Avances del Cesor

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Avances del Cesor
Año VII, Nº 7 / 2010
ISSN: 1514-3899
Nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del ISHIR
(Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del
Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
y de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR)
Rosario, 2010
Avances del CESOR es una revista científica editada por el nodo CESOR
(Centro de Estudios Sociales Regionales) de la Unidad Ejecutora en Red,
ISHIR (Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Posee una periodicidad anual y está dedicada a difundir producciones académicas, preferentemente de Historia Social e Historia Regional, aunque sin
excluir otros campos tales como la Antropología, la Sociología o el Arte. Sus
espacios de análisis abarcan tanto el ámbito argentino como el latinoamericano
y europeo alentando, así, los estudios en clave comparativa. Está dirigida a un
público conformado por investigadores, docentes, graduados y estudiantes de
Historia así como de otras disciplinas sociales.
Su Consejo Editor invita a la presentación de contribuciones y trabajos inéditos
y originales que serán sometidos, sin excepción, al arbitraje de expertos en las
distintas materias, asegurándose la reserva absoluta de la identidad tanto de
los autores como de los evaluadores. Estos últimos son miembros reconocidos
de la comunidad académica nacional e internacional y externos a la revista
Avances del CESOR como a la institución editora.
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3
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Secretaría Técnica de redacción
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Garcilazo, Romina (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET)
Lollo, María Soledad (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR)
La Revista no se reponsabiliza por la opiniones vertidas por los autores
4
Índice
Artículos
Las redes relacionales de un inmigrante español en el Rosario finisecular.
El caso de Juan Canals 1870-1890, por Romina Garcilazo . .............................................9
Salvador Zaino, Dante Verati y Ferruccio Pagni,
improntas divisionistas hacia 1900 en Rosario, por Nicolás Boni ..................................25
Dossier
A modo de presentación. Los estudios biográficos y su capacidad de explicación
histórica, por Andrea Reguera..........................................................................................39
Un Feminismo Problemático: El Caso De Belén De Sarraga,
por Manuel Pérez Ledesma...............................................................................................55
Voluntad nacional y representación política en la ilustración española:
el discurso de Miguel Rubín de Celis, por María Antonia Peña Guerrero.........................71
Parlamento y representación: puentes biográficos entre España y América (1808-1898),
por María Sierra................................................................................................................95
Biografía, Historia y Mujeres: La Revisión de un vinculo complejo a partir del caso de
Olga Cossettini, 1898-1987, por Paula Caldo y Sandra Fernández................................ 115
Reseñas
GONZÁLEZ, Elda E. y REGUERA, Andrea (coords.), Descubriendo la nación en
América. Identidad, imaginarios, estereotipos sociales y asociacionismo de los españoles
en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, siglo XIX y XX, Editorial Biblos, Buenos Aires,
2010. ISBN: 978-950-786-776-7, 189 páginas, por Leonardo Simonetta.......................143
5
GARCÍA FERRARI, Mercedes, Ladrones conocidos / Sospechosos reservados:
identificación policial en Buenos Aires, 1880-1905, Prometeo Libros, Buenos Aires,
2010, 216 p., por Alex E. Ratto.......................................................................................148
KRIGER, Clara, Cine y Peronismo. El estado en escena, Buenos Aires,
Siglo XXI Editores, 2009, 270 pp., por Pablo Alvira . ...................................................150
Tapa: Serie Artistas Rosarinos: “Diluyendo” de Sabina Florio.
6
Artículos
Romina Garcilazo
Nicolás Boni
Las redes relacionales de un inmigrante español en el Rosario
finisecular. El caso de Juan Canals 1870-18901
Romina Garcilazo
UNR- Cesor/ CONICET
Resumen:
El presente trabajo se centrará en aquellos vínculos sociales y políticos de los cuales se valieron algunos
de los hombres más destacados de la burguesía rosarina, durante la segunda mitad del siglo XIX, para la
concreción de sus negocios. Para ello tomaremos el caso de uno de los miembros más importante de este
grupo social: Juan Canals. Este empresario durante su proceso de acumulación construyó un complejo
entramado social sustentado por los vínculos étnicos y familiares que utilizó para la conformación de
sus sociedades comerciales (Escayola, Canals y Cía.- Canals, Dam y Cía.- Banco Sindical- Sociedad
Anónima Puerto de Rosario de Santa Fe) y por las redes sociales tejidas con algunos de los políticos
santafesinos de la época que le permitieron lograr la aprobación de sus propuestas como constructor
(especialmente las referidas a la pavimentación y adoquinamiento de la ciudad de Rosario y sus
proyectos para la construcción de mataderos y mercados de abasto).
Palabras Claves: Empresarios- Redes Sociales- Inmigración- Siglo XIX- Juan Canals.
The Social networks of a Spanish immigrant in the finisecular Rosario.
The case of Juan Canals 1870-1890
Abstract:
In this paper we focus on those social and political links which were used by some of the most prominent
men of the bourgeoisie of Rosario, during the second half of the nineteenth century, in order to set up
their businesses. To do this we will take one of the most important members of this social group: Juan
Canals. During his accumulation process this businessman built a complex social framework supported
by ethnic and family ties, which he used in order to set up his business companies (Escayola, Canals
& Co.- Canals, Dam & Co.- Banco Sindical- Sociedad Anónima Puerto de Rosario de Santa Fe), and
by the social networks built up with some of the politicians from Santa Fe of those times, who allowed
the approval of his proposals as builder (especially those concerning the paving and cobbling of the
1 La elaboración del presente trabajo no hubiera sido posible sin las valiosas sugerencias de la Dra.
Marta Bonaudo y de la colaboración de la Lic. Laura Badaloni.
GARCILAZO, Romina, “Las redes relacionales de un inmigrante español en el
Rosario finisecular. El caso de Juan Canals 1870-1890”, en Avances del Cesor, Año
VII, N° 7, 2010, pp. 9-23.
9
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
city of Rosario and his projects for the construction of slaughterhouses and food markets).
Key words: Businessmen - Social Networks - Immigration - 19 Th century- Juan Canals
Introducción
En las últimas décadas se ha visualizado una persistente producción historiográfica
centrada en analizar las características del empresariado inmigrante en la Argentina durante
la segunda mitad del siglo XIX (Cornblit: 1969, Barbero y Felder: 1987, Fernández: 2000
y 2005). Algunos de estos trabajos prestaron especial atención en los vínculos relacionales
desplegados por los sectores burgueses, para explicar sus procesos de acumulación (Bragoni:
1993 y 1999, Bartolucci: 2001, Barbero: 2000). Sin embargo las investigaciones son aún
escasas en el ámbito local (Frid: 1998, Dalla Corte: 2009). Considerando la necesidad de
recuperar el concepto de red social, nos proponemos avanzar en esta línea de investigación
tomando como caso la figura de Juan Canals, un prestigioso empresario catalán radicado
en la ciudad de Rosario. El presente escrito tiene por objeto analizar el modo en que un
empresario inmigrante estableció diferentes estrategias relacionales para adaptarse al escenario local y poder de este modo desplegar sus actividades económicas.
La ciudad de Rosario hacia fines del siglo XIX
y la figura de Juan Canals
Por aquellos años Rosario vivió un eminente crecimiento, el mismo estuvo determinado,
en gran parte por la evolución del comercio internacional, que ubicaba a la Argentina como
proveedora de materias primas en los mercados europeos. La incorporación de la ciudad
al proyecto agroexportador implicó un fenómeno de transformación urbana en el cual
confluyeron su crecimiento demográfico, sus actividades económicas, particularmente en
el sector industrial, orientado a la elaboración de productos primarios como complemento
del sector agrario y ganadero, o aquéllos necesarios para la comunicación, el transporte y
las obras de infraestructura.
Este crecimiento de la urbe fue de la mano de un grupo de hombres que confiaron en
sus capacidades para desarrollar proyectos comerciales y financieros en su propio beneficio.
Esta burguesía, provenía en su mayoría de los países europeos, correspondiendo a un movimiento inmigratorio particular que, ampliaba los negocios ya establecidos en su patria de
origen o bien mostraba una elocuente habilidad para potenciar su fortuna. Tal como lo han
manifestado otros autores2 los empresarios inmigrantes utilizaron diferentes mecanismos
2 FERNÁNDEZ Sandra, PONS Adriana y VIDELA Oscar, “Las burguesías regionales”, en BONAUDO, Marta (Dir.), Liberalismo, Estado y Orden Burgués (1852-1880), Nueva Historia Argentina,
Sudamericana, Barcelona, 1999, Vol. IV, p. 427.
10
Romina Garcilazo
para relacionarse con los hombres nativos. Entre ellos, jugaron un rol fundamental en sus
trayectorias empresariales, las estrategias familiares, los vínculos amicales, las relaciones
políticas y las solidaridades étnicas.
Uno de los miembros más destacados de la burguesía rosarina, durante este período,
fue Juan Canals. Un importante empresario catalán que se radicó en la ciudad de Rosario
en el año1870. A lo largo de su vida invirtió en una multiplicidad de emprendimientos
económicos: desde el comercio mayorista, la industria, las finanzas, la construcción hasta
la adquisición de terrenos urbanos y rurales.
Durante la etapa 1870-1886 puede decirse que Canals, comenzó un ascendente proceso
de acumulación. En los primeros tiempos de residencia en Rosario se cree que fue empleado
de escritorio, pero luego comenzó a involucrarse en las distintas actividades económicas que
le ofrecía la ciudad. A principios de la década de 1870 conformó una sociedad comercial
denominada Escayola, Canals y Cía. dedicada al comercio mayorista de artículos de almacén.
Dicha actividad fue potenciada mediante los vínculos que estableció con Domingo Palencia,
un español dueño de molinos y almacenes de ramos generales en San Martín (provincia
de Mendoza) y luego de su hijo Ricardo Palencia.”3 Al igual que otros empresarios de la
época Canals respondió al prototipo de burgueses cuyos procesos de acumulación inicial
fueron producto de sus actividades comerciales y sobre estas bases comenzaron a invertir
en otras ramas de la economía.4 Hacia 1874 participó de la fundación del Banco Provincial
de Santa Fe en calidad de accionista.
El período1886-1890, estuvo marcado por su ascenso económico. Por un lado cabe destacar que continuó con la actividad comercial a través de la conformación de las sociedades
Canals, Dam y Cía. (1887), Maristany y Cía. (1887) y Poncio Pons y Cía. (1887) pero a la
vez extendió sus inversiones a otras áreas como por ejemplo, la industrial. Fue dueño de
una empresa de hornos de ladrillos -que se encontraba en pleno funcionamiento en la ciudad
para el año 1888- y accionista de la empresa La Rosario Destilería de Alcoholes a Vapor
(1887) orientada a la fabricación de licores. Por aquellos años se benefició enormemente
con la actividad especulativa a través de la compra y venta de terrenos inmobiliarios en la
ciudad de Rosario, y gracias a sus exitosas estrategias económicas y relacionales acumuló
una extensa cantidad de terrenos urbanos.5 Paralelamente en la vecina provincia de Cór-
3 ALONSO, Sebastián y GUSPÍ TERÁN María Margarita, Historia genealógica de antiguas familias
catalanas y baleares de la ciudad de Rosario, Imprenta Amalevi, Rosario, 2009, p. 114.
4 CERUTTI, Mario “Estudio introductorio”, en CERUTTI, Mario (Coord.), Empresas y grupos
empresariales en América Latina, España y Portugal, Universidad Autónoma de Nueva León- Universidad de Alicante, México, 2006, p. 27.
5 Para un primer acercamiento del accionar de Juan Canals en el mercado inmobiliario de la ciudad
de Rosario puede leerse GARCILAZO, Romina “Juan Canals y el mercado inmobiliario de la ciudad
de Rosario 1886-1890”, en BONAUDO, Marta (Dir.), Imaginarios y prácticas de un orden burgués
Rosario 1850-1930. Instituciones, conflictos e identidades. De lo “nacional” a lo local, Prohistoria
11
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
doba, adquirió una gran cantidad de tierras en la Merced de Arrascaeta, y en uno de cuyos
lotes, el número 27, con posterioridad se asentó la actual localidad de Canals,6ubicada en
el Departamento Unión.7
Durante esta etapa se destacó por su fase de constructor, llevó a cabo obras de gran
envergadura en el espacio público. Durante 1888 y 1889 construyó una parte del Palacio
de Justicia, y de las secciones norte y sur del puerto de Rosario, firmó con la Municipalidad
algunos convenios y contratos para el adoquinado y empedrado de calles y edificó casas para
obreros. Invirtió fuertemente en la actividad financiera, fue accionista del Banco Sindical
del Rosario (1889) y del Banco Constructor Santafesino (1887). Como así también extendió
sus negocios hacia el área del transporte, participó en calidad de accionista de la empresa
Tramways del Oeste (1889) y del Ferrocarril Oeste Santafesino (1883).
A pesar de la significativa fortuna que adquirió desde su llegada a la Argentina8, el año
1890 parece ser un punto de inflexión en su vida económica debido a las dificultades que
tuvo para paliar la crisis financiera por la que atravesaba el país.
Cabe destacar que la debacle estuvo caracterizada por un fuerte endeudamiento externo,
producto de la política monetaria expansiva ensayada por el gobierno de Juárez Celman, y
de la corrupción ejercida en las diferentes entidades financieras9. Las ramas de la economía
Ediciones, Rosario 2010, T. II, pp.189-207.
6 Véase El Municipio, 6 de octubre de 1887 y SARAVIA DE LO CELSO, Alicia y MARTINEZ DE
NIETO, Marta, Informe de investigación sobre el origen de la localidad de Canals, Información para
Investigaciones Históricas, Córdoba s/f.
7 Es importante destacar que la localidad de Assunta ubicada en el Departamento Juárez Celman
de la provincia de Córdoba, fue fundada por Canals quien le dio aquel nombre en honor a su esposa
Asunción Dam.
8 Para fines de la década de 1880, Canals había aportado 300 mil pesos en la Compañía Canals, Dam
y Cía., 50 mil pesos a la Sociedad Teacher, Tenac y Cía., y 35, 500 a la firma Francisco Casado y Cía.
Además poseía 6.000 acciones de 100 pesos cada una en la Sociedad Anónima Construcciones Civiles
de Santa Fe, la misma cantidad en la Compañía Pavimentos y Afirmados de la Provincia de Santa Fe,
y 20 acciones de 20.000 pesos en la empresa La Rosario Destilería de Alcoholes. Entre sus bienes
personales para este período se encontraban la llamada estancia San Isidro, uno de los establecimientos
más importantes ubicados en la provincia de Córdoba y su residencia en la ciudad de Rosario valuada,
tal como lo manifiestan algunos documentos biográficos de Canals, en un millón de pesos. Los datos
descriptos con anterioridad son sólo un muestreo del capital con el que contaba el empresario para este
período y de ningún modo contempla la totalidad de su patrimonio.
9 Existen diferentes interpretaciones sobre los factores que ocasionaron la crisis de 1890. Para conocer
dichas posiciones véase LANCIOTTI, Norma, De rentistas a empresarios. Inversión inmobiliaria y
urbanización de la pampa argentina. Rosario, 1880/1914, Ediciones UNL, Santa Fe, 2009. pp. 165166, nota 19.
12
Romina Garcilazo
donde más se sintieron sus efectos fueron aquellas no vinculadas a la actividad agraria mientras que el sector agroexportador fue el que mejor pudo sortear aquellas circunstancias10.
En este contexto, el estado argentino tomó un conjunto de medidas: apeló a una reestructuración del sistema financiero, aumentó significativamente las tarifas de importación,
renegoció la deuda externa y utilizó diferentes mecanismos para reducir el gasto público,
como por ejemplo la suspensión de obras públicas.
Dadas las características de la crisis la misma impactó fuertemente en el patrimonio
económico de Canals11 debido a que las propiedades que había adquirido mediante el juego
especulativo habían disminuido significativamente su valor. Además en momentos anteriores
al año 90, el empresario, había contraído una gran cantidad de cédulas hipotecarias que se
habían depreciado. Sumado a ello, y como consecuencia de la reestructuración del sistema
financiero, debió saldar las deudas que había contraído con algunas casas bancarias (tal fue
el caso del Banco Provincial de Santa Fe).
Por otro lado, el ámbito de la construcción, actividad principal que Canals había desplegado durante los años anteriores a la crisis, se vio sumamente afectada. La mayoría de sus
construcciones se encontraban en la mitad de su realización y el empresario era insolvente
para concluirlas. Asimismo, el estado provincial y nacional rescindió sus contratos respectivos dados los problemas financieros que atravesaba el gobierno debido a la paralización
del empréstito externo.
La conformación del campo relacional de Canals
En este apartado nos proponemos analizar los vínculos de los que se valió Canals para la
conformación de sus negocios. El conjunto de estas relaciones familiares, amicales y políticas
integraron las redes sociales en las que este empresario se encontraba inmerso. Siguiendo el
pensamiento de Pro Ruiz, podemos definir a la red como: “un conjunto de vínculos latentes,
que existe porque sus integrantes reconocen tener una serie de obligaciones entre sí; sólo
en momentos determinados esos “vínculos latentes” se activan, sirviendo entonces como
vehículo para la trasmisión de bienes, servicios, información o afecto”12.
Analizando el círculo familiar de Canals podemos afirmar que los vínculos creados
al interior de este núcleo, le facilitaron insertarse más rápidamente en el mercado laboral
porteño. Tal como lo han manifestado otros autores refiriéndose a la burguesía rosarina de
10 GALLO, Ezequiel y CÓRTES CONDE, Roberto, La República Conservadora, Historia Argentina,
Vol. V, Paidós, Buenos Aires, 1972, pp. 99.
11 Para explicar los efectos de la crisis del 90 en el patrimonio de Canals, ver: LANCIOTTI..., Op.
Cit., pp. 159-175.
12 PRO RUIZ, Juan, “Las élites de la España Liberal: Clases y redes en la definición del espacio social
(1880-1931)”, Revista Historia Social, 1995, N° 21, p. 65.
13
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
este período, la familia constituía “una estructura de referencia básica, a partir de la cual
se desarrollaban las trayectorias individuales y, gracias a ellas, las redes de relaciones con
las que podían contar”13. Canals utilizó los vínculos comerciales y amicales que poseía su
padre en el Río de la Plata14 - debido a que este era un importante comerciante de vinos en
España que exportaba sus productos hacia el territorio argentino- para conseguir su primer
trabajo como empleado de escritorio. El periódico Renovación, refiriéndose a las causas
de su llegada a nuestro país afirmaba: “Don Juan Canals allá tiene sus amigos porque son
amigos de su padre. En aquella tierra se vive la misma fe, se habla el mismo idioma y se
tienen las mismas costumbres…”15 Indudablemente el empresario habría venido con la
idea de radicarse en el país de forma definitiva, ya que llegó con la intensión de colocar su
propio comercio de productos de almacén.16
Si bien durante los primeros meses vivió en Buenos Aires, rápidamente se radicó en Rosario. Sin embargo, las relaciones forjadas primitivamente en aquella ciudad, le permitieron
con posterioridad extender el ámbito de sus negocios. Un ejemplo de ello lo constituye la
firma Canals, Dam y Cía. que en el año 1889 tenía una filial en la capital del país. Así mismo, Canals tuvo en Buenos Aires algunos de sus principales socios comerciales como; José
Preto, Eladio Mascias y Emilio Pichot. Dos de ellos formaron parte de la sociedad Canals,
Dam y Cía.: en el caso de Preto, desde el momento inicial de su conformación (enero de
1887) mientras que Pichot lo hizo a partir de 1889.
Respecto a la compra y venta de terrenos inmobiliarios en la ciudad de Rosario los tres
empresarios citados se involucraron en los negocios de Canals. En este sentido cabe destacar
que Eladio Mascias lo nombró apoderado para que realizara diferentes operaciones inmobiliarias en su nombre en tanto Preto y Mascias negociaron con los directivos del Banco
Hipotecario Nacional la obtención de medio millón de cédulas hipotecarias a favor de una
de las firmas lideradas por Canals.
Durante la etapa 1870- 1886 en la que este empresario se destacó por sus emprendi-
13 FERNÁNDEZ, Sandra, PONS, Adriana y VIDELA, Oscar, “Las burguesías regionales”..., Op.
Cit., pp. 436-437.
14 Otros autores para el caso de los inmigrantes italianos han destacado la importancia que entre los
mismos tuvieron las relaciones interpersonales creadas con anterioridad a su llegada. Véase DEVOTO,
Fernando, “Las cadenas migratorias italianas: algunas reflexiones a la luz del caso argentino”, Estudios
Migratorios Latinoamericanos, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericano, Buenos Aires, 1988,
Año3, N°8, pp. 103-203.
15 Renovación, 17 de agosto de 1963. A lo largo de este trabajo retomaremos algunas noticias referidas a la vida de Juan Canals publicadas en este periódico canalense, ya que su fundador el sacerdote
Hector Bianco, tuvo acceso a la documentación privada del empresario. De este modo estas páginas
biográficas recuperan muchos aspectos de la vida de Canals que son fundamentales para comprender
su trayectoria empresarial.
16 Renovación, 15 de setiembre de 1963.
14
Romina Garcilazo
mientos en el comercio mayorista, se asoció para llevar a cabo dichas actividades con uno
de sus cuñados Joaquín Escayola17. Ambos conformaron la sociedad comercial llamada
Escayola, Canals y Cía. (1876)18 dedicada a la rama de almacén al por mayor. Esta compañía le permitió a Canals obtener una ganancia significativa considerando los 32 mil pesos
nacionales que había aportado en el momento de su conformación. Hacia 1887 cuando la
firma se disolvió, Canals había absorbido el activo y el pasivo de la misma. Esto le permitió adquirir un conjunto de bienes, cuyos valores sumados daban como resultado una cifra
superior al capital inicial aportado. Entre aquellos se encontraban: 2 chacras, una casa,
diversos terrenos y edificios ubicados en el Pueblo de Ballesteros (provincia de Córdoba),
dos terrenos en la localidad de Río Cuarto y otros cuatro situados en la provincia de Santa
Fe (dos de ellos en el pueblo de San Gerónimo y los otros dos en la ciudad de Rosario).19
Probablemente Escayola jugó un rol protagónico en Barcelona, si bien residió en Rosario
junto a Canals en su casa ubicada en la calle Rioja 2051, denominada Palacio Canals20. Se
sabe que Escayola viajaba frecuentemente a aquella ciudad española, lo que nos demuestra
que Canals mantuvo durante su estadía en nuestro país estrechas relaciones con la patria de
origen -mediante su cuñado- importando de allí buena parte de los productos que comercializaba en la Argentina como vinos y aguardientes. Si bien -por el estado en que se encuentra
nuestra investigación- no contamos con datos certeros es muy probable que Canals haya
utilizado además los contactos de su padre y los vínculos comerciales de aquel para llevar
a cabo su propia empresa en la Argentina, debido a que ambos se dedicaban a la misma
actividad económica. Hipótesis que se vuelve aún más fuerte si tenemos en cuenta que una
empresa de estas características solo la podían llevar a cabo “aquellos que contaban con
capitales suficientes para organizar la travesía, a partir de representantes en el exterior, o
bien a partir de contactos directos con comerciantes y/o productores europeos”21.También
podemos argumentar que la sociedad liderada por Canals mantuvo estrechas relaciones
comerciales en la ciudad de Barcelona mediante la exportación de cueros.22
17 Joaquín Escayola estaba casado con una de las hermanas de Canals llamada Josefa.
18 Si bien la firma fue registrada en 1876, aquella era una sociedad de hecho antes de 1874, ya que,
según la información que nos brinda el diario La Capital, para este último año, la misma se encontraba
en pleno funcionamiento.
19 Archivo del Registro Público de Comercio de Rosario (en adelante ARPCR), Separación social
Escayola, Canals y Cía., Contratos 1885-1887, Libro N° 3, 1887.
20 Estos datos se sustentan en el testimonio de uno de los sobrinos nietos de Canals-Joaquín Escayolaexpuestos en la revista Renovación del 1 de diciembre de 1963.
21 FERNÁNDEZ, Sandra, PONS, Adriana y VIDELA, Oscar, “Las burguesías regionales”…, Op.
Cit., p. 448.
22 MIRAGAYA, Eduardo y SOLANES, Francisco, Los españoles en Rosario de Santa Fe. Su influencia
en el progreso de la ciudad, La Cervantina, Rosario, 1934, p. 178.
15
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Si seguimos analizando las redes familiares de Canals, un hecho ineludible lo constituye
su matrimonio en 1881 con Asunción Dam -una joven española perteneciente a una familia
distinguida de la ciudad de Rosario- quien era hija de Juan Dam un destacado empresario,
terrateniente, fundador en 1865 del Banco de Rosario y gerente del Banco Provincial de
Santa Fe, durante la segunda mitad de la década de 1880. Al igual que otros miembros de
la burguesía local, Canals eligió como esposa a una mujer proveniente de su mismo lugar
de origen y que poseía un gran prestigio social en la ciudad de Rosario23.
Podemos decir que no solamente la familia de sangre, sino también la familia política
fue la que le proporcionó a este empresario un conjunto de vínculos perdurables y sumamente efectivos- que constituyeron sus relaciones primarias o de mi primer orden-. Sin
embargo, Canals se valió de algunos de los miembros ligados a los negocios de su suegro
Juan Dam24- conformando lo que podríamos llamar relaciones secundarias o de segundo
orden25.Tal como lo ha expresado Dalla Corte, Canals junto a su suegro y a su cuñado
-José Dam- compartieron sus redes empresariales, por ejemplo, todos en diferente grado
estuvieron involucrados en el círculo íntimo de los negocios del español Carlos Casado del
Alisal, mediante inversiones en el mercado inmobiliario de Rosario, la compra de terrenos
en el chaco paraguayo y la participación en algunas de las principales empresas que Casado
lideró como el Ferrocarril Oeste Santafesino y el Banco Provincial de Santa Fe26.
Además, Canals estableció fuertes vínculos con uno de los familiares de Carlos CasadoFrancisco Casado, primo de aquel y administrador de la colonia Candelaria-27 con quien
conformó el 10 de diciembre de 1887 una sociedad colectiva destinada a la colonización
de un campo situado en la localidad de Tortugas, provincia de Córdoba.28
Otro personaje interesante en la vida de Canals fue Eloy Palacios, quien también perteneció al círculo íntimo de los negocios de Juan Dam. Ambos ocuparon cargos jerárquicos
en el Banco Provincial: Palacios fue director y Dam gerente de la mencionada entidad.
23 Cabe aclarar que es difícil ver el entramado social desplegado por algunos de los descendientes
de Canals, ya que este empresario no tuvo hijos. Con respecto a sus sobrinos sabemos muy poco, los
únicos datos con los que contamos es que dos de ellos - Carlos Escayola y Gabriel Escayola- fueron
pequeños comerciantes en la ciudad de Río Cuarto, provincia de Córdoba y que en sus inicios habrían
sido ayudados por su tío.
24 De las sociedades que Canals lideró Juan Dam solo formó parte de la Sociedad Anónima del Rosario
de Santa Fe.
25 PRO RUIZ, Juan, “Las élites de la España Liberal”…, Op. Cit., p. 65.
26 DALLA CORTE, Gabriela, Lealtades firmes. Redes sociales y empresas: la Carlos Casado S.A
entre la Argentina y el Chaco Paraguayo (1860-1940), CSIC, Madrid, 2009, p. 207.
27 DALLA CORTE…, Ibídem, p. 126.
28 APCR, Contrato de Sociedad de la razón Francisco Casado y Cía., Contratos 1887-1888, Libro N°
4.
16
Romina Garcilazo
Aquellos empresarios estuvieron unidos a Casado a través de su participación en la venta
de terrenos en el chaco paraguayo29. Durante su etapa de constructor Canals se involucró
estrechamente con Palacios, ambos formaron parte de la Sociedad Anónima del Puerto de
Rosario de Santa Fe (1889), siendo este último el fiador del proyecto para la construcción de
la sección sur del puerto de Rosario. Palacios fue accionista y presidente junto a Canals y a
otros empresarios de la Sociedad Anónima de Afirmados de la Provincia de Santa Fe (1889)
una firma que absorbió los contratos de adoquinado que Canals poseía con la Municipalidad
de Rosario y tenía por objetivo la realización de pavimentos y afirmados de calles30. Paralelamente, integraron la Sociedad Anónima Construcciones Civiles de la Provincia de Santa
Fe, entidad que tuvo por fin la celebración de contratos para la construcción de diferentes
obras públicas en la provincia.31
Una mención especial merece su cuñado, José Dam, quien formó junto a Canals una
importante sociedad comercial, la ya nombrada Canals, Dam y Cía. (1887), dedicada a la
comercialización de productos de almacén al por mayor. A partir de esta firma el empresario
adquirió una gran cantidad de terrenos urbanos en la ciudad de Rosario.32
En septiembre de 1887, Canals le confirió a José Dam un poder general “para que en
su nombre le administre, rija y gobierne todos los bienes inmuebles…que en la actualidad
posee en esta República… para que compre bienes raíces, muebles, acciones y derechos,
títulos de sociedades… para que en nombre de tome dinero o préstamo con hipoteca, o sin
ella, gire acepte… y transfiera letras, pagare u otros documentos”33. Dam fue apoderado
de Canals y mediante aquel poder conformó una multiplicidad de sociedades, algunas en
representación de éste y de la firma Canals, Dam y Cía.- tal es el caso de Maristany y Cía.
y Poncio Pons y Cía.- y otras como socios comerciales independientes - entre las que se
encontraban, el Ferrocarril Oeste Santafesino, la Sociedad Anónima del Puerto de Rosario
de Santa Fe y el Banco Sindical-.
A partir del análisis del grupo familiar de Canals podemos decir que la red relacional
29 DALLA CORTE…, Op. Cit., pp. 362-376.
30 APCR, Sociedad Anónima de Pavimentos y Afirmados de la provincia de Santa Fe, Contratos
1888-1890, Libro N° 5.
31 Canals traspasó a esta firma los contratos referidos a la construcción del Palacio de Justicia, la
cárcel provincial y las casas para obreros. ARPCR, Estatutos de la Sociedad Anónima Construcciones
Civiles de la Provincia de Santa Fe. Contratos 1888-1890, Libro N° 5.
32 Una gran cantidad de terrenos fueron comprados en la ciudad de Rosario por esta sociedad algunos
de ellos estaban ubicados en las calles Moreno y Rioja, Dorrego y Rioja, Independencia y Orden, e
Independencia entre Boulevard Argentino y Cochabamba.
33 Archivo Protocolos Notariales de la provincia de Santa Fe 2da Circunscripción (en adelante APNSF),
Poder general don Juan Canals- José Dam, Protocolos notariales del escribano Lisandro Paganini, T.
III, 1887.
17
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
conformada por él también estuvo integrada por uno de sus hermanos- Isidro Canals-. Se
sabe que Isidro, poseía en Barcelona un gran establecimiento mecánico34 y que sus viajes
esporádicos, para visitar a su hermano en la ciudad de Rosario, le sirvieron para emprender
algunos negocios transcendentes: fue accionista de la Sociedad Pavimentos y Afirmados de
la provincia de Santa Fe, de la Sociedad Construcciones Civiles de la provincia de Santa
Fe y de la Sociedad Puerto del Rosario de Santa Fe. Creemos que más allá de estas firmas,
Isidro se involucró en otras empresas con éxito, ya que para fines del siglo XIX, se había
instalado definitivamente en la ciudad de Rosario35.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, Canals complementó aquellas redes familiares con otros vínculos que fue estableciendo en distintos espacios de poder, tal es el
caso del Centro Comercial del Rosario (luego, Bolsa de Comercio de Rosario), de algunas
instituciones sociales36 y benéficas y a través de relaciones políticas forjadas en el ámbito
nacional, provincial y municipal.
Antes de pasar a analizar este último punto, me gustaría hacer una breve mención sobre
las sociedades de beneficencia con las que Canals colaboró. Sin duda, su participación en
algunas de estos espacios le permitió estrechar vínculos con las familias notables de la
ciudad, como así también este accionar le proporcionó un importante prestigio social entre
los habitantes de Rosario, que ponía de manifiesto “su identificación de clase”37. Canals
“subvencionó con fuertes sumas al Hospicio de Huérfanos de Rosario”38y si bien es aún
difícil determinar el efectivo apoyo económico que el empresario brindó a dicha institución
suponemos que la relación ha de haber sido estrecha. Las Damas de Caridad emitieron un
telegrama de condolencia a su esposa Asunción Dam, con motivo de su fallecimiento. En
representación de dicha sociedad, la presidenta-María de Larrechea- expresaba su profundo
dolor por la noticia recibida: “La Sociedad <Damas de Caridad> envía, por mi intermedio, la
expresión de su más sincera condolencia por la irreparable pérdida de su digno esposo, que
fue siempre el amigo y protector de los pobres huérfanos”39.También puede decirse que el
34 La Capital, 31 de marzo de 1887.
35 FERNÁNDEZ, A, Prontuario informativo de la provincia de Santa Fe, Rosario, 1896, p. 456.
36 Con respecto a los espacios de sociabilidad que Canals frecuentó a lo largo de este período en la
ciudad de Rosario, aún no contamos con demasiados datos, dado la imposibilidad de conseguir las
fuentes correspondientes. Lo que podemos afirmar es que este empresario no formó parte del Centro
Catalá de la Ciudad de Rosario, ya que el mismo fue creado tiempo después de su fallecimiento- en
1902- ni tampoco fue socio del Club Español de Rosario.
37 FERNÁNDEZ, Sandra y GALASSI Gisela, “La unión y la fraternidad”, en FÉRNANDEZ, Sandra
(Dir.) Sociabilidad, corporaciones, instituciones (1860-1930), Nueva Historia de Santa Fe, ProhistoriaLa Capital, Rosario, 2006, T. VII, p.58.
38 Renovación, 15 de octubre de 1963.
39 Renovación, 15 de noviembre de 1963.
18
Romina Garcilazo
empresario extendió sus donaciones a otras instituciones como la Sociedad de Beneficencia
de la ciudad de Rosario, ya que en uno de los diarios de la época se informaba que Canals
cedió un terreno para la construcción del Hospital de Caridad.”40
Este accionar en el ámbito de la beneficencia puede explicarse en tanto que en aquellos
espacios se daba la existencia de “una compleja trama de relaciones”41 que incluía a políticos, empresarios y diferentes miembros de la élite. Pertenecer e involucrarse en ellos por
medio de las donaciones, probablemente le significaron a Canals ampliar y fortalecer las
relaciones sociales creadas en otros escenarios, permitiéndole potenciar su “universo de
vínculos y reciprocidades”.42
Las vinculaciones políticas de un hábil constructor
Tomando en consideración las redes políticas tejidas a nivel nacional por Miguel Juárez
Celman- quien en este momento ocupaba el cargo de presidente de la nación- y José Gálvez- gobernador de Santa Fe - es que debe analizarse la trayectoria empresarial de Canals.
A nivel nacional, este empresario había logrado establecer fuertes vinculaciones; prueba
de ello fue la facilidad con que logró ganar importantes licitaciones -como la referida a
la construcción de la sección norte y sur del Puerto de la ciudad de Rosario-. Si bien en
el estado en el que se encuentra nuestra investigación, aún no podemos precisar como se
fueron creando las relaciones entre Canals y Juárez Celman; años más tarde la prensa de
la época43 nos da alguna información referida a este tema. Describiendo el accionar de este
empresario El Municipio afirmaba: “Ahí está Don Juan de cuerpo entero y en amigable
consorcio con directores de bancos, ministros, diputados nacionales, y otros personajes que
en aquella época representaban la influencia presidencial.”44
En el ámbito provincial, Canals estuvo fuertemente ligado a la figura de Gálvez45 cuyo
gobierno se caracterizó entre otras cosas, por la promoción de obras públicas. Aquí Canals tuvo un lugar preferencial, ya que le fue encomendada la construcción del Palacio de
40 La Capital, 14 de abril de 1889.
41 BONAUDO, Marta, “Cuando las tuteladas tutelan y participan. Las Damas de Caridad (18691894)”, Signos Históricos, México, 2006, N°15, p. 81.
42 Ibídem,
43Los diarios locales dirigieron importantes críticas hacia Canals denunciando al empresario por haber
extraído crédito ilimitado en el Banco Provincial de Santa Fe durante la presidencia de Juárez Celman.
Este hecho salió a la luz debido a una investigación llevada a cabo por el presidente Pellegrini donde
se revelaba la situación en la que se encontraban los bancos provinciales.
44 El Municipio, 11 de septiembre de 1894.
45 Gálvez fue gobernador de la provincia de Santa Fe durante los años 1886-1890, políticamente
pertenecía al denominado Club del Pueblo.
19
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Justicia. Para la realización de dicha obra el gobierno de la provincia solicitó al Concejo
Deliberante de Rosario, la donación de una fracción de tierra a la empresa Canals, Dam y
Cía. La solicitud de Gálvez decía: “Habiendo contratado el Poder Ejecutivo con el señor
Don Juan Canals la construcción de un Palacio de Justicia… y debiendo esta construcción
hacerse en un terreno del proponente y una parte de la Plaza San Martín, tengo el honor de
dirigirme al Señor Presidente, solicitando en nombre del Ejecutivo quiera esa Municipalidad ceder gratuitamente ese terreno para el expresado objeto”46 Días después el Concejo
autorizó la donación de los terrenos.
Otro hecho donde se visualizan las “buenas relaciones” que Canals mantuvo con el
gobierno de Gálvez, lo constituye uno de los proyectos presentados por este empresario
para la construcción de mataderos y mercados de abasto en la ciudad de Rosario durante el
año 1889. Si bien la propuesta no fue aprobada por el Concejo, el gobernador presionó a
las autoridades locales para cambiar aquella decisión. El Municipio describiendo una de las
reuniones mantenidas entre el gobernador y el intendente- Sr. Larrechea- para el tratamiento
de dicho tema, expresaba: “El doctor Gálvez escuchaba la palabra del señor Larrechea,
haciendo mal gesto, y para expresar mejor su desagrado dijo, hasta lo he llamado para
recomendarle ese asunto Canals es nuestro amigo y debemos atenderlo, la propuesta no es
mala, no se deje marear por lo que dice la prensa opositora… trabaje para que el Concejo
este a favor de lo que solicita Canals.”47
A nivel local mantuvo estrechas relaciones con el intendente Larrechea durante sus
primeros años de gestión. En aquel tiempo Canals firmó diferentes contratos con la municipalidad para el adoquinamiento y pavimentación de calles en la ciudad. Los mismos fueron
cumplidos por el empresario con algunas irregularidades. A pesar del retraso significativo
de la mayoría de las obras, Larrechea tuvo una actitud benevolente. En varias oportunidades
fue denunciado públicamente por permitir que Canals extrajera de su cuenta en el Banco
Provincial, dinero destinado al pago de las obras de pavimentación cuando estas todavía
no habían sido realizadas.48
Durante los años en los que Canals firmó aquellos contratos con la Municipalidad, con-
46 Archivo del Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario (en adelante ACDR), Expedientes del
Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario. Intendencia Municipal. T. II, año 1888.
47 El Municipio, 17 de abril de 1889.
48 El convenio celebrado entre el empresario de la construcción y la Municipalidad establecía en su
artículo tercero que el concesionario no podía disponer de ninguna suma de dinero, sin el recibo de la
intendencia correspondiente donde se precisara el número de cuadras adoquinadas. Sobre este punto
otros autores han hecho hincapié. Véase FRUTOS, Marta y LATTUCA, Ada, “Historia institucional de
Rosario. Gestión del Concejo Deliberante entre 1873 y 1890”, Revista Historia de Rosario, Rosario,
1996-1997, Año 35, N° 42, p.34.
20
Romina Garcilazo
tó con el apoyo de los integrantes del Concejo Deliberante49. Con algunos de ellos había
trabajado conjuntamente cuando había sido concejal en la ciudad50 como Nicasio Vila51 y
Ventura Brignardello. Otros como Emilio Ortiz52y Eloy Palacios formaron parte de algunas
de las sociedades lideradas por Canals.
Entre las causas que pueden explicar la aprobación de los proyectos presentados por
Canals por parte de la Municipalidad, era la fidelidad política que ésta demostró hacia el
gobernador Gálvez53. Así mismo, no debe pasarse por alto, las declaraciones que el propio
Canals dio a un diario local donde señalaba los beneficios que una de sus empresas había
otorgado a la Municipalidad: “Desarrollamos nuestro vasto plan de mejoras de Rosario
fomentamos la apertura de calles y del boulevard Santafesino… [Donamos] a la Municipalidad en diferentes puntos más de 300.000 metros cuadrados…, le hemos cedido para
cuando tenga recursos más de 30.000 metros ocupados por el exceso que sobre la anchura
de las calles tiene el boulevard: le contrate un jardinero de Montevideo uno de los mejores
jardineros para que haga los jardines del boulevard.”54
Por todo lo expuesto anteriormente podemos decir que Canals se valió de las vinculaciones políticas que creó en el ámbito nacional, provincial y municipal para ganar importantes
licitaciones, que de otra manera le hubieran sido inaccesibles.
Respecto a estos vínculos políticos que hemos descripto, si los analizamos retrospectivamente, podemos afirmar que si bien le posibilitaron desplegar plenamente su actividad
de constructor no parecen haberle sido efectivos con posterioridad a 1890. Es probable que
el empresario no haya podido reacomodarse en el nuevo escenario político, ya sea porque
la crisis económica lo afectó directamente desplazándolo de los principales espacios de
49 El sistema de licitaciones funcionaba de la siguiente manera: las propuestas debían ser presentadas
a la Secretaría de la intendencia, allí se seleccionaban los proyectos más ventajosos, y posteriormente
el ejecutivo los elevaba al Concejo, para ser luego evaluados por la oficina municipal de ingenieros.
50 Canals fue nombrado concejal el 27 de noviembre de 1881, por el término de dos años. Siendo
nuevamente electo -pero esta vez en calidad de suplente- el 5 de noviembre de 1882. Recuérdese que
los concejales eran elegidos de forma directa por los electores. Podían acceder a dicho cargo los hombre mayores de 17 años que fueran argentinos o extranjeros, que pagaran impuestos fiscales y que se
hallarán inscriptos en el registro municipal.
51 Vila fue accionista de las siguientes firmas: Banco Sindical, Tranway del Oeste, Sociedad Anónima
Puerto de Rosario de Santa Fe, Sociedad Anónima Pavimentos y Afirmados de la Provincia de Santa Fe,
Sociedad Anónima Construcciones civiles de la provincia de Santa Fe y Ferrocarril Oeste Santafesino.
52 Ortiz fue accionista de la Sociedad Anónima Construcciones Civiles de la Provincia de Santa Fe
y de la Sociedad Anónima Puerto de Rosario de Santa Fe.
53 El Concejo Deliberante de la ciudad fue tildado por la opinión pública como una dependencia servil
subordinada a los intereses del doctor Gálvez.
54 El Municipio, 6 de octubre de 1887.
21
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
poder o porque las relaciones creadas con anterioridad en el ámbito político no fueron lo
suficientemente firmes.
Ahora bien, cabría preguntarse retomando el pensamiento de Ramella55, si lo que hace
fuerte a un vínculo son las relaciones reciprocas ¿como respondió Canals a los beneficios que
obtuvo de cada uno de los miembros de su red? ¿Como devolvió aquellos favores para que
las relaciones creadas fueran firmes? Estos interrogantes pueden contestarse parcialmente,
aludiendo a que sus familiares y amigos formaron parte de sus negocios participando en
las sociedades que él mismo lideró. Recuérdese que la mayoría de las firmas conformadas
por Canals- Canals, Dam y Cía., Escayola, Canals y Cía.- eran sociedades colectivas donde
en caso de deudas todos los integrantes de la misma debían responder con su propio patrimonio. Con posterioridad algunas de sus firmas se transformaron en anónimas-Sociedad
Puerto de Rosario de Santa Fe, Construcciones civiles de la provincia de Santa Fe, etc.- por
lo cual cada uno de los socios sólo respondía por su capital aportado. En la mayoría de los
casos Canals era el principal accionista de estas empresas junto a algunos de sus amigos y
familiares como Juan Dam, Isidro Canals y Eloy Palacios.
Con respecto a las contraprestaciones que debió brindar a cambio de sus lealtades políticas, puede decirse que Canals ayudó económicamente a la Municipalidad, a través de
algunas donaciones de tierras y con sus propias construcciones que se enmarcaban en el
ideario de la clase dominante que pregonaba la necesidad de progreso. De este modo, aquellos fundamentos se convirtieron en bases firmes que le permitieron obtener el beneplácito
de los sectores dirigentes durante la coyuntura 1886-1890.
Consideraciones finales
Para culminar, quisiera hacer algunas reflexiones referidas a las lógicas de inversión
desarrolladas por el empresario estudiado.
Como se ha dicho al principio de este escrito, la actividad inicial de Canals en la plaza
rosarina fue el comercio de productos de almacén, que eran importados desde España. Sin
embargo rápidamente comenzó a invertir en otras ramas de la economía como el transporte
-fue accionista del Ferrocarril Oeste Santafesino, donde estableció fuertes vinculaciones con
otros empresarios como Casado del Alisal- y en el sector de las finanzas donde comenzó a
relacionarse con la familia Dam. Producto de las ganancias que obtuvo en el sector financiero y comercial pudo comprar tierras en áreas rurales ubicadas en el sur de la provincia
de Santa Fe y de Córdoba y aledañas al tendido de las líneas férreas las cuales fueron
destinadas a la colonización.
55 RAMELLA, Franco, “Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios”, en BJERG
María y OTERO, Hernán (Comps.), Inmigración y redes sociales en la Argentina moderna, CEMLA
- IEHS, Tandil, 1995, p. 20
22
Romina Garcilazo
El proceso de diversificación experimentado en la trayectoria empresarial de Canals demuestra que el conjunto de sus empresas no estuvieron totalmente relacionadas. Igualmente
podemos definir algunas vinculaciones entre sus principales actividades económicas- el
comercio y la especulación de tierras- y el resto de sus negocios. Por un lado, la comercialización de productos de almacén, fue complementada a través de la actividad industrial
debido a su participación accionaria en una fábrica destinada a la elaboración de bebidas
alcohólicas. Por otro lado, la compra de tierras en el mercado inmobiliario, y por medio de
ella la obtención de cédulas hipotecarias, le sirvieron como garantía de las obras públicas
proyectadas. A su vez la rama de la construcción quedó integrada al área industrial mediante
la creación de una de sus empresas dedicadas a la fabricación de ladrillos. Por otra parte, la
actividad especulativa se complementó con el Banco Sindical, una entidad cuya operación
principal fue la compra, venta y alquiler de propiedades y donde Canals era uno de sus
principales accionistas.
Para llevar a cabo cada uno de estos emprendimientos económicos por un período de
tiempo no mayor a veinte años, este empresario inmigrante forjó fuertes vínculos al interior
de la sociedad rosarina. Sus redes relacionales descriptas a lo largo de todo este artículo
deben ser comprendidas en relación a estas lógicas de inversión.
Recibido: 20/07/2010
Aceptado: 03/10/2010
23
Salvador Zaino, Dante Verati y Ferruccio Pagni, improntas
divisionistas hacia 1900 en Rosario
Nicolás Boni
CIAAL-UNR/CONICET
Resumen:
Los desarrollos divisionistas llevados a cabo por Giovanni Segantini, Pelliza da Volpedo y Gaetano
Previati se distanciaron del concepto de arte-investigación propuesto por Seurat y Signac en Francia;
aunque los intereses científicos y tecnológicos no les fueron ajenos, estos pintores aplicaron la técnica
de división del tono en una clave simbolista que orientó sus intereses hacia la visión de una humanidad
y una naturaleza “espiritualizada”.
Desde este lugar es posible seguir la dirección del linaje estético de tres maestros pioneros del arte
rosarino: Salvador Zaino, Ferruccio Pagni y Dante Verati. Estos pintores italianos adhirieron a los
postulados divisionistas que pueden rastrearse tanto en sus obras decorativas y de caballete, como
también en la dinámica de producción de los talleres y academias que fundaron en la ciudad.
Una aproximación a las teorías científicas que nutrieron a este movimiento francés finisecular permite
una mayor comprensión de los recursos técnicos y estilísticos con que contaron algunos de los primeros
maestros europeos que se establecieron en la ciudad de Rosario hacia finales del siglo XIX y primeros
años del XX.
Palabras clave: Modernidad - Arte argentino - Divisionismo
Abstract
The divisionism’s developments realized by Giovanni Segantini, Pelliza da Volpedo and Gaetano Previati
took a distance to the art-investigation’s concept proposed by Seurat and Signac in France; even the
scientific and technological’s interests don´t have been aliens to them, this painters applied the tone’s
division in a symbolist clef that oriented his interests to a vision of an “spiritualized” humanity and
nature. From this place can be possible to follow the aesthetical lineage of three artists from Rosario:
Salvador Zaino, Ferruccio Pagni and Dante Verati. These italians painters joined to the divisionism’s
bases, these rudiments can be traced in his decoratives works and in his paintings, but in the dynamic
of the fine arts academies and studios than they founded too.
An approximation to the scientifics theories of this french movement make it possible a better
comprehension of the technicals and stylistics resoucers of theses europeans painters who lived in
Rosario at the ending of the XIX century and the beginning of the XX.
Key Words: Modernity - Argentinian art - Divisionism
BONI, Nicolás, “Salvador Zaino, Dante Verati y Ferruccio Pagni, improntas divisionistas hacia 1900 en Rosario”, en Avances del Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 25-36.
25
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
El espacio como masa lumínica
Las aplicaciones artísticas de las investigaciones científicas del campo de la física y
aquellas dedicadas a la naturaleza de la visión humana de finales del siglo XIX tuvieron
su más profunda manifestación en la corriente neoimpresionista francesa encabezada por
Georges Seurat hacia 1884, año en que comenzó sus estudios previos de la pintura que se
convertiría en la obra- manifiesto de este movimiento: Una tarde de domingo en la isla de
La Grande Jatte. El impresionismo ya había reflejado en sus prácticas sus propias preocupaciones en torno a las nuevas teorías del color vigentes, desde las publicaciones de Eugene
Chevreul hasta las experimentaciones realizadas por Maxwel, Helmholtz y Rood. En cierto
modo, artistas y científicos tomaron una misma dirección al cuestionar la naturaleza de
los colores descartando su inmutabilidad y asumiendo “su dependencia de la percepción
individual”. Desde ese momento los colores “formaron parte del universo de la luz que era
una de las dimensiones elementales de la naturaleza. A diferencia de los tradicionalistas
(tanto en arte como en ciencia) nunca más pudieron creer en la existencia de una realidad
permanente, independiente e inmutable que podía ser controlada desde la perspectiva de
la física de Newton” 1
Tanto la luz como el tiempo y el espacio fueron preocupaciones que atravesaron a estos
movimientos, materializándose por ejemplo en las célebres secuencias de imágenes seriales
de catedrales de Monet, donde las relaciones entre estas dimensiones son evidentes. Por
su parte la corriente neoimpresionista se aventuró más allá que el impresionismo en la
trasgresión de la representación espacial euclídea; el espacio representado, “al no ser un
vacío sino una masa de luz, tiende a expandirse, a mostrarse como un globo de sustancia
atomizada y vibrante. Los cuerpos sólidos, en este espacio-luz, son formas geométricas
curvas, moduladas según el cilindro y el cono; tienen un desarrollo volumétrico al que no
corresponde un peso de masa; están hechos del mismo polvillo multicolor que invade el
espacio; no interrumpen la vibración de la luz”.2
En este sentido, y de un modo generalizador, pueden pensarse también estos movimientos
como contribuyentes tempranos al inicio de la transformación perceptual de la sociedad
burguesa que Donald Lowe describe como una revolución acontecida entre 1905 y 1915;
este autor explica que en este período “ fue derrocada la linealidad visual racional: Lo que
surgió en su lugar puede caracterizarse como multiperspectividad, es decir, la aceptación
de diferentes relaciones perspectivas dentro de una sola disciplina. La multiperspectividad
1 DENVIR, Bernard, El impresionismo, Labor, Barcelona, 1975. p. 10
2 ARGAN, Giulio Carlo, El arte moderno 1770-1970, Fernando Torres Editor, Valencia, 1977, p.
150.
