EL CASO DE ~\lADAME LEFEBRE

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EL CASO DE ~\lADAME LEFEBRE (*)
por ~larie
Bonaparte
(París!
1. -
Los
!lECHOS.
Los nuevos datos biográficos, C0Il10 los detalles por los cuales puede diferenciarse la descripción del crimen de las versiones recogidas en el juicio
o en las audiencias, los debo a la misma madarne Lefebre, En efecto, pude
ir a verla con sus abogados, los doctores Python
y Kah, acompañados
por
la señora de Kah, a la prisión de Lille, el 14 de enero de 1927, Y conversar
con ella más de cuatro horas. Ignoraba mi identidad porque me presentaron
como "una
persona que se interesa por la psicología"
y que proyectaba
escribir sobre ella un estudio.
Madame
Lefebre,
de soltera
Maria
Felicia Elisa Lemairc,
Fromelles, en el norte de Francia, el 13 de noviembre
a una honorable
familia de grandes agricultores;
Lemairc, poseía y trabajaba
Wayrnel,
descendía
numerosas tierras.
de una conocida
Su madre, 'Natalia Sedoma
Dos años después
dieciocho meses más tarde su
Una última hermana, Luisa, debió nacer en 1874,
La pequeña María Lemaire creció en el campo.
refiere a su abuela materna.
qué edad-
Pertenecía
su padre, Carlos Francisco
familia del norte.
de Mana nacía su hermano Carlos Francisco;
hermana Nelly.
de 186+
nació en
Se ve muy pequeña
Su primer recuerdo
-no
podría
precisar
se
a
caminando fuera, cerca de su abuela, a quien dice haber adora-
do. El abuelo y la abuela paternos de María Lemaire vivieron, en efecto, los
últimos años de su vida en la casa de su hijo Carlos.
Habitaban
ficio aparte, pero las comidas eran tomadas en común.
dame Lefebre,
insistiendo
en un edi-
"Jamás,
dice ma-
sobre ese punto,
hubo disputas,
porque
familia estábamos entre gente bien educada
y se sabía qué
respeto y qué
atencion se deben a los padres."
A los seis años María fué puesta como pupila en el convento
nes.
Parece
(')
H9,
haber guardado
Traducido
1927,
r
reproducido
un buen recuerdo
de la "RCHIC
de Four-
dc ese convento.
Francaise de Psychanalysc",
en mi
\'01.
Había
1, pág.
EL CASO DE ,HADA,HE
LEFEBRE
109
en él muchas runas del campo; "esas señoras"
se ocupaban
mucho indivi-
dualmente
no recuerda
haber
de sus alumnas.
particularmente
Madame
Lefebre
querido
a una maestra o a una compañera.
Volvía en el verano, durante las vacaciones, a casa de sus padres.
Había
perdido en 1869 Ó 1870 a sus queridos abuelos. El amor por su padre desde
entonces parece haber dominado
sólo su infancia.
terna, habla mucho menos de su madre.
bueno.
Pero su madre
madame Lefebre:
era todavía
"Cuando
Pondera
la bondad
pa-
Su padre era severo aunque
más severa.
muy
Y pintorescarnente
dice
nos tirábamos un pedo atravesado, se lo podía-
mos decir a mi padre, a mi madre jamás.
Y nuestro
padre entonces
nos
decía: «¡No se lo vayan a contar a su madre!»."
Durante
sus temporadas
de verano en casa de los padres, la pequeña
María jugaba en el jardín con su hermano y su hermana.
muñeca que quería mucho.
María no se entretenía
Nelly tenía una
a menudo con las muñe-
cas pero cosía con ardor vestiditos para la de su hermana.
cipalmente
a representaciones
religiosas.
El pequeño
cementerio
dentro de cajas de cigarros
hecho ex profeso,
sus tumbas levantaban
crucecitas
en el jardín proce-
los pollitos muertos,
después de solemnes
prin-
Carlos era el sacer-
dote. Se confesaban con él y decía la misa. Organizaban
siones. Enterraban
Jugaban
bendiciones,
en un
y sobre
adornadas con coronas de margaritas.
ts-
tos eran los juegos de los pequeños Lernaire.
A María también le gustaba leer los libros de la "Biblioteca
muy particularmente
centricidades
Las niñitas modelos, en el cual le encantaban
de la mala madame Fichini, madrastra
en representar
Rosa" y
las escenas en las cuales figuraba
hermanas se disfrazaba para interpretar
las
ex-
de Sofía. Se divertían
esta señora.
Una de las
este papel.
A los doce años María fué retirada del convento de Fournes e internada
en el de las Bermudinas
éstas pertenecían
de Esquesmes.
Había allí más pensionistas.
a un medio más elevado, se ocupaban
Aunque
menos individual-
mente de las alumnas.
María había hecho su primera comunión
pre fué muy piadosa.
crisis mística.
debe hacerse",
No recuerda
Dice simplemente
con todo fervor porque siem-
haber tenido en ese momento
haber hecho su primera comunión
ninguna
"como
como se hace en una familia como la suya. Pero un poco
antes de los trece años y medio, época de su primera menstruación,
comienza a resentirse
en su salud. Empezó
María
a sufrir de una diarrea que la
MARIE BONAPARTE
110
atormentó
sin cesar y que duró todo el tiempo que tardaron
zarse sus menstruaciones.
dieciocho
Esta regularización
años, con irregularidades
en regulari-
fué difícil, y duró hasta los
y supresiones
de las menstruaciones
a
veces hasta de cinco y seis meses. El equilibrio nervioso fué notablemente
turbado;
la joven volvióse triste sin causa visible y tenía ataques de llanto
por razones fútiles en apariencia.
una simple observación
Por ejemplo, dice María Lernaire:
"por
hecha por mamá".
A los dieciséis años y medio, María fué retirada de la pensión y volvió
a casa de sus padres que vivían en Fournes desde hacía dos o tres años.
Quedó allí hasta su casamiento.
que ejercía la profesión
matrimonio
En 1888 casó con Guillermo
de cervecero
en Roubaix.
entre las familias Lefébre y Lernaire.
sus vidas y sus bienes, se constituían
Era un casamiento
Había
arreglado
existido ya un
Guillermo y María, al unir
un haber matrimonial
de conveniencia
Lefebre,
de varios millones.
por los padres.
GuiUerno
Lefebre, nacido el 31 de julio de 1854, era diez años mayor que su mujer.
María llegaba al matrimonio
en estado de completa ignorancia
de sus reali-
dades. Sufrió mucho en un principio de la revelación de las relaciones carnales, y aunque fué acostumbrándose
conyugales,
prestándose
poco a poco, nunca gustó los contactos
a ellos por deber. Quedó encinta y sufrió durante
su embarazo distintos malestares, principalmente
a luz prematuramente,
dolores en los riñones.
Dió
a los seis meses y medio, a una niña que no pudo
vivir y que dice sentir mucho. Tuvo el 31 de agosto de 1890 su primer
hijo, Andrés, y el 24 de mayo de 1892 su segundo hijo, Carlos. Debió -permanecer recostada una gran parte del tiempo de su embarazo.
Amamantó
a sus hijos, como lo había sido ella misma por su madre durante unos meses,
al cabo de los cuales fué su misma madre quien dijo: "Ya es bastante;
se debe amamantar por más tiempo."
no
No tuvo después otros hijos, aunque estaban dispuestos, tanto ella como
su marido a recibir de buena gana otros que llegaran. Se consagró desde
entonces a sus dos hijos, que tomaron, en su vida estrecha de burguesa
ordenada, el primer sitio al lado de los cuidados al marido y a la casa.
El matrimonio
Lefebre,
que vivió diez años en Roubaix
en la calle
Lannoy y de 1898 a 1923 en el boulevard Gambetta, en la misma ciudad, no
frecuentaba mucha gente, replegados en su vida familiar. El matrimonio era
conocido
por su extremada
Madame Lefebre,
economía
que muchos calificaban
muy piadosa, iba a menudo
de avaricia.
a misa a primera
hora.
EL CASO DE MADAME
Pero cuando el pequeño
ver certificado
bre se consagró entonces
111
Carlos tuvo seis años, cayó atacado de una enferme-
dad febril que le dejó trastornos
cot-Marie,
LEFEBRE
atróficos y motores (amiotrofia
del doctor Secerd en el juicio).
a este niño, cuidándolo
tipo Char-
Madame
Lefé-
noche y día, atándose a
él como suelen hacerlo las madres con los hijos cuando son inválidos.
Sólo
Andrés quedaba sano, crecía, estudiaba, rendía su derecho y se aprontaba
ser escribano, siguiendo el ejemplo de su tío Carlos Lemaire.
Fué entonces, aproximadamente
la menopausia,
en
1912,
a
a los cuarenta y ocho años, al iniciarse
cuando madame Lefebre
mente afectada en su salud. Convirtióse
comenzó a sentirse seria-
en la presa de trastornos
nerviosos
difusos y diversos, la cabeza perdida, nervios torcidos y un síntoma que iba
a emponzoñar
su vida: una constipación
larmente con la diarrea
que no cedía a veces durante
"cólicos
hepáticos",
invencible
de su pubertad.
que contrastaba
Esta constipación
quince días. Pronto
las contracciones
empezaron
de estómago
singu-
era tan tenaz,
también los
y todas esas sensacio-
nes dolorosas difusas de ptosis, cuya descripción,
con la de los trastornos
nerviosos diversos, llenará en adelante los "diarios"
y cuadernos de notas de
madame Lefebre: "Ordenador"
no del "Buen Socorro".
cuaderno
llamado el "Estudioso"
o cuader-
Fué entonces cuando madame Lefebre cayó en manos de los médicos,
los que, como ocurre con los hipocondríacos y los psicóticos en general, no
pudieron hacer gran cosa por ella.
El halo psíquico inherente
a su mal, aureolando
el núcleo del mal físico
no podía ser disipado por los medicamentos, bromuro,
otros, ni por algunas duchas o curas en Vichy.
y el martirio de la hipocondríaca
comenzó.
no en el cuerpo-
fitina u
Insomnios, nervios torci-
dos, órganos caídos (el médico de Vichy o de Chatelguyon
cado la caída de un riñón, que se extendió
valeriana,
había diagnosti-
en seguida en el espíritu --si
de madame Lefebre, a casi todos sus órganos, arrastrados,
decía ella, los unos por los otros):
tales son los temas que como un obsesio-
nante y doloroso estribillo, vuelven en todas sus quejas y sus escritos.
matrimonio
durmió entonces en cuartos separados.
fué interrumpida.
matrimonial
La vida física conyugal
La amistad subsistió, única base verdadera
entre monsieur
Al comienzo
El
del acuerdo
y madame Lefebre.
de su nuevo mal, todavía muy difuso, madame Lefebre
había iniciado una cura en el sanatorio del Buen Socorro, en Bélgica. Quedó
MARIE BONAPARTE
112
allí la primavera
Buen Socorro
curada.
de 1912, volvió a su casa, tuvo una recaída y volvió al
todo el otoño.
Fuéentonces
Por fin regresó al hogar mejorada,
cuando
comenzaron
los «cólicos hepáticos",
hasta ese momento los síntomas psicopáticos
pado el primer
plano y requerido
adelante se sucedieron
pero no
y la constipación
las temporadas
ya que
habían ocu-
en Buen Socorro.
En
las andanzas inútiles y consultas de médico en mé-
dico con las curas en Vichy o en otro punto.
En 1914, madame Lefebre soportó la ocupación
alemana y no obtuvo
sino en 1917 ser evacuada con su hijo Carlos. enfermo, mientras que Andrés,
en el frente, se comportaba
como un héroe.
Se dirigió al sur de Francia,
donde supo la muerte
ochenta y cuatro años, que había quedado en el norte.
alejada de éste, a quien quería tanto,
madre sobrevivió
antes que su hermana
1922.
menor,
Luisa, en
de
Tuvo pena de estar
en el momento
y no debía extinguirse
de su padre,
de su' muerte.
hasta los ochenta
Su
años, en 1920,
1921 Y su hermano
Carlos en
Madame Lefebre quedó en el sur hasta el final de la guerra y volvió
a Roubaix a principios de 1919.
Sin embargo, su estado de salud continuaba
y las recetas recomenzaron
bre decidió, buscando
El matrimonio
a sucederse. Finalmente,
procurar
ciudad y hacer construir
alguna tranquilidad
Lefe,
el matrimonio
a la enferma,
dejar la
una casa en el boulevar de Roubaix, en Hem.
se instaló en esa casa en junio de 1923. Andrés Lefebre,
por su lado, habiendo comprado
construir
siendo malo. Las consultas
el estudio del escribano
de Fournes,
hizo
allí una casa y se radicó en ella solo.
En 1924 Andrés, que contaba 34 años de edad, conoció por intermedio
de amigos a Antonieta
cero de Ranney
Mulle, joven de unos 30 años, hija de un cerve-
y que a la muerte
mucha actividad y competencia
de su padre había tomado
en la dirección
de la Sociedad Mulle, poseí-
da en común por la viuda de Mulle y sus hijos Enrique,
Madamc
Lefebre
no se opuso al casamiento
encaró con entusiasmo. Andrés se comprometió.
monio estalla entre la suegra y la futura
José y Antonieta,
de su hijo, pero no lo
Ocho días antes del matri-
nuera la primera
declaración de la señora de Mulle).
Era en la iglesia. Madame Lefebre se acercó a Antonieta
agriamente
el acaparar
con su novio.
sin cesar el autourávil
parte con
escena (ver la
y le reprochó
de la familia para pasearse
EL CASO DE MADAME
El casamiento
se realizó sin embargo.
LEFEBRE
Durante
113
el viaje de bodas, que
fué acortado de seis a cuatro semanas por madame Lefebre con el pretexto
de 'economías y de negocios
en Fournes,
Andrés
no escribió a su madre
más que tarjetas postales. Esto le atrajo una agria carta de reproches
"el respeto debido a los padres",
sobre
respeto al cual esas simples tarjetas
eran
una grave falta.
Fué
durante
ese viaje de bodas; me dijo madame
supo que Antonieta
Lefebre,
cuando
Mulle y su hermano Enrique habían tenido la intención
de hacerle un pleito a su madre, después de la muerte
es esto que se ha introducido
del padre. "¿Qué
en nuestra familia? ", pensó ella. Y fué a la
vuelta de este viaje de novios a la primera visita que le hicieron los jóvenes
esposos, que les dijo no querer
madame Lefebre)
Son también
hijos "de
"de esta especie"
conocidos
esta raza"
(declaración
(palabras
de madame Mulle).
los penosos episodios del prendedor
falsas y de los muebles del salón en seda roja. El prendedor
elegido como regalo
a mí de
de casamiento
había sido
para su nuera por madame
quien no le previno que las perlas eran falsas. Antonieta
el día que llevó el prendedor
de perlas
Lefebre,
recién lo descubrió
a la joyería para hacerle poner un cierre de
seguridad.
