fallo completo - Revista de Derecho Contravencional

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Fallo
CAMARA DE APEL. CONTRAVENCIONAL DE LA CIUDAD AUTONOMA DE
BS. AS.
CIUDAD DE BUENOS AIRES , CIUDAD DE BUENOS AIRES
VILLALBA AMARILLA, Gloria Bernardina c/ s/ Obstrucción de procedimiento APELACION
Sala 02 (Pablo Bacigalupo - Fernando Bosch) SENTENCIA, 23598-00/CC/2006 del 16
de Julio de 2007 Texto :
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los 16 días del mes de julio de 2007, se
reúnen en Acuerdo los Señores Jueces integrantes de la Sala II de la Cámara de
Apelaciones en lo Contravencional y de Faltas, Dres. Pablo Bacigalupo y Fernando
Bosch, para resolver la presente causa.
Y VISTOS
Llegan nuevamente estos obrados en virtud del recurso de apelación interpuesto a fs.
147/149 por el Hernán Giménez Zapiola, apoderado de la Sra. Gloria Bernardina
Villalba Amarilla, contra la sentencia de fs. 140/143 -cuya parte dispositiva fuera leída a
las partes luego de sustanciada la audiencia de juzgamiento, a fs. 139- suscripta por la
Claudia Amanda Alvaro, titular del Juzgado nº 16. El resolutorio condena a la encartada
a la pena de multa de quinientos pesos ($500), cuyo cumplimiento deja en suspenso, por
haber sido encontrada responsable de obstruir la inspección en el domicilio sito en la
calle Hipólito Yrigoyen 3633/35 de esta Ciudad, el día 21 de septiembre de 2005, a las
11:00 hs -acta nº 2-0860787-, con costas.
Para así decidir, la Magistrada reconoció el valor probatorio del acta labrada en el
momento del hecho, cuyo contenido, a su criterio, no resultó conmovido por la
accionada -fs.141 y vta.-. Se pronunció a favor de la legitimidad del procedimiento
efectuado, tanto por haber sido consecuencia de la sustanciación de un expediente
administrativo no cuestionado por la incusa como por el seguimiento observado en
relación a las normas reglamentarias aplicables -fs. 141vta.-; en esta dirección, entendió
que en el lugar prevenido se estaba desarrollando una actividad comercial sujeta a
inspección y que la Sra. Villalba Amarilla debía responder por la infracción imputada,
toda vez que se asignó la conducta obstruccionista reprochada a quien resultaba ser
secretario del apoderado su mandante -Sr. Gavilán Acosta-, lo que torna aplicable la
disposición del art. 5 de la Ley 451 -fs. 142-. Respecto de esto último, meritó
insuficientes -por su escueta formulación y falta de sustento probatorio- las alegaciones
defensistas referidas a que el recién nombrado -quien habría cometido materialmente la
falta- sólo era un inquilino del lugar, ajeno a la administración del "hotel" -ídem-.
Acreditada la obligación de la encartada de responder por el hecho sometido a
juzgamiento, la sentenciante lo encuadró bajo las previsiones de los artículos 9.1.1 de la
Ley 451 y 12.1.3 del Código de Habilitaciones y Verificaciones -fs. 142 vta.-.
Seguidamente, a la luz de los principios de individualización delineados en el art. 28 del
R.F., cuantificó la pena de multa en la suma de quinentos pesos, castigo que dejó en
suspenso en función del carácter primario de la imputada; asimismo, le impuso las
costas del proceso -ídem-.
El apelante formula en primer lugar una solicitud de declaración de nulidad de la
sentencia de esta Sala obrante a fs. 109/113, conforme la cual se fulminó la audiencia de
fs. 90/92 y todo lo obrado en su consecuencia, centralmente por haberse sustanciado
aquélla en ausencia de la Sra. Villalba Amarilla. Al respecto, su defensor sostiene que,
habida cuenta de la decisión absolutoria recaída en aquel -a su criterio- viciado acto, la
pieza nulificante habría sido allí "usada en contra" de la imputada, "como si tuvieran
cierto interés en el resultado del juicio o una extraña animosidad para con ella",
abriéndose de tal modo el camino de un indebido doble juzgamiento, -fs. 147vta.,
párrafos primero y tercero-. Agrega que "situaciones como éstas ocurrían en épocas en
las que vocablos como 'garantía de defensa en juicio', 'juez natural', 'presunción de
inocencia', 'non bis in ídem' eran desconocidos o en las que nuestra Constitución
quedaba guardada en los cajones de nefastos dictadores" -fs. 147 vta., cuarto párrafo-.
