2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media CAPÍTULO SEGUNDO: PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS: EL FIN DE LA EDAD MEDIA Los historiadores, en cada una de sus especialidades, siempre hablan de un fin1. Fin que, no obstante, no consideran un punto y final2, sino un punto y aparte de algo nuevo que va a surgir, de una nueva etapa histórica. En el caso concreto de los medievalistas que se dedican al estudio de la baja Edad Media en Castilla, el fin cronológico de ésta -no determinante, pues no existe etapa histórica que esté determinada- suele colocarse, más allá de la disparidad de opiniones existente, en las Comunidades. Nadie considera al reinado de Carlos I medieval. Sin embargo, la etapa de gobierno de los Reyes Católicos es estudiada por los medievalistas sobre todo, ya que de ella emanan reminiscencias medievales en la ideología y en la política o la cultura. Los actos políticos emprendidos por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, aún así, se consideran lo suficientemente importantes como para ser considerados una especie de “bisagra” entre la Edad Media y la Edad Moderna. Hay historiadores que, en contra de lo sostenido por la mayoría, defienden que se puede considerar que la Edad Media acaba con la subida al trono de los Reyes Católicos, en 1475. Para otros es en 1480 cuando ésta termina, una vez concluida la guerra que permitió a Isabel hacerse con el trono de Castilla, y celebradas las Cortes de Toledo. Otros argumentan que fue en el “año admirable”3, en 1492, cuando se puede poner punto y final al Medievo. En este sentido, argumentaba Miguel Ángel Ladero Quesada: “...no hay exceso en suponer, como ya 1 Sobre lo que supuso en términos generales el fin de la Edad Media véase la caracterización que realizan Luce PIETRI y Marc VENARD en Le monde et son histoire. La fin du Moyen Âge et les débuts du monde moderne du XIIIe siècle au XVIIe siècle, París, 1971. 2 FUKUYAMA, F., El fin de la Historia y el último hombre, Barcelona, 1992, p. 12. 3 Éste es el título de un libro publicado con motivo de la conmemoración del descubrimiento de América: VINCENT, B., 1492. El año admirable, Barcelona, 1992. 171 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis entonces se hizo, que en torno a 1492 comenzaba una época de la historia española nueva y, a la vez, más influyente en la de otros muchos pueblos y países, sobre todo europeos”4. Algunos historiadores, por su parte, declaran que el hecho que puede considerarse el final de la Edad Media es la muerte del príncipe Juan (1497), heredero al trono, mientras que para otros es el fallecimiento de la reina Isabel, en 1504. Hay quien prefiere alargar la existencia del Medievo más de una década después de la defunción de ésta, situando en la muerte de su esposo, el rey Fernando el Católico (1516), el fin de los tiempos medievales. Para otros, sin embargo, fue el nombramiento como emperador de Carlos I lo que marcó el fin de la Edad Media (1520), o, incluso, la propia derrota de las Comunidades de Castilla, surgidas, en parte, como reacción a dicho nombramiento (1521)5. Hay quien, desde una interpretación más radical, afirma que la Edad Media puede darse como finalizada a mediados del siglo XIII. Desde la perspectiva de los que defienden esta postura, en Castilla la “bisagra” entre la Edad Media y la Edad Moderna habría que situarla en el reinado de Alfonso X, inicio de una serie de medidas que supusieron el origen de un Estado moderno que irá evolucionando poco a poco, con etapas de receso (reinado de Enrique IV) y de evolución (época de Reyes Católicos). De situarnos en esta postura, puesto que también hemos de tener en cuenta la existencia de una etapa de tránsito entre la Antigüedad y el Medievo que abarcaría al menos desde el siglo IV al VIII, la Edad Media como tal iría desde el siglo IX al XIII. Bien, no vamos a alargarnos en este arduo debate, pues, al menos por ahora, no parece que tenga una solución pactada como la que logró dividir la Historia en etapas. Cada historiador adopta su criterio, y siempre que esté bien fundado es válido, aunque es cierto que según la mayor parte de los historiadores la historia medieval castellana posee un punto y seguido y un punto y final. El punto y seguido lo constituiría el reinado de Alfonso X6, inicio de la génesis del Estado moderno; el final el de los Reyes Católicos. Eso sí, de éstos se estudian dos tipos de reinado: el “reinado corto”, aquel que abarca de 1475 a 1504; y el 4 LADERO QUESADA, M.A., “El proyecto político de los Reyes Católicos”, en El Tratado de Tordesillas y su época. Congreso Internacional de historia. V Centenario del Tratado de Tordesillas, 1995, tomo I, pp. 79-100, en concreto p.80. 5 “Es imposible fijar una fecha para el fin de la España medieval. Las tensiones creadas por el pasado aún están vivas”: HILLGARTH, J.N., Los Reyes Católicos..., p. 293. 6 “La concepción corporativa del pensamiento de Alfonso X, su idea del reino como “corpus”, transforma [...] los conceptos básicos de la cultura: así, los de territorio, pueblo, poder político, “naturaleza”, derecho, historia, etc.; todos aquellos, pues, que se articulan en una doctrina sistemática del orden político. No cabe duda de que la obra de Alfonso X recoge un importante cambio histórico, ligado a las hondas transformaciones sociales de la baja Edad Media”: MARAVALL, J.A., “Del régimen al régimen corporativo en el pensamiento de Alfonso X”, en Estudios de historia del pensamiento español, I. Edad Media, Madrid, 1999, pp. 89-136, en concreto pp. 135136. 172 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media “reinado largo”, ese que va desde 1465, cuando Enrique IV pierde el trono, iniciándose una etapa de inestabilidad política a la que más tarde tendrán que enfrentarse los Reyes Católicos, hasta 1521 o 1522 según las zonas, cuando la rebelión que cuestiona la obra política de Isabel y Fernando es extinguida, gracias al apoyo de la nobleza a Carlos I. El fin de la Edad Media en Castilla, por tanto, podría situarse entre 1465, momento en el que se inicia la rebelión nobiliaria en contra de Enrique IV, y 1522, año en el que el nuevo monarca establecido, Carlos I, consigue calmar la mayor sublevación surgida en contra de un rey castellano hasta entonces. Entre ambas rebeliones se ubica un período considerado por la mayoría de los historiadores como extraordinario por lo que supuso de avance en las técnicas administrativas y de gestión económica, y en lo referente al ejercicio de la justicia, al uso de las alianzas matrimoniales, al desarrollo de las estrategias bélicas, etc. Un período de bonanza en la política interior castellana, en el que la paz, entendida como ausencia de graves problemas sociales y políticos, hizo su aparición, aunque sólo fuese de forma efímera, tras unos reinados -los de Juan II y Enrique IV- definidos por su inestabilidad. De hecho, siguiendo una postura incorrecta, hay historiadores que consideran que el Estado moderno nace en Castilla con el “reinado corto” de los Reyes Católicos7. De lo que no cabe duda es de que el Estado moderno, tal y como se venía desarrollando desde la época de Alfonso X, durante el reinado de los Reyes Católicos goza de un período de esplendor y avance como el que no se recordaba en Castilla, algo que también sucede en otras regiones europeas por aquellos años, a finales del siglo XV y comienzos del XVI8. Tradicionalmente han existido varias interpretaciones sobre el carácter de la formación estatal durante el reinado de Isabel y Fernando, alguna de las cuáles hoy es desechada; como aquella que defendía que en los reyes y en las asambleas de Cortes se concentraba el poderío, cuando hoy sabemos que las Cortes poseían, como mucho, un poder bastante limitado9. Otra cosa es que en las Cortes de 1480 los monarcas llegaran a un pacto con las fuerzas políticas del reino que permitió sostener un “contexto pacífico” en Castilla durante años. En esta línea, ciertas interpretaciones aclaran que el “Estado de los Reyes Católicos” puede definirse como autoritario o “preeminencial”10, aunque el primero de ambos conceptos es el que más fortuna 7 Antonio MORALES MOYA inicia su trabajo “El Estado absoluto de los Reyes Católicos”, Hispania, 129 (1975), pp. 75-119, con esta afirmación. 8 Véase el caso de Inglaterra en: GOODMAN, A., The new monarchy. England, 1471-1534, Oxford, 1988. 9 CEPEDA ADÁN, J., En torno al concepto de Estado en los Reyes Católicos, Madrid, 1956, pp. 53-54. 10 Ésta es la idea que defiende Jaime VICENS VIVES (“Estructura administrativa estatal en los siglos XVI y XVII”, en Coyuntura económica y reformismo burgués, Barcelona, 1968, p. 12, nota 17) según Antonio MORALES MOYA, “El estado absoluto de los Reyes Católicos”..., p. 77. Una idea también defendida por Pablo FERNÁNDEZ ALBADALEJO (“Iglesia y configuración del poder en la monarquía católica (siglos XVI-XVII). Algunas consideraciones”, en GENET, J.Ph. y VINCENT, B. (Coords.), Etat et Eglise dans la genese de l´Etat 173 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis ha tenido11. Algunos historiadores hablan de absolutismo. Sin embargo, sostienen dos posturas distintas: la que defiende la existencia de un absolutismo “de hecho” en la forma de gobierno, más que en las teorías que lo sustentaban; y otra que argumenta que el absolutismo se daba, no sólo en la práctica, sino también en las ideas políticas12. Postura esta última que coinciden en defender hoy casi todos los historiadores13 aunque el absolutismo nunca fuese una realidad total, porque los monarcas siempre tuvieron obstáculos a la hora de ejercer su poderío14. Precisamente para salvar esta obstaculización, los monarcas apelaron a la pas e sosyego. Parece lógico, entonces, que si durante el reinado de los Reyes Católicos el absolutismo se afianza, las apelaciones a la paz cumplan una función efectiva. Isabel y Fernando, a la hora de someter a una población que en ciudades como Toledo durante el siglo XV había manifestado una actitud abiertamente rebelde, se apropiaron de argumentos como ese que se señalaba en el Libro de los Cien Capítulos15: “El rey deve guiar su reyno quanto mejor pudiere; e Dios puso el bien del reyno en la obedençia del rey, e por la obedençia se viedan las guerras e se salvan los caminos, e prevalesçen los buenos. Los omes que aman la ley e han algo, e quieren vivir en paz, éstos deven seguir obedençia del rey, ca con el rey se mantiene la ley e se guardan los aberes, e los fijos e las mugeres...” Moderne. Actes du Colloque organisé par le Centre National de la Recherche Scientifique et La Casa de Velázquez, 30 novembre et 1 decembre 1984, Madrid, 1986, pp. 209-216, en concreto p. 212. 11 Marvin LUNENFELD certificaba que el reinado de Isabel la Católica es un ejemplo más que paradigmático de “despotismo renacentista”: The Council of the Santa Hermandad. A study of the pacification forces of Ferdinand and Isabella, Florida, 1970, p. 25. Isabel BECEIRO PITA, por su parte, habla de “feudalismo centralizado”: “La imagen del poder feudal en las tomas de posesión bajomedievales castellanas”, S.H.H.M., 2 (1984), pp. 157-162, en concreto p. 162. 12 MORALES MOYA, A., “El Estado absoluto de los Reyes Católicos”..., pp. 78-79. 13 En la actualidad esta teoría es seguida por buena parte de los historiadores, la mayoría de los cuáles se basan en las ideas defendidas por Salustiano de DIOS, para quien “...todo giraba, en cualquier caso, alrededor del Derecho Común romano-canónico, de marcado acento absolutista [...] El absolutismo se convirtió en necesario para la iglesia, nobleza y corporaciones privilegiadas. Sólo un monarca absoluto estaba en condición de dictar disposiciones legitimadoras de situaciones ilegales que surgían a cada paso en la sociedad señorial, en tema de “dominio” o de “status” de la persona, o de privilegios “ex novo”. Se trata de las dispensas, privilegios y confirmaciones regias...”: DIOS, S. de, “Sobre la génesis y los caracteres del Estado moderno en Castilla”, S.H.H.Mod., 3 (1985), pp. 11-46, en concreto pp. 44-45. En palabras de Ernst KANTOROWICZ, “el “status” del rey “por encima del Derecho” era en sí mismo perfectamente “legal”, y [...] estaba garantizado por el Derecho. Sus derechos supralegales, que servían a “aquellas cosas que pertenecen a la jusrisdicción y a la paz” y a su protección, eran otorgados al rey por el propio Derecho. No pertenecen a nadie sino a la Corona y a la dignidad regia, ni pueden separarse de la Corona puesto que constituyen la Corona misma”: KANTOROWICZ, E., Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Madrid, 1985, p. 149. 14 VON GIERKE, O., Teorías políticas de la Edad Media, Madrid, 1995, p. 144. 15 El libro de los cien capítulos, REY, A. (Edit.), Bloomington, 1960, cap. III, pp. 4-5. 174 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media 2.1. LA REALEZA Y EL MUNDO URBANO: PROBLEMAS HISTORIOGRÁFICOS ACTUALES Antes de realizar un análisis sobre la Castilla de finales del siglo XV conviene hacer un repaso de la historiografía existente en torno al reinado de los Reyes Católicos, abundante, sin duda, pero tediosa, reiterativa y poco original en su mayor parte. De Isabel la Católica, por ejemplo, existen más de quinientas biografías en las que se insiste una y otra vez en lo mismo, dando vueltas a informaciones ya manidas para intentar exhibir una imagen sobre ella que se adecue a las ideas del “historiador”. Por suerte, entre todos esos que se han embarcado con poco éxito en la tarea de escribir sobre una reina extraordinaria, y esto está fuera de dudas, existen al menos unos cuantos que son la verdadera referencia, y la base sobre la que se apoyan los otros que con poca originalidad han escrito sobre la reina Católica. Dicho con otras palabras: de los cientos y cientos de biografías escritas las que merecen la pena no llegan a veinte16. La principal obra sobre Isabel la Católica -por mucho que alguna de sus interpretaciones suene desfasada- es la de Tarsicio de Azcona, que se publicó en 1964 bajo el título Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, reimpresa varias veces en años posteriores17. La virtud básica de esta obra es que, más allá de que siga siendo una referencia, cuando se publicó vino a convertirse en una luz en medio de los trabajos de un buen número de historiadores cuya finalidad, no disimulada, a la hora de escribir de esta reina era ensalzarla, poniéndola como un paradigma de mujer cristiana, al servicio de su patria18. Por otra parte, tal vez a muchos no les quedara más remedio que hacerlo, debido al uso ideológico que en aquellos años hizo la dictadura franquista de la obra política de Isabel y Fernando19, vista 16 Para una aproximación a la bibliografía básica del reinado véase: RÁBADE OBRADÓ, Mª. del P., “La España de los Reyes Católicos: estado de la investigación”, Cuadernos de Historia Moderna, 13 (1992), pp. 239-267. 17 AZCONA, T. de, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y su reinado, Madrid, 1964. 18 Ya se hacía así en el siglo XIX: CLEMENCÍN, D., Elogio de la reina Isabel la Católica e ilustraciones sobre varios asuntos de su reinado, Madrid, 1820. Ya a mediados del siglo XX pueden señalarse: SILIO CORTÉS, C., Isabel la Católica, fundadora de España. Su vida, su tiempo, su reinado, Valladolid, 1938; LLANOS Y TORRIGLIA, F., La reina Isabel, fundadora de España, Barcelona, 1941; GÓMEZ DE MERCADO Y MIGUEL, P., Isabel, reina de España y madre de América, Madrid, 1941; WALSH, W.Th., Isabel de España, Madrid, 1943 (4ª Edic.); CERECEDA, F., Semblanza espiritual de Isabel la católica, Madrid, 1946; SÁNCHEZ CANTÓN, F.J., Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, 1950; BALLESTEROS GAIBROIS, M., La obra de Isabel la Católica, Segovia, 1953; GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, R., Virtudes de la Reina Católica, Madrid, 1961; RODRÍGUEZ VALENCIA, V., Semblanza textual de Isabel la Católica, Valladolid, 1961; Isabel la Católica en opinión de españoles y extranjeros (siglos XV-XX), Valladolid, 1970, 3 vols; y Perfil moral de Isabel la Católica, Valladolid, 1974, etc. 19 También existen de éste bastantes hagiografías: ARCO GARAY, R. del, Fernando el Católico, artífice de la España imperial, Zaragoza, 1939; JIMÉNEZ SOLER, A., Fernando el Católico, Barcelona, 1941; etc. Hay estudios más o menos completos sobre miembros de la casa real como el príncipe Juan (CAMON AZNAR, J., Sobre la muerte del príncipe don Juan, Madrid, 1963; DUQUE DE MAURA, El príncipe que murió de amor, Madrid, 1944), Juana la Loca (DENNIS, A., Seek and darkness; the story of Juana la Loca, Madrid, 1969) o 175 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis como excepcional por lo que supuso en su época. Aún se nota en la actualidad, incluso entre los propios historiadores, no sólo entre los aficionados a la historia en general, la rémora de ese abuso ideológico. Los Reyes Católicos son tachados a veces de conservadores, algo que desde nuestros parámetros actuales es cierto. No obstante, cuando llegaron al trono sus medidas fueron bien aceptadas, y desde luego no se pensó que fueran más conservadores que otros reyes precedentes, sino todo lo contrario20. Es absurdo interpretar el pasado con la dicotomía conservadurismo / progresismo con la que operamos hoy. Lo demuestra el que en la actualidad suela considerarse a los comuneros de Castilla como “progresistas”, cuando ellos apelaron una y otra vez a la herencia de Isabel y Fernando. En definitiva, las ideologías políticas contemporáneas han hecho bastante daño al reinado de los Reyes Católicos21... Las reinterpretaciones sobre la época de éstos monarcas, ya no tan ideologizadas, y más objetivas -y válidas por tanto-, empezaron a vislumbrarse en la década de 1960, se hicieron un hecho en la de 1970, y alcanzaron una cima en la de 1980. De tal forma que a finales del siglo XX los conocimientos que se tenían sobre el tema eran totalmente científicos, estaban igual de desideologizados que otros asuntos, y ofrecían un panorama en verdad nuevo. Entre quienes pueden considerarse los iniciadores de las reformas en la interpretación del reinado de Isabel y Fernando22, en las que tuvieron una importancia absoluta hispanistas como John H. Germana de Foix (GARCÍA MERCADAL, L., La segunda mujer del Rey Católico, doña Germana de Foix, última reina de Aragón, Barcelona, 1942). 20 La política de los Reyes Católicos se caracterizó por su “reformismo” y “activismo”: GONZÁLEZ ALONSO, B., “Poder regio, reforma institucional y régimen político en la Castilla de los Reyes Católicos”, en El Tratado de Tordesillas y su época. Congreso Internacional de historia. V Centenario del Tratado de Tordesillas, 1995, tomo I, pp. 23-47, en concreto pp. 24 y 45. En estas mismas ideas insiste John EDWARDS: La España de los Reyes Católicos (1475-1520), Barcelona, 2001. Sobre las innovaciones que se llevan a cabo véase: MARTÍNEZ RUIZ, E., “Tradición y novedad en la organización político-administrativa de la Corona de Castilla en el reinado de los Reyes Católicos”, Chronica Nova, 21 (1993-1994), pp. 379-404. Pablo FERNÁNDEZ ALBADALEJO, por su parte, insiste en que ha de interpretarse la política del pasado de acuerdo con su lógica y su contexto, y no según nuestros postulados; “es su lenguaje, y no el nuestro, el que debe hablar”: Fragmentos de monarquía. Trabajo de historia política, Madrid, 1992, p. 14. 21 Como afirma Pablo SÁNCHEZ LEÓN, en parte se mantiene la mitificación del reinado de los Reyes Católicos basada en “dos elementos principales: por una parte, una versión simple de la teoría de modernización aplicada al Estado; por otra parte, la idea de que estos dos reyes impusieron por sí solos en el corazón geográfico de España un tipo de sociedad y orden político de larga duración y estabilidad”: Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla, Madrid, 1998, p. 127. Algunos -no parece que muy bien informados desde un punto de vista bibliográfico, puesto que se basan en escritos ya antiguos- insisten en que todavía la investigación en torno al reinado de los Reyes Católicos mantiene planteamientos conservadores: ATIENZA, J.G., Regina Beatísima. La leyenda negra de Isabel la Católica, Madrid, 2002. 22 Las interpretaciones del reinado conjunto cada vez se fueron haciendo más acertadas: PRESCOTT, W.H., History of the Reign of Ferdinad and Isabella, the Catholic Kings of Spain, 3 vols, Londres, 1838 (Edic. en español, Méjico D.F., 1952); MENÉNDEZ PIDAL, F., Los Reyes Católicos según Maquiavelo y Castiglione, Madrid, 1952; Los Reyes Católicos y otros estudios, Buenos Aires, 1962; CONTRERAS, J., Los orígenes del imperio. La España de Fernando e Isabel, Madrid, 1963 (2ª Edic.); FERNÁNDEZ-ARMESTO, F., Fernando e Isabel, Londres, 1975; HILLGARTH, J.N., Los Reyes Católicos (1474-1516), Barcelona, 1984; 176 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Elliott23, destaca con nombre propio Luis Suárez Fernández24, un historiador perteneciente a la vieja escuela que, sin embargo, supo enfocar los estudios, allanando el camino para que sobre todo tres historiadores más jóvenes -dos de ellos sus discípulos- consolidaran una visión distinta de la época de los Reyes Católicos, y de su obra: María Isabel del Val Valdivieso, Miguel Ángel Ladero Quesada y el célebre hispanista Joseph Pérez. La Tesis Doctoral de María Isabel del Val Valdivieso -publicada en el año 1974- sobre la época en que Isabel era princesa de Asturias25, enmarcándose en esa línea de investigación desarrollada por Luis Suárez Fernández que otorgaba importancia a la dialéctica monarquía / nobleza, vino a demostrar que si quería avanzarse en los estudios sobre los Reyes Católicos el rigorismo científico en la interpretación de todas las informaciones era indispensable. En esta misma línea, Miguel Ángel Ladero Quesada publicó en 1975 un breve trabajo sobre Castilla en el siglo XV, que sería ampliado más tarde en un libro titulado España en 149226. Libro que a su vez sería la base para otras obras posteriores27, en las cuáles se consolidará esa imagen que hoy se tiene de los Reyes Católicos. Imagen lúcidamente presentada por Joseph Pérez, quien, tras estudiar las Comunidades, primero publicó un pequeño libro titulado La España de los Reyes Católicos, en 1986, y luego, en 1988, uno bastante más amplio y sugerente bajo el título Isabelle et Ferdinand, Rois Catholiques; una obra luego traducida al castellano28. Una vez interpretadas tanto la época como la tarea de los Reyes Católicos en su medida justa, el siguiente paso en su análisis lo ha dado uno de los discípulos de Ladero Quesada: José Manuel Nieto Soria. Este historiador, sin realizar un estudio del reinado de los Reyes Católicos como los anteriores, ha contribuido a ofrecer una imagen del mismo más acertada gracias a sus trabajos sobre la ideología política a fines de la Edad Media. Con tales trabajos, que le convierten en el principal precursor de la “nueva historia política” dentro de la historiografía bajomedieval castellana, ha demostrado hasta qué punto eran absurdas esas interpretaciones intencionadas que en décadas anteriores venían haciéndose de la obra de 23 Y su obra La España imperial. 1469-1716, Madrid, 1998 (6ª Edic.). Menos éxito tuvieron las obras de otros hispanistas como: PHILLIPS, W., Enrique IV and the XV century crisis in Castile, Cambridge, 1978. 24 SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., La España de los Reyes Católicos, (1474-1516), Madrid, 1969; y otros, La España de los Reyes Católicos (1474-1516), MENÉNDEZ PIDAL, R. (Dir.), Historia de España, t. XVII, vol. I y II, Madrid, 1969, pp. 231-293; (Coord.), Los Trastámara y la unidad española (1369-1517), Madrid, 1981; Los Trastámara y los Reyes Católicos, Madrid, 1985; Los Reyes Católicos, 5 vols. (I. Los Fundamentos de la Monarquía. II. La conquista del trono. III. El tiempo de la guerra de Granada. IV. La expansión de la fe. V. El camino hacia Europa.), Madrid, 1989-1990; Claves históricas del reinado de Fernando y Isabel, Madrid, 1998; Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, 2001; Isabel I, reina, Barcelona, 2001. 25 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, Isabel la Católica, princesa (1468-1474), Valladolid, 1974. 26 LADERO QUESADA, M.A., España en 1492, Madrid, 1978. 27 LADERO QUESADA, M.A., Los Reyes Católicos. La Corona y la unidad de España. Madrid-Valencia, 1989; Fernando II de Aragón, el rey Católico, Zaragoza, 1995; La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999. 28 PÉREZ, J., La España de los Reyes Católicos, San Lorenzo del Escorial, 1986; Isabel y Fernando. Los Reyes Católicos, Guipúzcoa, 2001 (3ª. Edic.). 177 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Isabel y Fernando, pues éstos tenían claro que una cosa era la propaganda y otra muy distinta la realidad de los hechos29. Luego profundizaremos en estos temas, si bien quede claro que, desde mi punto de vista, la “nueva historia política” (la “new political history”) es, junto a alguna otra corriente historiográfica a la que más tarde va a hacerse referencia, de las líneas de investigación que mejores perspectivas de futuro ofrecen en los estudios sobre la Edad Media. En fin, en los últimos años se han multiplicado casi hasta el infinito -siempre a golpe de conmemoración de algún centenario- las biografías sobre Isabel o Fernando, sobre alguno de sus hijos y de sus colaboradores, parientes o enemigos, y también los estudios que buscan dar alguna interpretación original de lo que ya se conoce30, y no siempre lo consiguen. Debe destacarse entre estos estudios, eso sí, alguno que destaca por el planteamiento de las ideas, el de Peggy K. Liss por ejemplo31. Pero en general su mayor contribución, no despreciable por otro lado, ha sido la de afianzar esa nueva imagen de los Reyes Católicos distinta a la que tan sólo hace unas décadas imperaba. Tal imagen ha quedado clara, por si existían dudas, en los actos que varias universidades han celebrado con motivo de la remembranza del quinto centenario de la muerte de Isabel la Católica, entre los que deben destacarse los cuatro congresos que han tenido lugar en Valladolid, dirigidos por Julio Valdeón Baruque, titulados: “Isabel la Católica y la política”; “Sociedad y economía en tiempos de Isabel la Católica”; “La cultura y el arte en la época de Isabel la Católica”; y “Visión del reinado de Isabel la Católica”. Contando con la colaboración de los principales expertos en los temas a tratar, en estos congresos ha querido ofrecerse una imagen global del reinado de los Reyes Católicos. Sus actas hablan por sí solas: en la 29 Las obras principales de José Manuel NIETO SORIA a este respecto son: Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988; y Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, 1993. 30 BALAGUER, V., Los Reyes Católicos, 2 vols, 1982; ERLANGER, P., Isabelle la Catholique, París, 1987; CEREZO MARTÍNEZ, R., La proyección marítima de España en la época de los Reyes Católicos, Madrid, 1991; BELLVER MARTÍN, D., La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1991; BENNASSAR, B. y BENNASSAR, L, 1492, ¿un mundo nuevo?, Madrid, 1992; VINCENT, B., 1492. El año admirable, Barcelona, 1992; MOLINA MOLINA, A.L., Castilla en la época del Descubrimiento, Cartagena, 1992; RUBIN, N., Isabel la Católica. La primera reina del Renacimiento, Madrid, 1993; AIRALDI, G. y FOSSATI RAITERI, S. (Edits.), La Spagna nell´etá di Colombo, Genova, 1995; LEROY, B., L´Espagne des Torquemada. Catholiques, juifs et convertis au XV siècle, París, 1995; VALDEÓN BARUQUE, J., Los Reyes Católicos, Madrid, 1995; ESLAVA GALÁN, J., Los Reyes Católicos, Barcelona, 1996; SIMÓN TARRÉS, A., La Monarquía de los Reyes Católicos: hacia un estado hispano plural, Madrid, 1996; SAN MIGUEL PÉREZ, E., Isabel I. 1474-1504, Burgos, 1998; VILLAPALOS, G., Fernando V de Castilla: los estados del rey católico, Burgos, 1998; DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., El Antiguo Régimen. Los Reyes Católicos y los Austrias, Madrid, 1999; CARDAILLAC, L., L´Espagne des Rois Catholiques. Le prince don Juan, symbole de l´apogée d´un règne, 1474-1500, París, 2000; BRAVO ARRIAGA, M.D., “Protagonismo real y dramático de los Reyes Católicos, en especial de Isabel I”, en VALDEÓN BARUQUE, J. (Dir.), Isabel la Católica y la política, Valladolid, 2001, pp. 407-421; EDWARDS, J., La España de los Reyes Católicos (1474-1520), Barcelona, 2001; ENCISO ALONSO MUÑUMER, I., Los Reyes Católicos, Madrid, 2001; VACA DE OSMA, J.A., Los Reyes Católicos, Madrid, 2001; etc. 31 LISS, P. K., Isabel la Católica. Su vida y su tiempo, Madrid, 1998. 178 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media actualidad se ha avanzado mucho a la hora de interpretar el gobierno de estos monarcas pero están empezando a surgir problemas. Mejor dicho, ya existen. La información que se tiene para los años del reinado de los Reyes Católicos es tan abundante, y está tan inédita en algunos casos, que ofrecer una imagen global del mismo puede no resultar tan fácil como en un principio pudiera pensarse32. Cierto que las obras sobre la vida de los reyes, de sus colaboradores o de sus familiares son abarcables, al igual que pueden serlo las que se refieren a la manera en que llegaron al trono, a la guerra de Granada, a su política religiosa, a sus ideales políticos, a la cultura y el arte de la época, etc., pero las circunstancias socio-económicas de la Castilla de fines del siglo XV que tuvieron que dirigir Isabel y Fernando aún no están claras, no porque no se cuente con un buen número de estudios, sino, todo lo contrario, porque la cantidad de bibliografía es tal que, por mucho que se realicen síntesis globalizadoras, siempre quedan las dudas sobre lo certero de algunas ideas. Además, el enorme desarrollo experimentado por la historiografía urbana de la Castilla bajomedieval en los últimos años -de forma paralela a los estudios sobre los Reyes Católicos-, y la importancia que han adquirido las “relaciones de poder”, cuando los monarcas eran fundamentales en éstas, han hecho que aún quede mucho por investigar en un tema que sigue estando más que necesitado de estudios: el de la relación ciudad-monarquía33. 2.1.1. LA HISTORIOGRAFÍA URBANA: SU CAMINO HACIA EL COLAPSO Allá por el año 1987 Antonio Bonet Correa se preguntaba en un pequeño estudio sobre la historiografía urbana si el historiador era consciente de lo que estaba haciendo, y de su rol, cuando ponía todos sus esfuerzos en rescatar el pasado de una ciudad. Para este autor lo más difícil a la hora de comprender la evolución histórica de un núcleo urbano era el conferir a tal evolución un entramado lógico, organizando correctamente los conocimientos adquiridos, con el fin de llegar a conclusiones coherentes. Según señalaba, por otra parte, una cosa era la historia urbana, otra distinta la historia del urbanismo, y otra, que casi nada tenía (tiene) que ver con las anteriores, la historia de la urbanística. 32 Sobre algunos de estos problemas véase: ARPAL, J., “Localidad y proceso de localización (reflexiones desde las ciencias sociales”, en Primeras Jornadas de Historia Local: poder local, Donosita, 1988, pp. 13-25. 33 En este sentido, son básicos algunos trabajos de Miguel Ángel LADERO QUESADA para introducirse en el tema: “El poder central y las ciudades en España. Del siglo XIV al final del Antiguo Régimen”, Revista de Administración pública, XCIV (1981), pp. 173-198; “Corona y ciudades en la Castilla del siglo XV”. E.E.M., 8 (1986), pp. 551-574; “El sistema político de la monarquía castellana de los Reyes Católicos: Corona, nobleza y ciudades”, Actas del Congreso sobre Hernán Cortés y su tiempo. V Centenario (1485-1985), Mérida, 1987, pp. 500-519; “Las regiones históricas y su articulación política en la Corona de Castilla durante la baja Edad Media”, E.E.M., 15 (1992), pp. 213-247; “Monarquía y ciudades de realengo en Castilla. Siglos XII al XV”, A.E.M., 24 (1994), pp. 719-773; “Poder y administración en España”, en El Tratado de Tordesillas..., pp. 63-89. 179 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Las que aquí interesan son las dos primeras. Para Antonio Bonet la historia urbana es la “disciplina que se ocupa preferentemente de lo que acontece en el ámbito o perímetro de una ciudad, de los hechos políticos y sociales, sean ya las efemérides o ya la historia de la demografía, economía, equipamiento industrial, la evolución de las instituciones jurídicas o administrativas, las ordenanzas y reglamentos, etc.”. Por contra, la historia del urbanismo es el “estudio de la morfología urbana, el análisis histórico del origen y evolución de las formas de la topografía, construcción y arquitectura de la ciudad...”34 Cuando Antonio Bonet escribe estas palabras, y así lo reconoce él mismo, la historia urbana en España ya ha dejado de ser “una ciencia nonata o frustrada”35; aunque no todos lo reconociesen así. Habían tenido que transcurrir muchísimos años para llegar a esta situación, y aún quedaba mucho por hacer. La historia urbana aún tenía el lastre de una buena cantidad de estudios de ciudades concretas, realizados por eruditos locales (sobre todo a fines del siglo XIX y principios del XX), en los que pesaba más el entusiasmo por lo propio que el rigor científico. Algo que fue aprovechado por los juristas para imponer su criterio, y desarrollar investigaciones en torno a la evolución jurídico-administrativa de los núcleos urbanos según unos planteamientos más rigurosos36. La figura clave a este respecto es, sin duda, Eduardo de Hinojosa37, uno de los padres de la historia del derecho español, maestro de medievalistas como Claudio Sánchez Albornoz o José María Lacarra de Miguel. Los estudios de todos éstos, centrados, en buena parte, en el análisis de la evolución de las instituciones castellanoleonesas desde la caída del imperio romano hasta la plena Edad Media, contribuyeron a que la historia de las ciudades se asumiese de otro modo: según una concepción en la que se daba importancia a la base jurídico-legislativa de las urbes y a sus estructuras institucionales. Con estos planteamientos, Nicolás Tenorio publicó un trabajo sobre Sevilla en el año 1903 que puede calificarse de pionero, y que por eso contiene no pocos errores38. Errores que intentaría solventar Ramón Carande en 1925 con un estudio, que tuvo entonces repercusión notable, también sobre la ciudad hispalense, pero centrado en la economía de la misma más que en sus instituciones. Tal secuela dejó que casi cincuenta años después de su publicación 34 BONET CORREA, A., La historiografía urbana en España, Salamanca, 1987, pp. 9-10; y Urbanismo e historia urbana en el mundo hispano, Madrid,1987. 35 BONET CORREA, A., La historiografía urbana..., p. 11. 36 SACRISTÁN Y MARTÍNEZ, A., Municipalidades de Castilla y León. Ensayo histórico-crítico, Madrid, 1877 (reeditado, Madrid, 1981); SANZ CID, S., El Municipio. Ensayo de un estudio del mismo, en los principios, en la historia y en la legislación, Madrid, 1917. 37 Es de destacar su obra: Origen del régimen municipal en León y Castilla. Estudios sobre historia del derecho español, Madrid, 1903. 38 El concejo de Sevilla. Estudio de la organización político-social de la ciudad desde su reconquista hasta el reinado de Alfonso XI, Sevilla, 1903. 180 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media volvió a editarse -en 1972-, aunque esta vez en forma de libro, y no de artículo39, como en su versión primigenia. En la misma línea Luis García de Valdeavellano primero –en el año 1931publicó una obra sobre el mercado y la economía de algunas ciudades en la Edad Media, para posteriormente realizar un análisis pormenorizado de los orígenes de la burguesía en España, en 196940. Años antes, en 1949, se publicó un interesante estudio sobre Madrid41, si bien fue en 1968 cuando María del Carmen Carlé puso las bases para una renovación de la historiografía urbana de Castilla42 que iba a tener un hito en el trabajo de Manuel González Jiménez en torno a la ciudad de Carmona43, y que llegaría a una de sus cimas con la obra de Jean Gautier- Dalché en torno a las ciudades castellano-leonesas en los siglos XI al XIII44. En esta obra se daba un paso evidente en la renovación de la historia urbana, ya que al lado de los planteamientos institucionalistas vigentes hasta el momento aparecía esa corriente socioeconómica, encuadrable dentro del materialismo histórico, que tanto predicamento iba a tener entre los historiadores españoles. Cuando Gautier-Dalché publicó su trabajo la historia urbana estaba en pleno apogeo. La década de 1970 puede considerarse la de su eclosión45, como se ve en los trabajos que por entonces se publicaron en torno a Ronda46, Valencia47, Salamanca48, Zaragoza49, Moguer50, Málaga51, Burgos52, Sepúlveda53, Mallorca54 o Alcaraz55. Los años 80 del siglo XX han de ser 39 CARANDE, R., “Sevilla, fortaleza y mercado. Algunas instituciones de la ciudad en el siglo XIV, especialmente estudiadas en sus privilegios, ordenamientos y cuentas”, A.H.D.E., 2 (1925), pp. 233-401; Sevilla, fortaleza y mercado. Las tierras, las gentes y la administración de la ciudad, Sevilla, 1972. 40 GARCÍA DE VALDEAVELLANO, L., “El Mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla durante la Edad Media”, A.H.D.E., 8 (1931), pp. 201-403; Orígenes de la burguesía en la España medieval, Madrid, 1969. 41 GIBERT Y SÁNCHEZ DE LA VEGA, R., El concejo de Madrid, su organización (s. XI al XV), Madrid 1949. 42 CARLÉ, M. del C., Del concejo medieval castellano-leonés, Buenos Aires, 1968. 43 GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., El concejo de Carmona a fines de la Edad Media (1464-1523), Sevilla, 1973. 44 GAUTIER-DALCHÉ, J., Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII), Madrid, 1979. 45 VALDEÓN BARUQUE, J., “Historia medieval e historia local”, en Fuentes y métodos de la historia local, Zamora, 1991, pp. 27-37; TORRES FONTES, J., “Fuentes para el estudio de la historia local”, en Idem, pp. 2737; LADERO QUESADA, M.F., “Consideraciones sobre el estudio de los núcleos urbanos en la Castilla bajomedieval”, en Idem, pp. 47-55. 46 ACIEN, M., Ronda y su serranía en tiempos de los Reyes Católicos, Málaga, 1979, 3 vols. 47 BELENGUER CEBRIÁ, E., Valencia en la crisis del siglo XV, Barcelona, 1976. 48 CABRILLANA, N., “Salamanca en el siglo XV: nobles y campesinos”, Cuadernos de Historia, 3 (1969), pp. 195-255. 49 FALCÓN PÉREZ, M.I. y LEDESMA RUBIO, Mª.L., Zaragoza en la baja Edad Media, Zaragoza, 1977. 50 GONZÁLEZ GÓMEZ, A., Moguer en la baja Edad Media, 1248-1538, Huelva, 1977. 51 LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J.E., La tierra de Málaga a fines del siglo XV, Granada, 1977. 52 GARCÍA SAINZ DE BARANDA, J., La ciudad de Burgos y su concejo en la baja Edad Media, 2 vols, Burgos, 1967. 53 SAEZ, C., “Sepúlveda en la segunda mitad del siglo XV”, A.E.M., 9 (1974-1979), pp. 267-328. 54 SANTAMARÍA ARANDEZ, A., “El reino de Mallorca en la época de los Reyes Católicos”, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, XLVI (1970). 55 PRETEL MARÍN, A., Una ciudad castellana en los siglos XIV y XV (Alcaraz 1300-1475), Albacete, 1978; y La integración de un municipio medieval en el estado autoritario de los Reyes Católicos: la ciudad de Alcaraz, 1475-1525, Albacete, 1979. 181 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis considerados, por su parte, como los de mayor auge que la historia urbana medieval vive hasta entonces. Al tiempo que llegaba a los medievalistas españoles el influjo de dos obras que iban a convertirse en clásicas, la de Henri Pirenne sobre las ciudades de la Edad Media56 (donde por cierto se da un estatus demasiado accesorio a las relaciones campo-ciudad) y la de Yves Barel en torno al sistema urbano57, la cantidad de estudios sobre los más diversos temas iba en aumento; hasta el punto que hubieron de celebrarse dos congresos para fijar las líneas por las que transcurrían las investigaciones, aclararse en la ingente bibliografía urbana que por entonces se anunciaba, y establecer ciertos criterios analíticos de cara a futuros estudios generales, pues los diversos trabajos empiezan ya a demostrar que cada urbe era “un mundo abreviado”, expresión que Adeline Rucquoi usará -en 1997- al referirse a Valladolid58. El primer congreso se celebró en La Rábida y Sevilla en 1981 bajo el título La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XVI59. Acababa de salir a la luz la segunda edición de una historia de la ciudad de Sevilla que había tenido mucho predicamento, en la que Miguel Ángel Ladero Quesada era el encargado de analizar el período medieval de la urbe60. Este historiador era el que más profundamente conocía la historia medieval andaluza61, y se convertirá en uno de los principales valedores de la historia urbana en la década de 1980, tanto con sus propias publicaciones62 como con la dirección de los trabajos de jóvenes historiadores. Fueron éstos, de hecho, quienes expusieron sus estudios en La Rábida y Sevilla, exhibiendo una cantidad de temas urbanos, y de metodologías a la hora de acercarse a ellos, apabullante si lo comparamos con lo realizado hasta ese momento. Desde la más pura historia institucional hasta la historia económica, pasando por la política, por la historia de las mentalidades y -como no podría ser de otro modo- por la historia social, el panorama que se mostraba era el de una historiografía urbana dispuesta a hacer una “historia total”, aún siendo consciente de los obstáculos. Los historiadores consagrados al mundo urbano se mostraban dispuestos a superar los antiguos modelos institucionalistas, e incluso el materialismo histórico, que por entonces tenía cierto auge, para ofrecer una visión compleja de una realidad polifacética. 56 PIRENNE, H., Las ciudades en la Edad Media, Madrid, 1992 (9ª. Edic.). BAREL, Y., La ciudad medieval. Sistema social, sistema urbano, Madrid, 1981. 58 RUCQUOI, A., Valladolid en la Edad Media, 2 vols., I. Génesis de un poder, II. Un mundo abreviado, Valladolid, 1997. 59 SAEZ E., SEGURA GRIAÑO, C. y CANTERA MONTENEGRO, M. (Coords.), La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XIV. Actas del Coloquio celebrado en La Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981, 3 vols, Madrid, 1985-87. 60 LADERO QUESADA, M.A., La ciudad medieval. Historia de Sevilla, t. II, Valladolid, 1980 (2ª. Edic.). 61 Buena muestra de ello es su libro Andalucía en el siglo XV. Estudios de historia política, Madrid, 1973. 62 LADERO QUESADA, M.A., “Las ciudades de Andalucía occidental en la baja Edad Media: sociedad, morfología y funciones urbanas” en La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XVI..., pp. 69-107; Granada. Historia de un país islámico (1232-1571), Madrid, 1989. 57 182 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Una enorme cantidad de trabajos se publicaron en busca de este objetivo; obras de muy distinta extensión y calidad sobre ciudades o villas como Vitoria63, Álava64, Antequera65, Salamanca66, Laguardia67, Palencia68, Ávila69, Burgos70, Zaragoza71, Huelva72, Córdoba73, Piedrahita74, Cartagena75, Segovia76, Murcia77, San Lúcar de Barrameda78, Cádiz79, Sevilla80, Úbeda, Almería81, Baeza82, Almansa83, Medina del Campo84, Valladolid85, Olivera,86 Ciudad 63 DÍAZ DE DURANA, J.R., Vitoria a fines de la Edad Media (1428-1476), Vitoria, 1984. DÍAZ DE DURANA, J.R., Álava en la baja Edad Media. Crisis, recuperación y transformaciones socioeconómicas (c. 1250-1525), Vitoria, 1986. 