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MUCHAS
GRACIAS
.''*
CASTIZA, por Vázquez Calleja.
—Como vestimos las españolas, no visten las mujeres de
ninguna parte. A mi, por lo menos, me quitan la mantilla y me
lo han quitado todo.
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30
MENTIMOS
« 1
llilHiailiiíISIIIliliíiíiHiilBiBfeiSiliSI
L.as
e s t r eIL
llas
d e l Ce c 111 e ))
UNA
ANÉCDOTA
UK
MAE ML'líRAY
Mae Murray acaha de
regresar a Norteamérica
despucs de un viaje por
Europa, con su esposo,
a n principe hall<único ,
enamorado ballíúnicamentc de ella, y que es un
mozo corpulento.
At saludarla tos periodistas de New-York, les
anunció ta artista que esta primavera tendría un
baby-elefante.
¿Por qué se reirían a
carcajadas los periodistas?
Mae tuvo que explicar
la noticia: se refería a un
juguete muy original que
dejaba encargado en París.
— Vamos, vamos — comentó aparte uno—; un
baby-elefantü y de París...
¡Pero lo sahrá su marido!...
' REDACCIÓN Y A D M I N Í Ó T R A C Í Ó N
MENDÍZABAL 4-2 TELÉF, 33.380
D.E.VÍ/TA CÓMÍCO-yATÍRlC
APARECE LOS SÁBADOS'
Madrid, 8 de abril de 1927.
Año IV.—Número 165.
AR^T.Ef^lO-'jr^
LA
SEMANA
En las recientes deliberaciones sobre el Libro, se planteó proposición
contra eso de que una obra, pasados
veinte años sin que se reedite por el
dueño o dueños, queda del dominio'
público.
Esto parece tener relación con la
siguiente anécdota:
La condesa de la M., que durante
veinte años fué perfecta y fiel esposa,
S'i la actualidad—después de la muerte de su marido—se entrega al libertinaje más loco.
Sus relaciones están alarmadas. Pe""0 la baronesa de la P. cree haber dado con la explicación del misterio:
—Ya sabéis que, después de los
veinte años, cae una bajo el dominio
público.
Un novelista malo, que vende, sin
embargo, muchísimo, dice en su últi"'a novela:
"Durante toda la comida. Lili no
abrió la boca."
ignoramos cómo se alimentaba su
''eroína.
I R Ó N I C A
en la arena y medio muerto, a un pobre marinero inglés.
Luego de prestarle los auxilios más
urgentes, se dispusieron a llevárselo.
—¿Adonde nos le llevaremos?—dijo
una de ellas.
—Tú, Filiberta—dijo la otra—, como eres la que vives más cerca, debías acostarle en tu cama.
—¡Con mil amores, chica!
Y el inglés fué conducido a casa
de la pescadora.
A las ocho de la noche, cuando volvió el marido, nuestro hombre dormía como un tronco.
—Es un náufrago inglés que nos
hemos encontrado en la playa—explicó Filiberta.
—Muy bien, mujer. Un poco molestos estaremos los tres en la cama; pero ¿qué vamos a hacerle? Le dejareni'ís a él en medio, para que esté más
caliente.
A media noche, Filiberta sintió de
pronto algo...
—Juan Pablo, ¿eres tú?
—¡No, mujer! ¡Cómo voy a ser yo,
desde aquí!
—¡Entonces es el náufrago!
—¡Pues dile que se esté quieto!
—El caso es que yo no sé inglés, y
no va a entenderme.
Un actor cinematogrsífico de muy
malas pulgas, filmaba, en una película histórica, el papel de Napoleón.
Como en medio de una batalla se quedase un poco perplejo, bien por falta
de estudio, bien por distracción, hubo
de sufrir una bronca del metteur, que
acabó diciéndole:
—¡Póngase usted en el lugar de
Napoleón! ¿Qué haría Napoleón en
estas circunstancias?
—^Seguramente—contestó el actor—,
darle a usted un puntapié en salva
sea la parte.
Este número ha sido visado por
la Censura
uJuiniiiiimuiiitiiiiiiMiiiimitiiNJiitiiiiiLiiiiiriiiíiMitiioitiiiiiiiiiiiiiiiMiiiiiiiiíiíiii
La condesa de N. es, una nadadora
de primer orden. El verano pasado,
^" Deauville, solía flirtear en el baño
°n Un joven diplomático inglés, del
""s acabó por enamorarse.
Un idilio estival, ¿cómo no? Pero,
^ regreso en Madrid ambos, el joven
."ipezó a hacerle la corte a la seño11 ^ L,, cuñada de la condesa, que,
ena ele celos, le preguntó un día al
constante, en presencia de la mu^'«acha:
, ~~Si nos cayésemos las dos al agua,
"^ ,5"ál salvaría usted primero?
el inglesito contestó:
¡Usted nada tan bien, condesa...!
te
?*™ '^'^' ^" ""^ playa de las
j "^"^anías de Boulogne, dos pescadoras
rnoluscos se encontraron, tendido
-Cada día, los aeroplanos son más peligrosos.
-¿Otro accidente?
-Sí; el diarin anuncia una boda en aví¿r^.
Dib.
de Peña.
4
MUCHAS
¡¡NOTAS VIAJERAS
In caso de aninesia
Ayer, a! entrar unos albañiles en el
sótano de una casa que están construyendo, se hallaron frente a un espectáculo raro: un hombre, en cueros
vivos, pretendía, con la lógica del topo, ocultarse con las palmas de las
manos. El hombre era alto, proporcionado, guapo, rubio: una verdadera
escultura, púdica como todas las estatuas. Los obreros interrogaron en
vano al desconocido, quien sólo respondió con gritos ininteligibles, onomatopéyicos. Fué avisada la Policía, y
después de cubrirse el desnudo con la
blusa de un albañil, se lo llevaron a
la presencia judicial.
—¿Dónde vive usted? ¿Cómo estaba usted en el sótano y con traje...
de piel? ¿Quién es usted?
Todo en vano. El joven daba señales de no comprender, de no recordar...
—Se trata de un caso de amnesia...
—insinuó.un agente, que presume de
psiquiatra.
Comenzaron a hablarle en inglés. Y
en inglés balbució unas palabras incoherentes, que daban a entender que,
en efecto, no recordaba...
O
RACIAL
pongo que le habrán llevado la ropa.
Y a otra vez, es de esperar que, en
trances parecidos, conserve, por lo
nienos, la camisa...
]
j
,
|
Artemio PRECIOSO
París, abril.
SEMBLANZAS ANÓNIMAS
I
• I
El galán desnudo era un afortunado que había tenido, a pesar de su
fortuna, la desgracia de ser sorprendido en aquel traje cuando el marido
regresó sin previo aviso. Venía dj
realizar una excursión por Bretaña el
engañado esposo, y estuvo a punto de
convencerse de su engaño. Pero, afortunadamente para él, sigue en ayunas.
Ni la Policía, ni la mujer casquivana
le han dicho una palabra al marido.
Y todo seguirá en silencio. Porque ya
hemos visto cómo el desnudo Don
Juan no dijo ni pío. A estas horas, su-
Un f i l a r m ó n i c o I
I
Este pollo implume, además de ir a
Molinero algunas tardes, a la hora del
te, y muchas mañanas domingueras a
¡as Calatravas, a la salida de misa de
doce, va con frecuencia a los conciertos, y se las echa de entendido en música poniendo cara de suficiencia para oir a Beethoven.
Cuando en el concierto se estrena
algo español, pone, para oírlo, cara
de suficiencia y de escepticismo. El no
cree en los músicos di camera hispanos. Tiirina, Falla, Esplá... ¡camelos!
A él que no le vengan con modernismos musicales. Beethoven,- Chopin, hasta Grieg. Lo demás es música. Mejor
dicho, no es música. A Debussy medio
lo traga, gracias a su calidad de francés. De llamarse González, él—no os
quepa auda—le despreciaría.
Cuando empieza la orquesta a interpreiar la composición española, el
pollo implume cruza con sus amigos
una mirada burlona. A los pocos momentos sonríe sarcástico. Y no tarda
en morderse los labios para no soltar
el trapo.
Su aspecto de hortera de Sodoma
se acentúa con todas e.-^tas gesterias.
