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D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A D I C I E M B R E 2 0 1 3
ISRAEL
De Néguev
a Atemajac
México e Israel,
semejantes y distintos,
alejados por la geografía,
unidos en la cultura
—SHULAMIT
GOLDSMIT Y BRINDIS
516
ISSN: 0185-3716
ESPECIAL FIL GUADALAJARA 2013
516
3
Agua y pan
YVES BONNEFOY
7
Edmund Wilson,
un intruso en Qumrán
AURELIO MAJOR
9
Einstein style!
SERGIO DE RÉGULES
12
Un archipiélago que nos une
SHULAMIT GOLDSMIT Y BRINDIS
14
Hebreo y español:
un matrimonio tempestuoso
IORAM MELCER
16
Un centauro en las letras israelíes
S I LV I A C H E R E M S.
18
Escribir desde la diáspora
(dentro de Israel)
ENTREVISTA CON ETGAR KERET
20
Todo tiene dos caras.
Excepto la sombra
A N D R E A F U E N T E S S I LVA
22
Las mujeres en Israel:
la verdad oficial y la verdad oculta
S AV YO N L I E B R E C H T
23
Madame Bovary de Nevé Tzedek
NURIT ZARHI
25
Desterrar el destierro
PA B L O YA N K E L E V I C H
28
El fantasma de la medicina
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
30
David Huerta:
memoria del mediodía
JOSÉ MANUEL MATEO
32
Apología de un genio atormentado:
Dmitri Shostakóvich
E DI TOR I A L
Parentesco aposta
H
ay tunas allá y acá, pero muy poco más
tenemos en común. Ni las raíces de
nuestras lenguas, ni algún acontecimiento
compartido en las respectivas historias,
ni siquiera el sistema de escritura en que
cada quien se comunica. El grueso de los
habitantes de allá profesa una religión
distinta a la que prima por acá. El nivel de
desarrollo económico de cada país los coloca
en divisiones incompatibles. Nada liga sus
gastronomías o sus tradiciones musicales. Y sin embargo Israel y México
se atreven a sentirse naciones hermanas, acaso porque los nexos que hoy
las unen son deliberados y no fruto de una filogenia inevitable. Que la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara reciba a los escritores israelíes, a los
libros y la cultura de un país que ha domesticado el desierto, es una señal de
esta cercanía construida a propósito, con voluntad. Este número de
La Gaceta es una hebra más en los lazos que cada vez con más fuerza unen
a nuestros países.
El Fondo quiere contribuir a esa nueva proximidad con libros, unos
nuevos y otros no tanto. Entre los segundos se halla uno sobre esos
documentos semidestrozados que arrojan luz sobre el pueblo que habitó en
las riberas del mar Muerto hace un par de milenios; el editor Aurelio Major
pasa revista al librito que sobre ese tema preparó Edmund Wilson medio
siglo ha. Y como en la feria Albert Einstein estará muy presente, hemos
invitado a Sergio de Régules a que defina la “esencia” del modo einsteiniano
de hacer ciencia, lo que va acompañado de una relación de obras nuestras
sobre el gran físico judío.
Pero el plato fuerte de este banquete es la antología Islas entre nosotros,
un amoroso proyecto iniciado por la escritora Esther Seligson para
traer a Hispanoamérica un muestrario de narradores del Israel de hoy.
Interrumpido por la muerte de la autora de Toda la luz, la antología
pudo materializarse gracias al empeño de Ioram Melcer y el tesón —y los
recursos, económicos pero sobre todo humanos— del Instituto para la
Traducción de la Literatura Hebrea, al que desde aquí agradecemos su
diligencia y generosidad. Una reseña de ese libro y textos sobre o de autores
incluidos en él permitirán al lector iniciarse en el conocimiento de una
literatura con antecedentes milenarios. Cierra la sección israelí un texto
acerca de una obra que se ocupa del exilio en América Latina, escrita por un
par de académicos vinculados con la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Y como la feria es también ocasión para lanzar una nutrida perdigonada
de novedades editoriales, presentamos reseñas de la nueva edición de
Palinuro de México, la poesía reunida de David Huerta, una evocación
biográfica y musical de Shostakóvich a cargo de Carlos Prieto, las
conversaciones de Silvia Lemus con una veintena larga de escritores e
intelectuales, así como un par de artículos sobre dos de nuestras autoras de
libros para niños y jóvenes que estarán en la fil: la estadunidense Tahereh
Mafi y la argentina Isol.
Del desierto de Néguev al valle de Atemajac han volado los pajarillos que
colocó en nuestra portada el muy talentoso David Polonsky, autor de las
ilustraciones de un libro publicado por el Fondo en 2009: Noche sin luna.
Nos traen de allá semillas de algo que florecerá por acá, como las tunas
—como las sabras— que proliferan en nuestras regiones más secas. Tal vez
sean duras y espinosas por fuera, pero quien se atreva a conocer su interior
verá qué tan dulce es su entraña. En eso sí que nos parecemos.W
ALEJANDRO PÉREZ SÁEZ
34
Silvia Lemus o el arte de retratar
las razones de una obra y una vida
SANDRA LICONA
36
CAPITEL
36
NOVEDADES
DICIEMBRE DE 2013
José Carreño Carlón
León Muñoz Santini
D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E
ARTE Y DISEÑO
Tomás Granados Salinas
Andrea García Flores
D I R E C TO R D E L A G AC E TA
F O R M AC I Ó N
Alejandro Cruz Atienza
Juana Laura Condado Rosas,
María Antonia Segura Chávez,
Ernesto Ramírez Morales
J E F E D E R E DAC C I Ó N
Ricardo Nudelman, Martha Cantú,
Adriana Konzevik, Susana López,
Alejandra Vázquez
C O N S E J O E D I TO R I A L
38
De pieles, encierros y medianías
JUANA INÉS DEHESA
39
Isol y la complicidad con los niños
DANIEL GOLDIN
V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T
Impresora y Encuadernadora
Progreso, sa de cv
IMPRESIÓN
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es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,
Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado
de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y
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I L U S T R AC I O N E S D E P O R TA DA Y PÁG I N A 2 : © DAV I D P O LO N S K Y
2
OCTUBRE DE 2013
DE NÉGUEV
P O ES
A ATEMAJAC
ÍA
El ganador este año del Premio FIL en Lenguas Romances es un poeta, ensayista y
traductor de obra extensa e intereses amplísimos. Lo mismo teoriza sobre la traducción
de versos que atrapa mitos milenarios, lo mismo hurga en la cotidianidad que hace historia
literaria. Como celebración por el galardón que le confirió la feria tapatía ofrecemos aquí
un soneto de su poemario más reciente, L’Heure presente (Mercure de France, 2011)
Agua y pan
YVES BONNEFOY
VERSIÓN DE JORGE ESQUINCA
es poca tela, ¿y desgarrada? el cielo
sobre una landa en que pastores yerran
de noche, sin tener más que el llamado
a espabilar el sueño de las bestias.
Y presiento que pretendió el pintor
que el ángel que repara la injusticia
busque los ojos, en un cuadro incluso,
Agar y el niño que con ella escapa.
Y están aquí, y el ángel a su lado,
justo donde la imagen se deshace.
Lo invisible retoma los colores
del pan milagroso, la jarra de agua.
No queda más del niño que un fulgor
que hace soñar que en él comienza el día.W
DICIEMBRE DE 2013
a
3
DE NÉGUEV A ATEMAJAC
4
a
DICIEMBRE DE 2013
DE NÉGUEV A ATEMAJAC
DOSSIER
Del desierto de Néguev al valle de
Atemajac vienen, como traídas por el
firme pico de un ave, las imágenes de
una nación ancestral y nueva: una
deslumbrante ojeada a los rollos del
mar Muerto, una tesis sobre el estilo
einsteiniano de pensar y convencer,
un recorrido por la más reciente
prosa israelí, un ensayo sobre el
maridaje de nuestras lenguas,
tres imágenes emblemáticas de
las féminas en el Israel de hoy, un
análisis del exilio latinoamericano
efectuado desde Jerusalén. Ligeros y
nutritivos, los caracteres del hebreo
nos alimentan
DICIEMBRE DE 2013
a
5
Fotografía: © I R V I N G P E N N
DE NÉGUEV A ATEMAJAC
6
a
DICIEMBRE DE 2013
Fotografía: ©T H E P S A L M S S C R O L L ( 1 1 Q 5 ) , U N O D E LO S 9 7 2 T E X TO S D E LO S R O L LO S D E L M A R M U E R TO
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Los rollos del mar Muerto plantean diversos enigmas, unos teológicos, otros muy
terrenales. En un libro excepcional sobre esa pieza de interés arqueológico y religioso, el
crítico estadunidense Edmund Wilson se adentra, con prosa elegante y seductora, no sólo en
los objetos en sí sino en el mundo y la época en que fueron escritos. Obra de un diletante que se
convertiría en experto, este volumen es una de las joyas de nuestra colección Breviarios
R ES EÑA
Edmund Wilson,
un intruso en Qumrán
AURELIO MAJOR
& el entendido argumentos cobrara
Prov 1:5
E
dmund Wilson viajó al nuevo estado de Israel en 1954
a fin de escribir un reportaje sobre el descubrimiento
en las cuevas de Qumrán de
unos misteriosos rollos manuscritos pertenecientes a
una secta antiquísima hasta entonces desconocida,
los esenios. Persuadido de
la trascendencia histórica de aquel hallazgo, propuso a la revista The New Yorker, de la que era a la sazón
su crítico literario más influyente, que patrocinara el
viaje. Los rollos eran vistos en ese entonces con suspicacia, porque si bien los esenios habían sido un fenómeno desarrollado en el entorno del judaísmo, no
eran propiamente judíos, y para los cristianos obligaba a una revisión de determinados presupuestos
textuales y arqueológicos aceptados desde hacía casi
dos milenios. El 23 de marzo Wilson desembarca en
Haifa procedente de Italia y queda impresionado del
entusiasta recibimiento que se le prodiga a los futuros
colonos recién llegados. Entre conversaciones y entrevistas con eruditos y arqueólogos, religiosos y escépticos, viaja a Jerusalén, se pasea por el barrio jaredí
de Mea Shearim, le repele el lamentable estado de la
iglesia del Santo Sepulcro, viaja a Transjordania, a Tiberíades y visita a los casi extintos samaritanos. Ante
la austeridad de Jerusalén y bajo un cielo inmenso,
deja recogido en el cuarto tomo de sus diarios: “Es interesante pensar que las efusiones de color de las navidades y las anunciaciones renacentistas, los imponentes crucifijos griegos, las agonías y los éxtasis del
arte francés e italiano, alemán y bizantino, surgieron
todos de leyendas provenientes de estas serenas lomitas espolvoreadas de piedras y rebaños bajo tranquilos cielos luminosos”.
El revuelo internacional suscitado tras la publicación por entregas del reportaje dio origen un año más
tarde a una versión amplia, Los rollos del mar Muerto, uno de los libros de Wilson que más ha perdurado
en el imaginario colectivo, pues fue el primer, y du-
DICIEMBRE DE 2013
rante mucho tiempo único, referente para el lector escritos que revelaron un judaísmo desconocido en
no especializado (la oportuna primera edición espa- cuyo entorno Cristo y sus seguidores vivieron, penñola del fce es de 1956). No es sólo uno de los gran- saron y escribieron. A todo ello se añadían las dramádes reportajes de un siglo que tuvo muchos y muy ticas circunstancias imperantes en la lucha histórica
destacados, entre ellos, por ejemplo, los del propio del pueblo judío por sobrevivir y reclamar un hogar
crítico sobre la depresión económica de 1929 (The nacional.
Edmund Wilson (1895-1972) ha sido considerado,
American Earthquake), sino que al presentar historia y erudición en un sagaz marco narrativo desti- con cansina pero irrefutable insistencia, uno de los
nado al amplio público, dio inicio al debate, delimi- grandes críticos literarios, y no sólo en Estados Unitó y sentó las bases de su discusión posterior, y sus dos, del siglo xx. Fue integrante distinguido de lo que
ecos llegan hasta el presente, casi sesenta años más la sociología de la literatura denomina “intelectuatarde. Para uno de sus informantes, en ese entonces les de Nueva York”, el conjunto de escritores progreprofesor de literatura comparada de la Universidad sistas (o “radicales”), y que abarca dos o tres promoHebrea de Jerusalén, David Flusser, se trata de “un ciones (baste citar, a guisa de ejemplo, a los críticos
libro que, desde muchos puntos de vista, fue un hito Alfred Kazin o Irving Howe y a las escritoras Mary
McCarthy o Susan Sontag), protagonistas de la
en la investigación de la historia de las religiones”.
No obstante, los cristianos, detentadores de la Pa- madurez de una generación literaria que coincide
labra, temían el peligro de que hubiera una nueva y continúa también a la llamada “perdida” de los
años veinte, y preludia una cultura que se
Palabra, y, por otra parte, para los judíos
estaba gestando: la del nuevo internaciosólo ellos mismos estaban autorizados a
nalismo estadunidense. Su infancia patriinterpretar sus escrituras, y ningún aficia y más o menos solitaria transcurrió en
cionado podía aspirar a poseer lo que les
la biblioteca familiar de clásicos e historiacorrespondía desde hacía siglos. Wilson
dores. Su formación en la Universidad de
había supuesto que para los israelíes el inPrinceton, su alistamiento voluntario en
terés de un gentil en su historia y en la lenla primera Guerra Mundial, sus iniciales
gua hebrea era toda una novedad. En una
incursiones en el periodismo, la convulcarta a Waldo Frank explica que el acersión que supuso la depresión económica
camiento (en sentido histórico) a Israel
de 1929 y la intensidad del efecto político
por parte un anglosajón de antecedentes
subsiguiente en el marco de la irradianpuritanos veterotestamentarios era algo
te Revolución bolchevique, acendraron su
bien distinto del efectuado por un judío
LOS ROLLOS DEL
convicción en los años treinta de que la crírabínico o europeizado. El suyo se basaba
MAR MUERTO
tica literaria ejercida desde el periodismo,
en una restitución de la Biblia sin la expeEl descubrimiento
en Vanity Fair primero, y después en The
riencia talmúdica y medieval intermedia:
de los manuscritos
New Republic, The New Yorker hasta llegar
“nunca he visto esta situación puesta de
bíblicos
a The New York Review of Books en los años
manifiesto, la mayoría de los judíos no la
sesenta, no sólo era un empeño higiénico,
reconoce y la mayoría de los ex puritanos
EDMUND
sino que debía asimismo, de modo esencial,
no se dan cuenta de la fuerte presencia del
WILSON
formar el gusto literario de los lectores.
factor hebraico”. Así que el escéptico WilEl procedimiento crítico de Edmund
son fue tratado por los más intransigentes
breviarios
Wilson consistía en la identificación apaya no como un impertinente, sino como
Traducción de E. S.
un intruso. En cambio, otros eruditos, Speratti y J. J. Blanco sionada con la obra hasta desentrañar sus
mecanismos para posteriormente alejarse
que a la postre habrían de imponerse con
2ª ed., 1977, 351 pp.
y disponer de una distancia objetiva en el
los hechos, pensaban justo lo contrario: se
978 968 16 0942 9
contexto de la inferencia histórica. Aunque
precisaba de la lectura científica de unos
$68
a
7
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
EDMUND WILSON, UN INTRUSO EN QUMRÁN
Wilson cultivó sobre todo el ensayo, el estudio, pero
también el cuento, la novela corta, el teatro y la poesía reunidos en casi cuarenta libros, su celebridad se
cimentaría en su periodismo literario, de precisión
judicial, erudito y concentrado, atento a los hechos,
presentado con una de las prosas más elegantes y
atractivas de sus contemporáneos, y que le confirió
una autoridad casi institucional, de un solo individuo, si se tiene en cuenta que no se sustentó en cargos públicos ni en sinecuras universitarias que pusieran en entredicho su independencia de criterio,
como bien corroboró la popularidad de sus reportajes sobre los rollos del mar Muerto desde el comienzo. Al respecto escribió a su editor en Oxford: “el primero de estos ensayos, por cierto, ha demostrado tener más éxito —desde el punto de vista de las cartas
y de las peticiones de reimpresión— que todo lo que
haya escrito con anterioridad”. Y añade socarronamente que muchas de aquellas reimpresiones de la
revista no pudieron servirse a sus pretendidos destinatarios en los seminarios y conventos por los anuncios de bañadores que acompañaban la publicación.
No pretendió que su juicio fuera de ningún modo
infalible, y Wilson no descartó los matices, la polémica, la revisión propiciada por el intenso intercambio con sus colegas, con los “compañeros de
viaje” ideológicos, con múltiples escritores, recogidos en las más de setenta mil cartas que escribió a
mano hasta el día de su muerte. En 1967, justo antes de la guerra de los Seis Días, y a los setenta y dos
años de edad, Wilson visitó de nuevo Israel a fin de
añadir una larga segunda parte, una puesta al día
del libro que le había granjeado tanta polémica notoriedad (en 1977 el fce amplió esta edición vigente y muchas veces reimpresa, con un curioso y revelador intercambio entre Wilson y uno de sus críticos). En carta a uno de sus amigos íntimos, John
Dos Passos, refiere que “una de las cosas que más
disfruté fue dar mi apoyo moral a las estudiosos
seculares que han estado trabajando en los rollos.
Están siendo constantemente atacados por la iglesia católica y el conflicto se ha vuelto emocionante. Soy el único ajeno que sabe algo del asunto, y he
venido a desempeñar, en relación con los rollos, un
papel semejante al de Hemingway con los toros…”
Hasta el final de sus días, según testimonio de Elena, su última esposa, se pudo ver a Wilson sentado
en su escritorio rodeado de Biblias y diccionarios,
manteniéndose al tanto de las novedades, descifrando el Antiguo Testamento y los facsímiles de
los fragmentos.
Como crítico literario, y a pesar de lo que podría
parecer por su superior capacidad de comprensión
de la modernidad, demostrada en El castillo de Axel
(su fundamental estudio de 1931 sobre la revolución
literaria gestada por Proust, Joyce, Eliot, Stein, Valéry y otros), no fue un adalid del modernism angloamericano, de las vanguardias, sino que más bien se
interesó en la continuidad de la tradición; en su innovación, no en su ruptura. Sus fundamentos críticos se
encuentran en la historiografía francesa e inglesa del
xix (la de Taine, de Gibbon, de Michelet) y en la crítica francesa, estadunidense y británica decimonónica de De Quincey, Shaw, Poe, Arnold o Sainte-Beuve,
por lo que las nuevas teorías que se desarrollaron a
partir de la imposición de la obra de Eliot y Joyce en
los cenáculos académicos y que dieron origen al New
Criticism, al “alambre de espino” de la filología desaforada, y continuaron con los émulos y secuaces del
estructuralismo y el postestructuralismo, le resultaban repelentes. Isaiah Berlin recuerda que, antes de
presentarlo a sus colegas de Oxford tras la segunda
Guerra Mundial, Wilson lanzó “un ataque demoledor contra la vida universitaria y la academia”, a la
que tenía por “asesina de todo lo vivo y real que hay
en la literatura y el arte”. Wilson, el intruso, escribió
cuando la prensa aún ejercía una profunda influencia, la crítica académica no había domesticado la
sensibilidad y las clases instruidas compartían valores más o menos comunes.
Wilson gozó entonces de una formación clásica,
humanista, teñida de positivismo en versión estadunidense que pretendía relajar las ataduras y severidades religiosas, pero en el contexto del club social.
Leía con fluidez a los clásicos latinos y griegos, y su
pasión casi “sensual” por otras lenguas lo acercó no
sólo al francés, sino al alemán y más tarde célebremente al ruso. Pero infancia es destino, y su abuela
paterna le había infundido las Escrituras. En A Piece of My Mind recuerda que uno de los momentos
decisivos como lector maduro (además del descu-
8
brimiento de Voltaire, ya frecuentada en profundidad la obra de Stendhal, Flaubert y France, y la
de Pushkin) fue la revelación de la Biblia hebrea en
ejemplar recuperado en la casa de su niñez y que su
madre le había legado al fallecer. Por razones familiares entonces y por pasión histórico intelectual,
pues además de la consabida influencia del Antiguo
Testamento en el tejido mismo de la lengua inglesa,
los primeros colonos de Nueva Inglaterra se habían
identificado con los israelitas perseguidos por el
faraón-monarca británico hasta tal punto que muchos grupos religiosos habían sido acusados de judaizantes en aquellos primeros años de las colonias
norteamericanas, este aspecto de Estados Unidos le
interesaría siempre. Los miles de años de exégesis
bíblica judía asimismo podían entenderse como el
cimiento de la moderna crítica literaria, considerada
como crítica textual con trasfondo moral. La dimensión profética que Wilson había advertido en Harriet
Beecher Stowe y en Abraham Lincoln, un interés
que ya había explorado en Marx y en Freud, aunado a
su penetrante análisis de escritores decimonónicos
como James Russell Lowell o John Jay Chapman,
cuyo filosemitismo era otra máscara del antisemitismo, acrecentaron su interés en el judaísmo. En 1952
Wilson, profesor invitado en Princeton, se enfrascó
simultáneamente en el aprendizaje del hebreo en el
Seminario Teológico de la universidad. Estaba convencido de que ni la versión griega ni la versión del
rey Jacobo del Antiguo Testamento le hacían justicia, trufado como estaba de interpretaciones cristianas. Aprendió pronto, y comenzó a indagar con diversos estudiosos sobre el reciente descubrimiento
de los manuscritos en Qumrán. Las ansiosas evasivas y los silencios que siguieron a sus preguntas por
parte de cristianos y judíos lo impulsaron a emprender, dos años después, su primer viaje a Israel. “Si
uno se asoma al Antiguo Testamento desde el punto
de vista judío, como yo lo he hecho —escribe Wilson
en sus diarios—, todo parece tan judío y tan parte íntima de su tradición que cabe preguntarse cómo los
cristianos y los árabes fueron capaces de adaptarlo
a sus mentalidades y entornos. Para los judíos estas
versiones foráneas de sus libros sagrados deben de
parecerles un sacrilegio y un farsa.”
Su atrevimiento imaginativo, su inmensa capacidad para compendiar las complejidades de la erudición y desechar pedanterías, su imaginación reconstructiva y análisis llevaron al célebre arqueólogo
Yigael Yadin, uno de los primeros traductores de los
manuscritos de Qumrán, a reconocer que: “Los rollos del mar Muerto no fueron descubiertos por los
arqueólogos, sino por los beduinos, y su importancia no se puso en conocimiento del mundo por un
arqueólogo tampoco, sino por un estudioso aficionado, Edmund Wilson. […] No sólo contribuyó a que los
rollos fueran conocidos en el mundo profano, sino
también influyó en el modo en el cual algunos investigadores los estudiaron, pues sus escritos eran muy
provocadores. Se propuso formular preguntas. Definió los puntos de vista de algunos estudiosos tal vez
de un modo más audaz de lo que se hubieran atrevido
a hacer ellos mismos.”
Wilson se congratuló de no verse en la obligación
de adaptar sus ideas a las fórmulas, por simbólicas
o racionalizadas que fueran, de la teología cristiana
tradicional, aunque la contemplación del judaísmo
después de convivir con el cristianismo lo llevara a
sentir al principio una ausencia y a la vez un alivio al
deshacerse de aquella mitología, en la cual la figura
semihumana del Salvador introduce una dimensión
íntima perturbadora. Pero el Dios de los judíos es
remoto, no se puede escribir ni pronunciar su nombre, carece de intermediarios salvo los profetas y éstos son meros seres humanos. En la teología judía, al
contrario del calvinismo, no preocupa ser uno de los
elegidos, no preocupa el infierno. Se vive con Dios en
una habitación vacía.W
Más allá
del mar Muerto:
otros libros de
Wilson en el
Fondo
LA HERIDA Y EL ARCO
breviarios
Traducción de Marcelo Uribe
1ª ed., 1983, 307 pp.
978 607 16 1471 1
$68
VENTANA A RUSIA
breviarios
Traducción de David Huerta
y Paloma Villegas
1ª ed., 1981, 345 pp.
978 607 16 1502 2
$68
A
demás de Los rollos del mar
Muerto, dos títulos más del
crítico literario y escritor
estadunidense alimentan el
catálogo del Fondo. El primero de ellos,
editado originalmente en 1929 y, desde su
publicación, fuente de apasionadas lecturas
y referencias obligadas, es un conjunto
de siete ensayos en los que el también
colaborador en The New Yorker examina
la relación que establecen los autores y sus
obras, viendo en ello un reflejo no sólo de
la biografía personal sino del sistema de
valores históricos, sociales y culturales
que existen en el momento de su gestación.
Así, analiza la producción literaria de
Charles Dickens, Rudyard Kipling,
Giacomo Casanova, Edith Wharton, Ernest
Hemingway, James Joyce y Sófocles,
arrojando luz sobre todos ellos y sus obras
centrales. El segundo título, también
compuesto por ensayos literarios, ofrece
una ventana privilegiada para asomarse a
la literatura rusa; una ruta de acceso que
lejos de las interpretaciones académicas
que fabricaron una idea rígida, nostálgica
y realista de las letras rusas, ofrece la
posibilidad de adentrarse en ellas desde
la frescura y la valoración de un lector
precoz que así como comparte sus primeras
impresiones, valora la riqueza y giros
idiomáticos que sólo el ruso puede ofrecer a
la gran literatura. Y es que Wilson aprendió
este idioma a los 40 años y su aproximación
a Pushkin, Chéjov y Tolstoi la realiza
desde ahí, desde el aparato conceptual y
la sensibilidad que su trayectoria como
crítico literario le brindan, pero también
desde la lectura directa y filtros que el
conocimiento de una lengua hace posible.
Cabe destacar que ambos volúmenes están
traducidos por poetas: por Marcelo Uribe
el primero, y por David Huerta y Paloma
Villegas el segundo, lo que permite que
la prosa original de Wilson brille con la
misma lucidez en nuestro idioma.
Aurelio Major, poeta, traductor y editor, compiló y
prologó el amplio volumen de Obra selecta de Edmund
Wilson publicado por Lumen en 2008.
a
DICIEMBRE DE 2013
Fotografía: © A R T H U R S A S S E
ISRAEL.
DE NÉGUEV
DE NÉGUEV
A ATEMAJAC
A ATEMAJAC
Albert Einstein es muchos iconos: de la creatividad científica, de la
independencia intelectual, del difícil equilibrio entre activismo político y
aislamiento académico. También lo es de las aportaciones del pueblo judío al
conocimiento del mundo. Presentamos aquí una apretada semblanza de su
“estilo”, tanto el de su forma de pensar como de su relación con el poder, más una
relación de obras del Fondo en que es protagonista
ENSAYO
Einstein style!
SERGIO DE RÉGULES
DICIEMBRE DE 2013
a
9
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
EI NSTEI N STYL E!
E
rnst Mach era un latoso. A
fines del siglo xix, cuando
ya existía mucha evidencia
indirecta de que la materia
estaba hecha de átomos y
moléculas, él decía: “Sí, pero,
¿los has visto?” Más allá de
las ganas de fastidiar, esta
pregunta malintencionada
era la expresión de una postura filosófica respecto a la realidad: sólo es real lo
que se puede ver o, en general, lo que se puede detectar directamente. Lo que no, es pura construcción
mental y no cabe en la ciencia.
Esta postura tiene un apellido de alcurnia: se
llama positivismo y restringe casi hasta estrangularlas las posibilidades del conocimiento porque
sólo reconoce el de tipo científico, y éste debe restringirse a lo que se puede probar por medio de experimentos. Ernst Mach les negaba la existencia a
los átomos y las moléculas porque nadie había diseñado ningún experimento al cabo del cual uno pudiera abrir el puño y mostrar como trofeo un átomo
reluciente en la palma de la mano. Mach rechazaba
por la misma razón las nociones de espacio y tiempo absolutos, que estaban implícitas en la física del
movimiento, o mecánica, de Isaac Newton.
Por esa época un joven estudiante de física de la
Escuela Politécnica de Zúrich llamado Albert Einstein leyó la Historia de la mecánica de Mach incitado por un compañero de estudios. Muchos años
después, en sus Notas autobiográficas, Einstein escribió que Mach “ejerció una profunda influencia
sobre mí”, pero no tanto por su defensa de lo tangible como único objeto de la ciencia, sino por “su
escepticismo e independencia incorruptibles” que
lo llevaron a poner en duda muchas ideas recibidas.1
A Einstein lo que más le impresionó de Mach fue el
estilo.
L A S GARR A S DE L LEÓN
El historiador del arte suizo Heinrich Wölfflin relata en Principles of Art History que el pintor alemán Ludwig Richter fue con tres amigos a pintar
el paisaje cerca de Tívoli, Italia. Los cuatro amigos
pactaron fijar lo que veían sin desviarse ni pizca de
la realidad. El resultado, por supuesto, fueron cuatro pinturas “tan distintas unas de otras como las
personalidades de los cuatro pintores”, de donde
Richter concluyó, dice Wölfflin, “que no existe la
visión objetiva, y que la forma y el color se aprehenden según el temperamento”. 2 Una pintura figurativa es una representación de la realidad tamizada por una forma individual de ver el mundo, o un
estilo, ese je ne sais quoi que tienen en común las
obras de un mismo artista y que lo distinguen de los
demás.
“Por sus garras se conoce al león”, dijo el matemático suizo Johann Bernoulli de Isaac Newton
cuando éste presentó anónimamente la solución de
un desafío que Bernoulli había lanzado a los matemáticos de Europa, lo que sugiere que también en
la ciencia se reconoce el concepto de estilo: Newton no llega a la solución de la misma manera que
Leibniz o que Bernoulli, igual que los cuatro amigos
pintores.
Que pueda haber estilo en ciencia sólo es extraño
si no se aprecia que, como la pintura o la literatura,
la ciencia es un ejercicio de imaginación y creación.
