CAPÍTULO 5 ¿Nueva política económica, viejos problemas? Viabilidad económica y distribución de ingresos en la postconvertibilidad Pablo Ernesto Pérez1 “El nudo del problema económico argentino es la incapacidad de conciliar una aceptable distribución de ingresos con la viabilidad económica. Los gobiernos postulan como condiciones de esta viabilidad el equilibrio externo y el equilibrio del presupuesto. Pero el tipo de cambio y el nivel de las tarifas e impuestos que tratan de imponer para conseguir estos objetivos se vuelven incompatibles con un nivel de salarios reales razonablemente consentido y compatible con la paz social” (Marcelo Diamand, 1988). I.- Introducción ¿P or qué encontramos tantas referencias a Marcelo Diamand en los trabajos económicos actuales? Las respuestas pueden ser múltiples, pero en esencia se debe al hecho de que varias de sus propuestas de política económica fueron implementadas en la postConvertibilidad y probaron tener buenos resultados a partir del año 2003. Según Diamand, la Argentina integra un grupo de países caracterizados por una estructura productiva en la cual coexisten un sector primario –en nuestro caso el sector agropecuario– altamente productivo con un sector industrial de una productividad sustancialmente menor. Esta configuración, a la que denominó Estructura Productiva Desequilibrada (EPD), determina que los precios del sector industrial sean mayores a los internacionales. Para él, la explicación no es la ineficiencia industrial en un sentido absoluto, sino la menor productividad relativa del sector industrial respecto del primario (Diamand, 1972). Mientras la productividad del sector primario depende esencialmente de la dotación favorable de recursos naturales, la productividad industrial depende principalmente del nivel de desarrollo alcanzado. 1 Investigador adjunto del CEIL-PIETTE/CONICET. PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand... 81 El problema se plantea al momento de establecer el tipo de cambio apropiado que permita comercializar los productos locales con el resto del mundo. En los países de EPD el tipo de cambio fue históricamente fijado a un nivel que permitía exportar productos primarios pero no productos industriales, que estaban íntegramente destinados al mercado interno. Esto llevó a que sea sólo el sector primario el proveedor de divisas, lo que derivó en periódicas crisis de balanza comercial que frenaban el crecimiento económico. La respuesta adoptada fue devaluar la moneda, lo cual descomprimía la restricción externa pero generaba problemas internos. Las similitudes con la situación post crisis de 2001 lleva a ineludibles comparaciones y permite reflexionar sobre las políticas que se implementan en la actualidad. Para Diamand, la salida del dilema planteado en la cita que encabeza este trabajo consistía en compatibilizar las políticas que apuntan a solucionar los desequilibrios externos que muestran las EPD cuando crecen (y que tienden a restringir su crecimiento) con una razonable distribución de los ingresos. Para ello propone un conjunto de instrumentos basados en tipos de cambio efectivos múltiples, combinados con un régimen impositivo apropiado para una EPD y algunos instrumentos de acción directa sobre el intercambio internacional (Diamand, 1988). Varias de estas medidas fueron implementadas en el periodo post devaluación, generando un periodo prácticamente ininterrumpido de fuerte crecimiento del PBI y del empleo. No obstante, la contracara del tipo de cambio elevado parece ser los salarios bajos. Esta situación conduce a que constantemente se discuta cual es el nivel de tipo de cambio “apropiado” para conciliar el crecimiento económico con un elevado nivel de los ingresos de los trabajadores. El siguiente trabajo intenta analizar e incentivar la discusión acerca de las tensiones que parecen plantearse entre los requerimientos para la viabilidad macroeconómica y una distribución de ingresos que incluya socialmente a la gran mayoría de la población de nuestro país. II.- ¿Hacia un nuevo modelo económico? Devaluación, crecimiento económico y mercado laboral La política económica post devaluación apuntó primordialmente hacia la preservación de un tipo de cambio real elevado2 y estable, que hiciera competitivos a los sectores productores de bienes transables, particularmente al sector industrial, y hacia lo que a muchos economistas les gusta denominar los “superávit gemelos”: superávit en las cuentas externas (balanza comercial) y fiscales. 2 82 Se habla de un tipo de cambio “competitivo”, aunque nunca se explicitó sobre qué paridad real se busca preservar la competitividad. ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND La política cambiaria es central en este esquema dado que el sostenimiento de un tipo de cambio “competitivo” –mediante la intervención del gobierno en los mercados cambiario y monetario– incentivó la sustitución de importaciones y la suba de las exportaciones que relajaron la restricción externa permitiendo acumular una importante cantidad de reservas. La idea diamandtina de tipos de cambio efectivos diferenciales se recrea con un sistema de derechos de exportación (retenciones) para aquellos sectores que no necesitan ese nivel de tipo de cambio para lograr rentabilidad y ser competitivos (esencialmente el sector agropecuario). Esta medida, además de su importancia fiscal juega un rol central en la contención de los precios internos de los productos exportables. Desde la oposición se destaca la favorable situación externa –el llamado “viento de cola”– producto del continuo ingreso de divisas por la fuerte demanda mundial de materias primas y la suba en los precios internacionales. Sin embargo, autores cercanos al gobierno destacan que para explicar el crecimiento sin precedentes de Argentina entre 2003 y 2008 no alcanza con recurrir simplemente a la combinación de un tipo de cambio alto con condiciones externas favorables, dado que estos factores relajan las restricciones de divisas y reconstituyen los niveles de rentabilidad pero no aseguran el crecimiento de la demanda agregada. Para que esta creciera fueron necesarios la reestructuración de la deuda pública y la reforma del sistema tributario que sustentaron la expansión del gasto público entre fines de 2002 y 2008 (Panigo y Neffa, 2009). Como es conocido, la evolución de la actividad económica parece corroborar las previsiones oficiales. Luego de la crisis de 2001-2002, el PBI crece sostenidamente –con una interrupción durante 2008/2009 producto de la crisis en los países centrales– hasta la actualidad, liderado por la producción de bienes comercializables internacionalmente. No sólo recupera los niveles de producto previos a la crisis sino que supera los valores más altos de la década anterior. Este crecimiento en el nivel de actividad económica se condice con un aumento en el empleo y una baja sustancial en la desocupación, que para 2007 baja de los dos dígitos (por primera vez desde 1993). La situación postdevaluación no es totalmente nueva en la historia argentina. Pueden encontrarse numerosos trabajos que analizan la relación entre el tipo de cambio, las cuentas externas, el nivel de actividad y el mercado de trabajo durante la etapa de sustitución de importaciones, resaltando la ‘restricción externa’ derivada de recurrentes déficit en la balanza comercial que frenaban el crecimiento económico (Braun y Joy, 1968; Díaz Alejandro, 1969; Diamand, 1972; Canitrot, 1983). Esta relación suele sintetizarse de la siguiente manera: una etapa de crecimiento económico implicaba aumento en el empleo, los salarios y consecuentemente en el consumo doméstico, lo que generaba mayor demanda de bienes industriales (que eran fuertemente dependientes de maquinaria e insumos importados) y de bienes derivados del sector agropecuario (que eran la base de las PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand... 83 exportaciones). De esta manera, se elevaban las importaciones y se reducían las exportaciones afectando la balanza comercial. Esto generaba una escasez de divisas que imposibilitaba continuar creciendo. ¿Cómo se resolvía la restricción externa? Para equilibrar la balanza comercial se devaluaba la moneda, lo cual generaba un aumento en los precios (en moneda doméstica) de los bienes comercializables (importados y exportables), que provocaba dos efectos: • • La suba en los precios de los bienes importados daba lugar a un proceso de sustitución de importaciones, lo que implicaba un aumento en la actividad y el empleo de estos sectores. A su vez, el aumento en el precio de los bienes exportables tendía a aumentar las exportaciones, incentivando la producción y el empleo de estos sectores. Una caída del salario real, que provocaba un descenso en el consumo de los bienes comercializables.Sin embargo, ambos efectos no suelen actuar con la misma intensidad a lo largo del tiempo: mientras la reasignación de recursos no es instantánea –ya que implica traslados de capital y trabajo desde ciertas actividades hacia otras, cierre de fábricas y apertura de otras–, la caída en los salarios asegura que el impacto en el consumo sea inmediato (Carciofi, 1986). Un escenario de este tipo encontramos luego de la crisis de 2001-2002. La devaluación generó una redistribución