MUCHAS GRACIAS .''* CASTIZA, por Vázquez Calleja. —Como vestimos las españolas, no visten las mujeres de ninguna parte. A mi, por lo menos, me quitan la mantilla y me lo han quitado todo. V0 # •#|i #i* 30 MENTIMOS « 1 llilHiailiiíISIIIliliíiíiHiilBiBfeiSiliSI L.as e s t r eIL llas d e l Ce c 111 e )) UNA ANÉCDOTA UK MAE ML'líRAY Mae Murray acaha de regresar a Norteamérica despucs de un viaje por Europa, con su esposo, a n principe hall<único , enamorado ballíúnicamentc de ella, y que es un mozo corpulento. At saludarla tos periodistas de New-York, les anunció ta artista que esta primavera tendría un baby-elefante. ¿Por qué se reirían a carcajadas los periodistas? Mae tuvo que explicar la noticia: se refería a un juguete muy original que dejaba encargado en París. — Vamos, vamos — comentó aparte uno—; un baby-elefantü y de París... ¡Pero lo sahrá su marido!... ' REDACCIÓN Y A D M I N Í Ó T R A C Í Ó N MENDÍZABAL 4-2 TELÉF, 33.380 D.E.VÍ/TA CÓMÍCO-yATÍRlC APARECE LOS SÁBADOS' Madrid, 8 de abril de 1927. Año IV.—Número 165. AR^T.Ef^lO-'jr^ LA SEMANA En las recientes deliberaciones sobre el Libro, se planteó proposición contra eso de que una obra, pasados veinte años sin que se reedite por el dueño o dueños, queda del dominio' público. Esto parece tener relación con la siguiente anécdota: La condesa de la M., que durante veinte años fué perfecta y fiel esposa, S'i la actualidad—después de la muerte de su marido—se entrega al libertinaje más loco. Sus relaciones están alarmadas. Pe""0 la baronesa de la P. cree haber dado con la explicación del misterio: —Ya sabéis que, después de los veinte años, cae una bajo el dominio público. Un novelista malo, que vende, sin embargo, muchísimo, dice en su últi"'a novela: "Durante toda la comida. Lili no abrió la boca." ignoramos cómo se alimentaba su ''eroína. I R Ó N I C A en la arena y medio muerto, a un pobre marinero inglés. Luego de prestarle los auxilios más urgentes, se dispusieron a llevárselo. —¿Adonde nos le llevaremos?—dijo una de ellas. —Tú, Filiberta—dijo la otra—, como eres la que vives más cerca, debías acostarle en tu cama. —¡Con mil amores, chica! Y el inglés fué conducido a casa de la pescadora. A las ocho de la noche, cuando volvió el marido, nuestro hombre dormía como un tronco. —Es un náufrago inglés que nos hemos encontrado en la playa—explicó Filiberta. —Muy bien, mujer. Un poco molestos estaremos los tres en la cama; pero ¿qué vamos a hacerle? Le dejareni'ís a él en medio, para que esté más caliente. A media noche, Filiberta sintió de pronto algo... —Juan Pablo, ¿eres tú? —¡No, mujer! ¡Cómo voy a ser yo, desde aquí! —¡Entonces es el náufrago! —¡Pues dile que se esté quieto! —El caso es que yo no sé inglés, y no va a entenderme. Un actor cinematogrsífico de muy malas pulgas, filmaba, en una película histórica, el papel de Napoleón. Como en medio de una batalla se quedase un poco perplejo, bien por falta de estudio, bien por distracción, hubo de sufrir una bronca del metteur, que acabó diciéndole: —¡Póngase usted en el lugar de Napoleón! ¿Qué haría Napoleón en estas circunstancias? —^Seguramente—contestó el actor—, darle a usted un puntapié en salva sea la parte. Este número ha sido visado por la Censura uJuiniiiiimuiiitiiiiiiMiiiimitiiNJiitiiiiiLiiiiiriiiíiMitiioitiiiiiiiiiiiiiiiMiiiiiiiiíiíiii La condesa de N. es, una nadadora de primer orden. El verano pasado, ^" Deauville, solía flirtear en el baño °n Un joven diplomático inglés, del ""s acabó por enamorarse. Un idilio estival, ¿cómo no? Pero, ^ regreso en Madrid ambos, el joven ."ipezó a hacerle la corte a la seño11 ^ L,, cuñada de la condesa, que, ena ele celos, le preguntó un día al constante, en presencia de la mu^'«acha: , ~~Si nos cayésemos las dos al agua, "^ ,5"ál salvaría usted primero? el inglesito contestó: ¡Usted nada tan bien, condesa...! te ?*™ '^'^' ^" ""^ playa de las j "^"^anías de Boulogne, dos pescadoras rnoluscos se encontraron, tendido -Cada día, los aeroplanos son más peligrosos. -¿Otro accidente? -Sí; el diarin anuncia una boda en aví¿r^. Dib. de Peña. 4 MUCHAS ¡¡NOTAS VIAJERAS In caso de aninesia Ayer, a! entrar unos albañiles en el sótano de una casa que están construyendo, se hallaron frente a un espectáculo raro: un hombre, en cueros vivos, pretendía, con la lógica del topo, ocultarse con las palmas de las manos. El hombre era alto, proporcionado, guapo, rubio: una verdadera escultura, púdica como todas las estatuas. Los obreros interrogaron en vano al desconocido, quien sólo respondió con gritos ininteligibles, onomatopéyicos. Fué avisada la Policía, y después de cubrirse el desnudo con la blusa de un albañil, se lo llevaron a la presencia judicial. —¿Dónde vive usted? ¿Cómo estaba usted en el sótano y con traje... de piel? ¿Quién es usted? Todo en vano. El joven daba señales de no comprender, de no recordar... —Se trata de un caso de amnesia... —insinuó.un agente, que presume de psiquiatra. Comenzaron a hablarle en inglés. Y en inglés balbució unas palabras incoherentes, que daban a entender que, en efecto, no recordaba... O RACIAL pongo que le habrán llevado la ropa. Y a otra vez, es de esperar que, en trances parecidos, conserve, por lo nienos, la camisa... ] j , | Artemio PRECIOSO París, abril. SEMBLANZAS ANÓNIMAS I • I El galán desnudo era un afortunado que había tenido, a pesar de su fortuna, la desgracia de ser sorprendido en aquel traje cuando el marido regresó sin previo aviso. Venía dj realizar una excursión por Bretaña el engañado esposo, y estuvo a punto de convencerse de su engaño. Pero, afortunadamente para él, sigue en ayunas. Ni la Policía, ni la mujer casquivana le han dicho una palabra al marido. Y todo seguirá en silencio. Porque ya hemos visto cómo el desnudo Don Juan no dijo ni pío. A estas horas, su- Un f i l a r m ó n i c o I I Este pollo implume, además de ir a Molinero algunas tardes, a la hora del te, y muchas mañanas domingueras a ¡as Calatravas, a la salida de misa de doce, va con frecuencia a los conciertos, y se las echa de entendido en música poniendo cara de suficiencia para oir a Beethoven. Cuando en el concierto se estrena algo español, pone, para oírlo, cara de suficiencia y de escepticismo. El no cree en los músicos di camera hispanos. Tiirina, Falla, Esplá... ¡camelos! A él que no le vengan con modernismos musicales. Beethoven,- Chopin, hasta Grieg. Lo demás es música. Mejor dicho, no es música. A Debussy medio lo traga, gracias a su calidad de francés. De llamarse González, él—no os quepa auda—le despreciaría. Cuando empieza la orquesta a interpreiar la composición española, el pollo implume cruza con sus amigos una mirada burlona. A los pocos momentos sonríe sarcástico. Y no tarda en morderse los labios para no soltar el trapo. Su aspecto de hortera de Sodoma se acentúa con todas e.