Universo cubista - Revista de la Universidad de México

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Universo cubista
José Gordon
Pablo Picasso, Pichón con guisantes, 1910-1911
BERNA, 1905.- Albert Einstein y su amigo
el matemático Michelangelo Besso se reúnen a tomar café y sostienen largas conversaciones en las cuales intentan imaginar
cómo se vería el mundo si uno se montara
sobre un rayo de luz o cómo se vería este
último si uno viajara a su lado.
Aunque nada hecho de materia puede
alcanzar la velocidad de la luz, en el cerebro
de Einstein fluían gedankenexperiments,
experimentos mediante el pensamiento,
para tratar de apreciar un paisaje y el transcurrir del tiempo a medida que aumenta
la velocidad. Leonard Shlan nos lo pinta
de esta manera:
Pablo Picasso, Desnudo en un butacón, 1909
Si un tren viajara a la velocidad de la luz
(trescientos mil kilómetros por segundos)
y desde éste observáramos una torre con
un reloj que marcara las doce del día, después de un minuto en nuestro reloj de
mano, el tiempo del reloj de la torre seguiría siendo el mismo. Paradojas de la relatividad. El pasado y el futuro fuera del tren
se vuelven un presente expandido. La torre
del reloj y el árbol veinte kilómetros adelante suceden simultáneamente.
Este viaje también crearía distorsiones
en las formas de los objetos ordinarios tal
como se ven a velocidades comunes. Si,
por ejemplo, el tren viajara a la mitad de
la velocidad de la luz, los objetos zumbantes que pasaran frente a nosotros
comenzarían a cambiar su forma, el paisaje observado por la ventana se alargaría
verticalmente. En velocidades más altas,
los ángulos rectos desaparecerían y se reemplazarían por arcos.
Otro efecto interesante sería la apreciación simultánea de más de una cara del objeto visto desde la ventana del tren. En
nuestro mundo cotidiano, dice Shlain,
para ver las otras caras de un objeto, el
tiempo debe transcurrir y nuestra posición
debe cambiar en el espacio. Desde el tren a
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altísimas velocidades, el frente y lo lateral
podrían apreciarse simultáneamente.
PARÍS , 1907.- Pablo Picasso y su
vecino Georges Braque conversan, discuten y buscan estilos
de pintura que requieren
una nueva forma de imaginar el espacio y el tiempo,
de tal suerte que el
espectador reconsidere
la naturaleza de la realidad.
Cuando exhiben
sus extraños trabajos,
el crítico Vauxcelles
comenta ácidamente:
“Estas nuevas obras
parecen un montón
de cubitos”. Sin querer, bautizaba así un
nuevo estilo de arte derivado de la geometría
del espacio: el cubismo.
En la pintura cubista, plantea Shlain, la realidad sólida y aprehensible,
ubicada en el espacio y fija
en el tiempo, se desmorona y
sus piezas no se pueden reintegrar. Los objetos fracturados en
esquirlas visuales se reacomodan para
que el observador no tenga que moverse
por el espacio en un determinada secuencia y periodo de tiempo. Los segmentos
visuales del frente, de la parte posterior, de
arriba, de abajo y de los lados de un objeto saltan para atrapar al ojo simultáneamente.
Picasso y Braque proponen que el observador puede apreciar todas las facetas
de un objeto a la vez; si es así, entonces está
viendo al espacio todo aquí. Señala Shlain:
El espectador salta a la inescapable conclusión de que la obra existe en un presente
continuo. El único lugar en el universo desde el cual un observador podría ver las ideas
expresadas en una pintura cubista sería desde la cabalgadura en un rayo de luz.
BUENOS AIRES, 1949.- Un escritor ciego
describe un cuadro cubista dentro de una
pequeña esfera tornasolada de casi intole-
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poráneo, vi un poniente en Querétaro que
parecía reflejar el color de un rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un
gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo
multiplican sin fin, vi caballos de
crin arremolinada, en una
playa del Mar Caspio en el
alba, vi la delicada osatura
de una mano [...] vi tigres,
émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas
las hormigas que hay en
la tierra, vi un astrolabio persa [...] vi la
circulación de mi
propia sangre, vi el
engranaje del amor y
la modificación de la
muerte, vi el Aleph,
desde todos los puntos,
vi en el Aleph la tierra,
vi mi cara y mis vísceras,
vi tu cara, y sentí vértigo y
lloré, porque mis ojos
habían visto ese objeto
secreto y conjetural, cuyo
nombre usurpan los hombres,
pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Georges Braque, Verre et Violon, 1913-1914
rable fulgor; en el Aleph, Borges pinta en
cada cosa infinitas cosas:
Yo claramente las veía desde todos los
puntos del universo. Vi el populoso mar,
vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres
de América, vi una plateada telaraña en el
centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables
ojos escrutándose en mí como en un espejo [...] vi a un tiempo cada letra de cada
página (de chico, yo solía maravillarme de
que las letras de un volumen cerrado no se
mezclaran y perdieran en el decurso de la
noche) [...] vi la noche y el día contem-
M ÉXICO , 1967.- León Felipe, cabalga en la luz y se asoma a lo que parece
ser el mismo universo cubista con distintas aristas poéticas:
La Poesía entera del mundo tal vez sea un
mismo y único poema. Yo pienso que es el
mito permanente, sin origen ni término y
sin causalidad ni cronología; un viento
encendido y genésico que da vueltas por la
gran comba del universo; algo tan objetivo, tan material y tan necesario como la
luz. ¡Tal vez sea la luz! ¡La luz! La luz en
una dimensión que nosotros no conocemos todavía.
Esa luz en donde Berna, París, Buenos
Aires y México son las diferentes caras de
cubos que marcan por siempre la misma
hora y el mismo tiempo: 1905, 1907, 1949,
1967. Para verlo, tendríamos que volvernos luz más veloz que la luz. Todo un
gedankenexperiment.
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