Autogenerado - Diario Judicial

Anuncio
Fallo:
En la ciudad de Mendoza, a los dos días del mes de Septiembre del año dos mil catorce se reúnen en
la Sala de Acuerdos de la Excma. Cámara de Apelaciones de Familia, los Sres. Jueces Carla
Zanichelli, Estela Politino y Germán Ferrer , y traen a deliberación para resolver en definitiva la
causa N° 3.828-460/10 caratulada ``T., M. DEL C. C/ S. DE P.S., J.M. P/ FILIACION , originaria
del Tercer Juzgado de Familia de Tupungato, venida a esta instancia en virtud del recurso de
apelación interpuesto a fs. 357 por los demandados, contra la sentencia de fs. 339/347 , la que
decide hacer lugar a la demanda interpuesta por la actora Sra. M.C.T.,
disponiendo que la misma es hija biológica del Sr. J.M.P.S. fallecido- y condenando
a sus suesores universales a pagar la suma de $ 45.000 en concepto de daños y perjuicios, con más
sus accesorios; impone costas a la parte demandada y regula los honorarios de los profesionales
intervinientes.
Habiendo quedado en estado los autos a fs. 395, se practicó el sorteo que determina el art. 140 del
C.P.C., arrojando el siguiente orden de votación: Dres. Zanichelli, Politino y Ferrer.
De conformidad con lo dispuesto por el art. 160 de la Constitución de la Provincia, plantéaronse las
siguientes cuestiones a resolver:
PRIMERA: ¿Es justa la sentencia apelada?
SEGUNDA: Costas.SOBRE LA PRIMERA CUESTION, LA DRA. CARLA ZANICHELLI DIJO:
1. En contra de la sentencia recaída a fs. 339/347 dictada por el Juez Subrogante del Tercer Juzgado
de Familia de Tupungato, apelan los demandados a fs. 357.
El Juez a quo acogió la demanda de filiación y la de indemnización por daños y perjuicios
entabladas conjuntamente.
En lo que se refiere a la procedencia de la acción por indemnización de daño moral, único aspecto
que ha sido materia de agravios, se fundó en los siguientes argumentos:que el plazo de prescripción
de la acción comienza a correr desde el momento del nacimiento de la obligación, lo que en el caso
ocurre con el emplazamiento en el estado de hija de la actora; si no concurre el reconocimiento
voluntario ni media pronunciamiento referido al estado filial, el hijo carece de título de estado de
familia que le habilite, en virtud del emplazamiento legal, a ser resarcido por la afectación de los
derechos subjetivos que tal emplazamiento le confiere; la acción de daño moral ejercida en el caso
no se encuentra prescripta ya que la misma está subordinada al emplazamiento de la víctima en el
estado de hija siendo por ende susceptible de acogimiento en tanto el sujeto activo como el pasivo
de la contienda revistan la aptitud de hija y padre; que los reclamos indemnizatorios de hijos
extramatrimoniales no reconocidos por sus padres, han prosperado fundados en los principios
generales de la responsabilidad civil, ante la ausencia de norma especial; haber omitido
voluntariamente el reconocimiento constituye una conducta antijurídica, omisión que debe ser
atribuida al responsable a titulo de culpa o dolo, puesto que no se trata de un factor de atribución
objetivo; que la acción de daños puede intentarse contra el padre biológico o contra sus herederos;
que estos últimos no pueden eximirse de responsabilidad por la falta de conocimiento del hecho
antijurídico cometido por quien vienen a suceder, ya que el factor de atribución debe analizarse no
en relación con los demandados sucesores universales- sino con el supuesto padre ya fallecido,
puesto que su legitimación pasiva lo es en calidad de sucesores universales más no en la atribución
del hecho de la paternidad; el factor de atribución de la responsabilidad generadora del daño es la
culpa del padre y no la de los demandados traídos a la causa en su calidad de sucesores universales,
es decir a título hereditario y no a título propio; el fallecimiento del demandado no constituye un
factor anómalo o extraordinario que rompa el nexocausal puesto que la interrupción del nexo causal
que excluya la responsabilidad del no reconociente es el caso fortuito, la culpa de la víctima o el
hecho de un tercero por el que no se debe responder, no presentándose ninguna de estas eximentes
en el caso; que de las testimoniales rendidas surge que el Sr. P. visitaba a la demandante en la
casa materna manteniendo una relación afectuosa de padre e hija, por lo que no puede eximírsele de
responsabilidad por el hecho de omitir voluntariamente su reconocimiento a fin de resarcir a la
actora, cuyo daño se presume en tanto se la ha privado del derecho personalísimo de tener una
filiación paterna reconocida, lo cual ha herido sus afecciones más íntimas, más si se tiene en cuenta
que su vida ha transcurrido en el ámbito de una comunidad pequeña en la cual todos se conocen;
que también debe tenerse en cuenta la actitud procesal de los demandados quienes de alguna forma
han obstaculizado el proceso para que la Sra. T. pueda tener certeza de su realidad biológica; a
los fines de la cuantificación del daño debe merituarse que si bien la accionante conocía que el Sr.
P. era su padre no pudo disfrutar del mismo plenamente ni tampoco ser reconocida públicamente
como su hija; que la prueba informativa rendida en la causa da cuenta que los demandados se
encuentran en condiciones de hacer frente al monto que se fije; teniendo en cuenta los antecedentes
jurisprudenciales que cita considera justo el monto de $ 45.000 solicitados en concepto de
indemnización por daño moral.
