autores - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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AUTORES CON LA LETRA U
Continuación de la “BIBLIOTECA DEL SONETO”
autores con la letra U
UBAGO, JUAN B.
UBALDO GENTA, EDGARDO
UBEDA M ARQUEZ, RAFAEL
UCETA, ACACIA
UFANO HERM OSILLA, PEDRO MARIA
URBACH, CARLOS PIO
URBACH, FEDERICO
UGARTE, JAVIER
UGARTE, M ANUEL
UGARTE BARRIENTOS, JOSEFA
UGARTE Y PAGES, FRANCISCO JAVIER
UGIDOS, SILVIA
ULIVARRI, JULIO CESAR
ULLAN, JOSE M IGUEL
ULLOA Y PEREIRA, LUIS DE
ULLOA ZAMORA, ALFONSO
UM AÑA, ROSA
UM AÑA BERNAL, JOSE
UNAMUNO, MIGUEL
URBACH Y CAM PUZANO, FEDERICO
URBANO, RAFAEL DE
URBANO CARRERE, RAM ON ANTONIO
URBINA, LUIS GONZAGA
URBINO, VICTOR
URIBARRI, FELIPE
URIBE, BASILIO
URIBE, JUAN
URIBE WHITE, ENRIQUE
URIOSTE, M ARCELO
URNIETA Y AGUIRRE, LORENZO
URUEÑA GONZALEZ, CARLOS
URQUINAONA
URQUIZA, CONCHA
URRIOLA, JOSE DOLORES
URRUTIA ITURBE, ANGEL
USSIA, ALFONSO
UTRAY, JAVIER
AUTORES
UBAGO, JUAN B.
Cuba. Siglos XIX – XX
Poeta.
TU ABANICO
Es temible si expresa desagrado
con su lenguaje mudo y allanero;
y es fiel y cariñoso mensajero
si le lleva un suspiro al ser amado.
Espada de Damocles si cerrado
amenaza entablar combate fiero;
y promesa amorosa si ligero
le acaricia con su aire perfumado.
Si a tu oído, melódica y sentida,
una frase de amor llega atrevida,
es discreto y oculta tus sonrojos,
como la nube al sol, con su paisaje;
pero astuto y traidor, deja a tus ojos
que miren al revés del varillaje.
UBALDO GENTA, EDGARDO
Uruguay. Siglo XX
Poeta.
EL VERS O
Dijo la voz: modela tu gemido
tal como labro yo mi firmamento
y de la perfección del sufrimiento
serán la luz, la forma y el sonido.
¿Cómo sueltas palabras sin sentido,
sin sugestión, sin alma, sin acento,
pretenden cauce dar al pensamiento,
piedad al corazón, gozo al oído?
Mientras esculpas tu pesar más fiero,
más claro, puro, digno será el canto
que darás al instante venidero...
Y dócil a la voz cesa mi espanto,
me divinizo de besar mi llanto,
pido más gracia de dolor ¡espero!
UBEDA MARQUEZ, RAFAEL
Vélez Rubio. Almería. 1.942
Poeta hallado en Internet.
ME PERMITIS TE, TIEMPO
Me permitiste, tiempo, otro verano
aumentar con más tiempo mi expediente.
Nuevas arrugas surcan por mi frente
y amarillean las hojas de mis manos.
No sé si es el momento pertinente
para hacer del invento un inventario
del pasado o si, por el contrario,
escurrir todo el zumo del presente.
Que el tiempo va pasando es evidente
y que deja su huella, cosa cierta,
para que la vejez llegue insolente.
Mas todas mis ventanas son abiertas
para que, en un tarde, de repente,
el otoño penetre por sus puertas.
S UMA Y S IGUE
Sumo, sigo y asumo primavera
a pocos días vista del otoño;
sumo y sigo, señor, y le propongo
lo que le dije ayer, que la manera
de ajustar compromisos consistía
en hacer solidaria la madera
con el erizo y la enredadera
y crear una nueva compañía:
“S ociedad limitada maderera
mineral, vegetal, incluso humana”
un hecho comercial extraordinario.
Y girarán más nobles las esferas
si sin temor los átomos se hermanan
en un estrecho lazo solidario.
SONETTI A S HAKES PEARE
Cuando en la calma que no existe leo
los versos tuyos que peor los canto
pienso en tu rostro bigotudo y feo
imperfecto y atroz como un quebranto.
Pero en tu ruda complexión yo veo
tus sonetos, oh cisne, y el espanto
que los astros dispensan. No poseo
las ramas estivales del acanto.
Con qué Apolo, el áureo concubino
nueve veces de las musas te donara
más desnudo que dios danzas sin sueño
auspiciando en las playas el salino
don del mar que en tus manos se compara
al vuelo de la hierba y el beleño.
UCETA, ACACIA
Poetisa madrileña. Perteneciente al grupo
“Alforjas de la Poesía”. En 1.966 obtiene el
premio de poesía “Fray Luis de León”.
LA LLAMA D E TU AMOR
La llama de tu amor fundió mi cera.
Tus manos moldearon mi figura.
Por ti pude elevarme en mi estatura
y asomarme a tu huerto en primavera.
La llama de tu amor hizo que fuera
posible mi ilusión y mi ventura.
Aún me tiembla tu brazo en la cintura
y el brillo suave de tu cabellera.
Yo sé que soy la luz que por ti luce:
tuya es la fuerza que me impulsa y hace
seguir la senda que hasta ti conduce.
Tú le diste a mi canto melodía.
He nacido a tu amor como se nace
al alba tras la noche, cada día.
UFANO HERMOS ILLA, PEDRO MARIA
Miranda de Ebro. Burgos. 1.927
Bachiller y Poeta.
ES TA NOCHE HE S OÑADO...
Esta noche he soñado... Era de día...
Tú estabas a mi lado... Lentamente
se esfumaba tu imagen en mi mente...
Marchábamos los dos a una alquería...
Después era un poeta que escribía
para ti mis romanzas... Indigente
iba yo suspirando entre la gente
tu limosna de amor... Anochecía...
Era yo un general y una victoria
había conseguido. Por mi gloria,
con tus brazos de nardo me apresabas...
Después era un asceta... Luego era
un enfermo y estabas de enfermera...
Al final me moría, y me besabas...
URBACH, CARLOS PIO
Matanzas. Cuba. 1.872 – 1.897
Poeta. Murió en la guerra.
HOMERO
Un gigantesco cíclope simula
cuya espalda no encorvan las edades,
y aun su lira de bronce a las deidades
con sus estrofas clásicas adula.
El regio canto que épica modula
estremece las ruinas de ciudades
muertas, o en las celestes soledades
a los dioses proscriptos estimula.
Supremo forjador de eterna joya,
émulo poderoso de vestiglos,
yérguese excelso en inmortales bregas.
Y el resplandor magnífico de Troya
apagóse en la bruma de los siglos
cuando aun refulgen sus pupilas ciegas!
BYRON
Nació de heroica estirpe ese poeta
de bruna cabellera ensortijada,
brillando su pupila constelada
como un rayo que filtra una faceta.
Fue su musa tan triste, que interpreta
la desdicha de un alma desolada
o la expresión que anima la mirada
cuando rueda, vencido, de un atleta.
Del tumultuosos hervor de sus pasiones
huyeron, como tímidos alciones,
sonoras rimas de vibrantes ecos;
y trazóle su horrenda desventura
hosca senda de tétrica amargura
donde halló sólo corazones secos.
INCOHERENTES
¡Los fervientes anhelos! los que hilan
los flébiles amores celestiales
y enervando el dolor de los mortales
cual lánguidas visiones se perfilan;
en mi alma nostálgica destilan
el aroma de goces ideales,
y lívidos fantasmas, espectrales
por mis ensueños cándidos, desfilan;
al cruzar por mi mente oscurecidos
como un sol deslustrado que se apaga
o tristes como pálidos dementes;
entumecen mis nervios doloridos
con la dulzura misteriosa y vaga
que engendran los delirios incoherentes.
LOS TEMPLOS
En sus bóvedas guardan la infinita
castidad que los sueños tornasola,
como guarda en su pálida corola
alburas la silvestre margarita.
En su recinto protector no agita
el ansia terrenal su impura ola;
del blanco cirio la dorada aureola
a los delirios lánguidos excita.
Narcótico deleite se desprende
del incensario fúlgido que al aura
impregna de balsámicos olores;
y el ritmo melancólico que extiende
por la atmósfera el órgano, restaura
el piadoso fervor de mis mayores.
JULIAN DEL C AS AL
Amó el brillo sutil que reverbera
aureolando las joyas fulgurantes,
los místicos deleites enervantes,
la tarde, de los sueños mensajera.
Con el matiz de rubia cabellera,
o el iris de las sedas espejeantes,
forjó sus tersas rimas deslumbrantes
moldeando el verso como dúctil cera.
Cruzó cual encendido meteoro,
con radiaciones fúlgidas de aurora
el firmamento azul de Poesía;
a sus estrofas de bruñido oro
ungiendo con la esencia soñadora
alma de vesperal melancolía.
IN EXTREMIS
Aura sutil su clámide olorosa
de verde enredadera en los festones
desgarra. Melancólicas canciones
flébiles surgen de la selva hojosa.
Tiñe el cielo su bóveda azulosa
con lácteas tenuidades de jarrones,
y en el ocaso humeantes bermellones
del sol la veste esparce esplendorosa.
Como un pálido ejército las garzas
van acampando en las punzantes zarzas
que bordan los linderos del camino
donde en áspero lecho de fría piedra
que alfombra crespa exuberante hiedra
agoniza extenuado peregrino.
UN CRUZADO
Nímbale el casco broncínea cimera
donde erizado feroz jabalí,
a la ígnea lumbre del sol reverbera
chispas sangrientas de ardiente rubí.
Pende bruñida tajante altanera
como un trofeo del marcial tahalí,
y la acerada lóriga, severa
surca y blasona la cruz carmesí.
Yergue su diestra cruzado orifloma,
lleva en la mente su Dios y su dama,
sacro amuleto, feliz talismán;
y en la hosca brega febril del combate,
hunde frenético, agudo acicate
a encabritado brioso alazán.
VES PERAL
El sol envuelve su caldeado escudo
en sudario de brumas irisadas,
cual la púdica virgen el desnudo
turgente busto en sedas sonrosadas;
rasga trémulo el aire el eco agudo
que lanzan los alciones en bandadas:
quiebra en negro arrecife el mar sañudo
sus eréctiles ondas argentadas.
Como un ópalo níveo en ocre raso,
mancha con su blancura del ocaso
la ensangrentada clámide, alba vela;
pájaro de plumaje marfileño
finge, que a las comarcas del Ensueño
por encendidos firmamentos vuela.
VELAD A
En la blanca frialdad de la neblina
su lívido semblante verde-plata
la luna arropa, y tenue se retrata
tras su manto de aérea muselina.
Cuando en su curso agónico declina
hacia el ocaso, su cendal desata,
y el nítido sudario desbarata
su luz que argenta y pálida ilumina.
Filtrando el cortinaje de la bruma,
en la onda azul, crenchada por la espuma
al irisar sus últimos fulgores,
copia del tedio abrumador el astro
que al surgir en mi cielo, deja el rastro
de su fúnebre brillo en mis amores.
REMINIS CENCIA
Lánguida y melancólica sonrisa
de cándidos infantes hechiceros;
flores de alba corola que la brisa
mece a la lumbre azul de los luceros;
amores de cruzados caballeros
y blondas castellanas, indecisa
luna que al resplandor blancos regueros
con metálicos tintes la onda irisa;
a mi alma habláis con musicales voces,
hacéis promesas de ideales goces
a mi tétrico espíritu abatido;
y, emisarios de ignotas lontananzas,
me traéis soñolientas remembranzas,
del lejano país en que he vivido.
ENCLAUS TRADO
S ólo en mi corazón reina el hastío
como un déspota audaz que se entroniza;
lo que ayer me sedujo, hoy me horroriza,
y encuentro el mundo en derredor vacío.
La nostalgia del claustro mudo y frío
en mi alma soñadora y enfermiza,
como fragante flor, aromatiza
las ansias de mi espíritu sombrío.
¡Ay!, yo aspiro a las dichas ideales;
los efímeros goces terrenales
engendraron el tedio en mis placeres.
Pueblan mis sueños vírgenes con tocas,
y no me encienden las sangrientas bocas
con que besan las pálidas mujeres.
DES OLACIÓN
Como el gallardo paladín caído
viendo inutilizada la cimera,
levanta desde el polvo su bandera
como postrer esfuerzo de vencido.
Así mi corazón, mártir herido
por aciago pesar, ya nada espera,
mas sostiene su fúlgida quimera
como un faro entre ruinas encendido.
¡Oh Señor! Si perpetuo desolado
cruzando los senderos terrenales,
llevo mis ilusiones condolidas.
¡Infúndele a mi espíritu agobiado
la fe de religiosos ideales
o el heroico valor de los suicidas!
PARA UNAS VOCES
En la penumbra incierta del historiado coro
disuélvese un perfume como de castidades,
y de la nave inmensa las blancas soledades
invade un leve soplo de virginal decoro.
De los erguidos cirios la lágrima de oro
tiembla al errar el vuelo de espiritualidades
que emana de las voces del coro, en suavidades
flexibles, tenues, leves, como hálito sonoro.
La vibración postrera se extingue de las voces,
y aun se perciben vagos, como sedosos roces
que pueblan el silencio de los sitiales almos;
y el ánimo interroga, si en la alta sillería
expira lentamente la santa melodía
o inícianse en el alma desconocidos salmos.
DE CARLOS PIO Y FED ERICO URBACH
INTRODUCCION
S omos nosotros pálido pintores
que diluyendo el alma en la paleta,
esbozamos ensueños de poeta
con justas gradaciones de colores.
La trágica expresión de los dolores
forja marco a la cláusula discreta,
si la indomable aspiración, boceta
iris de fugitivos resplandores.
En el cielo del arte, los matices
cruzándose en artísticos deslices
simulan espejismos visionarios,
y en el paisaje desolado, abiertos
lirios negros en cármenes desiertos
forja nuestra labor de solitarios.
S omos nosotros pálidos pintores
que infundir anhelamos al bosquejo,
la expresión vacilante del reflejo
que agoniza entre lampos tembladores.
La dicha que difunden los amores
o el pesar que deforma el entrecejo,
quisiéramos copiar, como un espejo
de una ninfa los rasgos turbadores.
Pero, como los copos invernales
el diáfano fulgor de los cristales
opacan con sus gélidos sudarios,
implacable el olvido tenebroso
opacará, cruzando misterioso,
nuestra extraña labor de solitarios.
PARA UNAS ROS AS
Rosas que el rosa tenue de senos virginales
mostráis, y la clausura del tiesto cristalino
ornamentáis con tono de lampo vespertino
o fugitivas luces de cielos otoñales.
Espirituales rosas que a las espirituales
contiendas amorosas unís vuestro destino,
poniendo en las mejillas rubores, y en el vino
de amor de rojas bocas los hálitos sensuales.
En el fecundo huerto del corazón nacidas
las rosas del ensueño, dobléganse rendidas
al alma de las rosas que en el salón divaga,
y dulces rendimientos el corazón presume
en la embriaguez suprema que emerge del perfume
y el resplandor de rosas que la pupila embriaga.
EN LA ARCADA
Bajo el dosal de la esculpida arcada
eres visión de blanca vestidura,
que de una estrofa esquiva la clausura
por suplicantes ritos evocada.
Por locas inquietudes agitada,
tus ojos, que abrillantan la ternura,
fíjanse, escrutadores, en la oscura
sombra de la avenida enarenada.
En la tiniebla nocturnal imitas,
inmóvil en el rico barandaje,
virgen enferma o moribundo nardo...
Viendo en el horizonte de tus cuitas
cruzar con resplandores de celaje
la última rima del ausente bardo!
EN LA PARTIDA
Cuando la inquieta nave, refractaria
a indolentes perezas, dejó el puerto,
e internóse en el náutico desierto
ávida de región hospitalaria;
ella junto a la borda solitaria,
viendo esfumarse el horizonte incierto,
la frialdad homicida de lo yerto
sintió invadir su dicha visionaria.
Y entonces ¡del amor loca sublime!
asiéndose al anhelo que redime
con un desbordamiento de alegría,
forjóse una quimera misteriosa:
¡que su alma se quedaba venturosa...
en las patrias riberas con la mía!
DE OTOÑO
Un vuelo melancólico de hojas
en las arcadas de la selva ondula,
como sonrisa virginal que adula
la muerte, de la vida en las congojas.
tal en tu selva, corazón: despojas
tus ramas de recuerdos, y simula
un miraje engañoso que estimula
el manojo de ensueños que deshojas.
De otoñales tristeza se diluye
un algo espiritual en la contienda
en que el aroma de tu vida exhalas;
y al rumor angustiado, sustituye,
de tus alas heridas en la senda,
un vuelo melancólico de alas.
DE TRANS ITO
Yo vengo de un país que el sol inflama
con su lluvia de ardiente pedrería,
que en regueros lumínicos envía
de su ígneo disco la caldeada llama.
Donde susurra lánguida la rama
del árbol de los sueños su elegía,
y sus notas de rítmica armonía
en los delirios pálidos derrama.
Allí a través de mágico espejismo,
descúbrese del sacro misticismo
el séquito de goces ideales;
y vírgenes de cándida hermosura
engendrando en el alma la locura
profetizan las dichas celestiales.
CRIS ANTEMOS
Fabulosas leyendas orientales
dicen del crisantemo la leyenda,
que entraña en dulce símbolo la ofrenda
de exaltadas primicias virginales.
Fingiendo atardeceres estivales
sus corolas deshójanse en la senda,
que señala al encanto la contienda
de áureos deslumbramientos floreales.
Sus pétalos, a modo de venablos
de mil luces, a zonas mil alcanzan
como flechas de un sol iridiscente,
y engarzando en sus pétalos vocablos
a las comarcas del ensueño lanzan
fabulosas leyendas del Oriente.
BUDOIR
Alcoba. En los tapices, el ramaje
sobre malva entreabre blancas rosas
con un tinte enfermizo. Un oleaje
de blondas cae del lecho. Temblorosas
parpadean las joyas. El paisaje
de un biombo irradia luces misteriosas
de crepúsculo pálido. S alvaje
y voluptuoso olor de resinosas
maderas esculpidas. Grave escudo
labrado en la cornisa. Espesa alfombra
ahoga las pisadas. En la incierta
penumbra de la tarde, yace mudo
el fastuosos budoir, donde la sombra
va envolviendo el recuerdo de la muerta!...
LAMPO
Si mi alma es como un ánfora de hastío
¿a qué brindarme con tu dulce entrega
que me encadena a la mundana brega
cual el reposo ultraterrestre ansío?
De tu amoroso empeño desconfío;
más que apacible claridad que anega,
es llamarada fúlgida que ciega
y se extingue en su propio desvarío.
Desatemos el lazo vacilante
que anuda mi tristeza a tu idealismo,
que tu dulce visión consoladora
se refleja en mi vida un solo instante,
como, sin dejar huella, en un abismo
el resplandor rosado de una aurora.
EL S UEÑO
Media noche. Los astros languidecen
en el sutil encaje de la bruma,
y del remanso oculto, entre la espuma
las flores, embriagadas, se adormecen.
Los árboles, rendidos, desfallecen,
entre las sombras su perfil se esfuma,
y en su alcoba de pétalos y pluma
las gotas del rocío se estremecen.
Vago rumor suspira voluptuoso
remedando las quejas de un salterio,
su veste azul la atmósfera reviste,
y al cuchichear del bosque perezoso,
arropado en las ondas del misterio
el sueño surge silencioso y triste.
MELANCOLIA
Crepúsculo. En el lívido paisaje
la mortecina luz filtra las grietas
de las errantes nubes. El celaje
sangra, al clavar sus últimas saetas.
El sol agonizante. En el encaje
de piedra, que recortan las siluetas
de las lejanas torres, un mensaje
cuelgan los melancólicos poetas.
¡Oh, la mortal tristeza, blanca novia
de las almas, que tímidas, agobia!
¡Oh, las castas promesas fugitivas!
Los ensueños se alejan errabundos
y surgen los recuerdos moribundos
de las pálidas tardes pensativas.
S ALAMMBO
En el palacio de Megara, sobre
la marmórea terraza que domina
el golfo que Tanit alabastrina
torna en bruñida ánima de cobre;
aspirando el efluvio de salobre
aura que surca la extensión marina,
y diadema con nimbos de neblina
la árida cumbre de peñasco pobre;
S alammbó envuelta en túnica de gasa,
de un pebetero en la rojiza brasa
quema extasiada la fragante goma,
y al adorar los siderales mitos
ascienden los murmullos de los ritos
en las espiras de sagrado aroma.
GABRIEL D’ANNUNZIO
Gabriel D’Annunzio una visión hermosa
en sus ensueños mágicos persigue,
sin que el temor a lo espectral le obligue
a desandar la ruta fatigosa.
Por región ignorada y tenebrosa
con brioso ardor y loco afán la sigue,
y aprisionarla, triunfador, consigue
en la red deslumbrante de su prosa.
En éxtasis de sacro arrobamiento
la hermosura ideal de su conquista
con intensa embriaguez admira absorto,
y al hallar la belleza, el sufrimiento
la emoción de su júbilo conquista
viendo que el plazo de la vida es corto.
URBACH, FED ERICO
Matanzas. (Cuba). 1.873 - La Habana. 1.936
PREVIS IÓN
Hijo de cada instante que pasa presuroso
diafanizar procura la próvida enseñanza,
y si es para tu vida fatal y doloroso
le deje, por lo menos, un poco de esperanza.
La sucesión efímera de las fugaces horas
transforma en luminosas y sabias experiencias,
para que los silencios de tus indagadoras
concentraciones, tengan videntes transparencias.
Así, la rauda fuga de los errantes días
traiga a la persistencia de tus melancolías
con el ensueño cándido la persuasión del fuerte;
y salva, en la derrota de los esquivos años,
alzando el alma heroica sobre los desengaños,
el corazón sin manchas para afrontar la muerte.
REGRES IONES
A veces una nube que pasa ; una imprecisa
voz que suena lejana; la queja de los mares
sobre la arena; un roce del ala de la brisa,
o un lampo deslumbrante de oros crepusculares,
me dicen tantas cosas de mi fugaz pasado,
con tal vigor reanímanla efímera inconciencia
de mi niñez, que dudo si todo lo ambulado
ha sido sólo en sueños, o ha sido mi existencia.
Así por una suerte de espiritual regreso,
lo efímero que encierra mi corazón opreso
pierde la inconsciencia del tiempo y la distancia
y por la voz, la nube, la brisa y el poniente,
preso, de mis recuerdos en el dorado ambiente,
paréceme que vivo la vida de mi infancia.
S IMIENTE D E ES PERAN ZA
Paz, honda paz, vasta quietud, ensueño
en el mar, en la senda, en el ambiente
crepuscular que diafaniza el sueño
de oro de los trigales del poniente...
Paz, honda paz en la tristeza mía,
y en mi visión interna paz y encanto,
ampliando la dorada lejanía
a través de la niebla de mi llanto.
Mi corazón, herido en la contienda,
melancólicamente por la senda
de la piedad y de la vida avanza,
y en la paz infinita del camino,
de todas las quimeras peregrino
torna a soñar, temblando de esperanza...
MIRTO (I)
Eres más hondo que el dolor, más fuerte
que el destino, y más triste que la vida,
a tu eterno dominio sometida
más allá del olvido y de la muerte.
Una visión fugaz logra encenderte
como flama de fuerza contenida,
y arraigado en el alma poseída
sólo tu propio mal puede vencerte.
De tu prodigio la celeste llama
cuando el rendido corazón inflama
la terrenal miseria transfigura;
y Jordán milagroso del pecado,
sobre todo lo incierto y desolado,
tu encanto melancólico perdura.
MIRTO (III)
Hermano del dolor, la triste vida
con él compartes por diversa suerte,
y hasta el dulce regazo de la muerte
llega tu esencia a la memoria unida.
La visión de la tierra prometida
muestras al torvo corazón que advierte,
como el milagro de tu voz convierte
en esperanza la quietud perdida.
Si es don celeste del dolor el llanto,
tu luminosa gracia es el encanto
de la quietud perenne de tus huellas;
y si el dolor tu aparición indaga,
tu hechizo melancólico lo embriaga
y lo deslumbra un resplandor de estrellas.
MIRTO (IV)
Melancólico ensueño torturado
por las solicitudes del instinto,
como aliento vital jamás extinto
a la prisión terrena encadenado.
Origen y refugio del pecado,
del pecado redimes, indistinto,
a todo corazón que en tu recinto
se inflama por tus ansias exaltado.
Concentración de angustia y esperanza
sólo el milagro de tu imperio alcanza
purificar el alma envilecida;
y si tu imperio no existiese, fuera
la obsesión deslumbrante de la vida
llenar la inmensidad con tu quimera.
DES PUES DE “ORO”
Gracias, amigos, gracias en nombre de mi verso
y gracias, mis amigos, en nombre de mi vida,
que si acendrar pretende mi verso un universo
de amor, ya el alma es plena de amores florecida.
Ante vuestro homenaje rendido mis cantares
de su amoroso ruego diéronme la encomienda,
en alas de esos vagos poemas crepusculares
que dicen de la tarde la pálida leyenda.
Los lauros y los versos, y las constelaciones,
y del lejano Sevres las frágiles visiones
os hablan, por mis labios, de su consagración;
que a Cuba y a vosotros las páginas consagro,
donde entre aspiraciones de ensueño y de milagro
os da toda su sangre la flor del corazón.
III
Y gracias, mis amigos, en nombre del que duerme
su sueño sin ensueños, y al fin sin pesadilla
y abandonó la vida sin que pudiera verme
doblar, junto a su angustia, piadoso, las rodillas.
En nombre del ausente que de mi amor reclama
raudal inagotable la vena de mi lloro,
y que a través del tiempo y del dolor, derrama
raudal inmarcesible, la vena de su oro.
En nombre de su espada y en nombre de su lira,
y en nombre de sus sueños que la belleza inspira,
gracias os da mi labio, gracias mi corazón;
y siento como un vuelo de estrellas en la mente,
y siento las unciones y el alma del ausente,
como si descendiera, lustral, su bendición.
BLAS ON CREPUS CULAR (I)
En el sereno pasmo del oro del ocaso
las ánforas celestes vuelcan su pedrería,
que al armonioso golpe del ala de Pegaso
transfórmase en castillos de fantasmagoría.
Del señorial recinto las viejas alamedas
de nuevo invade el alma de faustos seculares
y en la sonora gama: risa, tumulto, sedas...
diluyen vanamente su gama los pinares.
A cada fugitiva revuelta de un sendero
evoca la memoria la sombra del postrero
señor de aquel dominio, y en vez de la silente
visión, puebla el esmalte rosado del camino
el persuasivo encanto de un grupo femenino
sobre el deslumbramiento del oro del poniente.
II
Las flámulas, tendidas en el muriente ocaso,
de símbolos y lauros dialogan con el viento,
y el armonioso golpe del ala de Pegaso
finge un blasón celeste sobre el pavés sangriento.
En el dorado ambiente las músicas deslíen
sus perlas cristalinas, y en las arcaicas sendas
pupilas que se asombran y labios que sonríen
dan la amorosa pauta de alarmas y contiendas.
La noche, lentamente, torsos y aristas funde
con vaguedad movible que la visión confunde
de un mármol, de una fronda, de un rizo, de un encaje...
y fragmentando, súbita, castillos y blasones,
todo el deslumbramiento de sus constelaciones
las ánforas nocturnas vuelcan en el ramaje.
DIAS DE ORO (II)
Tal como un taumaturgo Do Juan, enamorado
de la maravillosa leyenda de los mares,
tu amor a su opulento dominio encadenado
desflora sus azules enigmas seculares.
Sumisa a la imperiosa demanda de tu empeño
se entrega a tu reclamo su codiciada mina
y ofrece a tus pupilas el deslumbrante ensueño
que trémula clausura la inmensidad marina.
Tus interrogaciones inquieren del abismo
los cósmicos secretos del sordo cataclismo
que ocultan las facetas de un cabrillear de oro;
y dueño del prodigio de la marina gesta,
le arrancas, explorando la atlántica floresta,
sabias revelaciones al caracol sonoro.
V
El fuego, el mar, la tierra... sólo te falta el cielo
para regir la enorme cuadriga d e tu fama,
y ya tu pensamiento, tal vez, inicie el vuelo,
y tu ánima presienta que el cielo te reclama.
Acaso de tu ciencia los cálculos deslumbre
y embargue de tu mente las sabias abstracciones,
con su temblor de alas y su dorada lumbre
el armonioso ritmo de las constelaciones.
Si la visión te plasma de la amplitud celeste,
no la impaciencia alada de tu avidez arreste
la ruta, enamorada de un sideral diamante;
que el cielo, de su vasta floresta luminosa,
te arrojará como una relampagueante rosa
la chispa fragmentaria de alguna estrella errante.
VI
Del lauro que en las islas de oro ensombrecía
las sendas armoniosas; del lauro estremecido
por el clásico ambiente sonoro, que ceñía
las testas que han triunfado del tiempo y del olvido;
una frondosa rama pujante reverdece
entre la nieve pálida de una comarca helada,
y bajo el cielo cándido de nuevo resplandece
como en el suelo helénico de su región dorada.
Carlos, para tus sienes, del lauro codiciado
que de una nueva raza la estirpe ha consagrado,
te hace la ofrenda el Norte de una hoja resonante;
con ella, taumaturgo de la naturaleza,
la isla del sol encantas, y a transmutarse empieza
en Cíclada risueña del fabuloso Atlante.
GES TO HEROICO
Tal como los misterios de la noche profunda
preceden a la clara pureza matinal,
y en toda sementera los gérmenes fecunda
el corrosivo abrazo del limo terrenal;
descubro, hora tras hora, la luz de una enseñanza
en todo sedimento de llanto que hay en mí,
y al fondo penetrando, vislumbro una esperanza
en todo oscuro abismo de mi dolor. Así
para que mis perennes tristezas fructifiquen
haré que sus simientes en mí se multipliquen,
y con un amplio y grave gesto de sembrador.,
a los amargos vientos de las desolaciones
y a la de amor y ensueño sed de los corazones
deshojaré la inmensa rosa de mi dolor.
PREVIS ION
Hijo, de cada instante que pasa presuroso
diafanizar procura la próvida enseñanza,
y si es para tu vida fatal y doloroso,
te deje, por lo menos, un poco de esperanza.
La sucesión efímera de las fugaces horas
transforma en luminosas y sabias experiencias
para que los silencios de tus indagadoras
concentraciones, tengan videntes transparencias.
Así, la rauda fuga de los errantes días
traiga a la persistencia de tus melancolías
con el ensueño cándido la persuasión del fuerte:
y salva, en la derrota de los esquivos años,
alzando el alma heroica sobre los desengaños,
el corazón sin manchas para afrontar la muerte.
DE RETORNO
He vuelto a recorreros, senderos del lugar
donde sentí, al influjo de mi primer dolor,
el alma como un cáliz abrirse a todo amor
y el pensamiento fértil a todo meditar...
He vuelto a repasaros en la crepuscular
hora de los ensueños, con tal evocador
poder de reviviros fieles en mi interior
y veros con las dichas furtivas retornar;
que vuestras solitarias rutas al recorrer
en mis divagaciones, han vuelto a florecer
con todos los misterios con que gocé o sufrí;
y he soñado un instante la vida retener,
y al haz de los encantos pretéritos volver,
al sentir el pasado como llorando en mí...
PAX AN IMAE
Corazón, no te agotes en estériles bregas,
ni a la angustia te rindas del perenne clamor
con que amengua la vida, tras cobardee entregas
la armoniosa grandeza de su propio dolor.
Para toda ansia loca ten un poco de olvido
y un instante de tregua para todo sufrir,
no eternices tu llanto por lo que hayas perdido,
ni te embriagues de ensueños por lo que ha de venir.
¿Para qué los afanes si es tan triste el sendero?
¿Para qué la esperanza, si el encanto postrero
que a la dicha imploramos es voluble y fugaz?
Diafaniza tu abismo, mientras llega la muerte,
con lustrales clemencias, y demanda a la suerte
honda paz solamente, corazón, honda paz.
EN LA D IS TANCIA
Desde la ventanilla, con mi indolente hastío
a cuestas, voy mirando como entre la maleza
la sierpe aventurera de caprichoso río
con desfallecimiento de amor se despereza.
De pronto –en la distancia, que aproximar ansío
y acerca a mis pupilas la matinal pureza-,
tras una loma brilla fugaz el caserío
que trágase otra loma cuando a ensancharse empieza.
Y la visión que rauda como un ensueño huye
en el recuerdo, avara de vida, reconstruye
con su dorado ambiente los íntimos lugares
que mi pasado entrañan; como en la lejanía
engáñase el viajero, cuando la costa envía
un hálito de rosas sobre los anchos mares.
VIÑ ETA
Esta solar mañana de transparencias plena
tiene una cristalina gracia resplandeciente
tan límpida, tan pura, tan clara, tan serena,
que el alma se sumerge desnuda en el ambiente.
La sideral turquesa se ensancha engrandecida
del diáfano aire fúlgido por el cristal sonoro,
y de la tierra emana como un tremar de vida
que asciende difundiéndose en un tremar de oro.
Ni un vuelo, ni una sombra, ni un pálido celaje
maculan la dorada lámina del paisaje
celeste, en que el ensueño su copo azul devana,
y sobre el claro esmalte de estelas luminosas,
las cándidas agujas se yerguen temblorosas
en el deslumbramiento de la solaz mañana.
ALTRUIS MO
Pobre alma dolorida, no temas el tormento
de nada duradero que a tu visión se esconda,
que todo es fugitivo, que todo es del momento
y tiene la inconstancia del viento y de la onda.
Ni sueñes el hechizo de un inmutable encanto
ni la embriaguez suprema de un sosegado olvido,
que siempre a la quimera sucede, amargo, el llanto,
y hasta el recuerdo efímero busca el dolor perdido.
Así, serena y sola, pobre alma adolorida
llena de incertidumbres, podrás darte a la vida
transfigurando el germen de tus cavilaciones,
y en vértigo amoroso de exaltaciones locas,
asir todas las manos, besar todas las bocas
y adormecer de ensueño todos los corazones.
CANTO DE CLARINES
El corazón, henchido por el clamor inmenso
que tiembla y se dilata con un triunfal encanto,
fecunda un optimismo tan sano, tan intenso,
que fúndese en el riego consolador del llanto.
En el sonoro ambiente desata el vocerío
de sus exaltaciones la prodigiosa gama,
con un desbordamiento de caudaloso río
que en el revuelto océano del alma se derrama.
La gloria, entre el estruendo de voces agoreras,
asorda en las campanas, tremola en las banderas
y clama en las fanfarrias de la trompetería;
y ante el deslumbramiento fastuoso de la gloria,
muy tenue, muy lejana, se aclara en mi memoria
la inconsistente niebla de mi melancolía.
DOMINIO ETERNO
Hechizo peligroso del femenino encanto,
en las viriles ansias disuelto eternamente,
que en nuestras inquietudes eres perenne llanto
y eres, en nuestra dicha, fugaz y sonriente.
Hechizo peligroso que la afanosa vida
transformas con tu mago cristal de encantamiento
dando al ensueño, a veces, inerme ala transida
o alzando, milagroso, sus torres en el viento.
Suspende la existencia la frágil resistencia
de un tenue hilo de oro; la vaga inconsistencia
de un hálito más leve que un pétalo de rosa;
atormentado soplo, sutil hebra dorada
que con el beso virgen y la húmeda mirada
tu femenino encanto perpetuamente acosa.
AMOR D E ENS UEÑO Y DE ROMANTIC IS MO
INVOCACION
Amor, fecundo génesis, perpetua sed de vida,
próvida y milagrosa fuente de eternidad,
bálsamo que restaña toda sangrienta herida,
de todo humano abismo celeste claridad;
bajo la clara tienda de tu ala protectora
cobijo mi pasado y amparo el porvenir,
que árbitro del minuto, del siglo y de la hora
he de llorar contigo, contigo he de reír.
Acórreme en las lides que en tu dominio entablo,
sutil y poderoso mágico del venablo,
anhelo eternamente vencido y vencedor;
acorre mi demanda si tu favor alcanza,
maravillosa y dulce simiente de esperanza
más fuerte que la muerte, más grande que el dolor.
VI
Alma y flor de mi vida, ya está lejos, muy lejos,
y en mis desolaciones te vuelvo a encadenar,
como al morir la tarde, los últimos reflejos
fugaces, aprisiono del resplandor solar.
Alma y flor de mi ensueño, dolientes las mañanas
revélanme tu ausencia, tristes nublando el sol,
y en la playa , en el eco de las marinas dianas,
un presagio siniestro modula el caracol.
Pero tal es la sombra de mi visión interna;
tal la noche que temo fatídica y eterna
y en que tus claros ojos sumíéronme al partir.
Que estas melancolías de cielos otoñales
y estas hondas tristezas de cosas terrenales,
junto a mi duelo, fingen, alegres sonreír.
IV
A manera de bruma, mi encanto y a manera
de encaje de divisa, de inmaculado airón,
flota a todos los vientos la espiritual bandera
de tu gracia, en la torre de mi desolación.
Sutil así perduras, mi pálida viajera,
plena de gracia y plena de dolorosa unción,
fugitiva que diste fuerza a tu cabellera
para forjar el yugo de un sólido eslabón.
Sutil así perduras, triste madona mía
que misteriosamente desde la lejanía
influyes en mi vida como un dulce avatar;
sutil así perduras, si mi dolor te evoca...
pero si torna al alma la embriaguez de tu boca,
mis ansias, como azores, se vuelven a lanzar.
X
En el jarrón de S evres que muestras amorosas
contiendas con sus flores espiritualizó,
avaro de recuerdos he puesto nuevas rosas
evocando el aroma del tiempo que pasó;
y al poderoso influjo del pasional conjuro
la percepción del ánimo tornóse tan sutil,
que en los mudos tapices te he visto sobre el muro
y sentido tu mano rozar, leve, el marfil.
Después, lánguidamente, los pétalos cayeron
como en rosada lluvia, y al alma repitieron
el frívolo y eterno tema de lo banal...
Y cuando a recogerlo fui de la oscura alfombra
supersticioso y triste, lo visitó en la sombra
el lampo fugitivo de un rayo vesperal.
XII
Como pausadamente se cierra el varillaje
de un cándido abanico, guardando en la prisión
espiritual y breve del perfumado encaje
los oros, los países, los sueños, la ilusión...
El frágil abanico que abrió tu epifanía
plegóse como un ala transida de volar,
guardando en la clausura de mi melancolía
las rosas que el olvido comienza a desflorar.
En nuestros corazones el desaliento empieza
de todo lo pasado, que exalta la tristeza
dulce, de los misterios que nunca han de volver...
Y cuando el abanico se abra en profanas manos,
en nuestros corazones, lejanos, muy lejanos,
nuestras rosas de ensueño vendrán a florecer.
DE TRANS ITO
Durante breves horas, fuiste mi compañera
en la impaciente y dulce festinación de un viaje,
y en esas breves horas, toda una primavera
en mi alma y en tus ojos diafanizó el paisaje.
Hay un fugaz encanto de ensueño, en la quimera
de amores, con que pueblan todo peregrinaje,
el oro y el perfume de una amplia cabellera,
y el descuidado pliegue de un indolente encaje.
Y así como de un sueño perdura solamente
un resplandor dorado de niebla inconsistente
que aviva en la memoria la falsa dicha trunca;
de nuestro raudo encuentro, tal vez desvanecida
quede una luz de estrella; que en la azarosa vida
jamás nos hemos visto, ni nos veremos nunca.
BAJO TUS OJOS
Enormes, tus pupilas, como noches polares
que el oro de una chispa temblorosa ilumina,
reflejan apacibles selvas crepusculares
o abismos insondables de inmensidad marina.
Ya diáfanas de ensueños, ya plenas de amargura
evocan el encanto lejano de la gesta;
violetas que al dorado misal que las clausura
trascienden el aroma de toda la floresta.
Pupilas milagrosas de dulce mansedumbre
que una terrena llama y una celeste lumbre
vierten, como un hechizo que viene de muy lejos;
errantes mensajeras de tu alma triste y fuerte,
la duda del misterio y el miedo de la muerte
audaces interrogan con trémulos reflejos.
PRED ES TINACION
Dar mi ensueño a la vida, como si diera al viento
mi clamor, y a la nube mi encomienda, y al mar
el sigiloso encanto de mi recogimiento...
esa la suerte ha sido de mi peregrinar.
Mi corazón ingenuo y espiritual, sediento
de amor, persigue un hondo cauce donde abrevar
y el oro de mis ansias finge un deslumbramiento
de cada fugitivo temblor crepuscular.
Transfigurar la arcilla, querer eternamente
segar en el camino los sueños de la mente
y difundir en lluvias de estrellas mi dolor...
Esa, de mi sendero, la amarga suerte ha sido;
soñar, en mi desierta derrota hacia el olvido,
dar vida a la quimera que llevo en mi interior.
CERA VIRGEN
Emerge inmaculada del corpiño
la blanca seda cándida que escuda
tu seno virginal, y la desnuda
garganta emerge blanca del armiño.
Y aún más blanca, más diáfana y más bella
tu faz exagüe y sideral, parece
que, translúcido nácar, resplandece
con una interna claridad de estrella.
Toda alburas y nieves y alabastros,
más que sangre vital es luz de astros
la transparente savia de tus venas;
y si el amor te hiriera de rendirte
florecieran sus dardos al herirte
en pálidas espigas de azucena.
UNA TUMBA, A JUANA BORRERO
El sol, en el Ocaso, cabecea
entre blondos cendales de neblina
cual funeral antorcha, y su opalina
lumbre, sobre los ángeles gotea.
A los fulgores de la luz febea
el cielo entristecido se ilumina,
y en la franja de brumas purpurina
el astro de la tarde parpadea.
S obre las negras rocas que la espuma
lame, al chocar, de las inquietas olas,
se eleva humilde cripta funeraria,
donde la luz crepuscular se esfuma,
coronado de fúlgidas aureolas
la cruz de mármol triste y solitaria.
UGARTE, JAVIER
España. S iglo XX
Poeta.
A UN PODEROSO
Glorias, riquezas, galas y esplendores
que te deslumbran hoy en las alturas;
del amor y el regalo las dulzuras;
del poder y el boato los honores;
heraldos del dolor, encubridores
de impurezas, maldades o locuras,
traerán con los deleites las harturas
y la Eterna Verdad tras los errores.
El día llegará de la justicia;
la tierra apagará los ecos vanos
del placer, la ambición y la codicia.
Y al invadir tu cuerpo los gusanos,
una voz brotará de la inmundicia
que te dirá con Job: ¡S on tus hermanos!
UGARTE, MAN UEL
Argentina. 1.878 - 1.951
Político.
EL BES O
A veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre se juntaban nuestras bocas.
Los míos murmuraban: -¡Me provocas!
Los tuyos: -¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.
Recuerdo que, una tarde, la querella
en el jardín llevando hasta el exceso,
quisiste huir, mas, por mi buena estrella,
en una rosa el faldellín fue preso,
y que, después, besé la rosa aquella,
por haberme ayudado a darte un beso.
EL ENCUENTRO
De la vetusta iglesia castellana
por la puerta escondida tras la ojiva,
entraste aquella vez muy pensativa
mientras llamaba a muerto la campana.
Y al regresar del templo esa mañana,
supe que una sonrisa fugitiva
puede al lirio tornar en rosa esquiva
y a la nieve poner color de grana.
Nos hallamos de pronto en la escalera,
que baja desde el atrio hasta el retiro;
mi rostro se tornó como de cera,
tu pecho se agitó bajo el respiro;
y con una mirada mensajera
nos lo dijimos todo en un suspiro.
ANTE LA TUMBA
Hoy sólo queda de la vieja historia
que conmovió mi juventud inquieta,
una herida en el alma del poeta
y un recuerdo de angustia en la memoria.
Pero aquella aventura transitoria
debo fijar de un trazo en la paleta,
como clava, al vencer, el fuerte atleta
un nombre de mujer sobre la gloria.
Tú fuiste la divina flor de ensueño
que supo despertarme de mi sueño
y fuera deslealtad si no dijera
que todo te lo debo, amada mía,
porque al mirarme por la vez primera
me hiciste adivinar la poesía.
UGARTE BARRIENTOS , JOS EFA
Málaga. 1.854 – 1.891
Condesa de Parcent. Poeta premiada en varios
certámenes literarios. A los 15 años ya escribía.
