VIII Congreso Nacional de Derecho Procesal Garantista ¾ Ponencia: El Juicio por Jurados y el idioma de la Constitución: ¿amable sugerencia o cera en orejas congresales? Por: Estudiantes de la Facultad de Derecho Universidad Nacional de Catamarca Alumnos de la Cátedra de Derecho Procesal Penal Prof. Titular: Dr. Acuña, Porfirio R. Datos Personales: • Nombre y Apellido: María Emilia del Valle Brandán. DNI: 32.027.104 Domicilio: Bº Ojo de Agua s/n San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca Teléfono: (03833) 425419 Mail: [email protected] • Nombre y Apellido: Zaira Justiniano. DNI: 31.644.926 Domicilio: Bº 20 de Marzo - Casa 21 San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca Teléfono: (03833) 15466609 1 Mail: [email protected] • Nombre y Apellido: Jonathan Cristian Rasjido. DNI: 32.027.822 Domicilio: Tucumán 1.899 San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca Teléfono: (03833) 430332 Mail: [email protected] • Nombre y Apellido: Natalia Herrera. DNI: 28.309.623. Domicilio: Bº Luis Franco “D” – Casa 18 San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca Teléfono: (03833) 429302 Mail: [email protected] 2 “La Constitución es un marco por donde pasa la vida” Herman Heller El tema de la institución del juicio por jurados en el derecho positivo argentino, ha sido objeto de arduas, diversas e interminables consideraciones en la historia de nuestra cultura jurídica, que se remontan a los albores de nuestra Patria, y que han versado sobre los más variados aspectos de este instituto. Ello ha sido posible por ser fabulosamente vasto en orden a su contenido, que puede abordarse desde el tratamiento de sus ventajas y desventajas (con la respectiva exposición de los argumentos aducidos por la doctrina, y jurisprudencia, y la consideración de la legislación comparada y su evolución), el origen histórico del instituto, su desarrollo ulterior, sus formas, presupuestos, fundamentos, antecedentes de la incorporación en nuestra Constitución, motivos que inspiraron su inclusión a nuestros constituyentes, razones de su postergación por el Congreso, alcance de su potencial reglamentación, etc., etc., etc. La imposibilidad de tratarlo en su totalidad (impensable para un trabajo como el que nos ocupa), nos lleva a analizarlo desde un enfoque más modesto: será en este caso el relacionado con la vigencia normativa de un mandato constitucional que lleva más de un siglo y medio esperando por realizarse. En efecto, nuestra Constitución Nacional dispone el establecimiento del Juicio por Jurados como sistema de enjuiciamiento, en tres de sus artículos: El art. 24, que se encuentra en el Capítulo Primero destinado a las Declaraciones, Derechos y Garantías (Parte Dogmática) de nuestra Ley 3 Suprema, y reza: “El Congreso promoverá la reforma de la actual legislación en todos sus ramos, y el establecimiento del juicio por jurados”; El art. 75 inciso 12 , que se encuentra en la “Segunda Parte” (orgánica) de la C. N., en el capítulo aplicado a las Atribuciones del Congreso, le acuerda: “Dictar los códigos Civil, Comercial, Penal, de Minería, y del Trabajo y Seguridad Social, en cuerpos unificados o separados... ...y especialmente leyes generales para toda la Nación sobre naturalización y nacionalidad... ...y las que requiera el establecimiento del juicio por jurados”; El art. 118, por fin, en el capítulo consignado a las atribuciones del poder Judicial, dispone: “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se deriven del despacho de acusación concedido en la Cámara de Diputados se terminarán por jurados, luego de que se establezca en la República esta institución...”. “”Esa promesa de los derechos humanos para todos (...) requiere, necesariamente, el despliegue de los deberes humanos para que aquellos adquieran cabal vigencia y efectividad.” María Angélica Gelli No interesa aquí emitir juicios de valor acerca de la decisión adoptada por nuestros constituyentes1., ya los de 1853, ya los de 1994 que, adelantamos, consideramos una confirmación de los preceptos por el sencillo hecho de su no-exclusión del texto supremo.2 4 Interesa sí, superar la parsimonia con que hemos venido abordando un problema que compromete el valor que se le asigna en nuestra sociedad a nuestra mismísima carta de presentación como Estado. Tenemos en ella preceptos que no pueden estar “de adorno”, y si ellos no se adecuan a nuestra idiosincrasia, “espíritu”, tiempos modernos, o si por cualquier otra razón no deben realizarse, debemos sacarlos de la Constitución3. Pero mientras allí permanezcan, deberán cumplirse. Estamos aquí convocados para tratar sobre las Garantías Constitucionales del Proceso: La Primera Garantía que debe existir para todos los ciudadanos, es la obediencia a la Constitución4 por parte de quienes deben cumplimentarla. Si lo que ella ordena puede ser ignorado, no hay ninguna garantía garantida.5 Insistimos: no es una cuestión menor, no se trata de “un instituto”, se trata del respeto por el pilar fundamental sobre el que reposa toda nuestra organización institucional, nuestra vida, nuestra identidad como país. En fin, lo dicho por Héctor Granillo Fernández:6 “De una vez por todas, debemos llegar a la completa concientización de que la Constitución Nacional no se discute sino que se debe cumplir.”7 “Decían los griegos que en un patio la baldosa que más se nota es la que falta”8 Al estudiar este instituto en sus distintos aspectos, nos tropezamos con un dato que nos dejó pasmados y en el que no conseguimos dejar de pensar 5 (casi obsesivamente) a lo largo de toda la labor. Estérilmente pretendimos abocarnos al análisis de otras facetas del tema durante su estudio: un siglo y medio (y monedas) nos arañaba la conciencia. Naturalmente tamaña cifra de “olvido” nos causó enorme impresión; no salíamos del ASOMBRO que nos provocó el dar con artículos constitucionales librados a la más oronda indiferencia. De allí la elección de este punto. Somos estudiantes de derecho, y en ese ámbito académico fuimos siendo educados en el sentido y alcance del Estado de Derecho, supimos de las luchas que valió su consagración, de sus presupuestos necesarios, de sus corolarios lógicos. Todo ello nos hizo amar “nuestra” Constitución