Espiritualidad variable asociada a la resiliencia

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CUADERNOS HISPANOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol. 11 No. 2, 24-49
Espiritualidad variable asociada a la resiliencia
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
Universidad El Bosque
Recibido: Febrero 10 de 2011. Aceptado: Julio 29 de 2011
Nota del Autor
Esta investigación se realizó en la Facultad de Psicología de la Universidad El Bosque,
Bogotá, D.C., Colombia.
Myriam Rodríguez. Psicóloga. Directora del trabajo de grado.
Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez y Reinaldo Noriega. Estudiantes que optan por
el título de Especialistas en Psicología Clínica y Autoeficacia Personal.
Persona de contacto: myriamrodrí[email protected]
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Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
Resumen
Este artículo tiene como propósito describir y explicar la relación entre la espiritualidad y la resiliencia, partiendo de la revisión conceptual de ambos términos
y de diversos estudios que confirman dicha relación en sentido positivo, en la
última década. La resiliencia permite la adaptación exitosa ante eventos adversos
o traumáticos, mientras que la espiritualidad motiva y permite la búsqueda de
trascendencia, propósito y sentido de vivir, actuando como variable independiente
que favorece el desarrollo de la resiliencia. Se discuten las consecuencias de estos
hallazgos y sus implicaciones para las ciencias de la salud, en especial para la
psicología clínica, tanto en el campo de la prevención como de la psicoterapia.
Palabras clave: Resiliencia, espiritualidad, psicología.
Abstract
This paper aims to describe and explain the relationship between spirituality and
resilience, based on the conceptual review of two terms and several studies that
confirm this relationship in a positive sense, in the last decade. Resilience allows
successful adaptation to adverse or traumatic events, while spirituality motivates
and enables the search for transcendence, purpose and meaning of life, acting as an
independent variable that favors the development of resilience. The consequences
of these findings and their implications for health sciences are discussed, especially for clinical psychology, both in the field of prevention and psychotherapy.
Key words: Resilience, spirituality, psychology.
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Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
Aunque la espiritualidad es un concepto originado
en la filosofía y en la teología hace varios siglos,
dentro de la terminología científica es un constructo
relativamente nuevo, al igual que la resiliencia.
Ambos términos están asociados significativamente
con la salud individual y colectiva. Desde finales
del siglo pasado se ha empezado a estudiar con
rigurosidad empírica la relación entre la espiritualidad y la resiliencia, tratándose de evaluar ambos
elementos y de verificar su interrelación en diferentes
tipos de poblaciones, particularmente en aquellas
con vivencias traumáticas, con enfermedades crónicas o enfrentadas a la posibilidad real y próxima
de la muerte (Navas y Villegas, 2007). Diversas
investigaciones confirman que, efectivamente, la
espiritualidad es un factor protector importante
ante el padecimiento de enfermedades o trastornos
mentales (Sánchez, 2004). No obstante, en el campo psicológico es mucho el camino que queda por
recorrer en este aspecto, empezando por el reto de
lograr definiciones integrales, no reduccionistas y,
a la vez, operacionalizables de constructos amplios,
poco precisos o científicos como el de “espiritualidad”. También es necesario seguir ampliando el
estudio correlacional o causal entre espiritualidad
yresiliencia en distintos grupos y contextos religiosos
o culturales para alcanzar conclusiones más válidas
y generalizables (Quiceno y Vinaccia, 2009).
La presente investigación trata de aportar una
comprensión global de la relación entre espiritualidad y resiliencia, realizando una revisión de la
bibliografía desarrollada sobre el tema desde el
campo de la psicología y de otras áreas, abordando las diferentes concepciones teóricas de ambos
términos y los estudios científicos que dan luces
sobre la espiritualidad como variable asociada a la
resiliencia en la última década. La revisión de las
principales implicaciones de la espiritualidad en
el bienestar humano facilita la obtención de una
visión general sobreel impacto que ésta tiene en la
capacidad de cada persona para elaborar, adaptar
o reconstruir su visión del mundo o su sistema de
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valores, contribuyendo a su autosuperación y crecimiento cuando ha experimentado un evento muy
difícil, doloroso o traumático. Aunque la espiritualidad es inherente a toda persona, cada quien posee
conciencia altamente individualizada de sí mismo
y de sus cualidades, lo cual hace que la perspectiva
espiritual varíe entre individuos y, por tanto, que
sus consecuencias en la resiliencia sean variables,
dependiendo de la persona, las circunstancias y la
etapa de su ciclo vital (Laspina, 1996).
La resiliencia
El término resiliencia se empleó originalmente
en el campo de la física, donde se relaciona con la
resistencia que tienen los metales al ser sometidos
a altas presiones, recobrando su forma original; en
osteología, se ha utilizado para expresar la capacidad de los huesos de reponerse después de una
fractura. Posteriormente, el término fue adaptado
a las ciencias sociales para describir a las personas
que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto
riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y
exitosas (Machuca, 2002).
Diversos autores, durante la década de los 70,
observaron la variabilidad de respuestas en el desarrollo psicosocial de niños y niñas expuestos a
experiencias adversas de diversa índole (individual,
familiar yambiental). Así mismo,observaron que un
cierto grupo de niños y adolescentes logró sobreponerse a esas situaciones, sin sufrir secuelas psicosociales graves. A este fenómeno, Príncipe(1983)
lo denomina ¨resiliencia¨, anglicismo proveniente
del término resilienceo resiliency, cuyo significado
es: resistencia de los cuerpos a los choques, con
habilidad para recuperarse o ajustarse nuevamente
(Rutter, 1993).
En las últimas dos décadas, la resiliencia se ha
convertido en un importante constructo dentro de
la teoría y la investigación sobre el bienestar psicológico, y se ha estudiado en diversos ámbitos de
la vida (Greeff y Loubser, 2008).La resiliencia se
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sitúa en una corriente de la psicología positiva y
dinámica que fomenta la salud mental. Precisamente,
las preguntas principales formuladas por los investigadores sociales en los últimos años en esta área
se relacionan con el problema de la determinación
del afrontamiento exitoso al estrés y a la adversidad
(Raffo y Rammsy, 2005).
Definiciones y tipos
La resiliencia se ha definido como la capacidad
personal de sobreponerse a las presiones y dificultades que, en su lugar, otra persona no podría lograr
(Trujillo, 2006); soportar retos perturbadores en la
vida y recuperarsede la adversidad (Greeff y Loubser, 2008); hacer frente a situaciones muy adversas,
adaptándose y restaurando el equilibrio en la vida
personal y evitando el efecto deletéreo potencial
del estrés (Canaval, González y Sánchez, 2007).
Según Raffo y Rammsy (2005), esta adaptación
exitosa implica también una “transformación” de
la persona luego de la crisis, manifestada en un
conjunto de cualidades.
También se ha definido como el conjunto de
conductas, pensamientos y acciones que pueden ser
aprendidas y desarrolladas por cualquier persona en
su proceso de adaptación a la adversidad y que le
permiten “rebotar” de experiencias difíciles (traumas, tragedias, amenazas, problemas familiares o de
relaciones interpersonales, enfermedades crónicas
o situaciones estresantes laborales y financieras),
como si fuera una bola o un resorte (APA, 2004);
la acción de diversos factores compensatorios
quereducen el desajuste personal, permitiendo al
individuo adaptarse a los estresores ambientales
(Juby y Rycraft, 2004).
Se han distinguido diversos tipos o modalidades
de resiliencia:
▪▪ Resiliencia psicológica, como una combinaciónde rasgos personales positivos y de respuestas
o conductas de afrontamiento que facilitan la
gestión exitosa de los cambios inesperados o
estresantes en la vida (Rutter, 2007).
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▪▪ Resiliencia familiar, como el conjunto de procesos interactivos entre los miembros de la
familia que fortalecen, con el transcurso del
tiempo, tanto a cada individuo como a todo el
grupo, permitiéndoles acomodarse a sus diversos
estilos de organización o creencias, recursos y
limitaciones internas, así como amoldarse a los
desafíos psicosociales que se les plantean desde
fuera de la familia (Rolland y Walsh, 2006).
▪▪ Resiliencia comunitaria, como el conjunto de
valores, disposiciones y movilizaciones colectivas que permiten a ciertas poblaciones enfrentar
solidariamente los daños causados por desastres
naturales a sus comunidades, saliendo finalmente
exitosas de tales crisis y con una nueva autoimagen
de fortaleza y cohesión entre las personas involucradas en dichos eventos (Suárez y Melillo, 2001).
▪▪ Resiliencia vicaria, como efecto único y positivo
que transforma al psicoterapeuta en respuesta a
la propia resiliencia de un paciente sobreviviente
de un trauma, proceso que podría darse también
en forma generalizada en otros ámbitos distintos,
como el de familiares, amigos, grupos laborales
o religiosos, entre otros (Hernández, Gangsei y
Engstrom, 2007).
▪▪ Resiliencia espiritual, definida como la capacidad para responder a los factores estresantes, a
la adversidad y a los eventos traumáticos, sin
presentar síntomas patológicos crónicos o verse
disminuidas las capacidades vitales del espíritu
(como son el poder amar, comprender, perdonar
o servir generosamente a los demás), de la mente
(como el poder pensar de forma racional, objetiva y equilibrada) y del cuerpo (básicamente,
funcionar de forma saludable), sino más bien
resultando éstas fortalecidas (Dugal, 2009).