2- A fs. 373/384 expresan agravios los demandados Sres.A.M.P.o, J.J.P.,
E.P. y M.A.P..
Refieren que al contestar la demanda interpusieron la defensa de falta de legitimación para obrar o
demandar, la que debió haber sido analizada más profundamente por el juez a-quo; que en el caso se
trata del reclamo de una filiación post mortem, hecho filiatorio ignorado por los demandados
habiendo el causante fallecido el 1/11/1985 en tanto que la actora inicia la acción de filiación y daño
moral el día 3/04/2009 es decir más de 22 años después de la muerte del Sr. P. y casi 21 años
después de adjudicados sus bienes entre sus herederos. Agrega que la propia accionante invoca
haber tenido conocimiento que el Sr. P. era su padre a los cinco años y que desde el 3/04/1988 se
ha producido la confusión entre el patrimonio del causante y el de sus herederos.
Aducen que la acción por daño moral se encuentra mal entablada por demandarse a quienes no son
autores del daño ni tampoco poseedores de bienes del causante y que el daño que se reclama se
dirige contra una persona fallecida cuyo patrimonio se extinguió junto con su personalidad jurídica
hace más de dos décadas. Señalan que los sucesores del Sr. J.P.P.no están legitimados
para reconocer la filiación de la actora puesto que dicho acto es personalísimo y solamente puede
ocurrir ante la muerte del causante por una declaración hecha en instrumento público o declaración
de última voluntad. Aclaran que producido el deceso del Sr. P. nada podían hacer los
demandados y en consecuencia nada pueden adeudar por lo que su padre dejó de hacer más de dos
décadas atrás.
Arguyen que el art.3313 del Código Civil dispone que a los veinte años de la apertura de la sucesión
se pierde el derecho a elegir entre la aceptación o renuncia de lo que se infiere que ya no existe
crédito que pueda serle oponible a la sucesión y que la aceptación de la herencia trae como
consecuencia la confusión definitiva de los patrimonios del causante y heredero e impone la
responsabilidad ultra vires hereditatis para el heredero lo que ocurre desde la muerte del causante.
Concluyen en que transcurridos todos los plazos legales de agotamiento de la personalidad jurídica
y patrimonial del causante y pasados luego veinte años más desde que cada heredero del Sr. P.
fue adjudicado de sus bienes en su juicio sucesorio ya no existe sujeto pasivamente legitimado para
oir un reclamo de daños y perjuicios sin importar ni su título ni origen.
Sostienen que cualquier acción por responsabilidad extracontractual en contra de la sucesión por
hechos imputados al causante prescribe a los dos años, a los diez la acción de petición de herencia
en contra del herederos del declarado fallecido presunto, a los veinte la acción de partición
hereditaria en contra del que ha poseído y a los veinte los derechos reales de los bienes de cualquier
causante.
Destacan que la jurisprudencia y citas legales del fallo apelado parten de la hipótesis en la cual el
demandado en la acción por daño moral por falta de reconocimiento es el propio padre renuente y
no los herederos como sucede en el caso, omitiéndose toda consideración a que el art.251 del
Código Civil no transfiere ni comunica la imprescriptibilidad de la acción de filiación a las
consecuencias patrimoniales, las que sí están sujetas a prescripción.
Consideran errado el razonamiento de la sentencia apelada en el sentido que el plazo de
prescripción de la acción de daño moral comienza desde el emplazamiento de hijo porque allí nace
la acción, ello por cuanto aún sin la sentencia de filiación o el reconocimiento se puede iniciar la
acción de contenido patrimonial que se sustenta en el carácter de hijo alegado del demandado, por
lo que, concluye, la actora tuvo siempre a su alcance el inicio de la acción por daño moral, aún
cuando la sentencia debiera aguardar el dictado de una resolución definitiva en la filiación.
Exponen que la viuda de P. podía renunciar a su condición de cónyuge heredera y hubiese
recibido los mismos bienes que recibió por la disolución y liquidación de la sociedad conyugal y
renunció a ninguna herencia porque no había herederos y que si se condena a los herederos debe
considerarse que la accionante también es heredera
Manifiestan que la Corte de la Nación ha expresado que el plazo de prescripción de las obligaciones
personales se computa en materia de actos ilícitos desde el momento en que se produjo el hecho y
que en casos como el de autos también resulta necesario conocer la persona del autor del mismo,
conocimiento que la accionante aduce que tenía desde niña. Dicen que el art.251 del Código Civil
declara que la acción de filiación es imprescriptible, haciendo la salvedad que los derechos
patrimoniales ya adquiridos están sujetos a prescripción.
Argumentan que nuestro sistema legal adopta el criterio de que todas las acciones de contenido
patrimonial relacionadas con el derecho sucesorio comienzan su plazo de prescripción con la
muerte del causante.
