Perfil económico de la España del siglo XX

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ECONOMíA DE NUESTRO TIEMPO (y XXII)
Perfil económico de la
España del siglo XX
hora -no es la primera
vez que lo escribo- es
más fácil. El desenlace
del siglo XX ha sido lo suficiente­
mente generoso con los españoles
como para contemplar todo su re­
corrido, una vez concluido, no só­
lo con mejor perspectiva, sino
también con más ecuanimidad (y
ojalá que también con más sereni­
dad, a pesar de la contundencia
con la que, también ahora, en el
primer otoño del nuevo calendario
secular, el fanatismo asesino nos
recuerda, dentro y fuera de nues­
tras fronteras, que la historia no es
un avance rectilíneo de la razón y
de sus más nobles conquistas).
Quiero decir, en síntesis, que cul­
minado ya todo el curso del nove­
cientos, y desde la adquirida pros­
pelidad que su terminación ha de­
parado a España -un progreso que
se extiende a otros órdenes del vi­
vir colectivo, comenzando por el
firme asentamiento de la demo­
cracia-, es momento adecuado y
es situación propicia para obser­
var la entera trayectoria que des­
cribe la economía española en esa
centuria y para aquilatar mejor sus
A
José Luis García Del
catedrático de Econom
Aplicada en la Univers
Complutense de Madr
Desde 1995 es rector
Universidad Internacio
Menéndez Pelayo y, d
abril de 2001 , académ
electo de la Real Acad
Ciencias Morales y Po
Cofundador de las rev
Investigaciones Econó
Revista de Economía
es director de esta últim
principales trabajos es
referidos a diversos as
del proceso de industr
en la España contemp
* BAJO la rúbrica de «Ensayo». el Boletín Informativo de la Fundación
publica cada mes la colaboración original y exclusiva de un especialista sobre un
un tema general. Anteriormente fueron objeto de estos ensayos temas rela¡jvos
Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid)
logros. Esto es, para reconstruir y valorar más ajustadamen
económico de la España del siglo XX.
El crecimiento secular
Si al comenzar el novecientos la renta por habitante en
sólo alrededor del 55 por 100 del valor medio que entonc
ba la de ingleses, franceses y alemanes, considerándolo
mente, cuando el siglo telmina aquélla ya supera holgadam
por 100 de ese exigente promedio, que reúne -nadie lo ig
grandes potencias económicas de Europa occidental. No
-t
Lenguaje, Arte, Historia, Prensa, Biología. Psicología, Energía. Europa. Literal
las Autonomías. Ciencia moderna: pioneros españoles, Teatro español cont
música en España, hoy, La lengua española, hoy, Cambios políticos y sociales e
filosofía. hoy. El tema de la serie que se ha venido desan-ol1ando desde diciem
sido 'Economía de nuestro tiempo'_
En números anteriores se han publicado ensayos sobre Empleo v paro: pro
pectivas, por José Antonio Mru1ínez Serrano, catedrático de Economía Aplicad
sidad de Valencia (diciembre 1999); Crecimiento econbmico y economía inte
Cándido Muñoz Cidad, catedrático de Economía de la Universi5iad Complute
(enero 2000); Liberalizacibn y defensa del mercado. por Miguel Angel Felllánd
presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia (febrero 2000): Econ
blación _"del capital humano. por Manuel Manín Rodríguez,catedrático de Econ
en la Universidad de Granada (marzo 2000): El subdesarrollo econbmico: rostr
por Enrique Viaña Remis. catednÍlico de Economía Aplicada de la Universidad
Mancha (abril 2000); Economía, recursos nalUrales V medio ambiente, por Ju
Garda, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo (mayo
nomía internacional. enlre la r;lobalizacibn y el regionalismo. por José María Se
tedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza (junio-julio 2000
ternacionales y crisis financieras. por Emilio Ontiveros Baeza. catedrático d
Empresa en la Universidad Autónoma de Madrid (agosto-septiembre 2000); K
Antonio Torrero Mañas, catedrático de Estructura Económica en la Universida
Henares (octubre 2000): Polílica tribulOria yfi-H'al en la Unión Enropea, por .los
zález-Páramo, catedrático de Hacienda Pública en la Universidad Complutense
viembre 2000): Economía v organizaciones. por Vicente Salas Fumás, catedrá
zación de Empresas en la Universidad de Zaragoza (diciembre 2000); El se('{or
