FACULTADDECIENCIASDELASALUD GRADOENLOGOPEDIA TRABAJOFINDEGRADO “DESARROLLODELLENGUAJE NORMALYPATOLÓGICO.ANÁLISIS COMPARATIVO” Autora:ElisabetPeñaNavarro Tutora:Dra.Dª.BelénDomínguezRodríguez SALAMANCA,juniode2016 Curso:2015-2016 Convocatoria:Extraordinaria. Universidad Pontificia de Salamanca ABSTRACT El lenguaje es la base de la comunicación del ser humano, que comienza su desarrollo desde el primer instante de vida, y por eso decimos que el desarrollo de la comunicación humana es un proceso clave para la adquisición del lenguaje, ya que permite que los sujetos seamos capaces de comunicarnos y contar nuestras vivencias y deseos (Vila, 1990). Las familias juegan un papel importante en dicho proceso, pues la estimulación que van proporcionando al niño, desde su nacimiento, determinará la aparición y el ritmo del lenguaje. Y de ahí la importancia de iniciar este proceso en edades tempranas, puesto que el desarrollo del lenguaje en el bebé viene determinado por la estimulación lingüística que vaya recibiendo desde su nacimiento y, en caso de existir una posible patología, por su detección precoz, que favorecerá la progresiva disminución de sus signos y manifestaciones. Y sobre este particular, diversos autores han realizado investigaciones con el objetivo de averiguar lo que ocurre en la etapa que va desde su nacimiento hasta que el niño pronuncia sus primeras palabras y frases, aunque no todos han llegado a las mismas conclusiones, existiendo opiniones diversas y contrapuestas al respecto. El objeto de este trabajo, que no pretende entrar ni, mucho menos, zanjar la precitada polémica doctrinal, es ilustrar los desarrollos normal y patológico del lenguaje, para lo que vamos a utilizar como referencia el Trastorno del Espectro Autista. Los niños autistas se caracterizan por presentar comportamientos repetitivos y estereotipados, un déficit en la interacción social y en la comunicación, y un repertorio de actividades e intereses restringidos. Por eso, no solo hemos de trabajar y atender al niño sino también incidir en las familias, en el entorno que lo rodea, con el objetivo de lograr un bienestar y una calidad de vida tanto para el niño como para su familia. Universidad Pontificia de Salamanca 2 INDICE 1. Introducción. 4 2. La Comunicación. 6 3. Proceso Normal Del Desarrollo Del Lenguaje 8 3.1. Etapa Prelingüística 3.2. Etapa Lingüística. 4. Proceso Patológico Del Desarrollo Del Lenguaje. 14 21 4.1. Criterios Diagnósticos Del Tea. 22 4.2. Teorías Explicativas Del Autismo 23 4.3. Trastorno Del Lenguaje En Niños Con Trastorno Del Espectro Autista. 5. 8 24 4.3.1. Etapa Prelingüística 25 4.3.2. Etapa Lingüística. 27 4.3.2.1.Desarrollo Fonológico. 27 4.3.2.2.Desarrollo Morfosintáctico. 28 4.3.2.3.Desarrollo Pragmático. 28 4.3.2.4.Desarrollo Semántico. 29 Análisis Comparativo: Desarrollo Del Lenguaje Normal Y Patológico. 31 5.1. Etapa Prelingüística 31 5.2. Etapa Lingúística. 34 6. Conclusiones 37 7. Referencias Bibliográficas 39 Universidad Pontificia de Salamanca 3 1. INTRODUCCIÓN. Los seres humanos somos seres sociales, por lo que tenemos la necesidad de comunicarnos y lo realizamos a través del lenguaje. La comunicación se produce desde los primeros meses de vida, mediante las interacciones que se crean entre el niño y el adulto, especialmente su madre. El lenguaje permite al individuo comprender y expresar ideas, sentimientos, pensamientos, conocimientos y actividades; y además constituye uno de los factores que nos permiten la integración y la inclusión en diversos grupos de pares. Durante el proceso de adquisición del lenguaje, la familia tiene un papel fundamental por ser el círculo más cercano de la niña o niño. Desde el principio, es conveniente que el bebé reciba una estimulación adecuada por parte del entorno que le rodea, lo que le facilitará la adquisición del lenguaje con mayor rapidez. En el desarrollo del lenguaje existen dos etapas diferenciadas por las que todo niño pasará en un momento determinado. Por tanto, podemos decir que el desarrollo del lenguaje es primordial en nuestras vidas, ya que nos permite formar parte activa de la sociedad. Cuando todo este proceso -denominado desarrollo “normal”- no se produce en un niño, nos hallamos ante un desarrollo patológico del lenguaje y, por tanto, ante una mayor probabilidad de que el niño presente dificultades escolares entre otras. Y, desde esta panorámica general, el propósito principal de nuestro trabajo es ilustrar los desarrollos normal y patológico del lenguaje, realizando un análisis comparativo de ambos, desde el que reflexionaremos intentando dar respuesta a los siguientes objetivos: A) Distinguir comunicación prelingüística y lingüística; B) Debemos de conocer y comprender el proceso que tiene lugar en los niños y niñas durante la adquisición del lenguaje; C) Estudiar y analizar las diferentes etapas en la adquisición y desarrollo del lenguaje, así como sus respectivas subetapas, es decir el desarrollo fonológico, semántico, sintáctico y pragmático; D) Establecer cuál es el papel que tienen los adultos en el desarrollo comunicativo de los niños. Para reconocer una posible patología del lenguaje es importante tener como referencia los patrones normales del desarrollo del mismo. Y, a medida que hemos ido avanzando en nuestra formación académica y a través de nuestras primeras Universidad Pontificia de Salamanca 4 experiencias en prácticas, hemos podido apreciar cómo, en algunos casos, lo que para nosotros resulta fácil para algunos niños es sumamente complicado, tanto en el uso del lenguaje como en la relación con sus iguales, y esto es lo que sucede con patologías como el Trastorno del Espectro Autista. Para estos niños resulta de suma importancia la ayuda de un logopeda que les facilite la comunicación, dándoles una funcionalidad social. Es de gran importancia conocer a este tipo de niños, sus características y particularidades, durante el proceso de evaluación, para poder realizar una buena intervención con la metodología más adecuada. Universidad Pontificia de Salamanca 5 2. LA COMUNICACIÓN. El lenguaje es una de las facultades más típicas de la especie humana, no se conoce ninguna otra especie que haya desarrollado por sí misma un sistema de comunicación. Cualquier ser humano, que no tenga dañada sus facultades, es capaz de aprender a hablar, simplemente por el hecho de estar en interacción con otros seres humanos y sin necesidad de un entrenamiento físico (Pereira, 1995). El lenguaje se aprende, se desarrolla y nos permite incluso llegar a referirnos a objetos abstractos. Gracias a él, los seres humanos controlamos nuestros intercambios sociales y somos capaces de comprender y recibir información. No sólo debemos de tener en cuenta el lenguaje sino también la comunicación, el pensamiento, la afectividad y el nivel cultural, puesto que tienen influencias recíprocas que condicionan finalmente el desarrollo integral del niño (Loya, 2002). Realizando un esfuerzo de síntesis, desde las aportaciones de Perinat (1986) y Vila (1990), podemos decir que el bebé establece, desde sus primeros meses de vida, una relación primitiva con el adulto y éste dota esas primeras interacciones, que son las que permiten al lactante iniciar diálogos compartidos que facilitan la regulación y el control de sus conductas, por lo que, siguiendo a estos precitados autores, podemos afirmar que los inicios de la comunicación se dan desde edades muy tempranas. Durante los primeros meses de vida, el lactante emplea conductas como gestos, miradas, llantos, sonrisas, con el fin de interactuar con sus iguales. Trevarthen (1982) sostiene que los niños nacen ya con una motivación y una sociabilización latente, que denomina capacidad de intersubjetividad primaria. Por el contrario Vila (1990, p. 13) señala que “Otros autores vieron al recien nacido como un libro en blanco en el que el medio iba modulando progresivamente sus diferentes conductas. En la actualidad, esta concepción ha sido ampliamente superada y el lactante se nos aparece como un ser complejo, capaz de realizar conductas de relativa dificultad. El bebé es un ser activo que busca estímulos y que organiza progresivamente la información adquirida, de hecho sus conductas le permiten, desde los primeros momentos de vida, el establecimiento de una primitiva relación social con otro ser humano”. Las primeras interacciones entre el niño y el adulto se caracterizan por su estabilidad y su carácter pautado. Trevarthen (1986), citado por Vila (1990), sostiene que en los primeros meses de vida el adulto y el niño conectan ya sus subjetividades, invocando Universidad Pontificia de Salamanca 6 por tanto en el bebé los rudimientos de la conciencia y la intencionalidad de sus conductas. Otros autores (Kaye, 1986 citado por Vila, 1990, p. 14) “por el contrario, no creen en la intencionalidad de estas primeras conductas del bebé, sino que las encaran como simples respuestan reflejas, posibilitadas por la herencia genética de la especie humana”. Entre los 4 y los 6 meses aparecen nuevos cambios en el desarrollo del niño, las