2. cap. segundo

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2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
CAPÍTULO SEGUNDO:
PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS:
EL FIN DE LA EDAD MEDIA
Los historiadores, en cada una de sus especialidades, siempre hablan de un fin1. Fin que,
no obstante, no consideran un punto y final2, sino un punto y aparte de algo nuevo que va a
surgir, de una nueva etapa histórica. En el caso concreto de los medievalistas que se dedican
al estudio de la baja Edad Media en Castilla, el fin cronológico de ésta -no determinante, pues
no existe etapa histórica que esté determinada- suele colocarse, más allá de la disparidad de
opiniones existente, en las Comunidades. Nadie considera al reinado de Carlos I medieval.
Sin embargo, la etapa de gobierno de los Reyes Católicos es estudiada por los medievalistas
sobre todo, ya que de ella emanan reminiscencias medievales en la ideología y en la política o
la cultura. Los actos políticos emprendidos por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, aún
así, se consideran lo suficientemente importantes como para ser considerados una especie de
“bisagra” entre la Edad Media y la Edad Moderna.
Hay historiadores que, en contra de lo sostenido por la mayoría, defienden que se puede
considerar que la Edad Media acaba con la subida al trono de los Reyes Católicos, en 1475.
Para otros es en 1480 cuando ésta termina, una vez concluida la guerra que permitió a Isabel
hacerse con el trono de Castilla, y celebradas las Cortes de Toledo. Otros argumentan que fue
en el “año admirable”3, en 1492, cuando se puede poner punto y final al Medievo. En este
sentido, argumentaba Miguel Ángel Ladero Quesada: “...no hay exceso en suponer, como ya
1
Sobre lo que supuso en términos generales el fin de la Edad Media véase la caracterización que realizan Luce
PIETRI y Marc VENARD en Le monde et son histoire. La fin du Moyen Âge et les débuts du monde moderne du
XIIIe siècle au XVIIe siècle, París, 1971.
2
FUKUYAMA, F., El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, 1992, p. 12.
3
Éste es el título de un libro publicado con motivo de la conmemoración del descubrimiento de América:
VINCENT, B., 1492. El año admirable, Barcelona, 1992.
171
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
entonces se hizo, que en torno a 1492 comenzaba una época de la historia española nueva y, a
la vez, más influyente en la de otros muchos pueblos y países, sobre todo europeos”4. Algunos
historiadores, por su parte, declaran que el hecho que puede considerarse el final de la Edad
Media es la muerte del príncipe Juan (1497), heredero al trono, mientras que para otros es el
fallecimiento de la reina Isabel, en 1504. Hay quien prefiere alargar la existencia del Medievo
más de una década después de la defunción de ésta, situando en la muerte de su esposo, el rey
Fernando el Católico (1516), el fin de los tiempos medievales. Para otros, sin embargo, fue el
nombramiento como emperador de Carlos I lo que marcó el fin de la Edad Media (1520), o,
incluso, la propia derrota de las Comunidades de Castilla, surgidas, en parte, como reacción a
dicho nombramiento (1521)5.
Hay quien, desde una interpretación más radical, afirma que la Edad Media puede darse
como finalizada a mediados del siglo XIII. Desde la perspectiva de los que defienden esta
postura, en Castilla la “bisagra” entre la Edad Media y la Edad Moderna habría que situarla en
el reinado de Alfonso X, inicio de una serie de medidas que supusieron el origen de un Estado
moderno que irá evolucionando poco a poco, con etapas de receso (reinado de Enrique IV) y
de evolución (época de Reyes Católicos). De situarnos en esta postura, puesto que también
hemos de tener en cuenta la existencia de una etapa de tránsito entre la Antigüedad y el
Medievo que abarcaría al menos desde el siglo IV al VIII, la Edad Media como tal iría desde
el siglo IX al XIII.
Bien, no vamos a alargarnos en este arduo debate, pues, al menos por ahora, no parece
que tenga una solución pactada como la que logró dividir la Historia en etapas. Cada
historiador adopta su criterio, y siempre que esté bien fundado es válido, aunque es cierto que
según la mayor parte de los historiadores la historia medieval castellana posee un punto y
seguido y un punto y final. El punto y seguido lo constituiría el reinado de Alfonso X6, inicio
de la génesis del Estado moderno; el final el de los Reyes Católicos. Eso sí, de éstos se
estudian dos tipos de reinado: el “reinado corto”, aquel que abarca de 1475 a 1504; y el
4
LADERO QUESADA, M.A., “El proyecto político de los Reyes Católicos”, en El Tratado de Tordesillas y su
época. Congreso Internacional de historia. V Centenario del Tratado de Tordesillas, 1995, tomo I, pp. 79-100,
en concreto p.80.
5
“Es imposible fijar una fecha para el fin de la España medieval. Las tensiones creadas por el pasado aún están
vivas”: HILLGARTH, J.N., Los Reyes Católicos..., p. 293.
6
“La concepción corporativa del pensamiento de Alfonso X, su idea del reino como “corpus”, transforma [...]
los conceptos básicos de la cultura: así, los de territorio, pueblo, poder político, “naturaleza”, derecho, historia,
etc.; todos aquellos, pues, que se articulan en una doctrina sistemática del orden político. No cabe duda de que la
obra de Alfonso X recoge un importante cambio histórico, ligado a las hondas transformaciones sociales de la
baja Edad Media”: MARAVALL, J.A., “Del régimen al régimen corporativo en el pensamiento de Alfonso X”,
en Estudios de historia del pensamiento español, I. Edad Media, Madrid, 1999, pp. 89-136, en concreto pp. 135136.
172
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
“reinado largo”, ese que va desde 1465, cuando Enrique IV pierde el trono, iniciándose una
etapa de inestabilidad política a la que más tarde tendrán que enfrentarse los Reyes Católicos,
hasta 1521 o 1522 según las zonas, cuando la rebelión que cuestiona la obra política de Isabel
y Fernando es extinguida, gracias al apoyo de la nobleza a Carlos I.
El fin de la Edad Media en Castilla, por tanto, podría situarse entre 1465, momento en el
que se inicia la rebelión nobiliaria en contra de Enrique IV, y 1522, año en el que el nuevo
monarca establecido, Carlos I, consigue calmar la mayor sublevación surgida en contra de un
rey castellano hasta entonces. Entre ambas rebeliones se ubica un período considerado por la
mayoría de los historiadores como extraordinario por lo que supuso de avance en las técnicas
administrativas y de gestión económica, y en lo referente al ejercicio de la justicia, al uso de
las alianzas matrimoniales, al desarrollo de las estrategias bélicas, etc. Un período de bonanza
en la política interior castellana, en el que la paz, entendida como ausencia de graves
problemas sociales y políticos, hizo su aparición, aunque sólo fuese de forma efímera, tras
unos reinados -los de Juan II y Enrique IV- definidos por su inestabilidad. De hecho,
siguiendo una postura incorrecta, hay historiadores que consideran que el Estado moderno
nace en Castilla con el “reinado corto” de los Reyes Católicos7.
De lo que no cabe duda es de que el Estado moderno, tal y como se venía desarrollando
desde la época de Alfonso X, durante el reinado de los Reyes Católicos goza de un período de
esplendor y avance como el que no se recordaba en Castilla, algo que también sucede en otras
regiones europeas por aquellos años, a finales del siglo XV y comienzos del XVI8.
Tradicionalmente han existido varias interpretaciones sobre el carácter de la formación
estatal durante el reinado de Isabel y Fernando, alguna de las cuáles hoy es desechada; como
aquella que defendía que en los reyes y en las asambleas de Cortes se concentraba el poderío,
cuando hoy sabemos que las Cortes poseían, como mucho, un poder bastante limitado9. Otra
cosa es que en las Cortes de 1480 los monarcas llegaran a un pacto con las fuerzas políticas
del reino que permitió sostener un “contexto pacífico” en Castilla durante años. En esta línea,
ciertas interpretaciones aclaran que el “Estado de los Reyes Católicos” puede definirse como
autoritario o “preeminencial”10, aunque el primero de ambos conceptos es el que más fortuna
7
Antonio MORALES MOYA inicia su trabajo “El Estado absoluto de los Reyes Católicos”, Hispania, 129
(1975), pp. 75-119, con esta afirmación.
8
Véase el caso de Inglaterra en: GOODMAN, A., The new monarchy. England, 1471-1534, Oxford, 1988.
9
CEPEDA ADÁN, J., En torno al concepto de Estado en los Reyes Católicos, Madrid, 1956, pp. 53-54.
10
Ésta es la idea que defiende Jaime VICENS VIVES (“Estructura administrativa estatal en los siglos XVI y
XVII”, en Coyuntura económica y reformismo burgués, Barcelona, 1968, p. 12, nota 17) según Antonio
MORALES MOYA, “El estado absoluto de los Reyes Católicos”..., p. 77. Una idea también defendida por Pablo
FERNÁNDEZ ALBADALEJO (“Iglesia y configuración del poder en la monarquía católica (siglos XVI-XVII).
Algunas consideraciones”, en GENET, J.Ph. y VINCENT, B. (Coords.), Etat et Eglise dans la genese de l´Etat
173
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
ha tenido11. Algunos historiadores hablan de absolutismo. Sin embargo, sostienen dos
posturas distintas: la que defiende la existencia de un absolutismo “de hecho” en la forma de
gobierno, más que en las teorías que lo sustentaban; y otra que argumenta que el absolutismo
se daba, no sólo en la práctica, sino también en las ideas políticas12. Postura esta última que
coinciden en defender hoy casi todos los historiadores13 aunque el absolutismo nunca fuese
una realidad total, porque los monarcas siempre tuvieron obstáculos a la hora de ejercer su
poderío14.
Precisamente para salvar esta obstaculización, los monarcas apelaron a la pas e sosyego.
Parece lógico, entonces, que si durante el reinado de los Reyes Católicos el absolutismo se
afianza, las apelaciones a la paz cumplan una función efectiva. Isabel y Fernando, a la hora de
someter a una población que en ciudades como Toledo durante el siglo XV había manifestado
una actitud abiertamente rebelde, se apropiaron de argumentos como ese que se señalaba en el
Libro de los Cien Capítulos15:
“El rey deve guiar su reyno quanto mejor pudiere; e Dios puso el bien del reyno en la
obedençia del rey, e por la obedençia se viedan las guerras e se salvan los caminos, e
prevalesçen los buenos. Los omes que aman la ley e han algo, e quieren vivir en paz, éstos
deven seguir obedençia del rey, ca con el rey se mantiene la ley e se guardan los aberes, e los
fijos e las mugeres...”
Moderne. Actes du Colloque organisé par le Centre National de la Recherche Scientifique et La Casa de
Velázquez, 30 novembre et 1 decembre 1984, Madrid, 1986, pp. 209-216, en concreto p. 212.
11
Marvin LUNENFELD certificaba que el reinado de Isabel la Católica es un ejemplo más que paradigmático de
“despotismo renacentista”: The Council of the Santa Hermandad. A study of the pacification forces of Ferdinand
and Isabella, Florida, 1970, p. 25. Isabel BECEIRO PITA, por su parte, habla de “feudalismo centralizado”: “La
imagen del poder feudal en las tomas de posesión bajomedievales castellanas”, S.H.H.M., 2 (1984), pp. 157-162,
en concreto p. 162.
12
MORALES MOYA, A., “El Estado absoluto de los Reyes Católicos”..., pp. 78-79.
13
En la actualidad esta teoría es seguida por buena parte de los historiadores, la mayoría de los cuáles se basan
en las ideas defendidas por Salustiano de DIOS, para quien “...todo giraba, en cualquier caso, alrededor del
Derecho Común romano-canónico, de marcado acento absolutista [...] El absolutismo se convirtió en necesario
para la iglesia, nobleza y corporaciones privilegiadas. Sólo un monarca absoluto estaba en condición de dictar
disposiciones legitimadoras de situaciones ilegales que surgían a cada paso en la sociedad señorial, en tema de
“dominio” o de “status” de la persona, o de privilegios “ex novo”. Se trata de las dispensas, privilegios y
confirmaciones regias...”: DIOS, S. de, “Sobre la génesis y los caracteres del Estado moderno en Castilla”,
S.H.H.Mod., 3 (1985), pp. 11-46, en concreto pp. 44-45. En palabras de Ernst KANTOROWICZ, “el “status” del
rey “por encima del Derecho” era en sí mismo perfectamente “legal”, y [...] estaba garantizado por el Derecho.
Sus derechos supralegales, que servían a “aquellas cosas que pertenecen a la jusrisdicción y a la paz” y a su
protección, eran otorgados al rey por el propio Derecho. No pertenecen a nadie sino a la Corona y a la dignidad
regia, ni pueden separarse de la Corona puesto que constituyen la Corona misma”: KANTOROWICZ, E., Los
dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, 1985, p. 149.
14
VON GIERKE, O., Teorías políticas de la Edad Media, Madrid, 1995, p. 144.
15
El libro de los cien capítulos, REY, A. (Edit.), Bloomington, 1960, cap. III, pp. 4-5.
174
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
2.1. LA REALEZA Y EL MUNDO URBANO: PROBLEMAS
HISTORIOGRÁFICOS ACTUALES
Antes de realizar un análisis sobre la Castilla de finales del siglo XV conviene hacer un
repaso de la historiografía existente en torno al reinado de los Reyes Católicos, abundante, sin
duda, pero tediosa, reiterativa y poco original en su mayor parte. De Isabel la Católica, por
ejemplo, existen más de quinientas biografías en las que se insiste una y otra vez en lo mismo,
dando vueltas a informaciones ya manidas para intentar exhibir una imagen sobre ella que se
adecue a las ideas del “historiador”. Por suerte, entre todos esos que se han embarcado con
poco éxito en la tarea de escribir sobre una reina extraordinaria, y esto está fuera de dudas,
existen al menos unos cuantos que son la verdadera referencia, y la base sobre la que se
apoyan los otros que con poca originalidad han escrito sobre la reina Católica. Dicho con
otras palabras: de los cientos y cientos de biografías escritas las que merecen la pena no llegan
a veinte16.
La principal obra sobre Isabel la Católica -por mucho que alguna de sus interpretaciones
suene desfasada- es la de Tarsicio de Azcona, que se publicó en 1964 bajo el título Isabel la
Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, reimpresa varias veces en años posteriores17.
La virtud básica de esta obra es que, más allá de que siga siendo una referencia, cuando se
publicó vino a convertirse en una luz en medio de los trabajos de un buen número de
historiadores cuya finalidad, no disimulada, a la hora de escribir de esta reina era ensalzarla,
poniéndola como un paradigma de mujer cristiana, al servicio de su patria18. Por otra parte, tal
vez a muchos no les quedara más remedio que hacerlo, debido al uso ideológico que en
aquellos años hizo la dictadura franquista de la obra política de Isabel y Fernando19, vista
16
Para una aproximación a la bibliografía básica del reinado véase: RÁBADE OBRADÓ, Mª. del P., “La España
de los Reyes Católicos: estado de la investigación”, Cuadernos de Historia Moderna, 13 (1992), pp. 239-267.
17
AZCONA, T. de, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, Madrid, 1964.
18
Ya se hacía así en el siglo XIX: CLEMENCÍN, D., Elogio de la reina Isabel la Católica e ilustraciones sobre
varios asuntos de su reinado, Madrid, 1820. Ya a mediados del siglo XX pueden señalarse: SILIO CORTÉS, C.,
Isabel la Católica, fundadora de España. Su vida, su tiempo, su reinado, Valladolid, 1938; LLANOS Y
TORRIGLIA, F., La reina Isabel, fundadora de España, Barcelona, 1941; GÓMEZ DE MERCADO Y
MIGUEL, P., Isabel, reina de España y madre de América, Madrid, 1941; WALSH, W.Th., Isabel de España,
Madrid, 1943 (4ª Edic.); CERECEDA, F., Semblanza espiritual de Isabel la católica, Madrid, 1946; SÁNCHEZ
CANTÓN, F.J., Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, 1950; BALLESTEROS
GAIBROIS, M., La obra de Isabel la Católica, Segovia, 1953; GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, R.,
Virtudes de la Reina Católica, Madrid, 1961; RODRÍGUEZ VALENCIA, V., Semblanza textual de Isabel la
Católica, Valladolid, 1961; Isabel la Católica en opinión de españoles y extranjeros (siglos XV-XX), Valladolid,
1970, 3 vols; y Perfil moral de Isabel la Católica, Valladolid, 1974, etc.
19
También existen de éste bastantes hagiografías: ARCO GARAY, R. del, Fernando el Católico, artífice de la
España imperial, Zaragoza, 1939; JIMÉNEZ SOLER, A., Fernando el Católico, Barcelona, 1941; etc. Hay
estudios más o menos completos sobre miembros de la casa real como el príncipe Juan (CAMON AZNAR, J.,
Sobre la muerte del príncipe don Juan, Madrid, 1963; DUQUE DE MAURA, El príncipe que murió de amor,
Madrid, 1944), Juana la Loca (DENNIS, A., Seek and darkness; the story of Juana la Loca, Madrid, 1969) o
175
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
como excepcional por lo que supuso en su época. Aún se nota en la actualidad, incluso entre
los propios historiadores, no sólo entre los aficionados a la historia en general, la rémora de
ese abuso ideológico. Los Reyes Católicos son tachados a veces de conservadores, algo que
desde nuestros parámetros actuales es cierto. No obstante, cuando llegaron al trono sus
medidas fueron bien aceptadas, y desde luego no se pensó que fueran más conservadores que
otros reyes precedentes, sino todo lo contrario20. Es absurdo interpretar el pasado con la
dicotomía conservadurismo / progresismo con la que operamos hoy. Lo demuestra el que en
la actualidad suela considerarse a los comuneros de Castilla como “progresistas”, cuando
ellos apelaron una y otra vez a la herencia de Isabel y Fernando. En definitiva, las ideologías
políticas contemporáneas han hecho bastante daño al reinado de los Reyes Católicos21...
Las reinterpretaciones sobre la época de éstos monarcas, ya no tan ideologizadas, y más
objetivas -y válidas por tanto-, empezaron a vislumbrarse en la década de 1960, se hicieron un
hecho en la de 1970, y alcanzaron una cima en la de 1980. De tal forma que a finales del siglo
XX los conocimientos que se tenían sobre el tema eran totalmente científicos, estaban igual
de desideologizados que otros asuntos, y ofrecían un panorama en verdad nuevo. Entre
quienes pueden considerarse los iniciadores de las reformas en la interpretación del reinado de
Isabel y Fernando22, en las que tuvieron una importancia absoluta hispanistas como John H.
Germana de Foix (GARCÍA MERCADAL, L., La segunda mujer del Rey Católico, doña Germana de Foix,
última reina de Aragón, Barcelona, 1942).
20
La política de los Reyes Católicos se caracterizó por su “reformismo” y “activismo”: GONZÁLEZ ALONSO,
B., “Poder regio, reforma institucional y régimen político en la Castilla de los Reyes Católicos”, en El Tratado
de Tordesillas y su época. Congreso Internacional de historia. V Centenario del Tratado de Tordesillas, 1995,
tomo I, pp. 23-47, en concreto pp. 24 y 45. En estas mismas ideas insiste John EDWARDS: La España de los
Reyes Católicos (1475-1520), Barcelona, 2001. Sobre las innovaciones que se llevan a cabo véase: MARTÍNEZ
RUIZ, E., “Tradición y novedad en la organización político-administrativa de la Corona de Castilla en el reinado
de los Reyes Católicos”, Chronica Nova, 21 (1993-1994), pp. 379-404. Pablo FERNÁNDEZ ALBADALEJO,
por su parte, insiste en que ha de interpretarse la política del pasado de acuerdo con su lógica y su contexto, y no
según nuestros postulados; “es su lenguaje, y no el nuestro, el que debe hablar”: Fragmentos de monarquía.
Trabajo de historia política, Madrid, 1992, p. 14.
21
Como afirma Pablo SÁNCHEZ LEÓN, en parte se mantiene la mitificación del reinado de los Reyes Católicos
basada en “dos elementos principales: por una parte, una versión simple de la teoría de modernización aplicada
al Estado; por otra parte, la idea de que estos dos reyes impusieron por sí solos en el corazón geográfico de
España un tipo de sociedad y orden político de larga duración y estabilidad”: Absolutismo y comunidad. Los
orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla, Madrid, 1998, p. 127. Algunos -no parece que muy
bien informados desde un punto de vista bibliográfico, puesto que se basan en escritos ya antiguos- insisten en
que todavía la investigación en torno al reinado de los Reyes Católicos mantiene planteamientos conservadores:
ATIENZA, J.G., Regina Beatísima. La leyenda negra de Isabel la Católica, Madrid, 2002.
22
Las interpretaciones del reinado conjunto cada vez se fueron haciendo más acertadas: PRESCOTT, W.H.,
History of the Reign of Ferdinad and Isabella, the Catholic Kings of Spain, 3 vols, Londres, 1838 (Edic. en
español, Méjico D.F., 1952); MENÉNDEZ PIDAL, F., Los Reyes Católicos según Maquiavelo y Castiglione,
Madrid, 1952; Los Reyes Católicos y otros estudios, Buenos Aires, 1962; CONTRERAS, J., Los orígenes del
imperio. La España de Fernando e Isabel, Madrid, 1963 (2ª Edic.); FERNÁNDEZ-ARMESTO, F., Fernando e
Isabel, Londres, 1975; HILLGARTH, J.N., Los Reyes Católicos (1474-1516), Barcelona, 1984;
176
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Elliott23, destaca con nombre propio Luis Suárez Fernández24, un historiador perteneciente a
la vieja escuela que, sin embargo, supo enfocar los estudios, allanando el camino para que
sobre todo tres historiadores más jóvenes -dos de ellos sus discípulos- consolidaran una visión
distinta de la época de los Reyes Católicos, y de su obra: María Isabel del Val Valdivieso,
Miguel Ángel Ladero Quesada y el célebre hispanista Joseph Pérez.
La Tesis Doctoral de María Isabel del Val Valdivieso -publicada en el año 1974- sobre
la época en que Isabel era princesa de Asturias25, enmarcándose en esa línea de investigación
desarrollada por Luis Suárez Fernández que otorgaba importancia a la dialéctica monarquía /
nobleza, vino a demostrar que si quería avanzarse en los estudios sobre los Reyes Católicos el
rigorismo científico en la interpretación de todas las informaciones era indispensable. En esta
misma línea, Miguel Ángel Ladero Quesada publicó en 1975 un breve trabajo sobre Castilla
en el siglo XV, que sería ampliado más tarde en un libro titulado España en 149226. Libro que
a su vez sería la base para otras obras posteriores27, en las cuáles se consolidará esa imagen
que hoy se tiene de los Reyes Católicos. Imagen lúcidamente presentada por Joseph Pérez,
quien, tras estudiar las Comunidades, primero publicó un pequeño libro titulado La España de
los Reyes Católicos, en 1986, y luego, en 1988, uno bastante más amplio y sugerente bajo el
título Isabelle et Ferdinand, Rois Catholiques; una obra luego traducida al castellano28.
Una vez interpretadas tanto la época como la tarea de los Reyes Católicos en su medida
justa, el siguiente paso en su análisis lo ha dado uno de los discípulos de Ladero Quesada:
José Manuel Nieto Soria. Este historiador, sin realizar un estudio del reinado de los Reyes
Católicos como los anteriores, ha contribuido a ofrecer una imagen del mismo más acertada
gracias a sus trabajos sobre la ideología política a fines de la Edad Media. Con tales trabajos,
que le convierten en el principal precursor de la “nueva historia política” dentro de la
historiografía bajomedieval castellana, ha demostrado hasta qué punto eran absurdas esas
interpretaciones intencionadas que en décadas anteriores venían haciéndose de la obra de
23
Y su obra La España imperial. 1469-1716, Madrid, 1998 (6ª Edic.). Menos éxito tuvieron las obras de otros
hispanistas como: PHILLIPS, W., Enrique IV and the XV century crisis in Castile, Cambridge, 1978.
24
SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., La España de los Reyes Católicos, (1474-1516), Madrid, 1969; y otros, La
España de los Reyes Católicos (1474-1516), MENÉNDEZ PIDAL, R. (Dir.), Historia de España, t. XVII, vol. I
y II, Madrid, 1969, pp. 231-293; (Coord.), Los Trastámara y la unidad española (1369-1517), Madrid, 1981; Los
Trastámara y los Reyes Católicos, Madrid, 1985; Los Reyes Católicos, 5 vols. (I. Los Fundamentos de la
Monarquía. II. La conquista del trono. III. El tiempo de la guerra de Granada. IV. La expansión de la fe. V. El
camino hacia Europa.), Madrid, 1989-1990; Claves históricas del reinado de Fernando y Isabel, Madrid, 1998;
Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, 2001; Isabel I, reina, Barcelona, 2001.
25
VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, Isabel la Católica, princesa (1468-1474), Valladolid, 1974.
26
LADERO QUESADA, M.A., España en 1492, Madrid, 1978.
27
LADERO QUESADA, M.A., Los Reyes Católicos. La Corona y la unidad de España. Madrid-Valencia,
1989; Fernando II de Aragón, el rey Católico, Zaragoza, 1995; La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999.
28
PÉREZ, J., La España de los Reyes Católicos, San Lorenzo del Escorial, 1986; Isabel y Fernando. Los Reyes
Católicos, Guipúzcoa, 2001 (3ª. Edic.).
177
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Isabel y Fernando, pues éstos tenían claro que una cosa era la propaganda y otra muy distinta
la realidad de los hechos29. Luego profundizaremos en estos temas, si bien quede claro que,
desde mi punto de vista, la “nueva historia política” (la “new political history”) es, junto a
alguna otra corriente historiográfica a la que más tarde va a hacerse referencia, de las líneas de
investigación que mejores perspectivas de futuro ofrecen en los estudios sobre la Edad Media.
En fin, en los últimos años se han multiplicado casi hasta el infinito -siempre a golpe de
conmemoración de algún centenario- las biografías sobre Isabel o Fernando, sobre alguno de
sus hijos y de sus colaboradores, parientes o enemigos, y también los estudios que buscan dar
alguna interpretación original de lo que ya se conoce30, y no siempre lo consiguen. Debe
destacarse entre estos estudios, eso sí, alguno que destaca por el planteamiento de las ideas, el
de Peggy K. Liss por ejemplo31. Pero en general su mayor contribución, no despreciable por
otro lado, ha sido la de afianzar esa nueva imagen de los Reyes Católicos distinta a la que tan
sólo hace unas décadas imperaba.
Tal imagen ha quedado clara, por si existían dudas, en los actos que varias universidades
han celebrado con motivo de la remembranza del quinto centenario de la muerte de Isabel la
Católica, entre los que deben destacarse los cuatro congresos que han tenido lugar en
Valladolid, dirigidos por Julio Valdeón Baruque, titulados: “Isabel la Católica y la política”;
“Sociedad y economía en tiempos de Isabel la Católica”; “La cultura y el arte en la época de
Isabel la Católica”; y “Visión del reinado de Isabel la Católica”. Contando con la colaboración
de los principales expertos en los temas a tratar, en estos congresos ha querido ofrecerse una
imagen global del reinado de los Reyes Católicos. Sus actas hablan por sí solas: en la
29
Las obras principales de José Manuel NIETO SORIA a este respecto son: Fundamentos ideológicos del poder
real en Castilla (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988; y Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la
Castilla Trastámara, Madrid, 1993.
30
BALAGUER, V., Los Reyes Católicos, 2 vols, 1982; ERLANGER, P., Isabelle la Catholique, París, 1987;
CEREZO MARTÍNEZ, R., La proyección marítima de España en la época de los Reyes Católicos, Madrid,
1991; BELLVER MARTÍN, D., La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1991; BENNASSAR, B. y
BENNASSAR, L, 1492, ¿un mundo nuevo?, Madrid, 1992; VINCENT, B., 1492. El año admirable, Barcelona,
1992; MOLINA MOLINA, A.L., Castilla en la época del Descubrimiento, Cartagena, 1992; RUBIN, N., Isabel
la Católica. La primera reina del Renacimiento, Madrid, 1993; AIRALDI, G. y FOSSATI RAITERI, S. (Edits.),
La Spagna nell´etá di Colombo, Genova, 1995; LEROY, B., L´Espagne des Torquemada. Catholiques, juifs et
convertis au XV siècle, París, 1995; VALDEÓN BARUQUE, J., Los Reyes Católicos, Madrid, 1995; ESLAVA
GALÁN, J., Los Reyes Católicos, Barcelona, 1996; SIMÓN TARRÉS, A., La Monarquía de los Reyes
Católicos: hacia un estado hispano plural, Madrid, 1996; SAN MIGUEL PÉREZ, E., Isabel I. 1474-1504,
Burgos, 1998; VILLAPALOS, G., Fernando V de Castilla: los estados del rey católico, Burgos, 1998;
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., El Antiguo Régimen. Los Reyes Católicos y los Austrias, Madrid, 1999;
CARDAILLAC, L., L´Espagne des Rois Catholiques. Le prince don Juan, symbole de l´apogée d´un règne,
1474-1500, París, 2000; BRAVO ARRIAGA, M.D., “Protagonismo real y dramático de los Reyes Católicos, en
especial de Isabel I”, en VALDEÓN BARUQUE, J. (Dir.), Isabel la Católica y la política, Valladolid, 2001, pp.
407-421; EDWARDS, J., La España de los Reyes Católicos (1474-1520), Barcelona, 2001; ENCISO ALONSO
MUÑUMER, I., Los Reyes Católicos, Madrid, 2001; VACA DE OSMA, J.A., Los Reyes Católicos, Madrid,
2001; etc.
31
LISS, P. K., Isabel la Católica. Su vida y su tiempo, Madrid, 1998.
178
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
actualidad se ha avanzado mucho a la hora de interpretar el gobierno de estos monarcas pero
están empezando a surgir problemas. Mejor dicho, ya existen. La información que se tiene
para los años del reinado de los Reyes Católicos es tan abundante, y está tan inédita en
algunos casos, que ofrecer una imagen global del mismo puede no resultar tan fácil como en
un principio pudiera pensarse32.
Cierto que las obras sobre la vida de los reyes, de sus colaboradores o de sus familiares
son abarcables, al igual que pueden serlo las que se refieren a la manera en que llegaron al
trono, a la guerra de Granada, a su política religiosa, a sus ideales políticos, a la cultura y el
arte de la época, etc., pero las circunstancias socio-económicas de la Castilla de fines del siglo
XV que tuvieron que dirigir Isabel y Fernando aún no están claras, no porque no se cuente
con un buen número de estudios, sino, todo lo contrario, porque la cantidad de bibliografía es
tal que, por mucho que se realicen síntesis globalizadoras, siempre quedan las dudas sobre lo
certero de algunas ideas. Además, el enorme desarrollo experimentado por la historiografía
urbana de la Castilla bajomedieval en los últimos años -de forma paralela a los estudios sobre
los Reyes Católicos-, y la importancia que han adquirido las “relaciones de poder”, cuando los
monarcas eran fundamentales en éstas, han hecho que aún quede mucho por investigar en un
tema que sigue estando más que necesitado de estudios: el de la relación ciudad-monarquía33.
2.1.1. LA HISTORIOGRAFÍA URBANA: SU CAMINO HACIA EL COLAPSO
Allá por el año 1987 Antonio Bonet Correa se preguntaba en un pequeño estudio sobre
la historiografía urbana si el historiador era consciente de lo que estaba haciendo, y de su rol,
cuando ponía todos sus esfuerzos en rescatar el pasado de una ciudad. Para este autor lo más
difícil a la hora de comprender la evolución histórica de un núcleo urbano era el conferir a tal
evolución un entramado lógico, organizando correctamente los conocimientos adquiridos, con
el fin de llegar a conclusiones coherentes. Según señalaba, por otra parte, una cosa era la
historia urbana, otra distinta la historia del urbanismo, y otra, que casi nada tenía (tiene) que
ver con las anteriores, la historia de la urbanística.
32
Sobre algunos de estos problemas véase: ARPAL, J., “Localidad y proceso de localización (reflexiones desde
las ciencias sociales”, en Primeras Jornadas de Historia Local: poder local, Donosita, 1988, pp. 13-25.
33
En este sentido, son básicos algunos trabajos de Miguel Ángel LADERO QUESADA para introducirse en el
tema: “El poder central y las ciudades en España. Del siglo XIV al final del Antiguo Régimen”, Revista de
Administración pública, XCIV (1981), pp. 173-198; “Corona y ciudades en la Castilla del siglo XV”. E.E.M., 8
(1986), pp. 551-574; “El sistema político de la monarquía castellana de los Reyes Católicos: Corona, nobleza y
ciudades”, Actas del Congreso sobre Hernán Cortés y su tiempo. V Centenario (1485-1985), Mérida, 1987, pp.
500-519; “Las regiones históricas y su articulación política en la Corona de Castilla durante la baja Edad
Media”, E.E.M., 15 (1992), pp. 213-247; “Monarquía y ciudades de realengo en Castilla. Siglos XII al XV”,
A.E.M., 24 (1994), pp. 719-773; “Poder y administración en España”, en El Tratado de Tordesillas..., pp. 63-89.
179
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Las que aquí interesan son las dos primeras. Para Antonio Bonet la historia urbana es la
“disciplina que se ocupa preferentemente de lo que acontece en el ámbito o perímetro de una
ciudad, de los hechos políticos y sociales, sean ya las efemérides o ya la historia de la
demografía, economía, equipamiento industrial, la evolución de las instituciones jurídicas o
administrativas, las ordenanzas y reglamentos, etc.”. Por contra, la historia del urbanismo es
el “estudio de la morfología urbana, el análisis histórico del origen y evolución de las formas
de la topografía, construcción y arquitectura de la ciudad...”34
Cuando Antonio Bonet escribe estas palabras, y así lo reconoce él mismo, la historia
urbana en España ya ha dejado de ser “una ciencia nonata o frustrada”35; aunque no todos lo
reconociesen así. Habían tenido que transcurrir muchísimos años para llegar a esta situación,
y aún quedaba mucho por hacer. La historia urbana aún tenía el lastre de una buena cantidad
de estudios de ciudades concretas, realizados por eruditos locales (sobre todo a fines del siglo
XIX y principios del XX), en los que pesaba más el entusiasmo por lo propio que el rigor
científico. Algo que fue aprovechado por los juristas para imponer su criterio, y desarrollar
investigaciones en torno a la evolución jurídico-administrativa de los núcleos urbanos según
unos planteamientos más rigurosos36. La figura clave a este respecto es, sin duda, Eduardo de
Hinojosa37, uno de los padres de la historia del derecho español, maestro de medievalistas
como Claudio Sánchez Albornoz o José María Lacarra de Miguel. Los estudios de todos
éstos, centrados, en buena parte, en el análisis de la evolución de las instituciones castellanoleonesas desde la caída del imperio romano hasta la plena Edad Media, contribuyeron a que la
historia de las ciudades se asumiese de otro modo: según una concepción en la que se daba
importancia a la base jurídico-legislativa de las urbes y a sus estructuras institucionales.
Con estos planteamientos, Nicolás Tenorio publicó un trabajo sobre Sevilla en el año
1903 que puede calificarse de pionero, y que por eso contiene no pocos errores38. Errores que
intentaría solventar Ramón Carande en 1925 con un estudio, que tuvo entonces repercusión
notable, también sobre la ciudad hispalense, pero centrado en la economía de la misma más
que en sus instituciones. Tal secuela dejó que casi cincuenta años después de su publicación
34
BONET CORREA, A., La historiografía urbana en España, Salamanca, 1987, pp. 9-10; y Urbanismo e
historia urbana en el mundo hispano, Madrid,1987.
35
BONET CORREA, A., La historiografía urbana..., p. 11.
36
SACRISTÁN Y MARTÍNEZ, A., Municipalidades de Castilla y León. Ensayo histórico-crítico, Madrid, 1877
(reeditado, Madrid, 1981); SANZ CID, S., El Municipio. Ensayo de un estudio del mismo, en los principios, en
la historia y en la legislación, Madrid, 1917.
37
Es de destacar su obra: Origen del régimen municipal en León y Castilla. Estudios sobre historia del derecho
español, Madrid, 1903.
38
El concejo de Sevilla. Estudio de la organización político-social de la ciudad desde su reconquista hasta el
reinado de Alfonso XI, Sevilla, 1903.
180
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
volvió a editarse -en 1972-, aunque esta vez en forma de libro, y no de artículo39, como en su
versión primigenia. En la misma línea Luis García de Valdeavellano primero –en el año 1931publicó una obra sobre el mercado y la economía de algunas ciudades en la Edad Media, para
posteriormente realizar un análisis pormenorizado de los orígenes de la burguesía en España,
en 196940. Años antes, en 1949, se publicó un interesante estudio sobre Madrid41, si bien fue
en 1968 cuando María del Carmen Carlé puso las bases para una renovación de la
historiografía urbana de Castilla42 que iba a tener un hito en el trabajo de Manuel González
Jiménez en torno a la ciudad de Carmona43, y que llegaría a una de sus cimas con la obra de
Jean Gautier- Dalché en torno a las ciudades castellano-leonesas en los siglos XI al XIII44. En
esta obra se daba un paso evidente en la renovación de la historia urbana, ya que al lado de los
planteamientos institucionalistas vigentes hasta el momento aparecía esa corriente socioeconómica, encuadrable dentro del materialismo histórico, que tanto predicamento iba a tener
entre los historiadores españoles.
Cuando Gautier-Dalché publicó su trabajo la historia urbana estaba en pleno apogeo. La
década de 1970 puede considerarse la de su eclosión45, como se ve en los trabajos que por
entonces se publicaron en torno a Ronda46, Valencia47, Salamanca48, Zaragoza49, Moguer50,
Málaga51, Burgos52, Sepúlveda53, Mallorca54 o Alcaraz55. Los años 80 del siglo XX han de ser
39
CARANDE, R., “Sevilla, fortaleza y mercado. Algunas instituciones de la ciudad en el siglo XIV,
especialmente estudiadas en sus privilegios, ordenamientos y cuentas”, A.H.D.E., 2 (1925), pp. 233-401; Sevilla,
fortaleza y mercado. Las tierras, las gentes y la administración de la ciudad, Sevilla, 1972.
40
GARCÍA DE VALDEAVELLANO, L., “El Mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla durante la
Edad Media”, A.H.D.E., 8 (1931), pp. 201-403; Orígenes de la burguesía en la España medieval, Madrid, 1969.
41
GIBERT Y SÁNCHEZ DE LA VEGA, R., El concejo de Madrid, su organización (s. XI al XV), Madrid 1949.
42
CARLÉ, M. del C., Del concejo medieval castellano-leonés, Buenos Aires, 1968.
43
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., El concejo de Carmona a fines de la Edad Media (1464-1523), Sevilla, 1973.
44
GAUTIER-DALCHÉ, J., Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII), Madrid, 1979.
45
VALDEÓN BARUQUE, J., “Historia medieval e historia local”, en Fuentes y métodos de la historia local,
Zamora, 1991, pp. 27-37; TORRES FONTES, J., “Fuentes para el estudio de la historia local”, en Idem, pp. 2737; LADERO QUESADA, M.F., “Consideraciones sobre el estudio de los núcleos urbanos en la Castilla
bajomedieval”, en Idem, pp. 47-55.
46
ACIEN, M., Ronda y su serranía en tiempos de los Reyes Católicos, Málaga, 1979, 3 vols.
47
BELENGUER CEBRIÁ, E., Valencia en la crisis del siglo XV, Barcelona, 1976.
48
CABRILLANA, N., “Salamanca en el siglo XV: nobles y campesinos”, Cuadernos de Historia, 3 (1969), pp.
195-255.
49
FALCÓN PÉREZ, M.I. y LEDESMA RUBIO, Mª.L., Zaragoza en la baja Edad Media, Zaragoza, 1977.
50
GONZÁLEZ GÓMEZ, A., Moguer en la baja Edad Media, 1248-1538, Huelva, 1977.
51
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J.E., La tierra de Málaga a fines del siglo XV, Granada, 1977.
52
GARCÍA SAINZ DE BARANDA, J., La ciudad de Burgos y su concejo en la baja Edad Media, 2 vols,
Burgos, 1967.
53
SAEZ, C., “Sepúlveda en la segunda mitad del siglo XV”, A.E.M., 9 (1974-1979), pp. 267-328.
54
SANTAMARÍA ARANDEZ, A., “El reino de Mallorca en la época de los Reyes Católicos”, Boletín de la
Sociedad Castellonense de Cultura, XLVI (1970).
55
PRETEL MARÍN, A., Una ciudad castellana en los siglos XIV y XV (Alcaraz 1300-1475), Albacete, 1978; y
La integración de un municipio medieval en el estado autoritario de los Reyes Católicos: la ciudad de Alcaraz,
1475-1525, Albacete, 1979.
181
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
considerados, por su parte, como los de mayor auge que la historia urbana medieval vive
hasta entonces. Al tiempo que llegaba a los medievalistas españoles el influjo de dos obras
que iban a convertirse en clásicas, la de Henri Pirenne sobre las ciudades de la Edad Media56
(donde por cierto se da un estatus demasiado accesorio a las relaciones campo-ciudad) y la de
Yves Barel en torno al sistema urbano57, la cantidad de estudios sobre los más diversos temas
iba en aumento; hasta el punto que hubieron de celebrarse dos congresos para fijar las líneas
por las que transcurrían las investigaciones, aclararse en la ingente bibliografía urbana que por
entonces se anunciaba, y establecer ciertos criterios analíticos de cara a futuros estudios
generales, pues los diversos trabajos empiezan ya a demostrar que cada urbe era “un mundo
abreviado”, expresión que Adeline Rucquoi usará -en 1997- al referirse a Valladolid58.
El primer congreso se celebró en La Rábida y Sevilla en 1981 bajo el título La ciudad
hispánica durante los siglos XIII al XVI59. Acababa de salir a la luz la segunda edición de una
historia de la ciudad de Sevilla que había tenido mucho predicamento, en la que Miguel Ángel
Ladero Quesada era el encargado de analizar el período medieval de la urbe60. Este historiador
era el que más profundamente conocía la historia medieval andaluza61, y se convertirá en uno
de los principales valedores de la historia urbana en la década de 1980, tanto con sus propias
publicaciones62 como con la dirección de los trabajos de jóvenes historiadores. Fueron éstos,
de hecho, quienes expusieron sus estudios en La Rábida y Sevilla, exhibiendo una cantidad de
temas urbanos, y de metodologías a la hora de acercarse a ellos, apabullante si lo comparamos
con lo realizado hasta ese momento. Desde la más pura historia institucional hasta la historia
económica, pasando por la política, por la historia de las mentalidades y -como no podría ser
de otro modo- por la historia social, el panorama que se mostraba era el de una historiografía
urbana dispuesta a hacer una “historia total”, aún siendo consciente de los obstáculos. Los
historiadores consagrados al mundo urbano se mostraban dispuestos a superar los antiguos
modelos institucionalistas, e incluso el materialismo histórico, que por entonces tenía cierto
auge, para ofrecer una visión compleja de una realidad polifacética.
