Cuadernos de pensamiento político

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Cuadernos
de pensamiento político
Cuadernos
de pensamiento político
NÚM. 10 • ABRIL - JUNIO , 2006
Índice
5
Nota editorial
9
MIKEL BUESA
Víctimas del terrorismo y política del perdón
23
ROGELIO ALONSO
43
SANTIAGO GONZÁLEZ
55
MAURICIO ROJAS
77
BJORN LOMBORG
91
PEDRO SCHWARTZ
La política antiterrorista: Las lecciones de Irlanda del Norte
A qué llaman proceso de paz
La inmigración. Una visión desde Escandinavia
Preocupaciones equivocadas
Un área abierta de prosperidad.
Realismo e imaginación en el Atlántico Norte
109
RAÚL RIVERO
115
RAFAEL L. BARDAJÍ
133
ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO
145
PEDRO BUENDÍA
173
JAVIER ORRICO
Matar el periodismo
¿Adónde va América?
Política exterior e interés nacional
Censura y represión en el mundo árabe
La inmersión lingüística del Dr. Jekyll y Mr. Hide
(Homenaje a J.R. Lodares)
RESEÑAS
187
190
193
196
199
203
206
208
211
MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO: Cambio de destino. Memorias
(Jon Juaristi)
IGNACIO FERNÁNDEZ BARGUES: Informe sobre la decadencia de Cataluña
reflejada en su Estatuto (Arcadi Espada)
JESÚS BARREIRO: Diccionario de adioses (Gabriel Albiac)
ÓSCAR ELÍA MAÑÚ: Problema infernal. Estados Unidos en la era del
genocidio (Samantha Power)
FERNANDO R. GENOVÉS: Contra el eje del mal (W. Kristol / R. Kagan)
ENRIQUE BOTO: 11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta (Jaime Ignacio
del Burgo)
CARMEN IGLESIAS CAUNEDO: Menos utopía y más libertad (Juan Antonio
Rivera)
CARLOS MARTÍNEZ-CAVA: La ideología invisible (Jesús Trillo-Figueroa)
JOSÉ MANUEL DE TORRES: Los mitos de la nueva izquierda (Rodolfo
Casadei)
Cuadernos
de pensamiento político
E D I TA :
FA E S .
F U N DA C I Ó N PA R A E L A N Á L I S I S Y L O S E S T U D I O S S O C I A L E S
PAT R O N AT O :
Presidente: J O S É M A R Í A A Z N A R
Vicepresidente: Á N G E L A C E B E S
Vocales:
E S P E RAN ZA AG U I R R E
F RANC I SCO ÁLVAR E Z - CASCOS
CAR LOS ARAGONÉS
JAVI E R AR E NAS
RAFAE L AR IAS - SALGADO
JOSÉ ANTON IO B E R MÚDE Z DE CASTRO
M IG U E L BOYE R
JAI M E IG NAC IO DE L B U RGO
PÍO CABAN I LLAS
P I LAR DE L CASTI LLO
GAB R I E L C I S N E ROS
M IG U E L ÁNG E L CORTÉS
GAB R I E L E LOR R IAGA
J AV I E R F E R N Á N D E Z - L A S Q U E T T Y
ANTON IO F ONTÁN
MAN U E L F RAGA
G E RAR DO GALEOTE
LU I S DE G RAN DE S
J UAN JOSÉ LUCAS
P E DRO ANTON IO MARTÍN
RODOLF O MARTÍN VI LLA
JAU M E MATAS
ANA MATO
AB E L MATUTE S
JAI M E MAYOR OR E JA
M E RC E DE S DE LA M E RC E D
JORG E MORAGAS
ALE JAN DRO M UÑOZ - ALON SO
EUG E N IO NASAR R E
MARC E LI NO OR E JA
ANA PALAC IO
LOYOLA DE PALAC IO
ANA PASTOR
JOSÉ P E DRO PÉR E Z - LLORCA
JOS E P P IQUÉ
MAR IANO RAJOY
RODR IGO RATO *
ALB E RTO R ECARTE
CAR LOS ROB LE S P IQU E R
JOSÉ MAN U E L ROMAY B ECCARÍA
LU I SA F E R NAN DA RU DÍ
JAVI E R RU PÉR E Z
SORAYA SÁE N Z DE SANTAMARÍA
ALF R E DO TÍM E R MAN S
I SAB E L TOC I NO
BAU D I LI O TO MÉ
F E DE R ICO TR I LLO - F IG U E ROA
J UAN VE LAR DE
ALE JO VI DAL - QUADRAS
C E LIA VI LLALOBOS
E DUAR DO ZAP LANA
JAVI E R ZAR ZALE JOS
Secretario general: J AV I E R F E R N Á N D E Z - L A S Q U E T T Y
Director: JAVI E R ZAR ZALE JOS
Redacción: M I G U E L Á N G E L Q U I N TA N I L L A N AVA R R O
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Cuadernos de pensamiento político
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* En la actualidad, en suspensión voluntaria de sus funciones.
Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del libro, Archivos y Bibliotecas para su difución en
bibliotecas, centros culturales y universidades de España
NOTA EDITORIAL
Q
uienes estiman que la libertad personal es el fundamento primario
de la vida pública deseable, suelen encontrarse con frecuencia en
una situación incómoda. Por una parte, su tradición intelectual puede
contemplarse como un largo combate –con frecuencia heroico y muchas
veces infructuoso– frente a lo que habitualmente se denomina «tiranía de
la mayoría», tradición que previene de la querencia invasiva y expansiva
del poder público, que –según el conocido aserto rousseauniano– termina
invariablemente por solicitar, si no se pone atención y remedio, «la enajenación total de cada asociado, con todos sus derechos a toda la comunidad»; es ésta una pretensión característica de los totalitarismos de cualquier tiempo, y en la medida en que uno la patrocina, la disculpa o la
corteja, se distancia de la concepción democrática y liberal del Estado y
se escora hacia posiciones excéntricas, electoral y doctrinalmente. Por
otra parte, cada vez con mayor claridad se percibe la necesidad de mantener un Estado fuerte, capaz de ejercer una compulsión legítima sobre la
vida pública cuando así lo requiere la protección del interés común. Se
trata, desde esta segunda perspectiva, de limitar la presencia y la actividad
de actores cuyo comportamiento o intención se juzgan incompatibles
con los principios del Estado democrático liberal, y, por tanto, de comprender que la defensa de la libertad política no pasa sólo por establecer los
límites del Estado, sino también por el esclarecimiento de las obligaciones del
Estado para preservar la libertad personal a la que debe servir, los derechos inviolables de la ciudadanía.
Hoy, es poco menos que evidente que quienes se han ocupado de establecer con rigor los límites del Estado son quienes, prácticamente en solitario, se han decidido a acometer también la reflexión y la acción sobre
las obligaciones de los Estados democráticos y liberales, dentro y fuera de
su territorio, en defensa de derechos y valores que estiman universales; no
porque así lo juzguen caprichosamente, sino porque son universalmente
demandados por quienes carecen de ellos y de los medios para procurárselos por sí mismos. Es igualmente evidente que quienes disculpan o aniABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
man a Estados dedicados a enajenar totalmente a quienes se encuentran
bajo su jurisdicción, quienes han tendido a negar o a omitir los límites del
poder (entre nosotros, los que mediante un ejercicio de cinismo extraordinario se permiten presentar la virtud constituyente de la transacción y
de la disposición al consenso como prueba de que la derecha «no quería»
lo que finalmente fue acordado, y omiten que incluso estando en vigor la
Constitución de 1978 patrocinaron una declaración programática explícita contra los principios de la democracia liberal, declaración que fue traumáticamente, y quizás sólo aparentemente, rectificada con posterioridad),
son también quienes eluden demandar al Estado el cumplimiento estricto
de sus obligaciones para preservar la libertad, quienes renuncian a hacer
distinciones entre quienes pueden formar parte del sistema y quienes no
pueden porque existen sólo para hacerlo desaparecer, quienes, en definitiva, han fundado un territorio que se halla en un vaporoso estado en el que
todo puede negociarse, todo puede cambiar de nombre o identidad y todo puede tratarse «políticamente», porque el Estado parece ser dueño de
todo y no encontrarse obligado por nada. En esta forma «avanzada» de
entender la democracia (se entiende que avanzada por abandono de la
democracia liberal –la que está en vigor porque así lo ha querido el electorado– y por aproximación a una nueva utopía radical) el Estado no tiene límites ni obligaciones. Pretende, por ejemplo, extender su jurisdicción
hacia el pasado pero desentenderse de sus obligaciones presentes, vindicar a las víctimas del franquismo pero eludir a las de ETA y a las del terrorismo iraquí. Y, lógicamente, procura alianzas y pactos con quienes, como
él mismo, estiman que avanzar es vulnerar límites y omitir compromisos.
Frente al Estado democrático liberal, un Estado rampante.
Ante esta novedad, conviene reiterarse en los principios y ejercitarse
en los trabajos que la libertad política demanda, que es la más intensa expresión de la igualdad, lo que todos necesitamos para dar valor a nuestra
vida, y no su opuesto; es por tanto la virtud política de mayor expansión
electoral potencial y el principio que mejor puede fundamentar un orden
político internacional realmente ecuménico.
Entre los más candentes problemas relativos a los límites del Estado se
encuentra, obviamente, el de la represión y la censura. Cuba y el mundo
árabe constituyen dos ejemplos perfectos. En Matar el periodismo y
Censura y represión en el mundo árabe, Raúl Rivero y Pedro Buendía muestran, respectivamente, que cuando el Estado desborda sus límites arrolla
en primer lugar los derechos de su propia población. La disputa no es sólo ni principalmente entre diferentes concepciones culturales o ideológicas, entre distintos países o regiones, sino entre los gobiernos y sus gobernados. La homogeneidad cultural o ideológica es sólo una ficción en la
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NOTA
EDITORIAL
Cuadernos de pensamiento político
que algunos incautos se enzarzan, perdiendo de vista que el conflicto fundamental tiene lugar dentro de los países, dentro de las culturas y de las
«civilizaciones», entre quienes aspiran a vivir libremente y quienes ahogan
la legítima aspiración de éstos. De igual modo, como explica Javier Orrico
en La inmersión lingüística del Dr. Jekyll y Mr. Hide. Homenaje a Juan Ramón
Lodares, el programa socialista y nacionalista para Cataluña se fundamenta en la nada inocente sustitución de «lo propio» por «lo exclusivo», impostura sin la que la pretendida homogeneidad de Cataluña sería desmentida a cada paso, en cada esquina y en cada conversación.
En el lado opuesto se encuentran las iniciativas destinadas a alterar
decisivamente el statu quo internacional en beneficio de la libertad política y económica, especialmente necesaria para los más pobres y los más
oprimidos. Ése puede ser el caso de la nueva política exterior norteamericana, cuyo sentido, efectos, riesgos y obstáculos expone Rafael L.
Bardají en ¿Adónde va América?; de la imprescindible recuperación del
concepto de interés nacional, según muestra Alejandro Muñoz-Alonso
en Política exterior e interés nacional; de la creación del Área Abierta de
Prosperidad Atlántica, iniciativa patrocinada por FAES que es expuesta
por Pedro Schwartz en Un área de prosperidad. Realismo e imaginación en
el Atlántico Norte o, finalmente, del necesario cambio de perspectiva sobre los problemas globales, comenzando por la relevancia otorgada al
cambio climático, como advierte Bjorn Lomborg en Preocupaciones equivocadas. Cómo nuestra obsesión por el calentamiento global nos impide actuar
correctamente, y por la inmigración, cuya errónea concepción puede producir los efectos que describe Mauricio Rojas en La inmigración. Una visión desde Escandinavia.
Pero donde con más gravedad se percibe la elusión de responsabilidades por parte de este nuevo tipo de Estado, apenas naciente, es en su modo de encarar el terrorismo en España, previsible desde que el Gobierno
reveló su pensamiento sobre el terrorismo internacional hace ahora dos
años, ordenando el abandono de la población iraquí y exponiendo como
prueba de su acierto los efectos de su propia decisión y de otras semejantes. Las víctimas del terrorismo tienen derecho a pedir justicia porque la
ley se lo da, y en la medida en que eso es lo que hacen, merecen el respaldo de todos los que creen que la vigencia del Estado de derecho es
fundamental para asegurar la convivencia pacífica. Tienen derecho porque hacer justicia es una obligación del Estado, no una opción a disposición del Presidente del Gobierno. Al reclamar su derecho exclusivo a
conceder o negar el perdón, no expropian al Gobierno de una facultad
adquirida legítimamente por él, ni piden la alteración del sistema; no persiguen tener en él una presencia privilegiada. Como afirma Mikel Buesa
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
en Víctimas del terrorismo y política del perdón, el Estado está obligado a hacer justicia, y el perdón –que carece de relevancia penal– corresponde sólo a la víctima. La pena no es el precio con que se compra el delito: no da
derecho a matar el estar dispuesto a cumplir la condena. Un efecto aún
mayor podría tener la iniciativa de premiar o complacer mediante concesiones políticas o de representación a un sedicente encargado de «poner
fin» al terrorismo, imitando irreflexivamente el desastroso modelo irlandés. Como muestra Rogelio Alonso en La política antiterrorista: las lecciones de Irlanda del Norte, un proceso de esas características consolida y
eterniza el chantaje sobre los actores políticos que nunca han hecho uso
de la violencia, cuyos sacrificios se solicitan para una paz que nunca acaba de llegar y contra la justicia debida a las víctimas. En esas condiciones,
hablar de proceso de paz no deja de ser un modo de encubrir una negociación que, como afirma Santiago González en A qué llaman proceso de
paz, será empleada por los terroristas para fortalecerse frente al Estado
de derecho, no para asumir voluntariamente su derrota.
El comunicado hecho público por ETA el pasado día 22 de marzo expresa sólo que la posición de ETA permanece intacta: ETA compra, no
vende; compra la desaparición de España como territorio de libertad, de
igualdad y de derecho, no vende su propia desaparición. Y es llamativo
que crea que la transacción está al alcance de la mano. Esa creencia es precisamente lo opuesto a lo que puede causar el definitivo y completo desistimiento de los terroristas, como llegó a producirse entre destacados militantes de la banda hace apenas unos meses. El comunicado muestra una
lista de la compra de lo que no está en venta y la exigencia de que se acepte como medio de pago aquello para cuya erradicación existen los sistemas políticos occidentales. De nuevo, ETA reitera sus fines y sus medios, y
condiciona la supresión de éstos a la consecución completa de aquéllos.
El número 10 de Cuadernos de Pensamiento Político incluye también las
siguientes reseñas: Informe sobre la decadencia de Cataluña reflejada en su
Estatuto, de Arcadi Espada, por Ignacio Fernández Bargues; Diccionario
de adioses, de Gabriel Albiac, por Jesús Barreiro; Problema infernal. Estados
Unidos en la era del genocidio, de Samantha Power, por Óscar Elía Mañú;
Contra el eje del mal, W. Kristol y R. Kagan (eds.), por Fernando R.
Genovés; 11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta, de Jaime Ignacio del
Burgo, por Enrique Boto; Menos utopía, más libertad, de Juan Antonio
Rivera, por Carmen Iglesias Caunedo; La ideología invisible, de Jesús
Trillo-Figueroa, por Carlos Martínez-Cava; Los mitos de la nueva izquierda, de Rodolfo Casadei, por José Manuel de Torres y Cambio de destino.
Memorias, de Jon Juaristi, por Miguel Ángel Quintanilla Navarro.
8
NOTA
EDITORIAL
MIKEL BUESA
VÍCTIMAS DEL TERRORISMO
Y POLÍTICA DEL PERDÓN 1
INTRODUCCIÓN
E
n su más sintética formulación, las distintas organizaciones de
víctimas del terrorismo han recurrido a cuatro conceptos para
expresar sus reivindicaciones políticas ante la sociedad española. Se
ha reclamado así la memoria de todos cuantos han sufrido directamente la violencia de los atentados terroristas, muy especialmente de
quienes perecieron en ellos; se ha exigido también el restablecimiento
de la verdad con respecto a esas víctimas para que, reconociéndose
que su sufrimiento no ha sido la consecuencia de una culpa, se restituya su dignidad como ciudadanos inocentes sacrificados por las organizaciones terroristas para infundir el miedo en el conjunto de la sociedad; y se ha demandado justicia para que, por medio de la condena
penal de los individuos responsables de la actividad terrorista y la reparación del daño causado, pudiera eludirse cualquier apelación a la
venganza como medio de satisfacción moral.
De estas reivindicaciones –que, tras muchos años de olvido, silencio y recortada atención por los poderes públicos, encontraron satis-
Mikel Buesa es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Presidente del Foro de Ermua.
1
Este artículo recoge, en lo esencial, la ponencia que, con el mismo título, presenté en el III Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, celebrado en Valencia (España) los días 13 y 14 de febrero de 2006.
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
facción desde el final de la década de los noventa con la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo, el Pacto por las Libertades y
contra el Terrorismo o la reforma penal de 2003– la más urgente, en
el momento actual, es sin duda la que alude a la justicia, pues con la
ruptura del referido pacto –expresada nítidamente en la resolución
del Congreso de los Diputados sobre el final dialogado de ETA que se
adoptó durante el debate sobre el estado de la nación de mayo de
2005– se ha instalado en la sociedad el convencimiento de la existencia de un proceso negociador entre el Gobierno y esa organización
terrorista en el que, además de algún tipo de pacto político, se busca
establecer un acuerdo de «paz por presos», un alto el fuego a cambio
de la aplicación de medidas de gracia a los terroristas encarcelados.
AMNISTÍAS, INDULTOS Y EXCARCELACIONES
Amnistiar, indultar o excarcelar a quienes corresponde la responsabilidad de haber hecho del crimen un instrumento de la política, se ha
convertido, en virtud del pragmatismo de los gobernantes, en un ingrediente de sus estrategias para lograr el final de las organizaciones
terroristas. Recientemente, en noviembre de 2005, el Gobierno británico presentó la Northern Ireland Offences Bill, un proyecto de ley en
virtud del cual se daba cumplimiento a un acuerdo entre Tony Blair y
los republicanos del Sinn Fein, para que unos 150 militantes del IRA,
actualmente huidos, pudieran retornar libremente al Ulster. El Primer
Ministro defendió el proyecto señalando que con él se «pretendía poner fin al terrorismo», y eludió así la crítica de los demás partidos de
Irlanda del Norte en la que se enfatizaba la idea de que su contenido
era «un insulto, una grotesca tomadura de pelo a las víctimas del terrorismo» 2. Afortunadamente no pudo lograr los apoyos necesarios
para la ratificación de la ley por las Cámaras legislativas y, en enero
de 2006, se vio obligado a retirarla.
El caso británico no es el único. En septiembre de 2005 se aprobó
en Argelia una Carta por la Paz y la Reconciliación Nacional en la que se
amnistiaba a los terroristas responsables de actos individuales de vio2
Cfr. A. Romero (2005): «El Gobierno británico apoya una amnistía para terroristas con delitos de sangre», El Mundo, 11 de noviembre.
10
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
lencia –excluyéndose a los participantes en masacres colectivas– y se
exoneraba de responsabilidad a las fuerzas de seguridad estatales. Esta norma, aprobada en referéndum, fue duramente contestada por diferentes organizaciones, entre las que destacan las que acogen a los
familiares de las más de 150.000 víctimas del Frente Islámico de Salvación. Así, Sultan Brahimi, presidente de la Organización Nacional
de Víctimas del Terrorismo, declaró que con esa ley «el Estado se ha
despojado de todo derecho y toda humanidad»; y Cherifa Jedar, que
dirige la asociación Yazairuna, en un acto celebrado en el cementerio
de Blida, proclamó que «nadie tiene derecho a perdonar en nombre
de las personas que están aquí enterradas», a la vez que reivindicó
«nuestro derecho a la justicia, nuestro derecho a la memoria» 3. Además, Amnistía Internacional señaló que esta ley puede «perpetuar un
clima de impunidad y alentar nuevos abusos» en Argelia 4.
Que las amnistías se hacen contra las víctimas del terrorismo y no
garantizan que éste tenga su fin, ya lo sabíamos en España. Cuando
en octubre de 1977 se promulgó la ley que culminaba las medidas de
gracia decretadas por los Gobiernos de Adolfo Suárez desde un año
antes, ETA había asesinado a 66 personas. Después de la amnistía
caerían bajo su fuego otras 751. Por su parte, hasta ese momento el
GRAPO había cometido 14 asesinatos; ulteriormente se responsabilizaría de otros 70. Con el FRAP, el Movimiento Ibérico de Liberación
y los grupos anarquistas y de extrema derecha, ocurriría otro tanto; y
si se hace referencia a todas las organizaciones armadas que han practicado el terrorismo en España, se establece un balance cuantitativo
de muertes en el que, con anterioridad al perdón estatal se anotan 97
nombres, y con posterioridad, 1.165 más.
La amnistía no acabó entonces con el terrorismo, pero sí dejó en
el desamparo a sus víctimas. Javier Ybarra, cuyo padre fue secuestrado y ejecutado por ETA, ha recordado no hace mucho que «aquella
decisión –la del perdón y excarcelación de los asesinos– me supo a
recompensa del mal», para añadir enseguida que «mientras los españoles vivían una auténtica fiesta de libertad y democracia, nosotros asu3
Cfr. R. Meneses Aranda (2005): «El voto de los cementerios», El Mundo, 30 de septiembre.
4
Cfr. R. Meneses Aranda (2005): «Argelia, entre la reconciliación nacional y la amnesia», El Mundo,
28 de septiembre.
ABRIL / JUNIO 2006
11
Cuadernos de pensamiento político
míamos nuestra tragedia en soledad y silencio» 5. La de amnistía fue,
por ello, una ley de injusticia; y si pudo resolver, zanjándolos definitivamente, los residuos de responsabilidad penal que pudieran subsistir desde el enfrentamiento civil entre los españoles y de la actividad
política durante el posterior régimen autoritario, no logró atajar el
problema del terrorismo.
A este fracaso se debe que, en los años ulteriores, se produjeran intentos de zanjar la cuestión de ETA mediante pactos entre el Gobierno y esa organización en los que se intercambiaría la «paz» –es decir,
el cese temporal o definitivo del empleo de la violencia con fines políticos– por la excarcelación o suavización de las condiciones penitenciarias de los militantes «presos» de ella. El más notorio, por haber
saldado la responsabilidad penal de 258 individuos vinculados a grupos terroristas, fue el derivado del acuerdo entre ETA político-militar
y el entonces Ministro del Interior Juan José Rosón un mes antes de
que la UCD fuera desalojada del ejercicio del poder por el PSOE. Entre 1982 y 1989, esos etarras pudieron normalizar «su situación, en
unos casos tras obtener un indulto, en otros gracias a la excarcelación
o la vuelta del exilio, sin riesgo de sufrir persecución policial o judicial» 6. Las condiciones de esa normalización las han recordado recientemente dos víctimas del terrorismo –Ángel Altuna y José Ignacio
Ustarán Muela, hijos de sendos asesinados por ETA político-militar
en septiembre de 1980 7– al señalar que el correspondiente proceso se
saldó con una total impunidad para los terroristas, pues «no se siguió
ninguna investigación policial que permitiera continuar con los procesos abiertos, no se reabrieron los casos archivados ni se investigaron los asesinatos de ETA por aclarar», de manera que, sin que se «reconociera el daño realizado, ni se expresara un mero esbozo de…
arrepentimiento, …se consideró que los presos que se situaban cercanos a los que habían dejado las armas estaban ya automáticamente
reinsertados». Y ello hizo que, en aquel caso, no hubiera justicia, pues
5
Cfr. J. Ybarra (2005): «Zapatero cabalga hacia el conflicto», El Mundo, 20 de mayo.
6
Cfr. F. Domínguez (2000): «El enfrentamiento de ETA con la democracia»; incluido en A. Elorza (Ed.): La
historia de ETA, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, pág. 313.
7
El primero es hijo del capitán de la policía nacional Basilio Altuna, y el segundo es hijo del político de
UCD José Ignacio Ustaran Ramírez. Los asesinatos de ambos han quedado sin resolver, por lo que no se
han depurado las responsabilidades penales de quienes los cometieron.
12
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
no se tuvo en cuenta ni «el valor retributivo de la pena, (ni) la exigencia del reconocimiento del daño, (ni) una reinserción de tipo activo».
En definitiva, «el atajo que erróneamente se tomó entonces» hizo que
la reinserción de los polimilis, que muchas veces se pone como el ejemplo a seguir, se acabara configurando como «una situación injusta» 8.
Si tenemos en cuenta todo esto, podemos pensar que, cuando en
estos días algunos especulan con la posibilidad de aplicar medidas de
gracia a terroristas en el marco de un hipotético «proceso de paz» negociado entre el Gobierno y ETA, esos mismos extienden a la vez un
telón de olvido sobre el sufrimiento de unas víctimas que no han visto
compensada su amargura con la realización de la justicia. Porque hay
que decir con rotundidad que, en España, la aplicación del derecho a
los delitos terroristas ha supuesto, para sus ejecutores, unas penas notoriamente insuficientes. Y ello ha afligido a las víctimas. Recuérdense, por ejemplo, las palabras de María Luisa Ordóñez –viuda de un
asesinado por los GRAPO– cuando señalaba que «después de pulverizarnos la vida a mi hija y a mí, tuvimos que soportar ver a Sánchez
Casas saliendo de la cárcel con el puño en alto y gritando que no se
arrepentía de nada; ¡qué justicia permite este escarnio!» 9. O las de
Juan José García, ex guardia civil, el día de la excarcelación de Eugenio Etxebeste, quien atentó contra él: «Antxon ha pasado seis años y
medio en la cárcel y yo llevo en mi cuerpo diecisiete… cicatrices» 10.
Por cierto, que ese mismo Etxebeste fue quien ordenó el asesinato de
su tío Ramón Baglietto. La hermana de éste –Nieves Baglietto, tía
también del etarra, que tuvo que exiliarse del País Vasco al poco tiempo del atentado, pues la amenaza se cernía también sobre ella– ha escrito recientemente, evocando aquellos acontecimientos y observando los actuales intentos de negociación con ETA, que «corrió mucha
sangre, sangre que a la vista del camino que se ha emprendido… habrá sido estéril, …(pues) podemos pasar por el desprecio, la humillación y el trago amargo de (un) intento de pacificación (basado en) el
mercadeo de la sangre de las víctimas del terror» 11.
8
Cfr. A. Altuna y J.I. Ustaran Muela (2006) : «Justicia retributiva y reinserción activa», Carta al Director,
ABC, 9 de febrero.
9
Cfr. V. Ródenas (2004): «Las víctimas del GRAPO siempre fuimos de segunda clase», ABC, 26 de mayo.
10
Cfr. D. Martínez y J. Pagola (2004): «Él, 6 años en prisión; yo, 17 cicatrices», ABC, 29 de enero.
11
Cfr. N. Baglietto Martínez (2005): «Un cuarto de siglo entre el dolor y la esperanza», El Correo, 8 de mayo.
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
LA OPINIÓN PÚBLICA Y EL PERDÓN DE LOS TERRORISTAS
A pesar de que vivimos en días inquietantes y llenos de incertidumbre, pues todo indica que el Gobierno se ha embarcado en algún tipo
de negociación con ETA en la que podría haberse puesto sobre la
mesa, de nuevo, la idea de un intercambio de «paz por presos», no
por ello debe considerarse que la suerte está echada y que la oposición a semejante proyecto es una batalla perdida. Digo esto porque
en la sociedad española ha arraigado con fuerza la idea de que a los
terroristas no deben concedérseles medidas de gracia, de manera que
los españoles son poco proclives a aceptar una política de perdón.
Quizás, la investigación sociológica que mejor ha reflejado esta realidad sea la realizada por Francisco Llera para la Fundación Víctimas
del Terrorismo en 2005 12, una investigación cuyos resultados han sido
corroborados por otras posteriores, menos completas 13. Esos resultados, que se pueden visualizar en el gráfico adjunto, señalan destacadamente lo siguiente:
• Una eventual negociación con ETA es aceptada por casi la mitad
de los españoles, aunque siempre condicionada a que la organización terrorista abandone sus actividades violentas; pero es rechazada de manera radical por más de un tercio 14 y sólo se admite de forma incondicional por un poco más de la décima parte.
Esa aceptación es, a su vez, compatible con un claro escepticismo en cuanto a la posibilidad de que el final de ETA esté cerca,
pues un 55 por 100 de los entrevistados por el Euskobarómetro
se muestran pesimistas a este respecto, en tanto que sólo el 39
por 100 se inclinan por una actitud optimista 15.
12
Véase, Euskobarómetro (2005): Los españoles ante el terrorismo y sus víctimas. IIª Encuesta nacional «Percepción ciudadana sobre el terrorismo y sus víctimas», Avance de resultados, Fundación Víctimas del Terrorismo, Madrid [www.fundacionvt.org].
13
Véase, V. Prego (2005): «Los españoles rechazan que se negocie con ETA si no deja las armas», El
Mundo, 12 de octubre; y V. Prego (2006): «Los ciudadanos no esperan que ETA declare una tregua en los
próximos meses», El Mundo, 4 de enero. Ambos artículos se basan en la «Encuesta El Mundo - Sigma
Dos» que se realiza periódicamente.
14
En Prego (2005) la proporción de quienes aceptan una negociación condicionada a una tregua se
establece en el 43 por 100 de los entrevistados, mientras que su rechazo se eleva hasta el 47 por 100. Por
otra parte, algo más del 56 por 100 consideran que lo único que puede negociarse es la entrega de las
armas.
15
En Prego (2006) la proporción de los que creen en la posibilidad de que ETA declare una tregua a
corto plazo es de sólo un tercio, mientras que la mitad se inclinan por la opinión opuesta.
14
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
La opinión pública española y la negociación con ETA
¿Negociar con ETA?
¿Conceder el perdón a los terroristas de ETA?
Contrapartida de la negociación
¿Cómo se valora la política penitenciaria?
FUENTE: EUSKOBARÓMETRO (2005); Los españoles ante el terrorismo y sus víctimas
• Por otra parte, cuando se indaga acerca de la aceptación o no de
diferentes tipos de contrapartidas en una negociación, la opinión
se divide casi por partes iguales –con una pequeña ventaja a favor– en lo que atañe a las de naturaleza política que puedan ser
consensuadas entre los partidos 16. Esa misma división –aunque
16
Este resultado es más equilibrado que el obtenido por Prego (2006), donde se señala que un 65 por
100 de los encuestados rechazan cualquier concesión política a cambio de una tregua de ETA, mientras
que esa opción sólo la acepta un 23 por 100.
ABRIL / JUNIO 2006
15
Cuadernos de pensamiento político
ahora con un claro sesgo hacia el rechazo– se constata en lo que
alude a la convocatoria de un referéndum para decidir el futuro
político de Euskadi, lo que se compadece bastante bien con una
opinión mayoritaria –el 53 por 100– que entiende que ese referéndum no resolverá nada, y otra aún más inclinada a rechazar
cualquier idea de independencia para esa región –el 74 por 100–.
Pero, al valorar la posibilidad de que se concedan medidas de
gracia y reinserción a los terroristas encarcelados, el empate se
deshace completamente, pues casi dos tercios de los encuestados
se manifiestan en contra 17.
• Este último aspecto puede matizarse si se tienen en cuenta las
peculiares condiciones de quienes han cometido delitos de terrorismo. Las medidas de perdón son completamente rechazadas por un poco más del 44 por 100 de los encuestados, quienes
a su vez reclaman el cumplimiento íntegro de las penas a las que
han sido condenados los terroristas 18. Pero se aceptan por un 41
por 100 en el caso de los terroristas que no han cometido delitos
de sangre 19. Y queda un residual 12 por 100 que admite el perdón de manera incondicionada a todos los reclusos condenados
por terrorismo 20.
• Finalmente, la política penitenciaria del Gobierno con respecto
a los terroristas de ETA se ve de forma muy crítica por los españoles. Sólo una cuarta parte la considera correcta, mientras
que algo más del 48 por 100 la rechaza por entender que debe
ser más inflexible, y otro 14 por 100 por considerar que ha de
ser más flexible. Ello parece indicar que una eventual política
de acercamiento de los presos de ETA al País Vasco o de generosidad en la concesión de terceros grados, puede encontrar un
difícil encaje en la actual configuración de la opinión pública
española.
17
En Prego (2006) el rechazo a las medidas de gracia es aún más intenso, pues alcanza a más del 87
por 100 de los entrevistados, aunque la pregunta alude a los presos con delitos de sangre.
18
Esta frecuencia es prácticamente la misma que la obtenida en Prego (2005).
19
Lo mismo se señala en Prego (2005).
20
En Prego (2005) este porcentaje baja al 7 por 100.
16
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
En resumen, se puede afirmar que, en la sociedad española, existe
una poderosa corriente de opinión que rechaza los pactos con terroristas y, de manera singular, que esas componendas impliquen la repetición de las dolorosas experiencias de la amnistía y del pacto con
los polimilis, dando lugar a la excarcelación de quienes son responsables de delitos irreparables y ni siquiera se han arrepentido de su participación en ellos. Por ello, cuando enfrentamos el riesgo de que el
Gobierno pudiera querer imponernos una política de perdón a los terroristas, nosotros, quienes hemos sido víctimas del terrorismo, tenemos que alentar esa corriente de opinión y ganar la batalla de la solidaridad de la sociedad con nuestro sufrimiento.
LAS VÍCTIMAS Y LA POLÍTICA DEL PERDÓN
A las víctimas del terrorismo se les pregunta con frecuencia acerca de
su actitud ante sus victimarios y, en particular, sobre su disposición a
perdonar el agravio sufrido. La raíz de esta cuestión puede estar en el
trasfondo cristiano y católico que impregna a la sociedad española, de
manera que en ésta pudiera existir un poso cultural que impele a buscar siempre, a través del perdón, la reconciliación entre las partes que,
por el motivo que fuere, se encuentran en conflicto. Además, no ha sido infrecuente que su planteamiento se haya realizado en un marco
estrictamente político, pues se ha pensado que la solución del problema del terrorismo –en el caso concreto del terrorismo nacionalista–
requiere ineludiblemente algún tipo de perdón, en tanto que componente esencial de la pacificación del País Vasco.
Personalmente, la pregunta me sorprendió en el año 2002 con
ocasión del juicio oral en el que fueron condenados los asesinos de mi
hermano Fernando Buesa. Y desde entonces he tratado de darle respuesta 21. Pero antes de entrar en ella, considero relevante mencionar,
por su acierto e influencia, la que mucho tiempo antes, en 1996, formuló Enrique Múgica, ante la insistencia de los periodistas, con moti21
Mi contribución a elucidar la cuestión del perdón se concreta en dos artículos que me han servido
para redactar las páginas que siguen. Se trata de los titulados «Del perdón», publicado en El Correo y en
Diario Vasco el 12 de Julio de 2002, e «¿Indultar a terroristas? La imposible política del perdón», publicado en ABC el 25 de Mayo de 2005.
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17
Cuadernos de pensamiento político
vo del asesinato de su hermano Fernando. Su contestación fue a la
vez sencilla y profunda; y tal vez por ello se ha repetido con profusión
posteriormente: «Ni olvido, ni perdono». Son, en efecto, muchas las
víctimas que han hecho suya esta fórmula tratando de expresar con
ella su reclamación de un castigo equitativo para los que les agraviaron, pues, como escribió Cristina Cuesta, «es un insulto… hablar de
perdón sin hablar de memoria, verdad y justicia» 22. Y, de esta manera,
las organizaciones que han agrupado a las víctimas españolas del terrorismo han desechado cualquier idea de venganza para enfatizar en
su demanda de justicia.
La cuestión del perdón a los terroristas se puede plantear desde
una perspectiva jurídico-política como el resultado de algún tipo de
proceso negociador con ellos que daría lugar a la aplicación de medidas de gracia. Se diría entonces que el Estado, en aras de la superación del conflicto político violento que ha supuesto el terrorismo,
aplica una política de perdón haciendo uso de la prerrogativa de indulto que, heredada del viejo sistema absolutista, las constituciones
democráticas reservan al soberano –en nuestro caso, conforme al artículo 62 de la Constitución Española, al Rey–. Política de perdón
que siempre será discutible, pues contradice los valores superiores de
justicia e igualdad que la propia Constitución proclama. Ello es así
porque el perdón regio supone un tratamiento desigual del indultado
–que, en España, siempre lo será a título individual, pues la norma
superior prohíbe expresamente los indultos generales o amnistías–
con respecto a quienes hubieran podido cometer un delito similar al
suyo, e instaura, para el caso concreto al que se aplica, un estado de injusticia que puede agraviar a las víctimas de dicho delito. Es por este
motivo por el que Kant rechazó la posibilidad del derecho de gracia
con respecto a «los crímenes de los súbditos entre sí» porque, en tales casos, «la impunidad… es la suma injusticia contra ellos» 23. La
amnistía, el indulto, el perdón que otorga el Estado no es, de este
modo, sino la renuncia a resolver los conflictos mediante la aplica22
Cfr. C. Cuesta (2000): Contra el olvido. Testimonios de víctimas del terrorismo, Ediciones Temas de
Hoy, Madrid, pág. 224.
23
Cfr. I. Kant (1989): «Doctrina del Derecho»; incluido en Metafísica de las costumbres, Editorial Tecnos, Madrid, pág. 174.
18
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
ción del derecho, la dejación de la responsabilidad de administrar la
justicia, pues, como ha destacado Sandrine Lefranc, «el orden jurídico no puede tolerar la irrupción del perdón, …porque no existe el
orden del perdón… (y éste) incluso podría ser un fermento de destrucción del orden» 24.
Sin duda con la conciencia de estas dificultades, nuestro legislador
estableció en la vigente ley de 18 de junio de 1870 que los indultos se
decidieran sólo «por razones de justicia, equidad o utilidad pública»,
limitando así la acción del poder ejecutivo. Éste, de acuerdo con la
doctrina establecida por el Tribunal Supremo, ha de ajustarse a dos
principios: por un lado, el de proporcionalidad, de manera que se reduzcan las penas que pudieran resultar excesivas; y, por otro, el de
reinserción social, exigiendo a los penados su arrepentimiento 25. Pues
bien, ninguno de ambos supuestos sería de aplicación a los terroristas
que han cometido sus delitos en España –principalmente a los de
ETA–; primero, porque, como se mostró en la discusión que precedió
a la reforma penal que, con respecto a ellos, se aprobó en 2003, las
condenas que se les han venido aplicando, horadadas por beneficios
penitenciarios a todas luces desmedidos, han sido en la práctica muy
benignas, a la par que insuficientes; y segundo, porque la contrición
ha estado ausente de las expresiones públicas de los terroristas 26 y de
ninguna manera podría interpretarse como acto de compunción el
acuerdo político fruto de cualquier negociación. En definitiva, cuando
24
Cfr. S. Lefranc (2004): Políticas del perdón, Ediciones Cátedra, Madrid, pág. 161.
25
En las líneas precedentes he seguido al fiscal del Tribunal Supremo, Fernando Sequeros. Vid. su artículo Sequeros (2005): «Un indulto razonado y razonable», El Mundo, 19 de febrero.
26
Es aquí pertinente evocar la observación que, en sus memorias de presidio, escribiera en 1862 Fiódor Dostoievski acerca de sus compañeros de infortunio: «Durante aquellos años no vi entre aquella
gente ni el menor indicio de arrepentimiento, ni la menor pesadumbre por su crimen; …la mayoría se
consideraban en su fuero interno completamente justos… Evidentemente, el criminal que se ha rebelado contra la sociedad la odia a muerte y casi siempre se considera a sí mismo inocente, y a ella, culpable». Cfr. Dostoievski (2001): Memorias de la casa muerta, Alba Editorial, Barcelona, pág. 44. Con referencia a los terroristas de ETA, un escandaloso ejemplo ampliamente difundido es el de De Juana
Chaos, convicto por haber participado en múltiples asesinatos y cuya condena suma varios miles de
años. Este individuo solicitó langostinos y champaña a la dirección de la cárcel en la que estaba en
aquel momento recluido, para festejar la ejecución de Tomás Caballero a manos de sus correligionarios;
y también declaró, con motivo del atentado mortal contra el matrimonio Jiménez Becerril, que «me encanta ver las caras desencajadas de los familiares en los funerales; …sus lloros son nuestras sonrisas
y acabaremos a carcajada limpia» (ABC, 9 de enero de 2004). La falta de arrepentimiento ha sido ampliamente documentada para los miembros del IRA en Irlanda por R. Alonso (2003): Matar por Irlanda. El IRA
y la lucha armada, Alianza Editorial, Madrid.
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19
Cuadernos de pensamiento político
observamos a los terroristas de ETA y constatamos sus actitudes, tenemos la misma impresión que evocó Primo Levi al recordar su vagabundeo por la ruinas de Munich después de ser liberado de su reclusión en Auschwitz: «Me parecía revolverme entre turbas de deudores
insolventes, como si todos me debiesen algo y se negasen a pagármelo. Estaba entre ellos… pero ninguno miraba a los ojos, …eran sordos, ciegos y mudos, …todavía capaces de odio y desprecio, prisioneros todavía del viejo complejo de soberbia y de culpa» 27.
Pero existe también una aproximación ética a la cuestión del perdón, a partir de la cual sólo cabe concluir que el perdón estatal es radicalmente ilegítimo. Vladimir Jankélévitch 28, delimita con nitidez
las tres condiciones que se requieren para definir el perdón. La primera alude al hecho de que éste es siempre «un acontecimiento…
que tiene lugar en tal o cual instante del devenir histórico», que se sitúa en un momento determinado porque no es el tiempo el que perdona y el perdón no es desmemoria, pues para perdonar es ineludible el recuerdo del agravio. La segunda destaca que el perdón sólo
se puede realizar dentro de «una relación personal entre dos hombres, el que perdona y el que es perdonado»; y, por ello, ningún perdón verdadero puede ser el resultado de una decisión colectiva, ningún Parlamento ni ningún Gobierno puede perdonar en nombre de
quien ha sido agraviado, «ni el Estado, ni el pueblo, ni la Historia
–nos recuerda Sandrine Lefranc– pueden pretender perdonar» 29. Y la
tercera señala que el perdón se desenvuelve al margen de cualquier
legalidad, pues es «un don gratuito del ofendido al ofensor». De ahí
que nunca pueda exigirse –pues nadie tiene la obligación de perdonar– y sólo se pueda pedir. El perdón, entonces, puede ser rechazado con toda legitimidad.
Por consiguiente, cuando el poder político negocia medidas de
gracia con los terroristas, priva ilegítimamente a las víctimas de su derecho a ser los sujetos del perdón. Y ello se hace tanto con respecto a
las que vieron su vida arrebatada por asesinos, como a las que hemos
27
Cfr. P. Levi (1995): La tregua, Muchnik Editores, Barcelona, pág. 208.
28
Vid. V. Jankélévitch (1999): El perdón, Editorial Seix-Barral, Barcelona.
29
Cfr. S. Lefranc (2004), pág. 137.
20
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
Cuadernos de pensamiento político
sufrido el dolor de su pérdida y no somos sino espectros supervivientes a los que no nos queda más que un hálito para expresar la reivindicación moral de nuestra mortificación. Los que murieron nunca podrán perdonar, pues bajo el peso de la losa que se cierne sobre ellos
en los cementerios, jamás lograrán dar expresión al que hubiera podido ser su deseo; y nosotros, los que les hemos sobrevivido no nos podemos poner en su lugar, pues aunque hayamos vivido su ausencia, ni
siquiera hemos rozado esa muerte que llegó para arrancárnoslos. El
perdón a los que han cometido el delito más absoluto, a los que han
perpetrado el crimen irreparable, no es posible bajo ninguna circunstancia por intenso que pudiera ser el deseo de un Gobierno o, incluso,
de una sociedad para concederlo.
Sólo los que hemos sido sus víctimas tenemos el derecho al perdón de los terroristas. Tal derecho se limita al agravio concreto que
hemos sufrido cada uno de nosotros personalmente, sin que pueda
extenderse sobre el de otras víctimas, incluso cuando éstas fueran
nuestros seres más queridos. Y podemos ejercerlo a nuestra voluntad,
pues nadie tiene la potestad para exigírnoslo. Podemos negarnos a
perdonar y reivindicar nuestro resentimiento sin que nadie tenga razón para reprochárnoslo.
En definitiva, cuando se propugna el indulto a terroristas como
contrapartida de cualquier negociación de «paz», cuando se busca imponer el perdón estatal, se usurpa el derecho de las víctimas a conceder o negar el perdón por los agravios que han sufrido, y se realiza
una injusticia contra ellas. Si así acaba ocurriendo, se podrá afirmar
que el pacto que se logre no habrá establecido una paz verdadera,
pues, como dijo mi hermano Fernando Buesa unos meses antes de ser
asesinado, «la paz sin justicia no es paz; la justicia exige que los daños
que se causaron se reparen, exige sobre todo que las condenas se
cumplan…; (y por ello) yo no puedo estar de acuerdo en que quien
ha cometido un delito gravísimo de terrorismo, que ni siquiera ha pedido perdón a las víctimas a quienes ofendió, y que además cumple su
condena de acuerdo con la ley, esté en la calle» 30. Entonces, a las víc30
Cfr. F. Buesa (2002): Nos queda la palabra… Recopilación de los discursos pronunciados por Fernando Buesa Blanco en las Juntas Generales de Álava, Juntas Generales de Álava tomo II, pág. 255. El
texto procede del discurso pronunciado en el Pleno de las Juntas Generales de Álava el 19 de Abril de
1999, con ocasión de sendas mociones presentadas por los partidos nacionalistas acerca de la excarcelación de etarras.
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21
Cuadernos de pensamiento político
timas se les habrá impedido su reivindicación de justicia y no de venganza –porque, aun en el límite en el que se les ha colocado, siguen
creyendo que ni la más cruel de las represalias puede borrar la culpa
de los asesinos–, y se habrá hecho una vez más verdadera, porque la
Historia se escribe muchas veces simplemente cambiando las fechas,
la sentencia que dejó dicha Albert Camus: «las víctimas acaban de llegar al colmo de su desgracia: se fastidian».
22
VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO Y POLÍTICA DEL PERDÓN
/ MIKEL BUESA
ROGELIO ALONSO
LA POLÍTICA ANTITERRORISTA:
LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL NORTE
E
l 27 de noviembre de 2005 el diario El País publicaba en su sección de Nacional una información sobre la organización terrorista ETA en la que podía leerse el siguiente subtítulo: «Los expertos del
Gobierno asumen como modelo de referencia los acuerdos de Irlanda
del Norte». Días después, el 5 de diciembre, el mismo periódico incidía en que el Gobierno español, asesorado por determinados «expertos» había tomado el referente norirlandés como inspiración de su
política en relación con la situación de dicha organización terrorista y
su brazo político, Batasuna. Asimismo, el 11 de diciembre, el diario El
Correo informaba de que «Emisarios del Gobierno y de la izquierda
abertzale exploran las bases de un proceso como el irlandés». Las
conclusiones que dichos «expertos» transmitían en estas informaciones, así como la profusión con que se establecen paralelismos entre Irlanda del Norte y el País Vasco, particularmente desde el entorno de
la organización terrorista y del nacionalismo vasco, hacen pertinente
un análisis comparativo entre ambos contextos.
Rogelio Alonso es profesor investigador Ramón y Cajal en Ciencia Política en la Universidad Rey Juan
Carlos.
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23
Cuadernos de pensamiento político
ESTADIOS EN EL PROCESO DE CONCLUSIÓN DEL TERRORISMO
En el proceso con el que en Irlanda del Norte se ha intentado poner
término a una prolongada campaña de violencia como la perpetrada
por la organización terrorista IRA es posible distinguir dos etapas. En
la primera de ellas los principales partidos democráticos y los Gobiernos británico e irlandés coincidieron en negar cualquier expectativa
de éxito a la citada organización terrorista, confirmando de ese modo
la ineficacia de su violencia e incentivando por ello el abandono de la
misma 1. En un segundo estadio la estrategia de la negación se habría
visto alternada con significativos gestos hacia el IRA y su brazo político, el Sinn Fein, sustentados en la creencia de que la transición desde
el terrorismo a la democracia así lo requería. Sin embargo, esta contradictoria gestión del proceso se ha traducido en una impunidad e
indulgencia hacia el Sinn Fein que ha minado los fundamentos de la
democracia obstaculizando seriamente la normalización política de la
región al tiempo que ha garantizado la perpetuación de la organización terrorista. Esta experiencia alerta sobre los contraproducentes
efectos que determinadas iniciativas promovidas desde el Gobierno
español pueden tener en la política antiterrorista contra ETA.
La pertinencia de la perspectiva comparada se aprecia al observar
cómo diversos actores políticos y sociales en nuestro país insisten en
emular el denominado proceso de paz norirlandés 2. La fascinación
por dicha región ha sido constante desde la década de los noventa,
como evidenció la tregua de ETA decretada en 1998 como consecuencia del pacto formalizado entre el grupo terrorista y los partidos
políticos nacionalistas PNV (Partido Nacionalista Vasco) y EA (Eusko Alkartasuna), alianza ésta inspirada en una deliberada tergiversa1
Henry Patterson, The Politics of Illusion. A Political History of the IRA. Londres: Serif, 1997.
2
A este respecto, sirvan como muestra las repetidas declaraciones realizadas durante el verano de
2005 por políticos de diverso signo en las que al referirse a la posibilidad del final del terrorismo de ETA
planteaban paralelismos con el escenario norirlandés. Véase por ejemplo, «El camino de Irlanda», Gema
Zabaleta, Odón Elorza, Denis Itxaso, El Correo, 22 de agosto de 2005; «Usabiaga echa en falta un manifiesto del Gobierno como el que dio paso a la tregua del IRA», El País, 19 de septiembre de 2005; «Las limitaciones del acuerdo o consenso», José Ramón Scheiffer, Deia, 19 de septiembre de 2005. Todos estos pronunciamientos coinciden en su errónea interpretación de lo que verdaderamente sucedió en Irlanda del
Norte, contrastando con el riguroso análisis que del proceso norirlandés en perspectiva comparada han
realizado otros autores, como se aprecia en «Hipótesis sobre el final de ETA», Patxo Unzueta, El País, 1 de
septiembre de 2005, y «Downing kalea», Florencio Domínguez, El Correo, 5 de septiembre de 2005.
24
LA
POLÍTICA ANTITERRORISTA: LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL
NORTE / ROGELIO ALONSO
Cuadernos de pensamiento político
ción de los pasos que precedieron el alto el fuego del IRA 3. Los portavoces de estos partidos han argumentado que semejante acuerdo
pretendía facilitar la desaparición de ETA mediante la constitución de
un frente nacionalista que el grupo terrorista interpretaría beneficioso
para sus intereses al sustentarse en la radicalización del nacionalismo
institucional. Utilizando esta misma lógica también el IRA intentó
una coalición similar que fue rechazada por los representantes del nacionalismo en el norte y el sur de Irlanda al considerar éstos enormemente contraproducente la legitimación del terrorismo que esta estrategia conllevaba y que además hubiera impedido cualquier
posibilidad de entendimiento con las víctimas de la violencia en la comunidad unionista. Tras haber descartado los representantes nacionalistas tan peligrosa propuesta, y ante la manifiesta debilidad de la
organización terrorista como resultado de la eficacia de medidas antiterroristas adoptadas por los Gobiernos británico e irlandés, el IRA
optó por decretar un alto el fuego en agosto de 1994.
En este proceso de conclusión del terrorismo del IRA confluyeron
tanto dinámicas internas que afianzaron en el propio grupo terrorista
las críticas hacia la continuidad de la violencia, como adecuados comportamientos por parte de otros actores, esto es, partidos democráticos y Estados, cuya firme respuesta fue la que llevó finalmente a la organización a juzgar su violencia como ineficaz. Debe recordarse que
tanto en el caso de ETA como en el del IRA a menudo se subestima
que sus dirigentes han elegido el terrorismo libremente tras descartar
otros métodos. No es el terrorismo una simple expresión de protesta
espontánea más allá del control de los individuos que lo perpetran, ni
una imposición o reacción inevitable ante unas condiciones materiales e históricas determinadas, sino una táctica elegida entre un repertorio. De ahí que se renuncie a la misma cuando los costes políticos y
humanos que de ella se derivan son elevados y cuando las expectativas de éxito desaparecen 4. Estos factores son los que en el IRA pro3
Para un análisis detallado de la instrumentalización que el nacionalismo vasco ha realizado del proceso norirlandés con el fin de justificar la radicalización de su posicionamiento político desde la Declaración de Lizarra hasta el denominado Plan Ibarretxe, véase Rogelio Alonso, «Pathways out of terrorism in
Northern Ireland and the Basque Country: the misrepresentation of the Irish model», Terrorism and Political Violence, volumen 16, número 4, (2004), pp. 695-713.
4
Sobre esta cuestión véanse los capítulos cuatro, cinco y seis de Rogelio Alonso, Matar por Irlanda. El
IRA y la lucha armada. Madrid: Alianza editorial, 2003, así como Martha Crenshaw, 1991, «How Terrorism
Declines», Terrorism and Political Violence, 3: pp. 69-87.
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25
Cuadernos de pensamiento político
vocaron el cuestionamiento de la violencia que antecedió al cambio
de voluntad materializado en la conclusión de su campaña y en la
aceptación de principios hasta entonces considerados como anatemas y recogidos en el Acuerdo de Viernes Santo, aprobado en abril
de 1998, que daría paso a la participación del Sinn Fein en el mismo
sistema que intentó destruir.
OBSTÁCULOS Y DESAFÍOS EN LA TRANSICIÓN DESDE EL
TERRORISMO A LA DEMOCRACIA
Como ya se ha adelantado, si bien el cese de la violencia del IRA se
produjo en la ausencia de concesiones significativas hacia el movimiento terrorista y su entorno, inauguró un proceso en el que sus
representantes políticos se beneficiaron de gestos por parte de los
Gobiernos británico e irlandés que generarían perjudiciales consecuencias para la normalización política repercutiendo negativamente
en el objetivo de la desaparición de la organización terrorista. No sólo
continúa la limitada autonomía norirlandesa suspendida desde el otoño de 2002, sino que además diversos grupos terroristas, entre ellos el
IRA, permanecen activos. Aunque el IRA ha abandonado su campaña de atentados terroristas no ha renunciado en cambio a la recopilación de inteligencia y a otras actividades criminales que le garantizan
financiación y poder. Como ha indicado Ian Pearson, ministro del
Ministerio para Irlanda del Norte (NIO, Northern Ireland Office), «el
movimiento republicano se ha convertido en uno de los más sofisticados grupos criminales del mundo» 5. Es cierto que el Sinn Fein ha optado por las vías políticas, pero sin renunciar a la contribución del
IRA, que mediante sus actividades ilegales continúa al servicio del
partido político, garantizándole beneficios mediante la promesa de la
desaparición de la banda, que lógicamente no llega, al ser dicho objetivo la fuente de concesiones hacia quienes supuestamente habrían de
conseguirlo. Es decir, las vías políticas emprendidas no son en absoluto
democráticas, propiciando un escenario que seduce sin duda a ETA y
a Batasuna. Reveladores resultan en este sentido los pronunciamien5
Citado en «Look around you, Tony, no one else is still wooing Sinn Fein», Dean Godson, The Sunday Times, 20 de marzo de 2005.
26
LA
POLÍTICA ANTITERRORISTA: LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL
NORTE / ROGELIO ALONSO
Cuadernos de pensamiento político
tos del Primer Ministro irlandés y del británico en 2005 y 2004, respectivamente. En enero de 2005 Bertie Ahern reconocía en el Parlamento irlandés que en su intento por introducir al Sinn Fein en el centro del sistema de partidos había ignorado las actividades delictivas
en las que el IRA venía viéndose involucrado. Unos meses antes Tony
Blair afirmaba que no debía tolerarse una situación en la que representantes de la voluntad popular se vieran obligados a compartir el
Gobierno de Irlanda del Norte con un partido como el Sinn Fein, asociado a un grupo terrorista todavía activo, esto es, el IRA 6.
Estas concesiones fueron criticadas por los representantes de la
comunidad unionista durante años, siendo dichas reclamaciones
ignoradas una y otra vez por los Gobiernos británico e irlandés al entender que el fortalecimiento político del Sinn Fein aseguraba la continuidad del alto el fuego del IRA. Sin embargo, las palabras pronunciadas por el Primer Ministro británico en octubre de 2002 exponían
los peligros de semejante política al enfatizar que la continua existencia del IRA como una organización terrorista activa justificaba totalmente la negativa de los unionistas a compartir el Gobierno de Irlanda del Norte. En ese sentido, Blair subrayó: «Ante una pregunta tan
clara como la siguiente: ¿por qué el Gobierno irlandés no aceptará al
Sinn Fein en el Gobierno del sur [de la República de Irlanda] hasta
que el IRA detenga sus actividades mientras que los unionistas sí deben aceptar al Sinn Fein en el Gobierno de Irlanda del Norte?, hay
respuestas muy sofisticadas. Sin embargo no hay respuesta más sencilla,
reveladora y directa que la propia pregunta» 7. De ese modo articulaba
el propio Primer Ministro británico la incoherencia de una política
como la descrita basada en favorecer a un partido como el Sinn Fein a
pesar de las actividades de una organización terrorista como el IRA
directamente vinculada al mismo. Esta estrecha relación entre dichas
formaciones ha resultado evidente para los máximos responsables de
la política antiterrorista en el Reino Unido e Irlanda, que en ningún
momento han dudado de que el liderazgo de ambas organizaciones
recaía en personajes como Gerry Adams y Martin McGuinness.
6
Prime Minister’s press conference, 15 de enero de 2004, http://www.number-10.gov.uk/output/Page
5157.asp.
7
Prime Minister’s speech on Northern Ireland, Belfast, 18 de octubre de 2002, http://www.number10.gov.uk/output/Page1732.asp.
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Cuadernos de pensamiento político
De ese modo la política de ambos Gobiernos prescindió de principios básicos de un sistema democrático aceptando el chantaje del
Sinn Fein que tan eficazmente ha planteado a lo largo de los últimos
años Gerry Adams, su presidente y uno de los máximos dirigentes del
grupo terrorista IRA. Así lo hacía en la última campaña electoral, en
mayo de 2005, al pedir el voto para su partido asegurando que así se
lograría la desaparición del IRA al tiempo que alertaba de que el vacío político que caracterizaba la situación se llenaría con violencia si
su formación no salía fortalecida de las elecciones. La misma intención perseguía su apelación al IRA un mes antes para que considerase
abandonar la lucha armada, declaración pública que Michael McDowell, ministro de Justicia irlandés, definió como un golpe de efecto introducido en vísperas de unas elecciones con la finalidad de atraerse
votos desde el electorado nacionalista 8. Ante el fracaso de treinta
años de violencia, el IRA se ha erigido en la mejor baza utilizada por
Adams para rehabilitar su imagen de presidente de un partido como
el Sinn Fein que hasta la declaración de alto el fuego obtenía una insignificante representación electoral en el norte y en el sur de Irlanda.
Al presentarse como la figura a la que se debía ensalzar y fortalecer
con concesiones bajo pretexto de que sólo así sería capaz de convencer
al IRA de la necesidad de dejar la violencia, Adams ha perpetuado
deliberadamente la existencia del grupo terrorista mientras reforzaba
su perfil político. De ese modo se ha coaccionado a la sociedad al
prometerse la desaparición del IRA al tiempo que continuaba infringiendo la ley mediante la extorsión, el contrabando y otros métodos
criminales auténticamente mafiosos, incluido el asesinato. La implícita amenaza que supone esta actitud ha colocado una gran presión sobre la sociedad y las víctimas del terrorismo del IRA transformando
el llamado proceso de paz en un injusto instrumento de coacción.
Los contraproducentes efectos de esta política los han sufrido directamente los partidos que hasta muy recientemente representaron a
la mayoría del electorado nacionalista y unionista, esto es, el SDLP
(Social Democratic and Labour Party) y el UUP (Ulster Unionist
Party), al verse claramente superados en las últimas elecciones al Parlamento británico por el Sinn Fein y el DUP (Democratic Unionist
8
28
Citado en «IRA told disband before May election», Mary Dundon, Irish Examiner, 11 de abril de 2005.
