La expansión y la consolidación del Parque Industrial Pilar en un

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IDAES – UNSAM
MAESTRÍA EN SOCIOLOGÍA ECONÓMICA
LA EXPANSIÓN Y LA CONSOLIDACIÓN DEL PARQUE
INDUSTRIAL PILAR EN UN CONTEXTO DE
REESTRUCTURACIÓN HETEROGÉNEA DEL SECTOR
INDUSTRIAL ARGENTINO (1991–2007)
AUTOR: LIC. LUIS ESTEBAN BRIANO
DIRECTOR: DR. JOSÉ BORELLO
CO-DIRECTORA: DRA. CINTIA RUSSO
FEBRERO DE 2015
1
A mis hijos, Esteban y Federico.
2
ANTECEDENTES DEL TRABAJO Y AGRADECIMIENTOS
Este trabajo está basado en mi tesis de licenciatura: “El desarrollo y la consolidación
del Parque Industrial Pilar en el contexto de las transformaciones de la actividad industrial en
la Región Metropolitana de Buenos Aires”, del Departamento de Geografía de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dirigida por los Dres. José Borello y
Aída Quintar; gracias a la recomendación del Dr. Alexandre Roig, por la cual le estoy
sumamente agradecido.
Les agradezco a mis Directores, los
Dres. José Borello y Cintia Russo, por su
invalorable disposición a todos mis requerimientos.
Expreso mi agradecimiento también a los Dres. Martín Schorr y Daniel Azpiazu –por
quien guardo un entrañable recuerdo–, por sus esmeradas respuestas y colaboraciones.
Asimismo, les agradezco a las personas que prestaron su valiosa colaboración
concediéndome entrevistas, como Ernesto Soto, Cecilia Laguirre, Ernesto Tobal y, en
especial, al Arquitecto Santiago Bonfanti, que además de brindarme valiosísima y cuantiosa
información, me ofreció su amistad.
También les agradezco a mis muy queridos amigos y colegas: Dr. Andrés Barsky,
Prof. Federico Fritzsche y Lic. Adrián Iulita, que constantemente me ofrecieron ayuda y
respondieron a mis permanentes consultas.
Finalmente, y muy especialmente, le agradezco a la Dra. Ana Castellani por la
formidable ayuda que me proporcionó, con enorme dedicación, entusiasmo, capacidad, y,
principalmente, afecto.
3
ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………………………...
8
Capítulo 1. Cuestiones teóricas económicas y urbanas. La discusión del concepto de
“eficiencia capitalista”…….…………………………… ………………….....................
20
1.1. La mano invisible del mercado, las externalidades y las críticas a la teoría
clásica…………………………………………………………………………………….
20
1.2. El desarrollo del capitalismo, su ineficiencia en la esfera social y la acumulación
por desposesión………………………………………………………………………......
25
1.3. La tendencia del capitalismo a las crisis de hiperacumulación…………………...
30
1.4. El límite de la reproducción ampliada del capital: concentración económica y
desigualdad social………………………………………………………………………..
31
1.5. La manifiestación de la ineficiencia capitalista en las transformaciones territoriales
urbanas………………………………………………………………………
33
Capítulo 2. Aspectos teórico-metodológicos referidos al concepto “parque
industrial”………................................................................................................................
39
2.1. El parque industrial como organización espacial eficiente en un contexto de
disminución de barreras espaciales………………………………………………………
39
2.2. Consideraciones sobre organización industrial y parques industriales…………….
42
2.3. Parques científicos y tecnológicos .…………………………………………………
48
2.4. Estrategias de investigación. Análisis de parques industriales……………………
51
2.5. Factores de localización de los parques industriales ……………………………
53
Capítulo 3. Las transformaciones económicas ocurridas durante el neoliberalismo en
Argentina ………………………………………………………………………….
56
3.1. La desindustrialización durante la Convertibilidad: una reestructuración regresiva y
heterogénea de la industria ………………………………………………………………
56
3.2. La (re)industrialización durante la posconvertibilidad ………………………….....
63
Capítulo 4. Las mutaciones territoriales e industriales en la Región Metropolitana de
Buenos Aires (1990-2007) ……………………………………………………….
68
4.1. La reestructuración industrial metropolitana en el contexto del capitalismo flexible.
68
4.2. La reestructuración en la RMBA …………………………………………………..
71
4.3. El parque industrial y la reestructuración territorial de la industria .……………….
76
4.3.1. Algunas reflexiones acerca de los parques industriales de la RMBA y su relación
4
con la organización industrial metropolitana …………………………………………….
81
4.3.2 Las influencias territoriales e industriales del PIP …………………………………
83
Capítulo 5. El Parque Industrial Pilar. Historia del proyecto – actores………………….
93
5.1. El partido de Pilar …………………………………………………………………...
93
5.2. Localización – Historia del proyecto………………………………………………..
99
5.3. El predio, accesos, circulación Interna y normas constructivas…………………….
106
5.4. Infraestructura – Servicios de Red ………………………………………………….
109
5.5. Las funciones de la administración, el consorcio de propietarios y la cámara
empresarial……………………………………………………………………………….
110
5.6. Normativa y exenciones impositivas………………………………………………..
111
5.7. Factores de localización……………………………………………………………..
112
Capítulo 6. El análisis industrial del PIP…………………………………………………
115
6.1. El desempeño del PIP en el contexto del comportamiento de la industria nacional..
115
6.2. La evolución de la participación de empresas de capital nacional y extranjero…….
119
6.3. El análisis y la evolución de las ramas industriales…………………………………
123
6.3.1. La comparación con el nivel nacional…………………………………………….
123
6.3.2. La evolución de la conformación cuantitativa absoluta y relativa por sectores
económicos y ramas industriales, y por origen del capital………………………………
127
6.3.3. El análisis de las tres ramas mayoritarias…………………………………………
138
6.4. Análisis de la evolución de la conformación relativa por grandes divisiones
industriales del PIP………………………………………………………………………
140
6.5. Análisis de la evolución de las empresas radicadas en el PIP, en función de las
listas de las quinientas y las mil empresas de mayor facturación de Argentina,
publicadas por la Revista Mercado………………………………………………………
144
Reflexiones finales……………………………………………………………………….
151
Anexo ……………………………………………………………………………………
161
Listas de empresas radicadas en el PIP (1994-2007)………………………………….....
161
Reglamento del uso del suelo del PIP……………………………………………………
178
Empresas del PIP (1991-2007)…………………………………………………………..
181
Partido de Pilar. Usos del suelo………………………………………………………….
200
Bibliografía………………………………………………………………………………
202
Otras fuentes utilizadas…………………………………………………………………..
209
Testimonios orales.............................................................................................................
211
5
ÍNDICE DE CUADROS, FIGURAS, GRÁFICOS Y MAPAS
Gráfico Nº 1: El óptimo social…………………………………………………………..
24
Figura Nº 1. La planificación física de parques industriales……………………………. 44
Cuadro Nº 1. Parques industriales. Criterios para su clasificación, variables y ejemplos
en Argentina……………………………………………………………………………..
46
Mapa Nº 1. Parques Industriales en la RMBA………………………………………….. 79
Mapa Nº 2. Agrupamientos industriales de la Provincia de Buenos Aires……………...
90
Mapa Nº 3. Áreas industriales del Partido de Pilar...........................................................
92
Mapa Nº 4. Localidades del Partido de Pilar……………………………………………
94
Mapa Nº 5. Partido de Pilar. Partidos limítrofes, el PIP, autopistas, vías férreas,
accesos y red hidrográfica………………………………………………………………. 95
Cuadro Nº 2. Datos demográficos de Pilar……………………………………………...
97
Gráfico Nº2. Evolución de la población del partido de Pilar……………………………
98
Mapa Nº 6. Carta topográfica del PIP y sus alrededores………………………………..
101
Mapa Nº 7. PIP: Fracciones, lotes, calles y acceso original…………………………….
103
Gráfico Nº 3: Evolución del PBI industrial 1990-2007 (en porcentaje e índice base
1993=100)……………………………………………………………………………….
116
Cuadro Nº 3. Cantidades de plantas industriales del PIP……………………………….
117
Gráfico Nº 4. Cantidad de Empresas radicadas, sobrevivientes y acumuladas a partir
de cada listado…………………………………………………………………………..
117
Cuadro Nº 4. Altas, bajas, saldos y sobrevivientes……………………………………...
119
Cuadro Nº 5. Evolución y porcentajes de empresas nacionales y extranjeras…….
121
Gráfico Nº 5. Evolución de la participación porcentual del capital nacional y
extranjero………………………………………………………………………………..
122
Gráfico Nº 6. Evolución porcentual de la diferencia entre empresas de capital nacional
y extranjero……………………………………………………………………………...
122
Cuadro Nº 6. Desempeño de las ramas industriales durante la posconvertibilidad en
función de sus actuaciones en el transcurso del período convertible…………………… 125
Cuadro Nº 7. Evolución y porcentajes de la cantidad de empresas por rama industrial,
respecto del total de las empresas industriales del PIP………………………………….
126
Cuadro Nº 8. Evolución y porcentajes de la cantidad de empresas por sector
económico y rama industrial, respecto del total de las empresas del PIP……………….
134
6
Cuadro Nº 9. Empresas por ramas industriales según el origen del capital: nacional (N)
o extranjero (E)………………………………………………………………………….
135
Cuadro Nº 10. Empresas por ramas industriales según el origen del capital: nacional
(N) o extranjero (E), por períodos………………………………………………………. 136
Cuadro N° 11. Valores absolutos y porcentajes del total de empresas industriales de
las tres ramas mayoritarias y el resto del parque industrial, anuales y por períodos……
139
Cuadro Nº 12. Saldos de las tres ramas industriales mayoritarias y las ramas restantes
por períodos, según el origen del capital………………………………………………... 139
Cuadro Nº 13. Empresas y saldos según grandes divisiones, por períodos……………..
142
Cuadro Nº 14. Empresas nacionales y extranjeras y sus diferencias según grandes
divisiones, 1994-2007…………………………………………………………………...
143
Cuadro Nº 15: Empresas del PIP y porcentajes por intervalos del ranking de las 1000
empresas de mayor facturación de Argentina…………………………………………...
146
Cuadro Nº 16. Cantidades y porcentajes de empresas de capital nacional (N) y
extranjero (E) entre las 1000 empresas nacionales de mayor facturación………………
147
Cuadro Nº 17. Ramas industriales. Cantidades absolutas y porcentajes entre las 500 y
las 1000 de mayor facturación de Argentina……………………………………………. 147
Cuadro Nº 18. Grandes divisiones. Cantidades absolutas y porcentajes entre las 500 y
las 1000 empresas de mayor facturación en Argentina…………………………………. 149
Mapa Nº 8: PIP: Fracciones, lotes, calles, accesos y cuadrícula de ubicación………….
162
Figura Nº 2: Listas del PIP: junio de 1994; julio de 1997; mayo de 1998; marzo, junio
y septiembre de 1999; abril de 2002; junio de 2006; y agosto y diciembre de 2007…… 162
Cuadro Nº 19. Empresas presentes en el PIP, según origen del capital, distintas listas,
actividades principales, ramas industriales y firmas no industriales, en el período
1994-2007……………………………………………………………………………….
181
Mapa Nº 9. Partido de Pilar. Zonificación 2001……………………………………….
200
7
Introducción
Desde comienzos de la década de 1990, en Argentina, se produjeron dos fenómenos que
alteraron el patrón de localización industrial. Por un lado, se revirtió el proceso de
desconcentración que había experimentado la actividad industrial durante la década anterior,
al quedar fuera de vigencia los regímenes de promoción industrial, y por el otro, a escala de la
Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), se advierte en la periferia, de la mano de la
sociedad entre el Estado y el capital privado, una tendencia a la proliferación de
emprendimientos urbanísticos privados y algunas actividades industriales, que contribuye a
generar nuevos centros de actividad, propiciando un tipo de metropolización difusa o
policéntrica, favorecida por el reacondicionamiento de la infraestructura de transportes y
comunicaciones, la diferencia de los precios de la tierra con respecto a los de las áreas
centrales y la necesidad por parte de la industria de superar los conflictos surgidos entre los
distintos usos del suelo y dar respuesta a las nuevas demandas organizacionales de las firmas.
A su vez, esta reemergencia del protagonismo de algunas zonas de la RMBA
(preferentemente las áreas de influencia del Acceso Norte: ramales Campana, Pilar y Tigre),
se sustenta fundamentalmente en la conformación y desarrollo del MERCOSUR.
Simultáneamente, desde la perspectiva macroeconómica, la promulgación de la Ley de
Convertibilidad en 1991 y la puesta en práctica de un conjunto de políticas neoliberales, que a
la par de profundizar el proceso de desindustrialización –iniciado en 1976–, implicó la
aplicación de incentivos en diversas políticas sectoriales, en un contexto de creciente
alineamiento con la economía internacional. Estas medidas posibilitaron la concreción de las
condiciones necesarias para el arribo de un considerable volumen –en términos relativos– de
inversión extranjera directa (IED). Estos capitales se dirigieron, preferentemente, hacia las
empresas públicas privatizadas, el sector servicios y algunos segmentos privilegiados de la
industria manufacturera.
La conjunción de estos procesos, –la reconcentración industrial en la RMBA, a nivel
nacional; la desconcentración industrial a escala de la RMBA, la llegada a Argentina de IED
industrial y la alianza entre el Estado y el capital privado– favoreció la concreción de
numerosas inversiones industriales en las áreas antes mencionadas de la periferia de la RMBA
y muy especialmente en el Parque Industrial Pilar (PIP), que sufrió un crecimiento notable y
repentino de su ocupación.
En este sentido, el tema de esta investigación consiste en cómo los distintos actores y
agentes económicos, que interactúan en la conformación del PIP, posibilitaron su expansión,
8
en un contexto macroeconómico tendiente a la reducción, en términos absolutos, del sistema
industrial en Argentina.
En el actual contexto en el que se desenvuelve la economía mundial, el espacio
geográfico se presenta cada vez más fraccionado por las actividades económicas,
produciéndose un intenso proceso de especialización territorial, que da como resultado una
disociación espacial de la producción, el consumo y la industria con respecto al uso
residencial del suelo, generándose transformaciones en los esquemas tradicionales de
localización de las distintas actividades, especialmente en las metrópolis.
De esta manera, se asocia al parque industrial a un conjunto más amplio de
regulaciones del suelo que tiende a diferenciar territorialmente a las funciones urbanas. Esta
diferenciación se manifiesta en una gran segregación del territorio cuya principal
característica es la consolidación de espacios autocontenidos (tanto en el ámbito residencial
como en el industrial y el de consumo), tal como se observa en la morfología de los barrios
privados o cerrados, clubes de campo, countries, shopping centers, hipermercados y centros
de entretenimientos y espectáculos. Estas nuevas formas de organización del espacio urbano
fueron introducidas en el ámbito de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA),
principalmente, por el desempeño del capital global (Briano Fritzsche, Vio y Rivadulla,
2001).
En la RMBA, los parques industriales adquirieron auge en la década de 1990 a partir
de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, como un intento deliberado de
reordenar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de promover la atracción de
actividades productivas en aquellos territorios menos industrializados a fin de incentivar el
desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se consolidaron como un negocio
inmobiliario novedoso, que prometía ganancias interesantes, ya que se aprovechó el
cuestionamiento creciente a la actividad industrial en zonas de predominio residencial del
suelo, en un contexto de acentuada polarización de los precios de la tierra (Briano Fritzsche,
Vio y Rivadulla, 2001). En este contexto, dicho auge fue, predominantemente, fruto del
creciente valor simbólico alcanzado por el notable desarrollo del PIP.
Los antecedentes de parques industriales en el ámbito metropolitano de Buenos Aires
se remontan a 1969 con la inauguración del Centro Industrial Parque Oks, en la localidad de
Garín, Partido de Escobar y a 1973, con la del PIP, de mucha mayor extensión que el anterior,
ambos llevados a cabo por la empresa Lago Verde S.A.. Mientras que el primero completó su
capacidad en una década, la maduración del PIP resultó bastante lenta, hasta tomar un notable
impulso durante la década de 1990, como sitio de implantación selectiva del capital global, al
9
reestablecerse las condiciones de competencia interterritorial “más igualitarias” a escala
nacional. Esto se debió, en gran medida, al agotamiento de los regímenes de promoción
industrial puestos en marcha décadas atrás. Sin embargo, a pesar de estas dos experiencias, el
desarrollo de la oferta de parques industriales en la RMBA puede considerarse tardío en
relación con el de la totalidad del territorio nacional.
Los primeros proyectos de parques en Argentina datan de las décadas de 1950 y 1960,
aunque en la mayoría de los casos sufrieron atrasos de años y hasta de décadas en sus puestas
en marcha. En 1980 se pusieron en funcionamiento una serie de parques industriales, se
poblaron de plantas parques que durante años estuvieron inactivos como los de La Rioja y
San Juan, y surgieron nuevos proyectos de parques y otras aglomeraciones industriales,
estimulados por políticas de promoción industrial regional (Borello, 1998). A mediados de la
década de 1990, existían alrededor de 200 aglomeraciones industriales planificadas,
localizadas mayoritariamente en provincias con trayectorias industriales breves: San Luis, La
Rioja, Tierra del Fuego, Chubut y Entre Ríos.
Los parques industriales surgieron en provincias promocionadas con escaso o nulo
recorrido industrial, ya que el mercado de inmuebles industriales no pudo dar respuesta a
proyectos de tal envergadura, generados tan velozmente; mientras que los parques en Buenos
Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza han sido decididamente marginales (Borello, 1998).
En este sentido, el Partido de Pilar es, desde hace varias décadas, el escenario de un
conjunto de transformaciones territoriales en diversos ámbitos (urbano, periurbano y rural).
Entre ellas, cabe mencionar: la proliferación de emprendimientos inmobiliarios en una
magnitud inédita en la Argentina, el crecimiento de urbanizaciones populares segregadas, el
surgimiento de una nueva centralidad urbana, el desarrollo de una actividad industrial de gran
dinamismo, la recuperación y consolidación de la horticultura intensiva y la implantación y
mejoramiento de la infraestructura de transporte y comunicaciones.
El PIP fue inaugurado en 1973 y aunque durante los primeros años de actividad se
realizaron ventas de lotes a grandes empresas, en la década de 1980 la radicación de firmas
descendió significativamente, hasta llegar, en 1990, a una población de 60 plantas instaladas
en un parque industrial con capacidad para más de 300. A partir de ese momento experimentó
una notable aceleración tanto en la venta de lotes como en la radicación de plantas. Es así que,
a fines de 1999, sólo restaba comercializar el 4% de la superficie y existían 117 plantas en
actividad y 24 en construcción, en, aproximadamente, el 60% de los lotes vendidos.
Posteriormente, después del período de la crisis de 2001-2002, correspondiente a la salida de
la convertibilidad, el PIP recobró su ímpetu, vendiéndose en 2006 el último lote disponible y
10
alcanzando las 175 empresas radicadas, a fines de 2007, con una tasa de instalación de
alrededor de quince plantas industriales anuales.
Además, el éxito del negocio inmobiliario de lotes industriales en el PIP, está
propiciando la propagación de la actividad con la concreción de varios proyectos de parques
tecnológicos e industriales en el Partido de Pilar, como el Parque Industrial Pilarica
(especializado en PyMEs, adyacente al PIP) y el Parque Tecnológico de la Universidad
Austral, en el predio de dicha universidad, ubicado en la localidad de Derqui (Partido de
Pilar).
Esta conjunción ha convertido al PIP en el factor de mayor agilidad y principal
referente de la actividad industrial en la región, tanto para los gobiernos locales –por la
imagen de modernidad y progreso que aglomeraciones industriales semejantes brindarían a
sus municipios– como para la actividad industrial, viabilizada por los distintos actores (el
Estado, el capital industrial –local y extranjero– y los desarrolladores inmobiliarios
industriales).
Si bien el proyecto de su construcción se remonta a 1969 y su inauguración a 1973, el
PIP adquiere su carácter paradigmático –como una nueva modalidad de implantación de la
industria en el territorio– recién a partir de las nuevas condiciones macroeconómicas
impuestas por las políticas neoliberales y la convertibilidad, que permitieron el desarrollo de
nuevos factores de localización que posibilitaron a algunas empresas –mayoritariamente
grandes y/o trasnacionales– instalarse en el PIP como forma de adopción de estrategias para
sobrellevar el proceso desindustrializador o el arribo de empresas extranjeras en Argentina,
atraídas por las potenciales ganancias que se generarían en el mercado interno, gracias al tipo
de cambio fijado por la convertibilidad.
La relevancia de esta investigación, desde el punto de vista cognitivo, radica en poder
dilucidar cómo en un contexto regresivo de la actividad industrial a nivel nacional, se produjo
una gran expansión selectiva de dicha actividad en el PIP. También –posteriormente al
agotamiento definitivo y la finalización del régimen de convertibilidad– resulta apreciable
explicitar la manera en cómo el PIP continuó con su desempeño favorable en el marco de
nuevas condiciones macroeconómicas, esta vez favorables al desarrollo industrial.
Desde una perspectiva social, la misma se justifica por el hecho de que, a partir del
crecimiento vertiginoso experimentado desde 1991 y hasta la actualidad –con una única
merma de su comportamiento, aunque conservando valores positivos, durante el período
1998-2002–, el PIP se ha convertido en un factor relevante de la metropolización del
periurbano en el norte de la RMBA, por lo que numerosos proyectos industriales, de
11
infraestructura, de servicios y hasta residenciales, en dicho ámbito, se llevan a cabo bajo su
influencia.
De este modo, la dilucidación de tal peculiar comportamiento podría resultar un aporte
significativo, ya que ha otorgado al PIP, en gran medida, el protagonismo en el desarrollo de
las actividades industriales de la región. Del mismo modo, la explicación de la adaptación del
PIP a las nuevas y diferentes condiciones imperantes en la salida de crisis de 2001-2002,
tendientes a estimular nuevamente el desarrollo industrial, constituiría un contribución a la
temática enfocada en la relación industria-territorio en el norte de la RMBA en general y en el
Partido de Pilar en particular.
Concretamente, el problema que esta investigación pretende dilucidar, comprende los
siguientes interrogantes:
•
¿Cuáles son las cuestiones que permitieron que en pleno proceso de regresividad
industrial estructural, durante la vigencia del modelo neoliberal, el PIP haya adquirido un
comportamiento netamente expansivo, tanto a nivel industrial como inmobiliario?
•
¿En qué consiste el proceso de adaptación que el PIP experimentó para adecuarse a las
nuevas condiciones económicas favorables al desarrollo industrial, surgidas desde el fin
de la convertibilidad?
Para ello, el objetivo general que se plantea es el de describir, analizar y explicar el
desempeño del PIP, en el seno del proceso de desindustrialización y su posterior adecuación a
condiciones macroeconómicas favorables al desarrollo de la actividad industrial.
Además, se proponen los siguientes objetivos específicos:
1. Analizar la relación entre el conjunto de medidas económicas integrado por el shock de
políticas neoliberales y la convertibilidad, y la repentina expansión industrial que
experimentó el PIP.
2. Explicar cómo afectó a la dinámica del PIP la salida abrupta de la convertibilidad y la
consecuente crisis de 2001-2002.
3. Analizar el proceso de radicación del PIP según los sectores de la economía; las ramas
industriales; el origen del capital; las altas, bajas y sobrevivientes y el conjunto de las
empresas de mayor facturación de Argentina.
4. Plantear, a modo de hipótesis, las influencias que ha ejercido el PIP sobre la región en la
que está inserto.
5. Explicitar las vinculaciones del PIP con los distintos niveles estatales (nacional, provincial
y municipal).
12
Las hipótesis que se utilizarán son:
1. El dinamismo que adquirió la RMBA, a partir de la aplicación del programa económico
neoliberal, obedeció a la adaptación de su espacio a las nuevas condiciones de producción,
circulación, distribución y consumo, introducidas a partir de la intensificación del proceso
de globalización y, en particular, desde la conformación del MERCOSUR. Este
dinamismo, estuvo sustentado principalmente por el papel primordial que desempeñó la
IED, que a la vez condicionó la inserción de la economía argentina en la división regionalinternacional del trabajo, favorecida por el proceso de integración.
2. El papel llevado a cabo por Lago Verde S.A. en la administración del PIP y sus vínculos
con los poderes estatales –tanto de la provincia de Buenos Aires como del municipio de
Pilar– fueron fundamentales para posibilitar el logro de las obras de infraestructura que
fueron necesarias.
Existen numerosos trabajos que afirman que la transformación de la organización
económica urbana y la reestructuración territorial de las actividades productivas están en
íntima relación con el proceso de globalización de la economía. En este contexto, se refuerza
el papel de las áreas metropolitanas que funcionan como un vínculo fundamental en la
articulación de los mercados internacionales (Harvey 1990 y 2000; Castells, 1996; Coraggio,
1994; de Mattos, 1998; Sassen, 1998).
En Argentina, las alteraciones que afectan al patrón de metropolización están
relacionadas con las transformaciones económicas y, particularmente, con el incremento y
sesgo de las inversiones que viabilizan las tendencias globalizantes del capitalismo flexible
(Ciccolella, 1992; Coriat, 1994; Gatto, 1990; Borello 1992, Lipietz y Leborgne, 1990;
Méndez y Caravaca, 1996; Méndez, 1997). Esta dependencia creciente respecto de las
condiciones capitalistas genera una presión a favor de la ampliación del mercado en el que
menos consumidores adquieren un mayor volumen de mercancías, tanto en términos relativos
como absolutos (Harvey 1982, 1990 y 2003). Asimismo, se lleva a cabo un masivo abandono
de infraestructuras y equipamientos industriales en tradicionales fragmentos urbanos
manufactureros y, simultáneamente, se revitalizan y consolidan nuevos espacios industriales
en los bordes de la RMBA. Asociada a esta tendencia, la ampliación y modernización de la
red vial, que ha sido favorecida por la inversión durante la década de 1990, se convierte en un
generador de nuevos procesos de urbanización, metropolización e industrialización Ciccolella,
1998a, 1998b y 1999; Bozzano 1999, Borello, Fritzsche y Vio, 2000; Fritzsche y Vio 2000a y
2000b, Fritzsche 2007, Álvarez de Célis , 1999)
13
En primer lugar, la reestructuración metropolitana adopta: nuevas formas de
producción del espacio residencial; la difusión de grandes equipamientos de consumo,
entretenimiento, turismo y espectáculo; la ampliación, modernización, equipamiento y
localización de los distritos de comando; nuevas pautas de localización del capital industrial,
y el rediseño de la red de transporte metropolitano (Blanco, 1996 y 2000; Ciccolella, 1999;
Federico Sabaté, 2002; Prévôt-Schapira, 2003; Torres, 2001). Simultáneamente, se verifica
una relativa declinación de la industria como principal factor de urbanización, aunque
continúa como artífice del cambio espacial bajo nuevas formas, como los procesos de
crecimiento periférico, la revalorización de áreas centrales y la formación de nuevos enclaves
pericentrales de actividad, favoreciendo un tipo de metropolización difusa o policéntrica (de
Mattos, 1999, Méndez y Caravaca, 1996). En este marco, cobra cada vez más importancia el
papel del Estado local, en tanto comienza a implementar instrumentos de promoción para el
establecimiento de las actividades productivas, como por ejemplo, los numerosos proyectos
de parques, zonas y áreas industriales con exenciones impositivas, y los más escasos
proyectos de incubadoras de empresas y parques tecnológicos (Borello, 1998; Briano,
Fritzsche, Vio y Rivadulla, 2001; Briano, Fritzsche y Vio, 2003; CEB, 1999; DPDPI, 1999).