('conomías de mercado, por Julio Segura, catednítico de Fundamenlos del Anál
de la Universidad Complutense de Madrid (enero 200 1): El horizonte econbm
ricUlIO. por Juan Velarde Fucnes, profesor emérito de Economía Aplicada de
Complutense de Madrid (febrero 200 1); El empresario. }ustijicacifJ/1 )' jr.mci
Cuervo. catedrático de Economía de Empresa y director del departamento de O
Empresas de la Universidad Complutense de Madrid (marzo 200 1): La polític
la Unibn Europea, por José Luis Malo de Molina. director general del Banco d
200 1): Las acti...idades de /+D y la innovación t('Cnolór;ica. por Cmmela Mru-I ín
Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y catedrática Jea
Comisión Europea (mayo 200 1): Hacia l/na nt/eva economía de los recursos e
Juan C,!rlos Jiménez. profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Alc
200 1): Elica y econon/Ía. por José Antonio García Durán de Lara. catedrático de
mica en la Universidad de Barcelona (agosto-septiembre 200 1); Liberalismo v
en economía: pasado y presente. por Antonio Argandoña,títular de la Cátedra E
ca del IESE Business School de la Universidad de Navarra (octubre 200 1): De
dad social: nl/el'as visiones sobre la pobreca, por José Antonio Alonso. catedrá
mía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (noviembre 2001);
lizacibn: perspectivos lemporales -" espaciales. por Alben CalTeras, catedrátic
Instituciones Económicas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (dicie
Ll Fundación Juan March no se identifica necesariamente con las opiniones
los autores de estos Ensayos.
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mal, sobre todo si se considera que en el ochocientos la tend
precisamente la contraria: al final del reinado de Carlos III,
probabilidad, el nivel de vida medio de los españoles estaba
cano al de los ingleses que lo estaría cien años después. Y e
como en el siglo XIX el crecimiento económico en España todos los países del sur de Europa- es más lento que en el Re
do y otros países centroatlánticos, en el siglo XX se hace má
no sólo en comparación con los propios ritmos decimonón
también en relación con los países que marcharon en cabeza
Tres períodos se distinguen, en todo caso, con total nitide
go de la centuria que ciena el milenio, hasta el punto de po
blar de tres Españas económicas muy distintas en el siglo XX
mera se extiende hasta la víspera de la guelTa civil; la segund
los tres quinquenios que desde la antesala de esa tragedia enl
los años cincuenta; la tercera, en fin, se superpone a la segun
del siglo, por más que en ésta haya a su vez pasajes con mu
tono. Bastarán breves pinceladas para recordar lo más cara
de cada una.
Durante la primera, a lo largo del tercio inicial del novec
prolonga y afirma el ritmo de crecimiento conseguido en la
mitad del siglo XIX. La renta por habitante en términos r
menta a un ritmo medio anual del 1,1 por 100, es decir, un
por encima de lo que lo había hecho entre la época de Narv
años finiseculares. No es mucho, pero tampoco, desde luego
ciable. No servirá para recortar en lo esencial la gran distanc
para a España de los niveles de vida medios de otros grand
europeos occidentales -con Gran Bretaña, Francia y Alema
obligados y lógicos términos de comparación-, distanciam
tiene su origen en la primera parte del ochocientos y que és
su sucesor. Pero no dejará de ser melitorio que España, a la
los primeros años treinta, no haya perdido el paso de las gra
tencias industriales de Europa occidental. Además, esa afirm
tinuidad de la expansión decimonónica se alcanza, desde el
del siglo XX, con una población que aumenta más rápidam
blando casi las modestas tasas de los decenios anteriores. C
bios, igualmente, en no pocos planos de la actividad produc
la organización social. Y tanto durante el reinado de Alfonso
mo durante la Segunda República: los ritmos de crecimien
aún los cambios estructurales, aportan elementos comunes su
para hacer posible, en este sentido, la consideración unitaria d
primeros decenios y medio del siglo XX. Y también para un
ción que desdice tajantemente el muchas veces interesado
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1
mún que no ve sino «vieja» política y atraso económico en
primeros lustros de la historia española del novecientos.
