POLÍTICA Y DERECHO Ivan T. Berend SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO EUROPA DESDE 1980 Traducción de GUILLERMINA CUEVAS MESA IVAN T. BEREND Europa desde 1980 ‘ FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Primera edición en inglés, 2010 Primera edición en español, 2013 Berend, Ivan T. Europa desde 1980 / Ivan T. Berend ; trad. de Guillermina Cuevas Mesa. — México : FCE, 2013 319 p. : ilus. ; 23 × 17 cm — (Sección de Obras de Política y Derecho) Título original: Europe since 1980 ISBN 978-607-16-1465-0 1. Europa — Condiciones sociales — Siglo XX-XXI. 2. Europa — Condiciones políticas — Siglo XX-XXI. 3. Innovación tecnológica — Europa — Siglo XX-XXI. 4. Unión Europea — Integración económica — Historia I. Cuevas Mesa, Guillermina, tr. II. Ser. III. t. LC HN37305 Dewey 327.17 B165e Distribución mundial Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero Título original: Europe since 1980 © 2010, Cambridge University Press © Ivan T. Berend, 2010 D.R. © 2013, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] www.fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4694 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-607-16-1465-0 Impreso en México • Printed in Mexico SUMARIO Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I. Europa se acerca a la década de 1980: las crisis dobles (1968-1980) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . II. El fin de las “dos Europas” y la integración europea . . . . . . . . . . . III. Nuevo entorno cultural y político. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV. La respuesta de la economía a la globalización; recuperación y crecimiento; integración de Europa del Este y Europa Occidental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V. Cambios demográficos dramáticos, consumismo y Estado de bienestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Epílogo: Quo vadis, Europa? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Índice general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 9 11 19 48 96 152 210 267 283 303 317 AGRADECIMIENTOS Deseo expresar mi gratitud a quienes colaboraron con mi trabajo para este volumen. Primero, agradezco a Michael Watson, editor de Cambridge University Press, con quien he trabajado en gran armonía durante años para los libros que he publicado antes con ellos, y que inició esta emocionante empresa. Como siempre, también agradezco a los revisores anónimos de Cambridge University Press que llamaron mi atención sobre aspectos importantes y facilitaron mi trabajo con sus invaluables consejos. La Universidad de California en Los Ángeles, mi hogar intelectual desde hace dos décadas, también tiene que mencionarse aquí. Además de su ambiente intelectual, la UCLA ofrece los ilimitados recursos de la espléndida Biblioteca Charles E. Young Research, así como generosas becas de investigación del International Institute, que me ayudaron a hacer realidad este proyecto. Por último, como siempre, estoy en deuda con mi esposa Kati, la mejor revisora, editora, asesora y ayudante en todas las etapas de mi trabajo. Es la mejor aliada para analizar y debatir conceptos, llevar a cabo trabajo práctico en la biblioteca y criticar borradores. Es tolerante cuando convierto nuestras tardes y fines de semana juntos en horas y días de trabajo, en parte porque le deja tiempo para trabajar sin ser molestada en sus propios dibujos y pinturas. IVAN T. BEREND 9 INTRODUCCIÓN ¿Por qué escribir una obra titulada Europa desde 1980? ¿Qué es Europa? ¿Y por qué enfocarse en 1980? ¿El año de 1980 marcó un momento decisivo en la historia del viejo continente?1 En esta obra se pretende responder a estas preguntas, señalando cambios globales y desarrollos exclusivamente europeos que fueron los principales factores, tan diversos como interrelacionados, en los albores de un nuevo periodo de la historia. El primero de estos factores en orden de importancia, si bien no cronológico, fue el colapso del comunismo y de la Unión Soviética y, por consiguiente, la división de Europa. Esto provocó una abrumadora repercusión en todos los aspectos de la Europa posterior a 1990-1991. El continente se convirtió en un lugar más seguro y más unido; desapareció un sistema fallido y la mitad inició una jornada de transformación difícil pero promisoria. Sin embargo, la porción occidental de Europa también cambió. La rivalidad de medio siglo entre capitalismo y socialismo durante la Guerra Fría influyó en la sociedad y la política occidentales. Además de la muy visible carrera armamentista y la cacería de brujas, a veces histérica, el reto del socialismo inspiró conciencia social y también una política de “mercado social”. Fue larga la historia de esta competencia iniciada con la política de seguridad social del canciller Otto Bismarck, instituida por él para restarle impulso al naciente movimiento socialdemócrata de finales del siglo XIX en Alemania. Las décadas posteriores a la segunda Guerra Mundial fueron un periodo de avances significativos para la solidaridad social. Si bien esto se debió en parte a un legado de la Gran Depresión y la guerra, también la Guerra Fría tuvo algo que ver. Mientras los reformistas del este soñaban con un “socialismo de rostro humano”, el capitalismo occidental flexible institucionalizó ciertos controles y frenos en los impactos sociales del mercado después de la segunda Guerra Mundial, y el sistema se tornó más humano que nunca. Por supuesto, también es cierto que la desregulación y las repercusiones del así llamado modelo anglosajón del capitalismo ganaron terreno desde la década de 1980 y revirtieron algunos de los acontecimientos previos. El colapso del socialismo, el triunfo de las democracias occidentales y el sistema de mercado acabaron con la presión política y la competencia exter1 La fecha de 1980 es en cierta forma simbólica y arbitraria para el momento decisivo. En historia, excepto para explosiones revolucionarias importantes, es muy raro relacionar las principales transformaciones con un año en particular. El cambio económico, social, cultural y político de Europa empezó en la última parte de la década de 1970 y siguió durante la década de 1980. 11 12 INTRODUCCIÓN na. El sistema de mercado capitalista se hizo global y cada vez menos regulado; la toma de riesgos aventurados y la especulación ganaron terreno. Mientras el sistema de mercado regulado subordinaba la economía a la sociedad, el sistema de mercado desregulado subordinaba la sociedad a la economía. Esta tendencia llegó a dominar en los Estados Unidos a partir de la década de 1980. Los intentos de privatización de los parques nacionales y del sistema de seguridad social emprendidos por el Congreso republicano encabezado por Newt Gingrich y por la administración del segundo Bush, respectivamente, fueron señales simbólicas de esta tendencia. La crisis financiera internacional de 2008-2009 podría interpretarse como resultado de estos cambios, conforme la desregulación neoliberal se extendía de América a Europa. Sin embargo, 20 años es un periodo histórico extremadamente corto para una evaluación bien fundamentada de las consecuencias de la eliminación de las rivalidades entre sistemas diferentes. Todas estas transformaciones y acontecimientos estaban estrechamente relacionados con las principales tendencias internacionales y europeas de la época, entre otras, la revolución tecnológica, o más conocida como revolución de la tecnología de la información y las comunicaciones, cambio histórico comparable sólo con la Revolución industrial británica. Como argumentaré, la revolución tecnológica tuvo el papel económico clave en el colapso del comunismo porque los países del bloque socialista fueron incapaces de seguir la transformación tecnológica y se sumieron irremediablemente en el atraso y la vulnerabilidad. De forma indirecta, la revolución tecnológica contribuyó así a la nueva conformación de Europa. Además de transformar radicalmente las economías de dicho continente, el desarrollo tecnológico contribuyó a la modificación de las tendencias demográficas merced a la tecnología médica y farmacéutica, y también influyó en el tejido social, al provocar una restructuración mayor de la ocupación y las relaciones de clase. La tecnología moderna cambió fundamentalmente la cultura cotidiana y el entretenimiento. Si bien estrechamente relacionada con la transformación tecnológica, la globalización merece mención aparte. Este cambio tan controvertido y debatido surgió a partir de la década de 1980 como resultado del desarrollo cuantitativo gradual del comercio y las transacciones financieras mundiales. También se debió a desarrollos corporativos y de administración, así como a la gradual llegada al poder de empresas multifuncionales y multinacionales. A este respecto, la globalización es consecuencia del desarrollo del capitalismo de mercado. Esta tendencia sentó sus reales al mismo tiempo que el naciente capitalismo industrial y financiero de finales del siglo XIX, sistema globalizador, aunque no totalmente globalizado. Si bien su violenta reacción en las décadas de entreguerras detuvo y revirtió esta tendencia, resurgió después de la segunda Guerra Mundial y floreció a partir de la década de 1980. Por otra parte, la globalización es también una política intencionada surgida paulatinamente después del colapso del colonialismo, en la posguerra. Las inversiones de las empresas multinacionales que buscaban mercados y INTRODUCCIÓN 13 mano de obra llevaron a crear subsidiarias por todo el mundo. El sistema financiero desregulado penetró en la economía global y, al remplazar a las actividades empresariales sólidas, los fondos de capital de riesgo obtuvieron enormes ganancias. El impacto de la globalización es trascendental, afecta a ganadores y a perdedores, y sus consecuencias económicas iniciaron un nuevo capítulo en el mundo avanzado, pero también en los países de la parte oriental del continente, en proceso de transformación, así como en algunos antiguos países en desarrollo. La globalización incrementó tan significativamente el flujo de bienes, capital y mano de obra, que la inversión extranjera directa transformó regiones enteras, en parte al enriquecer aún más a los países avanzados, pero también al impulsar de forma inusitada el proceso de puesta al día de algunos países menos desarrollados pero bien preparados. En consecuencia, la migración también devino una situación económica y sociopolítica preponderante. El impacto ideológico de la globalización también fue mundial, y resultó en el triunfo del neoliberalismo y el renacimiento del conservadurismo a partir de la década de 1980, así como en la negación de las hipótesis filosóficas de la Ilustración y la difusión de nuevas tendencias culturales posmodernas. El sistema de partidos políticos también se restructuró radicalmente, incluido el surgimiento de partidos “comodín” y populistas. Las tres primeras décadas del siglo XX, sin embargo, fueron un periodo de tendencias de lucha y confrontación. La difusión del fundamentalismo de mercado neoliberal generó gran resistencia, y la Unión Europea defendió con éxito su proyecto de una Europa social aplicando una política de cohesión para contrarrestar las fuerzas brutas del mercado y su impacto polarizador redistribuyendo el ingreso y apoyando a las regiones atrasadas. Por otra parte, si se pudiera decir que el triunfo de la ideología y la política neoliberales había originado las crisis dobles de las décadas de 1960 y 1970, la gran crisis financiera reciente de 2008-2009 y sus consecuencias podrían marcar el fin del dominio neoliberal. La crisis previa llevó al fracaso la economía keynesiana, pero la de 2008-2009 parece haber provocado el fracaso de la economía neoliberal y su realización en reaganismo-thatcherismo. ¿Ya se cerró el círculo? ¿Europa volverá a un sistema de mercado regulado? Antes de la década de 1980 en Europa era común pensar que el Estado debía desempeñar un papel importante en la economía, y que tenía que contrarrestar los impactos sociales negativos del mercado. El auge europeo sin paralelo después de la guerra fue la etapa del gran Estado, la economía mixta y la construcción del Estado de bienestar. Después de 1980 se descalificó al Estado por “ser el problema, no la solución”. La victoria de la Guerra Fría en Occidente inspiró un Zeitgeist ideológico triunfante de “desestatización”, punto de vista desafiado por la crisis financiera de 2008-2009; nada podría ilustrarlo mejor que uno de los editoriales de primavera de la publicación conservadora The Economist. Si bien el diario “se mantiene firme del lado del modelo liberal anglosajón”, registró la satisfacción de Europa con la 14 INTRODUCCIÓN idea de que “sus economías son escleróticas, están exageradamente reguladas y demasiado dominadas por el Estado”, discurso constante de estadunidenses y británicos, pero cuestionable a la luz del descalabro económico global. “Más que retar al dirigisme, los británicos y estadunidenses están muy ocupados siguiéndolo… Reglamentar adecuadamente los mercados importa tanto como liberarlos; un sector público eficiente puede valer tanto como uno privado eficiente”.2 No obstante, sigue abierta la interrogante de si se trata de un cambio transitorio que no durará mucho o si es el principio de una nueva época con un nuevo paradigma económico. Las tendencias interrelacionadas de cambio tecnológico, globalización y colapso del comunismo en la porción este del continente iniciaron un nuevo capítulo del proceso de integración europea. El fin de la existencia de facto de “dos Europas” y la aguda competencia mundial en un poderoso sistema global de libre comercio llevó a un novedoso y muy impresionante desarrollo: el surgimiento de la Comunidad Económica Europea. La Comunidad original de seis países, fundada en 1957, se amplió en 1973 para incluir a tres nuevos miembros, pero después experimentó un proceso de crecimiento sin paralelo, a partir de la década de 1980, que sigue abierto, en el cual de nueve países miembros ha crecido a 27, con siete candidatos y potenciales candidatos en espera, la mayoría pertenecientes a la periferia del continente. Tan febril proceso de crecimiento plantea nuevas interrogantes sobre las fronteras de Europa. Entonces, ¿qué es Europa? El contenido geográfico tradicional del término es claro, pero