Factores que promueven la resiliencia
La American PsychologicalAssociation (APA,
2004) reconoce los siguientes factores como los
más importantes en la afirmación de la resiliencia
personal a nivel general:
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1. Tener relaciones de amor, cariño, apoyo, amor y
confianza, dentro y fuera de la familia, que provean modelos a seguir y que ofrezcan estímulos
y seguridad.
2. Capacidad para hacer planes realistas y seguir
los pasos necesarios para llevarlos a cabo.
3. Tener una visión positiva de sí mismo y confianza
en las propias fortalezas o habilidades.
4. Destreza en la comunicación y en la solución
de problemas.
5. Capacidad para manejar sentimientos e impulsos
fuertes.
Considerando que la adaptaciónante el estrés estaría condicionada por la edad y el género (Ospina,
Jaramillo y Uribe, 2005), se mencionan a continuación los factores que favorecen la resiliencia en cada
etapa del ciclo evolutivo, aparte de los ya citados.
En los niños y adolescentes: temperamento fácil,
actitud reflexiva y receptividad a los demás (Werner,
1989); ser del género femenino, capacidad intelectual
igual o superior al promedio (Fergusson y Lynskey,
1996); competencia escolar, sentido del humor,
creatividad y tolerancia a las frustraciones (Raffoy
Rammsy, 2005); participación en algún grupo religioso como refuerzo social a los valores y políticas
parentales de crianza (Baldwin y Cole, 1992); firmes
creencias religiosas, las cualesproporcionan estabilidad y sentido a sus vidas, especialmente en tiempos
de adversidad, junto a un sentido de enraizamiento
y coherencia (Werner, 1993); entorno comunitario
donde exista autoestima colectiva, identidad cultural, humor social, honestidad estatal, solidaridad
grupal y procesos de aprendizaje escolar basados
en la actividad conjunta y cooperativa entre los
estudiantes y los docentes (Melillo, 2004).
En los jóvenes: expectativas altas y metas apropiadas a su edad, comunicadas de manera consistente,
con claridad y firmeza; apertura de oportunidades
de participación; reforzamiento comunitario de la
autoestima y de valores espirituales o trascendentes
como la honestidad, la solidaridad y la compasión,
la creatividad y la estética, la paciencia reflexiva
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y crítica ante sus propias cualidades y límites, su
proyecto vital, la comunidad y la sociedad (Velásquez, 2001).
En adultos: la lectura, la reflexión y los estudios;
el humor y los vínculos familiares; las expresiones
culturales y creencias religiosas; el trabajo, el sentido de pertenencia y la participación comunitaria
(Menoni y Kalsse, 2007).
En adultos mayores: fe en la religión, confianza
en la familia y ayuda social; estilo de vida saludable,
espiritualidad, valores y educación (Rabkin, Wagner
y del Bene, 2000; como se citó en Ordóñez, 2009;
Mednick et al., 2007).
En mujeres: apoyo marital y capacidad de planificación (Rutter, 1993); locus de control interno,
prácticas y creencias espirituales (en un orden
divino), relaciones y modelos femeninos fuertes,
ubicación de la culpa fuera del yo, educación y
entorno cultural resistente (Singleton, 2004).
En las familias: locus de control interno, comparación social pasiva (cuando la persona, consciente
de alguien menos afortunado, usa esa información
para hacer una comparación favorable a ella), el
soporte social (que puede ser a nivel emocional,
recibiendoinformación, participando en grupos
o actividades comunitarias, o recibiendo ayuda
material y/o monetaria) y la espiritualidad (Juby
y Rycraft, 2004).
La espiritualidad
La antropología, apoyada en los hallazgos paleoarqueológicos y extrapolandola experiencia de sociedades primitivas actuales a la de nuestros ancestros
de la prehistoria, confirma que la espiritualidad es
un fenómeno vivido por los seres humanos desde
sus mismos orígenes evolutivos, manifestado de
diversas maneras: creación de “tótems” o figuras
que representaban una mezcla entre el hombrey un
animal, vegetal u algún elemento inanimado,que
designa el vínculo espiritual entre el ser humano y
la naturaleza;los “tótems” se asocian al culto hacia
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los ancestros y a la creencia de la reencarnación de
los seres humanos en animales u otros seres (Gutiérrez, 2007); la institución de “chamanes”, intermediarios entre el mundo material y el sobrenatural
o espiritual, bajo la creencia de que todas las cosas
(vivas o no) poseen un espíritu sobrenatural que las
anima o habita,utilizando las cuevas como lugares
sagrados, decorados adecuadamente para realizar
rituales con personas selectas o elegidas, bien sea
de tipo iniciático o curativo (Clottes y Lewis,1996);
la fecundidad o magia propiciatoria, que buscaba
mediante la creación de estatuillas femeninas preñadas, garantizar el éxito en la caza y la abundancia
de las cosechas, junto a la creación de un sistema
paralingüístico codificado de símbolos para registrar
acontecimientos o comunicar información, como
por ejemplo, la representación de una cosmogonía
o de alguna especie de calendario rudimentario con
hechos repetitivos básicos: estaciones, ciclos lunares
o la gestación (Turrión y Francisco, 2006). Se ha
afirmado que la conciencia espiritual ha evolucionado
junto al desarrollo cerebral, en especial de las zonas
asociadas al lenguaje y al pensamiento simbólico
(Harrod, 2010), y que el cerebro contienezonas
neurales específicas que permiten la percepción
de experiencias espirituales o la creencia en Dios.
Esto como capacidad filogenética heredada que ha
favorecido la adaptación y supervivencia de nuestra
especie (Alper, 2009).
Etimológicamente, la palabra espiritualidad surge en el occidente cristiano a inicios del primer
milenio, a partir del término latino spiritualitas,
proveniente del sustantivo spiritus (espíritu) y del
adjetivo spiritual (espiritual), traducciones de los
términos griegos pneuma (soplo), y pneumatké, es
decir, etéreo o no material (Príncipe, 1983). Inicialmente se le equiparó a la práctica de la “religión”,
entendida ésta como el conjunto de instituciones
que formulan, organizan, administran o coordinan el
instrumental de teorías, doctrinas, dogmas, preceptos, normas, signos, ritos, símbolos, celebraciones
o devociones, en torno a una creencia trascendental
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y a través de las cuales se conservan, cultivan o
expresan colectivamente las experiencias espirituales personales (Cabestrero, 2005). Son muchas las
filosofías o creencias religiosas que han surgido en
la historia, pero hoy día se consideran básicamente
seis como las más importantes e influyentes en la
cultura global: hinduismo (Acharuparambil, 1982),
budismo (Gach, 2004), confusionismo (Yao, 2003),
taoísmo (Watts, 2006), judaísmo (De Lange, 2003),
cristianismo (Madden, 2005) e islamismo (Waines,
2003). Paralalelas a estas religiones, dentro y fuera
de ellas, se han desarrollado filosofías que enfocan
la espiritualidad como fenómeno independiente del
hecho religioso, citándose en este trabajo las más
representativas por su influencia en la evolución de
las primeras, así como en el pensamiento humano y
en la cultura moderna: el budismo hindú (Gombrich,
2006), la metafísica griega antigua (Marías, 1981),
el tomismo medieval (Luengo, 2001), el humanismo renacentista (Bullock, 1989) y el deísmo de la
Ilustración (Cassirer,1993).
Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días,
se ha evidenciado un boom en la búsqueda de espiritualidad, entendiéndose ésta como una experiencia
esencialmente personal y subjetiva, que incluye tanto
elementos de la religión, como de lo mágico y lo
secular o no sagrado, para lograr la armonización
con uno mismo, con los demás, con la naturaleza y
el cosmos, desde posiciones amplias y abiertas que
respetan la autonomía individual y permiten un vasto
sincretismo filosófico y teológico (Lenoir, 2005).
La espiritualidad contemporánea asume diversas
modalidades, que cada quien tiende a mezclar a
su gusto: muchas personas, al menos la mitad de
los europeos (Blancarte, 2008), asumen que Dios
no es una persona, sino una energía espiritual que
no interviene en el mundo ni en la vida de ellos,
ni es cognoscible por la razón humana (Berkhof,
1993); otras, como reacción ante las tradicionales
muestras de religiosidad ritual externa e impuesta,
buscan probar íntima, sincera y espontáneamente,
de manera sensible, emocional y afectiva, la ex-
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periencia de un Dios o de un estado de plenitud
dentro de ellas mismas, libres de prejuicios o tabúes religiosos o moralistas (Jodorowsky, 2009),
ensayando nuevas formas de oración, meditación
y contemplación en las que se conjugan técnicas
de diferentes religiones, del arte (Sánchez, 2008)
y hasta de la psicología (Jaffé, 2005). Las últimas
tendencias espirituales denotan una especie de retorno al paganismo animista, mágico y chamánico
prehistórico o de la época medieval (Roguero, 2008),
mediante la creencia en un cosmos habitado por
entidades y fluidos espirituales con el que podemos
estar siempre en contacto para evitar el caos existencial. Entre estas tendencias se destacan por su
popularidad y difusión ampliamente globalizada: la
astrología, la medicina alternativa (Lenoir, 2005),
la santería (Rivero, 2010), la brujería o hechicería
(Kemp, 1993), el espiritismo (Skrzypczak, 1991),
la Nueva Era (Merlo, 2007) y, recientemente, la
llamada espiritualidad ecológica (Mahony, 2010).
