EUROPA El crecimiento de la xenofobia PATRIZIA CAMMARATA (PdAC - Italia) « U n niño retorna a casa después de su primer día de escuela. Cuenta, con entusiasmo, al padre, haber tenido un día interesante y haber hecho nuevas amistades. Habla en particular de un nuevo amigo, su compañero de banco, y que no ve la hora de encontrarlo nuevamente al día siguiente. El padre no le pregunta al hijo cómo se llama este nuevo amigo, sino rápidamente: “Pero este amigo, ¿cómo es: blanco o negro?”. El niño lo mira espantado y confuso y le responde: “No sé… me olvidé de mirar… pero mañana veo bien y te digo”». Aquí, nace el racismo: aquel niño recordará que el color de la piel es un elemento importante en las relaciones humanas y aprenderá a distinguir a los blancos de los negros. Este hecho, posiblemente sucedido en la realidad, fue contado por un profesor, miembro de una asociación antirracista, durante uno de los numerosos debates televisivos sobre el racismo; y toda la discusión, en la que participaban políticos e intelectuales de derecha y de izquierda, versaba sobre la importancia de la educación, de la integración, del respeto por las diferencias, etc. Es verdad que en la vida cotidiana el lenguaje y las opiniones de la mayor parte de las personas, muchas veces, son indicativos de una cultura racista que los niños, en su integridad, todavía no absor- bieron. Pero también es verdadero que es hipócrita y falso tratar los fenómenos xenófobos y racistas como una mera actitud cultural que, una vez reconocida y corregida, llevaría a la solución del problema. Los marxistas sabemos que es un error creer que las ideas dominantes son autonómas y es un error “…limitarnos a decir que en una época dominaron estas o aquellas ideas sin que nos preocupemos por las condiciones de producción y de los productores de estas ideas”. Es verdad, también, que el nuevo viento racista y xenófobo que está soplando no es fruto de la mente o de la simple voluntad de algunos gobernantes y políticos (Jimie Aakesson en Suecia, Sarkozy en Francia, Geert Wilders en Holanda, Umberto Bossi en Italia), pero es el intento de organizar una respuesta a la crisis del capitalismo, que busca incitar a las masas golpeadas por la crisis contra objetivos que no pongan en crisis el sistema y sus organizaciones, de modo que los proletarios vuelvan la propia incomodidad social y la rabia generada por la crisis no contra los patronos sino contra su propia clase social (representada, en ocasiones, por los gitanos y los trabajadores inmigrantes). Así, en Europa, mientras está creciendo la crisis económica, mientras miles de trabajadores son La destrucción de un campamento de gitanos en Francia, y su deportación son una muestra de la política xenófoba del gobierno Sarkozy. 8 despedidos, mientras se promulgan leyes que cortan los presupuestos de la escuela pública y de la salud y se restringen los espacios democráticos y los derechos sindicales, mientras las jóvenes generaciones son llevadas a la precariedad y la desocupación, mientras se financian los ejércitos para nuevas guerras imperialistas, se asiste, a la vez, a un aumento de episodios de violencia racial que van en el mismo sentido del avance de los partidos y de las leyes xenófobas. En Suecia, avanza la extrema derecha: con el voto del día 19 del pasado septiembre, por primera vez en la historia del país, un partido xenófobo (Demócratas) entró en el parlamento con el 5,7% de los votos, que le aseguró 20 bancas. Los Demócratas suecos, guiados por Jimie Aakesson, que condujo su campaña electoral blandiendo la amenaza de una “revolución islámica”, es uno de los ejemplos del preocupante éxito, en toda Europa, de las formaciones de extrema derecha y, en particular, de aquellas que ponen en el centro de su programa político la difusión de un sentimiento de miedo a los inmigrantes. Otros partidos que hacen de este miedo su programa electoral son el Frente Nacional, de Jean-Marie Le Pen, en Francia; el FPO, en Austria; el Partido de la Libertad, de Geert Wilders, en Holanda; y la Nueva Alianza Flamenca, de Bart de Wever, en Bélgica. En Francia, el presidente Nicolás Sarkozy lanzó una violenta campaña contra la minoría gitana y una política de deportación y expulsión, hechas bajo el nombre de “retornos voluntarios” a Rumania y a Bulgaria, y han sido acompañadas por un ridículo incentivo económico (300 euros para los adultos y 100 para los niños). El proceso de expulsión de los gitanos viene ocurriendo hace varios meses: en 2009 fueron expulsados 11.000 gitanos; desde el inicio de 2010, más de 8.200 rumanos y búlgaros y, ahora, con estas medidas, cerca de otros 1.000. CORREO INTERNACIONAL EUROPA Sarkozy, preocupado con su popularidad en caída, dio inicio a una política centrada en la ecuación “inmigración = criminalidad”, prometiendo el desmantelamiento de los campamentos gitanos en territorio francés. Regístrese que el 16 de julio se verificó una revuelta en la periferia de Vileneuve, en Grenoble, en respuesta a la muerte de un joven extranjero de 24 años, y el 18 de julio algunos miembros de una comunidad gitana atacaron una base de la policía, en respuesta a la muerte de un gitano por un policía. En nombre de la “seguridad” de los franceses, fue propuesto el endurecimiento de las leyes relativas a la inmigración, leyes que prevén, en muchos casos, la expulsión para quien “representa una carga para el sistema de asistencia social” (sin estar trabajando o estudiando, o sin tener recursos suficientes para su propio sostenimiento). Se trata de expulsiones que envuelven también a ciudadanos comunitarios (de países miembros