La República de Venecia

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La República de Venecia: 727-1797
On Friday, May 12, 1797, Napoleon's French Army stood poised in the
Veneto, ready to march on Venice. El viernes, 12 de mayo de 1797,
Napoleón Ejército francés fue preparada en el Veneto, listo para
marchar a Venecia. The waters of her lagoon--which had protected the
city against Dalmatians, Franks, Hungarians, Austrians, Genoese,
Veronese, Paduans and Milanese--would not protect her against the
barrels of French cannon. Las aguas de su laguna - que habían protegido
contra la ciudad Dalmatians, francos, húngaros, austriacos, genovés,
Veronese, y Paduans Milanese - no protegerla contra los barriles de cañón francés. No
other defense was available. Ningún otro defensa estaba disponible.
All these facts were clear to the 537 members of the Great Council of Venice who met
that morning to consider Napoleon's demand for surrender without a battle. Todos estos
hechos son claros para los 537 miembros del Gran Consejo de Venecia que se reunió
esa mañana para examinar la demanda de Napoleón para la entrega sin una batalla. By a
vote of 512 to 20, with five abstentions, the Council resolved to dissolve the Republic
after 1,070 years and surrender the city. Rest in Peace. En una votación de 512 a 20, con
cinco abstenciones, el Consejo resolvió disolver la República después de 1070 años y la
entrega de la ciudad. Descanse en paz.
La República de Venecia:
Los orígenes de la ciudad sobre 117 islas e islotes en el Lido, laguna protegida por un
banco de arena, se remontan al siglo V. En aquel entonces, algunos de los habitantes de
las zonas del Véneto y de Aquileya, acosados por los hunos (476) y por los lombardos
(568), se refugiaron en las tierras pantanosas. En la laguna los habitantes subsistieron
dedicados a la pesca y a la extracción de sal. Debían obediencia al exarca de Rávena y
estaban bajo la dependencia del imperio de Bizancio. En 697 aprovechan la debilidad
del exarca y eligen como Dux vitalicio a Anafesto. Comienzan sus actividades
comerciales en las que se incluía el tráfico de esclavos, prohibido por el Papado pero
tolerado por sus grandes beneficios. En 810 Carlomagno envía a su hijo para apoderarse
de Venecia pero sus naves se retiran después de tropezar con los obstáculos a la
navegación de la zona.
El espíritu comercial:
Fue el elemento esencial en Venecia y los mercaderes fueron la fuerza dirigente del
estado. De este modo fueron las ricas familias patricias quienes introdujeron una forma
republicana de gobierno, que no existía en ninguna otra ciudad-estado italiana en la
Edad Media. Estaban decididos a no ser mandados por cualquiera, especialmente
cuando no servía a sus intereses financieros, y continuamente se alzaban en sangrientas
rebeliones. Durante una insurrección contra el dogo Pietro Candiano IV, en el año 976,
un incendio destruyó el centro de la ciudad, incluido el palacio del dogo, con los
archivos de la ciudad y la primera iglesia de San Marcos. El mandato hereditario de los
dogos, como se practicaba en los primeros siglos, tuvo que debilitarse gradualmente
para preservar la paz interior. El poder del dogo fue deliberadamente limitado y, a su
lado, creció un aparato estatal de control, cuyos miembros eran reclutados entre las
grandes familias y miraban por sus propios intereses. Desde 1172 su órgano más
importante fue el Gran Consejo, el Maggior Consiglio, que además elegía al dogo. Este
consejo amplió el número de sus integrantes, pasando de 35 a casi 2.000. Con la
Clausura del Gran Consejo (1297), los puestos del Consejo se convirtieron en
hereditarios. Los nombres de las familias nobles con derecho a plaza fueron inscritos en
el Libro Dorado. La Signoria, los cabezas del gobierno, eran el dogo, sus seis
consejeros, los Consiglieri, y tres oradores de los Quaranta, los 40 miembros de la corte
suprema. El principio básico de esta oligarquía patricia, la República veneciana, era
reducir el número de puestos de gobierno de forma que fuera posible un control
completo. El notable Consejo de los Diez, organización similar a una policía secreta de
estado, fue introducido por primera vez en 1310 como reacción a la insurrección de
Bajamonte Tiepolo contra la Clausura del Gran Consejo. Otro intento de golpe de
estado, dirigido por el propio dogo, fue descubierto por los Diecia (1355). Marin Faliero
había intentado también arrebatar el poder a las privilegiadas familias patricias del Gran
Consejo.
El comercio de especias:
Los venecianos carecían de tierra suficiente para cultivar
intensivamente El uso de especias que soldados y peregrinos
habían aprendido en Oriente pasó más tarde a las cocinas de
la gente corriente. Los venecianos controlaron este comercio
hasta el siglo XVI. A principios del siglo XV el comercio de
especias movía anualmente 540.000 ducados. En un principio las mercancías de Oriente
llegaban a Venecia en barcos bizantinos, pero pronto los venecianos armaron buques
propios. A principios del siglo XV 3.000 buques mercantes navegaban bajo bandera
veneciana, en su mayoría dedicados al comercio costero y la pesca. El comercio de
ultramar estaba cubierto por cerca de 300 barcos que viajaban por su cuenta o en
convoyes fuertemente armados que organizaba el estado, la mude. Las aventuras
comerciales municipales eran más seguras y la Serenísima cobraba altos precios por la
carga en las galeras y por la protección de los convoyes. Los propietarios privados que
viajaban sin protección obtenían grandes beneficios por enfrentarse al riesgo. El riesgo
personal en los negocios era menor formando una compañía , la colleganza. Por regla
general esto se hacía entre dos mercaderes; uno permanecía en Venecia y ponía tres
cuartas partes del capital y el cuarto restante era aportado por el que viajaba. La ruta
más corriente que hacían las mude o convoyes iba de Inglaterra a Tana y Trebisonda, en
el mar Negro. El principal país con el que comerciaba Venecia era Egipto. Otros puertos
importantes eran Beirut y Bizancio. En todas las grandes ciudades los venecianos tenían
establecimientos comerciales donde establecían sus negocios y ejercían una
considerable influencia política en muchos países. Aunque el comercio de esclavos
había sido prohibido oficialmente desde el siglo IX, era una buena fuente de ingresos.
Los esclavos se obtenían principalmente en Tana. La trata de circasianos y georgianos,
de fe greco-ortodoxa, que eran revendidos en Egipto y el norte de Africa, no repugnaba
a la conciencia por no pertenecer a la Iglesia Católica. El comercio de esclavos paganos
no estaba prohibido. A mediados del s.XV Venecia preparaba cuatro grandes flotas
anualmente escoltadas por galeras armadas.
1. La ruta del mar Negro que, después de llegar a Constantinopla, se dividía en
dos: una se dirigía hacia Crimea, mar de Azov, y remontaba el Don hasta Tara,
lugar de llegada de las caravanas mongolas y rusas. La segunda se dirigía a
Sinope y Trebisonda.
2. La ruta de Palestina y Siria por Morea, Creta y Chipre.
3. La de Egipto adonde llegaban las especias por el mar Rojo.
4. La más larga del Norte de Europa, con escalas en Sicilia, Malta, Trípoli, Túnez,
Argel, Orán, Tánger, Lisboa, Burdeos, La Rochelle, Bourgneuf, Brujas,
Amberes, Londres y, al regreso, escalas en puertos españoles, provenzales e
italianos.
El Gaguiana, un barco naufragado encontrado en la costa de Yugoslavia en 1967, según
los registros de seguros se dirigía a Oriente en 1583, contenía 2.000 objetos de cristal de
Murano, adornos de cobre, damascos, tejidos de lana inglesa, piezas de cerámica
artística, oro, plata y piedras preciosas. La toma de Bizancio por los turcos, las rutas que
Portugal descubrió por el impulso de Enrique el Navegante (1415-1461) y el
descubrimiento de Colón supusieron grandes reveses para el
comercio Veneciano.
Relaciones con los turcos:
Los otomanos fueron recuperando su fuerza en 1400, tras el
golpe recibido del anciano conquistador mongol Tamerlán.
Una compleja relación llena de intereses enfrentados tiene
lugar ya que los turcos dependen de Venecia como único
acceso a los mercados europeos. Para garantizar el tráfico
marítimo y el comercio Venecia inició una política de apaciguamiento con Estambul. El
embajador veneciano ante la Sublime Puerta gozaba de privilegios exclusivos. El
edificio de la Fondachi dei Turchi todavía puede verse. Sus diplomáticos dieron
muestras de sagacidad, flexibilidad y oportunismo. Seguían comerciando con
musulmanes después de la prohibición papal decretada en el Concilio de Letrán (1261)
porque seguían consiguiendo permisos temporales. Uno de sus productivos negocios era
la compra de esclavos del sur de Rusia para venderlos en el norte de Africa. También
vendía en Europa los que compraba en Alejandría y Turquía. Anualmenta ganaba unos
500.000 ducados con este tráfico. Venecia erigió macizas fortalezas en Corfú, Candía
(Creta), Chipre, Grecia continental y Dalmacia. Desde 1545 las galeras venecianas
fueron reforzadas con una tripulación de galeotes armados. Los buques armados más
poderosos, las galeasse o galeras grandes, estaban equipadas en ambas bandas, por
encima de las hileras de remos, por filas de cañones. La peste de 1630 acabó con un
tercio de la población y los Habsburgo potenciaban el puerto de Trieste contra los
intereses venecianos. A mediados de 1645 la flota turca desembarca en Creta, que fue
perdida definitivamente en 1669. En la paz de Passowitz (1718) Venecia fue obligada a
abandonar Morea (Peloponeso) y sus últimas posesiones en el Egeo.
Años de esplendor y dominio:
[Se convirtió] finalmente en una metrópoli comercial con
dominio marítimo, consagrada a San Marcos, desde que en
827 fueron transportados a Venecia, desde Alejandría, los
restos del apóstol. El dux Enrico Dandolo tomó
Constantinopla en 1204. En el siglo XV, Venecia era el
centro del comercio mundial y la mayor ciudad portuaria del mundo, con más de
200.000 habitantes. Los palacios, construidos tomando modelo de los orientales, se
hicieron cada vez más lujosos. Se levantaban nuevos palacios, decorados por artistas
como Tintoretto, Veronese, Tiziano y Giorgione. La ciudad de los 150 canales y 400
puentes había alcanzado su punto culminante. Comenzó la decadencia cuando los turcos
les quitaron Constantinopla. (Roland Gööck)
[...] Supe que aquella no era tan sólo la ciudad más hermosa
que había visto en mi vida, sino que había sido asimismo
república independiente durante más de un milenio -más
tiempo del que nos separa de las invasiones normandas-, y que
durante gran parte de ese período había sido reina del
Mediterráneo, encrucijada principal entre Oriente y Occidente
y el centro comercial más rico y próspero de nuestro mundo
civilizado. Me contó que el mar la había protegido, no sólo en
sus tempestuosos comienzos, sino también a lo largo de toda
su historia, haciendo de ella la única ciudad de Italia que
nunca se había visto invadida, asolada o destruida hasta que
Napoleón, quién se denominó a sí mismo como el Atila del
Estado Veneciano, terminó para siempre con la Serenísima
República (John Julius Norwich, autor de Historia de Venecia)
Venecia en la Literatura:
Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo.
