Capítulo X UN ESCENARIO PARA LA ARQUITECTURA: LA PLAZA

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Capítulo X
UN ESCENARIO PARA
LA ARQUITECTURA: LA PLAZA
el punto de vista de la historia del urbanismo,
lo más relevante de la plaza que preside el imafronte,
amén de su estructura trapezoidal irregular, es que fue
proyectada y construida para -y en razón de- la arquitectura de los dos edificios principales que la cierran, esto
es, el palacio episcopal y la propia fachada de la Catedral.
No se trata de un esquema diseñado a partir de formas
geométricas ideales, sino más bien de una solución singular y -por qué no decirlo- magistral, pensada desde la
sensibilidad barroca, desde la que, con frecuencia, se prefería diseñar en libertad, a partir de exigencias funcionales
o de códigos formales establecidos, aunque no escritos. Es
por esto que no se puede encontrar un modelo que pueda
ser considerado como punto de partida, ni un dibujo o
realización que sirviera de ejemplo; pero sí, en cambio,
una cultura artística determinada e identificable, consciente, como veremos, de la necesidad de transformar
un enclave concreto a través de la dimensión y el cerramiento arquitectónicos.
Para su conformación se siguieron pautas procedentes
del urbanismo romano y mediterráneo, que fue transformando muchas ciudades al actuar en puntos concretos,
sin pretender alterar toda la red viaria. Fenómeno especialmente característico por su forma de operar sobre los
espacios situados delante de los templos o edificios públicos, creando ambientes medidos, modelados como marco
de una pieza singular. De este modo, el concepto de jerarquía, tan caro al barroco, se aplicó con todo rigor, pues,
según esta concepción, se trataba de valorar la fachada
que presidía y dominaba el conjunto.
La Plaza, hoy llamada del Cardenal Belluga, corresponde a un trapecio irregular y abierto en sus ángulos;
uno de sus lados, el que podríamos considerar la base, se
halla cerrado totalmente por el imafronte, mientras que
en los perpendiculares a aquél, el Palacio del Obispo y
unas viviendas conforman dos bandas que proyectan la
mirada hacia la fachada, la cual aparece oblicua, como si
fuera una pantalla con una hornacina monumental en su
centro a modo de Belvedere. Visual y funcionalmente,
este lienzo arquitectónico ejerce de gran escenario que a
la vez recibe y proyecta, ya que los dos contrafuertes
DESDE
circulares de sus extremos actúan como un remate rotundo que clausura y recoge los puntos de fuga. Es digno de
resaltarse este efecto, porque uno de los rasgos más singulares del conjunto es su aislamiento respecto del resto de
las calles, que al ser estrechas y enlazar diagonal o tangencialmente con la misma fachada, no permiten visualizar
la plaza hasta que se accede a ella. Consecuencia de esto
es la sensación de sorpresa que produce la imagen monumental de la Catedral, a la que se suman en el día los
contrastes de color y escala.
l.
LA CIUDAD Y SU CENTRO REPRESENTATIVO
Si se desea retroceder al pasado para comprender la
razón de los cambios introducidos en los diferentes momentos en este espacio y entender cuáles fueron las razones de estas transformaciones hasta llegar al siglo XVIII,
es preciso contemplar cuál fue la función de este espacio
en el marco más amplio de la ciudad, ya que ese papel es
el que determina la forma y método seguido en el XVIII
cuando se planteó la remodelación de esta área. La prof.
Gutiérrez-Cortines ha llegado a la conclusión de que la
estructura de Murcia se caracteriza por su zonificación y
por la alta especialización de los ambientes y plazas, ya
que casi todas eran escenario de alguna actividad específica que les confería una personalidad singular. Siendo sumamente interesante que esta zonificación fuera perfectamente compatible con una gran cohesión fundada en el
equilibrio entre los barrios, ya que no se produjo la disociación entre el núcleo donde se concentraba la vida política y económica, frente a las colaciones destinadas a
residencia. Aquí, por el contrario, se detecta un dinamismo discreto en todos los extremos, y tampoco se percibe
la concentración de una clase social privilegiada en un
centro reducido. Esta zonificación se caracteriza por la
dispersión en el espacio de las actividades propias de la
vida civil y económica cotidiana, y por la existencia de
puntos concretos dedicados a funciones específicas. Este
esquema difería del sistema tradicional implantado en
Europa en la mayor parte de las ciudades conformadas en
457
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la Edad Media, en las que la catedral o la parroquia, el
mercado y el ayuntamiento se agrupaban en torno a una
plaza. La ausencia de esa plaza mayor o de un centro
polivalente de fuerte atracción, podría ser una consecuencia de la estructura musulmana de la villa, donde se distinguía el núcleo propiamente económico, la Medina, de los
enclaves destinados al gobierno y administración, y de las
unidades de residencia. Barrios que se distinguían como
sectores singularizados en razón de los grupos raciales o
de la pertenencia a los diferentes grupos gentilicios. Tal
modelo generó sin duda un sistema global compuesto por
varias áreas relativamente autónomas, dotadas cada una
de una mezquita y de la residencia de una de las familias
más ricas y poderosas. En el siglo xm, después de la
Reconquista, al ser consagradas las mezquitas como parroquias, y la mezquita mayor como Catedral, y repartirse
las casas principales a los altos cargos que habían colaborado en la campaña, se consolidó este esquema disperso.
La misma investigadora considera que esta fragmentación fue respaldada por la distribución de funciones que
realizó el Concejo en los siglos siguientes, ya que la actividad económica se fijó en puntos diversos de la ciudad: el
mercado de los jueves se situó en Santo Domingo, y paralelamente fueron zonas de venta fija e intercambio la
plaza de Santa Catalina -donde se encontraba el Contraste, y los porches donde tenían lugar transacciones de
todo tipo, y en cuyas inmediaciones estaban las Carnicerías- y el plano de San Francisco, próximo al Almudí y
entrada de venteros y campesinos portadores de productos, también un espacio de fuerte dinamismo, además de
los dos ejes de Trapería y Platería, donde se hallaban las
tiendas de los artesanos de residencia fija. 1 El prof. Martínez Ripoll también ha llamado la atención sobre el carácter polivalente de la Plaza de Santa Catalina, que era a la
vez centro de mercaderías y "sede municipal, donde se
reúne el concejo" pero sin que llegara nunca a adquirir la
1
La distribución de las funciones en el espacio es una de las variables
que Antonio Bonet Correa (Las claves del urbanismo, Barcelona. 1989)
ha destacado como esenciales para estudiar el urbanismo, y en el caso
de Murcia se convierte en un elemento clave para entender su estructura.
Por su parte, Cristina Gutiérrez-Cortines (Simposio sobre el Barroco.
Murcia, 1984) indicó que la zonificación era uno de los rasgos que
definían la organización interna de la ciudad de Murcia. Esta misma
autora ha tratado el tema con mayor extensión en el estudio histórico
realizado para el Plan de Rehabilitación Integrada de Murcia (inédito,
Murcia 1984-1985) ejecutado a instancias del Ayuntamiento de Murcia
y dirigido por A. Muñoz Cosme.
458
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Plaza de Santo Domingo con el mercado de los jueves
relevancia o la atracción de una plaza mayor. 2
El poder político tampoco consiguió afincarse en un
espacio exclusivo, ya que el Ayuntamiento estaba situado
cerca de la Catedral, junto al Arenal y pegado al palacio
del Marqués de los V élez, pero al celebrarse las principales ceremonias en la parroquia de Santa Catalina y en su
entorno, no se llegó a crear un área de representación
propia. 3 Tal estructura disgregada, en la que las parroquias serían los hitos más relevantes, ha sido ampliamente
comentada por el prof. Bonet Correa, para quien este
fenómeno tiene relación con su origen, ya que Murcia
"nace de la confluencia de caminos que vienen de la
Huerta y de la necesidad de un lugar de encuentro. La
ciudad es un producto más de la Huerta, y va a tener una
trama compuesta de nudos o puntos de encuentro social
y religioso: son las antiguas mezquitas convertidas en Iglesias, esas plazuelas o plazas con distintas funciones" , en
las que no llega a existir una "unica plaza unitaria y
polivalente". Aunque en su opinión "Murcia no es la
única ciudad carente de plaza mayor. En Andalucía, por
lo general -y ésta no es una observación mía, sino de
Ricart, el primero que se ocupó de las plazas mayores
españolas-, las ciudades en principio no tenían plazas
mayores en el completo sentido de la palabra, y cuando
la hay siempre es tardía". 4
Tenemos ya dos rasgos que distinguen la ciudad de
Murcia, su zonificación y la ausencia de un núcleo polivalente, que de existir se hubiera plasmado lógicamente en
una plaza mayor. Pues bien, como ha apuntado la prof.
Gutiérrez-Cortines, esa dispersión de las funciones determinó la creación de áreas especializadas, dominadas por
unos usos que les dieron rango y personalidad. La Catedral y el Ayuntamiento eran los dos hitos que infundieron
carácter representativo a este sector, y habría que añadirles la residencia del Marqués de los V élez. Pero así como
a raíz de la Reconquista ése fue el reparto, el desarrollo
posterior inclinó la balanza en favor de la Iglesia, que
poco a poco fue conquistando espacios y ocupando solares
2 El prof. Martínez Ripoll expuso estos comentarios en torno a la
plaza en el Simposio sobre el Barroco celebrado en Murcia en 1984, y
anteriormente en "La nueva plaza de la Alameda del Carmen de Mur-
cia" (art. cit.).
3 Cristina Gutiérrez-Cortines, Plan de Rehabilitación .... op. cit.
4
Antonio Bonet Correa, Simposio .... o p. cit., p. 19.
459
en los aledaños del templo. 5 Aparte de la ampliación de
la Catedral en el siglo XVI, que exigió la ocupación de
parte de la calle que corría delante de ella, 6 habría que
citar la compra de casas para construir la torre y poder
dejar un ámbito abierto en su entorno. 7 Más importante
aún fue la idea de instalar los Seminarios en este enclave,
programa iniciado en 1592 cuando se creó el de San Fui~
gencio. El documento de la fundación es sumamente interesante, pues revela que la elección del solar formaba
parte de un proyecto institucional que comprendía la conexión permanente de la Catedral -como sede del Cabildo-, el Palacio del Obispo y el Seminario -como lugar de
residencia de profesores y futuros clérigos. Así, después
de enunciar las razones para la fundación y aludir repetidamente a las recomendaciones del Concilio de Trento
para fomentar las vocaciones y los estudios de formación
de los sacerdotes, y el interés por ubicar estos centros cerca
de las catedrales, donde estaba el grupo más selecto de
clérigos, se trató detenidamente acerca del lugar elegido:
haviendo tratado y conferido cerca de la comodidad de
algunas Casas, y haviendo considerado las calidades, que
concurren en el Taller, que esta dicha Iglesia tiene junto
a las Casas que dicen de los herederos de Andosilla, ansi
de ser aquel sitio sagrado, y de la Iglesia, como de poderse
haber, y comprar algunas casas circunvecinas con más
comodidad que en otras partes ... y que principalmente el
dicho Seminario estará tan cerca de la Iglesia y Casas
Episcopales, que con mucha facilidad de día, y noche, y
a cualquier ocasión puedan ser visitados y requeridos por
su Señoría y Prelados, y Capitulares. 8
de los Apóstoles, a espaldas de la capilla de los Vélez-,
cuyo solar pertenecía al Marqués de Espinardo, y cuyo
permiso de edificación fue dado el 15 de abril de 1749,
aunque no se demolió la obra anterior ni se iniciaron los
trabajos de edificación hasta 1755. 1° Conquista que fue
completada con la construcción durante esos mismos años
del Colegio de Teólogos, o de San Isidoro, contiguo a San
Fulgencio. Edificios que a su vez tan sólo estaban separados por una callejuela del Hospital de San Juan de Dios,
el cual a pesar de estar retranqueado en una replaceta,
enlazaba con el Seminario de San Isidoro y constituía otra
barrera arquitectónica perteneciente al mismo dominio
eclesiástico.
