VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) VESTIGIUM Revista del Departamento de Filosofía Facultad de Artes & Humanidades Universidad de Pamplona Año II No 4. (Julio-Diciembre) 2007 Rector: Álvaro González Joves Vicerrector Académico: Amanda Lucia Chaparro García Vicerrector de Investigaciones: Jorge Enrique Rueda Parada Decano: William Javier Gómez Torres Director: Julio César Barrera Vélez Asistente Editorial: Lic. Jennifer Andrea Rivera Zambrano Comité Editorial: Ph. D. Esperanza Paredes Mg. Oscar Cabeza Herrera Ph. D. Jesús Contreras Mendoza Mg. Ramiro Ceballos Melguizo Ph. D. José Herrera Ospina (Bucaramanga) Ph. D. Sofía Reding Blase (México) Ph. D. Daniel Herrera Restrepo (Bogotá) Ph. D. William Botero Duque (Medellín) Ph. D. Manuel Cabada C. (Madrid-Espña) Comité Internacional de Arbitraje: Mauricio Beuchot, Ph. D. (Universidad Nacional Autónoma de México) Pablo Guadarrama G. Ph. D. (Universidad de Santa Clara –Cuba) Jean Greish Ph. D. (Instituto Católico de Paris-Francia) Philippe Capelle Ph. D. (Instituto Católico de París-Francia) Rafael Soto Mellado Ph. D. (Instituto de Estudios Eclesiásticos-México) Julia Iribarne Ph. D. (Universidad de Buenos Aires- Argentina) P. Adalberto Cardona Ph. D (Universidad Santo Tomás-Bogotá) P. Héctor Lugo García Ph. D. (Universidad de San Buenaventura-Bogotá) Luis Eduardo Gama Ph. D. (Universidad Nacional de Colombia-Bogotá) Gonzalo Soto Posada Ph. D. (Universidad Pontificia Bolivariana-Medellín) Mauricio Navia Ph. D. (Universidad de los Andes-Venezuela). José Guillermo Anjel Rendo Ph. D. (Universidad Pontificia Bolivariana-Medellín) Martín Agudelo Ramírez Ph. D. (Universidad de Medellín- Medellín) Anibal Rodríguez Silva Ph. D. (Universidad de los Andes-Venezuela) Silvia Rivera Ph. D. (Universidad de Buenos Aires) Canje: VESTIGIUM. Revista del Departamento de Filosofía. Universidad de Pamplona Sede Casa Central (Casona) Kra 4 No. 4-38. Telefax : 5682575. Pamplona, Norte de SantanderColombia. Email : [email protected] o [email protected] 1 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) VESTIGIUM ISSN: 1909 – 4574 Está permitida la reproducción total o parcial de esta revista, su tratamiento informático, su transmisión por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, citando la fuente: VESTIGIUM, Revista del departamento de filosofía de la Universidad de Pamplona. DERECHOS RESERVADOS. Copyright. º 2006, por la Universidad de Pamplona. Impreso en Colombia Printed in Colombia Traducciones al inglés por Carlos Mogollón 2 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) CONTENIDO Presentación…………………………………………………………………………... 5 ARTÍCULOS La hermenéutica de la metáfora: De Ortega a Ricoeur Tomás Domingo Moratalla………………………………………….………………… 9 Hermenéutica-Fenomenológica en Martín Heidegger Julio César Barrera Vélez…………………………………………………………….… 23 “Génesis-Estructura” y la Fenomenología Jacques Derrida…………………………………………………………………………. 43 Hans-Georg Gadamer L´ herméneutique: Description, Fondation et Ethique Christian Ruby……………………………………………………………………………. 61 De la hermenéutica en la historia Jennifer Andrea Rivera Zambrano………………………………………………………… 77 En diálogo con “la esencia de la poesía” de M. Heidegger José de J. Herrera Ospina……………………………………………………………… 87 Wittgenstein y la estructura antiepistemológica de “sobre la certeza” Modesto M. Gómez……………………………………………………………………… 95 La doble significación del conocimiento Ramiro Ceballos Melguizio…………………………………………………………….103 Pensamiento independista y justicia social Pablo Guadarrama González………………………………………………………….115 De la verdadera y perfecta amistad en Montaigne al Eros platónico Manfred Navarro Meza…………………………………………………………………..127 RECENSIONES •• •• Libros……………………………………………………………………… 135 Libros....................................................................................................... 1 Revista de revistas……………………………………………………. 139 Revista de revistas……………..………………………………………….. 1 3 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 4 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) PRESENTACIÓN Si asumimos la filosofía en su radicalidad en cuanto posibilidad autoreflexiva del ser humano, entonces debe ser entendida como una invitación a pensar nuestro estar-en-el-mundo. Mas, dicha invitación proviene de aquello que sostiene nuestra existencia histórica: la tradición. En este sentido, el filosofar se ve comprometido a llevarse a cabo como una apropiación pensante partiendo de la tradición filosófica en la que, aun cuando no lo sepamos, nos movemos. Entonces, desde la perspectiva de esta “apropiación”, la cuarta edición de la Revista Vestigium del Departamento de Filosofía de la Universidad de Pamplona, gira en torno a cuatro grandes bloques conceptuales (Hermenéutica, Disertación sobre autores, Epistemología y Filosofía Social) en los que a partir del diálogo que establecen las diferentes sensibilidades con la tradición filosófica del siglo XX se interpela a la misma en coherencia con la clásica sentencia de que la comprensión filosófica de lo más próximo nos remite a lo más remoto y viceversa. El primer bloque conceptual del cuarto número de Vestigium cobija cuatro artículos -La hermenéutica de la metáfora: De Ortega a Ricoeur, HermenéuticaFenomenológica en Martín Heidegger,“Génesis-Estructura” y la Fenomenología, Hans-Georg Gadamer L´herméneutique: Description, Fondation et Ethique y De la la hermenéutica en la historia- en donde se tematizan diferentes aspectos del quehacer filosófico en y desde el horizonte de la hermenéutica de talante heideggeriano-gadameriano y la fenomenología husserliana. El segundo bloque presenta diversas disertaciones en y a partir de las perspectivas filosóficas de Wittgenstein, Heidegger, Montaigne y Platón donde fiel al tradicional canon de lectura filosófica se actualizan las voces del pasado a partir de repensar el presente viviente. El tercer apartado conceptualiza en dos artículos problemas epistemológicos referentes a la certeza y a la significación del conocimiento.El cuarto bloque, que cierra el presente volumen, expone en la línea de la filosofía latinoamericana una relectura de los supuestos ideológicos que orientaron la praxis de la lucha por la independencia latinoamericana. En suma, si hermenéuticamente comprender es comprender de una manera nueva en los cuatro apartados que constituyen el corpus de Vestigum nuestros lectores son invitados a entablar una fructífera conversación en y desde el mundo de la vida que habitan con la tradición que sustenta todo filosofar. Julio César Barrera Vélez Director 5 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 6 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 7 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 8 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) LA HERMENÉUTICA DE LA METÁFORA: DE ORTEGA A RICOEUR∗ Tomás Domingo Moratalla Profesor Tiempo Completo Facultad de Filosofía Universidad Pontificia Universidad de Comillas, Madrid e.mail:[email protected] Resumen En este articulo se sostiene la tesis de que la metáfora no se reduce solamente a ser un simple efecto estético sino que posee una dimensión cognitiva. Dicha función ha sido tematizada en la hermenéutica metafórica presente en el filosofar de Ortega que entra en diálogo con la perspectiva de Paul Ricoeur sobre el mismo tema. Las partes que estructuran el texto son: 1. Ejecutividad y estética. La teoría de la metáfora de Ortega en contexto. 2. La descripción del proceso metafórico según Ortega. 3. Hermenéutica de la metáfora desde la tradición hermenéutica-Ricoeur. 4. Implicaciones de la hermenéutica de la metáfora: Ortega y Ricoeur. 5. De la fenomenología (descripción) a la ontología (realidad): tras las huellas de la metáfora. Palabras Clave: Hermenéutica, Metáfora, Ortega, Paul Ricoeur THE HERMENEUTIC OF THE METAPHOR, FROM ORTEGA TO RICOEUR Tomás Domingo Moratalla Full – Time Professor Faculty of Philosophy University Complutense of Madrid, Spain e-mail: [email protected] Abstract This article sustains the thesis that metaphor is not just reduced to a simple esthetic effect, but also posseses a cognitive dimension. This function has been developed in the metaphorical hermeneutics present in Ortega’s philosophy which enters into dialogue with Paul Ricoeur’s perspective on the same topic. The text is structured in the following parts; 1. Exucutability and esthetics. Ortega’s theory of metaphor in context. 2. A description of the metaphorical process according to Ortega. 3. The hermeneutics of metaphor from the perspective of the Hermeneutics- Ricoeur tradition. 4. Implications of the hermeneutics of metaphor : Ortega and Ricoeur. 5. From phenomenology (description) to ontology (reality); On the trail of metaphor. Key Word: Hermeneutic, Metaphor, Ortega, Paul Ricoeur ∗ Este texto corresponde a un avance del proyecto de investigación sobre Hermenéutica y Fenomenología que regenta el autor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. 9 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Introducción "La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee... parece un trabajo de creación que Dios se dejó olvidado dentro de una de sus criaturas al tiempo de formarla" (1) El objetivo de este trabajo es exponer de manera sintética la hermenéutica de la metáfora de Ortega, la cual se encuentra, básicamente, en su “Ensayo de estética a manera de prólogo”.(2) La tesis fundamental que se mantiene en este texto, y en toda la teoría orteguiana sobre la metáfora, es que ésta no se reduce a mero efecto estético sino que posee una dimensión cognoscitiva o, dicho de otra manera, que el efecto estético es también, desde sí mismo y por sí mismo, conocimiento. Así puede pasar a considerarse el objeto estético “metáfora” en toda su envergadura. Esta afirmación, desde el nivel de las teorías de la metáfora actuales, nos puede parecer “obvia” pero no debemos olvidar que se realiza bastantes años antes; en este punto, como en tantos otros, Ortega es un innovador. Tampoco me quiero limitar a señalar lo que Ortega tiene de vislumbrador de un futuro que es nuestro presente, sino que quiero presentar su teoría de la metáfora como actual, es decir, por el valor que tiene para nosotros, por lo que realmente tiene que decirnos, no por el sólo análisis historiográfico, siempre necesario, y siempre insuficiente para la investigación filosófica y literaria. El núcleo de lo que aquí presento es el preciso y precioso análisis del funcionamiento metafórico que él hace. Después de haber dado cuenta de la hermenéutica de la metáfora que Ortega desarrolla intentaré mostrar cómo se relaciona con la tradición hermenéutica sobre la metáfora, en concreto con Paul Ricoeur. La hermenéutica de la metáfora de Ortega -entendiendo por hermenéutica “interpretación”- se inscribe en la hermenéutica de la metáfora -siendo ahora hermenéutica sinónimo de “teoría de la interpretación”-.Son tales los presupuestos y el alcance de la teoría metafórica orteguiana que por su proximidad (con respecto a los presupuestos) y su sintonía (con respecto al alcance) con la fenomenología hermenéutica de Ricoeur, podemos denominar a la filosofía de Ortega, con propiedad en este tema, y quizás también en otros muchos, fenomenología hermenéutica. 1. Ejecutividad y estética. La teoría de la metáfora de Ortega en contexto La teoría de la metáfora de Ortega se encuentra perfectamente descrita en el texto “Ensayo de estética a manera de prólogo”. Se trata de un prólogo a un libro de poemas (J. Moreno Villa, El pasajero), el cual es presentado por Ortega como la celebración de un nacimiento, de un comienzo. Nos encontramos, pues, según Ortega, ante un verdadero poeta. El criterio para discernir al verdadero poeta es la presencia o no de un estilo. El poeta verdadero es el que tiene estilo, el que “enriquece” el mundo, “aumenta la realidad” (Obras Completas -OC en adelante-, VI, 247).Si bien la materia se degrada, disminuye, y el universo avanza hacia un continuo enfriamiento (entropía), el poeta actúa a la contra, es el gran baluarte contra la entropía, “hace entrar en las cosas en un remolino y como espontánea 10 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) danza” (OC, VI, 247), y por esta acción del poeta las cosas adquieren un nuevo sentido. Ricoeur también ve como misión del creador de metáforas la lucha contra la entropía, pues tiene como misión luchar contra la destrucción, contra la muerte; lo que una filosofía de la metáfora viva quiere olvidar es la entropía del lenguaje, dice expresamente Ricoeur.(3). Lo propio de la poesía, tanto del poeta como del lector del poema, es infringir a la vida una especie de retirada; el arte no es cualquier cosa, no es algo normal. Si perdemos “el sentimiento de la distancia”, perdemos el miedo y el respeto al arte. El arte, si tal pérdida se produjera, y con él la poesía (la creación), se reduciría a lo doméstico y habitual. El arte busca lo insólito, lo que rompe la costumbre, por eso es incómodo. La poesía no es, ni puede ser, una ocupación habitual (OC, VI, 249). Después de presentar estas ideas generales sobre estética pasa, casi repentinamente, a esbozar en rápidas pinceladas la manera adecuada de acercarnos, si es que se puede, al ser del yo, a la identidad individual. Todas las cosas, nos dice Ortega, pueden ser utilizadas, todas salvo una pueden ser convertidas en cosas: el yo (OC, VI, 251). El yo no es este hombre a diferencia de otros, o de las cosas, sino “todo en cuanto verificándose, siendo, ejecutándose” (OC, VI, 252). El yo es un estado de intimidad, de compenetración con algo. El yo, como tal, no puede ser presentado ante mí para ser analizado (comprendido), y a partir del cual pueda ser deducido el universo entero. Esta es la posición subjetivista contra la que Ortega arremete, y ante la cual ve levantarse una posibilidad de superación: “acaso... una costa, la nueva manera de pensar exenta de aquella preocupación” (OC, VI, 253). Se está refiriendo a la fenomenología (Husserl) como forma de dar el salto más allá del inmanentismo subjetivista moderno (Descartes).Al comprender algo lo transformamos en otra cosa, lo esquematizamos, lo conceptualizamos, y deja de ser lo que es. En relación íntima sólo nos tenemos a nosotros mismos, pero cuando esta intimidad la convertimos en imagen deja de ser íntima. La verdadera intimidad es algo en cuanto ejecutándose, la presencia de algo en mí y de yo en algo; en este momento se diluyen los límites entre lo externo y lo interno (OC, VI, 254). La intimidad es el verdadero ser de las cosas, y su comprensión es difícil. Se detiene aquí Ortega, en el espinoso problema de cómo podría hacerse objeto de contemplación lo que nunca puede ser objeto, y, saliendo del atolladero, se centra en el análisis del objeto estético, en concreto, de una obra de arte (“el Pensador”) (OC, VI, 254). En la “contemplación” de un objeto estético lo que vemos es una “absoluta presencia”, no es una mera representación de algo, sino, en el caso del objeto estético logrado, lo representado ejecutándose; en la representación hay distancia entre sí misma y lo representado, en el objeto estético logrado, el que no es re-presentación sino “presentación”, tenemos el acto mismo ejecutándose, y no es que proyecte mi yo en la obra, y la intimidad (la ejecutividad) que veo fuera la mía proyectada (esto sería subjetivismo, cuestión de introspección). Dice Ortega:"Nada más falso que suponer en el arte un subterráneo de la vida interior, un método para comunicar a los demás lo que fluye en nuestro sucedáneo espiritual" (OC, VI, 255).No debemos confundir el aludir (representar) con el ofrecer (presentar). La narración, entendida aquí por Ortega como paradigma de la alusión, hace de todo un fantasma de sí mismo (OC, VI, 256), lo aleja, lo traspone más allá “del horizonte de actualidad”. 11 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Es un objeto “muerto”, y ya no estético. El verdadero objeto estético “vivo” no nos narra las cosas, sino que nos las presenta como ejecutándose. Este es el gran misterio del arte, su gran enigma; el objeto estético nos ofrece una intimidad, todo en cuanto yo; nos hace patente la intimidad de las cosas, su “realidad ejecutiva”. Lo que no es arte (la ciencia, por ejemplo) sólo nos da “meros esquemas, remotas alusiones, sombras y símbolos”. Cuando queremos mirar las cosas, y conocerlas, nos separamos, querámoslo o no, de ellas. De lo único de lo que no nos separaríamos sería de aquello que no nos opusiera resistencia, lo transparente, pero, por ser transparente no lo consideraríamos. Pero, entonces, nos preguntamos con Ortega, ¿hay algo que sea transparente y podamos considerarlo? Sí, el arte. Éste nos da un objeto transparente que captamos en sí mismo. El objeto estético “encuentra su forma elemental en la metáfora, (...) objeto estético y objeto metafórico son una misma cosa... la metáfora es el objeto estético elemental, la célula bella” (OC, VI, 257). Resumamos el proceder de Ortega: 1) lo propio del yo es la intimidad: estar siendo con el mundo, la ejecutividad; 2) el yo, lo íntimo, es transparente, no puede ser objeto, captado, comprendido adecuadamente, entonces, ¿hay algo que pueda ser objeto y siga siendo transparente, conservando su ejecutividad? 3) Sí lo hay: el objeto estético, por ejemplo; 4) y, para concretar más el análisis, el objeto estético por antonomasia, la metáfora. 2. La descripción del proceso metafórico según Ortega El tema de la metáfora sigue siendo, nos señala Ortega, inexplorado, terra incognita. El interés que tiene ahora en este escrito no es elaborar una teoría de la metáfora, sino sólo indicar cómo en ella se revela, genuinamente, el objeto estético, es decir, añadimos nosotros, “algo en cuanto ejecutándose”. “Metáfora” es, a la vez, un procedimiento y un resultado, un proceso y un producto. El objeto metafórico no son las imágenes reales (‘ciprés’, ‘espectro’ o ‘llama’ en su ejemplo de metáfora -“el ciprés es como el espectro de una llama muerta”-); el objeto nuevo es el "ciprésespectro de una llama". Tal ciprés no es un ciprés, tal espectro no es un espectro, tal llama no es una llama. Hay una nota real de identidad entre el esquema lineal del ciprés y el esquema lineal de la llama, ésta es la semejanza. Pero, dice Ortega: “en toda metáfora hay una semejanza real entre sus elementos y por esto se ha creído que la metáfora consistía esencialmente en una asimilación, tal vez en una aproximación asimilatoria de cosas muy distantes. Esto es un error” (OC, VI, 257). Las metáforas nos satisfacen por averiguar en ellas una coincidencia entre dos cosas más honda y decisiva que cualquier semejanza (OC, VI, 258). Por ello, el 12 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) fundamento o razón de ser de la metáfora no es la semejanza. La semejanza puede ayudarnos para explicar la metáfora, pero no es lo constitutivo del proceso metafórico. La semejanza es sólo una primera articulación.El mecanismo metafórico es otro: formamos un nuevo objeto, "ciprés bello", que no es el ciprés real; para eso, lo primero que tenemos que hacer es liberarnos del ciprés como realidad visual y física, “aniquilar el ciprés real” (OC, VI, 258), y luego, dotarlo de esa nueva cualidad. Para lograr lo primero lo asemejamos a algo que tiene cierto parecido y afirmamos la identidad absoluta, lo cual implica un absurdo, un imposible; se han unido mediante algo insignificante. Los restos de ambas imágenes se resisten a la compenetración, se repelen mutuamente. “Donde la identificación real se verifica no hay metáfora” (OC, VI, 258), nos señala oportunamente Ortega. En la metáfora hay conciencia clara de no-identidad. Esto se observa con claridad en las metáforas en las que no aparece el término “como”. La negación de una cosa es la afirmación de otra; el ciprés-llama no es el ciprés-real, es un nuevo objeto que conserva el árbol físico como un molde, un esquema, en el que se inyecta algo nuevo (‘materia espectral de una llama muerta’). Vemos algo a través de otra cosa. Se lleva a cabo en el hacer metafórico un “aniquilamiento de las cosas”; las imágenes reales, que son los elementos de la metáfora, chocan sus rígidos caparazones y su materia se fluidifica. La metáfora, al afirmar a la vez, su radical identidad y su radical noidentidad, nos hace que busquemos constituir desde ella, como mero punto de partida, la identidad en un nuevo objeto. La metáfora nos empuja a “otro mundo” (OC, VI, 259) donde sea posible la confrontación entre identidad y no-identidad. Toda imagen tiene dos caras, ser imagen de algo y ser algo mío; con respecto al ciprés es sólo imagen, con respecto a mí es algo mío, momento de mi yo, de mi ser. La palabra ‘ciprés’ es nombre de una cosa, pero es un verbo (mi ‘ver el ciprés’). Si esta actividad mía se ha de convertir en objeto me pondré de espaldas a la cosa ciprés, y veré al ciprés des-realizándose mediante una actividad mía, mediante mi yo; transformo la palabra ‘ciprés’ de sustantivo en un verbo, haciéndola entrar en “erupción, actividad” (OC, VI, 260). Lo que toda imagen es como estado ejecutivo mío, como actuación de mi yo, se denomina sentimiento. Se nos pone delante un ciprés, se nos quita el ciprés y se nos dice que donde veíamos un ciprés situemos el espectro de una llama: “hemos de ver la imagen de un ciprés al través de la imagen de una llama, lo vemos como una llama” (OC, VI, 260). Pero ambas imágenes se excluyen, y sin embargo, la compenetración es perfecta.La transparencia se verifica en el lugar sentimental de ambas. La metáfora nos comunica algo concreto, particular: “cada metáfora es el descubrimiento de una ley del universo” (OC, VI, 261). Con la metáfora sentimos simplemente una identidad, vivimos ejecutivamente el ciprés-llama, es decir, lo presentado en y por la metáfora (OC, VI, 261). 3. Hermenéutica de la metáfora desde la tradición hermenéutica-Ricoeur Como hemos dicho al principio, después de presentar la hermenéutica de la metáfora de Ortega procedemos a relacionarla con la hermenéutica contemporánea, en concreto en la hermenéutica de Ricoeur, el cual, ha estudiado 13 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) en profundidad el “hacer” de la metáfora intentando ver en ella tanto su innovación de sentido como su poder heurístico, es decir, de re-descripción de la realidad.(4) Presento brevemente la hermenéutica de la metáfora de Ricoeur, en concreto la dinámica de la creación de sentido, de innovación semántica. Después de analizar el amplio y complejo campo de los símbolos el hermeneuta Paul Ricoeur se introduce en el estudio de la metáfora. Ésta, con respecto a aquél, presenta ventajas: primero, no se refiere a campos de investigación tan amplios y dispersos y, segundo, en la metáfora no aparece, al menos de una manera tan directa, el doble nivel de lo articulado y lo no articulado. La metáfora es preferible, pues pertenece, de entrada, a una sola disciplina, y ofrece una constitución de lenguaje homogénea. Comienza Ricoeur, como también lo hace Ortega, de una manera polémica. Revisa el concepto de metáfora recibido de la tradición antigua (para Aristóteles la comparación es una metáfora desplegada; para Cicerón y Quintiliano será una comparación condensada), e, igualmente, desplaza el problema de la metáfora desde una semántica de la palabra a una semántica de la frase. Se suele clasificar la metáfora entre los tropos, figuras que conciernen a la variación de sentido en el uso de una palabra, definiéndola como la transposición de un nombre extraño. La metáfora es la extensión de sentido de palabras aisladas (teoría de la denominación), y ello en función de la semejanza. La metáfora tendría por tarea llenar una laguna de denominación y adornar el lenguaje, tendría un único valor emocional, sin contenido informativo, sin alcance semántico. El principal inconveniente de esta explicación “clásica” de la metáfora, es que mediante ella no se explica el carácter de innovación semántica. En esta tradición retórica de la metáfora permanecen una serie de rasgos los cuales Ricoeur va a corregir, detenida y acertadamente, sirviéndose de los análisis más recientes en torno al tema. (5) Los rasgos más importantes que introduce y destaca son los siguientes: a) La metáfora es un recurso de la frase, no de la palabra. La metáfora procede de una semántica de la frase antes de implicar una semántica de la palabra. Se trata de un fenómeno de predicación. Es resultado de poner dos términos en tensión (“manto de dolor”, por ejemplo). La metáfora procede la tensión entre todos los términos que constituyen un enunciado metafórico. (6) b) La metáfora procede del conflicto entre dos significaciones. El principal rasgo de la metáfora es el funcionamiento mismo de la predicación a nivel de la totalidad del enunciado. La interpretación metafórica supone una interpretación literal que se destruye. Se trata de producir una “contradicción significante”, la tensión de la que antes hablábamos es una tensión, más que entre dos términos del enunciado, entre dos interpretaciones suscitadas por la metáfora. Esta transformación impone una torsión, que provoca una extensión de sentido, lo cual produce, a su vez, la creación de sentido de las palabras; no hablamos de un uso desviado de nombres, sino de predicados, no nombres empleados metafóricamente (denominación). La metáfora aparece por una inconsistencia del enunciado interpretado literalmente; esta inconsistencia es una “impertinencia semántica”. 14 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La impertinencia de la predicación debe seguir siendo percibida, a pesar de la emergencia de la nueva significación. Esta tensión, este conflicto entre el sentido literal y sentido metafórico debe mantenerse, sino ya no estamos ante una metáfora viva, sino muerta (es decir, debe seguir sorprendiéndonos hablar de “manto de dolor”). c) La metáfora permite captar semejanza. Lo que está en juego en el enunciado metafórico es captar un “parecido”, una semejanza, allí donde la visión ordinaria no percibe ninguna conveniencia mutua; es un error calculado, asimilar cosas que no van juntas. Decía Aristóteles, en este sentido, que “hacer buenas metáforas es percibir la semejanza”. El funcionamiento de la metáfora se acerca a lo que Ryle denomina “category-mistake”, aproximar lo que está distante. Opone a la teoría clásica de la sustitución una teoría de la tensión: si nos quedamos en la concepción clásica, la metáfora no es más que un tropo, una sustitución de una palabra por otra, y la semejanza entre ambas es la que permite tal intercambio. La metáfora es una creación instantánea, es una innovación semántica en el choque entre dos interpretaciones. El momento creador reside en la emergencia de una nueva pertinencia sobre las ruinas de la predicación impertinente. Aquí es importante la semejanza. No por la semejanza aparece la metáfora, sino porque se da la metáfora aparece la semejanza, la aproximación; esto es, la asimilación predicativa. Esta nueva pertinencia suscita la extensión del sentido de las palabras aisladas: el fenómeno principal para la retórica clásica pasa a ser segundo en esta nueva comprensión de la metáfora. d) La interpretación de la metáfora es infinita. No puede darse tal sustitución, argumenta Ricoeur, pues las metáforas verdaderas son intraducibles; no significa que no sean parafraseadas, sino que la paráfrasis es infinita y no agota la innovación de sentido. (7) e) La metáfora nos informa sobre la realidad. La metáfora no es un ornamento del discurso. La metáfora tiene mucho más que un valor emocional, es una información nueva, nos dice algo sobre la realidad. Resumiendo, los rasgos de la metáfora viva son: impertinencia literal, nueva pertinencia predicativa, torsión verbal. La innovación semántica está constituida por el segundo rasgo (nueva pertinencia predicativa), producida por el trabajo de la imaginación. La imaginación es quien lleva a cabo el momento de innovación semántica, siempre que no se entienda la imaginación como producción de imágenes en el sentido de residuo perceptivo impresión debilitada- y se distinga de lo que sería -en terminología de Kant- la imaginación reproductora. Tiene por misión, pues, esbozar nuevas síntesis, su corazón es el esquematismo que Kant define como el método de dar una imagen al concepto. "La imaginación desempeña el papel de un libre jugar con las posibilidades, en un estado de no compromiso con el mundo de la percepción y de la acción. En este estado ensayamos nuevas ideas, nuevos valores, nuevas maneras de ser en el mundo" (8) 15 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 4. Implicaciones de la hermenéutica de la metáfora: Ortega y Ricoeur Las consecuencias del análisis del proceso metafórico llevado a cabo por ambos filósofos son de gran importancia, sobre todo en lo que respecta a cuestiones epistemológicas y ontológicas. Las enumero brevemente, haciendo notar que, aunque emplee el lenguaje o expresiones de uno, el otro podría reconocerse en él, es decir, sólo presento aquellas implicaciones que ambos compartirían. 4.1. Metáfora y conocimiento Distingue Ortega dos usos posibles de la metáfora, uno más superficial, otro más profundo. En primer lugar, usamos la metáfora cuando no disponemos de una palabra para mencionar una novedad, pero también usamos la metáfora como “modo esencial de intelección” (OC, II, 390), porque con ella “podemos alcanzar contacto mental con lo remoto y más arisco” (OC, II, 391). De la metáfora hay, por ello, que destacar con igual fuerza su elemento “estético” (“fulguración deliciosa de belleza”, OC, II, 391) como su elemento de investigación (“la metáfora es una verdad, es un conocimiento de realidades”, OC, II, 391). Por todo esto las metáforas poéticas (metáforas vivas) son un descubrimiento de “identidades efectivas” (OC, II, 393). Nos ofrecen conocimiento.Una nueva obra literaria con estilo significa, pues, para Ortega, “la promesa de que el mundo nos va a ser aumentado” (OC, VI, 263)."Esto implica que en una de sus dimensiones la poesía es investigación y descubre hechos tan positivos como los habituales en la exploración científica" (OC, II, 391). El lenguaje poético es, según Ricoeur, y esta es una de sus tesis fundamentales, referencial, es decir, está ligado, vinculado a lo que dice. La poesía está ligada a nuevas configuraciones de sentido de la realidad y, de esta manera, a nuevas maneras de “ser en el mundo”. La metáfora re-describe la realidad, actúa como un modelo científico, tiene una función heurística o de descubrimiento. Ricoeur resume su concepción de la metáfora, y su poder heurístico, de una manera clara en el siguiente texto: “... el lenguaje poético tiene en común con el lenguaje científico el no alcanzar la realidad sino a través del rodeo de una cierta negación infligida a la visión ordinaria y al discurso ordinario que la describe. Al hacer esto... apuntan a un real más real que la apariencia... el sentido literal debe frustrarse para que el sentido metafórico emerja, de igual manera la referencia literal debe hundirse para que la función heurística cumpla su obra de redescripción de la realidad... La poesía no imita la realidad sino recreándola al nivel mítico (fabulador) del discurso" (9). El lenguaje poético destruye la referencia espontánea del lenguaje ordinario, y en virtud de la distancia que toma con respecto a la realidad natural (mediante una suspensión de referencia o “epojé”, dicho en términos fenomenológicos), abre nuevas dimensiones de la realidad. Se anula una referencia descriptiva en beneficio de una referencia metafórica. 16 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 4.2. Metáfora y “mundo ordinario” La metáfora, el objeto estético en general, “perturba nuestra visión natural de las cosas” (OC, VI, 263), y por esa perturbación pone de relieve y resalta “lo que de ordinario nos pasa desapercibido: el valor sentimental de las cosas” (OC, VI, 263). Son dos caras de un mismo proceso: 1) “superación” o “ruptura” de la manera ordinaria de vivir, y de la estructura real de las cosas, y, 2) nueva estructura o interpretación sentimental. La manera de realizar este proceso es el estilo. Un poeta supone la llegada de nuevos objetos, lo que un estilo dice no lo puede decir otro. “Cada poeta verdadero, cuantioso o exiguo, es, por tal razón, insustituible. Un científico es superado por otro que le sigue: un poeta es siempre literalmente insuperable” (OC, VI, 263). En ciencia tiene valor lo repetible, lo imitable, en arte está fuera de lugar la imitación, el estilo es siempre unigénito. Un poeta, un creador, nos propone salir y ampliar nuestro mundo, nuestra experiencia. Por eso, gracias al trabajo de la imaginación, la metáfora nos desliga de la experiencia cotidiana, pues se trata de es ficción y conlleva una “suspensión” o ruptura de la realidad que vivimos de manera ordinaria. El lenguaje poético ofrece modos de ser, sentir, y pensar que la visión común oblitera y olvida. 4.3. Metáfora y sentimiento El arte se suele definir como una expresión de la interioridad humana, de los sentimientos del sujeto. Ortega, desde su teoría de la metáfora, discrepa. El arte no es sólo una actividad de expresión, ¡cómo si lo todavía no expresado existiera previamente! (OC, VI, 262). Con el arte, en el arte, aparece un nuevo objeto que vive en el “mundo estético”, que no es ni mundo físico, ni mundo psicológico (OC, VI, 262). El idioma nos habla de las cosas, alude a ellas; el arte (la metáfora) las efectúa (“usa de los sentimientos ejecutivos como medios de expresión y merced a ello da a lo expresado el carácter de estarse ejecutando”). El arte es expresión, pero ejecutiva, es decir, vital. El arte, también para Ricoeur, no es únicamente sentimiento. Mejor dicho, hay que entender por sentimiento algo muy distinto a lo que entendemos habitualmente: es una manera específica de encontrarse en el mundo, de orientarse en él, de comprenderlo e interpretarlo. Comenzaba Ortega a elaborar el concepto de “objeto estético” de una manera polémica, en combate con el subjetivismo emotivista: el objeto estético no es la proyección de mi estado de ánimo en un objeto, ni el arte un subterráneo de la vida interior. Igualmente Ricoeur critica el concepto emotivista de connotación, y la idea, más extendida, del sentimiento como algo interno. Recordemos que para él, tras la estela de Heidegger y de Scheler, el “estado del alma” (sentimiento) es una manera de encontrarse en medio de la realidad, un modo de hallarse en el mundo; tiene, pues, un carácter denotativo. El sentimiento es ontológico.(10) 17 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 4.4. Metáfora y realidad del objeto estético El arte es esencialmente irrealización (OC, VI, 262); es una nueva objetividad que nace de la previa ruptura y aniquilación de los objetos reales. El arte es irreal, primero, porque no es real, distinto de lo real, y, segundo, porque uno de sus elementos es la “trituración de la realidad”, por eso... “el territorio de la belleza comienza sólo en los confines del mundo real” (OC, VI, 262). La imagen introduce una nota suspensiva, un efecto de neutralización. El proceso metafórico entero está situado en la dimensión de lo irreal. Así pues, mediante el análisis de la metáfora se puede precisar el estatuto mismo del objeto estético. 4.5. Metáfora y filosofía Ortega concede, por tanto, gran valor al uso de metáforas. No sólo a que el filósofo tenga en cuenta su funcionamiento, como el mismo hace, sino también, como también él hace, a su empleo efectivo. El uso de metáforas en filosofía no es criticable, pues como él dice:"Cuando un escritor censura el uso de metáforas en filosofía, revela simplemente su desconocimiento de lo que es filosofía y de lo que es metáfora" (OC, II, 387).Que se empleen mal las metáforas, tal es el caso de la crítica de Aristóteles a Platón, no es una objeción contra la metáfora en sí misma, sino contra los usos concretos. Ricoeur, por su parte, se distancia de aquellas filosofías que se han acercado “demasiado” a la metáfora, que suplantan el esfuerzo conceptual por el empleo de metáforas. Que entre metáfora y filosofía hay relación productiva significa, precisamente, señalar que el trabajo de la metáfora y el trabajo de los conceptos son distintos. El filósofo puede utilizar metáforas, como hace Ortega, pero siendo consciente de lo que significa tal uso y nunca de una manera perezosa. 5. De la fenomenología (descripción) a la ontología (realidad): tras las huellas de la metáfora Pensamos que la interpretación del proceso metafórico tal y como lo hemos visto tanto en Ricoeur como en Ortega puede ponerse en relación, y no de manera forzada, con algunos de los aspectos más importantes del método fenomenológico, que tan importante ha sido para la filosofía del siglo XX (véase Sartre, por ejemplo). La hermenéutica de la metáfora no sería tal si el presupuesto con el que cuentan Ricoeur y Ortega no fuera el que es: la fenomenología. La intención de todo el análisis del enunciado metafórico se inscribe en un proyecto fenomenológico. Ambos utilizan nociones “nacidas” de la fenomenología de Husserl, en concreto de las Ideas, para explicar la innovación de sentido y la fuerza heurística del discurso metafórico. Ambos autores, y otros representantes de la tradición fenomenológica, tienen mucho cuidado en distinguir un hacer poiético original, creativo, de otro inauténtico, más alusivo y menos profundo. La poesía es “creadora”, la poesía no cuenta historias, apresa “no lo que la obra cuenta sino lo que es”. (11) Esta tradición fenomenológica ha puesto de relieve de una manera precisa, no simplemente romántica, el poder creador del lenguaje. 18 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La poesía es auténtico camino de acceso a lo real, auténtico batiscafo del sentimiento del origen. En palabras de Heidegger: “Una cosa es contar cuentos de los entes y otra es apresar el ser de los entes”, (12) o, también, como dice Ortega: lo propio del arte no es “narrarnos las cosas, sino presentárnoslas como ejecutándose” (OC, VI, 256). O como diría el propio Ricoeur: frente a la metáfora muerta, que únicamente refiere ostensivamente (“cuenta cuentos” -Heidegger-, “alude” -Ortega-), la metáfora viva dice el ser, dice la eclosión del aparecer.Ante el profundo parecido entre Ortega y Ricoeur se le ha criticado a éste que en una obra tan bien documentada (La métaphore vive) no cite en absoluto a Ortega cuando la descripción del funcionamiento metafórico es tan parecida.(13) Quizás podamos nosotros decir, y no es por disculpar a Ricoeur, que la crítica hay que hacerla no tanto a Ricoeur, sino más bien a aquellos que desde el ámbito hispano no han dado cuenta, de alguna manera, de esta proximidad. La proximidad con el planteamiento ricoeuriano avala, precisamente, la tesis del trasfondo fenomenológico de la interpretación orteguiana de la metáfora. Los dos poseen este trasfondo fenomenológico, y además, en la dimensión más ontológica, tienen presente a Aristóteles; recordemos la definición de éste de metáfora: la metáfora “significa las cosas en acción” (Retórica, III 11, 1411 b 24-25). El arte tiene como misión hacer patente la intimidad de las cosas, su naturaleza en acción; éste es el concepto de “physis” cuyo pensamiento es un reto para la ontología implícita en el postulado de la referencia metafórica.En la metáfora lo que sucede es que averiguamos (creación y descubrimiento, decía Ricoeur) una coincidencia más honda y decisiva que cualquier semejanza reflexiva y calculada.La metáfora nos acerca a lo originario (“hondo y decisivo”). El mecanismo de la metáfora, en su resonancia con el método fenomenológico, es el siguiente: con la metáfora formamos un nuevo objeto, opuesto al real. Son dos operaciones: nos liberamos del objeto visual y físico (momento negativo de la ‘reducción’), para, en un segundo momento, darle nuevas cualidades. Para conseguir esto lo que se hace es elaborar una estrategia de destrucción; buscamos, dice Ortega, un “absurdo, un imposible”, unimos dos imágenes que se resisten a la compenetración, que se repelen (impertinencia predicativa-literal, en terminología de Ricoeur). El resultado de esto es, palabras textuales, “el aniquilamiento de las cosas en lo que son como imágenes reales” (OC, VI, 259); recordemos que Ricoeur, en este punto, no es menos expresivo y utiliza, también, la terminología husserliana de “destrucción”, de “ruina”; por esta afirmación de la identidad y la noidentidad (es y no-es) “hemos de encontrar la identidad en un nuevo objeto, en “otro mundo” (en términos de Ricoeur, “nueva pertinencia predicativa”). El arte es irrealización (Husserl y Ricoeur), es la creación de una nueva objetividad (momento positivo de presentación, de ‘re-con-ducción’, después de la reducción como “puesta entre paréntesis”), nacida del “aniquilamiento” de los objetos reales (OC, VI, 262). El arte es, en este sentido, doblemente irreal: no es real y tritura lo real. Son numerosos los textos de Ricoeur en los que para explicar el proceso metafórico recurre a terminología husserliana, por ejemplo nos dice: "En el límite podemos considerar el proyecto poético como un proyecto de destrucción del mundo, en el sentido en que Husserl hace de la destrucción la piedra de toque de la reducción 19 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) fenomenológica"(14). La poesía está desligada del mundo de una manera, pero de otra manera está ligada; ligada a lo que crea:"... la reducción de los valores referenciales del discurso ordinario es solamente la condición negativa para que sean llevadas al lenguaje nuevas configuraciones de sentido de la realidad y, a través de ellas, nuevas maneras de ser en el mundo, de habitarlo y de proyectar allí nuestras posibilidades más propias" (15)Y, también:"Nadie es menos libre’ que el poeta. O mejor, su palabra no está libre de …-la visión ordinaria de las cosa-- sino porque se ha vuelto libre para ... para el ser nuevo que debe llevar al lenguaje"(16). La reducción nos permite el acceso al mundo del sentido, permite que nos distanciemos del mundo en que vivimos para significarlo de nuevo, o para experimentar de nuevo el nacimiento del sentido, lo cual es parecido a lo que nos dice Ricoeur sobre el funcionamiento de la metáfora (y en Ortega se encuentra latentemente):"El eclipse del mundo manipulable objetivo abre así el camino a la revelación de una dimensión nueva de realidad y verdad"(17) Y, también:"... lo propio del lenguaje poético es, en general, abolir la referencia del lenguaje ordinario, descriptivo en primer grado, didáctico, prosaico, y, en virtud de esta epoché de la realidad natural, abrir una nueva dimensión de realidad que queda significada por la fábula. En la parábola, la ficción es la que ejerce la epoché por la cual se anula la referencia que llamamos descriptiva en favor de la referencia metafórica..." (18). La imaginación es un instrumento de trabajo imprescindible del fenomenólogo. La modificación de neutralidad (“poner fuera de juego”, “suspender”, “figurarse simplemente en el pensamiento”) es lo que hace posible la fenomenología, y la filosofía;(19) neutralización es sinónimo de epojé. La reducción trascendental (característica de la fenomenología) es presentada por Husserl en términos de neutralización. La neutralización de la tesis del ser, la modificación posible de la conciencia, es lo propio de la suspensión artística, y de la suspensión fenomenológica. La función neutralizante de la imaginación con respecto a la tesis del mundo es solamente la condición negativa para que sea liberada una fuerza referencial de segundo grado, dice Ricoeur: "... el discurso, aún ficticio, es todavía sujeto de algo o de alguien que pueda ser identificado como ser pero de un modo neutralizado. Ahora bien, los modos neutralizados suponen modos posiciónales y todas sus modificaciones. Esta filiación de la ficción y de la neutralización a partir de lo que Husserl llamaba la Ur-doxa, proto-creencia, confirma y no suprime el anclaje del discurso en el ser..."(20). Todas las demás potencias del hombre lo inscriben en lo real, pero la metáfora, señala Ortega, permite la evasión, la creación, crear “arrecifes imaginarios”, “islas ingrávidas” (idea de reducción como suspensión). La metáfora se hace sustancia, no sólo ornamento, y es gracias a ello por lo que es también una profundización en lo real. Como conclusión me gustaría destacar que Ortega no está sólo en su penetrante descripción de la metáfora, está en “buena compañía”, lo cual tampoco es garantía de verdad. 20 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) El pensar nosotros aquello que nos interesa, en este momento el objeto estético (la metáfora), en compañía, incluso de la mano, de Ortega y de Ricoeur tampoco es garantía de verdad, pero es en diálogo con ellos, a favor de ellos y contra ellos, lo que nos consuela, quizás, de la ausencia de tal garantía y nos descubre, como decía Jaspers y recuerda Ricoeur, que el diálogo sí es, al menos, estructura de conocimiento verdadero. Citas de pie de página 1. ORTEGA GASSET, J. Obras Completas (OC). Tomo III. Madrid: p. 372. 2. Ortega, Obras Completas (OC), Tomo VI. Madrid: p. 247-264. 3. RICOEUR, Paul. La metáfora viva. Madrid: Cristiandad. 1980, p. 386; La métaphore vive. Paris: Senil.1975, p. 362. Sobre la filosofía de Paul Ricoeur pueden consultarse: MORATALLA Domingo, T. “De la fenomenología a la ética”, En: VV. AA. Lecturas de Paul Ricoeur. Madrid: UPC.1998, p. 123263. Y también MORATALLA Domingo, T. Creatividad, ética y ontología. La fenomenología hermenéutica de P. Ricoeur, (Tesis doctoral), Madrid: UPC. 1996. 4. Cfr. sobre todo el estudio VII de La metáfora viva. 5. Entre otros, seguirá muy de cerca los planteamientos de Black, Richards, Beardsley, Turbayne, y Wheelright. 6. RICOEUR, P. “Palabra y símbolo”, en Hermenéutica y acción. Buenos Aires: Docencia. 1980., p. 725 (original en francés “Parole et symbole”. En: Revue des Sciences Religieuses, vol. 49, nº 1-2, 1975, pp. 142-161); p. 11. 7. Ibíd., p. 13. 8. RICOEUR, P. “Poética y simbólica”, En: P. Ricoeur, Educación y política. Buenos Aires: Docencia.1984, pp. 19-43; p. 32 (original “Poétique et simbolique”, En VV. AA., Initiation à la pratique de la théologie (Vol. I), dir. por B. Lauret y F. Refoulé, Du Cerf, Paris, p. 37-61). 9. Ibíd., p. 24. 10. RICOEUR, P. La metáfora viva. Op.cit., p. 330-331 (original francés, p. 309). 11. PATOCKA, J. L'art et le Temps. Paris: Pol, 1990, p. 366, cfr. también L'Ecrivain, son ‘objet’, Paris. Pol, 1990. 12. HEIDEGGER, M. Ser y Tiempo, § 49. 13. Por ejemplo, Ch. Maillard, La creación por la metáfora. Introducción a la razón poética, Anthropos, Barcelona, p. 111. 14. RICOEUR, “Palabra y símbolo”, p. 17. 15. Ibíd., 18. 16. Ibíd., 18. 17. Ibíd., 24. 18. P. Ricoeur, “Manifestación y proclamación”, en RICOEUR, P. Fe y Filosofía. Problemas del lenguaje religioso. Buenos Aires: Almagesto/Docencia, p. 73-98; p. 85. (original en Archivio di Filosofia, vol. 44, 1974). 19. Para el estudio de la relación entre “imaginación” y fenomenología, véase Mª Manuela Saraiva, L'imagination selon Husserl, Colección Phaenomenologica, Martinus Nihjhoff, La Haye, 1970. 20. RICOEUR, P. “Discurso y comunicación” .En: Universitas Philosophica, Nº 11-12, 1989, pp. 6788; p. 80 (original: Conferencia Inaugural del 15º Congreso de la Asociación de Sociedades de Filosofía en lengua francesa en Montreal en 1971). 21 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 22 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) HERMENÉUTICA-FENOMENOLÓGICA EN MARTÍN HEIDEGGER∗ Julio César Barrera Vélez Profesor de Tiempo Completo Facultad de Artes y Humanidades Departamento de Filosofía Universidad de Pamplona-Colombia e-mail:[email protected] Resumen El presente artículo tiene por objeto tematizar críticamente la radicalización y el abandono de la fenomenología que realizó en su pensar filosófico Martín Heidegger y mostrar su viraje hacia una hermenéutica-fenomenológica.Los acápites que lo estructuran son: § 1. Contexto de la radicalización heideggeriana. § 2. Rechazo heideggeriano de la reflexión trascendental. § 3. Vestigios del giro. § 4. Intuición fenomenológica e intuición hermenéutica. § 5.De la fenomenología trascendental a la hermenéutica-fenomenológica. Palabras Clave: Fenomenología, Hermenéutica, Intuición, Heidegger. HERMENEUTICS- PHENOMENOLOGY IN MARTÍN HEIDEGGER Julio Cesar Barrera Vélez Full Time Professor Faculty of Arts and Humanities University of Pamplona E--mail: [email protected] Abstract The present article intends to critically develop the radicalization and the abandonment of phenomenology in the philosophical thought of Martin Heidegger and to show his turning towards a phenomenological hermeneutics. This work’s headings are: 1. The context of radicalization in Heidegger. 2. Heidegger’s rejection of transcendental reflection. 3. Traces of Heidegger’s turning. 4. Phenomenological intuition and hermeneutical intuition. 4.From transendental phenomenology to phenomenological hermeneutics. Key Word: Phenomenology, Hermeneutic, Intuition, Heidegger. ∗ Este texto corresponde al informe final del proyecto de investigación: Interrelaciones entre Fenomenología y Hermenéutica de la línea de investigación Fenomenología y Hermenéutica del Grupo de Investigación Dianoia-Filosofía inscrito en Colciencias Código COL0042705 del Departamento de Filosofía de la Universidad de Pamplona. 