A partir del siglo XX, surge un creciente interés
en el medio científico por comprender el fenómeno
de la espiritualidad y su relación con la salud. Algunos psicólogos, como Carl Jung, describieron la
espiritualidadcomo un proceso mental queno surge
instintivamente de la fisiología humana y mediante
el cual el “sí mismo”o centro de la psique emerge
a la conciencia (el ego o “yo”), en un movimiento
continuo que la persona lleva a cabo para lograr
su propio desarrollo, crecimiento, autoliberación o
realización (Jaffé, 2005). Poco después, asociada en
parte a la teoría de Jung, surge la espiritualidad de
los 12 pasos para la recuperación de la adicción al
alcohol, que en la actualidad goza de fuerte evidencia
empírica en cuanto a eficacia terapéutica (Kaskutas,
2009; Gutiérrez, Andrade, Jiménez y Juárez, 2007)
y que se ha difundido ampliamente, adaptándose
a diversas adicciones y conductas compulsivas,
por lo que constituye para muchos un estilo de
vida (Edington, 2000). Más tarde, Vìctor Frankl
desarrolla su logoterapia (del griego “logos”, que
significa “palabra”, es decir, significado), basado
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en el supuesto de que existe en cada ser humano
el“inconsciente espiritual”, capacidad innata y no
intencional que le permite relacionarse con Dios y
como un lugar donde nace y desarrollan la moralidad, la creencia y la actitud religiosa, también de
forma inconsciente.Considera a la persona como
un ser libre, porque no está sujeta a la dictadura
de los impulsos, que puede decidir la actitud que
tomará ante el futuro o el sufrimiento; y a la vez,
un ser responsable ya que, al tener que enfrentar la
necesidad o el anhelo de los valores y del sentido
(de cumplir con una tarea, papel o misión en la
vida), debe también rendir cuentas ante “alguien”
sobre la búsqueda y realización de los mismos
(Gómez, 2002).
Definiciones científicas y terapéuticas
La mayoría de las investigaciones publicadas
que tocan de alguna manera el constructo de “espiritualidad” en relación con la salud, toman muchos
de los contenidos filosóficos y existencialistas de
Frankl, uniéndolos a categorías quizás más funcionales y medibles para efectos del trabajo científico.
Es así como la espiritualidadseasociacon un mejor
funcionamiento del sistema inmune (Lee, Kim y
Ryu, 2005), con la prevención de accidentes cardiovasculares y de problemas neurológicos, al igual
que conun afrontamiento efectivo del dolor (Peres,
Arantes, Lessa y Caous, 2007).En la salud mental,
la espiritualidad se relaciona con un efecto positivo en el tratamiento o prevención de adicciones,
suicidio, delincuencia, ansiedad-depresión, estrés,
esquizofrenia, trastornos bipolares y otras afectaciones psicológicas o psiquiátricas (Guimaraes y
Avezum, 2007).
Por otra parte, el término espiritualidad se equipara frecuentemente con el de religiosidad, definido como el conjunto de prácticas y creencias
institucionales asociadas a religiones específicas
(Richards y Bergin, 2005). Esta tendencia se debe a
la evidencia de que la espiritualidad puede conducir
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o surgir del desarrollo de creencias religiosas y la
formación de comunidad (Koeing,McCullough y
Larson, 2000); también se asocia a la opinión de
muchas personas de que ambos términos pueden
intercambiarse siempre que se vive la experiencia
afectiva, personal y privada con la Divinidad en el
contexto de una afiliación religiosa; por esta razón,
la diferenciación o delimitación de dichos conceptos a nivel científico podría ser difícil, tendiendo
aentrecruzarse (Hill y Pargament, 2003).
Existen varias definiciones de espiritualidad
como las siguientes: Necesidad innata de trascendencia, esencial para la salud mental, caracterizada
por una sensación de bienestar espiritual ante un
propósito de vida que le da sentido y orientación
a la misma (Ellison, 1983). Conjunto de creencias
trascendentales sobre Dios y la relación con él, y
de creencias existenciales en cuanto a la relación
consigo mismo y con los demás, que proporcionan
un propósito y satisfacción al individuo (Moberg,
1984). Confianza en el amor personal y la ayuda
amistosa de Dios, que permite al individuo gozar
de un mayor bienestar psicológico al incrementar
su capacidad de control interno, dominio, autodeterminación, autoeficacia y autoestima; dentro de esta
relación dinámica, la participación en la comunidad
y en las prácticas o actividades religiosas, serían
una manera importante y privilegiada de hacer
efectiva y de fortalecer dicha convicción (Maton y
Pargament, 1987). Capacidad de autotrascendencia
que permite al individuo ampliar las fronteras personales y orientarse hacia actividades y objetivos
más allá de sí mismo, sin negarse el valor del ser
en el contexto presente y favoreciendo su propia
maduración (Reed, 1991). Esta autotrascendencia,
según Cloninger et. al. (como se citó en Dolcet i
Serra, 2006), es una dimensión de la personalidad,
definida como la identificación del individuo con un
todo, del cual procede y del que es una parte esencial, vinculada a los aspectos místicos y religiosos
relativos a su concepto individual del universo y
que se relaciona con la creatividad; según el mis-
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mo autor, la espiritualidad sería un aspecto de la
autotrascendencia, basado en eldeseo interno de ser
inmortales y en la búsqueda de significado, el cual
puede hallarse al conocer algo o a alguien que se
considera valioso, o actuando con amabilidad en el
servicio a los demás, o en el desarrollo de actitudes
como la compasión, el optimismo y el humor, que
le dan un sentido al sufrimiento.
También se ha definido como: “Conjunto de
sentimientos que conectan al individuo consigo
mismo, con la comunidad,la naturaleza o el propósito de vida en la búsqueda de su significado
y valor, incluyendo un estado de paz y armonía”
(Mytko y Knight, 1999, pp. 439-450). Necesidad
de encontrar respuestas satisfactorias acerca de la
vida, la enfermedad y la muerte (Brady, Peterman
y Fitchett, 1999). Comprensión del significado y
propósito, junto a la voluntad de vivir y la fe en
uno, en los demás o en Dios (Ross, 1995).Deseo
de identificar algún significado y propósito en
nuestra vida que nos ayudará en la generación de
motivación y objetivos, dando lugar a una sensación de satisfacción (McSherry, 2000). Esencia
del “ser” individual en sus niveles más profundos (valores, talentos, propósito, personalidad,
intereses y creencias), y tambiénde su “hacer”
mediante la creación de conexiones significativas
con otros (Brewer, 2001). Creencia de que un ser
superior a nosotros tiene el control último, lo cual
genera esperanza (Juby y Rycraft, 2004). Una fe
profunda que puede expresarse en rituales curativos y en filiación o apoyo congregacional, o que
puede practicarse también fuera de las religiones
establecidas, a través de una profunda conexión
personal con un ser superior o con la naturaleza,
el arte o la música (Rolland y Walsh, 2006). Intento personal por identificar, articular, mantener
o transformar, a través de cualquier experiencia de
la vida,las respuestas a preguntas esenciales acerca
del significado de la existencia y las relaciones con
lo sagrado o trascendente,entendiéndose como “sagrado” lo referido al ser divino, “Última Realidad
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Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
o Última Verdad”, según la percepción subjetiva
del individuo, no aplicable a cosas de la vida, como
son los niños, el trabajo o el matrimonio (Koenig,
McCullough y Larson, 2000).
Así mismo, Koenig (2008) ha planteado diversos
modelos de espiritualidad en salud, en los cuales, tanto
la espiritualidad como la religión y el secularismo
parecen aportar recursos para la salud mental e indirectamente para la salud física.Lo anterior porque
estos favorecen estados psicológicos de bienestar que
inciden positivamente en el sistema inmunológico.
Según investigaciones del mismo autor, los estados
negativos de salud mental (depresión, ansiedad,
suicidio, entre otros) estarían condicionados por
valores bajos o inadecuados en los indicadores de
salud mental positivos (como el significado, propósito, conexión y los otros) y pondrían al individuo en
un estado de mayor vulnerabilidad ante patologías
físicas, mediante la disminución en la actividad del
sistema inmune (George et al., 1997). En su versión
clínica moderna (ver figura 1), lo agnóstico y lo ateo
podrían considerarsecomo manifestaciones espirituales; aunque éstas no permiten la investigación
científica de la espiritualidad (ya que toda persona
sería “espiritual” en cierto modo, y no habría, por
tanto, grupos control con los cuales se pudieran hacer comparaciones experimentales), sí pueden ser la
manera más adecuada de entender el constructo, al
menos en la atención en salud, ya que, al no excluir
a nadie, los pacientes pueden definir por sí mismos lo
que consideran espiritual o no, sin sentirse discriminados por sus prácticas o creencias (Koenig, 2008).
Relación de la espiritualidad con la resiliencia
Siendo la espiritualidad un tema que ha despertado
gran interés en los últimos años por su influencia
en la salud humana, son diversas las disciplinas
científicas que han abordado su estudio (desde la
medicina, la enfermería, la psiquiatría, el trabajo
social y la psicología), buscando comprobar su
relación con la resiliencia. Se citan a continuación
algunos estudios y sus principales conclusiones en
relación con el tema en cuestión, desde las diferentes
etapas del ciclo evolutivo.
Estudios en niños, adolescentes y jóvenes
En este punto, vale la pena mencionar la investigación de la psicóloga Janine Jones (2007) con
Figura 1. Versión clínica moderna de la espiritualidad, según Koing (2008).
