RELACIONES LABORALES El reglamento de régimen interior JOSÉ LUIS GIL En el régimen franquista, y según establecía el artículo 15 de la Ley de Reglamentaciones de Trabajo, de 16 de octubre de 1942, el empresario podía elaborar el denominado reglamento de régimen interior, a fin de acomodar la organización del trabajo en la empresa “a las normas contenidas en la Reglamentación que les sea aplicable”. Con la entrada en vigor del ET, en 1980, el reglamento de régimen interior desaparece del cuadro de fuentes de la relación laboral (art. 3 ET), al quedar derogadas las disposiciones normativas que permitían elaborarlo. En el sistema jurídico actual, y a diferencia de cuanto sucede en otros países, como Francia, el empresario no ostenta ninguna facultad normativa sobre la ordenación de la relación de trabajo (STS de 11 de junio de 2008, Ar. 4124). El empresario sólo puede ejercer los poderes directivo y disciplinario. Con todo, aún es posible encontrar, en la práctica, reglamentos de régimen interior que regulan cuestiones tales como la previsión complementaria. ¿Qué valor poseen? ¿Cómo pueden modificarse o derogarse? Y GIL, catedrático acreditado de Derecho del Trabajo de la Universidad de Alcalá y miembro del Consejo Asesor de Sagardoy Abogados parte paccionada del reglamento de régimen interior pertenece al ámbito de la autonomía colectiva. Por eso, salvo supuestos especiales, en que el efecto derogatorio pueda derivarse directamente de la propia derogación de la reglamentación nacional de trabajo u ordenanza laboral, la modificación o derogación del reglamento de régimen interior paccionado requiere un acuerdo colectivo. El Tribunal Supremo ha adoptado ese criterio en la STS de 11 de abril de 1991 (Ar. 3261) y, en particular, en la muy elaborada STS de 11 de abril de 1991 (Ar. 3262), que analiza con gran rigor el iter legislativo, la naturaleza jurídica y la vigencia del reglamento de régimen interior tras la aprobación del ET. Han reiterado luego esa doctrina, por ejemplo, las SSTS de 24 de junio, 15 de julio y 4 de octubre de 1991 (Ar. 5238, 6409 y 8656), 16 de septiembre de 1992 (Ar. 6789), 10 de julio de 2000 (Ar. 6625), 21 de noviembre de 2001 (Ar. 2973/2002) y 11 de mayo de 2004 (Ar. 5019). En síntesis, el Tribunal Supremo señala que el carácter normativo del regla- mento de régimen interior se hallaba implícito en la Ley de Reglamentaciones de Trabajo de 1942 y en la Ley de Contrato de Trabajo de 1944, y se afirmaba en el Real Decreto 20/1961 y en la Orden de 6 de febrero de 1961. Así, la jurisprudencia advirtió que el reglamento de régimen interior componía “el último grado de la escala jerárquica de las fuentes laborales” (STS de 8 de febrero de 1978, Ar. 607), o era “una norma de rango inferior” (STS de 3 de octubre de 1983, Ar. 4981). La STS 11 de abril de 1991 (Ar. 3262) señala que, con la entrada en vigor del ET, en 1980, el reglamento de régimen interior desaparece del cuadro de fuentes de la relación laboral (art. 3 ET), al quedar derogadas las disposiciones normativas que permitían elaborarlo. Al aprobarse el ET, perdieron vigencia el Decreto 20/61 y los preceptos que regulaban el reglamento de régimen interior en la Ley de Contrato de Trabajo de 1944 y en la Ley de Reglamentaciones de Trabajo de 1942, sin que fuese aplicable a dichos preceptos la previsión contenida en el párrafo NATURALEZA JURÍDICA Y VIGENCIA La doctrina y la jurisprudencia concuerdan en admitir que el alcance de la derogación del ET no afecta a los reglamentos de régimen interior aprobados con anterioridad. El problema estriba en determinar qué naturaleza jurídica poseen y cómo pueden modificarse o derogarse. Según la corriente mayoritaria, los reglamentos de régimen interior continúan aplicándose como derecho dispositivo, en tanto no se sustituyan por convenio colectivo. La Capital Humano 112 112_s_Relaciones Laborales_233.indd 112 Nº 233 • Junio • 2009 22/05/2009 12:01:51 primero de la disposición final cuarta del ET, pues no se trataba de normas que regulasen aspectos y circunstancias de las relaciones individuales de trabajo, sino de un mecanismo de intervención normativa ajeno a los principios que inspiraban el nuevo sistema de relaciones laborales. Ahora bien, el alcance de la derogación no afecta a los reglamentos de régimen interior aprobados con anterioridad, que continúan aplicándose como derecho dispositivo, en tanto no se sustituyan por convenio colectivo. La parte paccionada del reglamento de régimen interior pertenece al ámbito de la autonomía colectiva. Por eso, salvo supuestos especiales, en que el efecto derogatorio pueda derivarse directamente de la propia derogación de la reglamentación nacional de trabajo u ordenanza laboral, la modificación o derogación del reglamento de régimen interior paccionado requiere un acuerdo colectivo. Asimismo, el Tribunal Supremo observa que el reglamento de régimen interior tiene una vigencia indefinida, y que su función de norma