23 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Los ojos me los puso Husserl… Martín Heidegger § 1. Contexto de la radicalización heideggeriana1 Fieles al precepto fenomenológico de la ubicación de los fenómenos en su respectivo horizonte veamos los elementos principales del contexto en que acaece dicho “giro”. Las principales líneas de pensamiento de la época son: a) Neokantismo, representado fundamentalmente por la llamada ‘escuela de Marburg’, el neokantismo se proponía retornar al pensamiento kantiano para recuperar y ampliar fundamentalmente su epistemología. La filosofía es entendida como teoría del conocimiento, y se combatían tanto el positivismo que acababa desembocando en el dogmatismo de los hechos, como el romanticismo idealista que convertía la discusión filosófica en un galimatías. Heidegger mismo se formó en esta corriente, y así cabe entender su texto de habilitación y primera obra, “la teoría de las categorías y de la significación en Duns Scoto”, como una obra neokantiana. Respecto a ello afirma Vattimo: De manera que en la conclusión del estudio sobre Scotto se anuncia la problemática de fundar la validez objetiva de las categorías en la vida de la conciencia, la cual se caracteriza por la temporalidad y por la historicidad, es decir, precisamente por aquellos caracteres en virtud de los cuales el escrito sobre el psicologismo reconocía que la esfera lógica era irreductible a la esfera psíquica: El espíritu viviente es como tal espíritu histórico en el sentido más propio del más propio del término.2 b) Historicismo, Transmitido a Heidegger fundamentalmente a través de las obras de Dilthey y el conde Yorck. El historicismo suponía una “tomada de conciencia” con respecto al peso de la historia y la importancia de la situación histórica de la que surge todo discurso; se relativizaba así el valor de las teorías, con lo que el pensamiento dialéctico de tradición idealista entraba en crisis: jamás podría afirmarse de forma absoluta la transparencia del espíritu con respecto a sí mismo. c) Corrientes irracionalistas. Por un lado, Husserl había tratado de integrar la vida en su fenomenología mediante el concepto de “lebenswelt”, pero ésta quedaba siempre subordinada a la reflexión trascendental, por lo que la vida aparecía como un fenómeno paralelo y desgajado del sujeto. 1 En lo referente al contexto nos fundamentamos en XOLOCOTZI YAÑEZ, Ángel. Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino a Ser y Tiempo. México: UIA-PIB. 2004. 2 A este respecto véase. Vattimo, Gianni. Introducción a Heidegger. Barcelona: Gedisa. 1994. 24 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Por otro lado florecían en la época concepciones irracionalistas que reivindicaban el impulso de la vida como único fundamento de la existencia humana. La originalidad de Heidegger consistirá en enfrentarse a esta contraposición sin tomar partido por ninguna de las dos opciones, haciendo de la vida el tema central de la reflexión; ello supondrá el tránsito hacia “la hermenéutica de la facticidad”. § 2. Rechazo heideggeriano de la reflexión trascendental La negativa a considerar la reflexión como el elemento propio del pensamiento es un rasgo constitutivo del pensar heideggeriano, que tiene raíces complejas. Lo que nos interesa aquí es el punto de vista fenomenológico, tal como aparece en Investigaciones Lógicas o de la reflexión fenomenológica que se abre con la epojé: en ambos casos lo esencial, la conversión de lo vivido en objeto de una mirada que le escudriña teoréticamente, permanece en la reflexión y evidencia decir, lo que ese rechazo tiene de crítica interna al ejercicio husserliano de la fenomenología3. De entrada, hay que tener en cuenta el motivo «vitalista» (lebensphilosophisch) que conduce el planteamiento de Heidegger: se trata, como sabemos desde las primeras Vorlesungen, de mostrar la estructura fundamental del Urphdnomen de la vida. Es este punto de vista el que hace que para Heidegger la «vivencia» no sea nunca una unidad psicológica, un momento concreto del fluir de la conciencia, sino un momento del vivir humano en toda su integridad, sin hacer acepción de regiones determinadas; es lo que Heidegger llamará a partir de 1921 «la vida fáctica». La fenomenología es el método adecuado porque su exigencia básica, ¡a las cosas mismas! no está ligada a ningún punto de vista determinado, por tanto no al de la psicología descriptiva4. La cuestión esencial, desde el punto de vista fenomenológico es, pues, cuándo y cómo la vida se ofrece a la intuición, es decir, se muestra en estado de fenómeno, como siendo ella misma, y no en símbolos o representaciones. A esta exigencia de inmediatez, de tomar las cosas como por lo pronto se dan, responde la descripción heideggeriana de la Umwelterlebnis del Kriegsnotsemester de 1919: se trata de sumergirse en la vivencia del mundo, tal como podemos sorprenderlo en cualquier instante de nuestro vivir cotidiano, y tratar de describir lo que efectivamente se vive cuando se está ejerciendo el acto5. La vida se da a sí misma en el acto de vivir: hay sencillamente que atender a este darse inmediato. La fenomenología ha proporcionado para ello no sólo la actitud general, sino también el instrumento del análisis: la intencionalidad, que representa por primera vez una «línea directiva segura para la investigación de las vivencias y de los complejos de vivencias». La correlación intencional, que se muestra ella misma como rasgo constitutivo de toda vivencia y no como algo impuesto, ofrece la posibilidad de que las vivencias salgan del terreno de la inefabilidad subjetiva y que su descripción se ordene en torno a un hilo conductor comprensible. Pues bien, tratando de mantenerse firmemente en la 3 4 5 Cfr. AGAMBEN, G. La passion de la facticité. En. Heidegger: Questions ouvertes. París: Vrin. 2005. Cfr. AGAMBEN, G. Op.cit. Cfr. AGAMBEN, G.Op.cit. p.35 y ss. 25 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) atención a lo inmediatamente dado, es como Heidegger logra la caracterización de la vivencia como Ereignis, que comporta un rechazo frontal de la actitud teórica6. La diferencia descriptiva entre Vorgang y Ereignis, pone de relieve el diferente modo de ser vividas dos situaciones vitales. En la vivencia como Ereignis hay una intencionalidad que no se deja expresar con el mero «dirigirse a» de la mirada teórica ni con el estar ahí delante del objeto. En la vida inmediata no se da la menor huella de «teoría». Ahora bien, esta constatación tiene una importancia capital para la reflexión metodológica acerca de cómo la fenomenología, es decir, la actitud filosófica, puede llegar a saber de la vida inmediata sin constituirla7. El desdoblamiento inevitable que la perspectiva filosófica produce entre el «yo» que vive espontáneamente una vivencia y el yo que quiere comprender su estructura plantea el problema de cómo debe ser esta comprensión, si ella ha de, justamente, no construir ni deformar su objeto, sino mostrarlo tal como inmediatamente es vivido. La idea que conduce en este punto a Heidegger me parece muy sencilla, a la par que coherente: la fenomenología es precisamente aquella actitud filosófica que reduce al mínimo, que incluso identifica, ambas perspectivas; la fenomenología es la auténtica re-vivencia o repetición de la vivencia originada. Revivencia de la vida inmediata, espontánea, he ahí el problema. La repetición filosófica por excelencia es la reflexión y no en vano Husserl ha llevado la fenomenología decididamente a su terreno8. Husserl no ignoraba, sino que muy al contrario se había planteado a fondo el problema, decisivo para Heidegger, de si la objetivación reflexiva de las vivencias no producía algún tipo de alteración en el sentido original que se trataba de comprender Y aunque reconoce que en la reflexión hay ciertamente una modificación esencial de la vivencia primitiva, justo porque pierde el modo primitivo del geradehin, de la conciencia directa del objeto, ello no obsta para que la reflexión, que es una posibilidad inherente a toda conciencia, sea la única forma que ésta tiene de saber de su propia vida consciente, haciendo explícito y comprensible lo que en la vivencia espontánea es meramente implícito9.Heidegger no comparte esta confianza en la reflexión. Y la razón esencial es que ella es el exponente máximo de la actitud teórica: En el giro reflexivo de la mirada convertimos una vivencia antes no mirada, sino sólo vivida sencillamente, sin reflexión, en una vivencia mirada. La escudriñamos. En la reflexión la tenemos ahí, estamos dirigidos a ella, la convertimos en objeto. Esto es, en la reflexión estamos instalados teóricamente. Toda conducta teórica, decíamos, es un desvivir. Esto se muestra de un modo eminente con las vivencias. Ya no son vividas, sino —éste es su sentido—miradas. Las sacamos de su inmediato vivir10. 6 Cfr. JIMÉNEZ, G. La noción hermenéutica de indicación formal en el Heidegger temprano. En: Escritos de Filosofía. Buenos Aires: 2001. Nos 39-40., p.187-196. 7 Cfr. GREISCH, Jean. Op. cit. p. 45 y ss. 8 Cfr. COURTINE, J. Op.cit., p.57 y ss. 9 Cfr. XOLOCOTZI YAÑEZ, Ángel. Op.cit. 10 Cfr. RODRÍGUEZ, Ramón. La transformación hermenéutica de la fenomenología: Una interpretación de la obra temprana de Heidegger. Madrid. Tecnos.1997.. 26 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Si la mirada reflexiva es en grado máximo una forma de posición teórica, parece que, lógicamente, no puede dejar aparecer algo cuya estructura se resiste justamente a ser encajada en lo moldes de la objetividad. Conviene, sin embargo, mantener cuidadosamente distinguidos los dos niveles que toda reflexividad implica: el de la vivencia reflexiva y el de la vivencia reflexionada. La primera es indiscutiblemente un acto de actitud teórica: en ella estamos colocados ante la otra vivencia como ante un objeto, listo para ser analizado, al respecto según Husserl, la tarea de la reflexión no es repetir la vivencia primitiva, sino contemplarla y exponer lo que se encuentra en ella11.Pero eso no implica que el acto reflexivo, por ser teórico, tenga necesariamente que ver en la vivencia objeto también una posición teórica; podría, en principio, reconocer en ella una forma de estar dadas las cosas al yo distinta de la objetividad. Es lo que intenta llevar al extremo la reflexión fenomenológico-trascendental, quintaesencia de la actitud teórica: El “no llevar acabo simultáneamente”, el abstenerse, del yo en actitud fenomenológica es cosa suya y no del percibir contemplado reflexivamente por él. Justo porque no cooejecuta la posición de la actitud natural, puede respetarla dejándola ser lo que es. A mi juicio el ver Heideggerno12 cree realizable esta posibilidad y, en todo caso, la fenomenología no la cumple. La reflexión puede ciertamente reconocer todo lo que estaba presente en la vivencia-objeto, e incluso sacar a la luz lo que implícitamente estaba asumido en ella, pero no puede realmente revivir la vivencia primitiva. Como posición teórica, la reflexión es objetivación, y la conversión de la vivencia primitiva en objeto produce en ésta una alteración radical: la vivencia pasa a tener un estatuto —ser objeto—, que en modo alguno tiene cuando está siendo realmente vivida; mi vivir en el mundo no es un objeto para mí, mi propio vivir no se me da como un objeto puesto ante mí. Pero no sólo eso; cuando la reflexión pone la vivencia como objeto, la pone simultáneamente «en» la conciencia, como una realidad que es homogénea con la vivencia reflexiva; ahora, y sólo ahora, aparece como «vivencia», esto es, como una forma determinada de ser objeto, a saber, la de ser un suceso (Vorgang) que se da en mí, el yo que reflexiona. Entonces es esencial a la reflexión autocomprenderse como percepción inmanente, como acto en el que se aprehende un objeto que es del mismo género que el propio acto: «Por vivencias intencionales de referencia inmanente entendemos aquellas a cuya esencia es inherente que sus objetos intencionales, si es que existen, pertenecen a la propia corriente de vivencias que ellas mismas».Para la reflexión natural o psicológica —la que se ejerce en las Investigaciones lógicas— mí vida espontánea, la «vivencia», es un suceso psíquico, un momento del fluir real de la conciencia natural; para la reflexión fenomenológico-trascendental es un puro cogitatum, el mero correlato del acto reflexivo. En ambos casos, la corriente de conciencia, empírica o pura, constituye el ámbito objetivo en que la vivencia no reflexiva queda colocada. 11 Cfr.HUSSERL, Edmund. Meditaciones cartesianas. Trad. de Mario A Presas. Madrid: Ediciones Paulinas. 1973. 12 Cfr.RODRÍGUEZ, Ramón. Reflexión y Evidencia. Aspectos de la transformación hermenéutica de la fenomenología en la obra de Heidegger. En: Anales del Seminario de Historia de la Filosofía. No 13. 1996. Universidad Complutense de Madrid. 27 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Es la posición propia de la reflexión quien hace surgir la conciencia como región autónoma y sustantiva, o, mejor dicho, quien interpreta la vida inmediata como conciencia. Con ello la vida natural, en si aún indefinida, recibe una determinación óntica que no procede de ella misma. Pero si de la comprensión global de la vida inmediata como «vivencia» pasamos a ver cómo la reflexión describe lo que se muestra en ella, la estructura que tiene objetivamente ante sí, descubrimos una no menor alteración del sentido originario13. Lo que la reflexión permite ver a Husserl como constitutivo de la actitud natural, de la vida prerreflexiva, es algo perfectamente acorde con la objetivación fundamental en que la reflexión se mueve: la característica general del mundo «natural» —«un mundo extendido sin fin en el espacio y que viene y ha venido a ser sin fin en el tiempo» , así como de cada una de las cosas que en él se encuentran es el «estar ahí delante» (Vorhanden), lo mismo que los demás hombres; yo mismo soy también un miembro de ese mundo, «un objeto real en sentido estricto, como otros del mundo natural»; este mundo así descrito es mi mundo circundante (Umwelt), el mundo en el que me encuentro. Husserl considera esta su exposición de la actitud natural como un trozo de descripción pura anterior a toda teoría14. Pero esto es justamente para Heidegger el error esencial: ateniéndose estrictamente a un darse del mundo que sigue de cerca el modelo de la percepción óptica, Husserl ha conseguido probablemente apartar de si todas las teorías filosóficas, pero no la teoría como actitud general. Prueba de ello es que el denominador común de todo lo que aparece en esta interpretación de la vida inmediata es el «estar ahí delante», la forma esencial de la objetividad15. Ahora bien, Heidegger, buscando igualmente atenerse al darse inmediato del mundo, cree, por razones estrictamente fenomenológico-descriptivas, que en el sentido de la Umwelterlebnis no hay ninguna esfera objetivada, que las cosas que me rodean, cuando están siendo justamente lo que son, no son objetos de percepción, sino, como dirá más tarde, útiles; ni tampoco yo me veo a mí mismo como una cosa del mundo, sino como un «yo histórico», un yo que sólo se encuentra a sí mismo en la consonancia inmediata con las cosas II: la relación del yo que vive en la actitud natural y su mundo es un trato que no puede seria más comprendido por medio del «tener ahí delante» de la descripción husserliana. El curso sobre Aristóteles de 1921-2216 es ya tajante en este punto: La vida y el ocuparse en Todos los cursos desde 1919 van progresivamente precisan- el mundo del sí mismo (Selbstwelt) ni es ni descansa en una autorreflexión en el sentido habitual de la palabra reflexión, en un aislamiento subjetivista del yo. Tales interpretaciones de la experiencia del mundo del sí mismo falsifican la problemática desde su base. Yo me encuentro conmigo en el mundo en aquello en lo que vivo, de lo que me ocupo, en lo que me sale bien y en lo que fracaso en mí entorno, en mi circunstancia, en mi mundo compartido (Mitwelt). 13 Cfr. RODRÍGUEZ, Ramón. Reflexión y Evidencia. Op.cit. Cfr. HUSSERL, Edmund. Ideas I. Op. cit. Cfr. VOLPI, F. La trasformazione della fenomenologia de Husserl a Heidegger. En: Theoria. No 4. 1984, p. 125-162. 16 Cfr.HEIDEGGER, Martin. Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica.Trad. de Jesús Adrián Escudero. Madrid. Trotta.2002. 14 15 28 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La experiencia mundanal de mí mismo (SeIbsí) no tiene nada que ver con reflexión psicológica y teorético-psicológica, percepción interna de vivencias psíquicas, sucesos y actos esta interpretación de la Umwelterlebnis, que culmina en el bien conocido capitulo tercero de Sein und Zeit.17 § 3. Vestigios del giro18 En 1927 se produce uno de los acontecimientos filosóficos más relevantes del pasado siglo: la publicación de “Ser y Tiempo”. Heidegger contaba entonces con 38 años y una dilata carrera académica a sus espaldas, repartida entre la docencia impartida en Mamburg primero y Freiburg más tarde por un lado, y el trabajo como asistente de Husserl por otro. “Ser y Tiempo” no era, por tanto, la obra de un neófito y las ideas expuestas en tan magna obra llevaban ya un tiempo escuchándose en las aulas cada vez más repletas por alumnos hechizados frete al “mago de Messkirch”. ¿Qué es lo que hace, entonces, a “Ser y Tiempo” tan especial? Una razón, bastante contingente para la hermenéutica del texto, seria la insinuada resonancia que la obra cobró en ámbitos no académicos, lo que viene a señalar la deriva de una época en la que se perseguían denodadamente nuevos fundamentos. Otra razón algo más notable seria la perfección en la composición de un texto que no sólo compendia todo el `primer pensamiento heideggeriano, sino que lo clausura de una forma drástica; y así, en efecto, la obra concluye abruptamente, es decir, sin alcanzar lo proyectado en su prólogo, deteniéndose como frente a un abismo para cuya superación Heidegger habría de emprender un “viraje” (“Kehre”) en su pensamiento. El propósito de este articulo será recorrer desde su gestación hasta su culminación en “Ser y Tiempo” una línea fundamental de la filosofía heideggeriana, a saber, aquella que originándose en la fenomenología trascendental de Husserl terminaría desembocándose en la fenomenología hermenéutica o analítica existencial del Dasein.19 De esta forma trataremos de demostrar que si bien Heidegger renunció muy poco tiempo después a clasificar su investigación como fenomenológica, no es sin embargo azaroso el hecho de que “Ser y Tiempo” esté dedicada a Husserl. El trabajo pretende, a su vez, servir de ilustración a la afirmación heideggeriana de que todo verdadero filósofo posee un único pensamiento, siendo además el caso que nos ocupa más que un pensamiento una pregunta: la pregunta por el ser; ésta pregunta es la que de forma lenta pero segura se despliega durante toda la década de los años veinte en el pensamiento de nuestro autor. 17 Cfr.VOLPI, F. La trasformazione della fenomenologia de Husserl a Heidegger. Op. cit. En este apartado nos fundamentamos en la obra de XOLOCOTZI YAÑEZ, Ángel. Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino a Ser y Tiempo. México: UIA-PyV.2004 19 Cfr.XOLOCOTZI YAÑEZ, Ángel. Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino a Ser y Tiempo. Op. cit. 18 29 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) § 4. Intuición fenomenológica e intuición hermenéutica En Husserl la intuición posee un carácter esencialmente reflexivo. En esta perspectiva vemos que en el parágrafo 77 de Ideas I Husserl20 asimila intuición con reflexión. Aquí la categoría “reflexión” tiene dos sentidos: 1. Reflexión concebida como la retroreflexión en dirección a una vivencia intencional. 2. Reflexión como el giro de la mirada en torno al objeto intencional. Por ende, desde esta horizonte conceptual Intuir es “VER” el núcleo eidético o de sentido de un objeto. Entonces, la intuición se muestra en el marco de la relación entre expresión y lo objetual y llena la intención de significado mediante una adecuación. Es decir, eso que se mienta en la intención de significado se empalma con aquello que es dado en la intuición. Esta “adecuación” fue llamada por Husserl evidencia que ,según algunos como Stroker21, es la vivencia del darse mismo de una cosa. En esta medida encontramos en Husserl la intuición sensible y la categorial. La “Intuición Sensible” ocurre cuando el objeto de la correlación es reconocido como producto de una síntesis lógica en su estructura, pero de entrada no en su esencia. En este caso el objeto es dado sensiblemente y el acceso primario al mismo se funda en la percepción. Pero si el objeto se sujeta a otra síntesis que destaque su estructura, el objeto es conocido ahora mediante una síntesis fenoménica que trasciende lo sensible y accede a lo categorial. En síntesis por la intuición sensible aprehendo de un “golpe” la forma simple de los objetos que están ante mí. Mientras que la intuición categorial alude como el correlato de una operación del pensamiento, de una espontaneidad intelectiva. Acá la particularidad de la intuición categorial estriba en tratar a lo categorial como algo dado y de este modo muestra un dato transubjetivo de una dimensión de apertura. Aparece así, una objetualidad fundada, en donde este fundar significa que lo categorial no es algo que “esté en el aire”, sino que siempre debe ser comprendido a partir de lo sensible (léase intuición sensible)22. Pues en ella el objeto ya no está ahí sensiblemente de un golpe, sino que es abierto en otra manera. Mediante esta apertura se hacen explícitos aquellos caracteres esenciales que posibilitan la sensibilidad. Aquí hay que diferenciar entre lo visto fenomenológicamente y lo dado fenomenológicamente, es decir, hay que diferenciar entre eso que simplemente vemos en la vida prefilosófica (lo visto) que es solamente una forma de ver, pero que mediante el “ver filosófico” lo no resaltado (lo dado) de lo visto en ver prefilosófico es destacado. 20 Cfr.HUSSERL,Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Trad. de José Gaos. México: FCE.1996. p. 172. 21 Cfr.STROKER. Phanomenologische Studien. Stugar: UPE.1990., p.16. 22 Cfr.XOLOCOTZI YAÑEZ, Ángel. Op.cit. 30 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Así, lo no resaltado y dado fenomenológicamente es lo que posibilita el aprehender de lo visto. Por ejemplo, veo un escrito, pero no veo el serescrito, sin embargo ya que el escrito visto es un escrito que es, entonces el ser-escrito debe ser eso que posibilita la aparición del escrito23. En suma, la intuición categorial descubre la estructura de las cosas. Por consiguiente, husserlianmente una cosa puede mostrarse en tanto que cosa sólo mediante la intuición categorial. En lo referente a la intuición hermenéutica Heidegger se adhiere plenamente a esta idea de que la evidencia es conciencia no reflexiva de la verdad. Su presentación en los Prolegomena de este hecho no es contradictoria, ni equívoca, pero si de una gran vaguedad: Tenemos una situación peculiar, que algo es experimentado, pero no captado y que justamente sólo cuando se capta el objeto como tal, es decir, cuando no se capta la identidad, resulta ésta 24 experimentada .Dado que en la percepción evidente no estudio temáticamente la verdad de esta percepción, sino que vivo en la verdad. Tales expresiones no ayudan mucho a encontrar una solución razonable al impasse husserliano. Sin embargo, como desde el comienzo Heidegger se ha negado a aceptar como punto de partida una intencionalidad entendida como totalidad «psíquica», creo que el estatuto de ese algo «experimentado» puede precisarse un poco más si se tiene en cuenta su lectura puramente intencional de las vivencias, volcada siempre hacia lo consciente en ellas, el objeto25. Lo vivido es siempre el Cehaltssinn, el sentido objetivo, que equivale al nóema husserliano, nunca elementos ingredientes, subjetivos, de la vivencia. Esto significa que Heidegger no puede aceptar nunca una interpretación que haga del vivir la concordancia un vivir no intencional, al modo como, en las Investigaciones lógicas, la vivencia vive sus propios ingredientes. La identidad «experimentada» pero no captada es algo que se encuentra en el objeto intencional del acto y que, explicitado, da lugar a esa identidad que la reflexión capta objetivamente. Y ese algo no puede ser nada más que un modo de darse la cosa intuida: en el acto mismo de evidencia la cosa intuida se da de tal manera que aparece como cumpliendo, como haciendo verdadero el enunciado. Es un modo noemático de presentarse la cosa en el momento determinante de la evidencia26. Un texto del curso Logik de 1925-26 lo pone claramente de relieve al decirnos que cuando vivo en la intuición de una cosa como intuición comprobadora, el intuir no se pierde en la cosa y su contenido, sino que éste es intuido como presente en persona y, expresamente, como llenando, como identificándose. 23 Cfr. XOLOCOTZI, YAÑEZ, Ángel.Op. cit., p. 84 y ss. Cfr. XOLOCOTZI, YAÑEZ, Ángel.Op. cit 25 Cfr. TAMINIAUX, Jean. Le regard et l´ excédant. París: PUF.2000. 26 Cfr. HUSSERL.Edmund. Investigaciones lógicas.Trad. de Manuel García y José Gaos. Madrid: Revista de Occidente.1978. 24 31 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Los dos «como» sucesivos muestran que el «pleno nóema» de la evidencia —pura y simplemente, su objeto intencional completo--es la cosa con sus determinaciones en el «en persona» de la percepción y «llenando» la mención con que la nombro27. Tal es lo que se da, lo que se muestra en la evidencia y no una relación de identidad entre lo mentado y lo dado. Heidegger considera, pues, que el objeto intencional de la evidencia es más bien lo que, en la sexta Investigación lógica, es el tercer sentido de verdad: «por parte del acto que da plenitud, vivimos en la evidencia el objeto dado en el modo del objeto mentado: el objeto dado es la plenitud misma» el objeto «como haciendo verdadera» la intención. Husserl no había podido considerarlo así, obligado por la idea de que, si la evidencia es un acto de identificación, su correlato objetivo ha de ser una identidad. Resulta sumamente instructivo comprobar que ésta concepción del objeto intencional de la evidencia — si mi interpretación es correcta— se aproxima mucho más al tratamiento que de ella 28 hace Husserl en el § 136 de Ideen que al de la sexta Investigación . Allí la idea de una identidad o concordancia como correlato objetivo desaparece totalmente, para dejar paso a la evidencia como acto que ve o da «originariamente» algo. Lo característico de este acto es que no es descrito como una identificación entre un acto de mención y otro de intuición, sino como un único acto intuitivo en el que lo visto es un «sentido» (un enunciado, por ejemplo) que se presenta como «lleno» (erflillt); el sentido está de tal manera fundido (verschmolzet) con la cosa dada que lo que aparece29. Es altamente significativo que Husserl, en contra del uso de «vivir» por él establecido, diga en este texto que «vivimos el objeto dado en el modo del objeto mentado», es decir, que lo vivido sea el objeto y no los ingredientes de la vivencia. La incoherencia ¿es un indicio de que la alternativa vivir los ingredientes/percibir el objeto es insuficiente para explicar el acto de evidencia? Más que una identidad entre dos modos distintos de presentarse —en la mención y en la percepción— un objeto, es el objeto mismo en su darse «originario». La frase enunciativa dice lo que la cosa es, donde el «es» tiene el sentido de «lo que verdaderamente es»; ese modo de darse la cosa como siendo verdadera u originariamente ella es el nóema de la evidencia. Su correlato noético es la cualidad posicional típica del «así es», el «es evidente que», implícito en el acto. Husserl entiende esta correlación como una «motivación racional», precisamente porque la posición se funda en el modo originario de darse el objeto, del que es completamente solidaria e inseparable. De ahí que el «principio de todo los principios» pueda presentar la intuición que da algo originariamente como el fundamento primitivo de toda legitimidad, como la fuente de donde nuestras aserciones sacan en último extremo su carácter racional. 27 Cfr.HUSSERL.Edmund. Lógica formal y lógica trascendental. Trad. de Luis Villoro. Barcelona: Paidos.1962. 28 Cfr.HUSSERL. Edmund. Investigaciones lógicas. Op.cit. 29 Cfr. HUSSERL, Edmund. Logische Untersuchungen, 6; § 39, p. 652. 32 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En cualquier caso, lo que interesa destacar en nuestro contexto es que Heidegger subraya que la conciencia de cumplimiento —o el darse «originario» del objeto— representa un saber indirecto, no reflexivo, que el acto tiene de sí mismo, y ello es justamente lo más decisivo de la evidencia pues: La identificación, la comprobación es un asunto intencional; se efectúa y al efectuarse tiene, sin reflexión especial, una iluminación sobre sí misma (…) Evidencia es el acto de identificación que se comprende a si mismo como tal; el comprenderse está dado con el propio acto, porque el sentido intencional del acto mienta algo mismo como mismo y por ello con su mentar se esclarece eo ipso a sí mismo30. La idea de Heidegger es perfectamente justa: en la evidencia el modo peculiar de presentarse el objeto conlleva también una transparencia particular del acto para sí mismo: no solamente se da el objeto de una determinada manera, sino que la intención a él dirigida se «sabe» verdadera, cognoscitiva. La cualidad posicional de la evidencia es justamente la expresión de ese saber inmediato que, en el acto, hay de la verdad del acto31. Naturalmente, Heideggerno podrá admitir la descripción de ese comprenderse a si mismo mediante la forma clásica de la autoconciencia. Aquí, como en cualquier otra forma de vivencia primitiva del mundo, la idea tradicional del yo que acompaña a toda vivencia, la idea de la conciencia concomitante, resulta inadecuada. Pues justamente ese «acompañar» es una metáfora que parece sugerida por la posición teórica de un yo que mira o contempla su propio vivir. Esta ausencia de la concordancia en la descripción del acto de evidencia prefigura la célebre interpretación del § 44 de Sein und Zeit, donde la concordancia es explícitamente sustituida por el «ser descubridor» del enunciado32. Manifiestamente esa desaparición no es especialmente equívoca mientras se comprenda que implícitamente sigue presente: la intuición es originaria porque muestra la cosa tal como es en sí misma, frente a otra posible forma de intuición que no lo mostrada como es en misma. Este implícito sigue claramente operando en Husserl, es en cambio dudoso que continúe vigente en Heidegger. Pero la evidencia no es un acto específicamente teorético; hay evidencias en la posición teórica, pero también en la Umwelterlebnis. El saber inmediato del mundo circundante es evidenciable porque, estando en él, hay ya evidencia y la fenomenología tiene que tratar de repetir esa evidencia prerreflexiva33. La gran virtud de la evidencia como Erfallung o intuición originaria, es precisamente que se ciñe al modo específico de presentarse las cosas en cada dominio de objetos. La regionalidad de la evidencia es para Heidegger un corolario lógico de lo que la fenomenología ha descubierto como lo esencial de ese acto: la evidencia depende ante todo del tipo de ser del objeto, pero también y sobre todo de la forma específica del comportamiento intencional a él dirigido. 30 Cfr.HUSSERL. Edmund. Investigaciones lógicas. Op.cit. Cfr. COURTINE, J. Heidegger et la phénoménologie. París: Du Cerft. 2005. 32 Cfr.HEIDEGGER, Martín. Ser y tiempo. Trad. de José Gaos. México: FCE.1956. 33 Cfr. COURTINE, J. Heidegger et la phénoménologie.Op.cit. 31 33 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Sólo si se tienen en cuenta ambas cosas puede ser adecuadamente entendido el rigor que corresponde a cada forma de evidencia. Contra el cartesianismo del Husserl de Ideen, hay que hacer valer los derechos de cada forma de evidencia y no someterlas a todas al ideal de la evidencia matemática que es el prototipo del darse de unas entidades necesarias ante un mirar que las contempla. En este sentido, el ideal de una ciencia rigurosa, inspirado en Descartes, actúa como exigencia extrafenomenológica que se superpone a la fidelidad al darse originario de las cosas. Es a partir de la regionalidad de la evidencia como Heidegger entiende el principio supremo de la fenomenología, el «principio de todos los principios» del § 24 de Ideen. Si se recuerda la posición altamente crítica que frente a él tiene el último Heidegger30, la forma como el curso de 1919 lo contempla es un claro exponente de la adhesión —condicionada— del joven Heidegger a la 34 fenomenología . Puede incluso tomarse la interpretación del «principio de todos los principios» como índice ilustrativo del camino heideggeriano desde la fenomenología a la hermenéutica de la historia del ser. Efectivamente, el Kriegsnotssemester de 1919, lejos de ver en la intuición originaria un ingrediente indisociable de esa figura de la metafísica que es la subjetividad moderna, lo considera como la expresión radical de la actitud fenomenológica, que busca dejar aparecer el sentido de lo inmediatamente vivido, más acá de toda teoría. Si por principio se entendiera una proposición teórica, no sería entonces congruente esta caracterización35. Pero ya el que Husserl hable de un principio de los principios, de algo, pues, que es previo a todos los principios, sobre lo cual ninguna teoría puede hacemos errar, muestra que no es de naturaleza teórica, aunque Husserl no se exprese sobre ello. Es la intención originaria del auténtico vivir, la actitud originaria del vivir y de la vida en cuanto tal, la absoluta simpatía con la vida, idéntica a ella. Esta interpretación del principio esencial de la fenomenología indica claramente bajo qué condición es asumido y ejercido por Heidegger. Husserl lo ha sentado como principio supremo, no porque sea un principio primero en el orden de la deducción, sino porque expresa el cómo de la investigación fenomenológica, la actitud de que se nutre todo modo fenomenológico de acercarse a las cosas y todo el lenguaje que de él sale, y que, como tal, no supone ninguna «posición». Sólo liberándolo de su compromiso con la actitud teórico-reflexiva, en la que desde el inicio se ha instalado la fenomenología de Husserl, puede el principio de la intuición originaria hacer que la intuición sea auténticamente originaria, capaz de ofrecer el sentido de lo que aparece tal como inmediatamente se da. La expresión Lebenssympadtie muestra hasta qué punto Heidegger consideraba condición del ejercicio de la fenomenología apartar el supuesto indiscutido de la posición teórica. Pero tal expresión es, a mí modo de ver, equívoca, porque aproxima el intento heideggeriano a un cierto vitalismo misticoide, amigo de cantar profundidades inefables en la vida, que es contrario ala intención más elemental de la hermenéutica fenomenológica de la facticidad: mostrar la estructura de la vida 34 Cfr.COURTINE, J. Heidegger et la phénoménologie. Op.cit. Cfr.KONTOS, P. Heidegger lecteur de Husserl. Logique formelle et onotologie matérielle. En: Revu Philosophique de Louvain. No 92.1994., p.53-81. 35 34 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) fáctica36. Para ello es esencial darse cuenta de que, como hemos visto, la intuición hermenéutica no es un sentimiento, más o menos difícil de verbalizar, sino evidencia en sentido fenomenológico, «vivencia de la verdad», que puede justamente decir motivadamente lo que aparece con conciencia de su verdad. Por ello puede Heidegger seguir empleando en su primer curso la típica expresión de Husserl zur Evidenz bringen para mostrar lo bien fundado del análisis de la vivencia del mundo originario. La intuición hermenéutica es, pues, un elemento metódico capital del programa heideggeriano de una ciencia originaria37.En cuanto repetición no reflexiva de la vida fáctica, la intuición hermenéutica recoge el momento fenomenológico insuprimible de la donación de la «cosa misma», del aparecer originario del sentido, y en cuanto repetición evidente, garantiza la formulación inteligible y la imprescindible comprobación (Ausweisung) de lo visto, sin las que una filosofía no puede llevar el nombre de científica. La intuición hermenéutica representa, junto con la intencionalidad, la huella más visible de la fenomenología en el pensamiento del primer Heidegger38. Pero ello no significa, desde luego, que la intuición sea el momento más decisivo de esa hermenéutica de la facticidad que surge del suelo fenomenológico. Heidegger denominará, en el curso siguiente, a esta intuición comprender puro (reines Versre/ ten), donde la «pureza», nada tiene que ver con la ausencia de empiria, típica de los trascendentalismos, sino con lo genuino de tal comprender: ciencia de las vivencias es la intuición, que da originariamente, de la conexión de las vivencias, de las situaciones de las que las vivencias surgen. ¿Cómo puede explicitarse la intuición de las situaciones de la vida? En el comprender puro, que se conforma en la interpretación del contexto de sentido39. Esta expresión se encuentra presente en muchos pasajes de los primeros cursos de Heidegger y es testimonio de su cercanía al comprobar intuitivo de la fenomenología. § 5.De la fenomenología trascendental a la hermenéutica-fenomenológica Por último, antes de entrar al asunto objeto de este parágrafo presentemos del excelente trabajo de Fray Publio Restrepo González O.F.M40. un resumen de “Algunas identidades y diferencias entre Husserl y Heidegger sobre la fenomenología” según este texto Heidegger asume la fenomenología como método y sobre todo como una posibilidad para pensar el ser. Al respecto Restrepo acota que: “La fenomenología es para Heidegger sólo un método, para desbrozar y preparar el camino al desvelamiento del sentido del ser, y 36 Cfr.GREISCH, Jean. Heidegger 1919-1929. De l´hermeneutique de la facticité á la métaphysique du Dasein. París: Vrin. 2000. 37 Cfr. GREISCH, Jean.Op. cit 38 Cfr. GREISCH, Jean. Op.cit. 39 Cfr. HEIDEGGER, Martín. Los problemas fundamentales de la fenomenología. En: Praxis Filosófica. Nos 10-11.1999. 40 Cfr. RESTREPO GONZÁLEZ, Publio. Algunas identidades y diferencias entre Husserl y Heidegger sobre la fenomenología. En: Franciscanum. Revista de las ciencias del espíritu. Año XLV No 133 (Enero. Junio) 2003. , p.87 y ss. 35 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) hacia la verdad del ser.”41 Mientras que Edmund Husserl la fenomenología era concebida como una ‘Filosofía Primera’ como ciencia fundante de toda ciencia posterior en esta perspectiva Husserl nos dirá que:“La fenomenología tiene por esencia que aspira a ser la filosofía ‘primera’ y a ofrecer los medios a toda crítica de la razón que se deba hacer.”42Por otra parte, ante la puesta entre paréntesis de los supuestos para acceder a la donación de “la cosa misma” que exige la ortodoxia husserlina encontramos que Heidegger, influenciado por Franz Bretano, en lo referente a la metafísica griega aristotélica y presocrática. De tal manera que cuando Heidegger asume la perspectiva fenomenológica ya tiene un “presupuesto” el del: ser, del sentido del ser el de una ontología fundamental, el de una metafísica y hasta si se 43 quiere, el de una “ontoteología” . Por otro lado, al decir de Restrepo, encontramos que tanto Husserl como Heidegger abandonan la descripción pura para acudir a la interpretación puesto que cuando la fenomenología va al transfundo de la significación en el cogito, y considera el correlativo cogitatum, es consciente de que se trata de una interpretación.44 Mientras que el sentido metodológico de la fenomenología es para Heidegger exégesis (Auslegung) “ el logos de la fenomenología del Dasein es hermenéutica en el sentido original de la palabra, según el cual se señala el negocio de la exégesis.”45En lo que respecta a la epoje o suspensión de juicio Husserl pondrá entre paréntesis la existencia del mundo y del yo natural junto con los objetos de la experiencia externa e interna al respecto nos dice: La epoje fenomenológica inhibe el valor existencial del mundo objetivo y por tanto lo excluye del campo de nuestros juicios. Y lo mismo dígase del valor existencial de todos los hechos objetivamente comprobados tanto por la experiencia externa como de los de la experiencia interna46. Mientras que Heidegger tomará como objeto de sus descripciones fenomenológicas en Ser y Tiempo la existencia, concebida –en línea de Kierkegaard- en una actitud y en un concepto totalmente originales, puesto que al decir de Heideggar: Dasein o existencia es el ente al que le va su ser. Es el único que pregunta y que es en cada caso él mismo, es su ‘miedad’, es ser suyo, el que se juega en el diálogo con 41 RESTREPO GONZÁLEZ, Publio. Algunas identidades y diferencias entre Husserl y Heidegger sobre la fenomenología. Op.cit., p.88. 42 HUSSERL,Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Trad. de José Gaos. México: FCE. . p. 146. 43 Cfr.HEIDEGGER, Martín. Identidad y Diferencia. Trad. de Helena Cortés. Barcelona: Antrophos.1990. 44 Cfr. HUSSERL, Edmund. Méditations Cartésiennes: Introduction a la phenomenologie. París: J.Vrin.1953 45 HEIDEGGER, Martín. Ser y Tiempo. Op.cit., p. 48. 46 HUSSERL, Edmund. Méditations Cartésiennes: Introduction a la phenomenologie.Op.cit.,p.22. 36 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) su propio ser ¿Solipsismo? No: “filosofía (o actitud) de la existencia” con y por la apertura al ser, y desde el ser47. Observemos que mientras Husserl se ancla en el enfrentamiento del par tradicional “esencia-existencia”, el Dasein heideggeriano se mueve trascendentalmente entre lo existencial y lo existenciario, entre lo óntico y lo ontológico. Siguiendo con este paralelo encontramos que en lo que respecta a la vía de acceso hacia “las cosas mismas” para Husserl esta vía de acceso es en parte la epoje opuesta entre paréntesis de la actitud natural, de los objetos tanto de la experiencia externa como interna, de todas “las trascendencias”, de las ciencias ya constituidas. Más para Heidegger esta epoje es imposible ya que negaría la actitud filosófica fundamental, es decir, la apertura a “lo que es” y se manifiesta como “logos”. Pues más que un yo puro con sus intuiciones, vivencias y respectivas descripciones de las mismas (Husserl) esta un Dasein o ser humano de antemano ya como “ser-en-elmundo.” Además el retornar a la “cosa misma” significa para Husserl un ver teorético-reflexivo. En cambio para Heidegger se trata de un ver o escuchar hermenéutico, es decir, ver o escuchar la vivencia originaria comprendiéndola. Por último en cuanto a los principios esenciales de la fenomenología son un terreno común para Husserl y Heidegger pues ambos asumen: 1. El lema orientador del proceder metódico de la fenomenología “ir a las cosas mismas”. 2. Todo conocimiento es conocimiento “de” (algo…) no vacío. Empero en qué son las cosas mismas se marcan las diferencias Heidegger-Husserl puesto que para Husserl es el yo trascendental y para Heidegger es el ser, el sentido del ser en general y el ser del ente. Además el conocer en Husserl está determinado teoréticamente en tanto intuición-reflexiva mientras que para Heidegger la fuente del conocimiento no es ninguna intuición-teórica, sino una intuición-comprendedora, hermenéutica más originaria que la intuición-reflexiva. Una vez explicitada parte de las relaciones Heidegger-Husserl en torno a algunos aspectos de la manera de comprender la fenomenología encontramos que la expresión Heidegger dirigirá una batería de críticas contra Husserl: 1. Husserl no puede pretender haber alcanzado ninguna ontología, pues los presupuestos ontológicos de su sistema resultan contradictorios tal como Pöggeler explica: En la fenomenología trascendental de Husserl, el sentido del ser del Yo trascendental es captado como un no-estar-presente, o sea, por modo únicamente negativo. El ente presente es fundado en su constitución por un Yo trascendental. Puesto que el ser queda determinado como ser presente y el yo trascendental no es ente ni puede nunca limitarse a estar presente, Husserl no puede llamar ontología a la fenomenología trascendental. La ontología, la pregunta por el ser de lo ente, sólo puede suministrar el hilo conductor de la fenomenología 47 HEIDEGGER, Martín. Ser y Tiempo. Op.cit. 37 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) trascendental y constitutiva, subordinándose y preordinándose así a esta última, que es la pregunta por la constitución del ser de lo ente en el Yo trascendental, que no es ente ni está presente48. Dentro del ideal husserliano de filosofía entendida como ciencia estricta, la dimensión histórica queda marginada del que hacer filosófico la fenomenología hermenéutica pretendía estar exenta de presupuestos, era una escuela que comenzaba su tarea desde un “punto cero” y sin ninguna vinculación con la tradición anterior. Influido probablemente por el historicismo, Heidegger habría de considerar esta idea como algo excesivamente cándido, pues el análisis fenomenológico está siempre situado históricamente: “la vida fáctica se mueve en todo momento en un determinado estado de interpretación heredado, revisado o 49 elaborado de nuevo.” Así, el hecho de que Husserl mantuviese la ingenuidad de situarse más allá de toda tradición, provoca que su obra se mantenga sobre tres prejuicios que aparecen como impensados: Husserl al considerar la intuición como la percepción pura, está situada equiparando pensar a ver y esencia a “eidos” (entendido como el aspecto visual de algo); pero ¿cómo puede fundamentar esta tesis? Heidegger apunta: “El mundo está presente en la vida y para ella, pero no en el sentido de algo que es simplemente mentado y observado. Esta modalidad de existencia del mundo se activa sólo cuando la vida fáctica suspende la actividad de su trato cuidadoso.”29 Si se requiere ser estrictamente fenomenológico en el análisis de la vida humana, lo que inmediatamente aparece en la vida y para la vida es el “cuidado”, entendiendo por tal cómo la vida humana se cuida en todo momento de sí misma. La observación es un modo derivado del cuidado. Husserl mantiene también como prejuicio la equiparación entre el conocimiento y `hacer presente` con lo que privilegia la dimensión extática del presente frente a pasado y futuro. En ésta una larga tradición, según expone Heidegger en “Ser y Tiempo”. Pero entonces se nos hace manifiesto que la interpretación antigua del ser del ente está orientada por el `mundo` o, si se quiere, por la `naturaleza` en el sentido más amplio de esta palabra, y que, de hecho, en ella la comprensión del ser se alcanza a partir del `tiempo`. La prueba extrínseca de ello – aunque por cierto sólo extrínseca -es la determinación del sentido del ser como parusia o como ‘sustancia’ con la simplificación ontológica-temporaria de `presencia´. El ente es aprehendido en su ser como `presencia´. Queda comprendido por referencia a un determinado modo de tiempo – el `presente50.´ 48 PÖGGELER, Otto. El camino del pensar de Martín Heidegger. Madrid: Alianza.1986., 25 y ss. Cfr.HEIDEGGER, Martin.Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica. Op.cit., p.37 29 Ibidem., p. 38 50 HEIDEGGER, Martín. Ser y tiempo. Op.cit.,p.48 49 38 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En su intento de convertir la filosofía en `ciencia rigurosa´ Husserl está adoptando como modelo el de las ciencias matemáticas. Las matemáticas se caracterizan, sin embargo, por estar construidas “extratemporalmente”, es decir, sin tener en cuenta el tiempo; ello provoca que los descubrimientos de las matemáticas sean en un cierto sentido ‘eternos’; pero… ¿cómo marginar el tiempo cuando se pretende analizar la existencia humana? ¿No es acaso lo más característico de la vida humana su dimensión dinámica? La fenomenología, en lo que tiene de común a Husserl y Heidegger, es ante todo una actitud, la del atenimiento a las «cosas mismas», a lo que se da tal como se da; es lo que expresa la célebre máxima ¡Zu den Sachen selbst! Que esta actitud sea un imperativo filosófico, indica que no es la actitud usual, «natural», sino que hay que proponérsela, que hay que buscarla. Lo cual significa que las «cosas mismas» no es lo dado sin más, aunque su darse sea efectivamente inmediato. Tanto para Husserl como para Heidegger, la actitud fenomenológica supone siempre un momento crítico ineludible, la necesidad de superar todos los prejuicios, especialmente filosóficos, que obstruyen la mirada libre a los fenómenos. Pero supone también otro momento no menos esencial: la primacía, sobre todo trabajo subjetivo, de la donación, del darse de las cosas; por mucho que el filósofo luche por liberarse de todo lo que le impide ver, nada vería si las cosas no se dieran, si no hubiera un aparecer de algo, que es justamente lo que ha de ser comprendido e interpretado. Es el momento irrenunciablemente intuitivo de la actitud fenomenológica. Crítica e intuición son, pues, los dos componentes constitutivos de la fenomenología51. Pero es un error creer que son dos fases sucesivas: no hay una previa liberación de prejuicios, para que luego resplandezca la cosa, ni tampoco un aparecer de la cosa misma que ahuyenta todo prejuicio; si se observa cómo, de hecho, proceden Husserl o Heidegger, se ve que es más bien un reforzamiento mutuo de ambos momentos lo que impera en el ejercicio de la fenomenología. En eso consiste el largo aprendizaje del trabajo fenomenológico del que ambos filósofos hablan. ¿Cómo se articulan esos dos momentos en la práctica fenomenológica de Heidegger? En líneas generales, puede decirse que, frente al análisis fenomenológico como psicología descriptiva, Heidegger emplea más bien una suerte de descripción directa del sentido objetivo vivido, sin pasar jamás a traducirlo en términos de ingredientes psicológicos de la vivencia52. Esta diferencia suministra una buena base para comprender la interpretación heideggeriana del método fenomenológico. En ambos casos se trata de una descripción, es decir, de un poner en las palabras más adecuadas posibles la comprensión de un sentido inmediatamente vivido, comprensión que se apoya en la crítica de interpretaciones filosóficas deformadoras. La estructura crítica-intuición está, pues, siempre presente53. La clave diferenciadota de ambas posturas se encuentra más bien en el «desde dónde» se efectúa la descripción. 51 52 53 Cfr. VOLPI, F. Heidegger et l´ idée de la phénoménologie. París: Vrin.2005. Cfr. RICOEUR, Paul. Phénomenologie et Herméneutique. París: Du Cerft.2000. Cfr. RICOEUR, Paul. Du texte a l´ action. Essais d´ hermenéutique II. París: Senil.2004. 