L U I S TASSO-EiNioR-BARCELONA i^ lílli PRECIO EN ESPAÑA UN Real Rlíf ISTA IISPANIO^AMIWCIAMA PRECIO E5 LOS PilSESjm miOlI POSTU 25 francos al año 13 francos s e m e s t r e SE PUBLICA TODAS LAS SEMANAS ti vihra sobre Ptris, Loidreí i lubitgi 5 2 reales al año TCAS Director: TOBCüATO TASSO SERBA 1\[ O N Q FUU PEICIOA MLOSÉ RSUS. 2 6 reales semestre COTKESPMSUN -<•12 de Octubre de 1890 -<*TODOS LOS GRABADOS QUE PUBLICA ESTA REVISTA SON ORIGINALES Ó INÉDITOS EN ESPAÑA el n u m e r o AÑO XI i Q u e d a n r e s e r v a d o s los d e r e c h o s q u e c o n c e d e n las Ijeyes y T r a t a d o s de Propiedad Intelectual» -A. e s t e BARCELONA: n Xx na e r o TORRES DE LA CATEDRAL. 8UMARIO1 TEXTO: Crónicas madrileflaj, por D. Alfonso Pém iWrt/ir.^Cuíntos crueles, por VilUrs dt L'IsU Adam.—V3.\.ñaú%mo y amor, por D. Tomás Bravo y Lecea.—Casamiento y mortaja...—La luna de la velada, por D. Jorge haacs.—Dos palomitas sin hiél, por R. P.—La familia, por .i4¿í/<»'rf«.—La mujer, poesía por D. Olegario V. Andrade.— —Nuestros grabados.—Historia de la semana.—Anuncios. GRABADOS; Barcelona; Torres de la Catedral.—D. José Oriol y Mestres, arquitecto de la Catedral y director de la fachada.—Antigua fachada de laCatedral.—Puerta» góticas del claustro de la Catedral.—Claustro de la Catedral.—Puerta de San Ibo.—Puerta de la Piedad.—San Francisco de Asís.—Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal.— Beato Josí Oriol.—San Sebastián.-Santa María de Cervelló.—San Ramón de Penyafort.—Nueva fachada de la Catedral.—Verja de una de las capillas del claustro.—Claustro de la Catedral.—Surtidor del claustro.—Ábside de la Catedral.—Puerta del claustro.— Trascoro de la Catedral. SUPLEMENTO; Excmo. Sr. D. Francisco de P. Rius y Taulet, pri• mer marqués de Olérdola, + el a6 de setiembre de 1890. si o o rrt p)a.fia. s-u.ple na e n t o D E FOTOGRAFÍA DIRECTA DE LOS SEÑORES JOARIZTI Y MARIEZCURRENA. (roñicas madrileñas. medio que marcharse, y hoy uno, mañana otro, pasado cuatro ó seis, han concluido por desertar casi todos, dejando de nuevo MellUa y O'Donnell.—Los asistentes militares.—La novela de la cigarrera.—Un príncipe negro.—El maestro Espadero.—El agua benéreducido á letra muerta el convenio imfica.—El congreso de Zaragoza. puesto en el año 6o, en fuerza de no poca ,N sazón oportuna dijeron los pe- sangre española. riódicos que los cien soldados Mientras, la guarnición de la plaza, inmarroquíes enviados por el sul- suficiente para llenar sus servicios, se multán á Melilla, en tardío cumplimiento del tiplica y no descansa ni reposa, siendo tratado de Vad-Rás, eran cien pobres dia- inútiles las gestiones de su gobernador blos escuálidos y muertos de hambre, re- para que se le envíen tropas de refresco. clutados sabe Dios dónde y mal armados Espoleado por la prensa, el gobierno ha con fusiles de chispa y espingardas. Como mandado un pelotón de artilleros, y se acaera natural, en cuanto las cien momias se bó. Claro es que en suconcienciacomprende pusieron en contacto con los bravios rife- que todo lo que no sea destinar á Melilla ños, comprendieron que no tenían otro re- un par de miles de hombres, es ineficaz 642 y hasta inútil: pero la causa de no hacerlo no es otra que aquella que impide trasladar á otra parte Ins presidios, convertir aquellas ciudades en puertos francos, cambiar radicalmente su modo de ser: el que las grandes potencias se disgusten y digan, frunciendo las cejas; Amigos, en Airica no se puede poner el pie sin nuestro permiso. Corriendo el año de 1 S^(; y días antes de ser declarada la guei-ra :i .Marruecos, se presentó el embajador de Inglaterra en la presidencia del (Consejo de .Ministros, pidiendo al general C) Donnell una conferencia; el general se la concedu') en el acto, y el arrogante sajón indiC(') que su objeto era evitar que la anunciada gucrr;i se llevara ¿i cabo, amenazando en caso de que su gestión no diera resultado alguno, con la intervenc¡(')n de las potencias primero y con el envió de una escuadra c]ue auxiliara al sultán después. E l general O Donnell, con la frialdad glacial que le caracterizaba, escuchó impasible al embajador, y cuando éste hubo concluido, agitó la campanilla de su mesa de despacho y dijo en alta voz al ayudante que apareció en la puerta: — ü i g a V. al general Ostariz que inmediatamente dé orden para el embarque de las tropas de Alrica. Y dirigiéndose al embajador, añadió: —b2sa es mi respuesta, que puede V. lí. trasmitir á su gobierno. .Aquella gran energía se la llevó á la tumba el ilustre vencedor de .Mulcy-Abas, y como esa es la única manera de arreglar las eternas cuestiones africanas, calcúlese si tienen para rato nuestras plazas de .Marruecos con su estado actual. * • * El arte, tendiendo á poner de relieve cuantas bellezas le ofrece la realidad, ha popularizado un tipo muy característico en el ejército: el del asistente. Xo hay nadie que no conozca ii ese honradísimo soldado, de eterno buen humoi', que guisa como la mejor cocinera, que toca la guitarra, que canta, que se la pega á todas las patronas, que trae vuelto el Juicio á todas las criadas y que de tal suerte se identifica con su amo, que llega á considerar sus cosas como propias, consagrándole un cariño igual, de perro, que no se extingue Jamás. \ín Valencia existe á la sazón un asistente, en la actualidad con licencia ilimitada, que tiene recogida en su casa y sostiene con los rendimientos de su mísero Jornal, á la familia del que fue su amo en el ejército; un capitán del regimiento de (uiadalajara. l^arece que éste trataba con paternal cariño á aquel honrado muchacho á quien había sacado de filas, y al morir, encontrándose la viuda y los hijos en el más terrible abandono, se prestó á Cf)mpartir con ellos el exiguo j^cdazo de pan de su pobreza, el noble asistente, que cuatro (') seis años atrás no los conocía. A lo que parece, la familia del capitán no gozaba [áe derechos pasivos por haberse casado el buen militar de subalterno. VA coronel del regimiento de .Mallorca, señor Cialdini, inició una suscrición entre la oficialidad á sus órdenes para socorre)- al heroico asistente y á sus protegidos. Cuando hace apenas un año, latente en LA ILUSTRACIÓN. toda su algidcz el afán de economías, se trató por el gobierno de introducirlas en los servicios de guerra, entre otras salvadoras parece que se pensó en quitar á los oficiales el derecho á sacar de las lilas un criado, de tener asistente, sin considerar que ese número cercenado á una compañía, si bien queda rebajado de la diaria faena, es. en cambio, un hombre que, bajo el influjo directo de su amcj, adquiere una íntima consustanciabilidad con su regimiento que antes no poseía, b^l adquirir un coraz(')n decidido, el ganar una voluntad ya merecen unas cuantas pesetas. El era un honrado funcion;irio de una casa de negocios; ella una tan guapa como recatada cigarrera: se vieron, se quisieron y se casaron, y él registrando letras de cambio y ella haciendo pitillos, pasaban la vida en su sotabanco sin otra riqueza que su corazím y su cariño, i'ei'o la suprema ielicidad que les rodeaba hallábase amargada por un disgusto continuo, que les hería con ese dolor lento que engendran los deseos sin cumplir: ambos bebían los vientos por un hijo y la naturaleza sorda se lo negaba. Así las c o s a s , determinaron prohijar cualquiera de los pobres ángeles amjDarados por la candad en la Casa de misericordia, al perder la protección de las alas maternas; pero deseando, con una santa previsión, evitarle á su futura hija adoptiva el dictado de inclusera, hicieron correr la voz en la fábrica de que tenían una criatura criándose en un pueblo. b]n estos prolegómenos y en ocasión en que la cigarrera se hallaba, tardes atrás, á la puerta de su cuarto, lleg(') al corredor una mujer desarrapada y miserable que la rogó la tuviera una preciosa niña que llevaba en brazos, mientras veía el piso de enfrente, desalquilado; la cigarrera accedió de buena voluntad... Digo... iY que no era linda la chiquita!... il'n pimjíollo!... En seguida se puso á- cunearla, se la comió á besos. Ea niña se sonreía... Pasó un rato delicioso... Pero trascurrió un buen espacio de tiempo y la mujer no volvía. ¡Dios santo!... Ea cigarrera entró en el cuarto desalquilado; no había nadie... Aquella misteriosa señora había abandonado la chicuela... (>uando vino el marido cont()le á borbotones el lance la sorprendida consorte, y de común acuerdo, joomendo como ropa de pascua á la mala mujer, determinaron quedarse con aquella, hija enviada por la Providencia y adoptarla iegalmente... Pero aquí entra la segunda parte: al siguiente día presentóse en el domicilio de la cigarrera un infeliz artesano, enfermo, zapater(3 de oficio, reclamando la niña como hija suya y diciendo que la mujer que se la había entregado era su esj^osa, lugada del liogar ])alerno. .\i la cigarrera ni su man d o encontraron la e.\plicaci(')n del hecho suficientemente clara: la primera, sobre todo, no se conformaba con renunciar á aquella hija inesperada que ya le había concedido su primera sonrisa; y colocado el asunto de tal suerte, ha sido llevado al Juzgado correspondiente. Ea tierna aventura ha sucedido en .Madrid, en la calle de (Cabestreros, i ó ; l a cigarrera, pojoularísima en la fábrica, se llama Salud, y su esj^oso .Ma- N ; 519 riano Huerta. Y véase como la realidad da ya compuestas las novelas que luego el público y la crítica Juzgan inverosímiles, falsas y traídas por los cabellos, y que sin embargo se dejan atrás a cuanto pudiera fingir la más viva imaginación. De paso para l'arcelona, ha estado en (>ádiz vanos días el príncipe heredero de Coliseo, Pélix O d u m a . hijo del actual soberano de aquella isla: es un negrito como de diez años, inteligente, listo y muy desjDierto de carácter; su religión es la catcilica, la misma c]ue profesan sus padres y los restantes individuos de su africana y real familia. Sus primeros maestros han sido los agustinos españíjles; el propósito del Joven príncipe es educarse en esa capital del Principado. Ea pi'csencia del egregio negrito recuerda un gracioso ejDisodio del que fué protag(jnista el rey José, su abuelo. Sabld;i es la inRuencia inglesa en nuestras posesiones del gollo de Cuinea, influencia que no contrarrestada en muchos años por la acción de los gobiernos esjoañoles, dio por resultado una asimilación grandísima ele la población indígena respecto á sus colonizadores británicos. Tales circunstancias han dado por resultado el que los naturales del país posean en gran parte la lengua inglesa, adulterada, como no puede menos de suceder, por palabras castellanas, ^'inienclo, ¡.lues, al lance, el rey José escribió años atrás una carta á la delegación de la Compañía 'i'rasatlántica de (Jádiz, y firmaba con toda gravedad su misiva; l'he Kiiií^' l^cfc o I Curisc<K .V la edad de (>! años ha muerto en la Habana el compositor cubano Nicolás Ivspadero. Su nombre, en opinión de los más famosos críticos musicales, digno de ser colocado Junto á los de Cotschalk, I^istz, Rubinstein y otros grandes artistas, no había logrado romper esa corteza de hielo tras de la cual se encuentra la popularidad. Kn su patria era poco conocido, pero no ignc^rado; .Monasterio fué el que nos le reveló en .Aladrid, ejecutando bajo su delicadísima batuta, en la admirable orquesta que hoy dirige liretón. El canlo del esclavo. V.sta. hermosa obra entusiasmó á los madrileños; su carácter distintivo es la ternura: resulla sentidísima y con grandes tendencias melódicas. l'vspadero, dicen sus necrólogos, es un ejemplo de la espontaneidad en el arte; como .Mozart, fué músico sin darse cuenta de ello; su único profesor fué su madre, quien con exquisito tacto hizo de él un gran pianista á los siete años; después le ayudaron otros maestros, pero ya estaba formado el artista. De él se cuentan multitud de episodios que revelan la intensidad de su genio. VA ocurrido con (lotsehalk es ;icaso el más curioso. VA inspií'adísimo autor de // Tyéinolo