En 1364 Petrarca la halló "rica en oro, pero más rica aún en fama". En 1786 Goethe
opinaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. En 1789 Ernst Moritz
Arndt se enfadó por los "aspectos y olores repugnantes". En 1844 Charles Dickens se
entusiasmaba diciendo que la realidad de Venecia "superaba la capacidad imaginativa
del más fantástico soñador", y en 1913 Thomas Mann llamó a Venecia "la más
inverosímil de las ciudades". (Roland Gööck)
Pero la Venecia derrotada devino símbolo de grandeza perdida, lugar de melancolía,
nostalgia, romance, misterio y belleza. Como tal, ejercía un poder irresistible en pintores
y escritores. Lord Byron, que vivió dos años en un palacio del Gran Canal, casi parecía
preferir la Venecia en decadencia: "Por ventura más querida todavía en sus días de
aflixión / que cuando era alarde, maravilla y espectáculo". Henry James consideraba
Venecia una atracción turística demasiado explotada, "un maltrecho cosmorama y
bazar". John Ruskin, centrándose en las riquezas arquitectónicas de la ciudad, aclamó
Venecia como "el paraíso de las ciudades". Para Charles Dickens, Venecia era "una
ciudad fantasma" y para Thomas Mann una curiosidad de oscuro atractivo, "mitad
cuento de hadas, mitad trampa".[...] Gracias a los dos siglos de pobreza, la herencia
arquitectónica de la ciudad se había mantenido sorprendentemente a salvo de
intrusiones modernas. Los siglos XIX y XX apenas habían dejado huella en Venecia. Al
pasear por sus calles, el visitante actual todavía disfrutaba de una sucesión de vistas
muy similares a cómo las pintó Canaletto en el siglo XVIII. (John Berendt, La ciudad
de los ángeles caídos)
[...] Bien entrado el XIX, Charles Dickens se embarca hacia
el Sur para escribir su libro Imágenes de Italia. Queda
prendado de Venecia, cuya realidad, en su opinión, "excede
el sueño más extravagante". Y sobre la ciudad cae la riada de
la literatura iniciada por Goethe. Llegan Ruskin, Twain,
Henry James, Proust, George Sand, Gauthier, Morris,
Hemingway, d'Annunzio, Carpentier..., la lista es
interminable. "Es el Shakespeare de las ciudades -se le ocurre decir a John Addington
Symonds-: incomparable, irrebatible, y por encima de la envidia". Thomas Mann
pervierte a su personaje, el escritor Aschenbach, mientras persigue la belleza
destructora, encarnada en la figura de Tadzio. El ruso Joseph Brodsky escribe: "Al rozar
el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de
esta ciudad en el universo". No muy lejos de allí, en un castillo sobre el Adriático, a las
afueras de Trieste, Rainer María Rilke canta en sus Elegías del Duino: "Pues lo bello no
es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible".
(Javier Reverte. Viaje al mar de la literatura)
La ciudad de los ángeles caídos:
Comprendía por qué tantas historias ambientadas en Venecia
eran de misterio. Umbríos canales traseros y laberínticos
pasajes donde incluso los iniciados se perdían alguna vez
conjuraban con facilidad las atmósferas más siniestras.
Reflejos, espejos y máscaras sugerían que las cosas no eran lo
que aparentaban. Jardines escondidos, ventanas cerradas y voces invisibles hablaban de
secretos y posiblemente de lo oculto. Arcos de estilo morisco recordaban que al fin y al
cabo, la insondable mente oriental había tomado parte en todo esto.
El saqueo del ejército de Napoleón:
La muerte de Venecia se había predicho, declarado y lamentado durante doscientos
años, desde que en 1797 Napoleón puso de rodillas a la otrora poderosa República
Veneciana. En el apogeo de su gloria, Venecia había sido la máxima potencia marítima
del mundo. Sus dominios se extendían desde los Alpes a Constantinopla y su riqueza no
conocía parangón. La variedad arquitectónica de sus palacios -bizantinos, góticos,
renacentistas, barrocos, neoclásicos- reflejaba una estética en constante desarrollo
moldeada por un millón de conquistas y la acumulación de sus respectivos botines. Pero
en el siglo XVIII Venecia se había entregado al hedonismo y la disipación: bailes de
máscaras, mesas de juego, prostitución y corrupción. La clase gobernante abandonó sus
responsabilidades y el Estado se debilitó, impotente para resistir el acecho del ejército
napoleónico. El Gran Concejo de la República Veneciana votó su propia disolución el
12 de mayo de 1797 y el último en la línea de ciento veinte dux dimitió. Desde entonces
no ha habido dux en el palacio Ducal, ni Consejo de los Diez en la Cámara del Gran
Consejo, ni constructores navales que fabricaran buques de guerra en el Arsenal ni
prisioneros que arrastraran sus pies por el puente de los Suspiros de camino a las
mazmorras. "¡Seré un Atila para el Estado veneciano!", había bramado Napoleón en
italiano para que no cupieran malentendidos. Cumplió su palabra. Sus hombres
saquearon el tesoro veneciano, destruyeron montones de edificios, arrancaron piedras
preciosas de sus nichos, fundieron objetos de oro y plata y se llevaron cuadros de
primerísimo orden para exponerlos en el Louvre y en el Museo Brera de Milán. (John
Berendt)
El poder en la República de Florencia:
Control e influencia de los ricos:
A partir del siglo XIII, en principio, Florencia es una república. En la práctica, todas sus
instituciones funcionan en beneficio de los ricos, a pesar de las luchas de los pobres. Ya
desde la Edad Media, Florencia conoce algo del "capitalismo". La ciudad-Estado juega
un papel importante en la elaboración y la exportación de seda y de lana y, sobre todo,
se vuelve un centro bancario. Apoyados por una red extraordinariamente densa de
filiales, los bancos florentinos controlan una gran parte del comercio mundial y, por sus
préstamos a diversos soberanos, tienen una importante fuerza política. La asociación de
profesionales de Calimala se dedicó al cambio y a la banca, hasta convertirse en uno de
los principales prestamistas de los papas, de los reyes de Francia y de Inglaterra, de los
príncipes alemanes y borgoñones, del emperador germánico y de todo tipo de pequeños
acreedores, laicos o eclesiásticos. Los cónsules de las Artes fueron los primeros en
entrar en el seno del consejo de la Podestà y luego, gracias a las ordenanzas de justicia
de 1293, en el Priorato, órgano supremo de gobierno. Esto supuso la consolidación de
su poder económico.
El control de los Médicis de las instituciones de República:
Florencia, donde todas las antigua estructuras comunales son respetadas, pero donde la
República -como en su tiempo decía Julio Cesar- no era ya sino una palabra. Todas las
viejas formas estaban amañadas y arregladas para asegurar la dominación de los
Médicis, vieja familia que, gracias a su dinero, obtiene el poder con Cosme el Viejo, a
quien suceden Pedro el Gotoso y Lorenzo el Magnífico. Este último fallece en 1492,
después de esforzarse, a punta de florines, por mantener el equilibrio entre los estados
Italianos. Todo se arruinará por obra y gracia de las tropas francesas. Florencia expulsa
luego a Pedro II de Médicis, a quien considera culpable de haber defendido con
demasiada suavidad los intereses de la ciudad ante el Rey Carlos VIII de Francia.
Entonces se restablece la república, con una constitución reconocida por Savonarola.
Aquella sobrevivirá al patíbulo del monje [1498] y regirá a la ciudad hasta la caída de
Maquiavelo en 1512.
Los Médicis no se habían propuesto nunca claramente, hasta Cósimo y Lorenzo,
apoderarse del Estado; pero tuvieron que convencerse, en un momento
determinado, de que la envidia oligárquica los hubiese, en breve tiempo,
despojado, expulsado y extinguido, de manera que tuvieron que llegar a la
conclusión de que para permanecer en su patria ricos y respetados era preciso
convertirse en los dueños de Florencia, como hizo Cósimo a partir de 1434. La
señoría, para ellos, no fue afán de orgullo, sino necesidad de vida, obligación
forzada. Llegaron a ser señores, y que no parezca paradoja, por legítima defensa.
(G.Papini)
¿Qué hacen los Médicis para poder controlar políticamente a una ciudad-Estado que se
ha dado instituciones republicanas ? Algo simple: ubican en todos los puestos clave de
la administración republicana a personas que, prácticamente, son empleados suyos.
Luego ponen en marcha las instituciones, deterioradas por años de pugnas. Vale la pena
mirar con mayor atención estas instituciones y su evolución, pues en el marco de ellas
se desarrollarán la actividad y la reflexión de Maquiavelo. Interesan porque, aunque su
funcionamiento parezca complicado, y lo sea, su objetivo es lograr la máxima garantía
de que el poder no quede en manos de una sola persona. En primer lugar conviene
aclarar que las llamadas "repúblicas" no son, de ningún modo, democráticas. En ellas
quedan fuera del ámbito de la toma de decisiones todas las personas que hoy tenemos la
costumbre de agrupar bajo el nombre de "pueblo", es decir, obreros, artesanos,
pequeños comerciantes, campesinos y algunos profesionales. Lorenzo el Magnífico -el
más brillante de los Médicis- decía de ese "pueblo" lo siguiente:
No hay nada de genio en las gentes menudas que trabajan con sus manos, y que
no disponen del tiempo libre necesario para cultivar su inteligencia.
El poder lo tiene la burguesía, pero no cualquier tipo de burguesía, sino una curiosa
mezcla que incluye familias de la nobleza antigua y familias surgidas del pueblo, casi en
proporciones iguales. Los ciudadanos -los que tienen derecho a intervenir en los asuntos
públicos-, no son todos burgueses. los burgueses no todos son ciudadanos. mandan los
"maestros de oficios", a través de sus corporaciones (arti maggiori y arti minori), que
son estructuras profesionales y de castas privilegiadas, a las que se puede pertenecer por
herencia o ejercicio. En la ciudad -60-80 mil habitantes- sólo hay unos mil ciudadanos.
Hay activos y pasivos, es decir, los que pagan impuestos -y pueden ejercer derechos- y
los que no los pagan y carecen de aquellos.
Instituciones de la República Florentina:
El poder se organiza en forma muy complicada.
1. Gran Consejo: del que prácticamente forman parte todos los que tienen
derechos ciudadanos.
2. El Consejo de los 80: Por debajo del Gran Consejo, como es lógico suponer,
resulta más cómodo y práctico para hacer frente a los asuntos corrientes que el
Gran Consejo.
3. La Señoría: El gobierno se llama Señoría. lo forman los representantes de las
arti maggiori, que en número de 9, se reúnen con el
Justicia, representante supremo del Estado. Los
nueve van rotando con una periodicidad de dos
meses. Para asegurar el sistema --cuyo objetivo
muchas veces declarado es impedir que un
ciudadano "se eleve por encima de los demás"-Elección de cargos:
La ley establece que el jefe supremo de las fuerzas armadas
no sea florentino, sino "extranjero, noble y procedente de un
país distante al menos cuarenta leguas". El sistema está
basado, hasta cierto punto, en la desconfianza y, por esa razón, se postula que hay que
hacer pasar por los cargos públicos al mayor número posible de ciudadanos activos.
Para evitar alianzas hegemónicas, los sistemas de elección para los cargos son de lo más
sofisticado y cambian al menor signo de descontento o sospecha. En todos se combina
la suerte con la elección. Por ejemplo, para una función dada, todos los nombres de los
aspirantes elegibles se introducen en una bolsa, luego se extrae de ella un número igual
a dos o hasta cinco veces el necesario; de éstos, se sortea un número determinado
previamente y, entre los que quedan, finalmente se elige. Además tanto el Gran Consejo
como el Consejo de los 80, rigen reglamentos sumamente estrictos. Maquiavelo era hijo
de un notario medianamente acomodado. la familia es gibelina, pero luego se hace
güelfa. El autor, en sus Historias Florentinas, reflexiona sobre los cambios que las
revueltas constantes introducen en la vida social. No deja de ser un tanto escéptico:
El efecto más común de las revoluciones que padecen los imperios es hacer
pasar a éstos del orden al desorden, para inmediatamente después devolverlos al
orden... (Nicolás Maquiavelo. Historias Florentinas)
Quizá le faltó aclarar que el primer orden es diverso al último y reflexionar sobre la
diferencia entre ambos. Y Maquiavelo es testigo de no pocos cambios violentos. A
partir del siglo XIII, la ciudad es, en principio una república. En la práctica, las
instituciones sirven a los más acomodados (il popolo grasso ). Los 80 del Consejo
representan, en la vida común, los intereses de la banca, el comercio y la industria, y, en
ocasiones, hasta de los del comercio en pequeño y los artesanos. El Gran Consejo elige
a los magistrados que forman la Señoría, pero la dirección efectiva -el poder- está en
manos de aquellos 80.