65 ALIJO HIDALGO, F., Antequera y su tierra (1410-1510). Libro de repartimientos, Málaga, 1983. 66 GONZÁLEZ GARCÍA, M., Salamanca en la baja Edad Media, Salamanca, 1982. 67 GARCÍA FERNÁNDEZ, E., Laguardia en la baja Edad Media (1350-1516), Vitoria, 1985; La comunidad de Laguardia en la baja Edad Media (1350-1516), Vitoria, 1985. 68 FUENTE PÉREZ, Mª.J., Palencia. Cien años de vida y gobierno de la ciudad (1421-1521) a través de las actas municipales, Palencia, 1987; ESTEBAN RECIO, A., Palencia a fines de la Edad Media. Una ciudad de señorío episcopal. Valladolid, 1989. 69 BELMONTE DÍAZ, J.A., La ciudad de Ávila (estudio histórico), Ávila, 1986. 70 CASADO ALONSO, H., Señores, mercaderes y campesinos. La comarca de Burgos a fines de la Edad Media, Valladolid, 1987; BONACHÍA HERNANDO, J.A., El concejo de Burgos en la baja Edad Media (13451426), Valladolid, 1978; y El señorío del concejo de Burgos durante la baja Edad Media (1255-1508), Valladolid, 1988; GUERRERO NAVARRETE, Y., Organización y gobierno de Burgos durante el reinado de Enrique IV de Castilla, 1453-1476, Madrid, 1986. 71 FALCÓN PÉREZ, M.I., Zaragoza en el siglo XV. Morfología urbana, huertas y término municipal, Zaragoza, 1981. 72 GARCÍA-ARRECIADO BATANERO, A., “La villa de Huelva en la baja Edad Media”, en Huelva en su historia, 2, Huelva, 1988, pp. 175-230. 73 EDWARDS, J., Christian Córdoba. The city and its region in the late Middle Ages, Cambridge, 1982; ESCOBAR CAMACHO, J.M., Córdoba en la baja Edad Media, Córdoba, 1989. 74 LUIS LÓPEZ, C., La comunidad de villa y tierra de Piedrahita en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Ávila, 1987. 75 MONTOJO, V., “Cartagena en la época de los Reyes Católicos (1474-1516)”, Murgetana, 71 (1987), pp. 4971. 76 MARTÍNEZ MORO, J., La tierra en la comunidad de Segovia. Un proyecto señorial urbano (1088-1500), Valladolid, 1985; ASENJO GONZÁLEZ, Mª., Segovia. La ciudad y su tierra a fines de la Edad Media, Segovia, 1986. 77 MENJOT, D., “La ville et l´Etat moderne naissant; la monarchie et le concejo de Murcie dans la Castille des Trastamares d´Henri II á Henri IV”, en RUCQUOI, A. (Coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 115-135. 78 MORENO OLLERO, A., Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edad Media, Cádiz, 1983. 79 SÁNCHEZ HERRERO, J., Cádiz, la ciudad medieval y cristiana (1260-1525), Córdoba, 1981. 80 COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ, A., Sevilla en la baja Edad Media. La ciudad y sus hombres, Sevilla, 1984. 81 SEGURA GRIAÑO, C., “La ciudad de Almería a finales de la Edad Media. Problemática municipal”, Hispania, XLVI, 162 (1986), pp. 41-56; Almería en el tránsito a la modernidad (siglos XV y XVI), Almería, 1989. 82 PAREJO DELGADO, M.J., Baeza y Úbeda en la baja Edad Media, Granada, 1988. 83 PETREL MARÍN, A., Almansa medieval (una villa del señorío de Villena en los siglos XIII-XIV y XV), Albacete, 1981. 84 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Medina del Campo en la época de los Reyes Católicos”, en LORENZO SANZ, E. (Coord.), Historia de Medina del Campo y su tierra, vol. I, Medina del Campo, 1986, pp. 231-314. 85 VALDEÓN BARUQUE, J., “Valladolid en los siglos XIV y XV”, en Historia de Valladolid. II. Valladolid Medieval, Valladolid, 1980, pp. 87-111. 86 ROJAS GABRIEL, M., Olivera en la baja Edad Media. Siglos XIV y XV, Cádiz, 1987. 64 183 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Real87, Cáceres88, Chinchilla89, Talavera de la Reina90, etc. En una década creció tanto la bibliografía sobre las urbes en la Edad Media que hubo que celebrar otro congreso para poner algo de orden en un panorama que amenazaba, ya seriamente, con convertirse en inabarcable. Se celebró en 1989, y, en efecto, en él se hizo una recapitulación de las líneas de análisis que se seguían. En 1990 fueron publicadas sus actas bajo el título Concejos y ciudades en la Edad Media Hispánica. Aún así, todo continuó como estaba. Por aquellos años empezaron a oírse las primeras críticas en medio de una producción historiográfica que seguía hallando materiales para investigar, y que se encontraba dispuesta a seguir las sendas abiertas por trabajos anteriores, como señalan los estudios más recientes sobre Valladolid91, Pontevedra92, Almazán93, Alcalá de Henares94, Segovia95, Soria96, Guadix97, Molina98, Trujillo99, Huelva100, Cuenca101, Alicante102, Valdepeñas103, Madrid104, 87 VILLEGAS DÍAZ, L.R., Ciudad Real en la Edad Media. La ciudad y sus hombres (1255-1500), Ciudad Real, 1981. 88 SANTANA CONSUEGRA, F., La villa de Cáceres en la baja Edad Media, Tesis doctoral inédita, 1985. 89 PETREL MARÍN, A., La “comunidad y república” de Chinchilla (1488-1520). Evolución de un modelo de organización de la oposición popular al poder patricio, Albacete, 1989. 90 SUÁREZ ÁLVAREZ, M.J., La villa de Talavera y su tierra en la Edad Media (1369-1504), Oviedo, 1982. 91 ÁLVAREZ BEZOS, S., Valladolid en la época de los Reyes Católicos según el alarde de 1503, Valladolid, 1998. 92 ARMAS CASTRO, J., Pontevedra en los siglos XII a XV. Configuración y desarrollo de una villa marinera en la Galicia medieval, Pontevedra, 1992. 93 DIAGO HERNANDO, M., “Almazán en época de los Reyes Católicos. Estructura social de una pequeña capital de estado señorial”, E.E.M., 16 (1993), pp. 239-264. 94 CASTILLO GÓMEZ, A., Alcalá de Henares en la Edad Media. Territorio, sociedad y administración. 11181515, Alcalá de Henares, 1990. 95 ECHAGÜE BURGOS, J.J., La Corona y Segovia en tiempos de Enrique IV (1440-1474). Una relación conflictiva, Segovia, 1993. 96 ASENJO GONZÁLEZ, Mª., Espacio y sociedad en la Soria medieval (siglos XII-XV), Soria, 1999; DIAGO HERNANDO, M., Estructuras de poder en Soria a fines de la Edad Media, Valladolid, 1993. 97 ASENJO SEDANO, C., Guadix. Estudio de una ciudad mudéjar: cómo se ocupó, repartió y organizó la ciudad tras la capitulación de los Reyes Católicos, Guadix, 1992; ESPINAR MORENO, M. y otros, La ciudad de Guadix en los siglos XV y XVI (1490-1515), Granada, 1992. 98 DIAGO HERNANDO, M., Relaciones de poder y conflictos políticos en Molina y su tierra durante el reinado de los Reyes Católicos, Guadalajara, 1993. 99 FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR, C., La ciudad de Trujillo y su tierra en la baja Edad Media, Madrid, Universidad complutense (tesis reprografiada), 1991. 100 GARCÍA-ARRECIADO BATANERO, A., La villa de Huelva en la época de los Reyes Católicos, Sevilla, 1992. 101 GUERRERO NAVARRETE, Y. y SÁNCHEZ BENITO J.Mª., Cuenca en la baja Edad Media; un sistema de poder, Cuenca, 1994; JARA FUENTE, J.A., Concejo, poder y élites. La clase dominante de Cuenca en el siglo XV, Madrid, 2000. 102 HINOJOSA MONTALVO, J.Mª., “Alicante: polo de crecimiento en el tránsito de los siglos XV al XVI”, HINOJOSA MOTALVO, J. y PRADELLS NADAL, J. (Edits.), 1490 en el umbral de la modernidad. El Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI, vol. I, Valencia, 1994, pp. 71-108. 103 MADRID Y MEDINA, A., “Valdepeñas en la época de los Reyes Católicos. La ciudad”, E.T.F.H.M., 4 (1991), pp. 25-38. 104 MONTERO VALLEJO, M., El Madrid Medieval, Madrid, 1992; LOSA CONTRERAS, C., El concejo de Madrid en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Madrid, 1999. 184 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Zamora105, Ávila106, Chinchillla107, Huete108, Jerez de la Frontera109, Santander110, Nájera111, Ciudad Rodrigo112, Lorca113, etcétera, etcétera. También se han hecho estudios sobre regiones concretas; en especial sobre la Extremadura castellana114 y la zona norte de Castilla115, en este último caso debido a las peculiaridades de las poblaciones norteñas. Con tal bibliografía, en verdad ingente, se han venido realizando intentos de sistematizar los datos y ofrecer una visión amplia sobre el contexto de las urbes116, si bien con un éxito bastante desigual, pues las dificultades para aprehender toda la información y relacionar todos los temas de un modo lógico, ateniéndose a las diferencias, pueden ser en no pocas ocasiones casi insuperables. A estas dificultades de sistematización habría de sumarse una “parálisis metodológica”, más que evidente, que ha venido afectando a los trabajos sobre los núcleos urbanos de Castilla en la Edad Media. Más allá de que el número de publicaciones en torno a los siglos XIV y XV sea infinitamente mayor que para los siglos anteriores, sobre los que se conservan pocos datos 105 LADERO QUESADA, M.F., La ciudad de Zamora en la época de los Reyes Católicos. Economía y gobierno, Zamora, 1991. 106 MORENO NÚÑEZ, J.L., Ávila y su tierra en la baja Edad Media (siglos XIII-XV), Valladolid, 1992. 107 PRETEL MARÍN, A., Chinchilla medieval, Albacete, 1992. 108 QUINTANILLA RASO, Mª., La ciudad de Huete y su fortaleza a fines de la Edad Media. A propósito de una reconstrucción en el reinado de los Reyes Católicos, Cuenca, 1991. 109 ABELLÁN PÉREZ, J., “Ordenanzas sobre el regimiento del cabildo jerezano”, E.T.F.H.M., 1 (1988), pp. 3140; y El concejo de Jerez de la Frontera en la primera mitad del siglo XV: composición, sistemas de elección y funcionamiento del cabildo, Jerez de la Frontera, 1990. 110 BARO PAZOS, J., “El concejo de la villa de Santander en la baja Edad Media”, en El Fuero de Santander y su época..., pp. 173-188. 111 GOLICOLEA, J., “La ciudad de Nájera en el tránsito de la Edad Media a la Moderna: el concejo, el señor y la sociedad política ciudadana”, Hispania, LX/2, 205 (2000), pp. 425-452. 112 BERNAL ESTÉVEZ, A., El concejo de Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV, Salamanca, 1989; “La señorialización de Ciudad Rodrigo durante los últimos Trastámaras”, Norba. Revista de Historia, 10 (1989), pp. 143-153. 113 JIMÉNEZ ALCÁZAR, J.F., “Corregidores y poder municipal: Lorca, 1475-1516”, en HINOJOSA MOTALVO, J. y PRADELLS NADAL, J. (Edits.), 1490 en el umbral de la modernidad..., pp. 87-96; y Un concejo de Castilla en la frontera de Granada: Lorca, 1460-1521, Granada, 1997. 114 ASTARTITA, C., “Estudios sobre el concejo medieval de la Extremadura castellano-leonesa: una propuesta para resolver la problemática”, Hispania, 151 (1982), pp. 355-413; MARTÍNEZ DÍEZ, G., Las comunidades de villa y tierra de la Extremadura castellana (estudio histórico-geográfico), Madrid, 1983; MÁRQUEZ MUÑOZ, J.A., “Una comunidad de villa y tierra de la Extremadura castellana: Almazán hasta el siglo XIII”, Celtiberia, 1973 (1987), pp. 21-67. 115 ORTIZ REAL, J., Cantabria en el siglo XV. Aproximación al estudio de los conflictos sociales, Santander, 1985; GARCÍA ORO, J., Galicia en los siglos XIV y XV, 2 vols, Pontevedra, 1987. 116 RUCQUOI, A. (Coord.), “Des villes nobles pour le roi”, en Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 195-214; AZCÁRRAGA SERVET, J., de, “Vertebración de los concejos y ciudades en la baja Edad Media”, en Concejos y ciudades en la Edad Media hispánica..., pp. 347-356; GAUTIER-DALCHÉ, J., “La ville hispanique au Mogen Age”, en Idem, pp. 7-20; BONACHÍA HERNANDO, J.A. (Coord.), La ciudad medieval. Aspectos de la vida urbana en la Castilla bajomedieval, Valladolid, 1996; LADERO QUESADA, M.F., Las ciudades de la Corona de Castilla en la baja Edad Media (siglos XIII-XV), Madrid, 1996; ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Las ciudades”, en NIETO SORIA, J.M. (Dir.), Orígenes de la Monarquía hispánica; propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), Madrid, 1999, pp. 105-140; PÉREZ, J., “Las ciudades en la época de los Reyes Católicos”, en VALDEÓN BARUQUE, J. (Edit.), Sociedad y economía en tiempos de Isabel la Católica, Valladolid, 2002, pp. 115-129; RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, J.I., “Ciudades y sociedades urbanas en la España medieval, siglos XIII-XV”, en Las sociedades urbanas en la España medieval. XXIX Semana de estudios medievales. Estella, 15-19 de julio de 2002, Pamplona, 2003, pp. 17-49. 185 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis para la mayoría de las ciudades, muchos historiadores, por comodidad sin duda -comodidad derivada, eso sí, del acorralamiento económico en que se hallan a la hora de investigar-, no se han preocupado por ofrecer enfoques metodológicos nuevos, y bajo la pretensión, pocas veces cumplida, de una “historia total”, suelen ofrecerse esquemas en los que se realiza una división tripartida de la historia de cada urbe, segmentándola en instituciones de gobierno, economía y sociedad, sin que siempre se señale una relación certera entre las partes. Así lo indicaba en 1995 uno de esos historiadores a quienes, se esté de acuerdo o no con sus teorías, nunca podrán negárseles sus ansias de innovar metodológicamente en los temas que tratan: José María Monsalvo Antón117. Según éste, la historia urbana en torno a dicho año tenía (y sigue teniendo, añado) una serie de “defectos”, sobre todo en lo referente al “estilo de construir” las monografías, debidos, aparte de a la falta de originalidad a la hora de presentar las informaciones, al “escaso avance en la teorización e interpretación de los fenómenos [...] y el recurso a unos pocos paradigmas y lugares comunes, creados por algunos maestros indiscutidos...”118 Esta crítica es compartida hoy por muchos historiadores, entre los que me incluyo, lo cual no quiere decir que cualquier alternativa a los planteamientos vigentes sea válida. No en vano, la metodología empleada por Monsalvo Antón en algunos de sus estudios, muy influida por la idea del “sistema urbano “ de Yves Barel, se considera a veces demasiado funcionalista, debido a su excesiva rigidez teórica119. En resumen, pues, los problemas que en la actualidad tiene la historiografía urbana que analiza la Castilla bajomedieval básicamente son los dos referidos: “está colapsada” desde un punto de vista bibliográfico, lo cual es un problema sólo en parte; y adolece de imaginación a la hora de exponer sus planteamientos y/o conclusiones, tal vez por culpa del “colapso”. Lo que no significa que desde hace ya tiempo no haya historiadores consagrados que estén manos 117 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Poder político y aparatos de estado en la Castilla bajomedieval. Consideraciones sobre su problemática”, S.H.H.M., 4 (1986), pp. 101-167; “El reclutamiento del personal político concejil. La designación de corregidores, alcaldes y alguaciles en un concejo del siglo XV”, S.H.H.M., 5 (1987), pp. 173-198; El sistema político concejil. El ejemplo del señorío medieval de Alba de Tormes y su concejo de villa y tierra, Salamanca, 1988; “La sociedad política en los concejos castellanos de la meseta durante la época del regimiento medieval. La distribución social del poder”, en Concejos y ciudades en la Edad Media hispánica..., pp. 357-413; “Parentesco y sistema concejil. Observaciones sobre la funcionalidad política de los linajes urbanos en Castilla y León (siglos XIII-XV)”, Hispania, 185 (1993), pp. 937-970; “Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones en los concejos castellanos bajomedievales (consideraciones a partir de concejos salmantinos y abulenses)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval..., pp. 409-488. 118 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Historia de los poderes medievales, del derecho a la antropología (el ejemplo castellano; monarquía, concejos y señoríos en los siglos XII-XV)”, en Historia a Debate. Historia Medieval, Santiago de Compostela, 1995, pp. 81-149, en concreto pp. 88-89. 119 Personalmente comparto la visión del funcionalismo que da Mary DOUGLAS: el funcionalismo, escribe, “propone un enfoque inaceptable de la intervención humana al presentar a los humanos como agentes pasivos cuya actuación está sujeta a un condicionamiento más o menos total. El argumento se fundamenta en una forma de determinismo sociológico que niega al individuo tanto la iniciativa como el juicio”: DOUGLAS, M., Cómo piensan las instituciones, Madrid, 1996, p. 56. 186 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media a la obra para acabar con esta situación, tal y como quedó bien de manifiesto en las Jornadas Medievales de Estella del año 2002, donde se analizaron las sociedades urbanas. Como puede observarse, hasta aquí no ha aparecido ni una sola referencia a la historia medieval de Toledo entre la bibliografía señalada. El panorama en que hasta aquí ha estado tal urbe es desolador si se compara con otras ciudades importantes de los reinos castellanoleoneses, las cuales en su mayor parte cuentan con una o varias monografías, que pretenden dar una visión más o menos completa de su contexto a fines de la Edad Media. Basándose en un hecho indiscutible, que Toledo apenas conserva documentación medieval, hasta hace tan sólo unos años la ciudad del Tajo no contaba con un estudio verdaderamente importante sobre sus circunstancias económicas, sociales y políticas en el Medievo. Cierto que existen excepciones notables, como el libro de Eloy Benito Ruano, publicado hace más de cuarenta años, sobre los bandos de la urbe en el siglo XV120, pero aparte de esta obra, otras que analizan con mayor o menor fortuna la época musulmana121, y algunas que estudian los más diversos temas de su historia con metodologías propias de “eruditos locales”122, hasta los años 80 del siglo XX el balance de la historiografía medieval referente a Toledo era muy negativo. La ciudad del Tajo siempre ha gozado de un halo de leyenda que viene confundiéndose con su “historia verídica”, hasta tal punto que aún hay quien vive de ello, relatando por sus calles a los turistas despistados los más increíbles sucesos. Acaso por su “grandioso pasado” en época visigoda, por ser una de las pocas ciudades que mantiene su traza islámica medieval, o, sencillamente, porque es de los núcleos urbanos que a más turistas atrae en la zona interior de España, todo el mundo dice saber algo de la Edad Media de Toledo. Unas veces es falso; en otras ocasiones cierto. Lo malo es que lo que suele conocerse son famosas leyendas como las de la “Peña del Moro”, la de los “empozados”, la del “Pozo amargo”...123 relatos que pululan por la urbe dotándola de cierto misterio. En realidad esto no es nuevo: ya era así en la Edad Media124. Para entender la historiografía de Toledo hemos de partir de una visión general sobre la imagen que se ha dado hasta ahora de las ciudades de Castilla. Las diferentes obras han 120 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV. Una historia política, Madrid, 1961. DELGADO VALERO, C., Toledo islámico; ciudad, arte e historia, Toledo, 1987; MONTEMAYOR, J., La rêre imperial en Toledo, XII-XIII siécles; musulmans, chrêtiens et juifs. Le savoir de la tolérance, París, 1991. 122 Ha de señalarse alguna excepción, no obstante. Las obras sobre el urbanismo de Toledo de Julio PORRES MARTÍN-CLETO son fundamentales para conocer la fisonomía de la urbe a lo largo de su historia: Historia de las calles de Toledo, 2 vols, Toledo, 1971; “Evolución histórica del plano de Toledo”, en Toledo, ¿ciudad viva?, ¿ciudad muerta?, Toledo, 1988, pp. 241-283; y Planos de Toledo, Toledo, 1989. También es de destacar un erudito de finales del siglo XIX, cuya obra aún goza de valor: MARTÍN GAMERO, A., Historia de la ciudad de Toledo, sus claros varones, sus monumentos, 2 vols., Toledo, 1862 (Edic. facsímil, Toledo, 1979). 123 Sobre estas leyendas véase: GARCÍA DE DIEGO, V., Leyendas de España, Barcelona, 1999, pp. 370 y ss. 124 Véase al respecto: BENITO RUANO, E., “A Toledo los diablos”, Ciudad Real, 1995. 121 187 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis venido a demostrar que los núcleos urbanos del área cantábrica eran bastante pequeños, y tenían una organización diferenciada; que al norte del Sistema Central, más allá de la zona riojana, existían sólo algunos centros destacables, como Burgos, Valladolid, León o Palencia; que desde las estribaciones del Sistema Central a la línea del Tajo no pocos concejos estaban organizados como “comunidades de villa y tierra”, lo que les permitía gozar de un amplio control sobre extensos espacios jurisdiccionales; y que, por último, en el entorno del Tajo, más allá de villas o urbes pequeñas como Cuenca o Guadalajara, Toledo era la gran ciudad. Al sur de ésta se extendían las grandes posesiones de las Órdenes militares y de otros señores, en las que el peso de núcleos urbanos como Ciudad Real era bastante reducido Ya en la zona andaluza, sin duda la que ha recibido una mayor atención por parte de la historiografía urbana, destacaban importantes ciudades como Sevilla, Córdoba y Granada. Toledo, pues, era la gran ciudad del centro de Castilla. Sin embargo, tal vez sea una de las ciudades sobre las que menos documentación se conserva para el Medievo, como se verá. Hay dos tipos de fuentes cuya ausencia es dramática: las actas del Ayuntamiento y los protocolos notariales. En todo caso, si hubiéramos de escribir una historia sobre la historiografía medieval contemporánea que ha tomado a la ciudad del Tajo como referente, habría que empezar señalando que la obra de Eloy Benito Ruano Toledo en el siglo XV. Vida política fue en su día, allá por 1961, un hito en los estudios sobre Toledo, y también en los estudios sobre la conflictividad urbana de Castilla en general. Aún sigue siendo un trabajo de obligada consulta, como lo son otros estudios del mismo autor, el cual no pudo concluir su verdadero objetivo: realizar, aparte del trabajo sobre la vida política de esta urbe, otras obras centradas en su vida económica y administrativa, y en su sociedad125. La historiografía medieval de Toledo sobre el siglo XV durante dos décadas, las de 1960 y 1970, empezó y acabó en Eloy Benito Ruano. Acaso por la falta de fuentes, y porque mucho de lo que podía decirse sobre la historia política y social de la urbe ya estaba dicho, hubo que esperar hasta la década de 1980 para que otros historiadores prestaran una atención preferente a Toledo, entre los que han de destacarse sobre todo a dos: Jean-Pierre Molènat, un hispanista francés, y Ricardo Izquierdo Benito, un historiador también formado en arqueología (o mejor, un arqueólogo además formado en historia). Ambos autores tuvieron claro desde el principio que habían de centrarse en la historia socio-económica, tanto porque no contaban con fuentes 125 Pueden destacarse entre las obras de Eloy BENITO RUANO: Los infantes de Aragón, Pamplona, 1952; “Don Pero Sarmiento, repostero mayor de Juan II de Castilla”, Hispania, XVII (1957), pp. 483-504; Toledo en el siglo XV. Una historia política, Madrid, 1961; “Visita de las villas y lugares del arzobispo de Toledo (1435)”, Anales Toledanos, V (1971), pp. 11-104; “Aranceles de las puertas y puentes de Toledo”, Anales Toledanos, XVI (1973), pp. 139-149. 188 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media que no se conociesen sobre la situación política de la urbe en el Medievo, como porque lo que dominaba en el momento en que desarrollaron sus trabajos era el materialismo histórico. Por otro lado, las fuentes documentales de instituciones eclesiásticas como el Cabildo catedralicio por entonces no habían sido bien explotadas, y lo más importante que se había realizado con respecto a la sociedad toledana -quitando los estudios de Benito Ruano, que una y otra vez se referían a los judeo-conversos126, a los Silva y a los Ayala- se centraba en el mundo judío127. Ricardo Izquierdo Benito, cuya Tesis Doctoral, que analizaba el patrimonio del Cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XIV, se publicó en 1980128, pronto centró sus estudios en la vida económica de la ciudad129, para luego derivar hacia planteamientos más generales, en los que el urbanismo y el orden público adquirieron notable importancia130. Jean-Pierre Molènat, por su parte, desde un principio puso todo su interés en desentrañar la compleja red de nobles, y aspirantes a serlo, que gobernaron Toledo desde su conquista por los cristianos, en 1085, hasta el inicio del siglo XVI, centrando sus análisis en la formación de los patrimonios que cada una de las familias adquirió, y en cómo afectó esto al paisaje extramuros de la ciudad del Tajo131. Hubo que esperar, sin embargo, más de veinte años -hasta 1997- para que saliese a la 126 BENITO RUANO, E., Los orígenes del problema converso, Madrid, 2001 (2ª Edición revisada y aumentada). CANTERA BURGOS, F., Sinagogas de Toledo, Segovia y Córdoba, Madrid, 1973; y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del Arzobispado de Toledo habilitados por la Inquisición en 1495 y 1497, Madrid, 1967. LEÓN TELLO, P., Judíos de Toledo, 2 tomos, Madrid, 1979; “Los judíos de Toledo en el último cuarto del siglo XV”, en La expulsión de los judíos de España, Toledo, 1993, pp. 93-108. 128 IZQUIERDO BENITO, R., El patrimonio del Cabildo de la Catedral de Toledo en el siglo XIV, Toledo, 1980; “Modo de explotación del patrimonio del Cabildo de la catedral de Toledo durante la segunda mitad del siglo XIV: contratos de arrendamiento”, Hispania, 40 / 145 (1980), pp. 357-393; “El patrimonio urbano del Cabildo de la catedral de Toledo en la segunda mitad del siglo XIV”, Anales Toledanos, XIII (1980), pp. 3-24; “Bienes, ingresos y gastos de la Obra de la catedral de Toledo durante la primera mitad del siglo XV”, E.E.M., 2 (1981), pp. 467-484. 129 IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios en Toledo en el siglo XV (1400-1475), Toledo, 1983; “Ordenanzas de las ferias de Toledo fundadas por Enrique III”, E.E.M., 4/1 (1984), pp. 433-445; “La infraestructura mercantil de Toledo en la baja Edad Media”, en Toledo, ¿ciudad viva?, ¿ciudad muerta?, Toledo, 1988, pp. 311-324; La industria textil de Toledo en el siglo XV, Toledo, 1989; “La organización gremial textil de Toledo en el siglo XV”, E.E.M., 12 (1989), pp. 191-203; “La actividad comercial en Toledo a fines de la Edad Media (1450-1475)”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650), Madrid, 1991, pp. 137-157; y Abastecimiento y alimentación en Toledo durante el siglo XV, Cuenca, 2002. 130 IZQUIERDO BENITO, R., “Las ciudades medievales: espacios fortificados”, en BARRIO BARRIO, J.A. y CABEZUELO PLIEGO, J.V. (Edits.), La fortaleza medieval: realidad y símbolo. Actas de la XV Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales, Murcia, 1988, pp. 109-118; Un espacio desordenado: Toledo a fines de la Edad Media, Toledo, 1996; “Edad Media”, en Historia de Toledo, Toledo, 1997, pp. 117256; “Datos sobre los conversos toledanos en el siglo XV”, en VILLENA ESPINOSA, R. (Coord.), Ensayos humanísticos: homenaje al profesor Luis Llorente Toledo, Cuenca, 1997, pp. 233-247; y (Coord.), Castilla-La Mancha medieval, Ciudad Real, 2002. 131 MOLENAT, J.P., “Toléde et ses finages au temps des Rois Catholiques. Contribution à l´historie sociale et économique de la cite avant la révolte des Comunidades”, Mélages de la Casa de Velázquez, VIII (1972), pp. 327-377; “Places et marchés de Toléde au Moyen Age (XIIe-XVIe siècles)”, en Plazas et sociabilité en Europe et Amérique Latine, París, 1982; “L´urbanisme de Toléde aux XIVéme et XVéme siècles”, en La Ciudad Hispánica durante los siglos..., tomo II, Madrid, 1985, pp. 1.105-1.111; “Formation des seigneuries toledanes aux XIV et XV siecles”, en RUCQUOI, A (Coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 349-370; “Quartiers et communautés á Tolède (XII-XV siècles)”, E.E.M., 12 (1989), pp. 127 189 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis luz su gran obra en torno a la formación de la tierra toledana, y al papel que cumplieron en ella tanto los distintos linajes destacados de la urbe como las circunstancias económicas132. Tal vez algunos esperaran más tras una espera tan larga; tal vez las posturas del historiador francés puedan ser demasiado positivistas en ocasiones. En todo caso, la labor de Molènat a la hora de buscar información es encomiable, y desde luego se trata de la única gran monografía con que cuenta Toledo en la actualidad, aunque no pueda ubicarse dentro de la línea seguida por otras monografías que pretenden dar una imagen global de las ciudades que refieren. Tanto las líneas de investigación abiertas por uno como por otro autor han sido seguidas por los medievalistas que en los últimos tiempos han estudiado la ciudad del Tajo. El mismo año en que salió a la luz la obra de Molènat, se publicaba un libro de José Luis Barrios Sotos sobre el convento de Santo Domingo el Real a finales del Medievo133, una institución que, por su importancia en el control del comercio textil de la urbe, en parte venía a completar ciertas investigaciones de Ricardo Izquierdo Benito. La Tesis de éste, de la misma forma, ha sido completada hace poco gracias a la publicación de la Tesis Doctoral de María José Lop Otín, aunque esta historiadora se centra más en los aspectos institucionales y sociológicos del Cabildo catedralicio y no tanto en los económicos134. Con respecto a la línea de investigación seguida por Molènat, debe destacarse la obra de un historiador que ya no está entre nosotros, pero que nos dejó trabajos de una notable valía: Juan Ramón Palencia Herrejón. Tras la publicación de su Tesina, donde realizaba un análisis detenido del principal linaje nobiliario de Toledo en el siglo XV, el de los Ayala135, su Tesis Doctoral -publicada hace poco en CD- se centró en el estudio de la oligarquía toledana y de su rol en las estructuras institucionales de la urbe. Éste era un tema que había sido descuidado en algunos aspectos por Jean-Pierre Molénat, y Palencia Herrejón pudo desarrollarlo en buena medida gracias a los planteamientos apuntados por otros dos historiadores: una medievalista, Rosa María Montero Tejada, que tras realizar un pequeño trabajo sobre el Cabildo de jurados 163-189; “L´oligarchie municipale de Toléde au XVé siècle”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650), Toledo, 1991, pp. 259-277; “Les musulmans de Tolède aux XIV et XV siècles”, en Las Espagnes medièvales: aspects economiques et sociaux. Melanges offerts a Jean-Gautier Dalché, Niza, 1993, pp. 175-190. 132 MOLÈNAT, J.P., Campagnes et monts de Tolède du XIIe au XVe siècle, Madrid, 1997. 133 BARRIOS SOTOS, J.L., “Problemática en torno al control del comercio de paños en Toledo en el siglo XV y su repercusión social”, I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, vol. IV, Toledo, 1988, pp. 211-217; y Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507), Toledo, 1997. 134 LOP OTÍN, Mª.J., El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV: aspectos institucionales y sociológicos, Madrid, 2003. 135 PALENCIA HERREJÓN, J.R., Bases de poder de la nobleza urbana de Castilla: los Ayala de Toledo (13981512), Universidad Complutense de Madrid, 1994 (Tesina de licenciatura inédita). Se publicó en parte bajo el título Los Ayala de Toledo: desarrollo e instrumentos de poder de un linaje nobiliario en el siglo XV, Toledo, 1995. 190 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media de Toledo136 decidió emprender una investigación distinta (sobre el linaje de los Manrique137); y un modernista, Francisco José Aranda Pérez, cuyos estudios en torno al referido Cabildo de jurados y al Regimiento se retrotraen hasta el siglo XV, y llegan hasta prácticamente el XIX, siendo de lectura obligada para todo aquel interesado en comprender cómo operaba la oligarquía de Toledo a nivel público138. En este sentido, tal vez la mayor debilidad de la Tesis Doctoral de Juan Ramón Palencia Herrejón sea que no aguanta una comparación con el trabajo de Molènat en lo que se refiere a los datos, pues éste se apoya en una cantidad de documentos infinitamente más amplia, lo cual no quiere decir que las ideas que el historiador español defiende no estén bien fundamentadas, y que sean en muchos aspectos incluso más reveladoras que las defendidas por el hispanista francés139. Aparte de estas obras habría que referir otras de una entidad menor que estudian temas concretos, como el de los señoríos que rodeaban la urbe140, la revuelta en contra de los judeoconversos de 1449141, los enfrentamientos entre los dirigentes de Toledo y los de Burgos por dar primero el voto en las Cortes142, diversos aspectos sobre la organización institucional de la urbe143 o sobre su oligarquía144, cuestiones que nos llevan ya a la Edad Moderna, como la que 136 MONTERO TEJADA, R.Mª., “La organización del cabildo de los jurados de Toledo (1422-1510)”, E.T.F.H.M., 3 (1990), pp. 213-258. 137 MONTERO TEJADA, R.Mª., Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje de los Manrique, Madrid, 1996. 138 ARANDA PÉREZ, F.J., Poder municipal y Cabildo de Jurados en la Edad Moderna (siglos XV al XVII), Toledo, 1992; Poder y poderes en la ciudad de Toledo. Gobierno, sociedad y oligarquías en la España moderna, Cuenca, 1999; “Nobles, discretos varones que gobernáis a Toledo. Una guía prosopográfica de los componentes del poder municipal en Toledo durante la Edad Moderna (corregidores, dignidades y regidores)”, en ARANDA PÉREZ, F.J. (Dir.), en Poderes intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España moderna, Cuenca, 1999, pp. 227-309. 139 Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN leyó su Tesis Doctoral en la Universidad Complutense de Madrid en 1999. El título de la misma es Ciudad y oligarquía de Toledo a fines del Medievo (1422-1522). 140 FRANCO SILVA, A., “El destino del patrimonio de don Álvaro de Luna. Problemas y conflictos en la Castilla del siglo XV”, A.E.M., 12 (1982), pp. 549-583; “Oropesa. El nacimiento de un señorío toledano a fines del siglo XV”, A.E.M., 15 (1985), pp. 299-315; “La implantación de señoríos laicos en tierras de Toledo durante el siglo XV. EL ejemplo de Gálvez”, en Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, VI. Campesinos y señores en los siglos XIV-XV, Talavera, 1988, pp. 65-74; El condado de Fuensalida en la baja Edad Media, Cádiz, 1994. 141 RODRÍGUEZ HORTA, A., “Sociedad y ocupación de cargos públicos del Ayuntamiento de Toledo en la mitad del siglo XV”, I Congreso de Historia de Castilla-la Mancha, t. V, Toledo, 1988, pp. 205-210; GONZÁLVEZ RUIZ, R., “Fundamentos doctrinales de la sentencia-estatuto de Toledo contra los conversos (1449)”, en Inquisición y conversos, Toledo, 1994, pp. 279-296. 142 BENITO RUANO, E., La prelación ciudadana. Las disputas entre las ciudades de la Corona de Castilla, Toledo, 1972. 143 MILLARES CARLO, A., “El libro de los privilegios de los jurados de Toledo”, A.H.D.E., IV (1927), pp. 457-472; SIERRA CORELLA, A., “Libro Cartulario de los Jurados de Toledo”, Boletín oficial de la R.A.H., 94 (1929), pp. 193-214; SÁEZ SÁNCHEZ, E., “Ordenamiento dado a Toledo por el infante don Fernando de Antequera, tutor de Juan II”, A.H.D.E., XV (1944), pp. 5-62; “El libro del juramento del ayuntamiento de Toledo”, en A.H.D.E., 16 (1945), pp. 530-624; “Ordenanzas de los gremios de Toledo”, Revista de Trabajo, 1 (enero de 1945), pp. 39-49, y 7-8 (julio-agosto de 1945), pp. 689-700; PALOMEQUE TORRES, A., “El fiel del juzgado de los propios y montes de la ciudad de Toledo”, en Cuadernos de Historia de España, LV-LVI (1972), pp. 322-399. 191 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis se refiere al pleito entre el Ayuntamiento Toledo y el conde de Belalcázar o a la población cristiana nueva145... También ha se señalarse la importancia del estudio de José María Sánchez Benito sobre la Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real entre el siglo XIII y el XV146, o de un tema que siempre ha despertado gran interés en lo relativo a Toledo, tanto por los problemas que la urbe tuvo con la población judeo-conversa como por la cantidad de documentos conservados: la Inquisición147. En fin, atendiendo a este panorama, y en coincidencia con lo señalado por algún autor, lo que caracteriza tanto a los estudios sobre las ciudades, en general, como sobre la ciudad del Tajo, en concreto, es su carácter diverso, ya que, como en su día advirtió Jean Gautier-Dalché, “de todos los países europeos la Castilla medieval era la que ofrecía los paisajes urbanos más variados”148. Desde la década de 1980 los medievalistas han procurado encontrar entre esta heterogeneidad una base común para todas las urbes, y, en efecto, parece que existe al menos algo que en todas las ciudades era igualmente importante: el poder. Lo difícil es definir qué era realmente el poder, y encontrar sentido a formas de ejercerlo de lo más variadas. Por ejemplo, mientras un grupo de nobles controlaba Soria, el control de Ciudad Rodrigo quedaba en manos de algunos clérigos y de un grupo de vecinos, y Madrid tenía (tuvo durante un tiempo) un gobierno en el que pobres y ricos se repartían el dominio sobre la villa de manera prácticamente paritaria149. 2.1.2. LA “NUEVA HISTORIA” Y LAS “RELACIONES DE PODER” En el momento actual las temáticas relativas a la historiografía urbana siguen abiertas. La variedad de trabajos que están llevándose a cabo, y de enfoques con que se realizan, sigue 144 MARTZ, L., “Converso families in fifteenth and sixteenth century Toledo: the significance of linaje”, Sefarad, XLVIII (1988), pp. 117-193; PALENCIA HERREJÓN, J.R., “Elementos simbólicos de poder de la nobleza en Castilla: los Ayala de Toledo a final del Medievo”, E.E.M., 18 (1995), pp. 163-179; “La política de orden público de Enrique IV de Castilla: los gobernadores de Toledo”, Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, 1998, pp. 161-171; “Las relaciones de poder en Toledo a comienzos del siglo XV (1406-1422): Pedro López de Ayala, la oligarquía local y la monarquía castellana”, Anales toledanos, 36 (1998), pp. 45-52. 145 GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo, Toledo, 1970; OWENS, J.B., Despotism, Absolutism and the Law in Renaissance Spain: Toledo versus the coants of Belalcázar (1445-1574), Michigan, 1972. 146 SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., Santa Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real (siglos XII al XV), Toledo, 1987. 147 RÁBADE OBRADÓ, Mª. del P., “La religiosidad femenina, según los procesos inquisitoriales de Ciudad Real-Toledo, 1483-1507”, en Las mujeres en el cristianismo medieval, Madrid, 1989, pp. 435-449; Los judeoconversos en la corte y en la época de los reyes Católicos, Madrid, 1990; “Expresiones de la religiosidad cristiana en los procesos contra los judaizantes del Tribunal de Ciudad Real-Toledo: 1483-1507”, E.E.M., 13 (1990), pp. 303-330. 148 LOSA CONTRERAS, C., El concejo de Madrid..., p. 4. 149 SALCEDO IZU, J., “La autonomía municipal según las Cortes castellanas de la baja Edad Media”, A.H.D.E., 50 (1980), pp. 223-242. 192 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media siendo notable. Entre aquellas obras que se decantan por una vía de análisis más institucional -desarrollada con pericia por algunos historiadores del derecho150-, y entre quienes ponen más énfasis en los aspectos socio-económicos, cada vez se da mayor importancia a la conformación de las oligarquías; al papel del común; al establecimiento de cotas de poderío a nivel social; a la organización de bandos-linaje; a la creciente actitud intervencionista de los reyes en la vida urbana; a la patrimonialización de los oficios públicos; al envío de delegados de la Corona a las ciudades; al establecimiento de impuestos, de forma abusiva a veces, por parte de los monarcas, de los señores o de los Ayuntamientos urbanos; al dominio de las urbes sobre sus tierras... en definitiva, por mucho que no se sea consciente de ello, al poder. O lo que es lo mismo, a la historia política entendida desde una perspectiva más amplia de cómo se definía la “historia política tradicional”. No obstante, la vida de la “nueva historia política” aparentemente es muy corta en la historiografía medieval sobre Castilla. Aunque pueda remontarse al menos hasta mediados del siglo XX, si se asumen como ubicables dentro de ella los estudios de algunos historiadores, filósofos, filólogos o politólogos centrados en el análisis de las ideas políticas medievales151, cuando empieza a despuntar es a fines de la década de 1980, gracias a los trabajos de José Manuel Nieto Soria, quien derivó desde su inicial línea de investigación, el estudio de la Iglesia en Castilla, al análisis de los fundamentos ideológicos del poder regio; una deriva lógica si nos atenemos al vínculo ideológico existente entre la realeza y el clero152. Desde entonces Nieto Soria ha sido, también, el principal medievalista que ha teorizado sobre el 150 Sirva como ejemplo: POLO MARTÍN, R., El régimen municipal de la Corona de Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos. Organización, funcionamiento y ámbito de actuación, Madrid, 1999. 151 GARCÍA PELAYO, M., El reinado de Dios como arquetipo político (Estudio sobre las formas políticas de la alta Edad Media), Madrid, 1959; Los mitos políticos, Madrid, 1981; BENEYTO PÉREZ, J., Los orígenes de la ciencia política en España, Madrid, 1949. 152 NIETO SORIA, J.M., “La transpersonalización del poder regio en la Castilla bajomedieval”, A.E.M., 17 (1987), pp. 559-570; Fundamentos ideológicos del poder real en Castilla (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988; Iglesia y poder real en Castilla. El episcopado, 1250-1350, Madrid, 1988; “Le control politique de la vie ecclésiastique en Castille à la fin du Moyen Age. 1250-1480”, en Razo, cahiers du Centre d´Etudes Medievales de Nice, 9 (1989), pp. 89-102; “Le clerc du roi et les origines de l´Etat moderne en Castille, propaganda et legitimation (XIII-XV siecles)”, Journal of Medieval History, 18 (1992), pp. 297-318; “Del rey oculto al rey exhibido: un síntoma de las transformaciones políticas en la Castilla bajomedieval”, Medievalismo, 2 (1992), pp. 5-27; Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, 1993; Iglesia y génesis del Estado moderno en Castilla (1369-1480), Madrid, 1994; “Ideología y centralización política en la crisis bajomedieval”, Historia a debate, Historia medieval, Santiago de Compostela, 1995, pp. 151-161; “Propaganda política y poder real en la castilla Trastámara”, A.E.M., 25/2 (1995), pp. 489-515; “El “poderío real absoluto” de Olmedo (1445) a Ocaña (1469): la monarquía como conflicto”, E.E.M., 21 (1998), pp. 159-228; “La Realeza”, en NIETO SORIA, J.M. (Dir.), Orígenes de la Monarquía Hispánica; propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), Madrid, 1999, pp. 25-62; “Los fundamentos ideológicos del poder regio”, en VALDEÓN BARUQUE, J. (Edit.), Isabel la Católica y la política, Valladolid, 2001, pp. 181-216. 