Por
lo
dicho,
y
por
versar
aquel
pronunciam
iento sobre cuestiones no sometidas a decisión del Tribunal, peticiona además el
apartamiento de esta Sala para continuar entendiendo en la causa -íd., quinto párrafo-.
A continuación, cuestiona la sentencia de la Alvaro a partir de varios perfiles de
análisis. De inicio, sostiene que la Fiscalía debió haber acreditado que el Sr. Gavilán
Acosta actuó en representación de la imputada; al no haberse producido el testimonio
del nombrado, y ante la negativa de la Sra. Villalba Amarilla respecto de la verificación
de este extremo -sumada a la ausencia de instrucciones por ella impartidas tendientes a
impedir la diligencia- la Magistrada no pudo concluir del modo en que lo hizo -acápites
"A", "C" y punto 4 de fs. 148-. Todo ello, en un contexto de omisión de valoración de la
prueba documental presentada a conocimiento de la Sra. Juez -expedientes civiles de
desalojos promovidos contra diversos inquilinos- y de la ausencia de menciones del
preventor citado a juicio sobre las circunstancias del hecho -acápites "B" y "D"-.
Causa Nº 23598-00/CC/2006. Sala II.
Por el contrario, sólo se encontraría acreditado que el Sr. Brussetti, mandatario de
Villalba Amarilla, permitió efectivamente la entrada de los inspectores al inmueble de
marras con posterioridad al episodio que motivó la confección del acta de fs. 4/5,
conducta que no conlleva la aplicación de pena alguna. Señala, finalmente, la
contradicción existente entre el reconocimiento vertido en la pieza decisoria respecto de
que la encartada no otorgó en ningún momento directivas para impedir el acceso de los
funcionarios al lugar y la posterior fijación de una sanción con basamento en la
obstaculización del procedimiento -puntos 5 y 6 de fs. 148vta.-.
En cuanto a la normativa aplicada, sostiene que el artículo 12.1.3 del Código de
Habilitaciones y Verificaciones reprime la conducta en estudio, pero desplegada por el
titular o responsable de un local, situación que no se dio en la especie -acápite al que se
asignó nuevamente el número "6" a fs. 149-.
En resumen, no habría quedado demostrado que la finca inspeccionada era un hotel y
que, frente a ello, no pesaría sobre la imputada la obligación de poseer un encargado
que habilite el acceso ni la de franquearlo a ningún inspector, por lo que la falta deviene
inexistente -punto 7 de fs. 148vta.-. Tal panorama, al amparo de lo establecido en la
cláusula transitoria décimo segunda y en el artículo 13 de la C.C.A.B.A., y en miras del
principio "in dubio pro reo", impondría la absolución de su mandante -nuevo punto "7"
de fs. 149-.
La Magistrada rechazó el planteo de recusación descripto -tanto por no encontrarse
previsto en el procedimiento de Faltas como por resultar incoado erróneamente ante la
primera instancia- y concedió la vía impugnaticia -fs. 154/155-.
El Sr. Fiscal de Cámara, Wálter Fernández, también propicia a fs. 159/160 el
apartamiento de los jueces de esta Sala. Entiende que, de no estar a la eximición de
conocimiento planteada, quedarían vulnerados principios centrales acogidos en los
tratados y pactos internacionales que conforman el bloque constitucional, aplicables al
presente ritual -casos "Marchal" de nuestra C.S.J.N. y "Herrera Ulloa v. Costa Rica" de
la C.I.D.H.-. La garantía de la doble instancia y de imparcialidad requerirían la
intervención de otros Magistrados de esta Cámara, pues el dictado de la primigenia
decisión que declaró la nulidad de lo actuado -fs. 109/113- podría afectar los derechos
de la imputada en tanto exista la posibilidad de parcialidad objetiva -punto III de fs. 159
y vta.-. Sin perjuicio de ello, sostiene a fs. 160 y vta. -punto V- que las expresiones
impugnaticias de la pieza aquí dictada debieron haber sido arrimadas por el quejoso
mediante la articulación de un recurso de inconstitucionalidad contra ella. Por esta
razón, los planteos en tal sentido resultan extemporáneos y ajenos a la presente
instancia.