masiva del producto generado hacia los sectores del capital, que tendió a corregir el desequilibrio externo y creó condiciones generales para una nueva expansión macroeconómica en tanto los salarios más bajos suponen un incremento en las ganancias3 (Feliz y Pérez, 2005). Tal como había ocurrido en el pasado, paulatinamente el gobierno fue generando a partir de 2003 las condiciones para reestablecer el equilibrio interno con mejoras salariales y aumentos importantes en la actividad productiva y el empleo (Brodersohn, 2006). No obstante, a medida que los trabajadores van recomponiendo sus ingresos, los efectos benéficos de la devaluación parecen diluirse. En la medida que los mayores salarios se trasladan a precios (lo cual depende de la concentración de los mercados) se va apreciando la moneda local revirtiendo los efectos de la devaluación. Este tema será desarrollado en el apartado siguiente. 3 84 Las ganancias cayeron marcadamente entre 1998 y 2001, recuperándose recién con la devaluación. ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND III.- Tipo de cambio, salario real y precios4 “La devaluación es un instrumento de ajuste de la balanza de pagos cuyo efecto es trasladar ingresos, de los asalariados y determinados sectores productivos ligados al mercado interno, hacia el sector exportador tradicional y el de intermediación financiera. Los grupos perjudicados, que de un día para el otro se encuentran con una caída de sus ingresos, presionan para recuperarlos y a medida que lo logran el efecto de la devaluación desaparece” (Marcelo Diamand, 1989). ¿Es posible compatibilizar un nivel de tipo de cambio real alto con una distribución de ingresos (salarios) aceptada socialmente? En primer lugar, debemos preguntarnos si realmente el gobierno puede sostener a mediano/largo plazo el tipo de cambio en un nivel elegido. Desde una posición clásico-marxiana, Shaikh (2000) argumenta que los tipos de cambio reales entre países están determinados por la igualación de las tasa de ganancia entre los capitales reguladores a escala internacional, dados niveles de salario socialmente determinados a escala nacional. De esta manera, la devaluación de la moneda no tendrá efectos duraderos, a menos que afecte indirectamente a los costos laborales unitarios reales (es decir, los salarios reales y las productividades). Es decir que para los niveles de productividad del trabajo que tiene la producción de mercancías en Argentina, el tipo de cambio real postdevaluación supone niveles de salario real bajos (menores que los niveles previos a la devaluación)5. Desde una perspectiva estructuralista, los numerosos autores que analizaron la economía argentina durante la etapa de sustitución de importaciones interpretaron que la devaluación de la moneda, al aumentar el precio (en pesos) de los bienes comercializables (importados y exportables), resultaba en una caída del salario real; y que aumentos posteriores en el salario eran incompatibles con el crecimiento porque generaban aumentos en los precios y desequilibrio en la balanza comercial. Esta visión justificó la implementación de políticas de control salarial frente a las crisis de balanza de pagos (Cortés y Marshall, 2003). Se asumía, en consecuencia, que existiría un nivel de salario real compatible con una situación de excedente en la balanza comercial. La hipótesis era que al aumentar los sala4 El análisis que realizamos aquí no contempla aspectos financieros propios de economías periféricas y abiertas (endeudamiento externo, fuga de capitales, Inversión Extranjera Directa, etc.). En la actualidad, las políticas tendientes a aumentar la relación tipo de cambio/salario además de servir para mejorar los resultados comerciales de la economía afectan el funcionamiento de los mercados financieros, dado que al elevar el tipo de cambio real aumenta el valor doméstico de los compromisos externos del gobierno y consecuentemente sus necesidades de financiamiento. 