S AFFO
S obre alta roca, desceñido el manto,
los ojos fijos en el claro cielo,
rota la lira sobre el duro suelo,
doliente exhala su postrero canto.
Absortas de su voz por el encanto,
gimen las musas en amargo duelo;
y vierte S affo con febril anhelo,
triste raudal de inspiración y llanto.
Llora de amor; el fuego que la inflama
el piélago no apaga, que se extiende
sobre sus miembros e iracundo brama.
Su noble acento, las edades hiende,
que es poco el mar para extinguir la llama
que genio nombran, y que Dios enciende.
ENVIO
Si el corazón un rayo me alcanzara
destruyendo mi pecho enamorado;
si un torrente de luz, si un soplo airado
en oscuras cenizas me anegara.
Si la voz de la muerte levantara
todo mi ser en polvo dispersado
y sólo mi memoria en tu costado
la soledad doliente te acercara.
Si la luz se hace sombra en tu mirada,
si quiebras tu figura dolorosa
al anuncio del nombre que era mío,
volveré del silencio de la nada
de otro mundo, mujer, donde reposa
traspasada mi carne en el vacío.
UGARTE Y PAGES , FRANCIS CO JAVIER
Barcelona. 1.852 - Madrid. 1.919
Académico de la Real Academia Española,
ocupó la silla Q de 1.918 a 1.919
Político y periodista, en varias ocasiones ministro.
EL S ONETO
Rey de la rima, artífice sin par,
noble mantenedor del bien decir,
tan fácil al impulso del reír
como dócil al ritmo del llorar.
Nota mística o plácido cantar,
voz del pasado o voz del porvenir,
sabe amar, conmover o persuadir,
predicador, filósofo o juglar...
-¡Padre Lope! De hinojos ante vos,
roto el casco, sin lanza y sin arnés,
quiero dar al soneto un triste adiós...
Confieso, arrepentido, a vuestros pies,
que he escrito -¡perdonadme!- ciento dos...
¡Y os juro no escribir el ciento tres!
MI CANTO
Canto la vida, las dulzuras canto
del bien sin tacha que feliz disfruto:
ni el oro envidio, ni el honor disputo,
que tanto halagan y deslumbran tanto.
Bendigo de mi hogar el mudo encanto,
y del trabajo saboreo el fruto...
Mi numen y mi afán: ¡doble tributo
con que hasta Dios el corazón levanto!
Calle el tedio del alma endurecida,
entre dudas rebelde prisionero...
Yo, como el ave que dichosa anida
bajo la sombra del campestre alero,
canto la tierra en paz, canto la vida,
¡porque te amo, Señor, creo y espero!...
EL PADRE ETERNO
Quisiera ser tan recto, Padre mío,
de virtud tan profunda y acendrada,
que a servirte y honrarte consagrada,
mi vida te rindiese el albedrío.
¿Qué es, ¡ay!, la libertad en el vacío
del abismo insondable de la nada?...
Mas me place que oriente mi jornada
la dulce exclavitud del bien que ansío.
S ométeme a tu arbitrio soberano;
dame, Señor, tu inspiración constante,
y yo bendeciré la excelsa mano
que dirija mi paso vacilante:
no fue nunca la brújula tirano,
sino guía y sostén del navegante.
LOS TROQUELES
Unidos la ambición y el desaliento,
me empujaron, esquife sin amarras,
entre escollos, vorágines y barras,
a merced de las ráfagas del viento.
Y airado y fiero cual chacal hambriento,
el mal me atrajo y me clavó sus garras...
¡Qué más me humillas cuanto más desbarras,
oh rebelde y versátil pensamiento!...
Perdona, ¡oh Dios!, al que perdón te pide...
El dulce afán con que mi amor recobras,
ni el bien aplaza, ni el agravio mide...
Y haz que, libre de angustias y zozobras,
al forjar mis ideas... ¡nunca olvide
que ellas son los troqueles de mis obras!...
BIENAVENTURADOS ...
¿Será verdad, S eñor, que los mortales
a quienes Tú con mano lisonjera
colmas en esta vida pasajera
las venturas y halagos terrenales,
no podrán asomarse a los umbrales
de tu inmutable Gloria duradera,
rotas las alas con que a la alta esfera
se remontan las águilas caudales?...
Yo no creo que el bien aquí gozado
sea siempre, S eñor, el bien perdido
en la mansión que al justo has reservado...
pero -feliz por tu favor- no olvido
que Tú dijiste: -¡Bienaventurado
el mísero, el doliente, el perseguido!...
MI PEQUEÑ EZ
Dondequiera, S eñor, miro tu mano
que me ampara benévola y me guía:
sin tu fecunda protección sería
mi anhelo estéril y mi esfuerzo en vano.
Bajando de las cumbres hasta el llano
como el alud que la tormenta envía,
juguete de los vientos rodaría,
privado de tu auxilio soberano...
Mas ya a inquietarme y confundirme empieza
esa tenaz abrumadora duda:
¿merece el pecador que tu grandeza
a remediar su pequeñez acuda,
y te apiades, Señor, de su flaqueza
y solícito vengas en su ayuda?...
PLUS ULTRA
Más allá, más allá, dice el creyente.
-No hay más allá, replica el descreído.
-Hay un cielo a los justos prometido.
-No hay más felicidad que el bien presente.
-No todo acaba aquí. -¡Pobre inocente!
Eres polvo y en polvo convertido
volverás a la tierra. -Yo no olvido
que mi alma ha de vivir eternamente.
-¿La eternidad?... ¡El pan de cada día,
el deleite fugaz de cada hora!...
-¿Y después?... -Nada más. La tumba fría,
donde todo se extingue y se evapora...
Donde triunfa el dolor , santa ironía
que aun alienta al que reza y al que llora.
VOZ D E DIOS
¡Cuántas veces, Señor, el mundo aislado,
en apacible soledad amiga,
mi corazón, rendido a la fatiga,
a tus pies reverente se ha postrado!...
¡Cuántas veces mi amor te ha suplicado
que tu mano piadosa me bendiga,
pues mi propia conciencia me castiga
a velar el cadáver de un ahorcado!...
Y ante él, ante mis culpas, he aprendido
que jamás tu clemencia me abandona:
nací para servirte... ¡y te he ofendido!...
¿Quién a tu siervo, como Tú, perdona,
y con voz paternal dice a su oído:
“¡Tuyo soy!, mi corona es tu corona”?
NI DIOS NI AMO
Roto el respeto de la ley divina,
tu astucia burlará la ley humana...
¿Qué es la moral sin Dios?... Palabra vana,
tenue luz que ni abrasa ni ilumina.
Roba, incendia, destruye y asesina...
Libre es tu voluntad y soberana,
si el dulce freno de la Fe cristiana
tus bárbaros instintos no domina.
¡Necio el que sufre! ¡Imbécil el que llora!...
A reír y gozar... Tal es tu oficio.
Difama sin piedad la redentora
escuela del dolor y el sacrificio...
¡Y hará tu carcajada triunfadora
inmune la maldad sagrado el vicio!
POS T NUBILA...
Señor, Señor, que se me va la vida;
detén el rayo que extinguirla intenta:
oigo el ronco fragor de la tormenta
que sobre mí retumba enfurecida,
y trémulo -sacrílego deicida,
cómplice de tu muerte y de tu afrenta-,
tu cólera implacable me amedrenta
y tu excelsa justicia me intimida...
¡Tu justicia, Señor! La ley que ampara
al inocente, al triste, al desvalido,
de Ti, inflexible y dura, me separa...
Pero si grande mi maldad ha sido,
más grande es tu clemencia... ¡nunca avara
del perdón, de la gracia, del olvido!...
CORAZON AD ENTRO
¡Cuán solo estoy, Señor! Huyo aterrado
del vaivén de la inquieta muchedumbre,
que, gimiendo en perenne servidumbre,
la libertad pregona del pecado...
Y ¡qué espantosa soledad!... Cegado
por el vaho de la ambiente podredumbre,
giro errante, sin faro que me alumbre,
como rojo batel desarbolado...
Pero ¿estará tan sola el alma mía
si en Ti mi amor y mi dolor concentro,
y feliz en tu dulce compañía
tu auxilio busco y tu piedad encuentro?
-¡Triste, Señor, mi condición sería
si no te hallara corazón adentro!...
LA ADORACION DE LA C RUZ
Te adoro, ¡oh Dios!, ante la Cruz te adoro,
y a tu bondad mi perversión someto:
tu amor invoco, tu poder respeto,
tu gloria ensalzo... ¡y mi perdón imploro!
Vibre tu verbo plácido y sonoro
en mi turbado corazón inquieto,
rebelde al torpe, abrumador secreto
de mis culpas sin fin, que triste lloro.
Sé el Dios de la piedad. Padre clemente,
propicio siempre a redimir las faltas
del hijo pecador o delincuente...
¡Tú, que desde las cúspides más altas
calmas el mar, serenas el ambiente,
el sol enciendes y la tierra esmaltas!...
MUNDO
¡Ay del mundo, ese Rey enloquecido
que te ultraja, Señor, y que te niega,
y rebelde y satánico se entrega
al placer, a la crápula y al ruido!
Por su propia maldad envilecido,
de la ciénaga inmunda en que se anega
ni el agua brota, que los campos riega,
ni se alza el ave, que fecunda el nido.
S ordo al deber, al sacrificio ajeno,
ciego a la luz del ideal cristiano,
“no es bueno el mundo”, ni jamás fue bueno.
¡Ay de él, Señor, si tu potente mano
libre le deja para hollar sin freno
el lodazal del egoísmo humano!...
DEMONIO
Es el poder de S atanás tan grande
porque son sus ministros los placeres:
¿qué pretende tu afán? ¿qué es lo que quieres?
El dará a tu ambición cuando demande.
Mas ¡ay!, como a tus súplicas se ablande,
ni tregua, ni piedad, ni calma esperes:
el oro, el vino, el juego, las mujeres...
¡No hay puñal que a su golpe se desmande!
Y te herirá implacable, mientras ría
con la mueca procaz que al cielo plugo
imprimir en su boca... ¡Mueca impía,
tras la cual es su abrazo áspero y yugo;
llanto acerbo, la frívola alegría;
el deleite, despótico verdugo!...
CARN E
¿Ves rugiente y sin tino, de la altura
despeñarse la rota catarata
que, sembrando el estrago, se dilata
a través de la plácida llanura?
Así, indócil, tu espíritu tortura
y con ímpetu fiero te maltrata
el instinto carnal, que hiere y mata
cuando más te deleitas en la hartura.
-¡Oh virgen del altar!... ¡Cuál resplandece
al fulgor de tu púdica belleza
el blasón que tus votos ennoblece!...
como la flor del campo en la maleza,
bajo tu blanca toca se guarece
la virtud más hermosa... ¡La pureza!...
NAUFRAGOS
Demandando, S eñor, piedad y olvido,
llega a Ti mi indigencia desvalida:
alma por las borrascas combatida,
busco el calor y la quietud del nido.
Morir quiero, S eñor, como he vivido,
abrazado a tu Cruz, mi dulce égida,
que es la fe para el náufrago en la vida
faro entre cielo y tierra suspendido.
Así la frágil, perseguida nave,
refugio pido al abrigado puerto
y el beso espera de la brisa suave...
Así, cansada de su rumbo incierto,
a la alta esfera se remonta el ave,
peregrina del mar y del desierto...
CONTRICION
¡Tu siervo soy, Señor!... Alza tu brazo
y sobre mí tu cólera descarga:
no aborrezco la vida por amarga,
ni por duro tu látigo rechazo.
¡Tu siervo soy, Señor!... En dulce lazo
tu Justicia me atrae, tu Amor me embarga;
a corta pena, recompensa larga...
-¿Quién mide el riesgo, ni escatima el plazo?...
Redoble tu rigor la pesadumbre
de la Cruz que me das en penitencia;
para llegar con ella hasta la cumbre
alientos pediré a tu Providencia,
y así mi pasajera servidumbre
don eterno será de tu clemencia.
REBELDIA
¿Qué intentas descubrir?... ¿La ley suprema,
misteriosa razón desconocida,
que hace al par de la muerte y de la vida
el más grave recóndito problema?
Pues no hallarás ardid o estratagema
que burle a Dios y tu fracaso impida,
¡mal que pese a tu ciencia envilecida,
cuya antorcha no alumbra... pero quema!...
¡Ay del rebelde que inquirir procura
cuanto la humana pequeñez ignora!...
Es ave errante que en la noche oscura
sin rumbo cierto el horizonte explora
y audaz pretende trasponer la altura,
queriendo ¡en vano! anticipar la aurora...
¡POBRES POBRES !
Tengo frío, Señor, y acongojado
en vano busco bienhechor abrigo;
tengo sed, y saciarla no consigo,
a la aridez del yermo condenado.
Hambre tengo, y me juzgan deshonrado
si las migajas del festín persigo;
triste lloro, y jamás lloran conmigo
el ahíto, el feliz, el potentado...
Pues soy pobre, S eñor, y soy tu imagen,
¿consentirás que, al implorar su ayuda,
el bien me nieguen y tu ley ultrajen?...
En trizas el deber, la fe en añicos,
derrumbado el hogar, la piedad muda,
¡pobres pobres, Señor!... -Y ¡pobres ricos!...
EL MEJOR S ERMON
Martes de Carnaval. A paso lento
recorrió la ciudad, entre el ruido
de la turba y con ella confundido
un fraile demacrado y harapiento.
Al volver, mudo y grave, a su convento,
el lego preguntóle sorprendido:
-¿No dijo su merced que hemos salido
a predicar? -Y consumé el intento.
¡Vaya un sermón el que hemos publicado!,
el fraile replicó: -Nuestra presencia
¡a cuánto pecador habrá angustiado!...
¿Quién no escucha la voz de la conciencia,
cuando llama a la puerta del pecado,
en medio del placer, la penitencia?...
COBARDIA
Sube el alma, cual águila, a las cimas
en que de nubes se corona el cielo,
y hasta el trono de Dios levanta el vuelo,
viajera de otros mundos y otros climas.
-Llego, S eñor -exclama-, a que redimas
la inquietud de mi amargo desconsuelo:
el cuerpo a que me uniste. Pudre el suelo,
mientras en nuevo ser mi vida animas.
Al postrarme a tus pies atribulada,
víctima de la carne y su vileza,
¿seré por tu justicia condenada?...
-Mancillaste el blasón de tu nobleza...
-Capitulé, Señor. -Quien ciñe espada
no rinde sin luchar la fortaleza.
A UN A LAGRIMA
Lágrima de mis ojos desprendida,
que, surcando mi rostro dolorido,
a mi espíritu ciego has infundido
la visión de la tierra prometida:
Eres la fe en lo Eterno, la escondida
fuente de la piedad y del olvido...
-El llanto bienhechor por mí vertido
ha fecundado el yermo de mi vida.
Ven a mí, ven a mí, lágrima ardiente,
pues me das la esperanza halagadora
de que hay un Dios que acoge sonriente
al infeliz mortal, que sufre y llora...
-Del último fulgor del sol poniente
nace el primer destello de la aurora.
LA S UPREMA GRANDEZA
Por qué has de consentir la culpa impía,
que te ofende, Señor, y tu ley santa
con orgullo satánico quebranta,
en perenne y odiosa rebeldía?...
Quizá por redimir el alma mía
tu piedad a mis yerros se adelanta,
pues tu mano a los míseros levanta
y en el dolor consagras la alegría.
En pos del huracán y la tormenta
el sol con mayor brillo resplandece...
Así tu amor mi confusión ahuyenta,
y radiante mi duda desvanece:
que también tras la culpa, que te afrenta,
erigiste el perdón, que te engrandece.
REGEN ERACION
Pronto, pronto, S eñor, ven en mi ayuda
mira que de tu amparo necesito,
porque, víctima y reo de delito,
ni el bien disfruto, ni tu ley me escuda.
Vencido estoy en la batalla ruda
y de tu reino celestial proscrito;
si oyes mi triste, desolado grito,
tu enojo calma y mi destino muda.
Clavado por mi culpa en vil madero,
con tu sangre bendito y perfumado,
amor me ofreces y perdón espero...
S álvame de la afrenta del pecado
y muéstrame el más corto derrotero
para llegar Ti... ¡regenerado!
LUMEN DEI
¿Qué es la Gracia, Señor?... Rayo divino
que el corazón del pecador inflama
y ardor le infunde y claridad derrama
a través de su lóbrego camino;
iris de paz al triste peregrino,
místico faro, refulgente llama
a cuya luz la humanidad proclama
árbitro a Dios de su inmortal destino.
La nube gris que en el espacio flota,
sucumbe al sol tras la tormenta ruda
que el mar encrespa y el vergel azota...
Así, al caer las sombras de la duda,
entre esplendores la Esperanza brota,
vibra el Amor con elocuencia muda...
MIRANDO ARRIBA
Siento que el peso del dolor me oprime:
mi cuerpo, cual mi espíritu, vacila,
y mi vida, antes plácida y tranquila,
inquieta lucha y fatigada gime.
Aun la muerte, Señor, no me redime
del hondo malestar que me aniquila;
mas bruñe y templa y sin piedad afila
el corvo acero que implacable esgrime.
Ella vendrá, callada y a deshora,
como ladrón que de improviso hiere
al torpe, descuidado caminante...
¡Feliz quien, al lucir la eterna aurora,
cuando la carne corrompida muere,
eleva el alma en ascensión triunfante!...
DAME UN A ES PADA
¿Por qué he de amar y apetecer la vida,
si es mi vida durísimo tormento,
que a la vez voluntad y entendimiento
flagela sin piedad y sin medida?
No ambiciono vivir. Mi alma, rendida
al rigor del continuo sufrimiento,
feliz, Señor, contemplará el momento
que ponga fin a su misión cumplida.
El pájaro se esconde en la enramada
cuando ruge el ciclón... -Mas, ¡ay!, ¿mi suerte
me obliga a pelear?... Dame una espada,
infúndeme la fe del hombre fuerte
y haz, Señor, que termine mi jornada
vencedor de la vida... y de la muerte.
GRITO DE UN CULPABLE
De la mano de Dios abandonado,
el sello de S atán llevo en la frente:
que arrastra mi conciencia eternamente
el grillete maldito del pecado.
Para salir, Señor, de tal estado,
mi frágil voluntad es impotente,
a asfixia condenada en el ambiente
que emponzoña la vida del malvado.
Me aborrezco a mí mismo y me desprecio,
derrumbado hasta el fondo de la sima
donde oculto, S eñor, mi orgullo necio...
Mi espíritu conforta, me fe anima:
esclavo de mi culpa, ¿no habrá precio
que de esta servidumbre me redima?...
EN S IERRA MOREN A
No es preciso, Señor, que tu voz hable
para mostrarte grande y poderoso:
te aclaman en concierto portentoso
la sierra, el llano, el piélago insondable;
las sombras y la luz, la perdurable
sucesión de la vida, el fragoroso
estampido del trueno... ¡este reposo
de una naturaleza incomparable!...
Y si no te ensalzaran a porfía
eterno, omnipotente, justo y fuerte,
los mundos que creaste, todavía
pudiera honrarte más y enaltecerte
¡la fe con que a tus pies el alma mía
árbitro te declara de mi suerte!...
LA S EMENTERA
Ni Dios, ni ley, ni hogar... ¡A la pelea!
Destruir y robad hasta la hartura;
no respetéis altar ni sepultura,el bárbaro grito. ¡Maldito sea!
Por él sembrada, germinó la idea,
y a recoger el fruto se apresura,
que ya en los aire ser puñal fulgura
al resplandor de la incendiaria tea.
Enrojece la sangre las astillas
del taller, el palacio y el convento...
¡Odio, muerte, exterminio!: las semillas
que a los surcos del crimen llevó el viento...
-¿Y aun haréis, mandarines y golillas,
libre, inmune, sagrado el pensamiento?
MIS ERERE MEI
Un día llegará tal vez cercano,
en que mi pobre espíritu abatido,
por el dolor o la vejez rendido,
se postre ante tu rostro soberano.
¡Perdónale, Señor!... Si fue liviano,
mísero pecador empedernido,
humillado a tus pies y arrepentido
no ha de implorar tu compasión en vano.
¡Perdónale, Señor!.. Desde la alteza
donde, Rey de los reyes, erigiste
la eterna majestad de tu grandeza.
Perdónale, Señor: víctima triste
de la vil condición y la flaqueza
de esta carne mortal.. ¡que Tú le diste!...
BAJANDO LA PENDIENTE
Cuanto más a la muerte me aproximo
más apago el ardor de mis afanes;
más me alejo de impíos y rufianes,
más los bárbaros ímpetus reprimo.
Si enfrenado mi espíritu, redimo
mis torpezas, mis yerros, mis desmanes,
¿no he de lograr, S eñor, que me engalanes
con el limpio blasón que más estimo?...
Con tu perdón, S eñor... Oye el lamento,
que roto llora mi cristiano escudo,
y alivie tu piedad mi sufrimiento;
pues nadie, como yo, decirte pudo:
-Hambre tengo... No ahuyentes al hambriento.
Desnudo estoy, Señor... ¡Viste al desnudo!...
LA FIERA
Negra turba de luengas vestiduras
avanza, se difunde y se propaga,
como voraz, asoladora plaga
invade el llano y cubre las alturas.
Culpable de pasadas desventuras,
con nuevos infortunios nos amaga...
(¿Es calumnia? -¡Mejor!- ¡Hay quien la paga!)
¡Viva la libertad! ¡Mueran los curas!Así grita procaz el torpe encono
de secta impía, que volcar quisiera
familia, propiedad, altar y trono...
¡Combate a Cristo, porque Cristo impera!
Y al oír de tus labios “Te perdono”,
con creciente furor ruge la fiera.
TU MIRADA
Ciego quise saber lo que es la vida,
lo que tiene de goce y de tormento...
Pero en vano aguijé a mi pensamiento,
en carrera veloz, suelta la brida.
Justo es, Señor, que mi ceguera impida
calmar mis ansias, infundirme aliento,
si no alumbras mi oscuro entendimiento
y confortas mi fe desfallecida.
Como el sol, tras la noche tenebrosa,
a la sierra y al valle da colores,
trinos al ave, galas a la rosa,
luz al espacio y al ambiente olores,
baje a mí tu mirada luminosa
y mis dudas disipe y mis temores.
EN LA BRECHA
No es feliz quien sus cabras apacienta
del monte en la escabrosa lejanía,
condenado al rigor de cada día
en lucha con el sol y la tormenta.
No es feliz el que plácido se asienta
del magnate en la fértil compañía,
sometido al enojo o la falsía
del mismo que sus medros acrecienta.
No es el sabio feliz, ni el poderoso,
esclavos de lo ignoto y lo imprevisto...
-S ólo yo, santo Dios, seré dichoso,
si en tus huestes intrépido me alisto
y ante el fuego enemigo salgo al coso
a dar la cara y defender a Cristo.
LA LUZ D EL ALMA
Busca el alma, Señor, piloto experto
que en el mar proceloso de la vida,
tras la fiera borrasca embravecida
salva la lleve al abrigado puerto.
Yo a Ti acudo, S eñor: que el riesgo advierto
de mi frágil barquilla mal regida
y sé que, por tu mano protegida,
no habrá de zozobrar en rumbo incierto.
El tiempo es duro y la jornada ruda...
Mi atribulado espíritu defiende
de los recios embates de la duda...
Las nieblas desvanece, el viento calma,
y en el confín de mi horizonte enciende
el faro de la fe... ¡la luz del alma!...
LA FRAUD E
Si ante el ara divina me prosterno
y a Dios acato, férvido y contrito,
¿esclavo soy, porque su ley admito
y con su ley mi voluntad gobierno?...
Si rebelde provoco el duelo eterno
del bien y el mal... y caigo en el delito,
¿libre seré porque renuevo el grito
que lanzaron las furias del averno?...
Libertad, servidumbre... El hombre nace
a dar al viento la gentil bandera
de la virtud, que es el perdón del justo...
Y aunque astuto el malvado se disfrace
con gesto triunfador, la fraude artera
subir no puede a tribunal augusto.
EL MANDO
Dame, Señor, inspiración y aliento
para cumplir la ley de mi destino;
dame luz que ilumine mi camino
y esclarezca mi oscuro entendimiento.
Dame juntos prudencia y ardimiento,
rectitud y piedad, saber y tino...
Me alzó a la cumbre tu poder divino:
no me abandones al furor del viento.
¡Mísero mando!... Vanidad de un día,
soñar en verso y despertar en prosa.
¿Es represión?... ¡Nefanda tiranía!...
¿Es tolerancia?... ¡Flojedad odiosa!...
-S ólo acierta, Señor, el que confía
en su honor y en tu ayuda generosa.
LA CUMBRE
A triunfar de continuo acostumbrado,
decía un luchador jamás vencido,
aun la causa explicarme no he podido
de mi primer desastre inesperado.
Nada abatió mi espíritu esforzado
por la envidia y la injuria combatido...
Y al fin, para caer como he caído,
un mohín de la suerte me ha bastado.
-Eleva, le repuse, la mirada
a la alta cumbre, en el azul perdida
de la etérea región inexplorada...
Y advertirás, al restañar la herida,
que es tan rápida y fácil la bajada,
como lenta y penosa la subida.
LOS DOS PLATILLOS
No permitáis, Dios mío, que me muera
sin saber que me muero, pues no quiero
que, al morir ignorando que me muero,
dejéis de oír mi súplica postrera.
Dulce, ingenua, doliente mensajera
de mi cristiano espíritu sincero,
os dirá fervorosa lo que espero
de vuestro amor... Lo que mi amor espera.
Si mi ruego atendéis, estoy salvado.
Poned, Señor, a un lado mi alianza
con todas las protervias... ¿Se ha colmado
el peso, contra mí, de la balanza?...
Pues basta que pongáis al otro lado
la fe, la caridad y la esperanza.
A FUERZA D E REMO
Cada día que vivo es un indulto
que me otorga, Señor, vuestra clemencia,
pues, decrépita y muda mi existencia,
sólo soy un cadáver insepulto.
Brillar quisiera, renovado el culto
que al arte he tributado y a la ciencia...
Y al contemplar mi estéril indigencia,
ni al lauro aspiro, ni al fracaso oculto.
¿Por qué alejáis del viejo navegante,
cuando es mayor su triste desamparo,
la arribada a la tierra prometida?...
Quizá queréis, Señor, verle triunfante
a fuerza de remar... con rumbo al faro
que anuncia el puerto de la eterna vida.
MIS CULPAS
Señor, de nuevo ante tu altar postrado,
mis culpas te confieso, arrepentido:
de nuevo acudo a tu piedad, rendido
por el peso implacable del pecado.
Mi espíritu me advierte, desolado,
que tu nombre otra vez ha escarnecido,
y cobarde otra vez y envilecido
contra Ti y tu poder se ha rebelado.
Mas yo sé que magnánimo me amparas,
y aunque gimo y te invoco, no me arredro
al juzgar mis traiciones y mis dudas;
que si a Pedro y a Judas me comparas,
dirás que te he negado como a Pedro...
¡pero no te he vendido como Judas!...
LA MANO DE DIOS
Quiero servirte con fervor sincero,
poner tu voluntad sobre la mía,
ganar tu protección... Y norte y guía
hallar, S eñor, en tu mirada quiero.
De tu piedad mi salvación espero,
cuando brille el fulgor del nuevo día
en que habrás de juzgar mi rebeldía,
más clemente, Señor, que justiciero.
Dame, para vencer, la fortaleza,
que sin tu ayuda buscaría en vano...
¡Náufrago soy, rendido a la fiereza
del encrespado, indómito Océano,
si no ampara mi angustia y mi flaqueza
tu omnipotente, bienhechora mano!...
MIS ARMAS
No pretendo, Dios mío, que piadoso
el cáliz del dolor de mí separes...
Yo apuraré, paciente y animoso,
la hiel con que mi espíritu acibares.
¿Puedo acaso pedirte que me ampares
de la paz en el cómodo reposo,
si contemplo elevado a los altares
al infeliz, al triste... no al dichoso?...
Dame penas y angustias sin medida,
y llegará mi esfuerzo al heroísmo
en defensa del alma dolorida...
¿Armas?... Las he ensayado por mí mismo
en los rudos combates de la vida:
mucho Kempis y mucho Catecismo.
OFRENDA
Os ofrezco los ayes, los dolores,
las angustias que amargan mi existencia,
a la vez en descargo y penitencia
de mis culpas, S eñor, y mis errores.
Dones son y magnánimos favores
que despiertan la voz de mi conciencia
y me acercan a Vos... Vuestra inocencia
padeció por mi bien penas mayores.
Sufra yo, pecador empedernido,
pues Vos sufristeis, implacable y puro...
¿Cómo alcanzar vuestro perdón, si olvido
que a este valle bajasteis, “hondo, escuro”
sólo, Señor, por verme redimido
y conducirme al “inmortal seguro”?
CONFIDENCIA
Jamás ambicioné la investidura
que un azar de la suerte me ofrecía
y me niega otro azar, -locuaz decía
un viejo, que bajaba de una altura.
-Ave que gira errante en noche oscura
esperando la luz del nuevo día,
mi espíritu cristiano sólo ansía,
tras vida honrada, salvación segura.
No apetezco riquezas ni oropeles,
ni aspiro a coronar mi frente helada
con guirnaldas de mirtos y laureles...
Pero anhelo que, al fin de mi jornada,
pedestales, brocados y doseles...
¡no basten a premiar mi vida honrada!
S IN ES PERAN ZA
¡Oh primera ilusión halagadora,
que otra ilusión más grata me ofreciste
y otra y otra después... de cuanto existe
hermoso amanecer, risueña aurora!
Dulcísima esperanza bienhechora,
aliento al luchador, consuelo al triste:
¿por qué me abandonaste, por qué huiste,
júbilo ayer, tribulación ahora?...
¡Ay del que nada cree y nada espera,
rama seca del árbol desprendida,
ave muda en la alegre primavera!...
Desierto el ideal, la fe perdida.
Non pluz ultra ve escrito dondequiera,
como triste epitafio de su vida.
LO QUE HA D E S ER
¿Es la vida forzada esclavitud,
porque lo que ha de ser escrito está,
y cada cual predestinado va
al mal o al bien, al vicio o la virtud?...
¡Ah, no! Con fervorosa gratitud,
yo espero que mis súplicas oirá
el que dijo: “Pedid y se os dará;
venid y calmaré vuestra inquietud.”
Si no he de conquistar mi salvación
por mis obras, S eñor, ¿qué es el deber?
Oraciones y lágrimas, ¿qué son?...
Deja a mi libre arbitrio merecer
justo castigo y justo galardón...
y falle tu piedad lo que ha de ser!
S IN DIOS
Si no creyese en Dios, procuraría
arreglarme la vida de manera
que ni el hambre mi estómago afligiera,
ni atajase la ley mi rebeldía.
Sin Dios... ¿qué importa la moral impía,
traba inútil al hombre que no espera
galardón o castigo en la alta esfera,
campo de soledad, desierta vía?...
Para burlar a la justicia humana,
cien recursos ofrece el avisado
su habilidad, de su ambición hermana...
¿Por qué no he de luchar, sagaz y osado,
si, roto el yugo de la fe cristiana,
sólo temo al delito... y no al pecado?...
ANTE EL MIS TERIO
No se por qué, ni para qué se nace;
desconozco el secreto de la vida:
vine al mundo, S eñor, y mi venida
¿qué recónditos fines satisface?...
¿Vine a gozar el bien, que me complace?
¿Vine a sufrir el mal, que me intimida?
¿Qué importa mi ascensión o mi caída,
ni que acepte mi suerte o la rechace?...
Si no hubiera nacido... Pero en vano
pretendo discurrir... Ante el profundo
misterio de tu arbitrio soberano,
caigo a tus pies, Señor, y me confundo...
¡Y me avengo a ignorar por qué tu mano
creó la humanidad y pobló el mundo!...
EL TRONCO S ECO
No a tu piedad desatentado pido
que prolongues, Señor, mi vida errante,
cuando triste, caduco y vacilante,
a la región me acerco del olvido.
Árbol frondoso en el abril florido
yérguese altivo, fértil y arrogante...
-¡Ay de él si no da sombra al caminante,
ni engalana el vergel, ni ampara el nido!...
Así el anciano, cuando el sol declina,
rinde a la tierra su postrer tributo,
humilde esclavo de tu ley divina...
-¡Hermosa y sabia ley!... Doblado y hueco,
sin verdes ramas, sin dorado fruto,
¿de qué sirve, Señor, el tronco seco?...
A CRIS TO CRUCIFICADO
Te contemplo, Señor, con honda pena
indefenso, vejado y oprimido;
si, espejo de virtud, no has delinquido,
¿por qué a morir el hombre te condena?
¿Por qué de angustia y de baldón te llena,
quien eres y quien es dando al olvido?
¿Por qué el eterno Padre ha permitido
que Tú hayas de pagar la culpa ajena?
Pecó el hombre y cayó... ¡Mortal caída!
Tendió las alas en rebelde vuelo,
y aspirando a ser libre fue suicida...
Mas tu mano, Señor, le alzó del suelo,
y al entregar tu vida por su vida
el Angel del Perdón bajó del cielo.
EL DIVINO BLAS ON
Rendiste el corazón al paroxismo
de una trágica duda... Tu mirada
no alcanzó a ver que tu misión sagrada
era gala y honor del cristianismo.
Dudaste cuando Dios, de tu ascetismo
hizo altar a su Esposa inmaculada,
por el S umo Poder predestinada
a ser Virgen y Madre a un tiempo mismo.
¡Oh inefable misterio! ¿Quién podría,
sino el Hijo de Dios, salvar al hombre?
La fe trocó tu angustia en alegría,
y Jesús te bendijo... No te asombre
que la excelsa pureza de María
al Divino Blasón una tu nombre.
MATER DOLOROS A
Me aflige, ¡oh Madre!, tu dolor acerbo,
y al ver que anubla tu mirada el llanto,
perplejo duda mi angustiado espanto
si tu verdugo soy, o soy tu siervo.
De mi estirpe abomino, cuando observo
que Tú gemiste y padeciste tanto,
y audaz resuena y triunfador el canto
del traidor, del inicuo, del protervo.
Pero ¿quién no te admira y no te adora,
postrada ante Jesús, escarnecido?...
No es castigo el dolor, Madre y S eñora;
si lo fuese, ¿lo hubieras merecido?...
-¡Feliz!- Dios dijo - el que a mis plantas llora!
Y ungió el dolor sobre tu pecho herido.
TERES A DE JES US
Es mujer, que, en el santo arrobamiento
de fervorosa plática constante,
dijo a Cristo su amor... y fiel amante
le rindió voluntad y entendimiento!...
¡Oh apóstol y poeta, cuyo acento,
de la molicie y la maldad triunfante,
al Bien y la Virtud gritó: “¡Adelante!”
desde la oscura celda de un convento!...
Aun su lira dulcísima consuela
el desmayo del alma dolorida;
aun los prodigios de la fe revela
su pluma, por Dios mismo enaltecida...
Aun brilla al sol la refulgente estela
que eterniza los rumbos de su vida.
A S AN FRANCIS CO DE AS IS
S alve, excelso varón, glorioso asceta,
de la iglesia sostén, de la fe escudo:
-¡Penitencia!- gritó tu acento rudo
y -¡Perdón!- murmuró la turba inquieta.
Alas de serafín, alma de atleta,
cuerpo que apenas sustentarla pudo,
de letras falto, de saber desnudo,
fuiste orador, filósofo y poeta.
-Dame, Señor, la caridad ardiente
de tu siervo ejemplar, mi dulce amigo...
¡Feliz aquel que sus fervores siente
y en premio trueca el terrenal castigo:
que es púrpura el sayal del penitente
y cetro la cayada del mendigo!...
JUDAS
S alve, Maestro, -dijo... y dejó impreso
un ósculo en su rostro venerable...
¡En tu rostro, S eñor!... La abominable
traición se consumó: Cristo fue preso.
Después, juzgado en bárbaro proceso,
expiró el Inocente... -Y el culpable,
sin verdugo ni juez, se ahorcó implacable,
reo de un crimen... ¡qué empezó en un beso!...
Hoy de nuevo tu sien ciñen de espinas
los que, “en honor del pensamiento humano”,
escarnecen tu nombre y tus doctrinas...
Si la ley se aplicara por su mano,
¡cuántas horcas, Señor, en las esquinas
contemplaría el pueblo soberano!
MARIA MAGD ALENA
Trémula ante Jesús cayó de hinojos,
hoja seca a merced del torbellino...
-¡Perdón!- clamó su labio purpurino,
y el llanto del dolor nubló sus ojos.
-Quiero herirte, Señor, en los abrojos
con que erizas el áspero camino
que a Ti conduce... ¡Tú poder divino
sálveme de ludibrios y sonrojos!...Dijo, ahogando la pena que la oprime,
y del Hijo de Dios besó la planta.
-¡Bendita aquella que sus culpas gime!,
contestó el Salvador-. La faz levanta.
“Amaste mucho”, y el Amor redime...y de una meretriz hizo una santa.
CERVANTES
¡El genio es inmortal!... Si el tiempo avanza,
del hombre injuria, látigo y azote,
no temas, no, que despiadado agote
el aplauso en tu honor y la alabanza.
Sin peto, ni espaldar, rocín, ni lanza,
aun embiste molinos Don Quijote;
aun busca el áureo codiciado lote,
ínsulas gobernando, S ancho Panza.
-Lepanto acrisoló tu bizarría ;
Argel, tu fe; la fama, los gigantes
creaciones de tu hidalga fantasía...
¡Por ellas en los siglos más distantes,
grande será y gloriosa todavía
la católica España de Cervantes!
CANOVAS DEL CAS TILLO
Yo exánime le vi: brutal y artera,
la perfidia le hirió del asesino,
y cayó, ensangrentando su camino,
como el héroe, abrazado a su bandera.
Como el héroe inmortal. Tan grande era
el que, atento a la voz de su destino,
domar supo el furor del torbellino
y sujetar las garras de la fiera.
Tejió coronas y exornó blasones...
Y en nobles lides su ideal fue espada,
que alzó triunfal nuestro pendón glorioso...
¿Quién le olvida?... S us fúnebres blandones
aun alumbran a España, consternada
ante el frío cadáver del coloso.
UN TRIBUNO
¡Subyugas!... Cuando fiero y arrogante
te apercibes a entrar en noble liza,
impónese a la turba movediza
tu gesto audaz de luchador triunfante.
Ágil, dominadora, deslumbrante,
la frase de tu labio se desliza
“y de púrpura y oro la matiza”
tu lógica viril, tu voz vibrante.
Ya tu desdén fatiga cuando calla,
ya tu cólera hiere vengadora
si en apóstrofes épicos estalla...
Y tal es su ironía abrumadora,
que, al crujir el chasquido de tu tralla,
por fuera ríe el que por dentro llora.
A UN PODEROSO
Glorias, riquezas, galas y esplendores,
que te deslumbran hoy en las alturas;
del amor y el regalo las dulzuras,
del poder y el boato los honores;
heraldos del dolor, encubridores
de impurezas, maldades o locuras,
traerán con los deleites las harturas
y la Eterna Verdad tras los errores.
El día llegará de la justicia;
la tierra apagará los ecos vanos
del placer, la ambición y la codicia;
y al invadir tu cuerpo los gusanos,
una voz brotará de la inmundicia
que te dirá con Job: -¡S on tus hermanos!...
UN LUCHADOR
Dura la faz, adusta la mirada,
entre andrajos la carne mal cubierta,
limosna un viejo me pidió a la puerta
de vetusta mansión abandonada.
Altivo el ademán, la voz airada,
calle angosta, a la sazón desierta,
más que a la caridad, a la reyerta
revocaban su gesto...y su cayada.
Espíritu ruin... o alma gigante,
burlador de sus pena... o suicida,
¿en él no veis el luchador andante
que, tras la inútil juventud perdida,
aun -decrépito, hambriento y jadeantese bate a bofetadas con la vida?...
EL PADRE LUIS COLOMA
¿Quién fue, queréis saber, el portentoso
predicador sin púlpito, el guerrero
que, sin casco ni arnés, blandió el acero,
siempre esforzado, siempre victorioso?...
Fue paladín de Cristo valeroso,
de la eterna verdad fue mensajero:
filósofo, poeta, misionero,
apóstol y soldado... ¡Fue un coloso!...
Desde su oscura celda, refulgente
brillo su gloria, que la verde rama
del triunfal laurel ciñó a su frente...
Y ante Dios y ante el mundo, que le aclama,
aun ganó un timbre más: triste y doliente,
desdeñó los halagos de la fama.
ANTE UNA TUMBA
¡Admirable mujer!... desde la cumbre
donde alcanzas el premio que mereces
y en gloria ganas y en grandeza creces,
trocada en libertad la servidumbre,
pide a Dios que tu ejemplo nos alumbre
y piadoso recoja nuestras preces;
que, apurando el dolor hasta las heces,
nos agobia su inmensa pesadumbre.
Sé tú de nuestro anhelo mediadora
ante el Poder que en Sinaí fulgura,
ante el Amor que en el Calvario, llora...
Y de las sombras de la noche oscura
nazca, por fin, la sonrosada aurora
de nuestra eterna redención futura.
LOS GOLFOS
Los vi: de dos en dos, codo con codo
atados como aviesos criminales,
desfilaron altivos y marciales,
de oprobio salpicados y de lodo.
¿Quién pregunta sus nombres?... Un apodo
basta a su ejecutoria: son iguales
-fermentos de las ciénagas socialesel tahúr, el ratero y el beodo.
Hombres en borrador, su adolescencia
mancha con raspaduras y tachones
la mano de la vil concupiscencia...
Y del vicio y del hampa campeones,
al negarles sus nimbos la inocencia,
¡el presidio le brinda sus blasones!...
EL HABITO HAC E EL PREDICADOR
Del órgano calló la voz süave
que, en acentos de mística armonía,
sollozos y plegarias esparcía
bajo los arcos de la esbelta nave.
Silencio, oscuridad... Austero y grave,
subió al púlpito un monje... Parecía
que, ante él, la multitud se recogía
ansiosa de saber... lo que no sabe.
El misterio de Dios... Lo que no enseña
esa mísera ciencia balbuciente,
que, aspirando a ser grande, es tan pequeña...
Pero ¿oísteis sermón más elocuente?...
dadme un áspero sayo de estameña
y haré un predicador de un penitente.
AUTO DE FE
¡Infeliz! Para ser ajusticiado,
con infamantes galas le atavían...
Los jueces, que al patíbulo le envían,
quieren que muera inerme... y deshonrado.
¿Cuál su crimen a sido? -Endemoniado,
las gentes a su paso repetían.
Le queman por incrédulo. -¡Confían
en que creerá después de ser quemado!...
La multitud enardecida espera
ver la llama a las carnes enroscada
del pecador...-¿así se recupera
la pervertida oveja descarriada?...
-Atizando los leños de la hoguera,
lanza Luzbel sonora carcajada.
S ILUETA
Despide ese tufillo singular
que denuncia la ausencia del jabón...
Es cínico, y presume de Catón,
ridículo y pretende enamorar.
Ignorante e incrédulo a la par,
la envidia le corroe el corazón;
hay quien le considera un gran bribón
y hay quien dice que está loco de atar.
Nació para vi vir entre la hez,
humilla al poderoso la cerviz
y esgrime contra el débil la altivez...
-Júzgale despreciable o infeliz;
mas si topas con él alguna vez,
aparta ¡oh caminante! la nariz.
A UN RECIEN NACIDO
Vienes al mundo sin saber que vienes
a luchar con la vida, airada y fiera...
¿Quién podrá predecir lo que te espera,
el bien o el mal, sonrisas o desdenes?...
Si has de arrostrar sereno los vaivenes
de tu suerte, infeliz o lastimera
de tu deber haz látigo... ¡Y Dios quiera
que los humanos ímpetus refrenes!...
¿Prefieres la cogulla o la tizona,
las llanuras sin fin o las colinas,
clavar el ancla o desplegar la lona?...
Vencido o vencedor, manos divinas
en tu frente pondrán una corona...
¿Será de rosas... o será de espinas?...
CORONA DE ROS AS
De rosas fue, mi bien, de blancas rosas
la corona que hallaste en tu camino:
Dios no quiso que, errante peregrino,
tu pie hiriesen las sendas pedregosas.
Se extinguió en tus pupilas luminosas
aquel deslumbrador rayo divino,
que, al declinar de mi existencia, vino
a alegrar mis jornadas angustiosas.
