Neurocirugía Vascular3

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Neurocirugía Vascular3
Malformaciones Arteriovenosas del Cerebro
-
¿Qué son las malformaciones arteriovenosas?
- ¿Cuáles son los síntomas?
- ¿Dónde tienden a formarse las malformaciones arteriovenosas?
- ¿Qué otros tipos de lesiones vasculares afectan el sistema nervioso central?
- ¿Cuáles son las causas de las lesiones vasculares?
- ¿Cómo se detectan las malformaciones?
- ¿Cómo pueden tratan las malformaciones arteriovenosas?
Las malformaciones arteriovenosas (MAV) son defectos del sistema circulatorio que ocurren
por lo general durante el desarrollo del embrión o feto o poco después del nacimiento del bebé.
Constituyen un enredo de arterias y venas. Las arterias llevan la sangre oxigenada del corazón
a las células del cuerpo humano; las venas traen la sangre no oxigenada a los pulmones y al
corazón. La presencia de una malformación arteriovenosa interrumpe este proceso cíclico
vital. A pesar de que las MAV se pueden desarrollar en diversos sitios, las que ocurren en el
cerebro o en la médula espinal pueden tener efectos secundarios. Ocurren igualmente en
varones y mujeres de cualquier grupo racial o étnico.
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¿Cuáles son los síntomas?
La mayoría de la gente que padece de malformaciones arteriovenosas presenta muy pocos
síntomas de importancia y las malformaciones tienden a ser descubiertas sólo por casualidad,
usualmente durante una autopsia o en tratamientos por causas no relacionadas. Sin embargo,
en aproximadamente el 12 por ciento de la población afectada (cerca de 36 mil de los 300 mil
estadounidenses que se estima que padecen de MAV) estas anomalías, llamadas también
lesiones, causan síntomas cuyo grado de severidad varía considerablemente. En un pequeño
número de individuos en este grupo, los síntomas son lo suficientemente graves como para
causar debilitamiento o inclusive pueden provocar la muerte. Anualmente, aproximadamente el
1 por ciento de las personas que padecen de MAV mueren como consecuencia directa de
estas lesiones.
Los síntomas más generalizados de las MAV incluyen convulsiones y dolores decabeza, pero
no se ha identificado un patrón específico de estos síntomas. Las convulsiones pueden ser
parciales o totales, pueden ocasionar una pérdida de control en el movimiento o un cambio en
el nivel de conciencia de la persona. Los dolores de cabeza pueden variar significativamente en
frecuencia, duración e intensidad, llegando a veces a ser tan graves como las migrañas. En
ciertos casos, un dolor de cabeza que afecta de forma constante un solo lado de la cabeza
puede ser atribuido directamente a la ubicación de una malformación arteriovenosa. Con mayor
frecuencia, sin embargo, la ubicación del dolor no tiene relación directa con la lesión y puede
abarcar la mayor parte de la cabeza.
Las MAV también pueden causar una amplia gama de síntomas neurológicos más específicos
que varían de persona a persona, dependiendo sobre todo de la localización de la
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malformación arteriovenosa. Estos síntomas pueden incluirdebilidad o parálisis muscular en
una porción del cuerpo; pérdida de la coordinación(conocida como ataxia) que puede conducir
a problemas en el modo de caminar; apraxia, o dificultades para realizar tareas que requieren
ser planificadas; vértigo; problemas visuales tales como la pérdida de parte del campo visual;
incapacidad de controlar el movimiento de los ojos; papiledema (hinchazón de una parte del
nervio óptico conocida como el disco óptico); varios trastornos en la utilización o comprensión
del lenguaje (afasia); sensaciones anormales tales como entumecimiento, hormigueo o dolores
espontáneos (parestesia o disestesia); pérdidas de memoria y confusión, alucinaciones o
demencia. Los investigadores han descubierto recientemente que las MAV pueden causar
también en algunas personas pequeños trastornos en el aprendizaje o de conducta durante su
niñez o adolescencia, mucho antes de que puedan observarse síntomas más graves.