escribi(') a Espadero que le enviaba una fantasía del Tiovadvr, de enorme dificultad, encargándole que la aprendiera joara tricarla con él en la Habana. Ea lantasia se perdió en el camino; llegó a (.uba Cotschalk y se encontró con semejante contratiempo; pero Ivspadem no se apuró por eso: ¡^idió á su amigo la partitura que el traía, y la rejoen- N.» 519 tizo con u n a s e g u r i d a d a s o m b r o s a , e n t u s i a s m a n d o h a s t a la l o c u r a a su c a m a r a d a con aquella p r u e b a de su talento. P e r o no paró a q u í la c o s a ; la fantasía e s t a b a en d e s g r a cia; al día s i g u i e n t e , p o c o a n t e s del conc i e r t o en q u e d e b í a e j e c u t a r s e , se e x t r a v i a r o n los p a p e l e s : ( i o t s c h a l k no s a b í a cónio r e s o l v e r el conflicto, p e r o i n c i t a d o por b^sp a d e r o , se salvó t o c a n d o é s t e la d i f i c d í s i m a pieza m u s i c a l , r e c o r d a n d o lo q u e p u d o a p r e n d e r d e ella en la ú n i c a vez q u e la h a bía i n t e i - p r e t a d o ó n-npi-ovisando el r e s t o con tal f r e s c u r a , q u e el p ú b l i c o n o se e n t c i"ó de la t r a m p a p o r el m o m e n t o . l'^spadero n o salió n u n c a d e su isla; t e m í a al m a r con un m i e d o i n f a n t i l : s u s d o s a m i g o s m á s l e a l e s , el c o n d e d e S a n l^afacl d e L u y a n ó y el g e n e r a l l í i q u e l m e , q u i s i e r o n a n a n e a r l e d e s u rincón favorito, p e r o n o lo c(3nsiguieron n u n c a ; sin e m b a r g o , la l a m a del m a e s t r o llegó h a s t a a l g u n o d e los míís b r i l l a n t e s s a l o n e s d e ] ] u r o p a . A su m u e r t e se h a n e n c o n t r a d o e n t r e s u s p a p e l e s c a r t a s c a r i ñ o s a s d i r i g i d a s á él p o r los g e n i o s m u sicales m á s l a m o s o s d e l m u n d o . l'>spadero c o n t a b a o c h o d i s c í p u l o s ; r o d e a d o d e ellos se h a h u n d i d o en la t u m b a ; s u s m a n í a s i n t i m a s e r a n la c o c i n a y los gat o s : no c o n t a b a con o t r a familia q u e su p i a n o , t e s t i g o d e s u s p e n a s ; sin e m b a r g o , h o m b r e t a n q u e r i d o t e n í a u n e n e m i g o form i d a b l e : su m o d e s t i a . L a d i r e c c i ó n del c a n a l d e Isabel lí h a e l e v a d o al m i n i s t r o d e b o m e n t ü u n a p r o p u e s t a p a r a s u m i n i s t r a r el a g u a p o r c o n t a d o r e s , d i s m i n u i r la tarifa p a r a los a s c e n s o res y s u m i n i s t r a r g r a t i s la q u e se n e c e s i t e p a i a la limijieza d e los r e t r e t e s . E s t a ú l t i m a r e s o l u c i ó n , s o b r e t o d o , es d e u n a i m portancia inmensa. .Madrid t i e n e u n e n e m i g o f o r m i d a b l e q u e !c d i e z m a c r u e l m e n t e y le lleva los h a b i tantes á montones: sus alcantarillas. La v i r u e l a , el c ó l e r a , t o d a s las e n f e r m e d a d e s c o n t a g i o s a s q u e a q u í se p a d e c e n , c u e n t a n con u n a u x i l i a r p o d e r o s í s i m o : el v a h o p e s t i l e n t e q u e e x h a l a el s u b s u e l o . P a r e c e m e n t i r a q u e p o r lo m e n o s u n a g e n e r a c i ó n h a y a sojoortado el m a l sin p o n e r l e r e m e d i o , y c u e n t a q u e no h a y n a d a m á s sencillo d e corregir. L a s alcantarillas han encontrado y e n c u e n t r a n s u e s c a p e n a t u r a l en los i-et r e t e s : ellos son la válvula q u e d a s a l i d a á los m i a s m a s : la r a z ó n , p u e s , i n d i c a lo q u e ha de h a c e r s e sin d e m o r a : s a n e a r los excus a d o s . A b a s c a l , el d i f u n t o a l c a l d e , t r a t o d e o b l i g a r á los c a s e r o s á q u e e s t a b l e c i e r a n sifones en los c o m u n e s ; n o se l i b r a b a d e la i c f o r m a n i n g ú n edificio, p o r viejo q u e fuer a ; con el sifón y u n a fuerte c o m e n t e d e a g u a , q u e d a b a n d e r r o t a d a s las a l c a n t a r i l l a s y burlados sus mortíferos vapores, l'ero c o m o e r a é s t a u n a m e d i d a s a l v a d o r a , no h u b o t i e m p o d e p l a n t e a r l a , y se q u e d ó en ¡proyecto. A h o r a p a r e c e q u e r e t o ñ a la c u e s t i ó n . D e s d e l u e g o el propc^rcionar el a g u a g r a t i s , es u n a m e d i d a q u e l'aci'lita la r e f o r m a : p e r o la cosa n o d e b e p a r a r a h í ; d e b e o b l i g a r s e á t o d o s los p r o p i e t a r i o s a q u e e s t a b l e z c a n los s i l o n e s h i g i é n i c o s m o n t a d o s ya en c u a n tas c a s a s se c o n s t r u y e n a c t u a l m e n t e . \ erem o s q u e es lo q u e se h a c e , y si los e n c a r d a d o s d e r e s o l v e r t;in t r a s c e n d e n t a l a s u n t o LA ILUSTRACIÓN. t i e n e n en c u e n t a q u e d e su d i c t a m e n p e n d e la vida d e t o d a u n a p o b l a c i ó n . 643 de- C u a n d o esta c r ó n i c a vea la luz p ú b l i c a , irá y a d e v e n c i d a el C o n g r e s o c a t ó l i c o d e Z a r a g o z a ; en él t e m a r á n p a r t e n u e s t r o s m á s i l u s t r e s p r e l a d o s : la e x p o s i c i ó n d e los temas que habrán de tratarse, hace pensar q u e el C o n g r e s o t i e n e u n c a r á c t e r religioso social, t e n d i e n d o á s o l u c i o n e s p r á c t i c a s . C o n m u y b u e n a c u e r d o é i m p u l s a d o s , tal vez á su p e s a r , p o r el e s p í r i t u m o d e r n o d e la é p o c a , c o m p r e n d e n q u e los t i e m p o s q u e c o r r e n m á s son d e o b r a r en la r e a l i d a d , que de discutir principios iundamentales d e d o g m a s . De M a d r i d h a n p a r t i d o g r a n n ú m e r o de p e r s o n a s conocidas, de escritores y p u b l i c i s t a s , con i n t e n t o d e t o r n a r parte en las c o n f e r e n c i a s . l , a r e s p e t a b i l i d a d d e los c o n g r e g a n t e s es g a r a n t í a s e g u r a d e q u e el c o n g r e s o d e Z a r a g o z a no se irá p o r los c e r r o s d e U b e d a , c o m o o t r o s c o n g r e s o s católicos de m e m o r a b l e recordación. ALFONSO P É R E Z NIEVA. Madrid, á 7 de octubre de 1890. Cuentos crueles. LA CELESTE AVENTURA. Ahora que sor Eufrasia, esa divina criatura, se ha refugiado en la luz ¿por qué guardar el secreto terreslrc del milagro de la que fué iluminada? La noche santa, que acaba de dormirse con el sueño eterno, á la edad de veintiocho años, superiora de una orden de hermanas de los pobres, fundada por ellas en Provenza, no se hubiese escandalizado al conocer el misterio físico de su súbita vocación. Ko obstante, es mejor que no haya hablado hasta ahora. A un kilómetro, próximamente, de Aviñón se elevaba, en 1860, no lejos de promontorios verdosos, detrás del Ródano, una casucha aislada, de aspecto sombrío, horadada en su único piso, de una ventana de contramarco de hierro, 1-ien en frente de un protector cuartel de gendarmería, situado en los confines del camino. Allí vivía, desde hacía largo tiempo, un viejo israelita á quien llamaban el tío Moisés. No era un mal judío, á pesar de su cara sin expresión, y de su frente de águila, cuya calvicie amoldaba y escondía un bonete ajustado, de tela y de color ya indecisos. Aun verde y nervioso, hubiera sido capaz de pisar los talones á Asvero, en las marchas forzadas. Pero no salía nunca y no recibía sino con extremas precauciones. Por la noche todo un sistema de trampas y de lazos le protegían detrás de su puerta mal cerrada. Servicial, — sobre todo para con sus correligionarios, dadivoso, sin embargo, con todos, no perseguía más que á los ricos, á los únicos que prestaba á fin de atesorar fortuna. Las excépticas ideas modernas en nada alteraban la fe salvaje del hombre menos práctico 5' temeroso de Dios, y Moisés oraba entre dos usuras, tan bien como entre dos limosnas. (justábale retribuir los nuevos servicios. Quizá hubiese sido sensible al fresco paisaje que se extendía delante de su ventana, cuando exploraba los alrededores con sus ojos grises claros... l^ero una casa lejana, asentada sobre una pequeña eminencia y que dominaba los prados ribereños delante del río, le oscurecía el liori/ontc. Moisés apartaba la vista de aquella casa con un inexplicable enojo, con una aversión invencible. Era un antiquísimo Calvario tolerado á título de curiosidad arquelógica, por los ediles actuales. Menester era franquear veintiuna gradas para llegar á la gruesa cruz central que sustentaba un Cristo gótico, casi borrado por los siglos, entre las dos cruces pequeñas de los ladrones Dimas y Gestas. Una noche, el tío Moisés, con los pies a p o yados en un escabel, los anteojos en la nariz, el bonete contra la lámpara, inclinado sobre una mesita cubierta de diamantes, de oro, de perlas y de papeles preciosos, ante su ventana abierta al espacio, acababa de escribir sus cuentas sobre un polvoriento registro. i Se había retrasado mucho! Todas las facultades de su ser se habían abstraído de tal modo en su labor, que sus oídos, sordos á los vagos rumores de la naturaleza, habían estado indiferentes, durante horas enteras, á ciertos gritos lejanos, numerosos, diseminados, atemorizados, que toda la noche habían hendido el silencio y las tinieblas. En aquel momento una enorme luna clara bañaba la azulada extensión y ya no se oían ruidos. — ¡Tres millones!... exclamó el tío Moisés, colocando el último guarismo en la suma total. Pero la alegría del anciano, recocijado en lo íntimo de su corazón, embargado por el ideal satisfecho, terminó en un temblor. P u e s , á no dudarlo, una sensación glacial le ponía rígidos súbitamente los pies, tanto que, rechazando el escabel, se irguió de un salto. ¡Horror! Un agua ascendente había invadido el cuarto y bañaba las flacas piernas del judío. La casa crujía. Sus ojos percibieron por la ventana dilatándose, el inmenso cinturón del río que cubría las llanuras bajas y las campiñas; ¡era la inundación, el desborde terrible del Ródano! —¡Dios de Abraham! — balbuceó el viejo. Sin perder un instante, á pesar de su profundo terror, sacóse su ropa, el pantalón remendado, se descalzó, metió en confusión, en su saquito de cuero, que se suspendió al cuello, lo más precioso de la mesa, diamantes y papeles, pensando que, bajo las ruinas de su covacha, después de la inundación, encontraría enterrado su oro. Cogió de un viejo armario un lío de billetes de banco ya mojados. Luego trepó al marco de la ventana, pronunció tres veces la palabra hebrea KoJosck, que significa santo, y se precipitó, sabiéndose excelente nadador, á la buena del Dios suyo. La casucha se desmoronó detrás de él bajo las aguas, sin ruido alguno. ¡A lo lejos, ningún barco! c.