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ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
71 niños afroamericanos, de 9 a 11 años de edad,
en una comunidad con altos índices de pobreza,
delincuencia y violencia, en Houston (Texas).El
análisis de los datos indicó una correlación positiva
entre la resiliencia y la espiritualidad,junto a lazos
de parentesco establesen los niños estudiados. Estas
dos variables, sumadas a un alto nivel de apoyo
social, demostraron efectos amortiguadores de la
exposición a la violencia crónica, lo cual favorece
la adaptación de los niños a dicho ambiente y disminuye el riesgo de desarrollar síntomas de estrés
postraumático.
Otra investigación que debe mencionarse es la
realizada por los psicólogosWalker, Reid, O’Neill
y Brown(2009), donde se comparan 34 estudios
empíricos entre los años 1989 y 2009, en 19.090
participantes adultos que habían sido abusados en
su infancia. Dicho estudio cualitativo se centró
en el papel potencial de las experiencias traumáticas en la espiritualidad y religiosidad, así como
la influencia de estos factores personales en la
recuperación del abuso.Se sugiereque ambos (religiosidad/espiritualidad) pueden, en algunos casos,
ser moderadores de la evolución de los síntomas
de estrés postraumático y de otros síntomas del
Eje I, con sus trastornos asociados. Se encontró
que, apesar de los daños a la propiareligiosidad y
a la espiritualidad de las víctimas, estos recursos
también sirvieron, en la mayoría de los casos, para
amortiguar el desarrollo de síntomas patológicos,
lo que favorece la resiliencia en los sobrevivientes
frente al abuso sufrido.
En un estudio con 274 adolescentes, estudiantes
de 2 escuelas secundarias, la consejera psicológica
Sundararajan-Reddy (2005) aplicó cuatro instrumentos con el objetivo de ver la relación entre
espiritualidad y resiliencia: la Escala de Bienestar
Espiritual (Spiritual Well- BeingScale, SWBP), el
Cuestionario de Orientación para la Vida (OrientationtoLifeQuestionnarie, OLQ), el Auto-reporte
Juvenil para edades entre 11 y 18 años (YouthSelfReport, YSR). Los análisis de correlación,
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
regresión lineal simple y múltiple,mostraron los
siguientes resultados: (a) la espiritualidad estaba
significativamente relacionada con la competencia
y negativamente correlacionada con problemas de
conducta; (b) el sentido de coherencia (medido con
el OLQ) era un mejor predictor de resiliencia que el
Bienestar Espiritual; (c) las creencias existenciales
contribuyen más fuertemente a la resiliencia que las
creencias religiosas; (d) las creencias espirituales y
los niveles de estrés interactúan de forma diferente
con respecto a las respuestas resilientes.El estudio
sugiere que los adolescentes que encuentran algún
significado o propósito en sus vidas, en medio de
situaciones estresantes, están más fácilmente propensos a ser resilientes y a no desarrollar trastornos
de conducta.
Otro estudio de tipo cualitativo exploratorio al
que debe hacerse alusión es el realizado en el estado de Arizona por los médicos pediatras Wahl,
Cotton y Monroe (2008). En éste se observó a dos
adolescentes del sistema de justicia juvenil que
presentaban alto riesgo suicida; uno de ellos fue
desplazado de su tribu a la ciudad, mientras que
el otro enfrentó la muerte del padre y el abandono
de la madre. El estudio puso de manifiesto que la
atención espiritual, a través de un representante
de sus respectivas religiones (una tribal y la otra
cristiana), fue determinante para disminuir dicho
riesgo y favorecer la recuperación emocional de
ambos adolescentes. Los autores sugieren que es
importante examinar la “historia espiritual” de los
adolescentes para ayudarles eficazmente a afrontar
y superar sus crisis existenciales.
Por otra parte, la investigación realizada por Rehm
y Allison (2009), basada en la Teoría Fundamentada, se centró en el papel de la espiritualidad en la
preparación universitaria de 25 jóvenes.Todos los
participantes consideraron que la espiritualidad era
tanto la relación con un firme poder superior, como
un recurso flexible para adquirir resiliencia mediante:
(a) la transformación de las luchas de la infancia en
una fuente de sentido y significado profundo para
33
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
la vidas y/o de pasión por la carrera elegida; (b) la
atribución de que el desarrollo de sus trayectorias
profesionales formaba parte de un plan Superior
de mayor lógica; y (c) el suministro de recursos y
respuestas para la toma de decisiones óptimas. Ellos
creían en los beneficios de la oración, de asistir a
servicios religiosos y de otras prácticas, señalando
que no siempre buscaban el éxito al recurrir a éstas.
Este estudio sugiere que los jóvenes estudiantes
creen que la espiritualidad es un recurso eficaz para
mantener tanto la coherencia como la capacidad de
adaptación, pues aumenta la autoeficacia, el deseo
de alcanzar el potencial completo y el compromiso.
Estudios en adultos y ancianos
Aquí vale la pena mencionar la investigación
realizada, en México, por las enfermeras Zabala,
Vázquez y Whetsell (2006) en 190 pacientes con
Diabetes Mellitus tipo 2, con edades entre 35 y 85
años de edad. Dicha investigación tuvo por objeto
determinar cuáles serían las estrategias utilizadas
por ellos para afrontar la ansiedad asociada con
su estado de salud. Se administró a los pacientes
el Cuestionario de espiritualidad de Reed (SelfTranscendenceScale, STS, 1987) y el Inventario
de ansiedad rasgo-estado (IDARE) de Spielberger
(1975). Mediante la prueba de Spearman se obtuvo
una correlación negativa estadísticamente significativa: a mayor espiritualidad, menor ansiedad. Se
concluyó que la mayoría de los pacientes tenía altos
niveles de bienestar debido a una relación íntima
con Dios y a una fe que les motivaba a adaptarse
a un estilo de vida saludable y a tener más aprecio
por ellos mismos.De esta manera, se confirma que
la espiritualidad ayuda a afrontar los momentos
difíciles y estresantes, como los asociados con una
enfermedad crónica, razón por la cual promueve la
resiliencia.
Por otra parte, con el fin de estudiar cómo el
bienestar espiritual (Spiritual – Well-Being, SpWB) apoya la adaptación y la calidad de vida en
34
52 personas adultas con enfermedad crónica de
rechazo al injerto (ChronicGraft-Versus-Host Disease, CGVHD), el médico oncólogo Harris (2010)
les aplicó la Evaluación funcional del tratamiento
de enfermedades crónicas y bienestar espiritual
(FunctionalAssessment of ChronicIllnessTherapySpiritual WellBeing, FACIT-Sp). Los resultados
indicaron que la fortaleza espiritual en los pacientes
era alta; no se hallaron asociaciones entre ésta y la
intensidad de la inmunosupresión (inhibición delsistema inmune con el propósito de prevenir o tratar el
rechazo del trasplante o injerto en el paciente). Los
participantes con baja fortaleza espiritualreportaron
niveles inferiores de bienestar físico, emocional,
social y funcional, así como una reducción general
de la calidad de vida, en comparación con los de
mayor fortaleza espiritual. Además, quienes presentaron baja fortaleza espiritual también tenían
calidad de vida inferior,en relación con la norma
poblacional. La comparaciónentre el grupo que
reportó más baja fortaleza espiritual y los grupos
que reportaron mayor fortaleza espiritual demostró
consistentemente una diferencia significativa en
todas las subescalas de calidad de vida.Se observó
que al mantener bajo control el bienestar físico,
emocional y social, la fortaleza espiritual resultó
ser un predictor independiente significativo de
satisfacción con la calidad de vida. Los resultados
sugieren que la fortaleza espiritual es un factor
importante que contribuye a mejorar la calidad de
vida de los pacientes con enfermedad crónica de
rechazo al injerto, y; por lo tanto, a incrementar su
resiliencia (Harris, 2010).
Además, el estudio exploratorio cualitativo realizado por Kruger (2010), el cual se centró en 300
capellanes de hospitales y hospicios estadounidenses, tuvo como objetivoencontrar los factores por
medio de los cuales lograban mantenerse resilientes
ante la amenaza del burnout (que se define como
un agotamiento físico y desmotivación emocional
crónicos en respuesta a la exposición a prolongado
y continuo estrés o frustración en un trabajo) y la
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
llamada “fatiga compasional” (una variante del
burnout).Se encontró que los participantes eran
conscientes de la vulnerabilidad potencial y los
peligros emocionales asociados a su línea de trabajo.
Los capellanes desarrollaban algunas estrategias
claves que les permitían ser resilientes, tales como:
(a) encontrar el equilibrio entre el trabajo de atención cotidiana a pacientes y sus otras áreas de vida
personal (familia, espacios de oración y meditación
individual, recreación); (b) aceptar su impotencia
ante muchos sucesos de pérdida, frustración y
duelo sufridos por los pacientes, formas prácticas
de dejar ir (elaboración de duelo, desprendimiento
emocional y “abandono” espiritual); (c) intercambiar
experiencias de luto y decelebración (por ejemplo,
la recuperación o alegrías de algún paciente) con el
personal del hospital en un clima familiar de confidencialidad, apoyo emocional y esperanza espiritual.
Estos resultados sugieren que el ejercicio de una
espiritualidad personal y comunitaria constituye
el factor clave de la resiliencia ante el burnout en
los capellanes.