ya no basta como respuesta a esa pregunta. Cuando se estableció la Comunidad Europea, los seis países fundadores eran similares desde una perspectiva económica, social y cultural. Desde 1980, los países que se unieron eran principalmente de la periferia europea: la península ibérica, los Balcanes, Europa del Este. Económicamente estaban mucho menos desarrollados, y sus antecedentes históricos, políticos y culturales eran otros. El régimen otomano de 500 años de los Balcanes y sus características culturales ortodoxas griegas marcaban importantes diferencias. Muchos historiadores piensan que la frontera griega ortodoxa divide a Europa en dos mundos diferentes. ¿Los países del este de esa línea divisoria están capacitados para integrarse a una Unión Europea homogénea? La geografía no ayuda a responder esta pregunta. La solicitud y candidatura de Turquía supone en especial un desafío para el concepto geográfico, pues con excepción de una pequeña franja de Estambul la mayor parte del país, que incluye 95% de su población y su capital, está geográficamente fuera de Europa. Además, varios países de Europa Occidental, como España, Francia e Italia, tradicionalmente han tenido mayor contacto con los países de la orilla sur del mar Mediterráneo que con los Balcanes. ¿El así llamado “desafío mediterráneo” para la Unión Europea reformula la respuesta a la pregunta sobre Europa, y 2 “A New Pecking Order”, The Economist, 9-15 de mayo de 2009, p. 13. INTRODUCCIÓN 15 sugiere incluir a toda la cuenca del Mediterráneo, África del Norte y Medio Oriente? La propia ubicación de Rusia en el continente euroasiático es un reto para la definición geográfica. Algunas de las repúblicas del sur de la ex Unión Soviética, ahora Estados independientes, están dentro de la Europa tradicional, pero difieren en muchos otros aspectos. ¿Qué es Europa? Los antiguos miembros de la Unión Europea respondieron a esta pregunta rechazando una interpretación geográfica y tomando en consideración factores históricos, así como vínculos e intereses económicos, políticos y culturales. Desde esta perspectiva, Europa es un proyecto de civilización basado en el legado de valores judeocristianos, grecorromanos, del Renacimiento y la Reforma. La civilización industrial nacida de la Revolución industrial británica también ofrece una base común, aunada a acuerdos políticos civilizados incluidos en el legado del Tratado de Westfalia. Estos legados se llaman civilización occidental. Sin embargo, Europa ha violado estos valores y principios miles de veces a través de intolerancia atroz, inquisiciones, guerras sangrientas, limpiezas étnicas y genocidios. La historia de la Europa del siglo XX mostró trágicamente todos los defectos de esta civilización. Como argumenta Tony Judt, si bien Europa crea “sitios patrimoniales” y “cámaras de horrores históricos” conmemorativas, también quiere olvidar el siglo XX, y como sugiere el subtítulo de esa obra, con la esperanza de que “todo eso haya quedado atrás”.3 El proyecto de constitución de la Unión Europea de 2003 hace referencia a “tradiciones religiosas y humanistas” y a “superar añejas divisiones”, sin siquiera mencionar guerras y limpiezas étnicas. Sin embargo, tratar de olvidar no es suficiente. “A pesar de la cooperación, los europeos no lograrán la integración ni una identidad colectiva mientras haya discrepancias en la imagen nacional de la memoria”.4 El proyecto europeo aún se basa en aquellos preciados y selectos valores occidentales producto de su legado, incluso si éste todavía está en proceso de creación. Ese conjunto de valores forma una base cultural común, a pesar de las múltiples culturas y lenguas, así como de las diferentes experiencias históricas. El proyecto europeo es resultado de un permanente estado de cambio, de adaptación de varias oleadas de efectos externos, entre otros, muchos “bárbaros” invasores, además de que durante toda su historia ha absorbido varias influencias étnicas y culturales. Europa es un continente de deseosos. Hace 200 años surgieron nacionesEstado por el deseo de la población de convertirse en una nación. Friedrich Meinecke, el historiador alemán más importante, concluyó su estudio sobre 3 Tony Judt, Reappraisals: Reflections on the Forgotten Twentieth Century, Penguin Press, Nueva York, 2008, p. 4. 4 K. H. Jarausch y T. Lindenberger, citando a J. Fried, “Erinnerung und Vergessen”, Historische Zeitschrift (2001), p. 273, en “Contours of a Critical History of Contemporary Europe: A Transnational Agenda”, en K. H. Jarausch y T. Lindenberger (eds.), Conflicted Memories: Europeanizing Contemporary Histories, Berghahn Books, Nueva York, 2007, p. 1. 16 INTRODUCCIÓN los orígenes de la nación-Estado alemana afirmando que “una nación es una comunidad que desea ser una nación”.5 Esta aseveración demostró su veracidad durante todo el siglo XIX y XX, incluido el final de este último siglo, cuando se establecieron varias naciones-Estado independientes, algunas sin precedentes históricos. Lo que le pasó a la nación-Estado le pasaría a Europa también. El continente necesita el deseo de ser una nación europea, y según este concepto, Europa pertenece a quienes desean pertenecer a Europa: “Europa no es la mera representación de una realidad geográfica e histórica. Europa se entiende mejor como la emanación del deseo de quienes sienten que pertenecen a ella”.6 Con el proceso de “ampliación” de la Unión Europea se incorporaron países de niveles económicos y sociales muy diferentes, sin embargo, la historia de la Unión es la historia de un esfuerzo de homogeneización de Europa. Una política exitosa de cohesión ayudó a elevar al nivel del núcleo occidental a varias regiones atrasadas. Un proceso paralelo de “profundización” decisiva de la integración económica también logró grandes progresos hacia el establecimiento de un mercado único y una moneda común. Con mayor integración política también se lograron nuevos incentivos importantes. Y si bien fueron desafiados y frenados varias veces, el modelo social europeo y el Estado de bienestar de la posguerra, en última instancia se mantuvieron. La nueva Unión Europea, en constante transformación, cambió el rostro de Europa. A la larga, promete un continente mucho más homogeneizado. El asunto de Turquía, un solicitante muy deseoso de unirse a la Unión Europea, es clave para el futuro de Europa. Sin embargo, el pueblo y las élites políticas de Europa están muy divididas con respecto a su aceptación. Turquía introdujo reformas importantes para ajustarse a las normas europeas. Durante medio siglo se ha mantenido firme en la alianza militar de Occidente, la OTAN. El legado kemalista de occidentalización de Turquía tiene cerca de un siglo de existencia. El país no sólo cambió el alfabeto de su lengua de Estado después de la primera Guerra Mundial, también estableció un Estado seglar en un país islámico. Fue parte de Europa durante siglos, participó en sus guerras, hizo alianzas y contactos comerciales. Probablemente el destino de Turquía sea hacer de puente entre Europa y el mundo islámico contiguo. No obstante, según visiones opuestas, la herencia político-cultural no europea de Turquía y el riesgo potencial de un levantamiento de la oposición islámica fundamentalista, combinados con su enorme población y el atraso de su economía, podrían socavar la economía y la identidad de Europa. Esto podría comprometer el avance hacia una unidad más homogénea e integrada, y la posibilidad de una nación europea. 5 Friedrich Meinecke, Weltbürgertum und Nationalstaat: Studien zur Genesis des deutschen Nationalstaates, R. Oldenbourg, Múnich, 1908, p. 9. 6 Robert Maclennan, “Foreword”, en Guido Snel (ed.), Alter Ego: Twenty Confronting Views on the European Experience, Amsterdam University Press, Ámsterdam, 2004, p. 9. Cursivas del autor. INTRODUCCIÓN 17 Los debates están lejos de haber concluido. Turquía, si bien candidato serio y legal a la Unión Europea, no formaba parte de Europa entre 1980 y 2010. Por tanto, sólo el asunto de Turquía, y no la discusión sobre Turquía en sí, forma parte del relato de este volumen. Con o sin el asunto de Turquía, el “proyecto europeo” ha sido motivo de acalorados debates desde la década de 1960 a la fecha. Por una parte, una poderosa facción política e intelectual cree que está en curso un “proceso de federalización” y trabaja en pro del mismo. Ellos argumentan que si bien tiene siglos de historia, conciencia e identidad nacional, fue creado artificialmente, por eso es igualmente posible construir una identidad europea. Como argumenta uno de sus partidarios, si hay una nación india, Europa también puede surgir como nación, y de hecho, es cada vez más homogénea. Los jóvenes pasan más tiempo en otros países europeos y son más y más cosmopolitas, o europeos; los sistemas educativos están más armonizados; en los textos de historia se han desechado las interpretaciones hostiles y nacionalistas del pasado europeo y se utilizan imágenes estandarizadas para ilustrar los dramáticos episodios de ese entonces. Los títulos universitarios tienen validez europea general. Los intercambios de estudiantes, los campamentos juveniles de verano e incluso las relaciones transnacionales y los matrimonios mixtos forjan lazos más estrechos. El modelo de consumo y el estilo de vida europeos están cada vez más estandarizados. Ir de compras a otro país es práctica cotidiana en las zonas fronterizas; la gente compra casas para retirarse en otros países y dos terceras partes de la población pasa sus vacaciones fuera de sus países de origen. “En el futuro, los vínculos transnacionales y las identidades híbridas podrían constituir la nueva base de la integración europea, más que de una nación-Estado.” 7 Además del mercado único y la moneda común, el camino hacia un futuro federal podría pavimentarse con símbolos comunes, el pasaporte europeo e instituciones conjuntas, como un presidente electo, una política exterior y un ejército común. Si algunos países aún no están listos para avanzar por el camino de la federalización, para muchos la alternativa podría ser una estructura de dos niveles, unidos los que ya están listos, mientras que los otros se mantienen en el segundo nivel. En una estructura de esas características, los miembros más lentos, dubitativos y “euroescépticos” no determinarían el desarrollo de la Unión Europea. Con un núcleo más rápidamente integrador, abierto a todos los demás miembros, se llegaría al objetivo con mayor facilidad. No obstante, una facción igual o incluso más poderosa rechaza el proyecto de federalización, o tiene serias dudas sobre su realidad. Europa nunca fue un Gemeinschaft, es “un espacio conflictual de existencia, más que un 7 Karen Schönwälder, “Integration from Below? Migration and European Contemporary History”, en Konrad H. Jarausch y Thomas Lindenberger (eds.), Conflicted Memories, pp. 154163, 160. 18 INTRODUCCIÓN lugar elegido para pertenecer”.8 Sostienen que la “ilusión de Europa” no puede sobrevivir a una prueba continental, y un orden liberal en toda Europa es mucho más importante y realista que federalizar parte del continente. Si bien la integración económica beneficia a los intereses europeos comunes, la integración política, como sostienen varios grupos políticos influyentes, choca con los intereses nacionales. El crecimiento de la Unión, argumentan los opositores, ha llegado demasiado lejos y tiene que detenerse. El rechazo de la constitución europea en Francia y los Países Bajos se apoya principalmente en estas consideraciones. A varios políticos y partidos influyentes, y en algunos países a la mayoría de la población, les preocupa que se “profundice” más en la integración de una Europa federal; mencionan ideas utópicas exageradamente ambiciosas que incluso podrían socavar los logros de Europa y llevarla a la desintegración, de modo que deben dejarse de lado. La descripción y el análisis de estas complejas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales conforman este volumen; el epílogo mira hacia el futuro. ¿Qué pasaría si continuaran estas tendencias internas e internacionales? ¿Europa se convertiría en una superpotencia? ¿Se desvanecerían las disparidades regionales? ¿El desarrollo de una “unión aún más estrecha” llevaría a la creación de una nación europea y una reorganización federal, o la sobreexpansión y la discordia pondrían en riesgo la existencia de la Unión? ¿Las desalentadoras profecías de descomposición y degradación se harán realidad? Son varias las alternativas ocultas en el futuro, y nadie puede contestar estas preguntas, pero ¿es apropiado pronosticar extrapolando tendencias a partir del presente? Mi respuesta como historiador es negativa. Sin embargo, creo que si tratamos de analizar diversas perspectivas, podríamos entender mejor el presente y las necesidades del futuro. 8 Michael Geyer, “The Subject(s) of Europe”, en Jarausch y Lindenberger (eds.), Conflicted Memories, p. 274. I. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, la catástrofe demográfica e histórica más impactante de la historia europea, minó la posición de Europa en el mundo; murieron cerca de 40 millones de europeos y partes enormes del continente quedaron en ruinas. En su nadir de la posguerra, el producto interno bruto combinado de Austria, Alemania, Italia, Bélgica y Francia había caído a menos de la mitad de su nivel previo a la guerra. En Berlín, Dresde, Hamburgo, Leningrado, Varsovia y Budapest la destrucción por bombardeos y batallas en las calles fue tremenda. La población de la Unión Soviética, Polonia y Yugoslavia resultó literalmente diezmada y los judíos europeos prácticamente eliminados, además, decenas de millones de personas fueron desarraigadas. La devastación, inflación e inanición pusieron a Europa de hinojos. Por otra parte, los nubarrones de un nuevo conflicto ensombrecieron el horizonte al final de la guerra. Una sigilosa guerra fría, con conflictos y confrontaciones entre aliados de guerra, sembraron el miedo y la incertidumbre en el horrorizado continente. La Unión Soviética ocupó y pronto sovietizó a los países del este del río Elba que había liberado de los nazis alemanes y el régimen fascista local. La porción oriental del continente fue aislada de Occidente por un sistema económico y un régimen sociopolítico de tipo soviético que hizo convenios militares y económicos independientes, encabezados por los soviéticos. En cuanto a comercio, viajes y comunicación, los intercambios entre ambas porciones de Europa estaban reducidos al mínimo. Varios pensaban que Stalin quería ampliar su zona de amortiguación ocupando otras partes del continente. La crisis de Berlín de la primavera de 1948, cuando la Unión Soviética bloqueó la conexión por tierra entre las zonas de ocupación occidentales de Alemania y Berlín Occidental, trajo la posibilidad de un conflicto armado a escasa distancia. La Europa de la posguerra no era un continente homogéneo, estaba dividido en dos mitades hostiles, la oriental y la occidental. En realidad, no había sólo dos Europas, sino hasta tres. En la región del Mediterráneo, es decir, España, Portugal y Grecia, seguían dominando los regímenes autoritarios de derecha o las dictaduras militares que quedaban del periodo de entreguerras, algunos habían sido aliados de Hitler. En la Europa democrática occidental, estos países seguían siendo parias políticos excluidos, apegados a una política aislacionista de autosuficiencia. Sin embargo, la lógica de la Guerra Fría pronto los llevó a incorporarse al sistema occidental de alianzas e instituciones. La historia europea de la posguerra está formada por tres historias diferentes, aunque estrechamente conectadas. 