EL MISTERIO DE LA ENCARNACION EN LA REFLEXION DE LA

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EL MISTERIO DE LA ENCARNACION EN LA REFLEXION DE LA IGLESIA*
Sergio Zañartu, s. j.
En el curso de estas conferencias, testimonios y reflexiones con que el Seminario
Pontificio celebra el jubileo de los dos mil años de la Encarnación del Señor, se me ha
pedido que les diga algunas palabras sobre la Encarnación en la reflexión de la Iglesia. Lo
haré insinuando primero un esbozo histórico de la antigüedad con algunas consideraciones,
y enumerando al final otros temas que le están relacionados y que serían dignos de una
profunda consideración. Así les presento un cierto material para sus reflexiones y, a la vez,
una ilación histórica que les pueda servir de hilo conductor para profundizar.
1) El kerygma primitivo y la Encarnación
El anuncio de que Dios resucitó a ese hombre Jesús a quien nosotros matamos1 (murió
por nuestros pecados, según las Escrituras2) parecería, a primera vista, no implicar la
Encarnación. Es una cristología ascendente en que Jesús ha sido exaltado a la diestra del
Padre, quien lo resucitó mediante su Espíritu3, y lo constituyó Señor e 'Hijo de Dios" (título
mesiánico), con poder.4 Por la resurrección Jesús ha pasado de la carne al espíritu.5 Los
apóstoles son testigos del resucitado, testigos que lo han acompañado desde el bautismo
de Juan hasta las apariciones de la resurrección.6 La experiencia del Señor resucitado va
unida a la experiencia del Espíritu, que los trasforma radicalmente en sus vidas, que los hace
testigos valientes en medio de señales.
Pero esta experiencia del resucitado, de la efusión del Espíritu, la perciben como el
cumplimiento final de las promesas, como la escatología.7 Ya pronto volverá Jesús a
llevarlos consigo; volverá al juicio. Ellos también resucitarán para estar con el Señor en la
gloria de Dios. Luego, definitivamente Jesús resucitado es el Señor (kyrios, título dado a
Yahweh en Los LXX), ante quien se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos.8 Para ser esto así en la escatología, necesita de alguna manera haberlo sido en la
protología, al principio. Cristo es el Hijo que preexistía y que fue enviado por el Padre a
nacer de mujer y bajo la ley para liberarnos de la ley y del pecado y darnos la filiación, y así el
Espíritu clama en nosotros: Abba.9 Justamente, porque Dios ha hablado ahora por su Hijo 10,
* Este artículo fue publicado en Revista Católica 101(2001)13-19
1 Cf. Hch 2, 23s; 3, 15; 5, 30; 10, 39s; 13, 27-30.
2 1Co 15, 3.
3 Cf. Hch 2, 33; Rm 8, 11.
4 Rm 1, 4. Cf. Hch 2, 36; Flp 2, 11.
5 Cf. Rm 1, 3s; 1Tm 3, 16; 1P 3, 18.
6 Hch 1, 22.
7 Cf. Hch 2, 17ss.
8 Cf. Flp 2, 10s.
9 Ga 4, 4-6.
10 Cf. Hb 1. 1s.
LA ENCARNACION EN LA REFLEXION DE LA IGLESIA
éste es su palabra definitiva. Este es el drama que describe el antiguo himno de Filipenses1:
Siendo de condición divina no quiso imponerse a las potencias y a todos como Señor
mediante un simple acto de poder, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de
siervo y se hizo obediente (contrariamente a Adán) hasta la muerte de Cruz, por eso el Padre
lo superglorificó, dándole el señorío, y todo se lo someterá a sus pies.2
Entre tanto se han ido conformando los evangelios. Porque no basta con la alegría de
la Pascua del Jesús muerto y resucitado, no basta con tratar de andar según el Espíritu. En
el vasto tiempo de la Iglesia que se abre ante ellos y ante las complejidades del actuar
cristiano, Jesús es el camino.3 Además, los cristianos son discípulos de Jesús y quieren
saber más del que los redimió; quieren seguirlo. ¿Y cuáles son sus huellas históricas para
poder seguirlo, y morir y resucitar con él? Se transmiten vitalmente sus dichos y sus hechos.