\ dónde huir> Orientábase hacia Aviñón; pero el agua hacía mayor la distancia, y estaba lejos para él... ¡Ah! el único punto luminoso, allá sobre la altura, era aquel Calvario, cuyas g r a d a s y a desaparecían bajo el hervidero de las olas y los remolinos de aguas furiosas. —cF^edir asilo á aquella imagen? iNo! ¡jamás! El viejo judío era firme en sus creencias y, a u n q u e el peligro apremiase, aunque las ideas modernas y los compromisos que ellas inspiran estuviesen lejos de ser ignoradas del sombrío buscador de Arce, repugnábale deber, aunque más no fuera que la salvación terrenal... al que eslaba allá. Su silueta, en aquel instante, proyectándose sobre las aguas en que templaban reflejos de estrellas, hubiera hecho en el diluvio. Nadaba al acaso. De pronto una reflexión siniestra é ingeniosa cruzó por su espíritu. —Olvidaba—se dijo resollando (y el a g u a corría de las dos puntas de su barba)—olvidaba que está allí ese pobre "mal ladrón...» A fe mía no veo ningún incunvenienle en buscar refugio 644 LA ILUSTRACIÓN. al lado de ese excelente Gestas, esperándome que vengan á salvarme. Dirigióse, pues, calmados todos sus e s crúpulos, y con enérgicas brazadas, al través de las revueltas volutas de las ondas y bajo la claridad de la luna, á las tres cruces. Estas, al cabo de un cuarto de hora se aparecieron, colosales, á un centenar de m e tros de sus miembros ateridos y aniquilados. Levantábanse sin soporte visible, sobre la amplia superficie de las aguas. Contemplábalas , jadeante , procurando distinguir á la izquierda, la meta suspirada, cuando las dos cruces laterales, más débiles que las del medio, crugieron bajo el impulso de la corriente del Ródano; su madera a p o lillada cedió, y en una especie de aleteo, de negra salutación, una y otra se abatieron hacia atrás, en la espuma, silenciosamente. Moisés se quedó sin avanzar y perplejo ante tal espectáculo, y hubo de ahogarse. Ahora, la gran cruz sola spes única, destacaba su signo supremo sobre el fondo misterioso del firmamento y ostentaba su pálido rostro coronado de espinas, clavado, con los brazos extendidos y los ojos cerrados. El anciano, sofocado y casi desfalleciente, D. JOSK ORIOL MESl RES. no conservando más que el instinto délos seres que se ahogan, se decidió, desesperada' V u Q u m . c T ü DE i.A C A T E D R A I , Y D I R E C T O R D E LA F A C H A D A mente, á andar asimismo hacia el emblema sublime, triplicando sus últimas fuerzas y justificándolo á sus ojos, que una inminente El pobre rico hizo pie; el agua subía, hunagonía pónia turbios, el deseo de salvar su te- diéndolo hasta la mitad del cuerpo. En torno soro. de él, la extensión muda! ¡ O h ! ¡allá! ¡una Llegado al pie de la cruz, y alejando su ca- vela! ¡una embarcación! Gritó. Viraron de á beza lo más posible, se resignó, el escapado bordo, lo habían visto. de las aguas, á asir y rodear con sus brazos el En aquel mismo momento un sobresalto del árbol del abismo, el que, aplastando con su río, algún obstáculo rompiéndose en la sombra, base toda razón h u m a n a , divide el infinito en lo elevó, con una granoleada, hasta la herida del cuatro inevitables caminos. costado. Fué el golpe tan terrible y tan súbito. N. 519 que apenas tuvo tiempo de abrazar cuerpo á cuerpo y frente á frente la imagen del Expiador, y de colgarse de ella, la cabeza echada atrás, las cejas espesas contraídas sobre sus miradas penetrantes y oblicuas, en tanto que se removían hacia adelante las dos puntas en horquilla de su barba gris! El viejo israelita, enlazado á Aquel que perdona, y no pudiendo soltarlo, miraba con torvo ceño á su Salvador. — jNo se sueltel ¡Ya llegamos! gritaron voces cercanas. —¡Al fin!—gruñó el tío Moisés, cuyos músculos tensos iban atraicionarlo;—¡pero... es este un servicio... que yo no reclamaba ni esperaba! No queriendo deber á nadie nada, es justo que lo retribuya... como lo haría con un vivo. Démosle, pues, lo que daríamos á un hombre. Y mientras la barca se aproximaba, Moisés, en su empeñado celo de hacer lo que pudiera para exonerarse de deudas de gratitud, registró su bolsillo, sacó de él una m o neda de oro, que colocó gravemente y del mejor modo posible entre los dos dedos d o blados sobre el claro de la mano derecha. — E n p a z — m u r m u r ó dejándose caer sin aliento, entre los brazos de los marineros. El temor muy legítimo de perder su bolsa, lo mantuvo firme hasta Aviñón. El lecho caliente de una posada le confortó. F u é en esa ciudad donde se estableció un mes después, habiendo recobrado su oro bajo los escombros de su antigua vivienda, y fué allí donde expiró al cumplir un siglo de edad. Ahora bien, en diciembre del año que siguió á aquel incidente extraordinario, sucedió que una joven del país, una pobre huérfana de r o s tro encantador, Eufrasia... habiendo sido vista por ricos burgueses de la Vancluse, éstos, d e s - BARCEI.ONA: ANTIGUA FACHADA DE L.A CATEDRAL. DE FOTOGRAFÍA DE LOS SEÑORES JOARJZTI Y MARIEZCURRENA. LA ILUSTRACIÓN. N • ¿19 BARCELONA: PUERTAS GíVflCAS DEL CLAUSTRO DE LA CATEDRAL BARCELONA: PUERTA DE SAN IBO. 645 BARCELONA: CLAUSTRí^ DE LA CATEDRAL. BARCELONA: PUERTA DE I,A PIEDAD. D E FOTOGRAFÍAS DIRECTAS DE LOS SEÑORES JOARIZTI Y M A R I E Z C U R R E N A . LA ILUSTRACIÓN. 646 concertados por su desdén inexplicable, resolvieron sitiarla por el h a m b r e . Gracias á ellos, fué la joven despedida del taller en que ganaba su sustento cotidiano j buen humor, en cambio de once horas solamente de trabajo. Vióse igualmente despedida de la casa en que día y noche daba gracias á Dios, y un crepúsculo de invierno en que el tañido claro de los y\ngeliis pasaba con el viento, la temblorosa niña infortunada marchaba al través de las calles cubiertas de nieve, y no sabiendo dónde ir, se encaminó hacia el Calvario. Allí, impelida tal vez por los ángeles cuyas alas ayudaron sus pasos sobre las blancas gradas, echóse al pie de la cruz, chocando con su cuerpo el madero eterno y murmurando estas ingenuas palabras: —Dios mío, dame una limosna ó me moriré de hambre, Y de la mano derecha del Cristo hacia quien había alzado su m.irada de súplica, una m o neda de oro cayó sobre la falda de la niña, que se sintió reanimada por la sensación grata y siempre conmovedora de un milagro. Era una moneda ya secular, con la efigie del rey Luis XVI, y cuyo oro amarillento relucía sobre la pollera negra de la elegida. Sin duda tenía algo de Dios, cayendo al mismo tiempo en esa alma virginal, afianzó su valor. Tomó el oro sin asombrarse, paróse, besó, sonriente, los pies sagrados y corrió á la ciudad. Habiendo entregado su alquiler al posadero, esperó el día allá arriba, en su cuarto helado, comiendo su pan seco durante la noche, con el éxtasis en el corazón, el cielo en los ojos, la confianza en el alma. Desde el día siguiente, penetrada de la fuerza y de la claridad vivientes, comenzó su obra en medio de desaires, de puertas cerradas, de palabras perversas, de amenazas y sonrisas. Y su obra de luz quedó fundada. Hoy, la joven bienhechora acaba de desaparecer, victoriosa de las impurezas de la tierra, con la corona radiante del milagro que creó su fe. VlLLEUS DE L'ISLE ADA.M. Patriotismo y amor. A L S R . D . J O S É NAKENS. Gloriosa bajo un aspecto, desgraciada por otro, fué para los segovianos la fecha del i 7 de julio de 1520. Jamás se habían visto tan concurridas sus calles y plazas. Día de mercado, nunca se había conocido otro de tanta animación. Las transacciones eran numerosas, en gran número también los individuos que habían acudido de los pueblos vecinos á aumentar con su contingente, á aumentar con su presencia la importancia del mercado de Segovia. El reloj de la iglesia mayor dio la primera campanada indicando la llegada del mediodía, y como por ensalmo las operaciones su interrumpieron y al bullicio reinante en aquella multitud, sucedió, ¡espectáculo conmovedor! un profundo silencio. Los hombres descubiertos y las mujeres de rodillas, oraban con religioso fervor. El ruido que produce un caballo- al galopar llamó la atención de todos, que curiosos, dirigieron sus miradas hacia una de las calles que afluían á la plaza, y en la que poco después se presentó un hombre, ginete en brioso corcel. Con ansiedad los menos, con curiosidad y estrañeza los más, rodearon al recién llegado. Algo grave, algo que íntimamente les afectaba debió comunicarles, pues la tristeza y el desaliento se marcaron en el rostro de todos. —¡Valor...! ¡ánimo...! Es necesario que os aprestéis á la lucha... Ronquillo viene á marchas forzadas sobre Segovia; el nombramiento de un jefe es indispensable, se hace preciso...— arengó con noble entusiasmo el ginete. Y al solo nombre de Ronquillo, del poco antes su juez sanguinario, se rehicieron los espíritus de la primera impresión. Alentados por las frases del generoso aviso y por la inminencia del peligro, se dispusieron á ser héroes, pues las circunstancias lo exigían, á morir si era necesario, pues lo reclamaba la independencia de Segovia. —¿Un jefe?—se preguntaron, y el nombre de Bravo salió de los labios de todos. Elección u n á n i m e , espontánea; con más acierto en ninguno podían haber fiado como en el valeroso é inteligente comunero, que m o desto, no quería aceptar la plaza de jefe mientras la hubiera de soldado. Segovia, gracias a l a dirección de Juan Bravo, en tres horas estuvo dispuesta á rechazar con la fuerza, lo que con la fuerza querían usurparla. Efectivamente, como había anunciado el desconocido, á las cuatro de la tarde se presentaron ante los muros de la antigua ciudad mil ginetes al mando del famoso alcalde Rodrigo Ronquillo, portador de órdenes terminantes del cardenal regente Adriano l'lorencio, de reducir á la obediencia á Segovia y apagar de este modo el fuego que produjeran las comunidades. Muy cerca de tres horas duró la lucha, sin que por ninguna parte se notara ventaja; lodos allí hacían prodigios de valor, porque todos eran españoles. Juan Bravo se encontraba en todas partes, en los sitios de más peligro se destacaba la noble y gallarda figura del joven comunero, que peleaba como un héroe. Dos ó tres veces trataron los invasores de asaltar á Segovia, y siempre fueron rechazados sufriendo grandes pérdidas. Una circunstancia favorable á Ronquillo y los suyos, vino á agravar la hasta entonces feliz situación de los contrarios. El capitán Alonso Eonseca había logrado, al frente de un pelotón de soldados, apoderarse de una iglesia, por la que fácilmente podían entrar en la ciudad. Juan Bravo acudió como un rayo á impedir pudieran los invasores lograr su propósito. Entró en el templo, y en un corredor que comunicaba con la sacristía, se encontraron frente á frente el comunero y el capitán I'onseca. De los ojos de aquellos dos valientes salían rayos de enojo é ira mal comprimida. —Deseaba que fuerais mío para vengar en vos los desdenes y la frialdad de una mujer á quien a m o . . . —¿Vuestro? Jamás lo seré mientras mi brazo pueda sostener la espada. — H e jurado que vuestra cabeza será el presente que mande á vuestra amada,—prorrumpió el capitán con altanera ironía. —¡Villano! ¡defendeos!... ¡Por Dios, que vuestro juramento quedará sin cumplir!—contestó con digna arrogancia el comunero. — Solos estamos; mis soldados han acudido á dar la noticia de la toma de esta iglesia á don Rodrigo; cuando vuelvan, pasarán por encima de vuestro cadáver. — S e g u r o estáis del triunfo... — T a n seguro como que Blanca o s . . . — ¡Miserablel No pronuncies ese nombre. Tanto odio has despertado en mi alma, que abrigo la convicción de que, aun muerto yo, mi espada sola buscará tu corazón,—interrumpió con coraje don Juan, pegando con la punta de su acero en el rostro de su contrario. Ambos se pusieron en guardia. Después de un momento de completa inmovilidad, empezó la lucha. Esta seguía después de varios minutos; las N.