Documento descargado de http://www.elsevier.es el 27/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIALES Lo sencillo también puede ser importante Ricard Tresserras Dirección General de Salud Pública. Departamento de Sanidad y Seguridad Social. Generalitat de Catalunya. Barcelona. No deja de ser curioso que, para establecer el nivel de salud de una población, la primera variable que solemos utilizar sea precisamente la mortalidad. No cabe duda de que entre los motivos que lo explican destaca el hecho de la disponibilidad de esta información. Y es que, en efecto, los registros de mortalidad se encuentran entre los más antiguos de los que son de uso epidemiológico común, y son los más consolidados y exhaustivos de los que se utilizan en el ámbito sanitario. Es muy probable que algunas de las bondades de los registros de mortalidad, desde un punto vista epidemiológico, tengan su origen en aspectos no precisamente sanitarios, pero hoy día se nos hace difícil hablar del nivel de salud de un país o comunidad sin hacer algún tipo de referencia a sus tasas de mortalidad general y, a ser posible, por causas. Esto es muy lógico, porque la mortalidad ofrece mucha información. De entrada, indica cuán probable es morir dado que pertenecemos a un país o a una población determinada, y cuáles son sus causas de muerte más frecuentes, pero ¿cuántas cosas oculta? ¿Cuántas cosas no revela? Sin duda, como todos los indicadores sanitarios generales, nos dice tantas cosas como nos oculta. Y es que, en ciencias en general y en medicina en particular, la obtención de respuestas genera nuevas preguntas e incluso la sensación subjetiva de mayor ignorancia. Cuando conocemos la frecuencia de un indicador sanitario, es sólo cuestión de tiempo que deseemos saber nuevos detalles y nos planteemos preguntas sobre cuál debe ser su distribución con relación a tal o cual variable. Pueden ser muchas las variables en relación con las cuales queremos saber la distribución del problema estudiado pero, si hablamos de salud, las variables de carácter socioeconómico tienen un peso específico muy relevante, incluso en momentos como el actual, en el que parece que la tecnología lo puede todo. Sabemos que variables que miden el nivel socioeconómico, el nivel educativo o el grado de apoyo social, por poner algunos ejemplos, se asocian a una peor percepción de la salud, a un peor estado de salud y a unas tasas de mortalidad más elevadas. Así, estudiar la variable mortalidad en función de los distintos niveles de otras, tan sencillas como las socioeconómicas, nos va a permitir constatar que en absoluto se trata de una variable que se distribuya de forma homogénea. Desde una óptica determinista, ni la salud ni la enfermedad tienen una distribución aleatoria entre los individuos de una población, y los fenómenos sociales desempeñan un papel muy importante en la determinación de esta falta de aleatoriedad. Claro está que tampoco el coste de obtener un indicador general es el mismo que de obtener un indicador y su distri- Correspondencia: R. Tresserras. Dirección General de Salud Pública. Departamento de Sanidad y Seguridad Social. Generalitat de Catalunya. Travessera de les Corts 131-159. 08028 Barcelona. Recibido el 9-1-2001; aceptado para su publicación el 16-5-2001 Med Clin (Barc) 2001; 116: 734-735 734 bución en función de otras variables. En algunos casos sin embargo, es posible obtener indicadores relevantes y su distribución según variables de interés sanitario, sin tener que llevar a cabo estudios de tanta envergadura como a primera vista podría parecer. En efecto, en algunas ocasiones existen fuentes de información oficiales que pueden facilitar enormemente la realización de determinados estudios de distribución de problemas de salud y su asociación con variables socioeconómicas. Además, muchos de estos registros están disponibles para los investigadores en formatos directamente utilizables en los principales paquetes estadísticos y epidemiológicos de uso corriente, y no requieren inversiones costosas. En estos casos, si los registros pueden unirse en función de alguna o algunas variables de identificación personal, es decir, si es posible unir los campos de distintos registros con información referente a un mismo individuo, sólo nos queda usar la información correctamente desde el punto de vista epidemiológico y, por supuesto, legal. Esto es, pedir a