El control de la República por la familia Medici:
¿Cómo se llegó a esa República? Para saberlo, es preciso decir algo de los Médicis,
vieja familia de agricultores toscanos que llegan a ser prósperos banqueros en el
crepúsculo de la Edad Media, cuando las luchas entre partidos ya minaron las viejas
estructuras comunales y abren el camino al sólito "hombre fuerte". En la Florencia de
los primeros años del siglo XV, la fachada es republicana, pero el poder se ejerce en las
casas de la nueva aristocracia. Cosme el Viejo, abriendo sus repletas arcas, se hace del
mando hacia 1435. (Angel R.Guevara)
Exilio de Cosme el Viejo (1433-1434):
En 1433 el Palacio [Vechio] vio a Cosimo el Viejo allí convocado, arrestado por
sorpresa y encerrado en el Alberghetino o Barbería, una pequeña habitación de
la torre. Su vida estuvo en peligro y comía sólo un poco de pan por el miedo de
morir envenenado, mientras escuchaba con con íntima angustia las charlas de
sus dos carceleros, -uno de ellos el Farganaccio "hombre agradable y agudo"que le han puesto cerca a fin de que lo tengan alegre. Más tarde, con dinero y
astucia Cosimo compró algunos de sus enemigos y fue condenado sólamente al
exilio; a su regreso un año más tarde el verdadero centro del poder pasará del
Palacio a la casa de los Medici. (Luciano Berti). Cosme pensaba que acabarían
arrojándolo desde la torre para acabar con la posición de poder que había
alcanzado su familia. Los Medici eran tachados por otras importantes familias
florentinas como advenedizos sin ascendencia noble. Una vez liberado gracias a
sus hábiles gestiones y al pago de gran cantidad de dinero parte a un exilio que
sabe temporal. Seguirá el consejo de su padre y esperará a que sea la ciudad
quien reclame su vuelta. La importancia de los intereses económicos bajo su
control de los que la ciudad era muy depediente explica la unanimidad en el
deseo de que regresara para ponerse al frente.
Comienzan así tres siglos que verán Médicis en todas las cortes de
Europa y en el trono pontificio. Un día, Cosme autoriza un préstamo
de cien ducados a un monje llamado Tommaso Parentucelli. El riesgo
dio frutos: Parentucelli llegó a ser Papa (Nicolás V) y convirtió a los
Médicis en banqueros de la Santa Sede. En 1464, cuando muere
Cosme, la Señoría hace inscribir sobre su lápida: Al Padre de la
Patria. Lo sucede Pedro el Gotoso, su hijo, que no tiene la energía de
su padre, pero si una gran habilidad política. Vence a sus opositores y
¡no los condena a muerte! Fallece en 1469.
Pedro sucedió a Cosme el Viejo durante un breve período de cinco años. Poseía
una gran habilidad para los negocios. Se casó con Lucrecia Tornabuoni, una
notable intelectual florentina. Se esforzó en dar a sus hijos una completa
formación. Supo en 1466 hacer frente a una gran conjura a pesar de encontrarse
muy enfermo. Murió sin haber podido hacer testamento ni confesarse debido a
que su enfermedad le impedía hablar. Su figura fue eclipsada al encontrarse
entre las grandes personalidades de Cosme y Lorenzo. "Se cerraba en su círculo
de mecenas y de coleccionista" (L.Berti), "para recrear la mente y dar refrigerio
a la naturaleza" (como escribía Filarete que le dedicó un tratado de arquitectura).
Embelleció el Palacio Viejo con obras de Uccello, Pesellino, Luca della Robbia,
Pollaiolo, Castagno y Donatello.
La conjura de los Pazzi (1478):
Heredan el poder sus hijos Lorenzo y Julián. Este tiene el título, aquel
gobierna. En la sombra, la conjura amenaza. Son sus competidores -los
banqueros Pazzi- quienes urden, con el apoyo del Papa Sixto IV (quien había
quitado a los Médicis las finanzas vaticanas), y del rey Ferrante de Nápoles.
El 26 de abril de 1478, en la catedral de Florencia, los conjurados atacan.
Julián recibe 19 puñaladas y muere al instante. En la confusión Lorenzo no
aparece a la vista de los asesinos y se hace fuerte en la sacristía. El pueblo se
entera y toma partido por los Médicis. Lorenzo vence y la represión es feroz.
El joven banquero y amante de las artes retoma las riendas y, de "primer
ciudadano", se transforma en "Señor". Diez espadachines selectos lo acompañan a todas
partes.
Lorenzo el Magnífico:
Subordina a sí a la Señoría y a los Consejos, a través de un consejo de
70 miembros, que sólo dependen de él. Se adueña del poder total en
Toscana y emprende una obra diplomática notable. Entre finanzas
privadas y administración pública -imprecisos los límites entre ambasencuentra tiempo y dinero para el amor, las artes y el mecenazgo. Sus
versos bastarían para asegurarle la fama. Vibra en ellos un apasionado
anhelo de gozar el instante que huye; es el reflejo de la actitud pagana
de la corte medicea, contra el que truena, desde el púlpito de San Marcos, Savonarola.
Como ejemplo, citemos el primer pie de uno de sus sonetos: Chi vuol esser lieto, sia, di
doman non v'é certezza... ( "Quien quiera ser feliz, séalo; del mañana no hay
certidumbre...").
En 1492 muere Lorenzo. En muchas ocasiones he leído que Fray Jerónimo fue llamado
a la cabecera del moribundo y que se negó a darle la absolución. Más que dato histórico
es voz popular pero muestra el tenor de la fama del fraile. En realidad, Lorenzo muere
lamentando no haber tenido tiempo para completar la biblioteca que hoy lleva su
nombre en Florencia. La precoz muerte de Lorenzo sume a la ciudad en el luto, a pesar
de todo. En Italia, se rompe el equilibrio logrado por la paciente, sagaz y adinerada
diplomacia del Magnífico. Los franceses entran en Italia con su rey al frente -Carlos
VIII- y Pedro, primogénito y sucesor de Lorenzo, cede y lo deja ocupar cuatro bastiones
toscanos. Los florentinos se enfurecen y expulsan a los Médicis de la ciudad el 9 de
noviembre de 1494.
Cuando Savonarola muere, en 1498, el esplendor de Florencia está opacado. La caída
del fraile ocasionó cambios en los puestos de la administración citadina. Los
"savonarolianos" pierden sus empleos. Maquiavelo, gracias a esto, puede ser electo
secretario de la Segunda Cancillería, una especie de secretariado del Consejo de los
Diez para la Libertad de la Paz. estos diez recibirían de la Señoría ciertos poderes y
ciertas misiones vinculadas con lo que hoy lo estarían las secretarías de Relaciones
Exteriores, de Gobernación y de la Defensa. Maquiavelo era algo así como el "oficial
mayor" del Consejo. Rápidamente, Maquiavelo se ganó la confianza del Consejo de los
Diez, por su capacidad y dedicación. Se le confían de inmediato misiones de
importancia, difíciles de ejecutar.
(Angel R.Guevara)
La República resistió más de diez años bajo la dirección de Piero Soderini, elegido
"gonfalonero vitalicio" en 1502. En 1512 tuvieron que inclinarse ante el ejército
español. Con su vuelta, los Médicis abolieron el Gran Consejo, pero evitaron el choque
frontal con los oligarcas. Derrotados de nuevo tras el saqueo de Roma (1527), les
sustituyó un gobierno republicano que restableció el Gran Consejo. En 1530, tras ocho
meses de heroica resistencia, los republicanos cedieron ante el asedio de ejército
español que restauró a los Médicis. Tras el asesinato de Alejandro (1510-1537) por su
primo Lorenzo, Cosme ocupó el poder (1519-1574).
Industria, comercio e instituciones de Florencia:
Nacimiento de las Artes Menores:
En 1289 surgieron catorce Artes Menores: lenceros y ropavejeros; calceros (calzolai o
calzaiuoli); carpinteros y albañiles; herreros; carniceros; vinateros; posaderos;
comerciantes de aceite, sal y quesos; curtidores, armeros; cerrajeros; soldadores;
comerciantes de madera y panaderos. La distinción entre mayor y menor correspondía a
la separación entre pequeña y alta burguesía. Muchos de los sectores económicos
estaban completamente excluidos de estas corporaciones: oficios de poca importancia,
como los pescadores, o el proletariado urbano y los agricultores.
Administración y función de las Artes:
Las Arti estaban todas organizadas del mismo modo. Sus miembros pagaban una
cotización bastante elevada, lo que permitía descartar a los pequeños empleadores y a
los artesanos demasiado modestos. Estaban dirigidos por dos o cuatro cónsules elegidos
por seis meses, y por dos consejos. Empleaban sus propios funcionarios, tesoreros o
contables. La función de las artes era doble: constituir un sindicato de defensa de
defensa de los intereses de los miembros y controlar la calidad de los productos o de los
servicios que prestaban. Eran ante todo asociaciones de empleadores, donde los
empleados no tenían parte alguna en la dirección de los asuntos. Los dirigentes fijaban,
con toda libertad, horarios, salarios y condiciones de trabajo. Cada arte disponía de su
propio palacio -que hacía las veces de sede social-, de su blasón y de su estandarte, pero
también de su justicia y de su policía: empleaba a "oficiales extranjeros" que
controlaban los salarios y reprimían todo atisbo de contestación y de revuelta. Las más
importantes Calimala y el Arte della Lana, tenían también representaciones en los foros
europeos.
El influyente Arte de Calimala:
El poder de Calimala estaba relacionado con el auge de la industria, del comercio y de
la banca. En un principio, es sector de actividad de Calimala era el refinado de paños en
bruto comprados en las ferias de Flandes y de Champaña, así como su tintado. Los
paños, una vez tratados, eran revendidos en toda Europa con plusvalías considerables.
El Arte de Calimala se ocupaba también desde su origen de la importación y del
negocio de productos exóticos como las especias, perfumes, joyas o telas preciosas, y
también de la exportación del trigo.
El florín de oro:
Los cónsules de las Artes fueron los primeros en entrar en el seno del consejo de la
Podestà y luego, gracias a las ordenanzas de justicia de 1293, en el Priorato, órgano
supremo de gobierno. Esto supuso la consolidación de su poder económico; pero más
importante aún que el ejercicio del poder político, el símbolo del triunfo de las Artes fue
el florín de oro, que se convirtió en el patrón de la Europa Medieval. Los florines se
acuñaban en la Casa de la Moneda (Zecca), junto al Palazzo Vecchio, donde trabajaban
los orfebres que controlaban la calidad del metal, garante de su estabilidad, y del
grabado. Las estrepitosas quiebras de los años 1343-1346 y los períodos de desastres,
como el de la gran peste, comprometieron durante un tiempo las finanzas florentinas.
Pese a todo, recobraron su auge en el siglo XV, con nuevos nombres: Medici, Strozzi,
Guardi. Después de 1500, estos últimos se vieron suplantados progresivamente por los
alemanes, españoles y genoveses, nuevos amos del juego bancario europeo.
El prestigioso Arte de los notarios y jueces:
En la lista de las Artes Mayores figuraba a la cabeza la formada por notarios y jueces
(Calimala y el Arte della Lana eran las más poderosas). En los siglos XIII y XIV los
notarios eran nombrados por el emperador germánico, el Papa o sus delegados y por los
municipios que se Habían arrogado esta prerrogativa imperial. En la Florencia medieval
industriosa aparecen como intelectuales, desde el momento en que dominan el latín y el
italiano literario. Sus responsabilidades eran numerosas: estaban empleados tanto en los
consejos de la República como cerca de los altos magistrados -caso de los priores o del
capitán del pueblo-, o bien en las Artes o en la administración judicial. Además podían
ser abogados o procuradores, abogados de oficio para los acusados pobres. Eran
notables influyentes y respetados, sobre todo desde que pertenecieron a la aristocracia.
Fabricación de paños en Florencia:
En un principio Florencia fabricaba ropa de lana basta pero fue adoptando
progresivamente técnicas nuevas que le permitieron producir tejidos de calidad a partir
de lanas importadas de Inglaterra, Flandes, España, Portugal, Berbería y Oriente
Próximo. A fines del siglo XIII el Arte della Lana superó al de Calimala. Con sus 300
talleres, su producción de 100.000 piezas de tela al año, daba ocupación a un tercio de la
población activa de Florencia, hombres y mujeres. Durante los años 1320-1330, la
producción decreció , aunque en proporción su calidad había aumentado. En esa época,
Calimala no refinaba más que 10.000 piezas de tela; a mediados del siglo XIV, cuando
el declive de este sector había comenzado ya, todavía producía una décima parte de los
paños occidentales. La lana, comprada en el extranjero, llegaba a Génova o a Venecia
por vía marítima, y de allí a Florencia por vía terrestre. La lana en bruto era desborrada
y lavada en una solución compuesta de orina de caballo y de una especie de lejía.
