ARTÍCULO DE REVISIÓN LA INTERACCIÓN SOCIAL EN RATAS COMO MODELO CONDUCTUAL EN EL ESTUDIO DE LA ENTACTOGENIA (Social interaction in rats as behavioral model for studying entactogenicity) 1 Patricio Saéz‐Briones , Dr.rer.nat. y Gabriela Díaz‐Véliz 2, M.Sc. 1 Laboratorio de Neurofarmacología y Comportamiento, Escuela de Medicina, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de Santiago de Chile. 2 Laboratorio de Farmacología del Comportamiento, Programa de Farmacología Molecular y Clínica, Instituto de Ciencias Biomédicas, Facultad de Medicina, Universidad de Chile. RESUMEN ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐ La interacción social, entendida como una compleja mezcla de elementos de reconocimiento entre individuos de una misma especie, constituye un factor adaptativo fundamental en la dinámica interna de grupos numerosos de individuos, tanto en el caso de los animales como en el ser humano. Los patrones de conducta asociados a los elementos de reconocimiento e interacción social cumplen una función de ordenamiento jerárquico en diversas especies animales. En el ser humano, en cambio, las alteraciones en los patrones de conductas de interacción social se asocian con diversas patologías neuropsiquiátricas de alta prevalencia y de adhesividad clínica limitada, tales como la depresión, la esquizofrenia, el autismo y los cuadros de ansiedad. Por otro lado, las disfunciones en la capacidad de un individuo para interactuar con el medio y consigo mismo, poseen varios elementos conductuales similares a los propiamente patológicos y carecen de apoyo farmacológico eficaz. En este sentido, el desarrollo de modelos animales de evaluación conductual de la interacción social constituye una herramienta clave en el desarrollo y caracterización de drogas eficaces en el tratamiento de las alteraciones conductuales propias de las psicopatologías sociales en el ser humano. Entre los métodos de evaluación de la interacción social que han sido desarrollados, los modelos en roedores destacan por su versatilidad y confiabilidad, toda vez que se basan en la evaluación de conductas clásicas, inequívocamente cuantificables. En el presente artículo, se revisan algunos de los aspectos metodológicos y de aplicación del modelo de interacción social en la rata, con especial énfasis en la caracterización de drogas entactogénicas. Palabras claves: Evaluación conductual, interacción social, ansiedad, patologías neuropsiquiátricas, MDMA (3,4‐ metilendioximetanfetamina), entactógeno. Publicado por la Sociedad de Farmacología de Chile ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐ INTRODUCCIÓN La adhesividad variable a los tratamientos farmacológicos de las patologías neuropsiquiátricas más relevantes en el ser humano, tales como la depresión, la esquizofrenia o los trastornos de ansiedad, supone la necesidad de desarrollar constantemente nuevos medicamentos que sean eficaces en la mitigación de los síntomas en un mayor número de pacientes. Una limitante recurrente en la caracterización pre‐clínica de drogas potencialmente útiles en el tratamiento de estas patologías es la pertinencia de modelos animales que, idealmente, recreen de manera más directa los efectos deseados en el paciente desde la perspectiva del restablecimiento de su conducta global normal. Este aspecto parece especialmente relevante, toda vez que las patologías que afectan el Sistema Nervioso Central se definen como “alteraciones de la conducta” (Kandel et al., 2000). ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐ Correspondencia a: Dr. Patricio Sáez Briones, Laboratorio de Neurofarmacología y Comportamiento, Escuela de Medicina, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de Santiago de Chile; Avda. Lib. Bdo. O´Higgins 3363, Estación Central, Santiago, Chile. Correo electrónico: [email protected] Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 33 Efectivamente, las patologías mencionadas poseen en común la ocurrencia de alteraciones globales de la conducta, con un marcado déficit en la capacidad del paciente para interactuar adecuadamente con su entorno. De manera similar, aquellas personas que poseen un desarrollo incompleto de sus habilidades sociales pero que no necesariamente caen en el ámbito de lo patológico, manifiestan alteraciones conductuales cualitativamente similares a las patológicas pero que habitualmente pueden ser trabajadas desde el campo de la psicología. En este sentido, el apoyo farmacológico complementario a las estrategias de tratamiento modernas en ambos casos surge como