En cuanto a las concretas tachas vertidas en relación a la sentencia de la Juez de grado,
el acusador entiende que constituyen meras discrepancias con los criterios expuestos en
el decisorio, por lo que dictamina se declare mal concedido el recurso -fs. 160vta.-.
Adicionalmente, peticiona la aplicación de una multa de $1.000 (pesos mil) al Giménez
Zapiola, con más las costas de la Alzada y la comunicación inmediata de lo sucedido al
Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. Todo
ello, con fundamento en la afectación de la dignidad y el decoro de estos Magistrados,
evidenciado en las expresiones formuladas por el letrado al emparentar el anterior
resolutorio emanado de la Sala con decisiones propias de regímenes de facto que
asolaron a nuestro país en el pasado -punto IV de fs. 160-.
Cumplidos los plazos y pasos procesales pertinentes, se encuentra el legajo en estado de
ser resuelto.
Y CONSIDERANDO
De inicio es dable observar una yuxtaposición de cuestiones que dotan de cierta
complejidad al planteo, imponiéndose un orden de prelación en su tratamiento toda vez
que, de estar al acogimiento de algunas, se tornarán abstractas otras, cuyo desarrollo
devendrá así dispendioso. Es por ello que en primer lugar corresponderá resolver las
cuestiones relativas a la recusación de los Jueces de esta Sala y, en su caso, la
articulación de nulidad arrimada en aparente subsidio por el quejoso
1.
Recusación y nulidad: Como se reseñó supra, la imputada articuló su pretensión
recusatoria en el mismo escrito en que planteó la apelación de la Causa Nº 2359800/CC/2006. Sala II.
sentencia definitiva, ante el Magistrado que la dictó. Este detalle -a pesar de la
improcedente resolución efectuada por el a quo, quien carecía de competencia para
resolver el planteo- demarca formalmente un obstáculo al progreso de la propuesta,
máxime cuando, aun si se considerara aplicable en la especie el plazo del art. 12 de la
Ley 189 -y con ello, incólume la facultad mal ejercida a fs. 147-, la ausencia de
presentaciones defensistas luego de serle notificado el nuevo arribo de las actuaciones a
este Estrado -obsérvese que la quejosa no ha cuestionado el rechazo del pedido ni lo ha
reeditado en esta etapa- impone, con carácter estricto, meritar precluida la instancia
procesal idónea al fin pretendido.
En lo que atañe a las razones esgrimidas por el Sr. Fiscal en el punto III de su dictamen
-que propenden al apartamiento de la Sala para continuar entendiendo en el recurso
interpuesto- aun si de alguna manera pudieran considerarse como una formal petición
recusatoria, lo cierto es que ésta también ha sido traída extemporáneamente -ver cargo
de fs. 161, que da cuenta del ingreso de la pieza una vez vencidas las dos primeras horas
del cuarto día de notificada la providencia de fs. 158-, circunstancia que obsta a su
tratamiento.
Sin perjuicio de ello, cabe advertir que la intervención que tocó a este Tribunal en el
presente legajo antes de ahora no implicó manifestación alguna sobre el fondo de la
cuestión a resolver, circunstancia que disipa las especulaciones de parcialidad esbozadas
por los presentantes. En efecto, aun desde una lectura superficial de aquel fallo se
percibe sin esfuerzo el objeto sobre el que versó, claramente ajeno a la materia de
impugnación y dirigido a la fulminación de un proceso sustanciado frente a quien no
resultaba el imputado, en aras de mantener incólume la garantía de defensa en juicio. En
este sentido, la elaboración que culminó con la declaración de nulidad de la audiencia y
el apartamiento de la Magistrada interviniente dista de sentar un antecedente que, de
conformidad con las manifestaciones de las partes, opere siquiera de elemento indiciario
de verificación del peligro reseñado, pues toda su estructura versa sobre una evaluación
anterior al tratamiento de las quejas oportunamente formuladas contra la sentencia
anulada.