Tal predominio favoreció la especialización del sector
en un sentido representativo y religioso, teniendo cabida
la política en aquellas ocasiones en que las autoridades
concejiles y las eclesiásticas actuaban conjuntamente. Fue
por tanto un paso obligado de procesiones, escenario de
fiestas y de encuentros, pero nunca lugar de transacciones,
proclamas o de debate, pero sí era, en cambio, un escenario privilegiado y único en jerarquía moral y política. Y
aunque, como se comprobará, la fisonomía de este enclave sufrió transformaciones radicales a lo largo del siglo
XVIII, mantuvo sin embargo el carácter de espacio clausurado que había tenido anteriormente, y conservó también su función de escenario de la vida religiosa y festiva.
2.
2.1.
Texto que nos muestra la voluntad de la Iglesia de
concentrar en un mismo lugar los principales centros de
formación o culto. En el caso concreto de Murcia la cesión
del taller para instalar los primeros servicios del Seminario, fue sólo un primer paso de una estrategia que contemplaba la adquisición paulatina de todos los edificios y
espacios colindantes hasta llegar al Arenal. Como indicaron varios testigos, en un primer momento el Seminario
de San Fulgencio se fundó "sobre la Casa que se compró
de los dichos Andosillas, las cuales por aprecio costaron
mil quinientos treinta y tres ducados, y tres reales, y ansí
mismo la Iglesia Catedral le dió un pedazo de solar que
solía ser taller de su obra, esto demás de otro pedazo que
la ciudad dió para ensanche de dicho Seminario". 9 Eso
significa que ya desde finales del quinientos la Iglesia
había expandido su influencia sobre varios trozos de tierra
que estaban entre el hospital y la casa del Marqués de los
Vélez, hasta llegar incluso al Arenal. Al Seminario de San
Fulgencio le siguió el de San Leandro -situado en la Plaza
s Cristina Gutiérrez-Cortines. Plan de Rehabilitación .... op. cit.
Las principales noticias acerca de las reformas más importantes en
el entorno de la Catedral fueron recogidas por Rosselló y Cano en su
estudio sobre el urbanismo en Murcia. Aunque en este trabajo no se llevó
a cabo un análisis detallado de los edificios que conformaban esa área y
tampoco refleja las diversas etapas del proyecto de apertura de la plaza
y remodelación paulatina de la trama urbana. es una obra de consulta
obligada y el instrumento más importante de los que se disponen para
estudiar la historia del urbanismo en Murcia (V. Rosselló Verger y
G. M. Cano García. Evolución urbana de la ciudad de Murcia (8316
460
EL ENTORNO DE LA CATEDRAL
Los edificios
Si se pretende valorar el alcance de las reformas introducidas en el siglo XVIII, la primera medida sería determinar cómo era el entorno y en concreto la plaza antes
de su ampliación. La respuesta no es clara, ya que, como
se ha comprobado, la Iglesia, en un solo siglo, reedificó
la mayor parte de los edificios que tenía en esta zona de
la ciudad y adquirió otros, introduciendo nuevos valores
formales y de escala. Transformaciones a las que hay que
añadir importantes variaciones en la trama viaria y en las
callejuelas que trababan esta área, hasta ahora no valoradas suficientemente~ y en algún caso ni siquiera conocidas.
Los datos para rehacer la morfología originaria son
incompletos, y los existentes han sido contemplados como
anécdotas aisladas, sin que hasta ahora se haya tratado de
situar minuciosamente cada una de las piezas en su lugar.
En líneas generales, no hay problemas para saber cómo
era la plaza en su mitad norte, siendo en cambio bastante
1973). op. cit.).
7
Sobre la adquisición de casas y las reformas en tomo a la Catedral
cfr. Cristina Gutiérrez-Cortines Corral, Arquitectura del Renacimiento ....
op. cit.
8 Diferentes Instrumentos. Bulas y otros Documentos .... op. cit .. pp.
84 Y. y 85.
9
Ibídem. p. 18.
1
° Concepción de la Peña Velasco. Martín Solera. La .figura del
Alaq'{e en la .11urcia del siglo .\T/11. op. cit., pp. 280 y ss ..
Colegio de San Leandro
diferentes las versiones respecto a la mitad sur, que comprende hoy la zona ocupada por el Ayuntamiento, el
Palacio del Obispo, los Seminarios de San Fulgencio -hoy
Escuela de Arte Dramático- y San Isidoro -actualmente
Instituto Francisco Cascales-, edificios todos que tienen
una fachada al mediodía sobre el antiguo Arenal y el río
Segura.
La razón fundamental de la diversidad de opiniones
acerca de la estructura de esta área tal vez sea la serie de
pequeñas transformaciones que se fueron realizando desde
los tiempos de la Reconquista de la ciudad, algunas de las
cuales no se vieron refleJadas en documentos institucionales. 11 Por otra parte, tampoco se conoce con exactitud la
red viaria de la urbe musulmana, y en especial dónde se
han de fijar los límites entre la Alcazaba y la Medina. Se
cree que la frontera de ambos enclaves pasaba por la calle
de los Apóstoles y proseguía por la plazuela que había
delante de la fachada de la Catedral. Como ha indicado
el prof. Rosselló, la Alcazaba -que era, y sigue siendo, el
núcleo más representativo y sede de los poderes públicoscoincidía más o menos con el conjunto formado por el
Ayuntamiento actual, el Nuevo Palacio del Obispo y los
Seminarios de San Isidoro y San Fulgencio, mientras que
La Medina englobaba la Mezquita, cuyo solar coincidía
al parecer con la cabecera y cuerpo principal de la Catedral, e incluía una parte de su entorno cuya extensión ha
sido motivo de diversas controversias.
El prof. Rosselló ha confrontado los diversos estudios
realizados por Amador de los Ríos 12 y el prof. Torres
Fontes, 13 a los que hay que añadir la tesis doctoral de
J. García Antón 14 en los que se viene a demostrar que
existe una coincidencia en las grandes líneas y disensiones
en los matices y detalles. En lo referente a la estructura
concreta del entorno de la Catedral, tampoco hay un
acuerdo respecto al diseño específico de las calles, adarves
y rincones que la envolvían en el momento de la Reconquista, pero estas dudas no nos afectan si se tiene en
cuenta que fue un área sometida a algunos cambios sustanciales a lo largo de los siglos xv y XVI, como consecuencia de la ampliación o construcción de los edificios
que allí estaban ubicados. No obstante, y como se comprobará al estudiar las gestiones llevadas a cabo para la
adquisición del solar del Palacio del Obispo, aún se puede
precisar más de lo que se ha hecho hasta ahora acerca de
11 Son varios los trabajos de interés acerca de la estructura y morfología de la Murcia musulmana. entre ellos. cabe señalar por su concepción
global. el reciente estudio del prof. Juan Torres Fontes, "El recinto
urbano de Murcia Musulmana". en .\furcia .~fusu/mana. Ed. Francisco
J. Flores Arroyuelo, Murcia. 1989. pp .. l51-197.
Rodrigo Amador de los Ríos. op. cit., pp. 145-149
Juan Torres Fontes. Documentos de Alfonso X El Sabio. Murcia,
1960; y Repanimiento de Afurcia. Madrid, 1960.
14 José García Antón. "Las Murallas Islámicas de Murcia". en Afurcia .\.fusu/mana. op. cit .. pp. 199-213 .
12
13
461
Casa de los Puxmarin hoy desaparecida en el extremo oeste de la plaza del Cardenal Belluga
la morfología de esta zona de la ciudad. La antigua residencia del prelado ocupaba la mayor parte del lugar donde posteriormente se abrió la plaza, y adosados a él varios
edificios, como la Audiencia Vieja o las cocheras y casas
del vínculo de los Puxmarin en el extremo oeste. 15 La
presencia de este inmueble es cosa sabida y harto documentada, por lo que resulta innecesario traer a colación
las numerosas alusiones a la situación de. la residencia
episcopal.
Pero, aun sabiendo dónde se hallaba cada uno de estos
edificios, hay que tener en cuenta las alteraciones sufridas
en la trama urbana y en las relaciones de volúmenes y
huecos, al ampliar la Catedral o construir el Seminario en
el lugar ocupado por el primitivo taller. Valga adelantar
que, en este sentido, los datos parecen demostrar que
desde la Reconquista hasta el siglo xvm la red de calles
fue transformada sensiblemente, en razón de las exigencias planteadas desde la arquitectura, detectándose a la
15
A. E., leg. s/n, carta del provisor al obispo, 30 de noviembre de
1756.
16
Juan Torres Fontes, "El pasadizo del Obispo", Boletín de Información del Excmo. Ayuntamiento de Murcia. n. o 18, 1967, pp. 3-19.
462
vez un silencio persistente respecto a motivaciones que
podrían clasificarse dentro del marco de la planificación
urbana.
Parece que en la Baja Edad Media unas calles de escasa
anchura separaban el Palacio del prelado de la Catedral
por el este y de la residencia del Adelantado por el sur,
mientras que existía una plazuela delante de la fachada
del templo, probablemente de forma irregular, que estaba
junto al taller y los dos palacios, espacio denominado en el
tiempo "llano de Santa María". La estrechez de ambas
calles queda demostrada por el hecho de haber sido superadas por sendos pasadizos volados para comunicar el
palacio con los dos edificios que lo enfrentaban. Así, en
tiempos del obispo D. Diego de Bedán, en 1429, se construyó un puente para permitir el paso directo desde las
habitaciones de la residencia a la Catedral, 16 que debía de
quedar más o menos a la altura de la capilla del Bautismo
y enlazaba directamente con la Claustra. 17
17
La prof. Gutiérrez-Cortines ha mostrado que el cambio de orientación de la Capilla de San Juan de la Claustra y la construcción de la
nueva puerta que da al pasillo del Museo Diocesano, antiguo pasillo del
claustro, fue una de las manifestaciones de las reformas profundas que
Claro es que, al avanzar el muro del templo, con la
consiguiente ampliación de las capillas, se tomó parte del
terreno público, por lo que fue necesario más tarde abrir
otra calle como si se desdoblara la anterior. La prof. Cristina Torres Suárez ha mostrado que en 1525 ya se estaba
pactando esa operación, ya que en esa fecha el Concejo
acordó escribir al cardenal obispo de Cartagena para que
"de un pedazo de su casa que está frontera de la pared de
la Claustra se hagan ciertas capillas en la calle, y para calle
se tome de la casa de obispo, y haciéndose lo susodicho,
hubiere por bien que se tome de la capilla para las capillas, y de la casa del obispo otro tanto para calle". 18
Ahora bien, así como al avanzar la Catedral hacia
adelante en la zona donde estaba el palacio, su dueño
donó parte de su jardín para abrir otra calle, en el ángulo
sudoeste de la fachada -donde estaba la plazuela- no hubo
ninguna cesión, lo cual quiere decir que la Catedral avanzó sobre la "Llana" mermando sus dimensiones origina!es. A su vez, la calle que separaba la residencia episcopal
de la casa del Adelantado tampoco debía de ser demasiado
ancha, porque con motivo de la visita a Murcia de los
Reyes Católicos, en el año 1488, el Concejo mandó levantar otro pasadizo, esta vez de madera, "para cuando vinieran a esta ciudad sus altezas". 19 Tal medida, a la vez que
corrobora el carácter angosto de las calles, demuestra también que el conjunto de edificios y las vías de tránsito,
atravesadas por pasadizos, constituían una fisonomía medieval, en la que el espacio abierto se encontraba absolutamente dominado e invadido por los edificios. Prepotencia
arquitectónica que, como veremos, siguió prevaleciendo
hasta la creación de la plaza en el siglo xvm, tal vez
como reflejo de una cultura urbana moderna, partidaria
de los espacios y las grandes dimensiones.
