1 Cómo concibe Kant racionalmente una Iglesia Ana María Moreno

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CUADRANTEPHI No. 20
Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia
Cómo concibe Kant racionalmente una Iglesia
Ana María Moreno Botía
Facultad de Filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá-Colombia
[email protected]
Resumen
En estas líneas me propongo allanar posibles caminos de respuesta a la pregunta por cómo
concibe Kant una iglesia, en su texto La religión en los límites de la mera razón. A
continuación, abordaré hermenéuticamente cómo el triunfo del principio bueno se puede
representar filosóficamente bajo la fundación de un reino de Dios sobre la tierra.
Posteriormente, presentaré lo que significa el concepto de iglesia para Kant, pues a mi
modo de ver, la pretensión del autor persiste en comparación con el anterior capítulo, donde
señaló la necesidad de personificar el principio del bien, por medio del Hijo de Dios; en
esta parte también mostraré la necesidad de representar por medio de la iglesia el reino de
Dios sobre la tierra. Y así, finalmente, presentar a manera de conclusión la respuesta a la
pregunta que me convoca este texto.
Palabras claves: Kant, Dios, Iglesia, comunidad ética, comunidad civil, bien y mal.
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Abstract
In the following lines I intend to solve the question as to how does Kant perceive a Church,
in his work Religion within the Limits of Reason Alone. Next, I will address
hermeneutically how the triumph of the principle of good can be represented
philosophically under the foundation of God’s Realm on Earth. Subsequently, I will put
forward the concept of Church as understood by Kant, for, as I see it, the author’s purpose
persists in comparison to the previous chapter, where the necessity of embodying the
principle of good, via the Son of God, is addressed; in this part I will also show the need to
represent God’s Realm of Earth by means of a Church. And thus, finally, conclude with the
answer to the question invoked in this article.
Keywords: Kant, God, Church, ethic community, civil community, good and evil.
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La tesis principal de este texto consiste en afirmar la iglesia como instrumento más
adecuado para que el principio del bien se imponga sobre el principio del mal en la
sociedad. En este sentido, Kant intenta en esta tercera parte hacer una eclesiología. Sin
embargo, lo que el filósofo alemán pretende mostrar es cómo, a partir de su reflexión, se
desarrolla una argumentación racional para ver cómo es posible una Iglesia, y cómo debería
ser ella a la luz de la razón. Para Kant, una religión no debe fundamentar la moral, sino
estar fundamentada bajo la moral; en esa medida la religión es razonable. No obstante, para
Kant las grandes religiones en principio son buenas, pero aun así considera que la
protestante – luterana supera las deficiencias de la otras, pues ataca la imposición del poder
de unos cuantos hombres sobre otros; ejemplo de ello podría ser la inquisición. La religión
que propone Kant, entonces, es una religión con iglesia, la cual se funda bajo principios
razonables, hecha por hombres que actúan bajo la voluntad divina y por mor del deber.
1. La lucha interna del hombre contra las asechanzas del mal
En el hombre, entre el querer y el deber se interponen las inclinaciones de la sensibilidad
que lo mueven a acciones contrarias al imperativo de la razón. La voluntad del hombre no
es santa, pues “el estado moral en que puede estar el hombre siempre es la virtud, es decir,
la intención moral en lucha, y no la santidad en supuesta posesión de una completa pureza
en las intenciones de la voluntad” (KprV, p. 108). La voluntad ha de hacerse santa
respetando en su conducta la ley santa e inviolable, pero para ello es necesario que el
hombre se oponga a sus inclinaciones. Esto implica una lucha interior para cumplir sus
leyes morales. De esta manera, esta lucha interior permite que el principio del bien pueda
mantenerse y sostenerse frente a las asechanzas del principio del mal. Sin embargo, la única
ganancia que tiene como resultado esa lucha es “la liberación respecto al dominio del
principio malo” (“La Religión…”, p. 93), porque, si bien obtener la libertad es la mayor
ganancia que puede adquirir todo hombre (pues sin ella no sería posible la moralidad), es la
moralidad la que nos revela la idea de libertad. Recordemos que para Kant la libertad
implica una ruptura del orden causal, en donde esta se causa a sí misma, algo que no es
compresible para nuestra razón teórica, pues no va más allá del campo fenoménico. No
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obstante, la razón teórica no puede negar la libertad (tiene una fe filosófica de que puede
existir), pues ésta no conoce el mundo nouménico. Ahora bien, para la razón práctica no se
puede negar tampoco la libertad, pues aunque el hombre no tenga conciencia de ser libre, sí
tiene conciencia del deber y esto supone considerarse libre. De ahí la importancia de que el
hombre esté siempre en vigilia y actúe moralmente1, debido a que la libertad está siempre
en riesgo y expuesta a las acometidas del mal. No obstante, explicar cómo es posible la
libertad, es lo mismo que explicar cómo la razón pura puede ser práctica. Esto es para Kant
lo que ninguna razón humana puede explicar2, lo cual no significa que los seres finitos no
luchen para ser merecedores de la libertad.