193 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis carácter de la “nueva historia política” y sobre sus potencialidades153, influyendo hasta tal punto en algunos historiadores154 que hoy no puede concebirse un trabajo sobre cualquiera de los temas políticos que afectan a la Edad Media castellana sin hacer referencia a sus obras. De las posibles definiciones sobre la “nueva historia política” tal vez la más sencilla sea ésta: “social history with the politics put back in”, es decir, historia social con los políticos dentro, con la política restituida155. Recuérdese que los historiadores que reaccionaron contra la “historia política tradicional” abogaban por una historia con los políticos fuera: “history with the politics left out”. La causa por la que la política ha vuelto a adquirir relevancia tiene que ver con las quejas de algunos medievalistas insignes como Jacques Le Goff, quien ya se quejaba en la década de 1970 de cierta “desvertebración” en los análisis históricos, debida a la marginalidad de la historia política. Desde entonces, poco a poco en gran parte de Europa la historia económica ha ido quedando relegada, y ha empezado a ponerse énfasis en lo político, ampliándose este concepto de una manera hasta hace años impensable. Dicho esto, en la historiografía medieval hispana, al menos en aquella que se dedica al análisis de Castilla en el bajo Medievo, la “nueva historia política” tiene en la actualidad un serio problema de indefinición. Como se trata de una línea historiográfica en la que los límites entre la historia social, la historia política y la historia cultural son difusos, se corre el riesgo de que haya una asimilación entre la segunda y la última, resultando marginada la primera; algo que ha venido produciéndose hasta el momento. La “nueva historia política” que se viene haciendo es muy cultural, y está muy apegada a los estudios sobre el poder regio, echándose en falta su carácter social. Por contra, muchos historiadores insisten en que trabajan sobre las “relaciones de poder”, sin ser conscientes de que están haciendo “nueva historia política “. El propio Juan Manuel Nieto Soria lo dejaba claro en el título de uno de sus trabajos156: “La renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de poder”. Si se asume esto tal cual, puede decirse que la “nueva historia política” ha tenido un desarrollo casi increíble en los últimos años entre los medievalistas españoles, aunque ellos ni 153 NIETO SORIA, J.M., “La ideología política bajomedieval en la historiografía española”, Hispania, 175 (1990), pp. 667-681; “La renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de poder”, en GARCÍA MARCHANTE, J.S. y LOPÉZ VILLAVERDE, A.L. (Edits.) Relaciones de poder en Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca, 1997, pp. 37-64; “Ideología y poder monárquico en la Península”, en La historia medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998). XXV Semana de estudios medievales de Estella, Pamplona, 1999. pp. 335-381. 154 GIL PUJOL, X., “La historia política de la Edad Moderna europea, hoy: progresos y minimalismo”, Historia a Debate. Otros enfoques, III (1995), pp. 195-208. 155 Idem, p. 196. 156 NIETO SORIA, J.M., “La renovación de la historia política en la investigación medieval: las relaciones de poder”, en GARCÍA MARCHANTE, J.S. y LOPÉZ VILLAVERDE, A.L. (Edits.) Relaciones de poder en Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca, 1997, pp. 37-64. 194 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media siquiera hayan sido muy conscientes. Hoy dicha corriente historiográfica sigue estas líneas de trabajo: las relaciones entre derecho, territorio y sistema político; las relaciones entre arte, cultura e ideología política, en tanto que formas de propaganda; la representación del poder de los monarcas, centrándose en las ceremonias políticas; la prosopografía de los individuos que conformaban el “aparato del Estado”; las relaciones Iglesia-Estado; los sistemas fiscales y de distribución de la riqueza; el papel de las ciudades como sistemas políticos; los fundamentos jurídico-teológicos del pensamiento político; los vínculos entre las religiones y la legitimación del poder político; el papel de las oligarquías y los clientelismos en las relaciones políticas; la formación de sentimientos de pertenencia a una comunidad política; las conexiones entre los movimientos sociales y los sistemas políticos; los medios de represión social y la formación de redes de solidaridad; las biografías; etc. Como puede verse, se cumple lo que dijera Jacques Le Goff en 1988: “toda forma de nueva historia es un intento de historia total”157. Es lógico, por otra parte. El concepto “poder” es tan abstracto que afecta a todos los aspectos de la vida, sea en el ámbito público, y es aquí donde ha de ser situada la “historia de la realeza”, o sea en el ámbito privado, donde debe de situarse la “historia de la criminalidad”, entre otras. Lo expresaba bien César González Mínguez al escribir158: “...desde comienzos de los ochenta, la Nueva Historia política estudia esencialmente las estructuras políticas de los Estados, la evolución de las formas del ejercicio del poder y las relaciones y flujos de poder que se dan en una formación política determinada. O por decirlo con palabras de Le Goff, la Nueva Historia política tiene como “concepto y fin central la noción de “poder” y los hechos relativos al poder”, y así concebida, aunque no sea el esqueleto de la historia, “es sin embargo su núcleo”...”159 Ahondando en estos argumentos, en un trabajo conjunto Juan Carlos Martín Cea y José Antonio Bonachía Hernando advertían que “se ha pasado de puntillas sobre un elemento que resulta absolutamente fundamental, y es que el poder no sólo se ejerce, sino que también se padece; en definitiva, [que] no es más que una cuestión de grupos dominantes y grupos dominados...” 160 Con un planteamiento parecido al suyo, César González Mínguez concluía: “En la Nueva Historia política puede y debe tener un lugar destacado el estudio de la violencia. No hay que olvidar, y así lo ha puesto de relieve en muchos de sus trabajos el 157 LE GOFF, J., “La nueva historia”, en LE GOFF, J., CHARTIER, R. y REVEL J. (Edits.), La nueva historia, 1988, pp. 263-294, en concreto p. 265. 158 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., “Concejos, Cortes y Hermandades...”, p. 587. 159 Algo parecido afirmaba Luis ARRILLAGA ALDAMA en 1985: “El poder: recurrencias sobre un melifluo sujeto”, Revista de estudios políticos, 45 (mayo-junio 1985), pp. 125-146. 160 MARTÍN CEA, J.C. y BONACHÍA HERNANDO, J.A., “Oligarquías y poderes concejiles en la Castilla bajomedieval: balance y perspectivas”, en NARBONA, R. (Comp.), Oligarquías, políticos y élites económicas en las ciudades bajomedievales (siglos XIII-XVI). Revista d´historia medieval, 9 (1998), pp. 17-40. 195 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis antropólogo Santiago Genovés, que la búsqueda del poder es la principal causa de la violencia161”. El mayor reto de la “nueva historia política” es, en palabras de algunos historiadores, el de plantear un análisis armonioso del poder desde sus dos puntos de vista: “desde arriba”, de acuerdo con las perspectivas de quienes lo ejercían; y “desde abajo”, según las circunstancias de quienes lo padecen. Punto de vista éste último que no siempre se tiene en cuenta162. Dicho de otro modo: más allá de la antigua historia social, la “nueva historia política” ha de tener como objetivo último “relacionar la vida cotidiana con los grandes sucesos [...] con tendencias a largo plazo”, lo que Max Weber identificó con el término “rutinización”, “cotidianización” (“veralltäglichung”163). Es necesario, por tanto, comprender la vida diaria para analizar el “impacto” que en ella tenían los diferentes poderes, desde el poderío más común, el que los hombres poseían sobre las mujeres a finales de la Edad Media por ejemplo, hasta el más notable, ese que sólo estaba en manos de los reyes164. En este sentido, si nuestra meta es interrogarnos sobre el poder regio, y sobre cómo hace para que se mantenga la paz en los territorios bajo su tutela, las investigaciones tendrán que ir encaminadas a comprender no sólo el modo en que el poderío de los reyes se impone frente a los otros poderes -de los nobles, de las ciudades, de la Iglesia, de los señores...-, sino, además, a vislumbrar los medios que utiliza para que tal imposición sea aceptada y no se cuestione. Algo que sólo puede hacerse analizando tanto la propaganda política como los actos que los monarcas desarrollan, se supone, por el bien común de las personas bajo su tutela. Ese bien común a fines de la época medieval depende, esencialmente, del grado de seguridad del que gocen dichas personas en todos los aspectos de su vida, desde la simple seguridad física a la seguridad económica. Los objetivos de la paz regia, a los que nos referimos, eran esos: ofrecer a los súbditos del rey una cierta seguridad que garantizase a éste la obediencia del “pueblo”, y 161 GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., “Concejos, Cortes y Hermandades en la estructura de poder de la Corona de Castilla en los últimos siglos medievales: el caso de Álava”, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M. (Edit.), La Península Ibérica en la era de los descubrimientos (1391-1492). Actas de las III Jornadas Hispano-portuguesas de Historia Medieval, Sevilla, 25-30 de noviembre de 1991, 1994, tomo I, pp. 585-610, en concreto p. 588. Los mismos argumentos utilizaba María Isabel del VAL VALDIVIESO, según la cual las luchas por el poder en el medio urbano convertían a la violencia “en una actitud necesaria para la supervivencia”: “La intervención real en las ciudades castellanas bajomedievales”, M.M.M., XIX-XX (1995-1996), pp. 67-78, en concreto p. 70. 162 SHARPE, J., “Historia desde abajo”, en BURKE, P. (Edit.), Formas de hacer historia, Madrid, 1993, pp. 3858. 163 BURKE, P., “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Idem, pp. 11-37, en concreto p. 26; VOVELLE, M., “La historia y la larga duración”, en LE GOFF, J., CHARTIER, R. y REVEL, J. (Edits.), La Nueva Historia..., pp. 359-386. 164 Algo que sólo puede hacerse combinando las dos perspectivas referidas: una “de la cabeza hacia abajo” (topdown) y otra “de abajo arriba” (bottom-up): AYLMER, G., “IV. Centro y localidad: la naturaleza de las élites del poder”, en REINHARD, W. (Coord.), Las élites del poder y la construcción del Estado, Madrid, 1996, pp. 83-105, en concreto p. 85. 196 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media que a su vez le permitiera ir incrementado su poder poco a poco. Tal seguridad requería para los reyes una responsabilidad absoluta sobre sus súbditos, y por tanto un poder absoluto sobre ellos165. 2.1.3. LA PAZ PÚBLICA: EVOLUCIÓN Y CONTEXTO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS Independientemente de que tuviesen o no poder gubernativo, todas las personas poseían una “cantidad de poder” socioeconómico mayor o menor según su estatus social. El “hombre público”, el gobernante, estaba por encima “del hombre privado”, el súbdito; el señor por encima del vasallo; el rey por encima del señor; la persona libre por encima del esclavo; el hidalgo por encima de la persona libre; el hombre por encima de la mujer; etc. Todos los individuos tenían que proceder según sus condiciones, las cuales estaban sancionadas por los monarcas, para garantizar la estabilidad del reino entendido como cuerpo de vasallos -el rey era la cabeza de este cuerpo-. En la medida en que los reyes consiguieran este objetivo la paz regia estaría más o menos garantizada, y con ella el poder de la realeza y el bien común (se supone). Por eso era tan importante el control social; algo que en principio pasaba por ofrecer al “reino” un contexto pacífico, resguardado por los monarcas, en el que cada persona pudiera vivir tranquilamente. De estos temas se preocupa la llamada “historia de la justicia” o “historia del crimen”: del análisis de los mecanismos dispuestos para reducir la violencia -eliminarla era imposibley erradicar los conflictos, en caso de que pudieran erradicarse. Los estudios se centran en el análisis de los dos sistemas de justicia que existían en el Medievo, uno privado y otro público, si bien es cierto que la aplicación de estos términos contemporáneos a la época medieval no resulta del todo exacta. Con respecto al primero de ambos, al sistema de justicia privada, en este trabajo apenas se harán referencias a él por dos razones: porque casi no existen reseñas del mismo anteriores al siglo XVI para Toledo; y porque la meta aquí es analizar el modo en que actuaba la justicia pública. Conviene que lo tengamos en cuenta, no obstante. Las distintas comunidades urbanas y campesinas se dotaban de unos mecanismos “arbitrales” y de pacificación propios, cuyo fin, en el fondo, era salvaguardar el orden público, y con ello, de alguna forma, el orden político y 165 FERNÁNDEZ ALBADALEJO, P., “La transición política y la instauración del absolutismo”, Zona abierta, 30 (enero-febrero de 1984), pp. 62-75, en concreto p. 74; GUILLERÉ, C., “Le contrôle du goverment urbain dans la Couronne d´Aragon (milieu XIIIe siècle-1479)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval. XXIX Semana de Estudios Medievales. Estella, 15-19 de julio de 2002, Pamplona, 2003, pp. 353-407, en concreto p. 367. 197 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis social. Tales mecanismos se circunscribían en un marco de relaciones de poder, en el que era notable el peso de la costumbre en la resolución de las disputas. Al alterarse el orden las redes de solidaridad se ponían en marcha para subsanar los daños que hubieran sufrido las víctimas de tal alteración. Para eso se procedía a una ceremonia solemne, normalmente celebrada en un recinto sagrado y en domingo, ante algún religioso, en la que estaban presentes, además de los mediadores o árbitros encargados de establecer la concordia entre la parte ofendida y la parte ofensora, muchas personas, cuya presencia era indispensable para otorgar publicidad al acto, y que de este modo quedase restaurada la honra de los ofendidos. Muchas veces se trataba de un acuerdo oral, en el que no intervenían escribanos para que no hubiera gastos, lo que explica la poca información que se conserva166. Cuando se celebraba una ceremonia de este carácter era porque se había alcanzado un acuerdo pacífico, previo pago de una cantidad de dinero que variaba según el acto delictivo que se hubiera cometido -se pagaba mucho más por los delitos criminales que por los civiles-, la manera en que se hubiese hecho -la premeditación, el ensañamiento, la irreverencia y el exceso se pagaban caros167-, o el estatus social de la víctima -cuanto más alto fuera éste mayor era el precio de la resolución-. Ante un delito solían extenderse rumores, difundidos por la parte ofendida por él o por la ofensora, en los que se solicitaba un acuerdo pacífico y que no se acudiese a la violencia para resolver el conflicto. De no llegarse a un pacto la venganza era un mecanismo con el que saldar cuentas. También podía acudirse a duelos y a las ordalías o juicios de Dios168. Estamos, en todos los casos, ante unas “prácticas infrajudiciales”, es decir, al margen de la “justicia oficial” -o “justicia pública”-, que fueron desapareciendo a medida que los Estados iban haciéndose más poderosos y se reforzaban sus instituciones, lo que explica que la mayor parte de estudios al respecto se centren en la alta Edad Media, por mucho que aún en la Época Moderna se siguiesen manteniendo, sobre todo en las zonas rurales169. Fue entre los siglos XII y XIII cuando el sistema judicial dejó de estar tan apegado como estaba a la justicia divina, y 166 Sobre estas ideas véase, por ejemplo: RUBIN BLANSHEI, S., “Crime and law enforcement in medieval Bologna”, Journal of social history, 16/1 (1982), pp. 121-128. 167 GONTHIER, N., Le châtiment du crimen au Moyen Âge, Leroy, 1998, pp. 20 y ss. 168 La violencia era un método reconocido de acción social y política: PACAUT, M., Les structures politiquees de l´Occident médiéval, París, 1969, p. 305. Sobre cómo funcionaba en Castilla véase: GAUTIER DALCHÉ, J., “Vengeance privée, composition, inimitié, trahision comme facteurs d´exclusion dans les sociétés urbaines de l´Espagne castillane”, en GAUTIER DALCHÉ, J., Economie et societé dans les pays de la Couronne de Castille, Londres, 1982, pp. 181-191. 169 Véase: MANTECÓN MOVELLÁN, T.A., Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo Régimen, Santander, 1997. 198 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media se vuelve más laico y racional en todo Occidente170. En Castilla, señala Pablo Pérez García, se planteó un clarísimo enfrentamiento entre dos sistemas judiciales opuestos: uno basado en una concepción privada de la justicia, donde el proceso penal se exhibía como un simple debate entre particulares; y otro que se fundamentaba en una proyección pública de la justicia, en el que dicho proceso tendía a acentuar el atentado contra la paz del delito a resolver171. Tales sistemas judiciales coexistieron durante toda la Edad Media, y aún en la Edad Moderna. Para los últimos siglos del Medievo la mayor parte de los trabajos analiza el “sistema de justicia pública”, con el objetivo de entender cómo funcionaban y cuáles eran las metas de los mecanismos de prevención, control y castigo de la violencia desplegados por las instituciones estatales, o si se quiere monárquicas. Como en lo relativo a otras problemáticas, la Escuela de Annales fue la impulsora del interés por estos asuntos, que desde el principio empezarían a ser analizados desde una triple perspectiva: los historiadores sociales (vinculados al materialismo en su mayor parte) se centraron en el estudio del delito, considerándolo evidencia de la lucha de clases, de ese enfrentamiento entre los más desfavorecidos y los más poderosos172; para los historiadores de las mentalidades el hecho delictivo se convirtió en un objeto de análisis privilegiado a la hora de entender la desobediencia a las leyes, los motivos por los que se hacía, sus repercusiones y, en general, el conjunto de ideas que integraban el “mundo de los delincuentes”173; por último, los historiadores del derecho se encargaron de definir el delito desde un punto de vista normativo y analizar sus repercusiones legales174. 170 “Au XIIIe siécle la condamnation des ordalies et le reflux massif des sermets décisoires indique que l´Europe judiciaire entrait dans un autre âge. Mais le changement ne fut jamais total et les rites continuèrent à marquer la résolution des conflits, contribuant même á l´aculturation pénale”: GAUVARD, C. y JACOB, R., “Le rite, la justice et l´historien”, en GAUVARD, C. y JACOB, R. (Dirs.), Les rites de la justice. Gestes et rituels judiciaires au Moyen Âge occidental, París, 2000, pp. 5-18, en concreto p. 13. 171 PÉREZ GARCÍA, P., “Una reflexión en torno a la historia de la criminalidad”, Violencia i marginació en la societat medieval. Revista d´Historia medieval, 1 (1990), pp. 11-37. 172 THOMPSON, E.P., Whigs and hunters: the origin of the black act, Londres, 1975; HAY, D., “Property, authority and the criminal law”, en THOMPSON, E.P. y otros (Edits.) Albilion´s fatal tree: crime and society in eighteenth-century England, Londres, 1975, pp. 17-63. 173 También sobre estos temas existe una enorme cantidad de estudios: CHIFFOLEAU, J., “Contra naturam. Pour une approche casuistique et procédurale de la nature médiévale”, Micrologus, 4 (1996), pp. 265-312; ABERTH, J., Criminal churchemen in the age of Edward III. The case of Bishop Thomas de Lisle, Pensilvania, 1996; BRUNDAGE, J.A., “Playing by the rules: sexual behavior and legal norms in medieval Europe”, en MURRIA, J. y EISENBICHLER, K. (Edits.), Desire and discipline. Sex and sexuality in the Premodern West, Londres, 1996, pp. 23-41; ALVARADO PLANAS, J., “Lobos, enemigos y excomulgados: la venganza de sangre en el derecho medieval”, en BARO PAZOS, J. y SERNA VALLEJO, M. (Edits.), El fuero de Laredo en el octavo centenario de su concesión, Laredo, 2002, pp. 335-365. 174 Véase, por ejemplo: BALESTRACCI, D., “Il gioco dell´esecuzione capitale. Note e proposte interpretative”, en ORTALLI, G. (Edit.), Gioco e giustizia nell´Italia di Comune, Roma, 1993, pp. 193-206; COHEN, E., The crossroads of justice: law and culture in Late Medieval France, Leiden, 1993; CARBASSE, J.M., “Le juge entre la loi et la justice: approches médiévales”, en CARBASSE, J.M. y DEPAMBOUR-TARRIDE, L. (Edits.), La conscience du juge dans la tradition juridique européenne, París, 1999, pp. 67-94. 199 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Con tan amplios enfoques, el análisis del crimen, en concreto, y del delito, en general, pasó a convertirse en un campo de estudio multidisciplinar en el que tenían cabida desde historiadores del derecho, de las mentalidades, de la sociedad, de la economía e, incluso, del arte, hasta antropólogos, sociólogos, criminalistas, etc., lo que hizo que algunos intentaran definirlo bajo el rótulo de “historia de la criminalidad”175. Sin embargo, existen muchas dudas sobre lo idóneo de aceptarse la existencia de una disciplina autónoma centrada en el análisis del suceso delictivo176; más cuando éste se puede enfocar desde muchos puntos de vista. De los posibles enfoques desde los que puede analizarse el delito, el que interesa aquí es el que se refiere a los mecanismos puestos en marcha para mantener la paz pública. Más tarde profundizaremos sobre lo correcto o no de determinadas teorías relativas a la delincuencia y al crimen. Por ahora sólo se hará referencia de forma breve a los trabajos con que contamos para analizar el delito y la violencia acaecidos en Castilla a finales de la Época Medieval, haciendo hincapié en esos que de manera pormenorizada hablan de la “paz regia”, aunque a veces ni utilicen esta expresión. Dicho esto, en lo referente al análisis del hecho delictivo desarrollado en Castilla en la baja Edad Media, como en otros temas la historiografía medieval hispana lleva retraso177, si bien cada vez menos, con respecto a Francia, Inglaterra o Italia. Hasta los años 80 del siglo XX el número de estudios que lo analizaban era muy reducido. Hoy, por el contrario, las investigaciones planteadas con el fin de analizar la delincuencia, tanto en un marco regional como en ámbitos geográficos más concretos, son muy numerosas, y tienden a presentar dos enfoques distintos pero complementarios: uno que sigue los planteamientos de la historia de las mentalidades y otro más cercano a la historia social. Del mismo modo, las investigaciones oscilan entre los análisis centrados en el estudio de los movimientos sociales y aquellas que, con un carácter más específico, analizan la marginalidad, la violencia cotidiana y los hechos delictivos178. 175 Sobre la evolución de la historia de la criminalidad desde sus orígenes véase: MORENO MARTÍNEZ, D. y BELTRÁN, J.L., “Justicia criminal y criminalidad en la Cataluña moderna: estudios y perspectivas de investigación”, en BARROS, C. (Edit.), Historia de Debate, Santiago de Compostela, tomo 2, 1995, pp. 103115. 176 Especialmente crítico se ha mostrado con estos planteamientos Pablo PÉREZ GARCÍA en su trabajo “Una reflexión en torno a la historia de la criminalidad”, Revista d´Historia Medieval, 1 (1990), pp. 11-37. 177 Retraso del que Antonio COLLANTES DE TERÁN se quejaba en su trabajo ”Actitudes ante la marginación social: malhechores y rufianes en Sevilla”, en Actas del III Coloquio de Historia Andaluza. La sociedad andaluza: grupos no privilegiados, Jaén, 1984, pp. 293-302. 178 A la hora de evaluar la producción historiográfica sobre estos temas en Castilla véase: MENDOZA GARRIDO, J.M., “La delincuencia a fines de la Edad Media. Un balance historiográfico”, H.I.D., 20 (1993), pp. 231-282, actualizado en Delincuencia y represión..., pp. 43 y ss; LADERO QUESADA, M.A., “Grupos marginales”, en La Historia Medieval en España. Un balance historiográfico (1968-1998). XXV Semana de estudios medievales de Estella, 14-18 de julio de 1498, Pamplona, 1999, pp. 505-601; SEGURA URRA, F., 200 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Con respecto a los trabajos sobre los movimientos sociales, una de las aportaciones historiográficas más importantes de cuantas se han producido en los últimos años es la realizada por Carlos Barros, a partir del análisis de la revuelta de los irmandiños en Galicia179. Con una metodología propia de la historia de las mentalidades, este historiador ha logrado desentrañar, en buena medida, los motivos del comportamiento de los campesinos gallegos y su forma de ver la realidad en las revueltas que desarrollaron frente a sus señores. Gracias al éxito obtenido, su investigación fue continuada desde unos planteamientos más cercanos a la historia social por Fernando Lojo Piñeiro180. De hecho, es de acuerdo a estos planteamientos como se ha realizado la mayor parte de los estudios sobre la violencia “colectiva”, debido al influjo que el materialismo histórico tiene en España a partir de la década de 1970181. En tales estudios la violencia se analiza en tanto que muestra de las contradicciones de clase existentes en la sociedad, y de la lucha (como consecuencia de ellas) de los más débiles frente a los poderosos por mejorar su vida182. Según esto, uno de los primeros análisis que se hicieron en torno a la Edad Media castellana es el de Salustiano Moreta Velayos, que lleva por título Malhechores feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla. Siglos XIII-XV 183, estela de un libro de Julio Valdeón Baruque184, y antecedente de trabajos que (como el de Carlos Barros), dando mayor importancia a los planteamientos de la historia de las mentalidades, incidirían en temas concretos de la violencia bajomedieval; por ejemplo, los conflictos entre cristianos y judíos185. El análisis de los movimientos sociales que se dieron en Castilla a lo largo de la Edad Media y a comienzos de la Edad Moderna sigue gozando de preeminencia, y presenta unos planteamientos teóricos sólidos que señalan lo complejo de tales movimientos -sobre todo de las Comunidades186-, y de los conflictos que generaron187. Así, desechadas aquellas ideas que “Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia...”; y CÓRDOBA DE LA LLAVE, R., “Marginación social y criminalización de las conductas”, Medievalismo, 13-14 (2004), pp. 293-322. 179 BARROS, C., Mentalidad justiciera de los irmandiños. Siglo XV, Madrid, 1990. 180 LOJO PIÑEIRO, F., A violencia na Galicia do século XV, Santiago de Compostela, 1991. 181 Véase sobre estos temas: FOURQUIN, G., Los levantamientos populares en la Edad Media, Madrid, 1979. 182 Uno de los historiadores que más ha influido en la historiografía castellana en lo referente a estos temas es Rodney HILTON, sobre todo con su obra Conflictos de clase y crisis del feudalismo, Barcelona, 1988. 183 MORETA VELAYOS, S., Malhechores feudales. Violencia, antagonismos y alianzas de clases en Castilla. Siglos XIII-XV, Madrid, 1978. 184 VALDEÓN BARUQUE, J., Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV, Madrid, 1975. 185 La bibliografía al especto es ingente, pero tal vez uno de los libros que mejor ejemplifican esto sea el de José María MONSALVO ANTÓN Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la Corona de Castilla en la baja Edad Media, Madrid, 1985, sin superar en muchos aspectos. 186 Desde el estudio de Joseph PÉREZ La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Madrid, 1985, hasta los últimos trabajos, realizados a partir de unos métodos y unos conceptos propios de la sociología (SÁNCHEZ LEÓN, P., Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de 201 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis reducían la problemática social de finales del Medievo a un antagonismo entre señores y campesinos188, hoy siguen abriéndose nuevas perspectivas de análisis para comprender no sólo el significado de una revuelta, sino el contexto en que surge, las causas que la motivan189 o su castigo190. Si bien, es cierto que en el presente la producción historiográfica sobre los temas referidos a la violencia cotidiana es mayor que la relativa a los grandes conflictos. Algo que se debe tanto a la pérdida de influencia que han experimentado los planteamientos del materialismo histórico como al peso, cada vez más indiscutible, que tienen los temas de investigación que están desarrollándose en toda Europa. El estudio de la “violencia colectiva” ha dado paso a los análisis sobre el delito y el crimen en la vida cotidiana, la prostitución o la marginalidad. Los trabajos sobre la delincuencia hoy gozan de una importancia evidente dentro de la historiografía medieval hispana, sobre todo aquellos que analizan los mecanismos de control social, la represión del delito, y, en definitiva, los medios de mantenimiento del orden público. Uno de los historiadores que más ha contribuido a la puesta en marcha de estos trabajos es Rafael Narbona Vizcaíno, cuyos análisis se detienen en las acciones violentas ocurridas durante el siglo XIV en la ciudad de Valencia. Su obra titulada Malhechores, violencia y justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval (1360-1399)191 tal vez sea uno de los mejores exponentes de esa relación que en las ciudades existía entre la estructura social y el hecho delictivo cotidiano. En esta línea de estudio, también para el caso de Valencia, son de destacar los trabajos de Pablo Pérez García sobre el contexto de la urbe a finales del siglo XV e inicios del XVI192. En lo que a Castilla respecta, Iñaki Bazán Díaz ha estudiado la delincuencia acaecida en la zona del País Vasco. De la región andaluza vienen ocupándose desde hace años sobre todo Castilla, Madrid, 1998), constantemente han ido apareciendo estudios sobre el tema que han abierto nuevas vías de investigación. 187 Véase al respecto: LAS HERAS, I., “Los conflictos políticos como espacio de delincuencia en la Castilla bajomedieval”, Temas medievales, 1 (1991), pp. 13-194; LEGUAY, P., “Actes criminels au courts des revoltes rurales et urbaines aux XIVe et XVe siècles en France”, en GARNOT, B., (Edit.), Histoire et criminalité de l´Antiquete au XXe siécle. Nouvelles approches, Dijon, 1992, pp. 265-272; PÉREZ LEDESMA, M., “Cuando lleguen los días de cólera (movimientos sociales, teoría e historia)”, en V.V.A.A. Problemas actuales de la historia, III Jornadas de Estudios históricos, Salamanca, 1993, pp. 141-187. 188 Máximo DIAGO HERNANDO critica tales planteamientos en su obra Estructuras de poder en Soria a fines de la Edad Media, Valladolid, 1993, p. 126. 189 En este sentido, destacan trabajos como: DEAN, T.A. “Marriage and mutilation: vendetta in Late Medieval Italy”, Past and Present, 157 (1997), pp. 3-36 190 DUMOLYN, J., “The legal repression of revolts in Late Medieval Flandes”, Revue d´Histoire du Droit, 68 (2000), pp. 479-521. 191 NARBONA VIZCAÍNO, R., Malhechores, violencia y justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval...; y Pueblo, poder y sexo. Valencia medieval (1306-1420), Valencia, 1992. 192 PÉREZ GARCÍA, P., La comparsa de los malhechores. Un ensayo sobre la criminalidad y la justicia en la Valencia preagermanada (1479-1518), Valencia, 1990. 202 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Emilio Cabrera Muñoz193, Antonio Collantes de Terán194 y Ricardo Córdoba de la Llave195. Y de los territorios centrales de Castilla, aparte de las investigaciones de José María Sánchez Benito sobre el papel de las distintas hermandades196, se ha ocupado Juan Miguel Mendoza Garrido en una obra publicada, no hace mucho tiempo, bajo el título Delincuencia y represión en la Castilla bajomedieval (los territorios castellano-manchegos). De este libro, básico por otra parte, deben señalarse algunos aspectos. En primer lugar, su título es excesivamente pretencioso. Se trata, en realidad, del desarrollo de otro estudio del mismo autor sobre los delitos castigados en el Campo de Calatrava a fines del siglo XV y principios del XVI, que ocurrieron en el ámbito rural y que persiguió la Hermandad Vieja197. De hecho, Mendoza Garrido realiza uno de los mejores trabajos de cuantos se han publicado hasta ahora sobre la delincuencia que se produjo fuera de los núcleos urbanos. Por contra, en su obra sobre el delito en Castilla analiza la delincuencia ciudadana peor, porque no tiene en cuenta la documentación local de las diferentes urbes que existían en el espacio al que su estudio se refiere. Por otra parte, hubiera sido más coherente no hablar de Castilla-La Mancha como él hace, sino del arzobispado de Toledo, un espacio administrativo-judicial que estaba en vigor durante la Edad Media198; o de La Mancha, sólo, ya que centra su análisis en los territorios manchegos y del norte de Andalucía mucho más que en la zona de las actuales provincias de Toledo, Cuenca y Guadalajara. Por último, puesto que su libro va del año 1475 al 1525, Mendoza Garrido no explica por qué entre 1475 y 1499 analiza de una manera pormenorizada cierta documentación (catalogada) procedente del Consejo Real de Castilla -los perdones reales, básicamente-, y entre 1500 y 1525 desaparece cualquier referencia a ella (a la documentación no catalogada) y son los documentos de la Hermandad de Ciudad Real los que cobran preeminencia, cuando lo lógico hubiera sido analizar toda la documentación que se ha conservado de esos años. 193 CABRERA MUÑOZ, E., “Crimen y castigo en Andalucía durante el siglo XV”, Meridies. Revista de Historia Medieval, 1 (1994), pp. 9-37; “Violencia urbana y crisis política en Andalucía durante el siglo XV”, en Violencia y conflictividad en la España bajomedieval. Sesiones de Trabajo del IV Seminario de Historia Medieval, Zaragoza, 1995, pp. 5-25; “Sobre la violencia en Andalucía durante el siglo XV”, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M. (Edit.), La Península Ibérica en la Era de los Descubrimientos, 1391-1492. III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia Medieval, Sevilla, 1997, tomo 2, pp. 1.063-1.080. 194 COLLANTES DE TERÁN, A., “Actitudes ante la marginación social: malhechores y rufianes...” 195 CÓRDOBA DE LA LLAVE, R., “Violencia y adulterio en la Andalucía bajomedieval”, en Actas del III Coloquio de Historia Medieval andaluza..., pp. 263-273; “Adulterio, sexo y violencia en la Castilla medieval”, E.T.F.H.M., 7 (1994), pp. 153-184; El instinto diabólico: agresiones sexuales en la Castilla medieval, Córdoba, 1994. 196 SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., “Criminalidad en época de los Reyes Católicos. Delincuentes perseguidos por la Hermandad”, en Estudios de Historia Medieval. Homenaje a Luis Suárez Fernández, Valladolid, 1991, pp. 411424; “Delincuencia y vida rural en la Jara cacereña (1501)”, Alcántara, 23-24 (1991), pp. 67-79. 197 MENDOZA GARRIDO, J.M., Violencia, delincuencia y persecución en el Campo de Calatrava a fines de la Edad Media, Ciudad Real, 1995. 198 Algo así es lo que hizo Jacques CHIFFOLEAU en su obra Les justices du Pape. Delinquance et criminalité... 203 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Siendo rigurosos, este “defecto metodológico” podría invalidar algunas de las ideas que defiende Mendoza Garrido. Puesto que analiza hasta 1499 un tipo de documentación que privilegia el homicidio, la del Consejo, y desde este año otro tipo de documentos distintos que privilegian el robo, los de la Hermandad de Ciudad Real sobre todo, podría achacársele el no haber estudiado el mismo tipo de documentación durante los mismos años para así evitar la variable cronológica, que, de algún modo, deforma las conclusiones. Mendoza Garrido insiste en que cada órgano de represión desarrollaba una tarea represiva que incidía sobre un determinado tipo de delitos; en el caso de la Hermandad ciudadrealeña el robo y en el del Consejo el homicidio. Aún considerando que esto sea cierto, el problema es que, puesto que no se analiza la labor del Consejo durante el período 1500-1525, período en el que se analiza la labor de la Hermandad, no queda demostrado: ni que durante estos años los consejeros, como los miembros de la Hermandad, no se centraran en reprimir el robo más que el homicidio; ni que, al contrario, los documentos no conservados de la Hermandad para la época 1475-1499 (los años en que se analiza la documentación del Consejo) no privilegiasen el homicidio sobre el robo. Teniendo en cuenta estas salvedades, en todo caso, el trabajo de Juan Miguel Mendoza Garrido es válido porque lo son las conclusiones a las que llega, básicamente dos: que los documentos que se conservan sobre la delincuencia en Castilla no permiten hacer estudios tan minuciosos sobre el hecho delictivo como los realizados en otras regiones de Europa; y que, sin embargo, a la luz de la documentación conservada el “modelo de criminalidad medieval” (luego nos referiremos a él) no parece estar vigente en la Castilla de finales del siglo XV. Si nos centramos en la ciudad de Toledo, este tema de investigación, la delincuencia y el crimen, como otros, no cuenta con ningún estudio, aunque algunos historiadores se hayan referido a él de una forma más o menos directa. Aunque ninguna de ellas se refiera al análisis del crimen y el delito propiamente dichos, son cinco las obras que tratan de manera más o menos directa el tema de la violencia que la ciudad del Tajo padeció a fines de la Edad Media. La primera es la de Eloy Benito Ruano199 en torno a la vida política de la urbe en el siglo XV (Toledo en el siglo XV. Vida política), según la cual el análisis de la violencia urbana habría que ponerlo en relación con dos temas: la lucha entre los bandos políticos -los Silva contra los Ayala-, por una parte, y el sentimiento (el desprecio mejor dicho) y las acciones en contra de los cristianos nuevos, por otra. Ahondando en este último aspecto, hace poco salió a la luz una obra que revisa el trabajo de Benito Ruano, y que levantó cierta polémica: Los orígenes de la 199 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV. Vida política, Madrid, 1961. 204 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Inquisición en la España del siglo XV200. Posicionándose de forma clara al lado de los judeoconversos que fueron víctimas en las revueltas acaecidas en Toledo durante los años 1449201 y 1467, su autor, Benzion Netanyahu, analiza las “agresiones comunitarias” que éstos sufrieron en la ciudad del Tajo como un ejemplo del racismo secular que a lo largo de toda la historia han sufrido los judíos, y como antesala de la implantación de la maquinaria inquisitorial en Castilla. Curiosamente, Netanyahu en su obra no cita un artículo poco conocido, y que no deja de ser interesante. Lo realizó en el año 1966 Nicholas G. Round (“La rebelión toledana de 1449. Aspectos ideológicos”202), y se centra en el análisis de los aspectos ideológicos de la revuelta de 1449. Aunque es cierto que muchas de las afirmaciones que Round realiza son bastante discutibles, al interpretar la revuelta como una lucha de los obreros frente a los aristócratas y a los capitalistas, algunas de las ideas que aporta son sugerentes; hasta tal punto que es el único historiador que se ha desvinculado del problema converso a la hora de entender la revuelta señalada, para aportar una explicación diferente y alternativa de la misma. Junto a las obras de Benito Ruano, Netanyahu y Round habría que situar el libro de Fernando Martínez Gil sobre la guerra de las Comunidades (La ciudad inquieta. Toledo comunera203), una de las mayores revueltas que ha vivido Toledo. Sin embargo, al igual que en los estudios citados, el autor no se preocupa tanto por la violencia como por las circunstancias políticas y socio-económicas que rodearon el conflicto. Por último, el libro de Ricardo Izquierdo Benito que se titula Un espacio desordenado: Toledo a fines de la Edad Media204 también trata, en parte, sobre la delincuencia acaecida en la urbe, pero desde planteamientos distintos a las anteriores. A través del análisis de diferentes cuestiones sobre el urbanismo y el orden público este historiador define la situación de Toledo a finales del siglo XV como “desordenada”. Teniendo en cuenta esta idea, y que, como afirma María Asenjo González, la ciudad se “encontraba cimentada por un fondo de cohesión” que hacía de ella “más que un lugar de desenfreno [...] un espacio ordenado y riguroso, controlado 200 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, Barcelona, 1999. La bibliografía sobre esta revuelta es muy abundante y no vamos a detenernos en ella. El relato manuscrito de la revuelta se conserva en A.G.S., C.C., Diversos, leg. 49, doc. 42. En cuanto a los trabajos que lo estudian véase: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV..., pp. 33 y ss; ROUND, N.G., “La rebelión toledana de 1449. Aspectos ideológicos”, Archivum, Oviedo, 17 (1966), pp. 385-446; GARCÍA-JALÓN DE LA LAMA, S., “Los fundamentos jurídicos de la “Sentencia-Estatuto” de Pero Sarmiento”, en Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, t. VI, Toledo, 1988, pp. 201-204; GONZÁLVEZ RUIZ, R., “Fundamentos doctrinales de la sentencia-estatuto de Toledo contra los conversos”, Inquisición y conversos, Toledo, 1994, pp. 279-296; NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición..., pp.193-642. 201 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición..., p. 286 202 ROUND, N. G., “La rebelión toledana de 1449. Aspectos ideológicos”... 203 MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta... 204 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado... 201 205 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis por las solidaridades”205, es evidente que el contexto de Toledo se presta bien, a priori, a la realización de un estudio sobre los hechos delictivos que sus habitantes sufrieron, y que socavaron la estabilidad ciudadana, implantando el desorden. Hasta aquí los trabajos de carácter general, pero ¿y aquellos que hablan de la paz regia?. Bien, a la hora de referirse a éstos hay que empezar señalando algo que resulta extraño: en un buen número de obras se trata de dicha paz de manera indirecta (suele hablarse de medidas de pacificación puestas en marcha por los monarcas, de los esfuerzos de la realeza para mantener la paz, de la quiebra de ésta por algún conflicto, etc.), si bien prácticamente no hay estudios que la analicen de forma monográfica; y mucho menos que manejen la expresión “paz regia”, o la que se utilizaba a finales del siglo XV en los documentos expedidos por el Consejo Real, “pas e sosyego”. Trabajos hay, de enorme calidad algunos, pero no existe un solo libro que se dedique a analizar la “paz regia” en la Castilla de fines del Medievo, trascendiendo la teoría y las ideas sobre dicha “paz”, y pasando al ámbito de su práctica cotidiana. Esto es lo que busca realizarse en el presente estudio. Primero hemos analizado desde un punto de vista teórico qué era la “paz regia”, y más tarde se irá analizando su modo de plasmarse en la vida cotidiana; en este caso en la vida cotidiana de la “comunidad” de Toledo. Desconozco por qué no se ha dado más importancia al análisis de la “paz regia” a fines del Medievo, aunque posiblemente haya que relacionarlo con dos hechos: uno desconcertante, el que tampoco se haya dado importancia a la política interior de los Reyes Católicos, que hoy se conoce a partir de unas cuantas ideas basadas en datos muy conocidos; y otro más difícil de entender, y es que la “paz” tuvo valor en la plena Edad Media para instituciones como la Iglesia (basta con recordar lo que supuso el “movimiento de la paz de Dios”), mientras que, al contrario, el concepto “paz” perdió su auge en los últimos siglos medievales. Así, la mayor parte de los historiadores que estudian los siglos XIV y XV prefieren usar circunloquios como “control de los conflictos” o “control de la violencia” por parte de la monarquía, y no acudir a la expresión “paz regia”. Expresión que, por otro lado, basándonos en los escritores de fines del Medievo, puede utilizarse sin ningún miedo, según se vio. Dicho esto, los estudios que analizan los “mecanismos de pacificación”, de pacificación social pero también política, pueden dividirse en dos grandes bloques: los que hablan de todos los medios desarrollados por las “comunidades” urbanas y rurales para mantener la paz en su interior al margen de las instituciones, casi inexistentes en la bibliografía sobre Castilla en los siglos medievales debido a la falta de documentos; y los que se centran en el análisis de la paz 205 ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “El ritmo de la comunidad: vivir en la ciudad, las artes y los oficios de la Corona de Castilla...”, p. 197. 