26
Nicolás Boni
desembocó en un nuevo campo perceptual en el siglo XX, para reflejar la estructura modificada de la sociedad burocrática de consumo controlado”.3
Las bases científicas del divisionismo proponían como verdad que la luminosidad de la
mezcla óptica era siempre superior a la de la mezcla material, este enunciado estaba basado
en las numerosas ecuaciones de O. N. Rood y se materializaba llevando a cabo una metódica
separación de los elementos cromáticos a través de ínfimas pinceladas puntuales aplicadas
con precisión matemática, teniendo en cuenta los diversos efectos de contrastes de colores
complementarios. El objeto se representaba ahora dividido en sombra, luz, color local, y
sus respectivas interacciones, método que superficialmente puede explicarse del siguiente
modo: En primer lugar plasmaban en el lienzo el color local del objeto (el que presenta el
objeto bajo una luz blanca), posteriormente con otras pinceladas incluían la porción de luz
coloreada reflejada sobre la superficie del mismo, en tercer lugar los colores reflejados por
los objetos circundantes y finalmente las sombras de color y aquellos complementarios
del ambiente.4 Una vez reunidos por separado los elementos cromáticos individuales que
emitían los objetos de la naturaleza, la reconstitución de la imagen se producía en el ojo
del espectador; concepto que se anclaba en las teorías de H. W. Dove. 5
La apelación a la mezcla óptica como recurso pictórico no era una novedad en sí misma,
ya que Delacroix y los impresionistas habían recurrido a ella tiempo atrás, pero sí lo era el
carácter científico explícito de la estricta sistematización del método en pequeños puntos
coloreados, la técnica pictórica debía ser ahora (ante la aparición de la fotografía como un
medio científico-mecánico de representación) tan rigurosa y precisa como aquella de la
investigación científica.6 Mientras la técnica impresionista era “instintiva e instantánea”,
la de los neoimpresionistas se tornaba “deliberada y constante”.7
Una aproximación a las diversas teorías científicas que nutrieron a este movimiento
francés finisecular, permite una mayor comprensión de los recursos técnicos y estilísticos
con que contaron algunos de los primeros maestros europeos que se establecieron en la
ciudad de Rosario hacia finales del siglo XIX y primeros años del XX. Los pintores italianos
Salvador Zaino, Ferruccio Pagni y Dante Verati, con diferentes niveles de compromiso y de
manera dispar, adhirieron a los postulados divisionistas que pueden rastrearse tanto en sus
obras decorativas y de caballete, como también en la dinámica de producción de los talleres y
3 LOWE, Donald, Historia de la percepción burguesa, Fondo de cultura Económica, México, 1982,
p. 214.
4 REWALD, John, El postimpresionismo. De Van Gogh a Gauguin, Alianza, Madrid, 1982, p. 66.
5 Ibídem.
6 ARGAN, Giulio Carlo, El arte moderno 1770-1970, Fernando Torres Editor, Valencia, 1977, pp.146
y 147.
7 SIGNAC, D’ Eugene Delacroix au néo-impressionnisme, Paris, 1899, cap. II. Citado por Rewald,
John, Op. Cit., p. 74.
27
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
academias que fundaron en la ciudad. Las peculiaridades con que fueron desarrolladas estas
técnicas en el medio rosarino también se ven reflejadas en las huellas que imprimieron en
la obra de sus jóvenes discípulos, muchos de los cuales fueron protagonistas de la “primera
generación de artistas rosarinos”8. Estos tres maestros pintores, que también se desempeñaron como decoradores y escenógrafos de los flamantes teatros líricos del ciudad, formaron
parte de un grupo de artistas pioneros que cimentaron las bases de la plástica local a través
de la difusión de los movimientos de renovación estética europeos de los que formaron
parte, revistiendo al primer campo artístico rosarino de un carácter netamente moderno.
Espiritualismo y ciencia
La adopción de las técnicas neoimpresionistas fuera de Francia comenzó tempranamente
en 1887 con la participación de Seurat en la exposición que organizaba anualmente el grupo
vanguardista belga de los XX (Les Vingt) en Bruselas.9 Sin embargo fue en Italia donde
las repercusiones de estas prácticas adquirieron mayor relevancia y una identidad propia;
desde este lugar es posible rastrear el linaje estético de los tres maestros pioneros del arte
rosarino involucrados en este estudio.
La aparición de intereses técnico-científicos en el arte italiano coincide con el desarrollo
industrial de las provincias septentrionales de este país, en Milán los desarrollos divisionistas llevados a cabo por Giovanni Segantini, Pelliza da Volpedo y Gaetano Previati se
distancian del concepto de arte-investigación propuesto por Seurat y Signac. Aunque los
intereses científicos y tecnológicos no les eran ajenos, como lo demuestra Previati en su
libro de 1906 titulado I Principi Scientifici del divisionismo,10 estos pintores aplicaron la
técnica de división del tono en una clave simbolista que orientó sus intereses hacia la visión
de una humanidad y una naturaleza “espiritualizada”.
Si pensamos en las reflexiones de Arlindo Machado en sus escritos sobre las poéticas tecnológicas hacia 1970, podemos percibir cómo cíclicamente en la historia del arte occidental
las adhesiones entusiastas a las nuevas tecnologías sufren muchas veces un cambio de sentido
en dirección a cierto irracionalismo de elevación espiritualizante.11 Así la constelación de
temas tratados por el divisionismo italiano atravesaron la ideología político-social en Pelliza
da Volpedo, el simbolismo espiritualista en Segantini o la retórica histórico-alegórica en
Previati12. Mientras tanto los intereses originales neoimpresionistas de profunda indagación
8 SLULLITEL, Isidoro, Cronología del arte en Rosario, Biblioteca, Rosario, 1968, p. 51.
9 REWALD, John, Op. Cit., p. 87.
10 PREVIATi, Gaetano, La Técnica de la pintura y el divisionismo, Argos, Buenos Aires, 1950.
11 MACHADO, Arlindo, “Máquina e imaginario” en El paisaje mediático. Sobre el desafío de las
poéticas tecnológicas, Libros del Rojas, Buenos Aires, 2000, p. 234.
12 ARGAN, Giulio Carlo, op. cit, p. 199.
28
Nicolás Boni
científico-tecnológica tuvieron su manifestación en Roma de la mano de Balla, Boccioni y
Severini quienes encontraron en la división del color un medio para expresar la dinámica
del movimiento futurista.
Para tener una noción de la admiración que muchos artistas argentinos profesaban, en
los albores del siglo XX, hacia esta tendencia simbolista del divisionismo, se puede recurrir
a la voz de Martín Malharro que en 1903 expresaba en relación al arte italiano: “Su más
gran figura en el Arte contemporáneo, es sin disputa alguna, Giuseppe Segantini [sic] Es
el primero que, rompiendo con el clasicismo amanerado y triunfante de su tierra, señala
nuevas rutas, planteando valientemente los principios de su divisionismo, el que lo presenta
hoy como una de las grandes personalidades de su época” 13
El mismo Previati en su obra teórica antes citada también reconoce el protagonismo de
Segantini dándole un lugar culminante en el arte de la segmentación cromática.14
No sorprende la profunda compilación de estudios físicos, fisiológicos, ópticos y perceptuales que están incluidos en esta gran obra de Previati, la cual incluye las reflexiones acerca
de las teorías sobre la composición nerviosa retiniana de Young, los estudios de fisiología
óptica de Helmholtz, la teoría científica de los colores de Rood, los discos o círculos cromáticos de Chevreul, preocupaciones por la variación cromática de los pigmentos con el
paso del tiempo, hasta los postulados de Bruke acerca de la cromatización de las sombras
incluídos en su obra Principes Scientifiques des Beaux-Arts.15
Entre Paisajes y figuras
Salvador Zaino llegó a la ciudad de Rosario en 1889, un año después de su arribo, comenzó a dictar clases de dibujo artístico y ornamental en el Club Industrial y poco después
formó parte del Instituto de enseñanza artística de Rafael Vicente Barone. Los lazos de
unión entre Barone y Zaino pueden rastrearse en intereses estéticos compartidos, que saltan
a la vista al cotejar ambas producciones pictóricas, especialmente las pinturas paisajísticas apuntadas en el campo por ambos maestros ligadas a un pleinairismo de perspectivas
impresionistas. También comparten el oficio de la decoración al haberse desempeñado
ornamentando teatros y residencias particulares.16
13 MALOSETTI COSTA, Laura, “Estilo y política en Martín Malharro”, en Separata, año VIII, nº
13, Rosario, diciembre de 2008, p. 17.
14 PREVIATI, Gaetano, Op. Cit., p. 207.
15 Ibídem, p. 111.
16 Zaino va a fundar y dirigir, inmediatamente después de su paso por el instituto de Barone, su propia institución a la cual nombró Academia Rosarina de Bellas Artes. Más tarde esta institución tomó
el nombre de Academia Estímulo de Bellas Artes, y recibió el reconocimiento oficial del “Superior
Gobierno de la Provincia” en 1904, otorgando el título de “Profesor de dibujo, pintura, modelado y
29
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
De las pinturas murales de Salvador Zaino que hoy se conservan, aquellas que decoran
el cielorraso del Teatro El Círculo nos brindan las claves que revelan una actitud estilística
orientada hacia las corrientes divisionistas italianas. El plafond de la sala central describe una
escena de reunión de todas las artes en un espacio parnasiano. La tradición de personificar
a la música junto a la pintura, la escultura y la arquitectura en una alegoría de las Bellas
Artes es invocada a este espacio que también era utilizado con frecuencia como salón de
exposición de las más reconocidas academias artísticas del Rosario de principios de siglo.
Este techo presenta una composición resuelta por la exclusiva presencia de amorcillos y
figuras femeninas, algunas de ellas con el torso desnudo, en sensuales posiciones. El efecto
evanescente del fondo de nubes parece corresponder a una técnica de rápida ejecución basada
en pinceladas libres de forma y manchas precisas en tonalidades de contrastes moderados
que resultan, sumadas a las gráciles posiciones de los cuerpos, en uno de los principales
factores responsables de la “vaporosidad” de la composición.
Este modo de trabajar el fondo adopta mayor relieve en el último plafond de la sala
contigua, en el que vemos tres mujeres recostadas, semidesnudas, asediadas por las flechas
de siete amorcillos. Ahora las pinceladas sueltas adquieren mayor contraste y producen
ciertas situaciones rítmicas que acompañan los movimientos de las figuras. Este techo y su
tratamiento pictórico merecen especial atención por su correspondencia con otra obra de
su autoría presentada en el Primer Salón de Bellas Artes de Rosario en 1917 bajo el título
Ninfas del Paraná. Este cuadro, el cual lamentablemente sólo pudo ser ha analizado por una
fotografía en blanco y negro publicada en el catálogo de la muestra, presenta nuevamente
figuras desnudas sobre camalotes que flotan sobre las aguas del río en posiciones similares
a las del plafond de El Círculo. No resulta absurdo arriesgar que pudo tratarse del desarrollo
de otro boceto de Zaino sobre los mismos modelos tomados para su trabajo en el teatro. Pero
sin embargo, en esta obra de caballete, el autor dio rienda suelta a sus convicciones estéticas,
más contenidas, pero también presentes en el fondo de su pintura mural, resolviendo toda la
pieza adoptando una técnica ligada al divisionismo, en su particular interpretación italiana
de sensibilidad simbolista, en boga desde principios de siglo en nuestro medio.
Zaino desarrolló, durante su larga trayectoria artística, una pintura moderna de identidad
regional. Transitó motivos urbanos de la ciudad en ciernes con tratamientos pictóricos vinculados a vertientes postimpresionistas y retratos y temas suburbanos, como las barrancas y
el río, en un anclaje estético profundamente arraigado a las corrientes impresionistas y “tratados a partir de pinceladas ligeramente gestuales y cargadas de materia, que eran ejemplos
escultura”. En el año 1900 fue nombrado profesor de Dibujo Natural de la Escuela Normal Nacional
ejerciendo por más de 30 años la docencia en esta institución hasta su jubilación en agosto de 1933.
Véase SENDRA, Rafael, “El pintor y decorador Salvador Zaino. Inicios de la temática del litoral” en
Rosario, ciudad y artes plásticas, Dirección de publicaciones, UNR, 1990.
30
Nicolás Boni
de una pintura espontánea, colorida y luminosa”.17 Además de la influencia de la escuela
francesa, podemos citar la manifiesta admiración de Zaino por Sorolla, Mongrell, Fortuny
y la escuela levantina española, que gozaba de gran prestigio en el país y, particularmente
en la ciudad, en los primeros años del nuevo siglo.
Sin embargo la pintura de paisajes de Zaino trasciende la descripción de efectos lumínicos que retratan la naturaleza, para adquirir una dimensión más espiritualista, en la que
la visión objetiva pierde vigor en favor de una mirada atravesada por el sentimiento y la
subjetividad del artista. Esta visión simbolista de la naturaleza era compartida por varios
de nuestros artistas pioneros, como el livornés Ferruccio Pagni en sus evocativos paisajes
de Torre del lago. Ambos maestros fueron recordados por Luis Ouvard, uno de primeros
pintores rosarinos, al mencionar sus singulares usos cromáticos: “el violeta yo lo conocí
con Zaino y siempre me llamó la atención la forma de trabajarlo […] era una época en que
el violeta no entraba salvo en Zaino o en Pagni”. 18
En Salvador Zaino encontramos a un pintor profundamente comprometido a estéticas
modernas que inevitablemente, como se ha demostrado, permeaban todos los aspectos de
su arte, desde las pinturas de caballete hasta sus trabajos ornamentales murales. En estos
últimos los rasgos de modernidad aparecen más contenidos, pero sin embargo brotan en
operaciones técnicas e intelectuales que hilvanaban el “gusto europeo” de la alta burguesía
rosarina y la significación iconográfica y simbólica de los temas abordados con las principales corrientes europeas finiseculares de las que nunca se apartó.
Reconstrucciones luminosas y evocativas del paisaje
Desde 1904 y hasta 1917, el pintor livornés Ferruccio Pagni residió en la ciudad de
Rosario ejerciendo un rol docente a través del cual impartió nociones pictóricas atravesadas por los movimientos de renovación artística que él mismo no sólo vivenció sino que
protagonizó en su país natal.
Las filiaciones estéticas de Pagni pueden trazarse desde sus primeros pasos en la Escuela
Comunal de Dibujo de Livorno, pasando por su sólida formación pictórica junto a Giovanni
Fattori en Florencia, donde adhirió a las premisas del movimiento de los macchiaioli. Sin
embargo posteriormente se situó en el epicentro de la polémica discusión sobre la renovación
de las artes en Italia al ser introducidas las corrientes impresionistas y postimpresionistas
francesas, por las cuales renegó de su ascendencia fattoriana.
17 FANTONI, Guillermo, “El Perigord en la pampa: la pintura de Luis Ouvrard”, en Studi Latinoamericani, Centro Internazionale Alti Studi Latino-Americani, Universitá Degli Studi Di Udine, Nº 3,
2007, p. 391.
18 FANTONI, Guillermo, “Aproximación a la historia de vidas: Conversaciones con Luis Ouvrard”,
en Anuario, Nº 11, Segunda Época, UNR, FHyA, Escuela de Historia, 1985, pp. 288-289.
31
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Alfredo Muller, uno de sus compañeros de estudio también discípulo de Fattori, había
llegado de Paris donde había tomado clases con Pissarro, de este modo difundió entre sus
amigos el modo de reconstrucción luminosa de los volúmenes propia del neoimpresionismo,
al cual Camile Pissarro, ya maduro, se había volcado con gran compromiso. Esta nueva
“representación de la realidad”, basada en las modernas investigaciones científicas antes
señaladas, atrajo profundamente a los jóvenes pintores. En una carta firmada por Fattori
en Florencia, en enero de 1891 y dirigida a sus alumnos con motivo de la participación
de los mismos en la polémica muestra de la Promotrice florentina de 1890-9119, Fattori
desaprueba sin ningún resquemor el curso tomado por la pintura de Pagni y del resto del
grupo, dirigiéndoles penosas críticas, que tuvieron como consecuencia el alejamiento de
los jóvenes pintores de su ascendencia fattoriana. 20
La nueva dirección tomada por Pagni se materializó en una pintura de paisajes evocativos
y escenas lacustres que dan cuenta de una búsqueda estilística orientada hacia Francia. En
esta experiencia, obtuvo sus motivos pictóricos del descubrimiento de Torre del lago en
1890, cuya belleza natural lo cautivó y donde fijó su residencia. De su propia voz podemos
percibir las razones de su llegada a esta población y la fascinación ejercida por esta tierra:
[…] in cerca di un asilo alla propia giovinezza sognante e di un pio riparo alla borsa sfornita,
scoprì, novello Cristoforo Colombo, Torre del Lago, dove si poteva sognare anche a occhi
aperti, dove si aveva la fortuna di vivere quasi quasi per nulla. […] Paesaggio di sogno per
gli amanti e per gli artisti, dove tutto appare morbido e tenue allo sguardo, dove, quando le
luci si combinano in certi aspetti, sembra di vivere in paese d’Oriente. 21
19 MONTI, Raffaele, Fattori, El impresionismo y los inicios de la pintura moderna, Planeta- De
Agostini, S.A, Barcelona, 1999, p. 48.
20 Es necesario aquí para comprender las amargas críticas que dirigió el anciano maestro a sus alumnos, establecer aún a riesgo de simplificar en extremo la cuestión, una clara diferenciación entre ambos
movimientos. Los neoimpresionistas, como ya ha sido expuesto, intentaron fundar un nuevo sistema de
representación de lo real basándose en la sensación pura, en el que las notas de color o de luz creaban el
espacio representado. Por su parte, los macchiaioli, si bien definían la forma a través de la mancha, el
espacio era preexistente a la misma, había una clara situación de los cuerpos en el mismo y a pesar de
que los colores también funcionaban como luz utilizaban el negro como sombra. En palabras de Argan,
estos pintores “simplificaron la visión tradicional, la visión perspectivista; la mancha funcionó como
síntesis que ordenó y construyó en la forma las sensaciones coloristas y luminosas”. Véase ARGAN,
Giullio Carlo, Op. Cit., pp. 204-205. Véase también LAMBERTO VITALI, Lettere dei Macchiaioli,
Giulio Einanudi Editore, 1978, pp. 64-66.
21 […]en busca de un refugio a la propia juventud soñadora y de un santo remedio al bolsillo vacío,
descubrí, como un nuevo Cristóbal Colón, Torre del Lago, donde se podía soñar a ojos abiertos, donde
se tenía la fortuna de vivir casi casi por nada. […] Paisaje de sueño para los amantes y para los artistas,
donde todo aparecía suave y tenue a la vista, donde cuando las luces se combinaban en cieros modos
y las coloraciones asumían algunos aspectos, parecía vivir en un país de Oriente. Pagni, Ferrucio,
Marotti, Guido. Giacomo Puccini intimo (nei ricordi di due amici), Vallechi Editore, Firenze, 1926,
32
Nicolás Boni
Estas palabras también revelan algunos aspectos simbolistas de sus percepciones sobre
el paisaje, como visiones oníricas plenas de subjetividad. En estas tierras entablará una
profunda amistad con el compositor Giácomo Puccini, convirtiéndose en testigo preferencial
de instantes que fueron hitos de la historia de la lírica mundial. Estos momentos publicados
en sus memorias sobre la vida del músico, recrean aspectos de su personalidad y de su
vida bohemia en Torre del lago.22 En este marco de lírica pucciniana, la obra de Pagni se
despliega en paisajes intimistas, en los que se conjugan motivos lacustres en relación a las
distintas horas del día y la variación de las estaciones, en bosques de pinos y pantanos que
representan melancólicamente la naturaleza intacta de Torre del Lago. Las escasas obras
encontradas nos demuestran un claro tratamiento pictórico deudor de las corrientes impresionistas y postimpresionistas francesas, que por esos años eran adoptadas con complejas
peculiaridades en las distintas regiones de Italia. La modulación del color y la evanescencia
de la forma en favor de un intenso cromatismo, a veces de pequeñas pinceladas cargadas
de materia, acercan a Pagni, en alguna de sus obras, a la poética divisionista lombarda más
que a la toscaza, específicamente a ciertos paisajes espiritualistas segantinianos.23 Durante
su estadía en esta población Ferruccio Pagni supo consolidar una identidad artística en
consonancia con su credo de que “el arte debía reflejar la infinita belleza de la naturaleza”.24
Una vez llegado a Rosario en 1904 inaugura su propia academia de pintura, a la que dio
el nombre de Leonardo da Vinci. Probablemente la actividad de esta academia haya sido
breve, ya que en 1908 lo encontramos formando parte del cuerpo académico convocado
por el escenógrafo napolitano Mateo Casella, para la reapertura anual de su Instituto como
Profesor de Dibujo y Pintura. La Academia Morelli había sido abierta en nuestra ciudad
en 1905 y sostenía un severo nivel programático de enseñanza que se hace tangible en
la organización de cursos anuales de creciente complejidad definidos en seis niveles que
aseguraban en su promoción una moderna formación artística.25 Hacia 1910 Pagni había
concretado alguna muestra en Buenos Aires sin demasiado éxito26 y se había hecho cargo
pp. 13 y 17. La traducción es nuestra.
22 Ibídem
23 El divisionismo toscano tuvo entre sus más importantes representantes a Plinio Nomellini y Francesco Fanelli, ambos amigos y compañeros de estudios de Ferruccio Pagni.
24 PAGNI, Ferruccio, Op. Cit., p. 81
25 El programa de esta academia y la significación que la figura de Casella tuvo en la historia del arte
de Rosario, ha sido trabajada en BONI, Nicolás, “Espacios de ficción y espacios pedagógicos: Mateo
Casella y su Academia de Bellas Artes”, artículo presentado en las V Jornadas Nacionales Espacio
Memoria Identidad, 8, 9 y 10 de octubre, Rosario, 2008.
26 La revista Nosotros hace referencia a una muestra que llevó a cabo Pagni en Buenos Aires en 1907
en una galería de calle Florida llamada L’Aiglon en la que presentó varios óleos y pasteles. La revista
citada da cuenta de la poca notoriedad que tuvo la misma y su redactor, el rosarino Emilio Ortiz Grognet,
33
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
de las clases de Dibujo y Pintura que se impartían en Fomento de Bellas Artes, una institución multidisciplinaria en la que además de estos cursos existía un conservatorio musical
dirigido por el maestro Alejandro Risone.27 En este instituto donde se impartían “las leyes
primeras del dibujo y la perspectiva, del claroscuro y el color”28 tuvo como alumnos a Nicolás Melfi, a Augusto Schiavoni, quien antes había concurrido a la Academia de Casella,
y a Manuel Musto, con el que Pagni entabló una profunda amistad. Es a través de la pintura
de Musto de aquellos primeros años de formación por la que llegamos a tener una noción
de las ideas y técnicas pictóricas modernas promovidas por nuestro maestro livornés en sus
clases. Ouvrard relata una visita a su taller: “[…] Pagni era un hombre que usaba los violetas
[…] me encontré con un retrato que le había hecho Musto que tenía violetas en el torso y
recuerdo que me causó una impresión bárbara, era una cosa nueva”. Ouvrard nos habla de
estos nuevos usos cromáticos que exhibían los movimientos renovadores de la pintura de
fines del siglo XIX y principios de siglo XX en Europa y que en Rosario él podía percibir
solamente en la pintura de Salvador Zaino y reconocer su difusión en las clases que impartía
Ferrucio Pagni en Fomento de Bellas Artes. 29 Es posible rastrear los fundamentos del uso
del color violeta como sombra en las teorías de G. Calvi en su escrito Norma per dipingere
le ombre presentado en el Congreso Científico florentino de 1841, cuyos conceptos incluye
Previati en su obra teórica.30 En ella establece que en la aurora “la luz del sol naciente pasa
del púrpura al naranja y al amarillo, y, en efecto, se ve cómo la sombra va del verde azul
a un azul muy puro, y termina en el gris azulado o violáceo que caracteriza a los cuerpos
iluminados por la luz del día”31
Podemos corroborar este uso moderno del color, promovido en la formación de nuestra
primera generación de pintores rosarinos, en la observación de la propia pintura de Pagni: en
el óleo Ulivo el volumen del tronco y las ramas es definido por esta utilización de sombras
violetas que sorprendía a Ouvrard y que se repite en otra pintura llamada Pascolo a Torre
del Lago, con la particularidad de que ahora se trata de pequeñas y cortas pinceladas de sombras de color violáceo, que en sus relaciones de complementariedad cromática determinan
una técnica divisionista a la cual, como ya hemos expuesto, evidentemente Pagni adhería.
Las huellas divisionistas que algunos alumnos de estas primeras academias exhiben en
no disimuló su indiferencia hacia las obras, haciendo un único y banal comentario al respecto: “llamaba
la atención por ser todos los marcos de idéntica varilla”. En Nosotros [Publicaciones periódicas]. Tomo
I, Nº 2, Buenos Aires, Septiembre de 1907, p.126.
27 Monos y Monadas, Rosario, 8 de enero de 1912, sin paginar.
28 MONTES Y BRADLEY, R.E., El camino de Manuel Musto, Hipocampo, Rosario, 1942, p.40-43.
29 FANTONI, Guillermo, “Aproximación a la historia de vidas: conversaciones con Luis Ouvrard”,
Op. Cit., pp. 288-289.
30 PREVIATI, Gaetano, Op. Cit. pp. 112 - 115.
31 Ibídem, pp. 114 - 115.
34
Nicolás Boni
su obra, como Alfredo Guido y Manuel Musto, fueron rastreadas por Adriana Armando en
trabajos de reciente publicación que arrojan luz sobre las implicancias pictóricas que tuvo
la promoción de estas prácticas por los primeros maestros y que de algún modo se reflejan
en el peculiar desarrollo de los dos pintores rosarinos citados.32
En 1917 Ferruccio Pagni emprende su regreso a Italia, a su entrañable Torre del Lago
cuyo recuerdo nunca abandonó mientras residó en Argentina:
[…] Talvolta, per consolarmi, afferravo pennelli e colori e così, a memoria, m’ indugiavo a
dipingere sopra un “legno” un canneto, dell’acqua, dei pini e quando avevo finito m’ accorgevo che quei motivi venivano di… lontano! Oh inobliata e inobliabile Torre del Lago!... 33
Tras su partida lo sucedió en sus clases de Fomento de Bellas Artes el pintor Dante
Verati, no resulta casual la elección de este escenógrafo y decorador para el reemplazo de
Pagni si se piensa en las orientaciones estilísticas compartidas por ambos artistas. También,
como en el caso de Pagni son muy escasas las obras conservadas de Verati, sin embargo
podemos tener una idea cabal del estilo de su producción a través del registro documental
de la presentación de sus obras en la Galería Witcomb de Buenos Aires en 1920, en la que
fue identificada como “escuela divisionista”, expresión que no hace más que demostrar el
profundo nivel de compromiso del maestro con estas modalidades de producción. 34
Se desconoce la fecha de arribo de Verati a nuestra ciudad aunque sus trabajos de decoración mural en la Iglesia Santa Rosa datan a fines del siglo XIX, allí plasmó un ciclo
de escenas de la vida de Jesús, entre otras imágenes religiosas. En relación a otros trabajos
decorativos en residencias particulares, algunos testimonios de los descendientes del Dr.
Chávez Goyenechea refieren que en su palacete de calle San Luis y Oroño existían decoraciones murales de este artista, entre ellas dos plafones pintados: una bacanal en el salón
comedor y un himeneo en el dormitorio principal. Si bien la mansión aún se conserva en buen
estado, estas pinturas se perdieron al ser cubiertas al remodelarse el interior de la misma.
También a través del testimonio de Ennio Iommi, cuyo padre Santiago Girola era un escultor íntimo amigo de Verati, sabemos que en la casa de su infancia rosarina el pintor había
plasmado en las paredes del comedor “ristras de salamines colgados, pintados en trompe
32 ARMANDO, Adriana, “Alfredo Guido y el mundo rural: atmósferas espiritualistas y épica campesina”, en Avances, Nº 9, Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades,
Universidad Nacional de Córdoba, 2005-2006, pp. 21-32 y “Silenciosos mares de tierra arada”, en
Studi Latinoamericani, Centro Internazionale Alti Studi Latino-Americani, Universitá Degli Studi Di
Udine, Nº 3, 2007, pp. 365-379.
33 “[…] A veces, para consolarme, aferraba pinceles y colores y así, de memoria me detenía a pintar
un leño, un cañaveral, el agua, los pinos y cuando había terminado notaba que aquellos motivos venían
de… lejos! Oh inolvidada e inolvidable Torre del Lago…”PAGNI, Ferrucio, Op. Cit. p.134.
34 ARMANDO, Adriana, “Alfredo Guido y el mundo rural: atmósferas espiritualistas y épica
campesina”,Op. Cit., p. 27.
35
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
l´oeil que hacían que esta habitación pareciese una “tienda de comestibles”,35 gesto que
ilustra los aspectos bohemios de la vida de la mayoría de estos primeros maestros italianos.
Verati se desempeñó como escenógrafo en el teatro Colón de Rosario, inaugurado en
1904. Muchas veces la realización de los telones pintados sobre papel de escenografía
requería una técnica de rápida ejecución, en la que las formas de los follajes o jardines, y
las texturas de los muros de las arquitecturas se resolvían en manchas de luces y sombras
coloreadas aplicadas de manera precisa y superpuestas que a la distancia del espectador y
por mezcla óptica se leían como pasajes de tono sin interrupciones cromáticas. Esta técnica,
como podemos comprobar en algunos ejemplares de estos telones que aún se conservan,
se acercaba a los postulados divisionistas y de alguna manera también aproximaban a los
aprendices y ayudantes a las nuevas tendencias pictóricas.
En la residencia del doctor Goyenechea antes mencionada aún conservan un óleo firmado
por Verati cuyo motivo es un paisaje serrano que está resuelto en puntos y pinceladas cortas
y filamentosas de colores complementarios, aplicadas en direcciones alternadas, que por
mezcla óptica van brindando las distintas modulaciones cromáticas que incluyen nuevamente
el uso de sombras violetas. Ennio Iomi también conserva otro cuadro fechado en 1914 en
el que puede verse el viejo puerto rosarino y lo define en su testimonio como “un cuadro
puntilista”.36 También a través de algunas fotografías en que indirectamente se lo registra,
se tienen indicios de un lienzo de Verati de considerables dimensiones que también era
propiedad del Dr. Goyenechea y está hoy desaparecido. Se trataba de un desnudo femenino,
recostado y elevando una copa, con un tratamiento netamente divisionista, que revela que
no sólo el paisaje era tema de interés del pintor.
El año de retorno de Ferruccio Pagni hacia su añorada Torre del Lago coincidió casualmente con la inauguración en Rosario del Primer Salón Nacional de Bellas Artes el
24 de mayo de 1917. Este acontecimiento coyuntural de la historia de la conformación del
campo artístico rosarino coronó su partida. En este Salón de Otoño fueron aceptadas tres
obras de su querido amigo y discípulo Manuel Musto y otros seis de Alfredo Guido. De
todos los primeros maestros, sólo Salvador Zaino aparece en la nómina de artistas con su
ya mencionada obra Las ninfas del Paraná. Esta primera exposición marcó el inicio del
inminente protagonismo de la “primera generación de artistas rosarinos” al mismo tiempo
que inició el eclipse del ciclo de los viejos maestros europeos.
Recibido: 05/02/2010
Aceptado: 10/06/2010
35 LÓPEZ ANAYA, Jorge, Enio Iommi. Escultor, Buenos Aires, Ediciones de Arte Gaglianone, 2000,
p. 17.
36 Ibídem. p.17.
36
Dossier
Andrea Reguera
Manuel Pérez Ledesma
María Antonia Peña Guerrero
María Sierra
Paula Caldo y Sandra Fernández
A modo de presentación.
Los estudios biográficos y su capacidad de explicación histórica
Andrea Reguera
UNCPBA-CESAL/CONICET
Introducción
Dentro de las corrientes historiográficas más innovadoras de los últimos años, la
publicación de biografías ha adquirido un importante relieve, fundamentalmente, por la
importancia científica que ha comenzado a dársele al tema de la subjetividad. El número de
publicaciones se contabiliza por cientos,1 el problema está en considerar no sólo su calidad
sino, y muy especialmente, el peso que este tipo de investigaciones tiene en la capacidad
de explicación histórica de la realidad.
Desde siempre, la historia de las personas, y sobre todo la de ciertos personajes, atrajo
la atención de los investigadores. En este sentido, la biografía, como género, pertenece al
principio de los tiempos y, justamente por ser tan antiguo, ha pasado por distintas etapas,
abarcando todo tipo de personajes y toda clase de estilos.
Uno de ellos ha sido la biografía individual, pudiéndose distinguir entre la biografía
heroica, propia de la antigüedad, la hagiografía del Medioevo, la de los grandes hombres,
del siglo XIX, la de la gente común (políticos, intelectuales, artistas, etc.) del siglo XX, y
otro la prosopografía o la biografía serial o colectiva, que consiste en uniformar las singularidades, aplicándose tanto a los estudios de elites y grupos sociales (según criterios
socio-económicos, profesionales, por oficio, género, nacionalidad, etc.), que desembocarían
en tipologías o estudios de caso.2
1 Jacques Revel contabilizó, según la información aportada por el Círculo de la Librería en Francia, la
publicación de 611 biografías en 1996 y 1.043 en 1999 (sin contar memorias ni autobiografías). Véase,
REVEL, Jacques, “La biografía como problema historiográfico”, en Un momento historiográfico. Trece
ensayos de historia social, Manantial, Buenos Aires, 2005.
2 Véase, STONE, Lawrence, “Prosopography”, Daedalus, v. 100, nº 1, 1971; VOVELLE, Michel,
“De la biographie à l’étude de cas”, en Problèmes et méthodes de la biographie, Actes du Colloque,
París, Publications de la Sorbonne, 1985; GINZBURG, Carlo, Tentativas, Rosario, Prohistoria EdiREGUERA, Andrea, “Los estudios biográficos y su capacidad de explicación histórica”, en Avances del Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 39-53.
39
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
En estos estudios de caso, se trata de seleccionar, de entre la masa de datos disponibles, provenientes de variadas y diversas fuentes documentales, algunos casos relevantes
y significativos, no en el sentido de excepcionales o representativos sino reveladores de
los “diferentes sociales”. El objetivo de los estudios biográficos es conectar, de manera
dialéctica, lo específico de un destino individual, bajo todos sus ángulos, con el contexto
de una realidad colectiva, entendido éste como la multiplicidad de los posibles en una
realidad históricamente determinada.3
Pero la biografía también es una manera de superar lo meramente individual y alcanzar
un cierto grado de representación y generalización, al destacar lo verdaderamente significativo del comportamiento de un individuo en un tiempo y un medio determinado, a fin de
ubicarlo en una cierta pertenencia social, reconstituir su sistema de valores y el universo
cultural de su comunidad.
El enfoque biográfico ofrece pues la ventaja de acceder a los procesos de subjetivación
de los individuos y observar la diversidad de sus temporalidades. En palabras de François
Dosse, se trata de llevar a cabo la objetivación de la subjetividad y la subjetivación de la
objetividad.4 La biografía es esclarecedora de los comportamientos sociales y permite dar
cuenta de la complejidad de las trayectorias individuales experimentadas por la pertenencia
a varios mundos.
Historia de la biografía
Desde el punto de vista historiográfico, François Dosse5 ubica, en primer lugar, aquellas
biografías que se han dedicado a elaborar el retrato de personajes representativos de ciertos
valores sociales. En la Antigüedad se buscaba relatar la vida política de un personaje, obviando todo lo que tuviera que ver con su vida privada. Sólo se resaltaban sus cualidades
y virtudes públicas. Uno de los representantes más importantes de esa época fue Plutarco,
autor de Vidas Paralelas,6 quien diferenciaba claramente la escritura biográfica del género
histórico. Él mismo decía, “no escribimos Historias, sino Vidas”, y en especial “vidas
ciones, 2004; CHARLE, Christopher, “A prosopografia ou biografia coletiva: balanço e perspectivas”,
en HEINZ, Flávio M. (org.), Por outra história das elites, Editora FGV, Río de Janeiro, 2006; DOSSE,
François, El arte de la biografía, México, Universidad Iberoamericana, 2007; LORIGA, Sabina, Le
Petit X. De la biographie à l’histoire, Seuil, París, 2010.
3 GINZBURG, Carlo, Tentativas…, Op. Cit., p. 161.
4 DOSSE, François, El Arte…, Op. Cit., p. 202.
5 Ibídem, p. 103.
6 PLUTARCO, Vidas Paralelas, Madrid, Gredos, 2009. Vidas Paralelas es una colección de ocho
volúmenes que contiene veintitrés pares de biografías, más cuatro sueltas, donde cada par incluye una
comparación contrapuesta entre un personaje griego y otro romano.
40
Andrea Reguera
heroicas”.7 Su objetivo principal era remarcar los rasgos psicológicos sobresalientes de una
determinada personalidad, a fin de comprender su complejidad. Inaugura así el género de
la “vida ejemplar” con pretensiones morales. Intenta universalizar una vida como “maestra de vida”. Perpetuar con el ejemplo una serie de virtudes morales. Durante el Imperio
Romano, el género biográfico se siguió practicando como una forma de superar la finitud
de la existencia, e inmortalizar y perpetuar la acción humana en la memoria colectiva.
Fue Tito Livio quien, haciéndose eco de la necesidad de vencer el olvido y transmitir el
recuerdo, consideró a la biografía como “arte del retrato”. De esta manera, integra, en
sus relatos históricos, retratos físicos y morales para darle dinámica a la narración de los
acontecimientos políticos y militares.
La ejemplaridad de una vida virtuosa, en especial la de los héroes de la antigüedad,
fue reemplazada, en el Medioevo, por la escritura de la vida de los santos. La hagiografía, tal el nombre de este género literario, buscaba la personificación de lo sagrado. Se
trata de relatar la experiencia religiosa de un hombre, canonizado santo, y cuya vida se
desarrolla como la configuración de lugares sagrados.8 Emerge así un corpus que tiende a
universalizar las vidas de santos con una finalidad claramente pedagógica. Entre ellas se
cuentan la vida de los apóstoles, los primeros santos, los mártires, obispos y sacerdotes y,
más tarde, la de los santos laicos.
La llegada, en el siglo XVIII, de la erudición científica, que todo lo somete a prueba
y experimentación, hace que comience a cuestionarse muy fuertemente la verdad factual
de las hagiografías, que para muchos oscilaba entre el mito y la leyenda. La cercanía de
la modernidad, con su afianzamiento de la individualización y la temporalidad, exige al
género cambios en el tratamiento de los casos singulares en su tensión con el contexto
general. El nuevo “héroe” encarna cualidades particulares que le son propias y que lo hacen
trascender a través de su “grandeza”. Cada época, dice Dosse,9 se reconoce en sus héroes
y vuelca en ellos sus propios valores.
El nuevo modelo constitutivo del género biográfico en la modernidad será el que oscile entre la ejemplaridad moral y las anécdotas singulares. Así emerge una nueva galería
de personajes cuyas vidas valen la pena de ser biografiadas. La vida pública de hombres
ilustres o excepcionales: reyes, príncipes, revolucionarios, descubridores, vuelve a plantear
la heroicidad de hombres que vivieron y participaron de tiempos de cambios políticos o
sociales como la revolución francesa o la revolución industrial inglesa o las revoluciones
de independencia (española, hispanoamericanas o de Estados Unidos), llegando, incluso,
algunos a ser bandera de tramas constitucionales de nueva identidad, como la identidad
7 DOSSE, François, El Arte…, Op. Cit., p. 107.
8 Ibídem, p. 120.
9 Ibídem, p. 134.
41
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
nacional, por ejemplo, y trascendiendo como símbolos de causas justas, que se fijan en la
memoria colectiva, como la libertad.
Hay quienes han querido personalizar la historia nacional en determinados personajes
y han propuesto una periodización en torno a sus actuaciones políticas de gobierno. Para
algunos historiadores, el ser humano, en tanto masa, es un actor global que se atiene a una
cierta uniformidad. Para otros, la nación se les aparecía como un individuo, al considerar
la individualidad de las grandes fuerzas colectivas, como el pueblo, en base al territorio y
la lengua, y proponían realizar la “biografía de una nación”.10
Así, algunos retratos de hombres adquieren, en el siglo XIX, bajo la impostura del
romanticismo, tonalidades heroicas, de espíritu superlativo, intocables, cuando el resto
queda sumido en el tratamiento colectivo. Para Sabina Loriga,11 este tipo de biografía
heroica aspira a la totalidad, presuponiendo, más allá de los flujos caóticos y aleatorios de
una vida, la unidad indivisible de la civilización. Por otro lado, y fundamentalmente desde
la literatura, aparece el llamado “hombre patológico”, el ser humano mortal, de carne y
hueso, que hace, que sufre, que vive. Por último, al analizar la obra de Hippolyte Taine,
considera que toda noción abstracta debe ser desgajada y analizada a partir de una situación
particular o de un individuo concreto. Es necesario transformar al hombre misionero de la
providencia o al símbolo de la humanidad, en un hombre común, al que es posible analizar
a través de pequeños pero auténticos fragmentos de vida. La comprensión de los hechos y
fenómenos sociales se desglosan así en un millar de existencias particulares, en base a las
cuales es posible combinar sus articulaciones y correlaciones respectivas. Se revaloriza la
multiplicidad de la experiencia y la necesidad de comprender el comportamiento individual
en relación a un contexto y como pretexto para exponer ciertos temas.
La figura del héroe parece trascender el paso del tiempo. En el siglo XIX, y de la mano
del historiador inglés Thomas Carlyle, para quien la historia es el fundamento de todo
conocimiento general, y en especial la historia biográfica, en la que el “héroe” emerge
como la personificación de lo universal. “La Historia del mundo, dice Carlyle, no sería
otra cosa que la biografía de los grandes hombres”.12 Si bien el heroísmo puede asumir
numerosas formas, en función de las circunstancias, su esencia es única e indivisible. El
“héroe” es aquél que sabe captar la realidad en toda su verdad y profundidad. Su grandeza
consiste en la capacidad de penetrar, más allá de la apariencia exterior, en la esencia de las
cosas. Encarnan el principio organizador que le da al caos de la vida una forma esencial.13
Voltaire, en el Siglo de las Luces, ya acuña el concepto de héroe cuando llama gran-
10 LORIGA, Sabina, Le Petit X…, Op. Cit., pp. 95-103.
11 Ibídem, pp. 20-24.
12 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 147.
13 Para ahondar en el pensamiento de Thomas Carlyle, véase LORIGA, Sabrina, Le Petit X…, Op.
Cit., pp. 57-92.
42
Andrea Reguera
des hombres a todos aquellos que se han destacado en algo útil o agradable, menos en el
campo de batalla. Con el fin de las monarquías absolutas y el triunfo del republicanismo
y el constitucionalismo, comenzaron a considerarse los méritos personales de un individuo, portador de valores liberales y democráticos, y defensor de la patria, esto es poner al
servicio de los demás capacidades y virtudes a fin de velar por el bien público. De alguna
manera, encarnan la voluntad colectiva (de una nación, de una comunidad o de una época)
y trascienden por su creación, espíritu y entrega.14
Quizás el exceso de exaltación heroica que se hizo, por ejemplo, de la figura contradictoria de Napoleón (por un lado portador de los logros de la revolución francesa y por
el otro de una ambiciosa y desmedida necesidad de poder absoluto) llevó a que, a partir
de allí, ya no se buscara resaltar la identificación con un determinado personaje, sino mostrar, a través de una personalidad influyente y destacada, el proceso de constitución de un
determinado orden político y social. Uno de sus principales exponente fue el historiador
francés François Guizot. Guizot, dice Dosse,15 aparta su vista de los héroes y la posa sobre
los grandes hombres, aquellos de voluntad de progreso, guiados por la ética y la razón, y
respetuosos de la justicia y el derecho.
Con el transcurrir del tiempo, la historia se despega de la biografía y afianza su rigor
científico como disciplina social. Se vuelca al estudio de las civilizaciones, los pueblos, las
sociedades y las instituciones, que acaparan cada vez más el interés de los historiadores en
detrimento de lo individual, lo personal, lo subjetivo. Es el comienzo del estructuralismo
que despersonaliza el proceso histórico a favor de la objetividad y el cuantitativismo.16 Esto,
de alguna manera, llevó a generalizaciones abusivas al minimizar las múltiples variaciones individuales. Por ello, una manera de superar los límites de uno u otro, y analizar los
cambios y las continuidades de las estructuras, es incorporar a su estudio el de las trayectorias biográficas y el enfoque prosopográfico, esto es la utilización de la estadística para
acceder a la mayor cantidad posible de datos sociales y sacar promedios representativos.17
En los años ‘60 y ‘70, las limitaciones que presentaba el paradigma estructuralista
intentaron ser superadas a través de una cada vez más fluida interacción entre individuo y
contexto. Entre el determinismo de las estructuras y la libertad individual de los actores,
se trataba de modelizar las estructuras sociales que subyacían a las configuraciones experimentadas por los individuos.
La primera generación de Annales adhirió, desde su comienzo, con Lucien Fevbre y dos
14 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 153.
15 Ibídem, p. 157.
16 Véase, REVEL, Jacques, Un momento…, Op. Cit.; DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., Cap. III,
punto 1, pp. 183-197.
17 De aquí la importancia de los innumerables Diccionarios Histórico-Biográficos que se han editado
en diversos países. Diccionarios generales, por períodos, por profesión, por región, etc.
43
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
de sus obras más conocidas, Martin Luther, un destin y Le problème de l’incroyance au XVIe
siècle. La religion de Rabelais, al género biográfico.18 En el primer caso, Fevbre confronta
la psicología de un individuo, Martín Lutero, con el universo mental de la Alemania del
siglo XVI para mostrar los límites de lo pensable y la permanencia de las mentalidades.
El verdadero propósito era plantear el problema de las relaciones de los individuos y el
colectivo social. Para Fevbre, el individuo es sólo aquello que su época y su medio social
permiten que sea. Es la ilustración de un momento o de un medio particular.19 En el segundo
caso, a través de la investigación del presunto ateísmo de un individuo, Rabelais, intenta
recrear la mentalidad colectiva de los hombres del siglo XVI y la influencia que la religión
ejercía sobre éstos. El tema de por sí atractivo, generó, sin embargo, algunas críticas, en el
sentido de teorizar sobre la mentalidad colectiva a partir de una noción interclasista de la
sociedad francesa de entonces. El libro es un logro en el punto de desentrañar los múltiples
vínculos que ligan a un individuo con su sociedad.
El autor de esta crítica, Carlo Ginzburg, advierte, en El queso y los gusanos,20 sobre
la necesidad del retorno a la experiencia individual, en lo que ella tiene de significativo
y atípico, al criticar la generalización de lo cuantitativo y lo serial de las mentalidades. A
través de un caso, es posible delimitar un ámbito de investigación y aislar aquellos temas
que convergen, de alguna forma, en la eternidad de lo universal, como la capacidad de
renovación de una sociedad, el problema de la corrosión interna de la religión o el tema
de la tolerancia.
La narración de la historia de un molinero friulano del siglo XVI, Domenico Scandella, Menocchio, muerto en la hoguera por condena del Santo Oficio, cuenta la vida de
un ser anónimo que, a través de los expedientes de los dos procesos por los que tuvo que
pasar, ofrece una panorámica de sus ideas y creencias. A través de estas fuentes, y otros
documentos que aportan información sobre sus actividades económicas y la vida de sus
hijos, más algunas páginas autógrafas y un listado parcial de sus lecturas, Ginzburg puede
reconstruir un fragmento de lo que se ha dado en llamar “cultura de las clases subalternas”
o “cultura popular”. A través de las confesiones de este molinero friulano es posible acceder
18 FEVBRE, Lucien, Martin Luther, un destin, París, PUF, 1968 [1928] y Le problème de l’incroyance
au XVIe siècle. La religion de Rabelais, Albin Michel, París, 1968 [1942].
19 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 207.
20 GINZBURG Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI, Barcelona,
Muchnik Editores SA, 1997 [1976]. En esta misma dirección, es posible referir los siguientes textos,
ZEMON DAVIS, Natalie, Le retour de Martin Guerre, Laffont, París, 1982; DUBY, George, Guillaume
le Maréchal ou Le meilleur chevalier du monde, Fayard, París, 1984; LEVY, Giovanni, La herencia
inmaterial. Historia de un exorcista piamontés del siglo XVII, Nerea, Madrid, 1990 [1985]; ROCHE,
Daniel, Journal de ma vie. Jacques-Louis Ménétra, compagnon vitrier au XVIIIe siècle, Albin Michel,
París, 1998 [1982].
44
Andrea Reguera
a un caudal no explorado de creencias populares y de oscuras mitologías campesinas que
nos dan una cierta visión del mundo de entonces.
Para Ginzburg, en los estudios biográficos es posible analizar, como en un microcosmos, las características de todo un estrato social en un determinado momento histórico.
Por más que se trate de individuos singulares, ciertos sondeos le confirman la existencia
de indicios que lo llevan a una cultura común.21
En segundo lugar, “el hombre de la larga duración y los vastos espacios”, al decir de
Jacques Revel,22 para referirse a Fernand Braudel, tampoco quedó ajeno al tratamiento de
la problemática biográfica. Las dos grandes obras que escribió sobre Carlos V y Felipe II,
así lo demuestran. Sin embargo, para Revel, estas obras, basadas en una arquitectura funcionalista integradora, propia de la coyuntura científica-intelectual en la que se escribieron,
no han podido ser reemplazadas. En su opinión, a partir de entonces comenzó a reinar un
período de anarquía epistemológica, de la que aún no se ha salido del todo. Aquí haría su
aparición la microhistoria italiana, que propone reconsiderar la cuestión de la experiencia
individual y la manera en que ella se articula en la realidad colectiva.
Ahora, ¿es posible modelizar la experiencia y el comportamiento individual? Jacques
Revel, partiendo de la distinción que hacían los griegos entre historia (género aristocrático) y biografía (género popular), pasa revista a algunas de las “lecciones generales” que
podían obtenerse detrás del desorden de los destinos individuales. La experiencia vivida
por una persona permitía dar testimonio de un valor y alcance generales. Hasta el siglo
XVIII, aproximadamente, la biografía se convierte, a través de ejemplos que remarcan
virtudes y valores, en lección imperecedera. Así nace una larga tradición de biografías
ejemplares que codifican los rasgos que ciertas figuras tendrían en común (reyes, santos,
héroes, artistas, escultores, pintores).