Un ángel descendió de las alturas,
besó tu frente y desgarró tus galas,
de tu espíritu torpes ligaduras...
-Y libre y ágil al tender el vuelo,
sonreíste feliz... porque tus alas
sólo un rumbo sabían: el del Cielo.
QUIEN MUCHO ABARCA
A todo me arriesgué: corrí impaciente
-me dijo un luchador- tras de la fama...
¿Por qué al son de su trompa no me aclama?
¿Por qué no baja a coronar mi frente?
Abarqué demasiado... Ciegamente
tracé a mi vida tan audaz programa,
que intenté de la ciencia hacer mi dama
y del arte un amigo complaciente.
Subí del Parlamento a la tribuna,
de la justicia me asomé al estrado,
pesqué con caña, enamoré a la luna...
Y, al liquidar mi cuenta, aun no he logrado
que me haya dicho a solas la fortuna
si soy un vencedor... o un fracasado.
UNO DE TANTOS
Era un monstruo de innatas perversiones
despeñado hacia el mal... S ólo el delito
pudo saciar el ávido apetito
de sus inicuas bárbaras pasiones.
Ni oyó consejos, ni cedió a razones,
por Dios y por sus prójimos maldito;
del bien ayuno, del placer ahíto,
buscó en le fango perlas y blasones.
A espaldas de la ley ganó laureles,
marchitos al brotar a ras del suelo...
Y entre galas y triunfos y oropeles,
hoy demanda con triste desconsuelo
un cura que revise sus papeles
y le dé pasaporte para el cielo.
CARA Y C RUZ
Dora el sol la rizada cabellera
que arranca de tu sien, majestuosa;
tu mejilla es envidia de la rosa
que al vergel regaló la Primavera.
En tus labios anida placentera
la del ángel sonrisa pudorosa,
fugitiva, versátil mariposa,
de tus ojos de cielo prisionera.
El mundo te agasaja deslumbrado
y feliz cual ninguna resplandeces,
astro de blanca luz inmaculado...
-Te guardaré el secreto... ¡Cuántas veces
el hambre y el dolor han apurado
la copa del placer hasta las heces!...
PARS IFAL
Huyó los goces del placer liviano,
resplandeció en su frente la pureza,
y de espinas ornada su cabeza
el cáliz del dolor alzó su mano.
Extraño al mundo, del blasón cristiano
conquistó el mejor timbre de nobleza,
como el lirio que crece en la maleza
cuanto más escondido más lozano.
¡Parsifal! Tu mirada luminosa,
al través del azul del firmamento,
se elevó hasta la esfera misteriosa
donde el Trono de Dios tiene su asiento...
Vibre eterna en su honor la portentosa
inspiración excelsa de tu acento.
AL PADRE GARZON
A hacer el bien por Dios predestinado,
su destino cumplió... Como la fuente
refleja el sol, y la feraz corriente
pule las guijas y matiza el prado.
Jamás ante el error o ante el pecado
capituló su espíritu valiente:
austero y luchador, ciñó a su frente
el laurel del asceta y del soldado.
Era su verbo rayo luminoso
de elocuencia vibrante y persuasiva,
y su pluma, buril maravilloso
que talló de la Fe la roca viva...
-¿Quién pudiera, Señor, como él dichoso,
sembrar abajo... y cosechar arriba?...
LA GUERRA DE MELILLA (1.909)
LAS PROTES TAS
¿Y es ésta aquella España vigorosa,
grande, creyente, intrépida, abnegada,
pronta a esgrimir la refulgente espada,
cuanto más combatida más gloriosa?
¿Es ésta aquella raza valerosa,
del honor y el deber enamorada,
que, por el mundo entero respetada,
paseó su bandera victoriosa?...
¿Es el pueblo viril del Dos de Mayo
el que, cobarde o criminal, se aterra
cuando el trueno retumba y vibra el rayo
y el grito sueña de ¡Venganza y Guerra!
Y la sangre del Cid y de Pelayo
hirviente abrasa la africana tierra?...
LOS PRIMEROS COMBATES
No eres tú, denodada patria mía,
la que su estirpe y su blasón desmiente:
bárbara mano de alevosa gente
encadenó al león mientras dormía.
Pero el fragor de bélica porfía
le irguió otra vez indómito y rugiente,
y, al cielo alzando la serena frente,
el poder del Profeta desafía.
Cual siempre altivo, tu pendón tremola
la brava hueste que a vengarte vuela
de quien tus hijos a traición inmola...
Angel de caridad tu afán consuela...
¡Y, sintiéndose reina y española,
honra las tumbas y a los héroes vela!
EN EL GURUGU
Tras fiera lucha, su vileza paga,
gentil España, quien audaz te ofende;
salvaje grito, que los aires hiende,
su afrenta llora y tu prestigio halaga.
Ya la mora infeliz errante vaga
del fuego huyendo, que el vivac enciende...
Ya el moro, su señor, no la defiende,
inerme el brazo que blandió la daga.
En carrera veloz, de salto en salto,
sus energías últimas agota
la febril ansiedad del sobresalto,
que denuncia su trágica derrota...
¡Y en el nido del águila más alto
triunfal ¡oh Patria! Tu estandarte flota!...
EN LA ARENA
¡S alud al gladiador!... Gallardo y fiero
con ímpetu veloz baja a la arena:
su gesto esquivo, su altivez serena,
enardecen al pueblo vocinglero.
El atleta rival, con pie ligero,
huella el circo también... y el aire atruena
ronco, inmenso clamor, mientras resuena,
anunciando la lid, clarín guerrero.
El sol la alegre perspectiva esmalta
con matices de luz multicolores...
Y ya la fiesta comenzó. ¿Qué falta
para darle más vivos esplendores?...
¡La roja sangre a borbotones salta
y moribundos caen los gladiadores!...
UN COLOS O
Te admiro ¡oh mar rebelde y proceloso!
cuando infundes terror y desconsuelo
y rugiente levantas hasta el cielo
el reto de un coloso a otro coloso.
Te admiro cuando en plácido reposo
la playa ciñes bajo tenue velo
y del rayo de sol que esmalta el suelo
reflejas el destello esplendoroso.
Siempre ¡oh mar! Tu poder me maravilla...
¿Quién te dio ese furor que te embravece?
¿Quién te obliga a sufrir la débil quilla
que en tus olas indómita se mece?...
¿Quién, sino Dios, que tu soberbia humilla
y a la par te refrena y te engrandece?.
MI RINCON
Una vez más a tu risueña playa
vengo en demanda de apacible asilo;
una vez más de mi vivir tranquilo
eres faro, trinchera y atalaya.
Cual ave errante que su canto ensaya
desde la copa de frondoso tilo,
ante la fiera tempestad vacilo
y cobarde mi espíritu desmaya.
Por eso, ansioso, de mi bien en prenda,
buscando llego el tutelar amparo
de techo amigo, que mi afán defienda;
y el mundo esquivo, de mi dicha avaro,
pues sé que al fin de tu escondida senda
¡trinchera encuentro y atalaya y faro!
S U TOGA
Adiós, por siempre, toga idolatrada;
adiós, por siempre, ensueño de mi vida;
te he vestido con alma enamorada,
y hoy te dejo con alma entristecida.
A mis hijos te lego inmaculada,
ya que no, cual quisiera, enaltecida...
Así dijo, S eñor, la voz honrada
de mi padre en amarga despedida.
El que a tantos juzgó, por Ti juzgado,
digno de Ti será: ¡padre querido,
de honor espejo, de virtud dechado!...
Dale, Señor, el premio merecido...
Y haz de tu noble toga, que he heredado,
el más alto blasón de mi apellido.
EL S EPULCRO DEL CID
Intrépido adalid, en campo abierto,
retó al usurpador de nuestra tierra,
y el hondo valle y la empinada sierra
viéronle siempre de laurel cubierto.
Hoy, un nuevo invasor, sagaz y experto,
avanza en busca del botín de guerra...
-¡Surge España, otra vez y desentierra
al que puede vencer... después de muerto!
Recobra tu blasón. El feudo acabe
de la innoble morisma degradada,
que a la par nos afrenta y nos traiciona.
No dejemos cerrar con doble llave
el sepulcro del Cid... ¡arca sagrada,
trono y altar de la inmortal Tizona!
AURORAS
Tibio rayo de tenues resplandores
platea el río y la montaña dora;
el vergel que a las auras enamora,
sus efluvios les brinda y sus olores.
Apréstanse los pájaros cantores
a modular su endecha más sonora...
¿No veis que llaga la rosada aurora,
rasgando sombras y pintando flores?
Así alboreen siempre vuestros días,
eternos para el bien y la ventura,
entre aromas, fulgores y armonías...
Mientras el ave canta en la espesura
y esmaltando las fértiles umbrías,
el padre Tajo sin cesar murmura...
¡CORONAS ! (En el entierro de Carlos Coello.)
Era su aspiración una corona,
símbolo de sus triunfos en la escena;
tuvo el aplauso que los aires llena,
no el laurel que al poeta galardona.
La fama, que sus méritos pregona,
con saña le negó, quizá con pena,
honras que al genio creador cercena
y prodiga al jokey y a la amazona.
Triste ofrenda de fúnebre entusiasmo,
hoy logras el tributo reverente
que arrebató a tu gloria la perfidia:
coronas en montón... ¡Cruel sarcasmo!
Hoy que no tienes émulos; tu frente
puede lauros ceñir... ¿Quién los envidia?
DOS VECES
En estos días tristes y sombríos,
en que luchan sin tregua los colosos,
recibo “Cien S onetos” prodigiosos
inspirados “A Orilla de los Ríos”.
Himnos de paz que con pujantes bríos
enaltecen, rotundos y armoniosos,
de la Iglesia los hábitos gloriosos
y del Arte los regios atavíos.
Nuevo blasón de tu existencia inquieta
será este bello fruto, perfumado
con aromas de mística violeta...
Porque “dos veces” Dios te ha consagrado,
al entregar la lira del poeta
y a quien ciñe el anillo del prelado.
LA LEY
Todo está diestramente prevenido
para el justo castigo del culpable:
la ley, la dura ley, inexorable
como el dolor, flagelará al caído.
¡Ay de aquel que los fueros dé al olvido
del común bienestar inalterable!...
La fuerza hará entender al miserable
que, en lucha con los más, será vencido.
Si del orden social rompéis los yugos,
temblad ante golillas y alguaciles:
que hay detrás carceleros ... y verdugos.
Temblad estremecidos... A despecho
de que arguyan espíritus sutiles
que no siempre la ley es el derecho.
A ES PAÑA
No escuches, pueblo hispano, el ominoso
grito de la maldad o la indolencia,
que al impúdico ardid llama prudencia
y a la torpe inacción dulce reposo.
Bajo el inhiesto pabellón glorioso,
heraldo de tu honor, jura obediencia
a la inflexible ley de tu existencia
que te manda ser grande y valeroso.
Apréstate a luchar. Ciñe la espada
de los nobles guerreros castellanos,
que ahuyentaron la turba desbordada
de malsines, felones y villanos...
¡Y no toleres que tu historia honrada
de oprobio cubran criminales manos!...
NUES TRA D AMA
¡Nobles viejos!.. La muerte me corteja,
persiguiéndome asidua y sonriente...
quizá le cueste más hincar el diente
en carne joven, que en piltrafa vieja.
Cautelosa aproxímase a mi reja
y al través del cristal mira impaciente...
Huye al fin. Y murmura suavemente
“Volveré”, cuando impávida se aleja.
¡Qué triste es la vejez, áspera y fría,
que en el desierto de la vida clama,
condenada a sufrir lenta agonía!...
Mas no desesperéis... Hay quien nos ama
y los brazos nos tiende todavía...
¡Nobles viejos, la muerte es nuestra dama!...
MAN E, THEC EL, PHARES
Disfrutad de la vida... ¿Qué es la vida,
sino vana ilusión que apenas dura,
rayo fugaz que trémulo fulgura,
hoja por la borrasca combatida?...
Alzad la copa, que a apurar con vida
el néctar del placer... El que la apura
vive la hora presente... La futura
acaso no merezca ser vivida.
Así estimula Baltasar y alaba
la vil depravación de almas perversas:
Babilonia es feliz, del vicio esclava...
Pero, rotas sus huestes y dispersas,
se extingue su poder, su reino acaba...
Y en triunfo avanzan los caballos persas.
LA LIRA ENS ANGRENTADA
Callad, gentiles Musas... Los colosos
al combaten se lanzan iracundos
y son ásperos yermos infecundos
los que fueron ayer campos frondosos.
Caen palacios y templos portentosos,
gala del arte, pasmo de los mundos...
Entre escombros se arrastran moribundos
héroes vencidos y héroes victoriosos.
Ya no teje el telar, ni el yunque suena...
Ruge el terror... La Humanidad expira
bajo el yugo opresor de la cadena
por el odio forjada y por la ira...
¡Tinta en sangre, colgada de una almena,
solloza en tanto la insepulta lira!...
AUNCIOS DE PAZ
Baja un ángel -¿Le veis?- Vierte el aroma
que perfuma sus labios de corales,
al venir a anunciar a los mortales
que el sol de la piedad radiante asoma.
Ya el divino Poder la saña doma
de los fieros ejércitos rivales...
Ya trae de los vergeles celestiales
la oliva de la paz, blanca paloma.
Cese el fragor que estremeció a la tierra...
Líbres el mundo del enorme peso
con que le abruma encarnizada guerra...
¡Y Dios permita que la sangre humana
fertilice los campos del progreso,
yermos hoy, pero espléndidos mañana!...
LA GUERRA OTRA VEZ
Bajó el ángel... Mas ¡ay! Su vestidura
destrozaron las zarzas del camino,
y al ver en tierra su blasón divino
cerró los labios... y voló a la altura.
De nuevo enconará la desventura
las llagas del dolor... ¡Tiemble el destino
si a hacer llega del hombre un asesino,
y del mundo una inmensa sepultura!...
¡Oh ciega humanidad enloquecida!,
¿por qué a los surcos de la muerte arrojas
los gérmenes del bien y de la vida?...
Ante tu horrendo colosal fracaso,
la oliva de la paz dobla sus hojas,
el sol de la piedad rueda a su ocaso.
EL BALANDRO
¡Adiós! -Me dijo con alegre acento
al abordar la nave empavesada,
que, suelta el ancla, de la mar rizada
hendió las olas a merced del viento.
Esmaltado el azul del firmamento,
la aurora, de fulgores coronada,
bañada en luz la vela, desplegada
cual bandera, ante Dios, del parlamento.
Y murmuré confuso y anhelante,
viéndole trasponer la lejanía:
-¡No abandones, Señor, al navegante
que en tu poder y en tu piedad confía;
de la furiosa tempestad, triunfante
vuélvele al puerto al declinar el día!...
JUVENTUD
Te admiro, juventud, y me enamoras,
aun sabiendo que airadas me desdeñas;
que cuanto más esquivas, más risueñas
me parecen tus gracia seductoras.
Tú abrillantas con mágicas auroras
los yermos campos, las abruptas peñas...
Y son blandos tus sueños, cuando sueñas,
y hasta es dulce tu llanto, cuando lloras.
Todo esplende a tu luz... Todo amanece
al fulgor de tu límpida mirada...
Y todo, si te alejas, palidece
y hacia el abismo rueda de la nada...
Como huye el sol... Como a la sombra crece,
a medida que avanza mi jornada.
PRIMAVERA
La sien orlada de vistosas flores,
ceñido el talle de gentiles galas,
eres la juventud: como ella exhalas
aromas del pensil de los amores.
Te iluminan del sol los resplandores,
te acarician del céfiro las alas
y con los dulces ecos te regalas
de los himnos que entonan tus cantores.
Eres la juventud... rendido y tierno,
un himno alza también mi voz severa,
no al viejo, sino al joven... ¡Lauro eterno
a esa edad de la vida, placentera!...
-Pero, ¿quién fecundó, sino el Invierno,
los campos que esmaltó la Primavera?
AMANEC ER
Ya difunde la aurora blandamente
el primer resplandor de la mañana,
que la espiga y la rosa, de oro y grana
baja a teñir, fecundo y sonriente.
Perfumado, hasta mí llega el ambiente
del vergel, que mis huertos engalana,
y el pájaro cantor, en mi ventana,
eleva su oración al sol naciente.
¡Bendito amanecer!... Todo recibe
el beso de la luz... Todo dormía,
y despierto y feliz todo revive...
.¿Cuando veré que la esperanza mía,
de entre las sombras de la noche, arribe
al dulce amanecer de un nuevo día?...
R.I.P.
¿Por qué ha se ser, Señor, tu excelsa mano
la que bienes y males distribuya?...
Los bienes sólo, como ofrenda tuya,
honrar debieran al linaje humano.
¿Por qué pedir a tu poder en vano
que el don que me quitó me restituya?...
¿Por qué ordenaste que el ciclón destruya
mi fértil huerto, mi vergel lozano?...
De él escogiste, pura y perfumada,
una espléndida flor: tallo bravío,
que se dobló al fulgor de tu mirada...
-Y no advirtió, Señor, mi duelo impío,
que a engalanar tu celestial morada
destináste esa flor... -¡Perdón, Dios mío!
¡S URS UM CORDA!
¿Sin pulso España?... ¡La nación gloriosa
que tantos timbres conquistó arrogante!...
¿Sin pulso España, la nación gigante?...
¡No cabe su grandeza en una fosa!
Aun vive España y vivirá orgullosa
de su insigne blasón, siempre triunfante.
No ¡atrás!, gritéis medrosos: ¡Adelante!
¿Por qué borrar sus huella luminosa?...
alta la frente, alerta la mirada,
hirviente el corazón, suelta la mano,
noble España, creyente y abnegada,
todavía conservas -y no en vanouna cruz, una arado y una espada,
símbolos de tu imperio soberano.
AEGRI S OMNIA
Frondoso, erguido, de su pompa ufano,
coronando el pensil, rico en colores,
verde laurel, entre olorosas flores,
brindó sus hojas a mi avara mano.
-¡Ven a mí!- con el ímpetu liviano
de los sueños de gloria halagadores,
dije audaz... Y mis deseos pecadores
cortaron el laurel, fresco y lozano.
Ceñir quise a mi sien la altiva rama
del genio galardón, timbre esplendente
del triunfador, a quien el mundo aclama...
¡Ay! No vi, por mi mal, que disciplente
de su templo arrojándome la Fama,
el laurel marchitó sobre mi frente.
DES PEDIDA
¡Oh juventud! Quebrantos y congojas
el vigor que me diste han abatido
y al empuje del tiempo caigo herido,
como caen de los árboles las hojas.
¡Así aromas y pétalos arrojas
a la furia del viento embravecido,
árido invierno, que la vergel florido
de su guirnalda espléndida despojas!...
Adiós, risueña juventud, del alma
primavera feliz: cansado y viejo,
buscando en vano bienhechora calma,
con la puesta del sol de ti me alejo...
En tus pensiles, la arrogante palma,
premio del vencedor, intacta dejo.
UGIDOS , S ILVIA
España. 1.972
Poeta.
SONETO AL AMOR QUE NOS
HAC E LA C ENA
Al hombre que trajina la cocina
le debe servidora algún favor,
pues es más que sabido que el amor,
ese dulce pecado, es fruta fina.
Prepara mi señor una hornacina
de oscuro y delicado tenedor
y se cuecen las cosas al ardor
ardiente y seductor de la cecina.
Para mi paladar quiero tu pecho
y otras cosas, mi amor, que no te digo,
pues caerían los cielos desde el techo.
De cocina al salón existe un trecho.
Tú traes dátiles, nueces, algún higo...
¡Deja la cena, amor, y ven al lecho!
ULIVARRI, JULIO CES AR
Argentina. S alta. Siglo XX
Poeta hallado en Internet.
S IMBIOS IS
Tal vez savia de la savia que se ha ido
con el naranjo que todos añoramos,
aquí un nuevo vástago plantamos
para que crezca... Y una vez florido
recobre los recuerdos ya perdidos
en el monte de la ausencia inevitable;
y es posible que alguna vez nos hable
o nos cante canciones al oído.
Algún vals, por qué no, del tío Arnaldo
que su mujer –seguro- está esperando
llenará de nostalgias los azahares;
en tanto los chiquillos juguetones
sueñan con su crecer y con portones
que el misterio de la vida cierra y abre.
II
Es posible que al naranjo oigamos
recordar que un invierno sin magnolias
nos llevará a la tía María Antonia
hacia un sitio mejor... pero lejano.
Y tras de la tristeza, algo mundano:
recordará a Reinaldo (¡tan solemne!)
detrás de un vino y todavía indemne,
desgranar una canción guitarra en mano.
No creo que se olvide de Miquicho
haciendo esta mención al sabio dicho
aquel de “mala hierba nunca muere”.
¡Ahora alcemos la copa del cariño,
hoy que todos volvemos a ser niños
y avancemos en paz, que sí se puede!
NAZARENO
En descenso suicida mi mirada
como un cóndor ciego se abalanza
y sobre el manto de su piel descansa
en suave oleaje la mortal picada.
S on las ansias que como fiel manada
desde la cima del escarpe herido
bajan por la serpiente del camino
a enseñarme la historia sepultada.
Nazareno es final de ese camino,
hacia el cual, generoso, mi destino
me llevara a gozar de su simpleza.
Es tributo a sus nobles pobladores,
hombres y mujeres, labradores
silenciosos de historia y su belleza.
ULLAN, JOS E MIGUEL
España. 1.944
Poeta.
AS EDIO
Tú, cadáver, camina con madura
amenaza de albor, fúnebre risa
y ojos cerrados para darte prisa
en deslizar el pie quebrado. Ay, jura
por la capilla donde yacen dura
cucarda, cetro, banderín, incisa
boca de luto, patriarcal camisa.
(A tiro hecho, la legión murmura.)
Auxilio y brecha de lo Ausente. ¿O sea?
Mover las picas en la alegre caja
sin adueñarte de sonido alguno.
Nada más digas, que el disfraz desea
desde este asedio porfiar ventaja
a la granada vanidad del uno.
ULLOA Y PEREIRA, LUIS DE
Español. 1.584 – 1.674
Ver en la Biblioteca Miguel de Cervantes.
Entrada Rápida: S onetos o Ramón García González.
ULLOA ZAMORA, ALFONSO
España. 1.914
Poeta hallado en Internet.
AQUEL BES O, MUJER, AQUEL QUE ERA
Aquel beso, mujer, aquel que era
tan hondamente nuestro, ¿qué se hizo,
a dónde se nos fue, por qué no quiso
seguir siendo en nosotros primavera?
¿Por cuál razón ya no te desespera
y el oro que te cae en ese rizo,
sin resentir la ausencia de su hechizo,
solamente la brisa lo vulnera?
Aquel beso, mujer, aprisionado
en ámbitos terribles, se ha perdido.
Es un cristal opaco y acabado.
Un cantar en olvido convertido,
un desecho por sombras despreciado,
un recuerdo de nada, denecido.
POR AQUEL BES O DES PREC IADO
Por aquel beso despreciado
en busca equivocada de otro sueño.
Por oponerle muros a su empeño
y negarse constante a su llamado.
Por haber permitido y silenciado
el trágico rodar a su despeño.
Por ubicar su muerte en lo pequeño,
cotidiano, fugaz y no anhelado.
Por izar entre risas la bandera
cuando entraba hecho sombra a la agonía.
Por indagar otra ilusión en vera
y profanar su espuma muda y fría,
por todo eso, mujer, la primavera
no volverá a tu vida ni a la mía.
UMAÑA, ROS A
Nicaragua. 1.886 – 1.924
Poeta hallada en Internet.
MUY PRONTO MORIRE
Muy pronto moriré, no está lejana
mi noche de dolor, mi hora sombría;
el toque funeral de la campana,
avisa de que llega mi agonía.
En mi tumba ignorada, negra y fría,
¿nunca una planta crecerá lozana?
¿no habrá plegaria en la tumba mía?
¿nadie en mi nombre pensará mañana?
Me ofreciste con frase conmovida
no negarme el fulgor de tu mirada,
ser por ti de la muerte defendida.
No le niegues a esta alma desgraciada
lo que llorando te pidió en la vida,
¡presintiéndose un día abandonada!
UMAÑA BERNAL, JOS E
Colombia. 1.899 – 1.982
Poeta hallado en Internet.
LA ROS A
Esta rosa en el cielo, inmóvil, pura;
y este aire, que la cerca, y la convida:
y ella, en su propio sueño suspendida,
serena, en su voluble arquitectura.
Es casi de cristal, es la segura
presencia de su línea estremecida:
tan perfecta, en el tono, y la medida,
exactos, de su tedio y su hermosura.
El aire pasa, y ella, sola, queda,
embriagada en su tácito perfume,
oculta entre su tálamo de seda.
Y en la alta noche su virtud resume
trémula gota que, en la sombra rueda,
y n estéril silencio se consume.
UNAMUNO, MIGUEL D E
Bilbao. 1.864 - S alamanca. 1.936
Académico de la Real Academia Española,
nombrado para la silla T en 1.936,
no llegó a ocuparla.
Transcurre su infancia en su Bilbao materno y a partir de
1.884 empezó a estudiar Filosofía y Letras en Madrid.
En el año 1.891 obtiene la cátedra de Griego de la Universidad
de S alamanca. Después de desempeñar diversos cargos en 1.901
pasó a ser rector de la Universidad. Contrario a las ideas del
general Primo de Rivera, durante esta dictadura fue deportado
a la isla de Fuerteventura. Más tarde fijó su residencia en Francia
(Hendaya). De regreso de su exilio es diputado de las Cortes por la
provincia de S alamanca y restituido a su cátedra.
S ED DE TUS OJOS ...
Sed de tus ojos en la mar se gana;
hay en ellos también olas de espuma,
rayo de cielo que se anega en bruma
al rompérsele el sueño, de mañana.
Dulce contento de la vida mana
del lago de tus ojos; si me abruma
mi sino de luchar, de ellos rezuma
lumbre que al cielo con la tierra hermana.
Voy al destierro del desierto oscuro,
lejos de tu mirada redentora,
que es hogar de mi hogar sereno y puro.
Voy a esperar de mi destino la hora;
voy acaso a morir al pie del muro
que ciñe al campo que mi patria implora.
A LA RIMA
Macizas ruedas en pesado carro,
al eje fijas, rechinante rima,
¡con qué trabajo llegas a la cima
si al piso se te pone algún guijarro!
Al tosco buey, que no al corcel bizarro,
el peso bruto de tu lanza oprima
pues el buey sólo tu chirrido anima
cuando en piedras te atascas o en el barro.
Mas en tanto no quede, sin maraña,
la selva, como el mar, toda camino,
tira, noble corcel, de ese armatoste,
pues más te vale la coyunda extraña,
no siendo aún la libertad tu sino,
que estarte en el establo atado a un poste.
MUERTE
Eres sueño de un dios; cuando despierte
¿al seno tornarás de que surgiste?
¿serás al cabo lo que un día fuiste?
¿pacto de desnacer será tu muerte?
¿El sueño yace en la vigilia inerte?
Por dicha aquí el misterio nos asiste;
para remedio de la vida triste,
secreto inquebrantable es nuestra suerte.
Deja en la niebla hundido tu futuro
y ve tranquilo a dar tu último paso,
que cuanto menos luz, vas más seguro.
¿Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?
Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro:
“¡Morir... dormir... dormir... soñar acaso!”
RES IGNACION
Resignación humana omnipotencia,
del valor manantial y lecho puro,
baja a mi corazón, grano maduro,
que en mi mente sembró divina ciencia.
Presta osadía y a la vez paciencia
para luchar en el combate duro,
puesta la vista en el confín futuro,
resignación activa, a mi conciencia.
Rompe del egoísmo el fatal sino,
la costra que tupida te sofoca,
libera al Hombre de tu yo mezquino,
descubre de tu espíritu la roca,
y la piedad de manantial divino
en corriente fluirá que no se apoca.
PIEDAD
Busca de tu alma la raíz divina,
lo que a tu hermano te une y asemeja
y del puro querer que te aconseja
aprende fiel la santa disciplina.
Oye a tu humanidad cual te adoctrina:
“Todos soy yo, en mi alma se refleja
todo placer y toda humana queja”,
y del falso vigor siempre abomina.
Los débiles forjaron la patraña
de que no obras de amor, sino de ira
todo progreso cual cimiento entraña,
mas en vano la mente con mentira
la luz del corazón cuida que empaña,
que al fuerte siempre la piedad le inspira.
FORTALEZA
Si aspiras, como dices, a ser fuerte
no busques la engañosa fortaleza
de quien viril creyendo a la dureza
labra la ruina de su propia suerte.
Escucha el corazón que fiel te advierte
que lo que no es amor sólo es flaqueza
y el único el amor que con firmeza
da vida y vence a la implacable muerte.
Sin odio y de piedad el alma henchida
tomándote por firme fundamento
sigue el recto camino de la vida,
a conquistar el porvenir atento,
reino de libertad que nos convida
a posar en su suelo nuestro asiento.
FE
No ya la fe, la voluntad levanta
las montañas, sacándolas de asiento;
mas en aquélla cobra entendimiento
y en la propia conciencia se agiganta.
Querer -creer- poder; tal es la santa
procesión que al esfuerzo da sustento,
entre el quiero y el puedo de cemento
hace la fe que al héroe abrillanta.
Tengámosla, no importa lo que sea,
fe pura y libre y viva, abrasadora,
la que en la misma acción destruye y crea,
¡anímico S aturno que devora
al propio dogma que engendró en la Idea,
fe en la fe misma, inacabable aurora!
EL ROS ARIO DEL AMOR
-¿Me quieres? -¡Sí! -No digas sí... -¡Te quiero!
-Di que me quieres otra vez... -¡Te adoro!...
-Te adoro... ¡no! -¡Te quiero, mi tesoro,
mi bien, mi vida, mi universo entero!
¡No creo más que en ti, sólo en ti espero,
tu amor no más, no más tu amor imploro!
-Otra vez dímelo, piquito de oro,
¿me quieres, di? -¡Dímelo tú primero!
Así las cuentas del rosario pasan,
rosario del amor, llegan a un gloria
donde las bocas en silencio casan,
y a otro misterio van... La eterna historia
en que con goces su miseria amasan,
de olvido alimentando a la memoria.
NIÑEZ
Vuelvo a ti, mi niñez, como volvía
a tierra a recobrar fuerzas Anteo,
cuando en tus brazos yazgo, en mí me veo;
es mi asilo mejor tu compañía.
De mi vida en la senda eres la guía
que me apartas de todo devaneo,
purificas en mí todo deseo,
eres el manantial de mi alegría.
Siempre que voy en ti a buscarme, nido
de mi niñez, Bilbao, rincón querido
en que ensayé con ansia el primer vuelo,
súbeme de alma a flor mi edad primera
cantándome recuerdos, agorera,
preñados de esperanza y de consuelo.
MEMNON
Dormitando su vida el cocodrilo
bebe sangre de sol en la ribera,
mientras toma el beduino por cantera
la Esfinge que en la arena buscó asilo.
Duerme el Pasado junto al sacro Nilo
con el alma en granito prisionero,
y en el pétreo Memnon su fallo espera
mirando al cielo con mirar tranquilo.
Mas cuando allá en el alba en el oriente
rompe la luz en río caudaloso
inundando de vida en un torrente
el seno de la Historia tenebroso,
toma de ésta la voz y en himno hirviente
leve oración al sol reza el coloso.
AL DES TINO
En inquietud ahógame el sosiego
tu secreto velándome, Destino,
no me dejes parar en mi camino
sin inquirirte te obedezca ciego.
Ni hora me des de queja ni de ruego,
aguíjeme tu pica de contino,
y que en el mundo, insomne peregrino,
a cuestas lleve de mi hogar el fuego.
Quiero mi paz ganarme con la guerra,
conquistar quiero el sueño venturoso,
no me des ocio, el que tu entraña encierra
de esclarecer enigma tenebroso,
y cuando el seno torne de la tierra,
haz que merezca el eternal reposo.
ROS ARIO DE S ONETOS LIRICOS
OFERTORIO
No de Apenino en la riente falda,
de Archanda nuestra la que alegra el boche
recogí este verano a troche y moche
frescas rosas en campo de esmeraldas.
Como piadoso el sol ahí no escalda
los montes otorgóme este derroche
de sonetos; los cierro con el broche
de este ofertorio y te los doy, guirnalda.
Van a la del Nervión desde la orilla
esta del Tormes; a esa mi Vizcaya
llevando soledades de Castilla.
No con arado, los saqué con laya;
guárdamelos en tu abrigada cilla
por si algún día en mí la fe desmaya.
PUES TA DE S OL
¿S abéis cuál es el más fiero tormento?
Es el de un orador volverse mudo;
el de un pintor, supremo en el desnudo,
temblón de mano, perder el talento
ante los necios, y es en el momento
en que el combate trábase más rudo
sólo hallarse, sin lanza y sin escudo,
llenando al enemigo de contento.
Verse envuelto en las nubes del ocaso
en que al fin nuestro sol desaparece
es peor que morir. ¡Terrible paso
sentir que nuestra mente desfallece!
¿Nuestro pecado es tan horrendo acaso
que así el martirio de Luzbel merece?
¡FELIX CULPA!
De fruta henchido el árbol de la vida
yérguese frente al árbol de la ciencia
lleno de flores de amorosa esencia
por Dios a nuestros padres prohibida.
Mas el provecho que el goce olvida
la mujer, y abusando de inocencia
al hombre da -¡feliz desobediencia!flor de saber que a más saber convida.
Desde entonces el pago del tributo
de nuestra muerte es de la vida el quicio;
envuelta el alma en el cristiano luto
rendimos a desgana el sacrificio
de la virtud para coger su fruto,
¡mientras florece perfumado el vicio!
LAVIDA D E LA MUERTE
Oír llover no más, sentirme vivo;
el universo convertido en bruma
y encima mi conciencia como espuma
en que el pausado gotear recibo.
Muerto en mí todo lo que sea activo,
mientras toda visión la lluvia esfuma,
y allá abajo la sima en que se suma
de la clepsidra el agua; y el archivo
de mi memoria, de recuerdos mudo;
el ánimo saciado en puro inerte;
sin lanza, y por lo tanto sin escudo,
a merced de los vientos de la suerte;
este vivir, que es el vivir desnudo,
¿no es acaso la vida de la muerte?
BAJO ETERNA LUNA
Cayó éste más al borde de la senda
escalando la cumbre a paso tardo,
de la cruz al pie rendido el fardo
de su dolor dejó, piadosa ofrenda.
Veía en lo alto palpitar la tienda
en donde clava el sol su primer dardo
y el último y en donde el cielo pardo
baja en niebla sin lluvia que la ofenda.
Iba tras el descanso su fatiga
a ver del sol la refulgente cuna,
huyendo de la sombra que atosiga
al corazón, y sin aurora alguna,
duerme muy lejos de la cumbre amiga
su sueño eterno bajo eterna luna.
PREMATURO AMOR
“¿Tiemblas? ¿por qué, si aun no está maduro?
“Cálmate, niña, te traeré el espejo
“o, si no, mírame, que en el reflejo
“te verás de mi cara. Es el conjuro
“de un amor todavía en el oscuro
“rincón del nido. Cuando se haga viejo
“verás que fue nuestro mejor consejo
“dejarlo estar mientras era harto puro.
“Considera, si al cabo te decides,
“estando como está la fruta verde,
“que si se entra temprano en ciertas lides
“urge acabar lo que una vez se muerde,
“aun cogiendo dentera, y nunca olvides
“que es el que pone más el que más pierde.”
EL AZAR D E LOS CAMINOS
Nudo preso al azar de los caminos
bajo el agüero de una roja estrella,
él desde el cierzo, desde el ábrego ella,
rodando a rumbo suelto peregrinos.
Al mismo arado uncieron sus destinos
y sin dejar sobre la tierra huella
se apagaron igual que una centella
de hoguera. Y se decían los vecinos:
¿De dónde acá ese par de mariposas?
¿Y hacia dónde se fue? ¿Cuál su ventura?
su vida, ¿para qué? como las rosas
se ajaron sin dar fruto ¡qué locura
quemarse así las alas! ¡Necias cosas
de amor, siempre menguado pues no dura!
EL FINAL D E LA VIDA
Fue flor que al árbol arrancó el granizo
y luego en tierra el sol la vio, despojo,
entre el polvo rodar por el rastrojo
del viento al albedrío tornadizo.
Mantillo al fin la oscura flor se hizo
al pie escondido de espinoso tojo
y en el transcurso de un acoso rojo
la enterró vil gusano. De su hechizo
quedó libre el perfume, lo que aspira
hacia el cielo inmortal, templo de calma
en que no hay ni granizo ni mentira;
que es el cuerpo algo más que vil enjalma
de la mente; para el canto es lira,
y es el fin de la vida hacerse un alma.
IX
Pasaron como pasan por la cumbre
rezagadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre
del sol, desenvainada, pesadumbre
par su frente fue; lejos, el río
por la fronda velado, a mi desvío
cantando reclamaba a la costumbre.
De la montaña al pie verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera,
rompía entre sus árboles la calle
pedregosa que sube a la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle
de la muerte segando en la ribera.
X
Tus ojos son los de tu madre, claros,
antes de concebirte, sin el fuego
de la conciencia del mal, en el sosiego
del virgíneo candor; ojos no avaros
de su luz dulce, dos mellizos faros
que nos regalan su mirar cual riego
de paz, y a los que el alma entrego
sin recelar tropiezo. Son ya raros
ojos en que malicia no escudriña
secreto alguno en la secreta vena,
claros y abiertos como la campiña
sin sierpe, abierta al sol, clara y serena;
guárdalos bien, son tu tesoro, niña,
esos ojos de virgen Magdalena.
NUES TRO S ECRETO
No me preguntes más, es mi secreto,
secreto para mí terrible y santo;
ante él me velo con un negro manto
de luto de piedad; no rompo el seto
que cierra su recinto, me someto
de mi vida al misterio, al desencanto
huyendo del saber y a Dios levanto
con mis ojos mi pecho siempre inquieto.
Hay del alma en el fondo oscura sima
y en ella hay un fatídico recodo
que es nefando franquear; allá en la cima
brilla el sol que hace polvo el sucio lodo;
alza los ojos y tu pecho anima;
conócete, mortal, mas no del todo.
FRATERN IDAD
Tiéndele tu mirada, blanda mano
de salvación, y así tal vez su pecho
sollozando alzará del duro lecho
de su vergüenza y su dolor insano.
Más de uno a quien pecar le puso cano,
rodando por el polvo, ya maltrecho,
sintió de pronto el corazón rehecho
al tocar la sonrisa de un hermano.
Del yermo que su triste planta pisa
haz que una flor tan sólo el suelo alfombre,
flor a que meza la celeste brisa
de la humana hermandad, que no se asombre
de que le miren sin hostil requisa
y que en sí mismo se descubra al hombre.
OJOS DE ANOCHECER
Ojos de anochecer los de tu cara
y luz de luna llena dentro de ellos,
suave lumbre de argénteos destellos
que entre las sombras blancos surcos ara.
Al fulgor dulce de la luna clara
de tus ojos, parecen tus cabellos
sobre tu frente misteriosos sellos
que sellan el secreto que te ampara.
Y allá, más dentro, en el cerrado limbo
del corazón, un encendido brote
de flor de infinitud, rojo corimbo
de estrellas que el Destino echó por lote
en tu senda, y ciñéndolas de nimbo
la niebla del misterio que es tu dote.
RUIT HORA
Mira que van los días volanderos
y con ellos las nubes y los soles
susurrando cual huecos caracoles
marinos los susurros pasajeros
del mar del infinito; son luceros
de misteriosa procesión faroles
y a una esperanza ciega nunca inmoles
la realidad que cruza los senderos.
Querer guardar los ríos en lagunas
resulta siempre una imposible empresa,
no son sepulcros las abiertas cunas
en que la vida se eternice presa,
y no pudiendo detener las lunas
con ellas ve en el giro que no cesa.
MI VIEJA CAMA
Vuelvo a acostarme en ti, mi amiga cama,
que abrigaste mis noches siendo mozo
y tu tibieza un recojido gozo
por todos mis sentidos desparrama.
En sueños hoy reanudo en ti la trama
de los viejos recuerdos trozo a trozo
de cuando aun sin apuntarme el bozo
era mi pena ya conquistar fama.
Y luego en ti..., mas calla y enmudece;
la cama ha de ser velo y ser escudo,
la más santa memoria se envilece
si no es guardada por un pecho mudo;
y puesta a luz cruda no florece;
¡oh, si muriese en ti, también desnudo!
DULC E RECUERDO
¿Te acuerdas? Fue en mañana del otoño
dulce de nuestra tierra, tan tranquilo,
en que esparce sus hojas aquel tilo
que sabes; eras tú verde otoño
con las trenzas no presas aun en moño,
cuando pasando junto a mí, yo el filo
no resistí de tu mirar y asilo
corrí a buscar el corazón bisoño
en el cercano templo. De sus labios
fluía gota a gota una sonrisa
muda y clara, cual de alma sin resabios
de amor, pero que está al amor sumisa;
desde entonces tus ojos astrolabios
son de mi viaje que en el cielo frisa.
LA LEY D E LA GRAVEDAD
Se van los años cada vez más breves,
con rosas primaveras, con los trigos
el verano, el otoño con los higos
y el negro invierno con las blancas nieves.
Según hacia tu ocaso más te mueves
más raudos van, de tu vi vir testigos
que te arrancan, cual fieros enemigos,
al reposo. Si allá en las horas leves
de mocedad marchaban en tortuga,
hoy descubres la ley que nos aflige
de gravedad, a tu primer arruga;
más cerca de la tierra se te exige
que corras más, y no queda otra fuga
que ir a parar don de el destino fije.
HIPOCRES IA D E LA HORMIGA
Para hipócrita no hay como la hormiga
queriendo hacernos ver como trabaja,
viene y va, vuelve, torna, sube y baja
arrastrando a las veces una miga.
Afán de logro dicen que la hostiga
y que doquiera busca sacar raja
y que deja cantando entre la paja
a la cigarra y que se va a la espiga.
No hagas caso; la miga es la de antaño,
la misma siempre, no más que un achaque
para pasearse con el gesto huraño
del atareado que nos trae en jaque.
De aquel que sabes tal es el amaño:
no hace sino pasear con grave empaque.
AL PAGAZARRI
Ceñudo Pagazarri, viejo amigo
de la tristeza de mis mocedades,
tu soledá amparó mis soledades
con su rasa verdura como abrigo.
Tu adusta paz, de mi anhelar testigo,
al verte hoy a mi recuerdo añades
y con el aire de tu cumbre invades
este pecho que hiciste tú conmigo.
Las pardas peñas de S an Roque, enhiestas
espaldas del jayán frente a la Villa,
se alzan llevando tu cabeza a cuestas,
y en el invierno allá en lo alto, orilla
del cielo de mi cuna, en breve puestas
mi sol en la agonía al mundo brilla.
XX
Aquí, en la austeridad de la montaña
con el viento del cielo que entre robles
se cierne, rodearon pechos nobles
mis abuelos; después, la dura saña
banderiza el verdor fresco que baña
Ibaizábal con férreos mandobles
enrojeció, y en los cerrados dobles
del corazón dejó gusto de hazaña
a mi linaje. Vueltos de la aldea
a la paz dulce y del trabajo al yugo,
la discordia civil prendió la tea
que iluminó su vida y fue verdugo
de la modorra que el sosiego crea.
Y así se me fraguó sangre de Jugo.
S IN HIS TORIA
En los tiempos de paz y en los de guerra
desde esa cumbre vio secular haya
con terquedá en el valle férrea laya
mover y remover la ingrata tierra
a la que ablandan aguas de la sierra,
mientras las rocas triturando en playa
bramaba el mar del golfo de Vizcaya
que una tragedia en cada ola encierra.
En el oscuro fondo del haedo
se abre la oscura boca de una mina
en los viejos ferrones, y en el ruedo
de la herrería que hoy está en la rüina,
un escorial nos dice del denuedo
que a un pueblo hacia la historia le encamina.
DE VUELTA A C AS A
XXII
Desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura riegas
montes y valles, los de mis entrañas
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
del amor, compañero de la ruta.
FRENTE A ORD UÑA
Al trasponer tus peñas, vieja Orduña,
sobre el fresco verdor de los maíces
los amarillos trigos que raíces
prenden en la llanada de la Armuña
llenaban mi memoria, la que acuña
los pasos venturosos e infelices
y que al igual de triunfo los deslices
del corazón con avaricia empuña.