-5I9 espadas silbaban y describían mil círculos, pero los adversarios estaban igualmente prontos á la parada y al reparo. La cólera encendía las mejillas del capitán, el sudor corría en gruesas gotas por su frente, y su jadeante respiración revelaba la violenta agitación que le dominaba. Juan Bravo se cubría con su espada como con una muralla y paraba con suma precisión los golpes de su contrario. Sin embargo, una de las veces el jefe de las fueizas segovianas no llegó á tiempo con su espada, y el acero del capitán tocó su brazo, empezando á correr la sangre furioso, enardecido Bravo, cambió instantáneamente el golpe, tiróse á fondo, y Eonseca, atravesado el corazón, cayó inerte sobre las losas. Mientras tanto, Segovia había logrado con su valentía, había conseguido con su arrojo hacer huir al enemigo, que en su derrota, no se cuidó del capitán Alonso Eonseca. Cuando en triunfo llegaron á la iglesia, testigo de aquella encarnizada lucha, vieron, á la luz rojiza de las antorchas, á D. J u a n , y tendido á sus pies y nadando en sangre, el cuerpo del capitán. — Segovianos: aunque las leyes militares sean crueles con los enemigos, yo os suplico respetéis ese cadáver y le deis sepultura, b'onseca sería un enemigo, pero ha muerto como un valiente,— dijo Juan Bravo, hincando la rodilla en tierra y orando sobre el inanimado cuerpo de BU rival. TOMÁS BRAVO Y LECEA. Oliadal.ijnra, 1890. Casamiento y mortaja... — E r e s hombre muerto, dijo el médico mirando fijamente á Anatolio. Este se estremeció. Había venido muy contento á pasar la velada con su viejo amigo el doctor Bardáis, ilustre sabio cuyos trabajos sobre las sustancias venenosas conocía todo el mundo y cuya n o bleza de alma y bondad casi paternal había podido apreciar Anatolio mejor que nadie. Y hé aquí que de repente, sin rodeos, sin p r e p a ración, oía salir de tan autorizados labios aquel aterrador pronóstico. —Desgraciado muchacho, prosiguió el doctor, ¿qué es lo que has hecho? — N a d a . . . balbuceó Anatolio. — P r o c u r a recordar. Dime lo que has bebido, lo que has comido, lo que has aspirado. Esta última palabra fué un rayo de luz para Anatolio. Aquella mañana misma había recibido una carta de un amigo suyo que había hecho un viaje de recreo por la India. Dentro de dicha carta se hallaba u n a flor roja, de forma rara y . cuyo aroma ahora recordaba que le había parecido extrañamente penetrante. Hojeó su cartera y sacó de ella la carta y la flor quemostró al sabio. — ¡No hay duda! gritó el doctor. Es la Pyramcnensis Indica, la flor de sangre. —¿Es decir que verdaderamente V. cree...? —¡Ay! icstoy seguro! — Pero esto no es posible. No tengo más que veinticinco años. Me siento lleno de vida y de salud. — ¿A qué hora abriste esta fatal carta? — E s t a mañana á las nueve. — P u e s bien, mañana á la misma hora, en el mismo instante, en plena salud, como tú dices, sentirás cierta opresión de pecho, y todo habrá concluido. •—¿Y no conoce V. algún modo de...? LA ILUSTRACIÓN. N.-519 — ¡Ninguno! dijo el doctor. Y ocultando la cara entre sus manos se dejó caer en un sillón, sofocado por el dolor. Al ver la emoción de su viejo amigo, Anatolio comprendió que estaba irremisiblemente sentenciado, y salió corriO loco. Con las sienes sudorosas, las ideas trastornadas y las piernas marchando maquinalmente, iba Anatolio en medio de la noche, sin conciencia de lo que pasaba en su derredor, sin notar siquiera que las calles iban quedando desiertas. Así corrió mucho tiempo; después, encontrando un banco, se sentó. Ese descanso le hizo mucho bien. Hasta aquel momento había estado como si hubiese recibido un mazazo en la cabeza; ahora su aturdimiento se iba disipando y comenzó á reunir sus dispersas ideas. —Mi situación, pensó, es la de un condenado á muerte. Y todavía éste tiene la esperanza del indulto... Pero veamos, ¿cuánto me queda de vida? Y consultó su reloj. — ¡ L a s tres de la mañana? Ya es tiempo de i r á acostarme... ¡Acostarme! ¡Dar al sueño mis seis últimas horas! No. En verdad puedo emplearlas mejor. <Peroen qué? ¡Pardiez! en hacer mi testamento, por principio de cuentas. No lejos de allí había un restauran de los que están abiertos toda la noche. Anatolio se dirigió á él y entró. —Mozo, una botella de champaña y otra de tinto. Bebió un baso de Clicot y se quedó mirando el papel haciéndose estas reflexiones: —c.V quién legaré mis seis mil pesetas de renta? Ya no tengo padre ni madre, lo cual es una fortuna para ellos en esta circunstancia. Y entre las personas que aprecio no veo más que una: ¡Marieta! Marieta era una primita suya en segundo grado; una encantadora muchacha de dieciocho años, de rubios cabellos y grandes ojos negros. Era huérfana como él, y esta paridad de desventura había establecido entre ambos secreta y viva simpatía. Su iiltima voluntad quedó escrita en un instante: todo para Marieta. Hecho esto, bebió un segundo vaso de champaña. — ¡ P o b r e Marieta! decíase. Estaba muy triste la última vez que la vi. Su tutor, que del mundo no conoce más que su clase de instrumentos de viento en el Conservatorio, no ha tenido empacho en prometer su mano á un pedazo de bárbaro, á una especie de espadachín á quien ella detesta. Y le detesta tanto más cuanto que ama á otro, si es que he comprendido bien sus confidencias llenas de reticencias y reparos. íQuién es ese feliz mortal? Lo ignoro, pero indudablemente es digno de ella cuando ella lo ha elegido. Buena, dulce, bella y cariñosa, Marieta merece el ideal de los maridos. ¡Ah!... esa es la mujer que me convendría, sí... Es una infamia obligar por la fuerza; es sacrificar su vida al conñar tal tesoro á un bruto. Pero ¿por qué no he de ser el caballero de .Marieta? Ya está dicho, y desde mañana t e m p r a n o . . . Pero mañana ya no alcanzará el tiempo; es preciso obrar hoy mismo. La hora es algo intempestiva para visitar á las gentes; pero cuando considero que dentro de cinco horas habré muerto, me cuido tanto de las conveniencias como de esto. ¡Manos á la obra! ¡mi vida para Marieta! II. Las cuatro de la mañana eran cuando Anatolio llamaba á la puerta del señor Bouvard, tutor de Marieta. Sonó la campanilla una y otra vez, y á la tercera tiró del cordón como quien trata de romperlo. Al fin el señor Bouvard en p e r s o n a , todo alarmado, acudió á abrir, en paños menores y con gorro de dormir en la cabeza. —cSe quema la casa? —No, querido señor Bouvard, dijo Anatolio. Es una visita. — ¡A esta hora! — T o d a s las horas son buenas para mí en tratándose de ver á usted; pero está usted algo ligero de ropas, señor Bouvard. Vuelva usted á acostarse. — E s o es lo que hago. Pero supongo, caballero, que para venir á causarme tal molestia tendrá usted algo muy importante que decirme. — ¡Importantísimo! Señor Bouvard, es preciso que renuncie usted á casar á mi prima Marieta con el señor Capdenac. — ¡Jamás, caballero, jamás! —No se debe decir ni jamás ni siempre. — Caballero, mi resolución es irrevocable. Ese matrimonio ha de hacerse. — ¡No se hará! — E s o lo veremos. Y ahora que ya conoce usted mi respuesta, caballero, no detengo á usted. — E s o es muy poco amable; pero yo, que soy tan bueno como tenaz, señor Bouvard, no me enojo por el procedimiento de usted y me quedo. — Quédese usted, si quiere; yo le considero como ido y no le hablo más. Y el señor Bouvard se volteó del lado de la pared, refunfuñando: —cllabráse visto? Molestará un hombre pacífico y turbar su sueño para decirle semejantes pamplinas. f>e repente el señor Bouvard dio un salto en su lecho. Anatolio acababa de tomar el trombón del profesor y soplaba en él como un sordo oprimiendo rabiosamente los registros. Infernales sonidos salían del instrumento. — ¡.Mi trombón de honor, regalo de mis discípulos! ¡Deje usted ese instrumento, caballero! — Señor, respondió Anatolio, usted me considera como ¡do, yo considero á usted como ausente, y me distraigo esperando su vuelta. ¡Cruac, cruac...! ¡Diablo! ¡Qué hermosa nota! —Va á hacer usted que me despidan de la casa. Mi casero no tolera el trombón después de media noche. — Seguramente ese hombre no es aficionado á la música. Y arrancó al trombón tres ó cuatro estridentes lamentos. — Por favor, no siga usted. —¿Consiente usted? —cEn qué? — En renunciar al matrimonio. — P e r o , señor, no puedo hacer eso. — Entonces... Nuevo gemido del trombón. — ¡El señor Capdenac es un hombre terrible! Si le hago semejante afrenta me matará. —¿Y esa razón es la que detiene á usted? —Detendría á cualquiera. •—En ese caso, déjeme usted obrar; júreme solamente que si obtengo el desistimiento del señor Capdenac, mi prima será libre. — S í , señor, será libre. — ¡Bravo! cuento con la palabra de usted. Permítame que me retire. A propósito ¿dónde vive ese Capdenac? —Calle de las Dos Espadas, núm. 100. —Corro allá. Hasta luego. — V é , vé, dijo Bouvard para sí; vas á m e terte en la guarida del león y recibirás la lección que mereces. III. Anatolio se dirigió á toda prisa á la habitación indicada. Cuando llegó serían ya las seis de la m a ñ a n a . —Dilin, dilín, dilín, dilín. 647 —¿Quién hay? dijo una voz ronca, al otro lado de la puerta. — A b r a usted. Se trata de un asunto gravísimo referente al señorL3ouvard. Oyóse el ruido de una cadena de seguridad que desenganchaban y de una llave con la que abrían sucesivamente tres cerraduras. — -Vaya un hombre bien encerrado, pensó Anatolio. Al tin se abrió la puerta, y Anatolio se halló en presencia de un señor de bigotes de garfio, que por vestido de dormir llevaba un traje de sala de armas. —Y'a usted ve, siempre listo. Esa es mi divisa. Las paredes de la antecámara estaban literalmente cubiertas de panoplias. En el saloncito en donde Capdenac introdujo á su visitante, no se veían más que armas: yataganes, flechas envenenadas, sables, espadas de una y dos manos, pistolas, arcabuces: un verdadero arsenal. Allí había con que dar pavor á un alma tímida. —¡Bah! díjose Anatolio. ¿Qué arriesgo yo? ¡Cuando más dos horas y media! Vamos allá. —Caballero, dijo Capdenac, ¿puedo saber...? —Caballero, respondió Anatolio, ¿usted quiere casarse con Marieta? — Sí, señor. — Pues bien, caballero, no se casará usted con ella. — ¡Rayos! ¡Mil bombas! ¿Quién me lo impedirá? —¡Yo! Capdenac examinó con la vista á Anatolio, que no era muy grande de cuerpo, pero que le pareció muy decidido. — ¡Ah, joven! dijo al fin. Tiene usted la suerte de encontrarme en uno de mis ratos de buenas. Aprovéchelo usted. Póngase en salvo cuando es tiempo todavía; si no, no respondo de sus días. —Ni yo de los de usted. — ¡Un desafío! ¡A mí! W Capdenac! Sepa usted que me he balido veinte veces y he tenido la desgracia de matar á cinco de mis adversarios y de herir á los otros quince. La juventud de usted me inspira lástima. Por última vez, retírese usted. —Veo, dijo Anatolio, por lo bien dispuestas que tiene usted sus armas, que es usted un adversario digno de mí y esto aumenta mi deseo de medirme con tan temible varón. Veamos. ¿Tomamos aquellas dos espadas que están junto á la chimenea? ¿ó esas dos hachas de abordaje? ¿ó los dos sables de caballería? ¿qué le parecen á usted estos curvos yataganes?... Pero, ¿qué hace usted que no se decide? —Estoy pensando en la madre de usted y en su próximo dolor. —Ya no la tengo. ¿Prefiere usted la carabina, la pistola, el revólver? — Joven, no juege usted con armas de fuego. —¿Es que tiene usted miedo? Está usted temblando. •—¡Temblar yo! es de frío. —Entonces bátase usted ó renuncie á la mano de Marieta. —Me gusta la bravura de usted. Los valientes han nacido para entenderse. ¿Quiere usted que le confiese una cosa? —Hable usted. —Ya hace algún tiempo que me proponía romper ese matrimonio; pero no sabía cómo componérmelas para ello. Consentiría, pues, de muy buena voluntad en lo que usted desea; pero usted comprenderá que yo, Capdenac, no puedo aparecer como cediendo á las amenazas, pues usted me las ha hecho. —Las retiro. —Entonces todo está arreglado. —¿Quisiera usted escribir y firmar su r e nuncia? — Siento por usted tanta simpatía, que nada puedo rehusarle. SAN FRANCISCO DE ASÍS. STA. ISABEL DE^ARAGON, REINA DE PORTUGAL. BEATO JOSÉ ORIOL. Escultura de Pablo Carbonell. De fotografía directa del señor Sala. Escultura de Pablo Carbonell. De fotografía directa del señor Sala. Escultura de J. B. Alentorn. De fotografía directa del señor Sala. SAN SEBASTIÁN. SANTA MARÍA DE CERVELLÓ. SAN RAMÓN DE PENYAFORT. Escultura del señor Atché. De fotografía directa del señor Sala. Escultura de J. B. Alentorn. De fotografía directa del señor Sala. Escultura de J. B. Alentara. De fotografía directa del señor Sala. LA ILUSTRACIÓN. EXCMO. SR. D. FRANCISCO D E P . R I U S Y T A U L E T . P R I M E R M A R Q U É S DE O L É R D O L A . v EL i'ii DE SETIEMBRE DE Is'i DE Suplemento al número 519. FOTOGRAFÍA DE D. J U A N MARTÍ. LUÍS TASSO, editor. :n Cu 3 > en H ' o BARCELONA: NUEVA FACHADA DE LA CATEDRAL. D E FOTOGRAFÍA DE LOS SEÑORES JOARIZTI Y MARIEZCURRENA. 