Con la modernidad y el surgimiento del individuo social, se comprendió que no existía
la ejemplaridad intemporal, sino que una vida tiene una singularidad propia y que lo que
importa de ella es trascender la sola individualidad a fin de comprender su masividad social.
En palabras de Pierre Bourdieu,23 se trataría de una “ilusión biográfica”. La ilusión, por
parte del individuo, de ser el hacedor de su propio destino y, al mismo tiempo, prisionero
-voluntario- de un contexto que lo predetermina en la mayoría de sus actos. “Para hacer la
biografía de un hombre, dice, es indispensable reconstruir el contexto social sobre el cual
actúa el individuo”. La biografía de una persona singular, por sí misma, sólo nos habla de
la “intención” objetiva y hasta subjetiva de un “proyecto” de vida; en tanto que la de un
21 Sobre el paradigma indiciario, véase, GINZBURG, Carlo, Mitos, Emblemas, Indicios. Morfología
e historia, Barcelona, Gedisa Editorial, 1994 [1986] y Tentativas…, Op. Cit..
22 REVEL, Jacques, Un momento…, Op. Cit., p. 219.
23BOURDIEU, Pierre, “L’illusion biographique”, Actes de la Recherche en Sciences Sociales, N°
62/63, París, 1986.
45
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
individuo que interactúa en un contexto histórico y social, generando diversas relaciones
sociales y una forma de existencia en la sociedad, permite comprender el desarrollo de los
acontecimientos. Esta perspectiva establece un equilibrio entre los avatares específicos
del destino individual y el desarrollo general del conjunto social. La biografía es utilizada
como pretexto ejemplificador para interpretar la verdadera naturaleza espacio-temporal
pero sin generalizaciones posibles y sin determinaciones sociales, sólo a partir de los
individuos, según el pensamiento de Giovanni Levi,24 uno de los principales exponentes
de la microhistoria.
El modelo de la microhistoria italiana propone indagar el juego de las interacciones entre
los actores sociales, quienes forman parte de configuraciones en constante movimiento, a
través de diversos posicionamientos focales según variaciones de escalas alternadas, a fin
de dar cuenta de las distintas facetas de la figura que se biografía.25
Siempre en busca de la biografía totalizadora de la vida de un individuo, Dosse nos
presenta el caso de aquellos proyectos que proponen una deconstrucción del objeto con la
finalidad de ubicarlo en su contexto, inmerso en su época y sociedad, para luego volver a
concentrarlo en su sentido total. El caso más característico es el de Jacques Le Goff y la
biografía que hizo de Saint-Louis.26
En su libro, Le Goff intenta deconstruir el mito de Saint-Louis para revelar la figura del
Rey y del Santo, al poner en tensión la imagen real de ambas funciones en el siglo XIII.
A la manera de Bourdieu, Le Goff también cree en la “ilusión biográfica”, pues dice que,
en sí misma, la vida de Luis IX, Saint-Louis, no le interesaba, salvo si a través de él podía
explicar la sociedad de entonces.27
Para finalizar, habría que decir que todo es cuestión de regular la posición focal desde
donde nos ubiquemos para generalizar el personaje y singularizar el contexto. De aquí
que se produzca, al mismo tiempo, el desdoblamiento y la unidad de las hipótesis. En un
juego dialéctico, el personaje es una porción singular de una fluida circulación cultural a
nivel contextual. El personaje es reflejo en el espejo de lo que cambia y permanece. Es el
orden de factores que no altera el producto.
El enfoque biográfico entonces no se limita a tomar sólo la secuencia temporal del ciclo
de vida de un individuo, desde su nacimiento hasta su muerte, sino que también estudia
24 LEVY, Giovanni, “Les usages de la biographie”, Annales ESC, N° 6, París, 1989.
25 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 274.
26 LE GOFF, Jacques, Saint-Louis, Gallimard, París, 1996.
27 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 275.
46
Andrea Reguera
el proceso de construcción de la identidad del sujeto con las múltiples transformaciones
que éste experimenta a lo largo de su vida.
En este sentido, Loriga nos introduce acertadamente en la noción de individuo. Desde
hace décadas, dice, ha habido una obsesión por catalogar y tipologizar a los seres humanos según su origen, su raza, su cultura, su nacionalidad, etc., en tanto que es necesario
recordar que cada individuo es una pluralidad, una estratificación temporal, una entidad
que se desarrolla en relación con los otros. Desde este punto de vista, la biografía es la
ocasión de aprehender la densidad social de una vida y, por lo tanto, la diferencia emerge
como noción relacional. No se trata ni de sustancia ni de determinación originaria, sino
sólo de experiencias.28
Biografía e Historia
“Escritura de la vida”, eso es lo que significa el término “biografía” (del griego bios,
vida, y graphein, escritura). Pero creer que se puede escribir la vida de un individuo, de
manera totalizante y totalizadora, es, como dice Bourdieu,29 una ilusión.
Como dijimos, originalmente, en la Antigüedad, para Plutarco, considerado por muchos
el padre del género biográfico, la división entre historia y biografía no admitía dudas.
Sin embargo, era posible establecer un vínculo de interacción que permitiera articular la
dimensión humana, la de la vida y el carácter de un individuo, y la dimensión factual, la
de los acontecimientos públicos.30 De todos modos, esa articulación generaba una ruptura
con la continuidad histórica, al priorizar el relato discontinuo, pormenorizado y fragmentario, con detalles de la vida del héroe, que encarnaba una serie de virtudes dignas de ser
glorificadas. El objetivo, en este sentido, de Plutarco era, más que resaltar la singularidad
de una trayectoria individual, inscripta en la duración de un ciclo de vida, poner en tensión
la corporización de vicios y virtudes en contextos contrastados. Defectos y cualidades que
ilustran los valores morales de una época.
Hoy, para la autora de uno de los trabajos más recientes sobre el estudio del género
biográfico, Sabina Loriga, la frontera que separa la biografía de la historia siempre ha
sido, por el contrario, muy lábil, incierta y conflictiva debido, básicamente, a la calidad
científica de la verdad histórica.31 Este conflicto va a perdurar por largo tiempo y, en lo
28 LORIGA, Sabina, Le Petit X…, Op. Cit., p. 257.
29 BOURDIEU, Pierre, “L’illusion…,” Op. Cit.
30 DOSSE, François, El Arte…, Op. Cit., pp. 110-111.
31 LORIGA, Sabrina, Le Petit X…, Op. Cit., pp. 17 y 36. También, “La biographie comme problème”,
en REVEL, Jacques (dir.), Jeux d’Échelles. La micro-analyse à l’expérience, Seuil/Gallimard, París,
1996, pp. 206-231.
47
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
fundamental, se va a deber, según Loriga,32 al impulso de tres fuerzas dispares que harán
de la “totalidad”, y no de la individualidad, la categoría explicativa del devenir histórico.
La primera de esas fuerzas es de carácter político, ya que después de tomar en cuenta a
las grandes personalidades históricas, se ha vuelto a reivindicar la naturaleza colectiva,
impersonal, de la masa, el pueblo, como sujeto histórico. La segunda fuerza procede de
la filosofía, que luego de confirmar la unidad a priori de la historia, va a negar el valor
autónomo de lo singular frente a lo universal: el hombre es un instrumento que cumple su
destino según el plan teleológico del devenir de la humanidad. La tercera y última fuerza
es la de la ciencia, que busca explicar al hombre, más allá de las variaciones morfológicas
y diferencias individuales. De esta manera, lo político, lo individual y lo cronológico serán
reemplazados por las regularidades y las causalidades, por lo típico y comparable, a fin de
asegurar a la historia su estatus científico. Pero estatus finalmente alcanzado al no someterse a las leyes que dictan las ciencias naturales u otras ciencias sociales y al considerar
que los hechos sociales no pueden ser explicados más que explorando científicamente las
raíces del comportamiento individual.
El término “biografía”, en realidad, recién aparece en el transcurso del siglo XVII para
designar lo que sería una obra verídica, una obra basada en una descripción realista. Desde
fines del siglo XVIII, los historiadores han tratado de descubrir el proceso invisible de la
historia universal, por eso Loriga considera que es necesario preguntarse cómo abordar la
relación entre el caso individual singular y el movimiento general de la historia. El pasado
histórico ya no se considera una masa de hechos sin sentido, sino un flujo continuo de
formas y figuras que son el resultado de procesos únicos e irreductibles.33
Después de un largo período, se ha producido el retorno al sujeto individual, que vuelve
a estar entre las preocupaciones de los historiadores.34 Ello significó valorizar los estudios
sobre la existencia, la experiencia, la intimidad de lo cotidiano, a fin de ver al individuo
despojado de su máscara social.35 Se abría una nueva dimensión histórica del individuo,
más profunda, más amplia, más dinámica, que tendía a superar la biografía tradicional:
superficial, lineal, descriptiva, anecdótica y cronológica, y que era capaz de mostrar la
significación histórica general de una vida singular.36
32 LORIGA, Sabrina, Le Petit X…, Op. Cit., pp. 38-45.
33 LORIGA, Sabrina, Le Petit X…, Op. Cit., p. 95.
34 Editorial, “Tentons l’expérience”, Annales ESC, N° 44, París, 1989.
35 LORIGA, Sabrina, Le Petit X…, Op. Cit., p. 20.
36 LE GOFF, Jacques, “Comment écrire une biographie historique aujourd’hui?, Le Débat, N° 54,
1989, pp. 49-50.
48
Andrea Reguera
El género de la interdisciplinariedad
La biografía, como retorno al sujeto individual, no sólo fue abordada por la historia,
sino también por la sociología, la antropología, la psicología y la literatura. La posibilidad,
además, de entrecruzar los enfoques y utilizar diferentes instrumentos de análisis ha llevado
a algunos autores, François Dosse entre ellos, a considerar el carácter híbrido del género
biográfico, sin reglas formales, lo cual ha dificultado que se lo pueda clasificar en una determinada disciplina. Por ello, en su obra El arte de la biografía, opta por presentarnos un
estado de la cuestión en una triple vinculación, temática, cronológica e interdisciplinaria.37
En principio, para Dosse, es inevitable recurrir a la imaginación para realizar un trabajo biográfico a fin de cubrir las lagunas documentales y los huecos temporales. Por ello,
considera a la biografía una verdadera novela producto de un género impuro que mezcla
el razonamiento científico y la ficción artística. Así, mientras el hombre de ciencia se
orientará a enunciar generalizaciones, el biógrafo artista buscará aquello que haga a su
sujeto lo más particular y singular posible, más allá de que se apoye en fuentes escritas y en
testimonios orales. El objetivo es llegar a decir la verdad sobre el biografiado. Descubrirlo,
comprenderlo, describirlo en sus fibras más íntimas con la ilusión de narrar la totalidad
de una vida. Imposibilidad que ya ha puesto de manifiesto Pierre Bourdieu al hablar de la
“ilusión biográfica”. Esta ambivalencia del género ha llevado a un largo descrédito que
ha experimentado anversos y reversos en cada disciplina.
Así, por ejemplo, desde la sociología, tuvieron gran predicamento las investigaciones
provenientes de la escuela de Chicago. Ellas han hecho la distinción entre la life story
(escuela anglosajona), récits de vie (escuela francesa), o relatos de vida (esto es la historia
de una vida tal cual la persona que la cuenta la vivió y esta puede ser oral o escrita bajo la
forma de autobiografía) y la life histories, histoires de vie o historias de vida (esto es los
estudios de caso sobre personas que no sólo incluyen los relatos de vida de esa persona
sino también todo otro tipo de fuente documental).38
Estimulados por los cambios que se produjeron después de la primera guerra mundial a
nivel del orden internacional y que catapultó a los Estados Unidos como primera potencia
mundial, aparecieron un sinnúmero de investigaciones tanto desde el campo de la sociología
empírica como de la teoría general que quisieron dar cuenta de esos cambios (el desarrollo
del capitalismo oligopólico, el fenómeno de la urbanización y de la industrialización) y de
37 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 17.
38 Para un repaso de las investigaciones en sociología y antropología, consúltese el número especial
de la Revista Cahiers Internationaux de Sociologie, Vol. LXIX,
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París, CNRS, 1980. También, FERRAROTTI, Franco, Histoire et histoires de vie. La méthode biographique dans les sciences sociales,
Librairie des Meridiens, París, 1983; PASSERON, Jean-Claude, “Biogaphies, flux, itinéraires, trajectoires”, Revue Française de Sociologie, N° 31, París, 1990.
49
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
sus importantes consecuencias sociales. La sociología de la escuela de Chicago recurrió a los
relatos de vida y a las historias de vida de obreros, marginales, inmigrantes, vagabundos,
delincuentes, prostitutas, como recurso para comprender fenómenos como la pobreza, la
delincuencia, la violencia, la prostitución, como productos de la “gran transformación”.
El problema fue la fiabilidad de los datos. Las críticas arreciaron sobre subjetividad, falta
de validez científica, incapacidad para comprender las estructuras y procesos objetivos
(estructuras de producción, estructura de clases sociales, etc.), provocando el desuso del
método y la adopción de una nueva técnica: la aproximación biográfica que permitió
reconciliar la observación y la reflexión y ampliar el campo de investigación al tomar los
ciclos de vida y los ciclos de la vida familiar, la historia oral, la historia de la vida privada,
la historia cultural, la historia del consumo, vinculadas a los estudios antropológicos sobre
historia de las religiones, de los símbolos y de los mitos.39
Dentro de la sociología y la antropología de los años ‘60, se desarrollaron los “estudios
de caso”. Estos intentaron resolver la dicotomía general-local, pero en una época de excesiva
preponderancia de modelos y teorías de generalización amplia y forzosa, el “caso” quedaba,
en la mayoría de los estudios, reducidos a una ilustración. Las monografías presentaban
un caso bastante detallado, y concluían con una teoría muy simple que ni se derivaba ni
se corroboraba con la parte analítica o descriptiva.40
Para Dosse,41 el género biográfico es una mezcla de erudición, creatividad literaria e
intuición psicológica. De esta manera, podría decirse que a lo largo del tiempo han surgido “modelos” que han enfatizado un aspecto en detrimento de otros. Así se pasa de un
modelo tipo crónica testimonial, que descansa en la ardua recopilación de datos de todo
tipo, y que da como resultado una serie de configuraciones en base al entrecruzamiento de
los diversos materiales, al llamado modelo de la “biografía victoriana”, que ha producido
obras ejemplares en base a la estricta moral de la época.
Un tema importante que plantea Dosse en la elaboración de biografías es el tratamiento
de la temporalidad, la cual ofrece múltiples variaciones. Por un lado, es posible apelar al
marco cronológico de un ciclo de vida y, por el otro, pueden llegar a usarse varios registros temporales y alternar los ejes diacrónico y sincrónico. Esto requiere, en opinión del
autor, el uso de memorias, autobiografías, diarios íntimos, notas, correspondencia, lo que
le otorga a la biografía un status de veracidad, más allá de que el biógrafo tenga la libertad
39 BERTAUX, Daniel, “L’approche biographique: sa validité méthodologique, ses potentialités”,
Cahiers Internationaux de Sociologie, Vol. LXIX, 1980.
40 TERRADAS I SABORIT, Ignasi, “La historia de las estructuras y la historia de la vida. Reflexiones sobre las formas de relacionar la historia local y la historia general”, en FERNÁNDEZ, Sandra y
DALLA CORTE, Gabriela (comps.), Lugares para la Historia. Espacio, Historia Regional e Historia
Local en los Estudios Contemporáneos, UNR Editora, Rosario, 2005 (2ª ed.).
41 DOSSE, François, El arte…, Op. Cit., p. 31.
50
Andrea Reguera
suficiente para seleccionar el paradigma interpretativo que mejor le convenga y apele a su
imaginación e inventiva para narrar lo más verosímilmente posible. Pero aquí es donde
comienza a dibujarse esa posición intermedia del género entre ciencia y literatura.
La literatura está muy presente, en especial, en la elaboración de las biografías del
siglo XIX. Allí, el relato biográfico se convierte en “LA” obra literaria, lo que implica, en
palabras de Dosse,42 un total reduccionismo de la obra a la vida que se relata. En primer
lugar, se apela al retrato psicológico, con la finalidad de ensalzar a determinados personajes, como héroes o heroínas, portadores de valores morales y que se destacan por su
excepcionalidad del común de la gente. En segundo lugar, emerge directamente la escritura
literaria, vinculada tanto a elementos biográficos como a un contexto específico, que le da
a la obra su sentido literario e histórico.
Más adelante, aparecen retratos biográficos inspirados en el modelo determinista de las
ciencias naturales, según lo define Taine, quien busca, a través de la psicología, describir el
comportamiento humano en su singularidad.43 Este tipo de inspiración le valió a Taine serias
críticas, al presentar al ser humano en clave mecanicista y estereotipada, que transformaba
la fluidez del movimiento en imagen congelada, en base a algunos hechos significativos.
Así se forjaban los héroes de la nación que buscaban suscitar identificación e imitación.
Ese héroe reunía las cualidades que se habían consensuado, en un determinado momento,
a nivel social y, a la manera de una estatua de bronce, trascendería, para conocimiento de
las futuras generaciones, el tiempo individual y pasaría a formar parte del panteón de los
inmortales, cuya vida ejemplar tendría repetidamente una función pedagógica.
Este camino iniciado por Taine tendrá luego un giro más heurístico, que consistirá,
según Dosse,44 en mostrar, a través de la obra literaria, detalles, los más fidedignos posibles, de la vida real del personaje biografiado. Esta obsesión quizás por narrar anécdotas,
describir lugares o desmenuzar objetos, posesión del biografiado, fue centro de una irónica
y hasta burlesca crítica literaria que manifestaba que este tipo de enfoque no ayudaba a
iluminar y engrandecer la obra biográfica. De alguna manera, comenzaba a diferenciarse la
ficción de la ciencia, lo que sería una obra de creación literaria, en base a la imaginación,
de un estudio histórico real de la vida de un determinado personaje. De todos modos, las
fronteras entre ambas son ambiguas y difusas, muchas obras literarias se inspiran en personajes reales sin necesidad de revelar la verdad histórica y muchas biografías históricas
terminan novelando lo que ha sido la historia de una vida real. Esto ha llevado a ensalzar
o a denostar al género, cuando, en realidad, en toda obra, histórica o de ficción, abundan
tanto la lógica como las paradojas.
Desde diferentes concepciones, la consideración de una vida individual ha servido
42 Ibídem, p. 54.
43 Ibídem, p. 56.
44 Ibídem, p. 62.
51
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
como instrumento para ilustrar, justificar o iluminar aquello que, sin su presencia explícita,
servía para comprender el devenir de las fuerzas estructurales, pero sin la posibilidad de
ubicar en el conjunto a los individuos que marcaban diferencias.
Consideraciones finales
La vida de muchos hombres y mujeres, dirigentes, magistrados, reyes, caudillos, militares, gobernantes, políticos, artistas, científicos, religiosos, han sido objeto de estudio y de
análisis, en busca de la verdad histórica. Se trata de comprender, más allá de las imágenes
forjadas al calor de los tiempos y las modas historiográficas, al hombre de carne y hueso,
despojado de santidad o demonización. Para lograr esto, el historiador necesita los archivos,
en especial los archivos privados, lo cual será garantía de imparcialidad.
Pero para qué sirven todas estas aproximaciones, por momentos profundas, detallistas y
sutiles sino para tomar al sujeto como pretexto a fin de analizar toda una serie de problemas
que lo involucran, lo incluyen, lo destinan. Todos ellos, en realidad, han servido de pretexto
para iluminar sobre un determinado contexto que de alguna manera y en ciertos puntos
nos resultan desconocidos, sobre las representaciones, los valores, las creencias que esos
personajes encarnaron en un momento determinado y que han dejado entrever a través de
diversas huellas discontinuas. Después de repasar algunas de las obras más importantes de
la historiografía, nos queda claro que el objetivo de estos autores ha sido abordar, a través
de casos individuales, temas tan reveladores del contexto general al conocimiento histórico
como la cultura popular, el inconsciente colectivo, o el imaginario social.
¿Qué buscan todas estas investigaciones? ¿Descubrir la regularidad de los comportamientos, las escalas de valores y las representaciones del todo individual y del todo
colectivo? La biografía no es el retrato que se haga de destacables (Annales) o anónimos
personajes (Escuela de Chicago) en todos sus aspectos y en toda su duración. Por un lado,
sí, la unidad de una existencia, por otro lado, el gran tejido social en el cual esa existencia
se inserta de múltiples y variadas maneras.
De antiguo origen, el género biográfico experimentó, a lo largo de su historia, diferentes
formas de abordar lo singular. Atrás quedó ese tipo de biografía lineal, heroica, anecdótica,
cultora de vidas ejemplares que inducía a inspiración e identificación, y que reducía el
personaje a un modelo unitario, fijándolo en un retrato a-temporal. Hoy, y después de haber
atravesado períodos de fuertes críticas, con denigraciones y descalificaciones, resurge con
una mayor complejidad para encarar el análisis singular de la construcción de una identidad,
que se presenta fragmentada y plural, no exenta de tensiones y contradicciones, pero más
real y humana, que trasciende incluso la finitud de la existencia física, con tratamiento
científico de la inmanencia en base a toda una gama de fuentes orales y escritas. Se pone,
fundamentalmente, el acento en las interacciones y vivencias del individuo a partir de
su deconstrucción y reconstrucción en múltiples fragmentos que le dan sentido. Y le dan
sentido no sólo a ése individuo, sino también a aquellos con quienes está relacionado o
52
Andrea Reguera
no, y que hacen a la dinámica de la sociedad. De esta manera, admite una capacidad de
explicación de la realidad, sin mecanicismos ni absolutismos, en su significado humano.
No hay en la historia otra fuerza motriz que la del hombre, no sólo en su existencia
individual, sino en su interacción social. El hombre es fundamentalmente experiencia
vivida. Cada elemento particular de su existencia adquiere significación por su conexión
con la totalidad. Para Wilhelm Dilthey, traído a colación por Sabina Loriga, la sola condición que concierne a una biografía es la de considerar al ser humano en su totalidad, en su
tiempo subjetivo y colectivo. La historia del hombre es una historia concreta, enraizada
en la existencia, cargada de contradicciones, de aporías y paradojas.45
45 LORIGA, Le Petit X…, Op. Cit., pp. 164 y 200.
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Un Feminismo Problemático: El Caso De Belén De Sarraga1
Manuel Pérez Ledesma
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen
Presentada como una feminista, o al menos como una precursora del feminismo, las posiciones
ideológicas de Belén Sárraga no se corresponden con lo que actualmente entendemos con ese término. De
hecho, siempre colocó en primer plano la defensa del librepensamiento y la crítica a la Iglesia católica,
y a ellas supeditó en todo momento su feminismo. No eran los varones en general, sino los clérigos
de forma específica, los responsables del sometimiento femenino. Por otro lado, el comportamiento
de Belén Sárraga estuvo en las antípodas del habitual entre las mujeres de clase media de su tiempo.
Por eso, este texto intenta reflejar las dos caras, distintas si no contradictorias, del mismo personaje.
Palabras clave: Belén Sárraga, anticlericalismo, feminismo, Iglesia Católica.
Abstract
Despite she has been considered a feminist, or at least a forerunner of feminism, the truth is that the
ideological attitude of Belen Sárraga hardly corresponds to the current meaning of the term. The claim
of free thought and the criticism against the Catholic Church were her priorities, resting her feminism
on a second plane. In her opinion, the clergy -not generally “men”- had the responsibility for the
submission of women. On the other hand, Belen Sárraga’s behaviour was in stark contrast with what
could be considered the standard of middle class woman at the time. The aim of this text is to analyse
both two different if not contradictory faces of that character.
Keywords: Belen Sárraga, anticlericalism, feminism, Catholic Church.
Introducción
Hasta fechas muy recientes, en España se ha mantenido la idea de que el feminismo tuvo
un desarrollo tardío con respecto a los países europeos más próximos. Lo señaló Adolfo
1 Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Trayectorias trasatlánticas: personajes y
redes entre la Península Ibérica y el continente americano”, financiado por el Ministerio español de
Ciencia e Innovación (Referencia HAR2009-131913-C02-01). Está integrado igualmente en la Red
Temática de Historia Cultural de la Política, financiada por el mismo Ministerio (Ref. HAR2008-1453-E/
HIST).
PÉREZ LEDESMA, Manuel, “Un Feminismo Problemático: El Caso De Belén De
Sarraga”, en Avances del Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 55-70.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
González Posada, catedrático de la Universidad de Oviedo, en uno de los primeros libros
dedicados a este asunto. Tras definir el feminismo como “el movimiento favorable a la mejora
de la condición política, social, pedagógica, y muy especialmente económica de la mujer”,
y señalar que en todos los países cultos era “una de las cuestiones del día, hace muchos
años”, añadía que en España no existía tal movimiento: “No hay en España un feminismo
arriesgado, de iniciativas valientes y con organización nacional, como el de Estados Unidos;
los escritores y los políticos de España no se han apasionado por el feminismo como los de
Francia (...) ni la opinión general se ha revelado ante nosotros con la fuerza a favor de la
mujer que en Inglaterra”. Es verdad que se podía contar con algunas iniciativas en las que
se expresaba cierta preocupación por la situación de la mujer; pero tales iniciativas eran
más bien excepcionales y no comportaban “una verdadera corriente feminista”2.
El mismo planteamiento se encuentra en los primeros estudios históricos sobre el tema.
En especial en el libro de Geraldine M. Scanlon sobre La polémica feminista en la España
contemporánea (1868-1974). En él se ofrece una explicación de esta anomalía a partir de
las diferencias entre aquellos territorios en los que el feminismo había tenido un notable
desarrollo -como Inglaterra, Alemania o Estados Unidos, países protestantes que ya en el
siglo XIX habían alcanzado un importante desarrollo industrial-, y una España fundamentalmente católica y rural 3.
Es verdad que las investigaciones más recientes han matizado estas formulaciones tan
tajantes. De todas formas, no cabe duda de que las primeras feministas españolas tienen un
carácter excepcional, lo que justifica un estudio detenido de sus biografías y sus doctrinas4.
Belén Sárraga (Valladolid, 1874-México DF, 1951) es una de esas figuras. Conocida y
discutida en su tiempo, olvidada después, recuperada en los últimos años tanto en España
como, y quizá sobre todo, en Chile, donde se la considera una promotora del movimiento
feminista, bien merece un estudio biográfico; un estudio en el que se pongan de relieve
las múltiples caras de su actividad, así como las formas contradictorias de su vida y de sus
planteamientos doctrinales, más allá de las formulaciones un tanto hagiográficas con las
que se la ha revestido en algunos trabajos recientes.
2 GONZÁLEZ POSADA, Adolfo, Feminismo. Madrid, 1899. Se trata de una colección de artículos
publicados inicialmente en la revista La España Moderna, en 1896-1898, y que aparecieron como libro
al año siguiente. Hay una reedición reciente a cargo de Oliva Blanco (Madrid, Cátedra, 1994, 282 pp.).
Las citas proceden de esta edición, pp.43-30 y 198-199
3 SCANLON, Geraldine M., La polémica feminista en la España contemporánea (1868-1974), Siglo
XXI de España, Madrid, 1976.
4 Para nuestro tema, los trabajos más recientes están incluidos en el libro editado por SCANLON,
Pura FERNÁNDEZ y SCANLON, Marie-Linda ORTEGA, La mujer de letras o la letraherida. Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo XIX, CSIC, Madrid, 2008; y en el dossier
“Culturas políticas y feminismos”, coordinado por AGUADO, Ana, Historia Social, Nº 67, 2010, pp.
69-171.
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Manuel Pérez Ledesma
Vida y actitudes
Entre las diversas facetas de Belén Sárraga, quizá convenga distinguir lo que tiene
que ver con su experiencia vital y sus actitudes personales, por un lado, y lo relativo a sus
formulaciones doctrinales, por otro. En el primero de esos campos, al que está dedicado el
presente apartado, su comportamiento se situó en las antípodas de lo que era habitual entre
las mujeres de clase media de finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. En los
años noventa del siglo XIX comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Barcelona,
en un momento en el que aún se consideraba -como señaló un miembro de la Real Academia
de Medicina, el marqués del Busto- que estos estudios no eran especialmente adecuados
para las mujeres. Es verdad que ya no estaba mal visto que las mujeres fueran parteras,
enfermeras o farmacéuticas; ahora bien, en opinión del marqués, “cierto género de estudios
anatómicos y fisiológicos del hombre y el de ciertas clases y causas de enfermedad”, así
como “determinadas y ruborosas indagaciones e interrogatorios” y las “exploraciones quirúrgicas en regiones determinadas” eran incompatibles con “el pudor y el propio decoro de la
mujer”. De hecho, sólo diez años antes de este discurso -pronunciado en 1892 precisamente
en el momento en que Belén Sárraga empezaba sus estudios universitarios- había acabado
la carrera de Medicina la primera mujer que obtuvo el título en España5.
Durante sus estudios, Sárraga empezó a interesarse por la política, como seguidora de
algunos distinguidos republicanos, entre ellos Francisco Pi y Margall, a cuyas concepciones
federales permanecería fiel durante toda su vida. Algo insólito en aquel tiempo, como insólita
fue su participación en las protestas estudiantiles contra la persecución por la Iglesia de uno
de sus profesores. La protesta marcaría su trayectoria posterior: los sucesos de 1893 y 1895
(Sárraga probablemente intervino en los primeros, con 19 años de edad) fueron una respuesta
a la condena por el obispo de Barcelona de los manuales de Geología, Zoología y Botánica
del catedrático de la Universidad de Barcelona Odón de Buen, considerados heréticos por la
autoridad eclesiástica, y a la posterior separación de su autor de las tareas docentes, decidida
por la autoridad académica. Ante esas medidas, los estudiantes se negaron a asistir a clase,
celebraron mítines y manifestaciones y se enfrentaron a la fuerza pública, con cierto apoyo
de algunos políticos republicanos. Aunque no es seguro que Sárraga tuviera un papel destacado en estos hechos, no cabe duda de que en ellos pudo vivir un anticipo de las ideas a las
que dedicaría el resto de su vida: la defensa de la Ciencia frente a la Religión, del Progreso
frente a la Iglesia, de la autonomía del poder político o académico frente al eclesiástico, o
de la educación como única fuerza capaz de enfrentarse a los prejuicios y el oscurantismo.
5 Un comentario ácido sobre el discurso del marqués del Busto, en AGUADO, Emilia y PARDO
BAZÁN, “Una opinión sobre la mujer”, Nuevo Teatro Crítico, Nº 15, marzo de 1893, pp. 80-82. Citado
por AGUADO, Geraldine M SCANLON, La polémica feminista en la España contemporánea..., Op.
Cit., p. 71.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Ya en ese periodo frecuentó un círculo espiritista, colaboró con dos conocidas feministas
del momento, Amalia Domingo Soler y Ángeles López de Ayala, e incluso participó en la
reconstrucción del movimiento librepensador. En concreto, intervino en la creación de la
Asociación Librepensadora de Mujeres, radicada en Gracia, y fue una de oradoras en el
mitin de constitución de la Asociación General de Librepensadores de España, junto con
la citada López de Ayala, el catedrático Odón de Buen, el anarquista y librepensador Josep
Llunas i Pujals o el vizconde de Torres Solanot, la gran figura del espiritismo en la España
del momento6.
En Barcelona, además, se hicieron visible otros rasgos de su personalidad, que tendrían un papel decisivo durante el resto de su vida: su facilidad de palabra (pronto fue una
participante asidua en un sinnúmero de mítines y en todo tipo de viajes de propaganda),
y también con la pluma, lo que la llevó a escribir gran cantidad de artículos y poesías y a
dirigir en Barcelona una revista librepensadora, que más tarde continuaría en Valencia y
en Málaga, con el título de La Conciencia Libre. “Libertad, Justicia, Fraternidad”, era el
lema que figuraba en la portada del semanario cuando se publicó en Valencia; “¡Guerra a
la hipocresía y la ignorancia!¡Paso a la ciencia y a la verdad!” fueron los encabezamientos
de los números aparecidos en Málaga desde 1899 hasta la suspensión definitiva de su publicación. En Valencia, la rebelde tuvo ya una primera posibilidad de desarrollar plenamente su
actividad. Allí ingresó en la masonería (un paso casi obligado, dada su trayectoria anterior),
en concreto en la logia Severidad. El periódico que dio cuenta del acontecimiento la presentaba, a sus 22 años, con el triple atributo de “una mujer animosa”, “una ilustre escritora” y
“la heroína que dará días de gloria y triunfos a la masonería”; y en el discurso de bienvenida
se la encargó “atraer a la mujer y emancipar su conciencia, presa hoy de preocupaciones
que esterilizan las conquistas que los hombres obtienen en sus luchas contra el fanatismo
y la ignorancia”. Una tarea a la que Belén Sárraga se declaró totalmente dispuesta: “Yo no
he hecho nada, pero haré”, fue al parecer su respuesta7.
De momento, su actividad se concretó en tres campos complementarios. En primer lugar,
en la participación en las luchas políticas de un momento marcado por la recién iniciada
guerra de Cuba y por los procesos contra los anarquistas encarcelados en Montjuich. En
el verano de 1896 fue detenida, y pasó tres meses en la cárcel, como “instigadora moral”
a través de sus artículos, pero también como participante en una manifestación de mujeres
contra el envío de nuevos contingentes de soldados a la guerra de Cuba. Según una explicación posterior de su marido, Emilio Ferrero, de lo que se la acusó fue precisamente de
6 Para las vinculaciones de Sárraga con el espiritismo, véase RAMOS PALOMO, María Dolores,
“Heterodoxias religiosas, familias espiritistas y apóstolas laicas a finales del siglo XIX: Amalia Domingo
Soler y Belén de Sárraga Hernández”, Historia Social, Nº 53, 2005, pp. 65-83.
7 El ingreso, en La Antorcha Valentina, Nº 296, 21 de noviembre de 1896.
58
Manuel Pérez Ledesma
“sostener en la prensa y en la calle, ante las cargas de la policía, que era una infamia que no
fueran a la guerra los hijos de los ricos, los frailes y los seminaristas que para nada sirven, y
en cambio se enviase a ella a los hijos de los pobres, cuya ausencia del hogar traía consigo
la ruina y la miseria de la familia”8.
La organización de las mujeres fue un segundo terreno de acción. No había pasado un
año de su llegada a Valencia cuando, en colaboración con otra de esas “mujeres rebeldes”,
la gaditana Ana Carvia Bernal, fundó la Asociación General Femenina. Como en otras
sociedades creadas en las últimas décadas del siglo, la educación de las mujeres era el primer objetivo, “la primera y más fuerte aspiración” de la nueva organización, porque era la
ignorancia el principal mal que afectaba a éstas. La Asociación de Valencia estuvo, por ello,
interesada sobre todo en la creación de escuelas diurnas y nocturnas, para niñas y mujeres,
donde se combatiría además el otro mal que acompañaba a la ignorancia: el fanatismo.
No contenta con su actividad labor periodística y educativa, también intervino Belén
Sárraga en los esfuerzos de reconstrucción del republicanismo español, sumido por aquel
entonces en una intensa crisis tanto por la desaparición de las esperanzas de acabar con la
monarquía en un plazo corto como por la vejez o la muerte de algunos líderes republicanos
históricos. A finales del siglo XIX o en los primeros años del XX murieron, uno tras otro,
tres de los cuatro presidentes de la Primera República: Figueras, Castelar y Pi y Margall;
sólo quedó vivo Nicolás Salmerón, en torno al cual se unirían los republicanos a comienzos
del nuevo siglo. En esa situación, la creciente competencia de las organizaciones obreras,
socialistas o libertarias, representó un nuevo reto para el republicanismo del momento, un
reto al que trató de responder una generación de jóvenes dirigentes republicanos, entre los
que Belén Sárraga tuvo un papel relevante9.
Como otras figuras de esa generación, Sárraga participó en los efímeros procesos de
unidad de los grupos republicanos. Pero quizá lo más importante fue la apropiación por ella
de las nuevas actitudes de corte populista que en el cambio de siglo se habían extendido por
los sectores más radicales del republicanismo, con los que siempre se sintió identificada.
Una apropiación de la que su actividad en Málaga, desde que se instaló en esta ciudad en
1998, daría buena cuenta.
Fueron dos las principales novedades del comportamiento de Belén Sárraga en Málaga:
por un lado, la acentuación del anticlericalismo, o si se quiere el paso de una actitud inte-
8 Sobre las protestas contra la guerra de Cuba, véase PÉREZ LEDESMA, Manuel, “La sociedad española, la guerra y la derrota”, en PAN-MONTOJO Juan (coord.), Más se perdió en Cuba. España, 1898
y la crisis de fin de siglo, Alianza Ed., Madrid, 2006, pp. 118-125. Y sobre la campaña de Montjuich,
ÁLVAREZ JUNCO José, El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Alianza Ed.,
Madrid, 1990, pp. 150-172.
9 Para la situación del republicanismo a comienzos del siglo XX, véase DE DIEGO ROMERO Javier,
Imaginar la República. La cultura política del republicanismo español, 1876-1908, CEPC, Madrid,
2008, cap. 8, pp. 347-376.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
lectual de carácter librepensador a la movilización de masas y el enfrentamiento callejero;
por otro, la intensificación de la apelación al pueblo, de la que fue un buen reflejo la creación de sociedades obreras y el impulso a las mismas. Al margen de sus diferencias, ambas
actitudes estaban enlazadas entre sí: al igual que hicieran Lerroux en Barcelona o Blasco
en Valencia, lo que al parecer inspiraba a nuestra protagonista era el deseo de salir de los
círculos republicanos tradicionales, con frecuencia inactivos, para impulsar un republicanismo de acción. Un republicanismo revolucionario, podría decirse; aunque en este caso
por revolución ya no se entendían los pronunciamientos militares promovidos por Ruiz
Zorrilla en las décadas precedentes, sino una especie de movilización popular masiva que
acabaría, aunque no estaba del todo claro cómo, con la monarquía.
Sus actividades comenzaron con la creación de una Federación Malagueña de Sociedades
Obreras, que según se dijo llegó a tener 20.000 afiliados, y culminaron con la organización
en 1906 de una Liga Anticlerical, en la que participaban varias organizaciones republicanas
y obreras malagueñas cuyos objetivos incluían un amplio programa secularizador: eliminación de las Órdenes religiosas, predominio del matrimonio civil sobre el religioso, libertad
de cultos, secularización de los cementerios y de los servicios públicos, enseñanza laica
en todos los establecimientos docentes y, en último extremo, separación de la Iglesia y el
Estado. De alguna forma, las viejas aspiraciones del republicanismo aparecían unidas a las
nuevas exigencias procedentes de los Congresos Internacionales del Librepensamiento, en
un momento en que el problema clerical volvía al primer plano en España10.
Su participación en los Congresos Internacionales del Librepensamiento fue un complemento de la actividad anticlerical en la península. Sárraga intervino en las reuniones de
Ginebra (1902), Roma (1904), París (1905) y Buenos Aires (1906). En Ginebra, en 1902, su
intervención fue especialmente destacada en el debate sobre la cuestión femenina. Era un
tema que los librepensadores ya se habían planteado en Congresos anteriores (por ejemplo,
en París en 1889), pero que ahora cobraba especial importancia en la medida en que el librepensamiento pretendía ampliar sus objetivos y su audiencia. La crítica del autoritarismo en
la familia y la defensa de la igualdad entre los sexos, recogidas en el discurso de Sárraga,
debieron influir notablemente en los congresistas, que aprobaron varias resoluciones de
corte feminista: en concreto, a favor de la igualdad de derechos y deberes entre hombres
y mujeres, y también de la reforma del derecho matrimonial, de la igualdad salarial y del
fomento de los estudios universitarios de la mujer11. Prueba de esa influencia fue el hecho
de que la Comisión francesa organizadora del Congreso de París de 1905, “deseando otorgar
10 Sobre el anticlericalismo de comienzos del siglo XX, véase mi trabajo, ya citado, “La sociedad
española, la guerra y ...”, Op. Cit., pp. 140-149. Y para sus actividades en Málaga, DE MATEO AVILÉS, Elías, Masonería, protestantismo, librepensamiento y otras heterodoxias en la Málaga del siglo
XIX, Málaga, 1986
11 RAMOS, María Dolores, “Belén Sárraga. Congreso Universal de Librepensadores de Ginebra
(1902)”, Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Vol. 2, 1995, pp. 119-134.
60
Manuel Pérez Ledesma
al feminismo la parte que le corresponde”, reclamó la participación de Belén Sárraga junto
a la de otras destacadas “ciudadanas”. En 1906, en el Congreso de Buenos Aires (1906), en
el que Sárraga presidió una de las sesiones, la preocupación por la condición femenina se
reflejó en la aprobación de propuestas a favor del “divorcio absoluto, por las causas graves
que autoriza la legislación comparada”, así como en la defensa de la igualdad de derechos
civiles, y también en una declaración de apoyo a la creación de asociaciones feministas.
Junto con el anticlericalismo y ese incipiente feminismo, en los textos de Belén Sárraga publicados en Málaga se encuentran también muchos testimonios de sus concepciones
obreristas. De su defensa de la asociación obrera, en primer lugar; y junto a ella de un cierto
cooperativismo, muy al estilo republicano federal, como instrumento para el “mejoramiento” y la moralización de la clase obrera. Ambos objetivos se asentaban sobre la exaltación
populista de los trabajadores, frente a los ociosos y privilegiados; una exaltación que estuvo
acompañada por llamamientos radicales en el terreno político, más allá de la moderación de
los objetivos sociales: “Deseamos todo género de calamidades a los españoles si el presente
año de 1906 no saben tener el valor y la dignidad necesarios para cumplir varonilmente con
su deber, salvando a España por la revolución”12.
Pero sus llamamientos no tuvieron ningún éxito. Por eso, tras pasar de nuevo por la
cárcel, con su periódico suspendido una vez más, y quizá con la Federación malagueña en
declive, Belén Sárraga decidió aprovechar sus contactos internacionales para irse de España. En esta decisión debió influir también la ruptura de su matrimonio: de hecho, viajó
a América acompañada por su abuela y sus dos hijos vivos, Demófilo y Volney; además,
desde ese momento desapareció de su firma la referencia al apellido de su marido. En todo
caso, en 1907 se había instalado en Montevideo, donde se hizo cargo de la dirección del
periódico El Liberal.
Fue en Montevideo donde empezó su periplo americano. En octubre de 1911 comenzó
una gira de conferencias -respaldada por partidos o clubes liberales radicales, y también
por logias masónicas y grupos espiritistas- al menos por nueve países de América Central
y del Sur (México, Brasil, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Costa Rica, Colombia, Perú y
Chile, donde se encontraba en la primavera de 1913). En esa gira recorrió un gran número
de ciudades: en Brasil, por ejemplo, estuvo en 36 localidades, en México hay constancia de
su paso por una docena, y en Chile dio conferencias en otras tantas. Fruto de ese viaje fue
la publicación en Lisboa, en 1914, de El clericalismo en América, primer volumen de una
serie titulada A través del continente, al que seguiría otro dedicado a Chile que finalmente
no pudo publicar como consecuencia de una grave enfermedad13.
12 La cita, en La Conciencia Libre, Nº 15, 1906.
13 Sobre su estancia en Chile, véase VITALE, Luis y ANTIVILO, Julia, Belén Sárraga. Precursora
del Feminismo hispanoamericano, CESOC, Santiago de Chile, 1998. El clericalismo en América fue
publicado por la Ed. Lux (Lisboa, 1914). En las páginas iniciales de esta obra se anunciaban otros
61
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Tras la enfermedad, en 1915 Sárraga estaba de nuevo en Argentina y Chile, participando
en el Primer Congreso del Pensamiento Libre en Buenos Aires y, más tarde, en una serie
de conferencias por las mismas ciudades chilenas que ya conocía. En 1922 se instaló de
nuevo en México, donde participó intensamente en las actividades anticlericales de los años
de Obregón y Calles, dirigió la revista Rumbos Nuevos e incluso obtuvo la nacionalidad
mexicana. No por ello acabaron sus viajes: en una nueva visita a Cuba, en 1924, colaboró en la fundación de la Federación Anticlerical; y a fines de la década debió realizar un
nuevo recorrido por algunos países de América del Sur. En concreto, hay noticias de sus
conferencias en Mendoza, y quizá en otras ciudades argentinas; también en Ecuador, donde
estuvo invitada por la periodista y poetisa Zoila Ugarte, y en Paraguay, donde en 1931 se
publicaron dos folletos que probablemente recogían sus discursos en Asunción. Sólo en
1931, una vez proclamada en España la Segunda República, volvería Sárraga a su patria;
aunque no de forma definitiva, ya que tras el periodo republicano tuvo que abandonar de
nuevo España, y volver a México.
Todas estas giras fueron acompañadas por la expectación, e incluso el entusiasmo de
sus seguidores, y también por el escándalo y las protestas de los adversarios a sus ideas. Le
había ocurrido ya en España, donde algunos de sus mítines fueron precedidos por intentos
de los obispos y los gobernadores civiles para impedirlos, y seguidos a veces de algaradas
callejeras, sobre todo si finalmente se producía la prohibición. Pero fue en América donde las reacciones alcanzaron mayor intensidad y una carga simbólica más visible. Baste
decir, de momento, que tanto en México como en Chile, y probablemente también en los
demás países que visitó, las conferencias se celebraban en teatros abarrotados, a pesar de
que los asistentes tenían que pagar su entrada, y fueron seguidas por debates en la prensa,
movilizaciones eclesiásticas de protesta, escritos a favor y en contra de la conferencista,
e incluso incidentes callejeros y manifestaciones masivas. En Chile, en 1913, al tiempo
que las damas católicas recogían firmas contra “esa librepensadora que nos ultraja”, en
la calle se enfrentaban partidarios y contrarios de sus enseñanzas; dos años después, un
grupo conservador consiguió que la empresa propietaria del teatro suspendiera el ciclo de
intervenciones para evitar nuevos incidentes. En cambio, las logias masónicas y los clubes
radicales organizaban recepciones solemnes, homenajes públicos y veladas en su honor, e
incluso trenes especiales para que pudieran desplazarse a oírla los habitantes de localidades
próximas a las ciudades en que pronunciaba sus conferencias. Algo parecido había ocurrido
en México unos meses antes. Años más tarde, en Ecuador fue la jerarquía eclesiástica la que
inició una campaña contra ella y también contra Zoila Ugarte, responsable de la invitación.
títulos (De la vida. Artículos doctrinarios; Escenas vivientes. Cuentos filosóficos; Chile) que finalmente
no vieron la luz.
62
Manuel Pérez Ledesma
La mujer y el clero
¿Qué decía Sárraga para provocar tan contrapuestas pasiones entre sus críticos y sus
defensores? Por lo que se deduce de los textos publicados en Chile en 1913 y en México dos
años después, las conferencias del primer recorrido americano se repitieron en los distintos
países, con sólo ligeros cambios para adaptarlos a cada lugar. El programa completo incluía
una primera intervención sobre la evolución del pensamiento y las religiones, seguida de
otras cuatro sobre la situación de la mujer, la moral, la familia y la educación, para acabar
con tres o incluso cuatro charlas sobre la Iglesia, y más en concreto sobre las congregaciones
religiosas, entre las que los jesuitas tenían un tratamiento específico14.
Como era habitual entre los librepensadores del momento, el tema fundamental que
aparecía de forma recurrente en todas sus intervenciones públicas era la contradicción
insuperable entre la iglesia católica y el progreso humano. Una contradicción que, más
que en análisis teóricos o filosóficos, se apoyaba en su caso en una visión evolucionista
de las confesiones religiosas y de su influencia social. Las religiones habían surgido de la
ignorancia y el temor de los pueblos primitivos, del “hombre-niño, todavía sin inteligencia
formada”. De esa primera etapa se pasó al cristianismo, y más tarde a un catolicismo que con
el tiempo acabaría convertido en incompatible con la auténtica doctrina cristiana. Por fin,
en los últimos siglos había llegado el periodo de desarrollo de la Ciencia, a la que Sárraga
definía a veces como “otra religión: la de la eterna vida del progreso y la materia”. Destinada
a enterrar definitivamente las viejas creencias y a sustituir los antiguos ritos por un nuevo
“culto”, centrado en “el respeto a la personalidad humana”, la Ciencia y su compañero el
Progreso darían por fin muy pronto -con el optimismo típico de estas concepciones, Sárraga
veía próximo el triunfo definitivo de sus ideas, a pesar de las resistencias eclesiásticas- “horas
felices” a la Humanidad15.
La oposición entre religión y ciencia era el punto de partida de una visión rotundamente
dicotómica de la realidad social. A un lado se encontraba la moral religiosa o “litúrgica”,
basada en los castigos divinos y en el sometimiento a las reglas de conducta dictadas por
los clérigos; frente a ella, la moral natural se apoyaba en los sentimientos de piedad y solidaridad y en “los deberes que la propia naturaleza impone”. En un extremo, la educación
religiosa sólo enseñaba el egoísmo y la hipocresía; en el contrario, la educación laica formaba
14 Las intervenciones en Chile, en Belén de Sárraga, Conferencias Sociológicas y de Crítica Religiosa
dadas en Santiago de Chile en enero y febrero de 1913, seguidas de sus Críticas por Federico R. Tonda
(Editadas por el diario LA RAZÓN. Santiago de Chile, 1913). Al menos dos de ellas aparecieron también,
en versión completa, en México, La Evolución del Pensamiento y Los Pueblos y las Congregaciones
Religiosas, Imprenta de “El Automóvil en México”, México, 1915. En ese folleto se anunciaba la
publicación del resto del ciclo, pero no he encontrado ninguna referencia a dicha publicación.
15 El conflicto entre ciencia y religión, en “Primera Conferencia. Trayectorias Humanas”, en Conferencias Sociológicas..., Op. Cit., pp. 7-14.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
hombres conscientes de su responsabilidad y dispuestos a hacer el bien por el bien mismo.
Una cosa era la riqueza “ilegítima” de la Iglesia y las Órdenes religiosas, antes fundada en
los diezmos y primicias, y ahora en las limosnas de los poderosos y las mujeres piadosas;
otra bien distinta la riqueza “legítima”, fruto del trabajo útil y productivo de los individuos
y los pueblos. Incluso en el terreno político la contraposición se reflejaba en la lucha entre
el clericalismo y los afanes de poder de la iglesia, que hasta el siglo XIX se concretaba en
el poder temporal de los papas, y las nuevas exigencias triunfantes de la Democracia y la
Libertad16.
Un tema de especial relevancia en el conjunto de sus conferencias tenía que ver con la
situación de la mujer, sometida a su juicio a la doble dominación de la familia y del clero.