En segundo lugar, la localización industrial incluye las siguientes tendencias
recientes: la reconcentración de la industria en la RMBA, la periferización de la industria
hacia la tercera corona de la RMBA, el dinamismo industrial y protagonismo del eje norte –en
torno al Acceso Norte, ramales Campana y Pilar–, la importante participación de la Ciudad de
Buenos Aires en los indicadores industriales, el estancamiento y degradación de áreas
industriales tradicionales en la primera corona y la reconversión de antiguas zonas industriales
porteñas (Balbo y otros, 1996; Borello y otros, 2000; Bozzano, 1999, Schorr, 2006). Varias de
estas tendencias encuentran su fundamento en que la industria manufacturera proveedora del
mercado interno y, más precisamente, algunas ramas y firmas transnacionales que ingresan en
esquemas de producción regionales-globales –automotrices, autopartes y en menor medida
alimentos y bebidas– fueron una de las principales receptoras de la Inversión Extranjera
Directa (IED) reciente, constituyendo aproximadamente el 40% del total (Chudnovsky y
otros, 1995; Russo, 2000). Durante la década de 1990, de la mano de la reestructuración del
Estado y la puesta en práctica de un shock neoliberal y la convertibilidad, la RMBA ha
recuperado el protagonismo como el principal centro nacional de atracción de la inversión
industrial, revirtiendo la tendencia a la desconcentración experimentada en la década anterior
(Azpiazu, Basualdo y Shorr, 2001; Basualdo 2003 y 2006 ; Nochteff, 1999).
14
En tercer lugar, el proceso de globalización en la RMBA se manifiesta a través de la
afluencia de IED a partir de la apertura económica, el protagonismo de la RMBA como nodo
articulador de redes, particularmente con el MERCOSUR y la implementación de estrategias
regionales-globales de las firmas transnacionales (Yoguel, 1998; Fritzsche, 2007).
Si bien estos procesos se desaceleraron progresivamente desde la recesión que
comenzó en 1998 hasta la crisis de 2001-2002, la salida de la convertibilidad, con la
consecuente devaluación de la moneda,
posibilitó la recuperación generalizada del
dinamismo de las actividades industriales (Azpiazu y Schorr, 2008; Azpiazu, 2008; Fernández
Bugna y Porta, 2008).
Como consecuencia de esta reestructuración, el espacio geográfico se presenta cada
vez más fragmentado por el sistema económico, destacándose como efecto relevante el
proceso de especialización territorial. A la separación funcional y espacial de la producción y
el consumo se suma un proceso de autosegregación de la industria con respecto al uso
residencial del suelo, ya que la convivencia entre ambos usos resulta cada vez más conflictiva
(Borello, 1998; Bozzano, 1999). Como resultado, surgen cambios en los antiguos patrones de
localización de las actividades sociales y productivas en el ámbito geográfico metropolitano
(Topalov, 1979 Harvey 1977 y 2001; Lencioni, 2007).
En este sentido, la evolución negativa de la industria en las metrópolis está
contribuyendo a un progresivo abandono de espacios donde la rápida revalorización del suelo
favorece su sustitución por usos alternativos y es propiciada, en parte, por la estrategia de
traslado de las empresas afectadas por la crisis, como medio para sanear su economía,
reorganizar su personal y modernizar y redimensionar sus instalaciones. Como contraparte,
las áreas más alejadas de los centros metropolitanos están recibiendo un impulso industrial
creciente, motivado principalmente por una abundante oferta de suelo más barato, menores
controles urbanísticos y mejoras en las vías de transporte (Méndez y Caravaca 1996, Briano y
Fritzsche, 2008).
De esta manera, el parque industrial integra un conjunto más amplio de regulaciones
del uso del suelo que tiende a diferenciar territorialmente las funciones urbanas. Esta
diferenciación se manifiesta en una segregación del territorio cuya principal característica es
la consolidación de espacios autocontenidos tanto en el ámbito residencial como en el
industrial y el de consumo (ONUDI, 1979, Briano Fritzsche y Vio, 2003).
En la RMBA, los parques industriales adquieren auge en la década del noventa, a
partir de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, con el propósito –al menos
desde el discurso– de reorganizar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de
15
promover la atracción de actividades productivas en aquellas zonas menos industrializadas,
como un intento de lograr el desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se
consolidan como un producto inmobiliario novedoso, que promete ganancias significativas,
ya que se aprovecha de un contexto en el que se cuestiona crecientemente el impacto que
provoca la presencia de la actividad industrial en zonas en las que predomina el uso
residencial del suelo (Garay, 1994; Briano y Fritzsche, 2008 y 2009). Este auge es en parte
fruto del creciente valor simbólico que han adquirido a partir del éxito del PIP en la atracción
de flujos de IED. A su vez, constituyen una muestra local de la competencia interterritorial, a
escala intrametropolitana, por la atracción de inversiones industriales, bajo la premisa de que
los PI reflejan cierta imagen de competitividad territorial de los municipios (Fritzsche y Vio,
2000a; Briano, 2002; Briano y Fritzsche, 2007 ).
Aunque existen numerosos trabajos que abordan las transformaciones territoriales e
industriales en la RMBA, ninguno todavía ha tomado como objeto de estudio al PIP y su
condición de referente en el proceso de urbanización que está llevándose a cabo.
El marco teórico de la investigación tomará como referencia los aportes que han
descrito el pasaje de la fase capitalista fordista a la posfordista o flexible, en el marco del
advenimiento del paradigma posmodernista (Harvey, 1990; Méndez y Caravaca, 1996). De
este modo, la investigación se centrará en explicar los procesos que posibilitaron el
desempeño satisfactorio del PIP, durante la reestructuración heterogénea y regresiva de la
actividad industrial, en la década de 1990 y, posteriormente, desde el fin de la convertibilidad
hasta el año 2007, en un contexto expansivo de la industria, en el marco de las
transformaciones territoriales e industriales resultantes del tránsito del Estado de bienestar en
crisis al Estado neoliberal (Ciccollela, 1998a, y 1999; Fritzsche y Vio, 2000, 2002 y 2005).
Para dar respuesta a estas cuestiones se utilizarán estrategias propias del paradigma
cualitativo.
El trabajo de campo consiste también en la recolección de información para
confeccionar una base de datos que permita conocer, lo más exhaustivamente posible, cómo
fue el proceso de ocupación del PIP por parte de las empresas industriales y de servicios,
desde sus inicios en 1973 hasta el año 2007, y así poder, utilizando técnicas cualitativas y
cuantitativas combinadas, identificar diversas etapas. Por otro lado, será necesario inventariar
todos los fenómenos y transformaciones en el área de influencia de la investigación (Pilar y
partidos vecinos), de muy variada índole (industriales, residenciales, de servicios,
infraestructura de transportes y comunicaciones, etc.), que estén relacionados de algún modo
con el PIP, a fin de cumplir los objetivos planteados.
16
En este sentido, la información cuantitativa necesaria para poder realizar la
investigación, es la siguiente:
•
Los listados de empresas ocupantes del PIP, desde 1990, con sus respectivas actividades
primarias y secundarias, fechas de compra de lotes y de iniciación de actividades y
ubicación de lotes en el parque industrial.
•
La evolución del personal ocupado y la riqueza generada en el PIP.
•
El origen del capital de las empresas radicadas en el PIP.
Este trabajo está constituido por esta introducción, seis capítulos, las reflexiones
finales y un anexo.
En el primer capítulo se plantea el marco teórico, que consta de la discusión acerca de
la eficiencia capitalista –a partir del concepto de la mano invisible del mercado y la noción de
externalidad económica– y las críticas a las teorías clásica y neoliberal, desde posiciones
keynesianas y marxistas. A continuación, se plantean las diversas formas de ineficiencia que
adopta el proceso de reproducción de las relaciones capitalistas, en el transcurso de su
desarrollo, las cuales son explicadas por medio del concepto de acumulación por desposesión.
Posteriormente, se explicitan la tendencia intrínseca del modo de producción capitalista a
sufrir
crisis
de
hiperacumulación
y
las
opciones
aplicadas
para
superarlas,
circunstancialmente, donde quedan de manifiesto los límites de la reproducción ampliada del
capital y, en definitiva, el carácter dual del capital: su reproducción ampliada y la
acumulación por desposesión. Finalmente, para concluir esta cuestión, se analiza la
ineficiencia capitalista en el ámbito de las transformaciones territoriales urbanas.
En el capítulo segundo se analizan aspectos teórico-metodológicos referidos al
concepto de parque industrial. En primer lugar, se explora la idea del parque industrial como
estrategia espacial eficiente, en un marco general de debilitamiento de las barreras espaciales,
en el contexto de la globalización neoliberal. Inmediatamente, se realizan algunas
consideraciones sobre la relación entre parques industriales, científicos y tecnológicos con la
organización industrial. A posteriori, se plantean las estrategias metodológicas referidas a
cómo investigar un parque industrial. Por último, para concluir el capítulo, se realiza un
análisis teórico acerca de los factores de localización de la empresa industrial.
El tercer capítulo se ocupa de las transformaciones económicas ocurridas en el
transcurso del neoliberalismo: la desindustrialización durante la convertibilidad, caracterizada
como una reestructuración regresiva y heterogénea de la industria y la recuperación de la
17
actividad industrial durante la posconvertibilidad, en el contexto de la continuidad de
numerosas prácticas y disposiciones de la etapa convertible.
El capítulo cuarto trata sobre las transformaciones industriales y territoriales en la
RMBA entre 1990 y 2007. En primer lugar, se aborda la reestructuración industrial
metropolitana en el contexto del capitalismo flexible. Posteriormente, se analizan las
transformaciones económicas e industriales en la RMBA y el papel del parque industrial en la
reestructuración territorial de la industria. Consecutivamente, se realizan algunas reflexiones
acerca de los parques industriales de la RMBA y su relación con la organización industrial
metropolitana. Por último, se analizan las influencias territoriales e industriales del PIP y se
realiza la caracterización del PIP como el caso emblemático de un nuevo patrón territorial
industrial, en la RMBA.
El quinto capítulo aborda el surgimiento y desarrollo del PIP, y los actores
intervinientes. Para ello, se parte de un panorama del Partido de Pilar, su división políticoadministrativa, su dinámica poblacional y la red de transportes que lo intercomunica. A
continuación, se profundiza acerca de la historia del proyecto y las gestiones realizadas por la
empresa desarrolladora para conseguir la aprobación de las infraestructuras diseñadas y su
posterior construcción. Seguidamente, se realiza una caracterización de las particularidades
físicas del predio de emplazamiento, las vías de circulación interna del PIP, las normas
productivas utilizadas, la infraestructura y los servicios de red, el papel que desempeña la
administración, el consorcio y la cámara de empresarios (CEPIP), la normativa a la que se
acoge el PIP y las exenciones impositivas que ofreció durante su desarrollo, a las firmas
radicadas en él y, finalmente, los factores de localización considerados por los desarrolladores
del PIP, como de las empresas industriales en él radicadas.
En el capítulo sexto, se analiza la evolución de la ocupación del PIP. Para ello, a partir
de una partición del período considerado (1991-2007: 1991-1998, 1998-2002 y 2002-2007),
se realiza una comparación del comportamiento del PBI industrial nacional, con los distintos
ritmos de poblamiento del PIP. Luego se incorporan al análisis, la distinción entre empresas
de capital nacional y extranjero, el comportamiento de las distintas ramas industriales, el
sector servicios y las grandes divisiones industriales presentes en el PIP. Por último, se
cuantifica la participación de las empresas del PIP en las listas de las 500 y las 1000 empresas
de mayor facturación, en diversos años, radicadas en Argentina.
Por último, en las reflexiones finales, se realiza una síntesis de los aspectos salientes
del trabajo y se plantean resumidamente las afirmaciones realizadas durante la investigación,
en función de los objetivos propuestos en la introducción.
18
19
Capítulo 1. Cuestiones teóricas económicas y urbanas. La discusión del concepto de
“eficiencia capitalista”
1.1.1. La mano invisible del mercado, las externalidades y las críticas a la teoría clásica
Para introducir a este debate, se partirá de una afirmación del filósofo André ComteSponville, realizada en una entrevista al diario La Nación de Buenos Aires, en diciembre de
2006: “El capitalismo no tiene por qué ser moral o inmoral: le basta con ser eficiente. Y si es
eficiente es justamente porque toma a los hombres tal como son. Como seres egoístas” (La
Nación, 20/12/2006).
Esta tesis se basa en la dimensión imperceptible que Adam Smith define como mano
invisible: “sin duda, por lo general, él (cada individuo) no entiende cómo conseguir el interés
público ni sabe cuánto lo está buscando. (...) y dado que conduce esa industria tratando de
maximizar el valor de su producto, considera sólo su ganancia y en este caso, tanto como en
muchos otros, una mano invisible lo guía a buscar un fin que él no consideraba. A menudo, él,
al perseguir su propio interés, favorece la búsqueda del interés de la sociedad de manera
mucho más efectiva que si tuviera esa intención. Nunca he visto que se haya alcanzado mucho
por parte de los que pretenden buscar el bien público.” (Smith, 1776, en Poma, 2000: 382).
Según Alfredo Monza este principio “apunta a una evaluación de los méritos relativos de la
forma capitalista de organización social desde el punto de vista de su deseabilidad y de su
habilidad para cumplir ciertos cometidos, por oposición a formas alternativas (reales o
ideales) de organización comunitaria” (Monza, 2004: 23).
La mano invisible se refiere al carácter autorregulatorio que presenta el sistema de
mercados propio de la economía de mercado. Esta modalidad económica, surgida en el
transcurso de la Primera Revolución Industrial, consiste en una forma de organización
económica totalmente novedosa1, a pesar de las afirmaciones masivas en contra, que desde el
siglo XIX se esgrimen en los círculos académicos. Este “mal entendido” está basado en la
afirmación sugerida por Adam Smith según la cual la división del trabajo depende de la
propensión del hombre a intercambiar una cosa por otra2. Más de 150 años después, esta
falacia había sido repetida hasta el hartazgo por una multitud de científicos sociales y había
1 “..., la ganancia y el beneficio obtenidos en el intercambio no desempeñaron jamás una parte tan importante en
la economía humana. Aunque la institución del mercado era bastante común desde finales de la Edad de piedra,
su papel era sólo incidental en la vida económica.” (Polanyi, 1944: 91).
2 “La división del trabajo, un fenómeno tan antiguo como la sociedad, surge de diferencias inherentes en los
hechos del sexo, la geografía y la dotación individual; y la supuesta propensión del hombre a trocar, comerciar e
intercambiar es casi enteramente apócrifa.” (Polanyi, 1944: 92).
20
sido convertida en axioma de las disciplinas sociales (Polanyi, 1944). “… La fuente y la
matriz del sistema era el mercado autorregulado. Fue esta innovación la que originó una
civilización específica (...) y produjo un bienestar material sin precedente. (...) La clave del
sistema institucional del siglo XIX se encontraba en las leyes gobernantes de la economía de
mercado. [Sin embargo], la idea de un mercado autorregulado implicaba una utopía total. Tal
institución no podría existir durante largo tiempo sin aniquilar la sustancia humana de la
sociedad; habría destruido físicamente al hombre y transformado su ambiente en un desierto”
(Polanyi, 1944: 49).
Los pensadores liberales creían que las fuerzas autoreguladoras del mercado –
considerado por ellos como el centro de la sociedad– debían ser complementadas por medio
de intervenciones correctivas estatales, con el fin de mantenerlo controlado. De manera
diferente, el neoliberalismo adhiere a la idea de la mano invisible pero le asigna al mercado el
papel de societas perfecta sin restricciones: la totalidad concreta de la división del trabajo y la
naturaleza es sustituida por la totalidad abstracta del mercado total y su equilibrio general.
Gracias a la fuerza mágica de la mano invisible el mercado crea una armonía general. En este
caso, las fallas nunca son del mercado mismo, sino de las distorsiones que el mercado sufre:
las crisis surgen ante la totalización imperfecta del mercado (Hinkelammert, 1993).
“El neoliberalismo es una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la
mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre
desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un
marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres
y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional
apropiado para el desarrollo de estas prácticas. Por ejemplo, tiene que garantizar la calidad y
la integridad del dinero. Igualmente, debe disponer las funciones y estructuras militares,
defensivas, policiales y legales que son necesarias para asegurar los derechos de propiedad
privada y garantizar, en caso necesario mediante el uso de la fuerza, el correcto
funcionamiento de los mercados. Por otro lado, en aquellas áreas en las que no existe mercado
(como la tierra, el agua, la educación, la atención sanitaria, la seguridad social o la
contaminación medioambiental), éste debe ser creado, cuando sea necesario, mediante la
acción estatal. Pero el Estado no debe aventurarse más allá de lo que prescriban estas tareas.
La intervención estatal en los mercados (una vez creados) debe ser mínima porque, de
acuerdo con esta teoría, el Estado no puede en modo alguno obtener la información necesaria
para anticiparse a las señales del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos
21
grupos de interés distorsionen y condicionen estas intervenciones estatales (en particular en
los sistemas democráticos) atendiendo a su propio beneficio” (Harvey, 2005: 6-7).
Sin embargo, la proposición de Comte-Sponville acerca de la falta de necesidad en el
capitalismo de una dimensión moral, debido a la supuesta eficiencia intrínseca del sistema
económico, disiente con las interpretaciones de Monza y Lucio Poma, en un intento de
desligarse del carácter indudablemente moralista de la afirmación de Smith. Según el primero,
“El carácter paradójico del principio de Smith puede ser interpretado como un intento de
conciliar ciertas normas morales a las que él no podía sentirse ajeno, con las características
del nuevo sistema económico en formación, en su época, que estaban dadas por una tenaz y
abierta competencia en pos de beneficios materiales, en el contexto de una estructura social de
mercados. Desde este punto de vista, el principio de la mano invisible constituye
evidentemente una racionalización de la ideología del capitalismo liberal en ascenso. La idea
de la existencia de un principio de coordinación y armonía intrínseco al funcionamiento de un
sistema social complejo y aparentemente caótico, basado además en motivaciones personales
moralmente recriminables, constituye la transposición de las ideas filosóficas del orden
natural al campo de la teoría económica” (Monza, 2004: 23).
Por su parte, Poma afirma que “la mano invisible va más allá de la dimensión
económica: no se trata de un concepto económico [debido a la constante influencia del
pensamiento teológico sobre Adam Smith (Hirschman, 1991)], pero permite el
funcionamiento del sistema económico basado en el intercambio y en la división del trabajo”
(Poma, 2000: 382).
Por otro lado, el carácter eficiente del capitalismo planteado por Comte-Sponville se
funda en la solución que brinda la teoría neoclásica al problema de la eficiencia, que implica
la solución simultánea de los problemas de eficiencia en la producción y en la distribución. El
conjunto de las asignaciones eficientes constituye el “óptimo paretiano” e incluye situaciones
con niveles de bienestar nulos y muy pequeños para algunos consumidores.
La indeterminación introducida por la multiplicidad del óptimo paretiano es resuelta
teóricamente por medio del Teorema Fundamental de la Economía del Bienestar: en una
economía de decisiones de producción y consumo descentralizadas, el libre funcionamiento
de los mercados genera un resultado óptimo en el sentido paretiano, siempre que se satisfagan
los siguientes supuestos: que exista competencia en los mercados y ausencia de efectos
externos, de indivisibilidades y de costos crecientes. Este teorema es la expresión moderna del
principio de la mano invisible y constituye el basamento de la doctrina económica liberal. Su
validez teórica depende de los supuestos antes mencionados y de otros específicos que
22
contiene el modelo walrasiano3. Una implicancia evidente e importante de este resultado
teórico es que la consecución de la eficiencia no garantiza la obtención de la equidad, y por
otro lado, el aumento de la desigualdad social perjudica notablemente a la eficiencia
económica y frena el crecimiento (Stiglitz, Clarín iEco 23/9/12). La solución a este problema
es de carácter normativo y puede ser resuelto introduciendo una función de naturaleza
valorativa sobre el bienestar social. En este caso, sería socialmente deseable un óptimo de
Pareto igualitario e inclusive, una asignación equitativa aunque ineficiente (Monza, 2004).
De todos modos, la “eficiencia” neoclásica sería alcanzada excepcionalmente –con la
condición de que se cumplan simultáneamente todos los supuestos paretianos y walrasianos–,
gracias a la externalización de costos; en otras palabras, la falta de incorporación de gastos a
la contabilidad empresarial y la ausencia de estos cargos en los precios finales que paga el
consumidor. En este caso, la cantidad de producción que reporta la máxima ganancia
empresarial privada, es aquella donde se intersectan las curvas de costo marginal e ingreso
marginal (qm; pm) (ver gráfico 1). Sin embargo, este nivel de producción no toma en cuenta
las externalidades que produce la empresa y que no aparecen en el mercado. Las conclusiones
de la teoría económica neoclásica acerca de la eficiencia de la competencia pura y el libre
mercado, se basan explícitamente en la premisa de la ausencia de las externalidades.
Para determinar el óptimo social de producción es necesario tomar en cuenta también
los costos “externos”, pudiéndose definir los costos sociales como la suma de los costos
privados y los costos externos. Por lo tanto, la intersección de las curvas de costos sociales
marginales y de ingreso marginal indicará la producción óptima social (q*) que será menor
que la producción óptima privada (qm), y el precio óptimo social (p*), qué será mayor al
precio de mercado (pm) (ver cuadro 1). Cuando se incluyen en los cálculos los costos
externos, las cantidades y los precios óptimos respecto al mercado ya no son óptimos desde el
punto de vista social (van Hauwermeiren, 1998). “(...) nada podría estar más alejado de la
verdad que afirmar que el proceso económico es una cuestión aislada y circular, tal como lo
representa el análisis tradicional (...). El proceso económico está cimentado sólidamente en
una base material sujeta a determinadas restricciones. En razón de estos obstáculos el proceso
económico tiene una evolución unidireccional irrevocable. En el mundo de la economía
[neoclásica], sólo el dinero circula en dos direcciones de un sector económico a otro (...). Si se
3 Los supuestos principales introducidos por el modelo walrasiano en la teoría del equilibrio general son los
siguientes: a) existencia generalizada de amplia sustitución en el consumo entre todos los bienes y todas las
familias; b) existencia generalizada de amplia sustitución en la producción entre todos los recursos y todas las
familias; c) los consumidores y productores actúan “racionalmente; y d) existencia de competencia en los
mercados (Monza, 2004). La convexidad de las preferencias y de las tecnologías es un supuesto específico
necesario para la existencia del equilibrio general.
23
considera esto último parecería que los economistas [neoclásicos] (...) han sucumbido ante el
peor fetichismo económico: el monetario” (Georgescu-Roegen, 1971; en van Hauwermeiren,
1998).
Gráfico Nº 1: El óptimo social
Fuente: Field (1994), en van Hauwermeiren (1998).
Por otro lado, y opuestamente a Smith y a Comte-Sponville, Poma, citando a Keynes,
afirma: “ ‘(...) la conclusión de que los individuos que actúan independientemente para
conseguir su ventaja producen el máximo volumen total de riqueza, depende de un conjunto
de supuestos irreales: que los procesos productivos y de consumo no sean de ninguna manera
de naturaleza orgánica, que exista un grado suficiente de conocimiento previo sobre las
condiciones y las necesidades, que existan adecuadas posibilidades para conseguir estos
conocimientos’ (Keynes, 1926). La ‘mano invisible’ puede convertir a la ventaja individual en
bienestar colectivo sólo si existe un adecuado grado de conocimiento e información. Si esto
no existe, dicha distribución ‘natural’ de los recursos no consigue su objetivo ni genera las
condiciones y los fundamentos racionales para que se desarrollen intervenciones públicas en
economía” (Poma, 2000).
24
De manera más amplia, en la Teoría General, Keynes (1936) cuestiona
sistemáticamente a la teoría económica clásica, cuestionamiento que es aplicable a la teoría
neoclásica, ya que se basa en aquélla: “Voy a demostrar que la teoría clásica se pueden aplicar
solamente en un caso especial y no de manera general, ya que la situación que supone
constituye un caso límite de las posibles posiciones de equilibrio”, (161); “(...) una grave falla
que tienen los métodos simbólicos pseudo-matemáticos que se usan para formalizar un
sistema de análisis económico, está constituida por el supuesto acerca de la existencia de una
estricta independencia entre los factores considerados y que pierden toda su efectividad y
autoridad si se abandona esta hipótesis” (465); “Nuestra crítica a la teoría económica clásica,
aceptada por la mayoría, consiste no sólo en identificar fallas lógicas en su análisis, sino
también en indicar que sus supuestos tácitos nunca o casi nunca están presentes, y que, por lo
tanto, no puede solucionar los problemas económicos del mundo real” (Keynes, 1936: 549).
1.2. El desarrollo del capitalismo, su ineficiencia en la esfera social y la acumulación por
desposesión4
Rosa Luxemburg (1912, en Harvey, 2003) afirma que la acumulación de capital como
proceso histórico tiene un carácter dual: por un lado, se presenta como un proceso puramente
económico –la reproducción ampliada del capital– que se da en los lugares de producción del
plusvalor, entre los capitalistas y los trabajadores asalariados, dentro de los límites del
intercambio de mercancías, donde reinan como formas la paz, la propiedad y la igualdad5. El
otro aspecto de la acumulación de capital ocurre entre el capital y las formas de producción no
capitalistas y capitalistas periféricas, tal como lo plantean Meillasoux (1975) en la aplicación
de la teoría de las formaciones precapitalistas a los capitalismos denominados periféricos, y
Karl Polanyi, quien siguiendo a Lenin6, afirma que “los negocios y las finanzas fueron
responsables de muchas guerras coloniales” (Polanyi, 194: 62). Este proceso se desarrolla en
la escena mundial, mediante métodos tales como la política colonial, el sistema de empréstitos
internacionales, la política de intereses privados y la guerra.