Es decir, hasta el umbral de la guerra civii. Ahí se prod
tal discontinuidad, el desplome, el corte trágico: es la seg
ña económica del siglo XX. Discontinuidad tanto en lo m
cable, con una tasa negativa de la evolución del producto
pita entre 1935 y 1950 -resultado final de la caída en pic
años de guerra y de la lenta, lentísima recuperación de posg
mo en lo que resulta más difícilmente medible, con pérdid
humano, frustración de iniciativas empresariales y ruptur
de investigación y proyectos formativos. Desplome de lo q
una moderada pero tenaz ganancia de niveles de prosperida
mer tercio del siglo. Y corte de algunas tendencias de ca
riormente apuntadas, que sólo volverán a retomarse pasado
de la centuria, en algunos casos, y bastante más tarde, en o
Con el decenio de 1950 se abre, en cualquier caso, un
muy distinto para el crecimiento económico español conte
es el que enmarca la tercera España económica del siglo X
amplitud temporal, dentro de ella, ocioso es señalarlo, hab
nes distintas y despliegue de sucesivos ciclos económicos,
bién en el primer tercio del novecientos hay pasajes y coyu
diversos. Pero, en una perspectiva de conjunto, toda la seg
del siglo compone una página brillante en la historia de la
española. El crecimiento de la renta por habitante en térm
-con una población que hasta los años ochenta ha arrojado
res aumentos conocidos en la historia demográfica españo
un promedio anual entre 1950 y 2000 (3,8 por 1(0) que ca
ca por cuatro el de cien años atrás y el del primer tercio de
tos. Espectacular. Cierto que en el marco de un medio si
también la prosperidad ha aumentado excepcionalmente
occidental, pero no por ello menos digno de valorarse. La h
nómica española en la segunda mitad del siglo XX es la his
éxito. Lo es durante los decenios de J 950 y 1960 cuando
quearse capacidades contenidas, hay una recuperación del
que la guerra y la posguerra han aplazado, reanudándose a
dencias de modernización truncadas. Lo es en aquellos do
yen los últimos años del franquismo, como también duran
cuarto de la centuria, con una España democrática que aca
participando plena y diligentemente en la constl1Jcción d
Europea.
Por supuesto que el ritmo anual de crecimiento de la re
bitante en España entre 1950 y 1975 es muy superior al q
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último cuarto de siglo -bastante más del doble, incluso: u
100 frente a un 2,1 por 100-, al igual que en la mayor parte d
ses desarrollados. Pero lo que cuenta para encuadrar a toda
da mitad del siglo en una única -la última de las tres disti
España económica es su significación en el proceso genera
dernización económica. Ya que en esos cincuenta años, a
una expansión interanual media que supera con mucho a la
quier tramo anterior de la historia de la industrialización esp
concatenan, sin interrupción reseñable alguna, toda una
cambios estructurales: los obligados acompañantes del cr
económico cuando éste alcanza altos y mantenidos avances
leración máxima se produce, ciertamente, durante y a lo larg
cer cuarto del siglo. Ahora bien, con la democracia la econo
ñola consigue no sólo sostener un aumento apreciable de la
habitante, sino también ahondar en los surcos de las transfor
estructurales: quizá porque las nuevas pautas culturales, soci
líticas prevalecientes con un régimen de libeltades, facilitan
lan cambios profundos en la estructura económica. A la eco
pañola, desde luego, la democracia no le ha sentado mal, d
con términos coloquiales.
El proceso de modernización
Bueno será, por consiguiente, volver ahora, una vez más
dar las principales transformaciones que en el curso de los úl
cenios han cobrado mayor relieve, partiendo de las metas qu
pios españoles han anhelado en el curso de la centuria. El
ductor puede ser, dicho de otra forma, el contenido de la age
modernización -la expresión es de José Varela- vigente pa
vas generaciones en la España de todo el novecientos, qu
cinco rúbricas capitales: escuela, despensa -el lema costista
nomasia-, obra pública, industria y, como remate y síntesis
ropeización.