Los muebles de seda roja, avaluados por madame Lefebre en un precio
bastante alto para la dote de Andrés, estaban tan usados que la joven pareja
los arrumbó en el segundo piso. Al no verlos en el salón de su hijo madame
Lefebre
hizo una terrible
escena. "¡Pavadas! ", dice hoy levantando
los
hombros, cuando se le recuerda esos hechos.
y habían también continuos reproches sobre los gastos: su nuera no
debía tener sirvienta,
hacer ella misma la pastelería,
poner manteles rojos
sobre la mesa para pagar menos lavandera, no comer más que un plato en
familia, no agregar un huevo en la salsa blanca, etc. (ver declaraciones
madarne Mulle).
Madame Lefebre se volvió tan insoportable
de
que su nuera
decidió, en febrero de 1925, seis meses después de su casamiento,
no verla
más. Sólo Andrés iba, cada semana, a almorzar con sus padres a Hem.
En marzo
Antonieta
quedó
encinta.
Andrés,
que por instinto
pre-
sentía la situación entre él y su madre, solamente 10 notificó a su padre, y
recién a fines de abril o en mayo.
Lefebre
oyó hablar por primera
Nada se sabe acerca de cómo madame
vez del embarazo
de su nuera.
Pero es
probable que le llegaran en seguida rumores, aunque hoy ella lo niega. El
AJARlE
114
4 de junio tuvo
1<1
BONAPARTE
primera idea de comprar un revólver y fué a una armería
dc Lille, diciéndose
enviada por su marido que estaba preocupado
robos de los alrededores
y porque
una puerta
cerraba mal en su casa. El
armero le hizo firmar un pedido de autorización
un revólver,
pero madamc Lefebre,
debiendo
del prefecto
partir
Vichy, no tuvo tiempo antes del viaje de conseguir
Madarne
Lefebre
para adquirir
al día siguiente para
el arma.
en una villa, desde el 5 al 24 de
residió en Vichy,
junio. Allí recibió la confirmación
del embarazo de su nuera. Y terminada
su cura, "como le quedaba un día antes de vol ver a Roubaix,
pasar el tiempo",
buscó cómo
dice ella.
La idea de ir a Lyón
parece inventada
pobre
por los
a ver la feria, que la había tentado un momento,
después y forma parte del sistema de defensa, bastante
en verdad,
de madame
habían aconsejado,
Lefebre.
Algunas
personas,
dice ella, el bajar en Saint-Etienne.
se detuvo allí "para visitar la ciudad"
de armas y compró
en el tren, le
Lo cierto
es que
pero no fué más que hasta la fábrica
allí un revólver,
"recuerdo
de viaje"
declaró
en el
JlIlClO.
Poseedora
de su revólver,
madame
Lefebre
partió
para Hem. Allí su marido no se mostró muy encantado
al día siguiente
con esta compra,
según parece. Se .hizo enseñar un día el manejo del revólver
Andrés, porque
<1
y entonces
su marido no le gustaba tirar. Aprendió
fueron
las "tentativas
de reconciliación"
por su hijo
ella a tirar.
con su nuera,
provocadas por ella misma. El 16 de agosto hizo un paseo en auto a Arrás.
Fué allí, en el auto, donde su nuera le habría dicho la frase que me citó
en distintas ocasiones como imperdonable,
la más mortal
"Ya me tiene. Bueno, ahora tiene que contar
conmigo."
de las ofensas:
La falta de res-
peto, de consideración -es el monótono refrán que repite sin cesar, referente a todos los recuerdos de su nuera, madame Lefébrc
se revelan,
-«
según su opinión,
en forma inconfundible,
La reconciliación
no fué conseguida
en esa sola frase.
ese día. El hijo, que manejaba
el auto, tuvo que sentar a su lado a su mujer para sustraerla de la actitud
hostil de su madre, quizá armada ya eS2 día de su revólver.
Era un domingo. El domingo siguiente, 23 de agosto, recibía una carta
de su madre preguntándole si vendría el miércoles próximo, como de costumbre, a Lille y si su mujer lo acompañaría.
Rompió
la carta que, según
él, contenía términos que podían herir a su mujer, y no la contestó,
EL CASO
DE MADAME
LEFEBRE
115
El miércoles siguiente, 26 de agosto de 1925, iba con su mujer a Lille
y después de haber almorzado
solo en Hem, en casa de sus padres, volvió
a Lille con su padre, que quería ir a la Bolsa, y con su madre, que debía
hacer una visita. Durante esta visita madame Lefebre estaba tranquila, como
de costumbre (declaración de madame Roger Salembier). Andrés Lefébre
encontró
a su madre conversando
tranquilamente
con su esposa en la plaza
Rihom, donde había dejado estacionado el coche.
Madame Lefebre dijo entonces que tenía que encontrarse
con una per-
sona pasando la puerta de Bethune. Tomó asiento detrás de su hijo y a la
izquierda
de su nuera, las dos instaladas en el asiento posterior
del coche
Ford, con la capota levantada.
Andrés las lleva primero hasta la plaza Redonda
y allí detiene el auto,
mientras su mujer va a pie a hacer una compra y él mismo se dirige a una
imprenta por un asunto de carteles. Madame Lefébre espera sola en el auto.
F ué sin duda en ese momento en que sacó de su estuche el revólver
traído
de Hem. Luego el auto vuelve a salir y después de haber pasado la puerta
de Bcthune
toma el camino de Fournes.
Pero madame Lefébre
pide de
pronto a su hijo que doble hacia la derecha y tome el camino de la Soledad
para ir, según dice, al presbiterio
de Loas "a mandar
decir unas misas por
su marido herido en un dedo y para el descanso del alma de sus padres".
El auto vuelve el camino andado y entra en la ruta de la Soledad. Justo
antes del segundo farol, donde el camino da una vuelta, pide a su hijo -me
e)
dijo ellacesidad.
que se detenga un momento para satisfacer una pequeña ne-
Y cuando
el coche se para, saca su revólver,
lo aplica sobre la
sien izquierda de su nuera que en ese momento da vuelta la cabeza para mirar
la ruta y con una seguridad implacable la mata de un balazo, que atraviesa
directamente
el cráneo de una sien a la otra.
El hijo se da vuelta, ve su mujer cubierta de sangre:
ces?", "¿qué has hecho?"
¿qué ha-
Después de haberle quitado y devuelto el revól-
ver, pone de nuevo el auto en marcha, pasa la Aduana
él a su mujer cubierta
"Mamá,
llevando detrás de
de sangre recostada sobre su madre, que la sostiene
y le impide caer con los saltos del viejo Ford.
En diez minutos llegan al Pabellón Olivier, y cómo no había ningún
médico, de allí siguen al Hospital.
Eran las seis de la tarde.
(1) Madame Lefebre dijo en el juicio haber pedido que se detuviera el coche después del
tiro de revólver.
MARIE BONAPARTE
116
y las declaraciones
del portero
del hotel y del comisario Christol han
evocado la escena trágica de la suegra asesina "sentada
de la escalera del hospital",
pasaba, mientras
impávida,
en el tercer escalón
ausente, como extraña a lo que allí
que a algunos pasos de ella, sobre una camilla,
estaba
tendido el cuerpo de su víctima.
Esa misma noche madame Lefebre dormía en la prisión.
JI. -
LA
REPERCUSIÓN.
El crimen de madame Lefebre, matando fríamente
de un tiro de revól-
ver a su nuera encinta de cinco meses y medio, inspiró un inmenso horror.
Madame Lefebre fué juzgada al año siguiente, en octubre
de 1926, en
Douai, y condenada a muerte.
Durante las sesiones del juicio de Douai la muchedumbre
gritaba pi-
diendo la muerte.
¿Madame Lefebre no era acaso "la más antipática
acusadas"?
un año ya, desde la noche
Hacía
del crimen,
de las
que el pueblo
reclamaba para ella el cadalso.
Había cometido,
en efecto, un crimen de un horror ancestral:
por el amor de un hijo como otros por el amor de un amante:
aire de incesto alrededor
del drama. Entre
el pueblo
matado
flotaba un
se murmuraba
que
debía haber tenido con su hijo relaciones carnales.
Estaba además desde el día del crimen -cosa que el pueblo no perdona-
extrañamente
impasible; el remordimiento
no la quebraba, no la doble-
gaba; no había tenido una palabra de piedad para su víctima.
Era vieja; la gracia de la juventud
Era avara;
el sonido
mezquinos reprochados
no abogaba por ella.
de las monedas
amontonadas
y de los gastos
a la nuera, sublevaban.
Era rica, y circulaban
rumores de probable
corrupción
de la justicia.
Para sustraerla al justo castigo quizás "la hicieran pasar por loca".
Por lo tanto, el informe de los expertos del tribunal había determinado
la plena y entera responsabilidad. ¿Qué hacer, en efecto, con semejante
acusada? Declararla irresponsable era abrirle el asilo, de donde se puede
volver a salir con certificados
volver directamente
médicos sancionados
a su familia. El sentimiento
no lo habría aceptado.
y el público se sintió decepcionado
en diciembre
de 1926 conmutó,
por el Prefecto,
de "justicia"
por la gracia del presidente,
para madame Lefebre,
para
del pueblo
que
como para todas
EL CASO
DE MADAME
LEFEBRE
lli
las mujeres de Francia desde tantos años, la pena de muerte por la de prisión perpetua.
El crimen de madame Lefebre inspiró tanto interés como horror. Los
diarios comentaron profusamente el asunto. "El Fígaro" inició una encuesta entre los médicos, juristas, psicólogos, sobre los móviles principales que
incitan a los criminales al crimen. Es inútil anotar las respuestas: todas a
cual más vagas y tan "fuera de la cuestión" las unas como las otras.
Es más interesante volver a tomar el informe de los expertos en el juicio.
Los expertos oficiales del Tribunal, doctores Raviarr, Rogues de Fursac y
Logre, en su informe médicolegal, después de una descripción detallada del
legajo y del examen mental de la acusada, informe que parecía anunciar
otra conclusión, diagnosticaron su completa y entera responsabilidad. Descartaban la locura y explicaban el crimen de madame Lefebre "por su carácter un poco particular". Decían que había obrado bajo el imperio de
una concepción arcaica de la familia: el matriarcado. "El Páter familias"
en Roma, ¿no tenía acaso derecho de vida y muerte sobre los suyos?
Igualmente madame Lefebre. Despojada de la autoridad hasta entonces absoluta de que gozaba sobre su familia por la intrusión de una recién llegada
bastante autoritaria, se habría atribuído el derecho de suprimir la intrusa
y lo habría hecho sin emoción, sin remordimientos, como el "Páter familias"
de la antigüedad. ¿No había acaso declarado en el juicio: "Tenía la impresión de cumplir con mi deber"? Así, madame Lefebre, por la mezcla de
un carácter "un poco particular" con un concepto arcaico de la familia, se
habría vuelto criminal, lo que dejaba, según los expertos, completos su
libre albedrío y su responsabilidad.
El examen del doctor Voivenel y la consulta del doctor Maurice de
Fleury pedidos por la defensa, aportaban una conclusión completamente
opuesta. Madame Lefebre, según ellos, tenía una constitución "paranoica",
sobre la cual se habría desarrollado una psicosis de reivindicación, de ese
tipo de locura razonadora separada por Serieux y Capgras del delirio de
interpretación. Esos enfermos conservan la memoria, la facultad de razonar
en alto grado, lo que hace ilusionar a los profanos respecto a su integridad
mental. Pero en un punto tienen turbada la razón, es en lo que corresponde
a la facultad llamada de juicio. Una idea muy valorizada, cargada de un
"afecto" poderoso, habiéndose establecido en ellos y vuelto dominante,
hace que todo lo que se relacione con esta idea ultra valorizada pierda sus
MAR1E BONAPARTE
118
proporCIOnes. Así sucedía con todos los dichos de madame Lefebre, referentes a su nuera.
Madame Lefebre
Palabras insignificantes
La seguridad
es incapaz de especificar
ella un cargo seno.:
le parecen ofensas que justifican un tiro de revólver.
en la ejecución,
remordimientos,
contra
el alivio después del crimen,
son todos índices clínicos
la ausencia de
de la psicosis de reivindicación,
tal como fué descripta por sus autores, por Serieux y Capgras y por otros,
y aun por el mismo doctor
Logre, como lo hizo notar Maurice
de Fleury.
Pero el jurado que juzga con su "buen sentido" e ignora la psiquiatría;
el jurado, emanación de ese mismo pueblo que vociferaba
tribunal
de Douai, el jurado, que podía manifestar,
autoridad
de los expertos oficiales, su indignación
en las puertas del
aun por encima de la
y su repugnancia
inmen-
sa por una asesina tal, debía quedar sordo a la voz de los expertos
defensa y votar la culpabilidad
SIguiente veredicto
III. - EL
sin circunstancias
atenuantes,
de la
con su con-
de muerte.
TE2\IA.
El doctor Voivenel, en una conferencia dada el 13 de enero de 1927
en el Hotel de "Sociétés Savantes" en el "Faubourg",
relacionó más claramente que en su informe
plejo de Edipo.
En su informes,
oficial el crimen de madame Lefebre
efectivamente,
el hecho de la locura razonadora
no había necesitado
recordarlo-
para exponer la "densidad
del drama. El complejo de Edipo, según Freud -no
es ese estado del sentimiento,
impulsa sexualmente
gico-
más que valorar
y no el dinamismo psicológico de madame
Lefébre. Tenía más libertad en una conferencia
psicológica"
del instinto
hacia el padre del sexo opuesto,
deseos de muerte
al com-
dirigidos contra
necesito
en el niño, que lo
con -resultado
ló-
el padre del mismo sexo, consi-
derado como un rival. Ese complejo, vivo en toda su realidad sexual -deseos
de contacto
físico y de satisfacción
de orden sensual-
existe también en él
padre, pero en éste, atenuado, adormecido por la larga represión de la censura social. El padre prefiere la hija, la madre su varón. A veces las barreras milenarias de esta censura se desmoronan y el crimen de Edipo -incesto
nato-
o asesi-
sobre cuya represión se edificó la civilización, es ejecutado de nuevo.
