuestiones de rigor y de gran interés que requieren estas actividades.21Con el avance y el proceder de la ciencia florecieron más teorías misóginas, una con gran calado fue la teoría de la recapitulación, que destaca que todo organismo individual reproduce durante su vida la historia de su especie. El mundo y su historia se repiten en el nacimiento y desarrollo de cada individuo; la ontogénesis recapitula la filogénesis. La raza y el género se convierten en las variables más destacadas, que unidas a la también pujante idea del atavismo y la degeneración, postulaban a las mujeres, y las demás razas consideradas inferiores, como representantes de los estadios más primitivos de la evolución humana, 17 NOVOA SANTOS, R, (1908: 173) Citado por NOVOA SANTOS, R (1908: 114) 19 NOVOA SANTOS, R (1908: 120) 20 NOVOA SANTOS, R, (1929): La mujer, nuestro sexto sentido y otros esbozos. Madrid, Biblioteca Nueva. 21 Esta teoría no es tan desarrollado como la de Novoa Santos, pero también entró en el juego de la desigualdad. Véase MARISCAL Y GARCÍA, N, (1898): Ensayo de una higiene de la inteligencia. Madrid. 18 9 que tenían su culmen en el hombre blanco.22 Por otro lado, no podemos dejar de mencionar la teoría de la mayor variabilidad masculina, que a grandes rasgos se define por la mediocridad general de la mujer, y la mayor variable masculina entre los intervalos de subnormalidad y genialidad, es decir, el número de mujeres subnormales y geniales era inferior al número de hombres con estas características. Para terminar con el esbozo de los aspectos fisiológicos que destacaron los reputados médicos, hemos de referirnos al sistema nervioso, que también gozó de prestigio. Se sentenció que la mujer tenía mayor sensibilidad táctil que el hombre, y por ende, tenía menor poder inhibir del dolor, lo cual la hacía más vulnerable al entorno. 23 Observamos, por tanto, cómo se redefinen las cualidades físicas de acuerdo a criterios interesados en justificar la demencia mental y física de la mujer. No se quedaron así las cosas, se prosiguió, durante la primera mitad del siglo XX, en la búsqueda de mayores diferencias entre los sexos. En este punto la endocrinología y la bioquímica, además de la influencia de las teorías evolucionistas, dieron lugar a mayores cotas de inferioridad. El estudio del tiroides y de los principios arsenicales justificó la idea de que el organismo humano tenía una cantidad limitada de energía, que en la mujer se emplea en los procesos menstruales y de reproducción, mientras que en el hombre influían en la actividad cerebral, remarcando la diferencia de la teoría de las dos esferas, público/ privado, tal como la conocemos hoy día. A modo de recapitulación, en este panorama, como decíamos, se posicionan diferentes perspectivas: unas a favor de la inferioridad femenina, como los médicos, naturalistas y evolucionistas. Otras posiciones más conservadores, como los católicos, que no apostaban por esta implosión de las ideas de la ciencia, negándose al cambio de los ideales de la modernidad, criticando las teorías científicas contrarias a la mujer. En medio de esta bipolaridad, estarían los krausistas, defensores de un cambio de mentalidad, apoyado en la modernidad y los avances de la ciencia. Defendían el ambientalismo como causa única de la diferencia entre los sexos y, consideraban que la educación generalizada daría lugar a una equidad social, y por ende, entre los sexos. Asimismo, el modus operandi de la ciencia constaba de tres aristas que podemos tildar de características en todo el desarrollo positivista en España. Se identifica primeramente por la capacidad que tienen los científicos para fundamentar en una desestimable base empírica toda una teoría de la inferioridad. Segundo se destaca la variabilidad de las ideas científicas, que podían usarse para justificar ideas totalmente opuestas. Y en tercer lugar observamos cómo las evidencias cotidianas, y más normales, eran recursos que se sumaban a la autoridad de la ciencia para justificar la indigencia mental de las mujeres.24 Es un contexto diverso, que entrecruza diferentes posiciones, donde, además tienen lugar, desde mi punto de vista, ciertas paradojas. Una de ellas puede ser la idea de aquellos que apuestan por el progreso y el avance científico, dejando de lado a la mitad de la humanidad, es decir, a las mujeres, incapacitándolas para el desarrollo intelectual. Mientras, en el otro extremo, observamos cómo las ideas más conservadoras de la iglesia, en contraposición al ideario de la modernidad, apuestan por la educación de ambos sexos como estrategia para mantener su influencia. 22 La teoría de la recapitulación se inicia con la teoría de la evolución de Darwin, aunque es mayormente desarrollada por E. Haeckel. Asimismo los términos de atavismo y degeneración se incorporaron a estos postulados gracias al psiquiatra B. Moret. 