de la Unión Europea, [NdT]). El continuo martilleo mediático que asocia “inmigrante” con “delincuente” y la incomodidad social que crece por la crisis económica internacional conducen a episodios de verdadera violencia contra gitanos y, además, al aumento constante de episodios de xenofobia en toda Europa. En España, Amnistía Internacional acusó el gobierno de Zapatero de no registrar, en sus estadísticas, todos los incidentes raciales que ocurren en las discotecas, en las escuelas, en los puestos de policía, y de difundir datos muy inferiores a la realidad. Según un informe de 2009, el año pasado ocurrieron al menos 350 agresiones de naturaleza xenófoba y el número está creciendo. Además, son más de 200 las webs que elogian la raza blanca y el neonazismo. Se deben señalar también casos de palizas dadas por vigilantes privados, y episodios de violencia que envuelven a agentes de la Guardia Civil. Cuando Zapatero tomó el poder, en 2005, una de las primeras leyes presentadas por la mayoría socialista fue la legalización de cerca de un millón de ciudadanos extranjeros que residían en el país. Con el pasar de los años, sin embargo, Zapatero emprendió una fuerte campaña de presión sobre los Estados africanos para disuadir con “favores” los flujos migratorios y su política se viene revelando cada vez más parecida a la de todos los otros gobiernos europeos: difiNOVIEMBRE DE 2010 cultades para que los inmigrantes traigan a sus familias desde los países de origen, destino de nuevos aviones y barcos para la patrulla de costas, aumento de los centros de identificación y expulsión. En Holanda, el xenófobo PVV (Partido de la Libertad) logró un voto cada cuatro. El partido quiere desterrar el uso del velo islámico por parte de funcionarias de los edificios públicos y vetar la construcción de nuevas mezquitas. Pidió la proscripción de los alimentos islámicos en la alimentación de las escuelas y de los hospitales públicos. En Holanda, 5,6% de la población es de religión musulmana, en su mayoría turcos o marroquíes. Las previsiones son que, con un crecimiento demográfico estable, en 2050 los musulmanes serán cerca 2 millones (11% de la población). Holanda es el país europeo con mayor comunidad musulmana después de Francia (5 millones). Así, el PVV intenta incentivar un supuesto sentimiento de identidad “holandesa” y sus militantes afirman que “desean continuar holandeses”. En Italia, el gobierno de centroderecha de Silvio Berlusconi tiene en su interior ex fascistas y a la Liga Norte, un partido que representa los intereses de la pequeña y mediana empresa. Posee un gran arraigo en el norte del país, donde es considerado, también por la clase obrera, como un “partido del pueblo”, ocupando simbólicamente el espacio dejado vacío, por décadas, por la destruida “izquierda gubernamental”. La Liga Norte, guiada por Umberto Bossi, atiza a los italianos del norte (“honestos y trabajadores”) contra los italianos del sur ( “dependientes del gobierno central” y de la “Roma ladrona”, la capital del país que se llevaría los impuestos pagados por el norte). Los miembros de la Liga Norte exaltan una inexistente fidelidad “al pueblo” y atizan las llamas de la incomodidad social provocada por los miles de despidos que ocurrieron en las ciudades industrializadas, y empujan a los obreros italianos a acusar a los inmigrantes de robarles sus puestos de trabajo. El gobierno de centroderecha promulgó leyes sobre la inmigración en favor de los patrones, y el “contrato de permanencia” es un verdadero y concreto chantaje trasformado en ley. La ley “Turco-Napolitano” (gobierno de centroizquierda) fue la base de la sucesiva ley “Bossi-Fini” (gobierno de centroderecha), e inauguró una serie de “leyes-chantaje” que hacen cada vez más difícil la permanencia de los inmigrantes, Dos caras de la moneda. Arriba, grafitti xenófobo. A la derecha, una movilización solidaria con los inmigrantes. congelando los sueldos y empeorando las condiciones de trabajo. Recientemente fue promulgado el llamado “paquete de seguridad”, que definitivamente criminalizó a los trabajadores irregulares. En toda Europa, los patrones y sus gobiernos, a través del racismo y de la xenofobia, buscan dividir a la clase trabajadora por miedo a que ésta se subleve contra ellos. El apoyo creciente que los partidos xenófobos están obteniendo parece mostrar la disponibilidad de los trabajadores en este sentido. Para derrotar el racismo y la xenofobia, y para construir una sociedad de fraternidad, en la cual también los adultos se olviden de “mirar” el color de la piel, es necesario abatir el capitalismo. Los comunistas revolucionarios son conscientes de que, como indicaba Trotsky: “La conciencia de la clase es retrasada, pero la conciencia no es algo sólido como las fábricas, las minas, los ferrocarriles: es más móvil y, bajo la influencia de la crisis objetiva, con millones de desempleados, puede cambiar con rapidez… nuestras tareas no dependen de la conciencia de los trabajadores. Nuestra tarea es la de desarrollar la conciencia de los trabajadores. Antes de agotarse y arrastrar a la humanidad, el capitalismo contamina la atmósfera de todo el mundo con los venenos letales del odio nacional y racial… La denuncia intransigente de las verdaderas causas del prejuicio racial y de todas las formas y manifestaciones de la arrogancia nacional debe ser parte del trabajo cotidiano de las secciones de la Cuarta Internacional, pero también es el elemento más importante de la lucha contra el imperialismo y la guerra. Nuestra consigna fundamental continúa siendo: ¡Proletarios de todo el mundo: uníos!”. 9