56
PIRENNE, H., Las ciudades en la Edad Media, Madrid, 1992 (9ª. Edic.).
BAREL, Y., La ciudad medieval. Sistema social, sistema urbano, Madrid, 1981.
58
RUCQUOI, A., Valladolid en la Edad Media, 2 vols., I. Génesis de un poder, II. Un mundo abreviado,
Valladolid, 1997.
59
SAEZ E., SEGURA GRIAÑO, C. y CANTERA MONTENEGRO, M. (Coords.), La ciudad hispánica durante
los siglos XIII al XIV. Actas del Coloquio celebrado en La Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981,
3 vols, Madrid, 1985-87.
60
LADERO QUESADA, M.A., La ciudad medieval. Historia de Sevilla, t. II, Valladolid, 1980 (2ª. Edic.).
61
Buena muestra de ello es su libro Andalucía en el siglo XV. Estudios de historia política, Madrid, 1973.
62
LADERO QUESADA, M.A., “Las ciudades de Andalucía occidental en la baja Edad Media: sociedad,
morfología y funciones urbanas” en La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XVI..., pp. 69-107; Granada.
Historia de un país islámico (1232-1571), Madrid, 1989.
57
182
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Una enorme cantidad de trabajos se publicaron en busca de este objetivo; obras de muy
distinta extensión y calidad sobre ciudades o villas como Vitoria63, Álava64, Antequera65,
Salamanca66, Laguardia67, Palencia68, Ávila69, Burgos70, Zaragoza71, Huelva72, Córdoba73,
Piedrahita74, Cartagena75, Segovia76, Murcia77, San Lúcar de Barrameda78, Cádiz79, Sevilla80,
Úbeda, Almería81, Baeza82, Almansa83, Medina del Campo84, Valladolid85, Olivera,86 Ciudad
63
DÍAZ DE DURANA, J.R., Vitoria a fines de la Edad Media (1428-1476), Vitoria, 1984.
DÍAZ DE DURANA, J.R., Álava en la baja Edad Media. Crisis, recuperación y transformaciones
socioeconómicas (c. 1250-1525), Vitoria, 1986.
65
ALIJO HIDALGO, F., Antequera y su tierra (1410-1510). Libro de repartimientos, Málaga, 1983.
66
GONZÁLEZ GARCÍA, M., Salamanca en la baja Edad Media, Salamanca, 1982.
67
GARCÍA FERNÁNDEZ, E., Laguardia en la baja Edad Media (1350-1516), Vitoria, 1985; La comunidad de
Laguardia en la baja Edad Media (1350-1516), Vitoria, 1985.
68
FUENTE PÉREZ, Mª.J., Palencia. Cien años de vida y gobierno de la ciudad (1421-1521) a través de las
actas municipales, Palencia, 1987; ESTEBAN RECIO, A., Palencia a fines de la Edad Media. Una ciudad de
señorío episcopal. Valladolid, 1989.
69
BELMONTE DÍAZ, J.A., La ciudad de Ávila (estudio histórico), Ávila, 1986.
70
CASADO ALONSO, H., Señores, mercaderes y campesinos. La comarca de Burgos a fines de la Edad
Media, Valladolid, 1987; BONACHÍA HERNANDO, J.A., El concejo de Burgos en la baja Edad Media (13451426), Valladolid, 1978; y El señorío del concejo de Burgos durante la baja Edad Media (1255-1508),
Valladolid, 1988; GUERRERO NAVARRETE, Y., Organización y gobierno de Burgos durante el reinado de
Enrique IV de Castilla, 1453-1476, Madrid, 1986.
71
FALCÓN PÉREZ, M.I., Zaragoza en el siglo XV. Morfología urbana, huertas y término municipal, Zaragoza,
1981.
72
GARCÍA-ARRECIADO BATANERO, A., “La villa de Huelva en la baja Edad Media”, en Huelva en su
historia, 2, Huelva, 1988, pp. 175-230.
73
EDWARDS, J., Christian Córdoba. The city and its region in the late Middle Ages, Cambridge, 1982;
ESCOBAR CAMACHO, J.M., Córdoba en la baja Edad Media, Córdoba, 1989.
74
LUIS LÓPEZ, C., La comunidad de villa y tierra de Piedrahita en el tránsito de la Edad Media a la Edad
Moderna, Ávila, 1987.
75
MONTOJO, V., “Cartagena en la época de los Reyes Católicos (1474-1516)”, Murgetana, 71 (1987), pp. 4971.
76
MARTÍNEZ MORO, J., La tierra en la comunidad de Segovia. Un proyecto señorial urbano (1088-1500),
Valladolid, 1985; ASENJO GONZÁLEZ, Mª., Segovia. La ciudad y su tierra a fines de la Edad Media, Segovia,
1986.
77
MENJOT, D., “La ville et l´Etat moderne naissant; la monarchie et le concejo de Murcie dans la Castille des
Trastamares d´Henri II á Henri IV”, en RUCQUOI, A. (Coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines
de la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 115-135.
78
MORENO OLLERO, A., Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edad Media, Cádiz, 1983.
79
SÁNCHEZ HERRERO, J., Cádiz, la ciudad medieval y cristiana (1260-1525), Córdoba, 1981.
80
COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ, A., Sevilla en la baja Edad Media. La ciudad y sus hombres, Sevilla,
1984.
81
SEGURA GRIAÑO, C., “La ciudad de Almería a finales de la Edad Media. Problemática municipal”,
Hispania, XLVI, 162 (1986), pp. 41-56; Almería en el tránsito a la modernidad (siglos XV y XVI), Almería,
1989.
82
PAREJO DELGADO, M.J., Baeza y Úbeda en la baja Edad Media, Granada, 1988.
83
PETREL MARÍN, A., Almansa medieval (una villa del señorío de Villena en los siglos XIII-XIV y XV),
Albacete, 1981.
84
VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Medina del Campo en la época de los Reyes Católicos”, en LORENZO
SANZ, E. (Coord.), Historia de Medina del Campo y su tierra, vol. I, Medina del Campo, 1986, pp. 231-314.
85
VALDEÓN BARUQUE, J., “Valladolid en los siglos XIV y XV”, en Historia de Valladolid. II. Valladolid
Medieval, Valladolid, 1980, pp. 87-111.
86
ROJAS GABRIEL, M., Olivera en la baja Edad Media. Siglos XIV y XV, Cádiz, 1987.
64
183
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Real87, Cáceres88, Chinchilla89, Talavera de la Reina90, etc. En una década creció tanto la
bibliografía sobre las urbes en la Edad Media que hubo que celebrar otro congreso para poner
algo de orden en un panorama que amenazaba, ya seriamente, con convertirse en inabarcable.
Se celebró en 1989, y, en efecto, en él se hizo una recapitulación de las líneas de análisis que
se seguían. En 1990 fueron publicadas sus actas bajo el título Concejos y ciudades en la Edad
Media Hispánica. Aún así, todo continuó como estaba.
Por aquellos años empezaron a oírse las primeras críticas en medio de una producción
historiográfica que seguía hallando materiales para investigar, y que se encontraba dispuesta a
seguir las sendas abiertas por trabajos anteriores, como señalan los estudios más recientes
sobre Valladolid91, Pontevedra92, Almazán93, Alcalá de Henares94, Segovia95, Soria96,
Guadix97, Molina98, Trujillo99, Huelva100, Cuenca101, Alicante102, Valdepeñas103, Madrid104,
87
VILLEGAS DÍAZ, L.R., Ciudad Real en la Edad Media. La ciudad y sus hombres (1255-1500), Ciudad Real,
1981.
88
SANTANA CONSUEGRA, F., La villa de Cáceres en la baja Edad Media, Tesis doctoral inédita, 1985.
89
PETREL MARÍN, A., La “comunidad y república” de Chinchilla (1488-1520). Evolución de un modelo de
organización de la oposición popular al poder patricio, Albacete, 1989.
90
SUÁREZ ÁLVAREZ, M.J., La villa de Talavera y su tierra en la Edad Media (1369-1504), Oviedo, 1982.
91
ÁLVAREZ BEZOS, S., Valladolid en la época de los Reyes Católicos según el alarde de 1503, Valladolid,
1998.
92
ARMAS CASTRO, J., Pontevedra en los siglos XII a XV. Configuración y desarrollo de una villa marinera
en la Galicia medieval, Pontevedra, 1992.
93
DIAGO HERNANDO, M., “Almazán en época de los Reyes Católicos. Estructura social de una pequeña
capital de estado señorial”, E.E.M., 16 (1993), pp. 239-264.
94
CASTILLO GÓMEZ, A., Alcalá de Henares en la Edad Media. Territorio, sociedad y administración. 11181515, Alcalá de Henares, 1990.
95
ECHAGÜE BURGOS, J.J., La Corona y Segovia en tiempos de Enrique IV (1440-1474). Una relación
conflictiva, Segovia, 1993.
96
ASENJO GONZÁLEZ, Mª., Espacio y sociedad en la Soria medieval (siglos XII-XV), Soria, 1999; DIAGO
HERNANDO, M., Estructuras de poder en Soria a fines de la Edad Media, Valladolid, 1993.
97
ASENJO SEDANO, C., Guadix. Estudio de una ciudad mudéjar: cómo se ocupó, repartió y organizó la
ciudad tras la capitulación de los Reyes Católicos, Guadix, 1992; ESPINAR MORENO, M. y otros, La ciudad
de Guadix en los siglos XV y XVI (1490-1515), Granada, 1992.
98
DIAGO HERNANDO, M., Relaciones de poder y conflictos políticos en Molina y su tierra durante el reinado
de los Reyes Católicos, Guadalajara, 1993.
99
FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR, C., La ciudad de Trujillo y su tierra en la baja Edad Media, Madrid,
Universidad complutense (tesis reprografiada), 1991.
100
GARCÍA-ARRECIADO BATANERO, A., La villa de Huelva en la época de los Reyes Católicos, Sevilla,
1992.
101
GUERRERO NAVARRETE, Y. y SÁNCHEZ BENITO J.Mª., Cuenca en la baja Edad Media; un sistema de
poder, Cuenca, 1994; JARA FUENTE, J.A., Concejo, poder y élites. La clase dominante de Cuenca en el siglo
XV, Madrid, 2000.
102
HINOJOSA MONTALVO, J.Mª., “Alicante: polo de crecimiento en el tránsito de los siglos XV al XVI”,
HINOJOSA MOTALVO, J. y PRADELLS NADAL, J. (Edits.), 1490 en el umbral de la modernidad. El
Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI, vol. I, Valencia, 1994, pp. 71-108.
103
MADRID Y MEDINA, A., “Valdepeñas en la época de los Reyes Católicos. La ciudad”, E.T.F.H.M., 4
(1991), pp. 25-38.
104
MONTERO VALLEJO, M., El Madrid Medieval, Madrid, 1992; LOSA CONTRERAS, C., El concejo de
Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Madrid, 1999.
184
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Zamora105, Ávila106, Chinchillla107, Huete108, Jerez de la Frontera109, Santander110, Nájera111,
Ciudad Rodrigo112, Lorca113, etcétera, etcétera. También se han hecho estudios sobre regiones
concretas; en especial sobre la Extremadura castellana114 y la zona norte de Castilla115, en este
último caso debido a las peculiaridades de las poblaciones norteñas. Con tal bibliografía, en
verdad ingente, se han venido realizando intentos de sistematizar los datos y ofrecer una
visión amplia sobre el contexto de las urbes116, si bien con un éxito bastante desigual, pues las
dificultades para aprehender toda la información y relacionar todos los temas de un modo
lógico, ateniéndose a las diferencias, pueden ser en no pocas ocasiones casi insuperables.
A estas dificultades de sistematización habría de sumarse una “parálisis metodológica”,
más que evidente, que ha venido afectando a los trabajos sobre los núcleos urbanos de Castilla
en la Edad Media. Más allá de que el número de publicaciones en torno a los siglos XIV y XV
sea infinitamente mayor que para los siglos anteriores, sobre los que se conservan pocos datos
105
LADERO QUESADA, M.F., La ciudad de Zamora en la época de los Reyes Católicos. Economía y
gobierno, Zamora, 1991.
106
MORENO NÚÑEZ, J.L., Ávila y su tierra en la baja Edad Media (siglos XIII-XV), Valladolid, 1992.
107
PRETEL MARÍN, A., Chinchilla medieval, Albacete, 1992.
108
QUINTANILLA RASO, Mª., La ciudad de Huete y su fortaleza a fines de la Edad Media. A propósito de una
reconstrucción en el reinado de los Reyes Católicos, Cuenca, 1991.
109
ABELLÁN PÉREZ, J., “Ordenanzas sobre el regimiento del cabildo jerezano”, E.T.F.H.M., 1 (1988), pp. 3140; y El concejo de Jerez de la Frontera en la primera mitad del siglo XV: composición, sistemas de elección y
funcionamiento del cabildo, Jerez de la Frontera, 1990.
110
BARO PAZOS, J., “El concejo de la villa de Santander en la baja Edad Media”, en El Fuero de Santander y
su época..., pp. 173-188.
111
GOLICOLEA, J., “La ciudad de Nájera en el tránsito de la Edad Media a la Moderna: el concejo, el señor y la
sociedad política ciudadana”, Hispania, LX/2, 205 (2000), pp. 425-452.
112
BERNAL ESTÉVEZ, A., El concejo de Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV, Salamanca, 1989;
“La señorialización de Ciudad Rodrigo durante los últimos Trastámaras”, Norba. Revista de Historia, 10 (1989),
pp. 143-153.
113
JIMÉNEZ ALCÁZAR, J.F., “Corregidores y poder municipal: Lorca, 1475-1516”, en HINOJOSA
MOTALVO, J. y PRADELLS NADAL, J. (Edits.), 1490 en el umbral de la modernidad..., pp. 87-96; y Un
concejo de Castilla en la frontera de Granada: Lorca, 1460-1521, Granada, 1997.
114
ASTARTITA, C., “Estudios sobre el concejo medieval de la Extremadura castellano-leonesa: una propuesta
para resolver la problemática”, Hispania, 151 (1982), pp. 355-413; MARTÍNEZ DÍEZ, G., Las comunidades de
villa y tierra de la Extremadura castellana (estudio histórico-geográfico), Madrid, 1983; MÁRQUEZ MUÑOZ,
J.A., “Una comunidad de villa y tierra de la Extremadura castellana: Almazán hasta el siglo XIII”, Celtiberia,
1973 (1987), pp. 21-67.
115
ORTIZ REAL, J., Cantabria en el siglo XV. Aproximación al estudio de los conflictos sociales, Santander,
1985; GARCÍA ORO, J., Galicia en los siglos XIV y XV, 2 vols, Pontevedra, 1987.
116
RUCQUOI, A. (Coord.), “Des villes nobles pour le roi”, en Realidad e imágenes del poder. España a fines de
la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 195-214; AZCÁRRAGA SERVET, J., de, “Vertebración de los concejos y
ciudades en la baja Edad Media”, en Concejos y ciudades en la Edad Media hispánica..., pp. 347-356;
GAUTIER-DALCHÉ, J., “La ville hispanique au Mogen Age”, en Idem, pp. 7-20; BONACHÍA HERNANDO,
J.A. (Coord.), La ciudad medieval. Aspectos de la vida urbana en la Castilla bajomedieval, Valladolid, 1996;
LADERO QUESADA, M.F., Las ciudades de la Corona de Castilla en la baja Edad Media (siglos XIII-XV),
Madrid, 1996; ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Las ciudades”, en NIETO SORIA, J.M. (Dir.), Orígenes de la
Monarquía hispánica; propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), Madrid, 1999, pp. 105-140; PÉREZ, J., “Las
ciudades en la época de los Reyes Católicos”, en VALDEÓN BARUQUE, J. (Edit.), Sociedad y economía en
tiempos de Isabel la Católica, Valladolid, 2002, pp. 115-129; RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, J.I., “Ciudades y
sociedades urbanas en la España medieval, siglos XIII-XV”, en Las sociedades urbanas en la España medieval.
XXIX Semana de estudios medievales. Estella, 15-19 de julio de 2002, Pamplona, 2003, pp. 17-49.
185
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
para la mayoría de las ciudades, muchos historiadores, por comodidad sin duda -comodidad
derivada, eso sí, del acorralamiento económico en que se hallan a la hora de investigar-, no se
han preocupado por ofrecer enfoques metodológicos nuevos, y bajo la pretensión, pocas veces
cumplida, de una “historia total”, suelen ofrecerse esquemas en los que se realiza una división
tripartida de la historia de cada urbe, segmentándola en instituciones de gobierno, economía y
sociedad, sin que siempre se señale una relación certera entre las partes.
Así lo indicaba en 1995 uno de esos historiadores a quienes, se esté de acuerdo o no con
sus teorías, nunca podrán negárseles sus ansias de innovar metodológicamente en los temas
que tratan: José María Monsalvo Antón117. Según éste, la historia urbana en torno a dicho año
tenía (y sigue teniendo, añado) una serie de “defectos”, sobre todo en lo referente al “estilo de
construir” las monografías, debidos, aparte de a la falta de originalidad a la hora de presentar
las informaciones, al “escaso avance en la teorización e interpretación de los fenómenos [...] y
el recurso a unos pocos paradigmas y lugares comunes, creados por algunos maestros
indiscutidos...”118 Esta crítica es compartida hoy por muchos historiadores, entre los que me
incluyo, lo cual no quiere decir que cualquier alternativa a los planteamientos vigentes sea
válida. No en vano, la metodología empleada por Monsalvo Antón en algunos de sus estudios,
muy influida por la idea del “sistema urbano “ de Yves Barel, se considera a veces demasiado
funcionalista, debido a su excesiva rigidez teórica119.
En resumen, pues, los problemas que en la actualidad tiene la historiografía urbana que
analiza la Castilla bajomedieval básicamente son los dos referidos: “está colapsada” desde un
punto de vista bibliográfico, lo cual es un problema sólo en parte; y adolece de imaginación a
la hora de exponer sus planteamientos y/o conclusiones, tal vez por culpa del “colapso”. Lo
que no significa que desde hace ya tiempo no haya historiadores consagrados que estén manos
117
MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Poder político y aparatos de estado en la Castilla bajomedieval.
Consideraciones sobre su problemática”, S.H.H.M., 4 (1986), pp. 101-167; “El reclutamiento del personal
político concejil. La designación de corregidores, alcaldes y alguaciles en un concejo del siglo XV”, S.H.H.M., 5
(1987), pp. 173-198; El sistema político concejil. El ejemplo del señorío medieval de Alba de Tormes y su
concejo de villa y tierra, Salamanca, 1988; “La sociedad política en los concejos castellanos de la meseta durante
la época del regimiento medieval. La distribución social del poder”, en Concejos y ciudades en la Edad Media
hispánica..., pp. 357-413; “Parentesco y sistema concejil. Observaciones sobre la funcionalidad política de los
linajes urbanos en Castilla y León (siglos XIII-XV)”, Hispania, 185 (1993), pp. 937-970; “Gobierno municipal,
poderes urbanos y toma de decisiones en los concejos castellanos bajomedievales (consideraciones a partir de
concejos salmantinos y abulenses)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval..., pp. 409-488.
118
MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Historia de los poderes medievales, del derecho a la antropología (el ejemplo
castellano; monarquía, concejos y señoríos en los siglos XII-XV)”, en Historia a Debate. Historia Medieval,
Santiago de Compostela, 1995, pp. 81-149, en concreto pp. 88-89.
119
Personalmente comparto la visión del funcionalismo que da Mary DOUGLAS: el funcionalismo, escribe,
“propone un enfoque inaceptable de la intervención humana al presentar a los humanos como agentes pasivos
cuya actuación está sujeta a un condicionamiento más o menos total. El argumento se fundamenta en una forma
de determinismo sociológico que niega al individuo tanto la iniciativa como el juicio”: DOUGLAS, M., Cómo
piensan las instituciones, Madrid, 1996, p. 56.
186
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
a la obra para acabar con esta situación, tal y como quedó bien de manifiesto en las Jornadas
Medievales de Estella del año 2002, donde se analizaron las sociedades urbanas.
Como puede observarse, hasta aquí no ha aparecido ni una sola referencia a la historia
medieval de Toledo entre la bibliografía señalada. El panorama en que hasta aquí ha estado tal
urbe es desolador si se compara con otras ciudades importantes de los reinos castellanoleoneses, las cuales en su mayor parte cuentan con una o varias monografías, que pretenden
dar una visión más o menos completa de su contexto a fines de la Edad Media. Basándose en
un hecho indiscutible, que Toledo apenas conserva documentación medieval, hasta hace tan
sólo unos años la ciudad del Tajo no contaba con un estudio verdaderamente importante sobre
sus circunstancias económicas, sociales y políticas en el Medievo. Cierto que existen
excepciones notables, como el libro de Eloy Benito Ruano, publicado hace más de cuarenta
años, sobre los bandos de la urbe en el siglo XV120, pero aparte de esta obra, otras que
analizan con mayor o menor fortuna la época musulmana121, y algunas que estudian los más
diversos temas de su historia con metodologías propias de “eruditos locales”122, hasta los años
80 del siglo XX el balance de la historiografía medieval referente a Toledo era muy negativo.
La ciudad del Tajo siempre ha gozado de un halo de leyenda que viene confundiéndose
con su “historia verídica”, hasta tal punto que aún hay quien vive de ello, relatando por sus
calles a los turistas despistados los más increíbles sucesos. Acaso por su “grandioso pasado”
en época visigoda, por ser una de las pocas ciudades que mantiene su traza islámica medieval,
o, sencillamente, porque es de los núcleos urbanos que a más turistas atrae en la zona interior
de España, todo el mundo dice saber algo de la Edad Media de Toledo. Unas veces es falso;
en otras ocasiones cierto. Lo malo es que lo que suele conocerse son famosas leyendas como
las de la “Peña del Moro”, la de los “empozados”, la del “Pozo amargo”...123 relatos que
pululan por la urbe dotándola de cierto misterio. En realidad esto no es nuevo: ya era así en la
Edad Media124.
Para entender la historiografía de Toledo hemos de partir de una visión general sobre la
imagen que se ha dado hasta ahora de las ciudades de Castilla. Las diferentes obras han
120
BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV. Una historia política, Madrid, 1961.
DELGADO VALERO, C., Toledo islámico; ciudad, arte e historia, Toledo, 1987; MONTEMAYOR, J., La
rêre imperial en Toledo, XII-XIII siécles; musulmans, chrêtiens et juifs. Le savoir de la tolérance, París, 1991.
122
Ha de señalarse alguna excepción, no obstante. Las obras sobre el urbanismo de Toledo de Julio PORRES
MARTÍN-CLETO son fundamentales para conocer la fisonomía de la urbe a lo largo de su historia: Historia de
las calles de Toledo, 2 vols, Toledo, 1971; “Evolución histórica del plano de Toledo”, en Toledo, ¿ciudad viva?,
¿ciudad muerta?, Toledo, 1988, pp. 241-283; y Planos de Toledo, Toledo, 1989. También es de destacar un
erudito de finales del siglo XIX, cuya obra aún goza de valor: MARTÍN GAMERO, A., Historia de la ciudad de
Toledo, sus claros varones, sus monumentos, 2 vols., Toledo, 1862 (Edic. facsímil, Toledo, 1979).
123
Sobre estas leyendas véase: GARCÍA DE DIEGO, V., Leyendas de España, Barcelona, 1999, pp. 370 y ss.
124
Véase al respecto: BENITO RUANO, E., “A Toledo los diablos”, Ciudad Real, 1995.
121
187
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
venido a demostrar que los núcleos urbanos del área cantábrica eran bastante pequeños, y
tenían una organización diferenciada; que al norte del Sistema Central, más allá de la zona
riojana, existían sólo algunos centros destacables, como Burgos, Valladolid, León o Palencia;
que desde las estribaciones del Sistema Central a la línea del Tajo no pocos concejos estaban
organizados como “comunidades de villa y tierra”, lo que les permitía gozar de un amplio
control sobre extensos espacios jurisdiccionales; y que, por último, en el entorno del Tajo,
más allá de villas o urbes pequeñas como Cuenca o Guadalajara, Toledo era la gran ciudad.
Al sur de ésta se extendían las grandes posesiones de las Órdenes militares y de otros señores,
en las que el peso de núcleos urbanos como Ciudad Real era bastante reducido Ya en la zona
andaluza, sin duda la que ha recibido una mayor atención por parte de la historiografía urbana,
destacaban importantes ciudades como Sevilla, Córdoba y Granada.
Toledo, pues, era la gran ciudad del centro de Castilla. Sin embargo, tal vez sea una de
las ciudades sobre las que menos documentación se conserva para el Medievo, como se verá.
Hay dos tipos de fuentes cuya ausencia es dramática: las actas del Ayuntamiento y los
protocolos notariales. En todo caso, si hubiéramos de escribir una historia sobre la
historiografía medieval contemporánea que ha tomado a la ciudad del Tajo como referente,
habría que empezar señalando que la obra de Eloy Benito Ruano Toledo en el siglo XV. Vida
política fue en su día, allá por 1961, un hito en los estudios sobre Toledo, y también en los
estudios sobre la conflictividad urbana de Castilla en general. Aún sigue siendo un trabajo de
obligada consulta, como lo son otros estudios del mismo autor, el cual no pudo concluir su
verdadero objetivo: realizar, aparte del trabajo sobre la vida política de esta urbe, otras obras
centradas en su vida económica y administrativa, y en su sociedad125.
La historiografía medieval de Toledo sobre el siglo XV durante dos décadas, las de 1960
y 1970, empezó y acabó en Eloy Benito Ruano. Acaso por la falta de fuentes, y porque mucho
de lo que podía decirse sobre la historia política y social de la urbe ya estaba dicho, hubo que
esperar hasta la década de 1980 para que otros historiadores prestaran una atención preferente
a Toledo, entre los que han de destacarse sobre todo a dos: Jean-Pierre Molènat, un hispanista
francés, y Ricardo Izquierdo Benito, un historiador también formado en arqueología (o mejor,
un arqueólogo además formado en historia). Ambos autores tuvieron claro desde el principio
que habían de centrarse en la historia socio-económica, tanto porque no contaban con fuentes
125
Pueden destacarse entre las obras de Eloy BENITO RUANO: Los infantes de Aragón, Pamplona, 1952; “Don
Pero Sarmiento, repostero mayor de Juan II de Castilla”, Hispania, XVII (1957), pp. 483-504; Toledo en el siglo
XV. Una historia política, Madrid, 1961; “Visita de las villas y lugares del arzobispo de Toledo (1435)”, Anales
Toledanos, V (1971), pp. 11-104; “Aranceles de las puertas y puentes de Toledo”, Anales Toledanos, XVI
(1973), pp. 139-149.
188
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
que no se conociesen sobre la situación política de la urbe en el Medievo, como porque lo que
dominaba en el momento en que desarrollaron sus trabajos era el materialismo histórico. Por
otro lado, las fuentes documentales de instituciones eclesiásticas como el Cabildo catedralicio
por entonces no habían sido bien explotadas, y lo más importante que se había realizado con
respecto a la sociedad toledana -quitando los estudios de Benito Ruano, que una y otra vez se
referían a los judeo-conversos126, a los Silva y a los Ayala- se centraba en el mundo judío127.
Ricardo Izquierdo Benito, cuya Tesis Doctoral, que analizaba el patrimonio del Cabildo
catedralicio de Toledo en el siglo XIV, se publicó en 1980128, pronto centró sus estudios en la
vida económica de la ciudad129, para luego derivar hacia planteamientos más generales, en los
que el urbanismo y el orden público adquirieron notable importancia130. Jean-Pierre Molènat,
por su parte, desde un principio puso todo su interés en desentrañar la compleja red de nobles,
y aspirantes a serlo, que gobernaron Toledo desde su conquista por los cristianos, en 1085,
hasta el inicio del siglo XVI, centrando sus análisis en la formación de los patrimonios que
cada una de las familias adquirió, y en cómo afectó esto al paisaje extramuros de la ciudad del
Tajo131. Hubo que esperar, sin embargo, más de veinte años -hasta 1997- para que saliese a la
126
BENITO RUANO, E., Los orígenes del problema converso, Madrid, 2001 (2ª Edición revisada y aumentada).
CANTERA BURGOS, F., Sinagogas de Toledo, Segovia y Córdoba, Madrid, 1973; y LEÓN TELLO, P.,
Judaizantes del Arzobispado de Toledo habilitados por la Inquisición en 1495 y 1497, Madrid, 1967. LEÓN
TELLO, P., Judíos de Toledo, 2 tomos, Madrid, 1979; “Los judíos de Toledo en el último cuarto del siglo XV”,
en La expulsión de los judíos de España, Toledo, 1993, pp. 93-108.
128
IZQUIERDO BENITO, R., El patrimonio del Cabildo de la Catedral de Toledo en el siglo XIV, Toledo,
1980; “Modo de explotación del patrimonio del Cabildo de la catedral de Toledo durante la segunda mitad del
siglo XIV: contratos de arrendamiento”, Hispania, 40 / 145 (1980), pp. 357-393; “El patrimonio urbano del
Cabildo de la catedral de Toledo en la segunda mitad del siglo XIV”, Anales Toledanos, XIII (1980), pp. 3-24;
“Bienes, ingresos y gastos de la Obra de la catedral de Toledo durante la primera mitad del siglo XV”, E.E.M., 2
(1981), pp. 467-484.
129
IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios en Toledo en el siglo XV (1400-1475), Toledo, 1983;
“Ordenanzas de las ferias de Toledo fundadas por Enrique III”, E.E.M., 4/1 (1984), pp. 433-445; “La
infraestructura mercantil de Toledo en la baja Edad Media”, en Toledo, ¿ciudad viva?, ¿ciudad muerta?, Toledo,
1988, pp. 311-324; La industria textil de Toledo en el siglo XV, Toledo, 1989; “La organización gremial textil de
Toledo en el siglo XV”, E.E.M., 12 (1989), pp. 191-203; “La actividad comercial en Toledo a fines de la Edad
Media (1450-1475)”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650), Madrid, 1991, pp. 137-157; y
Abastecimiento y alimentación en Toledo durante el siglo XV, Cuenca, 2002.
130
IZQUIERDO BENITO, R., “Las ciudades medievales: espacios fortificados”, en BARRIO BARRIO, J.A. y
CABEZUELO PLIEGO, J.V. (Edits.), La fortaleza medieval: realidad y símbolo. Actas de la XV Asamblea
General de la Sociedad Española de Estudios Medievales, Murcia, 1988, pp. 109-118; Un espacio desordenado:
Toledo a fines de la Edad Media, Toledo, 1996; “Edad Media”, en Historia de Toledo, Toledo, 1997, pp. 117256; “Datos sobre los conversos toledanos en el siglo XV”, en VILLENA ESPINOSA, R. (Coord.), Ensayos
humanísticos: homenaje al profesor Luis Llorente Toledo, Cuenca, 1997, pp. 233-247; y (Coord.), Castilla-La
Mancha medieval, Ciudad Real, 2002.
131
MOLENAT, J.P., “Toléde et ses finages au temps des Rois Catholiques. Contribution à l´historie sociale et
économique de la cite avant la révolte des Comunidades”, Mélages de la Casa de Velázquez, VIII (1972), pp.
327-377; “Places et marchés de Toléde au Moyen Age (XIIe-XVIe siècles)”, en Plazas et sociabilité en Europe et
Amérique Latine, París, 1982; “L´urbanisme de Toléde aux XIVéme et XVéme siècles”, en La Ciudad Hispánica
durante los siglos..., tomo II, Madrid, 1985, pp. 1.105-1.111; “Formation des seigneuries toledanes aux XIV et
XV siecles”, en RUCQUOI, A (Coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media,
Valladolid, 1988, pp. 349-370; “Quartiers et communautés á Tolède (XII-XV siècles)”, E.E.M., 12 (1989), pp.
127
189
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
luz su gran obra en torno a la formación de la tierra toledana, y al papel que cumplieron en
ella tanto los distintos linajes destacados de la urbe como las circunstancias económicas132.
Tal vez algunos esperaran más tras una espera tan larga; tal vez las posturas del historiador
francés puedan ser demasiado positivistas en ocasiones. En todo caso, la labor de Molènat a la
hora de buscar información es encomiable, y desde luego se trata de la única gran monografía
con que cuenta Toledo en la actualidad, aunque no pueda ubicarse dentro de la línea seguida
por otras monografías que pretenden dar una imagen global de las ciudades que refieren.
Tanto las líneas de investigación abiertas por uno como por otro autor han sido seguidas
por los medievalistas que en los últimos tiempos han estudiado la ciudad del Tajo. El mismo
año en que salió a la luz la obra de Molènat, se publicaba un libro de José Luis Barrios Sotos
sobre el convento de Santo Domingo el Real a finales del Medievo133, una institución que, por
su importancia en el control del comercio textil de la urbe, en parte venía a completar ciertas
investigaciones de Ricardo Izquierdo Benito. La Tesis de éste, de la misma forma, ha sido
completada hace poco gracias a la publicación de la Tesis Doctoral de María José Lop Otín,
aunque esta historiadora se centra más en los aspectos institucionales y sociológicos del
Cabildo catedralicio y no tanto en los económicos134.
Con respecto a la línea de investigación seguida por Molènat, debe destacarse la obra de
un historiador que ya no está entre nosotros, pero que nos dejó trabajos de una notable valía:
Juan Ramón Palencia Herrejón. Tras la publicación de su Tesina, donde realizaba un análisis
detenido del principal linaje nobiliario de Toledo en el siglo XV, el de los Ayala135, su Tesis
Doctoral -publicada hace poco en CD- se centró en el estudio de la oligarquía toledana y de su
rol en las estructuras institucionales de la urbe. Éste era un tema que había sido descuidado en
algunos aspectos por Jean-Pierre Molénat, y Palencia Herrejón pudo desarrollarlo en buena
medida gracias a los planteamientos apuntados por otros dos historiadores: una medievalista,
Rosa María Montero Tejada, que tras realizar un pequeño trabajo sobre el Cabildo de jurados
163-189; “L´oligarchie municipale de Toléde au XVé siècle”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne
(1450-1650), Toledo, 1991, pp. 259-277; “Les musulmans de Tolède aux XIV et XV siècles”, en Las Espagnes
medièvales: aspects economiques et sociaux. Melanges offerts a Jean-Gautier Dalché, Niza, 1993, pp. 175-190.
132
MOLÈNAT, J.P., Campagnes et monts de Tolède du XIIe au XVe siècle, Madrid, 1997.
133
BARRIOS SOTOS, J.L., “Problemática en torno al control del comercio de paños en Toledo en el siglo XV y
su repercusión social”, I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, vol. IV, Toledo, 1988, pp. 211-217; y
Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507), Toledo, 1997.
134
LOP OTÍN, Mª.J., El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV: aspectos institucionales y sociológicos,
Madrid, 2003.
135
PALENCIA HERREJÓN, J.R., Bases de poder de la nobleza urbana de Castilla: los Ayala de Toledo (13981512), Universidad Complutense de Madrid, 1994 (Tesina de licenciatura inédita). Se publicó en parte bajo el
título Los Ayala de Toledo: desarrollo e instrumentos de poder de un linaje nobiliario en el siglo XV, Toledo,
1995.
190
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
de Toledo136 decidió emprender una investigación distinta (sobre el linaje de los Manrique137);
y un modernista, Francisco José Aranda Pérez, cuyos estudios en torno al referido Cabildo de
jurados y al Regimiento se retrotraen hasta el siglo XV, y llegan hasta prácticamente el XIX,
siendo de lectura obligada para todo aquel interesado en comprender cómo operaba la
oligarquía de Toledo a nivel público138. En este sentido, tal vez la mayor debilidad de la Tesis
Doctoral de Juan Ramón Palencia Herrejón sea que no aguanta una comparación con el
trabajo de Molènat en lo que se refiere a los datos, pues éste se apoya en una cantidad de
documentos infinitamente más amplia, lo cual no quiere decir que las ideas que el historiador
español defiende no estén bien fundamentadas, y que sean en muchos aspectos incluso más
reveladoras que las defendidas por el hispanista francés139.
Aparte de estas obras habría que referir otras de una entidad menor que estudian temas
concretos, como el de los señoríos que rodeaban la urbe140, la revuelta en contra de los judeoconversos de 1449141, los enfrentamientos entre los dirigentes de Toledo y los de Burgos por
dar primero el voto en las Cortes142, diversos aspectos sobre la organización institucional de la
urbe143 o sobre su oligarquía144, cuestiones que nos llevan ya a la Edad Moderna, como la que
136
MONTERO TEJADA, R.Mª., “La organización del cabildo de los jurados de Toledo (1422-1510)”,
E.T.F.H.M., 3 (1990), pp. 213-258.
137
MONTERO TEJADA, R.Mª., Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje de los Manrique, Madrid, 1996.
138
ARANDA PÉREZ, F.J., Poder municipal y Cabildo de Jurados en la Edad Moderna (siglos XV al XVII),
Toledo, 1992; Poder y poderes en la ciudad de Toledo. Gobierno, sociedad y oligarquías en la España moderna,
Cuenca, 1999; “Nobles, discretos varones que gobernáis a Toledo. Una guía prosopográfica de los componentes
del poder municipal en Toledo durante la Edad Moderna (corregidores, dignidades y regidores)”, en ARANDA
PÉREZ, F.J. (Dir.), en Poderes intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España
moderna, Cuenca, 1999, pp. 227-309.
139
Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN leyó su Tesis Doctoral en la Universidad Complutense de Madrid en
1999. El título de la misma es Ciudad y oligarquía de Toledo a fines del Medievo (1422-1522).
140
FRANCO SILVA, A., “El destino del patrimonio de don Álvaro de Luna. Problemas y conflictos en la
Castilla del siglo XV”, A.E.M., 12 (1982), pp. 549-583; “Oropesa. El nacimiento de un señorío toledano a fines
del siglo XV”, A.E.M., 15 (1985), pp. 299-315; “La implantación de señoríos laicos en tierras de Toledo durante
el siglo XV. EL ejemplo de Gálvez”, en Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, VI.
Campesinos y señores en los siglos XIV-XV, Talavera, 1988, pp. 65-74; El condado de Fuensalida en la baja
Edad Media, Cádiz, 1994.
141
RODRÍGUEZ HORTA, A., “Sociedad y ocupación de cargos públicos del Ayuntamiento de Toledo en la
mitad del siglo XV”, I Congreso de Historia de Castilla-la Mancha, t. V, Toledo, 1988, pp. 205-210;
GONZÁLVEZ RUIZ, R., “Fundamentos doctrinales de la sentencia-estatuto de Toledo contra los conversos
(1449)”, en Inquisición y conversos, Toledo, 1994, pp. 279-296.
142
BENITO RUANO, E., La prelación ciudadana. Las disputas entre las ciudades de la Corona de Castilla,
Toledo, 1972.
143
MILLARES CARLO, A., “El libro de los privilegios de los jurados de Toledo”, A.H.D.E., IV (1927), pp.
457-472; SIERRA CORELLA, A., “Libro Cartulario de los Jurados de Toledo”, Boletín oficial de la R.A.H., 94
(1929), pp. 193-214; SÁEZ SÁNCHEZ, E., “Ordenamiento dado a Toledo por el infante don Fernando de
Antequera, tutor de Juan II”, A.H.D.E., XV (1944), pp. 5-62; “El libro del juramento del ayuntamiento de
Toledo”, en A.H.D.E., 16 (1945), pp. 530-624; “Ordenanzas de los gremios de Toledo”, Revista de Trabajo, 1
(enero de 1945), pp. 39-49, y 7-8 (julio-agosto de 1945), pp. 689-700; PALOMEQUE TORRES, A., “El fiel del
juzgado de los propios y montes de la ciudad de Toledo”, en Cuadernos de Historia de España, LV-LVI (1972),
pp. 322-399.
191
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
se refiere al pleito entre el Ayuntamiento Toledo y el conde de Belalcázar o a la población
cristiana nueva145... También ha se señalarse la importancia del estudio de José María Sánchez
Benito sobre la Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real entre el siglo XIII
y el XV146, o de un tema que siempre ha despertado gran interés en lo relativo a Toledo, tanto
por los problemas que la urbe tuvo con la población judeo-conversa como por la cantidad de
documentos conservados: la Inquisición147.
En fin, atendiendo a este panorama, y en coincidencia con lo señalado por algún autor,
lo que caracteriza tanto a los estudios sobre las ciudades, en general, como sobre la ciudad del
Tajo, en concreto, es su carácter diverso, ya que, como en su día advirtió Jean Gautier-Dalché,
“de todos los países europeos la Castilla medieval era la que ofrecía los paisajes urbanos más
variados”148. Desde la década de 1980 los medievalistas han procurado encontrar entre esta
heterogeneidad una base común para todas las urbes, y, en efecto, parece que existe al menos
algo que en todas las ciudades era igualmente importante: el poder.
Lo difícil es definir qué era realmente el poder, y encontrar sentido a formas de ejercerlo
de lo más variadas. Por ejemplo, mientras un grupo de nobles controlaba Soria, el control de
Ciudad Rodrigo quedaba en manos de algunos clérigos y de un grupo de vecinos, y Madrid
tenía (tuvo durante un tiempo) un gobierno en el que pobres y ricos se repartían el dominio
sobre la villa de manera prácticamente paritaria149.
2.1.2. LA “NUEVA HISTORIA” Y LAS “RELACIONES DE PODER”
En el momento actual las temáticas relativas a la historiografía urbana siguen abiertas.
La variedad de trabajos que están llevándose a cabo, y de enfoques con que se realizan, sigue
144
MARTZ, L., “Converso families in fifteenth and sixteenth century Toledo: the significance of linaje”,
Sefarad, XLVIII (1988), pp. 117-193; PALENCIA HERREJÓN, J.R., “Elementos simbólicos de poder de la
nobleza en Castilla: los Ayala de Toledo a final del Medievo”, E.E.M., 18 (1995), pp. 163-179; “La política de
orden público de Enrique IV de Castilla: los gobernadores de Toledo”, Actas del III Congreso Internacional de
Hispanistas, 1998, pp. 161-171; “Las relaciones de poder en Toledo a comienzos del siglo XV (1406-1422):
Pedro López de Ayala, la oligarquía local y la monarquía castellana”, Anales toledanos, 36 (1998), pp. 45-52.
145
GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo, Toledo, 1970; OWENS, J.B., Despotism,
Absolutism and the Law in Renaissance Spain: Toledo versus the coants of Belalcázar (1445-1574), Michigan,
1972.
146
SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real (siglos XII al XV),
Toledo, 1987.
147
RÁBADE OBRADÓ, Mª. del P., “La religiosidad femenina, según los procesos inquisitoriales de Ciudad
Real-Toledo, 1483-1507”, en Las mujeres en el cristianismo medieval, Madrid, 1989, pp. 435-449; Los
judeoconversos en la corte y en la época de los reyes Católicos, Madrid, 1990; “Expresiones de la religiosidad
cristiana en los procesos contra los judaizantes del Tribunal de Ciudad Real-Toledo: 1483-1507”, E.E.M., 13
(1990), pp. 303-330.