El "meta-análisis" allí efectuado -en tanto importó una discusión referida a la forma en
que la sentencia alcanzó a ser dictada- no ingresa en consideraciones que aparezcan
atentatorias del decoro o delicadeza que atañen a la actividad judicante, ni se explica de
qué modo podría incidir sobre la valoración o decisión de la causa -generando un
especial ánimo que se manifieste en deterioros de la situación procesal de la persona
sometida a juzgamiento-. Tampoco emerge el "interés en el resultado del juicio" ni la
"extraña animosidad" para con la imputada referenciados en la primera parte del libelo
impugnaticio, desde que, precisamente, aquella decisión -lejos de constituir una
indebida herramienta inexplicablemente destinada a ser "usada en contra" de la
encausada- procura la intangibilidad de su defensa garantizando la regular sustanciación
de los actos del juicio que eventualmente coronaría en la aplicación de una pena; a la
vez, persigue la verificación de una inobjetable y eficaz actuación del derecho, y ello,
desde ya, en solo beneficio de la justicia.
Finalmente, ni siquiera una profundización exhaustiva permite vincular de alguna
manera las menciones vertidas en aquella sentencia con aspectos sustanciales de la
cuestión juzgada, pero aun si de algún modo se lograra efectuar una forzosa conexión que rotundamente no se da- cabe aquí señalar que "las opiniones emitidas por los jueces
en la debida oportunidad legal para hacerlo y sobre el concreto tema sometido a su
decisión, no conforman motivo de prejuzgamiento", (CNCrim, S. VII, c. 13.306 "Casse,
Horacio", rta. el 10/9/90, Sumario el-Dial Al311); y que "cuando el juzgador expresa
fundamentaciones de carácter necesario y como obligación funcional, para decidir las
cuestiones introducidas por las partes y no anticipa indebidamente su opinión sobre el
fondo de la causa, ni realiza consideraciones prematuras en exceso al marco de la
resolución que debe pronunciar, no realiza prejuzgamiento", (CNCrim, S. IV, c. 6.274
"Vaneskehian, Ernesto" rta. el 14/03/97; Sumario elDialAIC0D).
Las precedentes consideraciones obstan a la pretensión eximente arrimada por la
quejosa y apoyada por el Sr. Fiscal, sostenidas ambas, en definitiva, tan sólo en haber
ejercido su jurisdicción en la misma causa sin atender a la naturaleza y real dimensión
del asunto allí dilucidado, marcadamente extraño a la concreta impugnación del fallo
oportunamente anulado. Adoptar el temperamento contrario importaría, dado el
contexto reseñado, la desacertada convalidación del criterio según el cual el regular
ejercicio del control de legalidad propio de la Alzada -tuitivo de la situación del
imputado- resulta paradójicamente condicionante de la inherente potestad cognoscitiva
que conlleva su competencia. Tal absurdo conduciría inexplicablemente a mudar de
magistrados en los casos en que éstos hubieren intervenido aun en la menor cuestión
incidental, alcance que sin dudas no tiene el principio de juez natural remanidamente
invocado por el apelante.
Causa Nº 23598-00/CC/2006. Sala II.
Por ello el problema en tratamiento no encontrará el éxito propiciado y,
consecuentemente, tampoco la pretensión de nulidad estructurada sobre los mismos
fundamentos.
2.
Agravios: En cuanto a la alegada necesidad de verificación de un esfuerzo fiscal en el
sentido de construir un estado de culpabilidad -imprescindible en el caso de los procesos
de índole formalmente penal- es de señalar que, si bien es criterio de esta Sala que el
régimen de faltas resulta alcanzado por las garantías constitucionales que tutelan la
materia represiva, lo cierto es que también ha reconocido sus cualidades propias y
diferenciales, emanadas de su génesis en el derecho administrativo sancionador y en las
notas que informan el ejercicio del poder de policía en las actividades sometidas a
control dentro del ejido -conf. art. 1º de la Ley 451-. En este sentido, repetidamente nos
hemos inclinado por la adecuación a aquellos estándares de la aplicación de las
prescripciones del art. 5º del ordenamiento procesal, en tanto el acta que reúna los
requisitos del artículo 3º se considera, salvo demostración en contrario, prueba
suficiente de la comisión de las faltas endilgadas. La inversión de la carga de la prueb
a es característica del ámbito infraccional, y requiere del imputado la recreación, en
principio, de una versión fáctica diferente de la asentada en el documento imputativo conf. causas nº 165-00-CC/2004, rta. el 07/07/2004; nº 141-00-CC/2005, rta. el
05/07/2005; nº 283-00-CC/2005, rta. el 16/09/2005; 379-00-CC/2005, rta. el
17/11/2005; nº 050-00/CC/2005, rta. el 23/05/2006, entre otras-, que escape aun de la
generación de una "duda razonable", para dirigirse al aliento de una convicción en
contrario de lo allí vertido -conf. causa nº 411-00-CC/2005, rta. el 16/12/2005-. Es por
ello que habrá de rechazarse el agravio estructurado al respecto.