Kant sabe que el hombre es por sí mismo frágil y, aunque luche por obtener el bien, sus
fuerzas no son suficientes, pues al parecer el mal es más fuerte que su voluntad; esto se
puede evidenciar en San Pablo cuando dice: “puesto que no hago el bien que quiero, sino
que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien actúa, sino el
pecado que habita en mí. Descubro pues, esta ley: aunque quiera hacer el bien, es el mal el
que sale al encuentro.” (Romanos 7, 19-21). El hombre es débil por naturaleza y permanece
engañado en las circunstancias que lo atraen hacia el peligro. Sin embargo, queda la
pregunta ¿cómo alcanzar la libertad y atacar el mal que convive en medio de los hombres?,
los cuales mutuamente se encargan de corromper la disposición moral haciéndose malos los
unos a los otros, pues están llenos de la envidia, el ansia de dominio, la codicia y las
inclinaciones hostiles ligadas a todo ello, que asalta su naturaleza débil (estos males sólo se
pueden evidenciar al interior de una sociedad).
Con lo anterior, la cuestión a tratar se complica, pues Kant ya no sólo pretende hablar del
hombre (en sentido singular), sino que ahora es necesario hablar de los hombres, y así
poder encaminar a la sociedad, que se corrompe recíprocamente, por el sendero del bien.
1
Es necesario que el hombre actúe moralmente y obtenga la libertad, porque de lo contrario el imperativo
moral carecería de sentido, pues el hombre no sería libre para realizarlo. La libertad se conoce por la
obligación moral que es, al mismo tiempo, el fundamento de la moralidad.
2
Cf. COLOMER, Eusebi. El pensamiento Alemán de Kant a Heidegger. Editorial Herder, segunda Edición
1993. “La razón no puede explicar la razón”
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No obstante, “el dominio del principio bueno, en cuanto los hombres pueden contribuir a él,
no es, pues, a lo que nosotros entendemos, alcanzable de otro modo que por la erección y
extensión de una sociedad según leyes de virtud y por causa de ellas” (“La Religión…”, p.
94). Pues bien, esta batalla contra el principio del mal que ataca sin tregua, no sólo se trata
de una disputa interna del hombre, sino de la lucha de una sociedad que se hace mediante la
Razón, que convoca la unión de los hombres bajo la bandera de la virtud y el amor al
principio del bien.
Para el filósofo alemán, cuando los hombres están ligados bajo las leyes de virtud, se les
puede llamar sociedad ética, y cuando estas leyes son públicas, sociedad civil ética. ¿Por
qué se le llama sociedad civil ética? Se le llama así porque esta clase de comunidad surge
en primera instancia a través de una comunidad política que tiene leyes públicas que
permiten la comunión entre los hombres, la cual, bajo unión de la virtud, se hace
merecedora de ser no sólo una comunidad política, sino una comunidad ética. No obstante,
en estas dos comunidades hay una analogía y es el hecho de que las dos son un Estado
ético, a saber: reino de la virtud, pues sean cual sean sus bases, las dos comunidades están
supeditadas bajo la unión de la virtud.
Ahora bien, a continuación se explicarán más a fondo las características de estos tipos de
comunidades y cómo éstas en virtud del bien pueden vencer el principio del mal.