Le mira uno titubeante, no sabiendo
SI gritarle: "¡Apio!" o "¡Idiota!"
Pero cualquiera de los dos gritos—
además de • turbar el sagrado silencio—le obligaría a uno a tirarle, en
apoyo de la tesis, los gemelos a la
cabeza. Y hay que evitar el derramamiento de serrín.
J. N. de la H.
Muy pronto aparecerá
l A DOBLE PASIÓN
-¿Eres tú enemiga del matrimonio?
-Al contrario; tengo mis mejores amistades con hombres casados.
Dlb.
de Bosch.
Novela de más de trescientas páginas, por
ARTEMIO PRECIOSO
Del mismo autor, en breve: M(
calvario (el escritor en España)
y Los diablos fríos (novela grande, de patología sexual).
Pedidos:
EDITORIAL ATLANTíDA,
Mendizábal, 42, Madrid.
I
I
I
1
I
•
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I
Ai UCH AS
GRACIA
S
5
días sirviendo en casa de unos millonarios, se llevó cuatrocientos mil.
Y estas cosas también contribuyen
al prestigio de una estación elegante.
Aclaración
Joaquín BELDA
Can n e s
Cannes, marzo 1927.
Fotos
lllli!¡Hlllllini!!iilil»UIIIIII!ll!¡IH!'nilsa:üi:
La plena elegancia de la Costa
Azul, que antes radicaba en Niza,
ahora se ha desplazado y ha sentado sus reales en Cannes.
Obra de un hombre, el difunto Cornuché, creador también de ese camelo
helado y desapacible que se llama
Deauville, parecía que con la muerte
de su fundador, Cannes iba a decaer;
Pfcro no ha sido así.
En este año, en que todo está un
Poco en crisis, Cannes tstá haciendo
la mejor temporada entre todas las
*^staciones de la Costa Azul. Realmen^6. está bien este pueblecito, que emPt'zó siendo una copia reducida de
^'iza, con su paseo de la Croisette,
9i¡e es una miniatura del paseo de los
''igleses, y su Casino, un poco de pueblo, en el sentido de que es él el cen'ro de la vida invernal.
Por mucho que progrese, nunca se''a, como Niza, una gran ciudad; le
'alta sitio para ello, comprimido entre
^1 mar y la montaña. Es ésa para
j-annes una circunstancia feliz, pues
^'za, como sitio de reposo, resulta
ya de.v.asiado grande, demasiado bullanguero. Niza en invierno es París,
^s iVlarsella.
Pero Cannes, ante todo y sobre todo es elegante: resulta de un chic suP-'emo pasarse aquí una temporadita
'' el invierno, aunque luego se mary's uno del hotel sin pagar la cuenta.
H^y aquí en este momento seis reyes:
los
^ de Suecia, los de Dinamarca, los
^ Portugal..., unos en activo y otros
estrenados; estos últimos suelen ser
^ Rué más se divierten, pero todos
°ntribuyen al brillo de la estación.
"ür ahora, éste es el único sitio del
•^undo en que por cinco francos que
cus ®fa la entrada del Casino puede
lino permitirse la voluptuosidad de coarse con varios soberanos, y jugar
a misma mesa que ellos unos fran^ al bacará,
^ d e m á s , todo hay que decirlo: esta
j i^aiia, al pasar yo ante una de las
yerías más céntricas, había en la
^ erta un grupo de genie: era que
loaban de robar en ella doscientos
"^uenta mil francos de alhajas.
^yer, una criada que, llevaba tres
muy
ligeras
50 fotos intimas y raras, tamaño 9 X 12, con mi nuevo catálogo
10 ptas.
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13 X 18
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Pago adelantado, por giro postal.
STUDIO CURIOSA BOITE PÓSTALE
27 BUREAU 19.—PARÍS, 19»
«llilíllllIllilillllllllíIlllllIlimilKIIIIIIIllllNI
LEA USTED
ROSA DE C A R N E
¡Mallarmé!... ¡Yo bien lo sé!
¿Quién duda que Mallarmé
le imprimió a la poesía
rumbos novísimos que
Leopardi no presentía?
¡Jean Cocteau!... ¿Lo ignoro yo?
¿Quién duda que Jean Cocteau
ha descubierto en el arte
aspectos que ni soñó
Hipólito Taine?... ¿Negarte
hechos tales quién podrá?
A proclamarlos está
siempre mi buen juicio pronto.
Lo que yo sostengo es la
tesis de que tú eres tonto.
José PÉREZ BOJART
—Esta es la posición más descansada y tranquila para mi: cuando veo a los hombres
con la cabeza hacia abajo.
Dib. de Orbegozo.
MUCHAS
A la que
AL
MlItllllIMIlIJIINIIIIIJIlNNimillllll
LA MODA DE LOS PANTALONES FEMENINOS
—¿Has visto la última extravagancia de
las mujeres? Cuanto más tratan de imitari'OS, más se diferencian...
Dib. de Peña.
salta
Del extracto, publicado por La Libertad, de la conferencia del doctor
Poli: "Metafóricamente, cada sexo representa una melodía en tono diferente".
¡Y tan diferente!... El que lo dude,
que se case.
OÍDO
Elena está decidida a tomarse la
venganza por su mano. Ella, que lleva
en su sangre la de cien generaciones
de sarracenos; que se sabe bella, deseable y deseada por todos los hombres, verse así humillada por aquella
mujer insignificante, inculta, sin atractivos...
La noticia la hizo sufrir en su sensibilidad, pero sobre todo, en su orgullo, en su amor propio. La mirarían
con piadosa sonrisa, pero a su marido
. tendrían que señalarlo con el sarcástico gesto que desde tiempo inmemorial dibuja en el espacio dos graciosas curvas.
Para evitarse el embarras du choix,
su decisión ha sido concreta y enérgicamente adoptada.
—¡El primero que llegue, el primero que llame, aunque sea el carbonero sucio, asqueroso, pero con su boca
tan roja y sus dientes tan blancos,
oirá mis palabras de amor, las que el
ingrato olvida por las insustanciales
caricias de la otra!...
El primer hombre que entró en su
casa fué, ¡oh desgracia!, Sebastián, el
zapatero. Llegó con los lindos chapines que ella se había encargado para
el,baile de mañana, al cual desiste
de ir.
Sebastián, ¡pero Sebastián!... No es
que sea viejo ni feo; mas, todos lo sa-
GRACIAS
Del mismo extracto: "Dos grupos
de causas influyen en la regularización de la sexualidad: uno se refiere
a la dote..."
Por eso la mayoría de los galanes
le dan tanta limportancia a este particular.
De don Emilio Gutiérrez Gamero,
en el Heraldo: "Reasumiendo (como
dice un alto funcionario, cuyo nombre
me reservo)..."
Aunque se reserve usted el nombre,
nos atreveríamos a añadir, don Emilio, que es inmortal y ha sido en la
Academia donde se lo ha oído usted
decir. Somos adivinos.
—Dice mamá que como me case con ese
hombre, no me figuro lo que va a venírseme encima. Pero, en fin, es que yo quiero
verlo.
ben: Sebastián huye del sexo femenino con ese gesto típico de todas las
mujeres cuando oyen hablar de duendes y de aparecidos o cuando con temor medroso abren los ojos asustadas ante la aparición de un ratoncillo.
Inútil. ¿A qué ensayar lo imposible? Inútil... Inútil...
Elena llora su desesperación, mientras el zapatero, sin explicarse el motivo de despreciar aquella su obra de
arte, se marcha diciendo:
—¡Oh, las mujeres! ¡Qué asco de
mujeres!
Y por haber llegado Sebastián, en
vez de otro cualquiera, ese día a su
casa, Elena no ha engañado a su marido.
Lectora amiga: si tú has llegado a
^hacerlo, ¿quieres decirme lo que te
empujó a ello? Y si hiciste el propósito, el proyecto o la idea revoloteó
en tu mente, ¿por qué no la pusiste
en práctica? Dímelo en secreto. Yo,
aunque no pueda callarlo, al fin, mujer, te prometo no revelar ni descubrir
el incógnito de tu firma.
Escríbeme. Tu seudónimo te permitirá ser sincera. Y yo publicaré eii
esta sección el secreto de tu corazón
aromado con la poesía de! misterio.