El crimen de Edipo realizado a la inversa, no de Edipo sino de Y 0casta, es tan evidente en madarne Lefebre
que es necesario todo el horror
EL CASO DE MADAME
que inspira
el "incesto"
para
que la palabra
ciada ni una sola vez, por ejemplo,
realizada
entre
médicos,
El pueblo
en Douai,
madre
tenía
o en París
esa madre
más estrecha
más justo
el secreto
desarrollado
cruda
y sencilla
mataba.
el mundo
expresar
No
vagas
luces.
de cuatro
se interesaba
pude
sobre
comprender,
a pesar
bre, de que en su familia
los padres",
sentido
pude
"se tiraba
un pedo
desarrollo
del
juicio
con frialdad,
nos
que
hizo
namente
de ésta-o
querida
verdadero
que es madame
por
odio,
En
resumen,
la niña,
hoy
Lcfebrc,
que
repetidas
había
Lefebre
esta
de rnadame
adorado
No
que
madre
Lefia
a su padre
y
de ella más
en el corazón
cuando
no era cómoda"EI
poseía
una
avaricia
de los futuros
haber
por
"cólicos
sido
un sentimiento
olvidado
Pero
debidas
habla
no parece
que
sino
su curso.
que no se le confesaba
esta madre
inconfesable,
humano.
y las atenciones
también
y es probable
viviera
el de los que
y en una conversación
más dudoso.
sufría
un poco
del inconsciente
se la temía,
saber
que
Sin saber
inexpresado,
casi nada
cuenta
quien
y es que en el
Lefebre,
una vida y remontar
mucho
del
lo que le dió su im-
de la Soledades
Lefebre
la
en su forma
de los hombres.
"el respeto
la
reinaba
era Yocasta
"edípica" de madame
madame
entre
el presentimiento
aunque
de las afirmaciones
a la de su hija -como
hepáticos"
existe,
El drama
atravesado",
carnal
donde
Lefebre
de ser eternas
se conocía
un afecto
que convencionalmente,
igual
madre
analizar
ver que
por su madre
tenía
es además
no nos enseña
no se puede
murmuraba
de real ni consciente
burguesa,
por el asunto
la infancia
El expediente
horas
nada
en el espíritu
Lefebre.
la de "El Fígaro",
un amor
el hecho:
en madarne
una de las formas
poseemos
terrible:
el pueblo
inmensa
y de madarne
de Yocasta
como
sido pronun-
de las cosas cuando
de este drama
de toda
no haya
de esos seres y expresaba
que
edípico
del inconsciente
saben
Pero
en el inconsciente
y su repercusión
por qué todo
fondo
moral.
esta verdad:
El carácter
portancia
sobre
119
etc.
y ese hijo de una familia
y estricta
drama
de
psicólogos,
y su hijo. Se equivocaba
pasó entre
incesto
en una encuesta
juristas,
un sentido
en Lille
LEFEBRE
contrario,
la anciana
de la pequeña
tier-
religiosa
rival
de su
madre.
Fué a los dos años cuando
interés
y del amor
venido,
rival en su corazón.
hermano,
de sus padres,
y sabemos,
por
la niña,
hasta entonces
tuvo que soportar
Fué entonces,
los análisis,
revolución
poseedora
la llegada
efectivamente,
qué
única
de un recién
que nació
es para
del
un
su único
niño
el
MARIE BONAPARTE
120
nacirruento
entonces
de un hermano
el centro
o una hermana.
del mundo,
El niño, que se sentía hasta
ve al recién llegado tomar
su lugar en el
corazón y en el seno materno. Y qué decir cuando el recién llegado es un
hermano
forzosamente
jamás perdonar
preferido
por la madre:
la hija mayor
no puede
a su madre esta traición del corazón y del pecho materno.
Fué en ese momento,
profundamente
sin duda, cuando madame Lefebre
se desprendió
de su madre y desplazó hacia su padre -llevada
instinto de su sexo-
por el
toda la fuerza infantil de su libido; pero poco a poco,
como el recién llegado era también un varón, debía deslizarse sobre él un
poco de esta libido, y el hermano
tornarse
el gran amigo de su hermana
mayor.
Cuando la niña iba a cumplir cuatro años, iba a nacerle una hermanita,
intrusa desde todo punto de vista en la pequeña pareja que constituía ya con
su hermanito.
El aspecto de la madre encinta
debió despertar
en la niña de cerca
de cuatro años una hostilidad instintiva, sospechosa del sentido de esa insólita gordura.
Los análisis de los neuróticos
estos recuerdos;
están más o menos llenos de
el niño adivina perfectamente
el sentido
de la madre encinta y se inquieta con sobrado motivo.
de la gordura
(Ver el análisis de!
pequeño Juan, en Freud.)
A juzgar por su futura reacción contra su nuera encinta, madame Lefebre debió sentir muy particularmente
el embarazo
de su hermanita. ~o sabemos, y madame Lefebre
poco, cómo reaccionó
un recuerdo
ulterior
de niña al nacimiento
sin duda no lo sabe tam-
de Nelly,
nos aclara los sentimientos
de su madre, encinta
su hermanita.
Pero
que debió inspirarle
desde
entonces esa pequeña rival.
Freud
ha analizado un recuerdo
de infancia
éste en Dicbtung und Wabrbcit. Goethe,
medzdes de la infancia
de su hermano,
dc Gocthe,
relatado
por
en una parte, habla de las enfermás joven que él, de casi cuatro
años y que falleció a los seis años; en otra, cuenta como un día, antes de esta
época, instigado por unos vecinos, tiró a la calle por la ventana porcelanas
grandes y pequeñas, gozando
un placer infinito
en verlas romperse
pedazos. Este acto aparece como un "acto simbólico",
expresando
en mil
el deseo
que habría tenido Goethe niño, hasta entonces único poseedor del corazón
materno, de tirar también a su hermanito
Encontramos
V
deshacerse de él.
en los recuerdos de infancia de madarne Lefebre un acto
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
121
simbólico del mismo valor. l\Ie refirió dos veces, y riendo de placer,
ese
recuerdo,
los
de que su juego principal
pollitos muertos. Era su hermano,
había tenido
la idea de inventar
durante
su infancia
me dijo, quien jugaba con ella y ~hasta
este juego;
tomar una parte muy secundaria
era enterrar
la hermanita
Nelly
monial: los pollitos eran acostados en cajas de cigarros
(no debían ser muy
grandes para caber en ellas); el pequeño Carlos, representando
recitaba
sobre el pequeño
"ataúd"
servicio fúnebre y lo enterraba
parecía
en él. Ese juego seguía un estricto cere-
las oraciones
al sacerdote,
de los muertos,
hacía el
con gran pompa en el jardín. Se levantaba
una cruz sobre la tumba, se la adornaba de flores, de margaritas.
El sentido de ese juego, analíticamente,
aparece bastante claro. Debía
expresar el deseo de muerte de la hermanita, representado
en el inconsciente
por el pollito. La volvían a mandar a la caja, de donde tan desgraciadamente
había salido, se la encerraba
nuevamente
el mismo Dios, proyección
agrandada
en el seno de la Madre Tierra.
del padre,
niña lo hubiera deseado, a la par del hermanito
nebre y compartía,
sin ninguna
era cómplice,
Y
como la
que recitaba el servicio fú-
duda, los sentimientos
hostiles, de su her-
mana mayor, hacia la pequeña intrusa.
La misma reacción se vuelve a encontrar
más tarde en madame Lefebre,
rogando a Dios, en la época de sus disgustos, que "llevase a su nuera"
legajo del juicio e informes de los expertos),
y necesitando,
(ver
en el momento
del crimen, de la presencia del hijo a su lado.
Sabemos, por los análisis, cómo el deseo de tener un hijo de su padre
es a menudo intenso en las niñas. El deseo de casarse con su padre es uno
de los deseos más frecuentemente
expresados por ellas mismas.
Quisieran
ocupar el sitio de la madre, de la cual están celosas. Es probable que madame
Lefebre se resintiera mortalmente contra su madre durante el embarazo de
su hermanita y después del nacimiento
No hablo aquí del nacimiento
nacida cuando
de ésta.
de la más joven de las hermanas, Luisa,
Marta tenía ya seis años, es decir, demasiado' tarde para
haber podido provocar
en ella otra cosa que no fuera la repetición
de una
reacción primitiva más antigua.
N os falta hablar de las relaciones de María Lemaire con sus abuelos.
Sabemos que éstos habitaron
Lefebre,
con su hijo, Carlos Lernaire, padre de madame
los últimos años de su vida. Este hecho debió ser decisivo para
crear las formas de sentimiento
de madame Lefebre.
,\tARJE RONAPARTE
122
El primer recuerdo
caminando
de madarne
Lefébrc,
en efecto es éste: ella, runa,
al lado de su abuela. Este primer
cuerdo encubridor",
representar
recuerdo
como todos nuestros primeros
un estado muy importante
debe ser un "re-
recuerdos:
de la afectividad
encubrir
y
de la criatura.
Madame Lefebre habla de esta abuela, madre de su padre, con un tono
de tierno amor, que contrasta con el bastante seco que usa cuando se refiere
a su propia madre.
Esta abuela parece
haberle inspirado
el único
afecto que ha sido capaz de sentir por una mujer. La perdió,
tierno
lo mismo que
al abuelo, cuando tenía seis años, edad en que ella misma entró al convento
de Fournes. Hoy en día insiste sobre la armonía que reinaba entre su madre,
su padre y los padres de éste; sonríe al recuerdo
creció, constituido
por su padre,
rodeado
del paraíso familiar donde
de los suyos. La abuela tenia
para la pequeña María una ventaja inmensa sobre 1<1madre: no cometía el
crimen de introducir
embarazaba;
otros niños, hermanas o hermanos,
no era la mujer
del padre, sitio envidiado
buena y llevaba a la niña a pasear tomándola
identificó
se identificó
por la niña. Era
de la mano. Si María se
con su madre como mujer del padre ~y
]~s "cólicos hepáticos" -
en la casa; no se
aun por la avaricia y
también con su abuela. Y el viejo re-
cuerdo inefable del paraíso familiar, donde sonriera la abuela al lado del hijo
sin embargo casado, no debió ser extraño más tarde ,1 la génesis de las pretensiones de madame Lefebre de reinar sobre el matrimonio de su propio hijo.
En resumen,
madame Lefebre,
tremo por el padre, debió
complejo
de Edipo,
debido a los padres"
que creció
sentir en la infancia,
muy activo aunque
y la educación
por el padre sobre su hermano,
concibiendo
un amor ex-
los celos inherentes
muv reprimido
religiosa, T ransfirió
a un
bajo "el respeto
un poco del amor
y de los celos por la madre sobre su her-
mana. Amó a su abuela, agradeciéndole
el no ser la mujer del padre ni la
que lleva los otros hijos del padre.
Ese motivo del embarazo
de la madre, penosamente
sentido, debe ha-
ber sido muy fuerte en la infancia de \LuÍa Lemaire. Fué ese motivo, reprimido en el inconsciente, el que debía resurgir más tarde y armar la mano
que cometió el crimen. Porq ue madame Lefebre
no comenzó a pensar en el
revólver sino cuando se enteró del embarazo de su nuera. Hasta entonces,
aunque odiándola, persiguiéndola, la había soportado. Pero, en mayo de
1925, madame Lcfebre oye decir que su nuera está tal vez encinta: va
entonces a Lille a la armería a buscar un revólver.
Dado el tiempo necc-
EL CASO DE .\JADA:HE
sario para conseguir
la autorización
LEFEBRE
del prefecto
123
no puede conseguir
arma antes de partir para Vichy. Allí recibe la confirmación
el
del embarazo
de su nuera. Antes de volver a su casa se dirige a Saint Etienne
para com-
prar el revólver.
¿[lasta qué punto,
al tener la intención
tenía ya madame Lefebre la intención
de comprarlo,
consciente
y al hacerlo,
de matar? Nadie lo sabrá
jamás, sin duda, ni siquiera ella misma. Pero lo seguro es que el inconsciente
de la futura
criminal
lo sabía ya y que, con una lógica implacable,
im-
pulsaba al consciente a cada uno de los gestos sucesivos que podían asegurar
la ejecución
de su plan asesino. Así se aclaran las "mentiras"
de madame
Lefebre referentes a sus sueños. Parece en efecto muy dudoso que los sueños
que contó a los expertos oficiales, sueños que pretendió haber soñado los días
anteriores al crimen, donde estrangulaba
realmente
"soñados";
Madame Lefebre, interrogada
pudo precisar ninguno
y ahogaba a su nuera, hayan sido
parecen imaginados
después como defensa.
por mí en una forma más inquisitiva, no
de esos sueños y todo quedaba en vaguedades.
ahogaba ... ", dice con un gesto evasivo. No pudo además contarme
sueño
de ninguna época de su vida, ella que, sin embargo,
durante
"La
ningún
los do-
ce años de su hipocondría;
desde los cuarenta
y ocho a los sesenta años,
dice haber sido atormentada
por las más intensas pesadillas. No cuenta sino
sueños sin precisión, sin ningún detalle: "La ahogaba ... " y, despertándose
al instante,
según dice, podía volverse
a dormir,
aliviada, después de ha-
berse acostado sobre el piso con la ventana completamente
Resulta difícil creer que esos sueños
fueron
realmente
abierta.
soñados. Pero
sabemos, por el análisis de obras literarias (ver Der TVa1.m und die Traiime
in [enseus Gradiva, Freud,
Gesannnelte
lVerke)
un sueño que sea soñado
o imaginado, posee e! mismo valor como revelación del inconsciente
lo sueña
o lo imagina. Y cuando
duda inventado,
madame Lefebre
cuenta
del que
un sueño,
sin
para justificarse por la idea obsesiva de ahogar a su nuera,
no hace más que traducir
nante, se tradujera
una realidad profunda
() no en sueños,
que le ordenaba
de ese psiquismo
dorni-
e! crimen. En su con-
versación conmigo fué aún más lejos y me contó lo que no había dicho a
los expertos; había soñado la noche anterior
del crimen todo lo que ocu-
rrió al día siguiente: el paseo en auto, la llevada de! revólver, el tiro, en el
mismo lugar del camino de la Soledad.
El invento era evidente. y sin embargo nada hay que corresponda tanto
MARIE BONAPARTE
124
a la realidad psíquica como ese sueño inventado,
cir: "Mi crimen
estaba realizado
que es una forma de de-
con anticipación
fondo de mi alma como un ojo misterioso,
en mí, y había en el
fijado hacia adentro
que sólo
tenía que mirar para copiar fielmente lo que allí había."
Cada momento
y exactitud.
cido con minuciosidad
IV. -
LA
y debía ser reprodu-
del drama estaba preordenado,
FORMA.
Se dijo que madame Lefebre había matado por avaricia, porqueenC0í1traba a su nuera demasiado
gastadora.
Se defiende
violentamente
contra
esta acusación, y tiene razón.
Madarne Lefebre era, por cierto, notablemente
avaricia no era constante
dame Lefebre
avara. Sin embargo,
en su vida, como lo destacaron
era, como ocurre
en general
su
los expertos. Ma-
con los avaros, mezquina
en
muchos casos, pero a veces capaz de gastar en otros.
Cuando era cuestión
de su salud o de la de los suyos, de su marido
o de sus hijos gastaba, no dudaba en consultar
los más grandes médicos, en
seguir curas costosas. Pero cuando se trataba de su nuera, madame Lefebre,
rica, con varios millones, manifestaba
una avaricia extrema, sórdida, hasta
el punto de dar a algunos la impresión de un ser patológico.