interacciones que se producían anteriormente entre el bebé y el adulto comienzan a desaparecer de forma progresiva. Aparece entonces el interés por los objetos y por el mundo que les rodea. A medida que el niño avanza, comienza a realizar gestos, que el adulto debe de dotar de significados, ya que el sujeto realiza dichos gestos con la finalidad de conseguir algo que quiere, a esto se le conoce con el nombre de protoimperativos, junto a los cuales surgen también los protodeclarativos, que son gestos que utiliza el niño para captar la atención del adulto respecto a un objeto. Y estos son los pilares comunicativos básicos que se producen en los primeros meses de vida, que hacen referencia tanto al comportamiento del adulto con el niño, como a las conductas que el niño adopta, además de la interacción que se produce entre ambos. Universidad Pontificia de Salamanca 7 3. PROCESO NORMAL DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE Antes de entrar en el proceso normal del desarrollo del lenguaje y su análisis comparativo con su desarrollo patológico, conviene señalar cuáles son las grandes etapas en el desarrollo de la comunicación y del lenguaje, lo que resumimos esquemáticamente en la siguiente tabla: Tabla 3.1. Tabla de las etapas del desarrollo del leguaje. Etapa prelingüística (0- 10 meses) Etapa lingüística Prebalbuceo De 0 a 2 meses Vocalizaciones reflejas y gorjeos. Balbuceo De 3 a 6 meses Juego verbal De 6 a 9 meses Imitación de sonidos Etapa holofrástica (10-14 meses) Tomado de (Pablo, 2003, p.326) 3.1. ETAPA PRELINGÜÍSTICA Perinat (1986) afirma que, alrededor de los primeros años de vida, se dan las condiciones necesarias para que se establezcan las bases de la comunicación sobre las que se asienta el desarrollo lingüístico posterior, que comienza en torno a los doce meses. Este periodo, por tanto, es imprescindible para la aparición del lenguaje. El bebé llega al mundo con un repertorio de conductas que utiliza al principio indiscriminadamente, pero se van dotando, de forma progresiva, de intencionalidad comunicativa. El niño es tratado por el adulto como si ya tuviera un repertorio de intenciones, expectativas y capacidades típicas de los humanos de más edad. Según Valmaseda (2007) el niño parece mostrar una enorme facilidad para incorporarse al medio social que le rodea, por lo que parece tener una motivación primaria para la relación interpersonal, reaccionando ante ciertos patrones tanto visuales como auditivos. El adulto está constantemente pendiente de las conductas o intenciones del bebé, esta adaptación parece ser la clave para facilitar la incorporación del niño al mundo comunicativo. El lactante desde edades muy tempranas muestra Universidad Pontificia de Salamanca 8 una preferencia por el adulto y diversos estímulos; gracias a las conductas adaptativas, en torno a los 2 meses se producen las primeras protoconversaciones, es decir diálogos primitivos que se dan entre el adulto y el niño, caracterizados por el contacto ocular, gorjeos, etc. Entre los 4 y 8 meses las conductas sociales se van haciendo cada vez más complejas y específicas. Aparecen las rutinas y los “formatos” que Bruner (1986) citado por Vila (1990, p 15) señala como “una interacción contingente entre al menos dos partes actuantes, contingente en el sentido de que puede mostrarse que las respuestas de cada miembro dependen de una anterior respuesta del otro”; esto permite al niño aprender sobre las reglas que rigen la comunicación, es decir la alternancia de roles, la predicción de una secuencia, etc. La intervención del adulto con respecto al niño es fundamental en este periodo, consistiendo dicha intervención en “andamiar” los progresos del niño; el adulto anima al bebé a realizar por sí mismo aquello que es capaz de hacer, asumiendo bajo su control lo que aun el lactante no es capaz de realizar. El adulto no fuerza al niño, simplemente se crean situaciones espontáneas caracterizadas por el disfrute de ambos interlocutores. A los 8 meses se produce un salto cualitativo en su desarrollo, el niño comienza a dar muestras de conducta intencional. Comprende las relaciones causales, sabe que el adulto es un agente y que se pueden poner en marcha algunos medios para conseguir ciertos fines. Hacia los 9 meses el niño comienza a comunicar sus deseos con el fin de que el adulto les de cumplimiento. Su comunicación se realiza mediante los protoimperativos, que son gestos en los que el bebé utiliza al adulto para conseguir algo que quiere (Bates, 1976). A los 12 meses el lactante ya no toma al adulto como un instrumento para conseguir aquello que desea, sino como alguien con quien compartir su información e intereses. A continuación, estudiaremos los principales hitos evolutivos del desarrollo que se producen en esta etapa. En la siguiente tabla lo representaremos de manera esquemática y en forma de cuadro. Universidad Pontificia de Salamanca 9 Tabla 3.1.1. Hitos. Etapa prelingüística. Etapa prelingüística 2 meses. Inicio de las protoconversaciones. 4-8 meses. Aparecen las rutinas lúdicas o formatos. 8 meses. Conducta intencional. 9 meses. Protoimperativos. 12 meses. Protodeclarativos. A partir de los 12 meses. Aparición de las primeras palabras. Por otro lado, autores como Perinat (1986) hacen referencia a la importancia de la afectividad, es decir de las sensaciones que llegan al niño del contacto con su madre, como por ejemplo los ritmos, las presiones, el equilibrio, el tono muscular y la temperatura corporal del contacto. El niño, a través de sus conductas afectivas, es capaz de expresar sus necesidades básicas, por ejemplo responde con una sonrisa tanto a los objetos como al adulto, por lo que no muestra una conducta automática y predeterminada, sino que realiza comparaciones. Los niños son capaces de discriminar las expresiones faciales, prefiriendo así expresiones que muestren alegría frente a todas las demás. Los padres se muestran, por su parte, enormemente complacidos cuando se ven capaces de provocar semejantes respuestas, por lo que aumentan las conductas por parte del adulto hacia el niño, ya que presumen que van a ser respondidas con esa sonrisa por parte de sus hijos. Los niños reaccionan ya desde los primeros días de vida ante el sonido, son particularmente sensibles a los aspectos rítmicos del habla, además de preferir entre varias voces a la de su madre. Las madres hablan con los bebés con unas características muy particulares, realizan modulaciones rítmicas y exageradas. El lactante no solo reacciona ante los estímulos auditivos sino también a los visuales, puesto que, en torno a los dos meses, el bebé empieza ya a fijarse en el rostro Universidad Pontificia de Salamanca 10 humano. El niño desde edades muy tempranas es capaz de interpretar las expresiones y manifestaciones de la madre. Por otra parte, el rostro infantil adopta configuraciones que los adultos interpretamos como reflejo de sus sentimientos. En resumen, tomando como referencia autores como Perinat (1986), concluimos que las expresiones afectivas del rostro con las que las madres animan los intercambios con sus hijos desde el momento de nacer y las expresiones que los pequeños van exhibiendo, son antecedentes necesarios de todo el despliegue de capacidades comunicativas que desembocarán más tarde en el lenguaje hablado. Entre las conductas rítmicas del recién nacido, nos detenemos, por su importancia para el desarrollo de la comunicación, en la succión alimenticia. El niño es capaz de succionar efectuando una serie de chupeteos seguidos y los interrumpe con una breve pausa. Esta alternancia entre succiones y pausas sólo se da en los humanos. Parece pues, que la función de las pausas es dar pie a la intervención de la madre, a esto se le conoce con el nombre de “turnos de intervención”. El niño succiona y hace una pausa, la madre en ese momento interviene de determinada forma y obtiene que el niño comience de nuevo con la succión. Meses después serán los juegos niño-adulto los que adopten una estructura similar. Tomasello (1995), citado por Vila (2008), afirma que alrededor de los doce meses de vida se produce una auténtica revolución en las capacidades cognitivo-sociales de los bebés. No sólo se perciben a sí mismos como seres intencionales, sino que son capaces también de percibir a los demás como personas que tienen intenciones. La intención comunicativa requiere una nueva habilidad: la construcción del otro como una persona capaz de atender selectivamente y de poseer estados psicológicos independientes. En este epígrafe, por tanto, tratamos de conocer los mecanismos mediante los cuales los niños progresan en sus capacidades cognitivo-sociales, que les permiten reconocerse a sí mismos y construir al “otro” como un ser intencional con creencias, pensamientos y sentimientos. Analizamos cuáles son las cualidades que singularizarán la comunicación humana y que el niño habrá adquirido completamente entre los 12 y 18 meses: intersubjetividad que se establece entre los comunicantes, y el poseer una referencia. Universidad Pontificia de