5 Para una discusión más detallada sobre este tema ver Shaikh (2000, 2002), Feliz y Pérez (2005) y Feliz y Chena (2005). PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand... 85 rios aumentaría también el consumo de bienes-salario, y dado que la Argentina exportaba principalmente productos derivados del sector primario, disminuiría el saldo exportable. Paralelamente, los mayores salarios posibilitarían un mayor consumo de mercancías importadas, lo cual llevaría nuevamente a un déficit en la cuenta corriente del balance de pagos, el cual desembocaría en una nueva crisis. Carciofi (1986) plantea que “es condición necesaria de una devaluación cambiaria exitosa inducir una caída del salario real”. Con salarios reales constantes, la devaluación no tendría efectos sobre la estructura de precios relativos. Este autor presenta al tipo de cambio en una función distinta a la que normalmente posee en el esquema de interpretación neoclásico: instrumento de regulación del salario real. Siguiendo la discusión planteada, podríamos decir que la política macroeconómica postconvertibilidad entra en tensión con la política salarial de dos maneras:En primer lugar, porque si los asalariados no están dispuestos a asumir la baja en el salario real, esto tiende a provocar “pujas distributivas” cuyas consecuencias previstas son el aumento de precios y la baja en el tipo de cambio real. La idea es que frente a los aumentos salariales nominales, las empresas intentan trasladarlos, en la medida de sus posibilidades, a precios. Esto explica en parte, los aumentos de precios que están teniendo lugar6. Sin embargo, si el tipo de cambio nominal y la productividad del trabajo se mantienen constantes, la traslación de los mayores costos salariales a precios provocará una pérdida de su “competitividad”. Por eso es que los empresarios alzan sus voces frente a las demandas de subas salariales. Además, la suba de precios atenta contra uno de los pilares de la política económica: el tipo de cambio real elevado. Una suba en los precios domésticos provoca una caída en el tipo de cambio real (se aprecia), lo cual tiende a hacer menos competitivos a los sectores productores de bienes transables, revirtiendo/reduciendo los efectos derivados de la nueva política económica. Aún hoy, a pesar de la tendencia al alza durante gran parte del período analizado, se observa que los salarios reales no han superado –en promedio– los niveles de la década anterior. Solamente los asalariados privados formales presentan salarios reales más elevados que diciembre de 2001, mientras que los asalariados privados no registrados se encuentran en los niveles previos a la devaluación del peso y los trabajadores del sector público se hallan considerablemente por debajo de dicho período. 6 86 Esto no significa que sean los asalariados quienes al pujar por aumentos en el salario provoquen inflación, ya que son los empresarios quienes forman los precios. En realidad, la inflación reciente puede entenderse como resultado de la reticencia del capital a reducir su rentabilidad. En la historia argentina podemos observar distintos episodios de esta “puja distributiva”. ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND Índice de Salarios reales 2001-2010. Diciembre 2001=100. 130 120 Registrado 110 Promedio 100 No Registrado 90 80 abr-10 jun-09 nov-09 ago-08 ene-09 mar-08 may-… jul-06 dic-06 feb-06 sep-05 abr-05 nov-04 jun-04 ago-03 ene-04 oct-02 mar-03 may-… dic-01 60 oct-07 Sector Público 70 Fuente: Índice de salarios INDEC deflactado por IPC (hasta dic. 2004) y por CENDA (2005-2010). En segundo lugar, debemos preguntarnos si una suba salarial puede afectar el consumo doméstico de bienes comercializables generando problemas en el frente externo, tal como preveía el modelo estructuralista. Al respecto, ya a mediados de los ochenta Cortés y Marshall (1986) cuestionaron fuertemente la argumentación en torno de la contradicción entre el consumo asalariado y la restricción externa, destacando: 1) que la oferta de productos agropecuarios no es inelástica como supone la explicación estándar (el error consistiría en extender las características de la ganadería –presentaba un estancamiento relativo– a todo el sector agropecuario), de manera que, aunque los productos agrícolas son bienes de consumo masivo no existiría conflicto entre aumento de las exportaciones y aumento del consumo interno, dado que la producción podría aumentar ante incrementos en la demanda; 2) que se subestima la incidencia del consumo de los no asalariados y de los sectores de mayores ingresos; por ejemplo, el consumo de carne de los sectores de bajos ingresos parece ser flexible respecto a los cambios de precios mientras que los sectores de altos ingresos tendrían una demanda más inelástica, y 3) que el aumento en las importaciones depende más de las necesidades de las empresas manufactureras que del aumento en el consumo de los asalariados. PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand... 87 A su vez hay que tener en cuenta que en la actualidad el principal producto agropecuario exportado –la soja– se consume muy poco internamente, por lo cual ya no parece tan lineal la asociación entre mayores salarios y mayor consumo de bienes comercializables. No obstante, el desplazamiento de tierras dedicadas a la ganadería y