-^tas gesterias. Le mira uno titubeante, no sabiendo SI gritarle: "¡Apio!" o "¡Idiota!" Pero cualquiera de los dos gritos— además de • turbar el sagrado silencio—le obligaría a uno a tirarle, en apoyo de la tesis, los gemelos a la cabeza. Y hay que evitar el derramamiento de serrín. J. N. de la H. Muy pronto aparecerá l A DOBLE PASIÓN -¿Eres tú enemiga del matrimonio? -Al contrario; tengo mis mejores amistades con hombres casados. Dlb. de Bosch. Novela de más de trescientas páginas, por ARTEMIO PRECIOSO Del mismo autor, en breve: M( calvario (el escritor en España) y Los diablos fríos (novela grande, de patología sexual). Pedidos: EDITORIAL ATLANTíDA, Mendizábal, 42, Madrid. I I I 1 I • | I Ai UCH AS GRACIA S 5 días sirviendo en casa de unos millonarios, se llevó cuatrocientos mil. Y estas cosas también contribuyen al prestigio de una estación elegante. Aclaración Joaquín BELDA Can n e s Cannes, marzo 1927. Fotos lllli!¡Hlllllini!!iilil»UIIIIII!ll!¡IH!'nilsa:üi: La plena elegancia de la Costa Azul, que antes radicaba en Niza, ahora se ha desplazado y ha sentado sus reales en Cannes. Obra de un hombre, el difunto Cornuché, creador también de ese camelo helado y desapacible que se llama Deauville, parecía que con la muerte de su fundador, Cannes iba a decaer; Pfcro no ha sido así. En este año, en que todo está un Poco en crisis, Cannes tstá haciendo la mejor temporada entre todas las *^staciones de la Costa Azul. Realmen^6. está bien este pueblecito, que emPt'zó siendo una copia reducida de ^'iza, con su paseo de la Croisette, 9i¡e es una miniatura del paseo de los ''igleses, y su Casino, un poco de pueblo, en el sentido de que es él el cen'ro de la vida invernal. Por mucho que progrese, nunca se''a, como Niza, una gran ciudad; le 'alta sitio para ello, comprimido entre ^1 mar y la montaña. Es ésa para j-annes una circunstancia feliz, pues ^'za, como sitio de reposo, resulta ya de.v.asiado grande, demasiado bullanguero. Niza en invierno es París, ^s iVlarsella. Pero Cannes, ante todo y sobre todo es elegante: resulta de un chic suP-'emo pasarse aquí una temporadita '' el invierno, aunque luego se mary's uno del hotel sin pagar la cuenta. H^y aquí en este momento seis reyes: los ^ de Suecia, los de Dinamarca, los ^ Portugal..., unos en activo y otros estrenados; estos últimos suelen ser ^ Rué más se divierten, pero todos °ntribuyen al brillo de la estación. "ür ahora, éste es el único sitio del •^undo en que por cinco francos que cus ®fa la entrada del Casino puede lino permitirse la voluptuosidad de coarse con varios soberanos, y jugar a misma mesa que ellos unos fran^ al bacará, ^ d e m á s , todo hay que decirlo: esta j i^aiia, al pasar yo ante una de las yerías más céntricas, había en la ^ erta un grupo de genie: era que loaban de robar en ella doscientos "^uenta mil francos de alhajas. ^yer, una criada que, llevaba tres muy ligeras 50 fotos intimas y raras, tamaño 9 X 12, con mi nuevo catálogo 10 ptas. 50 fotos sugestivas, tamaño 13 X 18 25 " Pago adelantado, por giro postal. STUDIO CURIOSA BOITE PÓSTALE 27 BUREAU 19.—PARÍS, 19» «llilíllllIllilillllllllíIlllllIlimilKIIIIIIIllllNI LEA USTED ROSA DE C A R N E ¡Mallarmé!... ¡Yo bien lo sé! ¿Quién duda que Mallarmé le imprimió a la poesía rumbos novísimos que Leopardi no presentía? ¡Jean Cocteau!... ¿Lo ignoro yo? ¿Quién duda que Jean Cocteau ha descubierto en el arte aspectos que ni soñó Hipólito Taine?... ¿Negarte hechos tales quién podrá? A proclamarlos está siempre mi buen juicio pronto. Lo que yo sostengo es la tesis de que tú eres tonto. José PÉREZ BOJART —Esta es la posición más descansada y tranquila para mi: cuando veo a los hombres con la cabeza hacia abajo. Dib. de Orbegozo. MUCHAS A la que AL MlItllllIMIlIJIINIIIIIJIlNNimillllll LA MODA DE LOS PANTALONES FEMENINOS —¿Has visto la última extravagancia de las mujeres? Cuanto más tratan de imitari'OS, más se diferencian... Dib. de Peña. salta Del extracto, publicado por La Libertad, de la conferencia del doctor Poli: "Metafóricamente, cada sexo representa una melodía en tono diferente". ¡Y tan diferente!... El que lo dude, que se case. OÍDO Elena está decidida a tomarse la venganza por su mano. Ella, que lleva en su sangre la de cien generaciones de sarracenos; que se sabe bella, deseable y deseada por todos los hombres, verse así humillada por aquella mujer insignificante, inculta, sin atractivos... La noticia la hizo sufrir en su sensibilidad, pero sobre todo, en su orgullo, en su amor propio. La mirarían con piadosa sonrisa, pero a su marido . tendrían que señalarlo con el sarcástico gesto que desde tiempo inmemorial dibuja en el espacio dos graciosas curvas. Para evitarse el embarras du choix, su decisión ha sido concreta y enérgicamente adoptada. —¡El primero que llegue, el primero que llame, aunque sea el carbonero sucio, asqueroso, pero con su boca tan roja y sus dientes tan blancos, oirá mis palabras de amor, las que el ingrato olvida por las insustanciales caricias de la otra!... El primer hombre que entró en su casa fué, ¡oh desgracia!, Sebastián, el zapatero. Llegó con los lindos chapines que ella se había encargado para el,baile de mañana, al cual desiste de ir. Sebastián, ¡pero Sebastián!... No es que sea viejo ni feo; mas, todos lo sa- GRACIAS Del mismo extracto: "Dos grupos de causas influyen en la regularización de la sexualidad: uno se refiere a la dote..." Por eso la mayoría de los galanes le dan tanta limportancia a este particular. De don Emilio Gutiérrez Gamero, en el Heraldo: "Reasumiendo (como dice un alto funcionario, cuyo nombre me reservo)..." Aunque se reserve usted el nombre, nos atreveríamos a añadir, don Emilio, que es inmortal y ha sido en la Academia donde se lo ha oído usted decir. Somos adivinos. —Dice mamá que como me case con ese hombre, no me figuro lo que va a venírseme encima. Pero, en fin, es que yo quiero verlo. ben: Sebastián huye del sexo femenino con ese gesto típico de todas las mujeres cuando oyen hablar de duendes y de aparecidos o cuando con temor medroso abren los ojos asustadas ante la aparición de un ratoncillo. Inútil. ¿A qué ensayar lo imposible? Inútil... Inútil... Elena llora su desesperación, mientras el zapatero, sin explicarse el motivo de despreciar aquella su obra de arte, se marcha diciendo: —¡Oh, las mujeres! ¡Qué asco de mujeres! Y por haber llegado Sebastián, en vez de otro cualquiera, ese día a su casa, Elena no ha engañado a su marido. Lectora amiga: si tú has llegado a ^hacerlo, ¿quieres decirme lo que te empujó a ello? Y si hiciste el propósito, el proyecto o la idea revoloteó en tu mente, ¿por qué no la pusiste en práctica? Dímelo en secreto. Yo, aunque no pueda callarlo, al fin, mujer, te prometo no revelar ni descubrir el incógnito de tu firma. Escríbeme. Tu seudónimo te permitirá ser sincera. Y yo publicaré eii esta sección el secreto de tu corazón aromado con la poesía de! misterio. Espero tu carta. La Dama del Antifaz De El Debate, encarándose con la Democracia Cristiana: "... permítanos e! grupo unas observaciones. La primera de todas se refiere al título." Mejor que Democracia Cristiana, le parecería al piadoso colega que el grupo se llamase, por ejemplo. Equipo de San Luis Gonzaga. .\sí, los pollos bien, amigos de los jesuítas, se decidirían a engrosarlo. De Domínguez Rodiño, en una crónica de Berlín, publicada en La Voz: "Pasó ya el Carnaval, que, como todos los años, ha durado muy cerca de los tres meses". Sí esto no es casi plagiar a Larra, que venga Dios y lo vea. Del doctor Relimpio, 'en el Heraldo, hablando de la lucha antituberculosa en España: "... estamos muy al comienzo de lo que debe ser una organización perfecta de la misma". ¡Completamente al comienzo!'