Sin embargo, si volvemos al intento de rehacer la morfología de este entorno, aún sigue sin aclararse cuál fue la
distribución de las unidades construidas en el lugar donde
hoy se encuentra el Palacio Episcopal ya que, al parecer,
algunas noticias que se citarán en breve demuestran que
al levantarse la nueva residencia del prelado se alteró
sensiblemente la zona, al desaparecer una calle, abrirse
otra nueva y construirse parte de aquélla sobre la vía
pública y un trozo de la explanada del Arenal. Pero si se
desea dilucidar esta cuestión, es preciso tratar de conocer
con toda la precisión posible cuáles eran los solares ocupados por la casa del Marqués de los Vélez y sus aledaños.
En este sentido, los datos recogidos más arriba sitúan
exactamente el lugar en que se encontraba la Casa del
Adelantado. Pero así como indican que este edificio
afrontaba con el viejo Palacio -ya que fue levantado un
pasadizo entre ellos-, no revelan cuáles fueron los límites
laterales. Sabemos, por un texto publicado por el prof.
Torres Fontes, que la fachada sur de la residencia del
Marqués "quedaba sobre la muralla y el río", ya que
también en tiempos de los Reyes Católicos los regidores
"decidieron reparar el lienzo del adarve que está debajo
del mirador de la casa del Adelantado, que estaba malparado y se podía caer". 20
Ambas referencias definen el marco aproximativo
acerca de la ubicación de este palacio, pero no permiten
precisar los límites en el este y el oeste. Las opiniones
publicadas hasta el momento coinciden en general en
adjudicar a la casa del Adelantado todo el solar ocupado
hoy por el Palacio, pero sabemos que en su testamento el
obispo D. Juan Mateo López indicó que, cuando decidió
trasladarlo a otro lugar, además de "solicitar de dicho
Señor Exmo. que se sirviese vender por justa tasación las
dichas casas, y todo el sitio contiguo, que poseía su Exma", había ampliado este solar porque "después sucesivamente compré otras casas contiguas", nueva propiedad en
el lugar con la que no contábamos. Y añadió que "entre
otras casas y sitios que compré para verificar sitio oportuno, y desembarazado para dicho palacio, compré unas cocheras contiguas a la muralla, y eran de Juan Tizón ... ". 21
Dato que demuestra que se trataba de un enclave con
mayores incidencias de las previstas hasta ahora al considerar que estaba casi exclusivamente ocupado por los
edificios de la Iglesia o la casa del Marqués.
Por tanto, si se revisa lo dicho hasta aquí, se deduce
que el palacio de los Vélez lindaba en el sur con el Arenal,
donde tenía un mirador, al oeste con la Casa del Concejo,
y al norte con una calle y la Llana de Santa María, sin que,
en cambio, se hayan indicado con precisión los límites en
el este, o sea, en ell ugar donde hoy se encuentran el jardín
del Palacio y el patio del Seminario de San Fulgencio. La
primera medida para rehacer la trama urbana de este
enclave es recordar que cuando se comenzó el Palacio aún
no se habían construido los grandes edificios que ahora
vemos, ya que a pesar de estar allí el antiguo Seminario
de San Fulgencio, era un centro de menores dimensiones
que el levantado en el XVIII. Ahora bien, ¿cómo era esta
zona antes de crearse el centro de estudios eclesiásticos?
Puede adelantarse que entre el Hospital de Santa María
de Gracia y el palacio del Marqués había una zona ocupada por diversas viviendas, solares y edificios varios, y una
calle que poco a poco fue conquistada por la Iglesia, hasta
llegar a su total dominio cua.ndo se construyeron los tres
seminarios (San Fulgencio, San Leandro y San Isidoro).
Valga señalar como hipótesis que era una zona congestionada, donde después de levantarse el primer Seminario a
finales del siglo xvi pervivían espacios abiertos -la calle
ya citada, que además estaba cruzada por una muralla.
Los documentos relativos a la fundación del Seminario
de San Fulgencio en 1592, revelan que antes de iniciarse
las obras en el lugar que se pensaba adaptar para este
colegio, existía una casa llamada "Casa del Rincón" -el
viejo taller de la Catedral-, que al parecer asomaba al
se hicieron en esta parte del templo y en sus anexos, como consecuencia
de haberse ampliado el templo por los pies y alterado el sistema de
entrada que habitualmente tenía, y que daba acceso al claustro (La
Arquitectura del Renacimiento ... , op. cit., pp. 101 y ss.)
18 Cristina Torres Suárez, "Cooperación Municipal en la Construcción de la Catedral 1512-1525", en Homenaje al Projésor Juan Barceló.
Murcia, 1990, pp. 663-668.
19
Juan Torres Fontes, "Estampas de la vida murciana en el reinado
de los Reyes Católicos", Murgetana. Murcia, 1960, pp. 102-125.
20
Ibídem.
21
A.C.M., G-460, n.• 25, 14 de octubre de 1751.
463
Arenal y que daba a la actual replaceta o ensanche, situada frente a la capilla de la Transfiguración, y otras viviendas rodeadas a su vez por espacios abiertos. Así, en el texto
se indicaba que era conveniente instalar allí el Seminario
porque podrían adquirirse "casas circunvecinas con más
comodidad, que en otras partes, y que por las espaldas se
puede tomar la parte que fuera necesaria para ensanchar
la casa del Rincón, que está junto a la muralla, a la parte
del Arenal, adonde se puede sacar una puerta, para que
en el invierno los colegiales y ministros de dicho Colegio,
sin salir de él, tomen el sol, y que por aquella parte puedan
tener agua viva por el acueducto viejo, que antiguamente
solía regar las tierras de la Rinconada, cosa tan importante
para la limpieza del Colegio". 22 El texto es elocuente y
sumamente aclaratorio, en tanto muestra que, además de
las edificaciones ya citadas, existía una zona que anteriormente había sido cultivada, más próxima al Arenal, y que
probablemente quedaba en la parte exterior de la muralla
que aquí aparece claramente documentada y de la que se
hablará más adelante. Pero desde el punto de vista urbanístico, ahora interesa resaltar que, desde que fue ubicado
el primer Seminario en el ángulo frontero a la Catedral y
hasta finales del xvm, el proceso fue de ir cubriendo con
arquitectura los espacios abiertos, a la vez que se fue
cerrando la visión del río con una cortina de edificios.
2.2.
Las calles y la trama urbana
Uno de los aspectos en que la documentación relativa
a la construcción del Palacio es más rica en sorpresas es
todo lo relativo a la trama urbana. La primera noticia se
refiere a la apertura de una calle nueva -la actual-; pero
veamos directamente la explicación del obispo Mateo: "y
en atenta correspondencia a su generosidad ofrecí, que en
la nueva planta dejaría a beneficio del público, como dejé,
una calle muy espaciosa entre dicho palacio y las casas
de la ciudad en que habitan los caballeros Corregidores,
con gusto, y en general satisfacción de todos los ciudadanos". 23 Es evidente que el obispo se refiere a la calle que
va desde la Glorieta actual a la Plaza de Belluga. Es
curioso observar que hasta ahora todos los estudiosos han
creído que esa vía era de origen medieval, cuando en
realidad no sólo fue creada como resultado de las negociaciones de 1748, sino que además se ensanchaba en el
punto de encuentro con la actual Plaza de Belluga, formando una plazuela que hoy ha desaparecido. Esto significa que, anteriormente, la Casa del Adelantado y la Casa
del Concejo eran colindantes, lo que explica alguno de los
conflictos que hubo en el siglo XIV con motivo de los
intentos de aquél por invadir espacios interiores pertenecientes al municipio.
Pero aún se puede añadir algo más en tomo a la morfología de esta zona de la ciudad ya que existía otra callejue-
22
23
24
Bulas y o1ros documemos .... op. cit.. pp. 84-85.
A.C.M .. G-460, n.o 25, 14 de octubre de 1751.
A.E., leg. s/n .. carta del intendente al obispo, 22 de febrero de
1758.
25
464
Véase la fig. 36 del estudio urbano de Rosselló y Cano en el
la entre San Fulgencio y el Palacio del Marqués, que en
este caso fue cerrada y pasó a formar parte del solar de la
residencia episcopal. Aunque la versión que dio el obispo
Mateo en su testamento acerca de la negociación con el
Concejo no recoge este dato, todo parece indicar que el
silencio respecto a este hecho fue una medida táctica del
obispo para evitar que hubiera constancia escrita acerca
del tema, ya que deseaba ocultar que, a cambio de todo
el terreno recibido del Ayuntamiento -el trozo del Arenal
más esta calle y otro retal de terreno delante del Palacio-,
él se había comprometido a derribar todo el Palacio Viejo.
Es decir, en el pacto entre las dos instituciones, el obispo
anexionaba la callejuela, adelantaba el frente del Palacio
para guardar línea recta y avanzaba por el Arenal hacia
el río; y, en contrapartida, donaba la "Calle Nueva" y se
comprometía a tirar todo el palacio viejo y dejar libre su
espacio para crear una plaza grande. Pero como no le
interesaba que esa versión del pacto se recogiera en ningún documento, nada dijo al respecto, contando sólo
aquello que le convenía, ya que sus planes de financiación
del Palacio Nuevo preveían que debía concluirse con el
dinero que se sacara de la venta del Palacio Viejo, y si
éste era derribado para ampliar la plaza se perdía esa
fuente de ingresos.
La información sobre las cláusulas del acuerdo salió a
la luz cuando el Cabildo catedralicio y el Concejo trataron
de presionar al obispo Rojas para que ampliara el espacio
previsto para la Plaza, dejando libre todo el solar ocupado
por el Palacio Viejo, lo que implicaba la renuncia a obtener fondos por la venta del edificio. Ante este problema, el
prelado envió a su hermano, D. Bernardo de Rojas, para
que analizara el tema sobre el terreno, y éste, después de
estudiar detenidamente todas las propuestas, advirtió que
en el trato con el Ayuntamiento el diocesano se había
comprometido a mucho más de lo que luego recogió en
su testamento, porque "la calle que vuestra Señoría ilustrísima dice dejó su antecesor para paso entre el palacio
y casa de los Corregidores, fue en lugar de otra que era
más larga que desde el Arenal pasaba a la Iglesia y salía
donde había un santísimo Cristo", es decir, había una
calle que iba desde el Arenal hasta la Catedral, cuya traza
trataremos de dilucidar a continuación; y además, como
añade nuestro relator, el obispo, no contento con esto
"tomó de la plazuela que está delante de la iglesia algún
terreno para sacar lineal la fachada del palacio que cae al
norte, donde están las cuatro puertas, las dos de en medio
que entran al zaguán que sale al patio, otra a la capilla, y
la que cae hacia San Fulgencio, donde ha de ser la audiencia con oficinas para los notarios", 24 noticia clara que
demuestra cómo había avanzado sobre el terreno público
el Palacio, en contra de la opinión dominante acerca de
su posición, pues hasta ahora se ha venido defendiendo
que al trazar in situ este edificio se había retranqueado,
lo que implicaba el ensanche de la calle. 25 Visto este dato
que se recoge un croquis de las principales reformas introducidas cuando
se creó la plaza del Cardenal ~ellug~; en él se indica que el nuevo palacio
se retranqueaba hacia atrás respecto al espacio ocupado por el edificio
que le precedió (V . M. Rosselló y G. M. Cano, op. cit., pp. 85-86).
