ECONOMíA DE NUESTRO TIEMPO (y XXII) Perfil económico de la España del siglo XX hora -no es la primera vez que lo escribo- es más fácil. El desenlace del siglo XX ha sido lo suficiente­ mente generoso con los españoles como para contemplar todo su re­ corrido, una vez concluido, no só­ lo con mejor perspectiva, sino también con más ecuanimidad (y ojalá que también con más sereni­ dad, a pesar de la contundencia con la que, también ahora, en el primer otoño del nuevo calendario secular, el fanatismo asesino nos recuerda, dentro y fuera de nues­ tras fronteras, que la historia no es un avance rectilíneo de la razón y de sus más nobles conquistas). Quiero decir, en síntesis, que cul­ minado ya todo el curso del nove­ cientos, y desde la adquirida pros­ pelidad que su terminación ha de­ parado a España -un progreso que se extiende a otros órdenes del vi­ vir colectivo, comenzando por el firme asentamiento de la demo­ cracia-, es momento adecuado y es situación propicia para obser­ var la entera trayectoria que des­ cribe la economía española en esa centuria y para aquilatar mejor sus A José Luis García Del catedrático de Econom Aplicada en la Univers Complutense de Madr Desde 1995 es rector Universidad Internacio Menéndez Pelayo y, d abril de 2001 , académ electo de la Real Acad Ciencias Morales y Po Cofundador de las rev Investigaciones Econó Revista de Economía es director de esta últim principales trabajos es referidos a diversos as del proceso de industr en la España contemp * BAJO la rúbrica de «Ensayo». el Boletín Informativo de la Fundación publica cada mes la colaboración original y exclusiva de un especialista sobre un un tema general. Anteriormente fueron objeto de estos ensayos temas rela¡jvos Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) logros. Esto es, para reconstruir y valorar más ajustadamen económico de la España del siglo XX. El crecimiento secular Si al comenzar el novecientos la renta por habitante en sólo alrededor del 55 por 100 del valor medio que entonc ba la de ingleses, franceses y alemanes, considerándolo mente, cuando el siglo telmina aquélla ya supera holgadam por 100 de ese exigente promedio, que reúne -nadie lo ig grandes potencias económicas de Europa occidental. No -t Lenguaje, Arte, Historia, Prensa, Biología. Psicología, Energía. Europa. Literal las Autonomías. Ciencia moderna: pioneros españoles, Teatro español cont música en España, hoy, La lengua española, hoy, Cambios políticos y sociales e filosofía. hoy. El tema de la serie que se ha venido desan-ol1ando desde diciem sido 'Economía de nuestro tiempo'_ En números anteriores se han publicado ensayos sobre Empleo v paro: pro pectivas, por José Antonio Mru1ínez Serrano, catedrático de Economía Aplicad sidad de Valencia (diciembre 1999); Crecimiento econbmico y economía inte Cándido Muñoz Cidad, catedrático de Economía de la Universi5iad Complute (enero 2000); Liberalizacibn y defensa del mercado. por Miguel Angel Felllánd presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia (febrero 2000): Econ blación _"del capital humano. por Manuel Manín Rodríguez,catedrático de Econ en la Universidad de Granada (marzo 2000): El subdesarrollo econbmico: rostr por Enrique Viaña Remis. catednÍlico de Economía Aplicada de la Universidad Mancha (abril 2000); Economía, recursos nalUrales V medio ambiente, por Ju Garda, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo (mayo nomía internacional. enlre la r;lobalizacibn y el regionalismo. por José María Se tedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza (junio-julio 2000 ternacionales y crisis financieras. por Emilio Ontiveros Baeza. catedrático d Empresa en la Universidad Autónoma de Madrid (agosto-septiembre 2000); K Antonio Torrero Mañas, catedrático de Estructura Económica en la Universida Henares (octubre 2000): Polílica tribulOria yfi-H'al en la Unión Enropea, por .los zález-Páramo, catedrático de Hacienda Pública en la Universidad Complutense viembre 2000): Economía v organizaciones. por Vicente Salas Fumás, catedrá zación de Empresas en la Universidad de Zaragoza (diciembre 2000); El se('{or ('conomías de mercado, por Julio Segura, catednítico de Fundamenlos del Anál de la Universidad Complutense de Madrid (enero 200 1): El