Salamanca 11 El bebé, en torno a los 2 meses, tiene una gran predisposición a sintonizar con las personas que le dedican su atención. Bateson, citada por Perinat (1986), califica de protoconversaciones las mutuas miradas y la alternancia de los gargareos del niño con los parloteos de la madre. Cada interlocutor busca el mejor momento para colocar su expresión en la trama de lo que el otro está haciendo. En el bebé de 3 a 6 meses hay una sospecha de conciencia de que los gestos y expresiones de la madre y las suyas propias tienen un valor comunicativo. Siguiendo a Perinat (1986, p.40), “ A todas las demostraciones que hace el niño de estar motivado para comunicar con sus semejantes, de mantener mínimamente el interés por el otro en las situaciones cara a cara, de responder a las incitaciones cariñosas y de interpretar el rostro de la madre como una fuente de señales afectivas, que al mismo tiempo, contribuyen a regular la interacción”, Trevarthen (1986) las denomina intersubjetividad primaria. Nos encontramos con bebés de 3 a 6 meses, por lo que no se puede comparar la intención de comunicar, que anima a la madre, con la que el niño puede acoger. Trevarthen (1982) sostiene que desde el momento en que el niño entra en ese balance de intercambios, se puede asegurar que hay en él auténtica intención de comunicar. Otros autores como Kaye (1982), citado por Perinat (1986), afirman que no se puede concluir que cuando la madre dedica a su hijo sus repertorios expresivos, aquellas actuaciones alumbren en la mente del niño los mismos significados que tienen en la suya. Las madres, por su parte, tienen la incertidumbre de que las relaciones del niño se dirigen a ellas, y pretenden además convertirlas en mensajes concretos porque interpretan la conducta como la de una persona. Esta manera de proceder de la madre, es decir la de tratar al bebé como si ya fuera un ser humano con intenciones, deseos y sentimientos semejantes a los del adulto, pone en marcha formas emergentes de comportamiento comunicativo en el niño, porque el bebé comienza a utilizarlas de acuerdo con su uso. Hacia los 9 meses el niño estrena la capacidad de difundir sus intereses de siempre hacia las personas, con su curiosidad nueva por el mundo de los objetos a su alcance. Se trata de la intersubjetividad secundaria, pues, según Trevarthen (1982), la comunicación entre el bebé y el adulto gira alrededor de la relación entre ambos y no en torno a objetos y situaciones externas. La madre ya no es solamente quien cuida, protege, alimenta, etc., es alguien de quien se quiere aprender algo sobre el mundo de los objetos de su entorno. La atención del niño ha ganado en consistencia, se perfilan Universidad Pontificia de Salamanca 12 sus habilidades expresivas y se abre a ese citado mundo de los objetos materiales de su entorno. La madre se comporta como una maestra para su pequeño, a partir de ese momento se da un “compartir significados”. La intersubjetividad implica ser capaz de asumir que el sentido que un objeto o suceso tiene para una de las partes es el mismo que tiene para la otra. Pero el desarrollo de este nivel de intersubjetividad se da una vez que se hayan establecido previamente rutinas de interacciones regulares (Bruner, 1975 citado por Vila 2008). Hacia los 6 meses, el mundo de los objetos cobra gran interés y se incorpora a la relación de interacciónes bebé-adulto-objeto, se implican conjuntamente en una serie de juegos que adoptan la forma de rutinas, cuyas variaciones son predecibles para los bebés. Las actividades son generalmente las mismas y ejecutadas en idéntico orden. Estos juegos (cucú-tras) posibilitan que el bebé reconozca la pertinencia y la adecuación de sus conductas en relación con la de sus cuidadores (Vila, 1990). Bruner (1986) matiza que el objetivo de la referencia es indicar a otro, por algún medio efectivo, cuál de los objetos de un conjunto o qué estado o qué acción es destacable dentro del abanico de actividades que el niño está llevando a cabo en un momento determinado. La madre está pendiente de hacia donde se orienta la mirada del niño para inferir qué le interesa. Desde los 5 o 6 meses el bebé puede hacer converger la suya allí donde el adulto la tiene fijada. El niño es capaz de emplear al adulto como un medio para obtener un objeto, como tambien puede emplear un objeto como medio para atraer al adulto. Un poco más tarde va a surgir el gesto de señalar con el dedo, para Bruner (1986, p.94) este gesto tiene la virtud de “aposentar la atención del niño en el lugar en que la madre asienta la suya propia”. Perinat (1986) dice que el pequeño, poco a poco, adquirirá este gesto por imitación, asimilando también su significado. Debemos de incidir en el hecho de que la comunicación del niño, a pesar de ser expresiva y que se vaya entendiendo mejor, no está envuelta de intersubjetividad, ni existe en ella una referencia en el sentido pleno de la palabra. Teniendo en cuenta autores como Perinat (1986), Vila (1990) y Bruner (1986) diremos que esta etapa de aprendizaje es anterior a la aparición del lenguaje propiamente dicho y se cumple mediante gestos, vocalizaciones, etc…, pero es imprescindible para que el lenguaje pueda llegar a aparecer. Las primeras palabras, como veremos en el siguiente epígrafe, aparecen alrededor de los 12 meses. La palabra expresa lo mismo Universidad Pontificia de Salamanca 13 que los gestos anteriores, pero ahora el niño comprende que dicho procedimiento es más eficaz y más económico que ejercitar una larga secuencia de gestos y acciones. 3.2. ETAPA LINGÜÍSTICA. En este apartado abordamos el desarrollo de la comunicación lingüística, que abarca desde los primeros años de vida hasta la adquisición completa del lenguaje. Este aprendizaje es posterior a la etapa prelingüística y se cumple mediante las primeras palabras que aparecen alrededor de los 12 meses. El cambio que surge de la etapa prelingüística a la etapa lingüística se da de manera progresiva, por lo que el niño comienza a sustituir gestos, mímicas, etc…, por palabras hasta llegar a la construcción de frases. Además de aprender de las reglas que rigen la comunicación y de expresar paulatinamente sus propias intenciones comunicativas, el niño ha desarrollado también, durante el primer año, sus competencias de discriminación auditiva y de producción de sonidos. Como bien hemos explicado anteriormente, alrededor de los doce meses el niño comienza a expresar sus intenciones comunicativas a través de palabras. Este comienzo es lento durante los primeros meses, por el contrario, a partir de los dos años, el vocabulario aumenta rápidamente y las combinaciones de palabras son cada vez más complejas y elaboradas (Valmaseda, 2007). Normand (2001) dice que “El desarrollo fonológico revela la existencia de un sistema propio del niño, que se manifiesta sobre todo en las modificaciones sistemáticas que aquél introduce en las palabras del adulto. El habla del bebé se caracteriza por las siguientes modificaciones: una forma sintagmática, con reduplicaciones y omisiones; una forma paradigmática con sustituciones y una forma a la vez sintagmática y paradigmática con asimilaciones o realizaciones disociadas de los rasgos pertinentes”. El bebé, desde los inicios del desarrollo, es capaz de decir algunos sonidos de la lengua, continuando con la producción de sílabas y palabras y por último con la realización de frases. El desarrollo fonológico, por tanto, está referido a la capacidad que tenemos los seres humanos para percibir los sonidos de nuestro medio, discriminar algunos fonemas de otros y reconocer unidades mayores de la lengua como las palabras. Universidad Pontificia de Salamanca 14 Como bien hemos dicho anteriormente, el niño es capaz de comunicar desde edades muy tempranas. Alrededor del primer mes de vida el niño puede discriminar auditivamente los sonidos producidos en su lenguaje, aunque no es capaz de emitirlo de igual manera. Los bebés muestran predilección por atender al habla humana y no presentan dificultades para la discriminación, la entonación, la melodía y los fonemas de su lengua. Acabamos de referirnos a la dimensión comprensiva del aspecto fonético-fonológico del desarrollo lingüístico, a continuación, vamos a realizar unas consideraciones generales, referidas a la dimensión expresiva de la misma, reflejadas en el cuadro que se incluye en la siguiente tabla: Tabla 3.2.1. Hitos en la dimensión expresiva. Producción del habla 0 a 6 meses. Valoraciones no lingüísticas relacionadas con el hambre, dolor, placer … Vocalizaciones no lingüísticas que suelen formar parte de las protoconversaciones con el adulto. 6 a 9 meses. Balbuceo constante, curvas de entonación, ritmo y tono de voz variado y aparentemente lingüístico. 9 a 18 meses. Segmentos de valorización que parecen corresponder a palabras. 