Marcos comenzará su evangelio desde el bautismo de Jesús, como había ya dicho en
referencia al testimonio apostólico. Pero Mateo y Lucas le añaden una prehistoria. Es el hijo
de José, descendiente de David, según las profecías, pero que nace de una Virgen por obra
del Espíritu Santo. Es el Hijo de Dios. Así Dios ha introducido un nuevo y definitivo principio
de salvación en la humanidad. Juan irá más lejos. Aunque, como Marcos, comience con el
bautismo de Jesús, antepone un prólogo. La Palabra (Verbo) siempre ha existido junto a
Dios. Por ella todo fue creado. Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros y
hemos visto su gloria, gloria correspondiente al unigénito del Padre. Se trata de una
cristología descendente. Esta es la expresión más clara del misterio de la Encarnación, del
que estamos tratando, en el Nuevo Testamento. Pero creemos que de alguna manera ya
estaba contenido en la radicalidad del primer anuncio de la resurrección y señorío de Cristo.
Se ha realizado, pues, un proceso de explicitación.
Pero, si Cristo preexistía como Dios y se encarnó, ¿rompe la fe neotestamentaria con el
monoteísmo judío? De ninguna manera. Sigue confesando (Jesús también) que hay solo
Dios, que es el Padre.4 El Hijo unigénito de Dios, Dios con nosotros (Emmanuel)5, no
rompe la monarquía del Padre sino que confirma, como mediador, su trascendencia, porque
es el Hijo a quien el Padre asoció resucitándolo mediante el Espíritu y sentándolo a su
diestra6, porque es el Hijo que él envió y que en todo hace su voluntad, porque el Padre y
Jesús son uno 7: el Padre está en él y él en el Padre.8 Todo sale del Padre por el Hijo en el
Espíritu, y de la misma manera todo volverá a él9, a quien sea la gloria. Cuando esté todo
sometido al Hijo, éste entregará el reino al Padre para que Dios sea todo en todos.10
2) La reflexión de la Iglesia antigua
Vista la época neotestamentaria, respecto a la Encarnación, que culmina en el prólogo
de Jn, paso a delinear algo de su inculturación helenista. La pregunta griega se centrará en
1 Cf. 2, 6-11.
2 1Cor 15, 27s.
3 Jn 14, 6.
4 Cf. Mc 12, 29spar; Jn 17, 3; 1Co 8, 6.
5 Mt 1, 23.
6 Cf. Mc 16, 19; Hch 2, 34s; Rm 8, 34; Ef 1, 20-22; Col 3, 1; Hb 1, 3s.13; 8, 1; 10, 12s; 12, 2; 1P 3, 22; Ap 3, 21.
7 Jn 10, 30.
8 Cf. Jn 10, 38; 17, 21.
9 Cf. Ef 2, 18.
10 1Co 15, 24.28.
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quién es Cristo, por así decirlo, ¿cómo está constituido para que nos salve? Si algunos
judíos, en un movimiento ascendente, lo podían reconocer como un hombre extraordinario, el
gran hombre adoptado por Dios, por encima de cualquier otro profeta (adopcionistas),
algunos griegos (en categorías platónicas y gnósticas), en un contrario movimiento
descendente, lo podían concebir como un ser divino que se paseaba por nuestra tierra, sin
realmente encarnarse en la oscura y enemiga materia (docetas).1 Y además este ser divino,
emanado del único Dios no era igualmente Dios como su fuente, el Padre, porque en la
escala de descenso hacia la creación, se iba aminorando la divinidad (subordinacionistas).2
Por último, la inculturación en el medio estoico no tendrá problemas con el Logos (Verbo),
que subtiende la realidad, pero en este panteísmo materialista dinámico, el Logos es
intramundano y no corresponde al Dios trascendente judío. Además, la unión entre el Logos
y la materia es íntima; el Logos, por así decirlo, es su alma. Así no es de extrañar que en
esta inculturación y reaccionando contra al adopcionismo y sus dos Cristos (el Logos
inhabitante y Jesús el habitado), se llegue a afirmar que el Logos desplaza y reemplaza el
alma de Jesús.