650 Provisto del preciso papel, Anatolio corrió á casa del señor L5ouvard. Llegó á la puerta de éste á eso de las ocho de la mañana. — Dilín, dilín. —cQuién es? —Anatolio. — ¡Vaya usted á acostarse! gritó furiosamente el profesor. —Traigo el desistimiento de Capdenac. Abra usted ó derribo la puerta. El señor Bouvard abrió. Anatolio le entregó el papel y fué á tocar á la puerta del cuarto de Marieta, gritando: — P r i m a , levántate, vístete pronto y ven acá. f^ocos instantes después Marieta, fresca como la aurora, llegó al saloncito. —cQué ocurre? —Ocurre, dijo el señor Bouvard, que el primo de usted está loco. — ¡Loco! dijo Anatolio; enhorabuena, pero Marieta reconocerá que mi locura tiene su lado bueno. De anoche acá, querida primita, he conseguido dos cosas: Capdenac renuncia á tu mano, y tu excelente tutor consiente en que cases con el que amas. — i D e veras, querido tutor..? cConsiente u s ted en que me case con Anatolio? — ICómo!... dijo Anatolio. — P o r q u e te amo, primo. En este momento Anatolio sintió palpitar violentamente su corazón. ¿Sería aquello efecto del placer que le causaba la inesperada confesión de Marieta? cSería la opresión predicha por el doctor? ¿Sería la muerte...? —i Desgraciado de mí! exclamó el pobre mozo. Me a m a . . . Casi toco la felicidad, y voy á morir sin alcanzarla... Pintonees, tomando febrilmente las manos de .Marieta, le contó todo: la carta recibida, la flor aspirada, el pronóstico de su viejo amigo, el testamento, los pasos que había dado y los éxitos que había obtenido. — Y ahora, añadió, ¡voy á morir! — ¡Pero eso no puede ser¡ dijo Marieta Ese médico se engaña. cQuién es él? — U n hombre que nunca se equivoca, Marieta; el doctor Bardáis. — ¡Bardáis! ¡Bardáis! dijo de pronto Bouvard soltando una carcajada. Oigan ustedes lo que dice un periódico que acabo de recibir: «El sabio doctor Bardáis ha sido atacado de enajenación mental. La demencia de que adolece tiene el carácter científico. Sabido es que; el doctor se ocupa especialmente en el estudio de las sustancias venenosas; pues bien, hoy cree que todas las personas que encuentra están emponzoñadas, y las persuade de ello. .Anoche, á las doce, le trasportaron á casa del doctor Blanche.» —¡Marieta! — ¡Anatolio! Y los dos jóvenes cayeron el uno en brazos del otro. La luna de la velada. El reloj de la torre vecina ha dado lentamente las campanadas de la media noche. Mi lámpara, ya casi apagada, baña á veces los objetos que me rodean con luz azulada y trémula; se ha extinguido y no alumbrará más: su llama vive... intenta elevarse y espira; ¡así lucha la esperanza con un destino implacable! Buscamos á Dios en la soledad, porque lo que tenemos de divino se deleita allí con nuestros pensamientos; juega con las flores, las brisas y las aguas; se extasía contemplando elcielo. Amamos el silencio, porque donde él impera, el alma reina; porque allí, libre ella del ruido y de las miradas del mundo, recibe nuestras caricias como la esposa que por vez primera se LA ILUSTRACIÓN. atreve á reclinar su cabeza en nuestro pecho, suspirando por un amor inmortal, Cuando en medio del desierto, bajo el lujoso pabellón de la noche, se pone oído atento á los vagos rumores de la selva cercana, escuchamos á la soledad, que alienta, y al silencio que se cierne sobre ella en las tinieblas, agitando con sus alas, brisas impregnadas de aromas. Cuando la luna llena se levanta sobre las cumbres puntiagudas y negras que sombrean el valle donde nací, y dora con luz macilenta las móviles y altas techumbres de los bosques de palmeras, que se elevan ó inclinan sobre los collados de vegas ignotas como floreros inmensos, el viento suspira en sus follajes; el río juncoso sin linfas ni murmullos, refleja todo el esplendor del cielo; los buitres sacuden sus plumajes y graznan en las espesuras y las palomas gimen. Es que la soledad ha despertado, llocos momentos después no se oye ya ni el vuelo de una hoja: el silencio ha descendido sobre la selva y la soledad duerme de nuevo bajo sus alas y sus besos. ¡Desiertos amados! csé que me esperáis y tardo? ¡ \ o c h e de paz y deliciosos delirios, por qué placeres os he desdeñado! Un rayo de la luna avanza temeroso en medio de.la oscuridad de mi estancia, lívido como los primeros resplandores de una aurora de invierno. ¡Cuan lentamente, cuan silenciosa y triste recorre ella ahora esa bó\'eda inmensa de ceniciento azul! ¡Qué de maternales besos é infantiles alegrías trae á mi memoria! ¡Qué de los castos deleites y lágrimas de un amor primero! ¡Recuerdos de un adiós y un último beso, humedecido por el llanto de esos ojos que por mí tanto han llorad o ! ¡ Cuántos ensueños de gloria en vano perseguidos! ¿Qué habla á mi corazón de una tumba solitaria y sin sombra, en medio de una llanura que cubren aromas y zarzales? ¡Ya lo sé! Sobre la campiñita que avanza, rodeada de umbrosas ceibas y florecidos naranjos, hasta la gradería de la casa paterna, estaban esparcidos y deshojados nuestros ramilletes de rosas y albahacas. Una preciosa niña de blanco y vaporoso traje, de talle fino é inquieto, suelta la hermosa cabellera, busca á tientas, porque está vendada, un distraído á quien aprisionar, entre los niños que la rodean riendo y cantando. La veo en este instante; la he desatado la venda al entregármele prisionero, y ella se sonríe dulcemente; arréglase los cabellos y me mira con sus húmedos y negros ojos, antes de cubrir los míos con un pañuelo de batista. Los retozos infantiles cansan al fin á la bulliciosa turba. Reclinado en el regazo materno, manos que se dejan asir para que yo las bese, juegan con mis cabellos. La apacible luz de la luna ha reemplazado la de los arreboles de ópalo y oro. Algunas aves desbandadas, que atraviesan el horizonte con pausado vuelo, se destacan sobre los últimos resplandores del ocaso y desaparecen tras de los bosques lejanos de pisamos. A distancia y á ratos ss oyen cantares campesinos, cuyos acentos tristes y monótonos, lleva el viento, vuelve á traer y torna á llevar. Un caballero se acerca á la gradería y se apea con destreza. Viste de blanco, lleva botas hasta la rodilla v calza espuelas de plata. Los niños corremos á rodearlo, impidiéndole andar: los perros le agasajan y aullan de alegría: ha tomado del regazo de mi madre al más pequeño de mis hermanos y le liaco caballo en una de las rodillas: yo me afano inútilmente por disputarle á Pedro, el paje mimado, el honor de desabrocharle las espuelas á su amo. Es mi padre. Los labriegos, que tanto le amaron, cuentan haber oido sus pasos en esos pobres hogares que visitó, remediando miserias: y m e l l a n referido que escuchan aquella voz armoniosa, en N.» 519 los campos que él cultivó, cuando la luna ilumina noches calladas. Yo le he llamado el día de supremo infortunio; ¡aunque sé que vela por mí, nunca responde! ¡Amor mío, amor primero de mi corazón! Sólo me quedan de tí recuerdos que evoco temeroso, y esa luna, confidente antes amable de nuestras tristezas y alegrías que ella olvidó ya. Aun está sobre mi pecho el calor de esa cabeza destrenzada; aun oigo los acentos articulados de sus labios, todavía siento gotear sobre mis manos sus lágrimas ardientes, las veo r o dar de sus ojos, velados por el pudor, abrillantados por tu luz, ¡oh luna que tanto a m ó . . . ! iPobre l'ciiza! Si con lágrimas pudiera saciarse esta sed que devora mi alma, si con lágrimas luyas debías comprar mi corazón, ¿quién se atrevería á disputártelo? Y hay instantes en que te pertenece entero. Esa impalpable rival que te lo roba, es menos amorosa que tú. Esta visión querida, que me hace alejar de tí, acabará por vengarte de los momentos de mi criminal desamor. No la temas cuando velo á tu l a J o , y las caricias de nuestros hijos me hacen olvidar crueles y p a sados infortunios. Pero cuando en horas avanzadas de la noche, entras con pasos quedos á la estancia en que trabajo, á la luz de una rústica lámpara, cuyos resplandores amortiguan los rayos de la luna naciente: cuando te acercas y mis oídos no te oyen ni mis ojos te buscan... llora y perdona porque mi corazón te es infiel y tu rival es la gloria. Si pudieras visitar un instante lo que lejos de tí llamo mi hogar, compadecerías al mismo que llamas y que tarda en volver. Ahora me rodea un silencio espantoso: esa misma luz que penetraba, há diez años, en nuestra cámara n u p cial, viene como á buscar aquí á tu esposo amante de otros días y no haya flores ni cortinajes vistosos. Un acento de tu agasajadora voz, el aroma de tus vestidos, harían volver la alegría á mi corazón, que más tarde en vano procurarás despertar, porque permanecerá sordo y frío, muerto bajo tu frente. Y tal vez llegará un día en que busques, entre otros sepulcros, un sepulcro sin nombre, y gentes extrañas te mostrarán el mío! Habíale entonces de mi amor ¡oh luna! Habíale de las noches en que ayudado por tu luz descendía yo de las alturas de San Antonio al pequeño valle sembrado de sauces donde blanqueaba la perfumada mansión á cuya puerta me esperó anhelosa tantas veces. Habíale de las tardes en que reclinaba mi cabeza sobre su hombro, oyendo los gemidos del viento en los peñascos y los sollozos del Cali, mientras seííuía mis ojos sus corrientes azules en la verde vega del Peñón, plateando á lo lejos al serpentear en el confin de la llanura. Habíale de nuestro último adiós... y del último beso mío que enjugó sus lágrimas. Ahora la llanura está solitaria: el viento sacudirá los arómales resecos, exparciendo en los gramales hojas muertas. ¿Dónde estará la tumba que mi alma busca allí? Nunca hollaron mis pies los zarzales que la rodean; no ha h u m e d e cido ese polvo una lágrima mía. Mis labios no tocaron ya helada esa mano cariñosa que meció mi cuna. .Mi acento no llegó á los oídos de esa madre amorosa, cuando la rodeaban algunos de sus hijos, esperando un adiós y una bendición que yo no merecí. ¡.Mis ojos la lloraron tarde! ¿Era, pues, de esos dolores de los que me vinoá hablar un rayo de tu luz, solitaria viajera del cielo? Mucho tiempo hacía que contemplándote no brotaba de mis ojos tan copioso lloro. ¡Permita Dios que ellos se cierren para siempre antes que se haya secado sobre mi corazón la última lágrima. JoriGE IsAACS. {Colombi.ino.) N.° 519 Dos palomitas sin hiél. Doña Catalina de (>hávez, era la viudita más apetitosa de ("huquisaca. Rubia como un caramelo, con una boquita de guinda y unos ojos, que más que ojos eran alguaciles que cautivaban al prójimo. Suma y sigue. Veintidós años muy frescos, y un fortunón en casas y haciendas de pan llevar. Háganse ustedes cargo si, con sumandos tales, habría pocos aritinéticos cristianamente encalabrinados' en realizar la operación, y en que nuestra viuda cambiase las tocas por las galas de novia. Pero así como no hay cielo sin nubes, no hay belleza tan perfecta que no tenga su defectillo; y el de doña Catalina era el tener dislocada una pierna, lo que al andar le daba aire de goleta balanceada por mar boba. Como diz que el amor es ciego, los aspirantes desesperanzados afirmaban que aquella cojera era una cojera graciosa y que constituía un hechizo más en la dama que los que tenía por almudes, y para dar y prestar, á lo que, como la despechada zorra que no alcanzó el racimo, contestaban los galanes desahuciados: Si hasta la que no cojea de vez en cuando falsea, y pega unos tropezones... concordadme estas razones. A pesar de todo, era mi señora doña Catalina una de las reinas de la moda; y no digo la reina, porque habitaba también en la ciudad doña Francisca Marmolejo, esposa de don P e dro de Andrade, caballero del hábito de Santiago y de la casa y familia de los condes de Lemus. Doña Francisca, aunque menos joven que doña Catalina, y de opuesto tipo, pues era morena como Cristo, nuestro bien, era igualmente hermosa y vestía con idéntica elegancia: porque á ambas las traían trajes y adornos, no desde París, pero desde Lima, que era entonces el cogollito del buen gusto. Hija de un minero de Potosí, llevó al matrimonio una dote de medio millón de pesos ensayados, sin que faltara por eso quien tildara de roñoso al suegro, comparándolo con otros que, según el cronista Martínez Vela, daban dos ó tres milloncejos á cada muchacha, al casarlas con hidalgos sin blanca, pero provistos de pergaminos, que la gran aspiración de los mineros era comprar