18 meses. Construcción del sistema fonológico. Puesta en marcha de procesos fonológicos: sustituciones y simplificaciones de la estructura silábica. Alrededor del primer año de vida surge la fonología de las primeras 50 palabras. Hasta entonces el vocabulario del niño es reducido, emplea solamente unos cuantos sonidos, puesto que el repertorio de fonemas es aún limitado. Posteriormente el niño cuenta con un aumento del vocabulario, apareciendo producciones de dos o más palabras a pesar de que no usan nexos. Por otro lado haremos mención del desarrollo semántico, es decir la adquisición del vocabulario y significado de las palabras. Las primeras palabras pronunciadas por el niño tienen la función de designar, expresar y dar órdenes. Es necesario conocer el Universidad Pontificia de Salamanca 15 contexto para poder interpretarlas. Generalmente están constituidas por dos sílabas idénticas, formadas por una consonante y una vocal, en la mayoría de los casos. El niño las utiliza para designar toda una gama de objetos, basándose en una impresión global de parecido (Normand, 2001). Utiliza una misma palabra para designar a todos aquellos objetos o personas que cumplan las mismas características. Un claro ejemplo es que suelen llamar mamá a todas las mujeres, podemos decir que una misma palabra la pueden utilizar en muchas situaciones y contextos. Clark (1974), citado por Normand (2001, p.32), afirma que “las primeras palabras se afinan a medida que el niño adquiere otras palabras y percibe las diferencias entre los objetos y las situaciones”. El acceso a las primeras palabras presupone en el niño el conocimiento de los objetos y acontecimientos de su medio. La base léxica del lenguaje del niño está constituida por un sistema, limitado pero abierto, que codifica los objetos familiares concretos, es decir, personas de su entorno, acciones que las personas efectúan sobre los objetos y los sentimientos inmediatos de esas personas. La utilización y la frecuencia de las palabras varían mucho según los niños. Puede suceder que el vocabulario esté formado por nombres, mientras que otro niño incluya, por el contrario, abundantes palabras portadoras de una connotación social. Estas variaciones reflejan probablemente las condiciones de vida determinadas por el entorno particular de cada niño y así mismo por factores inherentes a su personalidad. Los primeros significados que las palabras tienen para los niños no se corresponden necesariamente con los significados que esas mismas palabras tienen para los adultos, por lo que los significados son más restrictivos. Pereira (1995) dice que las primeras palabras que producen los niños se diferencian de las adultas en su pronunciación, pero también en su significado subyacente. Autores como Bloom (1970), Vihman (1985), Espéret (1990) y Tourette (1990), citados por Normand (2001), concluyen que evidentemente no todos los niños siguen la misma vía para construir el lenguaje, ya que va a depender del entorno que lo rodee. Aproximadamente, a la edad de 2 o 3 años, el niño es capaz de juntar dos o más palabras con el fin de comunicar aquello que quiere o desea. Comienza a realizar producciones derivadas del lenguaje del adulto, éstas muy cortas y sencillas, que posteriormente van aumentando en complejidad hasta llegar a formar una estructura gramatical correcta. Los niños a estas edades presentan ciertas dificultades para Universidad Pontificia de Salamanca 16 mantener el patrón silábico de la palabra. Su lenguaje en edades tempranas es muy limitado, realizando la mayoría de las producciones por repetición. En el comienzo, el niño realiza frases simples, posteriormente es capaz de realizar frases gramaticalmente correctas, de manera espontánea y con mayor complejidad sintáctica. A continuación, en la siguiente tabla se esquematiza la secuencia evolutiva que siguen los niños en el uso de varios morfemas. No es necesario detenerse mucho en algunos de los hitos señalados, pues es fácil su comprensión. Tabla 3.2.2. Adquisición de los primeros morfemas 18-24 meses Formas a veces no diferenciadas de los primeros artículos Primeras formas sistemáticamente de plural usadas Primeras formas de artículo determinado e indeterminado (no todas). Uso de algunos preposiciones (a, de, en, por) Uso no diferenciado de los diminutivos 24-36 meses Uso anecdótico de pronombres posesivos y personales (¡mío!, a mi ….) Uso sistemático de los plurales en nombres, determinantes, adjetivos, etc. Variación adecuada en los determinantes Primeras variaciones de los tiempos y persona verbales Variación de género en los sustantivos, adjetivos y artículos. Mayor variedad de preposiciones y adverbios (desde, con para, sin, allí, como, ahora, etc.) Uso diferenciado de los demostrativos y adverbios de lugar Uso de auxiliares Universidad Pontificia de Salamanca 17 Uso sistemático de personales y posesivos pronombres Aparición de las primeras variaciones de modo Aparición de los tiempo compuestos Errores de sobrerregularización 38-48 meses Uso sistemático de los tiempos, personas y modos verbales Uso productivo de los aumentativos y diminutivos Uso frecuente de adverbios, preposiciones; aparecen antes, entonces, después, etc. Errores de sobrerregularización que serán dominados después de los 6 años. Basado en Aparici, Díaz y Cortés, 1996; Fernandez, 1994; Hernández Pina, 1984; Pérez Pereira, en prensa; Serrat y Serra, 1996. En siguiente tabla quedarán reflejadas las edades y características que presentan los niños durante el desarrollo sintáctico. En ella podremos observar los progresos y la mejoría sintáctica que realizan los sujetos comenzando a los 12 meses de edad. Tabla 3.2.3. Desarrollo sintáctico del niño Etapas 1ª etapa Características No muestran conocimientos sintácticos. Emisiones de una sola palabra o frases hechas. 2ª etapa Comienza con las primeras palabras combinaciones de palabras en frases incompletas. Las primeras realizaciones sintácticas están restringidas a ciertos Universidad Pontificia de Salamanca 18 elementos léxicos. Sensibilidad a los fenómenos de concordancia de número y género. 3ª etapa Primeras oraciones simples completas. Categoría nominal. concordancia negativas de e Dominio número. de la Oraciones interrogativas simples. Primeras oraciones en subjuntivo. 4ª etapa Categoría verbal. Oraciones interrogativas con pronombre. Uso de las primeras oraciones subordinadas. coordinadas Dominio de y la concordancia de género. Dominio de la morfología verbal y nominal básica. 5ª etapa Utilización de toda la variedad de oraciones subordinadas. Control de la corrección gramatical. Dominio de la selección de modo. 6ª etapa Comprensión de oraciones pasivas irreversibles y, más tarde, reversibles. Correcta comprensión de oraciones que vulneran el orden oraciones básicos estándar y complejas. de conectado elaboración (diferenciación otras Mecanismos del del discurso primer plano y el fondo narrativo). Tomado de Aguirre, 1995; Aparici y otros, 1996; Hernández Pina, 1984; Mariscal, 1997; PérezLeroux, 1998; Pérez Pereira y Castro, en prensa. Otro aspecto del lenguaje es la pragmática, es decir el uso que hace el niño con respecto al lenguaje. Las primeras investigaciones sobre el desarrollo de las aptitudes para comunicarse fueron efectuadas, según Normand (2001), por Piaget (1923), que “concluyó que el niño es inferior al adulto en los que se refiere a la utilización de las funciones pragmáticas”. Piaget (1923, citado por Normand, 2001, p.38) dice que el lenguaje de los niños, durante las primeras edades, no contiene todas las informaciones necesarias para la buena comprensión del oyente. Alrededor de los 6-7 Universidad Pontificia de Salamanca 19 años el niño desarrolla su capacidad para establecer diferencias entre su percepción y la de los otros. A continuación explicaremos en el siguiente apartado el desarrollo del lenguaje patológico, en el que seguiremos una estructura similar a la utilizada anteriormente. Haremos referencia a la patología del Trastorno del Espectro Autista, teniendo en cuenta tanto las necesidades como las capacidades de estos niños. Universidad Pontificia de Salamanca 20 4. PROCESO PATOLÓGICO DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE. En este apartado expondremos el proceso patológico del desarrollo del lenguaje, haciendo referencia a la patología del Trastorno del Espectro Autista, que es: “ un trastorno nuevo del DSM-5 que abarca el trastorno autista (autismo), el trastorno de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el trastorno de Rett y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado en otra categoría que antes figuraban en el DSM-IV. El trastorno del espectro autista se caracteriza, por el déficit en dos ámbitos básicos: deterioro en la comunicación e interacción social y patrones de comportamiento, actividades e intereses repetitivos y restringidos” (DSM-V: Asociación Americana de Psiquiatría 2014). “Son autistas aquellas personas que resultan opacas e impredictibles, personas que viven como ausentes -mentales ausentes- a las personas presentes, y que por todo ello se sienten incompetentes para regular y controlar sus conductas por medio de la comunicación” (Rivière, 2002, p.330). La mayoría de los niños adquieren el lenguaje sin que nadie sepa en realidad cómo lo hacen. Desafortunadamente, algunos