Empezó
haciendo
en la iglesia una escena a su futura
nuera porque
ésta usaba demasiado a menudo el auto con su novio, lo que originaba muchos gastos. Acorta
el viaje de novios con el pretexto
de que más largo
costaría demasiado caro, y haría perder dinero a su hijo en su estudio; había
reprochado
a los jóvenes esposos el haber tomado boletos de primera clase
para su viaje de bodas. Perseguía
(60.000
francos
de economía
a su nuera, sin embargo, poco gastadora
sobre cerca de¡
100.000
francos
de rentas
el primer año de casamiento, según el juicio) a causa de gastos mínimos:
un mantel sobre la mesa, una torta comprada en la pastelería, un huevo
en la salsa blanca. Hubiera
querido
que su nuera no tuviera
sirvienta. Es
muy cierto que el más mínimo gasto hecho por su nuera o por su hijo
para ésta, hería vivamente a la suegra y la ponía fuera de sí.
La desproporción
los gastos impresionó
entre la violencia de los reproches
y lo pequeño
de
al público y lo sublevó. De allí la idea de "avaricia
patológica". Pero esta desproporción
deja de existir para el que conoce
la ley del "desplazamiento del afecto". Hemos aprendido, sobre todo por
EL CASO
DE MADAME
LEFEBRE
125
el análisis de los obsesivos, que los instintos y los complejos mal reprimidos
se sirven de ese mecanismo para esquivar lo reprimido
conciencia bajo forma de síntomas.
La prohibición
no presentándose
insignificante
traicionado
aparente
y reaparecer
en la
que les hizo la censura de volver a aparecer la eluden,
bajo su verdadera
forma sino tomando
otra modalidad,
en apariencia. Pero lo que se agita y vive bajo el disfraz es
por la intensidad
de la emoción, desproporcionada
con la causa
de esta emoción. Parece absurdo, en verdad, que una multimillo-
naria como madame Lefebre haga, por ejemplo, una observación o una esc-;;na a su nuera "por un huevo de más en la salsa blanca" (declaración de
madame Mulle).
Pero este absurdo desaparece cuando se ha comprendido
que el huevo en cuestión
importancia muy distinta.
no es más que el símbolo de otra cosa, de una
Todo dinero gastado por el hijo para su mujer es para la suegra motivo de intenso dolor, sea para comprar
una torta, un huevo o para lavar
un mantel. Porque todo dinero gastado es un don, un don que expresa, en
forma de regresión anal, el don de amor. Hemos aprendido,
de Freud
y de' sus discípulos,
las fases pregenitales
tales como Abraham
e)
por los trabajos
la importancia
de
de la libido. El erotismo anal, con sus dos momentos
(perder primero
las "heces",
luego retenerlas, lo que equivale a la primera
noción humana
de la "posesión",
de la "propiedad")
domina la segunda
faz del desarrollo de la, libido en el niño, la que sigue a la oral y es revivida
en algunos psicópatas,
bajo influencias
Lefebre sufrió, con una particular
tan frecuente
en la mujer
distintas, por la regresión.
violencia, la regresión
en el momento
i\'1adame
de la menopausia,
en que Se detiene
en ella la
fuente de la genitalidad y en que las secreciones internas son profundamente
modificadas.
Su hipocondría
lo demuestra,
esa hipocondría
de la que fué
presa a partir de los 48 años.
Nunca
se exagerará
bastante
la importancia
de su hipocondría
en el
historial de madame Lefébre, Los expertos oficiales han tentado, por las necesidades del juicio, de hacerlos aparecer como simples "malestares
pero todo psicoanalista,
la hipocondría
todo psiquiatra,
está esencialmente
y aun muchos
constituida
(1)
KARL ABRAHAM:
nationaler Psychanalytischer
médicos saben que
por un vasto "halo"
que aureola un nódulo físico, proporcionalmente
físicos",
psíquico
muy pequeño.
Vetseecb einer Enmuicklungsgcscbicbte
Verlag, Leipzig, Wien, Zurich.
der Libido,
1924, Inrer-
AJARlE BONAPARTE
126
La hipocondría,
según Freud
H:T erke) expresaría
(ver: Zur saunnelte
un regreso de la libido sobre el sujeto mismo, sería una "neurosis narcisística
actual" expresada en el lenguaje orgánico. El hipocondríaco,
incapaz de lle-
var su interés, su libido, sobre los objetos exteriores, la vuelve sobre sus propios órganos que entonces
erótica.
La hipocondría
psicosis paranoide:
le sirven para expresar toda su vida instintiva
sería además, a menudo,
un estado preliminar
justifica estos puntos de vista de Freud. Esta regresión
el sujeto mismo es muy favorecida
el curso de su desarrollo,
y madame Lefebre,
sobrepasó
de
veremos más adelante cómo el caso de madame Lefebre
de la libido sobre
cuando el sujeto no ha podido nunca, en
llegar al estadio genital.
bajo la influencia
sus fines, de una represión
pudo, sin duda, jamás, llegar al verdadero
cado el hablar en un artículo
de una educación
excesiva y precoz
religiosa que
del instinto,
no
estadio genital. Puede ser deli-
de la vida Íntima de una persona viva, pero
no se puede ni aún tentar el estudio analítico de esta criminal sin mencionar los informes que fué posible recoger sobre el asunto.
Madame Lefebre parece haber sido una frígida psíquica sometida a los
contactos
de un casamiento
de conveniencia,
simplemente
realidades carnales que de niña ignoraba, le resultaron
y no fué sino poco a poco que "eso anduvo mejor".
con los frígidos psíquicos, no sabe mayormente
por deber. Las
una penosa sorpresa,
Pero así como ocurre
de qué se le habla cuando
se le pide el sentido de esas palabras, y como acontece con esas frígidas, ha
perdido
todo recuerdo
del onanismo
infantil,
tan general sin embargo.
Y
los análisis de frígidos psíquicos nos demuestran que la imposibilidad de
retorno de la función y la amnesia de la sensación, son condicionados por
un mismo factor de represión.
Se ve además a menudo en el curso de los
análisis o de la vida, desaparecer
preciso momento del retorno
El "eso anduvo mejor"
la amnesia del onanismo
infantil
en el
de la sensación genital.
de madame Lefebre,
¿se refiere a algo como
una sombra de orgasmo difícil de imaginar para quien posee integralmente
esta función
fisiológica,
o bien no designaría
ruinar"?
Admite bien el recuerdo
una
sin ningún interés, y es permitido
COS,l
más que el "placer
preli-
de una especie de sensación, pero como
pensar que la satisfacción com-
pleta, el orgasmo, debió serie inaccesible. Por eso, dice: "Había
las cuales nunca tenía ganas, lo que defraudaba
,\ Iad.unc Lefebre tuvo, sin embargo,
cosas de
a mi marido."
tres embarazos:
la esterilidad ca-
EL CASO DE MADAME
TEFf.:BRE
127
reciendo de relaciones reales, con la frigidez. Como su libido no había encontrado un escape normal en el matrimonio,
su tendencia
a la regresión,
le prohibían
monio, todos sus instintos
y como su virtud, su religión,
buscar el amor fuera del matri-
y sus sentimientos
se fijaron
sobre el niño. El
sentido que el hijo puede tener para la madre lo estudiaremos
más adelante.
Notaremos
aquí que una larga vida de economía sentimental
era condición
del crimen
final de madame
función
Lefebrc,
~. que su crimen
y su virtud
son
del mismo factor.
Madame Lefebre amó a sus dos hijos con un ardor encerrado y absoluto.
Este amor permitido por la Iglesia debía llenar su estrecho corazón. Cuando
su segundo hijo, Carlos, cayó enfermo a los seis años, lo cuidó
No tiene bastantes palabras de ponderación
tan bueno, que soportaba
hasta a su mujer, dice sonriendo,
que causó horror en la audiencia,
como testigo y murmuró:
noche y día.
para su hijo Andrés, tan dulce,
con esa sonrisa
cuando la madre vió aparecer a su hijo
"¡J\li pobre hijo!"
Madame Lefebrc no quiere más que a su familia, los seres en cuyas venas
corre también
su propia sangre. Su marido también,
ya que le fué dado
por sus padres y por la Iglesia, coronada por Dios, el Padre. Porque madarne
Lefebre, que no llegó jamás al estadio genital, no puede querer sino sobre
el tipo narcisista, posesivo, correspondiente al estadio sádicoanal en el cual
está fijada, y hacia el cual, en la menopausia hizo una regresión intensa.
Sé que esta parte es la más oscura de este ensayo. Se ve fatalmente
menos claro al abordar
las regiones tenebrosas de los estadios pregenitales
de la libido. Pero ciertas regiones, aunque tenebrosas,
no por eso dejan de
existir, y se puede ensayar, con la ayuda de algunas luces, de explorarlas
un poco.
La oscuridad
reinante
en esas regiones del psiquismo
mejor ilustrada que por un extracto
textual de los cuadernos
Lefebre, esos cuadernos donde, a partir de la menopausia,
hipocondría, anotaba sus penosas sensaciones.
Elijo la famosa pieza
300
no puede
ser
de madarnc
en sus crisis de
del juicio, citada también por el doctor Voi-
venel en su examen por la defensa.
Pieza
300. -
En el dorso de una tarjeta de pésame enviada a monsieur
y madame Guillaumc
Lefebre
año 1923 cuando el matrimonio
"Nervios
tiran, crujen,
en Hem
(es decir, durante
o después del
se radicó en Hem).
se tuercen,
sensibles, hacen mal, fatiga, nunca
MARIE BONAPARTE
128
fuerza. Nervios
tiran, pegan, destendidos.
los resortes de un reloj. Aflojamiento
-contracciones,
fastidiada,
después caen, sin más fuerzas...
irritación,
impresionabilidad.
bres. Obligada
habla sola o...
(palabra
Nervios
reumatismo,
hinchados
agitación, atormentados,
(palabra
ilegible),
sensibles, estómago
hígado, estómago,
se estiran
ilegible)-
calambres
descansar después de las comidas, porque
agitado. Neuralgia,
ajustada como
de los nervios endurecidos,
calambres, sin fuerzas-
como una red -sensible,
A piel apretada,
estómago,
torcido,
calam-
después todo está
órgano caído -múscu-
los aflojados. ¿Qué hay que hacer para tonificados?,
piernas flojas, músculos
caen y nervios
debilidad,
-me
debilitados.
T ufaradas,
vértigos,
veo obligada a no hacer más un movimiento.
de la cena, si no, no dormir.
difícilmente.
Agitada,
fiebre
nuca
Quedar acostada después
no puedo leer ni trabajar,
duermo
Cabeza no se sostiene más sobre los hombros. Músculos y ner-
vios relajados,
nervios
endurecidos,
estómago,
matismo, sin nervios estables. Estómago
minales, depresión
convulsiones,
torcido,
fatiga, aun neurastenia,
fiebres,
fiebre. contracturas
agitación,
neurosis,
reuabdo-
casamiento
hijos."
El doctor Voivenel se sirvió de esta pieza para recalcar su hipocondría.
Creemos que se podría encontrar
mucho más aún -pero
repetimos, sino muy confusamente
no se puede ver,
en las tinieblas de la regresión
pregeni-
tal-o Otros extractos de las notas de madame Lefebre, de los cuadernos
llamados el "Buen Socorro", el "Ordenador"
o el "Estudioso", nos muestran sus preocupaciones
intestinales,
purga, que implican el predominio,
de orden anal. Seguramente
la constipación,
en el hipocondríaco,
los cólicos hepáticos,
no eran todos imaginarios
mente el inmenso halo psíquico
condría. La pieza
300
punto las sensaciones que su inconsciente
(l)
de preocupaciones
en madame Lefebre.
Pero sola-
los convertía, en hipo-
sobre la contracción
de los
etc. Ese motivo vuelve además sin cesar en los
o notas de madame Lefebre.
tornos orgánicos
razo y los dolores
y se ha destacado
e "hijos"; se ha
de la
la ptosis de los órganos,
que los aureolaba
se explaya complaciente
nervios estirados, torcidos,
cuadernos
la obsesión de la constipación,
Puede uno preguntarse
agrupaba
alrededor
hasta qué
de sus tras-
no reproducían para el inconsciente la pesadez del embadel parto e). Hasta se habla de contracturas abdominales.
mucho, al final de la pieza 300, las palabras "casamiento"
discutido mucho para saber si debían ser leídas juntas,
Debo esta sugestión al doctor Laforgue.
EL CASO
significando
"casamiento
DE MADAME
de hijos"
LEFEBRE
o "casamiento
para madame Lefebre al casamiento
129
hijos ... " refiriéndose,
de sus hijos o al suyo, y a sus propios
alumbramientos.
Freud, en Zur Einiulorung
las sensaciones
drían,
des Narzismus,
de modificaciones
transferidas
emite la hipótesis de que
en los órganos
a otros órganos,
del hipocondríaco
por prototipo
los cambios
que sienten los órganos genitales durante la erección.
también
a las mujeres la sensación interna
de un "órgano
que crece, que se agranda",
ten-
orgánicos
Pero el embarazo
de modificaciones
y el alumbramiento
sación genital intensa. Las dos pueden, en el inconsciente,
da
orgánicas,
y
es una sen-
servir de alimento
a las oscuras y tenaces sensaciones hipocondríacas.
Esta hipótesis está tanto más en armonía
dianas
que
los
análisis muestran
con las concepciones
la equivalencia
para
freu-
el inconsciente,
del niño y del pene. El niño es el reemplazante
para la mujer del pene que
le falta, como lo demostraremos
Y en el dominio pregenital
más adelante.
de la erótica anal, donde justamente
madame Lefebre,
en su hipocondría,
había regresado, la equivalencia existe entre heces=oro=pene=niño
Freud, Charakter und Analeiolik, etc., Gesantmelte Werke).
En madame Lefébre
primeramente
esta equivalencia
sobre el carácter
dé su dinero a otra mujer.
Sus celos estallan
anal: no debe ser que su hijo
El dinero es aún asimilado allí, siguiendo la forma
de expresión del inconsciente,
perma.
francamente
es evidente.
(ver
a cualquier
No puede evidentemente
secreción
corporal:
heces = es-
soportar el don que hace a la joven esposa
el novel marido en la sombra de las noches y sus celos se expresan sobre el
carácter
avaro, carácter anal. Ama igualmente
carácter
posesivo (posesión oral anal opuesta a la "oblatividad"
de Laforgue,
obstinación
Ceder y Pichon).
Quiere poseerlo, guardarlo
anal,
(2) genital
con la misma
con que el bebé retiene en ocasiones sus heces. Puede ser intere-
sante recordar
endocrina,
a su hijo con carácter
aquí que en madame Lefebre, bajo una influencia
el flujo o la retención
o la detención
intestinal siguieron paralelamente
de las menstruaciones
(diarrea en la pubertad,
sin duda
al flujo
constipación
en la menopausia).
y la relación existente, para la mujer en general, entre el hijo que tendrá cuando adulta y su infantil complejo
de castración
visible en madame Lefebre.
