MEDIO AMBIENTE ¿Por qué vino Darwin a Chiloé? Miércoles 04 de Julio del 2007 19 Dr. Juan J. Armesto Fundación Senda Darwin Instituto de Ecología y Biodiversidad Centro de Estudios Avanzados en Ecología y Biodiversidad Al nombrar la Estación Biológica “Senda Darwin” hacemos alusión al paso del joven naturalista inglés Charles Darwin por los húmedos senderos de la Isla de Chiloé en el siglo XIX (más precisamente entre 1833 y 1834), cuando Castro y Ancud (San Carlos en aquel tiempo) no eran sino unas pequeñas aldeas. Aunque Darwin es conocido por sus observaciones sobre las aves (los “pinzones de Darwin”) de las islas Galápagos, en Ecuador, que sirvieron de base a sus postulados sobre el origen de las especies, lo cierto es que el naturalista pasó mucho más tiempo recorriendo los bosques, barrancos y playas de la Isla de Chiloé, donde colectó animales, plantas y rocas, describió las costumbres de los lugareños y ref lexionó sobre la geología de la región, como lo atestiguan su diario de viaje y la correspondencia enviada a su familia y maestros en Inglaterra. Pero, ¿que hacía este viajero inglés en Chiloé?, ¿qué motivó su visita a la isla?, ¿tenía Darwin algún plan de viaje? Darwin llegó a la Isla de Chiloé en 1833 como pasajero del bergantín Beagle, propiedad de la marina inglesa, acompañando a su comandante, el Capitán Robert Fitzroy. Para conocer las raíces de esta relación hay que remontarse a la historia del joven Darwin como estudiante en la Universidad de Cambridge (Inglaterra), y conocer algo más sobre las costumbres sociales de la época. Cambridge fue el centro universitario donde Darwin, descendiente de una familia acomodada de Londres, pudo desarrollar sus inquietudes filosóficas y naturalistas fuera del ámbito de la medicina, carrera que su padre (el respetable Dr. Robert Darwin) había tratado de inculcar en su hijo, enviándolo con un hermano a la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo (Escocia). De Edimburgo, Darwin se marchó luego de dos años, desilusionado del estudio de la medicina que nunca lo apasionó. En su autobiografía, escrita en 1876, durante su vejez, y sin intención de publicarla, sólo para que sus hijos y nietos conocieran “el desarrollo de mi mente y carácter”, Darwin se refiere a las clases de Materia Medica a las 8 de la mañana en los días de invierno como “un recuerdo aterrador” y revela que las tediosas clases de anatomía humana “lo disgustaban”. Sin embargo, a través de contactos con entusiastas naturalistas en Edimburgo, el joven se inició en el conocimiento del mundo animal. Esto lo acercó a los intereses de su abuelo Erasmo, conocido por sus trabajos zoológicos (Zoonomia), que incluyen tempranas alusiones a la transmutación de las especies. En Edimburgo, el joven Darwin colectó especimenes de escarabajos, plantas y se interesó en la geología. Uno de sus mentores fue el Dr. Robert Edmond Grant, un biólogo marino experto en esponjas, un libre pensador y admirador de las ideas de Jean Baptiste Lamarck y Geoffroy St. Hilarie, ambos conocidos evolucionistas del siglo XIX. Junto a Grant, Darwin realizó agudas observaciones sobre las larvas de moluscos y otros organismos de costas rocosas que lo fascinaron. Edimburgo fue terreno fértil para su vocación por la “filosofía natural”, forjando amistad con estudiosos de geología y zoología, antes de retirarse sin concluir su carrera de medicina. Al cabo de un año, con su padre ya resignado a aceptar el desinterés de su hijo por la medicina, Darwin se matriculó en el Christ’s College de Cambridge, donde su gran pasión por el conocimiento de los escarabajos fue bien recibida. Pronto conoció a un Profesor de Botánica, el Reverendo John Henslow, con quien los estudiantes sostenían animadas discusiones sobre Historia Natural, a las cuales el joven Darwin se integró feliz por encontrar finalmente un lugar para desarrollar su vocación. En Cambridge, Darwin completó su educación universitaria. Se convirtió en un compañero constante de las excursiones botánicas de Henslow, y uno de sus alumnos favoritos. Henslow le prestó a Darwin la obra (siete volúmenes) donde Humboldt narraba su viaje a Sudamérica, más de 3000 páginas que el joven naturalista leyó completamente. Henslow, un hombre casado, confidenció a Darwin su sueño irrealizado de explorar nuevos territorios y colectar nuevas especies. No debe sorprendernos, por lo tanto, que después de la graduación del joven Darwin, fue el propio Reverendo Henslow quién recomendó a Charles como acompañante de viaje para el aristocrático Capitán Robert Fitzroy, quién se preparaba para llevar a cabo una exploración oceanográfica de tres años por las costas de Sudamérica y Australia en 1831. Fitzroy, entonces de 26 años, buscaba una persona cercana a su edad, educada y de similar posición social, para servirle de compañía en el largo itinerario de viaje. Según la costumbre de la época, un oficial inglés no debía relacionarse socialmente con su tripulación. Para Henslow, Darwin, joven graduado de 23 años, estaba “pintado” para el puesto, ‘ampliamente calificado, para colectar, observar y tomar notas’. Aunque Fitzroy tenía otros postulantes en mente, éstos desistieron a última hora, por lo que finalmente el Capitán escribió preguntando a Mr. Darwin si aún estaba interesado. Después de entrevistarse con el recomendado de Henslow, Fitzroy y el Almirantazgo ofrecieron el puesto a Darwin, quien debió pagar 500 libras por su alimento y acomodación, pero recibió garantía de disponer de todas las colecciones que hiciera y, la promesa del mismo Fitzroy de poder descender del barco ‘en el momento y lugar que dispusiera’. Darwin estaba decidido, a pesar de que el barco resultó intimidante por su pequeño tamaño, las estrechas cabinas, y que el joven inglés se mareó tan pronto como puso pie en la cubierta del bergantín en el Puerto de Plymouth, Inglaterra. Después de varios retrasos, el 27 de Diciembre de 1831, el bergantín Beagle, de la Marina Real Británica, desplegó sus velas y se alejó del Puerto, llevando al Capitán Fitzroy, a su joven invitado, y otras 70 almas, rumbo a las ignotas tierras sudamericanas y, en el curso de un año, a las tormentosas costas de la Isla de Chiloé. www.sendadarwin.cl www.ieb-chile.cl