niños no aprenden a hablar por sí mismos y necesitan ayuda. En el pasado, los lingüistas y psicólogos estudiaron el lenguaje, y describieron el orden en que los niños normales lo adquieren. Tomando como base estas observaciones, los investigadores frecuentemente han hecho suposiciones sobre el por qué y el cómo de la adquisición del lenguaje en los niños. Los niños con autismo severo tienen poco interés en la interacción social, están apagados y ensimismados, y pueden resistirse a ser abrazados y ser conscientes de las actividades y del estado de ánimo de los otros. A menudo no responden con seguridad cuando se les llama o pueden fijar la mirada con expresión vacía. Los niños, afectados menos severamente, pueden ser cariñosos pero según sus condiciones, esto es sólo con personas seleccionadas y cuando ellos quieran; o de forma indiscriminada e inapropiada. Los niños autistas hiperverbales pueden hablar incesantemente sobre un tema de su elección, ignorantes de que los otros pueden no compartir su interés. Algunos niños autistas son excesivamente tímidos y miedosos, no saben cómo entrar en interacción con sus compañeros y son socialmente torpes y rígidos (Rapin, 2001). Universidad Pontificia de Salamanca 21 Debemos reseñar que es muy importante realizar una intervención temprana, específica y personalizada, tanto para el niño como para su familia, ya que conduce a una mejoría. A pesar de ser necesaria la detección temprana, a muy pocos niños con sospecha de TEA se les deriva a servicios especializados antes de los 3 años de edad. 4.1. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DEL TEA. A continuación expondremos los criterios diagnósticos del Trastorno del Espectro Autista recogidos en el DSM-5 (2014). “Deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social en diversos contextos, manifestado por lo siguiente, actualmente o por los antecedentes (los ejemplos son ilustrativos pero no exhaustivos): Las deficiencias en la reciprocidad socioemocional varían, por ejemplo, desde un acercamiento social normal y fracaso de la conversación normal en ambos sentidos, pasando por la disminución e intereses, emociones o afectos compartidos, hasta el fracaso en iniciar o responder a interacciones sociales. Las deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción social varían por ejemplo, desde una comunidad verbal y no verbal poco integrada, pasando por anomalías del contacto visual y del lenguaje corporal o deficiencias de la comprensión y el uso de gestos, hasta una falta total de expresión facial y de comunicación no verbal. Las deficiencias en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de las relaciones varían, por ejemplo, desde dificultades para ajustar el comportamiento en diversos contextos sociales, pasando por dificultades para compartir juegos imaginativos o para hacer amigos, hasta la ausencia de interés por otras personas. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades, que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por antecedentes (los ejemplos son ilustrativos pero no exhaustivo): Movimiento, utilización de objetos o habla estereotipada o repetitiva (por ejemplo estereotipias motoras simples, alineación de los juguetes o cambio de lugar de los objetos, ecolalia, frases idiosincráticas) Universidad Pontificia de Salamanca 22 Insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad de rutinas o patrones ritualizados de comportamiento verbal o no verbal (por ejemplo gran angustia frente a cambios pequeños, dificultades con las transiciones, patrones de pensamiento rígidos, rituales de saludo, necesidades de tomar el mismo camino o de comer los mismos alimentos cada día). Intereses muy restringidos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad o foco de interés (por ejemplo fuerte apego o preocupación por objetos inusuales, intereses excesivamente circunscritos o perseverantes). Hiper – o hiporreactividad a los estímulos sensoriales o interés inhabitual por aspectos sensoriales del entorno ( como por ejemplo indiferencia aparente al dolor/ temperatura, respuestas adversas a sonidos o texturas específicos, olfateo o palpación excesiva de objetos, fascinación visual por las luces o el movimiento. Los síntomas deben estar presentes en las primeras fases del periodo de desarrollo (pero pueden no manifestarse hasta que la demanda social supera las capacidades limitadas, o pueden estar enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la vida). Los síntomas causan un deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. Estas alteraciones no se explican mejor por la discapacidad intelectual (trastorno del desarrollo intelectual) o por el retraso global del desarrollo. La capacidad intelectual y el retraso del espectro autista con frecuencia coinciden; para hacer diagnósticos de comorbilidades de un trastorno del espectro autista y discapacidad intelectual, la comunicación social ha de estar por debajo de lo previsto para el nivel general de desarrollo”. 4.2. TEORÍAS EXPLICATIVAS DEL AUTISMO El autismo se define, a nivel de comportamientos, en base a alteraciones en la socialización, la comunicación y la imaginación, que implican en el juego creativo que sea sustituido por intereses repetitivos y estereotipados (DSM-V: Asociación Americana de Psiquiatría 2014). Universidad Pontificia de Salamanca 23 Las teorías psicológicas del autismo tratan de explicar este conjunto de síntomas concurrentes en base a determinadas características cognitivas subyacentes, que a su vez son el resultado de las múltiples causas biológicas en el trastorno. A continuación ilustraremos las teorías psicológicas más actuales del autismo, que tratan de explicar este conjunto de síntomas concurrentes y, en consecuencia, el trastorno del autismo desde diversos puntos de vista. Por un lado postulamos la aproximación mentalista, que incluye la Teoría de la Mente (Baron-Cohen, 1998), que se entiende como la capacidad para atribuir estados mentales a los demás o a uno mismo; por otro lado, hablaremos de la Teoría de la Coherencia Central (Happé, 1998), que plantea un desequilibrio específico en la integración de la información, cuyo proceso se encuentra alterado en el autismo. Haremos referencia a la aproximación no mentalista, en la que situaremos la Teoría Socio-Emocional (Hobson, 1998), que propone un déficit más profundo a nivel afectivo e interpersonal y la Teoría de la Función Ejecutiva (Rusell, 2000), que indica como causas primarias en el espectro autista, un déficit en la función ejecutiva responsable del control y la inhibición del pensamiento y la acción. Todas las hipótesis, tanto en las teorias mentalistas como en las no mentalistas, no son excluyentes, sino que tratan de dar cuenta de los déficits subyacentes en las conductas de las personas con autismo. Estudian diferentes aspectos de un mismo fenómeno y nos facilitan información sobre las capacidades y necesidades de las personas con TEA, que serán objeto de nuestra intervención. A la vez, estas teorías nos proporcionan instrumentos específicos para evaluar e intervenir de forma eficaz. 4.3. TRASTORNO DEL LENGUAJE EN NIÑOS CON TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA. Las personas con Trastorno del espectro autista (en adelante, TEA) suelen presentar un déficit en el área del lenguaje y la comunicación social, sea cual sea su nivel cognitivo y su sintomatología. Dicho trastorno abarca desde ausencias de conductas con intencionalidad comunicativa hasta el empleo de actitudes con mayor complejidad funcional y formal. Los niños con TEA presentan dificultades en el lenguaje, Universidad Pontificia de Salamanca 24 principalmente en los componentes semánticos y pragmáticos. “Cuando se han evidenciado los trastornos del lenguaje en los niños autistas, se ha verificado que en general no difieren de los que pueden presentar los niños no autistas, por lo menos en sus aspectos formales” (Artigas, 1999, p.119). 