¡Cofflo que aún no ha sido suprimida la Compañía Arrendataria! Mientras exista tan funesta entidad, cuanto se haga en España contra la peste blanca será de escasísima eficacia. El tabaco que la Arrendataria nos fuerza a íf' mar no hay pulmón que pueda resistirlo. El bacilo de Koch hispánico detesta a los contrabandistas, auxiliares beneméritos del doctor Codina y Castellví. MUCHAS GRACIAS Era otra mujer... (Cuento.) Sentada junto al velador permanecía sola la sesión casi entera. Apoyados los codos sobre el frígido mármol de Carrara y con una paja entre los labios, saturados de Savia de jazmín, plácidamente absorbe el indispensable whisky and soda. Así desde aquella noche—noche plagada de insomnios agradables—en que conoció a su hombre. Al hombre que, poseído de mágico poder, consiguió regenerarla, mentalmente, al menos. Y en esa postura, galvanizada por la esfinge dominadora, esperaba a su hombre todas las noches. —¿Acaso estoy enamorada?...—preguntábase alarmada—. Enamorada yo, la Cubanita, que siempre he gustado de placenteras emociones, imposible. Será... simpatía;, será... íntima compenetración; pero amor, un amor pu'o, sin complicaciones extravagantes, ¡tomo debían practicarlo las demás uiujeres... decentes!, de ninguna manera. No quería confesar la traición al Pasado; pero... estaba enamorada de Andrés, un gran tipógrafo, edecán fiel de las huestes de Pablo Iglesias y más flamenco que un junco retorcido. Olvidaba, pretendía olvidar..., su condición de fémina débil y variable. Era otra mujer... tuviera triste, sería lo mismo. Ha de residir provisionalmente allí, y ser así..., porque se lo impone la voluntad del que paga. Cuando sea libre, y sueña con ser libre únicamente para depender a su sabor de ese tirano invisible que llaman Cupido, entonces hará lo que le plazca. Celando también, sobradamente, su honradez ajada..., porque intenta volver a ser honrada. Renunció a la proyectada excursión por Biarritz, San Juan de Luz, Niza y San Sebastián, y dejó de frecuentar los music-halls elegantes, ante la insistente petición de Andrés. Alegó al principio la imposibilidad de ganar lo indispensable...; la carencia de recursos para hacer frente a las necesidades más apremiantes. . Alegó, en suma, todo lo alegable; pero no logró convencerle. Retornó a lo que fué hasta ingresar en el caba- —¿Quién es? ¿El amo de la casa? ¡Dentro de un instante, ret Edén-Concert: meca- estaré con usted!... Dib. de Ribas. nógrafa; modesta obrera, que no le es dable lucir vistosos oropeles, costeados pródiga- ISABEL ANA Y OTROS POEMAS, mente a cambio de falsas caricias amorosas. libro de versos, admirable creación de MARIANO TOMAS Busca ahora la Cubanita inútilmente un nuevo sentido, un contrasentido "layor a su vida equivoca. Anhela, Cual la Bejarana, tiempos mejores. ¿Llegará la realidad con el sonoro tañido de otras postumas horas felices? Seguramente, pues las ahanzas ^e aquella adolescente fugitiva, un ante versallesca y original, no han Qespertado el instinto malévolo de la 'Meretriz profesional. Siente renacer en su alma—alejada ^^ las turbulentas pasiones que a su "ededor se agitan—una calma inespeada. E¡ estruendo del jazz-band, las anquecinas burbujas del champagne, as precipitadas cadencias del charles°'^. y del black-bottom, ya no le ensiasman... Añora un paliativo espi' Ual y no brusquedades exaltantes. "ora, como el héroe de Sassone, vol*^'' a vivir. trCubanita, sin embargo, no está _'ste: canta, ríe y alborota igual que ^ demás. Bien es verdad que sí es- La intimidad entre Andrés y Charito—verdadero nombre de la Cubanita—acentuóse bastante. Y un día otoñal, mustios los porteriles cotilleos, preteridas las exigentes conveniencias sociales, se unieron para siempre. Jorge Ca.iado y Salas. cuyos poemas de la sencillez y de la elegancia galante le afirman como insuperable poeta. En todo este selecto libro se admiran la riqueza musical, la pasión tierna, la sencillez maestra, la más cadenciosa gracia de los términos y del estilo. TRES pesetas ejemplar. CH I P I L I N EDITORIAL ATLANTIDA Se ha puesto a la venta la tercera edición de LAS SIETE COLUMNAS, maravillosa edificación de humorismo y de intensidad novelesca. W. FERNANDEZ FLOREZ, maestro de humoristas, ha logrado de ni;evo una obra maestra, discutida apasionadamente en la actualidad literaria. CINCO pesetas ejemplar. Vida y aventuras de un pequeño gran hombre. Novela original de JOSÉ BRUNO Raro libio, lleno de colorismo, de iionía y de pensamiento hondo, atrevido y certero. Perfiles ridículos de conocidos figurones de hoy son aquí desenfadadamente acusados para diversión y ejemplo, con estilo esmerado y amenidad creciente. Más de 300 páginas. CINCO pesetas ejemplar. EDITORIAL ATLANTIDA . Mendizábal, 42.-Madrid. 8 MUCHAS LAS SORTIJAS VILLAMARTA.— (Mirándole a Lula las manos, en las que sólo se ventres sortijas.) Afortunadamente, el enjoyamiento profuso de las manos va pasando de moda... LULU.—(Jovial.) ¡Ah! ¿Era eso lo que miraba usted?... La moda se puede decir que pasó hace ya tiempo. Yo la seguía por inercia y, como la he seguido siempre, de un modo discreto. : VILLAMARTA. —¿Cuántas sortijas llevaba usted? LULU.—Seis: tres en cada mano. Ayer me fijé en que eso era absurdo, y me dejé dos en la izquierda, y una en la derecha. RAMONA.—¡Chica, eres deliciosa! En cuanto una cosa no te gusta o deja d:; gustarte, le cuelgas, sin más ni más, un sambenito como ese de "absurdo" que acabas de colgarle a lo de llevar muchas sortijas. VILLAMARTA. — (A Ramona.) ¿Cuántas lleva usted? RAMONA.—(Mostrándole las manos.) Nueve. (Elvira y Ramona prorrumpen en una carcajada.) VILLAMARTA.—Comprendo que le indigne a usted el juicio emitido por Lulú. RAMONA.—Me indignaría aunque yo llevase las manos mondas y lirondas. LULU.—Vas a permitirme que lo dude. VILLAMARTA. — M I.ulú.) ¿Por qué ese escepticismo? (A Ramona.) ¿Y no piensa usted ir quitándose algunas? RAMONA. — Por ahora, no. ¿A cuento de qué? VILLAMARTA.—De que empieza a ser demodé el llevar tantas. RAMONA.—No tan demodé. Aún es muy chic. VILLAMARTA. — Será muy chic; pero nunca ha sido elegante. RAMONA.—/Pícada.J Lo más elegante, según usted, ¿es no llevar ninguna? VILLAMARTA. —Cuando se tienen unas manos tan bonitas como las de usted, ¿qué duda cabe? RAMONA. — (Halagada.) Si cree usted que me va a convencer con piropos... LULL).—A mí—te lo confieso—son los argumentos que más me convencen. ELVIRA.—fA Lulú.) Pero ¡cállatelo, mujer! Si descubres tu p u n t o flaco... LULU. — Villamarta lo conoce. (A Vmamaria.) ¿Verdad? VILLAMARTA.—CCo/¡ cómica expresión de inocencia.) ¡Yo, no! LULU. — ¡Pobrecito! ¡Es un infeliz. (A Ramona.) ¿Conque no te convence? RAMONA.—(Con afectada solemni-. dad.) ¡No! VILLAMARTA. — ¿No se convence usted de que tanta sortija le desluce a usted las manos? GRACIAS R A M O N A . - A l contrario: me las adorna. VILLAMARTA.—¿Qué más adorno que su propia beellza?... A ver, déme una. RAMONA. — (Tendiéndosela.) ¿Me va usted a echar la buena ventura? VILLAMARTA.