2. Triunfo del principio bueno filosóficamente representado
2.1 Del estado de naturaleza ético
Es más, existen dos clases de estado civil: estado civil de derecho (político) y el estado civil
ético; estos comparten su fundamento en tanto que unifican la población a partir de leyes;
pero se diferencian en que las leyes del primero son leyes de coacción, mientras que las del
segundo son leyes de virtud.
No obstante, para Kant estas dos comunidades, aunque se distinguen entre sí porque
una está bajo la jurisdicción del estado de naturaleza jurídico (objetivo), y la otra lo está
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bajo el estado de naturaleza ético (subjetivo), en ambos estados, además de no haber
ninguna ley externa, cada hombre es su propio juez, pues actúan bajo el deber y no
necesitan de ninguna fuerza de derecho para actuar como se debe.
Ahora bien, Kant señala más adelante que toda comunidad política puede desear que en ella
se encuentre un dominio sobre los ánimos según las leyes de virtud, lo que no significa que
todos los estados por naturaleza políticos lo lleven a cabalidad, es decir, que sean
comunidades autónomas y éticas, pues dejarían de ser simples estados de naturaleza
políticos y
se convertirían en una comunidad política. Esto sería lo ideal para toda
comunidad política, pues al estar compuesta por ciudadanos diferentes entre sí, el juez
humano no alcanza a penetrar con su mirada las entrañas del corazón de todos los hombres,
y es allí donde las intenciones de virtud podrían efectuar lo requerido, pues cada ciudadano
se auto-legislaría y actuaría por mor del deber, es decir, el deber por el deber. No obstante,
para que la comunidad política se mantenga, ésta debe luchar por mantener una comunidad
ética al interior de su comunidad civil política.
Pues bien, “puesto que los deberes de virtud conciernen a todos los hombres, el concepto de
una comunidad ética está siempre referido al ideal de una totalidad de todos los hombres, y
en ello se distingue de una comunidad política” (“La Religión…”, p. 97). Es decir, que en
una comunidad ética, por el mismo hecho de estar bajo leyes de virtud, es decir que
implican a todos los seres humanos, dicha comunidad ética se encuentra en relación con un
ideal que concierne a la totalidad de la humanidad. Pero la comunidad natural ética todavía
no posee la estructura suficiente para imponerse en una sociedad determinada, puesto que
aún depende de la subjetividad-particularidad de cada individuo. Aún así, los sujetos
tienden a la unanimidad con todos los hombres, para así erigir un todo ético absoluto. Sin
embargo, queda la pregunta ¿existe esta clase de comunidades éticas? Y si existe ¿cómo lo
lograron?
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2.2 El hombre debe salirse del estado de naturaleza ético, para hacerse miembro de una
comunidad ética
El hecho de que el hombre pertenezca a estados naturales es lo que hace que él esté siempre
en constante lucha contra el mal. Pues así como el estado de naturaleza jurídico es un
estado de guerra de todos contra todos, de la misma forma lo es el estado de naturaleza
ético, el cual se encuentra siempre en su devenir con incesantes ataques por parte del mal,
ya que el hecho de no ser el estado de naturaleza ético una comunidad ética, es decir, bajo
un principio de acuerdos comunitarios del bien, hace que los hombres, así tengan buena
voluntad, por seguir cada uno sus propios intereses, corran el riesgo de caer en el mal. De
ahí la importancia que ambos estados de naturaleza salgan del estado natural, y así se
liberen tanto de las leyes coactivas, como de la amoralidad. Y es por eso que en esta clase
de situaciones tenemos un deber de índole peculiar, pues no es un deber de los hombres
para con los hombres, sino del género humano para consigo mismo, es decir, donde se
unifica las decisiones personales en una decisión que afecte a toda una sociedad que
involucra a cada individuo con su subjetividad, pues el bien supremo es un bien
comunitario.
Analizando la situación anterior, el panorama que señala Kant es, a mi modo de ver, muy
complicado, de ahí que permanezca en mí la pregunta por cómo lograr tal ideal, pues
universalizar las visiones subjetivas de todos los ciudadanos, unificar sus particularidades
en una sociedad, no es posible bajo la tutoría de los mismos hombres. De ahí que Kant
sospeche que este deber que estamos todos llamados a cumplir, necesita del supuesto de
otra idea, es decir, la de un ser moral superior que con su poder unifique las
particularidades, permitiendo así una comunidad ética.