4.3.1. Etapa prelingüística En este apartado, hablaremos del desarrollo lingüístico comunicativo que se lleva a cabo en niños que presentan el Trastorno del Espectro Autista, y analizaremos las conductas del bebé que se producen alrededor del primer año de vida, donde se dan las condiciones necesarias para que se establezcan las bases de la comunicación. Siguiendo autores como Riviére (1997), decimos que el bebé durante los primeros meses parece no reaccionar ante ciertos patrones tanto visuales como auditivos. El lactante, desde edades muy tempranas, parece no mostrar una preferencia por el adulto y diversos estímulos, por lo que se manifiesta una ausencia de conductas intencionadas, ya que no interactúa con el mundo que le rodea; por ello podemos decir que tienen una ausencia de los declarativos y de los protoimperativos, pues no tienen en cuenta la atención del otro antes de iniciar un gesto de petición, con lo que no se producen diálogos primitivos entre el bebé y el adulto. Los actos comunicativos, cuando se llevan a cabo, van acompañados de expresiones neutras de afecto, además de presentar una falta de respuesta a señales emocionales positivas en situaciones de acción conjunta. Los niños autistas son muy distantes y nada participativos ya en edades tempranas, aunque se puede observar que responden con una sonrisa, tienden a seguir los juegos levantando la mano para que se les hagan cosquillas, y les gustan las interacciones diádicas, sobre todo con conocidos. Manifiestan una preferencia por interactuar con las madres y padres, y después con los adultos de referencia más cercana. La relación que los niños autistas tienen con los extraños es claramente diferente de la que mantienen con personas significativas para ellos. Al contrario de lo que suele pensarse, sí parece posible que estos niños desarrollen unas relaciones equilibradas con los demás. Las madres de los niños autistas con unas relaciones afectivas estables parecen más sensibles a sus necesidades durante Universidad Pontificia de Salamanca 25 el juego, responden a las indicaciones de su hijo, y elaboran y felicitan sus comportamientos. Como habíamos dicho anteriormente, los niños autistas tienen la capacidad de realizar una interacción diádica, pero siempre en circunstancias en las que el adulto participa activamente con ellos. Los problemas se incrementan cuando la interacción no está estructurada. En situaciones no organizadas, los niños autistas son menos propensos a participar en la interacción social y juegan incluso menos con los objetos. La interacción que fracasa en los niños con Trastorno del Espectro Autista en la relación triádica, es debido a que presentan dificultades para combinar la atención hacia las personas y hacia un objeto. No solo tienen problemas en iniciar este tipo de interacciones sino también en responderlas. A través de la referencia social, el niño trata de saber qué se debe sentir o cómo se puede actuar ante un estímulo social. De esta forma, los niños aprenden cómo comportarse y cómo actuar en determinadas situaciones. Los niños con autismo tienden a no mirar a la cara en busca de información. No recurren o no tienen en cuenta a otra persona para entender y/o resolver una situación de miedo, alegría o ambigua (Riviére, 1997). Todo lo que hemos visto de los problemas sociales del niño autista nos lleva a esperar que tengan dificultades en la forma de abordar los conflictos interpersonales y escaso autocontrol. Se pueden observar cambios bruscos de humor (labilidad emocional); a veces se muestran hiperactivos, no cooperan y manifiestan conductas de oposición. Tienen frecuentes rabietas sin causas aparentes. Son niños hipersensibles a ciertas texturas y además se observa en ellos gran alteración ante situaciones inesperadas. Los niños autistas presentan un déficit para centrarse en la globalidad, puesto que su fijación la centran en los detalles, como por ejemplo en el caso de las caras, mostrando indiferencia ante las expresiones faciales. No reaccionan ante los aspectos rítmicos del habla a pesar de escuchar la voz de su madre, que generalmente como habíamos comentado en apartados anteriores suelen tener unas características muy particulares. Presentan dificultades para mantener los turnos que posteriormente se verán reflejados en el juego. Los niños con autismo no se ven en la necesidad de compartir sus intereses con los otros; generalmente hacen un uso de los objetos de manera Universidad Pontificia de Salamanca 26 inapropiada y estereotipada. Realizan una manipulación y mantienen un interés por los objetos muy diferente al que tendría otro niño. El bebé no tiene una predisposición para interactuar con el medio, manifiesta una ausencia de habilidades de atención conjunta como la mirada referencial. A pesar de todo lo expuesto, los niños autistas son comunicativos, aunque ciertamente presentan un déficit en el desarrollo y adquisición del lenguaje. A continuación, en el siguiente apartado, haremos referencia a la etapa lingüística en la que ya se da la existencia de un lenguaje oral aunque poco comunicativo. 4.3.2. Etapa lingüística. En este apartado nos introduciremos en el desarrollo patológico de la comunicación lingüística. Hablaremos de las diferentes áreas que componen el lenguaje, haciendo referencia a la presencia de los déficits que presentan las personas con Trastorno del Espectro Autista. 4.3.2.1. Desarrollo fonológico. Los niños autistas son capaces de adquirir el repertorio fonético de nuestra lengua. Unas veces podemos encontrarnos a niños que presentan una adquisición rápida y con un ritmo muy similar al de otros niños, y otras veces justo lo contrario, niños que adquieren una fonética y una fonología adecuada aunque con un proceso de aprendizaje más lento. Rapin (2001) señala que numerosos investigadores indican que la adquisición del lenguaje en niños autistas se ve retrasada más que desviada, aunque es una controversia que aún no ha sido resuelta. En base a las aportaciones de Rapin (2001), debemos concluir que la fonología no presenta anomalías significativas en cuanto a la adquisición y discriminación de sonidos. Universidad Pontificia de Salamanca 27 4.3.2.2. Desarrollo morfosintáctico. Se ha destacado a las personas con autismo por presentar una rigidez estructural, empleo de expresiones poco originales y escasa variación morfosintáctica de su lenguaje. Mantienen una producción verbal idéntica a la original, es decir a la dada por un adulto, y con escasa variación en distintos contextos conversacionales. 4.3.2.3. Desarrollo pragmático. Los niños autistas tienen un claro déficit pragmático, que se caracteriza por la presencia de ecolalias, inversiones pronominales y dificultades en la prosodia, por lo que no hacen uso del habla con finalidad comunicativa. Las ecolalias constituyen un elemento presente en el desarrollo del lenguaje, se producen entre los dos y los dos años y medio. En el caso de los niños con autismo se puede considerar como parte de un uso estereotipado y repetitivo del lenguaje. Las inversiones pronominales se han considerado como una de las conductas típicas de los niños autistas, por lo que creemos que las dificultades que se producen en el uso de los pronombres pueden tener una relación directa con las dificultades en la interacción social. Un oyente no podría servirse de la prosodia usada por el niño autista para entender su estado psicológico. Además, presentan falta de espontaneidad y pocos inicios conversacionales, además de tener una escasa respuesta a los intentos comunicativos de los demás y tienen dificultad para establecer turnos de conversaciones. Tienen problemas para entender y comprender la información que le transmite su interlocutor en un momento determinado. Sus temas de conversación generalmente son restringidos con mala organización del discurso, debido a la dificultad que presentan para transmitir sus pensamientos. El discurso no se acompaña de señales extralingüísticas como gestos, mímicas, etc..., y cuentan con una alteración en la prosodia que abarca ritmo, entonación e intensidad. Universidad Pontificia de Salamanca 28 4.3.2.4. Desarrollo semántico. Los niños autistas pueden adquirir y desarrollar un cierto nivel semántico y reconocer generalmente el significado de las palabras. Sin embargo, su vocabulario es muy reducido y empobrecido, y está limitado a significados concretos, teniendo dificultades para la adquisición de conceptos abstractos, es decir, emociones, sentimientos, conceptos espaciales, etc. Los niños autistas tienen un déficit en la comprensión literal de la información y en la comprensión global de un contexto o frase. Presentan dificultades para entender el significado de una palabra dentro de una frase, además de presentar problemas con las categorías deícticas. Los niños autistas tienen dificultades con aquellos conceptos denominados abstractos, y un ejemplo de ello son las emociones. Usan escasos verbos en su lenguaje, en general aparecen los verbos de acción teniendo dificultades para adquirir y utilizar los verbos que se refieren a estados internos y a sus cambios. Siguiendo a autores como Artigas (1999) y Rapin (2001), llegamos a la conclución de que el niño con trastorno del espectro autista presenta déficit en la comunicación e interacción social. Los niveles de afectación del niño con autismo dependerá de cada sujeto y de la estimulación que el bebé haya recibido anteriormente. Es de gran importancia que los niños con trastorno del espectro autista obtengan una estimulación temprana, en la que se tenga en cuenta tanto al bebé, como a la familia y al entorno. Debemos de mantener un contacto con los familiares aportándoles una información sencilla, objetiva y veraz que les ayude a canalizar sus sentimientos. Cada familia necesita un tiempo para superar el impacto emocional y adaptarse a la nueva situación. El trabajo a edades tempranas facilita un mayor aprendizaje del niño debido a la plasticidad neuronal que se produce durante los primeros años. El objetivo principal de una atención temprana es fomentar al máximo el desarrolllo de sus capacidades, facilitando la integración al medio además