4 Esta sección está basada principalmente en Briano y Fritzsche, 2007a.
5 El análisis científico ha descubierto “cómo en la acumulación el derecho de propiedad se convierte en
apropiación de propiedad ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en dominio de clases”
(Luxemburg, 1912; en Harvey, 2003: 111)
6 “Su afiliación íntima con las industrias pesadas llevó a Lenin a afirmar que el capital financiero era
responsable del imperialismo, sobre todo de la lucha por esferas de influencia, concesiones, derechos
extraterritoriales, y las innumerables formas en que las potencias occidentales estrangulaban a las regiones
atrasadas para invertir en ferrocarriles, servicios públicos, puertos y otros establecimientos permanentes en los
que sus industrias pesadas obtenían beneficios” (Polanyi, 1944: 62).
25
En este sentido, Polanyi afirma: “Las organizaciones bancarias nacionales, sin las
cuales no podían funcionar las finanzas internacionales, actuaban a menudo como los
cómplices de sus respectivos gobiernos, y ningún plan estaba seguro si no aseguraba por
adelantado el botín de cada participante. Sin embargo, las finanzas del poder no eran a
menudo la víctima sino el beneficiario de la diplomacia del dólar que proveía los huesos de
acero al guante de terciopelo de las finanzas. Porque el éxito de los negocios involucraba el
uso despiadado de la fuerza en contra de los países más débiles, el soborno a gran escala de
las administraciones atrasadas, y el uso de todos los medios clandestinos para la obtención de
fines familiares a la selva colonial y semicolonial” (Polanyi, 1944: 60).
De manera similar, Rosa Luxemburg (1912; en Harvey, 2003) sostiene que el
comercio entre el capital y las formaciones sociales no capitalistas proporciona la única forma
eficaz de estabilizar el sistema. Si esas formaciones sociales o territorios se muestran reacias a
comerciar, se les debe obligar por la fuerza de las armas. Además, si pretendieran organizarse
como capitalistas, el capital debería impedírselo por el mismo modo enunciado anteriormente
(Harvey, 2003).
Estos mecanismos, característicos del período definido por Marx como la
“acumulación primitiva u originaria”, han continuado vigente hasta la actualidad, por lo que
Harvey (2003) le asigna el nombre de acumulación por desposesión7.
Existe sobreacumulación cuando excedentes de capital (acompañados a veces por
excedentes de fuerza de trabajo) permanecen ociosos sin que se vislumbren salidas rentables.
Lo que posibilita la acumulación por desposesión es la liberación de un conjunto de activos
(incluida la fuerza de trabajo) a un costo muy bajo o nulo. El capital sobreacumulado puede
apoderarse de tales activos y llevarlos inmediatamente a un uso rentable. En este sentido, la
crisis cumple la función de devaluar activos, para que puedan ser adquiridos por los capitales
sobreacumulados, a precio de saldo8. Las crisis y devaluaciones regionales aparecen como
mecanismos primordiales para la creación de un otro del que nutrirse. Las crisis se pueden
7 “Dado que no parece muy adecuado llamar ‘primitivo’ u ‘original’ a un proceso que se halla vigente y se está
desarrollando en la actualidad, en lo que sigue sustituiré estos términos por el concepto de ‘acumulación por
desposesión’” (Harvey, 2003: 116).
8Las devaluaciones sufridas durante las crisis arruinan con frecuencia el bienestar social y las instituciones
sociales en general. Al endurecerse el sistema de crédito y disminuir la liquidez, las empresas se ven obligadas a
cerrar. Los propietarios no pueden seguir haciendo uso de sus bienes y tienen que venderlos a bajo precio a
capitalistas que cuentan con liquidez suficiente para apoderarse de ellos. La palanca principal para este tipo de
transición ha sido siempre el sistema de crédito y el papel subversivo desempeñado por múltiples instituciones
estatales, establecidas aparentemente para ayudar a preservar los activos de los pequeños propietarios, pero que
en realidad han servido para facilitar la transición que supuestamente debían evitar (Harvey, 2003).
26
organizar, gestionar y controlar para racionalizar el sistema, y esto es lo que intentan los
programas de austeridad administrados por el Estado, haciendo uso de palancas clave como
los tipos de interés y el sistema de crédito. Se pueden imponer por la fuerza crisis limitadas en
determinado territorio de actividad capitalista, como acostumbra hacer con tanta soltura el
sistema financiero internacional, respaldado por la principal potencia (Harvey, 2003).
La burguesía neoliberal descubrió que la apropiación que siglos atrás había hecho
posible la acumulación original del capital y había impulsado la acumulación subsiguiente,
tenía que repetirse para evitar que el proceso de acumulación no se detuviera (Arendt, 1968,
en Harvey, 2003). Como en el caso de la fuerza de trabajo, el capitalismo siempre requiere un
fondo exterior de activos para afrontar y superar las presiones de la sobreacumulación. Si
estos no están disponibles, el capitalismo debe producirlos de algún modo (Harvey, 2003).
La analogía con la creación de un ejército industrial de reserva despidiendo a los
trabajadores es exacta: activos valiosos son apartados de la circulación y devaluados,
permaneciendo inactivos hasta que el capital excedente se apodera de ellos para dar nuevo
impulso a la acumulación de capital. El peligro lo constituye el descontrol y la generalización
de las crisis, o el proceso de generación de ese otro provoque una rebelión contra el sistema
que la promueve (Harvey, 2003).
Para evitarla, son necesarias la intervención estatal y las instituciones internacionales
que organizan devaluaciones, que permitan la acumulación por desposesión sin provocar un
colapso general, siendo ésta la finalidad de los programas de ajuste estructural administrados
por el FMI9. Para las grandes potencias capitalistas, significa orquestar estos procesos en su
propio beneficio, pretendiendo al mismo tiempo aparecer como líderes que organizan rescates
para mantener en funcionamiento la acumulación global del capital (Harvey, 2003).
De este modo, la hegemonía se construye con una combinación variable de coerción y
consentimiento, mediante mecanismos financieros, de forma que beneficie a la potencia
hegemónica y conduzca a los países subalternos por la supuesta vía del desarrollo capitalista.
El vínculo entre la reproducción ampliada de capital y la acumulación por desposesión, queda
9 Mientras que, durante el siglo XIX, “Gran Bretaña implementó una estrategia mixta de imperialismo formal e
informal (montó imperios y realizó una amplia inversión fuera de su imperio)…, los Estados Unidos evitaron el
imperialismo formal. En lugar de ello patrocinaron un conjunto de instituciones económicas internacionales –
como el FMI, el Banco Mundial, y el GATT– e instituciones internacionales y regionales de seguridad –como las
Naciones Unidas y la OTAN– para representar y administrar el concepto de capitalismo liberal internacional que
predominaba en las élites políticas norteamericanas después de la Segunda Guerra Mundial. El patrocinio
norteamericano del multilateralismo, la apertura del comercio y la inversión mediante acuerdos entre varios
países, fue la característica principal de la influencia norteamericana en la economía mundial” (Agnew y Knox,
1994: 188 y 189)
27
a cargo del capital financiero y las instituciones de crédito respaldadas por los poderes
estatales (Harvey, 2003).
La acumulación por desposesión se convierte en forma dominante frente a la
reproducción ampliada de capital, por la reaparición de la crisis de sobreacumulación de esta
última y por los intentos de determinados Estados y empresarios desarrollistas de incorporarse
a sistema y buscar directamente los beneficios de la acumulación de capital (colapso de la
Unión Soviética, el viraje al capitalismo del Estado chino). (Harvey, 2003).
La razón de esta dualidad radica, principalmente, en el carácter socioeconómico
ineficiente del capitalismo. En este sentido, cuando desciende la productividad marginal del
capital; es decir, cuando el crecimiento de la inversión es mayor que el de la producción, este
fenómeno denota que el aparato productivo utiliza unas cantidades crecientes de capital por
unidad de producto: la producción se convierte en capital “intensiva”10. En estas
circunstancias, la tasa de beneficio no puede permanecer constante más que si la
productividad del trabajo aumenta en proporción; o sea, paralelamente a la productividad del
trabajo, la tasa de explotación debe aumentar. Los nuevos equipamientos productivos, cuando
son más costosos que los antiguos, no pueden ser tan rentables como estos más que si
permiten reducir el importe de los salarios por unidad de producto. En caso contrario la tasa
de beneficio disminuirá (Gorz, 1982).
Si el crecimiento capitalista fuera “extensivo”, podría basarse en el aumento de
máquinas y trabajadores, sin que las primeras sustituyan a los segundos, y en el caso de que lo
hicieran, las nuevas máquinas podrían tener un rendimiento superior sin que su costo se eleve
proporcionalmente. Sería con esta última condición cuando un capitalista “sensato” decidiría
instalarlas: normalmente no se compra una máquina más que si ésta permite reducir el costo
de producción unitario y rentabilizar mejor que las antiguas el capital comprometido. No
obstante, el desarrollo del capitalismo conduce siempre a situaciones en las que el capital deja
de dominar el juego y la sensatez desaparece11 (Gorz, 1982).
10 La deducción por el Estado de una parte de los beneficios y su redistribución en forma de gastos sociales,
subvenciones e inversiones públicas revisten una importancia estratégica muy superior a la redistribución de una
parte de los ingresos personales, pues impiden que la masa de beneficios sea mayor que las posibilidades de
inversión rentable y que, después de una fase de superinversión, el mercado de capitales se derrumbe,
provocando enormes destrucciones de capital por medio de cierres de empresas y aniquilación de inventarios
(Gorz, 1982).
11 No es cierto que los capitalistas sólo introduzcan nueva maquinaria para aumentar su tasa de ganancia,
aunque esa sea su inclinación voluntaria. Pero pueden verse obligados a hacerlo a fin de conservar su porción de
mercado o salvar a su empresa de la quiebra por medio de la reducción de costos frente a la presión de la
competencia, a pesar del efecto sobre su tasa de ganancia (Mandel, 1985).“Sería más correcto decir que los
capitalistas vacilarán en introducir nueva maquinaria que reduzca la cantidad de ganancia; pero la cantidad (masa
de ganacia) y la tasa de ganancia son dos categorías bien distintas, y la primera puede ascender mientras la
segunda desciende” (Mandel, 1985: 189)
28
En lugar de esperar la decadencia de fábricas y trabajadores, la necesidad imperiosa
del establecimiento de nuevos procesos productivos, exige realizar una devaluación forzada o
la destrucción de capitales anteriores para hacerles lugar a los nuevos, y aunque existe una
gran resistencia a esto último –ya que implica graves pérdidas hasta para los capitalistas– en
los momentos de crisis e intensificación de la competencia, los capitalistas, individualmente,
se ven obligados a acelerar la rotación de sus capitales. Los que mejor logran acelerar o
intensificar la producción estarán en mejores condiciones de sobrevivir12 (Harvey, 1990).
Por lo tanto, si bien no es matemáticamente necesario que se produzcan ni el alza de la
composición orgánica del capital ni el descenso de la tasa de beneficio y que, además, cuando
la primera se produce, no genera necesariamente el segundo13; el análisis histórico del
desarrollo capitalista permite constatar que esto efectivamente ocurre, acompañado, como
consecuencia, de un aumento absoluto de la población obrera, excesiva para las necesidades
medias de explotación del capital y proporcional a la intensidad y extensión de su
acumulación14 (Nun, 2001; Gorz, 1982: 25-26; Harvey, 1982: 195; Pavón, 1976: 28-29).
En efecto, las condiciones que han permitido hacer crecer a la economía de acuerdo
con su propia lógica interna acaban erosionándose y desapareciendo bajo el efecto del propio
crecimiento. En un principio, el capital se ve inducido a adoptar unas decisiones que no
resultan adecuadas a su racionalidad “normal”. Esta fase se ve inevitablemente seguida de un
12 Los efectos de la quiebra son beneficiosos para el conjunto del sistema capitalista, pero obviamente
perjudiciales para cada capitalista en particular. La desvalorización general de capitales no va acompañada de
una reducción proporcional de la masa de plusvalor producido, debido a lo cual, una igual masa de plusvalor
puede valorizar un volumen menor de capital devaluado, pudiendo detener o revertir este fenómeno, el descenso
de la tasa de beneficio. Del mismo modo, la reconstitución a gran escala del ejército industrial de reserva
producida durante la depresión posibilita un aumento vigoroso de la tasa de explotación, por medio de aumentos
de la productividad y la reducción de los salarios reales. Por otro lado, los precios de las materia primas caen en
general más que los precios de los productos terminados, lo que reduce en parte el capital constante, retardando
el aumento de la composición orgánica del capital, impulsando hacia arriba la tasa media de ganancia del capital
industrial. Cuando las existencias se hayan agotado lo necesario y la producción presente se haya reducido
suficientemente para que la demanda supere a la oferta, especialmente en el sector de los bienes de consumo
finales, puede empezar un nueva fase de reproducción ampliada de capital, basada en un proceso de inversión
productiva también ampliada. De aquí se desprende que la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, si
bien es una componente importante de la explicación de las crisis de sobreproducción, es, principalmente, una
revelación del mecanismo básico del ciclo industrial: la manifestación del crecimiento específicamente
capitalista: desparejo e inarmónico, que lleva a sucesivas fases de dclinación de las tasas de ganancia, y su
recuperación como resultado, justamente, de las consecuencias de la declinación anterior (Mandel, 1985).
13 Existen demostraciones irrefutables de estas afirmaciones en Attali, 1982 y Harvey, 1982.
14 El “descenso relativo del capital variable, descenso acelerado con el incremento del capital total y que avanza
con mayor rapidez que éste, se revela, de otra parte, invirtiéndose los términos, como un crecimiento absoluto
constante de la población obrera, más rápido que el capital variable o el de los medios de ocupación que éste
suministra. Pero este crecimiento no es constante, sino relativo: la acumulación capitalista produce
constantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las
necesidades medias de explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante” (Marx,
1867: 533).
29
período de crisis15 en el curso de la cual, gracias a unas importantes mutaciones, el pasado es
corregido y se establece la base para un nuevo período de crecimiento (Gorz, 1982).
1.3. La tendencia del capitalismo a las crisis de hiperacumulación
Como resumen de lo anterior, y siguiendo a Harvey (1990 y 2001), la tendencia hacia
las crisis16 recurrentes del capitalismo se debe a tres rasgos estructurales de dicho modo de
producción:
1) Para el capitalismo es esencial generar un crecimiento continuo, ya que las
ganancias y la acumulación sólo pueden garantizarse por medio de él. Esto implica que debe
obtenerlo más allá de las consecuencias sociales, políticas, geopolíticas y ecológicas,
convirtiéndose en uno de los pilares ideológicos fundamentales del capitalismo: la idea de que
el crecimiento es a la vez inevitable y necesario.
2) El crecimiento depende de la explotación de la fuerza de trabajo en la producción
(extracción de plusvalía): el trabajo vivo es la única fuente de valor real. Es tratado como un
factor de producción reificado y una condición técnica que crea más en la producción de lo
que obtiene mediante el intercambio de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía. Por lo tanto
el control de la misma, tanto en la producción como en el mercado laboral, es vital para la
perpetuación del capitalismo.
3) El capitalismo es necesariamente dinámico en los niveles tecnológico y
organizativo. Esto se debe a que las leyes de la competencia obligan a los capitalistas a
emprender una carrera de innovaciones en su afán de obtener ganancias adicionales en el
mercado. Además, dicho dinamismo desempeña también un papel clave en la modificación de
la mecánica de la lucha de clases en el ámbito de los mercados laborales y del control sobre la
fuerza de trabajo y su oferta (y en consecuencia sobre la tasa salarial), mediante la creación de
15 Cuando se produce el pleno empleo y existe una relación de fuerzas favorable para los trabajadores, en la que
su presión reivindicativa se acentúa y su asiduidad y rendimiento disminuyen, para evitar que se detenga el
crecimiento económico es preciso sustituir trabajo por capital. A falta de una mutación tecnológica que
disminuya sustancialmente el costo de las máquinas (o sea, la cantidad de capital fijo por unidad de producto),
habrá por tanto alza de la composición orgánica del capital. Simultáneamente, no hay, debido a la resistencia
obrera, un aumento de la productividad del trabajo suficiente para rentabilizar en las tasas habituales unos
equipamientos productivos más costosos, por unidad de producto, que en el pasado. Por lo tanto, el descenso de
la tasa de beneficio ya no puede evitarse (Gorz, 1982).
16 “La razón última de todas las crisis reales siempre sigue siendo la pobreza y la restricción del consumo de las
masas en contraste con la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si
sólo la capacidad absoluta de consumo de la sociedad constituyere su límite” (Marx, año: 622 y 623 en Mandel,
1985). “Se producen demasiadas mercancías para poder realizar el valor y el plusvalor contenidos en ellas, bajo
las condiciones de distribución y consumo dadas por la producción capitalista y reconvertirlo en nuevo capital,
para llevar a cabo este proceso sin explosiones constantemente recurrentes” (Marx, año: 331, en Mandel, 1985).
30
desempleo tecnológicamente inducido. Más aún, si el control sobre la fuerza de trabajo es
fundamental para la producción de beneficios, la innovación tecnológica y organizativa en el
aparato estatal se vuelve esencial para la perpetuación del capitalismo.
De acuerdo al análisis de Marx, estas tres condiciones necesarias del modo de
producción capitalista son inconsistentes y contradictorias, no existiendo ninguna
combinación de ellas que dé lugar a un crecimiento firme y no problemático17. El sistema
necesita expandirse mediante la aplicación de trabajo vivo a la producción, mientras que el
cambio tecnológico tiende a suplantarlo por el trabajo muerto: el crecimiento y el progreso
tecnológico son antagónicos entre sí. El antagonismo subyacente genera colapsos totales y
periódicos de acumulación (Harvey, 2001).
Por lo tanto, la dinámica del capitalismo estaría marcada inevitablemente por una
tendencia hacia la crisis. La irrupción de períodos de crisis produce periódicas fases de
hiperacumulación, en las que la oferta de capital y trabajo ociosos coexisten sin encontrar la
manera de concretar un proyecto productivo. Estas crisis encarnan la cara irracional de un
modo de producción supuestamente racional.
1.4. El límite de la reproducción ampliada del capital: concentración económica y
desigualdad social
Debido, según el argumento marxista, a la inevitabilidad de estos procesos de
hiperacumulación, el mantenimiento del modo de producción depende de cómo puede ser
contenida, absorbida o manejada dicha tendencia, de manera que no amenace el orden social
capitalista.
Debido a que las crisis de sobreproducción son simultáneamente crisis de
hiperacumulación de capital y crisis de sobreproducción de mercancías, la crisis global sólo
puede ser superada si hay una recomposición de la tasa de ganancia y una expansión
simultánea del mercado (Mandel, 1985).
Algunas de las principales opciones que se utilizan para evitar que colapse el sistema,
son18:
17 “... la tragedia del capital es que no puede suprimir el trabajo vivo, y por lo tanto, tampoco puede eliminar a la
clase trabajadora.” (Antunes, 2001) y que los mismos métodos capitalistas de mecanización sistemática, que
llevan a costos por unidad más bajos y a márgenes de ganancia unitarias más altas, resulten finalmente en un
aumento superior al promedio de la inversión total de capital constante, y por lo tanto, un ascenso de la
composición orgánica del capital en proporción superior a la tasa de plusvalor, provocando así el descenso de la
tasa de ganancia (Mandel, 1985).
18 El desarrollo que sigue se basa en Harvey, 1990: 200-205; y 2003: 79-80.
31
1) La devaluación y/o destrucción directa de: mercancías, capacidad productiva,
dinero (erosión inflacionaria del poder del dinero junto con el creciente incumplimiento de las
obligaciones de préstamos), capacidad de la fuerza de trabajo (crecientes niveles de
explotación, caída de los salarios reales, desempleo, precarización de la seguridad y las
condiciones sanitarias laborales, expectativa de vida más breve, etc.). Como ejemplos de esta
opción pueden considerarse la Gran Depresión (una gran devaluación tanto del capital como
de la fuerza de trabajo), de manera semejante y en mayor medida la Segunda Guerra Mundial
y numerosos casos de devaluación a partir de 1973. Pero la devaluación tiene un precio
político y perjudica a grandes segmentos de la clase burguesa, así como a los trabajadores.
Las quiebras descontroladas y la devaluación masiva ponen de manifiesto el aspecto más
irracional de la “racionalidad” capitalista de una manera demasiado brutal como para que
pueda sostenerse durante mucho tiempo sin producir algún tipo de respuesta revolucionaria
(de derecha o de izquierda). Sin embargo, la devaluación controlada por medio de políticas
antiinflacionarias administradas constituye una opción muy importante y bastante frecuente
para enfrentar la hiperacumulación.
2) La instauración de un control macroeconómico a través de algún sistema de
regulación, puede contener por un período considerable el problema de la hiperacumulación.
Fue necesaria una gran crisis de hiperacumulación para que se conectara la producción
fordista con un modo de regulación keynesiano. Una de las virtudes del régimen keynesianofordista fue la constitución de un equilibrio de fuerzas de los mecanismos que originaban la
hiperacumulación –el ritmo del cambio tecnológico y organizativo, y la lucha por el control
sobre la fuerza de trabajo– que permitía mantenerlos bajo cierto control a fin de asegurar el
crecimiento a largo plazo.
3) La absorción de la hiperacumulación a través de soluciones espacio-temporales. En
este caso, para evitar la devaluación se deben encontrar formas rentables de absorber el
exceso de capital. La expansión geográfica y la reorganización espacial ofrecen esa
posibilidad, acompañadas de dilaciones temporales en las que el exceso de capital se invierte
en proyectos a largo plazo que tarden muchos años en devolver su valor a la circulación
mediante la actividad productiva que promueven. En este sentido, la expansión geográfica a
menudo supone inversiones en infraestructuras materiales y sociales de larga duración (redes
de transporte y comunicaciones, educación, investigación, etc.) y, por ende, la producción y la
reconfiguración de las relaciones espaciales proporcionan una herramienta útil para mitigar si
no resolver, la tendencia del capitalismo a las crisis.
32
Si bien existe consenso en que la hiperacumulación es la principal responsable de las
recurrentes crisis del capitalismo, es necesario, siguiendo a Luxemburg, Gorz y Piore y Sabel,
considerar también al subconsumo como co-responsable de dichas crisis. Éste se debe, en
líneas generales, a la creciente explotación a la que están expuestos los trabajadores, y a que
los capitalistas se ven obligados a reinvertir, al menos en parte, en lugar de consumir. Es así
que la escasez general de demanda efectiva impide que se compense el aumento de
producción que genera el capitalismo. Además, “el estancamiento de los mercados provocado
por la presión de la competencia internacional y la creciente volatilidad de la demanda
(debido a la misma competencia en el contexto de saturación de los mercados centrales en
cuanto a los bienes durables)” (Piore y Sabel, 1984: 254). En el mundo subdesarrollado
impide, además, que se desarrolle el aparato productivo, y por consiguiente, la producción.
Por lo tanto, la acción conjunta de la reproducción ampliada del capital y el violento
proceso de acumulación por desposesión19, genera una concentración económica y
desigualdad social crecientes, particularmente en los países periféricos, ya que, a sus propios
problemas, se suma el hecho de que se direcciona hacia ellos, por medio del comercio
internacional, las contradicciones del mundo desarrollado: la necesidad inherente al
capitalismo de la existencia de poseedores de medios de producción y desposeídos.
1.5. La manifiestación de la ineficiencia capitalista en las transformaciones territoriales
urbanas
Ahora bien, estas desigualdades y contradicciones sociales que según esta óptica,
resultan del carácter ineficiente del capitalismo, presentan ciertas especificidades territoriales
que se manifiestan a distintas escalas. De esta manera, a las desigualdades territoriales entre
19 “Un examen más detallado de la descripción marxiana de la acumulación primitiva revela un amplio abanico
de procesos, que incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las
poblaciones campesinas; la conversión de varios tipos de derechos de propiedad (comunal, colectiva, estatal,
etc.) en derechos de propiedad privada exclusivos; la supresión del acceso a bienes comunales; la
mercantilización de la fuerza de trabajo y la supresión de formas alternativas de producción y consumo; los
procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de bienes (incluidos los recursos naturales); la
monetarización del intercambio y los impuestos, en particular sobre la tierra; la trata de esclavos; y la usura, la
deuda nacional y más recientemente el sistema de crédito (...). Todas las características de la acumulación
primitiva mencionadas por Marx han seguido poderosamente presentes en la geografía histórica del capitalismo
hasta el día de hoy. Durante las tres últimas décadas se ha acelerado el desplazamiento de poblaciones
campesinas y la formación de un proletariado sin tierra en países como México y la India [también en la
Argentina podemos agregar los casos de remate de pueblos en Santiago del Estero y desplazamiento violento de
campesinos en Formosa]; muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el agua, están siendo
privatizados (con frecuencia bajo la presión del Banco Mundial) y sometidos a la lógica de acumulación
capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas (indígenas o de pequeña producción); se
privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas por las grandes empresas
agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido (en particular en el comercio sexual)” (Harvey, 2003: 116-117).
33
sociedades desarrolladas y las crecientemente empobrecidas, para las que generalmente se
utiliza la escala nacional e internacional, hay que agregar aquéllas que se producen dentro de
los estados nacionales, así como las propias de las ciudades que pueden ser consideradas
desde una escala de análisis local, poniéndola en relación con la escala global.
Así, la tendencia a la disminución de las barreras espaciales a escala global posibilita
que la libertad del capital aproveche las cualidades específicas de los espacios,
intensificándose la competencia entre las distintas comunidades del mundo, acrecentada aún
más en condiciones de crisis. Esto implica estrategias competitivas localizadas y una elevada
conciencia de lo que otorga a un lugar un carácter especial y una ventaja competitiva, ya que
el neoliberalismo en ascenso, impulsa, especialmente en los países subdesarrollados, la
realización de transformaciones para que los espacios resulten más atractivos para el capital
global de gran movilidad. Así, los gobiernos locales pueden implementar políticas de: control
de la mano de obra, mejora de las capacitaciones, desarrollo y modernización de
infraestructuras, política impositiva de regulación estatal, etc., y promover el desarrollo de un
espacio particular. “Formas de mando corporativas pueden florecer en estos espacios y asumir
roles empresariales en la producción de climas favorables a los negocios y otras cualidades
específicas” (Harvey, 1990: 326 y 327). Así, los espacios y sus diversas existencias de
abastecimientos, recursos e infraestructuras, obtienen una mayor consideración a la hora de
decidir una localización. Resulta evidente que este nuevo ciclo de compresión espaciotemporal20, al mismo tiempo que esparce una alta dosis de destrucción, ofrece posibilidades
de supervivencia a lugares específicos o proporciona soluciones al problema de la
hiperacumulación. (Harvey, 1990).