un área de desarrollo necesaria dentro del ámbito de la neurofarmacología. La mayoría de los modelos conductuales en animales para evaluar a nivel preclínico los efectos farmacológicos de antidepresivos, antipsicóticos u ansiolíticos no considera las consecuencias de la intervención farmacológica sobre la conducta social del animal. Esto se debe a que la evaluación de la conducta social de un individuo supone la observación de las interacciones que establece ese individuo con al menos un individuo más. De hecho, la definición básica de conducta social se basa en una “unidad conductual” distinta formada por los individuos que establecen la interacción y donde la influencia en la conducta de uno sobre otro no parece diferenciable claramente (Fuller & Hahn, 1976). El test de interacción social utiliza la “unidad conductual” establecida por 2 individuos para estudiar la influencia de una droga sobre ella. El paradigma conductual de la interacción social fue desarrollado hace casi 40 años con la finalidad de ofrecer un modelo in vivo para la evaluación de drogas ansiolíticas que ofreciera garantías de confiabilidad y validez a la vez, combinando la posibilidad de medir los efectos de la droga sobre los niveles naturales de ansiedad del animal utilizando como indicador la conducta social (File & Hyde, 1978). Se trata aquí de una evaluación de conducta espontánea, que no requiere entrenamiento previo del animal y cuya variable dependiente es el tiempo que un animal utiliza para relacionarse con otro individuo de su misma especie. Debido a que ambos individuos conforman una unidad, las mediciones se realizan considerando este aspecto, independientemente de que la referencia de medición sea el animal tratado con la droga en evaluación. En general, se considera que un aumento en los parámetros conductuales de interacción social (ver más adelante) en ausencia de un incremento en la actividad motora del animal indicaría un efecto ansiolítico, mientras que una disminución sólo de la interacción social se considera propio de un efecto ansiogénico. El modelo ofrece diferentes alternativas de modificación de las condiciones de evaluación, que incluyen modificaciones del nivel de luminosidad y de la familiaridad del animal con su entorno (caja de evaluación). Las modificaciones de estos parámetros permiten modular los niveles basales de ansiedad, siendo posible medir efectos ansiolíticos (en condiciones iniciales de ansiedad alta: luminosidad alta, sin familiaridad con la caja, aumento de la interacción social) o efectos ansiogénicos (en condiciones iniciales de ansiedad baja: luminosidad baja, familiaridad con la caja, disminución de la interacción social). Esta variabilidad ha permitido el desarrollo de una gran variedad de protocolos para el estudio complementario de las bases moleculares de la ansiedad, debido a que este modelo conductual es sensible también a alteraciones no farmacológicas de la ansiedad. Al mismo tiempo, el uso del test de interacción social ha permitido evaluar y describir tanto las conductas pro‐ como antisociales, entregar una descripción detallada de las alteraciones fisiológicas asociadas a la ansiogénesis y la ansiolisis, así como también de cuadros patológicos que cursan con respuestas ansiosas o cuyos tratamientos farmacológicos incluyen efectos ansiolíticos, tales como la dependencia a drogas o la depresión (File & Seth, 2003). Actualmente, la aplicación sistemática del test de interacción social se ha convertido en una alternativa viable como modelo conductual para el estudio in vivo de patologías asociadas a alteraciones del ánimo. En particular, la disminución en las conductas prosociales típicas de la esquizofrenia ha permitido utilizar el test de interacción social como modelo conductual clave en el estudio de esta patología (Lazar et al., 2008; Dyck et al., 2011; Ryan et al., 2011). Se reconoce además su utilidad en el estudio y desarrollo de drogas para el tratamiento del autismo (Silvermann et al., 2010; Wink et al., 2010), así como una aplicabilidad más limitada en el estudio de enfermedades degenerativas del Sistema Nervioso Central (Urbach et al., 2010). DROGAS ENTACTOGÉNICAS Y LA INTERACCIÓN SOCIAL. Los entactógenos constituyen una clase especial de drogas psicoactivas, diferentes de los psicodélicos y de los estimulantes clásicos estructuralmente relacionados (Figura 1) e inducen un estado alterado de conciencia reversible y dosis dependiente en humanos que se caracteriza por un aumento en la empatía del individuo hacia sí y hacia su entorno, con