Espero tu carta.
La Dama del Antifaz
De El Debate, encarándose con la
Democracia Cristiana: "... permítanos
e! grupo unas observaciones. La primera de todas se refiere al título."
Mejor que Democracia Cristiana, le
parecería al piadoso colega que el
grupo se llamase, por ejemplo. Equipo
de San Luis Gonzaga. .\sí, los pollos
bien, amigos de los jesuítas, se decidirían a engrosarlo.
De Domínguez Rodiño, en una crónica de Berlín, publicada en La Voz:
"Pasó ya el Carnaval, que, como todos los años, ha durado muy cerca de
los tres meses".
Sí esto no es casi plagiar a Larra,
que venga Dios y lo vea.
Del doctor Relimpio, 'en el Heraldo,
hablando de la lucha antituberculosa
en España: "... estamos muy al comienzo de lo que debe ser una organización perfecta de la misma".
¡Completamente al comienzo!'¡Cofflo
que aún no ha sido suprimida la Compañía Arrendataria! Mientras exista
tan funesta entidad, cuanto se haga
en España contra la peste blanca será de escasísima eficacia. El tabaco
que la Arrendataria nos fuerza a íf'
mar no hay pulmón que pueda resistirlo. El bacilo de Koch hispánico detesta a los contrabandistas, auxiliares
beneméritos del doctor Codina y Castellví.
MUCHAS
GRACIAS
Era otra mujer...
(Cuento.)
Sentada junto al velador permanecía sola la sesión casi entera. Apoyados los codos sobre el frígido mármol de Carrara y con una paja entre
los labios, saturados de Savia de jazmín, plácidamente absorbe el indispensable whisky and soda. Así desde aquella noche—noche plagada de insomnios agradables—en que conoció a su
hombre. Al hombre que, poseído de
mágico poder, consiguió regenerarla,
mentalmente, al menos. Y en esa postura, galvanizada por la esfinge dominadora, esperaba a su hombre todas
las noches.
—¿Acaso estoy enamorada?...—preguntábase alarmada—. Enamorada yo,
la Cubanita, que siempre he gustado
de placenteras emociones, imposible.
Será... simpatía;, será... íntima compenetración; pero amor, un amor pu'o, sin complicaciones extravagantes,
¡tomo debían practicarlo las demás
uiujeres... decentes!, de ninguna manera.
No quería confesar la traición al
Pasado; pero... estaba enamorada de
Andrés, un gran tipógrafo, edecán
fiel de las huestes de Pablo Iglesias
y más flamenco que un junco retorcido.
Olvidaba, pretendía olvidar..., su
condición de fémina débil y variable.
Era otra mujer...
tuviera triste, sería lo
mismo. Ha de residir provisionalmente allí, y ser
así..., porque se lo impone la voluntad del que paga. Cuando sea libre, y
sueña con ser libre únicamente para depender a su
sabor de ese tirano invisible que llaman Cupido,
entonces hará lo que le
plazca. Celando también,
sobradamente, su honradez ajada..., porque intenta volver a ser honrada.
Renunció a la proyectada excursión por Biarritz,
San Juan de Luz, Niza y
San Sebastián, y dejó de
frecuentar los music-halls
elegantes, ante la insistente petición de Andrés. Alegó al principio la imposibilidad de ganar lo indispensable...; la carencia de
recursos para hacer frente a las necesidades más
apremiantes. . Alegó, en
suma, todo lo alegable;
pero no logró convencerle.
Retornó a lo que fué
hasta ingresar en el caba- —¿Quién es? ¿El amo de la casa? ¡Dentro de un instante,
ret Edén-Concert: meca- estaré con usted!...
Dib. de Ribas.
nógrafa; modesta obrera,
que no le es dable lucir
vistosos oropeles, costeados pródiga- ISABEL ANA Y OTROS POEMAS,
mente a cambio de falsas caricias
amorosas.
libro de versos, admirable creación de
MARIANO TOMAS
Busca ahora la Cubanita inútilmente un nuevo sentido, un contrasentido
"layor a su vida equivoca. Anhela,
Cual la Bejarana, tiempos mejores.
¿Llegará la realidad con el sonoro
tañido de otras postumas horas felices? Seguramente, pues las ahanzas
^e aquella adolescente fugitiva, un
ante versallesca y original, no han
Qespertado el instinto malévolo de la
'Meretriz profesional.
Siente renacer en su alma—alejada
^^ las turbulentas pasiones que a su
"ededor se agitan—una calma inespeada. E¡ estruendo del jazz-band, las
anquecinas burbujas del champagne,
as precipitadas cadencias del charles°'^. y del black-bottom, ya no le ensiasman... Añora un paliativo espi' Ual y no brusquedades exaltantes.
"ora, como el héroe de Sassone, vol*^'' a vivir.
trCubanita, sin embargo, no está
_'ste: canta, ríe y alborota igual que
^ demás. Bien es verdad que sí es-
La intimidad entre Andrés y Charito—verdadero nombre de la Cubanita—acentuóse bastante. Y un día otoñal, mustios los porteriles cotilleos,
preteridas las exigentes conveniencias
sociales, se unieron para siempre.
Jorge Ca.iado y Salas.
cuyos poemas de la sencillez y de la
elegancia galante le afirman como insuperable poeta. En todo este selecto
libro se admiran la riqueza musical,
la pasión tierna, la sencillez maestra,
la más cadenciosa gracia de los términos y del estilo.
TRES pesetas
ejemplar.
CH I P I L I N
EDITORIAL ATLANTIDA
Se ha puesto a la venta la tercera
edición de
LAS SIETE COLUMNAS,
maravillosa edificación de humorismo
y de intensidad novelesca.
W. FERNANDEZ FLOREZ,
maestro de humoristas, ha logrado de
ni;evo una obra maestra, discutida apasionadamente en la actualidad literaria.
CINCO pesetas
ejemplar.
Vida y aventuras de un pequeño gran
hombre.
Novela original de
JOSÉ BRUNO
Raro libio, lleno de colorismo, de
iionía y de pensamiento hondo, atrevido y certero. Perfiles ridículos de conocidos figurones de hoy son aquí desenfadadamente acusados para diversión y ejemplo, con estilo esmerado
y amenidad creciente.
Más de 300 páginas.
CINCO pesetas ejemplar.
EDITORIAL ATLANTIDA
. Mendizábal, 42.-Madrid.
8
MUCHAS
LAS SORTIJAS
VILLAMARTA.— (Mirándole a Lula las manos, en las que sólo se ventres sortijas.) Afortunadamente, el enjoyamiento profuso de las manos va
pasando de moda...
LULU.—(Jovial.) ¡Ah! ¿Era eso lo
que miraba usted?... La moda se puede decir que pasó hace ya tiempo. Yo
la seguía por inercia y, como la he
seguido siempre, de un modo discreto.
: VILLAMARTA. —¿Cuántas sortijas
llevaba usted?
LULU.—Seis: tres en cada mano.
Ayer me fijé en que eso era absurdo,
y me dejé dos en la izquierda, y una
en la derecha.
RAMONA.—¡Chica, eres deliciosa!
En cuanto una cosa no te gusta o deja d:; gustarte, le cuelgas, sin más ni
más, un sambenito como ese de "absurdo" que acabas de colgarle a lo
de llevar muchas sortijas.
VILLAMARTA. — (A
Ramona.)
¿Cuántas lleva usted?
RAMONA.—(Mostrándole las manos.) Nueve.
(Elvira y Ramona prorrumpen en
una carcajada.)
VILLAMARTA.—Comprendo que le
indigne a usted el juicio emitido por
Lulú.
RAMONA.—Me indignaría aunque
yo llevase las manos mondas y lirondas.
LULU.—Vas a permitirme que lo
dude.
VILLAMARTA. — M I.ulú.) ¿Por
qué ese escepticismo? (A Ramona.)
¿Y no piensa usted ir quitándose algunas?
RAMONA. — Por ahora, no. ¿A
cuento de qué?
VILLAMARTA.—De que empieza a
ser demodé el llevar tantas.
RAMONA.—No tan demodé. Aún es
muy chic.
VILLAMARTA. — Será muy chic;
pero nunca ha sido elegante.