Plimero, escuela. La mejora de los niveles formativos de
ción española -y la cualificación creciente de lo que hoy s
como capital humano- no sólo ha erradicado las pavorosas
analfabetismo de hace un siglo, a las que tanta significación
buirse al tratar de explicar el retraso de entonces. Ha conseg
cho más: una escolarización ya del todo generalizada, que s
ga en un continuo aumento de la población universitaria, co
millón y medio de estudiantes en el escalón de la enseñanza
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-un tercio de todos los españoles comprendidos entre 18 y
y con una cifra de doctorandos equivalente a la de todos lo
tes universitarios de los años treinta.
Segundo, despensa. La escasa y poco diversificada diet
cia de los españoles hasta bien entrado el siglo XX, y la pe
posguerra que se sufre hasta comienzos de los cincuenta.
minar la centuria tan sólo parte del lejano recuerdo de a
avance en los niveles de prosperidad material durante la se
tad del siglo ha mejorado las condiciones de vida del con
población, no sólo en la alimentación, sino, igualmente, e
necesidades básicas, como el vestido y la vivienda, yen aq
merced a las garantías de protección frente a la vejez, la e
o la invalidez, conforman las «estructuras del bienestar».
sultado quizá más visible, además del propio aumento de l
cápita y de su mejor distribución, debe subrayarse el espec
mento de una esperanza de vida media que, al superar con
setenta y cinco años, es más del doble que a comienzos de
Tercero, obra pÍtblica. Desde principios de siglo, conse
liberales, intelectuales y políticos, militares y civiles recla
tentemente realizaciones en el campo de las obras hidráu
cuelas y regadíos», otra variante de la predicación regener
de los transportes y, en general, de las infraestructuras,
avances son lentos y limitados durante mucho tiempo, da
verbial penuria de la Hacienda española, carente de recurso
mover políticas ambiciosas que impulsen el desarrollo. Po
fuerzo realizado en el curso del último cuarto de siglo es
mente llamativo: la democracia legitima y consigue esfuerz
rios mayores, incrementando las disponibilidades del gas
que, ahora sí, ejerce como palanca del aumento de la prosp
bienestar colectivos. Se ha hecho un formidable esfuerzo
las dotaciones de infraestmcturas técnicas. Se han desterra
a la extensión de algunas prestaciones sociales y a la provis
nes preferentes, situaciones extremas de pobreza. Y tamb
pública en materia de equipamientos urbanos y sociales h
un despegue extraordinario, aunque su stock sea aún inf
otros países europeos con varias décadas de ventaja en la
de capital social.
Cuarto, industrialización. Industrialización entendida
cuación y modernización de la estructura productiva españ
nando la «subordinación» de todo el sistema económico -p
con Vicens Vives- a las fluctuaciones de la agricultura. En
bra, el estímulo de lo fabril como símbolo reconocido de p
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es cielto que, pese a todas las insuficiencias, España termina
con un tejido industrial tupido y articulado, y con creciente c
competitiva, como prueba el aumento gradual de la cuota en
cados mundiales de las exportaciones industriales españolas
vedad histórica en el panorama nacional del comercio exter
Pero industrialización también significa desagrarización
das sus connotaciones: pérdida de peso relativo del sector pri
las magnitudes que miden el conjunto de la actividad econ
honda transformación productiva de las explotaciones agra
un salto enorme en los niveles de productividad. Lo cual, no
re, al tiempo que aleja para siempre el espectro del «problem
alimentos», cuando el campo español pugnaba por alcanzar
veles mínimos de suficiencia en el abastecimiento de product
tra a una agricultura cada vez más subsidiada -los fondos p
ahora del presupuesto de la Política Agraria Común europ
subsidios son- en los problemas del despoblamiento y el dete
medio rural, otorgando con ello nuevas responsabilidades a
pesinos, en tanto que conservadores y garantes de ese patrim
lectivo que es el territorio y el paisaje natural. No es sino un
cuencia derivada de la industrialización tal como aquí se es
diendo, que implica, asimismo, creciente terciarización de l
tura productiva, con actividades de servicios cada vez más
a la competencia internacional, comenzando por las finanzas
lecomunicaciones, sujetas, de un modo más intenso, a la
globalización de sus mercados.