148
LOSA CONTRERAS, C., El concejo de Madrid..., p. 4.
149
SALCEDO IZU, J., “La autonomía municipal según las Cortes castellanas de la baja Edad Media”, A.H.D.E.,
50 (1980), pp. 223-242.
192
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
siendo notable. Entre aquellas obras que se decantan por una vía de análisis más institucional
-desarrollada con pericia por algunos historiadores del derecho150-, y entre quienes ponen más
énfasis en los aspectos socio-económicos, cada vez se da mayor importancia a la
conformación de las oligarquías; al papel del común; al establecimiento de cotas de poderío a
nivel social; a la organización de bandos-linaje; a la creciente actitud intervencionista de los
reyes en la vida urbana; a la patrimonialización de los oficios públicos; al envío de delegados
de la Corona a las ciudades; al establecimiento de impuestos, de forma abusiva a veces, por
parte de los monarcas, de los señores o de los Ayuntamientos urbanos; al dominio de las urbes
sobre sus tierras... en definitiva, por mucho que no se sea consciente de ello, al poder. O lo
que es lo mismo, a la historia política entendida desde una perspectiva más amplia de cómo se
definía la “historia política tradicional”.
No obstante, la vida de la “nueva historia política” aparentemente es muy corta en la
historiografía medieval sobre Castilla. Aunque pueda remontarse al menos hasta mediados del
siglo XX, si se asumen como ubicables dentro de ella los estudios de algunos historiadores,
filósofos, filólogos o politólogos centrados en el análisis de las ideas políticas medievales151,
cuando empieza a despuntar es a fines de la década de 1980, gracias a los trabajos de José
Manuel Nieto Soria, quien derivó desde su inicial línea de investigación, el estudio de la
Iglesia en Castilla, al análisis de los fundamentos ideológicos del poder regio; una deriva
lógica si nos atenemos al vínculo ideológico existente entre la realeza y el clero152. Desde
entonces Nieto Soria ha sido, también, el principal medievalista que ha teorizado sobre el
150
Sirva como ejemplo: POLO MARTÍN, R., El régimen municipal de la Corona de Castilla durante el reinado
de los Reyes Católicos. Organización, funcionamiento y ámbito de actuación, Madrid, 1999.
151
GARCÍA PELAYO, M., El reinado de Dios como arquetipo político (Estudio sobre las formas políticas de la
alta Edad Media), Madrid, 1959; Los mitos políticos, Madrid, 1981; BENEYTO PÉREZ, J., Los orígenes de la
ciencia política en España, Madrid, 1949.
152
NIETO SORIA, J.M., “La transpersonalización del poder regio en la Castilla bajomedieval”, A.E.M., 17
(1987), pp. 559-570; Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988;
Iglesia y poder real en Castilla. El episcopado, 1250-1350, Madrid, 1988; “Le control politique de la vie
ecclésiastique en Castille à la fin du Moyen Age. 1250-1480”, en Razo, cahiers du Centre d´Etudes Medievales
de Nice, 9 (1989), pp. 89-102; “Le clerc du roi et les origines de l´Etat moderne en Castille, propaganda et
legitimation (XIII-XV siecles)”, Journal of Medieval History, 18 (1992), pp. 297-318; “Del rey oculto al rey
exhibido: un síntoma de las transformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Medievalismo, 2 (1992), pp.
5-27; Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, 1993; Iglesia y
génesis del Estado moderno en Castilla (1369-1480), Madrid, 1994; “Ideología y centralización política en la
crisis bajomedieval”, Historia a debate, Historia medieval, Santiago de Compostela, 1995, pp. 151-161;
“Propaganda política y poder real en la castilla Trastámara”, A.E.M., 25/2 (1995), pp. 489-515; “El “poderío real
absoluto” de Olmedo (1445) a Ocaña (1469): la monarquía como conflicto”, E.E.M., 21 (1998), pp. 159-228;
“La Realeza”, en NIETO SORIA, J.M. (Dir.), Orígenes de la Monarquía Hispánica; propaganda y legitimación
(ca. 1400-1520), Madrid, 1999, pp. 25-62; “Los fundamentos ideológicos del poder regio”, en VALDEÓN
BARUQUE, J. (Edit.), Isabel la Católica y la política, Valladolid, 2001, pp. 181-216.
193
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
carácter de la “nueva historia política” y sobre sus potencialidades153, influyendo hasta tal
punto en algunos historiadores154 que hoy no puede concebirse un trabajo sobre cualquiera de
los temas políticos que afectan a la Edad Media castellana sin hacer referencia a sus obras.
De las posibles definiciones sobre la “nueva historia política” tal vez la más sencilla sea
ésta: “social history with the politics put back in”, es decir, historia social con los políticos
dentro, con la política restituida155. Recuérdese que los historiadores que reaccionaron contra
la “historia política tradicional” abogaban por una historia con los políticos fuera: “history
with the politics left out”. La causa por la que la política ha vuelto a adquirir relevancia tiene
que ver con las quejas de algunos medievalistas insignes como Jacques Le Goff, quien ya se
quejaba en la década de 1970 de cierta “desvertebración” en los análisis históricos, debida a la
marginalidad de la historia política. Desde entonces, poco a poco en gran parte de Europa la
historia económica ha ido quedando relegada, y ha empezado a ponerse énfasis en lo político,
ampliándose este concepto de una manera hasta hace años impensable.
Dicho esto, en la historiografía medieval hispana, al menos en aquella que se dedica al
análisis de Castilla en el bajo Medievo, la “nueva historia política” tiene en la actualidad un
serio problema de indefinición. Como se trata de una línea historiográfica en la que los límites
entre la historia social, la historia política y la historia cultural son difusos, se corre el riesgo
de que haya una asimilación entre la segunda y la última, resultando marginada la primera;
algo que ha venido produciéndose hasta el momento. La “nueva historia política” que se viene
haciendo es muy cultural, y está muy apegada a los estudios sobre el poder regio, echándose
en falta su carácter social. Por contra, muchos historiadores insisten en que trabajan sobre las
“relaciones de poder”, sin ser conscientes de que están haciendo “nueva historia política “. El
propio Juan Manuel Nieto Soria lo dejaba claro en el título de uno de sus trabajos156: “La
renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de poder”.
Si se asume esto tal cual, puede decirse que la “nueva historia política” ha tenido un
desarrollo casi increíble en los últimos años entre los medievalistas españoles, aunque ellos ni
153
NIETO SORIA, J.M., “La ideología política bajomedieval en la historiografía española”, Hispania, 175
(1990), pp. 667-681; “La renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de
poder”, en GARCÍA MARCHANTE, J.S. y LOPÉZ VILLAVERDE, A.L. (Edits.) Relaciones de poder en
Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca, 1997, pp. 37-64; “Ideología y poder monárquico en la Península”, en La
historia medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998). XXV Semana de estudios medievales de
Estella, Pamplona, 1999. pp. 335-381.
154
GIL PUJOL, X., “La historia política de la Edad Moderna europea, hoy: progresos y minimalismo”, Historia
a Debate. Otros enfoques, III (1995), pp. 195-208.
155
Idem, p. 196.
156
NIETO SORIA, J.M., “La renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de
poder”, en GARCÍA MARCHANTE, J.S. y LOPÉZ VILLAVERDE, A.L. (Edits.) Relaciones de poder en
Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca, 1997, pp. 37-64.
194
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
siquiera hayan sido muy conscientes. Hoy dicha corriente historiográfica sigue estas líneas de
trabajo: las relaciones entre derecho, territorio y sistema político; las relaciones entre arte,
cultura e ideología política, en tanto que formas de propaganda; la representación del poder de
los monarcas, centrándose en las ceremonias políticas; la prosopografía de los individuos que
conformaban el “aparato del Estado”; las relaciones Iglesia-Estado; los sistemas fiscales y de
distribución de la riqueza; el papel de las ciudades como sistemas políticos; los fundamentos
jurídico-teológicos del pensamiento político; los vínculos entre las religiones y la legitimación
del poder político; el papel de las oligarquías y los clientelismos en las relaciones políticas; la
formación de sentimientos de pertenencia a una comunidad política; las conexiones entre los
movimientos sociales y los sistemas políticos; los medios de represión social y la formación
de redes de solidaridad; las biografías; etc.
Como puede verse, se cumple lo que dijera Jacques Le Goff en 1988: “toda forma de
nueva historia es un intento de historia total”157. Es lógico, por otra parte. El concepto “poder”
es tan abstracto que afecta a todos los aspectos de la vida, sea en el ámbito público, y es aquí
donde ha de ser situada la “historia de la realeza”, o sea en el ámbito privado, donde debe de
situarse la “historia de la criminalidad”, entre otras. Lo expresaba bien César González
Mínguez al escribir158: “...desde comienzos de los ochenta, la Nueva Historia política estudia
esencialmente las estructuras políticas de los Estados, la evolución de las formas del ejercicio
del poder y las relaciones y flujos de poder que se dan en una formación política determinada.
O por decirlo con palabras de Le Goff, la Nueva Historia política tiene como “concepto y fin
central la noción de “poder” y los hechos relativos al poder”, y así concebida, aunque no sea
el esqueleto de la historia, “es sin embargo su núcleo”...”159
Ahondando en estos argumentos, en un trabajo conjunto Juan Carlos Martín Cea y José
Antonio Bonachía Hernando advertían que “se ha pasado de puntillas sobre un elemento que
resulta absolutamente fundamental, y es que el poder no sólo se ejerce, sino que también se
padece; en definitiva, [que] no es más que una cuestión de grupos dominantes y grupos
dominados...” 160 Con un planteamiento parecido al suyo, César González Mínguez concluía:
“En la Nueva Historia política puede y debe tener un lugar destacado el estudio de la
violencia. No hay que olvidar, y así lo ha puesto de relieve en muchos de sus trabajos el
157
LE GOFF, J., “La nueva historia”, en LE GOFF, J., CHARTIER, R. y REVEL J. (Edits.), La nueva historia,
1988, pp. 263-294, en concreto p. 265.
158
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., “Concejos, Cortes y Hermandades...”, p. 587.
159
Algo parecido afirmaba Luis ARRILLAGA ALDAMA en 1985: “El poder: recurrencias sobre un melifluo
sujeto”, Revista de estudios políticos, 45 (mayo-junio 1985), pp. 125-146.
160
MARTÍN CEA, J.C. y BONACHÍA HERNANDO, J.A., “Oligarquías y poderes concejiles en la Castilla
bajomedieval: balance y perspectivas”, en NARBONA, R. (Comp.), Oligarquías, políticos y élites económicas
en las ciudades bajomedievales (siglos XIII-XVI). Revista d´historia medieval, 9 (1998), pp. 17-40.
195
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
antropólogo Santiago Genovés, que la búsqueda del poder es la principal causa de la
violencia161”.
El mayor reto de la “nueva historia política” es, en palabras de algunos historiadores, el
de plantear un análisis armonioso del poder desde sus dos puntos de vista: “desde arriba”, de
acuerdo con las perspectivas de quienes lo ejercían; y “desde abajo”, según las circunstancias
de quienes lo padecen. Punto de vista éste último que no siempre se tiene en cuenta162. Dicho
de otro modo: más allá de la antigua historia social, la “nueva historia política” ha de tener
como objetivo último “relacionar la vida cotidiana con los grandes sucesos [...] con tendencias
a largo plazo”, lo que Max Weber identificó con el término “rutinización”, “cotidianización”
(“veralltäglichung”163). Es necesario, por tanto, comprender la vida diaria para analizar el
“impacto” que en ella tenían los diferentes poderes, desde el poderío más común, el que los
hombres poseían sobre las mujeres a finales de la Edad Media por ejemplo, hasta el más
notable, ese que sólo estaba en manos de los reyes164.
En este sentido, si nuestra meta es interrogarnos sobre el poder regio, y sobre cómo hace
para que se mantenga la paz en los territorios bajo su tutela, las investigaciones tendrán que ir
encaminadas a comprender no sólo el modo en que el poderío de los reyes se impone frente a
los otros poderes -de los nobles, de las ciudades, de la Iglesia, de los señores...-, sino, además,
a vislumbrar los medios que utiliza para que tal imposición sea aceptada y no se cuestione.
Algo que sólo puede hacerse analizando tanto la propaganda política como los actos que los
monarcas desarrollan, se supone, por el bien común de las personas bajo su tutela. Ese bien
común a fines de la época medieval depende, esencialmente, del grado de seguridad del que
gocen dichas personas en todos los aspectos de su vida, desde la simple seguridad física a la
seguridad económica. Los objetivos de la paz regia, a los que nos referimos, eran esos: ofrecer
a los súbditos del rey una cierta seguridad que garantizase a éste la obediencia del “pueblo”, y
161
GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., “Concejos, Cortes y Hermandades en la estructura de poder de la Corona de
Castilla en los últimos siglos medievales: el caso de Álava”, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M. (Edit.), La
Península Ibérica en la era de los descubrimientos (1391-1492). Actas de las III Jornadas Hispano-portuguesas
de Historia Medieval, Sevilla, 25-30 de noviembre de 1991, 1994, tomo I, pp. 585-610, en concreto p. 588. Los
mismos argumentos utilizaba María Isabel del VAL VALDIVIESO, según la cual las luchas por el poder en el
medio urbano convertían a la violencia “en una actitud necesaria para la supervivencia”: “La intervención real en
las ciudades castellanas bajomedievales”, M.M.M., XIX-XX (1995-1996), pp. 67-78, en concreto p. 70.
162
SHARPE, J., “Historia desde abajo”, en BURKE, P. (Edit.), Formas de hacer historia, Madrid, 1993, pp. 3858.
163
BURKE, P., “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Idem, pp. 11-37, en concreto p. 26;
VOVELLE, M., “La historia y la larga duración”, en LE GOFF, J., CHARTIER, R. y REVEL, J. (Edits.), La
Nueva Historia..., pp. 359-386.
164
Algo que sólo puede hacerse combinando las dos perspectivas referidas: una “de la cabeza hacia abajo” (topdown) y otra “de abajo arriba” (bottom-up): AYLMER, G., “IV. Centro y localidad: la naturaleza de las élites
del poder”, en REINHARD, W. (Coord.), Las élites del poder y la construcción del Estado, Madrid, 1996, pp.
83-105, en concreto p. 85.
196
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
que a su vez le permitiera ir incrementado su poder poco a poco. Tal seguridad requería para
los reyes una responsabilidad absoluta sobre sus súbditos, y por tanto un poder absoluto sobre
ellos165.
2.1.3. LA PAZ PÚBLICA: EVOLUCIÓN Y CONTEXTO ACTUAL DE LOS
ESTUDIOS
Independientemente de que tuviesen o no poder gubernativo, todas las personas poseían
una “cantidad de poder” socioeconómico mayor o menor según su estatus social. El “hombre
público”, el gobernante, estaba por encima “del hombre privado”, el súbdito; el señor por
encima del vasallo; el rey por encima del señor; la persona libre por encima del esclavo; el
hidalgo por encima de la persona libre; el hombre por encima de la mujer; etc. Todos los
individuos tenían que proceder según sus condiciones, las cuales estaban sancionadas por los
monarcas, para garantizar la estabilidad del reino entendido como cuerpo de vasallos -el rey
era la cabeza de este cuerpo-. En la medida en que los reyes consiguieran este objetivo la paz
regia estaría más o menos garantizada, y con ella el poder de la realeza y el bien común (se
supone). Por eso era tan importante el control social; algo que en principio pasaba por ofrecer
al “reino” un contexto pacífico, resguardado por los monarcas, en el que cada persona pudiera
vivir tranquilamente.
De estos temas se preocupa la llamada “historia de la justicia” o “historia del crimen”:
del análisis de los mecanismos dispuestos para reducir la violencia -eliminarla era imposibley erradicar los conflictos, en caso de que pudieran erradicarse. Los estudios se centran en el
análisis de los dos sistemas de justicia que existían en el Medievo, uno privado y otro público,
si bien es cierto que la aplicación de estos términos contemporáneos a la época medieval no
resulta del todo exacta.
Con respecto al primero de ambos, al sistema de justicia privada, en este trabajo apenas
se harán referencias a él por dos razones: porque casi no existen reseñas del mismo anteriores
al siglo XVI para Toledo; y porque la meta aquí es analizar el modo en que actuaba la justicia
pública. Conviene que lo tengamos en cuenta, no obstante. Las distintas comunidades urbanas
y campesinas se dotaban de unos mecanismos “arbitrales” y de pacificación propios, cuyo fin,
en el fondo, era salvaguardar el orden público, y con ello, de alguna forma, el orden político y
165
FERNÁNDEZ ALBADALEJO, P., “La transición política y la instauración del absolutismo”, Zona abierta,
30 (enero-febrero de 1984), pp. 62-75, en concreto p. 74; GUILLERÉ, C., “Le contrôle du goverment urbain
dans la Couronne d´Aragon (milieu XIIIe siècle-1479)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval.
XXIX Semana de Estudios Medievales. Estella, 15-19 de julio de 2002, Pamplona, 2003, pp. 353-407, en
concreto p. 367.
197
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
social. Tales mecanismos se circunscribían en un marco de relaciones de poder, en el que era
notable el peso de la costumbre en la resolución de las disputas. Al alterarse el orden las redes
de solidaridad se ponían en marcha para subsanar los daños que hubieran sufrido las víctimas
de tal alteración. Para eso se procedía a una ceremonia solemne, normalmente celebrada en un
recinto sagrado y en domingo, ante algún religioso, en la que estaban presentes, además de los
mediadores o árbitros encargados de establecer la concordia entre la parte ofendida y la parte
ofensora, muchas personas, cuya presencia era indispensable para otorgar publicidad al acto, y
que de este modo quedase restaurada la honra de los ofendidos. Muchas veces se trataba de un
acuerdo oral, en el que no intervenían escribanos para que no hubiera gastos, lo que explica la
poca información que se conserva166.
Cuando se celebraba una ceremonia de este carácter era porque se había alcanzado un
acuerdo pacífico, previo pago de una cantidad de dinero que variaba según el acto delictivo
que se hubiera cometido -se pagaba mucho más por los delitos criminales que por los civiles-,
la manera en que se hubiese hecho -la premeditación, el ensañamiento, la irreverencia y el
exceso se pagaban caros167-, o el estatus social de la víctima -cuanto más alto fuera éste mayor
era el precio de la resolución-. Ante un delito solían extenderse rumores, difundidos por la
parte ofendida por él o por la ofensora, en los que se solicitaba un acuerdo pacífico y que no
se acudiese a la violencia para resolver el conflicto. De no llegarse a un pacto la venganza era
un mecanismo con el que saldar cuentas. También podía acudirse a duelos y a las ordalías o
juicios de Dios168.
Estamos, en todos los casos, ante unas “prácticas infrajudiciales”, es decir, al margen de
la “justicia oficial” -o “justicia pública”-, que fueron desapareciendo a medida que los Estados
iban haciéndose más poderosos y se reforzaban sus instituciones, lo que explica que la mayor
parte de estudios al respecto se centren en la alta Edad Media, por mucho que aún en la Época
Moderna se siguiesen manteniendo, sobre todo en las zonas rurales169. Fue entre los siglos XII
y XIII cuando el sistema judicial dejó de estar tan apegado como estaba a la justicia divina, y
166
Sobre estas ideas véase, por ejemplo: RUBIN BLANSHEI, S., “Crime and law enforcement in medieval
Bologna”, Journal of social history, 16/1 (1982), pp. 121-128.
167
GONTHIER, N., Le châtiment du crimen au Moyen Âge, Leroy, 1998, pp. 20 y ss.
168
La violencia era un método reconocido de acción social y política: PACAUT, M., Les structures politiquees
de l´Occident médiéval, París, 1969, p. 305. Sobre cómo funcionaba en Castilla véase: GAUTIER DALCHÉ, J.,
“Vengeance privée, composition, inimitié, trahision comme facteurs d´exclusion dans les sociétés urbaines de
l´Espagne castillane”, en GAUTIER DALCHÉ, J., Economie et societé dans les pays de la Couronne de
Castille, Londres, 1982, pp. 181-191.
169
Véase: MANTECÓN MOVELLÁN, T.A., Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del
Antiguo Régimen, Santander, 1997.
198
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
se vuelve más laico y racional en todo Occidente170. En Castilla, señala Pablo Pérez García, se
planteó un clarísimo enfrentamiento entre dos sistemas judiciales opuestos: uno basado en una
concepción privada de la justicia, donde el proceso penal se exhibía como un simple debate
entre particulares; y otro que se fundamentaba en una proyección pública de la justicia, en el
que dicho proceso tendía a acentuar el atentado contra la paz del delito a resolver171. Tales
sistemas judiciales coexistieron durante toda la Edad Media, y aún en la Edad Moderna.
Para los últimos siglos del Medievo la mayor parte de los trabajos analiza el “sistema de
justicia pública”, con el objetivo de entender cómo funcionaban y cuáles eran las metas de los
mecanismos de prevención, control y castigo de la violencia desplegados por las instituciones
estatales, o si se quiere monárquicas. Como en lo relativo a otras problemáticas, la Escuela de
Annales fue la impulsora del interés por estos asuntos, que desde el principio empezarían a ser
analizados desde una triple perspectiva: los historiadores sociales (vinculados al materialismo
en su mayor parte) se centraron en el estudio del delito, considerándolo evidencia de la lucha
de clases, de ese enfrentamiento entre los más desfavorecidos y los más poderosos172; para los
historiadores de las mentalidades el hecho delictivo se convirtió en un objeto de análisis
privilegiado a la hora de entender la desobediencia a las leyes, los motivos por los que se
hacía, sus repercusiones y, en general, el conjunto de ideas que integraban el “mundo de los
delincuentes”173; por último, los historiadores del derecho se encargaron de definir el delito
desde un punto de vista normativo y analizar sus repercusiones legales174.
170
“Au XIIIe siécle la condamnation des ordalies et le reflux massif des sermets décisoires indique que l´Europe
judiciaire entrait dans un autre âge. Mais le changement ne fut jamais total et les rites continuèrent à marquer la
résolution des conflits, contribuant même á l´aculturation pénale”: GAUVARD, C. y JACOB, R., “Le rite, la
justice et l´historien”, en GAUVARD, C. y JACOB, R. (Dirs.), Les rites de la justice. Gestes et rituels
judiciaires au Moyen Âge occidental, París, 2000, pp. 5-18, en concreto p. 13.
171
PÉREZ GARCÍA, P., “Una reflexión en torno a la historia de la criminalidad”, Violencia i marginació en la
societat medieval. Revista d´Historia medieval, 1 (1990), pp. 11-37.
172
THOMPSON, E.P., Whigs and hunters: the origin of the black act, Londres, 1975; HAY, D., “Property,
authority and the criminal law”, en THOMPSON, E.P. y otros (Edits.) Albilion´s fatal tree: crime and society in
eighteenth-century England, Londres, 1975, pp. 17-63.
173
También sobre estos temas existe una enorme cantidad de estudios: CHIFFOLEAU, J., “Contra naturam.
Pour une approche casuistique et procédurale de la nature médiévale”, Micrologus, 4 (1996), pp. 265-312;
ABERTH, J., Criminal churchemen in the age of Edward III. The case of Bishop Thomas de Lisle, Pensilvania,
1996; BRUNDAGE, J.A., “Playing by the rules: sexual behavior and legal norms in medieval Europe”, en
MURRIA, J. y EISENBICHLER, K. (Edits.), Desire and discipline. Sex and sexuality in the Premodern West,
Londres, 1996, pp. 23-41; ALVARADO PLANAS, J., “Lobos, enemigos y excomulgados: la venganza de
sangre en el derecho medieval”, en BARO PAZOS, J. y SERNA VALLEJO, M. (Edits.), El fuero de Laredo en
el octavo centenario de su concesión, Laredo, 2002, pp. 335-365.
174
Véase, por ejemplo: BALESTRACCI, D., “Il gioco dell´esecuzione capitale. Note e proposte interpretative”,
en ORTALLI, G. (Edit.), Gioco e giustizia nell´Italia di Comune, Roma, 1993, pp. 193-206; COHEN, E., The
crossroads of justice: law and culture in Late Medieval France, Leiden, 1993; CARBASSE, J.M., “Le juge entre
la loi et la justice: approches médiévales”, en CARBASSE, J.M. y DEPAMBOUR-TARRIDE, L. (Edits.), La
conscience du juge dans la tradition juridique européenne, París, 1999, pp. 67-94.
199
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Con tan amplios enfoques, el análisis del crimen, en concreto, y del delito, en general,
pasó a convertirse en un campo de estudio multidisciplinar en el que tenían cabida desde
historiadores del derecho, de las mentalidades, de la sociedad, de la economía e, incluso, del
arte, hasta antropólogos, sociólogos, criminalistas, etc., lo que hizo que algunos intentaran
definirlo bajo el rótulo de “historia de la criminalidad”175. Sin embargo, existen muchas dudas
sobre lo idóneo de aceptarse la existencia de una disciplina autónoma centrada en el análisis
del suceso delictivo176; más cuando éste se puede enfocar desde muchos puntos de vista.
De los posibles enfoques desde los que puede analizarse el delito, el que interesa aquí es
el que se refiere a los mecanismos puestos en marcha para mantener la paz pública. Más tarde
profundizaremos sobre lo correcto o no de determinadas teorías relativas a la delincuencia y al
crimen. Por ahora sólo se hará referencia de forma breve a los trabajos con que contamos para
analizar el delito y la violencia acaecidos en Castilla a finales de la Época Medieval, haciendo
hincapié en esos que de manera pormenorizada hablan de la “paz regia”, aunque a veces ni
utilicen esta expresión.
Dicho esto, en lo referente al análisis del hecho delictivo desarrollado en Castilla en la
baja Edad Media, como en otros temas la historiografía medieval hispana lleva retraso177, si
bien cada vez menos, con respecto a Francia, Inglaterra o Italia. Hasta los años 80 del siglo
XX el número de estudios que lo analizaban era muy reducido. Hoy, por el contrario, las
investigaciones planteadas con el fin de analizar la delincuencia, tanto en un marco regional
como en ámbitos geográficos más concretos, son muy numerosas, y tienden a presentar dos
enfoques distintos pero complementarios: uno que sigue los planteamientos de la historia de
las mentalidades y otro más cercano a la historia social. Del mismo modo, las investigaciones
oscilan entre los análisis centrados en el estudio de los movimientos sociales y aquellas que,
con un carácter más específico, analizan la marginalidad, la violencia cotidiana y los hechos
delictivos178.
175
Sobre la evolución de la historia de la criminalidad desde sus orígenes véase: MORENO MARTÍNEZ, D. y
BELTRÁN, J.L., “Justicia criminal y criminalidad en la Cataluña moderna: estudios y perspectivas de
investigación”, en BARROS, C. (Edit.), Historia de Debate, Santiago de Compostela, tomo 2, 1995, pp. 103115.
176
Especialmente crítico se ha mostrado con estos planteamientos Pablo PÉREZ GARCÍA en su trabajo “Una
reflexión en torno a la historia de la criminalidad”, Revista d´Historia Medieval, 1 (1990), pp. 11-37.
177
Retraso del que Antonio COLLANTES DE TERÁN se quejaba en su trabajo ”Actitudes ante la marginación
social: malhechores y rufianes en Sevilla”, en Actas del III Coloquio de Historia Andaluza. La sociedad
andaluza: grupos no privilegiados, Jaén, 1984, pp. 293-302.
178
A la hora de evaluar la producción historiográfica sobre estos temas en Castilla véase: MENDOZA
GARRIDO, J.M., “La delincuencia a fines de la Edad Media. Un balance historiográfico”, H.I.D., 20 (1993), pp.
231-282, actualizado en Delincuencia y represión..., pp. 43 y ss; LADERO QUESADA, M.A., “Grupos
marginales”, en La Historia Medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998). XXV Semana de
estudios medievales de Estella, 14-18 de julio de 1498, Pamplona, 1999, pp. 505-601; SEGURA URRA, F.,
200
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Con respecto a los trabajos sobre los movimientos sociales, una de las aportaciones
historiográficas más importantes de cuantas se han producido en los últimos años es la
realizada por Carlos Barros, a partir del análisis de la revuelta de los irmandiños en Galicia179.
Con una metodología propia de la historia de las mentalidades, este historiador ha logrado
desentrañar, en buena medida, los motivos del comportamiento de los campesinos gallegos y
su forma de ver la realidad en las revueltas que desarrollaron frente a sus señores. Gracias al
éxito obtenido, su investigación fue continuada desde unos planteamientos más cercanos a la
historia social por Fernando Lojo Piñeiro180. De hecho, es de acuerdo a estos planteamientos
como se ha realizado la mayor parte de los estudios sobre la violencia “colectiva”, debido al
influjo que el materialismo histórico tiene en España a partir de la década de 1970181.
En tales estudios la violencia se analiza en tanto que muestra de las contradicciones de
clase existentes en la sociedad, y de la lucha (como consecuencia de ellas) de los más débiles
frente a los poderosos por mejorar su vida182. Según esto, uno de los primeros análisis que se
hicieron en torno a la Edad Media castellana es el de Salustiano Moreta Velayos, que lleva
por título Malhechores feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla.
Siglos XIII-XV 183, estela de un libro de Julio Valdeón Baruque184, y antecedente de trabajos
que (como el de Carlos Barros), dando mayor importancia a los planteamientos de la historia
de las mentalidades, incidirían en temas concretos de la violencia bajomedieval; por ejemplo,
los conflictos entre cristianos y judíos185.
El análisis de los movimientos sociales que se dieron en Castilla a lo largo de la Edad
Media y a comienzos de la Edad Moderna sigue gozando de preeminencia, y presenta unos
planteamientos teóricos sólidos que señalan lo complejo de tales movimientos -sobre todo de
las Comunidades186-, y de los conflictos que generaron187. Así, desechadas aquellas ideas que
“Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia...”; y CÓRDOBA DE LA LLAVE, R.,
“Marginación social y criminalización de las conductas”, Medievalismo, 13-14 (2004), pp. 293-322.
179
BARROS, C., Mentalidad justiciera de los irmandiños. Siglo XV, Madrid, 1990.
180
LOJO PIÑEIRO, F., A violencia na Galicia do século XV, Santiago de Compostela, 1991.
181
Véase sobre estos temas: FOURQUIN, G., Los levantamientos populares en la Edad Media, Madrid, 1979.
182
Uno de los historiadores que más ha influido en la historiografía castellana en lo referente a estos temas es
Rodney HILTON, sobre todo con su obra Conflictos de clase y crisis del feudalismo, Barcelona, 1988.
183
MORETA VELAYOS, S., Malhechores feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla.
Siglos XIII-XV, Madrid, 1978.
184
VALDEÓN BARUQUE, J., Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV, Madrid,
1975.
185
La bibliografía al especto es ingente, pero tal vez uno de los libros que mejor ejemplifican esto sea el de José
María MONSALVO ANTÓN Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la Corona de
Castilla en la baja Edad Media, Madrid, 1985, sin superar en muchos aspectos.
186
Desde el estudio de Joseph PÉREZ La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Madrid,
1985, hasta los últimos trabajos, realizados a partir de unos métodos y unos conceptos propios de la sociología
(SÁNCHEZ LEÓN, P., Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de
201
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
reducían la problemática social de finales del Medievo a un antagonismo entre señores y
campesinos188, hoy siguen abriéndose nuevas perspectivas de análisis para comprender no
sólo el significado de una revuelta, sino el contexto en que surge, las causas que la motivan189
o su castigo190. Si bien, es cierto que en el presente la producción historiográfica sobre los
temas referidos a la violencia cotidiana es mayor que la relativa a los grandes conflictos. Algo
que se debe tanto a la pérdida de influencia que han experimentado los planteamientos del
materialismo histórico como al peso, cada vez más indiscutible, que tienen los temas de
investigación que están desarrollándose en toda Europa. El estudio de la “violencia colectiva”
ha dado paso a los análisis sobre el delito y el crimen en la vida cotidiana, la prostitución o la
marginalidad.
Los trabajos sobre la delincuencia hoy gozan de una importancia evidente dentro de la
historiografía medieval hispana, sobre todo aquellos que analizan los mecanismos de control
social, la represión del delito, y, en definitiva, los medios de mantenimiento del orden
público. Uno de los historiadores que más ha contribuido a la puesta en marcha de estos
trabajos es Rafael Narbona Vizcaíno, cuyos análisis se detienen en las acciones violentas
ocurridas durante el siglo XIV en la ciudad de Valencia. Su obra titulada Malhechores,
violencia y justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval (1360-1399)191 tal vez sea uno de
los mejores exponentes de esa relación que en las ciudades existía entre la estructura social y
el hecho delictivo cotidiano. En esta línea de estudio, también para el caso de Valencia, son de
destacar los trabajos de Pablo Pérez García sobre el contexto de la urbe a finales del siglo XV
e inicios del XVI192.
En lo que a Castilla respecta, Iñaki Bazán Díaz ha estudiado la delincuencia acaecida en
la zona del País Vasco. De la región andaluza vienen ocupándose desde hace años sobre todo
Castilla, Madrid, 1998), constantemente han ido apareciendo estudios sobre el tema que han abierto nuevas vías
de investigación.
187
Véase al respecto: LAS HERAS, I., “Los conflictos políticos como espacio de delincuencia en la Castilla
bajomedieval”, Temas medievales, 1 (1991), pp. 13-194; LEGUAY, P., “Actes criminels au courts des revoltes
rurales et urbaines aux XIVe et XVe siècles en France”, en GARNOT, B., (Edit.), Histoire et criminalité de
l´Antiquete au XXe siécle. Nouvelles approches, Dijon, 1992, pp. 265-272; PÉREZ LEDESMA, M., “Cuando
lleguen los días de cólera (movimientos sociales, teoría e historia)”, en V.V.A.A. Problemas actuales de la
historia, III Jornadas de Estudios históricos, Salamanca, 1993, pp. 141-187.
188
Máximo DIAGO HERNANDO critica tales planteamientos en su obra Estructuras de poder en Soria a fines
de la Edad Media, Valladolid, 1993, p. 126.
189
En este sentido, destacan trabajos como: DEAN, T.A. “Marriage and mutilation: vendetta in Late Medieval
Italy”, Past and Present, 157 (1997), pp. 3-36
190
DUMOLYN, J., “The legal repression of revolts in Late Medieval Flandes”, Revue d´Histoire du Droit, 68
(2000), pp. 479-521.
191
NARBONA VIZCAÍNO, R., Malhechores, violencia y justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval...; y
Pueblo, poder y sexo. Valencia medieval (1306-1420), Valencia, 1992.
192
PÉREZ GARCÍA, P., La comparsa de los malhechores. Un ensayo sobre la criminalidad y la justicia en la
Valencia preagermanada (1479-1518), Valencia, 1990.
202
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Emilio Cabrera Muñoz193, Antonio Collantes de Terán194 y Ricardo Córdoba de la Llave195. Y
de los territorios centrales de Castilla, aparte de las investigaciones de José María Sánchez
Benito sobre el papel de las distintas hermandades196, se ha ocupado Juan Miguel Mendoza
Garrido en una obra publicada, no hace mucho tiempo, bajo el título Delincuencia y represión
en la Castilla bajomedieval (los territorios castellano-manchegos). De este libro, básico por
otra parte, deben señalarse algunos aspectos.
En primer lugar, su título es excesivamente pretencioso. Se trata, en realidad, del
desarrollo de otro estudio del mismo autor sobre los delitos castigados en el Campo de
Calatrava a fines del siglo XV y principios del XVI, que ocurrieron en el ámbito rural y que
persiguió la Hermandad Vieja197. De hecho, Mendoza Garrido realiza uno de los mejores
trabajos de cuantos se han publicado hasta ahora sobre la delincuencia que se produjo fuera de
los núcleos urbanos. Por contra, en su obra sobre el delito en Castilla analiza la delincuencia
ciudadana peor, porque no tiene en cuenta la documentación local de las diferentes urbes que
existían en el espacio al que su estudio se refiere. Por otra parte, hubiera sido más coherente
no hablar de Castilla-La Mancha como él hace, sino del arzobispado de Toledo, un espacio
administrativo-judicial que estaba en vigor durante la Edad Media198; o de La Mancha, sólo,
ya que centra su análisis en los territorios manchegos y del norte de Andalucía mucho más
que en la zona de las actuales provincias de Toledo, Cuenca y Guadalajara. Por último, puesto
que su libro va del año 1475 al 1525, Mendoza Garrido no explica por qué entre 1475 y 1499
analiza de una manera pormenorizada cierta documentación (catalogada) procedente del
Consejo Real de Castilla -los perdones reales, básicamente-, y entre 1500 y 1525 desaparece
cualquier referencia a ella (a la documentación no catalogada) y son los documentos de la
Hermandad de Ciudad Real los que cobran preeminencia, cuando lo lógico hubiera sido
analizar toda la documentación que se ha conservado de esos años.
193
CABRERA MUÑOZ, E., “Crimen y castigo en Andalucía durante el siglo XV”, Meridies. Revista de
Historia Medieval, 1 (1994), pp. 9-37; “Violencia urbana y crisis política en Andalucía durante el siglo XV”, en
Violencia y conflictividad en la España bajomedieval. Sesiones de Trabajo del IV Seminario de Historia
Medieval, Zaragoza, 1995, pp. 5-25; “Sobre la violencia en Andalucía durante el siglo XV”, en GONZÁLEZ
JIMÉNEZ, M. (Edit.), La Península Ibérica en la Era de los Descubrimientos, 1391-1492. III Jornadas
Hispano-Portuguesas de Historia Medieval, Sevilla, 1997, tomo 2, pp. 1.063-1.080.
194
COLLANTES DE TERÁN, A., “Actitudes ante la marginación social: malhechores y rufianes...”
195
CÓRDOBA DE LA LLAVE, R., “Violencia y adulterio en la Andalucía bajomedieval”, en Actas del III
Coloquio de Historia Medieval andaluza..., pp. 263-273; “Adulterio, sexo y violencia en la Castilla medieval”,
E.T.F.H.M., 7 (1994), pp. 153-184; El instinto diabólico: agresiones sexuales en la Castilla medieval, Córdoba,
1994.
196
SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., “Criminalidad en época de los Reyes Católicos. Delincuentes perseguidos por la
Hermandad”, en Estudios de Historia Medieval. Homenaje a Luis Suárez Fernández, Valladolid, 1991, pp. 411424; “Delincuencia y vida rural en la Jara cacereña (1501)”, Alcántara, 23-24 (1991), pp. 67-79.
197
MENDOZA GARRIDO, J.M., Violencia, delincuencia y persecución en el Campo de Calatrava a fines de la
Edad Media, Ciudad Real, 1995.
198
Algo así es lo que hizo Jacques CHIFFOLEAU en su obra Les justices du Pape. Delinquance et criminalité...
203
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Siendo rigurosos, este “defecto metodológico” podría invalidar algunas de las ideas que
defiende Mendoza Garrido. Puesto que analiza hasta 1499 un tipo de documentación que
privilegia el homicidio, la del Consejo, y desde este año otro tipo de documentos distintos que
privilegian el robo, los de la Hermandad de Ciudad Real sobre todo, podría achacársele el no
haber estudiado el mismo tipo de documentación durante los mismos años para así evitar la
variable cronológica, que, de algún modo, deforma las conclusiones. Mendoza Garrido insiste
en que cada órgano de represión desarrollaba una tarea represiva que incidía sobre un
determinado tipo de delitos; en el caso de la Hermandad ciudadrealeña el robo y en el del
Consejo el homicidio. Aún considerando que esto sea cierto, el problema es que, puesto que
no se analiza la labor del Consejo durante el período 1500-1525, período en el que se analiza
la labor de la Hermandad, no queda demostrado: ni que durante estos años los consejeros,
como los miembros de la Hermandad, no se centraran en reprimir el robo más que el
homicidio; ni que, al contrario, los documentos no conservados de la Hermandad para la
época 1475-1499 (los años en que se analiza la documentación del Consejo) no privilegiasen
el homicidio sobre el robo.
Teniendo en cuenta estas salvedades, en todo caso, el trabajo de Juan Miguel Mendoza
Garrido es válido porque lo son las conclusiones a las que llega, básicamente dos: que los
documentos que se conservan sobre la delincuencia en Castilla no permiten hacer estudios tan
minuciosos sobre el hecho delictivo como los realizados en otras regiones de Europa; y que,
sin embargo, a la luz de la documentación conservada el “modelo de criminalidad medieval”
(luego nos referiremos a él) no parece estar vigente en la Castilla de finales del siglo XV.
Si nos centramos en la ciudad de Toledo, este tema de investigación, la delincuencia y
el crimen, como otros, no cuenta con ningún estudio, aunque algunos historiadores se hayan
referido a él de una forma más o menos directa. Aunque ninguna de ellas se refiera al análisis
del crimen y el delito propiamente dichos, son cinco las obras que tratan de manera más o
menos directa el tema de la violencia que la ciudad del Tajo padeció a fines de la Edad Media.
La primera es la de Eloy Benito Ruano199 en torno a la vida política de la urbe en el siglo XV
(Toledo en el siglo XV. Vida política), según la cual el análisis de la violencia urbana habría
que ponerlo en relación con dos temas: la lucha entre los bandos políticos -los Silva contra los
Ayala-, por una parte, y el sentimiento (el desprecio mejor dicho) y las acciones en contra de
los cristianos nuevos, por otra. Ahondando en este último aspecto, hace poco salió a la luz una
obra que revisa el trabajo de Benito Ruano, y que levantó cierta polémica: Los orígenes de la
199
BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV. Vida política, Madrid, 1961.
204
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Inquisición en la España del siglo XV200. Posicionándose de forma clara al lado de los judeoconversos que fueron víctimas en las revueltas acaecidas en Toledo durante los años 1449201 y
1467, su autor, Benzion Netanyahu, analiza las “agresiones comunitarias” que éstos sufrieron
en la ciudad del Tajo como un ejemplo del racismo secular que a lo largo de toda la historia
han sufrido los judíos, y como antesala de la implantación de la maquinaria inquisitorial en
Castilla.
Curiosamente, Netanyahu en su obra no cita un artículo poco conocido, y que no deja de
ser interesante. Lo realizó en el año 1966 Nicholas G. Round (“La rebelión toledana de 1449.
Aspectos ideológicos”202), y se centra en el análisis de los aspectos ideológicos de la revuelta
de 1449. Aunque es cierto que muchas de las afirmaciones que Round realiza son bastante
discutibles, al interpretar la revuelta como una lucha de los obreros frente a los aristócratas y a
los capitalistas, algunas de las ideas que aporta son sugerentes; hasta tal punto que es el único
historiador que se ha desvinculado del problema converso a la hora de entender la revuelta
señalada, para aportar una explicación diferente y alternativa de la misma. Junto a las obras de
Benito Ruano, Netanyahu y Round habría que situar el libro de Fernando Martínez Gil sobre
la guerra de las Comunidades (La ciudad inquieta. Toledo comunera203), una de las mayores
revueltas que ha vivido Toledo. Sin embargo, al igual que en los estudios citados, el autor no
se preocupa tanto por la violencia como por las circunstancias políticas y socio-económicas
que rodearon el conflicto.