RAMONA.—/Pícada.J Lo más elegante, según usted, ¿es no llevar ninguna?
VILLAMARTA. —Cuando se tienen
unas manos tan bonitas como las de
usted, ¿qué duda cabe?
RAMONA. — (Halagada.) Si cree
usted que me va a convencer con piropos...
LULL).—A mí—te lo confieso—son
los argumentos que más me convencen.
ELVIRA.—fA Lulú.) Pero ¡cállatelo, mujer! Si descubres tu p u n t o
flaco...
LULU. — Villamarta lo conoce. (A
Vmamaria.) ¿Verdad?
VILLAMARTA.—CCo/¡ cómica expresión de inocencia.) ¡Yo, no!
LULU. — ¡Pobrecito! ¡Es un infeliz. (A Ramona.) ¿Conque no te convence?
RAMONA.—(Con afectada solemni-.
dad.) ¡No!
VILLAMARTA. — ¿No se convence
usted de que tanta sortija le desluce
a usted las manos?
GRACIAS
R A M O N A . - A l contrario: me las
adorna.
VILLAMARTA.—¿Qué más adorno
que su propia beellza?... A ver, déme
una.
RAMONA. — (Tendiéndosela.) ¿Me
va usted a echar la buena ventura?
VILLAMARTA.—Voy a despojarla
a usted. (Le quita las sortijas una
por una, y las deja sobre el velador
inmediato.) Ahora empareje usted la
otra con ésta.
(Ramona obedece en silencio.)
LULU.—¡Chica, pide socorro! ¡Te
va a dejar sin una sortija!
VILLAMARTA. — N o : las de esta
mano no se las quito. Es para que
compare. (A Ramona.) Compare usted,
(Ramona sonríe, contemplándose las
dos manos.)
LULU.—¡Anda, mujer! ¡Di francamente cuál te gusta más!
VILLAMARTA.—Confiese usted que
si la enjoyada excita al robo, la otra
excita al beso.
Flor de LIS
De VIDAL Y PLANAS acaba de
aparecer
LA VIRGEN DEL INFIERNO
Bellísima novcLi de presidio, llena
de emoción y de humano interés. Ultimo gran éxito de este popularísimo
escritor.
4 pesetas ejemplar.
LIBRERÍA
Rambla
Centro,
LÓPEZ
20. — BARCELONA
-Anda... accede... Sólo el primer paso es il que cuesta...
-Justamente, me estoy preguntando cuánto me va a costar.
Dlb.
Del Rí-
^lUCIIAS
LA
GRACIAS
PRIMERA
VEZ
La primera vez que la bella y fragante Rosita me miró y eclipsó la luz de
mis ojos, me'pareció que por primera
Vez latía mi corazón.
La primera vez que me citó en su
huerto... ¡Ah, la primera cita, qué sabrosa!
Era en abril; se abrían las primeras menudas flores del jazminero, dosel tupido de nuestras primeras confidencias. Era la primavera por primera vez.
La primera vez que mis labios...
En el primer beso se va entera el
alma. Y son dulces, son supremos, son
gracia divina los besos a la primera
amada; pero el primer beso no se olvida jamás. Se graba, inconfundible,
imborrable, único, el beso inicial, esencia concentrada de todos los besos; el
primer beso, botón de que se abre,
espléndida, la rosa del amor.
La primera vez que mis manos, trémulas e impacientes, ávidas y blandas...
No; yo no le quería robar nada, sino defendérselo...
Aquella aventura osada y tímida de
mis manos avaras dióme un placer
indecible, un placer sublime, sublime:
el primero. ¡Ay, un placer de placer!
Preferible a descubrir el nuevo mundo; preferible a explorar un contimente... Yo, ¡oh dicha excelsa, dicha
primera!, descubría un contenido...
por primera vez...
Seguía la bella y fragante Rosita
mirándome, amorosa; seguía llenando
de claridad única el día ilimitado de
aquella inolvidable época de mis primeras veces; pero como la primera
vez, no, nunca más.
iiiuiiiiiiriHiuimiiiiiimiNrMiHtiiiH
-Lina va a tener un chico.
-¡Ya sé de quién!
-¿Sí? Pues vé a decírselo y le harás un buen servicio.
ESTRATEGIA
—Haré como que se me ha caído este billete, a ver si gano otro...'
Seguía citándome en su huerto, y
pasaba el tiempo quizá, y volvió a ser
primavera, y tornaron a abrirse primeras florecillas de jazmín, y revolaron primeras auras, nuevas mariposas...; mas como la primera cita... La
dicha, cuando viene, no viene más que
una sola vez.
Seguían mis manos explorando un
mundo recóndito, no explorado nunca
por nadie, por nadie más que por mí;
hasta emulé a Elcano, y comprobé la
redondez total, evidente, palpable. Prinms circumdedisti me—podría decirme, si supiera latín, aquella inocentuela candida, que bien sabía latín...
Mas como la primera vez, ninguna
vez.
Nos casamos.
> Como esposo y esposa, nos miramos por primera vez; un lando discreto nos llevó juntos y sin testigos,
por primera vez. Quedamos, en fin,
solos, universalmente solos, por primera vez...
/
Y...
Y la primera vez que...
Y la primera vez que, ¡al fin!, la...
El premio de Citeres ha sido ofrecido al mismo premio de Citeres: a
expresar el amor.
Yo no lo sé expresar. Ducho en la
práctica, soy torpe en la teoría.
Sólo os Sé decir que la primera
vez...
Sin embargo, quiero tener una franqueza, la* franqueza de una excepción
extraña, incomprensible:
La primera vez fué, naturalmente,
necesariamente, única.
Pero con más facilidad..., sí, con
más facilidad, me acuerdo más de la
segunda vez...
Dtb. de
Esteban.
José BRUNO
MUCHAS
10
^
'tí^
Una medicina infalilile
(Cuento
añejo.)
Que su novia se le moría... eso era
más viejo o.ue los mingitorios de campana. Telesforo Grama o Tele Grama, como le llamaban sus íntimos para abreviar, veía el mundo, desde
aquellos instantes, como una gigantesca carbonería. La grandiosa pelota futbolera que habitamos acababa aquella
tarde—para Tele—en punta. Y claro
es que todo lo veía negro y punzante. Porque así como así, nos resignamos ante la pérdida de un primo segundo por' parte de padre, o de una
madre láctea que nos prestó en la infancia y... en Vitigudino de Abajo su
aplaudido "restorán mamilar". Pero
que nos abandone para iii eternum la
flor de nuestras más rosadas ilusiones o el capullo de nuestros solaces
n á s . . . cinematográficos, eso es tan
triste como si nos atrepellara un mercancías. Y desde luego mucho más
luctuoso que la orla de nuestro estado moral, después de satisfacer con recargo un recibo del impuesto de Utilidades. (Ahí queda eso.)
Y a Tele Grama se le moría su novia a chorros y.,., a las cinco y media
de un atardecer preñado de brumas,
en una habitación saturada de jipíos
aomésticos.
,
Nicanora era el patronímico de su
prometida, cosa que el lector habrá
adivinado por intuición con esa perspicacia que le confunde y que nosotros
los plurnómanos atribuímos sin cuento a todos los lectores, lo mismo que
se la podríamos atribuir a una vaca
normanda o al fakir Blaccaman,
Tele Grama, novio oficial de Nicanora (fea de nombre, aunque bella de
periferia), sentía por su "parte contraria" un^ de esas pasiones que culminan en la triturada epístola del
apóstol. Mas, sucumbiendo a los formulismos sociales, no podía ver a su
novia, conformándose con los informes que de su estado salubre le proporcionaba la portera.
—Pa mí que la diña esta tarde—le
había diciio aquélla, momentos antes,
con una crudeza moscovita, por no decir glacial.
Y Tele Grama, con el corazón en
el cuello (siempre no ha de ser en un
puño), sin pararse en barras ni en
centenas de escalones, tuvo una idea
voltaica, esto es, luminosa. El necesitaba ver a su Nicanora por encima de
todos los panurguismos de una vacua
sociedad (¡Vaya lastre que voy soltando!) Y en menos que suben las materias primas se plantó en la morada
de su novia (614 escalones sobre el
nivel mediterráneo), y penetró de sopetón en la habitación donde agonizaba aquélla, rodeada de sus progenitores.