Aún mayor importancia adquiere el dominio en lo referido a la intensificación laboral
y al control de la fuerza de trabajo. En el ámbito de la acumulación flexible21, la movilidad
20 La compresión espacio temporal es un conjunto de procesos que generan una profunda revolución en las
cualidades objetivas del espacio y el tiempo que obligan a modificar, a veces de manera radical, la
representación del mundo. Implican la aceleración en el ritmo de la vida, la superación de las barreras espaciales,
la reducción del tiempo que lleva atravesar el espacio y la forma en que comúnmente se representa este hecho.
(QODGLPHQVLyQSURGXFWLYDDEDUFDQODDFHOHUDFLyQGHOWLHPSRGHURWDFLyQGHOFDSLWDOODDQLTXLODFLyQGHOHVSDFLRSRU
PHGLR GHO WLHPSR \ HO ORJUR GH XQD RUJDQL]DFLyQ HVSDFLDO HILFLHQWH (Harvey, 1990). “La experiencia de una
compresión espacio temporal es exigente, perturbadora y, a veces, profundamente subversiva y capaz de suscitar,
en consecuencia, una gran diversidad de reacciones sociales, culturales y políticas” (Harvey, 1990: 267)
21 “La acumulación flexible… se señala por una confrontación directa con las rigideces del fordismo. Apela a la
flexibilidad con relación a los procesos laborales, los mercados de mano de obra, los productos y las pautas de
consumo. Se caracteriza por la emergencia de sectores totalmente nuevos de producción, nuevas formas de
proporcionar servicios financieros, nuevos mercados y, sobre todo, niveles sumamente intensos de innovación
comercial, tecnológica y organizativa. Ha traído cambios acelerados en la estructuración del desarrollo desigual,
tanto entre sectores como entre regiones geográficas, dando lugar … a un gran aumento del empleo en el ‘sector
servicios’ así como a nuevos conglomerados industriales en regiones hasta ahora subdesarrolloadas.”. (Harvey,
1990: 170 y 171). La flexibilidad lograda en la producción, los mercados y el consumo constituye la respuesta a
34
geográfica y la descentralización se utilizan contra el poder sindical, bajo la forma de huida de
capitales, desindustrialización22 e industrialización heterogéneas, y destrucción de
comunidades obreras tradicionales. Las estrategias de localización de las corporaciones
dependen crecientemente de la diversidad geográfica en relación con el modo y la eficacia en
el control de la fuerza de trabajo, como así también su calidad y su cantidad. Por lo tanto, el
accionar oportunista del libre flujo del capital acentúa la identificación del lugar, la
construcción e identificación de sus cualidades únicas, en un mundo crecientemente
homogéneo pero fragmentado (Harvey, 1990).
De tal manera, a escala local, el crecimiento de las ciudades y el proceso de
metropolización se encuentran en estrecha relación con las características del capitalismo
globalizado –que como ya se manifestó, elige los lugares que le resultan más convenientes–,
de modo que la generación de brechas, desigualdades, y contradicciones socio-económicas y
territoriales, surgidas en los procesos competitivos con el fin de atraer a los capitales, influyen
en las regiones metropolitanas. Por otra parte, las características de éstas últimas
(fragmentación, metropolización difusa y policéntrica en forma de “archipiélagos urbanos”)
influyen y condicionan, a su vez, el proceso de globalización y el desarrollo mismo del
capitalismo.
En este sentido, las ciudades son a la reproducción de la fuerza de trabajo lo que las
empresas al proceso productivo. Lo urbano se caracteriza por el consumo colectivo de bienes
y servicios (escuelas, hospitales y transporte, por ejemplo) los cuales son directa o
indirectamente producidos o administrados por el estado (Lencioni, 2007). Más aún, la
urbanización produce y reproduce las condiciones generales de la producción, las cuales están
integradas por: a) un conjunto de infraestructuras físicas necesarias a la producción y los
transportes, b) una reserva de mano de obra donde la fuerza de trabajo se reproduce y c) un
conjunto de empresas capitalistas privadas. Además, en la ciudad se produce la articulación
espacial no planificada de todos estos elementos que constituyen cada uno un valor de uso
simple, generando así lo que Topalov denomina valor de uso complejo. Esto último no es sólo
la suma de los valores de uso simples, sino además una dimensión nueva y propia de la
la búsqueda de soluciones financieras a la tendencia a la crisis del modelo keynesiano-fordista. Los aportes
distintivos del modelo emergente radican en los aspectos financieros de la organización capitalista y en el papel
del crédito. Por lo tanto, consiste en una combinación específica y novedosa de elementos fundamentalmente
antiguos dentro de la lógica general de acumulación de capital (Harvey, 1990).
22 “La geografía de la desvalorización a través de la desindustrialización, el crecimiento del desempleo local, los
déficit fiscales, la desaparición de los activos locales, y otras cuestiones semejantes, constituyen sin duda un
panorama lastimoso. Pero al menos podemos observar su lógica dentro del marco de la búsqueda de una solución
para el problema de la hiper-acumulación a través del impulso de sistemas flexibles y más móviles de
acumulación” (Harvey, 1990: 327).
35
ciudad, que favorece la reproducción ampliada del capital, otorgándole una ganancia adicional
que proviene de los efectos útiles de aglomeración (Topalov, 1979: 26-27).
Entonces, si bien el estado se ocupó centralmente de crear las condiciones generales
para la producción capitalista durante la etapa keynesiano-fordista, lo cual incluía la
producción de ciudad (Topalov, 1979; Castells, 1974); puede afirmarse que el estado
neoliberal tiene ahora como prioridad garantizar las condiciones para la acumulación
capitalista en la ciudad y propiciar su marco legal-normativo, cuya producción queda
fundamentalmente en manos de los agentes privados. Este cambio de funcionamiento se
inscribe en un conjunto más amplio de políticas neoliberales diseñadas por los organismos
internacionales de crédito para ser aplicadas en los países subdesarrollados.
En el mismo sentido, Pírez (2004) sostiene que las operaciones privadas se apropiaron
de la planificación urbana, en un intento de producir condiciones territoriales para satisfacer
necesidades particulares. De la misma manera, Vio (2009) argumenta que paralelamente a la
privatización de los bienes y servicios públicos, se asistió a la privatización de la planificación
regional metropolitana que traspasó las fronteras de las urbanizaciones cerradas, maximizando
los beneficios de la inversión privada sobre los bienes públicos privatizados, en particular de
la red de caminos metropolitanos que resultó en la multiplicación de oportunidades de
negocio para el desarrollo de nuevos productos inmobiliarios. Es así que puede identificarse
una lógica regional-privada, que comprendió los beneficios de concentrar inversiones sobre
algunos ejes territoriales, para apropiarse luego de los incrementos de las rentas diferenciales
de tierras que mientras fueron zonas residenciales de los sectores populares, gozaban de
escaso valor.
Además, en ese proceso el capital obtiene una ganancia adicional y novedosa que
puede caracterizarse como una de las ya mencionadas soluciones espacio-temporales,
aplizadas con el fin de absorber la hiperacumulación.
Las también antes referidas transformaciones derivadas de la relación entre
metropolización y globalización, implican el desarrollo de una plataforma moderna de
exportación, a partir de la provisión de servicios urbanos avanzados a las empresas ligadas a
la economía global. La otra cara de esta moneda, determina que amplios sectores de la
sociedad y de las ciudades queden desvinculados de dicha plataforma, implicando la
consecuente flexibilización y precarización del trabajo (Coraggio, 1998). Esta tendencia a la
dualización y fragmentación de la economía urbana se ve exacerbada por las políticas urbanas
diseñadas por organismos como el Banco Mundial (1991), que además de lo señalado
anteriormente, promueven políticas sociales doblemente focalizadas: social y territorialmente.
36
En lo social, porque están orientadas a satisfacer únicamente las necesidades de la pobreza
extrema, no a impulsar el desarrollo humano ni social; en lo territorial, porque están dirigidas
exclusivamente a los barrios y áreas urbanas donde se concentra esa pobreza, sin plantear
articulaciones con el resto de la ciudad.
Es en este sentido que se plantea que, junto a la “ciudad global” competitiva e
integrada al mercado mundial, compuesta por el sector exportador asentado en esta plataforma
convive y coexiste sin articulación manifiesta, una “ciudad tercermundista”, excluida y
orientada al mercado doméstico, compuesta por amplios sectores populares, que han crecido
mucho en las últimas tres décadas y en particular en la del noventa. Estos sectores
contribuyen a la reproducción de la fuerza de trabajo y particularmente a la reproducción de
las condiciones generales de la producción que se dan en la ciudad23.
Estos procesos se manifiestan en el periurbano, particular territorio dinámico en donde
las contradicciones del capitalismo se presentan de manera más nítida constituyendo un
ámbito en el cual se superponen múltiples lógicas de valorización del espacio (industrial,
residencial, comercial, de servicios, agropecuaria). Si se recurre a la metáfora de la mano
invisible y su supuesta eficiencia en la asignación de recursos en la producción de la ciudad
en un marco estático de equilibrio, se observa, por el contrario, que este territorio presenta una
alta heterogeneidad en los usos del suelo (Capel, 1994), que
representa un complejo
territorial desarticulado de lógicas económicas. De este modo, “…el desequilibrio diferencial
se encuentra por doquier y (…) existen demasiadas imperfecciones, rigideces, situaciones
inmóviles como para que el mercado pueda funcionar bien como instrumento de
coordinación” (Harvey, 1973: 174). Así, el área urbana se construye secuencialmente a lo
largo de un amplio período de tiempo; una vez localizadas las actividades y la población,
adquieren un alto grado de inmovilidad, lo que da por resultado un proceso complejo que casi
nunca se acerca a algún tipo de equilibrio ni, por lo tanto, al óptimo de Pareto (Harvey, 1973).
En conclusión, y teniendo en cuenta los desarrollos teóricos de Harvey y Topalov, las
peculiaridades del espacio geográfico y su proceso histórico de construcción hacen del suelo
urbano una mercancía muy especial y compleja, en tanto sustenta las condiciones generales de
la producción, que no puede ser analizada a partir de las formulaciones de la economía
neoclásica. Una de estas de estas peculiaridades radica en el carácter intrínsecamente
monopólico del espacio (y, en particular, del suelo urbano) a partir de la propiedad privada del
espacio instituida por el capitalismo.
23 Un ejemplo de esta contribución es el de la autoconstrucción de viviendas que realizan los sectores populares,
que se estima en un 65% para el caso de la RMBA (Federico Sabaté y Vázquez, 2001).
37
38
Capítulo 2. Aspectos teórico-metodológicos referidos al concepto “parque industrial”
2.1. El parque industrial como organización espacial eficiente en un contexto de
disminución de las barreras espaciales
El capitalismo se caracteriza por realizar un constante esfuerzo en acortar los tiempos
de rotación del capital, acelerando en consecuencia, los procesos sociales24. Sin embargo, esta
tendencia –que es respaldada por el comercio y el crédito de manera primordial al aumentar el
número de ciclos productivos por unidad de tiempo, aumentando la masa de plusvalor y la
tasa anual de ganancia (aunque ni el capital comercial ni el bancario producen plusvalor)
(Mandel, 1985)– es contrarrestada por varios obstáculos: la rigidez de la producción, las
capacitaciones laborales especializadas, el capital invertido que debe ser amortizado, las
fricciones de la comercialización, los retrasos en el consumo, los cuellos de botella en la
circulación monetaria, etc. El modo de superarlos consiste en la aplicación de innovaciones
técnicas y organizativas: la producción en serie, la aceleración de procesos físicos y químicos
en el proceso productivo, la obsolescencia planeada en el consumo, el sistema de crédito, las
operaciones bancarias electrónicas, etc. Es en este contexto donde los conceptos de
adecuación, sincronización y flexibilidad resultan fundamentales para el desarrollo capitalista
(Harvey, 1990).
Paralelamente y con el mismo fin, en relación con el espacio, existe un estímulo
generalizado para crear un mercado mundial, reducir las barreras espaciales y, finalmente,
aniquilar el espacio a través del tiempo. Han tenido un papel preponderante en la historia del
capitalismo, las innovaciones destinadas a la reducción y eliminación de las barreras
espaciales: el ferrocarril, el telégrafo, el automóvil, la radio, el teléfono, el avión, el teléfono y
la revolución reciente en las telecomunicaciones (Harvey, 1990).
No obstante, la producción y la reestructuración de la organización espacial son
actividades muy problemáticas y contradictorias –la racionalización espacial de la producción,
la circulación y el consumo para cierto momento puede resultar inadecuada a posteriori, la
reducción de las barreras espaciales puede lograrse sólo a través de la producción de espacios
específicos (ferrocarriles, autopistas, aeropuertos, etc.)– y sumamente onerosas, ya que
implican enormes volúmenes de capital en infraestructuras físicas inmovilizadas, grandes
24 Existe un incentivo omnipresente para los capitalistas individuales en reducir sus tiempos de rotación con
respecto al promedio social y, por lo tanto, de impulsar una tendencia social hacia la aceleración de los
promedios del tiempo de rotación (Harvey, 1990).
39
inversiones sociales que cambian muy lentamente y la tendencia constante de los capitalistas
individuales a la supeditación de la relocalización en lugares con costos más bajos o con
mayores beneficios, a los costos del traslado y la reinstalación (Harvey, 1990).
En este sentido, la intensificación de la competencia en condiciones de crisis tiende a
acelerar el ritmo de la reestructuración espacial, por medio de la devaluación y la
revalorización selectiva y localizada de los activos. Esto obliga a los capitalistas a prestar
atención a las ventajas relativas de localización, con el objetivo de obtener beneficios de las
mínimas diferencias espaciales en cuestiones tales como: abastecimientos, recursos,
infraestructuras y, particularmente, control de la fuerza de trabajo (Harvey, 1990). De este
modo, “la acumulación flexible suele explotar un amplio espectro de circunstancias
geográficas presuntamente contingentes, reconstituyéndolas como elementos estructurados
internos de su propia lógica abarcadora” (Harvey, 1990: 325). Por ejemplo, las variaciones
geográficas en la modalidad y eficacia en el control sobre la fuerza de trabajo, junto con las
variaciones en su calidad y cantidad, adquieren una importancia mucho mayor en las
decisiones de localización de las corporaciones (Harvey, 1990).
En este contexto, aquellos que pueden influir y decidir en la distribución espacial de
las inversiones de las infraestructuras sociales y productivas, los transportes y las
comunicaciones, y el poder administrativo, político y económico, se encuentran en
condiciones óptimas para la obtención de beneficios materiales (Harvey, 1990).
Consecuentemente, los procesos de compresión espacio temporal característicos de la
modernidad, obligan a modificar abruptamente las concepciones y percepciones humanas
objetivas25 de espacio y tiempo. Dichos procesos están asociados, fundamentalmente, a la
creciente integración de los mercados y posibilitados por los adelantos aportados por las
revoluciones tecnológicas. En este contexto, el modo de producción capitalista, en cuanto
sistema de producción e intercambio de mercancías, tiende a la obtención de una organización
espacial eficiente (espacialización del tiempo), tanto en la esfera productiva como en la de la
circulación y el consumo, con el fin de reducir el tiempo de rotación del capital (organización
serial de la división del trabajo particularizada, sistemas fabriles y líneas de montaje, división
territorial del trabajo, aglomeración en grandes ciudades, sistemas de transporte y
25 “No tengo la intención de sostener una total disolución del distingo entre lo objetivo y lo subjetivo, sino que
más bien insisto en la necesidad de reconocer las múltiples cualidades objetivas que el tiempo y el espacio
pueden expresar, y el rol de las prácticas humanas en su construcción ... Desde este punto de vista materialista,
podemos, pues, sostener que las concepciones objetivas de tiempo y espacio se han creado necesariamente a
través de las prácticas y procesos materiales que sirven para reproducir la vida social”. (Harvey, 1990)
40
comunicaciones, instalación de hogares y barrios, organización de la comunidad y
diferenciación residencial y consumo colectivo en las ciudades (Harvey, 1990).
En este sentido, la línea de montaje que Ford erigió en 1913 consistió en las
fragmentación de las tareas y su distribución en el espacio, con el propósito de maximizar la
eficiencia y minimizar la fricción del flujo en la producción, es decir, la utilización de una
cierta forma de organización espacial para acelerar el tiempo de rotación del capital en la
producción. El tiempo pudo acelerarse gracias al control determinado por medio de la
organización y fragmentación del orden espacial en la producción.
Asimismo, el sistema de entregas Just in Time –basado en el principio de
abastecimientos confirmados en tiempo real (contra pedido)– puesto en práctica por la
empresa Toyota en la década de 1980, significó también una forma de organización espacial
tendiente a reducir los tiempos de rotación del capital, sólo que a diferencia de la línea de
montaje, la reducción del tiempo de rotación en este caso está orientada también al ámbito de
la circulación del capital26. Esta modalidad consiste en un conjunto de innovaciones en el área
de transportes y logística, que al coordinar los tiempos de entrega entre la casa matriz y la red
de subcontratistas, permite una reducción de la primera gracias al aumento del volumen, la
complejidad y la eficiencia de la subcontratación y, además, de las existencias de inventario27.
Esta estrategia puede extenderse asimismo a las relaciones entre los talleres de un mismo
establecimiento y entre los distintos establecimientos de una misma empresa (Lipietz y
Leborgne, 1990).
Del mismo modo, el parque industrial también implica un cierto modo de
estructuración espacial, cuyos objetivos principales apuntan a la reducción de los costos de
inversión (suelo, infraestructura) y servicios comunes, el surgimiento y densificación de redes
de empresas (encadenamientos productivos, subcontratación), el incremento de eficiencia de
las fábricas (debido a la optimización del diseño y el acrecentamiento de la especialización) y
al aumento de la eficacia de la logística y los transportes, por medio de la disminución de los
conflictos ocasionados por la superposición de distintos usos del suelo (reducción de la
fricción del flujo en la circulación). En definitiva, una estrategia espacial para acelerar el
tiempo de rotación del capital en la producción y especialmente en la circulación. Su
Las modificaciones en las cualidades del espacio y el tiempo pueden surgir de las operaciones con fines
monetarios. Al no tener el dinero un significado independiente del tiempo y el espacio, siempre es posible
obtener beneficios alterando los usos y las definiciones del tiempo y el espacio, especialmente en la búsqueda de
beneficios en la esfera de la circulación (Harvey, 1990)
27 “Los ‘tiempos muertos’ entre operaciones de las máquinas, así como la acumulación de inventarios en
depósitos temporales, pueden reducirse de este modo al mínimo, lográndose ahorros considerables tanto en el
capital fijo como en el circulante (Lipietz, A. y Leborgne, D., 1990)
41
localización en las zonas periféricas urbanas, donde se accede a suelo más barato, es viable
gracias a la reducción de las barreras espaciales, materializada por las autopistas y vías
rápidas de acceso que lo comunican rápidamente con los centros urbanos.
Estas estrategias espaciales –la línea de montaje, el sistema Just in Time y el parque
industrial– implican modos de incremento de las fuerzas productivas a través de la
espacialización del tiempo que, junto a la tendencia de la aniquilación del espacio por el
tiempo, son modalidades que adopta el capitalismo con el fin de reducir los tiempos de
rotación del capital.
2.2. Consideraciones sobre organización industrial y parques industriales
El Estado, por medio de la planificación, interviene en la producción de suelo
industrial: prohibiendo la radicación de industrias en determinadas áreas, calificando suelo
como apto para la radicación de industrias o creando –o posibilitando al capital privado
implantar– localizaciones con infraestructuras y equipamientos específicamente diseñados
para acoger plantas industriales. De este modo, existen dos tipos básicos de asentamientos
industriales: los surgidos espontáneamente, sin más planificación previa que la mera
calificación del suelo (plantas singulares, enclaves en el tejido urbano, zonas industriales,
corredores industriales) y los proyectados y dotados a priori con equipamientos y servicios
(parques industriales, científicos y tecnológicos y empresariales) (Méndez y Caravaca, 1996).
De este modo, el proceso de reestructuración industrial que está afectando al aparato
productivo desde mediados de la década de los ’70, está generando una profunda
transformación de la morfología del ordenamiento territorial para usos productivos, y en
respuesta a las tradicionales zonas o conglomerados industriales, surgen nuevas categorías
que pretenden satisfacer las nuevas necesidades empresariales, disminuir los conflictos por los
usos industriales y residenciales superpuestos y, teniendo en cuenta, la creciente preocupación
social por el medio ambiente (Méndez y Caravaca, 1996).
En este sentido, el uso del término parque es utilizado para diferenciar estos tipos de
áreas industriales, asociándolos al carácter de espacio abierto con presencia de zonas verdes y
una mayor calidad paisajística y ambiental. Además, expresa “una actitud reflexiva respecto a
la necesidad de afrontar los problemas de diseño… y los criterios de flexibilidad y de calidad
técnica en servicios de infraestructura” (Alonso Teixidor, 1991 en Méndez y Caravaca, 1996).
El surgimiento y la proliferación a nivel global, de parques, tanto industriales como
tecnológicos, científicos y empresariales, son una clara muestra de los cambios en la
42
concepción del ordenamiento territorial de los espacios de la actividad económica, propios del
régimen posfordista (Méndez y Caravaca, 1996).
Además, la tendencia posfordista hacia la descentralización productiva, que se
manifiesta en el aumento de firmas multiplanta por un lado y la proliferación de PyMes por el
otro, genera una mayor diversificación de la oferta de parcelas e inmuebles en los parques
industriales, elevándose la demanda de plantas adyacentes de superficie reducida, que
adjuntan un espacio para oficinas. El surgimiento de miniparques viene a dar respuesta a
dicha demanda (Méndez y Caravaca, 1996).
De este modo, el parque industrial viene a satisfacer la necesidad de lotes de tamaño
adecuado para unidades de producción más pequeñas –que se localizan según las
especificidades de cada tarea–, generada por la desintegración vertical de la gran fábrica,
posibilitando
compatibilizar
la
centralización
de
las
decisiones
–propia
de
la
concentralización económica y centralización del capital–, con una descentralización de la
producción, tanto interna como externa. La combinación de esta tendencia con una reducción
de la escala óptima de producción y un aumento de la diversidad –al ser en este contexto más
sencillo y rápido transformar la organización de la cadena productiva o el tipo de trabajo a
realizar– proporciona al sistema industrial una creciente flexibilidad para aumentar su
velocidad de respuesta a un entorno inestable, propio de esta fase del capitalismo (Méndez y
Caravaca, 1996).
El parque industrial está relacionado con un conjunto de regulaciones del uso del suelo
que tiende a diferenciar territorialmente las funciones urbanas. Esta diferenciación se
manifiesta en una segregación del territorio cuya principal característica es la consolidación
de espacios autocontenidos (tanto en el ámbito residencial como en el industrial, y el del
consumo), tal como se observa en la morfología de los barrios y pueblos privados, clubes de
campo (countries), centros comerciales (shopping centers), hipermercados y centros de
entretenimientos y espectáculos (show centers).
Además, es necesario distinguir a los parques industriales de un grupo más amplio de
aglomeraciones industriales planificadas que responden a tres tipos de ocupación del suelo.
Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), parque
industrial es “un terreno urbanizado y subdividido en parcelas, conforme a un plan general,
dotado de carreteras, medios de transporte y servicios públicos, que cuenta o no con fábricas
construidas (por adelantado), que a veces tiene servicios e instalaciones comunes y a veces
no, y que está destinado al uso de una comunidad de industriales” (ONUDI, 1979, citado en
43
Borello, 1998: 11). Área industrial, por otra parte, es “un terreno mejorado, dividido en
parcelas con miras a la instalación de industrias y que se ofrece a la venta o en alquiler”
(íbidem). Según la normativa argentina, un área industrial –denominada “Sector Industrial
Planificado”– puede convertirse en parque industrial luego de la adecuación de su stock de
infraestructura para el cumplimiento de las condiciones establecidas. Por último, zona
industrial es “un simple solar reservado para la industria” (íbidem).
Para caracterizar a un parque industrial, existen cuatro rasgos comunes presentes en
proporciones variables según los distintos ámbitos y según el tipo de parque:
•
Calidad ambiental y de imagen.
•
Buenas infraestructuras técnicas, especialmente las vinculadas con las comunicaciones.
•
Diversificación de actividades que tornan difusa la frontera moderna entre actividades
industriales y de servicios.
•
Una administración preparada para adaptar los servicios del parque a los cambios de la
demanda (Méndez y Caravaca, 1996).
Para la elección del emplazamiento de un parque industrial es necesario tener en
cuenta las condiciones urbanísticas, técnicas y socioeconómicas del área, la existencia del
medio físico adecuado y el grado de accesibilidad de la localización. Estas características
definen su delimitación y ordenamiento interno, que a su vez influyen en el diseño de las
infraestructuras y los equipamientos y servicios (ver Figura 1).
Figura 1. La planificación física de parques industriales
44
Elección del emplazamiento
Condiciones del medio
físico:
• Geomorfológicas
• Atmosféricas
Condiciones de accesibilidad
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Delimitación y
ordenamiento interno
Límites y tamaños
Trazados
Red viaria
Zonas libres
Tipología parcelaria
y edificatoria
Usos permitidos
Infraestructuras
Infraestructura viaria
Energía
Abastecimiento de agua
Saneamiento/depuración
Vertederos
Teléfonos
Equipamientos y servicios
• Vigilancia y
seguridad.
• Limpieza.
• Correos.
• Asistencia sanitaria.
• Transporte público.
• Restauración.
• Bancos.
• Asesorías técnicas.
Fuente: Méndez y Caravaca, 1993
La ONUDI también clasifica a los parques industriales de acuerdo con distintos
criterios:
Cuadro Nº 1. Parques industriales. Criterios para su clasificación, variables y ejemplos en
45
Argentina
Criterios
Ubicación
Tipo de actividad
Origen y motivación
Patrocinador
Variable
Ejemplos
Urbanos
La Cantábrica (Morón)
Semi-urbanos
CIR-2 (Berazategui)
Rurales
PIP, La Plata
Especializado
Río Grande (T. del Fuego)
Compuesto
PIP
Auxiliar
CIR-2
De desarrollo de las áreas San Luis, La Rioja
donde se radican
De relocalización
Tortuguitas
(Pdo.
De
Malvinas Argentinas)
Estatal
La Plata
Privado
PIP
Mixto
La Cantábrica
Fuente: Elaboración propia con datos de la ONUDI y Farberoff, 1998.
El carácter heterogéneo de la categoría parque industrial puede enriquecerse
considerando, también, las características de la infraestructura y servicios; el tamaño, la
procedencia y la rama de actividad de las firmas que lo integran y el distinto grado de
articulación entre las empresas y el entorno local.