(2) En francés ohlativité,
que significa "tendencia a dar".
es particularmente
MARIE BONAPARTE
130
Los análisis nos han enseñado
inferioridad
la niñita reacciona
con qué dolor, con qué sennrruento
ante el descubrimiento
de la diferencia
de
de
sexos. Se ve desprovista de un órgano, tiene algo de menos que los varones
y comparte
con ellos desde ese momento
el desprecio
que sienten por la
mujer y en el cual se engloba ella misma. Se consuela durante
con la idea de que "crecerá
chos populares
(cito de memoria, en Montaigne,
a quienes el miembro
un tiempo
un día", idea que deja rastros en diferentes
el cuento
di-
de las jóvenes
viril puede crecer si saltan una zanja muy ancha).
Pero cuando la niña debe por fin resignarse, ante la evidencia de la realidad,
a ser la criatura castrada, le es dada una compensación.
desde lo más profundo
La niñita presiente,
de su ser, que en ella un día "otra
cosa crecerá".
y así el deseo del hijo, al menos en la mujer que ha experimentado
evolución femenina, viene a reemplazar
parece haber experimentado
el deseo del pene.
esta evolución.
su ser que, por otra parte, no consiguió
entraremos
aquí en las consideraciones
en la genitalidad
y vagina).
Madame Lefebre
El hijo parece haber colmado
el completo
estadio genital.
No
que se refieren a las partes relativas,
final de la mujer, a los erotismos uretral
Diremos sencillamente
la justa
y anal (clítoris
que la mujer no tiene derecho,
como lo
tiene el hombre, para la adquisición de su completa genitalidad, al abandono
casi total de su erotismo anal; la vagina, no siendo sino un anexo "alquilado
al ano", según la expresión de madame Lou Andréas-Salorné.
Madame Lefébre,
a pesar de su detención
sobre la vía de la completa
genitalidad, pudo ser una madre apasionada, con carácter
hijos en burguesa ordenada,
avara y hacendosa, sin una mirada al exterior,
quiso a sus hijos con el ardor inicial inconsciente
complejos de la vida infantil.
del inconsciente,
anal. Quiso a sus
derivado de los primeros
Sus hijos eran, siguiendo las leyes profundas
para ella el equivalente
del pene deseado.
y reacciona contra la pérdida, la posesión de uno de sus hijos por otra,
con el salvajismo primitivo
los primitivos
complejos.
inherente
al estadio donde imperan en el niño
En su infancia,
la represión
del primer período
de sexualidad infantil y la amenaza, realizada en la criatura,
de castración
por ese pecado, emanaron para María Lemaire, de una mujer, de su madre,
sin duda. La mujer es a menudo, para la niña, la castradora,
la sexualidad por la amenaza de castración.
dose realizado para el inconsciente,
que hace los niños. El inconsciente
la que refrena
En la niña, la castración, habién-
atribuye fácilmente ésta a la madre,
de María Lemaire debió, desde muy
EL CASO
temprano,
DE MADAME
por ese hecho, considerar
LEFEBRE
131
a la madre como la «ladrona".
Fué
además por «robos" que madame Lefébre debía más tarde comprar su revólver, tomando
Lefebre
a éstos como pretexto.
con el complejo
La relación
de castración
del crimen de madame
se apoya sobre otros indicios.
misma forma de crimen que ha elegido lo demuestra.
La
Ella misma me dice
no haber pensado en ninguna otra forma de matar a su nuera, más que con
revólver;
no se le ocurrió,
por ejemplo,
hubiera podido pasar inadvertido.
envenenarla.
Pero el revólver
Sin embargo,
eso
se le impuso y cono-
cemos, por los análisis, el símbolo fálico del revólver.
Una necesidad
de reproducir
cuando entonces enterraba
la antigua
complicidad
del hermanito,
con él los pollitos, se vuelve a encontrar
ahora
en el pedido que hizo madame Lefebre
a su hijo Andrés
de que le ense-
ñara, él mismo, el manejo del revólver,
con el cual debía algunas semanas
más tarde matar a su lado a su propia mujer.
Sería demasiado largo buscar los diferentes
contrarse
motivo de la llave que se encuentra
para Saint Etienne,
Se podría mencionar
enel
asociado dos veces con el del revólver
Madame Lefébre
en el curso de los interrogatorios.
Vichy
símbolos que podrían
en el drama del Camino de la Soledad.
ha dicho que al dejar
en la parada de Saint-Gerrnain-des
que había perdido una llave o sus llaves. Igualmente,
F ossés notó
el día del drama, en
el momento de salir de Hem, según dijo en el juicio, tomó el revólver de un
cajón donde buscaba una llave perdida.
última, son de una verdad dudosa.
Estas aseveraciones,
A mí madame Lefebre
sobre todo la
me dijo haber
buscado el día del drama albajas en el cajón de donde tomó el revólver.
Pero estas dos versiones diferentes
fundo
sentido del cual emanan.
no hacen sino confirmar
Las alhajas tienen
anal, la llave es como el revólver,
el mismo pro-
un sentido netamente
símbolo genital frecuente.
La castra-
ción -llave perdidacompensada por el revólver encontrado, sucede (llave = alhajas) sobre la fase anal. No olvidar tampoco que la llave es el
cetro de la dueña de casa, el símbolo de su reinado sobre el hogar.
El simbolismo del automóvil
debe también retenerse.
Fué a causa del
auto que madame Lefebre hizo a su nuera la primera escena en una iglesia.
Fué en el mismo auto que la mató.
Y sabemos, por numerosos análisis com-
parados de sueños, el sentido simbólico que tiene el paseo con alguien en
coche, en auto, equivalente
dame Lefebre
para el inconsciente
a relaciones sexuales.
Ma-
estaba celosa de los paseos en auto que hacía su hijo con
/
MARIE BONAPARTE.
132
otra mujer, como lo estaba de los gastos hechos para esa rrusrna mujer;:
y ambos tenían el mismo sentido simbólico.
Igualmente
interesante
es el simbolismo del hueco; madame Lefebre, a
quien no agrada la leche, gusta de los huevos.
recuerda
La leche simbólicamente
sin duda la madre; los huevos más bien al padre
tículos en lenguaje vulgar)
niño dado por el padre.
y lo que producen:
le
(huevos = tes-
el huevo que contiene
Madame Lefebre reprocha violentamente
el
un huevo
en la salsa blanca, pagado con el dinero de su hijo, vale decir, el hijo futuro
dado con su esperma a otra mujer.
Curiosa también,
desde el punto
dada por madame
legajo).
Lefebre,
Habiéndola
según M. Pollion
encontrado
al decirle este vecino:
de vista simbólico,
"Buen
es la contestación
(ver juicio, pieza
I
16 del
por la mañana, tres días antes del crimen,
día, señora,
me parece
tendremos buen tiempo", ella había contestado:
que hoy tampoco
"Las dalias no tienen flores,
las zanahorias están chiquititas y todo ... y todo ... ", lo que hizo pensar a
este señor que esta señora estaba loca. Pero, desde el punto de vista analítico, estas extrañas palabras son plenamente
justificadas y pueden muy bien
expresar en forma simbólica la preocupación
dame Lefebre:
no permitir
Las dalias = el niño, no deben florecer,
tierra _
entonces obsesionante
de ma-
que el embarazo de su nuera llegara a término.
y las zanahorias
enterradas
bajo
el feto en el útero, son chiquititas ...
Por supuesto que no habiendo
analizado a madame Lefebre
mos afirmar nada, pero esta presunción,
no están familiarizados
no pode-
aunque haga sonreír a todos los que
con las expresiones
simbólicas propias
del incons-
ciente, no es inverosímil.
Así he tentado expresar las ideas que me fueron sugeridas, por lo que
me fué posible saber de madame Lefebre.
crimen,
el tema pasional,
se desprende
sobre la cual ese tema se desarrolla
El dinamismo
con bastante
que la llevó al
claridad.
La forma
aparece menos nítido, perdiéndose
en
las tinieblas de la regresión narcisística.
V. - LA
PSICOSIS.
Madame Lefebre,
desde que está en prisión, se siente bien; mucho me-
jor, dice ella, que desde hace trece años. Duerme
de los prisioneros
casi toda la larga noche
sobre su duro camastro, ella, que durante
tantos años en
su casa, cuando era dueña de una buena cama, no podía dormir a pesar de
EL CASO DE MADAME LEFEBRE
133
los soporíferos, despertándose sin cesar sobresaltada por horrorosas pesadiHas en cuanto se adormecía, y no pudiendo volver a dormirse sino tirada
en el suelo, después de haber abierto completamente las ventanas.
Disfrutó de ese bendito sueño desde la noche del crimen, la primera
que pasó en prisión. Y el contraste le pareció grande con las noches precedentes cuando, bajo el imperio de la idea obsesiva, cada vez mayor, atroz
dice ella, de los disgustos causados por su nuera que la perseguían desde
tantos meses, no podía dormir. La calma sobrevino inmediatamente después
del acto liberador, esa calma que, en el hospital donde Andrés Lefebre
había llevado a su mujer muerta, impresionó al portero y al comisario.
Madame Lefébre dice hoy: "estaba aterrada". No: estaba liberada.
Lo proclaman las condiciones psíquicas dentro de las cuales obra. Repi~
tiendo, amplificando lo que ya dijo al juez, me declara: "Es curioso, tenía
la impresión de hacer mi deber. No debía tener toda mi cabeza .. , La he
matado como se arranca una mala hierba, una mala semilla, como se elimina
una bestia feroz ... " y debe uno pensar que en el fondo de sí misma no
ha cambiado mucho de opinión desde entonces. Pero cuando se le pregunta en qué consistía la ferocidad de la bestia, no puede decir más o menos
.nada. "Le quiso hacer un pleito a su madre ... Piense usted, me dijo en el
auto: Ahora me tiene. Bueno, ahora tiene que contar conmigo."
Es todo. Madame Lefébre, interrogada por mí varias veces a ese respecto, durante las cuatro horas y cuarto que pasé con ella, no pudo decirme
otra cosa.
"No he pensado en mi hijo sino solamente en mí, para suprimir mis
disgustos, mis aflicciones", dijo en el juicio. ¡Y lo consiguió! "Qué quiere,
me dice, no es extraño que ahora me sienta bien: no tengo más disgustos."
Así se expresa con una extraña serenidad en el rostro, esta anciana que
habiendo podido terminar su vida entre los suyos, un marido e hijos queridos, está condenada a reclusión perpetua. Es que madame Lefébre, en su
fuero interno, a pesar de toda su religión, no consigue sentir que ha obrado
mal. El remordimiento le es radicalmente desconocido. Siente bien las
tristezas, los sufrimientos ocasionados a su propia' familia. Lamenta haber
sido condenada a muerte, lo que es un deshonor para su familia. Me declara:
"Los agentes me decían: Tendrá diez o doce años de prisión. ¡No me esperaba esto! Piense usted, ¡una condena a muerte!" Pero la víctima y la familia de la víctima no le importan absolutamente nada. Si reza cada día por
MARIE RON APARTE
134
su víctima es por orden del sacerdote.
pos, brotaban
con tanta dificultad,
Y esas oraciones, los primeros
la ponían
de tal modo
tiem-
en "un baño"
que no podía sino re citarlas al aire libre, en el patio de la prisión.
Todo su ser, en efecto, aprobaba su acto: no en vano durante
toda ella había rechazado como a un cuerpo intruso,
una raza diferente,
extraño,
de quien no quería hijos.
"Me han repetido
tanto que lo que hice estaba mal, dice también rna-
dame Lefebre, que poco a poco he terminado por comprenderlo."
ño, justamente,
consiste en que haya habido necesidad
por más que se lo repiten
Pero
no siente todavía,
se ve que madame Lefebre
Tiene evidentemente
Lo extra-
de decírselo.
y no sentirá jamás por qué lo que ha hecho es calificado
hombres.
un año
esa nuera de
"mal"
por los
la impresión de que Dios está de su parte.
¿No le rogaba acaso para que la librara de su tormento,
de su nuera? Y ahora
que, según las frases que empleó en el juicio, "se ha hecho justicia ella misma" declara
(escribe),
que "nada por lo tanto sucede sin la voluntad
de
Dios".
Pero ninguna palabra permite penetrar
quismo de madame Lefébre
más profundamente
en el psi-
que éstas: "Tenia la impresión de cump'lir con
mi deber." No era solamente un derecho, era un deber que ejercía al eliminar a su nuera "como una bestia feroz".
Madame Lefébre,
evidentemente
un crimen que merecía la muerte.
consideraba
que ésta había cometido
De ahí la expresión
"de haber hecho
¿Qué crimen? Las palabras dichas en el coche: Hay que contar
conmigo. Esto parece insignificante, y, ¡sin embargo, no lo es! Porque esto
justicia".
quiere decir: "Yo estoy aquí." Y allí está el crimen.
vino y robó el hijo.
ese robo.
Estudiemos
Estud:aremos
La mujer extranjera
más adelante la sobredeterminación
antes la extraña ausencia de remordimientos
de
y de
conciencia moral en la devota burguesa.
Fué ese detalle probablemente
lo que más sublevó al pueblo y al jura-
do: vieron en él un abominable
dominio de sí misma.
ese mismo detalle que es -como
lo veremos después-
lo patológico.
Y es, sin embargo,
uno de los signos de
Hace un año y medio que madame Lefébre
y sigue sintiéndose
bien. La "curación
por el crimen"
está en prisión
parece consolidarse.
La única belleza de esta mujer chiquita, de rostro arrugado y ordinaria, con
la barba erizada de vello, dientes irregulares y apagados ojos de un azul
gris, son sus abundantes cabellos, todavía rubios a pesar de la edad.
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
135
y desde su encarcelamiento, esos cabellos, bajo una influencia misteriosa, en lugar de encanecer se han oscurecido, a pesar de que no se puede
sospechar de que la austera burguesa que era madame Lefebre pueda habé~selos aclarado antes, ni que la dirección de la prisión haga entrar un peluquero para tefiírselos.
Madame Lefebre no se queja más que de muy pequeños dolores hepáticos, no reclama más medicamentos, ni purgas continuas, como antes. El
halo psíquico de la hipocondría se ha apagado, no queda más que el nódulo
físico. Hasta el punto de que un tumor del pecho que se declaró hace un
año deja a madame Lefebre absolutamente indiferente. Esta mujer, que
durante doce años recorrió todos los médicos por «nervios torcidos, órganos
caídos" esas enfermedades que se denominan "imaginarias", no se preocupa
por un cáncer al pecho (diagnóstico de los expertos del tribunal):
"He pensado, me dice, al principio que era el frote del camastro lo que
me había causado esto. Es mucho menos desagradable que mis males pasados." Y cuando sus abogados le dicen que deberá mostrar eso "a su llegada
a Haguenau, al médico de la casa central", apenas parece escucharlos.
.