206 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media establecida por las instituciones de gobierno que controlaban a la población. Además, han de tenerse en cuenta dos ideas básicas: por una parte, casi siempre se usa la palabra “paz” como contrapuesta a la de “guerra”, lo que supone una limitación del significado del concepto de la misma casi intolerable; y por otra, el análisis de la “paz regia” requiere el continuo diálogo de la historia con otras disciplinas como la sociología, la filosofía, la antropología y, sobre todo, la irenología, a las que nos referiremos. Es por ello que existen en la actualidad en España dos organismos interesados en todos estos temas: el Centro de Investigación por la Paz (Gernika Gogoratuz), del País Vasco, y el Instituto de la Paz y los Conflictos, en este caso una especie de seminario interdisciplinar de la Universidad de Granada. Sus publicaciones, aunque no son de tema histórico a veces, son fundamentales para adentrarse en el estudio de la teoría sobre la paz. Vayamos, en todo caso, a las publicaciones sobre la “paz regia” a fines del Medievo. Ya en la década de 1940, Juan Beneyto Pérez llamó la atención sobre su importancia a lo largo de la Edad Media206, aunque él insistía sobre todo en su relación con la fe cristiana hasta el siglo XIII207, y en concreto con el agustinismo político. Manuel García Pelayo, retomando esta idea, en 1959 publicó una magnífica obra titulada El reino de Dios, arquetipo político208. Una cosa quedó clara en los estudios de ambos autores: la idea del mantenimiento de la paz por las instituciones que controlaban la sociedad se mantiene hasta fines del Medievo, aunque en el siglo XIII comienza una progresiva laicización, vinculándose a intereses políticos y sociales, y no tanto a una legitimación religiosa. En 1970, Georges de Lagarde consolidaría tales planteamientos con su monumental obra La naissance de l´espirit laique au déclin du Moyen Age209. En la década de 1950 empezaron a aparecer los primeros trabajos interesantes en este sentido. El mismo Juan Beneyto Pérez publicó por entonces un sugerente artículo en torno a la política jurisdiccional de los Reyes Católicos210, al tiempo que algún historiador se quejaba de la falta de estudios sobre la política interior y de orden público de los mismos211. La queja 206 BENEYTO PÉREZ, J., Textos políticos españoles de la Edad Media, Madrid, 1944; Historia de las doctrinas políticas, Madrid, 1949; Los orígenes de la ciencia política en España, Madrid, 1949, en concreto pp. 141 y ss. 207 Véase al respecto: COMBLIN, J., Théologie de la paix, Principes, Paris, 1960. 208 GARCÍA PELAYO, M., El reino de Dios, arquetipo político, Madrid, 1959, pp. 148 y ss. El mismo año se publicó otro libro similar: LECLERCQ, M.D.J., L´idée de la royauté du Christ au Moyen Age, París, 1959. 209 LAGARDE, G. de, La naissance de l´espirit laique au déclin du Moyen Age, Lousana, 1970, en concreto el volumen II, pp. 62-89. 210 BENEYTO PÉREZ, J., “La política jurisdiccional y de orden público de los Reyes Católicos”, R.E.P., 77 (septiembre-octubre 1954), pp. 89-103. 211 PRIETO BANCES, R., “El orden público en Asturias en la época de los Reyes Católicos (1474-1504)”, en V.V.A.A., Vida y obra de Fernando el Católico. V Congreso de historia de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1955, pp. 301-327. 207 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis no sirvió de mucho, pues en los años posteriores los trabajos sobre estos temas continuaron siendo escasos. Ya en los años 60 han de destacarse los trabajos de Hilda Grassotti básicamente por dos motivos: porque desde planteamientos jurídicos llegó al análisis de la “paz regia” a través del estudio de su contrapuesta, la “ira regia”, y no mediante el estudio de la guerra, algo que iba a permitirla ofrecer una imagen más acertada de lo que era la paz para los monarcas: y porque, gracias a esto, sus análisis exponían la legitimación jurídica de dicha “paz regia”, aquello que buscaba de facto, de modo que se trascendían las explicaciones ofrecidas hasta el momento212. Sus obras son excepcionales en un panorama caracterizado por la ausencia de estudios. Así es como llegamos a los años 80 del siglo XX. Aunque por entonces seguía vigente en no pocos trabajos la contraposición guerra / paz, dando toda la importancia a la primera en buena parte de las ocasiones213, de forma paralela a la renovación de la historia de los Reyes Católicos empezaron a realizarse los primeros estudios verdaderamente interesantes sobre los mecanismos de control del orden público que éstos pusieron en marcha. En 1988 se publican tres pequeños trabajos muy novedosos. Uno de Jean-Pierre Barraqué en torno al control de los conflictos en Zaragoza a finales de la Edad Media214, y otros dos centrados en época de Isabel y Fernando: el primero un artículo colectivo sobre la política de control municipal en Vizcaya durante los años 1476-1516215; y el segundo un estudio básico para el tema de Paulina Rufo Ysern titulado “Los Reyes Católicos y la pacificación de Andalucía (1475-1480)”216. Aún así, el autor que más ha estudiado las medidas pacificadoras puestas en marcha por los Reyes Católicos ha sido Marvin Lunenfeld, quien dedicó dos libros a los que fueron los dos planteamientos clave a la hora de pacificar Castilla: la creación de la Hermandad general, con la que perseguir a los malhechores en el campo; y el control de los gobiernos de las urbes a través de la figura institucional del corregidor. El primer trabajo se publicó en 1970, bajo el título The Council of the Santa Hermandad. A Study of the pacification forces of Ferdinand 212 GRASSOTTI, H., “La ira regia en León y Castilla”, Cuadernos de historia de España, 41 / 42 (1965), pp. 5135; “El deber y el derecho de hacer guerra y paz en León y Castilla”, Cuadernos de historia de España, 59 / 60 (1976), pp. 221-296. 213 Tenemos un ejemplo paradigmático: MARTÍNEZ MARTÍNEZ, J.G., Acerca de la guerra y de la paz, los ejércitos y las armas, según el libro de las Siete Partidas, Cáceres, 1984. 214 BARRAQUÉ, J.P., “Le contrôle des conflicts à Saragosse (XIIIe-début XVe siècle), Revue historique, 565 (janvier-mars 1988), pp. 41-55. 215 ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, J. y J.C., y SESMERO CUTANDA, E., “Política real y control municipal en Vizcaya durante el reinado de los Reyes Católicos (1476-1516)”, en I Jornadas de historia local: poder local, Donostia, 1988, pp. 27-39. 216 RUFO YSERN, P., “Los Reyes Católicos y la pacificación de Andalucía (1475-1480)”, H.I.D., 15 (1988), pp. 217-242. 208 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media and Isabella217, y el segundo en 1989, titulado Los corregidores de Isabel la Católica218. Los planteamientos de este autor fueron asumidos en buena parte, y, desde la publicación de estos trabajos hasta aquí, en los estudios que hablan sobre la pacificación que consiguieron Isabel y Fernando el tema de la Hermandad y de los corregidores ocupa un puesto destacado. No son pocas las obras que podrían citarse en este sentido; obras cuyo título, por cierto, no responde a veces a la realidad del planteamiento que siguen, caso del libro de Jorge Urosa Sánchez que se titula Política, seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, al que podría acercarse el lector esperando más, cuando es un simple análisis desde el punto de vista de la historia del derecho sobre la documentación -bastante conocida- de la Hermandad de 1476219. Frente a esa insistencia en la Hermandad y en los corregidores, no siempre se ha tenido en cuenta que los análisis de lo relativo a la “paz regia”, y a las componendas para garantizar más generalmente una paz social o política, tienen un peso historiográfico notable en Europa desde la década de 1960. Peso que no ha empezado a dejarse notar en la historiografía sobre Castilla hasta los años 90 del siglo XX salvo excepciones, si bien en principio de forma tenue. Dentro de esta vía de análisis han de incluirse todos los trabajos que estudian, sobre todo desde hace unos veinte años a esta parte, la justicia, el control de los conflictos y las instituciones de gobierno por instancias superiores, el crimen, la delincuencia, los mecanismos de propaganda y de definición ideológica, y todo lo que a ello se refiere. Es por esta vía por donde debe ir la investigación en torno a las medidas pacificadoras, en el caso que nos ocupa de la realeza, y lo muestran así estudios más o menos recientes de Esther Cruces Blanco220, Benjamín González Alonso221, José Manuel Nieto Soria222, Yolanda Guerrero Navarrete223, Christian Guilleré224, de Claude Gauvard desde unos planteamientos más generales225, y para el caso concreto de Toledo de Juan Ramón Palencia Herrejón226. 217 LUNENFELD, M., The Council of the Santa Hermandad. A Study of the pacification forces of Ferdinand and Isabela, Florida, 1970. 218 LUNENFELD, M., Los corregidores de Isabel la Católica, Barcelona, 1989. Años antes había publicado un pequeño artículo en el que se exponían las líneas que luego iba a seguir en este libro: “Governing the cities of Isabella the Catholic”, Journal of urban History, 9 (1982), pp. 31-55. 219 UROSA SÁNCHEZ, J., Política, seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, Madrid, 1998. 220 CRUCES BLANCO, E., “Orden público y violencia en la ciudad de Málaga a fines del siglo XV y principios del XVI (1495-1516)”, Meridies, II (1995), pp. 121-143. 221 GONZÁLEZ ALONSO, B., “Poder regio, reforma institucional y régimen político en la Castilla de los Reyes Católicos”, en El Tratado de Tordesillas y su época..., pp. 23-47. 222 NIETO SORIA, J.M., “El reino: la monarquía bajomedieval como articulación ideológico-jurídica de un espacio político”, en IGLESIA DUARTE, J.I. de la (Coord.), Los espacios de poder en la España medieval. XII Semana de estudios medievales, Nájera, 2001, pp. 341-370. 223 GUERRERO NAVARRETE, Y., “Orden público y corregidor en Burgos (siglo XV)”, A.U.A.H.M., 13 (20002001), pp. 59-102. 209 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Bien, basten por ahora estas breves reseñas bibliográficas para hacernos una idea de por donde ha ido la investigación en torno a la paz regia en la Castilla medieval. Ya insistimos en el asunto. Quede claro, pues: que en el momento presente siguen publicándose trabajos en los que la paz como concepto se contrapone al término guerra, a veces de una manera bastante lógica227 y otras de un modo incorrecto; que la bibliografía que analiza los mecanismos de pacificación aún es escasa; y que cuando resultan más interesantes estos mecanismos es al relacionarse con temas relativos a la justicia, al control social y político, al adoctrinamiento ideológico, etc. Por aquí es por donde caminan los últimos estudios228, basándose en un tipo de fuentes documentales que todavía no son bien conocidas. 224 GUILLERÉ, C., “Le contrôle du gouvernement urbain dans la Couronne d´Aragon (milieu XIIIe siècle1479)”, en Las sociedades urbanas en la España medieval. Actas de la XXIX Semana de Estudios Medievales de Estella (15-19 julio de 2002), Pamplona, 2003, pp. 353-407. 225 GAUVARD, C.,“De grace especial”. Crime, Etat et société en France à la fin du Moyen Age, 2 vols., París, 1991, vol. II, pp. 866 y ss. Es de destacar también: KRYNEN, J., L´empire du roi. Idées et croyances politiques en France, XIIIe-XVe siècle, Saint-Amand, 1993, pp. 36 y ss. 226 PALENCIA HERREJÓN, J. R., “La política de orden público de Enrique IV de Castilla: los gobernadores de Toledo”, Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga-Ceuta, 1998, pp.161-171. Véase también: LÓPEZ GÓMEZ, O., “Claves del sistema de pacificación ciudadana desarrollado por los Reyes Católicos en Toledo (1475-1480)”, E.E.M., 27 (2004), pp. 165-193. 227 LADERO QUESADA, M.A., “Guerra y paz: teoría y práctica en Europa occidental. 1280-1480”, en Guerra y diplomacia en la Europa Occidental. 1280-1480. XXXI Semana de estudios medievales. Estella, 19-23 de julio de 2004, Pamplona, 2005, pp. 21-67. 228 En este sentido, véase: RIMBOUD, M., “La paix du bien public: démesure et marchandages (aôut-novembre 1465)”, en CONTAMINE, P. y GUYOT JEANIN, B. (Coord.), La guerre, la violence et les gens au Moyen Age. 1. Guerre et violence, París, 1996, pp. 333-344; MÉRINDOL, C. de, “La paix, la justice et la prospérité: du effects du bon gouverment au milieu du XVe siècle”, en Idem, pp. 345-368; GONTHIER, N., “Faire la paix: un devoir ou un delit?. Quelques reflexions sur les actions de pacification à la fin du Moyen Age”, en GARNOT, B. (Edit.), L´infrajudiciaire du Moyen Age à la epoque contemporaine, Dijon, 1996, pp. 37-54; KORPIOLA, M., “ “The people of Sweden shall have peace”. Peace legislation and royal power in later Medieval Sweden”, en MUSSON (Edit.), Expectations of the law in the Middle Ages, Woodbridge, 2001, pp. 35-51; Le réglement des conflits au Moyen Age. 31e Congrès de la Société des historiens médiévistes de l´Ensegnement superieur public, París, 2001; etc. 210 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media 2.2. LA PAZ REGIA Y LA COMUNIDAD URBANA EN LAS FUENTES: EL CASO DE TOLEDO A la hora de analizar la relación reyes-comunidad urbana y la paz regia el análisis de las fuentes es más básico, incluso, que cuando se estudian otros temas históricos; por dos causas. Por una parte, pues el objeto de estudio es muy abstracto, el vínculo entre dos entidades, la monarquía y sus súbditos, para conocerlo hemos de ir más allá de la simple comprensión de las mismas. Hay que entender qué es la realeza y cómo se organiza la sociedad a todos los niveles, desde el nivel político e institucional al económico, pasando por el ideológico, pero de quedarnos en este punto nuestro trabajo diferiría poco de la historia urbana tal y como se viene planteando, y la relación reyes-reino no quedaría aclarada. Este problema es frecuente. No pocos trabajos que en sus títulos señalan que están destinados a analizar la relación de un monarca con una urbe, al final lo que hacen es definir las circunstancias de dicha urbe, bastante bien por cierto, quedando su relación con la realeza marginada. Por otro lado, los análisis han de basarse en una lógica que se mantenga durante todo el discurso, especialmente cuando estemos tratando con estadísticas. Se ha dicho muchas veces, y con razón, que las estadísticas no sirven para conocer la sociedad medieval, y que basándose en ellas puede defenderse cualquier idea: basta con buscar la fuente adecuada y convertirla en el eje central de las reflexiones. Por mi parte, estoy de acuerdo con estos planteamientos. Considero que las estadísticas pueden llegar a ser muy engañosas, y que el “culto al número” es capaz, en ocasiones, de nublar la vista al historiador, impidiéndole ver lo que se encuentra en el fondo de las realidades que analiza. No obstante, también pienso que una estadística analizada en su justa medida puede ser esencialmente aclaradora, y que no es lo mismo acercarse estadísticamente al poder político y de las instituciones -entre éstas a la propia monarquía- que a la realidad social. Dicho de otra forma, creo que las estadísticas no sirven para conocer la sociedad del Medievo, pero sí para valorar la función política que sobre ésta desempeñan los organismos institucionales que la controlaban, y en concreto la realeza, que es el “montaje ideológico-institucional” que aquí más nos importa. Para que una estadística sea válida, eso sí, debe basarse en fuentes bien conservadas, y que de una manera sistemática nos expresen un “modo de actuar”. Cualquier estadística sobre la labor del Ayuntamiento de Toledo entre 1465 y 1522, por ejemplo, carecerá de validez, ya que los documentos que nos han llegado del mismo son reducidísimos, hasta tal punto que no puede decirse que tengan lagunas; son pequeñas islas en un inmenso océano de oscuridad. 211 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Por contra, la documentación de la realeza es ingente, y, en verdad, resulta chocante que hasta este momento los historiadores de Toledo, viendo la pobreza de las “fuentes locales”, no se hayan preocupado por analizar mucho más las “fuentes regias”229, entre las que han de destacarse los documentos expedidos por el Consejo Real; documentos a partir de los que, pues se conservan casi todos, las estadísticas sí pueden ser factibles y aclaradoras. No es lo mismo analizar la cantidad de homicidios que se producen en un núcleo urbano desde unas fuentes que, por lógica, no reflejarán todos ellos, que comprender la política de perdones que la realeza pone en marcha con unas y otras ciudades, atendiendo a las coyunturas políticas de cada momento, y buscando siempre unos beneficios ideológico-propagandísticos. Nunca será lo mismo concluir que un año es más violento que otro en la vida de una urbe, tan sólo porque las fuentes de la realeza hablen de más violencia, que profundizar en las causas que llevaron a los monarcas a inmiscuirse más en los hechos violentos en unas épocas que en otras. No es lo mismo, en definitiva, posicionarse en una postura cómoda, asumiendo o rechazando todas las estadísticas sin más, que partir del hecho de que éstas pueden ser válidas si se interpretan en su justa medida, y se analizan, al menos en lo que a este estudio se refiere, como indicadoras de las actuaciones políticas. Pecan tanto aquellos que tan sólo por contar con unas fuentes extraordinarias se obsesionan con lo que dicen sus cuantificaciones -caso de los historiadores que han estudiado el “modelo de delincuencia medieval”-, como esos que conscientes de las deficiencias de su información deciden trivializarla, sin esforzarse porque sea lo más completa posible. A veces esta trivialización se utiliza como excusa para no investigar más de lo que se ha hecho, y, no obstante, concluir ideas generales que, desde mi punto de vista, podrán ser modificadas si se realizan investigaciones más profundas230. En este sentido, queda no poco por hacer en todo lo que se refiere a la delincuencia en la Castilla bajomedieval. Ahora bien, dicho esto, cabría preguntarse si, más allá de que las estadísticas indiquen o puedan indicar una actuación política, podrían referir de forma clara una realidad social. Lo sencillo es responder que no. Una respuesta válida en la mayor parte de las ocasiones, porque a menudo las fuentes son escasas, lo que ha hecho que historiadores como Juan Miguel Mendoza Garrido o Rafael Narbona Vizcaíno rechacen las estadísticas en tanto que indicadoras de un contexto social a fines de la Edad Media. Estoy de acuerdo con dichos 229 IZQUIERDO BENITO, R., “Aproximación a las fuentes para el estudio de Castilla-La Mancha en la Edad Media. Fuentes documentales y bibliografía”, en I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha, Toledo, 1988, vol. I, pp. 39-60; CABRERA MUÑOZ, E., “La investigación histórica sobre Castilla-La Mancha, referida al período medieval”, en Presente y futuro de la Historia medieval en España, Madrid, 1990, pp. 285-311 230 En mi modestísima opinión, de este grave problema adolece la obra de Juan Miguel MENDOZA GARRIDO Delincuencia y represión... 212 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media planteamientos. Eso sí, no todas las estadísticas gozan del mismo valor. A veces sí pueden reflejar una realidad social, pues si se analizan con esa doble perspectiva señalada, no como indicadoras de cierta realidad sino como evidencia de una serie de actuaciones políticas de algunos organismos institucionales -la realeza en este estudio-, no tendría sentido desvincular siempre dichas actuaciones de las demandas sociales, defendiendo que las primeras se guiaban sólo por planteamientos ideológico-propagandísticos, o por intereses propios. Todo va a depender, además, de las características cualitativas y cuantitativas de los documentos con que contemos. Pondré un ejemplo. El cuadro que sigue muestra las concesiones de licencias de armas hechas por los Nº. DE CASOS monarcas -el Consejo Real, mejor dicho- a los toledanos. CONCESIÓN DE LICENCIAS DE ARMAS POR EL CONSEJO REAL. 14751520 34 32 30 28 26 24 22 20 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 1519 1517 1515 1513 1511 1509 1507 1505 1503 1501 1499 1497 1495 1493 1491 1489 1487 1485 1483 1481 1479 1477 1475 AÑOS El tema de la concesión de licencias de armas está inédito en la historiografía medieval que estudia Castilla, si bien a lo largo de este estudio se harán bastantes referencias al mismo. En todo caso: ¿qué indica esta estadística?. Partamos del hecho de que una licencia de armas se concede, en lo que aquí respecta por parte de los consejeros reales, cuando una persona que vive bajo amenaza la solicita para poderse defender en caso de sufrir un ataque. Las licencias de armas eran permisos concedidos por la realeza, aunque los ayuntamientos -algunos por lo menos- podían concederlos también, para que ciertos individuos que se sentían amenazados pudiesen portar armas en contra de las prohibiciones establecidas, y así garantizarse su amparo. Por lógica, se otorgarán más licencias de armas cuando haya más demandas de las 213 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis mismas, y las demandas serán mayores cuando mayor sea el número de amenazas y, por tanto, de individuos que vivan bajo éstas. Si las amenazas son evidencia de la conflictividad social, ¿era dicha conflictividad mayor cuanto mayor era el número de licencias de armas?. Si dijéramos que existía más conflictividad social porque la realeza otorgaba más licencias de armas, se nos podría replicar que si creció el número de concesiones tal vez fuera porque a los reyes -a sus consejeros, sobre todo, auténticos “gestionadores” de la soberanía real- empieza a interesarles el concederlas en un período concreto, dejando de lado otras formas de amparar a la población que hubiesen sido utilizadas hasta entonces. Esta conclusión también se deriva del cuadro. La realeza castellana contaba con otro “mecanismo de amparo” para quienes requerían su ayuda: los seguros, e amparos, e guardas e defendimientos reales, consistentes en poner a quien los solicitaba bajo la protección directa de los monarcas, de modo que aquellos que atentaran en su contra fuesen especialmente castigados, pudiendo llegar a considerárseles como traidores a su rey. Está claro que si en la evolución comparada de las licencias de armas y los amparos el otorgamiento de éstos se reduce o se mantiene estable, como sucede en Toledo, y aumentan las concesiones de licencias de armas, es porque la realeza, incapaz de ser garante por sí misma de la seguridad de las personas que se la solicitan, decide que ellas sean las que se la proporcionen, utilizando armamento con fines defensivos. Dicho de otra manera: el que aumenten las licencias de armas y disminuya, o no crezca, el número de seguros, viene a ser indicio de que la realeza se muestra impotente a la hora de amparar a su “pueblo”. Como causas de tal impotencia podrían señalarse varias, como podrá verse, aunque todas conducen a lo mismo: la conflictividad social. Nº. DE CASOS SEGUROS, E AMPAROS E DEFENDIMIENTOS REALES. 1475-1520 22 20 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 1519 1517 1515 1513 1511 1509 1507 1505 1503 1501 214 1499 1497 1495 1493 1491 1489 1487 1485 1483 1481 1479 1477 1475 AÑOS 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Tal conflictividad, por otro lado, tiene unas consecuencias más que evidentes en la vida de las instituciones urbanas, pues en no pocas ocasiones es causa y efecto de los problemas de éstas. Puede observarse, así, una doble línea de intervencionismo de la monarquía no siempre destacada. Por una parte, los monarcas intervienen para “retener” las instituciones de las urbes bajo su control, y para que actúen de un modo adecuado a sus planteamientos; planteamientos que vienen definidos previamente por el bagaje ideológico de que se dotan los reyes, muy rico en el caso de los Reyes Católicos. Por otra, la intervención de la realeza se produce al margen de las instituciones del gobierno urbano, también, y en esto no suelen insistir las obras hasta la fecha publicadas. Los monarcas -su Consejo Real casi siempre, y habrá que repetirlo hasta la saciedad para que no se olvide- no sólo estaban preocupados porque las instituciones locales de las urbes de realengo actuasen según sus objetivos, sino que ponían en marcha iniciativas políticas al margen de ellas para alcanzar sus fines. Además, el intervencionismo regio, muy al contrario de cómo parece desprenderse de algunos estudios, no siempre era buscado, y no se guiaba por la obsesión de acumular poder. El deseo de hacerlo existía, y esto es innegable, lo cual no quiere decir que en la vida diaria la realeza no fuese vista como un “marco de amparo” a la hora de solucionar determinados problemas. Un marco de amparo, eso sí, al que sólo podían acceder unos cuantos; aquellos que contaban con la suficiente riqueza como para requerir los auxilios del máximo organismo institucional de Castilla: la monarquía. Por eso los reyes, en el fondo, legitimaron las diferencias sociales, lo que no impide que en más de una ocasión se mostraran “misericordiosos” y actuasen movidos no por motivaciones económicas (tanto la Chancillería de Valladolid y la de Ciudad Real, que luego se fue a Granada, como, sobre todo, el Consejo, cobraban mucho por sus servicios), sino por metas propagandísticas; algo común tras su entrada en una ciudad. Bien, ya habrá tiempo de profundizar en todos estos temas a medida que se avance en el trabajo. Lo que aquí toca es ofrecer un panorama general sobre las fuentes conservadas tanto de Toledo como de la relación entre esta ciudad y la realeza, haciendo especial hincapié en el asunto que más interesa en este estudio: el de las medidas puestas en marcha por los monarcas para pacificar la urbe, para mantenerla en paz, y para impedir su “despacificación”. Hemos de tener en cuenta dos ideas, en este sentido. Primero, como ya se ha señalado, el análisis de todo el volumen documental que se conserva daría para un trabajo específico, por lo que, para que no se haga engorroso el examen que aquí se presenta, algunos de los aspectos que se tratan en este punto pueden completarse al final de la obra, en la parte que habla sobre la bibliografía y la documentación analizadas. Segundo, el análisis de las fuentes va a centrarse mucho más en la “política pacificadora” de la realeza como tal que en las medidas puestas en marcha por ella 215 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis para controlar las instituciones, y que a través de éstas se llevase a la práctica dicha política. El porqué de este planteamiento obedece, como veremos, a las circunstancias de los escritos conservados. Cualquier intento de inducir la política de los monarcas desde las fuentes que hablan de las actuaciones de los gobernantes locales está condenada al fracaso, porque apenas tenemos fuentes sobre dichas actuaciones. Tan sólo existe una posibilidad, entonces: intentar comprender el modo de actuación de los dirigentes toledanos a partir del estudio de la política regia que determinaba esa actuación. Puesto que casi no se conservan actas del Ayuntamiento de Toledo, la labor de éste sólo puede conocerse a través del análisis de las disposiciones regias para controlarla, y de los conflictos que esto provocaba. Aclaremos los planteamientos, pues. A la hora de analizar la tarea de los monarcas, por un lado está la política de control institucional, o, mejor dicho, de dirección institucional (los frutos de la misma en el día a día no pueden conocerse, debido a la falta de actas de las juntas de los regidores), y por otro la Política, con P mayúscula, la política interior en este caso, en la que debe encuadrarse dicha política institucional y, también, el resto de políticas destinadas tanto a mantener Castilla en pas e sosyego como a aumentar el poderío regio. Dentro de la misma habría de incluirse desde la política fiscal de la realeza hasta las medidas que ésta puso en marcha para enfrentarse a la delincuencia, amparando la seguridad de sus súbditos. Puesto que el objetivo es analizar los mecanismos que utilizan los monarcas para mantener la paz, entendida como paz pública -en su sentido amplio- ligada a los intereses regios, y puesto que las leyes son la garantía de dicha paz, pues estaban sancionadas por la realeza, cuando no era ella quien a través de sus pragmáticas las había establecido, parece evidente que es en el cumplimiento de la legalidad donde se halla la base sobre la que se sustentan los intereses de los monarcas. Si la paz regia tiene una base legal está claro que en el respeto a dicha base se halla la esencia de la misma, o viceversa: que la paz regia se quiebra cuando se incumplen las leyes. A fines del Medievo, en efecto, el delito también es un atentado contra la paz regia en la medida en que la pone en cuestión, en que se convierte en un desafío a la soberanía del rey y a su capacidad para defender a los súbditos mediante la salvaguarda de las leyes. Otra cosa muy distinta son los motivos por los que no se cumple la legalidad, sin duda numerosos. Es cierto que las leyes a veces eran producto de una ardua negociación entre los nobles y los delegados de las ciudades, por una parte, y el rey, por otra, que se producía en el marco de una asamblea de Cortes. El monarca se veía obligado a aceptar leyes con las que no estaba de acuerdo, más si podían limitar su “poderío real absoluto” de alguna forma, por lo que aprovechaba la menor oportunidad para incumplirlas. En caso contrario, en caso de que fueran los reyes quienes por 216 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media su propia voluntad creasen alguna ley a través de una pragmática sin consultarlo con las urbes y los nobles, eran éstos y los habitantes de las primeras los que se mostraban más dispuestos a incumplirlas, al no considerarlas un producto del consenso, sino una imposición. Hasta aquí la teoría. En la práctica, sin embargo, si muchas leyes no eran cumplidas se debía a dos causas básicamente: a que no se informaba a la población de su existencia, y muchos procedían en su vida diaria al margen de la legalidad sin saberlo, algo que explica bastantes delitos (no estamos ante una sociedad de la información); y a que, aún conociéndose las leyes, no pocos se mostraban dispuestos a incumplirlas, aprovechando las deficiencias del Estado a la hora de penar el delito (tampoco estamos ante un Estado de derecho). 2.2.1. DESENMASCARANDO EL DELITO: EL ANÁLISIS MICROHISTÓRICO DE LOS DOCUMENTOS El problema es definir qué es la delincuencia en la Edad Media. Si por hecho delictivo entendemos la actuación que vaya contra las leyes, es posible que haya de concluirse que en la Edad Media todas las personas eran delincuentes debido a sus propias circunstancias, según lo dicho. A esta conclusión llegaríamos si mirásemos la sociedad medieval desde la perspectiva de nuestra época, cuando en el Medievo el “sistema” funcionaba de otra forma. De la misma manera que en la actualidad, un delito era un quebrantamiento de las leyes, pero no todos los quebrantamientos se concebían del mismo modo. Acciones que para nosotros hoy son delitos indiscutibles, como la malversación de fondos públicos, no siempre se consideraban así en la época medieval, al igual que tampoco se tenían siempre por hechos delictivos esas formas de comportarse que para nosotros se hallan dentro de lo que definimos como corrupción política: compra de oficios públicos, gestión productiva de los cargos de gobierno mediante su puesta en manos de terceras personas a través de un arrendamiento, uso de información privilegiada, extorsiones, etc. Muchas veces estas formas de actuar tan sólo despertaban quejas, sin que los monarcas, que en el fondo eran los responsables de las instituciones de gobierno de sus urbes, hicieran nada para evitarlas231. Más claro, aún, es el asunto de la muerte por adulterio. En caso de que éste se produjese el marido podía asesinar a su mujer, y no sólo no se le castigaba, sino que estaba bien visto, pues era una forma de restituir la fama perdida por el adulterio232. Por 231 Un caso paradigmático lo tenemos en la malversación de fondos públicos. Hoy es un delito no gestionar de una manera correcta el dinero recaudado a través de los impuestos. En la Edad Media las malversaciones eran frecuentes y muchas veces tan sólo levantaban quejas, pero no eran actos que siempre fuesen penados. Sobre estos hechos véase: EGMOND, F., “Crooked justice. Corruption, inequality and civic rights in the early modern Netherlands”, Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 43-91. 232 Véase: BOONE, M., “State power and illicit sexuality: the persecution of sodomy in Late Medieval Bruges”, Journal of Medieval History, 22 (1996), pp. 135-153; GAUVARD, C., “Violence lícite et violence ilícite dans le 217 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis otra parte, las leyes se interpretaban con cierta libertad, poniéndose los prejuicios morales y religiosos por encima de lo establecido por ellas233, de forma que la aplicación de los patrones contemporáneos del pensamiento judicial no es adecuada234. Para evitar el problema que supone el hecho de tener que definir un tipo de delincuencia propio para la Edad Media, con las complicaciones que ello traería a la hora de confrontar los delitos de época medieval con los de otras épocas, los historiadores suelen recurrir a criterios válidos para todos los períodos, usando una serie de “delitos modelo” que permiten el análisis diacrónico a lo largo del tiempo. Así, casi siempre se simplifican las cuantificaciones, hablando de tres tipologías de delincuencia: contra las personas, contra la propiedad y otros delitos, o delitos contra las costumbres, como aparece en algunos trabajos. En realidad este tipo de organización de los hechos delictivos presenta múltiples limitaciones. Porque se ha venido utilizando con el objetivo de demostrar o no la existencia del (luego referido) “modelo de criminalidad medieval”, y de conocer si, verdaderamente, hubo un tránsito “del homicidio al robo”, han quedado fuera de ella muchos delitos que aparecen con frecuencia en las fuentes documentales y que no encajan bien en dicha organización tipológica. A pesar de esto, desde mi punto de vista tal clasificación es válida, y resulta acertada, si bien debe complementarse. Por eso en este trabajo se dividirán los hechos delictivos en dos bloques: delitos en sí, contra la propiedad, las personas y las costumbres; y “generadores de conflicto”, una denominación ambigua bajo la cual se encuadran todos esos casos -difíciles de cuantificar dentro de la clasificación tripartita- que no siempre se analizan como delitos en las obras que estudian la delincuencia medieval, y que no siempre se asumían como tales en el Medievo235. Los “generadores de conflicto”, a su vez, se dividirán en tres sectores con fin metodológico, aunque pudieran organizarse de otra forma: contra la legislación urbana (por ejemplo, aperturas ilegales de caminos, caza ilegal, circular por las noches en épocas en que estaba prohibido, incumplimiento de una condena de destierro, portar armas en público, etc.), contra las instituciones (desacato a los alcaldes, compra de oficios públicos, confrontación de royaume de France à la fin du Moyen Age”, Memoria y Civilización, 2 (1999), pp. 87-115; ALFONSO, I., “Los nombres de la violencia y el control de su legitimación”, Hispania, 208 (2001), pp. 691-706. 233 Sobre esta forma de interpretar las leyes se llama la atención en: DAVIDSON, N., “Theology, nature and the law: sexual sin and sexual crime in Italy from the fourteenth to the seventeenth century”, en DEAN, T. y LOWE, K.J., (Edits.), Crime, society and the law in Renaissance Italy, Cambridge, 1994, pp. 323-351. 234 De ahí la importancia que se está dando al análisis de la justicia en los estudios sobre la criminalidad medieval. Véase por ejemplo: GAUVARD, C., “La justice pénale du roi de France à la fin du Moyen Age”, en ROUSSEAUX, X. y LÉVY, R. (Edits.), Le pénal dans tous ses Etats. Justice, Etats et sociétés en Europe (XIIeXXe siècles), Bruselas, 1997, pp. 81-113; DUARTE, L.M., “Justice et criminalité au Portugal au Moyen Age et au début de l´epoque moderne. Les traces, les silences, les problemes”, en BERLINGUER, L. y COLAO, F., Le politiche criminali nel XVIII secolo, Milán, 1999, pp. 449-460. 235 En ocasiones se diferencia entre desviaciones y delitos. A esta problemática ya se han dedicado algunos estudios: GARNOT, B. (Edit.), De la déviance à la delinquance, XVe-XXe siècle, Dijon, 1999. 218 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media jurisdicciones...) y contra el orden económico (impago de deudas, falsificación de monedas, veto a la circulación de los cereales de unas zonas a otras, etc.)236. Por otra parte, más allá de que en la actualidad no haya criterios definidos y aceptados por todos los especialistas a la hora de encuadrar los delitos siguiendo unas mismas pautas organizativas, el problema mayor se presenta en el momento no ya de definir taxonómicamente los delitos, que también, sino a la hora de “estrujar” los documentos para sacarles la máxima información en torno a la delincuencia. Aquí cada historiador utiliza sus propios métodos, en función del tipo de documentos con los que tenga que vérselas. No es lo mismo hacer estadísticas a partir de la información aportada por un proceso judicial que basarse en protocolos notariales, en actas de un ayuntamiento u otra institución similar -incluso un Cabildo catedralicio-, o en los escritos extremadamente parcos en detalles del Consejo Real de Castilla. Sin duda los datos aportados por los protocolos o por los procesos son inmensamente más ricos que los que aportan el resto de documentos utilizables para analizar la delincuencia. El problema que es ni unos ni otros se han conservado en lo relativo a Toledo, y no sólo a Toledo, sino a muchas urbes de Castilla. Sirva como ejemplo el siguiente suceso ficticio, basado en un hecho real237, para ilustrar las dificultades de cuantificación que presentan ciertos casos. Un individuo de la clase mediaalta de Toledo ordenó a uno de sus mozos que fuese con unos asnos a un pueblo de la tierra de la ciudad, y trajera unos costales de trigo. Cargada la mercancía, el joven se vino a la urbe. Al pasar por La Mata, una población próxima a ésta, los alcaldes, quienes controlaban el tráfico mercantil, le obligaron a pagar la tasa del portazgo, y el mozo se negó aduciendo que el trigo era para un vecino de Toledo; libre, por lo tanto, del pago de tales impuestos238. Los alcaldes 236 Hay que tener mucho cuidado a la hora de seguir taxonomías basadas en nuestra concepción actual del delito. Juan Miguel Mendoza Garrido, por ejemplo, se confiesa seguidor de Michael R. Weisser y de su obra Crime and punishment in early Modern Europe, quien toma por delito aquellas transgresiones tenidas por tal en cualquier sociedad, todo aquel acto merecedor de castigo para cualquier época. Por el contrario, Bartolomé Clavero decía que el peligro de esta concepción del delito es el de no considerar como tales los delitos propios de cada una de las épocas, como por ejemplo la brujería. Sus palabras eran: “Las transgresiones que pudieran ser precisamente las más típicas, aquellas tenidas entonces por las más graves y que fueron las más perseguidas, de hecho ni siquiera entran en el campo de visión de esta historia social que un Weisser representa. Empieza por no plantearse la pregunta”: CLAVERO, B., “Delito y pecado. Noción y escala de transgresiones”, en V.V.A.A., Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid, 1990, pp. 57-89, en concreto p. 58. 237 Los sucesos no fueron exactamente como los que señala el ejemplo. El caso sobre el que éste se ha recreado fue el robo sufrido por un mozo de Pedro de Montalvo, vecino de Toledo. Venía con unas cargas de trigo de Mesegar, pueblo de la tierra toledana, y pasando por el pueblo de La Mata salieron hacia él, en la plaza, dos hombres de la justicia que le pidieron el portazgo. Al negarse a pagarlo llevaron preso al mozo y le quitaron todo lo que tenía. Al final el mozo recobró la libertad, pero tras ser condenado a perder todos los bienes que llevaba: A.M.T., “Siglo XV, cartas y varios”, caj. 298, documento suelto. 238 La primera exención de portazgo fue realizada por la reina Urraca, hija de Alfonso VI, entre 1109 y 1126, cuando junto al monasterio riojano de Villaperriel, en Bárcena de Pie de Concha, eximió del pago de portazgo a los mozárabes, castellanos y francos de Toledo: PORRAS ARBOLEDAS, P.A., “Los portazgos durante la Edad Media. Política real y circuitos comerciales”, E.E.M., 15, (1992), pp. 161-211. 219 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis insistieron ante las negativas del muchacho. La tensión llegó a tal extremo que uno de ellos le insultó, tras ordenar que pagase (injuria), a lo que el mozo replicó: “Pese a Dios239, si pago lo que me pedís” (blasfemia). Ante tal respuesta los miembros de la justicia decidieron emplear la fuerza, e intentaron prender al joven, pero se defendió, dando un puñetazo a uno de ellos (agresión, y desacato a la autoridad). Se inició una pelea. Finalmente los solicitadores del portazgo sacaron las espadas e hirieron al muchacho en una pierna. Luego le encerraron en la cárcel pública y se fueron con su trigo, sus asnos y sus aparejos a un almacén que el Ayuntamiento tenía (robo y/o violación de los privilegios reales). El prisionero estuvo cautivo varias semanas (encarcelamiento ilegal) mientras trataban con su amo su libertad, si bien, al estar herido y no recibir atención médica, acabó muriendo (homicidio). Problemas así, lejos de reflejar un hecho extraordinario, solían ser muy habituales en los alrededores de Toledo, a tenor de la gran cantidad de documentación que se conserva240. En todo caso, ¿cómo definir taxonómicamente este delito?. Está bastante claro que existen varios hechos delictivos dignos de recibir diferentes penas. Sin embargo, durante la época medieval dicha diferenciación tal vez no hubiese sido tenida en cuenta, y se considerara como un delito global todo lo ocurrido a la hora de castigar a los malhechores241. Lo que no quiere decir que, en efecto, no se cometieran varios actos delictivos, pues un “análisis microhistórico” de lo que ocurre así lo señala. Conviene aclarar qué ha de entenderse por “análisis microhistórico”. En este trabajo se considerará como tal a aquel análisis minucioso de los documentos destinado a extraer toda la información posible que aportan sobre el delito, pero también sobre la forma de perseguirlo, y sobre el poder regio. No en vano, es a través de la aplicación de este sistema como resulta más fácil observar la importancia que el argumento pacificador tenía en la política de la realeza, y cómo tal importancia se expresaba en la documentación a través de la fórmula “paz y sosiego” que suele aparecer sobre todo en los documentos de épocas conflictivas, como, por ejemplo, durante los años finales del reinado de Enrique IV y a inicios del de los Reyes Católicos, o en la época que precede al levantamiento de las Comunidades y durante éstas. Cierto que cuando se cuenta con información procedente de decenas de procesos criminales -incluso centenas, en 239 Expresiones como ésta fueron prohibidas por una pragmática sanción dada por los Reyes Católicos en 1492; Libro de Bulas y pragmáticas..., fols. 1 r-2 r. 240 La documentación existente sobre la violación de las exenciones de los vecinos de Toledo indica que éstas no sólo se daban en los lugares de la tierra, sino en las puertas de acceso a la propia ciudad. Ya en 1402 algunos vecinos de Toledo decían que les cobraban portazgo por las cosas que traían para vender a la urbe siendo libres de su pago: A.M.T., A.S., caj. 6º, leg, 1º, nº. 3, pieza. 