LA
POLÍTICA ANTITERRORISTA: LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL
NORTE / ROGELIO ALONSO
Cuadernos de pensamiento político
Party), liderado por el reverendo protestante Ian Paisley. El que durante décadas fue el principal partido nacionalista de Irlanda del Norte, el SDLP, ha incurrido en contradicciones que el electorado no ha
pasado por alto. Por un lado el SDLP insiste en que no se puede tolerar
que el Sinn Fein, beneficiándose de la amenaza que representa la presencia del IRA, ejerza un veto sobre los avances políticos al continuar
dicho grupo involucrado en diversas actividades criminales mientras
sigue además inextricablemente unido a un partido político. Sin embargo,
cuando ante semejante realidad los unionistas han reclamado la colaboración del SDLP para formar una coalición que excluyera al Sinn
Fein del Gobierno de la región, los nacionalistas se han negado. Con
ese incoherente comportamiento lanzaban al electorado un mensaje
suicida: el Sinn Fein puede e incluso debe condicionar la normalización política a pesar de incumplir las reglas del juego democrático.
A lo largo de los años en los que el IRA y ETA han mantenido sus
campañas terroristas, la búsqueda de la legitimación de sus acciones
ha sido una constante. Afortunadamente estos grupos terroristas no
han logrado que una mayoría de las sociedades vasca y norirlandesa
legitimara dicho terrorismo. Ese es uno de los motivos por el que sus
ciclos vitales han alcanzado un declive que les llevó a declarar el cese
de sus actividades, siendo la decadencia de ETA evidente todavía a
pesar de la ruptura de su tregua. En este periodo ambos grupos terroristas han persistido en buscar una legitimación que algunos sectores
se muestran partidarios de otorgarles a cambio de una declaración
formal o tácita de cese de sus acciones. Tanto el IRA como ETA, en
contextos de grave debilidad, han aprovechado esta disposición de
sectores políticos y sociales obteniendo positivos resultados. Lo han
hecho afianzando una peligrosa dinámica consistente en propugnar
lo que han denominado como «procesos de paz» en los cuales se intenta que los grupos terroristas y los partidos políticos que los representan obtengan la legitimidad que previamente fueron incapaces de
lograr. Es por ello por lo que estos procesos, valiéndose de un engañoso lenguaje que busca el respaldo mayoritario de sociedades ansiosas de paz, pueden llegar a convertirse en instrumentos con los que
contrarrestar eficaces políticas antiterroristas responsables de la referida deslegitimación del terrorismo. La paz así entendida se convierte
en un mero espectáculo en el que lo importante no es realmente el logro de la paz, la normalización y la reconciliación, sino la proyección
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Cuadernos de pensamiento político
pública de que se asiste a un proceso histórico. De ese modo, se escenifican actos que permitan que el llamado «proceso de paz» se mueva
aunque sea en contra de una auténtica paz, como demuestra la forma
en la que el desarme del IRA se ha acometido.
EL DESARME COMO EXIGENCIA INELUDIBLE
Al contrario de lo que muchos observadores han defendido, el desarme de la organización terrorista IRA y la metodología con la que debía acometerse eran vitales. Tres fueron los gestos de desarme que
precedieron al último acontecido en septiembre de 2005. Ninguno de
ellos se realizó de un modo que permitiera, tal y como se requería, que
el desarme fuera verdaderamente eficaz. Así se desprende de las palabras del propio Martin McGuinness cuando en vísperas del desarme
acometido en octubre de 2003 reconocía que los anteriores actos no
se habían llevado a cabo en condiciones «convincentes», de ahí que
admitiera la necesidad de «transparencia» para que los pasos del IRA
no causaran «decepción» 9. El propio general canadiense John De
Chastelain, encargado de supervisar el decomiso de armas, subrayó
también que desde 1999 insistió en sus contactos con el IRA en que, a
menos que el desarme fuera «visible», se dudaría de las buenas intenciones del grupo terrorista, concluyendo por tanto que las dudas convertirían en ineficaz el desarme 10. A pesar de ello, en octubre de 2003
y en septiembre de 2005 se cometieron los mismos errores. La única
diferencia entre uno y otro acto fue que en esta última ocasión un religioso protestante y otro católico presenciaron el desarme, sin que se hiciera público un inventario de las armas o fotografías de éstas, como se
había reclamado previamente. Sin embargo, esta única distinción resultaba insuficiente para garantizar la visibilidad y transparencia exigidas.
Dichos religiosos no eran aquellos que los unionistas habían propuesto, sino otros que sustituyeron a los que el IRA había rechazado.
El recambio católico era particularmente desafortunado, al tratarse
9
«Arms chief ’could give confidence’», 4 de octubre de 2003, http://newswww.bbc.net.uk/2/hi/
uk_news/northern_ireland/3163282.stm.
10
Transcripción de la rueda de prensa de John De Chastelain, Independent International Commission
on Decommissioning (IICD), 26 de septiembre de 2005, Belfast, CAIN Web Service, http://www.cain.
ulst.ac.uk/events/peace/decommission/iicd260905pc.htm.
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LA
POLÍTICA ANTITERRORISTA: LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL
NORTE / ROGELIO ALONSO
Cuadernos de pensamiento político
del padre Alec Reid. Esta figura, presentada en Irlanda del Norte y el
País Vasco como un generoso pacificador, carece de la confianza necesaria entre la comunidad unionista al haber sido su objetivo durante
años la constitución de un frente pan-nacionalista en el que los partidos nacionalistas no violentos se coaligaran con quienes han defendido el terrorismo. De ese modo, ha insistido Reid, los grupos terroristas cesarían en su violencia; ahora bien, a cambio de una peligrosa
legitimación que haría que la debilidad de dichas organizaciones y de
sus brazos políticos se transformara en fortaleza. Lógico es por tanto
que el unionismo desconfíe de quien ha defendido para el IRA algo
que también parece propugnar para ETA, es decir, que las organizaciones terroristas obtengan una vez cesen sus campañas aquello que
no pudieron conseguir a causa de las mismas, pero que en ese escenario lograrían precisamente como consecuencia de su terrorismo. En
otras palabras, mediante tan sutil mecanismo de coacción y manipulación el terrorismo resultaría finalmente eficaz a pesar de la presentación pública de lo contrario.
Este es el motivo por el que resultaría contraproducente aceptar
las dos mesas que Batasuna plantea y que el Gobierno parece dispuesto a conceder en el caso de que ETA declare el final de la violencia. Si bien se insiste en que el Gobierno sólo se ocuparía en sus
negociaciones con ETA de la situación de los presos, es éste un planteamiento que favorece el fortalecimiento de la organización terrorista, su legitimación y su consolidación como actor de influencia en
otro proceso paralelo como el de la negociación política que gestionaría su brazo político, esto es, Batasuna. Es razonable prever que en
ese contexto se verían reforzados quienes exigieran importantes
transformaciones del marco jurídico político con el argumento sintetizado en la idea de que «en democracia y en ausencia de violencia todos los proyectos son válidos». Obsérvese cómo, desde diversos sectores políticos en nuestro país que incluyen a la propia organización
terrorista, se insiste en manipular la denominada Declaración de
Downing Street, firmada por el Gobierno británico y el irlandés en diciembre de 1993, al identificarla como el comienzo del «proceso de
paz» en Irlanda del Norte que se habría producido como consecuencia del reconocimiento del derecho a la autodeterminación. Es totalmente falso que dicha Declaración reconozca semejante derecho tal y
como lo ha venido reivindicando el IRA desde su existencia. La proABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
pia ETA lo apreciaba en uno de sus documentos internos en el que
los terroristas vascos evaluaban del siguiente modo el Acuerdo de
Viernes Santo aceptado por el IRA y el Sinn Fein en 1998: «Al pueblo
irlandés en su totalidad se le niega el derecho de autodeterminación,
y por otro lado el gobierno de los 26 condados [de la República de Irlanda] deberá cambiar su constitución, renunciando a 6 condados
[los de Irlanda del Norte], hasta que sus ciudadanos decidan otra cosa. Los irlandeses deberán aceptar la división de su pueblo» 11. Así lo
corroboraba Gerry Adams cuando aseguraba en 2000 que «la autodeterminación para la población de esta isla todavía tiene que conseguirse» 12, exponiendo por tanto el equívoco repetido por el Partido
Nacionalista Vasco que identifica como causa del alto el fuego del
IRA el «solemne reconocimiento del Derecho a la Autodeterminación», o la manipulación de dirigentes y simpatizantes de Batasuna, e
incluso del Partido Socialista de Euskadi, que vienen insistiendo en
semejante falacia.
Ante esta interpretación en torno al derecho de autodeterminación, es razonable prever que en una futura reforma del marco jurídico-político en el País Vasco se insistirá en la necesidad de satisfacer
los intereses nacionalistas en relación con dicha reivindicación. En un
hipotético escenario de «ausencia de violencia», dicha reclamación
sería probablemente respaldada por el nacionalismo institucional y el
radical e incluso desde sectores no nacionalistas. Al reforzamiento de
Batasuna contribuiría la presión que los partidos democráticos sufrirían para aceptar los planteamientos de una formación ya legalizada
con el pretexto de que resultaría imprescindible asegurar que los «políticos» del movimiento terrorista controlasen a los más reacios a
adoptar vías políticas en sustitución de la violencia con el objeto de
que ETA no reanudase su campaña terrorista. Ese mecanismo de
chantaje demostraría la eficacia de la violencia y sustituiría la derrota
de ETA por un escenario en el cual el Estado declararía haber derrotado a la organización terrorista, si bien ésta habría conseguido fortalecer a su brazo político como consecuencia de la existencia de la
banda generando al mismo tiempo una gran inestabilidad política y
11
Zutabe 91, junio de 2001.
12
«Take ownership of the peace process», Gerry Adams, An Phoblacht/Republican News, 2 de marzo de
2000.
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LA
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Cuadernos de pensamiento político
social. Quienes hoy aceptan que ETA y Batasuna desean poner fin a
la violencia lo hacen, hasta la fecha, sin aportar pruebas sólidas. Lo
hacen además incidiendo en que el final del terrorismo sólo es posible
si se allana el camino de ETA y Batasuna en esa supuesta salida. Sin
embargo, las consecuencias que se derivarían de un escenario en el
que la derrota política de la organización no quedase clara y contundentemente reflejada en las circunstancias políticas, poseen un enorme potencial para desestabilizar la región e incluso la nación. Así puede anticiparse dado que tanto ETA como Batasuna ambicionan un
poder que paradójicamente el Estado podría facilitarles al entender
que una hipotética renuncia a la violencia equivale realmente a una
auténtica metamorfosis del movimiento terrorista.
Precisamente porque ETA se diferencia de otros grupos como el
GRAPO al poder gozar su brazo político de un significativo apoyo
social en determinados contextos, como demostró el anterior periodo
de tregua, el Estado no puede permitirse la más mínima legitimación
de dicho entorno y de la narrativa del conflicto que intenta difundir.
Ello obliga a no confundir la debilidad de ETA, e incluso un posible
cese de su violencia como consecuencia de la misma, con la desaparición final y total del movimiento terrorista. Cierto es que ETA muestra una disposición al diálogo con el Gobierno, aunque en absoluto
con el fin de rubricar su desaparición sino más bien con la finalidad
de extraer concesiones en una hipotética mesa de partidos y no únicamente en una negociación sobre presos. En esas condiciones, los
peligros para el Estado son enormes si se acepta entrar en una dinámica definida por un «proceso de paz» del que ya se habla ampliamente asumiendo una terminología tan ambigua en su significado como beneficiosa para el movimiento terrorista a la vez que perjudicial
para el sistema democrático. Frente a ese escenario que sin duda seduce a ETA y a Batasuna, el análisis comparado de fenómenos terroristas en España y Reino Unido y de las respuestas gubernamentales
en ambos contextos, permite concluir que en nuestro país la desaparición del terrorismo y de su capacidad de coacción y de adquisición de
poder, tanto político como social, exige evitar iniciativas que agraven
la división en materia antiterrorista entre los dos partidos mayoritarios. Obliga además a medir la eficacia de la lucha antiterrorista no sólo en función de la disminución de la violencia como consecuencia de
razonamientos tácticos de la organización terrorista en contextos de
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Cuadernos de pensamiento político
debilidad, sino teniendo en cuenta además la capacidad de coacción y
control que su brazo político, y por tanto la propia banda, puede llegar a ejercer sobre las instituciones políticas y la sociedad si recibe un
respaldo y una legitimación tan innecesarios como contraproducentes para los intereses del Estado.
LECCIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS
Por tanto, se deduce de todo lo anterior que el denominado «proceso
de paz» norirlandés ofrece para el ámbito español tanto lecciones positivas como negativas. Es por ello enormemente perjudicial para la
desaparición de la violencia y de la capacidad de coacción de la organización terrorista ETA, así como para la normalización política en el
País Vasco, la tergiversación de las enseñanzas que la experiencia norirlandesa aporta. Informaciones y declaraciones diversas a lo largo de
los últimos meses sugieren que en efecto el proceso norirlandés está
siendo manipulado con la intención de respaldar determinadas decisiones políticas en materia antiterrorista, ignorándose así sus contraproducentes efectos. Así se desprende por ejemplo de las tesis reflejadas en las informaciones del diario El País a las que se ha hecho
mención previamente.
Obsérvese en primer lugar cómo en una de ellas se asume el «final
feliz» del proceso norirlandés situándolo en julio de 2005, cuando el
IRA anunció la finalización de su campaña terrorista 13. Sin embargo,
es necesario tener presente que dicho anuncio tenía unos claros intereses propagandísticos, pues el IRA había abandonado mucho antes
su denominada «lucha armada» al ser sus dirigentes conscientes de la
ineficacia de la misma después de treinta estériles años de asesinar sin
conseguir sus objetivos. En cambio, el abandono de la tradicional
campaña terrorista en fechas anteriores no había supuesto la desaparición de la organización ni la renuncia a implicarse en otras actividades
criminales. La primera modalidad de terrorismo le resultaba ineficaz,
particularmente en el contexto posterior a los atentados terroristas
del 11 de septiembre de 2001 en el que la reanudación de los atenta13
«La carta de ETA mantiene la expectativa de paz en Euskadi pero aleja el inicio del proceso», El País,
27 de noviembre de 2005.
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Cuadernos de pensamiento político
dos le hubiese sido altamente costosa al movimiento integrado por el
IRA y el Sinn Fein, motivando por ello su renuncia. Sin embargo, el
IRA mantuvo su presencia y otro tipo de actividades delictivas que sí
le reportaban beneficios y que erróneamente fueron juzgados como
menos relevantes por parte del Gobierno británico.
Obsérvese asimismo cómo en el supuestamente histórico comunicado de julio de 2005 el IRA no anunció su completa desaparición,
en cuyo caso Gerry Adams habría perdido el instrumento a través del
cual ha chantajeado a Gobiernos y políticos a lo largo de los últimos
años. Este chantaje ha sido aceptado en el pasado por dirigentes que
estimaron que así facilitaban la transición del terrorismo a la democracia pero que ahora contemplan alarmados las consecuencias de su
equivocada estrategia al haber logrado fortalecer al Sinn Fein, hoy el
partido nacionalista más votado en Irlanda del Norte. Muchos de ellos
aceptan que hubiese sido más eficaz haber exigido al Sinn Fein lo mismo que se requeriría de cualquier otro partido para su plena aceptación en la democracia, rechazando por tanto favoritismos inspirados
en la presencia coaccionadora de un grupo terrorista a la sombra de
un partido político que ha explotado así el sistema democrático.
Estas consideraciones permiten cuestionar el «final feliz» del proceso norirlandés asumido por algunos de quienes buscan su aplicación al ámbito vasco. Ciertamente la enorme polarización política y
social existente hoy en Irlanda del Norte, donde el gobierno autonómico continúa suspendido y en donde la segregación geográfica entre
comunidades no ha dejado de crecer, arroja serias dudas sobre una
valoración del proceso norirlandés tan positiva como exagerada. Así
lo corrobora la ineludible conclusión de que el IRA ha logrado recuperar parcialmente por la vía política lo que perdió policialmente,
precedente que podría trasladarse al ámbito vasco si se cometiesen
errores de los que creíamos haber aprendido en nuestro país. Es por
ello por lo que deben cuestionarse los argumentos con los que se justifican ciertos procedimientos bajo el pretexto de que mediante ellos
se conseguirá la desaparición de la violencia etarra. Debe incidirse en
que la organización terrorista utiliza tácticamente la violencia de manera que en determinados contextos puede interpretar como más beneficiosa su disminución, particularmente tras el atentado del 11 de
marzo en Madrid. En ese escenario, y tal y como ocurriera en Irlanda
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Cuadernos de pensamiento político
del Norte, se corre el peligro de reducir la presión sobre la organización terrorista y su brazo político al confundir las intenciones de ETA
y Batasuna, confusión alimentada deliberadamente por las declaraciones de dirigentes del partido ilegalizado en las que prometen vías políticas y pacíficas.
Véase cómo ya hay significativos sectores de opinión que se declaran convencidos de que ETA desea abandonar el terrorismo a pesar de la inexistencia de pruebas que así lo demuestren, mientras este
grupo continúa con sus actividades de extorsión, intimidación y preparación de asesinatos. Sin embargo, la disminución de algunas de
sus acciones, complementada con una retórica que promete paz y esperanza, sirve como eficaz instrumento de coacción al utilizarse la ansiedad colectiva por que el final de ETA llegue pronto como elemento de presión que obligaría a aceptar ciertos «sacrificios y riesgos por
la paz». Por tanto, ante una declaración de tregua muchos serían quienes defenderían concesiones que ahora se rechazan pero que en esas
circunstancias presentarían como necesarias para consolidar dicho alto el fuego con argumentos ya familiares como el de que debe aprovecharse una oportunidad histórica con el fin de evitar más víctimas.
Esta dinámica se ha reproducido en Irlanda del Norte en los últimos
años facilitando una contraproducente impunidad política, jurídica y
moral que en absoluto ha acercado una verdadera paz ni la normalización política.
En este sentido, obsérvese cómo las críticas de los unionistas al
método de desarme han sido ignoradas en gran medida, exponiendo
contradicciones en la política británica que benefician al IRA y al
Sinn Fein al concederles esa legitimidad antes negada. Así se desprende de la declaración de De Chastelain al anunciar que el decomiso careció de la «transparencia» requerida, extremo que, según él, debía
aceptarse porque «el IRA dijo que no iba a suceder», ya que el grupo
no admitiría que el desarme sirviera para transmitir una imagen de
«humillación» o «culpa» 14. Se asumía por tanto como realista el planteamiento de una organización terrorista que además obtenía a cambio la promesa de que las personas con causas pendientes en busca y
14
Transcripción de la rueda de prensa de John De Chastelain, Independent International Commission
on Decommissioning (IICD), 26 de septiembre de 2005, Belfast, CAIN Web Service, http://www.cain.ulst.
ac.uk/events/peace/decommission/iicd260905pc.htm.
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captura podrían regresar a sus hogares con total impunidad. Las declaraciones de Peter Hain, ministro británico para Irlanda del Norte,
son especialmente alarmantes, al asegurar que esta medida es «dolorosa»
para las víctimas pero «necesaria para cerrar la puerta de la violencia» 15.
Semejante escenario seduce a muchos en nuestro país ansiosos de
impulsar un «proceso de paz» del que constantemente se habla ya. Se
insiste en que dicho proceso no permitirá a ETA extraer precio político alguno, sino que simplemente constatará su derrota. Sin embargo,
razonables resultan las dudas al respecto cuando se intenta instalar en
la opinión pública la idea de que la paz sólo llegará si se acepta la excarcelación anticipada de los presos etarras, el arrinconamiento de las
causas pendientes u otros gestos gubernamentales «de distensión»
tras una declaración pública de tregua por parte de ETA. En este sentido, reveladoras y preocupantes resultaban las palabras del Obispo
de San Sebastián, Juan María Uriarte, al afirmar hace unos meses que
«el bien superior de la paz se merece que todos recortemos incluso
nuestras legítimas aspiraciones», de ahí que en su opinión «ningún interés partidista, ningún agravio del pasado y presente, ninguna demostración de violencia deban obstruir el camino hacia la paz» 16. Lo
mismo puede señalarse de las declaraciones de José Antonio Pastor,
portavoz del Partido Socialista de Euskadi en el Parlamento vasco, en
una entrevista publicada en el diario Gara en la que advertía de que
las víctimas «no pueden convertirse en un agente político activo en
un proceso de paz», pues «no lo han sido en ningún proceso del mundo», de ahí que, en su opinión, sea necesario «pedirles una cierta dosis
de generosidad» 17.
Esa lógica implica, por ejemplo, que las víctimas de la violencia
etarra acepten hoy el insulto que desde el Parlamento vasco se profiere
hacia ellas al crearse una ponencia en la que se omite el término terrorismo, pues hay quienes, alterando los referentes morales y políticos básicos, entienden que así se contribuye a la paz y a la reconciliación. Esa misma lógica conduce a que las concesiones a ETA que hoy
15
Debates parlamentarios, 13 de octubre de 2005, Hansard, columna 451, en http://www.publications.
parliament.uk/pa/cm200506/cmhansrd/cm051013/debtext/51013-08.htm#51013-08_spmin0.
16
El Correo, 30 de mayo de 2005.
17
Gara, 5 de febrero de 2006.
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parecen inadmisibles, sean en el futuro interpretadas como aconsejables con el fin de que el «proceso de paz» avance. Se ignora así que
cualquier legitimación de ETA, por mínima que sea, constituye una
deslegitimación de la democracia y de sus víctimas que concede sentido al terrorismo. El pragmatismo al que se alude para justificar semejante actitud no parece tal si observamos cómo en Irlanda del Norte esa misma estrategia ha generado una profunda polarización
política y social. Por tanto, y como la experiencia norirlandesa demuestra, se corre el peligro de que la sociedad sea tomada como rehén por un «proceso de paz» que algunos desean que progrese a costa de una paz justa y verdadera, y en contra de quienes más la
merecen: las víctimas del terrorismo. Es por ello por lo que Bertha
McDougall, viuda de un policía norirlandés asesinado por terroristas
nacionalistas, que ha sido nombrada Comisionada de las Víctimas en Irlanda del Norte, ha subrayado que la sociedad norirlandesa será incapaz de progresar a menos que las autoridades se ocupen de las necesidades de las víctimas 18.
El comportamiento gubernamental descrito contradice claramente los principios en los que se sustenta la política antiterrorista española que tiene como pilar el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo firmado en 2000 por el Partido Popular (PP) y el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE). En el mismo, ambos se comprometen a «trabajar para que desaparezca cualquier intento de legitimación política directa o indirecta de la violencia», asegurando por ello
que «de la violencia terrorista no se extraerá, en ningún caso, ventaja
o rédito político alguno». Se añade asimismo que «el diálogo propio
de una sociedad democrática debe producirse entre los representantes legítimos de los ciudadanos, en el marco y con las reglas previstas
en nuestra Constitución y Estatuto y, desde luego, sin la presión de la
violencia». Como corroboran los pronunciamientos del Primer Ministro británico y del irlandés antes citados, así como los sucesivos informes elaborados por la comisión independiente encargada de evaluar las actividades de los grupos terroristas en Irlanda del Norte
(Independent Monitoring Commission, IMC) 19, el terrorismo ha extraído
18
Irish News, 27 de enero de 2006.
19
Véase First Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The Stationery Office, 20 de
abril de 2004; Second Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The Stationary Office,
20 de julio de 2004; Third Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The Stationary Office,
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réditos políticos al aceptarse el diálogo bajo la presión de la violencia.
La incoherencia de la política británica se reflejaba también en el discurso que el 18 de octubre de 2002 pronunció Tony Blair exigiendo
«el final de la tolerancia de actividades paramilitares», así como una
«misma ley para todos que se aplique a todos por igual», al asegurar
que a partir de ese momento «un crimen es un crimen» 20. La impunidad política, jurídica, e incluso moral, que se desprende de semejante
política no ha garantizado la ansiada desaparición de la organización
terrorista, beneficiando por el contrario los objetivos propagandísticos de su entorno al favorecer la legitimación de quienes han sido capaces así de condicionar el sistema político, debilitando por ello la autoridad constitucional. La polarización política y social que así se ha
generado es evidente, dando lugar a una situación de bloqueo de las
instituciones autonómicas sin visos de solución 21.
LA EXCARCELACIÓN DE LOS PRESOS POR DELITOS DE TERRORISMO
A este respecto, e inspirándose en el modelo norirlandés, tampoco resulta irrelevante que en los últimos meses se haya abogado por archivar sumarios y causas judiciales abiertas en años anteriores contra el
entorno etarra con el argumento de que las circunstancias políticas
han cambiado. Apréciese pues cómo determinados movimientos tácticos de la organización terrorista, como puede ser el anuncio del cese
de sus actividades terroristas en un contexto de debilidad, podrían fa4 de noviembre de 2004, Fourth Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The Stationary Office, 10 de febrero de 2005; Fifth Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The
Stationary Office, 24 de mayo de 2005; Sixth Report of the Independent Monitoring Commission, Londres:
The Stationary Office, septiembre de 2005, Seventh Report of the Independent Monitoring Commission,
Londres: The Stationary Office, 19 de octubre de 2005, Eight Report of the Independent Monitoring Commission, Londres: The Stationary Office, 1 de febrero de 2006.
20
http://www.number-10.gov.uk/output/Page1732.asp
21
Aunque este texto se ha centrado fundamentalmente en las actividades del IRA con el objeto de establecer comparaciones con otra organización terrorista nacionalista como ETA, debe incidirse en que otros
grupos en Irlanda del Norte también han perpetrado actos de terrorismo a lo largo de los últimos años a
pesar de haber declarado el cese de sus campañas. En este sentido los grupos terroristas lealistas UFF
(Ulster Freedom Fighters, Luchadores por la Libertad del Ulster) y UVF (Ulster Volunteer Force, Fuerza de
Voluntarios del Ulster) han infringido sus declaraciones de alto el fuego en repetidas ocasiones. A pesar
de las condenas por parte de políticos y gobiernos que dichas infracciones han provocado, no han dado
lugar a sanciones como las que el sistema democrático contempla en estas circunstancias, dañando seriamente por ello a las instituciones.
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cilitar un escenario en el que, bajo el pretexto de una modificación de
las «circunstancias políticas», principios esenciales de la democracia y
de la lucha antiterrorista fueran abandonados. Así ocurriría si la separación de poderes en la que se sustenta nuestro sistema democrático
fuera ignorada con el objeto de conceder beneficios a la organización
terrorista y a su entorno con la excusa de que políticamente ciertas
medidas son imprescindibles para el avance del «proceso de paz».
Ciertamente esa parece ser la consideración de los denominados «expertos del Gobierno», tal y como se desprendía de la información publicada por El País el 5 de diciembre de 2005 en la que se leía lo siguiente: «El futuro de los presos será el eje de las conversaciones
entre el Gobierno y la banda. Será la clave de esa parte de la negociación. Los expertos confían en que la previa declaración del cese de la
violencia terrorista cambie el clima de opinión sobre esta cuestión.
Las encuestas reflejan hoy una opinión mayoritaria reacia a la adopción de medidas de gracia para presos condenados por terrorismo».
El mismo diario informaba el 4 de febrero de 2006 de que una mera declaración de tregua sería suficiente para que Zapatero acudiese
«al Congreso para declarar abierto el proceso de paz» con objeto de
proponer «la apertura de un diálogo del Gobierno con ETA para buscar una salida a los presos», iniciativa que «desbloquearía el diálogo
entre todos los partidos vascos, incluida la ilegalizada Batasuna, para
reformar el Estatuto vasco». En su decadencia, grupos como IRA y
ETA buscan perpetuarse coaccionando a actores políticos y sociales
mediante la promesa de una desaparición que no llega si la respuesta
gubernamental se traduce en concesiones que demuestran la eficacia
de mantener a la organización terrorista, pues esta presencia garantiza contraprestaciones que sin ella no se producirían. Dicha dinámica
favorece la peligrosa legitimación de quienes han utilizado la violencia obstaculizando una verdadera normalización política y el logro de
la paz. Es por ello por lo que un diálogo paralelo entre el Gobierno y
ETA al tiempo que los partidos discuten con Batasuna la reforma del
marco estatutario, consolidaría un grave déficit democrático. Las negociaciones políticas se realizarían sin la desaparición de una organización terrorista cuya mera declaración de cese de actividades violentas no constituye una prueba inequívoca de su voluntad de poner fin a
su existencia. Como el referente norirlandés demuestra, la mera presencia de una organización terrorista condiciona procesos políticos
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Cuadernos de pensamiento político
en los cuales participa el partido que la representa, al favorecer una
coacción que en absoluto incentiva su definitiva disolución.
Puesto que la excarcelación acometida en Irlanda del Norte ya está
siendo utilizada para reclamar un proceso similar en España, debe subrayarse lo negativa que ha sido en el contexto norirlandés. La excarcelación vino precedida de una eficaz propaganda política a través de
la cual se extendió la creencia de que no era realista que las organizaciones terroristas mantuvieran sus treguas mientras los presos permanecían en la cárcel. Esta errónea asunción ignoraba los motivos que
habían llevado al IRA, el más sangriento de los grupos terroristas norirlandeses, a decretar el final de su violencia. El convencimiento en torno a la ineficacia de su campaña terrorista había sido interiorizado
por activistas y dirigentes de manera que la reanudación de la misma
dejó de ser una opción útil para el grupo. Incluso en el caso de haberse rechazado la excarcelación tal y como se acometió es muy probable que el IRA tampoco hubiese retomado una violencia que generaba tantos costes políticos y humanos para su entorno, incluido el Sinn
Fein. Obsérvese cómo la suspensión de la limitada autonomía norirlandesa desde 2002 y los agravios e injusticias que el IRA y el Sinn
Fein todavía siguen denunciando hoy tampoco han provocado una
reactivación de la campaña terrorista.
Por tanto, como el tiempo ha demostrado, mucho más eficaz hubiese resultado condicionar la excarcelación al desarme completo y
verificable, y a la desaparición total de los grupos terroristas, exigencias éstas que siguen sin ser satisfechas en Irlanda del Norte. De ese
modo la presión que llevó al IRA a aceptar el final de sus acciones pese a no haber conseguido sus aspiraciones políticas se habría mantenido, sirviéndole de incentivo para obtener la salida de sus presos, si
bien únicamente en un escenario diferente al existente ahora en la región. Es decir, los incumplimientos constantes de principios democráticos básicos por parte del Sinn Fein durante los últimos años hubiesen sido sancionados con la negación de beneficios penitenciarios
a los miembros de una organización terrorista que sólo cede en su
maximalismo cuando se ejerce presión sobre ella. En cambio la excarcelación anticipada ha minado considerablemente la confianza de los
partidos democráticos y de la sociedad en un sistema que ha favorecido a quienes han amenazado con subvertirlo.
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En ese contexto la excarcelación anticipada se ha revelado como
ineficaz, alimentando una lógica conducente a la peligrosa legitimación de la violencia al favorecer una narrativa del conflicto basada en
la difusión de responsabilidad de quienes utilizaron el terrorismo. Esta dinámica ha derivado en una indulgencia que ha fortalecido a
aquellos que practicaron el terrorismo: los presos han dejado de serlo
pese a que las organizaciones terroristas continúan existiendo y extorsionando. Al mismo tiempo las víctimas, que siguen reclamando justicia y reparación, son presentadas como un mal necesario e inevitable,
adquiriendo las injusticias cometidas sobre ellas justificación y sentido. Se prostituye así su memoria ignorándose que la mayoría de la sociedad jamás recurrió al terrorismo a pesar de sufrirlo, desincentivándose por tanto el respeto a los valores democráticos. La excarcelación
subestimaba cómo estos factores afectan decisivamente la esfera política. Sin embargo, la situación actual en Irlanda del Norte, caracterizada por la parálisis institucional y una profunda polarización política y
social, demuestra que una democracia no puede funcionar con semejante déficit.
Sin embargo, las reclamaciones de las víctimas en Irlanda del Norte exigiendo la reapertura de casos todavía sin resolver han llevado finalmente a la policía a declarar que así debe procederse. Esta actitud
muestra, por un lado, la necesidad social de justicia y reparación, y
cómo la ausencia de ambas obstaculiza la normalización y la convivencia. Asimismo desvela lo incongruente que resulta excarcelar a
presos sentenciados mientras se anuncia que otros criminales serán
procesados si se encuentran suficientes pruebas, pero con objeto de
ser inmediatamente excarcelados. Incoherente resulta también anunciar, como se hizo en noviembre de 2005, una ley que permitiría la
impunidad de quienes tienen todavía causas pendientes con la justicia
como resultado de sus acciones terroristas y que permanecen en busca y captura, medida ésta que afecta seriamente a los derechos humanos de las víctimas. La polémica suscitada tras el anuncio de semejante iniciativa, ampliamente rechazada, hizo necesario que el Gobierno
británico la retirara a la espera de un clima de opinión más favorable
para su adopción.
42
LA
POLÍTICA ANTITERRORISTA: LAS LECCIONES DE IRLANDA DEL
NORTE / ROGELIO ALONSO
SANTIAGO GONZÁLEZ
A QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
E
l presidente del Gobierno compareció ante los medios de comunicación tras el Consejo de Ministros del 10 de febrero. Solemnemente, Zapatero anunció la buena nueva de la paz con una frase que
constituye una irresistible invitación a la hermenéutica: «Estamos en
unas circunstancias que me permiten tener la convicción de que puede empezar el principio del fin de la violencia». No era la primera vez
que el presidente del Gobierno insinuaba la inminencia de una tregua
de la organización terrorista, ni la primera que ETA lo desairaba. En
los días siguientes al anuncio presidencial, ETA perpetraba cinco
atentados y emitía dos comunicados sin que en ninguno de ellos se
vislumbrase su predisposición a satisfacer las aspiraciones del presidente del Gobierno.
EL MODELO DEL TINELL
Veintiocho días después de las elecciones autonómicas catalanas, el
14 de diciembre de 2003, los partidos que habían quedado en segunSantiago González es periodista.
ABRIL / JUNIO 2006
43
Cuadernos de pensamiento político
da, tercera y quinta posición en número de escaños firmaron el «Pacto por un Gobierno Catalanista y Progresista», más conocido como
«El Pacto del Tinell», un acuerdo de Gobierno que permitió a Pasqual
Maragall acceder a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña. En
un anexo del mismo se establece el compromiso de los firmantes de
«impedir la presencia del PP en el gobierno del Estado, y renuncian a
establecer pactos de gobierno y pactos parlamentarios estables en las
cámaras estatales».
La cláusula podría parecer irrelevante en aquellas fechas, en las
que todavía gobernaba el PP en Madrid, pero adquirió todo su potencial a partir de las elecciones generales que ganó Rodríguez Zapatero.
El socio principal de Maragall, independentista y republicano, pasó a
ser socio preferente de Zapatero, incluso en las dos materias que ningún gobernante pensaría en abordar sin un acuerdo previo con el
principal partido de la oposición: la lucha antiterrorista y la reforma
del marco constitucional y estatutario. Es entonces cuando empiezan
a gestarse cambios profundos en la estrategia hasta entonces definida
por el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos.
El portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi lo expresaba con impostada perplejidad en el mitin de Anoeta, el 14 de noviembre de 2004:
«Hoy, un partido ilegal, con un portavoz ilegal, celebra un acto ilegal». Podía entenderse como un sarcasmo. El Ayuntamiento de San
Sebastián había cedido el local para la celebración de un mitin que se
había publicitado durante los quince días anteriores, sin que el Departamento de Interior del Gobierno autónomo ni la Delegación del Gobierno en el País Vasco llamasen la atención de la fiscalía sobre el hecho. El propio Fiscal General del Estado explicó a posteriori que el
acontecimiento estaba amparado por el derecho a la libertad de expresión.
Los medios de comunicación habían fantaseado sobre el objeto
político del acto, los biempensantes aventuraban la posibilidad de que
aquella tarde se anunciara una tregua de ETA o una condena de la
violencia por parte de Batasuna. En las tertulias radiofónicas se hacían
cábalas sobre la posible aparición estelar del prófugo Josu Ternera. El
acto fue importante, aunque no se materializó durante su desarrollo
ninguna de las expectativas creadas. En él, Arnaldo Otegi fijó la hoja
44
A
QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
/ SANTIAGO GONZÁLEZ
Cuadernos de pensamiento político
de ruta y la metodología de las dos mesas que el partido del Gobierno
y sus socios parlamentarios iban a aceptar en los meses siguientes.
Pero fue más relevante aún que aquel acto levantara de hecho la
ilegalización de Batasuna acordada por el Tribunal Supremo el 27 de
marzo de 2003 con un fallo que no dejaba resquicios de ambigüedad:
declaraba la ilegalidad de Batasuna y sus otras dos marcas: Herri Batasuna y Euskal Herritarrok, ordenaba su disolución, el borrado de su
inscripción en el registro de partidos, la paralización inmediata de todas sus actividades e instaba la liquidación patrimonial de sus bienes.
Contra lo que sostienen los portavoces del Gobierno y el Fiscal
General del Estado, Batasuna no podría volver a ser legal, en la medida que España sea todavía un Estado de derecho. Aunque condene la
violencia de ETA, aunque exija a ETA el abandono de las armas.
Aunque intente la refundación. La sentencia del Tribunal Supremo es
el acta de defunción jurídica de Batasuna y sus marcas.
Se ha generalizado el uso de un nuevo leguaje creativo con el que
se burla la verdad. Se dice «proceso de paz» para no decir «negociación». Es un sintagma que no tiene costes; haría falta ser un desalmado para no sumarse a él sin necesidad de reflexión previa. Una negociación es otra cosa y supone dejar pelos en la gatera y algo del
propio patrimonio encima de la mesa.
DE LO MÍO, NO
Dos o tres días después de que el Gobierno lograse en el Congreso la
autorización de la mayoría de los diputados para negociar con ETA,
dos sindicatos policiales aplaudían la iniciativa, aunque recordaban al
Gobierno que no aceptarían que las cesiones a ETA incluyesen la excarcelación de quienes habían asesinado a sus compañeros. Se da así
un fenómeno bastante generalizado entre la población española, más
propensa a las cesiones a ETA en el campo de lo político e institucional,
porque cuestiones como la autodeterminación y otras, les parecen
abstracciones. Parecido razonamiento expresó una víctima del terrorismo en la Universidad Menéndez Pelayo el pasado verano. Era partidaria del diálogo que ofrecía el Gobierno pero de ninguna manera
aceptaba que los asesinos de su marido pudieran recobrar la libertad.
ABRIL / JUNIO 2006
45
Cuadernos de pensamiento político
El obispo de San Sebastián hizo pública durante la pasada Navidad una pastoral relativista: «la aplicación excesivamente rígida de la
ley constituye un obstáculo para avanzar en la pacificación». ¿Y si la
ley fuese la Ley de Dios? Seguramente el obispo no sería tan partidario de revisar los principios de la moral católica si alguien le hiciera un
razonamiento análogo: «la aplicación excesivamente rígida de los
mandamientos de la Ley de Dios constituye un obstáculo para avanzar en la búsqueda de la felicidad».
Los partidos nacionalistas no violentos se muestran predispuestos
a la negociación con ETA en todo momento, lugar y condición. Cabe
pensar si en esta buena disposición de ánimo no tendrá algo que ver
el hecho de que los terroristas reivindican anhelos que comparten todos los nacionalistas, los que ponen bombas y los que no. No se conoce ningún caso en el pasado, en que ningún nacionalista vasco propusiera negociar con otras expresiones distintas del terrorismo para
apaciguarlas, ya se tratara del FRAP, el GRAPO, de expresiones terroristas de ultraderecha o las organizadas desde algún lugar de los
propios aparatos del Estado.
Hay razones para pensar que ETA estaba seriamente debilitada.
Las operaciones policiales desarrolladas contra su estructura habían
descabezado en varias ocasiones la organización en Francia, habían
detenido comandos en España antes, incluso, de que comenzaran a
desarrollar sus actividades terroristas. Y esto ha ocurrido en varias
ocasiones, lo que ha llevado a la opinión pública y a los propios militantes de ETA, a la convicción de que el nivel de información policial
sobre la estructura de la banda es alto y certero. Podemos decir que
ETA estaba derrotada, aunque sus militantes aún no lo sabían.
Además de las operaciones policiales, la política antiterrorista había tenido en los últimos años dos instrumentos formidables: El
Acuerdo por las Libertades y Contra el Terrorismo y la Ley de Partidos que llevó a la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo.
En el origen está la voluntad del poder político de derrotar al terrorismo. Esta determinación concita en torno a sí muchas otras voluntades y genera nuevas actitudes en la sociedad. Nadie hubiera podido imaginar hace diez años que un juez iba a ser capaz de cerrar
Egin o encarcelar a todos los miembros de la Mesa Nacional de Batasuna sin que pasara absolutamente nada y que el resultado de actua46
A
QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
/ SANTIAGO GONZÁLEZ
Cuadernos de pensamiento político
ciones como éstas iba a ser una disminución de la actividad terrorista
y la consiguiente mejora del nivel de libertades públicas.
La ilegalización de Batasuna por sentencia del Tribunal Supremo ha
sido uno de los hechos más importantes en la estrategia de la derrota
terrorista. La ausencia del brazo político de ETA de los Ayuntamientos
privó a los terroristas de bases logísticas importantes: dinero, autobuses
para sus movilizaciones y para atender al frente de presos, etc.
La otra baza de la estrategia, el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo expresaba el compromiso del partido del Gobierno
y del principal partido de la oposición, esto es, el llamado a sucederle,
para que los terroristas supieran que, gobernara quien gobernase, la
política contra ellos iba a seguir siendo la misma.
LA QUIEBRA DEL PACTO
Sin embargo, en algún momento, el PSOE dejó de suscribir el acuerdo que sostuvo el Pacto por las Libertades. El martes 17 de mayo de
2005, el Congreso de los Diputados aprobaba una iniciativa del
PSOE que se resume en dos puntos: 1.) No se pagará ningún precio
político por la paz; 2.) El Gobierno dialogará con ETA siempre que
ésta deje previamente las armas.
Los términos estrictos de estas dos condiciones que remiten a una
rendición incondicional de ETA son incongruentes. La idea de la negociación se sustenta por parte de los terroristas sobre la base del daño que su actividad terrorista causa al Estado. La rendición incondicional es incompatible con la negociación. Si ETA deja las armas, el
Gobierno puede hacer uso de sus prerrogativas, acercar a sus presos o
alejarlos, condonarles parte de la pena o no, o cualquier otra cosa que
juzgue razonable.
¿Negociaría un empresario con sus trabajadores si estos no pudieran organizar huelgas? Con toda seguridad, no. Esto no quiere decir
que el empresario de nuestro ejemplo sea insensible a las demandas
sociales y a las necesidades de sus trabajadores. Pero no negociaría.
Haría sus cálculos sobre la inflación, el aumento de la productividad y
los beneficios y asignaría a sus empleados el aumento que le pareciese
razonable: éstas son lentejas. Pero no lo sometería a negociación.
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Cuadernos de pensamiento político
El presidente del Gobierno ha dicho en muchas ocasiones que la
idea del Pacto Antiterrorista fue suya y que el PP no la quería al principio, lo cual es cierto. Pero la verdad más relevante es que ha sido él
quien ha cambiado la política antiterrorista. Naturalmente era inevitable hacerlo sin negociarlo con el socio del Gobierno, puesto que uno
de los objetivos era cambiar de socios.
Los portavoces gubernamentales explicaron que el PP se quedaba
solo en el Congreso frente a ocho grupos parlamentarios, pero la representación es la que es y la soledad del principal partido de la oposición, que es cierta, evidente y clamorosa, hace juego con la soledad
del partido del Gobierno: el PSOE ha cambiado un socio con 148 diputados por otros que suman 38. El Pacto Antiterrorista reunía el 87%
de los representantes del pueblo español en el Congreso de los Diputados, mientras el nuevo pacto no pasa del 57%.
Ha cambiado además, el socio de la firmeza por los partidarios de
negociar a ultranza, se den o no los signos inequívocos, mate ETA o
no lo haga, si llueve o escampa y también si es primer viernes y si se
ha de comulgar. Son partidarios de negociar, precisamente para que
el Estado pague un precio político por la paz de los terroristas. Ellos
se ofrecen como intermediarios y son, en realidad, comisionistas.
Casi todos ellos se han opuesto con tenacidad a todos los elementos de la estrategia que se ha mostrado tan eficaz en los últimos años:
Acuerdo por las Libertades, Ley de Partidos, medidas judiciales, acciones policiales y colaboración internacional. A todo y desde hace años.
El Gobierno acusa al principal partido de la oposición de falta de
colaboración en la lucha antiterrorista, como sería su obligación en
función de lo que el propio pacto establece en su artículo 1º. Pero la
esencia del acuerdo no está en la peregrina idea de que la oposición
apoye incondicionalmente al Gobierno. Esto debe ser así en las políticas de Estado, pero el requisito para ello es que las políticas de Estado
se pacten con la oposición. Dicho de otra manera: sólo cuando hay
acuerdo en el diagnóstico y se pacta la política, cabe exigir que la
oposición ayude al Gobierno. En lo demás, lo que cabe esperar de la
oposición es que se oponga, como su propio nombre indica y que trate de ganarle al partido que gobierna las próximas elecciones, como
es su obligación.
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A
QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
/ SANTIAGO GONZÁLEZ
Cuadernos de pensamiento político
¿Deberían los socialistas haber apoyado al Gobierno de Aznar,
cuando éste decidió enviar tropas españolas a la guerra de Irak? Lógicamente, no. No estaban de acuerdo con la guerra y nadie les consultó su opinión sobre el envío de un contingente militar.
La esencia del Pacto Antiterrorista está en el siguiente párrafo:
«Desde el acuerdo en el diagnóstico y en las consecuencias políticas que del mismo se derivan, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español queremos hacer explícita, ante el pueblo español,
nuestra firme resolución de derrotar la estrategia terrorista, utilizando
para ello todos los medios que el Estado de Derecho pone a nuestra
disposición».
Basta oír hoy a cualquiera de los portavoces de Batasuna para
percibir en ellos un tono muy distinto al que se les percibía hace dos
años. En sus análisis es permanente la expresión «hemos derrotado
la estrategia de la ilegalización». Tienen algo de razón, aunque el Estado de derecho dista mucho de haberse rendido, como puede verse
en las últimas resoluciones del Tribunal Supremo sobre la forma de
aplicar los beneficios carcelarios a los terroristas con condenas múltiples o del juez Grande-Marlaska. Pero hoy el entorno de ETA tiene
grupo en el Parlamento vasco y nadie duda en España de que volverán a tener presencia en los Ayuntamientos tras las elecciones municipales de 2007.
MÁS TERRORISMO, MENOS DETENCIONES
El número de acciones terroristas ha aumentado. De los 33 atentados
cometidos en 2004 hemos pasado a los 47 en 2005, un 42% más.
También los actos de la llamada kale borroka han aumentado en 2005
un 56% sobre los perpetrados en 2004: 197 contra 126.
Mientras, algunos políticos y periodistas se empeñan en apurar el
optimismo que permite el dato de la ausencia de víctimas mortales
desde que el 29 de mayo de 2003 ETA asesinó a dos policías nacionales en Sangüesa. No será porque no lo haya intentado. Hace mucho
menos tiempo, el 9 de febrero de 2005, ETA colocó un coche-bomba
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Cuadernos de pensamiento político
en el IFEMA, en Madrid, que se saldó con 67 heridos. También en febrero pasado se detuvo a dos comandos, uno en Valencia y otro en el
País Vasco preparados para actuar contra personas. El jefe de los comandos operativos de la organización terrorista, Txeroki, envió una carta a
los activistas, urgiéndoles a «poner patas arriba a algún uniformado».
Diciembre de 2005 y enero y febrero de 2006 han conocido un rebrote notable del terrorismo: doce bombas en diciembre y otras doce
en los dos meses siguientes. En los 18 días transcurridos entre la manifestación del optimismo presidencial con que comienza este artículo y el final del mes de febrero hicieron explosión en el País Vasco seis
artefactos que produjeron cuatro heridos leves.
Es verdad que en los últimos ocho meses, a pesar del incuestionable recrudecimiento de la actividad terrorista de ETA, sus atentados
parecen denotar una cierta voluntad de sus autores de no causar víctimas mortales, en la medida de lo posible. Llegados a este punto deberíamos plantearnos una sencilla analogía para llegar a una distinción
metodológica entre los objetivos y los instrumentos de los terroristas.
El atracador no quiere acribillar al cajero del banco, sino llevarse el dinero de la caja fuerte. Amenaza con matar (instrumento) para que le
abran la caja (objetivo). El violador que coloca la navaja en el cuello
de su víctima no pretende degollarla, sino que deponga su resistencia
y acceda a sus pretensiones. Los terroristas no matan por gusto, independientemente de que entre ellos puedan darse algunos psicópatas.
Amenazan con matar en busca del desistimiento de los Gobiernos, las
instituciones y los ciudadanos.
Al mismo tiempo, el Estado pierde eficacia. Los ministros de Justicia e Interior y el Secretario de Organización del PSOE argumentaban el pasado mes de febrero que en los dos últimos años habían sido
detenidas más de 200 personas presuntamente relacionadas con actividades terroristas. El dato es cierto, pero su correcta interpretación
no invita ciertamente al optimismo. Una tercera parte de las detenciones se produjo entre enero y abril de 2004, antes de la llegada a la
Moncloa de Rodríguez Zapatero. El número de terroristas detenidos
por la Policía en 2005 ha sido 88, un 26% menos que en 2004, que había sido de 120. Es la segunda cifra más baja en detenciones en los últimos 16 años. Sólo en 1999, año de la tregua, se detuvo a menos activistas etarras, a 66.
50
A
QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
/ SANTIAGO GONZÁLEZ
Cuadernos de pensamiento político
En los meses transcurridos entre el verano de 2005 hasta la hora
de cerrar este artículo no se ha detenido a un solo terrorista en España. En 2006 se ha detenido a seis militantes en Francia, pero ninguno
de ellos tiene relación con esta campaña de bombas. La Ertzaintza no
ha detenido a ningún presunto activista de ETA desde septiembre de
2003. Según datos de la Agencia Vasco Press, el 65% de las acciones
terroristas cometidas en 2003 estaban esclarecidas al acabar el año.
En enero de 2006 sólo se había esclarecido el 24% de los atentados
cometidos en 2004. De todos los atentados perpetrados en 2005 solamente se ha aclarado uno.
Que aumente el número de atentados y disminuya la efectividad
policial es un síntoma tan preocupante como revelador del estado de
las cosas. Todo proceso de negociación con una organización terrorista se traduce necesariamente en un relajo de la actitud policial. No
cuesta nada imaginarse la escena de la salida de casa de un guardia civil, un policía, un artificiero, camino de su trabajo. Es muy verosímil
que su mujer le advierta: «No serás tú el último en dejar viuda y dos
hijos mientras los políticos negocian por debajo de la mesa».
Es razonable pensar que uno de los objetivos principales de ETA
esté en consolidar «la derrota de la estrategia de la ilegalización» y su
horizonte esté en las elecciones municipales del año próximo. Pero
una vez que haya vuelto Batasuna a los Ayuntamientos o si ésta no se
consuma, nada está garantizado. Es más que probable que vuelvan a
asesinar, salvo que el Estado esté dispuesto a darles cuanto piden, que
es todo el poder, porque su naturaleza es totalitaria y porque no han
interiorizado la derrota.
Vayamos a las razones. El procedimiento de Zapatero para resolver problemas es realmente novedoso e incumple la regla con la que
gobernamos todos nuestros asuntos: fijar un orden de prioridad entre
los problemas, establecer con ellos un calendario que nos permita
concentrar nuestros esfuerzos en los más urgentes y graves para ocuparnos después de los otros. Al abrir todos los conflictos al mismo
tiempo no nos acercamos a solucionar ninguno de ellos, sino más
bien a complicarlos.
El Gobierno y sus portavoces han extendido la creencia de que
ETA está decidida a abandonar las armas, que sólo busca un pretexto
para dejarlo, y si los hechos contradicen la teoría, lo hacen para reforABRIL / JUNIO 2006
51
Cuadernos de pensamiento político
zarla. Así, el recrudecimiento de la extorsión empresarial es un síntoma de su voluntad de abandono: tratan de hacer caja, un plan de pensiones antes de jubilarse. La expulsión de los activistas partidarios del
abandono es así la voluntad de poner en valor la decisión colectiva de
dejar las armas.
Se sabe que una organización terrorista quiere cerrar el negocio
cuando la reivindicación principal de las que pone sobre la mesa es la
suerte de sus militantes. Así sucedió con ETA P-M y con el IRA, por
poner dos ejemplos que nos quedan cerca en el espacio y en el tiempo, respectivamente. No hay signos de tal cosa. Desde que se puso en
marcha esto que las almas beatíficas llaman «el proceso de paz», ETA
y sus portavoces no han dejado de reivindicar lo mismo que siempre,
a saber: autodeterminación y territorialidad. Así lo han hecho ETA y
Batasuna con ejemplar coherencia, en cada comunicado, cada carta,
cada entrevista y cada discurso.
Durante el mes de agosto de 2004, seis dirigentes etarras encarcelados tan relevantes como Francisco Mújica Garmendia (Pakito), Iñaki Bilbao (Iñaki de Lemona ), Iñaki Arakama (Makario), Karlos Almorza (Pedrito de Andoain ), Kepa Solana y Koldo Aparicio enviaron una
carta a la organización en la que expresaban su moral de derrota y su
propuesta de abandonar la actividad terrorista:
«la lucha armada que desarrollamos hoy en día no sirve (...) nuestra estrategia político-militar ha sido superada por la represión del
enemigo contra nosotros (...) nunca en la historia de esta Organización nos hemos encontrado tan mal (...) aquí no se trata de saber si el
retrovisor del coche está mal o si la rueda está pinchada. Lo que falla
es el motor. Es decir, falla la estrategia político-militar sustentada en la
potencialidad de la actividad armada (…) La incapacidad de potenciar la lucha armada y la imposibilidad de acumular fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder central nos
obliga a replantear la estrategia vanguardista defendida hasta ahora».
Tres meses después, Otegi hace la oferta de Anoeta. El presidente
del Gobierno responde en un mitin de su partido en San Sebastián
que está dispuesto a hacer esfuerzos por la paz. Medio año más tarde,
Pakito y su tropa son suspendidos de militancia, a pesar de que rectifican y al cabo de trece meses son expulsados de la organización.
52
A
QUÉ LLAMAN PROCESO DE PAZ
/ SANTIAGO GONZÁLEZ
Cuadernos de pensamiento político
Era normal que rectificasen. Haber llegado a la conclusión de que
ningún Gobierno va a querer negociar contigo y que te desmienta el
mismísimo presidente del Gobierno es un contratiempo que debe
predisponer al buen terrorista a la melancolía. Por otra parte, ¿es lógico que una banda que ha asumido la idea de abandonar el terrorismo,
expulse a los abanderados de su proyecto? Cabe decir que el primer
acto de Zapatero contra ETA no es un acierto total: derrota al sector
equivocado, a los que querían rendirse.
Por último, hay una poderosa razón de lógica política. Cuando un
Gobierno decide el diálogo o la negociación con una organización terrorista, el primer efecto de su decisión, es que la iniciativa política
cambia de bando y pasa a estar en manos de los terroristas. Ésta es
siempre una relación con un adversario que no respeta reglas. Por
eso, hasta ahora, todos los Gobiernos que han afrontado este trance,
han tenido la precaución de recabar el apoyo de todas las fuerzas democráticas antes de sentarse a la mesa.
Esa era también una cuestión que no parecía preocupar al presidente del Gobierno, hasta el día 22 de marzo, día en el que ETA hizo
pública su decisión de iniciar un alto el fuego. En la sesión parlamentaria de control al Gobierno, Zapatero cambió radicalmente el discurso para expresar a la oposición su confianza en ella y su reconocimieto.
No se sabe si durará, pero sería muy necesario, porque el comunicado
etarra no anuncia el abandono definitivo de las armas, ni siquiera el
comienzo de «un proceso de paz», sino «un proceso democrático» en
el que puedan conseguir sus eternas reivindicaciones y anunciaba el
precio político de la negociación: autodeterminación y territorialidad.
ABRIL / JUNIO 2006
53
MAURICIO ROJAS 1
LA INMIGRACIÓN.
UNA VISIÓN DESDE ESCANDINAVIA
Este trabajo resume la experiencia de Suecia ante la gran inmigración que
ha llegado al país desde la Segunda Guerra Mundial. Primero bajo condiciones muy favorables que permitieron la incorporación masiva del inmigrante al trabajo y luego, a partir de los setenta, en el marco de una dinámica económica que tiende a generar la exclusión laboral de los recién llegados.
Ello se combina con una heterogeneidad cada vez mayor de la inmigración
misma, cuyo origen se desplaza desde la zona nórdica hacia el Mediterráneo
y el Tercer Mundo. El resultado ha sido una segregación muy patente y fuertes tendencias centrífugas, tanto en lo social como en lo cultural. Hoy en día
existe un creciente consenso sobre el fracaso de la política imperante de integración, con su buenismo contraproductivo, su dañina retórica multiculturalista y su falta de objetivos claros. A manera de conclusión el autor esboza
las bases de una nueva política de integración basada en el trabajo y la responsabilidad personal, en una relación equilibrada entre derechos y obligaciones y en una afirmación clara tanto de la herencia histórica sueca representada por su idioma como de los valores esenciales de la sociedad abierta,
moderna y democrática.
Los inmigrantes de Suecia no son ni de cerca los más
pobres de Europa, pero se cuentan entre los más excluidos.
Christopher Caldwell
The New York Times, 5 de febrero de 2006
Mauricio Rojas es diputado del Parlamento de Suecia. Profesor adjunto en Historia Económica de la Universidad de Lund (Suecia).
1
El autor ha publicado en Suecia una serie de libros, ensayos y artículos sobre el tema de la inmigración y la integración. Entre ellos se pueden destacar I ensamhetens labyrint –Invandring och svensk
identitet («En el laberinto de la soledad– inmigración e identidad sueca»; Brombergs, Estocolmo 1993 y
2001) y Sveriges oälskade barn («Los hijos no amados de Suecia», Brombergs, Estocolmo 1995 y 2001).
ABRIL / JUNIO 2006
55
Cuadernos de pensamiento político
INTRODUCCIÓN
E
l tema de la inmigración convulsiona y divide a Europa. La región que un día colonizó al mundo y pobló muchas tierras lejanas se ve hoy enfrentada a un flujo migratorio antes desconocido. Es
el reflujo de la historia podríamos decir, trayendo de aquellos continentes un día colonizados miles y miles de hombres y mujeres portadores de culturas y tradiciones muchas veces muy alejadas de las europeas. Se plantea así la formación de sociedades radicalmente
multiétnicas en el seno de lo que predominantemente han sido comunidades, regiones e incluso naciones de identidad monoétnica.
Europa ha conocido anteriormente las migraciones masivas, muchas de ellas forzadas, como los grandes desplazamientos poblacionales ocurridos en torno a la Segunda Guerra Mundial, y otras de rasgos
violentos, como las que un día terminaron de hundir al Imperio Romano de Occidente. La mayoría de las naciones que conforman la
Europa actual son el producto de choques históricos entre etnias o
pueblos diversos y son, casi sin excepción, multiétnicas. Pero lo son, y
esto es importante notarlo, en un sentido que tiende a reforzar la monoetnicidad como elemento central de la organización e identidad
social en cuanto se conforman como una «colección» de pueblos con
identidades étnicas diversas que definen un cierto territorio. Juntos
pero no revueltos, podríamos también decir. Esta es la paradoja del
así llamado Estado-Nación europeo, que generalmente ha sido mucho más Estado que Nación. Por ello es que no es ninguna exageración decir que la etnicidad continúa enclavada en el corazón de Europa. Es, por decirlo así, el ius sanguinis, el derecho de la sangre, que aún
predomina, reuniendo y desuniendo a gran parte de los europeos, que
en algunos casos llegan a manifestar un rechazo militante a ese ius soli, el derecho de la tierra, que nos haría ser partes de una misma comunidad por el mero hecho de compartir su suelo aunque en lo demás poco tengamos en común.
Este es uno de los grandes desafíos de Europa, que coincide con lo
que podríamos llamar el fin del paréntesis europeo en la historia
mundial, es decir, de esa fase de unos cuatro siglos que le dio a Europa una indisputable supremacía universal cuya pérdida es hoy evidente. El mundo está decididamente basculando hacia sus centros natu56
LA
INMIGRACIÓN.