Nacional, admirarla, respetarla, no dudar ni un instante de la fuerza de sus postulados. Podremos o no comulgar con ellos, podremos elucubrar transformaciones posibles para consolidarla, actualizarla, pulirla; podremos llegar a renegar de alguno de sus preceptos y argumentar contra ellos para promover su sustitución, mejora y aún exclusión, pero siempre en un plano rigurosamente teórico; lo que no podremos, jamás, es usar esas alegaciones para entorpecer su efectivización en la práctica, lesionando de ese modo la incolumidad de la Norma Suprema, que es “alma” (representación de los principios que abrazamos y de nuestras más sublimes creencias y aspiraciones) de nuestro país. Ni aún siendo la Constitución “herramienta para el mejor desenvolvimiento de la sociedad”9, puede desecharse alguna orden suya por “inservible”. Y esto es así desde que nadie tiene atribución para realizar ese 6 juicio fuera del poder constituyente10. Precisamente fue pensada como límite a la autoridad de los poderes constituidos. Si el Congreso puede prescindir de sus mandatos por no ser “herramienta útil para el desarrollo social”, no tengamos Constitución y confiemos en que el Congreso llanamente reglamente lo que le parezca y derogue lo que estime oportuno, ilimitadamente. Grave. La Constitución –su existencia- es, per se, la Primera Garantía Ciudadana11: para el mejor desenvolvimiento de la sociedad deja un enormísimo campo de actuación discrecional al Congreso; pero en aquello que se pronuncia en un sentido (correcto o no, conveniente o no), no puede ser desoída. Es lo que nos garantiza a los ciudadanos no estar librados a los poderes del Estado. Las garantías procesales contenidas en nuestra Carta Magna no pueden quedar sujetas a criterios políticos. No hay en el estricto Estado de Derecho nadie que pueda arrogarse ese poder legítimamente. Mientras más investigábamos sobre el origen y desarrollo del instituto del juicio por jurados en nuestro país, fue poseyéndonos el DESCONCIERTO. La supremacía constitucional tan solemnemente proclamada (que había insuflado en nuestros espíritus, con cierto sentimiento de orgullo, un profundo respeto por la Ley Suprema), cedía ante un descarado desacato a nuestra Carta Magna. Peor aún: Ello encontraba eco en muchos de nuestros más grandes juristas que, con mayor o menor discreción, consentían (cuando no promovían) dicha desobediencia, además de minimizarla al no encuadrar la discusión en su verdadera dimensión (se trata de un texto constitucional!!!). 7 Sentimos TRISTEZA. A medida que nos adentramos en los laberintos de disquisiciones insolentes, evocábamos la clasificación de las Constituciones que discriminaba entre aquella Constitución que “refleja la finalidad del movimiento constitucionalista respecto de la concreción de la libertad y dignidad del hombre... ... pero que además de semejante estructuración formal... ... es efectivamente observada...” (normativa), de “aquella que, si bien su texto responde formalmente a los fines del movimiento constitucionalista, dista de ser cumplida fielmente en la práctica”(nominal).12 No obstante sería radical calificar de nominal a nuestra Constitución por la omisión del Congreso de estatuir, tal como ella le manda, el juicio por jurados (sobre todo teniendo en cuenta que ello no ocurre con la mayoría de las mandas constitucionales -que son cumplimentadas-); la cuestión no puede ser subestimada: cada letra de la Constitución es la Constitución misma13, y merece por ello el mayor de los respetos. De afirmar lo opuesto, la excepción podría convertirse en regla; la supremacía en quimera; la Ley Fundamental en un “simple pedazo de papel con la consiguiente frustración para los gobernados...”14 que se verán “...tentados de escapar de un orden constitucional que no puede satisfacer sus necesidades para caer en las panaceas escatológicas de la flautas mágicas de los cazadores de ratas”15; el Estado de Derecho será entonces poco menos que un precioso recuerdo. Con todo lo expuesto, nos invadió la NECESIDAD de recorrer este camino que, habiendo sido recorrido por tantos antes, sigue y seguirá siendo 8 transitable mientras esa puerta que permite infiltraciones a la incolumidad de la Ley que es base y fundamento de nuestra sociedad, continúe entornada. Ya inmersos de lleno en el tema, la evidencia de que esta preocupación es compartida por una innumerable cantidad de estudiosos del tema que dedicaron sus esfuerzos a analizarlo y exponerlo en congresos, seminarios, artículos, trabajos científicos, proyectos legislativos, etc., probablemente merced a la conjunción de factores tales como el descrédito innegable y generalizado que tiene la sociedad en relación al manejo de la administración de justicia (que ha llevado a hablar de “crisis judicial”), y la fractura visible entre la sociedad y los poderes del Estado en general, factores que tuvieron la virtualidad de despertar la inquietud en torno a este problema; nos hizo pensar en ser parte de un movimiento mayor que tiene en este momento histórico, como impostergable ya, una misión: defender nuestra primera garantía. La crisis suele tener esa virtud de imprimir dinamismo en los espíritus. “La tempestad lleva al puerto”, decía San Martín. Estamos en un punto en el que muchos tiramos para un mismo lado. En medio de la tempestad, vamos al puerto16. Sentimos ESPERANZA. “Hay un arsenal de palabras asesinadas”. 9 Chesterton Muchas líneas se escribieron en relación al establecimiento del Juicio por Jurados en nuestro derecho positivo. Mucho se dijo sobre las causas de la omisión17 del mandato por parte de sus destinatarios18 (que además se discute si es el Congreso o si pueden hacerlo las Provincias, por el viejo debate referido a las facultades “reservadas” y las facultades “delegadas”). Sin entrar en la polémica que es ajena a nuestro objetivo específico, recalcando sólo para que no pase desapercibido que estimamos que, siendo en principio una facultad del Congreso19, las Provincias pueden reglarlo mientras aquél no lo haga20; haremos una diminuta mención de los motivos que, según exponen la mayor cantidad de autores, determinaron la omisión antedicha. En este sentido, entre las causas más frecuentemente citadas se encuentran el considerar que ejerció decidido influjo nuestra conocida filosofía “europeísta”. Los autores que sostienen esta tesis aducen que, aún habiéndose inspirado nuestros constituyentes en relación a este tema en el derecho anglosajón, nuestra cultura de “idolatría romana y napoleónica”21 en lo jurídico, impidió, a ejemplo de Europa, que receptemos el instituto. Otras tesis señalan que el quid de la cuestión residiría en el hecho de ser “foránea” (cosa que se vincula a tesis anterior), ajena a nuestras tradiciones y sentimientos22; otras, más sinceradas, directamente hablan de inactividad ex-profesa por cuestiones de “prudencia política”. 