Es que madame Lefebre ahora es feliz, feliz con una calma que nada
puede turbar y que no ha conocido desde hace mucho tiempo. "No tengo
más preocupaciones", repite como cosa evidente para todo el mundo. Parece
realmente haber matado sus preocupaciones junto con su nuera, tal como
lo esperaba.
Ante semejante actitud se tiene la impresión de lo anormal. La memoria y la lógica pueden estar intactas y aun muy desarrolladas, el encadenamiento de los recuerdos y las ideas sucederse con una precisión y una seguridad notables, se siente que madame Lefebre no es de nuestra raza. Recordamos la frase de Schiller: «En esta cabeza se dibuja el universo en una
forma completamente distinta a lo que ocurre en las demás cabezas humanas." Esto es lo que los expertos del tribunal han denominado: «carácter
bastante particular" y los de la defensa "constitución paranoica".
Es difícil, después de haber conversado toda una tarde con madame
Lefebre, no plegarse a la opinión de los expertos de la defensa, a quienes,
sin embargo, no se había permitido examinarla personalmente. Madame
Lefébre parece presentar, en efecto, todos los caracteres de una locura razonante, o delirio parcial, del tipo de la «reivindicación", tal como la han
MAR1E RON APARTE
136
descrito Serieux y Capgras, en la hermosa obra (l) donde distinguen
esta
psicosis de la de interpretación.
"El delirio de reivindicación,
escriben
Serieux y Capgras
(loe. cit.,
pág. 246), puede ser definido como una psicosis sistematizada crónica, caracterizada por el predominio
exclusivo de una idea fija que se impone al espí-
ritu en una forma obsesiva, que orienta
sentido manifiestamente
táculos encontrados.
patológico
toda la actividad
entera
en un
y la exalta en razón misma de los obs-
Este estado de monoteísmo,
de prevalencia
mórbida ...
no termina en locura."
Los autores distinguen
cación:
19,
después dos variedades
el delirio de reivindicación
dicación altruista.
Continúan:
un hecho determinado,
real, en madame Lefebre,
mujer, robo no reconocido
tensión sin fundamento
plenamente
-la
29,
el delirio de reivin-
en los casos de la primera
base de la psicosis se encuentra
real (el perjuicio
egocéntrico;
de delirio de reivindi-
pretensión
variedad,
en la
ya sea un perjuicio
es el robo de su hijo por otra
por el consciente)
sin fundamento
ya sea una pre'-
en madame Lefebre
es el respeto, las consideraciones que reclama sin cesar de una nuera que no
parece haberle faltado en una forma particular.
Veremos
más adelante que este reproche
miento del primero
no es más que el desplaza-
(el robo del hijo), la enferma
no busca sino la satis-
facción de sus deseos egoístas, la defensa de sus propios intereses.
pensado en mi hijo sino en mí misma, me dice madame Lefebre.)
ralmente
el enemigo de una personalidad determinada,
perjudicado,
o de la sociedad que no da satisfacción
enamorados,
ciones altruistas
etc.).
(inventores,
los cuales evidentemente
madame Lefebre
Serieux y Capgras prosiguen
riencia -que
depende únicamente
todos los reivindicadores
signos constantes:
sin embargo,
segura, razonamiento
(1)
1909.
aptitudes
hábiles.
Les folies raisonnantes,
taumaturgos),
formas de reacción-
su psicosis es caracterizada
Numerosos
por los doctores
-
"A pesar de su distinta apa-
de las diferentes
notables:
entre
no podría ser clasificada.
la idea p'revalente, la exaltación
muestran
aquí de las reivindica-
profetas,
(pág. 251):
son idénticos;
por la cual se cree
algunos perseguidores
No hablaremos
reformadores,
Es gene-
a sus reivindicaciones
(pleitistas, ciertos artistas o literatos incomprendidos,
bipocondriacos,
(No he
intelectual ...
imaginación
entre
SERIEUX
brillante,
por dos
algunos,
memoria
ellos además, sobre todo
y
CAPGRAS,
París, Félix Alean,
EL CASO
entre los reivindicadores
DE MADAME
egocéntricos,
LEFEBRE
están desprovistos de toda noción del
bien y del mal: cometen indelicadezas,
abusos de confianza, robos, mientras
tienen sin cesar en sus labios las palabras probidad,
enfermo
tarjeta
de Kraepelin
encontraba
postal, mientras
137
sumamente
conciencia
perjudicial
y honor.
el atraso de una
que un incesto o una malversación
eran más que leves pecados.
de fondos
Los más violentos se complacen
su dulzura y un tal que ha cometido
una tentativa
Un
no
en ponderar
de asesinato se extra-
ña que se destaque un episodio tan fútil en toda una vida de ¡bondad
caridad! "
¡Q Los reivindicadores
tal es su divisa. ("He
son obsesionados
hecho justicia",
C).
y
La lucha por el derecho,
dice madame Lefebre en el juicio.)
La idea que los tiraniza no les deja un instante de reposo.
Madame Lefebre
estaba obsesionada día y noche por los disgustos que le causaba su nuera.
Su hijo Carlos le dijo un día: "¡Mamá,
lizar su tarea hasta el fin".
danzas parecen depender
te vas a volver loca!" quieren "rea-
Si en un principio
únicamente
sus conversaciones
y sus an-
de la pasión, a medida que se exaltan,
el deseo de hacer triunfar su causa ya no tiene freno y los subyuga completamente, entonces el carácter mórbido
se vuelve evidente.
(Madame Lefé-
bre. insistiendo por obtener de su nuera el respeto que se debe a los padres.)
"Se trata, no de un simple estado pasional, ni de una reivindicación
tima de derechos injustamente
lesionados, sino de un «odio enfermizo»
legí(Mo-
rel), de una obsesión cada día más tiránica y para cuya satisfacción el reivindicador, descuidando
su profesión,
verdaderos intereses, entregado
"Toda
resistencia
y de sus
del porvenir
por completo a su sed de venganza, no duda
su [amilia, su libertad y su vida misma. (Madame
en sacrificar su fortuna,
Lefebre exponiéndose
sin preocupación
al cadalso o a la reclusión perpetua.}"
exterior
determina
una lucha,
a veces angustiosa,
comparable
a la que provoca la resistencia interior en la crisis de obsesión-
impulsión.
Una enferma,
quedó obsesionada
después de una sentencia
y angustiada
durante
que pretendía
tres meses, y terminó
injusta,
«para ali-
viarse del peso espantoso que oprimía su pecho» por librarse a vías de hecho
sobre el juez." Y los autores recuerdan a Louvel, el asesino del duque de
Berry "revolviendo en una cabeza estrecha una idea mal comprendida y
sufriendo hasta que su mano fatal lo descargó, con un crimen, del peso y
del martirio de su idea (Larnartine) ".
(1) En el sentido de idea obsesiva y no de obsesión -Zwang
en alemán-,
neurótico.
MARIE RON APARTE
138
Serieux y Capgras prosiguen:
"No menos característico
que la irresis-
tibilidad de la idea obsesiva es el sentimiento de alivio que sigue a su satisfacción. El perseguidor homicida', al ver caer a su víctima, goza un sentimiento de triunfo y vuelve a encontrar la tranquilidad de su espíritu, por lo
menos durante cierto tiempo (R. Leroy)." Serieux y Capgras hablan después de la "fuerza
razonantes",
maníaca"
a proceder
a pesar de ellos. Madame Lefebre,
ficados médicos presentados
de ciclotimia
que impulsa a los reivindicadores,
(certificado
"maníacos
según los certi-
en el juicio, parece haber mostrado
del doctor
J éan
F aidherbe,
fenómenos
del 9 de octubre
de
19 5).
2
No es posible negar fácilmente
impresionante,
los caracteres
que madame Lefebre presenta, en forma
propios del delirio de reivindicación,
tal como
lo han descrito Serieux y Capgras.
El caso de madame Lafébre
ción dada por
Kraepelin
trazó una separación
los reivindicadores
no responde
tan exactamente
de sus "querulórnanos",
absoluta, como lo hicieron
egocentristas
Serieux y Capgras,
y los altruistas.
nos atrevemos a clasificar una psiconeurosis,
. yor claridad, en el actual estado discordante
a la descrip-
ya que Kraepelin
En todo
convendría
no
entre
caso, en que
siempre, para ma-
de la clasificación
psiquiátrica,
agregarle los términos con que fué designada por el autor que la describió
y le dió el nombre, tal como se hace con los animales y las plantas en zoología y en botánica (1).
Serieux y Capgras
el término de paranoico
parcial,
(loe. cit., pág. 8, nota 1) reservan,
efectivamente,
para las dos formas de locuras razonan tes o delirio
llamado por ellos delirio de interpretación
y delirio de reivindi-
cación.
Por otra parte, Kraepe1in
(ver "Psychiatrie",
Leipzig,
1915 ,vol.
IV,
Klinische psychiatrie, IlI, pág. 1399, pág. 1533 Y siguientes y pág. 1712)
retira el término de paranoia al delirio de reivindicación para aplicar como
único nombre el de querulantennxabn,
presentado
por madame Lefebre
Otros dirán que el estado mórbido
no es sino un estado "paranoide",
y también que no es ni siquiera reivindicación,
Kraepelin,
Serieux y Capgras no han mencionado
porque
autores como
expresamente
las reivin-
(1) El doctor Voivenel, en su primer informe para la defensa dice: "madarne Lefébre,
como Edipo en su destino, estaba encerrada dentro de la constitución psicopática llamada
paranoica (pág. 23 de la dactilografía).
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
139
dicaciones puramente familiares que no sobrepasan al estrecho campo familiar.
Como desde "un carácter un poco particular" (los expertos oficiales)
a una psicosis caracterizada hay "toda una escala de matices"; cada uno
podrá atribuir a madame Lefebre el grado de "locura" que quiera.
Para nosotros, sin entrar en esas sutiles discusiones de palabras, el estado psíquico de madame Lefebre parece bastante anormal, la desadaptación
social, la pérdida de "función de la realidad" (Janet) aparecen lo suficientemente completas como para que se pueda clasificarla de psicosis.
Aun cuando se ha creído poder clasificar una forma de alienación mental, cuando se ha desarmado en parte el dinamismo psicológico, así como
lo hemos tentado en los dos capítulos anteriores, tratando del tema y de
la forma en que actúa la fuerza de la libido en madame Lefebre, queda aún
un desconocimiento enorme.
Porque todos en nuestra infancia hemos amado u odiado a nuestros
padres siguiendo el complejo de Edipo, y los vestigios de ese complejo
universal, que debe ser superado hacia los cinco años, quedan en nosotros
más o menos vivos: hemos estado todos y todas sometidos en nuestra infancia al "complejo de castración".
Todo el mundo, además, no alcanza la completa genitalidad, sobre
todo entre las mujeres. Entonces, dejando el revólver a un lado, ¡cuántas
vidas de mujeres se parecen a la de madame Lefebre! Freud nos ha dado,
sin embargo, un punto de referencia que nos permite orientarnos un poco
en esas tinieblas. Las psicosis se distinguen, nos indica (caso del presidente
Schreber, etc.... ), por la regresión de la libido al estadio del narcisismo.
El "psicótico", contrariamente al neurótico, pierde la facultad de hacer
"introyecciones" con su libido de los objetos exteriores (objekt lesetzungen); su libido regresa sobre él mismo y pierde contacto con la realidad
y el mundo exterior. Es un estado de narcisismo secundario, el narcisismo
primario original, siendo el del niñito todavía al pecho de su madre. Además, el narcisismo jamás es completamente vencido en ninguno de nosotros; el grado en que lo posee un hombre normal se torna compatible por
su forma de adaptación social. Ya no lo es más en el individuo atacado
de psicosis, y en él el divorcio con el mundo exterior puede ser más o
menos completo.
.
Los "interpretadores" de Serieux y Capgras -"perseguidos"
de tan-
MARIE
140
tos otros autores-
manifiestan
BON APARTE
todos más o menos delirio de grandezas,
lo que es la forma misma de su narcisismo.
portancia
desmedida
en relación
Se ven, se sienten de una im-
al conjunto
del universo.
Y esto, por la
regresión que la libido ha hecho sobre el yo. Pueden llegar, bajo la influencia de un psicosis agravada
sidente Schreber,
entero
ver Freud,
destruido
vientes.
(demencia
historiales clínicos)
(W eltuntergangspbantasie
Es el caso más avanzado
Pero volvamos
"razonantes".
) y
de Kraepelin
en el pre-
a imaginarse
el universo
solamente
ellos sobrevi-
del delirio de grandezas.
a los perseguidos
En ambos, el contacto
completamente
paranoides
o reivindicadores
con la realidad
que han quedado
dista mucho de estar
Está conservado, por lo que no toca los leit motius
perdido.
de la psicosis, y estos enfermos
más que en su "capacidad
razonan mu~ bien.
de juzgar"
No parecen
y esto cuando
Freud
abordan
ha mostrado
atacados
lo que está
en relación
con su sistema delirante.
el papel de la
composición
homosexual de la libido en el delirio de persecución.
La regre-
sión al estadio del narcisismo sería paralela en estos enfermos a una reviviscencia de la componente
reprimida,
homosexual
desde la infancia.
. perseguidos,
por hombres,
mente, en imaginación,
rían también
masculino?
que llevamos todos, más o menos
Los "perseguidos",
lo que equivale
hombres,
a decir "perseguidos"
por hombres --las "perseguidas",
en general por una mujer disimulada
Esta última hipótesis referente
para ser confrontada
con numerosas
serían
febre fué también
condicionada
propios
mujeres,
a la mujer perseguidora
observaciones.
intensa y evidente:
del sujeto por
Lefebre,
nuera.
Es a otro momento
parecer relacionarse
dame Lefebre:
La regresión
sin duda por trastornos
órganos
que madame
de regresión.
endocrinos;
en su inconsciente,
primordial
al complejo
narcisista en madame Lede la menopausia,
la introyección
de los
pretender
haya estado enamorada
del estadio narcisista
de castración.
queda
correspon-
Pero parece, difícil
el delirio de reivindicación,
¿lo se-
El delirio de reivin-
la hipocondría
la libido.
sexual-
detrás del perseguidor
dicación no parece, si se juzga por el caso de madame Lefebre,
der a esta modalidad
todos
de su
que debería,
tal como aparece
Hasta qué punto
al
en ma-
esta relación
de la reivindicación con el complejo de castración es general en el hombre y
en la mujer sólo otras búsquedas podrán demostrarlo. La edad tardía en
que se manifiesta generalmente la psicosis de reivindicación (ver Kraepe-
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
141
lin loe. cit., pág. 1541), edad en que el hombre se siente disminuído o amenazado en su potencia genital, hablaría además en favor de esta tesis.