Por último, colofón y resumen de todo lo anterior, europ
Una meta, un ideal, que lo ha resumido casi todo a lo largo d
glo: acercamiento a niveles más elevados de bienestar, ambic
campo de la creación intelectual y de la capacidad productiva
peto frente a las pulsiones involucionistas o defensivas en e
de la política económica. Aspiración europeísta muy mitifica
sabe si como reflejo de un complejo muy extendido de infe
pero que ha actuado, en todo caso, como un elemento de per
referencia: durante el primer tercio del siglo XX y bajo el in
teguiano -«España es el problema, Europa la solución»-, c
gencia de prosperidad y de eficacia; durante el franquismo, co
tramodelo deseado y estimulante, frente a una realidad insatis
durante la transición y la democracia, como garantía, no só
irreversibilidad de las libeltades conquistadas, sino igualmen
ciplina económica y de progreso, de gestión económica efic
bien, esa europeización, aspiración compartida de sucesivas
ciones de españoles a lo largo del novecientos, se ha consu
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concluir el siglo con la integración en la Unión Europea y l
ticipación en el proyecto de Unión Económica y Monetar
apertura al exterior, tanto comercial y financiera como em
que ha permitido una presencia creciente de capitales y e
españoles en otros países, una vez reafirmados en su cruc
emprendedora.
Cualquier recapitulación hecha desde el mirador que p
el cierre final del siglo XX en España, resulta, en consecu
tadora. Es verdad que la vanidad de cada generación -com
cho muchas veces- es tener la presunción de haberse quita
ma el peso de la historia, pero se hace muy difícil no aprec
leración inusitada de los acontecimientos. Con el resultad
en el orden económico, de ofrecer hoy una realidad que
traimagen de lo que no hace tanto era característico: fren
tructura productiva supeditada a las fluctuaciones agrarias
ya de una industrialización madura y con creciente peso
tecnológicamente avanzados; frente a una economía que
alto grado de aislamiento e intervencionismo, otra plena
grada en Europa y crecientemente liberalizada; frente a u
blico que no podía disimular muy graves insuficiencias
tructuras técnicas, prestaciones sociales y bienes preferen
tiplicada capacidad de las Administraciones Públicas p
amplias exigencias de gastos sociales y económicos, así co
novar y ampliar la red de equipamientos colectivos y serv
cos.
Un proyecto comÍln
Puede irse un poco más lejos y pensar que esa ganada
y ese avance en el proceso de modernización, constatable
el siglo, han servido para superar lasfracturas que recurre
la historia contemporánea han impedido hacer de España
buen puñado de países europeos: repásese la lista de guerr
el siglo XX- el «proyecto sugestivo de vida en común» q
tega decantaba cualquier realidad nacional viable.
Es ciertamente legítimo conjeturarlo así a tenor de los
mentados, y nada mejor que mirarse en el deforme espejo
treinta -como ha sugerido Eugenio Trías- o en el no m
mante y malogrado de diversos episodios descollantes del
Alfonso XIII, para advertirlo. Durante el primer largo te
vecientos, en definitiva, la suma de las tensiones que tenía
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tanto en provocadoras desigualdades sociales -la fractura so
mo en enfrentados maximalismos ideológicos de amplia pr
-la fractura de creencias y actitudes-, cuanto en opuestas co
nes y vivencias del ser mismo de lo nacional -la fractura t
para entendemos-, abortaron todos los intentos, más o men
ros, más o menos consistentes, de proyectos compartidos
pectiva de futuro. Las extremas desigualdades sin visos d
ción, los encendidos radicalismos de signo opuesto, la inces
liferación de compartimentos estancos -otra expresión OI
entre las piezas del conjunto español, hicieron imposible, e
una realidad nacional vertebrada -siempre Oltega-.