2.3 El concepto de una comunidad ética es el concepto de un pueblo de Dios bajo leyes
éticas
Gracias a la intervención de tal ser moral superior (Dios) es posible la comunidad ética, la
cual somete las particularidades bajo una legislación, a saber, mandamientos que posibilitan
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ese bien común; lo cual no significa que sea una legislación jurídica, porque éstas no son
las leyes constitucionales, de coacción, sino que antes bien, son leyes de no coacción. Por
ello, una comunidad ética no puede permitir que el pueblo sea tenido él mismo por
legislador, pues estas leyes están propiamente ordenadas, para promover la moralidad de las
acciones, que está en la autonomía de cada hombre, en su interior, y no bajo leyes humanas
públicas, que son leyes vistas, es decir, aquellas leyes que están ordenadas sólo a la
legalidad de las acciones externas, y no a las leyes morales internas.
Sin embargo, las leyes éticas no pueden ser sólo originalmente de la voluntad pensadas por
ese ser superior, pues no serían leyes éticas, ya que su deber conforme al cumplimiento de
éstas no sería por virtud libre, sino por deber jurídico, es decir, por coacción. Siendo así,
sólo puede ser legislador quien asuma los verdaderos deberes, representados también como
mandamientos suyos; siendo a la vez un conocedor de los corazones, y así poder penetrar
en el interior de cada uno, y como esto ha de ocurrir con toda la comunidad, tal legislador
se encargará de dar a cada uno lo que sus actos se merecen. El anterior concepto es por
antonomasia Dios, como ser soberano moral del mundo. Y es “así pues como una
comunidad ética sólo puede pensarse como un pueblo bajo mandamientos divinos, esto es:
como un pueblo de Dios y ciertamente bajo leyes de virtud” (“La Religión…”, p. 100).
¿Pero quién es el legislador de este pueblo de Dios? En una comunidad ética, se busca que
todos actúen sujetos a las leyes morales escritas en su interior. No es, pues, una comunidad
que funcione mediante la coacción tendiente a modificar acciones, sino que es una
comunidad que se funda sobre el interior de las personas. No podemos, entonces, concebir
a Dios como concebimos al legislador de una comunidad jurídica. Y así, sus leyes han de
ser las leyes morales, leyes de virtud incondicionadas, que no requieren la exteriorización
para ser cumplidas.
Antes de pasar al siguiente tema, me parece importante señalar que Kant es claro en la
distinción que hace entre la política y la religión. Pues aunque la religión ayuda a la
configuración social políticamente razonable, esto no significa que la iglesia tenga un fin
político. De ahí que para él la iglesia y el estado sean dos cosas totalmente diferentes.
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3. La idea de un pueblo de Dios bajo la forma de una iglesia
La comunidad ética es la idea más elevada a la que una sociedad cualquiera puede llegar, y
por eso mismo ésta se empequeñece mucho en medio de manos humanas, pues ¿cómo
puede esperarse que de un leño tan encorvado sea carpinteado algo plenamente recto? Es
decir, ¿cómo puede organizarse bajo la organización humana una iglesia que represente ese
pueblo escogido por Dios, si nuestra naturaleza de por si es restringida y débil? En este
sentido, debe decirse que la institucionalización de la iglesia no es una obra de hombres,
sino del mismo Dios, pues “instituir un pueblo de Dios moral es por lo tanto una obra cuya
ejecución no puede esperarse de los hombres, sino sólo de Dios mismo” (“La Religión…”,
p. 101); y, aún así, Dios se vale de hombres para construir su pueblo.
Ahora bien, el deseo de todos los hombres bien intencionados que esperan la Providencia
de Dios es, pues, <<que venga el reino de Dios, que acontezca su voluntad sobre la
tierra>>; pero ¿qué tienen que organizar para que ocurra esto? Según Kant, lo que tienen
que hacer los hombres racionales es unirse como comunidad ética bajo la legislación moral
divina (una iglesia). Dicha comunidad ética surge como la imagen visible de un arquetipo,
que es la iglesia invisible. Pues cuando la iglesia que no es objeto de experiencia, es decir,
no es objeto de la sensibilidad, se llama iglesia invisible (una mera idea de la unión de
todos los hombres rectos bajo el gobierno divino inmediato -pero moral- del mundo), tal
idea de iglesia sirve como arquetipo3 para aquellas que han de ser fundadas por los
hombres. De esta manera, podemos afirmar que la iglesia visible, es decir, aquella que es
objeto de experiencia, al pretender ser la efectiva unión de los hombres en un todo que
concuerda con aquel ideal, es la concreción del ideal racional de comunidad moral.