10 La no implantación no tiene, en verdad, excusas válidas. Esto es así por las razones ya esgrimidas de que el Congreso no puede “hacerse el sordo” cuando la Constitución “le habla”, sin importar lo que piense de lo que ella le diga. Como consecuencia de su inacción, se han elaborado “postulaciones” de todo tipo, algunas de ellas, francamente intolerables. Consideramos inadmisible la opinión de Sagués a quien sin perderle el respeto que innegablemente merece, nos vemos en la obligación de refutar radicalmente en su consideración de que la insubordinación al mandato constitucional ha hecho operar un proceso de desuetudo contra constitucionem23. Tal proceso, en un Estado de Derecho, no existe. El simple desacato no puede tener nunca fuerza derogatoria de una ley, máxime si ella es texto constitucional. La consideración de este autor deriva de su concepción del mandato constitucional del establecimiento del juicio por jurados, como de carácter operativo; de manera que, no habiéndose operado inmediatamente (ni muchos menos –lleva ya más de siglo y medio-), quedó “derogado por el desuso”. Al margen de lo que ya expresamos pensamos de eso, merece atención el tema (tan discutido también) del carácter operativo o programático de los preceptos que estudiamos. Mucho se discutió sobre la interpretación que debía darse a los arts. 24, 75 inc. 12 y 118 de la C. N. . Una de las materias más sobresaliente (y de mayor relevancia por sus derivaciones prácticas), fue relativa al carácter del mandato constitucional hacia el Congreso: si debía ser considerado 11 programático u operativo, es decir, si el legislador debía instrumentarlo de manera inmediata, o si era una “delineación” de lo que debía consumar “cuando considere oportuno”. En ese sentido, hay una fuerte corriente de pensamiento que justifica la omisión del Poder Legislativo que en el tema que nos ocupa. Es aquella que sostiene que las cláusulas que disponen el establecimiento del juicio por jurados, no fueron pensadas sino como simplemente condicionales, sin fijar plazo alguno24. La Corte Suprema de Justicia también ha adoptado este criterio en distintos fallos25, pero el último de éstos data del año 1947 (Fallos: 115:92; 165:258 y 208:21 y 25 respectivamente)26, de manera que ya le fue concedido al Congreso más que prudente lapso para hacerlo27. Volveremos sobre esto en la conclusión. Cuestiones que no son menores a la hora de analizar el asunto que tratamos, es la concerniente a las posiciones encontradas que se han dado en la doctrina nacional sobre si la instauración efectiva del juicio por jurados resultaría provechosa o no, con las correlativas arguciones. Habiendo señalado antes que ello escapa en verdad al los límites del tema expuesto, creemos que no es vano pasar ligera revista por las más trascendentes de ellas, por entender que se vincula íntimamente con la postergación “sine die” del juicio por jurado por parte del Congreso, no obstante ser un auténtica garantía procesal emanada de manera patente del texto fundamental. 12 Entre las posturas que avalan la no implantación del juicio por jurados, se distinguen aquellas que la resisten “de cuajo”, de las que sugieren mayores dilaciones en pos de evitar precipitaciones que conduzcan a su fracaso (que en definitiva también la impugnan, porque ya hemos visto adónde llevan este tipo de pruritos –llevamos más de 150 años aguardando las condiciones óptimas-); por fin, se encuentran los que sin resistir su establecimiento, advierten que debe realizarse con ciertas limitaciones (de competencia, alcance en general, requisitos especiales, etc).28 “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”29 Las razones que a menudo se han argüido en contra del acatamiento de la Norma Fundamental en orden al establecimiento del Juicio por Jurado se resumen en: la influencia de la opinión pública; falta de idoneidad30; permeabilidad ante las presiones populares o clamor populis31; la dificultad que representaría integrar el instituto al “sistema procesal” (que supondría un reajuste general del mismo), el supuesto fracaso de las experiencias aisladas (v. gr., en la Provincia de Córdoba); el fenómeno de la “huída del jurado” que se advierte en los países que otrora lo abrazaran; la falta de tradición32 y la falta de interés que estiman acaecerá por parte de la sociedad33 lo que minará su éxito; la burocracia que presumen se verá acrecentada por el “enmarañado” método de selección de los miembros del jurado; objeciones de índole económica (onerosidad que juzgan conlleva la efectuación del mandato); también se alegó que su establecimiento resultaría inconstitucional por afectar 13 garantías del debido proceso34 (lo que importaría tildar de contradictoria a la propia Constitución); también se aduce un “temperamento y falta de instrucción cívica” por los ciudadanos que no estarían en condiciones de asumir la responsabilidad que el instituto supone35 (lo que tendrían, al pensar de quienes sustentan estas ideas, los ciudadanos de los países anglosajones36). Es clásica la crítica a la “arbitrariedad” del veredicto (no fundado, inapelable); a la separación de hecho y de derecho (que vendría de la mano de la división de tareas del jurado y el juez técnico); la hipotética “imparcialidad viciada” por injerencias extrañas (prensa, prejuicios, etc); la conjeturada resistencia de la sociedad misma37; ha sido tratado como un atentado al sistema representativo y contrario a la independencia judicial; se teme que termine expresando una expresión de los prejuicios medios de una sociedad (creencia que resulta