UNA VISIÓN
DESDE
ESCANDINAVIA / MAURICIO ROJAS
Cuadernos de pensamiento político
rales en las grandes naciones del Asia, y así la transformación interna
de Europa se combina, complicándose notablemente, con la transformación dramática de la posición de Europa en el mundo.
Entre tanta encrucijada no es difícil perder la cabeza y por ello no
es de extrañar el que veamos una serie de reacciones y conflictos que
afectan profundamente a Europa y la dividen entre la afirmación del
pasado y las viejas identidades y la aceptación de un futuro incierto,
que en su veta utópica nos ofrece el maná de la diversidad enriquecedora y en la distópica sociedades disgregadas en un mar de subcomunidades y subculturas opuestas las unas a las otras. El abanico de desvaríos posibles es amplio, desde la xenofobia más primitiva y un
asimilacionismo militante hasta un multiculturalismo descabellado,
que enamorado de todo lo diverso se convierte en una autonegación
de lo propio y de la misma necesidad de principios cohesivos básicos
de la vida social que todos, si no comparten, al menos respetan.
Sobre todo esto habría mucho que decir y una infinidad de experiencias europeas a considerar. Lo que sigue a continuación es una
discusión de algunos de estos temas a partir de una experiencia concreta, a saber, la de Suecia con posterioridad a la Segunda Guerra
Mundial, periodo en el cual una de las naciones étnicamente más homogéneas del mundo se transforma en un país de inmigración cada
vez más heterogéneo, en el cual de un total de nueve millones de habitantes hay dos millones que son inmigrantes o hijos de inmigrantes 2. Aproximadamente la mitad de ellos provienen del Mediterráneo
Oriental y del así llamado Tercer Mundo, teniendo mayoritariamente
raíces en el Mundo Islámico. El templo más visitado en el Estocolmo
de hoy no es una iglesia luterana, católica u ortodoxa sino la mezquita que está a unos quince minutos caminando desde el Riksdag (Parlamento de Suecia). Y hay escuelas que de unos mil alumnos no cuentan ni siquiera con una decena de jóvenes de origen étnico sueco.
Este es el cambio que está enfrentando esta vieja nación nórdica,
que alguna vez fue lo más cercano a aquello que los alemanes en su
tiempo llamaron Volkgemeinschaft, una comunidad de sangre y oríge2
La información estadística acerca de Suecia en que se basa este ensayo proviene, en su totalidad,
de fuentes oficiales. En primer lugar de la base de datos de la Oficina Central de Estadística de Suecia
(Statistiska Centralbyrån, SCB) pero también de la base de datos de la Dirección de Escuelas (Skolverket) y del Consejo para la Prevención del Delito (Brottsförebyggande rådet, BRÅ).
ABRIL / JUNIO 2006
57
Cuadernos de pensamiento político
nes, o de «raza», como se hubiese dicho en la Europa anterior al Holocausto. Se trata de un cambio que remece las bases mismas de la
identidad y de la comunidad sueca y que nos permite, casi como en
un laboratorio, discutir el tema de la inmigración y el paso a una sociedad multiétnica.
DE LA EMIGRACIÓN A LA INMIGRACIÓN
Desde la pérdida de Finlandia en 1809 y hasta la reciente ola de inmigración, Suecia fue una nación casi monolítica en el sentido étnico 3.
Su lejanía respecto de los centros neurálgicos del desarrollo europeo
y la dureza de sus condiciones de vida protegieron al país de aquellas
invasiones y migraciones masivas tan comunes en otras partes de
Europa. Marginalidad geográfica y pobreza, para decirlo muy resumidamente, fueron tanto los sellos históricos de la identidad sueca
como sus mejores defensas. Más allá de los daneses en ciertas épocas
y muy esporádicamente los rusos, simplemente no hubo interesados
en conquistar o allegarse masivamente a esas frías latitudes nórdicas.
Sólo pequeñas minorías muy especiales lo hicieron, como los alemanes ligados a la Liga Hanseática en la Edad Media tardía –que de
hecho dominaban en las primeras ciudades de Suecia– o los especialistas valones, que llegaron a Suecia durante el siglo XVII para desarrollar su creciente industria metalúrgica de gran importancia económica y militar.
Fue esa pobreza inmemorial la que, desde mediados del siglo XIX,
desencadenó una ola masiva de emigración hacia Estados Unidos. La
hambruna de 1867-68 hizo que vastos sectores de la población sueca
siguieran a aquellos pioneros y disidentes religiosos que ya antes se
habían lanzado a la aventura americana. Casi un millón y medio de
suecos de todas clases y condiciones dejarían su país natal entre 1850
y 1930, cifra nada despreciable que equivale a la cuarta parte de la población total del país en 1930.
El cambio de la emigración a la inmigración se dio a partir de 1930
y reflejó en primera instancia la depresión en Estados Unidos y el
3
Siempre hubo pequeñas minorías, como la lapona en el Norte del país, pero no eran más que gotas
en un mar de etnicidad compartida.
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Cuadernos de pensamiento político
desempeño comparativamente positivo de la economía sueca en los
años treinta 4. Pero el gran cambio vino a partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial, dada la situación privilegiada del país tanto
por su neutralidad como por sus industrias. Desde entonces la inmigración no ha dejado de intensificarse, si bien su composición y motivos han cambiado profundamente. Más de 2,5 millones de inmigrantes se han allegado a Suecia desde 1940 en adelante, compensando
plenamente el efecto demográfico de la emigración anterior.
La Guerra Mundial hizo que decenas de miles de finlandeses, noruegos y daneses buscasen refugio en Suecia 5. En 1944 llegó la primera
inmigración masiva no nórdica que el país haya conocido en su historia, a través de la fuga a Suecia de unas treinta mil personas provenientes de los países bálticos. Ese fue el comienzo de la llegada de una
larga serie de grupos inmigrantes, que fueron de origen predominantemente nórdico y del Norte de Europa hasta 1970. Allí se mezclaron
migrantes laborales, que provenían de una gran gama de países y regiones que iban desde las regiones subárticas de Finlandia hasta las costas
del Mediterráneo, con refugiados políticos provenientes de, entre
otros países, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Grecia y Portugal 6.
Fue el tiempo de las vacas gordas, tanto para Suecia como para sus
inmigrantes. La industria continuaba su fuerte expansión, trabajo había a destajo y los impuestos aún eran relativamente bajos, creando
fuertes incentivos a trabajar en vez de utilizar los beneficios que el Estado benefactor iba ofreciendo en medida creciente. Hasta fines de
los sesenta el inmigrante medio trabajaba más que su correspondiente
sueco y sus ingresos eran también mayores. El balance económico de
la inmigración era claramente positivo para el país y no se observaban
tensiones ni tendencias a la segregación y exclusión que fuesen preo4
El año 1930 fue el primero desde que se lleva un registro de migración en que la inmigración superó
a la emigración. La razón fundamental de ello es la caída brusca de la emigración a Estados Unidos y el
retorno mayor desde ese país de descendientes de suecos.
5
De Finlandia llegaron miles de niños, que por ello son conocidos como los «hijos de la guerra»
(krigsbarn). De Noruega, refugiados de todo tipo, y de Dinamarca, una parte importante de la comunidad
judía de ese país.
6
La cantidad de inmigrantes residentes en Suecia pasa de 198.000 a 538.000 entre 1950 y 1970, siendo
los finlandeses el grupo claramente dominante con 235.000 personas en 1970. El segundo grupo en importancia son los noruegos con unos 45.000 individuos y el tercero los alemanes con 42.000 personas.
Pero también se puede observar la presencia de unos 34.000 yugoslavos, formando de lejos el grupo inmigrante más importante no proveniente del Norte de Europa.
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Cuadernos de pensamiento político
cupantes. La política oficial era bastante simple, considerando la asimilación del inmigrante como algo natural y deseable. Aún no se había desarrollado ni una política de integración ni aquel enorme «aparato integrador» que surgiría posteriormente. Mientras el trabajo fue
la puerta de entrada del inmigrante a Suecia no hubo necesidad de toda esa parafernalia que surge cuando esa puerta se cierra y la exclusión crece.
El conflicto más significativo de esa época se dio con partes importantes de la creciente minoría finesa, que de diferentes maneras
pedía una política más tolerante respecto de las posibilidades de mantener su idioma y desarrollar una vida cultural más intensa y autónoma. Lo que pedían se inspiraba –pero sin llegar a los mismos niveles–
en la gran autonomía cultural de que siempre ha gozado la minoría
de origen sueco en Finlandia 7. El Estado sueco, con un amplio consenso político tras de sí, tomó una política de clara defensa de las instituciones fuertemente unitarias típicas del país a través de toda su
historia, negándose a conceder el estatus de minoría al grupo finés y a
otros más –aunque mucho menos significativos– que pedían lo mismo.
Se hicieron, sin embargo, algunas concesiones, dando por ejemplo la
posibilidad de recibir ciertas lecciones en idioma materno en la escuela básica y apoyando más ampliamente a las asociaciones étnicas.
DEL TRABAJO Y LA ASIMILACIÓN AL NO TRABAJO
Y LA RETÓRICA MULTICULTURALISTA
La década de los setenta marca un cambio dramático en todo lo referente a la inmigración, que a su vez continúa aumentando sin cesar.
Su origen, composición y sus motivos cambian; un desarrollo económico más lento muestra tendencias cada vez más excluyentes que hace cundir los grupos de baja integración en el mercado laboral; la segregación se hace patente, y, por último, la retórica multiculturalista
se hace hegemónica.
En cuanto a los orígenes, composición y motivos de la inmigración se ve un claro desplazamiento desde el Norte de Europa hacia el
7
Hay que recordar que Finlandia fue parte de Suecia durante unos 500 años, hasta la traumática entrega a Rusia en 1809. Por ello una parte significativa de la élite finlandesa tiene origen sueco y ha podido conservar su idioma siendo incluso uno de los dos idiomas oficiales de Finlandia.
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Cuadernos de pensamiento político
Mediterráneo Oriental y, sobre todo, hacia el Medio Oriente y el resto del Tercer Mundo. La inmigración por motivos de asilo y reunificación familiar pasa a ser totalmente dominante al coincidir su aumento con el cierre prácticamente hermético de la posibilidad de
inmigrar por razones laborales 8. Al mismo tiempo cesa la gran inmigración de Finlandia dado el rápido desarrollo económico de ese país.
Nuevas minorías, casi completamente ausentes antes, surgen y, a
través de sus rasgos físicos, tan distintos de los clásicos del sueco, y de
su concentración en barrios muy segregados, se hacen cada vez más
visibles e inquietantes. Los inmigrantes de Asia, África y América del
Sur, que en 1960 no llegaban en su conjunto ni a los 3.000 individuos,
llegarían a ser más de 220.000 en 1990 y unos 400.000 en 2005, sin
contar a sus hijos nacidos en Suecia. A su vez, la cantidad total de inmigrantes residentes en el país pasó entre 1970 y 2005 de 538.000 a
1.125.000 individuos, de los cuales sólo 460.000 provenían de alguno
de los 24 países restantes de la Unión Europea o de Noruega. Considerando a aquellas personas nacidas en Suecia con al menos un padre
inmigrante se llega hoy a alrededor de los dos millones de personas,
lo que corresponde al 22 por ciento de la población total del país.
Este cambio en el origen de la inmigración, con una presencia cada vez mayor de grupos no europeos, ha llevado consigo un cambio
muy claro en la composición social de la misma. El nivel educacional
ha aumentado notablemente en comparación con la vieja inmigración, llegando prácticamente a equiparar el nivel educacional de la
población inmigrante con la sueca. Así por ejemplo, en 2004 el 33 por
ciento de la población de 25 a 64 años de edad nacida en Suecia tenía
algún tipo de educación post-secundaria. Entre los inmigrantes nacidos en África el 27 por ciento tenía ese tipo de educación y así lo hacía también el 31 por ciento de los nacidos en Asia y el 33 por ciento
de los originarios de América del Sur. A su vez, los inmigrantes provenientes de Europa del Este, América del Norte y Oceanía superaban muy claramente el nivel sueco de educación superior.
Este aumento tan notorio del nivel educacional de los inmigrantes
es un hecho sorprendente, al provenir una parte creciente de los mis8
Los sindicatos jugaron un papel decisivo en la decisión de cerrar el país a la inmigración laboral. La
excepción fueron las personas provenientes de otros países nórdicos, con los cuales existe un mercado
común de trabajo desde 1954 y, a partir de 1995, de otros países de la Unión Europea.
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Cuadernos de pensamiento político
mos de países relativamente menos desarrollados y de niveles educacionales muchas veces significativamente más bajos que el sueco. Pero esa circunstancia se ve compensada con creces por la selectividad
social de una inmigración condicionada en primer término por la
cualidad de refugiado político. Esto diferencia notablemente la inmigración sueca de origen no europeo de la de muchos otros países europeos, particularmente de aquellos que dan al Mediterráneo. Por
cierto, que existen subgrupos inmigrantes, por ejemplo entre las personas de mayor edad, con bajísimos niveles de educación formal, pero esto no debe hacernos perder de vista la tendencia educacional ascendente de la nueva inmigración que tan patentemente contrasta
con los viejos grupos inmigrantes, especialmente de origen nórdico,
que aún hoy exhiben, particularmente entre los hombres, los niveles
más bajos de educación entre los diversos grupos inmigrantes. Así
por ejemplo, en 2004 sólo el 19 por ciento de los hombres inmigrantes nórdicos tenía educación post-secundaria, en comparación con el
31 por ciento de los provenientes de África (siempre considerando el
grupo de edad de entre 25 y 64 años).
El cambio más dramático que ha acompañado al nuevo flujo migratorio ha sido el paso desde el «sobreempleo» al subempleo de una
parte creciente de la población inmigrante. Este cambio afecta sobre
todo a los nuevos grupos inmigrantes originarios de países no europeos. Actualmente, ni siquiera la mitad de los inmigrantes no europeos
entre 20 y 64 años de edad trabajan, mientras que entre la población
nativa de la misma edad lo hace cerca del 80 por ciento. Entre ciertos
grupos muy importantes en la nueva inmigración, siete de cada diez
personas en edad laboral están marginadas del trabajo. Este es el caso
de los somalíes, que es el principal grupo de origen africano residente
en Suecia, y de los nacidos en Irak, que es, con unos 70.000 individuos, el principal grupo no europeo residente en Suecia.
Esta situación, que ha ido empeorando paulatinamente, tiene su
explicación fundamental no en la discriminación –que si bien existe
no se ha incrementado como para explicar semejante cambio en la situación laboral de los inmigrantes– sino en la dinámica misma del
modelo sueco de crecimiento que escasamente genera empleo. Pocos
países como Suecia han hecho cierto aquello del jobless growth (crecimiento sin empleo) del que tanto se ha hablado. Entre marzo de 1985
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LA
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Cuadernos de pensamiento político
y marzo de 2005 es posible constatar una reducción del empleo de
39.300 personas. En ese mismo periodo de veinte años se puede a su
vez constatar un aumento de la población en edad laboral (de 16 a 64
años) con 470.000 individuos. He allí la simple explicación de base de
la exclusión creciente de los grupos inmigrantes que arribaron a Suecia durante este periodo de crecimiento sin empleo: cuarenta mil empleos menos y casi medio millón más de personas.
Este desarrollo no es por cierto algo que se le pueda achacar a la
globalización o al progreso tecnológico. Países muy globalizados y
tecnológicamente incluso más avanzados que Suecia, como por ejemplo Estados Unidos, Canadá y Holanda, han visto crecer el empleo en
nada menos que un 30, 37 y 43 por ciento respectivamente en esos
veinte años 9. Lo acontecido en Suecia es algo simplemente muy peculiar, que está directamente relacionado con los altísimos costos del
trabajo, producto de la triple presión al alza constituida por las demandas de los sindicatos, la alta carga tributaria y las rígidas regulaciones laborales. La consecuencia ha sido la desaparición del mercado legal de trabajo de muchos de aquellos empleos que brindan las
típicas puertas de entrada al mundo laboral para grupos nuevos. Al
mismo tiempo, se observa una reticencia evidente de los empleadores
a contratar fuerza de trabajo y una orientación de las inversiones hacia los bienes de capital, particularmente cuando reducen la mano de
obra. Ello les ha dado en general excelentes condiciones salariales y
de trabajo a los sectores empleados de la población, pero al precio de
la exclusión de una parte creciente de la misma, especialmente aquella de origen inmigrante. El resultado a largo plazo de este proceso es,
por cierto, desastroso tanto en lo social como en lo económico y está
a la vista en la Suecia de hoy.
Sin embargo, hay que agregar un hecho más para entender cabalmente lo ocurrido. El mercado de trabajo sueco está altamente regulado, impidiendo de manera muy efectiva que grupos nuevos puedan
competir con los ya establecidos. Eso hace que el inmigrante no pueda utilizar lo que ha sido su forma clásica de entrar al mercado de trabajo, compensando con exigencias salariales menores sus evidentes
9
US Department of Labor, Comparative Civilian Labor Force Statistics. Países emergentes, como Irlanda o España, muestran tasas aún superiores de expansión del empleo, llegando en ambos casos a
cerca del 70 por ciento entre 1985 y 2004 según la base de datos de la OIT.
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Cuadernos de pensamiento político
desventajas frente a la fuerza laboral nativa (dificultades idiomáticas,
desconocimiento de las claves culturales del país, falta de experiencia
laboral relevante en su nuevo país, ausencia de una red de contactos
etc.). Así, el inmigrante ha quedado en una situación imposible al tener que competir por los mismos salarios con la fuerza de trabajo local. Este es un ejemplo muy notable de cómo un movimiento sindical
extraordinariamente poderoso y de una política salarial aparente solidaria se transforman en una barrera para la integración de nuevos
grupos sociales.
Es sobre esta base de escasez de puestos de trabajo que los prejuicios y la discriminación han cobrado un papel significativo, que refuerza decisivamente las desventajas naturales del inmigrante nuevo
excluyéndolo de manera creciente de la posibilidad de ingresar al
mercado laboral. Esto, sumado a un Estado benefactor que asegura
importantes beneficios a toda la población residente en el país independientemente de su participación laboral, ha hecho que el incentivo
económico al trabajo haya disminuido fuertemente llegando incluso a
desaparecer totalmente en algunos casos, particularmente cuando se
trata de familias con varias cargas familiares. Así se ha ido conformado un mecanismo cada vez más voraz que ha transformado a una creciente parte de la nueva inmigración en una clase excluida del trabajo
pero muy incorporada al asistencialismo del Estado. Es, sin duda, la
peor integración que pueda imaginarse para los inmigrantes, al consumo pero no a la producción, a la humillante condición de vivir del
trabajo de otros y no poder aportar con el propio. Está claro que bajo
estas condiciones no hay integración posible y no es de extrañar si
una parte significativa de la población nativa ve a la inmigración con
creciente preocupación e incluso disgusto.
Este mismo desarrollo explica el surgimiento de lo que en Suecia
se ha llamado la «industria de la integración», que da sustento a miles
de funcionarios públicos cuya productividad, medida en términos de
integración, probablemente sea negativa. Puede parecer una paradoja que mientras más se invierte en integración más se fracase en la
misma, pero es que esas inversiones no son sino la consecuencia de
un fracaso fundamental e irreparable relacionado con la falta de incorporación al trabajo. Esto no quiere decir que sea suficiente con el
trabajo para una integración satisfactoria de grupos inmigrantes muy
disímiles. Lo que la experiencia de Suecia muestra es que sin trabajo
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Cuadernos de pensamiento político
falta la base misma sobre la que necesariamente reposa todo el edificio de la integración.
Simultáneamente con el comienzo de esta marcha lamentable hacia la desintegración laboral y la exclusión social se dio el surgimiento
de la ideología multiculturalista, que incluso llegó a plasmarse en una
reforma constitucional de 1976, la cual le impuso al Estado sueco el
deber de fomentar la posibilidad para «las minorías étnicas, idiomáticas
y religiosas» de «mantener y desarrollar una vida cultural y asociativa
propia» 10. La asimilación fue no sólo descartada sino estigmatizada como objetivo de una política de integración ahora retóricamente regida por lo que se definió como «la libertad cultural de elección».
El paso al multiculturalismo se dio con la ligereza propia de un periodo de optimismo casi sin límites, tanto respecto de las posibilidades del país como de la integración. En el estudio de la comisión que
llevó a la adopción oficial del multiculturalismo en 1975 no existe ni
siquiera un atisbo de problematizar esa libertad cultural de elección
de la que se hablaba ahora y tampoco acerca de los posibles conflictos de valores fundamentales que pueden darse entre diversas culturas
y, particularmente, en el encuentro entre la cultura occidental moderna, urbana y secularizada y formas culturales propias de sociedades
premodernas, agrarias y de religiosidad integrista 11. Suecia no tenía
tampoco experiencia de conflictos interétnicos, y con los éxitos notables de su desarrollo económico y social contaba con que la integración del inmigrante sería tan exitosa como algún día lo fue la integración social de las nuevas clases trabajadoras industriales. Nadie podía
imaginarse en ese momento la enorme magnitud y la creciente diversidad cultural de la inmigración que llegaría al país durante las décadas venideras, ni tampoco era fácil prever que la Suecia de entonces
estaba a punto de iniciar tres décadas de crecimiento económico mediocre, que harían pasar al país de ser un puntero del desarrollo mundial a un puesto mucho más modesto 12.
10
Regeringsformen, capítulo 1, segundo parágrafo, párrafo final.
11
Invandrarna och minoriteterna («Los inmigrantes y las minorías»), Liber, Estocolmo 1974.
12
Para dar un ejemplo del deterioro comparativo de la posición de Suecia baste decir que en 1975 el
producto nacional per cápita del país (ajustado por el poder de compra) equivalía al 89 por ciento del estadounidense mientras que veinte años más tarde, en 1995, se había reducido a tan sólo el 75 por ciento
del mismo.
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Cuadernos de pensamiento político
Es importante acotar, sin embargo, que la meta multiculturalista
de la política sueca nunca caló realmente en profundidad, manteniéndose hasta mediados de los noventa prácticamente intacta la típica
cohesión institucional del país. Lo que el multiculturalismo produjo
fue, más bien, una desorientación creciente y la falta de metas claras
respecto de la integración. De hecho, se puede decir que de allí en
adelante no ha existido una política coherente de integración, cayendo
en una inercia cuya insuficiencia ha ido quedando de manifiesto en la
medida que la exclusión laboral y social aumenta entre los inmigrantes.
Típico de esta desorientación fue la falta de insistencia tanto en el
aprendizaje del idioma sueco como, aún más, en la necesidad de afirmar la propia identidad histórica de Suecia como base de toda integración posible y de subrayar la importancia de la existencia de una
comunidad valorativa básica, que es lo único que puede darle a la creciente diversidad un marco armónico de desarrollo. Ser sueco pasó a
ser si no motivo de vergüenza al menos sinónimo de una identidad
tristemente monótona y gris, nada envidiable ni deseable, producto
de una sociedad a la que le había faltado la sal de la diversidad étnica
y cultural. Fue una especie de masoquismo cultural tremendamente
contraproducente, especialmente para el inmigrante a quien en nada
se le estimulaba a hacerse parte de una cultura e identidad que se menospreciaba a sí misma. A la vez, se exaltaban acríticamente las virtudes de lo foráneo que el inmigrante traía consigo y de la diversidad en
sí misma, que de término en sí neutral y descriptivo pasó a tener connotaciones exclusivamente positivas. Los símbolos y el orgullo nacionales pasaron al baúl de los recuerdos o, más trágico aún, a manos de
los grupos xenófobos.
Lo peor de todo fue la «folklorización» de los grupos inmigrantes,
cuyos problemas fueron ahora definidos como culturales, descuidando paralelamente la integración laboral como pilar de toda integración. Característico de este multiculturalismo de farándula fue el paso
de la responsabilidad central sobre la integración del inmigrante desde el Consejo Nacional del Mercado de Trabajo (Arbetsmarknadsstyrelsen) al Ministerio de Cultura, del cual pasó a depender el Ministro de Inmigrantes. Este triste desarrollo culminó hace unos años con
el paso sintomático de ese ministro –ahora con el título de Ministro
de Integración– a depender del Ministerio de Justicia.
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Cuadernos de pensamiento político
EL COLAPSO DEL MODELO SUECO DE INTEGRACIÓN
Los noventa fueron, en todo sentido, la época del fin de fiesta para
Suecia. Entre 1990 y 1993 se desencadenó la crisis económica más
profunda de la historia moderna del país, con el desplome del pleno
empleo que en principio había durado cincuenta años y una crisis fiscal desatada. El desempleo pasó del 2 al 12 por ciento de la población
laboral en tres años, el gasto público llegó a la cifra récord del 73 por
ciento del PIB y el déficit fiscal se disparó. La corona se desplomó a
pesar de los intentos desesperados del Banco Nacional de Suecia
–que el año 1992 llegó a subir la tasa de interés al 500 por ciento– para defender su valor. Medio millón de puestos de trabajo desaparecieron y el golpe a la población inmigrante, particularmente a los recién
llegados y a los que arribarían durante los noventa, fue durísimo.
De allí en adelante las áreas cada vez más segregadas donde residen mayoritariamente los grupos inmigrantes nuevos pasan a ser áreas
donde la falta de trabajo se hace más común que el trabajo y donde la
cultura de la marginalidad y la dependencia del asistencialismo estatal
comienza a dominar la formación de una especie de proletariado en
el sentido clásico, premarxista, del término, es decir, una clase no incorporada a la producción que vive del resto de la sociedad. Paralelamente se deterioran las escuelas de los barrios segregados y se observa un aumento del vandalismo y la criminalidad, síntomas infalibles
de una creciente pobreza interior que no siempre es fácil observar
–por ejemplo para los visitantes del exterior– detrás de las fachadas
aún bien mantenidas de los edificios. Así se crea algo totalmente nuevo en Suecia, país de una tradición integradora muy notable, a saber,
bolsones de una exclusión radical que va de lo económico y social a
lo cultural y moral.
No se trata, y esto es importante subrayarlo, de enclaves inmigrantes al estilo estadounidense, es decir, con una pujante vida económica
que termina abriendo las grandes avenidas del «sueño americano». Lo
que surge en Suecia es mucho más aquello que en la literatura estadounidense anteriormente se llamó «slum» y hoy, bastante inapropiadamente, se llama gueto 13. Esta distinción es fundamental ya que per13
Es notable constatar que en la literatura norteamericana anterior a la Segunda Guerra Mundial el
concepto de gueto podía ser usado con connotaciones positivas, es decir, como una comunidad étnica
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Cuadernos de pensamiento político
mite relacionarnos con dos fenómenos aparentemente muy similares
pero que, en el fondo, son esencialmente diferentes. Permítaseme por
ello citar un pasaje muy pertinente de un libro recientemente publicado, donde el historiador económico sueco Benny Carlson compara el
dinámico enclave étnico somalí en Minneapolis (USA) con la situación tan vulnerable de los somalíes en Suecia:
«El enclave se caracteriza porque quienes lo conforman lo hacen buscando un sentimiento de comunidad y seguridad, así como las posibilidades económicas y sociales que el enclave ofrece a pesar de sus condiciones modestas
de vida. El gueto es un lugar donde los individuos residen contra su voluntad en razón de su pobreza y los prejuicios circundantes, un lugar caracterizado por la pasividad, la dependencia de las ayudas sociales y la criminalidad. A pesar de que sea difícil distinguir ambos lugares a primera vista, se
puede decir que el enclave es parte de un círculo virtuoso mientras que el gueto es parte de un círculo vicioso» 14.
En un estudio reciente 15 se ha constatado la existencia de nada
menos que 154 barrios marginados a lo largo de Suecia, caracterizados por la falta de trabajo (menos de seis personas de cada diez en
edad de trabajar lo hacen), resultados escolares insatisfactorios (más
del treinta por ciento de los niños terminan la educación básica sin
haber alcanzado las así llamadas metas escolares) y una baja participación política (más del 30 por ciento de abstención en la elecciones
municipales de 2002). En 1990 no eran más de tres las áreas que podían ser clasificadas de esta manera. Prácticamente todos estos barrios marginados tienen una población predominantemente inmigrante (primera y segunda generación), que en algunos casos casi
llega al total de la población.
Un ejemplo concreto de estos barrios es Rosengård en Malmoe
(Malmö es la tercera ciudad más grande de Suecia y está ubicada frenrelativamente aislada pero bien estructurada en términos económicos, sociales y morales. Su contraposición natural era el «slum», caracterizado por la desintegración social, la anomia cultural y la degradación moral. Ese es, paradójicamente, el sentido que actualmente se le da al concepto de gueto, lo que,
considerando el origen de la palabra, es profundamente injusto.
14
Benny Carlson, Somalier i Minneapolis («Somalíes en Minneapolis»), Zufi, Lund 2006, pág. 18.
15
Utanförskapets karta («Mapa de la Exclusión»), Partido Liberal de Suecia, Estocolmo 2005.
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DESDE
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Cuadernos de pensamiento político
te a Copenhague) 16. En 2005 vivían allí unas 21.500 personas, de las
cuales el 59 por ciento eran nacidas fuera de Suecia y un 25 por ciento más eran nacidas en Suecia de padres nacidos en el extranjero. A
ese 84 por ciento deben agregársele aquellas personas nacidas en Suecia con un progenitor no nacido en el país, con lo que uno se aproxima al cien por ciento de la población del barrio. Los tres grupos dominantes provienen de Yugoslavia, Irak y Líbano. En 2003 el 63 por
ciento de la población entre 20 y 64 años no tenía trabajo, siendo la
gran mayoría de ellos ni siquiera considerados como una parte de la
fuerza laboral. En las cuatro escuelas básicas del sector con ciclo superior por lo menos el 60 por ciento de los niños fracasa en el sentido
de no alcanzar las metas escolares prefijadas, lo que hace que muchos
de ellos no puedan continuar con la educación secundaria (datos de
2005). Por último, en 2004 se registraron dos veces más actos de vandalismo y tres veces más asaltos en Rosengård que el promedio del
país. Hace un tiempo el principal diario de Suecia, Dagens Nyheter, resumió la situación con la siguiente frase: «Todo lo que se mueve en
uniforme puede ser atacado en Rosengård, incluso los bomberos corren peligro» 17. La revista de la policía sueca describió de la siguiente
manera las condiciones de trabajo en el barrio:
«La policía de Rosengård ha sufrido varios atentados. Los vehículos privados en el estacionamiento vecino han sido demolidos. Siempre se trata de
usar dos patrulleras cuando se realiza una intervención policial para evitar
la vandalización de los vehículos. La estación de policía ha recibido amenazas de atentados y sufrido un intento de incendiarla, que podría haber tenido serias consecuencias. Ahora se ha recibido la autorización de la Intendencia Provincial para instalar cámaras de vigilancia tanto en la estación como
en el estacionamiento vecino» 18.
Esta realidad evidentemente preocupante coincide a partir de mediados de los noventa con un proceso de profunda transformación
16
La información estadística que aquí se usa proviene de la base de datos de la Municipalidad de
Malmoe.
17
Dagens Nyheter, 25 de marzo de 2004.
18
Polistidningen («El Diario de la Policía»), número 6 de 2004.
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Cuadernos de pensamiento político
del Estado benefactor sueco, dada por la aceptación de una creciente
heterogeneidad institucional, algo que viene a romper con una tradición histórica que se remonta mucho más allá de la instauración de la
hegemonía socialdemócrata en la década de los treinta del siglo pasado. Está transición de un Estado benefactor, que mantenía un celoso
monopolio del sector del bienestar (educación, salud, cuidado de niños y ancianos etc.), a un Estado del bienestar que acepta una diversidad de gestores y respeta la elección directa del ciudadano, no ha sido
motivada por el multiculturalismo o por el deseo de darle a las comunidades inmigrantes una mayor autonomía cultural. Se trata de un
cambio en sí mismo muy positivo motivado tanto por la crisis del Estado benefactor, en el seno de la crisis generalizada de comienzos de
los años noventa, como por la pérdida de aceptación del paternalismo
estatal por parte de sectores crecientes de la población sueca 19. Ahora
bien, aunque este proceso no se genere en torno a la problemática de
la integración del inmigrante tiene un impacto profundo en la misma,
abriendo la posibilidad de formar instituciones (fundamentalmente escuelas pero también centros preescolares y casas para ancianos) étnicas, que en ciertos casos pueden venir a reforzar la dinámica general
de la segregación.
Diversos hechos espectaculares han venido a desencadenar un debate cada vez más intenso sobre la nueva multiculturalidad de Suecia,
en lo que ha sido un despertar bastante traumático del sueño «multiculti». Se trata, por ejemplo, del asesinato de varias muchachas jóvenes y de la persecución de muchísimas más con raíces en el Oriente
Medio, por la adopción de costumbres de vida suecas y su consiguiente rechazo a la así llamada cultura del honor y a las exigencias
de control por parte de sus familias. A ello se suman tanto reportajes
televisados sobre escuelas musulmanas financiadas por el Estado que
muestran un comportamiento –por ejemplo, una complicidad con la
mutilación sexual de las jóvenes de origen africano– muy reñido con
las normas imperantes en Suecia, como discusiones sobre el uso del
velo en escuelas y lugares de trabajo y la posición ambivalente de
ciertos sectores religiosos islámicos ante el terrorismo fundamentalista.
Todo esto, por cierto, se refuerza por ese trasfondo que crean los
19
El autor ha descrito y analizado este proceso en su libro Suecia después del Modelo Sueco, CADAL,
Buenos Aires 2005.
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Cuadernos de pensamiento político
atentados de Madrid y Londres, así como los motines urbanos de
Francia y la violenta disputa internacional que irrumpió a partir de la
publicación en Dinamarca de las caricaturas de Mahoma.
Como se ve, tal como en el resto de Europa, el punto crítico de las
nuevas discusiones se da, de una u otra manera, en torno a la creciente comunidad de origen islámico. La opinión pública muestra una
clara opinión negativa sobre los musulmanes y su religión, considerando mayoritariamente como incompatibles los valores fundamentales del Islam con los de la sociedad sueca 20. Al mismo tiempo, se
puede constatar una creciente violencia antimusulmana que ya ha dejado dos mezquitas –entre ellas la gran mezquita de Malmoe, vecina a
Rosengård– totalmente destruidas por el fuego.
Las tensiones interétnicas no se limitan sin embargo a grupos de
origen islámico. El incidente más serio ocurrió en septiembre pasado
en Södertälje, una ciudad ubicada al sur de Estocolmo, e involucró al
grupo asirio de religión cristiana ortodoxa. Allí se enfrentaron los pobladores de un barrio muy segregado (Ronna) con la policía, lo que
llevó, un par de horas más tarde, al ametrallamiento de la estación de
policía de Södertälje, que recibió quince impactos de bala. Fue el triste epílogo del modelo sueco de integración.
HACIA UNA POLÍTICA DE INTEGRACIÓN
CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA
En agosto de 2002 el Partido Liberal de Suecia (Folkpartiet) lanzó una
nueva política de inmigración e integración que de un golpe trastocó
toda la escena política sueca y le permitió triplicar su votación en las
elecciones de septiembre del mismo año. La propuesta que causó mayor revuelo fue la exigencia de que aquellos que quisiesen acceder a la
ciudadanía sueca deberían demostrar una cierta capacidad de hablar
y comprender el idioma sueco. Esta propuesta fue calificada de xenó20
En un estudio publicado en 2005 por la Oficina de Integración (Integrationsverket) se dan los resultados de una encuesta de opinión que muestra que las dos terceras partes de los encuestados consideraba totalmente o en gran medida incompatible los valores del Islam con los de la sociedad sueca. Sólo
un tres por ciento opinó que esos valores eran completamente compatibles. El 65 por ciento opinó que
no se debía facilitar el ejercicio de la fe musulmana en Suecia, contra el 6 por ciento que estaba en favor de lo mismo. Integrationsbarometer 2004 («Barómetro de la integración 2004»), Integrationsverket,
Norrköping 2005.
ABRIL / JUNIO 2006
71
Cuadernos de pensamiento político
foba, contraria a los inmigrantes e incluso racista por oponentes políticos y también por una parte importante de la élite mediática e intelectual del país 21. Al mismo tiempo, la opinión pública manifestó sin
demora su aprobación abrumadora de esta propuesta, que fue públicamente articulada por una troika compuesta por el líder del partido
y dos candidatos de origen inmigrante 22. Un par de días antes de las
elecciones el comentarista político más prestigioso del principal diario del país resumió de la siguiente manera lo acontecido:
«La campaña electoral de 2002 ha sido copada por el tema de los inmigrantes (…) La nueva política del Partido Liberal dejó desconcertados a los
demás partidos, que han tenido grandes dificultades para encontrar una respuesta ya que sus propias encuestas de opinión han demostrado que la exigencia de un test idiomático tiene gran apoyo popular» 23.
La verdadera causa del revuelo fue la ruptura categórica que esa
propuesta implicaba respecto de dos elementos fundamentales de la
política de integración sueca. Primero con el «snällism» 24 (el «buenismo» diríamos en español) que nada pide del inmigrante ya que siente
pena por el mismo y de hecho lo considera tan inferior e incapacitado
que hasta las más mínimas exigencias son demasiado. La segunda
ruptura, aún más importante, se dio con la autonegación de lo nacional propia de la retórica multiculturalista. Rescatar el valor del idioma
sueco como herramienta de comunicación común fue rescatar indirectamente el valor del legado de la historia sueca y afirmar que es sobre la base, y no la negación, de esa historia que podremos construir
un futuro común.
Junto con la propuesta del test idiomático se hicieron tres propuestas más que marcaban, cada una a su manera, una ruptura profunda
con la política de inmigración imperante. La primera afirmaba sin
21
Esta reacción no dejará de sorprender al lector no sueco ya que una exigencia similar existe en una
gran cantidad de países, como Estados Unidos, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca,
Austria, Alemania y México.
22
Uno de ellos el autor del presente trabajo y el otro la actual diputada Nyamko Sabuni, nacida en el
Congo.
23
Henrik Brors en Dagens Nyheter el 13 de septiembre de 2002.
24
De la palabra snäll, que significa bueno o amable.
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LA
INMIGRACIÓN.
UNA VISIÓN
DESDE
ESCANDINAVIA / MAURICIO ROJAS
Cuadernos de pensamiento político
ambivalencia la importancia del trabajo como camino de integración
y la necesidad de combatir la dependencia del asistencialismo estatal.
Inspirado por el enorme éxito de la reforma del «welfare» estadounidense introducida por Bill Clinton a mediados de los noventa, se
planteó el condicionamiento de la entrega de ayuda social a personas
en condiciones de trabajar con contraprestaciones de jornada completa en forma de «trabajos de emergencia» combinados con actividades conducentes a una integración o reintegración en el mercado laboral. La consigna fue «trabajo en vez de ayudas» y se refería no sólo
a los inmigrantes. Para el inmigrante o refugiado recién llegado se
planteaba el trabajo «desde el primer día» como la forma de evitar la
caída en la pasividad o en formas ilegales de trabajo que muchas veces se combinan con las ayudas sociales. Esta propuesta también escandalizó a muchos, llegándose incluso a decir por parte de los sectores «buenistas» más militantes que lo que se quería era condenar a los
inmigrantes al «trabajo forzado».
La segunda propuesta que también marcaba una clara ruptura con
la política anterior se refería al tema de la diversidad y el multiculturalismo. Lo que se desechó fue nada menos que la idea misma de la
multiculturalidad como horizonte de la política de integración. A esta
idea se le contrapuso el derecho inalienable del individuo a su libertad
e integridad, como idea rectora de una sociedad que respeta la diversidad cultural siempre que se trate de expresiones culturales que respeten ese derecho. Se trataba, en buenas cuentas, de una vuelta a los
principios básicos de la sociedad abierta, democrática y secularizada,
definida por la autonomía esencial del individuo. Con ello se atacaba
frontalmente todo relativismo cultural, poniendo a la libertad del individuo como el límite absoluto de la diversidad cultural y tomando
decididamente partido por un orden social basado en esa libertad.
Con esta toma de posición se establecía un frente de batalla no sólo con los defensores del relativismo cultural sino también, y mucho
más decisivo, con aquellos sectores, muchas veces de origen inmigrante, que de hecho coartaban la libertad de las personas en función
de la defensa de las creencias, tradiciones y cultura de su grupo. Esto
era más que patente en el caso de aquellas mujeres jóvenes que habían
perdido su vida por tomarse libertades que su familia o su grupo consideraban inaceptables, como hablar con jóvenes que no fuesen parientes, salir a fiestas fuera del ámbito familiar o frecuentar ambientes
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Cuadernos de pensamiento político
suecos, para no mencionar el tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Esta toma de posición implicaba también un creciente conflicto
con aquellas escuelas y asociaciones étnicas que de hecho existen con
el propósito de mantener valores y tradiciones profundamente reñidos con la idea moderna de la libertad individual, muchas veces bajo
la forma de un integrismo religioso apenas disimulado.
Por último, se planteó una política de refugiados más generosa y la
reapertura del país para la inmigración laboral de fuera de la Unión
Europea, cosa que escandalizó a los sindicatos, en particular a la central de trabajadores más importante del país 25, que de inmediato le declaró la guerra al Partido Liberal. Se trataba verdaderamente de David
contra Goliat, y no cupo duda de que, a pesar de una campaña sindical sin escrúpulos, las simpatías estuvieron con David. Las encuestas
de opinión mostraron que la gran mayoría de los suecos era favorable
a una apertura hacia quienes quisiesen venir al país a trabajar.
Con esta toma de posición claramente favorable a la inmigración,
se hizo bastante poco creíble cualquier acusación de xenofobia y se
completaba el horizonte de la política liberal, que para lograr un país
más abierto planteaba la necesidad de una política de integración
que realmente funcionara, basada en el trabajo y la responsabilidad
personal, en una relación equilibrada entre derechos y obligaciones,
y en una afirmación clara tanto de la herencia histórica sueca representada por su idioma como de los valores esenciales de la sociedad
abierta y moderna.
PALABRAS FINALES ACERCA DE LOS DESAFÍOS DEL FUTURO
A partir de las elecciones de 2002 se inició un profundo debate nacional sobre la integración, que hoy, más que nunca, sigue provocando
las polémicas más acaloradas que conozca la política sueca. Es un
debate de la mayor importancia no sólo por lo serio de la situación
actual sino también porque la inmigración, según todos los pronósticos, va a continuar durante mucho tiempo más con al menos la mis25
Landsorganisationen, LO, que agrupa unos dos millones de afiliados y está complemente controlada por la socialdemocracia. Su poder es temido, conformando de hecho la columna vertebral del Partido Socialdemócrata y de su enorme maquinaria electoral.
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LA
INMIGRACIÓN.
UNA VISIÓN
DESDE
ESCANDINAVIA / MAURICIO ROJAS
Cuadernos de pensamiento político
ma intensidad que hasta hoy. La Oficina Central de Estadística de Suecia pronostica un aumento neto del número total de inmigrantes para
2050 en unos 700.000 individuos 26. Se llegaría así a 1,8 millones de inmigrantes, lo que entonces vendría a corresponder a casi el 18 por
ciento de la población del país. Considerando a los hijos de los inmigrantes nacidos en Suecia nos estaríamos aproximando al 40 por
ciento de la población.
Lo interesante de estas cifras es que ni siquiera con ellas se llega a
paliar el creciente desequilibrio entre población activa y pasiva que el
desarrollo demográfico hace prever. Por ello es más realista asumir
una inmigración incluso mayor ya que el bienestar futuro, particularmente las crecientes necesidades de servicios interpersonales de una
población de edad avanzada en constante aumento, será totalmente
dependiente de la existencia relativamente abundante de personas en
edad de trabajar. Esta es una encrucijada esencial, ya que una inmigración donde una parte importante de los recién llegados pasan a la
pasividad y la dependencia del asistencialismo sería una carga que
claramente empeoraría las cosas. Por el contrario, una inmigración incorporada al trabajo sería un fantástico recurso para asegurar el bienestar futuro del pueblo sueco. De ahí la importancia decisiva de la política de integración.
El rol futuro de la inmigración dependerá de nuestra capacidad de
enfrentar dos grandes desafíos. El primero se refiere a las tendencias
excluyentes del mercado laboral que genera el actual modelo sueco
de crecimiento. El segundo trata de cómo enfrentar las tendencias hacia la disgregación social, provenientes tanto de la exclusión laboral
de importantes grupos nativos e inmigrantes, como de la creciente diversidad cultural propia de una inmigración muy heterogénea que
además se da en el marco de una globalización acelerada.
El primero de esos desafíos es el más simple de resolver, ya que se
trata de reformas políticas que no es difícil visualizar aunque no por
ello sea fácil llevarlas a la práctica. La sociedad sueca y sus estructuras
de poder están organizadas a partir de un fuerte elemento corporativo, que le da a diversos grupos de interés un enorme poder negocia26
Sveriges framtida befolkning 2005-2050 («La población futura de Suecia 2005-2050»), SCB, BE 18 SM
0501. Estos cálculos se basan en las cifras de inmigración de los últimos años, ubicándola en unas
70.000 personas por año.
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
dor y, en la práctica, el derecho a vetar medidas que atenten contra
sus intereses inmediatos. Sin embargo, los problemas crecientes de la
exclusión combinados con las presiones demográficas del futuro, deberían ser capaces de forzar esas barreras corporativas e imponer más
sensatez a quienes hasta ahora han reaccionado de una manera que
recuerda a un cierto rey francés que decía «después de mí, el diluvio».
Mucho más complejo es el tema de la cohesión social en una época de creciente diversidad. La globalización lleva consigo cambios
fundamentales en las formas de organizar las sociedades y construir
nuestras identidades. Como Manuel Castells lo ha descrito 27, crecientes flujos transnacionales de migración, intercambio y comunicación
penetran los territorios –nacionales, regionales o locales– y los desarticulan. En ello está la riqueza de los encuentros entre lo diverso y
una libertad individual sin precedentes, pero también el riesgo de perder todo aquello que hace posible una comunidad y nos permite
compartir el mismo suelo.
Suecia ya no es ni nunca volverá a ser lo que un día fue, es decir,
una comunidad étnica que en su homogeneidad conocía la fuente
fundamental de su estructura social y su identidad nacional. Hace casi doscientos años, a propósito de la desgarradora pérdida de la mitad
oriental del reino (Finlandia), uno de sus grandes intelectuales, Esaias
Tegnér, dijo que el futuro de Suecia estaba en «reconquistar a Finlandia dentro de sus fronteras». Con ello asumía la irreversibilidad de la
pérdida de Finlandia y rechazaba todo revanchismo nostálgico de un
pasado que ya no volvería. Hoy en día Suecia está ante un desafío semejante, reconquistar esa diversidad que ya es su realidad irreversible.
Para ello es necesario conquistar al inmigrante para una comunidad
nacional que ni se repliega sobre sí misma ni reniega de su historia,
que afirma su idioma y los valores de la sociedad moderna, que abre
las puertas del trabajo para todos, que no da derechos sin reclamar
obligaciones, que tiene los pies bien puestos sobre la tierra, esta tierra
nórdica que nosotros, los que nacimos en otras latitudes, sólo podremos ganarnos con el reconocimiento de su historia y el sudor de
nuestra frente.
27
Manuel Castells, La Era de la Información – Economía, sociedad y cultura, Alianza Editorial, Madrid
1997.
76
LA
INMIGRACIÓN.
UNA VISIÓN
DESDE
ESCANDINAVIA / MAURICIO ROJAS
BJORN LOMBORG
PREOCUPACIONES EQUIVOCADAS.
Cómo nuestra obsesión por el calentamiento
global nos impide actuar correctamente
E
l calentamiento global ha llegado a ser uno de los temas más destacados de la agenda internacional y probablemente lo será todavía más en los años venideros. Aunque rechazado en general por la
Administración Bush, preocupa mucho al resto de los países ricos así
como a algunos senadores y gobernadores de Estados Unidos. Éstos
insisten cada vez más en que acciones contundentes, tales como el
Protocolo de Kioto, deberían ocupar un lugar destacado en nuestros
planes. Este el mensaje que dan los miles de negociadores, defensores
y periodistas que se encuentran regularmente en las reuniones sobre
el clima, la última de ellas en Montreal: estar de acuerdo en cuanto al
calentamiento global es el baremo moral de nuestra era.
Un constante bombardeo de titulares nos habla de la inminente
hecatombe a la que nos aboca el calentamiento global. Un estudio del
Pentágono mostraba cómo supuestamente «el cambio climático nos
destruirá» a consecuencia de grandes sequías y hambrunas que lleva-
Bjorn Lomborg es director del Copenhagen Consensus Center, profesor adjunto en la Escuela de Negocios
de Copenhague, autor del controvertido libro El ecologista escéptico y editor de Global Crisis, Global
Solutions del Consenso de Copenhague 2004. Forma parte de la lista de las 100 personas más influyentes
realizada por la revista Time. Foreign Policy y Prospect Magazine le incluyen en el puesto 14 de la lista de
personas con mayor influencia intelectual en octubre de 2005.
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
rían a la guerra nuclear 1. Un reciente éxito de Hollywood explicaba
gráficamente cómo el calentamiento global podría parar la corriente
del Golfo y conduciría inevitablemente a una nueva era glacial. El
asesor del Gobierno británico en temas científicos, Sir David King,
afirma que al final del siglo, el calentamiento podría haber fundido todo el hielo y haber hecho de la Antártida el único continente habitable 2. Muchos científicos incluso creen que el calentamiento global
podría llevarnos a la extinción hacia el año 2100 3.
Consecuentemente, gran número de políticos considera el calentamiento global como el tema de mayor importancia de nuestros días.
La Unión Europea (UE) lo denomina «uno de los asuntos más amenazadores que hay que encarar hoy en día» 4. El mismo King lo describe como «el problema más serio que actualmente afrontamos –más
importante incluso que la amenaza del terrorismo» 5. El Primer Ministro Tony Blair lo ve como «el único tema verdaderamente importante» 6, un sentimiento que parece compartido por dos tercios de los
Miembros del Parlamento 7. Blair utilizó su doble presidencia, de la
UE y del G8, en 2005 para hacer del calentamiento global una de las
dos mayores prioridades del mundo 8.
No hay duda acerca de que el calentamiento global sucede y es
importante. El dióxido de carbono proveniente de la combustión de
1
http://www.guardian.co.uk/climatechange/story/0,12374,1153530,00.html,http://www.grist.org/pdf/
AbruptClimateChange2003.pdf
2
http://www.nzherald.co.nz/storydisplay.cfm?reportID=57030&storyID=3563950
3
«Después de 40 años, soy parte de una gran comunidad de científicos que están cada vez más asustados por el descubrimiento al que hemos llegado a través de nuestro conocimiento del pasado antiguo, y
si continuamos en el mismo camino, nos enfrentamos a la extinción», dijo Barrett. «No dentro de millones
de años, o incluso dentro de milenios, sino hacia el fin de este siglo». http://www.stuff.co.nz/stuff/
0,2106,3099128a10,00.html Ver también: «Un clima estable es algo que podríamos ahora llamar una condición para la civilización. En otras palabras, es algo sin lo cual la civilización es imposible». Tom Burke,
http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,1334209,00.html
4
http://europa.eu.int/rapid/pressReleasesAction.do?reference=SPEECH/01/322&format=HTML&aged=
0&language=EN&guiLanguage=en
5
http://www.britischebotschaft.de/en/news/article_david_king_science.pdf
6
http://www.number-10.gov.uk/output/page5716.asp
7
http://www.perfect.co.uk/2004/05/mps-say-global-warming-is-as-big-a-threat-to-the-world-as-terrorism, o http://news.independent.co.uk/uk/environment/story.jsp?story=525283
8
78
http://www.number10.gov.uk/output/page6333.asp
PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
combustibles fósiles incrementará la temperatura de la Tierra y es
probable que tenga impactos negativos en general. Pero, ¿debería ser
nuestra prioridad? Para responder a esto correctamente necesitamos
una valoración precisa acerca del calentamiento global.
La realidad sobre este tema es que la preocupación ha alcanzado
un punto desproporcionado y ha monopolizado el pensamiento intelectual. Y hacer de esto nuestra mayor prioridad es simplemente equivocado. En nuestra magnificación del calentamiento global hemos
descuidado nuestro escepticismo, hemos olvidado nuestro sentido de
la proporción y, consecuentemente, hemos terminado haciendo mucho menos de lo que podemos hacer. Si no podemos resolver –y de
hecho no abordamos– los problemas globales, debemos preguntarnos dónde podemos hacer el mayor bien, dónde deberíamos actuar
primero. Un grupo de los principales economistas del mundo hizo esto mismo en el Consenso de Copenhague en 2004, haciendo la primera lista de prioridades globales. Los primeros puestos de esta lista
nos muestran el extraordinario impacto positivo que se obtendría si
decidiéramos hacer primero lo mejor. Y el calentamiento global no es
una prioridad –de hecho se encuentra al final de la lista, estimado como un «mal proyecto».
El cambio climático se ha convertido en la práctica en el criterio
moral de nuestro tiempo –pero no en el modo que sus defensores argumentan. La cuestión es: ¿tendremos el coraje moral necesario para
controlar nuestra obsesión sobre el calentamiento global y empezar a
ocuparnos primero de lo que mejores resultados puede dar?
Nuestras consideraciones sobre el clima son erróneas en al menos
tres sentidos diferentes. Muchas de las historias que oímos son sencillamente incorrectas. Cuando el asesor del Gobierno del Reino Unido
en temas científicos nos explica que nuestra trayectoria actual, si no
se cambia, llevaría a un mundo tan caliente en 2100 que el hielo se derretirá, que la mayor parte del planeta será inhabitable y que la Antártida libre de hielo será literalmente nuestro único refugio, expone una
ficción gratuita. Si miramos las últimas informaciones recogidas por
el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
de las Naciones Unidas, el IPCC, la más reputada fuente de información sobre el calentamiento global, advertimos que en todos los supuestos la Antártida tendrá más hielo y Groenlandia conservará más
ABRIL / JUNIO 2006
79
Cuadernos de pensamiento político
o menos la misma cantidad. El calentamiento global causará una disminución de los glaciares, pero ciertamente no licuará todo el hielo.
El año pasado se nos dijo que la Antártida se estaba deshelando. El
New York Times llevó la noticia a su portada («La Antártida se calienta
y parece más vulnerable que nunca»), basándose en un material del
Estudio Británico sobre la Antártida (British Antarctic Survey). Sólo
una nota a pie de página señalaba que el estudio se limitaba exclusivamente a la mitad de la Península Antártica, que comprende menos del
2% de la Antártida. En este punto, situado al norte de la Antártida, las
temperaturas realmente han subido, pero la mayor parte del continente se ha estado enfriando durante los últimos 35 años y el hielo se
ha ido acumulando. Esto se debe a que el calentamiento global lleva
al incremento de nieve en el Polo Sur, lo que lleva de hecho a una disminución del aumento del nivel del mar. Sin embargo, cuando esto
fue confirmado hace un mes, el New York Times todavía hacía que sonara mal: «El calentamiento es el responsable del aumento de peso de
la Antártida».
Durante años se nos ha dicho que Groenlandia se estaba deshelando. Incluso el New Scientist llegó a decirnos que enormes partes de las
regiones más densamente pobladas de la Tierra podrían ser borradas
del mapa. Y de hecho, alrededor de la (fácilmente accesible) línea de
la costa, Groenlandia está deshelándose unos 2 cm/año. Sin embargo, en octubre el primer estudio exhaustivo mostraba que en la zona
alta interior, enormemente más grande, las capas de hielo están creciendo en más de 6 cm. Haciendo un promedio de toda Groenlandia,
el hielo se ha acumulado alrededor de 60 cm durante los pasados 11
años. No fundiéndose sino incrementándose.
La pesadilla de King está sencillamente mal argumentada –incluso
en los escenarios de temperatura más extrema podríamos ver un
cambio en la distribución de las zonas verdes, pero ciertamente no un
mundo inhabitable desprovisto de vida. En realidad, la mayor parte
de las simulaciones muestran que el calentamiento global llevará al
incremento total de la biomasa en un 30-40%.
En tanto que las visiones del Pentágono y de Hollywood de un colapso en la corriente del Golfo se repiten sin cesar, estamos ante una
grave distorsión de la ciencia. El propio estudio del Pentágono admite que partió de la base de un escenario poco probable y extrapoló
80
PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
unas consecuencias extremas y mucho mayores que las que los investigadores aceptarían. Una doble inverosimilitud. A pesar de incluir esta advertencia en sus declaraciones iniciales, nunca se ha informado
sobre esto convenientemente. Además, las ciencias naturales dan
muy poca credibilidad a estos modelos. Examinando los modelos de
vanguardia, la prestigiosa revista Science concluye que «se puede decir
que el calentamiento global no llevará al comienzo de una nueva Era
Glacial». Declara que «es realmente poco probable que el calentamiento global lleve a un colapso generalizado» de la corriente del Golfo.
En Nature, un investigador declara que sería imposible detener la corriente del Golfo: «La única manera de conseguir una circulación oceánica sin la corriente del Golfo sería eliminar el sistema eólico o detener
la rotación de la Tierra, o ambas cosas». No es un escenario creíble.
Incluso en la reunión del último año de Exeter, en donde se presentaron los supuestos más horripilantes, éstos se pusieron en contexto. Se presentó un solo modelo de la corriente del Golfo que mostraba un 45% de posibilidades de que pudiera detenerse completamente
a lo largo del siglo, hundiendo a Europa en una pequeña era glacial.
Sin embargo, este resultado sólo sería posible si se hiciera un modelo
del completo y complicado Océano Atlántico como dos simples cajas
de agua. Por supuesto, muchos de los más importantes modelos climáticos del mundo también han creado modelos para la corriente del
Golfo, con representaciones físicamente realistas y cientos de miles
de cajas. Posteriormente, otra exposición en Exeter mostraba que todos ellos indicaban una moderada disminución (entre el 0-50%) pero
«ningún modelo ha mostrado una completa detención».
Los periodistas escucharon ambos testimonios. Uno de ellos informó sobre un modelo simple, el otro dio una completa visión general
del estado de las simulaciones de vanguardia disponibles. Y sin embargo, los periódicos sólo se hicieron eco del primer mensaje, y el periódico The Guardian del Reino Unido dio un titular mortal: «Existe
un 50% de posibilidades de catástrofe climática en este siglo».
Esto se repitió debido a que las mediciones repentinamente indicaban que la corriente del Golfo podría haberse ralentizado un 30%.
No se informaba de que esa ralentización no es mayor que la inseguridad de las observaciones. Incluso los científicos responsables del estudio estaban de acuerdo en que no sabemos si esto «supone una tenABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
dencia». Sin embargo, los medios de comunicación, desde el National
Geographic hasta The Times, New Scientist y The Independent manifestaron su preocupación sobre el principio de una nueva Era Glacial. El
Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas, el
IPCC, nos dice que esto es simplemente equivocado. Incluso con una
corriente del Golfo más lenta, todos los modelos muestran que no habrá enfriamiento en ningún sitio de Europa porque el calentamiento
debido al efecto invernadero es dominante. De hecho, una ralentización de la corriente del Golfo será beneficiosa, porque eso significaría
menor calentamiento sobre Europa.
Una preocupación frecuentemente repetida sobre el calentamiento global es que los niveles del mar crecerían. Es verdad que los pronósticos del IPCC muestran un incremento de 30-50 cm para el siglo
venidero. Muy en contra de lo que mucha gente cree, los niveles del
mar van a aumentar en principio a lo largo del siglo debido a la expansión del agua caliente, no porque el hielo se esté descongelando.
Pero este aumento del nivel del mar se hincha de una manera desproporcionada cuando, por ejemplo, el artículo de portada del estadounidense News & World Report nos explica las consecuencias del calentamiento global: «Hacia la mitad del siglo, los elegantes hoteles Art
Deco que se encuentran ahora en South Beach de Miami podrían encontrarse anegados y abandonados». Sin embargo, el cambio del nivel
del mar en 2050 no será mayor que el que los hoteles ya han experimentado desde el principio del pasado siglo. El coste de la protección
adecuada para Miami será una pequeña fracción del porcentaje del
patrimonio neto del Distrito Histórico Art Deco, y los 16 cm simplemente no dejarían a los hoteles de Miami Beach anegados y abandonados. Además, tenemos que recordar que aunque el aumento del nivel del mar en 30 a 50 cm causaría problemas, esto no sería una
catástrofe. El pasado siglo los niveles del mar aumentaron de 10 a 25
cm: ¿lo notó alguien?