Desde la concepción de este trabajo, el parque industrial constituye un instrumento de
planificación estratégica de la actividad industrial, que contribuye a su organización, dando
cuenta de la estructura sectorial, la actividad en general y la dimensión territorial, entendiendo
al territorio como un ámbito geográfico que incluye a las relaciones sociales (en sus
dimensiones política, económica y cultural) y la forma en que interactúan en dicho ámbito.
Por lo tanto, este instrumento serviría de articulación entre las necesidades de la industria y
los requerimientos de otras actividades económicas y usos del suelo.
Sin embargo, particularmente en Argentina, los parques industriales han surgido como
resultado de otros propósitos: la promoción de regiones atrasadas o no industrializadas; la
especulación y el negocio inmobiliarios a partir de la venta de lotes destinados a la actividad
industrial, con la consiguiente promoción de áreas contiguas con usos del suelo variados; y,
concretamente en la RMBA, debido a la competencia entre municipios por la atracción de
inversiones industriales, a partir del valor simbólico de modernidad y dinamismo que el PIP
ha adquirido.
En consecuencia, la planificación estratégica constituiría una instancia superadora del
conjunto de políticas que no encaran, simultáneamente, las tres dimensiones antes
mencionadas. Por ejemplo, los regímenes de promoción industrial han atendido los aspectos
46
sectorial y/o territorial, pero sólo desde la dimensión física del territorio, desde la metáfora de
un “espacio vacío” que, en muchos casos, oculta motivaciones de índole política o
geoestratégica. De la misma manera, la implementación de parques industriales, o bien ha
estado directamente vinculada con los regímenes recién mencionados, o ha atendido
exclusivamente a la planificación física de un espacio industrial de manera indiscriminada,
priorizando el negocio inmobiliario o el valor simbólico. Esto con el agravante, en el caso de
la RMBA, que ha generado una competencia inconducente entre municipios, perdiendo de
vista una visión de conjunto del territorio metropolitano.
Además, merece una mención aparte el fomento que un PI puede aportar para la
circulación de información y conocimientos codificados y sobre todo tácitos, generando
progresivamente vínculos de cooperación entre las firmas, propiciando la competitividad
sistémica28 (Moori Koenig y Yoguel, 1998) del conjunto, que va más allá de la producción de
las externalidades. En este sentido, todo lo anterior puede contribuir a una mayor fertilidad del
territorio (de Mattos, 1997), estimulando la atracción de inversiones a la región sobre la que el
parque industrial tiene influencia.
La coexistencia en un parque industrial generaría algún tipo de relaciones entre las
firmas que lo integran, ya sea de manera espontánea o, preferentemente, fruto de una
planificación. No se trata necesariamente de relaciones comerciales y de cooperación, pero, al
menos, una coparticipación en los gastos que demanda la infraestructura y los servicios
comunes. En cuanto a la actividad industrial, aumentarían la eficacia de las firmas, medidas
tendientes a estimular la especialización, la integración y los eslabonamientos productivos29,
la radicación de empresas de servicios que atiendan las necesidades de las industrias, el
fomento de la cooperación entre firmas en diversas facetas desde el intercambio y la
producción conjunta de conocimientos tecnológicos, hasta el esfuerzo compartido en tareas
tales como la compra de insumos y materias primas, la contratación de servicios y las
28 Este concepto se refiere al proceso de generación y difusión de competencias en el que cumplen un papel
central “tanto los factores microeconómicos –la cultura organizacional, la acumulación de activos tangibles e
intangibles, las características del empresario, etc.– como los relacionados con el entorno socio-institucional en
el que se desenvuelven las firmas. Este último, identificado en algunos estudios como ‘ambiente’ (Boscherini y
otros, 1997), involucra al conjunto de interrelaciones que tienen lugar entre las instituciones del área científicotecnológica y las firmas, los marcos regulatorios y los sistemas de incentivos e instrumentos de apoyo. La
interacción de estos elementos pone en movimiento un proceso de aprendizaje y difusión técnica de base
colectiva, que puede dar lugar a una circulación compleja de conocimientos, tácitos y codificados” (Moori
Koenig y Yoguel, 1998: 7).
29 Los eslabonamientos productivos consisten en relaciones interindustriales. Pueden ser verticales, cuando
relacionan fases sucesivas de un proceso continuo, u horizontales, cuando relacionan actividades que se
desarrollan en la misma fase. En un parque industrial pueden dar lugar a la generación de redes aglomeradas –
que se diferencian de las redes diseminadas en el hecho de que éstas se establecen sobre territorios extensos y
poco definidos– en las que las empresas integrantes adquieren un poder de negociación mayor con las empresas
de la región y los gobernantes locales (Méndez y Caravaca, 1993).
47
actividades de colocación de la producción en el mercado y la exportación. Es conveniente
que la administración de un parque industrial sea dinámica y participativa, ya que la propuesta
continua de políticas destinadas a alcanzar un mejor rendimiento del parque industrial en su
conjunto, favorecerían indudablemente a generar un círculo virtuoso de surgimiento de
economías al interior del parque industrial, que lo transformaría en un destino atractivo para
nuevas inversiones.
Por otra parte, algunos de estas características y efectos del parque industrial pueden
tornarse perjudiciales para la actividad industrial, si no se cumplen ciertas condiciones. En
este sentido, las economías de aglomeración pueden convertirse en deseconomías. Por
ejemplo, la aglomeración de gran cantidad de plantas industriales en un mismo predio puede
generar una gran circulación de vehículos ocasionando embotellamientos en el caso en que los
accesos no estén preparados para tal volumen de tránsito.
2.3. Parques científicos y tecnológicos
La innovación es un fenómeno altamente selectivo que tiende a concentrarse en ciertas
ramas de actividad, en un número limitado de empresas y en algunos espacios concretos con
características que propician el surgimiento y difusión de iniciativas innovadoras. Su
comportamiento geográfico puede evaluarse considerando el esfuerzo tecnológico realizado
por empresas y territorios en gastos en investigación y desarrollo, la proporción existente de
técnicos e investigadores, la transferencia tecnológica en el entramado productivo, la
presencia de sectores de alta tecnología, los resultados obtenidos (patentes registradas,
mejoras de productividad, aumento de la capacidad competitiva y las exportaciones, nuevos
productos, etc.) (Méndez, 1997).
Así, las características de ciertos espacios construidos históricamente, generan un
potencial de innovación cuyo grado de utilización depende de la capacidad y las estrategias de
las empresas. De este modo, los medios de innovación son espacios en los que se concentran
empresas con capacidad para generar o incorporar innovaciones que afectan a sus procesos,
productos u organización. Están caracterizados por la presencia de infraestructuras y servicios
de apoyo, recursos humanos y materiales, junto a la generación de vínculos interempresariales
que incluyen la cooperación, y la consolidación de un entorno sociolaboral, cultural e
institucional favorable. Estos medios innovadores facilitan los esfuerzos realizados por las
empresas individuales y reducen sus riesgos, especialmente las Pymes. Suelen surgir en
grandes ciudades y áreas metropolitanas, en sistemas productivos locales con una red de
48
pymes especializadas y relacionadas entre sí en torno a un mismo de producto, y en tecnópolis
y parques tecnológicos (Méndez y Caravaca, 1996).
Estas áreas, pueden estar caracterizadas por constituir sedes de una concentración
espontánea de empresas innovadoras, basada en criterios económico-espaciales de mercado o
estar planificadas para tal fin, con intervención directa de poderes públicos e instituciones.
Dentro de las primeras pueden mencionarse los complejos industriales de alta tecnología,
donde se agrupan empresas de sectores avanzados, respondiendo a condiciones de
localización favorable; y los medios innovadores constituidos por pymes de sectores variados,
capaces de generar o incorporar innovaciones posibilitado por un desempeño cooperativo e
interrelacionado. Entre las segundas, y según la escala de su actuación, se identifican las
tecnópolis, que son ciudades que alcanzaron la categoría de centros de innovación y
desarrollo; los parques tecnológicos y científicos, que consisten en emprendimientos de
menor alcance y en espacios previamente delimitados; y en el nivel inferior, los centros de
empresas e incubadoras de empresas, dedicados a propiciar el surgimiento de iniciativas de
carácter innovador (Méndez, 1997), impulsando de este modo la modernización del tejido
productivo, la cooperación interempresarial y la creación de empleo. Poseen locales
modulares de tamaño adaptable a la demanda y espacios comunes destinados a la prestación
de servicios a la industria. La condición más destacada para incorporarse a estos centros,
consiste en limitar el tiempo de permanencia de las empresas, que una vez consolidadas deben
trasladarse, o cerrar, si no son viables (Méndez y Caravaca, 1996).
Un parque tecnológico es un espacio de dimensión variable, promovido por alguna
institución pública o privada con el objetivo de asentar en su interior centros de I+D,
asistencia tecnológica y formación superior de enseñanzas técnicas, junto a establecimientos
productivos relacionados con tecnologías avanzadas (Méndez, 1997).
En ellos, se reúnen empresas pertenecientes a los sectores más intensivos en el mayor
esfuerzo innovador. Se localizan habitualmente en sectores suburbanos metropolitanos con
elevada calidad residencial y buena accesibilidad. Su creación es muy exigente respecto del
entorno productivo y sociolaboral. Logran un buen desempeño en el contexto de una base
empresarial consistente, “capaz de incidir favorablemente sobre la ocupación del suelo y el
establecimiento de redes de innovación, así como donde las instituciones políticas y
científicas muestran suficiente calidad, eficacia y flexibilidad para integrarse en la dinámica
generada desde el parque tecnológico” (Méndez y Caravaca, 1996). Tienen la capacidad
potencial para inducir innovaciones sobre las empresas proveedoras próximas, generando
demandas de asistencia técnica, promoviendo programas de colaboración con universidades
49
regionales y calificando una mano de obra que puede dar origen a nuevas empresas (spin off).
Son indicadores de su rendimiento, la capacidad para atraer empresas y su grado de ocupación
(al igual que un parque industrial), y la ocupación y dinamismo de su incubadora de empresas
(Méndez y Caravaca, 1996).
El establecimiento de parques tecnológicos y científicos se basa en una relación íntima
entre ciencia, tecnología e industria, en los que residen entidades de carácter
científico/académico y económicas, que ocupan edificios independientes o conviven en
edificios multiuso compuestos por pequeñas naves modulares y oficinas, que asiduamente
actúan como incubadoras de empresas, que albergan y ofrecen servicios durante un período
de tiempo a pequeñas firmas de nueva creación. Aunque es deseable que se generen
relaciones de fertilidad cruzada entre las empresas radicadas, en numerosas ocasiones las
relaciones se limitan a la simple contigüidad física y al uso en común de los mismos servicios
e infraestructuras (Méndez, 1997).
No obstante, la mayor importancia de un parque tecnológico o científico reside en los
vínculos que las empresas de dichos parques puedan crear y mantener con el entorno: los
organismos regionales dedicados a la producción o transferencia de tecnología, las
instituciones públicas encargadas de su promoción, o las empresas potenciales consumidoras
de las innovaciones generadas en el parque. La presencia y la intensidad de estas
vinculaciones le otorgarían a estos parques la función de nuevos polos de desarrollo,
impulsores del crecimiento regional y local (Méndez, 1997). “El establecimiento de acuerdos
de colaboración en proyectos concretos, contratos de asistencia técnica, programas de
formación en prácticas, estancias de investigadores en empresas del parque, subcontratación
de firmas locales o creación de nuevas compañías por antiguos trabajadores en empresas del
parque son algunos de los mecanismos difusores más frecuentes” (Méndez, 1997: 176).
Los criterios para valorarlos son variados: en un primer momento, el grado de
ocupación y el empleo generado son indicadores importantes; mientras que en fases
posteriores, adquiere trascendencia su capacidad para generar y difundir innovaciones, tanto
dentro como fuera de sus propios límites (Méndez, 1997).
La existencia de un tejido empresarial dinámico en la región, que facilite el
surgimiento de relaciones con el entorno, evitaría la conversión de un parque en un enclave
tecnológico aislado, mientras que, una abundante densidad y calidad de servicios avanzados y
otros
factores
generadores
de
economías
externas,
proporcionados
por
regiones
metropolitanas o áreas con cierto desarrollo previo, explican el éxito de los parques
tecnológicos y científicos radicados en ellas (Méndez, 1997).
50
2.4. Estrategias de investigación. Análisis de parques industriales30
Para realizar el análisis sistemático de un parque industrial, se debe tener en cuenta el
patrocinio, ya que su naturaleza, en un determinado modelo de acumulación, define
numerosas cuestiones de importancia que afectan profundamente a su desempeño. A modo de
ejemplo se pueden mencionar el nivel de respaldo que recibe por parte del Estado para la
construcción de infraestructuras, la presencia o no de especulación inmobiliaria, el énfasis que
se dedica al cuidado del predio, los accesos, las calles internas, los servicios internos, etc.
También, debe analizarse el entorno donde está emplazado, el tipo de empresas al que
está dirigido y la motivación de su localización. En este sentido, “las diversas formas que
adopta el acelerado proceso de innovación suponen una creciente exigencia para muchas
empresas en cuanto a las infraestructuras técnicas disponibles (accesibilidad a las redes de
transporte y comunicación) [y la realización de cambios organizacionales de sus plantas
industriales y sectores administrativos], a la vez que también aumenta la exigencia de una
mayor calidad ambiental como factor de atracción diferencial de unos emplazamientos
respecto a otros” (Méndez y Caravaca, 1996: 310).
Al interior del parque industrial es necesario conocer cuántas empresas lo integran,
discriminándolas en industriales, de servicios externos e internos (las que satisfacen
exclusivamente la demanda del parque industrial).
Al considerar las firmas industriales es ineludible explicitar sus actividades
principales, para clasificarlas según sus ramas o sectores industriales, y así poder determinar
si el parque industrial, en caso de no ser especializado, presenta heterogeneidades según los
sectores industriales.
A partir del comienzo de las actividades del parque industrial, es muy importante
conocer la fecha de inicio de la mayor cantidad posible de las empresas que lo integran (y que
lo integraron), para poder analizar la población del parque industrial según altas, bajas y
sobrevivientes, lo que da un indicio de su dinamismo y la posibilidad de realizar una
evolución de la ocupación del mismo.
30 Cabe aclarar que la investigación que se realiza en esta tesis es de un alcance menor que lo propuesto en esta
guía metodológica, debido, principalmente, a dos causas: en primer lugar, a la falta de información de cada
empresa en particular, situación que podría ser resuelta con la realización de entrevistas a cada una de las firmas
del PIP, y en segundo lugar –y relacionada con la anterior– el alcance de una investigación que encarara todos
los aspectos por esta guía propuestos, supera por extensión y acceso a recursos a los que se cuentan para realizar
esta tesis de maestría.
51
Además,
es
conveniente
considerar
los
procesos
de
desconcentración
y
reconcentración industrial, las pautas de localización y relocalización de las firmas y sus
necesidades organizacionales, las políticas de promoción industrial, los criterios de usos del
suelo, la orientación geográfica de las inversiones industriales, la refuncionalización de
espacios, la articulación con el entorno local, la competencia interterritorial metropolitana, el
papel de los actores intervinientes (privados, públicos) y las estrategias de planificación.
En consecuencia, el análisis exhaustivo de un parque industrial en particular, debe ser
realizado en función de los siguientes potenciales beneficios, que este tipo de organización
industrial podría aportar:
•
La promoción de espacios donde se logra una efectiva integración de establecimientos
productivos, servicios avanzados y centros de investigación (en el caso de los parques
científicos y tecnológicos), capaz de propiciar efectos sinérgicos –tanto interiormente
como respecto a su entorno–.
•
La modernización en términos tecnológicos, edilicios y logísticos de las firmas que se
relocalizan.
•
El surgimiento de eslabonamientos y cooperación productivos.
•
La posibilidad de la radicación próxima de proveedores y subcontratistas, permitiendo el
ahorro de procesos productivos, transportes y logística.
•
La facilitación del aprovechamiento de economías de escala por parte de las firmas
radicadas, debido al óptimo diseño y desempeño de sus plantas industriales.
•
La radicación de empresas en un parque industrial facilita la aplicación de innovaciones
de proceso31 por parte de las mismas. Gracias a mejoras de la localización y la
optimización de tamaños y diseños de las plantas fabriles que posibilita dicha radicación,
las empresas pueden renovar maquinaria y equipos, reorganizar sus cadenas productivas,
aumentar la descentralización y subcontratación de partes del proceso, reducir sus
inventarios mediante la reorganización funcional de la logística y la aplicación del sistema
just in time, que permite una disminución de los tiempos, por medio de aumentos de la
frecuencia de los flujos de los proveedores.
•
La concentración de usos industriales en un perímetro afectado exclusivamente a tal uso,
tiende a una efectiva protección recíproca entre la actividad industrial y los restantes usos
urbanos, propendiendo a una convivencia más armónica entre ellos.
31 Las innovaciones de proceso afectan a la forma de hacer u organizar el proceso productivo y sus actividades
complementarias. Se aplican con el fin de reducir costos, elevar la eficiencia del trabajo, aumentar su
coordinación y flexibilidad, y lograr un mayor valor agregado final, por medio de mejoras de la calidad de la
actividad propia o el abandona de tareas poco rentables (Méndez y Caravaca, 1993)
52
•
La reducción de los costos y el aumento de la oferta de infraestructura y servicios, de
acuerdo a las necesidades de las firmas.
•
La facilitación del uso de economías de aglomeración por parte de las empresas
instaladas, a partir de la compra conjunta de insumos y materias primas.
•
La posibilidad de la implementación o extensión de servicios públicos de transportes de
pasajeros, mediante el aumento concentrado de la demanda.
•
La posibilidad de determinación de políticas específicas referentes a la radicación
industrial local.
•
La vinculación funcional del empleo industrial con el residente local, especialmente en
zonas sin desarrollo industrial anterior.
•
El mejoramiento de la seguridad urbana contra siniestros mediante el traslado de
establecimientos potencialmente peligrosos y la protección interna mediante la creación
de cuerpos de seguridad especializados, retiros, y otras medidas precautorias.
•
La posibilidad de acceso a lotes adecuados para la construcción de plantas industriales con
mejor diseño, sin las restricciones (de tamaño, por reglamentaciones urbanas y edilicias)
ejercidas por otros usos del suelo.
•
La probabilidad de la generación de propuestas complejas de captación industrial a partir
de la adecuación a usos industriales específicos.
•
La contribución a la integración industrial mediante la ejecución societaria de obras de
interés y uso común.
•
Un más eficiente control potencial de la contaminación ambiental (sólida, gaseosa, líquida
y sonora), debido a: reglamentaciones más específicas y exigentes, una mayor posibilidad
de vigilancia por parte de las autoridades y el abaratamiento de los costos de los sistemas
utilizados.
2.5. Factores de localización de los parques industriales
Con el objetivo de poder avanzar en la explicación respecto del conjunto de razones
que llevan a la toma de decisión de implantar un parque industrial en un determinado
emplazamiento, resulta conveniente considerar teóricamente las pautas de implantación de las
firmas consideradas individualmente, ya que, según la concepción más tradicional de la
localización industrial, el conjunto de los factores de localización de un parque industrial
atractivo, debería presentar un cierto grado de similitud con los de las empresas que lo
53
integran. Para comprender el comportamiento de las firmas, Méndez y Caravaca afirman que
“la distribución de las funciones de la empresa en uno solo o varios establecimientos resulta
esencial para comprender sus diferentes criterios y pautas de localización” (1996: 46). En este
sentido, para poder analizar estas cuestiones referidas particularmente al PIP, parece lógico
considerar los dos tipos de casos (empresas monoplanta y multiplanta), ya que ambos están
presentes significativamente en él.
Tradicionalmente, las teorías de localización consideraron, en principio, el supuesto de
empresas con un solo establecimiento:
•
hacia el que convergen múltiples flujos de insumos: materias primas, mano de obra,
capital y servicios;
•
desde el que divergen flujos de manufacturas en dirección a los mercados de consumo,
finales o intermedios y
•
el que se relaciona con un entorno integrado por empresas colaboradoras e instituciones
públicas implicadas en la actividad industrial (Méndez y Caravaca, 1996).
Por lo tanto, de acuerdo con el tipo de actividad a desarrollar, las firmas
monoplanta se localizarán allí:
•
donde el costo de los insumos (fuentes de materias primas, mano de obra, áreas de suelo
barato) sufran una reducción,
•
en áreas urbanas que se desempeñen como mercados de consumo y centros de servicios y
equipamiento o
•
en encrucijadas de transportes y comunicación con alto grado de accesibilidad con el fin
de reducir los costos de desplazamiento.
No obstante, en todos los casos, son las condiciones locales las que explican los
comportamientos (Méndez y Caravaca, 1996).
De modo diferente, en el caso de las empresas multiplanta, las aptitudes de cada lugar
adquieren valor sólo en relación a una estrategia general o de conjunto, que define las
localizaciones más aptas para cada establecimiento. Tradicionalmente, los emplazamientos
más frecuentes eran los mejor ubicados respecto de los mercados de consumo que se
pretendían abastecer. En la actualidad, la “tendencia a la especialización, otorga importancia
creciente a las ventajas comparativas, definidas como los beneficios que obtiene una empresa
al localizar aquellas tareas que son intensivas en el uso de un determinado factor allí donde
54
éste resulte abundante y barato” (Méndez y Caravaca, 1996: 46). En consecuencia, este tipo
de empresas tendería a ubicar a:
•
las actividades periproductivas, en los centros de negocios que proveen capacidad de
decisión, información e innovación y servicios avanzados;
•
las actividades productivas y logísticas, según el valor agregado y la componente
tecnológica de los productos obtenidos, en:
o regiones con tradición industrial que brindan mejores recursos productivos, en el caso
de las tareas más exigentes de calificación y
o en espacios periféricos con menores costos y controles, las actividades más banales y
contaminantes (Méndez y Caravaca, 1996).
De lo anterior, resulta que para este tipo de empresas, el sistema jerárquico de sus
funciones se recrea sobre el territorio fomentando la jerarquización de los mismos, según un
estricto principio de división espacial del trabajo, debido al cual, la estrategia espacial de las
empresas se torna progresivamente más rigurosa en función de los recursos ofrecidos por los
medios locales (Méndez y Caravaca, 1996).
Al considerar la innovación tecnológica, este análisis se complejiza, ya que ésta
transforma las exigencias de funcionamiento de las empresas y la lógica global de los
sistemas productivos e incide también sobre “la importancia relativa de los diversos factores
de localización de las actividades y el conjunto de relaciones que la industria mantiene con el
espacio geográfico” (Fischer, A., 1994:85, en Méndez y Caravaca, 1996). Esta conjunción,
impulsa una nueva lógica espacial que afectan las pautas de localización de los
establecimientos, los flujos interterritoriales y las formas espaciales concretas. En este
contexto, crece la importancia de las infraestructuras técnicas, la calidad del espacio
productivo (ambiental, infraestructural) y el capital intangible (investigación, servicios
tecnológicos, mano de obra calificada). (Méndez y Caravaca, 1996).
55
Capítulo 3. Las transformaciones económicas ocurridas durante el neoliberalismo
3.1. La desindustrialización durante la Convertibilidad: una reestructuración regresiva
y heterogénea de la industria
El proceso de destrucción del tejido industrial acaecido en los años noventa,
propiciado por un conjunto de políticas estructurales, puede ser incluido en un período mayor
–iniciado en 1976– e interpretado como una tendencia a la “desindustrialización”, entendida
como una merma de la participación de la actividad industrial en el PBI (Azpiazu, Basualdo y
Schorr, 2001).
La causa de este fenómeno radica en la aplicación de un conjunto de políticas
económicas, que generaron un contexto opuesto a la producción de bienes internacionalmente
transables y a favor de la ampliación de los servicios, así como también un abaratamiento
relativo del capital en relación al costo de la fuerza laboral local, provocado por el acceso sin
límites al equipamiento importado y al arribo de cuantiosos capitales internacionales. Estos
sesgos favorecieron el desarrollo de las actividades más intensivas en capital y protegidas con
un alto nivel de ventajas naturales. Estas ventajas comparativas pueden dividirse en “viejas”,
basadas en el sector agropecuario y “nuevas” relacionadas con la explotación de petróleo, gas
y derivados y la minería metalífera (Fernández Bugna y Porta, 2008).
Entre 1993 y 1999, el PBI a precios constantes creció más del 18%, mientras que el
PBI industrial lo hizo al 6,6%, con una elasticidad-producto para el sector industrial de 0,4,
exiguo y decreciente frente al expansivo 1,4 característico de la segunda fase del modelo
sustitutivo, durante la cual la actividad industrial constituía el sector más dinámico de la
economía. Del mismo modo, el producto manufacturero experimentó una merma frente al
producto bruto total: de 18,2% en 1993 a 16,5% en 1999, mientras que a mediados de los años
setenta consistía en el 30%, aproximadamente. (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
El análisis de estos valores en términos relativos al aumento de la población, arroja un
abrupto retroceso. En el mismo período considerado, se observa una disminución del PBI
industrial por habitante de 1,8%. Teniendo en cuenta que entre 1990 y 1993, luego de una
importante recuperación, se habían alcanzado los valores de 1974 –posteriormente al pésimo
rendimiento del sector entre 1975 y 1990–, se constata la pobrísima actuación de la industria
durante los años noventa (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
56
La redefinición del patrón productivo industrial generó un amplio proceso de
reestructuración que combinó la incorporación de insumos, componentes y bienes finales
importados32; como consecuencia, la reducción de planteles de personal con la consiguiente
destrucción de saberes y oficios industriales; y la intensificación de los procesos de trabajo y
el resultante aumento de productividad. En este contexto, se produjo un significativo proceso
de cambio tecnológico, que trajo aparejado la puesta en práctica de procesos de cambio
organizacional, entre otras tendencias. Dicho cambio tecnológico, fue propiciado por la
apertura comercial y el ingreso de intensos flujos de IED industrial dirigidos a los sectores y
áreas de mayor dinamismo (Fernández Bugna y Porta, 2008).
Por lo tanto, la desindustrialización puede ser caracterizada como regresiva, ya que
consistió en una transferencia de riqueza desde la esfera del trabajo a la del capital, y
heterogénea, debido a que dicha transferencia se produjo de manera diferencial, en beneficio
de los grupos concentrados de la economía y en detrimento de las pymes, especialmente, lo
que implicó un proceso de fuerte centralización del capital (Schorr, 2005).
En el primer caso, siguiendo los pasos del sector en su conjunto, el empleo industrial
durante los años noventa también sufrió una intensificación de las tendencias surgidas a partir
del fin de la sustitución de importaciones. De este modo se verifican “una fuerte disminución
en las cantidad de obreros ocupados en la actividad y una creciente regresividad en materia
distributiva” (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 54) con una simultánea ampliación de la
productividad, ligada a una intensificación de la jornada de trabajo (lo que equivale a un
aumento absoluto de la tasa de explotación), que fue apropiada, especialmente, por los
empresarios más concentrados del sector. Por lo tanto, la clase obrera fue víctima de una
doble explotación como consecuencia del aumento de la productividad y la caída del salario,
posibilitando un aumento de la concentración económica.