una marcada disminución de las conductas típicamente asociadas al miedo y la ansiedad (Greer & Tolbert, 1990; Green et al., 2003). El representante prototípico del entactógeno es la anfetamina sintética MDMA (3,4‐ metilendioximetanfetamina), conocida en la jerga no científica como “Éxtasis”. El término “entactógeno” fue propuesto hace casi 3 décadas para explicar los resultados obtenidos en el modelo de discriminación de drogas para MDMA y un número limitado de análogos (Nichols et al., 1986). Debido a sus peculiares efectos a nivel del Sistema Nervioso Central, MDMA ha sido utilizado exitosamente como apoyo farmacológico en psicoterapia (Grinspoon & Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 34 Bakalar, 1986; Greer & Tolbert, 1990; 1998). De manera similar, MDMA es considerada un potencial co‐ayudante en el tratamiento de la depresión (Riedlinger & Riedlinger, 1994), el autismo (Riedlinger, 1985), el síndrome de estrés post‐traumático (Doblin, 2002; Check, 2004) y la adicción a drogas (Shulgin, 1990). Sin embargo, cabe señalar que así como existe evidencia que apoya el uso responsable de MDMA en la psiquiatría moderna (Sessa, 2007), otras evidencias recomiendan cautela, debido a la variabilidad entre individuos y sus posibles efectos no deseados (Parrott, 2007, Guillot & Berman, 2007). Por otra parte, los mismos efectos farmacológicos centrales convirtieron rápidamente a MDMA en una droga de uso recreacional, por lo que la mayor parte de la caracterización farmacológica de sus efectos en diversos modelos in vitro e in vivo se ha centrado clásicamente en su perfil de toxicidad, sus efectos sobre las capacidades cognitivas del individuo y especialmente sus efectos a largo plazo relacionados con un agotamiento de las reservas de serotonina (El‐Mallakh & Abraham, 2007; Xie et al., 2007), los que se manifestarían en una población limitada (y susceptible) de consumidores habituales a través de una sintomatología que iría desde alteraciones leves del estado de ánimo hasta ira, agresividad y depresión (Parrott et al., 2002; Parrott, 2002; Bond et al., 2004). Si bien estos síntomas habitualmente se asocian con individuos que consumen más de una droga (Guillot, 2007) y que al estar intoxicados con diversas drogas pueden, eventualmente, desarrollar complicaciones neuropsiquiatráticas (Cadet et al., 2007), MDMA es una droga controlada en prácticamente todo el mundo (ACMD, 2009), siendo la accesibilidad actual al compuesto y sus posibilidades de uso en investigación limitadas. Este hecho se ve agravado debido a que si bien se conocen aspectos clave del mecanismo de acción de MDMA a nivel central, los que indican un efecto de inducción de la liberación del neurotransmisor serotonina por interacción directa con su transportador como responsable de los efectos subjetivos en seres humanos (Gudelsky & Nash, 1996; Mechan et al., 2002; Tancer & Johanson, 2007), otros elementos mecanísticos permanecen sin ser entendidos a cabalidad, a partir de la alta afinidad que MDMA posee por los transportadores de monoaminas en general (Battaglia et al., 1988, Elliot & Beveridge, 2005), que también se relacionan con sus efectos en seres humanos (Johnson et al., 1986; Steele et al., 1987; Gouzoulis‐Mayfrank, 2001). Este hecho limita la utilidad de los modelos in vitro para la caracterización de la farmacología de MDMA y de eventuales análogos. Si bien los efectos conductuales inducidos por MDMA en ratas han sido estudiados extensamente (Green et al, 2003), uno de los aspectos más complejos de la caracterización farmacológica de una droga potencialmente entactógena es que ninguno de los protocolos de evaluación conductual clásicos dan cuenta directa de la entactogenia, definida en su acepción más “humana”. La extrapolación de resultados, por tanto, en el marco de la aplicación de un conjunto de protocolos conductuales ha generado siempre controversia, no existiendo consenso respecto de la validez real de la evaluación preclínica de MDMA. Una situación similar se aplica igualmente para la caracterización de sus análogos, los que dada la potencialidad terapéutica de MDMA, constituyen un área necesaria de desarrollo. Hasta el momento, la caracterización conductual de análogos de MDMA ha estado limitada a algunos análogos de uso recreacional (revisado en Quinteros‐Muñoz et al., 2010) y a un número reducido de variantes estructurales de éstos, utilizando como templado estructural adicional a MDA (3,4‐metilendioxianfetamina, Figura 1) y en particular para evaluar la influencia de diferentes