Lo que más le importaba a Sárraga era resaltar de nuevo el papel decisivo de la dominación clerical: ni la naturaleza ni los varones, otras víctimas de esa misma dominación, eran
responsables de la supeditación femenina; la causa estaba, una vez más, en una iglesia que
había convertido a la mujer en “un tipo humano enfermo, y enfermo por el misticismo
religioso”. En el fondo, la argumentación era sólo una aplicación a las mujeres del análisis
general sobre el poder eclesiástico; y ese planteamiento la alejaba -como a las demás feministas anticlericales del momento- de la insistencia de las corrientes feministas o sufragistas
del mundo anglosajón en las diferencias legales, políticas y económicas como los factores
decisivos de la inferioridad de las mujeres.
La historia era de nuevo la base argumental más sólida de las explicaciones de Sárraga.
Frente a los apologistas del cristianismo, que atribuían a la Iglesia un papel liberador de las
mujeres, el “retraso de tres siglos” en el que éstas vivían se gestó en las centurias oscuras de
predominio eclesiástico, como una consecuencia de las prácticas del feudalismo: mientras
los hombres iban a guerrear, y con ello aumentaban sus conocimientos y su inteligencia, las
mujeres, recluidas en sus hogares, habían caído en manos de la iglesia. Y esa supeditación,
mantenida desde entonces, era la causa de los problemas familiares, cada vez más agudos:
como la mujer no había sido educada para compartir las preocupaciones del marido, los
hombres acababan refugiándose en el círculo de sus amigos, mientras las mujeres seguían
sometidas a la autoridad eclesiástica.
Sólo la Revolución Francesa, y más tarde el librepensamiento defensor de la igualdad
de todos los seres humanos, pusieron las bases de la redención de la mujer. Aunque para
lograrla plenamente era necesaria una educación adecuada que convirtiera a las mujeres en
lo que para Sárraga era la suprema aspiración: en “compañeras intelectual y moralmente
del hombre”. Lo que significaba, entre otras cosas, romper con los lazos que la confesión
establecía entre el sacerdote y la feligresa: una “inmoralidad social”, “una infidelidad”, a
16 La lucha entre las dos morales, en “Cuarta Conferencia. La Moral”, Ibídem, pp. 55-65. Entre las
dos formas de enseñar, en “Sexta Conferencia. El problema de la educación”, pp. 95-104; entre las
riquezas legítimas e ilegítimas, en “Última Conferencia. La Iglesia y el Trabajo”, pp. 149-157; y el
enfrentamiento político, en “Octava Conferencia. Clericalismo y Democracia”, pp. 131-142.
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Manuel Pérez Ledesma
juicio de la librepensadora, en la medida en que la mujer ocultaba a su marido “lo que va a
decir a un hombre que no es su esposo, ni su padre ni su hermano”, olvidando así que toda
mujer casada “debe saber que sus pensamientos íntimos pertenecen a su esposo, porque
él desea que todos los minutos de su vida sean para él, única y solamente en el mundo”17.
No parece que Belén Sárraga percibiera la dificultad de hacer compatibles las reclamaciones a favor de la liberación de la mujer del yugo clerical con esta defensa final de la
“pertenencia” al esposo. En último extremo, en las conferencias que estamos glosando, su
actitud estaba muy cerca de las concepciones tradicionales sobre el papel de la mujer en
la familia y la sociedad; en concreto, de un ideal de mujer vinculado al hogar y a la doble
condición de madres y esposas, muy parecido al de la propia iglesia. La diferencia se encontraba, en todo caso, en que a su juicio la religión católica había pervertido ese ideal: de
hecho, la iglesia nunca fue totalmente partidaria del matrimonio, considerado como “un mal
menor” o “un remedio terapéutico”, siempre inferior al celibato; tampoco era partidaria de
la maternidad, como lo demostraba la obligación impuesta a las madres de acudir a purificarse inmediatamente después del parto, con la esperanza de que un sacerdote las perdonara
ese “enorme delito”. Más aún, la iglesia introducía, como acabamos de ver, la disensión
en la vida conyugal al obligar a la mujer casada a explicar al confesor lo que ocultaba a su
marido; y también ponía en peligro el recto cumplimiento de las obligaciones derivadas
de la maternidad, al no educar debidamente a las mujeres para tener hijos sanos y fuertes,
educados en el amor y la responsabilidad. Por todo ello, Belén de Sárraga pretendía liberar
a las mujeres de la “esclavitud moral” impuesta por el catolicismo para elevarlas de verdad
a un lugar “más alto”: “Hay otra religión que llama a la mujer y es la religión del Hogar,
es la religión de la Sociedad (...) ¡He aquí la misión de la mujer!”18.
Como bien se ve, era la Iglesia la institución a la que había que atribuir todos los males,
y que aparecía en el fondo de todas las argumentaciones. No es extraño, por ello, que uno
de sus críticos acusara a Sárraga de pertenecer al grupo de los “enfermos de fanatismo
antirreligioso”. En su defensa, ella misma reconoció que en todas sus conferencias acababa apareciendo la “gravísima influencia” eclesiástica por una razón muy sencilla: como
los eclesiásticos había sido los directores de las conciencias de los pueblos desde la Edad
Media hasta el siglo XIX, “claro es que no puedo tratar ninguna cuestión sociológica o
que encarne dentro de las necesidades y aspiraciones filosóficas sin que nos encontremos
con la Iglesia predominando en las costumbres y con la Iglesia oponiéndose al necesario
desenvolvimiento de la especie humana”19.
17 Las primeras citas, en “Segunda Conferencia. La mujer como entidad social”, Ibídem, pp. 21-28.
Las consideraciones sobre la confesión, Ibídem, p. 62.
18 La argumentación, en “Tercera Conferencia. La familia”, Ibídem, pp. 37-46.
19 La crítica, en JUNCO, Alfonso, La señora Belén de Sárraga desfanatizando, Acción y Fe, México,
1923, p. 2. La justificación, en Belén de Sárraga, La Evolución del Pensamiento, p. 28.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
El contraste entre sus actitudes vitales, claramente ajenas a lo que se consideraba
en las décadas iniciales del siglo XX el comportamiento adecuado de una mujer, y sus
consideraciones más bien tradicionales en lo relativo a la “misión” de las mujeres en el
hogar es un buen ejemplo de la pluralidad de caras que aparecen en una figura con tantas
y tan diversas facetas. Las diferencias afectaron también, como no podía ser menos, a las
posturas contrapuestas de sus seguidores y sus detractores. Mitificada por los primeros,
y a la vez ásperamente criticada por los segundos, unos y otros veían en ella -más por su
comportamiento que por sus ideas sobre el papel de las mujeres- la personificación de
una nueva forma de feminidad. Ocurrió así tanto en España como, y quizá sobre todo, en
América. En la península se puso de manifiesto por primera vez la ruptura con la imagen
tradicional de la mujer, en la medida en que Belén de Sárraga ocupó un espacio público al
que no accedían las demás mujeres. Como éstas estaban excluidas de los derechos políticos,
se cuenta que para aceptar la presencia de Sárraga en el Partido Republicano Federal se
decidió no tomar en consideración su sexo. Aunque la frontera más difícil de romper para
una mujer era la de hablar en público. “Subir a un estrado, intervenir en una reunión o en
un mitin”, ha explicado Michelle Perrot, “son otros tantos actos vividos como un escándalo
por el público y por consiguiente como una trasgresión difícil de asumir para las protagonistas”. De hecho, en la España de fin de siglo, sus compañeras de actividad escribían y
participaban en asociaciones de dimensiones reducidas; Sárraga, en cambio, hablaba ante
audiencias numerosas en teatros y plazas de toros. Y lo hacía elegantemente vestida: más
parecida por ello a las imágenes de las señoras en la prensa respetable que a las mujeres
pobres, sufrientes o luchadoras de los periódicos populares20.
Sus más fieles seguidores veían en ella una mezcla de virtudes femeninas y atributos
propios de los varones. Quienes la alababan en Málaga a comienzos del siglo XX utilizaron a veces las definiciones más tradicionales: “esposa honrada y cariñosa”, “madre
amantísima”, de “hermosísimo corazón”, pieza clave de “una familia ejemplar que vive
en la pobreza más honrada”; así la definía la junta de la Federación Malagueña en 1901,
en respuesta a los ataques de socialistas y clericales. Pero sus partidarios no se limitaron
a ensalzar sus virtudes domésticas: también veían en ella -como explicó El Porvenir del
Obrero, de Mahón, en 1899- la representación de “el porvenir, la juventud, la belleza, las
dotes superiores del corazón y de la inteligencia”; es decir, la encarnación de “todo lo que
el pueblo ama, [de] todo a lo que aspira”. Y lo que es más: al amor al hogar y a la belleza,
atributos tradicionales de la condición femenina, se añadieron rasgos que habitualmente se
habían considerado propios de los varones: la energía, la vitalidad, la valentía. Una mujer
que viajaba, que recorría España para participar en mítines y conferencias, que desafiaba
con sus escritos y sus actos a los defensores del orden establecido, que era capaz de soportar
20 La cita de Michelle Perrot, en “Historia, género y vida privada”, en FOLGUERA, Pilar (comp.),
Otras visiones de España, Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1993, pp. 14-15.
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Manuel Pérez Ledesma
las denuncias, los procesos e incluso la cárcel, estaba evidentemente en las antípodas de la
vida sosegada de las señoras de sus casas. En su caso se podía hablar incluso de heroísmo:
no tanto por las condenas, que nunca fueron muy elevadas, sino porque en alguna ocasión
tuvo que ir a la cárcel estando embarazada. Lo expresó bien Lerroux en 1902, al definir a
esta “mártir sudorosa en los desiertos de la política (...) sufriendo hierros, cárcel, persecuciones, indomable siempre, siempre generosa” como “honra de la España culta y ejemplo
que debiera seguir la mujer española como camino de redención”21.
Nada de esto podía hacer felices a quienes tenían una imagen más tradicional del papel
de la mujer en la sociedad, y pensaban que no había lugar para las mujeres en la esfera
pública. En Málaga, el gobernador se negó a aceptarla como directora de La Conciencia
Libre “por ser mujer”, e incluso impuso dos multas al periódico por publicar noticias en las
que se le atribuía ese cargo. Y lo que es aún más llamativo, un correligionario, Melquíades
Álvarez, en aquellos momentos la estrella ascendente del republicanismo asturiano, rechazó
participar con ella en un mitin en 1899 con el argumento de que “las mujeres no deb[ían]
tomar parte en estas actividades”. Para impedirlo, en otra ocasión, una “reunión numerosa
[de] señoras distinguidas”, con el arzobispo de Granada al frente, reclamó al gobernador
civil de la ciudad que suspendiera el mitin que, en uno de sus viajes de propaganda por
Andalucía, iba a dar aquella a quien el arzobispo calificaba como “esta desgraciada”, o
como “esta desventurada”22.
Fue en América donde tanto el entusiasmo de sus seguidores como el escándalo y la
denigración de sus adversarios alcanzaron su punto más elevado. Mientras sus partidarios
repetían, e incluso extremaban la exaltación de algunos rasgos ya mencionados en España,
sus contrarios encontraron un nuevo tema con el que atacarla: la separación matrimonial,
que como ya he señalado debió coincidir con su marcha al nuevo continente. Éste fue de
hecho el argumento más utilizado para denigrar a Sárraga, y criticar de paso sus ideas.
“Dicen que es una divorciada”, separada de su marido por “el inconveniente del mar” y
por algún “agravio, tal vez”; que “no ha tenido la dicha de ser reina en un hogar verdaderamente cristiano”, explicaba el autor de un folleto publicado en Iquique23. Incluso estas
opiniones pecaban de suaves si la comparamos con otras. La Revista Católica, publicada
por el arzobispado de Santiago de Chile, la acusó de “abandonar a su marido y a sus hijos y
recorrer el mundo con su secretario”. Y si damos crédito a los comentarios de Luis Emilio
21 Las citas, en E. De Mateo, Masonería..., Op. Cit., pp. 176, 179 y 272-273
22 El gobernador y las multas, E. De Mateo, Masonería, p. 167. La negativa, en RADCLIFF, Pamela,
“Política y cultura republicana en el Gijón de fin de siglo”, en TOWNSON, Nigel, El republicanismo
en España (1830-1977), Alianza Ed., Madrid, 1994, p. 386. Las peticiones y los calificativos, en telegramas del gobernador y el arzobispo, de 21 y 29 de noviembre de 1899 (Archivo Histórico Nacional,
Serie A, Gobernación).
23 Los comentarios, en el folleto anónimo Las Conferencias de Doña Belén de Sárraga, Iquique,
1913, II, pp. 4-7.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Recabarren, la prensa conservadora la consideró “una estafadora, una farsante, divorciada,
sin hogar, sin hijos”, y la calificó de “vieja y fea”, e incluso de “prostituta”24.
Sus más fervientes seguidores ensalzaban, en cambio, su capacidad oratoria, no sólo por
sus “acertadísimos conceptos” y su “estilo fácil y atractivo”, o su “castellano castizo” y su
“razonamiento profundo y metódico”; también, y quizá sobre todo, porque era una mujer
que hablaba en público. Lo nuevo, al menos para el prologuista de la edición mexicana de
sus conferencias, era que esas ideas se oían “por primera vez en una mujer”. Las alabanzas
no podían dejar de subrayar su condición femenina: era “la aurora” en medio de las tinieblas de la noche, “la luz meridiana” que acababa con la oscuridad; la “verdadera fuente
de donde manan como torrentes de clarísima y pura agua cristalina” las verdades, la “[l]
lama vivificadora y ardiente”. Feminidad y poesía se daban la mano en su estilo oratorio:
las suyas eran “ideas adornadas de figuras, ejemplos y citas poéticamente entrelazadas y
armonizadas como preciosas y perfumadas hojas de una misma flor, la más bella de todas,
la flor de la Libertad del Pensamiento”25.
No es de extrañar, por ello, que los símbolos femeninos -ramos de flores, lluvia de pétalos
o hermosas palomas recorriendo el escenario- aparecieran constantemente en los homenajes
organizados en Chile o en México. Como tampoco sorprende que la reverencia masculina
se reflejara en los innumerables escritos de protesta ante los ataques clericales. Aunque
el más acto más llamativo de reconocimiento consistía en acompañarla hasta su hotel, e
incluso obligarla a pronunciar una palabras desde el balcón de su habitación. En Iquique
este recorrido tuvo su más depurada expresión: según recuerda Virginia Vidal, “era tanto el
fervor que despertó la oradora en esa concurrencia que a la salida, cuando Belén se montaba
en un coche para regresar al Hotel Oddó, donde se alojaba, los hombres desuncieron los
caballos del carruaje para tirarlo ellos mismos (idéntico homenaje se había rendido otrora,
aquí en Chile, a la insigne actriz Sarah Bernard). Cuando aquí llegaron con ella, algunos
de los entusiastas la acompañaron a su cuarto y un joven poeta, desde el balcón, le brindó
su homenaje recitando unos poemas suyos”26.
Para aquellos entusiastas, Sarah Bernard representaba sin duda la Belleza y el Arte (con
mayúsculas, por supuesto); Belén de Sárraga -también mujer, bella y artística oradora- simbolizaba sobre todo la Libertad y la Verdad. Por eso, en una viñeta publicada en México
24 Las opiniones de La Revista Católica y el comentario de Recabarren están recogidas en VitaleAntivilo, Belén Sárraga..., Op. Cit., pp. 73 y 98-99.
25 El comentario mexicano, en el Prólogo de Santiago Guevara a La Evolución del Pensamiento...,
Op. Cit., p. 3. Los otros elogios, en el Prólogo de Alfredo Ilacaba y los comentarios de Federico R.
Tonda, incluidos en Conferencias Sociológicas..., Op. Cit., pp. 4, 15, 29-30 y passim.
26 Flores y palomas, en la “Octava Conferencia”, en Conferencias Sociológicas..., Op. Cit., p. 131.
El recorrido lo cuenta Virginia Vidal, en Vitale - Antivilo, Belén Sárraga..., Op. Cit., p. 18. Tanto el
libro de Vitale y Antivilo como los prólogos a las ediciones de sus conferencias o los reportajes de la
revista mexicana Helios, de agosto y septiembre de 1912 recogen testimonios de otros actos similares.
68
Manuel Pérez Ledesma
aparecía con el aspecto habitual en las alegorías republicanas del momento: vestida con
toga romana, tocada con un gorro frigio con la leyenda “Libertad”, subida a un pedestal, la
dama muestra al “Pueblo” cómo huyen el clero y los ricos. Al pie del pedestal, su escudo
lleva el emblema “Libertad de pensamiento” y la espada, con la leyenda “Verdad” en la
hoja, ensarta los libros y periódicos enemigos.
Una triste conclusión
Fue, sin duda, en América donde Belén de Sárraga disfrutó sus mejores momentos. En
cambio, su vuelta a España, nada más proclamada la República resultó más bien triste, al
menos para sus aspiraciones políticas. El partido “de sus amores”, el partido republicano
federal, vivía un profundo declive, y su presencia no sirvió para mejorar las expectativas
del mismo. Y aunque desempeñó algunos puestos relevantes (en 1933 era vocal de la Junta
Central de la Liga Española de Derechos del Hombre), su presentación como candidata
por Málaga en las elecciones generales de 1933 -ahora que las mujeres ya podían votar y
ser votadas- fue un rotundo fracaso. La última noticia que tenemos de sus actividades en
España se refiere a su participación como delegada por Cataluña en una Asamblea Nacional
del Partido Federal, celebrada en Valencia en febrero de 1938, con el fin de unificar las
distintas corrientes del mismo. Después llegó la derrota republicana, el exilio en México,
y con el exilio el olvido.
Su muerte en 1951 pasó desapercibida, salvo para el periódico chileno El Tarapacá, que
en una información publicada en febrero de 1951 explicó que acababa de morir “completamente olvidada de los públicos de España y de América (...) en el país azteca a la edad
de 77 años, llena de achaques propios de una senectud prolongada, doña Belén de Zárraga
(sic), cuya palabra encendida pastosa y cálida, escuchó en varias ocasiones la Provincia de
Tarapacá, allá por los años 1912 y 1915”. El artículo incluía un comentario lleno de tristeza:
“Ha muerto ahora en el más completo olvido. No dejó nada detrás de ella”27.
Podemos concluir este texto con una reflexión sobre el género biográfico, que quizá
sirva de acicate para la discusión. La reconstrucción de la figura de Belén de Sárraga no sólo
pretendía rescatar su figura del “más completo olvido” al que se refirió el articulista. Con ser
importante esta tarea, hay algo más que justifica el esfuerzo por reconstruir una trayectoria
vital. Se trata de mostrar cómo todo individuo, en este caso una mujer, por adelantada que
fuera a su tiempo, no dejaba de ser hija del mismo, y de estar sujeta a las concepciones en
él dominantes. Pero también conviene recordar, como señaló Lytton Strachey en su Prefacio
a Victorianos eminentes, que la identidad de cualquier personaje no se limita a su condición
27 GUERRA, Osvaldo, “Ha muerto en México doña Belén de Zárraga (sic)”, El Tarapacá, 26 de
febrero, Iquique, 1951. Citado en Rafael Gumicio Rivas: “Belén de Sárraga, librepensadora, anarquista
y feminista”, Polis, Nº 9.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
de hijo o hija de la época en la que vivió. Para decirlo con sus propias palabras: “Los seres
humanos son demasiado importantes para tratarlos como meros síntomas del pasado”.
Recibido: 09/09/2010
Aceptado: 10/11/2010
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Voluntad nacional y representación política en la ilustración española:
el discurso de Miguel Rubín de Celis
María Antonia Peña Guerrero
Universidad de Huelva
Resumen
Este artículo se centrará en aspectos de la biografía de Miguel Rubín de Celis (1746-1799) y pretende
ofrecer una primera aproximación a su pensamiento político situándolo en el contexto de las ilustraciones
española y francesa. En este primer acercamiento, se abordarán un par de cuestiones complementarias:
determinar si la experiencia americana pudo condicionar y en qué medida, la conformación de sus ideas
políticas y comprobar si su obra llegó a tener algún impacto en los procesos de cambio ideológico y
político que, posteriormente, acabarían conduciendo a la independencia de las colonias españolas en
América. El instrumento para acometer estas tareas será el comentario y profundización de su obra
Discours sur les principes fondamentaux d’une Constitution libre, publicado en Bayona en 1792.
Este escrito es considerado, hasta el momento, su obra principal. Habitualmente, se alude a ella en las
monografías como ejemplo de la Ilustración española junto a otros papeles de su autor, pero escasamente
se ha profundizado en ella desde el punto de vista de una lectura en clave de filosofía política
Palabras claves: Miguel Rubín de Celis - Biografía - Ilustración - representación política independencias americanas Abstract
This article will be focus on the biography of Miguel Rubín de Celis (1746-1799) and tries to offer a first
approach to his political thinking, locating him in the context of the Spanish and French illustrations.
In this first approach, a couple of complementary matters will be approached: to determine if the
American experience could condition and to what extent, the conformation of his political ideas and
to verify if its work got to have some impact in the processes of ideological and political changes that,
later, would end up leading to the independence of the Spanish colonies in America. The instrument
to undertake these tasks will be the commentary and deepening of his work, titled Discours sur les
principes fondamentaux d’une Constitution libre, published in Bayonne in 1792. This writing is
considered, until the moment, his main work. Habitually, it is alluded to in the monographs, with other
papers of its author, as an example of the Spanish Illustration, but barely one has deepened in it from
the point of view of a key reading of political philosophy.
Key words: Miguel Rubín de Celis - Biography - Illustration - political representation - American
independences -
PEÑA GUERRERO, María Antonia, “Voluntad nacional y representación política
en la ilustración española: el discurso de Miguel Rubín de Celis”, en Avances del
Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 71-94
71
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Introducción
En la provincia argentina del Chaco, justo en el lugar que llaman “Campo del Cielo”, hay
un cráter -el más grande de los localizados hasta la fecha- que lleva el nombre de Miguel
Rubín de Celis. Entre astrónomos y geólogos, este ilustrado asturiano es conocido por una
famosa expedición que realizó entre 1782 y 1783 por las tierras chaqueñas para localizar y
estudiar el denominado “Mesón de Hierro”, una enorme masa rocosa de carácter ferruginoso
que era en realidad, como más tarde se concluyó, un meteorito, y por la prolongación de
este viaje hacia las minas de Potosí, donde realizó un minucioso estudio sobre las posibilidades de explotación del yacimiento y las novedades técnicas y de gestión laboral que
podían aplicarse a la extracción del mineral. Esta curiosa expedición del teniente de fragata
Miguel Rubín de Celis y de su compañero de viaje, Pedro de Cerviño, fue detalladamente
registrada por los documentos de la época y por los informes que él mismo elaboró1, así
como por una abundante bibliografía que durante las últimas décadas ha dejado descansar
su mirada en la controvertida existencia de este polifacético noble español de costumbres
heterodoxas y variadas inquietudes de carácter científico y empresarial.
Anotaciones biográficas
Sin duda, el volumen que mejor recoge el conjunto de la biografía de Miguel Rubín de
Celis es el publicado hace un par de años por el argentino Ramón Gutiérrez: un exhaustivo
compendio de perfiles novelados en el que se acopian todas las incidencias de una vida
densa y azarosa y en el que el ilustrado es caracterizado como un “noble, militar, aventurero, científico, comerciante, utopista y revolucionario”2. Al margen de la obra de Gutiérrez,
también existen numerosas aportaciones repartidas en publicaciones de no siempre fácil
localización y que abordan, con un tono más o menos especializado, aspectos concretos de
su trayectoria vital: su destino militar en Melilla y su proceso inquisitorial, su periplo por
el Chaco, sus actividades mineras, su contribución al comercio de la quina americana o, por
ejemplo, su participación en la reconstrucción de la catedral de La Paz3.
1 El primer informe relativo a la expedición fue firmado por Miguel Rubín de Celis en Salta el 5
de abril de 1783 y se conserva en el Archivo General de Simancas bajo una doble entrada: Diario de
viaje y Reflexiones sobre esta expedición y la utilidad que de ella pueda sacarse. Algunos años más
tarde, su autor reflejaría el desarrollo y las conclusiones de esta expedición en un informe dirigido a la
Royal Society de Londres. RUBÍN DE CELIS, Miguel, “An Account of a Mass of Native Iron, Found
in South-America, by Michael Rubín de Celis, communicated by Sir Joseph Banks, Bart. P.R.S. Read
November 22, 1787”, Philosophical Transactions, Nº 78, 1788.
2 GUTIÉRREZ, Ramón, El árbol de hierro. Ciencia y utopía de un asturiano en tiempos de la Ilustración (1750-1800), Trea, Gijón, 2007, p. 238.
3 Véase, por ejemplo, POSAC MON, Carlos, “Proceso inquisitorial de Miguel Rubín de Celis, oficial
72
María Antonia Peña Guerrero
Aunque nacido en Asturias, Miguel Rubín de Celis (Llanes, 1746-Bayona, 1799) inició
su formación en Madrid y se incorporó pronto a la carrera militar, primero en el cuerpo de
Artillería y luego en el de Marina, prestando sus servicios en Málaga, Cartagena, Melilla y
Francia. Todo parece indicar que de esta etapa de preparación y servicio militar proceden
sus conocimientos de ingeniería, matemáticas, astronomía, geología e idiomas. A finales
de 1780 fue enviado a Guatemala y Nicaragua en una controvertida misión para proveer de
artillería sus fortificaciones, pero los errores de navegación en que incurrieron los oficiales
de la Santa Balbina durante la travesía le hicieron arribar al Río de La Plata donde hubo
de afrontar las repercusiones del enfrentamiento habido con el comandante de la fragata
durante el viaje. Temeroso de volver a la Corte española donde, presumiblemente, sería
juzgado por estos incidentes, Rubín de Celis decidió permanecer en Buenos Aires, donde
acabó insertándose en los círculos ilustrados de la ciudad y dando a conocer sus cualidades
como científico y militar. A este período de residencia en América corresponden, de hecho,
algunas de sus expediciones más célebres. En 1782, como ya he indicado, fue enviado al
Chaco por el virrey del Río de La Plata para emitir informe sobre el Mesón de Hierro4 y, de
paso, inspeccionar y estudiar las minas de Potosí. El informe presentado a la Corona por
Rubín de Celis realizaba una exhaustiva descripción del yacimiento y una valoración de
la calidad de sus recursos, al tiempo que ponía en evidencia la deficiente cualificación de
los que lo beneficiaban, la conveniencia de refundar y promocionar la Academia de Minas
de Potosí con químicos, geómetras y metalúrgicos e, igualmente, la necesidad de reformar
el sistema de la mita mejorando el trato a los trabajadores indígenas5. Una vez cumplido
este encargo y para mantenerse alejado de Buenos Aires con el fin de eludir las requisitorias de deportación que sobre su persona llegaban desde España, se trasladó a La Paz. En
septiembre de 1784 ya aparecía afincado en esta ciudad y trabajando a las órdenes de su
gobernador para colaborar con sus conocimientos de ingeniería en las obras de consolidación
estructural y reconstrucción de su catedral. Entretanto, el asturiano comenzaría también a
de la guarnición de Melilla (1770)”, Aldaba, Nº 22, 1993, pp. 167-183; CAILLET-BOIS, Ricardo Rodolfo, Ensayo sobre el Río de La Plata y la Revolución Francesa, Universidad de Buenos Aires, Buenos
Aires, 1929; ANÉS, Gonzalo: “Miguel Rubín de Celis”, en CAÑADA, Silverio, Gran Enciclopedia
asturiana, Heraclio Fournier, Gijón-Vitoria, 1981; PIOSSEK PREBISCH, Teresa: “Miguel Rubín de
Celis y sus reflexiones sobre la expedición al Mesón de Hierro”, Desmemoria, Nº 23-24, 1999, pp.
149-158; ELORZA, Antonio: “Absolutismo y revolución en el siglo XVIII. La emigración política de
Miguel Rubín de Celis, 1789-1799”, Cuadernos Hispanoamericanos, nº 232, 1969, pp. 389-405.
4 Algunos años más tarde, Rubín de Celis reflejaría el desarrollo y las conclusiones de esta expedición
en un informe dirigido a la Royal Society de Londres. RUBÍN DE CELIS, Miguel, “An Account of
a Mass of Native Iron, Found in South-America, by Michael Rubín de Celis, communicated by Sir
Joseph Banks, Bart. P.R.S. Read November 22, 1787”, Philosophical Transactions, nº 78, 1788.
5 OVANDO SANZ, Guillermo, La Academia de Minas de Potosí (1757-1970), Banco Central de
Bolivia-Academia Boliviana de la Historia, La Paz, 1975, p. 31.
73
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
desarrollar una intensa y no siempre transparente actividad económica en la que aparecía
como improvisado empresario minero y comerciante de quina.
La ciudad de La Paz que encontró Rubín de Celis aún dejaba ver los efectos sociales y
políticos de la revuelta indígena de Túpac Catari, que la había cercado y asediado entre los
meses de marzo y julio de 1781, y constituía todavía un hervidero de nuevas ideas y agitación
política. Desconocemos, en puridad, si durante su estancia en ella, tal y como había hecho
en otras ciudades en las que había residido, contactó con los núcleos locales formados por
burgueses o ilustrados que manifestaban una mayor propensión al cambio, pero no sería
desencaminado pensar que así fue si tenemos en cuenta que La Paz se convertiría, años
más tarde, en uno de los destinos contrastados de la difusión de sus escritos políticos. No
obstante, no es menos cierto que su residencia en Bolivia fue muy breve. En 1786, Rubín de
Celis se encontraba ya de vuelta en Madrid, donde fue inmediatamente apresado y juzgado
por los sucesos de la Santa Balbina, aunque su buena conducta y sus problemas de salud le
valieron la condonación de su pena de prisión a los tres meses de haber sido encarcelado.
La experiencia adquirida en la minería americana y en el comercio de la quina y sus
conocimientos en ambas materias, reconocidos incluso por algunos científicos de la época
y admitidos por la Corona, constituirían a partir de ese momento el núcleo de su actividad
económica, convirtiéndole en uno de los principales abastecedores de la demanda española
del azogue y la quina calisaya, pero implicándole también en turbios asuntos de Estado que
acabarían valiéndole la indisposición con Floridablanca y provocando su huida a Francia
en una fecha tan crítica como la de 1789. Sería a partir de ese momento cuando al Rubín
militar, expedicionario, ingeniero y comerciante sucedería el Rubín revolucionario y comprometido con la teoría y la propaganda política.
En cuanto a esta última faceta de su personalidad, lo que precisamente demuestra la
bibliografía actualmente disponible es que, de toda su trayectoria vital, esta fase final de
su vida, en la que se concentra su mayor actividad ideológica y una destacada práctica
revolucionaria, sigue adoleciendo de una considerable desatención, que se hace aún más
visible por la carencia de un análisis adecuado de su pensamiento articulado a través de
la obra escrita que dejó. Esto explica que en las páginas siguientes no pretenda volver a
incidir en los diversos y variados derroteros biográficos de Miguel Rubín de Celis -aunque
a ellos, lógicamente, tendré que remitirme puntualmente con fines explicativos-, sino ofrecer una primera aproximación a su pensamiento político, situándolo en el contexto de las
ilustraciones española y francesa, y tratar de apuntar preliminarmente un par de cuestiones
complementarias en las que, necesariamente, habré de profundizar en trabajos posteriores:
determinar si la experiencia americana pudo condicionar y en qué medida la conformación
de sus ideas políticas y comprobar si su obra llegó a tener algún impacto en los procesos de
cambio ideológico y político que, posteriormente, acabarían conduciendo a la independen-
74
María Antonia Peña Guerrero
cia de las colonias españolas en América6. El instrumento para acometer estas tareas será
el comentario y profundización en la que, hasta el momento, en el conjunto de una obra
escasa y frecuentemente mal atribuida, puede ser considerada su obra principal: el Discours
sur les principes fondamentaux d’une Constitution libre, publicado en Bayona en 17927.
Una obra a la que habitualmente se alude en las monografías al uso sobre la Ilustración
española y que fue incluso traducida y reproducida íntegramente por Antonio Elorza hace
ya bastantes años, junto a otros papeles de su autor, en su conocido volumen Pan y toros,
pero sobre la que escasamente se ha profundizado desde el punto de vista de una lectura
en clave de filosofía política8.
El contraluz ilustrado
Como ya hemos indicado con anterioridad, el Discours sur les principes fondamentaux
d’une constitution libre fue publicado en Bayona en 1792, tres años después de que Miguel
Rubín de Celis se trasladara a esta ciudad por motivos aún no suficientemente esclarecidos.
Aunque Elorza trató esta salida de España como un ejemplo de “emigración política” motivada por las inclinaciones revolucionarias de su protagonista, Gutiérrez interpreta que fueron
ciertas desavenencias entre el asturiano y Floridablanca, provocadas por la intromisión de
aquél en los turbios negocios relativos al suministro de azogue a la Corona española y las
críticas que el conde recibía en el Corresponsal del Censor, dirigido por su hermano Manuel,
las que desencadenaron la persecución. Por lo tanto, habrían sido sus denuncias económicas
y el carácter opositor de su familia -y no sus propios pronunciamientos contrarios al régimen- los factores que habrían hecho de Miguel Rubín de Celis un individuo poco deseable
en la Corte; lo cual, significativamente, no impidió que, una vez que conoció su intención
de trasladarse al territorio fronterizo francés, el ministro se espantase ante la posibilidad de
6 No en vano, este artículo se inscribe en el Proyecto I+D titulado “Los artífices de la representación
parlamentaria: desarrollos biográficos entre España y América (1808-1898)”, código HRA200913913-C02-02, financiado por el Ministerio Español de Ciencia e Innovación.
7 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours sur les principes fondamentaux d’une constitution libre,
Bayonne, Imprimerie de Pierre Fauvet Jeune, 1792.
8 La traducción y reproducción del Discours aparece en ELORZA, Antonio, Pan y Toros y otros
papeles sediciosos de fines del siglo XVIII, Ayuso, Madrid, 1971; de quien, probablemente, lo toma
GUTIÉRREZ, Ramón, Op. Cit., pp. 262-276. El único estudio específico realizado sobre la obra la
analiza sólo desde el punto de vista jurídico y corresponde a SCANDELLARI, Simonetta, “Il Discurso
sobre una constitución libre di Miguel Rubín de Celis, Bayona, 1792”. In Memorie del Seminario de
Filosofia del diritto e di Storia delle dottrine politiche della Facoltá di Magisterio dell’ Università di
Sassari, Sassari, Presso la Facoltà, 1988, pp. 7-29.
75
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
que el asturiano se sumase a los grupos de ilustrados liberales que ya se encontraban allí y
que pugnaban por introducir en España libros y propaganda revolucionaria9.
Naturalmente, los temores de Floridablanca no eran infundados, pues, si bien es cierto
que Miguel Rubín de Celis no se había señalado nunca con ningún escrito que en verdad
se pudiera considerar ideológicamente sedicioso, toda su vida estaba jalonada -y era de
conocimiento público- por conductas contestatarias y actuaciones indisciplinadas con las
que había cuestionado la jerarquía militar, desobedecido requerimientos de las autoridades
o criticado abiertamente sacrosantas instituciones como, por ejemplo, la Corona o la Iglesia. De hecho, algunos años antes, su proceso inquisitorial, estudiado por Posac Mon, se
había fundamentado en sus inclinaciones volterianas y en un discurso febril, ubicado en el
contexto de las tertulias burguesas de la época, en el que atacaba los dogmas del cristianismo
y denunciaba la corrupción del estamento eclesiástico. La posesión de libros prohibidos y
una actitud permanentemente irreverente se sumaron al resto de causas mencionadas en el
expediente dando lugar en noviembre de 1770 a la instrucción de un proceso por el Santo
Oficio de Granada que sirvió, además, para avivar algunos autos del mismo tenor abiertos en
el Tribunal de Valencia años atrás por delaciones efectuadas contra él. Como consecuencia
de estos procesos, el asturiano llegó a ser encarcelado, reprendido y conminado a retractarse de sus afirmaciones para que la pena quedase conmutada. Sin embargo, al no hacerlo,
Rubín de Celis hubo de permanecer en prisión y se le aplicó un embargo de bienes, libros
y papeles que precedió al dictado en 1776 de una sentencia humillante y ejemplificadora10.
Al margen del retrato de su talante rebelde que este proceso nos proporciona, no hay
constancia efectiva de que, con anterioridad a su traslado a Bayona, Miguel Rubín de Celis
hubiera mantenido contacto con otros ilustrados españoles dedicados a la crítica política o
participado de los círculos intelectuales que en esos años lideraban la renovación del pensamiento político. En cambio, la personalidad ilustrada de Rubín había aflorado como una
derivación de su elevada preparación cultural -sus conocimientos de idiomas, ingeniería,
astronomía, geología o botánica-, de su curiosidad por la indagación científica y la exploración de nuevos espacios, y su relación con personalidades de la talla de Celestino Mutis. En
cualquier caso, lo que parece estar fuera de duda es que un escenario como el de Bayona,
en el que los núcleos afrancesados organizaban vivazmente su acción política y las ideas
revolucionarias circulaban con profusión, debió de actuar como un importante estímulo
para la elaboración y plasmación escrita de principios y teorías políticas que, de alguna
forma, habrían acompañado a Rubín de Celis durante toda su vida: su espíritu libertario,
su defensa de los derechos individuales y sus ansias de progreso y modernización serían
una buena prueba de ello.
En relación con los primeros momentos de su estancia en Bayona, Ramón Gutiérrez se
9 ELORZA, Antonio, “Absolutismo y revolución…”; GUTIÉRREZ, Ramón, Op. cit., pp. 215 y s.
10POSAC MON, Carlos, Op. Cit., pp. 179-182.
76
María Antonia Peña Guerrero
resiste a pensar que Miguel Rubín de Celis pueda ser considerado como un exiliado más de
los que allí se reunían. Para este autor, la petición del asturiano cursada a la Corona en 1790
para que se le permitiese volver a América a atender sus negocios es un claro exponente
de que aquél continuaba más preocupado por sus asuntos empresariales y por aprovechar
las posibilidades económicas el territorio americano que por implicarse en luchas políticas
que hasta ese momento le habían sido algo ajeno. No obstante, la negativa de la Corona
a dejarle partir es también interpretada por Gutiérrez como un punto de inflexión en la
trayectoria vital de Rubín de Celis: obligado a permanecer en Francia de forma indefinida,
el asturiano se afincó en Bayona y, como había hecho en otras ciudades por las que antes
había pasado, comenzó a echar raíces en la sociedad local, comandada entonces por el
alcalde Jean Pierre de Bastèrreche11.
Los que transcurren entre 1789 y 1792 son, quizás por ello, años oscuros en la vida del
ilustrado. Entre su llegada a Bayona en 1789 y la publicación de su Discours, las fuentes
documentales guardan un celoso silencio sólo roto por algunas referencias indirectas. Sabemos, no obstante, que en la fronteriza ciudad francesa ya existía un importante y heterogéneo
grupo de españoles formado por transeúntes, exiliados y comerciantes, entre los que el
asturiano encontró un confortable acomodo. A principios de diciembre de 1792 aparece, de
hecho, integrando la nómina de los fundadores de un Club Español que, más allá de servir
como foro de encuentro para los patriotas españoles, era utilizado como un instrumento
para la agitación subversiva12. Son éstos, por lo tanto, años en los que Rubín de Celis se
introduce en los círculos ilustrados de Bayona -de hecho, la publicación de su obra bajo los
auspicios de la Sociedad de Amigos de la Libertad y de la Igualdad nos da idea del grado
de integración alcanzado-, en los que llegaría a reunirse con hombres como José Manuel de
Hevia y el mismo José Marchena, también conocido como el abate Marchena13. De entre
todos, sería con este último con el que trabaría una más estrecha amistad, hasta el punto de
que hoy día resulta irrecusable el enorme peso específico que el pensamiento de Marchena
llegó a tener en la conformación de su propio ideario. En buena medida, la afinidad personal existente entre Miguel Rubín de Celis y José Marchena y la similitud de sus recorridos
biográficos -determinados por su talante provocador, la persecución inquisitorial, el exilio
y el afán de infundir en España el espíritu de la revolución francesa- constituyen factores
11GUTIÉRREZ, Ramón, Op. Cit., p. 217.
12FUENTES, Juan Francisco, José Marchena. Biografía política e intelectual, Crítica, Barcelona,
1989, pp. 98 y s.
13A este grupo de Bayona se unirían en 1793 Vicente María Santibáñez, y Juan Antonio Carrese.
FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier, y MIRANDA DE LAGE-DAMON, Paloma: “Exiliados españoles
en Bayona en tiempos de Revolución (1789-1793). Contrabando ideológico, propaganda, literatura y
política”. En 1789 et les basques, Presses Universitaires de Bordeaux, Bordeaux, 1991, p. 67. FUENTES, Juan Francisco, Op. Cit., p. 86.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
privilegiados para explicar por qué, tras la llegada del abate a Bayona en abril de 179214, la
actividad editorial del asturiano se intensificó sustantivamente colaborando con sus escritos
en la Gazette de la liberté et de l’égalité que aquél había impulsado y su presencia en la
vida pública se amplificó bajo el formato de cartas, discursos y arengas como los que, con
mayor o menor seguridad, se le atribuyen15.
Pero, a pesar de compartir con Marchena simpatías filosóficas y elevadas dosis de entusiasmo por la transformación de las estructuras sociales y políticas, Miguel Rubín de Celis
representa un incremento de gradiente revolucionario claramente apreciable en su radicalismo expresivo y en su lenguaje pleno de connotaciones rousseaunianas16. Si ya lo había
hecho, como hemos visto, anteriormente, cuando vivía en los territorios de la monarquía
hispánica, en Bayona, inserto en un ambiente de libertad y heterodoxia, protegido frente
a la persecución, Rubín de Celis debió de dar rienda suelta a sus ideas de modo ardiente
protagonizando, también allí, ciertos episodios de escándalo público. Así lo atestiguaba un
denunciante anónimo al poner en su boca, durante el año 1792, un vocabulario singularmente
agresivo y ataques verbales a la monarquía y a la Iglesia, que se completaban con ofensas
a la Orden de Santiago, de cuya pertenencia había renegado. Parece ser que, entre otros
exabruptos, Rubín de Celis había afirmado literal y despreciativamente en un foro público
que “la corona de los reyes vale mucho menos que el gorro de un ciudadano”. Llegado el
caso, él, según reflejó A.Elorza, negó haber pronunciado tales palabras, pero, incluso en
su escrito de descargo, no dudó en aludir a su defensa de la “libertad natural del hombre”
y de la igualdad, a su lucha contra la opresión y la tiranía y a su orgullo por ostentar la
condición de ciudadano francés17.
14 MOREL-FATIO, Alfredo, “Don José Marchena et la propagande révolutionnaire en Espagne en
1792 et 1793”, Revue Historique, XLIV, 1890, pp. 72-87.
15 Lo testimonian, por ejemplo, la carta dirigida a Acuña desde Bayona el 22.10.1792, en la que se
reconocía como ciudadano francés y miembro de la Asamblea de la ciudad, o el Discurso pronunciado
en la Asamblea de Bayona en el mismo año, ambos reproducidos por GUTIÉRREZ, Ramón., Op. Cit.,
pp. 260-262. Según Juan Francisco Fuentes, Marchena y Rubín de Celis prometieron a sus lectores
de la Gazette la inminente aparición de una traducción al español de los discursos pronunciados por
Mirabeau en la Asamblea Nacional. De esta obra, no obstante, no se tienen de momento ninguna
constatación, lo que lleva al autor a especular sobre la posibilidad de que fuera tan sólo una argucia
de ambos amigos para obtener recursos económicos por un vía un tanto deshonesta. FUENTES, Juan
Francisco: Op. Cit., pp. 89 y s.
16 De hecho, Fuentes atribuye a José Marchena un discurso más conciliador y posibilista que el que
esgrimían Santibáñez o Rubín de Celis. FUENTES, Juan Francisco, Op. Cit., pp. 99 y s.
17 “¿Quieren saber lo que soy y de lo que hago, por decirlo así, vanidad? Soy enemigo irreconciliable
de la tiranía, de sus satélites; de la mentira, de la doblez y de la lisonja. Soy tan encarnizado enemigo
que mi espada sobresaldrá en cuantas ocasiones se trata de destruir estas ponzoñas de la humanidad”.
Cit. en ELORZA, Antonio, Pan y Toros…, Op. Cit., pp. 45, 47 y s.
78
María Antonia Peña Guerrero
Ahora bien, ni Marchena ni Rubín de Celis podían, en puridad, considerarse exponentes
de una Ilustración española que, aun influida por la obra literaria y filosófica que llegaba
desde las Luces europeas y, en particular, desde el foco ilustrado francés, se obstinaba por
encontrar su propio camino reconciliando el cambio con la tradición, compaginando la
reforma social y política con la preservación del status de la monarquía y la Iglesia católica y
tiñendo, en cualquier caso, todas sus propuestas de una mesura deudora de las persecuciones
judiciales e inquisitoriales18. Una considerable distancia separa, así pues, este moderantismo
ilustrado del talante radical y revolucionario que caracterizó la obra y, sobre todo, el pensamiento de Marchena y Rubín de Celis. Ello los convierte, no obstante, en la demostración
palpable de que otra Ilustración, más avezada y moderna, fue posible y de que, en ocasiones,
su rastro debe ser seguido entre los renglones de una obra frecuentemente censurada o
autocensurada en la que las preocupaciones políticas cedieron su lugar a las inquietudes
de raíz económica o social. Ya afirmó Jean Sarrailh que en el campo político los ilustrados
españoles no atacaron al régimen político vigente, sino a desviaciones de éste provocadas
por la intromisión exacerbada del catolicismo, la irracionalidad en el ejercicio del poder, el
despotismo o el abandono de la senda reformista19. De hecho, es el interés explícito por los
principios fundamentales del gobierno representativo, por sus estructuras institucionales
y por el desarrollo de la vida parlamentaria y constitucional lo que convierte a la obra de
Miguel Rubín de Celis en una rara avis de la producción libraria de la Ilustración española.
El Discurso sobre los principios y los principios del Discurso
Tal y como aún se conserva en su edición original, el Discours sur les principes fondamentaux d’une constitution libre que salió de los talleres de la Imprimerie de Pierre Fauvet
Jeune, en Bayona, es un pequeño opúsculo de 27 páginas, totalmente redactado en francés,
que su autor concibió como expresión de sus críticas a la Constitución de 1791 y como
cauce para hacer visible sus teorías sobre el gobierno representativo y los mecanismos de la
representación política. Según su propio autor explicó en una de las notas a pie de página,
el discurso estaba planteado como la primera entrega de una serie en la que sucesivamente
se irían abordando nuevas cuestiones relativas al gobierno constitucional: de hecho, llegó
a prometer tres próximas entregas dedicadas específicamente al poder legislativo, al poder
judicial y al sistema fiscal. Su estructura es didáctica y sencilla. Tras una apelación directa a
18 Al respecto, puede verse mi reflexión sobre las aportaciones de la Ilustración española a la construcción teórica del gobierno representativo en PEÑA GUERRERO, María Antonia, “Hacia una genealogía
intelectual de la representación política”. En SIERRA, María; PEÑA GUERRERO, María Antonia, y
ZURITA ALDEGUER, Rafael, Elegidos y elegibles. La representación parlamentaria en la cultura
del liberalismo, Marcial Pons, Madrid, 2010.
19 SARRAIHL, Jean, La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, F.C.E., 1985,
pp. 710 y 577.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
los “ciudadanos”, 87 puntos, correspondientes a idéntico número de párrafos, se distribuyen
en tres partes dedicadas, respectivamente, a exponer las bases teóricas de la obra y la crítica
de su autor hacia la conformación y funciones del poder ejecutivo su acepción monárquica;
a recorrer el articulado de la Constitución subrayando sus errores, despropósitos y contradicciones, y a diseñar una nueva estructura para el poder legislativo. Si atendemos a lo que el
autor manifiesta en su presentación y a las alusiones que se intercalan en el propio texto, las
ideas vertidas en el Discours se habrían inspirado en la lectura de filósofos políticos como
Rousseau y Mably y habrían sido previamente discutidas con los “escritores publicistas
más acreditados”20, lo cual no viene sino a corroborar la importancia decisiva que debió de
tener para el asturiano su integración en los círculos culturales bayonenses.
Desde el principio, la intención del texto queda bien clara, pues el autor afirma que va
a “hablar de un gobierno que se adapta a todos los pueblos que quieren ser y conservarse
libres” y que va a profundizar, en particular, en la organización que deben tener los poderes
ejecutivo y legislativo para que éstos “permanezcan bien separados” 21, con tal de que puedan
alcanzar su principal objetivo: la felicidad de la sociedad. Como vemos, el principio de
universalidad, tan caro a la Revolución, está presente desde las primeras líneas del Discours,
así como la adscripción de su autor a la teoría de la división de poderes enunciada por el
barón de la Brède en Del espíritu de las leyes y su confianza en la capacidad del gobierno
representativo para garantizar un derecho -el derecho a la felicidad- que los ilustrados habían
sumado sutilmente a la nómina del iusnaturalismo. Sin embargo, el arranque del discurso
es también, en su punto segundo, una declaración de intenciones prácticas en la medida en
que Rubín de Celis reconoce que su principal objetivo es dar a conocer sus opiniones acerca
de la Constitución francesa de 1791, “idolatrada constitución” cuajada de contradicciones
“tan manifiestas y tan groseras” que acabará “por pulverizar pronto la libertad”. Es evidente,
en este sentido, que a la altura de 1792, Rubín de Celis consideraba superada una primera
etapa del ciclo revolucionario francés y dirigía una aguda crítica hacia su recién estrenado
marco constitucional por considerarlo insuficiente para dar respuesta a las necesidades de
la sociedad y para colmar las verdaderas apetencias de libertad e igualdad del ciudadano.
Lo que a la luz de la comparación con el Antiguo Régimen podía parecer esplendoroso, se
volvía gris cuando se contrastaba con las expectativas depositadas en el futuro. Aplicando
este juicio a la primera constitución de los franceses, Rubín de Celis aseguraba que “el
20 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, Op. Cit., párr. 3.
21 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, Op. Cit., párr. 1. Aunque, como ya he mencionado, la
obra apareció traducida al español en ELORZA, Antonio: Pan y Toros,, pp. 51-74, y reproducida,
posteriormente, en GUTIÉRREZ, Ramón, Opus cit., pp. 262-276, en lo sucesivo, tomaré las citas de
la edición original en francés traduciéndolas nuevamente, pues las traducciones anteriores presentaban,
a mi juicio, algunas imprecisiones.
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María Antonia Peña Guerrero
entusiasmo que hemos mostrado por ella venía más bien de la comparación que hacíamos
con nuestro antiguo régimen que de su perfección real” 22.
Y lo primero que había que revisar era, según él, la propia declaración de los derechos
del hombre, cuyo reconocimiento debía ser concebido como una auténtica ley fundamental
del Estado y cuya preservación constituía “la primera condición del contrato sagrado de asociación”. Las connotaciones rousseaunianas de esta afirmación se reforzaban en el discurso
de Rubín de Celis cuando, al mismo tiempo que exigía de las leyes que consignasen el más
absoluto respeto a los derechos del hombre y que arbitrasen mecanismos para proteger a
los ciudadanos de la arbitrariedad y del despotismo, también reclamaba a los ciudadanos la
“noble compostura de un hombre generoso, virtuoso y sabio”23. Como ya hemos sugerido,
Montesquieu se asomaba al texto del Discours en la medida en que Rubín de Celis apostaba
por una separación tajante entre ejecutivo y legislativo, pero era Jean Jacques Rousseau el
que presidía sus principios desde el punto y hora en que la capacidad legislativa era considerada un atributo que “debe residir siempre en el pueblo sin poder jamás ser delegado”24.