Es Vizcaya en Castilla mi consuelo
y añoro en mi Vizcaya mi Castilla;
¡oh, si el verdor casara de mi suelo
y el mar que canta en su riscosa orilla
con el redondo páramo en que el cielo
ante un sol se abre que desnudo brilla!
¡O CRUZ U ORO!
S obre el pecho, colgada de tu cuello,
una cruz de oro refulgente llevas
dando así al mundo acrisoladas pruebas
de cristiana. En tu rostro, un día bello,
los afeites e insomnios triste llevo
de amor venal dejaron. ¡Pobres Evas
que del pecado en las hediondas cuevas
de la imagen de Dios el fiel destello
borráis! En vez de redentor ariete
de contrición que rompa tu desdoro,
en tu pecho es sacrílego alcahuete
ese signo que finge tu decoro;
mas su doble reclamo es de falsete,
¡pues o sobra la cruz o sobra el oro!
NI MARTIR N I VERDUGO
Busco guerra en la paz, paz en la guerra;
el sosiego en la acción y en el sosiego
la acción que labra el soterraño fuego
que en sus entrañas bajo nieve encierra
nuestro pecho. Rodando por la tierra
al azar claro del destino ciego,
vida en el juego y en la vida juego
buscando voy. Pues nada más me aterra
que tener que ser águila o tortuga,
condenado a volar o bajo el yugo
del broquel propio a que no cabe fuga;
y pues a Dios entre una y otra plugo
dar a escoger a quien sudor enjuga
ni mártir quiero ser, ni ser verdugo.
AL TRAMONTAR DEL S OL
La agonía del sol en el ocaso
sobre el negro verdor de las encinas
de su lecho, detrás de las cortinas
de leves nubes de purpúreo raso.
Y allá en levante, ya de luz de escaso,
en el luto agonizan las colinas
mientras del cielo en cúpula y pechinas
se sienta el polvo del febeo paso.
¡Morir así, a los profanos rojos
velado, mas ceñido de la gloria,
rompiendo a los mortales los cerrojos
con que guardan avaros la memoria,
y con fulgor de resplandores rojos
dejar sellado el cielo de la historia!
MED INA LA DEL C AMPO
En la del Campo secular Medina,
junto al rubio Castillo de la Mota
que al cielo de Castilla yergue rota
su torre, cual blasón de la rüina
de aquella hidalga tierra isabelina,
la de cruz y espadón, sotana y cota,
que allende el mar, con extensión remota,
vendió sus sangre al precio de una mina,
velan el sol con su humareda sucia
turbando el sueño de Isabel los trenes,
mientras Maese Luzbel, que con la astucia
de su saber nos tiene el alma en rehenes,
sobre esta España que avariento acucia
vuelca el raudal de los dudosos bienes.
LA GRAN REHUS A
Al abrigo fatal de la cogulla
con que te encubres el altivo ceño
se incuba libre el ambicioso sueño
que soledad con su silencio arrulla.
Del mundo huyendo la inocente bulla,
vuela adusto tu espíritu aguileño
en torno, no del sacrosanto leño
que con su yugo al corazón magulla,
sino del solio. Aunque la plaza huiste
la plaza llevas dentro y es la musa
con que S atán te pone el alma triste,
la que te dio la vocación confusa
por la que adiós a tu familia diste,
que no, cobarde, harás la gran rehusa.
REDENCION
Dios te conserve fría la cabeza,
caliente el corazón , la mano larga,
corta la lengua, el oído con adarga,
y los pies sin premura y sin pereza.
Cuando en la sombra del vivir tropieza
el hombre del dolor bajo la carga
su propio peso es el que más le embarga
para alzarse del suelo. La tristeza
sacude, empero, que ella es el estrago
más corruptor de nuestras pobres vidas,
pues no es vivir vivir bajo su amago.
No por tus obras tus tesoros midas
sino que el alma, de fe pura en pago,
se levanta merced a sus caídas.
LA LEY D EL MILAGRO
Hay la ley del milagro que regula
cuanto escapa a otra ley, pues ni Dios mismo,
con su poder, se arranca del abismo
en el que toda sinrazón se anula.
Es ley de vida que no se formula
en trazado ni en cifras de guarismo,
mas la mente compréndela en bautismo
y con nombre de azar la disimula.
Dios a dos manos teje en su telar:
con la zurda llevando el recio trazo
que el hombre a ciencia logra sujetar,
mientras su diestra en ese cañamazo
borda al santo capricho del azar
que es del progreso el poderoso brazo.
PALEONTOLOGIA
Hay rocas que conservan, alegatos
al diluvio anteriores, las señales
que dejaron rastreros animales
de su paso en la tierra. Los estratos
pedernosos en esos garabatos
como con grandes letras capitales
nos dicen las memorias ancestrales
de sus vidas. El sabio los hïatos
de esas huellas supone y con tanteos
logra fijar la alcurnia de una raza
que pasó, mas el cielo a los ondeos
del volar de las aves no da caza.
En la historia del hombre los rastreos
quedan así, no de sus vuelos traza.
AL TORMES
Desde Gredos, espalda de Castilla,
rodando, Tormes, sobre tu dehesa,
pasas brezando el sueño de Teresa
junto a Alba la ducal dormida villa.
De La Flecha gozándote en la orilla
un punto te detienes en la presa
que el soto de Fray Luis cantando besa
y con tu canto animas al que trilla.
De S alamanca, cristalino espejo,
retratas luego sus doradas torres,
pasas solemne bajo el puente viejo
de los romanos y el hortal recorres
que Meléndez cantara. Tu consejo
no de mi pecho, Tormes mío, borres.
XXXIII
Fue tu vida pasión en el desierto
mar de la pena, bajo la tormenta
del viento que las olas acrecienta
soñando siempre en el lejano puerto.
Nunca viste a piedad el cielo abierto
luchaste sin la luz que al bravo alienta
contra la suerte, fría y avarienta,
y empiezas a vivir después de muerto.
Llegan ahora a cantar sobre tu tumba
los que por fin dejaron de temerte;
el eco de la gloria no retumba
sino al arrimo de tu oído inerte;
menester es que el héroe sucumba
para cobrar justicia de la muerte.
TEMPLO DE CARNE
Tu pecho, de esplendor dorico-jónico,
tiene en el corazón el relicario
en que guardas las hojas del breviario
del rezo lento del amor canónico.
Lleva tu cara de perfil armónico
cual lámparas tu ojos del sagrario
y tu boca, de corte lapidario,
una sonrisa de vigor irónico.
Se santigua mi carne si contemplo
de tu sagrada carne el edificio;
de la virtud carnal eres ejemplo;
es tu vida un alegre sacrificio
y tu cuerpo de S anta Venus templo
donde carece de sentido el vicio.
VID AS DE OTOÑO
Vidas de otoño son, crepusculares,
con un sentido ambiguo e indeciso,
sin que se sepa qué es lo que Dios quiso
al crearlas decir. Con sus pesares
oscuros cruzan campos y lugares
marcando a vuelo roto sobre el piso
la vaga sombra. S u hálito sumiso
va al morir a las nieblas estelares.
S ale, perdido ya, negro murciélago
en estas noches tibias de septiembre
el cielo del otoño a disfrutar
y vuela acaso de la aceña al piélago,
sin que su triste sino se remembre,
su oscura vida errática a acabar.
EL EVANGELIO
Le dio Mateo la cabeza humana;
tronco de toro Lucas; leoninas
garras Marcos; y Juan las aquilinas
alas le dio. Nacido una mañana
de oscura niebla, la que de Dios mana,
pura lumbre por valles y colinas
vertió, pero velada por neblinas
con que a uno enferma si es que al otro sana.
Porque es la encarnación de aquel querube
cuyo nombre en el cielo es el de Esfinge,
que entre fulgores de dorada nube
la faz del Dios de amor y de ira finge
y sin llegarle nunca hacia Aquel sube
que la luz del misterio en sí restringe.
LA ES FINGE
Te arrancaron, Esfinge de granito,
las alas, y tu cuerpo las arenas
cubrieron y de entonces nos condenas
en la senda que lleva al infinito
marcándonos fatal el postrer hito,
a clavar nuestra planta en las almenas
de tu frente, perdiéndose entre penas
de vanidad de anhelo nuestro grito.
En torno tuyo el abrasado yermo
contempla al cielo de simunes cálido
que sañudo le azota sin piedad,
cuando en regazo el peregrino enfermo
muere de sed y sobre el pecho inválido
ve a la muerte trayendo libertad.
LA PARRA DE MI BALCON
El sol de otoño ciernes de mi alcoba
en el ancho balcón, rectoral parra
que de zarcillos con la tierna garra
prendes su hierro. Y rimo alguna trova
en ratos que el oficio no me roba
a tu susurro, de esta tierra charra
viejo eco de canción. No irán a jarra
cual las que sufren del lagar la soba,
parra de mi balcón, tus verdes uvas;
para mi mesa guardo los opimos
frutos del sol de otoño bien repletos;
no quiero que prensados en las cubas
de vino se confundan mis racimos
y con ella se pierdan mis sonetos.
LA ORAC ION DEL ATEO
Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas,
con que mi alma endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se espande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.
EL ARTE
Al sol y de los vientos al socaire
sin sacudirme moscas, con la legra
más tajante que lengua de una suegra
afeita perros muertos el pelaire.
Rapa con tino y singular donaire
y así se gana la comuña negra,
y mientras rapa su trabajo alegra
cantando sus trabajos al desgaire.
Es un artista; no comete un yerro
ni para hasta dejar el rape al punto,
que si vivo es costoso hinchar un perro
no es fácil afeitarle ya un difunto.
La moraleja en frase breve encierro:
es arte dominar cualquier asunto.
OJOS S IN LUZ
Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas, lunas
gemelas tristes, vais por los espacios
tenebrosos mecidas como cunas
de invisible visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla
se abren ante vosotros los senderos
que van rompiendo de la luz la niebla.
Hermosos ojos que no veis, se mira
el ángel de la luz en vuestro brillo,
un soplo inmaterial triste suspira,
alza vista sin ojos al castillo
de Dios, y entona luego con su lira
aquel de eterno Amor dulce estribillo.
INCREDULIDAD Y FE
Sed de Dios tiene mi alma, de Dios vivo;
conviértemela , Cristo, en limpio aljibe
que la graciosa lluvia en sí recibe
de la fe, me contento si pasivo
una gótica de sus aguas libo
aunque en el mar de hundirme se me prive,
pues quien mi rostro ve -dice- no vive,
y en esa gota mi salud estribo.
Hiéreme frente y pecho el sol desnudo
del terrible saber que sed no muda;
no bebo agua de vida, pero sudo
y me amarga el sudor, el de la duda:
sácame, Cristo, este espíritu mudo
creo, tú a mi incredulidad ayuda.
EN MI 40 CUMPLEAÑOS
Ahora que ya por fin gané la cumbre,
a mis ojos la niebla cubre el valle
y no distingo a dónde va la calle
de mi descenso. Con la pesadumbre
de los agüeros vuelvo hacia la lumbre
que mengua la mirada. Que se acalle
te pido esta mi ansión y que tu dalle
siegue al cabo, S eñor, toda mi herrumbre.
Cuando puesto ya el sol sobre mi frente
me amaguen de la noche las tinieblas,
Tú, S eñor de mis años, que clemente
mis esperanzas con recuerdos pueblas,
confórtame al bajar de la pendiente;
de las nieblas salí, vuelvo a las nieblas.
LA PALABRA
llave del ser, fue en un principio el verbo
por el que se hizo todo cuanto muda
y el verbo es la cadena con que anuda
Dios los dispersos granos de su acervo.
Por él el hombre deja de ser siervo,
se vale de él en la batalla ruda
y en el la apaga cuando su alma suda
como en la fuente tras de acoso el ciervo.
Sea de Dios santificado el nombre
que es Dios también, pues fue con la palabra
como creara el mundo en un principio.
Con la palabra, como Dios, el hombre
su realidad de ideas forja y labra:
nunca la profanéis a huero ripio.
PORTUGAL
Del atlántico mar en las orillas
desgreñada y descalza una matrona
se sienta al pie de sierra que corona
triste pinar. Apoya en las rodillas
los codos y en las manos las mejillas
y clava ansiosos ojos de leona
en la puesta del sol; el mar entona
su trágico cantar de maravillas.
Dice de luengas tierras y de azares
mientras ella sus pies en las espumas
bañando sueña en el fatal imperio
que se le hundió en los tenebrosos mares,
y mira cómo entre agoreras brumas
se alza Don Sebastián, rey del misterio.
EL VOLCAN D E FANGO
Vuelve a irrumpir aquel volcán de cieno
que guarda en su cogollo nuestra Europa
y sobre España vierte de su copa
las heces bien yeldadas con veneno.
A fuerza no las mete con barreno
sabiendo bien que aquello con que topa
no se limpia después ni aun con garlopa
que en su rasgar nos desgarrara el seno.
Guisa la historia cual le viene en gana
pues ella tiene la sartén del mango
y a quien a lagotearla no se allana
le echa la mugre, de su ciencia el fango,
que en estos tiempos de plomada y llana
no hay como ser nación de primer rango.
MI DIOS HEREJE
Aunque ellos me maldigan qué me importa
si me bendices Tú, mi Dios hereje;
Tu santa diestra mi destino teje
y Tú me enseñas que la vida es corta
y muy larga la muerte. Me conforta
Tu silencio mandándome no ceje
de lanzar a este viento que nos deje
mi voz que a inquietarse les exhorta.
Mientras de mí, Señor, Tú no recabes
que aquel nuestro secreto al fin divulgue
yo de ellos no me quejo, ya lo sabes,
y encuentro natural se me excomulgue;
muy justo es que la Iglesia con las llaves
del Pescador rascándose se espulgue.
XLVIII
Eres un zorro que escapó de trampas
aunque te vistes con la piel del topo
zapa-misterios por si al paso un zopo
polluelo te saliera y te lo zampas.
Trepas de la piedad las crespas rampas
bajo una cruz que es de ahuecado chopo,
borran do vas tus huellas con el jopo;
nadie sabe de noche dónde acampas.
Quieres entrar al cielo con el cerdo
de S an Antón, el perro de S an Roque,
con el cuervo de Elías; no eres lerdo
y sabes bien las mañas del azoque.
Que ellos teniendo su patrón, el tuyo
no ha de faltar, del santoral arguyo.
S UEÑO FINAL
Álzame al Padre en tus brazos, Madre de Gracia,
y ponme en los de El para que en ellos duerma
el alma que de no dormir está ya enferma,
su fe, con los insomnios de la duda, lacia.
Haz que me dé, a su amado, sueño que no sacia
y a su calor se funda mi alma como esperma,
pues tan sólo en el sueño, a su calor se merma
d este vano vivir la diabólica audacia.
Este amargo pan de dolores pide sueño,
sueño en los brazos del Señor donde la cuna
se mece lenta que hizo de aquel santo leño
de dolor. Ese sueño es mística laguna
que en eterno bautismo de riego abrileño
con su hermana la muerte la vida reanuda.
EL LIRIO NEGRO
El negro lirio del jardín monástico,
aquel que conocía tu congoja,
rinde su copa, pues ya no la moja
ni de su frente el sudor escolástico
ni el llanto de tus ojos eclesiástico,
desde que vistes esa capa roja
bajo la cual picado se te afloja
aquel cordón que hiciste tan elástico.
Al negro lirio del jardín la brisa
bajo rezos de coro y el murmullo
del refectorio trae ecos de risa
del Tentador. Y a su fatal arrullo
el lirio negro, cual si oyera misa
recoge compungido su capullo.
UNA VID A
Del ciprés a la sombra, en un recodo
del jardín del convento un negro lirio
le decía a S or Juana del martirio
de salir limpia de huesa de lodo.
Recordaba a su padre que beodo
el candor le rompiera en un delirio
y a cuyos pies su mocedad cual lirio
votivo ardió. Lo recordaba todo:
la del invierno negro blanca noche
en que mientras nevaba a copo lento
su madre se murió, sin un reproche,
y aquella en que llegó con fiero viento
la amiga de su padre en el derroche,
y ella, huyendo el hogar, corrió al convento.
LA MANIFES TACION ANTILIBERAL
Válganos el Señor y nos socorra
ante esta energuménica avalancha,
¿y quién los ilumina y los engancha?,
que ya no es la paloma, es una zorra.
Ni eso tampoco es cruz, es cachiporra
que rompiendo cabezas las ensancha
y en bautismo de sangre así las mancha;
ni evangelio eso es, sino camorra.
Benditos, sí, los mansos, pues la tierra
poseen y de paz son sus abrazos;
¿pero quién aquí abajo sólo encierra
el largo anhelo preso en cortos lazos?
Padece el cielo fuerza y de la guerra
la gloria conquistarlo es a cristazos.
RAZON Y FE
Levanta de la fe el blanco estandarte
sobre el polvo que cubre la batalla
mientras la ciencia parlotea, y calla
y oye sabiduría y obra el arte.
Hay que vivir y fuerza es esforzarte
a pelear contra la vil canalla
que se anima al restalle de la tralla,
y ¡hay que morir! Exclama. Pon tu parte
y la de Dios espera, que abomina
del que cede. Tu ensangrentada huella
por los mortales campos encamina
hacia el fulgor de tu eternal estrella;
hay que ganar la vida que no fina,
con razón, sin razón o contra ella.
BARATEROS DE LA GRACIA
Departían así en el refectorio:
-Más negro cada vez es el bodigo...
-Parece de bellota de quejigo...
-¡A qué a venido a dar el ofertorio!
-Es decreto de Dios y bien notorio;
por andarlo buscando de trastrigo,
a la gula nos manda este castigo.
-¡Debe de estar en quiebra el Purgatorio!
¡Y la Iglesia, por tanto ya en naufragio!...
-Es la fe cada día más reacia...
-Inútil es cantemos el trisagio
por que en tiempos de impía democracia
la grey, acostumbrada ya al sufragio,
no sufre barateros de la gracia.
IR MURIENDO
Ves el ocaso en limpio mar de plata
flotar vagos islotes de ceniza
celestes, entre los cuales agoniza
el dragón que los días arrebata.
S anta visión que el alma te rescata
del mundo que a su afán nos esclaviza
y la esperanza de la fe melliza,
despierta en ti. Y en ese que retrata
del cielo el mar arrullador regajo
que entre tomillo y mejorana brota
dejas correr el alma aguas abajo
mientras el siglo desbocado trota,
y gozas, libertado del trabajo,
rincón en que morirte gota a gota.
LA ENCINA Y EL S AUCE
La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda
la copa prieta que ni cierzo fiero riza
mientras el sauce llorón en el agua huidiza
la cabellera tiende hundiéndola en la onda.
Van sus hojas de otoño del río en la ronda
hacia el mar en que el río vencido agoniza
y al llegar del invierno los cielos ceniza
menea su manojo de varas sin fronda.
Déme Dios el vigor de la encina selvática
que huracanes respira en su copa robusta
y del alma en el centro una rama fanática
con verdor de negrura perenne y adusta,
que no quiero del sauce la fronda simpática
que a las aguas que pasan doblega su fusta.
PIEDAD CAS TIZA
¿Qué no hay más Dios que Dios, y su profeta
Iñigo es, el vasco morabito,
el que el Corán de Cristo en monolito
erigiera. Que el alma más inquieta
si se somete a su piadosa dieta,
se le arranca de manos del Precito;
hay que buscar la libertá en el rito
los Ejercicios dicen la receta.
No se injerta la palma en el abeto
ni caben mescolanzas, africana
nuestra piedad será, y frente al reto
de la insufrible petulancia ariana,
de pitas y de chumbos con un seto
guarde su senda nuestra caravana.
MI CIELO
Días de ayer que en procesión de olvido
lleváis a las estrella mi tesoro,
¿no formaréis en el celeste coro
que ha de cantar sobre mi eterno nido?
Oh Señor de la vida, no te pido
sino que ese pasado por que lloro
al cabo en molde a mí vuelto sonoro
me dé el consuelo de mi bien perdido.
Es revi vir lo que viví mi anhelo
y no vivir de nuevo nueva vida;
hacia un eterno ayer haz que mi vuelo
emprenda sin llegar a la partida,
porque, S eñor, no tienes otro cielo
que de mi dicha llene la medida.
UN PATRIOTA
Piensa como respira, con cadencia
orgánica; piensa con el lenguaje
-concreción secular de la experienciade su pueblo, y en recio maridaje
viven su fe y la íntima creencia
de que aquella brotó. Es el vasallaje
de libertad que rinde ante la herencia
vital a la que debe su bautismo.
Piensa con las ideas de su raza,
pues siente bien que para ser él mismo
ha de arreciar aquello que le enlaza
con los suyos. Piensa como respira
y su alma, con patriótica cachaza,
resuella alguna vez, nunca delira.
A UN A GAZMOÑA
Coqueteas, hipócrita gazmoña,
con Cristo, a quien llamándote su sierva,
le tienes como a novio de reserva
por si el otro marrase. Ya bisoña
no eres en estas lides, la ponzoña
sabes sacar de la embrujada hierba
del amor y ponértela en conserva
por si a si toque mocedad retoña.
Con todo tu recato y tu misterio
no andas sino detrás de matrimonio,
pero no espiritual y de salterio;
mas por mucho que al pobre S an Antonio
le sobes con ofrenda y sahumerio
le tendrás que cargar con el demonio.
BAJO EL YUGO
Como en el buey en ti ya no es el cuerno
sino atadero para la correa
del yugo; cuando llegue la pelea
estorbo te será. Te ha puesto tierno
el largo establo, abrigo del invierno,
y del servil trabajo la tarea
y ya no tienes ni remota idea
de que es un arma. Tal es el eterno
ejemplo de quien hace de la espada
reja de arado sobre que se encorva
y del machete defensor azada
en que del todo su vigor se absorba;
el cuerno no te sirve ya de nada
y al tener que luchar más bien te estorba.
ATEIS MO
Cómoda acusación la de ateísmo
para traer a un simple al estricote,
mas ello se reduce a un mero mote,
que es el de Dios un insondable abismo
en que todo es al cabo uno y lo mismo
y no hay por tanto quien de él agote
contrasentidos; en un pasmarote
hánosle convertido el catecismo.
Tomamos como fe a la esperanza
que nos hace decir: “¡Dios, en ti creo!”
cuando queremos creer, a semejanza
nuestra haciéndole. Dios es el deseo
que tenemos de serlo y no se alcanza;
¡quién sabe si Dios mismo no es ateo!
PAZ D E GUERRA
Almas de Dios que bajo el recio hostigo
del cielo atravesáis esta galerna
de la vida que pasa hacia la eterna
llevando rumbo; cuando ya al abrigo
estéis seguras en el puerto amigo,
la nave -destrozados la cuaderna
y el gobernalle, que ya no gobiernaen jirones cual capa de mendigo,
y con el pecho de onda amarga lleno
en él se mezclará a vuestra alegría
cierto pesar; añoraréis el trueno
de tempestad, pues que de paz el día
si es dulce es porque hacemos en su seno
con la pesada guerra poesía.
DIAS DE S IERVO ALBEDRIO
Días de dejadez en los que no se acaba
lo que se comenzara, días de modorra
y vaciedad en los que no hacer nada borra
del deseo de hacer y en los que nos agrava
el pecho sentir cómo la vida es esclava
triste de la acción que el dolor no nos ahorra;
días en los que no hay un Dios que nos socorra
quitándonos de sobre el corazón la traba
de la conciencia de lo vano del empeño;
días de languidez en que el mortal desvío
de la vida se siente y sed y hambre del sueño
que nunca acaba; días de siervo albedrío,
vosotros me enseñáis con vuestro oscuro ceño
que nada arrastra más al alma que el vacío.
¡S IEMBRATE!
S acude la tristeza y tu ánimo recobra,
no quieto mires de la fortuna la rueda
cómo gira al pasar rozando tu vereda
que a quien quiere vivir vida es lo que sobra.
No haces sino nutrir esa mortal zozobra
que así en las redes del morir lento te enreda,
pues vivir es obrar y lo único que queda
la obra es; echa, pues, mano a la obra.
Ve sembrándote al paso y con tu propio arado
sin volver la vista que es volverla a la muerte,
y no a lo por andar sea peso lo andado.
En los surcos lo vivo, en ti deja lo inerte,
pues la vida no pasa al paso de un nublado;
en tus obras podrás un día recogerte.
AL DIOS DE ES PAÑA
S ólo las patrias son la gran escuela
del ideal de la hermandad humana,
pues de las patrias es de donde emana
la fe en nuestro destino, la que apela
al Dios de todos. Aunque su faz vela
del Sinaí en las nubes, El se allana
a dar sus tablas a Moisés y arcana
antes su ley en patria se revela.
¡Oh Dios de Covadonga y Roncesvalles,
Dios de Bailén, señor de nuestra hueste,
que tu nombre por tierra y por valles
bendigan de esta España y la celeste,
y en confesarte único no acalles
mi voz mientras su aire ella me preste!
LA S ANGRE DEL ES PIRITU
La sangre del espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene.
Ya S éneca la preludió aun no nacida,
y en su austero latín ella se encierra;
Alfonso a Europa dio con ella vida,
Colón con ella redobló la tierra.
Y en esta mi lengua flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes,
que las flores en ella hallaron brote
de Juárez y Rizal, pues ella abarca
legión de razas, lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.
COLOQUIO MIS TICO
Mantiene con su Dios largos monólogos
en el centro del alma, según dice,
cuidando mucho no se les deslice
la más leve herejía; son teólogos
los dos, según él cree, pero en apólogos
tienen que hablar, y no hay quien los cotice
en su justo valor, y al infelice
con líos de palabras los filólogos
se le viene encima. Y él responde:
“Hablar con Dios meterse es hasta el fondo
“del abismo; por mucho que se ahonde
“no se le toca; cuando pudo sondo
“y responde de mí, mas Dios se esconde
“y es de El, de Dios, de quien yo no respondo.”
EL MAL D E PENS AR
No se puede pensar, que es correr riesgo
de pecar sin saberlo; el Enemigo
malo nos ronda y suele entrar de sesgo
en el alma que no lleva el abrigo
de una fe de cordón y escapulario
con su saber ya infuso en el bautismo,
la fe del carbonero o carbonario,
que de uno o de otro modo son los mismo.
Lo que trajo la muerte fue la gula
de la ciencia, que es muy mala costumbre;
para el ayuno de pensar no hay bula
que valga; hay que matar la incertidumbre;
Dios nos dio el pensamiento como prueba.
¡Dichoso quien no sabe que le lleva!
LXXI
Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna
sobre la cual redonda llena luna
que ejército de estrellas encamina
vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna;
noche blanca en que el agua hace de cuna
de la más alta y más honda doctrina.
Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza,
es un rasgón del cielo que ha posado
y en silencio de la noche reza
la oración del amante resignado
sólo al amor, que es su única riqueza.
EL CONTRATANTE S OCIAL
Hombre sin patria es bípedo implume,
contratante social de Juan Jacobo,
zóon politicón, o sea en globo
un mamífero vertical. Consume
por lo menos, y por lo más presume
de ser individuo. Es un estorbo
sin tolete; su vida es puro robo
a la hermandad humana se resume.
Es de la humanidad un puro extracto
píldora de la histórica Necrópoli,
un ente muy sublime, pero abstracto,
para ser estatuado en la Metrópoli,
un componente para entrar al pacto
social de que saldrá la gran Cosmópoli.
S ATAN
¡Pobre S atán!, botado del escaño
del trono del Señor de las mercedes,
tú que ablandar con lágrimas no puedes
el temple diamantino de tu daño.
Que no puedes llorar, S atán huraño,
preso del miedo único en las redes,
del miedo a la verdad, a que no cedes,
¡pobre S atán, padre del desengaño!
A vivir condenado sin remedio
contigo mismo sin descanso lidias
y buscando olvidarte y para el tedio
matar es que la vida con insidias
nos rodeas, teniéndola en asedio
mientras el ser mortales nos envidias.
A MI ANGEL
Cúbreme con tus alas, ángel mío,
haciendo de ellas nube que no pasa;
tú proteges la mente a la que abrasa
la cara del Señor, mientras el río
del destino bajamos. Pues confío
que cuando vuelva a la paterna casa,
no ya velada la verdad, mas rasa
contemplar pueda a todo mi albedrío.
Mira, ángel mío, que la vida es corta,
aunque muy trabajosa su carrera
y en ella no puede ir el alma absorta
de su Dios. Así espero a que me muera
para verlo, pues única soporta
la muerte a la verdad mu da y entera.
CIVILITAS
La envidia de morder nunca se sacia
pues no come; por eso es que no engorda,
y a la pobre alma a la que sola aborda
de pura soledad la pone lacia.
Mas si su hiel en muchedumbre vacía
de gratitud al llamamiento sorda
suele dejarla y la convierte en horda,
que ella es la madre de la democracia.
Fue su hijo Caín el que erigiera
primero la ciudad en que sustento
buscan los lacios, pues la envidia era,
es y será el más firme cimiento
de la hermandad civil, y ley primera;
¡del crimen fundador el testamento!
EN LA MANO DE DIOS
Cuando, S eñor, nos besas con tu beso
que nos quita el aliento, el de la muerte,
el corazón bajo el aprieto fuerte
de tu mano derecha queda opreso.
Y en tu izquierda, rendida por su peso
quedando la cabeza, a que revierte
el sueño eterno, aun lucha por cogerte
al disiparse su angustiado seso.
Al corazón sobre tu pecho pones
y como en dulce cuna allí reposa
lejos del recio mar de las pasiones,
mientras la mente, libre de la losa
del pensamiento, fuente de ilusiones,
duerme al sol en tu mano poderosa.
TRAGICOMEDIA
Pues lo único que el hombre cumple en serio
es nacer; luego en derredor le asedia
la farsa, y como Dios no lo remedia
ni sirve de pesar el cruel cauterio
da en actor. Y en este ministerio
cobra de la tal vida triste acedia
y la muerte es escena de comedia
aunque prólogo sea del misterio.
Los pasos del teatro siendo míticos
henchidos suelen ir de efectos mágicos
y por tristes razones económicas
los dos momentos de la vida críticos,
los nacimientos casi siempre trágicos
y son las muertes casi siempre cómicas.
LLUVIA DE ARENA
Si Dios escatimándonos la lluvia
nos hurta el agua de frescura llena,
es para que del páramo la arena
usemos en bautismo; arena rubia
cual la que azota en la abrasada Nubia
el simún. Es el S ol el que almacena
la fe d nuestro ardiente en nuestra vena,
y nos da un arenal por cada zubia.
Y contra los impíos que pretenden
la luz de Dios soplando con su boca
matar y con su vana ciencia ofenden
nuestra salud, los de soberbia loca,
contra esos perros, mientras no se enmienden ,
toda lluvia de arena será poca.
EL ANGEL NEGRO
El ángel negro el corazón me toca
con sus alas llamándome del sueño
en que me finjo con carrera loca
romper el cielo en grupa a Clavileño.
Mi pobre frente en la caída choca
con la verdad de gesto zahareño,
que dura e inmutable como roca
sólo hiriendo alecciona a nuestro empeño.
Sumido entonces en mortal quebranto
tomo con la verdad odio a la vida,
y cobro de mí mismo un recio espanto,
pero me miras tú, compadecida,
y tus ojos me vuelven al encanto
del dulce ensueño en que verdad se olvida.
S ALUD NO, IGNORANCIA
Te vuelves ya de un lado, ya del otro,
en busca de reposo; ni a la izquierda
ni a la derecha le hallas, que es un potro
la cama para ti. Pero recuerda
cuando en tu vida pública perores
que esa dolencia a muchos les consume
el alma triste, y no se la empeores
con fáciles diatribas. Quien presume
de consecuente es como el hombre vano
de su salud que al pobre enfermo insulta
haciendo de sus fuerzas arrogancia;
un día cae el presumido sano,
en la pizarra se le ve y resulta
que no era su salud sino ignorancia.
NUMANCIA
Desafiando a la orgullosa Roma
desde el adusto páramo, Numancia,
maestra de la ibérica arrogancia
a que jamás por fuerza se la toma
fuiste tú de la patria ya en la infancia.
Pero hoy vuelve a intentar en ti la doma
no ya con catapulta, con carcoma
que de los nobles rinde la constancia.
Mas no Roma civil, la que en la mano
del corazón llevaba su derecho
si en la diestra la espada; el Capitolio
cayó al eternizarse; el Vaticano
que a nuestra España tiene ya en acecho
para con ella apuntalar su solio.
SOLEDAD
¡Pobre alma triste que caminas sola
perdida del desierto en las arenas,
llevando a cuestas solitarias penas
oscuras, que no brillan con la aureola
del martirio! El simún ola tras sola
de la vida te rompe las cadenas
y la soez cuadrilla de la hienas
la que fue su mansión al fin viola.
La vida es soledad, sola naciste
y sola morirás, sola so tierra
sentirás sobre ti la queja triste
de otra alma que en el yermo sola yerra,
que la valle del dolor sola viniste
a recabar tu soledad con guerra.
AL ES TADO NEUTRAL
Sucesor de Pilato, entregas Cristo
al sucesor de Anás, esto es el Papa,
porque: “La majestad civil no tapa
con su ley soñadores; no me invisto
-dices- de extraña autoridad so capa
de orden; allá la religión; malquisto
no me es el Hombre-Dios, pero resisto
que me convierta la nación en Trapa.”
La Iglesia libre es el Estado libre
y a Cristo, como a rey de mofa vendes,
juzgando así facilitar tu obra;
mas castigado vas, quien equilibre
los dos poderes no hallarás ni entiendes
que los dos el uno está de sobra.
NON OMNIS MORIAR!
“¡No todo moriré!” Así nos dice
henchido de sí mismo aquel poeta
que odia al vulgo profano y que le reta
a olvidarle esperando le eternice
el reto mismo; es calculada treta
para mejor domarle y que bautice
su gloria. Mas se escapa el infelice
que aun quien al cabo su licor enceta
jamás lo apura. Y le llegó su hora
y consagrado fue; su poesía
en nuestras mentes vive aún sonora...
vive... esto es, se gasta. ¡No sabía,
creyendo entrar en la eternal aurora,
que hasta los muertos morirán un día!
EL CORAZON DEL MUNDO
Reposa, corazón, que harto lidiaste
y reposando espérale al reposo
postrero que no acaba; que te baste
lo ya vencido en este tormentoso
combatir, y curado del desgaste
en el descanso púrgate del poso
de aquella mala sangre que cobraste
en las arenas del ardiente coso.
Limpio has de ir a Dios, hoy pobre esclavo
de la lucha, y pues ésta es la que mancha
límpiate de la paz en profundo
recogimiento; gozarás al cabo
el increado aire que te ensancha
hasta fundirte al Corazón del Mundo.
A MI BUITRE
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que el toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo a mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.
NOCHES DE INS OMNIO
Terribles noches de insomnio en las que se cuenta
el toque de las horas que van al vacío;
su procesión cargada de vidas va lenta
bajando por las aguas del eterno río.
E insomne en la ribera del corazón se sienta
no pensando ni soñando si no en sombrío
rumiar lo inevitable con que tienta
al alma el Tentador, que así mete el desvío
de la lucha viril. Oh las noches terribles
de locas aprensiones y de vil congoja
al ver las esperanzas hechas ya imposibles
si una gota del río que pasa nos moja
y en el alba al mirarla son los aprensibles
tristes ojos la vemos cual la sangre roja.
RIMA D ES CRIPTIVA
Es a la sombra del silencio santo:
bajo el silencio de la sombra augusta,
lánguidamente va volando el canto
de una campana sobre la robusta
rocosa serranía a la que el llanto
reviste de las nubes; en la adusta
cima la tierra ciñe el negro manto
que cuando muere el sol al pecho ajusta.
En la sombra la lluvia se diluye
y en el silencio el son de la campana;
nocturno el río de las horas fluye
desde su manantial que es el mañana
eterno, y en sus negras aguas huye
aquella mi ilusión harto temprana.
A MERCURIO CRIS TALINO
¡Oh cristiano Mercurio!, de ti impetro
una patria feliz, pues de ti Marte
dependiendo su espada ha de ofrendarte;
eso que empuñas, formidable cetro
el de tira y afloja sutil metro
rige a la tierra; sobre tu baluarte
brilla la cruz en el áureo estandarte
de esa tu religión de pacto retro.
Tú que en heroicos tiempos de alcahuete
a los dioses serviste, dios espurio,
luego los subastaste cual vil flete,
te hiciste bautizar bajo perjurio
y hecho cristiano así en un periquete
sobre ellos reinas hoy, ¡oh, vil Mercurio!
XC
Señor, no me desprecies y conmigo
lucha; que sienta al quebrantar tu mano
lamía, que me tratas como a hermano,
Padre, pues beligerancia consigo
de tu parte; esa lucha es la testigo
del origen divino de lo humano.
Luchando así comprendo que el arcano
de tu poder es de mi fe el abrigo.
Dime, Señor, tu nombre, pues la brega
toda esta noche de la vida dura
y del albor la hora luego llega;
me has desarmado ya de mi armadura,
y el alma, así vencida, no sosiega
hasta que salga de esta senda oscura.
MURALLA D E NUBES
Oh pardas nubes, almas de los montes,
que recuerdos traéis aquí a la nava
de aquel rincón en donde el ama esclava
vivía de vosotras; cual bisontes
en rebaño pasáis, los horizontes
encrespando en fingida sierra brava
que no a la tierra sino al cielo grava
con su mole. Por mucho que remontes
tu vuelo, mi alma, esa encrespada sierra
de nubes nunca franquearás, muralla
serás de tus anhelos; de la tierra
no la tierra, las nubes de que se halla
ceñida hacen la cerca que te encierra
en el estrecho campo de batalla.
AGÜERO DE LUTO
Cubre mi frente ya la espesa bruma
de la tarde que lanzan los regajos
de la vida; vapor es de trabajos
del sufrimiento. Al corazón abruma
con hebras de agua helada que rezuma
de su seno; con ellas los cascajos
baña de la ilusión y espumarajos
fragua donde esperanza se me esfuma.
Cuando salga mi luna no he de verlo
blanca brillar sobre mi negra ruta,
del anillo del dedo de Dios perla,
que va marcan do de su mano enjuta
el golpe soberano hasta ponerla
sobre mi frente que el agüero enluta.
INMAC ULADO
Te vi claro nacer entre las peñas
de la cumbre, brotando de la nieve,
y laborioso luego, tras de breve
jugueteo, mover ruedas de aceñas.
Prados riegas después, saltando breñas
lavas minas y arrastras su relieve,
y tu esfuerzo al caer es el que mueve
nuestra industria. Y así que nos enseñas
nuestro deber, pues al llegar al río
que te absorbe, de cieno vas oscuro
por haber sido útil; poderío
que atiende sólo a conservarse puro
al cabo muere inútil, en baldío
prestigio preso cual en recio muro.
EL FRACAS O DE LA VIDA
Cuando el alma recuerda la esperanza
de que nutrió su juventud comprende
que la vida es engaño y luego emprende
soñar que fue lo que no fuera; avanza
así con sus ensueños, mas no alcanza
lo que esperó; soñando se defiende
y llega al fin Aquella que nos prende
con el lazo de la última membranza.
Para ver la verdad no hay mejor lumbre
que la lumbre que sube del ocaso,
y que luego el verdor trueca en herrumbre;
lanzadera fatal urde el acaso
de la vida en la trama la costumbre;
toda la vida a la postre es un fracaso.
LA INTRUS A
Aprieta más y tápeme tu abrazo;
que no me vea cuando llega y pasa
avizorando en torno de mi casa
por si prenderme puede con su lazo.
Deja que hunda mi frente en tu regazo
pues su mirada el corazón me arrasa
y si es la vida que me resta escasa,
que no lo sepa; no, ¡nada de plazo!
Engáñame; mis ojos con tus besos
cierra, tu corazón arrima al mío,
que sólo al recordarla hasta en los huesos
siento de la postrer congoja el frío;
así, igual que a un niño, sin excesos,
que de ellos se aprovecha a su albedrío.
DOLOR COMUN
Cállate, corazón, son tus pesares
de los que no deben decirse, deja
se pudran en tu seno; si te aqueja
un dolor de ti solo, no acibares
a los demás la paz de sus hogares
con importuno grito. Esa tu queja,
siendo egoísta como es, refleja
tu vanidad no más. Nunca separes
tu dolor del común dolor humano,
busca el íntimo, aquel en que radica
la hermandad que te liga con tu hermano,
el que agranda la mente y no la achica;
solitario y carnal es siempre vano;
sólo el dolor común nos santifica.
AUTHAD EIA
Dejadme solo, que no quiero bandas;
menos, si de ellas me queréis caudillo,
pues sé muy bien que empañaréis mi brillo
con vuestra sombra. Un potro son las andas
que me ofrecéis, aun cuando lleven randas
de oro y laurel. No quiero de argandillo
servir para el devane del ovillo
de vuestras viles pasioncillas blandas.
S olo y señero, que éste es mi castigo,
y en mi castigo busco mi consuelo;
solo y señero y pongo por testigo
a Dios, que mientras pese aquí en el suelo
a El, que me aísla, quiero por amigo
y os emplazo a vosotros para el cielo.
IRRES IGNACION
No me resignare, no, que mi lote
bregar es sin espera de victoria
y sucumbir en busca de la gloria
de palizas cual las de Don Quijote.
Mientras mi terco anhelo no se agote
defenderé aun la absurda, la ilusoria
creencia que da vida, y no a la noria
del saber triste con esclavo trote
regar haré. Que esa agua de la ciencia
al ánimo nos mete cual calambre
la desesperación, pues la creencia
vital borrando, nos amarga el hambre
de no morir y seca la existencia
desenterrando su inmortal raigambre.
¡S IT PRO RATIONE VO LUNTAS !
No la verdad, si la verdad nos mata
la esperanza de no morir, mi puerto
de salvación en el camino incierto
porque me arrastro. S i nos arrebata
la ilusión engañosa que nos ata
a nuestra vida -¡engaño siempre abierto!mejor que estar desengañado y muerto
vivir en el error que nos rescata.
¿Pero cómo sabiendo que es engaño
vivir de su virtud? Por la pelea
de que huye aquel de cerda vil rebaño
que bajo tierra su ideal hocea,
pues desesperación es el escaño
de la esperanza que su objeto crea.
NIETZS CHE
Al no poder ser Cristo maldijiste
de Cristo, el sobrehombre en arquetipo,
hambre de eternidad fue todo el hipo
de tu pobre alma, hasta la muerte triste.
A tu aquejado corazón le diste
la vuelta eterna , así queriendo el cipo
de ultratumba romper, ¡oh nuevo Edipo!,
víctima de la Esfinge a que creíste
vencer. Sintiéndote por dentro esclavo
dominación cantaste y fue lamento
lo que a risa sonó de león bravo;
luchaste con el hado en turbulento
querer durar, par morir al cabo
libre de la razón, nuestro tormento.
NEURAS TENIA
El toque del reló de media noche
en el silencio, cuando todo escucha,
contando el vaciarse de la hucha
del tesoro vital, es un reproche
y una súplica: Mira, es un derroche
de alma el que haces en la recia lucha;
de la natura la largueza es mucha
pero se acaba al fin; el resto en coche
sigue y no a nudo pie, deja llevarte;
ayer fue dulce sol de invierno y necio
lo perdiste, y Aquel que los reparte
con su dedo señala al que en desprecio
tiene su don, y esa señal es parte
al giro insomne del taladro recio.
LA TIN AJA D E PANDORA
No aun al mundo la segunda aurora
vierte en rosas envuelto su rocío
y nuestra madre ya, pobre Pandora,
pagando su hambre de saber, vacío
ve en sus manos el vaso que atesora
de la vida el secreto, y de él el río
de los males brotar. Y mientras llora
la ceguera fatal de su albedrío
y el loco anhelo de su pecho inquieto,
de su ciencia fatal como escurraja
la esperanza le queda, del secreto
consuelo triste que al mortal trabaja
engaño avivador, y es lo concreto
del vacío que guarda la tinaja.
SOL DE IN VIERNO
¡Oh sol de invierno que por el ramaje
desnudo de verdores el tesoro
nos ciernes, pío, de la sangre de oro
con que tras de las siestas el celaje
enciendes engañándonos; ropaje
eres común con que se abriga el coro
de los pobres, y cumples el aforo
de la vida al que rinde vasallaje
a la triste vejez! ¡Oh sol clemente
que das al hielo brillo diamantino,
sé mi consuelo tú cuando mi frente
doble a la tierra, mi último destino,
y envuelve en el rojor de tu poniente
de mi postrera noche el buen camino.