19 20 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) Occidente resurgió de sus ruinas y avanzó hacia la democracia y la prosperidad económica. Los Estados Unidos tuvieron un papel destacado y ejercieron gran influencia en el estilo de vida europeo, en sus patrones de consumo y en las nuevas tendencias culturales. Paradójicamente, la prosperidad y el consumismo eufóricos de la posguerra acabaron por debilitarse al cabo de un cuarto de siglo y generaron una crisis mayor a finales de la década de 1970, que persistió durante ésta y la de 1980. Los regímenes dictatoriales de izquierda y derecha de la periferia siguieron rutas diferentes. En la región mediterránea la erosión gradual de las dictaduras socavó dichos regímenes, que a la larga dejaron de aislarse y prepararon el camino para su futuro colapso, a la muerte de los dictadores. La porción oriental del continente intentó frenéticamente modernizarse y competir con la occidental en la carrera armamentista. La industrialización y la restructuración social dieron buenos resultados, pero la opresión y el control autoritario de la población, así como las repetidas intervenciones militares soviéticas para sofocar las revueltas, alienaron a partes importantes de la población y a países enteros. En última instancia, y a pesar de los tremendos sacrificios, el bloque soviético simplemente reprodujo el atraso y generó una explosiva insatisfacción. Revueltas y reformas debilitaron el sistema en algunos países; los regímenes acabaron por desgastarse y encaminarse cada vez más rápidamente hacia el colapso que por fin se dio a finales de la década de 1980. Por extraño que parezca, las tres vías y las tres historias europeas de la posguerra se unieron y confluyeron en una dirección similar: una gran crisis a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, seguida de un cambio radical generalizado a partir de la década de 1980. REVIVE EL FÉNIX OCCIDENTAL Después de la segunda Guerra Mundial, como durante la misma, Europa Occidental necesitaba urgentemente la ayuda estadunidense para recuperarse y afirmarse militar y económicamente. La administración de los Estados Unidos estaba lista para acotar el riesgo del comunismo. En 1948 el Plan Marshall resultó de gran ayuda para avanzar en la reconstrucción europea y durante el año siguiente casi todos los países de Europa Occidental y los Estados Unidos firmaron el convenio por el que se constituyó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza militar encabezada por los estadunidenses que constituyó un escudo nuclear y de seguridad. La Pax Americana hizo de los Estados Unidos el líder mundial indiscutible y el mentor de Europa Occidental. En contra del desafío comunista, los Estados Unidos querían fortalecer a Europa Occidental formando los Estados Unidos de Europa, como habían sugerido Winston Churchill (en 1946) y Allen Dulles (en 1948), y como de hecho fue previsto por el programa de EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 21 ayuda Marshall.1 El Plan Marshall, además de su principal objetivo de ayudar a la reconstrucción, alimentó un nuevo espíritu y marco institucional para la cooperación europea. En abril de 1948 empezó a operar la Organización para la Cooperación Económica Europea (OCEE), que determinó cómo utilizar la ayuda estadunidense, creó un programa de reconstrucción del continente y decidió la liberalización del comercio y la formación de una unión de pagos. Bajo la égida estadunidense, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Alemania e Italia decidieron unificar sus economías del carbón y el acero bajo una gobernanza supranacional y constituyeron la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, en 1952. Pronto esos seis países quisieron avanzar aún más por el camino de la integración, y en 1957 establecieron la Comunidad Económica Europea de 160 millones de personas. En 1968 habían abolido todos los aranceles y otras restricciones al comercio y creado un mercado unificado. En 10 años el comercio entre los países miembros se cuadruplicó, hasta representar la mitad de su comercio con el exterior. El éxito atrajo también a otros países, y Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca se unieron en 1973. Con ayuda de los Estados Unidos, líder mundial en tecnología, y su gran poder económico, la recuperación europea fue más que un éxito, de hecho, Europa nunca había gozado de tal prosperidad: en la porción occidental el ingreso nacional se incrementó dos y media veces entre 1950 y 1973. El “secreto” más importante del auge económico fue la posibilidad de una extensa política de desarrollo, es decir, poder combinar la tecnología existente con una enorme utilización de mano de obra. En esa situación, Europa pudo aprovechar la más novedosa y avanzada tecnología estadunidense, fácilmente accesible mediante transferencias de tecnología facilitadas por gobiernos amigables dispuestos a fortalecer a sus aliados de Occidente. La posibilidad de integrar a la mano de obra se debió a la restructuración de la fuerza laboral existente, que pasó de las ramas menos productivas de la economía a las más productivas. En el cuarto de siglo posterior a la guerra en Europa Occidental se vivió uno de los periodos más radicales en cuanto a restructuración de la mano de obra. En Alemania la participación en tareas agrícolas cayó de 23 a 8%, en Francia, de 28 a 13% y en Italia, de 40 a 19%. En seis países los empleos agrícolas se redujeron a la mitad. Entre tanto, el empleo en la industria subió de 38 a 42% y, más importante aún, en el sector de servicios, de 35 a 45% entre 1951 y 1971.2 Estos cambios estructurales repercutieron tremendamente en el desempeño económico. Ejemplo elocuente: un trabajador industrial español producía cinco veces más valor en una hora que un jornalero agrícola. En dos décadas los niveles de pro1 Winston Churchill, “The Tragedy of Europe” [1946], His Complete Speeches, 1897-1963, vol. VII [1974], en Brent F. Nelsen y Alexander C.-G. Stubb (eds.), The European Union: Readings on the Theory and Practice of European Integration, Lynne Rienner, Boulder, 1998, pp. 7-11; Allen Dulles, The Marshall Plan, Palgrave Macmillan, Houndmills, 1948. 2 Angus Maddison, Monitoring the World Economy 1820-1992, OECD, París, 1995. 22 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) ductividad de Europa Occidental saltaron de 50 a 70% del nivel estadunidense. Europa se había recuperado. Europa Occidental no sólo era más fuerte, sino que también su estabilidad era mayor que antes. Los países aprendieron las lecciones de la Gran Depresión y la guerra, trataron de evitar la pobreza y las carencias y armonizaron sus relaciones sociales: la novedosa sensación de solidaridad social los llevó a construir los Estados de bienestar de la posguerra, en los cuales se reinterpretaban los derechos de la ciudadanía para incluir el derecho al empleo y a la seguridad social. Virtualmente lograron el empleo pleno. Si bien había importantes diferencias nacionales en la forma de manifestarse, los elevados ingresos fiscales permitieron ofrecer servicios sociales sin costo, pensiones, atención médica, educación y diversos beneficios para las familias en todos los países de Europa Occidental después de la guerra. COLAPSO DEL RÉGIMEN COLONIAL: ORIENTACIÓN HACIA EL INTERIOR Y DISTENSIÓN Después de la guerra una Europa que había sido imperialista perdió sus colonias y se vio obligada a volcarse hacia el interior. Una tendencia al expansionismo que había durado más de 300 años llegó a su fin repentinamente. La guerra y la ocupación japonesa de varias colonias europeas debilitaron al imperio colonial y generaron un movimiento independentista cada vez más vigoroso en Asia y África. El surgimiento de la superpotencia soviética dio gran libertad de movimiento a las ex colonias, que encontraron apoyo e incluso abasto de armas, de manera que entre 1945 y la década de 1970 colapsó la mayoría de los imperios coloniales. Si bien algunas antiguas potencias coloniales, como la británica, aceptaron pacíficamente la mayoría de los cambios, y los neerlandeses la independencia de Indonesia (1948), Francia trató de defender con la fuerza sus colonias asiáticas y africanas, pero fue vencida militarmente en repetidas ocasiones en Indochina (1954) y Argelia (1962) y las ex colonias se convirtieron en Estados independientes. El incidente del Canal de Suez, en 1956, y la acción belga en el Congo, en 1960, fueron algunos de los últimos intentos por preservar el pasado. Aunque algunas de las acciones del colonialismo resistieron lo más posible, como las interminables guerras coloniales portuguesas en África hasta 1974 y la guerra de las Malvinas de Gran Bretaña en la década de 1980, no cambiaron el hecho de que el colonialismo había sido virtualmente eliminado hacia 1960.3 En 1963 la convención de Yaoundé entre la Comunidad Europea y la ex África francesa marcó el inicio de un nuevo enfoque. Paradójicamente, y en contra de la percepción, a la larga el colapso del 3 Martin Thomas, Bob Moore, L. J. Butler, Crisis of Empire: Decolonization and Europe’s Imperial States, 1918-1975, Oxford University Press, Nueva York, 2008. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 23 colonialismo fortaleció a los antiguos imperios coloniales. La antigua función de las colonias como proveedoras de materias primas y alimentos, y como mercado para los colonizadores europeos, crucial del siglo XVI al XIX, perdió importancia. Después de la guerra el comercio entre los países agrícolas no industrializados y los industrializados y avanzados se redujo gradualmente, hasta ser sustituido por una nueva división del trabajo en la industria y entre países industrializados. Después de 1945 las colonias se convirtieron en una carga, en especial por sus cada vez más fuertes movimientos de liberación, levantamientos, guerras y crecientes gastos militares. Una próspera Europa orientada hacia el interior se liberaba también poco a poco del riesgo y la carga de la Guerra Fría. La atmósfera política y las relaciones internacionales cambiaron radicalmente conforme el mundo se adentraba en las décadas de 1960 y 1970. La Unión Soviética posterior a Stalin quería mejorar su nivel nacional de vida, de modo que estaba lista para aligerar la carga militar y las tensiones. Entre tanto, un exitoso y espectacular programa espacial soviético provocaba pánico en los círculos militares estadunidenses en los últimos años de la década de 1950. John Kennedy, recientemente elegido presidente, envió una carta a Moscú en febrero de 1961 en la que sugería una reunión personal con Nikita Jruschov en una ciudad neutral. El fracaso de la mal planeada invasión de Bahía de Cochinos, en la Cuba de Fidel Castro, fue un incentivo más para normalizar las relaciones. La cumbre Kennedy-Jruschov celebrada en Viena en junio de 1961 terminó sin acuerdos, pero la primera reunión personal entre los principales líderes fue de particular importancia, lo cual se hizo manifiesto al año siguiente. Las medidas de los estadunidenses contra Cuba continuaron y la respuesta soviética fue atrevida: en 1962 desplegaron 40 misiles Soviet SS-4 en nueve sitios de Cuba, listos para un primer lanzamiento; el mundo estuvo al borde de una confrontación nuclear. Buques de guerra soviéticos y estadunidenses zarparon y se prepararon para enfrentarse en el Océano Atlántico, pero en esta nueva situación triunfó la diplomacia. El 28 de octubre Jruschov ordenó el desmantelamiento y regreso de los cohetes. La solución pacífica dio lugar al teléfono rojo Moscú-Washington en junio de 1963. Las superpotencias fueron aún más allá, y en mayo de 1972 firmaron un acuerdo para controlar la carrera armamentista. Las Conversaciones sobre la Limitación de Armas Estratégicas (SALT en inglés) condujeron al acuerdo SALT I, por el cual el número de lanzadores de misiles balísticos estratégicos se congeló en los existentes. En junio de 1979, por el acuerdo SALT II, se restringió la producción de armas nucleares y se prohibieron nuevos programas de misiles. El acuerdo que ambas partes honraron terminó con la Guerra Fría y la sustituyó con distensión. La nueva situación internacional creó un entorno de seguridad en Europa Occidental, y si bien el conflicto de la Guerra Fría volvió brevemente en 1979-1981, la dependencia de Europa respecto de los Estados Unidos se redujo considerablemente. Mientras disfrutaban del nuevo ambiente político internacional y euro- 24 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) peo, los países avanzados de Europa Occidental se concentraron en sí mismos y crearon vínculos cada vez más estrechos entre ellos. Esta nueva orientación hacia el interior sentó bases firmes para un rápido crecimiento económico y estabilidad social. En lugar de conquistar otros continentes, las naciones occidentales conquistaron el mercado común europeo. El valor de sus exportaciones de mercancía se incrementó aceleradamente, cerca de seis veces y media hacia 1973,4 a lo cual siguió un enorme crecimiento