La presencia de ambas influencias ilustradas en la obra de Miguel Rubín de Celis, junto
a la de Bonnot de Mably a la que el propio autor alude a lo largo de su texto, no es nada
excepcional habida cuenta su amplia formación cultural, su conocimiento de distintas lenguas
y su gusto por las novedades, que le había llevado, como se demostró en su proceso inquisitorial, a formar una biblioteca personal nutrida por libros prohibidos. Que en sus manos
hubiera caído tempranamente un ejemplar de Del espíritu de las leyes, bien en su lengua
original o en una traducción parcial o total25, es una idea tan plausible como el hecho de que
el conocimiento de El contrato social, una obra mucho arriesgada que la de Montesquieu, le
hubiese sobrevenido a raíz de su amistad con Marchena. Éste, posiblemente, la conocía casi
desde su introducción en España a través de Manuel Ignacio Altuna y Francisco Carrión,
secretarios de la embajada española en Venecia, que habían coincidido con el ginebrino
22 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, párr. 2.
23 Ibídem, párr. 6.
24 Ibídem, párr. 7.
25Pocos años después de la publicación de Del espíritu de las leyes, Campomanes o Jovellanos demostraron fehacientemente haber leído esta obra y expresaron abiertamente su admiración por Montesquieu y por el modelo político británico que el barón de la Brède ensalzaba, promoviendo en 1753
una traducción de su más famosa obra que, no obstante, no llegaría a ver la luz. No fue óbice esto, sin
embargo, para que Montesquieu se convirtiera en lectura de cabecera de muchos intelectuales españoles y para que su obra dejara tras de sí una influencia tan poderosa que llega a convertir, por ejemplo,
una buena parte de los Discursos de José Agustín Ibáñez de la Rentería en una auténtica paráfrasis
de su inspirador. HERRERO, Isabel, y VÁZQUEZ, Lidia, “Recepción de Montesquieu en España a
través de las traducciones”, en DONAIRE, María Luisa, y LAFARGA, Francisco (eds.), Traducción
y adaptación cultural: España-Francia, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1991, pp. 143-157.
81
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
durante su misión diplomática en dicha ciudad26. No debemos olvidar, por lo demás, que el
abate se había formado en el núcleo reformador de la Universidad de Salamanca, al calor
del magisterio de hombres como Juan Meléndez Valdés, Ramón Salas o Diego Muñoz Torrero, abiertos partidarios de un Rousseau que, antes de la eclosión jacobina, se presumía
menos subversivo que Voltaire, anatematizado oficialmente por la acritud de su crítica social
y por su anticlericalismo furibundo, y más cercano a una lucha contra el despotismo que
no implicaba caer de bruces en el ateísmo ni negar determinados valores espirituales que
sintonizaban bien con la orientación católica de la Ilustración española27. Marchena siempre
confesó su admiración por Rousseau aunque se cuidó mucho de sostener públicamente que
su doctrina tenía que ser depurada en aquellos párrafos en que se explayaba la defensa de
la democracia y del igualitarismo. De hecho, él mismo se encargaría en 1799 de traducir
El Contrato Social al castellano, publicándolo en Londres para su posterior distribución
clandestina en la península y en sus colonias ultramarinas, si bien curándose en salud al
anticipar su divergencia de opinión con el ginebrino en muchas de sus reflexiones28.
En cuanto a Mably, su presencia en el Discours no resulta nada extraña si tenemos en
cuenta, como ya estableció Richard Herr, que la preferencia por Bonnot de Mably antes que
por Jean Jacques Rousseau fue tónica general entre los ilustrados españoles29. Por más que
el autor del Contrato fuese leído profusamente en suelo español y también aquí interpretado
a la luz de muy distintos enfoques, el carácter extremado de su pensamiento y la resistencia
oficial armada contra él, hizo el grueso de la intelectualidad española se inclinase más hacia
una adopción cautelosa de las propuestas moderadas de Sieyès, Condorcet o, sobre todo,
el mencionado Mably. Obviamente, la propia personalidad y el tono moderado del abate
prometían una mejor conciliación de la tradición católica española con la necesaria reforma
del orden monárquico que, a juicio de los ilustrados españoles, no podía demorarse más,
pero que, sin duda, debía desarrollarse buscando su propia y particular vía identitaria. No
es casual, en este sentido, que, casi al mismo tiempo que Picornell preparaba su conjura,
algunos de sus colaboradores andaran ultimando una nueva traducción de la obra de Mably. En 1781 y 1788 ya se habían dado a la imprenta sendas traducciones de Entretiens
de Phocion; en 1798 se daría a conocer la de Principes de morale; varias de Des droits et
devoirs du citoyen fueron realizadas pero no llegaron a ver la luz hasta la etapa de las Cortes
de Cádiz. A los ojos de los intelectuales españoles, la obra de Mably -ha señalado Portillo
26 SÁNCHEZ GARCÍA, Raquel, Alcalá Galiano y el liberalismo español, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2005, p. 47.
27 PORTILLO VALDÉS, José María, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional
en España, 1780-1812, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, p. 68.
28 Véase FUENTES, Juan Francisco, Op. Cit.
29 HERR, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1988, p. 303.
82
María Antonia Peña Guerrero
Valdés- permitía “combinar un código moral perfectamente asumible por la ilustración
católica con un audaz radicalismo político”30.
Por todo ello, a los efectos que nos interesan, Rubín de Celis fue de los pocos ilustrados
españoles que en estos años se adscribieron tan explícitamente a los postulados rousseaunianos y que abordaron de frente un problema tan central para la construcción del liberalismo
como era el de la representación política. En el discurso que vengo analizando, el asturiano
preconizaba una división estricta entre ejecutivo -como poder “de acción”- y legislativo
-poder esencial donde reside la “voluntad” - y apoyaba toda su argumentación en una finísima distinción entre la facultad de proponer y la de decidir, entendiendo que la primera
correspondía al poder ejecutivo y la segunda al legislativo, encarnado directamente por el
pueblo: “Todo lo que el pueblo tiene que hacer es permitir que se le proponga la manera de
enunciar su decisión, de manifestar su aprobación o su rechazo sobre temas relativos al bien
general; pero la facultad de proponer no es la de decidir. Así, por lo que atañe a las leyes,
es el pueblo exclusiva y directamente quien debe pronunciarse por sí mismo” 31. A lo largo
de su discurso, Rubín de Celis no se pronuncia claramente sobre la conformación de ambos
poderes ni sobre la forma en que deben reunirse y funcionar. Es más, explica que cree innecesario que la ordenación de los poderes deba ser considerada como una ley fundamental o
constitucional y deriva su regulación a leyes posteriores que puedan ir siendo cambiadas a
medida que la experiencia lo demande, según se evidencie su adecuación o inconveniencia.
Por esta razón, el Discours elude un debate muy característico, en cambio, de otros procesos constituyentes, relativo a la determinación del número de miembros que debía tener
el Parlamento, el momento y forma de su nombramiento o la duración de los mandatos,
y antepone a esta discusión el propio cuestionamiento de la representación parlamentaria
tal y como venía siendo concebida desde la revolución norteamericana y su propuesta de
recuperar las prácticas asamblearias, siempre que éstas sean factibles: “los inconvenientes
de las asambleas numerosas -afirma- desaparecerán si nos dedicamos seriamente a encontrar
un modo de evitar en ellas el tumulto”32. Este posicionamiento parece colocar a Rubín de
Celis, momentáneamente, a contracorriente de las tendencias ideológicas predominantes
en su tiempo, pues, como ha indicado Bernard Manin, la dificultad de aplicar el modelo
asambleario griego a Estados cuya dimensión demográfica se había multiplicado exponencialmente fue uno de los argumentos más recurrentes entre los primeros revolucionarios
30 PORTILLO VALDÉS, José María, Op. Cit., pp. 130 y 132.
31 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, Op. Cit., párr. 7.
32 Ibídem, párr. 10. Con todo, no parece que con su reivindicación de la práctica asamblearia Rubín
de Celis pretendiera más que rescatar el ejercicio directo de la soberanía en aquellos espacios administrativos e institucionales que por su menor entidad podían ser susceptibles de recurrir a las asambleas populares. Curiosamente, el español intentaba abrir en Francia una puerta que, por cuestionar el
mecanismo de delegación representativa de la soberanía, allí había sido definitivamente cerrada por
intelectuales y políticos no sin asegurarse después de tirar la llave.
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y partidarios del gobierno representativo para justificar la sustitución de la democracia
participativa por un modelo alternativo de democracia representativa articulada sobre la
base accionante de los procedimientos de selección electoral33.
Pero, además, su apuesta por la recuperación política de las asambleas populares inserta al autor del Discours en el seno de una corriente iusnaturalista que apuesta por la
revalorización de la condición humana y por la exaltación de su bondad y dignidad. Así, la
apelación al “pueblo soberano” recorre transversalmente todos los párrafos del discurso,
de tal modo que, definido como “dueño”, “poderoso”, “justo” e “infalible”, el pueblo que
concibe Rubín de Celis se nos presenta como una realidad idealizada muy distante de la
imagen de “pueblo” asociada a la incultura, al desorden y al despotismo que el liberalismo
decimonónico acabaría acuñando para oponerse a la democracia. Desde este punto de vista,
el “buen pueblo” que sobrevive aún en el imaginario ilustrado del Discours está llamado a
gobernarse a sí mismo y a derivar un mínimo imprescindible de su soberanía hacia otros.
No es, por lo tanto, la “soberanía” reconocida por el asturiano inalienable como aquélla de
la que hablaba Rousseau: Rubín de Celis la considera delegable, pero sólo en niveles mínimos y para funciones imprescindibles de realizar por la totalidad del pueblo. Esta puntual
concesión hacia el gobierno de unos cuantos que parecía contravenir los fundamentos de
El contrato social mereció, incluso, que el asturiano justificase su discrepancia puntual con
Rousseau asegurando que para él, más importante que las doctrinas o los libros, era razonar
según “la naturaleza de las cosas y el corazón humano”34.
Apuntadas las bases de su teoría política, a partir del párrafo 11º, Rubín de Celis centra
su discurso en la crítica al despotismo, simbolizado por el modelo de monarquía hereditaria
y absoluta que había prevalecido en Francia durante el Antiguo Régimen. Es siempre en
este punto donde el ilustrado manifiesta su mayor vehemencia. Ya con anterioridad, en una
nota adjuntada al tercer párrafo, había expuesto muy enfáticamente que la resistencia a la
opresión no era un derecho del hombre, sino un deber consustancial a la naturaleza humana,
cuyo incumplimiento representaba una “desobediencia formal al Creador”. Al hilo de estas
afirmaciones, el monarca era descrito como un hombre caprichoso, un “tirano” y un “execrable impostor” que engañaba a una sociedad de hombres “tan estúpidos, tan ciegos y tan
miedosos” haciéndoles ver que “sus títulos son controlados desde el Cielo” y que él era el
origen del orden social. Aunque aparentemente la Constitución de 1791 había acabado con el
derecho divino, Rubín no dejaba de ver en ella “brechas” por las cuales el espíritu destructor
del absolutismo continuaba infiltrándose en la sociedad. Era una de ellas, en su opinión,
el hecho de que la Constitución hubiese preservado un régimen monárquico de naturaleza
hereditaria, flagrante escarnio para el principio de igualdad de derechos que amparaba a
todos los hombres, y que hubiese depositado en él un importante quantum de soberanía
33 MANIN, Bernard, Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza, 1998.
34 Ibídem, párr. 10.
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materializado en su inviolabilidad, su impunidad y, sobre todo, en el derecho real de veto.
Quince extensos párrafos se dedicaron a poner de relieve la incongruencia y perversión
que implicaba el ejercicio del veto monárquico consignado en el texto constitucional: “Si
un decreto es la expresión de la voluntad general -afirmaba Miguel Rubín-, ya es ley, y no
hay poder alguno sobre la tierra que tenga derecho a impedir que lo sea”35.
El ilustrado español no podía entender que una revolución realizada para dividir los
poderes, en aras de proteger la libertad, hubiera acabado depositándolos todos, desde el
punto de vista jurídico, “en las manos de un solo individuo y a perpetuidad, en la estirpe que
había ejercido durante diez siglos el despotismo más espantoso”. Con un acusado sentido
premonitorio, Rubín de Celis anunciaba que las generaciones futuras nunca podrían comprender semejante inconsecuencia, “desmentido formal de las luces tan preciadas del siglo
XVIII”, y que por su causa los miembros de la Asamblea Nacional pasarían a la Historia
como hombres prejuiciados e ignorantes en materia de libertad36.
La explicación común de que con el veto real la sociedad se protegía a sí misma de
los errores en que pudiera incurrir el cuerpo de representantes de la nación no convencía
en absoluto al ilustrado asturiano, que se confesaba perplejo ante la mera idea de que la
salvaguarda de los derechos sociales pudiera caer bajo la responsabilidad de un rey tirano
contrastadamente opuesto a los verdaderos intereses de sus súbditos. Ni el veto representaba devolver al pueblo la capacidad de discutir nuevamente la ley ni existían precedentes
históricos que pudieran justificar su uso. Y eso lo afirmaba el autor tras un somero análisis
del sentido que los romanos habían dado al veto entre los tribunos para terminar concluyendo que éstos usaban el veto para frenar determinadas discusiones legislativas, pero no
para impedir que una ley ya votada y aprobada entrara en vigor. Vetar una ley implicaba a
sus ojos incurrir en una incontestable contradicción conceptual, puesto que la ley sólo era
legítima si expresaba la voluntad general y, en este sentido, no requería más sanción externa
que la procedente del pueblo del que esta voluntad general emanaba.
En opinión del autor del Discours y coincidiendo con la célebre afirmación de Emmanuel Joseph Sièyes -“26 millones de hombres no se reúnen en una plaza pública”37-,
la propia entidad alcanzada por los gobiernos contemporáneos obligaba a desatender las
recomendaciones de Rousseau y a optar por un sistema de gobierno representativo: “la
extensión de nuestro imperio nos fuerza a establecer una clase de gobierno desconocido a
los antiguos, es decir, el representativo”38. Pero ello no implicaba en ningún caso bajar la
guardia ante las posibles desviaciones de éste, sino que, por el contrario, exigía introducir
35 Ibídem, párr. 24.
36 Ibídem, párrs. 36 y 37.
37 SIEYÈS, Emmanuel Joseph, ¿Qué es el Tercer Estado?
38 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, Op. Cit., párr. 27.
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algunas correcciones -como Condorcet ya había alertado39- para prevenir el efecto nocivo
que la seducción oratoria de algunos representantes pudiera tener sobre los otros, evitar la
adopción precipitada de decisiones como producto de la efervescencia y el apasionamiento
en determinadas coyunturas y dilucidar qué hacer ante votaciones ganadas por mayorías
débiles que ponían en entredicho la expresión de la voluntad general. En cualquier caso,
la solución no pasaba por convertir en árbitro al monarca, sino generar dentro del poder
legislativo un cuerpo censor, de funcionamiento autónomo, que asumiese la función de
revisar la ley propuesta con el fin de proceder o no a su sanción40. Por si alguien intuía tras
este comentario la defensa de un bicameralismo a la inglesa, Rubín de Celis se encargaba
expresamente de aclarar que no era su intención trasladar a Francia el modelo vigente en
las islas británicas y remitía al lector a apartados posteriores de su Discours para obtener
detalles más concretos sobre su proposición; sin embargo, el propio hecho, como luego
veremos, de que el autor plantee la formación de dos cámaras que expresen conjuntamente
la voluntad política nacional y que se contrapesen para evitar los efectos de la demagogia
parlamentaria y para dotar de equilibrio a las resoluciones políticas es un evidente indicativo de que alguna influencia de la tradición representativa anglosajona concretada en la
revolución norteamericana había dejado su huella en él.
¿Presuponían las afirmaciones hasta aquí expuestas que Rubín de Celis era partidario
de un modelo republicano de gobierno? A lo largo de toda su obra los ataques reiterados a
la monarquía se suceden pero nunca dan paso a una defensa explícita de la república como
forma de gobierno ideal. Es más, ni el término “república” ni ninguna de sus derivaciones
gramaticales aparecen en el texto con otro sentido que no sea el etimológico latino que
alude a los “asuntos públicos”. Realmente, al comenzar la segunda parte de su opúsculo,
Rubín de Celis da por finalizadas sus reflexiones sobre la corrupción constitucional del
poder ejecutivo sin habernos aclarado si perseguía o no la erradicación de la monarquía
y su sustitución por la república. Con todo, el camino que allana con su crítica pertinaz
a la Corona y su reclamación de que ésta sea despojada de todos los atributos soberanos
que la Constitución de 1791 aún le había reconocido acabará, indefectiblemente, con la
enunciación de un nuevo concepto de poder ejecutivo que suprime el trono y rompe con
los modelos que hasta entonces la historia revolucionaria había proporcionado. Algunos
párrafos faltarían aún para llegar a eso. En lugar de pronunciarse ya al respecto, el asturiano
prefirió dedicar la parte central de su obra a repasar el articulado del texto constitucional y a
criticar aquellos aspectos que en su opinión violentaban o reinterpretaban mixtificadamente
los derechos naturales y políticos del hombre. En este orden de cosas, cuestionaba que la
39 “Fragment de justification”, en CONDORCET O’CONNOR, Arthur, y ARAGO, M. François.
(eds.), Oeuvres de Condorcet, Firmin Didot Frères, Paris, 1849, vol. I, p. 580. Cit. por MAIZ, Ramón,
“Las teorías de la democracia en la Revolución Francesa”, Política y Sociedad, 6-7 (1990), p. 76.
40 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, Op. Cit., párr. 32.
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propiedad pudiera ser considerada un derecho natural y la equiparaba con el resto de derechos políticos; sin duda recordando sus propios problemas con el Santo Oficio, abominaba
del artículo 10º que supeditaba el uso de la libertad de expresión en materia religiosa a que
no se perturbase el orden público y se oponía a que, en un régimen de aparente libertad de
cultos, el Estado se comprometiese a sostener con sus fondos a las instituciones católicas;
rechazaba el 11º por constreñir la libertad de pensamiento y dejarla en manos de lo que
las autoridades considerasen que era “abuso”; y se sorprendía de que el 15º, que reconocía
el derecho de la sociedad a pedir informes de su actuación a los funcionarios y agentes
públicos, no se aplicase al Rey, que, al fin y al cabo, no era sino el más alto funcionario
del Estado. Por idénticos motivos, desconfiaba de una Ley fundamental que en un artículo
equiparaba a los individuos en cuanto al castigo de los delitos y, en otro, concedía una
absoluta impunidad al Rey41.
No obstante, lo que más parecía molestar al ilustrado asturiano era la escasa generosidad
con que se había reconocido la ciudadanía y la aplicación arbitraria que se había hecho
de los derechos políticos. Que se privase a los individuos que se dedicaban al “servicio
doméstico” del estatuto de ciudadanos constituía por ejemplo, a su juicio, un escándalo
tan imponente como el de exigir a los electores que acreditasen disponer de “una fortuna
bastante considerable” 42. Su oposición frontal al hecho de que cualquier derecho político
-individual o colectivo43- pudiera ser otorgado en función de la riqueza situaba a Rubín de
Celis en las antípodas del censitarismo de los constituyentes y le llevaba a emitir el siguiente
juicio: “La distinción de ciudadanos activos y pasivos es tan injusta como impolítica. Es
injusta, porque la asociación no puede privar de ninguno de estos derechos a quienes viven
bajo las leyes del país y que tienen, por consiguiente, el más alto interés en ser protegidos.
Es impolítica, porque es la manzana de la discordia que ocasiona la rivalidad y la mantiene
entre las dos clases. Siempre que existan ciudadanos activos y ciudadanos pasivos, habrá
de hecho dos órdenes en el Estado que se odiarán mutuamente y nunca se gozará de la paz
interior”44. El Rubín más jacobino aflora en repetidas ocasiones cuando predica las bondades
del sufragio universal y expone la contradicción que subyace en una defensa de la igualdad
que trata de ser compatible con la exclusión electoral: “Decretar la más perfecta igualdad
entre los ciudadanos y la admisibilidad a los cargos del Estado, y excluir de ello a los que
41 Ibídem, párrs. 39, 40 y 43.
42 Ibídem, párrs. 47 y 42. Anticipándose a su tiempo, Miguel Rubín de Celis consideraba que lo que
mediaba en el trabajo doméstico no era sino un contrato equiparable al que se firmaba en otros sectores
del mundo laboral, variando tan sólo el tipo de función que desempeñaba el sirviente, pero no el grado
de independencia que podía adjudicársele.
43 De hecho, también se oponía a que el número de representantes de cada departamento se estimase
en relación a las contribuciones pagadas y no ajustándose a valores de proporción poblacional.
44 Ibídem, párr. 48, nota 1.
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no carecen de virtudes ni talentos, porque no tienen una determinada riqueza; he aquí una
extraña inconsecuencia. (…) Medir la representación por los escudos y no por el número
de ciudadanos, ¿es otra cosa que deificar las riquezas, que predicar contra las costumbres
y la virtud, las únicas bases de un Estado bien construido?”45.
Ahora bien, la feroz crítica de Miguel Rubín de Celis hacia la exclusión electoral no
implicó en ningún caso un cuestionamiento de la legitimidad del gobierno representativo o
del poder legislativo al que daba lugar, sino un argumento más para justificar la necesidad
urgente de su reforma. Lo importante, a su juicio, era establecer unos mecanismos de representación que, compensando la pérdida de soberanía que implicaba la delegación del poder,
pudiesen garantizar la traducción correcta de las voluntades individuales y que de forma
ágil obtuviesen el refrendo de la ciudadanía en la adopción de decisiones relevantes. Entre
las muchas preocupaciones del autor del Discours no era menor, como ya he mencionado,
la que concernía a las posibles desviaciones del cuerpo legislativo y por eso llegó a plantear
el nombramiento de un cuerpo censor que pudiese conjurar tal peligro y determinar qué
interesaba realmente a la voluntad general: “este cuerpo, deliberando en calma y después
de un cierto lapso de tiempo, añade un nuevo peso a la opinión de la mayoría del cuerpo
proponente cuando la adopta, marcándola, por así decirlo, con el sello de la voluntad general,
o provoca la declaración expresa de esta voluntad al negarse a aplicar su control”46. Quizás
por reservar sus ideas para otro discurso futuro que compromete en éste, Rubín de Celis no
proporciona más detalles acerca de la conformación de este cuerpo, de sus características
y competencias, y salta acrobáticamente hacia otro de los problemas nucleares de la representación política, es decir, hacia la espinosa cuestión de la elegibilidad.
La tercera parte del Discours se inicia precisamente con este tema, planteando la contradicción inherente a un sistema que debe compatibilizar la erradicación de la hereditariedad
de las funciones políticas con una adecuada selección de aquéllos que han de desempeñarlas. La probidad del diputado obsesionó a Rubín de Celis igual que a otros teóricos de su
época dispuestos a admitir la representatividad y a aceptar, incluso, un modus operandi de
amplio sufragio -directo, además, en el caso del asturiano-, pero no a contemplar ni remotamente la posibilidad de que individuos incompetentes pudieran alcanzar las más elevadas
magistraturas del Estado. Rubín de Celis trataba de condonar los riesgos que comportaba el
sistema representativo imponiendo el conocimiento previo de las cualidades que acreditaba
el candidato y definía como sustanciales su sabiduría y sus conocimientos técnicos, si bien
contemplaba estas variables como valores preferentes para la elección y no como requisitos
para la exclusión. Buena prueba de ello es que, más adelante, estipulará que los ministros
sean elegidos entre “la masa de los ciudadanos”47.
45 Ibídem, párrs. 19 y 20.
46 Ibídem, párr. 32.
47 Ibídem, párr. 67.
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María Antonia Peña Guerrero
Finalmente, otras recomendaciones de orden práctico venían a completar su visión de lo
que debía ser la Cámara legislativa. Las elecciones directas, la proporción de un representante
por cada veinte mil habitantes y el establecimiento de renovaciones parciales constituían, a su
juicio, cambios tan imprescindibles para garantizar la autenticidad de la vida parlamentaria
como la creación de un gran jurado de enjuiciamiento nacional, ante el que comparecerían
todos los miembros salientes del poder legislativo, y un tribunado encargado de supervisar
la acción del ejecutivo. A ellos pensaba dedicar, según dijo, discursos posteriores.
En particular, el ilustrado insistía en que dentro del cuerpo legislativo -y esto lo hacía
extensible también a otros cuerpos- debía ser elegido un núcleo o levadura de sabiduría,
formado aproximadamente por una doceava parte de la cámara, al que correspondería permanecer tras la renovación de la misma dando continuidad a su obra legislativa y aportando
su experiencia como contrapeso a la inexperiencia de los nuevos representantes elegidos.
Además, esta doceava parte de la Cámara actuaría como una comisión electoral en la medida
en que le correspondería elegir de entre sus propios componentes otros dos sectores: uno
denominado comité de conformidad, formado por nueve individuos, y otro llamado poder
de acción, integrado por tres; ambos sectores serían elegidos mediante voto público y por
mayoría absoluta en el seno de la Cámara y, con el mismo procedimiento, se elegirían, respectivamente, sus seis suplentes. Tras las nuevas denominaciones, como es perceptible, se
escondía un cambio revolucionario en la concepción del poder: el llamado poder de acción
encarnaría una suerte de poder ejecutivo colegiado -sui generis antecedente del Directorio
fundado por los termidorianos en la Constitución de 1795 o del Consulado tripartito interpuesto por Napoleón tras el golpe de estado de brumario-, mientras que los seis suplentes
se identificarían con los ministros. Abusando de su alambicada ingeniería institucional,
Rubín de Celis, fervoroso partidario de la tajante división de poderes del barón de la Brède,
caía en una considerable contradicción al situar al poder ejecutivo bajo la dependencia del
poder legislativo del que era extraído. En cuanto a éste, la complejidad no era menor. Los
representantes que aún quedaban en esa doceava parte de la Cámara inicialmente segregada
-una vez excluidos los nuevos cargos ejecutivos y sus suplentes- formarían el llamado núcleo
del cuerpo legislativo, que, al sumarse a los nuevos representantes o diputados elegidos,
compondría el cuerpo proponente.
Poco atento al galimatías terminológico al que inexorablemente conducía a sus lectores,
Rubín de Celis rizó aún más el rizo de su discurso con nuevas denominaciones: “el cuerpo
que ahora se llama legislativo, de aquí en adelante será llamado comisión de la voluntad
nacional; el comité de conformidad, comisión de conformidad con la voluntad nacional.
Ambos cuerpos formarán el poder legislativo, llamado voluntad nacional”48. Como vemos,
la compleja armadura política definida en el Discours nacía del cuestionamiento de la
Constitución de 1791, anunciaba las procelosas corrientes del jacobinismo sin sumergirse
48 Ibídem, párrs. 57 a 64.
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del todo en ellas y adelantaba en alguna medida el texto constitucional de 1795, partiendo
de un rechazo radical del orden monárquico y llegando a definir un modelo de cariz republicano que se sustentaba sobre la elección indirecta de un poder ejecutivo colegiado y
una particular estructural bicameral. En este punto, una cierta coincidencia con las ideas de
Marchena es evidente: también el abate -como el propio Brissot había escrito en Le Patriote
Français- era partidario de la abolición de la realeza y de un bicameralismo inspirado en
el modelo norteamericano, pero adaptado a Francia, y articulado mediante una cámara de
representantes del pueblo y un senado elegido por los departamentos49.
Por lo demás, a pesar de haber confesado su afinidad por Rousseau y de presentarse
habitualmente como paladín de una igualdad extrema, el autor del Discours renunció a
cualquier veleidad y para alcanzar la constitución de estos cuerpos pregonó, como tantos
otros, las virtudes de los procedimientos electorales descartando que los cargos públicos y
los escaños parlamentarios pudieran ser ocupados por la vía azarosa y equitativa del sorteo. En sentido estricto, Miguel Rubín de Celis sólo concibió el recurso al sorteo cuando
la baja de uno de los miembros del poder de acción imponía su sustitución por uno de los
suplentes-ministros o cuando las primeras renovaciones parciales de los cuerpos definidos
en su texto exigían determinar cuáles serían los miembros salientes. Es evidente que, en
ese momento del proceso, cuando ya se había desarrollado toda una cadena de selecciones
electorales, el sorteo resolvía un problema de competencia política, pero no encarnaba la
aplicación de un principio de auténtica equidad política. Sin embargo, el ilustrado -conspicuo
lector de Montesquieu- debía ser consciente como aquél de que toda elección contenía en
sí misma un componente aristocratizante y no dudó en hacer un último canto nostálgico a
las virtudes de la vieja democracia griega cuando -casi al final del Discours- afirmó: “Se ha
visto que yo sustituyo por sorteo y que reemplazo por elección. Todo hombre clarividente
reconocerá la razón de este método. ¡Feliz el siglo en que pudiera dejarse todo al sorteo y
completar el carácter de una perfecta democracia!”50.
Mientras esa ansiada democracia llegaba, Rubín de Celis optó por extremar su apelación al reconocimiento de una auténtica soberanía nacional. Con ese fin señaló que, ante
un posible desacuerdo entre la comisión de la voluntad y la comisión de la conformidad,
los debates legislativos debían ser literalmente devueltos al pueblo: “Es la nación quien
debe decidir, porque se trata de saber cuál es su verdadera voluntad en este asunto. He aquí
cómo debe ser provocada esta decisión. Se harán pasar, sin dilación alguna, a los ochenta y
tres departamentos, todos los debates de la comisión de voluntad y las discusiones de la de
conformidad; los departamentos los enviarán a los distritos y éstos a los ayuntamientos, que
los harán exponer durante ocho días. Cada ciudadano habrá de expresar su parecer en este
49 El artículo de Brissot había sido publicado el 14 de septiembre de 1792, poniendo a Marchena
como modelo de revolucionario. FUENTES, Juan Francisco, Op. Cit., pp. 91 y s.
50 RUBÍN DE CELIS, Miguel: Discours…, Op. Cit., párr. 85.
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María Antonia Peña Guerrero
plazo, o por una A, si adopta el proyecto de ley, o por una R, si lo rechaza”51. “No descubro
-añadía el asturiano- inconveniente alguno en este método de consultar individualmente la
voluntad general”52. Adelantándose a la práctica contemporánea del referéndum, Rubín de
Celis debió de dejar a Rousseau regocijándose en su tumba.
Delimitado, así, el marco institucional en el que el gobierno representativo había de
desenvolverse, los últimos párrafos del Discours se dedicaron a esbozar algunas reflexiones
generales sobre aquél en las que, con una gran lucidez, Rubín de Celis advertía del vicio
intrínseco que comportaba dicho sistema: tomar por voluntad general lo que tan sólo era su
reflejo, interpretar que la decisión adoptada por una pluralidad de votos de los representantes
políticos equivale a la pluralidad de los votos individuales de los ciudadanos y traduce el
verdadero interés de la comunidad. Tan distante consideraba el autor que estaba la voluntad
general de su reflejo parlamentario que proponía sustituir el nombre de gobierno representativo por la denominación de gobierno presentativo, “puesto que en efecto el nombre de
presentante da la idea de un ser que presenta o declara la voluntad general”53. Y para hallar
ésta, entendía que el sistema debía conocer con precisión los intereses individuales de la
sociedad, consagrar el derecho de petición -“precioso para llenar tal objeto”54- y regular
escrupulosamente su funcionamiento mediante la elaboración de censos y registros que
recogieran las peticiones de los ciudadanos. Aunque imprescindible por el momento, el
sistema electoral no agotaba, en opinión de Rubín, los cauces de expresión de la soberanía
nacional. El sistema representativo alcanzaba así su legitimidad por una doble vía: mientras
que las elecciones desarrollaban un derecho político y expresaban un principio de legitimidad
por consentimiento, el “derecho de petición” era entendido como un derecho natural que
ponía al alcance de todos los hombres la posibilidad de hacer llegar al poder sus intereses
e inquietudes. Tanto la Constitución norteamericana de 1787 como la francesa de 1791 ya
lo habían consagrado y ahora el ilustrado asturiano abogaba por fortalecerlo regulando su
uso y aplicación55.
Muy significativamente, las últimas frases del Discours no recogen ninguna conclusión
política, sino una especie de confesión personal que, irremediablemente, nos devuelve la
frescura, el compromiso y la temeridad de su autor: “No sé si habré añadido algún término
a la serie infinita que resuelve solamente por aproximación el gran problema del gobierno.
Lo que puedo asegurar es que quien propone este proyecto ama cordialmente, desde la edad
de quince años, los hombres, la justicia, la libertad y la igualdad; que odia y detesta a los
51 Ibídem, párrs. 75 y 76.
52 Ibídem, párr. 78.
53 Ibídem, párr. 82.
54 Ibídem, párr. 83.
55COLOM PASTOR, Bartolomeu, El derecho de petición, Madrid, Marcial Pons-Universitat de les
Illes Balears, 1997, pp. 19 y s. Véase también PEÑA GUERRERO, María Antonia, Op. Cit.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
tiranos y a los bribones y que los combatirá, siempre y en todo lugar, con una mano en la
pluma y con otra en la espada”56.
Los días del Discours
No cabe duda de que reconstruir el peso que el Discours pudo tener en las corrientes
de renovación ideológica que recorrían España y sus colonias americanas en aquellos años
finales del siglo XVIII, averiguar si realmente se difundió entre las elites ilustradas y en
qué medida pudo contribuir a la definición de nuevas instituciones políticas, es una tarea
pendiente a la que todavía el estado de esta investigación no puede responder. Sin embargo,
parece evidente que la publicación de un texto tan avanzado reforzó la imagen que se tenía
de su autor como un hombre peligroso desde el punto de vista de sus ideas y que frecuentaba círculos revolucionarios caracterizados por su componente sedicioso y su ambición
propagandística. Ramón Gutiérrez ha recopilado de la documentación oficial numerosos
testimonios directos e indirectos en los que las autoridades aluden a Miguel Rubín de Celis
como colaborador en la “detestable empresa” del abate Marchena, redactor de cartas con
contenido “irreligioso, insolente, seductivo e indecoroso a la Soberanía” o autor de proclamas
cuya difusión había que impedir a toda costa57. Como consecuencia de este temor, el Consejo
de Indias decretó la confiscación de todos los bienes y derechos que Rubín de Celis tuviera
en las colonias y dirigió principalmente su interés a que se controlase la correspondencia
que el asturiano cruzaba con el territorio americano y a impedir en éste la propagación de
su obra. Tanto es así que, en un oficio remitido por el virrey de Buenos Aires al gobernador
intendente de Paraguay, aquél indica expresamente que “se esté muy a la mira respecto a
los [volúmenes] intitulados “Discours sur les principes fundamentaux de une constitution
libre” y “Impromptu d’un espagnol admis por aclamation et unanimité au club des Amis
de la constitution de Bayonne” y otros cualesquiera que haya escrito y divulgado el mismo
Rubín de Celis y que no se permita correspondencia alguna con este sujeto”58.
Corría entonces el mes de abril de 1793 y el drástico cambio experimentado por el
proceso revolucionario francés había redoblado las preocupaciones del gobierno español
e intensificado sus medidas contra la penetración de la propaganda política procedente
de Francia. Según comenta Ricardo Caillet-Bois y corrobora José Torre Revello, algunos
escritos salidos de la pluma de Rubín de Celis debieron de esquivar estos controles; por
ejemplo, la ya mencionada carta del 22 de octubre de 1792, cuyas copias fueron localizadas
56 RUBÍN DE CELIS, Miguel, Discours…, párr. 87.
57 GUTIÉRREZ, Ramón, Op. Cit., pp. 220 y s.
58Cit. por GUTIÉRREZ, Ramón, Op. Cit., p. 221. Como puede comprobarse, se le atribuía a Rubín
de Celis, por error, el Impromptu redactado por Marchena.
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por las autoridades del virreinato del Río de La Plata en La Paz59. Este hecho, si bien puntual,
abre la posibilidad de que, a pesar del seguimiento policial ejercido en las colonias sobre
los escritos de Rubín de Celis, éstos hubieran conseguido llegar a determinados ámbitos
científicos, económicos o intelectuales en los que el asturiano estuvo inserto durante sus
años de vida en América, dejando sentir su influencia en la elaboración de un temprano
pensamiento revolucionario e independentista.
Argumentos como éstos, de hecho, han dado forma a la hipótesis formulada por Joaquín Gantier vinculando la obra de Rubín de Celis a algunos de los primeros movimientos
revolucionarios de la América hispánica: concretamente, al levantamiento revolucionario
de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809 y a la consecuente proclama independentista de la
ciudad de La Paz, que acabaría cristalizando en la llegada al gobierno de la llamada Junta
Tuitiva de los Derechos del Pueblo constituida el 16 de julio de 1809. A juicio de Gantier,
la estancia de Rubín de Celis en Potosí y Chuquisaca entre 1780 y 1786 debió de permitirle
conocer el asesinato de Túpac Catari, la sublevación de los indios, el asedio a la capital de
la Audiencia y el ajusticiamiento de Dámaso y Nicolás Catari y otros compañeros durante el
Carnaval y la Cuaresma de 1781. Posicionado en contra de los ricos azogueros y a favor de
los indios que trabajaban en la mina y con los que se especulaba inhumanamente, el asturiano
se había hecho famoso por sus críticas a la negligente y lenta actuación de la Audiencia
y por reclamar la introducción en las colonias de un régimen económico liberal que fuera
sustituyendo progresivamente el uso de la mita por la maquinaria industrial.
Por su diferencia de edad, Rubín de Celis no coincidió en el tiempo con Jaime de Zudáñez, uno de los promotores de la revolución de Chuquisaca, pero las similitudes en el
pensamiento de ambos llevan a Gantier a afirmar que con seguridad éste leyó los escritos
de aquél y, en especial, su Discours. Tanto en Charcas como en el Congreso de Buenos
Aires, Zudáñez defendió -como Rubín de Celis- una fórmula de gobierno republicano y
democrático, basado en el ansia de libertad e independencia de los pueblos. Ambos teóricos
compartían, además, la convicción de que sólo en el pueblo residía la voluntad nacional y
general y de que su máxima expresión eran las leyes. La independencia del poder legislativo, la constricción del gobierno representativo y la igualdad de los hombres constituían,
en ambos, aspectos esenciales de su pensamiento político. Gantier sugiere, por lo demás,
que, tras ser encarcelado en Chuquisaca y Lima por los acontecimientos de 1809, Zudáñez emprendió en 1811 un largo exilio difundiendo ampliamente estas ideas por tierras
americanas. Su labor de estímulo a la revolución independentista fue reconocida en Chile
59CAILLET-BOIS, Ricardo Rodolfo, “Ensayo sobre el Río de La Plata y la Revolución francesa”,
Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires, 1929, ap. 13. TORRE REVELLO,
José, El libro, la imprenta y el periodismo en América durante la dominación española, UNAM, Buenos
Aires, 1940.
93
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
y Argentina y, especialmente, en Uruguay, república para la que redactó su Manifiesto de
Independencia y sus primeras leyes60.
Esta posible correlación de las concepciones políticas de Jaime de Zudáñez con las
de Miguel Rubín de Celis no sólo pone de relieve el interés que comporta el estudio de
la biografía de este asturiano de perfiles transatlánticos, sino que constituye un punto de
arranque para continuar profundizando en su pensamiento político y en el legado teórico
que éste generó tras su paso por el continente americano.
Recibido: 13/09/2010
Aceptado: 14/11/2010
60 GANTIER, Joaquín, “La proclama de la Junta Tuitiva y su conexión con otras regiones del continente”. Presencia Literaria, 17-5-1970, La Paz. Agradezco el envío de este texto al Centro de Documentación en Artes y Literatura Latinoamericanas (CEDOAL), perteneciente a la Fundación Simón
I. Patiño, de La Paz, Bolivia.
94
Parlamento y representación: puentes biográficos
entre España y América (1808-1898)
María Sierra
Universidad de Sevilla
Resumen
Este artículo presenta los planteamientos teóricos y metodológicos de un proyecto de investigación
dirigido a avanzar en el conocimiento del proceso de construcción del parlamentarismo y de la
representación política liberal desde una perspectiva transnacional. Para ello, se han seleccionado
varios políticos, diputados e intelectuales que tuvieron especial protagonismo tanto en la reflexión
teórica como en el desarrollo práctico del gobierno representativo, a la vez que, por sus pecualiares
trayectorias biográficas, constituyeron en sí mismos vehículos de intercambio de ideas e influencias
entre España y América. La recontrucción de sus biografías será el punto de partida para un análisis
más profundo de los conceptos de representación desarrollados a ambos lados del Atlántico.
Palabras claves: representación política, biografía, trayectorias transatlánticas.
Abstract
This article discusses the theoretical and methodological approaches of a research project aim to delve
deeper into the construction of the parliamentary systems and the liberal political representation from
a transnational point of view. With that aim, a group of politicians, parliamentarians and intellectuals
was selected because of their special prominence both in theoretical and empirical developments of the
representative government. At the same time and owing to their particular biographical paths across
the Atlantic Ocean, those politicians and writers acted as links of ideas and influences exchanged
between Spain and America. Their biographies will be the stand point to analyse the concepts of
political representation developed both side of the ocean.
Key words: political representation, biography, transatlantic paths.
Introducción
Este texto pretende presentar los planteamientos teóricos y metodológicos de un proyecto de investigación compartido, dirigido a profundizar en el conocimiento del proceso
de construcción del parlamentarismo y de la representación política liberal desde una
SIERRA, María, “Parlamento y representación: puentes biográficos entre España
y América (1808-1898)”, en Avances del Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 95-114.
95
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
perspectiva transnacional, así como adelantar algunos de sus primeros resultados1. Después
de una fase de trabajo que analizó el caso español en una perspectiva europea y otra que
afrontó nuestro objeto de estudio desde otra mirada atenta a Latinoamérica, queremos ahora
intentar reconstruir los flujos e intercambios en torno a los conceptos de buen gobierno
y representación (y de las prácticas electorales y parlamentarias que los rodearon) entre
ambas fachadas del Atlántico2. Los avances previos nos han animado a trabajar desde el
doble supuesto de que hubo transferencias culturales entre España (Europa) y América
-transferencias que, a pesar de los procesos independentistas, mantuvieron activo el tráfico
de ideas y modelos políticos a lo largo del siglo XIX-, y de que estos préstamos tuvieron
en las trayectorias biográficas individuales de algunos hombres públicos (parlamentarios,
escritores, diplomáticos) que viajaron y vivieron a ambos lados del Atlántico su principal
medio de transmisión.
En esta ocasión, por lo tanto, nos proponemos centrar nuestra atención en un grupo de
políticos, diputados e intelectuales que tuvo un particular protagonismo en la conformación
tanto teórica como práctica del gobierno representativo moderno y de las nuevas formas
de legitimidad política surgidas con las revoluciones, participando de diversa manera en
su proceso de fundación y reorganización a lo largo del siglo XIX. Se trata, además de
un sector de esta clase política que viajó y vivió a ambos lados del Atlántico, y que pudo,
en consecuencia, ser vehículo para el intercambio de ideas e influencias entre España y
América, por lo que los mismos desarrollos biográficos de los individuos seleccionados
constituyen un laboratorio privilegiado para proceder al análisis de los modelos, los flujos
y las transferencias culturales que en todo el mundo occidental vinieron a definir, de forma
interconectada, la nueva legitimidad política. Sus recorridos vitales, adecuadamente contextualizados, encarnan a la perfección la intensa transferencia de ideas y sensibilidades
políticas que existió entre España y América durante la época de fundación de nuevos
regímenes y de creación de naciones, a pesar de la ruptura formal de lazos institucionales
que, a priori, podrían significar las independencias. En este sentido, aunque con muy variados matices como se verá, es en el que esta investigación propone hablar de “artífices”:
autores, colaboradores, trasnmisores de nuevas maneras de entender la política, decisivamente reformulada a partir de las revoluciones atlánticas.
El proyecto está concebido desde un marco teórico y metodológico que combina tres
ejes de análisis: el estudio de la representación como elemento nuclear de la nueva política posrevolucionaria, las propuestas teóricas y metodológicas de la Historia atlántica
1 Proyecto HAR2009-13913-C02-02 (Ministerio de Innovación y Ciencia, España).
2 Entre los resultados de estas etapas previas de trabajo pueden verse, SIERRA, María, PEÑA, Maria
Antonia y ZURITA, Rafael, Elegidos y elegibles. La representación parlamentaria en la cultura del
liberalismo, Marcial Pons Ediciones Historia, Madrid, 2010, y “Ciudadanía y representación política
en la formación del estado liberal: los caminos iberoamericanos”, número especial de JILAR, en prensa.
96
María Sierra
según han sido reformuladas en los últimos años, y la biografía histórica como un enfoque
óptimo, aunque complejo, en relación a su pertinencia para engarzar el protagonismo de
sujetos individuales y colectivos.
En el primer sentido, nuestro grupo de trabajo se interesó hace ya algunos años por la
representación política entendida como una cuestión clave en el proceso de fundación e
instucionalización del régimen liberal en el mundo occidental. Por un lado, siguiendo las
indicaciones de B. Manin, la invención del moderno gobierno representativo puede entenderse como el resultado del cruce de las necesidades políticas prácticas y de las tradiciones
culturales de aquellas generaciones protagonistas de las revoluciones que derribaron el
Antiguo Régimen, en un proceso de creación político-cultural que se desarrolló tanto en
América como en Europa3. Por otro lado, la elección de este prisma para hacer historia
política nos resultó especialmente interesante a partir de nuestra especialización previa en
estudios sobre el caciquismo y el clientelismo, pues el análisis de la representación electoral, desde la atención a los discursos con los que se construyó y a la biografía colectiva
de sus autores, permite relacionar de forma estrecha y matizada la evolución de las ideas
políticas con las necesidades cotidianas de la política entendida como lucha por el poder4.
A partir de estas consideraciones, en nuestras primeras investigaciones sobre la representación nos pareció relevante proceder al análisis de la legislación electoral con la que
se dibujó el alcance de la participación ciudadana en la esfera política, así como estudiar
el debate parlamentario, periodístico e intelectual a través del cual se elaboraron los conceptos de elegibilidad, derecho de voto o limpieza electoral, y, en definitiva, los discursos
que desde las diversas variantes de la cultura política liberal se emplearon para legitimar
el gobierno representativo y el sistema parlamentario. Hemos tratado de primar tanto
las explicaciones culturales de la política como una perspectiva de historia comparada y
transnacional, algo que nos sigue pareciendo una tarea sólo iniciada, pero de prometedora
productividad, tal y como en su momento propusieron C.de la Guardia y J.Pan Montojo5.
De hecho, nuestros últimos trabajos ya apuntaron precisamente hacia esta dimensión
transnacional del gobierno representativo y del parlamentarismo, articulando la comparación del caso español con otros europeos (Gran Bretaña, Francia e Italia, principalmente)
y americanos (Argentina, México y Chile). Nuestra intención en este sentido ha sido, por
un lado, la de atender al engarce del liberalismo español con el europeo y, por otro lado,
3 MANIN, Bernard, Los principios del gobierno representativo, Alianza Ed. Madrid, 1998 (ed.
original 1997).
4 Una revisión de aquellos trabajos puede verse en SIERRA, María y PEÑA, María Antonia (2003):
“Clientelismo y poder político en Andalucía: una reflexión sobre los límites del liberalismo durante la
Restauración”, en GUTIÉRREZ, Ramón; ZURITA, Rafael y CAMURRI, Renato (eds.): Elecciones y
cultura política en España e Italia (1890-1923), Universidad de Valencia, Valencia, pp.205-224.
5 GUARDIA, Carmen de la y PAN MOTONJO, Juan, “Reflexiones sobre una historia transnacional”,
Studia Histórica, Historia contemporánea,1998, Nº 16, pp.9-31.
97
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
la de rastrear los flujos e intercambios entre los conceptos de representación política que
se explicitaron en la legislación electoral de España y los citados países americanos6. En
estas aportaciones aparece documentada la utilidad de la historia comparada y transnacional para entender cómo, en diversos ámbitos territoriales y políticos, los modelos de
representación propios del liberalismo occidental compartieron numerosas fuentes culturales y unos comunes mecanismos de desarrollo, si bien, a través de procesos concretos
de adaptación local, terminaron adquiriendo distinta lectura y encarnación institucional. A
partir de esta trayectoria previa, cobra mayor significado el segundo de los ejes analíticos
propuestos para este proyecto.
Nos parece pertinente apoyarnos también en la Historia atlántica, un enfoque historiográfico que, inaugurado por los estudios clásicos de J.Godechot y R.Palmer, ha sido
más recientemente reactivado por propuestas teóricas y metodológicas que subrayan la
importancia de una concepción abierta y no excluyentemente anglosajona del espacio atlántico y circunatlántico, y que ha resultado claramente productivo en estudios dedicados a
la Edad Moderna y la temprana Edad Contemporánea7. Para nuestros propósitos, conviene
destacar, por su consideración del espacio atlántico como un espacio iberoamericano antes
que única o preferentemente anglosajón, los trabajos de M. Quijada, M. Lucena Giraldo o
J.M.Portillo, así como la comparación entre los imperios de la Edad Moderna británico y
6 Entre
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estos trabajos, BONAUDO, Marta, “Argentinos, ciudadanos, electores. Legisladores y publicistas en la búsqueda de alternativas para la construcción de una comunidad política” en BONAUDO,
Marta; Imaginarios y prácticas de un orden burgués. Rosario, 1850-1930, T. II Instituciones, conflictos.
De lo “nacional” a lo local, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010, pp. 11-39; SIERRA, María, “El
espejo inglés de la modernidad española: el modelo electoral británico y su influencia en el concepto de
representación liberal”, Historia y Política, 2009, Nº 21, pp.139-167; BONAUDO, Marta y ZURITA,
Rafael, “Les débats parlementaires autour du suffrage universel dans la construction de la répresentation politique en Espagne et en Argentine: vers une analyse compareé (1840-1880)”, Parliaments,
Estates & Representation, 2010, vol.30-2, pp.163-175; SIERRA, María y PEÑA, Maria Antonia, “La
construcción liberal de la representación liberal: una mirada comparada entre México y España”, en
GUIRAUD, Michele, Le monde luso-hispanophone, Presses Universitaires de Nancy (en prensa).
7 Inicialmente, la caracterización de las revoluciones en los orígenes de la contemporaneidad como
un fenómeno atlántico fue planteada por Robert PALMER Y Jacques GODECHOT (“Le problème
de l’Atlantique du XVIIIe au XXe siècle, X Congresso Internazionale di Scienze Storiche, Roma 4-11
Settembre 1955. 5: Storia contemporanea, Florencia, 1955); pero, a pesar de la ulterior utilización
de este enfoque en apoyo de propuestas geopolíticas atlántistas durante la guerra fría, también desde
planteamientos ideológicos bien distintos se apreció la dimensión atlántica de este proceso histórico
(así, HOBSBAWM Eric, La era de la Revolución, 1789-1848, ed.original 1962). La renovación aludida, en ARMITAGE, David, “Tres conceptos de historia atlántica”, Revista de Occidente, octubre
2004, Nº. 281, pp. 7-28; GAMES, Alison, “Atlantic History and Interdisciplinary Approaches”, Early
American Literature, 2008, V. 43, Nº 1, pp. 187-190); o BAYLIN, Bernard, Atlantic History. Concepts
and Contours, Harvard University Press, 2005.