patrones de sustitución en el anillo aromático sobre su farmacología. La estrategia experimental habitual en estos casos ha sido la combinación de la evaluación in vitro (inducción de la liberación de serotonina y dopamina) con el uso del modelo conductual de discriminación de drogas es cualitativamente muy efectiva pero que requiere de períodos prolongados de entrenamiento de los animales. Esta combinación de metodologías permitió identificar inicialmente posibles nuevos análogos di‐ y trimetoxilados con posibles efectos diferentes a los del alucinógeno DOM (2,5‐dimetoxi‐4‐metilanfetamina, Figura 1) y los del estimulante anfetamina (Glennon & Young, 1982; Glennon et al., 1984, Figura 1), mientras que la caracterización conductual de algunos análogos metilados de MDA indicó la ausencia de efectos “tipo MDMA” puros (Parker et al., 1998). En general, una herramienta metodológica conductual relevante para la identificación de compuestos con posibles efectos entactogénicos ha sido la técnica de discriminación de drogas. Los resultados obtenidos para los análogos más tradicionales de MDMA y MDA (MDE: 3,4‐ metilendioxi‐N‐etil‐anfetamina y N‐OH‐MDA, Figura 1) que han sido utilizados recreacionalmente indican que ninguno de ellos posee un perfil tipo estimulante (Glennon & Misenheimer, 1989), dependiendo del estereoisómero considerado y siendo el isomero (+) generalmente más potente que el (‐) (Glennon et al, 1988, Oberlender & Nichols, 1990). Series racionales de otros compuestos con grupos alquilo extendidos o con N‐ sustituciones o en el carbono de la cadena alquilada han dado origen a compuestos diferentes, con mayores efectos sobre la neurotransmission dopaminérgica y toxicidad, así como depleción serotoninérgica de largo plazo (Oberlender y Nichols, 1990, Nash & Nichols, 1991), o efectos mixtos (estimulante/alucinógeno) (Gouzoulis‐Mayfrank & Hermle, 1998; Gouzoulis‐Mayfrank, 2001; Hermle, 1993) que no siempre concuerdan exactamente con los reportes de uso Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 35 en seres humanos (Shulgin & Shulgin, 1991; Dukat et al., 2002; Khorana et al., 2004). Figura 1. Estructuras químicas de MDMA (3,4‐metilendioximetanfetamina), sus análogos más clásicos (MDA, MDE, N‐OH‐MDA) y su comparación con algunos estimulantes y alucinógenos estructuralmente relacionados. Por otro lado, es conocido que MDMA es capaz de alterar la conducta espontánea en la rata, generando un patrón de incremento de la locomoción que depende de la activación de receptores dopaminérgicos centrales D1, D2 y D3 (Risbrough et al., 2006). Además, la evaluación de las alteraciones de la conducta espontánea en la rata inducidas por dosis agudas de MDMA ofrece una variante igualmente efectiva de presunción de posibles efectos entactogénicos. De hecho, la construcción de perfiles conductuales a partir de curvas dosis‐respuesta de paradigmas conductuales clásicos (actividad motora, locomoción, levantadas sobre las patas traseras, limpieza, sacudidas de cabeza y condicionamiento activo) indica que MDMA posee una identidad farmacológica diferente a la de alucinógenos y estimulantes estructuralmente relacionados, estrategia que ha sido utilizada con éxito para el estudio comparativa de drogas análogas (Piper, 2007; Quinteros‐Muñoz et al., 2010). Lamentablemente, ninguna de las metodologías mencionadas permite la medición de una conducta que evalúe directamente efectos propiamente entactogénicos. El síndrome entactogénico se caracteriza por un reforzamiento de las conductas prosociales de los individuos (Baylen & Rosenberg, 2006; Dumond & Verkers, 2006; Summall et al., 2006). Estos efectos prosociales pueden ser recreados en la rata por inyección de MDMA (Morley & McGregor, 2000) y se ha propuesto que están relacionados directamente con alteraciones de la neurotransmission serotoninérgica (Homberg et al., 2007). Dosis agudas de MDMA (2.5 mg/kg – 5 mg/kg) aumentan la “permanencia al lado del compañero”, un tipo de contacto físico entre los miembros de la pareja de animales evaluada en el test de interacción social (Morley et al., 2005; Ando et al., 2006; Thompson et al., 2007). Este efecto se ve incrementado al aumentar la temperatura, indicando que el efecto observado no tiene relación con un fenómeno adaptativo a un ambiente frío (Cornish et al., 2003). Los efectos prosociales inducidos por MDMA estarían asociados a la activación secundaria de receptores serotoninérgicos 5‐HT1A mediada por serotonina hipotalámica, efecto que induciría a su vez la liberación del neuropéptido oxitocina