Una de las señales más palpables que indican la presencia de una malformación arteriovenosa
es un fenómeno auditivo llamado bruit en inglés-término derivado de una palabra francesa que
significa ruido-y que en español se conoce como murmullo o soplo. (Una señal es un efecto
físico detectable por un médico y no por el paciente). Los médicos utilizan este término para
describir el sonido rítmico causado por la sangre cuando atraviesa las arterias y las venas de
una MAV de forma excesivamente rápida. El sonido es similar al que produce un torrente
deagua que atraviesa una tubería estrecha. El murmullo a veces puede convertirse en un
síntoma - es decir, en un efecto que los pacientes notan - cuando es de gravedad. Cuando los
pacientes pueden escuchar el murmullo, puede poner en riesgo la audición, afectar el sueño o
causar trastornos psicológicos de bastante gravedad.
Los síntomas causados por las MAV pueden aparecer a cualquier edad, pero debido a que
estas anomalías tienden a ser producto de una acumulación lenta de un daño neurológico en
un cierto plazo, las mismas se notan con mayor frecuencia en pacientes de 20, 30 ó 40 años de
edad. Si las malformaciones arteriovenosas no llegan a presentar síntomas cuando el paciente
alcance el fin de los 40 años o el comienzo de los 50 años de edad, las lesiones tienden a
seguir siendo estables y raras veces producen síntomas. En las mujeres, algunas veces el
embarazo causa el inicio o un empeoramiento repentinos de los síntomas, debido a los
cambios cardiovasculares que acompañan al embarazo, especialmente los aumentos del
volumen de la sangre y de la presión arterial.
A diferencia de la gran mayoría de las malformaciones arteriovenosas neurológicas, existe un
tipo muy grave que causa que los síntomas se manifiesten al nacer o muy poco después del
nacimiento. Esta lesión es conocida como un defecto de la vena de Galeno, llamada así porque
afecta a un importante vaso sanguíneo, y se encuentra localizada en la parte más profunda del
cerebro. Se le asocia con frecuencia a hidrocefalia (hinchazón del cerebro, a menudo con la
ampliación visible de la cabeza), venas hinchadas visibles en el cuero cabelludo, convulsiones,
falta de energía y paros cardíacos congestivos. Los niños que nacen con esta condición, y que
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sobreviven más allá de infancia, a menudo presentan retrasos en el desarrollo.
¿Cómo afectan las malformaciones arteriovenosas al cerebro y a
la médula espinal?
Las malformaciones arteriovenosas llegan a presentar síntomas solamente cuando el daño que
causan al cerebro o a la médula espinal alcanza un nivel crítico. ésta es una de las razones por
las que una fracción relativamente pequeña de los pacientes con estas lesiones padece
problemas de salud significativos relacionados con esta condición. Las malformaciones
arteriovenosas provocan daños en el cerebro o en la médula espinal a través de tres
mecanismos básicos: reduciendo la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos neurológicos;
causando sangrado (hemorragia) en los tejidos cercanos y comprimiendo o desplazando partes
del cerebro o de la médula espinal.
Las MAV afectan la transmisión de oxígeno al cerebro o a la médula espinal alterando los
patrones normales del flujo de la sangre. Las arterias y las venas normalmente se
interconectan a través de una serie de vasos sanguíneos progresivamente más pequeños que
controlan y retardan el flujo de la sangre. El transporte de oxígeno a los tejidos cercanos ocurre
a través de las paredes finas y porosas de los vasos interconectados más pequeños, conocidos
como tubos capilares, donde la sangre fluye más lentamente. Sin embargo, las arterias y las
venas que constituyen las malformaciones arteriovenosas carecen de esta importante red
capilar. En su lugar, las arterias descargan la sangre directamente a las venas a través de un
conducto conocido como fístula. El flujo sanguíneo no es controlado y es extremadamente
veloz - demasiado rápido como para permitir que el oxígeno sea dispersado entre los tejidos
cercanos. Cuando las células que constituyen estos tejidos no obtienen las cantidades
normales de oxígeno que necesitan, comienzan a deteriorarse y algunas veces mueren por
completo.