Después se aclaraba en el Arno o Mugnone, cerca del convento de Ognissanti. Se
extendía en bastidores de mimbre y se vareaba antes de entregarla a los diventtini, que
extraían las impurezas residuales. Luego se peinaba con esmero, a razón de diez pasadas
de peine por puñado, y se apartaban los filamentos cortos de los largos, pues sólo éstos
debían hilarse. En la etapa siguiente entraban los cardadores (cardatori), que
inicialmente utilizaban el cardo silvestre, antes de que éste fuera sustituido por dos ejes
provistos de puntas metálicas que frotaban una contra la otra. Las mujeres hilaban la
lana una vez suavizada y podían trabajar a domicilio. El huso, la rueca y el torno
intervenían después. La lana era tejida , se volvía a lavar y se le daba el acabado
frotándola con cabezas de cardos.
El alumbre para el tinte:
Las últimas operaciones tenían que ver con la tintura, técnica en la que los talleres
florentinos habían adquirido una maestría legendaria y cuyo secreto se ha perdido. Este
arte se basaba en un mineral, el alumbre, que permite fijar el color sobre la tela.
Occidente, por medio de los genoveses, que poseían la exclusiva de su venta en Europa,
lo importaban inicialmente de Focea -una ciudad de Asia Menor-, pero la hegemonía de
los turcos en dicha región, a principios del siglo XV, inquietó suficientemente a los
pañeros occidentales como para que buscaran nuevos yacimientos. En 1461se hallaron
unos en Tolfa, cerca de Roma. Los Médicis consiguieron durante un tiempo adueñarse
de la explotación, pero la concesión de este privilegio a la familia rival de los Pazzi, en
1476, fue tomada como una agresión por parte de Lorenzo el Magnífico.
La terrible inundación de 1966:
A primeros de noviembre de 1966 Unas fuertes lluvias se abatieron sobre Italia; el
viernes 4 un ciclón asoló toda la Península y provocó tal destrucción que se habló de
catástrofe nacional: El Arno invadió las ciudades a lo largo de su curso. En 24 horas
Florencia resultó más arrasada que durante los últimos días de la Segunda Guerra
Mundial. Las consecuencia económicas y artísticas fueron incalculables. Las tiendas del
Ponte Vechio quedaron totalmente destruidas. En los sótanos de la Galería Uffizi había
dos metros de agua donde se almacenaban unas ocho mil telas del Renacimiento. Los
talleres de restauración quedaron devastados. Las bibliotecas perdieron cientos de miles
de volúmenes de un valor incalculable. El conjunto de Santa Croce quedó cinco metros
sumergido y el Crucifijo de Cimabue quedó en un estado lamentable.
Lord Byron, Las peregrinaciones de Childe Harold
El Arno me atrae hacia el hermoso muro blanco
donde la Atenas etruria hace suyo
el más dulce amor por sus palacios de ensueño
Ceñida por corona de colinas, recoge
su trigo, y su vino, y su aceite, y exulta de Abundancia:
la vida sonríe y el cuerno está repleto.
En las orillas donde el Arno se estrella sonriente
nace el Lujo, ese hijo moderno del Comercio,
y el Saber resucita hacia una nueva aurora.
Allí también ama la Diosa bajo el mármol, y colma
alrededor el aire de belleza; respiramos
dulzura y sólo verla nos devuelve
una parte de su inmortalidad; el velo
del cielo está a medias descorrido;
estancia, cuerpo y rostro revelan
lo que el Espíritu puede hacer donde hasta la Naturaleza fracasa; y a
los
adoradores insensatos de antaño
les enviamos la luz interior que puede modelar un alma así.
Giovanni di Averardo, llamado Bicci (1360-1429):
Se casó con Picardia di Odoardo Bueri. Desarrolló la banca familiar al tomar a su cargo
los intereses de la Iglesia, y jugó la carta de defensor del pueblo, sin que por ello fuera
seriamente molestado por sus adversarios, los oligarcas. Logró que la familia Medici
fuera ganando apoyo de la clase popular frente a la oligarquía de los Albizzi. Por medio
de su estilo de formas modestas consiguió avanzar de forma desapercibida.
Los Médicis no provienen, como la mayor parte de los señores de Italia de aquel
tiempo, ni de la nobleza feudal ni de una dinastía de caudillos o aventureros
afortunados. Vienen del pueblo, y durante casi dos siglos edifican lenta y
oscuramente su patrimonio con el comercio, y especialmente con el arte del
cambio.(G.Papini)
Cosme el viejo (Florencia 1389-Careggi 1464):
Gran hombre de negocios, controló por sí mismo todas las empresas de
las que era socio principal y multiplicó su fortuna. Buscó el poder
político, indispensable para la seguridad de sus negocios. Fue
desterrado en 1433 por Rinaldo di Albizzi, jefe de la oligarquía. En
1434 entra triunfante en Florencia tras un año de exilio. Después de
expulsar o hacer ejecutar a sus adversarios, dominó Florencia de modo discreto,
contentándose con deformar con la ayuda de Luca Pitti, las instituciones tradicionales
Ejerció el poder político de una manera indirecta, nunca llegó a ejercer ninguna
magistratura oficial (fue durante sólo 6 meses gonfaloniere de justicia). Manipulaba las
elecciones con toda clase de métodos. Hizo atribuir las magistraturas a mandatarios
suyos. Ayudado por un director general, Francesco Ingherami, establecido en Florencia,
Cosme acrecentó su fortuna con una hábil y minuciosa gestión de la empresa familiar,
que era a la vez banca, casa comercial y centro de fabricación. Partidario de la paz,
aliado de los Sforza de Milán, banquero al servicio de la Santa Sede, de los reyes de
Francia e Inglaterra y del duque de Borgoña Cosme realizó fructíferas transferencias de
fondos; Su hijo Pedro se asoció con el papa (1466) para explotar el monopolio del
alumbre, creado por Pío II a beneficio de una eventual cruzada. Los Médicis poseían en
Florencia tres empresas de gran importancia. Vendían tejidos y orfebrería a las cortes de
Europa, que recurrían para ello a su crédito. Con menos éxito organizaron servicios de
transporte regulares con destino a Brujas, Constantinopla y Rodas. Para evitar correr la
misma suerte que las grandes compañías del s. XIV, los Médicis adoptaron un
estructura más dúctil, repartiendo sus diferentes actividades en filiales jurídicamente
independientes de la casa madre de Florencia, pero en las que siempre poseían la
mayoría de las acciones, lo que les permitía controlar su gestión. Cosme colocó una
parte importante de sus ganancias en el Monte dei dotti, que tenía a su cargo los
empréstitos de los negocios florentinos, o también en construcciones, palacios o villas
campestres
Mecenazgo:
Admirador de la filosofía platónica, coleccionista de manuscritos antiguos y
amante del arte, su fortuna le permitió ejercer un continuo mecenazgo. Fundó la
academia platónica, cuya dirección confió a Marcilo Ficino, e hizo de Florencia
la capital del humanismo. Colaboró en la terminación de obras maestras, como
el Duomo o las puertas del Baptisterio, y financió los proyectos de artistas como
Donatello, Fra Angélico y Michelozzo, que construyó para Cosme el Palaciofortaleza de la vía Larga y la biblioteca de San Marcos. A su muerte recibió el
título de Pater Patriae. La autoridad moral de los Médicis era tan grande que el
hijo de Cosme, Pedro el Gotoso (Piero il Gottoso) pudo dirigir Florencia sin
abandonar su casa. Notable obra social (escuelas, hospitales, servicios para
indigentes). Apoyó a los artistas de su época. Encargó a Michelozzo el Palazzo
Medici (1444).
Pedro el Gotoso (Florencia 1416-Florencia 1469):
Sucedió a su padre Cosme el Viejo durante un breve período de cinco
años. Su hermano Juan (segundo hijo de Cosme) era estimado en
Florencia por su simpatía y alegre temperamento pero los excesos en
los placeres acabaron con su salud. Pedro poseía una gran habilidad
para los negocios. Se casó con Lucrecia Tornabuoni, una notable
intelectual florentina. Se esforzó en dar a sus hijos una completa
formación. Supo en 1466 hacer frente a una gran conjura a pesar de
encontrarse muy enfermo. Murió sin haber podido hacer testamento ni confesarse
debido a que su enfermedad le impedía hablar. Su figura fue eclipsada al encontrarse
entre las grandes personalidades de Cosme y Lorenzo.
Encargo de obras de arte:
Pedro que por su enfermedad se mantenía alejado de los negocios, se cerraba en
su círculo de mecenas y de coleccionista, "Para recrear la mente y dar refrigerio
a la naturaleza" (como escribía Filarete que le dedicó un tratado de arquitectura).
Así fue como hizo decorar la habitación del joven Lorenzo con tres batallas de
Paolo Uccello (1456-1457), hoy en Florencia, París y Londres), con un combate
entre dragones y leones, una escena de la leyenda de Paris del mismo Uccello y
una escena de caza de Pesellino. El estudio de Piero fue decorado (1450
aproximadamete) con terracotas de Luca della Robbia (en la bóveda estaban los
meses, hoy en Victoria and Albert Museum de Londres). Para la sala de
audiencias, Pollaiolo pintó tres grandes lienzos con los Trabajos de Hércules
(1460). Al palacio llegó también un San Juan de Castagno, una Judith (1455) de
Donatello (hoy en la plaza de la Signoria) colocada en el patio. (L.Berti)
Encargó los suntuosos tabernáculos de Santa Annunziata y San Miniato y los
frescos de Benozzo Gozzoli en el palacio familiar. Estuvo en contacto con
muchos de los principales pintores de la época, entre ellos Domenico Veneziano
y Filippo Lippi
Lorenzo el Magnífico (Florencia 1449-Careggi 1492):
Sucedió a su padre a los 21 años. Dotado de gran inteligencia, realizó
durante su principado (1469-1492) el ideal del renacimiento italiano:
poeta, filósofo, mecenas y diplomático, gozó de una popularidad real
en Florencia y de gran prestigio en Europa. Fundó la biblioteca
Laurencinana. La escuela del jardín de San Marcos, antecedente de la
Academia de 1561, y que fundó para formar a los artistas, contaba
entre sus alumnos a Miguel Angel. Escribió en sus Recuerdos "gran
cantidad de dinero hemos gastado (nosotros los Medici) desde el año 1434 hasta hoy
[1471] según se ve en un Cuadernucho... se ve una suma enorme, porque asciende a
663.775 florines... cosa de la que no quiero lamentarme porque hay muchos que
prefieren tener una parte en la bolsa, yo juzgo que es de gran honor a nuestro estado y
me parecen bien colocados". Llevó a cabo una intensa actividad diplomática y militar
buscando el equilibrio entre los estados italianos. En su palacio crecieron dos papas, el
hijo natural de Julián, Julio, más tarde papa Clemente VII, precedido en el papado por
un hijo del mismo Lorenzo, Juan, Más tarde León X. Fue objeto de duras críticas por
parte de Savonarola.
Pedro II(Florencia 1472-Cassino 1503):
Primogénito y sucesor de Lorenzo (1492-1494). Tenía escaso ingenio y era presuntuoso
y altanero. Los florentinos excitados por la predicación de Savonarola, lo expulsaron (9
nov 1494) en el momento en que llegaba el rey de Francia Carlos VIII, a quien había
cedido las fortalezas de Sarzana y Pietrasanta. Huyó a Bolonia a caballo, perseguido por
la justicia y declarado rebelde. El palacio Medici fue saqueado y más tarde el gobierno
subastó la mayoría de los bienes en Orsanmichele, disolviendo la mayor colección de
arte del siglo XV recopilada a través de tantos años. Pedro intentó en vano restablecer
su dominio. Su fortuna personal era escasa y carecía de cualidades políticas. A su
muerte, la dirección de la familia pasó a su hermano menor, el cardenal Juan.