39 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Mientras Husserl entiende siempre el análisis fenomenológico como un ejercicio de la reflexión, es decir, de un pensamiento que convierte en objeto una vivencia anterior, con el fin de esclarecer su estructura y significado - Heidegger ha rechazado desde el inicio mismo de su trayectoria que la reflexión sea la forma adecuada de cumplir con la exigencia fenomenológica de ceñirse a las cosas en su darse originario. En el ultimo apartado veíamos como Heidegger, recogiendo una serie de inquietudes que en el ambiente de la época pululaban por doquier, critica a su “maestro” Husserl; ahora la pregunta sería ¿pudo Heidegger superar el concepto Husserliano de Fenomenología? Por “superar” entenderemos la elaboración de un nuevo concepto de fenomenología que encare la problemática del relativismo histórico (historicismo) y de la primacía de la vida en la existencia humana (irracionalismo). Nuestra respuesta será afirmativa: Heidegger es consecuente cuando reivindica la fenomenología y cuando la critica, pues sin abandonar el impulso fenomenológico elabora una nueva forma de análisis filosófico inmune a las críticas del momento54. Su nuevo concepto de fenomenología será el de la fenomenología hermenéutica, suponiendo ello un cambio de paradigma dentro de la fenomenología: del paradigma de la conciencia asentando en la percepción se pasa de la hermenéutica basado en la comprensión. De la fenomenología husserliana se mantiene, como decíamos, el impulso, es decir, su racionalismo55: la necesidad de partir de lo inmediato; pero Heidegger sustituye “conciencia trascendental” por “vida en su facultad”, lo que supone un descenso al mundo de la existencia. Si se pretende pensar la vida en su facticidad, si se quiere partir de la existencia para llegar al pensamiento, algunas cosas cambian, por ejemplo: ¿es acaso lo inmediato para nuestra existencia, nuestra vida fáctica la intuición entendida como aprehensión (visual) del eidos de la cosa? Más bien, dirá Heidegger, nuestra relación inmediata con el mundo es el de la comprensión, componiéndose el mundo de las cosas, objetos, útiles, que en cada caso puedo comprender o no comprender. Es por ello que la fenomenología se transforma en fenomenología hermenéutica, caracterizándose ésta por: a) La fenomenología no ha de partir de la “intuición” si esta intuición se entiende como intuición de ‘objetos’, sino del ‘entender’. b) Puesto que Heidegger sustituye el yo trascendental por la vida fáctica, la esfera del ‘tiempo’ y la ‘historicidad’ pasa a un primer plano; la vida fáctica es histórica y es “históricamente” como se ‘entiende’ a sí misma. 54 Cfr. PEREGO, V. La genesi Della fenomenología ermeneutica nel primo Heidegger. En: Revista di Filosofía Neo-Scolastica XV-1y 2. 19990,p.51-77 55 En palabras de Pöggeler: “La fenomenología es, tanto para Husserl como para el joven h, ciencia originaria, ciencia de tendencia ‘radical’ pero el camino al origen va ahora de la vida en su facticidad a la vida en su historicidad”. Op. cit., p. 83 40 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) De esta forma la historia acontecida se convierte en hilo conductor de la investigación fenomenológica56 ¿Pero cómo aparece el problema del ser en medio de todo este meollo? En realidad, el problema del ser es algo heredado por Heidegger de la propia fenomenología, por lo que la si en su obra aparece sobredimensionado, ello se deberá a su intención de ‘ser más papista que el papa’ es decir, más fenomenólogo que Husserl. La tan traída “pregunta por el ser” y la primacía de la existencia para la investigación fenomenológica convergerán en un punto, pues el ente hacia el que hay que dirigir la pregunta por el ser es el único ser que existe, que existiendo “precomprende”57 la esencia de todas las cosas que conforman el mundo: ¿En cuál ente de leer el sentido del ser, desde cuál ente deberá arrancar la apertura del ser? ¿Es indiferente el punto de partida o tiene determinado ente una primacía en la elaboración de la pregunta por el ser? ¿Cuál es el ente ejemplar y en qué sentido goza de una primacía? A este ente que somos en cada caso nosotros mismos, y que, entre otras cosas, tiene esa posibilidad de ser que es el preguntar, lo designamos con el término Dasein. El planteamiento explicito y transparente de la pregunta por el sentido del ser exige la previa y adecuada exposición de un ente (del Dasein) en lo que respecta a su ser58. Así pues, y como punto final, la fenomenología hermenéutica que es analítica existencial termina por ser una ontología fundamental. De la fenomenología a la ontología pasando por una hermenéutica de la existencia (humana); la importancia de “Ser y Tiempo” radica en la perfecta armonización de tan filosóficas exigencia: Ontología y fenomenología no son disciplinas diferentes junto a otras disciplinas de la filosofía. Los términos caracterizan a la filosofía misma en su objeto y en su modo de tratarlo. La filosofía es una ontología fenomenológica universal, que tiene su punto de partida en la hermenéutica del Dasein, la cual, como analítica de la existencia, ha fijado el término del hilo conductor de todo cuestionamiento filosófico en el punto de donde éste surge y en el que, a su vez, repercute59. En suma podemos decir, de manera genérica, que la fenomenología se inicia cuando no contentos con “vivir” o “revivir” interrumpimos lo vivido para significarlo. En cambio la hermenéutica-fenomenológica heideggeriana no se inicia con la ‘verbalización’ sino que empieza mostrando aquello que viene al lenguaje como los susurros que de tu salina risa me trae el viento. 56 Ibidem. p. 89 Sólo“precomprende” por eso será una “hermenéutica” (paso de la precomprensión a la comprensión) “fenomenológica (que proceda paso a paso siguiendo el hilo de la existencia y sin saltos al más allá) Cfr. HEIDEGGER, Martín. Ser y Tiempo. Op.cit 58 HEIDEGGER, Martín. Ser y Tiempo. Op.cit., p. 30. 59 Cfr. HEIDEGGER, Martín, Ser y Tiempo. Op. cit., p. 61. 57 41 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 42 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) «GÉNESIS- ESTRUCTURA» Y LA FENOMENOLOGÍA Jacques Derrida Profesor Tiempo Completo Ecole des Etudes en Sciences Sociales de Paris Traducción de Patricio Peñalver Profesor Tiempo Completo Facultad de Filosofía Universidad de Santiago de Compostela e-mail:patripeñ[email protected] Resumen En este artículo se somete a reflexión crítica el proceso fenomenológico de la génesis (estática o dinámica) en donde eclosionan los sentidos o significaciones que afloran en la correlación noema-noesis. Palabras Clave: Génesis, Estructura, Fenomenología, Reconstrucción “GENESSIS-STRUCTURE” AND PHENOMENOLOGY Jacques Derrida Full Time Professor University Ecole des Etudes en Sciences Sociales of Paris Traducción de Patricio Peñalver Full – Time Professor Faculty of Philosophy University of Santiago of Compostela, Spain e-mail: patripeñ[email protected] Abstract In this article the phenomenological process of genesis (static or dynamic), where the surfacing sense and meanings in the noema-noesis correlation are hatched, is subjected to critical reflection. Key Word: Genesis, Structurhal , Phenomenology, Reconstruction 43 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Tengo que empezar con una precaución y con una confesión. Cuando, para acercarse a una filosofía, se está armado ya no solamente con un par de conceptos -aquí, «estructura y génesis»- que una larga tradición problemática ha establecido frecuentemente o ha sobrecargado de reminiscencias, sino también con una rejilla especulativa donde aparece ya la figura clásica de un antagonismo, el debate operatorio que se dispone uno a instituir dentro o a partir de esa filosofía corre el riesgo de parecer menos una escucha atenta que un someter a cuestión, es decir, una inquisición abusiva que introduce previamente aquello que pretende encontrar y hace violencia a la fisiología propia de un pensamiento. Sin duda, el tratamiento de una filosofía introduciendo en ella el cuerpo extraño de un debate puede ser eficaz, puede dar o liberar el sentido de un trabajo latente, pero empieza con una agresión y una infidelidad. No deberá olvidarse. En este caso preciso, es todavía más verdadero que de costumbre. Husserl ha hecho notar siempre su aversión por el debate, el dilema, la aporía, es decir, por la reflexión en la forma alternativa, en la que el filósofo, al término de una deliberación, quiere concluir, es decir, cerrar la cuestión, clausurar la espera o la mirada en una opción, una decisión, una solución; lo cual procedería de una actitud especulativa o «dialéctica», al menos en el sentido que Husserl ha querido prestar siempre a esta palabra. Culpables de esa actitud son no solamente los metafísicos sino también, a menudo sin que lo sepan, los que se ocupan de las ciencias empíricas: unos y otros serían congénitamente culpables de un cierto pecado de explicativismo. El fenomenólogo, por el contrario, es el «verdadero positivista» que vuelve a las cosas mismas y desaparece ante la originalidad y la originariedad de las significaciones. El proceso de una comprensión o de una descripción fieles, la continuidad de la explicitación disipan el fantasma de la elección. Se podría decir, pues, previamente a todo juicio que, por su rechazo del sistema y de la clausura especulativa, Husserl está ya más atento, en su estilo de pensamiento, a la historicidad del sentido, a la posibilidad de su devenir, es más respetuoso de aquello que se mantiene abierto en la estructura. E incluso cuando se llega a pensar que la abertura de la estructura es «estructural» es decir, esencial, se ha pasado ya a un orden heterogéneo del primero: la diferencia entre la estructura menor -necesariamente cerrada- y la estructuralidad de una abertura, este es quizás el lugar insituable donde se enraíza la filosofía. Particularmente cuando expresa y describe estructuras. Así, la presunción de un conflicto entre aproximación genética y aproximación estructural parece, de entrada, que se sobreimpone a la especificidad de lo que se ofrece a una mirada virgen. Y si se le hubiese expuesto a Husserl ex abrupto la cuestión «estructura o génesis», apuesto que se habría extrañado mucho de verse convocado a un debate como ese; habría contestado que eso dependería de sobre qué se quisiese hablar. Hay datos que deben describirse en términos de estructura, y otros en términos de génesis. 44 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Hay capas de significación que aparecen como sistemas, como complejos, configuraciones estáticas, dentro de las cuales, por otra parte, son posibles el movimiento y la génesis, los cuales tendrán que obedecer a la legalidad propia y a la significación funcional de la estructura considerada. Otras capas, bien más profundas, bien más superficiales, se dan en el modo esencial de la creación y el movimiento, del origen inaugural, del devenir o de la tradición, lo que requiere que a propósito de esas capas se hable el lenguaje de la génesis, suponiendo que haya uno, o que no haya más que uno. La imagen de esta fidelidad al tema de la descripción la encontramos en la fidelidad, aparente al menos, de Husserl a sí mismo a todo lo largo de su itinerario. Para mostrarlo, tomaré dos ejemplos. 1. El paso desde las investigaciones genéticas, en el único libro del que Husserl ha renegado su método o ciertos presupuestos psicológicos (me refiero a Philosophie der Arithmetik) a las Investigaciones lógicas en particular, donde se trataba sobre todo de describir la objetividad de las objetividades ideales en una cierta fijeza intemporal y en su autonomía con respecto a un cierto devenir subjetivo; este paso tiene la continuidad de la explicitación, de eso está Husserl tan seguro que escribe cerca de cuarenta años después:[i] «En mi Philosophie der Arithmetik (1891) ya logré fijar la atención en lo formal y obtuve una primera comprensión de su sentido. Por más inmadura que fuera esa obra primeriza, representaba empero un primer intento de lograr claridad sobre el sentido propio y original de los conceptos fundamentales de la teoría de los conjuntos y de la teoría de los números, volviendo a las actividades espontáneas de colegir y numerar, en las que están dadas, como sus productos originales, las colecciones (“conjuntos”) y los números. Para expresarlo en mi forma de hablar ulterior: era una investigación fenomenológico-constitutiva... », etc. Se objetará que aquí la fidelidad se explica fácilmente puesto que se trata de recuperar en la dimensión de la «génesis trascendental» una intención que se había ligado en primera instancia, más «ingenuamente» pero con una segura inquietud, a una génesis psicológica. 2. Pero no se puede decir eso a propósito del paso –esta vez dentro de la fenomenología- desde los análisis estructurales de constitución estática practicados en Ideen I (1913) a los análisis de constitución genética que siguieron y que a veces son muy novedosos en su contenido. Y sin embargo este paso sigue siendo un simple progreso que no implica ninguna «superación», como suele decirse, menos todavía una opción, y desde luego no un arrepentimiento. Es la profundización de un trabajo que deja intacto lo que ha sido descubierto, un trabajo de excavación en el que poner a la luz del día las fundaciones genéticas y la productividad originaria no solamente no sacude ni arruina ninguna de las estructuras superficiales ya expuestas, sino que todavía hace aparecer de nuevo formas eidéticas, «apriori estructurales» -es la expresión de Husserl- de la génesis misma. 45 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Así, en el espíritu de Husserl al menos, no habría habido jamás el problema «estructura-génesis», sino solamente privilegio de uno u otro de estos dos conceptos operatorios, según el espacio de descripción, el quid o el quo modo de los datos. En esta fenomenología, donde, a primera vista, y si se deja uno inspirar por esquemas tradicionales, parecen numerosos los motivos de conflictos o de tensiones (es una filosofía de las esencias consideradas siempre en su objetividad, su intangibilidad, su aprioridad; pero, en el mismo gesto, es una filosofía de la experiencia, del devenir, del flujo temporal de la vivencia, que es la última referencia; es también una filosofía en la que la noción de «experiencia trascendental» designa el campo mismo de la reflexión, en un proyecto que, a los ojos de Kant, por ejemplo, habría dependido de la teratología), no habría, pues, ningún desacuerdo, y el dominio del fenomenólogo en su trabajo habría asegurado a Husserl una serenidad perfecta en el uso de dos conceptos operatorios siempre complementarios. Así pues, la fenomenología, en la claridad de su intención, quedaría ofuscada por nuestra cuestión previa. Una vez tomadas estas precauciones en cuanto al designio de Husserl, tengo ahora que confesar el mío. Quisiera, en efecto, intentar mostrar: 1. ° que, por debajo del uso sereno de estos conceptos, se sostiene un debate que regula y ritma la marcha de la descripción, que le presta su «animación» y cuyo «inacabamiento», al dejar en desequilibrio cada gran etapa de la fenomenología, hace indefinidamente necesarias una reducción y una explicitación nuevas; 2.° que este debate, al poner en peligro en cada instante los principios mismos del método, parece -y digo «parece», pues se trata aquí de una hipótesis que, aunque no se confirme, podría al menos permitir que comparecieran los rasgos originales de la tentativa husserliana- parece, pues, obligar a Husserl a transgredir el espacio puramente descriptivo y la pretensión trascendental de su investigación, hacia una metafísica de la historia, en la que la estructura sólida de un Telos le permitiría reapropiarse, esencializándola y prescribiéndole de alguna manera su horizonte, de una génesis salvaje que se iba haciendo cada vez más invasora, y que parecía acomodarse cada vez menos al apriorismo fenomenológico y al idealismo trascendental. Seguiré alternativamente el hilo de un debate interno al pensamiento de Husserl, y el de un combate que Husserl, en dos ocasiones, ha tenido que sostener en los flancos de su campo de investigaciones, quiero hablar de dos polémicas en las que Husserl se ha opuesto a esas filosofías de la estructura que son el diltheyanismo y el gestaltismo. Así pues, Husserl intenta sin cesar conciliar la exigencia estructuralista que conduce a la descripción comprensiva de una totalidad, de una forma o de una función organizada según una legalidad interna, y en la que los elementos no tienen sentido sino en la solidaridad de su correlación o de su oposición, con la existencia genetista, es decir, el requerimiento del origen y del fundamento de la estructura. Sin embargo, podría mostrarse que el proyecto fenomenológico como tal ha surgido de un primer fracaso de esa tentativa. 46 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En Philosophie der Arithmetik, la objetividad de una estructura, la de los números y las series aritméticas -y, correlativamente, la de la actitud aritmética- se pone en relación con la génesis concreta que debe hacerla posible. En cuanto a la inteligibilidad y la normatividad de esta estructura universal, Husserl rehúsa ya y rehusará siempre aceptarlas como el maná caído de un «lugar celeste»,[ii] o como una verdad eterna creada por una razón infinita. Esforzarse en dirección al origen subjetivo de los objetos y los valores matemáticos es aquí volver a descender hacia la percepción, hacia los conjuntos perceptivos, hacia las pluralidades y las totalidades que se ofrecen en aquéllos dentro de una organización pre-matemática. Por su estilo, esta vuelta a la percepción y a los actos de coligación o de numeración cede a la tentación, entonces frecuente, que se llama, con un nombre muy vago, el «psicologismo».[iii]. Pero en más de un tema, marca sus distancias y jamás llega hasta el punto de dar la constitución genética de hecho por una validación epistemológica, cosa que tenían tendencia a hacer Lipps, Wundt y algunos otros (es cierto que, si se los leyera atentamente y por sí mismos, se revelarían más prudentes y menos simplistas de lo que se estaría tentado a pensar de acuerdo con las críticas de Husserl).La originalidad de Husserl se reconoce en que: a) distingue el número de un concepto, es decir, de un constructum, de un artefactum psicológico; b) subraya la irreductibilidad de la síntesis matemática o lógica al orden -en los dos sentidos de esta palabra- de la temporalidad psicológica; c) apoya todo su análisis psicológico en la posibilidad ya dada de un etwas überhaupt objetivo, que Frege criticará bajo la apelación de un espectro exangüe, pero que designa ya la dimensión intencional[iv] de la objetividad, la relación trascendental con el objeto, que ninguna génesis psicológica podrá instaurar, sino sólo presuponer en su posibilidad. Por consiguiente, el respeto del sentido aritmético, de su idealidad y de su normatividad, prohíbe ya a Husserl toda deducción psicológica del número en el momento mismo en que su método declarado y las tendencias de la época tendrían que haberlo empujado a eso. Queda que la intencionalidad presupuesta por el movimiento de la génesis es pensada todavía por Husserl como un rasgo, una estructura psicológica de la consciencia, como el carácter y el estado de una factualidad. Ahora bien, el sentido del número puede prescindir muy bien de la intencionalidad de una consciencia de hecho. Este sentido, es decir, la objetividad ideal y la normatividad, es precisamente esa independencia con respecto a toda consciencia de hecho; y Husserl se verá obligado pronto a reconocer la legitimidad de las críticas de Frege; la esencia del número depende de la psicología lo mismo que de la existencia del mar del Norte. Por otra parte, ni la unidad ni el cero pueden engendrarse a partir de una multiplicidad de actos positivos, de hechos o de sucesos psíquicos. Lo que es cierto de la unidad aritmética lo es también de la unidad de todo objeto en general. Si es verdad que ante todas estas dificultades para dar cuenta de una estructura de sentido ideal a partir de una génesis fáctica, Husserl renuncia a la vía psicologista[v] no por eso se rehúsa menos a la conclusión logicista a la que lo querían llevar sus críticos. 47 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Ya fuese entonces de estilo platónico o kantiano, este logicismo se fijaba sobre todo en la autonomía de la idealidad lógica con respecto a toda consciencia en general o a toda consciencia concreta y no formal. Husserl, por su parte, quiere mantener a la vez la autonomía normativa de la idealidad lógica o matemática con respecto a toda consciencia fáctica y su dependencia originaria con respecto a una subjetividad en general; en general pero concreta. Tenía que pasar entre los dos escollos del estructuralismo logicista y del genetismo psicologista (incluso bajo la forma sutil y perniciosa del «psicologismo trascendental» atribuido a Kant). Tenía que abrir una nueva dirección de la atención filosófica, y dejar que se descubriera una intencionalidad concreta, pero no empírica, una «experiencia trascendental» que fuese «constituyente», es decir, como toda intencionalidad, a la vez productora y reveladora, activa y pasiva. La unidad originaria, la raíz común de la actividad y de la pasividad: esa es, desde muy pronto para Husserl, la posibilidad misma del sentido. Se experimentará sin cesar que esta raíz común es también la de la estructura y de la génesis, y que está presupuesta dogmáticamente por todas las problemáticas y todas las disociaciones sobrevenidas a propósito de ellas. Es el acceso a esta radicalidad común lo que Husserl intentará procurar mediante las diversas «reducciones» que se presentan primero como neutralizaciones de la génesis psicológica e incluso de toda génesis fáctica en general. La primera fase de la fenomenología es, en su estilo y en sus objetos, más estructuralista porque pretende, primero y sobre todo, defenderse del psicologismo y del historicismo. Pero no es la descripción genética en general lo que se pone fuera de juego, es sólo aquella que toma sus esquemas del causalismo y del naturalismo, aquella que se apoya en una ciencia de «hechos», y así, en un empirismo; y así, concluye Husserl, en un relativismo incapaz de asegurar su propia verdad; y así, en un escepticismo. El paso a la actitud fenomenológica se hace necesario, pues por la impotencia o la fragilidad filosófica del genetismo cuando éste, por un positivismo que no se comprende a sí mismo, cree poder encerrarse en una «ciencia de hechos» (Tatsachenwissenschaft), sea ciencia natural o ciencia del espíritu. Es el dominio de estas ciencias lo que recubre la expresión «génesis mundana». En tanto el espacio fenomenológico no esté descubierto, en tanto que no se haya emprendido la descripción trascendental, el problema «estructura-génesis» parece no tener ningún sentido. Ni la idea de estructura que aísla las diferentes esferas de significación objetiva, cuya originalidad estática respeta, ni la idea de génesis que efectúa pasos abusivos de una región a otra, parecen apropiadas para aclarar el problema del fundamento de la objetividad, que es ya el de Husserl. Podría parecer que esto no es grave; ¿no cabe imaginar, en efecto, una fecundidad metodológica de estas dos nociones en los diversos dominios de las ciencias naturales y humanas, en la medida en que éstas, en su movimiento y en su momento propio, en su trabajo efectivo, no tienen que responder del sentido y del valor de su objetividad? De ninguna manera. La más ingenua puesta en práctica de la noción de génesis, y sobre todo de la noción de estructura, supone al menos una delimitación rigurosa de las regiones naturales y de los dominios de la objetividad. 48 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Ahora bien, esta delimitación previa, esta dilucidación del sentido de cada estructura regional depende necesariamente de una crítica fenomenológica. Ésta es siempre primera de derecho puesto que sólo ella puede responder, antes de toda inquisición empírica, y para que tal inquisición sea posible, a cuestiones de este tipo: ¿qué es la cosa física? ¿Qué es la cosa psicológica? ¿Qué es la cosa histórica?, etc. -cuestiones cuya respuesta estaba más o menos dogmáticamente implicada en las técnicas estructurales o genéticas. No olvidemos que si Philosophie der Arithmetik es contemporánea de las tentativas psicogenéticas más ambiciosas, más sistemáticas y más optimistas, las primeras obras fenomenológicas de Husserl se desarrollan aproximadamente al mismo tiempo que los primeros proyectos estructuralistas, al menos aquellos que declaran la estructura como tema, pues no costaría ningún trabajo mostrar que un cierto estructuralismo ha sido siempre el gesto más espontáneo de la filosofía. Pero a estas primeras filosofías de la estructura, el diltheyanismo y el gestaltismo, presenta Husserl objeciones idénticas, en su principio, a las que había dirigido contra el genetismo. El estructuralismo de la Weltanschauungsphilosophie es, a los ojos de Husserl, un historicismo. Mas a pesar de las vehementes protestas de Dilthey, Husserl seguirá pensando que, como todo historicismo, y a pesar de su originalidad, aquél no evita ni el relativismo, ni el escepticismo.[vi] Pues resume la norma en una facticidad histórica, acaba confundiendo, por emplear el lenguaje de Leibniz y el de las Investigaciones lógicas (I, 146-148), las verdades de hecho y las verdades de razón. Se falta, y en su sentido, a la verdad pura o a la pretensión a la verdad pura, desde el momento en que se intenta, como hace Dilthey, dar cuenta de ella dentro de una totalidad histórica determinada, es decir, de una totalidad de hecho, de una totalidad finita, todas cuyas manifestaciones y producciones culturales son estructuralmente solidarias, coherentes, y están reguladas por la misma función, y por la misma unidad finita de una subjetividad total. Este sentido de la verdad o de la pretensión a la verdad es la exigencia de una omni-temporalidad y de una universalidad absoluta, infinita, sin límites de ningún tipo. La Idea de la verdad, es decir, la Idea de la filosofía o de la ciencia, es una Idea infinita, una Idea en sentido kantiano. Cualquier totalidad, cualquier estructura finita es inadecuada a ella. Ahora bien, la Idea o el proyecto que animan y unifican toda estructura histórica determinada, toda Weltanschauung, son finitos:[vii] a partir de la descripción estructural de una visión del mundo, se puede, pues, dar cuenta de todo, salvo de la abertura infinita a la verdad, es decir, de la filosofía. Es, por otra parte, siempre algo así como una abertura lo que hará fracasar el designio estructuralista. Lo que no puedo comprender jamás, en una estructura, es aquello por lo que ésta no está cerrada. Si Husserl se ha encarnizado contra el diltheyanismo,[Vd.] es porque se trata ahí de una tentativa seductora, de una aberración tentadora. Dilthey, en efecto, tiene el mérito de levantarse contra la naturalización positivista de la vida del espíritu. El acto de «comprender», que aquél opone a la explicación y a la objetivación debe ser la vía primera y la vía mayor de las ciencias del espíritu. 49 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Husserl rinde homenaje, pues, a Dilthey, y se muestra muy acogedor: 1.º a la idea de un principio de «comprensión» o de re-comprensión, de «re-vivir» (Nachleben), nociones que tenemos que poner en conexión a la vez con la de la Einfühlung, tomada de Lipps y transformada por Husserl, y con la de Reaktivierung, que es el revivir activo de la intención pasada de otro espíritu y el despertar de una producción de sentido; se trata con eso de la posibilidad misma de una ciencia del espíritu; 2.° a la idea de que existen estructuras totalitarias dotadas de una unidad de sentido interno, especies de organismos espirituales, mundos culturales todas cuyas funciones y manifestaciones son solidarias, y a las que corresponden correlativamente unas Weltanschauungen; 3.° a la distinción entre las estructuras físicas, en las que el principio de la relación es la causalidad externa, y las estructuras del espíritu, en las que el principio de relación es lo que Husserl llamará la «motivación».Pero esta renovación no es fundamental, y no hace sino agravar la amenaza historicista. La historia no deja de ser ciencia empírica de los «hechos» porque haya reformado sus métodos y sus técnicas, y porque haya sustituido un causalismo, un atomismo, un naturalismo, por un estructuralismo comprensivo, y se haya vuelto más atenta a las totalidades culturales. Su pretensión de fundar la normatividad en una facticidad mejor comprendida no se vuelve más legítima, lo único que hace es acrecentar sus poderes de seducción filosófica. Bajo la categoría equívoca de lo histórico se alberga la confusión del valor y de la existencia; de manera aún más general, la de todos los tipos de realidades y de todos los tipos de idealidades.[ix] Así, hay que reconducir, reducir la teoría de la Weltanschauung a los límites estrictos de su propio dominio; sus contornos se dibujan mediante una cierta diferencia entre la sabiduría y el saber; y mediante una prevención, una precipitación ética. Esta diferancia irreductible depende de una interminable diferancia del fundamento teórico. Las urgencias de la vida exigen que se organice en el ámbito de la existencia histórica una respuesta práctica y que vaya por delante de una ciencia absoluta a cuyas conclusiones no puede esperar aquélla. El sistema de esta anticipación, la estructura de esta respuesta arrancada, es lo que llama Husserl Weltanschauung. Se podría decir, con algunas precauciones, que le reconoce la situación y el sentido de una «moral provisional»,[x] sea personal o comunitaria. Hasta este momento nos hemos interesado en el problema «estructura-génesis» que se le ha impuesto a Husserl primeramente fuera de las fronteras de la fenomenología. Es la radicalización de los presupuestos de la psicología y de la historia lo que ha hecho necesario el paso a la actitud fenomenológica. Intentemos ahora sorprender el mismo problema en el campo de la fenomenología, teniendo en cuenta las premisas metodológicas de Husserl, y especialmente la «reducción» en sus formas eidética y trascendental. A decir verdad, no puede tratarse, lo veremos, del mismo problema; sólo de un problema análogo, Husserl diría «paralelo», y el sentido de esta noción que vamos a rozar inmediatamente no plantea los problemas menos difíciles. Si la primera fase de la descripción fenomenológica y de los «análisis constitutivos» (fase de la que Ideen I es la huella más elaborada) es, en su propósito, resueltamente estática y estructural, eso, parece, obedece al menos a dos razones. 50 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) A) En reacción contra el genetismo historicista o psicologista con el que sigue rompiendo sus lanzas, Husserl excluye sistemáticamente toda preocupación genética.[xi]. La actitud contra la que se levanta de esa manera ha contaminado quizás y determinado indirectamente la suya: todo sucede como si considerase entonces toda génesis como asociativa, causal, fáctica y mundana. B) Interesado ante todo en ontología formal y objetividad en general, Husserl se atiene sobre todo a la articulación entre el objeto en general (cualquiera que sea la región a la que pertenece) y la consciencia en general (Ur-Region), define las formas de la evidencia en general, y pretende alcanzar así la última jurisdicción crítica y fenomenológica a la que se someterá más tarde la descripción genética más ambiciosa. Así pues, si bien distingue entre estructura empírica y estructura eidética por una parte, entre estructura empírica y estructura eidético-trascendental por otra parte, en esta época Husserl no ha realizado todavía el mismo gesto en lo que concierne a la génesis. Dentro de la trascendentalidad pura de la consciencia, durante esta fase de descripción, nuestro problema tomaría al menos -puesto que hay que elegir- dos formas. Y en los dos casos se trata de un problema de clausura y de abertura. 1. A diferencia de las esencias matemáticas, las esencias de la consciencia pura no son, no pueden por principio ser exactas. Es sabida la diferencia que reconoce Husserl entre exactitud y rigor. Una ciencia eidética descriptiva, como la fenomenología, puede ser rigurosa pero es necesariamente inexacta -yo diría más bien «anexacta»- y no hay que ver en eso ninguna imperfección. La exactitud es siempre el producto derivado de una operación de «idealización» y de «paso al límite» que sólo puede concernir a un momento abstracto, a un componente eidético abstracto (la espacialidad, por ejemplo) de una cosa materialmente determinada como cuerpo objetivo, haciendo abstracción, precisamente, de los demás componentes eidéticos de un cuerpo en general. Por eso la geometría es una ciencia «material» y «abstracta».[xii] De ahí se sigue que una «geometría de lo vivido», una «matemática de los fenómenos» es imposible: es un «proyecto falaz».[xiii] En particular, esto significa, para lo que aquí nos interesa, que las esencias de la consciencia y así las esencias de los «fenómenos» en general no pueden pertenecer a una «multiplicidad» de tipo matemático. Ahora bien, ¿qué es lo que caracteriza una multiplicidad de ese tipo a los ojos de Husserl, y en esta época? En una palabra, la posibilidad de la clausura.[xiv] No podemos entrar aquí en las dificultades intra-matemáticas que no ha dejado de suscitar esta concepción husserliana de la «definitud» matemática, sobre todo al ser confrontada con ciertos desarrollos ulteriores de la axiomática y con los descubrimientos de Gödel. Lo que Husserl quiere subrayar mediante esta comparación entre ciencia exacta y ciencia morfológica, lo que tenemos que retener aquí, es la imposibilidad por principio, la imposibilidad esencial, estructural, de cerrar una fenomenología estructural. 51 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Es la abertura infinita de su vivencia, significada en diversos momentos del análisis husserliano por medio de la referencia a una Idea en el sentido kantiano irrupción de lo infinito ante la consciencia, que permite unificar el flujo temporal de ésta, de la misma manera que ella unifica el objeto y el mundo, por anticipación y a pesar de un inacabamiento irreductible. Es la extraña presencia de esta Idea lo que permite además todo paso al límite y la producción de toda exactitud. 2. La intencionalidad trascendental se describe en Ideen I como una estructura originaria, una archi-estructura (Ur-Struktur) con cuatro polos y dos correlaciones; la correlación o estructura noético-noemática y la correlación o estructura morfohylética. El que esta estructura compleja sea la de la intencionalidad, es decir, la del origen del sentido, de la abertura a la luz de la fenomenalidad, que la oclusión de esta estructura sea el sin-sentido mismo, esto es algo que se advierte al menos en dos signos: A) La nóesis y el nóema, momentos intencionales de la estructura, se distinguen en que el nóema no pertenece realmente a la consciencia. Hay en la consciencia en general una instancia que no le pertenece realmente. Es el tema difícil pero decisivo de la inclusión no-real (reell) del nóema.[xv] Éste, que es la objetividad del objeto, el sentido y el «como tal» de la cosa para la consciencia no es ni la propia cosa determinada, en su existencia salvaje, y cuyo nóema es precisamente su aparecer, ni un momento propiamente subjetivo, «realmente» subjetivo, puesto que se da indudablemente como objeto para la consciencia. No es ni del mundo ni de la consciencia, sino el mundo o algo del mundo para la consciencia. Sin duda sólo puede ser descubierto, de derecho, a partir de la consciencia intencional, pero no toma de ésta lo que se podría llamar metafóricamente, evitando hacer real a la consciencia, su «tejido». Esta no-pertenencia real a una región sea ésta cual sea, ni aunque fuese a la archi-región, esta anarquía del nóema es la raíz y la posibilidad misma de la objetividad y del sentido. Esta irregionalidad del nóema, abertura al «como tal» del ser y a la determinación de la totalidad de las regiones en general, no puede describirse, stricto sensu y simplemente, a partir de una estructura regional determinada. De ahí que la reducción trascendental (en la medida en que tiene que mantenerse como reducción eidética para saber de qué se va a seguir hablando y para evitar el idealismo empírico o el idealismo absoluto) pudiera parecer disimuladora, puesto que sigue dando acceso a una región determinada, cualquiera que sea su privilegio fundador. Se podría pensar que, una vez claramente reconocida la no-realidad del nóema, hubiese sido consecuente la reconversión de todo el método fenomenológico, y el abandono, junto con la Reducción, del idealismo trascendental en su conjunto. Pero ¿no era eso condenarse entonces al silencio -cosa siempre posible por otra parte- y renunciar en todo caso a un rigor que sólo la limitación eidético-trascendental y un cierto «regionalismo» pueden asegurar? En todo caso, la trascendentalidad de la abertura es a la vez el origen y el fracaso, la condición de posibilidad y una cierta imposibilidad de toda estructura y de todo estructuralismo sistemático. 52 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) B) Mientras que el nóema es un componente intencional y no-real, la hylé es un componente real pero no-intencional de la vivencia. Es la materia sensible (vivida y no real) del afecto antes de toda animación mediante la forma intencional. Es el polo de pasividad pura, de esta no-intencionalidad sin la que la consciencia no recibiría nada que fuese otro que ella, ni podría ejercer su actividad intencional. Esta receptividad es también una abertura esencial. Si Husserl, en el nivel en que se mantiene Ideen I, renuncia a describir y a interrogar la hylé por sí misma y en su genialidad pura, si renuncia a examinar las posibilidades llamadas materias sin forma y formas sin materia,[xvi] si se atiene a la correlación hylemórfica constituida, es porque sus análisis se mueven todavía (y ¿no lo seguirán haciendo siempre de una cierta manera?) dentro de una temporalidad constituida.[xvii] Pero, en su mayor profundidad y en su pura especificidad, la hylé es primeramente materia temporal. Es la posibilidad de la génesis misma. Así aparecería, en estos dos polos de abertura, y dentro mismo de la estructura trascendental de toda consciencia, la necesidad de pasar a una constitución genética y a esa nueva «estética trascendental» que continuamente será anunciada, pero siempre diferida y en la que los temas del Otro y del Tiempo tendrían que dejar aparecer su complicidad irreductible. Es que la constitución del otro y del tiempo remiten a la fenomenología a una zona en la que su «principio de los principios» (para nosotros su principio metafísico; la evidencia originaria y la presencia de la cosa misma en persona) viene a ser puesto radicalmente en cuestión. Se ve, en todo caso, que la necesidad de este paso de lo estructural a lo genético es cualquier cosa antes que la necesidad de una ruptura o de una conversión. Antes de seguir este movimiento interno de la fenomenología y el paso a los análisis genéticos, detengámonos un instante en un segundo problema de frontera. Todos los esquemas problemáticos que acabamos de señalar pertenecen a la esfera trascendental. Pero una descripción de ese tipo, y tales esquemas problemáticos, ¿no podría asumirlos por sí sola una psicología renovada bajo la doble influencia de la fenomenología y la Gestaltpsychologie,[xviii] y que tomara sus distancias frente al asocianismo, el atomismo, el causalismo, etc? En una palabra, ¿puede una psicología estructuralista, que aspire a la independencia respecto a una fenomenología trascendental, si no respecto a una psicología fenomenológica, hacerse invulnerable al reproche de psicologismo dirigido poco antes a la psicología clásica? Resultaba tanto más tentador creer eso porque Husserl mismo ha prescrito la constitución de una psicología fenomenológica, apriorística, sin duda, pero mundana (en cuanto que no puede excluir la posición de esta cosa del mundo que es la psique) y estrictamente paralela a la fenomenología trascendental. Pero el hecho de salvar esta invisible diferencia que separa unas paralelas no es inocente: es el gesto más sutil y más ambicioso del abuso psicologista. Ahí está el principio de las críticas que Husserl, en su Nachwort a las Ideen I (1930), dirige a las psicologías de la estructura o de la totalidad. Se apunta ahí expresamente a la Gestaltpsychologie.[xix] No basta con escapar al atomismo para evitar el «naturalismo». 53 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Para esclarecer la distancia que debe separar una psicología fenomenológica de una fenomenología trascendental, habría que interrogarse sobre esa nada que les impide juntarse, sobre esa paralelidad que libera el espacio de una cuestión trascendental. Esta nada es lo que permite la reducción trascendental. La reducción trascendental es aquello que reorienta nuestra atención hacia esa nada en que la totalidad del sentido y el sentido de la totalidad dejan que aparezca su origen. Es decir, según la expresión de Fink, el origen del mundo. Si tuviéramos tiempo y medios para hacerlo, tendríamos ahora que acercarnos a gigantescos problemas de la fenomenología genética, tal como ésta se desarrolla después de Ideen I. Anotaré sólo los siguientes puntos. La profunda unidad de esta descripción genética se difracta, sin dispersarse, según tres direcciones. a) La vía lógica. La tarea de Erfahrung und Urteil, de Lógica formal y lógica trascendental y de numerosos textos conectados con esas obras, es deshacer, «reducir» no sólo las superestructuras de las idealizaciones científicas y los valores de exactitud objetiva, sino también cualquier sedimentación predicativa perteneciente a la capa cultural de las verdades relativo-subjetivas en el Lebenswelt. Y ello con el objeto de recobrar y de «reactivar» el surgimiento de la predicación en general -teorética o práctica- a partir de la más salvaje vida precultural. b) La vía egológica. En un sentido, subyace ya a la precedente. Primero, porque, dicho de la forma más general, la fenomenología no puede y no debe jamás describir más que modificaciones intencionales del eidos ego en general.[xx] Después, porque la genealogía de la lógica se mantenía en la esfera de los cogitata y los actos del ego, como su existencia y su vida propios, y aquellos no se leían más que a partir de los signos y de los resultados noemáticos. Ahora, como se dice en las Meditaciones cartesianas, se trata de volver a descender más acá, si cabe decir, de la pareja cogito-cogitatum para recobrar la génesis del ego mismo, existiendo para sí y «constituyéndose continuamente él mismo como existente».[xxi] Aparte de los delicados problemas de pasividad y de actividad, esta descripción genética del ego se encontrará con límites que nos tentaría juzgar definitivos pero que Husserl, desde luego, considera provisionales. Estos límites dependen, dice, del hecho de que la fenomenología no está más que en sus comienzos.[xxii] La descripción genética del ego prescribe, efectivamente, a cada instante la tarea formidable de una fenomenología genética universal. Ésta se anuncia en la tercera vía. c) La vía histórico-teleológica. «La teleología de la razón atraviesa de parte a parte toda la historicidad»,[xxiii] y en particular «la unidad de la historia del ego».[xxiv] Esta tercera vía, que deberá dar acceso al eidos de la historicidad en general (es decir, a su telos, pues el eidos de una historicidad, y así, del movimiento del sentido, movimiento necesariamente racional y espiritual, sólo puede ser una norma, un valor más que una esencia), no es una vía entre otras. 54 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La eidética de la historia no es una eidética entre otras: abarca a la totalidad de los entes. Efectivamente, la irrupción del logos, el advenimiento a la consciencia humana de la Idea de una tarea infinita de la razón no se produce solamente por medio de series de revoluciones que son al mismo tiempo conversiones hacia sí mismo, las desgarraduras de una finitud anterior que ponen al desnudo una potencia de infinitud escondida y que devuelven su voz a la dýnamis de un silencio. Estas rupturas que son al mismo tiempo desvelamientos (y también recubrimientos, pues el origen se disimula inmediatamente bajo el nuevo dominio de objetividad descubierto o producido) se anuncian ya desde siempre, reconoce Husserl, «en la confusión y en la noche», es decir, no sólo en las formas más elementales de la vida y de la historia humana, sino también poco a poco en la animalidad y en la naturaleza en general. ¿Cómo puede estar totalmente asegurada una afirmación como esa, que se ha hecho necesaria mediante y en la fenomenología misma? Pues aquélla no concierne sólo a los fenómenos y evidencias vividas. El que sólo en el elemento de una fenomenología pueda anunciarse rigurosamente, ¿acaso le impide eso ser ya -o todavía- aserción metafísica, afirmación de una metafísica que se articula con un discurso fenomenológico? Son cuestiones que aquí me limito a plantear. Así pues, la razón se desvela a sí misma. La razón, dice Husserl, es el logos que se produce en la historia. Atraviesa el ser con vistas a sí, con vistas a aparecerse a ella misma, es decir, como logos, a decirse y a oírse a ella misma. Es la palabra como auto-afección: el oírse-hablar. Sale de sí para recogerse en sí, en el «presente viviente» de su presencia a sí. Al salir de él mismo, el oírse-hablar se constituye en historia de la razón por el rodeo de una escritura. Se difiere así para reapropiarse. El origen de la geometría describe la necesidad de esta exposición de la razón en la inscripción mundana. Exposición indispensable para la constitución de la verdad y de la idealidad de los objetos, pero también amenaza del sentido por la exterioridad del signo. En el momento de la escritura, el signo puede siempre «vaciarse», sustraerse al despertar, a la «reactivación», puede quedarse para siempre cerrado y mudo. Como para Cournot, la escritura es aquí «la época crítica».Hay que estar aquí muy atentos al hecho de que este lenguaje no es inmediatamente especulativo y metafísico, como ciertas frases consonantes de Hegel parecían serlo para Husserl, con razón o sin ella. Pues este logos que se invoca y se interpela él mismo como telos, y cuya dýnamis tiende hacia su enérgeia o su entelécheia, este logos, pues, no se produce en la historia y no atraviesa el ser como una empiricidad extraña a la que su trascendencia metafísica y la actualidad de su esencia infinita descenderían y condescenderían. El logos no es nada fuera de la historia y del ser, puesto que es discurso, discursividad infinita y no infinitud actual; y puesto que es sentido. Ahora bien, la irrealidad o la idealidad del sentido han sido descubiertas por la fenomenología como sus propias premisas. A la inversa, ninguna historia como tradición de sí y ningún. ser tendrían sentido sin el logos, que es el sentido proyectándose y profiriéndose él mismo. A pesar de todas estas nociones clásicas, no hay, pues, ninguna abdicación de sí por parte de la fenomenología en beneficio de una 55 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) especulación metafísica clásica que, por el contrario, según Husserl, tendría que reconocer en la fenomenología la clara energía de sus propias intenciones. Lo cual viene a querer decir que, al criticar la metafísica clásica, la fenomenología culmina el proyecto más profundo de la metafísica. Husserl lo reconoce, o más bien lo reivindica él mismo, particularmente en las Meditaciones cartesianas. Los resultados de la fenomenología son «metafísicos, si es verdad que han de llamarse metafísicos los conocimientos últimos del ser. Pero lo que aquí está en cuestión no es nada metafísico en el sentido habitual del término, es decir, en el sentido de una metafísica que ha degenerado en el curso de su historia, no estando ya en modo alguno de acuerdo con el sentido con que fue instituida originariamente la metafísica como filosofía primera»... «la fenomenología excluye sólo la metafísica ingenua... pero no excluye la metafísica como tal» (pars. 60 y 64). Pues dentro del eidos más universal de la historicidad espiritual, la conversión de la filosofía en fenomenología sería el último estadio de diferenciación (estadio, es decir, Stufe, estrato estructural o etapa genética).[xxv] Los dos estadios anteriores serían, primero, el de una cultura pre-teorética, después, el del proyecto teorético o filosófico (momento greco-europeo).[xxvi]La presencia a la consciencia fenomenológica del Telos o Vorhaben, anticipación teorética infinita que se ofrece simultáneamente como tarea práctica infinita, queda señalada cada vez que Husserl habla de la Idea en el sentido kantiano, Ésta se da en la evidencia fenomenológica como evidencia de un desbordamiento esencial de la evidencia actual y adecuada. Así pues, habría que examinar de cerca esta intervención de la Idea en el sentido kantiano en diversos puntos del itinerario husserliano. Aparecería quizás, entonces, que esta Idea es la Idea o el proyecto mismo de la fenomenología, lo que la hace posible al desbordar su sistema de evidencias o de determinaciones actuales, al desbordarlo como su fuente o su fin. Como el Telos es totalmente abierto, como es la abertura misma, decir que es el más potente apriori estructural de la historicidad no es designarlo como un valor estático y determinado que daría forma y encerraría a la génesis del ser y del sentido. Es la posibilidad concreta, el nacimiento mismo de la historia y el sentido del devenir en general. Es, pues, estructuralmente la génesis misma, como origen y como devenir. Todos estos desarrollos han sido posibles gracias a la distinción inicial entre diferentes tipos irreductibles de la génesis y de la estructura: génesis mundana y génesis trascendental, estructura empírica, estructura eidética y estructura trascendental. Plantearse la cuestión semántico-histórica siguiente: «¿Qué quiere decir, qué ha querido decir siempre la noción de génesis en general a partir de la cual ha podido surgir y ser comprendida la difracción husserliana? ¿Qué quiere decir y qué ha querido decir siempre, a través de sus desplazamientos, la noción de estructura en general a partir de la cual opera Husserl, y establece distinciones entre las dimensiones empírica, eidética y trascendental? ¿Y cuál es la relación semánticohistórica entre la génesis y la estructura en general?», no es plantear simplemente una cuestión lingüística previa. Es plantear la cuestión de la unidad del suelo histórico a partir del cual es posible, y llega a motivarse ella misma, una reducción trascendental. 