En cuanto a la heterogeneidad, se consolidó una estructura industrial crecientemente
concentrada, firmemente especializada alrededor de un pequeño grupo de actividades que se
basan en la explotación de ventajas comparativas naturales. Se produjo un desplazamiento de
las industrias productoras de bienes de capital –las más dinámicas en la generación de valor33,
eslabonamientos productivos y puestos de trabajo, pertenecientes al sector pyme–, por parte
32 Desde el punto de vista del capitalismo global, la importación de bienes finales por parte de empresas
industriales, como consecuencia de la necesidad de aumentar el tiempo de rotación. del capital., es un rasgo de
adaptabilidad frente al aumento de la volatilidad en la esfera de la producción de mercancías (Harvey, 1990).
33 “El magro desempeño sectorial en materia de generación de valor agregado durante los noventa es explicado,
también, por la significativa desintegración de la producción fabril local derivada de la creciente importancia que
ha asumido (…) la compra en el exterior de insumos y/o productos finales por parte de las empresas industriales”
(Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 7)
57
de grandes empresas que participan en mercados oligopólicos, del sector industrial intensivo
en la explotación de recursos naturales –que son las que presentan menor dinamismo en la
incorporación de valor agregado–, las industrias privilegiadas institucionalmente –como la
armaduría automotriz– y las de elaboración de ciertos insumos intermedios vinculados a la
industria química y metalúrgica. Este fenómeno, propició un desarrollo industrial
desarticulado verticalmente, con un gran déficit en la producción de maquinarias, equipos e
insumos intermedios. “De esta manera, la consolidación de este tipo de perfil sectorial en
aquellas firmas líderes que, dado su poder oligopólico sobre las distintas ramas en las que
actúan, pueden definir el sendero por el que transitan tales actividades y más en general, el
conjunto de la industria argentina, es uno de los principales factores para explicar las causas
por las que, a pesar de que la producción manufacturera creció en términos absolutos durante
el decenio pasado, el sector continuó perdiendo peso relativo en el PBI global, al tiempo que
redujo su tamaño” (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 7).
Además, la intensificación de la concentración resultante, les dio a las grandes
empresas oligopólicas un alto grado de autonomía respecto del ciclo económico interno,
evidenciado por la creciente potencialidad de respuesta contracíclica, basada en la alta
capacidad exportadora, a diferencia de la mayoría de los restantes agentes industriales. Como
consecuencia, las exportaciones le permitieron a la cúpula desligarse de la necesidad de
sostener la masa salarial, ya que ésta dejó de definir la demanda efectiva pasando a quedar
estructurada, durante los años noventa, en torno a los mercados externos e internamente, a los
sectores de más altos ingresos. Por lo tanto, prácticamente, desaparecieron los límites
estructurales a la baja del ingreso de los asalariados, ya que su reducción fue absolutamente
afín con la dinámica de la reproducción ampliada del capital, beneficiando al capital
concentrado, reduciendo sus costos, incrementando sus tasas de rentabilidad y aumentando
los saldos exportables (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
Por otro lado, el aumento en el grado de oligopolización del sector ocurrió en el
contexto del fortalecimiento de una estructura manufacturera progresivamente vinculada a las
primeras fases del proceso industrial y al aprovechamiento de áreas favorecidas de
reproducción ampliada del capital y, por lo tanto, cada vez más dislocada (Azpiazu, Basualdo
y Schorr, 2001).
58
En este sentido, la política de desregulación de los mercados, aportada por el shock
neoliberal34 (integrado también por la apertura de la economía y la privatización de las
empresas públicas) aplicado por el gobierno de Menem, constituyó un conjunto heterogéneo
de medidas que implicó la transferencia real del poder regulatorio de los mercados a quienes
ocupaban posiciones oligopólicas u oligopsónicas en los mismos, cumpliendo un papel
decisivo en la intensificación de los procesos de concentración económica y centralización del
capital. Asimismo, el programa desregulatorio incurrió en notables arbitrariedades e
inconsistencias que indujeron mayores distorsiones sobre el perfil de la industria
manufacturera (Azpiazu, 1994).
Paralelamente al proceso de concentración, se produjo un notable aumento en el grado
de “extranjerización” de la producción, como consecuencia de las nuevas modalidades de
radicación de las firmas trasnacionales y el descenso relativo de los grandes grupos
económicos de capital local. (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001). En este sentido, la IED se
concentró en los sectores más dinámicos: las actividades de servicios privatizadas, las
producciones asentadas sobre el aprovechamiento de ventajas naturales, los servicios privados
orientados hacia los mercados de altos ingresos y hacia los más protegidos, algunos
segmentos industriales (Fernández Bugna y Porta, 2008) y algunas áreas que adquirieron
creciente protagonismo industrial a partir de la convertibilidad, como los partidos de Pilar,
Tigre, Zárate, Campana y Ensenada, en la tercera corona metropolitana de Buenos Aires)
(Álvarez de Celis, 2007).
Contribuye a la explicación de la disminución en la creación de valor agregado por
parte del sector, durante los años noventa, la progresiva importancia que adquirió, en el
contexto de la apertura asimétrica de la económica, la importación de insumos y productos
finales por parte de las empresas industriales. Como consecuencia, numerosas firmas que
fueron afectadas por el cierre, se desplazaron hacia tareas relacionadas con el armado o
ensamblado, o simplemente se dedicaron a la venta de productos finales comprados en el
exterior. En este proceso, se dislocaron múltiples cadenas de valor agregado y, por
consiguiente, se destruyó una porción importante del tejido manufacturero local,
especialmente en las ramas dominadas por las pymes (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
A diferencia de los programas de privatizaciones y desregulaciones, caracterizados por
la persistencia estratégica, la profundización de las acciones, en un marco de irreversibilidad,
34 “En algunos países menos desarrollados, el FMI y el Banco Mundial cooperaron en las políticas internas,
favoreciendo programas basados en ajustes fiscales y monetarios combinados con desregulación y liberalización
de los mercados nacionales” (Agnew y Knox, 1994: 205).
59
y “una heterogénea gama de situaciones y de efectos sobre los distintos segmentos de la
industria” (Azpiazu, 1994: 217), la política de apertura funcionó con cierto grado de
flexibilidad y generó consecuencias mucho más amplias y generalizadas, constituyéndose la
exposición a la competencia externa, el contexto habitual de casi todo el sistema industrial.
Sin embargo,
las crecientes excepciones en algunos sectores empresariales, como las
industrias automotriz, papelera, textil, algunos eslabones de la alimentaria y unas pocas
actividades comandadas por oligopolios que cuentan con protecciones naturales o normativas,
generaron marcadas asimetrías a nivel intersectorial. La ausencia de gradualismo que
caracterizó la aplicación de esta política aperturista y la discrecionalidad con que fueron
aplicados los instrumentos que se utilizan para evitar prácticas comerciales desleales, como el
régimen antidumping, reforzaron aún más esta asimetría, colocando en una situación muy
desventajosa a los agentes industriales de menor tamaño relativo. (Azpiazu, Basualdo y
Schorr, 2001).
Esto se torna evidente, teniendo en cuenta que el conjunto de las cien empresas
industriales de mayores ventas del país, entre 1993 y 1998, obtuvieron un saldo positivo de
casi el 8% entre las tasas anuales acumulativas de sus exportaciones de productos finales y
sus importaciones de insumos y/o bienes finales. Como consecuencia, la cúpula del sector
obtuvo voluminosos y progresivos excedentes comerciales: de 2.179 millones de dólares en
1993 a 7.148 millones de dólares en 1998. Este hecho contrasta considerablemente con el
rendimiento del sector en su conjunto, que ha registrado saldos negativos durante casi toda la
década de 1990 (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
En el transcurso de esta administración, las políticas arancelarias adquirieron distintos
grados de intensidad, presentando marcadas discontinuidades de corto plazo, sucediéndose
entre octubre de 1989 y noviembre de 1991 trece reformas o modificaciones en la
configuración de los niveles arancelarios, descendiendo el arancel nominal promedio de
26,5% a 11,7%. Posteriormente, a fines de 1992 se reformuló nuevamente la estructura
arancelaria, resultando un esquema de una gran intensidad y escaso gradualismo de la política
de apertura, especialmente en un contexto de persistente y creciente retraso del tipo de cambio
real, y que “supone un tratamiento igualitario para los insumos industriales y para las partes y
piezas, sean producidas o no en el país” (Azpiazu, 1994: 185).
Mientras la asimetrías de las políticas de apertura propiciaron prácticas desleales de
comercio, “las permanentes reformas en la estructura arancelaria y la creciente
implementación de acciones de protección para determinadas actividades introducen un
marco de imprevisibilidad que (…) atenta contra el proceso de inversión y, a la vez, tienden a
60
denotar una cierta jerarquización del corto plazo no ajena a la intensidad de las presiones
empresarias y a la consiguiente capacidad de ‘lobbying.’” (Azpiazu, 1994: 186).
Los principales efectos de la superposición de la generalizada reducción de los
derechos de importación, la depreciación del tipo de cambio real de importación, la
eliminación de las barreras paraarancelarias y la exigua e irregular política antidumping
fueron el abaratamiento relativo de los insumos importados y los bienes de capital, mientras
que, simultáneamente, se producía una reducción en los niveles de protección efectiva de la
industria y un consiguiente aumento de exposición a la competencia externa (Azpiazu, 1994).
Considerando que el grado de transabilidad de los distintos bienes ejerció un papel
protagónico en el sendero evolutivo de la industria, se verifican, en la disposición de la
estructura de precios relativos, tendencias negativas en la evolución de los valores de los
transables –particularmente, en la mayor parte de los industriales–, desalentando la formación
de capital en la mayoría de las actividades manufactureras. “Ello resulta particularmente
notorio si se las compara con las alternativas que ofrecen los distintos procesos de
privatización, así como buena parte de los servicios y la casi totalidad de los bienes y
servicios no transables no expuestos a la competencia proveniente del exterior” (Azpiazu,
1994: 221).
A partir de 1998 se inició una recesión que afectó principalmente a la industria
manufacturera (que sufrió un retroceso del 18%) y la construcción (con una merma del 26%),
mientras que la producción agropecuaria, la pesca y la minería exhibieron comportamientos
positivos de 1,2%, 20% y 8%, respectivamente. Este comportamiento agudizó los problemas
de empleo y salario que este modelo evidenció desde un principio. Las actividades más
afectadas fueron las proveedoras del mercado interno y/o regional. Esta crisis también trajo
aparejadas la intensificación de la concentración productiva y centralización del capital, ya
que la disminución del ingreso industrial fue mucho menos severa en el conjunto de las
grandes empresas, que aprovecharon condiciones de cautividad en el mercado interno y/o en
la explotación de recursos naturales. Como contrapartida, se produjo la quiebra de numerosas
firmas, particularmente PyMEs, en la mayoría de las ramas industriales (Fernández Bugna y
Porta, 2008).
Durante la crisis económica, se acentuó la tendencia favorable de la rama de alimentos
y bebidas, en relación a los sectores textil y cuero, madera y muebles, productos metálicos y
maquinaria y equipo. También se profundizaron la heterogeneización y desarticulación
sectoriales, provocando merma de capacidades, cierre de firmas, la paralización de los
procesos de inversión y modernización y la generalización de conductas defensivas. Además,
61
se generaron las condiciones para una nueva onda de adquisiciones de empresas nacionales
por inversores extranjeros (acumulación por desposesión, en términos de David Harvey),
consolidándose el predominio de capitales externos en gran parte de las ramas industriales
(Fernández Bugna y Porta, 2008).
En síntesis, la apertura de la economía contribuyó abiertamente a plasmar “una nueva
fase de destrucción del tejido industrial y de reestructuración regresiva del sector –con sus
consiguientes implicancias (directas e indirectas) en términos de redistribución e inequidad
del ingreso–” (Azpiazu, 1994: 186).
Por otro lado, la estructura de precios relativos durante la década de 1990, acusó una
marcada asimetría que perjudicó a la industria frente a los servicios –especialmente los
públicos privatizados–, desalentando la inversión industrial.
De este modo, una de las principales anomalías en materia de precios la constituyó la
evolución dispar entre los bienes y servicios transables con el exterior y los transables
protegidos natural o normativamente de la competencia externa, por un lado, y los transables
(entre los que se encuentran la mayoría de los productos industriales) por la otra; debido a la
cual, los precios industriales se erosionaron respecto de los servicios35. Mientras los precios
de cuantiosos servicios ascendían velozmente (particularmente los públicos privatizados), un
conjunto muy importante de los bienes industriales registraron muy leves aumentos o
disminuciones de sus precios, debido al efecto “disciplinador” generado por la apertura de la
economía (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).
Esta reestructuración de la organización de precios y ganancias desestímulo la
formación de capital en el ámbito industrial, reduciendo el potencial de crecimiento del
sector; forjó un importante aumento en los costos empresarios, especialmente los de las
pymes y, como consecuencia, un deterioro significativo del tipo de cambio real y de la
competitividad externa de un importante conjunto de actividades manufactureras, en especial,
las que no se basan en la explotación de recursos naturales.
Del mismo modo, la desindustrialización de los años noventa guarda estrecha relación
(como la otra cara de la misma moneda) con la valorización financiera “como uno de los ejes
centrales en torno de los que se estructura el proceso de acumulación y reproducción del
capital de las grandes firmas oligopólicas que actúan en la producción fabril” (Azpiazu,
Basualdo y Schorr, 2001: 11), que consolidó una de las principales tendencias que se
impusieron a partir de la interrupción del modelo de sustitución de importaciones y se
manifestó notablemente en la evolución de la fuga de capitales al exterior.
35 Entre 1991 y 1998, el cociente entre los precios industriales y los de los servicios descendió más de 33%
62
Por lo tanto, puede afirmarse que en Argentina durante los años noventa, se produjo un
proceso de desindustrialización por destrucción de sectores, firmas y puestos de trabajo que
contrasta con el retroceso del sector industrial en los países centrales que se dio en un
contexto de aumentos de productividad, especialización en los sectores de mayor dinamismo
y exportación de los segmentos maduros de la actividad industrial.
2.2.2. La (re)industrialización durante la posconvertibilidad
El final de la convertibilidad durante fines de 2001 y 2002, constituyó el “quiebre
histórico en la hegemonía de la valorización financiera en detrimento de las actividades
productivas” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18). La reforma cambiaria emergente provocó una
crisis de tal profundidad
que “demandó un trienio de crecimiento elevado, sostenido e
ininterrumpido (2003-2005), para recién entonces alcanzarse los niveles de actividad de 1998,
previo al inicio de la etapa recesiva más prolongada y aguda de la historia argentina
contemporánea” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18).
La estructura de incentivos subyacente en los nuevos precios relativos de la economía
como consecuencia de la devaluación –que implicó el fin de la convertibilidad– en 2002, se
reorientó hacia la producción de bienes transables sustentados en procesos trabajo-intensivos,
mientras que continuaba favoreciendo las actividades basadas sobre ventajas naturales. En un
contexto de una demanda interna muy deprimida, los sectores que lograron aumentar sus
exportaciones o los que iniciaron una sustitución de importaciones, incrementando su
participación en el mercado interno, fueron los que lideraron primitivamente la reactivación
productiva a partir del segundo trimestre de dicho año (Fernández Bugna y Porta, 2008).
Considerada globalmente, la trama industrial emergente está compuesta, básicamente,
por un importante grupo de actividades que basan su producción en el aprovechamiento de
fuertes ventajas comparativas de tipo estático –dentro de las que sobresalen las industrias
alimenticias–, por otras históricamente beneficiadas por políticas industriales específicas –la
industria automotriz, por excelencia– y por un conjunto heterogéneo de empresas
sobrevivientes a las condiciones de racionalización económica impuestas por la apertura
comercial del shock neoliberal y, posteriormente, a la recesión del régimen de convertibilidad,
por medio de la implementación de estrategias claramente defensivas, enfocadas en la
reducción de costos fijos [como por ejemplo, basadas en localizaciones más eficientes,
reducciones impositivas, modernizaciones fabriles y aprovechamiento de ventajas asociadas
al nuevo paradigma industrial, como la descentralización productiva] y salariales. Las nuevas
63
condiciones generadas por los precios relativos, han propiciado reacciones positivas en dichas
empresas, sustentadas en la utilización de capacidad instalada ociosa. En este contexto, el
crecimiento de la mayoría de las ramas industriales, es una característica notable de la actual
fase expansiva (Fernández Bugna y Porta, 2008).
De este modo, aunque la recuperación de la actividad de la gran mayoría de las ramas
industriales implica una notable mejora para los sectores medios y bajos de la sociedad, con
respecto a la fase descendente de la convertibilidad –y por supuesto a su crisis–,
especialmente en relación con el nivel del empleo y los salarios, el nuevo régimen que la
sustituyó no fue acompañado por un cambio estructural, ya que significó la continuidad de
numerosos aspectos fundamentales del régimen convertible (Fernández Bugna y Porta, 2008).
Es así, que la posconvertibilidad está caracterizada por la presencia de ciertos niveles
de regresividad y heterogeneidad con que está afectando a las diversas clases sociales, sus
fracciones y los sectores de la economía. Es sufrida principalmente por la clase trabajadora,
ya que es un modelo basado en altos índices de productividad y bajos salarios, mientras que
continúa siendo muy auspiciosa para los distintos segmentos del capital (y en gran medida
para los más altos).
La política económica se concentró en la recomposición de la oferta, en el logro de
estabilidad macroeconómica (superávit fiscal, acumulación de reservas y restauración de la
liquidez bancaria), en el mantenimiento de un tipo de cambio real alto –diferenciado a favor
de los sectores menos competitivos– y en estimular el crecimiento de la demanda agregada,
vía subsidios y recuperación de los salarios.
En la esfera del capital se produjo la aceleración de las tendencias a la concentración
económica, la centralización del capital y la extranjerización de la industria nacional, lo que
generó el afianzamiento y la articulación del proceso de oligopolización anterior y la
reducción del empresariado industrial nacional. Por otro lado, en el ámbito del trabajo, se
produjo la disminución del desempleo y la regresividad salarial industrial, en un contexto de
aumento del empleo en negro, altas y crecientes tasas de explotación y la consolidación de la
consideración del salario como costo empresario, que se ubicó por debajo de la línea de la
pobreza.
Del mismo modo que durante la convertibilidad, la profundización de la concentración
económica les permitió a las empresas oligopólicas, gracias a su gran potencialidad
exportadora, desligarse del volumen de la demanda ejercida por el mercado interno,
despreocupándose del nivel de los salarios.
64
Sin embargo, la devaluación de la moneda posibilitó la consistente recuperación de la
economía en su conjunto y, particularmente, la de los sectores productivos. La industria
evidenció un importante crecimiento a partir del aumento de las exportaciones fabriles –
gracias a profundos cambios en la estructura de los precios de la economía– y una nueva (y
acotada) sustitución de importaciones. Es así que, entre 2002 y 2007, las tasas de crecimiento
anual del producto y de la industria fueron 8,8% y 10,3%, respectivamente, alcanzándose
recién en 2005 los niveles de actividad de 199836, “inicio de la etapa recesiva más prolongada
y aguda de la historia argentina contemporánea” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18). Sin embargo,
al interior del conjunto de los sectores productivos, la industria, que lideró el proceso de
recuperación económica a partir del año 2002, desde 2005 ha estado perdiendo terreno frente
al sector agropecuario, la minería y la actividad petrolera. Es así que, la tasa de crecimiento
industrial ha sido superada por la del conjunto de la economía, abandonando así el sector
industrial, el papel de promotor de la recuperación económica hasta ese momento detentado.
De esta manera, el sector manufacturero, entre 2002 y 2006, acumuló un crecimiento del
32,8%, aumentando su participación en el PBI del 16,3% en 2002 al 17,9% en 2005. Además,
su participación relativa al crecimiento del producto ha sido decididamente más alta que en el
período de crecimiento de la convertibilidad (Fernández Bugna y Porta, 2008).
Esta recuperación se basó en una muy pobre y endeble política industrial, sustentada
casi exclusivamente en un tipo de cambio real competitivo y estable, y una macroeconomía
sana como resultado del crecimiento del PBI y los superávits fiscal y de la balanza comercial,
en ausencia de una estrategia orgánica de desarrollo industrial. En cuanto a medidas más
específicas, continuó la administración de los regímenes en funcionamiento y una asignación
de recursos para promoción de inversiones por medio de incentivos fiscales, que benefició
principalmente a un reducido grupo de grandes empresas y emprendimientos con un perfil
exportador (Fernández Bugna y Porta, 2008).
El perfil productivo-exportador se asentó en la producción industrial de un conjunto
pequeño de grandes empresas, a partir de la reconfiguración de los precios relativos internos.
Estuvo sustentado en el aprovechamiento de ventajas comparativas a partir del procesamiento
de recursos naturales básicos y la producción de commodities industriales;
la creciente
utilización de la capacidad industrial instalada; la reactivación de la demanda interna, a partir
del nuevo tipo de cambio; y de las excelentes condiciones para la exportación, debido al
aumento inusitado de los precios internacionales (a pesar del carácter de commodities de los
36 En 2006 la industria manufacturera había superado en casi el 11% el nivel máximo del período convertible
alcanzado en 1998 (Bugna y Porta, 2008).
65
bienes exportados). Por lo tanto, el crecimiento industrial quedó circunscripto a un conjunto
muy reducido de ramas que adquirieron dinamismo durante el auge de las políticas
neoliberales: la agroindustria, la “armaduría automotriz”, la refinación de petróleo, la
elaboración de productos y sustancias químicas, y las manufacturas de metales comunes.
Como consecuencia, la gran industria se apropió de márgenes de rentabilidad relativamente
altos, quedando el resto de la industria exceptuado de ellos (Azpiazu y Schorr, 2008).
Además, dichos márgenes se engrosaron gracias a la depreciación salarial (en dólares), la
creciente productividad apropiada y el aporte redundante de recursos estatales e incentivos
tributarios concentrados en ella (Azpiazu, 2008).
La reactivación de la economía y la actividad industrial estuvo sustentada en el
aumento del nivel de inversión, “superando en el tercer trimestre de 2006 el máximo
registrado a principios de 1998 [el valor máximo alcanzado durante el régimen convertible],
con un dinamismo mayor al observado en otros períodos de recuperación poscrisis de los
últimos veinticinco años y financiada, también a diferencia de etapas anteriores, básicamente
con ahorro interno” (Fernández Bugna y Porta, 2008: 32). En este sentido, es necesario
destacar en relación con los flujos de IED industrial, ésta ha sido algo menor (4 mil millones
de dólares) que la media anual de los años 90.
Si bien hasta el año 2004, el crecimiento industrial estuvo basado en la utilización
intensiva de capacidad ociosa, a partir de ese momento se constatan incrementos en la
capacidad productiva, mientras que el promedio del uso de la capacidad instalada se ha
mantenido relativamente estable y han continuado los intensos aumentos de la producción. No
obstante, en 2006 ya existen varias ramas industriales a punto de saturación de la mencionada
capacidad ociosa, agravada por el creciente envejecimiento del parque instalado, fenómeno
que cobra gran dinamismo a partir de 1998, sufre un empeoramiento en 2000 por convertirse
en un proceso de desinversión neta, produciéndose un aumento de la edad promedio del
parque industrial instalado, hasta 2003 (Fernández Bugna y Porta, 2008).
En comparación con la década de los años ’90, si bien hacia 2005 el sector industrial
presenta una tasa de crecimiento de los montos de inversión y proyectos relevados mayor al
del resto de las actividades, la proporción relativa no es significativamente mayor. Además, se
incrementó la participación de las actividades extractivas y se redujo la de infraestructura e
industria, encabezando el grupo de receptores de inversiones, los sectores de petróleo y gas,
comunicaciones y construcciones (Fernández Bugna y Porta, 2008).
En lo que respecta estrictamente a la industria manufacturera, el patrón de inversiones
a permanecido relativamente constante, desde el inicio del régimen convertible. Las ramas de
66
alimentos y bebidas, automotriz y autopartes, derivados de petróleo y gas y productos
químicos, continúan concentrando el 70 %, aproximadamente, del total de dichas inversiones.
La persistencia de esta distribución de las inversiones, se debe a que el aparato productivo
nacional se ha especializado en la elaboración de commodities y productos derivados de
recursos naturales. En este sentido, las inversiones se dirigen a incrementar la oferta
exportable, reproduciéndose así el aparato productivo existente. De este modo, la ausencia de
políticas que establezcan incentivos dirigidos al desarrollo de otras actividades, el destino de
las inversiones se encuentra restringido por la estructura productiva existente (Fernández
Bugna y Porta, 2008).
En consecuencia, el régimen posconvertible basado en un fuerte crecimiento industrial
y de las exportaciones industriales, pero con una tendencia creciente de las importaciones
(que no implican inversiones en nuevas actividades, que sustituyan importaciones), en el
contexto del alto grado de apertura comercial heredado de los años noventa, pone en duda la
sustentabilidad de una recuperación estructural, ante la posibilidad futura de incurrir en
comportamientos del tipo stop and go, debido a la restricción externa por saldo comercial
negativo con el exterior.
En definitiva, la posconvertibilidad trae aparejada un proceso de reindustrialización
con reducción del desempleo, basado en “una estructura fabril desarticulada, muy sesgada
hacia las primeras etapas de la transformación manufacturera y con ostensibles
heterogeneidades estructurales en los niveles intra e interindustriales, y una fuerte
redistribución de ingresos en detrimento de los trabajadores y a favor de las fracciones más
concentradas y transnacionalizadas del capital” (Azpiazu y Schorr, 2008: 20).
Habiendo planteado el panorama económico nacional en el período 1991-2007 y,
anteriormente, las transformaciones metropolitanas en el marco del capitalismo flexible, están
dadas las condiciones para emprender el análisis de las mutaciones territoriales e industriales
a escala de la RMBA.
67
Capítulo 4. Las mutaciones territoriales e industriales en la Región Metropolitana de
Buenos Aires (1990-2007)
4.1. La reestructuración industrial metropolitana en el contexto del capitalismo flexible
La crisis del sistema productivo que irrumpió a nivel global, a mediados de la década
de los setenta, desencadenó el surgimiento de procesos de reestructuración industrial que
posibilitaron la continuación de la acumulación de capital. Estas transformaciones alteraron la
lógica espacial de las actividades industriales propiciando intensos procesos de periferización
de la industria a distintas escalas. El surgimiento de los nuevos países industriales del Tercer
Mundo, el traslado de capacidad desde antiguas regiones industriales a otras emergentes, o la
paulatina industrialización de numerosos espacios suburbanos, periurbanos y rurales, frente a
la disminución de empleos productivos en numerosas grandes ciudades, constituyen los
síntomas del inicio de una ruptura con el modelo de acumulación espacial vigente hasta
entonces (Méndez y Caravaca, 1996).