23 Estas ideas las podemos encontrar en NOVOA SANTOS, R, (1908: Cap. III) 24 A modo de ejemplo, el albinismo se consideraba una tara, signo de flaqueza femenina, ya que las diferencias cromáticas expresaban el poder y perfeccionamiento masculino. Citado en ARESTI, N, (2001:56) 10 Destacar finalmente que – y a pesar de que no se haya hecho un hincapié explícito- las luchas de antaño parecen estar más que vigentes hoy día; el eterno retorno de lo mismo para la lucha feminista: precaución sexual, trata de blancas, prostitución, equidad educativa a todos los niveles, igualdad salarial, derechos laborales, familiares, en materia de salud y civiles, como el derecho al voto, que en España llegó en 1931 con la II República, abolido durante el franquismo y retomado en 1976. Todos estos avatares contrarios a la mujer han sido conseguidos, luchados y trabajados por el feminismo y por las mujeres en general durante décadas, esto se rehíla con lo que comentábamos al inicio de este escrito; una lucha entre renovación y continuidad, que a mi parecer, mueve a la sociedad, y más concretamente a la española, a buscar una salida, una mejora para el impulso social aún a pesar de repetirse insistentemente… La ciencia, como recurso ideológico, ayudó a configurar un panorama negro para las mujeres de la época. El filtro misógino-positivista depuró el ideal de mujer por medio de una óptica sexista, racista y clasista, que interpretaba las teorías de diversas formas para dar evidencia científica a meros prejuicios sexistas. A modo de conclusión Lo que queda claro es que la concepción de la mujer en España pasa por tres filtros fundamentales en este trabajo: La iglesia católica, la ciencia, sobre todo en su vertiente positivista y evolucionista, y los ideales de igualdad defendidos por los krausistas. En el pensamiento católico observamos cómo se pasa de un destino natural y providencial de mujer que sólo tiene como alternativa ser madre, esposa o monja, y recluido al espacio privado, que muta hacia un ideal más atenuado y virtuoso. Las estrategias acometidas por los católicos para adaptarse a los nuevos tiempos se orientan hacia la pastoral de la mujer y la maternidad social como vía para recristianizar a la sociedad, el ideal de mujer se dignifica: de pecadora a ángel del hogar, y en un tercer ascenso, se le permite abrir sus alas en lo social. Ello posibilita el asociacionismo católico femenino que se orienta principalmente a obras sociales y de caridad. La mujer pasa de entenderse como portadora de los males de la sociedad, a ser considerada una madre social que debe desarrollar los trabajos de cuidado de su recluido ámbito privado, ahora, en el ámbito público. Aunque siempre manteniendo la división de los roles sociales tradicionales. El segundo filtro es la ciencia, la cual se erigió como fuente privilegiada de legitimación. La recepción de los ideales positivistas y evolucionistas desplazaron la autoridad de la iglesia entre el vulgo masculino. Aunque lo que no hizo fue modificar la concepción de las mujeres, es más, radicalizó las diferencias entre los sexos amparándose, a la par que intentaba demostrar con hechos científicos, la inferioridad de las mujeres, y por ende, la superioridad intelectual masculina. Enfatizó las diferencias entre ambos sexos aplicando las leyes naturales al análisis social, e imponiendo la biología como único destino. La ciencia como única fuente privilegiada para dirimir entre lo verdadero y lo falso consolidó los ideales tradicionales de mujer y hombre, recluyendo a éstas a la esfera privada, marcando su destino desde la biología, y otorgándoles la única función de reproductoras de la especie. El tercer palo a tocar es el krausismo, que en líneas generales defendía la educación como la mejor vía para una reforma social y optar a la perfección humana. Abogaba por la igualdad educativa entre ambos sexos, desestimando el determinismo biológico al que se arrojaba a las mujeres desde los ambientes cientificistas. Fueron los primeros librepensadores que crearon una institución para la enseñanza de la mujer con gran calidad de contenidos pedagógicos, La asociación para la enseñanza de la mujer (1870), 11 a la cual le siguieron la creación de diferentes escuelas y La Residencia de Señoritas (1915). Esto es muestra de cómo, a pesar de ser pensadores del progreso, no se sumaron a las leyes naturales propuestas por la ciencia que “demostraban” la inferioridad femenina. Su filosofía intentaba aunar progreso y ciencia con la religión, partiendo de la base de que todos y todas, por medio de la educación, podemos mejorar la sociedad. Su pensamiento vio mermadas sus influencias debido al avance científico, y también, a la influencia importante que tenía la iglesia católica en el contexto político-social español. Todo ello tuvo un resultado negativo para el moviendo feminista español, ausente en este escrito, pero del cual cabe decir que fue un movimiento retrasado con respecto al resto de Europa, sobre todo en comparación con Inglaterra, Francia y Estados Unidos. 12