56 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Es plantear la cuestión de la unidad del mundo, del que se libera, para hacer aparecer el origen de aquél, la libertad trascendental misma. Si Husserl no ha planteado estas cuestiones en términos de filología histórica, si no se ha preguntado primero acerca del sentido en general de sus instrumentos operatorios, no es por ingenuidad, por precipitación dogmática y especulativa, o porque haya descuidado la carga histórica del lenguaje. Es porque preguntar acerca del sentido de la noción de estructura o de génesis en general, antes de las disociaciones introducidas por la reducción, es preguntar acerca de lo que precede a la reducción trascendental. Ahora bien ésta no es sino el acto libre de la cuestión que se separa de la totalidad de aquello que la precede para poder acceder a esa totalidad y en particular a su historicidad y a su pasado. La cuestión de la posibilidad de la reducción trascendental no puede estar a la espera de su respuesta. Es la cuestión de la posibilidad de la cuestión, la abertura misma, el abrirse a partir del cual se convoca al Yo trascendental, que Husserl tuvo la tentación de llamar «eterno» (lo cual, de todas formas, no quiere decir en su pensamiento ni infinito ni ahistórico, muy al contrario), para preguntarse acerca de todo, en particular acerca de la posibilidad de la facticidad salvaje y desnuda del sin-sentido, en el caso, por ejemplo de su propia muerte. Citas de pie de página [i] Lógica formal y lógica trascendental, trad. L. Viloro, pp. 88 y 89. [ii] Cf. Investigaciones lógicas, I, par. 31, trad. J. Gaos y M. García Morente. [iii] Se trata, dice entonces Husserl, «de preparar, mediante una serie de investigaciones psicológicas y lógicas los fundamentos científicos sobre los que se podrían establecer ulteriormente las matemáticas y la filosofía». Ph. der Ar. p. v. En las Investigaciones lógicas, pp. 20 y 21, escribirá: «Yo había partido de la convicción imperante de que la psicología es la que ha de dar la explicación filosófica de la lógica de las ciencias deductivas, como de toda lógica en general». Y en un artículo ligeramente posterior a Ph. der Ar. Husserl vuelve a afirmar: «Creo poder pretender que ninguna teoría del juicio podrá concordar con los hechos si no se apoya en un estudio profundo de las relaciones descriptivas y genéticas de las intuiciones y las representaciones» (Psychologische Studien zur elementaren Logik). [iv] La Philosophie der Arithmetik está dedicada a Brentano. [v] Recordando el intento de Philosophie der Arithmetik, Husserl señala en el prólogo de las Investigaciones lógicas (p. 21): «Las investigaciones psicológicas ocupan un espacio muy amplio en el primer tomo de mi Filosofía de la aritmética [único publicado]. Esta fundamentación psicológica no logró satisfacerme nunca en ciertas cuestiones. El resultado del análisis psicológico me parecía claro e instructivo cuando se trataba del origen de las representaciones matemáticas o de la configuración de los métodos prácticos, que en efecto se halla psicológicamente determinada. Pero tan pronto como pasaba de las conexiones psicológicas del pensamiento a la unidad lógica del contenido del pensamiento (a la unidad de la teoría), resultábame imposible establecer verdadera continuidad y claridad» (trad. J. Gaos y M. García Morente). [vi] Husserl escribe efectivamente: «No comprendo cómo [Dilthey] cree haber llegado a argumentos decisivos contra el escepticismo a partir de su tan instructivo análisis de la estructura y de la tipología de las cosmovisiones». (La filosofía como ciencia estricta.) Naturalmente el historicismo se condena sólo en la medida en que está ligado necesariamente a una historia empírica, a una historia como Tatsachenwissenschaft. «La historia, ciencia empírica del espíritu en general, es incapaz de decidir por sus propios medios, en un sentido o en otro, si es necesario distinguir entre la religión como forma particular de la cultura y la religión como idea, es decir, como religión válida; si hay que distinguir entre el arte como forma de cultura y el arte válido, entre el derecho histórico y el derecho válido; y finalmente, si hay que distinguir entre la filosofía en sentido histórico y la filosofía válida...» (ibíd.). [vii] Cf. La filosofía como ciencia estricta, trad. E. Tabernig, p. 98. [viii] La polémica continuará más allá de La filosofía como ciencia estricta. Cf. Phänomenotogische Psychologie. Vorlesungen Sommersemester, 1925. 57 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) [ix] Al evocar el sentimiento de poder que puede dar seguridad al relativismo histórico, escribe Husserl: «Sin embargo, insistimos por razones obvias en que también los principios de estas valoraciones relativas pertenecen a la esfera ideal, que el historiador que emite apreciaciones de valor y que no se conforma con comprender meros desarrollos sólo puede presuponer, pero en tanto historiador no puede fundamentar. La norma de lo matemático se encuentra en las matemáticas; la de lo lógico en la lógica, la de lo ético en la ética, etc.», La filosofía como ciencia estricta, trad. Tabernig, p. 91. [x] ... «La sabiduría o Weltanschauung pertenece a la comunidad cultural y a la época y, con referencia a sus formas de mayor relieve, tiene un sentido exacto cuando se habla no sólo de la cultura y de la cosmovisión de un individuo determinado, sino de las de la época...» Es esta sabiduría la que da «la respuesta relativamente más perfecta a los enigmas de la vida Y del mundo, es decir, conduce a una solución y explicación satisfactorias de las antinomias teóricas, axiológicas y prácticas de la vida, que la experiencia, la sabiduría y la mera concepción del mundo y de la vida sólo pueden superar imperfectamente... Ante el apremio de la vida, dada la necesidad práctica de adoptar una posición, el hombre no podía aguardar hasta que -quizás al cabo de milenios- se constituyera la ciencia, aun admitiendo que ya conociera realmente la idea de una ciencia estricta». Ibíd., trad. Tabernig. [xi] Cf. especialmente Ideen 1, 1, par. 1, n.a. [xii] Cf. Ideen I, par. 9, p. 31 y par. 25, p. 59, trad. J. Caos. [xiii] Ibíd. par. 71, p. 159. [xiv] «Con ayuda de los axiomas, es decir, de las leyes esenciales primitivas, [La geometría] está entonces en situación de derivar, siguiendo un método puramente deductivo, todas las formas “existentes” (existierenden) en el espacio, esto es, idealmente posibles, y todas las relaciones esenciales entre ellas, bajo la forma de conceptos exactamente definidos... La esencia genérica del dominio geométrico, o la esencia pura del espacio, es de tal índole que la geometría puede estar completamente cierta de dominar real y exactamente con su método todas las posibilidades. En otras palabras, la multiplicidad de las figuras espaciales tiene en general una notable y fundamental propiedad lógica, para la que vamos a introducir el nombre de multiplicidad “definita” o “multiplicidad matemática en sentido estricto”. Se caracteriza ésta porque un número finito de conceptos y proposiciones... definen completa y unívocamente y con necesidad puramente analítica todas las formas posibles en el dominio, de suerte que en principio ya no queda nada abierto (offen) en él» (ibíd., par. 72, p. 162). [xv] Cf. Ideen I, especialmente 3.ª sección, cap. III y IV. [xvi] Ibíd., par. 85, p. 204. [xvii] En el parágrafo dedicado a la hylé y a la morphé, escribe Husserl especialmente: «En el plano de nuestras consideraciones en que nos mantenemos hasta más adelante y que se abstienen de descender a las oscuras profundidades de la consciencia última que constituye la temporalidad de todas las vivencias... » (ibíd. p. 202). Más adelante: «En todo caso, en el dominio fenomenológico entero (en el dominio entero; dentro del plano, en que hay que mantenerse constantemente, de la temporalidad constituida), desempeña un papel dominante esta notable dualidad y unidad de la hylé sensible y la morphé intencional» (p. 203). Un poco antes, después de haber comparado la dimensión espacial y la dimensión temporal de la hylé, Husserl anuncia de esta manera, justificándolos, los límites de la descripción estática y la necesidad de pasar después a la descripción genética: «El tiempo es, por lo demás, como resultará de las investigaciones que seguirán más tarde, el nombre de una esfera de problemas perfectamente cerrada y una esfera de excepcional dificultad. Se verá que lo que hemos expuesto hasta aquí ha callado en cierto modo, y tenía necesariamente que callar, toda una dimensión, para no enmarañar lo único que por lo pronto es visible en la actitud fenomenológica... El “absoluto” trascendental, este preparado que debemos a las reducciones, no es en verdad lo último, es algo (etwas) que se constituye a sí mismo en cierto sentido profundo y de todo punto sui generis y que tiene su prístina fuente (Urquelle) en un absoluto último y verdadero» (p. 192). ¿Llegará a levantarse alguna vez esta limitación en las obras elaboradas? Reservas de este tipo se encuentran en todos los grandes libros ulteriores, en particular en Erfahrung und Urteil (pp. 72 116, 194, etc.) y cada vez que anuncia una «estética trascendental» (Conclusión de Lógica formal y lógica trascendental, par. 61 de Meditaciones cartesianas).En el parágrafo dedicado a la hylé y a la morphé, escribe Husserl especialmente: «En el plano de nuestras consideraciones en que nos mantenemos hasta más adelante y que se abstienen de descender a las oscuras profundidades de la consciencia última que constituye la temporalidad de todas las vivencias... » (ibíd. p. 202). Más adelante: «En todo caso, en el dominio fenomenológico entero (en el dominio entero; dentro del plano, en que hay que mantenerse constantemente, de la temporalidad constituida), desempeña un papel dominante esta notable dualidad y unidad de la hylé sensible y la morphé intencional» (p. 203). Un poco antes, después de haber comparado la dimensión espacial y la 58 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) dimensión temporal de la hylé, Husserl anuncia de esta manera, justificándolos, los límites de la descripción estática y la necesidad de pasar después a la descripción genética: «El tiempo es, por lo demás, como resultará de las investigaciones que seguirán más tarde, el nombre de una esfera de problemas perfectamente cerrada y una esfera de excepcional dificultad. Se verá que lo que hemos expuesto hasta aquí ha callado en cierto modo, y tenía necesariamente que callar, toda una dimensión, para no enmarañar lo único que por lo pronto es visible en la actitud fenomenológica... El “absoluto” trascendental, este preparado que debemos a las reducciones, no es en verdad lo último, es algo (etwas) que se constituye a sí mismo en cierto sentido profundo y de todo punto sui generis y que tiene su prístina fuente (Urquelle) en un absoluto último y verdadero» (p. 192). ¿Llegará a levantarse alguna vez esta limitación en las obras elaboradas? Reservas de este tipo se encuentran en todos los grandes libros ulteriores, en particular en Erfahrung und Urteil (pp. 72 116, 194, etc.) y cada vez que anuncia una «estética trascendental» (Conclusión de Lógica formal y lógica trascendental, par. 61 de Meditaciones cartesianas). [xviii] Es, en especial, la tentativa de Köhler. para quien la psicología debe dedicarse a una «descripción fenomenológica», y de Koffka, discípulo de Husserl, quien, en sus Principles of Gestalt Psychology, pretende mostrar que la «psicología de la forma» escapa, mediante su estructuralismo, a la crítica del psicologismo.La conjunción de la fenomenología y de la «psicología de la forma» era fácil de prever. No va en la medida en que Husserl habría tenido que «retomar» en la Krisis «la noción de “configuración” e incluso de Gestalt», como sugiere M. Merleau-Ponty (Phénoménologie de la perception, p. 62, n. 1), sino por el contrario porque Husserl ha tenido siempre la pretensión, con alguna apariencia de razón, de haber proporcionado él mismo a la Gestalt-psicología sus propios conceptos, en particular el de «motivación» (cf. Ideen I, par. 47, p. 108, n.a., y Meditaciones cartesianas, par. 37), que habría aparecido va desde las Investigaciones lógicas y el de totalidad organizada, de pluralidad unificada, ya presente en Philosophie der Arithmetik (1887-1891). A propósito de todos estos temas, remitimos a la importante obra de A. Gurwitsch, Teoría del campo de la consciencia. [xix] Pp. 564 y ss. [xx] «Es claro que, por cuanto el concreto ego monádico abraza toda la vida real y potencial de la consciencia, el problema de la explicitación fenomenológica de ese ego monádico (el problema de su constitución para sí mismo) tiene que abarcar todos los problemas constitutivos en general. Consecuentemente resulta que la fenomenología de esta autoconstitución coincide con la fenomenología en general.»; (M.C., par. 33, trad. M. Presas, p. 122.) [xxi] «Pero ahora debemos llamar la atención sobre una gran laguna en nuestra exposición. El ego mismo es existente para sí mismo con una continua evidencia, o sea, constituyéndose continuamente a sí mismo como existente. Hasta ahora hemos tocado un solo lado de esa constitución de sí mismo; hemos dirigido la mirada únicamente al cogito fluyente. El ego no se capta a sí mismo meramente como vida que fluye, sino también como yo, como el yo que tiene la vivencia de esto y aquello, el que vive este y aquel cogito como siendo el mismo. Hasta ahora hemos estado ocupados con la relación intencional de consciencia y objeto, de cogito y cogitatum [...], etc.», p. 118. [xxii] «Es muy difícil acceder a la universalidad última de los problemas fenomenológicos eidéticos y, por lo mismo, también, a los de una génesis última. El fenomenólogo principiante está involuntariamente atado por el hecho de haber partido de si mismo, tomándose a sí mismo como ejemplo. Él se encuentra, trascendentalmente, como el ego, y luego como un ego en general, que ya tiene conscientemente un mundo, un mundo de nuestro tipo ontológico universalmente conocido, con una naturaleza, con una cultura (ciencias, bellas artes, técnica, etc.), con personalidades de orden superior (Estado, Iglesia), etc. La fenomenología elaborada en primer lugar es meramente estática; sus descripciones son análogas a las de la historia natural, que busca los tipos particulares y a lo sumo los ordena sistemáticamente. Están aún lejos las cuestiones relativas a la génesis universal y la estructura genética del ego en su universalidad, que va más allá de la formación del tiempo; estas son, en efecto, cuestiones de un grado superior. Pero aun en el caso de que lleguen a plantearse, ello acontece con una limitación, pues la consideración esencial se atendrá por de pronto a un ego en general, con la restricción de que para ese ego ya existe un mundo constituido. De todos modos, también esta es una etapa necesaria desde la cual, únicamente, al desprender las formas legales de la génesis que le pertenece, pueden verse las posibilidades de una fenomenología eidética absolutamente universal» (p. 132). [xxiii] Krisis (Beilage III, p. 386). [xxiv] M.C., par. 37, p. 131. 59 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) [xxv] Estas expresiones del último Husserl se ordenan como en la metafísica aristotélica, en la que el eidos, el logos y el telos determinan el paso de la potencia al acto. Ciertamente, igual que el nombre de Dios al que Husserl llama también Entelequia, esas nociones están afectadas por un índice trascendental, y su virtualidad metafísica queda neutralizada por las comillas fenomenológicas. Pero por cierto que nunca dejará de ser problemática la posibilidad de esta neutralización, de su pureza, de sus condiciones o de su «inmotivación». Y de hecho nunca ha dejado de serlo por otra parte para el propio Husserl, al igual que la posibilidad de la reducción trascendental misma. Ésta conserva una afinidad esencial con la metafísica. [xxvi] Cf. Krisis, pp. 502 y 503. 60 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) HANS-GEORG GADAMER L' HERMÉNEUTIQUE: DESCRIPTION, FONDATION ET ÉTHIQUE∗ Christian Ruby Profesor de Tiempo Completo Facultad de Filosofía Universidad de Nanterre-Francia e-mail: [email protected] Resumen En el presente artículo se realiza una visión panorámica al quehacer de la hermenéutica filosófica a partir de la tematización de los siguientes ítems: Alienación positivista, El autoritarismo de la norma positivista, La dimensión oculta del mundo humano, Una utopía hermenéutica, Una paradigma estético. Palabras Clave: Hermenéutica, Descripción, Fundación, Ética, Estética HANS GEORG GADAMER THE HERMENEUTIC: DESCRIPTION, FOUNDATION AND ETHICS Christian Ruby Full – Time Professor Faculty of Philosophy University Complutense of Nanterre,Franc e-mail: [email protected] Abstract A panoramic vision of the preocupations of philosophical hermeneutics is presented in this article, developed under the following items : Positivist alienation. The authoritarianism of the positivist norm. The hidden dimension of the human world. A hermeneutical utopia. An esthetic paradigm. Key Word: Hermeneutic, Description, Fundacion, Ethic, Sthetic. ∗ Este texto corresponde a un avance del proyecto de investigación sobre en torno a la hermenéutica gadameriana que regenta el autor. 61 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Avertissement: cette présentation de l'œuvre de Hans-Georg Gadamer n'a d'autre ambition que pédagogique, relativement à un public français. Sa rédaction est, de surcroît, destinée. Elle s'attache à faire de Gadamer un penseur polémique, critique des impasses de la modernité, dont la principale serait la mainmise des sciences de la nature sur les modèles de savoir et la dissolution de l'art dans la conscience esthétique. Encore Gadamer accomplit-il cela grâce à une procédure particulière, celle de condamner la modernité au nom de ce qu'elle a oublié ou plutôt relégué afin de lui trouver une voie de sortie qui ne soit pas postmoderne. Mais le lecteur doit savoir, qu'en contexte germanique, une autre présentation de cette philosophie serait possible et/ou nécessaire, qui montrerait comment la réflexion de Gadamer, ainsi que son style très particulier, notoirement opposé à celui du néo-kantisme de Paul Natorp, sort l'herméneutique de sa forme traditionnelle, en s'appuyant sur les apports des sciences de l'esprit et de la phénoménologie, afin de la démarquer du second Heidegger, ainsi que des travaux des éthiques de la communication (Jürgen Habermas) ou de la discussion (Karl O. Appel). Du coup, sa signification est autre. Elle défend surtout l'idée d'un a priori de la pré-compréhension du monde, qui accompagne l'inévitable appartenance de chacun à une communauté de langue et de tradition (avec impact sur une théorie de la justice). D'une certaine manière, Hans-Georg Gadamer (1900, Marbourg-2002, Heidelberg) est le premier philosophe à avoir utilisé le terme « herméneutique » - évoquant les notions d'interprétation (herméneuien en Grec) et de signification d'un point de vue non-dogmatique (sans autoritarisme, ni référence institutionnelle) - sous la forme d'un adjectif, pour l'accoler à « philosophie » afin de servir le dessein de redéfinir complètement l'objet de la philosophie moderne1. Cet usage du vocable « herméneutique », pour lequel Gadamer établit lui-même les sources qui l'arrangent2, donne d'emblée une indication précieuse sur les objectifs du philosophe.C'est une perspective globale, portant sur l'intelligence des actions humaines, qui s'y trame, dont les grandes lignes ne peuvent être résumées qu'à condition de faire l'impasse sur de nombreux sous-ensembles3. Cette philosophie herméneutique est une philosophie dont le dessein est, premièrement, de décrire la situation actuelle, de la condamner pour avoir abouti à la fois à la séparation de l'homme et de la nature, par fait de science et de techniques, et à la division de l'homme avec lui-même, par fait de sciences humaines, et, secondement, de tenter de montrer que la seule voie de sortie possible hors de cette réalité culturelle et historique est celle de la restauration d'un fond originaire unifiant, commun à l'humanité (le langage), en même temps qu'il est susceptible de réunifier l'homme avec soi-même. Ainsi la philosophie herméneutique est une philosophie qui décrit un état du savoir et ses effets (elle est une procédure), qui dévoile (elle est une recherche du vrai fondement « caché » de l'humanité) et qui propose, à partir de son résultat, une conduite unifiante ou réconciliatrice (elle est une éthique de la compréhension4. 62 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Gadamer ouvre presque tous ses travaux par une description détaillée du portrait d'une époque, d'une culture et d'une société aliénés. Selon les modes de pensée de la phénoménologie post-husserlienne (le projet de remonter en amont de l'objectivité scientifique), il montre que notre société et sa culture reposent sur une préconception systématique non élucidée, celle de la domination sur toutes choses de la parole des experts et, en conséquence, celle de la séparation et de l'abandon à eux-mêmes des citoyens, et leur incapacité à décider quoi que ce soit sans céder aux intérêts séparateurs de la science et de la technique. Cette formulation gadamerienne de la condition humaine moderne vise à provoquer la prise de conscience de l'existence et des effets de la séparation, dans notre société - une partie se prend pour le tout, quelques experts dominent, nous ne nous rapportons à nous-mêmes que par des spécialistes (psychologues) -, et d'une séparationdomination, qui plus est aliénante, parce que la conscience de soi de l'époque et de chacun se trouve donc placée hors de soi-même (chez des experts et dans leurs convictions incontrôlables). En somme, quitte à être réducteur, l'objectif de Gadamer est de contribuer à montrer qu'il convient d'urgence de passer d'une « fausse » connaissance du monde et de nous-mêmes, appuyée sur les sciences et les techniques dont l'encyclopédisme positiviste est borné et dont l'ambition est de réduire la pratique à la technique sans finalité, à une « vraie » connaissance, à une expérience herméneutique du monde et de soi qui corresponde à une expérience « authentique » (VM, p. 511). Cette dernière doit faire reculer l'horizon limité ou borné qui était jusque-là le nôtre, en nous faisant accéder à la connaissance du tout (illimité), des anticipations de notre expérience du monde (finalité) et de nous-mêmes. En somme, à la connaissance de ce qui rapproche au lieu de séparer. C'est là le ressort de sa manière de se réclamer de l'herméneutique, de « la science des formes, des conditions et des limites de l'entente entre les hommes » (PH, p. 12). Par opposition au positivisme qui fait de la science (et de toutes sciences, de la nature et de l'esprit) la référence unique, l'herméneutique veut être une philosophie dont le champ n'est ni limité ni unilatéral : ce champ s'étend des sciences aux activités pratiques, ou de la théorie à la pratique (économie, droit, politique, religion, etc) si on reprend, comme nous l'avons fait ci-dessus, les termes de la division traditionnelle (en tout cas « moderne ») des domaines de la philosophie. Dans ce cadre, elle a pour objet l'universel, ce qui doit s'entendre d'abord sous la forme d'une approche du fondement commun de la dualité de la nature et des mœurs (de la théorie et d'une pratique non résorbée dans la technique) puis du fondement commun de l'humanité. Mais, afin d'exclure toute partialité, ce fondement ne peut être envisagé que par une référence au langage (Gadamer ne se réclame ni d'une théologie, ni d'un naturalisme, ni d'un culturalisme), dans la mesure où seul, pense Gadamer, il est le champ universel de notre connaissance humaine, disons en un sens très large, la forme vitale de la connaissance humaine (PH, p. 9). Dès lors, l'herméneutique fixe une tâche à la philosophie: « on peut donc affirmer que la tâche générale de la pensée philosophique est aujourd'hui de résister à ces aliénations, de les refondre au creuset d'un authentique effort de pensée » (PH, p. 11). 63 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) L'aliénation positiviste. On peut aboutir à la définition de cette tâche par un autre biais. Pourquoi se réclamer du langage est-il essentiel aux yeux de Gadamer? On pourrait évoquer des « causes » lointaines, tenant à l'histoire de la philosophie occidentale et à son approche du Logos. Gadamer le fait parfois et propose en général ses conclusions dans ces termes du rapport du Logos et de l'Ethos. Mais il insiste plus fréquemment sur une autre perspective. Elle puise ses raisons dans la description de la culture contemporaine. De nos jours, notre manière de parler du monde (sciences de la nature), de nous-mêmes (sciences humaines) et de notre histoire (science historique), ne s'accomplit plus que sous l'autorité anonyme de la voix de la science. Notre manière habituelle de philosopher est, elle aussi, tombée sous la prétention unilatérale de la connaissance et de la méthode scientifique et technique. En conséquence, nous sommes aliénés, c'est-à-dire que nous sommes séparés de nous-mêmes, médiatisés par des méthodes et des techniques qui nous éloignent de nous et vouent nos existences à « l'utile »5. Dès lors, chercher à désaliéner les hommes, puisqu'il s'agit du projet de la philosophie herméneutique, c'est donc ressaisir si possible une puissance de lien, une puissance intrinsèque de solidarité entre les hommes, une sorte de vertu sociale de contact et de signification non formels. Cette puissance de lien et de signification, l'herméneutique de Gadamer pense la découvrir dans le langage. Elle affirme même qu'il s'agit-là de la fonction que remplit le langage, au premier chef, et qui le place au premier plan des analyses requises. Ainsi, dans ce contexte herméneutique, une première opposition se trouve justifiée: celle qui distingue la science limitée et aliénante et la philosophie ouverte et libératrice. Au demeurant, développe Gadamer, la philosophie moderne, non-herméneutique, est le résultat de la division du travail intellectuel qui sépare les objets et d'une domination de la science. La science domine, la technique la soutient, et la philosophie a pris le risque, depuis le 19e siècle, de nous faire perdre le sens du tout en se condamnant à se contenter de devenir la simple somme de tout ce qu'on peut savoir, une sorte d'encyclopédisme (sciences de la nature et sciences humaines), sans autre perspective que le gain. Tandis que la science, de son côté, s'est substituée à la philosophie en se faisant passer pour le savoir exclusif, notamment sous la forme du positivisme: « Notre concept de philosophie est en fait marqué par l'opposition et la différence entre la philosophie et la science nouvelle qui est apparue au 17e siècle et qui, depuis lors, détermine l'époque moderne jusque dans ses fibres les plus intimes » (PH, p. 2). On le voit, dans la perspective gadamerienne, la philosophie actuelle est entièrement soumise à la science.Les philosophes ne trouvent même plus de justifications internes à leur travail. Et, pire encore, ils sont liés aux « visions du monde », qui ont des prétentions à la totalité sans en avoir les moyens, et qui se réfugient dans le religieux. 64 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En réalité, Gadamer s'appuie ici, paradoxalement, sur une épistémologie de type kantien. Si la science est un système de question qui oblige la nature à lui répondre (Critique de la raison pure, 1781), alors pourquoi ne pas affirmer que si la science a sans doute raison dans son domaine, nous pouvons non moins affirmer que les bonnes questions à poser ne sont pas celles de la science. Ainsi l'optique kantienne d'une limite du pouvoir de l'entendement afin de faire place à la pratique (qui par conséquent ouvrait sur la raison illimitée) devient ici ouverture sur une dimension herméneutique de la totalité authentique d'une existence humaine vouée à l'historicité (ce qui n'est donc pas sans lien avec Kant, faisant de la raison la faculté de l'inconditionné, mais le « dépasse » dans la direction d'une totalité existant, cette fois, dans l'histoire). Ce qui n'est pas sans offrir au moins deux commentaires possibles: le premier devrait porter sur le « postromantisme » de Gadamer (repris en PH, p. 47 et 83, qui consiste à opposer frontalement le limité et l'illimité) et ses conséquences, et l'autre sur le fait qu'avec Gadamer, la philosophie fonde à nouveau son domaine sur l'autorisation qu'elle s'accorde de limiter les autres « savoirs » (y compris désormais les « sciences humaines »). Là est la source du couple d'opposés que nous allons mettre en relief maintenant: le couple expliquercomprendre qu'appuie cette formule: « On ne peut pas se satisfaire du concept moderne de science et du concept de méthode qui lui est lié » (VM, p. 34). L'autoritarisme de la norme positiviste. Approfondissons d'abord le rapport de Gadamer aux sciences, qu'il regroupe sous le titre (métaphysique et unilatéral) de « la » science. Cela permettra de conforter la structure de dédoublement à partir de laquelle il pense. Selon cet auteur, l'idéal du positivisme (perçu au travers de la philosophie d'Hermann Helmholtz, notamment dans ses textes de 1862), concentré autour de la référence à une norme universelle de scientificité, l'idée de « méthode », a le sens d'une imposition, à toutes les recherches, d'une unique manière de travailler : primat de la causalité mécanique (et de son corrélat : l'induction), privilège de la répétition (on applique la méthode à des objets différents), absence d'imagination. À quoi il faut évidemment opposer l'idéal herméneutique d'une « compréhension » non répétitive du monde et des hommes. Comme nous l'avons précisé ci-dessus, Gadamer opère à partir d'une conception de « la » science acceptée sans justification, et qui n'est autre que celle qui fut déployée dans les analyses de Immanuel Kant, dont il fait le responsable de l'érection en norme absolue du savoir méthodique des sciences exactes, voire de Karl Popper. « La « science repose (rait) sur cette évidence sereine » que tous les énoncés de la recherche doivent être vérifiables et d'une manière générale ne peuvent être considérés comme des connaissances que lorsqu'elles incluent un procédé de vérification ou de falsification » (PH, p. 5, et même thème dans la conférence « Science de la nature et herméneutique », 1986). Ce présupposé admis, Gadamer explique que notre culture cherche aussi, et depuis longtemps, à appliquer cette conception positiviste de la science, de manière normative, à ce que nous désignons, nous autres français, par l'expression « sciences humaines » (et qui se trouve être, en réalité, dans les classifications allemandes, Geisteswissenschaften, « sciences de l'esprit », d'abord en vertu de l'héritage 65 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) kantien de la division entre l'espace de pensée de la « nature » et celui de la « liberté », ensuite, en fonction de l'expression inventée par le traducteur allemand des textes anglais de John Stuart Mill), c'est-à-dire à l'expérience du monde social et du monde de « l'âme ». Gadamer relève, à juste titre, que, dès leur naissance, au 19e siècle, ces sciences humaines ont tenté d'accomplir un effort épistémologique, afin d'être prises au sérieux. Elles ont voulu être traitées comme des sciences et non comme des spéculations stériles. La réflexion logique (Gustav Droysen, Wilhelm Dilthey) a cherché à les sortir du romantisme, en leur donnant l'orientation « scientifique » d'une recherche des lois ou des régularités dans les phénomènes moraux. Ainsi, la solution trouvée, à l'époque, a-t-elle été de les soumettre au modèle des sciences de la nature, et du coup, de les enfermer dans le positivisme, par un système d'analogie. Que Gadamer ait raison ou non de croire que ce processus s'est perpétué (ou se perpétue encore), il en fait l'examen, en premier lieu, à propos de l'objectivisme historique, de la « science de l'histoire » (Léopold von Ranke, 1795-1886, et son Histoire du monde, Gustav Droysen, 1808-1884, et son Histoire de la Prusse), dont il remarque qu'elle se voue à expliquer les phénomènes en masse, au prix de s'interdire de comprendre le singulier. Les historiens, affirme-t-il, veulent expliquer le passé à partir du présent (induction), alors que le passé devrait s'expliquer par rapport à son propre passé, etc. Que ces remarques soient pertinentes ou non (encore de nos jours), elles suffisent à Gadamer pour affirmer que, dans les sciences humaines, on fait de la vérité quelque chose à apprendre (des dates, des noms, des batailles, etc.) et à transmettre (des vertus, des gloires, des « leçons »), alors que la vérité herméneutique est une vérité à laquelle il convient de « participer » (VM, p. 13). Entre autres, lorsqu'il s'agit de l'histoire proprement dite, la vérité herméneutique de l'histoire est de nous permettre de nous réconcilier avec nous-mêmes et de nous reconnaître dans l'altérité (VM, p. 29). Des analyses semblables sont entreprises, en second lieu, sur le corpus de la psychologie. Gadamer montre que la psychologie nous égare d'autant plus qu'elle repose sur une théorie mécanique des facultés (VM, p. 32, reprise et synthèse p. 505). Autant dire que le rapport de l'homme à luimême est interdit par ce genre de savoir qui, en « objectivant » chaque faculté, nous empêche de « nous comprendre ». Le problème central en psychologie, comme en histoire, ne serait donc pas de rechercher des lois ou des régularités pensables en ces termes, mais de saisir pour elle-même la singularité de chaque événement, et de chaque personne. Enfin, il en arrive, en dernier lieu, à montrer que, souvent, on veut (voulait ?) soumettre la philosophie à de telles procédures pour la transformer en « science » (sur le mode d'un retour à une posture « métaphysique »). Une sorte de prétention objectiviste de la philosophie. Généralisons le propos. Toutes ces ambitions n'ont qu'un ressort: on croit qu'expliquer (au sens « causal » et « expérimental ») les événements, les phénomènes ou les personnes, c'est les comprendre. Or, la compréhension comme l'interprétation (d'où vient le terme « herméneutique », nous l'avons vu, en marge des travaux de Friedrich Nietzsche et de Sigmund Freud) des choses, et des humains en particulier, ne sont pas seulement affaire d'explication (recherche des causes). Insistons: surtout en matière de signification du monde social ou en matière de compréhension de l'homme! 66 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) C'est même très rigoureusement cette différence que veulent promouvoir la démarche herméneutique et la notion qui la désigne, dont la genèse est plus complexe que celle établie rapidement, par Gadamer. Il faudrait effectivement en passer par Aristote et la rédaction de l'Organon pour comprendre comment cette notion renvoie à tout un pan de l'histoire de la philosophie, voué à la recherche du « sens » plutôt qu'à la recherche scientifique. Abrégeons pourtant cette histoire du « sens », en résumant l'opposition sur laquelle elle fructifie: L'explication renvoie au « comment » des choses. Elle édifie une connaissance assurée, mais dont l'assurance est toute mécanique. Elle exige aussi une méthode, dont la vanité est contenue dans son unicité et son unilatéralité. Tandis que l'interprétation (la recherche de la signification) relève d'une expérience du monde, d'une expérience du rapport aux autres, au sein de laquelle émergent les significations de nos actions et de nos paroles, dans un jeu incessant entre ce que nous faisons, et les modifications successives que la compréhension de ce que nous faisons impose à ce qui est en cours (il n'y a de signification que pour quelqu'un, pour « nous », à chaque fois). Elle fait accéder à des vérités (révisables, infiniment reprises), mais d'autres vérités que celles de l'explication (uniques, uniformes, intouchables). L'interprétation nous interdit de dissocier un événement (et ses causes) du milieu dans lequel il se produit, et de la formation que les hommes en reçoivent, parfois, d'ailleurs, en le modifiant et en se modifiant. Elle ne contribue plus à une maîtrise parce qu'elle a plutôt vocation à favoriser la rencontre de l'homme avec lui-même. Afin de mieux expliciter ce qu'il en est de ce geste herméneutique de déplacement des valeurs, Gadamer pratique un détour par le point d'appui traditionnel des théories de l'interprétation, c'est-à-dire la traduction. Aucun traducteur, en effet, ne saurait se contenter de transférer du « sens » (soidisant donné), mécaniquement, d'une langue dans une autre. Chacun le sait implicitement, on ne « connaît » une langue que lorsqu'on « pense » en et par elle. Traduire correctement, c'est donc nécessairement interpréter une langue dans une autre, mettre en jeu « la qualité de l'entente sur quelque chose, à laquelle on parvient dans ce milieu qu'est la langue » (VM, p. 407). Or, si on saisit bien cette différence, au demeurant, répétons-le, classique, on voit mieux, selon Gadamer, l'extrême soumission de l'époque à la seule explication, au détriment de la recherche de la compréhension et du « sens ». Nous sommes, dès lors, voués à des échecs cuisants. Dont les principaux sont: 1 - La société se soumet à des rêves technologiques, s'enivre du vertige de tout savoir, et tombe dans la dépendance aveugle à l'égard des experts, pour tout ce qui implique une décision. 2 - La société ne cesse de dispenser le rêve concret d'une domination absolue de la nature, combiné au rêve d'accéder à un savoir sans limites. Ainsi en va-t-il des spécialistes de génétique qui veulent produire le surhomme. 3 - La société rêve de pouvoir tout prévoir en matière de mœurs et de socialité, au mépris de la liberté du vouloir. Elle sonde donc chacun par des moyens « scientifiques » sans saisir l'absence de « sens » conféré à l'existence. 67 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Encore Gadamer a-t-il conscience du risque qu'il prend en proférant un tel discours et de telles critiques.Notamment celui de verser dans des propos foncièrement antiscience (p. 37, PH). Pourtant,ce n'est évidemment pas l'objectif qu'il se donne et il refuse de s'engager dans une voie de dénonciation. Il ne s'agit pas de renoncer à la science, mais de penser la science autrement.Loin de vouloir amoindrir les sciences (VM, p. 516), Gadamer pense leur donner une nouvelle importance. Dans ce dessein, il faut simplement prendre conscience du fait que « quelque chose est omis » dans notre civilisation. Entre autres choses, nous perdons le thème central de notre existence : la signification symbolisée par le langage, ce mode fondamental d'accomplissement de notre être-dans-le-monde, cette forme qui englobe le tout de la constitution du monde. Cela dit, signalons-le en passant, l'herméneutique de Gadamer doit être réfléchie dans un contexte tout à fait particulier, et plus vaste: Elle s'inscrit dans un réseau de pensée occupé à l'époque, face aux sciences humaines, par la raison critique (Theodor W. Adorno), la raison dialectique (Louis Althusser), la raison communicationnelle (Jürgen Habermas), etc. Et, dans ce contexte, elle n'est pas sans entretenir des liens avec la philosophie de Martin Heidegger (en tout cas, celle de Être et Temps, de 1927). La «dimension cachée » du monde humain. On ne saurait cependants'en arrêter là. Ce serait faire de la philosophie herméneutique un simple antipositivisme dont l'objectif consisterait à extraire les sciences humaines du modèle épistémologique des sciences de la nature ou à construire un autre organon méthodologique pour les sciences de l'esprit. Disons, un simple théoricisme (une épistémologie), qu'elle est cependant aussi. Néanmoins, la philosophie herméneutique se veut encore autre chose.Elle veut profiler une véritable pratique de la compréhension destinée à redonner du sens (fût-il labile) à notre existence. Au demeurant, elle est consciente du fait qu'il ne suffira pas de faire des prescriptions, des déclamations, à la science ou aux experts, pour qu'ils rendent une partie de leur pouvoir. Ils n'obéiront pas à des injonctions. Il importe, par conséquent, de se placer en « résistance », de déployer une nouvelle disposition d'esprit opposée à la prétention à l'universalité affichée dans les sciences. Cette nouvelle disposition d'esprit se propose de discerner une expérience de vérité qui dépasse le domaine contrôlé par les sciences et la méthode. Elle va à la rencontre d'expériences situées hors des sciences, relevant d'une conscience herméneutique, qui se rend capable de saisir la dimension herméneutique du monde humain. On pourrait affirmer ici que Gadamer ne fait pas autre chose que de rendre justice à l'une des formes possibles de la « formation » humaine, si on garde à l'esprit le sens allemand (et l'importance) du terme Bildung? Et plus spécifiquement, rend hommage à une forme contemporaine de Bildung, appuyée sur une visée interhumaine (PH, p. 83), attendu que le modèle des sciences de la nature a exilé les sciences humaines hors de leur terrain. 68 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En effet, l'élément de vérité des sciences humaines, c'est la Bildung, et non la répétition d'un savoir. Et cette Bildung doit amener à un sens commun, permettant de déployer l'existence morale et historique des hommes. Gadamer reprend donc maintenant le débat sur un autre plan (VM, p. 27). Sur ce dernier, celui de la formation et du langage qui relie les hommes entre eux, l'objectif est, rappelons-le, de dégager la possibilité d'une authentique relation de vie entre les hommes (VM, p. 411), et de l'inscription des hommes dans un « caractère historique », de signification. Cette relation de vie (Bildung), par opposition au formalisme séparateur imposé par les techno-sciences, doit comporter des liens, du dialogue, de la continuité et de l'unité. Si la notion de formation est totalement liée, en contexte germanique, à celle de culture, et à l'opposition avec la nature, Gadamer lui offre désormais un champ plus vaste, en en faisant remonter la genèse à la mystique allemande, et en lui conférant la signification d'une dynamique d'élévation. Il en retient essentiellement le coté processuel. La formation humaine (rapport à soi et rapport à l'autre) ne saurait s'accomplir de manière mécanique. Elle n'a pas de buts extérieurs, quoiqu'elle ne se réalise que sous couvert d'une dimension cachée, disons, dans un certain milieu. Un milieu qui en est la condition, puisqu'il s'agit du langage. On dira donc assez justement que, pour Gadamer, il existe une dimension cachée de l'humanité, une dimension qui joue le rôle d'un véritable a priori (jusqu'alors ignoré). Cette dimension, le langage, correspond à une « structure fondamentale de la socialité humaine » (p. 93, PH). C'est cette dimension cachée qu'il nous faut retrouver maintenant. Retrouver, en somme, le seul véritable universel: le langage, « dans lequel nous grandissons, nous parlons et nous nous entendons les uns avec les autres, en agissant sur nous-mêmes et sur notre monde » (PH, p. 8). Ce langage, il n'est pas question de le rencontrer par l'intermédiaire de la linguistique ou de la philosophie du langage, représentée en Allemagne, quant à sa source, par W. von Humboldt (VM, p. 425, 463). L'herméneutique est la source de la découverte elle-même, celle du langage « en tant que gage d'un rapport inéluctable au tout de notre être-dansle-monde » (ibidem). Le langage est un milieu contradictoire: il contient une « interprétation du monde », et imprime en nous « par sa provenance, par la tradition, par les préjugés aveugles de la société, par les conditions de la vie historique » des éléments qui fonctionnent comme des « préjugés ». Mais surtout, il appelle chacun au dialogue : « A ce titre, le langage comme tel ne contient pas de critère ou de point de départ permettant de se libérer des préjugés ou de transformer le monde pour réaliser ce qui doit être. Mais dans le langage advient le dialogue » (PH, p. 29), et ceci au sens où le dialogue contribue à dessiner entre les hommes un processus de compréhension-entente : « Toute véritable conversation implique donc que l'on réagisse à ce que dit l'autre, que l'on fasse vraiment droit à ses points de vue et que l'on se mette à sa place au sens où l'on veut comprendre non pas l'autre même comme individualité, mais ce qu'il dit » (VM, p. 407). 69 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Encore ne peut-on croire maîtriser la compréhension, au point de croire en avoir fini avec elle. D'une part parce que les maîtrises techniques du comprendre, qu'on nous propose (le savoir), assujettissent le sens plutôt que de le révéler, et d'autre part, parce que c'est aussi le sens de notre finitude (que de savoir qu'il n'est pas de fin). Il faut donc renoncer aux conceptions instrumentales de la compréhension et élaborer une philosophie qui les dépasse. Une philosophie qui offre une juste conscience historique des déterminations souterraines du sens, et qui en nous obligeant à reconnaître nos limites, nous permette de nous appréhender nous-mêmes et de nous ouvrir à ce dialogue avec les autres. La compréhension devient une pratique, une éthique qui n'a pas d'autre fondation à offrir que l'effort constant de découvrir que du sens passe. En quoi le langage est le médiateur de l'expérience herméneutique, d'une nouvelle expérience de la vie et du rapport aux autres, qui est en réalité une expérience originaire et fondatrice, malheureusement masquée par les modes d'expansion scientifiques de la culture. Le langage n'est pas une puissance dont nous nous rendons maîtres, mais un milieu qui nous forme et nous met en relation: « Le langage est le milieu dans lequel se réalisent l'entente entre les partenaires et l'accord sur la chose-même » (VM, p. 406). Dans un bel élan de synthèse des apports de la philosophie herméneutique (ou de ce qui est relu comme tel par Gadamer), l'auteur regroupe, en ce point du débat, les vertus du langage, cette condition du « dialogue herméneutique » : former un milieu commun, véhiculer la tradition, faire coexister le passé et le présent (notamment par l'écriture et l'acte de lire les textes anciens), permettre le dialogue et la fusion des horizons, engager les interlocuteurs dans un mouvement productif (questionner, répondre), les obliger à trouver une langue de référence, entrer dans des processus de compréhension (ou trouver comment se réalise l'opération de compréhension) et réaliser l'acte de compréhension en maîtrisant l'interprétation. Tels sont les éléments centraux du « processus herméneutique » (tels qu'on peut d'ailleurs les extraire des études littéraires), de cette prééminence fondatrice de la dimension langagière dans l'humain. . Une utopie herméneutique? Non seulement la distance s'est creusée avec le positivisme, mais encore, le point de vue ouvert par Gadamer sur le langage est très éloigné des préoccupations habituelles (linguistiques). On le voit fort bien dès lors qu'il est question de relier langue et expérience: « La langue ne se réduit pas à une des facultés dont est équipé l'homme qui est au monde, c'est sur elle que repose, c'est en elle que se montre le fait que les hommes ont un monde » (VM, p. 467). Ceci acquis, une question demeure: En vue de quoi, cette perspective du fondement? La réponse est contenue dans la démarche elle-même : En vue du « retour chez soi » (VM, p. 30), en vue d'une « expérience de degré supérieur » (VM, p. 12), concluant le double mouvement suivi jusqu'ici : la dénonciation du dogmatisme positiviste séparateur et le rétablissement du « dialogue herméneutique » (de l'homme avec lui-même et avec les autres), sous la puissance de restauration de l'unité humaine originaire (perdue), par-delà les divisions et séparations des hommes. 