Alegan que corresponde distinguir entre la conducta y el daño, puesto que el hecho atribuible al
demandado puede ser anterior al momento en que el daño se manifiesta o debió manifestarse y ser
conocido por el damnificado, en cuyo caso el plazo de prescripción comienza a correr recién desde
que se conoció el daño, en tanto que, en el caso tal conocimiento excede con creces los dos años
que la ley establece como plazo de prescripción toda vez que la accionante invoca que desde niña
experimenta el daño cuya reparación solicita
Resaltan que si el autor del daño muere, ese daño queda consolidado y si no se reclama la
idemnización en el plazo bienal, ese reclamo prescribe.
Se agravian también por la imposición de costas, aduciendo que no cabe imponérselas a su parte,
sino en el orden causado, toda vez que actuando como sucesores no pueden saber si la accionante
era hija o no del causante.
3- Corrido traslado de la expresión de agravios, a fs. 388/390 la parte actora solicita se declare
desierto el recurso y en subsidio contesta solicitando su rechazo, por las razones que expone a las
que me remito en honor a la brevedad.
4- En primer lugar corresponde analizar la solicitud de deserción efectuada por la recurrida a fs.
388, punto II ap.a).
Tanto la doctrina como la jurisprudencia, han sostenido que la expresión de agravios, para ser tal,
debe contener una crítica concreta y razonada de los fundamentos de la sentencia, en la que se
demuestre punto por punto la existencia de errores de hecho o de derecho en que pudiera haber
incurrido el juzgador de primera instancia, o las omisiones, defectos, vicios o excesos que pueda
contener, no pudiendo calificarse como agravios las simples expresiones reiterativas de
argumentaciones antes vertidas en similares términos en la primera instancia del proceso y que han
sido desechadas por el juez con fundamentos no contradichos por el recurrente.
``Es imprescindible a los efectos de abrir la posibilidad revisora de la Alzada, que el apelante
exponga claramente las razones que tornan injusta la solución adoptada por el magistrado de la
instancia anterior, para los cual debe aportar consistentes razonamientos contrapuestos a los
invocados en la sentencia, que demuestran argumentalmente el error de juzgamiento que se le
atribuye (cfr. CNApelCiv., sala J. 14/09/078, Expte. N° 22.066/00 ``Andrés. Lidia Fabiana c/
Swuiss Medical Group y ots p/ daños y perjuicios , Diario Judicial).
Cuando un sujeto realiza el acto de disconformidad con una resolución judicial, que implica la
interposición de un recurso, contrae la obligación procesal de dar al Tribunal que debe resolver el
recurso, las razones de hecho y jurídicas, que lo fundamenten. Si no lo hace deja de cumplir con la
obligación (rectius-carga) procesal, negándose a contribuir al esclarecimiento de los hechos y a la
recta aplicación del derecho, y debe ser considerado rebelde y sancionarse esa rebeldía con la
deserción del recurso. (Podetti, Ramiro, ``Tratado de los Recursos , Buenos Aires, Ediar, 1.975, pág.
288)
La simple disconformidad con la resolución atacada, discrepando con la interpretación dada y sin
fundamentar la oposición o sin expresar los argumentos jurídicos que dan sustento a un distinto
punto de vista no es expresar agravios.Es decir, la expresión de agravios o la fundamentación del
recurso debe constituir una exposición jurídica completa y autosuficiente que contenga el análisis
razonado y crítico de la resolución impugnada, caso contrario con sujeción al art. 137 del C.P.C.,
debe declararse desierto el recurso de apelación. (Hadid, Husain, Comentario a los arts. 133 y
sgtes., en Gianella Horacio (Coordinador), ``Código Procesal Civil de la Provincia de Mendoza ,
Buenos Aires, La Ley, 2.009, Tomo I, pág. 1.024 y sgtes.).
Tal como ya se expresara en anteriores pronunciamientos este Cuerpo, a fin de valorar la suficiencia
de la expresión de agravios, sigue un criterio amplio de tal forma que compatibilice con el respeto
del derecho defensa en juicio y con el sistema de la doble instancia adoptada por la ley, sin que esa
flexibilidad llegue a tal extremo que implique en la práctica la derogación lisa y llana de los
presupuestos exigidos por la ley formal.
Y con este razonamiento se aprecia que en el caso no es procedente la pretensión en el sentido que
se declare la deserción de la apelación pues la lectura del libelo recursivo contiene una crítica
idónea respecto de los fundamentos de la sentencia apelada en cuanto la misma desestima la
defensa de prescripción opuesta por los demandados.
Así se ha resuelto que ``debe desecharse de plano la declaración de deserción del recurso cuando
existe un mínimo de agravio, con lo que la instancia se abre, debiendo la deserción de los recursos
interpretarse restrictivamente, de donde la duda sobre la insuficiencia de la expresión de agravios no
autoriza a declarar desierto el recurrimiento (cfr. 4°Cam.Civ.Expte.: 24443 - EMBOTELLADORA
DE LOS ANDES S.A. EN J:99.442 - LóPEZ J.C. - EMBOTELLADORA DE CUYO S.A. POR
DAÑOS Y PERJUICIOS TERCERíAFecha: 30/07/1999 SENTENCIA Ubicación:LS151 164).