Por su parte, Clark (2004) estudió 131 refugiados musulmanes bosnios reasentados en Chicago
entre los años 1992 y 2002. El objetivo de esta
investigación fue examinar el grado en que la espiritualidad y la utilización de recursos del apoyo
social provocaron un efecto moderador sobre la
adaptación de esta población en los Estados Unidos.
Se controlaron las variables edad, sexo, educación,
estado civil, número de hijos,ingreso anual, número
de personas en el hogar y tiempo de residencia en los
Estados Unidos. Se realizó un análisis de regresión
múltiple y una prueba de ANOVA para explorar
la relación entre las variables independientes (la
utilización de los recursos sociales de apoyo y la
espiritualidad) y la variable dependiente (la adaptación). Los resultados no indicaron una relación
estadísticamente significativa entre la utilización
de recursos de apoyo social y la adaptación. Sin
embargo, se hallaronasociaciones positivas significativas entre la adaptación y la espiritualidad, el
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
estado civil, la educación, los ingresos, el tiempo
de permanencia en los Estados Unidos y el número
de hijos. Una asociación negativa entre la edad y
el ajuste reveló que los refugiados de más edad
en este grupo estaban experimentando mayores
niveles de dificultad para adaptarse a la vida en los
Estados Unidos que sus contrapartes más jóvenes.
Los datos ilustran cómo las creencias religiosas y la
espiritualidad actúan como factores de resiliencia:
los refugiados bosnios vuelven a sus creencias religiosas y espirituales con el fin de dar sentido a la
experiencia del desplazamiento, lo que les permite
sobrevivir y adaptarse como grupo minoritario en un
ambiente más bien hostil hacia su etnia, su cultura
y su religión, más aún en el ambiente anti-islámico
de los Estados Unidos luego de los atentados del
11 de septiembre de 2001.
Los médicos gerontólogos June, Segal, Klebey
Coolidge (2008) realizaron un estudio para examinar
en qué formalas razones de vivir se relacionan con
la religiosidad/espiritualidad y la percepción de
apoyo familiar o social en 57 adultos mayores (de
60 a 85 años de edad), ya que las deficiencias de
dicho apoyo se han asociado con mayores niveles
de ideación suicida en diversas muestras poblacionales. Se les aplicaron los siguientes instrumentos
de auto-reporte:el Inventario de razones para vivir
(Reasonsfor Living Inventory - RFL) una medida
de disuasión cognitiva al suicidio, el Inventario de
percepción de apoyo social de la familia (Perceived
Social SupportfromFamily, PSS-Fa) y el Índice Breve multidimensional de religiosidad/espiritualidad
(Brief Multidimensional Measure of Religiousness/
Spirituality, BMMRS.
Mediante el uso de regresión múltiple simultánea
de los datos obtenidos, se encontró que el 21% de
la variación en las razones para vivir se explicaba
significativamente por la religiosidad/espiritualidad
y el apoyo social-familiar. Esto indica la importancia de estas variables como factores de protección
ante el riesgo de suicidio. Según los autores, una
implicación de este estudio es que los esfuerzos de
35
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
prevención del suicidio (y patologías asociadas como
depresión) en adultos mayores podrían orientarse
a fortalecer el apoyo familiar y la espiritualidad
como posibles factores para aumentar la resiliencia.
Por su parte, Pentz (2002) realizó un estudio
basado en la Teoría Fundamentada; los participantes
del mismo fueron 13 adultos mayores que padecían
cáncer. El objetivo fueconocer la experiencia psicosocial de estos individuos ante las graves consecuencias de su enfermedad. Se encontró que los
participantes eran personas con adecuada capacidad
de recuperación y llenas de vida, “resilientes frente a
la devastación provocada por el cáncer”. Los adultos
mayores con un buen apoyo social, con mayor fe y
espiritualidad, estaban en mejores condiciones para
hacer frente a las pérdidas asociadas con el cáncer
que los adultos mayores sin esta dinámica; de hecho, los primeros llegaron a mostrar sentimientos
de gratitud hacia Dios y hacia los demás.
Además, la investigación realizada por las enfermeras Pierii yStuifbergen (2010) con 630 adultos
mayores de 65 años diagnosticados con síndrome
post-polio (Post-Polio Syndrome, PPS, definido
como un fracaso de las grandes unidades motoras,
generado durante el proceso de recuperación de la
poliomielitis paralítica, que conduce a una exacerbación de la debilidad existente o al desarrollo de
una nueva parálisis), tuvo como objetivo investigar la relación entre los factores de la resiliencia
psicológica (PsychologicalResilience, PR) y los
síntomas depresivos en dicha población. Entre los
factores de PR, los autores mencionan: la aceptación, la autoeficacia, los recursos personales, las
relaciones interpersonales, la autopercepción de
salud, el crecimiento espiritual y el manejo del
estrés. El 40% de la muestra tuvo un nivel alto de
depresión, medido con la Escala de depresión corta
del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D10);
sin embargo, el 53% de la muestra se autocalificó
con un estado de salud bueno o excelente, lo que
sugiere resiliencia psicológica.Así mismo, se utilizó
un análisis de regresión múltiple para determinar
36
en qué medida los siete factores de resiliencia psicológica eran predictores de síntomas depresivos,
después de controlar las limitaciones funcionales
(que representaban el 7% de la varianza de estos
síntomas);se encontró que cuatro factores de PR
(crecimiento espiritual, soporte social, aceptación
y autopercepción de salud) representaron el 30%
de la varianza en los síntomas depresivos, con el
crecimiento espiritual como predictor principal (beta
= -0. 26). Es decir, a mayor crecimiento espiritual,
menores son los síntomas depresivos. Los autores
concluyen que, paradójicamente, junto a la cronicidad de la enfermedad, las personas que la padecen
desarrollan características de esperanza, optimismo
y autodirección que les permiten ser resilientes, en
especial desde sus convicciones espirituales.
Por último, el estudio realizado por las trabajadoras
sociales Lawson y Thomas (2007) se centraen las
estrategias de supervivencia de 20 ancianos negros
que fueron víctimas del huracán Katrina. En este
estudio exploratorio cualitativo se utilizó entrevista
en profundidad, una hoja de datos para la información demográfica y el paquete estadístico para
ciencias sociales (StatisticalPackageforthe Social
Sciences, SPSS) para analizar la información. Sin
excepción, los hallazgos indican que esta población
hizo frente a Katrina y sus consecuencias a través
de su dependencia deun Poder Superior, sin que
necesariamente participasen en una Iglesia. En
síntesis, los mecanismos de adaptación descritos por
los sobrevivientes incluyeron los siguientes temas:
• la comunicación regular con un poder sobrenatural;
• los milagros de la fe a través de esta fuente de
orientación y protección;
• la lectura diaria de la Biblia y de materiales de
devoción y espiritualidad; y
• la ayuda a los demás como consecuencia de la
fe y la devoción a un ser supremo.
Los participantes percibían los “milagros” como
eventos diarios impredecibles que resolvían problemas aparentemente insolubles, y también como el
poder de Dios fluyendo en las personas que oraban,
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
lo que constituye una forma importante de afrontar o
interpretar la adversidad. Incluso, algunas personas
daban gracias a Dios por las experiencias positivas
que aprendieroncon la tragedia del huracán.En síntesis, esta investigación muestra que la espiritualidad
promueve la resiliencia emocional ante el estrés o
trauma producido por desastres naturales.
Estudios en mujeres y familias
La enfermera SusanTinley (2006) realizó un
estudio, desde la Teoría Fundamentada, en mujeres
miembros de familiascon cáncer hereditario de mama
y ovario (HereditaryBreast andOvaryCancer, HBOC).
Dicho estudio tuvo como propósito identificar la
relación entre la espiritualidad y la experiencia de
ser parte de una familia con HBOC y vivir bajo la
amenaza constante de repetir la historia patológica
de sus ancestros, particularmente durante la juventudy la edad adulta media. Se encontró que el tema
común era que sus experiencias influyeron en su
espiritualidad.Por ello,se intensificaron sus luchas
internas, se fortalecieron sus prácticas espirituales
y asumieron modelos deespiritualidad. Alternativamente, su espiritualidad influyó en la interpretación
de tales experiencias, en cuanto a la percepción de
fuentes de apoyo, ayuda a la toma de decisiones, los
regalos de Dios y la sensación de gratitud frente a
la adversidad. El estudio confirma que las creencias
espirituales son un factor de resiliencia para estas
mujeres, incluso al padecer la enfermedad.
Las psicólogas Simoni, Martone y Kerwin (2002)
realizaron un estudio en 230 mujeres afroamericanas
y puertorriqueñas de bajos ingresos con el VIH/
SIDA (en Nueva York), con el objetivo de ampliar
los hallazgos con respecto a los efectos beneficiosos
del afrontamiento espiritual en esta población. Las
participantes de la muestra demostraron altos niveles de espiritualidad y de afrontamiento espiritual
hacia su enfermedad, indicadores que se midieron
con la Escala de formas de afrontamiento de Folkman, Lazarus, Dunkel-Schetter, DeLongis y Gruen
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
(1986;adaptada por Reed, Kemeny, Taylor, Wang,
and Visscher, 1994). El estudio arrojó unacorrelación
positiva con la frecuencia de recepción de apoyo
social debido al VIH, y una correlación negativa
con el uso reciente de drogas. Se realizaron dos
análisis multivariados de regresión jerárquica (controlando covariables relevantes comocaracterísticas
demográficas, apoyo social y uso de drogas).Estos
análisis mostraron correlaciones positivas entre
los indicadores de espiritualidad y la adaptación
psicológica (medida a través de 4 componentes:
la sintomatología depresiva, el estado de ánimo,
el dominio y la autoestima). Se confirmóel efecto
beneficioso del afrontamiento espiritual en la adaptación psicológica, incluso cuando otros tipos de
afrontamiento fueron controlados. Por último, se
observó que las variables espiritualidad y afrontamiento espiritual tenían un efecto aditivo positivo
en la predicción de la adaptación psicológica.
