EL 20 ÁLBUM. to d i v i n o qne d i o v i d a á este mundo inesplicable. P. MARTÍNEZ PALAO. F A X T A S M A G O R I A . No iiace muclias noclies mo dormi, después de liaber oido largo rato la música de Gouuod. Todavia resbalaban en mi espíritu las notas sueltas, parecidas á gritos inoi-tográficos del lengu?.j3 de las almas: las melodías tristes,, cortas, indecisas, como las aspiraciones del sentimiento en lucha con la realidad de la vida, las armonias profundas, variadísimas como la realidad de la vida misma que finjo invadir é inutilizar el sentimiento y .os por el contrario su verdadero sosten y * Y , como ib.a diciendo, me quedé dormido, Xo del todo, si he de ser esacto, c[ue si lo seré, porque m3 gusta serlo, aun juo me esté mal el decirlo. Algo quedó en mí despierto y este algo, imaginación por otro nombro, se propuso sin duda desquitarse de la forzada inacción en que acostumbro á mantenerla durante la vigilia. Y por si acaso os diera la curiosidad de averiguar porque mantengo enceri'ada mi invaginación mientras estoy despierto, voy á haceros la historia de este castigo y daros, con ella un saludable ejemplo. * • Desde entonces somos enemigos moi-tales: desdo entonces no la permito ni el más ligero juego mientras yo velo; y ella so venga de mí, ahuyentando las rosadas tintas de mis ensueños do . adolescente y poblándolos dofigurassiniestras que me someten á mil géneros de martirios. • » Volvamos al prhicipio. Esa vagedad, esa indesicion, esa melancolía de la música de Gounod, hablan tanto á mí alma, quo dormido bajo tal influencia, no podLa faltar el ensueño. Y no fahó cn efecto. Soñaba quo era novelista y quo impresionado por la hinchazón y la vanidad do un hombre muy pagado de sí mismo, mo habia propuesto desciibirle. Tal cúmulo de ideas se amontonaba en mí cabeza, referentes al asunto, quemo sentía capaz do emborronar la resma dc papel que tenia sobro la mesa. Y tanta y tan irresistible ora la comezón quo esperimentaba, que cogí la pluma y comenzó á escribir como un desesperado. Escribía con la rapidez del tacjuígrafo, automáticamente; y más parecia satisfacer una necesidad imperiosa, que realizar un capricho. • Habia vuelto á jMúrcia después do uu año pasado bajo el descolorido cielo de Madrid. Mis esperanzas estaban todavia en |fior; estábamos en plena primavera; la vega do Murcia so había vestido do gala; el corazón parecia ensancharse á impulsos de la ligera brisa de la mañana, y yo era un idilio cubierto con un sombrero de paja * Cammaba distraído á orillas'del Segura, dejando á mi derecha el Instituto y la Biblioteca Provincial, absorto en la contemplación de la orilla opuesta y admirando aquel bellísimo paisaje. Iba á buen paso, sin tener en cuenta para nada el "dañoso es beber y andar"—del perro do la fábula. Y así hubiera seguido hasta llegar al puente pero la fatalidad lo quiso de otro modo. Cuando mas embobado me llevaba mi imajinacion, animando con mil escenas, á cual mas fantásticas, la prodigiosa vegetación dc la otra orilla, —no quisiera recordarlo—recibí tan tremendo contra un poste de telégrafos, que di dos poiTazo pasos atrás, vacilando como un borracho. Eepuesto del susto y después de dar al posto mis escusas, me marché, renegando de florestas, paisages y cosas á este tenor. Hubiera querido que mi imaginación hubiese tomado cuerpo delante de mí, para abofetearla. Pero lo gi-ande, lo curioso, lo raro era que mi pluma no dejaba huella sobre el papel; las cuartillas quedaban tan blancas, como si en vez do tinta, hubiese mojado la pluma en agna. Y sm embargo yo seguía escribiendo, sin hacer alto en la mutilidad de mi trabajo: una cuartilla tras otra y capitulo tras capitulo; cada vez más ciego; sintiendo pasar los pensamientos por mi cerebro y la pluma sobre el papel, como un torrente de mercurio, quo no hubiera mojado su cauce. Mi héroe crecía yse desarrollaba; odiado por los hombres; despreciado por las mujeres; siempre poseído de su mérito personal, siempre hinchado, sienpre vano; considerándose en su relación con la sociedad como gigante entre pigmeos; sin amigos: sin amores, dedicado enteramente á sí mismo; él, su solo Dios: él, su único sacerdote. • Aquella escritura era una carrera loca y desenfrenada, solo comparable á la vertiginosa marcha