un verdadero prejuicio); la subjetividad en general que se imputa al juicio (“puramente emocional”) del jurado (con el consecuente riesgo de injusticias –y citan el caso Simpson y otros de la jurisprudencia comparada-), a lo que colocan frente a la “indiscutida” racionalidad pura que es propia del Juez; y podríamos continuar indefinidamente38. Es fácil colegir que estos argumentos no nos parecerán bastantes para justificar el apartamiento de la Regla Máxima porque, lo habrán notado ya, ninguno lo hará. La verdad es que aún cuando no ameritan, a nuestro entender, un detenimiento para evaluar la sensatez de sus postulaciones (por impertinentes39); nos servimos de esta oportunidad para dejar sentado que, 14 desde nuestra óptica, ninguno de los fundamentos esbozados es terminante o incontrovertible: unos, por ser “obstáculos” harto salvables; otros, por gratuitos (todos los imbuidos de ingredientes proféticos, futurología, reflexiones apriorísticas40 de cualquier índole, etc). Es sumamente ponderable la postura de quienes tienen presente las dificultades que resultan de la inserción del juicio por jurados en el sistema procesal vigente cuyas instituciones deberán ser repensadas para armonizar con la reforma. Coincidimos con la preocupación, que debe ser prevista y analizada por los juristas de país, de manera diligente. Sobra insistir que, reconociendo la validez del planteo, no nos alcanza para soportar la pasividad ante el designio constitucional41. “La Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” Lincoln No todas han sido espinas en la historia de la lucha por la primacía de la manda Constitucional. Hubo en su devenir denodados esfuerzos por vencer las obstrucciones puestas a la consagración del Juicio por Jurados, como testimonio de la veneración debida a nuestra Ley Suprema; por hacer realidad aquello que no era dable de concebir como una mera expresión de deseos42, por plasmar en nuestro derecho positivo aquello que concibieron como principio esencial de la República, axioma de la Libertad, baluarte de la Democracia. “Las instituciones son hechos prácticos y se las conoce, 15 como a los árboles, por sus frutos.” Nicolás Avellaneda43 Enarbolando estas banderas de devoción por nuestra Ley Fundamental, constitucionalistas, procesalistas y juristas en general, proclamaron las bondades del juicio por jurados que, en escueta síntesis, pueden repasarse destacando, en primer término, el capital aporte que significó el “visto bueno” de figuras emblemáticas de la Patria, tales los ex presidentes Mitre44, Sarmiento45 y Avellaneda46 (quienes propiciaron proyectos de reglamentación47 del juicio por jurados, aunque sin alcanzar fructuoso resultado); y otras insignes personalidades como Joaquín V. González48, Juan María Gutiérrez49, Florentino González50 y Victorino de la Plaza51, Aristóbulo del Valle52, Manuel Dorrego53, Octavio Bunge54, Tomás Jofré55, Enrique del Valle Iberlucea56, Manuel Ruiz Moreno57, Mittermaier58, Maier59, Alberto M. Binder60, Jorge Alberto Sandro61 , José Ignacio Cafferata Nores62, Eugenio R. Zaffaroni63, y la lista continúa64. “Mi ´programa´ es la Constitución.” Hipólito Yrigoyen65 Ya hemos atendido a infinitas argumentaciones en pro, y no menos en contra, de la conveniencia de cumplir con la garantía constitucional del juicio por jurados. Hay una parva de proyectos “abortados” y otro tanto “durmiendo”; un par están tocando las puertas del Congreso. La respuesta urge. 16 Y volvemos, para concluir, a nuestro tema. “Sólo el pueblo salvará al pueblo” Luis Herrero66 El juicio por jurados no puede “quedarse en una declaración meramente retórica” de la Constitución67. Tenemos la más profunda convicción de que no es posible cercenar ni en lo más ínfimo la integridad de nuestra Constitución Nacional. La sentimos un precioso tesoro, digno del más abnegado cuidado. Ella nos dispensa las mayores protecciones y a su vigencia debemos aplicar el mayor de los esmeros. Por la importancia que ella reviste, no es admisible tratar como bagatela ninguna manifestación que la contraríe. No hay insignificancias cuando una coma suya está en juego. Cualquier doctrina que se entorpezca su realización, es ofensiva de todo el cuerpo nacional (del que la Constitución es insignia). Y bajo esa consigna, la sociedad toda es responsable de velar por su integridad68. Una frase de Solón nos enseña: “Todos los ciudadanos son miembros de un mismo cuerpo, y cuando uno de ellos es herido, todos deben sentirse ofendidos”. Hemos sido convocados para reflexionar sobre las garantías procesales que emanan de nuestra Máxima Ley, y al respecto dijimos, y repetimos: La Primera Garantía que debe existir para todos los ciudadanos, es la 17 obediencia a la Constitución por parte de quienes deben cumplimentarla. Si lo que ella ordena puede ser ignorado, no hay ninguna garantía garantida. “La mejor medicina es la que cura” Florencio Escardó Con el tiempo transcurrido69 desde que el constituyente impuso al legislador el mandato de ordenar el establecimiento del juicio por jurados, ya no caben más demoras a la espera de un momento “oportuno”, ya no cabe el “sine ira et studio”, el sin prisa y sin pausa de Goethe; a esta altura, es ya con prisa y sin pausa70. Hasta aquí, todavía podría haberse concebido que el añoso débito no representaba en verdad un desacato, sino que esperaba paciente que “se den las condiciones” necesarias para su concreción. Ya no se puede pensar en ello: luego de más de un siglo y medio de inercia, la no implementación inmediata de esta garantía constitucional que consagra el derecho de todos los ciudadanos de ser juzgados por sus pares, debe ser interpretada como una clara rebelión contra nuestra más sagrada Norma Jurídica71. “Siempre se han encontrado pretextos para no cumplir los mandatos de la Constitución, que han permanecido como letra muerta”, señaló Tomás Jofré72. BASTA, decimos nosotros. Bibliografía 18 Badeni, Gregorio, “Tratado de Derecho Constitucional”, Tomos I y II – 1º Ed., La Ley, 2004. Bidart Campos, Germán , “El Juicio por Jurados”, El Derecho, T. 130, pp. 602 y ss. Binder, Alberto M., “Introducción al Derecho Procesal Penal”, Editorial Ad-Hoc, 1993. Cafferata Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el Proceso Penal”, Editores del Puerto, 2da. Edición actualizada, 1998. Cafferata Nores, José I., “Introducción al Derecho Procesal Penal”, Ed. 