Madame
Lefebre
acontecimiento
revólver;
llevada al crimen
exterior decisivo: la fecundación,
Los primeros
soportaba:
fué, en su inconsciente,
meses del matrimonio,
pero en cuanto
aunque
el embarazo de su nuera,
odiándola
sospecha la fecundación,
cada vez más, lá
trata de comprar
en cuanto está segura del embarazo, lo compra.
de madame Lefebre
Relacionemos
con las formas que habían
madame Lefebre
las ideas hipocondríacas
Desde el momento
en que la enferma,
función genital, no podía concebir,
dolores orgánicos
mujer, se prendió desesperadamente
con plenitud
definitiva
de
de sus trastornos,
h
de los
o sobre las tarjetas de de-
en el momento
a su maternidad
su femineidad
de "fantasmas
de embarazo"
sus "pesadeces
de órganos"
también).
en
todas la pesadez del embarazo o las contracciones del
parto. Parece que madame Lefebre,
própios
tomado
por la menopausia.
por la detención
anotados sobre sus cuadernos
función, recuerdan
manifestado
no puede soportar.
inauguradas
la descripción
el
Es el embarazo
de su nuera lo que el inconsciente
ese hecho evidente
por un
traspasados
se refieren,
o anexos al tubo digestivo:
Se nos objetará
amorosa-
en que dejó de ser
-no
habiéndose jamás
y esto bajo la forma
sobre la fase anal. Porque
casi exclusivamente,
intestino,
que son justamente
estómago,
todas
a los órganos
hígado
(riñones
los órganos susceptibles
de
ptosis. No busco de qué dimensiones era, en el centro de este halo psíquico, el núcleo de la dolencia orgánica real; el halo psíquico era tal que
este núcleo casi desaparecía
época, además, ponen
Madame
Lefebre
dentro
de él. Los certificados
todos en primer
ocupada
plano los trastornos
psicopáticos,
vivió pues doce años, desde los cuarenta
hasta los sesenta, su libido "regresada"
palmente
médicos de la
en su inconsciente
sobre sus propios
en concebir
y ocho
órganos,
fantasmas
princi-
de embarazo
sobre el modo anal.
Parece, sin embargo, no haber dejado nunca de querer a su marido y
principalmente
a sus hijos. Todavía
hoy, en prisión, es inagotable
tema de los sirvientes que deben cuidarlos durante
Pero su libido dirigida hacia el exterior,
que fué en todo tiempo
menos franquear
su ausencia del hogar.
su "inrroyección
en ella de colorido
sobre el
doméstico,
de los objetos"
podía
cada vez
el umbral de su casa. Salió cada vez menos, se encerró
en Hem, en su casa, su "narcisismo",
podríamos
decir "familiar",
desbordó.
MARlE BON APARTE
142
Esta introyección
de los objetos sobre el modo narcisista
psicopatía de madame Lefebre
la "tentativa
de cura"
debió ser en la
(Heilungsoersucb
de
Freud) que Freud
fisonomía exterior.
ha hecho destacar en la psicosis y que constituye la
La libido, proyectada
primeramente
hacia adentro,
busca exteriorizarse
de nuevo,
pero ya no lo puede hacer sino sobre el
modo de los estadios pregenitales,
de cura",
en presencia
donde ya ha regresado.
La "tentativa
de la realidad, esta destinada a un fracaso.
Fué sobre una base posesiva, ávida, avara en exceso, que madame Lefebre quiso entonces
a su marido y a sus dos hijos.
Su marido no podía
serle quitado, como tampoco su hijo Carlos, que le pertenecía
fermedad.
por su en-
Solamente su hijo Andrés deja la casa en 1923 Y va a estable-
cerse como escribano a Fournes; primera herida.
En 1924 se casa: segunda
herida, más dolorosa, ante la cual la madre reacciona con disputas, cada vez
más agrias, con su nuera.
agrava:
La tentativa
Edipo reprimido
El estado psicopático
de cura frustrada
se reanima,
continúa,
madame Lefebrc
hijo que ya no tiene completamente
de madame
el infantil
Lefebre
complejo
se
de
aspira cada vez más a ese
para ella, piensa, día y noche en los
disgustos que le causa su nuera, que lo separa de él, hasta el punto que su
hijo Carlos le dice que si no deja de pensar en eso se volverá loca. El estado
era todavía,
sin embargo,
Pero Antonieta
me Lefébre
soportable.
es fecundada.
Entonces,
ocurre algo que no conoceremos
de golpe a esta rica burguesa escrupulosa
de la cual se convierte
en el inconsciente
jamás y que hace franquear
y ordenada,
la frontera
nuera.
¿Por qué?
y nada de
1q
de embarazo,
no puede soportar
Podemos entrever
el dinamismo,
con fantas-
el embarazo
de su
un poco de la tópica
1; economía.
El dinamismo.
En el inconsciente
dc la niña
tración tiene otro destino que en el del varón.
falo que posee, y debe acostumbrarse,
correr
más allá
en criminal.
Esta anciana que desde hace doce años debe contentarse
mas hipocondríacos
de ruada-
el complejo
de cas-
El varón tiembla por el
para transformarse
en un hombre, a
riesgos y desafiar las amenazas; la niña debe resignarse desde tem-
prano a la ausencia definitiva del falo, a ser mujer, el ser castrado.
inconsciente
ignora los renunciamientos,
y la naturaleza
a la mujer, una compensación: el hijo en lugar del pene.
ha aprendido a renunciar -esperanza
infantil olvidada-
ofrece
Pero el
a la niña,
Cuando la niña
a que el pene
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
143
le crezca alguna vez, todo su instinto sabe ya que en compensacion
cosa crecerá un día en ella: el hijo que ya quiere por adelantado
forma de la muñeca.
y la concepción
primitiva
otra
bajo la
y general de la madre fálica es entonces
reemplazada poco a poco por la de la madre genitrix, cargada del peso del
hijo, del cual está celosa.
Madame Lefebre
no pudo soportar
de su hijo, lo que a ella le faltaba:
que su nuera tuviera, y tan luego
el niño sustitutivo
del pene.
La repul-
sión del embarazo de las otras mujeres es además en ella un rasgo muy marcado:
madame Lefebre,
que se enfermó
cuando
se descubrió
la quiebra
de un miembro de su familia directo o político, quiebra que se remontaba,
según parece, a 1808 ó 1848, y no quería ir a la prisión central de Rennes
porque encontraría
a su marido",
allí a madame Bessarabo, "esa horrible mujer que mató
me declaró "mujeres
muy honradas",
abortado ras que debían ser trasladadas
su hijo Carlos,
médico;
a pesar de su amiotrofia,
casarse a condición
tuviera muchas exigencias"
hubiera
-y
muy oscuro.
No pudo soportar
presentir.
el pene de
consideran
como su
que ese pene filial, se
del pene inicial
La asimilación de la madre fálica a la madre embaraza-
da parece en este caso muy estrecha.
El pretexto mismo que madarne Lcfebrc
hacer detener
Se puede
que otra hubiera "robado"
dentro de su nuera, en ese feto, equivalente
de la madre fálica.
cierto
de más edad, que no
su hijo, de ese hijo que las madres, en su inconsciente,
transformara
según
de madame Lefebre bajo la influencia
de su nuera permanece
penc por fin crecido.
dos
Me dijo que
que sin duda hubiera sido estéril.
sin embargo, que no pudo soportar
propio
decentes"
podido,
"de elegir una mujer
Lo que pasó en el inconsciente
del embarazo
"muy
con ella a Haguenau.
el' ;uto,
en el momento
me dice haber tomado para
de matar,
manifiesta
un erotismo
uretral,
como también
la forma elegida por ella de dar la muerte:
volver,
Y cuando los expertos oficiales del tribunal opinan que en madamc
Lefébre
hay una reminiscencia
arcaica del "matriarcado"
ner razón, porque en su inconsciente
el rc-
no dejan de te-
sobrevivía, en efecto, el ideal infantil.
arcaico, dc la madre fálica, y donde solamente más tarde, en el inconsciente de la niña, viene a sobreponerse el ideal de la madre encinta.
Si dejando ahora el presente echamos una mirada retrospectiva sobre
la infancia de María Lernaire, podemos entrever esto: la reacción que tuvo
MARIE BONAPARTE
144
frente a su nuera embarazada,
reaccion
ver, debió ser la reproducción
exteriorizada
de una reacción
por el tiro de revól-
muy antigua
madre, embarazada dos veces durante su niñez, primero
Carlos (nacido cuando María tenía dos años), después
Nelly
(nacida
cuando
María tenía casi cuatro
miento, sobre todo, debió provocar
que debía reproducir
en la pequeña María la reacción
típica
más tarde:
ser muy intensos,
complejo
de Edipo en pleno florecimiento
hubiera
querido
de su hermano
de su hermana
naci-
debieron
castración,
a su
Este último
tan trágicamente
años).
frente
de esa madre
substituir.
Los celos por la madre
a quien, bajo la influencia
y de su naciente
Debió sentir contra
del
complejo
de
ella deseos de
muerte.
Esos deseos de muerte
del pequeño
hermano
pequeña Nelly,
se transfirieron
Carlos, igualmente
sobre esta hermanita.
más tarde con la complicidad
celoso, sin duda ninguna,
María encontró
de la
así un cómplice
en
Carlos. ) ¿No fué acaso él, me dice ella, quien tuvo la idea del juego del
entierro
Entre
de los pollitos
los dos, parejita
muertos?,
recuerdo
que la hace todavía
asesina por la inconsciente
al entierro de la pequeña intrusa, de su hermanita.
niños se han entretenido
crimen.
He
conocido
niños
encantadores,
hoy
jugaban
así
Se objetará que muchos
con este juego sin por eso cometer
normales en lo posible, que encontraban
los pollitos muertos
intención,
sonreír.
más tarde un
convertidos
en jóvenes
placer en enterrar con gran pompa
de su gallinero.
Madame de Segur, en su libro Las niñitas modelos, libro favorito
madame Lefebre en su niñez, narra el entierro de Mimi, el petirrojo,
que pudo contribuir
a inspirar
el juego.
Pero no he buscado,
de
relato
al recalcar
este juego en María Lemaire, sino mostrar el dinamismo de su inconsciente,
I
dinamismo- que puede compartir
con otros.
Las fuerzas que reprimen
liberan esos dinamismos interiores, comunes a muchos, determinan
de la conducta
exterior
de un individuo
según su dirección
o
más tar-
e intensidad.
En la mayor parte de nosotros esos dinamismos quedan felizmente inhibidos.
Todo lo que se puede descubrir
siguiente:
sobre este tema en madame Lefébre
la regresión a los estadios pregenitales,
pausia, la reivindicación
desarrollada
nada al complejo de castración,
es lo
en la época de la meno-
más tarde sobre ese fondo y relacio-
no hubieran bastado para hacer de madame
Lefebre una criminal. Pero a todo esto Se agrega de pronto, con el ernbarade su nuera, una reviviscencia, de una intensidad inusitada, del antiguo
ZO
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
145
complejo de Edipo, vivido durante la infancia en presencia de la madre
encinta del padre. Y es el aporte de este poderosos dinamismo -que nos
es desgraciadamente imposible dosar- que permite a los primitivos instintos asesinos triunfar, en la vieja burguesa, de todas las inhibiciones que los
habían reprimido hasta entonces.
29 La tópica. "Tenía,
me dice madame Lefebre, la impresión al
matar de cumplir con mi deber." Es decir, que en esta mujer, por otra
parte devota y escrupulosa ("no sé cómo he podido llegar hasta eso", escribe madame Lefebre el 29 de diciembre de 1925 a su marido y a su hijo
Carlos, "yo, que me reprochaba amargamente cuando me ocurría sin pensarlo hablar algo mal de mi prójimo, muy poca cosa"), el superyó viene aquí a
confundirse con el ello. El imperativo categórico, dictado por el superyó,
se encuentra entonces en realidad dictado por el ello. La topografía del
alma hallándose así modificada, no hubo más conflicto, hubo crimen, el inconsciente, el consciente y la conciencia encontrándose entonces de acuerdo.
No promoveré aquí la cuestión de saber qué modificaciones produce
una regresión en el ello, en el superyó. Me contentaré con un paralelo entre
el crimen de madame Lefebre y los juegos de María Lemaire.
El pequeño Carlos, que jugaba con ella al entierro de los pollitos muer....
tos, había tomado la iniciativa del juego. Ese hermanito, heredero en ese
minúsculo complejo de Edipo sobre la escala fraterna, del gran complejo
de Edipo en la escala paterna, era pues el cómplice, el instigador, de simbólicos actos fúnebres. Permitía, ordenaba los funerales simbólicos de la
hermanita representada por los pollitos.
Igualmente, más tarde, Dios, padre proyectado en la inmensidad, padre agrandado, como el hermano era un padre empequeñecido, permite a
madame Lefebre ~aun más- parece ordenarle su crimen. Tuvo la impresión al tomar su revólver, de cumplir con su deber, y se ve que todavía
no está bien convencida de que no fué realmente así,
A su hijo Andrés, cuya presencia en el auto cuando el crimen, le había
sido ordenada por la presencia otrora en el entierro de los pollitos, del pequeño Carlos, madame Lefebre, desde que está en prisión, no le ha escrito
una sola vez, a pesar que hace tiempo que las cartas no le son prohibidas.
Menos aún quiere verlo; cuando los abogados le dicen en mi presencia que
ahora puede recibir su visita, reacciona como con espanto: "No, dice,
ahora no. Prefiero que no, más tarde, más tarde, cuando esté allí." Parece
MARIE BONAPARTE
146
que desde el crimen realizado,
aquel para quien fué cometido
como una especie de cómplice, para el inconsciente
Carlos enterrando
haber retirado
los pollitos),
cómplice
(tal como el hermanito
que teme volver a ver.
ahora la libido de su hijo para depositarla
padre agrandado.
le parece
Parece
sobre Dios, ese
"Pasaré, escribe a su marido el 18 de marzo de 1926, mis
últimos días como Magdalena al pie de la cruz."
Sin embargo,
madame Lefebre,
contrariamente
a lo que dijeron
los
diarios de la visita que le hice, no ve con buenos ojos un nuevo matrimonio
de su hijo. Como sus abogados y yo le preguntáramos
corrían respecto a ello eran fundados,
ya tiene bastante!
Volvamos
j Esperará
si los rumores
contestó con indignación:
"¡Ah,
que
no,
bien un par de años! e)"
a la primera pregunta
¿Por qué madame Lefebre,
planteada
en este capítulo.
desde su crimen, desde que está en prisión,
se siente bien de salud? ¿Qué es lo que la ha curado, el crimen o el castigo?
Pregunta
difícil de resolver, porque cuando mató, lúcida a pesar de su de-
lirio, no ignoraba que el castigo llegaría, y sabemos por el análisis de los neuróticos cómo los castigos son a veces deseados por el superyó
y les procuran
amargas pero profundas
del enfermo
satisfacciones.