Ante estas desviaciones, la fe de la Iglesia responderá que Cristo es uno y el mismo
(concilio de Efeso), verdadero Dios (consubstancial con el Padre, como había dicho Nicea) y
verdadero hombre (con alma humana en la condenación de Apolinar en Constantinopla I).
Puesto esto, el concilio de Calcedonia definirá en el año 451: una persona en dos
naturalezas, divina y humana, sin mezcla ni separación. Esta unión de lo humano y lo divino
es la verdadera encarnación. Y gracias a ella nos salva. Porque sólo Dios (la unión con él)
salva, pero, para eso, todo lo que va a ser salvado (todo el hombre) tiene que ser asumido.3
Los Padres tendrán también un argumento sobre la divinización del hombre centrado en la
Encarnación: Dios se hizo hijo del hombre para que el hombre se hiciera hijo de Dios.4
Aunque los Padres veían la Encarnación (más insitida por Jn) y la Pascua (más
insistida por Pablo) como una sola unidad para nuestra salvación, la reflexión, reaccionando
contra las desviaciones, ha llevado a la Iglesia a centrarse en la encarnación joánica, en una
cristología descendente (diferente a la de los sinópticos). Así observamos que en la
definición de Calcedonia no se habla de la resurreccción, centro del kerygma primitivo. Y la
imagen que se tiene del mismo Jesús terreno, hacia el final de la época patrística, es desde
la gloria de la resurrección, en afinidad al evangelio de Juan, con una ciencia que tenderá a
olvidar la kénosis histórica. No hablando de la pascua, la redención misma podrá llegar a ser
un poco marginada, reapareciendo en la neoescolástica como tratado aparte.5 Así a mi me
tocó estudiar un tratado sobre el Verbo encarnado, y otro sobre Cristo redentor. La
'constitución' del Verbo encarnado era el fundamento para que Cristo realizara su obra
redentora en la Pascua (especialísimamente en la pasión).
3) Consecuencia de Calcedonia y algunas consideraciones
1 Jesús de Nazaret podía ser diferente del Cristo celeste.
2 Lo otro era admitir que la única persona de Dios se manifestaba de diversas formas, como Padre, como Hijo, como
Espíritu (modalistas).
3 "Pues lo no asumido es incurable, pero lo que está unido a Dios, eso salva", Gregorio de Nacianzo,
PG 37, 181Ds.
4 Cf. Ireneo,
, III, 19, 1. Véase la tesis de licencia en teología de R. Polanco,
, Santiago de Chile 1994, cap. I, 3, 2.
5 El protestantismo destacará mucho el aspecto de justificación.
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Estas y otras críticas negativas a la influencia de la fórmula de Calcedonia, no quitan su
formidable repercusión cultural, además de su centralidad teológica, porque tanto la Iglesia1,
como los sacramentos y el cristiano tienen algo de esa unión sin mezcla y sin separación de
lo divino y humano. Occidente, como cultura industriosa que ha transformado la forma de
vida del hombre y la sociedad, es heredero de Calcedonia. Al declarar, siguiendo el
mensaje bíblico, que no hay que mezclar lo divino con lo humano, desacraliza el mundo
contra la teurgia neoplatónica de la escuela de Atenas, permite que la naturaleza sea
estudiada según sus leyes, lo que será básico para el desarrollo científico tecnológico de
Occidente. Al afirmar el 'sin separación' entre lo divino y lo humano, que en Cristo están
unidos para siempre, da sentido a la vida y al trabajo del hombre, aquel sentido que sólo
Dios puede dar. Así impulsa a trabajar por el hermano transformando el mundo. Porque a
Dios no se lo encuentra al margen del hombre sino en Cristo, en el hermano. En el amor por
el hermano nos jugamos la salvación escatológica. Y el drama del mundo actual es que se
olvidó del 'sin separación', perdió a Dios y el hombre quedó sin sentido, convirtiéndose en
amenaza para los demás.