Del mismo modo David King y otros actores políticos han insistido repetidamente en decirnos cómo el incremento de los niveles de
agua podría aumentar bruscamente el número de personas afectadas.
Sin embargo, estos asombrosos números dependen, increíble e inverosímilmente, del supuesto de que nosotros no hacemos nada; suponen
que los países ricos más afectados actuarían como las naciones más
82
PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
pobres que no tuvieran problemas. Se cita a Polonia, y se ve cómo el
coste de la inundación podría ser de 46.000 millones de dólares, sin
mencionar que se parte de dos supuestos: el probable aumento del nivel del mar y que Polonia no gastaría 6.100 millones de dólares para
evitar una pérdida de 46.000 millones. Este tipo de argumentos son
simplemente inverosímiles.
Se manifiestan habitualmente preocupaciones acerca de que la
malaria se incrementaría en un mundo más caliente. Estas afirmaciones tienen alguna validez teórica, pero olvidan que la malaria sólo
permanece en países con infraestructuras y asistencia sanitaria pobres. De hecho, ya a lo largo de los fríos siglos XVI a XIX, la malaria fue
una de las más importantes enfermedades epidémicas en Europa, Estados Unidos y hasta en el Círculo Polar Ártico. No terminó porque
aumentara el frío (de hecho hubo un calentamiento) sino porque Europa y Estados Unidos se enriquecieron y resolvieron el problema.
Consecuentemente, dado que los países en vías de desarrollo se enriquecerán a lo largo de todo este siglo, es más probable que la malaria
disminuya en lugar de aumentar.
Claramente, las últimas y más dramáticas discusiones sobre el calentamiento global comenzaron cuando el Huracán Katrina inundó
Nueva Orleáns el pasado mes de agosto. Muchos expertos, incluido el
entonces ministro alemán de Medio Ambiente, Jürgen Trittin, vieron
la devastación como un claro indicador del calentamiento global,
aunque el principal problema con Katrina obviamente fue el pobre
mantenimiento de los diques y la mala organización de los esfuerzos
en el rescate. Se afirma que el calentamiento produce huracanes más
frecuentes y más fuertes. Pero las Naciones Unidas en su análisis de
los huracanes no encontró «evidencia de esta tendencia a largo plazo». Los otros dos estudios que –a diferencia de todos los demás– indicaban que los huracanes se han vuelto más fuertes, han sido severamente criticados. Uno de ellos toma 1970 (periodo de calma respecto
a huracanes) como punto de partida, y, obviamente, muestra un gran
aumento del número de huracanes fuertes. Sin embargo, si el mismo
análisis se aplica empezando en los 50, los huracanes fuertes eran todavía más frecuentes entonces que hoy. De hecho, las últimas declaraciones de la Organización Meteorológica Mundial en febrero señalaban que la ciencia todavía no puede determinar si los huracanes se
están haciendo más fuertes.
ABRIL / JUNIO 2006
83
Cuadernos de pensamiento político
Del mismo modo, la idea de una cada vez mayor fuerza de los huracanes está habitualmente respaldada por referencias al alarmante
incremento de los costes económicos del clima. Sin embargo, esto
tiene su causa en que la gente es más rica y que se establece en las zonas propensas a huracanes. Mientras que la población de Estados
Unidos se ha cuadruplicado a lo largo del siglo, la población de la
costa de Florida se ha incrementado cincuenta veces. Al mismo tiempo cada individuo ha aumentado más de cinco veces su riqueza. Para
calcular el daño causado a lo largo de los últimos cien años por los
huracanes, tenemos que medir su efecto en los EE.UU. de hoy. De esta manera, el mayor daño no sucedió en 2005 sino en 1926. La mayor
parte de los daños se produjeron en los años 30, los 40 y los 50.
Se menciona con frecuencia el hecho de que un calor extremo mató en Francia a 15.000 personas. Y es cierto que el IPCC opina que a
temperaturas más altas habría un incremento de muertes y enfermedades, especialmente entre los ancianos y los pobres en las ciudades
que no tienen acceso al aire acondicionado. Pero también debemos
recordar que un mundo más rico será mucho más capaz de proporcionar a más personas el acceso al aire acondicionado. Además, informes sobre la salud humana suelen omitir que en un mundo en proceso de calentamiento el clima frío se vería reducido todavía más. Esto
es importante en tanto que en EE.UU. muere el doble de gente de
frío que de calor. Se estima que cerca de 2.000 personas más morirían
en el Reino Unido debido a un exceso de calor, pero también se estima que unas 20.000 personas menos morirían debido a que hiciera
menos frío. Probablemente, las 18.000 personas que se salvarían no
llegarían a ser fácilmente un tema de los informativos.
Parece que el debate sobre el calentamiento global enaltece lo malo y olvida lo bueno. Esto no significa que el calentamiento global no
sea globalmente malo, pero impide seriamente nuestra capacidad para sopesar costes y beneficios de las políticas climáticas. Lo que introduce el segundo defecto del debate: aparte de las exageraciones, el argumento habitualmente compara los costes totales del calentamiento
global con los costes marginales de una modificación ligera. Esto es
una falacia analítica elemental, aunque increíblemente dominante.
Actualmente, el Protocolo de Kioto es la política más viable contra
el calentamiento global. Éste demanda un recorte sustancial de las
84
PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
emisiones de carbón en los países industrializados de un 30% para el
año 2010, y del 50% en 2050. Con la entrada de Rusia, Kioto entrará
en vigor, a pesar de que EE.UU. y Australia están fuera. Sin embargo,
aunque ellos participaran y el resto de los países formaran parte incuestionablemente del acuerdo durante el resto de este siglo, esto tendría un mínimo impacto en el clima –y todos están de acuerdo sobre
este punto. Hacia la mitad de este siglo, el cambio no sería todavía
perceptible, y hacia finales de siglo se habría pospuesto el calentamiento seis años. Por esto el Washington Post denominó a Kioto «un
tratado básicamente simbólico» 9. Kioto no detiene el calentamiento
global, simplemente pospone los problemas ligeramente –un ciudadano de Bangladesh que tendría que mudarse debido al aumento del
nivel del mar en 2100 no estaría a salvo, pero podría esperar a mudarse al 2106.
El coste de Kioto no es trivial. La media de los más importantes
modelos macroeconómicos muestra que la plena aplicación de Kioto
costaría entre 150.000 y 350.000 millones de dólares cada año. Sin
embargo, los especialistas argumentan que dado que el calentamiento
global tiene todo tipo de impactos negativos, deberíamos hacer realidad Kioto. Exageraciones aparte, es verdad que el calentamiento global tendrá un efecto global negativo. El coste total del calentamiento
global se estima por el IPCC en unos 500.000 millones de dólares
anuales en 2100. El razonamiento es el siguiente: pagar 150.000 millones de dólares para evitar los 500.000 millones de dólares en daños
parece una buena idea.
No hay duda de que sea así, pero éste no es el trato que se ofrece.
Tendremos que pagar todavía 500.000 millones de dólares en daños,
pero aplazaremos el pago en seis años en 2100. Y tenemos que empezar a pagar los 150.000 millones de dólares ahora. Así que el trato real
es: ¿quiere pagar 150.000 millones de dólares cada año para el resto
del siglo para posponer el pago de 500.000 millones de dólares en
2100? No es sorprendente que todos los modelos económicos muestren esto como un mal trato.
Pero sorprende la mala calidad de la base del argumento. El calentamiento global se trata como uno de los mayores temas globales.
9
http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A29459-2004Nov5.html
ABRIL / JUNIO 2006
85
Cuadernos de pensamiento político
Kioto constituye el mayor acuerdo financiero jamás hecho por el sistema internacional. Aunque su principal argumento descansa en la
simple falacia de comparar beneficios absolutos con costes relativos.
La tercera falacia señala cómo la mayoría de todos los daños del
calentamiento global perjudica al vulnerable mundo en vías de desarrollo, y que por tanto tenemos la obligación moral de hacer políticas
climáticas estrictas. El Presidente del IPCC, Pachauri, nos dice: «los
impactos del cambio climático caerán desproporcionadamente sobre
los países en vías de desarrollo y los pobres» 10. Sí, el calentamiento
global afectará predominantemente al Tercer Mundo. Pero de eso no
se deduce que sería mejor si les ayudásemos principalmente a través
de políticas climáticas. Hay muchas otras cosas buenas que podemos
hacer por los países en vías de desarrollo, incluido el control de las
enfermedades contagiosas, la pobreza y conseguir que el agua sea potable. Si hay otras y mejores maneras de ayudar, ¿no deberíamos investigarlas primero?
El mundo en vías de desarrollo es más vulnerable principalmente
porque es más pobre y consecuentemente tiene menos infraestructuras y capacidad para enfrentarse a los constantes retos de un siempre
cambiante clima. Se aludía a esto anteriormente cuando se discutía
sobre la malaria –el rico Singapur y la pobre Malasia comparten clima, pero la malaria no está presente en Singapur. Del mismo modo,
¿por qué murieron miles en Haití durante los recientes huracanes y
no en Florida? Porque los haitianos son pobres. No pueden tomar
medidas preventivas. Romper el círculo de la pobreza haciendo frente
a los temas más urgentes en cuanto a enfermedad, hambre y agua
contaminada no sólo es bueno, sino también hace a las gentes menos
vulnerables a los efectos del cambio climático.
La pobreza es un enorme problema ahora. Incluso los más pesimistas escenarios de las Naciones Unidas diagnostican que la media
de las personas en el mundo en desarrollo en 2100 será tan rica como
somos hoy y, más probablemente, serán 2-4 veces más ricos. Cuando
Bangladesh tenga que hacer frente a incrementos del nivel del mar en
2100, será una rica Holanda. Pero ahora, Bangladesh es un país pobre
que tiene que hacer frente a una enorme falta de agua potable. La
10
86
http://news.bbc.co.uk/1/hi/sci/tech/3756642.stm
PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
cuestión realmente es si queremos hacer políticas globales sobre calentamiento para ayudar a ricas Holandas un poco más en 2100 o
gastar la misma cantidad de dinero haciendo un enorme bien a una
pobre Bangladesh ahora.
Es hora de que volvamos a examinar nuestra preocupación sobre
el calentamiento global. Nos preocupamos excesivamente, usamos
argumentos arteros y, falsamente, decimos hacer todo esto por el Tercer Mundo. Es hora de que tengamos claras nuestras prioridades.
Por supuesto, en principio deberíamos preocuparnos de todas las
tragedias del mundo. Deberíamos ganar la guerra contra el hambre,
acabar con los conflictos, terminar con las enfermedades contagiosas,
proveer de agua potable, aumentar la educación y parar el cambio climático. Pero no lo hacemos. Si esto es así, tenemos que empezar preguntándonos la cuestión más importante: si no hacemos todo esto,
¿qué deberíamos hacer primero? Vivimos en un mundo con recursos
limitados. Eso significa que tenemos la obligación moral de gastar cada dólar o cada euro haciendo lo mejor que podamos hacer. Tenemos
que empezar a hablar sobre establecer prioridades.
Hay mucho temor a establecer prioridades, porque no es sólo decir dónde deberíamos hacer más (lo que está bien), sino también
dónde deberíamos hacer menos (lo que parece cínico). Pero no hablar de ello no lo hace desaparecer, sólo lo vuelve menos claro, menos democrático y menos eficiente. Negarse a priorizar, a hacerse
cargo primero de los problemas más graves, es un error. Imaginemos
a los médicos en un hospital sobrecargado que se niegan a determinar las prioridades a tratar, solamente atendiendo a los pacientes
conforme llegan, o dando prioridad a aquellos cuyas familias crean
el mayor escándalo. No priorizar es injusto, desperdicia recursos y
cuesta vidas.
¿Cómo podemos priorizar mejor? Manejando mejor información y
racionalizando nuestras decisiones. Éste fue el punto de inicio del
Consenso de Copenhague, un proyecto que en 2004 unió a ocho de
los mejores economistas mundiales –incluidos cuatro Premios Nobel– para responder a la pregunta básica: si el mundo tuviera, por
ejemplo, 50.000 millones de dólares extra para gastar haciendo bien
en el mundo, ¿en qué podría gastarse mejor?
ABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
El Consenso de Copenhague determinó que el VIH/SIDA, el
hambre, el libre comercio y la malaria serían los problemas mundiales
más urgentes. Se podrían prevenir más de 28 millones de casos de
VIH hasta 2010. El coste sería de 27.000 millones de dólares, y los beneficios casi cuarenta veces más. De modo similar, proveer de micronutrientes que faltan en la dieta de más de la mitad del mundo reduciría las enfermedades causadas por la deficiencia de hierro, zinc, yodo
y vitamina A, con una excepcional proporción de beneficios respecto
a costes. Y los costes del establecimiento del libre comercio serían
muy bajos, con beneficios de más de 2,4 billones de dólares al año.
El Consenso de Copenhague también mostró lo que no debería
hacerse en este momento. Los expertos consideraron que las costosas respuestas al cambio climático merecían un puesto muy bajo en
la lista de «actividades pendientes». De hecho, el grupo denominó a
estas acciones –incluido el Protocolo de Kioto– «malos proyectos»,
simplemente porque cuestan mucho y sirven de poco. Esto no significa que debamos ignorar el cambio climático. Debemos, por ejemplo, valorar la mezcla correcta de incentivos y regulaciones para favorecer la inversión en prometedoras nuevas tecnologías de energía
renovable. Pero cuando tenemos escasez de recursos, tenemos que
preguntarnos: ¿queremos hacer mucho bien ahora o un pequeño
bien mucho después?
Tenemos que terminar con nuestra fascinación por el calentamiento global cuando tratamos los grandes problemas del mundo. El Consenso de Copenhague nos dice que hay muchas y mejores cosas que
hacer antes. Hablamos incesantemente de llevar a cabo Kioto, que
pese a su coste de 150.000 millones de dólares servirá de muy poco
dentro de cien años. Deberíamos comparar este gasto con el efecto
de llevar a cabo medidas más efectivas desarrolladas en el Consenso
de Copenhague: literalmente, salvar millones de vidas y mejorar las
vidas de miles de millones de personas. Las Naciones Unidas estiman
que por la mitad del coste de Kioto se podría dar a los habitantes del
Tercer Mundo acceso a cosas fundamentales como la salud, la educación, el agua y las infraestructuras sanitarias. ¿Cuál es la mejor opción?
El problema urgente de la mayoría de los pobres de este mundo
no es el cambio climático. Sus problemas son verdaderamente muy
básicos: no morir de enfermedades de fácil prevención; no estar mal
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PREOCUPACIONES
EQUIVOCADAS...
/ BJORN LOMBORG
Cuadernos de pensamiento político
nutridos por la falta de micronutrientes elementales; no ser excluidos
de formar parte de la economía global por la ausencia de libre mercado. Podemos prevenir el VIH entregando preservativos y mejorando
la educación sobre la salud. Podemos prevenir millones de muertes
por malnutrición con simples suplementos vitamínicos. No son tecnologías de la era espacial sino simples necesidades del mundo. El
mensaje del Consenso de Copenhague es que es posible resolver algunos de los más serios retos a los que el mundo tiene que hacer frente –y que esto no es sólo urgente moralmente sino también una muy
buena inversión.
El debate sobre el clima es ya el baremo moral de nuestro tiempo.
Pero deberíamos dejar nuestras obsesiones sobre el calentamiento
global y comenzar a actuar efectiva y correctamente.
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PEDRO SCHWARTZ
UN ÁREA ABIERTA DE PROSPERIDAD.
Realismo e imaginación en el
Atlántico Norte
C
asi olvidada la derrota del imperio soviético y desacreditados o
disueltos sus vasallos y compañeros de viaje, ahora son otros los
enemigos exteriores de nuestra civilización: el fanatismo en el mundo
islámico, el populismo en Latinoamérica, la miseria y la guerra crónica en grandes partes de África, el cártel del petróleo, el posible recalentamiento global, las pandemias. Pero casi más deberían preocuparnos las divisiones internas, los roces y enfrentamientos entre aliados
que están causando la llamada «deriva atlántica», ese paulatino alejamiento entre Europa y Estados Unidos. Menudean los desencuentros
políticos en una atmósfera de desconfianza y crítica mutuas. Cierto es
que el tono de las conversaciones entre Europa y Estados Unidos ha
cambiado algo desde la llegada de Condoleezza Rice al Departamento de Estado y de Angela Merkel a la Cancillería de Alemania.
Pero en algunos países como Francia y España la opinión pública
parece seguir dando muestras de una hostilidad que no sólo se dirige
a la persona de George Bush sino incluso a todo lo americano. Urge
poner en marcha un gran programa de acercamiento que restablezca
y consolide nuestra alianza con los estadounidenses, con medidas
Pedro Schwartz es director del Centro de Economía Política y Regulación del Instituto de Estudios de
la Democracia, Universidad San Pablo CEU. De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
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Cuadernos de pensamiento político
políticas, con programas culturales, pero, más callada y eficazmente,
con una propuesta de mayor unión económica. El Tratado de Roma
buscó integrar Europa indirectamente, por el camino de la economía.
Recordemos esa lección de los padres fundadores de la Unión
Europea y contribuyamos a la armonía transatlántica multiplicando
comunes intereses económicos.
UNA PROPUESTA AUDAZ
Una manera, pues, de reforzar la cohesión del mundo atlántico sería
echar abajo las barreras que aún dificultan los intercambios entre los
EE.UU. y la UE. El Atlántico Norte es ya la zona de mayor prosperidad del globo y, digan lo que digan los medios de comunicación,
también es el principal motor de la economía mundial. Sus intercambios de mercancías, servicios y capitales son mucho más vivos y más
competitivos de lo que se cree. Todo lo que pudiera servir para ahondar esas relaciones económicas y fomentar una mayor actividad productiva en nuestra parte del mundo contribuiría al acercamiento entre americanos y europeos pero también al desarrollo del resto de las
economías del mundo.
La misma imprecisión de los términos «europeo» y «americano»
de que adolece cuanto escribimos sobre política y economía, y cine,
y literatura sugiere que la creación de una zona de prosperidad en el
Atlántico Norte debería concebirse de forma tan amplia y generosa
como los conceptos que sirven para describirla. ¿Hasta dónde llega
Europa? ¿No son americanos también los canadienses, los mexicanos,
los habitantes de América Central y del Sur? ¿No estamos empeñados en una Ronda Doha de liberación del mercado global en el
marco de la Organización Mundial de Comercio? Cualquier intento
de reforzar los intercambios económicos entre Estados Unidos y la
Unión Europea implica la conveniencia, más aún, la exigencia de ampliarlos a otros países dispuestos a abrir sus mercados.
La propuesta que Francisco Cabrillo, Jaime García-Legaz y yo hemos hecho en el libro recientemente publicado por FAES, con el título de A Case for an Open Atlantic Prosperity Area, no consiste pues en
montar una zona de libre comercio, sin barreras interiores y defendi92
UN
ÁREA ABIERTA DE PROSPERIDAD...
/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
da por un arancel frente al resto del mundo: aunque esto lo permiten
los tratados de la OMC, un arreglo de este tipo, en vez de crear nuevos intercambios comerciales, podría desviar la demanda de bienes y
servicios hacia productores más caros, agazapados tras la nueva barrera arancelaria. También queda claro que no se trata de crear un mercado común al estilo del europeo, con autoridades centrales y dimensiones políticas. Dejando a un lado la dificultad de ambos diseños,
menudearían las acusaciones contra «el club de ricos de la fortaleza
atlántica» y sin duda se hundiría la Ronda Doha y la propia OMC.
Forma parte esencial de nuestro plan el atraer a esa zona de prosperidad a otras naciones del Norte de América o del hemisferio Sur, de
Extremo Oriente o de Australasia, del Magreb o de África del Sur, si
se avinieran a aceptar las mismas condiciones que los dos partenaires
atlánticos. Se trata de extender el libre comercio, por así decirlo, por
ósmosis: llamamos a este plan un «Doha plus», es decir, un acuerdo
por el que los firmantes, empezando por EE.UU. y la UE, empezaran
por aplicar todas las liberaciones ofrecidas por todas las partes de la
Ronda Doha y echaran abajo otras barreras en materia de servicios,
de contratación pública, de «anti-dumping»: y el que quisiera unirse
que encontrara las puertas abiertas. Así perdería importancia un posible fracaso o dilución de la Ronda y el objetivo de la OMC podría llevarse adelante de abajo arriba, en vez de buscar un difícil acuerdo de
máximos entre los 149 miembros de esa organización.
Pretende ésta ser una propuesta multilateral. Preocupa a los defensores del libre comercio la proliferación de acuerdos de comercio
bilaterales, que han llegado a crear lo que el profesor Bhagwati llama
un «plato de espaguetis» de concesiones y privilegios, en el que el
comerciante, el productor, el inversor quedan atrapados y confundidos. No sólo es necesario que terceros países dispuestos a buscar los
beneficios de la liberalización puedan adherirse a las condiciones del
proyecto transatlántico, sino también que, entretanto, los EE.UU. y la
UE acuerden una plataforma conjunta para las negociaciones de la
Ronda Doha y den ejemplo del camino a seguir aplicándose la
Agenda Doha en su totalidad.
Una de las medidas de nuestro proyecto es inmediatamente factible. Consiste en unificar el régimen comercial de algunos de los países más pobres del mundo en ambos mercados. En vez de abrir sólo
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Cuadernos de pensamiento político
el mercado europeo a los 78 países del Asia, Caribe y Pacífico firmantes de Tratados como el de Cotonou, y franquear únicamente el
de EE.UU. a los países incluidos en acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América Central (CAFTA) o en acuerdos preferenciales, franquearíamos a todos ellos el acceso igual en ambas zonas.
Esencial para conseguir este objetivo de liberar los intercambios
transatlánticos y por ese camino los mundiales, sería el franco compromiso de los líderes más conspicuos de EE.UU. y la UE. Ese primer paso habrían de darlo, con una proclamación solemne, el presidente de los EE.UU., por un lado, utilizando la autoridad «fast track»
o «camino rápido» en negociaciones comerciales de que aún goza
hasta mitad de 2007; y el Consejo Europeo con el apoyo de Mandelson y Solana, por otro, puesto que las materias comerciales son de
la exclusiva competencia de la Unión. Esa decisión debería ir acompañada, para muestra, de la unificación del trato a los países menos
desarrollados, ya mencionada: la opinión pública la acogería sin temor y con agrado, pues no cambiaría nada sustancial para los países
receptores y sí mucho y bueno para los subdesarrollados. Si a ello se
añadiera la definición de una plataforma única en la Ronda Doha,
mejor todavía. Los pasos siguientes ciertamente no serían sencillos,
tanto por la resistencia de la opinión pública ante posibles destrucciones de puestos de trabajo, como por las dificultades que plantearían
los empleados públicos: mientras para los políticos todo es imposible
y para los funcionarios todo es muy complicado. Sin embargo, los beneficios obtenibles con la creación de un mercado transatlántico abierto serían de tal cuantía, en especial si la liberación es «across the board»,
como dicen los americanos, que quienes se decidieran a ello obtendrían el reconocimiento de los más proteccionistas de hoy.
LA IMPORTANCIA DE LA ECONOMÍA TRANSATLÁNTICA
Los roces políticos y comerciales entre europeos y estadounidenses
han dado pábulo a la creencia de que nuestras economías tienen cada
vez menos peso en el mundo, mientras rivalizan en una guerra sin
cuartel. La realidad es muy otra. La UE y los EE.UU. tomados juntamente concentraban en 2003 el 42% del PIB mundial, el 24% de las
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Cuadernos de pensamiento político
exportaciones globales y el 31% de las importaciones globales. El 62%
de las inversiones directas del mundo provino de nuestras dos zonas,
y de los activos acumulados el 79% era en ese año estadounidense o
europeo. En los EE.UU. y en Europa se negocia el 79% del volumen
de todas las bolsas de valores, y se realiza más del 70% del valor de
las fusiones y adquisiciones.
La continua presencia de Asia en las noticias de prensa proyecta
una imagen deformada de la realidad. ¿Quién podría pensar que, en
2003, la inversión directa de los EE.UU. en Irlanda fuera más de dos
veces y media la realizada en China? Si atendemos al capital acumulado en activos más que al flujo de inversiones anuales, resulta que el
volumen de capital estadounidense invertido en el Reino Unido es
una y media veces mayor que todo el capital invertido por esos americanos en Asia.
Visto desde el ángulo de las relaciones mutuas, las exportaciones
de mercancías y servicios de la UE a los EE.UU. supusieron en 2003
un cuarto de todas las exportaciones europeas; y viceversa, un tercio
de las americanas. Es curiosa la fijación de la opinión pública en las
disputas comerciales entre los dos partenaires atlánticos, pues no
afectan ni siquiera al 2% del volumen total de los intercambios. Eso
no es nada comparado con la cuantía del comercio transatlántico.
Pero lo importante en las relaciones económicas transatlánticas no
es el comercio tradicional: no pasa del 20-25% del total de los intercambios comerciales. Lo que cuenta de verdad es la inversión directa y las ventas efectuadas a través de las filiales en que se materializa
esa inversión. Así, la disputa con Boeing no impide que EADS, la
dueña de Airbus, fabrique aeronaves y armas en Mississippi, Texas y
Alabama. En 2001, las empresas estadounidenses proporcionaban
empleo directo a 3,2 millones de trabajadores en la UE, mientras
que, en 2002, las filiales europeas lo hacían a 3,6 millones de trabajadores en los EE.UU.
Mas, pese al tamaño de la economía transatlántica, es mucho lo
que se puede hacer para ahondar las ya profundas relaciones económicas entre la UE y los EE.UU. y abrir la prosperidad resultante a
otros países amigos.
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Cuadernos de pensamiento político
CERCAS Y VALLAS PROTECTORAS DE LA AGRICULTURA
El estudio de los impedimentos a los intercambios económicos transatlánticos es revelador, por su abundancia, complicación y disimulo.
El primer tipo de ellos que se viene a la mente es el de las intervenciones que distorsionan la agricultura de las dos áreas y del mundo
entero: tanto en los EE.UU. como en Europa, hay aún subvenciones
a la producción, precios mantenidos altos con ayuda de un arancel
exterior y subvenciones a la exportación. Estas últimas constituyen
uno de los principales obstáculos al avance de las negociaciones de la
Ronda Doha. Los franceses han impuesto a Mandelson una postura
casi insostenible, al negarse a cualquier revisión fundamental de este
sistema hasta 2012. Es un sistema por el cual la UE compite con los
agricultores de países más productivos, como los del Grupo Cairns
(Australia, Nueva Zelanda, Argentina,...) o los agricultores pobres de
África o Latinoamérica. En esto también pecan los EE.UU., que sin
embargo han ofrecido su total supresión si los europeos les siguen:
habría que tomarles la palabra, aprovechando que los miembros de la
UE han acordado estudiar de nuevo la cuestión en 2010.
El segundo tipo de ayudas consiste en las subvenciones directas a
la producción. En este punto los europeos ya han empezado a reformar la Política Agraria Comunitaria (PAC). En la jerga comunitaria se
habla ahora de un «desacoplamiento» entre las subvenciones y la producción: ahora las ayudas dirigen la actividad de los campesinos
hacia la protección del medio ambiente más que hacia la fabricación
de pipas de girasol o carne de cordero.
Por fin, están los aranceles de la UE sobre bienes agrícolas, que
más que cuadruplican, y en los EE.UU. más que doblan, los cargados
por término medio sobre bienes fabriles. Eso reduce nuestro bienestar y daña a muchos agricultores de terceros países, que ya compiten
con dificultad con las exportaciones de alimentos subsidiadas por
europeos y estadounidenses, y se encuentran con que nuestros mercados les están virtualmente vedados. Los europeos hemos empezado a reducir nuestros aranceles, más recientemente sobre el azúcar y
el algodón, con notable efecto de reducción de precios y por tanto de
superficie cultivada. La reforma de la PAC no es imposible pero sí
indispensable, sobre todo para que el ejemplo cunda en países como
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/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
Japón y Corea del Sur, que tanto cuidan sus arroceros y sus ganaderos de bueyes alimentados con cerveza.
Tampoco habría que descuidar las barreras no arancelarias, que
analizaré en el campo industrial pero que también se han creado en
la agricultura: en el caso de la UE los ejemplos más escandalosos son
los de la prohibición de entrada de alimentos transgénicos veterinarios y de carne de animales engordados con hormonas. Es bien sabido que no causan los males de los que se les acusa por ignorancia o
por mala fe.
APLICACIÓN UNILATERAL DE LA CLÁUSULA DE NACIÓN MÁS
FAVORECIDA
Sobre el resto de las mercancías, los aranceles americanos y europeos son ya tan bajos que podrían ser los mismos para todos los
productos del mundo, sin acuerdos bilaterales ni exigencia de trato
recíproco. Esta es una característica muy importante de nuestra propuesta: de ninguna forma debe darse la impresión de que se quiere
crear un área de librecambio noratlántico, pues entonces la puerta
que se quiere abierta estaría cerrada para los no firmantes, por no ser
aplicable esta modalidad especial de aplicación de la cláusula de
nación más favorecida.
Esta cláusula fue la base de la extensión del librecambio durante
los años centrales del siglo XIX. Se incluía en los tratados de comercio y consistía en la extensión automática de las concesiones y franquicias del último a todos los anteriores firmantes de tratados con
cualquiera de las partes. Es un principio consagrado por la OMC, que
sólo permite la no extensión automática en caso de creación de un
área de libre comercio o de un mercado común. Nuestra propuesta
busca aplicarla de manera que se adapte a las especiales características de los servicios, en los que la aplicación automática es más difícil.
Para ello, querríamos que no hubiera preferencia alguna en el intercambio de mercancías entre los EE.UU. y la UE, y que en materia de
servicios se aplicara el mutuo reconocimiento de reglamentaciones.
Hablaré de esto inmediatamente, pues en materia de servicios hay
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Cuadernos de pensamiento político
que distinguir la regla llamada «de país de origen» de la de mutuo
reconocimiento que proponemos.
Los chilenos han mostrado el camino al cargar impuestos a la importación «bajos y parejos» cualquiera sea el origen geográfico de los
mismos. Con ello se evita además la complicación de las reglas de origen, según las cuales un país cuyos productos tienen un acceso privilegiado a un mercado debe demostrar que un porcentaje alto de sus
productos fabriles se originan dentro de sus fronteras.
La principal objeción aducida contra el ofrecimiento de una apertura de la zona noratlántica a las importaciones de mercancías del
resto del mundo con los mismos aranceles que los interiores es lo
injusto de la falta de reciprocidad. Este concepto tiene un gran atractivo para quienes no se han adentrado en los vericuetos de la teoría
económica, por dos razones. La primera es que los humanos nos
guiamos en los intercambios entre individuos en comunidades
pequeñas por el instinto de pedir una correspondencia equivalente
de quienes tratan con nosotros –un instinto venido de la noche tribal de los tiempos. La segunda razón es que las cuestiones de comercio internacional se tratan como si fueran los países los que comercian, producen o compiten: no es así, pues los actores de la vida
económica son sólo las personas o las corporaciones; y estas últimas
pueden estar ubicadas en varias jurisdicciones sin que ello afecte
negativamente el progreso económico de los países. Me atrevo a
decir incluso que, mientras el Estado combata el delito y la corrupción, la pérdida de soberanía económica es beneficiosa, entre otras
cosas porque ata las manos de los políticos. Con la entrada y salida
de los bienes, servicios, capitales del extranjero, ganan los consumidores en bienestar por los más bajos precios y la mayor variedad de
oferta; y mejoran y se desarrollan los productores por la mayor competencia, la consiguiente reducción de costes, y la especialización del
negocio en otro lugar de la cadena de valor. Si es buena la competencia económica dentro de los países, ¿por qué iba a ser conveniente la restricción de la competencia entre países? ¿Qué es una frontera en el campo económico sino una restricción de la competencia
del mismo tipo que la que impone un cártel o un monopolio dentro
de un país? Las ventajas del libre comercio no dependen de que el
extranjero esté a la recíproca inmediata: todo el que vende tiene que
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/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
acabar comprando. Además, quizá sea la mejor táctica para conseguir la apertura de mercados exteriores el abrir el propio, para que
los terceros países vean con ojos de envidia o espíritu de emulación
el aumento de bienestar y de productividad en el país que abre el
mercado doméstico sin restricciones. Es lo que pronto puede ocurrir
entre Madrid y Barcelona, porque la mayor prosperidad de la capital del Reino nacida de una política pública más abierta hará patentes los costes del nacionalismo económico.
CUATRO TIPOS DE INTERVENCIÓN PÚBLICA
En el trabajo denunciamos cuatro grandes tipos de intervención estatal que dan lugar a barreras especialmente dañinas en materia de intercambios internacionales. Se trata del «public procurement», los subsidios públicos, el «anti-dumping» y las medidas de salvaguardia.
Las diversas Administraciones regionales muestran favor hacia las
corporaciones nacionales y lo hacen tanto legal como ilegalmente.
En los EE.UU. se aplican las «Buy American Acts», aprobadas cuando la gran depresión de 1929-35 pero aún vigentes hoy día, en discriminación de competidores extranjeros. En la UE falta aún mucho
para que los constructores extranjeros compitan en igualdad de condiciones con los locales –y eso a nivel regional tanto como nacional,
como puede verse en España.
Los subsidios públicos no sólo distorsionan el mercado agrícola,
tanto el del interior de las dos zonas transatlánticas como el del mundo en su conjunto. También los utilizan los Gobiernos nacionales y
locales para favorecer a las empresas oriundas de su territorio, o para
atraer capital extranjero. El conflicto que atrae toda la atención en la
actualidad es la mencionada disputa entre Boeing y Airbus, en la que
la primera es acusada de recibir encargos militares de la Administración federal y la segunda es beneficiaria de préstamos blandos de lanzamiento de nuevos modelos.
Un gran paso para la liberación de los intercambios internacionales sería la renuncia a las medidas «anti-dumping», una forma de
protección contra rebajas pretendidamente abusivas de precios por
exportadores extranjeros. El «dumping», o quiere decir competencia
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Cuadernos de pensamiento político
en precios o es una práctica contraria a la competencia; en este último caso los Gobiernos de los países que dicen sufrirla deberían denunciar ante los tribunales o Administración del otro. Ciertamente
parece poco aplicable entre economías desarrolladas. Es curioso que
los casos de anti-dumping los solían denunciar los grupos de presión
y los Gobiernos en economías de salarios altos contra las exportaciones de países en crecimiento; ahora son México, la India, y otros países de baja productividad laboral los que denuncian la imposibilidad
de competir con los productos de economías avanzadas y mucho
más productivas.
Del mismo estilo son las medidas de salvaguardia de sectores o
industrias repentinamente amenazadas por la competencia de productos extranjeros. Estas medidas a veces se toman sin rebozo, en
aplicación de una cláusula de intervención rápida y temporal permitida por los tratados de la OMC y a veces se disfrazan de antidumping. El presidente Bush colocó altos aranceles sobre la importación de acero de Europa y China justo antes de su segunda
campaña electoral. El comisario Mandelson congeló la importación
de ropa interior de señora con medidas de salvaguardia, pero ahora
encarece la importación de calzado y muebles venidos de Extremo
Oriente so pretexto de anti-dumping. Ninguno de los casos se arregla con elevados aranceles a la importación, que dañan a sus propios consumidores y ciegan una importante fuente de saludable
competencia.
BARRERAS NO-ARANCELARIAS SECTORIALES
Simultáneamente a la aplicación de la cláusula de nación más favorecida, proponemos que los EE.UU. y la UE desmantelen las barreras no-arancelarias que afectan separadamente a los diversos sectores.
Estas barreras son perpetuamente mutantes: toman, por ejemplo, la
forma de propiedad pública, de nacionalizaciones, de declaración de
sector estratégico, de creación de «campeones nacionales», de exigencias técnicas, regulaciones contradictorias, o preferencia de la Administración por las compañías locales.
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Cuadernos de pensamiento político
Muchos Estados europeos y aun los Estados y la federación americana mantienen la propiedad pública de corporaciones, lo que a menudo impide la toma de control por una empresa extranjera. Cierto es
que el instrumento de la «acción de oro» es ilegal ahora en la UE, pero
aún son muchas las compañías en el sector energético, de transporte,
de producción de materias primas, de propiedad pública en las que el
poder político impide los libres intercambios internacionales.
La declaración política de que un sector es estratégico tiene por fin
impedir que la propiedad de las compañías que operan en él caiga en
manos extranjeras. La noción de «sector estratégico» es otro efecto
de una visión militar o bélica de la vida económica, que sólo se justifica cuando una potencia enemiga quiere adquirir una gran compañía nacional. Pero entre aliados políticos tal postura no tiene mucha
justificación. En realidad, bajo la idea de «sector estratégico» yace la
ya mencionada creencia de que las economías nacionales compiten
en el mercado mundial como si fueran empresas privadas. Las empresas privadas aplican una estrategia de precios, de innovación, de márketing, para desplazar a sus rivales y así aumentar su cuota de mercado. Pero es un error de agregación el decir que los países han de
aplicar una «estrategia económica» para controlar líneas de producción y aumentar su cuota. Vista una economía en su conjunto, importa el aumento de valor de la producción nacional, independientemente quiénes sean los propietarios de los activos nacionales.
Otro prejuicio que se esconde tras el intento de creación de grandes campeones nacionales es que el tamaño es garantía de continuidad y poder en el mundo económico, como lo es en el político. Las
grandes transnacionales no son eternas y, con el apoyo de un mercado de capitales tan amplio como el del día de hoy, el David local tiene
más posibilidades que nunca de vencer al Goliat foráneo. Véase si no
lo ocurrido en el sector del transporte aéreo y dónde han acabado la
mayoría de los campeones nacionales aeronáuticos en cuanto un
poco de competencia ha permitido a los pequeños ofrecer al público
lo que quería y no le daban. Esta desregulación no ha alcanzado la
materia del accionariado extranjero de los grandes transportistas de
los EE.UU. donde la ley prohíbe que una compañía extranjera pueda
controlar la mayoría de un «carrier» estadounidense: irónicamente
ello impide que las grandes aerolíneas americanas al borde de la quieABRIL / JUNIO 2006
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Cuadernos de pensamiento político
bra o en suspensión de pagos puedan recibir las inyecciones de capital que tanto necesitan.
Otras barreras sectoriales se utilizan escondidamente para dificultar los intercambios internacionales, en especial la multiplicidad y
confusión de estándares técnicos. Cuando hay mutua confianza y
para dar fin a la falsa apelación a la seguridad pública con el fin de
dificultar el libre comercio, es posible aplicar la regla de «país de origen», es decir, que baste que un bien o servicio cumpla con las reglas
del lugar originario para ser aceptado en toda la zona. Así, un automóvil aprobado en Europa, en lo relativo a su seguridad o su efecto
sobre el medio ambiente, debería poder circular sin más requisitos
por las carreteras de EE.UU. Lo mismo debería ser aplicable a los
medicamentos: si una medicina ha sido aprobada por la «Food and
Drug Administration» (FDA) del Gobierno federal de EE.UU., sin
más sería aceptada en la UE. Igualmente debería valer el criterio de
reglas del país de origen para los cosméticos. En otros casos, en los
que falta la confianza implícita, habría que establecer un procedimiento de mutuo reconocimiento de las regulaciones nacionales. Un
vehículo brasileño podría venderse sin modificaciones en toda el área
si Brasil demostrara la exigencia local de requerimientos equivalentes.
Por fin, en materia de servicios profesionales, los obstáculos son casi
irreducibles. Por ejemplo, la profesión médica en los EE.UU. es un
verdadero oligopolio, con restricción a la entrada por medio de las
titulaciones, y sólo se aceptan médicos extranjeros, cualquiera sea su
calidad, tras difíciles exámenes. En Europa hemos visto las suspicacias levantadas por la directiva Bolkestein, que han llevado al Parlamento Europeo a suprimir el criterio del «país de origen». Cierto es
que el mutuo reconocimiento se presta a su utilización proteccionista,
que la regla de «país de origen» es rechazada en muchos países para
los servicios, pero debería ser posible, en el momento de la creación
del Área Abierta de Prosperidad Atlántica (AAPA), hacer una lista de
sectores en los que el reconocimiento se concede de entrada.
Sólo en algunas cuestiones habría que pensar en la necesidad de
una convergencia o armonización de estándares, como sería el de las
telecomunicaciones móviles. En efecto, para la tercera generación 3G,
la Comisión Europea ha elegido el estándar UMTS; en EE.UU., están
compitiendo los estándares CDMA-2000 y UMTS. Sin embargo, el
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ÁREA ABIERTA DE PROSPERIDAD...
/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
avance tecnológico quizá resuelva espontáneamente la cuestión, pues
parece que para la 4G podrá haber integración intertecnológica en
redes abiertas. El espontáneo funcionamiento del mercado, con la ayuda del avance tecnológico, quizá disuelva muchos de estos obstáculos.
BARRERAS NO-ARANCELARIAS HORIZONTALES
También abundan en la economía transatlántica las barreras no-arancelarias horizontales, llamadas así por afectar a muchos sectores a la
vez. La protección de consumidores hasta el momento ha recaído
especialmente sobre el sector agrícola, pero en ambas orillas del Atlántico está extendiéndose a otros campos ya aludidos, como el de los
vehículos, las medicinas o las condiciones del transporte por carretera. La regulación financiera, los códigos de buen gobierno de las
compañías, las mejoras de las prácticas contables, son sólo unas pocas
de las intervenciones que fácilmente se convierten en barreras al libre
intercambio internacional.
Las diferencias en cuestión de las medidas para embridar el cambio climático, sólo pueden resolverse si hay acuerdo transatlántico y
si ese acuerdo tiene carácter abierto, precisamente la esencia de nuestra propuesta. Únicamente con la participación de los grandes emisores de CO2, los EE.UU., la UE, Japón y los demás países de la
OCDE, China, India y otros países en rápido desarrollo, será posible
alcanzar los objetivos mal enfocados en Kioto.
Los conflictos de jurisdicción y medidas correctoras en materia de
defensa de la competencia son injustificables en el mundo atlántico.
En este punto es especialmente exigible la aplicación de la regla de
«país de origen». A pesar de que el sistema estadounidense se base en
la legislación y los tribunales, y el europeo en comisiones y medidas
administrativas, debería ser posible evitar conflictos en materia de
aprobación de fusiones y adquisiciones, como en la prohibición de la
fusión de GE con Honeywell, que se permitió en los EE.UU. y se
prohibió después en la UE. Igualmente debería haberse aplicado el
principio de cosa juzgada a las acusaciones a Microsoft de prácticas
contrarias a la competencia: en América la compañía llegó a un acuerdo con sus demandantes ante el Tribunal, mientras que la Comisión
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Cuadernos de pensamiento político
Europea aún no ha dado fin a su persecución implacable del gran
grupo informático. Ya se han creado grupos de trabajo en tan complicada materia, que trabajan para intentar la armonización de reglamentaciones y decisiones, el «US/EU Merger Working Group» y la
«International Competition Network», pero el funcionamiento de los
dos sistemas es tan diferente que se impone la solución de reconocer
las reglas del país de origen.
PAÍSES POBRES
Tanto la UE como los EE.UU. han creado muy diversos regímenes de
comercio con países que tienen graves dificultades de desarrollo. Los
europeos han abierto con bastante amplitud sus mercados a los países
con los que en tiempos pasados tuvieron una relación colonial, 69 países del Africa, Caribe y Pacífico (ACP) agrupados en los acuerdos
Lomé y Cotonou. Los estadounidenses también han firmado gran
número de acuerdos regionales, algunos de los cuales tienen carácter
de comercio preferencial, por ejemplo CAFTA con las repúblicas de
América Central y Puerto Rico, el recientemente firmado con Perú, y
los que pronto se firmarán con Colombia y Ecuador.
Nuestra propuesta es que el AAPA una todos los regímenes de
favor a países ACP, CAFTA y otros, en un solo programa, al tiempo
que también consolida las ayudas y créditos blandos en un acuerdo
conjunto. Hasta ahora muchos de esos países muy pobres no han
mejorado apreciablemente su situación, pese a la cuantía y duración
de los programas de ayuda. Además, un éxito pleno en la Ronda
Uruguay podría desfavorecerles: la liberación del comercio mundial
reduciría sus ingresos por aranceles, que muchas veces son el mayor
ingreso fiscal de Estados deficientes. Tan necesario es ayudar eficazmente a los países ACP y otros en la misma situación, que el acuerdo
trasatlántico podría empezar por esta reforma de su régimen comercial
con ellos.
Más generalmente hablando, el éxito de la Ronda Doha supondría
una notable mejora de las posibilidades de crecimiento de países que,
no siendo desesperadamente pobres, sin embargo necesitan una liberación y ampliación del comercio para prosperar y para converger
hacia los niveles de bienestar del mundo atlántico. Por eso decimos
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UN
ÁREA ABIERTA DE PROSPERIDAD...
/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
que EE.UU. y la UE deberían ponerse de acuerdo en una plataforma
de negociación única para esa Ronda y así liderar el proceso. Si añaden
otros grados de apertura adicionales y franquean la entrada a quienes
cumplan idénticas condiciones habremos conseguido poner en marcha
ese programa de «Doha plus» que pretendemos con la AAPA.
BENEFICIOS PARA TODOS
La razón de nuestra confianza en esta propuesta estriba en los beneficios que obtendrían no sólo los países transatlánticos, sino también
el mundo entero. El Informe de la OCDE de 2005, en que la organización evalúa los costes de una insuficiente liberalización del mercado mundial, permite hacerse a contrario alguna idea de los beneficios que se seguirían de la AAPA.
El cálculo busca evaluar las consecuencias de que EE.UU. y la UE15 tomaran una serie de medidas que animasen la competencia en el
mercado de productos, redujeran sustancialmente los aranceles y aligerasen las restricciones de la inversión extranjera directa. En esas
reformas no se incluyen la regulación del medio ambiente o de la inocuidad de los productos, la mayor parte de las intervenciones en la
agricultura, ni tampoco las reglamentaciones laborales, las de los mercados financieros o las distorsiones causadas por los sistemas de bienestar. Las principales ganancias económicas según dicho estudio serían:
1. Tomando el área de la OCDE como un todo, las exportaciones
aumentarían un 25%.
2. Los niveles de ingreso per capita se incrementarían de un 1,25
a un 3% (dependiendo del método de cálculo) de forma permanente. Este aumento equivaldría a los ingresos medios de
medio año a un año para alguien que tenga una vida laboral de
40 años:
a. Para EE.UU. el paquete de reformas equivaldría a un aumento
permanente de un 1 a un 3%.
b. En la UE, las ganancias per capita se calculan de un 2 a un 3,5%.
c. En el área de la OCDE exceptuadas EE.UU. y la UE, los
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Cuadernos de pensamiento político
aumentos permanentes de ingresos per capita podrían ir del
0,5 al 2%, con Canadá y México en el punto más alto.
Estas notables mejoras indican la forma de aliviar la oposición que
se levanta contra toda gran reforma: los que pierden en el corto plazo
su puesto de trabajo o ven reducirse sus ingresos deben recibir alguna contraprestación; no en transferencias dinerarias, sino en reducciones de precios, en abundancia y calidad de bienes y servicios, o en
oportunidades de empleo en sectores con expectativas. Siempre es un
error aplicar las reformas en pequeñas dosis, como sería recortar las
pensiones, o la indemnización por despido de trabajadores mayores,
o los poderes de los sindicatos, sin hacer nada más. Los que pierden
por la liberalización que les afecta, deben ganar por la que afecta a otros
productores cuyos bienes y servicios utilizan o consumen. Como dicen
los anglo-parlantes: «reforms must be across the board», las reformas, en
toda la plana.
El efecto de la liberalización del comercio sobre los países pobres
es aún más espectacular. Xavier Sala i Martín ha mostrado que, durante el último cuarto del siglo XX, la creciente globalización ha reducido
en cuatrocientos millones de personas el número de pobres que viven
con menos de dos dólares al día, y ha recortado la proporción de esos
mismos pobres en la población mundial, del 44 al 8 por ciento.
PUESTA EN PRÁCTICA
Una solemne declaración inicial de los EE.UU. y la UE pondría en
marcha el proceso de creación de la AAPA, mencionando al menos
los siguientes principios:
La voluntad de crear una zona libre de obstáculos para los intercambios económicos transatlánticos;
La invitación ulterior a terceros países a incorporarse a ese club
abierto tras aceptar las mismas condiciones que los fundadores;
La intención de liberar los intercambios de mercancías agrícolas y
no-agrícolas;
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/ PEDRO SCHWARTZ
Cuadernos de pensamiento político
El objetivo de echar abajo las barreras no-arancelarias, aplicando
el principio de mutuo reconocimiento para las regulaciones y de país
de origen para los estándares, cualesquiera fuesen las jurisdicciones
responsables de establecerlos;
El compromiso de suspender la creación de cualquier nueva barrera u obstáculo, mientras durasen las negociaciones de la AAPA.
Seguiría la creación de foros, imitando el modelo del «Financial
Markets Regulatory Dialogue», que sirviesen de canales de información y de discusión, visto lo complicado de los procesos técnicos exigidos por el proyecto. La empresa privada habría de estar plenamente implicada en todo el proceso. Las negociaciones oficiales deberían
comenzarse por el Representante de Comercio del Gobierno estadounidense sobre la base de los poderes «fast track» y por el Comisario de Comercio de la Comisión Europea. De la mayor importancia sería crear mecanismos de aviso de conflictos potenciales,
como los planteados por los alimentos transgénicos y Boeing/Airbus.
En paralelo tendrían que iniciarse las negociaciones sobre la plataforma única EE.UU.-UE en materia de la Ronda Doha y de apertura de mercados para países estancados en el subdesarrollo.
CALENDARIO Y LIDERAZGO
Antes del 30 de junio de 2007, el presidente de los EE.UU. tiene que
declarar su intención de firmar un acuerdo comercial, si quiere que el
Congreso se vea limitado a aprobarlo o rechazarlo en un plazo de 90
días, sin enmiendas. El año y medio que resta hasta ese momento
debería usarse para redactar un detallado acuerdo de principios entre
el Gobierno de los EE.UU. y la Comisión Europea, que desarrollase
con cierto detalle los cinco puntos de la declaración inicial. Ello permitiría la prosecución de las negociaciones con cierta confianza en su
ulterior aprobación:
La Cumbre Transatlántica de junio de 2006 habría de servir para
presentar y discutir el proyecto y poner en marcha las negociaciones;
La Cumbre de junio de 2007 aprobaría la esencia y el marco de
creación de la AAPA, incluidas la consolidación de los programas
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Cuadernos de pensamiento político
para países pobres y la plataforma única para la negociación Doha, si
ésta sigue en marcha;
Antes del 30 de junio de 2007, el presidente comunicaría al Congreso su intención de firmar un acuerdo marco de creación del AAPA;
En el mes de septiembre de 2007, el Congreso habría de aceptar o
rechazar ese acuerdo marco;
Caso de aprobación, se iniciarían los planes de acción preparados
durante 2006-2007;
La Cumbre Transatlántica de junio de 2008 haría un primer balance de resultados;
El objetivo, el pleno funcionamiento del AAPA en 2016.
Como puede verse, el calendario es apretadísimo pero no totalmente irreal. Exige una decidida y clara acción política. Una agenda
tan ambiciosa exige firme liderazgo por parte del presidente de los
EE.UU. y de la Comisión de la UE. Si los dirigentes políticos transatlánticos no son capaces de lanzar este ambicioso plan con la suficiente energía como para poner a la opinión pública de su parte, la
deriva atlántica seguirá ensanchándose sin remedio.
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RAÚL RIVERO
MATAR EL PERIODISMO
N
adie sabe la libertad que tiene hasta que no la pierde. Cuba sabe
que las perdió todas, pero la supresión de la libertad de prensa
fue una masacre pública, un crimen que se cometió lenta, gradualmente con reportes y descripciones en los mismos medios que se estaban pasando a degüello.
El grupo de compadres que asaltó la República después de sacar
del juego al General Fulgencio Batista que, a su vez, lo había asaltado
también, supo enseguida que tenía que deshacerse de la prensa libre,
sin mandatos, rebelde, irreverente y tajante que se formó en los vaivenes de medio siglo de búsqueda de identidad y de trabajos por instalar la democracia.
Voy a correr el riesgo de darle la palabra a Fidel Castro. Quiero
que sea él quien ofrezca a los lectores de FAES el panorama de la
prensa cubana en los momentos en que su grupo trató de tomar por
las armas un cuartel de la guardia en la ciudad oriental de Santiago de
Cuba, en 1953.
En el alegato de autodefensa, después de fracasar en su aventura
bélica que costó decenas de vidas de cubanos, el abogado dijo ante
los jueces que en Cuba «existía una opinión pública respetada y acatada, y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, progra-
Raúl Rivero es poeta y periodista independiente cubano.
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Cuadernos de pensamiento político
mas polémicos de televisión, actos públicos y el pueblo palpitaba de
entusiasmo».
Ese cuadro fue el que él borró del mapa en cuanto entró en La Habana y asumió el país como una finca privada.
LAS PRIMERAS LUCES
El periodismo cubano comenzó a adentrase en el siglo XX con mucha
fuerza y diversidad. Los avances de la tecnología y los éxitos económicos del periodismo de empresa, así como las nuevas estrategias informativas, abrieron las puertas a una intensa actividad publicista.
Ese camino se cortó abruptamente en el período comprendido entre 1925 y 1930, bajo la dictadura de otro general, Gerardo Machado,
que impuso la censura y decretó numerosas suspensiones.
Pero después, la prensa retomó un cauce vigoroso, respaldada siempre por el Artículo 25 de la Constitución de 1901 que expresa: «Toda
persona podrá libremente, sin sujeción a censura previa, emitir su pensamiento, de palabra o por escrito, por medio de la imprenta o por cualquier otro procedimiento; sin perjuicio de la responsabilidad que impongan las leyes cuando por alguno de aquellos medios se atente contra
el honor de las personas, el orden social o la tranquilidad pública».
Ese mismo año, el periódico El Mundo inaugura la modernidad
con la introducción de maquinas rotativas y linotipos muy avanzados,
aunque se sabe que el primer periódico que se editó en Cuba con linotipo fue La Discusión, en 1889. A partir de esa fecha aumentó la tirada de los diarios.
Otro elemento muy importante en el desarrollo de nuestro periodismo fue la poderosa tradición que dejó el siglo XIX en la imprenta,
en la que se mezclaron con audacia e inteligencia trazos españoles,
franceses y norteamericanos que produjo una emulsión de calidad en
la tipografía y en otras formas de impresión.
Con el avance del siglo, ya en la década del veinte, se ha consolidado el periodismo de empresa y se establecen las redacciones fijas y la
diferencia clara entre las labores del articulista y el reportero. Ya están
trabajando y en competencia tres entidades claves: El Mundo, El País
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MATAR
EL PERIODISMO
/ RAÚL RIVERO
Cuadernos de pensamiento político
y Diario de la Marina, el decano de la prensa nacional. En otras categorías, se publican en La Habana y en zonas del interior una veintena
de diarios. Funcionan ya también, en medio de ese panorama, periódicos ocasionales vinculados a intereses personales o coyunturas políticas y publicaciones obreras y estudiantiles.
En este punto y para dar una visión completa de la situación de la
prensa en Cuba en 1959, es importante mencionar el notorio desarrollo de la radio y la televisión en la Isla. Hacia los años 50 había por lo
menos cinco plantas de alcance nacional y 270 en todo el país, que
trasmitían noticias, comentarios y opiniones de figuras reconocidas
de la política y el periodismo. Uno por cada 6,5 habitantes tenía aparato de radio. En ese tiempo experimentó un gran auge la televisión.
Funcionaban en Cuba en 1958 unas veinte estaciones, una trasmitía a
colores. De cada 25 cubanos uno tenía telerreceptores.
Faltan aquí decenas de revistas especializadas, entre ellas dos de
circulación nacional que eran, en realidad, instituciones para el lector
criollo: Bohemia y Carteles. La primera circulaba también por otros
países de Hispanoamérica. El mercado estaba abierto a la entrada de
publicaciones de otros países y, de hecho, se vendían en quioscos y
estanquillo o mediante suscripciones centenares de publicaciones extranjeras. Este es un plano general de la situación que encontró Fidel
Castro y su guerrilla cuando entró en La Habana el 8 de enero de
1959. Faltan en el lienzo las figuras de grandes periodistas de todos
los colores políticos. La inmensa mayoría –por no decir todos– fueron saliendo en un peregrinaje doloroso hacia los exilios, en la medida que el régimen fue haciendo descender su puño armado sobre los
medios y las figuras más destacadas.
PUNTO FINAL, TODA LA NOCHE
Aunque hubo escarceos, intentos, proyectos y sueños en los primeros
años de los sesenta, el gobierno los eliminó con frialdad y determinación. Algunos periodistas y escritores que habían combatido a Batista
pensaron que llegaba la hora de la libertad total. Ellos fueron los primeros en sufrir los castigos, la marginación y, después –práctica que
tiene hoy total vigencia–, la opción de la cárcel o el exilio.
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Cuadernos de pensamiento político
Sobrevino entonces un modelo que está vivo todavía. La idea, la
concepción de los medios informativos como simples instrumentos
ideológicos y los periodistas como mensajeros y soldados del gobierno. Es un modelo ejecutivo vertical izado donde las informaciones
nada más que tienen valor y son aceptadas si se convierten en una
contribución útil a la política. Es un esquema elemental. La comunicación lineal entre dos polos solitarios. Un emisor y un receptor. El
que emite es el Mesías, el que ilumina, y las masas receptoras consumen en paz y armonía los mensajes. Se comenzó a hacer en la Isla del
Caribe un trabajo propagandístico disfrazado de periodismo. De clara
estirpe leninista. Llegaban aquellas remisiones directamente de los
panfletos de Lenin sobre la agitación política y el trabajo ideológico.
Desde luego, en todos los dominios de la vida el país se desenvolvía al
ritmo de las directrices y los rublos de la URSS.
Es el tiempo en que en los islotes de verdaderos comunicadores que
sobrevivían en las redacciones se decía por lo bajo que cuando comenzaba a nevar en Moscú, Fidel Castro se ponía una bufanda y ordenaba
la marcha de diez barredoras de nieve hacia la playa de Varadero.
El profesor y periodista Wilfredo Cancio, el más riguroso conocedor del tema, retrata el grado de manipulación de la información que
se cumplía en los antiguos países socialistas y que sigue siendo el pan
nuestro de cada día en Cuba. El bloque socialista –dice Cancio– generalizó el llamado «síndrome del misterio», que no es más que el ocultamiento de información bajo la censura deliberada con el pretexto
de que revelar deficiencias internas es entregar armas al enemigo. La
sequía informativa devino regularidad del sistema. Los casos de tergiversación flagrante se cuentan ya en la historia universal del cinismo.
Entre los ejemplos más exquisitos figura el del gobernante Nicolás
Ceausescu, quien ordenó durante años falsear los informes del tiempo
en Rumania a fin de engañar a los habitantes afectados por el frío y
hacerles creer que hacía más calor. De manera que los meteorólogos
cumplían la orientación de no dar nunca temperaturas oficiales inferiores a los 15 grados centígrados.
Así es que el discurso del gobierno con su perspectiva paralizante
ha subvertido la responsabilidad social de la prensa. Los medios de
comunicación oficiales son prisioneros de esa línea empantanada y
muerta y para ello cuentan con todo un aparato legal y policial.
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EL PERIODISMO
/ RAÚL RIVERO
Cuadernos de pensamiento político
La Constitución cubana, ratificada en 1992, dice en su Artículo 53
que «se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y de prensa,
conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio,
la televisión, el cine son propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al
servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad».
Es interesante ver que a finales de los ochenta cuando el campo
socialista comenzó a caminar hacia la democracia, el gobierno cubano usó el mismo cuchillo de los primeros años para cortar la circulación de Novedades de Moscú y Sputnik, dos publicaciones soviéticas
que se vendían en la calle y habían sido modelo para los profesionales
cubanos de la propaganda. Es el mismo instrumento que acaba de
usar ahora, en pleno siglo XXI, en el año 2006, para prohibir la venta
en los hoteles de lujo del diario español El País y las revistas Hola y
Muy Interesante.