Este principio, por lo demás, obrará de principio argumental para el tratamiento de las
restantes quejas acercadas por la accionante, y en virtud de ello es que aparece
insuficiente en la especie la actividad desplegada por la defensa a efectos de revertir la
acusación. En efecto, obsérvese que la documental incorporada -respecto de la cual esta
Alzada conserva plena facultad de apreciación, de conformidad con el criterio sentado
desde la causa nº 043-00-CC/2004, rta. el 23/04/2004- tiende a demostrar la eventual
falsedad de una imputación distinta de aquella por la que recayó condena; esto es, que el
inmueble sometido a inspección no realizaba la actividad "hotel", sino que se
encontrarían locadas sus habitaciones mediante sendas suscripciones de contratos de
alquiler regidos por la Ley nacional 23.091. Sin embargo, tal esfuerzo probatorio pasa
por alto el concreto reproche dirigido al titular de la explotación, consistente en
"impedir realizar la inspección (obstrucción)" -ver acta de fs. 4-, basamento de hecho
que, a la luz de los mínimos consejos de la lógica y la experiencia común, contrasta sin
más con la desacertada estrategia defensista, consistente en el intento de librarse de la
imputación a partir de la acreditación de un hecho marcadamente ajeno al que
constituye materia de juzgamiento. En resumen, nada prueban los legajos sustanciados
en sede civil respecto de la conducta impeditiva endilgada, perfil que ha sido
correctamente apreciado por el a quo e improcedentemente reeditado por el quejoso.
Por lo mismo, y en relación a idénticas citas jurisprudenciales antes invocadas, es que
no adquiere corporeidad convictiva alguna la personal valoración de las omisiones en
que incurrió el preventor al momento de verter su testimonio. Ello así, toda vez que
nada aporta a la hipótesis esgrimida por el quejoso el silencio observado, en función de
la demanda de construcción fáctica que, como se dijo, exige la ley procedimental.
Finalmente, si alguna duda pudiese abrigarse respecto de la materialidad del hecho reflejada iuris tantum en el documento de fs. 4- es el propio letrado del apelante quien
viene a zanjarla, manifestando que "...alguien impidió el acceso a unos inspectores..." ver comienzo del punto 4 a fs. 148-, circunstancia que se corrobora a fs. 19, en cuanto
las autoridades que intervinieron en el procedimiento atestan que "...fuimos atendidos
desde una ventana del entrepiso con quien después se identificó como Guillermo Acosta
Gavilán (...) alojado en la hab A, según sus dichos. Al sernos negado el acceso, se llamó
al 101 (...) ante la nueva negativa, se labró el acta de comprobación Serie 2 Nº 086787".
Tal irregularidad es sin duda reconocida por el defensor, en cuyo entendimiento "...está
acreditado que quien sí es el verdadero representante de mi defendida, el Sr. Brusetti,
accedió a que los inspectores ingresen al inmueble, con lo que la anomalía de la
obstrucción al procedimiento en todo caso quedó superada. Es por ello que la sanción
impuesta deviene abusiva, ya que mal puede reprocharse a mi mandante conducta
osbtruccionista, si su propio apoderado accedió sólo unos días después del primer
intento de inspección a la realización de la misma" -fs. 148vta., los destacados son
nuestros-. Surge así de tales manifestaciones, también evaluadas al amparo del más
elemental afán de logicidad, el presupuesto Causa Nº 23598-00/CC/2006. Sala II.
del que el mismo quejoso parte: la existencia de una previa tarea de prevención sobre el
inmueble propiedad de la Sra. Villalba Amarilla, cuya frustración devino del hecho de
un tercero habitante de una de las unidades del inmueble.