Cierto: ésta no es la impresión que queda luego de
los cursos escolares, donde se presenta como una
colección de verdades absolutas descubiertas por
genios iluminados. Si la ciencia ofrece verdades impepinables, independientes del temperamento, los
gustos y los prejuicios del científico —y si éste es un
iluminado que toma dictado de los dioses—, entonces, en efecto, el científico no necesita creatividad
ni imaginación, sólo una buena técnica de taquigrafía. Pero la ciencia no es así, como muestra Thomas
Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas.3 Kuhn se interesó en la historia de la física y
encontró controversias prolongadas entre bandos,
escuelas de pensamiento y hasta camarillas que no
se resolvieron simplemente porque unos fueran po-
1 Albert Einstein, “Autobiographical Notes”, en Timothy Ferris, ed.,
The World Treasury of Physics, Astronomy and Mathematics, Nueva York,
Little, Brown and Company, 1991.
2 Heinrich Wölffl in, Principles of Art History, Nueva York, Dover, 1950.
3 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México,
fce, 2013. Véase también: Ian Hacking, ed., Revoluciones científicas, México, fce, 1985.
10
seedores de la verdad y otros no. Cuando los físicos
construyen teorías rivales y las ponen a competir,
la victoria se decide no sólo por lógica y razón; también intervienen los prejuicios, los gustos, las costumbres; en suma, en la visión de Kuhn una teoría
física puede ser una representación de la realidad
tamizada por una forma individual de ver el mundo.
En su construcción incluso caben los criterios puramente estéticos.
ARMONÍA
Albert Einstein era un latoso. Se negaba a mostrarles la debida deferencia a sus maestros, a quienes se
dirigía con un irreverente “Herr Weber” en lugar
del más apropiado “Herr Professor”. Su petulancia
tuvo consecuencias: Herr Professor Doktor Weber
se encargó de que ninguna institución académica le
diera empleo y así, al terminar la carrera, el joven
Einstein, con novia embarazada y sin posibilidades
de ejercer su profesión, se vio reducido a aceptar
un trabajo en la oficina de patentes de la ciudad de
Berna, Suiza. Como sus obligaciones no le quitaban
mucho tiempo, Einstein disponía de cierta holgura
para pensar en sus cosas.
Cuatro años después, en 1905, sin cobijo de universidad ni instituto de investigación alguno, el
joven Einstein irrumpió en el mundo académico
como un toro en una cristalería con cuatro artículos publicados en la revista Annalen der Physik, tres
de los cuales se reconocen hoy como semillas de
sendas revoluciones en física. Los artículos guardan una insólita relación con Mach, el ídolo de la juventud de Einstein.
En su tesis doctoral, Einstein había añadido una
evidencia más a la existencia de los átomos y las moléculas con un método para deducir sus dimensiones a partir de propiedades fácilmente medibles de
los líquidos, pero en el segundo de sus artículos del
año 1905 Einstein va más allá. En 1827 el botánico
escocés Robert Brown se quedó pasmado al ver al
microscopio unos granos de polen suspendidos en
agua que se zarandeaban al azar sin causa evidente,
como caminantes borrachos. El extraño fenómeno se conocía como movimiento browniano. En su
segundo artículo de 1905 Einstein explica las sacudidas que observó Brown como manifestación del
golpeteo constante que le dan al grano de polen las
moléculas individuales del líquido. El movimiento
browniano se convierte así en evidencia directa de
que existen las moléculas, lo que echa por tierra las
razones de Mach para descreer de los componentes
más pequeños de las cosas.
En el tercer artículo de 1905, en cambio, Einstein
da renovados bríos a otra de las creencias positivistas de Mach: que no se pueden definir en términos
absolutos ni el movimiento de los objetos ni la duración de los fenómenos. Revitalizar a Mach no era
la intención de Einstein. Su preocupación era más
bien reconciliar las dos grandes ramas de la física
de la época —la mecánica y la electrodinámica— que
se contradecían en el asunto del movimiento absoluto: la mecánica exigía que no existiera, la electrodinámica exigía que sí. El joven burócrata de la oficina de patentes encontró el modo de armonizarlas
—después de todo, se referían a un mismo universo:
era feo que no empataran—, pero para eso Einstein
renunció a ciertas ideas recibidas que a nadie se le
había ocurrido poner en duda. He aquí algunas de
esas ideas para que aprecien ustedes el tamaño de la
renuncia.
Es evidentísimo que el tiempo transcurre para
todo el mundo a la misma velocidad (un segundo
por segundo). La duración de un fenómeno no depende de quién la mide, claro. Pues resulta que
no es cierto: un vuelo de la Ciudad de México a
Guadalajara tendrá cierta duración para los que
esperan al avión en tierra y otra menor para los
pasajeros. El efecto es diminuto a las velocidades
de un avión, pero se puede medir, como verificaron en 1971 el físico Joseph Hafele y el astrónomo
Richard Keating, dando dos vueltas al mundo en
avión con dos relojes atómicos. Hay una simpática foto de los científicos y una sobrecargo en el
interior de un Boeing 747 con dos pilas de aparatos electrónicos erizados de cables —los relojes—
ocupando sendos asientos, como cualquier pasajero. Tras el vuelo se comprobó que los aparatos
se habían atrasado unos cuantos nanosegundos
respecto a dos relojes de referencia idénticos que
se quedaron en tierra, exactamente lo que predijo
Einstein en 1905.
a
Einstein nos exige creer que con el movimiento
también cambian la longitud y la masa de los cuerpos, otras dos propiedades que el sentido común y
la experiencia cotidiana piden a gritos que consideremos independientes del punto de vista; y, quizá peor aún, la solución armonizadora de Einstein
implica que dos fenómenos que ocurren simultáneamente para un observador suceden a tiempos
distintos para otro. Sólo a un físico más interesado
en las cualidades estéticas de una teoría que en lo
estrictamente experimental y racional se le ocurriría renunciar a lo evidente en aras de la armonía de
la física.
En el cuarto artículo de 1905 Einstein demuestra
que la energía tiene inercia, que es otra manera de
decir que E = mc2. Tres años después, cuando el editor de una revista atribuyó este descubrimiento al
venerado físico Max Planck, el joven Einstein le escribió inmediatamente para que corrigiera el error.
En una carta posterior, empero, se disculpó por
exaltarse, añadiendo que “las personas a las que les
es dado contribuir con algo al progreso de la ciencia
no deben dejar que esta clase de asuntos empañen
el placer que dan los frutos del trabajo común”.4
U N I DAD
El físico y novelista Alan Lightman encuentra muchas similitudes en el estilo de hacer ciencia de
Isaac Newton, en el siglo xvii, y de Albert Einstein,
en el xx, y señala una bonita característica común:
tanto Newton como Einstein llevan sus reflexiones
a sus últimas consecuencias y extraen conclusiones tremendas de los fenómenos más sencillos. Sus
ideas trascienden las simples teorías científicas;
“son filosofías, temas sinfónicos, son formas distintas de estar en el mundo” que integran una visión de la física que da prioridad a “la simplicidad,
la elegancia y la belleza matemática”:5 la física como
rama de la estética. Esto resuena con unas palabras
que escribió el polifacético matemático y escritor
británico Jacob Bronowski: “Cuando el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge trataba de definir
la belleza, volvía una y otra vez a una profunda reflexión: la belleza, decía, es la unidad en la variedad.
La ciencia no es otra cosa que la búsqueda de la unidad en la variedad de la naturaleza […]. La poesía, la
pintura, las artes son la misma búsqueda de unidad
en la variedad.”6
Un ejemplo en el caso de Einstein. Desde el siglo
xvii se había observado una característica insólita de la propiedad de la materia llamada masa. La
masa mide las pocas ganas de cooperar que tienen
los cuerpos más pesados cuando uno quiere acelerarlos: en virtud de su masa es más difícil acelerar
un elefante que una cereza. Pero la misma propiedad aparece en un contexto totalmente distinto,
como medida de la fuerza gravitacional que es capaz de sentir (y producir) un cuerpo: en virtud de
su masa, el elefante pesa más que la cereza. Y en
concreto, si Galileo Galilei suelta desde lo alto de
la torre de Pisa un elefante y una cereza, la fuerza
de gravedad es más intensa sobre el elefante (lo que
nos haría esperar que se acelerara más que la cereza), pero, por el mismo motivo, el elefante se resiste más a la aceleración. Estos efectos contrarios se
anulan y la cereza y el elefante caen con la misma
aceleración (al mismo tiempo, pues). Esta extraña coincidencia traía a los físicos de cabeza, y hasta había experimentos encaminados a encontrar
diferencias numéricas entre la “masa inercial” y la
“masa gravitacional”. Ante la imposibilidad de encontrar esas diferencias, Einstein se dijo que inercia y gravedad debían de ser lo mismo. En otras palabras, unificó los conceptos de inercia y gravedad.
Tardó diez años en extraer todas las consecuencias
de este “principio de equivalencia”, pero de esta
sencilla observación Einstein derivó una nueva teoría de la gravitación, llamada teoría general de la relatividad, que se usa hoy para explorar la estructura
a gran escala del universo y la formación de agujeros negros.
En un breve artículo publicado en la revista Nature en 1921, Einstein explica el desarrollo de la teoría de la relatividad y revela un aspecto de su estilo
que lo distancia de Mach de una vez por todas: “Mi
4 John Stachel, ed., Einstein’s Miraculous Year, Princeton, Princeton
University Press, 2005.
5 Alan Lightman, “Einstein and Newton: Genius Compared”, en Scientific American, vol. 291, núm. 3, septiembre de 2004.
6 J. Bronowski, en H. E. Huntley, The Divine Proportion, Nueva York,
Dover, 1970.
DICIEMBRE DE 2013
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
EI NSTEI N STYL E!
convicción de que la masa inercial y la masa gravitacional son idénticas me inspiró una confianza absoluta en esta interpretación”;7 es decir, el físico estaba convencido a priori de que tenía razón, aun sin
la más mínima prueba experimental.
Unos años después, un eclipse de sol dio ocasión
para poner a prueba una de las predicciones de la
teoría general de la relatividad. La expedición para
observar el eclipse se había planeado con bombos
y platillos. Alguien le contó a Einstein que Max
Planck no había podido dormir la noche anterior de
puras ansias, a lo que Einstein contestó: “Si Planck
hubiera entendido bien la teoría, se habría ido a la
cama con toda tranquilidad, como yo.” También se
cuenta que poco antes, cuando le preguntaron si estaba nervioso por los posibles resultados de la expedición, Einstein dijo: “Si los resultados salen negativos, tanto peor para el buen Dios. Las ecuaciones
son correctas.”
¡La cara que hubiera puesto Mach!
PRE MON ICIÓN
Mach y Einstein se conocieron en 1911. Einstein
tenía 32 años y estaba en la cresta de la ola; Mach tenía 73, su salud era precaria y pocos se interesaban
en él. Un contemporáneo contó que por esa época
Mach recibía a sus visitas solicitándoles que le hablaran muy fuerte, porque, “además de mis otras
características desagradables, soy sordo como una
tapia”.
Mucho tiempo después Einstein contó que en
esa ocasión le preguntó al anciano físico austriaco
si creería en los átomos en caso de encontrarse una
propiedad de los gases que sólo se pudiera explicar
suponiendo que están hechos de átomos. Para gran
satisfacción del joven, Mach admitió que sí, pero en
1921 Einstein supo que, por el contrario, dos años
después de su visita a Mach éste había renegado
nuevamente no sólo de los átomos, sino de la teoría
de la relatividad, en cuya creación Einstein siempre
le había concedido un papel importante. Mach, padre de la relatividad malgré lui, murió en 1916, completamente rebasado por la corriente de la física de
su tiempo.
En el encuentro de 1911 el joven Einstein no podía imaginarse que, en sus años de madurez y vejez,
él caería en el mismo estado a los ojos de muchos de
sus colegas.
E IN STE IN E ISR AE L
judíos somos, y debemos seguir siendo, depositarios
y defensores de ciertos valores espirituales, pero debemos darnos cuenta de que estos valores espirituales son también, y siempre han sido, la aspiración de
toda la humanidad”,9 lo que suena francamente ingenuo cuando se considera que lo escribió en 1936,
cuando Hitler ya era canciller de Alemania y Einstein había tenido que exiliarse en Estados Unidos.
En otro texto de 1938 escribe: “Consideraciones
prácticas aparte, mi conciencia de la naturaleza
esencial del judaísmo se resiste a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y una cierta medida de poder secular […]. Temo el daño que se hará al
judaísmo si se desarrolla un nacionalismo estrecho
en nuestras propias fi las.”10
La historia, empero, lo haría cambiar de opinión y
en 1949 Einstein pudo celebrar plenamente la existencia del nuevo país: “Al evaluar el logro [de Israel],
no perdamos de vista la causa que lo impulsó: rescatar a nuestros hermanos en peligro, dispersos por
muchas tierras […], crear una comunidad ceñida lo
más posible a los ideales éticos de nuestro pueblo.”11
En 1952 murió Chaim Weizmann, presidente
de Israel, y el primer ministro David Ben-Gurión
le ofreció el puesto al judío más famoso del mundo.
Einstein declinó el honor. “Soy verdaderamente un
‘viajero solitario’”, había escrito en un ensayo publicado en 1931, “y nunca he pertenecido de todo corazón ni a mi país, ni a mi hogar, ni a mis amigos, ni
siquiera a mi familia inmediata”.12 Su necesidad de
libertad y soledad, que siempre defendió ferozmente, le hacía imposible erigirse como representante de
nadie, ni siquiera de la nación que había contribuido
a formar.
EINSTEIN
Notas de lectura
ALFONSO REYES
centzontle
Prólogo de Carlos Chimal
Notas y revisión de Carlos
Chimal y Gerardo
Herrera Corral
1ª ed., 2009, 103 pp.
978 607 16 0162 9
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ALBERT EINSTEIN:
NAVEGANTE SOLITARIO
LUIS DE LA PEÑA
la ciencia para todos
2ª ed., 1998, 119 pp.
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Ú LTIMO E SFU E RZO
En los años veinte y treinta del siglo xx Einstein se
enfrascó en un intenso debate acerca del significado
de la nueva mecánica cuántica, física de lo muy pequeño que él había contribuido a fundar con uno de
sus artículos de 1905. Einstein y algunos otros opinaban que la teoría cuántica era incompleta y temporal, una parada en el camino a una teoría más
profunda, pero la mayoría de los físicos se adhirió
al bando contrario, según el cual la mecánica cuántica era la teoría más completa posible del mundo
atómico.
En sus últimos años Einstein se mantuvo al margen de la corriente. Muchos físicos pensaron que,
como a Mach, la física de su tiempo lo había rebasado, pero el esteta de la ciencia dedicaba sus afanes a
fraguar una teoría que describiera al mismo tiempo
la fuerza de gravedad y el electromagnetismo: un
último esfuerzo de unificación y armonización de
las leyes de la física al más puro estilo Einstein. El
esfuerzo no había culminado cuando Einstein murió, en 1955, pero en lo que dejó, un físico de vista
aguazada podría reconocer fácilmente la garra del
león.W
A medida que se encumbraba, Albert Einstein se veía
cada vez más solicitado para expresar su opinión
y dar su apoyo a causas que superaban los confines
de la ciencia. Una muy importante fue la creación
del Estado de Israel. En los años veinte el rebelde de
antaño que despreciaba toda autoridad había tenido
que reconocer que su fama lo ponía en una posición
de poder y aceptó usarla para contribuir a defender
la libertad y los derechos del pueblo judío.
“Descubrí que era judío a la edad de 35 años, cuando regresé a Alemania, y el asunto me lo revelaron
más los gentiles que los judíos”, escribió Einstein.
Parece difícil de creer, en vista de lo que ocurrió después en Alemania, pero durante su infancia y juventud el futuro físico no tuvo conciencia de que existía
el antisemitismo. Su familia no era ni devota ni tradicionalista y el joven Albert nunca se sintió separado de otros alemanes por diferencias culturales ni
religiosas. En esos años, incluso los judíos más apegados a las tradiciones que los Einstein vivían más o
menos en paz. Pero en los años previos a la primera
Guerra Mundial el antisemitismo empezó a asomar
su fea cara. Para 1917, cuando Gran Bretaña se comprometió a crear un hogar para los judíos en Palestina, Einstein ya se sentía obligado por las circunstancias a manifestar su adhesión a la causa de “su tribu”,
como él decía.8
En los años siguientes Einstein participó de todo
corazón en el impulso para crear la Universidad
Hebrea de Jerusalén y, con cierto recelo, en el movimiento para crear el Estado de Israel. Al parecer,
Einstein hubiera deseado que el judaísmo reivindicara el valor universal de sus numerosas aportaciones a la cultura antes que convertirse en un país con
territorio y bandera. En un texto que refleja su postura ambivalente a este respecto el físico dice: “Los
Sergio de Régules, físico, editor y divulgador de la
ciencia, colabora habitualmente con las revistas
¿Cómo Ves? y Saber Ver, así como con el diario
Milenio. Es autor de varios libro, entre ellos: El
sol muerto (Pangea, 1997), Las orejas de Saturno
(Paidós, 2003) y Crónicas geométricas (Santillana,
2002).
7 Einstein, “A Brief Outline of the Development of the Theory of Relativity”, en Nature, vol. 106, núm. 2677, 17 de febrero de 1921.
8 François des Closets, Ne dites pas à Dieu ce qu’il doit faire, París, Seuil,
2004.
9 Einstein, Out of My LaterYears, Westport, Greenwood, 1970.
10 Ibidem.
11 Idem.
12 Ibid.
DICIEMBRE DE 2013
Libros sobre
Einstein
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DESCONOCIDA
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DOCTOR EINSTEIN
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breviarios
Traducción de Carlos Ímaz
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a
11
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Concebida a mediados de la década pasada por Esther Seligson, por fin sale a la luz la
antología de escritores israelíes de hoy; un poema de esa autora, fallecida en 2010, da título
a esta miscelánea de textos, traducidos por un regimiento de autores comandados por Ioram
Melcer. Para hacer realidad este sueño fue esencial la participación del Instituto para la
Traducción de la Literatura Hebrea, al que desde aquí agradecemos
R ES EÑA
Un archipiélago que nos une
SHULAMIT GOLDSMIT Y BRINDIS
I
srael, pueblo antiguo y, a la vez, una de
las naciones mas jóvenes en el mundo
actual, es, en este año 2013, el país invitado de honor a la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara. Con este motivo, el Fondo de Cultura Económica,
la casa editorial de mayor presencia en
México y en Latinoamérica, se aboca a
publicar Islas entre nosotros. Voces de
la narrativa contemporánea israelí.
A lo largo de 34 relatos, en esta obra se muestra la
diversidad y la riqueza cultural de esta joven-vieja
población, procedente de un ancestral tronco que
hoy sobrevive por una fe inamovible en un destino
común que manifiesta, a través de la literatura, su
voluntad de continuidad.
Todas y cada una de las narraciones contenidas en
el libro nos muestran la forja de un “ser” nuevo, decidido a borrar una imagen de vejación y sumisión, por
otra de hombres y mujeres renovados, fuertes, seguros, decididos a salvaguardar su tierra y su cultura
ante cualquier adversidad.
Las 34 narraciones que aquí se presentan nos dan
a conocer la realidad actual de un país más allá de lo
difundido comúnmente por los medios de comunica-
12
ción, enfocados a exhibir los conflictos políticos que
se libran dentro, o los bélicos contra sus vecinos palestinos y el resto de los países árabes.
Con esta publicación se busca lograr una cercanía
afectiva con seres que, aunque alejados geográfica e
históricamente, atraviesan por las mismas problemáticas a las que se enfrenta nuestra sociedad mexicana, y que son, a la vez, semejantes a las de la humanidad entera. Ya lo dice Amos Oz: “cuando viajas a
un país, visitas sus calles, sus paseos, eso es todo […]
cuando conoces su literatura abres la ventana de sus
casas, te asomas a sus anhelos más íntimos, descubres sus miedos” o, como escribe Ioram Melcer en el
prólogo del libro: “la literatura es la mejor manera
para conocer a un pueblo”.
Los relatos muestran, a través de 355 páginas, una
paleta de mil colores: pisar las doradas, sofocantes y
áridas arenas del desierto del Néguev, atravesar por
los cuatro puntos cardinales pueblos, aldeas, kibutzim y moshavim; modernas ciudades, sus calles, teatros, museos, conservatorios, hasta llegar a las verdes y fértiles tierras de la Galilea.
Sin limitaciones de ideología, de procedencia
o cronológicas, esta antología recoge más de una
treintena de textos, todos de gran calidad litera-
a
ria producto de la pluma de creadores israelíes, la
mayor parte de ellos aún desconocidos por el lector
hispanohablante. Se aprecian tendencias diversas:
religiosos y agnósticos, ortodoxos y tradicionalistas;
de varias generaciones: casi la mitad nacidos en territorio israelí —un puñado de ellos antes de crearse
el Estado en 1948, el resto ya constituida la nación—,
otros, provenientes de países de Europa oriental,
sobrevivientes o descendientes de la generación del
holocausto;; algunos más con raíces árabes o norafricanas, asiáticas por adopción, incluso latinoamericanas. Sorprende la ausencia de la exquisita prosa
de Eli Amir y de Sami Mijael, ambos de origen iraquí.
No hay límite tampoco para la extensión de los
relatos: una página y media es todo lo que necesita
el joven y exitoso Etgar Keret para, con mirada penetrante y humor ácido, adentrarnos en su mundo
dislocado: “Mientras me arrastraban al averno pude
ver a Katzenstein y al resto de los pasajeros despidiéndome desde el transbordador que los llevaba al
paraíso […]”; o las 17 cuartillas a través de las cuales
Ahaon Appelfeld, ya mayor y consagrado, conduce
pausadamente al lector “En las márgenes de nuestra
ciudad”. La pluma magistral de Amoz Oz requiere de
una veintena de páginas para mostrar en “Extraño
DICIEMBRE DE 2013
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
UN ARCHIPIÉLAGO QUE NOS UNE
fuego” que en el enorme espacio desértico es donde
tivas del ejército y posteriormente, en la reserva. En
se encuentra la tinta negra de la palabra, la que hace
casi la totalidad de los hogares, se llora a uno, dos o
posible la escritura. Oz confirma que no habría Limás caídos. No es de extrañar, por lo tanto, que el
bro si no estuviera ahí la experiencia del desierto.
fantasma de la guerra y de la muerte estén presentes
De igual manera, atendiendo la diversidad de inen un buen número de las narraciones.
tereses vitales y artísticos, se eligieron con amplitud
Ante la imposibilidad de reseñar la totalidad de
las temáticas. Vivencias sencillas y cotidianas, las
los textos, se hace una mención específica a aquellos
unas; complejas y dolorosas, las otras: de amor y desrelatos que dibujan los problemas específicos de esta
amor, de erotismo, de traición…
nación.
Nurit Zarhi nos conduce con pinceladas de realisDea Hadar nos hace escuchar en “cm 18 g” las vomo mágico hacia su “Madame Bovary de Nevé Tzeces de cadáveres que vienen desde la profundidad de
dek” (incluído en este número): “descendió de una
la tierra en el Cementerio Militar. Jóvenes de 19, 20
barca en el puerto de Jaffa una mujer cuyas piernas,
años, que han dejado de tener nombre propio y son
debajo de su vestido oscuro con cuello, carecían de
sólo número de parcela y de tumba, hablan de su soplantas […] esa era una época de entusiasmo metaledad, de sus huesos expuestos a las inclemencias del
físico y debemos entender esa carencia con ese estiempo: “No es cierto que al pasar de nivel, uno deja de
píritu, e incorporar esa mujer a la familia
moverse […] De tanto en tanto nos sorprende los seres que la cultura insertó entre la
de algún reflejo […] Esta mañana llovió. Es
imaginación y la biología […] el unicornio.
difícil dormir cuando la humedad te cala
El hijo de la virgen, los ángeles divinos,
los huesos al descubierto. Alguna vez estuMefisto y el monstruo del lago Ness.”
ve recubierto de piel […] ahora ya no.”
El insight profundo que David Grossman
“Infierno”, de Ioram Melcer, describe
imprime a sus escritos, como en “Días de
las reacciones sensatas o enloquecidas de
pareja”, nos revela las infidelidades reales
los perros que sirven al ejército. Y en “El
e imaginarias en una unión marital: “Un
cuento de otro”, de Orly Castel-Bloom, se
hombre desnudo, atontado por el placer y
aborda el peligro y la incógnita de lo desel agotamiento, junto a la mujer fantaseaconocido a través de un grupo de niños inISLAS ENTRE
da, junto a los nueve rostros que ahora se
trigados por conocer lo que existe más allá
NOSOTROS
funden nuevamente en los plácidos rasgos
de las fronteras: “hasta que tocamos, realVoces de la narrativa
de su cara […] cuidando de gritar el nombre
mente tocamos, el hierro grueso pintado
contemporánea
correcto entre los nueve, entre los noventa,
en blanco y negro y un metro más allá, el
israelí
para desplomarse después con la saciedad
cartel que rezaba ‘Deténgase, aquí está la
final dibujada en el rostro”, así como la refrontera’ y tras él un paisaje exactamente
ESTHER
signación al amor tranquilo del matrimoigual al del lado en que estábamos paraSELIGSON
nio: “Ahora la constante alegría afectuosa
dos, pero imposible e inalcanzable.”
Y IORAM
en sus ojos, su convencimiento ingenuo,
Muy significativos resultan los títulos
MELCER
radiante, de que juntos logramos doblegarque sobrevivientes del Holocausto dan a
( C O M P. )
lo a él, a mí, a mi buceo interior, al dejarme
sus textos: “Comida”, de Amir Gutfreund,
arrastrar, inerme, por el remolino, hacia
y “Hambre”, de Nava Semel.
tezontle
los latidos del dolor.”
Como ya se dijo, sean de alcance local,
Traducción del
Presente también el problema actual y
regional o universal, escritos en prosa
Instituto para la
vigente del bullying en “Zurcidos invisiclásica o innovadora, con matices draTraducción de
bles”, de Ruth Almog: “pero un murmullo
máticos o irónicos, la totalidad de los texLiteratura Hebrea
la hizo alzar la vista del libro y vio a sus
tos participan de un nivel de excelencia
Prólogo de
amigas rodeándola, formando una media
literaria.
Ioram Melcer
luna y entonces, de repente, la vio avanMención aparte merece la traducción.
Introducción
zando hacia ella […] le pegó una bofetada
Casi una decena de especialistas, provey revisión de
[…] ¿Cómo no te avergüenzas? Eres una
nientes de países latinoamericanos, mala traducción
ramera […] ¡Déjenla! ¿Qué quieren de ella?
yoritariamente de Argentina, ellos y ellas
de Angelina
[…] Cállate miedosa […] Nosotras le enseescritores, poetas, artistas, estudiosos y
Muñiz-Huberman
ñaremos la lección.”
docentes de las instituciones educativas
Revisión de la
Las quejas típicas de todo adolescente
mas prestigiadas de Israel —Universidad
traducción de
en “La sal de la tierra”, de Yaron Avitóv:
de Tel Aviv, Hebrea de Jerusalén, Haifa—,
Alberto Huberman
“Al día siguiente pensé todo el camino de
han logrado con éxito la nada fácil tarea
1ª ed., 2013, 346 pp.
regreso a casa cómo hacer para que mi
de traducir los textos del hebreo al espa978 607 16 1655 5
madre dejara de acosarme con la bendita
ñol. Conocedores de ambos idiomas, y de
ducha […] Cuando vuelvo (de la playa) me
varias lenguas más, llevan a cabo esta laespera mi madre con toalla y jabón y me dice: ‘No te
bor con puntualidad y pulcritud. Para el lector mexivayas a dormir sin ducharte.’ ”
cano, sin embargo, son perceptibles algunos térmiEl vínculo con la tierra y la naturaleza en “Ocaso
nos localistas.
pueblerino”, de Yitzhak Ben-Ner: “Éste es mi pueUna apreciación personal me hace lamentar que
blo natal que tanto amo. Amo el pueblo y su gente y
aun cuando en esta antología la figura y la problemásus campos y sus huertas y el firmamento de verano
tica de las mujeres están muy presentes —la madre,
y de invierno […] Amo el estrecho sendero estrecho
la esposa, la amante, una hija—, tan sólo una cuarque se pierde en la oscuridad de los naranjales […] y
ta parte de ellos proviene de una pluma femenina.
los trinos de los pájaros prendidos a las ramas de los
¿Dónde quedan Amalia Cahana-Carmon y Batya
árboles.”
Gur? ¿Qué o quién determinó esta selección? Difícil
La turista despistada que arriba a Londres desde explicar. Primero, porque fue una mujer, la escride Israel —podría ser de cualquier otro lugar del
tora Esther Seligson, quien inicialmente concibió
mundo— y se paraliza antes las barreras culturales:
este proyecto editorial; segundo, porque las muje“Hasta el día de hoy no estoy segura de haber estado
res israelíes son parte integral del devenir nacional
en Londres.” Y la mujer que, a través de fugaces aven—sirven, al igual que los varones, en el ejército—; el
turas sexuales, pretende exorcizarse de la amargura
número de estudiantes universitarias iguala y en
y la frigidez de la madre, ambas en “¿Acaso te estoy
ocasiones supera al masculino; un buen número de
hablando en chino”, de Savyon Liebrecht.
ellas toman parte activa en la vida política, diplomáLa brecha generacional, el esfuerzo por mantetica y económica del Estado de Israel.
ner una normalidad vital, la búsqueda de una identiFinalmente, sólo queda felicitar al Fondo de Culdad que evite el divorcio entre el ayer y el hoy —uno,
tura Económica por el gran acierto de publicar Islas
constreñido por la religión y las tradiciones; otro, lientre nosotros, cuyo objetivo primordial es el entenbre, moderno y laico—. Amores fallidos, infidelidadimiento y el acercamiento afectivo entre el pueblo
des. En pocas palabras: temas universales.
mexicano y el israelí, portadores ambos de una hisPor otra parte, se dan en esta antología líneas tetoria gloriosa y con grandes anhelos hacia el futuro.
máticas casi constantes, explicables por el contexto
México e Israel, semejantes y distintos, alejados por
sociopolítico que vive la población israelí. Reflejos
la geografía, unidos en la cultura.W
de su pasado ancestral a través de múltiples citas bíblicas y referencias a los textos sagrados del judaísmo; ecos traumáticos del Holocausto; constantes
conflictos bélicos en los que se ha visto envuelto el
Shulamit Goldsmit y Brindis, historiadora, es
Estado de Israel durante estos primeros 65 años de
coordinadora del Programa de Cultura Judaica de la
existencia, que demanda a generaciones, una tras
Universidad Iberoamericana.
otra, de hombres y mujeres, a servir en las filas ac-
DICIEMBRE DE 2013
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13
Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Más que alevosía, lo que comete el traductor literario es celestinaje. Y tratándose de
lenguas tan ricas y dispares como el español y el hebreo, esa bella alcahuetería se convierte
en una actividad de alto riesgo. En este festivo ensayo, uno de los actores esenciales en
la publicación de Islas entre nosotros diserta sobre la naturaleza de las dos lenguas y la
responsabilidad de quien busca equipararlas
ENSAYO
Hebreo y español:
un matrimonio tempestuoso
IORAM MELCER
14
a
DICIEMBRE DE 2013
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
HEBREO Y ESPAÑOL: UN MATRIMONIO TEMPESTUOSO
S
i hay una metáfora sin la cual
parece imposible escribir un
artículo sobre la traducción
literaria, ésta sería la de traduttore traditore. Dudo de que
más allá de aceptar la expresión con la benevolencia resignada de un ciudadano que se ve
ante el cobrador de impuestos,
realmente pensemos que para
traducir hay que ser si no un Judas, por lo menos un
Kim Philby. Recurriendo a un mundo tenebroso, hay
quien suele argumentar que la profesión de traductor o intérprete es la segunda profesión más antigua
del mundo, porque el forastero que llegaba a una ciudad desconocida se tenía que servir de un traductor
para comprar cierto servicios. O por lo menos para
vanagloriarse de sus hazañas en el bar del barrio luego de salir de la alcoba alquilada.