Otra investigación, realizada por las psicólogas
Simoni y Ortiz (2003), tuvo como objetivo analizar la función de la espiritualidad en 142 mujeres
puertorriqueñas (en Nueva York), con edades entre
22 y 58 años, portadoras de VIH/SIDA y muchas
con niveles clínicos de depresión (según la Escala
epidemiológica para los estudios de depresión, CESD).Se mostró que la espiritualidad según el modelo
conceptual de Maton y Pargament (1987), tenía una
correlación positiva con la asistencia a la iglesia y
una alta correlación negativa con la depresión. Una
serie de análisis simultáneos de regresión múltiple
donde se controlaron todas las variables médicas
y sociodemográficas que podían potencialmente
crear confusión, demostraron que las puntuaciones
altas en el dominio y la autoestima (sobre todo ésta)
mediaban la correlación entre espiritualidad y sintomatología depresiva en estas mujeres, confirmando
a la primera como un recurso de afrontamiento y de
resiliencia ante la sintomatología depresiva asociada
con el VIH/SIDA.
Por su parte, la psicóloga Singleton (2004) realizó
un estudio basado en la Teoría Fundamentada, en
37
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
12 mujeres negras sobrevivientes de abuso sexual.
El propósito de dicha investigación fue identificar
sus estrategias de afrontamiento, las características
que contribuyen a su resiliencia y la forma en que
estas mujeres se ven afectadas (intrapsíquica, física,
espiritual e intelectualmente) por el trauma sexual.
Entre los temas claves encontrados, se incluyen el uso
de la espiritualidad como una importante estrategia
de afrontamiento, en particular el uso combinado
de las prácticas espirituales no tradicionales (por
ejemplo, la meditación y el yoga) con las prácticas espirituales más tradicionales (por ejemplo, la
oración, escuchar música góspel, entre otros). Las
participantes también desarrollaron estrategias
creativas de afrontamiento para darle significado
a sus experiencias de abuso (por ejemplo, a través
del cine, la danza y la escritura). Las características
comunes de la resiliencia en estas mujeres incluyen
la creencia en un orden divino (por ejemplo, todo
sucede por una razón), locus de control interno y
la presencia de fuertes modelos femeninos.
El equipo de psicólogas y enfermeras, conformado por Jaramillo, Ospina, Cabarcas y Humphreys
(2005), realizó en Medellín (Colombia) un estudio
con 199 mujeres maltratadas con edades entre
los 18 y 72 años.Aquí, el objetivo fue conocer la
relación entre resilienciay espiritualidad en dichas
mujeres, teniendo en cuenta lafrecuencia e intensidad del maltrato y la severidad de las lesiones
recibidas. Se utilizaron la Escala de resiliencia
(RS), elaborada por Wagnild y Young (1993), la
Escala de perspectiva espiritual (SPS) de Pamela
G. Reed (1987), el Listado de síntomas de distrés
(SCL-90 R) y las Tácticas de conflictos (CTS) de
Strauss y Gelles. Se obtuvieron niveles más altos
de resiliencia en mujeres con mayores niveles de
educación, en comparación con las que tienen nivel
bajo de escolaridad, bajos ingresos y falta de empleo.
En cuanto a la espiritualidad, el 98.9% de las entrevistadas manifestó algún contacto con la religión
católica o cristiana. Los autores encontraron una
correlación positiva significativa entre resiliencia y
38
espiritualidad: las mujeres con más altos niveles de
resiliencia reportaron altos niveles de espiritualidad
y menor número de síntomas positivos de aflicción
y estrés postraumático.
Otro estudio análogo al anterior es el de las
enfermeras Canaval, González, y Sánchez (2007),
cuyo objetivo fue examinar la relación entre espiritualidad y resiliencia en mujeres maltratadas que
denuncian su situación en Comisarías de Familias
de la Ciudad de Cali (Colombia). La muestra estuvo
conformada por 100 mujeres de edades entre los 20
y 65 años,quienes denunciaron maltrato por parte de
su pareja en el periodo de marzo de 2005 a marzo
de 2006. Se les aplicó la Escala de perspectiva espiritualde Reed (SPS, 1987). Además, para medir
la resiliencia individual, se utilizó la Escala de resiliencia (RS) de Wagnild y Young (1993). También
se encontró una correlación positiva y significativa
entre las variables resiliencia y espiritualidad. Se
confirmó que la espiritualidad es una herramienta
importante para las mujeres que viven situaciones
de violencia ya que les ayuda a iniciar un proceso
de cambio orientado a la resolución de los conflictos
y a la disminución de sintomatologías psiquiátricas
de ansiedad y depresión.
En este mismo orden de ideas, la investigación
realizada por las trabajadoras sociales Madsen
y Abell (2010) validalos factores asociados a la
adaptación positiva de las mujeres después de sufrir
sucesos de violencia física y sexual por parte de sus
parejas. Se aplicó la Escala de resiliencia al trauma
(Trauma ResilienceScale, TRS) y se probaron dos
modelos de TRS: uno conformado por tres factores protectores asociados a adaptación positiva
(capacidad de resolución de problemas, relaciones
sociales y optimismo), y otro conformado por cuatro factores (los tres anteriores y uno adicional: la
espiritualidad). El primer modelo se aplicó a 270
mujeres yel segundo,a 307 mujeres, todas víctimas
de violencia. Ambos modelos demostraron gran
fiabilidad, validez y correlación positiva de los
factores protectores incluidos en las escalas con la
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
adaptación positiva, según el análisis estadístico
de los resultados. Sin embargo, el segundo modelo mostró mayor fiabilidad y validez, al igual que
una mayor correlación con la adaptación positiva
después de la violencia. Esto indica claramente
el valor aditivo determinante de la espiritualidad
como factor protector que favorece la resiliencia
de estas mujeres.
Otro estudio de tipo exploratorio y basado en la
Teoría Fundamentada, realizado por los psicólogos Greeff y Loubser (2008), tuvo como objetivo
analizar la espiritualidad como una característica
de la resiliencia en 51 familias de habla xhosa, en
Alice (localidad de Cabo Oriental, en Sudáfrica),
con experiencias de crisis a causa de la pérdida de
algún hijo, dificultades económicas o situación de
sus hijos adolescentes. La espiritualidad se expresó
en las siguientes categorías: (a) los regalos de Dios
(familia y amor); (b) la orientación o guía (Dios y
Espíritu Santo); (c) las obras de Dios (presencia y
ayuda para llevar las cargas); (d) el plan de Dios;
(e) la oración (el objeto de adoración, la naturaleza
de la oración como diálogo con Dios, el contexto
interpersonal de la oración, las peticiones hechas
a través de la oración y resultados de la oración);
y (f) la fe (objeto de la fe, maneras de practicarla y
su efecto en las diferentes dimensiones de la propia
existencia). Los resultados indican que la espiritualidad es un recurso importante de protección y
recuperación ante la adversidad, y un factor de resiliencia que sostiene a las familias en su proceso de
adaptación durante y después de períodos de crisis.
Por último, la investigación de Bell-LaVerne,
Burgess y Brock (2009), con 31 terapeutas afroamericanos, tuvo como objetivo explorar la percepción
de éstos respecto a la utilización de recursos o
fortalezas durante las terapias por parte de familias
afroamericanas.Se encontró que la espiritualidad/
religiosidad fue el principal de estos recursos.La
fe les ayuda a concentrarse en su moral y en sus
valores para resolver los problemas familiares
eficazmente, para aprovechar de mejor manera la
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
terapia y para mantenerse coherentes y resilientes
ante las adversidades.
Discusión
Aunque la espiritualidad y la resiliencia son
constructos asociados positivamente con la salud,
el primero parece ser un atributo natural e intrínseco
de la especie humana, mientras que el segundo,
condicionado en parte por factores biológicos como
el temperamento, la inteligencia y el género, parece
más determinado por procesos de aprendizaje. Si
bien los dos términos son relativamente recientes
en el medio científico, la espiritualidad ha tenido
una larga ventaja histórica semántica desde su aparición hace dos mil años en el occidente cristiano,
llegando hoy a popularizarse su utilización a nivel
global. Su influencia en el desarrollo cultural ha
sido clave desde los orígenes evolutivos del ser
humano, determinando inicialmente la búsqueda de
trascendencia a través del pensamiento simbólico
y mágico prehistórico, así como la estructuración
social en torno a la autoridad chamánica (mediadora
entre las fuerzas espirituales que regían la naturaleza
y el mundo material) y la simbología artística, que
permitió la representación de las principales faenas
y valores de aquellas sociedades primitivas, junto a
sus aspiraciones básicas de supervivencia y armonía
en un medio natural más bien salvaje y hostil.