—Voy a despojarla a usted. (Le quita las sortijas una por una, y las deja sobre el velador inmediato.) Ahora empareje usted la otra con ésta. (Ramona obedece en silencio.) LULU.—¡Chica, pide socorro! ¡Te va a dejar sin una sortija! VILLAMARTA. — N o : las de esta mano no se las quito. Es para que compare. (A Ramona.) Compare usted, (Ramona sonríe, contemplándose las dos manos.) LULU.—¡Anda, mujer! ¡Di francamente cuál te gusta más! VILLAMARTA.—Confiese usted que si la enjoyada excita al robo, la otra excita al beso. Flor de LIS De VIDAL Y PLANAS acaba de aparecer LA VIRGEN DEL INFIERNO Bellísima novcLi de presidio, llena de emoción y de humano interés. Ultimo gran éxito de este popularísimo escritor. 4 pesetas ejemplar. LIBRERÍA Rambla Centro, LÓPEZ 20. — BARCELONA -Anda... accede... Sólo el primer paso es il que cuesta... -Justamente, me estoy preguntando cuánto me va a costar. Dlb. Del Rí- ^lUCIIAS LA GRACIAS PRIMERA VEZ La primera vez que la bella y fragante Rosita me miró y eclipsó la luz de mis ojos, me'pareció que por primera Vez latía mi corazón. La primera vez que me citó en su huerto... ¡Ah, la primera cita, qué sabrosa! Era en abril; se abrían las primeras menudas flores del jazminero, dosel tupido de nuestras primeras confidencias. Era la primavera por primera vez. La primera vez que mis labios... En el primer beso se va entera el alma. Y son dulces, son supremos, son gracia divina los besos a la primera amada; pero el primer beso no se olvida jamás. Se graba, inconfundible, imborrable, único, el beso inicial, esencia concentrada de todos los besos; el primer beso, botón de que se abre, espléndida, la rosa del amor. La primera vez que mis manos, trémulas e impacientes, ávidas y blandas... No; yo no le quería robar nada, sino defendérselo... Aquella aventura osada y tímida de mis manos avaras dióme un placer indecible, un placer sublime, sublime: el primero. ¡Ay, un placer de placer! Preferible a descubrir el nuevo mundo; preferible a explorar un contimente... Yo, ¡oh dicha excelsa, dicha primera!, descubría un contenido... por primera vez... Seguía la bella y fragante Rosita mirándome, amorosa; seguía llenando de claridad única el día ilimitado de aquella inolvidable época de mis primeras veces; pero como la primera vez, no, nunca más. iiiuiiiiiiriHiuimiiiiiimiNrMiHtiiiH -Lina va a tener un chico. -¡Ya sé de quién! -¿Sí? Pues vé a decírselo y le harás un buen servicio. ESTRATEGIA —Haré como que se me ha caído este billete, a ver si gano otro...' Seguía citándome en su huerto, y pasaba el tiempo quizá, y volvió a ser primavera, y tornaron a abrirse primeras florecillas de jazmín, y revolaron primeras auras, nuevas mariposas...; mas como la primera cita... La dicha, cuando viene, no viene más que una sola vez. Seguían mis manos explorando un mundo recóndito, no explorado nunca por nadie, por nadie más que por mí; hasta emulé a Elcano, y comprobé la redondez total, evidente, palpable. Prinms circumdedisti me—podría decirme, si supiera latín, aquella inocentuela candida, que bien sabía latín... Mas como la primera vez, ninguna vez. Nos casamos. > Como esposo y esposa, nos miramos por primera vez; un lando discreto nos llevó juntos y sin testigos, por primera vez. Quedamos, en fin, solos, universalmente solos, por primera vez... / Y... Y la primera vez que... Y la primera vez que, ¡al fin!, la... El premio de Citeres ha sido ofrecido al mismo premio de Citeres: a expresar el amor. Yo no lo sé expresar. Ducho en la práctica, soy torpe en la teoría. Sólo os Sé decir que la primera vez... Sin embargo, quiero tener una franqueza, la* franqueza de una excepción extraña, incomprensible: La primera vez fué, naturalmente, necesariamente, única. Pero con más facilidad..., sí, con más facilidad, me acuerdo más de la segunda vez... Dtb. de Esteban. José BRUNO MUCHAS 10 ^ 'tí^ Una medicina infalilile (Cuento añejo.) Que su novia se le moría... eso era más viejo o.ue los mingitorios de campana. Telesforo Grama o Tele Grama, como le llamaban sus íntimos para abreviar, veía el mundo, desde aquellos instantes, como una gigantesca carbonería. La grandiosa pelota futbolera que habitamos acababa aquella tarde—para Tele—en punta. Y claro es que todo lo veía negro y punzante. Porque así como así, nos resignamos ante la pérdida de un primo segundo por' parte de padre, o de una madre láctea que nos prestó en la infancia y... en Vitigudino de Abajo su aplaudido "restorán mamilar". Pero que nos abandone para iii eternum la flor de nuestras más rosadas ilusiones o el capullo de nuestros solaces n á s . . . cinematográficos, eso es tan triste como si nos atrepellara un mercancías. Y desde luego mucho más luctuoso que la orla de nuestro estado moral, después de satisfacer con recargo un recibo del impuesto de Utilidades. (Ahí queda eso.) Y a Tele Grama se le moría su novia a chorros y.,., a las cinco y media de un atardecer preñado de brumas, en una habitación saturada de jipíos aomésticos. , Nicanora era el patronímico de su prometida, cosa que el lector habrá adivinado por intuición con esa perspicacia que le confunde y que nosotros los plurnómanos atribuímos sin cuento a todos los lectores, lo mismo que se la podríamos atribuir a una vaca normanda o al fakir Blaccaman, Tele Grama, novio oficial de Nicanora (fea de nombre, aunque bella de periferia), sentía por su "parte contraria" un^ de esas pasiones que culminan en la triturada epístola del apóstol. Mas, sucumbiendo a los formulismos sociales, no podía ver a su novia, conformándose con los informes que de su estado salubre le proporcionaba la portera. —Pa mí que la diña esta tarde—le había diciio aquélla, momentos antes, con una crudeza moscovita, por no decir glacial. Y Tele Grama, con el corazón en el cuello (siempre no ha de ser en un puño), sin pararse en barras ni en centenas de escalones, tuvo una idea voltaica, esto es, luminosa. El necesitaba ver a su Nicanora por encima de todos los panurguismos de una vacua sociedad (¡Vaya lastre que voy soltando!) Y en menos que suben las materias primas se plantó en la morada de su novia (614 escalones sobre el nivel mediterráneo), y penetró de sopetón en la habitación donde agonizaba aquélla, rodeada de sus progenitores. —Yo soy el novio de Nicanora—les descargó tembloroso y a bócajarro Tele Grama—, y vengo a cerrarle los ojos, y de aquí no me sacan aunque me lean el "Glosario" íntegro de don Eugenio d'Ors. La franque.'.a con que se presentó el muchacho y el amor que adivinaron en él hacia su hija, fueron motivo suficiente para que los padres de Nicanora tomaran a Tele Grama un afecto especial, sobre todo el padre, que a los dos minutos escasos ya le pidió ün cigarro de cincuenta. —Por mí pueden ustedes descansar un rato—les dijo Tele—, y no se preocupen por nada, que yo velaré a Nicanora. Y como la vida y la lógica constituyen a veces un carrouseL los padres de Nicanoia se retiraron a descansar. Y quedó solo Tele con su novia, que, enferma y todo, estaba aún más ape- GRACIAS tecible que una docena de chorizos de CantimpalcE. Y como el hombre lleva consigo una bestia, según el padre Zola, y hay ocasiones en que el horno está para bollos, según yo..., ¿qué dirán ustedes que se le ocurrió a Tele Giama? Pues... eso mismo que están todos ustedes pensando ahora y que no me negarán si son tan francos come el jefe del "Plus-Ultra". Resumamos. Al día siguiente, Nicanora, por esa mezcolanza que he nicntado antes, de la vida, de la lógica y del carrousel, recobró su perdida salud en medio de la extrañeza de sus padres, que no acertaban a explicarse aquello. Tele Giania, en un acceso de intimidad, llamó aparte al padre y le contó "la verdad de todo lo sucedido". —¡Mi abuela segunda!