70 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Nous venons de voir, en effet, que le langage manifeste cette puissance unifiante, dès lors que sa réhabilitation herméneutique est réussie. Le langage est la « condition herméneutique » (PH, p. 37) de base à partir de laquelle reconstruire notre monde et notre existence. Encore faut-il que cette constitution langagière de l'humain ne se satisfasse pas de le délivrer des aliénations scientifico-techniques, en le soumettant à d'autres aliénations, celle que le langage lui-même peut produire? Certes, le langage peut libérer l'homme à l'égard de son environnement (les mots ne sont pas les choses), et on se souvient du fait que la constitution langagière du monde humain ne signifie pas que la conduite de l'homme envers le monde soit enfermée dans ce nouvel environnement qu'est le langage lui-même. Par le langage, l'humain s'élève au-dessus de la pression du monde, il nomme les objets (cf. Bible) et s'assure d'un pouvoir souverain sur le monde (une « prise sur les choses », VM, p. 469). Mais, on pourrait aussi soupçonner que le langage enferme l'homme, à un autre titre. En l'enfermant dans les préjugés que lui offre l'énonciation. Nous parlons dans une langue que nous apprenons, en nous soumettant aux expériences acquises qu'elle manifeste. Cette question des « préjugés » est toutefois un rien délicate, car ce terme a un sens historique et un sens herméneutique. Laissant ici de côté des considérations philosophiques, pourtant décisives, portant sur les notions de « sens commun » et de « jugement », réduisons, sur ce point, la démarche de Gadamer à l'essentiel. Ce qui, dans le langage, lui importe, c'est qu'il dessine une trame solidaire entre les hommes, au point de s'imposer à tous et de dessiner entre eux un réseau de soucis de « l'utilité commune ». Si, dans un premier temps, pour chacun, pouvoir parler correspond à la capacité à s'élever au-dessus de ses propres limites, « ainsi la possibilité universelle du dialogue humain, de la parole l'un avec l'autre et l'un en face de l'autre, implique un rapport à la raison, milieu commun à tous les hommes dans lequel ils se comprennent et où se réalise, en quelque sorte, l'intuition » (du tout, PH, p. 9). Cette intuition, forme de la conscience, n'est pas un moment de la connaissance (comme il en va chez Descartes), mais le moment essentiel de l'expérience herméneutique. L'intuition est le signe de notre engagement, préalablement à toute expérience, dans un réseau de « préjugés », commun à un ensemble d'humains. Où l'on voit que « préjugé » a un sens positif, en philosophie herméneutique. Bien sûr, rappelle Gadamer, on peut entendre ce terme dans la perspective de la philosophie des Lumières (VM, p. 291, 298). Alors, évoquer les préjugés, c'est désigner des instances de discours qui ont la propriété de « masquer la vérité », de soumettre les propos à des systèmes d'autorité (biblique, ecclésial, royal). Mais Gadamer propose une autre définition, et une autre conception du préjugé, qui au passage n'oblige pas à renoncer à « l'autorité » (si on accepte du moins de distinguer « autorité » et « autoritaire », en évitant de faire l'impasse sur le contexte allemand (nazisme) dans lequel une telle distinction se mène, cf. VM, p. 301, note). Le préjugé constitue la « ligne d'orientation préalable et provisoire rendant possible toute notre expérience » (PH, p. 36). 71 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Le préjugé est pratiquement défini ici comme une structure transcendantale, une prévention qui « marque notre ouverture au monde », une « condition qui nous permet d'avoir des expériences et grâce à laquelle ce que nous rencontrons nous dit quelque chose » (PH, p. 36). Car, en définitive, ce qui importe à Gadamer, c'est de réaliser une sorte d'utopie herméneutique. Elle consiste à faire fond sur le langage, dans sa vertu anti-solipsiste, considéré comme facteur d'unité: « La langue n'a son être véritable que dans le dialogue, c'est-à-dire dans la mise en œuvre de l'entente » (VM, p. 470). Qu'est-ce qu'une « entente »: « un processus vivant, dans lequel s'exprime une communauté de vie » (ibidem)? Ce qui nous ramène au « comprendre » qui signifie aussi « faire preuve de compréhension envers quelque chose ». Ainsi donc, « la capacité de comprendre est-elle une détermination fondamentale de l'homme, sans laquelle il ne peut vivre avec autrui » (AC II, p. 193). Nous voilà au terme du parcours. La philosophie de Gadamer débouche donc sur une éthique du langage, et, pourquoi pas, de sa fonction maïeutique. D'une façon évidente, la philosophie herméneutique a tenté une réconciliation entre le Logos et l'Ethos. « Le langage est un centre où le moi et le monde fusionnent, bien plus: où ils se présentent dans leur mutuelle solidarité originelle » (VM, p. 500). Le langage nous engage dans une totalité de sens, mouvante, historique, mais surtout nonsolipsiste. L'herméneutique de Gadamer s'achève ainsi en une herméneutique historique qui est à la fois un Logos (un organon des sciences de l'esprit) et un Ethos (une éthique de l'existence historique). Un paradigme esthétique? La restitution précédente des grandes lignes de la philosophie herméneutique est assurément terminée. Rétablir un monde viable entre les humains, restituer l'état originel d'unité, tel est en réalité l'objectif de Gadamer, que toute son herméneutique présuppose tacitement. Une telle herméneutique repose, en outre, sur une médiation, celle du langage. Dira-t-on alors que la philosophie herméneutique constitue une des résultantes possibles de ce qu'il est convenu d'appeler le « tournant linguistique » ? Gadamer est assez subtil pour éviter ce genre de piège. À juste titre, il rappelle que « la philosophie est toujours aussi une critique du langage », et ceci depuis Socrate. Sur le plan du langage, ce qui l'intéresse tient moins à une métaphysique du « tout » langage, qu'à une analytique envisageable des rapports constitutifs du langage (de là sa réaction à l'égard des fonctions du « je » et du « tu » dans la philosophie de Martin Buber (PH, p. 34)). Ce parti pris a pour avantage de prendre le langage au sérieux, non comme structure utilitaire de communication, mais comme fond essentiel. Le langage détermine une grille d'appréhension du monde dans laquelle les personnes engagent des rapports complexes et infinis, ce qui devient ici « compréhension » ou « signification », pour peu qu'on entende par là des processus infinis. C'est en ce point qu'il faut être attentif à tout autre chose, et notamment à la manière dont Gadamer insiste constamment sur les phénomènes esthétiques, le plus souvent convoqués afin de revenir sur la question du langage et de l'art de comprendre. 72 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Autrement dit, la perspective langagière est massivement construite, par Gadamer, par analogie, à partir d'un paradigme esthétique (concrètement ancré dans l'analyse de la lecture des textes, bien sûr, pour des raisons qui tiennent à l'histoire de l'herméneutique, au romantisme aussi, et dans l'étude, plus spécifique à Gadamer, des rapports divers entretenus par le « spectateur » avec l'œuvre d'art : cathédrales (dimension européenne, HE), tableau, etc). L'art6 passe alors, dans cette philosophie, pour un modèle analogique de référence (car ce n'est pas non plus une esthétique ou une philosophie de l'art). Il permet de développer un concept de connaissance et un concept de vérité qui sont ceux de la connaissance herméneutique (et non plus ceux du positivisme). Car, non seulement l'art (l'œuvre) ne se laisse pas dominer par la science, sous-entendu, le savoir esthétique (positiviste), mais de surcroît, dans l'expérience esthétique nous avons, immédiatement (VM, p. 510), affaire à des vérités qui outrepassent le domaine de la connaissance. L'œuvre d'art développe une vérité à laquelle il importe de participer (et dont il n'importe pas qu'elle soit seulement reçue), de même que l'ordre de la compréhension renvoie à la participation à une unité originaire. Si l'on s'en tient à l'essentiel, ce paradigme, par conséquent, sert à ouvrir le chemin sur lequel devrait surgir une signification plus appropriée des sciences humaines. Pour comprendre cela, il convient, avec Gadamer, de revenir à Kant, et à sa critique de la faculté esthétique de juger. Cette critique montre ceci: que le jugement de goût n'est pas un jugement de connaissance, tout en s'affichant universel. On voit comment Gadamer peut utiliser un tel résultat. La leçon qu'il en tire est celle-ci: Il existe un registre de « vérité » dans lequel la part de la méthode positive est nulle, et qui dessine pourtant une forme d'unité (a priori, quoique sans existence effective): l'art. Kant aurait eu, à cet égard, une « intuition » herméneutique décisive. Mais inaboutie, parce qu'il n'a pas saisi comment réapprendre, à partir de l'art, ce qu'est la vérité: avant tout il faut détruire la conscience esthétique, celle qui ne considère les œuvres que comme des objets esthétiques, en faisant abstraction de leur portée morale et historique. Elle ampute les œuvres de leur message (cf. Malraux, ou encore les tableaux avec les cadres qui les isolent et favorisent l'art pour l'art). L'art est au contraire une expérience de vérité (en un sens non-épistémologique). D'où le fait que Gadamer aime et préfère, outre l'architecture toujours liée à un contexte urbain et à une destination, et l'art tragique, les œuvres allégoriques, celles qui pratiquent l'écriture cryptée, renvoyant à autre chose qu'elle-même. On ne doit pas manquer ce que l'art a de précieux, son expérience de la réalité dans sa totalité. L'art est expérience de l'être. Les grandes lignes de cette orientation font évidemment preuve d'une grande cohérence. Il convient cependant de les prolonger. Car, Gadamer tire encore autre chose de l'art; en particulier, il en tire l'idée, relativement aux œuvres maintenant, que le rapport du spectateur à l'œuvre d'art peut servir de modèle à la théorie de la compréhension (à la théorie d'un rapport infini de signification entre les personnes et entre les personnes et les « choses » qu'elles créent). Et si ce rapport contribue fort bien à élaborer une éducation par l'art (et non une éducation à l'art qui nous ramènerait sur le plan du positivisme), alors, l'herméneutique dispose d'un support ou d'une justification. 73 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) S'ensuit tout un travail de Gadamer portant sur la signification (herméneutique) de l'œuvre d'art. Refus d'un sens « objectif » de l'œuvre, pluralité infinie des significations (lecture immédiate, historique, etc), fonction du « jeu » des facultés dans l'approche de l'œuvre, autant de thèmes qu'il développe avec précision, orientant son commentaire sur la latitude d'interprétation qu'offre toute œuvre d'art.Au terme de la démarche, un concept classique reprend du service, le concept de « jeu », dont le ressort est nettement polémique: puisqu'il s'agit de dire en lui l'opposition entre clôture (d'une vérité unique assignable scientifiquement) et ouverture infinie (d'une vérité herméneutique). Chez Gadamer, le jeu, sous ce mode, est à la fois à la genèse de l'œuvre et au principe de sa lecture. Bref, le jeu sert de fil conducteur à la redécouverte de la vérité esthétique. Car, dans le jeu, nous sommes joués (donc pas de sujet-conscience), comme dans la compréhension le sens est circulant. On est dépassé par lui, mais on y reste en même temps. Mais cela constituerait une restriction injustifiée de croire que le projet de Gadamer reste pris dans une esthétique. Le concept de « jeu » mis en relief, Gadamer a obtenu ce qu'il cherchait. Un soutien pour une définition herméneutique de la vérité et de l'attitude de compréhension dans les sciences humaines. L'application du concept de jeu au comprendre nous ramène à l'objectif premier: redonner, à l'encontre de l'attitude positiviste, une « importance humaine particulière » aux sciences humaines. Ces sciences n'ont d'intérêt herméneutique que si elles cessent de se soumettre à la « méthode » pour mieux entrer dans le champ de la vérité. Entendons par là: nous amener sur un chemin sur lequel, s'agissant de l'expérience humaine, nous ne nous confrontons à nos œuvres que pour revenir sans cesse sur nous-mêmes (AC). L'expérience herméneutique du monde est une expérience de rappel incessant de ce qui se joue dans le jeu par lequel nous enrichissons en permanence le sens de nos actions. Conclusion. S'il est vrai que l'importance d'une œuvre se mesure à sa capacité à nous instruire de quelque chose (par exemple sur notre présent), et à celle de déplacer tout un champ de problèmes admis, pour nous faire découvrir une véritable terra incognita, l'œuvre de Gadamer est importante sur le premier plan et moins sur le second. Nous nous trouvons devant une œuvre somme toute classique (critique du positivisme limité et rétablissement d'une perspective infinie) dont le pouvoir de clarification tient à toute la tradition phénoménologique (posthusserlienne), dans la mesure où elle assume sa relation à Kant. Cela dit, l'auteur projette certes une lumière particulière sur le champ des sciences humaines, mais il reçoit la compréhension comme une forme de régulation du lien social qui fait largement fi des problèmes sociaux et politiques. Tout part, chez lui, d'une idée directrice héritée : l'homme vaut-il autre chose que le savoir qu'on s'en fait ? Et tout s'arrête devant la scène réelle de l'histoire qu'il n'arrive pas à exhumer dans des termes neufs (et d'autant moins que l'histoire est, chez lui, « passé » plutôt que « à faire »). 74 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Évidemment, il ne peut éviter de tomber dans le « cercle herméneutique » si souvent dénoncé (curieusement, par Heidegger, dont Gadamer se réclame sur certains points7, mais aussi bien d'autres). Ce « cercle herméneutique », ou le vaet-vient de la compréhension, repose sur le mystère de notre appartenance au langage.Dans la mesure où l'herméneutique revient à comprendre ce qui nous prend (PH, p. 106) et à saisir ce qui depuis toujours nous saisit, il n'y a pas de compréhension sans anticipation-interprétation, pas d'interprétation sans compréhension. Ce n'est pas tant qu'on présuppose ce qui doit être démontré, car on serait dans un cadre épistémologique, mais…. la compréhension repose sur le présupposé du sens et en même temps procède de l'anticipation de celui-ci. (VM, p. 312). Il faut une précompréhension pour que la compréhension ait lieu. Mais surtout, il y a aussi, au cœur de cette philosophie, l'idée d'un fond auquel nous ne pouvons rien: « les lois fondamentales de notre être, soustraites à notre arbitraire, et qu'il ne nous appartient plus de faire mais d'honorer » (PH, p. 30). Dans les dernières années de sa vie, Gadamer avait continué de prendre position sur les développements du monde, donnant notamment des conférences ou recevant des interlocuteurs pour des entretiens dans sa maison de Heidelberg. Un volume d'entretiens, avec son élève et traducteur, le professeur de philosophie italien Riccardo Dottori, est encore paru à l'occasion de son 102e anniversaire en février. Dans cet ouvrage, intitulé La leçon du siècle, Gadamer a « retracé dans son ensemble son développement philosophique au cours du 20e siècle ». Note sur les citations de l'article. Afin d'alléger le système de notes, nous préciserons les sources des citations dans le texte même, par un jeu d'abréviation (à partir des titres les plus importants de l'œuvre de Gadamer, publiés en langue française) qui est le suivant : Vérité et Méthode (VM), 1960, Paris, Le Seuil, 1996, La Philosophie Herméneutique (PH), Paris, Beauchesne, 1996, L'Art de comprendre (AC), Paris, Aubier, 1991, L'Héritage de l'Europe (HE), Paris, Rivages, 1996. Enfin, orientons le lecteur vers deux commentateurs: Jean Grondin, Introduction à Hans-Georg Gadamer, Paris, Cerf, 1999, et Jacques Bouveresse, Herméneutique et linguistique, Paris, L'Éclat, 1991. Notes 1 Signalons que herméneuien est un dérivé du nom du dieu Hermès, l'interprète du message divin auprès des hommes (rappel in AC, II, p. 143), ce qui donne à herméneutique l'aspect d'un acte, celui de transmettre ce qui a été dit par d'autres grâce à un effort personnel de transfert. Au passage, indiquons aussi qu'afin d'alléger le système de notes, nous préciserons les sources des citations dans le texte même, par un jeu d'abréviation (à partir des titres les plus importants de l'œuvre de Gadamer, publiés en langue française) qui est le suivant : Vérité et Méthode (VM), 1960, Paris : Le Seuil, 1996, La Philosophie Herméneutique (PH), Paris : Beauchesne, 1996, L'Art de comprendre (AC), Paris : Aubier, 1991, L'Héritage de l'Europe (HE), Paris : Rivages, 1996. Enfin, orientons le lecteur vers deux commentateurs: Jean Grondin, Introduction à Hans-Georg Gadamer, Paris : Cerf, 1999, et Jacques Bouveresse, Herméneutique et linguistique, Paris : L'Éclat, 1991. 2 La genèse gadamerienne du terme herméneutique varie en fonction des ouvrages, tout en demeurant classique : « me rattachant ainsi à une façon de parler employée par Heidegger dans ses débuts et prolongeant par là une perspective qui remonte primitivement à la théologie protestante et (qui) a été transmise à notre époque par Dilthey » (PH, p. 30), corrigé ensuite en une référence aux pratiques 75 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) chrétiennes des textes, notamment chez le philosophe romantique allemand Schleiermacher qui « entend que son herméneutique, en tant que canonique générale du comprendre, serve aux tâches particulières de l'exégèse biblique » (PH, p. 33), puis reconstruit en fonction d'un « art d'éviter la mécompréhension dans la signification à donner aux textes anciens, éloignés de nous dans le temps, relevant d'autres habitudes linguistiques » , quand il ne renvoie pas le tout à Homère (PH, p. 88). 3 Si le lecteur désire un conseil de lecture, en voici un : si, pour lui, la philosophie est une pratique un peu lointaine, nous conseillons d'aborder Gadamer par L'Héritage de l'Europe ; s'il est prêt à un effort plus important, il peut commencer par Philosophie et herméneutique, puis se lancer dans Vérité et Méthode ; enfin, s'il est rompu à la philosophie, qu'il se lance directement dans L'Art de comprendre, puis dans Vérité et Méthode, etc.... 4 Le terme allemand correspondant est Verstehen (substantif ou verbe) : il a une double dimension, puisqu'il indique une appropriation du sens (je comprends ce texte, je sais comment utiliser ceci) et une manière de s'entendre à faire quelque chose (je me connais moi-même dans ce que je fais). Ce terme a d'abord un sens juridique (défendre une cause devant un tribunal, ce qui oblige à en répondre et à maîtriser la manière de se tirer d'affaire). Puis il a un sens spirituel, exprimant les possibilités ouvertes à la signification dans le dialogue. 5 Rappelons qu'en philosophie cette notion désigne synthétiquement le domaine de l'économie et la sphère des besoins, en tant que ces besoins sont soumis à l'ordre de la vie (conservation), et leur satisfaction à une rationalité extérieure (l'ordre des choses qui ne sont pas excellentes pour elles-mêmes, mais pour autre chose). L'utile indique des biens de rang ontologique inférieur. Pour Gadamer, ce partage renforce sa thèse: « l'utile » envahissant enferme toutes choses, y compris le savoir, dans des expériences régies par des lois mécaniques. 6Il existe, cependant, une autre raison à ce « détour » esthétique. Il tient aux vertus traditionnellement accordées au « beau ». On sait, en effet, que depuis les Grecs, « Beau » est associé à « Bien ». Le « Beau » relève à la fois d'une grandeur majestueuse qui est celle de l'Un (du monde) et de la sphère de la bienséance ou des mœurs (unité de la cité). En un mot, il puise une partie de sa signification dans l'opposition à l'utile (le multiple incontrôlable et intéressé) et à la dispersion. Lorsque Kant s'en mêle, il brise certes le rapport du « Beau » et du monde, pour corréler le « Beau » et l'art, mais il entretient le même rapport avec l'utile puisque l'art est la source d'un plaisir désintéressé. 7 À bon escient? « Nous sommes tous disciples de Heidegger qui a mis en évidence le primat de la futurition quant à la possibilité de se souvenir et de conserver... » (PH, p. 35), est-ce sûr? 76 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) DE LA HERMENÉUTICA EN LA HISTORIA Jennifer Andrea Rivera Zambrano Facultad de Filosofía Universidad Javeriana-Colombia e-mail:[email protected] Resumen En la tarea de señalar las implicaciones hermenéuticas que tiene la praxis del historiador comenzaremos por la explicitación de los presupuestos hermenéuticos presentes en dicha praxis. Por tanto en primera instancia dirijamos la mirada a los conceptos que expone Marc Bloch en su obra Introducción a la historia para actualizar en ellos los elementos de naturaleza hermenéutica presentes en ella. En segunda instancia actualizaremos los presupuestos hermenéuticos que expone Michel de Certau en el capítulo II de la obra intitulada: La escritura de la historia. Palabras Clave: Historia, Historiografía, Hermenéutica, Escritura OF THE HERMENEUTICS IN THE HISTORY Jennifer Andrea Rivera Zambrano Faculty of Philosophy University Javeriana-Colombia e-mail:[email protected] Abstract The present article looks for to point out the hermeneuticses implications that the historian has in his practice. It begins with the exhibition of the basic concepts of the hermeneuticses present in this praxis. At a first glance we take a look to the concepts that Marc Bloch exposes Bloch in his work "Introduction to the history", to upgrade the elements of hermeneutic nature in there. In a second instance we will upgrade the hermeneutic concepts that Michel De Certau exposes in the second chapter of his work "The writing of the history". Key Words : History, Historiography, Hermeneutics, Notarizes 77 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) No existe una memoria, siempre hay muchas memorias de un mismo suceso… Pollak, M. § 1. Perspectiva hermenéutica de algunos conceptos de Marc Bloch A partir de la pregunta: ¿Qué es la historia y para qué sirve?, Marc Bloch, escribe una verdadera filosofía de la historia, esencial para la comprensión de esta ciencia que “estudia a los hombres en el tiempo”. Observemos que ya desde la pregunta inicial el autor en cuestión al preguntarse por la naturaleza de la historia como disciplina de talante científico tiende de manera tácita a trascender el ámbito de la mera positividad en tanto al acotar que el objeto es el “hombre en el tiempo” alude a una actitud comprensiva de un fenómeno que no puede reducirse por su complejidad al mero dato o la simple facticidad. He aquí como la pregunta de Bloch implica un auscultar de naturaleza interpretativa, es decir, hermenéutica comprendida esta como la determinación del sentido literal y transliteral de las fuentes, la comprensión de las ideas y conductas que configuran el entramado sociocultural en donde acaecen los hechos en que aflora el reconocimiento del otro o de lo otro. Por otra parte la historia en tanto disciplina, en la perspectiva de Bloch, tiene como objeto al hombre, quiere aprehender a los hombres. En esta teleología se pone de presente al hombre como sujeto-objeto que materializa la sentencia de Koselleck de que el quehacer del historiador es un “comprender investigando” de naturaleza eminentemente hermenéutica puesto que dada la naturaleza del objeto (léase hombres) antes que realizar una taxonomía del mismo impera en el proceso investigativo la comprensión, es decir, el abrirse al fenómeno tal como aparece para escuchar la gramática particular del mismo, es decir, para decodificar aquello implícito en su ser, quehacer y modos de apalabrar lo real. Por esto Bloch nos dice que los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática.En lo relativo a la temporalidad en tanto factor que incide en la praxis del historiador Bloch acota que el tiempo de la historia, realidad concreta y viva abandonada a su impulso irreversible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad. Mas el tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Pero es también cambio perpetuo. Obsérvese que esta oscilación de la temporalidad entre lo estable, eterno y lo cambiante remite a otro presupuesto de carácter hermenéutico dado que la temporalidad (entendida como ese juego de cercanía y alejamiento) permite al intérprete no sólo superar los falsos prejuicios sino habilitar los prejuicios verdaderos desde los que la lectura/interpretativa del fenómeno aparece en su dimensión prístina y permite que captemos el sentido o dirección del hecho o suceso objeto de nuestra inteligibilidad. 78 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Por último, como cierre de este acápite, Bloch en su dilucidación sobre la naturaleza y sobre el quehacer o praxis del historiador actualiza el círculo hermenéutico como presupuesto esencial de la inteligencia histórica al decirnos que comprendemos el presente por el pasado, que la explicación de lo más próximo la realizamos mediante la intelección de lo más lejano. Aludimos al círculo hermenéutico porque este primer movimiento del presente al pasado se complementa con el movimiento del pasado al presente de manera que el “hecho histórico” podemos analogarlo al texto en donde la estructura circular de la comprensión nos remite a ir al texto como una o varias hipótesis interpetativas materializadas en preguntas y a volver del mismo con respuestas que reorientan la dirección (léase sentido) que nos va siendo revelado. § 2. Topos, Praxis y Escritura como caminos hermenéuticos implícitos del quehacer histórico El Topos como camino Dado que en todo conocimiento histórico anida un comprender consideramos que en virtud de este talante interpretativo del quehacer histórico es necesario señalar los vasos comunicantes entre historiografía y hermenéutica.En lo referente al lugar desde el que se hace la historia. Encontramos que el trabajo del historiador como todo quehacer se encuentra contextualizado o circunscrito a un topos, a un lugar. El lugar o contexto condiciona el quehacer respectivo. Puesto que: Toda Interpretación histórica depende de un sistema de referencias: que dicho sistema queda como una “filosofía” implícita particularmente al infiltrarse en el trabajo de análisis, organizándolo sin que éste lo advierta, nos remite a la “subjetividad” del autor1. Observemos que el desde-donde o locus determina la manera como se presentan los fenómenos de los que el historiador da cuenta y de los que infiere un determinado relato. Lo anterior evidencia la impronta hermenéutica que permea al quehacer del historiador en general y a la historiografía en particular, puesto que al decir de Gadamer, todo comprender/interpretar se da históricamente 2 situado o contextualizado. De tal manera que el contexto o lugar desde el que se lee un fenómeno incide en la comprensión del mismo. 1 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. México: Universidad Iberoamericana.2000., p. 69. Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Trad. de José Luis Villacañas Oncina. Barcelona: Paidós. 2000., p. 91 y ss. 2 79 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En este mismo horizonte recordemos que Michel Foucault3 en obras como el Orden del Discurso nos pone de presente que toda práctica discursiva está mediada o condicionada por un corpus de reglas que la configuran y que tienen su génesis en el locus desde donde se habla. De tal manera que la praxis que realiza el historiador o la teorización historiográfica, es decir, la racionalización de la experiencia de los sucesos que configuran el narrar de la historia “(…)dependen siempre de la estructura de la sociedad.”5 Por eso según De Certeau: Antes de saber lo que la historia dice de una sociedad, nos importa analizar cómo funciona ella misma. Esta institución se inscribe en un complejo que le permite solamente un tipo de producciones y le prohíbe otras6. Mas dado que el quid de este estudio estriba en la explicitación de los presupuestos hermenéuticos presentes en el quehacer del historiador explicitamos la yunta existe de facto entre el proyecto de Koselleck y la intrínseca relación de dicho proyecto con la perspectiva hermenéutica de Gadamer. En primera instancia enunciaremos mediante paráfrasis los elementos fundamentales de la tesis de Koselleck sobre la historia. En segundo lugar inferiremos de la misma las implicaciones hermenéuticas que posee. Entonces según Koselleck, la historia como praxis tiene un momento reflexivo que versa no sobre la veracidad de los hechos, sino sobre las condiciones de posibilidad de la historia misma. Dicha reflexión la denomina el autor en cuestión histórica. Así la histórica será la disciplina que pregunta por las condiciones de posibilidad de la historia y su rasgo fundamental estriba en poder “trascender las manifestaciones lingüísticas y extraligüísticas y los textos”7. De tal manera que se fundamentaría en el ámbito óntico-fáctico de la existencia en donde la categoría heideggeriana de “Dasein” (en tanto ser-ahí o ahí del ser, que no alude a especialidad en un primer momento, sino a apertura, a aparecer en la existencia) aportaría pares conceptuales de naturaleza antitética que presupondría una historia cuyos fundamentos no son necesariamente lingüísticos, sino más bien extralingüísticos. Estos pares serían: 1. “Poder matar” vs “Pre-cursar la muerte”. 2. “Amigo” vs “Enemigo”. 3. “Interior” vs “Exterior” 4. “Generatividad generacional” vs “Fractura Generacional”5. “Amo” vs “Esclavo”.Según,Koselleck, estos pares conceptuales antes que categorizaciones o nominaciones del acontecer histórico son “modos de ser”, es decir, existenciales que se dan, que aparecen en la plena facticidad y que 3 Recuérdes que Foucault elabora una ontología del presente y en esta perspectiva coloca al discurso en un orden profundo que hace posible explicitar y así sacar a la luz aquello que en una determinada época es decibel y en lo relativo a la historia busca escribir una historia sin sujeto desde los márgenes que la razón occidental ha excluido. Cfr. FOUCAUL, Michel. La hermenéutica del sujeto. Trad. de Horacio Ponis. México: FCE.2006. 5 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 78. 6 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p.81. 7 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit., p. 87. 80 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) condicionan el devenir mismo de la historia antes de que el historiador sistematice mediante un corpus categorial el fenómeno o los sucesos de los cuales da cuenta. Así, al decir de Koselleck, los elementos que fundamentarían la histórica serían de naturaleza “prelingüística o extralingüísticos” pues dado que los pares anteriormente mencionados (amigo vs enemigo/ amo vs escalvo) hacen referencia en su momento primigenio no a palabras sino a hechos a “modos de ser”. Entonces en esta perspectiva “(…) la historia remite a nexos de acciones, a formaciones de finitud en un ámbito también extralingüísticos”8. De aquí,Koselleck infiere que la histórica como teorización del quehacer histórico trasciende el ámbito de la lingüisticidad. En suma, para Kosselleck la histórica no se quedaría presa en el marco de la palabra pues el historiador “(…) se sirve básicamente de textos sólo como testimonios para averiguar a partir de 9 ellos una realidad existente allende los textos.” Empero, a nuestro juicio, una de las mayores implicaciones hermenéuticas de la posición de Koselleck estriba talante científico social no sólo ejecuta interpretaciones al incluir en su dilucidación la categoría heideggeriana de “Dasein” sino que ya asume de facto el carácter óntico del comprender/ interpretar puesto que según el Heidegger de Ser y Tiempo el modo comprender es el modo de ser del ser-ahí en tanto poder ser y posibilidad. En suma, la comprensión que se despliega en la interpretación es el modo de ser originario del “Daseín” que de una u otra manera llega al lenguaje entendiendo por leguaje no sólo la palabra o el texto sino toda interacción de naturaleza significativa en donde aflora el sentido.10 De la Praxis De manera general se concibe el trabajo del historiador y la conceptualización que sobre el mismo realiza la historiografía como una práctica o praxis. Por tanto, podemos caracterizar dicho quehacer como una práctica de naturaleza poiéticoreconstructiva, es decir, una práctica, que por una parte, apoyada en unas técnicas determinadas, tales como: archivística, selección de documentos, etc. crea una singular narrativa al darle voz a textos y hechos que la distancia temporal han enmudecido y por otra parte, reconstruye la o las lógicas subyacentes en dichos hechos. Más si explicitamos los vasos comunicantes entre historia y hermenéutica vemos cómo lo que hemos llamado práctica poiéticareconstructiva es de talante hermenéutico puesto que al actulizar (el término denota el acto hermenéutico de ir y venir del texto generando una circularidad que despliega el sentido) los archivos, los textos o los documentos produciendo un círculo en donde en un primer momento “Vamos al texto” mediante una “pre-comprensión” o proyecto interpretativo en donde nos aventuramos a 8 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit.,p. 87 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit., p.91. 10 Cfr. XOLOCOTZI, YAÑEZ, Angel. Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino a Ser y Tiempo. México: UIA-PyV.2004 . 9 81 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) tener una “noción previa de…” o partir de un “pre-saber…” . A partir de aquí comenzamos a “dialogar con el texto”. Aquí la pregunta inicial que lanzamos al texto puede recibir como respuesta lo siguiente: “Ese no es el camino…” o “ El verdadero problema es este otro…” o “Debes mirar en otra dirección…”, etc. He aquí que el texto me “habla” desde su contexto y debo hacer el esfuerzo de comprender ese contexto a la luz de mi contexto. Mientras que en un segundo momento “Venimos del texto” ya sea con la confirmación de que lo preguntado inicialmente va por la dirección correcta o sigue la huella del asunto que tematiza el texto o debemos retomar el camino por la nueva ruta que el texto nos señala ahora11.En lo relativo al tipo de articulación que realiza la práctica que tematizamos desde la óptica De Certeau: El historiador no se contenta con traducir de un lenguaje cultural o otro, es decir convertir producciones sociales en objetos de historia (…) El historiador logra la metamorfosis del ambiente a través de una serie de transformaciones que desplazan las fronteras de la topografía interna de la cultura12. Esta “práctica” no sólo se limita a realizar articulaciones entre naturaleza y cultura, sino que determina unos insumos como fuentes y redistribuye el espacio. Al decir de Certeau: “(…)En realidad consiste en producir los documentos por el hecho de recopiar, transcribir o fotografiar dichos objetos cambiando a la vez su lugar y su condición”13. Observemos que, desde una perspectiva que explicite lo hermenéutico, esta práctica es en sí ya una interpretación puesto que la reorganización de los datos implica una nueva forma de comprenderlos e interpretarlos a la luz de diferentes articulaciones. De la Escritura En el quehacer tanto del historiador como en el de la historiografía la escritura aparece como una construcción o producto que va de la praxis misma al texto. Empero este camino, según Certeau, hace evidente una inversión puesto que lo que aparece como momento inicial (escritura/texto) es un punto de llegada en que se ha racionalizado siguiendo un determinado orden cronológico un cúmulo de experiencias y un entramado de prácticas. De tal manera que la inversión generada por la escritura “(…) vuelve presente –mediante un conjunto de figuras, de relatos y nombres propios- , presenta lo que la práctica capta como su límite, como excepción o como diferencia como pasado.”14 11 Cfr. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Trad. de Ana Agud Aparicio y Rafael de Agapito. Salamanca: Sígueme.1984. 12 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p.84-85. 13 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p.86 14 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 102 82 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Posibilitando la emergencia de un nuevo orden dependiente de un sentido en el que el discurso materializado en el texto por la escritura impone un telos a la investigación. Más esta preeminencia del discurso sobre lo real uniformiza en orden a la ley de lo cronológico la dialéctica existente entre el tiempo de las cosas con el tiempo del discurso ocultando en las capas escriturales la tensión señalada. De tal forma que por medio del tiempo discursivo o referencial: La historiografía puede condensar o extender su propio tiempo, producir efectos de sentido, redistribuir y codificar la uniformidad del tiempo que corre. Esta diferencia tiene ya la forma de un desdoblamiento, crea un juego y proporciona a un saber la posibilidad en un tiempo discursivo distante del tiempo real(…) que vuelve compatibles a los contrarios15. En suma, la práctica discursiva que emerge mediante el trabajo escritural al decir de Certeau “(…) produce textos mediante la doble característica de combinar una semantización (edificación de un sistema de sentidos) con una selección (esta clasificación tiene su principio en el lugar donde un presente se separa de un pasado) , y de ordenar una “inteligibilidad” junto con una normatividad”16. Aquí la articulación de naturaleza heteróclita permite que en la escritura se conjuguen dos momentos contrarios: la narrativización que hace el transito de lo acrónico a una cronologización y la semantización que sistematiza los núcleos de sentido sistematizando su aspectos significativos.17 Por otro lado, en este marco la operación escritural finaliza cuando al texto se le insertan citas y nombres propios que sirven de referentes o correlatos empírico-teoréticos al mismo, correlatos que dotan a la escritura de un status de cientificidad en tanto: El discurso se establece como un saber sobre otro (…) y el lenguaje citado desempeña el encargo de acreditar el discurso: como es referencial, introduce cierto efecto de lo real; y por su fragmentación, nos remite discretamente a un lugar de autoridad18. Mas a pesar de las inflexiones que el acto escritural produce en el quehacer del historiador y en la construcción de la coneptualización historiográfica, si leemos lo presentado en este acápite por Certeau en clave de explicitación hermenéutica encontramos que el presente viviente individual o colectivo sólo es experimentable porque el lenguaje,materializado en un corpus escritural, ha sedimentado la experiencia pasada permitiéndonos tener acceso a ella y desde “la cosa misma” penetrar al sentido primigenio de la experiencia primera que nombra ese lenguaje para poder traerlo a nuestro contexto y horizonte de comprensión/interpretación en 15 DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 104. DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 108 17 Cfr. DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 109. 18 Cfr. DE CERTEAU, Michel. La escritura de la historia. Op.cit., p. 109 16 83 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) donde ese mismo texto nos hable de nuevo al explicitar el universo significativo que estaba latente en él.19 En síntesis, observamos que los tres momentos fundamentales –lugar,práctica y escritura- que Certeau presenta como constitutivos del quehacer del historiador y de la historiográfica evidencian en su conceptualización y en su aplicación rasgos eminentemente hermenéuticos que hemos señalado a lo largo de nuestra exposición y que a manera de resumen nos esboza Hans-Georg Gadamer cuando nos dice que “(…) no podemos salirnos del devenir histórico, no podemos colocarnos a distancia de él para convertir el pasado en objeto (…) ser histórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse”20. § 3. Implicaciones hermenúticas del “Dasein” en la praxis del historiador Una vez presentada la postura de Koselleck respecto a una histórica no presa de la lingüisticidad hermenútica encontramos que en la respuesta que Hans-Georg Gadamer le plantea se nos recuerda que el lenguaje tiene como distintivo el presentar “estados de cosas” que en presentarse a sí mismo. Además, si sumimos la tarea del historiador como un “comprender investigando” encontramos que: La historia abarca seguramente todo nuestro hacer lingüístico en la medida en que, en enunciados formulados lingüísticamente, sabe presentar referencias temporales y ambientales, por ejemplo al atender a la transformación que experimentan en el tiempo el uso del lenguaje y en particular la conceptualidad de una época.21 Además Gadamer el hace ver a Koselleck que el concepto de lingüisticidad trasciende la textualidad y el lenguaje en su sistemático aparecer puesto que es un ámbito en donde la realidad explicita su sentido mediante la racionalización de la experiencia vivida, al respecto literalmente nos dice Gadamer: La lingüisticidad no barca únicamente todos los géneros de textos, por ejemplo los jurídicos y religiosos, y, por consiguiente, también el texto de una Histórica en cuanto ésta se formula lingüísticamente. La lingüisticidad que la hermenéutica emplaza en el centro no es sólo la de los textos; por tal entiende igualmente la condición del ser fundamental de todo actuar y crear humano como Aristóteles ha reclamado enérgicamente el concepto de animal racional 22 para distinguirlo de todos los seres vivios . 19 Cfr. GRODIN, Jean. L´ hermeneutique. París: PUF.2006., p. 77 GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Op.cit, .p. 317 y ss 21 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit., p. 103. 22 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit., p. 104. 20 84 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Aunando lo anterior a lo que implica el hecho de que Koselleck icluya en su dilución el “Dasein” recordemos que, desde la óptica heideggeriana, la hermenéutica en tanto desarrollo analógicamente de la historicidad del “Ser ahí” como condición óntica de la posibilidad de la historiografía o histórica, en lenguaje de Koselleck, tiene sus raíces en un horizonte pre-lingüístico que exige ser comprendio e interpretado. Dicha exigencia implica un despliegue de la comprensión de existencia en tres momentos: 1. La situación, en tanto todo comprender alude a un encontrarse-en que hace referencia al “ahí” del seren-el-mundo y así como esto acaece en la comprensión de la existencia también ocurre en el quehacer del historiador en tanto narra desde un locus. 2. La comprensión en donde se elaboran proyectos hacia la aprehensión del aparecer del ser que aparece inscrito en un horizonte de sentido sea explícito o implícito. 3. La interpretación como un desarrollo del comprender un sentido23. Entonces Koselleck, si prosiguiera con la pretensión de trascender la lingüisticidad de una u otra manera, tendría que referirse a ella pues los hechos en su mera facticidad sólo son un vestigium un indicio que orienta hacia un sentido que explota en cualquiera de las figuras del logos que están en al ámbito o atmósfera de la lingüisticidad. En esta línea, consideramos, se ubica Certaeu cuando al referirse al acto escritural del historiador, nos habla de la semantización mediante la cual se realiza la sistematización de los núcleos de sentido que están incoados en el fenómeno. En suma, recordemos a modo de colofón, con Gadamer que: Lo que caracteriza todas nuestras historias y las convierte en tales es el hecho de que las contemos, y contamos estas historias innumerables historias una y otra vez (…)Pues el texto de la historia no esta nunca concluido por completo, ni está nunca fijado definitivamente. 24 23 Cfr. XOLOCOTZI, YAÑEZ, Angel. Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino a Ser y Tiempo. México: UIA-PyV.2004. 24 Cfr. KOSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Op.cit.,p. 104 85 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 86 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) EN DIÁLOGO CON LA “ESENCIA DE LA POESÍA” DE MARTÍN HEIDEGGER∗ José Herrera Ospina Profesor de tiempo completo. Departamento de Filosofía Facultad de Artes y Humanidades Universidad de Pamplona e-mail:[email protected] Resumen Una de las preocupaciones principales del filósofo alemán Martin Heidegger fue la poética y la filosofía del arte. Los especialistas han dividido en dos etapas la producción filosófica de Heidegger: las han llamado con el nombre de Primer y Segundo Heidegger, emulando también los dos períodos en los que se ha dividido la producción intelectual del pensador austriaco Ludwig Wittgenstein, con quien Heidegger disputa el sitial de honor del mayor filósofo del siglo XX. En este artículo se presentan dos textos heideggerianos correspondientes a su segundo etapa. Desde una lectura hermenéutica se trata de establecer relaciones entre algunas palabras conductoras del ser expuestas en su obra conceptos fundamentales del ser de 1941, fruto de su curso de verano en Friburgo y las palabras guías de Hölderlin, en su corto pero grandioso ensayo: Hölderlin y la esencia de la poesía de 1937. Palabras Claves: Filosofía, Hermeneutica, Poesía, Hölderlin, Heidegger. IN DIALOGUE WITH THE POETRY SCENT, M. HEIDEGGER José de J. Herrera Ospina Full-Time Professor Department of Philosophy Faculty of Arts and Humanities University of Pamplona e-mail: [email protected] Abstract One of the main concerns of the german philosopher Martin Heidegger revolved around Poetics and the Philosophy of Art. Specialists have divided Hidegger’s philosophical work into two main stages called “The First...” and “The Second Heidegger”, thus emulating the two periods in which the intellectual production of the austrian thinker Ludwig Wittgenstein, with whom Heidegger disputes the place of honour as the greatest philosopher of the twentieth century, has been divided. This article presents two Heideggerian texts corresponding to the second stage. From the perspective of hemeneutics, the work proposes to establish a relationship between certain words pregnant with the Being, exposed in his work “The Fundamental Concepts of the Being (1941)”-written as a result of his Freiburger summer ∗ Este artículo es una avance de los resultados de proyecto de investigación: sobre las interrelaciones de poesía y filosofía en el pensamiento heideggeriano inscrita en la línea de Estética-Filosófica del Grupo de Investigación Dianoia-Filosofía inscrito en Colciencias Código COL0042705 del Departamento de Filosofía de la Universidad de Pamplona. Al tiempo que constituye parte de la tesis doctoral presentada en la Universidad Pontificia Bolivariana en el año 2006. 87 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) course- and Holderlin’s guiding words in his short but great essay “Holderlin and the essence of poetry”(1937). Key Word: Philosophy, Hemeneutics, Poetics, Hölderlin, Heidegger Introducción Martín Heidegger nos presenta una nueva experiencia de verdad en el arte: Toda obra de arte tiene su propia ley y es desde esa ley donde puede ser leida.Ésta instaura un mundo con sus propias leyes. La pregunta que cabe es ¿cuál es esa ley que determina la obra de arte? Una primera respuesta es la siguiente: no es una ley que se preconcibe, sino una ley que se va realizando a medida que se construye. Si bien la obra de arte en la época clásica tenía como ley la «mímesis», es decir, la imitación1; en la Edad Moderna, la «figura del Genio», aspecto que se rastrea fundamentalmente en la obra de Inmanuel Kant2; en la contemporaneidad será la «producción», entendiéndose desde su propia etimología, es decir, pro: a favor de, y ducere:conducir,llevar hacia...,transportar.La obra de arte, pues, instaura una ley o guía para entender el mundo de lo real, favoreciendo la conducción o el llevar hacia delante la propia obra. Además la obra de arte recrea el mundo, o sea, vuelve a crearlo desde este ámbito, el cual genera una particularidad singular. La filosofía contemporánea es consecuente con la afirmación de que las leyes que instauran la obra de arte están en sí mismas. El arte se asemeja al niño que recrea la naturaleza a partir de los símbolos que crea y que trata de interpretarlos desde su propio mundo. Desde esta perspectiva se tratará de presentar en este artículo un acercamiento hermenéutico a la poética, como obra de arte, considerando la esencia de la poesía en relación con algunos conceptos fundamentales sobre el ser. Para ello, nos centraremos en el análisis de las cinco palabras-guía que se encuentran en su obra “Hölderlin y la esencia de la poesía”, en relación con las ocho “Palabras conductoras para la meditación sobre el ser” que se encuentran en la Segunda Sección de su obra “Conceptos fundamentales”. Las relaciones que se abordarán son las siguientes: 1. “Poetizar: la más inocente de todas las ocupaciones”, es también afirmar que “El ser es lo más vacío y al mismo tiempo la exuberancia”, “es lo más común y al mismo tiempo lo único”. 2. “Y se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje...para que muestre lo que es”, es también afirmar que “El ser es lo más comprensible y al 1 Cfr. Las obras clásicas de los filósofos griegos Platón y Aristóteles, en especial, el libro X de la República y la Poética. Cf. PLATÓN. La República. Barcelona: Altaza, 1993. Aristóteles. La Poética. Edición electrónica de www.philosophia.cl/Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. 2 Cfr. La obra “Crítica del Juicio” donde se expresa en los numerales 46, 47, 48, 49, 50 su exposición acerca del papel del genio en relación con el gusto, las facultades del espíritu, los productos del arte bello, etc. KANT, Inmanuel. Crítica del Juicio. Tr. Por José Rovira. Buenos Aires: Losada, 1968. 88 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) mismo tiempo la ocultación”, “es lo más desgastado y al mismo tiempo el origen” “es lo más fiable y al mismo tiempo el abismo”. 3. “El hombre ha experimentado mucho. Nombrado a muchos celestes, desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros” es también aseverar que “El ser es lo más dicho y al mismo tiempo el acallamiento”. 4. “Pero lo que queda, lo instauran los poetas” es también afirmar que “El ser es lo más olvidado y al mismo tiempo el recuerdo interiorizante”. 5. “Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra” es también aseverar que el “El ser es lo más coactivo y al mismo tiempo la liberación”. -ISi Hölderlin llama a la poesía “la más inocente de todas las ocupaciones” 3, tal cual como lo refiere Heidegger en su obra, es porque en realidad la poesía es el mundo de la inocencia, del juego de palabras sin trabas, de la invención de imágenes y símbolos infinitos que “queda ensimismada en el reino de lo imaginario.”4 Lo más inocente tiene que ser también lo más inofensivo y a la vez ineficaz “puesto que queda como un hablar y un decir.”5 Es como el juego onírico de los sueños, donde la realidad es y a la vez no es, donde habitamos y nos movemos de lo irreal a lo real y desde lo real a lo irreal, en búsqueda de una esencia del ser. De ahí que al conectar la primera palabra – guía con las palabras conductoras: “El ser es lo más vacío y al mismo tiempo la exuberancia” “lo más común y al mismo tiempo lo único” nos encontramos con grandiosas relaciones. Planteamos sólo dos en concordancia con las palabras conductoras en su orden: a. La poesía como palabra inocente expresa al ser en su vacío pero al mismo tiempo en su exuberancia. Es decir, la esencia propia del poetizar es el ser en su paradoja de vacío y exhuberancia. Por ello, “...si este carácter escindido y dual pertenece al ser mismo, constituyendo así su consistencia esencial, entonces, el ser no puede ser desintegrado en el sentido de una destrucción de su esencia. Así pues, lo escindido y dual tiene que estar mantenido de consuno en la unidad de una esencia...” 