En este sentido, y en relación con la ya mencionada importancia que adquiere el lugar
durante la fase flexible del capitalismo, cuánto más unificado está el espacio, más importancia
asumen las cualidades de las fragmentaciones para la identidad y la acción social, lo que pone
en evidencia el rol cambiante de la espacialidad en la sociedad contemporánea. Este tipo de
reacción acentúa mucho más la identificación del lugar, la construcción y señalización de sus
cualidades únicas en un mundo crecientemente homogéneo pero fragmentado (Harvey 1990).
Por lo tanto, si los capitalistas se muestran cada vez más sensibles a las cualidades
espacialmente diferenciadas que componen la geografía mundial, es posible que los espacios
se modifiquen a fin de que resulten más atrayentes para el capital de gran movilidad. En
medio de las crecientes abstracciones del espacio, deben acentuarse las cualidades del lugar.
La producción activa de lugares con cualidades especiales constituye un objetivo importante
en la competencia espacial entre zonas, ciudades, regiones y naciones. Y es en este contexto
donde se puede concebir mejor el esfuerzo destinado a que las ciudades forjen una imagen
distintiva y creen una atmósfera del lugar y la tradición, que actuará como un señuelo tanto
para el capital como para la gente rica e influyente (Harvey, 1990). En definitiva, “¿Acaso
este lugar no es mejor que aquel lugar, no sólo para las operaciones del capital sino también
para habitar, consumir bien y sentirse seguro en un mundo en transformación? La
construcción de este tipo de lugares, la adaptación de alguna imagen estética, localizada,
68
permiten construir cierta variante limitada y limitativa de identidad en medio de un collage
de espacialidades en vías de implosión” (Harvey, 1990: 336).
En el ámbito de las grandes aglomeraciones urbanas, la decadencia industrial
evidenciada en los núcleos centrales colaboró a potenciar procesos difusores de esta actividad,
iniciados en etapas anteriores, hacia las coronas periféricas. Esta tendencia a la periferización
de las actividades industriales urbanas que es generada principalmente por las deseconomías
asociadas a la congestión y los problemas de carácter urbanístico, se acentuó a partir del
agotamiento del modelo keynesiano-fordista y la irrupción del modelo de acumulación
flexible. La consecuencia de este proceso fue el progresivo abandono de espacios donde la
rápida revalorización del suelo favoreció su sustitución por usos alternativos, que resultó
funcional a la necesidad de cierre o traslado –como estrategia de saneamiento económico,
reorganización del personal, y modernización y redimensionamiento de las instalaciones– que
muchas empresas sufrieron a causa de los procesos de crisis y reestructuración
experimentados. Este trasvasamiento fue posibilitado por una abundante oferta de suelo más
barato, regulaciones urbanas más flexibles, el desarrollo de sistemas de transporte y
comunicaciones, la creciente importancia que adquirió la descentralización productiva37, que
conjuntamente
determinaron
una
creciente
industrialización
en
áreas
suburbanas.
Consecuentemente, se fueron incorporando nuevos núcleos al entramado industrial,
organizados principalmente por las redes de autopistas38 que los interconectan, mientras
quedaron rezagados los lugares mal comunicados, con escasa oferta de suelo u otras
restricciones que desalientan las inversiones.
En consecuencia, los procesos de difusión y descentralización productiva se
confunden y superponen a menudo, para promover relocalizaciones que, en algunos casos,
consisten en el desplazamiento completo de la empresa, con cierre de sus antiguas
instalaciones, y en otros, permanecen en los centros urbanos sus funciones directivas o ciertas
tareas de mayor importancia, mientras se trasladan la fabricación en serie o el ensamblado de
sus componentes (Méndez y Caravaca, 1996).
En este sentido, la lógica de la relocalización industrial incluye un proceso de
recalificación productiva y ocupacional de las áreas urbano-metropolitanas que se
37 La descentralización productiva consiste en la segmentación de procesos industriales en fases más acotadas,
que se realizan en establecimientos fabriles distintos y separados (de una o varias empresas), revalorizando el
atractivo de los espacios rurales y periurbanos como la localización idónea para ciertas actividades (Méndez y
Caravaca, 1993).
38 Ya los pensadores de la Ilustración habían descubierto que cualquier modificación en las relaciones espaciales
forjadas por las inversiones en transportes y comunicaciones afectaba la rentabilidad de la actividad económica
de una manera desigual (Harvey, 1990).
69
complementa con la salida de las industrias que no resisten los mayores costos y controles de
estos espacios. Mientras permanecen en las ciudades los sectores de demanda fuerte, las
empresas innovadoras, las sedes sociales de empresas industriales, los servicios a la
producción, los centros de I+D y formación y las funciones internacionales. Simultáneamente,
la desconcentración industrial abarca a: sectores maduros de escaso dinamismo actual, alta
ocupación de mano de obra o utilización del suelo en forma intensiva funciones; las funciones
de fabricación en serie y almacenamiento; pequeñas empresas poco capitalizadas y con
incertidumbres respecto a su futuro; tareas estandarizadas que añaden poco valor al producto
y exigen escasa capacitación laboral; y, finalmente, diversas formas de precariedad, tanto en
las relaciones interempresariales (subcontratación, economía informal) como laboral
(contratación temporal, a tiempo parcial, etc.).
El alto nivel de dependencia en relación a las ciudades, justifica que estos procesos
difusores adquieran gran importancia en zonas dotadas de elevada accesibilidad, teniendo
prioridad el periurbano y los núcleos situados próximos a ejes de circulación rápida. La
existencia de suelo urbanizado barato, de subvenciones o exenciones fiscales, la ausencia,
escasez o laxitud de controles urbanísticos ambientales y especialmente el costo diferencial
del trabajo se constituyen factores clave de discriminación espacial. La reducción de las
demandas salariales pueden estar basadas en: los menores costos de reproducción social
presentes a menudo en las áreas rurales, la frecuente pluriactividad en el seno del grupo
familiar, o la escasa tradición organizativa y reivindicativa. Estas razones posibilitan la
existencia de trabajo peor pagado, más inestable y precarizado (Méndez y Caravaca, 1996).
En relación con los nuevos destinos de las empresas, y aunque muchas se localizan
junto a las autopistas y rutas, parece haber una tendencia a hacerlo en polígonos y parques
industriales. No obstante los desajustes surgidos entre una demanda empresarial en rápida
transformación, que requiere diversos tipos de edificios y plantas, mejores infraestructuras y
servicios y una mayor calidad ambiental, y una oferta poco elástica, dada la lentitud que
caracteriza la preparación y legalización de este tipo de suelo, está creciendo la oferta de los
parques industriales y empresariales, contemplando estos últimos la progresiva integración
bienes/servicios y la creciente radicación de oficinas, caracterizados por espacios abiertos con
baja densidad edificatoria, zonas verdes y una mayor calidad paisajística y rotacional (Méndez
y Caravaca, 1996).
Por lo tanto, junto a la ya señalada periferización industrial, se está produciendo
también otra de oficinas y por ser éstas actividades necesitadas de accesibilidad y status, los
parques antes mencionados donde se localizan las oficinas, se ubican en los sectores
70
suburbanos más apreciados, próximos a zonas residenciales de alto nivel y bien comunicadas.
(Méndez y Caravaca, 1996).
Además, intentando potenciar la producción y el consumo de nuevas tecnologías como
medida trascendental para reactivar el sistema industrial, se está promoviendo el surgimiento
de parques tecnológicos, en el intento de lograr el asentamiento de industrias ligadas a la alta
tecnología, centros de investigación, diseño e innovación, y firmas proveedoras de servicios
integrados que posibiliten una efectiva sinergia del sistema ciencia-tecnología-industria. Con
el objeto de atraer ese tipo de establecimientos, del mismo modo y aún más que en los casos
anteriores, los parques tecnológicos suelen contar con una urbanización de alta calidad, baja
densidad de edificación y amplios espacios verdes, con el fin de obtener un entorno
paisajístico grato, al mismo tiempo que ofrecen una amplia dotación de infraestructuras, junto
al rápido acceso a los centros urbanos y al aeropuerto. Con frecuencia cuentan con
incubadoras de empresas, con el objeto de facilitar la creación, el establecimiento y los
primeros años de desarrollo de nuevas firmas innovadoras, escasamente capitalizadas pero
con elevado potencial de crecimiento (Méndez y Caravaca, 1996).
La conjunción de estos fenómenos determinó la ampliación del espacio productivo
urbano-metropolitano, anexando una nueva corona periférica, dividida entre los sectores
menos accesibles, con actividades económicas de pequeña escala y escaso valor añadido, y las
áreas suburbanas asiento de nuevas centralidades, donde se localiza la nueva industria con
más alto componente tecnológico, que exige un espacio de calidad, con buenas
infraestructuras y un entorno ambiental grato (Méndez y Caravaca, 1996). “Puede afirmarse,
por tanto, que el proceso de reestructuración industrial impulsó una creciente especialización
y jerarquización de las áreas fabriles en el interior de los espacios metropolitanos al tiempo
que los procesos difusores de la industria, coincidentes a grandes rasgos con los cambios
demográficos ocurridos en estos ámbitos, favorecieron su expansión territorial” (Méndez y
Caravaca: 267, 1996).
4.2. La reestructuración en la RMBA
Como consecuencia de la creciente especialización territorial surgida a escala
metropolitana, la actividad industrial tiende a localizarse en espacios específicos, con el fin de
disminuir los conflictos con los restantes usos del suelo.
Simultáneamente, la modificación de la estructura económica urbana y la
reorganización territorial de las actividades productivas se vinculan con procesos económico-
71
territoriales de escala regional y global, los cuales, a su vez, contribuyen al fortalecimiento del
papel de las regiones metropolitanas que funcionan como un nexo sustancial en la articulación
de mercados internacionales de bienes y servicios.
El nuevo impulso que éstas han adquirido en la Argentina –y la RMBA en particular–
se relaciona con su espacio adaptado a las nuevas condiciones económicas, introducidas a
partir del proceso de globalización y especialmente desde la conformación del Mercado
Común del Sur (MERCOSUR). Este ímpetu tuvo un importante sustento en el papel que
desempeñaron las inversiones extranjeras dirigidas predominantemente a la RMBA,
especialmente en la década de 199039. Esto, condicionó a su vez, la participación de la
economía argentina en la división regional-internacional del trabajo, favorecida por el proceso
de integración. Cabe aclarar, de todas maneras, que a partir de la crisis de 2001-2002, el fin de
la convertibilidad y la consecuente devaluación de la moneda, las inversiones locales
adquirieron un progresivo protagonismo.
Estas tendencias confirman que el Estado argentino abandonó durante el auge del
neoliberalismo, el papel activo y promotor del desarrollo industrial que desempeñaba en el
período más dinámico del proceso de industrialización por sustitución de importaciones,
adquiriendo el rol de responsable de la creación de las condiciones económicas que la nueva
fase capitalista requiere.
De este modo, en la RMBA, el “Corredor del MERCOSUR” (rutas nacionales 8 y 9 y
provinciales 6, 25, 26 y 28) que articula el eje norte, ha resultado un lugar privilegiado para la
atracción de las inversiones destinadas a la industria. Esto se debe, entre otras razones, a que
este espacio metropolitano, configurado a través del Acceso Norte (tanto en su eje troncal a
Campana como en sus ramales a Tigre y a Pilar), posee el mejor acondicionamiento en
infraestructura de circulación en la escala intra e intermetropolitana y al constituirse en la ruta
del MERCOSUR, por su posición estratégica, se presenta con las mejores posibilidades de
articulación productiva con espacios externos (Briano Fritzsche y Vio, 2003).
Así, en el contexto de la reestructuración económica y territorial, se han producido
cambios en las pautas de localización industrial en la RMBA. Estos cambios se verifican a
partir de un masivo abandono de infraestructuras y equipamientos industriales en áreas
39 Durante la década de 1990, la IED ha descendido en los países centrales y ha crecido sostenidamente en los
países periféricos, a diferencia de lo que ocurrió en el transcurso de la década anterior, aunque es necesario
aclarar que a pesar de esa afirmación, la IED que se dirige a los países centrales es notablemente mayor que la
dirigida a los países en desarrollo, en términos absolutos. Los líderes entre los receptores han sido algunos de los
países del sudeste asiático. México y Argentina, entre los países latinoamericanos, han recibido un volumen
significativo de dicha inversión (Chudnovsky y otros, 1995).
72
manufactureras tradicionales y, simultáneamente, una consolidación de nuevos espacios
industriales en la periferia de la RMBA, particularmente en algunos partidos del norte
(Ciccolella, 1998; Fritzsche y Vio, 2002).
A su vez, estos cambios se relacionan con
transformaciones urbanas más amplias: nuevas formas de organización del espacio
residencial; difusión de grandes equipamientos de consumo, entretenimiento, turismo y
espectáculo, y el rediseño de la red de transporte metropolitano (Blanco, 1996, 2000; Federico
Sabaté, 2002; Prévôt-Schapira, 2003; Torres, 2001).
Estos procesos sufrieron una desaceleración a partir de la recesión que comenzó en
1998 y se interrumpieron con la crisis de 2001-2002. De todas maneras, a partir del fin de la
convertibilidad y la salida de dicha crisis se verifica un nuevo impulso en estas tendencias,
pero en un contexto económico caracterizado por la recuperación de la actividad industrial,
propiciado por el nuevo tipo de cambio y sustentado principalmente en el aprovechamiento de
la capacidad instalada (Azpiazu y Schorr, 2008), así como por el auge de la industria de la
construcción, la del turismo, los servicios vinculados a las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, entre otros.
Los actores sociales que están protagonizando estas transformaciones urbanas son: el
Estado, creando, como ya se dijo, las condiciones adecuadas para el arribo y el óptimo
desempeño del capital en el territorio; los propietarios de la tierra, orientados hacia la
obtención de renta y la especulación inmobiliaria;
los capitales financiero e industrial,
encauzados hacia sus respectivos negocios (especulativo y productivo) y los desarrolladores
inmobiliarios, tanto residenciales como industriales, materializando las transformaciones
aludidas. Dichos actores tienen la capacidad de producir cambios de tendencia en el desarrollo
de la urbanización con un grado de eficiencia, rapidez y profundidad desconocido hasta
comienzos de la década pasada en la RMBA. De todas maneras, cabe aclarar que son los
agentes del sector privado (capital inmobiliario, financiero e industrial, y desarrolladores) los
que marcan la pauta de la urbanización en la región también bajo formas diferentes40, ya sea
completando el tejido con el desarrollo de los intersticios de la trama vacantes; o extendiendo
la ciudad en su borde, desarrollando el periurbano41; o bien generando enclaves de nueva
40 “En Buenos Aires (...), en cuanto a la planificación, florecieron las iniciativas privadas de remodelación de la
ciudad, con visiones puntuales y sesgadas hacia proyectos específicos, mientras la acción estatal se movía al
compás de estas iniciativas o de manera reactiva frente a ellas. (…) Estos actores privados, protagonistas de
algunas de las transformaciones más notorias en la ciudad, conforman un conjunto que incluye a actores
globales, a actores regionales y a representantes del capital local más concentrado, en complejas relaciones de
competencia, subordinación o alianzas” (Blanco, 2000: 1).
41 “El periurbano constituye un ‘territorio de borde’ sometido a procesos económicos relacionados con la
valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la
ciudad” (Barsky, 2005).
73
centralidad urbana, como lo ilustra su acción en el partido de Pilar (Briano y Fritzsche,
2007b).
Este partido, que forma parte de este territorio de borde en la tercera corona
metropolitana, constituye un caso paradigmático de las transformaciones del periubano de
Buenos Aires. En este distrito las dinámicas ya caracterizadas se manifiestan con gran
intensidad (Barsky y Vio, 2007; Briano y Fritzsche, 2007b). Constituye una sede de las
múltiples transformaciones presentes en el resto de la RMBA, con su carácter contradictorio,
fragmentario y sujeto a los patrones dictados por el mercado globalizado.
En este sentido, la dualización económica urbana se presenta claramente en este
territorio: Pilar presenta un notable dinamismo desde hace cuatro décadas, tanto a nivel
industrial e inmobiliario (de la mano de la proliferación de emprendimientos privados), donde
coexisten espacios segregados y autosegregados que se presentan de un modo desordenado,
desarticulado y disfuncional; como en la construcción de infraestructuras de transportes y
comunicaciones (por iniciativa estatal, pero, en la mayoría de los casos, como fruto del lobby
empresarial) en el desempeño de su nuevo rol y con beneficios para los agentes privados; y de
la actividad hortícola, cuyos productores son arrendatarios y pertenecen, en su gran mayoría, a
la comunidad boliviana. Por otro lado, los indicadores socioeconómicos del Partido muestran
que en 2007 el 20,8 de los hogares presentaban necesidades básicas insatisfechas y se estima
que en los últimos quince años, unas 600 personas arribaron a Pilar cada mes –en promedio–,
empujadas por la difícil situación económica de sus lugares de origen, provenientes del primer
cordón metropolitano, otros puntos del país y países limítrofes, radicándose, la gran mayoría,
en asentamientos precarios sin infraestructura básica (Briano y Fritzsche, 2007b).
Así, se presentan en este territorio, una nueva centralidad urbana (km. 50 del Acceso
Norte, Ramal Pilar), el dinamismo industrial más importante de la RMBA (representado
fundamentalmente por el PIP, que aporta, aproximadamente, el 25% de la PEA del Partido,
además de otras áreas industriales y parques industriales recientes), emprendimientos
privados de expansión urbana (especialmente urbanizaciones cerradas), persistencia de
actividad productiva primaria (principalmente frutihortícola) y urbanizaciones populares
(Briano y Fritzsche, 2007b).
Particular relevancia presentan las transformaciones en la industria, cuyo desarrollo en el
partido se explica fundamentalmente por el desempeño del PIP, el cual constituye, desde esta
óptica, el primer exponente y emblema de un nuevo patrón industrial en la organización
territorial metropolitana, caracterizado por la acción del capital privado, en un contexto de
74
desregulación (re-regulación) y con la gestión pública dedicada a garantizar el desempeño
“óptimo” de aquél.
En este sentido, el capital industrial ha sido y es un actor fundamental y su interés en
la obtención de renta urbana fue decisivo en la aparición tanto de nuevos patrones de
localización como de nuevas formas de organización industrial. En consecuencia, el traslado
de firmas del centro hacia la periferia de la RMBA, les permitió asegurar la ganancia que
deviene de la dinámica del mercado inmobiliario, posibilitando que las áreas más alejadas de
la ciudad estén recibiendo un impulso industrial creciente, motivado principalmente por las
diferencias del precio de la tierra, menores controles urbanísticos y mejoras en las vías de
transporte42. A su vez, los desarrolladores inmobiliarios identificaron al capital industrial
como consumidor y generaron el producto “parque industrial” como uno más del mercado
inmobiliario. Este es el caso de algunos parques industriales que se están desarrollando en la
región desde la década de 1970 y con un impulso renovado en la de 1990 (Borello, 1998;
Briano, Fritzsche y Vio, 2003), cuyo ejemplo paradigmático es el del PIP (Briano, 2002).
Así, aunque los parques industriales surgen en parte como respuesta a ciertas
necesidades específicas de reorganización del espacio industrial, en el ámbito de la RMBA, su
desarrollo y consolidación se sustenta mayormente en una oferta conveniente de localización,
por exenciones impositivas y/o por cercanía a las vías de circulación rápida, y no
necesariamente debido a una oferta basada en nuevas formas organizativas de la producción.
Esto se observa, por ejemplo, en la escasa relación que presentan las firmas entre sí en los
parques, en la casi nula articulación con los actores locales y en la presencia de ramas de
actividad que no obedecen a un intento planificado de estimular eslabonamientos productivos.
A partir de esto, puede afirmarse que la presencia de parques industriales en la RMBA no
puede adjudicarse a una fuerte demanda de “nuevos espacios industriales”. Es más, parecen
expresar la intensa competencia intrametropolitana en la atracción de inversiones industriales.
Esto se pone de manifiesto en la gran diversidad de iniciativas municipales y privadas
fragmentadas que, si bien se enmarcan en normas provinciales, no responden a una política
industrial articulada en una escala mayor (provincial o nacional), es decir, en función de una
planificación estratégica (Briano Fritzsche y Vio, 2003). Si la presencia de parques
industriales se presenta como única estrategia de desarrollo industrial, su repetición profusa
42 De todas maneras, en el caso de las empresas multiplanta, la “periferización” tiende a afectar a los segmentos
productivos, permaneciendo en las áreas centrales las sedes sociales de las mismas y en algunos casos las tareas
anteriores y posteriores a la fabricación (gestión y planificación, investigación y desarrollo, diseño, ingeniería,
control de calidad, comercialización, servicios postventa) más necesitadas de centralidad, lo que permitiría la
obtención de beneficios de las específicas ventajas que ofrecen distintas localizaciones (Méndez y Caravaca,
1993).
75
en la RMBA y sin distinción de funciones entre ellos, fomentaría la competencia entre
municipios por un mismo mercado de firmas. Esto sumaría cero –o hasta restaría– si de lo que
se trata es de aumentar la competitividad sistémica de toda la región.
En consecuencia, resulta necesario pensar en otras políticas de desarrollo industrial
que no partan sólo del planeamiento físico del territorio como la única posibilidad de atraer
inversiones al ámbito local. Este tipo de estrategia para la promoción de la industria no
asegura la atracción de más actividades productivas y menos aún la generación de más
puestos de trabajo, con el agravante de que en la medida en que este mecanismo se repita en
toda la extensión de la región, el costo de oportunidad que implique esta clase de alternativas
será altísimo para municipios que cuenten con pocos recursos, en particular teniendo en
cuenta la merma en los ingresos fiscales que deviene de las exenciones impositivas destinadas
a la promoción de la actividad.
Por último, es necesario que la planificación territorial de la actividad industrial deba
estar estrechamente vinculada con la planificación de la organización industrial. Esto puede
lograrse con la intervención de los actores interesados en el desarrollo industrial y territorial –
tanto en la escala local, como regional y otras más amplias–: el Estado en sus diferentes
niveles, los empresarios industriales, los sindicatos, las universidades y centros tecnológicos,
las cámaras empresariales, y otras asociaciones locales, coordinando acciones que tomen en
cuenta el lugar de referencia mayor que es la región y evitando la repetición de la oferta
destinada a la localización de las actividades productivas. En este sentido, el parque industrial
tiene que servir para la planificación territorial de la industria, compatibilizándola con otras
actividades y usos del suelo urbanos.
4.3. El parque industrial y la reestructuración territorial de la industria
En Argentina, los primeros proyectos de parques industriales datan de las décadas de
los ‘50 y ‘60, aunque en la mayoría de los casos sufrieron atrasos de años y hasta décadas en
su puesta en marcha. En 1980 se produjo una gran expansión, ya que se pusieron en
funcionamiento una serie de parques industriales, se poblaron algunos que durante años
estuvieron inactivos, como los de La Rioja y San Juan, y surgieron nuevos proyectos de
76
parques y otras aglomeraciones industriales, muchos de ellos estimulados por políticas de
promoción industrial regional y sectorial. Como consecuencia de esta expansión, a mediados
de la década de 1990, existían alrededor de 150 aglomeraciones industriales planificadas,
localizadas principalmente en provincias con trayectorias industriales breves: San Luis, La
Rioja, Tierra del Fuego, Chubut y Entre Ríos. Sin embargo, gran parte de las aglomeraciones
industriales planificadas presentaba bajos niveles de ocupación. En este sentido, la oferta de
parques y zonas industriales a menudo ha superado a la demanda (Garay, 1995). De las 154
aglomeraciones existentes (hacia 1995), más del 80% no alcanzaba las 17 plantas. A su vez, la
mayoría de dichas aglomeraciones eran estatales y una gran proporción presentaba una
subutilización de la tierra. En general presentaban diversidad de establecimientos por tamaño,
por actividad o por el tipo de firma. En cuanto al tamaño, predominaban los establecimientos
medianos, mientras que las plantas pequeñas eran minoría. Esto último obedece a que la
mayor parte de las aglomeraciones se instalaron en provincias promocionadas, y ésta resultó
una política inadecuada para promover a las pequeñas industrias. Por último, cabe mencionar
que sólo dos PI presentaban especialización, en las provincias de Tierra del Fuego
(electrónica) y del Chubut (textil). En el resto existía una variedad de actividades,
predominando las de más fácil traslado como la textil y de confecciones, haciendo uso
intensivo de la mano de obra. (Garay, 1995).
La recuperación del protagonismo industrial de la RMBA, asociada en parte con el
declive de los regímenes de promoción antes mencionados, plantea una cierta relación con la
proliferación de los PI en la Región. Actualmente, encontramos los siguientes: CIPO
(Escobar), Pilar, La Plata, CIR-2 (Berazategui), Malvinas Argentinas (ex Zona Industrial
Tortuguitas), La Cantábrica (Morón), Zárate y Campana. Además, existen numerosos
proyectos de PI, entre los que podemos mencionar: Berisso –donde se encuentra un Polígono
Industrial y Polo Tecnológico de Servicios–, Avellaneda, Burzaco (Almirante Brown) –donde
existe un Sector Industrial Planificado–, Cañuelas, Esteban Echeverría, Ezeiza, Garín
(Escobar), Guernica (Presidente Perón), José C. Paz –en la ex planta de la curtiembre
Macusa–, La Tablada (La Matanza) –en la ex planta de la metalúrgica Acindar–, Lanús,
Hurlingham, Moreno, Quilmes y San Miguel.
En la década de 1990 continuó la proliferación de parques industriales, acercándose su
número a 200, según algunas estimaciones43. Simultáneamente, existe una tendencia a un
43 Por ejemplo, la que figura en el sitio web de la Secretaría de Industria, Comercio y de la Pequeña y Mediana
Empresa; Ministerio de Economía y Producción; República Argentina.
77
cierto aumento de la cantidad de plantas en los parques industriales, lo cual permite deducir
que está revitalizándose la demanda (La Nación, 2008).
En la RMBA, los parques industriales adquirieron auge en la década del noventa, a
partir de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, con el propósito –al menos
desde el discurso– de reorganizar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de
promover la atracción de actividades productivas en aquellas zonas menos industrializadas,
como un intento de lograr el desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se
78
Mapa Nº 1. Parques industriales en la RMBA
Fuente: Elaborado por el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica, ICO, UNGS, sobre información de la Dirección Provincial de Desarrollo y Parques Industriales.
Agradecemos la colaboración de Marina Miraglia, Ivana Sadañiowski y Laura Reboratti.