Corresponde entonces analizar los agravios esgrimidos por los apelantes, los que se centran en la
procedencia de la acción de daños insistiendo en su prescripción y cuestionando su legitimación
pasiva. También se quejan de la imposición de costas. Aclaro que no me encuentro obligada al
análisis de todos los argumentos efectuados por los recurrentes sino aquéllos que efectivamente
sean conducentes a la solución del pleito. Claro está que los jueces no están obligados a analizar
todas y cada una de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean conducentes y
posean relevancia para decidir el caso (ver CSJN, "Fallos": 258:304; 262:222; 265:301; 272:225;
Fassi Yañez, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado, Anotado y
Concordado", Tº I, pág. 825; Fenocchieto Arazi. "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Comentado y Anotado", T 1, pág. 620). Asimismo, en sentido análogo, tampoco es obligación del
juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino únicamente las que estime apropiadas para
resolver el conflicto (art. 386, in fine, del ritual; CSJN, "Fallos": 274:113; 280:3201).
En cuanto al rechazo de la defensa de legitimación pasiva advierto que los apelantes no logran
refutar adecuadamente los fundamentos expresados por el Juez de grado.
En efecto, sabido es que el derecho de los hijos de conocer a sus padres, es correlativo de la
obligación de estos últimos de reconocerlos, de manera que aquéllos pueden también ejercer
efectivamente su derecho de lograr y preservar su identidad, sin injerencias ilícitas. Cabe destacar
que el art. 254 del Código Civil, establece que los hijos pueden reclamar su filiación matrimonial
contra sus padres si ella no resultare de las inscripciones en el Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas, disponiendo a su vez el art.255, que cuando un menor aparezca inscripto
como hijo de padre desconocido, el Registro Civil debe efectuar la comunicación al Ministerio
Público de Menores, para que éste procure la determinación de la paternidad y el reconocimiento
del hijo por el presunto padre. Existen, además, otras normas en el Código Civil, de las que se
deduce la obligación que tienen los padres de reconocer a sus hijos, como por ejemplo la segunda
parte del art. 249, el que dispone que el reconocimiento del hijo ya fallecido no atribuye derechos
en su sucesión a quien lo formula, ni a los demás ascendientes de su rama; por lo que la omisión del
reconocimiento tiene como consecuencia el no heredar al hijo (lo mismo es para los restantes
ascendientes), o sea, que se establece una pena cuya causa consiste en la apuntada omisión, de lo
que se colige que el reconocimiento constituye una obligación.
En relación al carácter voluntario que se le atribuye al reconocimiento, Zannoni destaca que el
mismo no hace referencia al libre arbitrio del reconociente en el sentido de estar facultado para
hacerlo o no-, sino al carácter unilateral o individual de ese acto, lo que significa que una persona
que reconoce a su hijo no puede atribuir a otra la maternidad o paternidad que ésta última no ha
asumido en forma voluntaria (art. 250 primera parte del Código Civil). El derecho por parte del hijo
a obtener un emplazamiento familiar, supone el deber de reconocer por parte del progenitor que no
lo hizo, siendo buena prueba de que el reconocimiento no es indiferente, el hecho que se le confiera
al Ministerio Pupilar el deber de procurar la determinación de la paternidad y el reconocimiento del
hijo por parte del presunto padre (art.255 del Código Civil) (cfr, Zannoni, Eduardo A.,
``Responsabilidad civil por el no reconocimiento espontáneo del hijo , La Ley 1990-A-1).
Consecuentemente, si la filiación y el apellido, como atributos de la personalidad no pueden ser
desconocidos legalmente, habida cuenta de la acción que se le confiere al hijo para obtener el
emplazamiento en tal estado, y que el orden jurídico procura su concordancia con el orden
biológico, aquel que omite voluntariamente su deber jurídico de reconocer a su hijo, resulta
responsable por los daños ocasionados a quien tenía el derecho de ser emplazado en el estado de
familia respectivo, por no poder ejercer el goce y derechos derivados del mismo (cfr. CNCiv., Sala
L, 23/12/1994, L.L. 1995-E-11; CNCiv., sala H, 30/03/1999. L.L. 1999-E-546; CApel. San Martín,
sala I I, 18/2/1999 E.D. 184-219; etc).
En conclusión, si bien no existe una norma expresa, tanto la jurisprudencia como la doctrina han
aceptado que la omisión del reconocimiento voluntario del hijo por parte de su progenitor importa
un obrar antijurídico, susceptible de producir un daño, y como consecuencia de ello, corresponde su
reparación, configurándose de esta forma el primero de los requisitos de procedencia de la acción de
daños la antijuricidad- siendo los restantes el factor de atribución, el daño y el nexo causal.
En punto al segundo de los presupuestos, resulta indudable que la omisión debe surgir de una
conducta deliberada de la persona que se encontraba en condiciones de producir el emplazamiento.
Por el contrario cuando no existe conocimiento de la situación de hecho que se le pretende atribuir o
se fuera incapaz de proceder al reconocimiento, no podría haber responsabilidad por falta de
reconocimiento voluntario.
``La viabilidad del resarcimiento requiere la prueba de que el supuesto padre haya sabido o debido
saber de la paternidad que se le atribuye. Dicho de otro modo, no debe prosperar la acción de daños
y perjuicios cuando el progenitor ignoraba su paternidad.Su obrar debe ser doloso o, al menos,
culposo, para que pueda imputársele una conducta antijurídica, a los fines del reclamo de daños y
perjuicios (cfr. Solari, Néstor E., ``Procedencia del daño moral en un caso de filiación , La Ley
2009-F-193).