Este índice anormalmente rápido del flujo de la sangre causa con frecuencia que la presión
arterial en los vasos situados en la porción central de una malformación arteriovenosa
directamente al lado de la fístula - un área que los médicos denominan comúnmente el nido,
del latín nidus - alcance peligrosos niveles altos. A menudo, las arterias que proporcionan
sangre a la lesión se hinchan y se tuercen; las venas que drenan sangre de la lesión
frecuentemente llegan a ser anormalmente estrechas (una condición conocida como
estenosis). Por otra parte, con frecuencia, las paredes de las arterias y de las venas
involucradas son anormalmente finas y débiles. Los aneurismas - bultos en las paredes de los
vasos sanguíneos que se pueden romper con facilidad - podrían desarrollarse en
aproximadamente la mitad de los casos de malformaciones arteriovenosas neurológicas, como
consecuencia de esta debilidad estructural.
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La combinación de la alta presión interna y la debilidad de las paredes de los vasos sanguíneos
podrían resultar en hemorragias. Tales hemorragias son a menudo de tamaño microscópico,
causando daños limitados y pocos síntomas significativos.
Incluso, muchas MAV asintomáticos (que no presentan síntomas) muestran signos de
hemorragias anteriores. Pero pueden ocurrir hemorragias masivas si las tensiones físicas
causadas por la presión arterial extremadamente alta, un flujo muy rápido de la sangre y la
debilidad en las paredes de los vasos son significativos. Si un volumen considerable de sangre
se escapa al cerebro como consecuencia de una ruptura en la MAV, el resultado puede ser un
derrame cerebral catastrófico. Las MAV suelen provocar el 2 por ciento de todos los derrames
cerebrales que ocurren cada año.
Incluso cuando no se trata de hemorragias o de agotamientos importantes en el nivel de
oxígeno, las MAV pueden dañar el cerebro o la médula espinal simplemente por su presencia.
Pueden oscilar en tamaño desde una fracción de una pulgada a más de 2,5 pulgadas de
diámetro, dependiendo del número y del tamaño de los vasos sanguíneos que forman la lesión.
Cuanto más grande sea la lesión, mayor es la cantidad de presión que ésta ejerce en las
estructuras cercanas del cerebro o en la médula espinal. Las lesiones más grandes pueden
comprimir varias pulgadas de la médula espinal o alterar la forma de un hemisferio entero del
cerebro. Dichas MAV pueden bloquear el flujo del líquido cerebroespinal - un fluido
transparente que normalmente alimenta y protege el cerebro y la médula espinal distorsionando o bloqueando los conductos y las cámaras abiertas (los ventrículos) dentro del
cerebro que permiten que este líquido circule libremente. A medida que el líquido
cerebroespinal se acumula, los tejidos neurológicos comienzan a hincharse, y en casos
extremos se produce una hidrocefalia. La acumulación de este líquido aumenta aún más la
presión en las estructuras neurológicas frágiles, agravando el daño causado por la
malformación arteriovenosa propiamente dicha.
¿Dónde tienden a formarse las malformaciones arteriovenosas?