horizonte econbm ricUlIO. por Juan Velarde Fucnes, profesor emérito de Economía Aplicada de Complutense de Madrid (febrero 200 1); El empresario. }ustijicacifJ/1 )' jr.mci Cuervo. catedrático de Economía de Empresa y director del departamento de O Empresas de la Universidad Complutense de Madrid (marzo 200 1): La polític la Unibn Europea, por José Luis Malo de Molina. director general del Banco d 200 1): Las acti...idades de /+D y la innovación t('Cnolór;ica. por Cmmela Mru-I ín Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y catedrática Jea Comisión Europea (mayo 200 1): Hacia l/na nt/eva economía de los recursos e Juan C,!rlos Jiménez. profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Alc 200 1): Elica y econon/Ía. por José Antonio García Durán de Lara. catedrático de mica en la Universidad de Barcelona (agosto-septiembre 200 1); Liberalismo v en economía: pasado y presente. por Antonio Argandoña,títular de la Cátedra E ca del IESE Business School de la Universidad de Navarra (octubre 200 1): De dad social: nl/el'as visiones sobre la pobreca, por José Antonio Alonso. catedrá mía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (noviembre 2001); lizacibn: perspectivos lemporales -" espaciales. por Alben CalTeras, catedrátic Instituciones Económicas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (dicie Ll Fundación Juan March no se identifica necesariamente con las opiniones los autores de estos Ensayos. Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) mal, sobre todo si se considera que en el ochocientos la tend precisamente la contraria: al final del reinado de Carlos III, probabilidad, el nivel de vida medio de los españoles estaba cano al de los ingleses que lo estaría cien años después. Y e como en el siglo XIX el crecimiento económico en España todos los países del sur de Europa- es más lento que en el Re do y otros países centroatlánticos, en el siglo XX se hace má no sólo en comparación con los propios ritmos decimonón también en relación con los países que marcharon en cabeza Tres períodos se distinguen, en todo caso, con total nitide go de la centuria que ciena el milenio, hasta el punto de po blar de tres Españas económicas muy distintas en el siglo XX mera se extiende hasta la víspera de la guelTa civil; la segund los tres quinquenios que desde la antesala de esa tragedia enl los años cincuenta; la tercera, en fin, se superpone a la segun del siglo, por más que en ésta haya a su vez pasajes con mu tono. Bastarán breves pinceladas para recordar lo más cara de cada una. Durante la primera, a lo largo del tercio inicial del novec prolonga y afirma el ritmo de crecimiento conseguido en la mitad del siglo XIX. La renta por habitante en términos r menta a un ritmo medio anual del 1,1 por 100, es decir, un por encima de lo que lo había hecho entre la época de Narv años finiseculares. No es mucho, pero tampoco, desde luego ciable. No servirá para recortar en lo esencial la gran distanc para a España de los niveles de vida medios de otros grand europeos occidentales -con Gran Bretaña, Francia y Alema obligados y lógicos términos de comparación-, distanciam tiene su origen en la primera parte del ochocientos y que és su sucesor. Pero no dejará de ser melitorio que España, a la los primeros años treinta, no haya perdido el paso de las gra tencias industriales de Europa occidental. Además, esa afirm tinuidad de la expansión decimonónica se alcanza, desde el del siglo XX, con una población que aumenta más rápidam blando casi las modestas tasas de los decenios anteriores. C bios, igualmente, en no pocos planos de la actividad produc la organización social. Y tanto durante el reinado de Alfonso mo durante la Segunda República: los ritmos de crecimien aún los cambios estructurales, aportan elementos comunes su para hacer posible, en este sentido, la consideración unitaria d primeros decenios y medio del siglo XX. Y también para un ción que desdice tajantemente el muchas veces interesado Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) 1 mún que no ve sino «vieja» política y atraso económico en primeros lustros de la historia española del novecientos. Es decir, hasta el umbral de la guerra civii. Ahí se prod tal discontinuidad, el desplome, el corte trágico: es la seg ña económica del siglo XX. Discontinuidad tanto en lo m cable, con una tasa negativa de la evolución del producto pita entre 1935 y 1950 -resultado final de la caída en pic años de guerra y de la lenta, lentísima recuperación de posg mo en lo que resulta más difícilmente medible, con pérdid humano, frustración de iniciativas empresariales y ruptur de investigación y proyectos formativos. Desplome de lo q una moderada pero tenaz ganancia de niveles de prosperida mer tercio del siglo. Y corte de algunas tendencias de ca riormente apuntadas, que sólo volverán a retomarse pasado de la centuria, en algunos casos, y bastante más tarde, en o Con el decenio de 1950 se abre, en cualquier caso, un muy distinto para el crecimiento económico español conte es el que enmarca la tercera España económica del siglo X amplitud temporal, dentro de ella, ocioso es señalarlo, hab nes distintas y despliegue de sucesivos ciclos económicos, bién en el primer tercio del novecientos hay pasajes y coyu diversos. Pero, en una perspectiva de conjunto, toda la seg del siglo compone una página brillante en la historia de la española. El crecimiento de la renta por habitante en térm -con una población que hasta los años ochenta ha arrojado res aumentos conocidos en la historia demográfica españo un promedio anual entre 1950 y 2000 (3,8 por 1(0) que ca ca por cuatro el de cien años atrás y el del primer tercio de tos. Espectacular. Cierto que en el marco de un medio si también la prosperidad ha aumentado excepcionalmente occidental, pero no por ello menos digno de valorarse. La h nómica española en la segunda mitad del siglo XX es la his éxito. Lo es durante los decenios de J 950 y 1960 cuando quearse capacidades contenidas, hay una recuperación del que la guerra y la posguerra han aplazado, reanudándose a dencias de modernización truncadas. Lo es en aquellos do yen los últimos años del franquismo, como también duran cuarto de la centuria, con una España democrática que aca participando plena y diligentemente en la constl1Jcción d Europea. Por supuesto que el ritmo anual de crecimiento de la re bitante en España entre 1950 y 1975 es muy superior al q Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) último cuarto de siglo -bastante más del doble, incluso: u 100 frente a un 2,1 por 100-, al igual que en la mayor parte d ses desarrollados. Pero lo que cuenta para encuadrar a toda da mitad del siglo en una única -la última de las tres disti España económica es su significación en el proceso genera dernización económica. Ya que en esos cincuenta años, a una expansión interanual media que supera con mucho a la quier tramo anterior de la historia de la industrialización esp concatenan, sin interrupción reseñable alguna, toda una cambios estructurales: los obligados acompañantes del cr económico cuando éste alcanza altos y mantenidos avances leración máxima se produce, ciertamente, durante y a lo larg cer cuarto del siglo. Ahora bien, con la democracia la econo ñola consigue no sólo sostener un aumento apreciable de la habitante, sino también ahondar en los surcos de las transfor estructurales: quizá porque las nuevas pautas culturales, soci líticas prevalecientes con un régimen de libeltades, facilitan lan cambios profundos en la estructura económica. A la eco pañola, desde luego, la democracia no le ha sentado mal, d con términos coloquiales. El proceso de modernización Bueno será, por consiguiente, volver ahora, una vez más dar las principales transformaciones que en el curso de los úl cenios han cobrado mayor relieve, partiendo de las metas qu pios españoles han anhelado en el curso de la centuria. El ductor puede ser, dicho de otra forma, el contenido de la age modernización -la expresión es de José Varela- vigente pa vas generaciones en la España de todo el novecientos, qu cinco rúbricas capitales: escuela, despensa -el lema costista nomasia-, obra pública, industria y, como remate y síntesis ropeización. Plimero, escuela. La mejora de los niveles formativos de ción española -y la cualificación creciente de lo que hoy s como capital humano- no sólo ha erradicado las pavorosas analfabetismo de hace un siglo, a las que tanta significación buirse al tratar de explicar el retraso de entonces. Ha