Quizás, en el caso de dos lenguas tan grandes
como el español y el hebreo, sea mejor servirse de
una metáfora un poco más fructífera, por no decir
noble y esperanzada: la traducción como una boda,
donde el traductor es el casamentero de la historia.
Quien ha vivido más de 20 o 30 años, y más si se ha
casado, sabe que en temas de pareja y matrimonio
se trata de una unión de dos personas que participan de un juego complejo en el cual actúan semejanzas y diferencias. Y si extendemos la vigencia
de la metáfora, podríamos decir que los textos traducidos son los hijos de tal unión. Nunca son perfectos, nunca son la realización exacta de lo que el
casamentero imaginó o prometió, y si hay muchos
hijos nacidos de la pareja, nunca habrá dos iguales,
aunque siempre podremos notar un cierto je ne sais
quoi que los identifica, si no como hermanos, al menos como parientes. Última extensión de la metáfora: que no es bueno casarse con parientes y que ,
cuanto más diversos sean los dos adn, mejor resultado dará la unión.
Habiendo establecido una sólida base metafórica, y sin ninguna pretensión científica en el campo
de la genética, que no es aplicable de manera seria
cuando de lenguas se trata, podemos afirmar que
en nuestro feliz caso, el de la unión entre el hebreo
y el español, las partes unidas como marido y mujer son muy diferentes entre sí, y no hay ni la más
remota sospecha de que sean parientes. Entonces,
¿de qué tipo de unión se trata?
Por un lado el español, documentado desde hace
poco más de mil años, y que es la cuarta lengua más
hablada en el mundo. Desde Filipinas hasta los Andes; desde Castilla, pasando por Guinea Ecuatorial,
hasta California, cientos de millones de seres humanos piensan, aman, trabajan, se quejan, cantan y
lloran, viven y mueren en español. Lengua de buena
familia, la latina, que posee un abolengo muy respetable: el indo-europeo. Lentamente, se hace su
lugar en el mundo, siempre cerca de sus hermanas
en Europa, bajo la gran sombra del pater familias:
el latín. Sus grandes logros literarios comienzan
a aparecer en la Edad Media, y especialmente en
los siglos xvi y xvii, cuando será conocida como la
“Lengua de Cervantes”.
Por otro lado, el hebreo, lengua escrita desde
hace más de 3 mil años, con una trayectoria que no
se puede resumir en tres frases. Su historia toca
puntos clave como la invención del alfabeto en la
zona donde se hablaban variantes del hebreo antiguo. Luego viene la larga época de creación en hebreo, que culmina en la canonización de 24 libros,
el más grande bestseller de todos los tiempos, que
no lleva título. En hebreo, los 24 libros se llaman
Tanáj, siglas de Torá, Neviím y Ktuvím, es decir:
“Ley, Profetas y Escritos”. Basta leer un par de versos para comprender que la canonización del Libro
de los Libros refleja una cultura narrativa, poética, filosófica y religiosa altamente desarrollada
cuya actividad desemboca en la obra maestra de las
obras maestras, dos siglos antes de le era cristiana.
Ya en la época de Jesús de Nazareth, el hebreo era
una lengua literaria no solamente hecha y derecha,
sino sagrada, consagrada y estudiada como tal, pues
en la Palestina de los romanos se hablaba un dialecto local del arameo. Ya por aquellos tiempos, el hebreo pertenecía a una familia bastante extensa: la
semítica.
Ambos, el español y el hebreo, vienen, pues, de
buenas familias. Y no los une ni el más rebuscado
parentesco. Por cierto, el novio y la novia —sírvase
el lector decidir quién es quién es esta historia— no
DICIEMBRE DE 2013
se parecen en nada, y al conocerse han sufrido de
una alarmante diferencia de edades. Pero la edad
que los separa está lejos de ser el único problema.
Las dos lenguas prácticamente no tienen nada en
común.
El español es rico en tiempos verbales, en modos
y aspectos. Tiempos complejos, formas condicionales, subjuntivos, una gran riqueza verbal. Formas de
cortesía, circunloquios, adjetivos encadenados, adverbios por todos lados, sutilezas morfológicas. Sus
frases suelen ser largas y pueden ser floridas. Su sintaxis le debe mucho al latín. Forma palabras nuevas
usando sufijos: sus versiones americanas están enamoradas de los diminutivos, aumentativos y demás
“-ivos”, pero en todas sus variantes demuestra un
gran amor por las derivaciones, tanto las nominales
como las verbales. Con casi 1,100 páginas, la Nueva
gramática de la lengua española de la Real Academia
es sin duda una segunda Biblia.
¿Y el hebreo? Pues, como se dice, “anda en otra
onda”. Corto, austero, a veces tajante. Una máquina
sutil, sofisticada y muy entrenada en formar palabras —verbos, sustantivos, adjetivos y adverbios—,
todas a partir de “raíces” consonánticas. Gran parte de los elementos del diccionario del hebreo se deriva de conjuntos de tres consonantes. Luego, combinaciones de vocales y algunos prefijos y sufijos lo
crean todo. Así es que se ven las conexiones históricas entre las palabras, y así se siguen formando
Más allá de los temas
formales, que abundan
dadas las enormes
diferencias entre las dos
lenguas, al traducir del
hebreo al español uno se
enfrenta con el peso de los
3000 años de hebreo escrito.
otras. Las tres consonantes son los elementos básicos de la red neuronal del hebreoparlante. En hebreo, uno puede comprender una palabra desconocida, y hasta inventada ad hoc, simplemente por su
estructura interna y por las tres consonantes que
son su fundamento, su huella digital semántica. En
cuanto al verbo en hebreo: es rico en formas, pero
muy limitado en tiempos. Básicamente existen dos
tiempos del verbo: pasado y no-pasado. Es más: el
hebreo acepta frases sin verbo, frases nominales.
Frases de dos o tres palabras, sin verbo. Y son estas frases las que expresan las verdades eternas, los
momentos de gran drama. Desde los tiempos de la
Biblia hasta el día de hoy.
Tres mil, quizá ya tres mil quinientos años de
vida del hebreo, en los que nunca se ha abandonado.
No murió. A veces pareciera que ha hibernado, o pasado a un plan reservado, como lengua litúrgica, de
lectura, de intelectuales, una lengua que quizá no
se hablaba tanto como se escribía. Aunque cabe decir que cuanto más trazamos los pasos exactos del
hebreo y de sus hablantes y escritores, más vemos
que siempre fue también una lengua “normal”, en la
que se escribían biografías y novelas populares, libros de recetas y cancioneros populares, sin olvidar
que se traducían obras de todo tipo de decenas de
lenguas. Sin embargo, con el hebreo estamos ante
un fenómeno que solamente existe en el chino y en
el tamil, pues todas ellas son lenguas clásicas, milenarias, que siguen existiendo con plena conciencia
y presencia de miles y miles de textos que son leídos continuamente desde antes de lo que se llama
“Historia” en Occidente. En el caso del hebreo, se
trata de toda una cultura —lingüística, social, religiosa, histórica, política, literaria— que se funda en
una lengua, que es símbolo de la identidad nacional
de los judíos. Esto significa otra dimensión temporal y otro arsenal de imágenes, textos y relaciones
simbólicas de todo tipo. El hebreo moderno, la última fase de los milenios de la existencia del hebreo,
está impregnado de expresiones que vienen de sus
fases más antiguas: desde la Biblia, pasando por la
a
época entre dos siglos antes de la era cristiana y dos
siglos después de la misma, hasta la Edad Media y
la época moderna. Un abanico, o más bien un acordeón que puede ser extendido o contraído a cada
momento, emitiendo notas y acordes, por cada hablante o escritor, orador o traductor. Las resonancias son siempre múltiples: expresiones idiomáticas
de los profetas, dichos de hace 2 mil años, metáforas tomadas de la poesía hebrea medieval en Al-Andalus, neologismos de los siglos xix, xx y xxi. Tres
mil quinientos años que siguen repercutiendo en el
habla cotidiana y la literatura.
Tomando en cuenta este panorama, es posible
imaginar algunos de los retos a los que se enfrenta
un traductor literario del hebreo al español, o viceversa. Las dificultades formales son serias, más
que todo en el campo de los verbos. Lo que el español expresa con tiempos complejos, condicionales y
subjuntivos, el hebreo lo hace con adverbios, o deja
que los lectores completen las interrelaciones entre
los personajes y los eventos, ayudados por el contexto. Matices de duda, de incertidumbre, de cortesía, de distancias sociales y afectivas, de posiciones
relativas en el eje del tiempo, todas implícitas en las
formas verbales del español, no siempre pueden encontrar una expresión paralela en hebreo. Muchas
veces, las frases largas en español tienen que ser divididas al ser traspasadas al hebreo.
Los problemas al traducir del hebreo al español
no son menores, pero son diferentes. La cualidad
directa y austera de las frases en hebreo puede parecer demasiado tajante o terminante para un lector hispanoparlante. El contexto y los adverbios
son los que indican si hay que usar un perfecto, o
qué tipo de condicional o subjuntivo viene al caso.
Es fácil equivocarse ya que en hebreo los matices
se esconden en la sintaxis, en el contexto y en los
silencios.
Más allá de los temas formales, que abundan dadas las enormes diferencias entre las dos lenguas,
al traducir del hebreo al español el traductor se ha
de enfrentar con el peso de los 3000 años de hebreo
escrito. ¿Hasta qué punto el autor hebreo realmente tiene le intención de aludir a la Biblia o a algún
escrito canónico de hace 1500 o 2000 años? ¿Estará usando una expresión idiomática antigua, de uso
actual, sin otra intención, o es que está resonando
un episodio bíblico? Al escoger una palabra, ¿tomó
en cuenta los campos semánticos de los diferentes tipos de hebreo de antaño, o simplemente usó
la palabra? Todo un mundo de acepciones secundarias, de metáforas y alusiones está presente, y
el traductor tiene que descifrar las intenciones del
autor. Lo hará según el tipo de texto, se apoyará en
la temática, en el estilo general, en efectos prosódicos detectables en el texto. No es una labor simple.
Los peligros y las dudas abundan. Esto es precisamente lo que tuvieron que resolver los traductores de la antología que presentamos este año en la
fil de Guadalajara, Islas entre nosotros. Voces de la
narrativa contemporánea israelí, que se publica bajo
el sello del fce, en colaboración con el Instituto
para la Traducción de la Literatura Hebrea (itlh).
Autores de diferentes generaciones, que tratan temas muy variados, usando estilos diversos, que
pueden apuntar hacia un estilo escueto sin resonancias del canon antiguo, aparecen junto a otros
cuya lengua y problemática están estrechamente
ligadas a los textos antiguos, medievales o pre-modernos. ¿Y cómo expresarlo todo en español, que no
tiene una historia isomorfa o paralela?
Nada simple ni fácil, y no hay fórmulas. Si el traductor es un casamentero que junta la pareja, el
buen traductor la apoya a lo largo de su vida matrimonial, conociendo los vaivenes y las peripecias de
la relación, manteniéndose atento a lo explícito sin
olvidar lo implícito, previendo problemas y creando
las condiciones para una solución satisfactoria.
He aquí un ejemplo: “satisfactorio” en español
proviene del latín, de “hacer suficiente”. En hebreo,
“satisfacción” (sipúk) está ligada a “abastecer” (aspaká), pero también tiene que ver con “duda” (safék).
Una lección milenaria: entre la duda y la satisfacción,
entre “bastar” y “no dar abasto”, se encuentra la vida
peligrosa del traductor literario, el casamentero que
nunca descansa.W
Ioram Melcer es escritor y traductor. Su versión de
Rayuela en hebreo se publicó en consonancia con el
cincuentenario de la publicación de la novela de Julio
Cortázar.
15
Fotografía: © A E
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
A RTÍ C U LO
Un centauro
en las letras israelíes
S I LV I A C H E R E M S.
En Islas entre nosotros el lector hallará un ejemplo de las
obsesiones y capacidades narrativas de David Grossman, una de
las más conocidas voces de la actual literatura israelí. Ésta es la
entrada a una entrevista que sostuvo este mismo año con Silvia
Cherem y que circula ya en un volumen de conversaciones con
autores del Israel de hoy; agradecemos la oportunidad de compartir
con nuestros lectores este agridulce esbozo biográfico
16
a
DICIEMBRE DE 2013
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
UN CENTAURO EN LAS LETRAS ISRAELÍES
C
uando en 1986 David Grossman (Jerusalem,1 1954) publicó Véase: amor, la vida le
cambió para siempre: “el
mundo de repente se colapsó en nuestra casa”. En escasos meses Grossman se
convirtió en sensación, fue
bombardeado con todo tipo
de invitaciones y solicitudes
para ser entrevistado por periodistas de todo el mundo, se vendieron los derechos para traducirla a más de
una treintena de lenguas y la novela —por su intensidad lírica y originalidad estilística por la profundidad
de sus personajes y la creatividad de su voz— lo arrojó a
la cumbre de los grandes. No sólo de las letras israelíes,
sino de la literatura universal.
George Steiner calificó la obra de “proeza de la literatura moderna”. Y a Grossman, por ese libro y por los
que siguieron —cada tres o cuatro años se reescribe con
explosiones narrativas—, se le califica de “leyenda literaria contemporánea”. Comparado con Günter Grass,
William Faulkner y Gabriel García Márquez, su nombre descuella en la lista de candidatos al premio Nobel.
A pesar de tener cuando menos 16 años más que él,
Amos Oz y A. B. Yehoshúa, los autores israelíes de mayor renombre, lo aceptaron como hermano pródigo y,
desde entonces, forman un solidario y apretado nudo
como tres tenores que apelan por la paz, tres mosqueteros que gozan de talento y calidad moral para desenvainar su espada contra los gobernantes y, raro en
el mundo de los intelectuales donde proliferan celos y
envidias, ellos son amigos cercanos y primeros lectores
que se critican antes de que sus obras sean publicadas.
“Contar historias me permite organizar al mundo,
hacerlo comprensible. Ahí, en la historia que escribo,
nunca me siento solo. Estoy realmente en casa. Soy capaz de imaginar, no estoy paralizado frente a la vida.
Invento personajes y, quizá, lo que estoy haciendo es
inventarme a mí mismo”, señaló en entrevista en agosto de 2013 en Mishkenot Sha’ananim —el primer barrio
judío construido afuera de las murallas de la Ciudad
Vieja de Jerusalem, edificado a mediados del siglo xix
en una colina frente al monte Sión—, en la biblioteca
contigua al cuarto donde, gracias a la generosidad de
una empleada, se refugió a escribir obsesivamente Véase: amor.
Cuando escribe, dice, todo cobra sentido. Es cazador
alerta que atrapa palabras y gestos. Ideas y significados. La literatura le permite mirar, cada cosa va irradiando nuevo sentido al todo. Es lente de aumento para
entender. Lupa sonora que magnifica. Voz que penetra
la piel de los más vulnerables y va descifrando sus pasos: “Todo lo que escribo es biográfico, inclusive una
nota para el supermercado.”
“¿Quién soy?” es la mirada interior que mueve a los
personajes de sus novelas —“¿Quién eres? No lo sé, quisiera ser todo lo que tu mirada vea en mí”, le responde
Yair a Miriam en Tú serás mi cuchillo— y, develar su ser,
fue insistencia durante nuestro prolongado encuentro.
Desde niño, de su cerebro brotan chispas. Irradia
inteligencia y modestia, integridad en su mirada serena. Pelirrojo y retraído, con rostro blanco, pecoso y naif
—quizás anacrónico, como el de aquellos estudiantes
con cara de niños decentes que proliferaban en las academias rabínicas de los shtetlaj2—, se ha empeñado en
ser individuo a contracorriente. Fiel sólo a sí mismo.
De jovencito desconfió de la mística grupal con la
que se conformó la identidad colectiva en el naciente
Estado de Israel. Especialmente lo atormentó la sombra del silencio con la que los mayores, enconchados,
sentían protegerse de la Bestia Nazi. Fue adolescente
incómodo en su piel. De adulto es ateo, solitario y fiel
marido. Es amoroso padre. Ideólogo de la izquierda
que, desde hace cuando menos un cuarto de siglo, por
decencia y justicia, protesta y exige la devolución de los
territorios. Es inquieto escritor, un cuentacuentos que,
desoyendo las lecciones aprendidas en casa, lleva décadas de figurar en primera fila.
1 De manera deliberada he decidido poner Jerusalem y no Jerusalén,
forma correcta de escribir el nombre de la ciudad en español, porque así,
con m al fi nal, es como los judíos han aludido a ella desde tiempos remotos.
El nombre de Jerusalem o Yerushalayim tiene originalmente un sentido
teofórico en alusión a Melkitzedek, rey de Shalem, quien dio la bienvenida
a Abraham; pero, desde la época antigua, en la Biblia hebrea y luego en los
escritos de Filón y de Josefo, se le ha asociado con la paz: Yerushalayim,
Ir shalom, ciudad de paz. En hebreo moderno shalom es también saludo y
despedida, evocación de armonía, tranquilidad y concordia.
2 Shtetlaj, plural de shtetl, palabra en ídish con la que se nombraba a
los pequeños poblados, típicamente judíos, en Europa Oriental y Europa
Central, antes del Holocausto.
DICIEMBRE DE 2013
DEMASIADO TARDE
A David Grossman no le gusta hablar de sí mismo. Menos desde que Uri “cayó del tiempo”, como se refiere a
la muerte de su hijo en agosto de 2006, víctima de la
segunda Guerra de Líbano. Cuando Hezbolá comenzó a lanzar misiles contra zonas pobladas de Israel,
Grossman, voz de la paz, no tuvo duda: la guerra era
necesaria como legítima respuesta de autodefensa. Durante las primeras semanas del conflicto bélico, él mismo viajó al norte de Israel para contarles cuentos a niños atrincherados en refugios.
Sin embargo, 29 días después de iniciado el conflicto
bélico contra el brazo armado chiita, tiempo suficiente para constatar que la destrucción de la infraestructura terrorista no necesariamente servía para frenar
el ataque de misiles contra la población civil israelí,
Grossman, Amos Oz y A. B. Yehoshúa ofrecieron una
conferencia de prensa en Tel Aviv, el 10 de agosto, a fin
de solicitarle al gobierno de Ehud Olmert que aceptara
el cese al fuego que ofreció Líbano, bajo el auspicio de
las Naciones Unidas.
Grossman dijo ahí: “Teníamos derecho a emprender
la guerra, pero las cosas se han complicado […] Considero que hay otros caminos.” Jamás mencionó que su
hijo estaba en el frente. Me aclara: “En ese momento
era irrelevante, hubiera sido igual si Uri hubiera estado
en casa.”
La guerra, brecha sin salida, había sido la más larga
que había padecido Israel desde su independencia: las
bajas eran excesivas, el gobierno civil libanés se debilitaba y el ánimo de los terroristas parecía fortalecerse.
Olmert, envalentonado, se negaba a ceder. Su gabinete
de seguridad había votado, unas horas antes, desoír la
propuesta libanesa del primer ministro Fuad Siniora e
incursionar por tierra hasta el río Litani.
Los escritores, intentando unificar a la población en
un grito de paz, exigían frenar el brazo militar y mostrarse creativos en el ámbito de la diplomacia. Finalmente lo consiguieron. El cese al fuego se puso en marcha la mañana del lunes 14 de agosto, pero para la familia de David Grossman llegó demasiado tarde.
En la madrugada del domingo 13, a las 2:40 am, en
las horas finales de la guerra, un grupo de altos oficiales
del ejército tocó a su puerta. Un escozor de terror frío lo
paralizó. Era el mensaje que tanto había tratado de evadir, exorcizando las palabras en un afán de regatearle
vida al destino. Al escuchar el timbre, como si hubiera
mirado una y mil veces esa escena detrás del telón de la
escritura, David le dijo a Mijal, su mujer, como lo escribió en La vida entera: “Ya está. Nuestra vida se acabó.”
El sábado 12 de agosto, Uri y sus compañeros, que
incursionaban en un tanque blindado en el pueblo de
Hirbet K’seif, en el sur de Líbano, fueron el blanco
de un misil de Hezbolá cuando pretendían rescatar
a los soldados de otro tanque, que también había sido
alcanzado. Fueron los últimos soldados en morir antes del cese al fuego.
Una suerte infame capaz de estrujar el corazón de
cualquiera. “Nosotros, nuestra familia, ya perdimos
esta guerra”, dijo Grossman al enterrar a Uri en el cementerio del monte Herzl. La muerte de su hijo fue la
pena de una nación y, paradójicamente, también tuvo
eco solidario en el mundo árabe donde hubo voces que
lamentaron la pérdida.
Fue una inconcebible casualidad envuelta en la escritura de La vida entera, considerada por amplias mayorías como la obra maestra de David Grossman al día
de hoy —en hebreo Isha borahat mi-bsorah, literalmente: “la mujer que huye de las noticias”, en alusión a Ora,
un personaje femenino magistralmente labrado, una
musa de la vida que se aleja de su casa para evitar ser
víctima, para desafiar al destino y proteger a su hijo
que está cumpliendo su servicio militar en el frente.
Si no está en casa, es el pensamiento mágico detrás de
la novela, no habrá quien reciba un mensaje con malas
noticias. Si ella va contando la biografía de su hijo, él
mantendrá la vida. “Siempre estamos haciendo pactos
con dios, con el diablo, con el destino. Ésa era mi esperanza”, afirma el escritor.
Grossman comenzó La vida entera en mayo de 2003,
medio año antes de que su hijo mayor, Jonatán, terminara su servicio militar obligatorio, y medio año antes
de que Uri, el hijo de en medio, fuera reclutado como
todos los jóvenes en Israel. Ruti, la pequeñita, aún era
una niña.
Escribe en el epílogo del libro: “Uri conocía muy
bien la trama de la novela y a los personajes. Cada vez
que conversábamos por teléfono, y sobre todo cuando
llegaba de permiso, preguntaba qué novedades se habían producido en el libro y en la vida de los protagonistas (‘¿Qué les has hecho esta semana?’, era la pregunta
a
que me hacía). La mayor parte de su servicio militar lo
cumplió en los territorios ocupados, patrullando, en
puestos de vigilancia, tendiendo emboscadas y en los
puntos de control de la carretera, y de vez en cuando me
hacía partícipe de sus experiencias. En esos momentos
yo tenía una corazonada, o mejor dicho, un deseo: que
el libro que yo estaba escribiendo lo protegiera…”
Tras los siete días del duelo, David Grossman eligió
vivir. La vida no se acabaría. La muerte de su hijo se
iría convirtiendo en un recuerdo enorme, en un peso
intenso, siempre presente y en ocasiones paralizante.
Como un ejercicio catártico volvió al libro que, para
entonces, ya estaba listo en su mayor parte. “Comencé forzándome a escribir una hora, una hora eterna. Al
siguiente día añadía diez minutos más de escritura, así
días tras día. Fue muy difícil porque era regresar una
y otra vez al sitio que más miedo me daba, pero era el
único lugar disponible para mí.”
Lo que cambió de La vida entera, escribió, fue “la
caja de resonancia de la realidad en la que fue revisada la versión definitiva”. Quizá, exiliado de la realidad
por la catástrofe personal, imprimió una mayor dosis
de tristeza e impotencia con respecto a la situación
política israelí. Padre devoto de sus hijos, padre con el
corazón balanceándose entre los muertos, intentó sostener su existencia “en el patíbulo de la añoranza”. Reescribiéndose se aferró a la vida.
En 2011 publicó Más allá del tiempo, su novela más
reciente, que le sigue a La vida entera. Otra obra maestra, quizás aún más poderosa que la anterior. Con ella
intenta cerrar la historia que comenzó con La vida entera, usando las palabras “como anclas para no caer en la
locura”, rasgando a través de la escritura el sobre hermético de la muerte.
En Más allá del tiempo, libro alusivo al duelo, aparentemente sin dedicatoria explícita, en cada silencio, en cada palabra, en cada pausa y grito poético, están Uri y su muerte “como caramelo envenenado en la
boca”. Está también el llanto desgarrado. La necesidad
de envolver, con su cuerpo y con el de la mujer del relato —Mijal, su mujer, por supuesto— “el vacío de la plenitud” de su hijo.
Está el destierro de la sinfonía familiar anterior a
su partida: “la casa que antes era yo”. Antes de que “las
lenguas de fuego frío” lo devastaran sumiéndolo en el
infierno. En este libro yace Grossman, entre grietas y
rendijas, como vela extinguida. Recortada la foto de su
vida.
Mantuvo un duelo contra las palabras, “masticó clavos” para lograr los calificativos precisos, para nombrar con un lenguaje propio a la muerte. En aquel “eco
del no existir”, lloró con impotencia ante el paso del
tiempo: “¿Cómo voy a poder / pasar a septiembre / quedándose él / en agosto?”.
Lo busca, lo nombra: “¿Pero dónde estás, qué
eres? / Dime sólo eso, hijo mío, / simplemente te pregunto / ¿dónde estás? / O como un discípulo ante su
maestro / (porque así es como me siento ahora / en
más de una ocasión ante ti), / te pido que me enseñes, / como yo un día, no hace tanto tiempo, / te enseñaba / el mundo / y sus secretos, / y perdóname si mi
pregunta / es necia y algo insustancial, pero / tengo que
hacértela / porque hace ya cinco años / que me corroe
por dentro / como una enfermedad: / ¿qué es la muerte, hijo? / ¿Qué / es / la muerte?…”
Grossman se dejó caer en la red por la que cayó Uri,
una red con un agujero, y llegó al abismo donde él, quizá, se encuentra. Desmigajado, palpitando en un laberinto, en una maraña de la que ansiaba soltarse, tocó
un muro. Tocó la muerte con el arma de la poesía, el
idioma de su duelo. “El hombre que camina”, como se
llama a sí mismo en este libro, estuvo con Uri.
El arte, la escritura, puntualiza Grossman, es el único sitio donde la vida y la falta de vida, la vida y la muerte conviven: “¿Qué otra cosa puedo hacer? / No escribir, no / vivir, pero por lo menos / el idioma / me queda,
por lo menos él es todavía un poco / libre…”. En la escritura, lo sabe, no está solo. En su dolorosa travesía poética lo acompañan sus lectores.W
Hemos tomado este texto de Israel a cuatro voces.
Conversaciones con David Grossman, Amos Oz, A.
B. Yehoshúa y Etgar Keret, que se presentará en la FIL
de Guadalajara el jueves 5 de diciembre, a las 19:30,
en el Pabellón de Israel. Agradecemos a la editorial
Khālida el permiso para reproducirlo.
Silvia Cherem S., periodista, escritora y editora, es
autora de Una vida por la palabra. Entrevista con
Sergio Ramírez ( FCE, 2004) y Trazos y revelaciones.
Entrevistas a diez artistas mexicanos ( FCE, 2003).
17
Fotografía: © A N N A K A I M
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
A pesar de su juventud, Etgar Keret es ya un viejo conocido de los hispanohablantes,
gracias a la difusión que de su obra han hecho editoriales como Siruela y Sexto Piso; en
el Fondo publicamos dos de sus textos para los lectores de menor edad, ambos sutiles
y cautivadores. En esta entrevista, Keret se reconoce como outsider y como parte de la
milenaria diáspora judía aunque viva en Israel
ENTR EV I STA
Escribir desde la diáspora
(dentro de Israel)
ENTREVISTA CON ETGAR KERET
Modern Hebrew Literature: Etgar Keret, el autor de
cuentos cortos que han dado la vuelta al mundo, ¿cómo
se ve a usted mismo dentro de la tradición de la literatura hebrea? ¿Como perteneciente o como un invasor?
Keret: Bien, me resulta difícil ubicarme a mí mismo
dentro de la tradición de la literatura hebrea. Me veo
inserto, mucho más naturalmente, en la corriente de
la literatura judía de la diáspora. Me siento más cercano a escritores como Bashevis Singer, Kafka o Babel que a muchos escritores israelíes. Admiro a muchos de ellos, pero en realidad no logro conectarme
con esa tradición.
¿Cómo ocurrió eso?