Las MAV pueden formarse virtualmente en cualquier parte del cerebro o de la médula espinal dondequiera que existan arterias o venas. Algunas se forman a partir de los vasos sanguíneos
situados en la duramadre o en la piamadre, la membrana más externa y más interna,
respectivamente, de las tres membranas que recubren el cerebro y la médula espinal. (La
tercera membrana, llamada aracnoides, carece de vasos sanguíneos.) Las malformaciones
arteriovenosas que afectan la médula espinal son de dos tipos: las malformaciones
arteriovenosas de la duramadre, que afectan la función de la médula espinal, ejerciendo
presión excesiva al sistema venoso de la médula espinal y las malformaciones arteriovenosas
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de la médula espinal propiamente dicha, que afectan la función de la médula espinal por medio
de hemorragias reduciendo el flujo de la sangre a la médula espinal o causando exceso de
presión en las venas. Con frecuencia, las MAV de la médula espinal causan ataques repentinos
de dolores de espalda severos, concentrado a menudo en las raíces de las fibras nerviosas
donde terminan las vértebras. El dolor es similar al causado por un disco desviado. Estas
lesiones también pueden causar trastornos en la sensibilidad, debilidad en los músculos o
parálisis en las partes del cuerpo afectadas por la médula espinal o por las fibras del nervio que
han sufrido daños. La lesión de la médula espinal, causada por las MAV debido a cualquiera de
los mecanismos arriba descritos, puede conducir a la degeneración de las fibras nerviosas de
la médula espinal por debajo del nivel de la lesión, causando parálisis extensa en las partes del
cuerpo controladas por dichas fibras nerviosas.
Las MAV de la duramadre y de la piamadre pueden ocurrir en cualquier parte de la superficie
del cerebro. Aquellas localizadas en la superficie de los hemisferios cerebrales - las partes más
externas del cerebro - ejercen presión en la corteza cerebral, la "materia gris" del cerebro.
Dependiendo de su localización, dichas malformaciones arteriovenosas pueden dañar partes
de la corteza cerebral que afectan el pensamiento, el habla, la compresión oral, la audición, el
gusto, el tacto o el inicio o control de movimientos voluntarios. Las MAV situadas en el lóbulo
frontal cerca del nervio óptico o en el lóbulo occipital (la parte posterior del cerebro donde se
procesan las imágenes) pueden causar una variedad de trastornos visuales.
Los vasos sanguíneos localizados en la parte más profunda del cerebro también pueden
generar las MAV. Estas MAV pueden afectar las funciones de tres estructuras vitales: el
tálamo, que transmite señales nerviosas entre la médula espinal y las regiones superiores del
cerebro; los ganglios basales que rodean el tálamo, los cuales coordinan los movimientos
complejos; y el hipocampo, que desempeña un papel importante en la memoria.
Las MAV pueden afectar otros órganos además del cerebro. La porción por debajo del cerebro
está constituida por dos estructuras importantes: el cerebelo, que está ubicado en la parte
posterior del cerebro, y el tallo cerebral (brain stem en inglés), que sirve como puente para unir
las partes superiores del cerebro a la médula espinal. Estas estructuras controlan los
movimientos de alta coordinación, mantienen el equilibrio y regulan algunas funciones de
órganos internos, incluyendo las del corazón y los pulmones. Los daños causados por MAV a
estas partes inferiores al cerebro pueden dar lugar a vértigos, mareos, vómitos, pérdida de la
capacidad de coordinación de movimientos complejos tales como caminar, temblores
incontrolables del músculo o causar interrupciones en el funcionamiento de los órganos (por
ejemplo, un paro cardíaco).
¿Cuáles son las consecuencias para la salud de las
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malformaciones arteriovenosas?
El peligro potencial más grande que presentan las malformaciones arteriovenosas es la
hemorragia. Los investigadores creen que cada año entre el 2 y el 4 por ciento de las
malformaciones arteriovenosas causan hemorragias. La mayoría de los casos de sangramiento
pasan desapercibidos al momento de ocurrir porque no son lo bastante graves para causar
daños neurológicos significativos. Pero sí se presentan casos de sangramiento masivo, que
pueden hasta causar la muerte. Los conocimientos actuales no permiten a los médicos predecir
si una persona en particular que padezca de una MAV llegue a sufrir una hemorragia extensa.