que se postula es el mediador químico directo de los efectos prosociales inducidos por MDMA (Thompson et al., 2007). Debido a lo anterior, existiría un sofisticado mecanismo de regulación de los niveles de este neuropéptido que involucraría a áreas específicas cerebrales específicas (área preóptica medial, núcleo accumbens, amígdala e hipotálamo ventromedial), además de las neuronas hipotalámicas encargadas de liberar oxitocina (Stephenson et al., 1999; Hargreaves et al., 2007; Thompson et al., 2007). Evidencia experimental adicional indica que los efectos prosociales mediados por MDMA se encuentran asociados con un incremento en los niveles del factor de transcripción Fos (Thompson et al., 2009). En cambio, la depleción serotoninérgica inducida Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 36 por administración crónica de MDMA provocaría un efecto ansiogénico mediado por la activación de receptores 5‐ HT2A (Bull et al., 2004). Hasta el momento, el uso del test de interacción social para la caracterización farmacológica de MDMA ha probado ser un modelo confiable que se transforma en el complemento más adecuado a las metodologías más clásicas de evaluación conductual a nivel pre‐clínico en animales de efectos sólo verificables clínicamente en humanos. APROXIMACIONES METODOLÓGICAS HACIA LA EVALUACIÓN DE LA ENTACTOGENIA. Como se mencionó anteriormente, la cuantificación de la interacción social en roedores se ha empleado en estudios fundamentales en psicofarmacología y en paradigmas específicos para el screening preclínico de compuestos con potencial ansiolítico (File, 1980). Ratas y ratones son las especies más utilizadas en investigaciones de interacción social, y es habitual registrar los efectos inducidos por drogas en todos sus elementos conductuales. En el caso específico de la evaluación de los efectos prosociales inducidos por dosis agudas de MDMA, compatibles con los efectos subjetivos propios de la entactogenia en el ser humano, el animal elegido ha sido la rata (Morley & McGregor, 2000). Cabe señalar que, a pesar que el método de evaluación de la interacción social ha sido utilizado por casi 4 décadas con diversos fines, su uso para la caracterización de los efectos entactogénicos de nuevas drogas estructuralmente análogas a MDMA no se refrenda en la literatura disponible. A partir de la modificación de las condiciones experimentales que el método ofrece (File & Seth, 2003), la duración y frecuencia de los diferentes componentes de la interacción social pueden ser interpretados en relación al total de efectos observados en las diferentes dinámicas conductuales: conductas no sociales, conductas sociales, conducta sexual, conducta agresiva, y conducta de huída o escape (Cutler, 1993). Es importante señalar que las condiciones en las cuales se mantienen los animales antes de realizar los ensayos conductuales tienen una profunda influencia sobre las conductas observadas: los animales pueden mantenerse en grupos de 6‐8 ratas por caja, si se requiere un bajo nivel de interacción social en ratas controles, o en pares si se requiere un alto nivel de interacción. En cambio, si el animal se mantiene aislado, éste muestra un alto grado de agresividad en el ensayo de interacción social. El efecto de las drogas se prueba sometiendo a un par de ratas, que no se conocen previamente, a un mismo tratamiento farmacológico, y registrando su conducta en una caja neutral durante un encuentro social de 5 o 10 min. La observación se realiza de acuerdo a diferentes paradigmas para detectar efectos específicos inducidos por drogas, excluyendo elementos de conducta agresiva. Las conductas del grupo de ratas tratadas con droga se comparan con las de un grupo equivalente de ratas control. Los datos obtenidos de la interacción social pueden ser analizados por procedimientos estadísticos como el análisis de varianza de una vía seguido por ensayos de comparaciones múltiples. Para la evaluación de los efectos pro‐sociales inducidos por MDMA y análogos que realiza nuestro equipo de investigación, se utiliza ratas Sprague‐Dawley machos (200‐ 230 g), las cuales se mantienen en grupos de 8 ratas por caja, en un ambiente con temperatura controlada, con un ciclo de luz‐oscuridad de 12 horas (luz de 8:00 a 20:00 hrs.) y con libre acceso a alimentación y agua. La elección de los animales se basa en los antecedentes de validación original del método para medir efectos ansiolíticos (File & Hyde, 1978) y en las importantes diferencias entre machos y hembras en lo que se refiere a su conducta social (Johnston & File, 1991). El protocolo experimental está éticamente validado, la cual garantiza que no se contravengan las normas bioéticas básicas de manejo y cuidado de los animales. Al inicio del ensayo conductual se toma parejas de ratas pareadas por peso, provenientes de 2 cajas diferentes, asegurando la inexistencia de contacto previo. A cada animal se le inyecta una dosis intraperitoneal de la droga a evaluar disuelta en suero fisiológico. Cada pareja de ratas recibe un mismo tratamiento y cada tratamiento consta de 7 parejas. La inyección de las drogas a evaluar o de suero fisiológico (control) se realiza 30 minutos antes de colocar ambas ratas en el centro de una caja de acrílico negro (50 x 50 x 40 cms) para su observación durante 10 minutos. El ensayo de interacción social, involucra registrar cada 2 minutos, una variedad de conductas sociales derivadas del trabajo de diversos autores. Estas incluyen la medición del tiempo durante el cual las ratas se aproximan, siguen o permanecen junto al compañero, además del tiempo dedicado al olfateo general o ano‐genital del compañero. La suma de todas estas conductas da un puntaje total de interacción social. Además, se miden conductas consideradas como no sociales, tales como el número de levantadas del animal en sus patas traseras y la presencia/ausencia de conducta estereotipada alrededor de la caja (Figura 2), así como marcadores propios del síndrome serotoninérgico (piloerección (presencia/ausencia), la rotación pivotal, y la postura baja del cuerpo). Estas últimas se registran de acuerdo a la siguiente escala: 0 = ausente, 1 = ocasional, 2 = frecuente (> 45 seg) y 3 = constante (> 90 seg). Utilizando esta metodología, se ha podido realizar la evaluación inicial de una serie limitada pero representativa de nuevos análogos de MDMA, la cual indica diferencias no esperadas en los perfiles respecto de la droga de referencia (Sáez‐Briones et al., 2011). Lo anterior resalta la importancia del test de interacción en la rata para la diferenciación cualitativa de las características farmacológicas de estos psicofármacos, en concordancia con las diferencias reportadas en el ser humano (Shulgin & Shulgin, 1991). Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 37 Figura 2. Conductas sociales y no sociales en el modelo de interacción social en la rata: (A) Conducta no social I; (B) Conducta no social II; (C) Olfateo al compañero; (D) Seguimiento al compañero; (E) Aproximación y seguimiento al compañero; (F) Permanencia sobre el compañero. Rev. Farmacol. Chile (2012) 5(1): 38 PERSPECTIVA El test de interacción social en ratas, desarrollado originalmente como modelo conductual para el estudio de la ansiedad y para la caracterización de los efectos ansiolíticos de drogas de diverso origen, ofrece también una alternativa validada y confiable para el estudio de drogas eficaces en el tratamiento de diversos cuadros neuropsiquiátricos, así como para la caracterización de drogas con potenciales efectos entactogénicos. Estas últimas, constituyen herramientas farmacológicas útiles como terapia co‐ayudante de patologías prevalentes, así como también en psicoterapia. Evidentemente, si bien este modelo se acerca mucho más que otros a la evaluación en un animal de los efectos propios de la subjetividad de la condición humana, su utilidad se entiende como una herramienta metodológica complementaria a otros protocolos conductuales, todos necesarios para la evaluación pre‐clínica completa de una droga psicoactiva de uso terapéutico. Cabe esperar que la exploración de la diversidad de protocolos que esta metodología ofrece permita aumentar la asertividad científica en el desarrollo de nuevas drogas eficaces clínicamente. BIBLIOGRAFÍA: Advisory Council on the Misuse of Drugs (ACMD), “MDMA (‘ecstasy’): a review of its harms and classification under the misuse of drugs act 1971”, 2009. Ando, R.D., Benko, A., Ferrington, L., Kirilly, E., Kelly, P.A. & Bagdy, G. “Partial lesion of the serotonergic system by a single dose of MDMA results in behavioural disinhibition and enhances acute MDMA‐ induced social behavior on the social interaction test” Neuropharmacology 50: 884‐896, 2006. Battaglia, G., Brooks, B.P., Kulsakdinum, C. & De Souza, E.B. “Pharmacologic profile of MDMA (3,4‐methylenedioxyamphetamine) at various brain recognition sites” Eur. J. Pharmacol. 149: 159–163, 1988. Baylen, C.A. & Rosenberg, H. “A review of the acute subjective effects of MDMA/ecstasy” Addiction 101: 933‐947, 2006. 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