79
consolidan como un producto inmobiliario novedoso, que promete ganancias
significativas, ya que se aprovecha de un contexto en el que se cuestiona crecientemente
el impacto ambiental y socioeconómico que provoca la presencia de la actividad
industrial en zonas en las que predomina el uso residencial del suelo.
A pesar de lo que podría suponerse de acuerdo a lo ya expuesto, los parques
industriales no son un fenómeno reciente en el ámbito metropolitano. Los antecedentes
se remontan a 1969, con la inauguración del Centro Industrial Parque Oks, y a 1973,
con la creación del PIP; ambos emprendimientos privados desarrollados por la empresa
Lago Verde S.A., conducida desde su dirección por el Ingeniero Meyer Oks.
El contexto histórico en el que se fundaron estas aglomeraciones industriales
está inscripto en el período 1964 y 1974, durante el cual se verifica en la economía
argentina el intervalo más largo de toda su historia del crecimiento sostenido del
Producto Bruto Interno (PBI). Este período “se caracterizó por una puja distributiva
permanente entre los distintos sectores de la sociedad, alimentada también por factores
políticos y por abruptos cambios económicos” (Aronskind, 2003: 90). En lo que se
refiere al perfil de este desarrollo desde una perspectiva de largo plazo, la década 19641974 aparece como una etapa de franco éxito expansivo en el marco de la historia
económica local, particularmente en lo que atañe a la producción industrial (Katz y
Kosacoff, 1989), mientras que el año 1974 marca un punto culminante en la historia
reciente de la industria argentina, en el cual concluye un período de once años en el que
la producción manufacturera creció al ritmo más alto y sostenido de los últimos
cincuenta años (Lucangelli y Sourrouille, 1980).
El aumento constante del PBI a partir de 1964, se debió a un conjunto de
modificaciones en el comportamiento de algunas variables macroeconómicas: la
tendencia al aumento de la participación de los asalariados en el ingreso y,
principalmente, la reversión de la condición del sector externo como factor
condicionante para el desarrollo económico, al registrarse un aumento de las
exportaciones de productos industriales –en especial las manufacturas de origen
industrial– lográndose la diversificación de las exportaciones como forma de expandir
la disponibilidad de divisas destinadas a la compra de bienes intermedios y capital
demandados por el sector industrial44 (Basualdo, 2006). Esto fue logrado, en gran
44 “(...) a partir de 1966, las exportaciones de origen industrial crecieron a tasas notablemente superiores
a las de las ventas externas totales e incluso a las manufacturas de origen agropecuario, lo que trajo
aparejado un incremento igualmente relevante en la participación de las exportaciones de origen
industrial” (Basualdo, 2006: 64).
80
medida, gracias a la maduración de las inversiones extranjeras45 realizadas durante el
desarrollismo46, que consolidaron el proceso de desarrollo al impulsar un esquema
industrial integrado.
Según Basualdo, la política económica más relevante que se encaró hasta 1973
fue la aplicada desde comienzos de 1967 por la dictadura militar, con Krieger Vasena
como Ministro de Economía (Época en la que Lago Verde planificó, construyó y puso
en marcha sus dos parques industriales). “Fue el intento más enérgico que se realizó
para consolidar el predominio extranjero en la producción industrial y encauzar la
economía argentina en un proceso sustentable de crecimiento bajo su control pero
integrando también a la oligarquía diversificada como parte del proceso. El proyecto no
se dirigía únicamente a la política económica de corto plazo sino que también contenía
cambios estructurales orientados a reforzar la presencia extranjera mediante la
adquisición de empresas locales, lo que estableció una diferencia con la anterior
experiencia desarrollista, en la que el capital extranjero se consolidó mediante la
instalación de nuevos emprendimientos productivos” (Basualdo, 2006, pág. 58). Este
plan económico se diferenció de las políticas ortodoxas del FMI, aplicadas
anteriormente, “al deshechar la idea de que el exceso de demanda47 era el factor
exclusivo que desencadenaba la crisis económica. (…) La naturaleza del proceso parece
indicar que dicha política buscaba articular los intereses del capital extranjero industrial
con los de la oligarquía diversificada.” (Basualdo, 2006, pág. 58).
Sin embargo, una considerable inestabilidad institucional truncó diversos
proyectos que intentaban acelerar la marcha de la economía hacia el desarrollo. “A
pesar de las mejoras logradas en los niveles de ingresos y en la integración social, el
crecimiento económico parecía no producirse a la velocidad deseada, según los
parámetros de la época. La distribución de la riqueza creada era menos inequitativa que
en el entorno latinoamericano, pero no satisfacía las expectativa de sectores del
45 Entre 1958 y 1963 la inversión extranjera, cuyo 60% provino de Estados Unidos, se aproximó a los
500 millones de dólares, monto que representa el 23% de las inversiones radicadas en Argentina desde
1912.
46 “La concepción desarrollista del gobierno que asumió en 1958 se concretó mediante una serie de
medidas orientadas a facilitar el ingreso de capital extranjero para, de esa manera, lograr incrementos
sustanciales en la productividad y la producción que, supuestamente, asegurarían la autonomía del país
respecto de los factores externos que la bloqueaban” (Basualdo, 2006: 56-57).
47 “Sin duda, el supuesto exceso de demanda ignoraba que en la realidad había capacidad ociosa y que la
principal restricción se encontraba en la escuálida oferta de bienes exportables (agropecuarios). Tan o más
importante era que mediante la restricción de la demanda interna por la reducción del gasto estatal y los
salarios, se generaban tendencias recesivas con una marcada concentración del ingreso en manos de los
sectores oligopólicos industriales y la oligarquía agropecuaria” (Basualdo, 2006, pág. 56).
81
empresariado y de los trabajadores por razones contrapuestas” (Aroskind, 2003, págs.
65).
No obstante, más allá de aquellas dos experiencias de parques industriales, el
desarrollo de su oferta en la RMBA puede considerarse tardío en comparación con el
resto del territorio argentino48. En este sentido, el gran crecimiento que experimentó el
PIP a partir de la década de 1990 verifica que la industria sigue siendo motor de cambio
espacial bajo nuevas formas, como los procesos de crecimiento periférico, la
revalorización de áreas centrales y la formación de nuevos enclaves pericentrales de
actividad, favoreciendo un tipo de metropolización difusa o policéntrica (Méndez y
Caravaca, 1996; de Mattos, 1998).
4.3.1. Algunas reflexiones acerca de los parques industriales de la RMBA y su
relación con la organización industrial metropolitana
En primer lugar, en la RMBA, las características de algunos parques industriales
se relacionan con especificidades propias de los distintos ámbitos geográficos de la
región. Por ejemplo, el éxito del PIP –en términos de venta de lotes y radicación de
plantas– estaría vinculado con su localización estratégica en la ruta del MERCOSUR.
De este modo, los partidos del norte de la RMBA concentran gran parte de las
inversiones, lo que condiciona intensamente la viabilidad de este tipo de proyectos en
dichos partidos, generando una suerte de círculo virtuoso (Briano Fritzsche y Vio,
2003).
Segundo, aunque podría pensarse que el surgimiento de parques industriales en
el ámbito de la RMBA se produciría –al menos en parte– como respuesta a ciertas
necesidades específicas de reorganización del espacio industrial, su desarrollo y
consolidación se sustenta, como ya se mencionó, en una oferta favorable de
localización. La presencia de parques industriales en la RMBA no puede adjudicarse a
una fuerte demanda de “nuevos espacios industriales”.
En tercer lugar, en la RMBA, los parques industriales no se establecieron sólo en
la tercera corona durante la década de 1990, como podría haberse esperado, ya que
48 En efecto, los parques se desarrollaron, en un primer momento, en provincias promocionadas con poca
tradición industrial, debido a que el mercado de inmuebles industriales no podía responder a las
necesidades que se generaron en muy poco tiempo gracias a los regímenes de promoción industrial,
mientras que los parques en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza fueron marginales hasta la
última década (Borello, 1998).
82
hacia allí ha destinado mayoritariamente sus emprendimientos el capital privado (Pilar,
Zárate, Tigre, Escobar y La Plata, principalmente) sino que también han surgido en la
segunda corona (por ejemplo, Tortuguitas, en Malvinas Argentinas, La Cantábrica, en
Morón y CIR-2, en Berazategui). En este sentido, el surgimiento de parques industriales
en la tercera corona estaría asociado al avance del proceso de metropolización, mientras
que los que aparecen en la segunda están más vinculados a procesos de
refuncionalización y reestructuración del espacio urbano (Briano Fritzsche y Vio, 2003).
Por último, en algunos casos los parques industriales se encuentran a la cabeza
de la industrialización, atrayendo firmas e inversiones “extra-locales” y representando la
mayor proporción de plantas industriales locales (el PIP en relación al partido de Pilar)
(Blanco, 2000), mientras que en otros constituyen una estrategia para mantener la
actividad, principalmente, con un peso relativo variable en el conjunto de la industria
local (parques industriales La Plata y La Cantábrica) en relación a La Plata y Morón,
respectivamente, aunque mucho mayor en el segundo). Vinculado a lo anterior, la
estrategia del PIP estaría asociada, fundamentalmente, al negocio inmobiliario de lotes y
propiedades industriales, mientras que en los últimos dos mencionados existe un interés
por impulsar la actividad industrial, limitando (con muy distinto énfasis y éxito) la
especulación inmobiliaria. En efecto, mientras que en el caso de La Cantábrica existen
medidas concretas que desalientan dicha especulación, en el Parque Industrial La Plata
este propósito industrialista es meramente discursivo (Briano, Fritzsche y Vio, 2003).
4.3.2 Las influencias territoriales e industriales del PIP
En sintonía con la concepción de territorio adoptada en este trabajo,
considerándolo como “el resultado de un proceso surgido de las estrategias de los
actores y de fenómenos de aprendizajes colectivos” (Maillet, 1995: 42, en Méndez y
Caravaca, 1996), puede afirmarse que las condiciones territoriales actúan como factor
de impulso o freno al desarrollo industrial y, en ese sentido, pueden contribuir a
configurar un entorno empresarial competitivo (Méndez y Caravaca, 1996).
En este sentido, el PIP ha ejercido a través del tiempo un conjunto de influencias
tanto sobre el territorio como sobre su organización industrial. Con respecto a las
primeras pueden mencionarse: la construcción de la prolongación del ramal Pilar del
Acceso Norte desde la ciudad de Pilar hasta Fátima y la autovía El Petrel, desde el km
83
56 del ramal Pilar hasta el PIP49; el impulso de la modernización de los servicios de red
al Partido de Pilar, especialmente teléfonos y gas natural; el dinamismo inmobiliario
residencial en gran medida estimulado por la gran activación industrial (Clarín,
3/5/2005), y la puesta, en marcha en 2007, de una sede regional de la Universidad
Tecnológica Nacional en el PIP (Pilar de Todos, 21/3/2007).
En cuanto a su influencia sobre la organización industrial pueden destacarse:
durante los noventa, el desempeño exitoso del PIP se constituyó como un ejemplo a
replicar en los distintos partidos por parte de los gobiernos municipales a los efectos de
difundir una imagen productiva de sus distritos con fines político-electorales, y a partir
de la reactivación económica (2002), los nuevos emprendimientos de parques
industriales en Pilar: el Parque Científico, Tecnológico y Empresarial Austral (PA),
dentro del predio de la universidad homónima y los siguientes proyectos: el Centro
Industrial Pilarica, adyacente al PIP (El Diario Pilar Regional, 30/11/2006); el Parque
Industrial Asociativo de Pymes exportadoras en Villa Rosa, en el contexto de la
reactivación industrial por rebonificación industrial del corredor de la ruta 25; el Parque
Industrial Privado del Oeste, en el límite con el partido de Moreno y un parque
industrial privado en Derqui –los cuatro dirigidos a PyMEs. Estos nuevos
emprendimientos difieren de los proyectos de parques industriales característicos de la
década del noventa en la RMBA –los cuales competían por un mismo mercado de
firmas–, ya que se constituyen en expresiones de fenómenos y transformaciones urbanas
y periurbanas de nuevo tipo, sustentadas en una dinámica industrial y productiva
relativamente espontánea, en el contexto de la reactivación económica.
El PA, único complejo del país en su rubro, forma parte de un
megaemprendimiento localizado en un predio de 70 hectáreas en la localidad de Derqui,
partido de Pilar, donado por la fundación Pérez Companc y desarrollado por la
Universidad Austral (UA), vinculada al Opus Dei. Esta entidad, que funciona desde
1978, en 1991 trasladó su sede a Pilar, situada anteriormente en el barrio de
49 Los congestionamientos que provocaba el creciente tránsito que circulaba por la Ruta 8, llevaron a
Lago Verde S.A. a gestionar con los Gobiernos Provincial y Nacional, y con Techint-Caminos del Oeste
dos obras viales importantes. Por un lado, la prolongación del Ramal Pilar del Acceso Norte desde la
ciudad de Pilar (km 50) hasta la localidad de Fátima (km 62), cuya ejecución, que estaba proyectada para
realizarse algunos años más tarde, fue adelantada para 1999 por las gestiones antes mencionadas. Por otra
parte, la construcción de un nuevo acceso al PIP, que corre por la calle El Petrel –anteriormente de tierra
y prácticamente en desuso–, cruza el río Luján por un nuevo puente y continúa hasta el ingreso al parque.
Este nuevo acceso, inaugurado en 2000, tiene 4 kilómetros de longitud y dos carriles por mano. Esta
autovía, además, está propiciando la materialización de varios proyectos urbanísticos (Briano, 2002).
84
Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Esta entidad cuenta con convenios de
cooperación con 54 universidades argentinas y extranjeras, destacándose la de Harvard.
El conjunto está integrado por, además del PA, el campus de la UA (que alberga
cinco facultades: Ciencias Biomédicas, Comunicación, Ciencias Empresariales,
Ingeniería y Derecho, donde se dictan un total de 24 carreras de grado y postgrado), el
Hospital Universitario Austral y un complejo deportivo. Las instalaciones están
provistas de los últimos adelantos tecnológicos y el más avanzado equipamiento
educativo. Está prevista la construcción de un hotel, un centro de convenciones y un
paseo tecnológico comercial.
En octubre de 2007, el PA estaba en plena construcción (las obras serían
concluidas en marzo de 2008) y al menos siete empresas de primer nivel habían
confirmado su radicación. Entre ellas la multinacional productora de software y
originaria de Silicon Valley, Sun Microsystems, Dessault Systems (software y
hardware) y Oracle (líder mundial de desarrollo de software). La superficie total del
predio es de 27 hectáreas y podrá albergar alrededor de 100 empresas, en las que
trabajarán alrededor de 8000 empleados. Cuenta con un Tech Room, espacio que resume
la oferta de productos y servicios que brindan las empresas radicadas y un área de
alojamiento para investigadores (housing corporativo)
El grupo alemán Taurus es la firma desarrolladora del parque tecnológico,
responsable de 120 emprendimientos similares en todo el mundo. La inversión total del
proyecto asciende a 150 millones de dólares.
El comienzo de la iniciativa se remonta al año 2000. En 2002, el interés de
Taurus le dio un nuevo impulso al proyecto, beneficiado por el entorno de recuperación
y crecimiento económico del país. El objetivo primordial consistió en la creación de un
centro en el que se desplieguen las sinergias entre la universidad y el sector empresarial.
Recibió un importante respaldo de los tres niveles estatales.
La finalidad de este parque tecnológico es la radicación de empresas de
software, telecomunicaciones satelitales, robótica, automatización, aplicaciones
industriales, informática, alimentos y agroaplicaciones, y de productos medicinales,
biotecnológicos e instrumental médico.
El corredor industrial de la ruta 25, situado en la localidad de Villa Rosa,
constituye el segundo polo fabril más importante del partido, después del PIP.
Concentra casi 60 empresas en la que trabajan alrededor de 10.000 personas.
85
Gracias a la rezonificación acordada a fines de 2007 se reavivaron varios
proyectos de inversión: entre ellos algunas empresas que estaban esperando esta medida
para poder encarar ampliaciones de sus plantas y el relacionado con la creación del
Parque Industrial Asociativo de Pymes Exportadoras.
Este proyecto se diferencia de los otros parques industriales de la zona (PIP, PA,
Pilarica), por ser producto de una iniciativa surgida de las propias empresas interesadas
en trasladar sus instalaciones a un espacio común administrado por ellas mismas y
donde compartirían servicios e instalaciones auxiliares, y no como un desarrollo
inmobiliario comercial. El consorcio, que está integrado por siete empresas, invirtió 2,2
millones de dólares para la compra y el acondicionamiento del predio de 10 hectáreas
donde se construirán las instalaciones. Además, dependiendo de la demanda, existe un
proyecto de ampliación futura en 14 hectáreas más, mediante la inversión de 3 millones
de dólares adicionales.
El Centro Industrial Pilarica es un parque industrial destinado a la radicación de
pymes y se encuentra ubicado en un predio de 50 hectáreas dividido en 57 lotes lindero
al PIP. El responsable de la obra es el Arq. Bonfanti (el mismo que el de la del PIP) y el
proyecto guarda muchas similitudes con el PIP, en cuanto a la calidad de la
infraestructura y los servicios.
El Parque Industrial Privado del Oeste es un emprendimiento que se encuentra
en la etapa final de su desarrollo, está localizado sobre la ruta 25, a 300 metros del
límite entre Pilar y Moreno, en un predio de 17 hectáreas, que albergará a 40 pymes,
aproximadamente.
El parque industrial de Derqui es un proyecto privado en marcha dirigido a,
aproximadamente, un centenar de pymes de segunda categoría, no contaminantes. El
predio de 5 hectáreas se encuentra sobre la ruta 234.
Coincidente con esta proliferación de parques industriales en Pilar, fue puesta
en marcha una nueva línea de beneficios económicos para los parques industriales
bonaerenses (40 en desarrollo y 53 consolidados), en el marco de una nueva Ley de
Promoción Industrial, anunciada por la Ministra de Producción de la Provincia de
Buenos Aires, Débora Giorgi, durante la presentación del Parque Austral en octubre de
2006. Esta promoción industrial consta de varios incentivos dirigidos a los parques
industriales:
•
un aumento de los subsidios anuales a los parques industriales en desarrollo (de
$125.000 a $250.000);
86
•
la profundización de los beneficios impositivos para las firmas que se instalen en
parques industriales, tanto desde el estado bonaerense como desde las
administraciones municipales;
•
la creación de una nueva línea crediticia blanda –que se suma a los créditos,
existentes en ese momento, “Fuerza PYME” y “Fuerza Parque”, que apuntan a la
radicación de las pequeñas y medianas empresas en parques industriales– surgida de
un porcentaje de la recaudación impositiva provincial, dirigida a financiar proyectos
de innovación y desarrollo presentados por jóvenes emprendedores;
•
la desburocratización de los requisitos administrativos que exige la Ley de
Promoción Industrial para que una empresa goce de sus beneficios, que permitirá a
las pymes acceder a los regímenes de promoción industrial; y
•
un fondo especial para proyectos de innovación.
Los objetivos de estas medidas son: el acceso a la terciarización de servicios, las
localizaciones logísticas óptimas y las sinergias con los centros de capacitación, la
obtención de las dimensiones competitivas óptimas que las empresas tienden a adquirir
en un parque industrial; el mejoramiento de la convivencia entre los usos del suelo
residencial e industrial y la preservación de la condición ambiental, que está más
controlada en un parque industrial (Web Pilar, 19/10/06)
El dinamismo del PIP y los nuevos parques industriales se explica en gran
medida por el papel los desarrolladores inmobiliarios industriales que, como ya se dijo,
gestionaron mejoras en la infraestructura y los servicios urbanos para promover la
instalación de empresas, gestión que el Estado no llevó adelante en ninguna de sus
instancias ni de manera anticipada. “De este modo, un estado que delega su función en
los agentes privados para el desarrollo de la urbanización, delega también la posibilidad
de incidir en la dinámica del proceso, en la configuración geográfica que asume y en los
sectores sociales que incluye y excluye, a los que beneficia y a los que perjudica”
(Fritzsche y Vio, 2005: 6).
Dicho dinamismo está constituyendo una nueva centralidad industrial ubicada en
el borde metropolitano, cuyas características son las propias del periurbano: un territorio
que presenta nuevas centralidades –facilitadas por la modernización de la infraestructura
de transporte y comunicaciones–, espacios urbanos segregados y autosegregados
(residenciales, industriales y de servicios), emprendimientos de horticultura y espacios
intersticiales vacantes. En ese sentido, Pilar representa un lugar de urbanizaciones
87
cerradas de alta categoría, que se presentan como distintivas para ciertos sectores
sociales favorecidos, a la vez que constituye un referente territorial e industrial
significativo de la RMBA, paradigma local de nueva centralidad, de nuevo tipo de
consumo, de educación privada “de calidad”, de un nuevo tipo de turismo, y de nuevas
tecnologías de la información y la comunicación.
Además, la presencia de firmas que aplican en sus producciones, procesos
tecnológicos de última generación tanto en el PIP como en Pilarica, y,
fundamentalmente, el surgimiento del PA, estaría dándole a la industria de Pilar un
impulso tecnológico que podría convertirlo en un medio innovador.
En relación con la capacidad de los territorios de promover el desarrollo
industrial, según Bozzano, el Parque Industrial Pilar constituye el primer caso de un
cuarto patrón territorial industrial, en la organización de la actividad en la RMBA, desde
su origen50(1999).
Basado en el modelo de este autor51, en este trabajo se considerará una
caracterización algo diferente del mencionado cuarto patrón, la cual presenta los
siguientes aspectos:
•
el moderado respeto desde su inauguración al entorno físico-natural;
•
una infraestructura muy adecuada –en términos de provisión de servicios de red,
desagües industriales y circulación interna–;
•
una abundante provisión de servicios –industriales y otros–;
•
condiciones impositivas, normativas y de mercado ventajosas para la radicación de
plantas industriales;
•
muy buena accesibilidad al circuito económico,
•
aceptables condiciones en cuanto a la oferta de empleo, y, principalmente,
•
el dinamismo proveniente del mercado inmobiliario. Este aspecto se destaca por
estar definido al margen de la planificación económica o, más específicamente,
50 Los otros tres patrones territoriales son los siguientes: el primer distrito industrial latinoamericano de
Barracas–Avellaneda– Pompeya–Valentín.Alsina, sobre el Riachuelo; los agrupamientos industriales de
la primera corona metropolitana correspondientes a la primera sustitución de importaciones y las
aglomeraciones industriales planificadas y no planificadas de la segunda corona que surgieron durante la
segunda sustitución de importaciones (Bozzano, 1999).
51 “Se trata de un patrón caracterizado al menos por siete aspectos: a) el respeto durante 25 años de su
existencia a la espacialidad física natural, b) una espacialidad física construida adecuada, c) un ambiente
local favorable manifiesto en la presencia, mantenimiento y gestión de servicios diversos, d) condiciones
impositivas y normativas ventajosas para la radicación, e) el reducido o nulo nivel de conflicto ambiental
con las lógicas de ocupación territorial vecinas, f) elevados niveles de “accesibilidad económica” en
términos de conexiones del circuito económico, y g) aceptables condiciones de “conectividad social”,
medidas en relación a cuencas de empleo y subempleo” (Bozzano, 1999).
88
industrial; siendo el impulso que le brinda dinamismo, el negocio inmobiliario de
lotes con infraestructura de servicios aptos para uso industrial.
El desarrollo histórico de este patrón –cuyo caso fundante y emblemático está
constituido por el Parque Industrial Pilar– puede ser subdividido en cuatro fases, cada
una de las cuales está caracterizada por la política económica nacional implementada en
cada período:
•
La primera fase, que comienza con la etapa del proyecto y la construcción del PIP –
que se extiende desde 1969 hasta 1973 (año de su inauguración)– y termina con el
golpe de estado de 1976, se desarrolló en el marco del mayor período de crecimiento
económico ininterrumpido de la historia argentina (1964-1974), en un contexto
favorable al desarrollo industrial, en el seno del segundo período de sustitución de
importaciones Esta fase está caracterizada por una atmósfera favorable, que propició
el arribo al PIP de plantas industriales de grandes empresas de capital nacional y
extranjero.
•
La siguiente, se inicia en 1976 con la aplicación de una política sistemática de
desindustrialización puesta en práctica por la dictadura, que continúa a grandes
rasgos durante la presidencia de Alfonsín desde 1983 hasta 1989, hasta la aplicación
del plan de convertibilidad, en 1991 –ya durante la administración Menem–, período
en el cual la industria argentina sufrió un marcado retroceso, con un muy magro
volumen de radicaciones industriales en el PIP, que obligó a su conducción a
implementar políticas defensivas y postergar la realización de su negocio.
•
La tercera, a partir de la vigencia de la ley de convertibilidad y hasta su fin (crisis de
2001), durante la presidencia de De la Rúa. Esta fase está caracterizada por la
recuperación del dinamismo inicial del PIP en un contexto de políticas favorables
para la llegada de un volumen muy importante –en términos relativos– de IED52,
con el objetivo de satisfacer la demanda interna de los sectores económicamente
más favorecidos de la sociedad. La cantidad de firmas radicadas en el parque pasó
de 40 a principios de la fase, a 141 hacia el final (ver cuadro 1). Durante este
período se manifiestan las transformaciones territoriales e industriales que el PIP
ejerce sobre su zona de influencia, constituyéndose una nueva centralidad industrial
en Pilar
52 Las inversiones extranjeras en Pilar de 1995 a 1998 ascienden a 275 millones de dólares, que
equivalesn al 10% del total de la Provincia de Buenos Aires (Clarín, 22/2/98)
89
•
La última transcurre desde la salida de la crisis de 2001-2002, en un marco de
recuperación del aparato productivo en general y el industrial en particular, durante
el cual el PIP recupera con creces el dinamismo experimentado durante los años 90,
produciéndose la incorporación de numerosas empresas –alcanzándose el número
máximo de firmas radicadas (172)– y vendiéndose el último lote disponible. Esta
recuperación resulta más significativa si tenemos en cuenta que en 2002 la cantidad
de firmas había disminuido a 128.
En cuanto a la industria del resto del partido de Pilar –en contraste con la del PIP
y los nuevos emprendimientos de parques industriales y tecnológicos ya mencionados–
guarda similitud con la modalidad industrial característica de los partidos de la tercera
corona de la RMBA: relativa dispersión, ramas de exigua complejidad tecnológica,
escaso dinamismo y crecimiento, fuerte relación con el mercado local inmediato (y no
tanto con el de la RMBA, el provincial y el nacional). En este sentido, probablemente
este patrón territorial de la industria siga influyendo en las empresas más dinámicas de
la región, acentuando esta lógica tanto en la escala local/municipal inmediata como en
la regional-urbana (RMBA). Esto pone en evidencia la existencia de un desarrollo
industrial a dos velocidades.
90
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