Por último, el libro de Ricardo Izquierdo Benito que se titula Un espacio desordenado:
Toledo a fines de la Edad Media204 también trata, en parte, sobre la delincuencia acaecida en
la urbe, pero desde planteamientos distintos a las anteriores. A través del análisis de diferentes
cuestiones sobre el urbanismo y el orden público este historiador define la situación de Toledo
a finales del siglo XV como “desordenada”. Teniendo en cuenta esta idea, y que, como afirma
María Asenjo González, la ciudad se “encontraba cimentada por un fondo de cohesión” que
hacía de ella “más que un lugar de desenfreno [...] un espacio ordenado y riguroso, controlado
200
NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, Barcelona, 1999.
La bibliografía sobre esta revuelta es muy abundante y no vamos a detenernos en ella. El relato manuscrito de
la revuelta se conserva en A.G.S., C.C., Diversos, leg. 49, doc. 42. En cuanto a los trabajos que lo estudian
véase: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV..., pp. 33 y ss; ROUND, N.G., “La rebelión toledana de
1449. Aspectos ideológicos”, Archivum, Oviedo, 17 (1966), pp. 385-446; GARCÍA-JALÓN DE LA LAMA, S.,
“Los fundamentos jurídicos de la “Sentencia-Estatuto” de Pero Sarmiento”, en Actas del I Congreso de Historia
de Castilla-La Mancha, t. VI, Toledo, 1988, pp. 201-204; GONZÁLVEZ RUIZ, R., “Fundamentos doctrinales
de la sentencia-estatuto de Toledo contra los conversos”, Inquisición y conversos, Toledo, 1994, pp. 279-296;
NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición..., pp.193-642.
201
NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición..., p. 286
202
ROUND, N. G., “La rebelión toledana de 1449. Aspectos ideológicos”...
203
MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta...
204
IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado...
201
205
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
por las solidaridades”205, es evidente que el contexto de Toledo se presta bien, a priori, a la
realización de un estudio sobre los hechos delictivos que sus habitantes sufrieron, y que
socavaron la estabilidad ciudadana, implantando el desorden.
Hasta aquí los trabajos de carácter general, pero ¿y aquellos que hablan de la paz regia?.
Bien, a la hora de referirse a éstos hay que empezar señalando algo que resulta extraño: en un
buen número de obras se trata de dicha paz de manera indirecta (suele hablarse de medidas de
pacificación puestas en marcha por los monarcas, de los esfuerzos de la realeza para mantener
la paz, de la quiebra de ésta por algún conflicto, etc.), si bien prácticamente no hay estudios
que la analicen de forma monográfica; y mucho menos que manejen la expresión “paz regia”,
o la que se utilizaba a finales del siglo XV en los documentos expedidos por el Consejo Real,
“pas e sosyego”. Trabajos hay, de enorme calidad algunos, pero no existe un solo libro que se
dedique a analizar la “paz regia” en la Castilla de fines del Medievo, trascendiendo la teoría y
las ideas sobre dicha “paz”, y pasando al ámbito de su práctica cotidiana. Esto es lo que busca
realizarse en el presente estudio. Primero hemos analizado desde un punto de vista teórico qué
era la “paz regia”, y más tarde se irá analizando su modo de plasmarse en la vida cotidiana; en
este caso en la vida cotidiana de la “comunidad” de Toledo.
Desconozco por qué no se ha dado más importancia al análisis de la “paz regia” a fines
del Medievo, aunque posiblemente haya que relacionarlo con dos hechos: uno desconcertante,
el que tampoco se haya dado importancia a la política interior de los Reyes Católicos, que hoy
se conoce a partir de unas cuantas ideas basadas en datos muy conocidos; y otro más difícil de
entender, y es que la “paz” tuvo valor en la plena Edad Media para instituciones como la
Iglesia (basta con recordar lo que supuso el “movimiento de la paz de Dios”), mientras que, al
contrario, el concepto “paz” perdió su auge en los últimos siglos medievales. Así, la mayor
parte de los historiadores que estudian los siglos XIV y XV prefieren usar circunloquios como
“control de los conflictos” o “control de la violencia” por parte de la monarquía, y no acudir a
la expresión “paz regia”. Expresión que, por otro lado, basándonos en los escritores de fines
del Medievo, puede utilizarse sin ningún miedo, según se vio.
Dicho esto, los estudios que analizan los “mecanismos de pacificación”, de pacificación
social pero también política, pueden dividirse en dos grandes bloques: los que hablan de todos
los medios desarrollados por las “comunidades” urbanas y rurales para mantener la paz en su
interior al margen de las instituciones, casi inexistentes en la bibliografía sobre Castilla en los
siglos medievales debido a la falta de documentos; y los que se centran en el análisis de la paz
205
ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “El ritmo de la comunidad: vivir en la ciudad, las artes y los oficios de la Corona
de Castilla...”, p. 197.
206
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
establecida por las instituciones de gobierno que controlaban a la población. Además, han de
tenerse en cuenta dos ideas básicas: por una parte, casi siempre se usa la palabra “paz” como
contrapuesta a la de “guerra”, lo que supone una limitación del significado del concepto de la
misma casi intolerable; y por otra, el análisis de la “paz regia” requiere el continuo diálogo de
la historia con otras disciplinas como la sociología, la filosofía, la antropología y, sobre todo,
la irenología, a las que nos referiremos. Es por ello que existen en la actualidad en España dos
organismos interesados en todos estos temas: el Centro de Investigación por la Paz (Gernika
Gogoratuz), del País Vasco, y el Instituto de la Paz y los Conflictos, en este caso una especie
de seminario interdisciplinar de la Universidad de Granada. Sus publicaciones, aunque no son
de tema histórico a veces, son fundamentales para adentrarse en el estudio de la teoría sobre la
paz.
Vayamos, en todo caso, a las publicaciones sobre la “paz regia” a fines del Medievo. Ya
en la década de 1940, Juan Beneyto Pérez llamó la atención sobre su importancia a lo largo de
la Edad Media206, aunque él insistía sobre todo en su relación con la fe cristiana hasta el siglo
XIII207, y en concreto con el agustinismo político. Manuel García Pelayo, retomando esta
idea, en 1959 publicó una magnífica obra titulada El reino de Dios, arquetipo político208. Una
cosa quedó clara en los estudios de ambos autores: la idea del mantenimiento de la paz por las
instituciones que controlaban la sociedad se mantiene hasta fines del Medievo, aunque en el
siglo XIII comienza una progresiva laicización, vinculándose a intereses políticos y sociales,
y no tanto a una legitimación religiosa. En 1970, Georges de Lagarde consolidaría tales
planteamientos con su monumental obra La naissance de l´espirit laique au déclin du Moyen
Age209.
En la década de 1950 empezaron a aparecer los primeros trabajos interesantes en este
sentido. El mismo Juan Beneyto Pérez publicó por entonces un sugerente artículo en torno a
la política jurisdiccional de los Reyes Católicos210, al tiempo que algún historiador se quejaba
de la falta de estudios sobre la política interior y de orden público de los mismos211. La queja
206
BENEYTO PÉREZ, J., Textos políticos españoles de la Edad Media, Madrid, 1944; Historia de las doctrinas
políticas, Madrid, 1949; Los orígenes de la ciencia política en España, Madrid, 1949, en concreto pp. 141 y ss.
207
Véase al respecto: COMBLIN, J., Théologie de la paix, Principes, Paris, 1960.
208
GARCÍA PELAYO, M., El reino de Dios, arquetipo político, Madrid, 1959, pp. 148 y ss. El mismo año se
publicó otro libro similar: LECLERCQ, M.D.J., L´idée de la royauté du Christ au Moyen Age, París, 1959.
209
LAGARDE, G. de, La naissance de l´espirit laique au déclin du Moyen Age, Lousana, 1970, en concreto el
volumen II, pp. 62-89.
210
BENEYTO PÉREZ, J., “La política jurisdiccional y de orden público de los Reyes Católicos”, R.E.P., 77
(septiembre-octubre 1954), pp. 89-103.
211
PRIETO BANCES, R., “El orden público en Asturias en la época de los Reyes Católicos (1474-1504)”, en
V.V.A.A., Vida y obra de Fernando el Católico. V Congreso de historia de la Corona de Aragón, Zaragoza,
1955, pp. 301-327.
207
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
no sirvió de mucho, pues en los años posteriores los trabajos sobre estos temas continuaron
siendo escasos.
Ya en los años 60 han de destacarse los trabajos de Hilda Grassotti básicamente por dos
motivos: porque desde planteamientos jurídicos llegó al análisis de la “paz regia” a través del
estudio de su contrapuesta, la “ira regia”, y no mediante el estudio de la guerra, algo que iba a
permitirla ofrecer una imagen más acertada de lo que era la paz para los monarcas: y porque,
gracias a esto, sus análisis exponían la legitimación jurídica de dicha “paz regia”, aquello que
buscaba de facto, de modo que se trascendían las explicaciones ofrecidas hasta el momento212.
Sus obras son excepcionales en un panorama caracterizado por la ausencia de estudios.
Así es como llegamos a los años 80 del siglo XX. Aunque por entonces seguía vigente
en no pocos trabajos la contraposición guerra / paz, dando toda la importancia a la primera en
buena parte de las ocasiones213, de forma paralela a la renovación de la historia de los Reyes
Católicos empezaron a realizarse los primeros estudios verdaderamente interesantes sobre los
mecanismos de control del orden público que éstos pusieron en marcha. En 1988 se publican
tres pequeños trabajos muy novedosos. Uno de Jean-Pierre Barraqué en torno al control de los
conflictos en Zaragoza a finales de la Edad Media214, y otros dos centrados en época de Isabel
y Fernando: el primero un artículo colectivo sobre la política de control municipal en Vizcaya
durante los años 1476-1516215; y el segundo un estudio básico para el tema de Paulina Rufo
Ysern titulado “Los Reyes Católicos y la pacificación de Andalucía (1475-1480)”216.
Aún así, el autor que más ha estudiado las medidas pacificadoras puestas en marcha por
los Reyes Católicos ha sido Marvin Lunenfeld, quien dedicó dos libros a los que fueron los
dos planteamientos clave a la hora de pacificar Castilla: la creación de la Hermandad general,
con la que perseguir a los malhechores en el campo; y el control de los gobiernos de las urbes
a través de la figura institucional del corregidor. El primer trabajo se publicó en 1970, bajo el
título The Council of the Santa Hermandad. A Study of the pacification forces of Ferdinand
212
GRASSOTTI, H., “La ira regia en León y Castilla”, Cuadernos de historia de España, 41 / 42 (1965), pp. 5135; “El deber y el derecho de hacer guerra y paz en León y Castilla”, Cuadernos de historia de España, 59 / 60
(1976), pp. 221-296.
213
Tenemos un ejemplo paradigmático: MARTÍNEZ MARTÍNEZ, J.G., Acerca de la guerra y de la paz, los
ejércitos y las armas, según el libro de las Siete Partidas, Cáceres, 1984.
214
BARRAQUÉ, J.P., “Le contrôle des conflicts à Saragosse (XIIIe-début XVe siècle), Revue historique, 565
(janvier-mars 1988), pp. 41-55.
215
ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, J. y J.C., y SESMERO CUTANDA, E., “Política real y control municipal en
Vizcaya durante el reinado de los Reyes Católicos (1476-1516)”, en I Jornadas de historia local: poder local,
Donostia, 1988, pp. 27-39.
216
RUFO YSERN, P., “Los Reyes Católicos y la pacificación de Andalucía (1475-1480)”, H.I.D., 15 (1988), pp.
217-242.
208
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
and Isabella217, y el segundo en 1989, titulado Los corregidores de Isabel la Católica218. Los
planteamientos de este autor fueron asumidos en buena parte, y, desde la publicación de estos
trabajos hasta aquí, en los estudios que hablan sobre la pacificación que consiguieron Isabel y
Fernando el tema de la Hermandad y de los corregidores ocupa un puesto destacado. No son
pocas las obras que podrían citarse en este sentido; obras cuyo título, por cierto, no responde a
veces a la realidad del planteamiento que siguen, caso del libro de Jorge Urosa Sánchez que se
titula Política, seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, al que podría
acercarse el lector esperando más, cuando es un simple análisis desde el punto de vista de la
historia del derecho sobre la documentación -bastante conocida- de la Hermandad de 1476219.
Frente a esa insistencia en la Hermandad y en los corregidores, no siempre se ha tenido
en cuenta que los análisis de lo relativo a la “paz regia”, y a las componendas para garantizar
más generalmente una paz social o política, tienen un peso historiográfico notable en Europa
desde la década de 1960. Peso que no ha empezado a dejarse notar en la historiografía sobre
Castilla hasta los años 90 del siglo XX salvo excepciones, si bien en principio de forma tenue.
Dentro de esta vía de análisis han de incluirse todos los trabajos que estudian, sobre todo
desde hace unos veinte años a esta parte, la justicia, el control de los conflictos y las
instituciones de gobierno por instancias superiores, el crimen, la delincuencia, los
mecanismos de propaganda y de definición ideológica, y todo lo que a ello se refiere. Es por
esta vía por donde debe ir la investigación en torno a las medidas pacificadoras, en el caso que
nos ocupa de la realeza, y lo muestran así estudios más o menos recientes de Esther Cruces
Blanco220, Benjamín González Alonso221, José Manuel Nieto Soria222, Yolanda Guerrero
Navarrete223, Christian Guilleré224, de Claude Gauvard desde unos planteamientos más
generales225, y para el caso concreto de Toledo de Juan Ramón Palencia Herrejón226.
217
LUNENFELD, M., The Council of the Santa Hermandad. A Study of the pacification forces of Ferdinand
and Isabela, Florida, 1970.
218
LUNENFELD, M., Los corregidores de Isabel la Católica, Barcelona, 1989. Años antes había publicado un
pequeño artículo en el que se exponían las líneas que luego iba a seguir en este libro: “Governing the cities of
Isabella the Catholic”, Journal of urban History, 9 (1982), pp. 31-55.
219
UROSA SÁNCHEZ, J., Política, seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, Madrid,
1998.
220
CRUCES BLANCO, E., “Orden público y violencia en la ciudad de Málaga a fines del siglo XV y principios
del XVI (1495-1516)”, Meridies, II (1995), pp. 121-143.
221
GONZÁLEZ ALONSO, B., “Poder regio, reforma institucional y régimen político en la Castilla de los Reyes
Católicos”, en El Tratado de Tordesillas y su época..., pp. 23-47.
222
NIETO SORIA, J.M., “El reino: la monarquía bajomedieval como articulación ideológico-jurídica de un
espacio político”, en IGLESIA DUARTE, J.I. de la (Coord.), Los espacios de poder en la España medieval. XII
Semana de estudios medievales, Nájera, 2001, pp. 341-370.
223
GUERRERO NAVARRETE, Y., “Orden público y corregidor en Burgos (siglo XV)”, A.U.A.H.M., 13 (20002001), pp. 59-102.
209
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Bien, basten por ahora estas breves reseñas bibliográficas para hacernos una idea de por
donde ha ido la investigación en torno a la paz regia en la Castilla medieval. Ya insistimos en
el asunto. Quede claro, pues: que en el momento presente siguen publicándose trabajos en los
que la paz como concepto se contrapone al término guerra, a veces de una manera bastante
lógica227 y otras de un modo incorrecto; que la bibliografía que analiza los mecanismos de
pacificación aún es escasa; y que cuando resultan más interesantes estos mecanismos es al
relacionarse con temas relativos a la justicia, al control social y político, al adoctrinamiento
ideológico, etc. Por aquí es por donde caminan los últimos estudios228, basándose en un tipo
de fuentes documentales que todavía no son bien conocidas.
224
GUILLERÉ, C., “Le contrôle du gouvernement urbain dans la Couronne d´Aragon (milieu XIIIe siècle1479)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval. Actas de la XXIX Semana de Estudios Medievales de
Estella (15-19 julio de 2002), Pamplona, 2003, pp. 353-407.
225
GAUVARD, C.,“De grace especial”. Crime, Etat et société en France à la fin du Moyen Age, 2 vols., París,
1991, vol. II, pp. 866 y ss. Es de destacar también: KRYNEN, J., L´empire du roi. Idées et croyances politiques
en France, XIIIe-XVe siècle, Saint-Amand, 1993, pp. 36 y ss.
226
PALENCIA HERREJÓN, J. R., “La política de orden público de Enrique IV de Castilla: los gobernadores de
Toledo”, Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga-Ceuta, 1998, pp.161-171. Véase también:
LÓPEZ GÓMEZ, O., “Claves del sistema de pacificación ciudadana desarrollado por los Reyes Católicos en
Toledo (1475-1480)”, E.E.M., 27 (2004), pp. 165-193.
227
LADERO QUESADA, M.A., “Guerra y paz: teoría y práctica en Europa occidental. 1280-1480”, en Guerra y
diplomacia en la Europa Occidental. 1280-1480. XXXI Semana de estudios medievales. Estella, 19-23 de julio
de 2004, Pamplona, 2005, pp. 21-67.
228
En este sentido, véase: RIMBOUD, M., “La paix du bien public: démesure et marchandages (aôut-novembre
1465)”, en CONTAMINE, P. y GUYOT JEANIN, B. (Coord.), La guerre, la violence et les gens au Moyen Age.
1. Guerre et violence, París, 1996, pp. 333-344; MÉRINDOL, C. de, “La paix, la justice et la prospérité: du
effects du bon gouverment au milieu du XVe siècle”, en Idem, pp. 345-368; GONTHIER, N., “Faire la paix: un
devoir ou un delit?. Quelques reflexions sur les actions de pacification à la fin du Moyen Age”, en GARNOT, B.
(Edit.), L´infrajudiciaire du Moyen Age à la epoque contemporaine, Dijon, 1996, pp. 37-54; KORPIOLA, M., “
“The people of Sweden shall have peace”. Peace legislation and royal power in later Medieval Sweden”, en
MUSSON (Edit.), Expectations of the law in the Middle Ages, Woodbridge, 2001, pp. 35-51; Le réglement des
conflits au Moyen Age. 31e Congrès de la Société des historiens médiévistes de l´Ensegnement superieur public,
París, 2001; etc.
210
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
2.2. LA PAZ REGIA Y LA COMUNIDAD URBANA EN LAS FUENTES:
EL CASO DE TOLEDO
A la hora de analizar la relación reyes-comunidad urbana y la paz regia el análisis de las
fuentes es más básico, incluso, que cuando se estudian otros temas históricos; por dos causas.
Por una parte, pues el objeto de estudio es muy abstracto, el vínculo entre dos entidades, la
monarquía y sus súbditos, para conocerlo hemos de ir más allá de la simple comprensión de
las mismas. Hay que entender qué es la realeza y cómo se organiza la sociedad a todos los
niveles, desde el nivel político e institucional al económico, pasando por el ideológico, pero
de quedarnos en este punto nuestro trabajo diferiría poco de la historia urbana tal y como se
viene planteando, y la relación reyes-reino no quedaría aclarada. Este problema es frecuente.
No pocos trabajos que en sus títulos señalan que están destinados a analizar la relación de un
monarca con una urbe, al final lo que hacen es definir las circunstancias de dicha urbe,
bastante bien por cierto, quedando su relación con la realeza marginada.
Por otro lado, los análisis han de basarse en una lógica que se mantenga durante todo el
discurso, especialmente cuando estemos tratando con estadísticas. Se ha dicho muchas veces,
y con razón, que las estadísticas no sirven para conocer la sociedad medieval, y que basándose
en ellas puede defenderse cualquier idea: basta con buscar la fuente adecuada y convertirla en
el eje central de las reflexiones. Por mi parte, estoy de acuerdo con estos planteamientos.
Considero que las estadísticas pueden llegar a ser muy engañosas, y que el “culto al número”
es capaz, en ocasiones, de nublar la vista al historiador, impidiéndole ver lo que se encuentra
en el fondo de las realidades que analiza. No obstante, también pienso que una estadística
analizada en su justa medida puede ser esencialmente aclaradora, y que no es lo mismo
acercarse estadísticamente al poder político y de las instituciones -entre éstas a la propia
monarquía- que a la realidad social. Dicho de otra forma, creo que las estadísticas no sirven
para conocer la sociedad del Medievo, pero sí para valorar la función política que sobre ésta
desempeñan los organismos institucionales que la controlaban, y en concreto la realeza, que
es el “montaje ideológico-institucional” que aquí más nos importa.
Para que una estadística sea válida, eso sí, debe basarse en fuentes bien conservadas, y
que de una manera sistemática nos expresen un “modo de actuar”. Cualquier estadística sobre
la labor del Ayuntamiento de Toledo entre 1465 y 1522, por ejemplo, carecerá de validez, ya
que los documentos que nos han llegado del mismo son reducidísimos, hasta tal punto que no
puede decirse que tengan lagunas; son pequeñas islas en un inmenso océano de oscuridad.
211
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Por contra, la documentación de la realeza es ingente, y, en verdad, resulta chocante que
hasta este momento los historiadores de Toledo, viendo la pobreza de las “fuentes locales”, no
se hayan preocupado por analizar mucho más las “fuentes regias”229, entre las que han de
destacarse los documentos expedidos por el Consejo Real; documentos a partir de los que,
pues se conservan casi todos, las estadísticas sí pueden ser factibles y aclaradoras. No es lo
mismo analizar la cantidad de homicidios que se producen en un núcleo urbano desde unas
fuentes que, por lógica, no reflejarán todos ellos, que comprender la política de perdones que
la realeza pone en marcha con unas y otras ciudades, atendiendo a las coyunturas políticas de
cada momento, y buscando siempre unos beneficios ideológico-propagandísticos. Nunca será
lo mismo concluir que un año es más violento que otro en la vida de una urbe, tan sólo porque
las fuentes de la realeza hablen de más violencia, que profundizar en las causas que llevaron a
los monarcas a inmiscuirse más en los hechos violentos en unas épocas que en otras. No es lo
mismo, en definitiva, posicionarse en una postura cómoda, asumiendo o rechazando todas las
estadísticas sin más, que partir del hecho de que éstas pueden ser válidas si se interpretan en
su justa medida, y se analizan, al menos en lo que a este estudio se refiere, como indicadoras
de las actuaciones políticas.
Pecan tanto aquellos que tan sólo por contar con unas fuentes extraordinarias se
obsesionan con lo que dicen sus cuantificaciones -caso de los historiadores que han estudiado
el “modelo de delincuencia medieval”-, como esos que conscientes de las deficiencias de su
información deciden trivializarla, sin esforzarse porque sea lo más completa posible. A veces
esta trivialización se utiliza como excusa para no investigar más de lo que se ha hecho, y, no
obstante, concluir ideas generales que, desde mi punto de vista, podrán ser modificadas si se
realizan investigaciones más profundas230. En este sentido, queda no poco por hacer en todo
lo que se refiere a la delincuencia en la Castilla bajomedieval.
Ahora bien, dicho esto, cabría preguntarse si, más allá de que las estadísticas indiquen o
puedan indicar una actuación política, podrían referir de forma clara una realidad social. Lo
sencillo es responder que no. Una respuesta válida en la mayor parte de las ocasiones, porque
a menudo las fuentes son escasas, lo que ha hecho que historiadores como Juan Miguel
Mendoza Garrido o Rafael Narbona Vizcaíno rechacen las estadísticas en tanto que
indicadoras de un contexto social a fines de la Edad Media. Estoy de acuerdo con dichos
229
IZQUIERDO BENITO, R., “Aproximación a las fuentes para el estudio de Castilla-La Mancha en la Edad
Media. Fuentes documentales y bibliografía”, en I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Toledo, 1988,
vol. I, pp. 39-60; CABRERA MUÑOZ, E., “La investigación histórica sobre Castilla-La Mancha, referida al
período medieval”, en Presente y futuro de la Historia medieval en España, Madrid, 1990, pp. 285-311
230
En mi modestísima opinión, de este grave problema adolece la obra de Juan Miguel MENDOZA GARRIDO
Delincuencia y represión...
212
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
planteamientos. Eso sí, no todas las estadísticas gozan del mismo valor. A veces sí pueden
reflejar una realidad social, pues si se analizan con esa doble perspectiva señalada, no como
indicadoras de cierta realidad sino como evidencia de una serie de actuaciones políticas de
algunos organismos institucionales -la realeza en este estudio-, no tendría sentido desvincular
siempre dichas actuaciones de las demandas sociales, defendiendo que las primeras se
guiaban sólo por planteamientos ideológico-propagandísticos, o por intereses propios. Todo
va a depender, además, de las características cualitativas y cuantitativas de los documentos
con que contemos. Pondré un ejemplo.
El cuadro que sigue muestra las concesiones de licencias de armas hechas por los
Nº. DE CASOS
monarcas -el Consejo Real, mejor dicho- a los toledanos.
CONCESIÓN DE LICENCIAS DE ARMAS POR EL CONSEJO REAL. 14751520
34
32
30
28
26
24
22
20
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0
1519
1517
1515
1513
1511
1509
1507
1505
1503
1501
1499
1497
1495
1493
1491
1489
1487
1485
1483
1481
1479
1477
1475
AÑOS
El tema de la concesión de licencias de armas está inédito en la historiografía medieval
que estudia Castilla, si bien a lo largo de este estudio se harán bastantes referencias al mismo.
En todo caso: ¿qué indica esta estadística?. Partamos del hecho de que una licencia de armas
se concede, en lo que aquí respecta por parte de los consejeros reales, cuando una persona que
vive bajo amenaza la solicita para poderse defender en caso de sufrir un ataque. Las licencias
de armas eran permisos concedidos por la realeza, aunque los ayuntamientos -algunos por lo
menos- podían concederlos también, para que ciertos individuos que se sentían amenazados
pudiesen portar armas en contra de las prohibiciones establecidas, y así garantizarse su
amparo. Por lógica, se otorgarán más licencias de armas cuando haya más demandas de las
213
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
mismas, y las demandas serán mayores cuando mayor sea el número de amenazas y, por
tanto, de individuos que vivan bajo éstas. Si las amenazas son evidencia de la conflictividad
social, ¿era dicha conflictividad mayor cuanto mayor era el número de licencias de armas?.
Si dijéramos que existía más conflictividad social porque la realeza otorgaba más
licencias de armas, se nos podría replicar que si creció el número de concesiones tal vez fuera
porque a los reyes -a sus consejeros, sobre todo, auténticos “gestionadores” de la soberanía
real- empieza a interesarles el concederlas en un período concreto, dejando de lado otras
formas de amparar a la población que hubiesen sido utilizadas hasta entonces. Esta conclusión
también se deriva del cuadro.
La realeza castellana contaba con otro “mecanismo de amparo” para quienes requerían
su ayuda: los seguros, e amparos, e guardas e defendimientos reales, consistentes en poner a
quien los solicitaba bajo la protección directa de los monarcas, de modo que aquellos que
atentaran en su contra fuesen especialmente castigados, pudiendo llegar a considerárseles
como traidores a su rey. Está claro que si en la evolución comparada de las licencias de armas
y los amparos el otorgamiento de éstos se reduce o se mantiene estable, como sucede en
Toledo, y aumentan las concesiones de licencias de armas, es porque la realeza, incapaz de ser
garante por sí misma de la seguridad de las personas que se la solicitan, decide que ellas sean
las que se la proporcionen, utilizando armamento con fines defensivos. Dicho de otra manera:
el que aumenten las licencias de armas y disminuya, o no crezca, el número de seguros, viene
a ser indicio de que la realeza se muestra impotente a la hora de amparar a su “pueblo”. Como
causas de tal impotencia podrían señalarse varias, como podrá verse, aunque todas conducen a
lo mismo: la conflictividad social.
Nº. DE CASOS
SEGUROS, E AMPAROS E DEFENDIMIENTOS REALES. 1475-1520
22
20
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0
1519
1517
1515
1513
1511
1509
1507
1505
1503
1501
214
1499
1497
1495
1493
1491
1489
1487
1485
1483
1481
1479
1477
1475
AÑOS
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Tal conflictividad, por otro lado, tiene unas consecuencias más que evidentes en la vida
de las instituciones urbanas, pues en no pocas ocasiones es causa y efecto de los problemas de
éstas. Puede observarse, así, una doble línea de intervencionismo de la monarquía no siempre
destacada. Por una parte, los monarcas intervienen para “retener” las instituciones de las urbes
bajo su control, y para que actúen de un modo adecuado a sus planteamientos; planteamientos
que vienen definidos previamente por el bagaje ideológico de que se dotan los reyes, muy rico
en el caso de los Reyes Católicos. Por otra, la intervención de la realeza se produce al margen
de las instituciones del gobierno urbano, también, y en esto no suelen insistir las obras hasta la
fecha publicadas. Los monarcas -su Consejo Real casi siempre, y habrá que repetirlo hasta la
saciedad para que no se olvide- no sólo estaban preocupados porque las instituciones locales
de las urbes de realengo actuasen según sus objetivos, sino que ponían en marcha iniciativas
políticas al margen de ellas para alcanzar sus fines. Además, el intervencionismo regio, muy
al contrario de cómo parece desprenderse de algunos estudios, no siempre era buscado, y no
se guiaba por la obsesión de acumular poder. El deseo de hacerlo existía, y esto es innegable,
lo cual no quiere decir que en la vida diaria la realeza no fuese vista como un “marco de
amparo” a la hora de solucionar determinados problemas. Un marco de amparo, eso sí, al que
sólo podían acceder unos cuantos; aquellos que contaban con la suficiente riqueza como para
requerir los auxilios del máximo organismo institucional de Castilla: la monarquía. Por eso
los reyes, en el fondo, legitimaron las diferencias sociales, lo que no impide que en más de
una ocasión se mostraran “misericordiosos” y actuasen movidos no por motivaciones
económicas (tanto la Chancillería de Valladolid y la de Ciudad Real, que luego se fue a
Granada, como, sobre todo, el Consejo, cobraban mucho por sus servicios), sino por metas
propagandísticas; algo común tras su entrada en una ciudad.
Bien, ya habrá tiempo de profundizar en todos estos temas a medida que se avance en el
trabajo. Lo que aquí toca es ofrecer un panorama general sobre las fuentes conservadas tanto
de Toledo como de la relación entre esta ciudad y la realeza, haciendo especial hincapié en el
asunto que más interesa en este estudio: el de las medidas puestas en marcha por los monarcas
para pacificar la urbe, para mantenerla en paz, y para impedir su “despacificación”. Hemos de
tener en cuenta dos ideas, en este sentido. Primero, como ya se ha señalado, el análisis de todo
el volumen documental que se conserva daría para un trabajo específico, por lo que, para que
no se haga engorroso el examen que aquí se presenta, algunos de los aspectos que se tratan en
este punto pueden completarse al final de la obra, en la parte que habla sobre la bibliografía y
la documentación analizadas. Segundo, el análisis de las fuentes va a centrarse mucho más en
la “política pacificadora” de la realeza como tal que en las medidas puestas en marcha por ella
215
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
para controlar las instituciones, y que a través de éstas se llevase a la práctica dicha política.
El porqué de este planteamiento obedece, como veremos, a las circunstancias de los escritos
conservados. Cualquier intento de inducir la política de los monarcas desde las fuentes que
hablan de las actuaciones de los gobernantes locales está condenada al fracaso, porque apenas
tenemos fuentes sobre dichas actuaciones. Tan sólo existe una posibilidad, entonces: intentar
comprender el modo de actuación de los dirigentes toledanos a partir del estudio de la política
regia que determinaba esa actuación. Puesto que casi no se conservan actas del Ayuntamiento
de Toledo, la labor de éste sólo puede conocerse a través del análisis de las disposiciones
regias para controlarla, y de los conflictos que esto provocaba.
Aclaremos los planteamientos, pues. A la hora de analizar la tarea de los monarcas, por
un lado está la política de control institucional, o, mejor dicho, de dirección institucional (los
frutos de la misma en el día a día no pueden conocerse, debido a la falta de actas de las juntas
de los regidores), y por otro la Política, con P mayúscula, la política interior en este caso, en la
que debe encuadrarse dicha política institucional y, también, el resto de políticas destinadas
tanto a mantener Castilla en pas e sosyego como a aumentar el poderío regio. Dentro de la
misma habría de incluirse desde la política fiscal de la realeza hasta las medidas que ésta puso
en marcha para enfrentarse a la delincuencia, amparando la seguridad de sus súbditos.
Puesto que el objetivo es analizar los mecanismos que utilizan los monarcas para
mantener la paz, entendida como paz pública -en su sentido amplio- ligada a los intereses
regios, y puesto que las leyes son la garantía de dicha paz, pues estaban sancionadas por la
realeza, cuando no era ella quien a través de sus pragmáticas las había establecido, parece
evidente que es en el cumplimiento de la legalidad donde se halla la base sobre la que se
sustentan los intereses de los monarcas. Si la paz regia tiene una base legal está claro que en el
respeto a dicha base se halla la esencia de la misma, o viceversa: que la paz regia se quiebra
cuando se incumplen las leyes.
A fines del Medievo, en efecto, el delito también es un atentado contra la paz regia en la
medida en que la pone en cuestión, en que se convierte en un desafío a la soberanía del rey y a
su capacidad para defender a los súbditos mediante la salvaguarda de las leyes. Otra cosa muy
distinta son los motivos por los que no se cumple la legalidad, sin duda numerosos. Es cierto
que las leyes a veces eran producto de una ardua negociación entre los nobles y los delegados
de las ciudades, por una parte, y el rey, por otra, que se producía en el marco de una asamblea
de Cortes. El monarca se veía obligado a aceptar leyes con las que no estaba de acuerdo, más
si podían limitar su “poderío real absoluto” de alguna forma, por lo que aprovechaba la menor
oportunidad para incumplirlas. En caso contrario, en caso de que fueran los reyes quienes por
216
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
su propia voluntad creasen alguna ley a través de una pragmática sin consultarlo con las urbes
y los nobles, eran éstos y los habitantes de las primeras los que se mostraban más dispuestos a
incumplirlas, al no considerarlas un producto del consenso, sino una imposición. Hasta aquí la
teoría. En la práctica, sin embargo, si muchas leyes no eran cumplidas se debía a dos causas
básicamente: a que no se informaba a la población de su existencia, y muchos procedían en su
vida diaria al margen de la legalidad sin saberlo, algo que explica bastantes delitos (no
estamos ante una sociedad de la información); y a que, aún conociéndose las leyes, no pocos
se mostraban dispuestos a incumplirlas, aprovechando las deficiencias del Estado a la hora de
penar el delito (tampoco estamos ante un Estado de derecho).
2.2.1. DESENMASCARANDO EL DELITO: EL ANÁLISIS MICROHISTÓRICO DE
LOS DOCUMENTOS
El problema es definir qué es la delincuencia en la Edad Media. Si por hecho delictivo
entendemos la actuación que vaya contra las leyes, es posible que haya de concluirse que en la
Edad Media todas las personas eran delincuentes debido a sus propias circunstancias, según lo
dicho. A esta conclusión llegaríamos si mirásemos la sociedad medieval desde la perspectiva
de nuestra época, cuando en el Medievo el “sistema” funcionaba de otra forma. De la misma
manera que en la actualidad, un delito era un quebrantamiento de las leyes, pero no todos los
quebrantamientos se concebían del mismo modo. Acciones que para nosotros hoy son delitos
indiscutibles, como la malversación de fondos públicos, no siempre se consideraban así en la
época medieval, al igual que tampoco se tenían siempre por hechos delictivos esas formas de
comportarse que para nosotros se hallan dentro de lo que definimos como corrupción política:
compra de oficios públicos, gestión productiva de los cargos de gobierno mediante su puesta
en manos de terceras personas a través de un arrendamiento, uso de información privilegiada,
extorsiones, etc. Muchas veces estas formas de actuar tan sólo despertaban quejas, sin que los
monarcas, que en el fondo eran los responsables de las instituciones de gobierno de sus urbes,
hicieran nada para evitarlas231. Más claro, aún, es el asunto de la muerte por adulterio. En caso
de que éste se produjese el marido podía asesinar a su mujer, y no sólo no se le castigaba, sino
que estaba bien visto, pues era una forma de restituir la fama perdida por el adulterio232. Por
231
Un caso paradigmático lo tenemos en la malversación de fondos públicos. Hoy es un delito no gestionar de
una manera correcta el dinero recaudado a través de los impuestos. En la Edad Media las malversaciones eran
frecuentes y muchas veces tan sólo levantaban quejas, pero no eran actos que siempre fuesen penados. Sobre
estos hechos véase: EGMOND, F., “Crooked justice. Corruption, inequality and civic rights in the early modern
Netherlands”, Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 43-91.
232
Véase: BOONE, M., “State power and illicit sexuality: the persecution of sodomy in Late Medieval Bruges”,
Journal of Medieval History, 22 (1996), pp. 135-153; GAUVARD, C., “Violence lícite et violence ilícite dans le
217
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
otra parte, las leyes se interpretaban con cierta libertad, poniéndose los prejuicios morales y
religiosos por encima de lo establecido por ellas233, de forma que la aplicación de los patrones
contemporáneos del pensamiento judicial no es adecuada234.
Para evitar el problema que supone el hecho de tener que definir un tipo de delincuencia
propio para la Edad Media, con las complicaciones que ello traería a la hora de confrontar los
delitos de época medieval con los de otras épocas, los historiadores suelen recurrir a criterios
válidos para todos los períodos, usando una serie de “delitos modelo” que permiten el análisis
diacrónico a lo largo del tiempo. Así, casi siempre se simplifican las cuantificaciones,
hablando de tres tipologías de delincuencia: contra las personas, contra la propiedad y otros
delitos, o delitos contra las costumbres, como aparece en algunos trabajos. En realidad este
tipo de organización de los hechos delictivos presenta múltiples limitaciones. Porque se ha
venido utilizando con el objetivo de demostrar o no la existencia del (luego referido) “modelo
de criminalidad medieval”, y de conocer si, verdaderamente, hubo un tránsito “del homicidio
al robo”, han quedado fuera de ella muchos delitos que aparecen con frecuencia en las fuentes
documentales y que no encajan bien en dicha organización tipológica.
A pesar de esto, desde mi punto de vista tal clasificación es válida, y resulta acertada, si
bien debe complementarse. Por eso en este trabajo se dividirán los hechos delictivos en dos
bloques: delitos en sí, contra la propiedad, las personas y las costumbres; y “generadores de
conflicto”, una denominación ambigua bajo la cual se encuadran todos esos casos -difíciles de
cuantificar dentro de la clasificación tripartita- que no siempre se analizan como delitos en las
obras que estudian la delincuencia medieval, y que no siempre se asumían como tales en el
Medievo235. Los “generadores de conflicto”, a su vez, se dividirán en tres sectores con fin
metodológico, aunque pudieran organizarse de otra forma: contra la legislación urbana (por
ejemplo, aperturas ilegales de caminos, caza ilegal, circular por las noches en épocas en que
estaba prohibido, incumplimiento de una condena de destierro, portar armas en público, etc.),
contra las instituciones (desacato a los alcaldes, compra de oficios públicos, confrontación de
royaume de France à la fin du Moyen Age”, Memoria y Civilización, 2 (1999), pp. 87-115; ALFONSO, I., “Los
nombres de la violencia y el control de su legitimación”, Hispania, 208 (2001), pp. 691-706.
233
Sobre esta forma de interpretar las leyes se llama la atención en: DAVIDSON, N., “Theology, nature and the
law: sexual sin and sexual crime in Italy from the fourteenth to the seventeenth century”, en DEAN, T. y LOWE,
K.J., (Edits.), Crime, society and the law in Renaissance Italy, Cambridge, 1994, pp. 323-351.
234
De ahí la importancia que se está dando al análisis de la justicia en los estudios sobre la criminalidad
medieval. Véase por ejemplo: GAUVARD, C., “La justice pénale du roi de France à la fin du Moyen Age”, en
ROUSSEAUX, X. y LÉVY, R. (Edits.), Le pénal dans tous ses Etats. Justice, Etats et sociétés en Europe (XIIeXXe siècles), Bruselas, 1997, pp. 81-113; DUARTE, L.M., “Justice et criminalité au Portugal au Moyen Age et
au début de l´epoque moderne. Les traces, les silences, les problemes”, en BERLINGUER, L. y COLAO, F., Le
politiche criminali nel XVIII secolo, Milán, 1999, pp. 449-460.
235
En ocasiones se diferencia entre desviaciones y delitos. A esta problemática ya se han dedicado algunos
estudios: GARNOT, B. (Edit.), De la déviance à la delinquance, XVe-XXe siècle, Dijon, 1999.
218
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
jurisdicciones...) y contra el orden económico (impago de deudas, falsificación de monedas,
veto a la circulación de los cereales de unas zonas a otras, etc.)236.
Por otra parte, más allá de que en la actualidad no haya criterios definidos y aceptados
por todos los especialistas a la hora de encuadrar los delitos siguiendo unas mismas pautas
organizativas, el problema mayor se presenta en el momento no ya de definir
taxonómicamente los delitos, que también, sino a la hora de “estrujar” los documentos para
sacarles la máxima información en torno a la delincuencia. Aquí cada historiador utiliza sus
propios métodos, en función del tipo de documentos con los que tenga que vérselas. No es lo
mismo hacer estadísticas a partir de la información aportada por un proceso judicial que
basarse en protocolos notariales, en actas de un ayuntamiento u otra institución similar
-incluso un Cabildo catedralicio-, o en los escritos extremadamente parcos en detalles del
Consejo Real de Castilla. Sin duda los datos aportados por los protocolos o por los procesos
son inmensamente más ricos que los que aportan el resto de documentos utilizables para
analizar la delincuencia. El problema que es ni unos ni otros se han conservado en lo relativo
a Toledo, y no sólo a Toledo, sino a muchas urbes de Castilla.
Sirva como ejemplo el siguiente suceso ficticio, basado en un hecho real237, para ilustrar
las dificultades de cuantificación que presentan ciertos casos. Un individuo de la clase mediaalta de Toledo ordenó a uno de sus mozos que fuese con unos asnos a un pueblo de la tierra de
la ciudad, y trajera unos costales de trigo. Cargada la mercancía, el joven se vino a la urbe. Al
pasar por La Mata, una población próxima a ésta, los alcaldes, quienes controlaban el tráfico
mercantil, le obligaron a pagar la tasa del portazgo, y el mozo se negó aduciendo que el trigo
era para un vecino de Toledo; libre, por lo tanto, del pago de tales impuestos238. Los alcaldes
236
Hay que tener mucho cuidado a la hora de seguir taxonomías basadas en nuestra concepción actual del delito.