Las lesiones pueden seguir siendo estables o pueden agravarse repentinamente. En algunos
casos, dichas lesiones pueden reducirse espontáneamente. Siempre que se detecte una MAV,
el paciente debe ser supervisado cuidadosa y constantemente para detectar cualquier muestra
de inestabilidad que pueda indicar un riesgo creciente de hemorragia.
Algunas características físicas parecen indicar una probabilidad mayor de lo normal de
hemorragia clínica significativa. Las MAV más pequeñas tienen una mayor probabilidad de
hemorragia que las más grandes, posiblemente porque el aumento en la presión arterial dentro
de un área comparativamente más pequeña tiende a ser más concentrado. El deterioro en el
drenaje causado por venas inusualmente estrechas o situadas en áreas más profundas
también aumenta la presión arterial y, por lo tanto, incrementa también las posibilidades de
hemorragia. El embarazo también parece aumentar considerablemente la probabilidad de
hemorragia clínica significativa debida principalmente a aumentos en la presión arterial y al
volumen de sangre. Finalmente, las MAV que han presentado hemorragias una vez tienen
probabilidades alrededor de nueve veces mayores de sangrar otra vez durante el primer año
después de la hemorragia inicial que las lesiones que nunca han sangrado.
Los efectos perjudiciales de una hemorragia se relacionan con la ubicación de la lesión. Las
hemorragias de las MAV localizadas en los tejidos internos del cerebro (llamados parénquima)
causan típicamente un daño neurológico más severo que las hemorragias de las lesiones en
las membranas dural o pial o en la superficie del cerebro o de la médula espinal. (La
hemorragia localizada en partes profundas se conoce generalmente como hemorragia
intracerebral o parenquimatosa; el sangramiento en de las membranas o en la superficie del
cerebro se conoce como hemorragia subdural o subaracnoidea.) Por lo tanto, la ubicación es
un factor importante al tomar en cuenta los riesgos de un tratamiento quirúrgico versus no
quirúrgico de las MAV.
¿Qué otros tipos de lesiones vasculares afectan el sistema
nervioso central?
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Además de las malformaciones arteriovenosas, pueden presentarse otros tres tipos principales
de lesiones vasculares en el cerebro o la médula espinal: malformaciones cavernosas,
telangiectasias capilares y malformaciones venosas.
Estas lesiones se pueden formar en cualquier parte del sistema nervioso central, pero a
diferencia de las MAV, no son causadas por la alta velocidad del flujo de la sangre de las
arterias hacia las venas. Por otro lado, las malformaciones cavernosas, las telangiectasias y las
malformaciones venosas son todas las lesiones de bajo flujo. Es decir, en lugar de una
combinación de arterias y de venas, estas lesiones involucran solamente un tipo de vaso
sanguíneo. Estas lesiones son menos inestables que las MAV y no suponen el riesgo
relativamente alto de las hemorragias extensas. En general, las lesiones de bajo flujo tienden a
causar pocos síntomas neurológicos de cuidado y requieren un tratamiento menos agresivo
que las MAV.
- Malformaciones cavernosas. Estas lesiones se forman a partir de grupos de vasos
sanguíneos muy compactos de paredes anormalmente delgadas, que desplazan el tejido
neurológico normal en el cerebro o la médula espinal. Los vasos se llenan de sangre de flujo
lento o sangre estancada que generalmente se coagula o se encuentra en estado de
descomposición. Al igual que las malformaciones arteriovenosas, las malformaciones
cavernosas pueden oscilar en tamaño de algunas fracciones de pulgada hasta varias pulgadas
de diámetro, dependiendo del número de vasos sanguíneos involucrados. Ciertos pacientes
poseen múltiples lesiones. Aunque las malformaciones cavernosas generalmente no causan
hemorragias tan serias como las MAV, a veces dejan escapar sangre hacia los tejidos del
cerebro o la médula espinal porque las paredes de los vasos sanguíneos en cuestión son
extremadamente frágiles. Aunque a menudo no presentan tantos síntomas como las MAV, las
malformaciones cavernosas pueden causar convulsiones en algunos pacientes. Después de
las MAV, las malformaciones cavernosas son el tipo de lesión vascular que tiene mayor
probabilidad de requerir tratamiento.