6 3 HEIDEGGER, Martín. Arte y Poesía. Tr. y prólogo de Samuel Ramos. México: Fondo de Cultura Económica, 1958. p. 128 4 Op.cit. p. 128 5 Op.cit. p. 129 6 HEIDEGGER, Martín. Conceptos fundamentales. Curso de Semestre de verano. Friburgo, 1941. Tr. intr. y notas de Manuel Vásquez García. Barcelona: Altaya, 1994. p. 85 89 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Así, “el poema no es el simple poder de dar un sentido, con posterioridad, a lo que, una vez dicho, subsistiría ya y sería algo consistente... sino el poder mismo, por el sentido que da, de llevar a la consistencia, de permitir que subsista, el paso del devenir, lengua de los dioses, el murmullo de las cosas en el comienzo del día.”7 b. La poesía como inocente ocupación expresa al ser en lo que tiene de “común” pero también en lo que tiene de “único”. Es decir, la poesía puede considerase lo más común, cuando decimos: es universal; pero también lo más único, cuando afirmamos que es singular, valga decir, “única” en su experiencia particular, y que no tiene nadie más. Por ello, “...en todas las direcciones y sin excepción, el ente de cada caso se encuentra unido al ente como su igual. Pero ¿qué pasa con el ser? El ser no tiene en parte alguna, ni en modo alguno, su igual. El ser es, frente a todo ente, único.”8. En Heidegger, el problema de lo único está condensada en el numeral 27 de “El Ser y El Tiempo”, donde se expresa sobre el cotidiano “Ser sí mismo” y el “Uno” de esta manera: “El «uno» es en y por todas partes, pero de tal manera, que siempre se ha escurrido ya de dondequiera que el «ser ahí» urge a tomar una decisión. Pero por simular el «uno» todo juzgar y decidir, le quita al «ser ahí» del caso la responsabilidad. El «uno» puede darse el gusto, por decirlo así, de que «uno» apele constantemente a él. Puede responder de todo con suma facilidad, porque no es nadie que haya de hacer frente a nada. El «uno» «fue» siempre, y sin embargo puede decirse que no ha sido «nadie»...” 9 -IIEl lenguaje poético, hemos afirmado, es el más inocente de todos los trabajos, pero paradójicamente, encontramos que también es el más peligroso de todos los bienes humanos.Esto tiene su razón de ser en la propia naturaleza del hombre.Heidegger, en este punto, es consecuente con su obra «El Ser y el Tiempo» al plantearnos una pregunta fundamental: “¿Quién es el hombre? Aquel que debe mostrar lo que es. Mostrar significa por una parte patentizar y por otra lo patentizado queda en lo patente. El hombre es lo que es aún en la manifestación de su propia existencia. Esta manifestación no quiere decir la expresión del ser del hombre suplementaria y marginal, sino que constituye la existencia del hombre”10Las posibilidades del hombre mundano, es decir, del «ser ahí» pegado a la tierra, son múltiples a lo largo de toda su existencia. La historia del hombre se convierte en un escenario de experiencias, unas veces buenas, otras veces malas, empleando términos morales o éticos. 7 BLANCHOT, Maurice. La palabra “sagrada” de Hölderlin. Tr. Por Jorge Mario Mejía. En: Estudios de Filosofía. No. 9. Universidad de Antioquia. Medellín. Febrero de 1994. p. 203. 8 Op.cit. p. 87 9 HEIDEGGER, Martin. El Ser y el Tiempo. Tr. Por José Gaos. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993. p. 144 10 HEIDEGGER, Martín Arte y poesía. Op. cit. p. 130 90 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Dentro de éstas, cumple un papel preponderante el lenguaje, el cual, en muchas ocasiones, causa daños irreparables, y en otras, bienes infinitos.Por esto, Heidegger se pregunta. “Pero, ¿hasta dónde es el habla “el más peligroso de todos los bienes”? Es el peligro de los peligros, porque empieza a crear la posibilidad de un peligro. El peligro es la amenaza del ser por el ente.”11 Debe anotarse que la amenaza es un estar dispuesto a reconocer un límite pero también abre la puerta a una nueva realidad; por esto, es necesario entender que el lenguaje como capacidad humana de reconocimiento de si mismo y del otro como interlocutor abre la puerta de un nuevo camino, para superar la dificultad que el ser sea sólo ente y no trascienda, en el sentido ontológico no metafísico. En esta perspectiva Jean Bucher anota lo siguiente: “¿Cómo explicar que el bien más peligroso pueda al mismo tiempo ser una ocupación inocente e inofensiva? Es que el poeta nos habla ahora del hombre y nos dice que él es el testigo que debe certificar lo que él es y debe dar testimonio de su ser ahí porque no basta que sea esto o aquello, un animal entre animales y que exprese además su ser hombre… Y el lenguaje representa la amenaza suprema puesto que es por él que el hombre corre el riesgo de la pérdida del ser, de su disimulación y obstrucción por lo mucho que se acumula del ente.”12 -IIIEtimológicamente la palabra “Diálogo” proviene de los vocablos griegos: día a través de, y, logos: palabra. Es significativo que Heidegger exprese, a partir de Hölderlin, que somos lo que somos desde que somos un diálogo13, es decir, desde que a través de la palabra hemos fundado el mundo. La palabra es la expresión del lenguaje que caracteriza al hombre y lo diferencia del animal. Y no se limita sólo al habla. El mismo Heidegger lo expresa: “Así entonces el habla es el medio para llegar uno al otro. Sólo que Hölderlin dice: Desde que somos un diálogo y podemos oírnos unos de otros. El poder oír no es una consecuencia del hablar mutuamente, sino antes al contrario el supuesto de ello...Somos un diálogo significa siempre igualmente que somos un diálogo. Pero la unidad de este diálogo consiste en que cada vez está manifiesto en la palabra esencial el uno y el mismo por el que nos reunimos, en razón de lo cual somos uno y propiamente nosotros mismos. El diálogo y su unidad es portador de nuestra existencia (Dasein).”14 11 Op.cit. p. 131 BUCHER, Jean. La experiencia de la palabra en Heidegger. Bogotá: Ariel, 1996. p. 153 Según los estudios de especialistas, la palabra que emplea Heidegger en lengua alemana es Gesprach, que significa conversación y que también es empleada por Gadamer en su conferencia “Lenguaje y música. Escuchar y comprender” ofrecida el 18 de junio de 1997. Cf. Hans-Georg Gadamer. Lenguaje y música. Escuchar y comprender. En: GERHART SCHRODER y HELGA BREUNINGER. Teoría de la cultura. Un mapa de la cuestión. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. p. 13 Según ello, la traducción original diría: “desde que somos conversación”. Esto tiene importancia en cuanto que, el término redundaría en beneficio de entender el término como convivencia, interculturalidad, proximidad en la diferencia (Cf. FORNET-BETANCUR, Raúl. Memorias del Conversatorio No. 2. “La filosofía ¿intercultural o transcultural? XII Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana. Bogotá: Universidad Santo Tomás, Julio 2007. 14 Cfr. Op. cit. p. 134 12 13 91 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Es necesario recordar, además, que la expresión “somos un diálogo” permite entender también los juegos de la conversación en la interpretación cuando al comprender se atraviesa el logos del otro para alcanzar el “sensus comunnis” del asombro ante lo que la palabra poética revela.15En íntima relación con “El Ser y el Tiempo”, el diálogo aparece como manifestación del “Dasein”, en cuanto “lógos” ontológico y no simplemente lógico. De ahí la importancia del comprender este fenómeno del diálogo como realidad no simplemente racional – mental sino como realidad existencial del hombre que vive en la cotidianidad del lenguaje y en su caracterización más propia del crear un mundo.16 Así también, la esencia de la poesía es el “diálogo” y éste manifiesta el ser en su decir y en su ocultar. “El ser es 17 lo más dicho y al mismo tiempo el acallamiento” Es el lenguaje nombrando al Ser y éste en su verdad, ya que sin verdad no habría manera de decir algo del Ser. Y es su acallamiento porque la realidad es acontecimiento que guarda en muchas ocasiones silencio. Es ocultamiento ya que todo el Ser es también expresión de un No Ser, es decir, de un silencio profundo que sólo guarda el momento único del presente en su temporalidad. El filósofo Miguel Ángel Ruiz García expresa a propósito del Dasein: “El preguntar filosófico de Heidegger se concentra en la meditación de los elementos constitutivos del Dasein, es decir, de los modos humanos de nuestro estar en el mundo.”18 -IVLa permanencia del mundo como existencia del hombre con los demás hombres se da gracias al papel fundamental del poeta, es decir, del que nombra el mundo en sus distintas manifestaciones. “Los poetas fundan, sin embargo, lo que permanece. Así se restaura la posibilidad de la existencia poética. Sin duda, pero para encontrarse con una imposibilidad mayor que es su prueba fundamental. El poema debe ser porque sin él habría día pero no iluminaría; sin él todo comunicaría pero esta comunicación sería también en todo momento destrucción del todo, pérdida en un infinito siempre abierto que rehúsa volver sobre su infinidad. El poema, por la palabra, hace que lo infundado llegue a ser fundamento, que el abismo del día llegue a ser el día que hace surgir y que construye.” 19La construcción del mundo se da gracias al poder inspirador de la palabra poética. De ahí que el poeta “nombra a los dioses y a todas las cosas en lo que son. Este nombrar no consiste en que sólo se provee de un nombre a lo que ya es de antemano conocido, sino que el poeta, al decir, la palabra esencial, nombra con esta denominación por primera vez al ente por lo que es y así es conocido como ente. La poesía es la instauración del ser con la palabra.”20 15 Cfr. GADAMER, Hans Georg. Arte y verdad de la palabra. Madrid: Paidós, 2000. Cfr. HEIDEGGER, Martín El Ser y el Tiempo. Op. cit. pp. 179-185 17 HEIDEGGER, Martín Conceptos Fundamentales. Op. cit. p. 101 18 RUIZ GARCÍA, Miguel Ángel. Comprensión dialógica del pensamiento y de la vida humana en las filosofías de Heidegger y Gadamer. En: Ciclo de Seminarios Forjadores del pensamiento en Occidente y sus reflexiones sobre la educación. Primer Seminario Pensadores de las Ciencias Humanas: ¿Qué pensaron sobre la educación, entre otros, Platón, Heidegger, Marx, Freud...? Universidad de Antioquia. Facultad de Educación. Departamento de Formación Avanzada. Febrero – Marzo de 2001. p. 316 19 BLANCHOT, Maurice. Op. cit. p. 203 20 HEIDEGGER, Martín. Arte y Poesía. Op. cit p. 137. 16 92 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Entiéndase Ente como manifestación del Ser, que se expresa no sólo en el sentido clásico de su interpretación como lo que es en cuanto participa del Ser, sino como plena manifestación del “Ser” en cuanto que el “Ente”, no siendo el “Ser”, sin embargo, patencia el Ser en su manifestación mundana. Por esto, podemos afirmar que “el ser es lo más olvidado y al mismo tiempo el recuerdo interiorizante: Cada vez se nos hace más claro que en todo respecto para con el ente, el ser sigue siendo lo más próximo y que el ser, al mismo tiempo, es totalmente omitido en beneficio del ente en el que todo querer y saber busca su plenificación.”21 Por el Ente se da el olvido del Ser, ya que como se ha afirmado reiterativamente, Heidegger denuncia el olvido del Ser por el Ente en la metafísica occidental. Este olvido no es más que la constatación histórica de que se ha ido desarrollando un concepto errado de Ente (Ser) desde visiones totalizantes que van desde las reflexiones teológicas medievales hasta los más grandes sistemas científicos modernos y contemporáneos. El olvido y el recuerdo es el embate del Ser en cuanto que manifiesta su devenir histórico como Lógos que permanece en el Dasein y se explica desde la temporalidad del mundo. -VEl considerar la proposición: “es poéticamente que el hombre habita la tierra”, en otras palabras, que “habita el mundo”, es también considerar que “el ser es lo más coactivo pero al mismo tiempo su liberación”. Se explican las relaciones existentes: Afirma Heidegger que “Lo que el hombre hace y persigue lo adquiere y merece por su propio esfuerzo...”22 Esto da a entender que el esfuerzo es una potencia de ser y de actuar del hombre frente al mundo.En la poesía encuentra el ser humano una posibilidad de actuación existencial del hombre y no simplemente como lo manifiesta el mismo Heidegger, un pasatiempo, acaloramiento, diversión o pasajera exaltación. 23De esto se puede deducir que la coacción a la que puede estar sumido el Ser es, precisamente, por la acción del hombre inconsciente de su habitar en el mundo. Es decir, cuando el hombre no tiene conciencia de ser Dasein, y simplemente se convierte en Ente. No Ente Ser sino, simplemente, ente Ente. “El ser, y sólo el ser, previamente a todo ente y en cada caso, deja ser a cada ente un ente; cada ente, en el modo en que siempre pueda incumbirnos y concernirnos, permanece infinitamente por detrás de la coerción del ser mismo.”24Además, el hombre habita poéticamente la tierra en cuanto es manifestación del ser en plena situación de liberación. El ser pone por separado ser y ente, trasponiéndolos a esta controversia y a lo libre. Pero la trasposición a esa controversia del ser y del ente es la liberación encaminada a la pertenencia del ser...La trasposición al ser es la liberación encaminada a la libertad. Es esta liberación lo único que es la esencia de la 25 libertad. 21 HEIDEGGER, Martín. Conceptos fundamentales. Op. cit ., p. 103 HEIDEGGER, Martín. Arte y Poesía. op. cit. P. 139 23 Ídem. 24 HEIDEGGER Martín. Conceptos fundamentales. Op. cit. p. 106 25 Ibíd., p. 107. 22 93 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 94 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) WITTGENSTEIN Y LA ESTRATEGIA ANTIEPISTEMOLÓGICA DE “SOBRE LA CERTEZA”∗ Modesto M. Gómez Alonso Profesor de Tiempo Completo Facultad de Filosofía Universidad de Salamanca e-mail: [email protected] Resumen Las últimas notas de Wittgenstein, publicadas póstumamente bajo el título de Sobre la certeza, contienen una revisión radical de la concepción filosófica del escepticismo. Extendiendo el alcance de sus argumentos a la aparentemente invulnerable fortaleza epistémica del cogito, el escepticismo semántico wittgensteiniano recusa la posibilidad misma de la epistemología. Pero, precisamente por ello, justifica también una reconstrucción reductiva de los juicios de conocimiento que, en la medida en que los descarga de sus pretensiones metafísicas, hace del escepticismo hiperbólico condición necesaria del discurso cognitivo ordinario. La pretensión del autor de este ensayo es mostrar, frente a las interpretaciones usuales, que el constructivismo de Wittgenstein, más que reducir a la ininteligibilidad el proyecto filosófico, precisa de los resultados escépticos de ese proyecto para legitimarse. Palabras Clave: Constructivismo - Descartes - Epistemología - Escepticismo - Lenguaje ordinario - Normatividad - Sobre la certeza - Representacionalismo - Terapia - Wittgenstein. WITTGENSTEIN AND THE ANTIEPISTEMOLOGYC STRUCTURE ABOUT CERTAINTY Modesto M. Gómez Alonso Full – Time Professor Faculty of Philosophy University of Salamanca-Espain e-mail: [email protected] Abstract Wittgenstein’s last notes published postumously under the title Äbout Certainty”contain a radical revision of the philosophical idea of scepticism. Extending the boudaries of his arguments to the apparently invulnarable epistemical fortress of the “Cogito”, Wittgenstein’s semantic scepticism rejects the very same possibility of Epistemology. But precisely because of this, he justifies, at the same time, a reductive reconstruccion of the judgements of knowledge that, as far as dispossesed by him of their metaphysical pretentions, make of hyperbolic scepticism a necessary condition of the ordinary cognive discourse. The author’s intention in this essay is to show, as opposed to the usual interpretations, that Wittgenstein’s constructivism rather than reducing to uninteligibility the philosophical project, makes use of its sceptical results to be legitimate. ∗ Este texto corresponde a un avance del proyecto de investigación: en torno a la relaciones entre la filosofía de Wittgenstein y la epistemología que dirige el autor. 95 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Key Word: Constructivism, Descartes, Epistemology, Scepticism, Lenguaje ordinare, About Certinty, Representacionalism, Therapy, Wittgenstein. 1. En un conocido pasaje del “Prólogo a la primera edición” de la Crítica de la razón pura. Kant compara a los escépticos con “una especie de nómadas que aborrecen todo asentamiento duradero” y que destruyen “de vez en cuando la unión social” (Kant 1781, A IX). Ésa es la imagen que hemos heredado del escepticismo, imagen de una filosofía que arrasa a su paso tanto las humildes seguridades que constituyen la “visión ordinaria del universo” como los imponentes edificios cognitivos que con tanto esfuerzo levantaron los filósofos de sistema, y que, agotándose en la crítica, nos deja a la intemperie, negándonos tanto respuestas como recursos para obtenerlas. No es de extrañar que se considere al escepticismo la mayor amenaza para el conocimiento y que, consiguientemente, se haya instituido como la primera y más importante tarea del filósofo la construcción de un dique capaz de contenerlo. Resistencia al escepticismo y posibilidad de rescatar materiales intactos del naufragio escéptico son las credenciales mínimas que el tribunal de la razón exige a una filosofía. Sin embargo, ese obstáculo que, so pena de bancarrota gnoseológica, ha de superarse a cualquier precio es también el único puente que nos llevará al conocimiento, una herramienta imprescindible para el cumplimiento de los objetivos filosóficos. Se trata, por ello, de una amenaza con virtualidades; del mayor peligro, pero también del punto exacto donde la salvación deviene posible. El escepticismo, domesticado, se transforma en siervo del conocimiento. Y ello en, al menos, tres sentidos:(1) En la medida en que es el necesario prolegómeno de la filosofía, un método de crítica y censura que, reduciendo a escombros todo aquello que carece de cimientos estables, limpia el terreno sobre el que el filósofo empezará a construir “todo de nuevo desde los fundamentos” (Descartes 1641, p. 17) y muestra los criterios o condiciones que ha de cumplir un verdadero conocimiento. Nos encontramos, así, ante un escepticismo metódico, que es, metafóricamente, el “punto de descanso para la razón humana, donde puede reflexionar sobre su marcha dogmática y trazar un esquema del lugar en que se halla, con vistas a poder elegir su futuro camino con mayor seguridad, pero no un sitio de residencia permanente” (Kant 1781, A 761 / B 789). (2) Porque es el vehículo de conocimiento, objeto de análisis de una razón que busca en sus condiciones de posibilidad el único medio para, extremando la duda, superarla. En este sentido, el escepticismo es mucho más que un movimiento de resultados negativos previo a la filosofía. Es filosofía. Y ello porque los límites de la duda nunca podrán trazarse desde su exterior, porque la adquisición de la certeza exige que ésta se encuentre contenida trascendentalmente en los argumentos que la cuestionan. Así, la duda no es sólo el método que, extirpando nuestros prejuicios, nos deja ante las puertas, que es incapaz de abrir, de la certeza; sino la estrategia con la que rendimos la fortaleza 96 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) del conocimiento, el activo y el pasivo en la cuenta del filósofo. (3) En fin, porque la legitimidad de la filosofía depende de la legitimidad del escepticismo, posición cuyo sentido garantiza el sentido de su negación. Son las hipótesis del escéptico las que originan la urgente necesidad de una respuesta filosófica. Es la racionalidad de sus dudas, que desestructuran nuestras más firmes creencias, la que lega credenciales intuitivas al filósofo, embarcado en la tarea de salvaguardar un sentido común amenazado por la ignorancia extrema. Allí donde la duda sigue a la naturaleza, la búsqueda de la certeza y la superación del escepticismo encuentran también su respaldo. Sea como fuere, que el escepticismo sea un obstáculo necesario no hace que deje de ser un obstáculo, un lugar que no puede convertirse en nuestra “residencia permanente”. Es prioritario responder al escéptico. Y, tal como dejan entrever las señalizaciones previas, son dos las posibles estrategias para hacerlo. Primero. Un modelo directo de aproximación a la dinámica escéptica, modelo al que Michael Williams ha calificado de “constructivo” (Williams 1991, p. XV). Se trata de una estrategia tradicional, que parte de la indudable significatividad de las hipótesis escépticas y que intenta limitar su alcance o bien mediante la constatación de hechos que, más allá de la duda, no pueden ponerse en duda o porque son su condición de posibilidad o porque cumplen los criterios de un conocimiento sólido (incorregibilidad, evidencia) o mediante una refutación del escepticismo que encuentra en sus argumentos falacias categoriales (Strawson), peticiones de principio (Spinoza) o exigencias injustificadas (Moore). Mientras los autores que optan por la refutación de las razones escépticas tienden a proponer una metafísica realista que otorga legitimidad epistémica a buena parte de nuestras creencias referidas al mundo externo, la recopilación de hechos que se encuentran más allá de las fronteras del más extremo escepticismo no sólo deja intacta su fuerza dentro de sus límites, sino que alienta filosofías de corte idealista que superan el escepticismo cediendo ante él y solidificándolo. En ambos casos se da lo mismo por supuesto: la relevancia de la epistemología, la ineficacia del sentido común para justificarse. Segundo. Una estrategia terapéutica que, más que cuestionar las razones del escéptico, pone en duda el sentido de sus preguntas y, por ello, el sentido mismo de una filosofía cuya razón de ser es contestarlas. Este modelo se fija fundamentalmente en dos puntos: el carácter envolvente de las hipótesis escépticas y el hecho de que se trata de argumentos contraintuitivos. Las posibilidades que baraja el escéptico son envolventes porque nada permite verificarlas o desecharlas (¿qué hecho inclinaría la balanza, bien hacia el sueño, bien hacia la vigilia, cuando la fuerza del argumento de indistinción de ambos estados reside precisamente en la neutralidad causal e interpretativa de todo hecho?). Pero si nada puede decidir las cuestiones escépticas, y si suscribimos alguna de las muchas versiones del criterio verificacionista de significado, concluiremos que se trata de preguntas espúreas y que, por consiguiente, “(e)l escepticismo no es irrefutable, sino un sinsentido obvio, pues quiere plantear dudas allí donde no se puede preguntar” (Wittgenstein 1922, 6.51). Al mismo tiempo, si tenemos en cuenta que las hipótesis escépticas carecen de relevancia práctica y, lo que es mucho más 97 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) importante, que no desempeñan papel alguno en nuestras evaluaciones cognitivas, podremos dictaminar tanto su artificialidad como la de una epistemología que intenta sobrepasarlo. Y un escepticismo artificial es un escepticismo inútil, que no supone una amenaza para la visión ordinaria del mundo y que, por tanto, deja sin cometido al filósofo, lo muestra luchando contra los gigantes que creó su imaginación a partir de una extensión ilegítima de los conceptos de “justificación” y “fundamento”. 2. El atractivo de las disoluciones terapéuticas del escepticismo es innegable. La filosofía es una actividad trágica, una empresa en la que las mismas preguntas reaparecen constantemente y en la que se soporta una carga que somos incapaces tanto de llevar como de arrojar. La pacificación de ese campo de batalla, pacificación que nos capacite para “dejar de hacer filosofía cuando lo deseemos” (Wittgenstein 1953, § 133), es algo que el filósofo, hipnotizado por una búsqueda sin término, teme, pero, al mismo tiempo, desea y agradece. Sin embargo, ni el fantasma del escepticismo es fácilmente exorcizable ni la epistemología tradicional, que responde al escéptico permitiéndole conservar todo el terreno ganado fuera del espacio clausurado de la cárcel de la consciencia, carece de credenciales intuitivas, que la justifiquen ante el tribunal del sentido común.¿Son artificiales los argumentos escépticos? Es evidente que son incapaces de generar una duda práctica. Pero tampoco lo pretenden. ¿Sus hipótesis son irresolubles? Sí, pero justamente ésa es su razón de ser. ¿Son, entonces, absurdas sus preguntas? El escéptico mismo es el primero en reconocer que esas cuestiones (¿sueño o estoy despierto?, ¿tengo o no tengo manos?) carecen de significado cognitivo; pero, al mismo tiempo, nos recuerda que no se trata de las preguntas que él hace, que no es cuestionar eso lo que persigue. ¿A qué se opone entonces la estrategia terapéutica? ¿Se enfrenta con una caricatura del escepticismo? ¿Combate a un enemigo inexistente, creado por su imaginación a la medida de sus necesidades? Lo primero que debemos tener en cuenta es que el punto de partida del escepticismo es idéntico al de la epistemología: la existencia de juicios cognitivos, de afirmaciones encabezadas por “Sé que” y por “Sabe que”, en nuestra gramática ordinaria. Se trata de descubrir cuáles son las condiciones de posibilidad de esos juicios y, por ello, cuáles son los hechos o criterios que harían verdadera (y, por ello, y aunque resultase falsa, significativa) una evaluación cognitiva. Esos criterios, en la medida en que son los mismos que justifican afirmaciones del tipo “Es verdad que p” o, por la teoría reduplicativa de la verdad, “p”, legitiman nuestro conocimiento porque legitiman la verdad de lo que conocemos. O, de otro modo: al decir que sabemos algo nos transformamos inmediatamente en responsables de nuestro conocimiento, responsabilidad que no es otra cosa que cargar con la verdad de lo que afirmamos. De este modo, cuando el escéptico muestra que no contamos con pruebas suficientes que respalden nuestras afirmaciones de que tenemos manos o de que nuestro cuerpo tiene tales o cuales características recusa nuestros juicios habituales, pero sin abandonar las reglas de juego del sentido común; es más, su procedimiento consiste en hacer que nuestra gramática se ponga de acuerdo 98 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) consigo misma, aplicando coherentemente sus propias normas. No podríamos saber algo que pudiese ser falso. De esta última posibilidad se sigue que, por muy seguros que estemos de ello, realmente no sabemos lo que decimos saber. Los conceptos escéptico y epistemológico de “justificación” no son, así, distorsiones o extensiones de la misma noción en un contexto no filosófico. Sin embargo, el escéptico no se conforma con mostrar que ciertos juicios sucumben ante el peso normativo de la verdad. Sus hipótesis cumplen una función todavía más relevante: radicalizando el criterio verificacionista de significado, su finalidad es constatar que, porque desconocemos qué haría verdaderos nuestros enunciados empíricos, todos ellos carecen de significado. El escéptico sabe que no es posible demostrar (¿qué lo demostraría?) que estoy despierto y que, por consiguiente, tampoco es posible verificar si estoy o no estoy en esta sala. Pero sabe algo más: que esas cuestiones, careciendo de respuesta, carecen de significado. Eso es lo que quiere mostrar. No propone acertijos que, tras mucho pensar, descubrimos que no tienen solución. Sus hipótesis no son fines en sí mismos, probabilidades que se nos invita a desechar o a tener en cuenta. Son herramientas mediante las que cobramos consciencia de que nada justifica nuestras creencias y, lo que es más, de que pretender justificarlas es, además de imposible, absurdo. Eso significa que todo escepticismo es realmente un escepticismo semántico, que, más que señalar que determinados juicios no cumplen sus condiciones de verdad, muestra que, al no existir tales condiciones, duda, afirmación y negación son igualmente ilegítimas. No podemos dudar, pero tampoco podemos saber. El verdadero descubrimiento del escéptico es que el juego de lenguaje de la fundamentación carece de reglas. Tira la escalera que le ha permitido subir y recusa al tiempo sus propias dudas, las afirmaciones de sentido común y el intento de legalizar epistémicamente esas afirmaciones. Reduce al absurdo sus preguntas, y, de este modo, expulsa terapéuticamente a la filosofía de un terreno que, tras esa erradicación, permanece sin dueño. Nada puede construirse sobre ese suelo. En lo que respecta al mundo externo no hay conocimiento ni ignorancia. 3. El escepticismo semántico desautoriza una epistemología reconstructiva Inspirándose en el procedimiento de las Meditaciones metafísicas, pretenda tender puentes entre los datos de la consciencia y el mundo. Puede, pese a ello, convertirse en el ayuda de cámara de ciertas formas de idealismo epistemológico. Basta con dilucidar sus condiciones de posibilidad (los hechos de que se duda y se piensa, de que alguien sostiene esas operaciones intelectuales y de que el escéptico posee maestría lingüística y judicativa y, por ello, sus palabras tienen significado), para que debamos aceptar, no sólo que hay cosas indudables, sino, lo que es mucho más importante, que, porque sabemos qué hace verdaderos todos esos enunciados, los juicios cognitivos poseen un terreno propio de significatividad y sentido. De este modo, la epistemología se atrinchera tras dos baluartes aparentemente inexpugnables: el hecho de que rescata, pese y a través del escepticismo, ciertos conocimientos; y la evidencia de que, aunque con un alcance 99 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) mínimo, garantiza nuestros juegos de lenguaje de fundamentación gnoseológica. Lo primero le proporciona la carta de ciudadanía filosófica. Lo segundo, le absuelve ante el tribunal del sentido común, que, habiendo podido perderlo todo, se satisface con unas migajas.Sin embargo, el uso epistemológico del escepticismo es realmente un abuso. El escéptico pone en marcha un perpetuum mobile que anega hasta las más firmes seguridades. Aferrarse a ellas no es otra cosa que negarse a aceptar una derrota segura. ¿Por qué? Primero. Porque el epistemólogo emplea el escepticismo para, mostrando que no podemos saber si hay un mundo externo, apuntalar su idealismo; pero lo desecha inmediatamente para no ser devorado por él. Asegura así que podemos dudar de que tenemos manos sin tener por ello que poner en duda el significado de nuestras palabras y la existencia misma de la investigación que llevamos a cabo. No saca ninguna de las dos posibles conclusiones de su estrategia: la extensión sin límites de un escepticismo que, recusando nuestras más firmes creencias, desmorona también nuestra capacidad de juicio [“Si no estás seguro de ningún hecho, tampoco puedes estar seguro del significado de tus palabras.” (Wittgenstein 1969, § 114)]; o la refutación de un escepticismo referido al mundo externo precisamente por sus consecuencias hiperbólicas. En una posición intermedia, la epistemología carece tanto de radicalidad como de lógica.Segundo. Porque sus argumentos son circulares y suponen petición de principio. Que existo, que pienso y que mis palabras tienen significado son cosas que no puedo poner en duda porque hacen posible la duda, cosas que sé porque sé que dudo. Pero entonces, ¿por qué sé que dudo? Una de dos: o porque sé que existo y que pienso, y, en consecuencia, lo que mi duda justifica justifica a mi duda; o porque que dudo es un hecho innegable, que se me impone inmediatamente. Esto último, mientras no esté demostrado, será una petición de principio. Por lo que volvemos al punto de partida: ¿qué demuestra que dudo? Con estas preguntas, el escéptico introduce su cuestionamiento semántico en el núcleo mismo de la subjetividad moderna. ¿Qué haría verdadera nuestra afirmación de que existimos o nuestra señalización de que las palabras que usamos tienen sentido? ¿Sabemos qué supondría en estos casos una prueba, a favor o en contra? El escéptico niega la posibilidad de resolución de estas cuestiones, recusando así la significatividad de la totalidad de nuestras evaluaciones cognitivas, carentes de condiciones semánticas necesarias y suficientes. Nada puede demostrar que mis palabras tienen significado porque si estuviese soñando no juzgaría, y no puede demostrarse ni que soñamos ni que estamos despiertos. Nada cuenta como prueba objetiva de mi existencia porque esa prueba, que tendría que convencer a Dios mismo, debería cumplir un requisito inalcanzable: el conocimiento desde ninguna parte tanto de lo que puede ser como del Ser, con mayúsculas y en su conjunto. Los viejos pirrónicos usaban hipótesis parmenídeas para mostrar que las pruebas más sólidas eran cuestionables. Los nuevos pirrónicos se contentan con señalar que la arbitrariedad de la gramática y la relatividad de todos nuestros principios cognitivos (incluido el principio de no contradicción) erigen una barrera infranqueable para las pruebas epistemológicas. Los obstáculos son de tal calibre que nada puede contar como prueba. O, como resumió perfectamente Nietzsche: 100 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Debe saberse lo que es el ser para decidir si esto o aquello son cosas reales (los hechos de la consciencia [die Tatsachen des Bewusstseins], por ejemplo); y también para saber lo que es certeza, conocimiento y cosas así. Pero como no sabemos esto, resulta un tanto absurda cualquier crítica del conocimiento. ¿Cómo es posible criticar un instrumento que hay que utilizar necesariamente para la crítica? ¡Ni tan siquiera puede definirse a sí mismo! (Nietzsche 1911, § 320) 4. En “Sobre la certeza” Wittgenstein Demuestra que no hay condiciones de verdad del conocimiento y que, por consiguiente, por la vía de la imagen filosófica natural de los juicios cognitivos alcanzamos su disolución. En su última obra encontramos, de este modo, la versión más radical y coherente de escepticismo hasta la fecha.Pero encontramos algo más: una solución escéptica a la paradoja escéptica de que no hay algo así como conocimiento, solución basada en el desplazamiento de un criterio veritativo a un criterio asertivo de significado (el paso del significado como referencia al significado como uso). Decir que sabemos algo nos convierte en responsables de lo que sabemos, pero no en responsables de su verdad (debiendo presentar pruebas objetivas de ella), sino de un dominio judicativo cuyos límites se agotan en las prácticas contingentes de una comunidad humana. Sólo así son posibles las evaluaciones cognitivas y el conocimiento: ceñidos por una gramática clausurada. Esta solución escéptica permite sobrepasar un escepticismo que niega la posibilidad misma de los juegos de conocimiento, pero evitando tanto la metafísica del sentido común de Moore (y de otros terapeutas del escepticismo) como el solipsismo epistemológico. Es más, se trata de una solución en la que el escepticismo deja de ser un tránsito y pasa a ser una “residencia permanente”, garante de conocimiento. Sabemos porque la objetividad es imposible. Conocemos algo porque no hay nada que, en un sentido fuerte, podamos conocer. El escepticismo, más que generar dudas, las elimina al aniquilar la concepción de conocimiento que las originaba.Al final, todo conocer es reconocer el mundo que hemos creado y, por ello, el constructivismo se presenta como única salvaguarda de conocimiento. Pero el constructivismo, recusando el mito de lo dado, es escepticismo: la única terapia solvente para rescatarnos del hecho de que “(a) menudo una palabra nos embruja. Por ejemplo, la palabra «Sé»”(Wittgenstein 1969, § 43). REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍA DESCARTES, R., (1641). Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Madrid:Alfaguara. 1977. KANT, I., (1781). Crítica de la razón pura, Madrid:Alfaguara.1993. NIETZSCHE, F.,(1911). Der Wille zur Macht, Stuttgart :Alfred Kröner Berlag. 1921. WILLIAMS, M.,(1991). Unnatural Doubts.Oxford:Blackwell.1991. WITTGENSTEIN, L., (1969).On Certainty. Oxford:Blackwell.2004. 101 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 102 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) LA DOBLE SIGNIFICACIÓN DEL CONOCIMIENTO Ramiro Ceballos Melguizo Profesor de Tiempo Completo Facultad de Artes y Humanidades Universidad de Pamplona Pamplona – Colombia e-mail: [email protected] Resumen La búsqueda de una noción preliminar de conocimiento que sea más comprensible, menos abstracta, nos permite abordar su interpretación biológica, como pretexto para una caracterización del fenómeno de la doble dimensión que tiene el concepto de conocimiento: como un fenómeno puramente natural y como una posibilidad abierta a una irreductible dimensión simbólica, cultural, metafísica. Palabras Clave: Doble significación del conocimiento,Teoría del conocimiento, Metafísica. THE DOUBLE SIGNIFICANCE OF KNOWLEDGE Ramiro Ceballos Melguizo Full-time professor Faculty Arts and Humanities University of Pamplona Pamplona – Colombia e-mail: [email protected] Abstract The search for a preliminary notion of knowledge that is more understandable, less abstract, allows us to approach its biological interpretation as a pretext to carachterize the phenomenon of the double dimension of the concept of knowledge : as a purely natural phenomenon and as a possibility open to an irreductible, symbolic, cultural and methaphysical dimension. . Key Word: Double significade of knowledge, Theory of knowledge, Methaphisical. 103 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) El conocimiento suele definirse tradicionalmente como la relación que establece un sujeto con un objeto. En dicha relación se pueden notar ciertas características elementales como la alteridad, es decir, el que a ella concurran necesariamente 2 entidades diferentes: el conocedor y lo por conocer. La procesualidad, o sea, el hecho de que la relación de conocimiento no es instantánea, requiere un proceso de adaptación del sujeto a las condiciones del objeto. La intencionalidad, un cierto salir del sujeto hacia el objeto, actividad que es típica de la conciencia como propiedad suya de estar referida a las cosas. Asociado a lo anterior está la trascendencia, término con el cual señálase aquí el hecho de que se ha de postular una cierta apertura en los objetos para que puedan ser captados por la conciencia. El conocimiento es también una actividad legalizada, es decir, sometida a normas. Finalmente, es una actividad unitaria, con lo cual se indica que, si bien es el 1 producto de varias facultades, se expresa como un acto unificado .Esta caracterización tradicional plantea la cuestión en un nivel terminológico tan abstracto que nos obliga a iniciar un descenso vertiginoso por la pendiente de las intuiciones si, como de ordinario se trata, nos enfrentamos con los interrogantes del público no iniciado en la filosofía, que constituye, dicho sea de paso, la mayoría de los destinatarios más o menos forzosos de las temáticas epistemológicas en el ámbito universitario. Un modo de suavizar la cuestión consiste en afrontar el problema del conocimiento en términos de su interpretación biológica, la cual tiene el mérito de establecer con claridad el hecho de que el conocimiento no es una exclusiva humana, cosa que no queda del todo clara en las presentaciones clásicas. Al mismo tiempo, y como un efecto casi espontáneo, esta interpretación biológica nos sitúa frente al problema de la reluctancia de lo humano ante los intentos de ser naturalizado, reluctancia que se muestra con nitidez en el plano epistémico y sirve aquí de ocasión para abordar en unos términos más intuitivos una caracterización del conocimiento.Por tanto, es el cometido del presente escrito describir el fenómeno del conocimiento en términos biológicos, con lo cual criticamos un cierto presupuesto antropocentrista todavía perviviente en las formulaciones del problema epistemológico, y en segunda instancia, mostrarnos en qué sentido el conocimiento es un fenómeno puramente biológico y en qué sentido no lo es, con lo cual nos acercamos a una clarificación de lo peculiar de nuestro modo de ser sujetos cognoscentes en tanto humanos. DOS SIGNIFICADOS BÁSICOS DEL CONOCIMIENTO El conocimiento es, en primer lugar, un fenómeno consustancial a la vida, un fenómeno biológico. Pero es innegable también que los humanos poseemos una forma especial de relacionarnos con la realidad, forma a la que designamos con idéntico nombre:conocimiento.Estamos usando pues un mismo concepto para señalar dos tipos de realidad diferentes? 1 Véase RÁBADE, Sergio. Teoría del conocimiento. Madrid: Akal.1998., p 32-42. 104 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) En primera instancia llamamos conocimiento a la propia actividad de los seres vivos; en segundo término, usamos “conocimiento” para identificar la actividad humana de búsqueda de explicaciones, actividad eminentemente intelectual y racional que nos ha servido para diferenciarnos de las demás especies a lo largo de la historia.La razón por la cual sucede así, sostiene la teoría biológica del conocimiento, es que, en el fondo, ambas realidades son una misma. Es decir, el conocimiento como despliegue humano de una actividad inteligente y racional no es sino una forma muy desarrollada y compleja de los procesos autoorganizadores y computacionales que definen la unidad y la forma de existir de todo organismo vivo. O sea que la cognición humana es el resultado de la evolución y complejización de la cognición vital. Dicho de otra forma, la actividad inteligente humana, el conocimiento humano, está anclado en una forma más básica y más extendida de actividad inteligente: la inteligencia vital. Y si denominamos conocimiento a la primera de estas actividades (la humana) deberíamos llamar también conocimiento a la última (la vital) que constituye su fundamento, su plataforma inicial, su soporte de existencia. El conocimiento como concepto tiene entonces un significado que se dirige a señalar la identidad básica de las operaciones por las cuales la vida se organiza, se orienta y se reproduce, con las actividades de los humanos propias de su condición de seres con intelecto y razón. Pero así como señala esta identidad de fondo, también tiene que hacer la diferencia entre la inteligencia biológica y la inteligencia racional. Hay, en efecto, diferencias muy grandes a las cuales el concepto de conocimiento deberá responder. Ahora bien, si la teoría que asimila ambos aspectos es una buena teoría habrá de dar cuenta de estas diferencias y mostrar que son sólo aparentes. Si no lo logra se abre el interrogante de en qué sentido ella sea cierta, esto es, se nos plantea el problema de sus límites. Veamos a continuación una breve síntesis de lo que significa el conocimiento desde el punto de vista biológico; luego un breve esbozo del proceso evolutivo que lleva desde la conducta estereotipada y controlada genéticamente en el reino animal hacia la conducta más libre, autodirigida y consciente en los humanos y en tercer lugar, una caracterización de lo esencial del modo humano de conocer la realidad. En este último paso abordaremos también el sentido en el que la teoría biológica ha de ser entendida, de modo que se haga justicia a lo humano irreductible expresado en el orden del conocimiento. LA VIDA COMO SABER. Podemos concebir la vida como un fenómeno de conocimiento. La idea de extender la noción de conocimiento hasta los dominios propios de la organización vital se justifica en la medida en que se concibe que el mecanismo por el cual conocemos es análogo al mecanismo por el cual existe la vida. Este mecanismo es la organización programada de la información, a la que se denomina computación.La organización vital es entonces la forma primaria de inteligencia, la base de toda cognitividad. 105 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Se sustenta en la computación, es decir, en el conjunto organizado de procesos por medio de los cuales los seres vivos interactúan con su entorno y se autorregulan con el propósito de mantener su equilibrio como seres individuales, durar y multiplicarse.Computación es así el nombre que se da a los procesos de intercambio, organización y traducción de las informaciones por las cuales los organismos se autorregulan e interactúan con su mundo exterior. En la base de la vida hallamos entonces la primera forma, la más básica y general, de saber: un proceso complejo de organización y autoorganización mediante tratamiento sistemático de informaciones. Este proceso complejo es, en el nivel de los organismos, de naturaleza electroquímica; luego habrá, en los propios animales, mecanismos y modos de detectar, traducir y organizar informaciones, en que intervendrán imágenes y representaciones,es decir, procedimientos de abstracción. Pero, en principio, el saber vital, el conocimiento biológico, se confunde con la organización de las máquinas vivientes. Un aspecto importante a tener en cuenta es que los procesos organizativos no son sólo practicados por los seres vivos sino que esos mismos procesos son los encargados de generar la vida. Decimos entonces que la vida se autoorganiza de modo inteligente y, en ese sentido, la vida es autocognitiva. Es difícil concebir una máquina que se organiza a sí misma y se programe para vivir y reproducirse. Pero en esto consiste el prodigio de la vida. Los seres vivos computan su entorno, pero la computación viviente los ha generado a ellos mismos. Ahora bien, en el proceso de evolución se produce una enorme complejización de las formas vivas, lo cual constituye al mismo tiempo una complejización de los modos de interactuar con el mundo. Además, la complejización de los organismos conduce a la emergencia de formas de computación, es decir, de organización y traducción de información, basadas en procesamientos cerebrales que originan la imaginación y las representaciones. De ellas el procedimiento de representación mental humana es el más sofisticado y debido a las cualidades tan especiales que adquiere en este nivel la computación se le denomina “cogitación”. Así que en el proceso evolutivo de la vida asistimos a una transformación de la inteligencia natural desde la computación hasta la cogitación. No obstante, la computación no desaparece en ningún nivel y sigue estando en la base de toda organización viva, de toda conducta y de todo pensamiento.Como conclusión, diremos que los organismos vivos, los seres celulares, son los sujetos en el orden del conocimiento biológico.La computación viviente es el mecanismo por el que los seres vivos existen como tales, se mantienen y multiplican. El sujeto humano del conocimiento es una entidad más compleja, pero sigue siendo un ser vivo que se mantiene gracias a la computación viviente. 106 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La vida es la forma básica de la cognición, pues los procesos por los cuales existe y se conserva son de naturaleza cognitiva, es decir, son intercambio, organización y traducción de información. En el plano biológico decimos entonces que la vida es conocimiento y son un mismo fenómeno el ser, el hacer y el conocer2. LA EVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA EN LA NATURALEZA. Desde el punto de vista del conocimiento la evolución de las especies representa la emergencia de la cogitación (inteligencia humana) a partir de la transformación y complejización de la computación vital. Es en el reino animal donde se produce esta transformación evolutiva a la que bien podemos referirnos como el tránsito de la animalidad a la humanidad del conocimiento.Hay dos aspectos básicos que caracterizan la evolución de la inteligencia en la naturaleza. El primero es el innegable proceso de complejización de los sujetos vivientes; ligado a esto se produce también en paralelo una especie de ascenso en los instrumentos de captación y ordenación del medio. En segundo lugar, se produce un fenómeno de autonomización de los procesos de tal captación y ordenación; es decir, que estos mecanismos de orientación sobrepasan su función cibernética básica, esto es, su función de dirección de la acción del organismo. La conjunción de ambos procesos ha de conducir entonces a la aparición de la mente humana, la forma más elaborada y compleja de sujeto cognoscente.Con relación al primer aspecto que mencionamos, el de la complejización, se habla de una especie de ley evolutiva según la cual, a mayor complejidad del organismo como tal, mayor en su capacidad de efectuar interacciones complejas con el entorno y, en consecuencia, mayor será la riqueza del mundo a la que el organismo tiene acceso3. En otras palabras, la complejización vital es también complejización epistémica. Se entiende entonces que, conforme evolucionan los mecanismos de orientación (mecanismos de conducción de estímulos, sistemas nerviosos, órganos de los sentidos y cerebros) “programas hereditarios cada vez más vastos extraen, almacenan y transmiten adecuadamente la regularidad de sectores cada vez más amplios de este mundo”4. Cada organismo elabora, mediante su función cognitiva, un croquis de orientación en su realidad. Se trata de “su” realidad por cuanto cada especie vive en un mundo propio y particular cuyas características están dadas en función de los diversos mecanismos perceptores de que disponga el animal. 2 He seguido de cerca la exposición que hace Edgar Morin de este tránsito entre computación y cogitación en: El método III. El conocimiento del conocimiento. Madrid. Cátedra. 