—Yo soy el novio de Nicanora—les
descargó tembloroso y a bócajarro
Tele Grama—, y vengo a cerrarle los
ojos, y de aquí no me sacan aunque
me lean el "Glosario" íntegro de don
Eugenio d'Ors.
La franque.'.a con que se presentó
el muchacho y el amor que adivinaron
en él hacia su hija, fueron motivo suficiente para que los padres de Nicanora tomaran a Tele Grama un afecto
especial, sobre todo el padre, que a
los dos minutos escasos ya le pidió
ün cigarro de cincuenta.
—Por mí pueden ustedes descansar
un rato—les dijo Tele—, y no se preocupen por nada, que yo velaré a Nicanora.
Y como la vida y la lógica constituyen a veces un carrouseL los padres
de Nicanoia se retiraron a descansar.
Y quedó solo Tele con su novia, que,
enferma y todo, estaba aún más ape-
GRACIAS
tecible que una docena de chorizos de
CantimpalcE. Y como el hombre lleva
consigo una bestia, según el padre Zola, y hay ocasiones en que el horno
está para bollos, según yo..., ¿qué dirán ustedes que se le ocurrió a Tele
Giama? Pues... eso mismo que están
todos ustedes pensando ahora y que
no me negarán si son tan francos come el jefe del "Plus-Ultra".
Resumamos. Al día siguiente, Nicanora, por esa mezcolanza que he
nicntado antes, de la vida, de la lógica y del carrousel, recobró su perdida salud en medio de la extrañeza de
sus padres, que no acertaban a explicarse aquello.
Tele Giania, en un acceso de intimidad, llamó aparte al padre y le contó
"la verdad de todo lo sucedido".
—¡Mi abuela segunda!—repuso éste—. Si le llego a conocer a usted hace dos años. ., ¡no le llevaría yo, como
le llevo luto a mi padre!
José ALFONSO
iiiiiiiituitiiJiiiiNiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiitiiiiiuiiitniíii
La doncella.—Bueno, este refresco... ¿lo habrán pedido para que me lo tome yo?.
Dlb. de Bosch.
11
MUChASGRACJAb
Laüaiada de un desesperado
(Nota^
halladas en la vía
pública.)
Desesperado por la marcha de
Odette, he tomado la decisión de hacer una que sea sonada. Odette se ha
ido a una tournée teatral por provincias y no volverá hasta dentro de diez
meses.
Diez meses. Eso es para mi una
eternidad. Cerrando los ojos, aún la
veo en el andén de la estación de San
Lázaro, con su equipaje, su portamantas y su indumentaria de viajera... y
sus bellos ojos azules y únicos. Allí
estaban el director, el barba, el actoi
cómico, el bailarín egipcio y su mujer.
También estaba el prometido de Odette, un buen muchacho de veintidós
abriles. Antes de la salida del tren,
el joven recomendó al director:
—Yo se la confío a usted. ¡Es una
-~^'>cente, no tiene más que veinte
años!
El otro respondió:
—Puede usted tener confianza en
mi.
Después, como el tren silbaba irónicamente, Odette nos abrazó a su
novio y a mí. VI dos lágrimas brillar
en sus largas pestañas. Pero ¿por
quién lloraba?... ¿Por su prometido o
Por mí? Yo me atrevo a esperar que
'Uera por mí, o por lo menos, que de
|as dos lágrimas, para mí era una.
Luego, cuando el tren se alejaba, ella,
asomada a la ventanilla, agitaba su
Pañuelito para su novio... o para mí.
Con el corazón encogido, nos sali¡^os de la estación, sin decir nada,
"ego, el novio rompió el triste si'encio:
—¡Era una buena chica!
—¿A quién se lo dice usted?—inquirí.
—-¡A usted!—me conflimó el joven.
¡Pero si yo lo sabía ya!—le repliqué.
.
Suspiró el otro y se alejó.
Cuando me vi solo en la calle y tu^ la triste perspectiva de verme obli«ado a entrar en mi cuarto... vacío,
g ^ sentí invadido de una indecible
"loción y decidí abandonar París inmediatamente para ir a Louveciennes,
^^donde fuera. Llegué a las dos y
j^ennta y cinco. Caía una llovizna soy'e las villas, los jardines y el bosque.
° 'ba al azar, sin saber adonde, penj,^"do en mi Odette. No me daba
'^nta de nada, y al pasar ante la
g^"sión del Corazón Volante, allí me
gj ""e de modo maquinal, a preguntar
conserje si la condesa Dubarry,
^"erida de Luis XV, habitaba allí to^'a-.. Me respondió él, extrañado,
^"e ella había muerto en 1789.
L'ecididamente, era el día de las malas noticias.
Continué tristemente mi camino a
través del bosque humedecido. Llegué
a Marly, entré en un cabaret alegre,
donde había baile. Allí, apartado de
la humana bullanga, redacté la carta
que sigue:
"Mi querida Odette:
No pudiendo vivir sin ti, me suicido. Te lego la suma de ciento cincuenta, francos que me debes. ¡Adiós!
Tu desesperado inconsolable, Santiago
Üarfleur."
¿Cuándo se marchará? Lo ignoro^
no me atrevo a despedirla, ¡porque estan buena chica!...
Esta mañana he. topado con la misiva aquella en que decía a Odette:
' N o pudiendo vivir sin ti, me suicido. Tu desesperado inconsolable, Santiago Darfleur." Ahora he tomado una
pluma, he tachado la frase "me suicido" y he puesto encima: "he tomado
otra amiga".
Después, fríamente, he arrojado la
carta en el buzón. Evidentemente, a!
recibir la carta en que yo he escrito:
"No pudiendo vivir sin ti, he tomadootra amiga", Odette no va a quedar
contenta. Se apenará mucho también.
Mas ¿por qué se ha marchado?
Quería yo, en efecto, suicidarme,
sino que no tenía valor. Por un momento, saqué el revólver y páselo encima de la mesa, pero me lo guardé
en seguida, para evitar una contravención.
Aquí acaban las notas del desespeEntonces me resolví a buscar en la
rado consolado.
embriaguez la osadía para ejecutar mi
resolución. A! Burdeos siguió el TuPor copia conforme:
rena; y véase la influencia de los bueGUY PERÓN
nos vinos de Francia sobre la moral:
sentí, bien pronto, que cierta alegría
EL C A R M Í N líquido
desvanecíame la pesadumbre, mis
es lo más chic y práctico
ideas negras se aliviaron, y me dije:
—¿A qué matarte? Tu suicidio no
p D l f n ' r : Z P O L V O S NENS. Evita.
sería útil más que a Odette, para que
1 l\ltiU 1
las excoriaciones. Exésta se hiciera un reclamo, contando
celentes para la piel. Venta en peren todas partes que un hombre se hafumerías, farmacias,y droguerías..
bía matado por ella. Y además, esa
comiquilla ¿vale un tal sacrificio?
F; &ETRUK. Hostal, 113. — 3 A R C 1 1 § K A
Ciertamente, ella me ha ^ ^
^
amado, al menos .durante
quince días; ¡pero me ha desesperado después!
La alegría me devolvió a
París, a mi normalidad. A las
diez y nueve y cuarenta y cinco, yo había comido ya de
buena gana y con buen humor. Decididamente, la vida
es buena... cuando no se tie-l
nen queridas.
Plaza de la Sorbona volví
a encontrar a la pequeña Sucy, modelo, amiga de Odette.
Como me presentaba sus condolencias, le respondí yo con
aire burlón:
—¡Evidentemente! ¡La partida de Odette es una desgracia! Pero no irreparable.
—Eso lo dice usted por
parecer enérgico. Pero yo le
conozco a usted, amigo; esta
noche, usted llorará cuando
entre en el cuartito vacío...
—¿Llorar yo? ¡Vamos!—
clamé, riendo.
—Yo apuesto veinte francos a que llorará usted.
—Acepto el desafío.
—Bueno; yo le acompaño
a usted, y vamos a ver si es
usted tan entero como cree.
Sucy ha venido a mi casa, Diálogo rápido:
yo no he llorado y he ganado —Bueno, Pílita; ¿nos casamos, o qué?.
sus veinte francos. Después, —Eso, ¿o qué?
ella se ha quedado con el
Dlb. de Vázquez Calleja.
pretexto de consolarme.