—repuso éste—. Si le llego a conocer a usted hace dos años. ., ¡no le llevaría yo, como le llevo luto a mi padre! José ALFONSO iiiiiiiituitiiJiiiiNiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiitiiiiiuiiitniíii La doncella.—Bueno, este refresco... ¿lo habrán pedido para que me lo tome yo?. Dlb. de Bosch. 11 MUChASGRACJAb Laüaiada de un desesperado (Nota^ halladas en la vía pública.) Desesperado por la marcha de Odette, he tomado la decisión de hacer una que sea sonada. Odette se ha ido a una tournée teatral por provincias y no volverá hasta dentro de diez meses. Diez meses. Eso es para mi una eternidad. Cerrando los ojos, aún la veo en el andén de la estación de San Lázaro, con su equipaje, su portamantas y su indumentaria de viajera... y sus bellos ojos azules y únicos. Allí estaban el director, el barba, el actoi cómico, el bailarín egipcio y su mujer. También estaba el prometido de Odette, un buen muchacho de veintidós abriles. Antes de la salida del tren, el joven recomendó al director: —Yo se la confío a usted. ¡Es una -~^'>cente, no tiene más que veinte años! El otro respondió: —Puede usted tener confianza en mi. Después, como el tren silbaba irónicamente, Odette nos abrazó a su novio y a mí. VI dos lágrimas brillar en sus largas pestañas. Pero ¿por quién lloraba?... ¿Por su prometido o Por mí? Yo me atrevo a esperar que 'Uera por mí, o por lo menos, que de |as dos lágrimas, para mí era una. Luego, cuando el tren se alejaba, ella, asomada a la ventanilla, agitaba su Pañuelito para su novio... o para mí. Con el corazón encogido, nos sali¡^os de la estación, sin decir nada, "ego, el novio rompió el triste si'encio: —¡Era una buena chica! —¿A quién se lo dice usted?—inquirí. —-¡A usted!—me conflimó el joven. ¡Pero si yo lo sabía ya!—le repliqué. . Suspiró el otro y se alejó. Cuando me vi solo en la calle y tu^ la triste perspectiva de verme obli«ado a entrar en mi cuarto... vacío, g ^ sentí invadido de una indecible "loción y decidí abandonar París inmediatamente para ir a Louveciennes, ^^donde fuera. Llegué a las dos y j^ennta y cinco. Caía una llovizna soy'e las villas, los jardines y el bosque. ° 'ba al azar, sin saber adonde, penj,^"do en mi Odette. No me daba '^nta de nada, y al pasar ante la g^"sión del Corazón Volante, allí me gj ""e de modo maquinal, a preguntar conserje si la condesa Dubarry, ^"erida de Luis XV, habitaba allí to^'a-.. Me respondió él, extrañado, ^"e ella había muerto en 1789. L'ecididamente, era el día de las malas noticias. Continué tristemente mi camino a través del bosque humedecido. Llegué a Marly, entré en un cabaret alegre, donde había baile. Allí, apartado de la humana bullanga, redacté la carta que sigue: "Mi querida Odette: No pudiendo vivir sin ti, me suicido. Te lego la suma de ciento cincuenta, francos que me debes. ¡Adiós! Tu desesperado inconsolable, Santiago Üarfleur." ¿Cuándo se marchará? Lo ignoro^ no me atrevo a despedirla, ¡porque estan buena chica!... Esta mañana he. topado con la misiva aquella en que decía a Odette: ' N o pudiendo vivir sin ti, me suicido. Tu desesperado inconsolable, Santiago Darfleur." Ahora he tomado una pluma, he tachado la frase "me suicido" y he puesto encima: "he tomado otra amiga". Después, fríamente, he arrojado la carta en el buzón. Evidentemente, a! recibir la carta en que yo he escrito: "No pudiendo vivir sin ti, he tomadootra amiga", Odette no va a quedar contenta. Se apenará mucho también. Mas ¿por qué se ha marchado? Quería yo, en efecto, suicidarme, sino que no tenía valor. Por un momento, saqué el revólver y páselo encima de la mesa, pero me lo guardé en seguida, para evitar una contravención. Aquí acaban las notas del desespeEntonces me resolví a buscar en la rado consolado. embriaguez la osadía para ejecutar mi resolución. A! Burdeos siguió el TuPor copia conforme: rena; y véase la influencia de los bueGUY PERÓN nos vinos de Francia sobre la moral: sentí, bien pronto, que cierta alegría EL C A R M Í N líquido desvanecíame la pesadumbre, mis es lo más chic y práctico ideas negras se aliviaron, y me dije: —¿A qué matarte? Tu suicidio no p D l f n ' r : Z P O L V O S NENS. Evita. sería útil más que a Odette, para que 1 l\ltiU 1 las excoriaciones. Exésta se hiciera un reclamo, contando celentes para la piel. Venta en peren todas partes que un hombre se hafumerías, farmacias,y droguerías.. bía matado por ella. Y además, esa comiquilla ¿vale un tal sacrificio? F; &ETRUK. Hostal, 113. — 3 A R C 1 1 § K A Ciertamente, ella me ha ^ ^ ^ amado, al menos .durante quince días; ¡pero me ha desesperado después! La alegría me devolvió a París, a mi normalidad. A las diez y nueve y cuarenta y cinco, yo había comido ya de buena gana y con buen humor. Decididamente, la vida es buena... cuando no se tie-l nen queridas. Plaza de la Sorbona volví a encontrar a la pequeña Sucy, modelo, amiga de Odette. Como me presentaba sus condolencias, le respondí yo con aire burlón: —¡Evidentemente! ¡La partida de Odette es una desgracia! Pero no irreparable. —Eso lo dice usted por parecer enérgico. Pero yo le conozco a usted, amigo; esta noche, usted llorará cuando entre en el cuartito vacío... —¿Llorar yo? ¡Vamos!— clamé, riendo. —Yo apuesto veinte francos a que llorará usted. —Acepto el desafío. —Bueno; yo le acompaño a usted, y vamos a ver si es usted tan entero como cree. Sucy ha venido a mi casa, Diálogo rápido: yo no he llorado y he ganado —Bueno, Pílita; ¿nos casamos, o qué?. sus veinte francos. Después, —Eso, ¿o qué? ella se ha quedado con el Dlb. de Vázquez Calleja. pretexto de consolarme. ONYX MUCHAS 12 MISCELÁNEA Ya nos hemos ocupado, en esta sección de MUCHAS GRACIAS, del cura antipornográfico, el abate Bethlem. procesado por ejercer una especial censura contra las publicaciones picarescas. El buen cura arrancaba esa clase de revistas de los quioscos donde se exhibían, y las destrozaba con santa indignación. El abate Bethlem ha sido condenado a once francos de multa, o sea cinco francos menos que si hubiese abofeteado al Carretero Audaz. Lo curioso del caso es que el mismo Tribunal ha condenado también a once francos de multa a dos colaboradores de las revistas destrozadas por el cura antipornográfico. Uno de estos escritores es el simpático Henri Jeanson, un gracioso píllete de la lite- E¡ doctor.—La he reconocido a usted y no íí encuentro nada de particular. Ella.