1994.,p. 45 a 61 Esta ley de complejizaciónes, con todo, apenas un caso del principio de evolución superior, que se caracteriza por diversos rasgos como aumento de la complicación orgánica, formación de estructuras más racionales, especialización de las estructuras nerviosas, aumento de la plasticidad, etc. Véase a este respecto: RENSCH, Bernhard. Homo sapiens. De animal a semidiós. Madrid. Alianza. 1980.,p. 36-37 4 RIEDL, Rupert. Biología del conocimiento. Barcelona: Labor .1983. p. 28. 3 107 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La realidad asociada a cada organismo se estructura con relación al tipo de mecanismos perceptivos de que el animal disponga y todo ello está vinculado con la especie y con la adaptación que le es propia. Así, por ejemplo, los ojos no fueron desarrollados por aquellas especies que han sobrevivido y se han adaptado a un mundo de oscuridad, como algunas serpientes, lombrices, topos, etc. Para ellos no hay mundo coloreado, pero sí pueden tener una representación en sus órganos de captación: los murciélagos disponen de una representación mental muy precisa y detallada, que construyen a través de un sofisticado sonar, el cual reemplaza eficazmente la visión y les permite vivir en un mundo donde no es mediante la luz 5 como el mundo se torna “visible” .El biólogo alemán Jacob von Uexküll fue el primero que llamó la atención sobre el hecho de que existen estos mundos privados a los que llamó mundos perceptivos (Merkwelt), permitiendo con ello refutar la idea tradicional según la cual toda captación cognitiva sería un reflejo de un exterior dado, susceptible de ser reproducido con idéntica fidelidad por cualquier perceptor. La verdad es más bien lo contrario, sostuvo Uexküll, es decir, que el mundo es una elaboración desde dentro, no un registro pasivo de un entorno idéntico. El mundo que cualquier organismo percibe tiene las características que este organismo puede detectar y no otras, de modo que cada especie vive en su propio mundo, el que puede ser inaccesible para otras especies. Aunque Uexküll mantuvo un cierto relativismo consistente en sostener que estos cortes de realidad en los que vive cada especie (mundos circundantes o Umwelt también llamados) son mundos privados a los que no tienen acceso otros organismos, es innegable que el desarrollo de los sistemas sensoneuronales, en especial en los mamíferos, nos permite considerar un desarrollo escalonado de las capacidades perceptivas de los animales y por consiguiente de la mayor riqueza de los mundos en estas especies. Es verdad que el Umwelt de cada organismo es privado; sólo ese organismo hace ese tipo de contacto cualitativo con el mundo exterior. Pero el desarrollo de la capacidad cerebral y de los sentidos concede a ciertas especies un acceso más sofisticado a ese mundo exterior, el cual es, por otro lado, aunque no perceptivamente, práctica e idealmente el mismo.La sofisticación del acceso al mundo se produce en las especies con gran cerebro. Ella se manifiesta en la versatilidad para responder a cambios en el entorno y en la flexibilización de la adaptación que supone tal versatilidad. Es un proceso con dos caras: de un lado, el organismo se torna más complejo, esto es, tiene mayor capacidad de procesar informaciones y se hace flexible en sus respuestas conductuales; de otro lado, el conjunto de aspectos objetivos al que tiene acceso se amplía.La complejización orgánica como complejización al mismo tiempo epistémica está asociada al desarrollo de los órganos y de las conductas de orientación. 5 Véase: Dawkins, Richard. El relojero ciego. Barcelona: Labor.1988. Cáp. 2 Un buen diseño. p. 15-31. 108 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Este desarrollo crea en los animales la facultad de aprender. Así llegamos al segundo aspecto básico que caracteriza la evolución de la inteligencia en la naturaleza: la autonomización de los procesos de captación del mundo.Expresado sintéticamente, este proceso significa que el sistema sensoneuronal, que al principio posee una función cibernética (captación de información vital y organización, de acuerdo con dicha información, de las respuestas o conductas del organismo) se va convirtiendo en un centro con vida propia. Es decir, que aparte de sus funciones de dirección de la acción, crea una dinámica propia que se manifiesta en actividades de exploración del mundo no orientadas precisamente por los imperativos de la supervivencia. A estas actividades se les llama conducta exploratoria, asociadas al juego y cuya 6 manifestación en el reino de los animales ha sido bien documentada .De esta conducta surge la pulsión cognoscitiva en los humanos y la creación de su mundo peculiar, como veremos luego.La autonomización de los procesos de captación del mundo da cuenta de cómo va emergiendo la actividad cognoscitiva en el mundo animal. Esta actividad cognoscitiva se manifiesta así en 3 niveles distintos: la computación viviente, primer escalón cognitivo por el cual decimos que toda vida por ser organización es cognitiva, es saber. En un segundo nivel tenemos la conducta o actividad de orientación de los seres en su medio; se trata de un nivel en el que la sofisticación se produce en el reino animal y se caracteriza por el hecho de que las especies van desarrollando modos flexibles a medida que sus órganos de orientación se vuelven más complejos; este nivel es el de la conducta inteligente, cuyo rasgo más llamativo va a ser la aparición del aprendizaje, algo ligado estrechamente a la flexibilidad adaptativa. El tercer nivel lo constituye la aparición de la inteligencia propiamente tal, esto es, una facultad asociada con la posibilidad que tiene el organismo de inventar soluciones a problemas, simulando con representaciones y manipulando el mundo. Llamamos aprendizaje a la conducta adaptativa que tiene carácter adquirido. Aparece como producto de la evolución animal y en estadios muy tempranos de la vida como en los insectos, los peces, etc. En general, el aprendizaje es la habilidad para responder de modo muy complejo y flexible ante los retos del entorno. Podemos hablar de una escala en esta flexibilidad: el polo de la programación genética, donde encontramos los programas congénitos y los reflejos innatos, estaría en la base. Luego encontramos los reflejos condicionados (que se desarrollan por sensibilización o por aprendizaje asociativo)7. Sobre esta base innata, que sirve a funciones muy específicas de conservación, aparecen formas adquiridas de reacción y conducta que amplían el rango de posibilidades de movimiento, de acción y reacción de los animales. 6 Véase LORENZ, Konrad. Consideraciones sobre las conductas animal y humana. Bogotá: Planeta. 1984. Cap. IV. p., 205-229. 7 Véase PARÍS, Carlos. El animal cultural. Páginas 227-228. 109 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Estas formas adquiridas se estabilizan como memoria motora y como capacidad estratégica de los animales. Su desarrollo es posible porque la programación genética dota a los animales de programas para reaccionar que son automatismos que se disparan ante un estímulo externo y en el curso del crecimiento (ontogenia). Pero, al mismo tiempo, la programación genética los habilita con programas abiertos y con la capacidad de evaluar las informaciones perceptivas, de modo que se genera una actividad interna en el cerebro que faculta al animal para escoger cursos de acción previo balance de posibles soluciones. Comienza, con la estrategia, la capacidad simuladora que ella implica. La inteligencia animal es evidentemente estratégica, es decir, actúa como si tuviera a la vista un fin, para cuya realización se opta por escoger una vía u otra o se realizan ciertos cursos de acción y no otros. El imprinting es un mecanismo que muestra cómo comienzan a emerger programas conductuales abiertos, es decir, dotaciones genéticas de dispositivos para actuar en donde no está precisado el objeto o circunstancia y que por tanto la experiencia individual debe fijar y concretar.En la cúspide del desarrollo del aprendizaje y por ende de la inteligencia natural aparece la inteligencia inventiva. Es el grado máximo del desarrollo del dominio estratégico, mediante el cual el cerebro guía la conducta. Aparecen rasgos muy marcados de inteligencia inventiva en algunas especies de primates, especialmente de monos (chimpancés) en cuyas conductas puede hablarse de aprendizaje por invención, gran capacidad simuladora y hasta transmisión no genética de algunas invenciones (protoculturas). Sin embargo, la inteligencia creadora en el orden humano representa un verdadero salto cualitativo con respecto a la inteligencia animal. A esa transformación vamos a referirnos a continuación, no sin antes advertir que, por más diferentes que parezcan nuestros desempeños, la inteligencia humana no es algo por completo inédito en el mundo y existe una línea de progreso que ha llevado desde la instintividad de la orientación animal en el entorno hasta la actividad consciente de la mente humana. Aquí enfrentamos pues el interrogante de hasta dónde es nuestro conocimiento tan peculiar, siendo por otra parte una continuación del proceso evolutivo y adaptativo de las especies a su entorno. LOS HUMANOS Y SU REALIDAD El conocimiento en los humanos se funda en una facultad o conjunto de facultades nacidas del desarrollo de la inteligencia animal. La condición previa para la aparición de una inteligencia humana se produce con el proceso de encefalización o desarrollo de los cerebros en los animales superiores. No se trata exclusivamente de un aumento en el tamaño del encéfalo sino más bien de un aumento en la proporción de su tamaño con respecto al cuerpo del animal. 110 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Ligado con este proceso de desarrollo aparece también una característica muy especial: la Neotenia8, una fase ontogenética postnatal en la que el individuo continúa su maduración en el medio social a un ritmo muy similar al desarrollo fetal. En los humanos la neotenia es muy acentuada: nacemos con un cerebro que tiene ¼ del tamaño que adquirirá en la adultez; esto indica que el desarrollo de las conexiones interneuronales se produce en una fase en la que estamos expuestos a una avalancha de estímulos externos, de tipo social y cultural.Los cerebros son los órganos del aprendizaje; constituyen dispositivos almacenadores de información los cuales actualizan su potencial a medida que el individuo madura. Esto implica que, cuanto más largo es el tiempo que tarda la maduración, mayor información almacenará el cerebro, más dispositivos alcanzará a desarrollar y esto le confiere mayor plasticidad, es decir, apertura para seguir adquiriendo conocimientos. El largo período infantil humano está asociado entonces con nuestra gran plasticidad cerebral y con el hecho de que mantengamos disposiciones para aprender durante toda la vida. En este sentido nos mantenemos abiertos al aprendizaje después incluso de que termina nuestra infancia y, a diferencia de lo que sucede con los animales, que dejan de jugar cuando son adultos, nosotros permanecemos adictos al juego ya que en la base natural los juegos tienen por función la maduración de habilidades y el entrenamiento exploratorio. Los animales dejan de jugar porque también dejan, en general, de aprender. Los humanos mantenemos una especie de condición juvenil que deriva de nuestra enorme plasticidad cerebral y de la neotenia.La infraestructura del conocimiento humano es entonces un alto índice de encefalización y, ligado al fenómeno de la neotenia, una larga dependencia infantil que, al mismo tiempo, nos vincula a un medio social. En este contexto los humanos desarrollamos el lenguaje, instrumento que no sólo nos permite una comunicación muy eficaz sino que nos da acceso a un mundo completamente novedoso y distinto a todo lo que se da en el desarrollo de las demás especies; me refiero al mundo simbólico o universo de la cultura. En efecto, a través del lenguaje los humanos hemos construido el mobiliario simbólico y edificado una morada propia en la que habitamos. Es gracias al prodigioso instrumento lingüístico como hemos podido crear el mundo del pensamiento y habitar el mundo natural de un modo tan especial que no sería incorrecto decir que hemos migrado a un entorno nuevo, una especie de nicho que ni siquiera adoptamos conscientemente sino que se nos impone como una segunda piel, se trata de las culturas, dimensiones que acogen nuestra psique y permiten que ella se instale en su seno. Conviene señalar que la fuente esencial de nuestra humanidad es la enorme autonomía y poder de la inteligencia natural que, en nuestra especie, se vincula con una enorme plasticidad en el aprendizaje y con el anclaje social de nuestro prolongado desarrollo infantil. 8 Una exposición del concepto de neotenia puede encontrarse sintetizado en: Lorite Mena, José. El animal paradójico. Madrid. Alianza. 1982., p. 276 y ss. 111 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La cultura es como un segundo útero, que recibe al infante y lo impregna de los estímulos propios que le permitirán vivir como humano, esto es, en un mundo cultural, y ello es posible gracias al lenguaje.El lenguaje y el pensamiento abstracto potenciado por él están a su vez en la base de la conducta racional humana, es decir, de su capacidad para actuar conscientemente y tomando decisiones libres como agente.Todas estas características nos permiten hablar de que los humanos no vivimos sólo en un mundo circundante o perceptivo (en un Unwelt o un Merkwelt) sino en un entorno diferente, en un Welt, en un mundo.En efecto: toda criatura vive su mundo propio al que tiene acceso en función de cómo lo perciba y en función también de la estrategia de sobrevivencia de su especie. Si llamamos a ese mundo realidad biológica podemos comprender que más allá de esa realidad se abre una especie de realidad más vasta y englobante, que sería una realidad metafísica, en la medida en que es una realidad no percibida por ese animal; podemos llamarla supersensible también. Si sumáramos todas las realidades biológicas tendríamos algo así como la totalidad de la realidad biológica. Pero es claro que esa suma no es toda la realidad, pues falta ese dominio de cosas que sabemos claramente que son por principio imperceptibles, como las formas, los fantasmas o las conexiones entre eventos y cosas cuya percepción tiene que ser mediada por aparatos o intuida y aprehendida por teoría. Pues bien, a la totalidad de la realidad biológica más la realidad imperceptible que cavilamos como existente es a lo que se le denomina realidad metafísica o propiamente mundo humano.La realidad hecha manifiesta en la mente humana, como una totalidad de lo existente sujeta a un orden esencial que la preside, es a lo que llamamos mundo, y el animal capaz de semejante logro se ha denominado a sí mismo Homo Sapiens; mas no ha de entenderse este título en el sentido de que seamos los únicos que sabemos, pues todo animal, en cierta forma, sabe, sino los que sabemos del mundo, una manera ciertamente distinta de saber. El modo de conocer propiamente humano, la racionalidad humana en la que se funda nuestra autoatribución de un distintivo espiritual y de conciencia, tiene su origen en el hecho de que somos criaturas con mundo, o animales de realidades, según la expresión de Xavier Zubiri. Tener mundo es estar en la realidad de cara a la totalidad de las cosas y no sólo en vínculo funcional de sobrevivencia con lo pertinentemente vital. La condición humana no es la del mero viviente natural, aunque nunca abandonamos nuestra dimensión puramente biológica, terrestre. Usamos de nuestra inteligencia en cuanto mamíferos, bípedos, etc., pero una vida puramente natural es ya para nosotros una mera abstracción. Imaginamos un estado primigenio, de prístina inocencia o despiadada brutalidad, según nuestros humores; sin embargo, nos está vedado el retorno a esa existencia de total inmediatez con la naturaleza. 112 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Los humanos hemos emigrado hacia un dominio nuevo9. En efecto, el humano es el único animal que se interesa por el todo, aunque le sea imperceptible; por lo que es desconocido; pero, fundamentalmente, por averiguar el por qué de lo que existe, es decir, por averiguar la esencia de las cosas.Esto significa que, en el desarrollo natural de la inteligencia, hay un momento en el que su ejercicio, que funda el conocimiento, no se encara con el entorno para resolver problemas de sobrevivencia sino que es capaz de encarar la existencia de las cosas como un problema en sí mismo, es decir, como algo a explicar, como un enigma por tanto. Así que, puesto que ello acontece sólo en el dominio humano, los humanos somos los únicos animales que no sólo resolvemos problemas sino que planteamos una relación problemática con las cosas, nos hacemos de la realidad, problema. Esa es parte de nuestra esencia.Es aquí donde la teoría evolutiva se muestra corta para dar cuenta cabal del fenómeno del conocimiento humano. La crítica a la teoría evolucionista del conocimiento se da por lo menos en dos niveles. El primero señala que nuestro conocimiento consciente del mundo se decide por concepciones culturales, hipótesis metafísicas, imágenes que no son reductibles al funcionamiento de los aparatos perceptivos sobre los cuales se han erigido. Las concepciones culturales, aunque condicionadas por nuestra biología, crean las formas específicas del conocimiento con las cuales nos orientamos en el mundo. Tales concepciones e imágenes culturales no son reproducciones del mundo a la manera como lo son las fotografías. Ellas poseen unas cualidades emergentes propias que deciden la dinámica de nuestro vínculo con la realidad. De esta manera, la biología explicaría sólo los niveles de percepción innatos y las capacidades básicas de aprendizaje, pero no el nivel cultural en el que la percepción se complica con la elaboración conceptual, imaginaria, por la cual los humanos trascendemos la lógica meramente adaptativa de nuestra conducta mental y avanzamos hacia una búsqueda de la objetividad que tendría así su propio dominio para ser evaluada y donde la hipótesis de la adaptabilidad biológica es del todo insuficiente10.El otro nivel de la crítica se refiere al hecho de que, aun superando los escrúpulos contra la idea de reducir los rendimientos conceptuales, imaginarios, a la lógica de los mecanismos biológicos, la explicación evolucionista sigue siendo parcial, pues dicha teoría explica la selección natural que opera entre las posibilidades orgánicas que se han producido en la naturaleza, pero no explica las posibilidades mismas11.La posibilidad de que nuestras mentes sean capaces de objetividad, es decir, de configurar de modo progresivo visiones cada vez más ajustadas a la realidad, en caso de que constituya una especie de órgano natural, tampoco es explicada satisfactoriamente por la selección natural, pues dicha teoría parte del hecho de que ya existe, y lo único que explicaría es que se orienta hacia el éxito adaptativo de quienes lo poseemos. 9 El mundo simbólico y fantástico, de carácter mental, en que consisten las culturas. Nacido de esta propiedad simbólica surge el interrogar filosófico y científico. 10 11 Cfr. HERBIG, Jost. La evolución del conocimiento. Barcelona: Herder.1997.,p...308 y ss Cfr. NAGEL, Thomas. Una visión de ningún lugar. México. F.C.E. 1998.,p.115 113 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Sin embargo, lo que se busca responder no es precisamente si este rendimiento de nuestras facultades teóricas es adaptativo o no. El problema consiste en saber si nuestra teorización alcanza a “reflejar” el mundo tal como es. Así que, para citar al autor de esta objeción, “Algo más debe estar sucediendo si el proceso [de conocimiento objetivador] nos está llevando a comprender de una manera más cierta e imparcial.”12 Hay que aceptar pues que, sea por necesidad o por virtud, estamos abocados a vivir en esta doble dimensión: De un lado, con nuestra naturaleza natural, a la que no podemos renunciar pero a la que tampoco podríamos abandonarnos. De otro lado, vivimos nuestra artificialidad de seres culturales, de criaturas abocadas no únicamente a un entorno que nos demanda sobrevivir sino también a una vastedad de cosas que solicitan nuestra atención y demandan ser comprendidas, valoradas, apetecidas, etc.En esta condición fundamental hunde sus raíces la otra dimensión constitutiva del conocimiento: la racionalidad humana. Somos conocedores humanos en virtud de que se ha ampliado enormemente nuestra morada en la realidad, en virtud de que ya no somos criaturas adscritas a un entorno sino habitantes de algo más vasto y misterioso: el mundo. Y, a pesar de los buenos oficios de la teoría biológica, que nos explica de modo verosímil cómo pudimos llegar a forjarnos una representación abierta del mundo, lo que pasa tras este tránsito lo tenemos que pensar si no como no adaptativo de plano, por lo menos como problemáticamente adaptativo. Y, lo que es más significativo en términos filosóficos: tenemos que admitir que sabemos, pero que no sabemos en absoluto cómo y hasta qué límite de confiabilidad sabemos. 12 Ibíd.,p... 116 114 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) PENSAMIENTO INDEPENDENTISTA Y JUSTICIA SOCIAL ∗ Pablo Guadarrama González Profesor de Tiempo Completo Facultad de Filosofia Universidad Central de las Villas Cuba e-mail: [email protected] Resumen En el presente artículo se somete a reflexión crítica los constructor ideológicos sobre el pensamiento independentista y la justicia social que dicho pensamiento cobijaba como convergenvcia de los diferentes anhelos de la conciencia colectiva Palabras Clave: Pensamiento independentista, Justicia Social, Filosofía política. INDEPENTIST THOUGHT AND SOCIAL JUSTICE Pablo Guadarrama González Full – Time Professor Faculty of Philosophy University Central de las VillasCuba e-mail: [email protected] Abstract In the present article the ideological constructs about independentist thought and the social justice that it includes as a convergence of the various desires of the collective conscience, are put under the optics of critical reflection. Key Word: Independentist thought, Social justice, Philosophy political. ∗ Texto correspondiente al proyecto de investigación latinoamericana que actualmente coordina el autor. 115 sobre filosofía política en perspectiva VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) El proceso de lucha por su independencia de las colonias americanas en general, es decir, en ambos hemisferios y en la región de El Caribe debe ser apreciado en su real magnitud como un capítulo de la construcción de la modernidad, independientemente del hecho que la mayoría de los países liberados de sus respectivos yugos coloniales participasen en ese festín solo recogiendo migajas en el patio, como sugiriese Octavio Paz. Aunque es evidente que Estados Unidos de América y Canada lograron de algún modo involucrarse de una manera más efectiva y beneficiosa al proceso promotor de dicha festividad. Aun cuando la modernidad en América Latina, mas que pospuesta o retardada, resultó, a nuestro 1 juicio, malograda , no cabe la menor duda que aun así, junto al logro de la independencia en la mayoría de los países del área, se alcanzaron logros significativos en el proceso de humanización del hombre latinoamericano, por cuanto el tema del logro de su dignificación no fue simplemente una cuestión de eruditos intelectuales y se convirtió en uno de los elementos vitales de las luchas independentistas y de los cambios revolucionarios que se fueron planteado, distintos sujetos sociales que coadyuvaron a la realización de la vida republicana. La sociedad capitalista en sus etapas de afianzamiento y expansión en el orbe necesitaba de múltiples ingredientes no solo económicos, financieros y tecnológicos, sino un serie de móviles ideológicos y culturales que por un lado favorecieran la consolidación de una mentalidad de ciudadanos libres y por otro posibilitara en el plano de la sociedad política y la sociedad civil el logro de niveles superiores de justicia social que superaran las imprescindibles demandas de autonomía o independencia. Lo mismo, en cierto modo, había sucedido en los llamados países centrales europeos en los que el completamiento de la modernidad había inducido agudizar muchos conflictos sociales, y a delimitar las cuatro posturas ideológicas básicas que se derivarían de las distintas actitudes ante sus logros (conservadurismo, liberalismo, socialismo y anarquismo). Algunas de esas posturas se expresarían de modo sui generis en Latinoamérica antes, durante y después de las luchas independentistas indicando que los problemas a resolver en esta parte del mundo cargaban con el lastre de más de tres siglos no solo de injusticia social, sino hasta de aniquilamiento físico de los pueblos originarios de estas tierras. De tal manera que la lucha por la independencia no podía, en modo alguno, limitarse a un simple cambio en los protagonismos de las elites políticas de dirección y de esto se percataron la mayor parte de los que impulsaron dicho proyecto. Si bien algunos de los participantes en el mismo se vieron limitados en sus pretensiones emancipatorias, reduciendo la cuestión de la toma del poder político a un problema de ofrecer nuevas oportunidades a las oligarquías criollas sin tomar en plena consideración que las mayorías de los sectores populares, en primer lugar lógicamente los esclavos, cogestores decisivos en aquellas guerras 1 GUADARRAMA P. La malograda modernidad latinoamericana. En: Exégesis. Puerto Rico. Año 7. N 20. 1994. p. 13-18. Reproducido en GUADARRAMA, P. América Latina, marxismo y postmodernidad. Universidad INCCA de Colombia. Bogotá. 1994; GUADARRAMA, P. Humanismo, marxismo y postmodernidad. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1998. 116 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) independentistas estaban imbuidos por el alcanzar no solo la independencia de la metrópoli colonial sino una sociedad más dignificadora de sus respectivas condiciones de vida. Los paradogmas (falacias) de libertad, igualdad y fraternidad se pondrían en la probeta de ensayos para intentar demostrar su eficacia y validez una vez lograda la independencia. Ya en el pensamiento del precursor de la independencia latinoamericana Francisco de Miranda se aprecia la intención de que la victoria conduzca a restaurar las condiciones dignas de vida de los pueblos originarios de estas tierras cuando señalaba: “Ciudadanos, es preciso derribar esta monstruosa tiranía: es preciso que los verdaderos acreedores entren en sus derechos usurpados: es preciso que las riendas de la autoridad pública vuelvan a las manos de los habitantes y nativos del país, a quienes una fuerza extranjera se 2 las ha arrebatado” . Es indudable que en Miranda como en otros próceres prevalece el criterio reinvindicativo de los derechos de todos los sectores populares, en especial de los pueblos indígenas así como de los negros esclavos y el logro de la igualdad como una conquista necesaria incluso para la población humilde mestiza y blanca. Sin embargo, esto no significaría que los prejuicios aristocráticos arrastrados durante múltiples generaciones hubiesen desaparecido de la noche a la mañana en él3, aun cuando estuviese consciente del valor y el significado de alcanzar tales conquistas de justicia social. Del mismo modo las ideas de igualdad no necesariamente significaban que necesariamente estuvieran imbuidas por el democratismo o el pensamiento de Rousseau, que se hizo presente de algún modo en Bolívar. En algunos casos, como se aprecia en San Martín, la lucha por la independencia aunque constituiría un paso de avance en el proceso emancipatorio para los sectores mas afectados en la escala social como era el caso de los esclavos4, esto no implicaba en modo alguno eliminar o atenuar las diferencias clasistas sino propiciar que estas no se convirtieran en obstáculo para el mejoramiento de todos 2 MIRANDA, F. Proclama a los pueblos del continente colombiano. Alias Hispano-América. En: Ideas en torno de Latinoamérica. Coordinación de Humanidades de la UNAM. UDUAL. México. D.F. 1986. p. 352. 3 “Más profunda todavía fue la experiencia de la igualdad de derechos políticos y sociales para todos los ciudadanos de condición libre. Si la segregación racial respecto a los negros y a los indios había sido y continuaba siendo más marcada en los Estados Unidos que en las posesiones españolas, la democracia republicana, por el contrario había elevado a toda la población blanca a las mismas condiciones de igualdad independientemente de las diferencias en su nivel social o económico. A Miranda le costó mucho aceptar esa igualdad. A pesar de su admiración por los principios democráticos, los prejuicios de clase estaban tan profundamente arraigados en su ser, que no llegaba a aceptar que, por ejemplo, su sirviente, igualmente blanco, se sentara a comer a su lado en la misma mesa”. Cfr. Bohórquez, C. Francisco de Miranda. Precursor de la independencia de las América Latina. Universidad Católica Andrés Bello-Universidad del Zulia. Caracas. 2001. p. 101-102 4 “San Martín emitió toda una serie de disposiciones antifeudales al ocupar la presidencia peruana, suprimió la mita, abolió los tributos y servicios personales sufridos por los campesinos indígenas, extrañó al arzobispo de Lima, reformó el sistema de comercio, proclamó la libertad de los vientres, emancipó a todos los esclavos que tomasen las armas a favor de la independencia, suprimió los azotes en las escuelas, estableció la libertad de imprenta, prohibió aplicar tormentos en los procesos judiciales, estableció la inviolabilidad de domicilio”.Cfr. PRIETO, Alberto. Próceres latinoamericanos. Editorial Gente Nueva. 1981. p. 70. 117 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) los sectores sociales a la vez, lo que no los distanciaba de múltiples utopías abstractas que germinaron en el pensamiento ilustrado. “Creo –sostenía San Martín- que es necesario que las constituciones que se den a los pueblos estén en armonía con su grado de instrucción, educación, hábito y género de vida, y que no se le deben dar las mejores leyes, pero si las más apropiadas a su carácter, manteniendo las barreras que separan las diferentes clases de la sociedad, para conservar la preponderancia de la clase instruida y que tiene que perder”5. Tal preocupación por no afectar la situación de la clase económicamente dominante una vez lograda la independencia se observa en su Proclama de 1818 cuando plantea: “Españoles europeos: mi anuncio tampoco es el de vuestra ruina. Yo no voy a entrar a este territorio para destruir, el objeto de la guerra es de conservar y 6 facilitar el aumento de la fortuna de todo hombre pacífico y honrado” . Este conflicto entre los objetivos que se planteaban algunos sectores económicamente favorecidos con el logro de la independencia y sus posibles consecuencias democratizadoras de la riqueza o favorecedoras de tendencias que propiciaran una mayor igualdad social fue una constante que estuvo latente desde el inicio de las guerras de independencia y se mantuvo hasta tal punto que propició las actitudes incluso antagónicas que se observaron el distintos sectores coopartícipes en aquellas luchas. Algo más radical fue la proyección social de Bolívar que contaba en su formación con la influencia de su maestro Simón Rodríguez a quien con razón se le considera entre los precursores del socialista utópico en estas tierras americanas.El ideario social bolivariano inspirado en lo mejor del pensamiento ilustrado europeo se planteaba ir más allá de la guerra independentista para lograr el gobierno más favorecedor posible de seguridad y justicia social. “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”7. Bolívar sabía muy bien que no bastaba con la independencia si no se resolvían los problemas de la libertad de los esclavos y en general de la población que sobrevivía en condiciones humillantes por lo que si no se superaba esa degradante situación a la larga se producirían explosiones sociales, ya que las revoluciones como ha planteado Fidel Castro son como los volcanes, no es necesario que nadie los enciendan, explotan solas cuando se acumulan durante un tiempo sus fuerzas generatrices reprimidas. Por eso El Libertador en 1826 preocupado al respecto le escribía a Paez “¿Quién contendrá a las clases oprimidas? La esclavitud romperá el 8 fuego: cada color querrá el dominio.” Y dado que el problema de la posesión de la tierra, junto al de la esclavitud, era crucial para la solución de los problemas 5 Citado por AGUIRRE, Lievano I. Bolívar. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2005. p. 216 San Martín, J, Proclama a los limeños y habitantes de todo el Perú. En: Ideas en torno de Latinoamérica. Coordinación de Humanidades de la UNAM. UDUAL. México. D.F. 1986. T.II . p.1263. 7 BOLÍVAR, S. Discurso de Angostura. 15 de febrero de 1819. En. ACOSTA SAIGNES, Miguel. Introducción a Simón Bolívar. Editorial Siglo XXI. México. 1983. p. 97. 8 Carta de Bolívar a Páez 4 de agosto de 1826. En LYNCH, John. Las revoluciones hispanoamericanas (1808-1826) Barcelona. Ariel. 1980. p. 34. 6 118 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) principales de la población marginada por siglos de explotación su adecuado reparto fue una de las medidas de mayor significación para lograr un mayor grado de justicia social. Desde 1817 repartió tierras entre los que le habían acompañado en las guerras independentistas. En 1824 ordenó en Trujillo y en 1825 en el Cuzco después de la batalla de Ayacucho que se les entregara a todos los indígenas de cualquier sexo o edad una porción de tierra que sería mayor en caso de que fuesen estériles y privadas de riego, lo cual evidencia su sentido de la equidad.Sin embargo, no obstante las buenas intenciones tanto de Bolívar como de otros líderes del proceso independentista latinoamericano de repartir la tierra de manera individual entre los indígenas con el objetivo de incorporarlos lo antes posible a las nuevas formas de producción, distribución y consumo que el capitalismo por doquier demandaba, estas medidas no tomaban en adecuada consideración que las formas tradicionales y ancestrales de propiedad y producción de la tierra de los pueblos originarios eran colectivas y que un cambio acelerado de formas de propiedad podía producir como de hecho produjo resultados contraproducentes pues los terratenientes pudieron desplegar posteriormente un latifundismo fagositósico engullendo poco a poco a cada uno de aquellos propietarios aislados9. Otra hubiera sido su suerte si se hubiesen distribuido la tierra en forma comunitaria y se hubiesen mantenido las formas precapitalistas de producción al menos de manera inmediata. Bolívar según plantea José Consuegra Higgins superó a las concepciones fisiocráticas prevalecientes en la mayoría de los economistas coloniales pues “Para Bolívar el desarrollo social dependía del trabajo y el saber. Juicio, por cierto, más completo que el de los economistas europeos mencionados. Porque en verdad, el saber, que supone la instrucción científica, técnica y literaria facilita el rendimiento óptimo del esfuerzo humano aplicado la producción de la riqueza”10. Convencido del poder del saber por primera vez en América instituyó Bolívar la educación obligatoria a todos los jóvenes mayores de cuatro años y menores de catorce. Una de las tareas principales que se propuso una vez lograda la independencia fue el fomento de la educación y que esta llegara a los sectores sociales menos favorecidos en la escala social, pues estaba convencido que por esta vía podían atenuarse en algo tanta desigualdad social y racial a fin de lograr mayores niveles de justicia. “Bolívar como pensador y hombre de acción –observa Leopoldo Zea- ha captado esa peculiar situación de pueblos como los de esta América en donde se entrelaza la lucha de clases con la lucha anticolonial, relacionada esta con la situación racial. Sabe Bolívar que no es suficiente romper políticamente con el imperio español, este rompimiento ha de abarcar el sistema mismo del que es expresión tal imperio: emancipación de los esclavos, reparto de 9 “Privar a los indígenas de la seguridad modesta de la ayuda mutua dentro de sus comunidades y declararlos propietarios individuales significas exponerlos a una explotación más directa con la perspectiva de despojarlos totalmente”.Cfr. THIEMER-SACHSE, Ursula. Simón Bolívar y los indígenas del Nuevo Mundo. En Interpretaciones y ensayos marxistas acerca de Simón Bolívar. Akademie Verlag Berlin. 1985. p. 76. 10 HIGGINS, Consuegra J. El pensamiento económico de Simón Bolívar. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla. 1982. p. 23 119 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) la tierra y participación de todas las clases en la marcha de las nuevas naciones. Algo que sus caudillos no comprendieron aprestándose simplemente, simplemente, a ocupar el vacío de poder dejado por el colonialismo. Para ellos fue un simple cambio de señores, expulsados los colonizadores criollos y mestizos se aprestaban a tomar su lugar manteniendo la servidumbre sobre los grupos que ya lo sufrían. En esa incomprensión, nacida del egoísmo y de los intereses, ve el propio Bolívar el origen del fracaso de su utopía liberadora. La emancipación de estos pueblos, no solo ha de ser horizontal, de la colonia frente al imperio, sino vertical, interna, la de un grupo social frente a otro”11. Plena conciencia tenía el libertador de la trascendencia de las conquistas a alcanzar pues no se trataba simplemente de echar de estas tierras a un conquistador o evitar la subrepticia llegada de otro disfrazado como se aprestaban en esos tiempos tempranos el naciente imperio estadounidense del Norte, sino que la tarea era mucho más difícil pues la cuestión era desarraigar los poderes endógenos que querían mantener en la servidumbre y la esclavitud a grandes sectores de la población, cuando las nuevas fuerzas impulsoras del capitalismo, esto es, la naciente burguesía era aun muy débil. No debe ignorarse lo apuntado por Mariátegui cuando apuntaba que: “Enfocado sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades de desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalistas”12. Y dado que ya existía una embrionaria burguesía en estas tierras sudamericanas pues resultaba fácil el contagio con las ideas revolucionarias provenientes de la Revolución Francesa y la Constitución norteamericana. De manera que el proceso independentista debe ser apreciado también, pero no exclusivamente, como una vía necesaria de incorporación de los pueblos latinoamericanos al desarrollo pleno del capitalismo mundial independientemente que haya resultado en un ensayo en cierta medida frustrado, al menos en cuanto a la satisfacción de las demandas populares se refiere. Sin embargo, no cabe dudas, que la tarea principal a resolver era el logro pleno de la independencia respecto a la metrópoli13 y las demás tareas sociales y económicas estarían subordinadas a la misma. También en el pensamiento y la praxis revolucionaria de los próceres mexicanos Hidalgo y Morelos fue evidente su postura de no limitar la lucha a la conquista de la independencia sino de hacerla trascender al logro de una mayor justicia social. Hidalgo, quien en 1810 redactó tres decretos aboliendo la esclavitud, e favoreciendo a los pueblos indígenas decretó “se entreguen a los referidos 11 ZEA, Leopoldo. Bolívar y la liberación nacional. En. Bolívar y el mundo de los libertadores. UNAM. México. 1993. p. 25. 12 MARIÁTEGUI, J, C. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. La Habana: Casa de Las Américas. 1975. p. 15 13 “… Si bien –observa Leonardo Paso- en el mundo de comienzos del siglo XIX, la lucha principal estaba entablada entre el feudalismo y la burguesía, con sus características en cada país de Europa, y elementos de la misma se trasladan a América, ello no quiere decir que la contradicción principal entre España y América asuma exacta y claramente dicho carácter”.Cfr. PASO, Leonardo. De la colonia a la independencia nacional. Buenos Aires: Futuro.1963. p. 211 120 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) naturales las tierras para su cultivo; sin que, para lo sucesivo, puedan arrendarse pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos”14. Siguiendo su ejemplo Morelos en 1811 ordenó que debían entregarse “las tierras a los pueblos para su cultivo, sin que puedan arrendarse, pues su goce ha de ser de los naturales en los respectivos pueblos”15 por lo que Agustín Churruca con razón plantea que: “Como fruto de sus observaciones y juicios, Morelos no se limitó a criticar la sociedad colonial sino que intentó redimir al pueblo de la explotación, o sea, lograr tanto el desarrollo económico del país como establecer la justicia social. De ahí su política agraria concreta y práctica, dictada al contacto de la realidad y en el terreno mismo de los hechos, de ahí también el régimen de impuestos que elaboró y las diversas medidas económicas que efectuó 16 en el territorio reconquistado” . La reivindicación de los derechos de las capas más humildes de la población estuvo concebida por los próceres de esa gesta emancipatoria como parte no solo del proceso de independencia sino también de unidad e integración latinoamericana. “Finalmente –planteaba acertadamente Ricaurte Soler- es en nombre de la nación americana que una democracia radical agraria, desde México al Plata, conjuga la independencia con la redistribución de la tierra y el ataque al latifundio”17. Este hecho se aprecia en Gervasio Artigas, quien no obstante haber sido uno los más poderos ganaderos, sin embargo su identificación con la población humilde y en especial con las tribus charrúas hizo que en nombre de los verdaderos americanos en la Banda Oriental del Uruguay se propusiese en el “Reglamento Provisorio del año 1915” desarrollar una reforma agraria y confiscar las tierras de los realistas. Según su concepción combatía a los latifundios que pertenecían a “los males europeos y peores americanos”18. En otro momento en las denominadas “Instrucciones del año XIII” a fin de participar en la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata demandaba una serie de medidas propiciatorias del triunfo de la modernidad y la justicia social, entre ellas, además de la independencia total de España, la división de poderes del Estado, la libertad civil y religiosa, la libertad de pensamiento y un gobierno republicano. Por su parte Bernardo O’Higgins también ha quedado en la historia no solo como el héroe militar independentista sino por haberse enfrentado a aquellas instituciones retardatarias que tanto en Chile como en Perú debían ser eliminadas para propiciar mayores grados de justicia social y construcción de la necesaria modernidad. 14 DE LA TORRE VILLAR, Ernesto. La independencia de México. México: FCE. T. I, 1980. p. 394. MORELOS, J. M – Circular. Techan 18 de abril de 1811. CHURRUCA, Agustín. Fuentes del pensamiento de Morelos. En. Repaso de la independencia. Compilación y presentación de Carlos Herrerón Peredo, El Colegio de Michoacán, Morelia. 1985, p. 138 17 SOLER, R. Bolívar y la cuestión nacional americana. En. Bolívar y el mundo de los libertadores. UNAM. México. 1993 p. 44. 18 ROMERO, J.L. (Prólogo y selección) Pensamiento político de la emancipación. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1977. p. 23. 15 16 121 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Esa actitud se plasmó al abolir la esclavitud y trato de eliminar el poder de la Iglesia Católica y de la nobleza criolla, por lo que prohibió sus títulos y confiscó los bienes de los enemigos de la independencia entre otras medidas. Todas y cada una de estas medidas se caracterizaban por su extraordinario impacto socioeconómico por lo que dejaban a las claras que la lucha no era sólo contra un enajenante poder foráneo, sino también contra las injustas relaciones precapitalistas de producción imperantes en aquella sociedad latinoamericana. De manera que muchos de los que dirigieron la lucha en diversas regiones del continente se vieron precisados por las circunstancias a tomar partido respecto a la dirección que debían tomar los acontecimientos e incluso sacrificar posiciones económicas personales, actitud esta que cuando encontró una consecuente renuncia a los intereses privados en aras de los sociales y colectivos resulta mucho mas meritorio. Es conocido también que algunos de los combatientes por la independencia no estuvieron de acuerdo con muchas de las medidas de raigambre popular y social que emprendían los más relevantes conductores de aquel majestuoso suceso, por lo que se produjeron innumerables enfrentamientos, traiciones, abandonos de la lucha, etc., que evidenciaban que la lucha por la independencia solamente sería consumada si iba unida a una mayor justicia social. El radicalismo de Mariano Moreno ha llevado a Alberto Prieto a plantear que: “Su programa de acción, inspirado en criterios jacobinos, contemplaba expropiar a unos seis mil potentados, nacionalizar los yacimientos mineros, realizar una profunda reforma agraria y controlar a los comerciantes porteños, mediante una estricta reglamentación estatal de intercambio mercantil con el extranjero”19. Y tales ideas no se quedaron en meras intenciones pues en el Alto Perú las victoriosas tropas de Juan José Castelli se dieron a la tarea de ponerlas en práctica al proscribir múltiples instituciones feudales que doblegaban a la población indígena, eliminaron el pago de tributos, distribuyeron las grandes haciendas entre sus peones y proclamaron la indispensable igualdad de todos para que aquellas guerras no concluyeran con un simple cambio de administración política y se pasasen por alto las ancestrales demandas populares. Es evidente que las formas ideológicas prevalecientes en los inicios de las luchas independentistas latinoamericanas a principios del siglo XIX, recién influidas por la ideas de la ilustración y las revoluciones burguesas del XVII y el XVIII en Europa y Norteamérica, lógicamente tendrían muy arraigadas las manifestaciones propias del humanismo abstracto típico de ese tipo de transformaciones donde los sectores populares se verían de algún modo representados en por una pujante burguesía frente a los poderes feudales. Muy diferente fue la situación cuando Cuba y Puerto Rico despliegan sus luchas independentistas cuando el capitalismo ha desplegado un proceso de maduración y definición especialmente con el fracaso de algunos procesos revolucionarios, el restablecimiento por una parte de fuerzas conservadoras y lo que es mas importante ya se han ido decantando las antagónicas contradicciones entre la burguesía y los sectores populares, especialmente la clase obrera. 19 PRIETO, A. Próceres americanos. La Habana: Gente Nueva. 1986. p. 33 122 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La experiencia de la Comuna de París ha anunciado al mundo que nuevas fuerzas sociales se aprestan a tomar el poder y que las ideas socialistas y anarquistas han dejado de ser una mera ilusión filantrópica intentado tomar cuerpo en la gestación de un nuevo tipo de sociedad. De manera que los procesos independentistas de América Latina obligatoria se verían obligados a afrontar en las nuevas circunstancias históricas algunos requerimientos y demandas de justicia social que no eran tan evidentes y necesarias al inicio del mismo. Esta es la razón por la cual el pensamiento independentista de José Martí tendría necesariamente que articularse con demandas pendientes de justicia social como la abolición de la esclavitud, sino también a nuevas exigencias frente a las esclavizada situación de obreros y campesinos con el despliegue del capitalismo y a las nacientes relaciones de dominación imperialistas que conducían a emprender una segunda independencia. Para el prócer cubano “La manera de celebrar la independencia no es, a mi juicio, engañarse sobre su significación, sino completarla”20. Una de las tareas más urgentes que Martí se planteaba para el logro de mayores niveles de justicia social era elevar el nivel educativo y cultural en general del pueblo pues en primer lugar consideraba que: “No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura”21. Por eso a partir del criterio de que “ser culto es el único modo de ser libres”22, se planteó junto a la emancipación política emprender de inmediato la lucha por elevar al máximo posible el nivel educativo de los sectores populares, ya que consideraba que: “Hasta que los obreros no sean hombres cultos no serán felices”23. A su juicio, “De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno: y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia”24. Según el pensador cubano: “De la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino los que se resisten a ejercerla”25. Esto significa que para el la verdadera justicia siempre estaría de parte de los humildes, de los sectores explotados y marginados, independientemente que otra cosa haya sido hasta el presente la mayor parte de la historia del mundo y solo muy recientemente nuevos ensayos de utopías concretas de democratización social, no exclusivamente política, y socialismo en el siglo XXI parecen estar destinados a la 20 MARTÍ, J. Carta a Valero Pujo. El progreso. Guatemala. 27 de noviembre de 1877. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales.1975. Epistolario. T.I. p. 98. 21 MARTÍ, J. El plato de lentejas. En: Patria. Nueva York. 5 de enero de 1894. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. T. III. 28. 22 MARTÍ, J. Maestros ambulantes. En: La América. Nueva York. Mayo 1884. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. T. VIII. 289. 23 MARTÍ, J. Le exposición de materiales de ferrocarril de Chicago. En: La América. Nueva York. Septiembre de 1883. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. T. VIII. 352. 24 MARTÍ, J. Prólogo de Martí a Cuentos de hoy y de mañana. De Rafael Castro Palomino. . Nueva York. Octubre de 1883. . Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. T. V. p. 101. 