En el trascurso de la historia, la espiritualidad
se asoció primero con el ejercicio de la religión y
sus diversas leyes y prácticas externas, razón por la
cual ésta mantuvo el monopolio del término hasta
entrada la época renacentista, con la aparición
de la filosofía deísta que logró separar la fe de la
razón. Desde entonces, el fenómeno religioso ha
sufrido una metamorfosis profunda, caracterizada
por una espiritualidad más personal, subjetiva y
libre, experimentando ésta un boom a nivel global
a partir del siglo XX.Este hecho fue motivado,
quizá, por un acelerado desarrollo social basado
en la tecnología, el consumo y la búsqueda del
39
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
bienestar material que, al ahogar las aspiraciones
fundamentales de trascendencia, impulsó en las
personas una búsqueda acentuada de significado,
propósito y sentido a través de la espiritualidad en
sus más diversas manifestaciones.
Se observa que a pesar del papel importante
que siguen teniendo las religiones tradicionales
en el desarrollo sociocultural humano, éstas han
perdido el papel regulador y quizás dogmático que
ejercieron hasta hace poco en los diversos campos
de la civilización, permitiendo el desarrollo de
sociedades laicas (seculares) más autónomas, responsables y, quizás, más auténticas o abiertas en el
aspecto espiritual. El mayor interés científico por
la espiritualidad, evidenciado desde mediados del
siglo XX, se ha debido en parte a este fenómeno, en
el cual fue notoria una relación importante entre las
búsquedas individuales y colectivas de espiritualidad y los mejores estados de bienestar emocional
y físico alcanzados por quienes la experimentaban.
Por otro lado, la resiliencia es una cualidad
importante para la adaptación y superación de la
adversidad; también fuedescubierta en el siglo
pasado, y pronto se constató que entre los diferentes factores que la condicionaban (como el amor
y apoyo familiar y social, la sana autoestima, las
capacidades comunicativas y de resolución de problemas, el humor, la inteligencia, el género, entre
otros), la espiritualidad constituía uno de los más
significativos.
Ahora bien, desde la perspectiva antropológica,la
espiritualidad es una función, cualidad o capacidad
filogenética de tipo adaptativopara la evolución
y supervivencia de la especie humana; según los
planteamientos existencialistas de Viktor Frankl y
de autores posteriores, la espiritualidad permite y
motiva la búsqueda personal de sentido, propósito,
significado, conexión, paz, esperanza o bienestar
óptimos.Por lo tanto, creemos que se deberían excluir
de su campo conceptual todas aquellas creencias,
filosofías, prácticas o actitudes, individuales o
institucionales, que de manera directa o indirecta
40
amenazan a la misma especie, particularmente
aquellas que justifican o favorecen cualquier tipo
de daño y violencia hacia la vida de las personas o
entre ellas, aunque hagan referencia al espíritu, a
Dios o a valores trascendentes. Esta delimitación
del constructo espiritualidad permitiría, incluso a
nivel científico, ser más precisosy coherentes para
continuar avanzando en la línea de investigación
que la confirma como una variable asociada a la
salud y, específicamente, a la resiliencia.
Para aportar una comprensión más global de
esta relación en el campo de la salud, los autores
de esta monografía han propuesto un ajuste al modelo clínico moderno de espiritualidad de Koeing
(2008).De hecho,en este trabajo, setoma en cuenta
la posibilidad, no constatada por este autor, de
que podrían existir personas religiosas, pero no
espirituales, así como seculares sin religiosidad ni
espiritualidad (ver figura 2). Al mantener, en cierto
grado, la independencia de los constructos espiritualidad, religión y secularismo, sí sería posible
continuar avanzando en la investigación científica
de los mismos (límite planteado por Koeing en su
versión clínica original) y, a la vez, mantener una
concepción amplia, holística e interrelacionada de
ellos, lo cual es vital para la atención clínica. La
religión y el secularismo, cuando están empapados
por los elementos trascendentes de la espiritualidad,
como lo son el significado, el propósito, la conexión
con los demás o con Dios, la esperanza, entre otros
(siendo este hecho representado por la intersecciónde
los círculos de religión, secularismo y espiritualidad
en un mismo color gris), contribuyen, en conjunto,
a la salud mental positiva, a la vez que favorecen el
desarrollo de la resiliencia. Pero, cuando la religión
y el secularismo carecen de dichos elementos y se
viven como meras prácticas rituales exteriores o
como simples filosofías sin valores trascendentes
que no respetan la vida ni la dignidad de o entre
los seres humanos (representándose los dos casos,
respectivamente, por las partes en blanco de los
círculos de religión y secularismo), ambos podrían
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
aumentar el riesgo de padecer patologías psicológicas.Esto incidiría indirectamente en la salud física
dado el efecto negativo de dichas patologías sobre
el sistema inmune. Por su parte, la resiliencia aporta
un dato importante para la prevención en salud
mental, según el ajuste propuesto a dicho modelo:
siendo potenciada por la espiritualidad (y también
por las prácticas religiosas y seculares asociadas a
ésta), la resiliencia reduce, a su vez, el riesgo de
padecer patologías psicológicas y, de esta manera,
se ve menos comprometido el sistema inmunológico, implicado directamente en la aparición de
ciertas enfermedades físicas, según lo encontrado
por Koing y otros autores (Lee, Kim y Ryu, 2005).
Esta relación positiva entre la espiritualidad y
la resiliencia abarca las diversas etapas críticas
de la vida en las que el ser humano puede verse
amenazado o retado a poner en práctica una serie
de recursos que resultan necesarios para su supervivencia biológica o para su adecuada adaptación
psicosocial, como lo confirman las investigaciones
ya citadas de la última década:
En la niñez, adolescencia y juventud, la espiritualidad actuaría como un amortiguadordel impacto
de situaciones adversas como exposición a la violencia, maltrato físicoo abuso sexual, inestabilidad
o abandono familiar, o elevado estrés psicosocial
(como el de los adolescentes en sus medios académicos). Entonces, la espiritualidad favorece el sano
desarrollo de la personalidad durante el tránsito a
la vida adulta, en un marco de relativa estabilidad
emocional,sin la cual los niños y jóvenes, al ser más
vulnerables, serían más propensos que los adultos
a presentar diversos trastornos.
En personas adultas, la espiritualidad parece promover una actitud proactiva frente a la adversidad
(enfermedades crónicas, situaciones de estrés laboral
que demandan liderazgo o exposición continua a
frustración, dolor o pérdidas humanas, o desplazamiento migratorio forzado). Es decir, fomenta la
consolidación de proyectos vitales tales como: salud,
estabilidad familiar y éxito profesional.Además,
la espiritualidad favorece el fortalecimiento de la
autoestima y de la propia identidad, en el caso de
quienes sufren discriminaciones o exclusión por
razones culturales, étnicas o religiosas.
Por otra parte, para los ancianos, la espiritualidad
es un recurso trascendental de resiliencia, sin el cual
Figura 2. Propuesta de ajuste a la versión clínica moderna de espiritualidad de Koeing (2008).
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
41
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
estarían a merced de la depresión, la ansiedad, la
decepción, la amargura o el vacío existencial.En esta
etapa evolutiva, son comunes los sufrimientos por
enfermedad crónica, discapacidad,pérdida o soledad,
por lo que los individuos necesitan recapitular e
integrar los logros y fallas cometidas a lo largo de
la vida para otorgarle un valor o significado último
que les proporcionen gratitud, paz y realización
personal.De hecho, se evidencia que los ancianos
tienden a buscar más las prácticas y creencias espirituales que la gente joven.
En el caso de las mujeres, la espiritualidad es un
recurso importante que les ayuda a ser resilientes
ante el impacto de enfermedades crónicas (como el
cáncer o el VIH/SIDA), del maltrato físico, del abuso
sexual y los factores asociados a estos hechos (como
el aislamiento o la estigmatización social).En este
sentido, la espiritualidadcontribuye a la prevención
y superación de los síntomas asociados con la baja
autoestima, la depresión, el estrés postraumático, o
con diversas conductas no adaptativas derivadas de
tales adversidades. El hecho de que más mujeres que
hombres asuman prácticas espirituales, principalmente a nivel religioso, podría reflejar una conducta
adaptativa;dicha conducta hace que las mujeres,
más vulneradas (aunque menos vulnerables) que
los hombres por el machismo cultural, sobre todo
en los países del llamado Tercer Mundo, encuentren
un recurso de fortaleza y adaptación eficaz.
Las investigaciones en familias, otro de los grupos en los que ha ido acrecentándose la investigación sobre espiritualidad y resiliencia, demuestran
que, en situaciones de elevado estrés por pérdidas
económicas, enfermedades y muerte de algún
miembro, o circunstancias ambientales que las
desestabilizan, la espiritualidad permite transformar
dichos eventos amenazantes en oportunidades para
que sus miembros descubran y pongan en práctica
los valores, creencias y actitudes que les permiten
salir fortalecidos de tales adversidades, pese al
dolor que ello implica. El apoyo social al interior y
alrededor de la familia, motivado por convicciones
42
de fe, infunde en sus miembros los sentimientos de
afirmación, optimismo, apoyo, amistad y esperanza
que necesitan para saberse amados y para encontrar
un sentido, individual y compartido, al sufrimiento.
El promover la espiritualidad familiar puede ser un
elemento clave para la formación humana y la prevención de muchos trastornos.Muchos de éstos son
consecuencia del mal funcionamiento de la familia
nuclear, principalmente por la falta de cohesión en
torno a valores o principios morales y espirituales
fundamentales para el desarrollo de relaciones armónicas basadas en el aprecio, la aceptación, el cariño
mutuo, el respeto, la comunicación, la solidaridad,
la tolerancia, la fidelidad, el amor a la verdad y a
la vida; todos estos valores se entrecruzan entre lo
más auténticamente humano y lo más racionalmente
trascendental, y se reconocen como los principales
factores asociados a la resiliencia personal.