Yendo más allá de esta relación a nuestra cultura y civilización, la Encarnación es la
libre respuesta de Dios que supera, más allá de todo exceso pensable, lo que el corazón
religioso del hombre hubiera podido desear.2 Aspiramos a un Dios cercano que intervenga
en nuestra historia y nos salve, pero a la vez a un Dios del todo trascendente, el totalmente
otro, que sea Dios y no proyección nuestra. Y eso es lo que encontramos en la Encarnación:
la unión íntima, salvadora y para siempre de lo divino con lo humano y a la vez el 'sin mezcla'
que mantiene la tracendencia. Más aun: porque es el sumo trascendente, puede ser el sumo
inmanente, Dios con nosotros. El teocentrismo no contradice el antropocentrismo sino que lo
funda en verdad: Dios es lo más íntimo de lo íntimo nuestro, dirá Agustín.3 Jesucristo, por
ser Dios, será el hombre perfecto, el único en que es actuada esa mera y pasiva posibilidad
de ser asumido por Dios. Por eso mismo, por ser de Dios, Jesús es el hombre que vive
plenamente para los demás sin repliegue sobre sí mismo. En resumen, en la Encarnación se
nos revela la plenitud del hombre4 y la plenitud de Dios.
¿Se puede pensar una Encarnación verdadera fuera de un marco trinitario? Me
parecería que no. El Antiguo Testamento, al querer mostrarnos a un Dios salvador cercano,
había llegado a insinuar una distinción entre Dios y su Palabra, Sabiduría y Espíritu para
expresar a la vez ambos polos: el de inmanencia y el de tracendencia. Cuando la
inmanencia se hace suma en la Encarnación, la distinción se manifiesta claramente: es el
Padre que envía su Hijo en el Espíritu Santo. Si no hay Trinidad, ¿cómo entender "¡Dios
mío!, ¿por qué me has abandonado?"5 en que culmina la kénosis de la Encarnación?
¿Cómo entender que el Espíritu sea el don de Dios, que en nuestros corazones clama:
Abba6? Las misiones del Hijo y del Espíritu son gratuitas prolongaciones en el tiempo, en un
salto infinito, de las procesiones eternas. ¿Cómo se explica esto y a pesar de nuestro
pecado, que nos hace enemigos de Dios7? Solamente porque Dios ama locamente al
1 Cf.
2 Cf. 1Co 2, 9.
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, III, 6, 11.
, 22.
4 Cf.
5 Mc 15, 34par.
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6 Ga 4, 6.
7 Rm 5, 10; Col 1, 21.
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hombre y entrega a su unigénito a la muerte para salvarlo.1 Dios es un amar2 inconcebible
para nosotros.
4) La reflexión en la actualidad
Después de siglos de una imagen demasiado gloriosa (joánica) de Cristo y pasando a
la visión actual, podría decir que se vuelve ahora a la vida terrena de Jesús desde la fe de
nuestra Iglesia. Durante algún tiempo los misterios de la vida de Cristo se habían
desprendido de los manuales cristológicos para ser considerados únicamente en textos de
espiritualidad.
El atractivo del Jesús de la historia, a través de las diversas
reinterpretaciones, se hace sentir con fuerza. Se aprecia el camino ascendente de los
sinópticos y se insiste en Marcos, que antes tendía a pasar más desapercibido por ofrecer
aparentemente menos material al comentario. Jn aparece, respecto a los sinópticos, como
una profundización en la reflexión de la Iglesia. Si Jesús es consubstancial a nosotros, como
declaró Calcedonia, es importante su evolución histórica, que lo hace plenamente humano.
