Piris, 16mayo-2011

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TRIBUNA ABIERTA
Las responsabilidades en una guerra civil
Alberto Piris*, CEIPAZ, 16 mayo 2011
En estas mismas páginas tuve la oportunidad de explicar mi apoyo a
la intervención inicial de la OTAN en Libia ("Las ideologías ante Libia",
17 marzo 2011), para atender la petición hecha por los rebeldes
alzados contra Gadafi, que aspiraban a ser protegidos frente a los
violentos ataques gubernamentales mediante una zona de exclusión
aérea. Ahora, casi dos meses después, me siento obligado a
completar aquel comentario con otras consideraciones, ante el curso
que han tomado los acontecimientos desde que las primeras bombas
empezaron a caer sobre territorio libio.
Lo que pretendía ser una intervención militar, intensa pero breve, con
objeto de evitar que las fuerzas gubernamentales siguieran arrasando
las poblaciones sublevadas contra el dictador libio y ensañándose
contra sus compatriotas, está derivando en una guerra de desgaste
cuya principal víctima es, en su conjunto, el pueblo libio.
Bien es verdad que, en toda guerra civil, hablar en conjunto de
"pueblo" es engañoso, puesto que éste se halla dividido y los que
antes
eran
y
vivían
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I
como
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compatriotas
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I
ahora
se
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atacan
recíprocamente como enemigos. Los españoles (uno de los últimos
pueblos europeos que se desangró en una larga lucha fratricida)
deberíamos tener esto bien presente. También en nuestra Guerra Civil
la víctima principal fue el pueblo español en su conjunto, los hombres,
mujeres y niños que entonces habitaban nuestra piel de toro, pueblo
que además quedó fragmentado entre vencedores y vencidos durante
largos decenios tras el final de la contienda.
Todos salieron perdiendo. A unos, el resultado en el campo de batalla
les hizo perder hasta el derecho a seguir viviendo en la tierra en la
que habían nacido. Otros, los que triunfaron con las armas, sufrieron
una seria degradación de sus valores morales, lo que condujo a una
cadena de venganzas, ejecuciones e injusticias, que constituyó la
sangrienta estela dejada por aquel conflicto. Sin embargo, y como se
ha analizado ya más que sobradamente, las responsabilidades
generales por lo sucedido no están circunscritas al pueblo español.
Otros importantes países intervinieron en el resultado de aquella
guerra y sus gobernantes cargan con el oprobio de haber contribuido
a agravarla y prolongarla, bien por acción (como los que ayudaron con
armas y soldados al triunfo de los rebeldes) bien por omisión (como
los que, desde sus atalayas democráticas presenciaron impávidos la
destrucción de un gobierno legal). Nadie salió indemne de aquella
prueba moral.
Traslademos esto a lo que hoy sucede en Libia. La política
internacional, encarnada en esa moderna copia del Senado romano
que es el Consejo de Seguridad de la OTAN, decidió dejar manos
libres a sus centuriones para que resolvieran la incómoda cuestión
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libia, toda vez que el emperador de Occidente había decidido no
mancharse las manos en lo que desde su trono solo se percibía como
una lejana marca fronteriza, apenas influyente en los intereses del
imperio. Son, pues, las legiones de Occidente las que controlan el
desarrollo de la operación por mar y aire y a ellas cabrá atribuir, en el
futuro, toda responsabilidad.
Entre esas legiones hay militares españoles, por lo que nuestro país
tampoco podrá eximirse de su fracción de responsabilidad en el
resultado final de lo que en Libia suceda. Se han efectuado ya unas
2500 salidas de ataques aéreos contra objetivos libios y la OTAN
estima que la capacidad de ataque de las fuerzas gubernamentales se
ha reducido entre un 40 y un 50%. Es en estas circunstancias como
hay que valorar las recientes declaraciones del máximo jefe militar
británico en el sentido de que hay que intensificar y extender el campo
de acción de los bombardeos. "Ahora la OTAN no ataca las
infraestructuras libias. Pero si queremos aumentar la presión sobre el
régimen de Gadafi, hemos de considerar seriamente una ampliación
del tipo de objetivos que podemos destruir" - declaró el general Sir
David Richards al diario británico The Sunday Telegraph.
Frente a su opinión de que matar a Gadafi en una operación militar
estaría "dentro de lo reglamentado", el dictador libio había declarado,
en su más puro estilo, que está en un lugar donde "nadie puede
alcanzarle". Esta polémica sería grotesca si no se tuviera en cuenta
que, mientras tanto, siguen muriendo libios de uno y otro bando y no
se ve próximo el fin de la lucha.
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El más probable desarrollo de los acontecimientos apunta a una
derrota de las fuerzas gubernamentales, que nada pueden hacer, a
largo plazo, ante el poder militar de la OTAN. Pero si esto resolviese
la cuestión en términos bélicos, nada se habría solucionado en el
plano de la política. Los países que ahora apoyan, ejecutan y
prolongan la intervención militar no podrán cerrar los ojos ante la
responsabilidad de lo que suceda en Libia a partir del momento en
que callen las armas occidentales. Todos ellos, todos nosotros,
seremos responsables de lo que el futuro inmediato depare al ahora
sufriente pueblo libio.
*Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva
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