Juan Miguel Mendoza Garrido, por ejemplo, se confiesa seguidor de Michael R. Weisser y de su obra Crime and
punishment in early Modern Europe, quien toma por delito aquellas transgresiones tenidas por tal en cualquier
sociedad, todo aquel acto merecedor de castigo para cualquier época. Por el contrario, Bartolomé Clavero decía
que el peligro de esta concepción del delito es el de no considerar como tales los delitos propios de cada una de
las épocas, como por ejemplo la brujería. Sus palabras eran: “Las transgresiones que pudieran ser precisamente
las más típicas, aquellas tenidas entonces por las más graves y que fueron las más perseguidas, de hecho ni
siquiera entran en el campo de visión de esta historia social que un Weisser representa. Empieza por no
plantearse la pregunta”: CLAVERO, B., “Delito y pecado. Noción y escala de transgresiones”, en V.V.A.A.,
Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid, 1990, pp. 57-89, en concreto p. 58.
237
Los sucesos no fueron exactamente como los que señala el ejemplo. El caso sobre el que éste se ha recreado
fue el robo sufrido por un mozo de Pedro de Montalvo, vecino de Toledo. Venía con unas cargas de trigo de
Mesegar, pueblo de la tierra toledana, y pasando por el pueblo de La Mata salieron hacia él, en la plaza, dos
hombres de la justicia que le pidieron el portazgo. Al negarse a pagarlo llevaron preso al mozo y le quitaron todo
lo que tenía. Al final el mozo recobró la libertad, pero tras ser condenado a perder todos los bienes que llevaba:
A.M.T., “Siglo XV, cartas y varios”, caj. 298, documento suelto.
238
La primera exención de portazgo fue realizada por la reina Urraca, hija de Alfonso VI, entre 1109 y 1126,
cuando junto al monasterio riojano de Villaperriel, en Bárcena de Pie de Concha, eximió del pago de portazgo a
los mozárabes, castellanos y francos de Toledo: PORRAS ARBOLEDAS, P.A., “Los portazgos durante la Edad
Media. Política real y circuitos comerciales”, E.E.M., 15, (1992), pp. 161-211.
219
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
insistieron ante las negativas del muchacho. La tensión llegó a tal extremo que uno de ellos le
insultó, tras ordenar que pagase (injuria), a lo que el mozo replicó: “Pese a Dios239, si pago lo
que me pedís” (blasfemia).
Ante tal respuesta los miembros de la justicia decidieron emplear la fuerza, e intentaron
prender al joven, pero se defendió, dando un puñetazo a uno de ellos (agresión, y desacato a la
autoridad). Se inició una pelea. Finalmente los solicitadores del portazgo sacaron las espadas
e hirieron al muchacho en una pierna. Luego le encerraron en la cárcel pública y se fueron con
su trigo, sus asnos y sus aparejos a un almacén que el Ayuntamiento tenía (robo y/o violación
de los privilegios reales). El prisionero estuvo cautivo varias semanas (encarcelamiento ilegal)
mientras trataban con su amo su libertad, si bien, al estar herido y no recibir atención médica,
acabó muriendo (homicidio).
Problemas así, lejos de reflejar un hecho extraordinario, solían ser muy habituales en los
alrededores de Toledo, a tenor de la gran cantidad de documentación que se conserva240. En
todo caso, ¿cómo definir taxonómicamente este delito?. Está bastante claro que existen varios
hechos delictivos dignos de recibir diferentes penas. Sin embargo, durante la época medieval
dicha diferenciación tal vez no hubiese sido tenida en cuenta, y se considerara como un delito
global todo lo ocurrido a la hora de castigar a los malhechores241. Lo que no quiere decir que,
en efecto, no se cometieran varios actos delictivos, pues un “análisis microhistórico” de lo que
ocurre así lo señala.
Conviene aclarar qué ha de entenderse por “análisis microhistórico”. En este trabajo se
considerará como tal a aquel análisis minucioso de los documentos destinado a extraer toda la
información posible que aportan sobre el delito, pero también sobre la forma de perseguirlo, y
sobre el poder regio. No en vano, es a través de la aplicación de este sistema como resulta más
fácil observar la importancia que el argumento pacificador tenía en la política de la realeza, y
cómo tal importancia se expresaba en la documentación a través de la fórmula “paz y sosiego”
que suele aparecer sobre todo en los documentos de épocas conflictivas, como, por ejemplo,
durante los años finales del reinado de Enrique IV y a inicios del de los Reyes Católicos, o en
la época que precede al levantamiento de las Comunidades y durante éstas. Cierto que cuando
se cuenta con información procedente de decenas de procesos criminales -incluso centenas, en
239
Expresiones como ésta fueron prohibidas por una pragmática sanción dada por los Reyes Católicos en 1492;
Libro de Bulas y pragmáticas..., fols. 1 r-2 r.
240
La documentación existente sobre la violación de las exenciones de los vecinos de Toledo indica que éstas no
sólo se daban en los lugares de la tierra, sino en las puertas de acceso a la propia ciudad. Ya en 1402 algunos
vecinos de Toledo decían que les cobraban portazgo por las cosas que traían para vender a la urbe siendo libres
de su pago: A.M.T., A.S., caj. 6º, leg, 1º, nº. 3, pieza. 1.
241
MENDOZA GARRIDO, J. M., Delincuencia y represión..., p. 109.
220
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
el caso de los historiadores franceses, ingleses o italianos-, o de protocolos en que los notarios
refieren perdones entre familias, acuerdos para alcanzar treguas entre ellas después de haberse
visto enfrentadas por algún motivo, etcétera, etcétera, resulta casi imposible aplicar un tipo de
análisis como el que aquí se propone. Pero por desgracia para la Castilla bajomedieval no hay
unas fuentes como éstas.
Al contrario, esto tiene una ventaja, y es que la información es más fácil de aprehender;
lo cual no quiere decir que para hacerlo no haya que ir con pies de plomo. Debe partirse de un
hecho que está fuera de duda: los estudios en torno a la delincuencia en Castilla se hallan en la
primera fase de su desarrollo. La falta de madurez de esta línea de investigación, que aún debe
consolidarse, acarrea un problema al que el historiador que ha analizado la delincuencia en la
Castilla bajomedieval con más detenimiento, Juan Miguel Mendoza Garrido, no hace ninguna
referencia: el de los mecanismos para extraer la información a los documentos. Aquí no valen
las comparaciones con lo que los historiadores del resto de Europa han hecho, pues tienen una
suma de documentos incomparable a la que posee el historiador de la Castilla medieval, tanto
desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. Y no sólo nos referimos a los autores
franceses, ingleses o italianos, los que más han investigado este tema, sino también a quienes
investigan sobre la Corona de Aragón o el reino de Navarra. La única forma de descompensar
la mayor pobreza de los documentos castellanos es insistiendo en su análisis, llevándolo hasta
donde sea posible, fijándose en todos los detalles, hasta en los más mínimos; algo que tan sólo
se puede hacer siguiendo los presupuestos analíticos de la microhistoria... Otra cosa distinta es
que se abogue por ésta a la hora de dar explicaciones desde los datos extraídos.
Independientemente de que otros autores puedan plantearse a la hora de comprender los
delitos otra forma de análisis, pues no está consensuada una metodología para extraer datos de
los documentos sobre el delito de la Castilla bajomedieval (tal vez sea mejor así, pues a veces
los esquematismos metodológicos acarrean problemas, lo cual no quiere decir que unas líneas
maestras no fuesen positivas), en este trabajo se ha optado por un análisis bastante minucioso
de la información aportada por los documentos, para así identificar los delitos que aparecen en
ellos de modo individualizado, siempre que puedan situarse en tiempos distintos. Insisto, si se
pueden situar en tiempos distintos. Por ejemplo, en el caso de una pelea (la del mozo de arriba
sin ir más lejos) en la que primero haya una discusión verbal, sólo se cuantificará como
agresión / heridas si finalmente los discutidores llegaron a las manos. De quedarse sólo en las
palabras el suceso se tendrá como de injurias / amenazas. No obstante, si después de la pelea
uno de quienes participaron en ella sufrió amenazas, algo muy habitual, se entenderá como un
delito distinto al de la pelea en sí.
221
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
De esta forma se va a proceder en todos los casos: sólo se considerarán delitos distintos
aquellos que puedan ubicarse en tiempos, y también a veces en espacios, diferentes. Eso sí, si
por ejemplo en una pelea con armas alguien saliese mal parado, muriendo a las pocas jornadas
de las heridas, el suceso va a contabilizarse como un único caso de homicidio. De producirse
un robo con violencia, y por tanto con agresión, el suceso sólo se registrará como robo, ya que
se supone que éste era el objetivo del delito, y no el ataque físico. Luego analizaremos todo lo
que se refiere a estas problemáticas de forma detenida, aunque quede claro que ante la falta de
documentación no creo que deba darse tregua a la “dark figure”242 (luego se aclarará cuál es el
significado de este concepto)
Conviene llamar la atención aquí, además, sobre otro aspecto que tampoco parece claro
en la investigación sobre el hecho delictivo de Castilla en los siglos bajomedievales, y que no
hemos de perder de vista: el vínculo entre la “actividad represiva” en contra de los delitos y la
aparición de éstos en las fuentes.
Más allá de que el concepto “represión” no sea medieval, y de que pueda inducir a
errores -tampoco lo son otros como orden público, relaciones de poder u oligarquía que se
utilizan con frecuencia con fines operativos, y se admiten sin ningún problema-, la pregunta a
contestar sería la siguiente: ¿pueden considerarse como unos delitos “objeto de represión”
todos aquellos que aparecen en un documento?. Depende del carácter de la documentación,
pero desde mi punto de vista así es como deben ser considerados al menos en los documentos
del Registro General del Sello, es decir, del Consejo de los monarcas. La condena a muerte
expedida por los consejeros contra un individuo al que hubiesen condenado por cometer cinco
robos y un homicidio, ha de considerarse como castigo de toda su actividad delictiva y
criminal, por mucho que el veredicto hubiera sido el mismo si tan sólo hubiese cometido la
muerte, o si únicamente hubiera robado, de ser los objetos por él sustraídos de cierto valor o
su víctima una persona destacada.
Resumiendo: a la hora de hacer cuantificaciones la información de los documentos se va
a analizar de manera pormenorizada, sustrayéndola todos los datos sobre delitos que en ella se
señalen. Se considerará que las acciones de la realeza referidas en el documento del que se
haya sacado la información afectan a toda ésta, es decir, a todos los delitos, por mucho que los
unos nos lleven a otros. Lo cual no impide que haya unas cuantificaciones más fáciles de
realizar que otras y, desde luego, muchísimo más fiables. Mientras que debe ponerse en duda
la imagen de la delincuencia de su tiempo que ofrecen los documentos de los consejeros
242
Véase: FERNÁNDEZ-MAYORALAS PALOMEQUE, J., “Matemáticas de la Historia (o de cómo Clío,
celosa de Urania, soñaba con ser de mayor una ciencia exacta)”, Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 275-309.
222
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
reales, porque otros documentos nos pueden ofrecer una imagen distinta, como con muy buen
criterio ha señalado Juan Miguel Mendoza Garrido, está fuera de duda que aquellos datos más
objetivos que aporta la documentación no son tan cuestionables. Dicho de manera mucho más
sencilla: doscientas licencias de armas concedidas por el Consejo son doscientas licencias de
armas, y no podrá decirse que en el período en que se concedieron es imposible conocer el
número de éstas que otorgan los consejeros. Por contra, siempre podrá ponerse en duda el
número de asesinatos, homicidios, agresiones, amenazas, etc. que se producen en una
determinada época. Las actuaciones políticas son más fáciles de cuantificar que las realidades
sociales a las que se refieren.
2.2.1.1. NÚMEROS, TAXONOMÍAS Y MODELOS
En fin, ha llegado el momento de empezar a ofrecer cifras. Para la realización de este
trabajo se han analizado los fondos documentales de todas aquellas instituciones que tenían
algo que decir en el mantenimiento de la paz regia a fines de la Edad Media, tanto en Toledo
y en sus alrededores como en lo relativo a los toledanos: el Regimiento; el Cabildo de jurados;
los jueces locales laicos, básicamente los alcaldes y el corregidor -de los que apenas se
conserva documentación-; el Cabildo catedralicio; los jueces eclesiásticos de la urbe y del
arzobispado -tampoco de éstos se conservan muchos documentos-; las hermandades, tanto la
de los Montes de Toledo como la general; la Inquisición; el Consejo de los monarcas; y las
dos Chancillerías, en especial la de Valladolid.
El volumen total de casos que se ha documentado, de acuerdo al referido “análisis
microhistórico” de los documentos, según se ha dicho, es de 6.095, de los cuáles 60 no
pueden calificarse de ningún modo, porque no se conserva ninguna información sobre ellos.
Esto para la época que va de 1465 a 1522, en la que se registran 2.841 delitos y 3.194
generadores de conflicto. Si se toma como referencia toda la información que tenemos, la que
se inicia antes de estos años y acaba en 1523, en total son 6.328 casos (contando los 60 sin
datos): 3.064 delitos, y 3.204 “generadores de conflicto”. En el siguiente cuadro se
especifican de manera pormenorizada todos los delitos y todos los “generadores de conflicto”
que tenemos documentados.
223
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
CASOS DOCUMENTADOS
Delitos
Contra las personas
Contra la propiedad
Contra las costumbres
“Generadores de conflicto”
Contra el orden económico
Contra las instituciones
Contra la legislación urbana
Total
Sin datos
Total
1465-1522
2.841
DE ANTES DE 1465 A 1523
3.064
1.431
1.184
226
3.194
2.397
706
91
6.035
60
6.095
1.482
1.338
244
3.204
2.400
711
93
6.268
60
6.328
Soy muy consciente de lo llamativo de estas cifras, por no decir de su espectacularidad
-espectacularidad que, por cierto, desprecio, pues aquel historiador que busca el impacto en su
trabajo se acerca muchas veces más al folclore que a lo que debe ser la verdadera historia-, si
se comparan con las que en otros estudios sobre regiones de la Castilla medieval han aportado
autores como Juan Miguel Mendoza Garrido, en el caso de la Mancha, o Iñaki Bazán Díaz, en
lo que al País Vasco se refiere.
En este sentido, he de decir, en primer lugar, que yo, como ellos, sobre todo al igual que
el primero, que Mendoza Garrido, no creo en las estadísticas que nos hablan sobre la sociedad
del Medievo, aunque sí crea en algunas de las que nos hablan de las acciones de gobierno. Y
si he de ser sincero, con el mayor cúmulo de datos que he documentado poco más de lo que
dice él en su Tesis puedo decir sobre la sociedad medieval, pues la clave para entender ésta
está en el análisis cualitativo de los documentos, no en el cuantitativo, y la documentación
que usa Mendoza Garrido básicamente, la de la Hermandad ciudadrealeña, es bastante más
rica, en lo que al delito respecta, que los documentos del Consejo Real, de los que procede
más del 80 % de todos los datos que manejo. En lo relativo a Iñaki Bazán Díaz, el número de
casos que estudia es menor aún que el estudiado por Juan Miguel Mendoza Garrido.
Insisto, desde mi punto de vista las cifras no son importantes a la hora de conocer lo que
es una sociedad, a la hora de analizar la cosmovisión de las personas que la integraban. Sí que
pueden serlo, al contrario, cuando haya de valorarse la labor de un organismo institucional -la
realeza en lo que a nosotros nos interesa aquí- al intervenir en los problemas sociales, o en los
asuntos que afectan a individuos concretos. Según esto, resulta interesante observar que, más
allá de las diferencias en el número de casos que analizan en sus respectivos trabajos, Iñaki
Bazán Díaz y Juan Miguel Mendoza Garrido manejan delitos diferentes a la hora de entender
las sociedades que estudian, y esto sí, y no las cifras, ofrece la posibilidad de acercarse a ellas
224
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
desde distintos puntos de vista. De hecho, ambos autores desde el primer momento dejan
claros sus objetivos: Bazán Díaz sostiene que su acercamiento a la sociedad vasca de fines del
siglo XV y comienzos del XVI a través del delito apuesta por la historia de las mentalidades,
mientras Mendoza Garrido se basa para comprender la sociedad manchega de esa época en la
historia social.
Se trata de dos acercamientos distintos a la sociedad castellana de fines del Medievo. La
línea que sigue Iñaki Bazán Díaz se halla más en consonancia con la defendida por aquellos
que defienden la existencia de delitos específicos para cada época, y por eso se centra mucho
en los delitos que en ciertos trabajos se definen como “contra las costumbres”, o “en contra de
la moral”. Así, él habla de: delitos contra la integridad física de las personas; delitos contra el
honor; delitos contra la moral y libertad sexual -adulterio, bigamia, estupro, amancebamiento
de clérigos, violación, prostitución, incesto, homosexualidad-; delitos contra la religión -tales
como la blasfemia, la brujería, la herejía y la usura-; delitos contra el patrimonio -contra los
patrimonios en tierra, piratería-; y delitos contra la verdad, o de falsedad -falsedad de testigos,
escrituras, falsificación de moneda, identidad personal falsa-. Juan Miguel Mendoza Garrido,
por contra, analiza hechos delictivos más intemporales, propios de todas las épocas, siguiendo
a Michael R. Weisser, por lo que habla de: delitos contra las personas -homicidio, asonadas /
alboroto, agresión / heridas, agresión sexual, injurias, rapto, secuestro, abusos de las justicias-;
delitos contra la propiedad -hurto / robo, daños a la propiedad, incendio, prendas de ganado,
caza furtiva, apropiación-; contra las costumbres -y aquí incluye adulterio, fugas de mujeres,
delitos contra natura / sodomía, alcahuetería, juego, amancebamiento, hechicería, prostitución,
blasfemia y perjurio-; y “otros”, un cajón de sastre en donde pueden encontrarse desde delitos
tales como fuga de esclavos y ayuda a delincuentes hasta algún impago de deudas,
falsificaciones de monedas, incumplimientos de pragmáticas reales, fraudes o desacatos.
Bien, no seré yo el que critique las distintas taxonomías que usa cada historiador. Cada
cual persigue unos objetivos en sus investigaciones, y si las taxonomías guardan una lógica, y
responden correctamente a las metas planteadas, no tiene por qué existir una organización del
hecho delictivo que sea unívoca y válida para todos. Sí ha de insistirse, no obstante, en que en
mi opinión la esencia de lo que era la sociedad medieval se halla, más bien, en eso que autores
como Mendoza Garrido califican como “otros” al hablar del delito, y que en esta obra va a ser
definido como “generadores de conflicto”. Éstos, sucesos no siempre fáciles de definir porque
muchas veces se encuentran en el límite de la delincuencia, son los que caracterizan la vida en
el Medievo, y por eso eran los más abundantes; tanto, que las cuantificaciones en torno a ellos
resultan menos fiables que las que se realizan sobre los delitos en sí. Son hechos habituales, es
225
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
más, sorprendentemente cotidianos, sobre los que -por esta razón- no hay referencias escritas
a veces. En definitiva, un tipo de delincuencia que caracteriza el día a día de la vida en el
Medievo, esa que hace distinta a una sociedad en la que en términos generales las normas se
respetan, de otras, como la medieval, en la que en ocasiones ni se conocen cuáles son dichas
normas.
Pero volvamos a los números. Si las cifras aquí manejadas en torno al delito, y a los que
se han dado en llamar “generadores de conflicto”, son mucho mayores que las que se estudian
en otros trabajos sobre la delincuencia y la criminalidad medievales es por cinco factores. Por
una parte, al contrario que en obras como las de Bazán Díaz o Mendoza Garrido, que intentan
conocer mejor la sociedad que analizan, la meta que aquí se persigue es distinta, y yo no sé si
más fácil de alcanzar: “percibir” el modo de comportarse de las distintas instituciones, y muy
en concreto de la realeza, ante la sociedad que tienen enfrente. Los historiadores señalados no
se centran en entender estos “comportamientos institucionales” tanto como en inferir a través
de ellos la realidad social a la que se enfrentan. En mi modesta opinión, este objetivo puede
resultar arriesgado. Si quiere conocerse una sociedad tal cual era, primero han de ser muy bien
aclaradas las tareas de las distintas instituciones que la “gestionaban”; de todas ellas -al menos
de todas las que nos hayan quedado documentos-, desde la Iglesia a la monarquía pasando por
la justicia local de cada urbe, villa o pueblo que se estudie. Esta claro, entonces, y en esto han
sido acertados los estudios que hasta ahora tenemos, que, al menos en un principio, el mundo
de la delincuencia y el retrato de la sociedad que se deriva de éste sólo podrán ser entendidos
si se analizan a nivel local, o como mucho regional, teniendo claras las características que van
a definir a cada zona.
El trabajo que aquí se expone, más que de carácter local, tiene como meta de estudio
una región organizada en torno a una gran urbe, Toledo, de la que dependía tanto económica
como jurisdiccionalmente, aunque el análisis se centra en una “comunidad” específica, la
toledana, definida además de por su carácter urbano por una serie de privilegios con los que
no contaban las comunidades rurales de su entorno. Para eso se han analizado todas las
instituciones que intervenían en el control de dicha comunidad, hasta donde la documentación
ha permitido, de modo que la variedad de organismos institucionales analizados aquí es un
tanto mayor que la que se analiza en otros estudios. Un fin distinto y un análisis institucional
más amplio, por tanto.
Un segundo aspecto que explica el mayor número de casos analizados es la concepción
del hecho delictivo que aquí se emplea. Por delito se entiende todo quebrantamiento de la ley,
aunque se diferencia entre los delitos que eran tenidos como tales siempre de aquellos que en
226
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
alguna ocasión no se concebían así. El análisis de éstos, los “generadores de conflicto”, es un
tercer aspecto a tener en cuenta. Por su culpa las cifras resultan tan abultadas, pues, como todo
lo que hacían las instituciones (prácticamente) tiene que ver con algún suceso conflictivo en el
que las leyes resultaban incumplidas, el análisis de la tarea de éstas ofrece información sobre
muchas formas de delincuencia.
En este sentido, deben destacarse dos ideas. Por una parte, no es lo mismo el delito que
llega a las instituciones locales, el más común (del que para Toledo, por desgracia, contamos
con pocos datos), que aquel otro que, de una manera directa o a través de la apelación, acaba
en las altas instituciones del Estado, ya que éste suele ser más grave. Por otra, a la hora de
hacer estadísticas tal vez lo más correcto sería hablar de una “cuantificación fuerte”, cuando
nos refiramos a delitos que por su gravedad hayan de tenerse como extraordinarios, y, por eso,
hayan podido dejar mayores huellas documentales; y de una “cuantificación débil”, cuando
nos refiramos a sucesos habituales, que ni siguiera se concebían siempre como delictivos, y
que por tal razón aparecen documentados con menos intensidad.
Pero lo que verdaderamente hace que los delitos aquí registrados sean más numerosos
que los que registran otros estudios son un cuarto y un quinto aspecto: ni otros historiadores, y
esto sí es criticable, se han metido tan de lleno en la inmensa documentación del Consejo Real
de Castilla; ni han optado a la hora de analizarla por un análisis microhistórico como el que se
utiliza aquí. De ser sincero, confesaré que en principio no iba a analizar los documentos de los
consejeros reales en la manera que al final tuve que hacerlo. Fueron las propias circunstancias
de la investigación las que me empujaron a ello, pues las fuentes locales sobre Toledo dejaban
mucho que desear. En cuanto a lo que denomino “análisis microhistórico” de las fuentes, tal y
como dije arriba, considero que, ateniéndonos a las características de los documentos sobre el
delito que se conservan para la Castilla bajomedieval, es el mejor modo de conocer los delitos
sin condenar a muchos de éstos a la “dark figure”.
Si tenemos en cuenta todo esto, y pasamos a analizar la imagen diacrónica que ofrece el
intervencionismo de las instituciones de los delitos y “generadores de conflicto”, los datos que
se han estudiado aquí reflejan la evolución señalada en el cuadro que sigue a estas líneas. En
él se puede observar cómo durante el siglo XV en términos generales la intervención de éstas
es más reducida que en las primeras décadas del siglo XVI, aunque existen muchos picos que
van hacia arriba y hacia abajo. A lo largo del trabajo se irá explicando el porqué de esos picos,
pero quede claro a qué se debe el paulatino, aunque renqueante, aumento de la intervención
institucional: por un lado, a medida que avanzamos en el tiempo la información conservada es
más rica; y por otro, las instituciones van consolidándose, la burocracia va siendo cada vez
227
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
más definida, y la capacidad de los poderes públicos a la hora de intervenir en todos los
problemas aumenta, por mucho que siempre sea insuficiente. Si el intervencionismo se redujo
de golpe entre 1517 y 1521 fue porque por entonces la realeza se alejó de la “comunidad” de
Toledo, y ésta reaccionó de forma airada levantándose contra el rey, provocando un conflicto
-la primera revolución moderna para muchos- que fue conocido como el de las “Comunidades
de Castilla” desde el primer momento.
Nº. DE CASOS
EVOLUCIÓN DEL INTERVENCIONISMO INSTITUCIONAL (1465-1522)
380
360
340
320
300
280
260
240
220
200
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
1521
1519
1517
1515
1513
1511
1509
1507
1505
1503
1501
1499
1497
1495
1493
1491
1489
1487
1485
1483
1481
1479
1477
1475
1473
1471
1469
1467
1465
AÑOS
La mayor parte de la documentación utilizada aquí procede de los fondos documentales
de la realeza, y más en concreto del Consejo Real. Por ello, no debe entenderse que en estos
números se encierra, ni mucho menos, toda la criminalidad y la delincuencia que se produjo
de manera cotidiana en Toledo y sus alrededores. Es más, el análisis cuantitativo de los casos
muestra una concepción deformada del delito y el crimen, en tanto que hay hechos delictivos
que aparecen sobredimensionados, debido a que la labor represiva de la monarquía incidió
especialmente en ellos, mientras otros aparecen subrepresentados, porque fueron resueltos por
las jueces de la urbe y apenas se conserva documentación (pequeños robos, injurias, peleas...),
o porque, simplemente, no llegaron a denunciarse243.
243
Esto impide conocer cómo funcionaba la justicia en la ciudad, mientras que para otras regiones hay estudios
muy pormenorizados: MUSSON, A., Public order and law enforcement: the local administration of criminal
justice: 1294-1350, Woodbridge, 1996.
228
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
La casi total inexistencia de las actas del Ayuntamiento nos impide conocer qué tipo de
delitos se denunciaban en la urbe, aunque cuando se han conservado todo indica, por ejemplo,
que el número de robos que se producían en ella, y sobre todo en sus alrededores, era más alto
del que registran otras fuentes244. Es cierto que con las actas del Cabildo de jurados y las
denuncias que aparecen recogidas en algunos escritos se pueden subsanar, aunque sea en
parte, algunas deficiencias, pero el volumen documental de estas fuentes con relación al delito
y al crimen es inferior al que nos ha llegado proveniente de la corte, que sólo resolvía ciertos
asuntos. La corte, el Consejo Real mejor dicho, verdadero definidor de la política
monárquica245, no actuó como un tribunal ordinario de justicia en la mayor parte de las
ocasiones, sino como una institución de amparo jurídico ante la que apelar en caso de que
alguien se considerara agraviado por una sentencia de las instancias judiciales inferiores, que,
además, muchas veces operaba por intereses políticos246.
Ahora bien, ¿qué individuos tenían capacidad económica para sostener un pleito largo y
costoso en la corte, o pedir a ésta cualquier tipo de ayuda?. Muy pocos; aquellos que tuvieran
la suficiente riqueza como para, por ejemplo, comprar el perdón de un homicidio, o abrir un
proceso en el máximo tribunal de Castilla, siempre tras haber sopesado detenidamente que, en
ninguna forma, los gastos del mismo serían superiores a los intereses que en él pretendieran
defenderse. Y, aún así, como se manifiesta en algunos asuntos tratados por los consejeros que
tenían como protagonistas a personas sin ningún poder socio-económico, la intencionalidad
política247 y propagandística del Consejo siempre estaba a la orden del día, en determinados
contextos sobre todo.
244
BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas del Ayuntamiento de Toledo”, Revista de la
Universidad de Madrid, 19 (1974), pp. 41-102. Sobre la documentación local existente en Toledo véase:
CABRERA MUÑOZ, E., “La investigación histórica sobre Castilla-La Mancha, referida al período medieval”,
en Presente y futuro de la Historia Medieval en España, Madrid, 1990, pp. 285-311. En lo relativo a la
problemática surgida por la no conservación de las actas es interesante: BELMONTE LÓPEZ HUICI, Mª. del
C., CUESTA MARTÍNEZ, M., GARCÍA CARO, Mª.I. y POZAS POVEDA, L., “Las actas capitulares como
fuente para la historia urbana”, Axerquia. Revista de estudios cordobeses, 10 (junio de 1984), pp. 155-182.
245
Véase: DIOS, S., El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, 1982.
246
Prácticamente no hay información sobre procesos referentes a vecinos de Toledo anterior a 1490, ni en el
Consejo Real ni en la Real Chancillería de Valladolid, ni en la Real Chancillería de Granada. En la Chancillería
de Valladolid sólo hay un pleito de los escribanos del número de la ciudad de Toledo con los escribanos reales
datado en 1445 (A.R.Ch.V., Pergaminos, leg. 48, doc. 4), aunque posiblemente haya más escritos difíciles de
consultar debido a las complicaciones para acceder a la información de ciertos fondos de este archivo, al no estar
bien catalogados. Con respecto al Consejo Real, aunque existen documentos sueltos desde 1444 (A.G.S., Co.Re.,
leg. 652, exp. 22, abarca hojas sueltas de procesos entre 1444 y 1504), para 1476 (A.G.S., Co.Re., leg. 761, exp.
4, que va de 1474 a 1553) y desde 1480 en adelante (A.G.S., Co.Re., leg. 764, exp. 7, abarca documentos sueltos
desde 1480 a 1600; A.G.S., Co.Re., leg. 764, exp. 8, con hojas sueltas de procesos entre 1480 y 1626), el grueso
de la documentación judicial no se inicia hasta los primeros años del siglo XVI.
247
Lo sucedido con el conde de Belalcázar es paradigmático: OWENS, J.B., Despotism, Absolutism and the Law
in Renaissance Spain: Toledo versus the coants of Belalcázar (1445-1574), Michigan, 1972.
229
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Conviene que hagamos, entonces, un breve repaso sobre el tipo de datos obtenidos de
los diferentes archivos con los que se ha trabajado en este estudio. Con respecto a los archivos
locales, la escasa documentación conservada sobre el crimen y los delitos en que se vieron
implicados los toledanos a finales de la Edad Media se guarda, sobre todo, en el Archivo
Municipal, concretamente en las secciones Archivo Secreto y Archivo del Cabildo de Jurados.
Dentro del Archivo Secreto, además del Libro Becerro Antiguo y de las ordenanzas
municipales, una de las fuentes más importantes para el estudio de la delincuencia es una
recopilación de pregones que se publicaron a fines del Medievo. Sobre la más variada
temática, y abarcando un ámbito cronológico que va desde finales de la década de 1450 hasta
principios del siglo XVI, los pregones son una fuente determinante, en tanto que permiten
conocer lo que los toledanos de la época oyeron publicar por las calles al pregonero (tanto los
mandatos de los dirigentes locales como los establecidos desde la corte en nombre de los
reyes). En la sección Archivo del Cabildo de Jurados, aparte de documentos sueltos, son de
destacar la documentación contenida en las cajas tituladas “Varia”, “Traslados” y “Cartas”,
los privilegios del Cabildo y, sobre todo, las actas de esta institución, que al no conservarse
las del propio Regimiento se convierten en una fuente valiosa para analizar muchos aspectos
de la vida de la urbe.
Fuera de estas secciones, en el Archivo Municipal se han consultado las cajas “Siglo
XV”, “Siglo XVI” y “Siglo XV. Cartas y varios”, si bien la información obtenida de ellas ha
sido poco relevante. Al contrario, es en la llamada Sección B. Libros Manuscritos donde se
encuentra una de las fuentes más valiosas, un registro de papeles que lleva por título: “Este
libro es de traslados de cartas para los reyes y para otras personas, y para las simples de poca
ynportançia. XV. XVI”. La información contenida aquí, una enorme cantidad de documentos
cosidos, no un libro propiamente dicho, es básica, en tanto que hace referencia a algunos de
los crímenes que más eco tuvieron durante la década de 1460.
Del otro archivo urbano que aporta importante documentación a este estudio, el Archivo
de la Catedral, se han analizado, sobre todo, las actas de las juntas de los canónigos, además
de algunos papeles sueltos de la Secretaría del Cabildo catedralicio. El clero fue víctima de la
delincuencia urbana y participó en ella de manera activa, por eso la información del Cabildo,
el organismo institucional más poderoso en Toledo tras el propio Ayuntamiento, es básica a la
hora de entender la violencia que sufrió la urbe en determinadas coyunturas socio-económicas
y políticas.
Por contra, menos importante ha resultado la documentación conservada tanto en el
Archivo de la Diputación de Toledo, del que apenas se ha utilizado algún documento, como
230
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
en el Archivo Histórico Provincial, cuya documentación, prácticamente nula antes del 1500, a
veces puede resultar poco interesante de acuerdo a los objetivos de este trabajo, cuando no es
inaccesible, debido a su deficiente catalogación. Con tal problema, en realidad, me he hallado
en todos los archivos; eso sí, en unos más que en otros. Cuando los documentos de algunas de
las secciones no están sin catalogar, los catálogos existentes tienen tantos errores que lo mejor
es no acudir a ellos.
Se trata de un problema enorme, pues, qué duda cabe, el óptimo trabajo del historiador
depende de la catalogación de los escritos a analizar. Quitando las secciones Archivo Secreto,
Archivo del Cabildo de Jurados y Sección B. Libros manuscritos del Archivo Municipal de
Toledo, los pocos documentos utilizados del Archivo de la Diputación de Toledo, algunas de
las secciones de los archivos de las Chancillerías Reales (la de Valladolid y la de Granada) y
del Archivo Histórico Nacional, y, prácticamente, todo el Archivo General de Simancas,
excepto la sección Registro General del Sello -la más importante para este trabajo- a partir del
año 1500, el resto de la documentación o está sin catalogar, o los catálogos son poco fiables.
Dicho de otro modo: en torno al 50 % de los escritos aquí utilizados no pueden encontrarse
acudiendo a un catálogo. Los interesados en ellos tendrán que acudir a la referencia que
aparezca en notas a pie de página, que será todo lo concreta que pueda ser. Aún así, y debido
a la falta de catalogación, en ciertos casos no podrá resultar todo lo precisa que sería deseable.
Por ejemplo, las referencias al Registro General del Sello seguirán una doble tipología.
Como los escritos de esta sección del Archivo General de Simancas están catalogados hasta
1499, se ha seguido la referencia del catálogo hasta entonces; a partir de 1500, sin embargo, y
hasta el año 1523, las referencias son menos precisas, pues los documentos no están
catalogados. Sólo se señalará el lugar y el día de expedición del documento desde esa fecha,
con el insoslayable peligro de que exista otro documento expedido en el mismo sitio y con la
misma data248.
Cambiando de asunto, a la hora de analizar la documentación sobre la delincuencia -o la
-pseudodelincuencia”- que se ha conservado en los archivos toledanos, hemos de partir de un
hecho: los documentos básicos para su estudio, a saber, las actas del Regimiento, los escritos
248
Por ejemplo, al analizar la inmensa masa de documentación no catalogada del Registro General del Sello para
los años que van de 1500 en adelante, uno puede darse cuenta de que determinado tipo de documentación sigue
un orden. En el legajo siempre aparecen primero las concesiones de títulos de escribanos, luego las mercedes de
escribanías públicas, después las mercedes de veinticuatrías o regimientos, y más tarde las de juradurías. A veces
las mercedes de otros oficios públicos se alternan con éstas, aunque a menudo suelen ir al principio del legajo, al
lado de documentos sobre los mayorazgos, tanto para fundarlos como para extraer algunos bienes de los mismos
con vista a un futuro matrimonio o a algún otro asunto. Además, normalmente al final de cada legajo aparece la
documentación relativa a la ciudad de Córdoba, aunque no siempre, y junto a ésta, antes o después, suele hallarse
la documentación referida a la costa cantábrica: las Cuatro Villas, Santander, Laredo...
231
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
de los jueces locales (corregidor, alcaldes mayores y alcaldes ordinarios) y los protocolos de
los notarios antes del siglo XVI, no se conservan. Esto hace que la masa de documentos sea
reducida, si bien es indiscutible que aporta datos interesantes: no sobre la delincuencia urbana
como tal, por culpa de la escasez y fragmentación de las informaciones, pero sí sobre aquellos
delitos que los gobernantes se encargaron de combatir de una manera más sistemática durante
los años finales del quinientos.
Las víctimas de un delito podían presentarse ante tres “instancias oficiales” solicitando
ayuda. Ha de remarcarse lo de “oficiales” porque en la baja Edad Media existía un sistema de
resolución de los conflictos “infrajudicial”, es decir, al margen de la “justicia oficial”, del que
no se han conservado datos en lo referente a los vecinos de Toledo, debido a la desaparición
de los protocolos notariales. En vez de acudir ante los alcaldes era frecuente que, con el fin de
evitar gastos, las partes enfrentadas por un asunto nombrasen a jueces árbitros (mediadores)
para resolverlo. Cuando esto no se realizaba -no es posible conocer la frecuencia con que se
hacía- el que hubiese sufrido un delito podía denunciarlo: ante los alcaldes u otros jueces
como el corregidor o el fiel del juzgado (que resolvía los casos que se daban en los Montes de
Toledo); si considerara el suceso grave, ante el Cabildo de jurados, para que éste fuera quien
lo denunciase ante el Regimiento; o directamente ante los regidores.
Los documentos del Cabildo de Jurados y, sobre todo, del Regimiento durante su primer
siglo de existencia son reducidos, lo que hace difícil conocer su actuación para salvaguardar el
orden público. Aún así, los pregones conservados salvan, en parte, la carencia de las actas que
se escribieron en las juntas de los regidores, y las actas del Cabildo de jurados que sí que se
conservan, en concreto para los años 1479-1487, resultan una fuente importante para entender
su intervencionismo en asuntos relativos a la delincuencia ciudadana. Los pregones, que como
se dijo arriba se publicaron entre fines de la década de 1450 e inicios de la de 1510, aunque en
su mayoría se refieren a los años 60 y 70 del siglo XV, son los documentos más importantes,
junto con algunos escritos de las actas del Regimiento de los años anteriores estudiados en su
día por Eloy Benito Ruano249, y que en concreto se refieren a las asambleas que se celebran
entre el lunes 17 de agosto y el domingo 6 de septiembre del año 1444, y entre el viernes 9 de
noviembre y el lunes 3 de diciembre de 1464.
En cuanto a los archivos generales, en el Archivo General de Simancas se encuentra la
mayoría de la documentación que se ha utilizado en este trabajo, en concreto en las secciones
siguientes: Registro General del Sello; Cámara de Castilla -ésta, a su vez, se organiza en tres
249
BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas...”.
232
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
grandes subsecciones, Pueblos, Personas y Diversos-; Consejo Real de Castilla; Secretaría de
Estado. Corona de Castilla; Secretaría de Estado. Sueltos; Patronato Real; Secretaría de mar
y tierra. Guerra y marina -en concreto las subsecciones Guerra Antigua y Legajos sueltos-;
las subsecciones inferiores de Cámara de Castilla, es decir, Cámara de Castilla. Memoriales
y expedientes, Cámara de Castilla. Títulos rasgados, Cámara de Castilla. Libros de cédulas y
Cámara de Castilla. Perpetuación de oficios; Casa Real. Obras y bosques; Escribanía mayor
de rentas; y, por último, Contaduría mayor de hacienda. De todos estos grupos documentales,
aunque de forma bastante desigual, se ha obtenido información. Las secciones más destacadas
no sólo del Archivo General de Simancas, sino de todos los archivos visitados, son, por orden
de importancia: Registro General del Sello, Cámara de Castilla en sus distintas subsecciones,
y Patronato Real. La sección Consejo Real de Castilla podría haber aportado bastantes datos
si se conservasen más procesos sobre vecinos de Toledo para la época estudiada. Por suerte,
en todo caso, si bien no se conservan muchos procesos sí tenemos su resolución, a veces, en el
Registro General del Sello.
El Registro General del Sello se organiza por meses. Cada mes ocupa un legajo, aunque
hay meses que ocupan dos o más. La información empieza a ser seriada a partir del año 1475,
si bien hay documentos sueltos para años anteriores, y, como se ha dicho, están catalogados
los legajos que van desde 1475 a 1499. Para realizar este estudio, sin embargo, se han visto no
sólo estos documentos, sino además los escritos contenidos en los legajos sin catalogar que
van del año 1500 al 1523. Cualquier historiador que conozca el Registro General del Sello, o
que se haya acercado a él a la hora de realizar alguna investigación, podrá hacerse buena idea
del trabajo que ha supuesto esta búsqueda de documentos, realmente desesperante a veces, ya
que se ha tenido que bucear entre cientos de escritos, literalmente, en busca de información de
los vecinos de Toledo.
En cuanto a los otros archivos de carácter general que se han visitado, la información de
la Real Chancillería de Valladolid es más reducida, entre otras cosas porque no se conservan
pleitos criminales para la época que aquí nos interesa, y algunas secciones están pésimamente
catalogadas. También se ha acudido a los fondos de la Real Chancillería de Granada, y más en
concreto a su sección relativa a Ciudad Real250, pues en un principio era factible que algunos
vecinos de Toledo, aunque su chancillería era la vallisoletana, acudiesen a ésta, al ser la más
próxima a su urbe cuando estaba en Ciudad Real, antes de que se trasladase a Granada.
250
También se ha analizado, aunque la población de Toledo tenía como tribunal supremo, por debajo del
Consejo Real, la Chancillería de Valladolid. La urbe está al norte del Tajo, la frontera que dividía los territorios
bajo la tutela de la Chancillería de Valladolid, al norte del mismo, del área tutelada por la granadina, al sur.
233
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Además, también era posible que en este archivo se conservasen datos de la zona sur de la
tierra toledana. En efecto es así, aunque la información es escasa.
Con respecto al Archivo Histórico Nacional, tres secciones han sido importantes, si bien
no tanto como en principio se creía: Nobleza, Inquisición y Diversos. Santa Hermandad Vieja
de Toledo. Los documentos de todas ellas están bastante bien estudiados en lo que se refiere a
la ciudad del Tajo, sobre todo los relativos a la labor de los inquisidores. De la misma manera,
son conocidas las copias de documentos originales sobre Toledo que se hallan en la sección
Manuscritos de la Biblioteca Nacional; unas copias de las que, en todo caso, se ha intentado
prescindir para evitar errores, acudiendo siempre, por contra, a los escritos originales en caso
de conservarse. En vista de lo que se ha podido ir comprobando a lo largo de la investigación,
las copias de ciertos documentos dejan muchísimo que desear. Es por eso que sólo cuando no
se han conservado los originales se ha acudido a ellas. Algo que resulta necesario de todo
punto a la hora de analizarse los escritos de la Real Academia de la Historia, en concreto de su
biblioteca.