EN LA C ALLEJA
Media noche. La luna a la calleja
enjalbega. La tapia de un convento
de una vera. S obre ella, monumento
de soledá, un ciprés lanza a una reja
su sombra, en la que envuelta una pareja
consumiéndose. El mozo está sediento
y ella siente en los hierros el violento
batir del corazón. Cruza una queja
alada al aire y quiebra al embeleso
de los amantes. Vuela en roto giro
un murciélago. “¡No me tienes preso!”
“¡Pues bien, adiós, mi dios, ya me retiro!”
Rompe el silencio un redoblado beso;
luego unos pasos lentos y un suspiro.
CANTO DE BERMUDO
Invisible paloma, la tonada
con sus alas sonoras cruza y roza
los riscos del barranco, y a la moza
que unas calzas remienda en la tenada
le sacude el oído. Alborozada
bebe el reclamo; viene de la choza
donde el pastor la sueña, y ella goza
gozando de antemano la velada.
Por medio brama el río en hondo tajo
donde ni aun el enebro prender pudo,
y trillando en sus cuestas el cascajo
con segura pezuña un gran barbudo
a una cabra que bebe en un regajo
corre al son de aquel canto de remudo.
AL AMOR DE LA LUMBRE
Al amor de la lumbre cuya llama
como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
sobre los chopos. Previsora el ama
supo ordenar se me temple la cama
con sahumerio. En tanto la Odisea
montes y valles de mi pecho orea
de sus ficciones con la rica trama
preparán dome el sueño. Del castaño
que más de cien generaciones de hoja
criara y vio morir cabe el escaño
abrasándose el tronco con su roja
brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
la ballesta de mi inquietud afloja!
DON JUAN DE LAS IDEAS
Don Juan de las ideas que cortejas
todas las teorías, libertino
del pensamiento, eterno peregrino
del ansia de saber de que te quejas
de hastío de inquirir y que aconsejas
a los mozos que dejen el camino
de la ciencia y encierren su destino
de la santa ignorancia entre las rejas.
No amor a la verdad, sino lujuria
intelectual fue siempre el alimento
de tu mente, lo que te dio esa furia
de perseguir a la razón violento,
mas ella se vengó de tal injuria
haciendo estéril a tu pensamiento.
PAS ADO Y PORVENIR
A la yerba que cubre tu morada
de queda y donde tu alma en su capullo
de polvo espera, arráncale un murmullo
la lluvia que del cielo derramada
la hiere. La canción es encantada
del último misterio, es el arrullo
de nuestro último amor, el dulce arrullo
de nuestra madre Tierra, ya cansada
de parir hombres que a su seno oscuro
vuelven a reposar. La pobre siente
que el pasado penar con el futuro
en su entraña se funden y doliente
breza a sus muertos mientra al no maduro
fruto de su dolor rinde la frente.
TODO PAS A
La tierra roja, el cielo añil, culmina
el sol desnudo en el cenit y asesta
sus dardos; es la hora de la siesta;
se empardece el verdor de la colina.
A la redonda sombra de la encina
inmoble y negra, inmoble se recuesta
el negro toro, y una charca apresta
su espejo inmoble de agua mortecina.
Como un esmalte, de la calma al horno
recién fraguado, la visión se agarra
y en el espacio es de quietud adorno;
mas ¡ay! que siempre eternidad nos marra,
pues pregonera del girar del torno
del tiempo canta instantes la cigarra.
HID ETODO
Pordiosero en besana de rastrojo
a lo mejor de Dios mata la siesta,
el día, como todos, le es de fiesta,
horro de cuita y quito está de antojo.
No le hace a su zurrón mella el gorgojo,
todo es cañada para él, sin Mesta,
la cama tiene en donde quiera puesta,
ni el sol le escalda ni le escuece el tojo.
Por bajo de la ley diestro se escurre,
mas si le atrapa, záfase al castigo;
como nunca se afana, no se aburre;
de todo eso de honor dásele un higo,
y no ya hidalgo es, si se discurre,
hi-de-todo, de Dios, este mendigo.
MATAR EL TIEMPO
Siguiente
He sorbido tus lágrimas, princesa,
y en ellas el secreto de tu pecho,
mas no temas, lo juro por tu lecho,
no lo dirá mi lengua que fue presa
de tu boca. S oy fiel a mi promesa.
Cuando mendigo, llegué a ti maltrecho
del cielo amparo hallé bajo tu techo
y me pusiste junto a ti en la mesa.
No sólo en ella. Pero bien, señora,
por delgado que sea cada estambre
que traman la costumbre redentora,
esta es de nuestra vida la raigambre
y se come, fijando antes la hora,
más por matar el tiempo que no el hambre.
INACTUAL
He llegado harto pronto o harto tarde
al mundo, en esta nuestra edad de hierro
en que rinden los hombres al becerro
de oro un mezquino corazón que arde
en turbia fiebre, un corazón cobarde
que se complace en su mortal encierro
y sigue a gozo el son del vil cencerro,
de triste servidumbre haciendo alarde.
¡Fraternidad! He aquí la palabra
que del vivir nos cubre hoy el quebranto
el mágico moderno abracadabra
para sustituir de Dios el manto
mas es en vano, soledad nos labra
del pomposo progreso el desencanto.
¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?
Por si no hay otra vida después de ésta
haz de modo que sea una injusticia
nuestra aniquilación; de la avaricia
de Dios se a tu vida una protesta.
Que un anhelo sin pago así nos presta
y envuelto de su luz en la caricia
el dardo oscuro que al dolor enquicia
en la raíz del corazón asesta.
Tu cabeza, abrumada del engaño,
en la roca descansa que fue escaño
de Prometeo, y cuando al fin te aplaste
la recia rueda de la impía suerte,
podrás, como consuelo de la muerte
clamar: “¿por qué, mi Dios, me abandonaste?”
DULC E S ILENCIOS O PENS AMIENTO
En el fondo, las risas de mis hijos;
yo, sentado al amor de la camilla;
Heródoto me ofrece rica cilla
del eterno saber y entre acertijos
de la Pitia venal, cuento prolijos,
realce de la eterna maravilla
de nuestro sino. Frente a mí, en su silla,
ella cose y teniendo un rato fijos
mis ojos de sus ojos en la gloria
digiero los secretos de la historia,
y en la paz santa que mi casa cierra,
al tranquilo compás de un quieto aliento,
ara en mí, como un manso buey la tierra,
al dulce silencioso pensamiento.
EX FUTURO
¿A dón de fue mi ensueño peregrino?
¿A dón de aquel mi porvenir de antaño?
¿A dón de fue a parar el dulce engaño
que hacía llevadero mi camino?
Hoy del recuerdo sólo me acompaño
-recuerdo de esperanza- y me imagino
que al fin vendrá la paz a mi destino
con el terrible olvido soterraño.
Por más terrible que la vida misma
porque esa paz es muerte en que se abisma
el loco afán de los perdidos bienes,
y en ella, desterrados de la guerra,
con su mano implacable va la tierra
deshojando la flor de nuestras sienes.
LA VIRGEN DEL C AMINO
Oh alma sin hogar, alma andariega
que duermes al hostigo a cielo raso
trillando los senderos al acaso
bajo la fe de una esperanza ciega.
Ese cielo, tu padre, que te niega
paz y reposo, bríndale ala ocaso
roja torre de nubes en que el vaso
que ha de aplacar tu sed al fin te entrega.
Una noche, al pasar, en una ermita
te acogiste a dormir; sueño divino
bajó a tus ojos desde la bendita
sonrisa de la Virgen del Camino,
y ese sueño es la estrella en que está escrita
la cifra en que se encierra tu destino.
DAMA D E ENS UEÑO
Dama de ensueño es más terrible dama
que la de la carne; el pobre anacoreta
rendido, al alba, encuéntrase en la cama
solo, sin el amor y el alma inquieta.
Cuando enemiga soledad le aprieta
triste consúmese en la fría llama
de infecundo deseo, amor no enceta
y está gastado porque sueña que ama
sin amar. Así tú que tu rescate
buscas en las tinieblas; el combate
de Jacob con el ángel, desafío
con pellejos de vino que te abate
cual si lucharas de verdad; tu brío
gastas y quien lo traga es el vacío.
IRREQUIETUM COR
Recio Jesús ibero, el de Teresa,
Tú que en la más recóndita morada
del alma mueres, cumple la promesa
que entre abrazos de fe diste a la amada.
Gozó dolor sabroso, Quijotesa
a lo divino, que dejó asentada
nuestra España inmortal, cuya es la empresa:
“sólo existe los eterno; ¡Dios o nada!”
Si El se hizo hombre para hacernos dioses,
mortal para librarnos de la muerte,
¿qué mucho, osado corazón, que así oses
romper los grillos de la humana suerte
y que en la negra vida no reposes
bregando sin cesar por poseerte?
A CLARIN
Dios te guarde, bufón de la tragedia,
tú que yeldas el llanto con la risa;
cuando la muerte al corazón asedia
la frente nos enjuga fresca brisa,
tu alegre aliento que el pesar remedia
siquiera por un rato, y en tal guisa
cabe vi vir, pues que sin ti la acedia
acabaría con el alma a prisa.
Eres, bufón, la sal de la congoja,
gracias a ti perdura el alimento
que es de la vida espiritual sustento;
sólo dispara el arco que se afloja;
para poder vivir, sufrir, reímos,
riamos, pues, ya que a sufrir nacimos.
A LA ES PERANZA
1
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabe
que nunca llegará, tú la que guardas
a tu hija la fe con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces a los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mí no cabes.
¡Esperanza inmortal, ave divina!
Que es mi alma para ti harto mezquina
y te ahogas en ella, y por tal arte
huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho por ti por si consigo
luchando así, a las ciegas, olvidarte.
2
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, S anto
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto
a amparar nuestras pobres amarguras,
y a hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido, a nuestro llanto.
Yo te espero, sustancia de la vida;
no he de pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,
pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré a tu fortaleza
y viviré esperándote. ¡Esperanza!
LA UN ION CON DIOS
Quería, Dios, querer lo que no quiero;
fundirme en Ti, perdiendo mi persona,
este terrible yo por el que muero
y que mi mundo en derredor encona.
Si tu mano derecha me abandona,
¿qué será de mi suerte? Prisionero
quedaré de mí mismo; no perdona
la nada al hombre, su hijo, y nada espero.
“¡Se haga tu voluntad, Padre!” -repitoal levantar y al acostarse el día,
buscando conformarme a tu mandato,
pero dentro de mí resuena el grito
de eterno Luzbel, del que quería
ser, ser de veras, ¡fiero desacato!
¡NON S ERVIAM!
“¡No serviré!”, grito no bien naciera
una conciencia de sí misma, lumbre
de las tinieblas del no ser; la cumbre
del cielo tenebroso ardió en la hoguera
del conocer fatal; toda la esfera
en su seno sintió la reciedumbre
de haber sido creada, pesadumbre
de la nada, su madre, y a la fiera
voz de reto los mundos en sus gonces
rechinaron de espanto, y ese grito
perdura sin cesar en las edades;
y esclavos los mortales desde entonces
cantan, puesta la vista al infinito,
sombras de libertad, las libertades.
NIHIL NOVUM S UB SOLE
Pon tu mano, la que me diste, sobre mi hombro,
y avanza tras de mí pues la senda se estrecha;
por entre ruinas caminamos, el escombro
hollando del que fue castillo cuya flecha
penetraba en las pardas nubes y era asombro
de caminantes. Avizora nos acecha
del roto torreón aquella que ni aun nombro
por miedo de atraérnosla. De ti desecha
vanas ilusiones; a un porvenir marchamos
que fue gastado ya por otros; no me atrevo
con engaño a guiar tu vida; tropezamos
con el pasado al avanzar, todo es renuevo;
los en brote y los secos son los mismos ramos
lo que ha de ser ha sido ya , nada hay de nuevo.
TODA UNA VIDA
Una mañana del florido Mayo
abrió sus alas húmedas de sueño
y del naciente sol al tibio rayo
al aire se entregó. S obre el risueño
haz del natal arroyo hizo el ensayo
primero de sus alas. Del empeño
segura ya, voló. Breve desmayo
posar le hizo en el pétalo sedeño
de un garbanzo. Y empezó el derroche
de su efímera vida en loco brillo
de vuelos faltos de intención alguna,
para morir, sin conocer la noche,
abatida por piedra de un chiquillo,
de las nativas aguas en la cuna.
APRENS IONES
-¡Me duele el corazón! -¿Pero le tienes?
-S ólo sé que me duele... -Por carencia.
-Pude ser, mas le siento... -¡Sí, en las sienes!
-¡Bien sufriré en silencio y con paciencia!
-Mira, pues que a razones no te avienes,
ni caso haces alguno de la ciencia,
para que ya los oídos no me llenes
con tu queja, oye un caso, es tu dolencia:
“Nada me duele más que aquella mano
que perdiera”, me dice un pobre amigo
a quien se la amputaron... ¡ilusiones!
¡dolerle el miembro que le falta!, vano
fruto del cavilar que es su castigo;
¡así son las humanas aprensiones!
AL TOQUE D E ORAC ION
Campanas que al pasado que no pasa
le dais lengua de bronce, peregrino
que una vida descanso aquí, en mi casa,
os oigo me llamáis; de mi camino
vuelto la vista al cielo donde abrasa
a las nubes el sol y allí adivino
lo que antes de ser fui, cuando mi masa
era parte del ígneo torbellino.
Al cerrar la oración nada hace sombra
a su hermano de al lado, los recelos
con la luz mueren, muere el ciego brío
de la ciega batalla y en la alfombra
de Dios se abren las flores de los cielos
de que cae la esperanza cual rocío.
¡VICTORIA!
“¡Adelante, que es nuestra la victoria!”,
clamaba en el combate el buen caudillo
fingiendo la confianza obligatoria
mientras sus pecho el poderoso trillo
de tedio laceraba, y a la gloria
sin creer en ella les llevó; el castillo
rindióse ante su empuje, y su memoria
brilla hoy de tal hazaña con el brillo.
“¿Y esto es vencer? -S e dice al verse solomas ¡ea! hay que engañar a los hermanos;
vence el que cree vencer, yo que no creo
debo engañarles; por su bien me inmolo;
ellos quieren vivir; ¡pobres humanos,
que así fingen el mundo a su deseo!”
S E CONTINUARA
¿Os gusta? ¿Sí? Pues seguirá la ronda;
¿no?, ¡por lo mismo!, a quien no quiere caldo
taza y media, que Dios me hizo el heraldo
de sus frescas, y así monda y lironda
cantaré a la verdad aunque se esconda
y a fin de cuentas sacaré mi saldo
-aunque bien sé que no de metal gualdoal cabo preso de mi recia sonda.
Mientras seguís en vuestra vieja farsa
yo aquí en mis soledades me chapuzo
donde para bregar me ajusto el cincho;
no he menester entrar en la comparsa,
pues sé que cual bichero, así mi chuzo
soldado lleva al gancho junto al pincho.
ANDANZAS Y VIS IONES ES PAÑOLAS
1
En una celda solo, como un arca
de paz, libre de menester y cargo,
el poema escribir largo, muy largo,
que cielo y muerte, tierra y vida abarca.
Después, en el verdor de la comarca
la vista apacentar; sin el amargo
pasto del mundo, a la hora del letargo
ver cómo visten la dormida charca
en flor las ovas. Lejos del torrente
raudo del caz, que hace rodar la rueda
que muele el trigo, soñar lentamente
vida eternal en la que el alma pueda
ser pura flor. ¡Oh, reposo viviente:
florece sólo el agua que está queda!
2
Alza al correr tan grande polvareda
que le ciega los ojos, ni le cabe
parase en firme hasta que al cabo acabe
donde nunca pensara, pues la rueda
de la fortuna es la que le envereda,
no a ella él; desque perdió la llave
del gobierno de sí mismo no sabe
a dónde corre a ir a dar de queda.
¡Cuánto mejor desde abrigado encierro,
libre de polvo y sin temor de yerro
irreparable, pasear la cumbre
de la alta serranía de los astros
a busca en ella de divinos rastros
de la increada y la creadora lumbre!
3
Déjame que en su seno me zambulla
donde no hay tempestades; como esponja
habrá en Ti de empaparse mi alma, monja
que en el cuerpo, su celda, se encapulla.
Mientras Satán sobre este mar aúlla
al husmo de almas con que henchir su lonja;
más dulce aquí que jugo de toronja
me es tu agua, Señor. Ni me aturulla
el vaivén de su mundo, ya que dentro
vivo de mí viviendo en el bautismo;
sólo perdido en Ti es como me encuentro;
no me poseo sino aquí, en tu abismo,
que envolviéndome todo, eres mi centro,
pues eres Tu más yo que soy yo mismo.
4
“Si me buscas es porque me encontraste
-mi Dios me dice-. Yo soy tu vacío;
“mientras no llegue al mar no para el río,
“si hay otra muerte que a su afán le baste.
“Aunque esa busca tu razón desgaste,
“ni un punto la abandones, hijo mío,
“pues que soy Yo quien con mi mano guío
“tus pasos en el coso por que entraste.
“Detrás de ti llevo a darme de cara,
“y eres tú quien te tapas para verme;
“pero sigue, que el río al cabo para;
“cuando te vuelvas, ya de vida inerme,
“hacia lo que antes de ser tú pasara,
“descubrirás lo que tu vela hoy duerme.”
TERES A
Me acuerdo del dechado de tu abuela,
de abecedario gótico de trazo,
bordado en el pajizo cañamazo
de sus días ligeros de la escuela.
Desprendíase de él, como una estela
espiritual, el nimbo del abrazo
que ciño al bastidor y del regazo
que a tu madre llevara. El tiempo vela.
Vela y no vela. Así la mariposa
más grande que la casa por contraste,
que allí junto a la pobre casa posa.
Venciendo de los años el desgaste
“Lo hizo Teresa S anz y Carrizosa”.
El tuyo, tú, su nieta, en mí bordaste.
SONETOS DE FUERTEVENTURA
1
Añoso ya y tonto de capirote,
aburrido de tan largo jolgorio,
una tarde pensó Don Juan Tenorio
divertirse en hacer de Don Quijote.
Después de siesta se rascó el cogote,
se ajustó más ceñido el suspensorio,
mandó a Ciutti a copiar el relatorio
y puso al manso Rocinante al trote.
Mas al sentir la no ligera carga
el pobre bruto, enjuto de sudores,
tropezó luego, se tendió a la larga,
renunció a la victoria y sus honores,
y tuvo allí Don Juan, mozo de adarga,
que aligerarse haciendo aguas mayores.
2
¿Conque iban a barrerte? Pura coba.
Lo que hacen es ponerte roja y gualda
de rubor y de bilis, que en la espalda
te están, España, dando la gran soba.
Y si fueses al menos “La Caoba”
con su gobierno de bajo la falda,
harías que pusieran por guirnalda
en tu sombrero de guión la escoba.
Nada de aquellas recomendaciones
del régimen antiguo, el del embudo;
ved al macho, señor de las legiones,
cómo bajo un fanal ríe desnudo
y ante el pueblo se rasca los calzones
y el pueblo mira, por mordaza, mudo
3
Los que clamáis “¡indulto!” id a la porra
que a vuestra triste España no me amoldo;
arde del S anto Oficio aun el rescoldo
y de leña la envidia lo atiborra.
No he de ir cual carnero con modorra
de esa sucia bandera bajo el toldo
a soportar al general Bertoldo
harto de retozar con una zorra.
Pues en el corazón y en la mollera
serrín guarda esa taifa de cretinos
auto-brutos. ¡Ya cruje la escalera!
Y ellos se tambalean, pues los vinos
nacionales -no sirve la solerano cambian en leones los cochinos.
4
Mientras cae el baldón sobre ti, España,
con el silencio de la nieve, dora
tu viejo sol en cada vieja aurora
Gredos, la vieja cumbre de tu entraña.
¿Por qué, Señor, persigues con tal saña
a esta pobre familia pecadora
que ríe llanto al par que risa llora
del charco al borde, quebradiza caña?
Pobre madre infeliz que te quedaste
peor que sin tus hijos, de madrastra
de los de aquel que los llevó la descaste,
¿no oyes acaso lo que llaman casta
los castizos? ¡Qué raro lo pagastes!
¿Cuándo susurrarás, Señor, ¡ya basta!?
5
Eslabonado con “¡que viene el Coco!”
otra vez lo de “¿quien mató a Meco?”
y es porque el pánico ha vuelto al muñeco
sobre fondo de memo en forma loco.
Triste y agazapado está en el foco
de la podre, prestando oído al eco,
que no sirve querer, hacerse el sueco
por tontería o tal vez por descoco.
Busca el triste salvarse en el enroque,
mas si hay torre que pueda serle roca,
ni sirve el Corazón de la Alacoque,
que cuando al fin su San Miguel le toca
¡recuerdo de la abuela! es el disloque
y tiembla el belfo de la austriaca boca.
6
“¡Hay que aislar -dijiste- al pesimista!”
para seguir viviendo del embuste,
siempre temblado que llegue el ajuste
de cuentas con el corte de la lista.
Que si el abuelo de la gran conquista
fue ascético y gotoso a dar a Yuste,
un deportista, en cambio, de tu fuste
de un circo ha de rodar sobre la pista.
Almohada te da el juglar Caobo
de la ciudad alegre y confiada
-el Caobo no es sino un estorbo
en busca de tolete- con la espada
de Bernardo abrazado como un bobo
puedes dormir tranquilo en esa almohada.
7
Al verse aislado nuestro gran Felipe,
¿a quién diréis que reclamó en auxilio?
Al cura de las timbas, a Basilio
Álvarez, más famoso que la gripe.
¿O se trata tal vez de que le equipe
para el día cercano del exilio
o le prepare algún castizo idilio
sin miedo a que la brisa le constipe?
Con su zarpa herirá la Unión Patriótica
ese abad con vertido en alcahuete
y de esa España alegre y estrambótica
con escoba de espadas, mango un brete,
barriendo el poso de cultura exótica,
nuevos nos dejará en un periquete.
8
¡Oh, fuerteventurosa isla africana,
sufrida y descarnada cual camello,
en tu mar compasiva vi el destello
del sino de mi patria! Mar que sana
con su grave sonrisa más que humana
y cambia en suave gracia el atropello
con que un déspota vil ha puesto el sello
de la loca barbarie en que se ufana.
Roca sedienta al sol, Fuerteventura,
tesoro de salud y de nobleza,
Dios te guarde por siempre de la hartura,
pues del limpio caudal de tu pobreza
para su Es paña celestial y pura
te ha de sacar mi espíritu riqueza.
9
Tú, mar que ocultas a mis vivos ojos
la tierra envilecida por la envidia,
en cuyo coso el pordiosero lidia
para matar el hambre con rebojos
y disputa al hermano los despojos
del mezquino botín con sorda insidia,
tu henchido pecho con su espuma anidia
de esta castiza lepra los rastrojos.
Nace en ti el sol y con rosado dedo
toca mi frente por tu amor curtida,
vuelve a surcar su luminoso ruedo,
buscando siempre su primer partida,
y yo, curado de la noche el miedo,
despierto al sueño que es mi noble vida.
10
Voy ya, S eñor, a los sesenta, historia
larga mi vida de tenaz empeño,
y siento el peso del eterno sueño
que llega con la carga de la gloria.
Cuarenta años son ya que en esta noria
uncido al yugo de roblizo leño
para desarrugar, Señor, tu ceño,
voy regando de España la memoria.
Sin su tumba española, triste sino,
dicen que no hay rincón de tierra alguno;
que ni un rincón de cielo cristalino
hay sin una cuna -y yo la cunode idea de mi lengua determino
que ha de hacerlo Miguel de Unamuno.
11
Hace ya medio siglo -era yo un niñocuando mi dulce villa el Dos de Mayo
vi entre nubes brillar el primer rayo
de libertad civil. En el escriño
de las leyendas guardo con cariño,
bajo la sombra augusta de Pelayo,
tal visión infantil por si un desmayo
me turba la razón. Tiene el armiño
del manto real mechones de raposa
empapados en sangre de gallina
y aun el muñeco que lo gasta osa
charlar de patria, honor y disciplina,
pero siente ya el peso de la losa
que ha de cerrar la boca de su mina.
12
Un siglo ya que al turbulento Riego
hizo ahorcar el abyecto rey Fernando,
el vil tirano de cobarde mando,
siglo en que España no ha hallado sosiego.
Vuelve el digno bisnieto al mismo juego,
y nos quiere colar de contrabando
la monarquía neta al par que dando
a su tronchado cetro sangre en riego.
Mas ni aun así ese basto ha de dar flores,
ni hoja, ni fruta, ni ha de darnos sombra,
porque se ha de quemar a los ardores
del sol de la justicia a que no asombra
nube de vil pedrisco, y los traidores
al pueblo han de servir al fin de alfombra.
13
“¡Ahora yo soy el amo!” ¡Pobre chico!,
y lo dijo en francés del Instituto.
Admira al bisabuelo, se cree astuto,
y hasta presume de tener buen pico.
Pero como no es ningún Federico
y el seso tiene de sustancia enjuto
le lleva su amo, su rocín, su bruto,
hasta que tenga que decir ! “¡abdico!”
Ha querido colar de contraban do
la monarquía neta, la del cuco
que fue el abyecto sétimo Fernando,
y aunque en España sobre hoy tanto eunuco
como él muy listo es embustero y blando
va a salirle al revés el viejo truco.
14
Te llaga ya tu San Pascual Bailón,
baila, baila, que el baile ha de dar fin
y ha de volverte al cabo el calcetín,
que aun no ha muerto en el reino la nación.
También te ha de bailar el corazón
y con sus sacudidas el serrín
te ha de salir a chorro del bacín,
a pesar de las pellas de algodón.
En esta pobre España de astracán,
donde se dice a todo siempre “¡amén!”
has podido reírte con desdén
de los que te anunciaban huracán,
pero déjate ya de ese va y ven,
que las toman allí donde las dan.
15
Al sol de la verdad pongo desnuda
mi alma; la verdad es la justicia
que a la postre a la historia siempre enquicia
y ante la cual pura la fe no muda.
El me enseño a cantar con mi voz ruda
lo que otros callan y al perverso enjuicia
y me enseñó a escapar de la avaricia
de donde del espíritu; El me escuda.
Doy lo que Dios me dio, pues mi talento
moral no entierro por temor al amo;
mal le sirve el cobarde, el avariento;
voy a su ley de amor como a reclamo,
echo mi entera mies al libre viento
que deja el grano y que se lleva el tamo.
16
Ruina de volcán esta montaña
por la sed descarnada y tan desnuda,
que la desolación contempla muda
de esta isla sufrida y ermitaña.
La mar piadosa con su espuma baña
las uñas de sus pies y la esquinuda
camella rumia allí la aulaga ruda,
en cuatro patas colosal araña.
Pellas de gofio, pan en esqueleto,
forman a estos hombres -lo demás conduto-,
y en este suelo de escorial, escueto,
arraigado en las piedras, gris y enjuto,
como pasó el abuelo pasa el nieto,
sin hojas, dando sólo flor y fruto.
17
Tu evangelio, mi señor Don Quijote,
al pecho de tu pueblo, cual venablo
lancé, y el muy bellaco en el establo
sigue lamiendo el mango de su azote.
Y pues que en él no hay de tu seso un brote
me vuelvo a los gentiles y les hablo
tus hazañas, haciendo de S an Pablo
de tu fe, ya que así me toca en lote.
He de salvar el alma de mi España,
empeñada en hundirse en el abismo
con su barca, pues toma por cucaña
lo quemaste, y llevando tu bautismo
de burlas de pasión a gente extraña
forjaré universal el quijotismo.
18
Este cielo una palma de tu mano,
Señor, que me protege de la muerte
del alma, y la otra palma este de Fuerteventura sosegado y fiel océano.
Porque es aquí, Señor, donde me gano
contigo y logro la más alta suerte
que es no ya conocerte, sino serte,
ser por Ti de mi vida soberano.
Pues, ¿qué es si no lo que se llama historia,
Señor, tu creativo pensamiento
aquí, en este planeta, vil escoria?
La carne, polvo, se la lleva el viento,
y luchando mi lucha por tu gloria
quedarme en ésta, que se queda, siento.
19
Y si te encuentras la escarcela hueca
-y bien repleta la dejó la urraca¿piensas que un Cid te ha de traer la saca
de la conquista a lomo de Babieca?
¿Por qué a de darte, di, la gran jaqueca
ese deporte vil de toma y daca?
Ahí tienes a Rubán, que es una vaca
de leche de oro o una gallina clueca.
Mas toma en cuenta que la suerte es loca
que no hay ya quien en Flandes ponga pica,
ni te son nada los de casa y boca;
nadie cree que el ser siervo glorifica
y por si al cabo la negra te toca
hazte tu pacotilla y luego abdica.
20
“¡Ponte -me dijo- en pie, que voy a hablarte!”
Y en pie me puse y prosiguió: “Tu raza
“llena de desvarío, me rechaza
“la mano fiel con que le doy su parte.
“Aún confía su salud en Marte
“y va de los infieles a la caza...
“¿Infieles? En sus manos puse maza
“para hacer en vosotros el descaste.
“Acuérdense del día del estrago
“cuando mi dedo les mostró el camino,
“día de la justicia, día aciago;
“ni el agua que pasó vuelve al molino
“ni montó nunca mi siervo S antiago
“mas que tal vez un manso pollino.
21
Ya sé lo que es el porvenir: la espera
tupida de ansias, devorar las horas
sin paladearlas, confundir auroras
con ocasos, sentir la senda huera.
Matar el tiempo de cualquier manera
forzando al sueño; con abrumadoras
pesadillas de hiel, y en las sonoras
oraciones oír rumor de quera.
Siempre aguardando la suprema cita,
la de la libertad, santa palabra,
pero no más; soñar en la garita
mientras el tedio en nuestro pecho labra
y cuando al fin el fin se precipita
se abre del mar de la oquedad el abra.
22
¡Agua, agua, agua! Tal es la magua
que oprime el pecho de esta gente pobre;
agua, S eñor, aunque sea salobre:
¿para que tierra, si les falta el agua?
No hay caudal que soporte una piragua
ni hay que esperar que Dios milagros obre,
ni el sediento mortal la fuerza cobre
con que el trabajo la riqueza fragua.
Y les ciñe la mar, ¡pesada broma
del S upremo Poder! Agua a la vista,
sin que traiga verdura la paloma;
hecho el cielo de nubes una pista
y cada nube hermética redoma:
¿hay quien la sed junto a la mar resista?
23
¿Qué dices, mar, con tu susurro? ¡Dime!
¿Ríes o lloras? Pasando las cuentas
del eterno rosario me acrecientas
el ansia de soñar que al pecho oprime.
Es tu oración sin fe canto sublime,
me traes, trayendo fe, las horas lentas
que me trillan el alma y luego avientas
mi grano con tu brisa que redime.
Es tu silencio, España escarnecida...,
páramos de mi España, mar de piedra
que sufre y calla y al callar olvida;
es tu silencio, que aquí, libre, medra
y me dice: “Conságrame tu vida,
que el noble nunca ante le poder se arredra.”
24
Cuando en lago de nubes, peregrina
la luna, encima de la mar, navega,
a mi alma, nube fugitiva, llega
rayo de luz de lívida doctrina.
Esa barca lunar que así camina
a la deriva es una hoz que siega
nubes de la ilusión, ¡oh, triste brega
en que el error sobre el error se hacina!
Naces y creces, misteriosa luna,
menguas y mueres, de tu luz avara,
pálido espejo de mortal fortuna;
siempre, triste, nos das la misma cara,
y mece aquí, en este rincón, tu cuna
agua que los pies lame del S ahara.
25
Como las olas de la mar inmensa
me llegan las palabras de tu rico
lenguaje, pobre patria, y no me explico
cómo aguanta la bomba de la prensa.
Batido a yunque de pasión se adensa;
riqueza soterraña rinde al pico
del minero; del bieldo al abanico
su perfumado tamo al aire inciensa.
Lengua que fue: Cervantes -la sonrisa
de la desilusión-; fue viva llama
-Teresa-; fue -Quevedo- adusta risa
y Góngora la pompa que recama
los ocasos: si el arte no la sisa
en aguaducho de oro se derrama.
26
Ahora que voy tocando ya la cumbre
de la carrera que mi Dios me impuso
-hila su última vuelta al fin mi husome dan tus ojos su más pura lumbre.
Siento de la misión la pesadumbre,
-grave carga deber decir: ¡Acuso!-,
y en esa lucha contra el mal intruso
eres tú, Concha mía, mi costumbre.
En la brega se pierde hojas y brotes
y alguna rama de vigor se troncha,
-¡que no en vano dio en vástagos azotes!pero el alma del alma ni una roncha
tan sólo me rozó, que con tus dotes
eres de ella la concha, tú, mi Concha.
27
Tranquilos ecos del hogar lejano,
grises recuerdos del fugaz sosiego,
suaves recoldos de apacible fuego,
cansada, ante ellos, tiémblame la mano.
Olas que sois ensueño del Océano,
y en cuya vista mi morriña anego,
lavad meciendo mi pasión, os ruego,
mas sin abrirme el misterioso arcano.
¿Cuándo, Dios de mi España, pondrás tasa
al baldón de tu pueblo envilecido?
No pueblo, no, sino cobarde masa...
Y ¿cuándo harás, S eñor, compadecido,
que en el silencio vivo de mi casa
me dé en sus brazos al más santo olvido?
28
Y ¿no estaré luchando, sombra adusta,
contra pálida sombra de molino,
no de gigante, que al vil peregrino
de la pordiosería sólo asusta?
Y esa España regida así, a la fusta,
¿sombra será de acaso en el camino
que a derretirse va, triste destino,
allá en la sombra de la noche agusta?
S ombras chinescas son esos peleles
que toman por acción el mero gesto
de sus muecas; ¿por qué tanto te dueles?
Guarda, sí, es tu deber, siempre tu puesto;
mas no vale, Miguel, que te desveles
ni que en duelos así eches el resto.
29
Mira, hermano Cervantes, no te asombre
que el nombre que hemos hecho honor y gloria
de la patria común, el que la historia
nos une ya con lazos de renombre.
“¿Quién como Dios?” -sea también el nombre
de ese gran majalulo de la noria,
pues llegará el cernido de la escoria
cuando al fin la nación se desescombre.
Aguarda, colombroño, el primer hito
de esta senda falaz en que se mete
ciego, sordo y perlático el maldito,
y al cabo le verás preso de un brete,
porque eso no es Miguel ni Miguelito,
es veleta de torre, es miguelete.
30
Fuera de tu casino, tu cotarro,
no había mundo para ti, mastuerzo;
pero mi senda, sábete, no tuerzo
porque tires por ella con tu carro.
Arreglabas la tierra, vil chinarro,
en charla huera a la hora del almuerzo:
mas ya verás lo que hace de tu esfuerzo
este que llamas ídolo de barro.
De un caso así en España precedentes
no logro hallar, por mucho que remoto;
¿es que la risa general no sientes?
Vuelve a ser nadie ya, pero muy pronto,
que si no hasta tus mismos asistentes
te dirán: ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!
31
Cuando el cansancio de esperar me abruma
y me vuelvo al afán de cada día
contemplo ansioso vuestra teoría,
sonetos de la mar, olas de espuma.
Y al perderos de vista allá en la bruma
del horizonte, aún busca el alma mía
cómo fináis donde en la lejanía
rendido el cielo con la mar se suma.
Borregos de la mar, generaciones
figuráis sea de hombres o sonetos;
pasan las obras, pasan las naciones,
queda la mar, guardando sus secretos:
calma su espuma nuestros corazones
cansados podrá ser, mas nunca quietos.
32
Ya como a propia esposa al fin te abrazo,
¡oh mar desnuda, corazón del mundo,
y en tu eterna visión toda me hundo
y en ella esperaré mi último plazo!
De ti mi pensamiento es ya un pedazo
en coso estrecho siempre vagabundo,
y a ti he de buscar en lo profundo
de este mundo y del otro vivo lazo.
S oñaba en ti cuando la adusta tierra
de Castilla vivía la llanura
que se alza al cielo en la remota sierra;
soñaba en ti la virgen Escritura
no leída jamás, donde se encierra
el sino que secreto siempre dura.
33
Surgió esa larva de amarillos ojos
de entre las nieblas del antaño oscuro,
de un credo, no de un “creo” vil e impuro
trayendo entre sus patas los despojos.
Para aumentar del alma los cordojos
se puso a levantar un recio muro
que de la libre busca, que es su apuro,
nos cure los héreticos antojos.
Al huroneo vuelve el S anto Oficio
más bruto aún, vestido de guerrera,
y nos han hecho del terror el quicio
de la vida de Es paña prisionera,
que en cielo negro no cata resquicio
de luz que nos anuncie primavera.
34
La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.
Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor y el alma siente
que noche y mar la enredan en un lazo.
Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,
y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son lo que nos rigen.
35
Raya celeste de la mar serena,
se echa de bruces sobre ti mi mente
y abreva en ti, misteriosa fuente,
el secreto de Dios de que estás llena.
Eres su regla, la única, la buena,
la que nunca se tuerce ni resiente,
la que mide los cielos sonriente
y a nivel de razón el mundo ordena.
Cuando a mi juicio en su raíz agita
el vil agravio que me graba el pecho,
acudo a ti como a divina cita
y encuentro en ti para mis ansias lecho,
tú, la palabra del Señor escrita,
palabra original, que es el derecho.
36
Palabras del idioma de Quevedo,
henchidas de dobleces de sentido,
cada una de vosotras es un nido
de sutiles conceptos, y el enredo
de la maraña que fraguáis el dedo
del ingenio, con arte recogido,
lo desenreda y salva del olvido
vuestra alma secular. Rendido cedo
de vosotras, palabras palpitantes
de amor a quien os ama, al dulce halago
que endulzó la amargura de Cervantes;
acalladme las voces del estrago,
sed para mí lo que ya fuisteis antes,
y ayudadme a tragar este mal trago.
37
Y ¿qué vendrá después? Tal la pregunta
que se hacen en España los borregos
del rebaño cobarde y luego ciegos
marchan a paso de cansada yunta.
Todos los tontos forman una junta
de defensa - hay los padres y los legos -,
matan el tiempo en ridículos juegos,
huyen del alba que en el cielo apuntan.
Ellos quieren saber el mote propio
del que en corto redil ha de acarrarlos
-los motes son de su rutina el opiosi será Alfonso, Cacaseno, o Carlos;
que les dejen hacer de alfalfa acopio
y pueden a puñadas esquilarlos.
38
¡S olitarios sin fin a la baraja!
Al viento del azar, blando tirano,
como las olas de la mar, mi mano
tiende los naipes. Este que no encaja
y el otro que del juego se desgaja...
Y van las horas, mas no van en vano;
que ese azar, de la historia soberano,
as, piadoso, mis pesajes maja.
Ved, reyes de cartón, cómo os maneja
por mano de quien sólo busca olvido
de sus pesares el supremo potro
de tortura; le suena vuestra queja
rumor de ola en arenal perdido,
“¡Paciencia y barajar!”. que dijo el otro.
39
Remonto entre tus páginas pajizas
el curso de mi vida, ya no escaso,
y en sueños bebo el agua de aquel vaso
que se rompió en mi mocedad. Cenizas
me riegas tierno y con tu riego brizas
mis recuerdos de antaño, con que amaso
el pan que pronto mantendrá mi ocaso,
cuando mi patria se haga toda trizas.
Días en que ignorante de tus males
nací, España, a la historia oyendo el grito
de mi Bilbao, que en las marinas sales
de su ría recibe el don bendito
de la mar libre, días liberales
que me llenó de ensueños don Benito.
40
¿Cuál de vosotras, olas de consuelo
que rodando venís desde la raya
celestial y surcando con la laya
espumosa a la mar el leve suelo;
cuál de vosotras que aviváis mi anhelo
viene del fiero golfo de Vizcaya?
¿Cuál de vosotras con su lengua ensaya
cantos que fueron mi primer desvelo?
¿S ois acaso sirenas o delfines,
a brizar mi recuerdo estremecido
que de la mar se ahoga en los confines?
¿Cuál de vosotras, olas del olvido,
trae acá los zorzicos danzarines
de los regatos de mi dulce nido.
41
“Del fiero golfo de Vizcaya llego”,
me canta una ola y a mis pies perece
y con su canto de agonía mece,
Dios mío, esta zozobra en que me anego.
Dime, Señor de España, te lo ruego
por la mar de mi tierra, ¿es que merece
tanto baldón que así la entenebrece
y que a su corazón ha puesto ciego?
Oigo, Señor, cómo mi patria gime
con llanto vil de sórdido mendigo,
sin que haya nadie que sus bretes lime;
gusta bajeza - de ella soy testigo y pienso si la mano que la oprime
de verdugo será con tu castigo.
42
Liberales de España, pordioseros,
“la realidad, decís, se nos impone”;
pero esa realidad, Dios os perdone,
es la majada de que sois carneros.
Como estáis solos, ¡oh legión de ceros!
no valéis nada, ni hay quien eslabone
vuestra cadena ni el cantar entone
que hace mover el remo a los remeros.
Liberales de España, cortesanos,
no de la espalda, de la teresiana,
comprendo al fin que no sois mis hermanos;
echáis la siesta con heroica gana,
guardáis la lengua en las temblonas manos
y dais al esquileo vuestra lana.
43
Allí donde su planta pone el hombre
riega con sangre la inocente tierra,
hace luego la historia, que es la guerra,
rebusca revivir en el renombre.
Aunque de flores Dios el suelo alfombre
a sus errores el mortal se aferra
y por los yermos, Caín triste, yerra
donde el hermano con su sombra sombre.
Desde que el pobre descubrió la muerte
no encuentra al mundo espiritual sentido,
ni en paz, Señor, consigue conocerte;
le pone miedo y le engatusa olvido
y es para siempre su maldita suerte
pagar su deuda por haber nacido.
BETANCURIA
Enjalbegada tumba es Betancuria
donde la vida como acaba empieza,
tránsito lento a que el mortal se aveza
lejos del tiempo y de su cruel injuria.
Se oye en esta barranca la canturia
de la resignación en la pobreza,
la majorera -blancas tocas- reza
entre ruinas, soledad, penuria...
Desnuda la montaña en que el camello
buscando entre las piedras flor de aulaga
marca en el cielo su abatido cuello;
mas de la tierra en la sedienta llaga
pone el geráneo con su flor el sello
de la mujer que nuestra pena apaga.
REFLUJO
Horas de aflojamiento en que el vacío
me hincha la mente, presa de galbana;
se muere al porvenir en la desgana
y en la desgana muere el albedrío.
Como vadeando en mes de agosto un río,
los recuerdos en lenta caravana
cruzan por mi memoria y de ella mana
contra mi terco empeño triste hastío.
Duerme la mar y calla, duerme el viento,
duerme en el lento olvido al fin la herida
del agravio y con ella el pensamiento;
cual de carcoma que en el alma anida
siento el susurro del remordimiento
de haber ligado a una misión la vida.
46
Pero no, pero no, que es el reflujo
de la marea espiritual que tapa
con podre el alma y con la sucia tapa
que del mosto de amor deja el orujo.
“¡Y toda vanidad!” es un tapujo
del que, menguado, de la lucha escapa
y a ese torpe saber como una lapa
se apega, cuyo tedio es sólo lujo.
¡La mar, la mar, la mar! Amar la vida
y amamantarse de la lucha eterna,
sentir el mimo de la sacudida,
cuando murmura sus memorias tierna,
mimo que merma la mortal herida
en que el hartazgo con hastío alterna.
47
Lo que sufres, mi pobre España, es coma
que tienes asentado en el cerebro,
y con todas sus aguas el padre Ebro
no ha de lavar la mugre de Sodoma.
Era tu corazón, hija de Roma
duro cual la madera del enebro,
mas hete que te ha dado al fin el quiebro
esa canalla vil que vive en broma.
Reblandecida te rendiste al macho,
que entre sandeces, sin pasión, te pega
y te paga después con un gazpacho;
mas para el día de tu fin que llega,
tiene ya su recurso, es un capacho
en que tus huesos a la tierra entrega.
48
No hay un puñado de tierra perdido
sin una tumba española olvidada,
y esto consuela a los necios que nada
tienen al fin que salvar del olvido.
Quiero colgar con mis manos un nido
de pensamientos, mi España adorada,
que tú me has dado, envainando la espada,
de cada trozo de cielo encendido.
“¡Tierra!”, gritaron las tres carabelas,
las que encestaron conquistas de muerte,
y con el grito se hincharon las velas;
“¡Mar!” es el sino que sella mi suerte,
mar que entre luces te escondes y celas
nunca en el cielo dejo yo de verte.