Soy hijo de inmigrantes. El sentimiento constante
de no pertenecer, de intentar ser algo que no soy enteramente yo mismo, es algo que he sentido fuertemente. Verá, yo crecí en Ramat Gan, que tiene mucha población de descendientes de iraquíes. Y allí la
idea de ser un sobreviviente del Holocausto era algo
por completo abstracto: uno veía fotos el Día de la
Memoria por el Holocausto, pero no era habitual toparse con sobrevivientes por las calles. Ahora bien:
yo soy hijo de una familia de sobrevivientes, de modo
que siempre me hallaba un poco fuera de lugar. La
gente a mi alrededor no veía a mis padres como sobrevivientes del Holocausto: ellos hablaban un hebreo realmente fluido, debido a que habían venido
aquí a edad lo suficientemente temprana como para
asumir una nueva identidad, pero hacían cosas distintas y sabían acerca de cosas que la gente que nos
rodeaba desconocía —en casa tenían libros en alemán, de hecho mi padre tenía un ejemplar de Mein
Kampf, lo cual era algo que yo no lograba entender,
dado que en esa época aún había un boicot sobre los
productos alemanes y sin embargo mis padres todavía conservaban algunos amigos alemanes—. Uno de
18
sus mejores amigos incluso había combatido en el
ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial.
No perteneció a las ss o algo así, luchó en el frente
africano y luego se arrepintió de ello.
O sea que por un lado mi familia era muy israelí y
sabían cómo hacer las cosas a la manera israelí, pero
por el otro lado eran muy europeos y estaban muy
conectados con Europa. Ésa era la cultura que amaban —la música que escuchaban, los libros que leían,
los libros que me leían— pero que resultaba extraña
a lo que experimentaba fuera de mi casa, cuando
iba a la escuela. Y cuando algo así ocurre uno debe
elegir, básicamente, entre uno u otro lado: o te vas
con la nueva narrativa (la de la sociedad que te rodea) o luchas para resguardar algo que posees en tu
entorno familiar, en tu interior, pero que no necesitas cuando sales al mundo.
¿Cuál fue el motivo por el que sus padres vivían en Ramat Gan, en lugar de otros sitios donde vivieran inmigrantes europeos como ellos?¿Hubo alguna razón en
especial?
Mis abuelos, los padres de mi padre, llegaron a
Ramat Gan, donde tenían una tienda, en Ramat
Gan, y mi abuelo fue asesinado en Ramat Gan en
los años cincuenta por un vecino que lo acuchilló.
Había enloquecido, él también era un sobreviviente del Holocausto. Luego de eso, mi padre tuvo que
ayudar a mi abuela, de modo que vivió en Ramat
Gan y allí se quedó al contraer matrimonio. Mis
padres no estaban aislados culturalmente ni nada
parecido. Tenían muchos amigos, algunos de ellos
europeos y otros no. Pero se trataba casi de una
doble identidad: uno sabía cómo hablar y cómo
pensar fuera de casa, pero existen otros asuntos
que pueden interesarte, interés que la gente que te
rodea no necesariamente comparte. La narrativa
a
israelí o sionista habla a menudo acerca de Europa
como el sitio en el que los judíos morían, como ese
lugar de peligros constantes, de antisemitismo.
Era como una especie de símbolo que resguardaba
la necesidad de la existencia de Israel. Pero para
mis padres se trataba de algo bastante diferente.
Como sobrevivientes del Holocausto, conocieron
el lado oscuro de Europa, pero Europa y el pasado
europeo tenían influencia en sus vidas. No era un
símbolo, era algo muy, muy concreto y me concernía directamente.
En cuanto a mí, siempre seré un outsider por mi
modo de pensar. Nunca he sido capaz de verme como
parte integrante de un grupo. Dondequiera que haya
este tipo de grupos, como los niños exploradores, o
nahal1o lo que fuera, siempre me expulsaban. Nunca
me gustaron los sistemas que implicaban la existencia de algún grupo. No me gustaba ir a la escuela. Tenía muchos amigos pero no me gustaba ir a la escuela
e intenté evitarla tanto como pude. Cuando los chicos organizaban boicots contra otros niños, nunca
me sumé, siempre sentí temor por la multitud.
Las multitudes me dan miedo. Recuerdo cuando
teníamos doce o trece años, me reunía con los otros
niños y hablábamos de nuestros peores miedos. Un
chico tenía miedo de cortarse un ojo con el filo de
un papel, otro les temía a las ratas. Yo dije que mi
mayor temor era morir lapidado. Esa sensación de
ser asesinado por personas que ni siquiera me conocen, a las que ni siquiera desagrado, sólo porque
todos los demás también lo hacen. Pienso que eso
viene de los tiempos bíblicos y que hay algo ahí tan
1 Nahal en un acrónimo de Noar Halutzi Lohem (juventud pionera combatiente). Se trata de un cuadro militar que combina el servicio militar
con el servicio civil en una nueva colonia.
DICIEMBRE DE 2013
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
ESCRIBIR DESDE LA DIÁSPORA (DENTRO DE ISRAEL)
arquetípico como extraño —“Hola, ¿cómo están todos?” “¿A quién lapidaremos hoy?” “No lo sé, este
tipo cometió algún delito”—. Pienso que este tipo de
perspectiva de outsider enlaza muy bien con el punto de vista de los judíos diaspóricos en general. En
tanto que judío, uno siempre tiene ese pensamiento
en dos niveles: se está dentro del sistema y al mismo tiempo fuera de él. Una vez, en un reportaje, dije
que me siento como un judío en la diáspora israelí.
Sé cómo caminar y cómo hablar del modo en que se
debe caminar y hablar, pero siempre hubo en mí algo
que piensa desde el afuera, y en ocasiones, para mi
gran horror, me he visto a mí mismo formando parte
de cosas en las que no me reconocía.
El judío como un outsider en el Estado judío. Eso contiene un elemento de extrañeza, ¿no le parece?
Bien, se trata de una experiencia muy personal, porque mucha gente me ve como un escritor muy israelí
debido al tipo de lenguaje que utilizo o por las realidades que describo. Pienso que esa identidad judía
no se da en los escenarios sino que se desprende de
una suerte de moral o filosofía que subyace. Pienso
que hay algo en esa sensibilidad judía que torna mi
obra más accesible para la gente del exterior. Digamos que comparto el tipo de sensibilidad de escritores que ellos conocen; si leyeron a Bashevis Singer y
leen lo que escribo pueden decir “bien, conozco esta
manera de pensar”. Pienso que, para alguien no israelí, es más dificultoso, culturalmente hablando,
sostener un diálogo con un escritor como S. Izhar,
un escritor extraordinario y un producto verdaderamente made in Israel en un cien por ciento, que representa una experiencia colectiva dirigida específicamente al público israelí.
Quisiera seguir en este punto por un momento. Por un
lado usted es muy israelí, y por otro el giro final de sus
historias es judío y no israelí.
Sí, algo en mi modo de escribir, en el proceso de tratar de entender cómo representar o entender la realidad, cómo deconstruir esta realidad y este tipo de
deconstrucción o escritura subversiva, es realmente
no israelí. Hay algo muy pragmático en la mentalidad israelí. Uno debe decir cosas que la gente pueda
transformar en cosas prácticas. Una parte esencial
del discurso israelí es que, a fin de cuentas, uno quiere entender qué es lo que debe hacer.
Otro tema es la imagen del escritor. Bashevis Singer o Kafka, por ejemplo, no escriben desde una posición de autoridad. Y yo creo que muchos escritores
israelíes escriben desde una posición casi profética,
como si le estuvieran indicando al lector el camino. Por supuesto, la posición más “socrática” —más
abierta al diálogo— existe en la tradición judía, dado
que muchas veces los judíos no pudieron sostener
diálogos desde posiciones de poder. Esto no significa
que no tengan cosas para decir, pero muy a menudo
—nuevamente — poseen una perspectiva cosmopolita, de outsider.
Pareciera que los autores diaspóricos escriben a menudo al “estilo cangrejo”, en forma oblicua, lo cual es
lo que usted finalmente intenta hacer con sus cuentos.
No se trata de una trayectoria necesariamente consciente. Viene de una posición de ambigüedad. Si hablamos acerca de mis padres y de la cultura europea,
por ejemplo, existen muchas cosas que adoro de Europa y muchas otras que odio, estoy adentro y afuera
al mismo tiempo, a favor y en contra en forma simultánea. Finalmente, crea un movimiento “tipo cangre-
jo”, lateral, porque uno carece de una predisposición
especial hacia algo en particular. Uno no dice “ok, esto
está bien, esto está mal”. Uno siempre está tratando
de entender su propia posición respecto de las cosas.
Usted ha publicado dos libros de novelas gráficas, y
ahora hay una incipiente ola de obras similares en Israel. ¿Cree ser el responsable?
No, no. Pienso que siempre hubo gente interesada en
el cómic en Israel. El problema es que carecemos de
tradición. Le daré un ejemplo divertido. Cuando se
editó mi primera novela gráfica, mi editor me dijo:
“Tenemos un problema técnico”, porque en Israel los
únicos anaqueles que existían en las librerías para libros de gran tamaño eran para libros de cocina. Así
que pusieron mi libro con los libros de cocina, porque
no había otro espacio. En ese momento había mucha
gente que quería escribir cómics pero que no lograban
obtener ningún respaldo institucional. Y nadie quiere
crear un cómic cuando sabe que al final será expuesto junto a los libros de cocina; nadie los buscará allí y
nadie los leerá. Lo que sucedió, entonces, no fue que
ahora hayan aparecido más personas creativas dispuestas a escribir cómics, sino que ahora muchos de
ellos logran ser publicados. Creo que editores como
Actus Tragicus, muy influyentes en el mercado del
cómic, publican mayoritariamente en inglés, incluso
el libro de Rutu Modan salió a la venta en cuatro países antes de aparecer en Israel. Por lo tanto, hay dos
cosas: la primera es que en la mayoría de los países
la del cómic es una industria de “raros”; y en Estados
Unidos o en Francia puedes ser un artista no convencional y aun así vender lo suficiente como para que los
editores quieran publicarte, en tanto que Israel es un
mercado muy pequeño. La segunda es que algunas
personas sugieren que la razón por la cual los cómics
no forman parte de la tradición literaria israelí viene
de los Diez Mandamientos. En la religión cristiana es
usual que se cuenten historias mediante imágenes; en
las iglesias, por ejemplo. Pero en la religión judía está
escrito “No formarás imágenes”. Otros dicen que se
da algo muy cínico en la sociedad israelí y que muchos
cómics —especialmente aquellos que muestran a tipos con calzas y súperpoderes— buscan conectar con
una ingenuidad inexistente en Israel.
Pero la idea en sí de una novela gráfica, ¿no es algo
infantil?
Creo que hay algo infantil en muchas novelas gráficas. Por otro lado, deberíamos diferenciar entre el
cómic como medio y el cómic como género. Se pueden
hacer muchas cosas con los cómics. Básicamente, comenzó con una tradición de cosas muy sencillas que
se hacían para los periódicos —tiras cómicas— pero
se trata de un medio que permite hacer otras cosas.
Es como decir que la animación o las películas de
animación son infantiles o para niños. La mayoría lo
son. Pero cuando uno ve algo como Vals con Bashir,
es diferente, y eso tiene que ver con el modo en que se
utiliza el medio. Y existen unos pocos libros en este
medio que son obras de la mejor y más seria literatura. Chris Ware es una artista maravillosa, por ejemplo, o fíjese en Persépolis. Cuando uno lee Persépolis
le puede gustar o no, pero se trata de algo mucho más
cercano a un libro de memorias que a Spiderman.
Usted ha hecho muchas cosas creativas en los últimos
años, pero no ha publicado desde La Chaladura de Nimrod, en 2002. ¿No escribe más?
No, no. Estoy escribiendo. El que aún no haya sacado
un nuevo libro tiene que ver con el hecho de que ten-
Etgar Keret en el Fondo
PAPÁ ESCAPÓ
CON EL CIRCO
los primerísimos
Ilustraciones de
Rutu Modan
Traducción de
Andrea Fuentes
1ª ed., 2004, 49 pp.
978 968 16 7333 8
$70
DICIEMBRE DE 2013
NOCHE SIN LUNA
los especiales de
a la orilla del viento
Ilustraciones de
David Polonsky
Traducción de
Roser Lluch I Oms
1ª ed., 2009, 48 pp.
978 968 16 0035 6
$130
D
go un hijo, porque tengo muchos más compromisos
económicos y muchas cosas que hacer. Por eso hago
las cosas con más lentitud, pero técnicamente la mayor parte del trabajo de mi nuevo libro ya está hecho.
Lo que sucedió es que durante los últimos años estuve involucrado en tres filmes: Wristcutters, The Meaning of Life for $9.99 [El sentido de la vida por $9.99]
y Jellyfish [Medusa]. Aunque en realidad sólo trabajé
en uno de ellos.
De acuerdo con las críticas que hemos leído, los franceses adoran The Meaning of Life for $9.99.
Sí, está siendo un éxito allí. Pero fíjese en $9.99, por
ejemplo. Escribí el guion hace nueve años y le llevó
mucho tiempo aparecer. No es que haya decidido dedicarme solo a las películas. Lo que sucedió es que yo
trabajaba con libros y películas: los libros eran editados pero las películas no. Y luego se dio al revés. Yo
hago todo tipo de cosas, incluso algunas que no hacía
antes.
Ser padre…
Sí. Y es una gran cosa, estoy muy feliz con eso. Es
una de las pocas cosas respecto de la cual no soy
ambiguo.
¿Qué piensa de las relaciones entre literatura e internet? Por ejemplo, existe una multitud de blogs, lo cual
constituye una forma de diálogo. ¿Se trata de algo que
despierte su interés?
No me gusta escribir nada que no sea ficción. No
me gusta escribir cartas, ni tarjetas de cumpleaños
y cuando escribo ensayos en general adoptan la forma de un cuento. No me gusta hacer declaraciones.
Lo que disfruto es contar historias; nunca me interesó escribir acerca de mí mismo, obras en las que
yo estuviera presente. De modo que nunca me atrajo escribir blogs. Para mí, escribir genera un tipo de
energía que no es accesible automáticamente; cuando uso esta energía para algo, no siento que la esté
malgastando.
Y la última pregunta: ¿cuál es su opinión acerca de
la joven generación de escritores israelíes que están
apareciendo?
Lo que es extremadamente interesante cuando uno
mira a esos autores jóvenes, de mi generación o de la
más joven, es que uno ve una enorme variedad, cosa
que no se daba habitualmente en la literatura israelí.
Algunos de ellos continúan con la tradición, mientras
que otros escriben contra ella. De modo que existe
una enorme riqueza. Hoy en día hay menos discriminación en esta sociedad, con lo cual ya no resulta un
tema tan importante. Por ejemplo, nosotros solíamos
hablar de la “literatura femenina” pero hoy la retórica
se ha vuelto menos dominante. Existen mujeres escritoras pero ése no es el punto. O existen escritores
descendientes de judíos orientales (mizra´him) en los
que uno puede observar ese sentimiento de discriminación. Pero se escribe de un modo que supone la
existencia de eso en el background, el libro no gira alrededor de eso.
Por supuesto, hay libros escritos hoy en día que
me gustan más y otros que me gustan menos, pero lo
que sucede es que se producen todo el tiempo cosas
realmente interesantes y eso es lo que importa. W
Agradecemos al Modern Hebrew Literature, del
Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea,
el permiso para reproducir esta entrevista.
e su veta narrativa para
niños y jóvenes, hemos
publicado en el Fondo este
par de títulos de Etgar Keret
quien, aunque ha afirmado en más de
una entrevista que no le gusta escribir
para los pequeños, ha demostrado ser
un gran maestro de este género. Quizás
porque parte del principio de no hacer
distinción entre el público adulto y
el infantil cuando escribe: “sólo que,
cuando lo hago para niños, no incluyo
cosas que no significarían nada para
ellos”, ha dicho. En el primero de estos
títulos, dedicado a los más chicos, el
autor plantea el escape de un padre
con un circo, como una alegoría de la
libertad, y, desde ahí, lanza una serie de
a
preguntas sobre la idea del regreso, la
añoranza y la paternidad. El segundo
presenta un encantador cuento que
tiene como protagonista a Zohar, una
niña que le cuenta a su madre una
serie de aventuras que pudieron haber
ocurrido o no en la realidad: le dice
que la Luna se había ido, que un búho
estaba muy enojado por su partida y
que había un gato goloso; también le
cuenta de los pinos que le daban miedo,
de las calles vacías y del policía, pero
sobre todo le habla del hombre que
quería que la Luna fuera su amiga.
Dos joyas de nuestro catálogo que se
suman al festejo que este año se realiza
en la Feria de Guadalajara a la cultura
israelí.
19
Ilustración: © D U LC E C H AC Ó N
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
En la abundante obra de Amos Oz hay varios libros sobre la infancia y la adolescencia.
En el Fondo hemos publicado tres dentro de la colección A Través del Espejo, dirigida
a los lectores jóvenes pero que sin duda resultarán atractivos a todo aquel que sepa
paladear un relato bien construido y revelador. En este ensayo se pasa revista
a ese triángulo de relatos, en los que siempre hay un telón de fondo político
R ES EÑA
Todo tiene dos caras.
Excepto la sombra
A N D R E A F U E N T E S S I LVA
Ni siquiera puedes imaginar
el primer eslabón de la cadena del llavero del que pende
la llave del cofre donde está
la llave de la caja fuerte
donde, quizás, te espera la llave del patio más lejano.
Amos Oz
U
na escritura que va desplegando con precisión y
suavidad las palabras. Una
escritura que penetra y
cuestiona el significado de
las palabras, desmenuzándolas siempre hasta sus últimas consecuencias. Una
escritura que desata controversias: sobre las palabras, los paradigmas, las emociones, las reglas, las
filiaciones, lo establecido. Su irreverencia es tangible, es dulce, en todo caso resulta melancólica. ¿Para
quién escribe Amos Oz?
Amos escribe. Con claridad, acerca de los secretos. A menudo escribe sobre el niño que fue, y pue-
20
de ser que lo haga para otros niños, para otros jóvenes, para otros adultos; las clasificaciones están en
otras manos. ¿Deben o no existir clasificaciones literarias? La discusión es compleja. Y vasta. Pero, si
bien es difícil definir las fronteras, lo cierto es que
dentro de las publicaciones que entre lectores y editores destinan a ese público, existen no una sino numerosas muestras de grandes plumas que escapan
del lacre e invitan a ser leídas, simplemente, leídas:
por los lectores comunes, todos (padres, hijos, historiadores, teóricos del arte). Como las obras de Amos
Oz; las que navegan en rubros inclasificables pero
hablan de la infancia y de la juventud, pero lo hacen,
enfatizo, sin “utilizar” la mirada del niño o del joven
para describir una situación dramática. Todo lo contrario, Oz, y ése es justamente su acierto, se adentra
en el mundo de la niñez-adolescencia (que es el suyo)
a través de la memoria y la imaginación, mezclando,
sin que sepamos exactamente dónde, realidad y ficción, desentrañando ese universo particular, tejido
sí con los hilos de los adultos pero cuya trama y textura son propias y, en realidad, bastante ajenas a su
lógica. Y es por ello que nos muestra con tanta agu-
a
deza cómo ese mundo, sus secretos, puede ser tan
inocente como doloroso, y es por eso que al conocerlo e indagarlo nos turbamos y, sorprendidos, pillados cual perro al dar la vuelta a la esquina, acabamos
preguntándonos sobre nuestro otro mundo y las leyes que en él hemos establecido; las fronteras, juicios
y términos que en él, para vivir, hemos inventado.
¿Qué piensan los niños y los jóvenes? Yo qué sé; no
voy a robarles su propia lectura. Para nosotros, ahí
está, descrito, ese universo: pleno de crueldad, de dificultades, de senderos oscuros y rígidos, empapado
de las ideas adultas tan firmes como contradictorias
sobre el bien y el mal que se cuelan hasta el actuar de
los chicos de maneras inimaginadas; y así podemos
ver el modo en que, desesperadamente, ellos, los niños, los jóvenes (los otros, nosotros mismos) buscan
conciliar sus propios deseos (conversar con una chica, jugar, ser queridos, ser reconocidos, ayudar en los
ideales que creen atisbar de sus padres-de la nacióndel discurso-del statu quo-cualquiera que éste sea)
con sus enormes inseguridades y temores a través
de las pocas y limitadas herramientas con las que
frecuentemente cuentan. Y cómo se enfrentan en-
DICIEMBRE DE 2013
Fotografía: © DA N I E L DA L Z E N N A R O/ E PA
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
TODO TIENE DOS CARAS. EXCEPTO LA SOMBRA
tonces con la brutal realidad que los aparta de todo
y, sin explicarles, los censura, los coarta, de una u
otra forma; les otorga un sitio, no necesariamente
el deseado. A través de la palabra: siempre a partir
del impacto, uso y sentido con el cual ellos impregnan a las palabras.
Oz forja en su traza literaria ese firmamento,
desde distintos ángulos, en los tres títulos publicados en la colección A Través del Espejo: La bicicleta
de Sumji, Una pantera en el sótano y De repente en lo
profundo del bosque. Los tres aparecieron bajo el sello del fce; los dos primeros en 2005 y el tercero en
2006, y Oz los escribió, respectivamente, en 1978,
1995 y 2005; la cronología es también un dato revelador. En La bicicleta de Sumji, éste comienza diciendo que todo cambia sin cesar y que él, de 11 años
y dos meses, ha cambiado cuatro o cinco veces por
completo en el transcurso de un solo día. Todo tiene que ver con Esti, la niña que vive cerca de él, a la
cual “detesta” tanto como ella a él; con Zémaj, el tío
loco y “estraperlista” (él no comprende bien esa palabra) a cuyos ojos todas las fiestas —Januká, Purim,
Pésag, Lag Baomer, entre otras— son iguales porque
en todas hay alguien a quien odiar, y quien le regala una bicicleta; con Aldo Castelnuovo, su rico amigo (el apellido no es casual) quien, a pesar de tenerlo todo, le cambia su bicicleta por un pedazo de tren;
con el niño-adulto Goel, quien después de pintar una
consigna en un muro (“¡Lárguense a Inglaterra! ¡Saquen a Ben-Gurión!”) lo “convence”, tras unas cuantas sacudidas, de cambiarle su pedazo de tren por un
perro, amenazándolo con divulgar las notas secretas
de su cuaderno, dedicadas a Esti y robadas por él y
sus compinches; con su padre (“Anda, come y calla”;
“¿Tú sabes qué hora es?”); con el padre de Esti, que
lo lleva a su casa al encontrarlo solo de noche, y con
Esti, que en realidad lo sabe todo de él y que lo adora igual que él a ella. Y es como si a través del recorrido que en un sencillo día hace que, efectivamente,
todo se transforme, pudiésemos advertir no sólo su
experiencia, la que nadie más sabe ni puede ver, sino
cómo sus preocupaciones y las del mundo exterior
juegan y se tocan en extremos insospechados, entre
la búsqueda de la identidad propia y la realidad de un
territorio en guerra, entre los discursos de los adultos y los miedos propios, y sí, todo en el medio de una
Jerusalén que, terminada la Guerra Mundial, está
bajo el dominio británico. Este sería el otro corazón
de su obra: pareciera que Oz, claramente comprometido con el proceso de paz en Medio Oriente y consagrado al tema de la creación del Estado de Israel
(como de forma magistral aborda en Una historia de
amor y oscuridad, escrita en 2002), trazó este primer
cuento hace tiempo, revelando ése que sería no sólo
un leit motiv como asunto de su escritura sino un leit
motiv en su forma de escribir; esto es, jugando a saltar de la realidad a la ficción y de regreso, sin tapujos, con destreza, con inteligente y suave artimaña,
como diciéndonos que la escritura no es más que un
reflejo de nosotros mismos, de lo que pensamos, de
lo que buscamos. Ese primer cuento que nos descubre la compleja misión de ser niño y lidiar con todos
los sentimientos y retos de serlo y donde la situación
política pareciera un contexto a la historia central,
tiene ya las semillas de Una pantera en el sótano: la
historia de su infancia-adolescencia. Ese hermosopeligroso animal encerrado. Pero aquí el contexto
político emerge sustancial, y además ha avanzado en
el tiempo: la Pérfida Albión está a punto de salir de
Jerusalén. Profi, así llamado, es parte de la resistencia. Claro que él no redacta panfletos en inglés como
su padre, ni tiene un botiquín para atender a los heridos como su madre, pero junto con Ben Hur y Chita Reznik ha creado la Organización lom (Libertad
o Muerte), desde la cual idean ingeniosas maneras
para echar a los británicos, como la creación de una
armada y sus tácticas (con botones y sacapuntas)
para hundir a la flota enemiga o la construcción de
un cohete que amenazara con estallar en el palacio
inglés y los obligara a irse fuera, y que así por fin terminara lo real: los toques de queda, el miedo. Hasta
que Profi es detenido una noche por un oficial inglés,
el sargento Dunlop, que en lugar de remitirlo lo regresa a casa, y a partir de entonces ambos se encuentran en el café Orient Palace donde Profi le enseña
hebreo al sargento y el sargento inglés a Profi. Y se
hacen amigos. Y aunque Profi asegura (a sí mismo)
que todo es para espiar al enemigo y sacarle información, cuando Ben Hur se entera de sus reuniones escribirá bajo su ventana: “¡Profi, vil traidor!” Y,
una vez más, la palabra: deglutirla; asumir quién es
DICIEMBRE DE 2013
el enemigo, aborrecerlo a fondo. Entender por qué es
enemigo y no entender cómo el enemigo sonríe, nos
ayuda, se interesa por nosotros. Odiarse porque así lo
manda la nación, el Estado, la resistencia, la familia,
los amigos. Y no ser diferente porque ser diferente implica ser un traidor.
Todo tiene dos caras. Excepto la sombra. Dice el
narrador. Y que todo tiene una especie de sombra.
Tal vez la sombra también tenga sombra. Con esta
prosa y su sombra, Oz nombra, evoca y nos devuelve
territorios perdidos: abre las puertas a sus recuerdos
y nos confiesa, otra vez, que sí, que está escribiendo
una novela, un cuento, que una parte es verdad y que
la ficción no es más que la amalgama brillante de lo
sucedido con lo entendido y lo pensado. Vivir de pie
para evidenciar la absurda confusión de los hombres entrampados en sus principios, aferrados a sus
conceptos. ¿Acaso no somos todos así? Profi parece
ser el mismo personaje que Sumji, a quien su padre
llama, con ironía, “su excelencia”, “su señoría”, y pareciera ser el mismo de Una historia de amor y oscuridad, cuyos padres también duermen en una habitación que de día es estudio y de noche se transforma en habitación gracias a un sofá cama. Y esto no
interesa en tanto nos revela a Oz sino a su forma de
trazar y tender la vida desde ese crucial momento
de construcción de la identidad. Y aunque aquí se
cierra la que yo llamaría una especie de trilogía y en
apariencia De repente en lo profundo del bosque está
en otro registro (es, digamos, una ficción tal cual, la
historia de dos niños, Mati y Maya, que se internan
en el bosque para descubrir por qué los animales se
han ido del pueblo y quién es el diablo que se los ha
llevado), la esencia se comparte: porque en este otro
cuento los que huyen son también los diferentes, los
que son objeto de burla de los demás, los que no son
como todos y al no serlo despiertan la intolerancia
(los traidores, los distintos). La incapacidad de perdonar, de comprender al otro, de ajustarse a los pequeños y artificiales ámbitos que nos fabricamos; el
instinto de depredación del hombre, ¿es instinto?,
¿cómo trasciende todo hasta los niños y jóvenes y
los adultos en que nos convertimos? El camino es
infinito. Pero tiene un principio: para escribirlo, el
autor se detiene a mirar su propio interior, una niñez en presente continuo: esa cosmogonía de sensaciones, deseos, razonamientos, referentes, temores,
inquietudes, historias, juegos; una vivencia única
y particular, que no se parece a nada más, con sus
propios códigos, muy ajenos al estereotipo (pedagógico, psicológico, mercantil, histórico y romántico, entre muchos otros) al que generalmente se
le somete y que pocos como Oz saben descifrar, remembrar, explorar. Amoz Oz, escritor, novelista y
periodista israelí, considerado como uno de los más
importantes escritores contemporáneos en hebreo,
hace de la escritura un avanzar entre los recuerdos
y la decadencia y la belleza dolorosa de la humanidad. Premio Israel de Literatura, Premio Goethe
de Literatura, en sus numerosas novelas, cuentos
y ensayos, traducidos a decenas de idiomas, arroja
secretos que abren aquí y allá nuevos universos de
la palabra, de sus orígenes y de las emociones que
nombran, para preguntarnos si todas las cosas tienen una sola cara o dos.W
Amos Oz
en el Fondo
LA BICICLETA
DE SUMJI
a través del espejo
Traducción
de Miguel Martínez-Lage
1ª ed., 2005, 72 pp.
978 968 16 7572 1
$60
UNA PANTERA
EN EL SÓTANO
través del espejo
Traducción de Raquel García
Lozano
1ª ed., 2005, 164 pp.
978 968 16 7178 5
$85
DE REPENTE
EN LO PROFUNDO
a través del espejo
Traducción
de Raquel García Lozano
1ª ed., 2006, 120 pp.
978 968 16 6707 8
$80
LA HISTORIA COMIENZA
Ensayos sobre literatura
tezontle
Traducción de María Condor
1ª ed., fce-Siruela, 2007, 119 pp.
978 968 16 8474 7
$135
A
Andrea Fuentes Silva, poeta y hacedora de libros,
fue editora de obras para niños y jóvenes en el FCE
cuando se gestionó la contratación de estos títulos
de Amos Oz.
a
sí como Umberto Eco habló del
lector in fabula y de la importancia
que posee la cooperación entre
aquél que abre las páginas de un
libro y el texto para darle vida a la ficción, Oz
plantea en esta serie de exquisitos ensayos
la relevancia que tienen las primeras líneas
de una obra literaria para atrapar y conducir
al lector por las vías de su creación. De esta
manera, tomando los inicios de grandes
piezas de la literatura universal, se inmiscuye
en su construcción y desvela el poder de la
seducción de las primeras frases, tomando
como ejemplos, entre otros, El violín de
Rothschild, de Chéjov; Mikdamot, de S. Yizhar;
“La nariz”, de Gógol; El otoño del patriarca, de
Gabriel García Márquez y “Nadie decía nada”,
de Raymond Carver.