Juan (Florencia 1475-Roma 1521): Papa León X (1513-1521). Volvió a Florencia
(1512) con el apoyo de las tropas españolas. Rompiendo con la tradición familiar, los
Médicis ya no se apoyaron en el pueblo, sino en las grandes familias, que se unieron a
ellos por miedo a los motines. Continuó gobernando Florencia tras ser nombrado papa
en 1513 e intentó crear estados italianos para sus parientes, los dos mediocres
personajes que fueron inmortalizados por Miguel Angel en San Lorenzo y por la
dedicatoria del Príncipe de Maquiavelo:


Juliano (Florencia 1479-Roma 1516): convertido en duque de Nemours por
Francisco I.
Lorenzo (Florencia 1492-Florencia 1519): hijo de Pedro. Recibió del papa el
título de capitán general de la Iglesia y el ducado de Urbino (1515), del que se
apoderó con ayuda de las tropas francesas. Casado con Madeleine de La Tour
d'Auvergne (1518), sólo tuvo una hija, Catalina, futura reina de Francia.
Julio (Florencia 1478-Roma 1534): Bastardo de Juliano (el hermano de Lorenzo el
Magnífico). Se apoyó en su primo de la rama menor, el condotiero Juan de las Bandas
Negras. Convertido en Clemente VII (1523-1534). Junto con León X fue mecenas de
Miguel Angel, Rafael, Giulio Romano y Sebastiano del Piombo. Confió Florencia a los
cardenales, quienes la administraron en nombre de dos bastardos:


Hipólito(Urbino 1511-Itri 1535): Nombrado cardenal, Intrigaba contra
Alejandro duque de Florencia
Alejandro (1510-1537): De filiación incierta. Nombrado duque de Urbino
gracias a su tío León X. Joven e influenciable, sufrió el control de León X.
Impuesto por Carlos V a los florentinos tras el asedio y rendición de la ciudad.
Duque de Florencia (1532-1537). Brutal y libertino. Se casó con Margarita de
Austria, hija natural de Carlos V. En 1534 construyó la Fortaleza de San Juan
(Fortezza da basso) para aplastar posibles sublevaciones. Murió asesinado por
su primo Lorenzino.
Clemente VII se unió a los enemigos de Carlos V, quien envió contra él tropas
protestantes: Juan de las Bandas Negras fue muerto (1526), Roma saqueada (1527), y
Florencia expulsó a los Médicis y proclamó la república (1527-1530). Carlos V,
reconciliado con el papa, impuso a los rebeldes el dominio de Alejandro, convertido en
duque de Florencia (1532-1537), y prometido a su hija natural
Margarita (1531).
Cosme I (Florencia 1519-Villa di Castello 1574):
Hijo de Juan de las Bandas Negras (Giovanni dalle Bande Nere).
Duque de Florencia (1537-1569), gran duque de Toscana (1569-1574)
Escogido como soberano por los florentinos tras el asesinato de
Alejandro a manos de Lorenzino. Carlos V le impuso la presencia de
guarniciones españolas. Defendió por medio del terror su poder,
amenazado por el intento de restauración republicana de los Strozzi
(vencidos en Montemurlo en 1538). Centralizó el poder político y
económico, e intentó convertir a Florencia en el centro comercial de la
península. Suele atibuirse a este régimen la decadencia del arte en
Florencia. Aunque Cosme fundó la Academia (1561), y convirtió el palacio Pitti, donde
vivía, en una pinacoteca, rodeada de los jardines Boboli. La intervención francesa en
Siena le valió extender su dominio al conjunto de Toscana (1559). Pío V le concedió el
título de gran duque (1569). Reunió a los principales artistas del Renacimiento tardío
florentino, especialmente Pontormo, Bronzino, Ammanati, Cellini, Giovanni Bologna y
Vasari, y sentó las bases de la colección de los Ufizzi. Encargó a Vasari la decoración
del Palazzo Vecchio y la construcción de los Uffizi (1559). Casó con Leonor de Toledo.
Francisco (Florencia 1541-Florencia 1587): gran duque de Toscana (1574-1587), se
proclamó vasallo del rey de España. Al morir sin hijos, el trono pasó a su hermano
Fernando I.
Fernando I (Florencia 1549-Florencia 1609): gran duque de Toscana (1597-1609)
abandonó la púrpura cardenalicia. Construyó el puerto de Livorno, e inició una política
independiente, fundada en la entente con Francia: Enrique I casó con su sobrina María
en 1601. A su muerte se afirmó la decadencia.
Cosme II (Florencia 1590-Florencia 1621): gran duque de Toscana (1609-1621).
Cerró la banca Médicis, que juzgaba indigna de un soberano; se interesó, sin embargo,
por el comercio de sus súbditos, a quienes protegió contra los bereberes y los turcos.
Fernando II (Florencia 1610-Florencia 1670): gran duque de Toscana (1621-1670),
dominado por el clero fue incapaz de proteger a Galileo, al que admiraba.
Leopoldo (1617-1675): Fundó la gran colección de autorretratos de artistas de los
Ufizzi.
Cosme III (Florencia 1639-Florencia 1723): gran duque de Toscana (1670-1723), de
gran fervor religioso, se dejó manejar del mismo modo que su padre
Gian Gastone (Florencia 1671-Florencia 1737): Último gran duque de Toscana de la
dinastía Médicis (1723-1737). Fue un hombre capaz. Desinteresado de la política.
Muerto sin descendencia, su herencia pasó al duque de Lorena. La hermana de Gian
Gastone, la princesa palatina Anna Maria Luisa 1667-Florencia 1743), la última de los
Médicis, legó el tesoro de las colecciones familiares al estado toscano.
....
Catalina de Médicis (1519-1589): Esposa de Enrique II, rey de Francia. Dotada de un
notable sentido político.
Maria de Médicis (1573-1642): Conocida en Francia como Marie de Medicis. Hija de
Francesco, gran duque de Toscana. Fue reina de Francia (1600-1610) por su matrimonio
con Enrique IV. Rubens realizó un gran ciclo de pinturas sobre su vida (Louvre).
Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494):
Nac. en el Castillo de la Mirandola, estudió en Bolonia, Ferrara y Padua, pasó en 1484 a
Florencia, vivió luego en París y Roma, y se estableció en 1488 en las cercanías de
Florencia. Maestro de la Academia florentina y uno de los distinguidos humanistas
italianos del Renacimiento (figura principal de El Cortesano, de Castiglione), Pico della
Mirandola comenzó a llamar la atención del mundo intelectual por su anuncio de que
defendería, en Roma, 900 tesis en una disputa pública. La disputa fue prohibida por la
Curia romana, pero la fama de Pico della Mirandola como humanista, filósofo y teólogo
se extendió grandemente. Pico della Mirandola hizo expresamente profesión de
«eclecticismo», considerando, como dice en la Oratio de hominis dignitate, que «es
señal de excesiva estrechez de espíritu encerrarse en un Pórtico o en una Academia».
Muchos son los autores que Pico della Mirandola menciona, ya sea para alabar sus
cualidades, ya sea para apropiarse algunas de sus ideas. Entre los antiguos, además de
Platón y Aristóteles, señala a neoplatónicos y comentaristas de Aristóteles: a Plotino,
Porfirio, Jámblico, Proclo, Damascio, Olimpiodoro, Simplicio, Temistio, etc. Entre los
hombres «de nuestra propia fe», a Juan Duns Escoto, a Santo Tomás, a Alberto el
Grande, a Egidio Romano, a Enrique de Gante. Entre los árabes, a Averroes, Avempace,
Alfarabi, Avicena. Se refiere asimismo a los «Caldeos» y a los escritos herméticos. Así,
platonismo, neoplatonismo, aristotelismo, teologías cristianas, tendencias místicas y
hasta cabalísticas con fluyen en Pico della Mirandola. Este quiere mostrar sobre todo la
unidad de la filosofía platónica y la aristotélica, así como la unidad de los fundamentos
de la filosofía griega y la teología cristiana. Enemigo de la magia y de la astrología,
contra la cual escribió una obra, subrayó la importancia de las fuerzas y de los
principios naturales, aun cuando en un sentido menos mecanicista que plástico. Pico
concibió al hombre como la suprema realidad de la Naturaleza, como un microcosmo
que reproduce los elementos y la armonía entre los elementos -el material, el orgánico y
el celeste- del macrocosmo, Lleno de dignidad y nobleza, el hombre debe esforzarse,
según Pico, por responder a la alta misión por la que ha sido creado, que es la de
comprender la unidad del cosmos y la unidad del principio divino. Esta última unidad
ha sido percibida por todas las grandes filosofías y por todas las grandes religiones. Pico
roza en ocasiones el misticismo panteísta, especialmente en la medida en que usa para
su explicación del origen del mundo el principio neoplatónico de la emanación.
Obras principales: Disputationes adversus astrologiam divinitatricem libri XII. Apología. -Heptaplus, de septiforini sex die rum Geneseos enarratione. -Conclusiones
philosophicae, cabalisticae e: theologicae [900 Conclusiones precedidas por la célebre
Oratio de hominis dignitate]. -De ente et uno. -De imaginatione. Edición de obras:
Opera, Venecia, 1496, reimp., 1572, 1601. Ed. crítica por E. Garin, 5 vols., 1942-1956
(I, 1942; II, 1946; III 1952; IV, V, 1956).
Véase: Georg Dreydorff, Das System des J. P. von M. und Concordia, 1858. -Vincenzo
di Giovanni, P. della M, filósofo platónico, 1882. -A. Levy, Die Philosophie Picos della
M., 1908. -A.-J. Festugiére, O. P., «Studia Mirandolana», Archives d’histoire doctrinale
et littéraire du moyen âge, 7 (1932), 143-250. -Giovanni Semprini, La filosofía di P.
della M., 1936. -E. Garin, P. della M., vita e doctrina, 1937 [con abundante
bibliografía]. -Avery Dulles, Princeps Concordiae: P. della M., and the Scholastic
Tradition, 1941. -E. Cassirer, «G. P. della M. Study in the History of Renaissance
Ideas», Journal of the History of Ideas, 3 (1942), 123-44.-Giuseppe Barone
L’umanesimo filosofico dí G. P. della M., 1948. -íd., íd., G. P. della M., 1948. -PierreMarie Cordier, J. P. de la M. ou la plus pure figure de l’humanisme chrétien 1958
[texto y trad. de De hominis dignitate]. -E. Monnerjahn, G. P. de la M. Ein Beitrag zur
philosophischen Theologie des italianischen Humanismus, 1960. -Giovan ni di Napoli,
G. P. della M. é la problematica doltrinale del suo tempo, 1965. -Henri de Lubac, P. de
la M.: Etudes et discussions, 1974.
Nunca estudié filosofía por otra razón que la de poder llegar a ser un filósofo,
jamás esperé remuneració por mis estudios, por mi trabajo a la luz de la lámpara,
ni busqué otra recompensa que el cultivo de mi mente y el conocimiento de la
verdad, que siempre he ansiado por encima de todas las cosas. Siempre estuve
tan deseoso, tan enamorado de esto, que perdí todo interés por cualquier otro
asunto privado o público y me entregué por completo a mi vida, de la que ni el
menosprecio de quienes me odian ni la execración de los enemigos de la
sabiduría pudieron en el pasado o podrán en el futuro disuadirme.
Academia florentina:
La llegada del filósofo bizantino Georgios Gemistos Plethon a la corte
florentina de Cosme de Médicis, y las enseñanzas que dio en la misma
de la filosofía platónica y neoplatónica indujeron a Cosme a fundar la
llamada Academia Florentina o Academia platónica de Florencia en
1459. La Academia fue protegida asimismo por Lorenzo de Médicis.
Sus principales miembros fueron, además de Plethon, el Cardenal
Bessarion, Marsilio Ficino y luego Pico della Mirandola. La tendencia común fue, ante
todo, el ensalzamiento de Platón. Pero como éste fue interpretado con frecuencia en
sentido neoplatónico, la Academia Florentina puede ser considerada tanto una
Academia platónica como una Academia neoplatónica. Otros rasgos comunes fueron:
oposición al aristotelismo y, en particular, al averroísmo; fuertes tendencias humanistas
y consiguiente importancia dada al «buen decir» y a la elocuencia en filosofía; intentos
de conciliar el platonismo con el cristianismo. Dentro de ello hay rasgos particulares
debidos a los diferentes miembros (por ejemplo, ciertas tendencias al cabalismo y a la
busca de un Dios verdadero en todas las religiones por parte de Pico della Mirandola).