para sus hijas maridos titulados y del riñon de Asturias y Galicia, que eran los de la nobleza más acuartelada. El diablo, que en todo mete la cola, hizo que doña Francisca tuviera aviso de que su dichoso marido era uno de los infinitos que hacían la corte á la viuda, y el comején de los celos empezó á labrar en su corazón, conio polilla en pergamino. En guarda de la verdad y á fuer de honrado tradicionista, debo también consignar que doña Catalina encontraba en el de Andrade olor no á palillo, que es perfume de solteros, sino á papel quemado, y maldito el caso que hacía de sus requiebros. Al principio la rivalidad entre las dos señoras no pasó de competir en lujo; pero constantes chismecillos de villorrio llegaron á producir completa ruptura de hostilidades. En el estrado de doña h'rancisca se desollaba á la Caluja, y en el salón de doña Catalina á la 'Pancha como parche de tambor. En esta condición de ánimo, los encontró el jueves santo de 1616. El monumento del templo de San Francisco estaba adornado con mucho primor, y allí se había congregado toda la sociedad de Chuquisaca. Por supuesto, que en el paso de la cena y en el del prendimiento figuraban el rubio | u d a s , LA ILUSTRACIÓN. con un ají en la boca, y los sayones de renegrido rostro. Apoyadas en la balaustrada que servía de barra al monumento, encontráronse á las seis de la tarde, nuestras dos heroínas. Empezaron por medirse de arriba abajo y esgrimir los ojos como si fuesen puñales buidos. Luego, á guisa de guerrillas, cambiaron toses y sonrisas despreciativas, y adelantando la escaramuza, se pusieron á cuchichear con sus dueñas. Doña l'Vancisca se resolvió á comprometer batalla en toda la línea y simulando hablar con su dueña, dijo en voz alta: —Xo pueden negar las cÁtiiis (rubias) que descienden de Judas, y por eso son tan traicioneras. Doña Catalina no quiso dejar sin respuesta el cañonazo, y contestó: —Ni las cholas que penden de los sayones judíos, y por eso tienen la cara tan ahumada como el alma. —Calle la coja Zaramullo, que ninguna señora se rebaja á hablar con ella, replicó doña Francisca. ¡Zapateta! (Coja dijiste!'' ¡téngame Dios de su mano! La nerviosa viudita dcjij caer la m a n tilla y, uñas en ristre, ss lanzó sobre su rival. Esta resistió con serenidad la furiosa embestida y, abrazándose con doña L'atalina, la hizo perder el equilibrio y besar el suelo. En seguida se descalzó e! diminuto chapín, levantó, las enaguas de la caída, poiÚLodo á especiación publica los promontorios occidentales, y la plantó tres soberbios zapatazos, dicicndola: — toma, cochina, para que aprendas á respetar á quien es más persona que tú. Todo aquello pasó, como se dice, en un abrir y cerrar los ojos, con grande escándalo y gritería de la multitud reunida en el templo. Arremolináronse las mujeres y hubo más cacareo que en corral de gallinas. Las amigas de las contendientes lograron con mil esfuerzos separarlas y llevarse á doña Catalina. No hubo lágrimas ni soponcios, sino injuria y más injuria, lo que me prueba que las hembras de Chuquisaca tienen bien puestos -los menudillos. Mientras tanto, los varones acudían á informarse del suceso, y en el atrio de la iglesia se dividieron en grupos. Los partidarios de la rubia estaban en m a yoría. Doña Francisca, temiendo de éstos un estrago, no se atrevió á salir de la iglesia, hasta que, á las ocho de la noche, vino su marido con el corregidor don Rafael Ortiz de Sotomayor, caballero de la orden de jMalta, y una jauría de ministriles para escoltarle hasta su casa. Aproximábanse á la plaza mayor, cuando el choque de espadas y la algazara de una pendencia entre los amigos de la rubia y la morena, puso al corregidor en el compromiso de ir con sus corchetes á meter paz, abandonando la custodia de la dama. Los curiosos corrían en dirección á la plaza, y apenas podía caminar doña Francisca apoyada en el brazo de su marido. En este baruUópolis, un indio pasó á todo correr y, al enfilar con la señora, levantó el brazo armado de una navaja é hízola en la cara un chirlo como una Z, cortándole mejilla, nariz y barba. En la oscuridad, tropel y confusión, se volvió humo el infame corta-rostro. R. P . (Peruano.) La familia. Si en el mundo es posible encontrar la felicidad, si lo que llamamos dicha es una realidad y no una sombra que en vano queremos alcan- 651 zar, sólo puede hallarse en el seno de la familia. VA hombre, en busca de la dicha y aguijoneado por ese sentimiento que tanto le inquieta, se lanza presuroso á la sociedad; la recorre con ansia y, creyendo divisar á cada instante lo que tanto anhela, halla el camino llano y sin dificultades; á cada paso encuentra manos que estrechan con fuerza la suya, amigos que le proporcionan ratos de placer, mujeres que con sólo una de sus miradas hacen palpitar su candido corazón; por todas partes la riqueza lo deslumhra, la hermosura lo seduce, la adulación lo envanece. Más tarde, cuando el desengaño arranca la venda que cubría sus ojos, sale de su delirio, se detiene y permanece inmóvil por un m o mento, aprieta la mano y la encuentra vacia, la lleva sobre su corazón y lo halla flotando en un océano de amargura, lleno de pesares y atormentado por tristes recuerdos; vuelve la vista hacia atrás, recorre el camino que había atravesado, y ya no lo encuentra alfombrado sino pedregoso; reconoce que por flores cogió espinas, que confundió la amistad con el interés, el amor con el deleite, la lealtad con el engaño, y que el lujo, la adulación y la vanidad forman el velo con que el vicio oculta su deformidad. Vuelve entonces el hombre con el corazón destrozado a! lado de su familia, cy qué halla? O una madre que al comprender que el corazón de su hijo destila el veneno de la v e n g a n za, le recuerda llena de ternura, los santos preceptos de la religión que ella le inculcó desde temprano para enseñarle á perdonar y á tener resignación en la desgracia; ó bien á una esposa afectuosa que le estrecha entre sus brazos, que lo llena de caricias y que con su irresis-tibie dulzura corre, en compañía de sus hijos, á curar las heridas que afligen al dueño de su vida. En el seno de la familia el hombre encuentra sosiego, amistad verdadera, amor sin engaño; quien sonría á su lado en los momentos de gozo, quien lo consuele y enjugue sus lágrimas si el pesar le agobia. De allí huye el egoísmo, la perfidia y la traición; todo sentimiento es puro, todo afecto sincero; la vida es grata, el corazón encuentra descanso y delicias el alma. Dios quiso manifestar su infinita sabiduría y formó el firmamento; quiso ostentar su g r a n deza y dio al hombre corazón, que es el firmamento de los afectos. Formó el espacio para exhibir su orden admirable, ese equilibrio m a r a villoso, esa armonía incomprensible, ese conjunto bello que nos hace inclinar la cabeza y reconocer nuestra pequenez; dio al hombre familia para hacerle sentir esos afectos íntimos, intensos y delicados que lo ennoblecen, que lo hacen digno, que lo perfeccionan y que hacen hincar al alma y la ponen en comunicación con su Dios. Al contemplar la creación se admira al Ser Supremo; al saborear las dulces emociones que en el seno de la familia brotan del corazón, se le bendice, se le ensalza, se le glorifica. El sabio que examina las leyes divinas rinde homenaje á Dios; el filósofo que presencia una de esas escenas de familia en que el sentimiento se ostenta con toda su pureza, con todos sus encantos, le dirige fervorosas alabanzas. Cada familia es un templo en donde se adora con vehemencia al Creador, y en el cual cada corazón es un brasero en donde el alma, de rodillas, quema el incienso con que solemniza el culto que rinde á su bienhechor. Del seno de la familia nace el hombre virtuoso, la esposa tierna y fiel, el amigo sincero, el compañero leal. De una familia religiosa es difícil que salga un bandido, así como de un rebaño no puede nacer una pantera. Bajo la influencia de una atmó-sfera fresca y pura, la vegetación es nca y vigorosa, la vida N. 5 9 LA ILUvSTRACION. 6.5-' BARCELONA: VERJA DE l'NA DE LAS CAPILLAS DEL CLAUSTRO. BARCELONA: INTERIOR DEL CLAUSTRO. ÜARCELONA: CLAUSTRO DE LA CATEDRAL. BARCELONA: ÁBSIDE DE LA CATEDRAL. D E FOTOGRAFÍAS DIRECTAS DE LOS SEÑORES JOARIZTI Y MARIEZCURRENA. N.» 519 LA ILUSTRACIÓN. fácil y agradable; bajo la sombra de una familia cristiana, toda virtud florece y todo bien fructifica. Al través de un cielo sereno y trasparente divisa el alma la mansión del justo; en el seno de una familia sensible y afectuosa encuentra el corazón la dicha que Dios concedió al h o m bre en el m u n d o . Hay escenas de familia en que el alma derrama lágrimas de placer, y en las que, El hombre que se ha formado fuera del h o gar, sin la inmediata inspección de sus padres, no puede ser buen hijo, y quien no es buen hijo, no puede ser ni buen padre, ni buen esposo, ni buen amigo. í P o d r á desear más sobre la tierra el hombre que en su niñez reciba los exquisitos cuidados de una madre, los consejos de un padre afectuoso y los abrazos de hermanos queridos; que en su juventud, la época de las ilusiones y BARCELONA: PUERTA DEL CLAUSTRO. teniendo el corazón por altar, entona cánticos de gratitud dirigidos al que le brinda tantos beneficios. La familia es la mansión del sentimiento, el depósito de las tiernas emociones, un tesoro de encantos y de gratos afectos. La familia es el oasis del corazón y el paraíso del alma. La vida del hombre sin familia está llena de pesares, de hastío y de aburrimiento; es la ausencia de todo sentimiento puro y de todo afecto duradero; es un desierto insoportable que aniquila y anonada al espíritii. Quien no tiene familia llega fácilmente al suicidio. 653 DE FOTOGRAFÍA DIRECTA DE LOS Solo, como la palma del desierto; mudo, como la sombra del abismo; triste, como la noche del recuerdo; vago, como la sombra del vacío; árbol sin hojas, astro caído, tal era el hombre en el primer mañana, sonámbulo del sueño del destino. SESORES JOARIZTI cuando el corazón está repleto de esperanzas, encuentra una esposa virtuosa y adorada; y que en su vejez se halla rodeado de hijos d ó c i ' les, obedientes y respetuosos) De la cuna á la tumba el camino es corto, pero penoso. Hay mil escollos que vencer y mil abismos que evitar; por todas partes el engaño se presenta enmascarado, y debajo de las más bellas flores suele hallarse una serpiente. Al lado de la familia las dificultades disminuyen; lejos de ella llegan á ser insuperables. ABELARDO. La mujer. Y MARIEZCURRENA. Efluvios de la luz fecundadora, aroma de los gérmenes divinos, estrofas de dulcísimas salmodias, rumores de los bosques y los ríos, coro inefable de inmensos himnos como un presentimiento de su gloria brotaba al rededor de su camino. La bruma vagorosa de los mares, el hálito flotante del rocío, el humo abrasador de los volcanes, los reflejos del éter encendido, eran la mirra LA ILUSTRACIÓN. 