—¡Qué insolentel Dib. de Puel. ratura frivola, cronista desenfadado del music-hall, escritor nervioso, punzante, irónico. Jeanson y su amigo, para replicar al gesto del padre Bethlem, se dirigieron al barrio de San Sulpicio, lleno de tiendas de santos, objetos religiosos y publicaciones piadosas. Allí destrozaron unas cuantas estampas de Vírgenes y obispos y unos números de La Hojita Parroquial, alegando que consideraban todo esto como una ofensa a sus concepciones artísticas. Ahora, ya lo sabe el cura antipornográfico: cada revista picante que él rompa en nombre de la moral, será una publicación piadosa que romperán Jeanson y su amigo, en nombre del arte. La multa, para unos y otros, e.s de once francos. GRACIAS El París republicano hace fiesta para presenciar el desfile de las reinas de la Mi-Caréme. Realmente, se puede ser partidario de tales majestades. Las reinas, en una gran carroza artística, envían besos, con las puntas de los dedos, a la multitud apiñada para aplaudirlas. Son besos a distancia y no se sabe ciertamente a quién van dirigidos; pero, en fin, menos da una piedra. Sobre todo, con esta ciase de soberanas no resulta completamente imposible llegar a ser rey consorte. Y ser luego coronado. Carlos ESPLÁ Parí.';, marzo. ^ l=l=3Col|ü| da fuerz a llilliliiliiiiil:iii>i.iii<i<iiiii><iiii!iiiiiii> Miiiii»riiiiMri.nt...ii La Justicia francesa se encuentra en una situación angustiosa: por una parte tiene a unos asesinos, sin encontrar la víctima, y por otra parte posee un cadáver y no sabe quiénes son los asesinos. Se trata, naturalmente, de dos asuntos diferentes, de cuyos procesos respectivos están encargados sendos jueces. Un juez interroga a los asesinos, pero no averigua dónde eslá el asesinado, que era, en vida, cobrador de un Banco. El otro juez examina el cadáver de Camila Pegoury, y se pregunta: "Pero ¿quién habrá matado a esta chica?" Para resolver esta situación dramática, un periódico propone que un juez le ceda a su compañero el cadáver que le sobra, o que el otro ceda a su colega los asesinos. Efectivamente: habrá que hacer algo para salir de este atolladero. ¿Ustedes recuerdan aquel d r a m a tan parisiense que proporcionó una gran publicidad a un famoso comerciante de París? El comerciante había sorprendido a su mujer en brazos de un aviador, en una gargonniére. El marido mató al amante. Fué procesado y absuelto. Se habló de divorcio. Pues bien: ya se ha leconciliado el matrimonio, dando así un argumento más a los que defienden las excelencías de la vida de familia. —No me convence a mi ese hombre, "O me gana a terca. Pero..., en fin, esta vez " " parece que voy a quedar debajo. '^'WCHAS 13 GRACIAS LA ACTUALIDAD GALANTE Las pantorrilias en el teatro Benavente, con una sola frase, ha puesto de actualidad el tema de la íalda corta en el teatro. Frase rotunda, terminante. Hela aquí: —En efecto, creo que la falda corta es incompatible con las situaciones dramáticas de cierta violencia... El tema apasiona ahora en París, donde lo actual—una flor, una mujer, un perfume — tiene siembre un tono encantador de'espiritualidad. En Madrid ha motivado, hasta ahora, una Correspondencia de Gómez Carrillo y Un delicioso "reportaje" de Ángel Lázaro. Y es amable y sugestivo, en verdad, el tema ése... ¿Falda corta? ¿Falda larga? Para la calle, para el salón, para el hogar, íalda corta. Sin duda alguna. La falda Corta es, desde luego, mucho más cómoda que el pomposo miriñaque antiguo. Y no hablemos de esa otra virti^id de la falda breve: virtud de infantilizar, de aniñar a la mujer. De antiguo, el hombre gusta de hallar en los ^nimalitos femeninos el perfume de lo uuevo... Para el teatro, en cambio, no sirve la falda corta. Nosotros elegiríamos la clámide, serena y severa a un tiempo mismo. La falda corta está reñida, en efecto, con las situaciones trágicas de cierta violencia. De acuerdo con Benavente... —A este propósito—cfenta don Jacinto—, yo recuerdo lo que ocurrió en el estreno de una comedia de Francisco Acebal... En una de las escenas decisivas de la obra, la piimera actriz, que vestía una cortísima falda, había de dejarse caer, abatida, sobre un diván... Se dejó caer, en efecío. Pero, al hacerlo, la falda dejó ver esa parte magnifica de las piernas en que las pantorrilias pierden su nombre... Hubo un largo murmullo (•¡:tre el público... Con eso, estuvo a punto de fracasar la flamante comedia... Conviene que extraigamos de la anécdota todo su sabor de ejemplo. Claro que si la comedia es buena, si alienta en ella el suficiente calor humano, el conflicto habrá de imponerse a todas las pantorrilias habidas y por haber. Para esto es preciso el autor genial. Que se equilibren los platillos de la balanza. En uno, Shakespeare. Y en el otro, las pantorrilias magnificas de la Hidalgo, por ejemplo. —No sé por qué dices que no soy una mujer seria... Voy ya por el tercer marido y, sin embargo, conservo el mismo amante... Con ello, los autores ínfimos, los autores de menor cuantía, están en condiciones de inferioridad. Fernández del Villar no se ofenderá si le decimos que,-puestos a elegir entre una comedia suya y las piernas de la Muro, nosotros, sin remisión, optamos por el último regalo. Piernas tíeliciosas las de la señorita Eloísa. Como las de Angelina Vilar. Como las de Julia Lajos. ¡.Ay, amigos "currinches", no podréis sostener la competencia con aquellas torres fragantes de Afrodita!... Y esto tiene su explicación... Acordémonos del refrancillo ése que da más valor a un pájaro en la mano que a ciento volando. El público sigue esta norma sabia, este camino prudentísimo. Mientras el autor—con su comedia—ofrece un conflicto fantástico a la atención de los espectadores, ellas, las actrices, muestran la soberana realidad de sus piernas. —Las mostramos a pesar nuestro— dicen ellas. No importa. Las muestran. Y—lo que es mejor—las muestran entre gasas, entre sedas, tentadoramente... Como los bombones de chocolate, envueltos en su cascara de talco... José Luis SALADO El.—Si me caso contigo, trae serás fiel como hasta ahora? Ella.—Sí, hombre; y antes, si tu quieres. Dtb. de Penagos. MUCHAS 14 Instrucción obliaatoria Toto Fellman levanta la mano, chasquea los dedos pulgar y corazón, mira de reojo hacia la puerta de la clase. Quiere salir. Pero el señor Tourntoy-Lepouss, profesor de griego, que es bastante sordo y a cuyo oído no ha llegado el chasqueo de los dedos, le acaba de dirigir a Roberto Robert, compañero de Toto, el sacramental: "¡Vaya usted!" Ni los sabios ni los m.