EN PLAYA BLANCA
Olas gigantes de la mar bravía
que canta el sueño férreo de Vizcaya,
cunada en el sosiego de esta playa,
os sueña con morriña el alma mía.
Curtió vuestra salina la osadía
que traspuso del cielo azul la raya,
la que su suerte en el océano ensaya
y en él su vida al huracán confía.
Ciño a la tierra por la mar Elcano,
pues era vasco y le venía estrecho
su golfo patrio; se lanzó al arcano;
rico artesón de estrellas le dio techo;
fue el timón laya en su segura mano;
con el del mundo se ensanchó su pecho.
50
Recio materno corazón desnudo,
mar que nos meces con latido lento,
baña tu azul mi oscuro pensamiento
y cuando me le llenas ya no dudo.
Eres, postrado, del Señor escudo,
nido gigante del gigante viento
que en ti es silencio y es sólo lamento
al chocar con la tierra donde sudo.
Insondables ternezas tu latido,
pulso del mundo y de sus penas noria
nos dice al corazón en el oído;
de su augusta niñez guardas memoria
y tu cantar, preñado del olvido,
descúbrenos el fondo de la historia.
51
Y si su música a soñar ayuda,
¿a qué buscarle letra y argumento?
Como las pobres letras muda el viento,
pero no el canto cuando el viento muda.
Cigarral colosal, con boca muda,
cantan sus alas, cantan el contento
de beber luz, y da su canto aliento
al alma, que en sus olas se desnuda.
Toda eres sangre, mar, sangre sonora,
no hay en ti carne de los huesos presa,
sangre eres, mar y sangre redentora,
sangre que es vino en la celeste mesa;
los siglos son en ti una misma hora
y es esta hora de los siglos huesa.
52
¡Dime, qué dices, mar, que dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
son el coro de tus varios mares,
una voz sola que cantando gime.
Ese mero gemido nos redime
de la letra fatal y sus pesares,
bajo el oleaje de nuestros azares
el secreto secreto nos oprime.
La sinrazón de nuestra suerte abona,
calla la culpa y danos el castigo;
la vida al que nació no le perdona;
de esta enorme injusticia sé testigo,
que así mi canto con tu canto entona
y no me digas lo que no te digo.
53
Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre lumbre bebe.
Copos perdidos de encendida nieve
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste y su consuelo
nos dan, piadosas, con su brillo leve.
Como en concha sutil perla perdida,
lágrimas de las olas gemebunda,
entre el cielo y la mar sobrecogida
el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.
54
¿Es camello la nube o el camello
es una nube, vaporosa gasa,
que a ras de tierra a paso lento pasa
dando al viento su cálido resuello?
Su flotante contorno, ¿es bruma o vello?
¿Celeste espuma su armazón o masa
de huesos, piel, carne metida y grasa?
¿Puso el aire o la tierra aquí su sello?
Cuando el sol llega su dorada puesta
sobre nube de piedras -la montañame devaneo los sesos por si presta
tomo la sombra al cuerpo o nos engaña;
si es la vida el ensueño de una siesta,
si la historia es leyenda o es patraña.
55
Te da en la frente el sol de la mañana
recién nacido, pálida doncella,
misteriosa visión, fugaz estrella,
que te derrites en la luz. Hermana
de la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume al alma en la mortal desgana.
El alba y el ocaso cruzan manos,
y así, a la silla de la reina, al día
y a la noche, rendidos soberanos,
los llevan a enterrar. Triste sería
que al despertar de nuestros sueños vanos
luz y sombra lucharan a porfía.
56
Al frisar los sesenta, mi otro sino,
el que dejé al dejar mi natal villa,
brota del fondo del ensueño y brilla
un nuevo porvenir en mi camino.
Vuelve el que pudo ser y el que el destino
sofocó en una cátedra en Castilla,
me llega por la mar hasta esta orilla
trayendo nueva rueca y nuevo lino.
Hacerme, al fin, el que soñé, poeta,
vivir mi ensueño del caudillo fuerte
que el fugitivo azar prende y sujeta;
volver las tornas, dominar la suerte,
y en la vida de obrar, por fuera inquieta,
derretir el espanto de la muerte.
57
Hilo en negro toisón de la quimera,
nube que ciñe con su manto suave
a la argentada Luna y que a la nave
de mi magín da velas de carrera.
Hilo el negro toisón, siempre en espera
de que la hebra algún día se me acabe
y en ese día se me de la llave
de la puerta de allende la frontera.
Hilo el negro toisón con el que emboza
su desnudez la noche, y de ese paño
hago la alfombra de la humilde choza
que me erijo en el cielo. Por peldaño
tiene una cruz y con su techo roza
los pies de Dios en el sublime escaño.
58
Te has hecho ya, querida mar, costumbre
para mis ojos, pies, pecho y oídos,
cansados de esperar, y tus quejidos
añaden a los míos pesadumbre.
Tus olas bajo el sol despiden lumbre,
como mis pensamientos cuando heridos
por la cruel verdad miran rendidos
del calvario de amor la áspera cumbre.
Amor de patria que ellos con su boca
blasfema están manchando en su estulticia,
no amor de barro, sino amor de roca,
amor que enseña la mortal caricia
de garra de león, amor de loca
pasión de fe encendida en la Justicia.
59
No vacía, más llena de vacío,
que es peor, lleva el ganso en la cabeza;
tiene el vacío horror Naturaleza,
y un tonto así es un monstruoso crío.
Charla más sin decir, se le va en brío
en mueca y guiño, manotea, aceza,
rastreando en vano alguna pobre pieza
que le saque tal cual de tanto lío.
Un tonto entontecido es triste cosa
cuando, mortal, la ambiente cobardía
le hace cotarro y resistirle no osa;
el tirano, mejor la tiranía,
como trabaja alguna vez, reposa,
mas, ¿se puede cansar la tontería?
60
Es una antorcha al aire esta palmera,
verde llama que busca al sol desnudo
para beberle sangre; en cada nudo
de su tronco cuajó una primavera.
Sin bretes, ni eslabones, altanera
y erguida, pisa el yermo seco y rudo,
para la miel del cielo es un embudo
la copa de sus venas, sin madera.
No se retuerce ni se quiebra al suelo;
ni hay sombra en su follaje; es luz cuajada
que en ofrenda de amor se alarga al cielo;
la sangre de un volcán que enamorada
del padre S ol se revistió de anhelo
y se ofrece, columna, a su morada.
61
Vuelve hacia atrás la vista, caminante,
verás lo que te queda de camino;
desde el oriente de tu cuna el sino
ilumina tu marcha hacia adelante.
Es del pasado el porvenir semblante;
como se irá la vida así se vino;
cabe vol ver las riendas del destino
como se vuelve del revés un guante.
Lleva tu espada reflejado el frente;
sube la niebla por el río arriba
y se resuelve encima de la fuente;
la lanzadera en su vaivén se aviva;
desnacerás un río de repente;
nunca sabrás donde el misterio estriba.
62
Pleamar, bajamar: alza tu pecho
y lo abate el Océano cada día;
hay horas encumbradas de osadía
y horas en que la fe rueda a su lecho.
Horas que al corazón le viene estrecho
todo el cielo de luz, y horas que espía,
lívido y quieto, la mirada fría
de la Muerte que cree ver en acecho.
Ya en la corona del Señor se posa,
ya rueda de su escaño a la hondonada,
donde su horror encuentra propia fosa;
ya sale con el S ol por la alborada,
ya se pone en la noche tenebrosa
sin luna y sin estrellas de la Nada.
63
Horas dormidas de la mar serena;
se cierne el Tiempo en alas de la brisa;
cuaja en el cielo azul una sonrisa
y todo él de eternidad se llena.
Abrese el sol su más íntima vena,
corre su sangre sin retén ni sisa,
Naturaleza oficia en muda misa,
que es de la paz sin hombres santa cena.
Todo es visión, contemplativo oficio;
nada en el cielo ni en la mar padece;
es sin pena ni goce el sacrificio;
de ensueño el universo se estremece,
y de la pura idea sobre el quicio
en el alma de Dios mi alma perece.
64
No, no es Gredos aquella cordillera;
son nubes del confín, nubes de paso
que de oro viste el sol desde el ocaso;
sobre la mar, no roca: bruma huera.
Gredos, que en la robusta primavera
de mi vida llenó de mi alma el vaso
con visiones de gloria, que hoy repaso
junto a esta mar que canta lagotera.
¡Aquel silencio de la inmoble roca
llena de gesto de cordial denuedo!
¡Aquel silencio de la inmensa boca
del cielo, en que ponía sello el dedo
del Almanzor! ¡En su uña al paso choca
y se rompe la sierra de remedo!
65
Raíces como tú en el Océano
echó mi alma ya, Fuerteventura,
de la cruel historia la amargura
me quitó cual si fuese con la mano.
Toqué a su toque el insondable arcano
que es la fuente de nuestra desventura
y en sus olas la mágica escritura
descifré del más alto S oberano.
Un oasis me fuiste, isla bendita;
la civilización es un desierto
donde la fe con la verdad se irrita;
cuando llegué a tu roca llegué a puerto,
y esperándome allí a la última cita
sobre tu mar vi todo el cielo abierto.
66
Sed de tus ojos en la mar me gana;
hay en ellos también olas de espuma,
rayo de cielo que se anega en bruma
al rompérsele el sueño, de mañana.
Dulce contento de la vida mana
del lago de tus ojos, si me abruma
mi sino de luchar, de ellos rezuma
lumbre que al cielo con la tierra hermana.
Voy al destierro del desierto oscuro,
lejos de tu mirada redentora,
que es hogar de mi hogar sereno y puro;
voy a esperar de mi destino la hora;
voy acaso a morir al pie del muro
que ciñe al campo que mi patria implora.
SONETOS DE PARIS
67
Te alzas enjuta sobre el cielo pardo,
cielo que envuelve mi respìro enfermo
-en él contigo cada noche duermo-,
duermo y tu piedra en mis entraños guardo.
Te alzas enjuta como flor de cardo,
flor que es un hito en el confín del yermo,
día tras día de esperanzas mermo,
se hace mi paso cada vez más tardo.
Eres mi luna ya, Fuerteventura,
gigante espejo del gigante ocaso
del sol de España en su postrer postura;
llega la noche y de su negro vaso
vierte la mano del Señor segura
sobre ti, España, el agua del Acaso.
68
“¡España! ¿A alzar su voz nadie se atreve?
“Va a arrastraste el alud de la mentira;
“tu presta a mi voz ardores de ira...
“S acúdete, mi España” ... No se mueve...
¡España, España! Blanca... fría... nieve...
Tenebrosos los ojos, mas no mira...
Un espejo a la boca... ¡No respira!
¿No oís el vuelo de su sombra leve?
Aquí, con tu cabeza en mi regazo,
porque han de henchirte la pupila muerta
mis lágrimas de fuego y de rechazo
regar la mano que te cuelga yerta,
mientras te abre la mía de un portazo
el bronce cruel de la visión desierta.
69
¿Dónde reposarás, corazón mío,
corazón de mi España, dime, dónde?
¿Dónde la fuente de tu afán se esconde
y en lago para de tu sangre el río?
¿Dónde te ha de rendir al cabo el frío
cuando en mi pecho la tormenta ahonde
y el hondón de tu cauce a la par sonde
donde enterrado guarda el albedrío?
¿De dónde, di, mi corazón surgiste
y adónde se alza tu frondosa copa
que de verdor el alto azul reviste?
¿Dónde esa copa con el cielo topa?
¿Dónde has de ser lo que al hacerte fuiste?
¿Dónde en el sueño, al fin, tu fin se arropa?
70
Caído desde el cielo aquí me aburro
-y cielo era la mar, junto al desiertocon este marco el cielo es cielo muerto,
no oigo de Dios el inmortal susurro.
No sueño yo, sueña el hermano burro
que me lleva con tardo paso incierto
soñando en el progreso en que no hay puerto
y quiere hacerme creer que así discurro.
¡Discurrir! ¡Cuántas tardes la amargura
del hondón de la historia de mi España
me endulzaste en tu mar, Fuerteventura!
¡Cuántas me derretiste inmunda saña
metiendo la evangélica dulzura
de tu hijo de secano hasta mi entraña!
71
¡Oh, clara carretera de Zamora,
soñadero feliz de mi costumbre,
donde en el suelo tiende el sol su lumbre
desde que apunta hasta que rinde su hora!
¡Cómo tu cielo aquí en mi pecho mora
y me alivia la grasa pesadumbre
de esta ya más que mucha muchedumbre
de París que el reposo me devora!
Bulevares, escuares, avenidas,
sumideros del Metro, ¡qué albañales
del curso popular, con sus crecidas!
Senaras de la Armuña, ¡qué pañales
disteis a mis ensueños! ¡Cuántas vidas
abortan en las grandes capitales!
EN LA PLAZA D E LOS VOS GOS
Las nubes del embozo de mi villa
natal hilaban hebras del orvallo
-sirimiri su nombre-, y yo, a caballo
de un Clavileño en flor de tira y trilla
-textos del Instituto eran su sillame iba a la mar del cielo; sobre el tallo
de aquella flor un mágico trasmallo
para pescar ideas, ¡maravilla!
Corría el agua del Nervión; la calle
de mi lenta niñez, que fue el enjullo
de los ensueños que incubé en su valle,
traíame de lejos el arrullo
de la mar de Vizcaya, ¡qué no calle
Dios, pues me quita el mundanal barullo!
73
¡Oh, mar salada, celestial dulzura
que embalsamaste, mi esperanza loca,
te subes a los ojos y a la boca
cuando revive en mí Fuerteventura!
Espero aún, ya que mi fe perdura
fraguada allí sobre su roca, roca;
el sol eterno con su luz la toca;
de todo frágil barro la depura.
Colmo de libertad frente al Océano,
donde la mar y el cielo se hacen uno,
sobre mi frente Dios posó la mano;
con tal recuerdo mi esperanza cuno,
sostiéneme en este camino vano
y alimenta mi espíritu en su ayuno.
74
Hoy he visto volar una ballena
sobre el Sena, ¡milagro del progreso!
Y a dos pares de labios con un beso
los juntaba en un auto loca vena.
Venían de cantarme a boca llena
las maravillas de Moscú; por eso
no admiré a la ballena con exceso,
¡escama de español que se refrena!
¿Y el beso? ¡Pobre beso con camisa
de maquillaje, beso de parada
dado por dar dentera y muy de prisa!
¡Volaba la ballena y no era alada
y yo sentía reventar de risa
a Dios eterno en su eternal morada!
75
Isla de libertad, bendita rada
de mis vagabundeos de marino
quijote, sentí en ti, ¿orden del sino?
cómo la libertad se encuentra aislada.
Aislamiento feliz que es la alborada
de la liberación de su destino,
que así la pobre irá por don de vino
hasta su cuna, su postrer morada.
Libertad, libertad, isla desierta,
conciencia de la ley, que es servidumbre,
tú no eres casa, no eres más que puerta;
mas por la puerta entra de Dios la lumbre
dentro la casa y nos mantiene alerta
no nos rindamos a la vil costumbre.
76
“¡Miguel! ¡Miguel!” Aquí, Señor, desnudo,
me tienes a tus pies, santa montaña,
roca desnuda, corazón de España,
y gracias, pues no me sigues mudo.
Tu pan, hecho de aire, está ya lludo,
y pues tu sangre desde el sol me baña,
capaz me siento de cualquier hazaña
bajo el dosel de tu celeste escudo.
¡Comer y trabajar, no! Quiero y hago
mi obra, esto es, mi vida, mi fe abona
-mi obra al borde del común estrago-,
sólo espero de Ti -¡Señor, perdona!des a mi vida, des a mi obra en pago
una muerte inmortal como corona.
77
Un mariquita aquí, un marimacho
por allí, los artistas, sus amigas,
melenas, a nivel, acaso ligas
de todas clases y sombrero gacho.
Fuman y dan sablazos sin empacho,
perras y gatos hacen buenas migas,
consumismo al revés de las hormigas,
donde son las sin sexo las del sacho.
De aquí Trotzky sacó fe y esperanza
soñando el paraíso venidero,
aunque no vio que en la mudanza danza
es S oviet ideal el hormiguero,
padre y madres viven en la holganza
atentos a su fin: el criadero.
78
En neblina otoñal se anega el Arco
de la Estrella; semejante enorme duna
que se horadó para a la roja Luna
submarina del cielo hacer de marco.
En esta luna de Verlaine me embarco,
vuelve mi mente a su primera cuna
y una verdad descubre inoportuna:
que el cielo, aquí en París, no es más que un charco.
Sigue flotando en él la Enciclopedia
que armada en corso antaño puso asedio
el Arca de la Fe cuando la acedia
la carcomía; pero hoy su remedio
es la Revolución, una comedia
que el Señor ha inventado contra el tedio.
79
¡Oh, la trágica sed de la Montaña
Quemada bajo el sol que se reía!
Ni llorar su dolor ella podía;
cenizas de volcán visten su entraña.
A su pie me acordaba de mi España
que ni bebe rocío de alegría
ni llorar sabe, y su dolor confía
a un cabezal de paz, roca ermitaña.
Del páramo perlático y adusto
por siglos de dolor entumecido
el ceño guarda de su infancia el susto,
en sus raíces al sentir el nido
brotar del infernal dragón, Procusto,
que hizo del fuego al fin roca de olvido.
80
No modelar, como las lluvias -dedos
del Señor- esculpir a blanca brasa
roca que posa, no barro que pasa,
lengua de fuego que se fragua, Gredos.
Lanzando a soplos de palabras miedos
del pueblo encima, hacerle hervir la masa
y armar en ella la enteriza casa
donde tiene el Espíritu sus ruedos.
Esto es revolución; esto es raigambre
que rompe el suelo cual gigante brote
-la tierra en tanto presa de calambrese esgrime el aire que ha de ser azote;
el más seguro es, sin disputa, el hambre,
y el que sopla ha de ser un Don Quijote.
*
81
Desde las tristes márgenes del Sena,
preso en ellas a la fuerza del sino,
el Duque, sacudiéndose el destino,
lo arrastró, hecha ya carne, hasta la escena.
A Don Alvaro dio vida la vena
del destierro; le fue caz del molino
de telar este Sena donde el lino
tejió de los ensueños su gran pena.
Con las aguas del Sena corrió oscura
la ficción de su historia en este suelo,
tras la mar del olvido, que es su cura,
y al subir la verdad del Arte al cielo,
la gloria de Don Alvaro perdura
y su pasión da a nuestra fe consuelo.
82
Me canta la pasión -tal es su estilo-;
la pasión no es idea, es sentimiento;
sufro la idea, el pensamiento siento
que me levanta sobre el barro en vilo.
De estas mis rimas con el frágil hilo
de la palabra, poderoso aliento,
un sonoro diamante hago del viento
y armo a mi afán de eternidad asilo.
Me canta la pasión, y así conjuro
con ese encanto la feroz mentira
que arrastra a Es paña en su destino oscuro;
se me hace amor con el cantar la ira,
y al cantar de mis iras me depuro
poniendo en alto de mi amor la mira.
83
El macho que creía a mí otro eunuco,
eso que llaman los tiranos sabio,
uno que sella por prudencia el labio;
¿filósofo? Tal vez, si eso es ser cuco.
Del saber de los sabios odio el truco
cuando echan al puchero el vil agravio
compadeciéndome -¡infeliz!-, que rabio
y el corazón no tengo hecho de estuco.
Si sabio es el que sabe, también sabe,
puesta con salsa verde, la merluza;
mas no el pato a volar, y eso que es ave;
a los sabios consulta el moro Muza
que le expliquen lo que es el alquitrabe...
¿Academia de patos? ¡Vil gentuza!
84
No te lo digas ni a tiempo, calla,
corazón, cállate, causa perdida
hace el empeño de tu pobre vida,
y es un lento suicidio tu batalla.
Las que parecen nubes son muralla,
tu pueblo nunca aprende y siempre olvida;
no le des nada, aunque tu ayuda pida,
porque no sabes manejar la tralla.
Una racha de hielo tus raíces,
¡ay, corazón sin patria ni consuelo!,
hace migajas; no te martirices;
duérmete aquí, sobre un extraño suelo,
entre otros hombres que se creen felices,
duérmete, corazón, mata el desvelo.
85
Ay, mas si duermes, soñarás, ¡me aterra!
La historia de tu España, pesadilla
secular, ¿será Gredos la rodilla
de Caín sobre Abel tendido en tierra?
No soñarás la noble, civil guerra,
sino de banderizos la guerrilla;
no la honra de luz, la negra honrrilla;
no hazañas leoninas, vida perra.
La vida es sueño. ¡Sea! Mas la muerte,
¿no es pesadilla acaso? Loco empeño
quijotesco querer sortear la suerte.
Veo en el cielo tu implacable ceño,
Dios de mi España ciega, sorda, inerte,
¡Señor, Señor, Señor, mátame el sueño!
86
Doradas hojas de la lenta tarde
de mi vida y del año, sueño al veros
las piedras de oro -¡sus rojos letreros!de S alamanca, donde Dios me guarde.
Corazón, nunca has sido tú cobarde;
esas hojas te anuncian los primeros
hielos de aquí, en París, ¡oh los braseros
donde el rescoldo entre cenizas arde!
Noches en que la lumbre sosegada
dormía, en tanto que fuera el relente
despertaba a la vida en alborada;
noches en que sentí sobre mi frente
la mano del Señor que de la nada
¡me iba exprimiendo el sueño que no miente!
87
No consigo soñar, vil pesadilla
-dícenla realidad-, me mata el sueño;
mi Dios, el de mi España, frunce el ceño;
se nubla el sol que Gredos brilla.
¡Y fue mi historia sueño! ¡Ancha es Castilla!
S oñé, cual Don Quijote, al pie del leño
de encina en flor; bajo dulce beleño
por las noches a mi alma en maravilla.
¡Miel luminosa en temblador rocío
gotean por las noches las estrellas
desde el Camino de S antiago, río
que en nuestro cielo va lavando huellas
del Romancero; plañen las querellas
de Alfonso Diez, el que soñó sin brío!
88
Ese cerdo epiléptico que gruñe
pedanterías de rigor, rezuma
la bilis de Caín, cenizas fuma
de aquella patria cuya unión nos muñe.
A España el corazón se le engurruñe
del lívido terror con que le abruma
y no columbra entre la negra bruma
del porvenir dónde su estrella acuñe.
Con su miedo amedrenta ese bellaco
y se cobra además, que en su artería,
se mete a sangre y a la vez a saco;
se le rinde cobarde burguesía
y de le presta dócil al atraco,
que ellos se entienden y Mamón los guía.
89
¡Ay, triste España de Caín, la roja
de sangre hermana y por la bilis gualda,
muerdes porque no comes, y en la espalda
llevas carga de siglos y congoja!
Medra machorra envidia en mente floja
-te enseñó a no pensar Padre Ripaldarezagada y vacía está tu falda
e insulto el bien ajeno se te antoja.
Democracia frailuna con regüeldo
de refectorio y ojo al chafarote,
¡viva la Virgen!, no hace falta bieldo,
Gobierno de alpargata y de capote,
timba, charada, a fin de mes el sueldo,
y apedrear al loco Don Quijote.
90
¡La garganta del Abrego en acezo
de huracán barrió el páramo, paraje
no de morada, mas de tardo viaje
trayendo el Caos... Caos es bostezo!
Contra el arpa eolia, tropiezo
dio y la rompió con ímpetu salvaje
lanzando, todo trizas, su cordaje
entre brizas de escoba, mata y brezo.
Hubo que oír el desgarrante aullido
de estertor con que el arpa en agonía
hirió de Dios el implacable oído;
hubo que oír su “¡se acabó!”; moría
España envuelta en polvo y el quejido
de bajo tierra a Don Quijote oía.
91
Tu voluntad, Señor, aquí en la Tierra
se haga como en el cielo; pero mira
que mi España se muere, la mentira
en su cansado corazón se aferra.
Sus entrañas desgarra triste guerra
de hermanos enemigos; cese tu ira,
el duro palo del pastor retira,
tiende la mano al que perdido yerra.
Perdónanos, S eñor, si somos reos
que hemos de hacer tu nombre siempre santo,
pues a creyentes cubre y cubre a ateos;
tu nombre no es palabra, es todo canto;
lo han manchado en mi patria fariseos
haciendo de él para su envidia manto.
92
A un hijo de españoles arropamos
hoy en tierra francesa; el inocente
se apagó -¡feliz él!- sin que su mente
se abriese al mundo en que muriendo vamos.
A la pobre cajita sendos ramos
echamos de azucenas -el relente
llora sobre su huesa-, y al presente
de nuestra patria el pecho retornamos.
“Ante la vida cruel que le acechaba,
mejor que se me muera” -nos decía
su pobre padre, y con la voz temblaba;
era de otoño y bruma el triste día
y creí que enterramos -¡Dios callaba!tu porvenir sin luz, ¡España mía!
93
“Dejad que entierren a sus muertos” -dijo“los muertos”, y también: “No es de este mundo
mi reino”. S on voces del profundo
seno de Dios brotadas a su Hijo.
Dejad que el falso Apóstol de Clavijo,
aquel de “¡cierra España!”, al iracundo,
fango le den al pie del nauseabundo
trono que no es ya más que un armadijo.
Vas a morir, mi España; mas no importa,
que otra, ya pura, llevas en tu entraña;
larga tu historia, mas tu dicha corta,
vas a morir de parto, ¡gran hazaña!
y si tu parto de morir no aborta
caerá sobre tu muerte un ¡viva España!
94
¡Ay, cómo al tiempo el porvenir devora!
No de la fuente, del estero, el hado
sopla a los ríos; el sino estrellado
de nuestra suerte lo es de última hora.
En la mente de Dios ordenadora
va del revés la historia; al desgraciado
mortal que se cree libre el lacerado
corazón desengaños le atesora.
Recordan do esperanzas, que es lo mismo
que espera de recuerdos, vivo y muero
desde la extremaunción hasta el bautismo ;
me siento criatura y considero,
que voy rodando al primitivo abismo
donde a quedar por siempre prisionero.
95
¡Es terrible trillar paja sin trigo!
Volver cada mañana al mismo coto
y a la misma tarea el pecho roto
y al aire de los campos, sin abrigo.
¿Quién enriquece al que nació mendigo?
Para él opinar es tener voto,
que no es un hombre libre, es un devoto...
¿Por qué, dime, S eñor, tanto castigo?
Es “organización el chibolete
de los pobres borregos sin mollera
que cantan libertad, pero en falsete.
¡Ay, pobre corazón, no eres de cera
mas te tienen llagado con el brete
forjado con sus hierros de carrera!
96
“Yo soy la senda. La verdad, la vida.”
¡Y qué duro, S eñor, otro destino!
¡De otra verdad como es terrible el sino!
¡Cuán pronto de otra vida uno se olvida!
¡Bilis y tinta encima de la herida
abierta al polvo negro del camino,
sin tu sangre, Señor, celeste vino
que la embalsame al fin de la partida...!
“No es mi reino -dijiste- de este mundo”;
pero ve que sin patria triste muero
en el desierto y en error profundo:
raíz dame en la tierra, aquí, primero;
sin raíz con el polvo me confundo:
sólo en ella he de irte todo entero.
97
¿De dónde, adónde, para qué y cómo?
Este es todo el afán de la tragedia,
donde se encierra toda enciclopedia
y en piel humana encuadernado el tomo.
De ver punto final ni leve asomo;
la brega del buscar cría la acedia,
triste dolencia que nada remedia;
sólo la niñez tierna guarda aplomo.
Y brota desde tierra la pregunta;
acaba la respuesta con un pero...
cuando la cuna al sepulcro se junta;
gira el talón por el mismo sendero,
vuelve lo arado a arar la misma yunta
y vuelve lo último a ser lo primero.
98
La gana, la real gana, es cosa vana
y va a dar a la nada su sendero,
pero el entendimiento para en pero...
y todo va dejándolo al mañana.
“¡Hay qué obrar! -grita así la gente sana-;
“¡palo!, ¡palo!, mirando al matadero.
¿Qué importa que la res sea cordero
o lobo? ¡Nuestra ley todo lo allana!
A unos pobres muchachos, vil garrote,
“sin efusión de sangre”, ¡oh, gran clemencia!
En Vera les han dado, sin que brote
ni un quejido del pueblo; su paciencia
espera a que el rifeño nos derrote
la dictadura vil de la demencia.
99
¡Oh, mi pueblo castizo, el del mañana,
la camarilla y el pronunciamiento,
guarda entre piernas el entendimiento
y en vez de voluntad tiene real gana.
Nada le importa, y harta su galbana
con honda siesta, siesta de jumento,
que no le vengan con el viejo cuento
de la justicia porque es gente sana.
Que le dejen en paz y en el olvido;
que no le den con pensamientos guerra,
¡bien sabe el sueño en el materno nido!
Lástima grande que una vida perra
le fuerce a trabajar por el cocido,
¡la olla podrida!, su raíz en tierra.
100
¡Ciento van ya, y nada, nada, nada!
Nada es el tope del mundano empeño;
nada es el fondo de la vida es sueño;
nada, el secreto de cada alborada.
Nada es del río de vivir la rada;
de nada es la madera de aquel leño
que elevó a Don Quijote en Clavileño
y fue la nada su postrer almohada.
Nada, nada, nada... y nada oscura,
tiniebla que se cuaja en negro manto
para abrigarnos en la sepultura...
Pero canta la nada, ¡es un encanto!,
y con voz de silencio, dice, pura,
a su Hacedor: “¡Tú, S anto, S anto, Santo!”
101
Pero la nada es todo: en el recodo
de cielo en que vivimos, nuestra gana
hoy se basta con nada, que mañana
le ha de dar el Señor buen acomodo.
¿Piedra o polvo ha de hacerse, al fin, el lodo
que es nuestro todo-nada? ¿El río mana
del hielo o de la nube? El río hermana
al todo-nada con la nada-todo.
Se dijo: “¡vanidad de vanidades!”,
que ha de ser “¡plenitud de plenitudes!”
al principio del fin de las edades;
se funden con los vicios las virtudes,
y en esta soledad de soledades
da lo mismo que afirmes o que dudes.
102
Toca mis labios con tu fuego santo;
toca mis labios con tu fuego santo;
mi pueblo, el tuyo, va quedando ciego;
se le ha secado el manantial del llanto.
De noche, bajo tu estrellado manto,
duerme y no sueña, pueblo rebañego,
luego bajo el azul se entrega al juego
y hasta juega el muy vil con su quebranto.
Toca mis labios con tu fuego; toca,
Señor, mi boca con tu dedo ardiente;
haz un volcán de indignación mi boca;
con las aguas de lumbre del torrente
que brota de tu pecho, vi va roca,
baña, Señor, mi entenebrada frente.
103
Eso no es voluntad, es sólo gana;
no cosa de varón, sino de macho,
y cuando atiborrada llega a empacho
se les vuelve en desgana, que es galbana.
La santísima gana es cosa vana,
y la real va a dar en el capacho
de los rastrojos que ha dejado el sacho
al escardar, ya seca, la besana.
S aber querer es ciencia recogida
que el que quiere saber tan sólo coge,
cuando la gana en el querer olvida,
y sin que el pecho a la frente sonroje
guarda la voluntad, germen de vida,
en el entendimiento, que es el troje.
ROMANCERO DEL D ES TIERRO
12
Luna lunera lunática, sales
cuando ya mengua mi anhelo de espera;
vuélvete nube, mi luna lunera,
pues ya de noche de nada me vales.
Deja que floten tus blancos cendales
en el azul con que tapa a su esfera
tu padre S ol, que al hacer su carrera
te deja en prenda sus viejos pañales.
¡Ay, triste espejo de luz del ocaso!
Sin las estrellas en coro, ¿qué dices?
Mueres de día dejando tu vaso
pálido, frío, vacío, ¡infelices
los que de él beben tu ley del acaso!...
Luna lunera, no los martirices...
35
S obre tu frente azul, Señor, mi sino
-que es invisible estrella al claro día,
con el azul fundida en armoníame señala en el cielo mi camino.
Camino el cielo todo; en el divino
campo de azul, en la celeste vía
no hay vedado, ni el alma se extravía,
que en él se pierde aun cuando pierda el tino.
Las flores de tu huerto, las estrellas
son cual Tú, virginales, no dan fruta
de grosero comerse; son centellas
de tu puro idear; sólo disfruta
de libertad aquel a quien le sellas
con tu sello marcándole la ruta.
POES IAS S UELTAS
MIRANDO AL CIELO
Las tres estrellas de la rota lanza
del Carro van cayendo entre neblina
y tras ellas se tiende la Bocina,
nocturno horario del pastor. Alcanza
a tierra la Cabrilla; en lontananza
vésela encaramarse en una encina.
La S illa de la Reina ya culmina
de S antiago en la vía sin mudanza.
Y bogan do en mi frágil barquichuelo
por el mundo en que al hambre sigue hastío
y en que jamás se colma nuestro anhelo,
alzo mi vista por no ver su río
y ante el rodar en una pieza el cielo
siento que todo gira en torno mío.
HAI BEN YOCDAN
Hai Ben Yocdan sentado estaba un día
del mar del infinito en la ribera,
viendo de las especies larga hilera,
de espuma revolverse en cristería.
Libaba celestial sabiduría,
y encaramada en la más alta esfera
como en espejo la razón primera
del misterio del ser su alma veía.
Poco a poco la voz del vasto abismo
como de cuna maternal tonada,
ganóle el corazón, se hundió en sí mismo,
donde soñó su muerte disfrazada
del universo entero en cataclismo,
y huyendo, al despertar, tocó la nada.
SONETOS DE 1.910-1.911
66
Se cuenta de Leonardo que en los muros
con su mirada de águila seguía
los desconchados que a la fantasía
le daban sus roturas cual conjuros
de líneas y de formas. Inseguros
giros y cortes que el azar abría
en grietas, a su vista eran la guía
de su mano al trazar perfiles puros.
De la brida llevando así al Capricho
a la obra con empeño daba cima
y de fauna infernal creaba un bicho
que hoy puebla de la fábula la sima.
Tal en la forma del soneto, nicho
en que crea el azar llamado rima.
67
Mece a las yerbas leves una brisa
leve, que a ras de la verdura llega;
el techo azul en torno se despliega
con una claridad hecha sonrisa.
Y la llanura que en redondo frisa
con el cielo parece que se entrega
al invisible Labrador que siega
oculto trigo, y vid no vista pisa.
Es todo ello visión, todo reflejo
de nuestra Idea Madre, de que brota
con el saber el ser; es el consejo
de resignarse, que a quien no alborota
por la impaciencia da el Señor, espejo
de aquella vida por la culpa rota
JUGUETE CON ES TRAMBOTE
Aunque te jactas de pasar de cuco
yo sé que un día rendirás la nuca
bajo el yugo; que ya se te trabuca
ha tiempo el pie, y al fin no eres de estuco.
Ya de nada te sirve tu trabuco,
te echó su telaraña la Curruca,
que, en mañas diestra, tu cuquez retruca
y ya contigo está jugando al truco.
S abe bien que tu cofre no está hueco
y esgrime en contra tuya el arrumaco;
pasándote su miel por el hocico,
y vendrás a parar a ser rebeco
tú que a honra ajena diste tanto atraco;
tal es el fin de quien naciera mico.
69
El turno, al cabo, de pagar te toca
y ha de servirte tu broquel de poco
que ya te ha vuelto la Curruca loco
y no es ella de casta que se apoca.
Te fiaste en exceso de la boca
y harto tiempo has estado haciendo el coco
para verte ahora, en el primer sofoco,
al borde mismo de la recia roca.
¡Pobre! a la postre de tanta alharaca
como soltabas en la rebotica
héte ya cual el huso de una rueca
y has de oír en aquélla la matraca
de los amigos, la que más repica;
tal es el fin de quien en balde peca.
70
Al quitártela Dios llevó la vista
de tus ojos y sólo, aquí, en la senda,
te dejó sin broquel que te defienda
la invalidez. Mi pecho se contrista
al verte a sí perdido en esta pista
en que los corredores van sin rienda,
y habrán de atropellarte, sin que entienda
nadie tu voz. Que yendo a la conquista
del marchito laurel de la victoria
miran la liza sólo. Pesadumbre
es para ti la vida: triste noria.
Mas cuando compasiva muerte alumbre
tu vida, al fin, Dios te dará la gloria
de ver a la que fue tu dulcedumbre.
71
No, tú en el ojo ya no ves la viga
sino en la viga es donde ves el ojo,
y es natural, se te figura antojo
todo eso del pecado y que no obliga.
Pide sólo al Señor te la bendiga,
que el hombre es algo más que vil rebojo
y el progreso nació de aquel despojo
paradisíaco que a vivir obliga.
La viga no es sino naturaleza
y ésta y no otra es madre de la gracia,
el hombre saca fuerza de flaqueza
y en el pecado estriba su eficacia;
en el quinto Evangelio así se reza:
progresamos merced a la des-gracia.
72
Es la hora del rocío, la del alba,
cuando despierta el corazón nos suelda
recuerdos a esperanzas. En su celda
cual ostra humilde su pedreña valva
entreabre al mar del mundo que nos salva
de soledad que el egoísmo yelda;
y sus caprichos a las brisas bielda
que del mar soplan. En la cumbre calva
del promontorio que retarda el orto
las nubes de la noche de su sueño
se desperezan; ya más no soporto
grillos de soledad; me hago dueño
de mí mismo, que si es mi plazo corto
lo ha de estirar lo largo de mi empeño.
74
La reina Muerte, soberana Bruja,
manda al mundo al Amor, su hijo, gancho
que enciende en yermos y poblados rancho
cazando corazones. Los estruja
de sangre y ensartados en su aguja
se los lleva a su madre, que en el ancho
regazo los recoge. Allí, el de Sancho
con el de Don Quijote se apretuja.
Los meje Muerte, y, amasados, hiñe
en una torta, que de verde tiñe,
y se la da al Demonio como pasto.
Ese glotón, su esposo, los engulle
y ahí, en la hornaza de su vientre vasto,
lo que fue Humanidad, boñiga bulle.
75
Tallar quiero mi ensueño a todo brazo
con pico en un granítico berrueco,
y no en bronce, sonoro por lo hueco
vaciarlo; y al morderle luego el trazo
sol, hielo y musgo, sobre el espinazo
del páramo, como él ardiente y seco,
roca viva será que no un muñeco
del arte vil, para la carne lazo.
Y no en pulido mármol, en granito,
entraña de mi tierra, áspero y duro,
que en Gredos se levanta al infinito,
vencedor del pasado y del futuro,
sobre las nubes del presente un hito
de eternidad y de la patria muro.
76
Se pone Sirio tras la chimenea
de la casa de enfrente, pasa un gato
por la cuchilla, se detiene un rato,
sombra espiante, luego el lomo arquea,
y como en negra nube le chispea
resplandor de la vida en el recato
de tus ojos estrellas, fiel retrato
de las celeste. Con ellos otea
de un murciélago el roto y negro velo;
fluye la noche silenciosa; barca
de lumbre pálida la luna el cielo
surca, lenta, cual adormida charca,
y así esta oscura paz turba mi anhelo
que cierra el alma cual si fuese un arca.
77
¡Ruinas del porvenir! ¡de la esperanza!
¡Ay si os cubriera la musgosa piedra
sudario, el manto de la verde hiedra
de la ilusión! Perdida la confianza
de uno en sí mismo, cuanto más se avanza
más el lucero en el confín se arredra
y a vuestra sombra, ruinas, sólo medra
el triste desengaño que me alcanza
aun antes de engañarte; pobre liebre
que de loca carrera con la fiebre
temblando te acogiste al sucio escombro,
de tu sudor al husmo ya la zorra
se regodea, y de tus ojos borra
hasta el postrer fulgor, ¡el del asombro!
78
¡Oh si a estas horas a la dulce sombra
del álamo del río reposara
del verde césped en la blanda alfombra
recostado, cual otro me encontrara!
Allí tu labio lo inefable nombra
para ver cual mi corazón se azara
y lo sereno de mi oír te asombra,
¡qué allí puedo mirarte cara a cara!
Que allí, en la landa, junto al río claro,
y fuera del hogar, Dios no me angustia,
y sin el mundo me recobro al sol.
Este forzoso encierro en que me amparo
es el que pone a mi pobre alma mustia
como en su cocha el miedo al caracol.
4 SONETOS EN HORAS DE INSOMNIO
1
Me voy de aquí, no quiero más oírme;
de mi voz toda voz suéname a eco,
y a falta así de confesor, si peco
se me escapa el poder arrepentirme.
No hallo fuera de mí en que me afirme
nada de humano y me resulto hueco;
si esta cárcel por otra al fin no trueco
en mi vacío acabaré de hundirme.
Oh triste soledad, la del engaño
de creerse en humana compañía
moviéndose entre espejos, ermitaño.
He ido muriendo hasta llegar el día
en que espejo de espejos, soyme estraño
a mí mismo y descubro no vivía.
2
Hecho teatro de mí propia vivo,
haciendo mi papel: rey del desierto;
en torno mío yace todo yerto,
y yo, yerto también, su toque esquivo.
En vez de hacer algo que valga, escribo;
al afirmarlo todo no estoy cierto
de cosa alguna y no descubro puerto
en que dé tierra al corazón altivo.
Me desentraño en lucha con el otro,
el que me creen, del que me creo potro,
y en esta lucha estriba mi comedia;
pasan los años sin traerme cura;
bien veo que es mi vida una locura
que sólo con la muerte se remedia.
3
Dejar un grito, nada más que un grito,
aquel del corazón cuando le quema
metiéndosele el sol, pues no hay sistema
que diga tanto. Dice el infinito
del desengaño, dice como el hito
cayó que nos marcaba la suprema
jornada de ilusión, dice la extrema
resignación a lo que estaba escrito.
¿Definiciones? Sí, buenas palabras,
que aunque presumen ser abracadabras
no nos abren tesoro verdadero;
no se cura la vida con razones,
espacio, tiempo, lógica, sayones
sin compasión de todo cuanto espero.
4
La Tierra un día cruzará el espacio
celeste convertida en cementerio
de civilizaciones; el misterio
triunfará de la vida, pues reacio
fue siempre a la razón. Me pone lacio
el ánimo el pensarlo. ¿Acaso es serio
del mundo así entregarse al loco imperio
de cuya vanidad nunca me sacio?
Cruzará, vanidad de vanidades,
muerta, la soledad de soledades,
sin principio, sin fin y sin objeto;
mas entretanto, corazón, pelea
por esa vanidad; tal vez la idea
logre aplacarte, corazón inquieto.
POLVO DE OTOÑO
1
Alza el viento otoñal sobre la tierra
polvo que antaño palpitó de vida,
y la nube reseca nos convida
-memento- a meditar; pero se cierra
con los ojos la mente, que en la guerra
no hay que pensar en paz, y la partida
siendo a muerte, la muerte el alma olvida
y a luchar por luchar no más se aferra.
Diríase que el corazón del mundo
se paró de latir, y en un momento
bajo el pálido cielo moribundo
nos llama al polvo seco bajo el viento
con silbo de agonía gemebundo
en ocaso de otoño amarillento.
2
Es ocaso de otoño; dulcemente
va el río -una ola sola, llana y lentallevándose la manta amarillenta
de las hojas que el viento del poniente
arranca de los chopos; contra el puente
presa el agua entre piedras se lamenta
y el sol, al enterrarse, la ensangrienta
de luz; el cielo pésame en la frente.
Las horas todas son una sola hora,
hora amarilla y tierna, hora de ocaso,
tinta en sangre que presto se evapora;
abierto al cielo el corazón es vaso
donde la noche su rocío llora
cuando nos abre, al fin, el postrer paso.
3
Postrer paso que vienes de la cuna,
vas cediendo ya al canto que te briza;
el viento del otoño al agua riza
con rizo en que se rompe de la luna
que nace llena -¡espejo de fortuna!-,
el retrato en el agua; se agudiza
el oído al silencio y se enhechiza
el alma, libre de ilusión alguna.
En este atardecer del tardo octubre
terrible paz espesa, irrespirable,
como polvo de plomo el cielo cubre;
el mundo calla para que nos hable
este viento otoñal que nos descubre
las heces del reposo inacabable.
4
Del fondo del reposo que no acaba
brotaste, mi alma llena, a contemplarte
sola y desnuda de universo, aparte
de la vida de muerte que se traba
con el polvo otoñal; se coronaba
de almas el cielo -espejo- al asomarte
y era el espejo celestial del arte
tu creación, de que te hiciste esclava.