conseg cho más: una escolarización ya del todo generalizada, que s ga en un continuo aumento de la población universitaria, co millón y medio de estudiantes en el escalón de la enseñanza Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) -un tercio de todos los españoles comprendidos entre 18 y y con una cifra de doctorandos equivalente a la de todos lo tes universitarios de los años treinta. Segundo, despensa. La escasa y poco diversificada diet cia de los españoles hasta bien entrado el siglo XX, y la pe posguerra que se sufre hasta comienzos de los cincuenta. minar la centuria tan sólo parte del lejano recuerdo de a avance en los niveles de prosperidad material durante la se tad del siglo ha mejorado las condiciones de vida del con población, no sólo en la alimentación, sino, igualmente, e necesidades básicas, como el vestido y la vivienda, yen aq merced a las garantías de protección frente a la vejez, la e o la invalidez, conforman las «estructuras del bienestar». sultado quizá más visible, además del propio aumento de l cápita y de su mejor distribución, debe subrayarse el espec mento de una esperanza de vida media que, al superar con setenta y cinco años, es más del doble que a comienzos de Tercero, obra pÍtblica. Desde principios de siglo, conse liberales, intelectuales y políticos, militares y civiles recla tentemente realizaciones en el campo de las obras hidráu cuelas y regadíos», otra variante de la predicación regener de los transportes y, en general, de las infraestructuras, avances son lentos y limitados durante mucho tiempo, da verbial penuria de la Hacienda española, carente de recurso mover políticas ambiciosas que impulsen el desarrollo. Po fuerzo realizado en el curso del último cuarto de siglo es mente llamativo: la democracia legitima y consigue esfuerz rios mayores, incrementando las disponibilidades del gas que, ahora sí, ejerce como palanca del aumento de la prosp bienestar colectivos. Se ha hecho un formidable esfuerzo las dotaciones de infraestmcturas técnicas. Se han desterra a la extensión de algunas prestaciones sociales y a la provis nes preferentes, situaciones extremas de pobreza. Y tamb pública en materia de equipamientos urbanos y sociales h un despegue extraordinario, aunque su stock sea aún inf otros países europeos con varias décadas de ventaja en la de capital social. Cuarto, industrialización. Industrialización entendida cuación y modernización de la estructura productiva españ nando la «subordinación» de todo el sistema económico -p con Vicens Vives- a las fluctuaciones de la agricultura. En bra, el estímulo de lo fabril como símbolo reconocido de p Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) es cielto que, pese a todas las insuficiencias, España termina con un tejido industrial tupido y articulado, y con creciente c competitiva, como prueba el aumento gradual de la cuota en cados mundiales de las exportaciones industriales españolas vedad histórica en el panorama nacional del comercio exter Pero industrialización también significa desagrarización das sus connotaciones: pérdida de peso relativo del sector pri las magnitudes que miden el conjunto de la actividad econ honda transformación productiva de las explotaciones agra un salto enorme en los niveles de productividad. Lo cual, no re, al tiempo que aleja para siempre el espectro del «problem alimentos», cuando el campo español pugnaba por alcanzar veles mínimos de suficiencia en el abastecimiento de product tra a una agricultura cada vez más subsidiada -los fondos p ahora del presupuesto de la Política Agraria Común europ subsidios son- en los problemas del despoblamiento y el dete medio rural, otorgando con ello nuevas responsabilidades a pesinos, en tanto que conservadores y garantes de ese patrim lectivo que es el territorio y el paisaje natural. No es sino un cuencia derivada de la industrialización tal como aquí se es diendo, que implica, asimismo, creciente terciarización de l tura productiva, con actividades de servicios cada vez más a la competencia internacional, comenzando por las finanzas lecomunicaciones, sujetas, de un modo más intenso, a la globalización de sus mercados. Por último, colofón y resumen de todo lo anterior, europ Una meta, un ideal, que lo ha