del consumismo. Los países de Europa Occidental se convirtieron en sociedades de consumo en las décadas de la posguerra. Uno de los desarrollos más espectaculares fue el de la vivienda, y la política alemana al respecto ilustra adecuadamente la tendencia de Europa Occidental, con la construcción de 7.5 millones de hogares y la posibilidad de una nueva casa para 22 millones de personas.5 La mecanización del entorno familiar también fue casi total: había lavadora de ropa, refrigerador y televisor en 60 a 80% de los hogares en Europa Occidental, de tal forma que hacia principios de la década de 1980 el número de autos particulares se incrementó 20 veces en Alemania y 40 en Italia. En nueve países de Europa Occidental había 32 autos por cada 100 personas, es decir, casi uno por familia. El turismo masivo coronó el ansia por consumir: en 1950, 25 millones de europeos viajaron a otro país, y hacia 1970 ya eran 160 millones. Por consiguiente, se produjo un auge económico sin paralelo impulsado por la demanda, el cual caracterizó los 25 años posteriores a la guerra. El gasto en alimentos disminuyó de la mitad a una tercera parte del presupuesto familiar, en tanto que el gasto en electrodomésticos, atención de la salud, cultura y ocio se incrementó de 23 a 44% entre 1950 y 1973. Afirmaba un historiador francés que, “en un cuarto de siglo, los hogares pasaron de luchar por la supervivencia a buscar la plenitud personal”.6 Después de los primeros años de miseria de la posguerra, 25 años de gran prosperidad enriquecieron a Europa Occidental y la volvieron social y políticamente estable. ¿EDAD DE ORO AUTODESTRUCTIVA? REVUELTA POLÍTICA Y MINIRREVOLUCIONES EN OCCIDENTE Sin embargo, a finales de la década de 1970 una nueva crisis político-social impactó al mundo occidental inesperadamente. Fue más entendible en los Estados Unidos, pues la brutal guerra de Vietnam y la evaporación de la esperanza estadunidense de una victoria generaron apasionada resistencia y un levantamiento generacional. Campus universitarios como Berkeley y Co4 Angus Maddison, The World Economy. A Millennial Perspective, OECD, París, 2001, p. 127. Wolfram Weimer, Deutsche Wirtschaftsgeschichte: Von der Währungsreform bis zum Euro, Hoffman und Campe, Hamburgo, 1998, p. 144. 6 François Caron, An Economic History of Modern France, Columbia University Press, Nueva York, 1979, pp. 211, 214-215. 5 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 25 lumbia se tornaron en escenario de revoluciones virtuales. El movimiento de derechos civiles tomó nuevo impulso y dio un giro violento. La quema de guetos marcó el tórrido verano y el otoño de 1968. Las acciones y revueltas en contra de la guerra de Vietnam se extendieron a Europa Occidental. “Vietnam se convirtió en la piedra de toque de los moralistas del Occidente libre, y para muchos en ese tiempo, en el pecado original.” El autor de esta declaración citaba a Horst Mahler, quien recordó el siguiente episodio en una entrevista: “Durante un reportaje de televisión sobre Vietnam con espantosas imágenes Ulrike Meinhof irrumpió, sollozando, y dijo que ella no podía soportarlo, que era degradante, sus palabras fueron: tenemos que hacer algo, no podemos nada más cruzarnos de brazos”.7 La guerra de Vietnam y, de manera más general, la descolonización y el surgimiento del tercer mundo, ejercieron gran influencia en los intelectuales europeos, pero especialmente en los jóvenes. En la resolución de 1966 del Sozialistischer Deutscher Studentenbund se afirmaba que la guerra de Vietnam era una “guerra de liberación nacional y social, un posible modelo para… zonas agrícolas de Asia, África y Latinoamérica…” Rudi Dutschke, uno de los líderes de la revuelta estudiantil alemana, afirmó que la continua movilización de 1965-1966 contra la intervención estadunidense en Vietnam había creado una disposición psicológica contraria al autoritarismo entre los estudiantes alemanes.8 Lo que en realidad estalló en Europa fue más bien una revuelta general contra el statu quo. Los disturbios estudiantiles impactaron a París y Berlín y se difundieron como fuego arrasador; se abrieron las puertas y la insatisfacción se desbordó por Europa Occidental. ¿Por qué al final de les trente glorieuses, “los gloriosos treinta años”, como llamaban los franceses a las décadas de la posguerra? La historia suele dar lugar a paradojas; igual que el sistema inmunológico humano en ocasiones ataca al propio organismo, la gran prosperidad y el desarrollo acelerado a veces preparan las mejores tierras para las semillas de la crisis y los levantamientos. ¿Cómo fue que las décadas gloriosas se pusieron en contra de ellas mismas? Un número considerable de hebras del complejo tejido de la sociedad europea se soltó y éste se destejió. Uno de los elementos más importantes fue la alienación de la generación joven, la de la posguerra, en sí mismo un proceso complejo. Los largos años de la guerra minaron la tradicionalmente estricta estructura jerárquica de las familias. Los hijos se dirigían a sus padres de forma diferente y desaparecieron las formas de respeto obligatorias. Los jóvenes se hicieron mucho más libres e independientes; la nueva cultura juvenil de las décadas 7 Stefan Aust, “Terrorism in Germany: The Baader-Meinhof Phenomenon”, Bulletin of the German Historical Institute, 43, otoño de 2008, pp. 45-47, 49. 8 Giuliano Garavini, “The Colonies Strike Back: The Impact of the Third World on Western Europe, 1968-1975”, Contemporary European History, 16, 3, de agosto de 2007. (Garavini cita a Massimo Teodori, Storia delle nuove sinistre in Europa, 1956-1976, Il Mulino, Bolonia, 1976, p. 173.) 26 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) de 1950 y 1960 los separó de la generación de sus padres. Se vestían de forma diferente y con cierta uniformidad. La cultura de los jeans acabó con los signos visibles de las diferencias de clase. Sus diversiones eran diferentes, y la cultura de los Beatles, los nuevos bailes y el swing también levantaron una “muralla china” entre generaciones. Con la “píldora” se liberó el comportamiento sexual. La generación de la posguerra desarrolló sus propias características, estilo de vida y sistema de valores. La nueva generación estaba igualmente irritada por el consumismo eufórico y el estilo de vida egoísta de nouveaux riches de sus padres. Los estudiantes de la universidad de Oxford se reunieron frente al All Souls College para gritar “¡Comen demasiado bien, caballeros!” La nueva generación volvió la vista hacia valores morales idealistas y a la revolución sexual, celebraron la paz, la libertad y el libertinaje, vivían en comunidad y rechazaban los valores tradicionales y conservadores. Los cambios culturales los llevaron a rebelarse en contra de la generación de sus padres y además se llenaron de contenido político crucial. Se opusieron a la generación de sus padres nazis, fascistas y colaboracionistas. Estaban hartos del silencio en torno a la vergüenza de los crímenes de guerra, la colaboración y las mentiras y los mitos de la posguerra sobre las naciones resistentes. Estaban insatisfechos con el esfuerzo de sus padres por olvidar, en vez de rechazar, el pasado. Es más, se rebelaban contra la preservación del legado de silencio del vergonzoso pasado y el continuo poder de ex oficiales de Vichy, asesinos de las SS y entusiastas nazis que seguían en los negocios, las leyes y la política. El odio que sentían por el pasado y los valores oficialmente solemnizados por sus padres generó un sueño idealista de “vivir en la verdad”. Una tendencia paralela prendió fuego también a una revuelta intelectual. En Occidente los intelectuales de la posguerra, sobre todo en Francia e Italia, pero también en Gran Bretaña y otros países, se inclinaban fuertemente por la izquierda, incluidos socialistas y comunistas. Admiraban los esfuerzos bélicos de la Unión Soviética y los valores alternativos de la sociedad colectiva. Marx y Gramsci nunca fueron tan populares como durante la posguerra. El que la revolución se propagara a China y otros países, incluso a otros continentes, echó a volar su imaginación sobre un mundo en proceso de transformación. La guerra les había enseñado el valor del activismo y dado incentivos para influir en la historia. Sin embargo, las décadas de 1950 y 1960 los escandalizaron; la desestalinización sacó a la luz los crímenes del régimen soviético, aparte de que fueron los líderes soviéticos, y no enemigos hostiles, quienes revelaron los hechos: en publicaciones oficiales se hablaba de los Gulags. Por otra parte, los propios desestalinizadores, es decir, los líderes soviéticos posteriores a Stalin, iniciaron despiadadas intervenciones militares contra la revolución húngara de 1956 y la primavera checoslovaca de Praga en 1968. El ideal se colapsó. Primero, muchos intelectuales de izquierda volvieron al “Marx genuino” e idealizaron las versiones del socialismo manifestadas en EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 27 la “revolución cultural” de Mao y la revolución camboyana de Pol Pot, que al parecer no eran burocráticas: no de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Surgieron nuevos ídolos del “gran rechazo”, como Mao, Pol Pot, Fidel Castro y el Che Guevara.9 La decepción fue casi inmediata. El colmo fueron las noticias sobre opresión, humillación de las masas, asesinatos y hasta genocidio. No sólo desapareció su entusiasmo revolucionario, también se fue al otro extremo y fue sustituido por un fiero conservadurismo de neófitos. Varios ex intelectuales de izquierda le dieron la espalda a la Ilustración, negaron el progreso histórico e incluso la posibilidad de entender la verdad histórica. El relativismo y el nihilismo caracterizaban las tendencias intelectuales recién surgidas, que con frecuencia se oponían a las instituciones y los objetivos de la época. El último periodo de prosperidad de la posguerra fue la cuna de un nuevo Zeitgeist opuesto a los valores de la posguerra. La historia de 1968 tuvo un capítulo aparte en Europa del Este, en cuyo caso el núcleo fue la Primavera de Praga, un audaz esfuerzo de democratización de intelectuales comunistas reformistas que asumieron el liderazgo del partido en Checoslovaquia, y la despiadada represión del movimiento de reforma pacífica merced a la intervención militar del Pacto de Varsovia, encabezada por los soviéticos. Ese mismo año los estudiantes polacos se rebelaron también, y el régimen de Gomułka, orientado a la reforma, reaccionó al estilo estalinista tradicional jugando la carta del antisemitismo y lanzando el terror policiaco. Doce años después de las revoluciones de 1956 en Hungría y Polonia en 1968 acabó toda esperanza de lograr una reforma; fue el año en que nació el movimiento disidente en Polonia, Hungría y Checoslovaquia. No afectó directamente al régimen, pero lo debilitó gradualmente, cual virus moral, y llevó a la alienación de las generaciones jóvenes y en algunos casos a una socialdemocratización de la base intelectual del partido comunista. CRISIS ECONÓMICA SIGILOSA Es muy paradójico que la prosperidad de la posguerra en Europa acabara por erosionarse a sí misma y sentara las bases de una profunda crisis económica. La posición de los trabajadores se fortaleció porque el empleo era virtualmente pleno y no había una reserva de mano de obra que entrara y saliera del mercado laboral, además de que la escasez de mano de obra dio lugar a la contratación de trabajadores huéspedes y a la inmigración. La actitud de los trabajadores cambió, los sindicatos cobraron fuerza y organizaron huelgas masivas en pos de salarios más elevados. Terminó la alianza social de la posguerra entre empleados y empleadores y se renovó la confrontación de clases. Las actividades de los trabajadores también estaban estrechamente relacionadas con un cambio generacional, “una nueva generación que maduró 9 Herbert Marcuse, One Dimensional Man, Routledge, Londres, 1964. 28 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) en la prosperidad de la posguerra, sin el recuerdo de la Gran Depresión… sentirse libres de esas limitaciones alentó las protestas…”10 El autocontrol colectivo desapareció. El Statuto dei Lavoratori italiano y el Arbeitsförderungsgesetz alemán gradualmente separaron del mercado laboral el nivel de los salarios y el poder de compra. La carrera entre salarios y precios dio lugar a una espiral salario-precio en Alemania, Francia, Italia y algunos otros países. En un contrato de 1969 se estipulaba un incremento salarial de 19% en la industria italiana. En Francia los salarios aumentaron anualmente con mayor rapidez que el PIB entre 1968 y 1973. El gasto social se elevó abruptamente en la Europa de la posguerra: 14 veces en Italia, siete veces en Francia, seis veces en Suecia y cuatro veces en Europa Occidental en general. El gasto público subió de 30 a 50% del PIB en Italia. Los países occidentales utilizaban de 40 a 50% del producto interno bruto en gastos de bienestar. Los precios también se dispararon y en 1972 fue necesario introducir rigurosas medidas fiscales para recuperar el control.11 En Alemania el índice de incremento salarial se duplicó en la década de 1970. En el periodo de gran prosperidad y empleo pleno hubo inflación, que cobró importancia entre 1968 y 1970. Gruesos nubarrones se formaron en los últimos años de auge y la prolongada prosperidad se perjudicó a sí misma. Como explica Andrea Boltho, “el éxito de la década de 1950 y 1960 preparó el terreno para cuando menos algunos de los fracasos de la década de 1970”.12 La gran prosperidad fue el principio del fin en forma de sobreinversión y sobreproducción. El capital social bruto por empleado en Francia, Alemania, los Países Bajos y Gran Bretaña casi se triplicó entre 1950 y 1973. Según observaba un analista, La tremenda sobreinversión [se dio] en los sectores industriales tradicionales de la economía de consumo moderna durante la década de 1960 y dio lugar a sobrecapacidad masiva… la enorme inversión en el sector secundario y el terciario contuvo la perspectiva de una escasez de alimentos, materias primas y energía. El giro de las condiciones comerciales en favor de los productores primarios desde los primeros años de la década de 1970 fue resultado de este creciente desequilibrio.13 La economía se sobrecalentó: la producción industrial de los países occidentales avanzados creció 10% y el precio de la energía y las materias primas 10 Michael J. Piore y Charles F. Sabel, The Second Industrial Divide: Possibilities for Prosperity, Basic Books, Nueva York, 1984, p. 167. 