Pero el caso de madame Lefebre no es una simple neurosis, está clasificado entre las psicosis, con todos los trastornos
que trae en la economía del
alma la regresión narcisista que significa la psicosis. Y el superyó de madame
Lefébre, que permaneció distinto del ello para los actos ordinarios y pequeños de la vida, parece, en gran parte bajo el imperio de una atracción
omnipotente
de los complejos
más profundos
del ello, haberse
al ello hasta el punto de no poder casi diferenciarse
agregado
de él.
Según esto, lo que habría aliviado a madame Lefebre y le habría devuelto la salud sería más el acto que el castigo, satisfaciendo
exigencias de su instinto
(ello) y los mandamientos
a cuyos pies se declara feliz de terminar
Sin embargo,
de su Dios (superyó)
su vida.
¿puede uno decir que la satisfacción
ajena a su mejoría, cuando se la oye hablar complacida
(1) El doctor
Loewenstein
me hace notar
a la vez las
de ser castigada es
de su duro camastro,
que la identificación
con la madre
debió
contribuir a crear en madame Lefebre la ausencia de remordimiento.
Igualmente, en efecto,
como la niñita gustaba identificarse
con la mala madame Fichini, que pegaba a Sofía,
madame Lefebre pudo más tarde identificarse con la madre dominadora que castiga.
EL CASO DE MADAME
LEFEBRE
147
de la sopa de los prisioneros y de los alambres de las coronas mortuorias
las que trabajan todo el día las condenadas
y que le estropean las manos, y
cuando se la ve tender, con una sonrisa, esas manos horriblemente
y ennegrecidas?
39 Queda el problema
arruinadas
económico. Debemos confesarlo:
del alma que puede transformar
en
una burguesa
odiosa criminal, nos escapa casi completamente.
la economía
tan ordenada
en una tan,
Sabemos además muy poco
de la economía y aún de la tópica del alma de los criminales,
aunque, por
otra parte, su dinamismo nos es bastante accesible, cada uno de nosotros llevando en su inconsciente
más o menos el mismo dinamismo.
Pero en nosotros el crimen queda inhibido, al punto de que la mayoría
protestará
con indignación
al leer la anterior aserción.
criminal algunas inhibiciones
en circunstancias
no tendrían
el mismo efecto.
difíciles
Los mismos complejos
virtud de una cuestión de terreno.
casi enteramente
El artículo
del crimen
sin duda en
constitucional,
se nos escapan
La justicia y el determinismo
64 del Código Penal francés se expresa así: "No
el detenido
estaba en estado de demencia
hay m
en el
del acto, o cuando ha sido llevado por una fuerza a la cual no
pudo resistir."
Este artículo que tiene su análogo en la mayoría
digos penales plantea así, el problema
criminales, considerando
aplica.
Los expertos
de la irresponsabilidad
su responsabilidad
del tribunal
a madame Lefebre
nóstico, .insostenible,
sin embargo perfectamente
Nuestro
posible de los
Raviart,
Rogues
de
a los expertos de la defensa-
sana de espíritu y plenamente
desde el punto
de los có-
en todos los casos en que no se
de Douai, los doctores
Fursac y Lorge, declararon -contrariamente
responsable.
de vista puramente
Este diag-
científico,
lo es
desde el punto de vista social.
Código Penal, como el de todos los países, está en efecto cons-
sobre la idea anticuada,
humano.
con los cuales conse-
Es decir, que el factor
las causas más profundas
crimen ni delito cuando
truído
y que en nosotros
y quedan inaccesibles al análisis.
VI. -
momento
de definir
a la vida social se tornan en ellos virulentos,
el factor económico,
que en el
de viejos instintos ancestrales o faltan o caen
bajo influencias
guimos adaptarnos
Mientras
con vieja base religiosa, del libre albedrío
Por este hecho, sólo pueden ser juzgados por los tribunales y casri-
148
MARIE BONAPARTE
gados según el código, los hombres poseedores de su libre albedrío, de su
razón. Los locos escapan a la justicia, no corresponden más que a los asilos,
y un criminal declarado "loco" escapa por esta misma razón a la acción de
la justicia, al juicio, a la prisión y va directamente al asilo.
¿Qué ocurre una vez que está allí? La ley de 1 838 que reglamenta la
legislación de los alienados, se preocupa de garantizar, contra los internamientos arbitrarios, la libertad individual. Dos certificados médicos -el
del médico más el del director el asilo- son necesarios para ser internado,
pero para salir del asilo el certificado del médico del asilo sancionado además
por el Prefecto de la localidad, si el alienado fué internado de oficio son
suficientes. El Prefecto se aconseja, es verdad, con opiniones de otros médicos. Pero ya se sabe lo que puede resistir un Prefecto, a quien médicos,
expertos, gente de la profesión vienen a afirmar que un alienado está por
fin curado y que se lo detiene injustamente más tiempo del necesario.
Es decir, que si madame Lefebre, tal como correspondía, hubiera sido
declarada alienada, su familia habría llegado, después de un tiempo más o
menos largo, a recuperarla.
Así no solamente bajo la presión de la población del norte, que quería
para la rica burguesa, tan fría y odiosamente homicida, verse levantar aunque sólo fuera simbólicamente el cadalso, pero también bajo la presión de
una casi necesidad social, derivada de una legislación penal anticuada, donde
el alienado no tiene cabida, los expertos del Tribunal concluyeron en declarar la responsabilidad.
Porque, responsable o irresponsable, en el sentido legal, ha perdido su
significación: habría que decir más bien aprisionable o internable. Esto sólo
se-ríajusto y rendiría el pesamiento profundo al cual obedecen a veces, en
casos semejantes, los expertos médicos frente a los tribunales.
El lugar de madame Lefebre no es por cierto la prisión: está en el
asilo. Pero el asilo no podía cerrar tras de ella sus puertas porque hubiera
podido volverlas a abrir demasiado fácilmente.
Madame Lefebre pertenece además a esa categoría de "locos" que el
público se rehusa a considerar como tales, porque han conservado plenamente la lucidez, la memoria y la razón. Los reivindicadoresilusionan a
menudo, y contradicen la idea que el pueblo tiene de la locura. Fué lo que
permitió a los expertos la afirmación de la plena responsabilidad. Fué lo
EL CASO DE MADAME
que hizo decir al mismo Andrés
su madre "pasara por loca"-,
LEFEBRE
149
Lefebre --1Ínteresado sin embargo
al hijo, contestando
a esta pregunta
en que
de ma-
dame Henri Mulle: "Crees tú que tu madre es loca, ¿y si te hicieran la
pregunta bajo la fe de un juramento, te atreverías a decirlo?" "Evidentemente no, contestó Andrés, no podría decir que es loca"
(Declaración
de
Henri Mulle, pieza 98 del juicio). y la acusación se valió de esta opinión,
como si Andrés Lefébre hubiera sido un eminente experto en psiquiatría.
La idea que se hace el público de un loco y que significa pérdida de la
razón, no es, en efecto,
compatible
razonante del tipo Lefebre.
el legislador del artículo
con la concepción
Y la demencia, en el sentido en que la entendía
64 del Código Penal, redactado
siglo pasado, en un tiempo en que la locura razonante
¿quién la definirá?
del reivindicador
Lo arbitrario
a principios
del
no era reconocida,
no puede sino reinar en la interpretación
de esta ley y en los informes médicolegales
que derivan de ella, siguiendo
un sentido más o menos extendido, y tan poco de acuerdo con el significado
legal primitivo
como con el término
donde cada experto interpretará
psiquiátrico
actual de "demencia";
a su saber esta palabra.
Así, los expertos oficiales pudieron
terminar
su informe
con estas pa-
labras: "rnadarne Lefébre no estaba en ningún grado en estado de demencia
en el momento
del acto, en el sentido del artículo
Porque el sentido en que el artículo
64 del Código Penal."
64 entiende el término "demencia"
es
una cuestión de apreciación.
En los reivindicadores,
la psicosis y el carácter
hallan, además, de tal. manera confundidos
Mientras que el interpretador
lo extraño de su conducta,
cador"
"El delirio
puede fácilmente
traicionar su locura por
netamente
a menudo con exageración
de reivindicación,
el "reivindi.
escriben
Y más adelante
delirante.
Parece
a las decepciones
Serieux
pág. 258 ) es menos un «delirio» que la manifestación
psicopática."
dicho se
que no es nada fácil distinguirlos.
lo absurdo de sus interpretaciones,
no da en general esta impresión
plemente reaccionar
propiamente
y Capgras
sim-
de la vida.
(loe cit.,
de una personalidad
(pág. 262): "El delirio de reivindicación
es
un estado mórbido continuo del carácter (Arnaud),"
Este aspecto del delirio de reivindicación
oficiales inscribir la psicosis y el carácter
rótulo de "carácter
un poco particular".
ha permitido
a los expertos
de madame Lefebre bajo el único
150
MARIE
RON APARTE
El reinado del determinismo en la naturaleza, que poco a poco hemos
debido reconocer, más lentamente aún hemos aprendido a ver que se extiende hasta en nosotros. En la misma medida que los locos de su locura,
somos nosotros los "normales", responsables de nuestro carácter y cada
uno de nuestros gestos, de nuestras palabras, de nuestros pensamientos, están
tan estrechamente determinados como en los espacios celestes los movimientos de los planetas y de los soles. El psicoanálisis ha demostrado en forma
deslumbrante ese determinismo absoluto que reina en el fondo de nosotros.
Es imposible para quien lo conoce y lo comprende, hablar todavía de "libre
albedrío".
Pero la justicia humana habla todavía de él y reclama en nombre de
la responsabilidad humana el castigo de los culpables.
La justicia' de los hombres, ¿no sería más bien la venganza de los hombres, y cuando éstos reclaman justicia no piden en su lugar la aplicación de
la vieja ley del Talión? Si el pueblo, por ejemplo, se aferra tanto al mantenimiento de la pena de muerte, cuyo temor es bastante dudoso en el estado
actual de nuestras sociedades, en que el crimen se refugia cada vez más
entre los inadaptados, que han perdido el sentido de la realidad que los rodea, ¿no será menos por cuidado de su propia protección cuanto como la
última prerrogativa de la realeza que le queda en tiempo de paz, de derramar impunemente, y aun colectivamente, la sangre? ¡Y la sangre del criminal! Es decir, de aquel a quien en el fondo de sí, inconscientemente, los
instintos reprimidos e insatisfechos, envidian.
Aunque sería deseable que la justicia fuera más severa, es utópico creer
que la justicia social lo conseguirá. Porque la justicia social, vertida en
nombre del pueblo, podría ser lavada muy difícilmente de las pasiones
populares que la colorean.
Sin embargo es razonable soñar en una legislación un poco mejor. El
artículo 64 del Código Penal, interpretado a la luz de las ideas científicas
y deterministas actuales, podría anular doblemente la totalidad del Código
Penal. Porque demencia en el sentido jurídico debe ser tomado hoy con
un concepto mucho más amplio, y cuando ejecutamos la menor acción,
¿no obedecemos todos -y no solamente los locos- "al impulso de fuerzas
a las cuales no podemos resistir?" Ningún criminal debería entonces ser
castigado, si vamos a exigir para el castigo que sea responsable.
EL CASO
DE MADAME
LEFEBRE
151
Pero ahí yace justamente el error. Cuanto más «irresponsable" es un
criminal, en el sentido jurídico, es decir, cuanto más loco es, tanto más peligroso -siendo, según la ley, menos merecedor de castigo-o La palabra
responsabilidad debería entonces ser borrada del Código. y convendría
reemplazar -si la ciencia en general y la ciencia psiquiátrica en particular
no fueran todavía tan ineiertas- los fallos por diagnósticos.
El juicio popular, que salvó a los acusados de la arbitrariedad del poder, los ha sometido a las pasiones del pueblo, que los absuelve o los condena sin comprenderlos. Un jurado médico sería idealmente preferible,
pero prácticamente tal vez todavía peor por las envidias y las controversias
reinantes en la profesión. Se podría, por lo menos, después de los reconocimientos, internar a los locos criminales en base a un juicio, cuya modalidad quedaría a determinar, en los asilosprisiones, cuyo nombre mismo sería
un compromiso entre el castigo (prisión) que exige el pueblo para el criminal, y el asilo que reclama la ciencia para el loco. De esos establecimientos, el criminal no podría volver a salir sino en base a un juicio. Esta reforma ha sido reclamada a menudo en estos últimos años.
No soy especialista en la legislación comparada de los alienados criminales de diferentes paises. El estudio de ese solo punto de derecho bastaría
para llenar un enorme volumen. Pero sé que ningún código penal en lo que
se refiere a esta cuestión, está en armonía con las comprobaciones actuales
de la ciencia.
Es seguro que actualmente el criminal alienado, lo que equivale sin duda
a decir criminal a se~as, no tiene cabida en ninguna parte. La represión
inspiró y se inspira todavía de la idea arcaica de castigar, amada del pueblo.
Es por eso que en casi todos los grandes juicios criminales contemporáneos
el pueblo está obsesionado por el temor de «que quieran hacer pasar a
ese miserable por loco", lo que equivale para la opinión popular, a declarar
inocente al criminal. El internamiento por locura le parece al pueblo, cuando se aplica al criminal, un diploma injusto de inocencia.
La idea de castigar al criminal es la expresión de la sed cruel que engendró la ley del talión, pero fué generadora, sin embargo, en un principio
de moral por temor a las represalias. Pero, a medida que esta moral se
constituía, la idea, de castigar al criminal fué reemplazada, en el curso de los
siglos cristianos, por la de corregirlos. Salvar a los criminales fué una utopía que algunos persiguen aún.
s~
MARIE BONAPARTE
152
La ciencia ha despojado cada vez más de su sentido la idea de castigar
al criminal.
Madame
Lefebre,
por ejemplo,
¿está realmente
"castigada",
ella, que es más feliz y duerme mejor sobre su camastro de la prisión que
en su buena cama de burguesa?
En cuanto al mejoramiento
sobre los complejos
de los criminales, hay que ilusionarse mucho
que manejan
los hombres
y constituyen
su carácter
para creer en él. No hay en realidad más que un solo tratamiento
para aplicar a los criminales:
ponerlos fuera de toda posibilidad
car. Para los menos locos, se podría,
pero en mejores condiciones
si se quiere, conservar
que las actuales.
racional
de perjudilas prisiones,
Para los demás, crear asilos-
prisiones, donde no Se entraría ni se saldría sino previo un juicio motivado,
reservando
los asilos comunes para los locos no criminales.
El obstáculo para ese tratamiento
racional de los criminales es el pueblo
que no deja de reclamar "el castigo del culpable".
El ideal sería evidentemente
la profilaxis social: hacer más a menudo,
y a tiempo, diagnósticos y pronósticos
candidatos
a criminales.
e internar el mayor número posible de
Pero ¿qué médico,
entre todos los que consulto,
Se hubiera atrevido a internar, antes de su crimen, a madame Lefebre>
habría clamado contra el atentado a la libertad individual.
Traducido
del francés por
ALICIA
LARGUÍA.
Se
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