- Telangiectasias capilares. Estas lesiones consisten en grupos de tuboscapilares con
hinchazones anormales y que usualmente miden menos de una pulgada de diámetro. Los
tubos capilares son los vasos sanguíneos más pequeños, con diámetros más pequeños que un
cabello humano; tienen la capacidad de transportar solamente cantidades pequeñas de sangre
y la sangre atraviesa estos vasos muy lentamente. Debido a estos factores, las telangiectasias
raras veces causan daños profundos a los tejidos adyacentes al cerebro o de la médula
espinal. Cualquier hemorragia aislada que ocurra es usualmente de tamaño microscópico.
Por lo tanto, las lesiones son generalmente benignas. Sin embargo, en algunos trastornos
hereditarios en los cuales los pacientes desarrollan un gran número de estas lesiones (véase
abajo), las telangiectasias pueden contribuir al desarrollo de síntomas neurológicos no
específicos, tales como dolores de cabeza o convulsiones.
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- Malformaciones venosas. Estas lesiones consisten en un crecimiento anormal de las
venas. El defecto estructural no interfiere generalmente con la función de los vasos
sanguíneos, que es drenar sangre no oxigenada de los tejidos del cuerpo y regresarla a los
pulmones y al corazón. Las malformaciones venosas pocas veces causan hemorragias. Como
en el caso de las telangiectasias, la mayoría de las malformaciones venosas no producen
síntomas, pasan desapercibidas y son benignas.
¿Cuáles son las causas de estas lesiones vasculares?
Aunque las causas de estas anomalías vasculares del sistema nervioso central aún no se
entienden completamente, los científicos creen que las anomalías se deben en su mayoría a
errores que ocurren durante el desarrollo embrión o feto. Estos errores se pueden asociar a
mutaciones genéticas (alteraciones de los genes) en algunos casos. Algunos tipos de
malformaciones vasculares se sabe que son hereditarias y que tienen un origen genético.
Ciertos hallazgos también sugieren que por lo menos algunas de estas lesiones se adquieren
más adelante en la vida como resultado de daños ocurridos en sistema nervioso central.
Durante el desarrollo fetal, continuamente se forman vasos sanguíneos nuevos y luego
desaparecen a medida que el cuerpo humano cambia y crece. Estos cambios en el mapa
vascular del cuerpo continúan después del nacimiento y son controlados por los factores
angiogénicos, sustancias químicas producidas por el cuerpo que estimulan la formación y el
crecimiento de los vasos sanguíneos. Los investigadores han identificado recientemente
cambios en las estructuras químicas de varios factores angiogénicos en algunos pacientes que
padecen de MAV u otras anormalidades vasculares del sistema nervioso central. Sin embargo,
todavía no está claro cómo estos cambios químicos realmente causan cambios en la estructura
de los vasos sanguíneos.
Al estudiar patrones de incidencia familiar, los investigadores han podido establecer que un tipo
de malformación cavernosa, que involucra la formación de múltiples lesiones, es causada por
una mutación genética en el cromosoma 7. Esta mutación genética se presenta en muchos
grupos étnicos, pero es mucho más frecuente en una población grande de estadounidenses
hispanos residentes en el suroeste de los Estados Unidos. Estos individuos tienen en común
un antepasado en el que se evidencia el cambio genético. Otros tipos de defectos vasculares
del sistema nervioso central forman parte de síndromes médicos más complejos de carácter
hereditario. Estos síndromes incluyen la telangiectasia hemorrágica hereditaria (conocida
también como la enfermedad de Osler-Weber-Rendu), el síndrome de Sturge-Weber, el
síndrome de Klippel-Trenaunay, el síndrome de Parkes-Weber y el síndrome de
Wyburn-Mason.