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Proyecto para la plaza del Cardenal Belluga. 1747. Archivo Episcopal de f\·1urcia
465
se comprueba que, una vez más, las exigencias de la arquitectura se impusieron sobre las necesidades de espacio
público, lo que justifica plenamente las protestas del Concejo. Malestar que por otro lado era recogido por el Cabildo y que la misma Iglesia reconocía, ya que el propio
D. Bernardo de Rojas, cuando informó a su hermano
sobre estos hechos, valoraba el trato diciendo que "es
constante que en esto tomó mucho más que dexó el antecesor de V. S. 1.". 26
No obstante, desde el punto de vista de la estructura
urbana, uno de los aspectos que más interesa de lo dicho
más arriba es la situación de la calle "que desde el Arenal
pasaba a la Iglesia y salía donde había un Santísimo Christo". Tenemos una vía pública desconocida hasta ahora,
difícil de ubicar en detalle, pero que probablemente se
pueda situar entre el Palacio y San Fulgencio, dentro del
lugar ocupado hoy por el patio del antiguo Seminario y
el jardín del Palacio.
Si se contempla el plano proporcionado por D. Bernardo de Rojas destaca con toda claridad una línea que
arranca del muro este del palacio, forma ángulo y discurre
perpendicular hacia el llamado Colegio Viejo, muro de
anchura desigual señalado como "muralla". Si se observa
detenidamente el discurrir de este cerco, el primer rasgo
a destacar es que estaba envuelto por los edificios que se
habían ido construyendo a su alrededor, lo que demuestra
varios supuestos importantes: primero, que el ala sur del
Palacio, conforme a una costumbre ya impuesta en el siglo
XVIII, se levantó sobre parte de la muralla, rebasándola
en sus dos lados. Y si recordamos la compra de las cocheras de Juan Tizón, citadas más arriba, que estaban "contiguas a la muralla", es lógico presumir que se hallaran
enclavadas en lugar muy próximo a la residencia del marqués.
En segundo lugar, el plano muestra también que probablemente la calle no era recta y debía ir bordeando el
curso de la muralla, como tantas otras callejuelas. Pero
en cambio interesa resaltar que, según afirmaba el propio
hermano del obispo, "era más larga" que la calle nueva
cedida por D. Juan Mateo López entre el Palacio y la Casa
del Concejo, valor no muy elocuente, pero indicativo para
rechazar el que esta vía, cerrada ahora, fuera en línea recta
desde el Arenal.
Llama también la atención la falta de referencias acerca de la imagen de Cristo Crucificado a la que se alude
en el texto, que lógicamente debería estar adosada a la
Catedral o en una hornacina o humilladero casi pegado
al ángulo de la capilla de la Transfiguración, donde se
unen hoy la calle Apóstoles y la Plaza, y que sería, como
se ve aún en tantas ciudades antiguas, una llamada o
convocatoria acerca de la proximidad del lugar sagrado.
Otra cuestión es saber si esta calle pasaba por dentro
o por fuera del muro de Alcázar. En el primer caso, eso
26
A.E., leg. s/n., carta del intendente al obispo, 22 de febrero de
1758.
27 J. Fuentes y Ponte sitúa entre la Puerta del Puente y la del Toro la
"Puerta del Sol, con antepecho sobre el río, y cerca de la casa de los
Corregidores que llaman Darxarife, y luego estaba la torre de Caramajul
en la fortaleza que dió D. Alfonso a los caballeros Templarios. y labraron
466
justificaría la existencia de una puerta que no viene señalada en el croquis, y que quizás pudiera relacionarse con
la entrada que algunos autores han denominado Puerta
del Sol, que estaba entre la Puerta del Toro y la Puerta
del Puente. 27 Sin embargo, y a pesar de que aún no ha
habido acuerdo acerca del lugar exacto donde se encontraba esa entrada, debía de ser un portillo o acceso de menor
relevancia, que serviría de paso a esa calleja, si bien no
parece éste el lugar más adecuado para profundizar en un
tema, el de las puertas de la ciudad, que escapa a nuestro
campo de investigación. Los datos recogidos acerca de las
puertas dan a entender que desde la Reconquista hasta el
siglo XVIII hubo diversas intervenciones en las edificaciones primitivas que justificaron también cambios sustanciales en los accesos. Recordemos una vez más el texto de
1594 donde se trata del solar del Seminario y en el que se
alude a la posibilidad de abrir una puerta para salir directamente al Arenal. Esto quiere decir que, salvo la muralla,
cuya traza era más difícil de modificar, hemos de pensar
que el resto de los elementos, incluso las entradas secundarias -como sería ésta- debieron de sufrir alteraciones
sustanciales en el transcurso de los siglos, ya que el cambio
de función de los monumentos más relevantes, como fue
el de Alcázar en Hospital, el de viviendas en Seminario,
o el de residencia del Adelantado en Palacio Episcopal,
eran medidas tan fuertes que por sí mismas impulsaron
intervenciones de todo tipo en la trama, puntos de enlace,
portillos y sobre todo en la alineación de las construcciones.
Ahora bien, estas afirmaciones no impiden que desde
nuestro punto de vista resulte muy interesante identificar
la traza de esa calle citada en el texto porque revela que
la Catedral, y en concreto la "Llana de Santa María", era
un punto nodal en esta zona. Pero hay algo más importante: si esa calle aparecía frente a una de las puertas de la
Catedral, la llamada antiguamente puerta de San Ginés,
se explicaría aún mejor la orientación de la fachada, aspecto que sólo será entendido cuando se reconstruya exactamente la forma de la antigua plaza.
Claro es que para llegar a ese conocimiento habría que
revisar la cuestión dentro de las diferentes propuestas sobre la morfología de esta zona de la ciudad y el diseño de
las murallas llevadas a cabo hasta ahora. Y, dentro de este
marco, quizás pueda engarzarse en la reciente aportación
del prof. García Antón, que ha marcado el punto de
encuentro entre la muralla exterior y el cerco de la Alcazaba, en un lugar muy próximo a la pared medianera entre
San Isidoro y el Palacio, sitio por donde debía de desembocar la calle al Arenal; y ha señalado también que el
muro de la Alcazaba describía una línea quebrada, lo que
revela por lo menos que era un cierre irregular. Es evidente que el boceto de D. Bernardo de Rojas, donde se señala
la muralla, ha de ser confrontado con todas las aportacio-
N. S. de Gracia y Buen Suceso, con hospital. Tenía esta torre ocho torreones unidos en cuadro" (Javier Fuentes y Ponte, ;Murcia que se fue.
Madrid, 1872, p. 34). Según esta descripción !a puerta estaría próxima al
Ayuntamiento, pero ha sido también ubicada en las proximidades de la
calle nueva que se abrió en el siglo XVIII.
nes e investigaciones arqueológicas realizadas, pero lo que
sí parece posible es que la callejuela reseñada fuera un
camino de ronda del muro de la Alcazaba. 28
Como sigue relatando el mismo obispo Mateo, "últimamente deví a esta nobilísima ciudad, que así para el
beneficio del colegio Seminario Episcopal del Seminario
de San Fulgencio, como para más extensión del nuevo
Palacio, se sirviese concederme un pedazo de sitio del
Arenal, en el que está fabricado el lienzo que mira al
poniente, y por el mediodía se extendía hasta los pretiles
del río". 29 Es decir, el Palacio se había iniciado en la
antigua casa del Adelantado y sobre un pequeño solar
anexo, incorporándosele también otras casas, cuyos dueños fueron silenciados por el prelado, y un espacio del
Arenal, colindante con el río, que donó el Concejo y que
corresponde al llamado "martillo", lo que supuso el avance del edificio sobre un solar público.
Es interesante observar que esta solución mereció un
juicio negativo por parte del hermano del obispo Rojas,
pues según él, aunque el Ayuntamiento había donado ese
solar por "el aspecto público", es decir, por bien de la
ciudad y con intención de mejorar la imagen, era una
medida desacertada porque como "hace escuadra con el
Arenal, pues además de que cortó este paseo que era
público, aun para el aspecto se peJjudicó, pues seguían al
Palacio las nuevas y hermosas obras del Colegio de San
Fulgencio, S. Isidoro y Hospital de San Juan de Dios, que
hacían unión con la fachada del Palacio Nuevo, y que sólo
hizo la ciudad por complacer al Prelado o por las ofertas
que hacía tan geniales como V. S. l. sabe". 30 Más tarde
veremos que el trato contemplaba la creación de la Plaza
de Belluga en toda su extensión, pero ahora interesa tan
sólo resaltar que, tal y como indicaba este personaje, al
avanzar hacia el río con el ala sur del Palacio, se cortaron
la continuidad del paseo y la gran perspectiva que se había
ido creando al levantar los Seminarios y el Hospital. Intervención que lógicamente no agradó a una persona como
fue D. Bernardo de Rojas, imbuido ya de conceptos urbanísticos más próximos a lo que pudo haber visto en sus
viajes por Italia y otros lugares, donde se habían aceptado
plenamente las condiciones necesarias para producir las
grandes avenidas que caracterizan el urbanismo barroco.
Vemos que el obispo Mateo y el arquitecto Pedro Pagán,
cuando propusieron la ubicación y forma del Palacio,
concedieron más importancia a las exigencias concretas
de su residencia y a las ventajas de posición que adquiría
el edificio al avanzar sobre el Arenal, desatendiendo en
cambio valores urbanísticos genéricos. 31
28
Si seguimos, como estamos haciendo, a José García Antón, hemos
de tener en cuenta que por hallarse aquí la Alcazaba y el Alcázar, fue
precisamente una de las zonas más afectadas por remodelaciones musulmanas y cristianas, y que además fue donde se levantaron los palacios
de los gobernantes (José García Antón, "Las murallas islámicas de Murcia" , art. cit.).
29
A.C.M., G-460, n. o 25, 14 de octubre de 1751.
Jo A.E., leg. s/n., carta del intendente al obispo, 22 de febrero de
1758.
3.