654 del regocijo que en el gran incensario del espacio quemaba el universo agradecido. Los mundos palpitaban de alborozo girando sin cesar en el vacío; los cielos azulados sonreían con la casta sonrisa de los niños. ¡I lora suprema! ¡santo delirio! La tierra era la virgen desposada, y el sol brillante su nupcial anillo, Y solo, como el árbol del desierto, mudo como la boca del abismo, triste como el silencio que precede á la hora suprema del martirio, roca gigante, de un mar bravio, el hombre se inclinaba silencioso, ante tanta grandeza confundido. La semilla caída de la planta, los metales que el fuego derretía, las estrellas, eternas mariposas volando en torno de la luz divina; todo temblaba de amor herido; sólo el hombre los labios calcinados, no mojaba en la copa de la vida. Los vientos celebraban sus amores besando al océano en la mejilla; las aves se decían sus secretos volando por la selva florecida: la luz fecundadora de la eterna vida, inundaba los mundos virginales como ola de celeste melodía. Los astros al girar en el espacio, ardiendo de amoroso desvarío, le enviaban con un ósculo de fuego, de sus estraiias el caliente fluido: y el hombre mudo como el vacío, no entendía el lenguaje de las almas, arropado en la sombra de sí mismo. Dios estaba inclinado hacia la tierra oyendo la plegaria de los orbes, contemplando en el vidrio de los mares, de su aureola de luz los resplandores. Lna lágrima ardiente, cristalina, se desprendió de su pupila entonces: gota fecunda, de fecunda vida, que refractó la lumbre de los soles. La tierra abrió los sudorientos labios. entreabrieron sus peHalos las llores, y aquella gola de la eterna aurora fué un h-so de celestes bendiciones. Y el hombre, mudo, solitario, triste, sintii) el fuego de mágica fruición y vil') que de su sombra se elevaba una llama de tibio resplandor. Era un soplo del genio de la vida, era un rayo de tierna inspiración, el perfume inmortal de la esperanza la rima de la luz y del amor. Lra Eva. la sonrisa de los cielos, la nota musical de una oración, la mujer, el compendio de lo bello, ila hija de una lágrima de Dios! Y el hombre mudo, solitario, triste, balbuceó un himno de celeste amor, y exhaló sus cadencias más sublimes el arpa colosal de la creación... ( )l IJ.AUIO \ ' . ,'\\l,K,iDK, {.Ar>;eiltiiio.J I^A CATF.DRAI, DE BARCELONA. Difícil y laboriosa tarea seria para nosotros escribir la historia de nuestra Basílica, no sólo por las trasformaciones y reformas que ha sufrido desde que la erigió en catedral la piedad del conde soberano Ramón lícrenguer el Viejo en [ 058, mas también por los interesantes acontecimientos y solemnes ceremonias que se han celebrado bajo sus majestuosas bóvedas, y por las bellezas y preciosidades de todo genero que atesora, espléndidas manifestaciones de las creaciones artísticas de las pasadas centurias. Pai-acllo sería menester una extensa monografía, pues como todas las construcciones religiosas, hállase confundido el concepto que persiguieron las sociedades de los tiempos medios: las creencias y la nacionalidad, liemos, pues, de limit;r.ios á dar una.somcia noticia de cuanto más notable existe en ella, aprovechando para ello la ocasión que nos ofrece la construcción de su fachada. La fábrica antigua, ó sea la primitiva Basílica, ensanchóse en 1173 por la paite del ábside, en \ista del aumento de población y de la creciente importancia de la ciudad, continuando las mejoi'as con nuevas construcciones, ya unido el templo á la residencia episcopal ó segregado de ella, hasta el i." de mayo de 120Q, en que se comenzó la catedral tal cual hoy existe, sin que cesara por eso el servicio divino en el antiguo templo, que quedíj denlrcj de la nueva obra y que fué paulatinamente derribándose á compás que adelantaba la nueva edificación. Hállase eiigidala catedral en la parle más alta de la ciudad, subiéndose á su atrio por una ancha escalinata. La antigua fachada consistía en una pared feamente desnuda é inC! mpleta tal cual la dejaron los artífices del si^:.;lo XV, y tan sin importancia y despi'ovista de toda belleza, que por ella no era posible colegir la grandeza y suntuosidad del templo. Sus atrevidas ojivas, robustas y esbeltas columnas, cresterías, admirables calados, doseletes y cuanto pudo soñar la genialidad de los artífices del siglo XV admírase esculpido en la piedra, en los mármoles de los sepulcros, tallado en las sillas del coro ó forjado en las verjas y herrajes. Ln cuanto á la fachada antigua, las últimas obras realizadas en ella debLinse al buen celo y desprendimiento del obispo D. b'rancisco Sapera, fallecido el 17 de noviembre de 1430, continuándolas, con notables interrupciones, su sucesor D. Jaime Geraldo, hasta que en 1.156 paralizáronse por completo. Cierto es que el obispo Guillermo de Cassador intentó, en i 5O.4, continuar la obra emprendida por sua anteceKúi'cs; pero sus csfuei'zos no dieron el resultado que apetecía, á pesar de haber dispuesto que "/•,')! lo hishal de Harccloiia niníiiin sacerdnl pol /[']• esponsalles sciis llisencia deis Obréis de la Scu, ferqiie en altre manera caiirie en malíes fenes.n Tres siglos han tiascurrido desde que este prelado intentó completar la construcción de la Basílica, y aunque la di-^posición dictada para allegar recursos podía hacer esperar en que éstos fuesen de tal cuantía que permitieran dar remate á la edificación, preciso ha sido que un particular tomase á su cargo esta empresa. Ya en 1S64 encaigó 1). .Manuel Girona al arquitecto]). j o s é O . Mestres, quclevanlara los planos detallados de la ubra existente, proyectando sobre ella ima fachada. La ruda oposición de N.-5I9 que fue entonces objeto, obligó al Sr. Girona á ajjlazar la realización de sus deseos, no cejando en su prop()sito hasta que por tjltimo, amparándose en el antiguo pergamino (1) que existia en el archivo de la catedral, y tomando por base lo que estaba ya construido en la parte baja de los cuerpos laterales, dispuso el levantamiento del proyecto de fachada definitiva, que presentó al limo. Obispo de esta diócesis, l)r. D. Jaime ("atalá, en presencia de las autoridades, comprometiéndose á satisfacer los gastos de la construcción. (3btenida la aprobación de la Real Academia de Bellas .Artes de San l-'ernando y del ministerio de Gracia y justicia, confió el Sr. Girona la i-ealización de la obra, en clase de arquitecto, al que ya lo era de la Basílica, D. José O. Mestres, que se ha terminado en el espacio de ^4 meses, siendo de notar que todos los operarios, y cuantos han intervenido en la construcción han sido naturales de Cataluña. Ll cargo de maestro de obras se hallaba confiado á D. [•"rancÍFCo Riera; los canteros estaban bajo la dirección de D. Antonio Fiera, y los picapedreros á las órdenes de D. Manuel Cervera y D. Antonio Vidal. La sección de carpinteiia estuvo á cargo de D. Germán C i m p s , y los escultores de talla trabajaron á las ordenes de los señores Sagúes, Benaset, Deulofeu y Baque. Las obras principales de cerrajeiía encargáronse á D. Jaime \'ila, las verjas de entre contrafuertes á D. Eudaldo Deop, y la central á 1). Antonio Aleara/. En la ejecución de las estatuas han intervenido escultores de merecido renombre, c uno D. Agapito \'allmitjana y Barbany, D. Eduardo B. .Alentorn, f^. Agustín Q u e ro!, D. l"ranci-co Pagés y Serratosa, D. Pablo C;;rbonell, D. Rafael Atché y D. Juan Ivoig. Para la seguridad de ios operarios construyér. nse un andam.iaje verdaderament; notable y aparatos especiales para la elevación de los mateiiales, á cuya circunstancia se debe el q:!e no haya habido que lamentar el menor accident-. <^)ue la obra no se halla, ni de mucho, en ai monía con la importancia y mcritij de la construcción, está fuera de duda; pero aun asi la creemos preferible al frío paredón que antes servía de fachada á !a preciosa joya arquitectónica de nuestra ciudad. l^xc.MO. S K . D . I'^RANCISCO I)F. P . RIIJS Y TAI.'LET, MAliOUlis iJi; Ol.l'jiLlOl.A t El. 2 6 DK S i:TI KAIBR K in.Ti.iio. De fotoj^rafia Marti. direcla de 1). Juan .\ las ocho de la noche del día 26 de setiembre último y cuaiido nadie podía suponer tan fatal desenlace, falleció en su posesión de Ülérdola, el que fué nuestro afectuoso amigo, excelentísimo Sr. D . l'Vancisco de P. Rius y 'i'aulet, primer marqués de Olérdola. Cuando se hallaba en la plena acíi\ idad de su vida, dando muestras de su iniciativa y convirliendo en obra los que antes fueron proyectos, nns complacimos en trazarla biografía de aquel ciudadano de Barcelona, á quien sólo sus propios méritos, su laboriosidad y clara inteligencia elevaron á los más altos cargos. \ todos prefirió la presidencia de nuestro Ayuntamiento, ya que desde ella pudo trasformar nuestra ciudad, mejorándola de tal manera, que ha llegado á colocarse á la altura de las principales capitales de Europa. Todas las reformas y mejoras, todos los monumentos y los proyectos que aun no han podido plantearse, débense al Sr. Rius y 'Laulet, a! que cabe asimismo la gloria de haber logrado realiz:ir la primera ILxposicion Universal española. Mucho podía esperarse todavía de su buen ( I ) V.\ pergamino tiene Ir.s metros de longitud, hallase mallratado por I,L acción del tiempo. |-,ues cuenta másdj cuatrocierilos años y apenas es Inteligible en muehus de sus pornicnore;. LA ILUSTRACIÓN. N.» 519 d e s e o y d e su i n t e r é s p o r la c i u d a d q u e le c o locó en el n ú m e r o d e s u s hijos b e n e m é r i t o s . N o s o t r o s , ajenos á las luchas, de p a r t i d o , tribut a m o s u n r e c u e r d o c a r i ñ o s o al leal a m i g o , al b u e n c i u d a d a n o y al q u e d e s d e la a l c a l d í a de la c i u d a d , s u p o d a r t a n t o l u s t r e á B a r c e l o n a . Inútil es q u e a l g u n o s t r a t e n d e e m p a ñ a r la m e m o r i a del q u e fué t a m b i é n jefe en e s t a l o c a lidad d e u n o d e los p a r t i d o s q u e t u r n a n en la g o b e r n a c i ó n del E s t a d o , p u e s t o q u e t o d o s los espíritus imparciales, los q u e no p u e d e n a n i d a r en su c o r a z ó n la hiél d e la e n v i d i a ni el e n c o n o , h a n de reconocerle cualidades y tributarle un recuerdo de consideración y respeto. I D e s c a n s e en p a z ! "íHL L A rh^-^ ^'' &^ EXTRANJERO. F R A N C I A . — H a aparecido en el Journal Oj'ficicl el decreto d j convocación de las (cámaras; se ha lijado el día 20 del aclual para a n u d a r las larcas legislativas. Kn las primeras sesiones que s j celebren se presentará una interpelación sohre la política general, y otra sobre el boulangerismo. Dicese que el general Boulanger contestará con un tomo cuajado de cartas y de documentos, á las revelaciones hechas recientemente acerca de su conducta. El ex general pretende que se le ha difamado y calumniado, y quiere defenderse. Ahora está trabajando con varios secietarios en la redacción del referido tomo y en la elección de los documentos que deben figurar en ¿\. Se supone que dedicará un capitulo especial á cada uno de los principales personajes políticos franceses, como l'rcycinet, l'louquet, Clcmcnceau, etc., y que no se andará con contemplaciones. Sólo del general depende que la rclerida publicación sea muy curiosa; pero, ¿no querrá tener algún respeto á hombres que, por su parte, deben también tener a r m a s contra él? Añádese que uno de los párrafos más interesantes del mencionado libro será la reseña del célebre incidente Schnojbelé, que estuvo á punto de provocar la guerra con Alemania en 1 8 8 5 . — Algunos periódicos han tomado ijitimamente una iniciativa digna de elogio, llabicndoles llamado la atención el que las fiestas caritativas organizadas con motivo de grandes catástrofes, producen cada día más exiguos resultados, ^ 4 directores de periódicos se han reunido con objeto de deliberar sobre la manera de constituir una caja permanente, con un capital fundamental de 3 millones de francos, que podría r-cibir donativos y legados, que se alimentaría en tiempos ordinarios con sus intereses. Así, en caso de ocurrir calamidades públicas no habría necesidad de dirigir llamamiento especial á la caridad para enviar inmediatamente socorros elicaccs á las víctimas. I.a referida reunión de periodistas se ha adherido á estas indicaciones y ha encargado á una comisión que se aviste con el gobierno con objeto de proceder á su realización. Dicha comisión se ha entrevistado inmediatamente con Al. (.onstans, que se ha mostrado muy satisfecho, y después de haber felicitado á la prensa por su generosa iniciativa, ha prometido todo su apoyo en las (.