21
Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Tres imágenes icónicas sobre los roles de la mujer en el naciente Israel
le sirven a Liebrecht para reflexionar aquí sobre las transformaciones sociales,
las conquistas de género y las leyendas, positivas y negativas, en torno a la igualdad
entre féminas y varones. Ni la ortodoxia religiosa es tan reduccionista como se cree,
ni el trabajo comunitario tan liberador, ni el ejército tan igualitario como se creería
ENSAYO
Las mujeres en Israel:
la verdad oficial y la verdad oculta
S AV YO N L I E B R E C H T
T
enía alrededor de diez años y
ya era corta de vista, por mi
mala genética y por la excesiva lectura, cuando la maestra, una mujer, hizo que me
sentara en el pupitre más cercano al pizarrón.
Israel tenía entonces mi
misma edad, un país de diez
años, la mayoría de cuyos habitantes habían inmigrado desde los cuatro extremos del planeta, y nuestra maestra parecía creer
que su misión más urgente era dotarnos de un sentido de pertenencia e identidad nacional. De modo
que decidió colgar grandes cartulinas en las paredes del aula, en las que se leía, en lo alto, la palabra Israel, escrita en letras enormes, así como algunas fotos recortadas de revistas y álbumes. Una
de esas cartulinas colgaba en la pared frente a mi
pupitre, de modo que durante muchas horas, de hecho durante todo el año escolar, pude observar los
perfiles de aquellos hombres y mujeres, seculares
y religiosos, claros y oscuros: un grupo grande y
heterogéneo.
De todas esas fotos, recuerdo a tres mujeres.
Probablemente no sea accidental el que atesoremos un determinado recuerdo y que archivemos
otro. Desde el extremo superior de la cartulina, una
mujer judía ortodoxa cubierta con una pañoleta me
contemplaba con sus suaves ojos; estaba sentada en
un cuarto decorado con muebles pesados y tenía los
brazos cruzados sobre el pecho. Durante mi vida he
visto en álbumes de arte fotos similares, y a veces
se refieren a estas imágenes como “La hija del Rabino”. Junto a esta foto, una muchacha kibutznik1
me miraba. Estaba de pie, con las piernas abiertas,
vestía ropa de trabajo y pesados botines, y empuñaba un azadón. Su vecina, la hermosa militar, miraba hacia un costado y apuntaba con una ametralladora hacia un objetivo que no podíamos ver.
A una distancia de más de cuatro décadas, deseo
examinar esas tres figuras mitológicas que esa joven maestra de ese joven país buscaba inculcar en las
mentes de sus alumnos, y revelar el destino de esos
mitos en el momento en que se dieron contra la realidad. No tengo un conocimiento íntimo de la mujer
ortodoxa ni del entorno en el cual vive, pero creo conocer muy bien a las otras dos: viví en un kibutz du-
1 Apodo de los que viven o nacen en un kibutz, aldea colectiva o comuna
israelí.
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rante un año y he prestado servicio en el ejército. Si
pusiéramos las tres fotos, una junto a la otra, tanto
las diferencias como las similitudes saltarían de inmediato a la vista. La primera diferencia es que estamos hablando de una mujer religiosa y dos laicas. En
Israel, sus estilos de vida son tan distintos que, en general, ni siquiera entran en contacto cotidianamente.
La mujer ortodoxa no suele visitar un hogar secular y
no ingerirá ninguna comida en la vajilla o con los cubiertos de la cocina de una mujer laica. Esta mujer religiosa no mira televisión y no concurre a cines donde
exhiben las películas que su congénere secular ve. Estas tres mujeres difieren, además, en su visión acerca
de cómo criar y educar a los hijos, en el modo de vestir
y en el modo en que se relacionan con su vida profesional. En las fotos, las tres visten ropas modestas, abotonadas hasta el cuello. Pero mientras que la hija del
rabino se viste con femenina modestia, las otras dos
son modestamente masculinas. En lugar de la blusa
clara con botones perlados, tenemos una camisa masculina confeccionada en una tela basta; en la imagen
de la militar se han añadido el color del uniforme y el
rango castrense, y los delicados zapatos han sido reemplazados por botas militares.
La segunda diferencia se halla en lo que en la jerga teatral se denomina “utilería”. La mujer ortodoxa
está sentada con los brazos cruzados sobre el pecho.
En contraste con estas amables manos vacías, las
manos de la kibutznik sostienen un azadón y las de la
militar, una ametralladora.
La tercera diferencia está en los escenarios. La
mujer ortodoxa está sentada en un cuarto cerrado; las otras dos están en “exteriores”, al aire libre.
Aquélla conoce su modesto lugar entre la cocina y el
dormitorio; éstas han roto las fronteras de lo doméstico para emerger a la vida pública, que solía ser de
dominio masculino: el campo y el ejército.
Aunque, como suele suceder en la vida, lo que se
ve no es necesariamente lo mismo que ocurre detrás del escenario. La realidad ha puesto cabeza
abajo esa imagen que nuestra maestra trataba de
transmitirnos.
Hoy se está dando un cambio interesante en Israel entre las mujeres religiosas. Sin grandes proclamas, sin protestas feministas, sin ruido ni repicar
de campanas, están produciendo una revolución silenciosa. Muchas mujeres religiosas han adquirido conocimientos de computación dado que sus tareas pueden ser realizadas desde el hogar, y muchas
de ellas prefieren no trabajar fuera de sus casas. Se
han creado instituciones educativas previamente
inexistentes en el mundo religioso. Se las han arre-
a
glado para inmiscuirse en los tribunales religiosos,
la única autoridad en Israel que entiende en casos
de divorcio (incluso para judíos israelíes laicos). En
el pasado esos tribunales eran un territorio exclusivamente masculino y subsecuentemente conocidos por discriminar a de las mujeres. Hoy en día hay
mujeres que ejercen como defensoras y enfrentan a
los rabinos jueces. Son, en general, celosas defensoras de los derechos de las mujeres que tramitan un
divorcio.
Lo que vemos sobre la mujer en el kibutz y en el
ejército es también ilusorio. En realidad, son mucho menos liberadas de lo que las fotos o el mito
sugieren.
Las mujeres israelíes cumplen con el servicio militar obligatorio a la edad de dieciocho años, inmediatamente después de finalizar la escuela secundaria.
La extensión del servicio cambia cada tanto, pero
ronda los dos años. Durante los primeros meses, una
chica recibe un entrenamiento básico en el que le es
administrada una importante dosis de “militarismo” —lineamientos, familiaridad con distintos tipos
de armas, largas caminatas, revistas militares a medianoche y ejercicios—. En general, cuando este entrenamiento básico finaliza, se despide para siempre
del rifle y en su reemplazo aparecen platos de cocina
o equipamiento de oficina. Lo más probable es que se
transforme en una secretaria y que prepare el café
para su comandante y sus invitados.
Durante un año de mi servicio militar fui la secretaria del coronel de una unidad de combate, en el
transcurso de la Guerra de los Seis Días. La cantidad
de tazas de café que preparé a lo largo de ese año sobrepasa en mucho la de los diez años posteriores.
Para ser justa, debo admitir que las tareas de
las mujeres militares han cambiado en las décadas
transcurridas desde que presté mi servicio. Las jóvenes militares has sido exitosas en infiltrarse en lo
que se solía considerar como santuarios exclusivamente masculinos, pero la mayoría de ellas aún sirve
el café, como las chicas de mi generación. En algunos lugares, la integración de las mujeres se ha dado
como un proceso natural, pero en otros debe intervenir la justicia.
En este contexto, hubo dos casos interesantes
que llegaron a los tribunales. Hace cosa de seis años,
una mujer militar demandó al Ejército de Defensa
de Israel porque no le permitían presentarse al examen para un curso de piloto de avión. Su caso recorrió todo el escalafón judicial hasta llegar a la Corte
Suprema, en la que le dieron la razón. Los jueces ordenaron a la Fuerza Aérea que leP A S A A L A P Á G I N A 2 6
DICIEMBRE DE 2013
Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Como muestra de lo que el lector encontrará en Islas entre nosotros,
presentamos en seguida este insólito relato, en el que el personaje de Flaubert
dialoga con una mujer rodeada de misterios, esposa abandonada y centro de una
ria. No busque el lector una anécdota o una trama auda
cofradía literaria.
audaz: lo que hallará
límite y capacidades
es literatura que reflexiona sobre la propia literatura, sobre sus límites
C UENTO
U ENTO
Madame Bovary de Nevé Tzedek
NURIT ZARHI
T
ampoco entonces, como en
otras épocas de entusiasmo
metafísico, adjudicaban al
cuerpo —y menos aún al de
la mujer— gran importancia. Es posible que, por esa
razón, incluso los estibadores del puerto no se percataron de que ese día descendió
de una barca en el puerto de
Jaffa una mujer cuyas piernas, debajo de su vestido
oscuro con cuello, carecían de plantas. Como se ha
dicho, ésa era una época de entusiasmo metafísico
y debemos entender esa carencia con ese espíritu e
incorporar a esa mujer a la familia de los seres que
la cultura insertó entre la imaginación y la biología:
el unicornio, el hijo de la Virgen, los ángeles divinos,
Mefisto y el monstruo del lago Ness.
Encontró una casa en la playa de Tel Aviv. Poco
tiempo después se le unió el conocido editor de un
periódico especializado en asuntos sociales y culturales en el que publicaba sus cuentos, que a él le
fascinaban. Como era de esperar, según la tradición
marina, su destino era ahogarse. Pero antes de que
DICIEMBRE DE 2013
eso sucediera, la mujer le dio una hija, que era una
niña común en todo sentido; por eso, desde que se
mantuvo en pie, se le impuso la tarea de atender a
su madre, cuya alimentación se limitaba a granos y
hierbas que la niña recogía en los jardines de los vecinos y en la playa. Con el pretexto de que su madre
era su maestra, no asistía a la escuela.
Cuando su padre viajó a ultramar con el objetivo
de recaudar fondos entre los judíos de la diáspora
para la construcción del país, la niña y su madre se
quedaron en la casa de madera, erigida sobre la playa, como si vivieran en una isla, sin que nadie entrara ni saliera, fuera de escritores y poetas que colaboraban con el periódico y solían reunirse allí una vez
por semana. La rodeaban como flores que zumbaban
alrededor de la delgada figura de la dueña de casa,
que era como una avispa negra, oculta en su cama,
totalmente cubierta, con el cabello recogido que dejaba a la vista un rostro oscuro en forma de corazón,
y el cuello blanco de su vestido que resaltaba el color
de sus ojos que ardían con un fuego azabache, entre
malvados y angustiados. También la niña sobrevolaba alrededor, como una mariposa oscura con un ala
dañada, mientras servía té en tazas de latón. Todos
a
eran hombres, menos una mujer inglesa, que se había relacionado sentimentalmente con un hombre
que la había traído al país y después la abandonó.
Ella no había regresado a su patria, a la casa de sus
padres, por orgullo, o tal vez por otros motivos.
Debido a la oscuridad, los concurrentes no podían observar el mar a través de la ventana, pero el
susurrar de las olas entraba en la habitación, subía
y bajaba intermitentemente, como si esa pequeña
casa fuera una caracola o una oreja en la que el sonido está destinado a penetrar para ensordecer, descubrir algo, cubrir completamente y evitar cualquier
significado.
Entretanto, los asistentes hablaban sobre la literatura hebrea y sus especificidades, y acerca del hecho
de que estuviera imbricada en la vida renovada aquí,
en esta tierra. Lisbeth, la poetisa inglesa, que en la comunidad había recibido el nombre de Elisheva, procuraba imponer su voz por sobre el sonido del mar y
las intervenciones de los demás; dijo que la literatura
necesitaba su propia mentira y, como ella, también la
poesía, cuya verdad era también su mentira; es decir,
ése era el intento por atrapar el flujo de la nada, el
vacío —sobre el que todos sobrevuelan—, el cero sub-
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ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
M A DA ME BOVA RY D E NEV É TZ ED EK
sistente en las entrañas de las palabras, la existencia
anterior al primer día. Los señores sentados alrededor de la cama se quejaron seriamente: “Es un pecado —explicaron— considerar la poesía como una especie de revoloteo sobre el caos. De hecho, estamos
inmersos en lo real para intensificarlo y para crear
un mundo nuevo, escribir literatura nueva que convierta ese cero en uno. Y todo eso con el objetivo de
crear un hombre nuevo. Porque, ¿qué es la literatura
sino un prisma que refleja la imagen del hombre viejo, pero retocada?”
“A la salud del hombre de nuestro tiempo”, dijo
uno de los señores alzando su taza de latón vacía, y
todos los demás elevaron las suyas y exclamaron: “A
la salud del conjunto, que es la salvación del individuo.” Con eso terminó la velada.
“¿Le escribes a Rabinovich?”, le preguntaron las
visitas cuando se despedían, uno detrás de otro —Sh.
Czaczkes, Sh. Ben Tizón, A. Ziskind, V. Zarhi—, antes de salir al sendero de arena. “Envíale saludos de
nuestra parte y recuérdale que estamos en guardia.”
También Lisbeth, un poco incómoda, envió sus saludos para que no pareciera que, por el dolor que le había causado un hombre, ella abrigaba en su corazón
encono hacia todo el género masculino.
La señora de la casa no sentía la necesidad de justificarse acerca de las cartas que no escribía. En lo
profundo de su alma creía que todo esposo no era
más que el verdugo de su mujer y viceversa. Guardaba el recuerdo de un jardín con frambuesas y un follaje salvaje que se extendía en la orilla del río cuyas
aguas impulsaban el molino de su padre. Allí solía
jugar con sus hermanos antes de que muriera su madre, y después ella comenzó a estudiar en sus libros
por las noches lo que él aprendía de día. A pesar de
que en esa habitación sólo había una pequeña mesa,
una silla y una cama, no faltaba nada. Recién después de su muerte, cuando llegó a esta costa y pisó
esta tierra, sintió que las plantas de sus pies habían
quedado allí o, tal vez, no las había tenido nunca.
Ahora aminoró el sonido del mar. Bajó la lámpara que
hacía sombra sobre el rostro tenso de la niña que dormía en la silla, la misma que había nacido al dolor no
adquirido de la experiencia, y que, sin embargo, le resultaba imposible frenar. Regresó a la mesa, abrió la
ventana y miró hacia afuera. El mar estaba absolutamente calmo. Cualquier transeúnte no podría saber
que ese fragmento de continente oscuro era un mar.
Pensó acerca de las palabras de los señores y la mujer.
“¿Qué es el ahora? —reflexionó—. ¿Qué es el aquí y qué
es el conjunto si las guerras, las epidemias y las desilusiones estarán siempre incluidas en una única aflicción? Porque lo que eres capaz de soportar es el sufrimiento más grande que puedes sentir sobre la faz de
la tierra. Y el tiempo, ¿qué es el tiempo si no pequeños
eslabones de dolor creados a cada momento?” Sumergió la pluma en la tinta y comenzó a escribir.
Pero esa noche, más que en cualquier otra oportunidad, quizá por los dichos de las visitas que aún permanecían suspendidos en la habitación, sintió que
los relatos del pasado ya no tenían validez: la pequeña aldea, el molino de harina de su padre, su abuela
rabina y la vaca jaspeada. Estaba claro que debía cuidarse de esa gente y quedarse allí, protegida en la pequeña casa, vigilar su mundo, que era tan frágil, tan
transparente que, por una palabra, la burbuja podría
estallar. “No es una continuidad de tiempo —pensó—, sino de descargas eléctricas que golpean el cerebro con una palabra y, por el contrario, basta una
palabra muerta para extraer de él la raíz del fuego y
convertirlo en un órgano embalsamado.”
Sabía que esos pequeños relatos regresarían a
ella, pero no esa noche. Sintió que su materia gris estaba depositada en su cráneo, huérfana de sí misma,
pesada y sin vida, como una piedra o un pez muerto.
Abrió la puerta y se sentó en el banco de la terraza.
Una pequeña barca de pescadores, seguramente árabe, vertía una delgada franja de luz que se filtraba a
través de sus pestañas.
—¡Bon soir!
Alguien vino del mar y se sentó junto a ella. Era
una mujer, una señora, que se presentó:
—Je suis Madame Bovary.
La señora de la casa miró a ambos lados con temor. Justamente Madame Bovary, considerada por
los miembros de la comunidad y los compañeros del
periódico como símbolo de frivolidad y corrupción
del sentimiento, ¡justamente ella tenía que aparecer y sentarse allí en el banco! De hecho, a pesar de
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que la señora de la casa sentía por ella un cariño
impregnado de desprecio, siempre pensó que, de
encontrarla, le daría algunos consejos útiles: ante
todo, que los amantes de Madame no habían sido
elegidos con sabiduría ni con buen gusto. Hasta
creía que, si no hubiera estado poseída por el demonio desde su nacimiento, seguramente ella tendría
que aprovisionarse de un poco más de imaginación
para gozar de sus talentos amatorios y comprender,
después de todas sus experiencias, que el hambre
verdadera es la que nunca se satisface. Y en ese momento, en que la mujer surgió del mar y estaba sentada junto a ella y tenía la oportunidad de decírselo,
dudaba sobre el sentido de hablarle.
Madame estaba sentada envuelta en su capa negra,
como un monje capuchino, pero la señora de la casa
no expresó su opinión inmediatamente, sino que dijo:
—Madame, ¿qué busca en mi casa?
Bovary se estremeció por el tono rudo de su voz,
parecido al que se usaba en la comunidad en construcción hacia aquellas mujeres consideradas “ciudadanos improductivos”, aquellas que añoraban los
coqueteos en las noches en que el siroco las desvelaba, los salones sombreados, los pianos, el contacto de
la seda sobre el muslo blanco y liso, el llanto amargo
sin motivo. Pero Madame no respondió, y ni siquie-
Cuando su padre viajó a
ultramar con el objetivo
de recaudar fondos entre
los judíos de la diáspora
para la construcción del
país, la niña y su madre
se quedaron en la casa de
madera, erigida sobre la
playa, como si vivieran
en una isla, sin que nadie
entrara ni saliera, fuera
de escritores y poetas
que colaboraban con el
periódico y solían reunirse
allí una vez por semana.
ra se quitó la capucha oscura que escondía su rostro.
Por un momento se intensificó el rugido del mar y
opacó la alocución venenosa:
—¿Qué es esa mitología amorosa en la que usted,
en su tontería, creía interpretar el papel de diosa?
Como si fuera poco, junto a aquellos zorros de la
pequeña existencia, que eran mucho más perspicaces que usted. ¿Y qué es el instinto? —continuó en
voz baja, porque en aquella época no se inclinaban
a reconocer esa sustancia—. Y si deseaba usted un
teatro dramático, ¿a quién eligió como protagonistas? ¿Un farmacéutico aldeano y un empleado bancario? ¿Y el final patético que escogió para usted?
—L’amour —dijo Madame y la palabra se agitó,
estremeció por un momento la lisa arena de Jaffa y
desapareció—. ¿Quién puede imaginarse la vida sin
amor? —acompañó sus palabras irguiendo la cabeza como una heroína sobre el estrado de la guillotina—. Mi obligación era enamorarme de uno u otro
idiota. ¿Cómo podía dejar eso en manos del escritor? ¿Cómo podía darle la confianza para que me
asignara un personaje adecuado que pudiera utilizar todo lo que el escritor atesoró en mí, todos mis
talentos, mi fuerza, mi potencial? ¿Y qué si recurrí
un poco a mi imaginación para ayudarlo? Después
de todo, la heroína también tiene responsabilidad
respecto al relato.
El mar bramaba, su sonido era como el del viento
entre las espigas. Las dos mujeres se miraron a los
ojos. Madame inclinó la cabeza primero y susurró:
a
—Si quiere saber la verdad, todo eso no dependía
de mí. Gustave me manejaba a su antojo.
—Es difícil injuriar a alguien si le permitió usted
vivir en su lugar —dijo con voz severa la señora de
la casa—, pero dejarlo deshacerse de usted simplemente porque se le terminó la imaginación, eso ya es
exagerado. No tenía usted obligación. Además, como
hombre, debía saber que él nunca tomaría partido
por usted.
La pequeña barca se veía cerca de la costa, el viento balanceaba de tal modo los faros de la cubierta,
que era difícil saber en qué dirección se dirigía, si se
acercaba o se alejaba.
—¿Qué quería que hiciera? —continuó Madame
Bovary—. Todos somos actores declamando la letra
que nos es dictada, sea por parte de la naturaleza, de
la cultura, de la época que nos tocó vivir o de dios desde las alturas; llámelo catecismo, justificación, reencarnación, destino. Como aquella monja del chiste,
que confiesa ante el cura que un hombre aparece en
sus fantasías eróticas; el confesor le responde burlonamente: “Señora, usted solamente debe despertarse.
El sueño, incluidos sus personajes, son criaturas de su
imaginación.”
“Tiene razón —pensó la señora de la casa, sin reconocerlo en voz alta—, seguramente no podemos
despertarnos de nuestro sueño. Los militantes, los
eclesiásticos y demás personajes de ese tipo simulan y son lo suficientemente insensatos como para
creer en eso. El sueño es nuestra verdadera naturaleza. ¿A dónde podríamos escaparnos de él?” Parecía
confundida.
Las dos permanecieron en silencio.
—Pero el enojo —dijo repentinamente la señora de
la casa a partir de un recuerdo lleno de esperanza—,
¿no es acaso más potente que la fuerza de la imaginación? —se dirigió a Bovary con renovada vivacidad—.
Debió vengarse de ese hombre gordo impotente que
jugó con usted como si usted fuera como él, fingiendo que el fraude estaba en usted y no en su incapacidad. Él la condujo a su fin. ¿Por qué no se rebeló?
Madame se puso de pie, su imagen resultó más
apagada que la oscuridad.
—Nunca pude —afirmó. Al levantar los bordes de
su vestido quedaron al descubierto las piernas carentes de plantas. Y desapareció.
La señora de la casa se quedó sentada un largo rato
hasta que el aire oscuro se afinó como el papel plateado que alisan los niños con la uña, se transparentó y dejó penetrar la blanca luz de la mañana.
“De todos modos —se dijo cuando se puso de pie—,
no le permitiré a nadie, ni siquiera al destino, arrastrarme de tal manera, como si careciera de enojo.
Persistiré en mi ira, como Joní ha-me’aguel, que giraba en torno a sí mismo. Y acerca de la planta del
pie, hasta ella se encuentra en nuestra imaginación,
debemos cuidarla con amor, pertenezca a quien sea,
al escritor o al protagonista del cuento, ya que nadie
puede afirmar que la planta con la que pisamos en
nuestra imaginación, a diferencia del relato, existe
realmente más o menos que la misma narración.”
Entró a la casa, tomó de la mesa el libro que estaba leyendo, se acostó en la cama, lo apoyó sobre
la pizarra que tenía sobre las rodillas y comenzó a
traducir las líneas del francés al hebreo: “Ese drama
maravilloso, grabado profundamente en el recuerdo
de Emma, le resultaba más hermoso que cualquier
otra cosa que una persona podría describir en su
imaginación.”W
Traducción de Tamara Rajcyk.
Nurit Zarhi, poeta y narradora israelí, es considerada
una de las plumas más representativas de la literatura
hebrea contemporánea. Ha sido reconocida con
diversas distinciones, entre las que destacan el premio
Bialik, el Bernstein y varias menciones dentro de la
lista de honor del International Board on Books for
Young People (IBBY).
DICIEMBRE DE 2013
Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC
Dos académicos estrechamente relacionados con la Universidad Hebrea de Jerusalén
estudiaron el devastador fenómeno del exilio en los países latinoamericanos. En su trabajo,
minucioso e inevitablemente multidisciplinario, Sznajder y Roniger recorren la historia
ra entender los porqués de esta atroz práctica
práct y la función que ha
política de la región para
cumplido la expulsión de opositores
R ES EÑA
Desterrar el destierro
PA B L O YA N K E L E V I C H
C
uando a finales del siglo pasado se cerró el último ciclo de dictaduras militares
en América Latina, desde
las ciencias sociales y las
humanidades comenzó un
fructífero y todavía incompleto proceso de evaluación
de la génesis y consecuencias de las políticas criminales implementadas por las fuerzas armadas. Fue
entonces que, entre los dispositivos de exterminio y
represión de opositores políticos, se fijó la mirada en
el exilio en tanto que fenómeno que atravesó la vida de
decenas de miles de latinoamericanos.
En un principio el tema concitó el interés de
unas pocas disciplinas. Durante los años del exilio
las primeras reflexiones estuvieron concentradas
en los espacios de la literatura y el ensayo. Escritores desterrados exploraron sus vivencias en narraciones de ficción y en obras testimoniales, y así la
crítica literaria fue una de las primeras disciplinas
en llamar la atención sobre una producción gestada en condiciones de exilio. Algo similar ocurrió
con la psicología cuando desde la experiencia clínica un núcleo de terapeutas dio persistente cuenta de patologías en pacientes exiliados. Por último,
en el ámbito de la demografía se produjeron trabajos pioneros tratando de identificar motivaciones políticas entre las razones de abultados flujos
emigratorios.
La movilización en favor de la vigencia de derechos humanos conculcados por las dictaduras potenció el interés por indagar el exilio. El tema comenzó a ser asediado desde la historia, la sociología, la antropología, la ciencia política, los estudios
sobre relaciones internacionales y sobre la memoria colectiva. A comienzos del siglo xxi, el éxodo de
latinoamericanos se había constituido en una arena específica de exploración académica que, desde
enfoques interdisciplinarios, ha arrojado luz sobre
distintos asuntos de pasados autoritarios y presentes democratizadores.
El libro de Mario Sznajder y Luis Roniger es
tributario de este proceso de edificación de un
nuevo campo de conocimiento, y en buena medida constituye la prueba más evidente de su definitiva consolidación. En el esfuerzo por seguir
las huellas de las políticas y las prácticas del exilio en Latinoamérica durante dos siglos, Sznajder
y Roniger hacen manifiesta tanto la complejidad
del fenómeno como el imprescindible abordaje
interdisciplinario.
DICIEMBRE DE 2013
Estamos frente a un trabajo académico de gran ción, en la duración de los exilios, en los retos persocalado que articula un horizonte teórico con una nales, familiares, ocupacionales y políticos que enindagación empírica nutrida en una variedad de fon- frentaron los desterrados, y en las opciones que abre
dos documentales. Se trata de una reconstrucción a la posibilidad del retorno. Mario Sznajder y Luis Roescala continental que incorpora exploraciones por niger se internaron en las historias de más de veinpaíses y regiones, que recorre temas y problemas te naciones a lo largo de doscientos años y, entre la
medulares de la reflexión de la ciencia política, que diversidad de experiencias individuales y colectiofrece una dimensión cuantitativa expresada en se- vas rescatadas, lograron identificar los mecanismos
ries y correlaciones estadísticas, que recupera re- de un modelo político que normalizó la expulsión de
sultados de una extensa cantidad de investigaciones opositores.
La obra ofrece una puesta al día en una buena
académicas, y que utiliza testimonios extraídos de la
literatura, del cine y de entrevistas realizadas ex pro- cantidad de debates teóricos y metodológicos en
feso. Vista en su conjunto, la obra exhibe los resulta- torno al exilio, comenzando por la propia definición
dos de una investigación sobresaliente.
del fenómeno. A qué se llama y en qué se diferencia
Los autores parten de la premisa de que en Amé- el exilio del destierro, la expatriación del asilo, la
rica Latina, a diferencia de Estados Unidos y Euro- emigración política del refugio. Se trata de un dispopa, el exilio ha funcionado como un dispositivo que sitivo propio de regímenes autoritarios, o por el conpermite regular sistemas políticos incapaces de trario las democracias también producen exilios. De
gestar formas de participación plural e incluyente. qué manera la experiencia individual y colectiva del
Durante el siglo xix, cuando la participación polí- exilio se proyecta en los procesos de constitución de
tica era restringida, el exilio se limitó a las élites; identidades nacionales y en la misma conformación
sin embargo, ya entrado el siglo xx, a medida que de los Estados nacionales. La salida compulsiva del
los sistemas políticos se abrieron a la participación, país de origen y la imposibilidad retorno, ¿cómo imel exilio se masificó a consecuencia de una conflic- pacta en la acción política de grupos y partidos polítividad social y política que al no ser procesada de- ticos, y cómo se proyecta en el reforzamiento o en la
mocráticamente desembocó en regímenes autori- gestación de liderazgos políticos? ¿Qué recursos potarios. Es decir, el libro propone entender el exilio líticos, sociales y culturales han modulado la intecomo la más firme muestra de que la exracción entre los gobiernos en las sociedades de expulsión y las de recepción; y en
clusión política es un rasgo constitutivo
qué momento esa interacción, mediada
del orden político en América Latina.
por los exiliados, pasó a desenvolverse en
Es común encontrar en las biografías históricas de dirigentes políticos
un espacio público internacional, donde
marcos normativos de defensa de los delatinoamericanos unas pocas páginas
rechos humanos, organizaciones oficiales
dedicadas a momentos de exilio; son conocidos algunos casos, entre ellos por
y no gubernamentales así como redes de
solidaridad a escala mundial han servido
ejemplo el de Simón Bolívar, José Marpara dar resonancia a las luchas de comutí, Víctor Raúl Haya de la Torre y Juan
Perón, pero de manera sistemática no
nidades en el exilio?
se había reparado en la dimensión de un
LA POLÍTICA
Éstas son algunas de las interrogaciones que guiaron la investigación, y en
recurso que desterró a generaciones de
DEL DESTIERRO
políticos, intelectuales, líderes sindicaY EL EXILIO EN
la búsqueda de respuestas los autores
les, estudiantes, militares, trabajadores
recuperan trayectorias políticas e inteAMÉRICA LATINA
lectuales de personajes, grupos y comumanuales, artistas, funcionarios públicos, profesionales, académicos, y a más
MARIO
nidades exiliadas en contextos nacionaSZNAJDER
les, regionales y continentales. Los ande trescientos presidentes latinoameriY LUIS
canos desde los años de la independentecedentes más lejanos de los usos del
cia hasta concluida la primera década
RONIGER
destierro son localizados en el periodo
del siglo xxi.
colonial de la América española y porLa recurrencia de esta práctica en la
política y derecho
tuguesa. Perturbar la paz pública, conshistoria latinoamericana planteó el depirar y desafiar a la autoridad solían ser
Traducción de
safío de encontrar patrones explicativos
castigados con la pena de destierro. La
Lucía Rayas
de un fenómeno complejo en sus orígenes
expulsión de los jesuitas a finales del si1ª ed., 2013, 393 pp.
nacionales, en las rutas y países de recepglo xviii y sus efectos en la formación
978 607 16 1476 6
a
25
Ilustraciones: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
ISRAEL.