de acomodación le sitúa, en principio, en una posición de concurrencia no conflictiva, por supletoriedad, complementariedad o suplementariedad, con las normas acomodadas (la reglamentación u ordenanza o el convenio colectivo). En fin, el Tribunal precisa que los denominados reglamentos paccionados, cuya aprobación estaba sujeta a la intervención del jurado de empresa, pertenecen al ámbito de la autonomía colectiva. En realidad, y como ha subrayado la doctrina científica, la dualidad de procedimientos aprobatorios del reglamento de régimen interior conduce a una dualidad de vías para su modificación, que ha de tener en cuenta tanto el contenido de la materia afectada, como la reserva de las facultades de ordenación que establece el nuevo sistema de relaciones laborales. De este modo, si la modificación o derogación opera sobre las materias del artículo 4 del Decreto 20/1961, como sucede con respecto a la previsión social complementaria, será preciso un Nº 233 • Junio • 2009 112_s_Relaciones Laborales_233.indd 113 acuerdo colectivo, salvo supuestos especiales, en que el efecto derogatorio pueda derivarse directamente de la propia derogación de la ordenanza acomodada. De la doctrina del Tribunal Supremo, se desprende, con claridad, que el reglamento de régimen interior posee una naturaleza normativa. La Administración no puede modificar la parte paccionada del mismo (SSTS de 11 de abril y 24 de junio de 1991, Ar. 3261 y 5238). Asimismo, el empresario no puede modificar o suprimir de forma unilateral y sin una causa razonable la parte paccionada del mismo. El hecho de que el reglamento paccionado pertenezca al ámbito de la autonomía colectiva, constituye un valladar para la intervención unilateral del empresario no fundada en una causa. En este sentido, las SSTS de 15 de julio y 4 de octubre de 1991 (Ar. 6409 y 8656) subrayan que, tanto por la materia como por el modo de aprobación, todas las normas que estén incorporadas a los reglamentos de régimen interior están próximas a ser convenio de empresa y, por eso, deben distinguirse de aquellas otras normas que regulan la materia prevista en el artículo 3 del Decreto 20/1961, y cuya aprobación no está sujeta a la intervención del órgano de representación de los trabajadores. MODIFICACIÓN O DEROGACIÓN Ahora bien, no existe unanimidad en la jurisprudencia, en lo que hace que el instrumento colectivo sea idóneo para llevar a cabo la modificación pretendida, la supresión o derogación de las normas previamente incorporadas al reglamento de régimen interior paccionado. Las SSTS del 11 de abril de 1991 (Ar. 3262) y del 10 de julio de 2000 (Ar. 6625) aluden concretamente a un acuerdo colectivo. Por su parte, las SSTS del 15 de julio y del 4 de octubre de 1991 (Ar. 6409 y 8656) van más allá, y exigen un convenio colectivo estatutario. La última de las sentencias que hemos citado no es categórica. Indica que, en principio, el acuerdo colectivo será un convenio colectivo estatutario. En este sentido, la STS del 30 de mayo de 1996 (Ar. 4706), dictada en casación para la unificación de doctrina, ha admitido que la modificación debe llevarse a cabo a través de un acuerdo colectivo regulado en el Título I del Estatuto de los Trabajadores. Al enjuiciar un acuerdo de grupos de empresas negociados al amparo de preceptos del título I del ET, afirma que no había “lugar a exigir una obligación nacida de tan obsoleta fuente [los reglamentos de régimen interior de las empresas agrupadas], cuando ha sido sustituida por un acuerdo adoptado en el expediente regulado por el artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores, con la finalidad de ‘buscar una solución a la crítica situación en que se encontraba el grupo de empresas ‘Cenemesa’, ‘Conelec’ y ‘Cademesa’ al borde de un colapso financiero de consecuencias irreparables para el mantenimiento del empleo”. Esta última solución resulta ser la más razonable. No está claro que la única vía para modificar o derogar un reglamento de régimen interior sea la suscripción de un convenio colectivo estatutario. Puede utilizarse también un acuerdo de empresa, en el marco de un procedimiento de modificación sustancial de las condiciones de trabajo. En este sentido, la STS del 3 de abril de 1995 (Ar. 2905) admite, como hipótesis, el recurso al procedimiento de modificación sustancial de las condiciones de trabajo como vía idónea para modificar las condiciones de trabajo establecidas en un reglamento de régimen interior. En efecto, cuanto menos resultaría paradójico que el reglamento de régimen interior paccionado no pudiese modificarse por medio del procedimiento de modificación sustancial de condiciones de trabajo, cuando, tras la reforma de 1994, el artículo 41 ET permite la modificación de condiciones de trabajo establecidas no solo en un acuerdo de empresa o en un convenio colectivo extraestatutario sino, también, en un convenio colectivo estatutario. 113 Capital Humano 22/05/2009 12:01:52