Pronto otra vez desnuda, ese testigo
polvo inerte ha de hacérsete, y el poso
de ese polvo será tu último abrigo,
quieto, mudo, intangible y tenebroso,
y a él llevarás lo que nació contigo
y arma fue tu lucha y blanco y coso.
EL GUS ANO Y LA MARIPOS A
1
Gusano oscuro, tu capullo teje,
que el arte devanándolo en su rueda
hará que, muerto tú, vista su seda
la humana vanidad; cuando te aqueje
deseo de volar, tu ánimo ceje
de tales esperanzas; no te queda
sino el consuelo de que el hombre pueda
de tu obra aprovecharse. Que se aleje
pide de ti ese tu meditabundo
anhelo de llegar a mariposa,
pues dicen que ese ensueño es infecundo
y el amor de los cielos vana cosa;
si quieres dejar algo en este mundo
tienes que hacer de él tu eterna fosa.
2
Pero si quieres revivir en gloria
renuncia a dar al arte aquí tu escote,
rompe tu obra -no eres sino un brote
de algo más noble-, déjala, es escoria
de la forja de tu alma; triste noria
la del progreso, de la vida azote;
forzoso te es, al escoger tu lote,
vivir la eternidad o bien la historia.
Teje, gusano oscuro, tu mortaja,
teje ese nido de inmortal anhelo,
y allí, en su cárcel, sin temor te faja;
prepárate, a rastras, para el vuelo;
quiébrala un día como seca paja
y vuela libre a amar vera del cielo.
3
Y sin ti, mariposa, ¿cómo habría
industriosos gusanos de la empresa
de hacernos llevadero de esta huesa
el encierro? ¿Del mundo que sería
sin ensueño del otro? Moriría
la humanidad de su vacío presa;
eres más madre tú, madre Teresa,
que cien mil tejedoras. Tu porfía
sólo, alma, debe ser el conquistarte
que es conquistar a Dios, que siempre dura,
pues si dejando el todo, tras la parte
corres, habrá de ser tu sepultura
busca la eterna luz, que la del arte
con ella cobrarás de añadidura.
108
En la caverna de la vida oscura
me hiere gota a gota la sustancia
que me hace hueso al alma y es ganancia
del peso de pensar que me tortura.
Clepsidra es de la fe que me depura;
me cuenta eternidad a la distancia,
y en el íntimo vaso se me escancia
licor del sueño que soñando dura.
Crezco, hueso desnudo, estalagmita,
con el goteo de mi otra posa
en su busca, celeste estalactita;
y con mi ángel, de la nebulosa,
al juntarme columna, resucita
sin fin linaje que hace de Dios cosa.
109
S obre la yerba verde que tapiza
la roca, vuelta barro, de mi raza;
recostada mi carne, se solaza
y sobre mar que los ensueños briza.
El sol sobre el océano se desliza
donde deja caer -celeste tazaluz que en las olas su deporte traza
y en sus espumas cándidas se riza.
Vienen las olas y se van; pereza
me embute su vaivén y el cuerpo goza
ritmo en quietud que en el ensueño empieza
sin acabar, como cuando era moza
mi carne, y se me borra la cerveza
de que, carnaza, con la tierra roza.
110
Hoy vengo de la Mar, que me ha cantado
junto del corazón canto de olvido,
hoy vengo de la mar que me ha sabido
borrar del pecho el nacional cuidado.
El sol en el Jaizquíbel se ha acostado,
y su luz de mi frente se ha caído,
¡y que nunca el porvenir querido
al resplandor funesto del pasado!
Olas de España, un día más la muerte
ha devorado, un día más la vida,
¿cuándo, mi hogar, he de volver a verte?
¡cuándo en el seno que a soñar convida
me firmarás, Señor, la última suerte
con el dedo a que debo mi partida?
“REDENCION”
(Dos sonetos de Antero de Quental, “traducidos
a la letra y no en verso.”)
1
Voces del mar, de los árboles, del viento
cuando a veces en sueño doloroso
me cuna vuestro canto poderoso
juzgo igual al mío vuestro tormento.
Verbo crepuscular e íntimo aliento
de las cosas mudas, salmo misterioso,
¿no serás tú, quejumbre y vaporosa,
el suspiro del mundo y su lamento?
Un espíritu habita la inmensidad;
un ansia cruel de libertad
agita y mueve las formas fugitivas;
y yo comprendo vuestra lengua extraña,
voces del mar, de la selva, de la montaña,
almas hermanas de la mía, almas cautivas.
2
¡No lloréis , vientos, árboles y mares,
coro antiguo de voces rumorosas,
de voces primitivas , dolorosas,
como un llanto de larvas tumulares!
................................................................
Rompiendo un día surgiréis radiosas
de ese sueño y esas ansias afrentosas
que expresan vuestras quejas singulares.
Almas en el limbo aún de la existencia,
despertaréis un día en la conciencia,
y cerniéndoos, ya puro pensamiento,
veréis las formas, hijas de la ilusión,
caer deshechas como un sueño vano
y acabará por fin vuestro tormento!
(Este soneto, está incompleto, ya que el verso
quinto falta en la traducción.)
“CANCIONERO”
79
EL S AUC E LLORON
FABULA
Ríese alegre el río al pie del sauce
y el sauce ríe de que engaña al hombre;
le hace creer que llora y en el cauce
del río deja lágrimas de nombre.
Se ríe el sauce cuando pliega manso
al dulce espejo verde cabellera,
contemplando su risa en el remanso
del agua de riente primavera.
Y el cielo ríe y ni siquiera llora
cuando su lluvia mima a sauce y río;
es la clepsidra que les da la hora
de hacer que lloran por fingir desvío.
No hay moraleja; que el humor reviste
desnudez para echárselas de triste.
(Este soneto tiene la medida de composición,
al uso entre los ingleses, para sus llamados sonetos,
en especial Shakespeare.)
231
Veníase la noche, la campiña
se puso pina, negra y recortada;
tras el filo del próximo horizonte
-bambalina- moría la distancia;
con la luz que le da cuerpo de tomo
en la luz moribunda se espejaba
vacío inmenso y la tristeza enorme
que cielo, tierra y alma rezumaban.
Quebrando solo la cuchilla un árbol
parecía sondar en la hondanada
del más allá donde la luz moría,
y era un árbol en cruz que escudriñaba
misteriosos allendes de otro mundo
y como árbol al fin se los guardaba...
y todo en aquella hora de agonía
era un sueño a la sombra de la nada.
1.268
PADRE, HIJO Y ES PIRITU S ANTO
Dulce azul de la luz del alma cielo,
bizma en el corazón para las rudas
negruras de la tierra; limpio velo,
que tapas y tapándolas ayudas
a las estrellas a verternos celo
del infinito; arrédrense las dudas,
abre la fe sus alas al consuelo
de alzarse hasta las cumbres más desnudas.
Todo es luz, azulez, dulzor... es gozo
que transcurriendo por secreto caño
va de la fuente a posentarse al pozo;
es para el alma perfumado baño
donde recibe el íntimo alborozo
zozobra y dicha de entrañable engaño.
LA ES TRELLA POLAR
Luciérnaga celeste, humilde estrella,
de navegantes guía; la boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella
del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor, gran maravilla
que, broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.
Era el girar del Universo quicio
basado en nuestra Tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.
Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio,
y diste así con su esperanza al traste.
LA S IMA
La hondura de la sima, no su anchura,
nos da que estremecer en el sendero
al ir a dar el salto derechero
con las muletas ¡Dios! de la fe pura;
el salto que nos lleva en derechura
del todo de la nada pasajero
a la nada del todo duradero
sin estrellas que el hagan de envoltura.
Tinieblas en la luz donde hay luz sola,
mar sin fondo, sin haz y sin ribera,
sin brisa de aire que levante en ola
la vida, nuestra vida verdadera;
la vida, esta esperanza que se inmola,
y vive así, inmolándose, en espera.
LA PALABRA
Mas sí, que hay, sí, al aire Soplo vivo,
entraña radical donde la Idea,
alma del Todo en que éste se recrea
da de íntimo sosiego al cabo estribo.
De la insondable eternidad archivo,
“Hágase” fiel que haciendo que así sea
cual dicho está, nos hace que se vea
el hecho sustancial con su motivo.
De la luz tenebrosa flor sonora,
del mar del infinito faro y abra,
sin principio y sin fin por siempre aurora,
que trama el Universo y que lo labra,
Copérnico, es el habla creadora
prenda de paz final, es la Palabra.
1.742
AL CUMPLIR MIS 72 AÑOS
Un ángel, mensajero de la vida,
escoltó mi carrera torturada,
y desde el seno mismo de mi nada
me hiló el hilillo de una fe escondida.
Volvióse a su morada recogida,
y aquí, al dejarme en mi niñez pasada,
para dormirme canta la tonada
que de mi cuna viene suspendida.
Me lleva, sueño, al soñador divino;
me lleva, voz, al siempre eterno coro;
me lleva, muerte, al último destino;
me lleva, ochavo, al celestial tesoro;
y, ángel de luz de amor en mi camino,
de mi deuda natal lleva el aforo.
1.748
Unciendo a pesar nombre a figuras
para re vivir mi niñez hundida,
que, creador, al despuntar la vida
poblé mi mundo con mis criaturas;
sacarle así las entrañas puras
desde la nada que fue la partida,
en el principio en que el alma se olvida
sacar a Dios de sus propias honduras.
Nubes rosadas de mi alba primera,
mis pobres sueños surgen de sus mitos
siguen del río la verde ribera
hacia sus divinos fines infinitos
bajo la celeste mágica esfera
con sus para siempre nombres prescritos.
1.750
Momento, movimiento, monumento...
el instante hace siglos de reposo;
inmensidad el punto; deja poso
la casi nada, de infinito asiento.
La bóveda mentida, el firmamento,
mira con muda sorna al presuroso
hombre mortal que hace del mundo coso
y corre sin guardar aire de aliento.
Una vida vi vida es contrapunto,
es camino que para en la posada,
y ésta en camino y fuera todo junto
si por dentro disperso y todo nada.
Ni el arranque ni el cabo es nuestro asunto;
envés, revés con partida y llegada.
1.753
Cuan me pesa esta bóveda estrellada
de la noche del mundo, calabozo
del alma en pena que no puede el gozo
de su todo gozar, prendida en nada.
Ay, pobre mi alma eterna encadenada
de la ilusión del ser con el embozo
de la verdad de veras en el pozo
en que está para siempre confinada.
Qué chico se me viene el universo,
¿y qué habrá más allá del infinito,
de esa bóveda hostil en el reverso,
por donde nace y donde muere el mito?
Deje al menos en este pobre verso
de nuestro eterno anhelo el postrer hito.
1.754
Dos sonetos cantándome en francés:
Quan vous serez bien vieille claro y corriente,
Je suis le tenebreux hosco y ardiente,
llevan mi fantasía por sus pies.
Ronsard muéstrase entero en el envés
de su canto rendido y renaciente;
Nerval -¡cuerda fatal!- está pendiente
de su “torre abolida” en el revés.
Y yo en mi hogar, hoy cárcel desdichosa,
sueño en mis días de la libre Francia,
en la suerte de España desastrosa,
y en la guerra civil que ya en mi infancia
libró a mi seso de la dura losa
del arca santa de la podre rancia.
1.755
¿Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin la eternidad se adueña.
Vivir el día de hoy bajo al enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
es acaso vivir? ¿Y esto qué enseña?
¿S oñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿a qué poner en ello tanto empeño
aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?
DULC E S ILENCIOS O PENS AMIENTO
En el fondo, las risas de mis hijos;
yo sentado al amor de la camilla;
Heródoto me ofreció rica cilla
del eterno saber y, entre acertijos
de la Pitia venal, cuentos prolijos,
realce de la eterna maravilla
de nuestro sino. Frente a mí, en su silla,
ella cose, y teniendo un rato fijos
mis ojos de sus ojos en la gloria,
digiero los secretos de la historia,
y en la paz santa que mi casa cierra,
al tranquilo compás de un quieto aliento,
ara en mí, como un manso buey la tierra,
el dulce silencioso pensamiento.
FIN DE UNAMUNO.
URBANO, RAFAEL D E
España. S iglo XX
Poeta.
A JOS E LUIS DE ARRES E
Crisol de una fecunda fantasía,
llenó de realidades los confines
cuando de Es paña sus ingentes fines
en niebla de temores se envolvía.
Y rasgando con fe la espesa umbría,
por su voz resurgieron paladines
que encendieron de estrellas los clarines
cuando del oro el son sólo se oía.
De estilo eterno coaguló conciencias,
y clásico el impulso vigoroso
con ritmo de ascensión para la hazaña.
Todo exacto, calientes las esencias,
y otra vez con imperio luminoso
el caminar auténtico de España.
URBANO CARRERE, RAMON ANTONIO
Málaga. 1.865 – 1.914
Poeta y escritor. Procurador, Académico de la
Historia y Caballero de la Orden de Alfonso XII
LAS S ALIN AS
Escuda el mar sus sales blanquecinas
en las playas que páramo le ofrecen,
y en nevados montones resplandecen
ofendiendo su albura a las retinas.
Las porciones de sal, breves colinas,
que las auras del piélago humedecen,
las tiendas de un ejército parecen,
que abrió sus campamento en las salinas.
Del mar cruzaba la inmediata senda
y abandonando a mi alazán la rienda
dejé que a sus antojos cabalgara;
y del sol a los vívidos reflejos
vi en aquellos montones, desde lejos,
pirámides de mármol de Carrara.
URBINA, LUIS GONZAGA
México. 1.864 - Madrid. 1,934
Uno de los últimos románticos de la poesía
de su país. De familia humilde llegó a ser
director de la Biblioteca Nacional y Ministro
en España de su nación. Periodista y crítico
literario.
DE REMBRANDT
A la novia de un poeta.
1
-... Sí, pobre amiga, prefirió el oscuro
rincón de su taberna, del que un día,
ebrio a la vez de vino y poesía,
se alzó tambaleante e inseguro:
hincó la mano trémula en el muro,
sacudió la cabeza hosca y bravía,
y pasó por sus ojos todavía
la luz de un verso misterioso y puro.
Fue un soñador neurótico y divino
que alumbró el matorral de su locura
con la lámpara de iris de Aladino,
y prefirió a tu amor y a tu hermosura,
la embriaguez luminosa de su vino,
su viejo vaso y su taberna oscura.
2
Tú muchas veces le llamaste. En vano
apareció en su noche tu belleza,
y se inclinó tu pálida cabeza
hasta besar el dorso de su mano.
Tu frenesí le pareció liviano,
tu desnudez olímpica, impureza;
y se volvió a mirar a la Tristeza
y a sonreír al ideal lejano.
Se puso en pie para morir, y quiso
como inviolada nieve de la altura
mostrar su sueño, blanco e impreciso;
y prefirió al amor y a la ternura
su artificial y ardiente paraíso,
su viejo vaso y su taberna oscura.
LUBRICA NOX
Miré, airado, tus ojos, cual mira agua un sediento
mordí tus labios como muerde un reptil la flor;
posé mi boca inquieta, como un pájaro hambriento
de tus desnudas formas ya trémulas de amor.
Cruel fue mi caricia como un remordimiento;
como un placer amargo, con mezcla de dolor,
se deshacía en ansias de muerte y de tormento,
en frenesí morboso de angustia y de furor.
Faunesa, tus espasmos fueron una agonía.
¡Qué hermosa estabas ebria de deseo, y que mía
fue tu carne de mármol luminoso y sensual!
Después, sobre mi pecho, tranquila te dormiste
como una dulce niña, graciosamente triste,
que sueña ¡sobre el tibio regazo maternal!
NUES TRAS VID AS SON LOS RIOS
Yo tenía una sola ilusión; era un manso
pensamiento: el del río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.
Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta, necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja, cantar.
Y tenía una sola ilusión, tan serena,
que curaba mis males y alegraba mis penas
con el claro reflejo de una lumbre de hogar.
Y la vida me dijo: Alma, ve turbia y sola,
sin un lirio en la margen ni una estrella en la zola
a correr las llanuras y a perderte en el mar.
EL DIA S ILENCIOS O
El mar, pulido y claro, parece una turquesa:
añil en la distancia, cristal junto a la orilla.
El sol, que suavemente los horizontes besa,
como un vaho de oro sobre las aguas brilla.
A impulso de los remos la barca va traviesa;
con un lampo de plata la superficie astilla;
y luce, al pie del monte, que un verde seco espesa,
la playa que se tiende radiante y amarilla.
Un alcatraz que llega con desmayado vuelo,
en la ola, como un rico tapiz de terciopelo,
la punta de las alas extiende y abre en cruz.
Ni un ruido, ni una queja, ni un ansia, ni un anhelo:
la vida, enamorada del ópalo del cielo,
se place en el letargo de una embriaguez de luz.
HUMORIS MOS TRIS TES
¿Qué si me duele? Un poco; te confieso
que me heriste a traición; mas por fortuna
tras el rapto de ira vino una
dulce resignación... Pasó el acceso.
¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Quién piensa en eso?
El amor es un huésped que importuna;
mírame como estoy; ya sin ninguna
tristeza que decirte. Dame un beso.
Así, muy bien; perdóname, fui un loco;
tú me curastes -gracias- y ya puedo
saber lo que imagino y lo que toco.
En la herida que hiciste, pon el dedo.
¿Qué si me duele? Sí; me duele un poco,
mas no mata el dolor... No tengas miedo...
AS OMBRO
Te bendigo, Señor, en la hora buena;
te bendigo, Señor, en la hora aciaga;
te bendigo en el gozo y en la pena;
te bendigo en el beso y en la llaga.
¿Qué sabe el grano mísero de arena,
que en los candiles de la costas vaga,
del misterio del mar? Oye que suena.
Lo ve infinito. Y en su luz se embriaga.
Tú eres el mar. Yo, el átomo, Serena
tu inmensidad, Señor! La muerte amarga
mi vida, que de escorias está llena.
Que en mi dócil espíritu se haga
tu voluntad. Bendeciré mi pena,
querré mi angustia, besaré mi llaga.
FUEGO
Ya que no pudo ser. Ya que el veneno
de la vida, Señor, ha corroído
la pureza del alma, no te pido
con el fervor de entonces: hazme bueno!
Crucé el pantano, y me cubrí de cieno.
De zozobra y maldad estoy vestido
y cerca de la muerte y el olvido
te imploro nada más: hazme sereno.
La tempestad de la pasión, el trueno,
el rayo, el huracán, se han extinguido;
mas de sombra mi espíritu está pleno.
Turbio ya de mi conciencia el seno.
Me acecha el Mal -Luzbel no se ha dormidoy me hostiga el Dolor: ¡hazme sereno!
NOCHE AZUL
Azul, azul, azul como de ensueño;
profundo azul de claridad extraña;
azul en que el espíritu se baña
y se adormece como en un beleño.
Es una sombra azul todo el costeño
paisaje. En luz de luna el mar se estaña;
y tras el hondo azul de la montaña
el horizonte es plácido y sedeño.
La estrella errante, en prodigioso salto,
cruza por el abismo de cobalto
que resplandece... Y abre el alma mía,
absorta en el misterio de lo alto,
trémula de pasión y sobresalto,
la flor azul de la melancolía.
PRIMER INTERMEDIO ROMÁNTICO
Es diáfano el crepúsculo. Parece
de joyante cristal. Abre en el cielo
su ágata luminosa; y es un velo
en que el azul del lago desfallece.
En ámbares cloróticos decrece
la luz del sol; y ya en el terciopelo
de la penumbra, como flor de hielo,
una pálida estrella se estremece.
Mientras las aves lentamente giran,
la sombra avanza que los oros merma,
y entre la cual las púrpuras espiran.
Yo dejo que mi espíritu se aduerma,
y me pongo a soñar en que me miran
tus ojos tristes de esmeralda enferma.
EL BAÑO DEL C ENTENARIO
Chasquea el agua y salta el cristal hecho astillas,
y él se hunde; y sólo flotan, del potro encabritado
la escultural cabeza de crines amarillas
y el torso del jinete, moreno y musculado.
Remuévense las ondas mordiendo las orillas,
con estremecimiento convulso y agitado,
y el animal y el hombre comienzan un airado
combate, en actitudes heroicas y sencillas.
Una risueña ninfa de carne roja y dura,
cabello lacio y rostro primitivo, se baña;
las aguas, como un cíngulo, le ciñen la cintura;
y ella va sin pudores... y le palpita el seno
con el afán de darse, voluptuosa y huraña,
a las rudas caricias del Centauro moreno.
NOCHE CLARA
Blanco de ensueño; blanco de los polares días,
blanco que fosforece, que las linfas estaña;
blanco en que se deshace la sombra de una extraña
niebla azul y profunda que borra lejanías.
La ondulación es lenta, rayada con estrías
de luz –maravillosa e inmensa telaraña,
cuyo tejido frágil se rompe cuando baña
el remo, la corriente de mudas ondas frías.
Entonces -¡qué prodigio!- ya el remo que se mueve
sobre el lago salpica gotas de plata y nieve,
que marcan de los botes los caprichosos giros,
hasta que al fin, se pierden con su movible estela,
en la remota bruma, -la azul y blanca tela
que es polvo de diamantes en humo de zafiros.MAÑAN A DE S OL
Palpitan, como alas de pájaros en fuga,
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.
De la dorada costa la placidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rostro, parece que me enjuga
las lágrimas pueriles el beso maternal.
Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y mancha el inviolado zafir de la extensión.
Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen, a lo lejos, dos voces femeninas,
quien sabe que ternura que moja el corazón...
TRIPTICO CREPUS CULAR
El cielo y yo quedamos frente a frente.
Y eran como tropel de informes canes
persiguiendo una fuga de titanes,
las nubes milagrosas del Poniente.
En el fondo de púrpura can dente,
loas forzados y altivos ademanes
erguíanse en coléricos afanes
y vaguedad de sueño... De repente
se iluminó de sol el friso oscuro,
y el oro interno, sideral y puro,
rompió en deslumbramientos de escarlata,
resplandeció con palidez de luna,
y lentamente se deshizo en una
apacible visión de ópalo y plata.
EN EL LAGO
Las aguas, con azul fosforescencia,
reflejan el crepúsculo divino
más tenue, más sutil, más cristalino
bajo la luminosa transparencia.
Las ondas, en su gárrula impaciencia,
se desgranan en polvo diamantino,
y en un rosa de nácar, dulce y fino,
diluyen, de los rojos, la violencia.
Los matices celestes, áureos domos,
torres de llama, encajes policromos,
submarinos alcázares fabrican;
y el lago, en la fusión de los colores,
es un muaré joyante, que salpican
de pétalos de luz, ardientes flores.
EN EL ALMA
...Y todo vi ve en mí... pero ¡quién sabe!
Entre la sombra, la conciencia mía
canta, con ideal melancolía,
no sé que sueño misterioso y grave.
Por una estela de oro va la nave
rumbo hacia el horizonte en agonía,
y a lo lejos, nostálgica del día,
en el postrer fulgor se baña un ave.
Yo pongo en la remota lontananza
una piadosa y mística esperanza
como una ofrenda a mis delirios vagos,
y junto mis humanos desconsuelos
al dolor infinito de los cielos
y a la inmortal tristeza de los lagos.
LA AGONIA BLANCA
Blanca como esta noche no he visto cosa laguna:
ni el mármol, ni la nieve, ni el armiño. Semeja
el cielo, un gran abismo de plata, que refleja
su luz, en otro abismo de cristal: la laguna.
S ólo, de tarde, en tarde, pasa, pequeña y bruna,
la góndola, que efímero surco ondulante deja;
y cuando, hacia las brumas rutilantes, se aleja,
todo es latir de astros; todo, fulgor de luna.
¿Dónde están los colores? En uno se han fundido.
El negro huyó a esconderse. el azul de ha dormido.
El blanco, puro y virgen, sus imperios rescata.
Y en el silencio vasto, sideral y profundo,
parece que esta noche se va a morir el mundo
con una inmensa muerte de cristal y de plata.
A THAIS
Beso tus ojos tristes como suele
sus reliquias besar, en tanto reza,
una anciana piadosa. Y tu cabeza
que a perfumadas liviandades huele,
beso, porque mi beso te consuele,
mi beso que es unción y que es tristeza,
mi beso que está limpio de impureza,
mi beso que no macha y que no duele.
Yo bien sé que es romántica locura
besarte así, con beso que no alcanza
a encender la pasión sensual e impura;
mas gusto de juntar, en suave alianza,
mi aspiración de amor y de ternura
a tu ideal de ensueño y de esperanza.
ANTÍFONA
En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.
Ríe en mi tedio –sepulcral guaridacomo un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.
Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;
enciende la razón en mi locura,
tengo hambre y sed de bien... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura....
¡AVE C ES AR!
Herido voy, herido; no me alienta
la muchedumbre que en le circo clama,
y entona canto a la verde rama
que allí en la sien del vencedor se ostenta.
La misma multitud es la que afrenta
al que en la lucha desigual se inflama,
y al fin sucumbe, sin honor ni fama,
la espada rota y la cerviz sangrienta.
Yo entré a la lid intrépido y gozoso.
“Los muertos te saludan”, dije al mundo.
Miré a las fieras; me sentí coloso:
luché; me hirió la duda en lo profundo,
y entre el polvo del carro victorioso,
ya ruedo por la arena, moribundo.
HECHIC ERA
No sentí cuando entraste; estaba oscuro,
en la penumbra de un ocaso lento,
el parque antiguo de mi pensamiento
que ciñe la tristeza, cual un muro.
Te vi llegar a mí como un conjuro,
como el prodigio de un encantamiento,
como la dulce aparición de un cuento:
blanca de nieve y blonda de oro puro.
Un hálito de abril sopló en mi otoño;
en cada fronda reventó un retoño;
en cada viejo nido, hubo canciones;
y entre las sombras del jardín –errantes
luciérnagas- brillaron como antes
de mi postrer dolor, las ilusiones.
URBINO, VICTOR (REVERENDO)
Cuba. Siglo XX.
Reside en Miami. Poeta y Religioso.
Hallado en Internet.
EN LA TRIBULACION
Como se aferra el náufrago al madero,
destruida su barca, en gran apuro.
Sintiendo de la oleada el golpe duro,
así mi Cristo, asirme a ti yo quiero.
Cada promesa tuya es un lucero
para orientarme sobre el mar oscuro,
de este mundo de pruebas, y al seguro
puerto de fe dar luz en el sendero.
Buen faro son tus justos mandamientos;
pasarán cielo y tierra, cual los vientos,
mas tu palabra, ¡oh fiel!, no ha de pasar.
Todo es posible para ti, Dios mío;
Tú eres bueno y veraz, y yo confío
en que al que te ama no le has de faltar.
URIBARRI, FELIPE
España. S iglo XX.
Poeta hallado en Internet.
NO S E DECIRTE MAS
Gloria tiene que haber mientras aspires
al bien eterno que alcanzar esperas;
en el mundo habrá amor mientras tú quieras
y en el cielo habrá luz mientras tú mires.
Las puras auras mientras tú suspires
y habrá virtud hasta que tú te mueras,
besarán a las flores hechiceras,
y habrá belleza mientras tú no expires.
Que por ti que eres causa del anhelo,
que siente por la Gloria el alma mía;
tiene mi pecho amor, dicha y consuelo,
la noche estrellas… claridad el día,
y si no hubiera por desgracia un cielo
cuando murieras tú se formaría.
URIBE, BAS ILIO
Argentina. Siglo XX
Poeta hallado en Internet.
SONETOS
I
¿Y quién como un gran pájaro que hablara
sintió la voz del ángel? Consternado,
los cielos dormirían en su cara,
y en su sueño crearía lo callado.
y ya de los sin tiempos, si mirara
la vieja soledad, desconcertado,
tendería la fresca mano clara
al aire de las formas sin pasado.
Él, único sin prisa ni reposo,
hermano de sus manos, arquitecto,
llamaría los ecos como esposo.
Él vería la vida del insecto,
sus pequeños cuidados, amoroso,
vuelto fruta, corona, pan electo.
II
EL RECELO DE JOS E
Entonces vino aquél, el ignorado,
ceniza su color en primavera,
a clavar el dolor en su costado.
Las brisas ordenaban la bandera.
Y su voz agrisaba lo cantado,
amarga de dolor. Y duradera
alzaba los sabores sin pasado,
los tronos de la sangre sin espera.
Y luego le fue difícil el vivir
porque l aire crujía como hielo
y las venas hinchaban su latir.
Y hervían en tumulto su recelo
las torres de su sangre. Su gemir
rogó, y brotó en la luz del nuevo cielo.
III
Es el tiempo que vuelve desolado,
el tiempo, amor, el tiempo frío, mira:
retorna con su ramo desgarrado,
enorme, destejido de mentira.
Él nos lleva, nos hunde sin cuidado,
penetra en lo profundo que retira
otra vez, amor, y otra, retornado,
volviendo con cenizas de su espira.
Dios mío, amor, quién es el que retorna,
mi amarga piel, tu párpado sumido
al árido relámpago de sorna.
El negro tiempo en venas convertido
renace, amor; yo soy aquel que adorna
su sombra de rodillas, sumergido.
III
Estoy aquí, aquí, sin piel, perdido,
tantas veces caído, levantado,
sin paz, sin luz, sin lengua, sin olvido,
moviendo mi cansancio sin pasado.
Estoy aquí, aquí, manando herido
por viejas venas secas, descuidado,
naciendo de lo muerto transcurrido,
habándome con ecos, desolado.
Estoy aquí, caído sin mirada,
tronchándome mis brazos, sin alianza,
quebrantándome en la sombra quebrantada.
Y aún aquí retorna mi mudanza,
aún es mi desdicha, mi morada,
y en ella me supera la esperanza.
URIBE, JUAN
España. S iglo XX.
Poeta hallado en Internet.
DES DE NUEVA YORK
No es lo mismo si duda el estrecharte
que echarte tres; pues cambia de sentido.
Que estrecharte en los brazos, conmovido,
o tres piropos, por ejemplo, echarte.
Y esto vine en el caso a demostrarte
que al revés todo cambia, o ha podido,
y aquello que la derecho te ha placido,
al revés bien pudiera incomodarte.
Y por eso al revés darte no quiero
lo que puedo al derecho complacerte;
porque si he de estrecharte placentero,
y quiero echarte tres, pudiera serte
desagradable; mas si así no es,
voy a estrecharte para echarte tres.
URIBE WHITE, ENRIQUE
Tulúa. Colombia. 1.895 – 1.985
Poeta hallado en Internet.
A MONS EÑOR CAS TRO S ILVA
En oro, sable y gules toma el antifonario,
miniada por la mano monjil del cinquecento,
la estampa de un prelado que a paso noble y lento
las vísperas musita, por alto columnario.
El Ángelus, en sombras el claustro solitario,
pasa el rector. Medita: su propio pensamiento
cincela sobre el bronce del tácito momento
perfil de una medalla, su rostro de templario.
Por las heladas cumbres del raciocinio ora,
en la cálida sima de la gnosis labora
transido por la angustia divina de la idea.
Su espíritu alquitara la miel de la cultura
pero sus labios pliega la trémula amargura
del que escribió en le polvo de la ciudad hebrea.
URIOS TE, MARCELO
Bolivia. Siglo XX
Poeta hallado en Internet.
SONETO
Recuerdo el día aquel, cristal brumoso
en le que fui a cazar por tu ribera;
entonces el fulgor, la primavera:
la aparición del tacto melodioso.
Mi vida se ha fundado en ese gozo
mi vida de romántica madera.
Sin ti, reír es nube pasajera;
sin ti, soñar es páramo dudoso.
Recuerdo bien, cuando te vi surgir
crisálida de intentos valerosos,
tatuando con diamantes mi sentir.
No morirás jamás, cristal lluvioso
pues cuando sienta el último latir
aún arderá tu arpegio luminoso.
SONETO
Los pasos del reloj están contados;
la muerte se reclina en el umbral.
Yo... soy el timonel enamorado
que accede a tu sonrisa inmaterial.
La fiebre de morir muere de lado
con ganas de ceñirte hasta el final.
En...medio del dolor hay un poblado
que acecha tu textura matinal.
Los húmedos fantasmas de mi alcoba
añoran una fértil religión.
Sus cánticos de rústicas caobas
tallados por el sabio S alomón,
desvelan al monarca de la trova
y vierten su destino en mi canción.
URN IETA Y AGUIRRE, LORENZO DE
España. S iglo XVII
Poeta.
A LOS ENVIDIOSOS DEL DOCTOR
JUAN PÉREZ MONTALBÁN
No se permite al ignorar violento
de la vista más tierna de envidiosa
caudal ilustremente ingeniosa,
si calza todo un monte por cimiento.
Tan alto avala el culto entendimiento
del esplendor la llama generosa,
que aun la ceniza que desata ociosa
en cuidado le pone al firmamento.
Ya Montalbán seguro, ya dichoso
pluma será de tu inmortal historia,
cincel de las edades ambicioso.
Que al ingenio emulado, que en su gloria
compararse dejó dificultoso,
sólo es vida sin riesgo la memoria.
AL MIS MO TEMA
Niegue culto licor la docta fuente
en últimos suspiros retirado,
lágrimas de cristal desaliñado,
pródiga desperdicie torpemente.
Llore sin ley, sin esplendor lamente
el coro de las Musas destemplado.
Que su Aurora, su adorno, su cuidado
los párpados levanta en otro Oriente.
La parte superior esclarecida
le defraudó la industria del destino,
para no deslumbrarse de la herida.
Que con la luz, que el cielo le previno
nunca se desatara de la vida,
ni novedad le hiciera lo divino.
URUEÑA GONZALEZ, C ARLOS
Villagarcía de Campos. Valladolid. Siglo XX.
Poeta. Reside en Palencia.
AL BORDE D E LA LUZ
No pongas a la lágrima una rosa
ni al dolor un pañuelo de esperanza,
si esa flor fue palabra de venganza
y tu hablar una espina dolorosa.
Antes que eches tu rúbrica amorosa
o intentes ser correo de alabanza,
no calves en su ánimo una lanza
ni acalles una frase generosa.
Llevas vidas y ensueños en tu idea,
en tu mundo escondido diamantea
una ansiedad que en claridad se labra.
Si al hablar has sembrado un agonía
y ahora quieres volverla a la alegría,
la sombra no será nunca palabra.
TU Y EL MAR
Como el mar, es el tuyo que resuena
en el día más bello que amanece,
tu sonrisa es como ola que parece
una flor musical sobre la arena.
Con el dorado sol de tu melena
la espuma del dolor desaparece,
por tus ojos, mujer, el cielo crece,
por la orilla del mar se va la pena.
¿Es el mar, o es la mar que se adivina?
Es la mar como el alma femenina
un caudal de poéticos ensueños...
Y hoy llego hasta tu mar, yo soy el río,
lléname la ansiedad de este vacío
con el agua impalpable de tus sueños.
A LA LUZ D EL CARMELO
Radiantes, traspasando un alto anhelo
son tus pies la reliquia de los mares,
leves pies transformados en altares
para el alma, viajera del desvelo.
Navegando, buscando siempre el cielo
entre luchas de gozos y pesares
voy soñando, sin paz, con los hogares
donde nacen las rosas del Carmelo.
Por el mar de mi vida yo te siento.
¡Oh mi Virgen del Carmen!, tan cercana
que tu voz es el pan de mi alimento.
Mi barco cruzará esta roca humana,
y otra vez, con tu voz, mi pensamiento
será barco en la paz de otra mañana.
SONETO
Tus brazos amorosos son la aurora
de ese mundo de nieblas y dolores,
llanto, tu soledad, de pecadores,
a tu silencio, plegaria redentora.
Desmayada en tu luz, el alma implora
la gama de tus vivos resplandores
y el corazón persigue tus amores
quemándose en tu llanto, cuando llora.
No tienes a Jesús. S ola quedaste;
en tus manos el lirio del sudario
rociado de sangre en la Pasión.
Por el santo dolor que derramaste
en la dura jornada del Calvario...
¡Irradia en nuestras almas tu perdón!
URQUINAONA
Cuba Siglo XVIII – 1835
Poeta hallado en Internet.
A MIRALLA
Con su brazo feroz el tiempo airado
las columnas de mármol desquiciaba
en que los grandes nombres encontraba
de Iglesias, de Meléndez y de Hurtado.
“Nada hay mientras existas despiadado”,
La amistad con sollozos exclamaba:
y fina de la losa se abrazaba
do el nombre de un amigo está grabado.
“Perdona, ¡oh tiempo, muévante mis males!
No borres ese nombre, proseguía,
deja ese honor siquiera a los mortales.”
Y por primera vez su diestra impía
apartó el tiempo de destrozos tales,
e indeleble, Miralla, revivía.
URQUIZA, CONCHA
Morelia (México) 1.910 - Baja California 1.945
Muerta trágicamente en aguas del mar,
cerca de Ensenada. Estudio Derecho,
Filosofía y Literatura.
JOB
El fue quien vino en soledad callada,
y moviendo sus huestes al acecho
puso lazo a mis pies, fuego a mi techo
y cerco a mi ciudad amurallada.
Como lluvia en el monte desatada
sus saetas bajaron a mi pecho;
El mató los amores en mi lecho
y cubrió de tinieblas mi morada.
Trocó la blanda risa en triste duelo,
convirtió los deleites en despojos,
ensordeció mi voz, ligó mi vuelo,
hirió la tierra, la ciñó de abrojos
y no dejó encendida bajo el cielo
más que la oscura lumbre de sus ojos.
RUTH
La quieta soledad, el lecho oscuro
de inmortales tinieblas coronado,
el silencio en la noche derramado,
y el cerco de la paz, ardiente y puro.
Ruth detiene el aliento mal seguro,
descubre el rostro de dolor turbado,
y por largos anhelos agitado
con dura mano oprime el seno duro.
Duerme Booz en tanto; su sentido,
en misterioso sueño sumergido,
la presencia tenaz de Ruth ignora.
Mas su despierto corazón medita...
y la noche fugaz se precipita
hacia los claros lechos de la aurora.
NOX
1
Un soñar con el pálido ramaje
y las llanuras donde cuaja el trigo,
un aspirar a soledad contigo
por los húmidos valles y el boscaje;
un buscar la región honda y salvaje,
un desear poseerte sin testigo,
un abrazado afán de estar conmigo
viendo tu faz en interior paisaje;
tal fue mi juventud más verdadera;
en el clima ideal de tu dulzura
maduró mi divina primavera,
y tuve mi esperanza tan segura,
como que en la hermosura pasajera
se entregaba, intacta, Tú hermosura.
2
¿Cómo perdí en estériles acasos,
aquella imagen cálida y madura
que me dio de sí misma la natura
implicada en Tu voz y Tus abrazos?
Ni siquiera el susurro de Tus pasos,
ya nada dentro el corazón perdura;
te has tornado un “tal vez” en mi negrura
y vaciado del ser entre mis brazos.
Universo sin puntos cardinales.
Negro viento del Génesis suplanta
aquel rubio ondear de los trigales.
Y un vértigo de sombra se levanta
allí donde Tus ángeles raudales
tal vez posaron la serena planta.
DELEITOS O CANTO DES CEÑIDO
Fuísteme ya, como granero henchido,
larga promesa y posesión segura,
y reposé al sabor de tu dulzura
como el ave rapaz que prueba el nido.
Cabe rumor de mar embravecido
la playa supe silenciosa y pura,
y en el estío rojo, prematura
tuvo sazón la savia del olvido.
A sol y brisa y viento he concebido
el rayo creador de tu hermosura;
nada deseo, Amor, si ya no ha sido
guiño de astros en la noche oscura
o el deleitoso canto desceñido
en que la joven rima se madura.
S ULAMITA
Atraída al olor de tus aromas
y embriagada del vino de tus pechos,
olvidé mi ganado en los barbechos
y perdí mi canción entre las pomas.
Como buscan volando las palomas
las azules corrientes en sus lechos,
por el monte de cíngulos estrechos
buscaré los parajes donde asomas.
Ya por toda la tierra iré perdida
dejando la canción abandonada,
sin guarda la manada desvalida,
desque olvidé mi amor y mi morada,
al olor de tus huertos atraída,
del vino de tus pechos embriagada.
DAVID
¡Oh Betsabé, simbólica y vehemente!
Con doble sed mi corazón heriste
cuando la llama de tu cuerpo hiciste
duplicase en la onda transparente.
Cerca el terrado y el marido ausente,
¿quién a la dicha de tu amor resiste?
No en van fue la imagen que me diste
acicate a los flancos y a la mente.
¡Ay de mí, Betsabé, tu abrazo tierno,
traspasado de luz como las ondas,
ligó mis carnes a dolor eterno!
¡Qué horrenda sangre salpicó mis frondas!
¡En qué negrura y en qué pavor de infierno
se ahogó la luz de tus pupilas blondas!
JEZABEL
Palidez consumada en el deseo,
suma de carne transparente y fina,
ya sellada, en profética rutina,
para el soldado y para el can hebreo.
¡Oh desahuciada fiebre, oh devaneo
que oscila como péndulo en ruinas,
de un viñedo que el sol nimba y fulmina
a cruenta gloria y militar trofeo!
Horror de pause y de silencio, acaso
para no conocer turbias carreras
del corazón, hacia el fatal ocaso,
ni sentir que en sus válvulas arteras
se endulza ya la sangre paso a paso
para halagar las fauces de las fieras.
CUATRO SONETOS EN TORNO
A UN TEMA ERÓTICO
I
Proyecto de mi amor es el paisaje
con su misma sutil improcedencia,
maceración de brumas y de ausencia
y vertiente de áspero abordaje.
Multiplica en erótico miraje
la ciudad mi dolor y tu presencia,
y afluye la obsesión a la conciencia
en fatigado, turbador oleaje.
Cuando aun la piedra exánime te nombra,
en vano retrocede mi suspiro
desatando el camino de tu sombra;
en vano te defiende mi retiro;
roto estás en el polvo que lo alfombra
y en el aire de plomo que respiro.
II
Miente mi corazón cuando te ama,
hecho intérprete fiel de mi sentido,
como el eco en abismo percibido
que el viento, no la voz, forma y derrama.
Este imperioso afán que te reclama
no en el centro del alma fue nutrido;
me ha turbado sin ti, como el sonido,
es ajeno a mi ser, como la llama.
Cuando la sangre al corazón satura
de sólo tu sabor –término medio
en loco silogismo de amargura-,
inaccesible al implacable asedio,
como trozo de plomo en agua oscura
húndese el alma en silencioso tedio.
III
Mi cumbre solitaria y opulenta
declinó hacia tu valle tenebroso,
que oro de espiga ni frescor de pozo
ni pajarera gárrula sustenta.
En tu luz gravitante y malicienta,
quebrado el equilibrio del reposo,
vago sobre tu espíritu medroso
como un jirón de bruma cenicienta.
Libre soy de tornar a mis alcores
de Eros impúber la zampoña toca
ceñido de corderos y pastores,
mas a exilio perpetuo me provoca
la chispa de tus ojos turbadores,
la roja encrespadura de tu boca.
IV
Del ser que alienta y del color que brilla
me separa tu cálida presencia,
clausurando el sentido en la vehemencia
de una noche sin fondo y sin orilla.
En ella mi tortuosa pesadilla
te confiere su trágica opulencia,
y tórnase inmortal como una esencia,
siendo que eres trivial como una arcilla.
Te he engendrado en mi lumbre y mi universo,
en tu forma plural he proyectado
la queja vaga y el afán disperso.
Dudando está el espíritu sitiado
si eres mi sangre disculpada en verso
o mi dolor en carne figurado.
AUNQUE TU NOMBRE ES TIERNO COMO UN BES O
Aunque tu nombre es tierno como un beso
y trasciende como óleo derramado,
y tu recuerdo es dulce y deseado,
rica fiesta al sentido y embeleso;
y es gloria y luz, Amor, llevarlo impreso
como un sello en el alma dibujado,
no basta al corazón enamorado
para alcanzar la vida todo eso.
Ya sólo, Amor, perdido en tu abrazos,
cabe tu pecho detendrá su empeño:
no aflojará las redes y los lazos,
verá la paz ni gozará del sueño,
hasta que tenga paz entre tus brazos
y duerma en el regazo de su Dueño.
MIENTE MI CORAZON CUANDO TE AMA
Miente mi corazón cuando te ama,
hecho intérprete fiel de mi sentido,
como el eco en abismo percibido
que el viento, no la voz, forma y derrama.
Este imperioso afán que te reclama
no en el centro del alma fue nutrido:
me ha turbado sin mí, como el sonido,
es ajeno a mi ser, como la llama.