Esta iglesia visible es la unión de la muchedumbre bajo un todo, y bajo sus superiores, es
decir, sus maestros o también pastores del alma, quienes reciben el nombre de servidores de
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Al igual que Cristo (figura simbólica e idea reguladora de nuestro comportamiento) es el arquetipo de la
moral a seguir; y la iglesia es pues el arquetipo del reino de Dios sobre la tierra.
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la iglesia. “La verdadera iglesia (visible) es aquella que representa el reino (moral) de Dios
en la tierra, en la medida en que ello puede acontecer a través de hombres” (“La
Religión…”, p. 102). Con la existencia de un Dios -racional- la lucha contra el mal se
puede dar de una mejor manera, pues Él viene a liberar al hombre de la esclavitud amoral
que no lo deja ser libre, y a través de su iglesia y sus servidores salvar la humanidad
racional bien intencionada. No obstante, Kant señala que para poder distinguir la verdadera4
iglesia hay que tener en cuenta algunos requisitos. Estos requisitos me parecen que no son
suficientes en la argumentación kantiana, pues no son claros en la estructura de la iglesia5,
o pues bien, cuando Kant está señalando esta estructura: ¿a qué iglesia se está refiriendo?
(No es la católica ni la protestante). Sin embargo, estos requisitos no afectan la propuesta
kantiana frente a la idea de que la iglesia es racional, pues a lo largo de esta primera sección
se justifica la existencia de ésta en la medida que busca la instauración de una comunidad
ética:
1. La universalidad. La iglesia debe ser universal, pues aunque haya divisiones al interior
de ella, ésta debe cobijar a todos los hombres bajo sus principios y no hacer excepción de
personas. Pues la iglesia se erige sobre principios racionales que comparte toda la
humanidad.
2. La calidad. Además de ser universal, la iglesia sólo puede ser dirigida bajo principios
morales (purificada de la imbecilidad de la superstición y de la locura del fanatismo). Ésta
no puede estar dirigida bajo principios particulares de hombres, sino bajo leyes virtuosas
que cobijen a toda la humanidad; y serán virtuosas en la medida que logren independizarse
de las particularidades de los sujetos y se circunscriban en el ámbito de lo meramente
racional.
3. La relación bajo el principio de la libertad. En la iglesia no puede haber coacción en las
leyes tanto en las relaciones internas como externas frente al poder político, es decir, nada
4
Kant con esta afirmación esta presuponiendo que hay instituciones humanas que se hacen llamar iglesia y no
lo son, por eso da una serie de requisitos para distinguirlas.
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En este punto se podría excusar a Kant, pues él no es un teólogo, ni un especialista en eclesiología.
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de jerarquías dentro de la iglesia, pues todos los hombres son iguales en la concepción
racional de Dios.
4. La modalidad de esta iglesia implica la inmutabilidad en cuanto a los principios de su
constitución. Si bien la iglesia ha de contener a priori, ya en sí misma, (en sus propios
principios) los lineamientos seguros para la administración de la iglesia visible, estos
lineamientos administrativos pueden cambiar dependiendo de las contingencias de cada
sociedad. Lo que no puede cambiar son los principios fundamentales de la iglesia invisible,
pues de lo contrario estas leyes administrativas caerían en contradicción. Los principios
primordiales que constituyen la iglesia invisible son inalterables, sólo los lineamientos
administrativos son contingentes y dependen de cada sociedad.