La información obtenida se puede resumir del modo que sigue en lo que al delito como
tal respecta, sin referirnos a los “generadores de conflicto”. Se trata de la imagen sincrónica
del delito que ofrece la documentación analizada.
DELITOS
Contra las personas
Injuria / amenaza
Agresión / heridas
Homicidio / asesinato
Asonada / alboroto
Encarcelamiento ilegal
Secuestro
Cárcel privada
Agresión sexual
Desafío
Contra la propiedad
Robo / hurto
Apropiación de herencia
Problemas con tierra
Problemas con casa
Saqueo de casa
Ocupación de término
Robo de ganado
Destrucción de bienes
Apropiación de armas
Ocupación de calles
1465-1522
1.431
667
266
234
110
98
41
8
5
2
1.184
374
234
208
140
25
78
63
30
27
3
234
Antes de 1465-1523
1.482
680
269
234
139
103
42
8
5
2
1.338
431
234
208
143
92
83
78
36
27
4
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Quema de término
Contra las costumbres
Blasfemia
Adulterio
Juego
Proxenetismo
Fuga de mujeres
Negación del matrimonio
Incumplimiento de votos religiosos
Amancebamiento
Hijo fuera del matrimonio
Fuga de hombres
Deshonestidad pública (sexo)
Alcahuetería
Incesto
Matrimonio ilegal
Pederastia
Total
2
226
92
32
26
5
21
13
11
8
6
4
3
2
1
1
1
2.841
2
244
92
32
26
23
21
13
11
8
6
4
3
2
1
1
1
3.064
Personalmente, y a tenor de todo lo dicho hasta aquí, yo no me atrevería a defender que
la imagen del delito a fines de la Edad Media en Toledo y su entorno sea ésta: la que expresan
los documentos aquí analizados. Eso sí, parece una imagen bastante lógica. Según ella, a fines
de la época medieval los delitos más frecuentes son los verbales: las injurias, las amenazas y
las blasfemias. Les siguen los hechos delictivos en contra de la propiedad, entre los que
adquieren bastante importancia los robos / hurtos. Sólo por detrás de éstos es cómo hay que
situar, desde un punto de vista cuantitativo, otros delitos contra las personas, como las
agresiones / heridas, más numerosas que los homicidios. Los delitos contra las costumbres,
por último, están muy mal documentados en los escritos que se conservan, entre otras cosas
porque muchas veces ni se denunciaban, a no ser que fuesen muy graves.
A tenor de lo dicho por la documentación estamos, pues, ante una sociedad en la que lo
que predomina son las injurias, las blasfemias, las amenazas y, en términos generales, todas
las formas de violencia verbal. También son importantes los hechos delictivos en contra de la
propiedad privada, tanto los delitos contra bienes muebles como contra bienes inmuebles. En
lo que respecta a la violencia física, las peleas más o menos graves, que terminan a veces con
heridos de diversa gravedad, son más comunes que las peleas que acaban en muerte, o que los
asesinatos. Entre los delitos contra las costumbres, en fin, destacan las blasfemias, pero sobre
todo los delitos que tienen a mujeres como protagonistas -víctimas en su mayoría-: adulterios,
proxenetismo, fugas de mujeres, negación del matrimonio... Ciertamente tal imagen recuerda
mucho a la defendida por Juan Miguel Mendoza Garrido, quien en todo momento reafirma la
235
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
importancia de los delitos contra la propiedad frente a los delitos contra las personas, con la
meta de poner en cuestión la existencia de un supuesto “modelo de criminalidad medieval”.
Refirámonos brevemente a este modelo. En los estudios sobre la violencia y el delito en
todo momento han tenido una influencia notable las metodologías y los temas planteados por
los antropólogos y los sociólogos, quienes, de alguna manera, determinan las dos líneas de
trabajo que se han venido siguiendo. De la sociología, que ya en los pioneros estudios deja su
impronta251, se han heredado (en especial) los planteamientos cuantitativos, la importancia de
la elaboración de estadísticas y de su correcto análisis252. Para poder hacerlas es obligatorio
contar con datos sobre el hecho delictivo que sean coherentes, que informen sobre los delitos
de una manera continua a lo largo del tiempo, y de los que, de un modo sistemático, puedan
extraerse conclusiones en torno a la evolución de los homicidios, los robos, las injurias...
Como no siempre esto es posible las estadísticas han sido y son muy criticadas por algunos
autores, sobre todo por los medievalistas253.
La Edad Media era un “período pre-estadístico”; la información no se recogía con unos
objetivos sistematizadores. Si a esto sumamos que bastantes delitos ni se denunciaban, que
aquellos que eran denunciados en ocasiones se resolvían oralmente, y que los que se ponían
por escrito en buena parte se han perdido, la validez de cualquier estadística, no ya sobre el
hecho delictivo sino sobre su represión, debe ponerse en duda254. Aún así, se pueden realizar
cuantificaciones cuando los datos sean homogéneos, siempre que se interpreten correctamente
y el historiador no deje llevarse por el “culto al número”255.
En este sentido, a partir del análisis estadístico del delito a lo largo de la historia hace
años surgieron dos teorías256: la “teoría de la modernización del crimen” y la “teoría de la
251
Sobre la relación entre la historia y la sociología véase: JULIÁ, S., Historia social / sociología histórica,
Madrid, 1989; ROCHER, G., Introducción a la sociología general, Barcelona, 1996 (12ª Edic.); SÁNCHEZ
LEÓN, P., “¿Autonomía estatal o clases fragmentadas?. Conceptos, teorías y estrategias de investigación en
sociología histórica del cambio social”, Política y sociedad, 18 (1995), pp. 149-164.
252
Sobre estos aspectos véase: GAUVARD, C., “Les sources de la fin du Moyen Age peuvent-elles permettre
una approche statistique du crime?”, en CONTAMINE, P., DUFOUR, T. y SCHENERB, B., (Edits.),
Commerce, finances et société (XI-XVI), Melanges Henri Dubois, París, 1993, pp. 469-488; y “La
prosopographie des criminels en France à la fin du Moyen Age. Méthode et résultants”, en L´Etat Moderne et les
elites, XIIIe-XVIIIe siècles. Apports et limites de la méthode prosopographique, París, 1996, pp. 445-452;
DELACROIX, D., ROUSSEAUX, X. y URBAIN, J.P., “To fine or to punish in the Late Middle Ages. A timeseries analysis of justice administration in Nivelles, 1424-1536”, Applied economics, 28 (1996), pp. 1.213-1.224.
253
En los libros de dos medievalistas españoles pueden leerse críticas al respecto: NARBONA VIZCAÍNO, R.,
Malhechores, violencia y justicia ciudadana..., p. 62; MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión...,
pp. 50-53.
254
Para fines de la Edad Moderna las estadísticas empiezan a tener algo más de fiabilidad, pero, aún así, han de
ser interpretadas con cuidado. Véase sobre esta idea: BOUTELET, B., “Êtude par sondage de la criminalité dans
le bailiage de Pont-de-l´Arche (XVIIe-XVIIIe siècles)”, Annales de Normandie, 12 (1962), pp. 235-262.
255
MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión en la Castilla bajomedieval..., p. 50.
256
SEGURA URRA, F., “Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia y el crimen en la baja
Edad Media”, A.H.D.E., 73 (2003), pp. 577-678.
236
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
civilización del crimen”. La primera de ellas empezó a desarrollarse a raíz de los iniciales
estudios de algunos criminalistas que, con el fin de conocer la criminalidad existente en cada
una de las sociedades, analizaron las estadísticas de los crímenes realizados en el siglo
XIX257, e “introdujeron la idea de que entre criminalidad real y criminalidad registrada existía
una relación equilibrada y constante, de forma que los datos estadísticos eran representativos
de la realidad”258; algo muy discutible. En todo caso, los historiadores (los modernistas en
especial) empezaron a otorgar importancia a las estadísticas, siguiendo los planteamientos de
Emile Durkheim259 y Max Weber260, para quienes el proceso de urbanización y el desarrollo
del capitalismo habían traído consigo un incremento de la delincuencia, por una parte, y un
aumento de los delitos contra la propiedad -en vez de los asesinatos, las agresiones físicas, las
amenazas, etc.-, por otra. Todo era culpa de la competencia económica y de la cosmovisión
generada por ella.
Pierre Chaunu y sus discípulos se sumaron a esta teoría en sus análisis sobre la Francia
del siglo XVIII. En realidad lo hicieron muchos historiadores, sobre todo los próximos al
materialismo, porque la denominada “teoría de la modernización del crimen” o “de la
violencia al robo” (“de la violence au vol” o “violence to theft”) venía a evidenciar el paso del
modo de producción feudal al capitalista261. De acuerdo con ella, a fines de la Edad Media e
inicios de la Moderna se empezaron a producir unos cambios estructurales que transformaban
el carácter del hecho delictivo, haciendo que los delitos contra la propiedad aumentasen de
forma paralela a la disminución de los delitos contra las personas propiamente dichas. Los
análisis para comprobar la verosimilitud de esta teoría se centraron en dos tipos de actos, el
homicidio y el robo, y muchos definieron estadísticas que demostraban su evolución opuesta
desde la Edad Media hasta el presente. Pero no todos iban a aceptar tales argumentos.
La “teoría de la civilización del crimen”, más cercana a los planteamientos
antropológicos262, se convirtió en la alternativa a la “teoría de la violencia al robo”. Su creador
fue Norbert Elias. En 1939 publicó su obra La civilisation des moeurs (en alemán), que, junto
257
GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A., Manual de criminología. Introducción y teorías de la criminalidad,
Madrid, 1998, pp. 225-234; citado en Idem, p. 598.
258
Idem, pp. 598-599.
259
Sobre todo en su obra Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, 1965.
260
Influyeron sobre todo tres de sus obras: Economía y sociedad, Madrid, 1973; La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, Barcelona, 1973; y Estructuras de poder, Buenos Aires, 1977.
261
Existen ejemplos paradigmáticos: LE ROY-LADURIE E., “La décroissance du crime au XVIIIe siécle; bilan
d´histoirens”, Contrepoint, 9 (1973), pp. 227-233; FOUCAULT, M., Vigilar y castigar: el nacimiento de la
prisión, Madrid, 1992.
262
Sobre la relación antropología-historia véase: CARBONELL, C.O., ”Antropología, etnología e historia: la
tercera generación en Francia”, en ANDRÉS GALLEGO, J. (Dir.), New history, Nouvelle Histoire. Hacia una
Nueva Historia, Madrid, 1993, pp. 98-100.
237
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
con La Dynamique de l´Occident, sería la base de su trabajo más famoso: El proceso de la
civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas263. Según él, era cierto que las
estadísticas mostraban una disminución de la violencia en contra de las personas a medida que
nos acercamos a la época contemporánea, pero esto no quería decir que de forma paralela
aumentase el delito contra la propiedad. Y, además, lo más importante no era la evolución del
delito sino su análisis, el análisis de la actitud social frente a él. En la historia de la humanidad
se había producido un proceso de “refinamiento” de los hábitos sociales evidente, alegaba
Elias, un “proceso de civilización” favorecido por el desarrollo del Estado moderno y de su
implícito “disciplinamiento”264. La existencia, cada vez más notoria, de un poder central
capaz de castigar a los malhechores, había obligado a muchos “a contenerse”265 a la hora de
cometer un crimen, y por eso los homicidios, las agresiones físicas y otros hechos delictivos
contra las personas (la llamada “violencia interpersonal”) habían disminuido. También
muchos historiadores se sumaron a esta postura, sobre todo ingleses266, buscando legitimarla
con sus estadísticas.
Como puede observarse, más allá de sus divergencias, tanto los planteamientos basados
en la “modernización del crimen” como los que argumentaban sobre su “civilización” partían
de una misma base: la existencia de un “modelo de criminalidad medieval”, en el que los
delitos contra las personas, es decir, los homicidios, los asesinatos, las agresiones, los
secuestros, las injurias, etc., eran o bien más abundantes que los delitos contra la propiedad
-apropiaciones de tierras, robos de bienes muebles y semovientes, quema de cultivos, etc.-; o
bien, cuanto menos, más numerosos que los delitos contra las personas existentes hoy en día.
Con el objetivo de comprobar si esto es así, si verdaderamente puede hablarse de tal modelo,
en los últimos años se ha asistido a un incremento considerable de los estudios sobre la
violencia acaecida en los siglos XIV y XV, centrándose en el análisis de la evolución de los
crímenes interpersonales, por una parte, y de los delitos contra la propiedad, por otra. Sobre
263
Primero se tradujo al castellano la obra de Norbert ELIAS titulada La sociedad cortesana, México, 1982. El
proceso de Civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, no se publicó hasta 1987.
264
El término “disciplinamiento”, de disciplina, adquirió mucha importancia gracias a los trabajos de Michel
FOUCAULT sobre los sistemas de control de los individuos en las prisiones, que favorecieron el desarrollo de
análisis sobre los medios de control social. Véase al respecto: MANTECÓN, T.A., Conflictividad y
disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo Régimen, Santander, 1997; SCHILLING, H., “El
disciplinamiento social en la Edad Moderna: propuesta de indagación interdisciplinar y comparativa”, en
FORTEA, J.I., GELABERT, J.E. y MANTECÓN, T.A. (Edits.), Furor et rabies. Violencia, conflicto y
marginación en la Edad Moderna, Santander, 2002, pp. 17-46.
265
SEGURA URRA, F., “Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia y el crimen...”, p. 601.
266
Y, sobre todo, en la década de 1480: GURR, T.R., “Historical trends in violent crime: a critical review of the
evidence”, Crime and justice: an annual review of research, 3 (1981), pp. 295-353; STONE, L., “Interpersonal
violence in english society. 1300-1980”, Past and Present, 101 (noviembre de 1983), pp. 22-33.
238
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
todo han sido historiadores franceses los que se han encargado de llevar a cabo esta labor267, y
a la luz de sus resultados268 parece ser que, en efecto, a fines del Medievo se produjo una
reducción de la violencia interpersonal y un incremento paralelo de los delitos de carácter
económico, lo que demostraría la existencia del “modelo de criminalidad”, más allá de las
causas que acabaran destruyéndolo. Tampoco estos planteamientos son aceptados por algunos
autores269.
La crítica al “modelo de criminalidad medieval” se ha producido, y se produce cada vez
de una manera más generalizada, gracias a las reservas que (bastante más que en los estudios
de las décadas anteriores) los historiadores se muestran dispuestos a poner ante la idea de que
“el delito registrado” es evidencia del “delito real”. Se considera clave la discordancia
existente entre los crímenes y hechos delictivos que se denunciaban, aquellos que no eran
denunciados y los que, denunciándose, no pueden conocerse porque no se conservan datos. El
volumen de delitos sin registrar, sea porque nunca se demandaron o porque su rastro
documental se ha perdido, se señala en los estudios actuales con una expresión inglesa; la
“dark figure” (o “black date”), la “cifra desconocida”. Es la importancia de esta cifra la que ha
hecho que muchos no acepten la existencia del “modelo de criminalidad medieval”. O, al
menos, del modelo tal y como está planteado.
Las críticas se centran, esencialmente, en tres aspectos. Primero, entre la delincuencia
real y la registrada que se ha conservado está la “dark figure”, cuya importancia puede
resultar determinante sobre todo en la época medieval, porque recurrir a los jueces en busca
de ayuda se entendía como una evidencia de debilidad270, muchas disputas eran resueltas
267
El historiador que impulsó estos estudios fue Jacques CHIFFOLEAU, en trabajos como: “La violence au
quotidien. Avignon au XIV...”; Les justices du Pape. Delinquance et criminalité dans la región d´Avignon au
XIVe siècle, París, 1984.
268
La Tesis de Estado de Claude GAUVARD, que siguió la senda marcada por CHIFFOLEAU, se considera una
obra definitiva a la hora de demostrar esta teoría, debido a la enorme cantidad de documentos que utiliza. Salió
publicada hace relativamente poco tiempo con el título: “De grace especial”. Crime, Etat et société en France à
la fin du Moyen Age, 2 vols., París, 1991.
269
Félix SEGURA URRA señala al respecto que ya en 1974 Bárbara HANAWALT contradecía algunos de sus
estudios, al demostrar el predominio de los delitos contra la propiedad sobre aquellos que se desarrollaban contra
las personas: HANAWALT, B.A., “Economic influence on the pattern of crime in England, 1300-1348”, The
American Journal of Legal History, 18 (1984), pp. 294-296; y Crime and conflict in english communities, 13001348, Cambridge, 1979. Entre los historiadores españoles que más claramente se han posicionado en contra del
modelo de criminalidad medieval está Juan Miguel MENDOZA GARRIDO: Delincuencia y represión..., pp. 6164.
270
MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión..., pp. 179-180. Sobre estas problemática llaman la
atención muchos estudios: CLANCHY, M., “Law and love in the Middle Ages”, en BOSSY, J. (Edit.), Disputes
and settlements. Law and human relations in the West, Cambridge, 1983, pp. 47-66; HUDSON, J., “La
interpretación de disputas y resoluciones: el caso inglés, c. 1066-1135”, Hispania, 197 (1997), pp. 885-916;
VINCENT, C., “Structures et rituels de sociabilité à la fin du Moyen Age: bilan et perspectives de recherche”,
Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 27-36.
239
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
acudiendo a árbitros al margen de la justicia271 y bastantes conflictos se resolvían oralmente, y
porque los documentos conservados son escasos, salvo excepciones. Segundo, no es correcto
utilizar una misma tipología y organización de los delitos (un único esquema taxonómico)
para todas las épocas, pues las leyes cambian y lo que era tenido como un hecho delictivo deja
de tenerse como tal y viceversa -por ejemplo, matar a una mujer que hubiese cometido
adulterio, si podía demostrarse que éste existió, no era algo digno de castigarse-. Y, tercero,
los que defienden la existencia de un modelo de criminalidad insisten demasiado en el
homicidio o en el asesinato, marginando a otros delitos importantes: desde las agresiones sin
muerte a los impagos de deudas.
De acuerdo con tales críticas, una vez cuestionado el axioma sobre el crimen en la Edad
Media que basaba las teorías en torno a su “modernización” o “civilización”, también éstas,
como es lógico, han sido cuestionadas. En lo relativo a la “modernización del crimen” es
evidente. Puesto que a la luz de los documentos no puede conocerse la delincuencia real,
afirmar, desde un punto de vista científico, que la historia de la humanidad se ha caracterizado
por el paso de una época de violencia física a una de robos, estafas y fraudes es poco riguroso;
aunque las estadísticas sobre la delincuencia reprimida así lo señalen. Con respecto a la
“teoría de la civilización”, se ha defendido que muy difícilmente pueden considerarse las
estadísticas como “un reflejo de la conducta humana”272, entre otras cosas porque muchos
historiadores (criticando además la idea de la modernización) han encontrado aumentos de la
violencia interpersonal a finales del siglo XVIII o en el XIX, que contradicen lo defendido por
Norbert Elias273. Cuyas ideas son cuestionadas, de idéntico modo, por culpa de las guerras
mundiales.
271
El análisis de las prácticas infra-judiciales, es decir, al margen de la justicia oficial, se ha convertido en uno
de los temas de estudio más importantes de los últimos años. Véase, por ejemplo: SOMAN, A., “L´infra-justice à
Paris d´après les archives notariales”, Histoire, économie, société, 1 (1982), pp. 369-372; GARNOT, B. (Edit.),
L´infrajudiciaire du Moyen Age à l´epoque contemporaine, Dijon, 1996; ZORZI, A., “Conflicts et pratiques
infrajudiciaires dans les formations politiques italiennes du XIIIe au XVe siècle”, en Idem, pp. 19-36;
OFFENSTADT, N., “Interaction et régulation des conflits. Les gestes d l´arbitrage et de la conciliation au
Moyen Age (XIIIe-XVe siècles)”, en GAUVARD, C. y JACOB, R. (Edits.), Les rites de la justice. Gestes et
rituels judiciaires au Moyen Age occidental, París, 2000, pp. 201-228; MANTECÓN, A.T., “El peso de la
infrajudicialidad en el control del crimen durante la Edad Moderna”, Estudis, 28 (2002), pp. 43-75.
272
SHARPE, J., “The history of violence in England: some observations”, Past and Present, 108 (1985), pp.
206-215
273
Véase al respecto: DEAN, T. y LOWE, K.J., “Writing the history of crime in the Italian Renaissance”, en
Crime, society and the law in Renaissance Italy, Cambridge, 1994, pp. 1-15; BARNEL, C., “Symptômes de
violence in Provence maritime à la fin du Moyen Age”, en CONTAMINE, P. y GOYOTJEANNIN, O. (Edits.),
La guerre, la violence et les gens au Moyen Age. 119e Congrès national des sociétés historiques et scientifiques,
2 tomos, París, 1996, tomo 1, pp. 137-148; FINCH, A.J., “The nature of violence in the Middle Ages: an
alternative perspective”, Historical Research, 70 (1997), pp. 249-268; MANTECÓN, T.A., “Did interpersonal
violence decline in the Spanish Old Regime?”, Memoria y Civilización, 2 (1999), pp. 117-140.
240
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
En esta situación nos encontramos en el momento actual. Frente a los convencidos del
valor de las estadísticas a la hora de conocer el delito en el pasado, casi nadie, y frente a
aquellos que continúan pensando que las teorías sobre la evolución de la criminalidad siguen
siendo válidas, cada vez menos, se abre un enorme abanico de investigaciones que, en un
intento de superar antiguos modelos, miran desde múltiples enfoques el hecho delictivo para
interpretarlo correctamente en su contexto. Y es que, en realidad, el verdadero problema que
han tenido las teorías sobre la evolución de la delincuencia y el crimen ha sido éste: el
contexto. Sin dar explicación alguna (por ser inexplicable entre otras cosas), los “ciegos
intentos”274 de legitimar las teorías existentes han hecho que el delito se descontextualice, que
“se le despoje de su sustancia”275 para transformarlo en un número.
Dicho esto, la imagen que ofrecen las estadísticas de los delitos aquí analizados ¿es la
imagen verdadera del hecho delictivo en Toledo y su comarca a finales de la Edad Media?.
No habría por qué responder a esta pregunta, porque, en realidad, no es a ella a la que este
trabajo busca dar respuesta. La cuestión sería: ¿se trata de la imagen sobre la lucha contra el
delito, en concreto contra el delito acaecido en la comunidad toledana, que a finales del
Medievo se desprendía de las instituciones que controlaban a esta comunidad?. En otras
palabras: ¿estamos ante una imagen verídica de la actividad represiva de entonces?. Pues sí y
no. Por una parte, tal vez a dicha imagen la falta mucho de “medieval”, es decir, de delitos
contra las costumbres, porque éstos aparecen infravalorados en la documentación analizada.
La imagen que tenemos es la de los escritos que se conservan, pero es posible, es seguro
mejor dicho, que ésta sería alterada si contásemos con los documentos que se han perdido, por
no hablar de aquellos delitos que, por ser los más habituales, son los menos documentados.
Por otra parte, ésta es la imagen global que se desprende del análisis de la labor de todas
las instituciones. Ahora bien, la cantidad de documentos que poseemos de cada una de ellas es
muy distinta, y cada organismo institucional tenía su propio papel. No es igual la actividad del
Consejo de los reyes, al que llegan sólo los casos importantes, que la tarea de las instituciones
locales de Toledo, que se hallan más inmiscuidas en la represión del delito diario. Tampoco es
lo mismo, ni siquiera comparable, el ingente volumen de documentación que se conserva
sobre la actividad del Consejo Real que los escasos documentos sobre la labor de los jueces y
los gobernantes toledanos.
274
JOHANSEN, J.C.V. y STEVNSBORG, H., “Hasard ou Myopie. Réflexions autour de deux théories de
l´Histoire du Droit”, Annales. E.S.C., 41 (1986), pp. 602-603; POST, J.B., “Crime in later medieval England:
some historiographical limitations”, Continuity and change, 2 (1987), pp. 220-222; y “Faces of crime in Later
Medieval England”, Histoy Today, 38 (1988), pp. 18-24.
275
Expresión utilizada por Rafael NARBONA VIZCAÍNO en su trabajo Malhechores, violencia y justicia
ciudadana..., p. 62.
241
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Habrá tiempo de profundizar en estas cuestiones. En cualquier caso, queden dos ideas
claras: por un lado, desde mi punto de vista, las cifras más que hablarnos de una realidad nos
hablan de la tarea de las instituciones frente a esa realidad; y, por otro, parece claro que,
debido a las carencias documentales, no podemos conocer con el mismo rigor todas las
medidas puestas en marcha por los distintos organismos institucionales para prevenir y / o
castigar el delito, o lo que es lo mismo, para mantener la paz pública. Se da la paradoja de que
en lo que respecta a Toledo los escritos que se conservan hablan más de la actividad de las
instituciones extraurbanas de las que dependía -esencialmente del Consejo Real y de las
Chancillerías reales-, que de las propias instituciones urbanas.
2.2.1.2. EL DELITO VIOLENTO
Centrémonos en el análisis de los delitos contra las personas, aquellos que de acuerdo
a la información que se conserva parecen los más numerosos a fines del siglo XV y principios
del XVI en la ciudad de Toledo y sus alrededores. Más allá del porqué de la violencia, de si se
debía a causas genéticas, culturales, a ambas, a penosas coyunturas políticas y económicas, o,
por qué no, a la propia organización urbanística de Toledo, tan laberíntica que era favorable
para que el malhechor pudiese huir tras cometer un delito276, temas, todos, a los que iremos
refiriéndonos a lo largo del trabajo, resulta llamativa la diferencia de las informaciones que la
documentación aporta, pues mientras que apenas se conservan datos de los archivos locales,
del Registro General del Sello -del Consejo Real- la documentación es enorme, tal y como se
muestra en este cuadro.
TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LAS PERSONAS. 1422-1523
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL
CASOS
CASOS
CASO
DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
DENUNCIAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1444-1515
28
19
Asonada / alboroto
2
14
Injuria / amenaza
8
2
Agresión / heridas
8
1
Encarcelamiento ilegal
7
1
Secuestro
3
Homicidio / asesinato
1
Jurados de Toledo. 1463-1505
17
Agresión / heridas
8
-
276
TOTAL
47
16
10
9
8
3
1
17
8
Sobre algunos de estos aspectos véase: CARRASCO, R., “L´architecture à la Valence entre urbanité
médiévale et violence moderne. Étude typologique de la Lonja (1482-1519)”, en DUVIOLS, J.P y MOLINIÉBERTRAND, P. (Dirs.), La violence en Espagne et en Amérique (XVe-XIXe siècles), París, 1997, pp. 227-243.
242
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Asonada / alboroto
Injuria / amenaza
Homicidio / asesinato
Encarcelamiento ilegal
Secuestro
Canónigos de Toledo. 1463-1505
Injuria / amenaza
Asonada / alboroto
Encarcelamiento ilegal
Agresión / heridas
Consejo Real. 1422-1523
Injuria / amenaza
Agresión / heridas
Homicidio / asesinato
Asonada / alboroto
Encarcelamiento ilegal
Secuestro
Cárcel privada
Agresión sexual
Desafío
Real Chancillería de Valladolid.
1496-1522
Injuria / amenaza
Agresión / heridas
Homicidio / asesinato
Asonada / alboroto
Encarcelamiento ilegal
Secuestro
Inquisición. 1489
Injuria / amenaza
Hermandad. 1495
Homicidio / asesinato
Hermandad Vieja. 1508-1520
Agresión / heridas
Agresión sexual
Secuestro
TOTAL
3
2
2
1
1
93
73
13
4
3
98
26
33
15
13
9
2
-
1.191
553
206
213
92
80
33
8
4
2
19
3
2
2
1
1
93
73
13
4
3
1.289
579
239
228
105
89
35
8
4
2
19
236
6
6
2
2
1
2
10
10
1
1
6
4
1
1
1.246
6
6
2
2
1
2
10
10
1
1
6
4
1
1
1.482
Como puede verse, el cuadro muestra los distintos hechos violentos que aparecen en los
documentos de cada una de las instituciones analizadas, y los años en que se documentan. Los
datos sobre cada suceso se han dividido en dos partes: por un lado los hechos que aparecen en
las denuncias, y por otro los que aparecen en “actuaciones”, es decir, en las medidas que cada
uno de los organismos institucionales puso en marcha ante los actos violentos, por motivo de
una denuncia o no. De documentarse algún caso en una denuncia y una “actuación”, algo en
verdad poco frecuente, se ha cuantificado como una de éstas últimas.
En realidad estas cifras son falsas. De tomarlas en serio nos engañarían. Quitando lo que
se refiere al Consejo Real, del que se conservan muchos documentos, el resto de los números
ni nos sirven para conocer la realidad de la época a la que se refieren, ni hablan con rigor de la
243
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
tarea represiva de las instituciones frente a los delitos de finales del siglo XV y comienzos del
XVI. Véase simplemente lo que indican las cifras del Regimiento. Al no haberse conservado
las actas del mismo, tan sólo se documentan 47 casos para un período de más de setenta años.
Así, lo único que podría concluirse es que, siempre de acuerdo a la información conservada,
los regidores parecen preocuparse por ciertos delitos contra las personas que podían resultar
muy peligrosos para el mantenimiento del orden público: los llamados ruidos e escándalos,
bulliçios, o asonadas e alborotos, peleas que implicaban a muchos individuos y que surgían a
veces por asuntos nimios, pero legitimadas por los deseos de venganza y el desprecio, o por
las rivalidades políticas.
Al contrario que en el caso de las asonadas, en las que el Regimiento interviene por su
cuenta sin que tengan que demandarse, en lo relativo a los insultos, las amenazas y las peleas
que a diario se daban entre los habitantes de Toledo sí se tenían que demandar para que los
regidores hiciesen algo al respecto; aunque no siempre se prestase la atención suficiente. El
interés de los regidores se centraba más en prevenir la aparición de escándalos y el desarrollo
de graves reyertas, que en el castigo de peleas poco importantes o de la tensión verbal que las
producía277, lo que explica las medidas desarrolladas contra la prostitución ilegal y el juego, o
la insistencia en que los ciudadanos no llevaran armas en público, en que los omes de mal
vivir estuviesen fuera de las murallas, en que no se predicasen sermones que pudieran causar
escándalos, en que los vecinos no se reuniesen con armas o sin ellas en períodos de crisis
política y social, o en que los precios no subieran de forma excesiva. Eran, todos, asuntos que
podían generar problemas a la hora de mantener el orden público.
En lo que respecta al Cabildo de jurados, como puede verse sólo se documentan casos
en denuncias. El motivo es lógico: éstos no poseían ninguna capacidad de acción en la urbe al
margen de los regidores, que eran los detentadores del poder ejecutivo. Si deseaban hacer algo
los jurados tenían la obligación de acudir a la realeza en busca de ayuda. Por otra parte, si no
fuera porque se conservan sólo 17 casos para un período de cuarenta años, las denuncias
277
Sobre el papel que jugaba la tensión verbal en la sociabilidad urbana véase: CASAGRANDE, C., “Fama e
diffamazione nella literratura teologica e pastoral del sec. XIII”, Richerche Storiche, 26 (1996), pp. 7-24;
CASAGRANDE, C. y VECCHIO, S., “Non dire falsa testimonianza contro el tuo prossimo. Il decalogo e i
peccati della lingua”, en ROMAGNOLI, C. (Edit.), La città e la corte. Buone e cattive maniere tra Medievo ed
Età Moderna, Milán, 1991, pp. 83-107; LAGORGETTE, D., “Termes d´adresse, acte perlocutoire et insultes: la
violence verbale dans quelques textes des XIVe, XVe et XVIe siècles”, en La violence dans le monde médiévale,
Senefiance, 36 (1994), pp. 317-332; GAUVARD, C., “Rumeurs et stéréotypes à la fin du Moyen Age”, en La
circulation des nouvelles au Moyen Age, París, 1994, pp. 157-177; LEGUAY, M., “Defamatory pictures and
letters in Late Medieval Germany: the visualisation of disorder and infamy”, The Medieval History Journal, 3
(2000), pp. 139-160; FERNÁNDEZ ESPINAR, R., “Las injurias en el Derecho histórico español (anterior a la
codificación penal)”, en Los derechos humanos. Libro homenaje al Excmo. Sr. D. Luis Portero García, Granada,
2001, pp. 172-181.
244
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
presentadas al Cabildo podrían ser muy indicativas del tipo de delitos contra las personas que
ocurren más a menudo en la urbe a finales del Medievo, ante la ausencia de otras fuentes
básicas, como procesos criminales de los jueces urbanos, o, más en general, escritos sobre la
actividad de éstos, de los que no se conserva ni uno. Por si fuera poco, cuando se conserva
alguna información es desesperadamente parca en detalles. Ni se dice el momento exacto en
que se produjo el delito muchas veces, ni dónde tuvo lugar, ni el oficio, la edad u otras
informaciones de la víctima y el agresor, que podrían ser enriquecedoras. Es por ello que, por
más que nos esforcemos, nunca podrán conocerse con certeza los hechos violentos ocurridos
en Toledo en el siglo XV y a principios del XVI.
Para salvar estas faltas, en parte, se puede acudir a la información de la Iglesia toledana.
No obstante -y esto vuelve a desesperar al historiador-, también las carencias son notables. No
existe información, apenas, de los casos tratados por los jueces eclesiásticos para la época
aquí analizada. O por lo menos, de existir, aún no ha aparecido entre la documentación
arzobispal y del Cabildo catedralicio. La única manera de analizar la delincuencia a partir de
los documentos de la Iglesia, por lo tanto, es acudiendo a los escritos de los canónigos de la
catedral, y más en concreto a las actas de sus asambleas, que se conservan bastante bien desde
finales de la década de 1460.
Sometidos a una jurisdicción propia, bajo el tutelaje de unos jueces eclesiásticos, los
canónigos que integraban el Cabildo solían hacer públicas sus quejas ante los agravios que a
diario soportaban, y han quedado recogidas en las actas de sus asambleas. Evidentemente, se
trata de demandas puestas por un grupo social definido, aquellos sujetos que integraban el alto
clero de la urbe, y tal vez los problemas que sufrían no sean muy representativos del tipo de
problemas que estaban obligados a padecer el resto de los ciudadanos. Aún así, teniendo en
cuenta que, frente a los desequilibrados datos que aportan los documentos del Ayuntamiento,
las actas del Cabildo catedralicio se conservan desde 1466 en adelante (con interrupciones
producidas por culpa de la peste, que obligaba a los canónigos a abandonar la urbe), éstas son
una fuente fundamental para conocer la delincuencia de fines del siglo XV278.
De un total de 104 delitos extraídos de las actas del Cabildo catedralicio para los años
que van de 1466 a 1521, ambos inclusive, 91, el 87,49 %, se refieren a conflictos personales
278
Sobre todo lo que tiene que ver con el papel de los clérigos y la delincuencia en la Edad Media véase:
ABERTH, J., “Crime and justice under Edward III. The case of Delisle, Thomas”, English Historical Review,
107 (1992), pp. 283-301; y Criminal churchemen in the age of Edward III. The case of Bishop Thomas de Lisle,
Pennsilvania, 1996; CORIA COLINO, J.I., “La eliminación de los jueces de la Iglesia en los concejos
medievales de la Corona de Castilla (ss. XIII-XIV, León, Zamora, Salamanca y Murcia)”, Medievo Hispano.
Estudios in memoriam del prof. Derek W. Lomax, Madrid, 1995, pp. 111-119; GARNOT, B. (Edit.), Le clergé
delinquant (XIIIe-XVIIIe siècle), Dijon, 1996.
245
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
de los canónigos, o bien con otros clérigos, o bien con laicos. El 69,23 % de los casos son
ynjurias; este es el nombre que reciben en los escritos las ofensas que los canónigos sufrían de
palabra o de obra, las cuáles sólo podían redimirse a cambio de una compensación económica,
y de las pertinentes disculpas. Como casi siempre en las actas se señala únicamente la queja
del canónigo ante la injuria, sin dar detalles, es imposible saber en qué había consistido ésta.
Es algo característico de las actas de la catedral, sobre todo a medida que se avanza hacia el
siglo XVI. La información que se recoge cada vez es más oscura; hay agravios sufridos por
los canónigos que ni se señalan, otros que se señalan mínimamente y de forma ambigua. Es
como si, para no dar publicidad a acontecimientos “deshonrosos”, se intentase evitar cualquier
referencia.
Está claro que los canónigos vivieron etapas de mucha tensión, en las que acabaron
siendo víctimas de los enfrentamientos políticos y sociales que había en Toledo, o del deseo
de los monarcas de acaparar más poder. Durante los años finales de la década de 1460, y en el
comienzo de los años 70, se produjo una de estas etapas, como veremos. Otra tuvo lugar a
mediados de los 90, debido a la presión de los Reyes Católicos para que se recibiera como
arzobispo de Toledo a fray Francisco Jiménez de Cisneros (tras la muerte del arzobispo Pedro
González de Mendoza), en contra de la opinión de bastantes canónigos, que ni conocían al
hombre al que los monarcas pensaban conceder la mitra arzobispal. Por último, en la guerra
de los Comunidades también tendrían un papel destacado, en principio junto a los comuneros.
Más allá de los grandes enfrentamientos políticos, en la vida diaria los canónigos estaban
expuestos al mismo tipo de delincuencia que el resto de la población, aunque la riqueza de
algunos de ellos, pertenecientes a importantes linajes, les convirtiera en víctimas potenciales.
Cuando sufrían un delito los canónigos lo denunciaban ante sus jueces eclesiásticos,
controlados por el vicario. Sin embargo, en épocas de crisis socio-política, cuando la justicia
de la Iglesia tenía más dificultades para actuar, las demandas de ayuda frente a los problemas
existentes se solicitaban ante el Cabildo catedralicio, que era el encargado, por ejemplo, de
dar licencia para que abandonasen la urbe a los canónigos que se sentían amenazados, o que
de hecho lo estaban. Por desgracia, al igual que en el caso de los jueces laicos de la ciudad del
Tajo, como se dijo, tampoco hay documentación sobre la labor de los jueces eclesiásticos
durante la baja Edad Media. Lo que parece indudable es que el clero vivía inmerso en las
circunstancias sociales de su época, y que la violencia verbal era la que provocaba más quejas
entre los canónigos, tanto por atentar contra su buena fama como por ir contra la honra de la
Iglesia.
246
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
En lo que a las hermandades respecta, no hay mucho que decir, salvo que actuaban en el
entorno de Toledo, y que no suele ser habitual que en sus documentos se indiquen castigos de
delitos de sangre. Normalmente se dedicaban a perseguir robos, aunque la Hermandad Vieja,
por motivos que se analizarán, acabó tratando todo tipo de delitos, algunos en verdad nimios.
Al contrario, ante el Consejo de los reyes llegan asuntos de bastante gravedad; al menos para
quienes los sufren y tienen el suficiente potencial económico como para requerir su ayuda.
En este sentido, los documentos del Registro General del Sello, es decir, del Consejo
Real, son explícitos a la hora de señalar el vínculo de la realeza con la ciudad del Tajo, y por
extensión con las otras urbes castellanas, y explican el porqué de los movimientos de Isabel y
Fernando (juntos y por separado) por toda Castilla, al menos durante sus primeros años de
reinado. La política monárquica se realizaba de manera efectiva con relación a una ciudad
cuando la corte permanecía en ella, de forma que el volumen documental se altera según su
establecimiento; si la corte está en una urbe, o en sus inmediaciones, la documentación sobre
ella se dispara, mientras que en función de la lejanía, a no ser en casos muy excepcionales, el
volumen documental desciende de forma notable279. Los Reyes Católicos realizaban una
intervención directa en las ciudades cuando permanecían en ellas. Luego eran los gobernantes
locales los encargados de velar por el mantenimiento de la paz, siguiendo las pautas marcadas
por los monarcas.
De todos modos, es indudable que, a medida que la monarquía mejora su organización
burocrática, el intervencionismo regio en la vida urbana se hace más evidente. Aunque a fines
del siglo XV los monarcas intervienen en los problemas relativos a la delincuencia de Toledo
sobre todo en los momentos en que están en esta ciudad, por ejemplo en 1477, 1480, 1498 y
1502 (entre 1492 y 1495 se produjo una enorme problemática por asuntos económicos, debido
al destierro de los judíos, a la tarea de los inquisidores y a la llegada de jueces de términos), lo
cierto es que su intervencionismo aumenta de forma constante, y seguirá haciéndolo hasta la
guerra de las Comunidades de Castilla. La intervención de los reyes, sin embargo, a veces no
se produce por voluntad propia, sino porque es necesaria, porque desde comienzos de los años
90 del siglo XV las dificultades para mantener la paz cada vez son más claras, y la realeza no
rehúsa a resolverlas aunque se muestre, como va a mostrarse en ocasiones, impotente a la hora
de dar respuesta a homicidios, a amenazas y, más en general, a conflictos que sobrepasan con
mucho su capacidad de actuación.
279
Los gastos en mensajeros aumentaban de manera proporcional a la lejanía de la corte. Aunque sólo estaba
permitido que los jurados se gastasen 12.000 maravedíes de la hacienda municipal cada año en el envío de
mensajeros, llegaron a gastarse, a inicios de los 90 del siglo XV, más de 60.000: A.M.T., A.C.J., D.O., nº. 42.
247
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
El desequilibrio entre la documentación expedida en la corte y aquella que procede de
las instituciones de Toledo obliga a dudar de ideas a las que, a primera vista, pudiera llegarse
tras el análisis de ciertos datos, porque seguramente serían modificadas de poderse contar con
una cantidad parecida de noticias procedentes de ambas “esferas de poder”: la monárquica y
la urbana local. Además, hay que ser cautos al valorar las informaciones que proporcionan los
documentos emanados del Consejo, ya que actuaba movido por intereses propios y no reflejan
la delincuencia existente, sino la delincuencia que a los reyes -a la institución regia, mejor
dicho- les interesaba castigar. Por ejemplo, sobre todo desde 1498, en paralelo al aumento de
concesiones de licencias de armas, se incrementa el número de noticias sobre ataques físicos,
amenazas e insultos. De pronto, sólo porque a la realeza desde entonces empieza a interesarla
el ejercer un control sobre estos actos para salvaguardar el orden público, los datos sobre tales
enfrentamientos aumentan de manera evidente; no porque se produzcan más (aunque es muy
posible que se produjeran, porque de lo contrario los monarcas no se hubiesen interesado por
ellos), sino por este interés.