1. 241 MENDOZA GARRIDO, J. M., Delincuencia y represión..., p. 109. 220 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media el caso de los historiadores franceses, ingleses o italianos-, o de protocolos en que los notarios refieren perdones entre familias, acuerdos para alcanzar treguas entre ellas después de haberse visto enfrentadas por algún motivo, etcétera, etcétera, resulta casi imposible aplicar un tipo de análisis como el que aquí se propone. Pero por desgracia para la Castilla bajomedieval no hay unas fuentes como éstas. Al contrario, esto tiene una ventaja, y es que la información es más fácil de aprehender; lo cual no quiere decir que para hacerlo no haya que ir con pies de plomo. Debe partirse de un hecho que está fuera de duda: los estudios en torno a la delincuencia en Castilla se hallan en la primera fase de su desarrollo. La falta de madurez de esta línea de investigación, que aún debe consolidarse, acarrea un problema al que el historiador que ha analizado la delincuencia en la Castilla bajomedieval con más detenimiento, Juan Miguel Mendoza Garrido, no hace ninguna referencia: el de los mecanismos para extraer la información a los documentos. Aquí no valen las comparaciones con lo que los historiadores del resto de Europa han hecho, pues tienen una suma de documentos incomparable a la que posee el historiador de la Castilla medieval, tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. Y no sólo nos referimos a los autores franceses, ingleses o italianos, los que más han investigado este tema, sino también a quienes investigan sobre la Corona de Aragón o el reino de Navarra. La única forma de descompensar la mayor pobreza de los documentos castellanos es insistiendo en su análisis, llevándolo hasta donde sea posible, fijándose en todos los detalles, hasta en los más mínimos; algo que tan sólo se puede hacer siguiendo los presupuestos analíticos de la microhistoria... Otra cosa distinta es que se abogue por ésta a la hora de dar explicaciones desde los datos extraídos. Independientemente de que otros autores puedan plantearse a la hora de comprender los delitos otra forma de análisis, pues no está consensuada una metodología para extraer datos de los documentos sobre el delito de la Castilla bajomedieval (tal vez sea mejor así, pues a veces los esquematismos metodológicos acarrean problemas, lo cual no quiere decir que unas líneas maestras no fuesen positivas), en este trabajo se ha optado por un análisis bastante minucioso de la información aportada por los documentos, para así identificar los delitos que aparecen en ellos de modo individualizado, siempre que puedan situarse en tiempos distintos. Insisto, si se pueden situar en tiempos distintos. Por ejemplo, en el caso de una pelea (la del mozo de arriba sin ir más lejos) en la que primero haya una discusión verbal, sólo se cuantificará como agresión / heridas si finalmente los discutidores llegaron a las manos. De quedarse sólo en las palabras el suceso se tendrá como de injurias / amenazas. No obstante, si después de la pelea uno de quienes participaron en ella sufrió amenazas, algo muy habitual, se entenderá como un delito distinto al de la pelea en sí. 221 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis De esta forma se va a proceder en todos los casos: sólo se considerarán delitos distintos aquellos que puedan ubicarse en tiempos, y también a veces en espacios, diferentes. Eso sí, si por ejemplo en una pelea con armas alguien saliese mal parado, muriendo a las pocas jornadas de las heridas, el suceso va a contabilizarse como un único caso de homicidio. De producirse un robo con violencia, y por tanto con agresión, el suceso sólo se registrará como robo, ya que se supone que éste era el objetivo del delito, y no el ataque físico. Luego analizaremos todo lo que se refiere a estas problemáticas de forma detenida, aunque quede claro que ante la falta de documentación no creo que deba darse tregua a la “dark figure”242 (luego se aclarará cuál es el significado de este concepto) Conviene llamar la atención aquí, además, sobre otro aspecto que tampoco parece claro en la investigación sobre el hecho delictivo de Castilla en los siglos bajomedievales, y que no hemos de perder de vista: el vínculo entre la “actividad represiva” en contra de los delitos y la aparición de éstos en las fuentes. Más allá de que el concepto “represión” no sea medieval, y de que pueda inducir a errores -tampoco lo son otros como orden público, relaciones de poder u oligarquía que se utilizan con frecuencia con fines operativos, y se admiten sin ningún problema-, la pregunta a contestar sería la siguiente: ¿pueden considerarse como unos delitos “objeto de represión” todos aquellos que aparecen en un documento?. Depende del carácter de la documentación, pero desde mi punto de vista así es como deben ser considerados al menos en los documentos del Registro General del Sello, es decir, del Consejo de los monarcas. La condena a muerte expedida por los consejeros contra un individuo al que hubiesen condenado por cometer cinco robos y un homicidio, ha de considerarse como castigo de toda su actividad delictiva y criminal, por mucho que el veredicto hubiera sido el mismo si tan sólo hubiese cometido la muerte, o si únicamente hubiera robado, de ser los objetos por él sustraídos de cierto valor o su víctima una persona destacada. Resumiendo: a la hora de hacer cuantificaciones la información de los documentos se va a analizar de manera pormenorizada, sustrayéndola todos los datos sobre delitos que en ella se señalen. Se considerará que las acciones de la realeza referidas en el documento del que se haya sacado la información afectan a toda ésta, es decir, a todos los delitos, por mucho que los unos nos lleven a otros. Lo cual no impide que haya unas cuantificaciones más fáciles de realizar que otras y, desde luego, muchísimo más fiables. Mientras que debe ponerse en duda la imagen de la delincuencia de su tiempo que ofrecen los documentos de los consejeros 242 Véase: FERNÁNDEZ-MAYORALAS PALOMEQUE, J., “Matemáticas de la Historia (o de cómo Clío, celosa de Urania, soñaba con ser de mayor una ciencia exacta)”, Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 275-309. 222 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media reales, porque otros documentos nos pueden ofrecer una imagen distinta, como con muy buen criterio ha señalado Juan Miguel Mendoza Garrido, está fuera de duda que aquellos datos más objetivos que aporta la documentación no son tan cuestionables. Dicho de manera mucho más sencilla: doscientas licencias de armas concedidas por el Consejo son doscientas licencias de armas, y no podrá decirse que en el período en que se concedieron es imposible conocer el número de éstas que otorgan los consejeros. Por contra, siempre podrá ponerse en duda el número de asesinatos, homicidios, agresiones, amenazas, etc. que se producen en una determinada época. Las actuaciones políticas son más fáciles de cuantificar que las realidades sociales a las que se refieren. 2.2.1.1. NÚMEROS, TAXONOMÍAS Y MODELOS En fin, ha llegado el momento de empezar a ofrecer cifras. Para la realización de este trabajo se han analizado los fondos documentales de todas aquellas instituciones que tenían algo que decir en el mantenimiento de la paz regia a fines de la Edad Media, tanto en Toledo y en sus alrededores como en lo relativo a los toledanos: el Regimiento; el Cabildo de jurados; los jueces locales laicos, básicamente los alcaldes y el corregidor -de los que apenas se conserva documentación-; el Cabildo catedralicio; los jueces eclesiásticos de la urbe y del arzobispado -tampoco de éstos se conservan muchos documentos-; las hermandades, tanto la de los Montes de Toledo como la general; la Inquisición; el Consejo de los monarcas; y las dos Chancillerías, en especial la de Valladolid. El volumen total de casos que se ha documentado, de acuerdo al referido “análisis microhistórico” de los documentos, según se ha dicho, es de 6.095, de los cuáles 60 no pueden calificarse de ningún modo, porque no se conserva ninguna información sobre ellos. Esto para la época que va de 1465 a 1522, en la que se registran 2.841 delitos y 3.194 generadores de conflicto. Si se toma como referencia toda la información que tenemos, la que se inicia antes de estos años y acaba en 1523, en total son 6.328 casos (contando los 60 sin datos): 3.064 delitos, y 3.204 “generadores de conflicto”. En el siguiente cuadro se especifican de manera pormenorizada todos los delitos y todos los “generadores de conflicto” que tenemos documentados. 223 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis CASOS DOCUMENTADOS Delitos Contra las personas Contra la propiedad Contra las costumbres “Generadores de conflicto” Contra el orden económico Contra las instituciones Contra la legislación urbana Total Sin datos Total 1465-1522 2.841 DE ANTES DE 1465 A 1523 3.064 1.431 1.184 226 3.194 2.397 706 91 6.035 60 6.095 1.482 1.338 244 3.204 2.400 711 93 6.268 60 6.328 Soy muy consciente de lo llamativo de estas cifras, por no decir de su espectacularidad -espectacularidad que, por cierto, desprecio, pues aquel historiador que busca el impacto en su trabajo se acerca muchas veces más al folclore que a lo que debe ser la verdadera historia-, si se comparan con las que en otros estudios sobre regiones de la Castilla medieval han aportado autores como Juan Miguel Mendoza Garrido, en el caso de la Mancha, o Iñaki Bazán Díaz, en lo que al País Vasco se refiere. En este sentido, he de decir, en primer lugar, que yo, como ellos, sobre todo al igual que el primero, que Mendoza Garrido, no creo en las estadísticas que nos hablan sobre la sociedad del Medievo, aunque sí crea en algunas de las que nos hablan de las acciones de gobierno. Y si he de ser sincero, con el mayor cúmulo de datos que he documentado poco más de lo que dice él en su Tesis puedo decir sobre la sociedad medieval, pues la clave para entender ésta está en el análisis cualitativo de los documentos, no en el cuantitativo, y la documentación que usa Mendoza Garrido básicamente, la de la Hermandad ciudadrealeña, es bastante más rica, en lo que al delito respecta, que los documentos del Consejo Real, de los que procede más del 80 % de todos los datos que manejo. En lo relativo a Iñaki Bazán Díaz, el número de casos que estudia es menor aún que el estudiado por Juan Miguel Mendoza Garrido. Insisto, desde mi punto de vista las cifras no son importantes a la hora de conocer lo que es una sociedad, a la hora de analizar la cosmovisión de las personas que la integraban. Sí que pueden serlo, al contrario, cuando haya de valorarse la labor de un organismo institucional -la realeza en lo que a nosotros nos interesa aquí- al intervenir en los problemas sociales, o en los asuntos que afectan a individuos concretos. Según esto, resulta interesante observar que, más allá de las diferencias en el número de casos que analizan en sus respectivos trabajos, Iñaki Bazán Díaz y Juan Miguel Mendoza Garrido manejan delitos diferentes a la hora de entender las sociedades que estudian, y esto sí, y no las cifras, ofrece la posibilidad de acercarse a ellas 224 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media desde distintos puntos de vista. De hecho, ambos autores desde el primer momento dejan claros sus objetivos: Bazán Díaz sostiene que su acercamiento a la sociedad vasca de fines del siglo XV y comienzos del XVI a través del delito apuesta por la historia de las mentalidades, mientras Mendoza Garrido se basa para comprender la sociedad manchega de esa época en la historia social. Se trata de dos acercamientos distintos a la sociedad castellana de fines del Medievo. La línea que sigue Iñaki Bazán Díaz se halla más en consonancia con la defendida por aquellos que defienden la existencia de delitos específicos para cada época, y por eso se centra mucho en los delitos que en ciertos trabajos se definen como “contra las costumbres”, o “en contra de la moral”. Así, él habla de: delitos contra la integridad física de las personas; delitos contra el honor; delitos contra la moral y libertad sexual -adulterio, bigamia, estupro, amancebamiento de clérigos, violación, prostitución, incesto, homosexualidad-; delitos contra la religión -tales como la blasfemia, la brujería, la herejía y la usura-; delitos contra el patrimonio -contra los patrimonios en tierra, piratería-; y delitos contra la verdad, o de falsedad -falsedad de testigos, escrituras, falsificación de moneda, identidad personal falsa-. Juan Miguel Mendoza Garrido, por contra, analiza hechos delictivos más intemporales, propios de todas las épocas, siguiendo a Michael R. Weisser, por lo que habla de: delitos contra las personas -homicidio, asonadas / alboroto, agresión / heridas, agresión sexual, injurias, rapto, secuestro, abusos de las justicias-; delitos contra la propiedad -hurto / robo, daños a la propiedad, incendio, prendas de ganado, caza furtiva, apropiación-; contra las costumbres -y aquí incluye adulterio, fugas de mujeres, delitos contra natura / sodomía, alcahuetería, juego, amancebamiento, hechicería, prostitución, blasfemia y perjurio-; y “otros”, un cajón de sastre en donde pueden encontrarse desde delitos tales como fuga de esclavos y ayuda a delincuentes hasta algún impago de deudas, falsificaciones de monedas, incumplimientos de pragmáticas reales, fraudes o desacatos. Bien, no seré yo el que critique las distintas taxonomías que usa cada historiador. Cada cual persigue unos objetivos en sus investigaciones, y si las taxonomías guardan una lógica, y responden correctamente a las metas planteadas, no tiene por qué existir una organización del hecho delictivo que sea unívoca y válida para todos. Sí ha de insistirse, no obstante, en que en mi opinión la esencia de lo que era la sociedad medieval se halla, más bien, en eso que autores como Mendoza Garrido califican como “otros” al hablar del delito, y que en esta obra va a ser definido como “generadores de conflicto”. Éstos, sucesos no siempre fáciles de definir porque muchas veces se encuentran en el límite de la delincuencia, son los que caracterizan la vida en el Medievo, y por eso eran los más abundantes; tanto, que las cuantificaciones en torno a ellos resultan menos fiables que las que se realizan sobre los delitos en sí. Son hechos habituales, es 225 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis más, sorprendentemente cotidianos, sobre los que -por esta razón- no hay referencias escritas a veces. En definitiva, un tipo de delincuencia que caracteriza el día a día de la vida en el Medievo, esa que hace distinta a una sociedad en la que en términos generales las normas se respetan, de otras, como la medieval, en la que en ocasiones ni se conocen cuáles son dichas normas. Pero volvamos a los números. Si las cifras aquí manejadas en torno al delito, y a los que se han dado en llamar “generadores de conflicto”, son mucho mayores que las que se estudian en otros trabajos sobre la delincuencia y la criminalidad medievales es por cinco factores. Por una parte, al contrario que en obras como las de Bazán Díaz o Mendoza Garrido, que intentan conocer mejor la sociedad que analizan, la meta que aquí se persigue es distinta, y yo no sé si más fácil de alcanzar: “percibir” el modo de comportarse de las distintas instituciones, y muy en concreto de la realeza, ante la sociedad que tienen enfrente. Los historiadores señalados no se centran en entender estos “comportamientos institucionales” tanto como en inferir a través de ellos la realidad social a la que se enfrentan. En mi modesta opinión, este objetivo puede resultar arriesgado. Si quiere conocerse una sociedad tal cual era, primero han de ser muy bien aclaradas las tareas de las distintas instituciones que la “gestionaban”; de todas ellas -al menos de todas las que nos hayan quedado documentos-, desde la Iglesia a la monarquía pasando por la justicia local de cada urbe, villa o pueblo que se estudie. Esta claro, entonces, y en esto han sido acertados los estudios que hasta ahora tenemos, que, al menos en un principio, el mundo de la delincuencia y el retrato de la sociedad que se deriva de éste sólo podrán ser entendidos si se analizan a nivel local, o como mucho regional, teniendo claras las características que van a definir a cada zona. El trabajo que aquí se expone, más que de carácter local, tiene como meta de estudio una región organizada en torno a una gran urbe, Toledo, de la que dependía tanto económica como jurisdiccionalmente, aunque el análisis se centra en una “comunidad” específica, la toledana, definida además de por su carácter urbano por una serie de privilegios con los que no contaban las comunidades rurales de su entorno. Para eso se han analizado todas las instituciones que intervenían en el control de dicha comunidad, hasta donde la documentación ha permitido, de modo que la variedad de organismos institucionales analizados aquí es un tanto mayor que la que se analiza en otros estudios. Un fin distinto y un análisis institucional más amplio, por tanto. Un segundo aspecto que explica el mayor número de casos analizados es la concepción del hecho delictivo que aquí se emplea. Por delito se entiende todo quebrantamiento de la ley, aunque se diferencia entre los delitos que eran tenidos como tales siempre de aquellos que en 226 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media alguna ocasión no se concebían así. El análisis de éstos, los “generadores de conflicto”, es un tercer aspecto a tener en cuenta. Por su culpa las cifras resultan tan abultadas, pues, como todo lo que hacían las instituciones (prácticamente) tiene que ver con algún suceso conflictivo en el que las leyes resultaban incumplidas, el análisis de la tarea de éstas ofrece información sobre muchas formas de delincuencia. En este sentido, deben destacarse dos ideas. Por una parte, no es lo mismo el delito que llega a las instituciones locales, el más común (del que para Toledo, por desgracia, contamos con pocos datos), que aquel otro que, de una manera directa o a través de la apelación, acaba en las altas instituciones del Estado, ya que éste suele ser más grave. Por otra, a la hora de hacer estadísticas tal vez lo más correcto sería hablar de una “cuantificación fuerte”, cuando nos refiramos a delitos que por su gravedad hayan de tenerse como extraordinarios, y, por eso, hayan podido dejar mayores huellas documentales; y de una “cuantificación débil”, cuando nos refiramos a sucesos habituales, que ni siguiera se concebían siempre como delictivos, y que por tal razón aparecen documentados con menos intensidad. Pero lo que verdaderamente hace que los delitos aquí registrados sean más numerosos que los que registran otros estudios son un cuarto y un quinto aspecto: ni otros historiadores, y esto sí es criticable, se han metido tan de lleno en la inmensa documentación del Consejo Real de Castilla; ni han optado a la hora de analizarla por un análisis microhistórico como el que se utiliza aquí. De ser sincero, confesaré que en principio no iba a analizar los documentos de los consejeros reales en la manera que al final tuve que hacerlo. Fueron las propias circunstancias de la investigación las que me empujaron a ello, pues las fuentes locales sobre Toledo dejaban mucho que desear. En cuanto a lo que denomino “análisis microhistórico” de las fuentes, tal y como dije arriba, considero que, ateniéndonos a las características de los documentos sobre el delito que se conservan para la Castilla bajomedieval, es el mejor modo de conocer los delitos sin condenar a muchos de éstos a la “dark figure”. Si tenemos en cuenta todo esto, y pasamos a analizar la imagen diacrónica que ofrece el intervencionismo de las instituciones de los delitos y “generadores de conflicto”, los datos que se han estudiado aquí reflejan la evolución señalada en el cuadro que sigue a estas líneas. En él se puede observar cómo durante el siglo XV en términos generales la intervención de éstas es más reducida que en las primeras décadas del siglo XVI, aunque existen muchos picos que van hacia arriba y hacia abajo. A lo largo del trabajo se irá explicando el porqué de esos picos, pero quede claro a qué se debe el paulatino, aunque renqueante, aumento de la intervención institucional: por un lado, a medida que avanzamos en el tiempo la información conservada es más rica; y por otro, las instituciones van consolidándose, la burocracia va siendo cada vez 227 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis más definida, y la capacidad de los poderes públicos a la hora de intervenir en todos los problemas aumenta, por mucho que siempre sea insuficiente. Si el intervencionismo se redujo de golpe entre 1517 y 1521 fue porque por entonces la realeza se alejó de la “comunidad” de Toledo, y ésta reaccionó de forma airada levantándose contra el rey, provocando un conflicto -la primera revolución moderna para muchos- que fue conocido como el de las “Comunidades de Castilla” desde el primer momento. Nº. DE CASOS EVOLUCIÓN DEL INTERVENCIONISMO INSTITUCIONAL (1465-1522) 380 360 340 320 300 280 260 240 220 200 180 160 140 120 100 80 60 40 20 0 1521 1519 1517 1515 1513 1511 1509 1507 1505 1503 1501 1499 1497 1495 1493 1491 1489 1487 1485 1483 1481 1479 1477 1475 1473 1471 1469 1467 1465 AÑOS La mayor parte de la documentación utilizada aquí procede de los fondos documentales de la realeza, y más en concreto del Consejo Real. Por ello, no debe entenderse que en estos números se encierra, ni mucho menos, toda la criminalidad y la delincuencia que se produjo de manera cotidiana en Toledo y sus alrededores. Es más, el análisis cuantitativo de los casos muestra una concepción deformada del delito y el crimen, en tanto que hay hechos delictivos que aparecen sobredimensionados, debido a que la labor represiva de la monarquía incidió especialmente en ellos, mientras otros aparecen subrepresentados, porque fueron resueltos por las jueces de la urbe y apenas se conserva documentación (pequeños robos, injurias, peleas...), o porque, simplemente, no llegaron a denunciarse243. 243 Esto impide conocer cómo funcionaba la justicia en la ciudad, mientras que para otras regiones hay estudios muy pormenorizados: MUSSON, A., Public order and law enforcement: the local administration of criminal justice: 1294-1350, Woodbridge, 1996. 228 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media La casi total inexistencia de las actas del Ayuntamiento nos impide conocer qué tipo de delitos se denunciaban en la urbe, aunque cuando se han conservado todo indica, por ejemplo, que el número de robos que se producían en ella, y sobre todo en sus alrededores, era más alto del que registran otras fuentes244. Es cierto que con las actas del Cabildo de jurados y las denuncias que aparecen recogidas en algunos escritos se pueden subsanar, aunque sea en parte, algunas deficiencias, pero el volumen documental de estas fuentes con relación al delito y al crimen es inferior al que nos ha llegado proveniente de la corte, que sólo resolvía ciertos asuntos. La corte, el Consejo Real mejor dicho, verdadero definidor de la política monárquica245, no actuó como un tribunal ordinario de justicia en la mayor parte de las ocasiones, sino como una institución de amparo jurídico ante la que apelar en caso de que alguien se considerara agraviado por una sentencia de las instancias judiciales inferiores, que, además, muchas veces operaba por intereses políticos246. Ahora bien, ¿qué individuos tenían capacidad económica para sostener un pleito largo y costoso en la corte, o pedir a ésta cualquier tipo de ayuda?. Muy pocos; aquellos que tuvieran la suficiente riqueza como para, por ejemplo, comprar el perdón de un homicidio, o abrir un proceso en el máximo tribunal de Castilla, siempre tras haber sopesado detenidamente que, en ninguna forma, los gastos del mismo serían superiores a los intereses que en él pretendieran defenderse. Y, aún así, como se manifiesta en algunos asuntos tratados por los consejeros que tenían como protagonistas a personas sin ningún poder socio-económico, la intencionalidad política247 y propagandística del Consejo siempre estaba a la orden del día, en determinados contextos sobre todo. 244 BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas del Ayuntamiento de Toledo”, Revista de la Universidad de Madrid, 19 (1974), pp. 41-102. Sobre la documentación local existente en Toledo véase: CABRERA MUÑOZ, E., “La investigación histórica sobre Castilla-La Mancha, referida al período medieval”, en Presente y futuro de la Historia Medieval en España, Madrid, 1990, pp. 285-311. En lo relativo a la problemática surgida por la no conservación de las actas es interesante: BELMONTE LÓPEZ HUICI, Mª. del C., CUESTA MARTÍNEZ, M., GARCÍA CARO, Mª.I. y POZAS POVEDA, L., “Las actas capitulares como fuente para la historia urbana”, Axerquia. Revista de estudios cordobeses, 10 (junio de 1984), pp. 155-182. 245 Véase: DIOS, S., El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, 1982. 246 Prácticamente no hay información sobre procesos referentes a vecinos de Toledo anterior a 1490, ni en el Consejo Real ni en la Real Chancillería de Valladolid, ni en la Real Chancillería de Granada. En la Chancillería de Valladolid sólo hay un pleito de los escribanos del número de la ciudad de Toledo con los escribanos reales datado en 1445 (A.R.Ch.V., Pergaminos, leg. 48, doc. 4), aunque posiblemente haya más escritos difíciles de consultar debido a las complicaciones para acceder a la información de ciertos fondos de este archivo, al no estar bien catalogados. Con respecto al Consejo Real, aunque existen documentos sueltos desde 1444 (A.G.S., Co.Re., leg. 652, exp. 22, abarca hojas sueltas de procesos entre 1444 y 1504), para 1476 (A.G.S., Co.Re., leg. 761, exp. 4, que va de 1474 a 1553) y desde 1480 en adelante (A.G.S., Co.Re., leg. 764, exp. 7, abarca documentos sueltos desde 1480 a 1600; A.G.S., Co.Re., leg. 764, exp. 8, con hojas sueltas de procesos entre 1480 y 1626), el grueso de la documentación judicial no se inicia hasta los primeros años del siglo XVI. 247 Lo sucedido con el conde de Belalcázar es paradigmático: OWENS, J.B., Despotism, Absolutism and the Law in Renaissance Spain: Toledo versus the coants of Belalcázar (1445-1574), Michigan, 1972. 229 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Conviene que hagamos, entonces, un breve repaso sobre el tipo de datos obtenidos de los diferentes archivos con los que se ha trabajado en este estudio. Con respecto a los archivos locales, la escasa documentación conservada sobre el crimen y los delitos en que se vieron implicados los toledanos a finales de la Edad Media se guarda, sobre todo, en el Archivo Municipal, concretamente en las secciones Archivo Secreto y Archivo del Cabildo de Jurados. Dentro del Archivo Secreto, además del Libro Becerro Antiguo y de las ordenanzas municipales, una de las fuentes más importantes para el estudio de la delincuencia es una recopilación de pregones que se publicaron a fines del Medievo. Sobre la más variada temática, y abarcando un ámbito cronológico que va desde finales de la década de 1450 hasta principios del siglo XVI, los pregones son una fuente determinante, en tanto que permiten conocer lo que los toledanos de la época oyeron publicar por las calles al pregonero (tanto los mandatos de los dirigentes locales como los establecidos desde la corte en nombre de los reyes). En la sección Archivo del Cabildo de Jurados, aparte de documentos sueltos, son de destacar la documentación contenida en las cajas tituladas “Varia”, “Traslados” y “Cartas”, los privilegios del Cabildo y, sobre todo, las actas de esta institución, que al no conservarse las del propio Regimiento se convierten en una fuente valiosa para analizar muchos aspectos de la vida de la urbe. Fuera de estas secciones, en el Archivo Municipal se han consultado las cajas “Siglo XV”, “Siglo XVI” y “Siglo XV. Cartas y varios”, si bien la información obtenida de ellas ha sido poco relevante. Al contrario, es en la llamada Sección B. Libros Manuscritos donde se encuentra una de las fuentes más valiosas, un registro de papeles que lleva por título: “Este libro es de traslados de cartas para los reyes y para otras personas, y para las simples de poca ynportançia. XV. XVI”. La información contenida aquí, una enorme cantidad de documentos cosidos, no un libro propiamente dicho, es básica, en tanto que hace referencia a algunos de los crímenes que más eco tuvieron durante la década de 1460. Del otro archivo urbano que aporta importante documentación a este estudio, el Archivo de la Catedral, se han analizado, sobre todo, las actas de las juntas de los canónigos, además de algunos papeles sueltos de la Secretaría del Cabildo catedralicio. El clero fue víctima de la delincuencia urbana y participó en ella de manera activa, por eso la información del Cabildo, el organismo institucional más poderoso en Toledo tras el propio Ayuntamiento, es básica a la hora de entender la violencia que sufrió la urbe en determinadas coyunturas socio-económicas y políticas. Por contra, menos importante ha resultado la documentación conservada tanto en el Archivo de la Diputación de Toledo, del que apenas se ha utilizado algún documento, como 230 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media en el Archivo Histórico Provincial, cuya documentación, prácticamente nula antes del 1500, a veces puede resultar poco interesante de acuerdo a los objetivos de este trabajo, cuando no es inaccesible, debido a su deficiente catalogación. Con tal problema, en realidad, me he hallado en todos los archivos; eso sí, en unos más que en otros. Cuando los documentos de algunas de las secciones no están sin catalogar, los catálogos existentes tienen tantos errores que lo mejor es no acudir a ellos. Se trata de un problema enorme, pues, qué duda cabe, el óptimo trabajo del historiador depende de la catalogación de los escritos a analizar. Quitando las secciones Archivo Secreto, Archivo del Cabildo de Jurados y Sección B. Libros manuscritos del Archivo Municipal de Toledo, los pocos documentos utilizados del Archivo de la Diputación de Toledo, algunas de las secciones de los archivos de las Chancillerías Reales (la de Valladolid y la de Granada) y del Archivo Histórico Nacional, y, prácticamente, todo el Archivo General de Simancas, excepto la sección Registro General del Sello -la más importante para este trabajo- a partir del año 1500, el resto de la documentación o está sin catalogar, o los catálogos son poco fiables. Dicho de otro modo: en torno al 50 % de los escritos aquí utilizados no pueden encontrarse acudiendo a un catálogo. Los interesados en ellos tendrán que acudir a la referencia que aparezca en notas a pie de página, que será todo lo concreta que pueda ser. Aún así, y debido a la falta de catalogación, en ciertos casos no podrá resultar todo lo precisa que sería deseable. Por ejemplo, las referencias al Registro General del Sello seguirán una doble tipología. Como los escritos de esta sección del Archivo General de Simancas están catalogados hasta 1499, se ha seguido la referencia del catálogo hasta entonces; a partir de 1500, sin embargo, y hasta el año 1523, las referencias son menos precisas, pues los documentos no están catalogados. Sólo se señalará el lugar y el día de expedición del documento desde esa fecha, con el insoslayable peligro de que exista otro documento expedido en el mismo sitio y con la misma data248. Cambiando de asunto, a la hora de analizar la documentación sobre la delincuencia -o la -pseudodelincuencia”- que se ha conservado en los archivos toledanos, hemos de partir de un hecho: los documentos básicos para su estudio, a saber, las actas del Regimiento, los escritos 248 Por ejemplo, al analizar la inmensa masa de documentación no catalogada del Registro General del Sello para los años que van de 1500 en adelante, uno puede darse cuenta de que determinado tipo de documentación sigue un orden. En el legajo siempre aparecen primero las concesiones de títulos de escribanos, luego las mercedes de escribanías públicas, después las mercedes de veinticuatrías o regimientos, y más tarde las de juradurías. A veces las mercedes de otros oficios públicos se alternan con éstas, aunque a menudo suelen ir al principio del legajo, al lado de documentos sobre los mayorazgos, tanto para fundarlos como para extraer algunos bienes de los mismos con vista a un futuro matrimonio o a algún otro asunto. Además, normalmente al final de cada legajo aparece la documentación relativa a la ciudad de Córdoba, aunque no siempre, y junto a ésta, antes o después, suele hallarse la documentación referida a la costa cantábrica: las Cuatro Villas, Santander, Laredo... 231 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis de los jueces locales (corregidor, alcaldes mayores y alcaldes ordinarios) y los protocolos de los notarios antes del siglo XVI, no se conservan. Esto hace que la masa de documentos sea reducida, si bien es indiscutible que aporta datos interesantes: no sobre la delincuencia urbana como tal, por culpa de la escasez y fragmentación de las informaciones, pero sí sobre aquellos delitos que los gobernantes se encargaron de combatir de una manera más sistemática durante los años finales del quinientos. Las víctimas de un delito podían presentarse ante tres “instancias oficiales” solicitando ayuda. Ha de remarcarse lo de “oficiales” porque en la baja Edad Media existía un sistema de resolución de los conflictos “infrajudicial”, es decir, al margen de la “justicia oficial”, del que no se han conservado datos en lo referente a los vecinos de Toledo, debido a la desaparición de los protocolos notariales. En vez de acudir ante los alcaldes era frecuente que, con el fin de evitar gastos, las partes enfrentadas por un asunto nombrasen a jueces árbitros (mediadores) para resolverlo. Cuando esto no se realizaba -no es posible conocer la frecuencia con que se hacía- el que hubiese sufrido un delito podía denunciarlo: ante los alcaldes u otros jueces como el corregidor o el fiel del juzgado (que resolvía los casos que se daban en los Montes de Toledo); si considerara el suceso grave, ante el Cabildo de jurados, para que éste fuera quien lo denunciase ante el Regimiento; o directamente ante los regidores. Los documentos del Cabildo de Jurados y, sobre todo, del Regimiento durante su primer siglo de existencia son reducidos, lo que hace difícil conocer su actuación para salvaguardar el orden público. Aún así, los pregones conservados salvan, en parte, la carencia de las actas que se escribieron en las juntas de los regidores, y las actas del Cabildo de jurados que sí que se conservan, en concreto para los años 1479-1487, resultan una fuente importante para entender su intervencionismo en asuntos relativos a la delincuencia ciudadana. Los pregones, que como se dijo arriba se publicaron entre fines de la década de 1450 e inicios de la de 1510, aunque en su mayoría se refieren a los años 60 y 70 del siglo XV, son los documentos más importantes, junto con algunos escritos de las actas del Regimiento de los años anteriores estudiados en su día por Eloy Benito Ruano249, y que en concreto se refieren a las asambleas que se celebran entre el lunes 17 de agosto y el domingo 6 de septiembre del año 1444, y entre el viernes 9 de noviembre y el lunes 3 de diciembre de 1464. En cuanto a los archivos generales, en el Archivo General de Simancas se encuentra la mayoría de la documentación que se ha utilizado en este trabajo, en concreto en las secciones siguientes: Registro General del Sello; Cámara de Castilla -ésta, a su vez, se organiza en tres 249 BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas...”. 232 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media grandes subsecciones, Pueblos, Personas y Diversos-; Consejo Real de Castilla; Secretaría de Estado. Corona de Castilla; Secretaría de Estado. Sueltos; Patronato Real; Secretaría de mar y tierra. Guerra y marina -en concreto las subsecciones Guerra Antigua y Legajos sueltos-; las subsecciones inferiores de Cámara de Castilla, es decir, Cámara de Castilla. Memoriales y expedientes, Cámara de Castilla. Títulos rasgados, Cámara de Castilla. Libros de cédulas y Cámara de Castilla. Perpetuación de oficios; Casa Real. Obras y bosques; Escribanía mayor de rentas; y, por último, Contaduría mayor de hacienda. De todos estos grupos documentales, aunque de forma bastante desigual, se ha obtenido información. Las secciones más destacadas no sólo del Archivo General de Simancas, sino de todos los archivos visitados, son, por orden de importancia: Registro General del Sello, Cámara de Castilla en sus distintas subsecciones, y Patronato Real. La sección Consejo Real de Castilla podría haber aportado bastantes datos si se conservasen más procesos sobre vecinos de Toledo para la época estudiada. Por suerte, en todo caso, si bien no se conservan muchos procesos sí tenemos su resolución, a veces, en el Registro General del Sello. El Registro General del Sello se organiza por meses. Cada mes ocupa un legajo, aunque hay meses que ocupan dos o más. La información empieza a ser seriada a partir del año 1475, si bien hay documentos sueltos para años anteriores, y, como se ha dicho, están catalogados los legajos que van desde 1475 a 1499. Para realizar este estudio, sin embargo, se han visto no sólo estos documentos, sino además los escritos contenidos en los legajos sin catalogar que van del año 1500 al 1523. Cualquier historiador que conozca el Registro General del Sello, o que se haya acercado a él a la hora de realizar alguna investigación, podrá hacerse buena idea del trabajo que ha supuesto esta búsqueda de documentos, realmente desesperante a veces, ya que se ha tenido que bucear entre cientos de escritos, literalmente, en busca de información de los vecinos de Toledo. En cuanto a los otros archivos de carácter general que se han visitado, la información de la Real Chancillería de Valladolid es más reducida, entre otras cosas porque no se conservan pleitos criminales para la época que aquí nos interesa, y algunas secciones están pésimamente catalogadas. También se ha acudido a los fondos de la Real Chancillería de Granada, y más en concreto a su sección relativa a Ciudad Real250, pues en un principio era factible que algunos vecinos de Toledo, aunque su chancillería era la vallisoletana, acudiesen a ésta, al ser la más próxima a su urbe cuando estaba en Ciudad Real, antes de que se trasladase a Granada. 250 También se ha analizado, aunque la población de Toledo tenía como tribunal supremo, por debajo del Consejo Real, la Chancillería de Valladolid. La urbe está al norte del Tajo, la frontera que dividía los territorios bajo la tutela de la Chancillería de Valladolid, al norte del mismo, del área tutelada por la granadina, al sur. 233 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Además, también era posible que en este archivo se conservasen datos de la zona sur de la tierra toledana. En efecto es así, aunque la información es escasa. Con respecto al Archivo Histórico Nacional, tres secciones han sido importantes, si bien no tanto como en principio se creía: Nobleza, Inquisición y Diversos. Santa Hermandad Vieja de Toledo. Los documentos de todas ellas están bastante bien estudiados en lo que se refiere a la ciudad del Tajo, sobre todo los relativos a la labor de los inquisidores. De la misma manera, son conocidas las copias de documentos originales sobre Toledo que se hallan en la sección Manuscritos de la Biblioteca Nacional; unas copias de las que, en todo caso, se ha intentado prescindir para evitar errores, acudiendo siempre, por contra, a los escritos originales en caso de conservarse. En vista de lo que se ha podido ir comprobando a lo largo de la investigación, las copias de ciertos documentos dejan muchísimo que desear. Es por eso que sólo cuando no se han conservado los originales se ha acudido a ellas. Algo que resulta necesario de todo punto a la hora de analizarse los escritos de la Real Academia de la Historia, en concreto de su biblioteca. La información obtenida se puede resumir del modo que sigue en lo que al delito como tal respecta, sin referirnos a los “generadores de conflicto”. Se trata de la imagen sincrónica del delito que ofrece la documentación analizada. DELITOS Contra las personas Injuria / amenaza Agresión / heridas Homicidio / asesinato Asonada / alboroto Encarcelamiento ilegal Secuestro Cárcel privada Agresión sexual Desafío Contra la propiedad Robo / hurto Apropiación de herencia Problemas con tierra Problemas con casa Saqueo de casa Ocupación de término Robo de ganado Destrucción de bienes Apropiación de armas Ocupación de calles 1465-1522 1.431 667 266 234 110 98 41 8 5 2 1.184 374 234 208 140 25 78 63 30 27 3 234 Antes de 1465-1523 1.482 680 269 234 139 103 42 8 5 2 1.338 431 234 208 143 92 83 78 36 27 4 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Quema de término Contra las costumbres Blasfemia Adulterio Juego Proxenetismo Fuga de mujeres Negación del matrimonio Incumplimiento de votos religiosos Amancebamiento Hijo fuera del matrimonio Fuga de hombres Deshonestidad pública (sexo) Alcahuetería Incesto Matrimonio ilegal Pederastia Total 2 226 92 32 26 5 21 13 11 8 6 4 3 2 1 1 1 2.841 2 244 92 32 26 23 21 13 11 8 6 4 3 2 1 1 1 3.064 Personalmente, y a tenor de todo lo dicho hasta aquí, yo no me atrevería a defender que la imagen del delito a fines de la Edad Media en Toledo y su entorno sea ésta: la que expresan los documentos aquí analizados. Eso sí, parece una imagen bastante lógica. Según ella, a fines de la época medieval los delitos más frecuentes son los verbales: las injurias, las amenazas y las blasfemias. Les siguen los hechos delictivos en contra de la propiedad, entre los que adquieren bastante importancia los robos / hurtos. Sólo por detrás de éstos es cómo hay que situar, desde un punto de vista cuantitativo, otros delitos contra las personas, como las agresiones / heridas, más numerosas que los homicidios. Los delitos contra las costumbres, por último, están muy mal documentados en los escritos que se conservan, entre otras cosas porque muchas veces ni se denunciaban, a no ser que fuesen muy graves. A tenor de lo dicho por la documentación estamos, pues, ante una sociedad en la que lo que predomina son las injurias, las blasfemias, las amenazas y, en términos generales, todas las formas de violencia verbal. También son importantes los hechos delictivos en contra de la propiedad privada, tanto los delitos contra bienes muebles como contra bienes inmuebles. En lo que respecta a la violencia física, las peleas más o menos graves, que terminan a veces con heridos de diversa gravedad, son más comunes que las peleas que acaban en muerte, o que los asesinatos. Entre los delitos contra las costumbres, en fin, destacan las blasfemias, pero sobre todo los delitos que tienen a mujeres como protagonistas -víctimas en su mayoría-: adulterios, proxenetismo, fugas de mujeres, negación del matrimonio... Ciertamente tal imagen recuerda mucho a la defendida por Juan Miguel Mendoza Garrido, quien en todo momento reafirma la 235 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis importancia de los delitos contra la propiedad frente a los delitos contra las personas, con la meta de poner en cuestión la existencia de un supuesto “modelo de criminalidad medieval”. Refirámonos brevemente a este modelo. En los estudios sobre la violencia y el delito en todo momento han tenido una influencia notable las metodologías y los temas planteados por los antropólogos y los sociólogos, quienes, de alguna manera, determinan las dos líneas de trabajo que se han venido siguiendo. De la sociología, que ya en los pioneros estudios deja su impronta251, se han heredado (en especial) los planteamientos cuantitativos, la importancia de la elaboración de estadísticas y de su correcto análisis252. Para poder hacerlas es obligatorio contar con datos sobre el hecho delictivo que sean coherentes, que informen sobre los delitos de una manera continua a lo largo del tiempo, y de los que, de un modo sistemático, puedan extraerse conclusiones en torno a la evolución de los homicidios, los robos, las injurias... Como no siempre esto es posible las estadísticas han sido y son muy criticadas por algunos autores, sobre todo por los medievalistas253. La Edad Media era un “período pre-estadístico”; la información no se recogía con unos objetivos sistematizadores. Si a esto sumamos que bastantes delitos ni se denunciaban, que aquellos que eran denunciados en ocasiones se resolvían oralmente, y que los que se ponían por escrito en buena parte se han perdido, la validez de cualquier estadística, no ya sobre el hecho delictivo sino sobre su represión, debe ponerse en duda254. Aún así, se pueden realizar cuantificaciones cuando los datos sean homogéneos, siempre que se interpreten correctamente y el historiador no deje llevarse por el “culto al número”255. En este sentido, a partir del análisis estadístico del delito a lo largo de la historia hace años surgieron dos teorías256: la “teoría de la modernización del crimen” y la “teoría de la 251 Sobre la relación entre la historia y la sociología véase: JULIÁ, S., Historia social / sociología histórica, Madrid, 1989; ROCHER, G., Introducción a la sociología general, Barcelona, 1996 (12ª Edic.); SÁNCHEZ LEÓN, P., “¿Autonomía estatal o clases fragmentadas?. Conceptos, teorías y estrategias de investigación en sociología histórica del cambio social”, Política y sociedad, 18 (1995), pp. 149-164. 