98
María Sierra
español realizada por J.H. Elliott empleando este enfoque8. En esta línea, nuestro equipo
comparte la propuesta del proyecto dirigido por M.Pérez Ledesma, con el que hemos empezado a trabajar de forma coordinada, sobre el interés de considerar el espacio atlántico como
un espacio auténticamente iberoamericano aún después de los procesos de independencia
ocurridos durante las primeras décadas del siglo XIX9. Naturalmente, tratar de prolongar
cronológicamente el enfoque historiográfico que para décadas anteriores ha revalidado la
existencia de un ámbito atlántico de intercambios políticos, sociales, económicos y culturales, supone cuestionar la idea extendida de que los procesos de independencia colonial
debilitaron hasta su práctica consunción los lazos políticos entre España y las nuevas naciones iberoamericanas. Sin duda, éste es uno de los retos que asume nuestro proyecto, partiendo de la hipótesis de que las rupturas diplomáticas, los distanciamientos institucionales
y la distorsión de los tráficos económicos, no implicaron necesariamente la desaparición
de unas transferencias ideológicas y culturales, que tuvieron en las acciones personales
e individuales su principal cauce de desarrollo, y cuyo radio de acción permitió también
la triangulación de ideas y modelos con la América anglosajona y la Europa occidental.
Pretendemos rastrear, a través de una serie de vidas transcurridas a ambos lados del
Atlántico, diversas formas y momentos de este tráfico de ideas que tuvieron como eje
central el problema de la representación política en las distintas etapas del liberalismo.
Desde esta perspectiva, atenderemos tanto a la variada presencia de representantes parlamentarios procedentes de los territorios americanos en España (por ejemplo, diputados
de pleno derecho en las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal, pero también diputados de
las colonias de Puerto Rico y Cuba en las distintas etapas en las que el Estado español los
incorporó al poder legislativo), como a la trayectoria de intelectuales y parlamentarios
españoles que, por diversos motivos -exilio, misiones diplomáticas, desempeño de cargos
en la administración colonial-, vivieron en América durante alguna etapa de su vida e
incorporaron al liberalismo español sus experiencias en estos territorios transatlánticos.
La inserción del estudio de la representación política en un enfoque de Historia atlántica
puede apoyarse, para una primera etapa situada en torno a las independencias, sobre trabajos
como los de J.E.Rodríguez O., J.M.Portillo Valdés o I.Frasquet. Como el primero de estos
autores señala, la revolución liberal en los territorios americanos de la monarquía hispánica
8 QUIJADA, Mónica, “Las ‘dos tradiciones’. Soberanía popular e imaginarios compartidos en el
mundo hispánico en la época de las grandes revoluciones atlánticas”, en RODRÍGUEZ O., Jaime.
(Ed.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Mapfre Tavera, Madrid, 2005,
pp.61-86; LUCENA GIRALDO, Manuel, “La constitución atlántica de España y sus Indias”, Revista
de Occidente, 281, octubre 2004, pp.29-44; PORTILLO VALDÉS, José, Crisis atlántica. Autonomía
e independencia en la crisis de la Monarquía hispana, Marcial Pons, Madrid, 2006; ELLIOTT, John,
Imperios del mundo atlántico: España y Gran Bretaña en América, 1492-1830, Taurus, Madrid, 2006.
9 “El espacio atlántico como espacio ibérico: viajes, contactos y transferencias (siglos XIX y XX)”
(HAR2009-13913-C02-01).
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
rara vez ha sido considerada desde este prisma atlántico que entiende estos procesos antes
como movimientos hacia la modernidad y transformaciones de la condición de súbdito hacia
la de ciudadano, que como simples movimientos independentistas de protesta antimetropolitana10. En este sentido, creemos que analizar las concepciones sobre la representación
política defendidas por los diputados americanos en España y las respuestas de los liberales
peninsulares desde un prisma occidental más amplio, que incluye en un lugar especialmente
importante la emancipación de las colonias americanas británicas y la reformulación de la
misma idea de representación parlamentaria en la metrópoli inglesa, colaborará a enriquecer
el estudio de estos procesos iluminando conexiones e intercambios11. De igual manera,
aunque en otras coordenadas temporales y geográficas, analizar la conflictiva representación
política de las colonias que conservó la Monarquía española después de 1824 aportará
nuevas luces tanto sobre las aspiraciones de los sectores autonomistas de aquéllas como
sobre las actitudes de la clase política liberal española12. Por otra parte, conviene destacar
que la amplia producción historiográfica americana sobre las elecciones, emplazadas en
el marco de formación de las naciones, permite, especialmente en algunos países, afrontar
nuestro propósito de comparar las diversas formas de organizar la representación política
en los nuevos estados liberales y reconstruir influencias e intercambios13.
10 RODRIGUEZ O., Jaime, La independencia de la América española, FCE, México, 2005; la
desintegración de la monarquía hispana, el origen de los estados-nación, y el papel de la tradición
constitucional gaditana, en PORTILLO VALDÉS, José, Crisis atlántica. Autonomía e independencia
en la crisis de la monarquía hispana, Marcial Pons, Madrid, 2006. La importancia del debate constitucional en las Cortes españolas sobre la representación igualitaria americana para la formación del
nuevo estado de México, en FRASQUET, Ivana, Las caras del águila: del liberalismo gaditano a la
república federal mexicana, 1820-1824, Universitat Jaume I, Castelló de la Plana, 2008. También,
CHUST CALERO, Manuel, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814),
UNED, Valencia, 1999. Protestas como la de Breña, que argumenta que la historia atlántica diluye “las
especificidades hispánicas” del proceso, no parecen muy eficaces más allá de su sentido polemizador,
BREÑA, Roberto, “Ideas, acontecimientos y prácticas políticas en las revoluciones hispánicas”, en
AVILA, Alfredo y PEREZ HERRERO, Pedro (comps.), Las experiencias de 1808 en Iberoamérica,
UNAM, Universidad de Alcalá, Instituto de Estudios Latinoamericanos, 2008, p.135-145.
11 El “desafío americano” que significa la revolución e independencia de los EE.UU., en GONZALEZ
ADANEZ, Noelia, Crisis de los imperios. Monarquía y representación política en Inglaterra y España,
1763-1812. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2005.
12 Entre la amplia bibliografía dedicada a Cuba y la mucho menos abundante referida a Puerto Rico,
FRADERA, José., Colonias para después de un imperio, Bellaterra, Barcelona, 2005.
13 De forma específica para los casos de Argentina y México, con los que se vincula especialmente
este proyecto, conviene destacar las aportaciones para el primero de ellos de BONAUDO, Marta (Dir.),
Liberalismo, Estado y orden burgués, 1852-1880. Nueva Historia Argentina, vol. 4, Sudamericana,
Buenos Aires, 1999; de la misma autora: “Revisitando a los ciudadanos de la República Posible (Santa
Fe, 1853-1890)”, IEHS-Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro, Tandil, 2003,
100
María Sierra
La biografía histórica constituye el tercer soporte del trípode sobre el que se ha concebido este proyecto. No parece ya necesario justificar la utilidad de este enfoque, que está
precisamente protagonizando algunas de las más logradas aportaciones de la historiografía
española durante la última década. Los dos elencos biográficos de liberales heterodoxos
editados bajo la dirección de Manuel Pérez Ledesma e Isabel Burdiel, o las biografías individuales particularmente importantes para la época de nuestro estudio, abordadas entre
otros muchos por autores como Juan Pro o la misma Isabel Burdiel, demuestran la vitalidad
de un enfoque que se manifiesta capaz de conciliar la atención a los sujetos individuales
y a los sujetos sociales, aportando explicaciones que enriquecen con numerosas y sutiles
variables las interpretaciones formuladas sobre los procesos socio-políticos en los que se
inscriben determinados desarrollos biográficos14.
pp. 213-232; BOTANA, Natalio, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de
su tiempo, Sudamericana, Buenos Aires, 2005; HALPERIN DONGHI, Tulio, Proyecto y construcción
de una nación (Argentina, 1846-1880), Caracas, Ayacucho, 1980; ORTEGA, Exequiel, ¿Quiera el
pueblo votar? Historia electoral argentina desde la Revolución de Mayo a la Ley Saénz Peña, 18101912, Giner editor, Bahía Blanca, 1963; ROMERO, José Luis y ROMERO, Luis Alberto (Comps.),
Pensamiento conservador (1815-1899), Ayacucho, Caracas, 1979; SABATO, Hilda, La política en las
calles. Entre el voto y la movilización (Buenos Aires, 1862-1880), Universidad Nacional de Quilmes,
Buenos Aires, 2004; SHUMWAY, Nicolás, La invención de la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1993.
Para México, entre una amplia bibliografía, José .Antonio RIVERA, “La nación en ausencia: primeras
formas de representación en México”, Política y gobierno, 1998, v. 2, p.423-457; ANNINO, Antonio,
“Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-1821”, en ANNINO, Antonio (Coord),
Historia de las elecciones en iberoamérica. Siglo XIX, fce, Buenos Aires, 1995, p.177-226; AVILA,
Alfredo, En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México 1808-1824,
Taurus, México, 2002; BENSON, Nettie, La diputación provincial y el federalismo mexicano, México,
El Colegio de México/unam, 1994; CARMAGNANI, Marcelo, “El federalismo liberal mexicano,”
en CARMAGNANI, Marcelo (coord), Federalismos latinoamericanos: México/Brasil/Argentina, El
Colegio de México/fce, México, 1993, p.135-179; CHAVARRI SIDERA, Pilate, Las elecciones de
diputados a las Cortes generales y extraordinarias (1810-1812), C.E,P,C., Madrid, 1988; GUERRA,
Francois Xavier, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, V 2, fce, México, 1988; NORIEGA,
Cecilia, “Los grupos parlamentarios en los congresos mexicanos, 1810 y 1857. Notas para su estudio,”
en ROJAS, Beatriz (Coord), El poder y el dinero. Grupos y regiones mexicanos en el siglo XIX, Instituto
Mora, México, 1994, pp. 120-158.
14 PÉREZ LEDESMA, Manuel y BURDIEL, Isabel, Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías
heterodoxas del siglo XIX, Espasa Calpe, Madrid, 2000, y Liberales eminentes, Marcial Pons, Madrid,
2008; en la misma línea, MORENO LUZÓN, Javier (ed), Progresistas, Taurus, Madrid, 2006; PRO
RUIZ, Juan Bravo Murillo, Madrid, Síntesis, 2006; BURDIEL, Isabel, Isabel II. No se puede reinar
inocentemente, Espasa Calpe, Madrid, 2004, e Isabel II. Una biografía, Taurus, Madrid, 2010. Además,
la historiografía española ha empezado también a alumbrar una reflexión teórica sobre la biografía
histórica, como demuestran especialmente los trabajos de BURDIEL, Isabel, “La dama de blanco:
notas sobre la biografía histórica”, en PÉREZ LEDESMA, Manuel y BURDIEL, Isabel, Liberales,
101
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Una segunda faceta de este enfoque, practicada en varias ocasiones por los integrantes
de este proyecto, la constituye la prosopografía, o biografía colectiva de un grupo bien
definido por un conjunto significativo de características compartidas. Como destacaron
en su momento algunos de sus originarios promotores, la prosopografía constituye un
valioso medio para apreciar relaciones y comportamientos políticos difíciles de distinguir
en muchas ocasiones desde otras ópticas15. A partir de entonces, para la historia política
la prosopografía se ha convertido en un método de trabajo que convierte el estudio de los
perfiles colectivos de un grupo bien delimitado en una vía para allegar nuevas perspectivas
e interpretaciones sobre los grandes procesos políticos en los que ha participado como
actor social; para intentar, en definitiva, dar nuevas respuestas a las grandes preguntas
sobre los procesos de construcción del estado y la autoridad política, las bases sociales del
poder o el funcionamiento de sus mecanismos16. Si en círculos historiográficos británicos,
y anglosajones en general, la prosopografía ha sido un enfoque que no ha dejado de tener
uso y de ganar espacio, aplicándose a periodos históricos, grupos y temas cada vez más
variados, su tardía y desbordada irrupción en España como herramienta de análisis, a partir
sobre todo de los años 90, tiene mucho que ver con el desgaste de los diversos paradigmas
estructuralistas y la subsiguiente reflexión sobre el status epistemológico de la historia,
su instrumental teórico y metodológico, abierta sólo muy recientemente. De forma más
exacta, el novedoso éxito de la prosopografía en estudios de historia política y social tiene
que ver con algunas tendencias historiográficas de los últimos años relacionadas con la
vuelta al sujeto-actor histórico-individuo, al que se ambiciona, además, dar nombre propio;
con la llamada, para bien o para mal, “nueva historia política”, atenta a las explicaciones
agitadores y conspiradores…, Op. Cit., pp.17-48; y en colaboración con DAVIS, J.Colin, El otro, el
mismo: biografía y autobiografía en Europa, siglos XVII-XX, PUV, Valencia, 2005).
15 Estudios fundacionales fueron los de Ronald SYME (The Roman Revolution, 1939) Lewis NAMIER (The Structure of Politics at the Accession of George III, 1929), aunque aún más temprana fue
la primera aplicación sistemática de la prosopografía a la historia en la obra de Theodor MOMMSEN,
Prosopograpia Imperii Romanii (1897-1898), quien, significativamente, dudó sobre la bondad del
nuevo término. En otro uso del método prosopográfico, operando ya no sobre un grupo minoritario
de elite sino sobre un universo social más amplio, y seleccionado algunas variables adecuadas para el
tratamiento estadístico de sus correlaciones, Robert King MERTON puso en relación el puritanismo
con actitudes favorables a la innovación científica en Science, technology and Society in Seventeenth
Century England (1939).
16 Aplicada por ejemplo al estudio del Estado, la prosopografía auxilia a una historia social de las
instituciones, desde la consideración de que su naturaleza y dinámica no es independiente de la historia de quines las sostienen, combaten o hacen funcionar, según lo explica ROUSSEAU, Isabelle,
“La prosopografía: ¿un método idóneo para el estudio del Estado?”, Revista Mexicana de Sociología,
Jul-Sept, 1990, V. 52, p. 237.
102
María Sierra
sociales de la acción política; y, por supuesto, con el auge de los estudios biográficos, el
exponente más acabado de éstas y otras novedades17.
Al auxiliarnos de este tipo de enfoque, pretendemos aproximarnos a la propia
lógica de los agentes sociales que protagonizaron aquellos procesos políticos que nos interesa analizar. En realidad, los tres ejes metodológicos señalados se cruzan y fundamentan
en un cuarto y decisivo apoyo, el estudio de las transferencias culturales. Se trata de una
perspectiva sólo muy reciente incorporada por los historiadores españoles especializados
en el ámbito de la Edad Contemporánea, con mayor tradición en otras disciplinas como
pueden ser la literatura o los estudios culturales en general, cuya sensibilidad para apreciar
flujos e influencias que superan las fronteras de los Estados-nación convendría asimilar18.
El análisis propuesto en su día por Espagne y Werner destacaba la importancia de atender
el estudio de la cultura receptora y su capacidad de reinterpretación. Ya sea en la fórmula
original de la “transferencia cultural”, ya a través de la reformulación de la “histoire croisée”, el enfoque no puede ser más oportuno para nuestro propósito. Aspiraremos pues a
entender la transferencia de ideas, valores, modelos y representaciones como un proceso
en absoluto lineal y acabado, supuestamente originado en un único foco protagonista y
17 Por nuestra parte, hemos utilizado en varias ocasiones este enfoque para abordar el estudio de determinados problemas políticos, como puede constatarse en ZURITA, Rafael, PEÑA, María Antonia
y SIERRA, María, “Los artífices de la legislación electoral: una aproximación a la teoría del gobierno
representativo en España (1845-1870)”. Hispania, 2006, Nº 223, pp.633-670; también en PEÑA, María Antonia Y SIERRA, María, “Revisitando la Prosopografía: una aproximación al perfil biográfico
colectivo de los diputados españoles durante la Restauración”, en TAVARES DE ALMEIDA, Pedro
y MORENO LUZON, Javier, De las urnas al hemiciclo, Los Parlamentos español y portugués, (en
prensa).
18 El texto fundacional de esta perspectiva, que aspiró a crear un nuevo objeto de estudio y no sólo un
enfoque con mayor capacidad clarificadora que la historia comparada, de la que se criticaba la inclinación a establecer jerarquías culturales, en ESPAGNE, Michel y WERNER, Michel, “La construction
d’une référence culturelle allemande en France: genèse et histoire (1750-1914)”, Annales, 1987, E.S.C.,
4, pp.969-992; una revisión de la propuesta por parte de uno de sus originarios autores, crítico ahora
con las limitaciones de una historia que aún entendería de forma excesivamente acabada las culturas
nacionales, apostando más bien por la figura del “entrecruzamiento” de influencias entre puntos que
son a la vez origen y destino, en WERNER, Michel et ZIMMERMANN, Benédicte, “Penser l’histoire
croisée: entre empirie et réflexivité”, Annales 2003/1, H.S.S, pp.7-63. Puede verse un completo estado
de la cuestión en SOLANAS BAGÜÉS, María José, “Transferencias culturales: origen, desarrollo
y aplicación al estudio de la historia de la historiografía española”, en RUJULA, Pedro y PEIRO,
Ignacio, La historia en el presente (Congreso de Historia Local de Aragón, 2005, 2007, pp.379-392.
Recientemente la Casa de Velázquez de Madrid organizó un encuentro dirigido a reflexionar sobre
la aplicación de un enfoque que subraye la hibridación de las culturas como procesos históricos y su
elaboración “desde abajo” (“Transferts culturels dans le monde hispanique”, Melanges de la Casa de
Velazquez, T. 82, Nº. 2, 2008).
103
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
miméticamente implantado en otro espacio receptor, sino más bien como un flujo zigzagueante, en cuanto que nunca cerrado y menos voluntariamente controlado por el emisor,
en el que intervienen tanto las intenciones y necesidades de la sociedad de llegada, su
capacidad de reformulación y relectura, como la cultura política de los que han servidor
de transmisores.
En este sentido, nuestra intención de rastrear transferencias culturales en torno al problema de la representación política implica poner el centro de atención desde el principio
en dos procesos de transformación de distinta entidad por que se refiere a la formulación de
propuestas sobre el “buen gobierno”. Primero, como ya se ha señalado, atender a la transformación que suponen las reacciones de adaptación, resistencia, rechazo, reelaboración,
etc. de los grupos receptores, desde una perspectiva multifocal, pues éstos aquí llamados
receptores son de hecho, a su vez, polos de ideas que viajarán en sentido contrario -y en
direcciones triangulares-. En segundo lugar, y probablemente de forma muy destacada en
esta investigación orientada hacia la biografía, queremos atender a las transformaciones
que se derivan de la cultura política de los portadores, desde el supuesto de que su experiencia -y en particular, su experiencia generacional- determina, desde el horizonte de
memoria, afectividad y conocimiento que ello implica, la manera de entender y practicar
las fórmulas políticas que se llevan de uno al otro lado del Atlántico. Esta “gramática de
la vida pública” que comparte una generación con vivencias políticas comunes supone, al
decir de Daniel Cefaï, el contexto de experiencia y de actividad de los propios actores en
el que hay que procurar explicar tanto sus discursos como sus prácticas19.
Sin duda, en el periodo de tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen se entrecruzan muchas variables de especial interés para nuestro objeto de estudio. La crisis de los imperios
atlánticos británico y español, el impacto de la revolución francesa, el posterior terremoto
napoléonico y el surgimiento de los nuevos Estados-nación constituyen el complejo entremado desde el que un sector de la elite política e intelectual de ambos mundos se esforzó
por redefinir, cuando no inventar, las referencias básicas de autoridad y legitimidad política,
ocupando la representación un lugar clave en este proceso de contrucción político-cultural.
Nuestro objetivo en este espacio es el de reconstruir y relacionar diferentes propuestas
sobre cómo constituir la representación política de una nueva ciudadanía, un sujeto al que se
era consciente había que apelar como soporte del gobierno pero al que también se valoraba
de formas muy diversas según la diferente estima que mereciera la capacidad política de la
sociedad. El intercambio de influencias es intrincado y multifocal, siendo especialmente
pertinente un enfoque de transferencias culturales como el propuesto, capaz de iluminar
algunas facetas nuevas de la cuestión. Hay ya un amplio consenso historiográfico en torno
a la incapacidad del liberalismo peninsular para responder adecuadamente a las demandas
19 CEFAÏ, Daniel, “Introduction”, en CEFAÏ, Daniel (Dir.), Cultures politiques, Presses Universitaires
de France, Paris, 2001, pp.5-31.
104
María Sierra
de representación igualitaria formuladas por los parlamentarios americanos presentes en
las Cortes de Cádiz y luego en las del Trienio20. En este proyecto, por lo tanto, aunque
se continuará en alguna medida atendiendo a las propuestas americanas en este sentido,
procuraremos apreciar otras dimensiones de la falla de entendimiento que se abrió entre
los liberalismos peninsular e hispanos.
Tal intención debe empezar enfrentándose al problema del conocimiento mútuo. Bien
está ocuparse de algunas significadas trayectorias biográficas que por exilio, misiones diplomáticas o viajes de otro tipo sirvieran de elemento de contacto entre España y América,
pero debemos interrogarnos también y para comenzar sobre el grado de conocimiento mutuo
y de interés en torno “al otro”, con el objeto de dibujar el contexto cultural e intelectual
de los protagonistas de nuestro estudio. El caudal del flujo de informaciones y el grado de
cercanía de sus focos y autores fue, ciertamente, muy distinto según los momentos. No cabe
duda de que el mundo de muchos políticos españoles era realmente atlántico antes de la
crisis imperial que desató los procesos de independencia. Llama la atención en este sentido
la presencia en las Cortes de Cádiz de parlamentarios que, antes de llegar a esta Cámara,
habían vivido en estrecho contacto con la realidad americana, bien por el desempeño de
cargos en la administración colonial bien por la encomienda de misiones especiales u otras
causas. Casos como los de Francisco de Saavedra o José Pablo Valiente, diputados ambos
por Sevilla en las Cortes gaditanas, son bien expresivos de la dimensión atlántica que
incorporaba la experiencia política de algunos señalados protagonistas de aquel momento.
El primero de ellos, miembro del círculo de relaciones de Jovellanos y otros ilustrados
cercanos al poder en los años 80 del siglo XVIII, fue comisionado por la Corona para
encargarse de la delicada misión de establecer un acuerdo diplomático con Francia para
intentar recuperar el control de Jamaica, entonces bajo dominio británico (Convención
Grasse-Saavedra). Su implicación en la administración indiana en la zona del Caribe le
llevó a viajar por México buscando fondos para financiar dicho plan y participar en operaciones militares contra el ejército inglés en la guerra de independencia norteamericana,
pero también a apoyar iniciativas económicas-científicas como el viaje de estudios -o de
espionaje industrial- del azucarero y político cubano Francisco Arango (quien sería igualmente diputado en las Cortes de Cádiz). Nombrado más tarde intendente de Caracas, ejerció
el cargo durante un quienquenio desarrollando un programa característicamente ilustrado
de fomento económico y cultural. Observador sensible e inteligente, dejó contancia de sus
experiencias americanas en una extensa obra escrita, en forma de diarios, que está parcialmente publicada; testimonia igualmente su conocimiento e interés por el nuevo mundo su
20 Se coincide en subrayar la importancia de esta marginación política así como en señalar la común
cultura político-jurídica hispana en la base de diferentes procesos regionales de independencia, en
AVILA, Alfredo y PEREZ HERRERO, Pedro (comps.), Las experiencias de 1808…, Op. Cit.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
participación en la traducción de La Historia de América de William Robertson, una tarea
que, impulsada por Campomanes, no acabaría viendo la luz21.
El caso de José Pablo Valiente y Bravo, diputado gaditano que evolucionó desde
el reformismo ilustrado a posiciones cada vez más conservadoras, es aún más interesante,
pues además de compartir con Saavedra el pasado americano y el conocimiento directo
de aquella realidad, participó activamente en el debate sobre la representación parlamentaria americana, como luego veremos. Oidor en las Audiencias de México y Guatemala,
comisionado para asuntos financieros en Ultramar y, finalmente, Intendente en Cuba (17921797), acabó personalmente involucrado en los negocios de la isla, donde promocionó una
política de fomento material y cultural muy estimada por la elite criolla, que le nombraría
socio honorario de la Real Sociedad Patriótica de La Habana. Fue autor de una extensa y
poco conocida obra jurídica, política y económica referida a América22.
Si el mundo de la generación que vivió la primera revolución liberal en España era
decididamente atlántico en sus dimensiones, es posible pensar que semejante horizonte
no desapareció del todo con las independencias coloniales, aunque en buena medida se
desdibujara. Conviene recordar que el proceso de independencia y surgimiento de nuevos
estados americanos se produjo pautadamente a lo largo de más de una década, y que algunas
regiones pudieron convertirse en lugar de refugio y aprendizaje de españoles aún después
de la crisis napolénica y la experiencia gaditana. Es el caso de Antonio González González, uno de los protagonistas de nuestra investigación, quien tras participar activamente
en la defensa militar contra los franceses, acabó sus estudios de leyes en la Universidad
de Zaragoza y ejerció su carerra en la administración de justicia con declarada adhesión
al régimen liberal durante el Trienio Constitucional. Obligado a salir de España con la
entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis y la represión desencadenada por Fernando VII,
huyó con otros liberales a Perú en 1824, aún bajo dominio español. Al regresar a España en
1834, pudo iniciar una intensa y prolongada carerra pública desde el partido Progresista,
que, además de detenerse en estancias diplomáticas en Londres, le llevó repetidamente
tanto al Congreso como al gobierno de la nación, siendo muy significada su participación
21 SAAVEDRA, Francisco de, Los decenios: autobiografía de un sevillano de la ilustración; Sevilla,
Servicio de Publicaciones, Ayuntamiento de Sevilla, 1995 y Diario de Don Francisco Saavedra de
Sangronis, 1780-1783, edición de F. Morales Padrón, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2004. Sobre
la participación en el proyecto de Arango, GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO, María Dolores, “Dos
viajes, una intención: Francisco Arango y Alejandro Oliván en Europa y las Antillas azucareras (1794
y 1829)”, Revista de Indias, 2002, LVII, 224, pp.85-102. La información biográfica procede, además,
del Archivo del Congreso de los Diputados (Serie Documentación Electoral, 2, Nº 17), Archivo General
de Palacio (Personal, Expedientes Personales Cª 937/26); Archivo Histórico Nacional (Estado, 3442,
Exp.1 y M.Hacienda, 2052, Exp.20).
22 ARIAS CASTAÑON, Eloy, “Valiente y Bravo José Pablo”, en Diccionario Biográfico de los
Parlamentarios Españoles, 1810-1814, Cortes Generales de España, Madrid, 2010.
106
María Sierra
en la gestión parlamentaria de la normativa reguladora de la representación electoral. Pero
antes de ganar respetabilidad política en la península, durante diez intensos años de su
juventud había vivido en la ciudad peruana de Arquipa, donde se instaló después de una
novelesca fuga, y donde ejerció como abogado, apoyó la causa independentista del país
de acogida, se enriqueció y entabló amistades decisivas para su posterior suerte política
-fundamentalmente la mantenida con Espartero-23. Su vida, a caballo entre la revolución
y el cierre liberal de la misma, representa el solapamiento generacional que caracterizó a
señalados protagonistas parlamentarios del liberalismo avanzado español -Vicente Sancho,
Evaristo San Miguel-, y que probablemente marcaría su cultura política con una peculiar
mezcla de utopía gaditana y realismo posrevolucionario. En el caso de Antonio González,
la experiencia americana formaba parte del primer término de este binomio, sin que ello
parece ser que obstaculizara su participación en la exclusión americana de la representación
parlamentaria decidida en 183724.
Sin la intensidad vital de González probablemente, otros liberales españoles de distinta
asdcripción ideológica mantuvieron durante la segunda mitad del siglo XIX el interés por
analizar y explicar una América que habían conocido generalmente por viajes diplomáticos
o encargos administrativos. Es cierto que esta generación posrevolucionaria dirigió su
mirada preferentemente a Cuba, el más brillante resto colonial del imperio perdido, como
hizo por ejemplo Ramón Pasarón Lastra, un jurista y diputado distinguido en el debate
sobre la legislación electoral y otros asuntos constitucionales, que fue Intendente de Cuba
y, aunque permaneció allí poco más de un año, escribió a su vuelta La Isla de Cuba considerada económicamente (1858). La mirada española a América, no obstante, giraría cada
vez más hacia el norte, incluyendo a los EEUU en una relación triangular que, por otra
parte, no era nueva. Las obras de algunos parlamentarios españoles mostrarían así un interés
creciente por un país cuyo sistema político interesaba conocer y explicar25. En 1864, por
ejemplo, veía la luz el segundo tomo de Constituciones vigentes de los principales Estados
de Europa y América, una obra que, firmada por el diputado demócrata Rafael Coronel
Ortiz, analizaba no sólo la Constitución de los EE.UU, sino también las de Brasil, Chile,
23 PEREZ NUÑEZ, Javier, “Antonio Felipe González y González”, en Diccionario Biográfico Español, Real Academia de la Historia (en prensa); MENA VILLAMAR, Claudio, El Quito Rebelde,
1809-1812, Editorial Abya-Ayala, Quito, 1997, p.68. Para su misión en Londres, esencial espacio de
aprendizaje político en la formación de su concepto de representación, ARMARO SANCHEZ : “Las
relaciones entre España y Gran Bretaña durante la regencia de Espartero”, Cuadernos de Historia
Moderna y Contemporánea, 1984, Nº 5, pp.137-162
24 SIERRA, María, “González González, Antonio, Marqués de Valdeterrazo”, en Diccionario Biográfico de los parlamentarios españoles (1820-1854), Cortes Generales de España, Madrid, en prensa.
25 Florencio RODRÍGUEZ VAHAMONDE, presidente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas
se ocupó del Estudio sobre la crisis política actual de los Estados Unidos (1868) y Estado políticoeconómico y de la administración de justicia en los Estados Unidos de América (1869).
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Argentina, México, Perú-Bolivia, Venezuela, y Ecuador. Se trata de un interesante texto
que está tan lleno de información como de interpretaciones sobre las antiguas colonias
“separadas de la madre patria por la traición, la violencia o por las circunstancias críticas
en las que se vió envuelta la Península Ibérica a principios del presente siglo”26.
Valorar el nivel y el tipo de conocimiento así como el grado de interés de la mirada
dirigida por los observadores y estudiosos españoles hacia América puede ayudarnos a
entender las interpretaciones sobre el otro que mediatizaron las propuestas de representación política. De forma más exacta, puede ayudar a contextualizar lo que parece ser una
clave para la comprensión del fracaso de cualquier proyecto de representación política
igualitaria, ya fuera concebido en un marco federativo ya, simplemente, desde una cierta
aspiración autonomista. Me refiero a la rebajada consideración política concedida al espacio
americano desde el liberalismo pensinsular. Como ha señalado J.M.Portillo a propósito
del pensamiento de un liberal avanzado como Alvaro Florez Estrada, la preocupación
por los asuntos americanos le convertía en su Examen imparcial de las disensiones de la
América con la España (1811) en un abanderado del entendimiento con las colonias, pero
siempre desde el supuesto, compartido por Argüelles y otros miembros de su generación,
de que los asuntos americanos estaban “en la órbita de la economía política, no de la
constitución”. Medidas de liberalización económica bastarían pues para solucionar las
tensiones abiertas con la brecha napoleónica, que para Flórez Estrada, llamativamente,
no merecían el mismo trato ni remedio que en España habían llevado a la formación de
juntas ciudadanas27. La consideración de los territorios americanos como fuente de riquezas para el Estado característica del universo económico mercantilista y colonialista del
Antiguo Régimen se prolongaba así en el primer liberalismo desde una lógica utilitaria
contínua. En el discurso de alguien a medio camino entre el absolutismo y el reformismo
ilustrado, como el diputado gaditano Pedro José Valiente, la propuesta de un sistema de
representación censitario y desigualitario para la población americana se basaba el interés
de tener “súbditos utilísimos” a los que convenía gobernar de forma diferente que a los
españoles europeos28.
Si, como J.Pan-Montojo ha señalado recientemente, desde la península hubo resistencia
a abandonar el trato de colonia en lo económico dado a los territorios americanos, aún a
pesar de la emergencia financiera de la Guerra de Independencia, lo económico puede ser
26 ABAD DE APARICIO, Hilario y CORONEL ORTIZ, Rafael, Constituciones vigentes de los
principales Estados de Europa y América, Imprenta J. Antonio García, Madrid, 1864. p.3.
27 PORTILLO VALDÉS, José María, “Los límites del pensamiento político liberal. Álvaro Flórez
Estrada y América”, Historia constitucional (revista electrónica), 2004, Nº 5, hhttp://hc.rediris.es/05/
indice.htlm, p.53 y pp.57-58
28 Apoyando incluso los repartimientos de tierra para conseguir “familias agricultoras y útiles al
Estado”, DSCGyE,19-7-1811, p.1468
108
María Sierra
muy político en sus fundamentos y efectos29. Bien claro lo tuvo en aquel mismo momento
el filósofo inglés Jeremy Bentham, que dedicó en más de una ocasión su interés y su trabajo al estudio de la política española e hispanoamericana. En su panfleto antiimperialista
“Libraos de Ultramar” (Rid Yourselves of Ultramaria), escrito entre 1820 y 1822, expresó
en la socorrida forma ensayística de cartas toda su preocupación porque el sistema colonial
de los territorios americanos se convirtiera en una de las causas del fracaso del liberalismo
político en España, que Bentham entendía ya de por sí constitucionalmente débil por los
problemas que presentaba la Constitución de 1812, máxime en lo referido a otorgar a los
americanos unos derechos incompatibles con la explotación colonial. Los límites del liberalismo gaditano eran en este sentido descarnadamente expuestos en una carta escrita a un
amigo que combatía junto a Bolivar: “En las mentes de los gobernadores españoles, incluso
de la España regenerada, la imbecilidad es completamente infantil. Toda Ultramar: eso es
lo que quieren tener o, para cuando Ud. reciba esta carta, más valdría decir reconquistar”30.
La persistencia de una mentalidad económica de explotación colonial en la metrópolí no
fue sin embargo la única causa de la postergación política de América. La rebaja del estatus
político de estos espacios se fraguó entre otros fundamentos sobre la minusvaloración de
sus elites. Como ha indicado J.M.Portillo, la exclusión de la población india y negra del
cómputo electoral muestra la muy diversa capacidad de tutela social reconocida por los
liberales gaditanos a las elites de uno y otro lado del Atlántico31. Se trata de una distinción
fundamental, pues, dentro de la lógica de la representación liberal, lo extraño no es excluir,
diferenciando a los ciudadanos capaces de los incapaces -una operación de ingeniería
social y política que desarrollaron y justificaron todos los liberalismos occidentales en la
definición de sus sistemas electorales-, sino cuestionar la facultad de representación virtual
reconocida a “los mejores”. Ambas operaciones son, en el liberalismo, caras imprescindiblemente complementarias de la misma moneda: diseñar el proceso de selección de los
más preparados y hacerles depositarios como tales de la racionalidad última del gobierno
representativo fue, de forma generalizada, el corazón del proceso de construcción del liberalismo posrevolucionario32. Las elites criollas, ilustradas en los mismos libros y foros
que las europeas, debieron entender con prontitud la magnitud de la ofensa.
29 PAN-MONTOJO, Juan, “Economía política de la guerra en España y de la crisis de la monarquía”,
en AVILA, Alfredo y PEREZ HERRERO, Pedro (comps.), Las experiencias de 1808…, Op. Cit.,
pp.205-230.
30 La carta y el contenido del conjunto de la obra en RODRIGUEZ BRAUN, Carlos, “Libraos de
Ultramar: Bentham frente a España y sus colonias”, Revista de Historia Económica, 1985, Año III,
N.3, pp.497-509, cita p.503.
31 PORTILLO VALDÉS, José María, Los límites del pensamiento… , Op. Cit.
32 SIERRA, María, PEÑA, María Antonia y ZURITA, Rafael, Elegidos y elegibles: la representación
parlamentaria en la cultura del liberalismo, Marcial Pons, Madrid, 2010.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
El posterior recorrido de cualquier proyecto o variante de representación americana
subraya la escasa fortuna política de las colonias que no se independizaron a comienzos
del siglo XIX33. Antes ya de la radical exclusión de los parlamentarios provenientes de
las colonias a la que se llegaría en 1837, las diversas normas electorales subrayaron la
sospecha que la potencial capacidad de tutela social de los representantes de aquellos territorios despertaba en sus coetáneos peninsulares, partidarios de elevar sustancialmente los
requisitos exigidos a los electores americanos como filtro de una participación que, sólo
con estas reticencias, se permitía encomendar a sus “mejores”. Si los Reales Decretos de
20 de Mayo de 1834 y de 24 de mayo de 1836 habían fijado un numero muy reducido de
representantes para las que restaron fieles de entre las mayoritarias “provincias rebeldes”,
el R.D. de 21 de agosto de 1836 introducía la novedad de indicar que los representantes de
Cuba, Puerto Rico y Filipinas habrían de elegirse siguiendo el procedimiento establecido
años antes para los Procuradores en Cortes del Estatuto Real, es decir, con un censo mucho
más restrictivo que el aplicado en ese momento en España, manteniendo por provincia
el número de diputados al que tuvieran derecho en las Cortes de 1820 y 182234. Ya en
la Ley Electoral progresista de 1837 desaparecería cualquier alusión a las elecciones de
representantes de Ultramar.
No deja de ser una triste paradoja en este sentido que el mismo Antonio González que
había encontrado en América refugio, amigos políticos y fortuna fuera el Presidente de las
Cortes que en 1836-1837 expulsaron a los representantes de Ultramar y elaboraron una
Constitución de la que se excluían unos territorios que quedarían bajo “leyes especiales”. El
antiguo ayacucho ya había sido Presidente del Estamento de los Procuradores en las Cortes
de 1836, y ahora, en plena madurez política, fue nombrado también miembro de la Comisión Constitucional de aquel nuevo momento progresista. Debió de sentir, como Agustín
Argüelles o Vicente Sancho, compañeros de generación reacios a dar cumplimiento a la
33 Un interesante comentario sobre ello en la reseña de SIMAL, Juan Luis, sobre el libro de AVILA,
Alfredo y PEREZ HERRERO, Pedro, Las experiencias de 1808…, Op. Cit., a propósito del contrafactual propuesto en la misma obra por Jaime Rodríguez de una comunidad hispana global caso de no
haberse producido los procesos de independencia americana, en Revista de Historia Iberoamericana,
2009, V 2, Nº 5.
34El R.D. de 20 de mayo de 1834 estableció un sistema electoral para Ultramar que continuaba el
modelo gaditano, con la salvedad de reducir el número de representantes a 8 (frente a 180 de la península e “islas adyacentes”), una vez expulsadas las “provincias rebeldes”; el R.D. de 24 de mayo de
1836 lo prolongaba, subiendo a 17 el número de representantes (frente a 241 peninsulares y de las islas
adyacentes), FERNANDEZ DOMINGUEZ, Arturo, Leyes electorales españolas de diputados…, Op.
Cit. Más información sobre el sistema de elección en Ultramar en ALVARADO PLANAS, Javier, “El
sistema de legislación especial y el problema de la representación ultramarina en Cortes”, en Constitucionalismo y codificación en las provincias de Ultramar. La supervivencia del Antiguo Régimen en
la España del siglo XIX, CEPC, Madrid, 2001, pp.17-144.
110
María Sierra
igualdad política americana ofrecida en los primeros momentos de la revolución española,
la incómoda presencia que, según Josep Fradera, suponía en aquellas Cámaras un grupo
de diputados cubanos como único resabio del originario proyecto liberal de participación
americana35. Liquidando ese fantasma, en abril de 1836 se aprobaba una Ley que, además
de disponer que las colonias serían regidas por leyes especiales, indicaba que los diputados
americanos ya elegidos para concurrir a aquellas Cortes no habrían de tomar posesión de
sus escaños36. En la Constitución de 1837 la nación de españoles de ambos hemisferios
dejaba de existir incluso como retórica.
Y, aún así, la demanda y la posibilidad de una representación americana en el Parlamento
español no quedó entonces definitivamente clausurada. Si las Constituciones de 1837 y
1845 relegaron a los habitantes de las colonias al limbo de una jurisdicción especial, que
era más bien una no jurisdicción, por la privación de derechos que implicaba, después
de la prometedora revolución de 1868 las Cortes Constituyentes ofrecieron reformar el
sistema de gobierno de Ultramar, esperando para ello la llegada de los diputados de Cuba
y Puerto Rico al Congreso37. Formalmente se recuperaba una representación parlamentaria
americana que había quedado cortada en 1837 y, aunque la realidad no fuera tan generosa,
especialmente con los cubanos, a los que se rechazó finalmente convocar argumentando
el estado de guerra en el que se encontraba la colonia, durante los activos años del Sexenio Democrático se reabrió un debate en el que algunos parlamentarios precisamente
de Ultramar plantearon una renovada demanda de representación política. La figura de
Rafael Maria de Labra es bien interesante a este efecto. Reconocido y estudiado como
prolífico intelectual y político, defensor entre otras causas del abolicionismo, su discurso
insistió preocupadamente en la deficiente representación de las colonias españolas dentro
del Parlamento nacional38. Entre los objetivos de este proyecto figura el de profundizar
35 La expulsión de los diputados cubanos con el argumento de la insurrección de Lorenzo y la paralela promesa, nunca cumplida, de “leyes especiales” para el gobierno de los territorios de Ultramar,
en FRADERA, Josep, “¿Por qué no se promulgaron las ‘leyes especiales’ de Ultramar?”, en España,
Europa y el mundo atlántico: homenaje a John H. Elliot, Marcial Pons, Madrid, 2001, pp.439-461.
36 FERNANDEZ DOMINGUEZ, Arturo, Leyes electorales españolas de diputados…, Op. Cit., p.76.
37 Las leyes especiales como una ausencia de ley, en FRADERA, Josep, “¿Por qué no se promulgaron
las ‘leyes especiales’…, Op. Cit., p.460-461.
38 DOMINGO ACEBRÓN, María Dolores, Rafael María de Labra: Cuba, Puerto Rico, Las Filipinas,
Europa y Marruecos, en la España del Sexenio Democrático y la Restauración (1871-1918), CSIC,
Madrid, 2006; HERNÁNDEZ RUIGÓMEZ, Almudena, “Rafael María de Labra, americanista antillano
en el Congreso de los Diputados”. Mar Oceana: Revista del humanismo español e iberoamericano, Nº
1, 1994, pp. 315-355; HERNÁNDEZ SANDOICA, María Elena, “Rafael María de Labra y Cadrana
(1841-1919): una biografía política”. Revista de Indias, Nº 200, 1994, pp. 107-136; LAGUNA OCHOA,
Fernando, Las ideas hispanoamericanistas de Rafael María de Labra: Ultramar y sus problemas
durante el siglo XIX, Universidad Complutense, Madrid, 1991.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
en el análisis de su discurso parlamentario como exponente de una reivindicación de los
derechos de las colonias y una demanda de representación política, procedentes sobre todo
desde Cuba y Puerto Rico.
Para contextualizarlo adecuadamente conviene tener en cuenta que, continuando la
tradición de diferenciar el electorado activo de la Península e islas adyacentes del de las
colonias de Ultramar fijada en las normas electorales liberales de los años 30, las disposiciones legislativas del Sexenio mantuvieron, a pesar de todo, el trato desigual en el
reconocimiento del derecho de voto: el R.D. de 14 de diciembre de 1868, recurriendo a
argumentos como el atraso social que significaba la esclavitud, estableció para las colonias
un sufragio capacitario y censitario más restrictivo que lo dispuesto para España, donde
se estaba inaugurando el sufragio universal masculino. Más tarde, el R.D. 1 de abril de
1871 rebajó, pero también mantuvo, el criterio censal de la norma anterior, en elecciones
que ahora sólo se celebrarían en beneficio de Puerto Rico, pues se dejaba suspendida la
representación cubana por el estado de guerra de aquella provincia. No resulta extraño
que años más tarde, ya en la Restauración borbónica, el R.D. de 9 de junio de 1878 dictase instrucciones para la elección de representantes coloniales estableciendo una barrera
económica sensiblemente más alta que la determinada de forma general para la España
peninsular y sus islas39. Al final de este recorrido, muchos diputados españoles tendrían
igual de claro que Sagasta, cuando en 1887 afirmó ante el Congreso a propósito del derecho de asociación, que una ley, “como no se diga que es especialmente para Ultramar, se
entiende que sólo será aplicable en la Península”40.
Atender a las variadas demandas y a las más cortas ofertas de representación americana
no sólo debe servirnos para contestar a preguntas sobre cómo y con qué efectos se margina,
intentando explicar los fundamentos culturales de la escasa capacidad de la elite liberal
peninsular para atender a unas pretensiones que, a través de la inserción parlamentaria,
no pretendían romper sino anudar lazos entre ambas fachadas del Atlántico. Sin duda más
difícil será adentrarnos en la representación política desde una perspectiva transnacional
atenta además al trasvase de ideas y modelos políticos. Reflexionar sobre cómo y por qué
desafíos comunes y tensiones similares producidas en España y en América -por ejemplo,
en el contexto de la crisis constitucional de principios del siglo XIX, el dilema de dónde
residenciar el depósito último de la soberanía y el reto de cómo articular la nueva legitimidad con la necesaria eficacia- dieron lugar a salidas distintas, bien que con algunos
elementos compartidos, obliga a pensar la historia de forma cruzada.
Así probablemente deba entenderse en lo referido a las diversas tradiciones constitucionales occidentales. Sin minimizar la importancia de ese laboratorio tan peculiar para
el constitucionalismo hispano que fue Cádiz, quizás el análisis de los discursos sobre la
39 FERNANDEZ DOMINGUEZ, Arturo, Leyes electorales…, Op. Cit.
40 Sagasta, Diario de Sesiones de las Cortes, 16.3.1887, p.1223.
112
María Sierra
representación permita apreciar que la carga revolucionaria del modelo francés, el espíritu
reformista y pragmático de la tradición anglosajona -tanto originariamente británica como
en su reelaboración norteamericana-, y la particular alquimia constitucional española, se
combinaron de forma tan poco sistemática como previsible bajo la presión de la tarea urgente
de reformular el universo de la política. Los primeros trabajos de investigación dedicados
a diversos protagonistas de este periodo, permiten apostar por una relación triangular
entre tradiciones jurídicas que se encarna en influencias más mestizas de lo que habitualmente se ha señalado desde las perspectivas tendentes a tipificar y diferenciar modelos
constitucionales. Un buen ejemplo de este mestizaje lo constituye a principio de nuestro
recorrido Miguel Rubín de Celis, con su fundado conocimiento de una América por la que
había viajado, su apoyo en España a las ideas de la Revolución francesa que le costarían
la persecución inquisitorial, y su final reflexión crítica sobre la Constitución de 179141.
En esta historia cruzada de transferencias culturales hay que rastrear también el paso
de liberales españoles y americanos por lugares de Europa de gran significación en la elaboración intelectual de sus experiencias políticas. Si un español como Antonio González
maduró en el Londres de los años 40 -donde le había llevado el encargo de la embajada
de su país durante el Trienio esparterista- un proceso de aprendizaje político que había
sido hasta entonces exclusivamente hispano tanto en sus fuentes letradas como en sus experiencias vitales, también Europa será destino de políticos americanos de la talla de Juan
Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, miembros destacados de la generación
del 37 que configuró la Joven Argentina42. Marta Bonaudo se está encargando en nuestro
proyecto de investigar las relaciones triangulares e incluso cuadrangulares que hay que
estudiar en estos casos, en los que las lecciones del liberalismo italiano, inglés o francés se
combinan en distinto grado con la reflexión sobre la tradición jurídica hispana y el interés
por el modelo constitucional estadounidense, todo ello macerado con la propia experiencia
e interpretación de la realidad política latinoamericana.
Desvelar lo intrincado del tejido cultural sobre el que se elevó el liberalismo hispano
a la hora de construir sus conceptos y discursos de representación política puede ser posible a partir de enfoques como el de una historia de las transferencias, que, deshaciéndose
de cualquier idea de jerarquía cultural, aspire a rastrear en sus múltiples focos los flujos
cruzados de las ideas, valores y prejuicios que a ambos lados del Atlántico marcaron la
construcción del nuevo régimen. Atender a la biografía y a la cultura política de algunos
41 El análisis del Discours sur les principes fondamentaux d’une constitution libre en Peña Guerrero,
María Antonia, “Voluntad nacional y representación política en la Ilustración española: el discurso
político de Miguel Rubín de Celis”, XII Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia, Universidad
Nacional del Comahue, Argentina, octubre de 2009 (en prensa).
42 BOTANA, Natalio, La tradición republicana…; BOTANA, Natalio, El Orden Conservador, Sudamérica, Buenos Aires, 1977; ROMERO, José Luís, Las ideas políticas argentinas, F.C.E., México,
1946. HALPERÍN DONGHI, Tulio, Proyecto y construcción de una nación…, Op. Cit.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
portadores especialmente significados de modelos constitucionales, políticos, jurídicos o
filosóficos entre España y América será, desde las hipótesis planteadas, una de las posibles
formas de responder a ese reto.
Recibido: 10/09/2010
Aceptado: 15/11/2010
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Biografía, Historia y Mujeres: La Revisión de un vinculo complejo a
partir del caso de Olga Cossettini, 1898-1987
Paula Caldo - Sandra Fernández
UNR - CESOR/CONICET
Resumen
Escribir o reflexionar sobre el bios son ejercicios que, si en un primer momento nos acercan a la
singularidad, en un segundo tiempo nos permiten trascenderla, emprendiendo estudios comparativos en
el marco de procesos sociales generales. Así, en el presente artículo, a partir de un estudio recortado en
la figura de Olga Cossettini, pretendemos rescatar el presupuesto que recupera a las vidas individuales
como factores que ponen en tensión los valores hegemónicos no sólo del proceso histórico donde se
desenvolvió el personaje sino también del contexto de producción historiográfico que borra su pasado.
Palabras clave: biografía - historia - mujeres - sociabilidad Abstract
Writing or reflecting on the bios are exercises that, although in a first moment bring us closer to
singularity, in a second time allow us to transcend it, undertaking comparative studies within the
framework of general social processes. Therefore, in the present article, starting from a study which is
circumscribed to Olga Cossettini´s figure, we intend to accentuate the premise that recovers individual
lives as factors of tension between hegemonic values, not only within the historical process where the
character coped but also in the context of historiographical production that erase its past.