-amaras. — U n o de los asuntos en que se ocupará la ('amara de los diputados, en cuanto vuelva á reunirse, es el espionajj, á prop(:>s¡to del ex oficial vendido á Alemania y preso en Nancy en el momento en que entregaba á los enemigos de franela los datos que había podido a d q u i r i r sobre el estado de las obras de defensa del Este y sobre los resultados del viaje de inspección del general de Miribel. El crimen es ílag r a n t e , ha sido confesado por el culpado, y la indignación pública pide un castigo ejemplar. Sin embargo, se ha visto con asombro, que la ley sobre el espionaje fué hecha con tanta precipitación y ligereza, que no impone otra pena que la de cinco años de cárcel y 3 , 0 0 0 francos de multa, mientras que el (>ódigo militar ordinario castiga con la pena de muerte delitos muchísimo menos graves. Kl relerido espía continúa en la cárcel de Nancy, incomunicado, no habiéndose expedido todavía orden alguna del ministerio de la d u c r r a respecto del mismo. — E o s proteccionistas se muestran vivamente impresionados en vista del último discurso pronunciado por el ministro de Agricultura, en el cual dio á entender que las medidas encaminadas á la protección de la industria nacional, tenían carácter transitorio. Hablando sobre el particular, dice un periódico proteccionista que los agricultores y los industriales que contaban con el mantenimiento de los derechos protectores, tienen motivo para inquietarse por las palabras del ministro y para pedirle cuenta de ellas por conducto de los representantes de la (Jamara, tan pronto como ésta anude sus sesiones. INCiEA TI'iRRA. — Ea primera conferencia ó asamblea general del Instituto de periodistas ingleses, fundado el año anterior, acaba de inaugurarse en Uirm i n g h a m , y la junta directiva del mismo ha recibido de los más elevados personajes del reino innumerables cartas de felicitación, entre las cuales merecen ser citadas; 1." Una del principe de Gales tributando un homenaje á los grandes servicios que la prensa presta diariamente á la sociedad, y expresando la esperanza de que continuará sus trabajos en lavor de los intereses más importantes del imperio británico. 2." Una del marqués de Salisbury manilestando al Instituto que hubiera tenido un verdadero placer asistiendo á la conferencia de los periodistas si las circunstancias no le retuvieran en el extranjero. 3.° Una de Mr. Gtadstonc, hablando de los deberes de la prensa «de la cual dependen tantas cosas», y manifestando el deseo de que el poder del Instituto de j^criodistas vaya siempre en aumento. 4." Una de Stanley haciendo votos por la prosperidad de los periodistas y expresando el orgullo con que el eminente explorador piensa en los veinticinco años durante los cuales ejerció la profesión de periodista, encontrando en ella su sustento. Todos los periodistas que asistieron á laconferencia^fueron in\ itados por el alcalde de aquella ciudad á una recepción, que sevcrilicará en la casa de Ayuntamiento cuandíí la .Asamblea termine sus trabajos. (^on razón es considerado el periodismo en Inglaterra como el cuarto poder. — l'ixisten serias dificultades entre los gobiernos de Inglaterra é Italia sobre la lijación de limites de sus colonias en el .Mar Rojo. E.n vista del fr.icaso de las conferencias en Ñapóles, referentes á dicho asunto, se han enlabiado nuevas negociaciones. . , .• — Ihc Times dedica un artículo á la elevación de aranceles de los Estados Unidos, expresándose en términos bastante duros contra el proceder de aquella República. Ualilica la medida de «manifestación de hostilidad contra Inghitcrra, tal vez menos encubierta que los lamosos decretos de Napoleón I, estableciendo el blocjuco conlineulal contra la Gran Hrelaña.» l'.l periódico de la (Jity espera no obstante que la industria inglesa sabrá parar el golpe y encontrar salida á sus productos en otros mercados. — Según un despacho de Berlín que publica 'J'lic 'Daily NcT'Ks, el gobierno alemán tiene la intención de apelar al sistema de represalias contra los Estados Unidos, en vista de la elevación de los aranceles aduaneros en aquel país. ¡lie T)aily Ciironlclu había de la posibilidad de una coalición europea contra la América del Norte, estableciéndose al efecto una unión comercial entre todos los f-stados del antiguo Continente para contrarrestar el proteccionismo exagerado de la Gran República americana. .M.l'IMAXIA.—Dice el Monitor del Imperio que el general Kaltenbm'n-Stachau ha tomado posesión del cargo de ministro de la guerra en sustitución del general Verdy du Vernois. — lian ocurrido trasUnnos socialistas bastante graves en Sprellaii, en donde ha tenido L|ue intervenir la tropa, \- en (^(.iburgo, en donde los reservistas se han negado á obedecer á sus oficiales, gritando: "i Viva la democracia socialista! •) A U S T R I A - I I U N C i R f A . ~ E a manifestación patriótica hecha con motivo de la inauguración del monumento erigido a los mártires de la guerra de la independencia, ha tenido un carácter grandioso y muy digno, y nada ha venido á turbarla. (Jien mil lorasteros habían acudido de todos los puntos del país á Arad para rendir homenaje á la memoria de los héroes. Nunca se había visto tanta alluencia de gente en ac]uella pequeña ciudad. I lan asistido á la ceremonia vai'ios grupos de ex oficiales de la guerra de la independencia ctuí sus 655 uniformes del año 1 8 4 8 , que han llegado ya á ser históricos, así como comisiones de los departamentos, de los municipios y todas las corporaciones. El jefe de la guarnición ha negado su permiso para que las músicas militares contribuyan al acto de la inauguración. P o r orden superior se ha prohibido á los jefes superiores de todas a r m a s dejarse ver, el (>, en las calles de Arad, á /in de evitar connictos con los paisanos. Eas personas revestidas de carácter Cilicial se han mantenido completamente ajenas á la ceremonia; ningún ministro, n i n g ú n agente del gobierno ha estado presente en ella. IfAf,lA._—1:1 gobierno ingles se ha negado á adherirse á la proposición de Italia relativa á la celebración de una conferencia internacional sanitaria. -A dar crédito á los indiscretos, el discurso úllimamente pronunciad o por G rispi sólo ha ve rsad' sobre la política internacional, indicando que á Italia no le queda otro camino que la triple alianza, "Francia, ha dicho, una vez en el apogeo de su grandeza, puede a u m e n t a r sus recursos bélicos, pero no su población; y en lo venidero los grandes ejércitos estarán,del lado de la triple alianza.» —l^ice la Tribuna que los ministros van á reunirse cuanto antes en Florencia para t r a t a r de las elecciones generales. — El ministro de la guerra ha ultimado el presupuesto de su departamento. Los gastos ordinarios ascienden á 2 8 0 millones. —FA ó se anudaron en Ñapóles las conferenei,.s anglo-itallanas. I ' O R T U G . M . . —lil periódico el Jornal do Comercio dice que la suposición de que la triple alianza es favorable á Portugal carece por completo de fundamento, pues la presencia de los buques austríacos no tiene siquiera carácter político. F^l mismo periódico dice que Inglaterra hace apremiantes reclamaciones para resolver el asunto relativo á la captura por los portugueses del vapor \u'¿]cs James Stephenson en el Quellmane portugués, y añade que la Gran Bretaña exige de Portugal una suma considerable en concepto de indemnización— Eos elementos conservadores serán eliminados del nuevo gabinete. Según parece, el primer acto del nuevo ministro, en el caso de que el general Abren Souza logre constituirlo, será cerrar inmediatamente las (glories hasta el día 2 de enero próximo. —El asunto relativo á la captura verificada en el f]hiré del vapor inglés James Stephenson por los portugueses, ha sido sometida al tribunal de justicia de (,}uclimane. H(~)EAND.A. — A pesar de los informes olicialcs en sentido contrario, se cree generalmente que el estado del rey es cada vez más grave. Se juzga impo.-ible que pueda continuar reinando. Se dice que en breve se nombrará una regencia. S U I Z A . — E l asunto del Tessino ha tenido el desenlace previsto: después de una discusión muy apasionada, el Consejo nacional ha votado la conservación de la interinidad actual, y el aplazamiento, para tiempos más tranquilos, de la reinstalación de los conservadores desposeídos del gobierno por el motín. El poder federal aparentará mantener igual la balanza entre los partidarios hasta que haya logrado hacerla inclinar del lado de los radicales. 1MI todas partes las minorías audaces se sustituyen á las mayorías cuando éstas no están constantemente a l e ñ a y la libertad de Jos unos se convierte en ojjrcsión para los otros. —Millares de tessincnses residentes en el extranjero han llegado al cantón para tomar parte en la lucha electoral. Los trenes del monte de San Golardo están atentados de gente, i^os autoridades han tomado disposiciones serias para asegurar el orden y proteger los colegios electorales. En los municipios en que ha habido más agitación estos últimos tiempos, hay estacionados en varias partes piquetes de infantería dispuestos á proteger la libertad de las elecciones tan pronto como se requiera su auxili(>. No ha ocurrido más que un incidente digno de mención, el cual demuestra hasta qué punto los ánimos están exaltados. Un joven abogado, radical, recientemente condenado por el tribunal del distrito á diez días de prisión por vías de hecho contra un redactor del periódico conservador La I.iherlé y que en la actualidad ha acudido al tribunal federal para obtener la revisión de su causa, fué detenido en las inmediaciones de la ciudad por orden del prefecto conservador de L u g a n o , y en coche de presta conducido á Encano, escoltado por g e n d a r m e s . El comisario federal creyó que debía ordenar que se pusiese en libertad. LA ILUSTRACIÓN. 6s6 UARCELONA: TRASCORO D E LA C A T E D R A L . N.- 519 D E FOTOGRAFÍA DE LOS SEÑORES JOARIZTI Y MARIEZCÜRRENA. —Dicen de Lugano, el 8: Acaba de hacerse una manifestación significativa provocada por los ex individuos del gobierno provisional que han juzgado á propósito venir á Bellinzona. Unas tres mil personas han acudido á la estación del ferrocarril á buscarlos con música al frente y banderas deplegadas. En la plaza de la RiManzoni ha hecho aclamar la resolución si— E n Bellinzona la votación ha sido encarnizada. forma, guiente: Los dos partidos, liberales y conservadores, han he«En vista de esta grande, libre y espontánea macho los mayores sacrificios para que viniesen sus nifestación, el pueblo toma acta de los resultados de partidarios que viven en el extranjero. las elecciones, afirma y proclama de nuevo la caída En el campo y en las ciudades se nota grande del gobierno que ha violado la Constitución, y proexaltación en los ánimos. En todos los municipios testa contra su restablecimiento, que es imposible principales hay piquetes de infantería cerca de las en lo sucesivo. salas de votación, y en cada sección electoral un deDespués del solemne veredicto de ayer, el pueblo legado de los liberales y un delegado de los conserpide la anulación del decreto de 8 de junio de i 8 g o , vadores. contrario á la voluntad del pueblo, y pide el resta—Hé aquí el resultado de la votación: i 1 , 2 7 9 ^'o- blecimiento del decreto de 2 8 de noviembre de tos á favor de la revisión de la Constitución; 1 0 , 9 1 7 1 8 6 5 . Pide también una Constituyente elegida por votos contra la revisión. Es, pues, el triunfo de los los antiguos círculos, que continúe ejerciendo el poliberales y la derrota del gobierno derribado por la der el comisario federal hasta la renovación de la revolución. autoridad constitucional cantonal y que se entable acusación contra el gobierno violador de la Consti— El número de electores que han tomado parte tución.» en la votación ha sido considerable. No ha ocurrido Se ha acordado que esta resolución, votada por ningiín trastorno. Apenas se difundió por la ciudad la voz de lo que pasaba, acudió una multitud extraordinaria, formó un verdadero cortejo y rodeó al obogado como si fuese un héroe. Para evitar una manifcstaeión más grave, fué menester conducir a aquél á su casa en coche y acompañado por una escolta federal, casi del mismo modo que había ido. aclamación, se envíe al Consejo federal ó al comisario federal.» SALIOILATOS DE BISMUTO Y CERIO DE V I V A S P É R E Z Adoptados de B e a l Orden por • ! 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