En el caso no ha sido objeto de agravio que el demandado conocía la existencia de la accionante,
con quien incluso mantenía ``una relación afectuosa de padre e hija .
Como bien lo expresa el Juez a-quo el factor de atribución debe ser analizado respecto del padre de
la actora y no sus herederos, quienes han sido demandados en tal carácter, tanto en la acción de
filiación como en la acción por indemnización de daño moral.
Es que estamos en presencia de una deuda del causante y no de sus herederos. Dicha obligación,
claro está, nació con anterioridad a su deceso no es una carga de la sucesión- y se trasmite a los
sucesores.
Recordemos que nuestro código, al igual que todas las legislaciones actuales, consagra la regla de la
subsistencia de las deudas de una persona después de su fallecimiento, con excepción de las
llamadas obligaciones intuitu personae (arts. 1195 y y 1098 del Código Civil).
Los recurrentes se agravian por cuanto aducen que han sido demandados siendo que no son los
autores del daño ni poseedores de los bienes del causante.
Reitero que los accionados no fueron demandados por su propio derecho en calidad de autores del
hecho ilícito generador del daño cuya reparación se pretende, sino como sucesores universales del
Sr. P., quien fuera sí el autor del hecho dañoso, puesto que a ellos se trasmitió no sólo el activo
sino también el pasivo del acervo hereditario (arts. 3279, 3281, 3417 y cc.del Código Civil).
Por lo demás, todo los argumentos referidos a la terminación de la sucesión, al tiempo transcurrido
desde la adjudicación de los bienes o la carencia ya de bienes pertencientes al acervo hereditario por
parte de los herederos demandados, en que los recurrentes fundan su falta de legitimación no deben
ser aquí analizados sino que, ello deberá ser plantado, en caso de confirmarse la procedencia del
reclamo indemnizatorio, en la etapa de ejecución de sentencia, puesto que es allí donde deberá
dilucidarse qué bienes pueden ser agredidos por la accionante.
``El heredero beneficiario concurre al juicio en que es demandado como un verdadero deudor; la
diferencia radica en que el poder de agresión patrimonial de los acreedores se ejercerá sobre ciertos
bienes (cfr. Kemelmajer de Carlucci, ``Los acreedores quirografarios del causante , pág. 81 en
Zannoni-Ferrer-Rolando, "Sucesiones, Homenaje a la Dra. María J. Méndez Costa", 1991).
En conclusión, en el caso los demandados no deben responder a título personal sino en calidad de
sucesores de su padre Sr. J.P.P.S.. Por ello es indiferente analizar si sus herederos
tenían o no conocimiento de la existencia de la Sra. T.. Lo importante es determinar si el padre
renuente tenía o no conocimiento que la paternidad que se le imputa le correspondía , extremo éste
que no ha sido materia de agravio.
En este sentido Néstor Solari al comentar el fallo dictado por la Cámara de Apelaciones en lo Civil
y Comercial de San Juan, citado en la sentencia recurrida, expresa: ``...acierta la Cámara, a
diferencia de lo decidido en primera instancia, en cuanto a que el factor de atribución subjetivo de
responsabilidad debe analizarse no en relación a los demandados sucesores universales- sino del
supuesto padre, ya fallecido. El conocimiento o desconocimiento de los sucesores universales, en el
caso, es intrascendente a los fines de establecer la responsabilidad civil. Procesalmente debió
indagarse la conducta del padre renuente para resolver sobre el reconocimiento.En consecuencia, en
tal situación, el demandado es ajeno al hecho en sí, pues su legitimación pasiva lo es en su calidad
de sucesor universal, mas no en la atribución del hecho de la paternidad (cfr. Solari, Néstor,
``Filiación extramatrimonial deducida contra los sucesores del causante. Cuestiones surgidas en
relación a los daños y perjuicios , LLGran Cuyo, 2006, pág. 927, La Ley Online).
El hecho de que el mismo haya fallecido varios años antes de la promoción de la acción de filiación,
no extingue la obligación a su cargo la reparación del daño moral por la falta de reconocimiento
voluntario de su hija- sino que su deceso marca el límite de su responsabilidad, la que se extiende
desde el nacimiento de la actora, el que era conocido por el causante, y hasta su fallecimiento. En
otras palabras, su muerte debe merituarse a los fines de fijar la extensión de la reparación, cuya
cuantía no ha sido materia de agravios.
Los recurrentes se quejan también por cuanto ha sido desestimada la defensa de prescripción.
Aducen que el art. 251 del Código Civil declara que la acción de filiación es imprescriptible,
haciendo la salvedad que los derechos patrimoniales ya adquiridos están sujetos a prescripción, y
que la prescripción comienza a correr desde que se conoció el daño, en tanto que, en el caso tal
conocimiento excede con creces los dos años que la ley establece como plazo de prescripción toda
vez que la accionante invoca que desde niña experimenta el daño cuya reparación solicita.Luego
sitúan el diez a-quo del plazo de prescripción, a la fecha de la muerte del causante, expresando que
``si el autor del daño muere, ese daño queda consolidado y si no se reclama la indemnización en el
plazo bienal, ese reclamo prescribe .
No ha sido materia de discusión que el plazo de prescripción de la acción por indemnización del
daño moral entablada en la causa es el de dos años previsto por el art. 4037 del Código Civil, ello en
atención a que la imprescriptibilidad de la acción de filiación no se comunica a ningún reclamo de
naturaleza pecuniaria.