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¿Cómo se detectan las malformaciones arteriovenosas?
En la actualidad, los médicos utilizan una variedad de tecnologías de procesamiento de
imágenes tradicionales y nuevas para detectar la presencia de malformaciones arteriovenosas.
Un procedimiento llamado angiografía proporciona las imágenes más precisas de la estructura
de los vasos sanguíneos de las MAV. La técnica requiere inyectar en una arteria una solución
especial que se diluye en agua, denominada agente de contraste. Este agente de contraste
destaca la estructura de los vasos sanguíneos permitiendo registrarla utilizando radiografías
convencionales.
Aunque la angiografía puede registrar los detalles más pequeños de las lesiones vasculares, el
procedimiento es un poco molesto e implica un pequeño riesgo de causar un derrame. Sin
embargo, el nivel de riesgo ha sido disminuido recientemente con el desarrollo de técnicas más
exactas para inyectar el agente de contraste en el lugar de la MAV. La angiografía súper
selectiva involucra insertar en una arteria un tubo fino y flexible denominado catéter. El médico
dirige el catéter hasta el lugar de la lesión y después inyecta una cantidad pequeña del agente
de contraste directamente en la lesión.
Dos de las tecnologías no invasoras para el procesamiento de imágenes, que son empleadas
con mayor frecuencia para detectar las malformaciones arteriovenosas, son los estudios de
imágenes por medio de la tomografía axial computarizada (CT por su sigla en inglés) y la
resonancia magnética (MRI por su sigla en inglés). Las exploraciones tipo CT utilizan
radiografías para crear una serie de imágenes de secciones transversales de la cabeza, el
cerebro o de la médula espinal y resultan especialmente útiles en detectar la presencia de
hemorragias. La resonancia magnética, sin embargo, ofrece una información de diagnóstico
superior usando campos magnéticos para detectar cambios sutiles en los tejidos neurológicos.
Una aplicación desarrollada recientemente -la angiografía por resonancia magnética (MRA por
su sigla en inglés) - puede registrar el patrón y la velocidad con la que la sangre atraviesa las
lesiones vasculares, así como el flujo del líquido cerebroespinal a través del cerebro y de la
médula espinal. Las exploraciones de tipo MRI y MRA pueden proporcionar representaciones
tridimensionales de las MAV tomandoimágenes desde múltiples ángulos.
¿Cómo pueden tratarse las malformaciones arteriovenosa?
Los medicamentos pueden aliviar a menudo los síntomas generales, tales como el dolor de
cabeza, el dolor de espalda y las convulsiones causadas por las malformaciones
arteriovenosas y otras lesiones vasculares. Sin embargo, el tratamiento definitivo de las MAV
es la cirugía. Las malformaciones venosas y las telangiectasias capilares muy raras veces
requieren cirugía. Más aún, sus estructuras son difusas y generalmente no se pueden corregir
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con cirugía. Las malformaciones cavernosas son lo suficientemente bien definidas para ser
extirpadas quirúrgicamente, pero la cirugía en estas lesiones es menos común que en las MAV
porque no tienen el mismo riesgo de causar hemorragia.
La decisión de realizar cirugía en un paciente que padece de una MAV requiere de una
consideración cuidadosa de los posibles riesgos y beneficios. El comportamiento de una MAV
en particular es difícil de predecir. Sin embargo, si no se trata, la misma tiene el potencial de
causar hemorragias importantes que pueden dar lugar a problemas neurológicos serios o hasta
causar la muerte. Por otra parte, la cirugía en cualquier parte del sistema nervioso central
también tiene sus propios riesgos. La cirugía de una MAV tiene un nivel de riesgo estimado en
8 por ciento de que ocurran complicaciones serias o que el paciente muera. No existe una
fórmula fácil que permita a los médicos y a sus pacientes tomar una decisión en relación al
tratamiento a seguir en estos casos - todas las decisiones terapéuticas deben tomarse caso por
caso.