11 OECD, Structural Adjustment and Economic Performance, OECD, París, 1987, p. 129. 12 Andrea Boltho, The European Economy: Growth and Crisis, Oxford University Press, Oxford, 1982, p. 28. 13 Herman van der Wee, Prosperity and Upheaval: The World Economy 1945-1980, University of California Press, Berkeley, 1986, p. 90. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 29 se incrementó hasta en 63% entre 1972 y 1973. En ese año el índice inflacionario llegó a 7% en Alemania. Un cuarto de siglo de crecimiento excesivo y consumo disparado llevó a saturar los mercados de bienes de consumo. Como parte de esta tendencia, las exportaciones también se dificultaron y se desaceleró su crecimiento. Cada vez fue más difícil sostener la producción masiva, factor clave de la prosperidad. Entre 1965 y 1973 la utilidad agregada de las manufacturas de los siete países más ricos del mundo declinó 25%.14 François Caron, historiador francés de la economía, observó que “ya a mediados de la década de 1960 era evidente que una desaceleración del crecimiento no había resultado en desaceleración apreciable del incremento de los precios…”15 Por la acumulación de su déficit, los Estados Unidos primero devaluaron el dólar, que era la divisa internacional de facto, y después, en agosto de 1971, la administración de Nixon prácticamente acabó con la convertibilidad del mismo. Esto impactó al sistema monetario internacional. Las tasas de cambio estables que habían existido durante un cuarto de siglo se colapsaron. La estabilidad, base de la producción en masa, se debilitó dramáticamente. La estimulación keynesiana de la demanda no paró la recesión, más bien provocó una compensación salarial y llevó al alza la inflación.16 Conjuntamente, los factores sociales, culturales y económicos acumulados generaron una profunda crisis en Occidente. La crisis política explotó primero en Francia. En marzo de 1968 empezaron los disturbios en la Universidad de Nanterre y luego en París. Estos hechos culminaron en mayo, con huelgas generales en las universidades, ocupaciones y manifestaciones masivas de un millón de personas. El Barrio Latino fue azotado por batallas callejeras y se estableció una unidad militar especial para las operaciones. El presidente De Gaulle se fue a una base aérea para dirigir las operaciones. También las escuelas de educación media participaron en las rebeliones, pero lo más importante fue la combinación de revueltas estudiantiles con maniobras de los trabajadores, quienes ocuparon cerca de 50 fábricas; dos millones se fueron a la huelga y consiguieron aumentos salariales considerables. El eco de los acontecimientos franceses concertados y la revuelta de París —celebrados en la canción Revolution, de los Beatles— repercutió en varios países, sobre todo en Italia y Alemania. A manera de protesta, Gudrun Ensslin y Andreas Baader prendieron fuego a una tienda departamental en Fráncfort, acción que marcó el inicio del terror y la violencia. Grupos de izquierda fundaron la Rote Armee Fraktion, 14 Robert Brenner, “Uneven Development and the Long Downturn: Advanced Capitalist Economies from Boom to Stagnation, 1950-1988”, New Left Review, número especial, mayo-junio de 1998, p. 138. 15 François Caron, An Economic History, p. 322. 16 Barry Eichengreen, “Institutions and Economic Growth: Europe after World War II”, en Nicholas Crafts y Gianni Toniolo (eds.), Economic Growth in Europe Since 1945, Cambridge University Press, Cambridge, 1996, p. 61. 30 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) una guerrilla urbana alemana. En Italia el autunno caldo (“otoño candente”) de 1969 fue testigo de la ocupación de la planta de Fiat, en Milán, el bombardeo del emblemático monumento a Vittorio Emanuele II en Roma, así como de ataques a bancos. Con los atentados de la Piazza Fontana, donde murieron 16 personas y 90 resultaron heridas, arrancaron los anni di piombo, “los años de plomo”. Italia y Alemania se vieron inmersas en bombardeos, secuestros y ejecuciones de políticos y líderes empresariales secuestrados entre 1968 y 1977. Los métodos terroristas amedrentaban y alienaban a la población. Con los actos neofascistas, sobre todo en Italia, se intentaba deliberadamente provocar más miedo y alienación. Las fuerzas de la extrema derecha utilizaban la estrategia de la tensión para legitimar la erradicación de la izquierda. Las organizaciones neofascistas Golpe Borghese y Ordine Nuovo fueron responsables de dos terceras partes de los hechos violentos, en tanto que el resto fue perpetrado por las Brigade Rosse (Brigadas Rojas) y organizaciones similares de extrema izquierda. En 1977 el secuestro y ejecución de Hanns-Martin Schleyer por el grupo Baader-Meinhof en Alemania fue una clara expresión simbólica del odio en contra del sistema corporativo burgués y el pasado nazi: Schleyer los representaba a ambos; era presidente de la Federación de Empleadores de Alemania Occidental y ex oficial de las SS que sirvió a Hitler durante la ocupación de Praga. También las Brigadas Rojas italianas mataron o hirieron a 27 funcionarios de Fiat como signo del renacimiento de la lucha de clases. En medio de la turbulencia política, de pronto se hizo manifiesta la sigilosa inestabilidad económica y, en el otoño de 1973, la aparentemente interminable prosperidad europea de la posguerra se interrumpió de forma aparatosa. Un drama político, concretamente la Guerra de Yom Kippur de octubre de 1973 en el Cercano Oriente, seguida de la decisión del boicot de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), disparó los precios del barril de crudo de 2.70 dólares en 1973 a 9.76 dólares en 1974. Otro drama político, la revolución islámica de 1979 en Irán, generó una segunda “crisis petrolera” en 1979-1980, y en conjunto los precios del petróleo se multiplicaron por diez. A partir de entonces nada volvió a ser lo mismo. El crecimiento económico se detuvo, los precios y el desempleo se incrementaron bruscamente y con la economía keynesiana del lado de la demanda —según la cual, la crisis económica podría enfrentarse incrementado la demanda y fortaleciendo el poder de compra de la población a través de la creación de empleos e inversiones del Estado— ya fue imposible resolver el estancamiento y la declinación. De hecho, se generó más inflación. La curva de Phillips, “ley” clásica de la economía que describe la relación inversa entre inflación y desempleo, es decir, que cuando aumenta la inflación se reduce el desempleo y viceversa, dejó de funcionar cuando ambos se incrementaron al mismo tiempo. Lo que siguió fue una repentina desaceleración y después una declinación acom- EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 31 pañada de inflación y desempleo elevados. Esta extraña combinación de estancamiento e inflación llevó a la creación de un nuevo término de la economía, estanflación. Por último, las tasas de interés estadunidenses, que se incrementaron drásticamente de 5.5 en 1977 a 13.4% en 1981, contribuyeron a impulsar el avance de los países industrializados a una profunda recesión y a que algunas naciones menos desarrolladas, y endeudadas, se declararan insolventes. El Fondo Monetario Internacional fue incapaz de mantener la liquidez del sistema bancario internacional y fue inevitable aplicar medidas drásticas de austeridad y hacer manifiesta la crisis. Una década de inestabilidad siguió al cuarto de siglo de auge excepcional. Entre los primeros años de la década de 1970 e inicios de la siguiente, desaceleración del crecimiento, retrocesos ocasionales, desempleo elevado y, con frecuencia, inflación de dos dígitos sustituyeron al empleo pleno y la estabilidad. Entre 1950-1973 y 1973-1983 los precios al consumidor de las principales economías de Occidente aumentaron a más del doble, de un incremento anual promedio de 4.2 a 9.4%, y en la región del Mediterráneo, más de cuatro veces, de 4 a 18.4%. También el nivel de precios mundiales se elevó a más del doble. El promedio de desempleo, que entre 1950 y 1973 era de entre 2 y 4% en Europa Occidental y mediterránea, saltó a 12% y afectó a más de siete millones de personas.17 Sobre la base de 94 países con 98% de la población mundial, el índice de crecimiento promedio anual, es decir, el incremento en bienes producidos y servicios, cayó de 3.4 entre 1950 y 1973 a -0.1% después de 1973. El crecimiento económico se redujo significativamente en los 16 países más avanzados del mundo: después de un total estancamiento en los primeros tres años posteriores a 1973, el PIB promedio de dichos países se incrementó sólo 20% en los 10 años siguientes. El comercio exterior casi se estancó y el déficit comercial se acumuló en los países avanzados porque los precios de las importaciones se incrementaron 20% más que los de las exportaciones.18 Las potencias económicas dominantes dejaron de ser el motor de la prosperidad económica europea. Los sectores tradicionalmente más importantes de las economías belga, británica y francesa se sumieron en la crisis: la producción de carbón combinada de los tres países se redujo 40%. A principios de 1980 el nivel de la producción textil combinada de Bélgica, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y los Países Bajos cayó a menos de la mitad de lo que era en la década de 1960.19 En su punto más bajo, la producción industrial había declinado 13 por ciento. 17 Angus Maddison, Monitoring, p. 84. Angus Maddison, Two Crises: Latin America and Asia 1929-38 and 1973-83, OECD, París, 1985, p. 13. 19 Wolfram Fischer, Jan A. van Houtte y Herman Kellenbenz, Handbuch del Europäische Wirtschafts- und Sozialgeschichte vom Ersten Weltkrieg bis zum Gegenwart, vol. VI, Franz Steiner, Stuttgart, 1987, pp. 117, 135. 18 32 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) “CRISIS ESTRUCTURAL” CAUSADA POR CAMBIOS TECNOLÓGICOS Sin embargo, pronto resultó que las verdaderas causas de la declinación eran más profundas que la crisis transitoria del petróleo. Un fenómeno similar es común en economía. Joseph Schumpeter, uno de los grandes economistas del siglo XX, la describió y analizó, y la calificó como crisis estructural. Las revoluciones industriales —explicó— periódicamente recomponen la estructura existente introduciendo nuevos métodos de producción… nuevas formas de organización… nuevas rutas comerciales y mercados donde vender. Cuando empiezan, el gasto se dinamiza y predomina la “prosperidad”… y cuando terminan… tiene lugar la eliminación de los elementos anticuados de la estructura industrial y predomina la “depresión”. Así, hay prolongados periodos de elevación y caída de los precios, las tasas de interés, el empleo, etc., fenómenos que forman parte del mecanismo de ese proceso de rejuvenecimiento recurrente del aparato productivo.20 En esta interpretación “todo el conjunto de cambios tecnológicos” o revoluciones industriales es lo que genera presiones para el ajuste. Esas empresas y ramas de la industria que representan los viejos métodos y tecnologías, que no pueden cambiar, desaparecerán en su momento. El reajuste es difícil y exige un periodo relativamente largo, en especial porque ni países ni empresas pueden satisfacer la demanda de inversiones, créditos y nuevas habilidades, lo cual implica un lapso de confusión y depresión económica. No obstante, la significativa desaceleración y destrucción son “creativas”, pues abren paso a nuevos métodos y tecnologías. Se ponen a la cabeza nuevos sectores en función de nuevas tecnologías y nuevos principios de organización, y todo el proceso genera una restructuración de la economía. Cuando la mayor parte de los sectores de ésta ha completado la transformación, viene una nueva ola de prosperidad. El proceso completo es, pues, inherente al sistema de mercado y a la competencia del libre mercado, no obstante, factores extraeconómicos, como guerras y agitación política, también contribuyen a este proceso. La recesión de la década de 1970, que duró hasta principios del decenio de 1980, mostró claramente los signos de una crisis estructural. Los principales sectores de la antigua posguerra literalmente se colapsaron: en ocho países de Europa Occidental el empleo en la industria del hierro y el acero, los textiles y la construcción naval cayeron a 59, 61 y 37%, respectivamente, de su nivel previo a la recesión.21 La participación de industrias tradicionales 20 Joseph Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, Allen and Unwin, Londres, 1976, pp. 67-68. 21 OECD, Structural Adjustment, p. 236. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 33 como construcción y materiales de construcción, ingeniería tradicional, madera, papel, textiles y ropa en el valor agregado bruto de toda la industria declinó 40% en Alemania entre 1970 y 1980. Durante la década posterior a 1973 las exportaciones se redujeron aproximadamente a un tercio y la mitad de los índices de crecimiento de los años previos.22 Después de décadas de crecimiento rápido sin fluctuaciones, sorprendieron estos nuevos avances. Fue difícil reconocer que el periodo de gran prosperidad había terminado. Vale la pena citar un reporte de la OCDE de 1974: “Hay pocas pruebas de una desaceleración general del índice de crecimiento… Hay bases sólidas para suponer que el producto interno bruto del área de la OCDE podría duplicarse de nuevo en los siguientes 15 años”.23 Incluso en 1977, en un estudio especial de la OCDE, el Informe McCracken, se concluía que “la pobre demostración de los últimos años probablemente sería transitoria, y que era posible restablecer un crecimiento sólido…”24 Pero en realidad no lo era. La estanflación de mediados a fines de la década de 1970 no fue, pues, accidental, sino una característica del fenómeno cíclico de largo plazo. Los mercados se habían reducido de forma espectacular. La crisis estructural de la economía mundial golpeó con especial fuerza a Europa Occidental porque llegó en un momento decisivo de su desarrollo después de la guerra. En lo último de las décadas de 1950 y 1960 la región aprovechó muy bien su modelo de desarrollo extenso, basado en la creciente acumulación y restructuración del capital y en el aumento de la fuerza laboral en 1% anual promedio. El auge de la posguerra dio lugar al inicio de la inmigración a Europa, que analizaré en el capítulo V. La demanda de Gastarbeitern en los países de Europa Occidental atrajo a trabajadores temporales turcos, portugueses, italianos, norafricanos y yugoslavos. Europa, el continente de la emigración, se convirtió en el continente de la inmigración. El modelo de desarrollo extenso no hubiera sido posible sin la importación de la reserva existente de conocimientos tecnológicos, transferidos sobre todo por los Estados Unidos. Las tasas de cambio fijas y la reglamentación internacional dieron lugar a un entorno financiero estable, además de que las alianzas sociales corporativas y los convenios entre sindicatos y empleadores permitieron que se moderaran los salarios y los precios. Los mercados keynesianos regulados y el apoyo del Estado también fueron importantes. Sin embargo, las fuentes del crecimiento extenso y su marco institucional se agotaron y resultaron inadecuados en la primera mitad de la década de 1970. Las repercusiones de la crisis petrolera, la crisis estructural y el agotamiento de las fuentes de desarrollo extenso se combinaron y exigieron ajustes difíciles y un conjunto de nuevas instituciones, pues “las mismas ins22 Angus Maddison, The World Economy in the 20th Century, OECD, París, 1989. OECD, Economic Outlook, núm. 15, OECD, París, 1974, p. 166. 