Lo que sí es controvertido por los recurrentes es el diez a-quo de dicho plazo puesto que la
resolución recurrida lo sitúa a la fecha en que se dicta la sentencia de filiación, en tanto que los
demandados sostienen que, por el contrario, el plazo comienza a correr a la fecha del fallecimiento
del presunto padre, razón por la que consideran que la acción entablada se encuentra prescripta.
Aún cuando la cuestión es polémica, me enrolo en la posición que sostiene que el punto de partida
de la prescripción de la acción de daños y perjuicios derivados del no reconocimiento de la filiación
está representado por el reconocimiento voluntario o judicial de la filiación, y ello sin perjuicio que
puedan ejercerse simultáneamente la acción de filiación y la acción de daños.
Es que el principio general en la materia es que la prescripción no corre contra las acciones que no
han tenido nacimiento.En materia de hechos ilícitos la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires
ha resuelto en un fallo muy esclarecedor en el que revoca la decisión de Cámara que acogía la
defensa de prescripción que ``... si bien es cierto que la prescripción de la acción emergente de un
hecho ilícito comienza desde el momento es que éste ocurre, toda vez que constituye la fuente de la
obligación de resarcir, no lo es menor que tal principio de carácter general- debe ser
congruentemente aplicado en situaciones particulares, como la del caso de autos, en la que la
ilicitud del hecho no se encuentra categóricamente establecida en el momento de producirse, sino
que fue necesario un acto jurisdiccional, el que permitiera calificarla como tal.... La doctrina como
la jurisprudencia vienen admitiendo que cuando la ilicitud del hecho debe resultar de una previa
declaración judicial, el término de prescripción sólo puede comenzar a partir de la fecha en que la
sentencia que así lo declare pase en autoridad de cosa juzgada. se podrá objetar que la ilicitud del
hecho no resulta de la sentencia que así lo declara; que ningún obstáculo de orden material o
jurídico impide proponer la acción de daños y perjuicios con anterioridad; que la hipótesis no es
equiparable a la del 3980. O que se podrá argüir con el efecto retroactivo propio de las sentencias
dictadas en procesos de condena. Pero maguer tales reparos, se me aparece como más valiosa -decía
el doctor Bouzat a quien pertenece el voto- la solución que propicio. Carece de sentido imponer a
aquél cuyo controvertido derecho está pendiente de un reconocimiento judicial la carga de poner en
movimiento la actividad jurisdiccional en miras a mantener viva una pretensión cuya consolidación
-en la realidad de las cosas- sólo habrá de operarse una vez decidida la cuestión relativa a la
legitimidad de la ocupación.Cuestión que, no ya por virtud de precepto legislativo sino de la fuerza
misma de las circunstancias y por imperio de los principios de la lógica aparece con ribetes propios
de perjudicialidad material. Basta para evidenciarlo observar que no cabría, sin caer en el riesgo de
tal mentado escándalo jurídico de las sentencias contradictorias, pronunciarse en la acción de daños
y perjuicios sin haberlo hecho antes en la de desalojo" (A. y S., 1977-III-727 fallo citado en ``P., J.
A. c. A., J. F. ``, 06/09/1994, Publicado en: DJ 1995-2 , 31 DJBA 147 , 6215 JA 1995-I , 556, Cita
online: AR/JUR/420/1994).
No se soslaya, como se anticipara, que la acción de daños puede entablarse juntamente con la
acción de filiación o incluso antes que ésta, pero en tales casos el dictado de la sentencia en el
primero de dichos procesos deberá supeditarse a la resolución de la acción de filiación.
Como lo señala la Cámara Nacional Civil, sala C., con voto de Alterini, la admisión de la filiación
es el presupuesto necesario para el progreso de la acción por daño moral porque no es posible
jurídicamente que se la admita sin la previa certeza de la filiación. La indemnización de daños se
presenta como accesoria de la acción principal (conf. L. N° 210.883 del 1/7/97). Y en ese caso
--como en el de autos-- el nacimiento de la acción se remonta a la fecha en que quedó firme la
sentencia sobre filiación (ver también el precedente de la misma sala publicado en JA, 1994-I, 683 y
Ferrer, Francisco, "Daños resarcibles en el divorcio", Ed. Abeledo Perrot, p. 109, nota 142).
``Aun cuando la acción de filiación puede iniciarse en todo tiempo y es imprescriptible (arts. 251 y
254, Cód. Civil, según texto de la ley 23.264), lo cierto es que --de acuerdo al art.251-- "los
derechos patrimoniales ya adquiridos" están sujetos a prescripción. Por tanto --como señala
Kemelmajer de Carlucci--, si la filiación ha quedado definitivamente establecida, sea por
reconocimiento voluntario tardío, sea por decisión judicial, el hijo tiene dos años para iniciar la
acción por daños y perjuicios (art. 4037, Cód. Civil y en "Derecho de Daños", 1ª parte, Ed. La
Rocca, Buenos Aires, 1996, capítulo XXVIII, "Responsabilidad Civil por falta de reconocimiento
de la paternidad extramatrimonial", p. 665 y sigtes., en especial, p. 675, apart. g). Ello así, puesto
que no se discute que tal omisión importa un hecho ilícito susceptible de producir un daño, aunque
en el caso, su ejercicio está supeditado al previo emplazamiento de la víctima en el estado de hijo
extramatrimonial, puesto que se trata del presupuesto esencial sobre el que se apoya la pretensión.