252 Sobre estos aspectos véase: GAUVARD, C., “Les sources de la fin du Moyen Age peuvent-elles permettre una approche statistique du crime?”, en CONTAMINE, P., DUFOUR, T. y SCHENERB, B., (Edits.), Commerce, finances et société (XI-XVI), Melanges Henri Dubois, París, 1993, pp. 469-488; y “La prosopographie des criminels en France à la fin du Moyen Age. Méthode et résultants”, en L´Etat Moderne et les elites, XIIIe-XVIIIe siècles. Apports et limites de la méthode prosopographique, París, 1996, pp. 445-452; DELACROIX, D., ROUSSEAUX, X. y URBAIN, J.P., “To fine or to punish in the Late Middle Ages. A timeseries analysis of justice administration in Nivelles, 1424-1536”, Applied economics, 28 (1996), pp. 1.213-1.224. 253 En los libros de dos medievalistas españoles pueden leerse críticas al respecto: NARBONA VIZCAÍNO, R., Malhechores, violencia y justicia ciudadana..., p. 62; MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión..., pp. 50-53. 254 Para fines de la Edad Moderna las estadísticas empiezan a tener algo más de fiabilidad, pero, aún así, han de ser interpretadas con cuidado. Véase sobre esta idea: BOUTELET, B., “Êtude par sondage de la criminalité dans le bailiage de Pont-de-l´Arche (XVIIe-XVIIIe siècles)”, Annales de Normandie, 12 (1962), pp. 235-262. 255 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión en la Castilla bajomedieval..., p. 50. 256 SEGURA URRA, F., “Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia y el crimen en la baja Edad Media”, A.H.D.E., 73 (2003), pp. 577-678. 236 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media civilización del crimen”. La primera de ellas empezó a desarrollarse a raíz de los iniciales estudios de algunos criminalistas que, con el fin de conocer la criminalidad existente en cada una de las sociedades, analizaron las estadísticas de los crímenes realizados en el siglo XIX257, e “introdujeron la idea de que entre criminalidad real y criminalidad registrada existía una relación equilibrada y constante, de forma que los datos estadísticos eran representativos de la realidad”258; algo muy discutible. En todo caso, los historiadores (los modernistas en especial) empezaron a otorgar importancia a las estadísticas, siguiendo los planteamientos de Emile Durkheim259 y Max Weber260, para quienes el proceso de urbanización y el desarrollo del capitalismo habían traído consigo un incremento de la delincuencia, por una parte, y un aumento de los delitos contra la propiedad -en vez de los asesinatos, las agresiones físicas, las amenazas, etc.-, por otra. Todo era culpa de la competencia económica y de la cosmovisión generada por ella. Pierre Chaunu y sus discípulos se sumaron a esta teoría en sus análisis sobre la Francia del siglo XVIII. En realidad lo hicieron muchos historiadores, sobre todo los próximos al materialismo, porque la denominada “teoría de la modernización del crimen” o “de la violencia al robo” (“de la violence au vol” o “violence to theft”) venía a evidenciar el paso del modo de producción feudal al capitalista261. De acuerdo con ella, a fines de la Edad Media e inicios de la Moderna se empezaron a producir unos cambios estructurales que transformaban el carácter del hecho delictivo, haciendo que los delitos contra la propiedad aumentasen de forma paralela a la disminución de los delitos contra las personas propiamente dichas. Los análisis para comprobar la verosimilitud de esta teoría se centraron en dos tipos de actos, el homicidio y el robo, y muchos definieron estadísticas que demostraban su evolución opuesta desde la Edad Media hasta el presente. Pero no todos iban a aceptar tales argumentos. La “teoría de la civilización del crimen”, más cercana a los planteamientos antropológicos262, se convirtió en la alternativa a la “teoría de la violencia al robo”. Su creador fue Norbert Elias. En 1939 publicó su obra La civilisation des moeurs (en alemán), que, junto 257 GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A., Manual de criminología. Introducción y teorías de la criminalidad, Madrid, 1998, pp. 225-234; citado en Idem, p. 598. 258 Idem, pp. 598-599. 259 Sobre todo en su obra Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, 1965. 260 Influyeron sobre todo tres de sus obras: Economía y sociedad, Madrid, 1973; La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, 1973; y Estructuras de poder, Buenos Aires, 1977. 261 Existen ejemplos paradigmáticos: LE ROY-LADURIE E., “La décroissance du crime au XVIIIe siécle; bilan d´histoirens”, Contrepoint, 9 (1973), pp. 227-233; FOUCAULT, M., Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión, Madrid, 1992. 262 Sobre la relación antropología-historia véase: CARBONELL, C.O., ”Antropología, etnología e historia: la tercera generación en Francia”, en ANDRÉS GALLEGO, J. (Dir.), New history, Nouvelle Histoire. Hacia una Nueva Historia, Madrid, 1993, pp. 98-100. 237 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis con La Dynamique de l´Occident, sería la base de su trabajo más famoso: El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas263. Según él, era cierto que las estadísticas mostraban una disminución de la violencia en contra de las personas a medida que nos acercamos a la época contemporánea, pero esto no quería decir que de forma paralela aumentase el delito contra la propiedad. Y, además, lo más importante no era la evolución del delito sino su análisis, el análisis de la actitud social frente a él. En la historia de la humanidad se había producido un proceso de “refinamiento” de los hábitos sociales evidente, alegaba Elias, un “proceso de civilización” favorecido por el desarrollo del Estado moderno y de su implícito “disciplinamiento”264. La existencia, cada vez más notoria, de un poder central capaz de castigar a los malhechores, había obligado a muchos “a contenerse”265 a la hora de cometer un crimen, y por eso los homicidios, las agresiones físicas y otros hechos delictivos contra las personas (la llamada “violencia interpersonal”) habían disminuido. También muchos historiadores se sumaron a esta postura, sobre todo ingleses266, buscando legitimarla con sus estadísticas. Como puede observarse, más allá de sus divergencias, tanto los planteamientos basados en la “modernización del crimen” como los que argumentaban sobre su “civilización” partían de una misma base: la existencia de un “modelo de criminalidad medieval”, en el que los delitos contra las personas, es decir, los homicidios, los asesinatos, las agresiones, los secuestros, las injurias, etc., eran o bien más abundantes que los delitos contra la propiedad -apropiaciones de tierras, robos de bienes muebles y semovientes, quema de cultivos, etc.-; o bien, cuanto menos, más numerosos que los delitos contra las personas existentes hoy en día. Con el objetivo de comprobar si esto es así, si verdaderamente puede hablarse de tal modelo, en los últimos años se ha asistido a un incremento considerable de los estudios sobre la violencia acaecida en los siglos XIV y XV, centrándose en el análisis de la evolución de los crímenes interpersonales, por una parte, y de los delitos contra la propiedad, por otra. Sobre 263 Primero se tradujo al castellano la obra de Norbert ELIAS titulada La sociedad cortesana, México, 1982. El proceso de Civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, no se publicó hasta 1987. 264 El término “disciplinamiento”, de disciplina, adquirió mucha importancia gracias a los trabajos de Michel FOUCAULT sobre los sistemas de control de los individuos en las prisiones, que favorecieron el desarrollo de análisis sobre los medios de control social. Véase al respecto: MANTECÓN, T.A., Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo Régimen, Santander, 1997; SCHILLING, H., “El disciplinamiento social en la Edad Moderna: propuesta de indagación interdisciplinar y comparativa”, en FORTEA, J.I., GELABERT, J.E. y MANTECÓN, T.A. (Edits.), Furor et rabies. Violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna, Santander, 2002, pp. 17-46. 265 SEGURA URRA, F., “Raíces historiográficas y actualidad de la historia de la justicia y el crimen...”, p. 601. 266 Y, sobre todo, en la década de 1480: GURR, T.R., “Historical trends in violent crime: a critical review of the evidence”, Crime and justice: an annual review of research, 3 (1981), pp. 295-353; STONE, L., “Interpersonal violence in english society. 1300-1980”, Past and Present, 101 (noviembre de 1983), pp. 22-33. 238 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media todo han sido historiadores franceses los que se han encargado de llevar a cabo esta labor267, y a la luz de sus resultados268 parece ser que, en efecto, a fines del Medievo se produjo una reducción de la violencia interpersonal y un incremento paralelo de los delitos de carácter económico, lo que demostraría la existencia del “modelo de criminalidad”, más allá de las causas que acabaran destruyéndolo. Tampoco estos planteamientos son aceptados por algunos autores269. La crítica al “modelo de criminalidad medieval” se ha producido, y se produce cada vez de una manera más generalizada, gracias a las reservas que (bastante más que en los estudios de las décadas anteriores) los historiadores se muestran dispuestos a poner ante la idea de que “el delito registrado” es evidencia del “delito real”. Se considera clave la discordancia existente entre los crímenes y hechos delictivos que se denunciaban, aquellos que no eran denunciados y los que, denunciándose, no pueden conocerse porque no se conservan datos. El volumen de delitos sin registrar, sea porque nunca se demandaron o porque su rastro documental se ha perdido, se señala en los estudios actuales con una expresión inglesa; la “dark figure” (o “black date”), la “cifra desconocida”. Es la importancia de esta cifra la que ha hecho que muchos no acepten la existencia del “modelo de criminalidad medieval”. O, al menos, del modelo tal y como está planteado. Las críticas se centran, esencialmente, en tres aspectos. Primero, entre la delincuencia real y la registrada que se ha conservado está la “dark figure”, cuya importancia puede resultar determinante sobre todo en la época medieval, porque recurrir a los jueces en busca de ayuda se entendía como una evidencia de debilidad270, muchas disputas eran resueltas 267 El historiador que impulsó estos estudios fue Jacques CHIFFOLEAU, en trabajos como: “La violence au quotidien. Avignon au XIV...”; Les justices du Pape. Delinquance et criminalité dans la región d´Avignon au XIVe siècle, París, 1984. 268 La Tesis de Estado de Claude GAUVARD, que siguió la senda marcada por CHIFFOLEAU, se considera una obra definitiva a la hora de demostrar esta teoría, debido a la enorme cantidad de documentos que utiliza. Salió publicada hace relativamente poco tiempo con el título: “De grace especial”. Crime, Etat et société en France à la fin du Moyen Age, 2 vols., París, 1991. 269 Félix SEGURA URRA señala al respecto que ya en 1974 Bárbara HANAWALT contradecía algunos de sus estudios, al demostrar el predominio de los delitos contra la propiedad sobre aquellos que se desarrollaban contra las personas: HANAWALT, B.A., “Economic influence on the pattern of crime in England, 1300-1348”, The American Journal of Legal History, 18 (1984), pp. 294-296; y Crime and conflict in english communities, 13001348, Cambridge, 1979. Entre los historiadores españoles que más claramente se han posicionado en contra del modelo de criminalidad medieval está Juan Miguel MENDOZA GARRIDO: Delincuencia y represión..., pp. 6164. 270 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión..., pp. 179-180. Sobre estas problemática llaman la atención muchos estudios: CLANCHY, M., “Law and love in the Middle Ages”, en BOSSY, J. (Edit.), Disputes and settlements. Law and human relations in the West, Cambridge, 1983, pp. 47-66; HUDSON, J., “La interpretación de disputas y resoluciones: el caso inglés, c. 1066-1135”, Hispania, 197 (1997), pp. 885-916; VINCENT, C., “Structures et rituels de sociabilité à la fin du Moyen Age: bilan et perspectives de recherche”, Memoria y Civilización, 3 (2000), pp. 27-36. 239 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis acudiendo a árbitros al margen de la justicia271 y bastantes conflictos se resolvían oralmente, y porque los documentos conservados son escasos, salvo excepciones. Segundo, no es correcto utilizar una misma tipología y organización de los delitos (un único esquema taxonómico) para todas las épocas, pues las leyes cambian y lo que era tenido como un hecho delictivo deja de tenerse como tal y viceversa -por ejemplo, matar a una mujer que hubiese cometido adulterio, si podía demostrarse que éste existió, no era algo digno de castigarse-. Y, tercero, los que defienden la existencia de un modelo de criminalidad insisten demasiado en el homicidio o en el asesinato, marginando a otros delitos importantes: desde las agresiones sin muerte a los impagos de deudas. De acuerdo con tales críticas, una vez cuestionado el axioma sobre el crimen en la Edad Media que basaba las teorías en torno a su “modernización” o “civilización”, también éstas, como es lógico, han sido cuestionadas. En lo relativo a la “modernización del crimen” es evidente. Puesto que a la luz de los documentos no puede conocerse la delincuencia real, afirmar, desde un punto de vista científico, que la historia de la humanidad se ha caracterizado por el paso de una época de violencia física a una de robos, estafas y fraudes es poco riguroso; aunque las estadísticas sobre la delincuencia reprimida así lo señalen. Con respecto a la “teoría de la civilización”, se ha defendido que muy difícilmente pueden considerarse las estadísticas como “un reflejo de la conducta humana”272, entre otras cosas porque muchos historiadores (criticando además la idea de la modernización) han encontrado aumentos de la violencia interpersonal a finales del siglo XVIII o en el XIX, que contradicen lo defendido por Norbert Elias273. Cuyas ideas son cuestionadas, de idéntico modo, por culpa de las guerras mundiales. 271 El análisis de las prácticas infra-judiciales, es decir, al margen de la justicia oficial, se ha convertido en uno de los temas de estudio más importantes de los últimos años. Véase, por ejemplo: SOMAN, A., “L´infra-justice à Paris d´après les archives notariales”, Histoire, économie, société, 1 (1982), pp. 369-372; GARNOT, B. (Edit.), L´infrajudiciaire du Moyen Age à l´epoque contemporaine, Dijon, 1996; ZORZI, A., “Conflicts et pratiques infrajudiciaires dans les formations politiques italiennes du XIIIe au XVe siècle”, en Idem, pp. 19-36; OFFENSTADT, N., “Interaction et régulation des conflits. Les gestes d l´arbitrage et de la conciliation au Moyen Age (XIIIe-XVe siècles)”, en GAUVARD, C. y JACOB, R. (Edits.), Les rites de la justice. Gestes et rituels judiciaires au Moyen Age occidental, París, 2000, pp. 201-228; MANTECÓN, A.T., “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen durante la Edad Moderna”, Estudis, 28 (2002), pp. 43-75. 272 SHARPE, J., “The history of violence in England: some observations”, Past and Present, 108 (1985), pp. 206-215 273 Véase al respecto: DEAN, T. y LOWE, K.J., “Writing the history of crime in the Italian Renaissance”, en Crime, society and the law in Renaissance Italy, Cambridge, 1994, pp. 1-15; BARNEL, C., “Symptômes de violence in Provence maritime à la fin du Moyen Age”, en CONTAMINE, P. y GOYOTJEANNIN, O. (Edits.), La guerre, la violence et les gens au Moyen Age. 119e Congrès national des sociétés historiques et scientifiques, 2 tomos, París, 1996, tomo 1, pp. 137-148; FINCH, A.J., “The nature of violence in the Middle Ages: an alternative perspective”, Historical Research, 70 (1997), pp. 249-268; MANTECÓN, T.A., “Did interpersonal violence decline in the Spanish Old Regime?”, Memoria y Civilización, 2 (1999), pp. 117-140. 240 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media En esta situación nos encontramos en el momento actual. Frente a los convencidos del valor de las estadísticas a la hora de conocer el delito en el pasado, casi nadie, y frente a aquellos que continúan pensando que las teorías sobre la evolución de la criminalidad siguen siendo válidas, cada vez menos, se abre un enorme abanico de investigaciones que, en un intento de superar antiguos modelos, miran desde múltiples enfoques el hecho delictivo para interpretarlo correctamente en su contexto. Y es que, en realidad, el verdadero problema que han tenido las teorías sobre la evolución de la delincuencia y el crimen ha sido éste: el contexto. Sin dar explicación alguna (por ser inexplicable entre otras cosas), los “ciegos intentos”274 de legitimar las teorías existentes han hecho que el delito se descontextualice, que “se le despoje de su sustancia”275 para transformarlo en un número. Dicho esto, la imagen que ofrecen las estadísticas de los delitos aquí analizados ¿es la imagen verdadera del hecho delictivo en Toledo y su comarca a finales de la Edad Media?. No habría por qué responder a esta pregunta, porque, en realidad, no es a ella a la que este trabajo busca dar respuesta. La cuestión sería: ¿se trata de la imagen sobre la lucha contra el delito, en concreto contra el delito acaecido en la comunidad toledana, que a finales del Medievo se desprendía de las instituciones que controlaban a esta comunidad?. En otras palabras: ¿estamos ante una imagen verídica de la actividad represiva de entonces?. Pues sí y no. Por una parte, tal vez a dicha imagen la falta mucho de “medieval”, es decir, de delitos contra las costumbres, porque éstos aparecen infravalorados en la documentación analizada. La imagen que tenemos es la de los escritos que se conservan, pero es posible, es seguro mejor dicho, que ésta sería alterada si contásemos con los documentos que se han perdido, por no hablar de aquellos delitos que, por ser los más habituales, son los menos documentados. Por otra parte, ésta es la imagen global que se desprende del análisis de la labor de todas las instituciones. Ahora bien, la cantidad de documentos que poseemos de cada una de ellas es muy distinta, y cada organismo institucional tenía su propio papel. No es igual la actividad del Consejo de los reyes, al que llegan sólo los casos importantes, que la tarea de las instituciones locales de Toledo, que se hallan más inmiscuidas en la represión del delito diario. Tampoco es lo mismo, ni siquiera comparable, el ingente volumen de documentación que se conserva sobre la actividad del Consejo Real que los escasos documentos sobre la labor de los jueces y los gobernantes toledanos. 274 JOHANSEN, J.C.V. y STEVNSBORG, H., “Hasard ou Myopie. Réflexions autour de deux théories de l´Histoire du Droit”, Annales. E.S.C., 41 (1986), pp. 602-603; POST, J.B., “Crime in later medieval England: some historiographical limitations”, Continuity and change, 2 (1987), pp. 220-222; y “Faces of crime in Later Medieval England”, Histoy Today, 38 (1988), pp. 18-24. 275 Expresión utilizada por Rafael NARBONA VIZCAÍNO en su trabajo Malhechores, violencia y justicia ciudadana..., p. 62. 241 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Habrá tiempo de profundizar en estas cuestiones. En cualquier caso, queden dos ideas claras: por un lado, desde mi punto de vista, las cifras más que hablarnos de una realidad nos hablan de la tarea de las instituciones frente a esa realidad; y, por otro, parece claro que, debido a las carencias documentales, no podemos conocer con el mismo rigor todas las medidas puestas en marcha por los distintos organismos institucionales para prevenir y / o castigar el delito, o lo que es lo mismo, para mantener la paz pública. Se da la paradoja de que en lo que respecta a Toledo los escritos que se conservan hablan más de la actividad de las instituciones extraurbanas de las que dependía -esencialmente del Consejo Real y de las Chancillerías reales-, que de las propias instituciones urbanas. 2.2.1.2. EL DELITO VIOLENTO Centrémonos en el análisis de los delitos contra las personas, aquellos que de acuerdo a la información que se conserva parecen los más numerosos a fines del siglo XV y principios del XVI en la ciudad de Toledo y sus alrededores. Más allá del porqué de la violencia, de si se debía a causas genéticas, culturales, a ambas, a penosas coyunturas políticas y económicas, o, por qué no, a la propia organización urbanística de Toledo, tan laberíntica que era favorable para que el malhechor pudiese huir tras cometer un delito276, temas, todos, a los que iremos refiriéndonos a lo largo del trabajo, resulta llamativa la diferencia de las informaciones que la documentación aporta, pues mientras que apenas se conservan datos de los archivos locales, del Registro General del Sello -del Consejo Real- la documentación es enorme, tal y como se muestra en este cuadro. TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LAS PERSONAS. 1422-1523 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL CASOS CASOS CASO DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN DENUNCIAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1444-1515 28 19 Asonada / alboroto 2 14 Injuria / amenaza 8 2 Agresión / heridas 8 1 Encarcelamiento ilegal 7 1 Secuestro 3 Homicidio / asesinato 1 Jurados de Toledo. 1463-1505 17 Agresión / heridas 8 - 276 TOTAL 47 16 10 9 8 3 1 17 8 Sobre algunos de estos aspectos véase: CARRASCO, R., “L´architecture à la Valence entre urbanité médiévale et violence moderne. Étude typologique de la Lonja (1482-1519)”, en DUVIOLS, J.P y MOLINIÉBERTRAND, P. (Dirs.), La violence en Espagne et en Amérique (XVe-XIXe siècles), París, 1997, pp. 227-243. 242 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Asonada / alboroto Injuria / amenaza Homicidio / asesinato Encarcelamiento ilegal Secuestro Canónigos de Toledo. 1463-1505 Injuria / amenaza Asonada / alboroto Encarcelamiento ilegal Agresión / heridas Consejo Real. 1422-1523 Injuria / amenaza Agresión / heridas Homicidio / asesinato Asonada / alboroto Encarcelamiento ilegal Secuestro Cárcel privada Agresión sexual Desafío Real Chancillería de Valladolid. 1496-1522 Injuria / amenaza Agresión / heridas Homicidio / asesinato Asonada / alboroto Encarcelamiento ilegal Secuestro Inquisición. 1489 Injuria / amenaza Hermandad. 1495 Homicidio / asesinato Hermandad Vieja. 1508-1520 Agresión / heridas Agresión sexual Secuestro TOTAL 3 2 2 1 1 93 73 13 4 3 98 26 33 15 13 9 2 - 1.191 553 206 213 92 80 33 8 4 2 19 3 2 2 1 1 93 73 13 4 3 1.289 579 239 228 105 89 35 8 4 2 19 236 6 6 2 2 1 2 10 10 1 1 6 4 1 1 1.246 6 6 2 2 1 2 10 10 1 1 6 4 1 1 1.482 Como puede verse, el cuadro muestra los distintos hechos violentos que aparecen en los documentos de cada una de las instituciones analizadas, y los años en que se documentan. Los datos sobre cada suceso se han dividido en dos partes: por un lado los hechos que aparecen en las denuncias, y por otro los que aparecen en “actuaciones”, es decir, en las medidas que cada uno de los organismos institucionales puso en marcha ante los actos violentos, por motivo de una denuncia o no. De documentarse algún caso en una denuncia y una “actuación”, algo en verdad poco frecuente, se ha cuantificado como una de éstas últimas. En realidad estas cifras son falsas. De tomarlas en serio nos engañarían. Quitando lo que se refiere al Consejo Real, del que se conservan muchos documentos, el resto de los números ni nos sirven para conocer la realidad de la época a la que se refieren, ni hablan con rigor de la 243 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis tarea represiva de las instituciones frente a los delitos de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Véase simplemente lo que indican las cifras del Regimiento. Al no haberse conservado las actas del mismo, tan sólo se documentan 47 casos para un período de más de setenta años. Así, lo único que podría concluirse es que, siempre de acuerdo a la información conservada, los regidores parecen preocuparse por ciertos delitos contra las personas que podían resultar muy peligrosos para el mantenimiento del orden público: los llamados ruidos e escándalos, bulliçios, o asonadas e alborotos, peleas que implicaban a muchos individuos y que surgían a veces por asuntos nimios, pero legitimadas por los deseos de venganza y el desprecio, o por las rivalidades políticas. Al contrario que en el caso de las asonadas, en las que el Regimiento interviene por su cuenta sin que tengan que demandarse, en lo relativo a los insultos, las amenazas y las peleas que a diario se daban entre los habitantes de Toledo sí se tenían que demandar para que los regidores hiciesen algo al respecto; aunque no siempre se prestase la atención suficiente. El interés de los regidores se centraba más en prevenir la aparición de escándalos y el desarrollo de graves reyertas, que en el castigo de peleas poco importantes o de la tensión verbal que las producía277, lo que explica las medidas desarrolladas contra la prostitución ilegal y el juego, o la insistencia en que los ciudadanos no llevaran armas en público, en que los omes de mal vivir estuviesen fuera de las murallas, en que no se predicasen sermones que pudieran causar escándalos, en que los vecinos no se reuniesen con armas o sin ellas en períodos de crisis política y social, o en que los precios no subieran de forma excesiva. Eran, todos, asuntos que podían generar problemas a la hora de mantener el orden público. En lo que respecta al Cabildo de jurados, como puede verse sólo se documentan casos en denuncias. El motivo es lógico: éstos no poseían ninguna capacidad de acción en la urbe al margen de los regidores, que eran los detentadores del poder ejecutivo. Si deseaban hacer algo los jurados tenían la obligación de acudir a la realeza en busca de ayuda. Por otra parte, si no fuera porque se conservan sólo 17 casos para un período de cuarenta años, las denuncias 277 Sobre el papel que jugaba la tensión verbal en la sociabilidad urbana véase: CASAGRANDE, C., “Fama e diffamazione nella literratura teologica e pastoral del sec. XIII”, Richerche Storiche, 26 (1996), pp. 7-24; CASAGRANDE, C. y VECCHIO, S., “Non dire falsa testimonianza contro el tuo prossimo. Il decalogo e i peccati della lingua”, en ROMAGNOLI, C. (Edit.), La città e la corte. Buone e cattive maniere tra Medievo ed Età Moderna, Milán, 1991, pp. 83-107; LAGORGETTE, D., “Termes d´adresse, acte perlocutoire et insultes: la violence verbale dans quelques textes des XIVe, XVe et XVIe siècles”, en La violence dans le monde médiévale, Senefiance, 36 (1994), pp. 317-332; GAUVARD, C., “Rumeurs et stéréotypes à la fin du Moyen Age”, en La circulation des nouvelles au Moyen Age, París, 1994, pp. 157-177; LEGUAY, M., “Defamatory pictures and letters in Late Medieval Germany: the visualisation of disorder and infamy”, The Medieval History Journal, 3 (2000), pp. 139-160; FERNÁNDEZ ESPINAR, R., “Las injurias en el Derecho histórico español (anterior a la codificación penal)”, en Los derechos humanos. Libro homenaje al Excmo. Sr. D. Luis Portero García, Granada, 2001, pp. 172-181. 244 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media presentadas al Cabildo podrían ser muy indicativas del tipo de delitos contra las personas que ocurren más a menudo en la urbe a finales del Medievo, ante la ausencia de otras fuentes básicas, como procesos criminales de los jueces urbanos, o, más en general, escritos sobre la actividad de éstos, de los que no se conserva ni uno. Por si fuera poco, cuando se conserva alguna información es desesperadamente parca en detalles. Ni se dice el momento exacto en que se produjo el delito muchas veces, ni dónde tuvo lugar, ni el oficio, la edad u otras informaciones de la víctima y el agresor, que podrían ser enriquecedoras. Es por ello que, por más que nos esforcemos, nunca podrán conocerse con certeza los hechos violentos ocurridos en Toledo en el siglo XV y a principios del XVI. Para salvar estas faltas, en parte, se puede acudir a la información de la Iglesia toledana. No obstante -y esto vuelve a desesperar al historiador-, también las carencias son notables. No existe información, apenas, de los casos tratados por los jueces eclesiásticos para la época aquí analizada. O por lo menos, de existir, aún no ha aparecido entre la documentación arzobispal y del Cabildo catedralicio. La única manera de analizar la delincuencia a partir de los documentos de la Iglesia, por lo tanto, es acudiendo a los escritos de los canónigos de la catedral, y más en concreto a las actas de sus asambleas, que se conservan bastante bien desde finales de la década de 1460. Sometidos a una jurisdicción propia, bajo el tutelaje de unos jueces eclesiásticos, los canónigos que integraban el Cabildo solían hacer públicas sus quejas ante los agravios que a diario soportaban, y han quedado recogidas en las actas de sus asambleas. Evidentemente, se trata de demandas puestas por un grupo social definido, aquellos sujetos que integraban el alto clero de la urbe, y tal vez los problemas que sufrían no sean muy representativos del tipo de problemas que estaban obligados a padecer el resto de los ciudadanos. Aún así, teniendo en cuenta que, frente a los desequilibrados datos que aportan los documentos del Ayuntamiento, las actas del Cabildo catedralicio se conservan desde 1466 en adelante (con interrupciones producidas por culpa de la peste, que obligaba a los canónigos a abandonar la urbe), éstas son una fuente fundamental para conocer la delincuencia de fines del siglo XV278. De un total de 104 delitos extraídos de las actas del Cabildo catedralicio para los años que van de 1466 a 1521, ambos inclusive, 91, el 87,49 %, se refieren a conflictos personales 278 Sobre todo lo que tiene que ver con el papel de los clérigos y la delincuencia en la Edad Media véase: ABERTH, J., “Crime and justice under Edward III. The case of Delisle, Thomas”, English Historical Review, 107 (1992), pp. 283-301; y Criminal churchemen in the age of Edward III. The case of Bishop Thomas de Lisle, Pennsilvania, 1996; CORIA COLINO, J.I., “La eliminación de los jueces de la Iglesia en los concejos medievales de la Corona de Castilla (ss. XIII-XIV, León, Zamora, Salamanca y Murcia)”, Medievo Hispano. Estudios in memoriam del prof. Derek W. Lomax, Madrid, 1995, pp. 111-119; GARNOT, B. (Edit.), Le clergé delinquant (XIIIe-XVIIIe siècle), Dijon, 1996. 245 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis de los canónigos, o bien con otros clérigos, o bien con laicos. El 69,23 % de los casos son ynjurias; este es el nombre que reciben en los escritos las ofensas que los canónigos sufrían de palabra o de obra, las cuáles sólo podían redimirse a cambio de una compensación económica, y de las pertinentes disculpas. Como casi siempre en las actas se señala únicamente la queja del canónigo ante la injuria, sin dar detalles, es imposible saber en qué había consistido ésta. Es algo característico de las actas de la catedral, sobre todo a medida que se avanza hacia el siglo XVI. La información que se recoge cada vez es más oscura; hay agravios sufridos por los canónigos que ni se señalan, otros que se señalan mínimamente y de forma ambigua. Es como si, para no dar publicidad a acontecimientos “deshonrosos”, se intentase evitar cualquier referencia. Está claro que los canónigos vivieron etapas de mucha tensión, en las que acabaron siendo víctimas de los enfrentamientos políticos y sociales que había en Toledo, o del deseo de los monarcas de acaparar más poder. Durante los años finales de la década de 1460, y en el comienzo de los años 70, se produjo una de estas etapas, como veremos. Otra tuvo lugar a mediados de los 90, debido a la presión de los Reyes Católicos para que se recibiera como arzobispo de Toledo a fray Francisco Jiménez de Cisneros (tras la muerte del arzobispo Pedro González de Mendoza), en contra de la opinión de bastantes canónigos, que ni conocían al hombre al que los monarcas pensaban conceder la mitra arzobispal. Por último, en la guerra de los Comunidades también tendrían un papel destacado, en principio junto a los comuneros. Más allá de los grandes enfrentamientos políticos, en la vida diaria los canónigos estaban expuestos al mismo tipo de delincuencia que el resto de la población, aunque la riqueza de algunos de ellos, pertenecientes a importantes linajes, les convirtiera en víctimas potenciales. Cuando sufrían un delito los canónigos lo denunciaban ante sus jueces eclesiásticos, controlados por el vicario. Sin embargo, en épocas de crisis socio-política, cuando la justicia de la Iglesia tenía más dificultades para actuar, las demandas de ayuda frente a los problemas existentes se solicitaban ante el Cabildo catedralicio, que era el encargado, por ejemplo, de dar licencia para que abandonasen la urbe a los canónigos que se sentían amenazados, o que de hecho lo estaban. Por desgracia, al igual que en el caso de los jueces laicos de la ciudad del Tajo, como se dijo, tampoco hay documentación sobre la labor de los jueces eclesiásticos durante la baja Edad Media. Lo que parece indudable es que el clero vivía inmerso en las circunstancias sociales de su época, y que la violencia verbal era la que provocaba más quejas entre los canónigos, tanto por atentar contra su buena fama como por ir contra la honra de la Iglesia. 246 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media En lo que a las hermandades respecta, no hay mucho que decir, salvo que actuaban en el entorno de Toledo, y que no suele ser habitual que en sus documentos se indiquen castigos de delitos de sangre. Normalmente se dedicaban a perseguir robos, aunque la Hermandad Vieja, por motivos que se analizarán, acabó tratando todo tipo de delitos, algunos en verdad nimios. Al contrario, ante el Consejo de los reyes llegan asuntos de bastante gravedad; al menos para quienes los sufren y tienen el suficiente potencial económico como para requerir su ayuda. En este sentido, los documentos del Registro General del Sello, es decir, del Consejo Real, son explícitos a la hora de señalar el vínculo de la realeza con la ciudad del Tajo, y por extensión con las otras urbes castellanas, y explican el porqué de los movimientos de Isabel y Fernando (juntos y por separado) por toda Castilla, al menos durante sus primeros años de reinado. La política monárquica se realizaba de manera efectiva con relación a una ciudad cuando la corte permanecía en ella, de forma que el volumen documental se altera según su establecimiento; si la corte está en una urbe, o en sus inmediaciones, la documentación sobre ella se dispara, mientras que en función de la lejanía, a no ser en casos muy excepcionales, el volumen documental desciende de forma notable279. Los Reyes Católicos realizaban una intervención directa en las ciudades cuando permanecían en ellas. Luego eran los gobernantes locales los encargados de velar por el mantenimiento de la paz, siguiendo las pautas marcadas por los monarcas. De todos modos, es indudable que, a medida que la monarquía mejora su organización burocrática, el intervencionismo regio en la vida urbana se hace más evidente. Aunque a fines del siglo XV los monarcas intervienen en los problemas relativos a la delincuencia de Toledo sobre todo en los momentos en que están en esta ciudad, por ejemplo en 1477, 1480, 1498 y 1502 (entre 1492 y 1495 se produjo una enorme problemática por asuntos económicos, debido al destierro de los judíos, a la tarea de los inquisidores y a la llegada de jueces de términos), lo cierto es que su intervencionismo aumenta de forma constante, y seguirá haciéndolo hasta la guerra de las Comunidades de Castilla. La intervención de los reyes, sin embargo, a veces no se produce por voluntad propia, sino porque es necesaria, porque desde comienzos de los años 90 del siglo XV las dificultades para mantener la paz cada vez son más claras, y la realeza no rehúsa a resolverlas aunque se muestre, como va a mostrarse en ocasiones, impotente a la hora de dar respuesta a homicidios, a amenazas y, más en general, a conflictos que sobrepasan con mucho su capacidad de actuación. 279 Los gastos en mensajeros aumentaban de manera proporcional a la lejanía de la corte. Aunque sólo estaba permitido que los jurados se gastasen 12.000 maravedíes de la hacienda municipal cada año en el envío de mensajeros, llegaron a gastarse, a inicios de los 90 del siglo XV, más de 60.000: A.M.T., A.C.J., D.O., nº. 42. 247 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis El desequilibrio entre la documentación expedida en la corte y aquella que procede de las instituciones de Toledo obliga a dudar de ideas a las que, a primera vista, pudiera llegarse tras el análisis de ciertos datos, porque seguramente serían modificadas de poderse contar con una cantidad parecida de noticias procedentes de ambas “esferas de poder”: la monárquica y la urbana local. Además, hay que ser cautos al valorar las informaciones que proporcionan los documentos emanados del Consejo, ya que actuaba movido por intereses propios y no reflejan la delincuencia existente, sino la delincuencia que a los reyes -a la institución regia, mejor dicho- les interesaba castigar. Por ejemplo, sobre todo desde 1498, en paralelo al aumento de concesiones de licencias de armas, se incrementa el número de noticias sobre ataques físicos, amenazas e insultos. De pronto, sólo porque a la realeza desde entonces empieza a interesarla el ejercer un control sobre estos actos para salvaguardar el orden público, los datos sobre tales enfrentamientos aumentan de manera evidente; no porque se produzcan más (aunque es muy posible que se produjeran, porque de lo contrario los monarcas no se hubiesen interesado por ellos), sino por este interés. En efecto, a la hora de dar cifras sobre la delincuencia acaecida en Castilla durante la baja Edad Media el historiador está a merced de la tarea de los reyes en contra del crimen y del hecho delictivo cuando, como sucede en ciudades como Toledo, no se han conservado documentos sobre el trabajo judicial de los jueces urbanos, y hay que acudir a los escritos producidos por la maquinaria cortesana. Las fuentes emanadas de las instituciones regias nos muestran, de manera preferente, cuáles son las medidas puestas en marcha por los monarcas para reprimir el delito y el crimen. Dar respuesta a una necesidad social que requería la intervención de los reyes era el objetivo de los documentos que hoy analiza el historiador. Se crearon para resolver problemáticas que afectaban drásticamente a la vida comunitaria, y que fueron utilizadas por la realeza para generar un clima social y político afín a sus intereses. Por tanto, a partir de estas fuentes se puede obtener una imagen más o menos acertada sobre los planteamientos del poder central frente a la criminalidad y la delincuencia, o del uso que los monarcas hicieron de ellas, pero no de los hechos delictivos y criminales existentes. Algo similar puede decirse de la documentación de las chancillerías, peor conservada, según señala Richard L. Kagan280. Han de aclararse algunas cosas en lo que a esto respecta. Por una parte, es cierto que los documentos del Consejo Real dan mucha importancia al homicidio / asesinato, como defiende 280 Según éste, el fin de los tribunales centrales de la realeza era “establecer un orden jurídico, instrumentalizado y garantizado por el gobernante...”: KAGAN, R.L., Pleitos y pleiteantes en Castilla (1550-1700), Salamanca, 1991, p. 23. 