24 OECD, Structural Adjustment, p. 53. 23 34 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) tituciones del capitalismo coordinado que habían funcionado para Europa en la etapa de crecimiento extenso, ahora resultaban un obstáculo para el desempeño exitoso de la economía”.25 Para 1980 una Europa Occidental puesta a prueba había llegado a un punto decisivo. DERRUMBE DE LOS REGÍMENES AUTORITARIOS DE LA PERIFERIA EUROPEA: DEMOCRATIZACIÓN DE LA EUROPA MEDITERRÁNEA La periferia sur y oriente de Europa siguió patrones diferentes a los de los países occidentales después de la guerra. Las dictaduras autoritarias de derecha que quedaban en la región del Mediterráneo y los regímenes comunistas de Europa Central y del Este se mantuvieron fuera de la órbita de las tendencias “europeas” de la posguerra, siguieron la vía de las dictaduras modernizadoras de diferentes maneras, opresivas, aisladas y tratando de ser lo más autosuficientes posible. Sin embargo, los regímenes dictatoriales tanto de derecha como de izquierda habían llegado a un callejón sin salida. Sus sistemas económicos reproducían el atraso y empezaban a perder legitimidad. Para resolver sus problemas tenían que establecer contacto con Occidente, pero esos vínculos relajaban el tejido de sus sociedades controladas por medio de la política y exigían la modernización de sus instituciones. El efecto demostrativo de la exitosa alternativa occidental, con libertad y una nueva cultura de masas, conquistó a las generaciones jóvenes, y a los intelectuales, así como a una creciente capa de la sociedad, de manera que durante la década de 1960 se inició un proceso gradual de desintegración y disolución. Todos los sistemas dictatoriales fueron entrando en crisis profundas y tuvieron que apartarse de los caminos que habían tomado antes, hasta unirse con los europeos occidentales en la década de 1970. Los regímenes mediterráneos se colapsaron en estos años. El audaz impulso de modernización del comunismo del este experimentó fracasos cada vez mayores en las décadas de 1960 y 1970 y, si bien la vorágine de la crisis los arrastró hasta sumergirlos cada vez más, el colapso no se dio hasta finales de la década de 1980. Sorprendentemente para sus contemporáneos, la desintegración y el reordenamiento de dichas sociedades se alejaban más y más de la confrontación para acercarse a la negociación; fueron varios los factores que ayudaron a este proceso. Primero, el ambiente internacional y el ocaso de la polarización, así como la intensa participación de Occidente en dichos procesos. En el interior de esos países, los regímenes se fueron quedando sin apoyo; su turbulento pasado ofrecía importantes lecciones. Los recuerdos comunes de desenfrenadas y mortíferas confrontaciones nacionales, sangrientos acontecimientos históricos como la Guerra Civil española y la griega, las intermi25 Barry Eichengreen, The European Economy Since 1945: Coordinated Capitalism and Beyond, Princeton University Press, Princeton, 2007, pp. 6-7. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 35 nables y desesperadas guerras coloniales de Portugal, los trágicos años bélicos de Polonia y la serie de revueltas anticomunistas, así como el recuerdo de la revolución de 1956 en Hungría, empujaron a esas sociedades a soluciones negociadas. Así, antes de 1980 los tres diferentes caminos europeos empezaron a unirse, para confluir en un momento decisivo derivado de la crisis de la década de 1970. A fin de cuentas, todo el continente europeo entró en una nueva época después del decenio de 1980. España, Portugal y Grecia fueron los hijos repudiados de la familia europea hasta 1970; durante décadas los gobernaron sangrientos regímenes dictatoriales. Sin embargo, las consideraciones de la Guerra Fría dieron carpetazo a principios y valores políticos y convirtieron en aliadas de Occidente a todas las dictaduras del sur, de modo que se crearon vínculos económicos. La inestable porción sur de Europa tuvo que estabilizarse y su economía revitalizarse. El fortalecimiento de la influencia occidental así como la creación, consolidación y desarrollo de las atrasadas economías de Grecia, Turquía, España y Portugal eran requisitos lógicos y políticos de la Guerra Fría. Por consiguiente, un punto importante de la agenda política era incorporar esa región a la sólida y floreciente Europa. Sin embargo, con frecuencia resultó un objetivo difícil y disimulado. Mientras Antonio Salazar y su régimen estuvieran vivos, mientras Francisco Franco estuviera en el poder y mientras la junta militar griega dictara la política en Grecia, dichos países no eran oficialmente comme il faut en Europa. Sin embargo, los Estados Unidos y Occidente ayudaron a la península ibérica y la incorporaron a su red en la década de 1960. En cuanto al atrasado Portugal, institucionalizaron la incorporación: el país se hizo miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC o EFTA, por sus siglas en inglés), iniciada por Gran Bretaña en 1960; se integró al FMI, al Banco Mundial y al GATT, y en asuntos político-militares se hizo miembro de la OTAN. La última década y media de la dictadura de Franco puede arrojar luz sobre este proceso y su importancia. En 1959, con colaboración directa de Occidente, el régimen de Franco desistió del aislacionismo y la autosuficiencia. En 1961 se preparó un plan de estabilización con intensa cooperación del FMI, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación Económica Europea (OCEE) y el gobierno estadunidense. Al año siguiente España incluso solicitó ser miembro del Mercado Común Europeo. La Comunidad archivó la solicitud porque el régimen de Franco seguía siendo un paria político. No obstante, sin mucho ruido, la Comunidad Europea firmó un acuerdo comercial preferencial con dicho país en julio de 1970, por el cual de inmediato se redujeron 60% los aranceles europeos para 88% de la exportación industrial española a Europa, con el objetivo de establecer, a la larga, un comercio totalmente libre. España, ahora miembro “externo” de la Comunidad Europea, sólo tenía que hacer concesiones insignificantes: reducir 25% los aranceles de productos europeos en 1977. La inversión extranjera de Occidente inundó España, y entre 1960 y 1973 se incrementó 27 veces, hasta representar 20% 36 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) de la inversión industrial. El país se inundó de turistas occidentales, fenómeno que incrementó los ingresos por turismo de 126 millones a más de 3 000 millones en la década de 1970. Por esto, en el decenio de 1960 ocurrió un milagro económico en dicho país: el crecimiento de la economía llegó a 5.8% anual, las exportaciones se multiplicaron 14 veces y España se convirtió en una nación industrializada.26 El desempeño de otros países mediterráneos fue similar: el porcentaje anual de crecimiento de Grecia fue 6.2% y el de Portugal, 5.7%, ambos mucho más elevados que el promedio de Europa Occidental. Así empezó un proceso de recuperación, en el que los factores político-culturales fueron igualmente importantes. El Estado opresor perdió su capacidad de dirigir el destino de sus ciudadanos; se inició un complejo proceso de aprendizaje, y entre las nuevas generaciones nació una nueva forma de socializar. Las universidades, que largo tiempo sirvieron obedientemente a Franco, empezaron la despolitización, y en 1956 organizaron la primera manifestación antifranquista; llegaron a ser el nido de la contracultura política. La Iglesia, alguna vez pilar del régimen, poco a poco se distanció hasta convertirse en una institución de la sociedad civil. Cuando los dictadores pasaron a mejor vida en la década de 1970, el terreno estaba listo para cambios espectaculares. Salazar murió en 1970, Franco en 1975 y la junta griega de Papadopoulos perdió el poder en 1974. Los países del Mediterráneo siguieron los pasos de Italia y Alemania en la posguerra. La democratización fue rápida y relativamente sin complicaciones en el entorno europeo, partiendo de transformaciones internas graduales. Grecia invitó a Konstantin Karamanlis, ex primer ministro conservador, a volver del exilio en París y en noviembre de 1974, mediante elecciones, se reinstauró la democracia. En 1981 Andreas Papandreou, quien había regresado del exilio, formó su movimiento socialista panhelénico (PASOK), obtuvo la mayoría y formó el gobierno. La transformación de España después de cuatro décadas de dictadura, basada en la prosperidad del último periodo de Franco y en sus estrechos vínculos con Occidente, fue ejemplar. Franco, regente oficial de España desde 1947 y ya muy enfermo, preparó la prolongación de su régimen escogiendo a sus sucesores. En 1969 pasó por alto al legítimo rey y optó por el hijo de éste, el príncipe Juan Carlos de Borbón, para rey de España, y por Adolfo Suárez, político de derecha en quien confiaba absolutamente, para primer ministro. En 1974 Juan Carlos, entonces de 37 años, recibió el poder de manos de Franco, enfermo y al borde de la muerte, y desempeñó un papel clave en la transformación democrática. La monarquía fue clave para legitimar la transformación en un periodo en que se había colapsado la vieja legitimidad y la nueva apenas se estaba formando. El rey también fue una figura funda26 Joseph Harrison, The Spanish Economy in the Twentieth Century, CroomHelm, Londres, 1985, pp. 144-162. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 37 mental en la derrota del intento de golpe militar franquista de 1981, y con todo derecho se ganó el mote de Piloto del Cambio. Suárez convenció al parlamento franquista de que abandonara el poder y se convirtió en el primer ministro elegido del país. Él organizó el Pacto de la Moncloa entre todos los partidos políticos, conservadores y comunistas por igual, de modo que se aceptara y diseñara una democracia posfranquista. En España y Grecia las fuerzas políticas de centro derecha desempeñaron un papel clave en la transformación, estaban mejor posicionadas al principio de la liberalización, en tanto que los partidos de izquierda tuvieron que bloquear el camino a otros elementos extremos. Los dos sucesores escogidos por Franco orquestaron la destrucción del régimen franquista y el establecimiento de la democracia en España. La transformación se institucionalizó mediante elecciones libres, un sistema multipartidista, el restablecimiento de las instituciones democráticas, los sindicatos y, en 1978, una nueva constitución de tipo occidental. La transformación de Portugal fue más dolorosa, pues el sucesor de Salazar, Marcello Caetano, mantuvo vivo al régimen y siguió con las devastadoras guerras coloniales en Guinea-Bissáu, Angola y Mozambique, pero los militares insatisfechos acabaron por derrotarlo. En abril de 1974 el Movimento das Forças Armadas inició la “revolución del clavel”. El primer gobierno de transición de extrema izquierda se apresuró a nacionalizar tres cuartas partes de la economía portuguesa. Un periodo de caos político transitorio —el “verano ardiente” de 1975, con bombardeos de la extrema derecha, incrementos salariales excesivos, manifestaciones e incertidumbre sobre el futuro— acompañó a las secuelas de la crisis del petróleo. Después vino una devastadora declinación de la producción industrial y del PIB, la inflación se disparó y el déficit comercial se duplicó. En 1974 el PIB per cápita llegó más o menos a 56% del de la Comunidad Europea. Tuvieron que transcurrir 17 años para que llegara nuevamente a ese nivel. Una avalancha de cientos de miles de ciudadanos de las colonias portuguesas complicó aún más la situación. Muchos habían vivido en las colonias por generaciones, e incluso habían contraído matrimonio con miembros de otros grupos sociales, pero ahora volvían en masa a Portugal. Los retornados, una enorme ola de casi medio millón de refugiados, incrementó la población cerca de 8% entre 1973 y 1975. La emigración portuguesa previa a Europa Occidental se había reducido de manera importante. El desempleo se disparó a 14%. “En 1976 y 1977 parecía que el colapso de la economía portuguesa era inminente.” 27 En 1975, después de que se aplastara un intento de golpe de Estado de la izquierda, las elecciones libres convirtieron al socialista moderado Mário Soares en primer ministro. Se inició la consolidación. El mundo occidental 27 Rodney J. Morrison, Portugal: Revolutionary Change in an Open Economy, Auburn House, Boston, 1981, p. 111. 