resumido casi todo a lo largo d glo: acercamiento a niveles más elevados de bienestar, ambic campo de la creación intelectual y de la capacidad productiva peto frente a las pulsiones involucionistas o defensivas en e de la política económica. Aspiración europeísta muy mitifica sabe si como reflejo de un complejo muy extendido de infe pero que ha actuado, en todo caso, como un elemento de per referencia: durante el primer tercio del siglo XX y bajo el in teguiano -«España es el problema, Europa la solución»-, c gencia de prosperidad y de eficacia; durante el franquismo, co tramodelo deseado y estimulante, frente a una realidad insatis durante la transición y la democracia, como garantía, no só irreversibilidad de las libeltades conquistadas, sino igualmen ciplina económica y de progreso, de gestión económica efic bien, esa europeización, aspiración compartida de sucesivas ciones de españoles a lo largo del novecientos, se ha consu Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) concluir el siglo con la integración en la Unión Europea y l ticipación en el proyecto de Unión Económica y Monetar apertura al exterior, tanto comercial y financiera como em que ha permitido una presencia creciente de capitales y e españoles en otros países, una vez reafirmados en su cruc emprendedora. Cualquier recapitulación hecha desde el mirador que p el cierre final del siglo XX en España, resulta, en consecu tadora. Es verdad que la vanidad de cada generación -com cho muchas veces- es tener la presunción de haberse quita ma el peso de la historia, pero se hace muy difícil no aprec leración inusitada de los acontecimientos. Con el resultad en el orden económico, de ofrecer hoy una realidad que traimagen de lo que no hace tanto era característico: fren tructura productiva supeditada a las fluctuaciones agrarias ya de una industrialización madura y con creciente peso tecnológicamente avanzados; frente a una economía que alto grado de aislamiento e intervencionismo, otra plena grada en Europa y crecientemente liberalizada; frente a u blico que no podía disimular muy graves insuficiencias tructuras técnicas, prestaciones sociales y bienes preferen tiplicada capacidad de las Administraciones Públicas p amplias exigencias de gastos sociales y económicos, así co novar y ampliar la red de equipamientos colectivos y serv cos. Un proyecto comÍln Puede irse un poco más lejos y pensar que esa ganada y ese avance en el proceso de modernización, constatable el siglo, han servido para superar lasfracturas que recurre la historia contemporánea han impedido hacer de España buen puñado de países europeos: repásese la lista de guerr el siglo XX- el «proyecto sugestivo de vida en común» q tega decantaba cualquier realidad nacional viable. Es ciertamente legítimo conjeturarlo así a tenor de los mentados, y nada mejor que mirarse en el deforme espejo treinta -como ha sugerido Eugenio Trías- o en el no m mante y malogrado de diversos episodios descollantes del Alfonso XIII, para advertirlo. Durante el primer largo te vecientos, en definitiva, la suma de las tensiones que tenía Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) tanto en provocadoras desigualdades sociales -la fractura so mo en enfrentados maximalismos ideológicos de amplia pr -la fractura de creencias y actitudes-, cuanto en opuestas co nes y vivencias del ser mismo de lo nacional -la fractura t para entendemos-, abortaron todos los intentos, más o men ros, más o menos consistentes, de proyectos compartidos pectiva de futuro. Las extremas desigualdades sin visos d ción, los encendidos radicalismos de signo opuesto, la inces liferación de compartimentos estancos -otra expresión OI entre las piezas del conjunto español, hicieron imposible, e una realidad nacional vertebrada -siempre Oltega-. Ahora, en cambio, las condiciones parecen propicias. miento económico y el abarcador sistema de protección socia cho de la España actual la sociedad menos desigual, posiblem toda la historia moderna y contemporánea. Al tiempo, las condiciones de vida, la erradicación del analfabetismo y el gantesco en los niveles de escolarización y formativos de ción,junto a la permeabilidad de nuestras fronteras y a otros de índole cultural, han marginado las posiciones extremist