édicos han estudiado, hasta ahora, como se debe, el efecto de ciertos estudios sobre el orgariismo de los jó\'enes. Hemos observado que la absorción del latín, de las matemáticas y de la historia, produce perturbaciones inesperadas en el funcionamiento de la vejiga. Las producidas por el griego son sorprendentes. En una clase de cuarenta y cinco alumnos, de ocho a diez y seis años, al cabo de una hora, lo menos veinticinco de los muchachos manifestarán un vivo deseo de abandonar el aula para acudir a otro lugar. Y en su casa—entregados al estudio de la historia natural en Fierre Louys, al de las leyes de la gravedad, lanzándoles a los transeúntes huesos de guinda; al de la anatomía, tirándole del rabo al perrito materno—sentirán dicha necesidad harto menos frecuentemente. Roberto Robert abre la puerta y torna a su sitio. El anuncio por el profesor de que va a comenzar la recitación de las lecciones hace a Toto caer en la cuenta de que su necesi- •PHISB. —Doctor, reconozca usted a mi liermana. —Lo que necesita su hermana es un novio. Pero de los de tratamiento completo. —Entonces le servirá cualquiera de los mios. Dib. de Esteban. dad es más imperiosa de lo que pensaba. Se impacienta, se agita en el banco, chasquea los dedos con frenesí. Ahora, el señor Tourntoy-Lepouss le dirige el sacramental "¡Vaya usted!" al pequeño Vaneuíl. Toto piensa: "Es muy cómodo un profesor sordo, pues puede uno charlar; pero cuando quiere uno salir, le jeringa. Hay que hablarle a voces para que le oiga a uno y se digne atenderle." El pobre muchacho ve que su turno se aproxima. Está perdido. Desesperadamente, la faz contraída, la mano levantada, chasquea los dedos con toda la violencia posible, y pone banco y pupitre en conmoción. "Hay que gritar algo—se dice—, sea lo que sea, para llamar la atención de ese vejestorio." —Señor profesor—vocifera—, ¿me puedo acostar con su señora? El señor Tourntoy-Lepouss vuelve la cabeza y le mira. ¿Por un azar sin precedentes, habrá oído bien? Los alumnos de griego ahogan risas homéricas. Gran ansiedad. El señor TourntoyLepouss va a contestar. —Espérese un poquito — dice—. Cuando el otro señor termine... Max y Alex FíSCHER •iiiiiiijriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiNiiiiiiiiiiiiiJimiiiJiiiiiJiJiiiiiiiiriiini Madrinas de guerra Despampanantes lectoras de MU- CHAS GRACIAS: Como el que no llora no mama, y el que no se arriesga no pasa la mar, me dirijo a ustedes, a pesar de que en boca cerrada no entran moscas; y aunque al buen callar le llaman Sancho, también es verdad que al buen entendedor, con pocas palabras basta. Si una contestación fuese afirmativa, como a caballo regalado no se le mira el diente, me consideraré muy satisfeclio con mi buena estrella, compartiremos nuestras penas y alegrías y de este modo se deslizarán para nosotros las horas más ftiices y nunca será tarde para mí si la dicha es buena. Aún ignoran mi petición, ¿verdad? Simpáticas lectoras: lo que deseo es una madrina de guerra. Supongo que dudarán ustedes y no me dirán que sí de pronto, porque Zamora no se ganó en una hora; pero pueden presentarme a algunas de sus amigas; que lo que abunda no daña y a falta de pan buenas son tortas, y no por mucho trigo nunca es nial año. Si no me escriben ustedes, entonces al burro muerto la cebada al rabo. Si es que dudan, no lo consulten con su mamá, pues loca es la oveja que con el lobo se confiesa; a sus hermanas si quieren pueden decirles algo, pues GRACIAS un lobo a otro no se muerde; pero a sus amigas no les digan nada, por aquello de que los secretos son el viento; y amigo indiscreto ni es buen amigo ni guaida secretos. Perdonen que no me haya dirigido antes a esta Revista para dicha petición; pues aunque al que madruga Dios le ayuda, también es verdad que no por mucho madrugar amanece más temprano; y lo hago ahora porque más vale tarde que nunca. Perdonen si encuentran descaradas mis razones y recuerden que quien bien te quiere te hará llorar. Espero que me contesté alguna de las despampanantes señoritas o viudas, a las que lo cortés no quita lo valiente. Yo le mandaré mi fotografía, y si me encuentra grande, más vale que sobre que no haga falta; si me encuentra delgado, más vale poco y bueno que mucho y malo, y si me encuentra feo, recuerde que el hombre y el oso, cuanto más feo, más hermoso. Les besa el santo por la peana, Salvador Caamaño Flores, Sargento de Artillería. Parque Móvil. Tetuán. Zoco Arbaa. ¡niuiiiiiiiiiuiiiiiiiii'iiiiii L A1N-LA H Es una sugestiva novela mnrroqui. llena de gracia, de emoción y de interés, de estilo delicado y de amenidad suma. Original de RENÉE DE HERNÁNDEZ y de A. HERNÁNDEZ, EDITORIAL ATLANTIDA.—Tres pesetas ejemplar. hdtí^ •—Búrlate de los hombres, y te irá con clios mejor. Yo, al mío, en cuanto le saqu^ la lengua, le rendí a mis píes. Dib. de Esteban- MUCHAS GRACIAS 15 HISTORIETA, p o r Garrido. 1. Don Cucardo Frambueso siempre hablaba a su fituro yerno, que ya entraba casa, de la inexorable ley de herencia. Polito Zapón le escuchaba pacientemente. II. Al fin llegó el dia en que Polito se unció con la linda Visita Frambueso, que estaba bellísima con sus azahares. n i . En la comida de bodas, don Cucardo, a quien el champaña exacerbaba la idio'ez, volvió a hablar de la dichosa ley de herencia. V. Pero al poco rato salió de la habitación mentando a don Cucardo y asegurando que a él no se le daba gato por liebre. VI. Y a la mañana siguiente fué a devolver la niña a sus papas, pues, según él, ' faltaba el... requisito justificativo del 'zahar. !V. Tern;inados los agasajos de ritual y, al fin solos, Polito propuso a Visita que le ayudara a cumplir sus deberes matrimoniales. Vil. Don Cucardo no se extrañó lo más niinlmo; solamente dijo: "¿Lo ves, Polito? Aquí si que está clara la ley de herencia. ¡Cuando yo me casé, su madre tampoco lo tenía; MUCHAS 16 Del Madrid picaro y sentimental UNA MORENA Y UNA RUBIA... Muy ducho era Rafael en la lidia de hembras bravas, pero el asunto en que se había metido era de esos que o salen mal o salen peor .. A la par — conviene decir que era bolsista — entendíase con Paca, la sombrerera, morenaza de pelo en pecho—a creer a los que se lo habían visto—, y Julia, la del comandante, una vindica joven, que, tras matar con el veneno del amor a un buen esposo, acababa de sorberse nada menos que a un héroe de los de verdad, bravo sin trampa y pretuberculoso desde niño. La dicha—si es que hay dicha en creernos reyes de lo creado—consistía para el mozo que, como don Hilarión el de La Verbena, había conseguido una morena y una rubia tan extraordinarias, que eran la envidia de un rico tendero de muebles, tan feo como rico; la de cierto prestamista, que antes de solicitar a una mujer la enviaba un regalo, y hasta la del joven coadjutor de la parroquia. Suerte como la de aquel mozo, que ií;,ual danzaba en el Costanilla Club que en el Dancig-Palace, había pocas. La sombrerera, bonita hasta hacer olvidar a los respetables guardias de la porra—que la seguían con la mirada—la misión de mover tan sicalíptico artefacto, era alegre, chula, castizota y amiga de ser amada en el cine. La rubiales, quj de ese tono tenía el pelo la viuda—con un ceño nmy señor—, era de las que para "ponerse a tono", aun cuando luego, como todas, desafinase, precisaba de un local bonito, de una música buena y de un sitio en que descansar muy blando. Las dos, sin compromisos familiares, hacían de su capa un sayo, cosa muy precisa cuando de noche, por calles tan propicias como la del Biombo, iban con él. Una—olvidóse decirlo—vivía en lo más bajo de la calle de Atocha, y la rubiales, en el final de la calle de la Princesa. A tal distancia y "paseadas" a distintas horas, era casi imposible que la paz gozada por el buen mozo se interrumpiera. Sin embargo, como en Madrid abunda el detective particular, uno, que había sido espía en la gran guerra y de . la dignidad—habiendo billetes—tenía un concepto muy bajo, comunicó a la militara—número importante en clases pasivas—la sospecha de que el ca- riño de su novio pudiera no ser todo lo firme que ella desease. Intrigada, inquiriendo y ¡jagando supo que una chulilla, con más gracia que Muñoz Stca, era su competidora. Y lo mismo que con esta, hizo con la que vivía frente a la Facultad de San Carlos. De todo lo cual resultó que el "chivo" hizose con unos duros en plata; las mozas, con un desasosiego de mucho peligro, y el guapote "castigador", con un canguis que, sin explicárselo satisfactoriamente, traíale en ascuas. ¿Podía seguir la cosa de aquella manera? ¡Imposible!... La viuda encargóse, valiente, de que ni un día más... Para ello, una mañanita muy temprano, entrando en el taller de la chulona sombrerera, pidió varios sombreros; una vez vistos—cosa qus fué vinagre para la Paca—, eligió tres, y como el que no dice nada, ordenó, humillando así a la sombrerera: —Mándelos a casa de mi novio; quiero que él elija... —¿Y... quién-es y dónde habita su señor novio? — interrogó, con las de don Cecilio podando. —Pues se llama Rafael Pérez, y vive... No pudo acabar. La que se armó fué de las más sonadas en todo el distrito; como que tuvo que subir uno de la Poli, y a los ocho días—¡qué bochorno más grande!