DE NÉGUEV
A ATEMAJAC
DE NÉGUEV
A ATEMAJAC
DESTERRAR EL DESTIERRO
LAS MUJERES EN ISRAEL: LA VERDAD OFICIAL Y LA VERDAD OCULTA
de los primeros imaginarios nacionales en los años previos a las independencias, abre el recorrido por la naturaleza y el sentido del destierro en la génesis
del orden político en América Latina.
Un vasto número de destierros son revisados, desde los próceres de las independencias hasta las salidas voluntarias o las expulsiones de dirigentes políticos
en periodos recientes. A través de los casos de Perú y Bolivia durante la primera
mitad del siglo xix, se exploran condiciones y consecuencias de destierros en ámbitos nacionales en formación, mostrando el entrecruzamiento de identidades
comarcales, regionales y continentales. Una vez definidos los contornos de las
naciones latinoamericanas se subrayan las formas en que los aprendizajes ocurridos durante los exilios discurren en diagnósticos y proyectos políticos. Entonces se pasa revista a las reflexiones de letrados como Juan Bautista Alberdi, Domingo Sarmiento, Benjamín Vicuña Mackenna, Eugenio María de Hostos y José
María Torres Caicedo, entre otros. Se estudia el papel jugado por los principales
sitios de exilio, profundizando en los casos de Chile durante el siglo xix, en México en el siglo xx y en París en tanto que centro político-cultural que ejerció una
sostenida atracción sobre perseguidos latinoamericanos de todos los tiempos. Se
examina la receptividad de los países anfitriones y los límites que establecieron
sobre la actividad política de los exiliados. Especial motivo de análisis son las comunidades de exiliados generadas por represión militar desde los años sesenta
del siglo pasado. Para ello se revisan los casos de los exiliados de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, prestando atención a la manera en que la actividad política
de esas comunidades impactó sobre la política de los países de origen. Por otra
parte, el libro ofrece un sugerente ejercicio estadístico asentado en una serie que
reúne millar y medio de periodos presidenciales desde las independencias hasta
comienzos del siglo xxi. A través de un modelo de correlaciones estadísticas se
muestra la centralidad que ha tenido el destierro de jefes de Estado en la dinámica política del continente. La obra cierra con una evaluación de las políticas
de retorno y los debates acerca de la posibilidad objetiva y subjetiva de poner
fin a la experiencia exiliar. Para ello se analizan transformaciones personales
y colectivas generadas durante el destierro estudiando sus repercusiones en
el activismo político, y en las percepciones de género y étnicas en contextos de
redemocratización.
Hace más de medio siglo, una mujer exiliada del nazismo afirmó que la privación fundamental de los derechos humanos se manifiesta en primer lugar y
por sobre todas las cosas en la privación de un lugar en el mundo. Para Hanna
Arendt la toma de conciencia del derecho a tener derechos presupone el derecho a pertenecer a una comunidad política. Desde esta perspectiva, La política del destierro y el exilio en América Latina puede valorarse como un trabajo
que explica el tenaz esfuerzo por construir, reconstruir y pertenecer a comunidades políticas bajo permanentes amenazas de expulsión. En este sentido, el
desafío de consolidar órdenes democráticos en América Latina no sería ajeno a
la obligación de desterrar de nuestra cultura política la persistente práctica de
condenar al destierro a los opositores.W
2 2 permitiera presentar el examen. Lo aprobó, con lo que fue aceptada en el curso. Se trataba de la única mujer, el resto eran hombres. Como muchos de ellos, no completó el curso, así que no llegó a ser piloto de combate, pero
dejó abierto el camino para otras mujeres. El segundo caso sucedió en 2007. Una
militar pidió que la corte la eximiera de la obligación de servirle café a su comandante, y los jueces se pusieron de su parte.
Pasé el segundo año de mi servicio militar en una base del ejército. El primero
estuve en un kibutz. Lo único que deseaba hacer era escribir y el ejército le permitía a las militares prestar servicio en los kibutz fronterizos. Se trataba de un ambiente civil, que no requería el uso de uniforme, pero en el que la mujer soldado
se comprometía a trabajar ocho horas diarias, junto con el resto de los miembros
de la comuna. La mayoría de las militares hacían las tradicionales tareas femeninas: la cocina del kibutz, el cuidado de los niños o coser y planchar en el taller de
costura comunitario.
Me habían prometido un cuarto exclusivo para mí. Creí que allí encontraría
las condiciones necesarias para escribir. De hecho, escribí allí mi primera novela. En el kibutz yo era una huésped de dieciocho años que examinaba su nuevo
entorno con suma curiosidad. Dos mitos sucumbieron para mí ese año: el de la
igualdad entre los miembros del kibutz y el de la igualdad entre hombres y mujeres. Para mi total asombro, descubrí que, por detrás del ideal, el kibutz en realidad conservaba la mentalidad de una sociedad tribal. Existía una clara jerarquía
con familias más o menos influyentes. Sin embargo, la peor desilusión fue descubrir el estatus de la mujer dentro de su propia comunidad. Ésa que, de acuerdo a
nuestras lecciones de historia, pavimentó los caminos hombro con hombro con
sus camaradas masculinos; aquélla que había contemplado durante todo un año
sosteniendo el azadón al aire libre, se encontraba nuevamente en los roles tradicionales de la mujer: la cocina, la costura y el cuarto de los niños.
Y de este modo fue como aprendí una importante lección acerca del abismo
existente entre la verdad oficial y la que existe oculta detrás del mito. La mujer
ortodoxa sigue ahora el camino feminista sin conocer su discurso, a veces sin
conocer siquiera la palabra “feminismo”. En cuanto a la mujer que es miembro
del kibutz y la mujer que es soldado, a pesar de todo, la vestimenta masculina, el
uniforme, los rangos, el azadón y el rifle son meros “accesorios”, como decorados
que funcionan para cada mujer como un baile de máscaras. Ésta es la realidad de
Israel.
¿Cuál es —a menudo me lo preguntan en mis visitas al exterior— el rol de la
creatividad en general y de las mujeres en particular en esta realidad? Hasta hace
unos veinte años, las mujeres estaban en el margen en la mayoría de las áreas de
expresión artística. Dado que Israel ha existido en estado de guerra permanente
desde su creación y su existencia es frágil, el mundo masculino fue el centro de la
intensidad vital y el corazón de la expresión artística. Durante las primeras cuatro décadas de la existencia de Israel la mayoría de los artistas en campos como
la literatura, la poesía, artes visuales (pintura, escultura), el cine y el teatro eran
hombres.
Cuando Israel ingresó en su quinta década, hace unos veinte años, comenzó
una revolución silenciosa y hoy —quizás debido a que las mujeres han penetrado
las murallas de la ciudadela masculina en demanda de nuevos, originales modos
de pensamiento— uno puede encontrar mujeres en el frente de todos los campos
artísticos. En literatura, quizá más que en otras áreas, la voz de las escritoras israelíes (si cabe generalizar de modo tal) es fresca, clara y decidida. Escriben acerca de la vida emocional y sexual de las mujeres con una valentía y a veces una brutal franqueza que les resulta poco habitual a los escritores hombres.
El viejo mito de la mujer que cruza fronteras, que en el pasado no tenía lugar
en la vida real, hoy se vuelve una realidad a través del arte.W
V I E N E D E PÁG I N A
Traducción del Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea, a quien
agradecemos el trasvase de este texto al español y su valiosa ayuda.
Pablo Yankelevich, doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, es
investigador en El Colegio de México. Es autor de Ráfagas de un exilio. Argentinos
en México, 1974-1983 ( FCE, 2010). Recientemente publicó, junto con Luis Roniger y
James Green, Exile and the Politics of Exclusion in the Americas (2012).
26
Savyon Liebrecht, escritora israelí de origen alemán, ha merecido distintos premios
por sus relatos, entre los que destaca el Alterman de Literatura. Es autora de
Apples from the Desert, A Man and a Woman and a Man, A Good Place for the
Night y The Women My Father Knew.
a
DICIEMBRE DE 2013
DOSSIER
EL
FONDO
EN LA FIL
Que el amante de la literatura y la medicina
busque Palinuro de México, el portentoso
juego narrativo de Fernando del Paso. Que el
bebedor de poesía abreve en la poesía reunida
de David Huerta. Que el melómano escuche
la vida de Shostakóvich interpretada por
Carlos Prieto. Que el adicto a la conversación
escuche a Silvia Lemus. Que los lectores
jóvenes conozcan a Tahereh Mafi o a Isol.
He ahí nuestro programa de actividades
(¿diremos “de recomendaciones”?)
DICIEMBRE DE 2013
a
27
Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
EL FONDO EN LA FIL
Palinuro de México es un adorable esperpento, un caballero andante que gusta de las
aberraciones médicas, que practica un hedonismo cruel y está listo para el sacrificio político.
Ése y otros personajes igualmente alterados laten en la exuberante novela de Fernando del
Paso, canto de amor al cuerpo y al lenguaje. Con nuestra nueva edición, honramos al maestro
que inventó, como se dice aquí, una descomunal poética de la medicina
R ES EÑA
El fantasma de la medicina
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
28
a
DICIEMBRE DE 2013
EL FONDO EN LA FIL
EL FA NTAS MA D E L A MED I C I NA
A
nalizar la relación entre
Palinuro de México y la medicina es un gran placer.
Eso pensé al recibir la invitación para escribir una
nota crítica al respecto.
Por supuesto, acepté de inmediato. Un honor, un placer, un gusto: las palabras
no son sinónimas y sin embargo encuentran aquí una caja común de resonancia semántica, al menos en mi subjetividad presente
y pasada. El enorme volumen lucía imponente hace
treinta años, en el librero de mi padre, donde ocupaba un lugar distinguido dentro del territorio dedicado a la narrativa hispanoamericana. Si los alcances
literarios de José Trigo y Noticias del imperio eran
indiscutibles, nuestra predilección personal siempre estuvo junto a Palinuro. Leí el libro en aquellos
años como si lo hubiera escrito Cortázar: en una forma que no es orden, ni caos, sino todo lo contrario.
En aquel tiempo, no podía vincular con mi futuro
esa primera frase de la novela, cuando Fernando del
Paso escribe que el fantasma de la medicina acompañó siempre a Palinuro, porque entonces no sabía aún
que deseaba estudiar medicina.
Curiosamente, fue mi padre quien me impulsó a
estudiar la carrera: no era el poderoso mito contemporáneo de la ciencia médica lo que resultaba atractivo para su imaginación, sino más bien la simbología del estado oculto del cuerpo: el entendimiento
de la materialidad humana como un territorio metafórico donde se consuma el drama arquetípico de
la experiencia humana, desplegado, a su vez, en una
narrativa histórica milenaria que se confunde con la
mitología occidental y oriental, y alcanza momentos
de tensión literaria en la Edad Media de Paracelso.
Ahora recuerdo: esta versión mitológica de la medicina fue mencionada en secreto por mi padre, inspirado, entre lecturas europeas y orientales, por historias mexicanas contemporáneas. No me refiero a los
casos reales de médicos escritores, como Mariano
Azuela o Elías Nandino, sino precisamente a la medicina como un fantasma en la novela de Fernando
del Paso, a la novela como transgresión estética en
Farabeuf o la crónica de un instante, de Salvador Elizondo, y aun a la medicina como exploración de lo
posible en El disparo de Argón, de Juan Villoro. Esas
claves literarias conspiraron con la mitología de mi
padre para construir una medicina dispuesta a realizar una alianza secreta.
Fernando del Paso, un pesimista con sentido del
humor (y con una fama secreta, según su propia modestia, pues muy poca gente sabe que es famoso),
ateo, obsesionado por el lenguaje y la historia, aficionado a la astrofísica, la zoología, la arquitectura,
ha declarado en forma repetida su amor por la medicina. Es bien sabido que antes de estudiar la carrera de economía, deseaba estudiar en la escuela
militar de medicina, una de las más prestigiadas de
su época, y en ése, como en muchos otros sentidos,
Palinuro de México puede concebirse como un laboratorio experimental de la personalidad, un taller
creativo dispuesto para generar transformaciones
del ego, como lo es, en cierta forma, toda narrativa de
ficción, y más aún, toda narrativa. Sin embargo, en
Palinuro la transformación sucede como una variación experimental del ego, desde la literatura como
horizonte de posibilidades hacia el deseo específico
de la medicina. Todos sabemos que Palinuro es un
estudiante de medicina que denuncia el escándalo
del mal durante el movimiento estudiantil de 1968.
Pero lejos de la dimensión política del libro, que ha
sido motivo de lecturas lúcidas y vigentes, me parece también que el afecto personal del escritor hacia
la historia cultural de la medicina, tan cercana a su
talento barroco y erudito, es el origen de una investigación fecunda acerca de la relación entre el cuerpo
y las palabras. La anatomía, entendida como manipulación sistemática del tejido humano, requiere el
recurso lingüístico, la infinita variedad de etiquetas
lexicales, para generar representaciones estables y
formatos adecuados para la comunicación, la enseñanza, la investigación. El acto de nombrar, que emparenta a la literatura con tradiciones tan diversas
como la cábala, la astronomía, la geografía y la química, encuentra en la anatomopatología un caso especial, una articulación flexible y abierta a la crítica
entre la epistemología de la visión y el tacto, y la epistemología del lenguaje. Al abrir algunos cadáveres,
como habría dicho Michel Foucault en El nacimiento
DICIEMBRE DE 2013
de la clínica, los objetos, tejidos, imágenes y acontecimientos previamente ocultos deberán nombrarse,
y lo harán bajo las reglas de la formación de conceptos; por ejemplo, con el recurso de la analogía, que
emparenta a la poesía con la medicina anatómica.
El cíngulo, el tálamo, el hipocampo, la amígdala,
son algunas palabras traídas de la neuroanatomía;
muestran el sentido figurado que generan, paradójicamente, las convenciones materialistas de la medicina: cinturones, recámaras, animales marinos y
alimentos fungen como modelos para la conceptualización, que no se limita a la descripción visual de
estructuras sino que ofrece peldaños indispensables
para la ideación abstracta.
En el punto de convergencia entre la descripción
y la conceptualización anatómica, mediante el recurso del lenguaje, es donde veo la proliferación des-
porales, dice Palinuro: “Y tampoco, comiendo o no,
se le podía hablar de saliva, materias fecales o líquidos cefalorraquídeos, sin que le dieran náuseas. Esto
comenzó a suceder desde que el tío Esteban contó la
historia de cómo se pelaban los huesos, y en vista de
que ocurrió varias veces el tío Esteban, resignado, le
dijo que ya no volvería a hablar de medicina —ni de
nada que se le pareciera delante de ella—. Y Estefanía lloró y le preguntó al tío Esteban por qué la castigaba, que ella quería ser doctora y que cuando fuera grande ya no sentiría asco.” La novela construye
así parajes de innovación semántica, en un terreno
tan difícil para el lenguaje como lo es el léxico de las
emociones. Más allá de las emociones básicas descritas por Charles Darwin y reificadas una y otra vez
por la neurobiología contemporánea, Del Paso explora dimensiones de la experiencia subjetiva donde
el contraste entre la fascinación y la vergüenza revela paisajes inéditos, pero auténticos.
Mediante la realización de un espíritu lúdico,
tan celebrado en Rabelais, Del Paso logra construir
una reinterpretación del cuerpo humano, a partir
de la tensión dinámica entre el gozo de los sentidos
y la descomposición de la materialidad humana.
Allí se originan otras enumeraciones, como la que
se refiere a una “ampolla de vidrio que emitía vapores para preservar mariposas disecadas, 100 hojas
de papel con el caduceo de Mercurio como marca
de agua […] y dos frascos de farmacia antiguos. Uno
decía inf. calumb Conc., y era donde mi amigo tenía todos sus preservativos usados. El otro frasco
decía liq: morph:hyd, tenía una cajita con todas
las uñas que se había mordido durante los últimos
cinco años y un pomo con todo el esperma de las masturbaciones de nuestro amigo Molkas correspondientes a un plazo semejante, y que por lo mismo tenía una
etiqueta que decía ‘Sementerio’. También encontré
[…] dos de los tres gigantescos volúmenes de México
a través de los siglos, que según me explicó Palinuro,
tenían propiedades carminativas, o en otras palabras,
mesurada o descomunal de Fernando del Paso y su
servían para la expulsión de gases: para esto bastaba
vértigo de las listas (como diría tal vez Umberto Eco).
con acostarse bocarriba y ponerse los volúmenes en
Al inicio de la novela, en el capítulo titulado “La gran
el estómago…”. Los relatos sobre la flatulencia y otros
ilusión”, Palinuro revela claves pictóricas de su relapormenores del cuerpo se multiplican y combinan,
ción con la historia cultural de la medicina, a través
sin transiciones artificiales o convenciones estéticas,
del tío Esteban, otro ego experimental. Dice Palinuro:
con la enumeración de acontecimientos literarios en
“Fueron tantas […] Las ilustraciones y las láminas que
el terreno amoroso: “Un día la besé en francés. Ella se
pasaron por sus manos, desde las danzas de la muerlimitó a bostezar en sueco. Yo la odié un poco en inte de Holbein de Basilea que inspiraron a Saint-Saens
glés y le hice un ademán obsceno en italiano. Ella fue
y a Glazunof, hasta los Apestados de Jaffa del Barón
al baño y dio un portazo en ruso. Cuando salió, yo le
Gros, pasando por todos los estropeados de El Bosguiñé un ojo en chino y ella me sacó la lengua en sánsco, los dentistas de Van Ostade, los poseídos de Van
crito. Acabamos haciendo el amor en esperanto.”
Noort, los barberos cirujanos de Teniers, los pestífeDice Gaston Bachelard, en La poética del espacio,
ros de Poussin, los leprosos de Hans Burgkmair, los
que “la imagen poética nos sitúa en el origen del ser
ciegos de Brueghel y los tiñosos de Giovanni della
hablante”. La poesía, dice, “pone al lenguaje en estaRobbia, que el tío Esteban […] llegó a pensar y a actuar
do de emergencia”. Me atrevo a decir que, mediante
como un médico de verdad.” La metamorfosis creatiel juego desmesurado, Fernando del Paso ha consva del ego se pone de manifiesto en la figura del tío
truido una sorprendente poesía de la medicina, heEsteban, quien es capaz de transformarse en médico
redera tal vez de aquellos Sonetos de lo diario, capaz
mediante la asimilación de imágenes, lo cual revela
de poner al lenguaje médico en estado de emergencia
el poder del recurso metafórico para transformar
y de crear pactos en clave secreta o en franca declanuestra identidad en una mecánica de juego. El eleración pública entre la materialidad recalcitrante
mento autobiográfico (más presente en esta obra
del cuerpo humano (origen del dolor, la separación y
que en los otros trabajos narrativos de Fernando
la pérdida, la secreción fétida o el amor erótico) y la
del Paso) sublimado mediante la multiplicidad de
literatura, ese territorio cargado de ecos memoriorecursos literarios, es mostrado por el autor en un
sos, reflexiones, monólogos interiores, sensaciones
acto de honestidad intelectual carente de esnobisestremecedoras, y de un clima verbal que no puede
mo o pretensión: el juego libre de ideas recuerda
traducirse a otro medio expresivo, para usar las palaaquella frase que hemos escuchado en alguna cinbras del propio Fernando del Paso: un espacio donde
ta de Almodóvar: uno es más auténtico
cada autor reinventa la técnica, donde no
mientras más se parece a lo que quiere
hay reglas universales, donde cada libro
ser. “Yo no participé en el movimiento
establece sus reglas del juego. En el caso
de 1968, pero para mí fue muy fuerte. Yo
de Palinuro de México, son reglas del jueno era un estudiante, tenía ya más de 30
go con el poder de penetración suficiente
años, pero Palinuro sí podía estar ahí y
para conspirar, con otros agentes de la ficasí lo decidió: muere inmolado en el Zóción, hacia la creación de un reverso verocalo. Lo que yo decidí fue el lugar de su
símil de los sueños (como dice Palinuro):
muerte”, ha dicho Fernando del Paso.
el camino a la medicina, la vocación que
El desdoblamiento de identidades,
Fernando del Paso realizó en clave nadado por Palinuro y el tío Esteban, perrrativa, y que puedo aceptar como propia
PALINURO
mite la exploración de aficiones indecengracias al juego literario que da sentido a
DE MÉXICO
tes, obscenidades, formas interminables
la materialidad descompuesta.W
de degradación de las buenas costumbres,
FERNANDO
pero, a diferencia de la atmósfera escaloDEL PAS O
friante conseguida por Elizondo en Farabeuf, Del Paso fabrica una celebración goletras mexicanas
Jesús Ramírez-Bermúdez, escritor y
zosa en donde caben por igual las glorias
psiquiatra, es autor de Paramnesia
y miserias del cuerpo, como tal vez diría
1ª ed., 2013,
(Random House Mondadori, 2006) y
Francisco González Crussí. Cuando habla
xiii+648 pp.
978 607 16 1424 7
Breve diccionario de las enfermedades
del amor por la medicina y del asco de Esdel alma (Debate, 2010).
tefanía por las secreciones y líquidos cor-
Mediante la realización
de un espíritu lúdico, tan
celebrado en Rabelais,
Del Paso logra construir
una reinterpretación del
cuerpo humano, a partir de
la tensión dinámica entre
el gozo de los sentidos y
la descomposición de la
materialidad humana.
a
29
Fotografía: ©L U C A M A R C H E S I
EL FONDO EN LA FIL
R ES EÑA
David Huerta:
memoria del mediodía
JOSÉ MANUEL MATEO
No importa que sea mucha la poesía de David
Huerta. Los versos que ha escrito a lo largo de
cuatro décadas se extienden por dos anchos
volúmenes, apetecibles para la mano que gusta
del objeto libro. Lo que importa es la riqueza de
formas e imágenes, el mundo personal —erudito
pero sin pedantería, generoso pero sin exceso—, los
ecos de esta poética. Aquí se canta, con pasmo, una
loa a este triunfo literario
30
a
DICIEMBRE DE 2013
EL FONDO EN LA FIL
DAV I D H U ERTA : MEMO R I A D EL MED I O D Í A
D
iecinueve libros en dos
volúmenes que rebasan
el millar de páginas: tal
vez la poesía escrita por
David Huerta entre 1972
y 2011, así reunida, cause
la misma impresión suscitada por Incurable, ese
poema que nunca dejará
de asombrar por su densidad y extensión; que tampoco dejará de exponer la
raíz de la persona y el fantasma que somos, así queden
atrás los referentes y las coordenadas teóricas del siglo xx. Hace falta proyectar una sombra sobre el tema
que se desea tratar, decía Forster a propósito de la novela, y David, al parecer en un ejercicio semejante, decidió que fuera ese libro suyo de 1987 que lanzara su
proyección sobre la totalidad de lo escrito. Christopher Domínguez Michael había comentando que la
primera línea de Incurable marcaba la genealogía con
la cual podía “recorrerse la obra de Huerta” y con ello
quería señalar la filiación de David con la “imaginería” moderna de un Baudelaire pasado por el prisma
de Benjamin; imaginería “más propia del novelista
que del poeta”, decía. Al otro lado de tal ascendencia
general, también cabe decir que La mancha en el espejo es la piel de otro título posible, pero no puesto
en el primer plano de lo dicho. Aquel verso inaugural
pone de manifiesto el envés de la mancha que marca
la superficie reflejante. Y porque todo lo que cabe “en
la bolsa del día” ocupa las mil páginas que David ha
escrito y publicado hasta ahora, el otro título de estos dos volúmenes podría ser, precisamente, ése: El
mundo. Un orbe donde la luz y sus oscuras proyecciones dependen del poeta ocupado en desbrozar la
“sinestesia de baratijas” que puebla el discurso filosófico, pero también el lenguaje amado, las palabras
del desprecio o las maldiciones sedimentadas en el
pozo de la conciencia.
No hace falta evocar la narrativa ni los extensos
poemas de siglos pasados para encontrar alguna setión al que también llamamos muerte: “muriendo, /
mejanza entre Incurable y otros emprendimientos: el
viste lo que ocurrirá, vidriado desplazamiento hacia
Canto general de Neruda fue esa obra que buscó reuel germen fracturado de la inexistencia”, dice David.
nir en un solo enunciado poético el tiempo entero de
La referencia más o menos explícita (o coincidente al
América Latina, sin dejar fuera ninguno de sus remenos) con el lado moridor que articula la realidad
flejos: historia, comidas, prácticas, héroes, villanos,
para Revueltas (y que una vez le sirvió para referirhombres y mujeres sin nombre, todo eso y lo que perse al método de su escritura), se corresponde con la
manece fuera de la enumeración se encuentra en la
proposición que pone en el primer plano la incapageografía del canto nerudiano, cuya parte final está
cidad del lenguaje para comunicar y la fantasmática
encabezada por una clara proclamación: “Yo soy”.
confluencia de quienes dialogan. Señalada en IncuAllí donde termina Neruda, comienza David Huerrable, la aparente aporía también se describe en Los
ta, colocando algo más que signos de interrogación
errores: es justo un aparato concebido para hablar
en la proclama identitaria, deslizando algo más que
del índice de la realidad adversa e irrevocablemente
dudas e ironía autocomplaciente en la “siesta del siconstitutiva del verbo: el teléfono concreta “esta formulacro” donde naufraga el espejo del mundo. David
ma irremediable de aislamiento, de vacío, de frusenumera y describe los mecanismos bajo los cuales
tración” donde los interlocutores quedan “igual a
se construye con palabras una realidad a modo, una
náufragos, separados por un golpe de mar, cuando se
imagen que luego se manifiesta satisfecha de sí y nos
cuelga la bocina después de que alguien llamó… vaya
convence de su magnitud. La conversación, que sua saberse desde qué sitio”; en ese punto los interlopone el diálogo o es el otro nombre del coloquio, sólo
cutores se vuelven “una abstracción absoluta, sin reconfirma la ausencia de quienes hablan: “Conversar
ferencia”, y quedan “como en la nada”. Jacobo Pones dilatar una ausencia y dilatarse”; quien escribe no
ce, personaje de Revueltas, comprende de pronto “lo
escapa a ese movimiento: la “pobreza” que vende “el
aterradoramente anormal que es un teléfono, ese
que habla” es retomada por el escribiente para deaparato submarino en busca de palabras que nunca
corar el escenario de “un baile al que el lenguaje no
terminarán de ser dichas, una máquina del aislaestá invitado”; el que escribe, sencillamente, adormiento”. No es otra cosa la conversación, la escritura
na la página con su grafismo. “Nos oscurecemos hae incluso la poesía, más allá de todo intento lírico o
blando”, se afirma también (y antes de los fragmenreflexivo que pudiera encerrar la proposición… Y sin
tos citados) en el primer capítulo de Incurable, pero
embargo, la palabra nos resulta necesaria, con todo y
no se trata de una resignada convicción;
su nudo ciego.
se describe o señala el ser del lenguaje insLlegado este punto, uno acepta (tarde)
crito en su deber ser comunicativo.
lo imposible de reseñar la obra publicada
Casi simultáneamente pero en regispor el Fondo de Cultura Económica. Por
tros diferentes a los del estructuralismo y
ello el intento consiste en manifestar nada
escuelas posteriores (más despreciadas o
más la sorpresa de las manos, que sostiereverenciadas que efectivamente leídas),
nen al mismo tiempo un trazo de eternidad
Mijaíl Bajtín hablaba del carácter bifrony la imagen accidentada de la vida. Parafrate de la palabra y José Revueltas hacía que
seo a David (lo cito sin comillas), pero no
esa condición del verbo se transformara
encuentro por ahora la manera de expresar
en intensidad narrativa. La segunda menmi sorpresa frente a su trabajo: comparecí
LA MANCHA
ción es menos inmotivada de lo que pareante la reunión de su poesía y me recrimiEN EL ESPEJO
ce: es muy probable que en la comunidad
no por no haber dicho nada en otro tiempo
de voces congregadas en el poema se ende su integridad y plenitud. Desde luego,
D AV I D
cuentre el autor de Los errores, merced a
nadie esperaba ningún pronunciamiento
HUERTA
esa “ceniza moridora” capaz de enfrentar
de mi parte; pero de ahí la necesidad de la
a la segunda persona (ese fantasma del yo)
manifestación. Si por el árbol atraviesan
poesía
con “la corriente” que lleva “por las orilos sonidos que vienen desde el otro lado
llas icónicas”. Y el enunciatario (horrible
del mundo y van a dar, de las raíces invi1ª ed., 2 t., 2013,
palabra) llegará a los bordes de la imagen
sibles, al cielo del silencio (“Gemido de ár1280 pp.
978 607 16 1514 5
cuando se reconozca en la presencia resibol”), tal vez en esas líneas escritas para
dual del fuego, en el vestigio de la combusquedarse en los papeles privados puede
DICIEMBRE DE 2013
Y porque todo lo que cabe
“en la bolsa del día” ocupa
las mil páginas que David
ha escrito y publicado
hasta ahora, el otro título
de estos dos volúmenes
podría ser, precisamente,
ése: El mundo. Un orbe
donde la luz y sus oscuras
proyecciones dependen del
poeta ocupado en desbrozar
la “sinestesia de baratijas”
que puebla el discurso
filosófico, pero también
el lenguaje amado, las
palabras del desprecio o las
maldiciones sedimentadas
en el pozo de la conciencia.
a
empezar a suscitarse el diálogo. Quienes conocen a
David mejor que yo, saben que robo palabras de sus
Canciones de la vida común; pero según reconocí ya,
parafraseo a un poeta como tal vez un par de generaciones lo ha hecho en las décadas recientes. Quizá
él mismo visita los lugares de su memoria poética
para dar otra luz o proyectar sombras distintas en el
enunciado de su obra entera. Así, la “manchada gravedad” queda signada por las mutaciones que deja
“el destructivo rizo del fuego”, calcinación que unas
veces da título y otras se incorpora a poemas donde
el asunto convoca la eterna contradicción del mineral, su “queda dureza” ausente de duración (“Piedra”). David escribe (ha escrito) “con una modestia
majestuosa, / investida con todos los atributos de
la desdicha”, mientras sigue un camino donde “los
miserables patrimonios de la hora” se muestran sin
la confusión de las “tintas enredadas con silencios”
(“Canciones de la vida común”); la suya es una palabra traída del “trasmundo”, que no se corresponde
necesariamente con el otro lado, sino con el filo de la
claridad donde “la mano recoge hilos de sombra”. Su
propio lado moridor (su método) es más bien un debajo “de oprimida terrenalidad”, cuyo propósito expreso consiste en saber “lo que está dentro / de la palabra nunca”; o bien, formula su deseo de “conocer”
esos testimonios del cuerpo que “extinguen la belleza / de caminatas que, en otro mundo, no terminarían” (“Debajo”; “Hablo”).