vehementes, siendo ampliamente mayoritarias las actitudes ración y tolerancia. Con el Estado de las autonomías, la de española, en fin, se ha dotado de una fórmula flexible y no ginal para encauzar constntctivamente los deseos de auto tanto de las autonomías históricas como de las restantes, sob dose con la nueva organización territorial del Estado la mer tralización administrativa para acercarse a un esquema de co ral. Así pues, las líneas de fragmentación que han cuarteado tntcción común de España, mermando sus capacidades de to -también las de índole económica- estarían, por consiguient dose simultáneamente. No faltan, sin embargo, elementos que atentan contra la Quizá en todos los planos antedichos. En el social, con los fe de segmentación que tienden a perdurar en el mercado de con ese actualizado rostro de la marginación y la pobreza q se entiende como exclusión. En el de ideas y comportamien cos, con las respuestas que suscita el creciente flujo de inm africanos, de Iberoamérica y de otras latitudes: un verdadero los valores morales en que se basa la proclamada convivenc mocracia. Y elementos disgregadores también, claro está, en de la articulación de la administración y el gobierno territoria da los de mayor entidad: el problema, si hubiera que singula el siglo XX español traspasa a su sucesor. Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) Lo cual, en principio, no deja de ser paradójico. Cuand español -a diferencia de lo oculTido durante el ochocient parte de la siguiente centuria- ha dispuesto de recursos suf ra contIibuir a hacer nación, esto es, para vertebrar terri cialmente el país, multiplicando obras de infraestructura y zando prestaciones sociales, es cuando algunas pulsiones d ras han cobrado especial fuerza y, en un caso, inusitada vio aún: a medida que la democracia española ha dado paso durante los dos últimos decenios del siglo XX, en el camp ministración autonómica y de autogobierno a esa escala, m recen ser las tensiones que suscita un cambio sustancial creativo- en la concepción del Estado que ha hecho de Esp los países más descentralizados de Europa. Lo dicho: el p España al comenzar un nuevo recolTido secular; y en todo nios, también en el económico, donde vale lo predicable quier otro: la fragmentación no se hará impunemente, acar tiosas pérdidas, implicará altos costes, pues la suma de la este supuesto, es menor que el todo. Desde la perspectiva desde Juego, el caso no ofrece dudas, cuando Europa integ cados y las relaciones comerciales, tecnológicas y financie dializan. Dos reflexiones finales A modo de epílogo, acéptense unas pocas líneas más q común propósito de arrojar algo más de luz sobre el perfil dibujado. Atienden, por un lado, a una de las cuestiones m das durante los últimos compases del siglo: la aportació quismo a la modernización económica; por otro lado, ap breves líneas de comparación entre los dos últimos fines pañoles, aquél de el 98 y el que ha cen'ado el milenio. Sobre el primer tema, se dispone ya de suficientes datos como para poder pronunciarse con rotundidad, saliendo al gunos tópicos residuales. Si se sitúa correctamente la evol economía española durante el franquismo en el curso secu cimiento, ese régimen dictatorial no puede ser identificado go, con la modernización económica y social de la Espa poránea. Ni sus comienzos ni sus estaciones terminales coi lo pronto -vuélvase a repetir- dicho proceso había cob apreciable desde los años que están a caballo entre los si XX, y tanto en la estructura productiva como en la dinám Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) gráfica y en el ámbito cultural, recorriendo durante todo el pr cio del novecientos un tramo nada despreciable, ciertament cho laborioso y fluctuante, pero con innegables avances, numpe la Guerra Civil y sus profundas, duraderas secuelas. L verdad, a partir de los años cincuenta, el crecimiento econó canzará un brío antes desconocido, ganando en velocidad lo de en gradualismo, a modo de recuperación del tiempo y la nes que el enfrentamiento civil y los ptimeros compases del dictatorial han hecho perder. Pero la recuperación de posguer do caso, es en España más lenta que en los países beligeran peos al concluir la segunda conflagración mundial, con