Ese cuchillo metafórico es una variante rudimentaria de los que
utilizan para prohibir Internet en Cuba, bloquear mediante antenas
chinas las ondas de radio y perseguir y multar a quienes, con viejas
bandejas de aluminio, pedazos de tubos desechados, alambres de
púas y percheros de camisas, fabrican artefactos aéreos para captar las
señales de las estaciones de televisión de otros países.
Y es que el socialismo, además de que asfixia las libertades, encarcela, tortura y exilia, es un sistema aburrido y previsible. Así, los tres
periódicos de circulación nacional –unos pasquines mal impresos de
cuatro páginas raquíticas– dicen lo mismo que las emisoras de radio y
que las dos estaciones de televisión que quedan en el aire. Lo mismo
que los panfletos provinciales y los libelos electrónicos que sostiene
Fidel Castro con la colaboración fervorosa de un grupo de amigos
alegres que defienden en Cuba lo que no pueden soportar en sus países.
REJAS Y LEJANÍA
Voy a dejar en estos últimos párrafos unas cifras que debían ser unos
rostros, unas presencias, el aliento humano de 25 hombres que están
ahora mismo condenados en Cuba por hacer un periodismo libre.
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Cuadernos de pensamiento político
Algunos cumplen 28, 25, 20 años de prisión por ejercer, en el país
donde nacieron, el derecho a informar y a opinar. Están dispersos,
entre los presos comunes, en algunas de las más de 300 cárceles que
tiene el gobierno en todo el país. Algunos están muy enfermos. Viven
en celdas insalubres. La alimentación es una mala palabra y la atención médica un recurso lingüístico. Muchos están a centenares de kilómetros de sus residencias y la familia debe salir con varios días de
antelación para llegar a tiempo a la cita de dos horas cada tres meses,
porque el transporte público no existe y, como en un tiempo se esperaron los ómnibus de Rusia o de Hungría, ahora se esperan los de
China y Venezuela.
Para todos los presos la prisión es dura, pero para los periodistas y
los opositores de un gobernante soberbio y caquéctico aquellos calabozos son barbacoas en el infierno. Los que trabajamos allá en las bases del periodismo independiente, quienes siguen en Cuba esa labor a
pesar del ruido de los candados y las llaves, nos propusimos siempre
un viaje que nos llevara a encontrarnos con lo mejor del periodismo
republicano, con esa tradición de libertad y rigor profesional.
Aquellas primeras luces se volvieron a encender con la creación de
las agencias libres de los años noventa. Siguen encendidas con las decenas de hombres y mujeres que informan ahora bajo amenaza. Estoy
seguro de que muy pronto volverán a iluminar a Cuba entera.
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MATAR
EL PERIODISMO
/ RAÚL RIVERO
RAFAEL L. BARDAJÍ
¿ADÓNDE VA AMÉRICA?
E
l mundo, y sobre todo los Estados Unidos, ha cambiado, y mucho, desde el 11-S. Europa, sin embargo, permanece en gran medida anclada en un orden que ya no existe y se empeña en querer vivir
en el 10-S y no en el 12-S. Por eso los europeos encuentran una enorme dificultad objetiva, de la que no suelen ser conscientes, para entender las decisiones y el curso que toma América.
Un buen ejemplo de esta incapacidad cognitiva europea se encuentra en el estéril debate sobre el segundo mandato de George W.
Bush en relación a sus primeros cuatro años. Así, de manera muy
simple, la primera Administración de Bush hijo se habría caracterizado por el secuestro de la Casa Blanca ejecutado brillantemente por
los neoconservadores, personajes que habrían llevado a una política
exterior radical, intervencionista y de catastróficos resultados. Como
recientemente ha dicho Francis Fukuyama, «la percepción del fracaso
en Irak ha restaurado la autoridad de los ‘realistas’ en política exterior,
en la tradición de Henry Kissinger» 1.
Por otro lado, el tono más conciliador de la Secretaria de Estado,
Condoleezza Rice hacia los europeos, los gestos del propio Bush haRafael L. Bardají es director de Estudios de Política Internacional en FAES.
1
Fukuyama, Francis: «After Neoconservatism», The New York Times, 20 de febrero de 2006.
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Cuadernos de pensamiento político
cia Europa al comienzo de su segundo mandato, así como la aceptación de un cierto juego de otras naciones para afrontar problemas de
la comunidad internacional –como son los casos de las negociaciones
con Corea del Norte e Irán sobre sus programas nucleares–, todo ello
ha llevado a que muchas otras voces anuncien la caída en desgracia
de los neocons y el retorno del realismo pragmático dominante durante los años de Guerra Fría 2.
Este tipo de interpretaciones suelen basarse en los rasgos de personalidad y en el carácter del inquilino de turno de la Casa Blanca. Y sin
despreciar el peso de cada uno, pues afecta al tono, la actitud y la disposición con la que enfrentarse al mundo, las explicaciones psicológicas tienden a olvidar los rasgos más estructurales del orden o desorden internacional. A los europeos les gusta o reconforta pensar que la
América de Bush es una excepción pasajera y que su presidencia resulta ser una anomalía en la Historia del nuevo continente. Pero es precisamente ahí donde se equivocan. George W. Bush comenzó su primer
mandato como todo el mundo anticipaba, en la estela de su padre,
pero los ataques del 11-S le transformaron. Para bien o para mal. Y
para siempre. Pero no sólo a Bush, sino a toda Norteamérica. Por eso,
pensar que quien venga tras George W. Bush puede representar un giro radical de la política exterior americana es una equivocación.
No sé si los neocons son más o menos importantes hoy que hace
cuatro años; ni si los realistas cuentan con más peso y apoyo hoy que
antes. Según la métrica a emplear, todo es debatible. Pero sí hay una
cosa clara: ni el presidente ni sus principales colaboradores han alterado un ápice su doctrina exterior y de seguridad –la llamada «doctrina Bush»– cuyos principios siguen guiando la acción exterior de los
Estados Unidos. En ese sentido, como intentaré explicar en estas páginas, si finalmente se produjera un giro de América, no se debería
tanto a una reevaluación interna de lo que se propugna y del papel
que se quiere para los Estados Unidos en el mundo, sino a un estrepitoso fracaso de la estrategia actual. Ese fracaso, en cualquier caso, tendría dimensiones históricas, pues significaría que el líder del mundo
occidental, o de lo que queda de él, habría sido derrotado en la guerra
2
Véase, por ejemplo, «As Neocons leave, Bush foreign policy becomes realist» en The Wall Street
Journal, 6 de febrero de 2006; y «After the neocons come the neorealists» en DNA, 7 de Febrero de 2006.
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¿ADÓNDE VA AMÉRICA? / RAFAEL L. BARDAJÍ
Cuadernos de pensamiento político
contra el terror islamista, derrota que nos afectaría a todos. La victoria contra el jihadismo es posible, pero no está garantizada porque depende de aplicar las ideas correctas, que, como sabemos bien, pocas
veces coinciden con lo políticamente correcto 3.
¿YA NO VALE LA DOCTRINA BUSH?
La Administración Bush está siendo atacada desde varios ángulos por
su acción exterior. La izquierda la tilda de militarista; los demócratas
de haberse dejado llevar por un impulso entre wilsoniano e imperialista; algunos conservadores por su intervencionismo moral y no atenerse a la defensa de los intereses nacionales estrechamente definidos;
los aislacionistas por comprometerse cada día más con los destinos del
planeta y cargar con el coste de intentar imponer cierto orden en el
mismo. Pero no importa la posición política, los críticos suelen coincidir en una cosa: es la visión y filosofía de los neocons lo único que
puede explicar el rumbo del primer George W. Bush, y por tanto a
ellos es a los que hay que culpar por la situación actual de América. El
susto de ver nombrado un neoconservador nato como John Bolton
embajador ante la ONU, se vio compensado por la salida de Paul
Wolfowitz del Pentágono y la actitud conciliadora de Condi Rice al
frente del Departamento de Estado. La salida de Libby del gabinete
de Cheney también se cuenta entre las victorias de los realistas.
Es posible que en términos de caras y apellidos, los realistas sean
hoy más visibles, esencialmente porque están concentrados en el Departamento de Estado y son con quienes más se ven los diplomáticos
y mandatarios europeos. Pero la realidad es que los principios de su
acción siguen intactos. Y aún más, los neorrealistas, en los que tanto
se confía en este lado del Atlántico, han sido incapaces, hasta ahora,
de proponer una alternativa viable a la política que se está llevando a
cabo desde la Casa Blanca. Como escribía Jacob Heilbrum:
«Aunque es cierto que los neoconservadores han tenido que encajar un cierto número de retiradas tácticas, no han perdido la guerra
3
Sobre el riesgo de aplicar mal una buena estrategia y el peligro de aplicar bien una pésima estrategia ver, entre otros, Kristol, William: «The Long War. The radical Islamists are on the offensive. Will we
defeat them?» en The Weekly Standard vol. 11, nº 24, 3 de marzo de 2006.
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Cuadernos de pensamiento político
por la mente de Bush. Al contrario, negarlo es puro wishful thiking por
parte de sus enemigos de la izquierda y la derecha. En lugar de rebajar
su retórica, Bush se mantiene fiel a los temas gemelos de los necons:
promover la democracia en el mundo y emplear para ello el poder
militar» 4.
Hay tres principios de la doctrina Bush que no sólo le han dado
su peculiar característica a la misma, sino que se han asociado estrechamente a la visión internacionalista de los neoconservadores: la
defensa anticipatoria (preemptive defense); el unilateralismo; y la exportación de la democracia. Pues bien, esos principios no sólo siguen siendo válidos para la segunda Administración Bush desde que
fueran codificados en septiembre de 2002 en la National Security
Strategy, sino que no se ha encontrado alternativa mejor alguna con
que reemplazarlos.
DEFENSA ANTICIPATORIA
Aunque académicos tan respetados como John Lewis Gaddis han señalado que históricamente, cuando los dirigentes americanos han tenido certeza de que un peligro inminente se cernía sobre su nación no
han dudado en recurrir a acciones de autodefensa anticipada, lo cual
vincularía la doctrina Bush a una corriente tradicional de Norteamérica y convertiría la defensa reactiva de la Guerra Fría en una anomalía 5,
el sentido de urgencia y permanencia de la actual defensa anticipatoria la vuelve algo nuevo. Ya no se trata de un caso excepcional, sino
de algo permanente forzado por la naturaleza de las amenazas del
nuevo entorno estratégico.
El terrorismo global, islamista o jihadista, ha dado numerosas
pruebas de ser capaz de sorprender a diferentes Gobiernos. Y aunque
es cierto que desde el 2001 los esfuerzos redoblados para perseguir y
eliminar a los terroristas, así como privarles de los apoyos más abiertos por parte de determinados Estados, han dado sus frutos, frustran4
Citado en «The Twilight of the Neocons?», en el blog What would Dick Think?, 3 de marzo de 2006.
5
John Lewis Gaddis: Surprise, Security, and the American Experience. Cambridge (Mass), Harvard
University Press, 2004.
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¿ADÓNDE VA AMÉRICA? / RAFAEL L. BARDAJÍ
Cuadernos de pensamiento político
do toda una serie de intentos de atentados, la realidad es que nadie
puede garantizar una seguridad perfecta de todo el mundo en todo
momento. El daño causado por los seguidores de Bin Laden ha sido
tan importante que se ha caracterizado su terrorismo como «megaterrorismo» o incluso «hiperterrorismo» 6. Y eso que hasta ahora sólo
han recurrido a medios convencionales para agredirnos. El impacto
que podrían llegar a causar en una sociedad si dispusieran de armas
de destrucción masiva y las usaran, sería auténticamente catastrófico.
En verdad nadie está preparado para lidiar con una explosión nuclear
y nadie sabe a ciencia cierta, por muchos planes de contingencia que
se elaboren, cómo habría que gestionar el hecho de encontrarse con
una ciudad borrada del mapa a causa de un artilugio atómico.
De ahí que si a la invisibilidad se le suma la capacidad de golpear
con sistemas de destrucción masiva, habida cuenta de que la intencionalidad de causar el mayor daño posible es clara en el jihadismo, cualquier dirigente político, si tiene el menor sentido de la responsabilidad por sus ciudadanos, se vea forzado a pensar cómo anticiparse a
los movimientos de los terroristas. Su capacidad de ataque se ve reforzada, además, por la vulnerabilidad de las democracias, por lo que hacer depender nuestra seguridad de medidas pasivas o reactivas es tanto
como condenarnos a sufrir una agresión de consecuencias incalculables. No hacer nada ante ese riesgo raya lo criminal. Ese era el
sentido de las palabras de George W. Bush cuando en su discurso sobre el Estado de la Unión en enero de 2002 afirmó: «No esperaré a los
acontecimientos mientras los peligros aumentan. No me voy a quedar
quieto mientras los peligros se acercan cada vez más». Palabras que
luego, en un acto de anticipación de lo que sería la nueva Estrategia
de Seguridad Nacional, precisó en una alocución ante los cadetes de
West Point: «Nuestra seguridad requerirá de todos los americanos ser
atrevidos y resueltos y estar preparados para acciones de anticipación
cuando éstas sean necesarias para defender nuestra libertad y defender nuestras vidas».
Ciertamente, frente a una situación donde se tiene la certeza de estar a punto de sufrir un ataque terrorista, pocos líderes políticos pueden elegir esperar y no hacer nada si creen contar con los medios ne6
Heisbourg, François: Hyperterrorisme: la nouvelle guerre. Paris, Odile Jacob 2001.
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cesarios para impedirlo. Es más, la comunidad y el derecho internacional aceptan la defensa anticipatoria como un recurso legítimo de
autodefensa. Lo que no acepta es el ataque preventivo, esto es, aquel
que se deriva no de la inminencia de un ataque enemigo, sino de un
cálculo de que ese ataque se producirá en algún momento en el futuro y la valoración de que es mejor anticiparse a él antes que esperar a
condiciones menos favorables.
En cualquier caso, todos aquellos que han querido ver enterrada la
doctrina Bush en su aspecto de acción anticipadora, están muy equivocados. Ningún político en su sano juicio –y menos norteamericano— quiere ser juzgado por la Historia como aquel que permitió que
murieran miles de sus ciudadanos por temor a anticiparse. Otra cosa
muy distinta es que como consecuencia de la fatiga generada por la
guerra en Irak, la sociedad americana no tenga apetito para una nueva
acción preventiva sin antes haber puesto punto final a la intervención
en Irak. Pero esta posible aversión a verse enzarzados en más de un
conflicto abierto a la vez sin que se vea una solución clara y a corto
plazo del mismo, como sucede hoy en Irak, no pone punto y final al
principio de la acción anticipatoria, que es lo verdaderamente recogido en la doctrina Bush. Ni los neorrealistas lo discuten.
UNILATERALISMO
Para unos y para otros, los Estados Unidos actuarán multilateralmente
cuando puedan y unilateralmente cuando no les quede otro remedio.
Dicho lo cual, y a pesar de que la concertación internacional es un
principio que también recoge la Estrategia de Seguridad Nacional
americana, la urgencia de dar una respuesta a la amenaza del extremismo islamista y su terrorismo –unido a la patente incapacidad de emplear la principal institución multilateral de defensa hasta la fecha, la
OTAN, por las graves carencias de capacidades para poder hacerlo por
parte de los aliados europeos, más la parálisis de la principal institución
política internacional, la ONU– hizo aflorar lo que algunos norteamericanos temían: encontrarse solos ante la necesidad de reaccionar.
Colin Powell se veía, cuando fue Secretario de Estado, como el elemento más favorable a la multilateralidad, mientras que en la Casa
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¿ADÓNDE VA AMÉRICA? / RAFAEL L. BARDAJÍ
Cuadernos de pensamiento político
Blanca se presentían todos los demonios del unilateralismo, apoyados
en el Pentágono, cómo no, de Donald Rumsfeld. Por eso el nombramiento de Condoleezza Rice como sucesora de Powell se acogió con
frialdad en Europa, pues a ella, en tanto que asesora de seguridad nacional del presidente americano, se le achacaba la responsabilidad de la
doctrina Bush 7. La realidad es más compleja que todo eso, por supuesto. Colin Powell no se planteaba ningún dilema entre unilateralismo y
multilateralismo, sino que su extrema prudencia, ya puesta de manifiesto cuando era Jefe de la Junta de Estado Mayor durante la Primera
Guerra del Golfo (se opuso al uso de la fuerza), le llevaba a preferir no
hacer nada antes que embarcarse en una acción militar arriesgada.
Condi Rice es otra cosa. Su bagaje intelectual la hace ser realista, y
de hecho sus ideas están teniendo su impronta en la forma de conducir la acción exterior americana en esta segunda Administración de
George W. Bush. Para muchos comentaristas en Washington, Rice
acepta los ideales de su presidente, pero no los medios para alcanzarlos 8. Sea como fuere, la Secretaria de Estado y la gente de su equipo sí
parecen estar de acuerdo en tres objetivos complementarios: el primero, revitalizar las alianzas institucionales de tal modo que la visión
americana sea aceptada de mejor manera, gracias a la búsqueda laboriosa de la concertación y la generación de consenso. Esto se ha notado especialmente en la OTAN y en la relación de los Estados Unidos
con la Unión Europea (UE) y, en menor medida, en la ONU; segundo, transformar la acción diplomática para que sus funcionarios dejen
de ser observadores de las realidades nacionales de donde se encuentran y pasen a desarrollar un papel casi de activistas queriendo modificar las actitudes de los nativos para encuadrarlas en los valores americanos. Eso es lo que implicaba en parte su reciente discurso en la
Universidad de Georgetown titulado «Diplomacia transformacional» 9; por último, Rice quiere cerrar las heridas abiertas por casos co7
Hay que recordar aquí que a Rice se la veía como parte integral de ese pequeño grupo de asesores
de George W. Bush cuando fue candidato a las elecciones del año 2000 y que han sido conocidos como
los «Vulcanos». Y cuya génesis e historia ha sido recogida por James Mann en su Rise of the Vulcans.
The History of Bush’s War Cabinet. New York, Viking, 2004.
8
Ver, por ejemplo, Kurlantzick, Joshua: «After the Bush Doctrine. The fight for Republican Foreign Policy» en The New Republic 13 de febrero de 2006.
9
Rice, Condoleezza: «Transformational diplomacy». Conferencia presentada en la School of Foreign
Service, Georgetown University, Washington DC, el 18 de enero de 2006.
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mo las polémicas sobre la tortura a detenidos en Afganistán o el centro de detención de Guantánamo. Para ella América es una fuerza
moral para el bien, y estas cuestiones la hacen vulnerable a las críticas
de amigos y enemigos, minando su legitimidad internacional.
Los planteamientos del actual Departamento de Estado norteamericano parten de una base: sentirse solos ante la amenaza del jihadismo; y un temor: que esa soledad se convierta en aislamiento y éste en la creación de un frente internacional antiamericano en la más
pura tradición de la escuela realista, que siempre ha defendido que a
un poder hegemónico siempre le nace un contrapeso, normalmente
en forma inicial de coalición. Y puede que incluso sean planteamientos justos. Pero se equivocan quienes ven en ellos una alternativa a la línea de actuación seguida hasta ahora o, si se prefiere, a la
visión neocon. Por una razón muy sencilla, porque la preferencia de
Rice exige un multilateralismo «eficaz», y eso no está, hoy por hoy,
en el horizonte cercano.
El multilateralismo requiere instituciones eficaces y aliados capaces y deseosos de colaborar, condiciones que siguen sin cumplirse. La
ONU sigue anclada en sus escándalos y corrupción y no cuenta con
los medios ni con la disposición para superarlos; la UE está cayendo
en un proceso de autodestrucción que la paraliza en todo lo que toca
su esfera de actuación política exterior; y la OTAN a duras penas está
logrando convertirse en los cascos azules de la comunidad internacional. Rice puede aspirar a lo que ya está haciendo, intentar forzar buenas caras en los aliados tradicionales de América, pero poco más puede esperar de ellos.
De hecho, observada con detenimiento la acción exterior de los
Estados Unidos, parece que Washington está haciendo dos cosas: a
corto plazo, presentar una cara más amable, sobre todo ante Europa;
pero a largo, pasar de un sistema de alianzas que giraba sobre el mundo occidental definido éste como el Área Atlántica, a otro global cuyos ejes principales serían Japón, Corea del Sur y Australia en el Pacífico, India en el Índico e Inglaterra en el Atlántico 10.
10
Véase Serchuck, Vance: «Transforming America’s Alliances» en National Security Outlook, enero
de 2005; y Donnelly, Thomas: «The Big Four Alliance: the New Bush strategy» en National Security
Outlook, diciembre de 2005. Ambas, publicaciones del American Enterprise Institute.
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Por otro lado, a todos aquellos que se alegran de la supuesta caída
en desgracia de los neoconservadores, hay que decirles claramente
que si siguieran con cierto empeño la profusa literatura producida tanto por los neocons como por los realistas, tendrían que acabar reconociendo algo que no les gustaría nada. A saber, que los neoconservadores americanos son unos atlantistas convencidos y militantes.
Aún peor, tal vez los únicos de esa especie que quedan vivos en Washington. Y su creencia en los aliados y Europa es una convicción profunda en la medida en que no se deriva del frío cálculo de intereses a
corto plazo, sino del reconocimiento de compartir los mismos valores. Los realistas y neorrealistas son mucho más instrumentales. Lo
que persiguen es maximizar los intereses de su país, Estados Unidos, y
para ello las alianzas son un mecanismo táctico. Serán útiles si sirven a
sus intereses, estrechamente definidos. Y dejarán de serlo cuando no
les reporten mayor utilidad. Es la vieja máxima de Lord Palmerston
aplicada a los tiempos modernos: «América no tiene ni amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses».
Todo esto quiere decir que a la América actual no sólo hay que interpretarla en clave europea, porque puede que Europa ya no sea lo
que ha sido a los ojos de los americanos, sean los de Bush, Rumsfeld,
Rice o Hillary Clinton, y que Washington nos esté recolocando en su
mapa global; y en segundo lugar, que el abrazo entusiasta que se hace
de la emergencia de los neorrealistas en las filas republicanas no traiga
grandes ventajas para una Europa que está enferma y que puede que
muchos en el otro lado del Atlántico vean ya como enferma terminal 11.
EXPORTACIÓN DE LA DEMOCRACIA
La acción exterior de Norteamérica siempre ha estado imbuida de un
fuerte componente moral. Numerosos presidentes han concluido que
la defensa de sus intereses y de sus valores podían ser coincidentes
con los del resto del mundo, y que su promoción resultaría, además,
11
Tres ejemplos de procedencia intelectual y política muy distinta son Lieber, Robert: The American
Era. Power and Strategy for the 21st Century. Cambridge (Mass), Cambridge University Press, 2005; Gaffney, Frank : War Footing. Annapolis (MD), Naval Institute Press 2006; y Bawer, Bruce: While Europe
slept. How radical Islam is destroying the West from inside. New York, Doubleday 2006.
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beneficiosa para todos. No obstante, la promoción de la democracia
ha estado generalmente asociada a las corrientes más idealistas de la
política internacional, arrumbadas éstas durante los largos años de
Guerra Fría. Para los realistas tradicionales como Kissinger, el mantenimiento del statu quo era mucho más importante que forzar cambios
en el sistema internacional aunque éstos quisieran promover regímenes democráticos.
Esta forma de entender la política exterior americana entrará en
crisis con los ataques del terrorismo islámico. Los neoconservadores
siempre se han caracterizado, frente a los realistas, por apostar por la
promoción de la democracia a través del nation building, incluso aunque éste se tuviera que lograr mediante el uso de la fuerza. Esa fue su
principal batalla a mediados de los 90, cuando defendían a ultranza la
intervención americana en los Balcanes frente a una Administración
más que dubitativa como la de Clinton y un partido republicano absolutamente reticente a comprometerse en tales tipos de actuaciones 12.
Sin embargo, la amenaza jihadista va a suponer un salto cualitativo
para que se adopte la exportación de la democracia en el mundo, y
más particularmente en el Oriente Medio, como un objetivo estratégico americano. Por una razón muy sencilla: porque para acabar eficazmente con el peligro del terrorismo islamista también hay que intentar
poner fin al caldo de cultivo que supone un mundo árabe sumido en la
teocracia, la corrupción, la penuria y la intolerancia, condiciones que
alimentan el resentimiento, el odio y, en su extremo, la violencia antimodernizadora, antiliberal y antioccidental. El deseo de empezar a
cambiar esa realidad fue lo que llevó al lanzamiento de la Broader Middle East Initiative, impulsada personalmente por Bush en el G-8. (Y
que en la Estrategia de Seguridad Nacional se denominaba «una estrategia de promoción de la libertad en Oriente Medio») 13. Es decir, junto
a la persecución de los terroristas, era necesario la promoción del cambio y la apertura en la región donde el jihadismo se nutría con mayor
profusión y virulencia. Eliminar terrorista tras terrorista sin transformar el Oriente Medio sólo lograría crear más terrorismo.
12
Kagan, Robert y Kristol, William: «Toward a Neo-Reaganite Foreign Policy» en Foreign Affairs Julio/agosto 1996.
13
Consultar la hoja informativa del Departamento de Estado: «Broader Middle East and North Africa
Initiative». www.state.gov/e/eb/rls/fs/33380.htm
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Cuadernos de pensamiento político
Es decir, para la América de George W. Bush, esto es, la América
del nuevo mundo posterior al 11-S, promover los valores sobre los
que se basa la convivencia occidental –el respeto a los derechos humanos, libertades políticas y económicas, separación de poderes y garantías jurídicas, libertad de opinión y prensa, así como tolerancia religiosa y reconocimiento del libre culto– va a dejar de ser una misión
solamente moral, de querer que todos disfruten de lo bueno del mundo occidental, para pasar a ser también un asunto estratégico, de seguridad nacional. Como diría el mismo Bush en su toma de posesión
el 20 de enero de 2005, «la supervivencia de la libertad en nuestra tierra depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras. La
mejor esperanza para la paz en nuestro mundo es la expansión de la
libertad en todo el mundo» 14.
No cabe duda de que este intento de llevar la democracia al Oriente Medio pesó y mucho en el apoyo de los neoconservadores a una
intervención militar que depusiera a Saddam Hussein en Irak, más
allá de las razones de seguridad y todo el asunto de las armas de destrucción masiva. Implantar una sociedad democrática y abierta en
medio de la región era entrevisto como un golpe mortal a la teocracia
y a las dictaduras imperantes en la zona.
No obstante, la falta de una clara salida a la violencia en Irak, a pesar de los múltiples logros obtenidos en su proceso de cambio político y, sobre todo, la reciente victoria del grupo islamista radical y terrorista Hamas en las elecciones palestinas, ha logrado que muchos
de los detractores de la promoción de la democracia en el mundo
musulmán y árabe vuelvan a la carga contra esta política. Desde la izquierda, porque se juzga inverosímil que se quiera imponer la libertad
a través de las bayonetas; desde la derecha paleoconservadora, porque nada se le ha perdido a América en esa aventura.
El más reciente detractor de la expansión de la democracia ha sido
el articulista de éxito, Francis Fukuyama en su artículo ya citado –y
avanzadilla de un nuevo libro suyo– «After neoconservatism» 15. Según sus palabras, «el área más contestada en los próximos meses y
14
Bush, George: «Inaugural speech». En www.whitehouse.gov
15
Fukuyama, Francis: «After Neoconservatism», The New York Times, 20 de febrero de 2006.
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años será el lugar de la promoción de la democracia en la política exterior americana». Y añade, «hubiera sido mejor si los Estados Unidos
se hubieran mantenido al lado de sus amigos dictadores tradicionales
del Oriente Medio». Toda una confesión para un autoproclamado liberal de espíritu.
¿Pero en qué basa Fukuyama sus críticas? Como es natural, Fukuyama es prisionero de sus propias palabras y muy especialmente de
su ensayo más aplaudido hasta la fecha, «The End of History?» 16. No
es éste ni el momento ni el lugar de explicar lo que Fukuyama planteaba en su célebre ensayo. Baste decir que para el autor el triunfo del
liberalismo es un largo proceso social, de décadas o siglos más que de
años, y que ese proceso social tiende a evolucionar por sí mismo, gracias a la imbatibilidad del capitalismo en su capacidad de fuerza modernizadora social. Si esperáramos lo bastante, al final de la Historia
nos aguardaría a todos el paraíso liberal.
El problema esencial con las tesis de Fukuyama, de entonces y sobre todo de ahora, es que olvidan que ahí fuera, más allá de la burbuja
privilegiada de las naciones que ya han abandonado la Historia, sigue
gente anclada no ya en la Historia sino en la Prehistoria, y que algunas de ellas se han dado como misión vital acabar con nuestra sociedad liberal y histórica o post-histórica. Lo que se le pudo perdonar de
su determinismo en 1989 porque el enemigo de entonces, la URSS,
daba muestras palpables de su decrepitud, resulta imperdonable hoy,
con un extremismo islamista en alza.
Es más, el pesar de aquellos que como Fukuyama ven en el proceso
de democratización en el mundo árabe un peligro más que un alivio,
esto es, todos aquellos que tras la Vitoria de Hamas, como ha calificado el Wall Street Journal en uno de sus brillantes editoriales, sufren de
«angustia democrática» 17, sólo tienen como alternativa lo que el mismo
Fukuyama dice muy a su pesar, que lo que hay que seguir haciendo es
promover a los dictadores, en la más pura tradición de aquel Somoza
que para Johnson era «a son of a bitch, but our son of a bitch».
16
Fukuyama, Francis: «The End of History?» en The National Interest, verano de 1989. Una autorreinterpretación de sus ideas puede encontrarse en su ensayo «¿Sigue la Historia de nuestro lado?» parte
del volumen colectivo La Revolución de la Libertad. Madrid, FAES 2006.
17
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Wall Street Journal: «Democratic Angst», 26 de febrero de 2006.
¿ADÓNDE VA AMÉRICA? / RAFAEL L. BARDAJÍ
Cuadernos de pensamiento político
El problema es que ya conocemos, y muy bien, adónde conduce
esa política de alimentar dictadores amigos. Sobre todo en el Oriente
Medio, donde los dirigentes, por muy mano férrea que tengan, hay algo que no pueden prohibir. Y ese algo es la Mezquita, precisamente
donde se enseña la visión de un Islam radical y extremista, el odio y
las supuestas recompensas de la violencia. Como muy bien ha señalado Brandon MacClellan, en su contestación a Fukuyama, «Los dictadores son como las tiritas, colocadas de mala manera sobre la herida
abierta de la rabia jihadista. Las tiritas siempre tienden a caerse. Las
tiritas no curan las heridas. Si apoyamos las tiritas, nos estaremos
aliando con el statu quo que continúa promoviendo al islamismo como la única alternativa viable a un régimen autoritario y corrupto» 18.
Es comprensible que la gente de la calle esté cansada de ver morir
a sus vecinos o familiares en un lugar tan lejano como el Oriente Medio. Es natural. Promover la democracia es un valor abstracto que suena demasiado familiar y a la vez cínico a oídos de un norteamericano.
Pero lo que propone Fukuyama, aparentemente asustado por las
complicaciones del uso del poder militar, es simplemente puro wilsonianismo, es decir, asumir los objetivos pero confiar en que se puedan
cumplir sin una intervención directa. Fukuyama critica de los neocons
que hubieran asumido que la democracia es un sistema que surge
«por defecto» (by default), pero no quiere reconocer que su opción lo
que hace es dejar «por defecto» el nutriente del terrorismo islamista.
De hecho, mientras se aplicaron los principios que ahora defiende
Fukuyama, esto es, en los años 70, 80 y 90, el terrorismo islamista no
dejó de crecer, de envalentonarse y de ser más osado en sus ataques 19.
Y si hay alguna lección que sacar de todo ese período es que las dictaduras árabes no han servido para contener la marea radical, sino todo
lo contrario, la han alimentado por pasiva o por activa.
Uno puede desesperarse de ver a islamistas llegar al poder a través
de la urnas. Pero ese resultado no es algo de última hora. Ya sabemos
muy bien cómo consiguió el poder Adolf Hitler en Alemania. Pero
18
Brandon McClellan. Michael: «Neoconservatism vs. NeoFukuyama» en Tech Central Station, 3 de
marzo de 2006.
19
Ver al respecto Podhoretz, Norman: «World War IV: How it started, what it means, and why we have
to win» en Commentary septiembre de 2004.
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eso no debe llevar al polo opuesto, porque también es algo conocido
y no funciona. Es cierto que la democracia no es equiparable únicamente a elecciones libres, aunque sin éstas no puede darse régimen
democrático; y tiene mucho más que ver con una cultura política liberal y unas instituciones fuertes. Pero este ethos no es patrimonio exclusivo de europeos y norteamericanos. De hecho hay buenos ejemplos en el mundo musulmán no árabe de que un régimen de
libertades y modernizador es posible y viable. Y ya no es necesario esperar siglos para producir una evolución o transición democrática,
como ocurrió en Europa. Es un hecho que en la era de la globalización, el tiempo para que una sociedad en transición adquiera los hábitos democráticos se han acortado sustantivamente 20.
Por otro lado, la fatiga de Irak no debe cegarnos ante otros logros
que sí se han conseguido en los últimos años gracias a la política intervencionista de George W. Bush, como el cambio de actitud de Libia, la retirada siria del Líbano y una cierta apertura en el mundo árabe, cuya máxima importancia estriba en que, por primera vez, fuerzas
moderadas y liberalizadoras se atreven asomar la cabeza. Seguir las
recomendaciones de Fukuyama significaría condenarles de por vida.
Justo a ellos, que son la mejor esperanza para el cambio modernizador y el Oriente Medio al que aspiramos.
El verdadero problema de las tesis de Fukuyama es que no representan ninguna alternativa a la actual política, pero sí encierran un
grave peligro: que inspiran y alimentan a quienes, cansados de los
problemas del mundo y hartos de que sea Estados Unidos quien tenga que lidiar con ellos, defienden un neoaislacionismo para América.
POST-BUSH
El presidente americano, en su último Discurso de la Unión, el pasado 31 de enero, no sólo volvió a reafirmarse en sus principios, sino
que criticó duramente a quienes propugnan un giro de 180 grados,
combatiendo especialmente las tendencias aislacionistas que parecen
repuntar en América: «En unos tiempos complicados y llenos de re20
Ver Halperin. Morton, Siegle, Joseph y Weinstein, Michael: The democracy advantage. How democracies promote prosperity and peace. New York, Routledge 2005.
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tos el camino del aislacionismo y el proteccionismo pueden parecer
tentadores, pero el aislacionismo sólo acaba en peligro y el proteccionismo en declive» 21.
Y es que en todo lo que se dice estos días sobre la caída de los neocons y el supuesto giro de la política exterior de Bush, hay más de
imaginación que de realidad. Porque como el mismo Bush apuntaba,
la única alternativa imaginable a la actual política americana es un
nuevo aislacionismo. Y eso no es, en verdad, una alternativa razonable si se tienen en cuenta los riesgos que encierra en la era del terrorismo de masas.
Tómese en cuenta lo siguiente, a modo de ejemplo. Primero, a pesar de las presiones políticas para que se fije una fecha de salida de
Irak, George W. Bush sigue fiel a su principio: se marcharán de Irak
cuando hayan cumplido debidamente su misión, a saber, acabar con
el terrorismo y la insurgencia y dejar un Irak capaz de defenderse por
sus propios medios. Segundo, igualmente, ni un retroceso sobre el
ideal democrático a pesar de la lluvia de críticas que han ido surgiendo. Lo dijo bien claro ante el Congreso: «Nuestra nación está comprometida con un objetivo histórico y a largo plazo, acabar con la tiranía en nuestro mundo. Algunos lo desprecian por considerarlo un
idealismo equivocado. En realidad, el futuro de América depende de
ello» 22. Tercero, la recién publicada revisión estratégica del Pentágono
mantiene su foco de atención en transformar a los militares para luchar y ganar la «larga guerra» contra el terror islamista. Ninguna vacilación al respecto 23.
Y es que, como dicen algunos comentaristas, aunque las caras más
conocidas de los neocons no sean ahora tan visibles, lo que verdaderamente importa es que Bush no puede abandonar las ideas neoconservadoras. Sencillamente porque él es primer neocon en Washington 24 . Y
21
Bush, George: «State of the Union speech». 31 de enero de 2006, en www.whitehouse.gov
22
Ibídem.
23
Quadrennial Defense Review, Washington, GPO, 6 de febrero de 2006.
24
Esa es la tesis esencial de tres obras, Krauthammer, Charles: «The neoconservative convergence»
en Commentary, julio de 2005; Barnes, Fred: Rebel in Chief. Inside the bold and controversial presidency
of George W. Bush. New York, Crown Forum, 2006; y Sammon, Bill: Strategery. How George W. Bush is
defeating terrorists, outwitting democrats, and confounding the mainstream media. Washington DC,
Regnery 2006.
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Cuadernos de pensamiento político
la verdad es que todas las promesas que los europeos se hacían tras la
visita del presidente americano a Bruselas, a las pocas semanas de jurar nuevamente su cargo, no se han materializado. El hecho, por
ejemplo, de que Washington haya dejado el protagonismo de lidiar
diplomáticamente con Irán a los tres países europeos, Reino Unido,
Francia y Alemania, puede explicarse mejor por razones tácticas que
por un cambio de aproximación a Europa. Como se está viendo en la
actualidad, la postura de Estados Unidos en relación a las ambiciones
nucleares de Irán no deja de endurecerse y su retórica poco a poco se
distancia de la de los europeos. Como la propia Condi Rice ha afirmado en una intervención ante el Congreso norteamericano: «Seguramente no encontraremos un mayor reto desde un país que el que
presenta Irán, cuyas políticas están dirigidas a crear un Oriente Medio
que sería 180 grados diferente del Oriente Medio que nos gustaría a
nosotros que se desarrollase» 25.
En términos políticos es claro que Washington se acerca a una sucesión. Y como bien sabemos, por muy ordenada que se deje, toda
sucesión resulta al final algo turbulenta. Máxime cuando hay unas
elecciones de por medio. Pero en términos de opciones estratégicas ni
el principal candidato potencial desde las filas republicanas (el senador McCain) o desde las demócratas (la senadora Clinton) presentan
alternativas radicalmente distintas a la política de Bush. Ambos «encontrarían muy difícil salirse del marco conceptual de la Estrategia de
Seguridad Nacional del 2002 en la medida en que ambos están vivamente comprometidos con lo que ahora comenzamos a llamar la
‘Larga Guerra’» 26.
De hecho, como se ha apuntado más arriba, la única alternativa real
a la actuación de Norteamérica es el aislacionismo rampante. Hasta
ahora era representado por los nacionalistas a ultranza, como Pat Buchanan, pero no deja de ser preocupante que esa postura se desplace
hacia otros elementos más centristas en las filas republicanas.
La Historia, a diferencia de lo que dice creer Fukuyama se hace sobre las decisiones de las personas. Y éstas a veces son buenas y a veces totalmente erróneas. Ya se ha dicho, contar con una buena estra25
Rice, Condoleezza: «Remarks befote the Senate Appropriations Comité», 9 de marzo de 2006.
26
Barone, Michael: «Bush’s Grand Strategy» en Realclearpolitics, 27 de febrero de 2006.
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¿ADÓNDE VA AMÉRICA? / RAFAEL L. BARDAJÍ
Cuadernos de pensamiento político
tegia nacional es garante de éxito, pero no es el éxito en sí. Una mala
aplicación puede arruinar un gran diseño. Y los Estados Unidos cuentan con líderes humanos y por tanto tan proclives a la equivocación
como cualquier otro. Hasta ahora la determinación del actual presidente ha logrado mantener el curso de acción que exigían las circunstancias. Pero si surgieran muchos líderes políticos al estilo que marca
Fukuyama, ya no estaría tan claro.
De momento, gracias a Dios, el peso de la responsabilidad exterior
se paga porque se comprende que la alternativa, encerrarse sobre sí
mismos y esperar lo mejor, sólo puede acarrear mayores desdichas. Si
el pueblo americano se confundiera y llevara a la Casa Blanca algún
día a un presidente con un mandato para retirarse del mundo, no sólo
los Estados Unidos acabarían pagando por ello. El mundo islámico
caería en manos de los radicales y terroristas y Europa sería su primer
gran bocado. Es decir, nosotros.
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ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO
POLÍTICA EXTERIOR E INTERÉS NACIONAL
ORÍGENES DE LA IDEA DE INTERÉS NACIONAL
D
esde la aparición, tras la Paz de Westfalia (1648), del moderno
sistema de Estados, que hace de éstos los grandes actores de
las relaciones internacionales, la idea de interés nacional ha sido el
criterio directivo de la política exterior. Sustituido el universo medieval por el «pluriverso» moderno, el mundo internacional se convierte en un hobbesiano «estado de naturaleza», sin un poder superior que imponga el orden y la paz –como, de alguna manera, habían
sido durante la Edad Media el papa y el emperador–, y se hacen necesarias unas reglas de comportamiento entre los Estados. Pero, más
allá de esas reglas, e incluso contra ellas, los Estados soberanos se
guían en sus relaciones con los otros por lo que entienden son sus
propios intereses.
No es una casualidad, desde luego, que, tras las primeras formulaciones del español Francisco de Vitoria, la aparición del Derecho internacional sea prácticamente coetánea. En efecto, el libro del holandés Hugo de Groot, conocido como Grocio, y que se considera como
texto fundacional del Derecho de las relaciones entre Estados, De iure
belli ac pacis (1625), es también de la misma época. Al fin y al cabo,
Alejandro Muñoz-Alonso es catedrático de la Universidad San Pablo-CEU. Senador por Madrid.
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Cuadernos de pensamiento político
¿no es ése el modo en que se comportan los hombres en sociedad? La
única, y no pequeña, diferencia es que es, precisamente, el Estado el
que impone y sanciona las reglas en su ámbito de soberanía, mientras
que en el ámbito internacional sólo los acuerdos entre Estados, las
convenciones voluntariamente aceptadas por ellos son la norma de
comportamiento. Orgullosamente envueltos en el manto de su soberanía, los Estados no admiten ningún poder superior a ellos mismos
y, en cualquier caso, se reservan el derecho de interpretar las nacientes reglas de la legalidad internacional de la manera que estiman más
adecuada a sus propios intereses nacionales.
La nueva idea del interés nacional desplazaba al concepto medieval
del bien común de la Cristiandad que, durante los siglos medievales,
había sido, al menos en la teoría, el criterio regulador de las relaciones
entre los reyes. Un criterio, por otra parte, violado frecuentemente
por aquellos monarcas que se sentían suficientemente fuertes para
desafiar este principio. Ya en los albores de la Edad Moderna, la «nefanda» alianza de Francisco I de Francia con la Turquía otomana o el
saqueo de Roma por las tropas imperiales de Carlos V son ejemplos
que muestran, a la vez, cómo perdía vigencia la vieja idea medieval y
cómo se imponía con fuerza el criterio del interés nacional, tal y como lo concebían los monarcas absolutos del momento.
Henry Kissinger ha subrayado cómo las primeras formulaciones
de la idea de interés nacional aparecen relacionadas con otros conceptos, como el de raison d’état o el de balance of power. Para él, «la balance of power reemplaza a la nostalgia de la monarquía universal con
el consuelo de que cada Estado, al proseguir sus propios intereses
egoístas, contribuiría de alguna manera a la seguridad y progreso de
los otros». El propio Kissinger considera a Richelieu como la más
acrisolada expresión de este nuevo enfoque y cita su Testamento Político, donde, con un indisimulado cinismo, el cardenal escribe: «En materias de Estado aquel que tiene el poder a menudo tiene también el
derecho y aquel que es débil puede sólo con mucha dificultad evitar
que se le considere equivocado en la opinión de la mayoría de la gente». «Una máxima ésta –concluye Kissinger– raramente contradicha
en los siglos siguientes» (Kissinger, 1994, 58 y 65). En esta nueva idea
del interés nacional, tal y como parece definida más arriba, subyace
ya la concepción protoliberal de la «armonía preestablecida» e inclu134
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so la famosa metáfora de Adam Smith relativa a «la mano invisible»:
al buscar cada uno su propio beneficio se trabaja indirectamente por
el bien de todos, es decir, por el interés general.
Como señala Charles A. Beard, autor de una de las obras pioneras
sobre este tema (The Idea of National Interest, 1934), es sólo en el siglo
XVIII cuando comienza a configurarse la moderna idea de interés nacional, que desplaza a otros criterios de acción política, vigentes hasta
entonces, como «la voluntad del príncipe» o la ya citada raison d’état.
Los Estados del continente europeo, contiguos entre sí en un espacio
comparativamente pequeño, se enfrentan frecuentemente por cuestiones territoriales. De ahí que den a las primeras formulaciones del
interés nacional un contenido fundamentalmente militar, en el marco
de una preocupación prioritaria por la seguridad. Ahí está la raíz de
posteriores conceptos como el de «seguridad del Estado» o «seguridad nacional». La necesidad de tener que hacer frente, eventualmente, a otros Estados, con poder y capacidades similares o superiores,
lleva a que un instrumento básico de aquella primera política exterior
basada en la idea de seguridad sea la política de coaliciones. Al fin y al
cabo, se trata de una versión moderna de viejas máximas orientales,
como la contenida en el Código de Manú: «Mi vecino es mi enemigo;
el vecino de mi enemigo es mi amigo». Francia, cuya supervivencia se
ve amenazada por el «cerco habsbúrgico», pues su territorio nacional
está rodeado por posesiones de la Casa de Austria, practicará con eficacia esa política: cuando el interés nacional lo exige se debe pactar
hasta con el diablo y, por supuesto, con el infiel.
Inglaterra, dadas sus peculiaridades geopolíticas, derivadas de su
situación insular, da al interés nacional un contenido diferente, con
prioridad para los aspectos comerciales. Esta vocación comercial explica que Londres haga bandera permanente de la libertad de los mares, y de ahí su preocupación por contar con un poder naval, más que
suficiente, superior a cualquier otro. De ahí también la inexistencia en
Inglaterra de un ejército de tierra permanente y, en el ámbito diplomático, la idea de la balance of power, en virtud de la cual Inglaterra no
forma parte de coaliciones permanentes con los Estados del continente y se mantiene aislada, salvo que se rompa el equilibrio entre
ellos, en cuyo caso se coaligará con los más débiles contra el poderoso, como hizo en la guerras napoleónicas.
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CONSOLIDACIÓN Y CRISIS DEL CONCEPTO DE INTERÉS NACIONAL
EN EL SIGLO XIX
Es durante el siglo XIX cuando se perfila, de un modo más elaborado,
el concepto de interés nacional y son los anglosajones, primero los
británicos, después los norteamericanos, quienes lo completan con
trazos más definidos. Las profundas semejanzas que se constatan entre Gran Bretaña y los Estados Unidos en estas reflexiones sobre la
definición del interés nacional y su carácter directivo a la hora de formular la política exterior, se deben no sólo a razones culturales sino,
sobre todo, en mi opinión, a los rasgos geopolíticos que comparten:
aislamiento y alejamiento de los puntos de fricción internacionales y
ausencia casi total de fronteras con enemigos potenciales.
Todavía en plena guerra de independencia contra los británicos,
George Washington juzga con realismo las intenciones de su nuevo
aliado, Francia, y sospechando que el rey francés sólo pretende la derrota de Gran Bretaña para volver a apoderarse de Québec comenta:
«Estoy plenamente dispuesto a tener los sentimientos más favorables
hacia nuestro nuevo aliado. Pero según una máxima fundada en la
experiencia universal de la humanidad, la confianza que se puede
conceder a una nación no va más allá del punto en el que comienzan
sus intereses» 1.
Algunos años después, Stephen Decatur, hijo de un héroe de la
marina norteamericana del mismo nombre, pronunciará una frase
que se hará célebre: «¡Nuestro país! En sus relaciones con las naciones extranjeras es deseable que siempre tenga la razón, pero ¡es nuestro país, tenga razón o no la tenga!». Es la famosa máxima Our
country, right or wrong! que es una de las más simples y más conocidas
expresiones de la doctrina del interés nacional como criterio de la
política exterior 2.
Pero la formulación más conocida de esta doctrina es la que hará
Palmerston, el Primer Ministro británico en 1856: «Hacer de los inte1
Cit. en Miller y Molesky (2004): Hay edición francesa (2005), de cuya página 60 hemos extraído la referencia.
2
Ibidem. Página 106. Según la Encyclopaedia Británica el autor de la famosa frase habría sido Decatur
padre, el héroe de la Marina.
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reses de nuestro país el principio director [de nuestra política]». En
otro momento pronunciará otra frase que también se ha hecho famosa: «No tenemos aliados eternos ni enemigos permanentes… Sólo
son eternos nuestros intereses y es nuestro deber seguirlos y defenderlos». Medio siglo después, el secretario del Foreign Office, Sir Edward Grey, insistirá en la misma idea: «Los ministros británicos del
Exterior se han guiado por lo que estimaban que era el interés inmediato de este país, sin hacer elaborados cálculos para el futuro» (Kissinger, 1994, 95-96). A partir de ahí se explica que Gran Bretaña no
haya sido partidaria, hasta el siglo XX, de sistemas de seguridad colectiva, ni de alianzas permanentes, prefiriendo lo que hoy se llamaría
coalitions of the willing, como fue el caso en las guerras napoleónicas.
Esta actitud británica explica también el tópico del «espléndido aislamiento» y el remoquete de la «Pérfida Albión», antecedente de las diatribas actuales del antiamericanismo, en una línea similar a las diatribas contra la España imperial con las que se aderezó la leyenda negra.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se producen una serie de
cambios en la concepción del interés nacional que tienen su origen en
las transformaciones sociales, políticas y tecnológicas y que ponen en
crisis el concepto, tal y como se había conformado en las décadas anteriores. La creciente importancia del Parlamento en la determinación de la política exterior, el incremento del número de ciudadanos
con derecho a voto, con el establecimiento del sufragio universal
masculino, la influencia cada vez mayor de la prensa y los comienzos
de una cierta proto-globalización, que permite transmitir con mayor
rapidez las informaciones y hace sensibles a las poblaciones por acontecimientos que se producen en territorios lejanos, influyen decisivamente en la idea del interés nacional.
La creciente importancia de la opinión pública, fuente de legitimidad de los Parlamentos que, a su vez, legitiman a los Gobiernos, determina la superación de una idea clásica, dotada de una enorme resistencia, según la cual la política exterior sería de la exclusiva
competencia del rey, de modo que sólo dependería de «la voluntad
del príncipe». Hasta en la Rusia zarista, el único régimen autocrático
que resiste todos los impulsos liberalizadores, se impone, como ha
demostrado George F. Kennan, una opinión pública que no es, ciertamente, la de los siervos campesinos pero sí la de «un considerable
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sector de personas que tienen poder para actuar, directa o indirectamente, influyendo en la reacciones y en las decisiones del Zar y de sus
ministros responsables». Incluye Kennan entre estas personas, además de algunos miembros de la familia imperial, a los altos funcionarios, ciertas figuras del clero, prominentes empresarios, miembros del
alto mando del ejército y la armada y los más destacados editores, publicistas y escritores 3. Si esto era así en aquella retrasada autocracia,
puede imaginarse lo que era la fuerza de la opinión pública en los países más avanzados de Europa occidental.
En la formación de esta opinión pública tiene un peso cada vez
mayor la creciente sensibilidad ante los horrores de la guerra. La
Guerra de Crimea (1853-1856), cubierta por avezados corresponsales
de guerra, transmite a las opiniones públicas occidentales un relato de
primera mano que no sólo populariza ciertas acciones bélicas, como
la famosa carga de la Brigada Ligera en la batalla de Balaklava, sino
que transmite los horrores de aquella contienda en la que murieron
más soldados por las enfermedades y las insuficiencias sanitarias que
por la acción del fuego enemigo. Poco después (1876) las opiniones
europeas se estremecen por las llamadas «atrocidades búlgaras» en las
que mueren unos 12.000 búlgaros, brutalmente asesinados por tropas
irregulares turcas. Ya en el siglo XX tiene un efecto similar el llamado
«genocidio armenio», que todavía colea.
Muy pronto se empieza a percibir que pueden producirse casos de
«divorcio» entre la opinión pública y las instancias oficiales en decisiones relacionadas con la política exterior. Se trata de un problema
que no es exclusivo de nuestra época, pues ya fue planteado en la década de los ochenta del siglo XIX en un interesante y largo estudio,
Public Opinión and Lord Beaconsfield (1875-1880), publicado en 1886 y
cuyo autor es George Carslake Thompson. Este autor hace un análisis, desde el punto de vista de la opinión pública, de la llamada «cuestión de Oriente», que enfrentaba entonces a los imperios zarista y
otomano y que llevaría al Congreso de Berlín (1884-1885). Mientras
la opinión pública británica mantenía una postura pro-rusa y veía con
satisfacción el debilitamiento de los turcos, opresores de los cristianos
ortodoxos que habitaban en los países balcánicos, la política oficial
3
138
Kennan (1989). Vid. especialmente el apartado «Russian Opinion and the War Turkey», páginas 27-39.
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del Gobierno Disraeli (Lord Beaconsfield) era favorable a Turquía,
tanto en aplicación de la tradición británica de la balance of power
–que a la búsqueda del equilibrio se inclinaba siempre por la parte
más débil del cualquier conflicto– como porque la rivalidad ruso-británica en Asia Central (lo que se llamó «el Gran Juego») y la cada vez
más preocupante proximidad rusa a los dominios británicos en la India, dictaban a Whitehall el mantenimiento de la tradicional política
de apoyo a Turquía, que había incluso llevado a la Guerra de Crimea.
Ya en el siglo XX, un autor clásico en los estudios de opinión pública, Paul F. Lazarsfeld, volvió sobre la obra de Carslake Thompson y
se preguntó hasta qué punto puede un Gobierno resistir a las presiones de la opinión pública «cuando existen signos inequívocos de que
la población en su conjunto no está de acuerdo con su política» (Lazarsfeld, 1975, 627). La necesidad de contar con la opinión pública se
convierte desde entonces en un factor decisivo, y los historiadores
norteamericanos subrayan que ni Wilson ni Roosevelt entraron en
cada una de las guerras mundiales hasta que no «educaron» y convencieron a la opinión pública.
NUEVOS CONTENIDOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR Y NUEVO CONCEPTO DEL INTERÉS NACIONAL
Es, precisamente, durante la I Guerra Mundial y como reacción a los
relatos de las penalidades sufridas en los campos de batalla, cuando
en el mundo anglosajón se empiezan a manejar, como justificantes de
aquella terrible contienda, una serie de objetivos morales, que desbordan el concepto clásico de interés nacional que no se había vaciado totalmente de los egoísmos propios de la vieja razón de Estado. Se
popularizan entonces ciertas frases que aluden a esos hipotéticos
objetivos morales, como la de «hacer una guerra para acabar con
todas las guerras» o «lograr un mundo seguro para la democracia». La
paradoja, como señala Kissinger, es que ambos fines exigían la aniquilación del enemigo. Precisamente, la entrada de los Estados
Unidos en la guerra hace posible la necesaria y deseada victoria total,
pero con fines muy alejados de los que eran habituales en Europa.
«América desdeñaba el concepto de balance of power y consideraba
inmoral la Realpolitik. Los criterios de América para el orden internaABRIL / JUNIO 2006
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cional eran democracia, seguridad colectiva y autodeterminación»
(Kissinger, 1994, 219 y 221).
La expresión de esa nueva concepción del orden internacional será los Catorce Puntos de Wilson. Según esta concepción, el interés
nacional desaparecería sustituido por esos criterios morales, cuya custodia se encargaría a la Sociedad de Naciones. Tras el fracaso de ésta
y después de los horrores de la II Guerra Mundial, los Estados Unidos insistirán en su visión «moral» del orden internacional, que queda
enmarcado en la nueva organización de las Naciones Unidas. La Carta de San Francisco es el documento fundacional de ese nuevo orden
internacional, que habría dejado atrás el conflictivo concepto de interés nacional. Ni una sola vez aparece en el Preámbulo de la Carta ni
en su capítulo I, «Propósitos y principios», nada que aluda al interés
nacional y sí, por el contrario, frases tan significativas como «no se
usará la fuerza armada sino en servicio del interés común».
Pero en un orden internacional tan diferente del alumbrado por la
Paz de Westfalia, pero en el que los Estados siguen siendo los actores
principales –por más que, ciertamente, hayan visto erosionada su soberanía o hayan puesto en común cuotas de ésta en organizaciones
como la Unión Europea (UE)–, es imposible que desaparezca el interés nacional que, a veces, sin embargo, se presenta enmascarado. Como alguien escribía recientemente, a propósito de la actitud francesa
en relación con los conflictos internos en la misma UE: «Dicen Europa, pero piensan Francia». En ese ámbito institucional europeo, en el
que se habla mucho de «intereses europeos» –sin acabar de definirlos
nunca–, se evita cuidadosamente, en un claro alarde de hipocresía, referirse a los intereses nacionales que se suponen supeditados a los anteriores pero que, de hecho, siguen presentes y actuantes.
Por otra parte, el concepto de legalidad internacional, que vendría
a ser el sustituto del viejo concepto de interés nacional, se muestra
equívoco y evanescente, haciendo referencia más bien a una hipotética realidad virtual que a la «realidad real» de la política internacional.
Quienes manejan este concepto suelen hacer una apresurada e inaceptable proyección del concepto de legalidad interior del Estado al
ámbito internacional, cuando es evidente que ambos conceptos son
muy diferentes. La legalidad interior de un Estado –elemento esencial
del Estado de Derecho– es fruto de un proceso jurídico de elabora140
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Cuadernos de pensamiento político
ción de la ley en el contexto del sistema de separación de poderes y
en el marco de una compleja y equilibrada arquitectura institucional y
con el máximo de garantías, lo que no significa que en el proceso no
haya elementos políticos. La legalidad internacional, por el contrario,
sobre todo la que se plasma en resoluciones del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas, es fruto de un proceso diplomático, no legislativo, en el que las mayorías cambiantes en ese órgano y, desde luego, el
peso abrumador de los miembros permanentes son los factores decisivos. Todos los participantes, además, se mueven por muy concretos
intereses nacionales, nunca explícitos y casi siempre disfrazados con
la retórica internacionalista al uso.
Por otra parte, sabemos que los juristas más acreditados, de Max
Weber a Hans Kelsen, han estimado que no hay Derecho si no existe
la posibilidad de coacción para imponerlo. Y lo cierto es que la coacción, en el ámbito internacional, no ha funcionado casi nunca satisfactoriamente y, muy a menudo, produce más perjuicios que beneficios, cuando, por ejemplo, se plasma en sanciones o embargos que
castigan a los pueblos pero no a los gobernantes y que, además, al enfrentarse al arraigado concepto de soberanía, erosionado pero no
desaparecido, pierde su pretendida legitimidad. Además, al coexistir
en el ámbito internacional, en pie de igualdad, Estados democráticos
y no democráticos, los juegos de las mayorías y el mecanismo de veto
imponen en ocasiones las soluciones menos democráticas que favorecen a los últimos y consolidan la injusticia en el ámbito internacional.
Es lo que Irving Kristol, ya en 1983, llamaba la ilusión de que nos estamos moviendo hacia una eventual comunidad mundial. «En un
mundo así –escribe– la política exterior [la defensa de los propios intereses nacionales] dejaría de existir y sería completamente reemplazada por una diplomacia encaminada a conciliar los intereses de todos. Nuestro Departamento de Estado –concluye– actúa en la mayor
parte de las ocasiones como si ese mundo estuviera ya al alcance de la
mano, como si la diplomacia no fuera ya la sirvienta de la política exterior sino su ama» (Kristol, 1983) 4.
Todo esto pone de relieve que el concepto de interés nacional sufre actualmente una crisis patente, ya que se le asocia con las doctri4
Cit. en Russell (2002, 32-33).