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Zavalía, 2003. Sagüés, Néstor P. “El juicio penal oral y el juicio por jurados en la Constitución Nacional”, El Derecho, T 92, 1981, p. 914. Sandro, Jorge A., “Reflexiones sobre el Jurado Popular”, L.L., t. 1992-A:876. Vázquez Rossi, Jorge, “Derecho Procesal Penal”, Tomo II, Rubinzal Culzoni Editores, 1997. Vélez Mariconde, Alfredo, “Derecho Procesal Penal”, Tomo I, 3º Edición – 1º reimpresión, actualizada por los Dres. Manuel N. Ayán y José I. Cafferata Nores, Marcos Lerner Editora Córdoba, 1982. Zaffaroni, Eugenio R., “Dimensión política de un Poder Judicial Democrático” t.149 pág. 857. 20 Fuente de consultas de valiosa utilidad fueron las siguientes direcciones de Internet: www.aaba.org.ar, http://www.derechopenal.com.ar, http://www.inecip.org, www.salvador.edu.ar, www.elDial.com, http://www.ancmyp.org.ar, http://www.abogadosdecordoba.org.ar, www.carlosparma.com.ar, www.apdp.com.ar, durante la semana del 11 al 18 de Septiembre de 2006. 1 Gelli subraya : “La Constitución (...) es un valor (...) Se construye con la destreza y los desaciertos...”. Gelli, María Angélica, “Constitución de la Nación Argentina –comentada y concordada-“, 3º ED., Buenos Aires, La Ley, 2006, Prólogo a la 3º Edición. 2 Cierto es que la referida reforma estuvo condicionada a los límites de la cláusula cerrojo que impuso como contenidos pétreos (no alterables) los artículos de la Parte Dogmática de la C. N., entre ellos, el art. 24; pero no es menos cierto que la Convención pudo arbitrar, desde la Parte Orgánica, disposiciones que atenúen el carácter intimatorio de aquel artículo; v. gr. Si hubiese mencionado en el art. 75 inc. 12, que es facultad del Congreso promover el juicio por Jurados en caso de juzgarlo conveniente. Y no lo hizo. Es una clara manifestación de su decisión de mantener la vigencia del mandato. 3 A favor de ello se expresa Clariá Olmedo (Clariá Olmedo, Jorge A. Derecho Procesal Penal. Marcos Lerner Editora, Córdoba, 1984. Tomo I, p. 70). 21 4 Ella es nuestra garante. Si ella queda expuesta a albedríos, las garantías corren igual suerte. 5 Gelli reflexiona “... el símbolo constitucional –como “ley que une” en y pese a la diversidad- pierde sentido y se desnaturaliza si la promesa de cumplimiento se rompe, si la alianza social se fisura”. Gelli, María Angélica, ob. Cit. 6 Autor cit., en su prólogo al libro “El juicio por Jurados” de Alfredo Mooney, 3º Ed.,Francisco Ferreyra Editores, 1998. 7 En igual sentido, sostiene Erbetta “Lo que el país necesita, en cambio, es aprender a vivir respetando íntegramente los postulados organizativos societarios de la Constitución Nacional”, (Erbetta, Guillermo G. Constitución Nacional, Juicio por Jurados, Necesaria Vigencia. La Ley, 1993, E-pp. 906 y ss.) 8 Recordada por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.34. 9 Esta “función” de la Constitución ha sido expuesta, entre otros, por Jorge Coussirat en su trabajo “El jurado ¿popular o escabinado?... y otras preguntas”, que puede consultarse en www.apdp.com.ar/archivo/juraesca.htm. 10 Se trata de la más elemental noción de “rango” de “jerarquía”, propia del Estado de Derecho. 11 Gelli dice: “Las deserciones acerca de los deberes políticos, sociales y personales dan la medida de la fragilidad institucional y de la debilidad de los derechos personales y colectivos”. Gelli, María Angélica, ob. Cit. 12 Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La Ley, 2004, ps.61 y 62. 22 13 “Cada uno de estos artículos posee toda la fuerza obligatoria para los individuos, la autoridades y la Nación toda” (Joaquín V. González). “Cada palabra de la Constitución debe tener su fuerza y significado propio, no debiendo suponerse que ella ha sido suficientemente usada o agregada, y rechazarse como superflua o sin sentido” (fallos 95-334), ambas referencias citadas por Mooney, Alfredo, ob. cit. ps.158 y 120 respectivamente. 14 Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La Ley, 2004, p.53 15 Lowenstein, Karl, “Teoría de la Constitución”, p.230, citado por Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La Ley, 2004, p.53 16 “... el desasosiego institucional tiene remedio si intentamos, una y otra vez, buscar y seguir contra toda tentación los caminos escarpados de la Constitución y de la ley”. Gelli, María Angélica, ob. Cit. 17 Que, a más, ha sido calificada de “inconstitucional” por Bidart Campos, Spota, entre otros eminentes juristas. 18 Los países hispano-americanos... “... le han tenido miedo al jurado...” (Florentino González, “El juicio por jurados”, pág. V, Bs. As. 1869 – citado por Mooney, Afredo, ob. cit. p.108). 19 Que entendemos se desprende del texto constitucional, en los arts. 24 y 75 inc. 12, que lo dice con absoluta claridad. 20 Seguimos en este la punto la opinión de Obligado, Daniel Horacio. “El Juicio por Jurados en Entre Ríos”. La Ley, 1997-E, pp. 1461. 23 21 22 Véase sobre el tema: Alfredo Mooney, ob. cit., ps. 63 y 64. Estos autores, entre ellos Carlos Elbert, González Calderón, y otros no menos destacados, suelen mencionar que, entre los más fuerte motivos que inspiraron a nuestros constituyentes para incorporar el mandato en la Ley Fundamental, estaba la intención de adoptar institutos extranjeros que hicieran menos compleja la adaptación de los que inmigraran a nuestro país, objetivo claro de los pensadores de los albores de nuestra Patria. 23 "El juicio penal oral y en juicio por jurados en la Constitución Nacional", El Derecho tomo 92: 913, en donde se cita en la misma línea de pensamiento a Aftalión, García Olano y Vilanova; a Lino Palacio y a Goldschmidt – citado en http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155 , de manera diferente, Clariá Olmedo entiende que: “Durante la organización nacional no se legisló el jurado por falta de decisión de los proyectistas, legisladores y políticos; ahora el tiempo ha adormecido el empuje de las normas constitucionales, pero aún no han muerto; están allí escritas, recordándonos su vigencia.” (Clariá Olmedo, J.; “Derecho Procesal Penal”, tomo I, p.259, Ed. Ediar Bs. As.; cit. por Mooney, ob. cit. p.98). 