De Incurable a Canciones de la vida común (no
está de más aclarar que sólo he repasado estos libros para escribir la presente nota) puede reconocerse un sistema de pasajes marcados por palabras
y metros, por versos y encadenamientos conceptuales, que no por mostrar su reciedumbre gnoseológica se alejan de la sabiduría poética. Monedas
pordioseras, mendrugos estadísticos, cuadernos
desgajados, los trapos del rencor, miligramos de espuma fugitiva, cáscaras de tropiezo… la tristeza numerosa de los cajones y los armarios es despejada
por David como quien separa por medio del cálculo
una incógnita entre las acumulaciones del mundo.
Los fantasmas del habla, la muchedumbre de signos
y cuerpos, los espectros de la conversación, el ropaje del silencio, los léxicos formidables y los números
estupendos son recordados en la primera década del
siglo actual. Mientras la memoria los convoca, también los “inventa y desfigura”, pues: “Lo que se cifra en el reverso de lo dicho / ha sido olvidado y cada
proferimiento / lo restituye enteramente, como leve
utopía”. Así objeta David el dicho de Quevedo (para
quien la significación de utopía se despliega en la frase “no hay tal lugar”), mientras en la reunión tercia
Gorostiza para señalar que la plata es el “ingenuo ruiseñor / de los metales” (“El revés de la trama”). David
conversa de verdad con ambos allí, “en el ritmo, en
las quebraduras de sintaxis” donde la plata de los labios extingue el obligado silencio, que, no obstante,
persiste en el reverso del entramado verbal (esa isla
de la idea y del canto). Nosotros, de este lado de la
página, somos testigos mudos y admirados de ésta y
otra conversación fantástica entre el poeta y la realidad de una sombra, que le aconseja volver a la memoria de ese mediodía preciso, cuando, juntos, hablaron
de “cierta serenidad, de ciertas oscuridades”. En su
intercambio de respuestas, se disuelve el obstáculo
para “sentir con otros sentidos / el ardor de la calle
y cada una de sus palabras” (“Una sombra”). Gracias
al diálogo de la sombra y el poeta podemos creer en
la abundancia matinal y atestiguar la elevación de
los elementos “sobre el sudario de un mundo envejecido”. Gracias a David, el yo, la identidad, la carne y
el sagrado bagazo del cuerpo amado hacen la paz con
sus fantasmas. Si no de un modo definitivo, sí entre
encadenamientos y murmullos.W
José Manuel Mateo, ensayista, poeta y editor, es autor
de Migrar (Tecolote, 2011), con el que en 2012 ganó
el premio Nuevos Horizontes de la Feria del Libro
Infantil de Bolonia.
31
Fotografía: SHOSTAKÓVICH CON SU HIJO MAXIM
EL FONDO EN LA FIL
R ES EÑA
Apología de un genio
atormentado:
Dmitri Shostakóvich
ALEJANDRO PÉREZ SÁEZ
Músico y musicólogo, Carlos Prieto presenta
en su libro más reciente el drama vital de uno de
los principales compositores rusos, el atribulado
Dmitri Shostakóvich. Aunque fue brevísimo, el
contacto personal del autor con este compositor
determinó algunas de las obsesiones del chelista,
al punto de que estudió la lengua y se sumergió
en la cultura de ese país extenso y milenario.
Escuchemos a Prieto ejecutar su otro instrumento:
la palabra escrita
32
a
DICIEMBRE DE 2013
EL FONDO EN LA FIL
APOLOGÍA DE UN GENIO ATORMENTADO: DMITRI SHOSTAKÓVICH
U
na vez más, Carlos Prieto alterna entre el arco y
la pluma para entregarnos un exquisito relato
historiográfico que se
convierte en una apología de la atormentada
vida de Dmitri Shostakóvich, para muchos
la estrella más luminosa
en el firmamento musical soviético.
A muy temprana edad, la música de Shostakóvich
provocó en Prieto el despertar de una pasión que se
instaló como un ostinato en su vida, abriendo frente
a sí el camino que le llevaría a profundizar en el estudio de una cultura y una lengua muy distintas a la
propia. Seis décadas después, se entregó a la tarea de
aclarar el enigma que gira en torno de la vida y obra
de Shostakóvich, compositor que ha sido objeto de
las más grandes controversias e injustas acusaciones.
Así, bajo su mirada de artista y musicólogo, el maestro
Prieto no se centra tanto en la música del compositor
como en su persona y su circunstancia: es un viaje al
interior del artista detrás de la creación, a la vez que se
convierte en una denuncia de las atrocidades cometidas por el socialismo soviético en contra de la vida, las
libertades individuales y las artes.
Es difícil comprender, cuando no se ha vivido en
carne propia, hasta qué punto un régimen totalitario es capaz de doblegar la voluntad de las personas.
También parece fácil juzgar los actos de quienes, por
instinto de supervivencia, miedo o esperanza, simplemente asumen actitudes y posturas contrarias a
su voluntad. Ante los imperativos estéticos de la ideología socialista, los artistas e intelectuales soviéticos
se vieron obligados a crear “contra natura”, a contener
su expresión artística e incluso a evitar técnicas modernas, consideradas como degeneraciones burguesas
ajenas a los fines del “realismo socialista”.1
Bajo este contexto ideológico, la vida de Shostakóvich se vio marcada por un incesante y dramático
contrapunto de alegrías y tristezas, de premios y castigos. Nacido en el declive de la Rusia zarista y testigo
de la revolución bolchevique de 1917 a los once años de
edad, su vida transcurrió a la par del régimen soviético: de Lenin a Stalin, de Jrushchov a Brézhnev. Tristemente, no le alcanzó la vida para ver la disolución
total de un régimen que, a casi cuatro décadas de la
muerte del compositor, sigue manifestando el pródromo de aquellos tiempos represivos (baste como ejemplo el vergonzoso caso de las Pussy Riot).
El genio de Shostakóvich se manifestó con su Primera sinfonía, compuesta a los diecinueve años de
edad. “Su éxito fue histórico. De la noche a la mañana Shostakóvich se convirtió en la estrella ascendente del panorama musical soviético”,2 escribe Prieto.
Dos años más tarde, por mediación de Bruno Walter, el mundo entero aclamaba el surgimiento de “un
talento genuino e incluso rasgos de genialidad”,3 en
palabras de Darius Milhaud. El compositor, motivado por el reconocimiento nacional e internacional,
se entregó a la tarea de buscar un lenguaje musical
más moderno, atendiendo a los contenidos ideológicos revolucionarios de la joven república soviética.
Pero gradualmente, estas directrices ideológicas que
afirmaban el control del Estado y el partido sobre la
producción artística, se irían convirtiendo en uno de
los más cruentos cercos de censura y represión del
siglo xx.
Años después, tras la tibia recepción de las dos siguientes sinfonías de Shostákovich, su ópera satírica
La nariz fue condenada por miembros de la Asociación Rusa de Músicos Proletarios, que acusaron al
autor de “componer música que los mortales ordinarios no podían entender […] de ignorar la realidad
contemporánea y de ser culpable de ‘escapismo antisoviético’ y de ‘formalismo’.”4
1 El realismo socialista es una tendencia artística populista que persigue difundir la problemática social a través de las artes. Sustituye al realismo crítico con un realismo optimista y rechaza toda expresión burguesa, presente y pasada.
2 Carlos Prieto, Dmitri Shotakóvich. Genio y drama, México, fce, México, 2013, p. 29.
3 Ibidem, p. 30.
4 Idem., p. 38. En fi losofía, formalismo se refiere a la forma esencial de
las cosas, mientras que en las artes se aplica a un estilo de crítica sobre las
técnicas o formas sin tomar en cuenta el contexto. El régimen soviético,
en una aplicación errónea del término, condenaba como formalista a todo
movimiento contrario al concepto socialista del arte, es decir, desviado
de los preceptos del realismo socialista. En música, los términos “modernismo” y “modernismo decadente” se usaron con frecuencia como sinónimos de formalismo.
DICIEMBRE DE 2013
Las grandes purgas estalinianas desgencia de una mayor libertad en el terreno
atadas entre 1936 y 1938 iniciaron en el
artístico y alejamiento del burocratismo,
campo musical con la condena y prohibiel escritor Ehrenburg publicaba El desción de su ópera Lady Macbeth del distrihielo y Shostakóvich estrenaba su equito de Mzensk, por sus degeneraciones movalente musical con la Décima sinfonía,
dernistas. A partir de aquí, los disidentes
obra enigmática y contraria a los cánodel régimen tenían como opciones: la adnes del realismo socialista, que tuvo una
hesión incondicional a los preceptos del
calurosa recepción por parte de la crítica
realismo socialista, el terror de los trasoviética. Un lustro después, la Undécima
bajos forzados en los Gulag,5 la muerte o,
sinfonía lo hizo merecedor del Premio LeDMITRI
para los músicos reconocidos, verse privanin y, contra su voluntad, se vio obligado
SHOSTAKÓVICH
dos de encargos y conciertos, lo que signia formar parte de misiones diplomáticas
Genio y drama
ficaba renunciar a los ingresos económien el extranjero representando a las polícos para llevar una vida digna. De ahí que
ticas culturales de la URSS, pronuncianCARLOS
tantos artistas y compositores optaran
do discursos arreglados y completamente
PRIETO
por acatar las directrices del Estado.
ajenos a su forma de pensar. Con una de
La respuesta musical de Shostakóvich a
esas delegaciones oficiales llegó a México
arte universal
las pretensiones del régimen fue su Quinen 1959, donde el maestro Carlos Prieto
Prólogo de
ta sinfonía de 1937, obra conservadora, impudo conocerlo.6
Jorge Volpi
pregnada de un optimismo dramático que
Para entonces, con el levantamiento de
1ª ed., 2013, 332 pp.
era a todas luces una burla, un gesto de críla prohibición que había pesado sobre mu978 607 16 1483 4
tica e ironía del compositor, con cuyo tono
chas obras de compositores soviéticos, en$225
romántico y final heroico acataba los printre ellas la Cuarta sinfonía y Lady Macbeth
cipios estéticos de descriptivismo musical
de Mzensk de Shostakóvich, un hito de esa la manera del poema sinfónico, establecidos por el
peranza se alzaba en el ambiente artístico, inaugurealismo socialista para la música pura y el sinfonisrando la década de 1960 con intercambios culturales
mo soviético —a diferencia de la ópera, que se puede
internacionales que permitieron, entre otras cosas, la
dotar de un mensaje ideológico explícito—. Mientras
visita a la URSS de músicos notables como Stravinsque Occidente criticó severamente la Quinta sinfonía
ky y Glenn Gould. Pero, aunque ante observadores
extranjeros, el iii Congreso General de Compositores
Soviéticos de 1962 afirmaba la necesidad de conceder
mayor libertad expresiva a los artistas, al año siguiente Jrushchov retomó la condena del modernismo en
el arte, reafirmando la necesidad de ejercer una estrecha vigilancia de las obras artísticas y un control
de las artes. Una vez más se señalaban las degeneraciones modernistas de los compositores soviéticos,
entre ellos, por supuesto, Shostakóvich. Desde entonces hasta el día de su muerte en 1975, a los 69 años de
edad, este encadenamiento de humillaciones siguieron sucediéndose sin tregua para Shostakóvich y sus
contemporáneos.
No es fácil encontrar una apología más clara de
Shostakóvich que el testimonio de la soprano Galina Vishnevskaya, esposa del violonchelista Mstislav
Rostropóvich, ambos amigos cercanos del enigmático compositor: “Hacía declaraciones a la prensa […]
Firmaba cartas de protesta que nunca leía. No se preocupaba de lo que dijeran de él porque sabía que llegaría el momento en que la palabrería sería llevada
por el viento y sólo quedaría su música. Y su música
hablaría más vívidamente que sus palabras. Su única vida real era el arte y allí no admitía a nadie: era su
templo […] Para comprar tiempo y poder componer en
paz, echaba un hueso de cuando en cuando a la jauría
que lo hostigaba y accedía a poner su firma en cartas
y artículos […] Accedía a pronunciar discursos en reuniones y asambleas que no tenían para él la menor
importancia y, habiendo comprado tiempo, volvía con
toda prisa a su escritorio para seguir componiendo.”7
Shostakóvich fue una persona sencilla y esforzada, de carácter alegre y con un gran sentido del hu—que no obstante descansa entre las más populares
mor. No obstante, en la mayoría de sus apariciones
del repertorio sinfónico— considerándola como un
públicas, mostraba el rostro de un hombre triste y
retroceso en el lenguaje estético del autor, la URSS
apesadumbrado. Pero, lo que el régimen jamás pudo
celebró de manera entusiasta el retorno de su más
reprimir en él fue su fino sentido crítico y aguda irogrande compositor y éste recobró temporalmente su
nía, que supo filtrar de manera sutil en su obra.
estabilidad financiera, aunque a un costo muy alto.
Es así como Carlos Prieto, en un ensayo ameno y riLa agresión a la URSS perpetrada por el ejército
guroso, logra el cometido de mostrarnos al ser humano
nazi entre 1941 y 1945 trajo un relativo relajamiendetrás de la obra de arte, a la vez que resuelve el enigto de las persecuciones internas. Por primera y únima en torno a la obra de un hombre íntegro de mente
privilegiada, genio incomparable obligado a doblegar
ca vez en el siglo, el pueblo soviético entero se unía
su voluntad y poner su creatividad al servicio de un sispara librar una batalla justa. Shostakóvich mismo,
tema ideológico represivo y humillante. Shostakóvich,
atrapado en el largo sitio de Leningrado, contribuyó
en un acto de supervivencia o esperanza, supo sortear
con su emotiva Séptima sinfonía, transmitida al puetodas las vicisitudes y adversidades de su circunstancia
blo a través de la radio con enormes dificultades. No
para consolidar una obra musical única, un legado que
obstante, la pesadilla resurgió, y en 1948, Zhdánov,
se alzará por siempre como un monumento universal a
el verdugo ideológico de las artes, acusó de “formala libertad del espíritu humano.W
lismo” a Shostakóvich, junto con Prokófiev, Miaskovsky, Jachaturián, Popov, Kabalevsky y Shebalin,
Alejandro Pérez Sáez, músico, compositor y jazzista,
censurando y prohibiendo la ejecución de gran canfue el coordinador de traducción del Diccionario
tidad de sus obras y condicionando severamente su
enciclopédico de la Música ( FCE, 2009).
producción musical en todos los ámbitos.
La muerte de Stalin en 1953 trajo consigo nuevas
esperanzas para el pueblo y los artistas soviéticos:
Jachaturián escribía un artículo afirmando la exi-
En un ensayo ameno y
riguroso, Prieto logra el
cometido de mostrarnos
al ser humano detrás de
la obra de arte, a la vez
que resuelve el enigma
en torno a la obra de
un hombre íntegro de
mente privilegiada, genio
incomparable obligado
a doblegar su voluntad
y poner su creatividad
al servicio de un sistema
ideológico represivo y
humillante.
5 Gulag, siglas en ruso para “Dirección General para Campos de Trabajo Correctivos y Colonias”. Se trata del sistema penitenciario soviético
al que iban a parar todo tipo de criminales y, principalmente, los presos
políticos del régimen.
a
6 Como simple dato anecdótico, con el antecedente de su Sexta Sinfonía de 1939, en cuyo movimiento final citó el “Cielito lindo” —quizá en un
gesto de solidaridad internacional—, comenta Prieto que tras su visita a
El Tenampa en Garibaldi, Shostakóvich mencionó la idea de escribir una
obra con música de mariachi, proyecto que, sin embargo, nunca llevó a
cabo.
7 DSGD, p. 266.
33
Fotografía: © J E R R Y B A U E R
EL FONDO EN LA FIL
Lo que fue una serie de conversaciones transmitidas por televisión es hoy un volumen en
espera de lectores que quieran conocer a una estimulante ristra de escritores y pensadores
del siglo XX. Silvia Lemus es una ducha entrevistadora que ahonda en los porqués de una
vida dedicada al arte o la investigación. Con su buen trato, logra estupendos retratos de estos
hombres y mujeres clave
R ES EÑA
Silvia Lemus
o el arte de retratar
las razones de una obra y una vida
SANDRA LICONA
S
ilvia Lemus se tropezó con el
género de la entrevista una
tarde al entrar a la oficina del
periodista Jacobo Zabludovsky, que en aquellos años era el
conductor estrella del noticiero 24 Horas, ya desaparecido, y
quien le dijo: “Lemus, ponte a
trabajar, ten listo tu pasaporte. Mañana te vas a Reikiavik
a entrevistar a Bobby Fischer y a Boris Spasky.” La
periodista voló a Islandia y comenzó una carrera
internacional en la televisión. Ella misma ha narrado alguna vez que aterrizó en un país nebuloso y
frío. Sólo tuvo tiempo de instalarse en el hotel y registrarse en la oficina de prensa. Enseguida empezó
su cacería de los dos grandes ajedrecistas que competían por el campeonato mundial. “Era la guerra
fría entre un ciudadano estadunidense y otro soviético. El campeón fue Bobby Fischer.”
Al día siguiente, Lemus pudo entrevistar a Spasky,
“un perdedor lleno de encanto y tiernos ojos azules,
y pensé al verlo: ‘Ojalá hubiera ganado él.’” Recuerda,
además, que la conversación fue fluida y agradable.
34
Su interlocutor era todo un profesional que elogió el
juego de su contrincante.
La historia con Bobby Fischer fue distinta. El ajedrecista sólo había dado entrevistas de televisión a la
bbc británica y a la abc norteamericana. Un colega le
presentó a Silvia al agente de prensa del ajedrecista,
quien la condujo al jugador. El intermediario le aseguró que éste daría la entrevista, advirtiéndole que el
horario de Bobby era extraño: dormía de día al regresar de una discoteca a las seis de la mañana y no se levantaba sino hasta las cuatro de la tarde. La periodista mexicana pensó que podría hablar con él al día siguiente, antes de salir a bailar. Esperó en el lobby, lista
con su equipo de televisión, pero Fischer pasó de largo
sin mirarla, se subió a una limusina y partió. El agente
le sonrió y le dijo: “Espéranos, hoy regresará temprano.” No fue así.
En esa época del campeonato de ajedrez, las noches de Islandia eran largas y las iluminaba un sol
precario. “Fischer volvió y yo me fui a dormir. Al día
siguiente, la misma historia. Sólo que esperé hasta las 5:30 de la mañana, cuando regresó Fischer y
se apiadó de mí, me ofreció una disculpa y me dijo:
‘Esta tarde, a las cinco, venga a mi suite.’ Lo hice. Su
a
agente abrió la puerta y me pidió esperar: Bobby iba
a comer. Llegó una alta, rubia y bella muchacha islandesa con una bandeja llena de platillos.” Una hora
más tarde el agente la remitió ante la presencia del
gran hombre de entonces 24 años y Silvia regresó a
México con dos trofeos: Spasky y Fischer.
Zabludovsky apadrinó la carrera de Lemus en televisión, que más tarde se consolidaría como entrevistadora en el Canal 22 con su serie Tratos y Retratos, la cual inició transmisiones el 17 de julio de 1993,
con una entrevista con Gabriel García Márquez, en
Cartagena de Indias, a quien conoció siendo muy joven cuando trabajaba como copywriter en McCann
Erickson —una agencia de publicidad— con Jomí
García Ascot y Emilio García Riera. Aquella conversación versó sobre El amor en los tiempos del cólera y
se llevó a cabo, como lo recuerda la entrevistadora,
en la placita donde Florentino Ariza le hacía el cortejo a Fermina Daza.
Anécdotas como ésta también forman parte de
Tratos y retratos, publicado este mes por el Fondo de Cultura Económica. Es un volumen que recoge 25 entrevistas y que la propia autora define
así: “Más que charlas al vuelo son conversaciones
DICIEMBRE DE 2013
EL FONDO EN LA FIL
SILVIA LEMUS O EL ARTE DE RETRATAR LAS RAZONES DE UNA OBRA Y DE UNA VIDA
que exploran las razones de una obra artística o los
motivos de una postura ante el mundo. El entrevistado habla de su vida profesional, como quien se
para frente al mundo para dejar ver su verdadero
rostro, o bien confiesa lo que quizás nadie le había
preguntado.”
Una fila de personalidades de los más diversos
orígenes artísticos y sociales, desde su propio esposo Carlos Fuentes (1928-2012) hasta la actriz de cine
Jeanne Moreau, con quien se encontró en París, pasando por autores como William Styron, Jorge Semprún, Günter Grass, Toni Morrison, Susan Sontag
y Derek Walcott, entre otros, hasta el ex presidente
español Felipe González, conforman este rosario de
conversaciones.
A diferencia de algunos periodistas de a pie, que
siempre buscan la declaración sobre el tema coyuntural o que se conforman con la entrevista “banquetera”, Lemus conoce muy bien a cada uno de
sus entrevistados no sólo porque ha leído sus obras
sino, en la mayoría de los casos, porque mantiene
una relación de amistad con ellos o de franca cercanía porque fueron allegados a su compañero Carlos
Fuentes, cuya figura e ideas aparecen o transitan
por varias de las charlas bien como referencia, bien a
manera de evocación.
Los ejemplos abundan y para muestra sobran los
botones. “Arthur Miller nos esperaba en el andén
de la estación de trenes de Roxbury, Connecticut.
Carlos lo conocía muy bien y le hizo la invitación
para que pasáramos un fin de semana en ConnectiMe miró sonriente, hablamos y las dos estuvimos de
cut junto con Inge, su esposa austriaca, y su hija Reacuerdo en hacer la entrevista en París. Tiempo desbeca. Lo vimos desde la ventanilla del tren. Era inpués nos dimos cita en la casa editorial Gallimard
confundible ese monstruo de la dramaturgia nor[…] Así, en uno de los salones del número 5 de la Rue
teamericana. Inge nos recibió en su casa con gran
Sebastian Botin, hablaría de su familia, su vida ante
afecto. Conocía a Carlos porque años antes le hizo
las cámaras, su vocación de actriz y sus recuerdos de
fotografías en una de sus estancias en París, donde
México.”
ella estuvo en el taller de Cartier-Bresson.”
Más allá de la circunstancia, de los temas sobre
Y lo mismo cuando se refiere a su encuentro con
cine, la periodista logra de Moreau una de las anécSusan Sontag. La conoció, narra en este libro, “cuandotas más ricas y divertidas de este Tratos y retratos.
do aún no tenía el mechón de canas. Yo llevaba poEl pintor mexicano Rufino Tamayo hizo un retrato
cos años de casada y habíamos viajado a Nueva York
de Jeanne que sería publicado como portada de la recon mis hijos. Ella estaba en su viejo departamento,
vista Time. La actriz se lo cuenta así a Lemus: “Sí, me
también con su hijo: David Rieff.” Sobre Felipe Gonhabían contactado de la revista Time porque la rezález, dice que lo vio por primera vez cuando éste le
dacción había encargado mi retrato a un pintor que
hizo una invitación a Carlos Fuentes para almorzar
había sido muy famoso al inicio del siglo por sus reen la Moncloa: “Era el año 1990. Almorzamos los
tratos de hermosas mujeres y que se llama Jean-Gacuatro, él, su esposa Carmen, Carlos y yo. Después
briel Domergue, ese pintor vivía en el sur de Francia
de la comida hicimos una caminata por los jardines
y en ese momento tenía yo también mi propiedad en
y pudimos ver los árboles bonsái que cultiva. Nos exesa región y me dijeron:
plicó que era una manera de relajarse. También le
”—Bueno, resulta que el señor Gabriel Domergue
gusta cocinar y alguna vez intercambiamos recetas.
ha aceptado hacer su retrato y la vamos a poner en
Nunca se olvida del huitlacoche que probó en nuestra
contacto con él. Yo me sentía muy honrada y halagacasa en México.”
da, pues en esos retratos las mujeres siempre apareAsí, Tratos y retratos se puede ver como un espacio
cían muy hermosas, evanescentes, envueltas en plupara la revelación de una vida y del esfuerzo necesamas y muselinas.
rio para la creación. Cada pregunta o intercambio de
”En ese entonces llevaba yo mi cabello muy largo
ideas, o impresiones sobre un tema determinado, es
y tenía un vestido que Pierre Cardin me había diseuna oportunidad para que el lector —y el espectador
ñado especialmente para el retrato y que era absoen su momento— sea testigo y cómplice de una vida.
lutamente sublime, con crespones color verde agua.
Acompañan a cada entrevista un breve texto —una
Llegué a casa de Gabriel Domergue muy bien arreespecie de interludio entre las conversaciones, que
glada, con mi cabello largo, mi fleco, mi vestido verel lector agradece— donde la autora recrea la cirde, posé, me retiré, él siempre me saludaba y se descunstancia de cada encuentro —como ya se ha ejempedía muy amablemente, volví cuatro veces seguidas
plificado con anterioridad—, en algunos casos el leit
y jamás osé mirar lo que había en el lienzo, pues él se
motiv de la charla, o revela los lazos que la unen a su
escondía siempre tras el lienzo mientras pintaba; la
entrevistado, u ofrece detalles —a veces de manera
cuarta ocasión me dijo:
prolija— de cómo conoció al personaje en cuestión y
”—Ya está terminado, he concluido, estoy encanel tipo de relación que guarda con él o ella.
tado de haberla conocido —se inclinaba hacia atrás
El libro incluye una amena conversapara mirar el lienzo y continuaba—; esción —de las más largas del tomo, junto
toy muy satisfecho del cuadro. Yo estaba,
con la que realizó al escritor de origen inpues, convencida de que le había gustado
dio Salman Rushdie—, rara avis en este
mucho el retrato y le dije:
volumen porque no se trata de un escritor,
”—¿Sabe?, me encantaría mucho ver el
historiador o intelectual. Lemus habló
cuadro antes de marcharme.
con la actriz francesa Jeanne Moreau en
”Y él respondió:
París. Sin embargo, la periodista recuer”—Pero por supuesto, venga a verlo,
da que fue en Nueva York donde originalvenga.
mente se encontró con ella por primera
”Me acerqué y veo en el lienzo una muvez.
jer rubia, con el cabello muy corto, rizado,
“La reconocieron mis hijos en el eleTRATOS Y
vestida de verde y reconozco en ella a la
vador de un hotel en Nueva York: habían
RETRATOS
esposa del pintor. Sólo dije:
visto algunas de sus películas y durante
”—¡Oh, es verdaderamente formidable!
una sobremesa contaron que la gran acS I LV I A
”Me fui, subí a mi auto y pensé para
triz francesa estaba hospedada allí mismo.
LEMUS
mí: ‘Pero es que es un loco: este hombre
Más tarde, me crucé con ella en el lobby y le
está tan obsesionado con su mujer que me
pregunté si me daría una entrevista para la
tezontle
mira durante seis horas, cuatro veces setelevisión mexicana. Llevaba un vestido de
1ª ed., 2013, 335 pp.
guidas, y acaba pintando sólo a su mujer.’
seda, un peinado que la hacía parecer anó978 607 16 1691 3
Entonces tomé el teléfono y hablé a Nueva
nima ama de casa y un par de sandalias que
York; me preguntaron:
no reflejaban el aura de una diva del cine.
A diferencia de algunos
periodistas de a pie,
que siempre buscan la
declaración sobre el
tema coyuntural o que se
conforman con la entrevista
“banquetera”, Lemus
conoce muy bien a cada uno
de sus entrevistados no sólo
porque ha leído sus obras
sino, en la mayoría de los
casos, porque mantiene una
relación de amistad con
ellos o de franca cercanía.
DICIEMBRE DE 2013
a
”—Y bien, ¿está terminado el retrato?
”—Sí —contesté.
”—¿Y ya lo tiene, quedó bien, qué le pareció?
”—Sí, está terminado, quedó magnífico pero ocurre que no soy yo.
”Les expliqué que me parecía magnífico de parte
de un artista ser incapaz de darse incluso cuenta de
sus obsesiones, pero justamente por eso debía aclarar que no tenía yo tiempo para estar posando para
otros, pues tenía otras cosas por hacer. Y fue entonces que ellos tuvieron la idea de que me pintara
Tamayo.
”sl: Ah, ¡qué historia!, entonces se hizo un segundo cuadro.
”jm: Sí, un segundo cuadro, y así fue como conocí
al señor Tamayo.
”sl: ¿Y cómo hizo con Tamayo?, ¿usted fue a México o vino él a París?
”jm: No, no, yo fui a su casa, posé varias veces, y
estuve viendo ese retrato que me pareció magnífico:
es como una estatua, se trata de un lienzo que me representa como una estatua.
”sl: Pero sí se le parece.
”jm: Sí, aunque me representa sobre todo interiormente: eso es lo que importa, la representación interior. Es una especie de fuerza: a veces, cuando tengo momentos de duda, de debilidad o de fragilidad,
pienso en el cuadro de Tamayo y me digo: ‘No, Jeanne, mira: tú puedes también ser fuerte.’”