248 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media Juan Miguel Mendoza Garrido, pero desde 1498 aproximadamente, al menos en lo que a los vecinos de Toledo se refiere, ésta disminuye y empieza a aumentar el papel de las amenazas y las agresiones. No es que se produzca un cambio en el tipo de violencia que se desarrolla en la ciudad y en sus alrededores, lo que cambia es la actuación de los reyes frente a ella; actuación que para ser entendida ha de observarse a lo largo de un período de tiempo lo suficientemente extenso. Por otra parte, la variedad de hechos delictivos resulta tan compleja que difícilmente puede reducirse a una contraposición homicidio / robo con la que entrever la existencia o no de un “modelo de criminalidad medieval”, ya que dejaríamos de lado no pocos delitos. Ahora bien, a la hora de criticar este modelo hay que tener mucho cuidado. Está establecido a partir de documentación bastante más antigua que la conservada para Castilla (de finales del siglo XIII hasta el XV), por lo que ciertas críticas desde los documentos castellanos de fines del siglo XV e inicios del XVI no siempre pueden sostenerse281. En las siguientes páginas vamos a analizar esta última idea. 2.2.1.3. DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD Y LAS COSTUMBRES De todos los delitos que se documentan, los más importantes en número son los de tipo económico, dentro de los cuáles han de incluirse los delitos contra la propiedad, pero también “generadores de conflicto” que se refieren a hechos que quiebren la paz económica. Luego se hará referencia a estos últimos casos. En cuanto a los actos delictivos contra la propiedad, no sólo contra la propiedad privada, aunque en su mayoría se realizaban contra propiedades de este tipo, los documentos analizados expresan las siguientes cifras. TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD. 1444-1523 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN CASO DEMANDAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1444-1514 33 27 Robo / hurto 19 16 Problemas con tierra 3 6 Robo de ganado 7 2 Ocupación de término 3 2 Apropiación de armas 1 Problemas con casa 1 Jurados de Toledo. 1479-1494 35 Robo / hurto 34 Robo de ganado 1 Canónigos de Toledo. 1469-1514 11 1 Robo / hurto 8 281 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión..., pp. 43-67. 249 TOTAL 60 35 9 9 5 1 1 35 34 1 12 8 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Robo de ganado Destrucción de bienes Consejo Real. 1450-1523 Robo / hurto Problemas con tierra Apropiación de herencia Problemas con casa Saqueo de casa Robo de ganado Ocupación de término Destrucción de bienes Apropiación de armas Ocupación de calles Real Chancillería de Valladolid. 1471-1523 Apropiación de herencia Problemas con tierra Problemas con casa Ocupación de término Robo / hurto Destrucción de bienes Robo de ganado Hermandad. 1491-1497 Robo / hurto Hermandad Vieja. 1505-1519 Robo / hurto Quema de término Problemas con tierra TOTAL 3 44 10 2 1 6 2 19 4 - 1 973 299 157 152 117 92 65 54 30 7 171 1 3 1.017 309 159 152 117 92 66 60 32 26 4 171 123 82 39 25 18 5 1 1 32 32 11 8 2 1 1.215 82 39 25 18 5 1 1 32 32 11 8 2 1 1.338 Estos números sólo pueden obtenerse con un análisis profundo de la documentación, ya que, por ejemplo, si el estudio fuera muy superficial seguramente los documentos del Consejo de los reyes hablarían sobre todo de violencia física, y de sucesos de homicidio / asesinato más en concreto. Además, el historiador puede ofrecer una imagen parcial de la “represión regia” cuando se acerca a los fondos de la realeza sin abarcarlos de manera completa, e insiste en un tipo de fuentes determinado. En este sentido, a veces se enfatiza la importancia de cierto tipo de documentos como los perdones regios, poniéndolos como un paradigma de por donde iba la actividad de los monarcas con respecto al delito, para señalar que éstos dieron bastante más importancia a la violencia física que a los delitos económicos. Esto supone cometer un error doble. Por una parte, se sigue el procedimiento usado por otros historiadores europeos a la hora de acercarse a las fuentes castellanas de la realeza sobre la violencia y los delitos -Claude Gauvard usa los perdones concedidos por los reyes franceses de forma masiva en su destacada Tesis282-, si bien los documentos sobre los monarcas de Castilla son más reducidos, y tienen un carácter 282 GAUVARD, C., “De grace especial”... 250 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media diferente. Así, de nada valdría estudiar la violencia desde los perdones regios si no se tuviesen en cuenta como mínimo otros tres tipos de documentos de la realeza, que exhiben el modo de actuar de los reyes frente a los actos violentos: las licencias de armas, los seguros e amparos, y las cartas de comisión para que pesquisidores resolvieran sucesos complicados, en los que hubiese sangre de por medio. Por otra parte, y enlazando con esto, si se analizaran estos tipos documentales se podría ofrecer una imagen más o menos verídica de la labor del Consejo de los monarcas frente a los actos violentos, no frente a la delincuencia, tal y como en ocasiones se ha hecho. Para poderse hablar de la “represión regia” del delito hay que estudiar todos los documentos, no sólo los de un carácter determinado. Según esto, aún queda mucho por estudiar sobre la realeza castellana y no sería extraño que nuevos estudios ofreciesen -como están ofreciendo- una imagen de ésta, y de la parafernalia que la rodeaba, muy distinta de la que tenemos ahora. Es cierto que los documentos expedidos por el Consejo Real dan mucha importancia al delito violento, y que la lucha contra la violencia era fundamental para que la paz regia se mantuviese en las ciudades, sobre todo, que eran los núcleos poblacionales a los que los monarcas prestaban más atención, pero eso no quiere decir que la realeza se preocupase menos por todo lo que tuviera que ver con la economía. En realidad esto es lógico. Más allá de que un análisis detenido de la documentación del Consejo dé una enorme importancia al robo, muy en contra de cómo hasta ahora se ha dicho, a la realeza la interesaba la estabilidad económica, pues sin ésta las relaciones comerciales estarían en peligro, y con ello peligrarían los ingresos en forma de alcabala, principal fuente de financiación regia. De este modo, mientras que las fuentes emanadas de las instituciones locales señalan, de una forma indiscutible, que el robo era el delito más importante, o al menos el más perseguido por ellas, las fuentes de la realeza insisten también en el robo, pero conceden importancia a otros delitos contra la propiedad que tienen que ver más con los bienes inmuebles; tierras y casas fundamentalmente. Se refieren por lo común a ocupaciones, por la fuerza en alguna ocasión, de este tipo de propiedades, delito que (como el robo) tiene una especial importancia en la zona extramuros de la urbe, tanto en los campos como en todos los pueblos que rodean a ésta. Tales delitos eran frecuentes en villas de señorío, pues se realizaban como castigo de algunos vecinos de Toledo que allí tenían propiedades, y, a pesar de ello, se negaban a contribuir con los impuestos que les requerían apelando a sus privilegios como vecinos de la ciudad. También eran importantes, y complejos, los problemas surgidos por las herencias, en su mayor parte referidos a caballeros y grandes mercaderes, pues éstos eran los que contaban con 251 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis el suficiente capital como para requerir su ayuda al Consejo. Podrían haberse cuantificado de alguna otra forma, pero los problemas de las herencias se referían a mucha variedad de bienes, incluyendo dinero, joyas, tierras, animales, casas, fortalezas, señoríos, etc. La problemática era de todo tipo. Siempre había alguien dispuesto a hacerse con alguna herencia importante, o al menos con parte de ella, alegando supuestos derechos a recibirla, en contra del sujeto que, de forma legítima o no, disfrutaba de ella. Había pleitos por herencias que se alargaban en el tiempo y podían durar décadas... En definitiva, un análisis minucioso de la documentación del Consejo Real, al menos de la documentación relativa a los toledanos, y de los escritos que se conservan en la Real Chancillería de Valladolid sobre éstos, señala que, al contrario de lo que a veces se ha señalado, los documentos expedidos por las instituciones de los monarcas conceden bastante importancia al robo y, más en general, al delito de carácter económico. El objetivo era que se mantuviese una cierta estabilidad beneficiosa para las relaciones comerciales y la hacienda regia. Esto se demuestra más claramente si se suman a los delitos contra la propiedad aquellos “generadores de conflicto” que se refieren también a aspectos de carácter económico, a los que la realeza se enfrentó de un modo claro. Más tarde retomaremos este asunto. Centrémonos ahora en los delitos contra la propiedad perseguidos por las instituciones urbanas y por las hermandades que operaban alrededor de la urbe. La documentación de éstas últimas en lo que a la lucha contra el delito se refiere es abundante, no tanto la de la Hermandad Vieja, de la que no hay datos anteriores al siglo XVI, como la de la Hermandad de 1476, para la que existe notable información durante los años 90 del siglo XV. Todos los datos que se conservan señalan que si el robo no era el delito más frecuente en las zonas de alrededor de Toledo a fines del Medievo, algo que posiblemente fuera así, desde luego era el acto delictivo que se combatía con más ímpetu por las hermandades. Y no sólo por éstas. Si fijamos nuestra atención en los escritos que se conservan tanto de los regidores como de los jurados -los escritos de los canónigos son muy poco significativos en este aspecto-, por detrás del robo / hurto están los problemas que surgían por culpa de las herencias, de las casas o de las tierras, normalmente porque un individuo se apropiaba de ellas de forma ilegal, y en contra de los derechos de otros a poseerlas283. El robo de ganado o la expropiación de términos también son delitos a destacar, seguidos, de lejos, por otros como las apropiaciones 283 Por ejemplo, los capellanes de la capilla del arzobispo don Sancho de Rojas, de la catedral de Toledo, tenían una dehesa llamada El Sotillo cerca de los pueblos de Ventas con Peñaguilera y San Pablo de los Montes, que explotaban a través de su arrendamiento. Los arrendadores se quejaban de que cada día los vecinos de ambas poblaciones les quitaban más terreno de la dehesa. Las críticas llegaron a tal punto que el Cabildo catedralicio tuvo que solicitar la intermediación del Consejo Real para resolver el conflicto: A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de 1480, fol. 67; A.G.S., R.G.S., 10 de febrero de 1480, fol. 255; A.G.S., R.G.S., 9 de mayo de 1480, fol. 105. 252 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media indebidas de armas, sin duda un hecho delictivo subrepresentado. Como puede verse, la mayor parte de los delitos sobre los que se conservan documentos, dejando al margen al robo de objetos, se refieren a bienes inmuebles o semovientes relacionados con las zonas rurales. En efecto, de los 107 hechos delictivos que vieron los regidores, contando delitos contra las personas y contra la propiedad, al menos 52, el 48,59 %, pueden ubicarse en el entorno de la urbe: 39 (75 %) contra la propiedad y 13 (25 %) contra las personas. Si a esto sumamos los delitos contra las costumbres que gestionó el Regimiento, de los que hay 37 documentados, a los que inmediatamente se hará referencia, los regidores gestionan un total de 148 delitos -de 4 no hay dato alguno-, 96 de ellos ocurridos en la urbe: 21 (21,87 %) contra la propiedad, 34 (35,41 %) contra las personas, y 37 (38,54 %) contra las costumbres. Tales números reflejan la política de mantenimiento del orden público que desarrollaban los regidores de Toledo a fines del siglo XV e inicios del XVI. Se sentían preocupados por los delitos económicos que se daban en el núcleo urbano pero también por los que acaecían en el territorio que lo circundaba, entre otras cosas porque la soledad de los campos era propicia para la realización de robos. No en vano, de los 35 robos referidos al menos 28, el 79,99 %, se produjeron en el territorio extramuros, al igual que los 9 robos de ganado284. De cualquier modo, la documentación del Regimiento que ha podido conservarse no permite llegar, ni mucho menos, a conclusiones sólidas no ya sobre el tipo de delincuencia que predominaba en el interior de Toledo a finales del siglo XV, sino, incluso, sobre la labor de los regidores en cada momento frente a ella, atendiendo a las diferentes circunstancias coyunturales. En otras palabras, es posible identificar los elementos que integraban la política (si es que puede llamarse así) de orden público del Regimiento, pero no el funcionamiento, de hecho, de esta política a lo largo de un período de tiempo más o menos amplio. Además, una lectura excesivamente confiada de los datos que se han referido podría inducirnos a cometer un error. Puesto que la documentación es escasa, si se tomaran como referencia los 44 robos señalados, por ejemplo, podría concluirse que el robo era el tipo de delito más habitual, y que se desarrollaba, sobre todo, en los alrededores de Toledo, más que en su interior, ya que en la propia urbe predominaban los delitos contra las personas. Esta conclusión tendría una lógica. El campo era un espacio más propicio para cometer un robo que el interior de Toledo, una ciudad abarrotada de gente que ante los gritos de auxilio podía lanzarse a capturar al ladrón. 284 Por ejemplo, en agosto de 1444 se presentó una demanda de García Fernández de Mascaraque ante el Regimiento, porque trayendo él y su hermano cierto ganado ovejuno y cabruno por la zona de Campo Rey, que era jurisdicción de Toledo, unos vecinos de la villa de La Guardia les quitaron 13 cabezas, diciendo que estaban en un territorio en el que no debían estar. Como se trataba de un caso muy grave, porque se había producido una violación del espacio jurisdiccional toledano, la demanda se puso directamente ante el Regimiento, y no ante los jueces urbanos: BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas..”, p. 56. 253 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis De hecho, no faltan estudios que defienden la existencia de espacios delictivos diferenciados: el urbano, en el que predominaban los delitos contra las personas, y el rural, más propicio para el delito contra la propiedad285. El problema es que muchos robos acaecidos en Toledo se denunciaban ante el Cabildo de jurados, y a estas denuncias no se refiere la documentación de los regidores, por lo que de fijar en ella nuestra atención el robo en la urbe aparecería sub-representado. Se manifiesta así una de las debilidades que han tenido, y continúan teniendo, algunos estudios que analizan la delincuencia y el crimen en época medieval. En ocasiones tiende a considerarse objetiva la información aportada por determinado tipo de fuentes, cuando otras ofrecerían datos distintos. El único modo posible de acercarnos a una realidad mínimamente objetiva es combinando las fuentes, para, tras esclarecer los intereses que en la lucha en contra del delito perseguían las instituciones que las crearon, explicar mejor tanto las características de la delincuencia como de su represión. Por eso las actas del Cabildo de jurados son fundamentales. Si bien se conservan para los años 1479-1487, hay documentos sueltos referentes tanto a asambleas de los jurados de años anteriores como para después de estas fechas. Como es lógico, puesto que los sujetos que ocupaban las juradurías ni gozaban de derecho a voto en el Ayuntamiento ni tenían ninguna capacidad de actuación al margen de los regidores (a no ser gracias a la mediación de los monarcas), sólo se conservan escritos de demandas. Otra cosa distinta es que muchos de los pregones a los que antes se ha hecho referencia se publicaran a solicitud de los jurados (aunque las demandas que pusieron éstos no se conserven). Las actas del Cabildo ratifican en parte la información sobre la delincuencia aportada por los datos del Regimiento. Los delitos contra la propiedad también son los más numerosos, en concreto el robo, y entre los delitos contra las personas las agresiones físicas destacan por encima de los demás. Sin embargo, de los 53 delitos registrados (17 contra las personas, 35 contra la propiedad y 1 contra las costumbres) sólo 6, el 11,32 %, se produjeron en la tierra: 2 (3,77 %) contra la propiedad y 4 (7,54 %) contra las personas. De los 35 robos sobre los que se tiene noticia 34 pueden ubicarse dentro de los muros de la urbe. 17 fueron realizados por un ladrón en serie, un esclavo negro del conde de Fuensalida que robó entre finales de 1486 y 1487 hasta 17 tiendas, sacando de ellas el dinero y todos los bienes que podía. En el momento 285 Sobre la compleja relación entre el campo y la ciudad a la hora de analizar la delincuencia urbana se llama la atención en el conjunto de trabajos que se recogen en: JOHNSON, A. y MONKKONEN, E.H. (Edit.), The civilization of crime: violence in town and country since Middle Ages, Urbana, 1996; MUCHUMBLED, R., “Les thèâtres du crime. Villes et campagnes face à la justice (XVIe-XVIIIe siècles)”, en D´HOLLANDER, P. (Edit.), Violences en Limousin à travers les siècles, Limoges, 1998, pp. 91-112; LÓPEZ GÓMEZ, O., “Violencia, bandidismo y vida campesina en el arzobispado de Toledo: Uceda y su comarca a principios del siglo XIV”, Wad-al-Hayara [en prensa] 254 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media en que lo atraparon se le condenó a morir en la horca. No obstante, es posible que el conde pagara los bienes robados para poder seguir aprovechándose de sus servicios como esclavo286. En algunas épocas se produjeron auténticas plagas de robos en el interior de Toledo. El día 31 de julio de 1479, por ejemplo, se denunciaba ante el Cabildo que habían robado a bastantes vecinos287. En resumen, pues, y aunque no es el tema de estudio de este trabajo, si tuviéramos que defender a la luz de los datos conservados para los vecinos de Toledo la existencia o no de un modelo de delincuencia medieval, tendríamos que posicionarnos más cerca de lo afirmado por Juan Miguel Mendoza Garrido que de lo que afirman otros autores. No es la violencia lo que parece caracterizar al delito que se produce de forma más frecuente durante el final de la Edad Media en Toledo y su comarca, por mucho que determinados escritos insistan en ello, sino un hecho delictivo más relacionado con la economía; eso sí, reduciendo aquí el término violencia a violencia física. Ahora bien, se debe explicar por qué se insiste tanto en el delito violento. Deben de explicarse las circunstancias de cada coyuntura para entender tal insistencia, y esto es, en buena medida, lo que iremos haciendo a lo largo del presente estudio. En todo caso, quede clara mi postura. Personalmente, dudo mucho que porque aparezca más en la documentación un determinado tipo de delito que otros tenga que concluirse que era más frecuente, pues es posible que en realidad sea lo contrario. Todo depende de los rasgos de la documentación a analizar. Hay determinados escritos en los que se exhiben no los delitos más comunes, sino los más extraordinarios, es decir, los más graves. Así es como sucede en la documentación del Consejo Real de Castilla, y es algo que posiblemente pueda extenderse a todos los documentos de las realezas europeas de la Edad Media, en tanto que ellas controlaban los máximos tribunales de justicia, y tenían como misión prioritaria garantizar el mantenimiento del orden público. Lo cual no quiere decir que de forma consciente las instituciones regias gestionasen un tipo de delito u otro. Ellas siempre actuaron en función de sus intereses, como también lo hacían las instituciones urbanas, y si a veces se vieron obligadas a resolver un tipo de sucesos u otros no fue por propia iniciativa, sino porque los órganos institucionales inferiores fueron incapaces de resolverlos. Insistiendo en lo dicho, es evidente que los delitos contra las costumbres están bastante mal documentados en la documentación que se conserva. ¿Cómo concluir por esto que apenas se realizaban hechos delictivos de este tipo, cuando es seguro que eran muy frecuentes?. Tal 286 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del sábado 17 de marzo de 1487, fol. 18 v. 287 Idem, reunión del 31 de julio de 1479, fols. 25 r-26 r. 255 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis vez la prueba más definitiva del poco valor de las cuantificaciones para conocer la realidad de los siglos medievales sea ésta: la cuantificación sobre los delitos contra las costumbres. No en vano, los datos que se ofrecen en el siguiente cuadro han de tomarse con mucho más cuidado que los ofrecidos en cuadros anteriores, pues no es ya que no reflejen la realidad del delito, es que ni siquiera exhiben una certeza mínima sobre su represión. TIPOLOGÍA DE DELITOS CONTRA LAS COSTUMBRES. 1467-1520 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN CASO DENUNCIAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1471-1514 2 35 Proxenetismo 22 Juego 2 12 Deshonestidad pública (sexo) 1 Jurados de Toledo. 1479 1 Deshonestidad pública (sexo) 1 Canónigos de Toledo. 1467-1496 2 Blasfemia 1 Incumplimiento de votos religiosos 1 Consejo Real. 1468-1520 4 106 Adulterio 32 Fuga de mujeres 1 19 Negación del matrimonio 13 Incumplimiento de votos religiosos 10 Juego 2 8 Amancebamiento 1 6 Hijo fuera del matrimonio 6 Fuga de hombres 3 Alcahuetería 2 Blasfemia 2 Deshonestidad pública (sexo) 1 Incesto 1 Matrimonio ilegal 1 Pederastia 1 Proxenetismo 1 Real Chancillería de Valladolid. 3 1504-1505 Amancebamiento 1 Fuga de hombres 1 Juego 1 Inquisición. 1484-1520 89 Blasfemia 89 Hermandad Vieja. 1502-1507 2 Fuga de mujeres 1 Juego 1 TOTAL 9 236 TOTAL 37 22 14 1 1 1 2 1 1 110 32 20 13 10 10 7 6 3 2 2 1 1 1 1 1 3 1 1 1 89 89 2 1 1 244 Poco puede decirse a la vista de estos datos, excepto que habría que analizarlos con gran cautela. Por ejemplo, parece claro que delitos como el juego, prohibido por ley, eran mucho 256 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media más frecuentes de lo que se documenta, como también lo eran las blasfemias. Normalmente tales sucesos no salían de la urbe, y esto lo evidencian de modo indudable los números, pues si se comparan los pocos datos sobre el delito que tenemos del Regimiento con el enorme volumen documental que procede del Consejo de los monarcas, es llamativo que casi el 40 % de los hechos delictivos que tratan los regidores sean en contra de las costumbres, mientras que este tipo de sucesos apenas llega al 4,5 % en los escritos de los consejeros reales. Sucede lo mismo aquí que con los delitos económicos de poca importancia, que en su mayoría se solucionaban en la urbe, mejor o peor, fuera a través de las instituciones públicas, o fuera mediante prácticas infrajudiciales al margen de éstas, de las que apenas hay documentación. En definitiva, si a la luz de los datos referidos tuviera que realizarse un cuadro sobre la realidad de la delincuencia y el crimen en Toledo a fines de la Edad Media, utilizando sólo las fuentes que se han conservado en los archivos toledanos, desde luego se trataría de un cuadro abstracto, con claroscuros y apenas inteligible. Hay que ser muy cautelosos a la hora de hablar del delito a partir de fuentes que en su mayor parte no están seriadas (y que, por lo tanto, no permiten realizar un análisis diacrónico), y que muestran un enorme desequilibrio en la información que refieren. Aún así, pueden concluirse varios aspectos. En primer lugar, los delitos contra la propiedad tenían mucha importancia tanto en el interior de Toledo como, sobre todo, en sus afueras. En segundo lugar, el Regimiento estaba especialmente preocupado por impedir que surgiesen conflictos potencialmente perjudiciales para el orden público, y por eso puso atención en todo lo que tuviera que ver con las asonadas e escándalos, y, más en general, con los pecados públicos (así los denominan los documentos), es decir, el juego, las prácticas sexuales en público, la prostitución, etc. En tercer lugar, el Cabildo de jurados era una institución complementaria al Regimiento en lo que a la lucha contra el delito se refiere, y se hizo eco de hechos delictivos que no siempre llegaban a los regidores, como pequeños robos, peleas o insultos. En cuarto lugar, los canónigos de la catedral estaban integrados en la sociedad de su época, y sufrían las lacras de la misma, por eso las actas de sus asambleas, en las que se recogen sus demandas frente a los agravios que sufrían, son básicas para el conocimiento de la delincuencia urbana, y estas actas señalan que, por encima de otros agravios, las ynjurias, es decir, los insultos, las amenazas y las agresiones físicas leves, eran bastante más habituales que otro tipo de delitos de mayor entidad. Seguramente ésta sea la verdadera imagen de la delincuencia que se produjo en Toledo a fines del siglo XV, similar a la detectada en estudios sobre otras ciudades europeas 257 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis como Avignon288; una imagen que, a pesar de todo, sólo obedece en parte al “modelo de criminalidad medieval” que algunos historiadores han definido, en el que se priman los delitos contra las personas por encima de los de carácter más económico. Tal vez si se conservaran los documentos judiciales de los jueces de la urbe, de los individuos que eran nombrados como árbitros para resolver algunos conflictos al margen de la justicia oficial, o las actas del Ayuntamiento, los resultados obtenidos una vez hecho un análisis de la documentación de los archivos toledanos estarían más cerca de ese hipotético modelo de criminalidad, pero lo cierto es que dicha documentación ofrece una imagen un tanto diferenciada de la que sostiene este modelo. Los delitos contra la propiedad superan en número a los que se dan contra las personas entre los escritos del Regimiento y del Cabildo de jurados, por lo que basándonos en éstos se podría criticar la existencia de tal modelo. Por el contrario, si nos basásemos en los datos recogidos en las actas del Cabildo catedralicio el “modelo de criminalidad medieval” podría asumirse bastante bien, puesto que en ellas los delitos contra las personas son los más habituales; desde luego mucho más que los robos. Según los documentos de los archivos toledanos que se utilicen, en definitiva, podrá aceptarse la existencia del modelo de criminalidad para la Toledo de fines del siglo XV o no, porque no aclaran nada al respecto. En cuanto a la documentación relativa a las instituciones centrales de la realeza, resulta poco fiable, pues no son organismos institucionales que convivan día a día con la comunidad urbana. Se trata más bien de instituciones que, de no actuar siguiendo algún interés político, sólo están al alcance de unos pocos, de aquellos que por su riqueza se pueden permitir el lujo de solicitar su ayuda. La imagen del delito ocurrido en Toledo y su entorno que se desprende del análisis de la documentación del Consejo Real es ésta: los delitos contra las personas priman sobre los que se desarrollan contra la propiedad; entre éstos destaca el robo, seguido por las apropiaciones de herencias289, de tierras o de casas; dentro del delito contra las personas destacan las injurias y amenazas, seguidas por las agresiones y el homicidio; en lo referente a los delitos contra las costumbres los que más abundan son aquellos que están relacionados con la moralidad, como 288 Jacques CHIFFOLEAU señala que en la documentación que él analiza sobre esta ciudad aparece un 47 % de injurias o calumnias: CHIFFOLEAU, “La violence au quotidien. Avignon au XIVe siècle d´après les registres de la cour temporelle”, Mélanges de l´École française de Rome. Moyen Age. Temps Modernes, 92 / 2 (1980), pp. 325-371. 289 Por ejemplo, Cristóbal de Ajofrín se quejaba de que Juan Ruiz Maldonado, vecino de Toledo, y Juan Núñez, vecino de Griñón, aprovechando que él no estaba en Santa Olalla le habían ocupado unos bienes que estaba en derecho de heredar por la muerte de su abuela: A.G.S., R.G.S., 24 de noviembre de 1478, fol. 30. 258 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media son los adulterios o las fugas de mujeres290. Los documentos de la Real Chancillería ratifican esta imagen hasta donde es posible. 2.2.2. “GENERADORES DE CONFLICTO”: EN EL LÍMITE DE LA DELINCUENCIA Ya nos hemos referido a la problemática existente con aquellos casos que, aún siendo delitos, ni se estudian como tales en bastantes trabajos sobre la delincuencia medieval, ni eran considerados de este modo en la época en que se produjeron291. No vamos a insistir más en el asunto. Tan sólo recordar dos ideas: que las informaciones van a dividirse en tres sectores con un fin puramente metodológico -contra la legislación urbana, contra las instituciones y contra el orden económico-; y que las cuantificaciones de los “generadores de conflicto” resultan aún menos fiables que las de los delitos, porque eran muy frecuentes, porque no siempre acababan demandándose, y porque en caso de demandarse solían ser resueltos por las instituciones de la urbe, a no ser que fuesen muy graves. Sobre estos temas, al igual que sobre los delitos en sí, se irá reflexionando a lo largo de este trabajo Dicho esto, las cifras sobre “generadores de conflicto” que ofrecen los documentos que se han estudiado son las siguientes: “GENERADORES DE CONFLICTO” 1465-1522 Antes de 1465-1523 2.400 Contra el orden económico 2.397 1.591 Problema con el pago de una deuda 1.589 182 Problemas con situado 182 163 Alzamiento de bienes 163 139 Problema con cobro de una renta 139 76 Fraude 76 58 Nueva imposición 58 43 Precios por encima de la ley 43 38 Usura 38 27 Vedamiento saca de pan 27 19 Incumplimiento de contrato de trabajo 19 18 Negligencia escribanos 17 13 Problemas Inquisición 13 10 Monedas falsas 10 290 Véase al respecto: BRUNDAGE, J.A., “Playing by the rules: sexual behavior and legal norms in medieval Europe”, en MURRAY, J. y EISENBICHLER, K. (Edits.), Desire and discipline. Sex and sexuality in the premodern West, Londres, 1996, pp. 23-41; y “Sin, crime and the pleasures of the flesh: the medieval church judges sexual offences”, en The medieval world, Londres, 2001, pp. 294-307. 291 Véase, por ejemplo: PÉREZ DE TUDELA VELASCO, Mª.I. y PÉREZ-SOBA DÍEZ DEL CORRAL, J.Mª., “Los conceptos de justicia y paz en la Edad Media. Fuentes y método para el estudio de dos exigencias del presente”, Medievalismo, 4 (1994), pp. 95-112. 259 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Saca de moneda del reino Problemas bienes judíos Problemas mayorazgo Cobro excesivo de derechos por trabajo Contra las instituciones Confrontación de jurisdicciones Negligencia de jueces Huída de justicia Desacato a órdenes regias Abuso de poder Ayuda a delincuentes Robo de presos Desacato a la justicia Huída de cárcel Malgasto de fondos públicos Quebrantamiento de sentencias Manipulación de la justicia Quebranto de seguro Compra de oficios públicos Ocupación de oficios públicos Contra la legislación urbana Portar armas Quebrantamiento de privilegios Sermones escandalosos Quebrantamiento de ordenanzas Bulas falsas Construcción fortaleza Ociosos y vagabundos en ciudad Reuniones de vecinos Desterrados en ciudad Caza ilegal Caminar por la noche Cierre ilegal de caminos Abertura de caminos ilegales Escrituras falsas Incumplimiento normas de las fiestas Medidas falsas Vestidos excluyentes de moros y judíos Total 10 8 3 2 706 215 210 62 60 38 33 20 18 14 9 8 7 5 4 3 91 21 11 10 9 8 7 5 4 4 3 2 2 1 1 1 1 1 3.194 10 8 3 2 711 216 211 62 60 38 34 20 19 14 9 8 7 5 4 4 93 22 11 10 9 8 7 5 5 4 3 2 2 1 1 1 1 1 3.204 Más allá de la verosimilitud de la realidad social que reflejan estas cifras, considero que al menos deben hacernos reflexionar sobre tres ideas: qué hay detrás de la delincuencia; hasta qué punto es lógica la labor del Consejo Real en función de los intereses de la realeza; y cómo ha de realizarse la crítica al llamado “modelo de delincuencia” o “de criminalidad” medieval, 260 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media a la vista de estos datos. Pero antes de nada leamos detenidamente lo que nos dice el cuadro, y hagámoslo con cautela, pues, como se dijo, las cifras siempre deben ponerse en duda. Al parecer las instituciones, sin especificar por el momento cuáles más que otras, tenían un interés especial por impedir hechos contra la legislación urbana que fuesen peligrosos para el orden público, y por extensión para la paz regia. Por eso cobran tantísima importancia en la documentación conservada un par de delitos: ir con armas por la calle y predicar lo que ya entonces se conocían como sermones escandalosos: prédicas en las que se criticase a personas privadas, a la Iglesia, a los gobernantes locales, a los dirigentes del reino o al propio monarca. Por lo demás, han de destacarse los sucesos conflictivos que se refieren al incumplimiento del corpus legal sobre el que se apoyaba el régimen jurídico de cada persona, constituido, además de por las leyes generales, que solían incumplirse -aunque la documentación no indique hasta qué punto-, por las ordenanzas que disciplinaban la vida en la urbe, y por los privilegios reales que definían la esencia de la comunidad urbana. En cuanto a otros “generadores de conflicto”, es evidente que aparecen subrepresentados los que se refieren a la construcción de castillos o casas fuertes, a la estancia de desterrados, ociosos y vagabundos dentro de la ciudad, al uso de medidas falsas, a la caza ilegal, etcétera, etcétera. Respecto a los “generadores de conflicto” relativos a problemas con las instituciones, ha de destacarse la importancia que tienen todos los asuntos relacionados con los obstáculos de los jueces a la hora de ejercer su labor. De no buscarse una confrontación entre jurisdicciones, en verdad algo frecuente cuando alguien acusado por un delito pretendía que no le penaran -suele acudirse a la justicia eclesiástica para oponerla a la laica-, se huye del lugar donde los jueces se mostrasen dispuestos a castigar a la persona por lo que hizo. A veces las huidas se realizan de forma ilegítima, sólo para escapar de la justicia. En otras ocasiones, sin embargo, existe cierta legitimidad, porque no es extraordinario que los jueces actúen de manera corrupta, sólo con el objetivo de conseguir unos beneficios propios. Por eso se desacatan las órdenes tanto de éstos como de los reyes, se incumplen las sentencias o se manipula la justicia, cuando no se ataca directamente a los jueces, robándoles los presos, o ayudando a los malhechores. En cuanto a los “generadores de conflicto” que se refieren a los problemas económicos, sin duda la cifra que más llama la atención es la que se refiere al pago de deudas, 1.600 casos prácticamente. De los 3.204 “generadores de conflicto” registrados, los relativos a deudas son el 49,65 %, o lo que es igual, el 25,14 % de los 6.328 casos que se muestran en estos cuadros. Estamos, sin duda alguna, frente a un tema al que presta atención el Consejo de los reyes, un asunto que de no ser analizado en su justa medida nos impediría estudiar con la suficiente 261 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis certeza el modo de comportase de la monarquía a fines del Medievo. Habrá tiempo de ir analizando este asunto a lo largo del trabajo. Por ahora quede claro algo indudable: si los “generadores de conflicto” relacionados con el orden económico adquieren tanta importancia en la ciudad del Tajo, es porque para la realeza esta urbe tenía un papel mercantil y comercial importante en Castilla. Esto nos lleva a la primera idea de las tres referidas arriba: ¿qué se halla detrás de un buen número de delitos?. O dicho de otra forma: ¿hasta dónde pueden considerarse los que aquí se denominan “generadores de conflicto” como la base que explica la conflictividad urbana, por una parte, y la actuación de la realeza frente a la misma, por otra?. Según las informaciones a las que hemos podido acceder, está claro que los problemas relativos a las deudas, los fraudes, los cobros de rentas y de mercedes, los precios por encima de la ley, los alzamientos de bienes y las nuevas imposiciones -siempre ilegales- están en el sustrato de la conflictividad social en una urbe como Toledo, en la que los sectores secundario y terciario gozan de cierto desarrollo. Las personas compran, venden, alquilan, solicitan préstamos, actúan como prestamistas, en no pocas ocasiones se endeudan... Los mercaderes y artesanos, en sus diversos niveles sociales y económicos conforman una mayoría en la ciudad del Tajo que genera conflictos. No podemos olvidar este sustrato socio-económico, ni a la hora de entender la delincuencia ni al estudiar la actuación de los reyes frente a ella. En efecto, -ésta es la segunda idea que se señaló arriba- los monarcas actúan de manera bastante lógica si nos atenemos a cuáles son sus intereses. Puesto que para la realeza es necesario gozar de una buena financiación, y puesto que tal financiación se logra de manera ordinaria a través de las tasas que gravan el comercio (la alcabala), es lógico que tanto los reyes en persona como (fundamentalmente) su Consejo intervengan, una y otra vez, para sostener una estabilidad económica adecuada a su propio mantenimiento económico. Dicho con otras palabras: a la monarquía la interesaba la seguridad física de sus súbditos, pero también su seguridad económica, porque de ésta dependía el propio poder regio. Ciertamente una seguridad y otra estaban relacionadas intrínsecamente, y resultaría absurdo intentar diferenciarlas. Ambas, como se vio, se encuadran en un objetivo más amplio: la defensa de la paz regia. La tercera idea destacable sería la que se refiere a la existencia o no de eso que algunos historiadores vienen llamando el “modelo de delincuencia medieval” a fines del Medievo, en este caso en la ciudad de Toledo y su comarca. Puesto que en este trabajo no se pretende dar una respuesta a este asunto, y puesto que en ningún caso creo que las cifras referidas sean una evidencia de una realidad social -son evidencia de la acción gubernativa de unas instituciones, 262 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media más bien-, no es necesario para el buen desarrollo de este estudio ni posicionarse de parte de los historiadores que han defendido tal modelo, franceses en su mayoría, ni de aquellos que lo han criticado, como Juan Miguel Mendoza Garrido. Ahora bien, y ya se dijo arriba, considero cuanto menos arriesgado defender la existencia de dicho modelo en Toledo y sus alrededores durante los años de tránsito entre el siglo XV y el XVI, porque los delitos de tipo económico, llámense delitos contra las propiedades o “generadores de conflicto” (“pseudo-delitos”) contra la estabilidad económica, son muy abundantes; más que los hechos violentos. De acuerdo con estas ideas, yo iría más allá que Mendoza Garrido. Basándose en todos los datos que aportan los documentos de las hermandades, sobre todo de la Hermandad Vieja de Ciudad Real, que privilegian al robo, él advierte que, frente a quienes insisten en que es la violencia física -producto de una cosmovisión concreta- lo que caracteriza al delito medieval, la delincuencia económica tenía, al menos a fines de la Edad Media, una importancia notable. Por mi parte, considero que el mejor modo no de criticar el “modelo de delincuencia”, sino de desestructurarlo, no es insistiendo en la importancia del robo frente al homicidio (porque esta insistencia en realidad lo legitima), sino en lo importante de otros actos delictivos que no han venido teniéndose en cuenta. Así, la documentación del Consejo Real que implica a vecinos de Toledo, por ejemplo, concede mayor importancia a los delitos contra las personas que contra la propiedad, si bien la delincuencia que refleja no es muy distinta a la hora de hablar de robos y homicidios. Fuera de esto, los pseudo-delitos (“generadores de conflicto” mejor dicho) más frecuentes son los de tipo económico, esos que atentan contra las haciendas privadas aunque no se trate de robos como tales, sino de prácticas que podrían calificarse de fraudulentas, siendo el hecho delictivo -si así puede llamarse- más numeroso aquél derivado del impago de una deuda. Sin duda, la dinámica económica de Toledo determina su delincuencia; al menos la delincuencia que llega al Consejo. 2.2.2.1. CONTRA EL ORDEN ECONÓMICO Analizaremos brevemente cada una de las taxonomías en que se han agrupado los que se califican aquí como “generadores de conflicto”. Brevemente porque no merece la pena entrar de lleno en un asunto que quedará más claro a medida que avance este trabajo, y quede definido el contexto donde se desarrollaban tanto los delitos como los que no siempre se veían así. De acuerdo con esto, por ahora sólo vamos a dar números. Lo que indican los cifras sobre los “generadores de conflicto” contra el orden económico es lo siguiente. Debe recordarse que se trata de una “cuantificación débil”, es decir, poco representativa de la realidad. 263 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”. CONTRA EL ORDEN ECONÓMICO. 1469-1522 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN CASO DEMANDAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1469-1515 4 15 Monedas falsas 8 Precios por encima de la ley 4 Problemas con el pago de una deuda 2 1 Alzamiento de bienes 1 Fraude 1 Nueva imposición 1 Problemas con cobro de situado 1 Jurados de Toledo. 1511 1 Alzamiento de bienes 1 Consejo Real. 1470-1522 23 2.051 Problemas con el pago de una deuda 10 1.297 Problema con cobro de situado 181 Alzamiento de bienes 161 Problemas con el cobro de una renta 139 Fraude 12 47 Nueva imposición 52 Precios por encima de la ley 39 Usura 36 Vedamiento a la circulación de 27 grano Negligencia de escribanos 1 17 Incumplimiento de contrato de 17 trabajo Actuación abusiva de la Inquisición 13 Exportación de moneda fuera de 10 Castilla Problemas con bienes ocupados a 8 los judíos Problemas con un mayorazgo 3 Cobro excesivo de derechos por un 2 trabajo Monedas falsas 2 Real Chancillería de Valladolid. 305 1496-1522 Problemas con el pago de una deuda 281 Fraude 15 Nueva imposición 5 Incumplimiento de contrato de 2 trabajo Usura 2 Hermandad Vieja. 1505 1 Fraude 1 TOTAL 28 2.372 TOTAL 19 8 4 3 1 1 1 1 1 1 2.074 1.307 181 161 139 59 52 39 36 27 18 17 13 10 8 3 2 2 305 281 15 5 2 2 1 1 2.400 No hay ninguna duda que estamos ante unos “asuntos de la realeza”. Por lo visto según la documentación conservada, poco tienen que decir las instituciones locales de Toledo en eso que tiene que ver con las deudas, los fraudes, los precios por encima de la ley, las usuras, los 264 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media vetos que se ponen a la circulación de determinados productos... Esto es falso. En realidad, y es así como lo indica la escasa información del Regimiento o del Cabildo de jurados, las instituciones de la urbe se preocupaban por algunos de estos asuntos, pero con frecuencia eran incapaces de resolverlos, y tenían que acudir o bien al Consejo Real, o bien a la Chancillería. En otros casos eran las personas privadas las que se presentaban directamente ante los consejeros reales, algo común entre los mercaderes adinerados de la urbe, entre los de la Fuente, los San Pedro, los de la Torre, etc. 2.2.2.2. CONTRA LAS INSTITUCIONES Respecto a los “generadores de conflicto” contra las instituciones, lo dicho arriba ha de aplicarse aquí también, puesto que prácticamente todos los casos que hemos documentado son del Consejo Real. En este tema, como más en general en todos las “generadores de conflicto”, los documentos referidos a las instituciones urbanas que se conservan tienen poco que decir, sobre todo cuando se refieren a asuntos de una cierta gravedad. Por eso, como eran graves los sucesos relacionados con asuntos económicos de más o menos importancia, y como también lo eran los relativos a la estabilidad de las instituciones, fue el Consejo el que procuró otorgar una respuesta adecuada a los mismos, muchas veces no por iniciativa propia, sino a solicitud de los afectados por ellos. TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”. CONTRA LAS INSTITUCIONES. 