Aunque la revelación culmina en la pascua, toda la vida de Jesús es revelación salvadora.
Quizás lo que más contribuyó fue el destacar el hecho de la resurrección como centro de
kerygma primitivo. Así se historiza la imagen un poco estática y demasiado divinizante del
Jesús prepascual, que nos venía con el dogma de Calcedonia. No es que se deba
abandonar toda la profundidad alcanzada en la reflexión sobre la Encarnación, abandonar la
cristología descendente por la ascendente. Ambos polos son esenciales y hay que mantener
su tensión. Como vimos, la ascendente condujo a la descendente en la reflexión
neotestamentaria. Esta última ha tenido una incalculable repercusión en nuestra cultura
occidental. Pero el mundo sigue cambiando y nos encontramos en una época centrada en el
hombre, que mucho aprecia, en gran medida, lo histórico. El mensaje cristiano ha perdido
relevancia vital para muchos, relevancia que siempre va muy conectada a que sea percibido
como salvación para el hombre. El ateísmo y cierto desencanto de nuestra religión
(vacunados contra ella) tiende a ser un fenómeno masivo. No podemos simplemente
responder desde la otra orilla. Hay, por nuestra parte (aunque obviamente la fe es un don de
Dios), que restablecer los puentes y rehacer lo caminos. Y en cuanto a cristianismo, no hay
mejor camino que el reencuentro y reencatamiento con el Jesús de Nazaret, del que debe
testimoniar la vida de sus discípulos.
Junto con lo anterior, podría decir que se da otro movimiento en la teología actual, que
consiste en reinsertar el trado de cristología en el de Trinidad (o al revés), separados ambos,
al menos, desde los tiempos de la Suma de Santo Tomás. ¿Cómo se puede entender la
Trinidad si no es desde Cristo? ¿Cómo se puede entender a Cristo sino como Hijo de Dios,
enviado por el Padre en el Espíritu Santo? Entrelazar ambos es centrarse en la Trinidad
económica, que es lo vital para el hombre en busca de salvación. La Encarnación es lo que
nos abre las puertas al conocimiento de la Trinidad, sobre todo porque justamente, a mi
parecer, sólo el Hijo es el que podía encarnarse para salvarnos. Por decirlo así, la
Encarnación es un acontecimiento de Dios. Si una mayor 'trinitarización' del tratado de
cristología se inscribe en un movimiento descendente, permite, sin embargo, tomar el
movimiento desde Dios pasando por una kénosis histórica y culminando en la resurrección
escatológica.
Obviamente que la revitalización del tratado de cristología centrado en la Encarnación,
pasa por su íntima función soteriológica. La sensibilidad moderna reacciona contra las
1 Cf. Jn 3, 16; Rm 5, 8; 8, 32; 1Jn 4, 9s.
2 1Jn 4, 8.16.
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exageraciones de una soteriología ascendente como obra expiatoria y satisfactoria de la
pasión en que se aplacaría la ira del Padre, en que se compensaría la deuda de nuestros
pecados (substitución penal). Y yendo contra esto, algunos prefieren categorías de
mediación salvíficas descendentes, como revelación, divinización, justificación, redención y
liberación.