los datos aquello que nos pueden dar y respetar en todo momento la normativa que garantiza la confidencialidad y salvaguarda de la información de carácter personal. Estos dos aspectos –la asociación de la mortalidad con variables socioeconómicas y la posibilidad de introducirse en su estudio mediante la unión de registros oficiales– son las dos cuestiones fundamentales que se tratan en el trabajo de Regidor E et al1, y ambas son de calado. En relación con el primero de los aspectos nos muestran la existencia de asociación entre la mortalidad y distintas variables de índole social en la Comunidad Autónoma de Madrid. En cuanto al estado civil, se observa una mortalidad mayor entre las personas viudas y menor entre las casadas, aunque con algunos matices según el grupo de edad. Estos hallazgos están en consonancia con los obtenidos en recientes estudios longitudinales que observan mayor mortalidad general en los solteros2,3, o por suicidio en varones divorciados4. Se trata de una asociación ya conocida y uniformemente hallada en estudios centrados tanto en problemas de salud como de factores de riesgo o de conductas de riesgo. El matrimonio y la convivencia serían, pues, una fuente de apoyo social con efectos muy positivos para la salud. También se observa una mayor mortalidad entre las personas en situación de inactividad que entre aquellas que están activas. Estos resultados están en línea con los obtenidos por el ya citado estudio longitudinal de mortalidad de Estados Unidos, incluso para causas de mortalidad como el suicidio5; los observados en otros estudios recientes llevados a cabo en Inglaterra y Gales6 y en Suecia para la mortalidad general7, y en trabajos realizados en nuestras latitudes para diversas causas específicas8. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, la interpretación, tal como los autores indican, no es simple, ya que la categoría «activos» incluye a los ocupados y a los parados. Sin duda ésta es una limitación importante tanto para interpretar esta asociación en concreto como para juzgar la adecuación metodológica de este tipo de estudios cuando las variables no miden exactamente aquello que desearíamos que midieran. El mayor nivel de estudios se asocia con una menor mortalidad, sobre todo en los grupos de edad jóvenes. Aunque existen algunos trabajos que obtienen resultados opuestos9 a los observados en la Comunidad Autónoma de Madrid, la mayoría comunica resultados similares10,11. Esta asociación parece ser cierta incluso para la prevalencia de algunos factores de riesgo12,13. Resultados similares se observaron en otros estudios llevados a cabo en nuestro entorno14. Sobre todo en personas jóvenes, el bajo nivel de estudios implicaría distintos hábitos de vida y conductas de riesgo, además de peores Documento descargado de http://www.elsevier.es el 27/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. R. TRESSERRAS.– LO SENCILLO TAMBIÉN PUEDE SER IMPORTANTE condiciones de vida y menos oportunidades de progreso material y de desarrollo personal, estrechamente ligados a las peores opciones para incorporarse al mundo laboral. En cuanto a la mortalidad según el nivel de ocupación, se observa, como era de esperar15, una menor mortalidad entre los directivos y profesionales, mientras que los trabajadores no cualificados la presentaron más elevada. También se presentan datos interesantes sobre la asociación entre la mortalidad y el número de miembros del hogar. Como se ha comentado previamente, el otro aspecto a destacar se refiere al tipo de estudio y a la metodología seguida. El trabajo citado demuestra una de las posibilidades para el estudio de la distribución de los indicadores de salud a partir de los datos disponibles en distintas fuentes oficiales. Se trata, de forma esquemática, de estudios basados en la unión de registros que hacen posible obtener, por un lado, información sobre una exposición y, por otro información sobre un problema de salud presumiblemente relacionada con la exposición. Además, la información de ambas variables, gracias a otras de carácter personal, pertenece a un solo individuo aunque las fuentes sean distintas, con lo que estamos realizando estudios de carácter individual; es decir, no se trata de estudios ecológicos donde la unidad de análisis es el grupo. Existen antecedentes de estudios similares publicados recientemente16,17, que obtienen resultados