Cuando la sangre el corazón satura
de sólo tu sabor –término medio
en loco silogismo de amargura-,
inaccesible al implacable asedio,
como trozo de plomo en agua oscura
húndese el alma en silencioso tedio.
DEL S ER QUE LIENTA Y DEL COLOR...
Del ser que alienta y del color que brilla
me separa tu cálida presencia,
clausurando el sentido en la vehemencia,
de una noche sin fondo y sin orilla.
En ella mi tortuosa pesadilla
te confiere su trágica opulencia,
y tórnaste inmortal como una esencia,
siendo que eres trivial como una arcilla.
Te engendrado en mi lumbre y mi universo,
en tu forma plural he proyectado
la queja vaga y el afán disperso.
Dudando está el espíritu sitiado
si eres mi sangre disculpada en verso
o mi dolor en carne figurado.
PRIMAVERA
Hoja a hoja la tierna primavera
el verdor de los campos restituye
y, desatado de los hielos, huye
el arroyo burlando la pradera.
Despierto ayer a la canción primera,
el salvaje gorrión el ala intuye
y por la luz que se derrama y fluye
sube y baja la escala pasajera.
Ya la amapola su fulgor deshoja
y el dientecillo su dorada pluma;
todo a la fiesta del color se arroja;
sólo en el claro azul, que nada bruma,
flota una nube desgarrada y floja
cual recinto brevísimo de espuma.
QUIERO DEC IR QUE TE AMO Y NO LO DIGO
Quiero decir que te amo y no lo digo
aunque bien siento el corazón llagado,
porque para mi mal tengo probado
que soy tibio amador y flaco amigo.
No amarte más es culpa y es castigo,
que de ansias de tu amor me has abrasado,
y con sólo dejarme en mi pecado
extremas tu rigor para conmigo.
S ólo quiero vivir para buscarte,
sólo temo morir antes de hallarte,
sólo siento vivir cuando te llamo;
y, aunque vivo ardiendo en vivo fuego,
como la entera voluntad te niego
no me atrevo a decirte que te amo.
TUS OJERAS
( Para mi hermana María Luisa)
Hay en tus ojeras luna diluida
y olor de jazmines, y triste cantar,
la nostalgia en ellas quedóse dormida,
disuelta en las perlas de un dulce llorar.
Cuando lloras cantan tus lágrimas puras
los himnos sagrados que Eros formó,
y hay en tus arcanas pupilas oscuras
los hondos misterios que Apolo cantó.
Desmayan los sueños en sus tristes rasos
que mudos semejan pálidos ocasos...
pálidos ocasos de riente ilusión.
Mientras sus hogueras tus labios encienden
y tus dos ojeras en tu rostro prenden
el lirio azul pálido de tu corazón.
Concha tenía 12 años de edad cuando
escribió este soneto
UN SOÑAR CON EL PALIDO RAMAJE
Un soñar con el pálido ramaje
y las llanuras donde cuaja el trigo,
un aspirar a soledad contigo
por los húmidos vanes y el boscaje:
un buscar la región honda y salvaje,
un desear poseerte sin testigo,
un abrazado afán d estar conmigo
viendo tu faz en interior paisaje:
tal fue mi juventud más verdadera;
en el clima ideal de tu dulzura
maduró mi divina primavera:
y tuve mi esperanza tan segura,
como que en la hermosura pasajera
se me entregaba, intacta, Tu hermosura.
YA CORRE EL CORAZÓN POR ES TE S UELO
Ya corre el corazón por este suelo
como antes del remanso el agua impura:
Aún lleva tierras en la entraña oscura
y pretende copiar la faz del cielo.
Van creciendo el dolor con el anhelo,
la corriente se turba y se apresura,
y es fuente el sedimento de amargura
más que la salas con que intenta el vuelo.
Si tendieras la mano solamente
y el agua temblorosa se aquietara,
ya, contemplando el cielo largamente.
¡Oh Deseado!. el corazón dejara
flotar sobre su sueño transparente
la divina belleza de tu cara.
AMOR NO ES ...
Ya ni versos escribo, sólo queda
este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.
Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.
Algo que ayer fue lirio de mi fuente,
frescura de mi noche, y suavemente
luminar de mi senda florecida.
Algo que en mi agonía aún retengo,
porque es la única verdad que tengo
y no puedo arrancarla de mi vida.
CEGADA LUZ
Te busco aún imagen ya perdida,
cegada luz, desorbitado viento,
esperanza tan sólo sostenida
por la ternura de mi pensamiento.
Algo tuyo quedóse entre mi vida
como afilada flor de sufrimiento;
sangra mi llanto por tu propia herida
y sube tu canción por mi lamento.
Esa es la causa de mi mal cercano,
la certidumbre de mi inmenso hastío
que dobla las espigas de tu mano.
Porque eres tú la espuma de ese río
que nace en tus llanuras de verano
y muere en mis crepúsculos de frío.
OTRO RUMBO
Amé constante a los que no me amaron
y les di la verdad cuando mintieron.
Mientras unos temblando me besaron
rogó mi beso a los que no quisieron.
Siempre busqué los que jamás me hallaron.
Mi voz llamó los que jamás me oyeron.
Y los que resignados me esperaron
nunca en mi copa de placer bebieron.
Hoy una voz abscóndita reclama
mi voluptuoso corazón de llama,
que limpio ardió como la brasa al viento.
Allá me voy. Torciendo mi camino
avanzo al horizonte de platino,
desnuda hasta del propio pensamiento.
DUALIDAD
Yo misma no lo sé, pero vencida,
rendí a su orgullo mi virtud pagana,
y fui por un momento cortesana,
en el sarcasmo de mi propia vida.
Con beso ausente refresqué su herida,
absorta en él me le fingí lejana,
su voluntad despedacé liviana
y su pasión hallóme arrepentida.
Fue un instante no más. Placer no hubo.
Pero su boca entre mi boca tuvo
amor y angustia, languidez y olvido.
S obre el cansancio me tendí cobarde
y fui para su anhelo aquella tarde
tan grande y cruel como jamás lo he sido.
VENGAN ZA
Quieres borrar con el sopor del vino
la hiel de olvido que dejé en tu boca,
y eres la polvareda en mi camino
y yo soy en tus vértigos la roca.
Es inútil que sigas mi destino
con el sarcasmo que tu pie provoca.
Yo fui para tu orgullo el torbellino,
y tú la inundación que se desboca.
Por eso para ahogar tus ambiciones,
te azotaré con risa en mis canciones,
y como esclavo te unciré a mis huellas.
Mientras que cien pupilas de mujeres,
te ofrecerán en lúbricos placeres
mi propia imagen deformada en ellas.
URRIOLA, JOS E DOLORES
Panamá. 1.834 – 1-883
Conocido como “Mulato Urriola”
SONETO
No pretendáis, amigos, que yo mueva
guerra al objeto de mi amor pasado;
ni que triste, cobarde y humillado,
vaya a poner mi corazón a prueba.
¡Qué yo la idolatré! No es cosa nueva.
¡Qué me dejó por otro! Está probado.
Mas... ¿quién sabe? ¡Tal vez en el pecado
la penitencia merecida lleva!
No su inconstancia para mí deploro,
ni de su fama pésima me río;
ni menos tomo parte en este coro,
que en torno de ella levantáis bravío;
¡pues una dama que se rinde al oro
no se merece ni el desprecio mío!
URRUTIA ITURBE, ANGEL
Lukumberri. Navarra. 1.933 – Pamplona. 1.994
HOMBRE MORTAL
S oy una navidad sin sus pañales
soy mortal de pecados veniales
soy un sudor de pan de agrios trigales
una gota de océanos carnales.
S oy un árbol de nidos invernales
soy un viento de lágrimas terrales
soy un fuego de gritos torrenciales
un eclipse de aromas y portales.
soy un beso sin ángeles postales
soy una soledad tras sus cristales
como un látigo herido de puñales
soy ya para no ser entre espirales
soy río de cenizas manantiales
un libro de agonías y de sales.
HOMBRE INMORTAL
Seré una navidad de alas frutales
seré una luz de pasos cardinales
seré una comunión en corporales
de versos acueductos y cordiales
seré raíz de estrellas teologales
seré otro viento o canto de rosales
seré otra llama de aguas geologales
otro sol de relámpagos fluviales
seré un monte de labios sapienciales
seré un diálogo azul de catedrales
como un sudario amando sus señales
seré para ser siempre y a raudales
seré un dios con omegas iniciales
como un tabor de huesos inmortales
HOMENAJE A JOS E M. OXHOLM
Tu Puerto Norte y Sur es ya mi puerto.
El S ur es la amistad, cordial soporte,
la Poesía reina con tu Norte,
y en Norte y S ur navegas mar abierto.
Y tú haces llama viva hasta el desierto,
eres Mago de día aunque te corte
la sed de la guadaña y Dios conforte
de encadenada miel tu libre huerto.
Vienes de la montaña tu madero,
y sacas las palomas de tu oeste
como almas musicales y espumosas.
Tu mar acompasado y volandero
enciende mil orillas y un celeste
corazón multiplica ojos y rosas.
VEN, TE QUIERO
Me has dejado el adiós para que guarde
golondrinas de pábilo risueño,
un adiós con jardines al empeño
de que riegue la luz mientras te aguarde.
Te espero en la ceniza de la tarde,
en el humo que escribo cuando sueño,
en la brasa que me hace más pequeño
y que me hace más hombre mientras arde.
Me has dejado el adiós… y ya te espero
quemándome de sed a todas horas,
ahogándome en el mar del cenicero.
Necesito tus llamas voladoras,
encenderme en tu río venidero,
necesito tus alas, ven, te quiero.
SONETO CON PAIS AJE
Un pájaro llovido y delineante
ha trazado en el aire una tristeza
y ha emborronado casi la belleza
de esta tarde blanquísima y colgante.
Crece un árbol de lágrimas delante
de los ojos. Y anida en su corteza
un pensamiento herido. Y con fiereza
el rayo ha disparado una secante.
El silencio está lleno de alas y alas
detrás de la tormenta. Crece el río.
Un trueno arrastra el cielo en su oleaje.
Traza el viento una rúbrica de balas
en la carne indefensa. Y tengo frío.
¿Y no es mi corazón este paisaje?
SONETO PARA DOS
Un cántaro de amor se te adivina
apoyado en la luz de tu cintura,
samaritana fiel de la ternura
junto al pozo interior que te culmina.
En mis labios profundos se te inclina
el casto manantial de la dulzura,
esposa de mi sol y mi amargura
que recuestas mi sed en tu colina.
Me subes en tu voz para enseñarme
tu cielo derramado de jazmines
y abrirte el corazón para embriagarme.
Palabra de agua y fuego para alzarme
a la altura feliz de tus jardines
donde quiero morir para salvarme.
USS IA, ALFONSO
Madrid, 1.948
Poeta, Prosista y Periodista.
Premio González Ruano de Periodismo.
Nieto de Muñoz Seca.
JAVIER MOS COSO
Ni Pío Cabanillas fue tan ducho
yendo de flor en flor y mano en mano;
fue del Opus sumiso cortesano
y de Adolfo S uárez, aguilucho.
Con el “Calvo Exterior” intimó mucho
y ascendió como azul humo de habano;
lo cierto es que este intrépido riojano
siempre lleva el poder de cucurucho.
Hoy es un socialista de los de “antes”
tras un lapsus de lustros lacerantes
colaborando con la dictadura;
socialista chusquero y entusiasta,
huevo presto a ocupar cualquier canasta
¡pues no es lista ni nada la criatura!
CARLOS GARAICOECHEA
Fue un muchacho gin-fizz; luego novicio
de pálida tonsura en la azotea;
lo pensó algo mejor, cambió de idea
y relevó el foie-gras por el cilicio.
Después se hizo gudari, y su servicio
le llevó a disfrutar de Ajuia-Enea;
su horizonte político de aldea
le empujó, finalmente, al precipicio.
El día veintitrés de aquel febrero
transportó la diarrea al retortero
y se apartó de toda contingencia.
Hoy, curado, del mal, bravo y jabato,
ha sacado por fin los pies del plato
y anda por ahí, pidiendo “Independencia”.
GERARDO IGLES IAS
Tiene de líder lo que yo d cura,
- dicho sea con todo mi respeto -;
hay una cierta dosis de paleto
en él, que inspira incluso hasta ternura.
Su barco es hoy chinchorro de bajura
y el pobre está metido en un aprieto;
trasiega cada noche su coleto
en discoteca in, con gran soltura.
Dicen de él que es un chico algo arbitrario;
sus amigos, que es hombre extraordinario;
los barman, que un muchacho muy sencillo.
Las mujeres, que amante impetuoso,
sus correligionarios, que algo soso;
lo que aún no sé es qué piensa de él, Carrillo.
GREGORIO PECES – BARBA
Goza del Real Madrid y el Parlamento
con pareja avidez y fruto escaso;
su papá, en el primero fue un fracaso,
y él mismo, en el segundo, anda en un tiento.
Su redondez recuerda a un monumento
de vana magnitud y arte en ocaso;
su crispación le viene de ser graso
teniendo limitado el alimento.
Es ilustre jurista y buena gente,
disciplinado, amable, vehemente,
subjetivo, infantil, bronco y risueño.
Su corazón, lo tiene conquistado
don Joaquín Ruiz - Giménez por un lado
y por el otro, el Buitre Butragueño.
JOAQUIN RUIZ - GIMENEZ
-Zi, zi, zi, por zupuezto-; dogmatiza.
-No, no; no ez necezario-, condesciende.
Y reza en privación, y santo, asciende,
y menos santo, baja y se desliza.
Se genuflexa muelle, se erotiza
con el coche oficial, que raudo, prende;
-¡Al dezpacho depriza!-, y se le enciende
un algo en la visión que le exorciza.
-¡Ayúdame, Señor!- (ojos en blanco);
-¡Ezpaña eztá a tus piez, Caudillo Franco!-¡Ezpaña ez tuya ya, Felipe mío!-.
Ministro, Defensor, cese, Cuadernos
para el Diálogo, pálpitos eternos...
Del añil al rosal... ¡Joaquín, qué lío!
SOLEDAD BEC ERRIL
Fue la luz de un gobierno en bancarrota
y la belleza rubia de su esquela;
supo estar en su sitio con cautela
como aceptar, señora, la derrota.
No hizo, vencida, a nadie la pelota
ni buscó del Poder nuevo, tutela;
es decir, lo contrario que Carmela
García Moreno, que es una carota.
En S evilla hoy está; y allí acapara
la chicuelina blanca de la jara
y la desnuda espalda del rocío.
S oledad Becerril, ¡quién te trajera
a esta Corte inestable y traicionera!
¡A este Madrid, tan lleno y tan vacío!...
MIGUEL BOYER
(Por un micrófono que no le funcionaba)
Su presencia levanta cuchicheos
y viriles protestas implorantes;
las exóticas damas elegantes
se rinden a sus pies, sin más rodeos.
A los hombres inspira unos cabreos
por opuestos matices declarantes;
las mujeres, en tanto, subyugantes
le lanzan expresivos besuqueos.
Algo tiene este chico, quizá oculto,
para andar entre el beso y el insulto
del cauto Capital y el Sindicato.
Aunque Gregorio Peces-Barba diga
- ignoro la razón , pero me intriga -,
que le funciona mal el “aparato”.
CARMEN ROMERO
Nació de luz y sol, junto a la orilla
que baña a la juncal Torre del Oro;
su sonrisa encantada, era el tesoro
buscado por los mozos de Sevilla.
Se entregó al magisterio y la cartilla
y soñó con los morros de Isidoro;
hoy sirve el vino fino, con decoro
y jamón, en la extraña Bodeguiya.
De la Moncloa, es Carmen, la columna;
la quieren por igual, alumno, alumna,
escolta, secretario y jardinero.
Es la Carmen, por hoy, más española,
la de Bizet del “cambio”, que en sí sola
es la Polo, la Franco y la Romero.
PIO CABAN ILLAS
Ni Pío sabe ya lo que Pío hace
ni sabe Pío ya lo que Pío intenta .
Como breve topillo, busca y tienta
la raíz del futuro desenlace.
En su Pazo de Orense, Pío pace
con el cartel de compra y el de venta,
y retoza, y se oculta, y se presenta,
y políticamente muere y nace.
Chupa de Fraga teta poderosa,
de Roca liba leche más acuosa,
de Adolfo S uárez sorbe gracia y vicio.
Un vicio de poder que le enloquece,
sea cual sea el busto que le mece.
Este Pío es un Pío vitalicio.
DOLORES IBARRURI
Ya ni en Catalayud puede Dolores
alegrar el vaivén de su partido;
su corazón, palpita compartido
por S artorius, Curiel y Pepa Flores.
El “Partido de los trabajadores”
es hoy un maremágnum dividido,
una casa de citas sin sentido,
una caja de chismes y rencores.
Ella actúa de momia, y mientras tanto
los “peceros” derrumban su esperanto
y una inmensa Babel de barro erigen.
Porque Gallego, Iglesia y Carrillo
- mil gracias -, a la Hoz con el Martillo
han devuelto a la eme de su origen.
CARLOTA BUS TELO
Pelmaza de mujer que nos azota
con su ultra-feminismo verbenero;
funcionaria dedil, hembra de acero
con el amor perdido en isla ignota.
Cock-tail de monja, comisaria y chota,
compota de acritud y orgullo fiero,
- muy lejano si lo hubo está el “te quiero”
para la firme y cálida Carlota.Su carácter se inclina más al taco
y al patadón vital, que al arrumaco;
no hay varón que la ablande ni la estufe.
Ella, tenaz, persiste en su camelo
cumpliendo la razón de los Bustelo.
Donde un Bustelo mande... no hay enchufe.
FERDIN AND MARCOS
Se carga el pobre Aquino impunemente
y luego le hace trampas a la viuda,
se ríe de su sombra, que es menuda,
y de su pueblo, simultáneamente.
Se sueña emperador, y es un demente;
se cree amante, y su mujer le ayuda
cada noche a canjear pijama y muda
regados de orinilla incontinente.
Se enriquece y evade lo afanado;
su pueblo vive de odio alimentado
y abre ya la esperanza de su celda.
Pero entretanto, el punto filipino
se carga nuevamente al pobre Aquino
para que abuse a gusto doña Imelda.
JOS E FED ERICO DE CARVAJAL
No dudo ni una mota, grano, o pico,
ni chispa acaso, ni insignificancia,
que S u Excelencia es bueno en abundancia
o al menos, lo que llaman “un buen chico”.
De apuesto y resultón le clasifico
por su alta urbanidad y su elegancia;
lo cierto es que mirando en la distancia
no saca mala nota Federico.
De cerca es cuando cambia su figura;
se manifiesta errática, insegura,
mucho cristal y apenas mermelada.
Esbelto figurín edulcorado
que hace de presidente del Senado
que es como hacer hermosamente nada.
GUILLERMO GALEOTE
Engaña al adoquín a pasa y trote,
y al galope emborracha a la baldosa;
se regala así mismo, con airosa
agilidad de ariete monigote.
En el campo político, es azote,
sopa mansa y puchero de la Rosa.
En mi opinión, al menos, no es gran cosa
el sumiso Guillermo Galeote.
Su pública aptitud no es de recibo,
su histerismo irascible, es abusivo,
su forma de vestir, bastante hortera.
Su manera de hablar, conmueve al penco,
su donaire al andar, consuela al renco...
¡Qué maravilla de la primavera!
NICOLAS REDONDO
Pena penita da, verle en la ubre
succionando poder en leche y crema;
penita pena da, verla en la yema
tan gordo, tan burgués, graso y salubre.
Se sometió al poder un día de octubre
e hizo de la Ugeté simple zalema.
Es el Pepe S olís de este sistema
que el caudillo Felipe ampara y cubre.
Pastor de los borregos sindicales
que ya fueron ovejas imperiales
y senda llevan de acabar en chivos.
Bronco trabajador templado en fragua,
que se muta en carrocho de chihuahua
cuando el Gobierno expone sus motivos.
AOMAR MOHAMEDI DUDDU
Me escama este Duddú; Duddú me escama.
Es barbilampo, glauco y mentiroso;
tiene nombre de árabe y de oso
y a los pies del S ultán se nos derrama.
Si el Sultán musulmán clama, él aclama;
si el Sultán bebe té, suyo es el poso.
Alfombra de Hassán, cónsul meloso
del monarca alauita y su proclama.
Donde pone babucha, surge amaño;
donde suda chilaba, está el engaño;
confianza que abraza, la acuchilla.
Su ilusión morabita es sólo una:
Recibir, presidiendo la tribuna
a Hassán, si algún día entra en Melilla.
JAVIER ARZALLUS
Todo el error histórico del vasco
en su rubiasca testa se enarbola;
de ambigüedad cobarde se atortola
con la gran decepción y con el chasco.
Su mente es una nube de chubasco
que llora, incluso. al S anto de Loyola;
su extraña comprensión, con quien inmola
sangre inocente, catapulta el asco.
No más colgada en Deusto la sotana
encontró en la idiotez simple de Arana
su horizonte, su fin y su sendero.
Y hoy tripula, sin pugna y sin estorbo,
a ese partido, al norte de Pancorvo
clerical, obtuso y “extranjero”.
JUAN BARRANCO
Más que alcalde, parece dependiente
de almacén en “sección de caballeros”.
- Están a muy buen precio estos vaqueros
de algodón genuino y resistente.
- ¿Tiene braslips ceñidos? – Casualmente
me acaban de llegar los más ligeros;
mírelos, son flexibles, duraderos,
y su precio en oferta, es atrayente.
- ¿Le quedan camisetas estampadas?
- En eso tengo auténticas monadas
y por tres que se lleve, una es de balde.
-¿Al contado o a crédito lo embolsa?
¿Paquete de regalo, o quiere bolsa?
- Lo que prefiera usted, señor Alcalde.
OS CAR ALZAGA
No del engolamiento que padece
ni de las ilusiones que presenta,
ni de las transparencias que aparenta
le viene a usted el voto, me parece.
Muy menguado, es don Oscar, lo que ofrece,
para después tener tanto en cuenta,
ni para pretender ser la tormenta
cuando sólo un chorrito le florece.
Que usted sabe muy bien, monago Alzaga,
aunque le mortifique, que sin Fraga
del coro, su partido, iría hasta el caño.
Y dl caño, quizás, iría hasta el coro,
en un ir y venir, Oscar, tesoro,
sin un voto, ni un cata, ni un escaño.
IS ABEL TOCINO
Modere su peinado la Tocino
y ahuyente el artificio de las mechas.
En política, siembras y cosechas
con la imagen se aúnan, por destino
Dése un aire Isabel, más libertino
- aunque de su virtud no haya sospechas -,
y deje de ser ya “tan de derechas”
para captar el voto femenino.
De Isabel nadie duda competencia,
y hasta cierta atractiva inteligencia
que es pura realidad, y no lisonja.
Mas con ese perfil apetitoso
y ese apellido cárnico y sabroso
produce sinsabor verla tan monja.
IS ABEL PREYS LER
¡Quién Isabel, pudiera darte alcance
aun estando alcanzado de alcancía!
¡Quién pudiera embriagarse de ambrosía
con el vaso de amor de tu romance!
¡Quién hacendado fuera para un lance
de platónico amor sentirse un día!
¡Quién pudiera agitar tu compañía
sin sufrir el más mínimo percance!
No me atrevo, Isabel. Ni tengo hacienda,
ni mi atractivo es grande, ni mi agenda
me permite viajar con tanto exceso.
Por eso me remito al verbo en llanto
y te envío, sumido en el quebranto
de la angustia, mi firma con un beso.
PEPA FLORES
Comunista marxista - leninista,
dueña de yate y dulce millonaria;
antorcha de la lucha proletaria
contar el yanqui invasor imperialista.
Le sucede a esta chica, que no es lista;
tuvo de niña fama extraordinaria
y ahí se quedó, sentada en la primaria
porque fue muy flojita como artista.
Ve una hoz y un martillo, y pierde el cráneo,
- también lo pierde en el Mediterráneo
en su lujoso yate de recreo.
Fue la niña prodigio de Goyanes
y hoy el puño alza en bruscos ademanes.
Tu vida, Marisol, es un mareo.
ROSS I
Anticuario francés, que aunque caduco
es capaz de hacer magia sobre el lino.
Se encontró a Carmencita en el camino
y la volvió “tarumba” el muy tío cuco.
Puede ser otoñal, mas nunca eunuco;
siempre enhiesto y alzado como un pino.
Las mujeres afirman que es “divino”
y que tiene un grandísimo trabuco.
A los sesenta es padre, sin esfuerzo
ni precisar de fármaco o refuerzo
demostrando una fuerza fabulosa.
Dudar de su virtud, es pura insidia,
pelusa nacional y amarga envidia.
Si tanto gusta, es que tendrá su “cosa”.
FRANCIS FRANCO
Aprobó la carrera por decreto
y no tuvo un paciente ni de broma;
mercó con la perdiz y la paloma,
el gamo, el jabalí y hasta el vareto.
Le dio al naipe lo mismo que al coleto
con insistencia digna de diploma;
furtiveó las sierras loma a loma
y nada le paso, por ser el Nieto.
Montó un bar, en el sur, correveidile,
fracasó el chiringuito y fuese a Chile,
casó y vendió la boda en exclusiva.
De la baraja fue continuo jócker
a caballo entre el pufo y entre el póker.
Hay algo en este chico que me priva.
S ARA MONTIEL
Era su cuerpo música divina
cuando fue más gatuna y menos ancha;
bella Aldonza Lorenzo de la Mancha
que armó con el cuplé la tremolina.
Hoy, fofa y maternal se me adivina
aunque su escote, siga siendo cancha
del deseo, mostrando esa avalancha
de tersura apoyada en parafina.
Por el lifting su risa es de muñeca,
pero su gracia, libre de hipoteca
todavía se extiende por su cara.
Ni Tous, ni Thais, ni Zeus, ni las chichas
de tu cintura, pueden con las dichas
que aún el macho español, sueña de Sara.
ROCIO JURADO
Rocío de Chipiona, rociera,
peonía cantora de Doñana;
turgente vía láctea cartujana
que crece más por cada primavera.
Altiva garza real, pechona fiera,
Loren de luz, Bardot de porcelana;
hembra del mar que rompe de mañana
en su escote de playa salinera.
Del púgil campeón hizo su esclavo
y le deja knock-out de cabo a rabo
cuando en el ring de almohada le subyuga.
Prodigio del perfil, jara risueña,
anhelo inalcanzable de quien sueña
morir estrangulado en su pechuga.
CAROLINA D E MONACO
Tiene algo esta Grimaldi que me atiza;
está como un turrón y me provoca.
Me enloquece si pone “así” la boca
y si la pone “asáu” me descuartiza.
Me descuartiza porque está maciza
y nunca entre mis brazos se equivoca.
Ante su cuerpo soy como la foca
que al olor del arenque la organiza.
Por ella estoy en vilo y pierdo el bolo,
por ella, con razón, me despendolo,
y por ella, feliz, muero de pena.
¡Gris perlado caviar que no se masca!
¡Escultural princesa monegasca!
¿Te han dicho alguna vez que estás muy buena?
ANTOÑETE
Has hecho tu faena más completa,
maestro del mechón, torero de oro.
Tu edad ya no podía con el toro
a pesar de tu embrujo en la muleta.
Tu vida se ha tornado recoleta
y te has dado al amor con un tesoro;
no es igual –y perdona el indecoro-,
cortarse la colita o la coleta.
Tu chulesco perfil, goyesco y claro,
ha invadido el amor dulce de Charo
con magistral hondura de alta lidia.
Y cada vez que a Charo besuqueas,
y pienso que en privado la sondeas,
se me afilan los cuernos de la envidia.
IMANOL ARIAS
Resulta que ha gritado antaño ¡gora!
y es heroico gudari militante;
que el de moda galán, mal comediante,
es locuaz abertzale desde ahora.
Resulta que Imanol se nos escora
hacia la prehistoria infrapensante,
-ha perdido el chocholo este tunante
desde que el “zulo” habita con Pastora.
Los fantasmas de Argala y Telesforo
flotan al retortero sin decoro
y solloza en el nimbo el viejo Arana,
mientras Setién predica en Ondarreta:
-¡Un vasco no se junta con maqueta!
¡Un gudari no mira a una gitana!
MONA JIMEN EZ
Con Garrigues, con Fierro y con Areces
organizó en su casa las “lentejas”;
si el potaje, sufrido hubiera orejas,
habríase asustado de sandeces.
Un sinfín de chorradas y memeces
han vestido su hogar, de palabrejas,
en políticos falsos de consejas
y damas de dudosos altiveces.
De Boyer y el sofoco de la China
fue remanso, consuelo y Celestina
- y Boyer con ayuda, no perdona -.
De sus “lentejas” nada se ha sacado
que no sea algún hígado inflamado.
O sea que ya sabes; para, Mona.
ANGEL CRIS TO
Asado domador que doma poco
con indudable arrojo y valentía;
no pasa, por normal, ni un solo día
que un león no le cause un buen sofoco.
Siempre tiene un gatuno un tanto loco
que el grito de la selva, en lejanía
escucha, para así, en alevosía
el amo perseguir de culo y coco.
Más que domar, excita las pasiones
de tigres, de panteras y leones
que le tienen, de garras, macerado.
Entre la mala uva del felino
y su Bárbara Rey, creo y opino
que más que domador, es el domado.
BIBI ANDERS EN
Algo tiene Bibí, no sé por dónde,
que altera un tanto el morbo de la plebe;
algo tiene Bibí, que no se atreve
a enseñar, porque siempre se le esconde.
Algo tiene, que no le corresponde
y que choca a la vista, y que no es breve;
algo tiene Bibí, con un relieve
que puede, que del peso, se desfonde.
Algo tiene Bibí, que nos oculta,
que le cuelga, le emerge y que le abulta
provocan do estas dos comparaciones:
Que a su lado, el de Rossi, que es famoso,
y el de Boyer, que es archipoderoso,
no son más que sencillos macarrones.
SOPHIA D E HABS BURGO
En su mirada triste hay un romance,
y en su culo bombón, una condena.
No está buena; está requetebuena
y a tal bondad, muy pocos dan alcance.
La jet se desmorona si entra en trance
y falla al compromiso de una cena;
su presencia disloca y envenena
y hasta puede inspirar algún percance.
Algo tiene esta rubia austríaca hermosa,
que es “tapón”, poca cosa, chocha, sosa,
y que además, apenas interviene,
para llevar de hinojos y de cráneo
al macho marbellí mediterráneo.
No sé lo que será, pero algo, tiene.
IS ABEL PANTOJA
Viuda doliente de infeliz torero
que de penas nos roe y nos trepana;
perenne nazarena sevillana
con su luto triunfal al retortero.
Niña mimada con simpar esmero
por su mamá agobiante, doña Ana,
que es una dama gorda y veterana
a la que siempre viósele el plumero.
Donde ella va, su gente se desplaza,
y toda la familia se apelmaza
dividiéndose el morbo y el festín.
El festín de ese público ordinario
que de lágrimas llena el escenario
cuando Isabel abraza a Paquirrín.
BARON VON THYSS EN
La jet set come alegre de su mano,
y allá donde él acude es el monarca;
al lado de su yate el mar es charca
y gota azul, el lago de Lugano.
Conversa con El Bosco y con Tiziano
y es quien más de Velásquez, cielo abarca;
Patinir de su azul le desembarca
y Goya le da trato soberano.
Tiene todo: cultura y alto esmero,
casas, salud, amigos y un dinero
que por mucho que gaste se reintegra.
Una joven mujer, dulce y bonita,
y tiene, por tener, una infinita
paciencia con la pelma de su suegra.
ADOLFO DOMINGUEZ
Es la arruga oficial de este sistema
y el hábil plasmador de la horterada;
el que lo cutre y cursi en ensalada
ofrece al progresismo como emblema.
Todos vestidos van de gris o crema
como fondosas cebras en manada,
indumentados en la patochada
y en su versión rugosa más suprema.
Es el Alfonso Guerra de la hechura,
el bladorrón Cebrián de la figura,
el hacedor cautivo de lo feo.
Gallego inteligente y listo augusto
que se ha hecho millonario del mal gusto
gracias al socialismo en apogeo.
CURRO ROMERO
Corre, vuela, tropieza, se zambulle,
salta barreras, muerde burladeros;
si Dios está con él, torea luceros,
si no, bizquea, brinca, esprinta, y huye.
Si está bien en sí mismo se recluye
y renacen, de olores, los romeros;
si está mal, escuchar gritos groseros
y esquivar proyectiles, no le influye.
El es el Arte puro y gracia loca,
con un miedo cerval que se desboca
y que ya desbocado, no hay quien frene.
El cuando hacia el toro, erguido, avanza,
y sus manos desmaya en la Maestranza
hasta el Guadalquivir va, y se detiene.
JOS E LUIS PERALES
No precisa ser cursi, ni aun hortera
para vender sus discos a montones
ni para contratarse en mil millones
ingresar en la Mafia tan siquiera.
Su vida no se compra, por sincera,
y en el amor se inspiran sus canciones;
no le hacen falta shows ni Corleones
para triunfar sin freno en su carrera.
No tiene casa en Miami, ni la quiere;
es un tipo normal, que no se hiere
con la envidia y la crítica del odio.
Un hombre tan sencillo y tan corriente
que ama la vida en Cuenca entre su gente
estando, como está, en lo alto del podio.
S ARA FERGUNSON
Tiene muchas pequitas en la cara
y un carácter jovial algo cargante;
tiene muy bien las cosas de delante
y un detrás antológico y sin tara.
Tiene una cabellera un tanto rara
de tono zanahoria perforante;
tiene un príncipe Andrés, bello y galante
que el dice sin freno: “I love you, S ara”
Una nariz traviesa y respingona
que resulta al perfil, bastante mona;
piernas de porcelana sin varices.
Un cuerpo juguetón pirlo y chirene,
y por tener, la Ferguson me tiene
hasta el gorro, la cresta y las narices.
JAIME DE MORA
No tiene inconveniente Jimmy Mora
en servir con placer al rico moro;
para el barbado hidalgo no es desdoro
darle al moro razón si el moro dora.
Mientras el moro cumpla aquí y ahora
hace bien, Jimmy Mora, por decoro
en agrandar su gran cadena de oro
que del peso feliz, su cuello escora.
A la envidia, sonrisa y mueca irónica;
a la injuria, desdén y voz afónica.
Con o sin moro, Mora es siempre estrella.
Hace bien Jimmy Mora en sus afanes
de encandilar el ego a lo sultanes
por mantener el cetro de Marbella.
ANA BELEN Y VICTOR MAN UEL
Un joven matrimonio proletario
que en la lucha se vuelca cada día.
Una joven pareja que porfía
por llevar su ideal al escenario.
Un burgués matrimonio millonario
sumido en la feliz hipocresía.
Una joven pareja en progresía
de progresar su orondo talonario.
Un progre de salón, que cuando canta
solidariza el nudo en la garganta
con la risa que da el verle tan serio.
Una progre entregada a su partido
con su entusiasmo obrero dividido
entre el chalé en Menorca, y su criterio
AGATHA RUIZ DE LA PRADA
Cuerpo de alondra en nieve matutina,
cutis de sal rociada en palangana,
cabeza economista catalana
y actitud postmoderna y serpentina.
Progre de medialuz, noble y monina,
costurera del círculo en desgana,
diseñadora audaz de porcelana
que hace de la mujer, jolgorio y ruina.
Carísimos retales de harapientas,
de ricas vagabundas tetihambrientas,
de burguesas mendigas y fantoches.
Ha vestido de pobres, con su mano
a las bobas del Prat o de Serrano
que se hacen progresistas por las noches.
EL S ERVICIO DOMES TICO DEL EXTERIOR
Lo traslada Boyer en el estío
para servirle a él, y a la su dama;
en el Banco exterior nadie se escama
con el trajín, la diáspora y el lío.
Tiene el servicio, el trato y señorío
que el señor presidente les reclama;
cocina, comedor, salones, cama,
y armados guardaespaldas en gentío.
Lavan ropa de paddle con esmero,
narran cuantos de gnomos a Tamara
y a los chicos jamás pierde de vista.
El accionista calla, y lastimero,
envidia el lujo fácil que depara
presidir al estilo socialista.
HIS TORICO DES EMBARCO
El más airoso y chic de los veleros
- excepto para algunos expropiados -,
arribó con ilustres invitados
y sus desnudos mástiles señeros.
Con gorra de almirante, va Cisneros
repartiendo saludos y mercados;
de gorra van los bellos convidados
que esperan los trescientos reporteros.
De blanco Mindanao – la casa es obvia -,
desembarca en Banús la china novia
mientras el novio alegra algo la cara.
Y en tanto que Chabeli a Mami escucha
mientras posan, el tío Miguel achucha
la carita traviesa de Tamara.
A LA ABS UELTA LOLA FLORES
Lola Flores, ¡ozú! ¡Menuda rampa
ha salvado tu suerte macarena!
La cárcel, el bolón y la cadena
entre gentes del lumpen y del hampa.
Lola Flores, ¡ozú! bendita trampa
la que tanto has penado, pena a pena,
para salvar después llanto y condena
de la mano, ¡ozú!, de Pepe Stampa.
Lola Flores, ¡ozú! Borrell se agita,
S olchaga se atribula y despepita,
Rosariyo cimbrea el cuerpo bello.
Lolita canta un trino enamorado,
en tanto el Pescailla, ya calmado,
se dispone a no pegar ni sello.
A CURRO ROMERO
No me abras más la angustia en el albero;
no me rompas, de nuevo, la esperanza;
no vuelvas a mancharme la añoranza
de tu caricia antigua de torero.
“Para qué os quiero, pies, para qué os quiero.”
¡Jamás para escapar del toro en danza!
¡Menos para humillar a la Maestranza
con un Curro que ya no alza el romero!
Quieto el Guadalquivir; ni una ventana
ríe abierta en geranios. Malherida,
una oración se pierde en un susurro.
Y se suicida el Puente de Triana,
y se suicida el aire, y se suicida
la ovación que quería ser de Curro.
SONETO AL PIBE DE LA COCA
Orondas piernas con presión de roca;
el pelo ensortijado y algo hortera;
en la oreja un pendiente de tercera
y el acento lunfardo por la boca.
No hay pelota que no se vuelva loca
si sus mágicos pies hieren su esfera.
¡Ay orina dorada y traicionera
crispada de crepúsculo de coca!
Pis delincuente; vejación de orina.
Residuos de esnifada cocaína
en la probeta cruel de post-partido.
La droga le tumbó sobre la lona.
La droga le ha llevado a Maradona
a la nada que él mismo ha merecido.
JES US POLANCO
Su inteligencia aguanta cualquier flanco
y su atractivo humano, triunfa y gana;
Hijo Ilustre y Señor de S antillana,
altar de Chus Aguirre y pan de Franco.
Indómito Jesús, Jesús Polanco,
Jesús del “Dependiente” en la mañana;
de tu cántabra mano soberana
surge el maíz que traga Jaime Blanco.
Está don de hay que estar; siempre en la brecha
delante o atrás, a izquierda o a derecha
del Poder, sea cual sea su postura.
Hasta Guerra se inquieta y alborota
al divisar su enorme cabezota.
Jesús del Gran Poder... genio y figura.
JUAN LUIS CEBRIAN
Dirige el “Boletín” con prepotencia
- y por qué no decirlo – con constancia;
creció junto al “azul” de militancia
y ascendió con la beca y la influencia.
Censuró con metódica conciencia
la opinión, sin sufrir de repugnancia;
y demostró muy poca tolerancia
- dicho sea de paso - , en esa “ciencia”.
Se volvió “progresista” al morir Franco,
y en El País boyante de Polanco
encontró su poder, jardín y droga.
“Progresista” ramplón de chicha y nabo
que ante Guerra y González mueve el rabo
con igual sumisión que Galinsoga.
JOS E LUIS NUÑEZ
Charneguito señor de los chaflanes,
capitán de la gran nave azulgrana,
presidente de un club que sólo gana
cuando no hay jugadores catalanes.
Demagogo en palabras y ademanes
insidioso de aguda cerbatana,
brillante ejecutivo que se afana
en llevar a buen fin, odios y planes.
No habrá esfuerzo que le hunda o le derrengue
hasta ver al maligno club “merengue”
sumido en el fracaso y en la ruina.
Más que el triunfo del “Barça”, él, lo que busca
es que pierda el “Madrit”, y así se ofusca
en el gol, en el cheque y en la esquina.
JUAN BEN ET
Es el más fiel lector de su novela
y su autoadmirador más complaciente;
es el más contumaz y persistente
aspirante a académico, y no cuela.
Aburre hasta a un lirón en duermevela
con su verbo forzado y “trascendente”.
El poder de la Rosa Prepotente
mima su ego infantil, y le consuela.
Redacta y encadena con finura
alcanzando un nivel en la escritura
que elogia en El País su amigo Conte;
luego, en leerle, nadie pierde una hora
y su altiva figura trepadora
flota en la vanidad de su horizonte.
EMILIO ROMERO
No ve tres en un burro, y ve muy claro;
le enterraron diez veces, y está vivo.
De la buena palabra ha hecho el motivo,
y del ingenio agudo, ha hecho el descaro.
Dale igual el asilo que el amparo,
jamás su libertad firmó un recibo;
con quien pretenda hurgarle, es harto altivo,
con quien le abre el respeto, nunca avaro.
Del siglo diecinueve, tiene el guante
y el culto escepticismo del talante;
de pompeyano orgiástico, el enredo.
Es hermano de Larra, aventajado,
de Galdós, heredero encaramado
y amigo de la infancia de Quevedo.
JAIME CAMPMANY
Aseguran los datos que es murciano,
lo mismo que escritor de alzada altura;
de joven, según dicen, su figura,
era la de un hermoso ser humano.
El tiempo, claro está, no pasa en vano,
y hoy tiene restringida la hermosura
a su pluma genial, que es donosura,
mas no su aspecto, un tanto gordo y cano.
El envidia mi cuerpo, que es más fino.
No darle la razón, sería mezquino
e inútil, porque juntos se denota.
Eso sí, cuando escribe es tan hermoso
que todo elogia más, resulta ocioso.
S oy hábil hasta haciendo la pelota.
VIVA EL HUMO
Sé que al fumar me enfermo y me consumo,
sé que el pulmón derecho se me agrieta,
y que el izquierdo, débil, se me inquieta
con tanto nicotina y tanto humo.
Con el ígneo pitillo me perfumo
y lanzo blancos globos de cometa,
volutas de fogata pizpireta
en tabaco y papel. Sé, cuando fumo
que llegarán un día los dolores
y me condenarán viles doctores
al descanso bronquial más absoluto.
Y sé –uno es así-, que pese al daño
me encerraré en cualquier cuarto de baño
para morir, feliz, con mi canuto.
SONETO DE LA HARTURA
Harto del verso estoy. S oy un converso
de la fácil semilla de la prosa.
Escribir un soneto es una cosa
que ¡manda huevos! hay que hacer en verso.
En rimar cada verso estoy inmerso
y el metro endecasílabo me acosa.
Cada vez que mi pluma un verso posa
sobre el papel, me pongo Tirso y terso.
Tirso de orgullo, terso de delicia.
Por el torso el sosiego me acaricia
y la piel de la espalda me delata.
Y será meritorio y muy bonito,
pero eso, la verdad, me importa un pito
porque escribir en verso, es una lata.
LOS “VERD ES ” ARRAS AN
Llora la foca monje; en el regato
del río claro, laméntase la rana.
El buitre leonado se desgana
y sufre un mal de arroz el grácil pato.
S ollozo yo también, y sin recato.
A muerto toca el son de mi campana.
El bosque hacia el ciprés mira el mañana
y e mar bulle de fango en arrebato
Los “Verdes”, con miradas taciturnas
han contado los votos en las urnas
y no tienen el ánimo contento.
Parecían legión, y son gansada;
parecían montón, y no son nada;
parecían y son... son mucho cuento.
UTRAY, JUAN
España. S iglo XX
TENTAC ION DE TES TAMENTO
Sí. Quitad el reloj de mi antebrazo
cuando, yerto, ni la memoria siente,
que nada móvil perturbe la ofrenda
liberada del tiempo y el espacio.
Quitad también los cirios incensarios
que la torcida llama no se afrenta
tornasombrando en muecas mi osamenta
cuando se estanque el aire entre mis labios.
Y oíd ahora mi postrer oferta:
Tras de cerrar mi claustro, atornilladlo
y ejecutad mi voluntad austera.
Sí. Ceñid el cronómetro a una vela
dejadla consumirse muy despacio
y obtendréis una máquina soltera.
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