No es posible imponer la carga de mantener viva la acción de daños y perjuicios, cuando ésta
depende del reconocimiento judicial de una filiación que se postula, pero que aún no está admitida.
Por lo demás; parece claro que esta última cuestión exige un pronunciamiento judicial previo, por lo
que mal se podría exigir litigar antes de tiempo, a punto tal que el juez no podría resolver la
demanda por daños y perjuicios --en caso de iniciarse en proceso separado-- sin previamente emitir
un pronunciamiento que emplace en el estado de hijo extramatrimonial al actor (cfr. Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala E ``M., M. y otro c. M., V. , 12/05/1998, LA LEY 1999F , 8 DJ 2000-1 , 35, Cita online: AR/JUR/68/1998).
Más recientemente la Suprema Corte de Buenos Aires ha reiterado el criterio antes referido en los
siguientes términos: 1) el cómputo del plazo de prescripción comienza en el momento en que el
crédito existe y puede ser exigido por una pretensión demandable.A la inversa, la prescripción no ha
de correr en relación con los derechos o acciones que aún no hayan nacido -"actioni non natur
praescribuntur ; 2) Si bien la sentencia de filiación es declarativa del vínculo paterno filial, que
como situación coexistencial precede a cualquier formalización normativamente exigible, cumple
también una función constitutiva en cuanto atribuye legalmente el título filiatorio; 3) De no
concurrir el reconocimiento voluntario del progenitor ni mediar un pronunciamiento referido al
estado filial, el hijo carecerá de título de estado de familia que le habilite, en virtud del
emplazamiento legal, a ser resarcido por la afectación de los derechos subjetivos que tal
emplazamiento le confiere; 4) La acción de daños y perjuicios por falta de reconocimiento de la
paternidad extramatrimonial prescribe a los dos años contados desde el pronunciamiento que
concreta el emplazamiento de estado filiatorio, admitiendo de tal suerte que la pretensión
resarcitoria pueda deducirse conjuntamente y a las resultas de la acción por la que se ha reclamado
la filiación (S.C.J.Bs. As., ``Milla, María A. v. Laplace, Carlos A. s/acción de reclamación de
filiación extramatrimonial y daño moral , 10/05/2006, Cita online: 14/110455).
Es decir que para obtener un pronunciamiento válido en la acción de daños y perjuicios se requiere
necesariamente el emplazamiento en el estado de hijo, puesto que mal puede condenarse al presunto
padre o a sus sucesores como en el caso de autos- si no se tiene certeza que lo es. Entonces si el
plazo de prescripción de la acción de daños lo situáramos en la fecha del fallecimiento del
demandado, ello implicaría considerar prescriptible una acción la de filiación- que por disposición
legal expresa no lo es (arts. 251 del Código Civil), puesto que la misma debería ser entablada y
resuelta con anterioridad al dictado de la sentencia en la acción de daños.Salvo el supuesto de las
obligaciones intuitu personae la muerte del deudor no produce ninguna modificación en la situación
del acreedor, ni en su beneficio, ni en su perjuicio. Aunque el presunto padre fallezca, la acción de
filiación es imprescriptible, y por ende puede ser iniciada en cualquier tiempo. Si la sentencia que
allí recaiga es necesaria a los fines del emplazamiento en el estado de hijo y si tal emplazamiento se
requiere para obtener la indemnización de los daños producidos por el no reconocimiento, forzoso
es concluir que el plazo de dos años previsto en el art. 4037 del Código Civil se computa desde que
queda firme la sentencia que declara tal emplazamiento.
En este sentido se ha resuelto que ``la circunstancia de haberse promovido la demanda de filiación
cuando el menor alcanzó los dieciséis años de edad y ya había fallecido el presunto padre, no obsta
a que se reconozcan los derechos del menor, desde que en tal caso la demanda debe dirigirse contra
los sucesores universales del padre presunto y puede interponerse en todo tiempo, tal como lo
establece el art. 254 del Cód. Civil (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala A,
26/04/1993, `` S., E. E. y otro c. B., A. H. , LA LEY 1993-D , 265, DJ 1993-2 , 955, cita online
AR/JUR/1811/1993).
El tiempo transcurrido desde que la accionante habría tenido conocimiento de la identidad de quien
fuera su padre hasta la interposición de la acción de filiación, argumento que los apelantes esgrimen
a fin de fundar la excepción de prescripción, en todo caso debió merituarse a fin de evaluar la
extensión y cuantía del daño, cuestiones éstas que, reitero, no han sido materia de agravio.Si bien la
causa inmediata del daño es la falta de reconocimiento, también debe tenerse en cuenta que se trata
de un daño que se incrementa, o puede incrementarse con el paso del tiempo, por lo que la dilación
en promover la acción actuaría eventualmente como causa mediata en la producción del daño lo que
debe considerarse para fijar su extensión.
Se agravian los recurrentes por cuanto aducen que la sentencia impugnada no tiene en consideración
que la accionante también es sucesora del demandado. Fuera de que la cuestión no fue planteada al
contestar la demanda, lo cierto es que el agravio resulta inatendible.