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nas del realismo político y del llamado hard power, propicio a la solución militar de los conflictos internacionales y basado, según esos críticos, en una visión egoísta de las relaciones internacionales. Los «políticamente correctos» defensores del soft power, del diálogo sin
límites, del multilateralismo y del apaciguamiento a toda costa, de la
vigencia sin límites de la supuesta legalidad internacional –entendida
e interpretada a su gusto–, no aceptan el interés nacional como criterio para determinar las políticas exteriores y de defensa, ya que lo asocian con un supuesto unilateralismo, basado en una visión egoísta y
«nacionalista» de las relaciones internacionales. El interés nacional estaría –para quienes así piensan– en los antípodas de una concepción
idealizada y utopizante de las relaciones internacionales, propia de
ciertos sectores de la izquierda, que recientemente ha sido denominada «buenismo» 5.
En los países democráticos se discute cuáles son y cómo defender
los intereses nacionales. El debate está siendo especialmente interesante en los Estados Unidos. Escuelas de pensamiento y partidos
políticos proponen distintas visiones del interés nacional. Joseph S.
Nye Jr. se ha ocupado especialmente de esta cuestión, en un intento
de encontrar una vía media entre quienes anteponen el interés nacional a cualquier otro planteamiento y quienes apuestan por un vago mundialismo. Cita entre los primeros a Condoleezza Rice, que
durante la campaña presidencial de 2000 y en una línea muy próxima al ya citado Kristol escribía: «Debemos avanzar desde el sólido
fundamento (firm ground) del interés nacional y no desde el interés
de una ilusoria comunidad internacional», y subrayaba que «necesariamente existe un conflicto entre el servicio (pursuit) al interés nacional y los intereses de una más que ilusoria comunidad internacional». Pero, inmediatamente, Nye añadía que «es muy improbable la
reelección de los líderes demócratas que no logren tomar en cuenta
los intereses de la nación». Intentando una vía intermedia, Nye, tras
estimar que «el fracaso en prestar el adecuado respeto a las opiniones de los otros, incorporando una amplia concepción de la justicia
en nuestro interés nacional, eventualmente puede llegar a perjudicarnos», llegaba a la conclusión de que «los intereses globales pue5
142
Vid. Portero (2005).
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den ser incorporados en un concepto amplio y de largo alcance del
interés nacional» (Nye, 2002, 137-138) 6.
El problema se complica si consideramos que se suele distinguir
entre intereses vitales e intereses secundarios, y que hay acuerdo entre los
expertos en el sentido de que el primero y más importante de los intereses vitales es la supervivencia del Estado, que, en cualquier caso y situación, exige el uso y aplicación de todos los recursos diplomáticos y
de cualquier otra clase de los que disponga el Estado, incluido, si fuera
necesario, el uso de la fuerza militar. Resulta difícil imaginar una situación en la que estando en juego la supervivencia del Estado no se lograra alcanzar el consenso entre todas las fuerzas políticas para garantizar esa supervivencia. Pero, ¿qué ocurre si, por azares de la política,
contribuyen a la formación de la voluntad del Estado grupos separatistas cuyo objetivo último es, precisamente, debilitar y aniquilar al Estado? Sería preciso introducir aquí un concepto elaborado en Alemania como criterio para las relaciones entre el Gobierno federal y los
Länder: nos referimos al concepto de lealtad institucional, que, si falta,
hace imposible cualquier debate sobre el interés nacional o sobre una
supuesta política de Estado. Algunas de las vicisitudes que se han vivido en España en estos últimos años nos demuestran, sin lugar a dudas,
que no estamos refiriéndonos a hipótesis de escuela sino a situaciones
que se pueden dar y, de hecho, se dan, por extraño que pueda parecer.
En España no existe un debate sobre los intereses nacionales, algo
lógico en un momento en el que desde el Gobierno se está procediendo al desmantelamiento del Estado tal y como se configuró en el sistema constitucional de 1978. En política interior, los intereses de los
partidos nacionalistas se han impuesto sobre los intereses del Estado,
lo que supone la disolución del interés nacional. Y la política exterior
del Gobierno de Rodríguez Zapatero ha abandonado el concepto de
interés nacional como principio director de la esa política, sustituyéndolo por los intereses ideológicos de su partido y por retóricas sin
sentido como la llamada «alianza de civilizaciones». El interés nacional ha desaparecido y sólo queda el interés del PSOE, que se concreta en el monopolio indefinido del poder, utilizando cualquier instrumento o argumento que parezca adecuado para tal fin partidista.
6
Tiene interés todo el capítulo 5, titulado «Redefining the Nacional Interest».
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BIBLIOGRAFÍA
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York.
/ ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO
PEDRO BUENDÍA
CENSURA Y REPRESIÓN
EN EL MUNDO ÁRABE
«Lo primero que deberían preguntarse los occidentales no es sólo qué debemos, sino qué
no debemos hacer. Me temo que habría que persuadir a los cancilleres de Europa y América de abandonar esa perniciosa política que consiste en «ganar tiempo». La filosofía
que subyace en esta postura es que las personas, los musulmanes, son incapaces de transformar sus regímenes en gobiernos democráticos y que, hagamos lo que hagamos, seguirán regidos por tiranos. Siendo así, se piensa que una buena política consiste en asegurarnos de que sean tiranos amistosos en lugar de hostiles, de modo que lo mejor es ir y
sobornarlos. Conocemos esta historia: resultó desastrosa en Centroamérica; resultó desastrosa en el sudeste asiático; y no será distinta en el Medio Oriente» 1.
Bernard Lewis
«La ideología del Estado árabe moderno se sirve de la religión y de los estamentos religiosos cuando conviene a sus intereses. Se comprende así que otras fuerzas puedan a su
vez servirse de estas mismas armas. ¿Quién paga el precio? La libertad de pensamiento.
Todos sufrimos. Hemos caído en un círculo diabólico y vicioso: por un lado, el Estado;
por otro, los fundamentalistas» 2.
Nasr Abu Zaid
E
n el año 1994, el profesor egipcio Nasr Abu Zaid fue declarado
apóstata, expulsado de la Universidad de El Cairo, obligado legalmente a divorciarse y más tarde a abandonar Egipto bajo expresas
amenazas de muerte. En una tierra acostumbrada a la represión y la
Pedro Buendía es profesor de Lengua y Literatura árabe, Universidad de Salamanca.
1
La revuelta del Islam, entrevista con Enrique Krauze, Letras Libres, Diciembre 2002, pág. 20.
2
Entrevista a The Guardian, 20 octubre 1999.
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Cuadernos de pensamiento político
censura, el caso de Abu Zaid no fue un ejemplo de represión política
más, sino un ataque abierto desde varios frentes de la sociedad egipcia
contra una autoridad mundial en la exégesis alcoránica; un linchamiento colectivo en el que el gobierno no quiso o no pudo intervenir.
El Código de Familia; la propia prensa egipcia; la milenaria Universidad de Al Azhar; diversas facciones de islamistas; numerosas mezquitas; la misma Universidad de El Cairo y un puñado de abogados sin
escrúpulos hicieron toda la labor, y el gobierno represor y dictatorial
de Hosni Mubarak, por una vez, tuvo poco o nada que ver con el
asunto. El delito de Nasr Abu Zaid había sido argumentar académicamente, como siglos atrás hiciera Erasmo en Europa, que el Alcorán
podía y debía ser interpretado como un texto literario más, mediante
las ciencias de la filología y la crítica literaria.
El linchamiento de Abu Zaid, en plena época de realpolitik norteamericana y con una Europa durmiendo el sueño de la posguerra fría,
apenas fue conocido en los medios occidentales. Era, sin embargo, la
culminación de una larga serie de afrentas contra la libertad de pensamiento y expresión que comenzó en los años 20, también en Egipto,
con el ulema ‘Ali ‘Abd al-Ráziq; con el escritor Taha Husayn; y con
otro desgraciado jeque, igualmente llamado Abu Zaid.
El primero de ellos, descendiente de una familia aristocrática, hermano del shaykh de la Universidad de Al-Azhar y él mismo ulema de
esta institución, publicó en 1925 una obra llamada El Islam y los fundamentos del poder, donde abogaba por la separación de los poderes
político y religioso, la reforma de todos los códigos legislativos y la libre adaptación de la sharía a las necesidades políticas y sociales del
momento. La obra provocó un considerable revuelo académico y publicitario, y a instancias de los ataques publicados en la prensa y divulgados en las mezquitas, el Consejo Supremo de Ulemas del Azhar
(compuesto por 30 miembros) condenó por unanimidad a ‘Ali ‘Abd
al-Ráziq como enemigo de la religión: le destituyó de su cargo de ulema, del puesto de cadí en la ciudad de al-Mansura y le inhabilitó para
todo oficio religioso o civil 3.
Pocos años más tarde, en 1926, el que quizá haya sido el mejor escritor árabe de este siglo, Taha Husayn, publicó un estudio filológico
3
146
Félix María Pareja, La religiosidad musulmana, Madrid, BAC, 1975, pág. 166 y sigs.
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
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sobre la poesía preislámica. Adoptando una metodología crítica y
comparativa, absolutamente novedosa en Egipto, se atrevió a afirmar
que dicha poesía, de la que tradicionalmente se había extraído abundante material para la exégesis alcoránica, era una falsificación de
tiempos muy posteriores al advenimiento del Islam 4. Una violenta
campaña de descalificación se desató contra Taha Husayn, cuya obra
fue secuestrada por la propia Universidad de El Cairo. Obligado a
confesar públicamente su condición de musulmán, hubo de sacar una
segunda edición expurgada del libro; se le persiguió mediante una hisba ante el Procurador General del Estado y finalmente se le despojó
de su cargo de profesor universitario.
En 1930 un desconocido jeque de la ciudad de Damanhur llamado
Muhammad Abu Zaid publicó otra obra, Conocimiento y recta guía para interpretar el Alcorán según el mismo Alcorán 5, donde defendía un entendimiento racional del texto sagrado y su exégesis crítica despojada
de adiciones santificadas por la tradición. A instancias del gran jeque
de Al-Azhar (a la sazón Muhammad al-Áhmadi al-Zawáhiri, abuelo
del actual terrorista), la obra fue confiscada por la policía; los jeques
que habían colaborado en su distribución fueron desterrados al Alto
Egipto y el propio Abu Zaid fue declarado apóstata e inhabilitado para toda función religiosa. Aunque el dictamen de Al-Azhar no condenaba expresamente a muerte a Abu Zaid, su pesadilla empeoró cuando Muhammad Rashid Rida, célebre defensor de la causa salafista y
hoy saludado por los beneméritos arabistas occidentales como hombre «liberal», lanzó una violenta campaña contra el jeque de Damanhur, rebatiendo desde su célebre revista al-Manar y desde el periódico
Al-Ahram las tesis de Abu Zaid y calificándolo como apóstata. Según
Rida, Abu Zaid debía ser separado de su mujer, y sus bienes debían
ser confiscados. Un grupo de jeques de Damanhur promovió una hisba contra él en los tribunales para que lo propuesto por Rida se ejecutara. Tras varios meses de acoso legal y publicitario, Abu Zaid recurrió ante el Tribunal de Apelación de El Cairo, que finalmente revocó
la sentencia. A partir de entonces, nada se supo de nuestro jeque.
4
Ib., pág. 168.
5
Ami Ayalon, «Egypt’s Quest for Cultural Orientation», en www.dayan.org/D&A-Egypt-ami.htm#_ednref14
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Cuadernos de pensamiento político
Casi lo mismo que le sucedió al profesor Abu Zaid en 1994.
Lo grave de estos cuatro casos no es que formen parte esencial e
ilustre de la interminable serie de abusos, de violaciones de derechos
que diariamente ocurren en los Estados represivos árabes desde hace
más de tres décadas. Lo realmente grave de ellos es que todos partieron de instituciones e instancias ajenas a la autoridad, al gobierno, y se
originaron entre actores y estamentos como la universidad, la prensa
y los círculos religiosos, órganos todos ellos que pertenecen a lo que
hoy se denomina sociedad civil. Ello significa que los ciudadanos árabes no sólo han de preocuparse desde hace muchos años por la represión que sobre ellos ejercen unos gobiernos despóticos y dictatoriales, sino que las propias sociedades árabes disponen de instrumentos
activos de censura y represión, que operan desde dentro del mismo tejido social y que lo conforman a un tiempo.
ORDENAR LO CORRECTO Y PROHIBIR LO CENSURABLE:
FATWA, HISBA, TAKFIR Y TAFRIQ
Fatwa (plural fatâwà, en adelante fatwas) es como se conoce en el
derecho islámico el dictamen de un muftí o jurisconsulto sobre cuestiones particulares de la ley islámica. Históricamente la promulgación
de fatwas fue una práctica habitual y paralela a la de la autoridad de
los cadíes, aunque subordinada al criterio último de éstos y supervisada por las autoridades. Tras la creación del moderno Estado árabe,
la promulgación de los diferentes códigos legales, la creación de judicaturas y tribunales civiles, el decreto de fatwas ha entrado en desuso
salvo en el campo fundamental del Derecho de Familia 6. Y aunque la
mayoría de las constituciones árabes establece el Islam y la ley islámica como fuente primordial del Derecho, la realidad es que la sharía sólo se aplica actualmente en Arabia Saudí, Sudán e Irán, que
mantienen tribunales religiosos para todos los aspectos de la jurisprudencia. En la mayoría de los países árabes opera un cuerpo de
6
Y también en el de de los waqfs o fundaciones piadosas. Véanse los excelentes trabajos de C. Ruiz de
Almodóvar «El estatuto jurídico de las mujeres árabes en el derecho de familia» y de Kalthoum Meziou, «El
islam actual: introducción a la realidad jurídica y social del estatuto de las mujeres» en M. A. Roque (Ed.),
El Islam plural, Barcelona, Icaria, 2003.
148
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
Cuadernos de pensamiento político
códigos jurídicos adaptados o copiados del derecho europeo, que se
heredó del pasado colonial 7; pero se siguen promulgando fatwas en
el terreno del estatuto personal y del derecho de familia. Además, los
islamistas reclaman el libre uso de la fatwa para decidir sobre cuestiones donde opera la ley civil. Los terroristas islámicos, por su parte,
fundamentan todos y cada uno de sus crímenes en diversas fatwas
confeccionadas ad hoc por ulemas y muftíes enrolados en sus filas.
En efecto, fue una fatwa dictada por un jurisconsulto envuelto en
un turbio escándalo de corrupción, ‘Abd el-Sabour Shahín, la que inició el proceso contra Nasr Abu Zaid 8, acusándolo de «secularistamarxista que intenta destruir la sociedad islámica egipcia» y motejando sus obras de «Sida cultural» 9. La acusación de apostasía contra un
musulmán, el señalarlo con el dedo ante la opinión pública con argumentos o sin ellos, se llama en árabe takfir. Su pena según la sharía es
la muerte. Y tal como había ocurrido sesenta años antes con el desdichado jeque de igual nombre, se llevó el caso de Abu Zaid ante el Tribunal de la Familia: según la ley islámica, un apóstata no podía estar
casado con una musulmana. El divorcio forzoso por razones de apostasía está presente en la mayoría de los Códigos de Familia del mundo árabe, y dichos códigos están basados directamente en la sharía, ya
se trate de países árabes con códigos legales europeos o no, como
Marruecos, Siria, Argelia o Egipto. Dicho divorcio forzoso se denomina tafriq.
El tribunal no promovió de oficio cargos contra Abu Zaid, sino
que éstos fueron presentados por una serie de abogados pagados por
una colecta popular. Dos semanas después, la revista Al-Liwâ’ al-islamî publicó un editorial exigiendo el despido de Abu Zaid de la Universidad de El Cairo. Una semana más tarde, un nuevo editorial
«aconsejaba» al gobierno que la ejecución de Abu Zaid era la única
solución posible para el caso. Finalmente, el jeque Mohammed alGhazali —de quien volveremos a hablar— pronunció una nueva fatwa:
7
Nathan J. Brown, Constitutions in a Nonconstitutional World. Arab Basic Laws and the Prospects for
Accountable Government, Nueva York, Suny Press, 2002, pág. 35 y sigs.
8
Sobre el caso Abu Zaid, v. Index of Censorship, 4/1996.
9
Trevor Mostyn, Censorship in Islamic Societies, Londres, Saqi Books, 2002, pág. 155..
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Cuadernos de pensamiento político
si el Estado no cumplía con su deber religioso, el deber de todo buen
musulmán era ejecutar el castigo por su cuenta.
El procedimiento mediante el cual un particular presenta cargos
contra otro ciudadano por ofensas o incumplimientos de la sharía se
llama hisba, y se basa en el principio islámico llamado «Ordenar lo
correcto y prohibir lo censurable» (al-Amr bi-l-ma’rûf wa-n-nahî ‘an almunkar). Este precepto parte de la aleya alcoránica que dice «Constituid una comunidad que llame al bien, ordenando lo que está bien y
prohibiendo lo que está mal» (Alc. 3:104), y fue tradicionalmente cohonestado por un hadiz en el que el Profeta afirmó: «Si alguno de
vosotros ve algo que está mal, su deber es corregirlo con la mano; si
no puede con la mano, que lo corrija con la lengua; y si incluso fuere
incapaz de ambas cosas, que lo repruebe con su corazón; pero ésta última será la expresión más débil de la fe». En términos prácticos esto
significa: a) que cualquier musulmán tiene virtualmente el derecho de
zascandilear en los asuntos de su vecino, de ejercer de malsín y delatarlo públicamente cuando lo crea oportuno; y b) que la esfera del derecho privado queda virtualmente invadida por el principio de «Ordenar lo correcto y prohibir lo censurable».
Hasta aquí la teoría. Y decimos teoría porque hasta cierto punto
podría alegarse que «Ordenar lo correcto y prohibir lo censurable» es
un viejo trasto de la jurisprudencia islámica, hoy en desuso salvo
cuando se trata del Estatuto Personal o el Código de Familia (lo que
no es poco). Sin embargo, con el resurgimiento del Islam político, la
fatwa y la hisba, inspiradas en el principio de «Ordenar lo correcto y
prohibir lo censurable», se han convertido en un peligroso instrumento en las manos de los islamistas, que creen que de cualquier modo
éstas atañen a todos los creyentes y las promulgan vayan o no en contra de la ley en vigor. Alguien —piensan— escuchará el mensaje. Recordemos además que tanto la Declaración de los Derechos Humanos en el
Islam (promulgada en 1990 por la Conferencia Islámica 10) como la
Declaración Islámica Universal de los Derechos Humanos (promulgada en
1981 por el Consejo Islámico de Europa 11) establecen que «Ordenar
10
Véase el texto completo en «La Declaración de los Derechos Humanos en el Islam», en
www.gees.org/articulo/952/
11
150
El texto en inglés puede encontrarse en www.al-bab.com/arab/docs/international/hr1981.htm.
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
lo correcto y prohibir lo censurable» es un derecho fundamental de los
musulmanes, con todas la gravísimas consecuencias que ello podría
acarrear. A mayor abundamiento, dicho principio ha servido a todos
los grupos fundamentalistas a lo largo y ancho del mundo islámico
para justificar abusos, asesinatos y matanzas: cuando en Salé o Rabat
patrullas organizadas de islamistas apalean y limpian borrachos de las
calles, se hace en nombre de «ordenar lo correcto»; cuando en el actual Irak se incendian las tiendas de los cristianos que venden alcohol,
ello va en nombre de «ordenar lo correcto»; cuando en Afganistán o
Irán se apalea o insulta a una mujer por no llevar el burka o el chador
como se cree que es debido, todo corre a cuenta de «ordenar lo correcto». En Arabia Saudí existe incluso un departamento ministerial
llamado «Jefatura General del cuerpo de Ordenar lo correcto y prohibir lo censurable», en cuya página web (www.hesbah.gov.sa) se pueden
formular denuncias online. En resumen: la restauración legal del principio de al-Amr bi-l-ma’rûf wa-n-nahî ‘an al-munkar forma parte esencial del ideario político de todos y cada uno de los grupos fundamentalistas del mundo islámico 12.
CLÉRIGOS Y PODER POLÍTICO: LAS ALIANZAS PELIGROSAS
Fareed Zakaria ha destacado certeramente que, hacia los años 50, antes
de la ascensión de Nasser al poder, los países árabes tenían mejores expectativas de crecimiento y desarrollo que otras áreas del mundo como Corea del Sur o Malasia. Recién conquistada la independencia,
había muchas esperanzas de recuperación del esplendor pasado 13.
Desde finales del siglo XIX el humanismo árabe había experimentado
una reactivación ciertamente prometedora. El sirio ‘Abd al-Rahmán
al-Kawákibi (1854-1902) había denunciado la tiranía otomana y llamado a un renacimiento árabe. Había enumerado en sus obras 86
causas que explicaban la debilidad del mundo islámico: fatalismo, disensiones religiosas, intolerancia, ausencia de libertad de expresión,
desigualdad, injusticia, aceptación acrítica de toda palabra escrita,
12
Véase por ejemplo la postura del jeque marroquí Abdessalam Yasine en Le Monde Diplomatique, septiembre 2002, págs. 22-23 (online en www.monde-diplomatique.fr/2002/09/ENTELIS/16865).
13
Fareed Zakaria, El futuro de la libertad, Madrid, Taurus, 2003, págs. 142-43.
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Cuadernos de pensamiento político
hostilidad hacia la ciencia, desperdicio de tiempo y recursos y, cómo
no, descuido de la educación y formación femeninas 14. Qásim Amín
había publicado en 1900 y 1902 sus obras revolucionarias La liberación
de la mujer y La mujer nueva. Hoda Saarawi fundó en 1923 la Unión
feminista Egipcia. Pocas cosas hacían presagiar el desastre actual.
Sin embargo, la consolidación del Estado totalitario árabe va aparejada desde los años 70 al ascenso imparable de los islamistas y su
progresiva conquista de parcelas de poder dentro del Estado. El islamismo se ha convertido en un verdadero gobierno en la sombra, en
detrimento de las libertades sociales. Los gobiernos totalitarios necesitaban legitimidad externa e interna. En el plano exterior, el discurso
de los regímenes represivos se ha basado tradicionalmente en las garantías de estabilidad territorial («Una democracia garantizada por el
Príncipe» 15, en palabras de Hasán II) y en la engañosa firma de cuantos tratados, protocolos y acuerdos de democratización o respeto a
los Derechos Humanos se les han propuesto. En el plano interior, los
gobiernos represivos buscaron la legitimidad que no tenían en la religión. Los casos de Arabia Saudí, el Sudán del general Nimairi o el Pakistán de Ziá ul-Haq en época de Ronald Reagan son muestras claras
de ello. En un imparable círculo vicioso, los gobiernos dictatoriales
fueron cediendo paulatinamente a las demandas de poder de los estamentos religiosos para poder investirse de la legitimidad que ansiaban. En palabras de Lise Garon, se fueron conformando unas sociedades «acostumbradas a esperarlo todo del Estado, encantadas de
escuchar sus discursos sobre democracia, libertad y pluralismo» 16. Un
falso decorado democrático se extendía por doquier junto a las ubicuas imágenes de un Hafez El Asad, un Ben Alí, un Hasán II o un
Mubarak. A su vez, allí donde el poder totalitario esquilmaba la economía y se olvidaba de sus funciones, el islamismo iba suplantando
lentamente a la sociedad civil. El pacto venía a ser: el Estado es libre
para legislar, decidir la política exterior y manejar la economía a sus
anchas; a cambio, los círculos religiosos oficiales tienen carta blanca
14
Trevor Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 78.
15
Lise Garon, Alianzas peligrosas. Sociedad civil y totalitarismo en el Magreb, Barcelona, Bellaterra,
2004, pág. 15.
16
152
Ib. pág. 14.
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REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
para manejar a la sociedad a su antojo. Insistimos en que el poder cedido a los actores religiosos no era de naturaleza política: era la facultad de intervenir libremente en la vida cotidiana de la sociedad.
Si el Estado estaba corrupto, también estaban corrompidos los ulemas de quita-y-pon sancionados por el gobierno. El gran jeque de AlAzhar es nombrado por el gobierno de Mubarak y tiene rango de ministro. Es notoria la urgencia con la que Háfez Al-Ásad se buscó un
ulema que asegurara mediante una fatwa que un alawita es un musulmán como cualquier otro, y que por tanto Al-Ásad estaba legitimado
para gobernar el país, cuya constitución estipula que el presidente debe ser musulmán. También a golpe de fatwas compradas se fabricó
Saddam Husein una delirante genealogía que le convertía de golpe y
porrazo en descendiente del Profeta, y tras su nefasta invasión de Kuwait pudo declarar la yihad o guerra santa contra los aliados occidentales para lograr así que los islamistas iraquíes y árabes se pusieran de
su lado 17. «Existe un acuerdo tácito en Arabia Saudí —escribe el periodista David Hirst— mediante el cual los clérigos otorgan legitimidad
islámica al régimen, a cambio de lo cual ellos pueden pontificar, para
regocijo de su corazón, en temas tales como si una esposa puede o no
puede llevar pantalones vaqueros delante de su marido». «Nunca hacen lo que deben —agrega—: denunciar la tiranía, la injusticia, la corrupción» 18.
A la sombra de esa alianza nefasta, las únicas fuerzas que han representado una oposición militante, organizada y tenaz al Estado totalitario han sido los islamistas. El FIS en Argelia, por ejemplo, «a través
de su red de organizaciones caritativas y de comercio clandestino, fue
la primera institución que se ocupó de los problemas cotidianos de la
población y la primera que consiguió unir a los campesinos, los trabajadores y la élite ilustrada» 19. Tras el terrible terremoto de El Cairo del
año 1992, las organizaciones caritativas de los Hermanos Musulmanes ganaron un gran apoyo, porque ayudaban a la gente allí donde el
Estado se inhibía o escatimaba asistencia social. En Marruecos son
numerosas la asociaciones caritativas creadas en las mezquitas para
17
Bassam Tibi, La Conspiración. El trauma de la política árabe, Barcelona, Herder, 1996, págs. 55 y 77.
18
Citado por Trevor Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 22.
19
Lise Garon, , Alianzas peligrosas, pág. 92.
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Cuadernos de pensamiento político
llenar el vacío dejado por el Estado en materia de equipamientos sociales o de ayuda a los desvalidos; y esa red clientelar los faculta para
oponerse activa y tenazmente a iniciativas como la reforma del Código de Familia que decretó Muhammad VI en 2003: «Decenas de militantes islamistas (jóvenes en su mayoría) se movilizaron e invadieron
los lugares de culto, principalmente en los barrios populares, para hacer circular, distribuir y rellenar peticiones contra el plan de integración femenina y para explicar a los fieles tanto el contenido como las
razones de su oposición. Los islamistas desplegaron toda su capacidad y se movilizaron en otros espacios públicos, como los centros escolares y las universidades» 20. En Egipto, la Universidad de Al-Azhar
se ha convertido en el censor primordial de la vida intelectual y literaria. «A pesar de que la ley —apunta Trevor Mostyn—ha limitado tradicionalmente el papel de Al-Azhar a la supervisión de libros concernientes al Alcorán y la sunna, con el crecimiento del movimiento
político islámico las competencias oficiosas de Al-Azhar aumentaron
progresivamente. Las prohibiciones religiosas ya no se limitan al escepticismo sobre Dios, los Profetas o el Alcorán. La esfera de la censura de al-Azhar se ha extendido hasta incluir cualquier cosa relacionada con el Islam, ya sea de índole intelectual, histórica, analítica,
política o de ficción». A veces una simple llamada telefónica de AlAzhar basta para que una publicación se cancele o un editor suspenda
sus planes 21.
CONTRADICCIONES INTERNAS
Semejante panorama de pactos de conveniencia, falta de cultura democrática y desequilibrio de poderes acentúa aún más las contradicciones de los Estados represivos, del Islam político y de las propias
sociedades árabes. Los islamistas, por una parte, reclaman constantemente más libertades, pero ofrecen un programa político represivo, al
que sólo su entusiasmo delirante permite ver como la solución a to20
Raffaele Cattedra y M’hammed Idrissi Janati, «Los territorios de las mezquitas en Marruecos», en M.
Bennani-Chaïbi y O. Fillieule (eds.), Resistencia y protesta en las sociedades musulmanas, Barcelona, Bellaterra, 2004, págs. 157, 160.
21
154
Censorship in Islamic Societies, pág. 126; 148-149.
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
Cuadernos de pensamiento político
dos los problemas: «El Islam es la solución», claman continuamente.
Parecen proponer una versión islámica de la democracia cristiana (la
famosa «democracia islámica») pero sin revisar el Islam un punto en
los temas tocantes a la apostasía y cambio de religión, a los matrimonios mixtos, a los derechos de la mujer, a la desigualdad esencial que
el Islam establece entre el musulmán y el no musulmán. Así —afirman— no hay que revisar el Islam; no hay que tocar los retrógrados
códigos de familia. Hay que islamizar la modernidad; y ello lo exigen
a la vez que reclaman al régimen medidas liberalizadoras... para acceder ellos al poder. El programa político del principal movimiento islamista de Marruecos, Justicia y Caridad, resumido en la célebre carta
que el jeque Yasine envió en 1974 al monarca Hasán II y en su libro
de 1981 La Révolution à l’heure de l’islam, se basa en tres pilares tan vagos como inquietantes: restauración de la justicia por la ley, restablecimiento de la moralidad por la educación, y reimplantación de la hisba y del principio de «Ordenar lo correcto y prohibir lo censurable» 22.
Ilustra perfectamente esta profunda contradicción el memorándum
de 45 páginas que en 1992 enviaron 107 ulemas y otros notables saudíes al jeque ‘Abd al-‘Aziz ibn Baz, la más alta autoridad religiosa del
país. Reclamaban medidas ilustradas y revolucionarias: igualdad de
todos ante la ley; transparencia en las finanzas y en la contabilidad estatal; fin de la corrupción y del sistema de banca occidental con intereses regulados por el mercado; distribución de la riqueza y otras. Pero solicitaban estas medidas al tiempo que exigían más presencia de la
instrucción religiosa en la universidad, prohibición de las «doctrinas
occidentales» en la enseñanza, censura de la TV y control de las antenas parabólicas, etc 23.
En cuanto al Estado represor, la hipocresía alcanza cotas casi tan
altas como la candidez de los países occidentales que, prestándose a
su juego de tira-y-afloja, implícita o explícitamente les dan credibilidad internacional: tras permitir el fortalecimiento del Islam «oficial» y
dejar que el entramado islamista suplante a la reprimida y silenciada
sociedad civil, los gobiernos totalitarios árabes juegan el doble juego
de advertir sistemáticamente a los gobiernos occidentales sobre el
22
Le Monde Diplomatique, septiembre 2002, págs. 22-23 (online en www.monde-diplomatique.fr/
2002/09/ENTELIS/16865).
23
En Trevor Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 127.
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Cuadernos de pensamiento político
enorme peligro de la «amenaza islamista» que ellos presuntamente
conjuran, entretanto van «trayendo la democracia». Así ganan credibilidad y apoyos; y al menos hasta el 11 de septiembre de 2001 ese juego
les reportó pingües beneficios, pues durante 30 años el statu quo de
«gobiernos-policía» pareció mantener la estabilidad y la ausencia de
problemas en Oriente Medio y en el Mágreb. Eso debían de pensar
las potencias occidentales... hasta que la amenaza de al Qaeda explotó
violentamente. Entretanto, el Túnez de Ben Alí, la Argelia de Buteflika o el Marruecos aliado de EE.UU., parecen estar diciendo: «Yo garantizo el orden; yo aseguro la estabilidad; yo traeré la democracia».
Durante dos decenios, el gobierno represivo de Arabia Saudí vivió
una auténtica «luna de miel» con EE.UU., asegurando la estabilidad
política de la zona frente a Irán, y la económica con los flujos petrolíferos. Mientras, financiaban los movimientos islamistas de medio
mundo, contribuyendo a la desestabilización de Pakistán y al ascenso
de los talibanes al poder. En septiembre de 1994, el gobierno de Arabia Saudí recibió el primer ultimátum islamista: unas llamadas «Brigadas de los Creyentes» amenazaban a los organismos e instituciones
occidentales y a los oficiales del régimen. En abril de 1995, un denominado «Movimiento Islámico por el cambio» conminaba a las fuerzas norteamericanas a abandonar el país. Hasta noviembre de 1995,
cuando explotaron las primeras bombas en el centro de Riad, el rey
de Arabia Saudí no había tomado ninguna medida al respecto 24. Y
hasta el 11-S, el reino no revisó las cuentas y el destino de las subvenciones que estaba repartiendo por el mundo.
Finalmente, la sociedad civil se encuentra silenciada y confusa. Los
gobiernos dictatoriales árabes, tras décadas de sofocar todo lo que
crecía desde dentro de las propias sociedades que gobernaban 25, han
creado grupos de ciudadanos confundidos, en cuya escasa cultura política aún perviven rescoldos del nefasto nacionalismo panárabe y el
no menos nefasto panislamismo salafista. Hay un tremendo conflicto
de identidad, y la polarización entre el gobierno despótico y los islamistas contribuye a confundir aún más. «El musulmán de hoy —afirma
Mostyn— se enfrenta a un peculiar dilema. En muchos países islámi24
Ib., pág. 130.
25
Entrevista e Bernard Lewis: «Europa será islámica al final del siglo». (gees.org/articulo/850/32)
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CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
cos los intelectuales tienden a ser cautos al condenar el comportamiento de los gobiernos que torturan y asesinan, por miedo a dar así
un apoyo implícito a los fundamentalistas militantes, todavía más insensibles a los derechos humanos que los gobiernos contra los cuales
combaten. Por otra parte, los defensores de los derechos humanos vacilan en apoyar a las minorías o a los intelectuales acusados de apostasía, pensando que quizá así favorecerán los intereses del káfir (infiel)
Occidente. Aparte está la triste realidad de la intimidación. Cuando el
gran poeta árabe Adonís chocó con los clérigos por su asistencia a
una conferencia organizada en Granada por los israelíes, no faltaron
escritores árabes que temieron apoyarlo» 26. Lise Garon lo define de
manera pareja: «En muchas ocasiones las “alianzas” peligrosas con el
dictador y el aparato del Estado se han producido porque las fuerzas
de oposición democratizadoras tradicionalmente vieron con mejores
ojos, o como un “mal menor”, la protección y tutela del Estado pretoriano antes que el dominio del totalitarismo religioso, que veían inevitable si los islamistas llegaban un día al poder» 27.
«SI ESCRIBES, ERES UN CRIMINAL»
En 1992 el escritor egipcio Farag Foda fue asesinado por la Gamaa Islamiya a la salida de su despacho. Un par de semanas antes, una fatwa
de Al-Azhar había declarado: «Todo lo que hace está en contra del Islam». Los fundamentalistas le habían puesto en el punto de mira al
menos desde el año 1988, tras la publicación de su demoledor ensayo
sobre la historia del Islam La verdad oculta. Foda era un musulmán secularista convencido; para peor, defendió incansablemente los derechos de los coptos. En 1990 otra obra suya, Ser o no ser, fue condenada y prohibida. Sus asesinos hablaron así en el juicio: «Sí, lo matamos;
Al-Azhar pronunció la sentencia de muerte y nosotros nos encargamos de la ejecución». El prominente jeque de Al-Azhar Muhammad
el-Ghazali, de quien ya hemos hablado, testificó a favor de los asesinos: «Un secularista representa para la sociedad y la nación un peligro
26
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 136.
27
Lise Garon, Alianzas peligrosas, pág. 53.
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Cuadernos de pensamiento político
que debe ser eliminado. Matarlo es un deber del gobierno». Un mes
antes del asesinato, él mismo había afirmado: «Cualquiera que reclame públicamente que no se aplique la sharía, es un apóstata y se le debe matar» 28.
«Escribes, y eres un criminal. Intentas mejorar tu sociedad a través
de la escritura, y eres un criminal. Tratas de evadirte de la vida, y eres
un criminal. Los jeques egipcios quieren quemar los libros y después
quemar a sus autores. Cualquier intelectual puede ser acusado de ateo
hoy día» 29. Estas palabras de Adel Hamouda resumen la encrucijada
en la que se encuentran muchos escritores en el mundo árabe actual.
Ni el premio Nobel Naguib Mahfuz pudo librarse de la censura y la
represión: en 1959 su novela Hijos de nuestro barrio fue prohibida y expurgada por presuntas ofensas a los profetas. En 1994 fue apuñalado
en el cuello y dejó de escribir. Ciertamente, Egipto ostenta altos honores en el arte de reprimir a sus hijos más ilustres: en 1981 el respetado filólogo Louis ‘Awad vio cómo su obra Introducción a la filología
árabe era prohibida por el simple hecho de afirmar que ciertas palabras árabes lejanamente concernientes a la religión provenían de la
lengua del antiguo Egipto. La prohibición fue recurrida ante los tribunales, pero éstos la hicieron firme 30. En 1991, tras la publicación de su
novela Recorrido por el espíritu de un hombre, Alaa Hámed fue condenado a 8 años de prisión por «blasfemia, incitación a la impiedad y atentado en contra de los valores morales». En 1997 fue nuevamente condenado a un año por su novela La cama 31. Más grave aún es que con
él se condenó a su editor, Mohammed Madbouli, verdadera institución del libro en Egipto y bastión de la libertad editorial, cuya célebre
librería de la plaza Solimán es famosa por la venta de libros prohibidos. En 1992, Hasan Tílib, después de ganar el premio de la crítica
por su libro de poemas Ayat Jim, vio cómo la obra era prohibida y secuestrada. En 1997 la novela de Sayyed Qemni El Señor del tiempo fue
secuestrada por la policía egipcia. Desde 1994 el profesor Qimni ha28
Bat Ye’or, Islam and Dhimmitude. Where civilizations collide, págs. 240-41. Sobre el caso Farag Foda,
v. Index of Censorship, 2, 1992; Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 148.
29
Adel Hamouda, director de la Revista Roz El-Yúsef, 1997, citado por Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 149.
30
Ib., pág. 147.
31
La noticia puede verse en la web de Amnistía Internacional: web.amnesty.org/library/Index/ESLMDE120331997?open&of=ESL-EGY
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CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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bía sido una china bajo el párpado de Al-Azhar por atreverse a describir los rituales paganos de la Meca preislámica 32.
Tanto molesta a los barbados ulemas que se hable de estos temas
que cuando en 2001 la célebre feminista Nawal el Saadawi publicó un
insignificante artículo sobre la peregrinación a La Meca en época
preislámica, al fin hallaron la ocasión que llevaban tanto tiempo
aguardando para destruir a una de las voces más batalladoras, valientes e incansables de todo el mundo islámico: se puso en marcha una
nueva hisba contra ella, para declararla como apóstata, separarla de su
marido y eventualmente ponerla en el disparadero de la muerte. Pero
la Saadawi no era Nasr Abu Zaid, un respetado aunque poco conocido
profesor universitario: era y es una campeona mundial de los derechos
de la mujer, conocida internacionalmente. Tras dos aplazamientos del
juicio, la repercusión en los medios y las protestas internacionales
arreciaron, y esta vez el gobierno no pudo inhibirse. Un nuevo caso
Abu Zaid hubiera sido muy comprometedor para la reputación del
«benéfico» régimen de Mubarak; así que a instancias del Fiscal General del Estado se promovió una reforma mínima pero significativa: en
adelante sólo podrían promover hisbas los representantes del poder
judicial, y no ciudadanos particulares. Esta medida, muy trabajosamente introducida en el complejo sistema judicial egipcio, solucionó
el caso. Nasr Abu Zaid, sin embargo, sigue desterrado en Holanda.
Pero no sólo Egipto es un problema para los escritores. La lista de
autores árabes prohibidos, exiliados y censurados es casi interminable. Son famosos los casos de los poetas iraquíes Saadi Yousef y Muzaffar al-Nawab, encarcelados por Saddam Husein y exiliados por varios países árabes y occidentales. El bravo escritor argelino Rachid
Boujedra, autor del impresionante libro FIS de la haine, sigue viviendo
en Argelia con identidades falsas a pesar de dos fatwas que lo condenaron a muerte en 1983 y 1989 33. La escritora libanesa Hanán al
Shaykh ha visto prohibidas varias de sus obras a lo largo y ancho del
mundo árabe, especialmente la novela que le dio fama internacional,
La historia de Zahra. El filósofo marxista sirio Sádiq al-‘Azm vio cómo
32
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 149; véase la interesante noticia de Asharq Alawsat,
«Sayyed Al Qemni °≠ Is this the solution?», en www.asharqalawsat.com/english/news.asp?section=2&id=901.
33
FIS de la haine, Gallimard, París, 1994. v Ibn Warraq, Por qué no soy musulmán, Madrid, ediciones del
Bronce, 2003, págs. 44-45.
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Cuadernos de pensamiento político
su libro de 1969 Crítica del pensamiento religioso provocó una verdadera tormenta de disturbios en Siria y el Líbano, país al que había huido
y del cual, tras ser juzgado, hubo de exiliarse. El caso de la escritora
de Bangladesh Taslima Nasrin (que tras su huida a Estocolmo compareció en la televisión con un cigarrillo en la mano, el Alcorán en la
otra y afirmando que a las mujeres musulmanas se les debería permitir tener cuatro maridos 34) es demasiado conocido para detenerse en
él 35. El Syrian Human Rights Commitee (www.shrc.org.uk) ofrece una
desoladora lista de más de 15 escritores arrestados, desaparecidos o
censurados desde el año 1980 36. En 1981 fue ejecutado en Irán el poeta
y dramaturgo Said Soltanpour. Por no seguir citando ejemplos, la escritora iraní Fahimeh Farsaie, exiliada en Alemania desde 1983, escribió esta terrible carta a Salmán Rushdie en 1992: «Fueron muchos los
escritores y periodistas a quienes se ejecutó y sepultó en fosas comunes junto con otros prisioneros políticos por haber escrito libros o artículos en que expresaban sus puntos de vista. Para citar sólo unos pocos nombres: Amin Nikaiin, Monouchehr Behzadi, Djavid Misani,
Abutorab Bagherzadeh. [...] Todos ellos corrieron la misma triste
suerte de dos jóvenes colegas suyos que, unos meses antes, habían sido secuestrados, torturados y fusilados en una noche oscura: dos poetas llamados Said Soltanpour y Rahman Hatefi» 37.
Actores, cantantes y humoristas de prensa tampoco se libran de la
persecución y el acoso. En 1983 el actor de comedia Said Saleh fue
juzgado y encarcelado por presuntas ofensas a los presidentes Nasser,
Sadat y Mubarak. En 1999 uno de los más célebres cantantes del
mundo árabe, el libanés Marcel Khalifa, tuvo que enfrentarse a una
nueva hisba por blasfemia. Se le acusó de insultar al Islam por incluir
en una canción ciertos versos del famoso poeta palestino Mahmoud
Darwish basados en el Alcorán. Hasta el primer ministro Rafik Hariri
tuvo que intervenir para que se retiraran los cargos 38. Los dibujantes
34
En Trevor Mostyn, Censorship in Islamic Societies , pág. 158.
35
V. Index of Censorship 4/5, 1994.
36
www.shrc.org.uk/data/aspx/d3/353.aspx
37
En Steve MacDonogh, The Rushdie Letters: Freedom to Speak, Freedom to Write, Univ. Nebraska,
1993, citado por Ibn Warraq, Por qué no soy musulmán, pág. 51.
38
El proceso fue seguido por Human Rights Watch (hrw.org/english/docs/1999/11/02/lebano1975.htm); v.
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, págs. 32,33.
160
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
Cuadernos de pensamiento político
de prensa, por su parte, han sido uno de los blancos predilectos de los
islamistas o de los gobiernos totalitarios. En 1987 el dibujante palestino Naji el ‘Ali murió en Londres de un tiro en la cabeza, poco después
de haber satirizado a Arafat en uno de sus dibujos 39. En 1993, el turco
Asaf Koçak murió cuando un grupo de fundamentalistas de la ciudad
de Sivas incendió, en protesta por un festival que se estaba celebrando, el hotel en el que se encontraba. En 1995 el argelino Guerrovi
Ibrahim, dibujante del diario progubernamental El Moudjahid fue secuestrado y asesinado. En 1992, Manouchehr Karimzadeh fue castigado con 50 latigazos y condenado a dos años de prisión por caricaturizar a Jomeini 40. El famoso humorista marroquí Bziz (Áhmad
Sanusi), en fin, está vetado en la televisión y en la radio marroquíes
desde hace más de diez años 41.
Así las cosas, no es de extrañar que una abulia generalizada y un
miedo paralizante se hayan instalado en el corazón de las sociedades
árabes.
PRENSA, CINE Y TV
Si hay algún campo de la sociedad civil que haya sufrido todos los tipos imaginables de censura y en todos y cada uno de los países árabes,
ése es el de la prensa escrita. La triste y famosa declaración del FIS en
1995: «Aquellos que nos combaten con la pluma serán combatidos
con la espada», ha conocido todo tipo de grados y variantes en el
mundo árabe. Se censura a la prensa desde los gobiernos y desde los
púlpitos; se censura a la prensa desde las leyes; se la censura desde
dentro de los periódicos y con amenazas personales a los que escriben en ellos. Las ingenuas declaraciones del príncipe saudí Na’if Ibn
al-‘Aziz a un periódico kuwaití en 1985 proyectan su siniestra sombra
en todas direcciones: «En cuanto se refiere a la libertad de expresión,
no hay órdenes explícitas de no publicar esto o aquello. No tenemos
39
Ib., págs. 93-95.
40
Los tres casos en Mostyn, Censorship in Islamic Societies, págs. 29-30.
41
Véase el informe marroquí de Reporteros sin Fronteras, citado más adelante, www.rsf.org/article.
php3?id_article=6752
ABRIL / JUNIO 2006
161
Cuadernos de pensamiento político
censura. Si acaso, la censura se produce sólo tras la publicación» 42. El
mismo sentido tienen las irónicas palabras de Khalid Kishtainy, autor
del libro Arab Political Humour, tras su experiencia en la revista Arab
Affairs de la Liga Árabe: «Los colaboradores tenían una libertad absoluta para escribir cualquier cosa que quisieran; exceptuando, claro
está, el criticar u ofender a cualquiera de los 23 Estados árabes» 43.
La mayoría de las constituciones árabes ofrece garantías claras y
explícitas para la libertad de expresión. Así el artículo 47 de la constitución egipcia; el artículo 8 de la constitución tunecina; el artículo 38
de la constitución siria; el 36 de la constitución de Kuwait, etc. Sin
embargo, todo ello se queda en papel mojado cuando se compara
con los duros y asfixiantes códigos de prensa que imperan —en una
paradoja muy frecuente en los países árabes— por encima de las altisonantes y decorativas constituciones. La ley de prensa egipcia de
1990 prohíbe expresamente promover «la oposición o la inquina»
contra cualquiera de las instituciones del Estado, o publicar en el exterior informaciones «falsas o engañosas» que pudieran dañar los intereses de Egipto. El código de prensa tunecino prohíbe publicar
cosas que alteren el «orden público» (art. 73), y criticar a las autoridades, aunque las críticas se basen en argumentos probados (art. 75).
Corresponderá al ministro del interior tunecino decidir qué es «difamación» o qué es «amenaza al orden público» 44. La ley de prensa
argelina de 1990 prohíbe la «información falsa» y la «calumnia», la
«violación de la seguridad del Estado» y la crítica al Islam 45. Hay
países como Egipto o Siria que viven permanentemente bajo leyes
de emergencia desde hace más de cuatro décadas 46, lo cual faculta a
sus gobiernos para cerrar cabeceras, secuestrar ediciones o censurar a mano y uno a uno los números de periódico. El asunto adquiere tintes tragicómicos cuando se examina la constitución iraní, cuyo artículo 24 afirma que «La prensa y otras publicaciones serán
libres de difundir sus ideas salvo cuando éstas sean dañinas para los
42
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 43.
43
Ib., pág. 22.
44
Lise Garon, Alianzas peligrosas, pág. 69.
45
Ib., pág. 109.
46
Siria desde 1963; Egipto con sucesivas variantes desde 1958, 1967 y 1981.
162
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
fundamentos del Islam o los derechos públicos». Tampoco tiene desperdicio el artículo 175: «La libertad de expresión y publicidad en los
medios (prensa, radio y TV) quedará garantizada basándose en los
principios islámicos. La gestión de los medios discurrirá bajo la estrecha supervisión de la judicatura y de los poderes legislativo y ejecutivo». Por ello la revista Index of Censorship nos revela que desde la
Revolución hay más de 70 medios iraníes publicando desde el exilio,
y que Hadi Khorsandi, director del semanario Asghar Agha estaba en
la lista de futuros asesinatos de un complot descubierto por Scotland
Yard en 1984 47. Seguramente por ello también en 1999 el director del
periódico Khordad, Abdullah Nouri, fue encarcelado por presuntos
insultos a Jomeini y al Islam. Nouri acusó en el juicio al estamento religioso iraní de violar los derechos civiles, asesinar a intelectuales secularizadores y distorsionar las interpretaciones religiosas para su
propio provecho político. Asimismo, la primera revista femenina iraní, Zan, fue prohibida indefinidamente por publicar una entrevista
con la viuda del Shah y satirizar en una viñeta las leyes islámicas sobre la mujer. La directora de la revista era Faezeh Hashimi, hermana
del ex primer ministro Rafsanjani.
En la Palestina del sombrío Arafat, tan generosamente dotada de
millones por Europa y Arabia Saudí, las cosas no parecían andar mucho mejor: un estudio de la universidad de Bir Zeit 48 revelaba en 1999
que el 60% de los periodistas palestinos pensaba que había ciertos límites que no debía traspasar en su trabajo; especialmente todo lo relacionado con la seguridad, la política, la corrupción, la Autoridad Palestina, los personajes influyentes y el sexo. El 53,5 % había sufrido
directamente la censura por parte de sus superiores, por razones políticas o de seguridad. El 62,6 % sentía que debía autocensurarse al escribir. Lo más inquietante del estudio, con todo, es que el 60 % de
ellos sentía que había una franca contradicción entre ser «nacionalista
/ patriota» y ser «profesional de los medios»; y que el 71,3 % opinaba
directamente que los periodistas debían jugar un papel directo en la
manipulación política por medio de su trabajo.
47
Index of censorship, 2, 1986, pág. 25.
48
Bir Zeit University Media Institute (BZMI), octubre 1999, en Mostyn, Censorship in Islamic Societies,
pág. 88.
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Cuadernos de pensamiento político
Evidentemente, las cosas marchaban muy mal para la prensa desde que en octubre de 1976, en Riad, los gobiernos de Arabia Saudí,
Kuwait, Siria, Egipto, Líbano y el propio Arafat firmaran un acuerdo
sobre política de información donde se destacaba que: «Las campañas de información y las actitudes negativas cesarán por todas las
partes. La información será tratada como un medio para procurar el
cese de las hostilidades, promover la paz y erigir un espíritu de cooperación y de fraternidad entre todos». Asimismo, se resucitó el Pacto Árabe de Solidaridad de 1965: «Los medios de comunicación estarán al servicio de la causa árabe». En él se prohibía expresamente
«cualquier escrito o acción que vaya más allá de la discusión objetiva
y de la crítica constructiva, o que pretenda dañar las relaciones entre
los Estados árabes o sus líderes» 49. A la sombra de tan gentiles declaraciones se encontraba, claro está, la reciente ocupación siria de el Líbano, y por consiguiente el final de la tradicional libertad de prensa
que había caracterizado a aquel país... desde que Nasser acabó con la
tradicional libertad de prensa de Egipto: en 1975 se cerró el diario
Beirut al-Masá; en 1977, Al Moharrer; ese mismo año, Al Dastour. Se
inició un éxodo de periódicos libaneses hacia Chipre, París o Londres, el más notable de los cuales fue el de Al Hayat. En Siria, por su
parte, las cosas tomaron tintes demasiado trágicos hasta hoy: un escalofriante informe de la organización internacional Article XIX llamado Walls of Silence: Media and Censorship in Syria afirma sin rodeos
que «Las autoridades sirias emplean varios medios ilegales con los
que intimidar y reprimir a grupos e individuos y así evitar que expresen sus ideas o comuniquen información a otros. Estos medios incluyen detenciones sin cargos o juicio (en algunos casos por periodos de
13 y más años), tortura durante las detenciones, ataques físicos en público, secuestros, desapariciones y asesinatos. Miembros de minorías
étnicas o confesionales han llegado a ser detenidos por el simple hecho de escribir cartas a sus familiares en el extranjero en las cuales se
mencionaba la escasez de agua» 50.
Argelia y Marruecos, por su parte, parecen disputarse de un lustro
para otro la dudosa primacía de las libertades en el mundo árabe.
49
Ib., pág. 160.
50
El informe, de 95 páginas, puede descargarse de la web de Article XIX, www.article19.org/pdfs/analysis/syria-walls-of-silence.pdf
164
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
Puede decirse que ambos otorgan a sus ciudadanos libertades colectivas, pero no individuales. En ambos hay una pluralidad social, corporativa y asociativa mayor que la mayoría de los países árabes. Lise
Garon apunta, no obstante, que en Marruecos sólo se dan «libertades
colectivas (partidos políticos, sindicatos, organizaciones, periódicos).
El individuo aislado aún no posee el estatus de ciudadanía que le permita expresarse y actuar libre y abiertamente (de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos). A las personas individuales siempre les queda el recurso de adherirse a un partido; pero
por sí solo, el ciudadano carece de existencia en el foro público» 51.
Con una monarquía cuya constitución consagra la superioridad del
rey sobre la ley, un fraude electoral generalizado y un poder judicial
que no es en absoluto independiente del ejecutivo, Marruecos está
aún a años luz de ser algo parecido a una democracia 52. Los partidos
políticos están enormemente burocratizados y apenas pasan de ser figuras de cartón-piedra en un atrezzo democrático. El código de prensa
marroquí (modificado en octubre de 2002) prescribe penas de hasta
cinco años por delitos tales como la difamación de la familia real,
atentar contra la religión islámica y contra la integridad territorial 53.
Al igual que sucede en Túnez, el margen de interpretación de esta ley
es muy ancho, y le corresponde al ministro del Interior la potestad de
secuestrar publicaciones. Así, no es de extrañar que las alarmas sobre
derechos humanos en Marruecos se activen continuamente. El reciente caso Lmrabet no es más que una muestra cercana, de entre
otras muchas. Las manifestaciones de protesta y los libros extranjeros
se prohíben con frecuencia y se censura casi cotidianamente a los periodistas 54. Sólo en 2003 —por citar unos pocos ejemplos— cuatro periodistas, Mohammed el Hourd, Abdelmajid Ben Taher, Mustapha
Kechnini y Mustapha Alaoui, fueron arrestados con diversos cargos
relacionados con la publicación de noticias 55. El informe 2003 de Re51
Alianzas Peligrosas, pág. 142.
52
Ib., pág. 141.
53
Es obvio que este punto se refiere a toda información concerniente al Sáhara Occidental.
54
Ib. pág. 142.
55
En www.pen.org/freedom/morocco.htm. Véase asimismo el excelente trabajo de Mohamed Lemrini
El-Ouahhabi, “Marruecos: 25 años de libertad de expresión y comunicación”, en www.upf.edu/periodis/
Congres_ahc/Documents/Sesio3/Lemrini.htm
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165
Cuadernos de pensamiento político
porteros sin Fronteras, Le rappel à l’ordre de la presse indépendante, puede
consultarse online y ofrece demasiados detalles al respecto como para
detenernos más en este punto 56.
El cine tampoco se ha librado del acoso y la censura. Un país no
árabe como Irán puede mantener una relación tormentosa con una
de las escasas artes que han dado al país reputación internacional. En
los cuatro años siguientes a la Revolución, fueron prohibidas 513 de
898 películas extranjeras, y 1.956 sobre un total de 2.208 películas locales. Cuando se toca el tema de la mujer, los ayatolas parecen llegar
al paroxismo: «Llegó un periodo de autocensura, de evitar a toda costa a las mujeres en el cine. Ellas tenían que ser amas de casa o madres.
Se mostraban veladas incluso frente a sus familiares más íntimos.
Cuando se movían, debían procurar mostrar sus siluetas lo mínimo
posible. Había de dárseles papeles estáticos y que evitaran mostrar los
cuerpos por debajo de la cabeza. Un director de cine post-revolucionario fue más allá de estas prácticas [...] asegurando que las mujeres,
al actuar en filmes islámicos, debían aparecer siempre sentadas, para
evitar llamar la atención con su provocativo andar» 57. Ya en la mayoría
de los países árabes, las películas deben pasar por un comité estatal
que permite o prohíbe la exhibición y además otorga una suerte de
«visado» para que puedan proyectarse internacionalmente 58. La religión, el sexo y la política son tres temas como para andar con pies de
plomo. La Ley egipcia de censura audiovisual de 1976 lo expresa claramente: «Las religiones celestiales [islam, cristianismo y judaísmo]
no deberán ser criticadas. La herejía y la magia no deberán ser retratadas favorablemente. Vicios y acciones inmorales no serán justificados
y sí castigados. Las imágenes de cuerpos humanos o el énfasis extraordinario en las partes eróticas individuales, así como la representación de escenas que exciten el sexo y las escenas de alcohol o
consumo de drogas no están permitidas. Asimismo se prohíbe el uso
de lenguaje obsceno o indecente. La santidad del matrimonio, los valores de la familia y los padres del individuo deberán ser respetados.
56
www.rsf.org/article.php3?id_article=6752, traducido al español por la inquietante Webislam, en
www.webislam.com/numeros/2003/237/noticias/marruecos_prensa%20_independiente.htm
57
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 37.
58
Viola Shafik, Arab Cinema. History and Cultural Identity, The American University in Cairo Press, 1998,
pág. 34.
166
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
Cuadernos de pensamiento político
Además de estar prohibido el excesivo uso del horror y la violencia, o
la incitación a ellos, lo estará el representar problemas sociales como
la falta de horizontes o la alteración de las conciencias» 59. Según el crítico
cinematográfico Mouny Berrah, en fin, sólo hay una película argelina
que contenga un beso: Layla y sus hermanas, rodada en 1977 60.
DE RUSHDIE A THEO VAN GOGH: LA SOMBRA DE LA CENSURA ES
ALARGADA
Después de echar un vistazo rápido a la triste realidad del mundo árabe —realidad que en Occidente muchos niegan con un entusiasmo tan
sorprendente como benéfico para sus intereses personales— cabe formular una última pregunta: ¿no es alargada la sombra de la represión
y la censura? ¿No ha cambiado la actitud de nadie desde que Salmán
Rushdie fue condenado a muerte y Theo Van Gogh asesinado en las
calles de Ámsterdam?
En noviembre de 2001 la compañía holandesa independiente de
teatro Het Onafhankelijk Toneel, tras dos semanas de ensayos, hubo
de cancelar un proyecto basado en la obra Lejos de Medina de la escritora argelina Asia Djebbar. Todos los actores, los cantantes, el compositor y varios músicos, que eran marroquíes, abandonaron cuando
un fax fue enviado al Ministerio del Interior de Marruecos denunciando que se estaba injuriando al Profeta Mahoma 61.
En 1978 se divulgó en Arabia Saudí un horrendo caso sucedido
pocos años antes: la princesa Misha’il Bint Fahd Ibn Muhammad, biznieta del fundador de la dinastía ‘Abd al-‘Aziz Ibn Sa’ud, fue ejecutada
junto a su amante Kháled Muhálhal, sobrino del general ‘Ali Sha’er,
embajador saudí en el Líbano. En 1980 una película inglesa sobre el
suceso, Death of a Princess, desató las iras del gobierno saudí, que expulsó al embajador británico y emprendió una serie de sanciones económicas unilaterales. En abril de ese mismo año, Lord Carrington hu-
59
Ib.
60
Ib., pág. 35.
61
Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 108.
ABRIL / JUNIO 2006
167
Cuadernos de pensamiento político
bo de expresar su «profundo pesar» por la película 62. Eso fue en Gran
Bretaña. Podríamos preguntarnos si España es una excepción en este
ominoso panorama.
Por último, cuando estas líneas ya se preparaban para la imprenta,
se ha desatado en el mundo musulmán la tormenta de las caricaturas
de Mahoma publicadas por el diario danés Jyllands-Posten. Dejemos
de lado ahora el hecho lamentable de que toda la crisis haya sido una
campaña orquestada perversamente por Estados represores y liberticidas como Siria e Irán (este último directamente interesado en esconder su política nuclear con la cortina de humo de las presuntas
ofensas al Profeta). Olvidemos asimismo que quien prendió fuego a la
hoguera donde ya se han quemado varios muertos ha sido un clérigo
expulsado de los Emiratos Árabes por su discurso violento y radical,
luego recibido en Europa (cómo no) por el Estado danés, que garantiza las libertades de expresión y de culto contra las que dicho clérigo
ha conspirado mendazmente. Ambos hechos son gravísimos pero
quedan fuera del tema que estamos tratando aquí, y deberían ser objeto de detenidos análisis en otras instancias.