ec que alcanzan pronto los niveles de preguerra: en esto radica anomalía económica española en el marco de la Europa occid siglo XX. La modernización económica y social en la España del s en suma, no tiene su arranque en el franquismo, como tampoc duración puede circunscribirse al período de fuerte crecimien años cincuenta, sesenta y primeros setenta. Más aún: sólo e mo cuarto del novecientos, al compás de la afLllnación de cracia, España irá completando un proceso que comenzó a d cien largos años atrás. Con la Guerra Civil y el primer franq colapsó lo entonces iniciado, y la rapidez difícilmente encauz después, entrada ya la segunda mitad del siglo, adquieren las en el nivel de vida y los cambios estructurales, invitan a pen fuerza con que discurre una corriente de agua forzadamente da durante un tiempo dilatado, sincronizándose tan sólo en lo timos decenios del siglo con el perfil cíclico de las econom peas. Concisa pero explícitamente enunciado, ésta es la con que conduce el análisis de toda la centuria ya culminada. Pud en consecuencia, refutar tanto que el franquismo fuera el E obras por excelencia -para expresar de otro modo lo a1Tiba a como que el siglo XIX se prolongó en España hasta desp GuelTa Civil. Ambas proposiciones, todavía repetidas, no se la realidad. Una realidad que desconocían también quienes d franquismo sostuvieron, plimero, que la dictadura haría imp crecimiento económico y, después, cuando éste era innegable ble, que el régimen dictatorial sería incompatible en el COJ10 p las exigencias organizativas e institucionales de una econom alejaba rápidamente de las situaciones de atraso y pobreza a Ojalá que el tiempo transcunido desde entonces ayude tambi tenar esos vacíos lugares comunes. Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid) Es hora, en todo caso, de poner punto final a estas pá dando la segunda reflexión epilogal anticipada: la compar los dos últimos finales de siglo de España, en especial lo q ne al clima, al ambiente que domina una y otra situación aunque sí preferentemente, desde la óptica económica. N desde luego, advel1ir las diferencias; lo fundamental se p sar con mucha brevedad.Y lo fundamental es quese está a crucijadas interseculares con horizontes casi radicalmente España de la dramática desembocadura del ochocientos p sin aliento, después de todo un siglo difícil como pocos; trarío, la España que se asoma al siglo XXI, tras decenio sos, con progreso material e institucional, tiene sobradas r mirar el tiempo que viene con razonable esperanza. Aqu sentía más el fardo del pasado que el aliciente del futuro; e al contrmio, tiene avidez de porvenir, y ha ahuyentado la t hurgar en su pasado cercano --con pasajes tan trágicos-, a desconozca. La humillación provocada por el desastre dio vimiento de repliegue, de recogimiento de una España fat mista respecto de sus propías capacidades; por el contra XX se ha despedido con una España de pulso recobrado y toestima mayor acaso que en los cuatro siglos precedentes ña que ahora se abre al mundo con una renovada ambi fluencia. Aquella España, por desgracia, parecía encogerse bio, la España de nuestro tiempo, por f0I1una, tensa sus c creativas y realizadoras. Muy pronto, por lo demás, se tendrá ocasión de comp cance y la consistencia de estas apreciaciones. Una nueva de españoles, la primera de los que han nacido en la dem mienza a estar en sazón para incorporarse al quehacer co pocos años, el futuro que ellos son -como se dice en un v lente- estará en sus manos. Nota biblio¡:rálica Las páginas que preceden enlazan con las que sirven de introd lado, y de epílogo, por otro, a la obra del autor, en colaboración co nez, Un siglo de España. UI economía (Marcial Pons. Historia, M 2001) y, asimismo, con las que abren el capítulo «La Economía» de El juicio de la historia (José Luis García Delgado, coord., Temas de 2000) y con las que cienan el al1ículo «Economía y democracia en final del siglo XX», en: Revista de Occidenle, nU 229 (junio, 2000) sión previa, se han ofrecido también en el voJumen dedicado a «La ciones económicas» de la obra Las claves de la España del siglo Morales, coord., Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, Madrid, Colección Ensayos.Fundación Juan March(Madrid)