Frente a este panorama, resultaba exigible al ahora quejoso el desenvolvimiento de una
actividad tendiente a revertir los extremos fácticos reseñados -o de presentar
convenientemente la confluencia de una causa de justificación o de inculpabilidad, conf.
doctrina de nuestro T.S.J. en "Arbitra", rta. el 28/03/2001-, lo que no se verifica, por
cierto, en el particular. Por el contrario, la esforzada defensa -que erróneamente endilga
al Ministerio Público Fiscal la omisión de esta tarea, sin dudas ineludible en el marco de
un proceso contravencional o penal- orienta sus embates hacia los criterios de
valoración de la prueba y la asignación de responsabilidad a la titular del local objeto de
inspección, imprimiendo así un derrotero escasamente idóneo a los efectos pretendidos.
Ello así, en primer término, en orden de la inequívoca construcción fáctica -no
contradicha- que surge de las constancias reseñadas. En segundo lugar, fuera de traer a
la discusión el expediente administrativo en que se fundó la pesquisa -rotulado "Reg
3354/CGP 25/2005" a fs. 19 y 20-, lo que en cierto sentido hubiese generado algún
debate acerca de la antijuridicidad de la conducta en observación, la controversia
propuesta se centró en el deslinde de la obligación de responder por parte de la Sra.
Villalba Amarilla, criterio erradicado de inicio en función de la manda del art. 5º de la
Ley 451. En efecto, la crónica anterior evidencia sin hesitación que la doble negativa
que motivó el labrado del acta configuró en la especie una acción desplegada "en
nombre" o "bajo el amparo" de la incusa quien, cualquiera fuera el título en virtud del
cual permitía o toleraba el uso y habitación de las unidades en que se dividía su
inmueble -y como garante de la pacífica tenencia de las habitaciones del "hotel" que
explotaba- no podía ignorar que cabía el ejercicio del derecho de exclusión a los
ocupantes o inquilinos de la finca en cuestión como consecuencia del solo hecho de su
legítima posesión, y en este sentido es que el "amparo" a que se refiere la norma local
resultaba en la especie también abarcativo de los actos tendientes a defenderla. Al efecto
no obsta la alegada ausencia de directivas relacionadas con el eventual rechazo de
funcionarios preventores, pues es precisamente la posición que la encausada ocupaba
respecto de quienes allí moraban en forma temporal o permanente la que constituia
tanto la fuente protectiva antedicha, como su correlativo y actual deber de afrontar las
consecuencias jurídicas a ella atinentes.
Por ello, y toda vez que el franqueo definitivo de la entrada resultó posterior e
independiente al hecho en juzgamiento, el deber de responder que pesa en cabeza de la
imputada no aparece en modo alguno conmovido, no observándose al respecto que el
Magistrado haya incurrido en una deficiente percepción de las probanzas producidas, ni
ninguna otra forma de arbitrariedad, violación de la ley o inobservancia de las formas
sustanciales prescriptas para el trámite o decisión de la causa -conf. art. 56 L.P.F.-. En
este punto, y de conformidad con lo dictaminado por el órgano acusador, bajo la
pretensión de discrecionalidad fundada en la sola voluntad del juzgador se trasluce tan
sólo un disenso con lo decidido -por otra parte sostenido, como se vio, en desajustadas
invocaciones del ordenamiento en el que, según el quejoso, se subsume el caso-.
En cuanto a la normativa aplicable, más allá del sujeto activo que menciona el art.
12.1.3 del Código de Habilitaciones y Verificaciones -sin perjuicio de lo cual
claramente delimita la conducta prohibida- lo cierto es que el art. 9.1.1 del código
sustantivo reprime al que "obstaculiza o impide el desempeño a funcionarios públicos
en ejercicio de sus funciones", descripción típica que, aquí también, despeja toda
polémica sobre el punto y determina suficientemente el molde normativo en función del
cual, con las particularidades esbozadas en los párrafos anteriores, la Sra. Villalba
Amarilla debe someterse a la pena impuesta.
3.