de alcanzar un grado de autonomía en todos los ámbitos. Tras conocer el desarrollo lingüístico comunicativo que se produce en niños con autismo teniendo en cuenta tanto sus capacidades y sus dificultades, procedemos a explicar en el siguiente apartado un análisis comparativo en el que expondremos tanto Universidad Pontificia de Salamanca 29 las diferencias como las similitudes que presentan los niños con Trastorno del Espectro Autista con niños control. Universidad Pontificia de Salamanca 30 5. ANÁLISIS COMPARATIVO: DESARROLLO DEL LENGUAJE NORMAL Y PATOLÓGICO. En este capitulo realizaremos un análisis comparativo entre los desarrollos normal y patológico, tomando como referencia el Trastorno del Espectro Autista. La información la hemos clasificado en las dos etapas que componen el desarrollo del niño. 5.1. ETAPA PRELINGÜÍSTICA En primer lugar, haremos referencia a los hitos evolutivos que surgen en la primera etapa del desarrollo, conocida como etapa prelingüística. Los primeros años de vida son cruciales, se dan las condiciones necesarias para que se establezcan las bases comunicativas sobre las que se asienta el desarrollo lingüístico posterior. En esta etapa la intervención del adulto juega un papel fundamental, tanto en el desarrollo patológico como en el no patológico. La función del adulto consiste en “andamiar” los progresos del niño, estimular al bebé para que sea capaz de realizar aquello que puede y dotar de intencionalidad comunicativa cualquier gesto o acción que realice el lactante. Entre las conductas rítmicas del recién nacido, nos detenemos, por su importancia para el desarrollo de la comunicación, en la succión alimenticia, donde se establecen los primeros “turnos de interacción” entre la madre y el niño, que posteriormente se verán reflejados mediante el juego. Los niños con TEA presentan dificultades para mantener los turnos de interacción, no se ven en la necesidad de compartir sus intereses con los otros. Generalmente hacen un uso de los objetos de manera inapropiada y estereotipada, la manipulación y el interés que mantienen por los objetos es muy diferente al que tienen los otros niños, pues los niños con TEA tienen impedimento para el juego simbólico, funcional y constructivo. El bebé no tiene una predisposición para interactuar con el medio, manifestando una ausencia de habilidades de atención conjunta. Los niños autistas, fundamentalmente los no verbales, tienen dificultades en el juego simbólico. La presencia de juego simbólico descartaría un diagnóstico de autismo, aunque su ausencia no implica que necesariamente el sujeto sea autista. Se considera que el juego simbólico es una de las primeras manifestaciones de la capacidad para tener una teoría de la mente, junto con las habilidades de atención conjunta. Universidad Pontificia de Salamanca 31 Los niños con autismo ya manifiestan carencias desde la manipulación simple de objetos, en la que no se observa ninguna conducta de exploración; en el juego funcional siguen haciendo un pobre uso de los objetos, estereotipados, mientras que en el juego simbólico, a veces, ni aparece, y cuando lo hace es muy pobre, con pocas sustituciones, sin utilización de agentes y sin, prácticamente, el menor atisbo de juego imaginativo. Por el contrario, los sujetos no autistas desarrollan desde edades muy tempranas el interés por los objetos, dándoles diferentes funcionalidades. El niño, en el momento del juego, pone en práctica sus habilidades imaginativas que fracasan notablemente en los niños con TEA. Valmaseda (2007) afirma que el niño muestra una facilidad por incorporarse al mundo que lo rodea, reaccionando ante patrones visuales y auditivos. Desde edades muy tempranas, el bebé muestra preferencia por el adulto y por diversos estímulos de su alrededor, posteriormente surgen las protoconversaciones en las que el niño hace uso del contacto ocular, gorjeos, etc. Por el contrario, siguiendo a Riviére (1997), hemos de confirmar que el bebé con trastorno del espectro autista (TEA), durante los primeros meses, parece no reaccionar ante estímulos visuales y auditivos, además de no mostrar una preferencia por el adulto y el mundo que le rodea. Manifiesta una ausencia de conductas intencionadas, por lo que no se producen diálogos primitivos entre el lactante y el adulto. Tienen ausencia de los declarativos y de los protoimperativos al no tener en cuenta la atención del otro antes de iniciar un gesto de petición. Autores como Perinat (1986) afirman que los niños son capaces de expresar sus necesidades básicas mediante las conductas afectivas. Discriminan las expresiones faciales, prefiriendo así expresiones que muestren alegría con respecto a todas las demás. Los niños reaccionan desde los primeros días a los aspectos rítmicos del habla, tomando como preferencia la voz de su madre, ya que adopta unas características particulares. El niño, desde edades muy tempranas, es capaz de interpretar las expresiones y manifestaciones de la madre; sin embargo en los niños con Trastorno del Espectro Autista se produce un proceso totalmente opuesto, porque presentan un déficit para centrarse en la globalidad, pues su fijación la centran en los detalles. No reaccionan ante los aspectos rítmicos del habla a pesar de escuchar la voz de su madre, que generalmente, como hemos comentado en apartados anteriores, suele tener unas características muy particulares. Universidad Pontificia de Salamanca 32 Perinat (1986) sostiene que el niño mantiene interés por el otro, responde a las incitaciones cariñosas e interpreta el rostro de la madre como una fuente de señales afectivas, que al mismo tiempo contribuyen a regular la interacción, denominadas intersubjetividad primaria, siendo en los niños autistas un proceso totalmente opuesto, ya que se observa un claro desinterés por los adultos desde edades muy tempranas. Hacia los 6 meses el mundo de los objetos cobra gran interés, creándose una nueva relación de interacción bebé-adulto-objeto. El niño con TEA hace uso de los jueguetes de manera llamativa, mostrando preferencia por objetos que requieran de un proceso repetitivo. Generalmente no se fijan en el objeto como globalidad sino en los detalles del mismo; por ejemplo, de un coche centrarían su atención en el movimiento de las ruedas. Presentan dificultades para inventar nuevos juegos, siendo incapaces de imaginar o crear nuevas situaciones o contextos. Los niños con TEA no muestran además ningún interés por compartir los objetos con el adulto. Prefieren los juegos en solitario, en los que no tenga que interactuar con el medio. El niño no se dirige al adulto durante el juego ni lo hace partícipe de su interés por el objeto. Los niños autistas generalmente no se acompañan verbalmente en el juego, simplemente se limitan, y centran toda su atención, únicamente en aquello que les interesa y no piden ayuda al adulto en el momento en el que no saben afrontar la situación o resolver el problema que tengan delante. En el desarrollo normal del niño, alrededor de los 8 meses se toma al adulto como un agente mediante el cual se puede conseguir ciertos fines. Hacia los 9 meses, el niño comienza a comunicar sus deseos con el fin de que el adulto les de cumplimiento. Su comunicación se realiza mediante los protoimperativos (Bates, 1976) y alrededor de los 12 meses el niño toma al adulto como alguien con quien compartir su información. Por el contrario, los niños con trastorno del espectro autista evitan los actos comunicativos y cuando se llevan a cabo van acompañados de expresiones neutras de afecto, además de presentar una falta de respuesta a señales emocionales positivas en situaciones de acción conjunta. El niño no se dirige al adulto para comunicar sus deseos e intereses, existe una ausencia de los protoimperativos, teniendo en cuenta que el bebé no busca al adulto para obtener aquello que desea. Trevarthen (1982) decía que hacia los 9 meses el niño estrena la capacidad de difundir sus intereses de siempre hacia las personas, con su curiosidad nueva por el mundo de los objetos a su alcance, esto se debe a la existencia de la intersubjetividad Universidad Pontificia de Salamanca 33 secundaria que, por el contrario, se halla ausente en niños con Trastorno del Espectro Autista. Los niños autistas tienen dificultades para mantener el contacto ocular con su interlocutor, cuando el adulto señala aquello por lo que el niño con TEA muestra especial interés, éste no mira a los ojos del adulto, ni a lo que señala, sino al movimiento que realiza con el dedo. Hemos hecho referencia a los principales hitos evolutivos que surgen en esta primera etapa, diferenciando el desarrollo normal del patológico. Existen desigualdades entre ambos niños, manifestándose alteraciones desde edades muy tempranas, siendo los propios familiares los que empiezan a notar conductas extrañas en el niño. A continuación, explicaremos los hitos evolutivos que surgen en la etapa lingüística, en la que niño comienza a hacer uso del lenguaje sustituyendo gestos por palabras. 