La triste realidad que ahora nos ocupa es que el miedo traspasa
fronteras, y ha llegado y se ha asentado entre nosotros. Periodistas,
políticos, académicos o diplomáticos cercanos a nuestro gobierno
«pacifista» se han apresurado a pedir «respeto» y «sensibilidad», condenando las caricaturas y proponiendo explícita o implícitamente recortes a nuestra libertad de expresión. Está claro que la miseria intelectual y moral no tienen límites cuando vienen espoleadas por el
pavor, por el miedo o por el estricto interés personal; y no hay que remontarse a los célebres asesinos de Alamut para constatar que la intimidación y el asesinato político han sido y seguirán siendo un arma
de primera fila para un Islam que pretende imponerse conquistando
paulatinamente los espacios ideológicos y públicos. Pues ciertamente,
en estos ominosos días, muchos nos hemos preguntado: ¿dónde están
los musulmanes moderados? Están nuevamente sepultados bajo el furioso aluvión de ese Islam esterilizador y agresivo que no entiende de
reciprocidad ni derechos, y cuyo ofuscado fanatismo se retroalimenta
en una espiral cada vez más paranoica.
62
Más información sobre la película en la excelente web www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/shows/princess/
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CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
La pregunta para nuestros profetas de la rendición y del «respeto»
entendido como la antesala del pánico es en qué se ayuda a los musulmanes moderados o «laicos» dando la razón a las hordas intransigentes y fanáticas que diaria y secularmente los avasallan, secuestrándoles la opinión y la palabra: ¿En qué ayudamos a los musulmanes
moderados cuando, movidos por el pavor, apoyamos sistemáticamente a los
poderes que los oprimen?
EPÍLOGO
La censura y la reforma en el mundo árabe: senderos tortuosos
El disidente tunecino Moncef el Marzouki acuñó la desoladora expresión al-Mansiyún (Los Olvidados) para referirse a todos aquellos que
osaron protestar contra las dictaduras y las opresivas sociedades árabes en los años 70: cientos, miles de presos políticos y de conciencia,
de los que nadie se acordó jamás, olvidados en lóbregas cárceles antes
de que el mundo civilizado se acordara de que también en el mundo
árabe de nuestros «amigos» Mubarak, Hasán II o Ben Alí se deben
respetar los derechos humanos. Hoy en día, uno de los grandes retos
que afrontan los países árabes es la restauración progresiva de sus sociedades civiles, la creación de clases burguesas activas y solidarias. Y
para ello necesitan voces valientes, profetas desarmados que no corran el riesgo de convertirse en los nuevos olvidados mientras las potencias occidentales miran para otra parte.
Hasta ahora se ha intentado introducir reformas en el mundo
árabe e islámico de varios modos. Todos ellos han fracasado, si exceptuamos la vía manu militari adoptada inflexiblemente por Kemal
Atatürk y que tanto revuelo y problemas ha ocasionado con el caso
iraquí. Se ha intentado introducir reformas desde el interior y desde
el exterior: desde la diplomacia, la negociación y los acuerdos internacionales, por una parte; y mediante un oneroso esfuerzo individual por la reinterpretación de las fuentes dogmáticas del Islam, por
otra parte.
El 26 de enero de 2001 Egipto firmó un preacuerdo de asociación
con la UE como parte del Proceso de Barcelona, cuya solemne DeABRIL / JUNIO 2006
169
Cuadernos de pensamiento político
claración habían suscrito, además de Egipto, Argelia, la Autoridad Palestina, Jordania, Líbano, Marruecos, Siria, Túnez, la Liga de los Estados Árabes y la Unión del Magreb Árabe, entre otros. Conocido es el
hincapié que la Declaración de Barcelona hace en el papel de los medios de comunicación y el respeto de los derechos sociales fundamentales. Así que apenas quince días después de la firma del preacuerdo, cerca de una veintena de publicaciones fueron secuestradas
en la Feria Internacional del Libro de El Cairo (la más importante del
mundo árabe), y el escritor Salah al-Din Mohsen fue encarcelado y
condenado a 3 años y trabajos forzados por «difamar el Islam y difundir ideas extremistas con intención agitadora» 63.
Un año después de la Declaración de Barcelona, ninguno de los
Estados árabes tuvo impedimento en firmar la no menos solemne
Declaración de Sana’a (enero 1996), que afirma: «Los Estados árabes
proveerán, y reforzarán allí donde existan, garantías constitucionales
y legales para la libertad de expresión y de prensa, y deberán abolir todas aquellas leyes y medidas que limiten dichas libertades». Otros acuerdos internacionales suscritos por los países árabes (aparte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos) son, por ejemplo, el
Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles de la ONU en
1966 o la Carta Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos (OAU, 1981) 64.
En enero de 2004, pocos días después del generoso indulto del rey
Mohamed VI a Ali Lmrabet, el Primer Ministro marroquí, Dris Jettou,
visitó Washington y afirmó que su país se encontraba en un «rápido
camino» hacia la democracia. Así que cuando paramos mientes en las
reformas impulsadas desde el exterior, bien podemos preguntarnos:
¿no habrán encontrado los regímenes represivos árabes una bicoca en
la firma de los tratados internacionales, que aprovechan para obtener
subvenciones, repartir canonjías y arrogarse legitimidad internacional
a cambio de huecas palabras y reformas cosméticas? 65
63
La lista de los libros (entre ellos tres de Nawal el Saadawi y dos de Mohamed Chukri) en Mostyn, Censorship in Islamic Societies, pág. 202, n. 4.
64
Véanse estas y otras Declaraciones en el informe citado de Article XIX sobre Siria (www.
article19.org/pdfs/analysis/syria-walls-of-silence.pdf), en los apéndices, págs. 75-95.
65
Todo lo cual puede aplicarse, sin ir más lejos, a la reciente visita del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero a Marruecos, donde con todo desparpajo alabó «El afianzamiento de la democracia y las libertades»
170
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
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Cuadernos de pensamiento político
En 1985 Mahmoud Muhammad Taha fue ejecutado en Jartum. El
viejo teólogo sudanés ya se había ganado dos condenas por presunta
apostasía: un takfir en 1968, en el propio Sudán, y otro de Al-Azhar
en 1976, tras la publicación de su importantísima obra El Segundo
Mensaje del Islam 66. Taha propuso una secularización del Islam basada
en la reinterpretación profunda del Alcorán y de la Sunna (hechos y
dichos del Profeta), aplicando hasta sus últimas consecuencias la disciplina alcoránica llamada al-nâsij wa-l-mansûj (el abrogante y el abrogado), desarrollada para dilucidar aleyas alcoránicas cuyo sentido se
opone a otras y decidir cuál prima sobre las demás. Según Taha, el segundo mensaje del Alcorán, en la etapa medinense del Profeta, había
primado en la vida social de los musulmanes por ser de naturaleza
más política que religiosa. Utilizando el abrogante y el abrogado podría
llegarse a una suerte de exégesis alcoránica que prestigiara los pasajes
de La Meca, más interiores y espirituales, frente a los de Medina, más
beligerantes y legislativos, que estarían de uno u otro modo influidos
por las circunstancias históricas y sociales en que fueron promulgados. Taha proponía, pues, usar los recursos propios de la exégesis alcoránica para una reinterpretación libre y total de las fuentes. Su osadía le costó la vida. Olvidemos por un momento que pocos meses
después, su ejecutor, el infame general al-Nimairi, era recibido en
Washington por Ronald Reagan.
Ali Dashti, el anciano escritor y periodista iraní, no corrió mejor
suerte. Había muerto tres años antes que Taha, en las cárceles de la
Revolución, después de más de 30 meses de prisión y torturas, a la
edad de 83 años. En 1974 se publicó 23 años: un estudio de la carrera
profética de Mahoma 67, obra de juventud que había permanecido inédita desde 1934 y que entre 1980 y 1986 vendió en Irán más de medio
millón de ejemplares. Dashti realiza una crítica demoledora de las tradiciones islámicas y propone un acercamiento nuevo y racional a la
religión musulmana. Al igual que Taha, al igual que ‘Ali ‘Abd al-Ráziq,
al igual que Nasr Abu Zaid, pagó muy caro el atrevimiento de propoen los 50 años de independencia del país vecino. En vista de todo lo expuesto aquí nos preguntamos: ¿es
beneficiosa para los oprimidos ciudadanos árabes esa conducta de apoyo incondicional a las falsedades
democráticas de sus gobernantes?
66
The Second Message of Islam, Syracuse University Press, 1987.
67
23 years. A Study of the Prophetic Career of Mohammad, Mazda Publishers, Costa Mesa, California,
1994.
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Cuadernos de pensamiento político
ner que se introdujeran novedades en la sacra y anquilosada tradición
islámica. Nada muy distinto de lo que el padre del salafismo, Muhammad ‘Abduh, había intentado desde principios del siglo XX sin resultado alguno. Esta trayectoria de gigantomaquia intelectual demuestra
claramente que, a día de hoy, la reinterpretación de las fuentes del Islam, es decir, la reforma intelectual desde dentro, es una vía desgraciadamente muerta. Esperamos propuestas.
172
CENSURA Y
REPRESIÓN EN EL MUNDO ÁRABE
/ PEDRO BUENDÍA
JAVIER ORRICO
Homenaje a Juan Ramón Lodares
LA INMERSIÓN LINGÜÍSTICA DEL
DR. JEKYLL Y MR. HIDE 1
H
e querido iniciar esta intervención en catalán (en catalán en el
original 2) para espantar cualquier suspicacia acerca de mi actitud con respecto a una de las lenguas de mi país, España, la cual comencé a leer y apreciar durante mis días de estudiante en Madrid,
cuando la literatura catalana era una de las asignaturas de la licenciatura en Hispánicas. Después viví tres años en Barcelona, en la Barce-
Javier Orrico es poeta, periodista y catedrático del Instituto de Lengua y Literatura. Sus artículos pueden
encontrarse en La opinión de Murcia y Periodistadigital.com. Su último libro es La enseñanza destruida.
1
Texto leído en las jornadas de «Homenaje a Juan Ramón Lodares» organizadas por la Asociación por
la Tolerancia, y celebradas en Barcelona los días 30 de septiembre y 1 de octubre de 2005.
2
«Volia iniciar aquesta intervenció en català per dissipar qualsevol dubte sobre la meva disposició davant d’una de les llengües del meu país, Espanya, y que vaig començar a estudiar, llegir y conèixer dés dels
meus dies d’estudiant a Madrid, quan la literatura catalana formava part de les assignatures de la llicenciatura en Hispàniques. Després vaig viure tres anys a Barcelona, à la Barcelona on començava a aparèixer als diaris la ‘Norma’, la petita que tots els dies ens instruïa en el bon ús del català. Aleshores no podia jo
imaginar, en aquesta Barcelona meravellosa dels arrossos de la Barceloneta y de les nits del Boadas, encarnació per a tots els espanyols de la llibertat personal –malgrat d’una malaltia moral molt perillosa, el nacionalisme–, que arribaríem a veure una situació com la present, tot a prop del totalitarisme que sempre ha
destruït els països dels quals es va apoderar. Però, sobre tot, malament, quan estudiava a Turmeda, a Muntaner, o als valencians March y Martorell, imaginava que la llengua en la qual el gran Espriu havia escrit el
seu ‘Assaig de càntic al temple’, un dels poemes mes emocionants per a aquells que venim, nosaltres sí –i
ara que ens haveu deixat sense aigua, encara més–, d’una «meva trista, pobra, dissortada pàtria», que
aquesta llengua, deia, es dirigia a convertir-se en un arma de destrucció massiva contra la meitat dels catalans, contra tots «els altres catalans» (ver nota 3) y contra els que creiem que «més enllá, al nord» avia
una terra de promissió y civilització. Era la llengua de Salvat-Papasseit, de Martí i Pol, de Gimferrer, de Pla,
pero també el castellá (el que nosaltres, al sud, diguem espanyol, «perquè el castellà no el sapiguem pronunciar», ver nota 4) era la llengua de Pla, de Gimferrer, d’Eduardo Mendoza, de Juan Marsé, de Jaime Gil
de Biedma...».
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Cuadernos de pensamiento político
lona en la que comenzaba a aparecer en los periódicos la «Norma», la
niña que todos los días nos instruía en el buen uso del catalán. Entonces no podía siquiera imaginar, en la maravillosa ciudad de los arroces
de la Barceloneta y las noches del Boadas, encarnación para todos los
españoles de la libertad personal –a pesar de una enfermedad moral
muy peligrosa, el nacionalismo–, que llegaríamos a sufrir una situación como la actual, muy próxima al totalitarismo que siempre ha
destruido a los países de los que se apodera. Pero, sobre todo, cuando
estudiaba a Turmeda, a Muntaner, o a los valencianos March y Martorell, malamente podía suponer que la lengua en la cual el gran Espriu había escrito su «Ensayo de cántico en el templo», uno de los
poemas más emocionantes para quienes venimos, nosotros sí –y ahora que nos habéis dejado hasta sin agua, todavía más–, de una «mi pobre, triste, desdichada patria», que esta lengua, decía, iba camino de
convertirse en un arma de destrucción masiva contra la mitad de los
catalanes, contra todos «los otros catalanes» 3 y contra los que creíamos que «más allá, al norte» había una tierra de promisión y civilización. Era la lengua de Salvat-Papasseit, de Martí i Pol, de Gimferrer,
de Pla, pero también el castellano (aquel al que nosotros, en el sur, llamamos español, «porque el castellano no lo sabemos pronunciar» 4)
era la lengua de Pla, de Gimferrer, de Eduardo Mendoza, de Juan
Marsé, de Jaime Gil de Biedma, de Carlos Barral, de los Goytisolo, de
Martín de Riquer, aunque luego se cambiara a Martí, y hasta de Miquel Siguán, todavía Miguel en los años ochenta.
En la Barcelona en la que fui tan feliz –bajando a toda pastilla del
Tibidabo de atiborrarme a gin-tonics en el Merveyé, mientras mi 127
rugía con el «Cadillac solitario» de Loquillo–, convivían con la más
absoluta naturalidad las dos lenguas propias de sus gentes, aquellas en
las que se expresaban indistintamente y según el contexto en que se
encontrasen. Y eran los que aceptaban como normal, y hasta desea3
Título de un famoso libro de Francisco Candel sobre los emigrantes a Cataluña.
4
La anécdota es relatada por don Manuel Alvar, que un día preguntó a un campesino de la isla canaria
de La Palma cómo se llamaba la lengua en la que hablaban allí. Y este contestó, aclarando definitivamente
la relación entre castellano y español (y la grandeza que supone una lengua en la que cabemos todos, con
todas sus variantes posibles), que «aquí hablamos español, porque el castellano no lo sabemos pronunsiar». La relación entre el castellano y sus variedades, comparada con la que se da entre catalán y valenciano, podría llevarnos a, cuando menos, sugerentes reflexiones sobre las acusaciones de imperialismo
que se vierten sobre Castilla.
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MR.
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ble, la verdad de este bilingüismo, si quieren no perfecto, pero vivido
sin conflicto, los que nos acercaban a los xarnegos 5 nuevos a la lengua
catalana. Eran ellos, los que la amaban sin odio hacia ninguna otra;
los que asumían su condición y su riqueza de bilingües; los que no
sentían ni culpa, ni complejo, ni escisión por serlo; los que sabían alzar su mirada más allá del Ebro y de la Franja; los que entendían que
el mundo es concéntrico y no federal ni asimétrico; los que sostenían
con sus actitudes sencillas y afables la verdadera libertad –siempre individual, siempre de las personas–, los que nos hicieron amar el catalán y aprenderlo. Lo hablábamos con ellos y por ellos, por mi amigo
y compañero Eduard, tan elegante, tan catalán, tan español. Por la
quiosquera de mi barrio, tan alegre y cariñosa. Por las guapísimas niñas de la granja de la calle Conde de Borrell, donde acudíamos mi
amigo Félix y yo a consumir cafés y consumirnos en la vana esperanza de poder algún día adorarlas en su propia lengua. Por las discusiones sobre Barça y Madrid en la panadería de la esquina, cuando me
quedaba varado a escuchar a las señoras discutir de fútbol como no
había visto en ningún otro sitio. Por todos los que nos hicieron amable el catalán, y no odioso e intragable como conseguían presentarlo
casi todos los profesores catalanistas (sus principales enemigos entre
la juventud castellanohablante), que convirtieron su asignatura en un
‘hueso’ inexpugnable desde la convicción mesiánica –la que ha llevado a lo que hoy padecemos– de que els de fora, els estrangers y els seus
fills, tenían, teníamos la obligación de hablar la lengua «del país». Como el jamón, que también es «del país». Nosotros poníamos el oído
en el suelo a ver qué decía el país, pero sólo escuchábamos el ruido
del ‘carrilet’ que unía la Plaza de España con un pueblo tan de aluvión
inmigrante como Hospitalet, al que hoy el PSC ha conseguido neutralizar hasta convertirlo incluso en un bastión converso.
Lo primero que me encontré fue, así, algo que consideré desde el
principio un error y a punto estuvo de producirme un rechazo insalvable hacia el catalán, hacia lo que representaba y, por tanto, hacia la
Cataluña a la que había acudido voluntariamente, buscando su uni5
En sentido estricto yo no era un charnego, es decir, mezcla de catalán y «castellano», porque soy al
completo de Caravaca de la Cruz, aunque mestizo de napolitanos de origen navarro, seguramente de Roncesvalles, pasados por mi pueblo tan castellano y aragonés del sureste: gracias a Dios, completamente
impuro.
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Cuadernos de pensamiento político
versalidad y vitalidad. Nada más llegar, y era el año 81, me informaron los nacionalistas profesores de catalán de que allí, en pleno Hospitalet sudista, practicaban el ‘bilingüisme actiu’, o sea, que cada uno
usaba sólo su lengua materna. Esto me lo dijeron inmediatamente
después de la primera clase de lengua catalana a la que me había
apuntado con gran interés. Yo ya leía catalán y estaba deseando hablarlo. A la salida de aquella primera «inmersión» decidí que no volvería a hablar la lengua de Verdaguer con ninguno de los que quisieran imponérmela. Lógicamente, si se me ponía en la tesitura de elegir,
si se me presentaban como incompatibles y excluyentes ambas lenguas, me forzaban a practicar también a mí el bilingüismo activo, y,
por tanto, a usar sólo mi lengua materna española. Eso fue lo que lograron, un hablante menos. Afortunadamente, en Cataluña no había
sólo naziprogresistas y licenciados en Filología Catalana, sino que la
mayoría era gente encantadora, normal y, al menos en apariencia,
completamente normalizada. ¿Qué era entonces lo que se escondía en
el proyecto de «normalización lingüística» que ya andaba preparándose y del que la pequeña Norma sólo era una avanzadilla? Obviamente, ese convencimiento de su derecho a imponer el catalán, la estúpida estrategia de hacerlo hostil. Se empecinaron en el error,
porque el error mismo era presentar como «normalización» (hacer
normal) justamente lo contrario, la anormalidad de una Cataluña monolingüe, su objetivo final, contra la auténtica naturaleza bilingüe de
la población a la que se preparaban a someter.
Perdónenme la digresión sentimental. No he podido evitarla porque es mucho lo que me duele la amputación de Cataluña, como si
fuera uno de esos enfermos que odian alguna parte de su cuerpo y viven buscando un cirujano que les libre de sí mismos. Y que, mientras
no lo consiguen, ocultan a toda costa la extremidad detestada, se disfrazan de mutilados felices encubriendo la verdad de lo que son. Sólo
esa enfermedad espantosa que producen los comunitarismos totalitarios, mucho más grave cuando se unen dos de ellos, el nacionalismo y el socialismo, puede explicar la locura que se ha apoderado de
la Cataluña dominante, de sus castas oficiales, ante la gravísima abstención de una mayoría social que, como en el poema de Brecht, ha
querido vivir absteniéndose y pensando que nunca les tocaría a ellos.
Pero los nazis acaban viniendo a por todos. Aunque se trate de un
nazismo de guante blanco, como el que desde hace muchos años su176
LA
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fren quienes sólo aspiran a lo mismo a lo que el GLM 6 catalán, con
absoluta justicia, aspiró siempre: poder vivir en libertad hablando la
lengua que deseen.
Sin embargo, cuando permites que te impongan las palabras que
han de usar tus hijos hasta en el recreo (y es sorprendente que los
propios catalanohablantes que sufrieron estas mismas vejaciones, lo
hayan olvidado), la lengua en la que has de rotular tu negocio o en la
que has de anunciar tus productos, hasta la lengua en la que has de
rezar o confesarte, mañana te podrán imponer cualquier cosa, incluso una policía del pensamiento, como en el infierno que nos legó
George Orwell.
Para mayor sarcasmo, puede que sea una canción absolutamente
española –de esa España tan barcelonesa de Ramblas y Paralelo– la
que mejor define esta situación lingüística de la Cataluña de hoy y
que, si nadie lo remedia, va a alcanzar su apoteosis con el nuevo Estatuto. Me refiero a «La otra», la famosa copla sobre la amante, la querida, falsamente oculta a los ojos de una sociedad farisea, amada en la
penumbra, en la ilegalidad y la maledicencia. Cataluña vive hoy, en lo
que refiere a las lenguas y los derechos individuales, sobre una inmensa ‘hipogresía’ (sic) que empieza a enseñar ese rostro nazi, de filólogos
pardos, al que antes me refería. No sabemos qué pasará si los intentos
de resistencia ante él empiezan a dar frutos. Las advertencias sobre tiros en las piernas, desde luego, ya fueron lanzadas, además de las alusiones desde las posiciones de la Esquerra en el actual Govern a «una
guerra civil» si no se satisface la construcción nacional hacia la que
andan desbocados, en verdad la destrucción de la Cataluña real para
sustituirla por un sueño monstruoso. Porque si las acciones violentas
contra la libertad de los ciudadanos todavía no han superado el nivel
del acoso y el boicot, el exterminio sí que parece haber llegado para
esa ‘otra’ molesta, esa lengua impura que, si alguna vez fue amada como símbolo de apertura y universalismo, de cultura y comercio, de
acceso a los mercados español y americano, ahora aparece como un
piélago de vicios, como la judía que vino a pervertir la homogénea sociedad catalana de los sueños parafascistas y a ponerla en peligro, el
Mr. Hide que empezaba a suplantar al Dr. Jekyll y con el que hay que
6
GLM: Grupo de Lengua Materna.
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acabar. Hasta los nombres ha habido que adaptarlos, pues al parecer a
nada puedes llegar en esta Cataluña enanizada si te llamas Jorge, Jacinto, Sergio, Gerardo (sobre todo los nombres con /j/, fonema cuya
articulación produce cáncer, como llegó a informarme una catedrática de catalán), especialmente si llevas encima un López, un Martínez
o un Pérez de inocultable bastardía.
Fue, sin duda, ese proceso de bastardización culpabilizadora contra la lengua española y sus hablantes maternos lo que manejó, con
extraordinaria habilidad, la sociolingüística nacionalista para dar sustento y establecer los pasos de una de las operaciones de inversión diglósica y desplazamiento lingüístico más ambiciosas que se hayan
puesto nunca en marcha. Nada menos que convertir a una población
bilingüe en monolingüe, siendo, además, mayoritaria la lengua con la
que se quería acabar. La razón de esta estupidez siniestra no podía ser
otra que la que ha producido algunos de los mayores horrores de la
Humanidad: la frustración de los sueños de dominio, el agravio agigantado, la envidia miserable, la reconstrucción de una historia ficticia que sólo lleva a la nostalgia de lo que no existió, a la melancolía
como pesadilla, a la negación de la propia responsabilidad ante lo que
se considera el fin del paraíso, producido siempre por los otros, por
ese cuerpo extraño que nos devora, y que para el nacionalismo catalán no era otro que España, el pueblo de palurdos con palillo, de hidalgos de lanza quebrada, de parásitos con manguitos de un imperio
perdido, de incompetentes que arrastraban a la burguesa y productiva
Cataluña a su envilecimiento y su fin. Un pueblo inferior que, inconcebiblemente, les imponía su destino. De ahí el famoso lema pujolista
de «Si se salva la lengua, se salvará todo». Sospechamos que ese todo
era, por supuesto, y como tantas otras veces, la prevalencia de casta y
clase de quienes se consideraban catalanes puros frente a los sobrevenidos 7, los ‘nouvinguts’. El Dr. Jekyll no podía consentir ser dominado
7
En mi libro La enseñanza destruida (Huerga y Fierro, Madrid, 2005), incluyo un texto titulado «Inmigrantes en su país» (Cap. II, ‘El adoctrinamiento’, pág. 91 y ss.), inspirado por el famoso «Extranjeros en su
país» de Azahara Larra Servet (Antonio Robles), en el que se pone de manifiesto, a partir de un reportaje
del diario El Mundo de 2003, la procedencia de los apellidos de la clase dominante catalana de estos últimos veinticinco años, frente a los apellidos sindicales, obreros, aunque los sindicalistas de izquierda hayan sido fuerza colaboradora esencial para la postergación de lo que se identificaba como español, es decir, ajeno. Se da la curiosa casualidad de que todos los apellidos de lo que El Mundo llama los
protagonistas de ese periodo pertenecen al grupo de lengua materna catalana, y todos los de los ex obreros sindicalistas, al grupo de lengua materna castellana. Salvo uno de los poderosos, José Luis Núñez,
que acaso por eso nunca fue completamente aceptado por el catalanismo. Y mira que lo intentó.
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y despojado por el feo, el inculto, el gritón Mr. Hide, el pijoaparte
‘nouvingut’ (recién llegado) sólo digno de cavarle los túneles del Metro, de limpiar sus calles, de habitar en las chabolas del Carmelo. La
lengua era la excusa, el instrumento, no el fin.
Precisamente lo que nos enseñó Juan Ramón Lodares, con apabullante documentación, es la inmensa mentira de esta división lingüística que no es más que coartada de una reacción estamental, defensora de privilegios, frente a la movilidad de las sociedades democráticas.
Y de ahí también que, muy significativamente, lo que se reclame sea
el regreso a la situación política anterior al Decreto de Nueva Planta, que, entre otras cosas, se propuso acabar con los estamentos. Por
eso, lo que está en juego, nadie se engañe, es la democracia misma.
Y esa mentira que nos desnudó Lodares, como el alma inocente
que se rebela contra los embustes del Retablo de la Maravillas del
nacionalismo, es la de presentarnos a Jekyll y Hide como dos seres
distintos, cuando son, desde hace ya quinientos años, el mismo, la
misma naturaleza, la misma personalidad en dos lenguas. Desde el
propio título del capítulo IX, «Gentes y lenguas de Cataluña» del libro que nos lo dio a conocer, El paraíso políglota 8, Lodares nos está
indicando la verdad que hoy intentan enterrar bajo el hormigón
simbólico de las leyes de normalización. No dice «Gentes y lengua
de Cataluña», sino lenguas, o sea, las dos lenguas de Cataluña desde
al menos la unión de las coronas, cuando no antes con el inicio de
la dinastía de los Trastámara. Lo que remata con la impagable cita
de Cristófor Despuig que incluye un poco más abajo (pág. 159...), de
1557, donde, entre quejas, no sólo reconoce Despuig que saber la
lengua castellana es necesario para las personas principales (curiosamente, la catalanidad con pedigrí que después dará en rechazarla, o
al menos consentirá el rechazo instrumentalizado por la pequeña burguesía), que la están abrazando voluntariamente, sino que es «la española que en toda Europa se conoce», lo que nos lleva igualmente a
la conclusión de que Despuig consideraba, sin dudas, igualmente española a la lengua catalana, aunque sin el conocimiento y prestigio
de la nacida en Castilla, cuya expansión –añadimos nosotros– se debía no sólo a su preponderancia demográfica y política, sino a la ra8
El paraíso políglota. Taurus, Madrid, 2000.
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zón verdadera de haber sido concebida entre todos y para todos, lengua franca, lengua de frontera, como magistralmente nos relató
Ángel López García en El rumor de los desarraigados 9.
Sin entrar en la multitud de datos incontestables que Juan Ramón
nos aportó a lo largo de todos sus libros (como el del primer periódico aparecido en Barcelona, el Diario de Barcelona, en 1792, en el que se
celebraba al castellano como lengua amada y propia), en la cita de
don Cristófor estaba ya formulado lo que luego sería interesadamente
bautizado como el conflicto: la evidencia de una realidad innegable, la
de que si ya entonces las gentes principales de Cataluña incorporaban
a su naturaleza la lengua común a todos los españoles, que era lo que
se reconocían y sentían, es fácil imaginar la naturalidad bilingüe con
que iba a discurrir la vida social catalana quinientos años después, sobre todo tras la desaparición definitiva de esa otra pesadilla monolingüística que había sido el franquismo; y la curiosa irritación de algunos contra esa convivencia que permitía a los catalanes una riqueza
de posibilidades, de todo tipo, que les hubieran quedado vedadas como pueblo español monolingüe.
Pero, ¡ay!, esa construcción nacional, esa amputación nacional que
la parte más frustrada de Cataluña exigía, esa infeliz nueva venganza
catalana que unos almogávares de escalivada y sardana anhelaban para su medro, conducía irremediablemente a la sangre simbólica de la
extirpación de Mr. Hide, de la lengua impropia, es decir, inadecuada, y
de quienes se atrevieran a sostenerla. Desde el momento mismo en
que la idea, ciertamente más que discutible, de la identidad lengua-nación –que lleva a la España de las cuatro naciones o a la de las tropecientas de los nuevos sayagueses, como los llama Gregorio Salvador
en su impagable Lengua española y lenguas de España 10– se impone durante la Transición, estaba cantado 11 el objetivo monolingüe de un catalanismo que, por tanto, para entenderse como la nación que pretendía ser (y que nunca había sido: las naciones modernas son políticas o
no lo son), necesitaba articularse alrededor de una sola lengua nacio9
El rumor de los desarraigados. Conflicto de lenguas en la península ibérica. Anagrama, Barcelona,
1991.
10
Lengua española y lenguas de España. Ariel, Barcelona, 1988.
11
Y públicamente formulado en libros en prensa, por tierra, mar y aire, que nunca el nacionalismo ocultó su objetivo final. Sólo la izquierda española ha querido no verlo, no darse por enterada.
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nal, un derecho civil propio, un poder soberano, Hacienda incluida,
para la casta catalanohablante, es decir, un Estado, el Estado, además
riquísimo, que el nuevo Estatut constituyente va a suponer para Cataluña. Y, claro, cerrando el círculo, un Estado dotado de mecanismos
de invasión y control social capaces de sojuzgar y enmudecer definitivamente al molesto Mr. Hide, a «la otra» lengua que alguna vez también había sido suya, para presentarse en la nueva Europa como un
cuerpo histórico cohesionado, en el que lo español no pasará de ser
una adherencia prescindible, fruto de la imposición malvada de un
centralismo felizmente diluido en la nueva España plurinacional.
Para la consecución de tan noble fin se había puesto a trabajar,
muchos años atrás, el ejército filológico-político catalanista. Partiendo
de los principios establecidos por la sociología del lenguaje norteamericana, Weinreich, Ferguson, Fishman, por cierto, en estudios de situaciones por completo distintas a la catalana, el nacionalismo lingüístico determinó que históricamente en Cataluña no podía hablarse
de diglosia, de lenguas o registros de usos diferenciados, especializados, normalmente uno vulgar y otro culto, débil y fuerte, y, por tanto,
sin interferencias. En efecto, los años de represión franquista no habían
conseguido recluir al catalán en el ámbito exclusivo de lo doméstico
–lo mismo que ahora pretenden los catalanistas hacer con el español–, digan lo que digan ahora los reescribidores de la Historia, pues
se había seguido escribiendo y publicando y la resistencia lo había
fortalecido y conferido un aura romántica y hermosa, en la misma
medida en que la obligatoriedad lo aleja sentimentalmente de aquellos a los que se les impone hoy. Pero tampoco era posible hablar de
bilingüismo generalizado, según ellos, pues la presencia de millones
de castellanohablantes de reciente incorporación (y la gran similitud
de ambas lenguas, aducimos por nuestra parte), hacía inclasificable la
selva lingüística que era, por ejemplo, Barcelona, escapándose de todos los parámetros conocidos, y desarrollando un peligrosísimo espíritu mestizo, una xarneguización incontrolable de la sociedad catalana.
Y, así, dictaminaron que lo que había en Cataluña no era lo que en el
resto del mundo se consideraban situaciones de «contacto» de lenguas, sino un verdadero «conflicto de lenguas», es decir, una guerra en
la cual, teniendo en cuenta el poderío del Mr. Hide castellano, cada
día más asumido como propio después de tantos siglos de serlo, se
corría el riesgo de que la lengua buena, la identitaria, la que era útil
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para el orden eterno de la Cataluña milenaria y su perpetuación, fuera
desplazada. Por tanto, ante la imposibilidad de un bilingüismo que sólo podía ser transitorio hacia ese desplazamiento y la derrota del catalán, lo que se imponía era volver a enterrar a Mr. Hide en el cuerpo
violentado y constreñido del Dr. Jekyll 12, aunque éste hubiera de perder su libertad para seguir siendo. Hasta la muerte, si necesario fuere,
con tal de componer una momia limpia, sin deformidades pijohablantes. Porque esto es lo verdaderamente monstruoso, lo que Cataluña y
más Barcelona, ya están sufriendo: su desaparición del horizonte del
mundo hispánico, su jibarización antipática, su cierre a la España democrática y moderna, de ciudadanos al fin, que fue siempre la aspiración de las fuerzas liberales que sentíamos a Cataluña como vanguardia. Al matar a la España que es, la están matando a ella misma, a su
libertad, a su democracia.
No fue, pues, nunca el bilingüismo el objetivo de las leyes de «normalización», porque no se lo creía posible. Y porque era odiado como
muestra de un tumor maligno. De haberlo querido, se habría implantado la paridad en la enseñanza, en el acceso a la Administración, en
las posibilidades de obtener el mismo dinero público para la actividad
cultural en una y otra lengua. Se habría dado oficialidad, respeto, cariño a lo que ya era normal en las calles: ese bilingüismo tolerante y nobilísimo, enriquecedor y creativo, que hacía de Cataluña la capital de
España: la España capital de la literatura, el arte, el teatro, el cómic, la
radio, las editoriales, el flamenco, los toros y hasta las mejores putas y
cabaretes del país. Aquí estaba el Bagdad, al que hoy quiero rendir
homenaje, y me perdone Dios.
Así pues, la inmersión lingüística (añadida al adoctrinamiento educativo LOGSE que el socialismo expañol entregó a las comunidades
nacionalistas), bajo la especie eufemística, tan cara a los totalitarismos, de la ‘cohesió social 13’, iba a convertirse en la más preciosa de las
armas para la eliminación de todo eso, para la imprescindible asimilación cultural del mayoritario GLM hispanohablante, muchas generaciones ya, propiciando una verdadera diglosia en la que el español
12
Esto debe de ser lo que el converso Carod llama catalanismo ‘inclusivo’.
13
Hay un departamento en la Generalitat llamado algo así como de «Lengua y cohesión social», la cual
cohesión consiste, obviamente, en la imposición del catalán como lengua única, que es algo que cohesiona mucho.
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quedaría enclaustrado en el ámbito doméstico 14 de una Cataluña formalmente monolingüe, y en la que la cooficialidad sería, como ya casi lo es, meramente nominativa. A saber, Mr. Hide existe, pero lo tenemos dominado.
Y que nadie me hable del Quebec, porque hay un factor esencial
que siempre, qué casualidad, se olvida. La inmersión lingüística quebecois nació de la voluntad de unos padres anglohablantes, ricos, instalados, profesionales de otras zonas del Canadá que desarrollaban su vida de clases privilegiadas y lengua no fuerte, sino fortísima, el inglés,
en un medio lingüístico en el que pretendían que sus hijos se desenvolvieran con plenitud. La escolarización en francés no suponía ningún peligro para una lengua materna prestigiada y propia de los poderosos. A estos chicos no se les podía ni se les pretendía hacer sentir
como culpables ni invasores ni guerreros de ningún ‘conflicto’ contra
la tierra en la que vivían. Su decisión había sido libre, no impuesta. Su
fortaleza cultural les hacía invulnerables.
Pero los niños hispanohablantes que no tienen más posibilidades
que la enseñanza pública o la vigilada concertada, no pertenecen en
Cataluña a las clases dominantes, sino a la de los trabajadores más humildes, muchos de ellos salidos de sus pobres tierras entonces sin más
formación que las primeras letras, cuando no directamente el analfabetismo. No pueden protegerse detrás de una cultura que no pudieron traer, y su dominio lingüístico ha sido bien escaso incluso en su
propia lengua, en la que nunca pasaron de un registro muy limitado y
dialectalizado, cuando no estrictamente vulgar. No han podido enseñar su lengua culta, porque no la poseían, a unos hijos a los que ahora
también se les niega en la enseñanza, mostrándosela como extraña,
ajena, impropia, indigna de amor y de respeto, única explicación posible para un niño ante el desprecio que percibe hacia su lengua y, por
tanto, hacia lo que él y sus padres representan. La inmersión lingüística roza aquí el genocidio cultural y puede terminar conduciendo a la
anomia, algo perfectamente estudiado por la sociolíngüística y que
14
La campaña publicitaria de una cosa llamada ‘Veu pròpia’ (Voz propia), agrupación de gentes que dicen ser ‘nous catalanoparlants’ (catalanohablantes nuevos, lo que nos recuerda a los ‘cristianos nuevos’)
y sentirse muy orgullosos del ‘castellà’ de sus padres, pero hablarlo sólo en su casa (el ámbito doméstico
de que hablamos en el texto), es altamente significativa del clima de culpa, purga y arrepentimiento subvencionadísimos que se está apoderando de Cataluña. Es la tragedia de una izquierda que colabora en la
reclusión (baño y cocina) de su lengua y sus orígenes.
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consiste en quedarse sin la lengua de origen, incapaces también, por
imposibilidad social, de acceder completamente al registro culto de la
nueva, de la impuesta. Es decir, sin llegar al pleno dominio de ninguna. Y si la excusa es que pueden ver la televisión, con lo que se ve en
la televisión, entonces ya no roza: es genocidio 15.
Por eso, los «pijoapartes», «els de fora», los venidos de fuera, los
castellanos (aunque sean de Orense o Teruel) no han tenido más remedio que renunciar a la «gran cultura», ya exclusivamente al servicio
del catalanismo, y refugiarse en esa nuevas formas de contracultura
que son las músicas y las literaturas callejeras, el rap, el hip-hop, la impostación de las formas de expresión de las clases humildes norteamericanas, hoy reforzadas por algunos de sus más ilustres imitadores
en forma de bandas hispanas. O como dicen ellos, latinas, en esa curiosa forma de diferenciarse de nosotros cuyo origen desconocen.
Ojalá me equivoque, pero creo que lo que están consiguiendo con
la inmersión y otras medidas neonazis (las oficinas de delación, a las
que llamaremos checas.cat, el nombramiento de comisarios en los centros de enseñanza y la participación de los alumnos en el control lingüístico 16, o la obligatoriedad con que el nuevo Estatuto viene a consagrar la oficialidad del pretendido monolingüismo 17) es crear una
15
Cuando reviso estas palabras para su publicación, varios meses después de su redacción y lectura
en el «Homenaje a Juan Ramón Lodares», ha visto la luz en el diario El Mundo un reportaje sobre la inmersión en el que se informaba, para la generalidad de un pueblo español que llevaba muchos años mirando
para otro lado, de la realidad de la misma, de la prohibición del uso del castellano en la enseñanza, y de
cómo, con desvergüenza infinita, la Administración educativa nacionalista justifica la no impartición ni siquiera de una mera asignatura de lengua castellana en los primeros años de la enseñanza, bajo la especie
de que estudiando las «estructuras comunes» (o sea, el catalán) y usándola en Gimnasia y Talleres ya van
que se matan los ‘pijoapartes’. Igualmente, gracias al mismo diario, hemos sabido también de la escandalosa y totalitaria inspección ordenada por la Generalitat de los expedientes confidenciales de un hospital,
para saber en qué lengua hablan los médicos con sus pacientes y en cuál redactan sus informes los profesionales de la medicina. En cualquier sitio decente habría tenido que dimitir el Gobierno en pleno. En Cataluña, la mayor parte de los medios de comunicación lo han ocultado. (Eso es lo que se llama «El oasis catalán», Josep Clemente, Edit. Espejo de Tinta, Madrid, 2005).
16
En los institutos se ha creado una categoría nueva a la que llaman LiC (Llengua i Cohesió), en la línea
de lo que relatábamos más arriba, que es el funcionario encargado de vigilar los usos lingüísticos y coordinar a los alumnos que han de dar parte de la lengua utilizada por los profesores.
17
El nuevo Estatuto consagra cuanto llevamos dicho al establecer que el catalán es la lengua común y
preferente, «independientemente de la lengua materna y de uso de los ciudadanos». O sea, nos importa un
pijo cuál sea su lengua: aquí se habla catalán, porque, y esto es lo tragicómico, queremos «vivir en catalán». Es decir, extirparnos la lengua impura, no saber siquiera que existe, puesto que ese absurdo derecho
excluye, obviamente, el que sería igualmente absurdo derecho de los otros a «vivir en castellano», pero
que ningún castellanohablante reclama. Lo que realmente querían era establecer derechos incompatibles, impedir la convivencia anulando la naturaleza bilingüe de Cataluña, acabar con el derecho de todos
a convivir en las lenguas de todos, partiendo de la materna de cada uno, y así establecer a través de la
184
LA
INMERSIÓN LINGÜÍSTICA DEL DR.
JEKYLL Y
MR.
HIDE / JAVIER ORRICO
Cuadernos de pensamiento político
escisión en Cataluña que no existía hace veinticinco años, cuando mi
amigo Oriol, más catalán y más del Barça que Núñez en pleno llanto,
me llevaba a ese maravilloso templo que es el Camp Nou a que yo, un
madridista seguidor de Pirri, gozara con la consecución de la Recopa
para un Barça que entonces era aún, antes de este funesto pancatalanista de Laporta, un equipo de España. Y que no falle el fútbol, porque
entonces sí que no quedará nada entre las dos Cataluñas que Huguet
predice enfrentadas. Tampoco se engañen mucho: en su obsesión antiespañola, de lo que no parecen haberse dado cuenta es de que hoy
Mr. Hide ni siquiera es ya español.
lengua una identidad amputada, una prevalencia étnica, un dominio de clase. Un sistema que, además, a
la larga, y ellos lo saben, sólo podrá sostenerse a través de una independencia de hecho que haga imposible todo intento de rehispanización a través de la lengua castellana. Constitucional como una patena.
ABRIL / JUNIO 2006
185
Nueva Revista
DE
POLÍTIC A , C U L T U R A
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la actualidad bien pensada
a lo largo de más de 100 números
Si «los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo» (Tractatus, 5.6), los ensayos,
poemas y relatos de Nueva Revista buscan ampliar
el horizonte de comprensión de la actualidad para
lograr una lectura sin fecha de caducidad.
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Antonio Fontán
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Cuadernos de pensamiento político
Cambio de destino. Memorias
UIS
VALVERDE
JON JUARISTI
Cambio de destino. Memorias
Seix Barral. Barcelona, 2006
La fotografía de la portada de Cambio de
destino muestra a Jon Juaristi en el
equipo de baloncesto del colegio; un
retrato de grupo en los campeonatos
escolares de Vizcaya de 1965. Uno tiene
la tentación de interpretarla, porque
sospecha que la elección ha sido cuidadosa y encierra claves y secretos capaces de desvelar algo de lo que Juaristi
ha venido a ser para la opinión pública.
El público, situado al fondo de la imagen,
casi desvaído; filas de espectadores que
parecen idénticos –corbata (formalidad),
impermeable (aislamiento del entorno),
las manos en los bolsillos (pasividad ante
lo que ocurre)–, que limitan el campo de
juego y que en ocasiones miran para
otro lado –con frecuencia hacia el cielo–
como desentendiéndose del espectáculo que tiene lugar ante ellos y en el
terreno que demarcan con su presencia.
Y uno piensa: «Claro, el público es como
el nacionalismo vasco». Y Juaristi empa-
redado entre el entrenador del equipo y
un «armario» que probablemente le
dobla en peso y corpulencia y que
exhibe una mueca entre soberbia, divertida, desafiante y estulta, como si se relamiera al pensar en el combate que está
a punto de iniciarse y no tuviera ni la
menor duda de su papel en él. Ambos
forman una barrera y flanquean a un
Juaristi que parece querer zafarse, tímidamente, mediante una levísima inclinación adelante y un visaje –los ojos cerrados– que sugiere ensueño, la mente
ausente. Y de nuevo: «El entrenador es
como la representación de la tensa
paternidad que Juaristi retrata en sus
memorias; el tipo de gesto soberbio y de
bíceps braquiales descomunales es la
violencia, es ETA. Ambos atrapan a
Juaristi, lo obligan a formar parte de un
juego que ni entiende ni disfruta, un
juego del que quiere escapar imaginando otros lugares y otros momentos».
ABRIL / JUNIO 2006
187
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
No obstante su incomodidad, el equipo
sólo lo forman doce y él está entre ellos,
aunque juegue poco: «Algo lo forzaba a
estar ahí. No quería estar pero tampoco
faltar, una extraña relación entre el amor
y el odio que más tarde modificará a
favor de éste». Y, finalmente, como
cubierta del libro una fotografía deportiva de alguien que afirma no sentir gran
pasión por los deportes, que casi
lamenta haber sido socio del Athletic
Club de Bilbao; una fotografía practicando un deporte de equipo y en pantalón corto de quien durante años hubo de
compensar mediante ayuda médica una
deficiente formación de las piernas,
«congénita», luego corregida y sobrecompensada mediante el escultismo, y
declara haber buscado actividades
deportivas marginales y solitarias cuando tuvo que hacerlo: «Con ello Juaristi
pretende justamente indicar que se trata
de una fotografía con truco, que evoca
algo más allá de lo aparente, porque al
lector no se le puede olvidar la enfermedad que padeció siendo niño ni sus
reiteradas reflexiones sobre el deporte.
Esto es lo que nos permite detenernos
en la fotografía y encontrar su significado alegórico sobre la paternidad, la
violencia, el nacionalismo y la dificultad
de escapar de él».
Todo eso es posible. Y también que la
fotografía haya sido elegida por el diseñador de la cubierta para mostrar un
Juaristi íntimo y niño y sugerir que encontrará su biografía en el texto. Aunque es llamativo que sólo haya una más,
un Juaristi «de carné», de hoy, en la
solapa.
188
RESEÑAS
Ambas ilustran el cambio de destino: un
hombre adulto en un retrato de niño que
ya no dice nada sobre él y por eso lo dice
todo: Juaristi escapó del destino. Y al
hacerlo negó el concepto mismo de
destino y obligó a quienes se embozan en
él para explicar su crimen o su complicidad a enfrentarse a su responsabilidad
personal en lo que el País Vasco es hoy.
Incluso su militancia en ETA fue un acto
deliberado –un error, en todo caso, pero
fruto de una elección, y por haberlo sido
puede ser luego contemplada como un
error «propio», un avatar de la vida de
uno mismo, no un estigma de los vascos,
sino una estupidez y un delito de unos
cuantos que son útiles para muchos.
Gentes como Juaristi, que pueden exhibir fotografías, credenciales, cicatrices,
filiación y motivos, y que, no obstante, se
plantan, miran el mapa y eligen viaje y
medio de transporte según su gusto y
conveniencia, deben de ser una pesadilla para cualquier nacionalista. Juaristi
era uno más, eso es lo que la fotografía
muestra. Cuesta identificarlo. Y dejó de
ser uno más, cambió su destino; eso es
lo que muestra él al hacer memoria
(aunque sitúe la elección del título en su
cese como Director del Instituto Cervantes por el Gobierno socialista en 2004). Y
es lo que muestran algunas de las escritas por quienes militaron en ETA y la
abandonaron, memorables alegatos contra la idea del destino o de la predestinación, brillantes apologías de la libertad
personal y ejemplos de su provecho (Teo
Uriarte, por ejemplo, con quien Juaristi
habla y discute amistosamente en
Cambio de destino; especialmente impor-
Cuadernos de pensamiento político
tante es su discrepancia sobre el sentido
y la idea del nacimiento de ETA, para
Juaristi, un producto nacionalista destinado a hacer perdurar el franquismo y los
privilegios que concedió al empresariado
vasco) (99-101). Lo tiene todo para ser de
la tribu, pero «decide» dejar la tribu.
Su querencia por el psicoanálisis quizás
manifiesta el deseo de no dejar nada por
elegir; de que nada en su movimiento
espiritual sea pura inercia originaria
sino elección consciente, voluntariedad.
Juaristi no sólo hace memoria, sino que
se hace cargo de sí mismo, se afirma o
se niega, porque es libre. Y si él lo es, el
nacionalismo es mentira. Por eso, el
nacionalismo «necesita» que Juaristi
sea un traidor, o un vendido, o cualquier
cosa que permita interpretar su vida
como un devenir despreciable y no
excelso, como una degeneración y no
como una ascesis.
Frente a la necrolatría nacionalista, la
filología. Juaristi revuelve los cajones y
los armarios del nacionalismo y, finalmente, termina por encontrar lo que
busca. Cuando hace filología pretende
mostrar mucho más que el sentido de
una palabra. Pretende mostrar que es
posible buscar y encontrar a las palabras un sentido diferente del que la
cosmovisión nacionalista les otorga
–incluso oficialmente, administrativamente– y que ése suele ser un sentido
simple y humano. El Juaristi filólogo es
esencialmente un desmitificador, un
«humanizador» del lenguaje, descubre
su humanidad. Cuando lo hace con la
lengua vasca, pulveriza el mito tribal
porque establece un vínculo ancestral
pero común (de pura humanidad) entre
las lenguas y quienes las hicieron, y
desvela la pretensión política de la filología nacionalista. Por eso –como afirma
al referirse al alcance de una ponencia
presentada en el IV Congreso Internacional del Romancero en 1982, en la
Universidad Autónoma de Madrid– la
cuestión no es baladí, porque «se jugaba
en ella la posibilidad de entender la literatura en eusquera como incursa en el
devenir general de las literaturas románicas de su entorno o, por el contrario,
plegarse al mito nacionalista de la unicidad de la literatura en vascuence, tan
distinta de la española o la francesa
como la china» (351). Si eso importa es
también porque el nacionalismo entiende ese hecho como «prueba» sobre las
personas mismas, y extrae de ahí «motivos» para impulsar un programa político
que restaure una situación originaria
sobre quienes ahora están vivos. Juaristi toma la palabra en el sentido ordinario, y «toma» también la palabra como
se toma una fortaleza, la asedia y la
rinde, y libera a quienes moran en ella
de la servidumbre nacionalista, les ofrece otra jurisdicción, otra vida, otra patria. Ciudadanía.
En algún sentido, es posible que el origen
del estudio sobre el eusquera de Juaristi
pueda ser visto como un intento conciliador, una tentativa de resolver la tensión
entre el deseo de poder elegir y la esclavitud nacionalista, quizás fundamentada
en la errónea percepción inicial del
nacionalismo como algo «equivocado» y
por tanto «corregible», rectificable si se
presentan las pruebas del error. Había,
ABRIL / JUNIO 2006
189
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
quizás, una razón muy personal, familiar,
en este empeño. Luego, Juaristi parece
ir abandonando toda esperanza y constatando que el nacionalismo no es reformable ni acepta enmiendas, sino que
necesita humillar y mortificar cuanto
puede a quienes disienten o se apartan
del canon. Hubo, creo, en Juaristi una
bondad, una misión redentora del nacionalismo que éste nunca apreció sino que
condenó y sancionó incluso con la
muerte. Esa ternura la reserva ya para
muy pocos afortunados. Hay un descreimiento de la mera posibilidad de la
redención «católica», universal, y una
asunción, a veces acerba, de que hay
cosas y gentes que no tienen remedio
posible. Y, paradójicamente, una aproximación no sacrificial (es recurrente la
aversión de Juaristi a todo lo que «exige»
sacrificio) o impuesta a Dios: la religión
como alianza, como pacto. Una suerte de
contractualismo liberal en otro plano, en
otra dimensión, que sólo se entrevé.
«Cambio de destino» es una expresión
con sentido administrativo; pero es sobre
todo una paradoja que anula la pretensión nacionalista. Si el destino se
cambia, el destino, en sentido fuerte, no
existe. No hay estigma sino decisión,
elección y responsabilidad. Y se debe
exigir. A veces parece que Juaristi ha
escrito estas memorias sin ánimo de
contarnos su vida salvo en lo que es
necesario para mostrar que la ha elegido
él. Y ése es su principal valor. Porque así
lo ha querido.
M IGUEL ÁNGEL QUINTANILLA
NAVARRO
190
RESEÑAS
Informe sobre
la decadencia
de Cataluña
reflejada en su
Estatuto
ARCADI ESPADA
Informe sobre la decadencia de
Cataluña reflejada en su Estatuto
Espasa Calpe, Madrid, 2006. 238 págs.
Arcadi Espada mantiene en internet
(www.arcadi.espasa.com), desde el 1 de
enero de 2004, unos diarios, bitácora o
blog. Desde entonces Espada ha publicado en esta página un nuevo texto cada
día. Se trata, probablemente, del blog
político más interesante y más visitado
de España. Fruto de él ha sido su segunda entrega de Diarios, la referida a 2004
(la primera, de 2001, ya había sido un
excelente ejemplo de la brillantez del
autor a la hora de analizar el trabajo del
periodismo en España).
Este magnífico Informe sobre la decadencia de Cataluña es el segundo libro
(esperemos que no el último) de Arcadi
Espada que se nutre de los textos previamente «colgados» en sus páginas de
internet. Entre el 1 de octubre y el 10 de
noviembre de 2005, el periodista publicó,
bajo el título genérico de Esfuerzo y melancolía sus comentarios sobre la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña que el Parlamento
regional había aprobado el 30 de septiembre. Con pequeñas correcciones,
Cuadernos de pensamiento político
este libro recoge la totalidad de estos
comentarios y el texto aprobado en Barcelona.
Aunque en el momento de escribir esta
reseña la propuesta está en fase de discusión en comisión parlamentaria en el
Congreso, tanto el informe de la ponencia como lo que han dado de sí los primeros debates en comisión no hacen sino
reforzar el análisis de Arcadi Espada.
Ya en el primero de los textos aparece el
gran protagonista de este libro. El muñidor, autor colectivo del Estatuto. En el
tercero aparece una explicación muy
reveladora. Acerca de la expresión construcción nacional en el preámbulo,
Espada afirma: «La incrustación inesperada prueba que el Estatuto no ha sido
escrito, sino muñido. Prueba la ausencia
de un punto de vista, de una inteligencia
política, incluso de una inteligencia. De
un hombre que levanta la pluma ante el
mazo de hojas y designa el mundo. En el
caso concreto de la construcción nacional prueba incluso una incredulidad
fundacional, un vertiginoso ataque de
realismo». Su juicio acerca del protagonista no es muy favorable: «El muñidor es
torpe, asintáctico y amoral y su trabajo
es el reflejo de una época en que las
leyes no están hechas de palabras sino
de gestos».
Sin ánimo de ser exhaustivo –no olvidemos que se trata de 226 artículos, más
preámbulo y disposiciones adicionales,
transitorias, derogatoria y finales–, el
autor desmenuza muchas de las frases
de la propuesta. Desde el principio alerta
al lector sobre el desastre gramatical del
texto legislativo: «Me conformaría con
que el Congreso reformase la gramática
del texto. La moral mejoraría imparable»
o «La democracia catalana no incluye, y
es una desgracia, el derecho a la gramática», pero también sobre problemas de
mayor calado: «A siete párrafos, ya se
vislumbra que el problema mayor del
Estatuto no es su inconstitucionalidad.
¡Acertó el caballero!: es su in-sus-tancia-li-dad», o «Qué duda cabe de que no
hay una sola frase en el Estatuto que
pueda promulgarse. Pero su valor como
Informe General sobre Cataluña es ya
inextinguible».
Conocida la trayectoria antinacionalista
de Arcadi Espada (uno de los promotores más conocidos del nuevo partido
Ciutadans de Catalunya), poco puede
extrañar que las críticas más agudas las
dirija hacia lo que tiene la propuesta de
álbum del imaginario nacionalista catalán. Respecto al uso y abuso del término
derechos históricos, afirma: «se trata de
una fuente de legitimidad predemocrática con la que el nacionalismo pretende
corregir la soberanía de los ciudadanos
y establecer axiomas de gobierno que ni
la razón ni la democracia alcanzan a
verificar». En cuanto a la cuestión lin-
ABRIL / JUNIO 2006
191
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
güística no es menos demoledor. Si en la
propuesta se afirma que Cataluña aporta
«el catalán como lengua propia y común
de toda la ciudadanía con independencia de su lengua de origen y uso habitual», el comentario del autor es que
«Basta exponer este ejemplo para ver
hasta qué punto el Estatuto es una imposición sobre gran parte de los ciudadanos catalanes». En uno de los capítulos
escribe Espada sobre el debate de toma
en consideración de la propuesta en el
Congreso de los diputados. Así describe
la actitud de algunos de los intervinientes: «Un filólogo de izquierdas que dice:
‘Cataluña es una nación. No hay ley
capaz de restringir los sentimientos’ (...).
Una mujer de izquierdas que (...) añade
que el franquismo la echó de su pueblo
y que Cataluña (donde el franquismo no
tenía jurisdicción moral) entonces la
acogió. Y en cuya cabeza cabe que la
Inquisición se instaurara en el siglo XIX.
Y que no es Carmen Calvo. No es un
lapsus. Es una cabeza de izquierdas. Y,
por último, un hombre que cita tres
instantes: la Revolución americana, la
Revolución francesa y las Cortes de
Cádiz para apuntalar su pensamiento
(...). El debate de ayer sólo dejó claro qué
es el nacionalismo español. El nacionalismo español es el presidente del Gobierno reconociendo la identidad nacional de Cataluña y poniéndose a ello. O
bien: el jefe de la oposición oponiéndose.
Pero ¿cómo oponiéndose? ¿Ledesma,
Giménez, acaso Ortega... el peor Azaña?
Nada de eso: Jefferson».
A pesar de que en el art. 139.1 de la Constitución se establece que «Todos los
192
RESEÑAS
españoles tienen los mismos derechos
y obligaciones en cualquier parte del
territorio del Estado», la propuesta de
Estatuto incluye todo un título de derechos y deberes, sobre el que el autor
opina que «El capítulo de derechos es
una de esas joyas infatuadas del texto
estatutario sobre la que nada hay que
discutir excepto su presencia». Pero la
tentación es excesiva y sí que discute.
Uno de los mejores pasajes es aquél
donde se comenta el artículo en que se
dice, literalmente, que todas las personas «tienen derecho a gozar de los recursos del paisaje en condiciones de igualdad». Las apostillas de Espada no tienen
desperdicio.
«Nunca nada tan ridículo (¿sí....?) dio
tanto que hablar. Ni me ocupó tanto. Pero
hay que vaciarlo hasta la última palabra.
Sólo ese gesto puede devolvernos la
dignidad que nos ha arrebatado el muñidor, transformar su profundo desprecio
por las palabras, las leyes y los ciudadanos en algo fértil, aunque sea al cabo de
mucho tiempo. Toda la profunda crisis de
la política está en este texto, en su impunidad ética y gramatical». Con estas palabras el autor deja constancia de su gran
malestar ante la lectura del absurdo texto
estatutario. El carácter ya mencionado
de informe general, informe sobre la
decadencia política de una región que en
tantos aspectos ha estado durante
muchas décadas a la cabeza de España
en tantas cosas. La ininteligibilidad de las
frases que componen la propuesta es tal
que políticamente permitirían hacer cualquier cosa. La ironía de Arcadi Espada y
la permanente sonrisa que provocan sus
Cuadernos de pensamiento político
comentarios sólo muy superficialmente
esconden la melancolía que genera ser
consciente de lo bajo que han caído los
dirigentes políticos no sólo catalanes,
sino españoles en general, al fomentar,
impulsar, redactar, aprobar y, en definitiva, muñir, este esperpento legislativo
cuyas consecuencias políticas para el
futuro de España son difíciles de imaginar. En todo caso, no podrán ser buenas.