25 MARTÍ, J. Carta al editor de The New York Herald. Guantánamo 2 de mayo de 1895. Epistolario. Obras Completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo V. p. 212. 123 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) conquista de la dignidad de los pueblos de Nuestra América. La sensibilidad ética y política de Martí que lo condujo siempre a echar su suerte “con los pobres de la tierra”26 lo condujo a establecer una ecuación permanente entre pobreza e injusticia27 por lo que la justicia social solo se alcanzaría en el mundo dignificando la vida del pobre y en el caso de América, tal relación estaba orgánicamente vinculada a la situación del indio. El conocimiento de la situación de la población aborigen de América al llegar a México y Guatemala le hizo expresar: “Es bello que los indígenas descalzos repitan las ideas en que se consagran sus derechos”28. Tomó conciencia Martí de un elemento esencial para que el proceso de la emancipación latinoamericana llegase a su plenitud, esto es, la decisiva participación del indio en todos los procesos sociales dirigidos al logro de una mayor justicia social. Por eso 29 planteaba la disyuntiva: “O se hace andar al indio, o su peso impedirá la marcha” , pues estaba convencido “Y hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a 30 andar bien la América” . En los días actuales en que el protagonismo de la población originaria de estas tierras en algunos de los países latinoamericanos se levanta, no solo ya para protestar, como ha sido hasta ahora lo común, sino para dirigir, cooperar, sugerir, aconsejar y decidir, pareciera que comenzara a completarse el empeño parcialmente fracasado de justicia social emprendido por los próceres de la independencia. Son múltiples los espacios políticos, académicos y culturales como puede ser en este caso un congreso internacional de filosofía en que el buho de minerva luego de contribuir al anochecer en el esclarecimiento conceptual de la noche de ignorancia y explotación de los sectores marginados del pueblo latinoamericano le facilita el paso a nuevas aves cantoras de la mañana que con alegría anuncian sociedades mas justas y dignificantes del hombre de estas tierras. Es en estas nuevas circunstancias que se hace más necesario develar el compromiso orgánico de los intelectuales identificados con los sectores populares para que contribuyan al esclarecimiento teórico de las nuevas circunstancias pues pareciera que el mundo se ha transformado significativamente en los últimos tiempos, especialmente en el ámbito latinoamericano, en la última década del pasado siglo XX y en los primeros años del presente siglo XXI y lo se hace cada vez mas necesario es volver a interpretarlo. 26 “Con los pobres de la tierras/quiero yo mi suerte echar/ el arroyo de la sierra/ me complace mas que el mar”. MARTÍ, J. Versos sencillos. 1891. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo XVI. p. 67. 27 “Mientras haya un pobre, a menos que no sea un perezoso o un vicioso, hay una injusticia”. Martí, J. “México en los Estados Unidos”. El Partido Liberal. México. 1887. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo XI. p. 109. 28 MARTÍ, J. Escenas mexicanas. En: Revista Universal. México. 7 de mayo 1885. Obras completas. L. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo VI. p. 197. 29 MARTÍ, J.Arte aborigen. En: La América. Nueva York. Enero de 1884. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo VIII. p. 329. . 30 MARTÍ, J. Autores americanos aborígenes. Nueva York. Abril de 1884. Obras completas. La Habana: Ciencias Sociales. 1975. Tomo VIII. p. 33. 124 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Pues no hay nada mas práctico que una buena teoría y el deben de un buen intelectual revolucionario es ser un buen intelectual. De ese modo, unos desde el arte, o la política, del mismo modo que otros desde el surco, o la fábrica y algunos desde la escuela y la vida académica es posible coadyuvar de manera distinta, pero igualmente imprescindible a que el ideario de justicia social de los próceres de la independencia, aun cuando sea con gran retraso y ante nuevos obstáculos, pueda efectivamente realizarse. 125 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 126 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) DE LA VERDADERA Y PERFECTA AMISTAD EN MONTAIGNE AL EROS PLATÓNICO * Manfred Navarro Meza Universidad de Pamplona Facultad de Artes y Humanidades Departamento de Filosofía e-mail:[email protected] Resumen Montaigne conceptualiza la verdadera y perfecta amistad como una experiencia sólo entre dos personas, en donde las voluntades se fusionan por completo. En ella, se hacen inteligibles gérmenes del Eros Platónico. Es por ello que el presente artículo tiene como objeto explicitar cómo el concepto de verdadera y perfecta amistad remite inexorablemente al Eros Platónico. Palabras Clave: Amistad, Montaigne, Eros platónico. RELATIONSHIP IN MONTAIGNE TO THE PLATONIC EROS Manfred Navarro Meza Faculty of Arts and Humanities University of Pamplona e-mail:[email protected] Abstract Montaigne conceptualizes the real and perfect frienship as an experience between two people in which their wills are fusioned at all. In friedship the origins of the Platonic Eros are evidents. For this reason, the thesis to be supported in this writing recites: The concept of a real and perfect frienship remits inexorably to the Platonic Eros. Key Word: Relationship, Montaigne, Platonic Eros. * Estudiante de X Semestre de Filosofía Universidad de Pamplona. Ponencia a presentada en el XIX Foro Estudiantil de Filosofía. Universidad de Antioquia 2007. 127 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) I Antes de explicitar el concepto de verdadera y perfecta amistad en Montaigne, es necesario señalar que tal concepto nace simplemente de una vivencia. Montaigne dedica un “ensayo” a la amistad sostenida durante algunos años con Esteban de la Boitie. En efecto, la amistad para Montaigne es un experimentar, es decir, un ensayar y no una aproximación imaginativa. Tal experiencia transita del plano eidético al plano vivencial, es decir, en donde laexperienciacon la verdadera y perfecta amistad se forja a partir de la teorización de aquello que ha sido experimentado. La verdadera y perfecta amistad es para Montaigne la santa unión que se da sólo entre dos personas producto de nuestra libre y voluntaria elección, la cual se alimenta de una compenetración y comunicación apretada y duradera con la que el alma se fortalece con su praxis. Ella es fruto de la casualidad, y a causa de ella “son precisas tantas casualidades para construirla que ya es mucho si el azar lo realiza una vez cada cuatro siglos”1. Casualidad que se manifiesta como una fuerza, un ímpetu que jalona la voluntad de uno al otro y viceversa; obrando a modo de reciprocidad afectiva en ambas personas. El resultado de esta vivencia es el goce espiritual- no corporal- que implica necesariamente la inversión de la lógica de la obligación recíproca. Todo ello, hace que la experiencia con la verdadera y perfecta amistad sea única y que, por tanto, se le atribuyan virtudes tales como la perfección y la verdad. Esta verdadera y perfecta amistad no puede ser igualada al afecto que sienten los hijos para con sus padres, que es simplemente, siguiendo a nuestro autor, respeto más que amor. Este fenómeno lo aduce montaigne señalando la ausencia de comunicación que hay entre padres e hijos, y junto a esto, a la falta de confianza. Por ello, podemos decir que el padre goza más de un imprinting de respeto que propiamente de amor frente a sus hijos. De modo paralelo, no puede igualarse a ella la unión fraternal entre hermanos, que al perseguir los mismos fines, en vez de unirlos lo que ocasiona es el aislamiento entre ellos. En concreto, estos dos tipos de amistades, es decir, la de los hijos hacia los padres y la de los hermanos, son amistades impuestas por la ley y de obligación natural. La verdadera y perfecta amistad es fruto de la libre y voluntaria elección. No obstante, aunque muchas veces el afecto que sentimos hacia las mujeres resulte ser producto de la libre elección, no por ello llega a ser una verdadera y perfecta amistad. Pues, tal afecto se ve reducido al goce corporal, el cual se manifiesta en ambas partes en un calor temporal, fluctuante, susceptible de ser saciado. Bien al contrario, la verdadera y perfecta amistad es, hablando en sentido metafórico, un calor general, constante e inmutable, es decir una llama que nunca ha de apagarse. 1 Cfr. DE MONTAIGNE, MICHEL. Ensayos. Tomo I. Trad. de M. Dolores y A. Montojo. Barcelona: Altaya. 1994. p, 242. 128 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) El matrimonio es un tipo de amistad en donde se fusionan dos almas en un cuerpo, pero a diferencia de la verdadera y perfecta amistad, éste se da por un contrato que se funda en el goce corporal, y que en algunos casos-no todos- es de libre y voluntaria elección. En efecto, en el matrimonio se hace ausente el goce espiritual que se ve obnibulado por la hedoné ávida entre los implicados. En la praxis cotidiana, nos tropezamos a diario con lo que se ha denominado dentro de la jerga del lenguaje ordinario como “amigos y amistades “, los cuales se caracterizan porque sus voluntades tienen la capacidad de dividirse ad infinitum con otras voluntades; haciendo de ellas, susceptible de ser repartidas con muchos. Por el contrario, la verdadera y perfecta amistad es indivisible, porque las voluntades que se fusionan se entregan tanto que no les queda nada que compartir con los otros. De ahí que en la verdadera y perfecta amistad nos veamos inmersos con el fondo del corazón mismo que no se reserva nada. En este sentido, habría que decir que en la verdadera y perfecta amistad se hace tácito un desdoblamiento, fenómeno mediante el cual se deposita a ciegas la confianza en el otro, explicitándose en la unión de dos almas en un cuerpo. En suma, la verdadera y perfecta amistad adquiere matices divinos en Montaigne que nos conduce inexorablemente al Eros Platónico, en el cual se contempla lo bello como cosa en sí, y no por la utilidad que representa se trata, simplemente, de cohabitar, el reino de los fines Kantiano2. De este modo, todas las cualidades aducidas a favor de la verdadera y perfecta amistad hacen de ella lo más único y raro que puede hallar cualquier hombre en el mundo, puesto que es un hecho ininteligible e inimaginable para aquel que no lo ha probado. II En la filosofía anterior a Platón, específicamente en el pensamiento de Hesiodo, Eros es el amor. En su Teogonía, Hesiodo nos dice que Eros representa el principio abstracto del deseo y el motor universal. Ello debido a que Eros provoca las uniones de los principios cósmicos en una inmensa dialéctica de la creación (conocida en el pensamiento de Hesiodo como geogonía). Eros es para la mitología Griega el hijo de Hermes y Afrodita que se representa generalmente como un niño o un adolescente alado, con su carcaj lleno de flechas y su arco dispuesto a atravesar corazones. Es tan importe este dios para los griegos que Platón le dedica un 2 Al respecto, nos dice Kant: Por reino entiendo el enlace sistemático de distintos seres racionales por leyes comunes. Mas, como las leyes determinan los fines, según su validez universal, resultará que, si prescindimos de las diferencias personales de los seres racionales y asimismo de todo contenido de sus fines privados, podrá pensarse un todo los fines (tanto de los seres racionales como también de los propios fines que cada cual puede proponerse) en enlace sistemático, es decir, un reino de los fines. En KANT, M. Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Crítica de la Razón Práctica, La Paz Perpetua. México: Porrúa. 2003. p., 54. 129 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) diálogo. Este diálogo es el Banquete3. En tal diálogo se presentan sietes discursos (Fedro, Pausanias, Eríximaco, Aristofánes, Agatón, Sócrates y Alcibíades)4, de los cuales inferimos el sentido explícito para este estudio, específicamente, en lo concerniente a lo expuesto místicamente por parte de Diótima a Sócrates. En la filosofía Platónica Eros, es ante todo, un deseo de lo que no se tiene y se echa de menos. Escuchemos por un momento la historia que le comenta Diótima a Sócrates, en el Banquete: Cuando nació Afrodita, los Dioses celebraron un Banquete y, entre otros, está también Poros, el hijo de Metis. Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penia, como era de esperar una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros embriagado de néctar -pues aún no había vino- entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penia, maquinado, impulsada por la carencia de recursos, hacerse un hijo, se acuesta a su lado y concibió a Eros5. Aristofánes lo dice de la siguiente manera: “desde hace tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza humana, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza”6. De esta manera el amor no sólo aparece como algo connatural al hombre, sino que busca restaurar la naturaleza humana. Este amor aflora según lo transmitido por Platón, en su diálogo el Banquete, de la abundancia (Poros) y la escasez (Penia). Eros, visto desde este horizonte, es un intermedio y mediador, su condición está enfatizada en la búsqueda de los lados opuestos. Platón señala explícitamente que Eros es la entrada a la filosofía. Este aspecto debe ser entendido de esa herencia Pitagórica presente en el pensamiento Platónico, en donde se asume la filosofía como el amor a la sabiduría. Este amor nos impulsa afanosamente hacia a la belleza. Cuando Platón alude a la prosecución de la belleza se está refiriendo a la contemplación de la simetría, canon estético griego- que no sólo es posible percibir en algunos dioses, sino también en el mundo de las ideas. Tal contemplación de lo simétrico (bello), nos produce un goce espiritual, al cual se llega liberando el alma de las ataduras pasionales propias del cuerpo. De esta forma, el concepto de amor adquiere un sentido cognitivo en el pensamiento Platónico, entendido como el amor obtenido de la contemplación de las cosas bellas, de las acciones justas y buenas, a fin de poder llegar por medio de un acto reminiscente a la esencia de tales ideas.La 3 De aquí en adelante las citas serán de: PLATÓN. Diálogos. Tomo III. Trad. de Emilio Lledó y otros. Madrid: Gredos. 1992. 4 No nos detendremos aquí en el logro alcanzo por Sócrates en este diálogo, el cual consiste en rebajar al Dios Eros al status de Demon (Banquete 202-203 a). esto llevo a Sócrates a inferir que lo Demoníaco, es decir, Eros, se encuentra entre lo mortal y lo inmortal, entre lo divino y lo humano. 5 Cfr. Banquete 203 b-c. 6 Ibíd. 191 c-d. 130 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) filosofía es simplemente para Platón Eros, es decir, entrega voluntaria a la sabiduría, a la belleza, a las acciones justas y buenas. En una palabra, Eros reúne lo que Platón denominó Kalongathia, esto es, la identificación de lo bueno y lo bello. En este sentido, de Eros emanará un calor constante e inmutable, que no debe cesar nunca en un sabio. III El concepto de verdadera y perfecta amistad de Montaigne nos conduce inexorablemente al Eros Platónico debido a los puntos de convergencia existentes en ambas teorías. Estos tópicos están enraizados en el hecho de que el Eros Platónico invita a todos los hombres a una contemplación espiritual de lo bello, de lo justo, en la cual no se incluya un goce corporal. Experiencia que ocurre en la verdadera y perfecta amistad aducida por Montaigne. Junto a esto, es justificable la idea de que en el Eros Platónico al igual que en la verdadera y perfecta amistad, se da el encuentro y fusión de dos almas en un cuerpo, en donde la Moira llevada a ciegas por cada uno de los participantes, se torna una característica predominante, y en donde la confianza habrá de ser el acicate para que este fuego y contemplación nunca cese. Se trata, pues, como diría la poeta Carmen Conde, de un río lentísimo de fuego. De hecho, el encuentro de Penia y Poros, o el de dos amigos verdaderos, ocasiona un fortalecimiento espiritual en cada uno de los implicados. Todo ello a fin de poder, como dijo Aristofánes, restablecer y sanar la naturaleza humana Aristóteles nos habla de la amistad como algo connatural a los hombres7. Posteriormente, Epicuro nos dice en sus Máximas capitales (M.C), que la amistad es el bien mas importante que nos puede otorgar la sabiduría para llevar una vida placentera8. Por su parte, Platón al igual que Montaigne, hace de ellas (Eros y una verdadera y perfecta amistad) algo divino9, al ser una experiencia única y rara, y que para reconocer su valor, tiene que haberse experimentado. Ello se entiende en el sentido de que la verdadera y perfecta amistad al igual que el Eros Platónico, nace de una contemplación de lo bello, lo justo y lo bueno y del encuentro de dos almas aisladas pero que necesariamente han de unirse, dado que una requiere de la otra y viceversa, y en el caso de Montaigne, de la fusión completa de dos voluntades, en donde la confianza y la comunicación han de conformar las características sine qua non de la verdadera y perfecta amistad. En suma, el concepto de verdadera y perfecta amistad de Montaigne nos conduce inexorablemente al Eros Platónico, en el sentido de que el Eros al igual que la verdadera y perfecta amistad, nos remiten al deseo. La categoría del deseo no es entendida aquí como algo a ser saciado sino, más bien como algo que se 7 ARISTOTELES. Ética a Nicómaco. Madrid: Gredos.1990 Cfr. EPICURO. Obras. Trad. de Monserrat Jufresa. Madrid: Taurus. 1994. M.C XXVII Para los antiguos, lo divino representa el artesano de todo lo que nos circunda, esto es, el cosmos. Es precisamente esta visión mística de los pensadores antiguos, lo que hace que lo divino produzca en los mortales asombro y perplejidad, es decir, los elementos básicos del filosofar. Cfr. ARISTOTELES. Metafísica. Madrid: Gredos.1990. 8 9 131 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) manifiesta a modo de calor inmutable, el cual implica necesariamente un goce espiritual, cuyo objetivo deberá ser siempre fortalecer el alma. Que en el caso de Platón se consigue con la contemplación de los bellos cuerpos simétricos, de los actos justos y buenos, y en el caso de Montaigne con la santa unión que se da sólo entre dos personas, producto de nuestra libre y voluntaria elección, la cual se alimenta de una compenetración y comunicación apretada y duradera de la que el alma se nutre con su ejercicio. Referencias Bibliográficas DE MONTAIGNE, MICHEL. Ensayos. Tomo I. Trad de M. Dolores y A. Montojo. Barcelona: Altaya. 1994. PLATÓN. Diálogos.Tomo III. Trad de Emilio Lledó et al. Madrid: Gredos. 1992. ARISTOTELES.Ética a Nicómaco. Madrid: Gredos.1990. --------------------. Metafísica. Madrid: Gredos.1990. EPICURO. Obras. Trad de Monserrat Jufresa. Madrid: Taurus. 1994. PIEPER, Josef. Sobre los Mitos Platónicos. Trad de Claudio Gancho. Barcelona: Herder. 1984. BRAVO, Francisco. Teoría Platónica de la Definición. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades. 2002. 132 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 133 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 134 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) • LIBROS FERRY, Luc. Aprender a Vivir. Filosofía Para Mentes Jóvenes. Trad. Sandra Chaparro. Bogotá: Taurus. 2007 Luc Ferry, filósofo y político francés, trae a nosotros la obra Aprender a Vivir, una introducción a la filosofía dirigida a un público no iniciado en la materia, que mediante un lenguaje sencillo y ameno intenta conducirnos a través de los momentos más relevantes de la historia de las ideas, ahondando en ésta desde la antigua noción de sophía como aquel momento en el cual ya nada, ni siquiera la terrorífica muerte, puede llegar a perturbar nuestro ánimo.La tesis central planteada por Ferry es que en la filosofía se encuentran presentes tres ejes fundamentales que permiten develar los cambios de una visión del mundo a otra, a saber: primero, una teoría que intenta conocer el medio en que existimos; segundo, una moral o praxis humana; y, por último, la salvación, “producto de una ardua tarea del filosofar”. Desde estos ejes el autor nos lleva de paseo por cinco etapas de la filosofía (estoica, medieval, moderna, posmoderna y contemporánea), con el objetivo primordial de recuperar el verdadero sentido de la filosofía a partir de la visión de un pensamiento ampliado sustentado en el amor como herramienta de sabiduría que nos ayuda a vivir mejor. Respecto a la tradicional pregunta ¿qué es filosofía?, Luc Ferry formula su propia respuesta desde un parangón entre ésta y la religión, pues considera que tanto la una como la otra son para el hombre formas de escapar del miedo suscitado por la finitud o, dicho de otro modo, son ambas doctrinas de salvación. Empero, si lo anterior es cierto, también lo es, según el autor, que las dos alcanzan un sumo antagonismo en el hecho de que la filosofía, a diferencia de la religión, no interviene en dicho asunto por medio de un Dios externo a nosotros, sino por y desde dentro de nosotros mismos. Luc Ferry nos introduce en este fascinante recorrido epocal, desde un corte arbitrario en la filosofía antigua con el estoicismo, como un claro ejemplo de doctrina de salvación filosófica al margen de la fe. Encontramos en éste una teoría referida a un cosmos divino, armonioso, ordenado y también racional por lo que el hombre puede develar la lógica de éste valiéndose del uso de su propia razón. Tal conformidad con la contemplación del cosmos desborda en una praxis humana volcada hacia una especie de ética cosmológica que intenta ser en todo caso “una moral acorde a la armonía reguladora del cosmos”, llevando al hombre a ubicarse en un tercer momento, el de la salvación, fundamentado en el goce de poder alcanzar la sabiduría, siempre que el llamado sabio siga la teoría y se ejercite en la práctica. Para ello aquél debe optar por el desapego que propugna la impermanencia del mundo, en donde las esferas de pasado y futuro no han de tenerse en cuenta, ni nada que resulte innecesario ha de atarnos, por lo que contaremos de este modo con la mera certeza de un tiempo presente que no difiere de la eternidad en cuanto éste sea vivido como si fuera el último, motivo que hace precisa la afamada creencia estoica de que “cuando sobrevenga la desgracia se estará preparado”. 135 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Quisiéramos continuar con los estoicos, empero, el camino ahora nos conduce al cristianismo, donde se dibuja un nuevo paisaje del mundo que se alza sobre la filosofía obteniendo la victoria. El primer motivo de tal efecto es que lo divino de la teoría se personifica en Cristo; se modifica además la forma de contemplación, que ya no será la razón sino la fe que sustenta la creencia en Dios. Ahora, como era de esperarse, ante tal situación la filosofía se ve relegada a un segundo plano, convirtiéndose en sirvienta de la religión, dejada sólo a la labor de explicitar las escrituras bíblicas, además de intentar comprender el lugar del hombre dentro del plan divino. De modo que la filosofía se reduce en simple escolástica, una mera clarificación de conceptos y no a su objeto primario: “ser una sabiduría de la vida”. Si tomamos en consideración lo hasta ahora dicho acerca del cristianismo, puede que pensemos en un retroceso de éste en el plano ético, sin embargo tenemos que, al contrario, éste adquiere gran protagonismo por medio de su nueva idea de humanidad, que se soporta en la idea de hombres igualmente dignos, donde lo que los diferencia es la noción de un “fuero interno” que les permite diferenciar lo bueno de lo malo en cada uno sin recurrir a cualidades externas que éstos posean; ahora lo que importa son los méritos que traen consigo las acciones de los hombres, rompiendo con el modelo aristocrático anterior donde la naturaleza daba a cada quien lo suyo. De tal manera el asunto se simplifica en la idea de una moralidad universalista, que cobija a todos los hombres bajo su seno por ser todos dignos de tal protección. Pero, ¿cuál es dentro de todo esto el camino para la salvación? posiblemente ya todos conocemos la respuesta: se trata, sin lugar a dudas, de la oferta de una inmortalidad personal en torno al amor y la resurrección de los cuerpos. La clave está entonces en el amor, pero no sólo a Dios, sino también a todas sus criaturas, con lo cual se da acceso a la deseada eternidad, pero más sorprendentemente es que dentro de ella hemos de reencontrarnos con nuestros seres amados, lo cual hace inexorable el triunfo del cristianismo. Caminemos ahora hacia los senderos de la modernidad, que nace con el famoso giro copernicano de las ciencias, en el cual la religión cristiana se debilita, pues el hombre se vuelve el protagonista en el saber del mundo por el uso de su razón, y por lo cual será la base de los tres ejes tratados, con lo que se entra al humanismo moderno. Referida a este contexto, la teoría ya no parte de considerar un mundo dado sino que éste es construido por el hombre que descifra sus leyes a través de su saber, siendo en tal caso Kant a quien Ferry nos acerca como formulador de una teoría inédita, debido a su intento por resolver el caos ocasionado tras la incorporación de la nueva ciencia. Paralelo a ello se revoluciona la ética la cual, perdiendo el modelo de imitación de lo divino, se centrará en la idea de una humanidad, una humanidad de hombres dignos y únicos seres merecedores de respeto. Tal privilegio se entiende a partir de Rousseau, quien para Ferry es el que mejor plantea el asunto, encontrando que el hombre, a diferencia del animal, posee un sentido de perfectibilidad que le hace libre de elegir entre lo bueno y lo malo y perfeccionarse a lo largo de su vida, sin tener que estar atado a un programa natural, pues en él es anterior la existencia a la esencia. 136 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Por tales razones el hombre es también el único ser moralmente responsable, poseedor de un juicio crítico, apreciación que abre camino hacia las morales laicas que promulgan la igual dignidad y el respeto mutuo, soportados en imperativos que promueven la convivencia humana. De estas morales nos dice el autor que es la kantiana la más influyente, caracterizada ésta por el debido cumplimiento del deber para con nosotros y para con los demás en la obtención de un mérito, idea que se abre hacia una ética meritocrática que lucha en contra de nuestra propia animalidad. Empero, una vez hemos llegado a este punto, Luc Ferry nos hace retroceder hacia el Filósofo Descartes, quien es para él en realidad el promotor de un humanismo nuevo proveniente de la duda implantada por éste, que posibilita al hombre el abrirse a la experiencia del mundo por si mismo, constituyéndose así un humanismo donde reina la subjetividad; de ahí la afamada fórmula cartesiana: “pienso luego existo”. De la mano con esto, surge también una nueva esfera de salvación, donde aparecen, como es de esperarse, las religiones sin Dios, las cuales otorgan al hombre el carácter “divino” de poder dirigirse por si mismo al camino de ésta, por lo que es precisa una especie de secularización o humanización del mundo. Tras dicha humanización nos trasladamos ahora más cerca de nosotros situándonos por un momento en la posmodernidad, en la cual se da el sepultamiento del humanismo y el racionalismo modernos. Nietzsche será la guía propuesta por Ferry en tal proceso, pues este filósofo, al ir en contra de lo propuesto por los modernos, plantea la llamada deconstrucción de los ídolos, con el fin de acabar con toda filosofía sustentada en valores más allá de los hombres o, lo que es igual, sustentada en una negación de la vida o nihilismo, hablando en el lenguaje de este filósofo. Del papel de deconstructor pasa Nietzsche a considerarse como genealogista, y en tal proceso el camino a seguir consiste en encontrar los cimientos u orígenes que soportan tales ideas ilusorias para hacerlas descender sobre la tierra. Por ello se presenta aquí una teoría que es “ateórica” en el sentido de que se alza en contra de lo divino; pues el hombre ha de encontrar el oculto origen de las ideas en un mundo caótico y no en el consolador cosmos divino. En tal perspectiva se dibuja el concepto de voluntad de poder, que permite al hombre rechazar toda ilusión metafísica y reafirmar la vida, permitiendo la convivencia de múltiples fuerzas dispares entre sí, lo cual se conoce como gran estilo, concepto en que se basa la moral nietzscheana, moral que va más allá del bien y del mal, reafirmando las fuerzas vitales y armonizándolas por medio de la voluntad de poder. Esta idea,segúnFerry, busca:“…evitar los conflictos que disminuyen la vida”, haciéndola más intensa sin darle paso a la culpa y al resentimiento, pues quien siga tal modelo alcanza la serenidad. Entra a jugar así el eterno retorno como la noción que nos acerca a la salvación, en la medida que ésta nos da cuenta del transcurrir de un mundo terrenal en el que nada trasciende. 137 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Esta salvación terrenal remite a vivir el instante presente como si fuese el último, o lo que Nietzsche denomina amor fati, un amor al destino en el goce del presente que remite a la llamada inocencia del devenir como punto final de desculpabilización u obtención de la salvación en la que no se teme ni siquiera a la muerte, pues se está sereno desde la conciencia del inexorable devenir del mundo en el que los ídolos deben ser abolidos totalmente. Con tal visión propuesta por Nietzsche se da paso a la contemporaneidad, a la que Ferry nos remite desde la lectura hecha por Heidegger de la obra del genealogista Nietzsche, Heidegger llamó piadamente a esta época el “mundo de la técnica”. Heidegger ha de considerar que tras dicha deconstrucción se da un dominio de la técnica en el mundo, que se alza en contra del ideal democrático de una “humanidad construida por todos”, pues en este mundo los fines son remplazados por los medios. Así encontramos una teoría contemporánea volcada hacía un intento por rehabilitar la idea de trascendencia sepultada por la posmodernidad, que utilizó la crítica contra todo menos contra si misma, es decir, se olvidó de la autorreflexión. De ahí que se retome el camino de la trascendencia en la inmanencia como una condición incontestable de la existencia humana, cobijada en el seno de lo real, la cual, negando el saber absoluto, nos lleva hacia la búsqueda de un humanismo libre de ilusiones que se piensa a si mismo. Con ello surgen nuevas formas de humanismo orientadas a un nuevo plano ético de seres iguales a nosotros, en un intento por hallar valores soportados en la idea de humanidad. Ahora bien, este andar sobre la autorreflexión nos arroja a la idea de un pensamiento ampliado, que según Luc ferry consiste en poder ponernos en el lugar del otro, con lo cual se da una nueva forma de descifrar el sentido de la vida. Tal proceso de humanización conjuga conocimiento y amor, pues “conocer mejor al otro nos permite amarle mejor”. Esta idea es planteada por el autor con el nombre de “sabiduría del amor”, con la cual hemos de aprender a amar al otro de forma adulta, permitiendo apegarnos a aquel sabiendo que algún día ya no estará a nuestro lado. Esta es la manera con la cual propone Ferry enfrentarnos al mundo, una forma difícil pero que según él puede tener la llave de la salvación. Mas, no quisiéramos finalizar este recorrido sin antes decir que a todo lo expuesto hasta aquí, se suma el hecho de que, si bien esta sigue una terminología para todo público, no por ello se aleja de su pretensión de ser una introducción a la filosofía que con sus minuciosos ejemplos logra acercarnos a las distintas visiones de las épocas tratadas. Además, para finalizar hemos de decir que “Aprender a Vivir” se torna tentadora como propuesta que pretende instaurar un nuevo humanismo libre de ídolos, lo cual se vuelve también en un reto, en medio de un mundo en el que el hombre se haya cada vez más desprotegido espiritualmente, y en el que ya nada parece llenarle. Bertha Inés Egea Gómez Estudiante de IX Semestre de FilosofíaUniversidad de Pamplona 138 VESTIGIUM • AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) REVISTA DE REVISTAS ESTUDIOS DE FILOSOFÍA. No. 35. Revista editada por el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Medellín–Colombia. Febrero de 2007. La Revista Estudios de Filosofía de la Universidad de Antioquia en su edición número 35 presenta un «dossier» de artículos dedicados a la obra de Sir Isaac Newton, a propósito de los 300 años de la publicación de su Óptica en latín. La obra científica de Newton en la tradición filosófica occidental es de gran importancia, tal como lo expresa Felipe Ochoa en la Presentación: “Las motivaciones filosóficas, las tradiciones a las que se adhirió, las corrientes de pensamiento que criticó, los valores que promovió y las agendas de investigación que Newton sentó, no sólo se circunscriben al supuesto estilo de pensamiento «homogéneo» de los orígenes de la Modernidad en general, y de la Revolución Científica en particular; pues si bien está más allá de toda duda que la tematización de la fuerza gravitacional, y por ende la tematización de la ciencia del movimiento, encuentran en Newton su representación por antonomasia, sin desconocer los logros de un Descartes, un Galileo, o un Kepler, este aspecto de su legado histórico forma sólo una parte del espectro de intereses que motivaron su carrera intelectual” (p. 7) El conjunto de artículos inicia con el título: “«La luz de la naturaleza»: Dios y la filosofía natural en la Óptica de Isaac Newton” escrito por el Dr. Stephen David Snobelen y traducido por el profesor Felipe Ochoa Rivera. “Este artículo discute la cercana relación entre la teología y la filosofía natural de Newton” (p. 15). Observando los subtítulos del mismo, se comprueba esta tesis, sobre todo en el análisis que realiza de las cuestiones 28 y 31 donde explica la teología natural y el ataque al ateísmo. Según el autor: “Newton no sólo le asigna el origen de… partículas pequeñas y duras a la mano creativa de Dios, sino que habla en términos teológicos de Dios como diseñador de estas partículas para fines específicos.” (p. 34). El segundo artículo, continúa con los estudios sobre la Óptica, con el título “Teología Newtoniana y Teoría de la visión: ¿Qué contextos para las ediciones de la Óptica de 1704 a 1722?, escrito por el Dr. Jean –François Baillon y traducido por el profesor Sergio Hernán Orozco Echeverri. En éste se “plantea las dificultades de las lecturas tradicionales de la Óptica… y argumenta a favor de una lectura teológica del tratado…” (p. 55). El tercer artículo: “La época del punto: El legado matemático de Newton en el siglo XVIII”, escrito por Niccoló Guicciardini y traducido por Felipe Ochoa, plantea la polémica de la decadencia de las matemáticas en el ámbito geográfico donde vivió Newton y explica la “complejidad de la herencia matemática de Newton y su recepción durante las primeras décadas del siglo XVIII” (p. 67). El cuarto artículo, “La «filosofía experimental» de Newton”, cuyo autor es el profesor de la Universidad de Minnesota Alan Shapiro está traducido por Sergio Hernán Orozco. En éstÿÿÿÿe plÿÿteÿÿÿÿ concepción de la filosofía experimental de Newton en contraposición a “…las críticas de los filósofos continentales, en especial de los cartesianos y leibnizianos, pero especialmente en los Principia contra Leibniz mismo.” (p. 111). 139 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) “Newton y las «flautas de pan»” es el título del quinto artículo del «dossier» y fue escrito por los Doctores James McGuire y Piyo Rattansi. La traducción es de los profesores Felipe Ochoa y Sergio Hernán Orozco. “Este artículo ofrece un significativo aspecto según el cual el pensamiento de Newton se arraiga en el hermetismo y en la tradición de la sabiduría antigua” (p. 149). El sexto artículo: “Isaac Newton y el problema de la acción a distancia” del Dr. John Henry está traducido por Felipe Ochoa. En éste se plantea el principio de la física de la acción a distancia y su debate en relación con el principio de gravitación universal expresada por Newton. Según el autor: “…se puede decir, sin temor a equivocarse, que todos los pronunciamientos de Newton sobre la atracción gravitacional son consistentes con el punto de vista según el cual la gravedad era una propiedad inherente y súper añadida del cuerpo que era capaz de actuar a distancia” (p. 219).“Modelos interpretativos del corpus newtoniano: Tradiciones historiográficas del siglo XX” es el título del séptimo artículo escrito por el profesor Sergio Hernán Orozco y corresponde a una parte de la monografía realizada para optar al título de Filósofo en el año 2006 en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. “Este artículo pretende establecer los límites y alcances de las principales interpretaciones de Newton en el siglo XX, resaltando, de un lado, la evidencia textual de la que disponían los intérpretes y, de otro, las corrientes filosóficas y epistemológicas que definen los rasgos principales de sus interpretaciones.” (p. 227).El octavo y penúltimo artículo reza: “Newton en la red: Frutos primeros y prospectivos de una beca de la Royal Society”. Texto escrito por los Doctores Rob Iliffe y John Young y traducido por Sergio Hernán Orozco. En él se da cuenta de los avances en la elaboración de un software de la obra de Newton en su totalidad, por parte del llamado Proyecto Newton, y , que sirva para la difusión de su pensamiento a través de la Internet, en un primer momento y de manera impresa, posteriormente. Por último, el noveno artículo: “Newton en la red: una actualización”, presenta los avances del proyecto mencionado en el anterior artículo. Este es escrito por John Young y traducido por Sergio Hernán Orozco. Profesor Dr. José de J. Herrera Ospina Departamento de Filosofía Universidad de Pamplona 140 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) PERSPECTIVAS METODOLÓGICAS. Revista editada por la Maestría en Metodología de la Investigación científica del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Lanús. Buenos Aires: Ediciones de la UNLa. Año 6. No. 6. Noviembre de 2006. El corpus de la revista lo conforman tres secciones: una dedicada a los artículos, otra a las perspectivas y finalmente, la sección de reseñas. Con respecto a la primera, la conforman seis artículos que rezan con los siguientes títulos: “Sobre Darwin y su influencia en la ciencia: una interpretación pragmática de la estadística inglesa de fines del siglo XIX” escrito por el profesor Juan Ignacio Piovani. “La confidencialidad, la veracidad y el consentimiento informado en el contexto sanitario” del profesor Sergio Ceccheto. “La función de la universidad en el campo de la investigación científica y tecnológica”, texto de la profesora Silvia Rivera. “Destello y mirada. Apuntes para una teoría de la vinculación entre narración y sociedad” cuyo autor es el profesor Esteban Marcos Dipaola. “Interdisciplinariedad y lógica del diálogo en las ciencias sociales. El caso de las ciencias económicas” artículo escrito por Silvia D. Maeso. Por último, “Las relaciones sociales en las comunidades virtuales educativas” escrito por la profesora Marta E. Fernández. De este cuerpo articular, se destaca el primero, en cuanto es una aproximación histórica al problema de la recepción de la obra de Charles Darwin a finales del siglo XIX y comienzos del XX en el pensamiento anglosajón, sobre todo en los ambientes pragmatistas y positivistas. Según el Dr. Juan Ignacio Piovani: “Se dedica especial atención a algunas de las figuras más empeñadas en la defensa de la ciencia, que como Francis Galton, Kart Pearson y John Dewey, creían que On the Origin of Species había introducido un nuevo modo de pensar, transformando la lógica del conocimiento.” (p. 8). La segunda sección la conforman dos textos: “Wittgenstein frente al positivismo lógico” del profesor Dominique Lecourt y “Juegos de palabras: una aproximación a la representación de la sexualidad adolescente” de las profesoras Mónica Bel y Laura Morales. Especial atención merece el primero, por sus filiaciones con la presencia del positivismo lógico influenciada por la obra de Wittgenstein: “Tractatus…” y por, la manera como el autor, describe el distanciamiento de Wittgenstein de la filosofía analítica a partir del giro que imprime a su vida y obra con la publicación de las “Investigaciones Filosóficas”.Por último, las reseñas, presentan las obras: “Ética, dilemas y convergencias: cuestiones de la identidad, la globalización y la tecnología” de Ricardo Maliandi. “Hojas sueltas de Filosofía” de Roberto Rojo. “La tesis. Cómo orientarse en su elaboración” de Daniel Dei. “Crisis de las Ciencias Sociales de la Argentina en CRISIS” del Consejo de Decanos de las Facultades de Ciencias Sociales y Humanas de las Universidades Nacionales en Argentina y, finalmente, “«Las ciencias Cognitivas como transdisciplina» en Fundamentos teóricos de la orientación doctoral en Ciencias Cognitivas” de Juan Samara. Profesor Dr. José de J. Herrera Ospina Departamento de Filosofía Universidad de Pamplona 141 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) COLABORADORES Tomás Domingo Moratalla Doctor en Filosofía.Profesor-Investigador en las áreas de fenomenología y hermenéutica en el Departamento de Filosofía, Humanidades y Comunicación de la Universidad Pontificia de Comillas-Madrid.Cuenta con libros y numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales. Julio César Barrera Vélez Magíster en Filosofía con especialización en Hermenéutica Filosófica por Instituto Católico de París. Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente Profesor-Investigador de la Facultad de Artes & Humanidades. Cursa estudios doctorales en Filosofía en la Universidad de Los Andes-MeridaVenezuela. Director del Departamento de Filosofía Universidad de Pamplona. (Norte de Santander-Colombia).Director de la Revista Vestigium del Departamento de Filosofía de la Universidad de Pamplona. Ha publicado en revistas nacionales e internacionales. Jacques Derrida Doctor en Filosofía. InvestigadorTitular del Colegio de Francia Padre del desconstrucionismo filosófico.Profesor Emerito de Universidad La Sorbna-París. Christian Ruby Docteur en philosophie, Enseignant, Chargé de cours sur le serveur audiosup.net de l'Université de Nanterre (Paris 10), Chargé de cours à l'antenne parisienne de l'Université de Chicago, Membre de l'Association pour le Développement de l'Histoire culturelle, membre du Comité de Rédaction des revues Raison Présente, EspacesTemps et Les Cahiers de l'Éducation permanente (acss, Belgique). Derniers ouvrages: L'État esthétique, Essai sur l'instrumentalisation de la culture et des arts, Bruxelles, Labor, 2000; L'Art public, Un art de vivre en ville, Bruxelles, La Lettre volée, 2001; Les Résistances à l'art contemporain, Bruxelles, Labor, 2002. Jennifer Andrea Rivera Zambrano Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás de Bogotá. D. C. Actualmente realiza estudios de Maestría en Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Tiene publicaciones en revistas nacionales sobre temas de estética y hermenéutica. José Herrera Ospina Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana. Magister en Estudios Bíblicos por la Universidad de Antioquia. Profesor-Investigador del Programa de Filosofía de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de Pamplona (Norte de Santander - Colombia). 142 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Modesto M. Gómez Alonso Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) en el 2003. Áreas de especialización: Filosofía del lenguaje, Teoría del conocimiento y Filosofía Política. Profesor en las Facultades de Filosofía y Comunicación de la UPSA. Miembro de la Sociedad Española de Filosofía Analítica y de la Sociedad Académica de Filosofía. Secretario de la revista Cuadernos Salmantinos de Filosofía. Asesor Internacional de la revista Ratio Juris (Colombia). Miembro del Comité Científico de la revista Opinión Jurídica (Colombia). Ramiro Ceballos Melguizo Filósofo y Magister en Filosofía por la Universidad de Antioquia. ProfesorInvestigador del Programa de Filosofía de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de Pamplona. (Norte de Santander–Colombia). Ha publicado en revistas nacionales e internacionales. Pablo Guadarrama González Doctor en Filosofía Universitat de Leipzigl Alemanía. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba.Post-doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor-Investigador Facultad de Filosofía de la Universidad Central de Las Villas-Cuba. Manfred Navaro Meza Estudiante de IX semestre de Filosofía. Universidad de Pamplona. Actualmente realiza un trabajo monográfico en el pensamiento del filósofo austriaco Ludwing Wittgenstein. 143 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE COLABORACIONES 1. Vestigium es una revista abierta a la colaboración nacional e internacional en el área de la filosofía. El contenido de las publicaciones es producto de procesos investigativos (avances de investigación, resultados, ponencias, etc) que regentan sus autores. 2. La correspondencia y las colaboraciones deben dirigirse a Vestigium. Revista del Departamento de Filosofía. Universidad de Pamplona, Sede Casa Central (Casona) Kra 4. No 4-38. Telefax: 5682575 Norte de [email protected] o [email protected] 3. Las colaboraciones deben ser inéditas. 4. Las colaboraciones deben enviarse por triplicado y con soporte informático en programa Word XP en letra arial de 11 puntos a espacio sencillo. Además, el encabezamiento del artículo debe incluir los siguientes datos: título, autor, institución donde labora, dirección electrónica y un resumen en español y su respectivo abstract en inglés, no mayor de 100 palabras. Se recomienda que la extensión de los artículos no exceda las 15 cuartillas. 5. Las citas de los artículos deberán hacerse al pie de página del siguiente modo: -Libros: HERRERA RESTREPO. Daniel. La persona y el mundo de su experiencia. Contribuciones para una ética fenomenológica. Bogotá:Universidad San Buenaventura., 2002. , 228 páginas. -Capítulos de libros o colaboraciones en obras colectivas: GUTIÈRREZ, Antonio. La cuestión del juicio determinante en el pensamiento de Kant, en: CARRILLO,Luz Gloria (Ed). El pensamiento de Kant en la reflexión filosófica contemporánea. Madrid:Tecnos. 1999., p. 325350. Artículos de revistas: BRAVO, Francisco. El “hedonismo” de Platón en las Leyes. En: Apuntes Filosóficos, No 20, 2002., p. 13-37. 144 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 6. La dirección de la Revista comunicará al autor la decisión de publicar o no sus artículos. En caso de que un artículo sea aceptado para su publicación pero requiera correcciones, a juicio del director y del comité editorial, se le informará al autor para que realice dichas correciones y consigne su trabajo en el plazo que se le indique con el fin de que sea publicado en el respectivo número de la Revista. 7. El autor recibirá 2 ejemplares del número de la Revista en que aparezca su contribución. 145 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) La Revista Vestigium del Programa de Filosofía de la Universidad de Pamplona reitera su agradecimiento a los investigadores del área de las ciencias humanas en general y de la filosofía en particular (tanto nacionales como internacionales) por los servicios prestados como pares o árbitros en lo relativo a la valoración crítica de los artículos publicacos en el número 3 y 4 del año 2007. Título de Artículo- Año II (Enero- Junio) 2007 No 3 Arbitro e Institución Tensión práctica desde la bioética en la aplicación de la sentencia C-355506 Ph. D. Daniel Herrera Universidad Santo Tomás-Bogotá Del acontecer estético al experimentar hermenéutico en Hans-Georg Gadamer Ph. D. Anibal Rodríguez Silva Universidad de los Andes-Venezuela Gadamer y Apel: En autotrascendencia del Heidegger Ph. D. David Lapoujade Universidad La Sorbone-Francia torno a la sentido en Fenomenología y Lenguaje en Martín Heidegger Ph. D. Julia Iribarne Universidad de Argentina La imagen del pensamiento en G. Deleuze: Tensiones entre cine y filosofía Ph. D. Matthias Vollet Johannes G Universidad de Mainz-Alemania Deleuze signo al Ph. D. Etienne Tassin Universidad de París VII- Francia La ética de la intención en la Carta VI de Heloisa a Pedro Abelardo Ph. D. Adalberto Cardona Universidad Santo Tomás-Bogotá L. Wittgenstein: Mística, Filosofía Silencio Ph. D. Universidad de Buenos Aires y Heidegger: En torno y Reflexiones Epistemológicas: Sobre la Investigación Cualitativa en Ciencias Sociales Buenos Aires- Ph. D. Pablo Guadarrama Universidad Central de Las VillasCuba 146 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) Título de Artículo- Año II (Julio-Diciembre) 2007 No 4 Arbitro e Institución La hermenéutica de la metáfora: De Ortega a Ricoeur Ph. D. Mauricio Beuchot Universidad Nacional Autonóma Méixco Hermenétuica-Fenomenológica Martín Heidegger en Ph. D. Philippe Capelle Ph. D. Instituto Católico de París-Francia la Ph. D. Jean Greish Instituto Católico de París-Francia “Génesis-Estructura” Fenomenología y de Hans-Georg Gadamer L’ hermeneutique: Description, Fondation et Ethique Ph. D. Luis Eduardo Gama Universidad Nacional de Colombia De la hermenéutica en la historia Ph. D. Mauricio Navia Universidad de Los Andes-Venezuela En diálogo con “la esencia poesía” de M. Heidegger de la Ph. D. Publio Restrepo Universidad de San Bogotá Buenaventura- Wittgenstein y la estructura antiepistemológica de “Sobre la Certeza” Ph. D. Silvia Rivera Universidad de Buenos Aires La doble significación del conocimiento. Ms.C. Rafael Gómez Pardo Universidad de San BuenaventuraBogotá Pensamiento social Ms.C. Leonardo Tovar González Universidad Santo Tomás-Bogotá independista y justicia De la verdadera y perfecta amistad en Montaigne al Eros platónico Ph. D. Martha de la Vega Universidad Andres Bello-Venezuela 147 VESTIGIUM AÑO II Nº 4 (Julio – Diciembre) 148