24 Ver al respecto EL JUICIO POR JURADOS - Comunicación del académico Fernando N. Barrancos y Vedia,en sesión privada de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el 26 de octubre de 2005, en http://www.ancmyp.org.ar/pdfs/Vedia.pdf; de acuerdo también con esta postura, Quiroga Lavié, que la considera una “norma programática discrecional” (“Constitución de la Nación Argentina Comentada” – 4º ED., Edit. Zavalía, 24 2003). Sobre el tema, Jorge A. Sandro en el artículo "Reflexiones sobre el Jurado Popular", publicado en la revista La Ley (tomo 1992-A:876), expresa: "El Congreso nacional no acata la directiva constitucional de establecer el juicio por jurados y suprime, directamente una garantía individual del ciudadano; la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de los tribunales inferiores se empeña en justificar la omisión, bajo la excusa de que no existe plazo para la regulación del juicio por jurados, como si la mora legislativa que supera el siglo no fuera hoy suficiente para enmendar tamaña ilegalidad. La doctrina más reciente por fin, aduce razones prácticas que no guardan relación necesaria con la vigencia del jurado y sostiene que el Congreso 'debe encarar tareas más acuciantes' (¿) que la de atender a un mandato constitucional". 25 Así, entendió que las normas constitucionales relativas a los jurados “no han impuesto al Congreso el deber de proceder inmediatamente al establecimiento del juicio por jurados, al igual que el primero no le impuso términos perentorios para la reforma de la legislación” (Fallos 115:92 del 7 de diciembre de 1911, en autos “Vicente Loveira c/ Eduardo T. Mulhall s/ injurias y calumnias”), doctrina reiterada en fallos posteriores: “Ministerio Fiscal c/ Director del Diario La Fronda (fallos: 165:258); Tribuna democrática (fallos: 208:21) y “David Tieffemberg (Fallos 208:225). Esta interpretación fue receptada por otros tribunales, como ser, la Cámara Nacional en lo Penal Económico, Sala II, el 30 de abril de 1991 en autos “Gino A. Martellos (La ley, Tº. 1991 -E-216). Conf. http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155. 25 26 Información extraída de http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155, lamentablemente sin poder determinar su autoría. 27 ver E. Hendler y R. Cavallero "Justicia y Participación. El juicio por jurados en materia penal", Ed. Universidad, año 1988. 28 Que insistimos, no detallaremos ninguna de esos matices, por la necesidad de ajustarnos al enfoque seleccionado. 29 Se dijo del pueblo que es siempre el convidado de piedra al banquete del poder. 30 Vélez Mariconde, sostuvo que “la designación de los jurados contradice el requisito de idoneidad que exige la Constitución Nacional para el desempeño de los cargos públicos y se opone al principio republicano de gobierno.” 31 Un buen desarrollo de este ítem (excelente como toda la obra) realiza Alfredo Mooney, ob. cit. p.113 y 114; a quien no nos cansamos de seguir en los temas abordados. 32 Así opina González Calderón que sentencia que el juicio por jurados “jamás arraigará en nuestro país”, en igual sentido, otros autores como Sánchez Viamonte y el prestigioso Prof. Rivarola que llegó a decir que “el Jurado es una planta exótica que nunca echará raíces en la República; ningún partido político la postula, ningún dirigente político la promueve, y ningún ciudadano la reclama”. Coinciden en los conceptos vertidos otras figuras de renombre en el ambiente jurídico nacional, como Vélez Sarsfield, Manuel Obarrio, Montes de Oca, Clariá Olmedo. Así lo expresa en su “Juicio por Jurados” el Dr. Fernando 26 N. Barrancos y Vedia, en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el 26/10/05, extraído de http://www.ancmyp.org.ar/pdfs/Vedia.pdf. 33 La “falta de confianza” de la sociedad en este instituto en una de las varias causas que Hendler enumera como excusas “antijuradistas” en: "Justicia y Participación. El juicio por jurados en materia penal", Ed. Universidad, año 1988. 34 Véase al respecto, la opinión de Matías Bailone en su trabajo “la participación cívica en el proceso penal”, que puede encontrarse en www.carlosparma.com.ar/eljurado.htm 35 “Nuestro país es inmaduro e inculto”, sostiene Paola Firpo en su trabajo “Juicio por Jurados”, disponible en www.apdp.com.ar/archivo/jurado.htm 36 “... como dirá Humberto Vidal, la institución estaba arraigada hasta los tuétanos ´del pueblo anglosajón´.”, cit. por Alfredo Mooney, ob. cit. p.49. 37 Que siendo consultada al respecto se habría inclinado por su no implementación. Ver encuesta realizada por la Universidad de Belgrano, citada por Matías Bailone, “Participación cívica en el proceso penal”, disponible en www.carlosparma.com.ar/eljurado.htm 38 Hasta se ha alegado la pobreza, las diferencia sociales derivadas de la inequitativa distribución de las riquezas, que redundaría en la frustración del sentido mismo del juicio por jurados, esto es, el derecho del ciudadano a ser juzgado por sus iguales (precisamente por no ser “iguales”). No nos parece que ese sea el criterio para valuar la igualdad. 27 39 “... que una Constitución alcance ese valor simbólico de identificación de los ciudadanos con ella, y de éstos entre sí bajo las garantías que proporciona, requiere un (...) respeto de sus disposiciones, (...) de aceptación sin vuelcos ni atajos de la legalidad que implica...” Gelli ob. Cit. 40 “... como abriendo el paraguas antes de que empiece a llover...”, Mooney, Alfredo, ob. cit. p.115. 41 Compartimos la opinión en este sentido del eminente especialista de derecho procesal penal Jorge Clariá Olmedo, cuando expresa: “Los argumentos de orientación utilitaria o práctica debe ser muy valederos, pero no deben sofocar las razones dogmáticas.” (Clariá Olmedo, J.; “Derecho Procesal Penal”, tomo I, p.257, Ed. Ediar Bs. As.; cit. por Mooney, ob. cit. p.98) 42 Cual si nuestros constituyentes hubieran suspirado: Ah, cuán bello sería que tuviésemos como sistema de enjuiciamiento en nuestros procesos el juicio por jurados! 43 Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 91. 44 Quien dijo del Juicio por jurados que era “el dogma del pueblo libre”, cit. por Mooney ob. cit. p.90. 