5) Nuestra tarea
La cultura siempre está en cambio, como el hombre. Los mismos conceptos con que
Calcedonia definió la encarnación (persona y naturaleza) han cambiado, al incorporar el
concepto de persona la subjetividad moderna. Por tanto, al explicitar el dogma tenemos que
poner los contrapesos suficientes para que nuestro auditorio no entienda otra cosa. Más en
general, el pluralista y complejo mundo actual, con sus sociedades fragmentadas, como la
nuestra (entre los que viven en la punta de la modernidad y los que participan de culturas
indígenas, pasando por todas las capas del llamado 'desarrollo'), nos interpela para que
evangelicemos la cultura inculturizando la fe. A eso nos envía el Señor resucitado: a
continuar la labor de siglos, el desarrollo de la tradición viva de manera que la Palabra de
Dios llegue al hombre con toda su fuerza interpeladora y transformadora. Esa es la labor de
la teología que Uds. estudian o van a estudiar proximamente: recibir la Palabra y entregarla a
un hombre en continua y cada vez más acelerada mutación cultural. Esto se hace en oración,
bajo la guía del Magisterio, escuchando a los maestros en teología y conducidos por el
Espíritu. Esto pasa por la transformación de la vida de Uds., porque es una palabra
testimonial; y pasa también por el conocimiento y comprensión del hombre a quien se van a
dirigir. Como Jesús se encarnó en la cultura bíblica y del judaísmo tardío, en la palestina y en
el arameo; así nosotros encarnamos la Palabra de Dios en el tiempo actual. Y las
encarnaciones tienen su precio: precio de años de preparación y estudio, de seriedad y
constancia. Son nuestros años de Nazaret. María y José nos pueden enseñar mucho en
esta materia. Y mientras más a fondo hagamos la preparación personal, más a fondo
podremos llegar, y ser válidos por más tiempo en las cambiantes circunstancias.
Reflexionen, piensen. No se trata de un simple repetir (y de buena memoria para esto): se
trata de penetrar algo en el misterio para poder balbucearlo a los hombres. Lo que se repite
pasa con el tiempo, se enmohece, decae en su fuerza interpelativa, porque todo va
cambiando. Yo creí haber estudiado una buena teología. Pero justo vino el Concilio y les
confieso que todavía no termino de ponerme al día. Uds tendrán que ponerse al día muchas
veces en sus largos años de vida apostólica. Pero mientras más se metan ahora, más fácil
será la adaptación futura. El estudio y la vida del Seminario es el precio de la Encarnación.
Los frutos se verán en la salvación de los hombres.
6) Enumeración de otros tópicos teológicos conectados con la Encarnación.
El esbozo, hasta aquí hecho, rápido y superficial, que ha tocado el Nuevo Testamento,
la antigüedad y la actualidad, nos ha servido para profundizar un poco en algún aspecto de
la Encarnación, lo que puede ayudar a la reflexión en que Uds. están empeñados. Pero
antes de terminar, para abrir el abanico, quisiera sólo mencionar otros aspectos, que
hubieran podido también ser profundizados.
a) Encarnación y creación. Todo fue creado por Cristo, en él y para él. Dios quiere que
él tenga la primacía en todo.
b) Gracias a la Encarnación, el hombre Cristo Jesús es el único mediador. Todas las
mediaciones del Antiguo Testamento culminan en él. La Iglesia y los sacramentos son
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continuación de su mediación. La Virgen María es causa también de su Encarnación y
resplandor de ella.
c) La vida del cristiano (el estudio de la teología de parte de los seminaristas), a
imitación de Cristo, es una cierta continuación de su Encarnación.
d) Encarnación, dignidad y sentido del hombre.
e) La Encarnación es la visibilización del Padre y la obra del Espíritu.
f) La Encarnación y la kénosis se prologan en la Eucaristía. Desde ahí se prepara la
resurrección de la carne, que en Cristo es culminación de su Encarnación.
g) La Encarnación es un nuevo principio, un nuevo orden, un nuevo Adán. Nosotros
pasamos del viejo al nuevo Adán en un lucha constante contra las potencias opuestas,
negando el vivir según la carne para vivir según el Espíritu.
h) Encarnación y recapitulación de todo. Cristo se unió a nosotros para siempre. Ahora
está todo (sus enemigos) siendo sometido a Cristo, quien al final se someterá al Padre,
entregándole el reino para que Dios sea todo en todos.
Estos son algunos otros temas, además de los insinuados en el esbozo primero, que
nos pueden hacer percibir la enorme riqueza de la reflexión teológica sobre la Encarnación, a
la que Uds están abocados en sus estudios. Ahora la palabra es de Uds.
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