1456-1523 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN CASO DEMANDAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1456-1514 10 9 Negligencia de jueces 6 3 Desacato a la justicia 1 2 Compra de oficios públicos 2 Ocupación de oficios públicos 1 1 Confrontación de jurisdicciones 1 Huída de la cárcel 1 Manipulación de la justicia 1 Jurados de Toledo. 1463-1505 4 Negligencia de jueces 3 Abuso de poder 1 Canónigos de Toledo. 1467-1519 5 Negligencia de jueces 2 Ayuda a delincuentes 1 Quebrantamiento de sentencia 1 Robo de presos 1 Consejo Real. 1454-1523 81 599 Confrontación de jurisdicciones 9 206 265 TOTAL 19 9 3 2 2 1 1 1 4 3 1 5 2 1 1 1 680 215 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis Negligencia de jueces Desacato a órdenes regias Huída de la justicia Abuso de poder Ayuda a delincuentes Robo de presos Desacato a la justicia Huída de la cárcel Malgasto de fondos públicos Quebrantamiento de sentencia Manipulación de la justicia Quebrantamiento de seguro Compra de oficios públicos Ocupación de oficios públicos Real Chancillería de Valladolid. 1496-1505 Huída de la justicia Hermandad Vieja. 1513 Huída de la cárcel TOTAL 33 4 2 8 5 8 4 7 1 - 164 56 58 29 28 11 12 12 2 6 6 5 2 2 3 197 60 60 37 33 19 16 12 9 7 6 5 2 2 3 100 2 1 1 611 2 1 1 711 Como puede observarse, tanto los documentos del Regimiento, del Cabildo de jurados y del Cabildo catedralicio como los del Consejo Real, insisten en la importancia que poseían las acciones negligentes de los jueces, un problema sólo comparable, siempre según los datos que tenemos, a la confrontación jurisdiccional buscada por algunos para librarse de una condena. Según se verá, muchos factores estaban en juego a la hora de hacer justicia: intereses políticos tanto de los gobernantes locales como de los cortesanos, dinero, honor, prestigio, clientelismo en más de una ocasión, etc. 2.2.2.3. CONTRA LA LEGISLACIÓN URBANA Los “generadores de conflicto” contra la legislación urbana se caracterizan, al contrario que los otros, porque en ellos sí que tenían un papel destacado las instituciones de gobierno de la urbe, en concreto el Regimiento, quedando la tarea del Consejo Real en segundo plano. En realidad es lógico, porque se trata más bien de “asuntos internos” de la urbe, de aspectos que tocan al día a día de la vida en la ciudad, y que no siempre tienen demasiada importancia. Eso sí, parece claro que pueden diferenciarse dos esferas de actuación. El Regimiento actúa en los casos que resultan más sencillos de resolver pero que son básicos para el orden público, como en los que se refieren a llevar armas en público, que permanezcan omes de mal vivir dentro de la urbe, que se prediquen sermones escandalosos, etc. El Consejo Real, por su parte, procede en asuntos más complejos, en aquéllos en que se incumple algún privilegio o importantes ordenanzas, en los relativos a las construcciones de fortalezas, en lo que tiene que ver con las 266 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media prédicas de bulas falsas... Otros asuntos tienen una importancia muy secundaria, como son los que se refieren al incumplimiento del rol que cada persona había de cumplir durante las fiestas que se celebraban en la urbe, o los referentes a la caza ilegal, o a los vestidos y señales que, con un carácter excluyente, tenían que llevar los judíos y los musulmanes, etc. TIPOLOGÍA DE “GENERADORES DE CONFLICTO”. CONTRA LA LEGISLACIÓN URBANA. 1452-1522 INSTITUCIÓN QUE TRATA EL DOCUMENTADOS EN DOCUMENTADOS EN CASO DEMANDAS ACTUACIONES Regidores de Toledo. 1452-1506 3 43 Portar armas en público 1 20 Ociosos y vagabundos en la ciudad 5 Reuniones ilegales de vecinos 5 Sermones escandalosos 5 Desterrados en la ciudad 4 Caza ilegal 2 Caminar por la noche sin luz 1 Cierre ilegal de caminos 1 Construcción ilegal de fortaleza 1 No llevar vestidos excluyentes 1 judíos y musulmanes Jurados de Toledo. 1481 3 Sermones escandalosos 2 Canónigos de Toledo. 1508 3 Sermones escandalosos 3 Consejo Real. 1470-1522 7 33 Quebrantamiento de privilegios 2 8 Quebrantamiento de ordenanzas 3 6 Bulas falsas 8 Construcción ilegal de fortaleza 1 4 Abertura de caminos ilegales 1 Caminar por la noche sin luz 1 Caza ilegal 1 Cierre ilegal de caminos 1 Escrituras falsas 1 Incumplimiento de las normas de 1 las fiestas Medidas falsas 1 Portar armas en público 1 Real Chancillería de Valladolid. 1 1501 Quebrantamiento de privilegios 1 TOTAL 16 77 TOTAL 46 21 5 5 5 4 2 1 1 1 1 3 2 3 3 40 10 9 8 5 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 93 Iremos reflexionando sobre todas estas cifras a lo largo de las páginas siguientes, en las que se procurará que queden inscritas en unas coordenadas sociales, políticas, económicas y, por qué no, ideológicas concretas, que vienen a dar “sustancia” a esto que no son más que un buen número de cifras que por sí no tienen sentido. Ya vimos cuál es el carácter que a fines de 267 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis la Edad Media posee la idea de “pas e sosiego”, con la que deben de relacionarse estas cifras. Cifras e ideas conforman las bases sobre las que se sustenta el análisis de la realidad de una de las urbes de Castilla, en este caso Toledo, por lo que, para acabar este capítulo, veremos de un modo breve algunos aspectos que derivan del estudio de las referidas cifras e ideas, los cuáles, a su vez, servirán como introducción al análisis, propiamente dicho, del vínculo de la realeza con Toledo a fines de la Edad Media. 268 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media 2.3. LA “SOBERANÍA PRÁCTICA” Y “EL PUEBLO” Llegados a este punto, tras ver qué era la paz regia, y los enfoques historiográficos desde los que debe estudiarse, es el momento de comenzar a referirse de forma detenida a Toledo, y de definir, más si cabe aún, tanto las máximas de investigación por las que debe guiarse todo estudio que busque entender el vínculo realeza-individuo, como los objetivos del trabajo que a partir de aquí se presenta; objetivos que, básicamente, son: mostrar datos hasta ahora inéditos sobre la historia de Toledo durante la baja Edad Media, en concreto sobre su relación con la realeza en ésta época, haciendo hincapié en el marco teórico en que tienen que enmarcarse los mismos; entender la relación entre la realeza, los oligarcas y el común de Toledo, de acuerdo a las posibilidades de los documentos que se conservan, sobre todo los que fueron expedidos por el Consejo Real de Castilla; y, por último, pero no por ello menos importante, definir cómo se ejecutaba el poderío regio en una comunidad urbana como la de Toledo en el día a día de fines de la Edad Media. Como es lógico, los temas colaterales que se derivan de estas problemáticas son muy numerosos, y en el fondo nos hablan de una “historia total”, si bien no de ésa a la que suelen referirse los historiadores con posturas en ocasiones contrapuestas -algunos llevados por la ilusión, y otros, los más, por el escepticismo-, sino de la que emana, casi naturalmente, de la propia actividad de los organismos institucionales de la monarquía; a saber: el Consejo Real, la Real Chancillería de Valladolid, o la Inquisición. En virtud de estos fines, y en virtud de las fuentes y las teorías señaladas, en las páginas siguientes se opta por el concepto “poder” como concepto director, algo nada novedoso, pues vienen haciéndolo así la mayor parte de los estudios sobre el mundo urbano medieval al día de hoy, y por la noción “comunidad” como objeto de análisis292. Aquí sí hay algo de novedad, porque en este trabajo se intentará ir más allá de la simple relación realeza-oligarcas, en la que se quedan algunas obras, para ofrecer una relación más compleja del tipo monarquíaoligarquía-común, o realeza-individuo, y es que, aunque a veces se ignore, el vínculo entre los reyes y “su pueblo” no se daba tan sólo a través de la mediación de los oligarcas, por más que éstos, como se dijo, definieran la “soberanía práctica” que llegaba al común. En definitiva, a la hora de analizar la paz regia a finales del Medievo en Castilla hay que tener claro que dicha paz fundamentaba los fines de la política interior de los monarcas, que esta política repercutía de forma directa en la vida de todas las personas, más allá de su estatus social, y que, por todo ello, estamos ante un tema de análisis muy complejo. Por lo tanto, son esencialmente tres los factores que han de tenerse en cuenta a la hora de entender la relación 292 BERNARDO ARES, J.M. de, “Jurisdicción y villas de realengo en la corona de Castilla”, en Instituciones de la España moderna. Vol. I. Las jurisdicciones, Madrid, 1996, pp. 51-69, en concreto p. 51. 269 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis entre “reyes-Estado” y “súbditos-Reino” a fines de la Edad Media castellana: primero, en qué consistía esa relación; segundo, cómo se ha estudiado la misma hasta el momento; y tercero, cómo gestionaba la realeza su política interior y/o pacificadora, en función de sus relaciones con los individuos bajo su tutela. Empecemos por el primer factor. 2.3.1. LA RELACIÓN REALEZA-OLIGARQUÍA-COMÚN Tal vez en el vínculo sociedad-política se encuentre buena parte de los interrogantes que afectan a la dinámica histórica de una ciudad. Esto implica que dicha relación no pueda, y no deba, ser estudiada tan sólo a partir del análisis de los mecanismos institucionales de ejercicio del poder político que en la urbe -sea cual sea ésta- existieron, y que haya de profundizarse, por contra, en una fina trama de relaciones de poder que, además de no tan sólo desarrollarse en las instituciones político-gubernativas, sino también fuera de ellas, en muchos casos acabó corrompiendo la estructura institucional sobre la que se sustentaban los gobiernos urbanos. Hay que realizar un estudio, entonces, en el que la historia que se presente sea una dialéctica entre formas de poder, sustentada en parámetros socio-económicos, políticos, institucionales e ideológicos293. En otras palabras, jamás podrá conocerse cómo se ejercía el poder político en una urbe medieval cualquiera analizando sólo sus instituciones de gobierno, porque este poder sobrepasaba con mucho el ámbito de actuación institucional y se extendía fuera de él. Debe de estudiarse, por tanto, además del modo en que el poderío político se desarrollaba dentro de las instituciones, la forma en que procedía al margen de las mismas. Ésta es una primera premisa a tener siempre en cuesta. Otra premisa importante es que, pues aquí se estudia, básicamente, el intervencionismo regio en Toledo, una gran ciudad, hemos de partir del hecho de que el microsistema político y social que en ésta pudiera existir estaba condicionado por un poder exterior: la realeza. Más allá de que dicho condicionamiento variase con los años, está claro que los reyes modificaron el complejo esquema de gobierno de la urbe a lo largo de la baja Edad Media, para dar cabida en él a quienes, por su estatus y preminençia, se creían con derecho a ejercer el poder político al margen de las instituciones de gobierno. De este modo, para que la política siguiera unos cauces establecidos y controlados por la realeza, los reyes favorecieron a sectores sociales que deseaban controlar la política urbana, contribuyendo a establecer una oligarquía con la que negociarse los asuntos pacíficamente. Y así, la estructura institucional quedó en manos sólo de algunas cuantas personas, de linajes destacados. Esta oligarquía política será la encargada 293 ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Sociedad y vida política en las ciudades de la Corona de Castilla. Reflexiones sobre un debate”, Medievalismo, 5 (1995), pp. 89-125. 270 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media de mediar desde el gobierno urbano entre la realeza y la comunidad urbana en su conjunto, lo que le permitió hacerse con el control de Toledo. Según estas premisas, el análisis del vínculo realeza-comunidad urbana debe permitirnos comprender la evolución de las relaciones sociales que se producen en ésta, en la comunidad, debido a la dominación política de la primera, de la realeza. No obstante, en algunos trabajos existe cierto confusionismo, ya que al estudiar la relación entre los reyes y las comunidades ciudadanas se convierte en protagonistas a quienes la negociaron, a la oligarquía, olvidando a los que sufrieron las consecuencias de dicha negociación, o resultaron beneficiados de forma indirecta, cuando lo correcto es partir de un vínculo del tipo Corona-mediadores-común, en el que tanto la primera como los segundos (los oligarcas) necesitaban ampliar su poder sobre el último: la Corona para aumentar su dominio político y su potencial económico y militar; los mediadores para que su dominación estuviese cada vez más consolidada. Como consecuencia de ello, de la pugna entre una y otros por hacerse con mayor poderío, el que más podía perder era el común. “El resultado fue que, ante cualquier intento brusco de mejora de uno de los dos agentes (la Corona o los mediadores), la oposición del damnificado encontraba el apoyo en el común, siempre reactivo a las presiones, que hacía fracasar el intento”294. Bien. Por otra parte, aun sin querer afirmar, de ningún modo, que la dominación política sobre el individuo era el único factor que determinaba su actitud o su comportamiento social, pues no lo era -de hecho, tal vez le condicionara bastante menos de lo que muchas veces se ha dicho-, hay que insistir en el papel que el dominio político tiene sobre el sujeto socializado, porque era uno de los factores que influía en él. En resumen, de acuerdo a todas estas ideas, el análisis de la relación reyes-individuos, y de la paz regia, debe de ir encaminado a captar la dimensión de la realeza en tanto que “forma de dominación social” articulada, y constituida, como resultado de la dialéctica de los poderes existentes en la sociedad de finales del Medievo295. La pregunta a responder, sin embargo, es ésta: ¿hasta dónde puede llegar la influencia del poderío regio en las condiciones existenciales de sus súbditos?. Personalmente pienso que hasta bien poco. Es cierto que las disposiciones regias podían influir de forma trascendente en la vida de las personas, pero tal influencia no es nada si la comparamos a otras que pesaban sobre el individuo bajomedieval, ya que: por una parte, la sociedad del Medievo era una sociedad de grupos, y, por lo tanto, se constituía sobre una red que vinculaba a las personas entre sí según una serie de solidaridades mediatizadoras 294 RUIZ IBÁÑEZ, J.J., Las dos caras de Jano. Monarquía, ciudad e individuo, Murcia, 1588-1648, Murcia, 1995, p. 24. 295 Idem. 271 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis de su existencia diaria; y por otra, las disposiciones de los monarcas más trascendentes, esas que tenían que pasar por las instituciones ciudadanas de gobierno para ser debatidas antes de ejecutarse, muchas veces eran modificadas durante el transcurso del debate, de tal modo que lo que llegaba a la comunidad no eran los mandatos regios como tales, sino dichos mandatos redefinidos por los oligarcas gobernantes. Dicho de forma más técnica: hasta que la soberanía regia se llevase a la práctica en el “sistema urbano”, había sido más o menos modificada en el “sistema político” constituido por el Ayuntamiento de cada ciudad, y las personas y relaciones de poder que lo integraban296. En efecto, si en el plano de las ideas el poder regio no encuentra más limitaciones que la ley y el escrupuloso cumplimiento del derecho, en el terreno de la práctica política se le exigía un respeto a las prerrogativas y privilegios de los estamentos sociales, y a la participación de los mismos en “el gobierno del reino”, a través de las Cortes. Además, el monarca cuenta con limitaciones de tipo jurídico, expresadas en la fórmula Princeps legibus solutus aut alligatus. El principio de sumisión del rey a las leyes está recogido en las Siete Partidas -en concreto en la Partida 1ª, título 1º, ley 16-. No obstante, en este texto también se recoge la idea contraria: Princeps legibus solutus (Partida 1ª, título 1º, ley 3). La contradicción se soluciona en una ley de El Espéculo que dice que, aun estando sometido a las leyes, el monarca excepcionalmente puede modificar éstas en función de lo que considere oportuno297. Aún así, el límite más claro al poder regio lo crean los derechos de los individuos298, a nivel individual y colectivo. No podemos olvidarnos de que la “emergencia del común” (de la mayoría social), notable desde fines del siglo XIV, trajo consigo una concienciación de su papel ante los reyes y oligarcas299. La realeza tenía que jugar con todos estos factores a la hora de hacer valer sus intereses. El modo de alcanzarlos fue distinto en cada ocasión. En este sentido, afirmaba algún autor300: 296 IRADIEL MURUGARREN, P., “Formas de poder y de organización de la sociedad en las ciudades castellanas de la baja Edad Media”, en V.V.A.A., Estructuras y formas de poder en la historia, Salamanca, 1991, pp. 23-49, en concreto p. 30. Sobre estos aspectos véase también: MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones...” 297 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones...”, pp. 49-58. 298 A fines de la Edad Media el individuo tiene una serie de derechos, derechos personales; reducidos, eso sí, sólo a su propia libertad, entendida jurídicamente como la facultad de obrar según su “arbitrio” en el plano que toleraba su sometimiento a sus señores -Dios, el rey y su señor jurisdiccional, en caso de tenerlo en este último caso-. Tal “libertad” se materializaba en una libertad de residencia, aunque a veces ésta no existía de hecho; en la libertad de poder defenderse en caso de resultar víctima de un delito, fuese mediante la violencia si el delito era criminal, o en un juicio de ser civil; en la inviolabilidad del domicilio de residencia; y, por fin, en la libertad de asociación con fines religiosos, benéficos, económicos, etc. El sujeto también tiene derechos económicos, pues al menos se reconoce su derecho a la propiedad privada. Los derechos políticos, por contra, prácticamente no existen: NIETO, A., “El derecho como límite del poder en la Edad Media”, Revista de Administración pública, 91 (enero-abril de 1980), pp. 7-73, en concreto pp. 28-29. 299 Véase en este sentido: HESPANHA, A.M., “Representación dogmática y proyectos de poder”, en su libro La gracia del derecho. Economía de la cultura en la Edad Moderna, Madrid, 1993, pp. 61-85. 300 Idem, p. 79. 272 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media “Propendemos a generalizar en exceso, y ello enmascara a veces la ambivalencia del papel desempeñado por la monarquía, menos simple de lo que se cree [...] las relaciones monarquíaciudades [...] han motivado un sinfín de juicios apriorísticos y radicales. Ahora bien, lo que no admite discusión es la influencia de la monarquía en el desenvolvimiento de la vida urbana...” En definitiva, y tal y como señalaran Yolanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez Benito, a la hora de estudiar históricamente una “estructura de poder” deben tenerse en cuenta tres niveles de análisis: el marco jurídico-ideológico que justifica y da sentido a la estructura; los mecanismos utilizados para hacer realidad la efectiva ejecución del poderío; y la dinámica de las relaciones que, basadas en el contexto político, social y económico, alían y enfrentan a los diferentes grupos sociales en la disputa por hacerse con más poder y distinguir nítidamente dos formas de participación en el mismo, la de los individuos activos, que lo controlan, y la de los sujetos pasivos, que son controlados301. Esto es básico a la hora de analizar toda la tarea política de la realeza frente sus súbditos a fines de la Edad Media. 2.3.2. POLÍTICA INTERIOR / POLÍTICA PACIFICADORA Situémonos, por un momento, en la perspectiva que la realeza adopta en su implicación en el vínculo que mantenía con sus súbditos. Parece claro que, por muchos peros que puedan ponerse, el objetivo básico de la realeza era mantener la paz, o lo que es lo mismo, garantizar el “estado pacífico del reino”, algo que permitiría, por ejemplo: que los negocios comerciales pudieran desarrollarse con cierta seguridad, lo que beneficiaba económicamente a los reyes, pues la alcabala era su principal fuente de ingresos; que los planteamientos propagandísticos e ideológicos de la monarquía, fundamentales a fines del siglo XV, tuvieran una base real, y por ello fuesen más eficaces a la hora de conseguir sus objetivos; o que la población viviera mejor, y es que no hemos de pensar en una realeza que tan sólo pensaba en sí misma, obsesionada por el poder, tal y como se desprende de algunos estudios. En el capítulo primero ya analizamos todas estas cuestiones largo y tendido, y allí pudo verse de forma detenida el papel que poseía en la política interior la expresión “paz y sosiego”, aparecida en un sinfín de documentos y de escritos de ideólogos de la época al servicio de los monarcas. Pero ¿qué es la política?. Domingo de Gundisalvo, un arcediano de Segovia, en su De divisione philosophiae dice que la política es “virtus regia”. Rodrigo Sánchez de Arévalo, por su parte, señala en su obra Suma política que se debe gobernar “scientíficamente”, esto es: “se ve lo que se busca: gobernar según una doctrina”302. Sabemos bien cuál es la doctrina a la que 301 302 GUERRERO NAVARRETE, Y. y SÁNCHEZ BENITO, J.Mª., Cuenca..., pp. 120-121. BENEYTO PÉREZ, J., Los orígenes de la ciencia política en España, Madrid, 1949, p. 18. 273 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis se refiere este erudito; la doctrina del “poderío real absoluto”. No en vano, las apelaciones a la paz que los reyes realizan a fines del Medievo persiguen este objetivo: aumentar su poder. No tuvieron dudas a la hora de efectuar un uso interesado de la paz, oponiéndola (en tanto que paz regia) a los intereses de los oligarcas o de su pueblo, cuando buscaron alguna meta303, de forma que ordenaron que se cumpliesen sus órdenes apelando al sustento de la pas e sosiego, cuando lo creyeron oportuno, impidiendo cualquier acto en su contra... Ya lo vimos arriba. A la hora de tratar algunas de estas cuestiones, ya para la Edad Moderna, suele hablarse de “disciplinamiento” o de “policía”. El primer concepto ha emanado casi de forma natural de los estudios de Michel Foucault sobre el control de las comunidades sociales. Con respecto al segundo, Alejandro Nieto señalaba que la “policía” no era un rasgo más del Estado moderno, sino que constituía “el valor medular que vertebra todo su ser”. Por policía “ordinariamente, y en un sentido más limitado, se entiende [...] el orden público de cada ciudad...304”, es decir, las medidas para mantener la paz pública auspiciadas por el Estado305. De todas formas, amparar la paz en una urbe durante los siglos medievales era una tarea muy difícil, y, desde luego, el análisis las medidas destinadas a establecer esa salvaguarda también lo es. Hasta el punto que los planteamientos de la historia política tradicional no resultan válidos, en la medida en que este tipo de historia, según una crítica de Jacques Julliard306: “...es psicológica, e ignora los condicionantes; es elitista, incluso biográfica, e ignora la sociedad global y las masas que la componen; es cualitativa, e ignora lo serial; enfoca lo particular e ignora la comparación; es narrativa e ignora el análisis; es idealista e ignora lo material; es ideológica y no tiene conciencia de serlo; es parcial y no lo sabe tampoco; se apega al consciente e ignora el inconsciente; es puntual e ignora la larga duración...” Según el referido historiador, lo que debería estudiar la “nueva historia política” eran las políticas sectoriales (económica, institucional, social, etc.), pues la Política a secas, la política con P mayúscula, no debía concebirse como un sector separado, “epifenomenal”, de la vida de las sociedades, sino como el resultante de todas esas políticas sectoriales307. “Henos pues lejos de una historia de batallas sin más fin que el de contar”, decía, “henos incluso más allá de una historia sectorial que agota su ambición en una inteligibilidad puramente instrumental; henos, 303 ESPANHA, J.A.M., Vísperas de Leviatán..., p. 23. NIETO, A., “El sistema gubernativo y judicial de la monarquía absoluta”, en su obra Estudios históricos sobre la administración y derecho administrativo, Madrid, 1986, pp. 67-142, en concreto pp. 73 y ss. 305 FOUCAULT, M., “Verdad y poder”, en su obra Microfísica del poder..., pp. 175-189, en concreto p. 182; LENSKI, G.E., Poder y privilegio. Teoría de la estratificación social, Barcelona, 1993, p. 68; MANN, M., Las fuentes del poder social. Vol. II. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales, 1760-1914, Madrid, 1997, pp. 22 y ss. El estudio de Mary DOUGLAS sobre el concepto poder es tan interesante como puntilloso y complicado: Cómo piensan las instituciones, Madrid, 1996. 306 JULLIARD, J., “La política”, en LE GOFF, J. y NORA, P. (Edits.), Hacer la Historia. Volumen II. Nuevos enfoques, Barcelona, 1979, pp. 237-252, en concreto p. 238. 307 Idem, p. 243. 304 274 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media pues, en el umbral de una historia que se esfuerza por establecer relación entre fragmentos sueltos de explicación en el seno de una interpretación totalizante...” Personalmente, comparto el punto de vista de Jacques Julliard sobre lo que debe ser hoy la historia política, pues sólo desde ese punto de vista el análisis de la paz regia puede dar sus frutos. De hecho, este estudio pretende analizar cómo actuaba la realeza a la hora de poner en práctica eso que él llama las “políticas sectoriales” en un ámbito urbano concreto. Más allá del carácter tal vez demasiado contemporáneo del concepto “política sectorial”, está fuera de duda que eso es, precisamente, lo que debe ser la nueva historia política que analice la realeza: una historia que abarque todos los ámbitos de actuación de la monarquía, sino a nivel de todos sus territorios, sí con respecto a una comunidad urbana en concreto308. Pero dejemos al margen la labor de los reyes, y situémonos en la perspectiva del súbdito en su relación con el monarca. Frente a los intentos de garantizar la paz, “la violencia deviene en una constante de la vida urbana” por muchísimas razones, mas sobre todo por tres, como se dijo. Por un lado, el delito hay que asociarlo al desarraigo, y en especial a los movimientos de población del campo a la urbe en tiempos de crisis económica. Por otro, existía un vínculo innegable entre vagabundeo, marginalidad y delincuencia. Por último, las luchas entre bandos políticos son muy importantes a la hora de explicar algunos sucesos violentos graves, ya que los bandos se convirtieron en los inductores de la criminalidad durante ciertas coyunturas309. El crimen era el peor enemigo de la paz regia310. La historiografía medieval que analiza Castilla ha insistido sobre todo en esto último, en la violencia provocada por los conflictos entre bandos políticos opuestos, o entre los oligarcas y el común. Una violencia que en realidad es de naturaleza antropológica, pues en ella se ve una contraposición entre dos modelos de comportamiento, según Paulino Iradiel Murugarren. Por una parte está el modelo de vida caballeresco -militar, nobiliar y aristocrático-. Por otra el modelo de la sociedad civil -“comunitario” o colectivo-, fundamentado en la defensa de un ordenamiento público con leyes válidas para todos, de una justicia ejercida por profesionales (frente a la represalia militar y el acuerdo privado como vías de resolución de conflictos), y de la equidad fiscal, tratando de distinguir privilegios y exenciones. Se trata, en este último caso, de aquel modelo propugnado por los grupos sociales intermedios, con quienes las oligarquías 308 Sobre estas ideas véase: LE GOFF, J., “¿Es la política todavía el esqueleto de la historia?”, en Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, 1991, pp. 163-178, en concreto p. 177. 309 ROSSIAUD, J., “El ciudadano y la vida en la ciudad”, en V.V.A.A., El hombre medieval, Madrid, 1990, pp. 149-189, en concreto p. 164; GEREMEK, B., “El marginado”, en Idem, pp. 359-386, en concreto p. 368. 310 Tal y como defiende algún historiador: “La conexión entre criminalidad y poder ha existido siempre, ha sido conocida por no pocos, pero ignorada por los más...”: LÓPEZ REY, M., Criminalidad y abusos de poder, Madrid, 1983, p. 9. 275 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis urbanas se ven obligadas a pactar311. El enfrentamiento entre estos modelos, como se verá, es claro en Toledo a fines del siglo XV. Si descendemos de los grupos al individuo, y procuramos analizar desde su perspectiva la violencia, no podemos obviar algo que parece ya indiscutible, de acuerdo a lo señalado en todos los estudios: en el Medievo “la violencia física funciona como una base del poder en el nivel societal”312. Los más poderosos la utilizaban para amparar sus intereses económicos, y también para defender sus objetivos políticos, o su honra. Los del común, como veremos luego, actuaban más movidos por la defensa de su “fama” y por su penuria económica que por una meta política; aunque también usaran la violencia para conseguir esto, normalmente al ser manipulados la oligarquía. Por si fuera poco, los reyes y el “pueblo” criminalizaban ciertos comportamientos contrarios a sus intereses. También en este punto es necesario analizar las relaciones de poder. Michel Mullet habla, incluso, de una verdadera “demología social”, pues en ciertas zonas de Europa las masas urbanas buscaban aldeanos para atacarles, culpándoles de ser el motivo de sus dificultades económicas, al quitarles el trabajo -algo así pasaba con los judíos en Castilla-. De la misma forma, Mullet distingue entre una delincuencia profesional y una “cultura criminal” muy consciente, advirtiendo que ésta última se oponía a los valores burgueses expuestos por hombres como Alberti o Maquiavelo313. En definitiva, no parece que en una sociedad así fuera fácil mantener la paz pública; más si ésta implicaba algún beneficio para los monarcas del que fueran conscientes sus súbditos. Es por esto por lo que algún autor ha escrito una idea con la que estoy totalmente de acuerdo: “En realidad, ahondar en el estudio de la violencia, tanto en sus motivaciones como en sus formas de expresión o en las fórmulas de rechazo y penalización, se convierte en reflejo de la evolución de los ejes de poder político y de dominio socio-económico, a la vez que en vía de acceso a los contenidos definidores de la normalidad, la alteridad y las contradicciones de la sociedad...314” 2.3.3. TOLEDO EN “LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS” Toledo a la altura de 1465 era una ciudad violenta, más allá de lo que nos indiquen las cuantificaciones de las fuentes. Aún así, los Reyes Católicos en poco tiempo establecieron la paz que ellos deseaban, reduciendo, en cierto sentido, la violencia que se sufría sólo unos años 311 IRADIEL MURUGARREN, P., “Formas de poder y de organización...”, p. 41. LUHMANN, N. Poder, Barcelona, 1995, p. 86. 313 MULLET, M., La cultura popular en la baja Edad Media, Barcelona, 1990, pp. 75-77. 314 SABATÉ, F., “Orden y desorden. La violencia en la cotidianidad bajomedieval catalana”, en Aragón en la Edad Media: XIV-XV. Homenaje a la profesora Carmen Orcástegui Gros, Zaragoza, 1999, tomo I, pp. 1.3891.407, en concreto p. 1.391. 312 276 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media antes de que llegaran al trono. Las preguntas a responder, por lo tanto, serían básicamente: ¿qué hicieron estos reyes para pacificar Toledo?; ¿cómo lograron mantener la ciudad pacífica durante décadas?; y ¿por qué la paz acabó quebrándose de nuevo a comienzos del siglo XVI?. Contestar a estas cuestiones no resulta nada sencillo, porque, como se dijo, no existen muchos trabajos en los que tales preguntas intenten resolverse, refiriéndose no a Toledo, sino a otras ciudades. En este sentido, es llamativa la falta de trabajos sobre la “política interior” de los Reyes Católicos; sobre todo si se compara con los estudios que existen para su “política exterior”, sea de carácter bélico o diplomático. Dudo sobre las causas de tal descompensación, más que evidente con sólo mirar la bibliografía, aunque está claro que debe relacionarse con el estudio de la documentación inédita de los archivos municipales de cada ciudad. Algunos historiadores han preferido estudiar -o no han podido hacer otra cosa por culpa de sus propias circunstancias- los documentos que tenían a mano, sin acudir a archivos generales. Cuando sí han acudido a ellos, en más de una ocasión sólo han estudiado los documentos catalogados, lo que ha hecho que no pocos escritos sobre la política interior de los Reyes Católicos quedasen en el olvido. Por ello ésta es una de las metas más apasionantes que tiene hoy la historiografía medieval: comprender la política interior de la realeza a fines de la Edad Media mediante las propuestas que ofrece la nueva historia política, y con documentos inéditos. Esto implica, en principio, dejar un poco al margen los hitos que hasta aquí han venido centrando todos los argumentos (por ejemplo, el de la expulsión de los judíos de Castilla en el año 1492), para entender la cotidianidad de la política interior de la realeza a finales del Medievo; o, si se quiere, la cotidianidad de la práctica de la soberanía regia. Según esto, y refiriéndose a la Edad Media en general, Jacques Le Goff señalaba hace unos quince años: “...falta mucho por hacer, o aún falta hacerlo todo en muchas direcciones. La verdad es que la nueva historia política [...] sigue siendo un sueño antes que una realidad. Y lo peor es que la vieja historia política todavía es un cadáver insepulto”. Aunque mucho es lo que se ha hecho en los últimos años, esta última afirmación en parte continúa vigente, sobre todo si nos referimos al reinado de los Reyes Católicos. Excepto en obras que, en verdad, parecen creadas ex profeso para enfrentarse a dicho problema315, resulta complicado seguir una línea argumental razonable, pues en lo relativo a la historia de la denominada “España de Isabel y Fernando” los análisis pasan, sin solución de continuidad, del estudio de la guerra civil entre éstos y Juana “la beltraneja” a la celebración de las Cortes de Toledo de 1480, lo cual podría tener una lógica; y desde aquí deja de tener importancia la política interior y la 315 Caso del libro de Miguel Ángel LADERO QUESADA La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999. 277 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis adquiere de un modo indiscutible la guerra de Granada. Acabada ésta, comienza el análisis del problema del destierro de los judíos, y, más tarde, de los obstáculos en la sucesión causados por culpa de la muerte del príncipe Juan (1497), intercalando -no siempre- los pormenores del descubrimiento de las Islas Canarias o de América. Y así hasta la muerte de la reina, momento considerado como el inicio de una época desastrosa que acaba en las Comunidades. Como se puede ver, política exterior y política interior se mezclan a partir de una lógica que enfatiza los hitos del reinado, como si lo demás fuera secundario. La explicación de las causas por las que las líneas argumentativas siguen planteamientos desequilibrados a la hora de dibujar los perfiles de la historia de España en época de los Reyes Católicos, habría que buscarla en el acontecer de la historiografía medieval española a lo largo del siglo XX, por una parte, y por otra, y como consecuencia de esto, en el contexto que en la actualidad vive la investigación histórica en España. A lo primero nos referimos arriba. Puede decirse, sin miedo a equívocos, que por culpa del abuso ideológico que se ha hecho en épocas pasadas de lo que en su día fue el proyecto político de Isabel y Fernando, la historiografía no siempre ha analizado su labor de gobierno con unos criterios lo suficientemente rigurosos. En cuanto a la investigación actual sobre dicho proyecto, no parece que sean los criterios con los que se analiza lo que fallan; no es un problema metodológico el que existe. Las dificultades son de tipo material. Como las ayudas económicas que se otorgan a la investigación histórica siguen siendo reducidas, no se puede sacar a la luz todo un cúmulo de documentación inédita de la que se conoce bien su existencia, pero que sigue sin catalogarse y sin ser estudiada. En lo que se refiere al reinado de Isabel y Fernando, en concreto, la mayor parte de esta documentación se encuentra almacenada en el Archivo General de Simancas, y, desde luego, a partir de su estudio podría darse una imagen si no distinta a la que en las últimas décadas se viene dando de su época, sí al menos matizada; sobre todo en lo relativo a la política de la realeza a la hora de mantener la paz en sus territorios. Es aquí donde la historia urbana cobra importancia. De acuerdo con ello, en este trabajo tratará de ofrecerse una imagen coherente de la política interior de la realeza a la luz de los nuevos conocimientos que tenemos sobre las ciudades de Castilla, y sobre las teorías que sustentaban a la organización del Estado, es decir, a la propia realeza. Se trata de valorar hasta qué punto los principios teóricos de la concepción estatal y/o del monarca se veían materializados en la vida diaria. En otras palabras: cómo se materializaba la “soberanía” a la luz de su concepción teórica. Para ello siempre habrán de tenerse en cuenta las peculiaridades que el poder soberano presentaba en su aplicación sobre cada uno de las ciudades de Castilla, según el papel de éstas en cada momento. La función y el peso político de una urbe en el Estado se alteraban en 278 2. Planteamientos metodológicos: el fin de la Edad Media función de las necesidades de la realeza. El caso de Toledo es paradigmático. Pasó de ser la ciudad de referencia al principio del reinado de los Reyes Católicos, porque era la antigua sedes regis de los visigodos que mantuvieron casi toda la Península bajo su mando, y eso mismo era lo que aspiraban a conseguir los nuevos monarcas -por ello, en parte, se celebran las Cortes de 1480 en Toledo-, a una urbe de segunda fila tras la conquista de Granada, y, sobre todo, una vez que la reina Isabel hubo fallecido. Las distintas metas perseguidas por la monarquía en cada momento condicionaron la preeminençia de la ciudad del Tajo. En fin, las páginas que siguen muestran la historia de cómo la realeza quiso y consiguió, a duras penas, no obstante, que su paz reinase en Toledo, tras una época de mucha violencia (los años finales del reinado de Enrique IV), y cómo en ello se implicaron muchos individuos y grupos con distintos intereses. No se trata tan sólo de una historia de sucesos violentos y de delitos, aunque éstos aparecen por todos lados. Es la historia de las relaciones de poder, de la dominación política y del conflicto... Recordemos lo dicho en la Introducción a este trabajo. En los capítulos que siguen se intentará dilucidar cómo evoluciona la política interior de la realeza de Castilla a lo largo de un período de más de cincuenta años, entre 1465 y 1522, en lo relativo a una comunidad urbana concreta: la comunidad urbana de Toledo. Concreta por no pocas razones, como podremos ir observando, pero sobre todo por una de carácter ideológico, y, en cierto modo, propagandístico. Toledo tenía un pasado glorioso, pues había sido, allá por los siglos V y VI, la urbs regia o sedes regis de los visigodos en la Península Ibérica. Llegó a ser la ciudad principal del reino visigodo una vez cayó el imperio romano316. Desaparecido tal reino en el siglo VIII por culpa de la llegada de los musulmanes, entre éstos también tuvo alguna fama, y se la concedía el título honorífico de madinat al-muluk o ciudad de los reyes. A pesar de ello, la comunidad urbana casi no cesó de sublevarse contra sus dirigentes hasta ser tomada por los cristianos en el año 1085, quienes hicieron lo posible por terminar con los comportamientos rebeldes de la población. Su rebeldía frente a los gobernantes musulmanes, aunque no era patrimonio de los mozárabes (de los cristianos en tierras musulmanas) de la urbe, sino del conjunto poblacional, y aunque no obedecía a un enfrentamiento Islam-Cristianismo, sostuvo el antiguo prestigio de Toledo entre los cristianos. A finales del siglo XV tal prestigio ha desaparecido, y lo que impera en la realeza es la idea de que la comunidad toledana, y muy especialmente quienes la dirigen, son demasiado “escandalosos”. Los oligarcas siempre se hallaban dispuestos a “alborotar” a los vecinos de la 316 VALVERDE CASTRO, M.R., Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un proceso de cambio, Salamanca, 2000. 279 Parte preliminar. La paz regia: perspectivas de análisis urbe a la hora de requerir algo a los reyes, y éstos se alborotaban fácilmente, movidos por sus circunstancias de penuria socio-económica, de modo que en la baja Edad Media Toledo es, y así lo reconocen los cronistas regios, una de las ciudades de Castilla más difíciles de mantener bajo el “yugo real” 317. Las páginas que siguen, según estas ideas, se inician en 1465, fecha en la que la urbe se subleva contra el rey Enrique IV y se pone bajo la obediencia de su hermanastro Alfonso -que será coronado por un grupo de nobles contrarios al monarca a las afueras de Ávila-, y termina en 1522, cuando se dan por concluidas las Comunidades en Toledo, un suceso que algunos historiadores no dudan en definir como la primera revolución moderna de Europa, aunque no lo consideren así otros, y prefieran definirlo como una revuelta de inmensas proporciones, enmarcable en la tradición “inquieta” de la Castilla bajomedieval (los reinados de Juan II y de Enrique IV, que abarcan todo el siglo XV hasta 1475, fueron conocidos como “el tiempo de las inquietudes del reino”). En medio de tal pasado turbulento, que puede extenderse desde mediados del siglo XIV, cuando la urbe se sublevó frente al rey Pedro I, hasta inicios del XVI, con las Comunidades, existe un período de unos cincuenta años, que es el que se analizará a partir de aquí, en el que, salvo pequeños contratiempos, de mayor o menos importancia, Toledo se mantiene pacífica bajo los designios de los Reyes Católicos. En realidad, y en eso sí coinciden todos los autores, se trataba de una paz débil, raquítica y, de algún modo, contraproducente, pues la rebelión contra el monarca Carlos I que se produjo tras el reinado de tales reyes, en 1520, fue mucho más grave que ninguna de las vistas antes. 317 Nicole GONTHIER también analiza una urbe entre dos revueltas: Lion entre 1269 y 1529: GONTHIER, N., Délinquance, justice et société dans le Lyonnais médiéval, París, 1993. 280