En efecto, a la hora de dar cifras sobre la delincuencia acaecida en Castilla durante la
baja Edad Media el historiador está a merced de la tarea de los reyes en contra del crimen y
del hecho delictivo cuando, como sucede en ciudades como Toledo, no se han conservado
documentos sobre el trabajo judicial de los jueces urbanos, y hay que acudir a los escritos
producidos por la maquinaria cortesana. Las fuentes emanadas de las instituciones regias nos
muestran, de manera preferente, cuáles son las medidas puestas en marcha por los monarcas
para reprimir el delito y el crimen. Dar respuesta a una necesidad social que requería la
intervención de los reyes era el objetivo de los documentos que hoy analiza el historiador. Se
crearon para resolver problemáticas que afectaban drásticamente a la vida comunitaria, y que
fueron utilizadas por la realeza para generar un clima social y político afín a sus intereses. Por
tanto, a partir de estas fuentes se puede obtener una imagen más o menos acertada sobre los
planteamientos del poder central frente a la criminalidad y la delincuencia, o del uso que los
monarcas hicieron de ellas, pero no de los hechos delictivos y criminales existentes. Algo
similar puede decirse de la documentación de las chancillerías, peor conservada, según señala
Richard L. Kagan280.
Han de aclararse algunas cosas en lo que a esto respecta. Por una parte, es cierto que los
documentos del Consejo Real dan mucha importancia al homicidio / asesinato, como defiende
280
Según éste, el fin de los tribunales centrales de la realeza era “establecer un orden jurídico, instrumentalizado
y garantizado por el gobernante...”: KAGAN, R.L., Pleitos y pleiteantes en Castilla (1550-1700), Salamanca,
1991, p. 23.
248
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
Juan Miguel Mendoza Garrido, pero desde 1498 aproximadamente, al menos en lo que a los
vecinos de Toledo se refiere, ésta disminuye y empieza a aumentar el papel de las amenazas y
las agresiones. No es que se produzca un cambio en el tipo de violencia que se desarrolla en la
ciudad y en sus alrededores, lo que cambia es la actuación de los reyes frente a ella; actuación
que para ser entendida ha de observarse a lo largo de un período de tiempo lo suficientemente
extenso. Por otra parte, la variedad de hechos delictivos resulta tan compleja que difícilmente
puede reducirse a una contraposición homicidio / robo con la que entrever la existencia o no
de un “modelo de criminalidad medieval”, ya que dejaríamos de lado no pocos delitos. Ahora
bien, a la hora de criticar este modelo hay que tener mucho cuidado. Está establecido a partir
de documentación bastante más antigua que la conservada para Castilla (de finales del siglo
XIII hasta el XV), por lo que ciertas críticas desde los documentos castellanos de fines del
siglo XV e inicios del XVI no siempre pueden sostenerse281. En las siguientes páginas vamos
a analizar esta última idea.
2.2.1.3. DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD Y LAS COSTUMBRES
De todos los delitos que se documentan, los más importantes en número son los de tipo
económico, dentro de los cuáles han de incluirse los delitos contra la propiedad, pero también
“generadores de conflicto” que se refieren a hechos que quiebren la paz económica. Luego se
hará referencia a estos últimos casos. En cuanto a los actos delictivos contra la propiedad, no
sólo contra la propiedad privada, aunque en su mayoría se realizaban contra propiedades de
este tipo, los documentos analizados expresan las siguientes cifras.
TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD. 1444-1523
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
CASO
DEMANDAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1444-1514
33
27
Robo / hurto
19
16
Problemas con tierra
3
6
Robo de ganado
7
2
Ocupación de término
3
2
Apropiación de armas
1
Problemas con casa
1
Jurados de Toledo. 1479-1494
35
Robo / hurto
34
Robo de ganado
1
Canónigos de Toledo. 1469-1514
11
1
Robo / hurto
8
281
MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión..., pp. 43-67.
249
TOTAL
60
35
9
9
5
1
1
35
34
1
12
8
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Robo de ganado
Destrucción de bienes
Consejo Real. 1450-1523
Robo / hurto
Problemas con tierra
Apropiación de herencia
Problemas con casa
Saqueo de casa
Robo de ganado
Ocupación de término
Destrucción de bienes
Apropiación de armas
Ocupación de calles
Real Chancillería de Valladolid.
1471-1523
Apropiación de herencia
Problemas con tierra
Problemas con casa
Ocupación de término
Robo / hurto
Destrucción de bienes
Robo de ganado
Hermandad. 1491-1497
Robo / hurto
Hermandad Vieja. 1505-1519
Robo / hurto
Quema de término
Problemas con tierra
TOTAL
3
44
10
2
1
6
2
19
4
-
1
973
299
157
152
117
92
65
54
30
7
171
1
3
1.017
309
159
152
117
92
66
60
32
26
4
171
123
82
39
25
18
5
1
1
32
32
11
8
2
1
1.215
82
39
25
18
5
1
1
32
32
11
8
2
1
1.338
Estos números sólo pueden obtenerse con un análisis profundo de la documentación, ya
que, por ejemplo, si el estudio fuera muy superficial seguramente los documentos del Consejo
de los reyes hablarían sobre todo de violencia física, y de sucesos de homicidio / asesinato
más en concreto. Además, el historiador puede ofrecer una imagen parcial de la “represión
regia” cuando se acerca a los fondos de la realeza sin abarcarlos de manera completa, e insiste
en un tipo de fuentes determinado.
En este sentido, a veces se enfatiza la importancia de cierto tipo de documentos como
los perdones regios, poniéndolos como un paradigma de por donde iba la actividad de los
monarcas con respecto al delito, para señalar que éstos dieron bastante más importancia a la
violencia física que a los delitos económicos. Esto supone cometer un error doble. Por una
parte, se sigue el procedimiento usado por otros historiadores europeos a la hora de acercarse
a las fuentes castellanas de la realeza sobre la violencia y los delitos -Claude Gauvard usa los
perdones concedidos por los reyes franceses de forma masiva en su destacada Tesis282-, si
bien los documentos sobre los monarcas de Castilla son más reducidos, y tienen un carácter
282
GAUVARD, C., “De grace especial”...
250
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
diferente. Así, de nada valdría estudiar la violencia desde los perdones regios si no se tuviesen
en cuenta como mínimo otros tres tipos de documentos de la realeza, que exhiben el modo de
actuar de los reyes frente a los actos violentos: las licencias de armas, los seguros e amparos,
y las cartas de comisión para que pesquisidores resolvieran sucesos complicados, en los que
hubiese sangre de por medio.
Por otra parte, y enlazando con esto, si se analizaran estos tipos documentales se podría
ofrecer una imagen más o menos verídica de la labor del Consejo de los monarcas frente a los
actos violentos, no frente a la delincuencia, tal y como en ocasiones se ha hecho. Para poderse
hablar de la “represión regia” del delito hay que estudiar todos los documentos, no sólo los de
un carácter determinado. Según esto, aún queda mucho por estudiar sobre la realeza castellana
y no sería extraño que nuevos estudios ofreciesen -como están ofreciendo- una imagen de
ésta, y de la parafernalia que la rodeaba, muy distinta de la que tenemos ahora. Es cierto que
los documentos expedidos por el Consejo Real dan mucha importancia al delito violento, y
que la lucha contra la violencia era fundamental para que la paz regia se mantuviese en las
ciudades, sobre todo, que eran los núcleos poblacionales a los que los monarcas prestaban
más atención, pero eso no quiere decir que la realeza se preocupase menos por todo lo que
tuviera que ver con la economía. En realidad esto es lógico. Más allá de que un análisis
detenido de la documentación del Consejo dé una enorme importancia al robo, muy en contra
de cómo hasta ahora se ha dicho, a la realeza la interesaba la estabilidad económica, pues sin
ésta las relaciones comerciales estarían en peligro, y con ello peligrarían los ingresos en forma
de alcabala, principal fuente de financiación regia.
De este modo, mientras que las fuentes emanadas de las instituciones locales señalan, de
una forma indiscutible, que el robo era el delito más importante, o al menos el más perseguido
por ellas, las fuentes de la realeza insisten también en el robo, pero conceden importancia a
otros delitos contra la propiedad que tienen que ver más con los bienes inmuebles; tierras y
casas fundamentalmente. Se refieren por lo común a ocupaciones, por la fuerza en alguna
ocasión, de este tipo de propiedades, delito que (como el robo) tiene una especial importancia
en la zona extramuros de la urbe, tanto en los campos como en todos los pueblos que rodean a
ésta. Tales delitos eran frecuentes en villas de señorío, pues se realizaban como castigo de
algunos vecinos de Toledo que allí tenían propiedades, y, a pesar de ello, se negaban a
contribuir con los impuestos que les requerían apelando a sus privilegios como vecinos de la
ciudad.
También eran importantes, y complejos, los problemas surgidos por las herencias, en su
mayor parte referidos a caballeros y grandes mercaderes, pues éstos eran los que contaban con
251
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
el suficiente capital como para requerir su ayuda al Consejo. Podrían haberse cuantificado de
alguna otra forma, pero los problemas de las herencias se referían a mucha variedad de bienes,
incluyendo dinero, joyas, tierras, animales, casas, fortalezas, señoríos, etc. La problemática
era de todo tipo. Siempre había alguien dispuesto a hacerse con alguna herencia importante, o
al menos con parte de ella, alegando supuestos derechos a recibirla, en contra del sujeto que,
de forma legítima o no, disfrutaba de ella. Había pleitos por herencias que se alargaban en el
tiempo y podían durar décadas...
En definitiva, un análisis minucioso de la documentación del Consejo Real, al menos de
la documentación relativa a los toledanos, y de los escritos que se conservan en la Real
Chancillería de Valladolid sobre éstos, señala que, al contrario de lo que a veces se ha
señalado, los documentos expedidos por las instituciones de los monarcas conceden bastante
importancia al robo y, más en general, al delito de carácter económico. El objetivo era que se
mantuviese una cierta estabilidad beneficiosa para las relaciones comerciales y la hacienda
regia. Esto se demuestra más claramente si se suman a los delitos contra la propiedad aquellos
“generadores de conflicto” que se refieren también a aspectos de carácter económico, a los
que la realeza se enfrentó de un modo claro. Más tarde retomaremos este asunto.
Centrémonos ahora en los delitos contra la propiedad perseguidos por las instituciones
urbanas y por las hermandades que operaban alrededor de la urbe. La documentación de éstas
últimas en lo que a la lucha contra el delito se refiere es abundante, no tanto la de la
Hermandad Vieja, de la que no hay datos anteriores al siglo XVI, como la de la Hermandad
de 1476, para la que existe notable información durante los años 90 del siglo XV. Todos los
datos que se conservan señalan que si el robo no era el delito más frecuente en las zonas de
alrededor de Toledo a fines del Medievo, algo que posiblemente fuera así, desde luego era el
acto delictivo que se combatía con más ímpetu por las hermandades. Y no sólo por éstas.
Si fijamos nuestra atención en los escritos que se conservan tanto de los regidores como
de los jurados -los escritos de los canónigos son muy poco significativos en este aspecto-, por
detrás del robo / hurto están los problemas que surgían por culpa de las herencias, de las casas
o de las tierras, normalmente porque un individuo se apropiaba de ellas de forma ilegal, y en
contra de los derechos de otros a poseerlas283. El robo de ganado o la expropiación de
términos también son delitos a destacar, seguidos, de lejos, por otros como las apropiaciones
283
Por ejemplo, los capellanes de la capilla del arzobispo don Sancho de Rojas, de la catedral de Toledo, tenían
una dehesa llamada El Sotillo cerca de los pueblos de Ventas con Peñaguilera y San Pablo de los Montes, que
explotaban a través de su arrendamiento. Los arrendadores se quejaban de que cada día los vecinos de ambas
poblaciones les quitaban más terreno de la dehesa. Las críticas llegaron a tal punto que el Cabildo catedralicio
tuvo que solicitar la intermediación del Consejo Real para resolver el conflicto: A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de
1480, fol. 67; A.G.S., R.G.S., 10 de febrero de 1480, fol. 255; A.G.S., R.G.S., 9 de mayo de 1480, fol. 105.
252
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
indebidas de armas, sin duda un hecho delictivo subrepresentado. Como puede verse, la
mayor parte de los delitos sobre los que se conservan documentos, dejando al margen al robo
de objetos, se refieren a bienes inmuebles o semovientes relacionados con las zonas rurales.
En efecto, de los 107 hechos delictivos que vieron los regidores, contando delitos contra
las personas y contra la propiedad, al menos 52, el 48,59 %, pueden ubicarse en el entorno de
la urbe: 39 (75 %) contra la propiedad y 13 (25 %) contra las personas. Si a esto sumamos los
delitos contra las costumbres que gestionó el Regimiento, de los que hay 37 documentados, a
los que inmediatamente se hará referencia, los regidores gestionan un total de 148 delitos -de
4 no hay dato alguno-, 96 de ellos ocurridos en la urbe: 21 (21,87 %) contra la propiedad, 34
(35,41 %) contra las personas, y 37 (38,54 %) contra las costumbres.
Tales números reflejan la política de mantenimiento del orden público que desarrollaban
los regidores de Toledo a fines del siglo XV e inicios del XVI. Se sentían preocupados por los
delitos económicos que se daban en el núcleo urbano pero también por los que acaecían en el
territorio que lo circundaba, entre otras cosas porque la soledad de los campos era propicia
para la realización de robos. No en vano, de los 35 robos referidos al menos 28, el 79,99 %, se
produjeron en el territorio extramuros, al igual que los 9 robos de ganado284.
De cualquier modo, la documentación del Regimiento que ha podido conservarse no
permite llegar, ni mucho menos, a conclusiones sólidas no ya sobre el tipo de delincuencia
que predominaba en el interior de Toledo a finales del siglo XV, sino, incluso, sobre la labor
de los regidores en cada momento frente a ella, atendiendo a las diferentes circunstancias
coyunturales. En otras palabras, es posible identificar los elementos que integraban la política
(si es que puede llamarse así) de orden público del Regimiento, pero no el funcionamiento, de
hecho, de esta política a lo largo de un período de tiempo más o menos amplio. Además, una
lectura excesivamente confiada de los datos que se han referido podría inducirnos a cometer
un error. Puesto que la documentación es escasa, si se tomaran como referencia los 44 robos
señalados, por ejemplo, podría concluirse que el robo era el tipo de delito más habitual, y que
se desarrollaba, sobre todo, en los alrededores de Toledo, más que en su interior, ya que en la
propia urbe predominaban los delitos contra las personas. Esta conclusión tendría una lógica.
El campo era un espacio más propicio para cometer un robo que el interior de Toledo, una
ciudad abarrotada de gente que ante los gritos de auxilio podía lanzarse a capturar al ladrón.
284
Por ejemplo, en agosto de 1444 se presentó una demanda de García Fernández de Mascaraque ante el
Regimiento, porque trayendo él y su hermano cierto ganado ovejuno y cabruno por la zona de Campo Rey, que
era jurisdicción de Toledo, unos vecinos de la villa de La Guardia les quitaron 13 cabezas, diciendo que estaban
en un territorio en el que no debían estar. Como se trataba de un caso muy grave, porque se había producido una
violación del espacio jurisdiccional toledano, la demanda se puso directamente ante el Regimiento, y no ante los
jueces urbanos: BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas..”, p. 56.
253
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
De hecho, no faltan estudios que defienden la existencia de espacios delictivos diferenciados:
el urbano, en el que predominaban los delitos contra las personas, y el rural, más propicio
para el delito contra la propiedad285.
El problema es que muchos robos acaecidos en Toledo se denunciaban ante el Cabildo
de jurados, y a estas denuncias no se refiere la documentación de los regidores, por lo que de
fijar en ella nuestra atención el robo en la urbe aparecería sub-representado. Se manifiesta así
una de las debilidades que han tenido, y continúan teniendo, algunos estudios que analizan la
delincuencia y el crimen en época medieval. En ocasiones tiende a considerarse objetiva la
información aportada por determinado tipo de fuentes, cuando otras ofrecerían datos distintos.
El único modo posible de acercarnos a una realidad mínimamente objetiva es combinando las
fuentes, para, tras esclarecer los intereses que en la lucha en contra del delito perseguían las
instituciones que las crearon, explicar mejor tanto las características de la delincuencia como
de su represión. Por eso las actas del Cabildo de jurados son fundamentales.
Si bien se conservan para los años 1479-1487, hay documentos sueltos referentes tanto
a asambleas de los jurados de años anteriores como para después de estas fechas. Como es
lógico, puesto que los sujetos que ocupaban las juradurías ni gozaban de derecho a voto en el
Ayuntamiento ni tenían ninguna capacidad de actuación al margen de los regidores (a no ser
gracias a la mediación de los monarcas), sólo se conservan escritos de demandas. Otra cosa
distinta es que muchos de los pregones a los que antes se ha hecho referencia se publicaran a
solicitud de los jurados (aunque las demandas que pusieron éstos no se conserven).
Las actas del Cabildo ratifican en parte la información sobre la delincuencia aportada
por los datos del Regimiento. Los delitos contra la propiedad también son los más numerosos,
en concreto el robo, y entre los delitos contra las personas las agresiones físicas destacan por
encima de los demás. Sin embargo, de los 53 delitos registrados (17 contra las personas, 35
contra la propiedad y 1 contra las costumbres) sólo 6, el 11,32 %, se produjeron en la tierra: 2
(3,77 %) contra la propiedad y 4 (7,54 %) contra las personas. De los 35 robos sobre los que
se tiene noticia 34 pueden ubicarse dentro de los muros de la urbe. 17 fueron realizados por
un ladrón en serie, un esclavo negro del conde de Fuensalida que robó entre finales de 1486 y
1487 hasta 17 tiendas, sacando de ellas el dinero y todos los bienes que podía. En el momento
285
Sobre la compleja relación entre el campo y la ciudad a la hora de analizar la delincuencia urbana se llama la
atención en el conjunto de trabajos que se recogen en: JOHNSON, A. y MONKKONEN, E.H. (Edit.), The
civilization of crime: violence in town and country since Middle Ages, Urbana, 1996; MUCHUMBLED, R., “Les
thèâtres du crime. Villes et campagnes face à la justice (XVIe-XVIIIe siècles)”, en D´HOLLANDER, P. (Edit.),
Violences en Limousin à travers les siècles, Limoges, 1998, pp. 91-112; LÓPEZ GÓMEZ, O., “Violencia,
bandidismo y vida campesina en el arzobispado de Toledo: Uceda y su comarca a principios del siglo XIV”,
Wad-al-Hayara [en prensa]
254
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
en que lo atraparon se le condenó a morir en la horca. No obstante, es posible que el conde
pagara los bienes robados para poder seguir aprovechándose de sus servicios como esclavo286.
En algunas épocas se produjeron auténticas plagas de robos en el interior de Toledo. El día 31
de julio de 1479, por ejemplo, se denunciaba ante el Cabildo que habían robado a bastantes
vecinos287.
En resumen, pues, y aunque no es el tema de estudio de este trabajo, si tuviéramos que
defender a la luz de los datos conservados para los vecinos de Toledo la existencia o no de un
modelo de delincuencia medieval, tendríamos que posicionarnos más cerca de lo afirmado por
Juan Miguel Mendoza Garrido que de lo que afirman otros autores. No es la violencia lo que
parece caracterizar al delito que se produce de forma más frecuente durante el final de la Edad
Media en Toledo y su comarca, por mucho que determinados escritos insistan en ello, sino un
hecho delictivo más relacionado con la economía; eso sí, reduciendo aquí el término violencia
a violencia física. Ahora bien, se debe explicar por qué se insiste tanto en el delito violento.
Deben de explicarse las circunstancias de cada coyuntura para entender tal insistencia, y esto
es, en buena medida, lo que iremos haciendo a lo largo del presente estudio.
En todo caso, quede clara mi postura. Personalmente, dudo mucho que porque aparezca
más en la documentación un determinado tipo de delito que otros tenga que concluirse que era
más frecuente, pues es posible que en realidad sea lo contrario. Todo depende de los rasgos de
la documentación a analizar. Hay determinados escritos en los que se exhiben no los delitos
más comunes, sino los más extraordinarios, es decir, los más graves. Así es como sucede en la
documentación del Consejo Real de Castilla, y es algo que posiblemente pueda extenderse a
todos los documentos de las realezas europeas de la Edad Media, en tanto que ellas
controlaban los máximos tribunales de justicia, y tenían como misión prioritaria garantizar el
mantenimiento del orden público. Lo cual no quiere decir que de forma consciente las
instituciones regias gestionasen un tipo de delito u otro. Ellas siempre actuaron en función de
sus intereses, como también lo hacían las instituciones urbanas, y si a veces se vieron
obligadas a resolver un tipo de sucesos u otros no fue por propia iniciativa, sino porque los
órganos institucionales inferiores fueron incapaces de resolverlos.
Insistiendo en lo dicho, es evidente que los delitos contra las costumbres están bastante
mal documentados en la documentación que se conserva. ¿Cómo concluir por esto que apenas
se realizaban hechos delictivos de este tipo, cuando es seguro que eran muy frecuentes?. Tal
286
A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del sábado 17 de
marzo de 1487, fol. 18 v.
287
Idem, reunión del 31 de julio de 1479, fols. 25 r-26 r.
255
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
vez la prueba más definitiva del poco valor de las cuantificaciones para conocer la realidad de
los siglos medievales sea ésta: la cuantificación sobre los delitos contra las costumbres. No en
vano, los datos que se ofrecen en el siguiente cuadro han de tomarse con mucho más cuidado
que los ofrecidos en cuadros anteriores, pues no es ya que no reflejen la realidad del delito, es
que ni siquiera exhiben una certeza mínima sobre su represión.
TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LAS COSTUMBRES. 1467-1520
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
CASO
DENUNCIAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1471-1514
2
35
Proxenetismo
22
Juego
2
12
Deshonestidad pública (sexo)
1
Jurados de Toledo. 1479
1
Deshonestidad pública (sexo)
1
Canónigos de Toledo. 1467-1496
2
Blasfemia
1
Incumplimiento de votos religiosos
1
Consejo Real. 1468-1520
4
106
Adulterio
32
Fuga de mujeres
1
19
Negación del matrimonio
13
Incumplimiento de votos religiosos
10
Juego
2
8
Amancebamiento
1
6
Hijo fuera del matrimonio
6
Fuga de hombres
3
Alcahuetería
2
Blasfemia
2
Deshonestidad pública (sexo)
1
Incesto
1
Matrimonio ilegal
1
Pederastia
1
Proxenetismo
1
Real Chancillería de Valladolid.
3
1504-1505
Amancebamiento
1
Fuga de hombres
1
Juego
1
Inquisición. 1484-1520
89
Blasfemia
89
Hermandad Vieja. 1502-1507
2
Fuga de mujeres
1
Juego
1
TOTAL
9
236
TOTAL
37
22
14
1
1
1
2
1
1
110
32
20
13
10
10
7
6
3
2
2
1
1
1
1
1
3
1
1
1
89
89
2
1
1
244
Poco puede decirse a la vista de estos datos, excepto que habría que analizarlos con gran
cautela. Por ejemplo, parece claro que delitos como el juego, prohibido por ley, eran mucho
256
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
más frecuentes de lo que se documenta, como también lo eran las blasfemias. Normalmente
tales sucesos no salían de la urbe, y esto lo evidencian de modo indudable los números, pues
si se comparan los pocos datos sobre el delito que tenemos del Regimiento con el enorme
volumen documental que procede del Consejo de los monarcas, es llamativo que casi el 40 %
de los hechos delictivos que tratan los regidores sean en contra de las costumbres, mientras
que este tipo de sucesos apenas llega al 4,5 % en los escritos de los consejeros reales. Sucede
lo mismo aquí que con los delitos económicos de poca importancia, que en su mayoría se
solucionaban en la urbe, mejor o peor, fuera a través de las instituciones públicas, o fuera
mediante prácticas infrajudiciales al margen de éstas, de las que apenas hay documentación.
En definitiva, si a la luz de los datos referidos tuviera que realizarse un cuadro sobre la
realidad de la delincuencia y el crimen en Toledo a fines de la Edad Media, utilizando sólo las
fuentes que se han conservado en los archivos toledanos, desde luego se trataría de un cuadro
abstracto, con claroscuros y apenas inteligible. Hay que ser muy cautelosos a la hora de hablar
del delito a partir de fuentes que en su mayor parte no están seriadas (y que, por lo tanto, no
permiten realizar un análisis diacrónico), y que muestran un enorme desequilibrio en la
información que refieren. Aún así, pueden concluirse varios aspectos. En primer lugar, los
delitos contra la propiedad tenían mucha importancia tanto en el interior de Toledo como,
sobre todo, en sus afueras. En segundo lugar, el Regimiento estaba especialmente preocupado
por impedir que surgiesen conflictos potencialmente perjudiciales para el orden público, y por
eso puso atención en todo lo que tuviera que ver con las asonadas e escándalos, y, más en
general, con los pecados públicos (así los denominan los documentos), es decir, el juego, las
prácticas sexuales en público, la prostitución, etc.
En tercer lugar, el Cabildo de jurados era una institución complementaria al Regimiento
en lo que a la lucha contra el delito se refiere, y se hizo eco de hechos delictivos que no
siempre llegaban a los regidores, como pequeños robos, peleas o insultos. En cuarto lugar, los
canónigos de la catedral estaban integrados en la sociedad de su época, y sufrían las lacras de
la misma, por eso las actas de sus asambleas, en las que se recogen sus demandas frente a los
agravios que sufrían, son básicas para el conocimiento de la delincuencia urbana, y estas actas
señalan que, por encima de otros agravios, las ynjurias, es decir, los insultos, las amenazas y
las agresiones físicas leves, eran bastante más habituales que otro tipo de delitos de mayor
entidad. Seguramente ésta sea la verdadera imagen de la delincuencia que se produjo en
Toledo a fines del siglo XV, similar a la detectada en estudios sobre otras ciudades europeas
257
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
como Avignon288; una imagen que, a pesar de todo, sólo obedece en parte al “modelo de
criminalidad medieval” que algunos historiadores han definido, en el que se priman los delitos
contra las personas por encima de los de carácter más económico.
Tal vez si se conservaran los documentos judiciales de los jueces de la urbe, de los
individuos que eran nombrados como árbitros para resolver algunos conflictos al margen de la
justicia oficial, o las actas del Ayuntamiento, los resultados obtenidos una vez hecho un
análisis de la documentación de los archivos toledanos estarían más cerca de ese hipotético
modelo de criminalidad, pero lo cierto es que dicha documentación ofrece una imagen un
tanto diferenciada de la que sostiene este modelo. Los delitos contra la propiedad superan en
número a los que se dan contra las personas entre los escritos del Regimiento y del Cabildo de
jurados, por lo que basándonos en éstos se podría criticar la existencia de tal modelo. Por el
contrario, si nos basásemos en los datos recogidos en las actas del Cabildo catedralicio el
“modelo de criminalidad medieval” podría asumirse bastante bien, puesto que en ellas los
delitos contra las personas son los más habituales; desde luego mucho más que los robos.
Según los documentos de los archivos toledanos que se utilicen, en definitiva, podrá aceptarse
la existencia del modelo de criminalidad para la Toledo de fines del siglo XV o no, porque no
aclaran nada al respecto.
En cuanto a la documentación relativa a las instituciones centrales de la realeza, resulta
poco fiable, pues no son organismos institucionales que convivan día a día con la comunidad
urbana. Se trata más bien de instituciones que, de no actuar siguiendo algún interés político,
sólo están al alcance de unos pocos, de aquellos que por su riqueza se pueden permitir el lujo
de solicitar su ayuda.
La imagen del delito ocurrido en Toledo y su entorno que se desprende del análisis de la
documentación del Consejo Real es ésta: los delitos contra las personas priman sobre los que
se desarrollan contra la propiedad; entre éstos destaca el robo, seguido por las apropiaciones
de herencias289, de tierras o de casas; dentro del delito contra las personas destacan las injurias
y amenazas, seguidas por las agresiones y el homicidio; en lo referente a los delitos contra las
costumbres los que más abundan son aquellos que están relacionados con la moralidad, como
288
Jacques CHIFFOLEAU señala que en la documentación que él analiza sobre esta ciudad aparece un 47 % de
injurias o calumnias: CHIFFOLEAU, “La violence au quotidien. Avignon au XIVe siècle d´après les registres de
la cour temporelle”, Mélanges de l´École française de Rome. Moyen Age. Temps Modernes, 92 / 2 (1980), pp.
325-371.
289
Por ejemplo, Cristóbal de Ajofrín se quejaba de que Juan Ruiz Maldonado, vecino de Toledo, y Juan Núñez,
vecino de Griñón, aprovechando que él no estaba en Santa Olalla le habían ocupado unos bienes que estaba en
derecho de heredar por la muerte de su abuela: A.G.S., R.G.S., 24 de noviembre de 1478, fol. 30.
258
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
son los adulterios o las fugas de mujeres290. Los documentos de la Real Chancillería ratifican
esta imagen hasta donde es posible.
2.2.2. “GENERADORES DE CONFLICTO”: EN EL LÍMITE DE LA
DELINCUENCIA
Ya nos hemos referido a la problemática existente con aquellos casos que, aún siendo
delitos, ni se estudian como tales en bastantes trabajos sobre la delincuencia medieval, ni eran
considerados de este modo en la época en que se produjeron291. No vamos a insistir más en el
asunto. Tan sólo recordar dos ideas: que las informaciones van a dividirse en tres sectores con
un fin puramente metodológico -contra la legislación urbana, contra las instituciones y contra
el orden económico-; y que las cuantificaciones de los “generadores de conflicto” resultan aún
menos fiables que las de los delitos, porque eran muy frecuentes, porque no siempre acababan
demandándose, y porque en caso de demandarse solían ser resueltos por las instituciones de la
urbe, a no ser que fuesen muy graves. Sobre estos temas, al igual que sobre los delitos en sí,
se irá reflexionando a lo largo de este trabajo
Dicho esto, las cifras sobre “generadores de conflicto” que ofrecen los documentos que
se han estudiado son las siguientes:
“GENERADORES DE CONFLICTO” 1465-1522 Antes de 1465-1523
2.400
Contra el orden económico
2.397
1.591
Problema con el pago de una deuda
1.589
182
Problemas con situado
182
163
Alzamiento de bienes
163
139
Problema con cobro de una renta
139
76
Fraude
76
58
Nueva imposición
58
43
Precios por encima de la ley
43
38
Usura
38
27
Vedamiento saca de pan
27
19
Incumplimiento de contrato de trabajo
19
18
Negligencia escribanos
17
13
Problemas Inquisición
13
10
Monedas falsas
10
290
Véase al respecto: BRUNDAGE, J.A., “Playing by the rules: sexual behavior and legal norms in medieval
Europe”, en MURRAY, J. y EISENBICHLER, K. (Edits.), Desire and discipline. Sex and sexuality in the
premodern West, Londres, 1996, pp. 23-41; y “Sin, crime and the pleasures of the flesh: the medieval church
judges sexual offences”, en The medieval world, Londres, 2001, pp. 294-307.
291
Véase, por ejemplo: PÉREZ DE TUDELA VELASCO, Mª.I. y PÉREZ-SOBA DÍEZ DEL CORRAL, J.Mª.,
“Los conceptos de justicia y paz en la Edad Media. Fuentes y método para el estudio de dos exigencias del
presente”, Medievalismo, 4 (1994), pp. 95-112.
259
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Saca de moneda del reino
Problemas bienes judíos
Problemas mayorazgo
Cobro excesivo de derechos por trabajo
Contra las instituciones
Confrontación de jurisdicciones
Negligencia de jueces
Huída de justicia
Desacato a órdenes regias
Abuso de poder
Ayuda a delincuentes
Robo de presos
Desacato a la justicia
Huída de cárcel
Malgasto de fondos públicos
Quebrantamiento de sentencias
Manipulación de la justicia
Quebranto de seguro
Compra de oficios públicos
Ocupación de oficios públicos
Contra la legislación urbana
Portar armas
Quebrantamiento de privilegios
Sermones escandalosos
Quebrantamiento de ordenanzas
Bulas falsas
Construcción fortaleza
Ociosos y vagabundos en ciudad
Reuniones de vecinos
Desterrados en ciudad
Caza ilegal
Caminar por la noche
Cierre ilegal de caminos
Abertura de caminos ilegales
Escrituras falsas
Incumplimiento normas de las fiestas
Medidas falsas
Vestidos excluyentes de moros y judíos
Total
10
8
3
2
706
215
210
62
60
38
33
20
18
14
9
8
7
5
4
3
91
21
11
10
9
8
7
5
4
4
3
2
2
1
1
1
1
1
3.194
10
8
3
2
711
216
211
62
60
38
34
20
19
14
9
8
7
5
4
4
93
22
11
10
9
8
7
5
5
4
3
2
2
1
1
1
1
1
3.204
Más allá de la verosimilitud de la realidad social que reflejan estas cifras, considero que
al menos deben hacernos reflexionar sobre tres ideas: qué hay detrás de la delincuencia; hasta
qué punto es lógica la labor del Consejo Real en función de los intereses de la realeza; y cómo
ha de realizarse la crítica al llamado “modelo de delincuencia” o “de criminalidad” medieval,
260
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
a la vista de estos datos. Pero antes de nada leamos detenidamente lo que nos dice el cuadro, y
hagámoslo con cautela, pues, como se dijo, las cifras siempre deben ponerse en duda.
Al parecer las instituciones, sin especificar por el momento cuáles más que otras, tenían
un interés especial por impedir hechos contra la legislación urbana que fuesen peligrosos para
el orden público, y por extensión para la paz regia. Por eso cobran tantísima importancia en la
documentación conservada un par de delitos: ir con armas por la calle y predicar lo que ya
entonces se conocían como sermones escandalosos: prédicas en las que se criticase a personas
privadas, a la Iglesia, a los gobernantes locales, a los dirigentes del reino o al propio monarca.
Por lo demás, han de destacarse los sucesos conflictivos que se refieren al incumplimiento del
corpus legal sobre el que se apoyaba el régimen jurídico de cada persona, constituido, además
de por las leyes generales, que solían incumplirse -aunque la documentación no indique hasta
qué punto-, por las ordenanzas que disciplinaban la vida en la urbe, y por los privilegios reales
que definían la esencia de la comunidad urbana. En cuanto a otros “generadores de conflicto”,
es evidente que aparecen subrepresentados los que se refieren a la construcción de castillos o
casas fuertes, a la estancia de desterrados, ociosos y vagabundos dentro de la ciudad, al uso de
medidas falsas, a la caza ilegal, etcétera, etcétera.
Respecto a los “generadores de conflicto” relativos a problemas con las instituciones, ha
de destacarse la importancia que tienen todos los asuntos relacionados con los obstáculos de
los jueces a la hora de ejercer su labor. De no buscarse una confrontación entre jurisdicciones,
en verdad algo frecuente cuando alguien acusado por un delito pretendía que no le penaran
-suele acudirse a la justicia eclesiástica para oponerla a la laica-, se huye del lugar donde los
jueces se mostrasen dispuestos a castigar a la persona por lo que hizo. A veces las huidas se
realizan de forma ilegítima, sólo para escapar de la justicia. En otras ocasiones, sin embargo,
existe cierta legitimidad, porque no es extraordinario que los jueces actúen de manera
corrupta, sólo con el objetivo de conseguir unos beneficios propios. Por eso se desacatan las
órdenes tanto de éstos como de los reyes, se incumplen las sentencias o se manipula la
justicia, cuando no se ataca directamente a los jueces, robándoles los presos, o ayudando a los
malhechores.
En cuanto a los “generadores de conflicto” que se refieren a los problemas económicos,
sin duda la cifra que más llama la atención es la que se refiere al pago de deudas, 1.600 casos
prácticamente. De los 3.204 “generadores de conflicto” registrados, los relativos a deudas son
el 49,65 %, o lo que es igual, el 25,14 % de los 6.328 casos que se muestran en estos cuadros.
Estamos, sin duda alguna, frente a un tema al que presta atención el Consejo de los reyes, un
asunto que de no ser analizado en su justa medida nos impediría estudiar con la suficiente
261
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
certeza el modo de comportase de la monarquía a fines del Medievo. Habrá tiempo de ir
analizando este asunto a lo largo del trabajo. Por ahora quede claro algo indudable: si los
“generadores de conflicto” relacionados con el orden económico adquieren tanta importancia
en la ciudad del Tajo, es porque para la realeza esta urbe tenía un papel mercantil y comercial
importante en Castilla.
Esto nos lleva a la primera idea de las tres referidas arriba: ¿qué se halla detrás de un
buen número de delitos?. O dicho de otra forma: ¿hasta dónde pueden considerarse los que
aquí se denominan “generadores de conflicto” como la base que explica la conflictividad
urbana, por una parte, y la actuación de la realeza frente a la misma, por otra?. Según las
informaciones a las que hemos podido acceder, está claro que los problemas relativos a las
deudas, los fraudes, los cobros de rentas y de mercedes, los precios por encima de la ley, los
alzamientos de bienes y las nuevas imposiciones -siempre ilegales- están en el sustrato de la
conflictividad social en una urbe como Toledo, en la que los sectores secundario y terciario
gozan de cierto desarrollo. Las personas compran, venden, alquilan, solicitan préstamos,
actúan como prestamistas, en no pocas ocasiones se endeudan... Los mercaderes y artesanos,
en sus diversos niveles sociales y económicos conforman una mayoría en la ciudad del Tajo
que genera conflictos. No podemos olvidar este sustrato socio-económico, ni a la hora de
entender la delincuencia ni al estudiar la actuación de los reyes frente a ella.
En efecto, -ésta es la segunda idea que se señaló arriba- los monarcas actúan de manera
bastante lógica si nos atenemos a cuáles son sus intereses. Puesto que para la realeza es
necesario gozar de una buena financiación, y puesto que tal financiación se logra de manera
ordinaria a través de las tasas que gravan el comercio (la alcabala), es lógico que tanto los
reyes en persona como (fundamentalmente) su Consejo intervengan, una y otra vez, para
sostener una estabilidad económica adecuada a su propio mantenimiento económico. Dicho
con otras palabras: a la monarquía la interesaba la seguridad física de sus súbditos, pero
también su seguridad económica, porque de ésta dependía el propio poder regio. Ciertamente
una seguridad y otra estaban relacionadas intrínsecamente, y resultaría absurdo intentar
diferenciarlas. Ambas, como se vio, se encuadran en un objetivo más amplio: la defensa de la
paz regia.
La tercera idea destacable sería la que se refiere a la existencia o no de eso que algunos
historiadores vienen llamando el “modelo de delincuencia medieval” a fines del Medievo, en
este caso en la ciudad de Toledo y su comarca. Puesto que en este trabajo no se pretende dar
una respuesta a este asunto, y puesto que en ningún caso creo que las cifras referidas sean una
evidencia de una realidad social -son evidencia de la acción gubernativa de unas instituciones,
262
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
más bien-, no es necesario para el buen desarrollo de este estudio ni posicionarse de parte de
los historiadores que han defendido tal modelo, franceses en su mayoría, ni de aquellos que lo
han criticado, como Juan Miguel Mendoza Garrido. Ahora bien, y ya se dijo arriba, considero
cuanto menos arriesgado defender la existencia de dicho modelo en Toledo y sus alrededores
durante los años de tránsito entre el siglo XV y el XVI, porque los delitos de tipo económico,
llámense delitos contra las propiedades o “generadores de conflicto” (“pseudo-delitos”) contra
la estabilidad económica, son muy abundantes; más que los hechos violentos.
De acuerdo con estas ideas, yo iría más allá que Mendoza Garrido. Basándose en todos
los datos que aportan los documentos de las hermandades, sobre todo de la Hermandad Vieja
de Ciudad Real, que privilegian al robo, él advierte que, frente a quienes insisten en que es la
violencia física -producto de una cosmovisión concreta- lo que caracteriza al delito medieval,
la delincuencia económica tenía, al menos a fines de la Edad Media, una importancia notable.
Por mi parte, considero que el mejor modo no de criticar el “modelo de delincuencia”, sino de
desestructurarlo, no es insistiendo en la importancia del robo frente al homicidio (porque esta
insistencia en realidad lo legitima), sino en lo importante de otros actos delictivos que no han
venido teniéndose en cuenta.
Así, la documentación del Consejo Real que implica a vecinos de Toledo, por ejemplo,
concede mayor importancia a los delitos contra las personas que contra la propiedad, si bien la
delincuencia que refleja no es muy distinta a la hora de hablar de robos y homicidios. Fuera
de esto, los pseudo-delitos (“generadores de conflicto” mejor dicho) más frecuentes son los de
tipo económico, esos que atentan contra las haciendas privadas aunque no se trate de robos
como tales, sino de prácticas que podrían calificarse de fraudulentas, siendo el hecho delictivo
-si así puede llamarse- más numeroso aquél derivado del impago de una deuda. Sin duda, la
dinámica económica de Toledo determina su delincuencia; al menos la delincuencia que llega
al Consejo.
2.2.2.1. CONTRA EL ORDEN ECONÓMICO
Analizaremos brevemente cada una de las taxonomías en que se han agrupado los que
se califican aquí como “generadores de conflicto”. Brevemente porque no merece la pena
entrar de lleno en un asunto que quedará más claro a medida que avance este trabajo, y quede
definido el contexto donde se desarrollaban tanto los delitos como los que no siempre se veían
así. De acuerdo con esto, por ahora sólo vamos a dar números. Lo que indican los cifras sobre
los “generadores de conflicto” contra el orden económico es lo siguiente. Debe recordarse que
se trata de una “cuantificación débil”, es decir, poco representativa de la realidad.
263
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”.
CONTRA EL ORDEN ECONÓMICO. 1469-1522
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
CASO
DEMANDAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1469-1515
4
15
Monedas falsas
8
Precios por encima de la ley
4
Problemas con el pago de una deuda
2
1
Alzamiento de bienes
1
Fraude
1
Nueva imposición
1
Problemas con cobro de situado
1
Jurados de Toledo. 1511
1
Alzamiento de bienes
1
Consejo Real. 1470-1522
23
2.051
Problemas con el pago de una deuda
10
1.297
Problema con cobro de situado
181
Alzamiento de bienes
161
Problemas con el cobro de una renta
139
Fraude
12
47
Nueva imposición
52
Precios por encima de la ley
39
Usura
36
Vedamiento a la circulación de
27
grano
Negligencia de escribanos
1
17
Incumplimiento de contrato de
17
trabajo
Actuación abusiva de la Inquisición
13
Exportación de moneda fuera de
10
Castilla
Problemas con bienes ocupados a
8
los judíos
Problemas con un mayorazgo
3
Cobro excesivo de derechos por un
2
trabajo
Monedas falsas
2
Real Chancillería de Valladolid.
305
1496-1522
Problemas con el pago de una deuda
281
Fraude
15
Nueva imposición
5
Incumplimiento de contrato de
2
trabajo
Usura
2
Hermandad Vieja. 1505
1
Fraude
1
TOTAL
28
2.372
TOTAL
19
8
4
3
1
1
1
1
1
1
2.074
1.307
181
161
139
59
52
39
36
27
18
17
13
10
8
3
2
2
305
281
15
5
2
2
1
1
2.400
No hay ninguna duda que estamos ante unos “asuntos de la realeza”. Por lo visto según
la documentación conservada, poco tienen que decir las instituciones locales de Toledo en eso
que tiene que ver con las deudas, los fraudes, los precios por encima de la ley, las usuras, los
264
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
vetos que se ponen a la circulación de determinados productos... Esto es falso. En realidad, y
es así como lo indica la escasa información del Regimiento o del Cabildo de jurados, las
instituciones de la urbe se preocupaban por algunos de estos asuntos, pero con frecuencia eran
incapaces de resolverlos, y tenían que acudir o bien al Consejo Real, o bien a la Chancillería.