45 “Dirá Sarmiento en 1846 en el ´Mercurio´ de Chile que: ´El Jurado era el paladium de las libertades públicas y que introducir el jurado entre nosotros sería inocular un principio de vida y de existencia en el pueblo” (citado por Alfredo Mooney, ob. cit. p.90) 28 46 “En vano los teóricos del absolutismo han declamado tantas veces contra los peligros del jurado..” (Avellaneda, Nicolás, “Obras Completas”, t.10, p.78– cit.por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.90). 47 Que el Congreso se encargó de malograr. 48 Este brillante académico, poeta, político y constitucionalista, pudo decir: “... así como el pueblo participa a través del sufragio en la creación de la ley, a través del Jurado interviene en su aplicación...”, citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 37. 49 “... es una de las más grandes instituciones que devuelven el amor a la ley en el verdadero sentido de la palabra...” autor citado por Mooney, ob. cit. p. 37. 50 Quien ha dedicado cuantiosas líneas en pro de poner en relieve todas las ventajas que derivan de la adopción del Juicio por Jurados, del que, entre otras cosas, ha dicho que es “... una garantía de la libertad, dando participación al pueblo en la administración de justicia..” también que “... El jurado es, además, la mejor escuela del ciudadano, ya para enseñarle sus derechos y el modo de protegerlos, como para enseñarle prácticamente la necesidad de la ley...” ... “ hace la administración de justicia asunto del pueblo, y despierta la confianza” ... “enseña la ley y la libertad, el orden y los derechos, la justicia y el gobierno, y difunde este conocimiento por todo el país; es la mejor escuela práctica de la ciudadanía libre”... “es necesario para completar en procedimiento acusatorio”... y, por fin, que “... es necesario que la institución del Jurado exista tanto para los juicios civiles como para los penales” (citado por Mooney, Alfredo ob. cit. ps. 110 y 111). 29 51 Cuya adhesión a esta corriente queda más que acreditada por lo vertido por el Dr. Cafferata Nores a propósito de “los tres grandes períodos en la codificación procesal...” cuya primera etapa va “...Desde la sanción de la Constitución Nacional de 1853 hasta 1939. en este lapso se hacen, en un primer momento, algunos intentos de instituir el juicio por jurados, de acuerdo a la vieja legislación procesal escrita de origen español que regía. Se destaca en esta línea un proyecto de GONZÁLEZ y DE LA PLAZA, del año 1873. (Cafferata Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, Editores del Puerto, 1997, Capítulo “La reforma procesal en Argentina - Algunas reflexiones sobre su presente y su futuro”). 52 Que, refiriéndose a los motivos presumidos de la inclusión por los constituyentes del instituto del Juicio por Jurados como garantía procesal, expresa: “Había entrado en la mira de los constituyentes atraer la inmigración inglesa y americana, educada en la mejor escuela de gobierno libre...”, y luego agregaba “En la república existen varias ciudades, en las que se encuentra una masa de hombres ilustrados, y bueno sería entonces practicar y observar sus ventajas e inconvenientes”. Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 83. 53 Tau Anzoátegui nos enseña que Dorrego “... propugnaba la simplificación de los códigos de procedimientos civiles y criminales, introduciéndose en ellos el juicio por jurados”. Tau Anzoátegui, La Codificación en la Argentina, Buenos Aires, 1977, p. 126. 30 54 Quien lo propuso para juzgar lo delitos de calumnias e injurias en Capital Federal, en el Proyecto que presentó, junto a Federico Ibarguren en el año 1894. Mooney, Alfredo, ob. Cit. p. 137. 55 En un sinnúmero de ocasiones expresó este gran procesalista, autor del Proyecto de 1919 su comunión con las ideas juradistas. Refutando las objeciones para implantar el juicio por jurados basadas en “la escasa cultura” de nuestro pueblo, con gran claridad respondió: ”No es la institución del jurado el producto de la cultura evolucionada de ninguna nación. Su raíz y su origen se remontan al estado primitivo y rudimentario de las organizaciones sociales”, cit. por Paola Firpo, en su trabajo “Juicio por Jurados”, disponible en www.apdp.com.ar/archivo/jurado.htm 56 El diputado Del Valle Iberlucea (que presentó en 1920 un Proyecto de ley en este sentido, ante los que alegaban la falta de madurez y cultura de nuestro pueblo para el establecimiento del juicio por jurados) sin tapujos hizo ver que “(...)¿Y no tendremos nosotros la capacidad suficiente para soportar una institución como ésta que ha sido establecida desde el origen de las sociedades, aunque de una manera informe? Yo creo que no puede argüirse esto sin hacer un insulto al pueblo argentino(...)”...”El jurado es la justicia del pueblo aplicada por el pueblo mismo y nunca puede ofrecer para las personas los peligros de una justicia discernida por hombres surgidos de una clase aferrada egoístamente a la conservación de sus intereses materiales y de sus privilegios sociales..” (Cámara de senadores, Sesión 19ª ordinaria, 3 de agosto 31 de 1920 – extraído de http://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf ). 57 En oportunidad de desmentir los argumentos que aducían que nuestra sociedad no estaba “preparada” para la institución del juicio por jurados, expresó, recordando los orígenes del instituto: “No es una ofensa la que se hace a la sociedad argentina suponiéndola inferior a esa colectividad de rudimentarios hábitos y por demás retrógrados, que nos presenta la historia?”... para añadir.. “Creo que se puede afirmar que con el jurado se obtiene una administración de justicia económica, rápida, exacta y armónica entre la ley y la equidad”. Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit., ps.95 y 114 respectivamente. 