ONYX
MUCHAS
12
MISCELÁNEA
Ya nos hemos ocupado, en esta sección de MUCHAS GRACIAS,
del
cura
antipornográfico, el abate Bethlem.
procesado por ejercer una especial
censura contra las publicaciones picarescas.
El buen cura arrancaba esa clase
de revistas de los quioscos donde se
exhibían, y las destrozaba con santa
indignación.
El abate Bethlem ha sido condenado
a once francos de multa, o sea cinco
francos menos que si hubiese abofeteado al Carretero Audaz.
Lo curioso del caso es que el mismo Tribunal ha condenado también
a once francos de multa a dos colaboradores de las revistas destrozadas
por el cura antipornográfico. Uno de
estos escritores es el simpático Henri
Jeanson, un gracioso píllete de la lite-
E¡ doctor.—La he reconocido a usted y no
íí encuentro nada de particular.
Ella.—¡Qué insolentel
Dib. de Puel.
ratura frivola, cronista desenfadado
del music-hall, escritor nervioso, punzante, irónico.
Jeanson y su amigo, para replicar
al gesto del padre Bethlem, se dirigieron al barrio de San Sulpicio, lleno
de tiendas de santos, objetos religiosos y publicaciones piadosas. Allí destrozaron unas cuantas estampas de
Vírgenes y obispos y unos números de
La Hojita Parroquial, alegando que
consideraban todo esto como una
ofensa a sus concepciones artísticas.
Ahora, ya lo sabe el cura antipornográfico: cada revista picante que
él rompa en nombre de la moral, será
una publicación piadosa que romperán Jeanson y su amigo, en nombre
del arte. La multa, para unos y otros,
e.s de once francos.
GRACIAS
El París republicano hace fiesta para presenciar el desfile de las reinas
de la Mi-Caréme. Realmente, se puede ser partidario de tales majestades.
Las reinas, en una gran carroza artística, envían besos, con las puntas
de los dedos, a la multitud apiñada
para aplaudirlas. Son besos a distancia y no se sabe ciertamente a quién
van dirigidos; pero, en fin, menos da
una piedra.
Sobre todo, con esta ciase de soberanas no resulta completamente imposible llegar a ser rey consorte. Y ser
luego coronado.
Carlos ESPLÁ
Parí.';, marzo.
^
l=l=3Col|ü|
da fuerz a
llilliliiliiiiil:iii>i.iii<i<iiiii><iiii!iiiiiii>
Miiiii»riiiiMri.nt...ii
La Justicia francesa se encuentra
en una situación angustiosa: por una
parte tiene a unos asesinos, sin encontrar la víctima, y por otra parte
posee un cadáver y no sabe quiénes
son los asesinos.
Se trata, naturalmente, de dos asuntos diferentes, de cuyos procesos respectivos están encargados sendos jueces.
Un juez interroga a los asesinos, pero no averigua dónde eslá el asesinado, que era, en vida, cobrador de
un Banco. El otro juez examina el cadáver de Camila Pegoury, y se pregunta: "Pero ¿quién habrá matado a
esta chica?"
Para resolver esta situación dramática, un periódico propone que un juez
le ceda a su compañero el cadáver que
le sobra, o que el otro ceda a su colega los asesinos.
Efectivamente: habrá que hacer algo para salir de este atolladero.
¿Ustedes recuerdan aquel d r a m a
tan parisiense que proporcionó una
gran publicidad a un famoso comerciante de París? El comerciante había
sorprendido a su mujer en brazos de
un aviador, en una gargonniére. El
marido mató al amante. Fué procesado y absuelto. Se habló de divorcio.
Pues bien: ya se ha leconciliado el
matrimonio, dando así un argumento
más a los que defienden las excelencías de la vida de familia.
—No me convence a mi ese hombre, "O
me gana a terca. Pero..., en fin, esta vez " "
parece que voy a quedar debajo.
'^'WCHAS
13
GRACIAS
LA ACTUALIDAD GALANTE
Las pantorrilias en el teatro
Benavente, con una sola frase, ha
puesto de actualidad el tema de la
íalda corta en el teatro. Frase rotunda, terminante. Hela aquí:
—En efecto, creo que la falda corta es incompatible con las situaciones
dramáticas de cierta violencia...
El tema apasiona ahora en París,
donde lo actual—una flor, una mujer,
un perfume — tiene siembre un tono
encantador de'espiritualidad. En Madrid ha motivado, hasta ahora, una
Correspondencia de Gómez Carrillo y
Un delicioso "reportaje" de Ángel Lázaro. Y es amable y sugestivo, en verdad, el tema ése...
¿Falda corta? ¿Falda larga? Para
la calle, para el salón, para el hogar,
íalda corta. Sin duda alguna. La falda
Corta es, desde luego, mucho más cómoda que el pomposo miriñaque antiguo. Y no hablemos de esa otra virti^id de la falda breve: virtud de infantilizar, de aniñar a la mujer. De antiguo, el hombre gusta de hallar en los
^nimalitos femeninos el perfume de lo
uuevo...
Para el teatro, en cambio, no sirve
la falda corta. Nosotros elegiríamos
la clámide, serena y severa a un tiempo mismo. La falda corta está reñida,
en efecto, con las situaciones trágicas
de cierta violencia. De acuerdo con
Benavente...
—A este propósito—cfenta don Jacinto—, yo recuerdo lo que ocurrió en
el estreno de una comedia de Francisco Acebal... En una de las escenas
decisivas de la obra, la piimera actriz,
que vestía una cortísima falda, había
de dejarse caer, abatida, sobre un diván... Se dejó caer, en efecío. Pero,
al hacerlo, la falda dejó ver esa parte
magnifica de las piernas en que las
pantorrilias pierden su nombre... Hubo un largo murmullo (•¡:tre el público... Con eso, estuvo a punto de fracasar la flamante comedia...
Conviene que extraigamos de la
anécdota todo su sabor de ejemplo.
Claro que si la comedia es buena, si
alienta en ella el suficiente calor humano, el conflicto habrá de imponerse a todas las pantorrilias habidas y
por haber. Para esto es preciso el autor genial. Que se equilibren los platillos de la balanza. En uno, Shakespeare. Y en el otro, las pantorrilias
magnificas de la Hidalgo, por ejemplo.
—No sé por qué dices que no soy una mujer seria... Voy ya
por el tercer marido y, sin embargo, conservo el mismo
amante...
Con ello, los autores ínfimos, los autores de menor cuantía, están en condiciones de inferioridad. Fernández del
Villar no se ofenderá si le decimos
que,-puestos a elegir entre una comedia suya y las piernas de la Muro,
nosotros, sin remisión, optamos por el
último regalo. Piernas tíeliciosas las
de la señorita Eloísa. Como las de
Angelina Vilar. Como las de Julia Lajos. ¡.Ay, amigos "currinches", no podréis sostener la competencia con
aquellas torres fragantes de Afrodita!...
Y esto tiene su explicación... Acordémonos del refrancillo ése que da
más valor a un pájaro en la mano que
a ciento volando. El público sigue esta
norma sabia, este camino prudentísimo. Mientras el autor—con su comedia—ofrece un conflicto fantástico a
la atención de los espectadores, ellas,
las actrices, muestran la soberana realidad de sus piernas.
—Las mostramos a pesar nuestro—
dicen ellas.
No importa. Las muestran. Y—lo
que es mejor—las muestran entre gasas, entre sedas, tentadoramente... Como los bombones de chocolate, envueltos en su cascara de talco...
José Luis SALADO
El.—Si me caso contigo, trae serás fiel como hasta ahora?
Ella.—Sí,
hombre; y antes, si tu quieres.
Dtb. de
Penagos.
MUCHAS
14
Instrucción obliaatoria
Toto Fellman levanta la mano,
chasquea los dedos pulgar y corazón,
mira de reojo hacia la puerta de la
clase. Quiere salir. Pero el señor
Tourntoy-Lepouss, profesor de griego, que es bastante sordo y a cuyo
oído no ha llegado el chasqueo de los
dedos, le acaba de dirigir a Roberto
Robert, compañero de Toto, el sacramental: "¡Vaya usted!"