—, ante un señor juez municipal hubieron de acudir las beligerantes. Y al preguntarlas la razón de la trapatiesta, la más chula, con un gracejo que hizo sonreír a cuantos la escuchaban, contestó seria: GRACIAS —Na, señor; que aquí, esta viuda de repetición, queriendo hacer con mi novio el tercer fiambre, vino a mi taller, que pa eso es mu presumida, a encargarme una "pena" muy larga, y yo, que estoy pa sjrvir a mi parroquia, anticipándome, la puse ese ojo na más que a la funerala... En efecto, la rubia mostraba el derecho de luto riguroso. Y como condenaran a Paquita al pago de veinticinco pesetas, dio diez durazos, diciendo, graciosa: —No me devuelva usía ni un centimín, pues si la lesiona, aquí presente, insiste en quitarme a mi Rafaelillo del corazón, qus la casco es de toda clarividencia... Y es fama que Rafael "está" con la chula. Y con la militara, (jue se aviene a no salir a la calle, y mucho menos a ir, en burla, a encargar sombreros a la Paca. Y cuentan que también conjuga el verbo amar con dos intimas amigas de las dos, tan amables, que intervinieron para que se arreglara todo. ¡Rafael, como vemos, es la mar de agradecido!... Fernando MORA Fotos sug^estivas Escenas íntimas. Documentos sensacionales tomados del natural. Colección soberbia de 80 fotos, con catálogo, 10 pesetas. Serie de lujo, 20 a 40 pesetas. Mademoiselle R. DUBOIS. P. R. BUREAU 96.—PARÍS IIIIIIIIIIIIITIIIIIIIIIIIIIMMI -Yo le daría a usted, preciosa, mi corazón y veinte duros. -Si usted me gustara a mi, le daría cincuenta. D¡b. de Qirley- 17 MUCHASQRACIAS DE LA VIDA REAL En los dominios de Priapo MÍS.S Mabel era joven, docta, asexual. Como londinense que se respeta, liabta recorrido gran parte de la corteza terrestre valiéndose solamente del inglés. Ni su iigura ni sus maneras podían interesar a nadie de buen Paladar en azares amorosos; aquellos quevedos de exagerado grosor, los andares machimos, su hiperestesia, no rimarían nunca con la sensualidad de Un latino. La conocí en Ñapóles, donde habíamos coincidido en el mismo liotel (un albergo mediocre de la vía Parténope), y la grisura del tiempo, la falta de otras amistades nos acercaron. Yo le servía de intérprete, encontrando en mí, por tal razón, un Compañero útil, y ella, a su vez, me divertía con pintorescos relatos de ^'¡ajes, plenos de eutrapelia, haciendo brillar una .^ran cultura, adquirida en fise libro que es la vida. Consideraba s Mabel como un amigo dilecto, no habiendo podido hacerme a la idea de que era mujer. Cierto día penetré en **ii haijítación cuando aún estaba sin ''estir y, con glacial indiferencia, vi cómo se estiraba las medias, cómo ajustaba su sostén, no sintiendo el inás leve deseo de posesión. Acordamos visitar los alrededores, Comenzando por Pompeya, y unr. tarde gris nos trasladamos a la ciudad ''esucitada que a través de muchas Centurias guaida sus fragancias de P'acer, sus procacidades, pruebas inconcusas de que tampoco en amor hay '!'7¡í7 dovum sub solé. Vagamos por las calzadas de la que 'ué voluptuoso edén, cuyos refina''^ientos y sutilezas eróticos no han Sido todavía superados. Nuestro guía, después de enseñarnos cuanto de raJ"c encierran las ruinas pompeyanas, bisbiseó tímidamente: "¿Quieren los Señores vjr el lupanar?"; y al sugerir í^' propuesta miraba a Mabel como Interrogando si no sería esta visita '"adecuada. Camino del barrio secre"^ detúvose ante una hornacina, disi"'ulada con habilidad, en la cual Priado pesa sobre una balanza su desco"^unal falo; esta visión lúbrica arran"^^ a mi compañera un shocking! de Sorpresa; quizá le pareciesen preten.'osas las proporciones genitales del 'Cono. , En la sírada delVAbondanza, otro ••gano masculino, de ingente calibre, j^ñalaba una dirección, seguramente ^ mano que debían seguir los carros ^ cuadrigas llegados de la campiña; . " el impluvinm de la Casa dei Vettli, °s Caños de una fontana afectaban f'mismo la forma del sexo varonil. " hálito de liviandad envolvía estos vestigios, que hablan, con el lenguaje de las piedras, de saturnales escandalosas, de absurdas paganías: Desde el porche del templo de Apolo columbramos la borrosa mole del Vesubio, presto a reproducir la tragedia que sumió en perpetuo sopor a esta villa. A lo lejos oíase un tableteo de truenos. Entramos en la mancebía (muestra incólume del desenfreno de una era anterior a la cristiana), sobre cuyos muros aparecen pintadas al fresco, con fidelísima propiedad, escenas de placer capaces de sonrojar a una estatua de bronce, estando allí representado cuanto pueda concebir un cerebro enfermo de obscenidad. En un cubículo se ven muchas rayitas, atestiguadoras de la fuerza viril, y una algoritmia de éstas suma quince unidades, número de las ofrendas hechas a Venus por el mismo individuo durante una sola noche. Comenzó a llover torrencialmente. j'vlinutos después, ur) auto nos conducía por la carretera de Ñapóles. Anochecía. La visita de Pompeya había encendido mi deseo, y en la oscuridad de la noche apetecí, por vez primera, a Mabel, que se dio con insospechado ardor. Cuando llegamos al hotel, ahora a plena luz, la encontré más horrible que nunca: unas enormes ojeras, el desaliño de su pelo de estopa, las gafas acrecían su fealdad. En la rotonda me susurró melosa: "Oh, my oíd pet, I am faUing in lave with yon!" (¡Oh, empiezo a quererte!...) Comprendí, con 'la intuición de las grandes catástrofes, que miss Mabel me asediaría con su tenacidad británica. Decidí huir, y al día siguiente por la mañana el diretiissimo de Roma me alejaba de la capital de Campania. Ramiro MARTIN MEDRANO iiiiiiiiiuiini lililí'' BULERÍAS, por Ferxama UCHAS 8 GRACIAS Específico de la ASTENIA GENITAL, IMPOTENCIA, falta de vigor sexual, de la eyaculación precoz, de 1A debilidad y de !a neutrastenia. Único producto que cura sin perjudicar. Precio, 21,75. EROTYL r i W F I ffl\kJl l í J i r i W f t r i F Í ^^"^^ '^ hígien» ¡ntima de la mujer. Como preu l l l i / L / i t 3 x i "" V A U l i i U U l v i J ventivos y curativos de las afecciones del aparato genital de la mujer. Precio, 6,70. GONICIDEOL El remedio de resultados más seguros y rápidos para la curación de la blenorragia. Precio, 8,20. 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