Ahora, en cambio, las condiciones parecen propicias.
miento económico y el abarcador sistema de protección socia
cho de la España actual la sociedad menos desigual, posiblem
toda la historia moderna y contemporánea. Al tiempo, las
condiciones de vida, la erradicación del analfabetismo y el
gantesco en los niveles de escolarización y formativos de
ción,junto a la permeabilidad de nuestras fronteras y a otros
de índole cultural, han marginado las posiciones extremist
vehementes, siendo ampliamente mayoritarias las actitudes
ración y tolerancia. Con el Estado de las autonomías, la de
española, en fin, se ha dotado de una fórmula flexible y no
ginal para encauzar constntctivamente los deseos de auto
tanto de las autonomías históricas como de las restantes, sob
dose con la nueva organización territorial del Estado la mer
tralización administrativa para acercarse a un esquema de co
ral. Así pues, las líneas de fragmentación que han cuarteado
tntcción común de España, mermando sus capacidades de to
-también las de índole económica- estarían, por consiguient
dose simultáneamente.
No faltan, sin embargo, elementos que atentan contra la
Quizá en todos los planos antedichos. En el social, con los fe
de segmentación que tienden a perdurar en el mercado de
con ese actualizado rostro de la marginación y la pobreza q
se entiende como exclusión. En el de ideas y comportamien
cos, con las respuestas que suscita el creciente flujo de inm
africanos, de Iberoamérica y de otras latitudes: un verdadero
los valores morales en que se basa la proclamada convivenc
mocracia. Y elementos disgregadores también, claro está, en
de la articulación de la administración y el gobierno territoria
da los de mayor entidad: el problema, si hubiera que singula
el siglo XX español traspasa a su sucesor.
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Lo cual, en principio, no deja de ser paradójico. Cuand
español -a diferencia de lo oculTido durante el ochocient
parte de la siguiente centuria- ha dispuesto de recursos suf
ra contIibuir a hacer nación, esto es, para vertebrar terri
cialmente el país, multiplicando obras de infraestructura y
zando prestaciones sociales, es cuando algunas pulsiones d
ras han cobrado especial fuerza y, en un caso, inusitada vio
aún: a medida que la democracia española ha dado paso
durante los dos últimos decenios del siglo XX, en el camp
ministración autonómica y de autogobierno a esa escala, m
recen ser las tensiones que suscita un cambio sustancial creativo- en la concepción del Estado que ha hecho de Esp
los países más descentralizados de Europa. Lo dicho: el p
España al comenzar un nuevo recolTido secular; y en todo
nios, también en el económico, donde vale lo predicable
quier otro: la fragmentación no se hará impunemente, acar
tiosas pérdidas, implicará altos costes, pues la suma de la
este supuesto, es menor que el todo. Desde la perspectiva
desde Juego, el caso no ofrece dudas, cuando Europa integ
cados y las relaciones comerciales, tecnológicas y financie
dializan.
Dos reflexiones finales
A modo de epílogo, acéptense unas pocas líneas más q
común propósito de arrojar algo más de luz sobre el perfil
dibujado. Atienden, por un lado, a una de las cuestiones m
das durante los últimos compases del siglo: la aportació
quismo a la modernización económica; por otro lado, ap
breves líneas de comparación entre los dos últimos fines
pañoles, aquél de el 98 y el que ha cen'ado el milenio.
Sobre el primer tema, se dispone ya de suficientes datos
como para poder pronunciarse con rotundidad, saliendo al
gunos tópicos residuales. Si se sitúa correctamente la evol
economía española durante el franquismo en el curso secu
cimiento, ese régimen dictatorial no puede ser identificado
go, con la modernización económica y social de la Espa
poránea. Ni sus comienzos ni sus estaciones terminales coi
lo pronto -vuélvase a repetir- dicho proceso había cob
apreciable desde los años que están a caballo entre los si
XX, y tanto en la estructura productiva como en la dinám
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gráfica y en el ámbito cultural, recorriendo durante todo el pr
cio del novecientos un tramo nada despreciable, ciertament
cho laborioso y fluctuante, pero con innegables avances,
numpe la Guerra Civil y sus profundas, duraderas secuelas. L
verdad, a partir de los años cincuenta, el crecimiento econó
canzará un brío antes desconocido, ganando en velocidad lo
de en gradualismo, a modo de recuperación del tiempo y la
nes que el enfrentamiento civil y los ptimeros compases del
dictatorial han hecho perder. Pero la recuperación de posguer
do caso, es en España más lenta que en los países beligeran
peos al concluir la segunda conflagración mundial, con ec
que alcanzan pronto los niveles de preguerra: en esto radica
anomalía económica española en el marco de la Europa occid
siglo XX.