38 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) se apresuró a ayudar a la transformación pacífica y a incorporar a Portugal a las huestes occidentales para alejar el peligro del comunismo. El Banco Europeo de Inversión, así como los gobiernos de Alemania Occidental y los Estados Unidos, el Banco Central Suizo, el Consejo Europeo de Ministros y el FMI abrieron un caudal de ayuda y créditos, cuyo monto, en 1979, ascendía a 6 000 millones de dólares. Portugal se convirtió en miembro privilegiado y apoyado de la comunidad occidental. La democracia estaba en proceso, los logros de la transformación pronto se consolidaron en la región mediterránea y los países solicitaron ser miembros de la Comunidad Europea. CRISIS ECONÓMICA Y POLÍTICA: HACIA EL COLAPSO EN EL ESTE La porción este del continente, estrictamente aislada en el bloque soviético, intentó crear un mercado mundial paralelo dentro del Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAME o Comecon, CMEA por sus siglas en inglés) y formó una alianza militar encabezada por los soviéticos, el Pacto de Varsovia. Los países del bloque siguieron su propio camino de audaz modernización. En dos décadas la “mitad agraria” tradicional de Europa se industrializó. Los regímenes comunistas destruyeron sin piedad las jerarquías sociales tradicionales que se habían mantenido inmutables durante largo tiempo e iniciaron una exitosa revolución educativa. Sin embargo, a pesar de todos estos logros, el bloque soviético declinó como resultado de una crisis tras otra, de mediados de la década de 1950 a la de 1980. En el verano y el otoño de 1956 Polonia se volvió en contra del estalinismo opresor y la ocupación soviética. Los espontáneos levantamientos de los trabajadores de Ponsania y la sangrienta represión de los mismos movilizaron al ala reformista del partido comunista, cuyo comité central, ignorando las advertencias y amenazas de los soviéticos, eligió a Władysław Gomułka, miembro independentista previamente expulsado, como líder del partido. Interrumpieron la colectivización, hicieron un histórico compromiso con la Iglesia católica que pluralizó parcialmente al sistema y concedieron varias libertades, incluida la posibilidad de viajar y de publicar. Al octubre polaco de la paz siguió la heroica revolución húngara de 1956 y la lucha por independizarse de la todopoderosa Unión Soviética y su potente ejército. En dos tumultuosas semanas el régimen se colapsó, volvió a introducirse un sistema multipartidista y las fuerzas armadas se unieron a los insurgentes en las batallas callejeras de Budapest para derrotar a las tropas soviéticas que intentaban eliminarlos. Sólo en una segunda invasión militar masiva los soviéticos derrotaron a la revolución, a lo que siguió una sangrienta represalia. Al año siguiente Milovan Djilas, importante comunista yugoslavo convertido en disidente, hizo una profética declaración sobre la importancia de 1956 para Hungría: “La herida que la revolución húngara infligió al comunismo nunca cicatrizará del todo… Al separarse de Moscú, el comunismo yugoslavo inició la crisis del imperialis- EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 39 mo soviético… Hungría es sinónimo del principio del fin del comunismo en general”.28 Apenas una década después la primavera de Praga puso en entredicho las inmutables estructuras posestalinistas exigiendo apertura y derechos humanos. Un grupo de comunistas reformadores desilusionados asumió el liderazgo del Partido Comunista Checoslovaco; querían sustituir el socialismo “existente” con el sueño marxista ideal de un socialismo genuinamente democrático “con rostro humano”. En un documento sin paralelo de 1968, el Congreso del Partido Vysocany declaró que en este país se aplicó un modelo distorsionado de socialismo… la sociedad socialista debe… desmonopolizar la política y ampliar las libertades civiles y la autodeterminación tanto del individuo como la de la nación… El socialismo requiere de más libertad, no menos, libertad de prensa y libertad de expresión, de reunión, de circulación, de desplazamiento… necesita más derechos humanos, no menos.29 Este dramático clamor por un cambio y el valeroso inicio de la realización de sus ideales, seguido de la supresión militar del Pacto de Varsovia —encabezada por los soviéticos— de la primavera de Praga de agosto de 1968, fue el momento decisivo que llevó a la creación de movimientos disidentes y de oposición en varios países del bloque comunista, de los cuales el más importante surgió en Polonia. En 1968, después de las revueltas estudiantiles de Varsovia y otras ciudades importantes, las huelgas, la confrontación con la policía antimotines, los consiguientes arrestos y represalias, se movilizó un grupo de jóvenes intelectuales, entre otros, Adam Michnik y Jacek Kuroń, para organizarse. Al principio su objetivo era, como el de los reformistas checos, volver al Marx “real” y al socialismo ideal. En septiembre de 1976, 14 de ellos fundaron el Comité para la Defensa de los Trabajadores, más tarde bautizado como Comité para la Autodefensa Social. Inicialmente, su objetivo era ayudar a las familias de los trabajadores arrestados en los motines de Ursus y Radom en 1976, pero más tarde impulsaron la movilización de toda la sociedad en contra del régimen. Ése fue el principio de la fusión entre intelectuales decepcionados y trabajadores. Las publicaciones de Samizdat y la serie de conferencias de la “universidad voladora” en domicilios particulares gradualmente transformaron el movimiento hasta convertirlo en una “polis paralela”, una sociedad civil independiente del régimen. Los movimientos disidentes eran incomparablemente más débiles en otros países, sin embargo, también se dieron en Hungría y Checoslovaquia. 28 Milovan Djilas, “Hungary and Yugoslavia”, en Béla Király et al. (eds.), The First War Between Socialist States: The Hungarian Revolution of 1956 and Its Impact, Brooklyn College Press, Nueva York [1957], 1984, pp. 92-93. 29 Jiři Pelikan (ed.), The Secret Vysocany Congress: Proceedings and Documents of the Extraordinary Fourteenth Congress of the Communist Party of Czechoslovakia, 22 August, 1968, Allen Lane, Londres, 1971, pp. 107, 111. 40 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) Su número era menor, cerca de 300 personas en el primer caso y 200 en el segundo firmaron la declaración disidente Carta 77 en 1977. No obstante, Václav Havel llegó a ser símbolo de resistencia valiente y valores humanos básicos; además, otros escritores e intelectuales disidentes también levantaron la voz en Rumania y Bulgaria. La influencia de los grupos de disidentes y de oposición, a manera de un “virus moral”, fue mucho más fuerte que sus números, afectando a una porción significativa de la población y hasta a los intelectuales del partido. Una serie de levantamientos espontáneos de trabajadores en 1970, 1976 y 1980 demostró que Polonia constituiría un desafío permanente al sistema. Cuando en 1978 los trabajadores establecieron su propio sindicato libre e independiente Solidarność (Solidaridad) en Gdansk, el movimiento disidente se integró al de los trabajadores y ayudó a pactar con el gobierno para legalizar los sindicatos independientes. Pronto se unieron al sindicato tres millones de personas, y más tarde 10 millones, de tal forma que Solidaridad llegó a tener más fuerza que el partido comunista y el gobierno. La Iglesia católica, símbolo nacional que había disfrutado de gran independencia desde 1956, también se unió a Solidaridad. Como lo expresó Timothy Garton Ash cuando el recién ungido papa Juan Pablo II visitó Polonia en 1979, “todos vieron que Polonia no es un país comunista, sólo un Estado comunista”.30 EUROCOMUNISMO Y REFORMAS Entre tanto, la unidad del comunismo mundial también se desmoronó. Después de que Yugoslavia se separara valientemente de la Unión Soviética en 1948, China también se volvió contra los soviéticos en 1960, y pronto otros dos países, Albania y Rumania, se retiraron del bloque socialista, aunque sólo parcialmente en el último caso. Durante la década de 1970 el comunismo europeo occidental se evaporó gradualmente en respuesta a la crisis del comunismo del este. El partido comunista más fuerte de Europa Occidental, el italiano, se convirtió en eurocomunismo al aceptar el pluralismo político, las elecciones libres, la democracia y una economía de mercado. El Partido Comunista Italiano, seguido del español, dio un viraje hacia la democracia social que era independiente de la Unión Soviética. Enrico Berlinguer, líder del Partido Comunista Italiano, declaró en junio de 1976: Luchamos por una sociedad socialista con bases… [en] la libertad individual y colectiva y sus garantías, en los principios de… naturaleza no ideológica del Estado y su organización democrática, en la pluralidad de sus partidos políticos y 30 Timothy Garton Ash, The Polish Revolution: Solidarity, Vintage Books, Nueva York, 1985, p. 29. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 41 la posibilidad de modificar las mayorías del gobierno… en la libertad religiosa, de expresión, de cultura, artes y ciencias.31 El comunismo europeo occidental se desvaneció y su socialdemocratización constituyó un poderoso incentivo para los partidos del este, en especial el húngaro, para hacer lo propio. Algunos de los regímenes comunistas de Europa Central adoptaron reformas importantes para flexibilizarse y ser más aceptados por la población. Polonia hizo un compromiso con la Iglesia y concedió mayor libertad a la población. Hungría dejó de lado el adoctrinamiento comunista y lo sustituyó con despolitización. A mediados de la década de 1960 Checoslovaquia y Hungría intentaron escapar del sistema no mercantil planeado en el centro, el cual había demostrado ser inapropiado e ineficiente. La política de crecimiento extenso ya no funcionaba. El estancamiento y la declinación caracterizaron a Checoslovaquia entre 1961 y 1963, y en los primeros años de la década de 1960 la economía húngara se distinguió por un gran desequilibrio. En esa época los gobiernos de ambos países reconocieron la necesidad de hacer reformas y de sustituir el modelo de crecimiento extenso. Después de separarse de la Unión Soviética en 1948, Yugoslavia empezó a cambiar el modelo soviético de economía planeada desde el centro. Yugoslavia, Checoslovaquia y Hungría introdujeron reformas en 1965, 1967 y 1968, respectivamente, las cuales abolían los indicadores de planeación obligatorios e introducían en la economía precios de mercado y una utilidad como motivo. La reforma del mercado abrió en cierta forma la economía. En los países que se reformaban el contacto con Occidente llegó a ser factor determinante. Yugoslavia, Polonia, Hungría y hasta Rumania, que no se reformaba, desarrollaron intensas relaciones comerciales con Occidente, y cuando menos la mitad de su comercio tenía lugar con las economías de libre mercado. Esta reorientación fracasó, a pesar de haber dado resultados parciales en Yugoslavia y Hungría. La invasión militar del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia, encabezada por Rusia en el verano de 1968, acabó con las reformas en dicho país. Hungría, bajo estricto control soviético y apoyada por una oposición interna conservadora, detuvo temporalmente las reformas en 19721973. Otros países del bloque socialista ni siquiera intentaron una nueva orientación en su estrategia económica. La liberalización del sistema en algunos de los países tuvo importantes consecuencias. En Polonia y Hungría la libertad de viajar intensificó los contactos culturales, en tanto que una exitosa guerra fría cultural estadunidense en que se utilizaba la nueva cultura de masas occidental para conquistar a los jóvenes del este tuvo gran impacto en las generaciones jóvenes y los 31 Rudolf L. Tokes (ed.) Eurocommunism and Détente, New York University Press, Nueva York, 1978, p. 473. 42 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) intelectuales.32 Los desarrollos internacionales influyeron de forma importante en esta tendencia y la fortalecieron. Como parte de la distensión de la Guerra Fría, el gobierno de Alemania Occidental de Willy Brandt llevó a cabo su propia y novedosa apertura hacia el bloque soviético. En lugar de aislarlo y hacer guerras propagandísticas en su contra, Brandt inició una nueva Ost Politik de relaciones económicas, políticas y culturales. En 1970 visitó Polonia, y su famoso Warschauer Kniefall, en que honró a las víctimas del gueto de Varsovia que se rebelaron contra la Alemania nazi y fueron masacradas, dio lugar a una nueva relación, así como a mejores vínculos económicos y político-culturales entre Alemania y los países del bloque soviético. Pero aún más importante, con el Acuerdo de Helsinki de 1975 se estabilizaron las relaciones Oriente-Occidente y los acuerdos posteriores a la guerra. De hecho, la Unión Soviética empezó las negociaciones e intentó institucionalizar el statu quo de la posguerra y el equilibrio de poderes aceptado. En un principio Occidente se resistió, pero acabó por aceptar la idea y la Unión Soviética tuvo que ceder en ciertas cosas para lograr su objetivo de que se reconocieran oficialmente las fronteras y el control soviético en Europa Central y del Este. Los soviéticos aceptaron acuerdos en tres conjuntos de cuestiones, o “canastas”, como oficialmente les llamaban: 1) asuntos de seguridad; 2) inquietudes económicas, científicas y ambientales, y 3) derechos humanos y culturales, así como problemas humanitarios, que representaban el principal compromiso soviético. Sin duda, Brézhnev logró su objetivo de reconfirmar el statu quo de Europa del Este y la existencia de dos Alemanias. Por otra parte, los 10 principios que guían las relaciones entre los países participantes afirmaron la soberanía nacional de las naciones firmantes y la no intervención. El acuerdo respecto de la tercera canasta sentaba las bases legales para salvaguardar las libertades personales y sociales, y llegó a ser el factor principal de quebranto político y moral del socialismo de Estado. La opresión de las fuerzas opositoras se tornó más difícil e incómoda cuando se pudo difundir por el mundo como violación del Acuerdo de Helsinki. Además, fue de un significado simbólico que la Carta 77, el movimiento checo de oposición, hubiera basado su manifiesto en el mencionado acuerdo sobre derechos sociales y culturales, que se convirtió en ley en los países socialistas de Estado. El sistema de alianzas comunista también se debilitó, pues cada país logró la base legal para medidas de política exterior más independientes, y algunos, como Hungría, la explotaron de inmediato. El Acuerdo de Helsinki fortaleció la conexión de algunos de los países comunistas con Occidente. Subvenciones y visitas, viajes a países occidentales, así como importación de películas y programas