En otros casos eran las personas privadas las que se presentaban directamente ante los
consejeros reales, algo común entre los mercaderes adinerados de la urbe, entre los de la
Fuente, los San Pedro, los de la Torre, etc.
2.2.2.2. CONTRA LAS INSTITUCIONES
Respecto a los “generadores de conflicto” contra las instituciones, lo dicho arriba ha de
aplicarse aquí también, puesto que prácticamente todos los casos que hemos documentado son
del Consejo Real. En este tema, como más en general en todos las “generadores de conflicto”,
los documentos referidos a las instituciones urbanas que se conservan tienen poco que decir,
sobre todo cuando se refieren a asuntos de una cierta gravedad. Por eso, como eran graves los
sucesos relacionados con asuntos económicos de más o menos importancia, y como también
lo eran los relativos a la estabilidad de las instituciones, fue el Consejo el que procuró otorgar
una respuesta adecuada a los mismos, muchas veces no por iniciativa propia, sino a solicitud
de los afectados por ellos.
TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”.
CONTRA LAS INSTITUCIONES. 1456-1523
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
CASO
DEMANDAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1456-1514
10
9
Negligencia de jueces
6
3
Desacato a la justicia
1
2
Compra de oficios públicos
2
Ocupación de oficios públicos
1
1
Confrontación de jurisdicciones
1
Huída de la cárcel
1
Manipulación de la justicia
1
Jurados de Toledo. 1463-1505
4
Negligencia de jueces
3
Abuso de poder
1
Canónigos de Toledo. 1467-1519
5
Negligencia de jueces
2
Ayuda a delincuentes
1
Quebrantamiento de sentencia
1
Robo de presos
1
Consejo Real. 1454-1523
81
599
Confrontación de jurisdicciones
9
206
265
TOTAL
19
9
3
2
2
1
1
1
4
3
1
5
2
1
1
1
680
215
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
Negligencia de jueces
Desacato a órdenes regias
Huída de la justicia
Abuso de poder
Ayuda a delincuentes
Robo de presos
Desacato a la justicia
Huída de la cárcel
Malgasto de fondos públicos
Quebrantamiento de sentencia
Manipulación de la justicia
Quebrantamiento de seguro
Compra de oficios públicos
Ocupación de oficios públicos
Real Chancillería de Valladolid.
1496-1505
Huída de la justicia
Hermandad Vieja. 1513
Huída de la cárcel
TOTAL
33
4
2
8
5
8
4
7
1
-
164
56
58
29
28
11
12
12
2
6
6
5
2
2
3
197
60
60
37
33
19
16
12
9
7
6
5
2
2
3
100
2
1
1
611
2
1
1
711
Como puede observarse, tanto los documentos del Regimiento, del Cabildo de jurados y
del Cabildo catedralicio como los del Consejo Real, insisten en la importancia que poseían las
acciones negligentes de los jueces, un problema sólo comparable, siempre según los datos que
tenemos, a la confrontación jurisdiccional buscada por algunos para librarse de una condena.
Según se verá, muchos factores estaban en juego a la hora de hacer justicia: intereses políticos
tanto de los gobernantes locales como de los cortesanos, dinero, honor, prestigio, clientelismo
en más de una ocasión, etc.
2.2.2.3. CONTRA LA LEGISLACIÓN URBANA
Los “generadores de conflicto” contra la legislación urbana se caracterizan, al contrario
que los otros, porque en ellos sí que tenían un papel destacado las instituciones de gobierno de
la urbe, en concreto el Regimiento, quedando la tarea del Consejo Real en segundo plano. En
realidad es lógico, porque se trata más bien de “asuntos internos” de la urbe, de aspectos que
tocan al día a día de la vida en la ciudad, y que no siempre tienen demasiada importancia. Eso
sí, parece claro que pueden diferenciarse dos esferas de actuación. El Regimiento actúa en los
casos que resultan más sencillos de resolver pero que son básicos para el orden público, como
en los que se refieren a llevar armas en público, que permanezcan omes de mal vivir dentro de
la urbe, que se prediquen sermones escandalosos, etc. El Consejo Real, por su parte, procede
en asuntos más complejos, en aquéllos en que se incumple algún privilegio o importantes
ordenanzas, en los relativos a las construcciones de fortalezas, en lo que tiene que ver con las
266
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
prédicas de bulas falsas... Otros asuntos tienen una importancia muy secundaria, como son los
que se refieren al incumplimiento del rol que cada persona había de cumplir durante las fiestas
que se celebraban en la urbe, o los referentes a la caza ilegal, o a los vestidos y señales que,
con un carácter excluyente, tenían que llevar los judíos y los musulmanes, etc.
TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”.
CONTRA LA LEGISLACIÓN URBANA. 1452-1522
INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN
CASO
DEMANDAS
ACTUACIONES
Regidores de Toledo. 1452-1506
3
43
Portar armas en público
1
20
Ociosos y vagabundos en la ciudad
5
Reuniones ilegales de vecinos
5
Sermones escandalosos
5
Desterrados en la ciudad
4
Caza ilegal
2
Caminar por la noche sin luz
1
Cierre ilegal de caminos
1
Construcción ilegal de fortaleza
1
No llevar vestidos excluyentes
1
judíos y musulmanes
Jurados de Toledo. 1481
3
Sermones escandalosos
2
Canónigos de Toledo. 1508
3
Sermones escandalosos
3
Consejo Real. 1470-1522
7
33
Quebrantamiento de privilegios
2
8
Quebrantamiento de ordenanzas
3
6
Bulas falsas
8
Construcción ilegal de fortaleza
1
4
Abertura de caminos ilegales
1
Caminar por la noche sin luz
1
Caza ilegal
1
Cierre ilegal de caminos
1
Escrituras falsas
1
Incumplimiento de las normas de
1
las fiestas
Medidas falsas
1
Portar armas en público
1
Real Chancillería de Valladolid.
1
1501
Quebrantamiento de privilegios
1
TOTAL
16
77
TOTAL
46
21
5
5
5
4
2
1
1
1
1
3
2
3
3
40
10
9
8
5
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
93
Iremos reflexionando sobre todas estas cifras a lo largo de las páginas siguientes, en las
que se procurará que queden inscritas en unas coordenadas sociales, políticas, económicas y,
por qué no, ideológicas concretas, que vienen a dar “sustancia” a esto que no son más que un
buen número de cifras que por sí no tienen sentido. Ya vimos cuál es el carácter que a fines de
267
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
la Edad Media posee la idea de “pas e sosiego”, con la que deben de relacionarse estas cifras.
Cifras e ideas conforman las bases sobre las que se sustenta el análisis de la realidad de una de
las urbes de Castilla, en este caso Toledo, por lo que, para acabar este capítulo, veremos de un
modo breve algunos aspectos que derivan del estudio de las referidas cifras e ideas, los cuáles,
a su vez, servirán como introducción al análisis, propiamente dicho, del vínculo de la realeza
con Toledo a fines de la Edad Media.
268
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
2.3. LA “SOBERANÍA PRÁCTICA” Y “EL PUEBLO”
Llegados a este punto, tras ver qué era la paz regia, y los enfoques historiográficos desde
los que debe estudiarse, es el momento de comenzar a referirse de forma detenida a Toledo, y
de definir, más si cabe aún, tanto las máximas de investigación por las que debe guiarse todo
estudio que busque entender el vínculo realeza-individuo, como los objetivos del trabajo que a
partir de aquí se presenta; objetivos que, básicamente, son: mostrar datos hasta ahora inéditos
sobre la historia de Toledo durante la baja Edad Media, en concreto sobre su relación con la
realeza en ésta época, haciendo hincapié en el marco teórico en que tienen que enmarcarse los
mismos; entender la relación entre la realeza, los oligarcas y el común de Toledo, de acuerdo
a las posibilidades de los documentos que se conservan, sobre todo los que fueron expedidos
por el Consejo Real de Castilla; y, por último, pero no por ello menos importante, definir
cómo se ejecutaba el poderío regio en una comunidad urbana como la de Toledo en el día a
día de fines de la Edad Media. Como es lógico, los temas colaterales que se derivan de estas
problemáticas son muy numerosos, y en el fondo nos hablan de una “historia total”, si bien no
de ésa a la que suelen referirse los historiadores con posturas en ocasiones contrapuestas
-algunos llevados por la ilusión, y otros, los más, por el escepticismo-, sino de la que emana,
casi naturalmente, de la propia actividad de los organismos institucionales de la monarquía; a
saber: el Consejo Real, la Real Chancillería de Valladolid, o la Inquisición.
En virtud de estos fines, y en virtud de las fuentes y las teorías señaladas, en las páginas
siguientes se opta por el concepto “poder” como concepto director, algo nada novedoso, pues
vienen haciéndolo así la mayor parte de los estudios sobre el mundo urbano medieval al día
de hoy, y por la noción “comunidad” como objeto de análisis292. Aquí sí hay algo de novedad,
porque en este trabajo se intentará ir más allá de la simple relación realeza-oligarcas, en la que
se quedan algunas obras, para ofrecer una relación más compleja del tipo monarquíaoligarquía-común, o realeza-individuo, y es que, aunque a veces se ignore, el vínculo entre los
reyes y “su pueblo” no se daba tan sólo a través de la mediación de los oligarcas, por más que
éstos, como se dijo, definieran la “soberanía práctica” que llegaba al común.
En definitiva, a la hora de analizar la paz regia a finales del Medievo en Castilla hay que
tener claro que dicha paz fundamentaba los fines de la política interior de los monarcas, que
esta política repercutía de forma directa en la vida de todas las personas, más allá de su estatus
social, y que, por todo ello, estamos ante un tema de análisis muy complejo. Por lo tanto, son
esencialmente tres los factores que han de tenerse en cuenta a la hora de entender la relación
292
BERNARDO ARES, J.M. de, “Jurisdicción y villas de realengo en la corona de Castilla”, en Instituciones de
la España moderna. Vol. I. Las jurisdicciones, Madrid, 1996, pp. 51-69, en concreto p. 51.
269
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
entre “reyes-Estado” y “súbditos-Reino” a fines de la Edad Media castellana: primero, en qué
consistía esa relación; segundo, cómo se ha estudiado la misma hasta el momento; y tercero,
cómo gestionaba la realeza su política interior y/o pacificadora, en función de sus relaciones
con los individuos bajo su tutela. Empecemos por el primer factor.
2.3.1. LA RELACIÓN REALEZA-OLIGARQUÍA-COMÚN
Tal vez en el vínculo sociedad-política se encuentre buena parte de los interrogantes que
afectan a la dinámica histórica de una ciudad. Esto implica que dicha relación no pueda, y no
deba, ser estudiada tan sólo a partir del análisis de los mecanismos institucionales de ejercicio
del poder político que en la urbe -sea cual sea ésta- existieron, y que haya de profundizarse,
por contra, en una fina trama de relaciones de poder que, además de no tan sólo desarrollarse
en las instituciones político-gubernativas, sino también fuera de ellas, en muchos casos acabó
corrompiendo la estructura institucional sobre la que se sustentaban los gobiernos urbanos.
Hay que realizar un estudio, entonces, en el que la historia que se presente sea una dialéctica
entre formas de poder, sustentada en parámetros socio-económicos, políticos, institucionales e
ideológicos293. En otras palabras, jamás podrá conocerse cómo se ejercía el poder político en
una urbe medieval cualquiera analizando sólo sus instituciones de gobierno, porque este poder
sobrepasaba con mucho el ámbito de actuación institucional y se extendía fuera de él. Debe de
estudiarse, por tanto, además del modo en que el poderío político se desarrollaba dentro de las
instituciones, la forma en que procedía al margen de las mismas. Ésta es una primera premisa
a tener siempre en cuesta.
Otra premisa importante es que, pues aquí se estudia, básicamente, el intervencionismo
regio en Toledo, una gran ciudad, hemos de partir del hecho de que el microsistema político y
social que en ésta pudiera existir estaba condicionado por un poder exterior: la realeza. Más
allá de que dicho condicionamiento variase con los años, está claro que los reyes modificaron
el complejo esquema de gobierno de la urbe a lo largo de la baja Edad Media, para dar cabida
en él a quienes, por su estatus y preminençia, se creían con derecho a ejercer el poder político
al margen de las instituciones de gobierno. De este modo, para que la política siguiera unos
cauces establecidos y controlados por la realeza, los reyes favorecieron a sectores sociales que
deseaban controlar la política urbana, contribuyendo a establecer una oligarquía con la que
negociarse los asuntos pacíficamente. Y así, la estructura institucional quedó en manos sólo
de algunas cuantas personas, de linajes destacados. Esta oligarquía política será la encargada
293
ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Sociedad y vida política en las ciudades de la Corona de Castilla. Reflexiones
sobre un debate”, Medievalismo, 5 (1995), pp. 89-125.
270
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
de mediar desde el gobierno urbano entre la realeza y la comunidad urbana en su conjunto, lo
que le permitió hacerse con el control de Toledo.
Según estas premisas, el análisis del vínculo realeza-comunidad urbana debe permitirnos
comprender la evolución de las relaciones sociales que se producen en ésta, en la comunidad,
debido a la dominación política de la primera, de la realeza. No obstante, en algunos trabajos
existe cierto confusionismo, ya que al estudiar la relación entre los reyes y las comunidades
ciudadanas se convierte en protagonistas a quienes la negociaron, a la oligarquía, olvidando a
los que sufrieron las consecuencias de dicha negociación, o resultaron beneficiados de forma
indirecta, cuando lo correcto es partir de un vínculo del tipo Corona-mediadores-común, en el
que tanto la primera como los segundos (los oligarcas) necesitaban ampliar su poder sobre el
último: la Corona para aumentar su dominio político y su potencial económico y militar; los
mediadores para que su dominación estuviese cada vez más consolidada. Como consecuencia
de ello, de la pugna entre una y otros por hacerse con mayor poderío, el que más podía perder
era el común. “El resultado fue que, ante cualquier intento brusco de mejora de uno de los dos
agentes (la Corona o los mediadores), la oposición del damnificado encontraba el apoyo en el
común, siempre reactivo a las presiones, que hacía fracasar el intento”294.
Bien. Por otra parte, aun sin querer afirmar, de ningún modo, que la dominación política
sobre el individuo era el único factor que determinaba su actitud o su comportamiento social,
pues no lo era -de hecho, tal vez le condicionara bastante menos de lo que muchas veces se ha
dicho-, hay que insistir en el papel que el dominio político tiene sobre el sujeto socializado,
porque era uno de los factores que influía en él.
En resumen, de acuerdo a todas estas ideas, el análisis de la relación reyes-individuos, y
de la paz regia, debe de ir encaminado a captar la dimensión de la realeza en tanto que “forma
de dominación social” articulada, y constituida, como resultado de la dialéctica de los poderes
existentes en la sociedad de finales del Medievo295. La pregunta a responder, sin embargo, es
ésta: ¿hasta dónde puede llegar la influencia del poderío regio en las condiciones existenciales
de sus súbditos?. Personalmente pienso que hasta bien poco. Es cierto que las disposiciones
regias podían influir de forma trascendente en la vida de las personas, pero tal influencia no es
nada si la comparamos a otras que pesaban sobre el individuo bajomedieval, ya que: por una
parte, la sociedad del Medievo era una sociedad de grupos, y, por lo tanto, se constituía sobre
una red que vinculaba a las personas entre sí según una serie de solidaridades mediatizadoras
294
RUIZ IBÁÑEZ, J.J., Las dos caras de Jano. Monarquía, ciudad e individuo, Murcia, 1588-1648, Murcia,
1995, p. 24.
295
Idem.
271
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
de su existencia diaria; y por otra, las disposiciones de los monarcas más trascendentes, esas
que tenían que pasar por las instituciones ciudadanas de gobierno para ser debatidas antes de
ejecutarse, muchas veces eran modificadas durante el transcurso del debate, de tal modo que
lo que llegaba a la comunidad no eran los mandatos regios como tales, sino dichos mandatos
redefinidos por los oligarcas gobernantes. Dicho de forma más técnica: hasta que la soberanía
regia se llevase a la práctica en el “sistema urbano”, había sido más o menos modificada en el
“sistema político” constituido por el Ayuntamiento de cada ciudad, y las personas y relaciones
de poder que lo integraban296.
En efecto, si en el plano de las ideas el poder regio no encuentra más limitaciones que la
ley y el escrupuloso cumplimiento del derecho, en el terreno de la práctica política se le exigía
un respeto a las prerrogativas y privilegios de los estamentos sociales, y a la participación de
los mismos en “el gobierno del reino”, a través de las Cortes. Además, el monarca cuenta con
limitaciones de tipo jurídico, expresadas en la fórmula Princeps legibus solutus aut alligatus.
El principio de sumisión del rey a las leyes está recogido en las Siete Partidas -en concreto en
la Partida 1ª, título 1º, ley 16-. No obstante, en este texto también se recoge la idea contraria:
Princeps legibus solutus (Partida 1ª, título 1º, ley 3). La contradicción se soluciona en una ley
de El Espéculo que dice que, aun estando sometido a las leyes, el monarca excepcionalmente
puede modificar éstas en función de lo que considere oportuno297. Aún así, el límite más claro
al poder regio lo crean los derechos de los individuos298, a nivel individual y colectivo. No
podemos olvidarnos de que la “emergencia del común” (de la mayoría social), notable desde
fines del siglo XIV, trajo consigo una concienciación de su papel ante los reyes y oligarcas299.
La realeza tenía que jugar con todos estos factores a la hora de hacer valer sus intereses.
El modo de alcanzarlos fue distinto en cada ocasión. En este sentido, afirmaba algún autor300:
296
IRADIEL MURUGARREN, P., “Formas de poder y de organización de la sociedad en las ciudades
castellanas de la baja Edad Media”, en V.V.A.A., Estructuras y formas de poder en la historia, Salamanca,
1991, pp. 23-49, en concreto p. 30. Sobre estos aspectos véase también: MONSALVO ANTÓN, J.Mª.,
“Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones...”
297
MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones...”, pp. 49-58.
298
A fines de la Edad Media el individuo tiene una serie de derechos, derechos personales; reducidos, eso sí,
sólo a su propia libertad, entendida jurídicamente como la facultad de obrar según su “arbitrio” en el plano que
toleraba su sometimiento a sus señores -Dios, el rey y su señor jurisdiccional, en caso de tenerlo en este último
caso-. Tal “libertad” se materializaba en una libertad de residencia, aunque a veces ésta no existía de hecho; en la
libertad de poder defenderse en caso de resultar víctima de un delito, fuese mediante la violencia si el delito era
criminal, o en un juicio de ser civil; en la inviolabilidad del domicilio de residencia; y, por fin, en la libertad de
asociación con fines religiosos, benéficos, económicos, etc. El sujeto también tiene derechos económicos, pues al
menos se reconoce su derecho a la propiedad privada. Los derechos políticos, por contra, prácticamente no
existen: NIETO, A., “El derecho como límite del poder en la Edad Media”, Revista de Administración pública,
91 (enero-abril de 1980), pp. 7-73, en concreto pp. 28-29.
299
Véase en este sentido: HESPANHA, A.M., “Representación dogmática y proyectos de poder”, en su libro La
gracia del derecho. Economía de la cultura en la Edad Moderna, Madrid, 1993, pp. 61-85.
300
Idem, p. 79.
272
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
“Propendemos a generalizar en exceso, y ello enmascara a veces la ambivalencia del papel
desempeñado por la monarquía, menos simple de lo que se cree [...] las relaciones monarquíaciudades [...] han motivado un sinfín de juicios apriorísticos y radicales. Ahora bien, lo que no
admite discusión es la influencia de la monarquía en el desenvolvimiento de la vida urbana...”
En definitiva, y tal y como señalaran Yolanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez
Benito, a la hora de estudiar históricamente una “estructura de poder” deben tenerse en cuenta
tres niveles de análisis: el marco jurídico-ideológico que justifica y da sentido a la estructura;
los mecanismos utilizados para hacer realidad la efectiva ejecución del poderío; y la dinámica
de las relaciones que, basadas en el contexto político, social y económico, alían y enfrentan a
los diferentes grupos sociales en la disputa por hacerse con más poder y distinguir nítidamente
dos formas de participación en el mismo, la de los individuos activos, que lo controlan, y la de
los sujetos pasivos, que son controlados301. Esto es básico a la hora de analizar toda la tarea
política de la realeza frente sus súbditos a fines de la Edad Media.
2.3.2. POLÍTICA INTERIOR / POLÍTICA PACIFICADORA
Situémonos, por un momento, en la perspectiva que la realeza adopta en su implicación
en el vínculo que mantenía con sus súbditos. Parece claro que, por muchos peros que puedan
ponerse, el objetivo básico de la realeza era mantener la paz, o lo que es lo mismo, garantizar
el “estado pacífico del reino”, algo que permitiría, por ejemplo: que los negocios comerciales
pudieran desarrollarse con cierta seguridad, lo que beneficiaba económicamente a los reyes,
pues la alcabala era su principal fuente de ingresos; que los planteamientos propagandísticos e
ideológicos de la monarquía, fundamentales a fines del siglo XV, tuvieran una base real, y por
ello fuesen más eficaces a la hora de conseguir sus objetivos; o que la población viviera
mejor, y es que no hemos de pensar en una realeza que tan sólo pensaba en sí misma,
obsesionada por el poder, tal y como se desprende de algunos estudios. En el capítulo primero
ya analizamos todas estas cuestiones largo y tendido, y allí pudo verse de forma detenida el
papel que poseía en la política interior la expresión “paz y sosiego”, aparecida en un sinfín de
documentos y de escritos de ideólogos de la época al servicio de los monarcas.
Pero ¿qué es la política?. Domingo de Gundisalvo, un arcediano de Segovia, en su De
divisione philosophiae dice que la política es “virtus regia”. Rodrigo Sánchez de Arévalo, por
su parte, señala en su obra Suma política que se debe gobernar “scientíficamente”, esto es: “se
ve lo que se busca: gobernar según una doctrina”302. Sabemos bien cuál es la doctrina a la que
301
302
GUERRERO NAVARRETE, Y. y SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., Cuenca..., pp. 120-121.
BENEYTO PÉREZ, J., Los orígenes de la ciencia política en España, Madrid, 1949, p. 18.
273
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
se refiere este erudito; la doctrina del “poderío real absoluto”. No en vano, las apelaciones a la
paz que los reyes realizan a fines del Medievo persiguen este objetivo: aumentar su poder. No
tuvieron dudas a la hora de efectuar un uso interesado de la paz, oponiéndola (en tanto que
paz regia) a los intereses de los oligarcas o de su pueblo, cuando buscaron alguna meta303, de
forma que ordenaron que se cumpliesen sus órdenes apelando al sustento de la pas e sosiego,
cuando lo creyeron oportuno, impidiendo cualquier acto en su contra... Ya lo vimos arriba.
A la hora de tratar algunas de estas cuestiones, ya para la Edad Moderna, suele hablarse
de “disciplinamiento” o de “policía”. El primer concepto ha emanado casi de forma natural de
los estudios de Michel Foucault sobre el control de las comunidades sociales. Con respecto al
segundo, Alejandro Nieto señalaba que la “policía” no era un rasgo más del Estado moderno,
sino que constituía “el valor medular que vertebra todo su ser”. Por policía “ordinariamente, y
en un sentido más limitado, se entiende [...] el orden público de cada ciudad...304”, es decir, las
medidas para mantener la paz pública auspiciadas por el Estado305. De todas formas, amparar
la paz en una urbe durante los siglos medievales era una tarea muy difícil, y, desde luego, el
análisis las medidas destinadas a establecer esa salvaguarda también lo es. Hasta el punto que
los planteamientos de la historia política tradicional no resultan válidos, en la medida en que
este tipo de historia, según una crítica de Jacques Julliard306:
“...es psicológica, e ignora los condicionantes; es elitista, incluso biográfica, e ignora la
sociedad global y las masas que la componen; es cualitativa, e ignora lo serial; enfoca lo
particular e ignora la comparación; es narrativa e ignora el análisis; es idealista e ignora lo
material; es ideológica y no tiene conciencia de serlo; es parcial y no lo sabe tampoco; se
apega al consciente e ignora el inconsciente; es puntual e ignora la larga duración...”
Según el referido historiador, lo que debería estudiar la “nueva historia política” eran las
políticas sectoriales (económica, institucional, social, etc.), pues la Política a secas, la política
con P mayúscula, no debía concebirse como un sector separado, “epifenomenal”, de la vida de
las sociedades, sino como el resultante de todas esas políticas sectoriales307. “Henos pues lejos
de una historia de batallas sin más fin que el de contar”, decía, “henos incluso más allá de una
historia sectorial que agota su ambición en una inteligibilidad puramente instrumental; henos,
303
ESPANHA, J.A.M., Vísperas de Leviatán..., p. 23.
NIETO, A., “El sistema gubernativo y judicial de la monarquía absoluta”, en su obra Estudios históricos
sobre la administración y derecho administrativo, Madrid, 1986, pp. 67-142, en concreto pp. 73 y ss.
305
FOUCAULT, M., “Verdad y poder”, en su obra Microfísica del poder..., pp. 175-189, en concreto p. 182;
LENSKI, G.E., Poder y privilegio. Teoría de la estratificación social, Barcelona, 1993, p. 68; MANN, M., Las
fuentes del poder social. Vol. II. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales, 1760-1914, Madrid, 1997,
pp. 22 y ss. El estudio de Mary DOUGLAS sobre el concepto poder es tan interesante como puntilloso y
complicado: Cómo piensan las instituciones, Madrid, 1996.
306
JULLIARD, J., “La política”, en LE GOFF, J. y NORA, P. (Edits.), Hacer la Historia. Volumen II. Nuevos
enfoques, Barcelona, 1979, pp. 237-252, en concreto p. 238.
307
Idem, p. 243.
304
274
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
pues, en el umbral de una historia que se esfuerza por establecer relación entre fragmentos
sueltos de explicación en el seno de una interpretación totalizante...” Personalmente, comparto
el punto de vista de Jacques Julliard sobre lo que debe ser hoy la historia política, pues sólo
desde ese punto de vista el análisis de la paz regia puede dar sus frutos. De hecho, este estudio
pretende analizar cómo actuaba la realeza a la hora de poner en práctica eso que él llama las
“políticas sectoriales” en un ámbito urbano concreto. Más allá del carácter tal vez demasiado
contemporáneo del concepto “política sectorial”, está fuera de duda que eso es, precisamente,
lo que debe ser la nueva historia política que analice la realeza: una historia que abarque todos
los ámbitos de actuación de la monarquía, sino a nivel de todos sus territorios, sí con respecto
a una comunidad urbana en concreto308.
Pero dejemos al margen la labor de los reyes, y situémonos en la perspectiva del súbdito
en su relación con el monarca. Frente a los intentos de garantizar la paz, “la violencia deviene
en una constante de la vida urbana” por muchísimas razones, mas sobre todo por tres, como se
dijo. Por un lado, el delito hay que asociarlo al desarraigo, y en especial a los movimientos de
población del campo a la urbe en tiempos de crisis económica. Por otro, existía un vínculo
innegable entre vagabundeo, marginalidad y delincuencia. Por último, las luchas entre bandos
políticos son muy importantes a la hora de explicar algunos sucesos violentos graves, ya que
los bandos se convirtieron en los inductores de la criminalidad durante ciertas coyunturas309.
El crimen era el peor enemigo de la paz regia310.
La historiografía medieval que analiza Castilla ha insistido sobre todo en esto último, en
la violencia provocada por los conflictos entre bandos políticos opuestos, o entre los oligarcas
y el común. Una violencia que en realidad es de naturaleza antropológica, pues en ella se ve
una contraposición entre dos modelos de comportamiento, según Paulino Iradiel Murugarren.
Por una parte está el modelo de vida caballeresco -militar, nobiliar y aristocrático-. Por otra el
modelo de la sociedad civil -“comunitario” o colectivo-, fundamentado en la defensa de un
ordenamiento público con leyes válidas para todos, de una justicia ejercida por profesionales
(frente a la represalia militar y el acuerdo privado como vías de resolución de conflictos), y de
la equidad fiscal, tratando de distinguir privilegios y exenciones. Se trata, en este último caso,
de aquel modelo propugnado por los grupos sociales intermedios, con quienes las oligarquías
308
Sobre estas ideas véase: LE GOFF, J., “¿Es la política todavía el esqueleto de la historia?”, en Lo maravilloso
y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, 1991, pp. 163-178, en concreto p. 177.
309
ROSSIAUD, J., “El ciudadano y la vida en la ciudad”, en V.V.A.A., El hombre medieval, Madrid, 1990, pp.
149-189, en concreto p. 164; GEREMEK, B., “El marginado”, en Idem, pp. 359-386, en concreto p. 368.
310
Tal y como defiende algún historiador: “La conexión entre criminalidad y poder ha existido siempre, ha sido
conocida por no pocos, pero ignorada por los más...”: LÓPEZ REY, M., Criminalidad y abusos de poder,
Madrid, 1983, p. 9.
275
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
urbanas se ven obligadas a pactar311. El enfrentamiento entre estos modelos, como se verá, es
claro en Toledo a fines del siglo XV.
Si descendemos de los grupos al individuo, y procuramos analizar desde su perspectiva
la violencia, no podemos obviar algo que parece ya indiscutible, de acuerdo a lo señalado en
todos los estudios: en el Medievo “la violencia física funciona como una base del poder en el
nivel societal”312. Los más poderosos la utilizaban para amparar sus intereses económicos, y
también para defender sus objetivos políticos, o su honra. Los del común, como veremos
luego, actuaban más movidos por la defensa de su “fama” y por su penuria económica que por
una meta política; aunque también usaran la violencia para conseguir esto, normalmente al ser
manipulados la oligarquía. Por si fuera poco, los reyes y el “pueblo” criminalizaban ciertos
comportamientos contrarios a sus intereses. También en este punto es necesario analizar las
relaciones de poder. Michel Mullet habla, incluso, de una verdadera “demología social”, pues
en ciertas zonas de Europa las masas urbanas buscaban aldeanos para atacarles, culpándoles
de ser el motivo de sus dificultades económicas, al quitarles el trabajo -algo así pasaba con los
judíos en Castilla-. De la misma forma, Mullet distingue entre una delincuencia profesional y
una “cultura criminal” muy consciente, advirtiendo que ésta última se oponía a los valores
burgueses expuestos por hombres como Alberti o Maquiavelo313.
En definitiva, no parece que en una sociedad así fuera fácil mantener la paz pública; más
si ésta implicaba algún beneficio para los monarcas del que fueran conscientes sus súbditos.
Es por esto por lo que algún autor ha escrito una idea con la que estoy totalmente de acuerdo:
“En realidad, ahondar en el estudio de la violencia, tanto en sus motivaciones como en sus
formas de expresión o en las fórmulas de rechazo y penalización, se convierte en reflejo de la
evolución de los ejes de poder político y de dominio socio-económico, a la vez que en vía de
acceso a los contenidos definidores de la normalidad, la alteridad y las contradicciones de la
sociedad...314”
2.3.3. TOLEDO EN “LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS”
Toledo a la altura de 1465 era una ciudad violenta, más allá de lo que nos indiquen las
cuantificaciones de las fuentes. Aún así, los Reyes Católicos en poco tiempo establecieron la
paz que ellos deseaban, reduciendo, en cierto sentido, la violencia que se sufría sólo unos años
311
IRADIEL MURUGARREN, P., “Formas de poder y de organización...”, p. 41.
LUHMANN, N. Poder, Barcelona, 1995, p. 86.
313
MULLET, M., La cultura popular en la baja Edad Media, Barcelona, 1990, pp. 75-77.
314
SABATÉ, F., “Orden y desorden. La violencia en la cotidianidad bajomedieval catalana”, en Aragón en la
Edad Media: XIV-XV. Homenaje a la profesora Carmen Orcástegui Gros, Zaragoza, 1999, tomo I, pp. 1.3891.407, en concreto p. 1.391.
312
276
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
antes de que llegaran al trono. Las preguntas a responder, por lo tanto, serían básicamente:
¿qué hicieron estos reyes para pacificar Toledo?; ¿cómo lograron mantener la ciudad pacífica
durante décadas?; y ¿por qué la paz acabó quebrándose de nuevo a comienzos del siglo XVI?.
Contestar a estas cuestiones no resulta nada sencillo, porque, como se dijo, no existen
muchos trabajos en los que tales preguntas intenten resolverse, refiriéndose no a Toledo, sino
a otras ciudades. En este sentido, es llamativa la falta de trabajos sobre la “política interior” de
los Reyes Católicos; sobre todo si se compara con los estudios que existen para su “política
exterior”, sea de carácter bélico o diplomático. Dudo sobre las causas de tal descompensación,
más que evidente con sólo mirar la bibliografía, aunque está claro que debe relacionarse con
el estudio de la documentación inédita de los archivos municipales de cada ciudad. Algunos
historiadores han preferido estudiar -o no han podido hacer otra cosa por culpa de sus propias
circunstancias- los documentos que tenían a mano, sin acudir a archivos generales. Cuando sí
han acudido a ellos, en más de una ocasión sólo han estudiado los documentos catalogados, lo
que ha hecho que no pocos escritos sobre la política interior de los Reyes Católicos quedasen
en el olvido. Por ello ésta es una de las metas más apasionantes que tiene hoy la historiografía
medieval: comprender la política interior de la realeza a fines de la Edad Media mediante las
propuestas que ofrece la nueva historia política, y con documentos inéditos. Esto implica, en
principio, dejar un poco al margen los hitos que hasta aquí han venido centrando todos los
argumentos (por ejemplo, el de la expulsión de los judíos de Castilla en el año 1492), para
entender la cotidianidad de la política interior de la realeza a finales del Medievo; o, si se
quiere, la cotidianidad de la práctica de la soberanía regia.
Según esto, y refiriéndose a la Edad Media en general, Jacques Le Goff señalaba hace
unos quince años: “...falta mucho por hacer, o aún falta hacerlo todo en muchas direcciones.
La verdad es que la nueva historia política [...] sigue siendo un sueño antes que una realidad.
Y lo peor es que la vieja historia política todavía es un cadáver insepulto”. Aunque mucho es
lo que se ha hecho en los últimos años, esta última afirmación en parte continúa vigente, sobre
todo si nos referimos al reinado de los Reyes Católicos. Excepto en obras que, en verdad,
parecen creadas ex profeso para enfrentarse a dicho problema315, resulta complicado seguir
una línea argumental razonable, pues en lo relativo a la historia de la denominada “España de
Isabel y Fernando” los análisis pasan, sin solución de continuidad, del estudio de la guerra
civil entre éstos y Juana “la beltraneja” a la celebración de las Cortes de Toledo de 1480, lo
cual podría tener una lógica; y desde aquí deja de tener importancia la política interior y la
315
Caso del libro de Miguel Ángel LADERO QUESADA La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999.
277
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
adquiere de un modo indiscutible la guerra de Granada. Acabada ésta, comienza el análisis del
problema del destierro de los judíos, y, más tarde, de los obstáculos en la sucesión causados
por culpa de la muerte del príncipe Juan (1497), intercalando -no siempre- los pormenores del
descubrimiento de las Islas Canarias o de América. Y así hasta la muerte de la reina, momento
considerado como el inicio de una época desastrosa que acaba en las Comunidades. Como se
puede ver, política exterior y política interior se mezclan a partir de una lógica que enfatiza
los hitos del reinado, como si lo demás fuera secundario.
La explicación de las causas por las que las líneas argumentativas siguen planteamientos
desequilibrados a la hora de dibujar los perfiles de la historia de España en época de los Reyes
Católicos, habría que buscarla en el acontecer de la historiografía medieval española a lo largo
del siglo XX, por una parte, y por otra, y como consecuencia de esto, en el contexto que en la
actualidad vive la investigación histórica en España. A lo primero nos referimos arriba. Puede
decirse, sin miedo a equívocos, que por culpa del abuso ideológico que se ha hecho en épocas
pasadas de lo que en su día fue el proyecto político de Isabel y Fernando, la historiografía no
siempre ha analizado su labor de gobierno con unos criterios lo suficientemente rigurosos. En
cuanto a la investigación actual sobre dicho proyecto, no parece que sean los criterios con los
que se analiza lo que fallan; no es un problema metodológico el que existe. Las dificultades
son de tipo material. Como las ayudas económicas que se otorgan a la investigación histórica
siguen siendo reducidas, no se puede sacar a la luz todo un cúmulo de documentación inédita
de la que se conoce bien su existencia, pero que sigue sin catalogarse y sin ser estudiada.
En lo que se refiere al reinado de Isabel y Fernando, en concreto, la mayor parte de esta
documentación se encuentra almacenada en el Archivo General de Simancas, y, desde luego,
a partir de su estudio podría darse una imagen si no distinta a la que en las últimas décadas se
viene dando de su época, sí al menos matizada; sobre todo en lo relativo a la política de la
realeza a la hora de mantener la paz en sus territorios. Es aquí donde la historia urbana cobra
importancia. De acuerdo con ello, en este trabajo tratará de ofrecerse una imagen coherente de
la política interior de la realeza a la luz de los nuevos conocimientos que tenemos sobre las
ciudades de Castilla, y sobre las teorías que sustentaban a la organización del Estado, es decir,
a la propia realeza. Se trata de valorar hasta qué punto los principios teóricos de la concepción
estatal y/o del monarca se veían materializados en la vida diaria. En otras palabras: cómo se
materializaba la “soberanía” a la luz de su concepción teórica.
Para ello siempre habrán de tenerse en cuenta las peculiaridades que el poder soberano
presentaba en su aplicación sobre cada uno de las ciudades de Castilla, según el papel de éstas
en cada momento. La función y el peso político de una urbe en el Estado se alteraban en
278
2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media
función de las necesidades de la realeza. El caso de Toledo es paradigmático. Pasó de ser la
ciudad de referencia al principio del reinado de los Reyes Católicos, porque era la antigua
sedes regis de los visigodos que mantuvieron casi toda la Península bajo su mando, y eso
mismo era lo que aspiraban a conseguir los nuevos monarcas -por ello, en parte, se celebran
las Cortes de 1480 en Toledo-, a una urbe de segunda fila tras la conquista de Granada, y,
sobre todo, una vez que la reina Isabel hubo fallecido. Las distintas metas perseguidas por la
monarquía en cada momento condicionaron la preeminençia de la ciudad del Tajo.
En fin, las páginas que siguen muestran la historia de cómo la realeza quiso y consiguió,
a duras penas, no obstante, que su paz reinase en Toledo, tras una época de mucha violencia
(los años finales del reinado de Enrique IV), y cómo en ello se implicaron muchos individuos
y grupos con distintos intereses. No se trata tan sólo de una historia de sucesos violentos y de
delitos, aunque éstos aparecen por todos lados. Es la historia de las relaciones de poder, de la
dominación política y del conflicto... Recordemos lo dicho en la Introducción a este trabajo.
En los capítulos que siguen se intentará dilucidar cómo evoluciona la política interior de la
realeza de Castilla a lo largo de un período de más de cincuenta años, entre 1465 y 1522, en lo
relativo a una comunidad urbana concreta: la comunidad urbana de Toledo. Concreta por no
pocas razones, como podremos ir observando, pero sobre todo por una de carácter ideológico,
y, en cierto modo, propagandístico.
Toledo tenía un pasado glorioso, pues había sido, allá por los siglos V y VI, la urbs
regia o sedes regis de los visigodos en la Península Ibérica. Llegó a ser la ciudad principal del
reino visigodo una vez cayó el imperio romano316. Desaparecido tal reino en el siglo VIII por
culpa de la llegada de los musulmanes, entre éstos también tuvo alguna fama, y se la concedía
el título honorífico de madinat al-muluk o ciudad de los reyes. A pesar de ello, la comunidad
urbana casi no cesó de sublevarse contra sus dirigentes hasta ser tomada por los cristianos en
el año 1085, quienes hicieron lo posible por terminar con los comportamientos rebeldes de la
población. Su rebeldía frente a los gobernantes musulmanes, aunque no era patrimonio de los
mozárabes (de los cristianos en tierras musulmanas) de la urbe, sino del conjunto poblacional,
y aunque no obedecía a un enfrentamiento Islam-Cristianismo, sostuvo el antiguo prestigio de
Toledo entre los cristianos.
A finales del siglo XV tal prestigio ha desaparecido, y lo que impera en la realeza es la
idea de que la comunidad toledana, y muy especialmente quienes la dirigen, son demasiado
“escandalosos”. Los oligarcas siempre se hallaban dispuestos a “alborotar” a los vecinos de la
316
VALVERDE CASTRO, M.R., Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un
proceso de cambio, Salamanca, 2000.
279
Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis
urbe a la hora de requerir algo a los reyes, y éstos se alborotaban fácilmente, movidos por sus
circunstancias de penuria socio-económica, de modo que en la baja Edad Media Toledo es, y
así lo reconocen los cronistas regios, una de las ciudades de Castilla más difíciles de mantener
bajo el “yugo real” 317.
Las páginas que siguen, según estas ideas, se inician en 1465, fecha en la que la urbe se
subleva contra el rey Enrique IV y se pone bajo la obediencia de su hermanastro Alfonso -que
será coronado por un grupo de nobles contrarios al monarca a las afueras de Ávila-, y termina
en 1522, cuando se dan por concluidas las Comunidades en Toledo, un suceso que algunos
historiadores no dudan en definir como la primera revolución moderna de Europa, aunque no
lo consideren así otros, y prefieran definirlo como una revuelta de inmensas proporciones,
enmarcable en la tradición “inquieta” de la Castilla bajomedieval (los reinados de Juan II y de
Enrique IV, que abarcan todo el siglo XV hasta 1475, fueron conocidos como “el tiempo de
las inquietudes del reino”).
En medio de tal pasado turbulento, que puede extenderse desde mediados del siglo XIV,
cuando la urbe se sublevó frente al rey Pedro I, hasta inicios del XVI, con las Comunidades,
existe un período de unos cincuenta años, que es el que se analizará a partir de aquí, en el que,
salvo pequeños contratiempos, de mayor o menos importancia, Toledo se mantiene pacífica
bajo los designios de los Reyes Católicos. En realidad, y en eso sí coinciden todos los autores,
se trataba de una paz débil, raquítica y, de algún modo, contraproducente, pues la rebelión
contra el monarca Carlos I que se produjo tras el reinado de tales reyes, en 1520, fue mucho
más grave que ninguna de las vistas antes.
317
Nicole GONTHIER también analiza una urbe entre dos revueltas: Lion entre 1269 y 1529: GONTHIER, N.,
Délinquance, justice et société dans le Lyonnais médiéval, París, 1993.
280
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