UN ESPACIO PARA LA ARQUITECTURA
El panorama expuesto hasta ahora revela que el deseo
de ampliar y dotar de un carácter monumental a los edificios de la Iglesia, que había servido para engrandecer la
imagen del paisaje urbano, a la vez era la causa de la
paulatina merma de la red viaria y de zonas libres, ya que
la invasión del Arenal, el avance del Palacio sobre la calle
que corría delante de su puerta o la ampliación de la
Catedral sobre el "Llano de Santa María", así como el
cierre de la callejuela que salía a esa plazuela, fueron
medidas muy potentes desde el punto de vista urbanístico,
que significaban una regresión hacia los esquemas de ciudad medieval, con calles tortuosas y estrechas. Pero así
como en el Medievo los modelos poseían un equilibrio
entre la red viaria y la arquitectura, con la construcción
de los Seminarios, el Palacio y la Catedral se desorbitó la
escala de las edificaciones en relación con el espacio circundante, lo que evidenció la necesidad de iniciar una
reforma encaminada a crear nuevos ambientes abiertos.
Téngase en cuenta que todos los datos recogidos hasta
ahora indican que la "Llana de Santa María" era una
pequeña plaza, que funcionaba como enlace de varias vías
y vestíbulo del templo, concebido en la Edad Media como
punto de encuentro entre el área militar o representativa
del Alcázar y Palacio del Adelantado y la iglesia principal,
y que desde el siglo xvi había sufrido constantes invasiones que habían disminuido su tamaño. La ampliación del
tramo final del templo y la nueva merma producida para
alinear el Palacio Episcopal convertían este espacio en
una zona abierta a todas luces insuficiente para acoger las
funciones que podían serie destinadas. A su vez, y desde
el punto de vista de las relaciones formales internas y de
su capacidad como escenario visivo, había sido transformada en un lugar estrecho, demasiado angosto en relación
con la preponderancia que habían cobrado las procesiones
y celebraciones que por derecho tenían como telón de
fondo la fachada de la Catedral.
En consecuencia, no es de extrañar que el cardenal
Belluga, en 1712, varias décadas antes de iniciarse la fachada, enviara una solicitud al Cabildo diciendo que
"quiere ensanchar y poner mejor en planta el palacio
episcopal, dejando libre, desembarazada y con más campo
la fachada y portada principal de esta Sta Iglesia, para
cuya obra, que haría el año próximo, necesitaba de las
casas del Cabildo contiguas al Palacio, dando el Obispo
por ellas propiedad de venta equivalente el molino de los
Abades". 32 Propuesta que quedó pendiente de discusión
para cuando volviera el prelado y que no llegó a realizarse.
Pero ahora lo que interesa es valorar en su justa medí-
JI Esta mentalidad de preeminencia de lo concreto frente a la imagen general urbana, parece haber dominado todo el programa emprendido por el obispo Mateo y por su arquitecto Pedro Pagán, desinteresados
por los valores monumentales del "grand Style" que había dominado
numerosas intervenciones europeas. Sobre estos conceptos cfr. Giulio
Cario Argan, La Europa de las Capitales, op. cit.; y Leonardo Benévolo,
Storia del/a cilla, Bari, 1976, pp. 653 y ss.
32 A.C. M., B-33, f. 66, 15 de julio de 1712.
467
da esta intención de Belluga, ya que nos plantea un doble
problema: por una parte, muestra el sentir de las autoridades de la Diócesis respecto a la conveniencia de remodelar
el entorno de la Catedral casi en tu totalidad, como un
proyecto arquitectónico y urbanístico, que incluía al Palacio y la plaza; y por otra, nos obligará a reflexionar en
torno a la conciencia que pudo tener Jaime Bort al proyectar el imafronte acerca del encuadre urbano que iba a
rodear su obra, y hasta qué punto proyectó para una
futura plaza inexistente o, por el contrario, trabajó para
el marco concreto que de momento envolvía el templo.
La aspiración a crear espacios amplios, engalanados
con bellos edificios y en los que la trama urbana encierre
su propia monumentalidad, y sea portadora de efectos,
como experiencia de un espectáculo urbano y visual fue
sin duda una de las aportaciones del urbanismo barroco,
que en toda Europa se fue implantando como un principio
abstracto que subyacía en la intención de los grandes
proyectos o de las reformas modestas. Y también dominó
en la época la concepción de la ciudad como un todo,
donde la arquitectura se entendía como presencia activa,
volcada e integrada con el exterior. Por eso lo lógico es
suponer que en la mente de los altos cargos de la Iglesia
estuviera presente un programa de gran alcance, donde
arquitectura y espacio tendrían tratamientos dependientes: el que en 1712 ya se hablara de ensanchar la plaza y
construir una nueva sede para residencia del prelado revela con toda claridad que a los ojos de éste y de los capitulares fachada, plaza y Palacio eran un conjunto indivisible.
Otra cosa muy diferente es el calendario de la realización,
el cual, como hemos comprobado, hubo de escalonarse y
fue llevado a cabo en diferentes momentos. Y de hecho,
la documentación revela que en la mente del obispo D.
Juan Mateo López y del Cabildo, la obra del palacio y
la creación de la plaza eran facetas de un plan único e
integral.
Pero antes de conocer la documentación y datos concretos, aún queda una pregunta obligada: se trata de si en
esta primera muestra de intenciones de 1712, se diseñó o
encargó un proyecto, que pudiera haber servido de punto
de partida a las reformas posteriores. Aunque nunca se
puede afirmar nada rotundamente, todo parece indicar
que la propuesta del obispo de 1712 no llegó a sobrepasar
el estadio de primeras conversacione~, previas a cualquier
decisión concreta. Prueba de ello es que cuando el obispo
D. Juan Mateo López negoció con el Ayuntamiento cuál
iba a ser el emplazamiento exacto del solar para el Palacio
y las dimensiones de la plaza ampliada, se barajaron diversas alternativas, sin que se aludiera a un proyecto oficial
dibujado. 33 Da la impresión de que las propuestas de
reforma fueron realizadas "desde la calle", es decir, como
resultado de !a reflexión y juicio sobre la realidad existente, pero no como reflejo de un esquema. Eso implica que
cuando Jaime Bort tuvo que elegir las dimensiones y ca-
Quienes han estudiado la creación de este espacio,
además de reconocer instancias estéticas y la importancia
de la fachada como desencadenante de la idea, siempre
han )Jecho constar que su génesis estuvo estrechamente
ligada a la construcción del Palacio episcopal. Los prof.
Martínez Ripoll, Roselló y Cano mostraron que la propuesta de apertura de este área fue realizada por el obispo
D. Juan Mateo López, como parte de un programa que
incluía el traslado de la residencia del prelado a un nuevo
33 Si en 1712 o 174 7 llegó a ejecutarse un proyecto dibujado. al no
aludirse a él en ningún documento nos permite suponer que de haber
existido no adquirió rango oficial. ni fue tampoco un texto de debate. ya
que posteriormente todos los acuerdos se hicieron argumentando en
tomo a la realidad arquitectónica y espacial. pero no a programas trazados de antemano.
1' Louis Hautecoeur. "Les places en France au XV lile siecle'', Ga::elle des Beaux Ans. marzo. 1975. pp. 89-116.
468
racterísticas de la fachada, sabía que se pensaba constrUir
otro palacio frente al que entonces había y que se barajaba
la posibilidad de ensanchar el "Llano de Santa María",
pero aún no pudo saber cuáles iban a ser las dimensiones
concretas de esos espacios ni las características del edificio
que pronto se iba a levantar en las inmediaciones del
imafronte.
Sin embargo, el que no se hubiera encargado un proyecto formal, con un dibujo donde quedara reflejado, no
quiere decir que no funcionaran como referencias remotas
los modelos realizados en otros lugares o los conceptos
más reconocidos en el urbanismo de la época, ya que las
razones esgrimidas para crear la plaza coincidían con instancias implantadas contemporáneamente en otras villas,
en las que las principales reformas se realizaron a partir
de la ampliación y conformación de plazas y huecos. Y
también fue característica de esta época la necesidad de
crear espacios ante la arquitectura, quizás como respuesta
al esfuerzo decorativo y expresivo volcado al crear las
grandes fachadas de los templos barrocos. Tal vez por eso
sea preciso reconocer que la plaza, antes y después de
realizarse la fachada y de ser abierta, mantuvo dos rasgos
que la enlazaban más con el siglo XVII italiano que con
el urbanismo del siglo xvm francés o europeo: por una
parte, su carácter casi exclusivamente religioso, singularidad que quedaba consolidada al tener como principal
frente un programa iconográfico tan marcadamente devocional y heroico; y por otra, su configuración casi hermética, a modo de núcleo cerrado, o de coso urbano, cuya
naturaleza era engrandecer y servir de solaz a los edificios
que lo circundaban. Aislamiento que, como acabamos de
resaltar, lo separa de las fórmulas empleadas en la Francia
del setecientos, donde las plazas fueron entendidas como
núcleos de enlace, parrillas de distribución de calles y
avenidas. 34 La plaza de Belluga, en cambio, nació como
un conjunto arquitectónico al que se accede por calles
estrechas, responde en esto a una sensibilidad más mediterránea, y más cercana a las experiencias romanas o del
sur de Italia que a los grandes proyectos de las plazas
reales francesas.
4.
UNA PLAZA PARA ORNATO DE LA FACHADA
Y UN PALACIO PARA LOS OBISPOS
edificio, en el solar de la antigua mansión del Marqués de
los Vélez, lo que permitiría derribar parte del antiguo
palacio para ampliar el "Llano de Santa María". 35
Esa dependencia de ambas empresas es cierta, y respondía además a una estrategia de reforma del entorno de
la Catedral que no podía disociar ambos temas. Es más,
si como hemos visto la creación de la Plaza formaba parte
de un pacto realizado entre el prelado y el Concejo, que
incluía la apertura o cierre de calles colindantes, la cesión
de un trozo en el Arenal y un cambio de alineaciones
importante en los lados del Palacio, esto implica que
estamos ante un plan de remodelación de mayor alcance
que el de definir los límites precisos del espacio abierto
frente a la Catedral. Por eso, el calendario de esta reforma
urbana corre paralelo a la construcción del Palacio, y este
edificio ha de ser valorado también como elemento de
cierre, levantado para un lugar específico, que había de
convivir con la fachada de la Catedral, monumento estrella en el tratamiento que se dio a la plaza.
Por eso quizás, los documentos donde se plasmaron
las intenciones y proyectos tratan de ambos temas conjuntamente, y no siempre es fácil entresacar los propósitos
reales que justificaron el empeño de los prelados por la
empresa. A veces las alusiones a los beneficios estéticos
que reportaría encubren otras razones de tanto o mayor
peso, que probablemente todos conocían pero que no
interesaba utilizar como argumento. Entre ellas, la más
importante fue el deseo de levantar una residencia para el
obispo que fuera digna y representativa, ya que la anterior
era un edificio viejo y decrépito. Así, en una carta confidencial enviada por el provisor al obispo Rojas en 1757,
en la que le informaba acerca de los acuerdos llevados a
cabo por su predecesor y le describía el palacio viejo que
pensaban vender, decía que "hallo que es una casa grande
de campo, nada correspondiente al honor de la dignidad,
pues más parece cortijo de Andalucía, que Palacio de un
Prelado. Es una casa muy vieja, y aquí hay tradición, fue
palacio de los Reyes Moros: lo más de sus paredes es de
tierra y creo que importan más los remiendos que el
principal". 36
En efecto, aunque hubiera habido una propuesta del
cardenal Belluga en 1712, quien tomó la iniciativa y sentó
las bases para su realización fue el obispo Mateo. Pero
esta vez todo parece indicar que los acuerdos escritos o
las convocatorias al Cabildo estuvieron precedidas de largas conversaciones con el Concejo y de algunas gestiones
para poner rápidamente la operación en marcha y evitar
cualquier escollo que pudiera surgir al confrontarse los
intereses de las distintas partes. Así, la primera medida
fue conseguir el solar que correspondía a la vieja residencia de los Adelantados y algunas casas contiguas, con el
fin de iniciar las obras del nuevo Palacio, ya que de nada
3l Antonio Martínez Ripoli realizó su tesis de licenciatura sobre el
Palacio del Obispo, en la que incluyó numerosa documentación inédita,
que sirvió para datar con argumentos válidos las obras de este conjunto,
atribuir la traza definitivamente a Pedro Pagán y enmarcar el edificio
en el contex.to de la arquitectura de la época. Trabajo que consultaron
V. M. Rosselló y G. M. Cano, para su estudio sobre la evolución de
Murcia, y donde quedaron reflejadas las principales aportaciones del
prof. Martínez Ripoll que siguen aún inéditas.
servía el hablar de plaza si previamente no se erigía otro
palacio.