Keywords: biography - history - women - sociability -
Introducción
En los últimos años hemos experimentado una recuperación del género biográfico como
una forma de historiar, como una fuente que permite complejizar el análisis historiográfico
pero también como una estrategia mediante la cual los historiadores recuperan sus propias
concepciones sobre el oficio.1 Escribir o reflexionar sobre el bios son ejercicios que, si en
1 Concretamente estamos pensando en los recurrentes ejercicios de egohistoria propuesto por los
historiadores. Al respecto, pioneros se revelan los franceses a partir de los trabajos de George Duby
CALDO Paula y FÉRNANDEZ Sandra, “Historia y Mujeres: La Revisión de un
vinculo complejo a partir del caso de Olga Cossettini, 1898-1987”, en Avances del
Cesor, Año VII, N° 7, 2010, pp. 115-139.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
un primer momento nos acercan a la singularidad, en un segundo tiempo nos permiten
trascenderla, emprendiendo estudios comparativos en el marco de procesos sociales generales. Justamente, esta ha sido la faceta recuperada por una historiografía de distinto cuño
pero con una búsqueda común de resultados. En especial es en el campo de la historia de
las mujeres en donde más beneficios se han obtenido con este perfil de estudio. Rescatar la
singularidad de las experiencias vitales es una entrada que impide caer en lecturas simplistas
y colabora en la complejización de las interpretaciones en muchos casos ancladas a visiones
tradicionales sobre el género. De este modo, es un objetivo de este trabajo bosquejar una
aproximación historiográfica sobre el uso de la biografía dentro del espectro de los estudios
sociales haciendo énfasis en los aportes que se han recibido desde la historia de las mujeres.2
La influencia de estas últimas aproximaciones resultó sugestiva al punto de alterar
las naturalizadas formas de acceder a la comprensión de procesos de vinculación de las
mujeres al espacio público. Una herramienta eficiente ha sido dejar de considerar a las
mujeres como sujetos al borde de la esfera pública, eludiendo su condición de intelectuales
y/o expertas en función de su desarrollo dentro del terreno profesional, político y social.
Las interpretaciones clásicas en torno de la construcción del campo intelectual borran su
presencia, corriéndolas de escena y degradando su participación en la consagración de tal
campo. Educadoras, pedagogas, profesionales de la salud, militantes políticas entre otras
no son evaluadas como agentes de cambio cultural, y por lo tanto son consideradas objetos
de análisis de escaso interés científico.
De tal forma, en este trabajo a partir de un estudio recortado en la figura de Olga Cossettini
pretendemos rescatar el presupuesto que recupera a las vidas individuales como factores que
ponen en tensión los valores hegemónicos no sólo del proceso histórico donde se desenvolvió
el personaje sino también del contexto de producción historiográfico que borra su pasado.
La reflexión alrededor de la vida de Olga Cossettini, una mujer santafesina que vivió
entre 1898 y 1987, que ejerció sistemáticamente la docencia y el trabajo intelectual, como
(DUBY, Georges, “El placer del historiador”, en ROJAS, Beatriz Obras selectas de Georges Duby,
Fondo de Cultura Económica, México, 2004) o de Maurice Agulhon (AGHULON, Maurice, “Una
pequeña autobiografía intelectual” en El circulo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Siglo
XXI Editores, Buenos Aires, 2009). Asimismo, esta modalidad impacta en el campo historiográfico
anglosajón siendo Geoff Eley un nombre a destacar. Eley en su libro Una línea torcida, recupera,
mediante la apuesta biográfica los puntos de contacto que se proyectan en el presente entre la historia
social y la historia de la cultura. (ELEY, Geoff, Una línea torcida. De la historia cultural a la historia
de la sociedad, Publicaciones de la Universitat de Valéncia, Valencia, 2005.
2 Debemos aclarar aquí que es una meta de este artículo discutir los alcances de la biografía desde
la perspectiva teórico-metodológica de la Historia, por ello nos concentramos en las dos facetas más
sugestivas que el bios para nuestra disciplina ha tenido: como fuente y como construcción historiográfica. Por lo tanto decidimos no describir los aportes desde otros campos sociales y humanos que
superan los tópicos antes señalados.
116
Paula Caldo – Sandra Fernández
así también se encargó de legarnos un completo archivo personal (epistolario, diarios,
manuscritos, etcétera) es el pretexto para discutir alrededor del vínculo entre biografía e
historia en el campo historiográfico contemporáneo en general y muy especialmente el
ligado a la historia de las mujeres.
El espacio biográfico moderno
Leonor Arfuch, en el año 2002, publicó un texto denominado El espacio biográfico.
Dilemas de la subjetividad contemporánea.3 En él, la autora revisitó la teoría del crítico
literario francés Paul Lejeune en torno al concepto de espacio autobiográfico. Tal espacio
alude al área del campo literario donde coinciden y se legitiman las distintas formas de
narrar al yo (la autobiografía per se y la novela autobiográfica).4 Arfuch tomando como base
analítica este concepto lo hizo extensivo al análisis de las biografías. De forma categórica
ella advierte en el espacio biográfico, además de una confluencia de distintas formas de
escribir el yo, la historicidad que lo caracterizó, como así también las tensiones y relaciones
que se generaron alrededor del problema de los relatos de la vida (la entrevista).
La misma Arfuch nos retrotrae a los orígenes de la modernidad para mostrarnos el
carácter histórico del espacio biográfico. Este fue una confluencia de diversas formas de
nombrar al yo, que coincidirá con el afianzamiento del proceso civilizatorio en clave elisiana.5 Recordemos que, para Norbert Elias, tal proceso fue impulsado por el absolutismo
con el propósito de desactivar la violencia como principal componente de las relaciones
sociales en beneficio de la internalización del autocontrol, el trato moderado y la armonía.
Ese proceso de interiorización del control, que Elias estudia por medio de los reglas de
civilidad, va a requerir la construcción del mundo interior de los sujetos. Así surgirá un yo
que piensa y se piensa en la intimidad, en la soledad, en el secreto, en el secretario6, en la
lectura en silencio y en la escritura ensimismada. En este contexto se construye el espacio
biográfico moderno, un espacio compuesto por múltiples formas escriturales: confesiones7,
3 ARFUCH, Leonor, El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2002.
4 LEJEUNE, Philippe, “El pacto autobiográfico” en Suplementos Anthropos 29. La autobiografía y
sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental, Editorial Anthropos, Barcelona, 1991.
5 ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas,
Fondo de Cultura Económica, México, 1991.
6 Para Roger Chartier, los secretarios tuvieron una triple acepción: por un lado, fueron quienes escribían las cartas, por otro, el mobiliario donde se las escribía y, finalmente, los libros que compilaban
modelos de cartas a tener presentes en el momento de la escritura, “Los secretarios. Modelos y prácticas
epistolares” en Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna. Alianza, Madrid, 1994.
7 La misma Arfuch destaca a Las confesiones (publicadas en el año 1781) de Jean-Jacques Rousseau
117
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
diarios íntimos8, cartas, epistolarios individuales, como así también las novelas epistolares9,
memorias, recuerdos de infancia, biografía/autobiografía.
Nos interesa detenernos, fundamentalmente, en el último punto: las biografías. Siguiendo
a Dosse10 estas son el relato retrospectivo y escrito (generalmente en prosa) que un sujeto
(sea este un/a literato/a, un/a historiador/a o un/a cientista social en general) esboza en torno
a la existencia de otros seres, poniendo el acento en la individualidad y en los episodios de
la vida. Las biografías se distinguen por las siguientes características:
Ÿ Cronológicamente se circunscriben a la duración de la vida del/a protagonista. Aunque en la actualidad existen ciertas corrientes que incluyen como insumo del relato
biográfico todos los mitos, historias y rumores que contribuyen a la prolongación
de una vida.
Ÿ Se destacan los siguientes episodios: niñez, juventud, madurez y vejez. Claro que
para el caso de las biografías femeninas tales episodios pueden trasuntar en: niñez,
juventud-novia, madurez-esposa-madre, vejez.
Ÿ Se puntualiza en espacios: realmente habitados o imaginarios (intimidad-el mundo
psicológico).
Ÿ Los acontecimientos son descriptos como los cortes o marcas de singularidad en el
relato de la vida.
La definición de estos corpus es compleja y en muchos casos ambigua. Por ello cuando
Mijaíl Bajtín aborda el problema de las biografías estima que entre estas y las autobiografías
no existe una separación tajante. Ambas pueden pensarse a través de los mismos elementos
estéticos, debido a que son la puesta en relato de la vida (propia o ajena).11 La biografía,
como tal, es un género discursivo secundario (o complejo) que puede responder a criterios
estéticos o científicos y para su construcción absorbe vestigios de los géneros discursivos
primarios (o simples): cartas, diálogos cotidianos, esquelas, etcétera.
Estas sugerencias teóricas son importantes para comenzar a trazar una estrategia de
como un texto pionero dentro del género. ARFUCH, Leonor El espacio biográfico..., Op. Cit.
8 Por ejemplo, el historiador norteamericano Peter Gay estudia el diario de Samuel Pepys (16601690) o el de Mabel Loomis Todd (donde se recrea la vida erótica de una señora burguesa del XIX, sus
vínculos con la maternidad, sus amantes, su despertar al deseo). Idem. La experiencia burguesa. De
Victoria a Freud I. La educación de los sentidos, Fondo de Cultura Económica, México; 1992 Idem.
La experiencia burguesa. De Victoria a Freud II. Tiernas pasiones, Fondo de Cultura Económica,
México, 1992.
9 Al respecto ver: BOUVET, Nora, La escritura epistolar, Eudeba, Buenos Aires, 2006; y CALDO,
Paula, FERNÁNDEZ, Sandra, 2009 “Por los senderos del epistolario: Las huellas de la sociabilidad”
en Revista Antíteses vol. 2, Nº 4, jul-dez. <http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses>
10 DOSSE, François, La apuesta biográfica. Escribir una vida, Publicacions de la Universitat de
Valéncia, Valencia, 2007.
11 BAJTÍN, Mijail, La estética de la creación verbal, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2002.
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Paula Caldo – Sandra Fernández
intervención metodológica en torno al relato de una vida. Toda biografía reabsorbe en su
interior una serie de elementos que, al tiempo que aportan los guiños documentales, componen en el interior de un género complejo una miscelánea de géneros simples.
Oportunamente, Olga Cossettini, desde los inicios de su experiencia docente, siguió el
consejo de su maestro, Lombardo Radice, de convertirla en una colección-archivo.12 La
idea central era conservar los cuadernos de los alumnos, los diarios de las docentes, los
trabajos prácticos realizados, la biblioteca, las planificaciones, la correspondencia, y demás
elementos vinculados con la escuela. En esta dirección, en el año 1987 fallece Olga, dejando
como herencia a su familia, y por medio de esta a la ciudad de Rosario, todos los vestigios
que el tiempo le permitió acumular sobre su práctica pedagógica -entiéndase por esta no
sólo la efectuada en las aulas, sino también sus producciones editoriales, conferencias,
pinturas, correspondencia, etc. -. Entonces, sería su hermana Leticia quien, impulsada por
un grupo de ex alumnos/as, decide hacer de aquella herencia un lugar de memoria para la
sociedad rosarina. Así, se efectúa la donación al Instituto de Investigación en Ciencias de
la Educación, conocido bajo la sigla IRICE. Desde entonces comenzaron a realizarse tareas
de catalogación y conservación de los fondos documentales para dar forma al Archivo de
las hermanas Cossettini. En el año 2006 estas tareas cobraron mayor impulso porque el
archivo pasó a ser patrimonio de CONICET13.
El Archivo Cossettini está compuesto por distintas series de documentos que, en su
conjunto, contribuyen a la escritura de la biografía de Olga. Algunos de los materiales son
obras editoriales producidas por Olga pero otros son cartas, diarios, fotografías, esquelas,
etcétera. Estos son los géneros secundarios que la escritura biográfica incluye para materializarse. Asimismo, estas fuentes provenientes del archivo son factibles de ser trianguladas
con las historias que sobrevivieron a la maestra. Sin dudas, el nombre de Olga Cossettini
resuena en la memoria de los/as santafesinos/as con la carga semántica de los mitos. Olga
fue la maestra perfecta que renovó las prácticas de la enseñanza y que el peronismo censuró
a fines de los años cuarenta. Ese corte en la experiencia colaboró con la conformación del
mito de Olga que hoy, muchos docentes, sueñan con reeditar en iguales condiciones de
12 Marcela Pelanda dice: “Radice las orientó para organizar una colección de materiales que hoy
constituye el archivo pedagógico que Leticia Cossettini donó al IRICE” en COSSETTINI, Olga,
COSSETTINI, Leticia, Obras completas..., Op. Cit., p. 410.
13 CALDO, Paula y FERNÁNDEZ, Sandra, Cartas para Olga y Leticia. Aproximación al tratamiento
del Epistolario de las hermanas Cossettini, Anuario N° 22, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Rosario, (en prensa); CALDO, Paula y FERNÁNDEZ, Sandra, Por los senderos
del epistolario, las huellas de la sociabilidad, en Revista Antitesis, PPGHS, Vol. 2 Nº 3, jan-jun/2009,
Universidade Estadual de Londrina, Londrina, Brasil,2009, < http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/
antiteses/article/view/2755/2372>.
119
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
posibilidad. Muchas veces no podemos separar al personaje de su leyenda por la simple
razón de que esos relatos son un modo o el único modo de conocer sobre su existencia.14
La biografía, ¿un género histórico?
Un consenso generalizado nos impulsa a definir a la biografía como un género mestizo,
en el cual la operación histórica coexiste con la propia de la ficción. Esta característica es
la que marca la compleja posición que el gesto de biografiar adquirió y adquiere para los/
as historiadores/as. Ahora bien, si nos remontamos, por ejemplo, a los orígenes del campo
historiográfico argentino, sin dudas la obra más representativa es la de Bartolomé Mitre
con sus dos aportes, La historia de Belgrano y La historia de San Martín. El dato marca
la impronta que los nombres de los grandes hombres tuvieron en la hechura de la historia.
Hombres que, con sus vivencias, representaron una manera de ser políticamente correcta.
Acontecimientos, historia política, biografía y narrativas fueron las cuatro características que
distinguieron a la historiografía decimonónica y que el siglo XX intentó eclipsar. Cuando
Paul Ricoeur acusó a la historia de los Annales de haber contribuido al eclipse del acontecimiento, explicó que en la trastienda de la crítica a la historia acontecimental y política se
escabullía (de modo tácito pero no menos contundente) el cuestionamiento de las narrativas,
a lo que agregamos: y de la escritura biográfica.15 El historiador francés François Dossé
afirmó: “la aventura de pasión que es la biografía vivió un momento de eclipse en relación
con lo que se consideraba el saber culto a lo largo de todo el sigo XIX y de la mayor parte
del XX. Un persistente desprecio condenó al género, sin duda demasiado ligado a la parte
que se le concedía a la emoción y a la intensificación de la implicación subjetiva. Durante
mucho tiempo, una barrera ha mantenido separado lo biográfico de lo histórico como elemento parásito susceptible de venir a perturbar los objetivos del cientificismo. El género fue
relegado o más bien abandonado a los que algunos llaman mercenarios”.16 Pero ese trabajo
de separación y expulsión del género a las canteras de la literatura comenzará a desandarse
en los años ochenta. El mismo Dossé nos advierte: “a principios de los ochenta los historiadores vuelven a hablar de biografía, vuelven a descubrir las virtudes de un género que la
razón intentó opacar. La biografía se ve reivindicada por la musa de la historia, asistimos a
una verdadera explosión biográfica que se apodera de los autores tanto como del público”.17
En marzo del año 1979 se realizaron, en la Universidad de Navarra, las “II Conversaciones Internacionales de Historia” bajo la consigna: “Las individualidades en la historia”.
14 DOSSE, François, La apuesta biográfica…, Op. Cit.
15 RICOEUR, Paul, Tiempo y narración I. configuración del tiempo en el relato histórico, Siglo XXI
Editores, México, 1995.
16 DOSSE, François, La apuesta biográfica…, Op. Cit., p. 16.
17 Ibídem
120
Paula Caldo – Sandra Fernández
La temática invitaba a reflexionar sobre la compleja relación entre los hombres y las estructuras, como así también alrededor del retorno de los sujetos a la agenda de preocupaciones
historiográficas y, en el desarrollo, no estuvo ausente el problema de la biografía.18 Fue el
historiador francés René Pillorget quien esbozó el tratamiento respectivo19 reflexionando
sobre los avatares del género biográfico en el marco de la historiografía francesa. En su
exposición señala un punto central de la experiencia francesa: mientras los historiadores
trabajaban para eclipsar las biografías, los mercenarios, avanzando sobre estas, las hacían
extensivas al grueso de las masas receptoras20. Levantando el dedo acusador, se esgrimió
que la historiografía francesa del siglo XX obturó el vínculo biografía-historia. Concretamente el nombre del verdugo fue: Fernand Braudel. Su historia total, de largas duraciones
y de tiempos casi inmóviles confinó a Felipe II al borde del acantilado, entre la historia y
la ficción.21 En este sentido, Braudel escribió: “la historia no es el relato de acontecimientos
sin más. No es solamente la medida del hombre, del individuo, sino de los hombres, de
todos los hombres, y de las realidades de su vida colectiva”.22 Aquí la vida individual y
los acontecimientos son propios del tiempo breve, nervioso, de lo que no imprime marca
temporal contundente. Los acontecimientos son aquello que los seres humanos provocan
y, por consiguiente, comparten la contingencia de la acción situada y singular. La historia
episódica es la de las oscilaciones breves, rápidas, nerviosas, es la más cargada de humanidad
18 AAVV, II Conversaciones Internacional de Historia. Las individualidades en la historia, Ediciones
de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1985.
19 PILLORGET, René, “La biografía, genero histórico. Evolución reciente en Francia” en AAVV II
Conversaciones Internacional de Historia... Op. Cit.
20 Corriendo el año 1979, la televisión francesa proyectó una entrevista donde Georges Duby, Jacques
Le Goff y Emmanuel Le Roy Ladurie promocionaron el programa de la nueva historia -francesa-. Esa
historia de las mentalidades que, en franca relación con la antropología, proponía nuevos temas, objetos y enfoques… Una perspectiva histórica de larga duración donde cobraban sentido las familias, las
mujeres, los niños, la cultura material, la magia, la brujería, la cocina, lo cotidiano, los olores. Pillorget
detalló meticulosamente la propuesta y señaló que, cuando terminó la presentación y el canal continuó
con su programación respectiva, los periodistas comenzaron a describir la visita del Papa a Latinoamérica y, paso seguido, abrieron una serie de preguntas y comentarios de corte biográfico alrededor del
pontífice. Como conclusión de la anécdota, Pillorget aseveró que “la actualidad continúa escribiendo
una historia al modo antiguo, con personajes que -y es lo mínimo que se puede decir- contribuyen a
troquelar los acontecimientos”.PILLORGET, René, “La biografía…, Op. Cit., p. 82.
21 Estamos refiriéndonos a la monumental obra de Fernando Braudel del año 1949: Id. (2005) El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Tomos I y II, Fondo de Cultura Económica, México; como así también estamos utilizando las reflexiones de: RANCIÈRE, Jacques, Los
nombres de la historia. Una poética del saber, Nueva Visión, Buenos Aires, 1993.
22 BRAUDEL, Fernand, Las ambiciones de la historia, Crítica, Barcelona, 2002, p. 28.
121
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
pero también la más peligrosa. En esta tarea de refinamiento científico, la biografía, presa
de un tiempo individual, quedaba definitivamente desterrada de la historia.
A finales de del siglo XX, dentro de la historia social se experimentó una revitalización
biográfica que valorizó a las vidas individuales ya no por su condición singular sino para
ser sopesadas en el marco de las estructuras. La intención fue acudir al personaje como
pretexto para hablar de una época. En esta labor, los historiadores de fines de los años
setenta debieron remontarse a la obra, por ejemplo, de los padres fundadores de Annales
para hallar antecedentes. Justamente, Lucién Febvre investigó en torno a la vida de Rabelais (1942)23 y a la de Martín Lutero (1927).24 Mientras que con el primero intentó estudiar
el utillaje mental de una época, con el segundo procuró analizar cómo el pensamiento de
Lutero quedaba circunscripto a las condiciones de posibilidad propias del universo mental
de la Alemania del siglo XIX.25 En este marco, los hombres eran ejemplos, entradas para
pensar un problema de corte social, cultural o político que involucraba a todos. Entre ellas
las obras realizadas por el un símbolo de Annales: Georges Duby introducen un nuevo giro
al incorporar a las mujeres al mirador historioráfico. Así, si en 1984 nos sorprendió con
su Guillermo el mariscal, en la década del ‘90 acometerá en el territorio de la historia de
las mujeres con sus Mujeres del siglo XII. Si bien en el primer volumen de su trilogía de
mujeres, estas son mencionadas con nombres propios: Leonor, María Magdalena, Eloísa,
entre otras, en los tomos II y III aparecerán nombradas con rótulos colectivos, por ejemplo, la viuda, las diosas madres, las damas, las amigas, etcétera.26 De alguna manera Duby
introduce un tratamiento en Francia que desde otras inquietudes teóricas se venía dando en
otras historiografías europeas.
Tal como señala François Dosse la biografía heroica que provocaba la identificación
de los los/as lectores/as (historia magistra vitae) con las vidas de personajes destacados,
resaltó en ellas las virtudes, los principios morales y los valores, con el propósito de lograr
la empatía y la mimetización del receptor27 dejó paso a una necesidad de explicar las vidas
23 FEBVRE, Lucien, El problema de la incredulidad en el siglo XVI: o la religión de Rabelais, Akal,
Madrid, 1993.
24 FEBVRE, Lucien, Martín Lutero. Un destino, Fondo de Cultura Económica, México, 1956.
25 DOSSE, François, La apuesta biográfica…, Op. Cit., p. 216.
26 Guillermo el mariscal y Las damas del siglo XII tomo I fueron consultados en ROJAS, Beatriz
(comp.), Obras selectas de Georges Duby, Fondo de Cultura Económica, México, 1999. Asimismo,
hemos revisado: DUBY, Georges, Mujeres del siglo XII. Recordando el linaje femenino, Tomo II,
Editorial Andrés Bello, Chile, 1995.
27 Claro que, la edad heróica de la biografía al prolongarse durante tantos siglos, tuvo sus oscilaciones y cambios. De este modo, el héroe grecorromano fue reemplazado por las vidas de los santos
medievales (hagiografías) y estas por la historia de los grandes hombres, características del proceso
de creación de los Estados nacionales de corte liberal.
122
Paula Caldo – Sandra Fernández
individuales en el marco de las estructuras, al modo de las grandes obras de Febvre. Pero
esa etapa historiográfica para Dosse también es superada iniciándose en las últimas décadas
una experiencia hermenéutica dentro de la construcción biográfica.
Buena parte de este nuevo giro en torno de lo biográfico tiene que ver con la aparición
de una serie de manifestaciones que sólo de forma muy general podemos catalogar como
historia socio-cultural.
De manera tangencial los historiadores siguieron hablando de biografías, y esto se
acrecienta aún más si nos apartamos de la historiografía francesa. Por ejemplo, los estudios
de redes sociales alemanas de corte económicos, en los que se destaca el trabajo de Jürgen
Kocka, dan lugar a la elaboración de biografías como fuentes de empleo comparativo.28 Tal
perspectiva socioeconómica de la historia de empresarios tuvo su correlato en otras historiografías europeas y también latinoamericanas. La necesidad de ubicar no sólo el recorrido
del “individuo” sino de la “familia” para poder satisfacer un análisis más completo de los
estudios sobre empresas, llevó a desarrollar diversas estrategias de reconstrucción biográfica.
La variedad de estas líneas de estudio no opaca su trascendencia, en especial en relación a las
aproximaciones labroussianas lideradas por ejemplo por Adeline Daumard29 que subsumen
el examen del colectivo -bourgoise- sin subjetivar a los actores involucrados afectando de
esta forma la interpretación contextual de los alcances de la racionalidad económica.
En paralelo a los análisis sobre las burguesías centroeuropeas lideradas por Kocka fueron
reforzadas de forma sintomática en los estudios propuestos por la historiografía española.
Sería muy largo enumerar aquí tal producción pero basta señalar a modo de ejemplo los
acercamientos oportunamente hechos por Gary Mc Donogh, y Anaclet Pons y Justo Serna
para las burguesías barcelonesa y valenciana respectivamente.30
28 Son varios los trabajos de Kocka que podemos enunciar; entre los más significativos sobre el tópico
tratado se encuentran: KOCKA, Jûrgen Industrial culture and bourgeois society: business, labor and
bureaucracy in modern Germany, Berghahm Books, New York y Oxford, 1999; KOCKA, Jürgen y
MITCHELL, Allan, Bourgeois society in nineteenth-century Europe, Berg, Oxford, 1993 y la edición
castellana KOCKA, Jürgen, “Burguesía y sociedad burguesa en el siglo XIX. Modelos europeos y
peculiaridades alemanas” en FRADERA, Josep, MILLÁN, Jesús (edit.) Las burguesías europeas del
siglo XIX. Sociedad civil, política y cultura, Universitat de València, Valencia, 2000.
29 Son muy interesantes las reflexiones presentadas por Sylvie Aprile y Judith Lyon-Caen (2007)
sobre el particular en la Introducción del dossier La bourgeoisie : mythes, identités et pratiques publicado por la Revue d’histoire du XIXe siècle Nº 34 | [mis en ligne le 04 janvier 2008], <http://rh19.
revues.org/index1252.html.> Dos textos anteriores también son sugestivos para abordar este tópico
historiográfico: Edoardo Grendi (1975) Il “daumardismo” : una via senza uscita?, en La stratificazione
sociale nell’Ottocento - Quaderni storici, N° 29-30; así como el artículo de Susanna Magri (2001),
Bourgeoisies. Emprunts interdisciplinaires dans l’étude d’un groupe social, Genèses, N° 44.
30 PONS, Anaclet y SERNA, Justo (2006) “Destinos familiares. Diario de un burgués bien acompañado”
en MORANT, Isabel (dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina. Del siglo XIX a los
123
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Un camino similar puede recorrerse en la historiografía latinoamericana donde se
destaca muy especialmente la argentina. Un precursor de los análisis biográficos para la
comprensión de la constitución de la clase dominante fue Jorge Sábato. En su señero texto
La clase dominante en la Argentina Moderna: formación y características31 el autor incorpora un apéndice en donde esboza un recorrido biográfico de los sujetos considerados los
paradigmas de su interpretación. De la edición de su texto en adelante han sido varios los
historiadores/as que han incorporado el tejido biográfico para comprender la trama de la
composición de los sectores dominantes en la Argentina moderna.32
Asimismo, es factible incorporar la apuesta biográfica propia de los microhistoriadores
italianos. Aunque, ya en los años ochenta, la historia del Menocchio de Ginzburg resulta
ser un atajo para comenzar a reflexionar en torno a las formas cosmovisiones de las clases
subalternas33, es en un escrito previo desarrollado conjuntamente con Carlo Poni en donde el
autor de El queso y los gusanos plantea su apuesta en torno del seguimiento del “nombre”.
Los autores señalan que una investigación micronominativa altera el centro de gravedad
metodológico en el uso de las fuentes: las líneas que convergen sobre un nombre y que
parten de él, son capaces de componer una especie de tejido que permiten al observador
tener una imagen gráfica de la red de relaciones sociales en que el individuo está integrado:
el “nombre” es un hilo de Ariadna en la maraña de documentos de distinto tenor y amplitud
geográfica34. La estrategia del nombre resultó fundamental en la perspectiva historiográ-
umbrales del siglo XX. Tomo III, Cátedra, Madrid; PONS, Anaclet y SERNA, Justo, La ciudad extensa.
La burguesía comercial -financiera en la Valencia de mediados del XIX, Diputació de València, Valencia, 1992;
PONS, Anaclet y SERNA, Justo, El nombre del burgués, en BONAMUSA, F., y SERRALLONGA, J., (Eds.), “La
Sociedad Urbana”, Asociación de Historia Contemporánea, 2ª Congreso, Barcelona,1994; MC DONOGH, Gary,
Las buenas familias de Barcelona. Historia social del poder en la era industrial, Omega, Barcelona,
1989.
31 SABATO, Jorge, La clase dominante en la Argentina Moderna: formación y características, CISEA/Imago
Mundi, Buenos Aires, 1988.
32 La producción historiográfica argentina de estos últimos quince años es vastísima; sólo para marcar
algunos referentes que han realizado sus aproximaciones desde diferentes perspectivas se pueden señalar:
REGUERA, Andrea, Patrón de estancias. Ramón Santamarina: una biografía de fortuna y poder en
la pampa, EUDEBA, Buenos Aires, 2006; BRAGONI, Beatriz, Los hijos de la revolución. Familia,
negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX, Taurus, Buenos Aires, 1999; FERNÁNDEZ, Sandra,
La casa comercial, la casa industrial. Familia y empresa en Rosario. 1880-1910 en Bolivarium, N° 7
y 8, Caracas, 1998-9; y FERNÁNDEZ, Sandra, Burgueses, familia y empresa. Rosario en el cambio
de siglo (1880-1910), en Revista TRAVESIAS de estudios regionales, N° 2, Facultad de Filosofía y
Letras, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 1999.
33 GINZBURG, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, Muchnik
Editores, Barcelona, 1994.
34 GINZBURG, Carlo. PONI, Carlo, “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado histo-
124
Paula Caldo – Sandra Fernández
fica de los microhistoriadores a pesar de que cada uno de sus referentes tuviera su propia
experiencia metodológica.35
Esta apuesta hermenéutica tiene un enlace con la tendencia de recuperación biográfica
que se registra desde mediados de los años ochenta, consolidándose en la década del ‘90 y
más aún en el siglo XXI. El marco disciplinar que abonará el terreno será, fundamentalmente,
la historia cultural.36 Natalie Zemon Davis, figura representativa de tal perspectiva, explica
la pertinencia de incorporar la problemática de los sujetos en la historia con el propósito de
fundamentar su León el Africano. Ella dice: “A mediados de la década del ‘90, la relación
entre las poblaciones europeas y no europeas se había situado en el mismo centro del debate
y se criticaban las formas de pensar polarizadas. Estudiosos como Homi Bhabha analizaban las relaciones entre colonizados y colonizadores en India en términos de mestizaje, en
vez de adoptar modelos basados en diferencias o alteridades puras… Entonces parecía un
buen momento para volver a visitar a Jean León l’African, a quien empecé a pensar como
al-Hasan al-Wazzan, el nombre que tuvo durante la mayor parte de su vida”.37
Podemos ilustrar el caso latinoamericano con el texto de Lilia Moritz Schwarcz As
barbas do Imperador38 que en 1999 ganara un prestigioso premio editorial en la categoría
riográfico”, en Historia Social, Nº 10, 1991
35 Cabe señalar como referencia los trabajos de investigación de los italianos: Giovanni Levi, Carlo
Ginzburg y Edoardo Grendi (SERNA, Justo, PONS, Anaclet, Cómo se escribe la microhistoria, Frónesis Cátedra, Madrid, 2000; LEVI, Giovanni, “Sobre microhistoria” en BURKE, Peter (ed.), Formas
de hacer historia, Alianza, Madrid, 2003.
36 Anaclet Pons y Justo Serna, la historia cultural constituye una “escuela invisible” en la que se destacan los nombres de Natalie Zemon Davis, Roger Chartier, Robert Darnton, Carlo Ginzburg y Peter
Burke. Cinco historiadores/as provenientes de distintas latitudes aunque con “algo” en común: la época
y una incomodidad con la historiografía en la que se formaron. Ellos/as emprenderán investigaciones
que “tienen por objeto toda producción humana que nos distancie de la naturaleza, que nos sirviera para
edificar un entorno propiamente artificial” y que, a su vez, constituyen el listado temático de la historia
cultural. Reconocen como principales rasgos de este grupo: 1) El abandono del convencionalismo de
la profesión. Sus libros son productos hechos con la voluntad de atraer a un público más amplio que
el de los especialistas. 2) Los estudios que estos historiadores nos proponen son retazos, fragmentos,
episodios. Más allá de la coherencia de estos libros, muchos se componen anexando ensayos que tienen
independencia entre sí. El trozo no se vive como carencia sino como modo particular de acceso a la
realidad, como la forma en que esa realidad tiende a expresarse. SERNA, Justo y PONS, Anaclet, La
historia cultural, Akal, Madrid, 2005, p. 6
37 ZEMON DAVIS, Natalie, León, el africano. Un viajero entre dos mundos, Publicacions de la
Universitat de Valéncia, Valencia, 2008, p. 28-29. La autora también reflexiona sobre el sentido de
esta investigación en ZEMON DAVIS, Natalie, Pasión por la historia. Entrevista con Denis Crouzet,
Publicacions de la Universitat de Valéncia, Valencia, 2006.
38 SCHWARCZ, Lilia Moritz, As barbas do Imperador. Don Pedro II, un monarca nos tropicos,
Companhia das Letras, Río de Janeiro, 1998.
125
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
biografía39. El texto nos retrata la monarquía brasileña, especialmente el segundo reinado
a través del relato de vida de Pedro II. El largo reinado del emperador “tropical” es la
excusa perfecta elegida por la autora para referenciar la construcción material y simbólica
del Brasil imperial donde se fusionaban los ritos monárquicos europeos con búsqueda de
la consagración de una identidad nacional.
Más allá de estos aportes los problemas de la agenda cultural del presente resignifican
las preguntas con las que los historiadores interrogan el pasado. Volviendo al Zemon Davis,
ella se había anoticiado sobre la existencia de León el Africano en los años setenta. Por entonces tal autora “tenía otros intereses” y el encuentro entre culturas parecía un tema “poco
urgente”. Sin embargo, en los tiempos presentes estas cuestiones ingresaron a la agenda de
las ciencias sociales y en especial de la historia. Zemon Davis será la encargada de hacer
operar en clave histórica el potencial de estas temáticas entre las que se destacan las vivencias del embajador de Fez. Hoy, la realidad del siglo XXI la impulsa a estudiar la otredad
del personaje. Entonces, se pregunta por las estrategias urdidas por León para sobrevivir
en el cautiverio y en el marco de una cultura que, a todas luces, se le revelaba extraña.40
Como vemos la variedad de las recuperaciones de la apuesta biográfica expone la
revitalización de la búsqueda del individuo en tanto tal pero también como parte de un colectivo. Entonces si una parte de esta caleidoscópica historiografía centró su análisis en los
grupos dominantes otra se volcó a recuperar los personajes oscuros, las clases subalternas,
los olvidados y ausentes en las fuentes tradicionales. Así vuelve a cobrar sentido, pero esta
vez para mirar a personajes inusuales que, con su singularidad, introducen las anomalías,
diferencias, estrategias y discusiones.
La historia sociocultural41, al preguntarse por las prácticas y por las representaciones
vuelve a traer a la escena al bios de los sujetos. Vidas que son recuperadas ya no como
lecciones a imitar, sino como atajos que nos permiten pensar la otredad del pasado. En este
punto, los sectores subalternos, las mujeres, las vidas casi efímeras entran a la historia.
39 Premio Jabuti.
40 En sus últimas investigaciones, Zemon Davis emplea a las biografías como entradas para recuperar
climas culturales, formas de pensar de otros tiempos, prácticas o representaciones propias de la alteridad. Ejemplo de ello son el maravilloso relato acerca de Glikl Bas Judah Leib, Marei de l’Incarnation
y María Sibylla Merian en ZEMON DAVIS, Natalie, Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo
XVII. Cátedra, Madrid, 1999; y el clásico, ZEMON DAVIS, Natalie, El regreso de Martín Guerre,
Antoni Bosch Editor, Barcelona, 1984. En ambas investigaciones, las biografías, y fundamentalmente
las femeninas, cobran existencia en el marco de la explicación de los problemas planteados.
41 Estamos pensando la noción de historia sociocultural en el sentido de Roger Chartier. CHARTIER,
Roger, “¿Existe una nueva historia cultural?” en GAYOL, Sandra, MADERO, Marta (eds.), Formas
de historia cultural, Prometeo ediciones, Buenos Aires, 2008; y CHARTIER, Roger, El pasado del
presente. Escritura de la historia, historia de lo escrito, UIH, México, 2005.
126
Paula Caldo – Sandra Fernández
La biografía y sus aportes en el área de la historia de las mujeres
En el presente, la biografía se inscribe con una carga hermenéutica que apunta a capturar
la singularidad que habita en la otredad del pasado. En las canteras de la historia sociocultural,
las vidas vuelven a ser significadas como objeto de estudio y como forma de historiar. En
este punto, la obra de Natalie Zemon Davis despunta con representatividad. Ella explicó:
“El pasado es siempre el pasado, el pasado nunca será el presente. Sin embargo, mientras
trabajo, tengo el sentimiento de estar acompañada por aquellas personas que descubro al
hilo de mis investigaciones… Muy a menudo, el pasado nos ofrece, en efecto, la memoria
de lo posible, que no es lo posible a imitar, un repertorio de modelos, sino más simplemente
lo posible de otros mundos, de otras formas de vivir que nosotros tuvimos antaño, aquí o
en otra parte”.42 La historiadora no está sola cuando trabaja, son esas vidas pasadas las que,
al tiempo que atrapan su atención, le hacen compañía. De tal suerte, un halo de empatía
hermenéutica envuelve la tarea. Al estudiar las vidas de Glikl Bas Judah Leib, Marei de
l’Incarnation y María Sibylla Merian, las mujeres de los márgenes, afirmó: “Pero no os he
retratado a las tres como simples resignadas. También he demostrado cómo las mujeres
aprovechaban al máximo su posición. Me he preguntado qué ventajas tenían al estar en los
márgenes…”.43 Conocer el lugar marginal pero también las tácticas generadas para sobrevivir en una cultura que las segregaba, es el objetivo que mueve el trabajo de Zemon Davis
y que la apuesta biográfica vendrá a resolver. De tal forma, la biográfica se convierte en la
forma que la historia sociocultural necesita para resolver la agenda de problemas planteados.
Precisamente, la española Mónica Bolufer al introducir su estudio sobre Inés Joyes,
fundamenta la pertinencia de la biografía con las siguientes expresiones: “la aproximación
biográfica resulta particularmente necesaria no sólo por el interés de revestir de carne y
huesos a ésas y otras figuras borrosas sino también por razones historiográficas y teóricas.
En efecto, el conocimiento de las vidas individuales puede contribuir a evitar una visión
simplista de los modelos culturales, entre ellos los patrones de feminidad, en términos de
valores hegemónicos, impuestos, que sólo pueden suscitar bien una aquiescencia pasiva,
bien una resistencia abierta por parte de los sujetos históricos, para entenderlos como parte
de un proceso dinámico en el que hay espacio para la apropiación creativa que crea, parcialmente, nuevos significados. Las historias de vida revelan que las mujeres maniobraban en
un marco de relaciones desiguales, acomodándose a ellas, negociándolas o subvirtiéndolas
de maneras distintas y con frecuencia sutiles…”.44
Así, llamar a las mujeres por sus nombres, seguir sus trayectos vitales, es una forma
42 ZEMON DAVIS, Natalie, Pasión por la historia…, Op. Cit., p. 13 y 22.
43 ZEMON DAVIS, Natalie, Mujeres de los márgenes…, Op. Cit., p. 12.
44 BOLUFER, Mónica, La vida y la escritura en el siglo XVIII. Inés Joyes: Apología de las mujeres,
Publicacions de la Universitat de València, Valencia, 2008, p. 20.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
de rescatar sus luchas cotidianas. En este punto, el desafío es erradicar el carácter antibiográfico que recubrió a las vidas femeninas. Cuando Ignasi Terradas utilizó la expresión
antibiografía, en su mira anidaba la pregunta por la singularidad de los contextos sociales
que conducen a la invisibilidad-desaparición de ciertos sujetos o, incluso, grupos sociales.
De este modo, más que los episodios vitales de tal o cual ser humano, lo que preocupaba
era analizar mediante qué mecanismos la sociedad corroe las huellas de ciertos individuos
hasta su destrucción definitiva. Aunque el citado antropólogo no inscribe sus preguntas en
el registro de la historia de las mujeres, el ejemplo que le permite plantear y sostener su
concepto tiene nombre femenino, Elisa Kendal. Ella fue la mujer hablada por los otros.
Terradas la descubre en una cita a pie y dice: “La presencia de Eliza Kendal en la historia
de la civilización occidental se reduce a una nota a pie de página en la edición de Henderson y Chaloner del libro de Engels La condición de la clase obrera en Inglaterra. Engels
la menciona anónimamente y los dos historiadores la llaman por su nombre”.45 Sólo dos
marcas de su destrucción: una cita al pie que ejemplifica los flagelos que el capitalismo
provoca sobre los seres humanos y una nota periodística donde se comunica el suicidio
de una mujer, Elisa, por el año 1844. Así, el autor toma estos indicios para reconstruir los
mecanismos sociales que operan en la destrucción de determinadas vidas.
De este modo, en el juego pendular entre biografías y antibiografías va construyéndose
un camino para historiar a las mujeres. Pero, mientras que la americana Zemon Davis o la
española Bolufer se valen de la biografía para darle forma a la historia y así por su excepcionalidad o normalidad las vidas femeninas referencian un contexto sociocultural más amplio,
los estudios de la cultura ingleses conciben a las biografías femeninas como fuentes de la
historia. Este es el caso, por ejemplo, de la investigación de Sharon Marcus publicada bajo
el título Entre mujeres. Amistad, deseo y matrimonio en la Inglaterra victoriana.46 Si bien,
Marcus reconoce no ser historiadora, estima que sus preocupaciones teóricas sólo pueden
resolverse aplicando una serie de preguntas y la metodología propia de los estudios históricos. La autora se propone estudiar las distintas formas de relacionarse entre las mujeres
victorianas. Esas relaciones oscilaron entre dos extremos: la amistad y el matrimonio. La
novedad de las hipótesis planteadas requiere la habilitación de un repertorio de fuentes
singulares o poco visitadas por los estudiosos de la historia. Marcus expresa: “la escritura
biográfica enfatiza su carácter cotidiano y tópico, que es precisamente lo que la convierte
en una fuente única para la investigación”, en este caso de los vínculos sentimentales, amorosos, sexuales y amistosos entre mujeres. A lo que agrega: “el término escritura biográfica
se refiere a un grupo heterogéneo de diarios, correspondencia, biografías, autobiografías,
45 TERRADAS, Ignasi, Eliza Kendal. Reflexiones sobre una antibiografía, Universitat Autónoma de
Barcelona, Barcelona, 1992, p. 11.
46 MARCUS, Sharon, Entre mujeres. Amistad, deseo y matrimonio en la Inglaterra victoriana, Publicaciones de la Universitat de València, Valencia, 2009.
128
Paula Caldo – Sandra Fernández
memorias, recuerdos y antologías publicadas, editadas previamente e inéditas que los victorianos y sus descendientes tenían muchas ganas de escribir”.47 Los cotidiano, la intimidad,
la sensibilidad, lo privado son temas de estudio que en tanto innovan los estudios históricos
requieren de corpus de fuentes particulares.
Entonces, como estrategia metodológica que da forma a la historia o como soporte documental, la escritura biográfica adquiere nuevos sentidos y significados para la historia en
general y para la historia de las mujeres en particular. Este clima actual no deja de repercutir
en el campo historiográfico argentino donde la historia de las mujeres es producto de un
trabajo de largo aliento. En estas latitudes, la incorporación de las mujeres fue producto de
una conquista lograda, fundamentalmente, por parte de las historiadoras feministas. Hoy
contamos con numerosas obras colectivas o de autora que dan cuenta de dicha labor.48
Empero, si revisamos los índices de tales libros difícilmente hallaremos estudios eminentemente biográficos. Esto es, la biografía en su forma estricta ha quedado en manos de
outsider de la historia: los/as especialistas en crítica literaria y, lo que en palabras de Dossé
serían, los mercenarios. Dentro del primer grupo, para citar algunos ejemplos, contamos
con los aportes de María Rosa Lojo sobre Manuelita Rosas49, de Graciela Batticuore sobre
Juana Manuela Gorriti50, de Beatriz Sarlo acerca de Victoria Ocampo51 o de Tania Diz sobre Alfonsina Storni.52 Estos estudios escogen algún episodio de la vida de una mujer para
resignificarlo al calor de la obra producida por la misma o del clima de ideas políticas y
culturales que la rodeaban. Así, la biografía es uno de los atajos que permite la triangulación
entre la crítica literaria y los estudios de la cultura. Cruce que conlleva el enriquecimiento
del campo de estudio.
En cambio, las biografías femeninas escritas por mercenarios/as recuperan el valor
biográfico en su sentido clásico. Es decir, la narración de los episodios vitales de damas
47 MARCUS, Sharon, Entre mujeres…, Op. Cit., p. 59.
48 Entre dichas obras se destacan las de carácter colectivo: GIL LOZANO, Fernanda; PITA, Valeria;
INI, María Gabriela (dirs.), Historia de las mujeres en la Argentina. Tomos I y II Taurus, Buenos Aires, 2000, o MORANT, Isabel (dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina, Tomos I a
IV, Cátedra, Madrid, 2006; y las de carácter individual BARRANCOS, Dora Mujeres en la sociedad
argentina. Una historia de cinco siglos. Sudamericana, Buenos Aires, 2007; BARRANCOS, Dora,
Mujeres, entre la casa y la plaza. Sudamericana, Buenos Aires, 2008; o LOBATO, Mirta, Historia de
las trabajadoras en la Argentina 1869-1960. Edhasa, Buenos Aires, 2007, entre otras.
49 LOJO, María Rosa, La princesa federal, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2010.
50 BATTICUORE, Graciela, El taller de la escritora. Veladas literarias de Juana Manuela Gorriti:
Lima-Buenos Aires (1876/7-1892). Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 1999.
51 SARLO, Beatriz,“Victoria Ocampo, o el amor de la cita” en Id. La máquina cultural. Maestras,
traductoras y vanguardistas, Ariel, Buenos Aires, 1998.
52 DIZ, Tania, Alfonsina periodista. Ironía y sexualidad en la prensa argentina (1915-1925). Libros
del Rojas, Buenos Aires, 2006.
129
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
vinculadas con el poder político masculino. En este sentido, son ilustrativos las producciones de María Sáenz Quesada sobre Mariquita Sánchez53 o los numerosos escritos sobre
Eva Perón, entre otros.54
Mientras que las vidas de mujeres vinculadas al poder o al campo de las letras son tratadas en las márgenes del campo historiográfico, en el interior de este último se experimenta
cierta evasión del nombre propio y de la trayectoria de vida. Las singularidades femeninas
fueron absorbidas por los rótulos colectivos. De tal suerte, se alude a las telefonistas, las
religiosas, las maestras, las amas de casa, las prostitutas, las feministas, las militantes, las
profesionales, etc. Si bien el nombre colectivo no demora en anclarse en alguna vida singular, el desafío es dar cuenta de experiencias femeninas de conjunto y en el marco de una
historia social o cultural. En este punto, podríamos afirmar que la historiografía argentina
acude a la escritura biográfica como fuente o, en su defecto, pretexto para estudiar la condición femenina. Asimismo, la escritura biográfica permite ampliar el corpus documental
pero también complejizar los objetos de estudio. Es decir, incorporar actores sociales que,
por otros medios, permanecerían invisibles. Diarios, cartas, panfletos, fotografías, libretas
de notas, etc., facilitan información sobre el paso por la historia de las amas de casa, las
esposas, las amigas y todas las expresiones de la feminidad que la historiografía hegemónica
subsumió en el silencio.
No obstante, mientras que la biografía como fuente recupera el sentido histórico de
las mujeres anónimas, la biografía en cierto sentido clásica es revalorizada para arrojar
luz sobre aquellas mujeres situadas en el plano de la resistencia al poder. Es así como los
trayectos vitales de mujeres como Alicia Moreau de Justo, Cecilia Grierson, Juana Manso,
Julieta Lanteri, María Abella Ramírez, Elvira Rawson de Dellapiene, Herminia Brumana,
entre otras, revitalizan las investigaciones alrededor de las prácticas militantes femeninas.
En consecuencia, ya sea para trabajar las voces anónimas o para explicar las prácticas de
resistencia y las consecuentes conquistas, la historia sociocultural de las mujeres no puede
omitir a la escritura biográfica.
Finalmente, lejos de ensayar un balance exhaustivo acerca de “lo que la historia hizo
con las biografías femeninas”, delimitamos una serie de características generales que nos
sirven de plataforma para situar la pertinencia de nuestro artículo. Esto es, reflexionaremos
acerca de las posibilidades de escribir la biografía de una maestra santafesina a partir de la
escritura biográfica consignada por la propia protagonista. Tal ejercicio dispara sentidos en
tres direcciones, por un lado, la singularidad de una vida femenina dedicada a la docencia,
53 SÁENZ QUESADA, María, Mariquita Sánchez. Vida política y sentimental, Sudamericana, Buenos
Aires, 1995.
54 Desde el clásico libro de Vera PICHEL Evita íntima. Los sueños, las alegrías, el sufrimiento de
la mujer más poderosa del mundo, publicado en el año 1993 por editorial Planeta en Buenos Aires; el
ensayo de Marysa NAVARRO llamado Evita, editado en el año 1994 por editorial Planeta en Buenos
Aires hasta el libro ilustrado de Felipe PIGNA Evita editado en 2007 también por editorial Planeta.
130
Paula Caldo – Sandra Fernández
por otro, las claves socioculturales que permiten experimentar el magisterio en una época
y en un lugar y, finalmente, situar a las maestras en una trama de negociaciones políticas,
culturales, sociales e intelectuales.
¿Quién es Olga?
Una maestra santafesina…, tal es la respuesta de orden práctico que describe la característica principal que dio sentido a la vida de Olga.55 Pero, para seguir la secuencia
convencional de las presentaciones biográficas, debemos referenciar a la dama a partir del
enunciado de ciertos episodios ordenados cronológicamente. De este modo, ella nació en
1898 en San Jorge, un pequeño pueblo situado en el centro-oeste de la provincia de Santa
Fe. La joven Olga, como también lo hizo su hermana menor Leticia, siguió la profesión de
su padre Antonio Cossettini: el magisterio.56 Con 16 años, egresó de la Escuela Normal de
Coronda. Su carrera docente se intensificó y consolidó en las aulas de la Escuela Normal
“Domingo de Oro”, en la ciudad de Rafaela a partir del año 1930. Allí, bajo la supervisión de
Amanda Arias, llegó a ser directora del Departamento de Aplicación. Cargo que le permitió
materializar el mandato de quien consideraba su maestro, el italiano Lombardo Radice.
Parafraseando el título del libro publicado por Olga en 1935, en Rafaela pudo llevar a cabo
el primer ensayo de “Escuela Serena” en las colonias santafesinas.57 Ella permaneció en
la mencionada institución hasta que emigró a la ciudad de Rosario, cuando corría el año
1935. En suelo rosarino la aguardaba el desafío de poder continuar con su labor pedagógica,
esta vez en la “Escuela Carrasco”, emplazada en un barrio periférico de la urbe: Alberdi.58
Por haber sentado un precedente en Rafaela, logró que en noviembre de ese mismo año el
Director General de Escuelas, Pío Gandolfo, asignara carácter experimental a la Escuela
Carrasco. Desde entonces, Olga se desempeñó con total autonomía. Al respecto, el Minis-
55 Esta pregunta está inspirada en el concepto de identidad sugerido por Paul Ricoeur. Para este último, la identidad es la respuesta a una pregunta de orden práctico: quién hizo qué. ARFUCH, Leonor
(comp.), Identidades, sujetos y subjetividades, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2002.