Agregaremos aquí que entre otras particularidades de varios miembros de la Academia
se halla el haber intentado acoger muchas ideas aristotélicas. La infiltración del
aristotelismo tuvo lugar a veces sin conciencia de ello. En otras ocasiones, empero, los
mismos autores insistieron sobre la necesidad por lo menos de un serio estudio de las
doctrinas de Aristóteles. Es el caso del Cardenal Bessarion. Otros autores de la misma
generación de Pico della Mirandola no pueden ser considerados como miembros de la
Academia Florentina en sentido estricto, pero las fuertes influencias recibidas del
platonismo renacentista y el hecho de coincidir en varios puntos con doctrinas de los
filósofos mencionados en el párrafo anterior permiten agruparlos, si no bajo el nombre
de «académicos florentinos», sí cuando menos bajo el nombre de «platónicos italianos»,
pues aun cuando uno de ellos, León Hebreo, nació en Lisboa, vivió largo tiempo en
Italia y publicó allí sus obras. Figuran entre ellos el mencionado León Hebreo y
G.Savonarola. León Hebreo formuló en sus famosos Dialoghi d’amore una doctrina
platónico-mística del amor intelectual que a veces ha sido considerada como un
precedente de la teoría spinoziana. Savonarola, más conocido como reformador
religioso que como filósofo, fue autor de un Compendium totius phdosophiae, influido
por el platonismo, pero con ciertos rasgos aristotélicos. A los platónicos humanistas
puede agregarse un alemán: Johannes Reuchlin, defensor del humanismo dentro del
marco de un neoplatonismo cabalista. Hay que observar, por lo demás, que el
platonismo y neoplatonismo influyeron en muchas otras corrientes del Renacimiento,
inclusive en algunas que parecían opuestas a Platón; es el caso de las renovaciones del
estoicismo y el epicureísmo a que nos hemos referido en los correspondientes artículos.
(Ferrater Mora)
Véase: R. Sieveking, Die florentinische Akademie, 1812. -L. Ferri, «I Platonismo
nell’Accademia Fiorentina», Nuova Antologia (julio de 1891). -A. della Torre, Storia
dell’Accademia platonica di Firenze, 1902 -M. Heitzman, «Studja nad Akademja
platonska we Florencji», Kwartalnik Filozoficzny, 10 (1932), 11 (1933), 12 (1935). -N.
A. Robb, Neoplatonism of the Italian Renaissance, 1935. -Paul Oskar Kristeller, «The
Platonic Academy of Florence», Renaissance News, 16 (1961), 147-59, reimp. en su
obra Renaissance Thought, II. Papers of Humanism and the Arts, 1965, págs. 89- 101.
Georgios Gemisthos Plethon (1389-1464):
Nacido en Constantinopla (y, según algunos, en Mistra, cerca de
Esparta), se trasladó a Italia, en el séquito imperial de Juan VII
Paleólogo, en ocasión del Concilio de Ferrara. Trasladado éste a
Florencia, Plethon comenzó, hacia 1438, a dar en dicha ciudad
lecciones de filosofía platónica, las cuales constituyeron la base de la
Academia florentina que fundó Cosme de Medicis. Su platonismo
(cambió inclusive su nombre Gemisthos por el de Plethon más cercano al del filósofo)
era, en rigor, una mezcla de doctrinas platónicas, neoplatónicas, neopitagóricas e
inclusive -no obstante su conocida oposición al Estagirita- aristotélicas. Se trataba, en
último término, de un emanatismo neoplatonizante al cual debía subordinarse, por lo
menos intelectualmente, el cristianismo. Los esfuerzos para establecer una distinción
entre el platonismo y el aristotelismo se referían, pues, más bien al aspecto «religioso»
que al aspecto «filosófico-técnico». Ahora bien, el emanatismo no es para Plethon del
todo incompatible con cierto «creacionismo», pero este último se refiere sólo a la
materia, en tanto que las almas han surgido por emanación de las ideas que, a su vez,
son emanaciones de lo Uno o de Dios. El tratado sobre la diferencia entre las doctrinas
de Aristóteles y de Platón, ΙΙερίων Αριζηοηέλης πρδς ΙΙλάηωα διαθέρηαι , compuesto en
Florencia, fue impreso en griego (1541) y en latín (1574). Este tratado fue completado
por el autor, al trasladarse de Florencia a Mistra con tres libros, Nόμώσ ζσγγραθη
(Código de las Leyes), en los que daba los fundamentos de su renovación religiosa del
paganismo. El primero de estos tres libros era un ІІερί ειμάρμέσης (Sobre el destino) o
compendio de los principios de Zoroastro y Platón; fue publicado en griego (1722) y en
latín (1824). Su ІІερίαρεηώσ (De las virtudes) se publicó en trad. latina en 1552. Edición
de obras en Migne, P. G. CLX. Véase: W. Gass, Gennadius und Plethon, 1871. -Fritz
Schultze, G. G. Plethon, 1871. -J. W. Taylor, Plethon’s Criticism of Plato and Aristotle,
1921. -F. Massai, Pléthon et le platonisme de Mistra, 1956.
Marsilio Ficino (1433-1499):
Marsiglio Ficino o Marcilius Ficinus, nac. en Figline (Valdorno), en las proximidades
de Florencia, fue uno de los adalides de la Academia florentina -cuyo origen se remonta
a la villa cedida a Ficino por Cosimo de Médicis en Caregii, cerca de Florencia, a fin de
que el filósofo pudiera dedicarse al estudio e interpretación de la filosofía platónica-.
Ordenado sacerdote en 1473, fue nombrado en 1487 canónigo de la catedral de
Florencia. Ficino tradujo al latín el Corpus Hermeticum (V.) y las obras de Platón -la
primera traducción completa de Platón en Occidente. Tradujo asimismo al latín las
obras de Plotino y diversos escritos de Porfirio, Proclo y otros autores neoplatónicos, así
como las obras de Dionisio el Aeropagita. Escribió comentarios a diversos diálogos de
Platón (el Banquete y el Filebo), a Plotino y a la Epístola a los Romanos, de San Pablo.
Estos comentarios contienen una parte substancial del pensamiento filosófico de Ficino,
pero éste aparece sistematizado sobre todo en sus dieciocho libros titulados Theologia
Platonica escritos entre 1469 y 1474 (Theologia platonica. De immortalitate videlicet
animorum ac aeterna felicitate libri XVIII). Este texto fue revisado y apareció en 1482,
dos años antes que su traducción de Platón. Terminada la Theologia platonica, escribió
un tratado teológico titulado De Cristiana religione, y luego diversos tratados menores
entre los que mencionamos: De triplici vita (De vita sana. De vits longa. De vita
caelitus); De voluptate. Aunque dominado por el platonismo, el pensamiento filosófico
de Ficino puede ser calificado de «ecléctico»; junto a los elementos platónicos, se hallan
en él numerosos elementos aristotélicos y, desde luego, neoplatónicos. Los conceptos
fundamentales tratados por Ficino, especialmente en la Theologia platonica, son: (1) el
concepto de ser, el más universal de todos, y el que se halla en todos los entes (de un
modo parecido al analógico), dividiéndose en conceptos subordinados, tales como el de
substancia y atributo, forma y materia, acto y potencia. El ser tiene géneros, que son las
categorías (de las cuales Ficino considera las aristotélicas y las platónicas). El ser se
articula asimismo en los tres trascendentales de lo uno, lo verdadero y lo bueno. (2) El
concepto de pensamiento, que es el proceso de un intelecto; aunque incluido en el
concepto de ser, el de pensamiento es importante por cuanto el ser solamente es
accesible al pensar (es decir, al pensar el ser en su verdad). (3) El concepto de
perfección, el cual se halla íntimamente relacionado con el siguiente. (4) El concepto de
jerarquía de los entes, en tanto que un ente es tanto más cuanto más perfecto es. (5) El
concepto de alma, que Ficino trata en forma platónica, neoplatónica y cristiana
subrayando su inmortalidad y su eternidad. Estos dos últimos atributos son los atributos
esenciales del alma. Debe tenerse en cuenta que, además de desarrollar
especulativamente los conceptos citados, Ficino tenía la intención de encontrar un
pensamiento filosófico que permitiera alcanzar la pax fidei. A su entender, esa pax fidei
sólo era posible por la estrecha unión de las creencias cristianas con la tradición
intelectual griega una vez depurada esta última de todo elemento espurio. Ello
representaba eliminar de la tradición griega cuanto no representara una anticipación del
cristianismo. Sin embargo, este cristianismo no era de carácter dogmático. Justamente
uno de los rasgos más constantes en el pensamiento filosófico-religioso de Ficino es el
de destacar la unidad de la religión a través de la variedad de los ritos. Por eso la verdad
se encuentra no solamente en la revelación en sentido estricto, tal como está en las
Sagradas Escrituras, sino también en la «revelación» de carácter racional recibida por
los antiguos filósofos y muy especial mente por Platón y Plotino, Esta revelación
originaria y única divina es la que alienta tanto en el pensamiento de los filósofos como
en la acción de los hombres religiosos, y por ello es un error presentarlas como distintas,
y no digamos corno opuestas. Por eso las demostraciones que da Ficino de la
inmortalidad del alma -la cual es imagen y reflejo de Dios y está destinada a
desenvolverse, en último término, dentro del horizonte de la contemplación del reino
divino de las ideas eternas- no deben ser consideradas como meros «argumentos»: son
el resultado de una meditación que a la vez que está muy arraigada en los problemas de
la época pretende descubrir la veta a un tiempo racional y mística que está en la base de
toda verdadera filosofía -y, por supuesto, de toda verdadera religión-. Todas las ideas de
Ficino deben ser vistas desde este ángulo: no sólo las doctrinas de la reminiscencia y de
la existencia de ideas o formas (formulae) innatas, sino también sus frecuentes alusiones
al proceso de divinización del alma y del cosmos entero. La filosofía de Ficino influyó
por ello considerablemente sobre todos los pensadores de los dos siglos subsiguientes
que se preocuparon ante todo de buscar una armonía entre la razón y la fe revelada;
como ha indicado Cassirer, influyó, además, sobre los platónicos de la Escuela de
Cambridge y sobre sus precursores ingleses.
Ediciones: Opera omnia (Basilea, 2 vols., 1561; 2ª ed., 1576, París, 1651). Reimp. en 4
tomos (2 vols. cada uno de ellos conteniendo 2 partes), 1959-1960, en Monumenia
politica et philosophica rariora, ed. L. Firpo, Ser. I, Nº. 7. -Supplementum Ficinianum.
Marsilii Ficini florentini philosophi platonici opuscula inedita el dispersa primum
collegit et ex fontibus plerumque manuscriptis (P. O. Kristeller), 2 vols, 1937. -Ed. (con
trad. inglesa) del comentario al Banquete platónico: Commentary on Plato’s
Symposium, por S.R. Jayne (The University of Missouri Studies, XIX, 1 [1944]). -La
trad. de Platón apareció en 1483-1484; la de Plotino, en 1492.
Véase: G. Balbino, Idea religiosa di M. F., 1904.-O. Saitta, La filosofia di M. F., 1923,
3ª ed., con el título: M. F. e la filosofia dell’ Umanesimo, 1954. -W. Dress, Die Mystik
des M. F., 1929, -W. Horbert, Metaphysik des M. F., 1930 (Dis.), -H. Hak, M. F., 1934.
-A.-J. Festugière, La philosophie de l’amour de M. E. et son influence sur la littérature
française au XV siècle, 1941.-P. O. Kristeller, The Philosophy of M. E., 1941. -Id., íd.,
«M. E. and His Circle» colección de artículos de P. O, K. sobre M. E. en el libro de P.
O, K., Studies in Renaissance Thought and Letters, 1956, páginas 35-257. Michele
Schiavone, Problemi filosofici in M. F., 1957. -Raymond Marcel, M.F. (1433-1499),
1958. -A. Collins, The Secular Is Sacred: Platonism and Thomism in M. Ficino’s
Platonic Thelogy, 1974. Para la influencia ejercida por M. E. véase también Ernst
Cassirer, Die platonische Renaissance in England und die Schule von Cambridge, 1932.