El mismo obispo en su testamento expuso con su habitual habilidad cuáles habían sido las razones que motivaron la decisión. Con gran agudeza su primera medida fue
apoyarse en la autoridad y prestigio de su predecesor: "El
Exmo. y Rvmo. Cardenal Belluga de Santa Memoria, mi
muy amado, y venerado favorecedor, me aconsejó y encargó, no una, sino muchas veces, que sería muy del
agrado de Dios que yo me alentase a emprender esta obra,
confesando que la había premeditado muchas veces y
deseado poner en ejecución, pero que lo había omitido
por las dificultades que le ocurrieron y hallarse preocupado de otros piadosos y loables asuntos ... ", y a continuación indicaba que, una vez comenzadas las gestiones, la
"empresa era ardua", pero "no sólo por la falta de medios,
sino por la dificultad de conseguir sitio oportuno", 37 afirmación que, vista desde la distancia, revela la habilidad
del obispo para conseguir ese lugar espacioso y bien orientado. A esta razón sumó la opinión de las. autoridades y
del pueblo: "Y declaro, que movido y obligado de los
comunes deseos, así de los limos. Sres. Capitulares de mi
Santa Iglesia, como de todos los moradores de esta ínclita
ciudad, Nobles, y Plebeyos de que se erigiese un nuevo
Palacio Episcopal en otro sitio conveniente", motivos a
los que añadió la ruina del edificio viejo, al señalar "la
suma incomodidad que han padecido mis antecesores, y
especialmente todos sus familiar.es, y por estar el palacio
antiguo en que habito amenazando ruina, y ocasiona muchos gastos para su reparación". 38
Esta pobreza aún debía de ser más evidente para este
prelado que había residido varios años en Italia y era
tenido por personaje sensible y conocedor de las artes. 39
De todos modos, no olvidemos que el obispo, junto a
razones de tipo práctico, aludió también a motivos más
representativos, demostrando así que la obra del nuevo
edificio formaba parte de un programa de mejora de imagen y remodelación del entorno de la Catedral.
Dentro del marco de este trabajo tal idea es importante
porque, desde el momento en que la fachada de la Catedral y el Palacio eran trabajos promovidos por la Iglesia,
tutelados en ambos casos por el obispo, puede afirmarse
que se trata de un programa urbano conjunto, compuesto
por presencias arquitectónicas conscientes y calculadas,
que entran dentro de una concepción integral del planeamiento. Valga citar aquí los comentarios de Paolo Sica en
tomo a la concepción dieciochesca de las reformas urbanas, cuando señala que "a falta de modelo teórico de la
.ciudad en si misma, la renovación de la arquitectura aparece como el más facil e inmediato terreno de enfrentamiento". 40
Pero sería un error ignorar que el deseo de levantar
36
A.E., leg. s/n., carta del provisor al obispo, 2 de mayo de 1757.
A.C.M., G-460, n.o 25, 14 de octubre de 1751.
38
Ibídem.
39 La fama y prestigio del obispo Mateo fue ex.presada por el autor
del informe sobre el viejo palacio enviado al obispo Rojas el 6 de julio
1757 (A.E., leg. s/n.).
40 Estamos ante un fenómeno claramente demostrable a través de los
conjuntos monumentales levantados en toda Europa, y en los que las
37
469
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Proyecto para plazuela frente a la Catedral
ArchiVO Episcopal de Murcia
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otro palacio no fue la única razón que motivó esta empresa. En un documento presentado por el obispo Mateo en
1748 al Cabildo, en el que exponía la forma de financiación de la empresa, indicaba que era necesario crear un
entorno constructivo más relevante adecuado a la grandeza de la fachada: "No he oído cosa más frecuente en varias
conversaciones a las personas más distinguidas de ambos
Cabildos, eclesiástico y secular, y a naturales y forasteros,
sino un continuo y justo sentimiento de que la suntuosa
fachada de dicha Iglesia que hoy se fabrica. estuviese favorecida por el Palacio Episcopal", exigencia de orden arquitectónico que también defendió con argumentos relacionados con el urbanismo, ya que el edificio viejo afeaba
el paisaje y no era digno de estar situado frente a tan gran
monumento: "porque aún a los sujetos más rústicos les
he oído al mirar su hermosa arquitectura, prorrumpir en
amenazas de ruina contra su estorbo que tanto embaraza
su vista, ponderando todos a una voz, que con todos sus
respetos se hacía posible su demolición, y no menos cuanto pe¡judica al decoro de la Santa Iglesia Catedral y ornato
de esta ciudad. los castillos y corrales que están en su
inmediación y que la gente pobre ha fabricado con la
piadosa tolerancia de los marqueses de Villafranca". 41
Tales afirmaciones en palabras del prelado que emprendió la construcción del Palacio y dejó preparadas las condiciones para abrir la plaza, revelan claramente que la
construcción del imafronte tenía una segunda parte no
arquitectónica, tocante al ámbito urbano.
En esta línea de pensamiento, una de las razones esgrimidas que merece la pena destacar es la exigencia de
dignidad y decoro del entorno de la Catedral. Idea que
aún parecía prioritaria en 1757 y que en gran medida fue
la que -como veremos más adelante- determinó la definitiva destrucción de todas las dependencias y construcciones que había adosadas al viejo edificio. O sea, cuando se
planteó la alternativa de dejar las caballerizas y servicios
anexos al palacio viejo, D. Bernardo de Rojas indicaba
que era conveniente demoler y no convenía hacer en su
lugar las oficinas para los criados de librea porque "quedaban frente de la Iglesia, inmediatas a la fachada, y por
consiguiente, así por los habitadores, como por sus habitaciones no podían ser de buen aspecto al público, ni el estar
lavando y limpiando coches y mulas. y sacar estas en el
verano a la calle, como es costumbre, y aquí más preciso
frente a la Iglesia, con las conversaciones que son regulares en esta gente, lo considero no sólo de deformidad para
la Iglesia, sino muy contrario al genio de V. S. Ilustrísima", consideraciones que aplicaba también a otros edificios como la cárcel, que en principio se pensaba haber
mantenido allí, porque "lo mismo sucedería con los presos", en virtud de lo cual era mejor desembarazar esa zona
de toda actividad poco digna. 42
Son muy interesantes estos argumentos porque, en el
fondo. lo que se estaba defendiendo era la conveniencia
Cuando se ahonda en la historia de las transformaciones urbanas a veces se descubre que, en ausencia de una
teoría, prevalecieron los modelos experimentales, ordenados en razón de jerarquías establecidas a través de la
cultura y de las experiencias realizadas con anterioridad.
Pues bien, la solución final para la plaza responde precisamente a la aplicación de unas categorías muy simples,
entre las cuales la principal fue dejar hablar a la arquitectura y mantener el espacio como un vacío respetuoso o
un intervalo al servicio del monumento.
Sin embargo, esta solución tan simple no pudo abrirse
paso con facilidad, ya que para ello era necesario derribar
el Palacio viejo en su totalidad, y esto suponía renunciar a
unos dineros que el obispo deseaba dedicar a la construcción del nuevo. Por eso, desde un principio se manejaron
dos propuestas: la primera era dejar libre todo el solar
ocupado por el viejo Palacio con todas las construcciones
anexas, como la Audiencia, la cárcel, unas cocheras y
varias casas, para dejar un área que coincide con la plaza
actual; y otra, la que el obispo Mateo presentó al Cabildo
en 174 7, más reducida, según la cual "después de demoler
lo necesario para una explanada o plazuela de 120 palmos ... se preservaba la otra parte en que estan las cárceles
de fa Dignidad, caballerizas y cocheras, que no impedían
su hermoso prospecto, y se vendía la porción que quedaba
del viejo palacio". 43 Aunque estas fueron las condiciones
plazas y las remodelaciones en gran medida no deben su fisonomía a un
modelo teórico. abstracto, basado en formas ideales. sino a la implantación de una arquitectura determinante y potente. Cfr. Paolo Sica. Historia del Urhanismo. FJ siglo \11/l. Madrid. 1982. pp. 219-281.
4 ' A.C.M., B-42, ff. 403-404, 28 de enero de 1748.
42 A.E., leg. s/n., carta del intendente al obispo Rojas. de 22 de
febrero de 17 58.
43 Hemos tomado el texto literalmente de un documento de 1752 por
ser más claro que el que expuso el obispo en 1748 cuando se dirigió al
Cabildo para proponer las diversas formas de financiación que pensaba
poner en marcha para realizar el Palacio (A.E .. leg. s/n., Autos hechos
para la vena del Palacio Viejo).
472
de liberar el espacio de todas aquellas funciones que pudieran restar grandeza al templo, denotando una sensibilidad muy a tono con la propuesta de zonificación propia
de la ciudad dieciochesca, partidaria de crear lugares privilegiados, de uso casi exclusivo, cuyo uso dependía de las
actividades propias de los monumentos que en ellas había
enclavados. En este caso podemos decir que la plaza era
concebida como un lugar al servicio de la fachada, medio
de valoración y escenario de un acontecimiento arquitectónico.
Al estar vinculadas ambas actuaciones su calendario
se solapaba, ya que era preciso esperar a finalizar el Palacio para derribar el anterior y adecuar el espacio libre. Si
a esto se añade que el prelado preveía acabar su nueva
residencia con el dinero obtenido de la venta del palacio
viejo y de los servicios anexos, se explica que las incidencias de orden financiero o el ritmo de los trabajos constructivos de la nueva casa episcopal retrasaran la apertura
de la plaza y condicionaran las decisiones relativas a su
diseño. Y fue precisamente esa dependencia financiera lo
que motivó la presentación de dos propuestas diferentes
respecto a las dimensiones y características del edificio
que había de caracterizar junto con la fachada, el futuro
espacio.
5.
UN ESPACIO NECESARIO Y POLÉMICO
previstas oficialmente por D. Juan Mateo López, sabemos
que a la vez negoció con el Concejo otro esquema que
preveía la apertura de un espacio mucho mayor, pues,
como ya dijimos más arriba, era la condición que le exigía
la Ciudad como canje por el suelo público que había
tomado en el Arenal para levantar el "martillo", por los
metros que había avanzado sobre la plaza para alinear el
palacio y como compensación de la calle que había cerrado e incorporado a su residencia. Pero en principio este
doble pacto no salió a la luz y comenzaron así las obras
del edificio episcopal.