56 Antonio Cossettini fue un docente italiano que arribó a la Argentina con el propósito de oficiar de
maestro de los grupos de italianos radicados en las colonias santafesinas.
57 Dicho libro fue consultado en COSSETTINI, Olga, COSSETTINI, Leticia, Obras completas,
Ediciones AMSAFE, Rosario, 2001.
58 En palabras de Olga: “Nuestra escuela está ubicada en el límite de la ciudad y el campo. El ruido
que nos envía la ciudad por su camino central, brazo de unión con el norte santafesino, ruido incesante de motores en marcha, nos llega amortiguado, como nos llega adormecido el paso de las dragas
y lanchones que surcan el río vecino. Pero la brisa de ese río amigo, el verdor de sus barrancas, el
canto de los pájaros, nos traen armonías todas las mañanas y los niños que bajan de los ranchos, de
las casitas obreras y de las viviendas mejores, pueblan la escuela de bullicio hasta el sol de la tarde”
COSSETTINI, Olga, COSSETTINI, Leticia, Obras completas..., Op. Cit., p. 191.
131
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
tro de Instrucción Pública y Fomento, Juan Mantovani, dirá: “eso es lo que ocurre en la
Escuela Experimental ‘Dr. Gabriel Carrasco’, instalada en el barrio Alberdi de la ciudad
de Rosario. Se realiza en ella, bajo la experta dirección de Olga Cossettini, educadora de
un don excepcional para la comprensión y tratamiento de los niños, un ensayo del más
alto interés pedagógico. Allí se cumplen los programas de la escuela primaria común, pero
se aplican una organización del trabajo escolar y procedimientos didácticos apoyados en
los más hondos resortes psicológicos del niño, particularmente en la libre expresión de su
quimérico mundo interior y de su fértil y animada fantasía”.59
La propuesta pedagógica implementada por Olga en la escuela Carrasco comenzó a
recibir los embates de las políticas propias de los años cuarenta. Concretamente, en 1944
la escuela perdió el carácter experimental. Por tal motivo, la directora exploró el proyecto
curricular nacional con el propósito de hallar fisuras que le permitieran sostener la vigencia
de su ideario. No obstante, en el año 1950 será cesanteada y, por ende, apartada de la escuela.
Olga se distinguió dentro del paisaje educativo regional por llevar adelante una propuesta
pedagógica basada en los fundamentos de la Escuela Nueva.60 En la escuela de la señorita
Olga se enseñaba mediante el trabajo fuera de las aulas, el diálogo permanente entre el
barrio y la escuela, el empleo del arte como recurso didáctico -la música, la pintura y la
literatura, -la visita recurrente de destacados artistas y escritores- Gabriela Mistral, Fernando Birri, Juan Ramón Jiménez, etc., y, fundamentalmente, la apuesta a que los/as niños/as
realizaran sus propias obras de arte -dibujos, música, poemas, artesanías y pintura-. En el
gesto de ubicar a los/as pequeños/as en el sitio de la mirada artística y creativa irá construyéndose lo que consideramos un hecho detonante en la vida de la escuela Carrasco y de
Olga. Concretamente, el 9 de noviembre del año 1939 el Museo Municipal de Bellas Artes
“Juan B. Castagnino” de la ciudad de Rosario abrió sus puertas para exhibir, a la mirada de
los amantes del arte y de la alta cultura pero también la propia de los curiosos, una muestra
compuesta por una serie de producciones artísticas realizadas por los/as alumnos/as de la
Escuela Experimental “Gabriel Carrasco”.
La muestra en el “Castagnino” fue un acontecimiento clave en la carrera profesional de
Olga. Es decir, esa exposición, al tiempo que transformaba a los/as alumnos/as en artistas,
59 Ibídem., p. 183, 184.
60 La Escuela Nueva, Escuela Activa o Escolanovismo es considerada como un conglomerado de
actitudes, doctrinas e intereses, muchas veces contrapuestos, aunque con un denominador común: la
aguda crítica respecto a la pedagogía tradicional como así también el privilegio otorgado al infante
como sujeto -no objeto, tabla rasa- del aprendizaje. Movimiento que comenzó a desarrollarse en la
bisagra de los siglos XIX y XX, pero su mayor densidad gravitó en la entreguerras. Ver, CARUSO,
Marcelo, “¿Una nave sin puerto definitivo? Antecedentes, tendencias e interpretaciones alrededor del
movimiento de la Escuela Nueva” en PINEAU, Pablo, DUSSEL, Inés, CARUSO, Marcelo; La escuela
como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la modernidad, Paidós; Buenos Aires,
2001.
132
Paula Caldo – Sandra Fernández
situaba en el corazón de la cultura de la élite urbana rosarina un conjunto de obras producidas
por los/as niños/as de una escuela emplazada justo en el borde donde termina la ciudad y
comienza la campaña. Las innovaciones eran dos: la primera implicaba abandonar el espacio público escolar para transitar por el espacio público del museo (de alumnos a artistas);
la segunda, trabajar en el borde de la ciudad con los elementos propios del arte de élite.
Precisamente, el potencial transformador de la exhibición artística comenzó a visualizarse
a pocos meses del estreno cuando, en marzo del año 1940, se publica un libro que será la
versión impresa de la exposición y de las palabras pronunciadas en la conferencia inaugural
por la directora. Una vez editado el libro, fue la misma Olga quien se encargó de hacerlo
conocer. El texto se transformó en la carta de presentación de la experiencia educativa de la
Escuela Carrasco. La acometida difusora fue cosechando halagos y reconocimientos cuya
expresión máxima será la obtención de una beca Guggeinheim, que le permitirá extender
su labor pedagógica hasta Estados Unidos en los años 1941 y 1942.61
Ahora bien, en las aulas de Olga no estudiaban los niños y las niñas de las familias rosarinas adineradas. A esta escuela asistían aquellos pequeños y pequeñas procedentes de los
suburbios. Es decir, de la creciente periferia a la que llegaban los contingentes de empleados
y obreros en busca de la casa propia o los alquileres baratos.62 La propuesta tendía a alcanzar
a los sectores populares un corpus de saberes que mixturaba los contenidos del currículum
oficial con altas dosis de expresiones estéticas: la música, el canto, la pintura, la poesía.
Manifestaciones que desembarcaban en la escuela por la mediación de los/as docentes, pero
también de la mano de los propios artistas e intelectuales hacedores. Esto es, por aquellas
aulas, inflamadas en la cultura letrada y por el gusto estético de los sectores dominantes de
la ciudad, pasaran escritores, pintores, titiriteros, músicos, haciendo del currículum escolar
un conjunto de experiencias estéticas.
Pero, como ya dijimos, la tarea de Olga será oficialmente interrumpida en el año 1950.
Al respecto, Sandra Carli esbozó: “Quizás sea, sin embargo, la crisis del discurso liberal la
que explique la caducidad del discurso escolanovista. ¿Era posible que existiera la idea de
autogobierno infantil en una etapa de clausura de la participación democrática en el poder?
¿Era posible educar a un niño autónomo en un momento de ruptura de los ideales democráti-
61 Ver: CALDO, Paula, FERNÁNDEZ, Sandra, “Apuntes de viaje… Olga Cossettini en Estados Unidos,
1941-1942” en REGUERA, Andrea, FERNÁNDEZ, Sandra Imágenes en plural. Miradas, relatos y
representaciones sobre la problemática del viaje y los viajeros, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010.
62 Es interesante resaltar la condición social de los/as alumnos/as de la escuela Carrasco, porque
una de las críticas frecuentes que se hicieron al escolanovismo es, justamente, su carácter de escuelas
de élite. Por ejemplo, ver PALACIOS, Jesús, La cuestión escolar, Laia, Barcelona, 1984. Quizás y a
diferencia de muchas de las experiencias europeas, como el escolanovismo fue consustancial al sistema educativo argentino de gestión estatal, sus propuestas alcanzaron a los niños de todos los sectores
sociales. MENIN, Ovide; “El ensayo de Escuela Nueva realizado por las hermanas Cossettini en la
República Argentina” (mimeo).
133
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
cos-republicanos? Se produjo, entonces, un desfase inevitable entre un discurso pedagógico
que no discutía la existencia de un sistema de instrucción pública, aunque lo impugnaba en
lo que hace a la modalidad y calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje”.63 El clima
político que comenzó a impregnar la década de 1940 fue vampirizando las condiciones de
posibilidad que sostuvieron a las experiencias escolanovistas. Así, Olga abandonó las aulas.
Sin embargo, la maestra santafesina no renunciará a trabajar en el plano de la educación.
Lejos de las aulas, su labor se afianzará en la escritura y publicación de libros, en la gestión
editorial y también en la administración educativa en distintas provincias argentinas.
Olga en perspectiva
No pretendemos en este texto abundar sobre el extenso debate alrededor de la figura del
intelectual, pero sí nos parece pertinente señalar algunos rasgos que fijan una dirección de
sentido. La categoría de intelectual es polisémica, y ha sido objeto de numerosos debates
y discusiones en torno de definir sus límites. A partir de los escritos gramscianos podemos
entender que los seres humanos tenemos por condición natural la intelectualidad. Sin embargo, después de haber aseverado esto, el mismo Gramsci se encargó de argumentar, que
no todos los sujetos tienen la capacidad de intervenir en la sociedad en calidad de intelectuales, reduciendo así la figura del intelectual a la del escritor. De forma complementaria,
colocó al “intelectual” en una tarea plural incorporando a funcionarios y empleados de la
administración estatal, así como a los técnicos, educadores y profesionales, que tienen un
papel histórico concreto en el ámbito donde despliegan sus actividades y se encuentran
en conexión con un determinado grupo social, lo que justamente les otorga la cualidad de
“orgánicos”64.
De Gramsci a nuestros días son numerosos los estudios que se abocan al análisis de los
intelectuales, pero en la mayoría de ellos aparecen líneas de fuerza que de alguna manera
priorizan una delimitación del intelectual en torno de figuras masculinas con un desarrollo
dentro del espacio académico, político-ideológico y profesional, que se encuentran comprometidos con su escritura y difusión de ideas, y que en general han sido capaces de generar
un campo de debate y discusión ligado al mundo editorial y al espacio de la cultura.65
63 CARLI, Sandra, Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos acerca de la
infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955, Miño y Dávila Editores, Buenos
Aires, 2003, p., 224.
64 GRAMSCI, Antonio; Los intelectuales y la organización de la cultura; Nueva Visión; Buenos
Aires, 1984; p. 10.
65 Basta señalar algunos de los textos más transitados dentro de estos tópicos: ALTAMIRANO, Carlos;
Para un programa de historia intelectual y otros ensayos; Siglo XXI; Buenos Aires, 2005; ALTAMIRANO, Carlos; Intelectuales. Notas de investigación; Norma; Bogotá, 2006; SIRINELLI, Jean François,
“Les intellectuels”; en REMOND, René; Pour une histoire politique; Editions du Seuil; Paris, 1996 ;
134
Paula Caldo – Sandra Fernández
Las mujeres, en muchos casos, quedan fuera de la delimitación como intelectuales, tanto
desde una perspectiva androcéntrica estricta como en la descalificación funcional de los
roles que buena parte de ellas desarrollaron en tanto profesionales, escritoras, etc.66. Esta
exclusión es aún más contundente para el caso de aquellas que ejercieron el magisterio.
Labor que, desde el proceso de feminización de la docencia, ocurrido en el ocaso del siglo
XIX, fue naturalizándose en las mujeres como una extensión del considerado por entonces
destino de toda mujer, la maternidad. Por tanto, más que las tareas de instruir, las de educar eran adecuadas para las mujeres. Ellas asumieron la transmisión de modales, valores,
hábitos como también las primeras reglas de la lecto-escritura y el cálculo. Como primera
madre se le adjudicó la reproducción de la vida, en tanto que segunda madre, maestra, le
correspondió la reproducción del conocimiento; entendiendo que en ambas situaciones la
ayudaba su sensibilidad, capacidad de afecto y de contención.67
Sin embargo, pese a la herencia que reposa sobre la tarea de las maestras, el hecho de tener
que transitar por varias instancias del sistema educativo para formarse; el gesto de estudiar
para luego enseñar; el trabajar en una institución junto a colegas varones y mujeres; el salir
a trabajar fuera del hogar y regresar a él con un salario que, aunque magro, representaba no
sólo un ingreso económico sino que sentaba las bases para la autonomía, son algunos de
TERAN, Oscar, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano, Siglo XXI;
Buenos Aires, 2004; NEIBURG, Federico, Los intelectuales y la invención del peronismo, Alianza;
Buenos Aires, 1998; NEIBURG, Federico, PLOTKIN, Mariano (comp.); Intelectuales y expertos. La
constitución del conocimiento social en la Argentina; Paidós; Buenos Aires, 2004.
66 Hoy en día contamos con una profusión de escritos que, desde la perspectiva de género y desde
la historia de las mujeres, rescatan el lugar de las mujeres como intelectuales en diferentes contextos latinoamericanos. Al respecto hemos consultado: GIL LOZANO, Fernanda; PITA, Valeria; INI,
María Gabriela (dirs.); Historia de las mujeres en la Argentina; Taurus; Buenos Aires, 2000; T. I y II
-preferentemente los trabajos de Lily Sosa de Newton, Alejandra Vasallo y, MORANT-, Isabel (dir.);
Historia de las mujeres en España y América Latina; Cátedra; Madrid, 2006; T. I - IV -preferentemente
los trabajos de Susan Kirkpatrick, Teresa Ortíz, Consuelo Flecha, Nina Scott, Marcia Castillo Martín,
Nora Domínguez, Julia Tuñón, etc.-.
67 Numerosos son los estudios que abordan la problemática de las mujeres como maestras, entre
ellos destacamos: MORGADE, Graciela, “La docencia para mujeres: una alternativa contradictoria
en el camino hacia los saberes legítimos” en Idem., (comp.); Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina 1870-1930; Miño y Dávila; Buenos Aires, 1997; pp. 67-114; BARRANCOS,
Dora; “Moral sexual, sexualidad y mujeres trabajadoras en el período de entreguerras”; en DEVOTO,
Fernando, MADERO, Marta (dir.), Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina entre
multitudes y soledades. De los años 30 a la actualidad, T. III, Taurus; Buenos Aires, 2000. pp. 198225. BARRANCOS, Dora, Mujeres en la Sociedad Argentina. Una historia de cinco siglos; Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 2007; BALLERÍN, Pilar; “Educadoras” en MORANT, Isabel (dir.);
Historia de las mujeres en España y América Latina. Del siglo XIX a los umbrales del XX, T. III,
Cátedra, Madrid, 2006, pp. 505-522.
135
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
los indicios que van abriendo brechas, en el histórico encierro doméstico femenino, por las
que se filtran aires de cambios.68 Intersticios capaces de conducirlas a horizontes sinuosos
y poco explorados, como, por ejemplo, los del trabajo intelectual. Trabajo que, llevándolo
bajo la capa, de forma anónima, clandestina, las mujeres en general y las argentinas en
particular comenzaron a realizar promediando el siglo XIX para cristalizar con más fuerza
avanzadas las primeras décadas del siglo XX.69
Por ello un punto de partida es discutir el lugar de Olga como intelectual o en el mejor
de los casos como experta, también como una mujer cuyas prácticas provocan la hibridación
de ambos términos, corriendo el foco habitual y común de sólo comprenderla en tanto maestra.70 Por otra parte, también pretendemos salir del corsé impuesto por los análisis referidos
a la experiencia de Escuela Serena rosarina entre 1935 y 1950, avanzando a comprender a
Olga Cossettini en la dinámica socio-cultural local, regional y nacional de los años treinta
en adelante. Precisamente, la reflexión alrededor de observar cómo se consideró a sí misma;
cómo generó un campo de pertenencia intelectual y cultural; qué pasos dió en este sentido,
es fundamental para poder salir de la exclusiva mirada en torno de su práctica educativa y
orientarla sobre los carriles arriba señalados.
Pese a que Olga había adquirido su formación en la Escuela Normal de Coronda, ya
graduada trató de reorientar sus prácticas en la dirección marcada por la Escuela Activa o
Escuela Nueva. Desafío que la remitió a emprender un recorrido de formación por regiones
enquistadas con y paralelas a las prácticas pedagógicas tradicionales. Por otro lado Olga
68 YANNOULAS, Silvia; “Maestras de antaño ¿mujeres tradicionales? Brasil y Argentina (18701930)”; en MORGADE, Graciela; op. cit; pp. 175-191.
69 Una síntesis de este planteo puede recorrerse en el clásico texto de Beatriz Sarlo (1985) El imperio de los sentimientos. Pero más significativa aún resulta la obra de Francine Masiello, Lenguaje e
ideología. Las escuelas argentinas de vanguardia, donde la autora retoma dos aspectos claves de la
presencia de las mujeres en el mundo literario como escritoras, lectoras y referentes: el mercado de
consumo y la consolidación de una ideología sexual. Ver: MASIELLO, Francine, Entre civilización y
barbarie. Mujeres, nación y cultura literaria en la Argentina moderna, Beatriz Viterbo, Rosario, 1997;
MASIELLO, Francine, Lenguaje e ideología. Las escuelas argentinas de vanguardia, Hachette, Buenos
Aires, 1986; NARI, Marcela, “La educación de la mujer (o acerca de cómo cocinar y cambiar pañales
a su bebé de manera científica”, en Revista Mora N° 1, Buenos Aires, 1995; DIZ, Tania; Mujeres del
siglo XX: niñas inútiles, chicas loro y dactilógrafas perfectas. Tipos femeninos en la prosa periodística
de Alfonsina Storni, Tesis de Maestría, CEIM, UNR, Rosario, 2005.
70 Explican Federico Neiburg y Mariano Plotkin; que la palabra intelectual alude a aquellos sujetos que
reclaman como fundamento de legitimidad para sus intervenciones públicas una forma de pensamiento
crítico, independiente del poder y con base en el empleo de la razón. En cambio, la expresión experto
refiere a aquellos técnicos, especialistas, que trabajan en y para el Estado Nacional, organizaciones
privadas nacionales o extranjeras, etc. Mientras que estos últimos actúan desprovistos de valores y
aplicando programas, planes o técnicas, los primeros despliegan sus discursos y prácticas a partir del
compromiso personal-subjetivo. En Idem 2004; Op. Cit.; p. 15.
136
Paula Caldo – Sandra Fernández
desarrolla su experiencia en un momento de profundo cambio político. En medio del clima
intervencionista, fue nombrada Directora de la Escuela “Gabriel Carrasco” de la ciudad
de Rosario. Escuela que en ese mismo año será distinguida como “escuela experimental”;
quedando así a disposición de la directora Olga la decisión sobre la propuesta curricular de
dicho establecimiento. Entonces, mientras que en el plano de las políticas provinciales se
desandaban los pasos de la experiencia demócrata progresista de Luciano Molinas, Olga
no solamente se fortalecía en su labor de docente reformista, sino que además alcanzaba
la dirección de una escuela en una de las dos ciudades más importantes de la provincia.
Para entender este proceso es necesario hacer énfasis en una de las figuras clave en las
políticas educativas de la época: Juan Mantovani71. Entre los años1938-1941 ocupa el cargo
de Ministro de Instrucción Pública y Fomento de la Provincia de Santa Fe, durante la gestión
del gobernador de la provincia Dr. Manuel M. de Iriondo. La participación durante esta
coyuntura le valió fuertes críticas. Reconocido defensor y difusor de la Escuela Nueva había
desarrollado una extensa acción intelectual y gubernamental que sumado a sus obras, muy
difundidas por cierto, le aseguraban una red de relaciones sumamente heterogénea y plural.72
La experiencia de Olga es renovadora en términos pedagógicos pero se realizó en medio
de un régimen político marcado por el fraude, la proscripción, el recorte de las libertades
individuales, que permitía la consagración de un funcionariado provincial afín a un activismo católico influido por el nacionalismo de derecha dedicado en especial a las áreas de
incumbencia social. En los gobiernos de la intervención de 1935 primero y del iriondismo
después, con sus perfiles conservadores, nacionalistas y católicos las hermanas Cossettini
llevaron adelante sus propuestas pedagógicas contenidas y sostenidas por ideas y prácticas
“progresistas” en especial las desarrolladas por Juan Mantovani, en su coronación burocrática como ministro santafesino.
71 En particular Mantovani era reconocido pedagogo que había desarrollado una extensa tarea burocrática en el orden educativo. Entre los años 1928 y 1929 ocupa el cargo de Inspector General de
Escuelas de la Provincia de Santa Fe, comenzando aquí su carrera ascendente en este ámbito. Durante
los años 1932-1938 se desempeñó en el cargo de Inspector General de Enseñanza Secundaria, Normal
y Especial de la Nación. En su gestión propuso una reforma de las Escuelas Normales. El proyecto
propiciaba una base cultural común para todas las ramas de la enseñanza media y una especialización
más intensa que la que estaba en vigencia para las carreras del magisterio, comercial e industrial. En
1933 comienzan sus vínculos formales con los organismos internacionales como funcionario público
y profesional experto.
72 AGUIRRE, Alejandra, El sentido de la política en Juan Mantovani (1889-1961): esbozo de una
biografía política, <http://uvla.kultur.lu.se/Virtual/politica/Mantovani.htm>.
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
Palabras finales
Sin dudas, nuestro pretexto, Olga Cossettini, tuvo a bien dejarnos un sin número de huellas que sustraen su vida de las garras de la antibiografía. La vida de Olga fue capturada por
la escritura y por un trabajo de conservación auto-tutelado. De este modo, biografiarla resulta
una intensa tarea de lectura y triangulación de fuentes. Como ya dijimos, sus obras editas, su
biblioteca y todos los escritos íntimos que nos legó, abren un abanico de posibilidades para
historiar a la Olga maestra pero también a la mujer, a la hermana, a la amiga y a la amante.
Además, si en los albores del siglo XXI insistimos en biografiar a la “señorita” Cossettini es
porque su nombre y su obra son parte de una memoria colectiva. Una memoria activa que,
al tiempo que la recuerda, la transforma en leyenda. Un relato que sólo la recupera como
la perfecta maestra que brillaba en sus quehaceres y que fue censurada por el peronismo.
Si bien es imposible capturar una vida por medio de la escritura, algunas notas singulares atrapan nuestra atención. Por un lado, biografiarla nos muestra las estrategias urdidas
por una mujer nacida en el interior del interior (en San Jorge, provincia de Santa Fe) para
alcanzar un renombre y cargos de gestión que a todas luces trascendieron los límites de su
provincia de origen. Una mujer que libró una doble lucha: por un lado, con las posturas
pedagógicas normalistas, pero por otro, en el plano de la gestión educativa, al vincularse
a través de lazos de amistad y/o afinidad pedagógica con ministros y demás agentes del
gobierno. El éxito de Olga, asentado en sus virtudes docentes, se cifró en su solvencia para
trabar redes de sociabilidad complejas y densas. Su capacidad de negociación en el plano de
las políticas de gobierno y en el de las políticas de la interpretación pedagógica profundizó
su marcado perfil profesional que es el que aún hoy la identifica. Su vida amorosa, rodeada
de rumores sobre sus preferencias sexuales, no trascendió el mito de la “señorita Olga”.
La recuperación de Olga Cossettini es una nota convencional del campo pedagógico que
piensa a la maestra como modelo de vida: una maestra impoluta, una mujer sin pasiones,
un sujeto sin ideología… La fortaleza de esta perspectiva aún recorre como un estereotipo
los papers en el campo de la historia de la educación y es una de las deudas pendientes
cambiar el rumbo de tales interpretaciones.
Reconstruir las principales notas biográficas de Olga para, a posteriori, hacerla operar
en un marco contextual de modo comparativo es un desafío. Por un lado, la reconstrucción
del bios de Olga permite trazar una hoja de ruta que supera justamente el lugar común de
su identidad docente; pero, una vez reconstruido ese perfil se lo hará operar en un plano
contextual donde las relaciones sociales que la tuvieron como ego sean el eje explicativo.
Comparar recorridos de formación, prácticas docentes, modos de intervención, quizás, nos
conduzca a recuperar no sólo el potencial de originalidad (o no) de la experiencia de Olga
sino en especial la visualización de su compromiso intelectual, político y social. De tal
manera que la biografía de Olga operará como excepción y norma para erosionar la monolítica singularidad sostenida hasta el momento por los escritos pedagógicos y educativos
en torno a la vida de la maestra.
138
Paula Caldo – Sandra Fernández
La biografía es un género mestizo que puede aportar un sentido plástico a las interpretaciones impresas desde el campo de la historia y en particular de la historia de las mujeres.
Por un lado, se revela como una fuente ideal y pertinente para el análisis comparativo,
prolongando los alcances comprensivos de contextos, situaciones y relaciones sociales; por
otro, su nivel de singularidad es capaz de arrojar luz sobre áreas de vacancia analítica, poco
exploradas o transitadas en las tradicionales vías filosóficas positivistas. En este camino,
superar las tentaciones de interpretaciones ingenuas o saturadas de individualismo abren la
mejor de las puertas para sacar a las mujeres, en tanto sujetos históricos, del registro “antibiográfico”, del cono de sombras expuesto por el abrumador sentido común de los análisis
de los grupos sociales haciendo énfasis en las diferentes formas de reconocer sus luchas
y negociaciones, resistencias y consensos; de escuchar sus voces, susurros y silencios…
Recibido: 04/09/2010
Aceptado: 20/11/2010
139
Reseñas
GONZÁLEZ, Elda E. y REGUERA, Andrea (coords.), Descubriendo
la nación en América. Identidad, imaginarios, estereotipos sociales y
asociacionismo de los españoles en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay,
siglo XIX y XX, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2010. ISBN: 978-950786-776-7, 189 páginas.
En los últimos años, la preocupación por la Nación y la nacionalidad ha ido ganando
espacios en las reflexiones y publicaciones académicas, lo que supuso en muchos casos
ponderar no solo el pasado sino también el futuro de esas construcciones político-culturales.
De esta forma, se han hecho presentes estudios sobre los momentos que se antojan como
“fundacionales” de la Nación y se han revisitado las visiones sobre los actores sociales
involucrados en el proceso, tanto aquellos que, según las perspectivas y políticas de cada
momento histórico, debían ser incluidos dentro de ese colectivo mayor como aquellos otros
que quedaron decididamente al margen. Así, en un modo amplio y no exento de tensiones,
se daba cuenta de una Nación más plural y compleja de lo que se había pensado -e incluso
imaginado- y de los multiformes mecanismos a los que se había apelado para “crear” o
“construir” esa suerte de “comunidad imaginaria” que anidaba, no sin controversias, en
las sensibilidades políticas de la época. En este sentido, los participantes del Seminario
de Discusión Descubriendo la Nación en América, celebrado en la ciudad de Tandil en
2007, encararon distintas reflexiones sobre la conformación particular de la Nación, materializando esos intercambios en una compilación que reúne los aportes de historiadores y
antropólogos uruguayos, argentinos, brasileños y españoles organizados en nueve artículos.
En la medida en que se recorren las páginas del volumen, se patentiza el objetivo
declarado por sus compiladoras, en el sentido de componer, a partir de trabajos sobre
espacios y realidades disimiles, una obra que apunta a analizar diversos aspectos de las
migraciones españolas hacia América y a explorar el amplio abanico de experiencias,
estrategias, espacios de pertenencia y estereotipos que originaron el “descubrimiento”
y la identificación con una patria de origen y otra de acogida. Apelando a un enfoque
comparativo e interdisciplinario, los trabajos abarcan un espectro de temas y enfoques
metodológicos lo suficientemente amplio para reflejar buena parte de las principales líneas
de investigación que han ido desarrollándose, sin dejar de reconocer la heterogeneidad y
complejidad inherente a la problemática. La pluralidad de las inquietudes bajo análisis da
cuenta de la expansión vivida por los estudios migratorios mientras ratifica la vitalidad
y pertinencia de este tipo de enfoques a nivel internacional a la hora de dar cuenta tanto
de procesos acaecidos en el pasado como de aquellos de una total actualidad que invitan
a reflexionar sobre el significado, las implicancias, las posibilidades y los límites de los
movimientos de población inter y transcontinentales en los albores del nuevo siglo.
Uno de los ejes temáticos más fuertes gira en torno a las prácticas de sociabilidad y,
más específicamente, al universo de las asociaciones. Para el caso uruguayo, Carlos Zubi-
143
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
llaga se interesa, desde una dimensión micropolítica, por la construcción de la ciudadanía
en el interior del asociacionismo migratorio español en tanto estructura que posibilitó,
entre otras finalidades, la participación política. La misma se tradujo en el sostenimiento
de una identidad nacional o regional de origen y en discusiones, decisiones y elecciones
deviniendo en un ejercicio ciudadano en sí mismo con una amplia proyección hacia la
sociedad receptora. A la vez, dicha construcción ciudadana operaba como caja de resonancia de los avatares políticos en la península. También las asociaciones actuaron como
ámbitos de conflicto entre élites dirigentes y masas de afiliados al mismo tiempo que como
contrapartida, se tornaban en plataformas desde las cuales tomaron protagonismo hombres
nuevos en las arenas de la política -como José María Barreiro-, pero que pudieron generar
una imagen que les valió un capital significativo a la hora de disputar espacios de poder
a las élites inmigratorias.
Por su parte, Marta Bonaudo busca reconstruir ciertas dimensiones de los comportamientos políticos enfocados desde las logias masónicas santafesinas y entrerrianas,
ponderando el análisis del diálogo entre los proyectos impulsados por sus miembros y la
tradición cultural y política republicana decimonónica. En este sentido, se trata de exponer
las posibilidades y límites de los miembros de las logias a la hora de generar discursividades
y prácticas propias, explicitando los aportes de las estructuras de éstas en la configuración
de un universo republicano incluso antes de que la república adquiriese una forma definitiva y acabada. Así, las logias devendrían en un actor relevante inserto en disputas por la
dirección de sentido, con una fuerte proyección hacia la sociedad civil y con una serie de
elementos que las acercarían al universo republicano, especialmente en lo que respecta
a su rol como espacio de participación y mediación, a los vínculos y valores anclados en
los principios de igualdad, libertad y fraternidad, a los códigos de secularización social e
incluso a las similitudes de las estructuras organizativas masónicas con aquellas del Estado
provincial o nacional.
Por su parte, Alejandro Fernández propone la realización de un contrapunto entre
la conformación de identidades españolas y catalanas en Buenos Aires. Centrándose en
las asociaciones y en la prensa étnica, el historiador argentino expone los procesos que
intervinieron en la formación de instituciones, espacios donde además se estructuraron
y consolidaron redes de prestigio e influencia de una élite dirigente española en un momento en que la colectividad había logrado dotarse de cierta homogeneidad, así como de
los de los ámbitos asociativos de los catalanes. De este modo, realiza un recorrido por los
derroteros y objetivos particulares de las diversas asociaciones catalanas desde mediados
del siglo XIX y hasta 1930, desde aquellas más ligadas al mutualismo a las que apelaban
a actividades recreativas y culturales -y que no sólo coexistieron con entidades y asociaciones españolas más abarcadoras apelando a un “mutualismo apolítico”, sino que incluso
rehusaron entrar en conflicto con una identidad española que las englobara-, hasta aquellas
que se ocuparon de motorizar un perfil catalán fuertemente definido en consonancia con un
144
Leonardo Simonetta
posicionamiento político que correspondía a la defensa de la autonomía y del separatismo
de la región en la península.
Otro eje fundamental de la compilación se centra en la generación de estereotipos
y/o prejuicios que enfrentan a distintos actores sociales y generan sentidos identitarios
variopintos. Al respecto, Nadia de Cristóforis reflexiona sobre la tensión en las relaciones
entre argentinos y españoles entre 1810 y 1870, período en el cual la hispanofobia fue un
fenómeno constante, aunque signado por múltiples matices. El fuerte odio de la primera
década independiente hacia la antigua metrópoli se intensificó durante el rosismo y continuó
en la década de 1860, ligado a ideas negativas en relación a España y a los peninsulares
alimentadas por políticos e intelectuales liberales. Si bien luego de Caseros la comunidad
española en Argentina comenzó a contar con autoridades consulares que velaban por sus
intereses así como con asociaciones y medios de prensa propios, continuaron las expresiones de resentimiento, abarcando actitudes que iban desde enfrentamientos simbólicos y
verbales -apelando por ejemplo al gentilicio de “gallego” con una carga peyorativa- hasta
la violencia física y el asesinato. Las relaciones entre la población nativa y la peninsular no
mejorarían sino hasta inicios del siglo XX, gestándose una nueva imagen, ahora positiva,
de España como la “Madre Patria”. Para el caso brasileño, Karl Monsma se introduce
en el análisis de los conflictos entre negros e inmigrantes, señalando las luchas por la
apropiación de un capital simbólico ligado a las nociones de respeto y prestigio social.
Los inmigrantes construyeron y sostuvieron frente a los negros una imagen de sí mismos
como “raza superior”, llegando a considerar como intolerables las exigencias de respeto e
igualdad de tratamiento por parte de éstos en la medida en que sentían que la brecha que los
separaba se hacía cada vez más angosta. La sensación de rechazo a la posible equiparación
del europeo con el negro se expresó, según el autor, en la conformación de un ambiente
de agresión e intimidación a través de la violencia física y simbólica.
Tomando como base los relatos autobiográficos, Andrea Reguera y Esmeralda Broullón
Acuña reconstruyen los derroteros y las experiencias en tierras americanas de dos inmigrante
españoles. En el caso de Reguera, el seguimiento pormenorizado de la autobiografía de
Manuel Suárez Martínez le permite dar cuenta de distintos aspectos de la vida en un espacio
de frontera entre 1845 y 1917 conjugando viajes; relaciones parentales, amicales y entre
paisanos, el mundo del trabajo, los vínculos con los aborígenes, los negocios, las estrategias
de acumulación de capital, así como la conformación de una identidad particular que exaltaba, en el relato de este inmigrante, a una patria de origen y a una tierra de promisión por
la que se había optado. Por su parte, el análisis de Broullón Acuña gira en torno a la obra
Diario de un emigrante de Miguel Delibes, donde el autor narra a través de su personaje
principal, Lorenzo, sus propias vivencias en el Chile de la década de 1950, conjugando
distintos aspectos de la experiencia migratoria española, entre ellos, las imágenes sobre
la diversidad de la geografía, la naturaleza y las culturas sudamericanas; el difícil proceso
de adaptación, signado por sentimientos como el desarraigo, la nostalgia o la sensación
de fracaso; las expectativas de ascenso social; el rol de la mujer y del varón, marcado este
145
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
último por una reivindicación de actividades y espacios de sociabilidad propios; la decisión
de emigrar, el viaje y las relaciones creadas en la nave; las sensaciones encontradas frente
a la realidad chilena, las posibilidades concretas de éxito y el desencanto que le produce
el fin de la utopía al no poder cumplir sus metas y tener que regresar a España.
En el caso del artículo de Blanca Zeberio, se retoma uno de los tópicos más fuertes de
los estudios migratorios, la dicotomía entre integración/pluralismo, alumbrando el problema desde la dimensión de los vínculos interpersonales movilizados desde la familia y
la parentela y su inserción en los entramados socioinstitucionales en sociedades rurales
del sur bonaerense. Así, las estrategias de aprendizaje y apropiaciones que las familias de
inmigrantes de diverso origen étnico hicieron de los lenguajes, las prácticas y los procedimientos de la justicia de paz -especialmente tres episodios que recayeron en el Fuero
Civil y Comercial del Juzgado de Paz del partido de Tres Arroyos de fines del siglo XIX
e inicios del XX- permitirían dar cuenta de sus lógicas de negociación y resolución de
conflictos así como de su integración en la sociedad local, involucrando en la solución
del conflicto un entramado de relaciones variables construidas en torno a lazos familiares,
parentales y de vecinos.
Cerrando esta obra colectiva, el trabajo de Elda González Martínez demuestra que la
inmigración sigue siendo un fenómeno de total actualidad y debate. En este caso, se estudian con una sutileza particular las experiencias de argentinos emigrados a España desde
2000, posicionándose en las miradas que éstos tienen de los españoles y en el proceso de
deconstrucción de una identidad de “argentinos-europeos” gestada antes de la migración
así como la construcción y el reforzamiento de un nuevo sentido de pertenencia e identificación con el país de origen. Ciertas peculiaridades caracterizaron la llegada de estos
emigrantes a Europa, especialmente en el plano jurídico (como el poseer, en muchos casos,
un pasaporte comunitario) y la experiencia de emigración/inmigración previa presente en
la mayoría de las familias, a partir de la cual muchos entendían que estaban regresando a
un lugar y a una sociedad con la que compartían valores y pautas culturales comunes. Esta
visión se modifica con la llegada y establecimiento en España, mostrando que las reglas
y códigos de interacción social son distintos, poniéndolos de frente a un sentimiento de
ajenidad y discriminación, a la vez que muchos van “deseuropeizandose” y profundizando
hábitos propios del país del origen (tomar mate, revalorizar cierta música).
En definitiva, y más allá de la riqueza y de las múltiples lecturas que pueden hacerse
de la obra, es innegable que se traza con maestría una densa urdimbre de relaciones sociales e imaginarios que permite a la compilación pendular entre dos orillas, aquella con
preponderancia en trabajos abocados a dar cuenta de hechos y procesos del pasado y otra
donde se evidencia la presencia y actualidad de las migraciones como problema a distintos
niveles. En este sentido, el “descubrimiento de la nación” significa repensar las utopías y
construcciones de sentido operadas en los imaginarios de los emigrantes/migrantes a partir
de los cuales los actores se encuentran con una nación nueva -imaginada primero, concretizada luego- mientras se delinea otra dejada atrás que, en algunos casos, es revalorizada
146
Leonardo Simonetta
y resignificada. Es esta una forma más que pertinente para poder interceder y participar
en un debate histórico, pero sobre todo ético-político y de actualidad, y desde este lugar,
contribuir a poner en tensión algunas concepciones simplistas pero de un arraigo muy
marcado en las sociedades occidentales.
Leonardo Simonetta
Escuela de Historia - CIESo - UNR
147
Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
GARCÍA FERRARI, Mercedes, Ladrones conocidos / Sospechosos
reservados: identificación policial en Buenos Aires, 1880-1905, Prometeo
Libros, Buenos Aires, 2010, 216 p.
Conocer es poder, y en la Argentina finisecular la implementación de métodos y tecnologías de identificación de personas tuvo como objetivo hacer frente a la vorágine de
los tiempos modernos. En Ladrones conocidos / Sospechosos reservados: identificación
policial en Buenos Aires, 1880-190, Mercedes García Ferrarrí nos propone un primer acercamiento a las causas de la temprana implementación de las tecnologías de identificación
en Buenos Aires, centrando su estudio en las prácticas institucionales de la Policía de la
Capital Federal y en los conflictos que suscitó su aplicación, tanto dentro del cuerpo como
en el conjunto de la sociedad.
A partir del análisis de una amplísima recopilación de fuentes policiales, el estudio marca
el recorrido de la implementación y expansión de las nuevas tecnologías de identificación.
Distintos sistemas e instituciones se fueron superponiendo de forma complementaria en
algunos casos o compitiendo, en otros. Desde 1880, con la inauguración de la Galería de
ladrones, pasando por la apertura de una de las primeras oficinas antropométricas en el
mundo, hasta el desarrollo en La Plata del sistema de clasificación dactiloscópico, creado
por Juan Vucetich, y su aceptación en 1905 como técnica oficial de identificación de criminales o de sujetos “peligrosos”, acompañado por la creación del Prontuario, la autora
nos presenta el aumento de las capacidades de identificación de individuos por parte de la
policía. Este trabajo pone el foco, entonces, en un período donde la identificación estuvo
vinculada especialmente al mundo del delito.
La estructura del libro responde a la organización de diferentes ejes de aproximación de
la “revolución identitaria”, la cual significó la construcción de un poder burocrático capaz
de identificar a todos los individuos a distancia. La primera parte, está dedicada a establecer
los orígenes y condiciones de funcionamiento de la policía de la ciudad de Buenos Aires
y los factores de la temprana implementación de tecnologías por parte de esta institución.
De esta forma, traza la relación entre el crecimiento demográfico y urbano tras la oleada
de inmigrantes que llegaban al país en este período y la creación de medidas estatales para
el control de la nueva problemática del delito propio de este fenómeno social. Además,
García Ferrari, no deja de destacar la influencia del ideal de “progreso” dentro el cuerpo,
estrechamente vinculado a la ciencia y la tecnología, como otro factor para la temprana
adopción de tecnologías de identificación.
La segunda parte, centra su estudio en la primera técnica innovadora: la fotografía. La
apertura de la Oficina Antropométrica en 1889, ilustra no sólo el avance en la sistematización de la fotografía de uso policial, sino también, el traslado de la preocupación estatal
de la creación de un mapa del delito -propio de la década de los ochenta- al problema de la
reincidencia, que ganaba terreno en los años noventa. De esta forma, la publicación en 1887
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Alex Ratto
de la Galería de ladrones de la Capital, 1880-1887, dirigida por el ensayista, periodista y
retratista José Sixto Álvarez, más conocido como Fray Mocho, es utilizada para delinear la
primera puesta en práctica de nuevas técnicas por parte del Estado. En este caso, en pos de
controlar a una franja de las clases bajas urbanas, vinculada con la “mala vida”. Mientras
que la aplicación en la última década del siglo XIX del sistema antropométrico y el retrato
estandarizado, responde al traslado de la preocupación policial y judicial a la identificación con aval científico de los reincidentes. Sin embargo, el retrato de identificación en su
doble condición de representar tanto la identidad individual como la pertenencia al grupo
de quienes habían quebrado las leyes de la sociedad, fue la tecnología más resistida a fines
del siglo XIX y principio XX, señala Mercedes García Ferrari. Quedando como constancia de ello, el conflicto desatado por la implementación municipal de la identificación con
fotografías de los cocheros de la ciudad en 1899. Episodio donde las discusiones versaron
sobre dos cuestiones: la inconstitucionalidad de la medida y la ofensa al honor que este
tipo de medidas implicaba.
La tercera parte, se ocupa de la implementación y tardío abandono del bertillonage
por el sistema dactiloscópico por parte de la policía de Capital Federal. Con el inicio del
siglo XX y el despertar de la conflictividad social y política, la atención policial volvió a
centrarse en el control social. Con los nuevos requisitos policiales y las críticas al sistema
antropométrico, en el libro se muestra como la dactiloscopia terminó por establecerse como
principal método de identificación policial en 1905 en Buenos Aires, allanando con ello el
camino para un objetivo más amplio: la identificación de toda la población de un país. La
dactiloscopia, era una tecnología que ofrecía una identificación positiva a partir de las huellas
digitales. Simple, rápido, seguro, económico; no dependía del criterio del operador sino que
permitía obtener siempre exactamente el mismo resultado. Sin embargo, su implementación
no estuvo ajena a resistencias, que son analizadas a partir de los conflictos entre la Oficina
de Antropometría y la Comisaría de Investigación a principios de 1900.
La historia parcial de la identificación que realiza Mercedes García Ferrari, condición
que ella misma se encarga de aclarar debido al recorte temporal centrado en un período
de acelerada transformación en las prácticas identificatorias, no resta merito a la obra. En
ella se desprenden una multiplicidad de facetas que contribuyen a la innovación de la problemática de la Modernidad en Argentina, y más específicamente, colocando una piedra
angular en el reciente campo historiográfico dedicado al estudio de las prácticas y acciones
de la policía en nuestro país.
Alex E. Ratto
Escuela de Historia - UNR
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
KRIGER, Clara, Cine y Peronismo. El estado en escena, Buenos Aires,
Siglo XXI Editores, 2009, 270 pp.
Un acercamiento historiográfico a la cuestión del “cine del peronismo” es ya de por sí
interesante, pero la aparición de Cine y Peronismo -adaptación de la tesis doctoral de Clara
Kriger- tiene en este caso un valor inestimable al arremeter contra opiniones fosilizadas, que
aún hoy se evidencian en una especie de “sentido común” sobre el cine del peronismo, que
relacionan de manera directa la cinematografía del período con la propaganda partidaria y
la censura política. Desde las repetidas tesis de Domingo Di Núbila -que llegó a comparar
el uso del cine que hizo Perón con el que hicieron los regímenes totalitarios europeos- hasta
estudios recientes que han propuesto acercamientos más complejos, se había hecho hincapié
en el exacerbado proteccionismo y la fuerte censura, que habían provocado la decadencia
de la industria y la realización de un cine anodino y pasatista.
El libro se centra en las relaciones que se tejieron entre el estado y la cinematografía
argentina durante el primer peronismo (1943-1955) y las formas en que la presencia del
estado se vislumbró en las pantallas a través de las diversas películas del período. Formalmente, se divide en dos partes: la primera, centrada en lo político-institucional, narra
las vicisitudes de la política estatal respecto del cine a lo largo de aquellos doce años; la
segunda, en cambio, se adentra en el mundo de los filmes del período y suma a la reconstrucción de la trama política un notable esfuerzo de análisis formal. El corpus a partir del
cual se realiza esta investigación no se limita a una serie de textos fílmicos, sino también
se compone de documentación de publicaciones periódicas especializadas, cifras oficiales,
diarios de sesiones, entre otras fuentes.
Kriger recurre para el análisis a la observación del contexto internacional, buscando
articulaciones, semejanzas y diferencias con los procesos surgidos en otros países (España,
Alemania, Rusia, Italia) por lo que recurre a los nuevos estudios académicos que abordan
conjuntos de filmografías asociadas a regímenes políticos. Por otro lado, toma en cuenta las
nuevas lecturas que se han propuesto sobre las producciones culturales durante el primer
peronismo, tanto aquellas que plantean la imposibilidad de realizar una equiparación lineal
entre la gestión cultural del peronismo y la de los regímenes autoritarios europeos, como
aquellas que proponen la inexistencia de una política cultural precisa y coherente.
De acuerdo a Kriger, la actuación estatal no incidió significativamente en las formas y
contenidos del amplio y heterogéneo corpus de largometrajes de ficción. Donde la política
cinematográfica adquirió centralidad es en el desarrollo de la actividad industrial: leyes,
regulaciones y medidas proteccionistas. De eso trata la primera parte del libro, “La política
cinematográfica del estado”, donde Kriger reconstruye la política del gobierno peronista
hacia el cine, cuyo comienzo ubica en el período de transición iniciado en Junio de 1943
con la creación de una Dirección General de Espectáculos Públicos. En un contexto de
guerra y de inmediata posguerra, en el cual el estado extendía su acción sobre los sectores
de la economía que presentaban dificultades, el comienzo de la intervención estatal sobre
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Pablo Alvira
el cine fue bien recibida por casi todos los sectores de una industria con serios problemas,
como la escasez de película virgen. Lo que Clara Kriger demuestra, en contra de lo que se
sostiene habitualmente, es que esa intervención estatal fue construyéndose entre las partes
interesadas, en un escenario de permanente negociación, donde el producto final -las películas- estaba condicionado por una lógica comercial tanto o más que una lógica política
o de acumulación cultural. Dice Kriger: “Como el control ejercido sobre el cine de ficción
desde las agencias estatales no incluyó la aplicación de fuertes dosis de censura y propaganda
que se descargaron sobre el documental, la radio y el periodismo, resulta poco plausible
explicar el desarrollo de la cinematografía de la época, sus prácticas y resultados, sus logros
y sus fracasos en referencia a la concentración de poder que alcanzó el estado” (p. 249).
La cuestión de la censura es importante, ya que es uno de los lugares comunes más
arraigados acerca del peronismo y el cine. Kriger no encuentra, más allá de una fuerte pero
efímera injerencia de la Iglesia católica, más censura que la que era habitual en el resto de
las industrias cinematográficas occidentales. No hubo un aparato burocrático dedicado a la
censura, ni tampoco hubo censura previa, ya que tanto el otorgamiento de créditos como la
calificación se realizaban sobre películas terminadas.
La segunda parte del libro, “El estado en el universo de las ficciones fílmicas del primer
peronismo”, es fundamentalmente análisis de películas: “esa materialidad donde la presencia del estado aparece de modo constante en el centro de las observaciones como actante
insoslayable” (p. 20). Kriger realiza un análisis formal pero remitiendo constantemente al
contexto, en busca de significados e interpretaciones. Agrupa los filmes en cuatro conjuntos,
uno de docudramas (cortometrajes producidos por la Subsecretaría de Información y Prensa)
y los tres restantes de películas de ficción: películas que representan un estado fuerte y moderno, películas que denuncian conflictos sociales ambientados en el pasado, y por último,
películas en las que resuenan los efectos de los discursos y las políticas generados por el
estado peronista. Kriger encuentra en estos relatos elementos textuales fuertemente enlazados con la serie social (el contexto), en tal grado que hacen insostenible la hipótesis acerca
del cine de este período como “pasatista”. Comprueba además, la aparición de elementos
modernizadores del lenguaje y los formatos cinematográficos, e incluso algunas películas
las considera una bisagra entre los modelos anteriores y las propuestas innovadoras que se
consolidarían en los años sesenta.
A partir de los resultados obtenidos en el desarrollo de la investigación, en las conclusiones del libro Clara Kriger retoma y discute las interpretaciones previas. Si bien existió una
política estatal para el cine, queda demostrado en este libro que se hizo sobre la marcha de
los acontecimientos. Con avances y retrocesos, con negociación constante y con una buena
cuota de improvisación, ensayando soluciones para problemas que fueron surgiendo día tras
día y que afectaban de manera desigual a los distintos sectores de la industria. En cuanto a
lo artístico, Kriger formula una de las tesis más fuertes, claras y desmitificadoras del libro:
la producción estética del cine nacional no fue orientada mediante políticas públicas durante
el período peronista. Para la autora, desde el estado no se promocionó ninguna corriente
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Avances del CESOR - Año VII, N° 7 / 2010
estética, no se privilegió realizaciones ni realizadores que obedecieran determinados cánones
estéticos ni se sancionó a aquellos que los transgredieran.
Además de brindar estas esclarecedoras consideraciones, el libro se destaca por sobre
la mayoría de trabajos realizados en esta área de estudios por la forma en que combina
efectivamente dos orientaciones complementarias de la investigación: el análisis histórico
de la relación entre el estado y el ámbito cinematográfico, y el estudio formal de las películas del período. Una estrategia que muchas veces se propone y que casi nunca es llevada
a cabo con éxito.
Por último, pero no menos importante, es el que el libro ofrece instrumentos para pensar
la actualidad, por lo menos en dos aspectos candentes, relacionados entre sí. Por un lado,
respecto de las discusiones sobre la intervención estatal en el plano cultural y particularmente
en la industria cinematográfica; por otro, en lo que tiene que ver con los reactualizados
debates sobre el peronismo, y específicamente acerca de su relación con la cultura.
Pablo Alvira
UNR - CESOR-ISHIR/CONICET
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VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de cultura
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IRUJO, Andrés María de, “Don Tomás Yoldi y Mina”, Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos, Buenos Aires, 1968, V. XIX, pp.19-26.
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