En punto al tema es válido recordar que en tanto la sucesión no tiene personalidad jurídica, por
lo que resulta necesario demandar a los herederos por la parte que cada uno tiene en la herencia, de
allí que no pueda demandarse a la sucesión como si fuera un sujeto de derecho. Forzoso es concluir,
entonces, que los demandados han sido traídos a juicio por su parte en la sucesión y ello en atención
a que estamos en presencia de una deuda divisible.
Finalmente se quejan los apelantes de la imposición de costas.
Básicamente, los ordenamientos procesales reconocen dos sistemas para legislar en materia de
costas: uno llamado el sistema automático, que funda la condena en la derrota procesal,
encontrándose algunas modalidades según la instancia o la características del proceso Se parte del
presupuesto objetivo de la derrota, de manera que la sentencia debe contener una decisión expresa
en tal sentido; y el sistema de albedrío judicial que sienta el principio de que las costas se
impondrán al litigante de mala fe o temerario pero deja la apreciación casuística de la norma al
criterio del juzgador, con la consiguiente facultad de no imponer las costas cuando se estime que el
vencido procedió de buena fe (cfr, Gozaíni, Osvaldo A., ``Costas procesales , volumen 1, pág. 39,
Ediar, Bs. As.2007).
Nuestro código procesal local adopta el primer sistema; las costas deben ser soportadas por el
perdidoso, no se imponen como sanción sino como resarcimiento de los gastos provocados por el
litigio, los que deben ser reembolsados con independencia de la buena o mala fe del litigante.
Así se ha dicho que ``el principio general contenido en nuestra legislación procesal se asienta en el
objetivo criterio de la derrota. Quien pierde afronta las costas (art. 36, I, C.P.C.). El inciso segundo
de la norma establece una aparente excepción al principio, pues al hablar de vencimiento recíproco,
aunque las costas puedan ser dispuestas en el orden causado, el fundamento sigue siendo el
vencimiento. Aún en el caso de que las costas provengan de una nulidad de procedimiento - las que
deben ser soportadas, en principio, por quien la ocasionó - la excepción de la excepción contenida
en el inciso tercero del artículo 36, carga las costas la parte que se opone a la nulidad y resulta
vencida. El inciso cuarto del artículo involucrado no hace excepción al principio gener al, sino que
añade responsables por las costas. Por último el inciso V establece una verdadera excepción y
vuelca las costas sobre el vencedor o las distribuye en el orden causado . cuando resulta evidente
que el contrario no dio motivo a la demanda o articulación, y se allanó de inmediato (Expte.: 32145
- M. A. - C/D. F. P/MEDIDA TUTELAR Fecha:24/05/2007, SEGUNDA CáMARA CIVIL PRIMERA CIRCUNSCRIPCIóN, LA110 047).
Ahora bien, tal como ya lo manifestara, no obstante que nuestro sistema procesal en materia de
costas sigue el principio chiovendano de la derrota, contempla la posibilidad de la imposición de las
mismas al vencedor o en el orden causado, cuando resulta evidente que el vencido no dio motivo a
la demanda o articulación y ``se allanó de inmediato, haciendo entrega o depositando lo debido .
Si bien en el proceso de filiación no resulta admisible el allanamiento
(art.304 del C.P.C.), lo cierto es que en el caso los demandados se opusieron a la procedencia de la
acción no solo de indemnización por daño moral en contra de la cual interpusieron la defensa de
prescripción, sino también de la acción de filiación negando categóricamente los hechos expuestos
en la demanda. Siendo ello así no cabe en el sublite hacer excepción al principio general en materia
de costas, que asienta en el criterio objetivo de la derrota (art. 36 C.P.C.).
Por todo ello, estimo adecuado a las circunstancias analizadas proponer a mis colegas el rechazo del
recurso de apelación.
Así voto.
Sobre la misma cuestión los Dres. Politino y Ferrer se adhieren al voto que antecede.
SOBRE LA SEGUNDA CUESTION LA DRA CARLA ZANICHELLI DIJO:
Las costas devengadas en el recurso de apelación deberán soportarlas los apelantes por resultar
vencidos (art. 36, I del CPC).
Así voto.
Sobre la misma cuestión los Dres. Politino y Ferrer se adhieren al voto que antecede.
Con lo que se dio por finalizado el presente acuerdo, procediéndose a dictar la sentencia que se
inserta a continuación:
SENTENCIA:
Mendoza, 02 de Septiembre del 2.014.Y V I S T O S: Por lo que resulta del acuerdo, precedente el Tribunal
R E S U E L V E:
1. Desestimar el recurso de apelación interpuesto a fs. 357 por los demandados, contra la sentencia
de fs. 339/347, la que se confirma en todas sus partes.
2. Imponer las costas de Alzada a los apelantes.
3. Regular los honorarios profesionales de los Dres. Fernando de la Rosa Jury, Carlos Correa
Silvano, y Marcelo Silvano en las respectivas sumas de pesos ($.), ($.) y ($.) (art. 15 ley 3641).
NOTIFIQUESE. BAJEN.
Dr. Germán Ferrer
Juez de Cámara
Dra. Estela Inés Politino
Juez de Cámara
Dra. Carla Zanichelli
Juez de Cámarab
Descargar