Según testimonio del propio obispo Mateo, el Palacio
se comenzó "el mes de julio de 1748" y "puse la primera
piedra solemnemente el veintiocho de agosto del mismo
año, día del Glorioso Doctor y Obispo San Agustín". 44 El
arquitecto que trazó el edificio fue Pedro Pagán, y los
trabajos habían comenzado con gran celeridad, ya que en
agosto de 1751 se había iniciado el primer piso, la escalera
estaba cimentada y casi concluido el lienzo de pared que
daba al río. 45 En este mismo documento se comprueba
que el silencio del prelado respecto a la negociación con
el Ayuntamiento, se debía en parte a que los cálculos
sobre la financiación no habían funcionado tan bien como
hubiera querido, problema del que se lamentaba en su
testamento al indicar había gastado ya entre compra del
solar y fábrica más de 80.000 rs. de vellón, y que a causa
de las malas cosechas se había visto obligado a pedir un
crédito de 2.000 ducados al convento de religiosas de
San Agustín, debiendo aún el importe de las cocheras que
había adquirido de Juan Tizón -9.000 rs.-, por todo lo
cual sólo veía posible finalizar la empresa si se sacaba a
subasta el viejo Palacio. 46
El Cabildo siempre fue partidario de ampliar el "Llano
de Santa María" y dejar al descubierto la fachada. Así se
deduce al menos de un dictamen del chantre en 1750,
redactado con motivo de un reajuste económico que deseaba realizar el prelado para financiar su Palacio, donde
se dice que esa obra era "de mayor utilidad de nuestra
Iglesia, por facilitarse con este medio que quede al descubierto el prospecto de la fachada o portada que estamos
concluyendo" y que la obra del Palacio le pareció al
Cabildo "muy propia y precisa para la decencia de la
Tal actitud fue permanente y se prolongó con los años,
reflejándose en la ayuda que prestaron para obtener fondos para el Palacio, y más tarde en la compra y cesión de
casas para derribarlas y ampliar la plaza.
Sin embargo, todo parece indicar que desde un principio el Cabildo pensaba que quizás pudiera triunfar la
alternativa que preveía la demolición de todos 1os inmuebles, ya que en una sesión del 28 de enero de 1748, a la
vez que alababan la decisión de construir el Palacio, comentaban que, además de "servir para comodidad y decencia del prelado y su familia, si llegase el caso y se
demoliese del todo o parte del palacio, que hoy tiene la
Dignidad, tenga mayor vista la suntuosa obra de esta fachada". 49 Esta preferencia era lógica, ya que a pesar de
sentirse solidarios con el obispo en la construcción del
Palacio, es evidente que los costos recaían fundamentalmente sobre las rentas del prelado, y éste era el que más
necesitaba vender el Palacio viejo para continuar el nuevo, lo que también explica su resistencia a dejar libre toda
la plaza.
Las circunstancias se desarrollaron en favor de esta
última alternativa, pues después de que los arquitectos
Pedro Pagán y Martín Solera señalaron la parte de 120
palmos que debía quedar libre, y una vez tasados los
materiales y el solar que ·debía salir a subasta, comenzaron los escollos. 50 En principio no se pusieron de acuerdo
acerca del precio, siendo precisa una segunda tasación,
que fue realizada por José Alcamí y Martín Solera, texto
interesante porque en él se especifica con mayor detalle
cómo era este proyecto inicial ya que iba desde "la pared
de la dicha Santísima Iglesia hasta las puertas principales
44
El obispo Mateo dedicó varias páginas de su testamento a esta
cuestión, ya que en el momento de ser redactado 14 de octubre de 1751
quedaban muchas cuestiones de orden económico sin resolver, y además
él había realizado numerosas gestiones que aún no se habían concretado
en un documento, por lo que este texto fue concebido en parte como un
acta notarial de hechos que sólo él conocía, como era el pacto realizado
con el Ayuntamiento para conseguir el solar. Pero lo más interesante de
estas páginas es que parece como si el prelado deseara plasmar en ellas
la historia de una obra para que fuera conocida de todos los que debían
continuarla, propósito que justifica la referencia a numerosas gestiones o
adquisiciones llevadas a cabo para conseguir el solar o préstamos para
hacer posible la obra (A.C.M., G-460 n.o 25, 14 de octubre de 1751).
4
~ Ibídem.
46
Como en la mayor parte de las iniciativas constructivas eclesiásticas, la financiación dependía de un sistema de trasvase de fondos de unos
capítulos a otros y de unas rentas, de la Mitra o de la Fábrica (en este
caso lo primero). que a su vez dependían de las condiciones climáticas.
El prelado antes de comenzar había tratado de incorporar a los fondos
para la obra parte de las rentas de las Pías Fundaciones creadas por el
Cardenal Belluga, siéndole concedido este privilegio por la Corona por
espacio de 15 años. También había reducido sus aportaciones a los gastos
de la Fábrica de la Catedral al conseguir que los músicos fueran pagados
exclusivamente por el Capítulo (A.C.M., B-42 ff. 404 y 404 v.. 29 de
enero de 1748). Pero como indicó en su testamento, a pesar de ello, hubo
de empeñarse para proseguir la obra; de ahí que al avanzar los trabajos
procurara olvidar los viejos pactos respecto a la plaza que se había
comprometido a crear.Todo ello está recogido con detalle en el testamento del prelado (A.C.M., G-460, n.o 25).
47
Este documento fue emitido con motivo de una serie de intercambios de cartas que hubo entre el obispo y el Cabildo, porque el primero
notificó que no deseaba seguir contribuyendo al pago de los músicos ya
que debía dedicar todos sus caudales a la construcción del Palacio, gasto
que a partir de entonces debía recaer exclusivamente sobre la Mesa
Capitular y la Fábrica (A.C.M., B-43, 21 de mayo de 1750, ff. 218 y ss.).
48
Ibídem.
49
A.C.M., B-42, f. 404, 28 de enero de 1748.
~o Se trata de los Autos realizados para la venta del Palacio Viejo
(A.E., leg. s/n, 15 de marzo de 1756).
mitra, en que todos somos interesados" porque además
aportaban "el adorno y mejor vista del público y de estas
calles inmediatas a nuestra suntuosa fachada". 47 Pero la
mejor muestra del apoyo del Cabildo fueron las palabras
con que concluyeron ese acuerdo:
guardemos consecuencia, y pues hemos contribuido con
nuestros influjos, contribuyamos también con nuestros
caudales a una obra que es de tanto esplendor para la
ciudad, y a nuestra Iglesia. 48
473
del Palacio Viejo, línea recta cuarenta palmos, y desde
ella por la pared de la Audiencia y otra oficina hacia el
arco primero sobre el que se halla la cocina, y parte del
tinelo ... ochenta palmos que componen los otros ciento
veinte ... advirtiendo que los referidos cuarenta palmos son
de la calle principal que media entre dicha Iglesia y el
Palacio Viejo, y desde la pared referida de dicha Audiencia Antigua se ha cortado por la que hace el referido arco
siguiéndola en ángulo recto a la parte del mediodía y calle
principal que de dicha Santa Iglesia sale al Arenal por el
Palacio Nuevo, han hallado ciento catorce palmos, y que
ha de servir todo para la dicha plazuela", 51 zona incomparablemente más pequeña que la que luego formó la
totalidad de la plaza.
Pero cuando salieron a subasta las antiguas cocheras,
las caballerizas, la cárcel vieja y el pasaje intermedio, así
como una casa pequeña que miraba a Frenería, nadie
acudió a la oferta. 52 En abril de 17 56 se volvió a repetir
con nuevas cédulas y condiciones más favorables y tampoco dio resultado. La falta de interés probablemente se
debiera a que toda la ciudad sabía que el Ayuntamiento
y el Cabildo ya estaban tomando medidas para que se
cumplieran los acuerdos que habían llevado a cabo en el
año 1748 con el obispo Mateo, ya difunto. Las intenciones
del Concejo no debían de ser ningún secreto porque el 2
de junio de 1755, antes incluso de que se celebraran las
subastas, en el Capítulo de la Catedral se leyó una nota
de la Ciudad en la que recordaba el pacto llevado a cabo
años antes, texto que iba acompañado de una copia de los
documentos originales. El Cabildo, visto que los papeles
"eran coincidentes con los que el Obispo envió al Cabildo", acordó "que en virtud de esa contrata la ciudad tenía
derecho a que se efectuara la demolición del palacio viejo".53
Esta coincidencia de opiniones entre el Cabildo y las
autoridades locales marca el comienzo de una serie de
presiones conjuntas encaminadas a convencer al obispo
sobre las ventajas que ofrecía el ampliar el perímetro de
la plaza incorporando todo el solar del palacio y las casas
contiguas. En un memorial del Concejo con fecha del 26
de octubre de 1756, dirigido al obispo de Cartagena, después de repasar uno por uno los hechos que se habían
sucedido y las razones y cláusulas del pacto, suplicaba que
"aún cuando no se destruya todo el Palacio Viejo, se
derribe al menos toda la parte que afronta con la portada
de dicha Iglesia y toda la tirantez que corre de levante a
poniente, y remate a la entrada de la calle que llaman de
la Frenería", pretensión que se justificaba no sólo por
ornato público, sino también para beneficio de la fachada
y del Palacio, 54 referencia sumamente importante, porque
aquí se señalaba exactamente la línea que iba a determinar
el lado norte de la actual Plaza de Belluga, que va desde
la Frenería hasta el ángulo noroeste de la fachada, traza
que, como se deduce del documento, era la que original-
51
52
53
474
Ibídem, 15 de junio de 1757.
Ibídem.
A.C. M., B-45 . f. 62, 20 de junio de 1755.
mente se había acordado y que D. Juan Mateo López
había silenciado en su versión testamentaria de los hechos.
Es también ahora cuando el Cabildo tomó cartas en el
asunto, alineándose decididamente al lado de la Ciudad.
Así, en una larga carta enviada a D. Diego de Rojas y
Contreras, obispo que todavía no había estado en Murcia,
después de notificarle las intenciones del Concejo, le exponían su opinión diciendo que ellos creían que debían
derribarse todas las edificaciones existentes delante de la
fachada, pues de este modo " se aplicará uno de los destellos de su generosidad para que brillen las piedras de
nuestra portada, hoy desfumbradas con la obra de otro
palacio antiguo, que aun demolido en la parte que no se
ha sacado a subasta, ha de dejar con la misma deformidad
aquel suntuoso edificio", e insistían con fuerza al aludir
al "corto espacio para la plaza, angosta la calle a que
corresponde mucha parte del palacio nuevo y este oscurecido, de modo que si la portada queda deslumbrada, algunas habitaciones de este tendrán escasísimas luces, y menos si el que comprase dicha obra antigua elevase la nueva, como es verosímil, fuera de la altura que hoy tiene",
y concluían su argumentación señalando que "es más útil
de la dignidad episcopal la demolición que la venta al
público prospecto precisa, y para la perfección de tan
costosa fachada necesaria". 55 A partir de este momento la
suerte de la plaza estaba echada, iniciándose un período
de información y aproximación entre las instituciones
para limar asperezas, que concluiría finalmente con la
apertura de todo el espacio.
Dado que el obispo Rojas residía en la Corte, y no
tenía una versión directa de los hechos y compromisos de
su antecesor D. Juan Mateo López, le era preciso recoger
información y revisar todo el proceso; sin embargo, y ante
la imposibilidad de desplazarse a Murcia por estar ocupado en las responsabilidades del Consejo Real, trató por
todos los medios de recabar noticias de personas de su
confianza, lo cual generó una serie de intercambios y
cartas que constituyen una base documental de gran interés para conocer los propósitos e ideas en tomo a la
remodelación de este sector de la ciudad.