De los 24 estudioscitados (que abarcan desde el
año 2002 hasta el 2010), en 14 se aplicaron metodologías cuantitativas a nivel correlacional, mientras
que en 10 se aplicaron metodologías cualitativas,
cinco de éstas basadas en la Teoría Fundamentada.
Aunque es mayor la cantidad de trabajos científicos encontrados en las diversas bases de datos
consultadas (ProQuest, MIDLINE, OvidSP) que
abordan directamente el tema en dicho período
(entre 50 y 100 artículos científicos publicados), se
han escogido estos como una muestra que podría
considerarse representativa, teniendo en cuenta los
puntos más relevantes de dichas investigaciones,
las cuales han sido realizadas desde la psicología (6
estudios), la enfermería (6 estudios), la medicina (3
estudios), el trabajo social (4 estudios), la educación
(4 estudios) y la teología (1 estudio).En particular,
parece que la psicología se ha interesado más por
las poblaciones de niños, mujeres maltratadas y
familias en situación de elevado estrés psicosocial.
La variedad y riqueza que aportan las diversas
metodologías usadas en estos estudios, especialmente
la de la Teoría Fundamentada (donde se resaltan y
aprecian los conocimientos personales basados en
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
ESPIRITUALIDAD VARIABLE ASOCIADA A LA RESILIENCIA
las experiencias de cada quien), son una muestra de
la amplitud que requiere el tema, particularmente
el de la espiritualidad, para poder ser abordado sin
el riesgo de reducirlo a constructos quizás muy
limitados o parciales. A pesar de lo restringido
de algunas de estas investigaciones respecto a las
muestras poblacionales tomadas (por ejemplo,
los estudios cualitativos tienden a incluir pocas
personas y no se pueden hacer generalizaciones a
partir de ellos), se nota el esfuerzo científico por
operacionalizar y medir la espiritualidad a partir
de determinados enfoques teóricos, así como por
comprender y aceptar, desde la evidencia empírica,
su relación con la salud y, según el presente trabajo,
con la resiliencia.
Particularmente, en estos estudios, los instrumentos más usados para la medición de la espiritualidad
y la resiliencia han sido la Escala de perspectiva
espiritual (Spiritual PerspectiveScale, SPS) de Reed
(1987) y la Escala de resiliencia (ResilienceScale,
RS) deWagnild y Young (1993), respectivamente.
Los dos instrumentos cuentan con validez y confiabilidad, lo cual se ha demostrado en estudios
realizados con poblaciones femeninas colombianas
(Jaramillo, Ospina, Cabarcas y Humphreys, 2005;
Canaval, González y Sánchez, 2007). La primera
escala hace referencia al conocimiento de sí mismo,
a un sentido de conexión con un ser de naturaleza
superior o a la existencia de un propósito supremo;
la segunda, a una adaptación individual positiva
al estrés con base en el grado de competencia y
autoaceptación personal.
Sin embargo, se sugiere que, para futuras investigaciones, se lleven a cabo adaptaciones y validaciones de estos instrumentos, o sediseñen otros que
tengan en cuenta las características idiosincráticas y
culturales de nuestra población.También, se sugiere
una mayor rigurosidad metodológica para confirmar
los hallazgos de los estudios aquí reportados, ya que
ninguno de ellos contó con un grupo comparativo
o control para medir el impacto de la espiritualidad en la resiliencia (por ejemplo, usando grupos
Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología
con espiritualidades definidas y diferenciadas:
ateos, agnósticos, nueva era, santeros, brujos o de
religiones tradicionales); tampoco se consideraron
muestras poblacionales de contextos culturales o
religiosos distintosal judeo-cristianismo occidental
(a excepción del estudio en refugiados musulmanes bosnios); en el caso de los estudios empíricos,
dichas muestras no eran escogidas aleatoriamente,
lo cual dificulta la generalización de los resultados.
Adicionalmente, a pesar del valioso aporte para la
comprensión global del tema planteado, el presente
trabajo no profundizó en qué aspectos cognoscitivos
y conductuales concretos de la espiritualidad son los
que influyen de manera más significativa y positiva
en el desarrollo de la resiliencia y en la salud: por
ejemplo, las ideas que se tienen de Dios, la relación
con él a través de la oración (y, en su caso, qué tipo
de oración) o de la escucha de música góspel;o el
servicio solidario a los demás, o la participación
en rituales, reuniones y servicios religiosos, o el
perdón, entre otros.
Conclusiones y recomendaciones
La presente investigación ha alcanzado los objetivos que se plantearon inicialmente. Con base
en la revisión bibliográfica sobre los conceptos de
espiritualidad y resiliencia, se ha podido describir
y explicar la relación entre ambos constructos: la
resiliencia se ha definido por diversos autores como
la capacidad de adaptarse y recuperarse exitosamente
ante eventos que resultan altamente estresantes,
adversos o potencialmente traumáticos. La espiritualidad, por su parte, se ha descrito últimamente en
el contexto científico y terapéutico como la cualidad
que impulsa al ser humano a trascender y a darle
un propósito a su existencia, buscando los medios
necesarios para lograr estos objetivos mediante
una vinculación significativa con Dios (según la
concepción que se tenga de él) y/o con los demás,
dentro o fuera de las instituciones religiosas. Esta
búsqueda, en definitiva, proporciona un estado de
43
Myriam Rodríguez, Martha Liliana Fernández, Mirna Luz Pérez, Reinaldo Noriega
bienestar psicológico que favorece la resiliencia
individual.
Todas las investigaciones citadas en este artículo
confirman esta última afirmación, la cual tiene un
impacto evidente, en particular para las ciencias
sociales y de la salud.Si la espiritualidad determina de manera tan importante el desarrollo de la
resiliencia,es posible que el estudio de la primera
como componente o atributo de la persona humana
tenga un impulso cada vez mayor en diferentes
camposcomo la medicina, la enfermería, el trabajo
social o la educación. Aunque la psicología positiva ha dado un empuje al estudio de las fortalezas
y cualidades humanas, es claro que respecto a la
investigación empírica dirigida a explorar, comprender o explicar la relación entre espiritualidad
y resiliencia, la psicología en general está dando
apenas sus primeros pasos. En Colombia; por
ejemplo, son importantes los trabajos realizados por
Canaval, González, y Sánchez (2007) y Jaramillo,
Ospina, Cabarcas y Humphreys (2005), en Cali
y Medellín respectivamente, sobre el rol positivo
de la espiritualidad en la recuperación de mujeres
maltratadas.La evidencia recogida hasta ahora,
que confirma esta relación en las diversas áreas y
etapas del desarrollo humano, debería ser suficiente
como para que las universidades incluyan en sus
currículos profesionales, tanto a nivel de pregrado
como de posgrado, el tema de la espiritualidad
como materia transversal en la formación de los
psicólogos.Un profesional de esta disciplina que no
toma en cuenta, no entiende lo suficiente o ignora
la dimensión religiosa/espiritual del individuo o
de la comunidad, viéndolaen algunos casos como
un obstáculo cognoscitivo o un campo de la psiquis poco importante para el desarrollo humano,
estaría negando o subestimando el aspecto quizás
más medular de su paciente y de sí mismo como
instrumento de sanación e incluso, de resiliencia
mutua, a través de la relación de ayuda.
A nivel terapéutico, algunas intervenciones centradas en la espiritualidad han demostrado eficacia
44
validada (por ejemplo, la de los 12 pasos, que es hoy
en día la más eficaz en adicciones).Sin embargo,hace
falta una mayor cantidad de investigaciones para
aclarar y refinar dichas intervenciones, especificando
y potenciando aquellos factores que, dentro de la
espiritualidad, favorecen su desarrollo y se relacionan de manera más significativa con el bienestar
psicológico, la calidad de vida y la resiliencia personal. En este punto, es importante resaltar el hecho
evidenciado por algunos autores (Maton y Pargament, 1987) de que, a pesar de ser una experiencia
eminentemente personal, la espiritualidad que no
se alimenta ni pone en práctica en un contexto de
interacción mutua y de apoyo comunitario, pierde
eficacia para la salud y su sentido para la vida.Por
ello, la atención clínica debería llevar al paciente
a una proyección social de su espiritualidad para
que pueda aflorar, entre otros frutos, la resiliencia
en los momentos de adversidad.
Finalmente, la espiritualidad, fuera del campo
clínico, se perfila como uno de los factores determinantes en la promoción de la resiliencia a todos
los niveles de la población: niños, jóvenes, adultos,
estudiantes, profesionales, trabajadores, familias,
enfermos y sanos, ricos y pobres. Como elemento
clave para la salud y la supervivencia de la especie
humana, la comunidad científica apenas hoy está
empezando a descubrir y reconocer en la espiritualidad una riqueza infinita. En el campo preventivo,
según los hallazgos encontrados sobre el tema, una
oportuna educación en valores y en actitudes espirituales, inspirada en principios trascendentales para el
individuo (como el amor,el respeto y la solidaridad
para con toda persona, sin distinción), sería tal vez
la mejor manera de forjar personalidades fuertes y
resilientes ante las inevitables presiones o problemas
de la vida en todos sus períodos.
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