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EDITORIALES
Temperatura y muerte en ancianos
61.840
Isidoro Ruipérez Cantera y Diego Sepúlveda Moya
Servicio de Geriatría. Hospital Central de la Cruz Roja. Madrid. España.
En el verano de 2003 Europa sufrió una intensa ola de calor, con una significativa mortalidad asociada. En Francia
quedó patente la llamativa relación de las muertes por golpe
de calor con la edad: los fallecidos en un hospital de Lyon
tenían 85 años de media1 y el 82% de todos los fallecidos
del país tenían más de 75 años2.
Es un hecho evidente que la morbimortalidad aumenta de
forma significativa en las personas mayores durante los períodos de temperaturas extremas, tanto en presencia de
olas de calor como de frío. La mayor prevalencia de algunas
enfermedades, especialmente las cardiovasculares, y los
cambios fisiológicos que se producen con los años predisponen a una mayor incidencia de estos problemas. En lo
que se refiere a las situaciones de calor excesivo, estos
cambios son la disminución del número y el funcionamiento
de las glándulas sudoríparas, así como la elevación del umbral de temperatura al que se activan y la disminución de la
vasodilatación cutánea y esplácnica como respuesta a la
elevación de la temperatura. Los cambios que predisponen
a la hipotermia son la disminución tanto de la masa magra
como de la grasa corporal y de la termogenia, la menor sensibilidad al frío y a los cambios de temperatura, la menor intensidad de los escalofríos que producen tiritona y la menor
respuesta vasoconstrictora3,4.
La forma clínica más grave asociada al exceso de temperatura
es el golpe de calor, en el que la temperatura corporal suele
superar los 40 °C y aparecen alteraciones del sistema nervioso
en forma de delirium, convulsiones o coma. En el anciano se
suele producir durante una ola de calor y sin necesidad de haber estado realizando previamente ejercicio físico. No hay datos definitivos sobre su incidencia por estar infradiagnosticado
y utilizarse diferentes criterios para su diagnóstico5. Se estima
que en EE.UU. se producen unas 5.000 muertes al año, de
las que dos tercios son de mayores de 60 años4. Durante las
olas de calor y en áreas urbanas, se estimó una incidencia entre 17,6 y 26,5 por 100.000 habitantes6.
Los principales factores de riesgo para padecer un golpe de
calor son las enfermedades cardiovasculares, la diabetes
mellitus y cualquier situación de enfermedad que cause dependencia de otra persona o confinamiento en cama. También algunos medicamentos aumentan el riesgo por interferir en el balance de líquidos y en la respuesta fisiológica al
calor, como es el caso de los diuréticos, neurolépticos, anticolinérgicos y tranquilizantes5. Como grupos de alto riesgo
destacan muy especialmente los ancianos que viven solos
(odds ratio [OR] = 8,1) y los que no salen todos los días de
su domicilio (OR = 5,8)7.
No se puede evitar las olas de calor, pero sí atenuar la morbimortalidad que causan. No existe ninguna duda de la
gran eficacia que tienen las medidas preventivas en la disminución de la incidencia de dicha morbimortalidad8. Así,
Correspondencia: Dr. I. Ruipérez Cantera.
Servicio de Geriatría. Hospital Central de la Cruz Roja.
Avda. Reina Victoria, 26. 28003 Madrid. España.
Recibido el 9-2-2004; aceptado para su publicación el 16-2-2004.
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por ejemplo, durante 2 olas de calor en Chicago y Milwaukee, entre el 50 y el 92% de las muertes se habrían evitado
si se hubiera tenido un aparato de aire acondicionado7,8.
Una vez que el golpe de calor aparece, y a pesar de un adecuado diagnóstico y tratamiento, la mortalidad es de un
33% y quedan secuelas neurológicas en el 14% de los supervivientes7.
Disponer de aire acondicionado es el mayor factor de protección de mortalidad (OR = 0,3)9. Es importante resaltar
que los ventiladores eléctricos no protegen nada7. Los mensajes a la población (radio, prensa, televisión) deben ser
lo más precoces posible, tan pronto como los informes meteorológicos lo anuncien, pues la mayoría de las muertes ocurren del segundo al cuarto día de la ola de calor9. Los consejos deben incidir en el mayor aporte de líquidos, procurarse
aire acondicionado y tomar duchas o baños extras, especialmente para combatir el calor nocturno. También las visitas
programadas de los servicios sociales a las personas en riesgo han demostrado ser un factor de protección (OR = 0,7)9.
Todo parece indicar que, por el progresivo calentamiento
del planeta, en el futuro serán más frecuentes las olas de
calor. También se ha comprobado que las mayores tasas de
mortalidad han dejado de ser en instituciones y ahora afectan a los mayores de 75 años que viven en su domicilio4.
Cada vez son más las personas muy ancianas que viven solas, incluso con algún grado de dependencia. Con frecuencia es la opción que ellos libremente eligen, por lo que hay
que favorecer que sea factible. Es responsabilidad de los
servicios sanitarios y sociales prevenir en esta población frágil problemas de salud tan graves como el golpe de calor.
La hipotermia es también un problema frecuente e infradiagnosticado en ancianos, aunque hay diferencias obvias
en función de los países. En algunos estudios británicos se
ha encontrado que entre el 3,5 y el 5% de los mayores de
65 años que acudían a urgencias tenían una temperatura
corporal menor de 35 °C4,10.
La presencia de hipotermia implica un mayor riesgo de morbimortalidad, y posiblemente sea un factor de riesgo de
descompensación de problemas cardiovasculares. En algunos estudios se observa una mortalidad hospitalaria elevada
(20-34%) de los individuos que al ingresar presentaban hipotermia10,11.
Es destacable que la hipotermia puede ser aún más sutil en
su presentación en ancianos, ya que las manifestaciones
son muy inespecíficas en las fases iniciales: fatiga, debilidad, marcha más lenta y confusión, entre otros. Además, la
dificultad en su reconocimiento surge de la necesidad de
emplear termómetros que puedan registrar bajas temperaturas y que no suelen estar disponibles en los servicios de
urgencias. La determinación de la temperatura corporal
debe realizarse en el recto o en el oído, o bien con medios
más invasivos en la vejiga o el esófago12.
Algunos procesos que pueden aumentar el riesgo de sufrir
una hipotermia son el hipotiroidismo, la insuficiencia suprarrenal, estados de desnutrición, neuropatías periféricas, enfermedad vascular periférica, así como algunos fármacos
como neurolépticos, benzodiacepinas y opiodes13.
Med Clin (Barc) 2004;123(1):19-20
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RUIPÉREZ CANTERA I, ET AL. TEMPERATURA Y MUERTE EN ANCIANOS
La mayor incidencia de hipotermia no sólo hay que buscarla
en situaciones de temperaturas extremas (de hecho, la mayoría de los ancianos con hipotermia ingresan desde su domicilio), sino que los individuos con mayores dificultades
para movilizarse, que viven solos y tienen escasos contactos
sociales, están especialmente predispuestos a sufrir hipotermia10,11. Posiblemente algunos ancianos que fallecen solos
en su domicilio padezcan este problema. Se ha observado
un riesgo mayor en ancianos cuyos hogares no alcanzan
una temperatura ambiente de 21° C; en este sentido, dificultades económicas para la adquisición o el empleo de la
calefacción pueden ser determinantes en la aparición de hipotermia4.
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