otros cultivos para dedicar a la soja plantea que la tensión consumo interno vs. externo se mantenga vigente, especialmente para algunos productos determinados. De todas maneras, en la actualidad la discusión parece no girar tanto en torno a los efectos de “demanda” de las subas salariales y su relación con los saldos exportables sino más bien en torno a los efectos que la suba salarial podría tener sobre los costos, precios y sus efectos sobre la competitividad de la producción local. Desde 2002 y hasta 2005 los aumentos salariales (en principio de suma fija, luego remunerativos) fueron dispuestos por el gobierno nacional y alcanzaron a la totalidad de los asalariados registrados. A partir del 2006, los niveles salariales pasaron a determinarse por negociaciones colectivas, aunque con una importante participación del gobierno nacional: el gobierno trataba de fijar un pauta de incremento que era tomada como “testigo” y replicada al conjunto de las actividades sin grandes conflictos ni diferencias sectoriales (Campos y otros, 2010). Hacia mediados de 2007 la política de sostenimiento del tipo de cambio comenzó a mostrar algunos límites, producto –entre otros– de que la EPD derivó en una apreciación de la moneda dado el continuo ingreso de divisas producto de la fuerte demanda mundial de materias primas, la suba en los precios internacionales y los aumentos en la productividad local (particularmente del sector agropecuario). Esta tendencia a la apreciación debilita la posición de la industria dado que abarata las importaciones y dificulta sus posibilidades de exportar. ¿Cuál es la respuesta del gobierno? Pareciera ser que tiende a dejar que la moneda se aprecie como un ancla para la contener la inflación, que había mostrado una aceleración y acentuaba los conflictos distributivos. Para entender este problema, debemos comprender la relación dinámica entre precios, salarios y ganancias. Frente a los aumentos salariales nominales las empresas intentan trasladarlos en la medida de lo posible a sus precios. Esto explica en parte, los persistentes aumentos de precios de los últimos años7. Sin embargo, la suba de precios no puede entenderse como causada por los aumentos salariales, dado que no son ellos, sino los empresarios, quienes fijan los precios. No obstante, si bien los empresarios pueden en muchos casos trasladar los mayores costos salariales a precios, esto redundaría en una pérdida en su 7 88 En esta perspectiva, la inflación no sería producto de un exceso de demanda provocado por la expansión monetaria sino que tendría su origen –al menos en parte– en la puja distributiva generada por diferentes sectores en la defensa de sus ingresos. La otra causa sería el aumento de los precios internacionales de los productos exportables y su traslado al mercado interno (principalmente por tratarse de alimentos). ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND competitividad. Por eso es que alzan sus voces frente a la posibilidad de aumentos en los salarios. Parece renovarse así la tradicional puja distributiva asociada a las devaluaciones planteada por Canitrot (1975) hace más de 30 años8. Postergada por el alto nivel inicial del dólar y la mejora en los precios internacionales de las exportaciones, que permitieron, a su vez, sostener en el tiempo un superávit fiscal record (vía las retenciones a las exportaciones) que el gobierno fue redistribuyendo hacia el mercado interno (vía subsidios, mejoras salariales y políticas de ingresos), se manifiesta ahora en toda su magnitud. IV.- Reflexiones finales La devaluación que da fin a la convertibilidad tiende a enmendar el desequilibrio externo y crea condiciones generales para una nueva expansión macroeconómica en tanto los salarios más bajos suponen un incremento en la tasa de ganancia. Esta nueva configuración de precios relativos atenúa las presiones externas pero su mantenimiento parece renovar viejos problemas señalados por el estructuralismo latinoamericano, aquellos vinculados a la siempre latente restricción externa, el conflicto distributivo y la inflación. Primero, si bien las exportaciones mostraron un aumento sostenido durante todo el periodo (independientemente de la evolución del nivel de actividad interno9), la restricción externa sigue siendo un problema potencial. Durante la Convertibilidad prácticamente se ha desmantelado la industria de bienes de capital y de diversos insumos para la producción industrial, de manera que las importaciones industriales (maquinaria e insumos) son considerablemente inelásticas a la baja. De hecho, luego de disminuir fuertemente por la devaluación, han aumentado vigorosamente