Actualmente existen tres opciones quirúrgicas para el tratamiento de las MAV: la cirugía
convencional, la embolización endovascular y la radiocirugía. La selección del tratamiento
depende en gran parte del tamaño y de la localización de la MAV. La cirugía convencional
implica penetrar el cerebro o la médula espinal y retirar la parte central de la MAV, incluyendo
la fístula, tratando de causar el mínimo daño posible a las estructuras neurológicas cercanas.
Esta cirugía es la más apropiada cuando una MAV está situada en una parte superficial del
cerebro o de la médula espinal y es relativamente pequeña. Las MAV localizadas en las partes
profundas del cerebro generalmente no se pueden alcanzar con técnicas quirúrgicas
convencionales ya que existe una posibilidad demasiado grande de dañar o destruir tejido
funcionalmente importante del cerebro. La embolización endovascular y la radiocirugía son
menos invasoras que la cirugía convencional y ofrecen opciones más seguras para el
tratamiento de las MAV localizadas en partes profundas del cerebro. En la embolización
endovascular el cirujano dirige un catéter a través de la red arterial hasta que el catéter alcanza
el sitio de la MAV. El cirujano inyecta entonces una sustancia que tapa la fístula, corrigiendo así
el patrón anormal de flujo de la sangre. Este proceso se conoce como embolización porque
hace que un émbolo (un coágulo de sangre) recorra los vasos sanguíneos, se aloje en un vaso
sanguíneo en particular y obstruya el flujo de la sangre. Los materiales utilizados para crear un
coágulo artificial de sangre en el centro de una MAV incluyen pegamentos biológicamente
inactivos que secan rápidamente, alambres de titanio fibroso y globos minúsculos. Debido a
que generalmente la embolización no elimina la MAV de forma permanente, este procedimiento
se utiliza comúnmente en paralelo a la cirugía para reducir el flujo de la sangre a través de la
MAV y hacer la cirugía más segura.
La radiocirugía es una alternativa terapéutica mucho menos invasora. Involucra la utilización de
un rayo de radiación de alta precisión directamente en la MAV. La alta dosis de radiación daña
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las paredes de los vasos sanguíneos que forman la lesión. Varios meses después del
procedimiento, los vasos irradiados se degeneran gradualmente y eventualmente se cierran, lo
que causa la eliminación de la MAV.
Aunque la embolización endovascular y la radiocirugía son procedimientos poco invasores, a
menudo no son tan eficaces como la cirugía convencional. La embolización tiende a ser
incompleta o temporal, aunque en años recientes los nuevos materiales que se utilizan han
generado mejores resultados. Por lo general, la radiocirugía también produce resultados
incompletos, particularmente cuando la MAV es grande y tiene el riesgo adicional de los daños
causados por la radiación de los tejidos normales vecinos. De igual forma, en los casos de que
el procedimiento tenga éxito, el cierre completo de una MAV ocurre en un período de muchos
meses después de la radiocirugía. Durante ese período, el riesgo de hemorragia todavía sigue
presente. Sin embargo, ambas técnicas ahora ofrecen la posibilidad de tratar las MAV en
localizaciones profundas, las cuales antes eran inaccesibles. En muchos pacientes se realiza la
embolización seguida de una intervención quirúrgica, lo que resulta en menos complicaciones o
muertes.
Debido a que el tratamiento de MAV involucra muchas variables, los médicos deben determinar
el peligro de los procedimientos en cada paciente y en gran medida, caso por caso. Las
consecuencias de la hemorragia son potencialmente desastrosas, lo que hace que muchos
médicos recomienden la intervención quirúrgica en aquellos casos en los cuales las
características físicas de la MAV parezcan indicar una probabilidad mayor de lo normal de
hemorragias de relevancia y consecuentes daños neurológicos.
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