Ni los sabios ni los m.édicos han
estudiado, hasta ahora, como se debe, el efecto de ciertos estudios sobre
el orgariismo de los jó\'enes. Hemos
observado que la absorción del latín,
de las matemáticas y de la historia,
produce perturbaciones inesperadas
en el funcionamiento de la vejiga. Las
producidas por el griego son sorprendentes.
En una clase de cuarenta y cinco
alumnos, de ocho a diez y seis años,
al cabo de una hora, lo menos veinticinco de los muchachos manifestarán un vivo deseo de abandonar el
aula para acudir a otro lugar. Y en
su casa—entregados al estudio de la
historia natural en Fierre Louys, al
de las leyes de la gravedad, lanzándoles a los transeúntes huesos de guinda; al de la anatomía, tirándole del
rabo al perrito materno—sentirán dicha necesidad harto menos frecuentemente.
Roberto Robert abre la puerta y
torna a su sitio. El anuncio por el
profesor de que va a comenzar la recitación de las lecciones hace a Toto
caer en la cuenta de que su necesi-
•PHISB.
—Doctor, reconozca usted a mi liermana.
—Lo que necesita su hermana es un novio. Pero de los de tratamiento completo.
—Entonces le servirá cualquiera de los
mios.
Dib. de Esteban.
dad es más imperiosa de lo que pensaba. Se impacienta, se agita en el
banco, chasquea los dedos con frenesí. Ahora, el señor Tourntoy-Lepouss
le dirige el sacramental "¡Vaya usted!" al pequeño Vaneuíl.
Toto piensa: "Es muy cómodo un
profesor sordo, pues puede uno charlar; pero cuando quiere uno salir, le
jeringa. Hay que hablarle a voces para que le oiga a uno y se digne atenderle."
El pobre muchacho ve que su turno
se aproxima. Está perdido. Desesperadamente, la faz contraída, la mano
levantada, chasquea los dedos con toda la violencia posible, y pone banco
y pupitre en conmoción. "Hay que gritar algo—se dice—, sea lo que sea,
para llamar la atención de ese vejestorio."
—Señor profesor—vocifera—, ¿me
puedo acostar con su señora?
El señor Tourntoy-Lepouss vuelve
la cabeza y le mira. ¿Por un azar sin
precedentes, habrá oído bien? Los
alumnos de griego ahogan risas homéricas.
Gran ansiedad. El señor TourntoyLepouss va a contestar.
—Espérese un poquito — dice—.
Cuando el otro señor termine...
Max y Alex FíSCHER
•iiiiiiijriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiNiiiiiiiiiiiiiJimiiiJiiiiiJiJiiiiiiiiriiini
Madrinas de guerra
Despampanantes
lectoras
de MU-
CHAS GRACIAS:
Como el que no llora no mama, y
el que no se arriesga no pasa la mar,
me dirijo a ustedes, a pesar de que en
boca cerrada no entran moscas; y
aunque al buen callar le llaman Sancho, también es verdad que al buen
entendedor, con pocas palabras basta.
Si una contestación fuese afirmativa, como a caballo regalado no se
le mira el diente, me consideraré muy
satisfeclio con mi buena estrella, compartiremos nuestras penas y alegrías
y de este modo se deslizarán para
nosotros las horas más ftiices y nunca será tarde para mí si la dicha es
buena.
Aún ignoran mi petición, ¿verdad?
Simpáticas lectoras: lo que deseo es
una madrina de guerra.
Supongo que dudarán ustedes y no
me dirán que sí de pronto, porque
Zamora no se ganó en una hora; pero pueden presentarme a algunas de
sus amigas; que lo que abunda no daña y a falta de pan buenas son tortas, y no por mucho trigo nunca es
nial año.
Si no me escriben ustedes, entonces
al burro muerto la cebada al rabo.
Si es que dudan, no lo consulten con
su mamá, pues loca es la oveja que
con el lobo se confiesa; a sus hermanas
si quieren pueden decirles algo, pues
GRACIAS
un lobo a otro no se muerde; pero a
sus amigas no les digan nada, por
aquello de que los secretos son el
viento; y amigo indiscreto ni es buen
amigo ni guaida secretos.
Perdonen que no me haya dirigido
antes a esta Revista para dicha petición; pues aunque al que madruga
Dios le ayuda, también es verdad que
no por mucho madrugar amanece más
temprano; y lo hago ahora porque
más vale tarde que nunca.
Perdonen si encuentran descaradas
mis razones y recuerden que quien
bien te quiere te hará llorar.
Espero que me contesté alguna de
las despampanantes señoritas o viudas, a las que lo cortés no quita lo
valiente.
Yo le mandaré mi fotografía, y si
me encuentra grande, más vale que
sobre que no haga falta; si me encuentra delgado, más vale poco y bueno que mucho y malo, y si me encuentra feo, recuerde que el hombre y el
oso, cuanto más feo, más hermoso.
Les besa el santo por la peana,
Salvador Caamaño Flores,
Sargento de Artillería.
Parque Móvil. Tetuán.
Zoco Arbaa.
¡niuiiiiiiiiiuiiiiiiiii'iiiiii
L A1N-LA H
Es una sugestiva novela mnrroqui.
llena de gracia, de emoción y de interés, de estilo delicado y de amenidad
suma.
Original de
RENÉE DE HERNÁNDEZ
y de
A. HERNÁNDEZ,
EDITORIAL ATLANTIDA.—Tres pesetas ejemplar.
hdtí^
•—Búrlate de los hombres, y te irá con
clios mejor. Yo, al mío, en cuanto le saqu^
la lengua, le rendí a mis píes.
Dib. de Esteban-
MUCHAS
GRACIAS
15
HISTORIETA, p o r Garrido.
1. Don Cucardo Frambueso siempre hablaba a su fituro yerno, que ya entraba
casa, de la inexorable ley de herencia. Polito Zapón le escuchaba pacientemente.
II. Al fin llegó el dia en que Polito se
unció con la linda Visita Frambueso, que estaba bellísima con sus azahares.
n i . En la comida de bodas, don Cucardo, a quien el champaña exacerbaba la idio'ez, volvió a hablar de la dichosa ley de herencia.
V. Pero al poco rato salió de la habitación mentando a don Cucardo y asegurando
que a él no se le daba gato por liebre.
VI. Y a la mañana siguiente fué a devolver la niña a sus papas, pues, según él,
' faltaba el... requisito justificativo del
'zahar.
!V. Tern;inados los agasajos de ritual y,
al fin solos, Polito propuso a Visita que le
ayudara a cumplir sus deberes matrimoniales.
Vil. Don Cucardo no se extrañó lo más niinlmo; solamente dijo: "¿Lo ves, Polito?
Aquí si que está clara la ley de herencia. ¡Cuando yo me casé, su madre tampoco lo
tenía;
MUCHAS
16
Del Madrid picaro
y sentimental
UNA MORENA Y UNA RUBIA...
Muy ducho era Rafael en la lidia
de hembras bravas, pero el asunto en
que se había metido era de esos que
o salen mal o salen peor ..
A la par — conviene decir que era
bolsista — entendíase con Paca, la
sombrerera, morenaza de pelo en pecho—a creer a los que se lo habían
visto—, y Julia, la del comandante,
una vindica joven, que, tras matar con
el veneno del amor a un buen esposo,
acababa de sorberse nada menos que
a un héroe de los de verdad, bravo
sin trampa y pretuberculoso desde
niño.
La dicha—si es que hay dicha en
creernos reyes de lo creado—consistía para el mozo que, como don Hilarión el de La Verbena, había conseguido una morena y una rubia tan
extraordinarias, que eran la envidia
de un rico tendero de muebles, tan feo
como rico; la de cierto prestamista,
que antes de solicitar a una mujer la
enviaba un regalo, y hasta la del joven coadjutor de la parroquia.
Suerte como la de aquel mozo, que
ií;,ual danzaba en el Costanilla Club
que en el Dancig-Palace, había pocas.
La sombrerera, bonita hasta hacer
olvidar a los respetables guardias de
la porra—que la seguían con la mirada—la misión de mover tan sicalíptico artefacto, era alegre, chula,
castizota y amiga de ser amada en
el cine. La rubiales, quj de ese tono
tenía el pelo la viuda—con un ceño
nmy señor—, era de las que para "ponerse a tono", aun cuando luego, como todas, desafinase, precisaba de un
local bonito, de una música buena y
de un sitio en que descansar muy
blando.