en paralelo al crecimiento del PBI. De no ser por la mejora en los términos de intercambio (aumento del poder de compra de las exportaciones) la Balanza Comercial hubiera sido negativa durante 2008. Segundo, la devaluación determinó un fuerte aumento de precios y consecuentemente una reducción en los salarios reales de los trabajadores. Aunque desde el gobierno se impulsó durante los primeros años de crecimiento una mejora en 8 Canitrot se preguntaba si existía un conjunto de precios relativos que permita el crecimiento continuo del empleo y los salarios y que además sea compatible con la restricción externa y la acumulación de capital. Su respuesta –a diferencia de Diamand, quien pensaba que un pacto social era factible– era negativa, expresando que no es el desconocimiento de dichos valores de equilibrio la causa de la inestabilidad sino un problema político, dado que habría que suponer que todas las clases sociales convergen en una misma propuesta política. En esta perspectiva, las fluctuaciones económicas serían una expresión del conflicto de clases; y los precios relativos (claramente el nivel del tipo de cambio real) sería resultado de la relación de fuerzas de cada grupo de interés (sector industrial, agropecuario y trabajadores) en cada período histórico. 9 Sólo disminuyen hacia fines de 2008 con el comienzo de la crisis internacional. PRIMERA PARTE / El pensamiento de Marcelo Diamand... 89 los ingresos de los trabajadores, una parte de éstos se encuentran por debajo de los correspondientes a diciembre de 2001 (previo a la devaluación del peso). De esta manera los salarios reales bajos parecen ser funcionales al sostenimiento del modelo de tipo de cambio real alto que ha generado un incipiente proceso de sustitución de importaciones10. Las subas salariales que tienen lugar desde 2003 son trasladadas a los precios por los empresarios. Esta suba de precios disminuye el tipo de cambio real y provoca una pérdida de competitividad en los sectores comercializables. Las opciones para el gobierno serían devaluar nuevamente (como durante 2009) para no perder competitividad frente a los países con los cuales comercia -pero al costo de una nueva baja en los salarios reales-; o bien apostar a una suba en los salarios reales que estimule el consumo interno, pero con la posibilidad de intensificar los riesgos de un ciclo de stop and go (Pérez, Chena y Lopez, 2010). En la actualidad la discusión en torno a la suba salarial no sería –tal como planteaba el estructuralismo en los ’60 y ’70– preponderantemente vinculada a los efectos de demanda y su relación con la balanza comercial sino más bien en torno a los efectos que la misma podría tener en relación con la dinámica costosprecios-tipo de cambio real (e implícitamente en la rentabilidad). En todo caso, los conflictos salariales muestran que la búsqueda de la viabilidad económica de la que hablaba Diamand tropieza con las necesidades/ expectativas de una gran parte de la población (o una aceptable distribución de los ingresos, en términos de Diamand). Cómo adecuar estas necesidades a la preservación del orden macroeconómico no parece tarea sencilla. El debate sobre la apreciación del peso adquiere actualidad (ya se escuchan los lobbies a favor y en contra de una nueva devaluación) pero tal discusión parece insuficiente. El sistema de tipos de cambio diferenciados vía retenciones y compensaciones parece ir en sentido correcto, aunque requiere de una flexibilidad enorme para responder a los cambios constantes en las diferentes variables que determinan la competitividad de diferentes sectores. En todo caso, la discusión no debería limitarse a la política cambiaria, las tasas de beneficios de las empresas claramente deberían ser parte del debate. 10 Los costos laborales en los sectores transables (medidos por los salarios nominales deflactados según IPM) cayeron incluso más que los salarios reales (deflactados por el IPC). 90 ENSAYOS EN HONOR A MARCELO DIAMAND Referencias bibliográficas BRAUN, O. y L. JOY (1968) “A model of economic stagnation. A case study of the Argentine economy”, The Economic Journal, 312. BRODERSOHN, M. (2006) “¿Es válido el nuevo paradigma argentino?: la onda larga de crecimiento de Kondratieff reemplazó a los ciclos de stop and go”, Mimeo. CAMPOS L.; M. GONZALEZ y M. SACAVINI (2010) “El mercado de trabajo en los distintos patrones de crecimiento”, Revista Realidad Económica n° 253, agosto, Buenos Aires. CANITROT, A. (1975) “La experiencia populista de redistribución de ingresos”, Revista Desarrollo Económico, 4to trimestre. CANITROT, A. 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