58 “... los jurados contraen una inmensa responsabilidad moral ante la opinión pública del país, soberano e incorruptible.” Citado por Alfredo Mooney, ob. cit. p. 146 59 Este autor merece un capítulo aparte. Dado que no puede hacerse en este trabajo, sólo recalcaremos que considera que la horizontalidad que imprime el juicio por jurados a la estructura judicial favorece a la independencia, que el jurado representa al pueblo que toma directamente en sus manos la administración de justicia, etc. Ha sido, junto a Binder, coautor del Proyecto de 1988. Subrayamos que sus propuestas estuvieron orientadas al establecimiento del modelo escabinado. Tan importante contribución realizó en este sentido, que Mooney, en la obra citada, le dedica un título aparte a su opinión. Véase: Mooney, Alfredo, ob. cit. ps. 315 y ss. 32 60 Quien conjuntamente con Maier redactó el Proyecto de 1988, en el que proponía el establecimiento del juicio por jurados en su versión “escabinado” (lo concebía enteramente compatible con la Ley Suprema Ya que ésta ordenaba el Juicio por jurados sin estipular de manera específica a alguna de sus formas, no obstante haya estado en las aspiraciones de los constituyente que se siguiera el modelo anglosajón). Véase: “introducción al derecho Procesal Penal”, Binder, Alberto M., Ed. Ad-Hoc, 1993, ps. 106 y ss. Sobre el Proyecto, puede consultarse Mooney, Alfredo, ob. cit. ps. 139 y ss.; De igual modo: Cafferata Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, Editores del Puerto, 1997. 61 Preconizó la “aptitud” de los miembros de la sociedad (la “gente común”) para apreciar con criterios de justicia. Así, declaró: “(...) como el imputado habría podido darse cuenta de la ilicitud de su accionar, para que su conducta sea reprochable, de la misma manera, un jurado, como ciudadano, puede percibir ante un estrado la ilicitud de un hecho ya que su función es analizar los hechos(...)” , del trabajo “Actualidad del juicio por jurados en la Argentina”, extraído de: http://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf#search=%22jui cio%20por%20jurados%20garantia%20constitucional%22 62 Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados principios, respetuoso por la dignidad y libertad humanas, lúcido defensor de las garantías constitucionales, en sus numerosas obras tuvo oportunidad de expedirse sobre el tema que nos ocupa, inclinándose por el sistema 33 “escabinado”. Véase: “Introducción al Derecho Procesal Penal”, de José I. Cafferata Nores, Ed. Marcos Lerner, ps. 108, 114, 116 a 120 (n.5), 156. – y “Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, mismo autor, Editores del Puerto, 1997 63 “...La independencia interna sólo puede garantizarla una magistratura en la que se reconozca que todos los jueces son en principio iguales y que las únicas diferencias que median entre ellas son las derivadas de sus distintas funciones en razón de las distintas asignaciones de competencia. Esta magistratura horizontal se pone frontalmente a las magistraturas verticalizadas, cuyos modelos más perfectos los brindan, originariamente, la magistratura apoleónica, y modernamente, la magistratura fascista.(...)En la democracia no hay otra forma de imparcialidad que la que resulta del pluralismo y del control recíprocos entre los distintos agrupamientos espontáneos dentro de su estructura.”... y agrega “...pero lo que nos resulta penoso es que se pretenda negarla frontalmente con argumentos folkloristas. En tanto que por folklórico entendemos algo sumamente respetable, por folklorista entendemos una caricatura del folklore y bajo este acápite caricaturesco colocamos ese género de argumentos con que, en toda ocasión y materia, se pretende rechazar las reformas que impulsan a la democracia y que, en todo caso, serían los siguientes: A) Que nuestros países no están preparados B) Que no tenemos juristas C) Que se trata de instituciones foráneas que se oponen a nuestras tradiciones nacionales. A) Nunca se define en estas ocasiones al país preparado para algo. Se trata de una frase hecha que oculta los mayores 34 autoritarismos...” Eugenio Raúl Zaffaroni “Dimensión política de un Poder Judicial Democrático” t. 149 pág. 857. (Toma los argumentos invocados por los “antijuradistas” y... los DESTROZA. Sugerimos la obra. Sugerimos leer, en general, al Dr. Zaffaroni.). Los fragmentos escogidos pueden encontrarse, también, en el trabajo “La actualidad del Juicio por Jurados en la Argentina”enhttp://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf#se arch=%22juicio%20por%20jurados%20garantia%20constitucional%22. 64 También pueden verse la opiniones de célebres extranjeros que se proclamaron en favor del juicio por jurados, como el mismísimo Aristóteles (“Muchas personas son más justas que una...”), cit. Mooney, op. Cit, p. 291), Montesquiu, Beccaría, Ferri, Sieyes, Carrara, Tocqueville, y otros. 65 Citado por Alfredo Mooney, ob. cit. p. 92. 66 Citado por Mooney, ob. cit., p.186. Parte de sus trabajos pueden verse en www.salvador.edu.ar. 67 Nos permitimos aquí asignar al juicio por jurados la frase que, en la “Moción de Valencia” se dijo respecto de la imparcialidad del Juez, porque entendemos que ninguna garantía Constitucional debe hacerlo (quedar en la mera retórica). 68 “El hombre no deja de ser libre porque un tirano lo decrete; pero tampoco es libre porque una democracia lo resuelva” Soler, S., cit. por Mooney, ob. cit. p. 295. 68 69 Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados Véase el tema abordado por E. Hendler y R. Cavallero en: "Justicia y Participación. El juicio por jurados en materia pen69 “El hombre no deja de ser 35 libre porque un tirano lo decrete; pero tampoco es libre porque una democracia lo resuelva”, cit. por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 295. 69 Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados al", Ed. Universidad, año 1988. 70 Entiéndase bien nuestra posición: que se realicen todos los preparativos para concretar el juicio por jurados (lo que supone tiempo), pero que empiece ya. O bien, que se disponga la reforma constitucional. Pero ahora mismo. Que se resuelva. 71 Así Obligado sostuvo: “queda evidenciada la abierta violación y desprecio a las normas constitucionales –ineludibles en un estado de derecho- si el Congreso Nacional no procura, a corto plazo, el establecimiento de esta institución en la República Argentina”. 72 Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.114. ESTA PONENCIA FUE ELEGIDA COMO MEJOR PONENCIA EN LA CATEGORÍA ESTUDIANTE DE LA CARRERA DE ABOGACÍA. HA SIDO PREMIADA CON $ 1.000 Y DISTINGUIDA CON EL DIPLOMA QUE SIGUE A CONTINUACIÓN. 36 37