En este mismo orden de ideas, la organización administrativa de la iglesia no es
monárquica, es decir, su constitución no está bajo la autoridad de un papa o patriarca; ni
aristócrata, bajo Obispos o Prelados; ni democrática, como de iluminados sectarios. En
definitiva, la constitución de la iglesia no es semejante a la organización política de
cualquier Estado civil de derecho, pues su constitución está fundamentada directamente
sobre la racionalidad, desde la cual surge una idea de Dios, y sobre tal idea se fundamenta
una comunidad ética que es la iglesia; en donde los hombres, gracias a su racionalidad y a
la racionalidad de la idea de iglesia, se unen de corazón entre sí voluntariamente con su
legislador invisible.
En cuanto a la organización administrativa de la iglesia, Kant utiliza una analogía para
comprender aquello que entiende por una comunidad ética, “con la que mejor podría ser
comparada es con la de una comunidad doméstica (familia) bajo un padre moral
comunitario, aunque invisible, en tanto que su hijo santo, que conoce su voluntad y a la vez
está en parentesco de sangre con todos los miembros de la comunidad, le representa en
cuanto a hacer conocida más su voluntad a aquellos, que por ello honran en él al padre y así
entran entre sí en una voluntaria, universal y duradera unión de corazón.” (“La Religión…”,
p. 103). La anterior analogía puede ser interpretada como en relación respecto de una
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iglesia de carácter espiritual, no respecto de ninguna iglesia en particular como lo puede ser
la católica o la protestante; sino en relación a la idea de iglesia como arquetipo de
comunidad ética. Desde luego, esta interpretación se encuentra sujeta a nuevas lecturas de
la metáfora.
A manera de conclusión, me parece importante señalar dos preguntas que contienen
implícitamente la respuesta a la pregunta base, ¿cómo concibe Kant racionalmente una
Iglesia? Por un lado, como ya hemos constatado que existe un principio bueno y uno malo
que inhabitan en el ser humano, cabe preguntarnos ¿quién posibilita que el principio bueno
gane la lucha contra el mal y libere al hombre? Como ya lo dijo Kant, es “Dios”, es decir la
idea de Dios que surge de la necesidad de concebir una comunidad ética racional; la otra
pregunta es ¿cómo Dios puede intervenir en la lucha interna del hombre contra el principio
malo? Gracias a la constitución de esa comunidad ética racional, pues el filósofo alemán
reconoce que el grupo humano que rodea al sujeto puede, en cierto sentido, influir en el
desarrollo o contención tanto del principio bueno como del malo.
Así las cosas, Kant mismo me respondió la duda respecto de cómo concibe racionalmente
la iglesia, pues aunque para la razón pura - teórica - sea difícil de comprender, al ser una
pregunta que sobrepasa la estructura lógica del mundo, si observamos el subtítulo del texto
de esta tercera parte –El triunfo del principio bueno sobre el malo y la fundación de un
reino de Dios sobre la tierra-, Kant admite que es, pues, bajo la fundación de un reino de
Dios sobre la tierra, la iglesia -comunidad ética-, que interviene a través de leyes de virtud,
en la lucha de todo hombre contra el mal. Como dice San Pablo: <<en mi debilidad, Dios es
fuerte>>, es decir, donde la fuerza de Dios y la voluntad de Él impera, puede el hombre
liberarse del principio malo, en la medida que la razón moral práctica le permite al hombre
creer válidamente en un la idea de un Dios que libera los hombres del mal.
Porque toda alma racional consulta a esta Sabiduría, la cual se revela a toda alma, el
problema es cuando ésta la recibe con buena o mala voluntad, pues Dios nos ha dejado
libres y no nos impone nada, no impone su Sabiduría, por eso muchas veces cuando el
alma la recibe de mala voluntad y se deja llevar por las ilusiones que presentan los ojos
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que dan vista hacia lo exterior, ésta se pierde y desvirtúa el efecto de la Luz, el cual no es
defecto de la luz misma, sino de la ilusión causada por las cosas mundanas.
Escrito de mi autoría inspirado de la obra De Magistro VIII – XIV, de San Agustín, Obispo
de Hipona y padre de la iglesia.
BIBLIOGRAFÍA
Kant, I. (2006). La religión dentro de los límites de la mera razón. Madrid: Alianza.
……… (1788). Crítica de la Razón Práctica, Madrid: Alianza.
Colomer, E. (1993). El pensamiento Alemán de Kant a Heidegger. Editorial Herder,
segunda Edición.
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