de televisión, repercu32 Frances Stonor Saunders, The Cultural Cold War: The New Press, Nueva York, 2000. CIA and the World of Art and Letters, EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 43 tieron grandemente en la población de los países que disfrutaron de esas oportunidades. La influencia fue definitiva en polacos y húngaros, que desde los últimos años de la década de 1950 y los primeros de la de 1960 gozaron de la libertad de viajar. Esos contactos con Occidente generaron mayor alienación del régimen y una creciente insatisfacción. El efecto de demostración de la alternativa occidental contribuyó a la desintegración de los regímenes. ATRASO REPRODUCIDO Antes de 1980 las generaciones más jóvenes y algunos intelectuales ya se habían decepcionado y distanciado del socialismo de Estado y del régimen, particularmente en Polonia y Checoslovaquia. Otros siguieron la vía del eurocomunismo y se convirtieron en socialdemócratas, sobre todo en Hungría. Sin embargo, la orientación hacia la reforma era excepcional, y no la principal ruta de los países de Europa del Este. Un eje de países posestalinistas, no reformistas —la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia después de 1968, Rumania, Bulgaria y Albania—, siguió apegado a una rígida política opresora y aislacionista al mantener su sociedad cerrada y su fallida planeación central. La única manera de legitimarse, al menos temporalmente, y conseguir el apoyo, o incluso la aceptación pasiva de su población, era con una política social renovada y un esfuerzo por acercarse al consumismo. La gran mayoría de estas sociedades había sido tradicionalmente pobre; las generaciones adultas habían sufrido durante la devastadora Gran Depresión y la aún más angustiosa guerra, pasaron hambre después de ésta y vivieron la hiperinflación. Fue relativamente fácil para los gobiernos paternalistas hacer realidad sus humildes sueños. Durante las décadas de 1960 y 1970 los pueblos de Europa Central y del Este agradecieron las instituciones socialistas del bienestar y la modesta orientación consumista del régimen. Estos intentos caracterizaron a los países reformistas y no reformistas por igual. La Unión Soviética, la República Democrática Alemana y Checoslovaquia intentaron satisfacer a la población con una modesta orientación hacia el consumo, pero el único éxito verdadero de esta política se observó en la Hungría reformista. Por otra parte, todos los países comunistas introdujeron instituciones de bienestar, atención médica gratuita, pensiones garantizadas y otros beneficios sociales como asignaciones por cada hijo y licencia de maternidad. En las décadas de 1960 y 1970 estos servicios se convirtieron gradualmente en derechos civiles. Una de esas instituciones, la educación gratuita en todos los niveles, incluida la superior, generó una revolución educativa en países que se habían caracterizado por un elevado índice de analfabetismo y un sistema elitista y extremadamente limitado de educación secundaria y terciaria. Sin embargo, la crisis del petróleo y la recesión mundial subsiguiente, 44 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) que se convirtió en crisis estructural, pusieron en tela de juicio todos estos logros, así como la esperanza del éxito económico merced al crecimiento económico continuo, que había mantenido el excepcionalmente rápido índice anual promedio de 3.9% durante la década de 1950 y hasta mediados de la de 1970. Como en Occidente, la solución tenía que ser una renovación económica basada en las recientes tecnologías innovadoras derivadas de la revolución en las comunicaciones y la información. Los países comunistas del este eran incapaces de desarrollar una respuesta exitosa al reto de una economía mundial en proceso de transformación y más bien se sumieron en una profunda crisis económica terminal. Desde mediados de la década de 1970 empezaron a caer en picada hacia el colapso del régimen. Los factores económicos del colapso que minaron todo esfuerzo por escapar merecen especial atención. El acelerado crecimiento económico y la industrialización de estos países se convirtió en una pesada carga en la década de 1970 porque su base tecnológica y su estructura económica eran obsoletas. El centro de su política de industrialización era el desarrollo expedito del acero, el carbón y de ramas anticuadas de la ingeniería que en Occidente ya no se usaban; les faltaba tecnología moderna y las nuevas ramas de la industria. Por ejemplo, el sistema telefónico, extraordinariamente importante en la revolución de las comunicaciones y la computación, estaba atrasadísimo: en 1980, cuando en los Estados Unidos había 79 líneas telefónicas por cada 100 habitantes y en los países nórdicos y la Unión Europea 45 y 28, respectivamente, Europa Central y del Este tenían, en promedio, sólo 7.4 líneas. Moscú no podía recibir más de seis llamadas de larga distancia simultáneamente, y este tipo de comunicación a otras partes del país tenía que pasar por Moscú.33 La era de la informática todavía no llegaba a Europa Central y del Este, y en la mayoría de estos países el índice de computadoras personales por habitante era sólo de 5% del nivel de Occidente. La revolución de los servicios, que incrementó enormemente la división del trabajo y la productividad de la mano de obra en Occidente, también se detuvo en las fronteras de la región. Mientras los empleos para servicios en Occidente se habían incrementado más o menos a 60% de la población activa en 1980, en Europa Central y del Este dos terceras partes de la población eran trabajadores manuales y agricultores. En Occidente un trabajador producía de 25 a 28 dólares en valor por hora, y en los países del Mediterráneo cerca de 10 dólares por hora, pero en el este, en la década de 1970 los trabajadores producían sólo de cinco a seis dólares en ese lapso. En una era de innovación industrializada la capacidad de investigación y desarrollo (I y D) del Estado socialista de Europa del Este se había quedado atrás. Si bien construyeron grandes redes de investigación en torno a sus academias de ciencias, estaban orientadas a la investigación básica. La Unión Soviéti33 Michael Mastanduno, Economic Containment: CoCom and the Politics of East-West Trade, Cornell University Press, Ithaca, 1992, p. 1. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 45 ca tenía un programa de investigación y desarrollo militar muy avanzado, pero estaba herméticamente aislado de la economía civil y no influía en ella. Obviamente los países de la periferia nunca fueron líderes tecnológicos, más bien seguían a las naciones avanzadas a través de la transferencia de tecnología; no obstante, la confrontación de la Guerra Fría bloqueó la posibilidad de importarla. El Congreso estadunidense prohibió la exportación de tecnología, y en noviembre de 1949 se estableció el Comité Coordinador para el Control Multilateral de Exportaciones (COCOM en inglés), al cual se unieron todos los miembros de la OTAN y los países aliados. Toda la tecnología para telecomunicaciones, la biotecnología, la tecnología informática y el software, así como todo tipo de tecnologías innovadoras, estaban en la lista de tecnologías controladas y su venta estaba prohibida. Hacia 1975 el gobierno estadunidense reforzó significativamente el control de las exportaciones y las restricciones, de modo que, para impedir el desarrollo de infraestructura y que los países del bloque soviético “se prepararan culturalmente” para la explotación de la tecnología avanzada, ahora se incluían todas las tecnologías.34 Así, la política del COCOM no sólo fue el primer embargo estratégico para prohibir la comercialización de productos de importancia militar directa, también fue una guerra económica en contra del bloque soviético para debilitar toda su economía. La política del COCOM, primera prohibición para exportar en tiempos de paz de la historia, bloqueó con éxito la transferencia de tecnología. Por consiguiente, los países de la región siguieron con ramas económicas y sectores de exportación obsoletos y fueron incapaces de ajustarse al reto de la nueva tecnología. CRISIS ECONÓMICA PROFUNDA Desde mediados de la década de 1970 y durante la de 1980 se desató y creció una profunda crisis económica que acabó con todas las ventajas temporales de estabilidad y nivel de vida que el régimen había derivado del crecimiento acelerado. Durante la segunda mitad de la década de 1970 los países de la región, en especial naciones clave como Polonia, Hungría, Yugoslavia y Rumania, tenían economías relativamente abiertas y comercio intenso con países de libre mercado. Como clara expresión de tal apertura, Polonia y Hungría se sumaron al libre comercio y a instituciones monetarias como el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT en inglés), en 1967 y 1993, respectivamente, y en la década de 1980 se unieron al FMI. En tal situación, la mayoría de estos países padecieron un déficit comercial de 20 a 25%. Los precios de los bienes importados se incrementaron con mayor rapidez que los de sus productos de exportación obsoletos y de segunda. El crecimiento acelerado rápidamente incrementó el déficit, de modo que se vieron forzados a desacelerarlo significativamente. El incremento de 34 Ibid., pp. 193-194. 46 EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) casi 4% anual de los 25 años anteriores se redujo a la mitad desde mediados de la década de 1970, y al llegar el siguiente decenio el PIB de Polonia declinó dos años consecutivos, primero 10% y después casi 5%, en tanto que las economías de Yugoslavia y Hungría se estancaron.35 No había ingresos suficientes como para que el Estado invirtiera o asignara al gasto social. No obstante, en su intento por mantener la estabilidad política y la aceptación popular, los líderes políticos se esforzaban por no modificar el empleo pleno, los salarios, los niveles de vida y los beneficios sociales. Todos estos países abandonaron las políticas de independencia económica adoptadas previamente según los modelos de Occidente y recurrieron al mercado de crédito internacional. En esa época era fácil pedir prestado porque el mercado financiero estaba inundado de “dólares del petróleo” baratos, gran parte de los enormes ingresos extra de los países exportadores de petróleo que se exportaba a manera de créditos. Los gobiernos comunistas no dudaron en aliviar el déficit comercial con créditos. El resultado fue que casi todos los países de la región cayeron en la trampa del endeudamiento, de modo que la depresión económica mundial de la década de 1970 fue aún más grave y duradera en la porción oriental del continente. La crisis de la región se complicó por el modelo económico que ésta aplicó. Como sucedió en Occidente, se convirtió en una crisis del modelo extenso de la política de crecimiento. Los regímenes dictatoriales suprimieron los salarios y el consumo por un largo tiempo y los países pudieron acumular e invertir de 20 a 25% del PIB y crear millones de nuevos empleos. Por un buen tiempo estos países agrícolas habían contado con mano de obra ilimitada que permitió un crecimiento anual de 6% en ingresos laborales. La tecnología importada de los países más industrializados del bloque hizo posible aprovechar reservas tecnológicas (si bien obsoletas, según los estándares internacionales) para generar un crecimiento acelerado. El sistema institucional promovió una intensa política de crecimiento forzado que funcionó, cuando menos por un tiempo. “Las economías de Europa del Este planeadas desde el centro se desempeñaron tolerablemente bien en un principio, pero las instituciones regentes de la economía tenían limitaciones… si bien eran adecuadas para las circunstancias que obligaban a ponerse al día en cuanto a crecimiento.” 36 No obstante, la situación cambió en las décadas de 1960 y 1970. Las fuentes de la política de crecimiento extenso se agotaron en los países relativamente más desarrollados de Europa Central. La formación forzada de capital, basada en supresión de niveles salariales y estándares de vida, así como la explotación de los campesinos, ya no eran posibles en los mismos niveles, como claramente advertían las revueltas y revoluciones. Los regímenes tuvieron que pacificar a su población, y la mejor manera de lograrlo era incre35 36 World Bank, World Tables 1984-90, World Bank, Washington, 1990. Barry Eichengreen, The European Economy, p. 5. EUROPA SE ACERCA A LA DÉCADA DE 1980: LAS CRISIS DOBLES (1968-1980) 47 mentando el consumo y revitalizando la agricultura mediante la elevación de los precios de los productos alimenticios. La formación de capital disminuyó, igual que los recursos de mano de obra, pues la población agrícola se redujo enormemente y la industria ya empleaba a la mitad de la población activa. La región ya no pudo responder al reto de la década de 1970. A causa de las dos crisis Hungría sufrió una pérdida igual a la grave destrucción del país durante los seis meses en que fue campo de batalla de la segunda Guerra Mundial. Hungría no estaba sola, la espiral descendente era imparable; la economía declinó y la visible impotencia de los líderes comunistas para encontrar una salida tuvo repercusiones políticas extraordinarias en la región. El colapso se veía venir. ¿Qué es Europa? ¿Qué importancia tuvo el año 1980? ¿Qué huella dejó esa época en la historia del viejo continente? En esta obra se pretende responder a estas preguntas señalando los cambios globales y los desarrollos exclusivamente europeos como los principales factores— tan diversos como interrelacionados— que incidieron en los albores de un nuevo periodo en la historia de esta región. Tras el colapso de la URSS, Europa Occidental traspuso la sombra proyectada por la Guerra Fría para entrar en un proceso de eliminación de fronteras e integración continental. La transformación tecnológica, los avances médicos, la explosión demográfica y, sobre todo, la implantación de medidas neoliberales permitieron la consolidación de un bloque que en pocos años se convirtió en una de las fuerzas económicas y culturales más sobresalientes en la historia contemporánea. Aquí se exploran las repercusiones de esos cambios y los retos que planteó la crisis económica www.fondodeculturaeconomica.com de 2008-2009, para imaginar hacia dónde va ahora Europa. ISBN: 978 - 607-16 -1465 - 0