León Hebreo (después de 1460-1520):
León o Judas Abarbanel o Abrabanel, nac. en Lisboa. pero se trasladó pronto a Toledo
con su padre, Isaac ben Yehudá Abrabanel, quien tuvo que huir de Portugal por haber
sido acusado de complicidad en la conspiración dirigida por el Duque de Braganza. Al
publicarse en España el decreto de expulsión de los judíos, pasó a Nápoles y luego a
Génova, Barletta, Venecia, probablemente Florencia, y, finalmente, otra vez a Nápoles,
donde fue médico de Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán. Influido por las corrientes
neoplatónicas de la Academia florentina y, en particular, por los comentarios de
Marsilio Ficino. Pico della Mirandola y otros autores sobre el problema del amor (ya
fuera a base del Banquete platónico, ya a base de obras poéticas como la Canzone
d’amore de Benivieni), León Hebreo compuso unos famosos diálogos sobre el amor,
conocidos con el nombre de Dialoghi d’amore. Estos diálogos se escribieron, según
testimonio del autor, en los años 1501-1502 (o año 5262 según la cronología hebrea),
pero se publicaron solamente en 1535, en Roma, por su amigo Mariano Lenzi. Se trata
de tres diálogos entre Filón, el amante, y Sofía (la Sabiduría), la amada. El primer
diálogo (el más breve) versa sobre el amor y el deseo; el segundo, sobre la universalidad
del amor; el tercero (el más extenso), sobre el origen del amor. Según León Hebreo, el
amor es el principio que domina a todos los seres; es principio de unión y de
vivificación de toda realidad. El amor es como la idea de las ideas (en sentido
platónico); tiene un origen divino; es infinito y perfectísimo; es inteligible e intelectivo;
es el fin de todo movimiento. El amor es unión perfecta; el propio amor carnal es
símbolo del amor espiritual como identificación de los amantes. El amor es
superabundante, tanto en el universo físico como en el espiritual, de modo que, «desde
la Primera Causa que lo ha producido hasta la última criatura, nada hay sin amor». La
realidad de cada ser consiste en su amor. El amor no es, pues, solamente (como Platón
decía) una aspiración de lo inferior a lo superior, sino también una difusión de lo
superior a lo inferior. Ello se debe -señala León Hebreo en el tercero de los diálogos- a
que semejante amor es productivo: «lo superior, por su amor, produce y da origen a lo
inferior». Las concepciones platónicas y neoplatónicas se mezclan con frecuencia en la
obra de León Hebreo con ideas aristotélicas, avicebrónicas, judaicas y cristianas. Los
diálogos de León Hebreo fueron muy leídos; se ha indicado que la concepción del amor
intelectual de Dios, propugnada por Spinoza (el cual poseía un ejemplar en español de
los Diálogos), pro cede de León Hebreo, pero es difícil dar sobre este asunto una
conclusión definitiva. - Se considera casi siempre que el texto italiano es el original.
Algunos autores, sin embargo, han defendido la tesis de que la obra fue escrita en
hebreo y que el original se perdió. Otros han indicado que fue escrita en español con
caracteres hebreos. Las segunda y tercera ediciones se publicaron en Venecia en 1541 y
1545 con el título Dialoghi damore composti per Leone Medico, de Natione Hebreo, et
di poi fatto Christiano, pero como esta última mención desapareció en las ediciones
cuarta y quinta se supone que la conversión aludida no tuvo lugar realmente y que el
editor se refirió a ella solamente a causa del ambiente antijudaico que predominaba en
Italia hacia 1541. Una primera traducción al español, con el título Los diálogos de amor
de Mestre Leon Abarbanel medico y filosofo excelente, apareció en Venecia en 1568;
otra traducción al español, en Zaragoza, en 1582. La versión más conocida es la hecha
por el Inca Garcilaso de la Vega en 1590. Reedición de la edición de 1568 en Buenos
Aires, 1944. Edición de la versión del Inca Garcilaso según el texto de 1590 por E. Juliá
Martínez, Madrid, 2 vols., 1949. -Nueva trad. por D. Romano, Barcelona, 1953.
(Ferrater Mora) Sobre León Hebreo véase: R. Zimmels, L. Hebraeus, ein jüdischer
Philosoph der Renaissance, 1886.-E. Solmi, Spinoza e L. E., 1903. -J. de Carva, L. H.,
filósofo, 1918. -H. Pflaum, Die Idee der Liebe: L. E., 1926. -O. Fontanesi, Il problema
dell’amore nell’opera di L. E., 1934. -C. Dionisotti, Appunti su L. E., 1959, -Suzanne
Da miens, Amour et intellect chez L. l’Hébreu, 1971 (tesis). -Para comentarios en
español véase: M. Menéndez y Pelayo, Cap. VI de la Historia de las Ideas estéticas y
tomo 1 de Ensayos de crítica filosófica, y C. Gebhard, «L. H.: su vida y su obra»,
Revista de Occidente, 45 (1934), 1-46 y 113-61.
Cronología del Renacimiento:
El problema de los límites y de las particiones temporales del Renacimiento no es ya un
problema histórico en sentido estricto, y mucho menos espiritual, sino principalmente
mnemónico y didáctico; es decir, práctico. No por esto merece ser puesto aparte y
despreciado como cabalismo superfluo. Ante todo, porque tiene una directa conexión
con el problema mismo, bastante más importante, de los caracteres esenciales del
Renacimiento; según tal determinación, convendría anticipar su principio o retardar su
fin. Quien la redujera, por ejemplo, a la mecánica imitación de los autores clásicos,
debería nada menos hacer comenzar el Renacimiento en el siglo IX, con el famoso
despertar de la edad carolingia; aquel que ve en la actividad triunfante y en la mayor
riqueza económica e intelectual de los municipios italianos el origen del movimiento
humanístico, se ve obligado a escoger entre el siglo XII o el XIII; aquellos, en cambio,
que consideran como la señal fundamental de este desarrollo espiritual la eclosión de un
arte representativa y plástica totalmente nueva, en oposición al gótico, dominante
también en Italia durante todo el siglo XIV, deberían retardar el comienzo del
Renacimiento hasta las primeras décadas del siglo XV. En la elección de estas fechas
influyen también, por desgracia, las envidias de las naciones. Aquellos, por ejemplo,
que quisieran arrebatar a Italia el orgullo, universalmente reconocido hasta los últimos
años, de haber sido la sede natural del primero y de todo Renacimiento, sostienen que
este es de origen francés, y por eso se remonta al siglo XII, o insinúan que Italia esperó
a la llegada de los sabios bizantinos huidos para ponerse en serio a estudiar a la
antigüedad, y por ello que el humanismo, preludio y esplendor de la primera época del
Renacimiento, no empieza hasta después de la caída de Constantinopla (1493). No nos
entretendremos hoy en la polémica contra estos evidentes errores, ya que a nosostros
nos importa solamente proponer una cronología del Renacimiento que responda a estas
condiciones:
1. Tenga en cuenta las opiniones más razonables y difundidas en torno a la esencia
del Renacimiento.
2. Respete principalmente Italia, madre primera y centro máximo del
Renacimiento, ya que en otros países más atrasados y lejanos empieza a apenas
en el siglo XVI y se prolonga gran parte del XVII.
3. Esté distinguida en etapas fácilmente recordables, porque estén ligadas a
acontecimientos históricos de amplia resonancia ya sean políticos, artísticos,
literarios o religiosos, de manera que pueda ser aceptada sin dificultad por los
eruditos.
Se trata, pues, de una convención -como son convenciones todos los períodos históricos
y cada repartición en épocas y edades-; pero de una convención que podría ayudar,
cuando fuera admitida, a un orden más claro y eficaz en los estudios sobre el
Renacimiento. Se entiende que ciertos fenómenos o reflejos del Renacimiento se podrán
observar antes y después de las fechas elegidas -cualesquiera que sean-; pero basta, para
nuestra finalidad, que lo más y mejor que aquel amplio fenómeno histórico quede
comprendido dentro de esos límites.
Quien quiera comprender el Renacimiento y también el llamado
prehumanismo italiano, debe remontarse, por fuerza, a los primeros
años del siglo XIV. El más famoso y viejo de los prehumanistas,
Albertino Mussato, nació verdaderamente en 1261; pero sus obras
mayores son precisamente del primeros del siglo XIV, y, como todo el
mundo sabe, fue coronado el día de Navidad de 1315. Tal
acontecimiento, sin embargo, no nos parece que tenga tanta
importancia como para hacer de él el primer acto de una nueva era de
la civilización europea. Hay, en cambio, a principios de siglo, una fecha bastante más
notable, porque está ligada a dos nombres grandísimos. En 1304 Dante empieza a
componer -según una fundada opinión- la Divina Commedia, y en aquel mismo año
nace, en Arezzo, aquel que no solo fue el mayor lírico de amor de los tiempos
modernos, sino también el primer apasionado y trabajador humanista: Francesco
Petrarca. Añádase que en 1303 moría derrotado Bonifacio VIII, el Papa de la Unam
Sanctam, y en él moría, por eso, aquella idea de la teocracia universal que había sido
uno de los más sublimes sueños de la Edad Media. Nos parece, pues, que el 1304 podría
ser adoptado -con las advertencias ya dichas- como fecha simbólica y convencional del
inminente Renacimiento.
Por lo que respecta a la fecha final, nos parece que que podría ser el 1564. En 1564, en
efecto, muere Miguel Angel, aquel que se eleva como símbolo y síntesis del
Renacimiento artístico desde finales del siglo XV a finales del siglo XVI, y con su
muerte empieza, en el arte, la edad del barroco, por él mismo anunciada y anticipada.
Poco antes, en 1563, se habría cerrado el Concilio de Trento, y en 1564 empieza, por
ello, la llamada Contrarreforma, que en algunos aspectos prosiguió, pero en el conjunto
contradijo, los espíritus y las formas del Renacimiento. En 1564, en fin, nace Galileo,
con el cual comienza aquella que fue llamada nueva ciencia; es decir, el predominio del
estudio matemático de la Naturaleza y el fin del humanismo. No se trata, pues, de un
año elegido al azar, sino del sincronismo de tres conclusiones y tres comienzos. Dirán
acaso que con esta fecha se divide en dos la actividad de algnos grandes epigonos del
Renacimiento; por ejemplo, de Tasso (1544-1595), de Palestrina (1524-1594) y del
último gran humanista y filólogo italiano de aquella época, Pietro Vettori (1499-1583).
Pero hay que hacer notar que Vettori contaba ya sesenta y cinco años en 1564 y había
ya cumplido la mayor parte de su trabajo, y que Tasso y Palestrina, ambos fuertemente
inspirados por la refloreciente devoción católica, entran mejor en la Contrarreforma que
en el Renacimiento. El cual, si las fechas propuestas fueran aceptadas, tendría una
duración de doscientos sesenta años: del nacimiento de Petrarca a la muerte de
Buonarroti (1304-1564). (Giovani Papini, La imitación del padre)
Cronología del Renacimiento:
El problema de los límites y de las particiones temporales del Renacimiento no es ya un
problema histórico en sentido estricto, y mucho menos espiritual, sino principalmente
mnemónico y didáctico; es decir, práctico. No por esto merece ser puesto aparte y
despreciado como cabalismo superfluo. Ante todo, porque tiene una directa conexión
con el problema mismo, bastante más importante, de los caracteres esenciales del
Renacimiento; según tal determinación, convendría anticipar su principio o retardar su
fin. Quien la redujera, por ejemplo, a la mecánica imitación de los autores clásicos,
debería nada menos hacer comenzar el Renacimiento en el siglo IX, con el famoso
despertar de la edad carolingia; aquel que ve en la actividad triunfante y en la mayor
riqueza económica e intelectual de los municipios italianos el origen del movimiento
humanístico, se ve obligado a escoger entre el siglo XII o el XIII; aquellos, en cambio,
que consideran como la señal fundamental de este desarrollo espiritual la eclosión de un
arte representativa y plástica totalmente nueva, en oposición al gótico, dominante
también en Italia durante todo el siglo XIV, deberían retardar el comienzo del
Renacimiento hasta las primeras décadas del siglo XV. En la elección de estas fechas
influyen también, por desgracia, las envidias de las naciones. Aquellos, por ejemplo,
que quisieran arrebatar a Italia el orgullo, universalmente reconocido hasta los últimos
años, de haber sido la sede natural del primero y de todo Renacimiento, sostienen que
este es de origen francés, y por eso se remonta al siglo XII, o insinúan que Italia esperó
a la llegada de los sabios bizantinos huidos para ponerse en serio a estudiar a la
antigüedad, y por ello que el humanismo, preludio y esplendor de la primera época del
Renacimiento, no empieza hasta después de la caída de Constantinopla (1493). No nos
entretendremos hoy en la polémica contra estos evidentes errores, ya que a nosostros
nos importa solamente proponer una cronología del Renacimiento que responda a estas
condiciones:
1. Tenga en cuenta las opiniones más razonables y difundidas en torno a la esencia
del Renacimiento.