Las dos, sin compromisos familiares, hacían de su capa un sayo, cosa
muy precisa cuando de noche, por calles tan propicias como la del Biombo, iban con él.
Una—olvidóse decirlo—vivía en lo
más bajo de la calle de Atocha, y la
rubiales, en el final de la calle de la
Princesa.
A tal distancia y "paseadas" a distintas horas, era casi imposible que
la paz gozada por el buen mozo se
interrumpiera.
Sin embargo, como en Madrid abunda el detective particular, uno, que había sido espía en la gran guerra y de .
la dignidad—habiendo billetes—tenía
un concepto muy bajo, comunicó a la
militara—número importante en clases pasivas—la sospecha de que el ca-
riño de su novio pudiera no ser todo
lo firme que ella desease. Intrigada,
inquiriendo y ¡jagando supo que una
chulilla, con más gracia que Muñoz
Stca, era su competidora.
Y lo mismo que con esta, hizo con
la que vivía frente a la Facultad de
San Carlos.
De todo lo cual resultó que el "chivo" hizose con unos duros en plata;
las mozas, con un desasosiego de mucho peligro, y el guapote "castigador", con un canguis que, sin explicárselo satisfactoriamente, traíale en
ascuas.
¿Podía seguir la cosa de aquella
manera? ¡Imposible!...
La viuda encargóse, valiente, de que
ni un día más...
Para ello, una mañanita muy temprano, entrando en el taller de la chulona sombrerera, pidió varios sombreros; una vez vistos—cosa qus fué vinagre para la Paca—, eligió tres, y
como el que no dice nada, ordenó, humillando así a la sombrerera:
—Mándelos a casa de mi novio;
quiero que él elija...
—¿Y... quién-es y dónde habita su
señor novio? — interrogó, con las de
don Cecilio podando.
—Pues se llama Rafael Pérez, y
vive...
No pudo acabar. La que se armó
fué de las más sonadas en todo el distrito; como que tuvo que subir uno
de la Poli, y a los ocho días—¡qué
bochorno más grande!—, ante un señor juez municipal hubieron de acudir
las beligerantes.
Y al preguntarlas la razón de la
trapatiesta, la más chula, con un gracejo que hizo sonreír a cuantos la escuchaban, contestó seria:
GRACIAS
—Na, señor; que aquí, esta viuda
de repetición, queriendo hacer con mi
novio el tercer fiambre, vino a mi taller, que pa eso es mu presumida, a
encargarme una "pena" muy larga, y
yo, que estoy pa sjrvir a mi parroquia, anticipándome, la puse ese ojo
na más que a la funerala...
En efecto, la rubia mostraba el derecho de luto riguroso.
Y como condenaran a Paquita al
pago de veinticinco pesetas, dio diez
durazos, diciendo, graciosa:
—No me devuelva usía ni un centimín, pues si la lesiona, aquí presente,
insiste en quitarme a mi Rafaelillo del
corazón, qus la casco es de toda clarividencia...
Y es fama que Rafael "está" con la
chula.
Y con la militara, (jue se aviene a
no salir a la calle, y mucho menos a
ir, en burla, a encargar sombreros a
la Paca.
Y cuentan que también conjuga el
verbo amar con dos intimas amigas
de las dos, tan amables, que intervinieron para que se arreglara todo.
¡Rafael, como vemos, es la mar de
agradecido!...
Fernando MORA
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-Yo le daría a usted, preciosa, mi corazón y veinte duros.
-Si usted me gustara a mi, le daría cincuenta.
D¡b. de Qirley-
17
MUCHASQRACIAS
DE LA VIDA REAL
En los dominios de Priapo
MÍS.S Mabel era joven, docta, asexual. Como londinense que se respeta,
liabta recorrido gran parte de la corteza terrestre valiéndose solamente
del inglés. Ni su iigura ni sus maneras podían interesar a nadie de buen
Paladar en azares amorosos; aquellos
quevedos de exagerado grosor, los
andares machimos, su hiperestesia, no
rimarían nunca con la sensualidad de
Un latino. La conocí en Ñapóles, donde habíamos coincidido en el mismo
liotel (un albergo mediocre de la vía
Parténope), y la grisura del tiempo,
la falta de otras amistades nos acercaron. Yo le servía de intérprete, encontrando en mí, por tal razón, un
Compañero útil, y ella, a su vez, me
divertía con pintorescos relatos de
^'¡ajes, plenos de eutrapelia, haciendo
brillar una .^ran cultura, adquirida en
fise libro que es la vida. Consideraba
s Mabel como un amigo dilecto, no
habiendo podido hacerme a la idea de
que era mujer. Cierto día penetré en
**ii haijítación cuando aún estaba sin
''estir y, con glacial indiferencia, vi
cómo se estiraba las medias, cómo
ajustaba su sostén, no sintiendo el
inás leve deseo de posesión.
Acordamos visitar los alrededores,
Comenzando por Pompeya, y unr. tarde gris nos trasladamos a la ciudad
''esucitada que a través de muchas
Centurias guaida sus fragancias de
P'acer, sus procacidades, pruebas inconcusas de que tampoco en amor hay
'!'7¡í7 dovum sub solé.
Vagamos por las calzadas de la que
'ué voluptuoso edén, cuyos refina''^ientos y sutilezas eróticos no han
Sido todavía superados. Nuestro guía,
después de enseñarnos cuanto de raJ"c encierran las ruinas pompeyanas,
bisbiseó tímidamente: "¿Quieren los
Señores vjr el lupanar?"; y al sugerir
í^' propuesta miraba a Mabel como
Interrogando si no sería esta visita
'"adecuada. Camino del barrio secre"^ detúvose ante una hornacina, disi"'ulada con habilidad, en la cual Priado pesa sobre una balanza su desco"^unal falo; esta visión lúbrica arran"^^ a mi compañera un shocking! de
Sorpresa; quizá le pareciesen preten.'osas las proporciones genitales del
'Cono.
, En la sírada delVAbondanza, otro
••gano masculino, de ingente calibre,
j^ñalaba una dirección, seguramente
^ mano que debían seguir los carros
^ cuadrigas llegados de la campiña;
. " el impluvinm de la Casa dei Vettli,
°s Caños de una fontana afectaban
f'mismo la forma del sexo varonil.
" hálito de liviandad envolvía estos
vestigios, que hablan, con el lenguaje
de las piedras, de saturnales escandalosas, de absurdas paganías: Desde el
porche del templo de Apolo columbramos la borrosa mole del Vesubio,
presto a reproducir la tragedia que
sumió en perpetuo sopor a esta villa.
A lo lejos oíase un tableteo de truenos.
Entramos en la mancebía (muestra
incólume del desenfreno de una era
anterior a la cristiana), sobre cuyos
muros aparecen pintadas al fresco,
con fidelísima propiedad, escenas de
placer capaces de sonrojar a una estatua de bronce, estando allí representado cuanto pueda concebir un cerebro enfermo de obscenidad.
En un cubículo se ven muchas rayitas, atestiguadoras de la fuerza viril, y una algoritmia de éstas suma
quince unidades, número de las ofrendas hechas a Venus por el mismo individuo durante una sola noche.
Comenzó a llover torrencialmente.
j'vlinutos después, ur) auto nos conducía por la carretera de Ñapóles.
Anochecía. La visita de Pompeya
había encendido mi deseo, y en la
oscuridad de la noche apetecí, por vez
primera, a Mabel, que se dio con insospechado ardor.
Cuando llegamos al hotel, ahora a
plena luz, la encontré más horrible
que nunca: unas enormes ojeras, el
desaliño de su pelo de estopa, las gafas acrecían su fealdad. En la rotonda
me susurró melosa: "Oh, my oíd pet,
I am faUing in lave with yon!" (¡Oh,
empiezo a quererte!...)
Comprendí, con 'la intuición de las
grandes catástrofes, que miss Mabel
me asediaría con su tenacidad británica. Decidí huir, y al día siguiente
por la mañana el diretiissimo de Roma me alejaba de la capital de Campania.
Ramiro MARTIN MEDRANO
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