La primera fue el propio Nuncio, quien visitó la obra
del nuevo Palacio y le dio una versión sumamente crítica
de la misma, opinión que manifestó el propio obispo
Rojas en una carta dirigida al Cabildo: " yo suponía estar
el Plan hecho a la Romana, y por algún arquitecto Italiano, por el mucho tiempo que estuvo en aquella corte Su
Señoría Ilustrísima, y porque me era notorio su buen gusto
y talentos para todo, después de la estancia del Señor
Nuncio en esta ciudad, me ha dicho como testigo ocular,
no corresponden las convenienCias y repartimiento interior al gusto ni a lo que se practica por los buenos Arquitectos de Italia y de esta Corte". 56 En la cuestión de la
plaza reconocía las ventajas de despejar todo el espacio
ocupado por la vieja residencia y anexos, pero también
s• A.E., leg. s/n., 26 de ocubre de 1756.
ss A.C. M., G-280, carta del Cabildo al obispo, 27 de octubre de 1756.
s6
A.C.M., G-280, 2 de julio de 1757.
Vista de la plaza del Cardenal Belluga con la casa de los Puxmarin al fondo
Vista actual de la plaza del Cardenal Belluga
Vista de. la plaza del Cardenal Belluga a principios de siglo
las dificultades que había para buscar acomodo a las dependencias y servicios enclavadas en el antiguo inmueble. 57
La primera reacción del obispo cuando comprobó que
el Cabildo y el Concejo estaban de acuerdo, fue de reserva
y cautela, ya que no se quería comprometer la autoridad y
tampoco se podía transgredir un acuerdo institucional. En
esta línea se expresaba el provisor de la Diócesis cuando
escribía a D. Diego de Rojas y le decía que "no hay duda,
que si se demoliera todo lo que pretenden el cabildo y la
ciudad, que quedará una plaza muy decente", ventaja que
además podría proporcionar "mejores vistas al palacio
nuevo por la parte del Norte, y se dejaría ver a mayor
distancia la portada de la Santa Iglesia, que es primorosa",
pero como muy bien aclaraba, esas razones no eran incompatibles con la forma de obtener la licencia del obispo, y por eso continuaba que "me parecía debieran pretenderlo de V. S. Ilma. por pura gracia y no de justicia en
virtud de las ofertas". 58
En los meses que siguieron el provisor volvió repetidas
57
58
476
Ibídem.
A.E .. leg. s/n., carta del provisor al obispo, 30 de noviembre de
veces sobre el tema con el fin de contentar a todos, planteando las distintas salidas. Por una parte, expuso las
dudas acerca de la interpretación del compromiso que
contemplaba la apertura de una plaza de 120 palmos, ya
que no se había especificado si éstos debían ser de 60 x 60
o de 120 x 120, en vista de lo cual "puede haber no poca
disputa". A su vez, advertía que en caso de abrir toda la
explanada, quien más se beneficiaba era la fachada, por
lo que parecía oportuno sugerir al Cabildo que contribuyera con sus fondos a suplir una parte del perjuicio que
eso iba a producir al Obispado. 59
Este debate continuó a lo largo de 1757, ya que al
obispo le urgía resolver los problemas de espacio que le
ocasionaban la renuncia a las construcciones dedicadas a
cochera, Audiencia, Archivo, caballerizas y cocina, lo que
provocó una nueva revisión de lo realizado hasta entonces, y dio lugar a una segunda crítica más dura aún que
la anterior. En ella el informante indicaba que al aplicar
la vista y simetría, "esta obra no me ha parecido bien,
pues se reduce a unos cuartos muy capaces y de gran
1756.
59
A. E.. leg. s/n., carta del provisor al obispo. 2 de mayo de 1757.
Vista oblicua del imafronte con la fachada del Palacio Episcopal
pompa para la habitación y recibimiento del Prelado, con
las antesalas correspondientes, pero sin las divisiones necesarias para la comodidad", faltándole dormitorios y dependencias secundarias. En la misma línea, advertía que
los miradores que daban al Arenal "están ruinosos y que
si no se reparan con tiempo se vendrá abajo", denunciando entre otras cosas que "los maestros sólo tuvieron por
objeto el prospecto y buen parecer por la parte de afuera
que ciertamente lo tiene, y no miraron la comodidad de
los habitantes". 60 Sería largo referir con detalle la inspección del mensajero del prelado, en la que de forma casi
implacable fue relatando las soluciones formales, la pesadez del claustro o el salitre de la piedra. Estimación negativa que también alcanzó al tracista y ejecutores, pues no
se recató en decir que en opinión del Nuncio "si esta obra
hubiera estado a cargo de algún Maestro de la Corte, o
Italiano, en la mitad de terreno pudiera haber hecho
mayor y más cómoda habitación". Lo cual no le extrañaba, porque cuando murió Pedro Pagán, le sucedió un
sobrino "o pariente a quien encontré cuando vine trabajando de albañil, y le considero como tal, como a todos
los demás maestros de esta ciudad, por unos meros albañi-
les sin inteligencia alguna de arquitectura". 61 Tras exponer estas razones, el provisor creía oportuno que D. Bernardo de Rojas, hermano del obispo, entendido en arquitectura y conocedor de los conceptos vigentes en este arte,
debería visitar la obra, dar su opinión y traer quizás a
maestros de la Corte para dar un dictamen y corregir lo
hecho, buscando un lugar para incorporar al Palacio las
oficinas y servicios que en caso de ampliar la plaza no
tendrían cabida. 62
Al margen del interés de estas opiniones para la historia de la arquitectura y como reflejo de las dificultades
concretas y casi domésticas que ofrecía la renuncia al
aprovechamiento de las habitaciones y casas situadas junto al Palacio viejo, la relación acerca de la escasa calidad
de la construcción del edificio es indicativa de los escasos
medios que manejó el Obispado para levantar su sede, lo
que explica las reticencias a toda renuncia, ya que el valor
mayor era el del solar.
Entre idas, informes y venidas pasaron varios meses
hasta la llegada de D. Bernardo de Rojas, quien vino dispuesto a resolver el problema de la plaza e introducir las
reformas necesarias en el nuevo edificio con el fin de
"" A. E.. leg. s/n., carta del provisor al obispo. 6 de julio de 1757.
1
" El juicio acerca de los arquitectos es mucho más largo y extenso.
acusándoles de no saber construir. de falta de gusto. desconocimiento de
la regla. hasta vaticinar incluso que la obra se deterioraría pronto (Ibídem).
62
Ibídem.
477
situar en él las caballerizas, cocinas y demás servicios. Fue
entonces cuando se abrió una encuesta, que por su cuestionario demuestra que se deseaba recabar respuestas en
favor de la apertura de la plaza. Siguiendo la costumbre
en este tipo de preguntas, todas las contestaciones eran
similares. Más o menos todos coincidieron en afirmar que
"se hallaban muy torturados sus vecinos y en particular
la nobleza, por reconocer que dicha explanada no e-ra
decente ni correspondía a la hermosura y vistas de la
citada fachada, que además de lo ancha, es mucho más su
elevación, siendo todos de común sentir, y el testigo como
uno de ellos, que destruyéndose todo el sitio que comprende dicho palacio antiguo, desde la puerta principal que se
halla en él, hasta la que mira a la calle de la Frenería, y
desde ella se manifiesta la citada nueva fachada ... ". Descrito el lugar, a continuación defienden las propuestas
oficiales, pero en este sentido es digno de señalar que los
testigos se daban cuenta de que la reforma beneficiaba en
la misma medida al Palacio que a la fachada: "Serviría de
la mayor hermosura, utilidad, adorno y conveniencia y
más destruyéndose así mismo las dos casas pequeñas y
una cochera que hay contiguas, y en la calle principal que
al presente existe y media con ambos palacios, y la misma
utilidad, hermosura y conveniencia se le sigue a el citado
Palacio nuevo, por caer el tercio de la hermosa y espaciosa
capilla que se ha fabricado y habitaciones en bajo y en las
que se han de continuar y hacer a la parte del Norte, que
caen a dicha calle, que derruida dicha parte del Palacio
Viejo, darán sus balcones y luces a dicha plaza, segun todo
se halla demostrado en dicho mapa o diseño". 63
Esta valoración global de cuáles serían las ventajas de
la remodelación y apertura de todo el espacio obligaba
más al prelado y le forzaba en parte a ser más generoso
en sus concesiones. Sin embargo, el factor que convenció
al obispo fue la versión amplia, contundente y cualificada
de su hermano D. Bernardo de Rojas. De su lectura se
deduce que contaba con su favor y plena confianza para
establecer pactos con el Cabildo y la Ciudad, por lo que
su informe parece casi un acta en la que se dibujó y
determinó el perfil de la plaza. Su texto, apoyado constantemente en un plano que se conserva en el Palacio Episcopal, explica la traza de la futura plaza con una recta que
marcaría el límite sur, y que va desde la puerta del templo
hasta la entrada de la Frenería; y especificaba que era
oportuno tanto para la Catedral como "para la hermosura
de la fachada del palacio ... la demolición de todo lo que
en el plan remitido a V. S. l. va designado en color verde,
en el que se indican unas cocheras y casa pequeña que
posee el mayorazgo del conde de Monte-Alegre, que quedará su compra y demolición de cuenta del cabildo y casi
hace esquina frontera del palacio nuevo, al que servía de
mucha deformidad". 64 Finalmente, D. Bernardo de Rojas
concluía: "Por el plan remitido a V. S. I., en que van denotadas con el color pajizo las casas del cabildo, verá V. S. 1,
no es preciso llegar a ninguna de estas, quedando la Plaza
o sitio con las líneas o fachadas que demuestra el plan y
muy capaz". 65 Si se comprueba detalladamente la localización de cada uno de los edificios incluidos en el plano,
vemos que el esquema enviado por D. Bernardo de Rojas
corresponde exactamente a la Plaza tal y como se encuentra hoy.
Desde el punto de vista de la historia del urbanismo
en Murcia, y en concreto de las circunstancias que determinaron su creación, puede considerarse que este plano
es el auténtico diseño, que sin duda recoge ideas y propuestas anteriores, vivas en la mente de muchos, pero que
no habían conseguido sobreponerse a los inconvenientes,
intereses o escollos. Por tanto no puede hablarse de una
idea original, sino de la plasmación de un proyecto pactado y previsto, que sólo llegó a realizarse por la imposición
moral de la arquitectura. El mejor defensor de la creación
de esa plaza fue sin duda la propia arquitectura, que actuó
como argumento monumental e ineludible: es decir, fueron la escala de la fachada y su dimensión los criterios
que se impusieron por encima de otras razones cotidianas
y domésticas.
63 Aunque la encuesta comprende numerosos testimonios, que hubiera sido interesante comentar, no parece oportuno insistir en una cuestión
que en gran medida era una fórmula casi convencional, y cuyos matices
nos harían entrar en detalles que sería demasiado largo tratar aquí. Lo cual
no quiere decir que en un futuro no sea posible analizar detenidamente
una documentación tan directa y oportuna en una cuestión como es la
reforma urbana. poco debatida, y en la que raras veces se puede conseguir
información sobre el pensamiento del hombre de la calle (A.C. M., G-91 ).
"" A.E., lcg. s/n., carta d::l intendente al obispo, 22 de febrero de
1758.
65 Ibídem.
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