2. Respete principalmente Italia, madre primera y centro máximo del
Renacimiento, ya que en otros países más atrasados y lejanos empieza a apenas
en el siglo XVI y se prolonga gran parte del XVII.
3. Esté distinguida en etapas fácilmente recordables, porque estén ligadas a
acontecimientos históricos de amplia resonancia ya sean políticos, artísticos,
literarios o religiosos, de manera que pueda ser aceptada sin dificultad por los
eruditos.
Se trata, pues, de una convención -como son convenciones todos los períodos históricos
y cada repartición en épocas y edades-; pero de una convención que podría ayudar,
cuando fuera admitida, a un orden más claro y eficaz en los estudios sobre el
Renacimiento. Se entiende que ciertos fenómenos o reflejos del Renacimiento se podrán
observar antes y después de las fechas elegidas -cualesquiera que sean-; pero basta, para
nuestra finalidad, que lo más y mejor que aquel amplio fenómeno histórico quede
comprendido dentro de esos límites.
Quien quiera comprender el Renacimiento y también el llamado
prehumanismo italiano, debe remontarse, por fuerza, a los primeros
años del siglo XIV. El más famoso y viejo de los prehumanistas,
Albertino Mussato, nació verdaderamente en 1261; pero sus obras
mayores son precisamente del primeros del siglo XIV, y, como todo el
mundo sabe, fue coronado el día de Navidad de 1315. Tal
acontecimiento, sin embargo, no nos parece que tenga tanta
importancia como para hacer de él el primer acto de una nueva era de
la civilización europea. Hay, en cambio, a principios de siglo, una fecha bastante más
notable, porque está ligada a dos nombres grandísimos. En 1304 Dante empieza a
componer -según una fundada opinión- la Divina Commedia, y en aquel mismo año
nace, en Arezzo, aquel que no solo fue el mayor lírico de amor de los tiempos
modernos, sino también el primer apasionado y trabajador humanista: Francesco
Petrarca. Añádase que en 1303 moría derrotado Bonifacio VIII, el Papa de la Unam
Sanctam, y en él moría, por eso, aquella idea de la teocracia universal que había sido
uno de los más sublimes sueños de la Edad Media. Nos parece, pues, que el 1304 podría
ser adoptado -con las advertencias ya dichas- como fecha simbólica y convencional del
inminente Renacimiento.
Por lo que respecta a la fecha final, nos parece que que podría ser el 1564. En 1564, en
efecto, muere Miguel Angel, aquel que se eleva como símbolo y síntesis del
Renacimiento artístico desde finales del siglo XV a finales del siglo XVI, y con su
muerte empieza, en el arte, la edad del barroco, por él mismo anunciada y anticipada.
Poco antes, en 1563, se habría cerrado el Concilio de Trento, y en 1564 empieza, por
ello, la llamada Contrarreforma, que en algunos aspectos prosiguió, pero en el conjunto
contradijo, los espíritus y las formas del Renacimiento. En 1564, en fin, nace Galileo,
con el cual comienza aquella que fue llamada nueva ciencia; es decir, el predominio del
estudio matemático de la Naturaleza y el fin del humanismo. No se trata, pues, de un
año elegido al azar, sino del sincronismo de tres conclusiones y tres comienzos. Dirán
acaso que con esta fecha se divide en dos la actividad de algnos grandes epigonos del
Renacimiento; por ejemplo, de Tasso (1544-1595), de Palestrina (1524-1594) y del
último gran humanista y filólogo italiano de aquella época, Pietro Vettori (1499-1583).
Pero hay que hacer notar que Vettori contaba ya sesenta y cinco años en 1564 y había
ya cumplido la mayor parte de su trabajo, y que Tasso y Palestrina, ambos fuertemente
inspirados por la refloreciente devoción católica, entran mejor en la Contrarreforma que
en el Renacimiento. El cual, si las fechas propuestas fueran aceptadas, tendría una
duración de doscientos sesenta años: del nacimiento de Petrarca a la muerte de
Buonarroti (1304-1564). (Giovani Papini, La imitación del padre)
Venecia Hoy
Actualmente es una provincia de Italia, ubicada en la región de Véneto, cuya superficie es de 2.459 km², pero guarda en su característica
estructura de piedra, y en las ciento diecisiete islas que la conforman, una rica y peculiar historia.
Los comienzos
Fue en el siglo V cuando los habitantes de la zona situada entre el mar Adriático y los Alpes (Véneto) y los de Aquileya, zona ribereña al
Adriático en el norte italiano, buscaron refugio en las islas, perseguidos por los pueblos bárbaros de los hunos y los lombardos. Se
establecieron allí, escoltados por barreras naturales (las islas) que les daban seguridad en esta laguna de tierras pantanosas, ante las
invasiones extranjeras, siendo dependientes de la autoridad del Imperio Romano de Oriente, a partir del siglo VI, quien gobernaba en
Italia, a través del exarca de Rávena.
Organización política
En el siglo VII, eligieron su propia autoridad, que era un Dux o Dogo, que gobernaba de por vida, electo por una Asamblea, lo que le
confirió cierta autonomía con respecto al Imperio Bizatino. El primero fue Anafesto. A partir de entonces, comenzaron a destacarse por su
actividad comercial, entre cuyos productos se incluía el tráfico de esclavos. Para el siglo VII, ya se manejaba como un estado independiente
aunque recién fue reconocido como tal, en el siglo IX. Carlomagno intentó apoderarse de Venecia, en el año 810, por intermedio de su hijo,
pero la expedición fracasó.
En el año 827, desde Alejandría, los restos del apóstol San Marcos, simbolizado por un león alado, fueron llevados a Venecia,
convirtiéndose en patrono del lugar.
El poder de los comerciantes fue en aumento junto a sus riquezas, y comenzaron a presionar contra el poder del dogo gobernante que fue
perdiendo poder, en virtud de las constantes manifestaciones en su contra, si no favorecía los intereses de las familias adineradas.
En el año 976, el dogo Pietro Candiano IV, debió soportar una manifestación tan violenta que incendió el centro cívico de la ciudad. Con
semejante presión, el poder absoluto del gobierno fue dejando paso a un gobierno republicano, con organismos estatales formados por la
élite de la sociedad, que controlaban su accionar.
En el año 1172 se creó el “Maggior Consiglio” o Gran Consejo que perduró hasta el año 1297. Comenzó a estar conformado por 35
personas para llegar a aproximadamente a 2.000. Sus funciones eran legislativas. Junto a él también existían otros órganos de gobierno
que limitaban el poder del Dux, constituyendo una verdadera República.
En el año 1175 se creó el Consejo Menor, integrado por seis asesores, y un Tribunal Supremo denominado Quarantia en 1179. En el año
1223 apareció una nueva organización política denominada Signoria, poder combinado del Dux, el Consejo Menor, y los tres miembros de la
Quarantia.
Poco a poco se fue conformando el Collegio, unión de sapientes con otros sectores, con funciones ejecutivas. En 1229, el Consejo Mayor
eligió a 60 miembros para crear el Consiglio dei Pregadi o Senado, con funciones militares, políticas y económicas.
Cuando se cerró el Gran Consejo, hubo sublevaciones, como la de Bajamonte Tiepolo, que motivó la creación en el año 1310, de una policía
secreta, llamada el Consejo de los Diez A partir de la cesación de funciones del Gran Consejo los cargos de gobierno fueron detentados por
una oligarquía.
Actividades económicas
Sus principales actividades económicas se basaron en la extracción de sal y en la pesca.
El concilio de Letrán había prohibido en el año 1261, comerciar con los musulmanes, pero venecianos y turcos pudieron seguir haciéndolo
con permisos temporarios.
Hacia el siglo XV el comercio de especias se intensificó, siendo Venecia un centro comercial y portuario de relevancia, con construcciones
palaciegas muy lujosas, al modo oriental, teniendo una población de alrededor de 200.000 personas. Esta mercadería arribaba de Oriente
en buques bizantinos, pero luego los venecianos construyeron su propia flota, para comerciar con Egipto, Beirut y Bizancio, principalmente.
El mar Adriático fue dominado por los venecianos, soberanía reconocida en el siglo XI por una bula papal. En el año 1420 conquistaron
Dalmacia, que aumentaba su gran posición estratégica, ya reconocida por estar ubicada en el corazón del Mediterráneo. En el año 1489,
fue anexada Chipre.
El siglo XVII trajo la peste, en el año 1630, y la suerte de Venecia comenzó a declinar.
La expansión veneciana y sus límites
La isla de Creta fue veneciana tras la cuarta cruzada (1202-1204). Venecia había perdido su posibilidad de comerciar con Bizancio entre los
años 1171 y 1185, aunque su rivalidad con esa ciudad, comenzó a hacerse cada más notoria, sumada a la que ya tenía con Pisa y Génova
(a estos los derrotó en el año 1380). La cuarta cruzada incluyó a Venecia en sus planes, pues era la encargada del transporte de los
cruzados hacia Egipto, a cambio de dinero. La cuestión se dilató pues no se reunió la cantidad pactada, lo que terminó en un acuerdo por el
cual los venecianos harían el traslado a cambio de que los cruzados los ayudaran a reconquistar la ciudad de Zara que les había sido
arrebatada por Hungría.
Habiendo tomado Zara, una propuesta de Alejo, que pretendía el trono de Bizancio, les hizo desviar el propósito de lucha contra los
musulmanes hacia la toma de Constantinopla. Esta ciudad fue saqueada y comenzó la decadencia del Imperio Romano de Oriente.
Constantinopla en el año 1204 fue tomada por el dux Enrico Dandolo. Esto duró hasta el año 1453 en los turcos se apoderaron de
Constantinopla. Esta derrota, a lo que se sumó la conquista de América que aportó nuevas rutas comerciales, ahora por el Océano
Atlántico, y el expansionismo mercantil de Portugal por el Atlántico africano, significaron una conjunción peligrosa para la gran potencia
naval del Adriático.
Las conquistas venecianas por Italia, hicieron que naciera en el año 1508 la Liga de Cambrai, conformada por España, Austria y Francia,
que vencieron a Venecia un año después, en la batalla de Agnadello.
El fin de la República
Los turcos prosiguieron su avance, en el siglo XVI, venciendo a los venecianos en Prevenza, y entre 1570 y 1571 se apoderaron de Chipre.
Ahora había un nuevo enemigo: los turcos y contra ellos se unieron los venecianos con las fuerzas reunidas por el Papa y los españoles,
venciéndolos en 1571, en la batalla de Lepanto. La isla de Creta fue invadida por los turcos en el año 1645, y en 1669, pasó a su poder. La
isla de Eubea corrió suerte parecida. En el año 1684, junto con Rusia y Austria, Venecia se enfrentó nuevamente a los turcos logrando
apoderarse de Atenas y el Peloponeso. En 1699, por el tratado de Karlowitz, Turquía perdió muchas de sus posesiones, pero un nuevo
conflicto bélico, otra vez contra los turcos, pero aliadas Venecia y Austria, terminó en el año 1718, cuando se firmó la paz de Passowitz por
la cual Venecia debió renunciar a Morea (en el Peloponeso) y a las pocas tierras que le quedaban en el Egeo, siendo Austria la más
favorecida.
La decadencia de Venecia culminó en el año 1797, con la invasión francesa a través de Napoleón Bonaparte. Por el Tratado de Campo
Formio, Francia y Austria procedieron al reparto del territorio de la República de Venecia, que concluía su existencia. Venecia y El Véneto,
en el año 1866 pasaron a formar parte del territorio italiano.
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