IGNACIO FERNÁNDEZ BARGUES
Diccionario
de adioses
GABRIEL ALBIAC
Diccionario de adioses
Seix Barral, Barcelona 2005
Cuando el lector se acerque a este libro,
experimentará la sensación vertiginosa
de saber de antemano que está ante la
notificación de un trágico desenlace. A
medida que avance en su lectura irá
descubriendo las distintas voces que
tejieron el trágico final. No habrá de
seguir, sin embargo, un progreso lineal,
las nueve voces que recoge este diccionario están ordenadas a un alfabético
azar: «Escribir»; «Exilio»; «Idénticos (Los):
Nacionalismos, socialismos, fascismos»;
«Idolatrías»; «Judeofobia (De Dreyfus a
Yenín)»; «Nada: Muerte, guerra, política»;
«Revolución»; «Revolucionario» y «Terror(ismo)».
A su vez, cada una de estas nueve entradas se compone de un número variable de breves ensayos, en los cuales
confluyen distintas referencias filosóficas, literarias y políticas. Cada entrada
del diccionario recoge, así, una personal
y reveladora selección de citas. El lector
no debe sentirse abrumado por ello. Al
contrario, es la original relación de referencias la que hace que los términos
estudiados adquieran un sentido y un
significado más profundo en Diccionario
de adioses que en un diccionario convencional. Esta característica está íntimamente relacionada con el hecho de
que, efectivamente, sea un diccionario
de adioses.
Nada más comenzar, en el prólogo, se
advierte al lector: «Es tiempo de sabernos naturalezas muertas. Cayó el Muro.
Nos quedamos sin palabras. Fue lento. Al
principio, ni nos dimos cuenta. Dos siglos
se cerraban sobre nuestros despojos. La
era de la revolución (…). Y un día percibimos que lo que nuestra voz decía no
significaba ya nada» (p. 9). En este diccionario se nos presenta el significado de
las palabras que conformaron aquel
mundo al que pertenecía el autor. En el
mundo ahora presente ya no tienen
sentido. De ahí que cada entrada del
diccionario sea, a la vez, una despedida
y un recordatorio.
Pueden percibirse desde un principio el
tema y el tono que caracterizan todo el
libro. Al lector habitual de Albiac sin duda
le resultarán muy familiares, pues se
trata de un tema ya abordado en novelas
(Ahora Rachel ha muerto o Últimas voluntades) cuyos personajes son náufragos
ABRIL / JUNIO 2006
193
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
de un mundo que se perdió y los dejó
instalados en un escenario en el que no
son sino impostores. Y especialmente en
la última, Palacios de invierno, que trata
sobre aquella generación que en toda
Europa vivió en el mito de la insurrección
armada. O dicho en palabras tomadas de
Diccionario de adioses: «En suma, la
tragedia generacional se cifra en eso.
Los grupos armamentistas que nacen en
Europa tras el 68, se sueñan revolucionarios, ajenos al reaccionario horror de
los regímenes despóticos del Este. Y un
día despiertan descubriendo que no han
sido, desde el primer día, otra cosa que
agentes suyos» (p. 406).
Las voces recogidas en este diccionario
no son sino los epitafios que despiden y
recuerdan una época comprendida entre
la Revolución Francesa y la caída del
Muro de Berlín. Pero en Diccionario de
adioses no sólo se hace inventario
arqueológico o lingüístico de los textos
que marcaron aquella época, sino que se
realiza, al mismo tiempo, la autopsia del
cadáver del propio autor. Albiac confiesa
al lector el momento exacto en el que su
biografía y el destino fatal de la historia
coincidieron y se identificaron: «Recuerdo esa novela, que me marcó cuando yo
debía tener unos quince años y ni
siquiera soñaba con ser comunista. Todo
el mundo la conoce: aun los que no la han
leído. Narra la noche oscura de un alma
condenada a muerte. Rubachov (amalgama, bien tejida por el novelista, de
Trotsky, Bujarín, Rádek), antiguo dirigente
insurreccional bolchevique, torturado por
los camaradas en un secreto calabozo
estaliniano, aguarda su condena como
194
RESEÑAS
enemigo del pueblo (…). Sospecho que,
en ese instante de lectura, allá por mis
tan ignorantes quince años, decidí –paradoja–, sin saberlo, ser uno de ellos, perecer con ellos, y hacer perecer conmigo
al mundo (…) lo extraño, lo verdaderamente extraño para mí, es que yo decidí
ser comunista, a los quince años, leyendo ese pasaje» (p. 289).
Nos escribe, por tanto, alguien cuya biografía ha sido interrumpida, quien no ha
podido consumar el relato basado en la
épica revolucionaria y ya nunca podrá
hacerlo, pues se ha derrumbado la época en la que la biografía de un filósofo
militante o intelectual comprometido
adquiría sentido y significado. Esta circunstancia lleva al autor, a lo largo de
todo el libro, a recurrentes reflexiones
sobre el significado no meramente biológico de la muerte. De tal forma que
temas como la soledad o la pérdida de la
propia identidad, la angustia o el vacío
ocupan gran parte del texto. Con especial y fragmentada atención se detiene
en la experiencia del exilio, glosando la
preferencia de Sócrates por la cicuta
antes que el ostracismo, analizando el
personaje de Ottavia en la ópera de
Monteverdi La coronación de Popea,
citando una carta de Maquiavelo desde
su exilio y comentando el poema de
Saint-John Perse Exile.
Esto no quiere decir que Gabriel Albiac
caiga en un tono nostálgico o melancólico. Su prosa es pura y lisamente testamentaria. Adopta, así, un tono muy querido por el autor, el de Chateaubriand en
Memorias de ultratumba: «He visto terminar y comenzar un mundo». Aunque sabe
Cuadernos de pensamiento político
que es imposible, parece ser ésta su
última ambición: escribir el instante
mismo de la muerte, como un espectador que se contemplase a sí mismo
durante el hálito definitivo.
El autor nos invita a una contemplación
reflexiva, sin emoción. En ninguna de sus
afirmaciones lapidarias o de sus matices
cruciales encontrará el lector valoración
alguna, moral, sentimental o estética. No
comparte el lamento del Hiperión de
Hölderlin: «Siempre que el hombre ha
querido hacer del Estado su cielo, lo ha
convertido en su infierno». Simplemente
constata lo fácil que es el descenso a los
infiernos, citando a Virgilio –«Facilis
descensus Avernus»– y observando el
reflejo de esta misma idea en la novela
de Conrad Lord Jim y en el poema de
Aragon Las habitaciones.
Después de que la humanidad haya
descendido a los infiernos, después del
Terror Revolucionario, después de la
Gran Guerra, después de Auschwitz,
después del Terror Rojo; después, sólo
quedan testimonios biográficos que
adquieren irremediablemente un tono
testamentario, aunque se haya quebrado ya aquella última voluntad. Cita Ga-
briel Albiac a dos testigos privilegiados,
a Chateaubriand en 1833 –«Me he mezclado con la paz y con la guerra»– y a
Guy Debord en 1989 –«En toda mi vida no
he visto más que tiempos de desorden,
desgarros extremos en la sociedad e
inmensas destrucciones; yo he participado en esos desordenes»– (p. 301).
Estos dos epitafios recuerdan y despiden lo ocurrido entre la Revolución Francesa y 1989. No espere el lector encontrar algo más.
Para Albiac, lo ocurrido no tiene mejor
explicación que la que puede hallarse en
una tragedia clásica o en una novela
negra del siglo XX. En el mismo nacimiento está inscrita la desdicha del
hombre que surge con la Modernidad.
Siguiendo a Carl Schmitt y a Clausewitz,
subraya que la política y la guerra modernas carecen de finalidad moral y que
únicamente se rigen por el objetivo de
derrotar al enemigo: «No hay política
humanista en la cual no lata la tentación
del genocidio. Puesto que el enemigo en
una utopía fundacional del hombre nuevo
no puede sino ser aquello, por definición,
ajeno a lo humano: lo inhumano, de cuya
depuración perfecta pende la salvación
de la especie» (pp. 228 y 229).
Dentro de la entrada «Revolucionario»,
bajo el epígrafe «Encore un effort, camarades», se muestra al lector cómo en el
nacimiento mismo de la Revolución Francesa estaba ya escrito el destino de
terror y destrucción en el que habría de
derivar toda revolución. A través del testimonio de Condorcet, Condillac, Lenin y
Mao Tsé-Tung, puede el lector comprender que la legislación revolucionaria
ABRIL / JUNIO 2006
195
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
basada en la excepcionalidad podía justificar y justificó cualquier crimen. El surgimiento de revolucionarios y terroristas
no es sino la mera consecuencia.
La paradoja implícita en toda revolución
–nunca puede darse por terminada si se
quiere llegar hasta el final– hace inevitable la espiral de terror contra sus enemigos. Se torna, así, necesaria la exaltación
del odio y la consagración de la desdicha, del mal. Robespierre institucionalizará la Fiesta de la Desdicha, Lenin y Che
Guevara abogarán por el odio como arma
revolucionaria. Y el revolucionario, como
dejó reflejado Malroux en La condición
humana, deseará su propio sacrificio.
En Diccionario de adioses, el lector
encontrará desarrollado todo ello en las
entradas «Revolución» y «Revolucionario», sin embargo, el diccionario termina
con el término «Terror(ismo)», sin definir
qué es un terrorista. En principio, podría
deducirse que revolucionario y terrorista
son lo mismo, apoyándose en afirmaciones como: «Producir terror –y, en el
límite, ejemplificarlo dando muerte– para
fingirle al yo una identidad: no existe una
identidad que no sea terrorista: es el
descubrimiento político de la era madura:
de Machiavelo a Lenin» (p.201) o «Terror
es, histórica y lexicográficamente hablando, sinónimo de gobierno revolucionario» (p. 367).
Sin embargo, al acercarse al final de su
lectura, puede verse que, desde que ha
surgido el terror yihadista, ya no son lo
mismo. No hay margen para la duda a
este respecto: «Pero, seamos justos. No
insultemos al terrorismo, ese hijo desdichado –y, por supuesto, asesino– de la
196
RESEÑAS
Ilustración, amalgamándolo con esta
cosa» (p. 407). Probablemente, el lector
se quedará con el deseo de que Albiac
defina esta nueva forma de terror. Pero
esto ya es el presente, y no pertenece a
ese mundo del cual se despide escribiendo este erudito y múltiple epitafio.
JESÚS BARREIRO
Problema
Infernal
SAMANTHA POWER
Problema Infernal.
Estados Unidos en la era del
genocidio
Fondo de cultura económica, México 2005
Quienes analizan desde hace dos siglos
la conducta diplomático-estratégica de
Norteamérica, acostumbran a concluir
su trabajo con un irrefrenable deje de
frustración. Desde su fundación, Estados
Unidos ha oscilado entre el aislacionismo y el intervencionismo, entre la
necesidad de replegarse y dar la espalda a los problemas generados más allá
del Atlántico y la grandiosa misión de
ofrecer a otros la posibilidad de disfrutar del ideal democrático. Contradicción
heredera de la época de las Trece Colonias, que llega hoy hasta los albores
del siglo XXI.
Cuadernos de pensamiento político
No decidido resueltamente ni a lo uno ni
a lo otro, esta indefinición afecta hoy al
mundo entero. Como República, EEUU se
ve afectado por las rivalidades internas,
las pequeñas servidumbres democráticas, la tradición de su política exterior;
como Imperial, no puede evitar proyectar su poder hacia todos los continentes,
y con él, los ideales de los Padres Fundadores. Como República Imperial, no
puede dejar contento ni a unos ni a otros,
y convierte a la superpotencia en blanco
fácil de sus críticos, también en un mundo recién nacido que parece marcado
por el caos y la inestabilidad que explotaron en nuestros televisores el 11 de
septiembre de 2001.
Antes de que el 11-S despertara las conciencias norteamericanas acerca de las
dictaduras mundiales, el siglo XX fue el
siglo de las grandes ideologías; también
el de los grandes crímenes, en nombre
de la raza, del proletariado, del Estado o
de la religión. Acostumbrados a la realpolitik y a la guerra de gabinete, Estados
Unidos y Europa se veían de repente ante
nuevas y terribles realidades: la deportación, el Holocausto, el exterminio, las
fosas comunes. La técnica y la ideología
permitieron al hombre refinar la manera
de construir el infierno sobre la Tierra;
así, el siglo pasado inauguró la era del
genocidio. La misma parece gozar hoy de
buena salud.
El libro de Samantha Power es un necesario descenso al corazón de las tinieblas, a los agujeros negros de la humanidad del siglo XX, donde el horror
desatado por el hombre sobre el hombre
parece imposible de expresar: «Fueron
subidos a autobuses y llevados hacia el
sur; nunca más aparecieron» (Irak, 1983);
«¡en veinte minutos, podría matar hasta
1000 tutsis!» (Ruanda, 1994); «¡están
cayendo todos!» (Srebrenica, 1995). En
un recorrido por los santuarios del mal,
la autora muestra los agujeros negros de
la civilización humana; Treblinka, Tuol
Sleng, Halabja, Omarska o Kigali pertenecen ya a la parte más oscura del ser
humano, y como tal pasarán a la historia
de nuestro género.
Pero la historia del genocidio es también
la historia de la desesperación de aquellos testigos que denunciaban a voz en
grito las matanzas desde una lejana
aldea polaca o desde las orillas de los
Grandes Lagos. En la mente del lector
quedará la historia de Romeo Dallaire,
responsable de las tropas de la ONU en
Ruanda, que sólo una vez observó llegar
refuerzos occidentales a una Kigali ya
bañada en sangre. Vana ilusión; «recogieron a su gente, se dieron la vuelta y se
fueron». Durante un siglo, irse ha sido
una constante de unas potencias que
reniegan del riesgo y asisten impasibles
al sacrificio de cientos de miles de seres
humanos. 1915 inauguró un siglo de
muerte: «la falta de respuesta de Estados
Unidos a los horrores turcos estableció
modelos que se repetirían» (pág. 45).
Estados Unidos en la era del genocidio
es una crítica a la actitud norteamericana, y más allá de ella, a la de todas las
naciones civilizadas del planeta.
La obra de Power es un homenaje a
todos aquellos testigos incómodos del
crimen en masa, que lucharon para
denunciarlo y denunciar a quienes mira-
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197
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
ban para otro lado. Uno de estos perdedores en vida, Raphael Lamkin, acuñó el
término genocidio en los años cuarenta.
Testigo de los pogromos, Lamkin batalló
toda su vida por lograr la creación de un
tribunal internacional que denunciara y
castigara el crimen impune. El libro de
Power recorre las masacres del siglo
pasado al tiempo que la vida de Lamkin.
Recorrido dramático desde las selvas
camboyanas o las montañas kurdas a los
despachos de políticos y medios de
comunicación, que dejará en el lector un
amargo sabor de boca; «No sabíamos»,
son las palabras de gobernantes, funcionarios y élites políticas e intelectuales de
Estados Unidos y Europa cuando enfrentan su irresponsabilidad.
En su denuncia, Power es tajante; somos
responsables de nuestra incredulidad.
Occidente no ha conocido los crímenes
contra armenios, judíos, camboyanos,
tutsis y bosnios porque no ha querido
hacerlo; hacerlo lo hubiera puesto ante
una certeza y un imperativo moral insoportables: «No le creo. No quiero decir
que usted mienta, sólo digo que no puedo
creerlo», le responderá un juez de la
Corte Suprema al sacerdote católico Jan
Karski acerca del holocausto judío (pág.
67). Por eso, la primera y escandalosa
enseñanza que se desprende del libro es
la connivencia por omisión que Occidente realiza de los genocidios del
mundo: «de sus predecesores lo aprendieron todo (...) y del mundo externo
aprendieron la lección de la impunidad»
(pág. 598). Los genocidas del mundo,
desde Pol Pot a Sadam Hussein, juegan
con las cartas marcadas; Occidente se
198
RESEÑAS
quedará al margen, empantanado en
luchas internas, burocracia y relativismo.
El manual del genocida enseña a no
enfrentarse a las democracias occidentales, sino jugar con ellas, sonreír y estrechar una mano mientras se ejecuta en
masa con la otra. El genocida es el gran
cínico: «esto no es una deportación de
gente. Es una reorganización de la situación urbana» (Tareq Aziz, cit pág. 274)
Los devoradores de hombres del mundo
toman nota de las debilidades de Occidente, las emplean en su provecho y
desatan la pesadilla pidiendo vía libre:
«¿por qué le interesan tanto los armenios? (...) ¿por qué no nos deja hacer con
esta gente lo que nos plazca?» (Talaat a
H. Morgenthau, cit pág. 37). Cuestión que
los genocidas, en Turquía y Alemania
ayer o en Irak hoy, tienen bien aprendida;
la opinión pública de Europa y Estados
Unidos no soporta la sangre, menos aún
la de sus propios soldados. Somalia y
Ruanda debieron avergonzar a Occidente tanto como envalentonaron a
hutus y serbios. En lugar de ello, cegaron
a Occidente. Ceguera voluntaria que no
afecta sólo a políticos; se extiende a
funcionarios e intelectuales, a burócra-
Cuadernos de pensamiento político
tas y opinionmakers. Por eso la segunda
lección del libro de Power es que la lucha
contra el genocidio se libra en los medios
de comunicación y en los Parlamentos
de nuestras capitales, dispuestos siempre a desentenderse de los problemas
lejanos. Al genocidio se le vence en casa.
La tentación aislacionista que afecta
ocasionalmente a Estados Unidos, y que
hoy alcanza enfermizamente al Viejo
Continente muestra los riesgos más que
nunca; el 11 de septiembre de 2001 enseña que los genocidios del mundo estallan a la puerta de nuestras casas: «los
genocidas asignan responsabilidad colectiva del tipo más salvaje» (Power, pág.
609). Responsabilidad colectiva que reventó vidas españolas el 11-M, y que nos
recuerdan el legado de Sharansky; la
seguridad de Europa hoy se pone en
juego en regímenes indignos y regiones
caóticas e infernales, donde los genocidas campan a sus anchas y pretenden
seguir haciéndolo eternamente.
Power denuncia la razón de Estado que
no ve más allá de los meros intereses
económicos o estratégicos. Razón de
Estado que unida al pacifismo de nuestros días denuncia el recurso a la guerra
como algo irracional y carente de sentido; nada más «racional» que mantener
un statu quo que permite a los carnívoros del mundo matar y gasear impunemente, se dirá el lector al final de la obra.
Como afirma Power, «después de un siglo
de hacer tan poco por impedir, reprimir
y castigar el genocidio, los estadounidenses deben pasarse a las filas de los
irrazonables» (pág. 609). También los
europeos, en un momento en que éstos
parecen sentirse satisfechos de su
opulencia, aquejados de un fuerte hedonismo y relativismo, y convencidos de
que la sangre nunca llegará a salpicarles dentro de sus fronteras.
Por eso, a los españoles testigos del11-M,
de la Alianza de Civilizaciones y de la
defensa de cualquier cosa antes que del
recurso a la fuerza contra el criminal, les
vendrán a la mente las palabras de
Lemkin, dirigidas a un encuentro en
Madrid en 1933; «si sucedió una vez,
sucedería de nuevo. Si pasó allí, podía
pasar aquí» (pág. 51). Por eso, la pregunta a estas alturas no es «¿cómo pasó
aquello?», sino «¿dónde será la próxima
vez?», y sobre todo, «¿puede llamarse
civilizada una nación que permanece de
brazos cruzados mientras un infierno
sobre la Tierra se cierne sobre la vida de
cientos de miles de personas?».
ÓSCAR ELÍA MAÑÚ
Contra el eje
del Mal
W. KRISTOL & R. KAGAN (EDS.)
Contra el Eje del Mal.
Programa para la Pax Perpetua
Americana
Editorial Almuzara, 2005
El volumen que ahora nos ocupa luce en
la portada, en lugar destacado, además
ABRIL / JUNIO 2006
199
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
de título y subtítulo muy poco fieles con
respecto a su referente, una información
suplementaria no menos original que
reza: «La continuación de Peligros presentes». Es éste un rótulo que provoca
una lectura equívoca: o bien lo interpretamos como el anuncio de una silenciada
colección en marcha que ha llegado a su
fin, o también, como una advertencia en
el sentido de que la serie continúa… Se
diría que el misterio y la ocultación siguen primando en esta segunda entrega
sobre la decidida y transparente voluntad editorial de poner a disposición del
público un producto íntegro, sin aditivos,
pero asimismo sin amputaciones, que le
permita conocer sin ambages qué es lo
que está adquiriendo. En un número anterior de la revista (Cuadernos de Pensamiento Político, nº 7), a propósito justamente de la recensión de la primera
parte del libro de W. Kristol y R. Kagan,
llamábamos la atención sobre esta circunstancia, desgraciadamente tan habitual en la edición española como
confundidora para el lector, por no decir
engañosa, consistente en ofrecer separada o troceada la versión en español de
textos originales; un extremo éste, por
cierto, que sólo se hace constar, y no
siempre con claridad, cuando la operación ya está en marcha. Semejante práctica de distracción de textos adquiere
tintes casi de escándalo cuando afecta
a una obra especialmente importante y
que además se halla penetrada de viva
actualidad y enfrascada de presente,
como es éste el caso.
La obra fundamental a la que nos referimos –Present Dangers: Crisis and Oppor-
200
RESEÑAS
tunity in American Foreign and Defense
Policy (Encounter Books)– constituye, en
efecto, todo un clásico de teoría y práctica política contemporánea publicado
originalmente en el año 2000 (es decir,
antes de los ataques terroristas del 11 de
Septiembre de 2001) que contiene las
líneas maestras de una doctrina relevante, conocida como «neoconservadora», o, a veces, en un tono displicente,
simplemente, como «neocon». William
Kristol y Robert Kagan coordinaron en
ese volumen colectivo un trabajo, si no
exhaustivo y definitivo, sí preciso y clarificador y, sobre todo, en el momento
oportuno: antes del desastre. Esta meritoria iniciativa ha sido proseguida con
nuevos análisis individuales y en colaboración, en los que dichos personajes
continúan ocupando un lugar preferente.
Más allá de etiquetas, estamos hablando
de un movimiento intelectual poderoso e
influyente que, procurando dejar atrás
tentaciones aislacionistas, inercias pragmáticas y desavenencias domésticas, se
toma en serio las amenazas contra la
libertad, la democracia y la estabilidad
mundial, creyendo que en tal horizonte
espesado de nubarrones, la superpotencia que representa Estados Unidos,
principal valedora de estos principios y
valores, no puede mantenerse apática,
sino que, por el contrario, debe estar a la
altura de las circunstancias y hacer algo
al respecto.
Como respuesta a esta seria preocupación, surge el proyecto del Comité del
Peligro Presente, concebido inicialmente en los años 50 del siglo XX como
reacción a la presión y la propaganda
Cuadernos de pensamiento político
comunista a escala internacional. Desde entonces, el Comité, compuesto por
notables personalidades del mundo intelectual y político norteamericano –asimismo, de ámbitos aliados y, preferentemente, amigos–, ha debido reactivarse
en función de la virtualidad y efectividad
de los peligros presentes en cada momento, procurando poner al día sus objetivos inaugurales y la agenda de actividades. Hablamos, en consecuencia, de
una iniciativa estratégica ambiciosa y de
largo alcance, no subordinada ni limitada a urgencias puntuales y objetivos
concretos, sino definidora de una línea
de deliberación, cálculo y acción tendente a frenar las amenazas totalitarias
emergentes, ya en curso, o anticipándose a ellas: sea como respuesta al totalitarismo nazi, comunista e islamista, sea
a propósito de todos aquellos otros que
puedan forjarse, o estén ya armándose
en las calderas y los generadores de la
fragua liberticida. Se trata, en suma, de
identificar, en cada momento y situación, la faz del Mal, para, a continuación,
vencerlo.
La «voluntad de poder» contenida en
este programa de intervención se nutre
de la firme conciencia de estar en la
actitud correcta, en el camino recto y de
parte de los principios y valores que
favorecen un modo de vida con el mayor
grado posible de libertad, justicia y felicidad para los individuos. Tal convicción
se afianza, ciertamente, en una profesión de fe, pero, por encima de todo, en
la constatación de un hecho histórico,
de una realidad empíricamente verificable, a saber: se huye de las dictaduras
y las tiranías, no de las democracias
liberales; y a éstas, y no a aquéllas, se
dirigen las miradas y los pasos de las
gentes que aspiran a una existencia
digna. Esta voluntad de prevalecer, influir y, antes que nada, protegerse, asume así un destino universal de enfrentamiento sin evasivas contra aquellas
fuerzas que, alimentándose del odio, el
resentimiento y la intolerancia, aprovechan la menor ocasión para hacer la
guerra a las sociedades abiertas e intentar arruinar la «Paz Liberal». Una forma
efectiva y deletérea de garantizar tales
fines la procura el que los cabecillas de
movimientos y organizaciones inclinados al Mal (a hacer el mal a personas y
pueblos) se hagan con el poder en Estados estratégicamente influyentes (por
ejemplo, por sus reservas energéticas),
por medio de las urnas o por las bravas
(o ambas cosas al mismo tiempo), y
urdan entre sí alianzas con las que
provocar tempestades de acero que
levantan nubes de polvo y ceniza. Las
redes terroristas y las agrupaciones de
agitación consiguen por esta vía unas
fuentes de financiación, protección y
ABRIL / JUNIO 2006
201
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
amparo altamente rentables. Es vital, por
tanto, fichar e identificar a estos Estados canallas (rogue States) al mismo
tiempo que a las redes terroristas que
pululan a su alrededor y a los poderes
fácticos, económicos y de opinión que
los justifican y animan en el seno de las
sociedades.
Durante el siglo XX, se armó el Eje de
Estados canallescos (Alemania, Italia,
Japón) con el perverso propósito de
destruir las sociedades libres y aniquilar
a millones de personas. Sus efectos son
constatables todavía hoy. David Frum
empleaba la expresión Eje del Odio (Axis
of Hate) poco después de los atentados
terroristas del 11-S, a fin de determinar
el perfil real del enemigo contra el que
había que luchar. Anteriormente, Ronald
Reagan se refería al Imperio del Mal al
objeto de describir la naturaleza perversa de la Unión Soviética y sus satélites. Bill Clinton, en fin, empleaba la
fórmula Eje Maldito con la intención de
señalar a los grupos terroristas y organizaciones criminales internacionales en
la etapa posterior a la Guerra Fría. Más
recientemente, auspiciado por el Presidente George W. Bush, se conoce por
Eje del Mal a los Estados que tienen el
dudoso honor de estar al frente de la
nueva oleada del Terror; para más señas:
Irak, Irán y Corea del Norte.
Es precisamente el examen de estos
tres casos el que ahora aparece en el
libro objeto del presente comentario, y
que se corresponde con los capítulos de
la obra original de Kristol y Kagan firmados por Richard N. Perle («Irak: Saddam
desbocado»), Reuel Marc Gerecht
202
RESEÑAS
(«Irán: fundamentalismo y reforma») y
Nicolás Eberstadt («Corea del Norte:
más allá de una política de apaciguamiento»). Sin duda, la selección es pertinente, aunque la relevancia de su
vigente amenaza sea distinta según los
casos. Hoy, Irak, sin Sadam Husein, ya
no es un peligro presente, aunque con
diferentes grados de gravedad y apremio, sí lo sigan siendo Irán y Corea del
Norte. Esto es así, en gran medida, como
resultado de las políticas de intervención alentadas por la doctrina que anima
dichos trabajos, así como por la acción
de los Gobiernos e instituciones que los
tienen en cuenta.
De los tres textos citados, es el dedicado
a Irán, obviamente, el de mayor interés
para la lectura de nuestros días. Los
datos que allí aparecen o los dirigentes
a quienes se alude como protagonistas
principales de la trama negra descrita no
son los que hoy marcan el orden del día
de la escena mundial. No obstante,
resulta de gran utilidad recordar, por
ejemplo, las circunstancias de la formulación del pomposo eslogan de «diálogo
de civilizaciones» proclamado por el
entonces Presidente de la República
Islámica, Mohammad Jatami, dado a
conocer al mundo entero a través de una
entrevista emitida por la CNN el 7 de
enero de 1998 y que hoy conoce tragicómicas adaptaciones entre nosotros. El
oportunismo y la trampa que lo inyectan
hacen de semejante invitación al Diálogo
(o Alianza) de Civilizaciones un «regalo
envenenado» destinado, como un renovado Caballo de Troya, a destruir las
democracias. Si no se quiere ver esto a
Cuadernos de pensamiento político
estas alturas es porque uno se resiste a
la evidencia, está civilmente muerto de
miedo o implicado de alguna forma en la
peligrosa farsa. No menos significativas
son, igualmente, las reacciones, comprensivas y conciliadoras, mostradas por
el Presidente Clinton, inquilino en aquel
tiempo de La Casa Blanca, hacia el régimen de los ayatolás, así como las dudosas posiciones exhibidas por el New
York Times, propicias a denunciar no la
propaganda islamista, sino la de la CIA,
por pretender neutralizar a aquélla. Estos sí son, en verdad, asuntos muy actuales y con gran repercusión dentro y
fuera de nuestras fronteras.
Con todo, han quedado fuera de «La
continuación de Peligros presentes» los
interesantes estudios, incluidos en el
libro matriz de Kristol y Kagan, sobre
China y Rusia, Europa y la OTAN, Israel y
los aliados asiáticos y la última sección,
dedicada a examinar el papel del liderazgo, la fuerza y los principios norteamericanos con vistas a la política de
defensa y seguridad. He ahí unos materiales que quizás sean editados algún día
en español, acaso cuando los peligros
sean pasados más que presentes, y
hayan sido finalmente superados, esto
es, anulados. Hablaríamos entonces de
una infortunada ocurrencia editorial,
aunque, sobre todo, de un fenomenal
acontecimiento histórico. Ahora, de momento, nos preocupa y ocupa lo que
queda del Eje del Mal.
FERNANDO R. GENOVÉS
11-M.
Demasiadas
preguntas sin
respuesta
JAIME IGNACIO DEL BURGO
11-M. Demasiadas preguntas sin
respuesta
La esfera de los Libros, 2006; 518 págs.
Es un verdadero privilegio tener la oportunidad de escribir estas líneas que
reseñan el libro que Jaime Ignacio del
Burgo ha escrito para tratar de descifrar
algunas de las preguntas que sobre el
11-M aún siguen sin respuesta. Y lo es
por un doble motivo. En primer lugar, el
libro ha sido escrito por un representante de la soberanía nacional, miembro
del único grupo parlamentario del Congreso de los Diputados que se opuso a
la «infamia» de «cerrar la Comisión encargada de la investigación de la infamia». Y en segundo término, pero no menos importante, quien reseña lleva algo
más de un año aportando su modesta
contribución para que se conozca cuanto antes la verdad del 11-M, el atentado
terrorista más importante de la Historia
de España y de Europa.
Como dice el autor, «mientras no se
despeje la ‘X’ del autor intelectual, pase
lo que pase en el juicio que se celebre
en la Audiencia Nacional, la investigación sobre el 11-M se habrá cerrado en
falso».
ABRIL / JUNIO 2006
203
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
Conviene, por tanto, recoger en primer
lugar un extracto sobre el cuestionario
respondido desde la cárcel por el confidente de la UCO, Rafá Zouhier, a instancias de Del Burgo: «Tan pronto como lo
tuve en mi poder, remití el cuestionario
al periódico El Mundo, por considerar
que merecía esa primicia como premio
a su impagable labor investigadora; al
juez Del Olmo, pues muchas de las cosas dichas por Zouhier podían tener
trascendencia penal; al fiscal; y a la Comisión del 11-M, porque facilitaría –al
menos eso creía yo– su labor investigadora. (...) Estoy convencido, sin embargo, de que si llego a consultar ‘con el alto
mando’, la iniciativa no se hubiera producido, porque las cosas en política
suelen ser así».
No estoy seguro de si el propio autor
estaría de acuerdo conmigo en que esta
actitud es la de un liberal, pero, en cualquier caso, esa exquisita rebeldía –difícil de encontrar en la madurez, y más
aún en un político «de toda la vida»–
honra al personaje.
En la primera parte de su libro, Jaime
Ignacio del Burgo sigue el conocido y
didáctico método pregunta-respuesta,
de donde deriva el título: 11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta. Afirma
rotundamente que los terroristas consiguieron sus objetivos, detalla las dudas
sobre los explosivos utilizados y la
desactivación de la mochila de Vallecas
y, de forma contundente, denuncia los
acosos a las sedes populares en la jornada de reflexión –no condenados por
el presidente del Gobierno–, el apagón
informativo tras el acceso del PSOE al
204
RESEÑAS
Gobierno, los ascensos o cambios de
destino producidos y la negativa de la
mayoría parlamentaria a aceptar numerosas comparecencias ante la Comisión
solicitadas por el Grupo Popular.
«La verdad oficial está en el BOCD del 14
de julio de 2005», tras el cierre en falso
de la Comisión de Investigación. Como
buen demócrata, Del Burgo respeta la
labor del juez instructor, pero se lamenta
de que el Congreso de los Diputados
haya hecho dejación de sus importantes
funciones de control de la actividad del
Gobierno y de la Administración. Añado
yo que nadie –por supuesto no el fiscal,
que debiera haber actuado de oficio– se
ha inmutado ante los posibles perjurios
cometidos en algunas comparecencias.
¿Tendrá que ser la sociedad civil quien
los denuncie? Quizá convendría incluir
en próximas ediciones una relación de
las comparecencias que tuvieron lugar,
así como otra de las solicitudes rechazadas por la mayoría parlamentaria. La
transparencia de las deposiciones es un
activo a disposición de los ciudadanos
demasiado importante como para que
pueda ser desperdiciado por razones
partidistas.
Hay en el libro numerosas páginas destinadas a tratar de desmontar con minuciosidad la irónicamente denominada
«Gran mentira de Estado». Es de la máxima importancia política el dato de que
los populares quisieron aclarar por qué
el PSOE solicitó, en la misma mañana del
11-M, un dictamen jurídico sobre la legalidad de un posible aplazamiento de las
elecciones generales ante la conmoción
provocada por el atentado. «Resulta
Cuadernos de pensamiento político
significativo que al Partido Popular se le
acusara más tarde de haber intentado
un golpe de Estado mediante la suspensión de las elecciones».
O también saber de una vez «¿por qué el
Gobierno de Aznar no quiso desclasificar este párrafo? [Se refiere al famoso
primer informe del CNI en el que apostaba por la autoría de ETA]. Porque era
tanto como revelar que los teléfonos de
los dirigentes batasunos estaban intervenidos. Por eso, el CNI supo que Otegui, después de escuchar la declaración
institucional del lehendakari –que había
acusado sin paliativos a ETA de ser la
autora– decidió contrarrestar el efecto
de esta imputación en la sociedad vasca
negando la autoría de ETA y sugiriendo
que podía haber sido obra de la resistencia árabe. Otegui hablaba de farol y,
por tanto, mentía, pues no tenía ninguna
información al respecto. Por eso Acebes
se negó a comentar las declaraciones
de Otegui».
Merecen especial mención algunos
recados de Del Burgo a Garzón y a Dezcallar: «Parapetado en su deber de guardar secreto sobre las informaciones
conocidas en función de los sumarios a
él encomendados, Garzón oculta que su
juzgado tenía informaciones fidedignas
sobre la posibilidad de que un grupo de
islamistas estuviera preparando un gran
atentado en España y que su reflexión se
basaba en datos y no en suposiciones.
Los argumentos que utiliza para descartar a ETA no se sostienen».
«En torno a las 4 de la tarde, el CNI distribuye entre sus destinatarios, el Gobierno y el Jefe de la oposición, un informe
en el que atribuye a ETA la autoría del
atentado. El argumento (...) es la inexistencia de la huella suicida. El director del
CNI, Jorge Dezcallar, emite a través de
la Agencia EFE una nota desmintiendo la
información transmitida por la Cadena
SER según la cual el Centro trabajaba en
un 99 por ciento en la hipótesis del terrorismo islamista y, desde el propio día 11,
se había inclinado por descartar la autoría de ETA. La nota había sido consecuencia directa de la negativa de la
cadena a rectificar su información. Sin
embargo, fuentes fidedignas aseguran
que, mientras el director del CNI llamaba
a los medios de comunicación para rectificar a la SER, alguno de sus máximos
dirigentes recibió un recado, enviado por
encargo del propio Dezcallar, desmintiendo su propio desmentido».
Deben ser destacadas también las páginas dedicadas a la polémica sobre la
existencia o no de terroristas suicidas:
«Resulta sospechoso que horas más
tarde se lance la noticia del terrorista
suicida y que sea el propio Zapatero
quien la difunda a los medios de comunicación. (...) No es de extrañar que a las
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RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
10 de la noche la Cadena SER abra su
informativo con… la noticia de la aparición de un cadáver suicida».
La importancia de la operación de Leganés, donde supuestamente se suicidaron siete terroristas el 3 de abril de 2004,
queda así reflejada por Jaime Ignacio
del Burgo: «El asalto, por lo tanto, era
una operación de alto riesgo. Tal vez lo
procedente hubiera sido cortarles la luz,
el agua, bloquear sus comunicaciones,
cansarlos y esperar el momento de
atacarlos por sorpresa. Pero quien dirigía personalmente la operación –el
subdirector general operativo, Pedro
Díaz-Pintado– consideró que había
llegado el momento de entrar. También
estaba presente desde el primer momento el director general de la policía,
Agustín Díaz de Mera, que dio su visto
bueno».
Uno de los capítulos más elaborados es
el relativo a «ETA y el terrorismo islamista», por lo que termino recogiendo
unas palabras del autor pronunciadas
en la comparecencia de José Antonio
Alonso en la Comisión de Interior del
Congreso del 15 de diciembre de 2004:
«Señor ministro, le vuelvo a preguntar:
¿está usted en condiciones de afirmar
con toda rotundidad que ETA no aparecerá jamás por ninguna esquina? Procure decirnos que sí, porque de esa
forma, seguramente, el señor Zapatero
no tendrá pesadillas en La Moncloa. [El
ministro no respondió]».
ENRIQUE BOTO
206
RESEÑAS
Menos utopía
y más libertad
JUAN ANTONIO RIVERA
Menos utopía y más libertad
Tusquets, Barcelona, 2005. 418 págs.
En un momento en el que la realidad
parece estar dictada por lo políticamente correcto, las reminiscencias de
la progresía y la continuación del pensamiento único, Rivera rompe esa dimensión de la realidad para presentar algo
más, un verdadero alegato en favor de
la libertad y de la sociedad abierta.
«Ser progre consiste en padecer cierta
forma de cautiverio intelectual. La inseguridad que se disfraza de otra cosa; la
bisoñez que afecta estar de vuelta de
todo», así comienza la introducción de
Menos utopía y más libertad, con esta
clara muestra del principio de actuación
del autor, quien quiere dejar clara desde
el primer momento su huida de los tópicos de la corrección política y de la línea
de pensamiento dirigido impuesto por
algunos medios de comunicación; hace
patente su voluntad de expresar sin
cortapisas sus ideas.
Admitiendo haber sido un progre, explica que la progresía tiene solución, «si
usted merodea por el mundo de la cultura o está incurso en él, es difícil, muy
difícil, que no sea, haya sido o vaya a ser
un progre» como una enfermedad que,
en algunas ocasiones, debe padecerse.
Esta obra constituye una valiente defen-
Cuadernos de pensamiento político
sa del liberalismo, no se esconde tras
amagos de imparcialidad ni tras las vanas retóricas de salón, habituales en
algunos manuales de ciencia política.
Esta defensa del liberalismo no se oculta
detras de utopías ni medias tintas, explica qué es el liberalismo, cómo debe
entenderse y lo defiende con pasión. No
toma como base de su alegato el liberalismo económico, el del homo oeconomicus, sino que busca un sentido liberal más profundo, antropológico, una
apuesta interesante para divulgar la
pasión por un liberalismo más amplio, en
el que tiene gran importancia, por ejemplo, el altruismo, concepto ajeno por
antonomasia al liberalismo para aquellos que lo consideran padre de todos los
males.
Si en otras obras Juan Antonio Rivera
utiliza el cine para explicar filosofía,
como cuando utiliza la película de
animación Antz para reflejar la utópica
ciudad de La república de Platón, en
ésta utiliza la literatura para denunciar
los encorsetados esquemas mentales a
los que nos obliga la línea de pensamiento general dominante en nuestra
sociedad. Más que la literatura en sí, la
relación entre público y literatura es lo
que empuja a Rivera a proponer la
lectura de la obra de Fernando Savater
como una huida de los gustos teledirigidos, como una búsqueda de la libertad
de esquemas mentales para constituir la
libertad como base de la sociedad. El
ejemplo que utiliza de la imposición de
los gustos literarios, la duda de si uno
debe disfrutar con aquello con lo que
está disfrutando al leer o no, es extrapolable a muchas situaciones cotidianas
en las que, si uno se deja llevar por determinados sectores mediáticos, puede
acabar sin saber realmente lo que
piensa y por qué lo piensa, y sabiendo
solamente lo que debe pensar.
A lo largo de las cinco partes en las que
está estructurada la obra, Rivera repasa
el liberalismo igualitario y fraternalista,
las teorías antiliberales, los contrincantes actuales del liberalismo (republicanismo, multiculturalismo y nacionalismo)
y los anarquismos, para terminar subrayando, como conclusión, la idea de la
libertad como prioridad absoluta. Juan
Antonio Rivera expone sin tapujos lo que
considera que debe ser entendido como
liberalismo, sin complejos de ningún tipo. Los enemigos actuales del liberalismo y, por ende, de la libertad, son criticados con dureza. El republicanismo es
analizado como un digno contrincante
del liberalismo; nacionalismo y multiculturalismo, en cambio, son vistos como
adversarios «más que por su calidad
teórica, por su tirón emocional» pues
sus bases teóricas atentan claramente
contra la libertad, al propugnar una
ABRIL / JUNIO 2006
207
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
importante intervención por parte del
Estado para lograr sus objetivos.
La amplitud de miras y su voluntad de
presentar libremente aquello en lo que
cree permiten al autor criticar circunstancias y sociedades del pasado consideradas por la línea oficial de muchos
pensadores políticos como maravillosas
(es el caso, por ejemplo, de la democracia directa ateniense).
Rivera analiza dos ejes políticos fundamentales, el eje horizontal, el de la igualdad, y el eje vertical, el de la libertad.
Puesto que la defensa de la libertad se
sitúa en el eje vertical, debe evitarse
caer en la disyuntiva del eje horizontal
(derecha-izquierda), que todavía hoy
mantienen algunos liberales, quienes se
debaten entre ambos márgenes sin
entrar en la verdadera importancia del
asunto. El debate horizontal no es considerado por Rivera como anacrónico,
pero casi, pues sin dejar de ser importante, el eje vertical de la libertad debe
trascender el eje horizontal de la igualdad. No deja de tener gracia el consejo
ofrecido a los liberales para evitar verse
sorprendidos en el ya manido debate del
eje horizontal –¿es usted liberal de derechas o de izquierdas?–, cuya mejor
respuesta es otra pregunta: ¿y usted, de
arriba o de abajo?, es decir, ¿en qué
punto del eje vertical de defensa de la
libertad se sitúa?, pues lo que no debe
olvidar jamás un liberal, por más obvio
que pueda parecer, es la libertad.
CARMEN IGLESIAS CAUNEDO
208
RESEÑAS
La ideología
invisible
JESÚS TRILLO-FIGUEROA
La ideología invisible
Editorial Libros Libres
Tras la Segunda Guerra Mundial y la
caída del Muro de Berlín, con el cataclismo en cadena de todos los regímenes comunistas de Europa del Este, parecía que se había creado una anestesia
a lo totalitario en Occidente capaz de
garantizar a las generaciones venideras
el aire de libertad que otros tuvieron que
conseguir con su propia sangre.
Son muchos los que han visto en el
triunfo electoral del 14-M de 2004 la
casualidad o el aprovechamiento de la
tragedia en beneficio propio para llegar
al poder. Quizá convenga, para la causa
de la libertad, sumergirse en el mundo
de las ideas de la izquierda para comprender que ni la casualidad ni la tragedia llevaron a personajes con actitudes
mesiánicas a las alfombras rojas de las
altas instituciones con el respaldo de
una mayoría de población española. La
atmósfera venía fraguándose hacía ya
bastante tiempo.
Jesús Trillo-Figueroa y Martínez Conde,
Abogado del Estado e intelectual comprometido, ha publicado un magnífico
ensayo al servicio de la verdad como
instrumento de esa anhelada libertad. La
ideología invisible. El pensamiento de la
izquierda radical es una radiografía de
las ideas del socialismo español desde
Cuadernos de pensamiento político
los tiempos de la Transición hasta la
actualidad, ideas que hoy pone en práctica el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Estamos, pues, ante un libro sin concesiones a la demagogia ni a la zafiedad.
Su autor –en un estilo que puede recordar a Pío Moa en la inmersión que éste
hace en la reciente historia de España–
ha buceado en todo el pensamiento del
posmarxismo y sus actuales derivaciones, el feminismo radical, el papel de las
ONG y la intromisión del Estado o la política en la vida del ciudadano para desvelar el nuevo rostro de la izquierda. Un
rostro que este libro desenmascara para
allegar muchas de las claves ideológicas que hoy se plasman en controvertidas leyes en el Boletín Oficial del Estado.
Quienes han pensado ingenuamente que
el socialismo actualmente en el poder en
España carece de ideas o finalidades, no
podrá opinar lo mismo después de leer
el ensayo de Trillo-Figueroa. Es más,
cerrarán sus páginas con una creciente
sensación de alarma y preocupación,
pero también de agradecimiento, ya que
gracias al trabajo de este autor, se puede
realizar un atinado diagnóstico de lo que
está ocurriendo y puede seguir ocu-
rriendo en España, si no se toma la firme
decisión de combatir en igual plano de
ideas la tela de araña que se ha extendido de forma opresiva en gran parte del
tejido social.
Trillo-Figueroa desvela la ruptura que el
Partido Socialista ha realizado con la
evolución ideológica que Felipe González impulsó en aquel partido que proclamaba la «ruptura» en tiempos de la Transición y que acabó siendo un partido
pragmático que gobernó durante 13 años
en España, asumiendo las tesis económicas del neoliberalismo, introduciendo
a España en la OTAN y en la CEE y
desarrollando en consenso con la oposición liberal-conservadora el Estado de
las Autonomías.
La derrota del socialismo en 1996 y la
«larga marcha» por el desierto provocaron el abandono de ese marco del socialismo. Las ideas del «republicanismo
social» de Pettit, el pensamiento de
Rorty, el feminismo radical y el dominio
de los grupos de presión gays han apartado al socialismo español de terceras
vías o caminos como el que Tony Blair
emprendió en Inglaterra.
La catástrofe del Prestige, la intervención en Iraq y el propio 11-S, pero sobre
todo la llegada de Rodríguez Zapatero a
la Secretaría General del PSOE, han
empujado a la izquierda española a posiciones antioccidentales sin escrúpulo
alguno. Es curioso cómo el autor relaciona el impacto de los aviones contra
las Torres Gemelas y la intervención en
Iraq como el punto de arranque de una
feroz cristianofobia en el Partido Socialista que no se daba desde los tiempos
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209
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
de la más siniestra memoria de la
Segunda República. Olvidando que la
propia Iglesia –de forma reiterada por
Juan Pablo II– condenaba toda intervención militar en Iraq, el Gobierno tomó
la iniciativa –sin fácil marcha atrás– para
intentar relegar la Religión Católica de
toda presencia pública y tratar de marginarla en el sistema educativo estatal en
contra de lo establecido en los acuerdos
entre España y la Santa Sede.
Además, la visión de la familia que hoy se
quiere establecer es radicalmente contraria al modelo existente en Europa
desde mucho antes del Cristianismo. La
actual dirección del partido socialista
considera que cualquier tipo de unión es
«familia», por lo que cualquier comentario sobre crisis de la institución familiar
es negado sin posibilidad de discusión o
diálogo democrático. Igualmente, la
figura de la maternidad es arbitrariamente interpretada, ya que se percibe,
antes que una realización plena de la
mujer como ser humano, como una perturbación de la emancipación de la mujer
y, por tanto, como una dificultad a superar en su «lucha» por la igualdad con el
hombre. Las últimas decisiones sobre
igualdad en las empresas del ministro
Caldera vienen a avalar las tesis sobre el
carácter feminista del nuevo socialismo.
Pero de todo el escenario que TrilloFigueroa dibuja en su ensayo, quizá lo
más preocupante o revelador son las
pretensiones totalizadoras del socialismo español. El objetivo es romper con
el Occidente liberal adentrándose en un
nuevo paisaje donde la política no sólo
ocupe el Estado, sino la sociedad, la
210
RESEÑAS
familia y la esfera íntima. Sólo desde la
comprensión de este desarrollo es como
se puede entender la reciente legislación y el omnipotente proyecto de Estatuto Catalán de nuevo cuño, que regula
hasta el tiempo libre de la ciudadanía en
la contemplación de los espacios naturales.
Los últimos capítulos del libro van dirigidos a la cultura de la muerte que se
pretende instaurar y sus catastróficas
consecuencias sobre la natalidad y viabilidad de la sociedad misma que ello
provocaría.
En resumen, estamos ante un libro de
análisis donde quizá lo que el lector eche
en falta –según avance en él–, sea la
propuesta que oponer al orwelliano
panorama que se describe. Ante el
avance del Estado que quiere adentrar
su control político en las esferas más íntimas del individuo, se hace imprescindible diseñar una réplica precisa que lo
evitara, pero quizá, empeñado en el análisis, no era éste el propósito de Jesús
Trillo-Figueroa. Quizá sea también que
muchos de los males que se denuncian
lo son en todo Occidente y que el nihilismo que ha adoptado sin ambages el
socialismo español es la aceleración de
lo que Heidegger ya anunciaba. El apartamiento de lo sagrado ha traído el
infierno fáustico a Europa, y España es,
ahora mismo, campo privilegiado de
experimentación en una ingeniería social
que ya no oculta sus intenciones (y las
leyes en materia de uniones de personas
del mismo sexo o la recién aprobada de
reproducción asistida son la mejor muestra de ello).
Cuadernos de pensamiento político
El último capítulo, que aboga por una
propuesta antropológica diferente, hubiera tenido un buen colofón o epílogo
con la recuperación y defensa de una
vieja idea –perenne ya desde los griegos
y romanos–: el bien común, la dignidad
de la persona, la solidaridad y la subsidiariedad. Principios que por ejemplo
Marcello Pera ha recogido en su Manifiesto por Occidente. Principios que, sin
necesidad de ser católico, defienden las
raíces judeo-cristianas de esa Europa
que el nihilismo social-marxista puede
dejar arrumbados por desidia, cobardía
o complejos, denuncia que queda implícita en la obra de Trillo.
Estamos, en cualquier caso, ante un
ensayo de obligada lectura para quien
quiera comprender que el poder es algo
más que la suma de un conjunto de
papeletas a favor durante cuatro años.
CARLOS MARTÍNEZ-CAVA ARENAS
Los mitos de la
nueva izquierda
RODOLFO CASADEI
Los mitos de la nueva izquierda
Ediciones Encuentro. Madrid, 2005. 172 págs.
Con un buen prólogo de César Vidal a la
edición española, el lector se introduce
en las páginas de Los mitos de la nueva
izquierda, texto sólido tanto por su trabazón conceptual como por su macera-
ción, pues la edición italiana es de la
añada 2002. Y ello, empero, no obsta
para que cristalinas, resbalen por el espejo de la opinión pública hasta estrellarse en la inconsistencia, muchas de
las ideas prefijadas que pocos se atreven aún a discutir… porque los medios
de comunicación, la radio, la televisión,
los reportajes de las revistas las dan por
ciertas y sentadas en base a no se sabe
muy bien qué criterio ideológico «buenista». Evidentemente, después de leer
este libro, al menos los que lo creían de
buena fe, tendrán material suficiente
para desdecirse.
Nos referimos, claro está, a los viejos y
renovados tópicos falaces que la pretendida intelectualidad de izquierdas repite
al unísono cual creencia monotemática
irracional. He aquí algunas de las retahílas que hoy se tienen por verdades sin
posible discusión: «La globalización es
injusta porque hace más ricos a los
países ricos y más pobres a los países
pobres», –¡falso!–; o «las nuevas tecnologías de la información favorecen sólo
a los países desarrollados», –¡falso!–; o
«los alimentos transgénicos son peligrosos para la salud y dañan el medio
ambiente» –falso también–; o «las multi-
ABRIL / JUNIO 2006
211
RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
nacionales explotan a los trabajadores
de los países en vías de desarrollo», –¡de
nuevo, falso!–; o «todas las civilizaciones
son iguales e igual de respetables»,
–¡falso de toda falsedad!–. Y así podríamos seguir hasta rellenar unos cuantos
folios de sinsentidos tenidos erróneamente por ciertos por falta de rigor, estudio y conocimiento.
Y es que los mandamientos de la sacrosanta y rancia izquierda mandan que se
difunda, en primer lugar, que Occidente
y su sistema económico de libre mercado es culpable. Esto quiere decir, sin
preámbulos, que los países occidentales, o sea, también nosotros, los individuos que los habitamos, somos corresponsables de la mayoría de los males
que padecen los pobres habitantes de
los países pobres.
El concepto de culpa, el remordimiento,
el arrepentimiento debido y la pena a
cumplir por nuestros graves pecados
capitalistas, todo ello, es lo que desde
hace años se nos aspavienta desde los
altares progresistas de los cansinos
media, ya sea en forma de violentos
movimientos pacifistas antiglobalización, ya en monsergas ecologistas de
destrucción catastrofista del planeta,
cuando no se achaca al modo de ser
occidental la eliminación cultural de
otros pueblos y civilizaciones o se le
culpa del exterminio pasivo de los más
débiles (por nuestra «egoísta» obsesión
en buscar el beneficio hasta en las patentes farmacológicas) o de las penurias
endémicas de las naciones del Tercer
Mundo. Y todo porque, contra las agoreras previsiones del socialismo radical
212
RESEÑAS
y acomplejado que en Europa capitanea
Zapatero, Occidente tiene éxito.
Efectivamente, Occidente es «culpable»
de tener éxito y, tras el derribo del Muro
de Berlín, este progresismo que denuesta al mercado cuando no logra sacar de
él buenas tajadas, dicta desde la auctoritas de la izquierda redentora que es
grave pecado contribuir al desarrollo de
los demás países intentando obtener
ganancia alguna, y que nuestra penitencia antiglobalizadora pasa por no imponer a los más desfavorecidos nuestros
cánones políticos, económicos, culturales. O sea, la receta es procurar el
fracaso en vez de remediarlo. Paradojas
de la izquierda, que condena a la miseria, a la pobreza y al subdesarrollo a
aquellos que pretendidamente vende
redimir desde las aburguesadas pantallas de los medios de comunicación occidentales que su intelligentsia controla.
Y, sin embargo, Los mitos de la nueva
izquierda es una obra que prueba que la
globalizacion crea riqueza, que el comercio internacional reduce la pobreza,
que la proliferación de las nuevas tecnologías abarata los costes de producción
y proporciona nuevas oportunidades a
los países en desarrollo, que la deuda
externa es una variable que puede reducirse con la globalización, pero que aún
más importante es el incremento de la
renta per cápita que algunos países han
alcanzado gracias a abrir sus mercados
al intercambio de productos y bienes de
consumo y sus economías a la competencia internacional.
Pasemos al autor. Rodolfo Casadei es
actualmente redactor de la sección
Cuadernos de pensamiento político
internacional del semanario Tempi. Este
periodista, colaborador de múltiples medios y especialista en subdesarrollo y en
los problemas concretos del continente
africano, ha querido con cifras e informes oficiales en mano, dar un aldabonazo en los reclinatorios serviles de los
voceros que dan por buenos los informes
interesados de la capilla progresista sin
siquiera pararse a reflexionar sobre
ellos. Siguiendo la estela de obras como
Riding the Next Wave (Hudson Institute)
o autores como Bjorn Lomborg (El ecologista escéptico), Hernando de Soto (El
otro sendero) o Martin Wolf (Why the
Globalization Works), Casadei se propone separar la realidad de la utopía
mediática que nos invade. Y a decir
verdad, después de otear los datos que
expone, todos debiéramos preguntarnos
el porqué de la pervivencia de determinados mitos de la izquierda en el consciente colectivo de nuestras sociedades
occidentales.
Las cifras así lo corroboran. Si reparamos en las tasas anuales de crecimiento
vemos que entre 1980 y 1998 los países
ricos han crecido con una tasa del 2%;
los países pobres «más globalizados»
han registrado un incremento del 5%,
mientras que los países pobres «menos
globalizados» han tenido un descenso
del 1%. «Entre 1990 y 1998 los pobres que
viven con menos de 1 dólar al día han
bajado del 29 al 24% de todos los habitantes del Tercer Mundo». Los mercados
abiertos disminuyen la pobreza y el incremento del comercio mundial incide en el
crecimiento del PIB y de la renta per
cápita de los países que abren sus
mercados. La desnutrición infantil ha
retrocedido (en 1970 afectaba al 46,5%
de los niños menores de 5 años en los
países en vías de desarrollo mientras en
2000 afectaba al 27%) a pesar del incremento de la población mundial, mientras
que la esperanza de vida ha aumentado
(en 1900 era en África de 26 años, en 1960
de 46 años y ya se ha llegado a los 64,5
años). Además, «los precios de los géneros alimenticios primarios han disminuido» y la producción de cosechas con
la introducción de semillas transgénicas
se ha disparado. Los antiglobalizadores
y ecologistas occidentales demuestran
sus terribles contradicciones al oponerse
con furia a la revolución de las biotecnologías y a la introducción de los denominados OGM que podrían conseguir en
este siglo XXI acabar con el hambre y la
malnutrición en el mundo. Y así podríamos seguir un trecho aportando variables que demuestran la inexactitud de
muchos de los discursos bonachones de
la progresía dominante.
El libro de Rodolfo Casadei no se detiene
sólo en cifras sino que aporta otras
consideraciones sobre el pensamiento
antioccidental y antiglobalización al hilo
de acontecimientos puntuales. Por ejemplo, habla del suicidio moral de Europa,
que acota en ese odio venenoso que los
intelectuales antisistema de derechas e
izquierdas tratan de inocular en las
sociedades europeas. Otro caso, nuestro autor se escandaliza de que en Francia y en toda Europa pudiera lograr gran
difusión y venta un libro-panfleto que
mantuvo que el Pentágono no fue alcanzado por un avión en los atentados del 11
ABRIL / JUNIO 2006
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RESEÑAS
Cuadernos de pensamiento político
RESEÑAS
de septiembre. Estamos ante síntomas,
todos ellos, de una sociedad enferma que
olvida sus principios y valores. Igualmente, en el epílogo a la edición española, se explican los sucesos acaecidos
en 2005 en los enclaves españoles de
Ceuta y Melilla, cuando el salto masivo
de inmigrantes de la alambrada provocó
una airada reacción de los activistas
antiglobalización. Para Casadei parece
evidente que, bien al contrario, África
–continente de récords negativos, lo
llama– padece con mayor rigor las consecuencias de la tardanza en introducir
la globalización en sus economías, pues
allí la presencia de los capitales extranjeros siquiera alcanza el 1% del total
mundial. La lectura para nuestro autor es,
por tanto, bien distinta: la inmigración
masiva africana es consecuencia de la
falta de globalización económica.
214
RESEÑAS
Para terminar, una parte muy importante
de Los mitos de la nueva izquierda está
dedicada a explicar la primacía actual
de la civilización occidental sobre las
demás civilizaciones, especialmente la
musulmana. Casadei deja claro que esta
primacía se sostiene actualmente, no ya
en las artes o en las letras, donde hace
siglos ambas culturas competían, sino
en la separación que el Occidente cristiano determinó entre el derecho natural
y el derecho divino, separación que el
Islam no reconoce. Es en este punto
donde la civilización occidental se muestra claramente superior a las demás al
saber restituir la autonomía del individuo
y reconocerle el valor esencial a su
condición humana: junto con la vida, la
libertad.
JOSÉ MANUEL DE TORRES
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