Por último, a fin de evaluar la viabilidad de la petición fiscal de aplicarse una sanción al
letrado defensor de la incusa, se tendrá en cuenta la doctrina de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en Fallos: 305:2261 y 312:1076, de conformidad con la cual "...es
cierto que la defensa de los intereses del cliente debe ser ejercida con energía y
denuedo, si es necesario, pero también con la indispensable mesura que salvaguarda la
majestad de la justicia, circunstancia que obliga a conservar el debido equilibrio y evitar
los desbordes de palabra". Sin embargo, también lo es que la apreciación de los hechos,
escritos o expresiones, susceptibles de originar sanciones, queda librada al sensato
criterio de quien la impone y deben ser usadas de manera prudente, a fin de no coartar el
derecho de defensa -cf. Fallos 310:1488 y 312:727, entre otros-.
Causa Nº 23598-00/CC/2006. Sala II.
Desde esta perspectiva de análisis, corresponde apreciar las expresiones objeto de
impugnación como una encendida alocución vindicatoria fundada en los riesgos de
ruptura democrática que inspiraban al abogado, aunque con incorrecta ilustración, las
argumentaciones por las cuales esta Sala mantuvo indemne la posibilidad de su pupila
de resistir la imputación, procurando enfáticamente el justo viraje que a su criterio debía
experimentar la causa. En esa inteligencia, y atendiendo al especial carácter crítico que
detentan en nuestra sociedad los tópicos que conformaron la invectiva del profesional,
parece razonable conceder cierta dispensa discursiva en miras de asegurar en todos los
casos la disipación definitiva de toda posibilidad de deterioro institucional, aun cuando,
como en el presente, ésta sólo se manifiesta en la sola creencia del Sr. Defensor.
Es que "el abogado es un colaborador de la justicia, siendo su misión primordial la de
buscar la verdad. Este compromiso con la verdad y con la justicia del caso es el que
debe alimentar la mente y el corazón del abogado, asumiéndolo como un compromiso
indeclinable que, lejos de limitarse al ejercicio de la profesión, se extiende a todos los
actos de su vida. El abogado debe saber "leer" en cada caso que un justiciable le confía,
una solicitud de justicia, un reclamo de quien se considera titular de un derecho digno
de tutela. El abogado es el vehículo al que la ciudadanía recurre para satisfacer un
determinado interés. Y en su afán de solucionar ese ansia de justicia, el abogado debe
poner no sólo el máximo de su empeño personal y saber técnico, sino también hallar las
formas de manifestarlo de modo que sean reconocidos" -Caivano, Roque J. y
Rosenkranz, Ofelia: "Las facultades disciplinarias de los jueces y las faltas de ética de
los abogados", comentario a fallo publicado en JA 1996-II-5, cita Lexis nº 962002-.
En consecuencia, no verificándose los extremos advertidos por el Sr. Fiscal ante esta
instancia, tampoco habrá de acogerse la propuesta esbozada en el punto IV de su
dictamen -fs. 160-.
Por ello, y habiendo concluido el Acuerdo, el Tribunal
RESUELVE:
I.- NO HACER LUGAR a la pretensión ante la instancia de apartamiento formulada a
fs. 159/160 por el Sr. Fiscal.
II.- NO HACER LUGAR al planteo de nulidad impetrado a fs. 147vta. por el Sr.
Defensor.
III.- CONFIRMAR la sentencia de fs. 140/143 en cuanto condena a Gloria Bernardina
Villalba Amarilla a la multa de quinientos pesos ($500), cuyo cumplimiento se deja en
suspenso, y costas, por haber sido encontrada responsable del siguiente hecho: obstruir
la inspección en el domicilio sito en la calle Hipólito Irigoyen 3633/35 de esta ciudad, el
día 21 de septiembre de 2005, a las 11:00 hs. (acta nro. 2-0860787).
Tómese razón, notifíquese por cédula con carácter urgente al Sr. Fiscal de Cámara y
devuélvase a la primera instancia interviniente, debiendo el Sr. Magistrado a quo
ordenar las notificaciones restantes.
Sirva lo aquí proveído de atenta nota de envío.
Fdo: Fernando Bosch, Pablo A. Bacigalupo. Jueces de Cámara.
Ante mí: Marina R. Calarote. Secretaria de Cámara.
Nota: Se deja constancia de que la Marcela De Langhe no suscribe la presente por
hallarse en uso de licencia. Conste.-
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