La modernización económica y social en la España del s
en suma, no tiene su arranque en el franquismo, como tampoc
duración puede circunscribirse al período de fuerte crecimien
años cincuenta, sesenta y primeros setenta. Más aún: sólo e
mo cuarto del novecientos, al compás de la afLllnación de
cracia, España irá completando un proceso que comenzó a d
cien largos años atrás. Con la Guerra Civil y el primer franq
colapsó lo entonces iniciado, y la rapidez difícilmente encauz
después, entrada ya la segunda mitad del siglo, adquieren las
en el nivel de vida y los cambios estructurales, invitan a pen
fuerza con que discurre una corriente de agua forzadamente
da durante un tiempo dilatado, sincronizándose tan sólo en lo
timos decenios del siglo con el perfil cíclico de las econom
peas.
Concisa pero explícitamente enunciado, ésta es la con
que conduce el análisis de toda la centuria ya culminada. Pud
en consecuencia, refutar tanto que el franquismo fuera el E
obras por excelencia -para expresar de otro modo lo a1Tiba a
como que el siglo XIX se prolongó en España hasta desp
GuelTa Civil. Ambas proposiciones, todavía repetidas, no se
la realidad. Una realidad que desconocían también quienes d
franquismo sostuvieron, plimero, que la dictadura haría imp
crecimiento económico y, después, cuando éste era innegable
ble, que el régimen dictatorial sería incompatible en el COJ10 p
las exigencias organizativas e institucionales de una econom
alejaba rápidamente de las situaciones de atraso y pobreza a
Ojalá que el tiempo transcunido desde entonces ayude tambi
tenar esos vacíos lugares comunes.
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Es hora, en todo caso, de poner punto final a estas pá
dando la segunda reflexión epilogal anticipada: la compar
los dos últimos finales de siglo de España, en especial lo q
ne al clima, al ambiente que domina una y otra situación
aunque sí preferentemente, desde la óptica económica. N
desde luego, advel1ir las diferencias; lo fundamental se p
sar con mucha brevedad.Y lo fundamental es quese está a
crucijadas interseculares con horizontes casi radicalmente
España de la dramática desembocadura del ochocientos p
sin aliento, después de todo un siglo difícil como pocos;
trarío, la España que se asoma al siglo XXI, tras decenio
sos, con progreso material e institucional, tiene sobradas r
mirar el tiempo que viene con razonable esperanza. Aqu
sentía más el fardo del pasado que el aliciente del futuro; e
al contrmio, tiene avidez de porvenir, y ha ahuyentado la t
hurgar en su pasado cercano --con pasajes tan trágicos-, a
desconozca. La humillación provocada por el desastre dio
vimiento de repliegue, de recogimiento de una España fat
mista respecto de sus propías capacidades; por el contra
XX se ha despedido con una España de pulso recobrado y
toestima mayor acaso que en los cuatro siglos precedentes
ña que ahora se abre al mundo con una renovada ambi
fluencia. Aquella España, por desgracia, parecía encogerse
bio, la España de nuestro tiempo, por f0I1una, tensa sus c
creativas y realizadoras.
Muy pronto, por lo demás, se tendrá ocasión de comp
cance y la consistencia de estas apreciaciones. Una nueva
de españoles, la primera de los que han nacido en la dem
mienza a estar en sazón para incorporarse al quehacer co
pocos años, el futuro que ellos son -como se dice en un v
lente- estará en sus manos.
Nota biblio¡:rálica
Las páginas que preceden enlazan con las que sirven de introd
lado, y de epílogo, por otro, a la obra del autor, en colaboración co
nez, Un siglo de España. UI economía (Marcial Pons. Historia, M
2001) y, asimismo, con las que abren el capítulo «La Economía» de
El juicio de la historia (José Luis García Delgado, coord., Temas de
2000) y con las que cienan el al1ículo «Economía y democracia en
final del siglo XX», en: Revista de Occidenle, nU 229 (junio, 2000)
sión previa, se han ofrecido también en el voJumen dedicado a «La
ciones económicas» de la obra Las claves de la España del siglo
Morales, coord., Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, Madrid,
Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid)
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