5.2. ETAPA LINGÚÍSTICA. En esta etapa hablaremos de los principales hitos evolutivos, aludiendo a las subetapas que componen el desarrollo comunicativo lingüístico. En cada una de ellas haremos un breve resumen, diferenciando el desarrollo normal del patológico. En primer lugar, hablaremos del desarrollo fonológico, en el que diremos que no se encuentran diferencias significativas entre ambos niños. Los niños con Trastorno del Espectro Autista, a diferencia de los niños normales, presentan un proceso de adquisición más lento que el resto de niños. Son capaces de discriminar los sonidos de la lengua para construir unidades mayores como son las palabras. Rapin (2001) señala que numerosos investigadores sostienen que la adquisición del lenguaje en niños autistas se ve retrasada más que desviada, aunque es una controversia que aún no ha sido resuelta. En segundo lugar, haremos alusión al desarrollo morfosintáctico, en contraste con el desarrollo fonológico, que presenta evidencias claras respecto a los sujetos denominados “normales”. Las construcciones de frases comienzan mediante las combinaciónes de una o más palabras hasta la realización de frases simples. Posteriormente, el niño aumenta su nivel de dificultad mediante la evocación de frases subordinadas. Las expresiones que adoptan los niños desde un primer momento son percibidas auditivamente por el adulto, pero, a medida que la edad del niño avanza, éste crea sus propias frases y conceptos para transmitirlos al interlocutor. Por el Universidad Pontificia de Salamanca 34 contrario, en los niños con TEA se ha destacado la presencia de una rigidez estructural y el empleo de expresiones poco originales con escasa variación. Presentan dificultades para interactuar con el medio que les rodea y tienen problemas para comprender frases de alta complejidad debido a la literalidad de las palabras. Tienen especial dificultad para entender aquellas frases que impliquen doble sentido, metáforas, chistes, etc... En tercer lugar, el desarrollo semántico consiste en el significado de las palabras. Los niños, cuando son pequeños, presentan un número reducido de palabras que posteriormente se van aumentando de forma progresiva y rápida. Una vez que el niño cuenta con un repertorio de palabras, comienza a descubrir que una palabra puede adquirir diferentes conceptos dependiendo de cómo la digamos y con que entonación. Los niños autistas pueden adquirir y desarrollar un cierto nivel semántico, reconocer el significado de las palabras generalmente, pero, sin embargo, su vocabulario es muy reducido y empobrecido y está limitado a significados concretos, teniendo dificultades para la adquisición de conceptos abstractos, es decir de emociones, sentimientos, conceptos espaciales, etc. Presentan dificultades para entender el significado de una palabra dentro de una frase, además de tener problemas con las categorías deícticas. Los niños autistas muestran mayor dificultad para comprender conceptos abstractos que para entender los significados concretos de las palabras. Para finalizar hablaremos del desarrollo pragmático, que es el uso que el niño le da al lenguaje. Los niños, desde edades muy pequeñas, comunican y realizan pequeñas interacciones con el adulto. En edades más avanzadas, el niño hace partícipe al adulto de sus problemas y preocupaciones, es capaz de expresar sus emociones, sentimientos, etc..., realizando demandas y pidiendo ayuda en el momento en el que lo necesitan. Los niños autistas presentan un claro déficit pragmático desde edades muy tempranas, que se caracteriza por la presencia de ecolalias, inversiones pronominales y dificultades en la prosodia, ya que les resulta prácticamente imposible cambiar la entonación, melodía, etc... Cuando hacen uso del habla es para contar y hablar de sus intereses, por lo que no lo hacen con finalidad comunicativa. Presentan además falta de espontaneidad y pocos inicios conversacionales con escasa respuesta a los intentos comunicativos de los demás. No realizan actos comunicativos que impliquen peticiones de información y tienen problemas para entender y comprender la información que les transmite su interlocutor en un momento determinado, además de presentar problemas para mantener turnos conversacionales. Universidad Pontificia de Salamanca 35 Sus temas de conversación generalmente son restringidos, con mala organización del discurso debido a la dificultad que presentan para transmitir sus pensamientos. En esta segunda etapa hemos hecho referencia al lenguaje y, una vez más, hemos podido comprobar las diferencias existentes entre los desarrollos normal y patológico. Este tipo de niños presenta mayores dificultades en el desarrollo pragmático y semántico, teniendo menores problemas en el desarrollo fonético y morfosintáctico, puesto que su adquisición es similar al resto de sujetos. Los niños con TEA presenta unas características muy particulares con respecto a otros niños, aunque debemos de tener en cuenta que muchos de los rasgos autistas también pueden estar presentes en otros sujetos, ya que son de rasgo metabólico o genético. Universidad Pontificia de Salamanca 36 6. CONCLUSIONES Con este trabajo hemos querido aportar una visión comparativa, del desarrollo comunicativo y lingüístico, entre los niños con Trastorno del Espectro Autista y los demás niños, a los que hemos denominado “normales” por seguir un desarrollo generalizado y común a la mayoría de los niños. La elección de dicho trastorno ha sido por interés propio, ya que resultan llamativas las conductas y características adoptadas por niños con TEA. Del estudio y redacción de este trabajo podemos extraer las siguientes conclusiones: 1ª) Los niños con Trastorno del Espectro Autista son niños que llaman la atención desde edades muy pequeñas, sin duda por hallarse encerrados en su propio mundo. 2ª) En la etapa prelingüística, a diferencia de los niños normales, los niños con TEA, además de llamar la atención y de encerrarse en su propio mundo, evitan las relaciones sociales con sus iguales. 3ª) En la misma etapa prelingüística, estos niños muestran escaso interés por el mundo que les rodea y solo prestan atención a aquellos objetos que les resultan de su interés, con mayor preferencia por aquellos elementos que requieran de un uso repetitivo. 4ª) Los niños con TEA no hacen interacciones con los adultos al contrario que los niños normales que, en esta etapa, muestran especial interés por interactuar con el medio. Hacen uso de los objetos y en edades más avanzadas son capaces de compartir sus intereses con el adulto. 5ª) Ya en el etapa lingüística, ambos sujetos siguen el mismo curso, aunque con algunas diferencias, pues los niños con TEA, al contrario que el resto de sujetos, presentan serias dificultades para entender el doble sentido de las palabras y las frases, especialmente en las metáforas, chistes, etc …, además de tener dificultades para comprender lo que se les dice, por cuanto que estos niños adquieren un lenguaje y lo comprenden con un solo significado. 6ª) En la misma etapa lingüística, los niños con TEA presentan pocos inicios conversacionales y apenas interactúan con los adultos, por lo que, aunque hacen uso del lenguaje, éste es poco comunicativo. Universidad Pontificia de Salamanca 37 7ª) Los niños normales en esta etapa cuentan y narran determinados sucesos o acontecimientos, e interactúan con los adultos o con niños de su misma edad con el propósito de compartir sus intereses, mientras que en los niños con TEA nos podemos encontrar desde niños que presentan un vocabulario rico hasta niños con un verbo más empobrecido, al contrario que en los niños normales, que comienzan con un vocabulario muy simple y progresivamente, como consecuencia de su aprendizaje, lo van enriqueciendo. 8ª) Podemos concluir que todos los niños con TEA tienen algo en común: el déficit pragmático y el deterioro en las habilidades sociales. Todas estas características, citadas y abordadas en profundidad a lo largo de este trabajo, se basan esencialmente en la experiencia del día a día con los niños con TEA. Hemos de tener en cuenta, por ser de enorme importancia tanto para padres como para otros profesionales, que a cada niño debemos de analizarlo y tratarlo de forma individualizada, ya que no todos aprenden de la misma manera y al mismo ritmo, y cada uno tiene sus necesidades propias para poder avanzar en su desarrollo lingüístico y comunicativo. Con esto queremos decir que cada niño con TEA es único e incomparable, incluso con los que padecen su mismo trastorno, y cada uno, aunque se les someta a todos a una misma terapia, evolucionará de manera diferente. En definitiva, y como conclusión final de este trabajo, es fundamental reiterar la importancia de la detección precoz de las dificultades del lenguaje en los niños, ya que solo así estaremos en condiciones de poder evitar que el desarrollo del niño se produzca de manera tardía y se realice con la mayor normalidad posible dentro de las limitaciones que conlleva esta patología. Universidad Pontificia de Salamanca 38 7. 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