Sin duda el tono de las conversaciones varía según
el personaje. Las hay absolutamente serias, aunque
casi todas mantienen un matiz intimista. Las hay
también —las menos— más distantes, ya sea por el
tema o la personalidad del entrevistado. Es el caso
de la entrevista que Silvia realizó con el escritor norteamericano William Styron, a quien también conoció cuando ya estaba casada con Fuentes y eran muy
amigos. A pesar de frecuentarse durante los veranos
que pasaban en Martha’s Vineyard, mismo sitio donde Styron vivía en esa época, a lo largo de la charla
éste se muestra hasta cierto punto parco y un poco
malhumorado.
La entrevista más antigua —la que cierra el libro,
pues están presentadas de adelante hacia atrás— es
precisamente la que sostiene con su esposo Carlos
Fuentes, a principios de los años ochenta. Aunque
Silvia se esfuerza por mantener su postura de periodista frente al personaje, es casi imposible que
la conversación se desarrolle de manera natural,
por los guiños de complicidad, por las situaciones
que se dan por hecho y porque Fuentes siempre fue
un maestro de la oratoria, del diálogo casi para sí
mismo.
Al final, como Lemus escribe en la presentación,
el arte de la entrevista es un género literario que reúne todos los aspectos de la escritura: el carácter inclusivo de la crónica y la trayectoria profesional del
entrevistado, así como el ensayo de una manifestación personal de las ideas. También muestra la escenografía misma de la conversación y la capacidad de
expresión que tiene cada entrevistado ante la cámara y los micrófonos. Ella logra todos estos aspectos
a lo largo de las más de 300 páginas que conforman
este volumen.W
Sandra Licona es periodista.
35
Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A
CAPITEL
Segunda Era
E
scribió Marcelo Uribe sobre Jaime
García Terrés algo que, ajustando los
tiempos verbales, puede decirse de él:
“Como muchos poetas que incursionan en otros terrenos, su labor estuvo orientada siempre por la imaginación poética. Aunque
estaba presidida también por la ironía, por la
generosidad, por la elegancia, por la tolerancia,
era el poeta siempre el que cerraba el círculo.”
Y es que el destinatario este año del Reconocimiento al Mérito Editorial que otorga la fil es,
aunque de ello no dé cuenta de inmediato su
hoja de vida, un poeta. Importa poco que formalmente su producción sea magra: quien revise con detenimiento lo hecho en las últimas
cuatro décadas por el hoy director de Ediciones Era comprobará fácilmente que detrás de
las traducciones, las publicaciones, los ensayos, incluso las gestiones a favor del gremio,
está un tejedor de versos.
DE DICIEMBRE
DE 2013
E
n 1987 el Fondo publicó Las delgadas
paredes del sueño, un muy breve volumen con versos largos y melancólicos.
Debieron pasar más de dos décadas
para que Uribe diera a las prensas, ahora las de
Almadía, otro libro suyo, igualmente escueto:
Última función, en el que se reúnen casi setenta
poemas, casi todos de pocos versos. En ellos se
manifiesta ese ojo que mira con agudeza lo no
evidente, que atrapa la anomalía entre tanta cosa
común y la revela con economía de recursos.
P
ara los que trabajamos en el Fondo,
Marcelo es uno de los nuestros, pues
en los años setenta y principios de
los ochenta tuvo a su cargo la edición
de esta revista, dirigida a la sazón por Jaime
García Terrés, quien “decidió confiarme la secretaría de redacción de esta Gaceta cuando
yo tenía 22 años. Este acto, en buena medida
irresponsable de su parte, contribuyó a definir el camino de mi vida hasta el día de hoy,
casi treinta años después. Durante cinco años
exactos, hice mes con mes La Gaceta al lado
suyo, un privilegio que siempre me acompañará. Fui aprendiz en su taller.” Escrito hace casi
una década para un número de aniversario de
esta publicación, Uribe volvía a su estrecha
relación con ese gran director del Fondo que
fue don Jaime, de quien Marcelo preparó una
antología de poemas con el propósito de mantener viva su voz entre los lectores de hoy: De
piedra en piedra (cnca, 2006).
T
ambién ha traducido para el fce. En
1983 se publicó su estupenda versión
de La herida y el arco, libro de ensayos de Edmund Wilson (casualmente
mencionado en la página 8 de esta entrega), en
la que se logra el frágil milagro de que el texto,
erudito y penetrante, cargado de sutilezas, parezca concebido en nuestra lengua. También
se ocupó de poner en castellano Sueño del camino maya: el chamanismo ilustrado de Yucatán, de Richard Luxton y Pablo Balam, obra
que ya no está disponible. Tras dejar el Fondo, Marcelo emprendió estudios de literatura
en la Universidad de Maryland, donde además
fue investigador. “Cuando decidí irme de México […] García Terrés me reprendió suavemente. Para él no era el momento, aunque yo
estaba seguro de que debía aceptar la oportunidad que se me abría”, recordó el editor homenajeado en nuestras páginas.
36
ACTA EST FABULA
EL LIBRO SALVAJE
JOSÉ KOZER
JUAN VILLORO
De origen cubano, José Kozer
nació en La Habana en 1940 y a los
20 años migró a Estados Unidos,
donde se volcó a la escritura e
investigación de la literatura
luso-brasileña. Poeta, narrador
y ensayista, ha publicado media
centena de libros, dos de ellos,
además de éste que acabamos de
lanzar, en el Fondo —Bajo este
cien (1983) y Ánima (2002)—.
En este nuevo título de poesía,
cuyo nombre proviene del clásico
proverbio latino con el que se
indicaba el final de una comedia,
y que también se reconoce como
las últimas palabras pronunciadas
por el emperador romano
César Augusto antes de morir (a
las que les sumó un: plaudite
—aplaudir—), Kozer presenta poco
más de 120 poemas en los que sus
sonidos particulares y únicos, sus
imágenes acopladas y sincopadas,
sus recuerdos, angustias y
referencias diversas, transportan
al lector de Odesa a los horizontes
caribeños, de Nueva York a París.
Obra portentosa del ganador del
premio Iberoamericano de Poesía
Pablo Neruda 2013, a uno no le
queda más que decir “plaudite” al
cerrar sus páginas.
El éxito de este título es
implacable: desde su primera
edición, hace cinco años, millones
de ejemplares han circulado por
todo el país, ya sea como parte de
nuestra colección 18 para los 18, en
algunas de las seis reimpresiones
que hemos realizado o mediante la
Secretaría de Educación Pública.
Así que, para arrancar los festejos
del 80 aniversario del Fondo,
preparamos una nueva versión de
este consentido de casa, vestido
ahora con tapa dura y cargado con
una nueva intervención gráfica de
Martínez Meave, llena de color e
irremediablemente cautivadora.
De esta forma, esperamos llevar a
nuevos lectores las aventuras de
Juan y Catalina, esa dupla que se
enfrenta al rebelde Libro salvaje y
que descubre, en sus intrincadas
páginas, un secreto que sólo le
sería revelado al lector que lo
atrapara. Además de este título
destinado a los jóvenes lectores,
en el Fondo hemos publicado
dos obras de Villoro: Tiempo
transcurrido. Crónicas imaginarias
(1986) y Las golosinas secretas
(1995).
los especiales de a la orilla del viento
Ilustraciones de Gabriel Martínez Meave
DE LIBERTADES
FANTASMAS O
DE LA LITERATURA
COMO JUEGO
JOSÉ DE LA COLINA
Creador de cuentos memorables,
de crónicas, críticas literarias,
ensayos y reportajes que no dejan de
ser referentes para miles de lectores
(y que le valieran, en 2005, el
Homenaje Nacional de Periodismo
Cultural Fernando Benítez que
otorga la fil de Guadalajara), De la
Colina es un autor audaz, irónico
y siembre lúcido que ha estado
presente en el escena cultural del
país desde su llegada a México con
el exilio español hasta nuestros
días. En este libro de ensayos, tan
serios como divertidos, entrega
una variedad de miradas al campo
de juego de la literatura en el que
autores como Dante, San Juan
de la Cruz, Cervantes, Coleridge,
Borges e Italo Calvino conviven con
personajes míticos del cine, las tiras
cómicas y aun de la misma Historia.
El juego retórico facilita no sólo el
goce de la literatura como “un vicio
impune”, sino además una apertura
de vistas al reino de las libertades
imaginarias o libertades fantasmas,
pues quizá, según el autor, no
existan otras. Además de este título,
en 2004 publicamos Traer a cuento.
Narrativa (1959-2003).
poesía
2ª ed., 2013, 232 pp.
1ª ed., 2013, 364 pp.
978 607 16 1629 6
letras mexicanas
978 607 16 1641 8
$265
1ª ed., 2013, 304 pp.
978 607 16 1643 2
a
DICIEMBRE DE 2013
NOV EDA D ES
Y
UNA INTRODUCCIÓN
A OCTAVIO PAZ
LA HISTORIA DE UN PAÍS
EN CARICATURAS
ALBERTO RUY SÁNCHEZ
Caricaturas mexicanas
de combate (1821-1872)
Paz fue un autor sumamente
prolífico, que escribió miles de
páginas en las que la poesía, el
ensayo, el pensamiento dieron sus
mejores frutos; así lo demuestran
sus Obras completas editadas por
el Fondo en 15 volúmenes y el
premio Nobel de Literatura que le
fuera concedido en 1990. En esta
pequeña obra, ampliada y revisada
por el autor de Los nombres del
aire, se ofrece una introducción a
la obra de Octavio Paz en la que se
fijan sus coordenadas creativas,
se explicitan sus búsquedas
intelectuales y se cruza su obra
con su biografía. Originalmente
redactada por invitación de
Charles Scribner’s Sons para
formar parte de un diccionario
de autores publicado en Nueva
York, posee un tono conciso y una
presición analítica que, lejos de
empobrecerla, la hacen ser una
pieza maestra para conocer el
complejo y vasto mundo literario
del también fundador de la revista
Vuelta. Paz pensó la poesía como
revelación, creación y acción, y
Alberto Ruy Sánchez retoma esa
idea como guía de su libro, pues la
considera clave en la vida y la obra
de este autor.
breviarios
1ª ed. aumentada, 2013, 167 pp.
978 607 16 1649 4
R A FA E L B A R A JA S D U R Á N,
EL FISGÓN
DIÁLOGOS DE BIOÉTICA
Nuevos saberes y valores de la vida
J U L I A N A G O N Z Á L E Z V.
Y JORGE E. LINARES
(COORDS.)
Antecedida por El país de El
Ahuizote. La caricatura mexicana
de oposición durante el gobierno
de Sebastián Lerdo de Tejada
(1872-1876), Posada: mito y mitote.
La caricatura política de José
Guadalupe Posada y Manuel
Alfonso Manila y El país de El
Llorón de Icamole. Caricatura
mexicana de combate y libertad de
imprenta durante los gobiernos de
Porfirio Díaz y Manuel González
(1877-1884), esta nueva obra
de El Fisgón se inscribe en la
veta historiográfica de este
caricaturista que ha recuperado
parte importante de la historia
gráfica y de la ilustración política
en México. En este volumen,
originalmente publicado por
Conaculta en 2000, son revisados
los dibujantes decimonónicos
políticamente comprometidos
con el bando liberal cuya obra
fue publicada en la llamada
prensa de combate y, desde
ahí, el autor analiza la intensa
actividad, tradición, significados e
influencias de estos caricaturistas
en periodos tan relevantes de
la historia nacional como el
triunfo de la Independencia, la
Intervención francesa, el Segundo
Imperio mexicano y el gobierno
de Juárez durante la segunda
República Restaurada.
Reflexionar la vida y sus valores
ha sido una tarea inagotable
para científicos y filósofos en los
últimos años: los progresos en
la biociencia y la biotecnología,
así como los agitados cambios
sociales, económicos y políticos
han dado lugar a nuevos dilemas
que hacen necesario ampliar la
discusión en torno a la bioética.
Como una respuesta a esta
necesidad, este libro reúne las
reflexiones de 34 académicos de
diversas disciplinas, resultado
del Seminario de Investigación
en Ética y Bioética de la unam.
En ellos se sostiene un intenso
diálogo con el que se busca, por
diferentes vías, responder a
esas inquietudes científicas y
humanísticas desde la perspectiva
de la bioética, además de analizar
y descartar diversos tipos de
determinismos genéticos,
intolerancias y concepciones
excluyentes. La obra está
dividida en dos grandes partes: la
primera comprende los capítulos
dedicados a las ciencias de la
vida; la segunda, los enfocados
a la filosofía y la literatura.
Cada uno de ellos, sin embargo,
llevan incorporado el diálogo
interdisciplinario y, con él, la
invitación a borrar las fronteras
que separan las ciencias y las
humanidades.
tezontle
filosofía
2ª ed., 2013, 592 pp.
1ª ed., fce-unam-Facultad de Filosofía y Letras-
978 607 16 1654 8
Programa Universitario de Bioética, 2013,
663 pp.
978 607 02 4508 4
a de regreso en México, Uribe se
sumó a las filas de Ediciones Era,
otra ocasión para hacer de aprendiz bajo la tutela de Neus Espresate
y Vicente Rojo (y al lado de Paloma Villegas).
No es fácil gestionar un sello con esa prosapia
y esa inventiva, pero Marcelo ha sabido aprovechar las inercias y generar nuevo ímpetu
para seguir picando en las piedras literarias de
nuestra lengua, de donde no dejan de salir minerales valiosos, y para extender, adaptadas a
los tiempos que corren, las ideas políticas que
han animado a Era. Convicciones profundas
sobre el carácter transformador de la palabra
impresa, tanto en lo individual como en lo colectivo, subyacen a la creación de esa empresa,
que nació aprovechando los tiempos muertos
de la Imprenta Madero. En un ensayo sobre la
edición independiente, Marcelo sintetizó su
credo sobre lo que esa casa editora y muchas
otras afines a ella han hecho y pretenden hacer: “Casi todos los proyectos editoriales en el
mundo han surgido como iniciativas individuales de dar a conocer libros, de difundirlos.
Es preciso reconocer que la enorme mayoría
de estas iniciativas surge de esa necesidad: dar
a conocer algo, difundir algo, desde luego como
un negocio que se sostenga, pero con un propósito que lo antecede.”
E
n Era seguimos encontrando la obra
de escritores de vanguardia, no porque necesariamente sean experimentales sino porque representan la primera línea de la creación literaria, como el eficacísimo Eduardo Antonio Parra, Ana García
Bergua —ganadora en este 2013 del Premio de
Literatura Sor Juana Inés de la Cruz— o el innovador Martín Solares ahora en su faceta de
teórico literario por la vía del garabato. Asimismo, en su catálogo encontramos a pensadores
que cuestionan los valores aceptados, como el
heterodoxo Robert Brenner, autor de La economía de la turbulencia global, o académicos penetrantes como Adolfo Gilly. Hay asimismo un
perdurable interés por los libros ilustrados, en
los que suele intervenir, sea de manera directa
o como inspiración, el propio Rojo, tan juvenil y
creativo como cuando ideó la editorial.
R
eacio a expresarse por escrito, puntilloso al hacerlo oralmente con una
voz dos veces grave, Marcelo Uribe
ha sido un activo promotor de mejorías en el mundo del libro en nuestro país, y
aunque sabiamente ha escurrido el bulto para
encabezar la cámara de los editores no le ha escatimado tiempo en alguna de las muchas comisiones y grupos de trabajo con que desde esa
organización se enfrentan los líos gremiales.
Sin duda él lo negará, pero su modo personal
de entender los problemas del libro en nuestro
país sentó las bases de lo que sería la ley del libro —la exposición de motivos que hizo suyo el
Congreso de la Unión tiene su impronta—,
aunque también hay que decir que es uno de
los más severos críticos de la Ley de Fomento
para la Lectura y el Libro, un engendro que no
ha producido los efectos benéficos que buscaron sus promotores, ni los catastróficos que auguraban sus detractores. Marcelo sabe que “el
mercado del libro no es un mercado de demanda, sino de oferta, es decir, para que un libro
encuentre a su lector hay que acercarlo a él, ponerlo en su camino. Es el libro el que busca al
lector.” Es discutible que ésa sea la naturaleza
de todos los libros, pues hay muchos que, sin
menoscabo de su calidad, responden prístinamente a las necesidades del lector, pero no
hay duda de que concebir así al mercado libresco permite abordarlo de un mejor modo.
A
mante de la comida tailandesa, melómano, negociador feroz en la defensa de los derechos de sus autores,
conversador que sabe adaptarse al
tipo de persona con que dialoga, Marcelo Uribe recibe con este reconocimiento su merecido
por venir haciendo, primero junto con Neus y
ahora por sí mismo, una nueva Era.
tomás granados salinas
DICIEMBRE DE 2013
a
37
Fotografía: © M AT T H E W F U R M A N / M E R G E L E F T R E P S , I N C .
FONDOAEN
LA FIL
DEEL
NÉGUEV
ATEMAJAC
“Mírame y no me toques”, podría decir la protagonista de esta novela a quien admire su
belleza, pues su epidermis es un arma mortal. Ése es uno de los misterios esenciales de la
novela de Tahereh Mafi, ambientada en una sociedad por venir, en la que nada es como
lo conocemos hoy. Presentamos aquí una reseña de la obra elegida por la Universidad de
Guadalajara para el eficaz programa Cartas al Autor
R ES EÑA
De pieles, encierros y medianías
JUANA INÉS DEHESA
E
s el futuro. El mundo como
lo conocemos ha dejado de
existir. Una adolescente
de 17 años escribe un diario y, gracias a él, nos enteramos de que está encerrada en algo que en todo
se asemeja a un campo de
concentración —alimento
repugnante e indistinguible arrojado de tanto en tanto al interior de la celda-habitación, regaderas que sólo se activan unos
pocos minutos al día, incesantes gritos desgarradores provenientes de los rincones más lejanos—,
pero que rápidamente se nos hace saber que es una
clínica para enfermos mentales.
En la mejor tradición de la narrativa clásica, la acción de La piel de Juliette, la primera novela de la jovencísima autora estadounidense Tahereh Mafi,
arranca de verdad cuando un extraño llega al pueblo.
O, mejor dicho, a la celda de Juliette Ferrars, la narradora y protagonista. Entre su escritura desgarrada y
fragmentada, pudorosamente censurada a ratos por
medio de tachones que sin embargo permiten atisbar
al lector su contenido, se permite adivinar que el extraño no lo es tanto. Su nombre, Adam, resulta familiar, pero, sobre todo, son sus profundos ojos azules
los que llevan a Juliette al pasado y le remueven sensaciones que vienen desde antes de que estuviera encerrada, de cuando todavía era una niña que apenas
comenzaba a enviar señales a sus padres y al mundo
entero de no ser del todo normal.
Porque Juliette no es normal. En palabras de
otros, que ella ha vuelto propias, es “un monstruo”.
Algo tiene su toque, nos tardamos en averiguar exactamente qué (y, de hecho, nunca se explica del todo)
que mata, que es letal. Su pasado guarda una culpa
excesiva para alguien tan joven a causa de la muerte,
38
por su cuenta las lagunas que va dejando la autora,
la destrucción y el aislamiento que ha ido imponienquien no se detiene en minucias como explicar cómo
do a su paso, merced de su extraño y horripilante
funciona esta nueva sociedad distópica, cómo sobredon. Juliette, al comienzo de la novela, vive una vida
viven los que sobreviven y cómo adquirieron el pomucho más cercana a la muerte que a la existencia
der quienes lo detentan, la historia de amor entre el
prometedora de una adolescente.
soldado fuerte, guapo y confiable y la muchacha que
Todo eso cambia con la llegada de Adam. Adam,
no puede tocar ni ser tocada vuelve a la novela un
quien pronto, a pesar de los recelos y las dudas, se reverdadero festín para la hipersensibilidad románvela como aquel primer Adam, aquel primer hombre
tica que caracteriza a sus jóvenes lectores. Porque,
de la mitología de Juliette, que trae consigo el cobiconvenientemente, Mafi, de 25 años y residente en
jo, la esperanza en forma de un tatuaje de pájaro que
California, plantea que sólo el guapo soldado Adam
—en una aparente coincidencia que es todo mees capaz (por razones que, al menos en este volunos eso, aunque no termina de resolverse en este
men, no explica) de tocar a Juliette; el guapo soldado
volumen y previsiblemente se resolverá en algún
Adam y el también guapo villano Warner,
momento de la saga— es idéntico al pájatambién muy convenientemente, ambos
ro que Juliette sueña en sus breves moson capaces de tocarla sin sufrir ningún
mentos de escape de la opresiva realidad.
daño. Muy por el contrario, experimenAdam trae consigo, en fin, la libertad, el
tan un placer que se describe con detalle,
amor y la promesa.
dando suficientes oportunidades a Mafi
Y quizás en esto, en la historia de los
para crear escenas de encendido deseo y
dos adolescentes que aprendieron a vertórrido romance, del tipo de aquéllas en
se y a amarse desde sus terribles infanlas cuales son pródigas las novelas pertecias respectivas —Juliette fue siempre
necientes a series como Crepúsculo o Los
rechazada por unos padres que la perciJuegos del Hambre, sin duda, parte muy
bían como anormal y repulsiva, mientras
importante de su éxito entre el público.
que Adam, en un ejercicio autoral mucho
LA PIEL
También, como en estas sagas, aquí
menos imaginativo, únicamente fue víctiDE JULIETTE
hay un triángulo amoroso. Al romántico
ma del abuso de un padre alcohólico—, es
Genio y drama
y rubio Adam se contrapone el malvado y
donde reside el tremendo éxito de la novela (de las novelas, en plural, pues esta
atormentado Warner, un joven de 19 años
TAHEREH
obra, publicada originalmente en 2011
que, al igual que Adam, ha crecido obseMAFI
sionado con Juliette —aunque, a diferenpor Harper, es la primera de una trilogía
cia del recto y decidido soldado, se siente
cuyo segundo volumen, esperado con ana través del espejo
atraído no por la bondad de la mujer insia, apareció en lengua inglesa en febreTraducción de Juan
tocable, sino por su condición letal y su
ro pasado); si bien el ritmo de la historia
Elías Tovar Cross
maldad potencial— y que, en cuanto tiees flojo, la trama, inconexa y dispareja, y
1ª ed., 2013, 324 pp.
ne oportunidad, la atrae a su lado y busca
confía excesivamente en que el lector co978 607 16 0981 6
poseerla, no sólo en términos físicos, aunnoce y ha consumido suficientes obras
$160
que la novela no llega al punto de hacerlo
de este mismo género como para rellenar
a
DICIEMBRE DE 2013
Ilustración: © I S O L
FONDOAEN
LA FIL
DEEL
NÉGUEV
ATEMAJAC
DE PIELES, ENCIERROS Y MEDIANÍAS
explícito, sino en términos totales: Warner pretende
convertir a Juliette en su arma de destrucción exclusiva y, sobre todo, volverla su aliada en sus planes de
dominación mundial. Para complicar todavía más
un escenario que ya de por sí pretende ser complicado (sin lograrlo del todo), Juliette ama tierna y arrebatadamente a Adam, pero al mismo tiempo siente una atracción fulminante por Warner que busca
ocultar y reprimir a toda costa.
Como deja bien asentado la reseña de esta novela
publicada en su momento por Kirkus Reviews, La piel
de Juliette no aporta nada original al género. Muy por
el contrario, se echa de ver muy rápidamente que es
la primera obra de una autora joven y dueña de más
entusiasmo que oficio. Esto es notorio incluso en la
aseada traducción de Tovar Cross: la voz de la narradora, en su tono urgente y su obsesión por encontrar imágenes muy novedosas y falsamente evocadoras —“la quijada me cuelga de las agujetas”, es un
ejemplo típico de su afán por adoptar un estilo que
busca ser fresco y sólo resulta engorroso—, termina
por cansar al lector y, de hecho, sólo las constantes
alusiones a su belleza y atractivo físicos permiten
justificar que todos los hombres a su alrededor caigan rendidos de amor y devoción, pues su personalidad no llega a desarrollarse del todo. No es, pues,
una obra que traiga nada nuevo a un género que, por
lo demás, si nos atenemos únicamente a las cifras de
venta, las numerosas traducciones y hasta los planes
para hacer películas de la trilogía, parece ser que no
lo necesita y que goza de cabal salud.
Sin embargo, algo tiene esta novela que, por lo menos para los estudiosos del género, es ampliamente
rescatable: el uso del cuerpo como gran metáfora del
conflicto adolescente. Dentro del ámbito de la literatura juvenil, el tema del cuerpo es de vital importancia, pues de algún modo representa la arena donde
se dirimen todas las controversias que ocurren entre el adolescente y el mundo que lo rodea. Si hemos
de creer a la crítica de literatura infantil y juvenil
Roberta Trites, el asunto de la literatura para jóvenes —y, casi, de la adolescencia en su conjunto— es,
sobre todo, el poder; el poder que el joven tiene que
conquistar, el que se le niega, el que se le impone, el
que ejerce de una manera decidida, valiente, inconsciente o contundente. Y, en ese sentido, la novela de
Mafi no se queda atrás: al principio de la novela, Juliette vive encerrada de muchas formas y en muchos
espacios. Está, sí, encerrada en la celda de la clínica
y es presa absoluta de sus remordimientos y sus desolaciones, de su mente que no encuentra más escape que la escritura compulsiva, pero, sobre todo,
es presa de su cuerpo, de la piel que le da título a la
versión castellana de la obra (el título original es
Shatter Me, “hazme añicos”). En un momento vital
en el cual ansía el contacto con el otro, tiene que reprimirse, so pena de aniquilar a quien se ponga en su
camino. Conforme la novela va avanzando, Juliette
toma el control de su propio cuerpo —en una escena,
inclusive, es capaz de verse en un espejo por primera vez en años— y no sólo aprende a disfrutar de él a
través del contacto con los inmunes Adam y Warner,
sino que al terminar recibe un regalo que le permitirá liberarse de sus principales miedos y moverse
por el mundo sin necesidad de lastimar a nadie con
su contacto.
Al terminar la novela, Juliette dice “Estoy lista”,
y se entiende que esto da lugar a la próxima entrega
de la serie. Con toda probabilidad, el lector acostumbrado a este tipo de narrativa esperará con ilusión,
contará los días, hasta que ésta llegue. El lector menos fanático, quizá, se dará por bien servido con este
primer volumen y no se inquietará demasiado por
seguir la suerte de la muchacha intocable y sus compañeros de distópica aventura, pero sin duda la experiencia de esta primera novela de Mafi dejará algo
en todos sus lectores y, sin ser nada extraordinario
ni revolucionario para el género, se dejará leer y hasta abrirá espacios para la reflexión.W
Juana Inés Dehesa, escritora, editora y especialista
en obras para niños y jóvenes, es autora de las novelas
Pink Doll y Rebel Doll, así como del libro de reciente
publicación Treintona, soltera y fantástica. Manual
de supervivencia.
DICIEMBRE DE 2013
Isol estará presente en la FIL, aunque no nos trae un libro
nuevo. Este breve texto del editor que la “descubrió” ofrece
una vía para entender y gozar las obras de esta singular
creadora, cuyo punto de vista narrativo tiene el mérito de
ponerse a la altura de los niños que leen—sus libros o el
mundo en general—, como destacó el jurado del premio
Astrid Lindgren, uno de los principales en el mundo, que le
fue otorgado este año
A RTÍ CU LO
Isol y la complicidad
con los niños
DANIEL GOLDIN
N
o es difícil saber dónde
ubicar a Isol, la ilustradora y autora argentina
ganadora del premio Astrid Lindgren: ella habita
el rincón de los chicos,
en el doble sentido del
término: el de los pequeños y el de los niños; es
decir, el de los que no imponen las convenciones, sino que las padecen.
¿Cómo saber que no soy un perro, si es de un
perro de quien me siento más cerca? ¿Cómo puede ser que alguien bueno haga cosas malas? ¿Por
qué te castigan y dicen mentiroso si inventas cosas
y luego alaban tu creatividad si cuentas historias
estrafalarias?
La vida de los niños está asediada por inquietudes como éstas, que he entresacado de los libros de
esta autora argentina. Preguntas similares nos han
agobiado a todos durante la infancia. Luego hemos
aprendido a silenciarlas o eludirlas, a (sobre)vivir en
la Gran Costumbre, como decía aquel gran cronopio, también argentino.
Los libros de Isol recuerdan a los adultos las razones por las cuales puede ser considerado verdadero lo paradójico. A los niños les habilitan un espacio
para que puedan “trabajar” las inquietudes que los
develan.
Isol no sólo las escribe. También las trabaja con
un recurso estilístico que los niños —que todavía
miran los libros y no sólo los leen— comprenden con
facilidad y ventaja frente a los adultos. Por ejemplo,
al mostrar la discrepancia entre lo que dicen las palabras y lo que dicen las imágenes, o los cuerpos dibujados y sus sombras.
a
Como acontece con los maestros del álbum, el
arte de Isol no está en las imágenes (que son elaboradamente desprolijas) ni en las palabras (tan
cuidadas), sino en la interrelación entre ambas: es
decir en la síntesis que hace el lector/observador
(alguien que puede leer o escuchar unas palabras
al tiempo que observa con detenimiento la página
del libro).
Como el niño de “El traje nuevo del emperador”,
la autora e ilustradora no vacila en comentar con
desparpajo aquello que los demás eluden.
Pero a diferencia de Andersen, que supone que
la discrepancia entre lo que los niños perciben y las
convenciones que rigen la vida adulta es un problema moral que se puede resolver, Isol reconoce que
todas las convenciones (de entrada el propio lenguaje) son por naturaleza conflictivas y que los conflictos que ellas generan son irresolubles, y, por lo tanto, que hay que aprender a vivir con ellos sin que nos
abrumen. Por esto Isol los convierte en una fuente
de gozo, complicidad y reflexión.
Y es justamente eso lo que les dice a los niños: sigue observando y no te preocupes por no entender.
Formula en voz alta todas las preguntas que te venga en gana. Aun si nadie te responde, no estás solo.
Alguien te acompaña en tu perplejidad, a ti y a todos
los pequeños en este mundo amenazante y absurdo.
Nunca lo olvides. Y sobre todo, diviértete.W
Daniel Goldin, editor, promotor cultural y ensayista,
creó y dirigió el proyecto de libros para niños y
jóvenes del Fondo. Actualmente está al frente de la
Biblioteca José Vansconcelos.
39
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