de interés sobre este tipo de variables mediante la unión de registros sanitarios. No cabe duda de que este tipo de estudios pueden presentar diversos sesgos. Las fuentes de información son distintas, y probablemente de diferente calidad y exhaustividad, tanto en las variables de estudio como en aquellas que permiten la unión de los ficheros y la identificación de los individuos. En este sentido, la unión de los registros difícilmente es completa, lo que puede dar lugar a un sesgo que sería equivalente al que se produciría en otros estudios asociados a la –mayor o menor– falta de respuesta. Esta falta de respuesta, sin embargo, es relativamente más fácil de estudiar, puesto que es posible analizar alguna variable de interés entre aquellos en los que se han podido unir los registros y aquellos en los que no se ha podido. Sólo es posible estudiar las variables disponibles en los registros. Esto básicamente implica que nos movemos en el terreno de la epidemiología descriptiva. No hace falta desarrollar ninguna hipótesis, aunque sería posible definirla, puesto que la información está disponible y no hay más que utilizarla. Si hubiera hipótesis, difícilmente las variables disponibles responderían a aquellas que necesitaríamos para contrastarla. Por tanto, con hipótesis o sin ella, nos tenemos que manejar con lo que hay y esto es, sin duda, una limitación, pero no exclusiva de este tipo de estudios. Se puede aducir que, siempre que se confronta una variable con otra, se encontrarán algunas diferencias, y que este tipo de estudios sólo son descripciones que reflejan diferencias de interés meramente académico. Nada más lejos de la realidad. En primer lugar, a pesar de las dificultades operativas que puedan tener –que las tienen–, son relativamente fáciles de realizar y sacan rendimiento de fuentes de información que, de otra forma, tendrían una escasa utilidad sanitaria. En segundo lugar, aunque muchas veces sólo podamos obtener una descripción de un fenómeno de salud, no hay duda de que una buena descripción puede aportar mucha información y, en todo caso, es el primer paso que hay que dar para analizar cualquier problema. Si el método es rápido y barato, aunque no sea completo, no hay que despreciarlo de entrada. Es mejor darle su oportunidad y no pedir ni a las fuentes de información ni a los métodos de análisis que nos den más de lo que pueden dar. Tampoco sería éste, claro está, un problema exclusivo de estos estudios. En tercer lugar, las diferencias de mortalidad –o de cualquier problema de salud– entre grupos de individuos clasificados en función de alguna característica de interés nunca es despreciable. Es cierto que siempre se podrán encontrar diferencias y que el hecho de que existan diferencias estadísticamente significativas no implica que sean asociaciones causales, pero no lo es menos que algunas diferencias en términos de estado de salud son difíciles de aceptar sin más. Al leer el artículo de Regidor et al1, se puede pensar que es el último de una larga lista de trabajos publicados sobre el tema de las desigualdades, otro más que sale del entorno sanitario para poner de relieve algo que ya sabíamos y que, desde este mismo entorno, no podemos solucionar. Es cierto; en buena medida ya lo sabíamos y la solución difícilmente se encontrará en el ámbito sanitario. Precisamente también los determinantes de la salud están distribuidos de forma desigual en la sociedad, y algunas de las diferencias observadas son injustas. Seamos capaces de apreciar, una vez más, estas diferencias que se nos muestran estudiando variables sencillas y que se pueden analizar mediante procedimientos que también lo son. Conviene y convendrá recordar que los condicionantes sociales se sitúan en el más alto de los niveles de determinación del estado de salud. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Regidor E, Calle ME, Domínguez V, Navarro P. Mortalidad según características sociales y económicas: Estudio de mortalidad de la Comunidad Autónoma de Madrid. Med Clin (Barc) 2001; 116: 726-731. 2. Johnson NJ, Backlund E, Sorlie PD, Loveless CA. Marital status and mortality: the national longitudinal mortality study. Ann Epidemiol 2000; 10: 224-1238. 3. Cheung YB. Marital status and mortality in British women: a longitudinal study. Int J Epidemiol 2000; 29: 93-99. 4. Kposowa AJ. 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