1 LATÍN II LA ORATORIA EN ROMA 1. INTRODUCCIÓN

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LATÍN II
LA ORATORIA EN ROMA
1. INTRODUCCIÓN. CARACTERÍSTICAS DEL DISCURSO ROMANO. TIPOS Y GÉNEROS
DISCURSIVOS.
Ya en los poemas homéricos se concede una gran importancia al don de la elocuencia que
tienen algunos de los personajes de Ilíada y Odisea.
En el momento en que se instauró la democracia en Atenas la oratoria echó raíces y en muy
poco tiempo tomó fuerza. Todo ciudadano tenía derecho a defender una postura o a sí mismo
ante un tribunal, del mismo modo que podía acusar a alguien si llegara el caso.
Se hace necesario así prepararse para ello, para persuadir o disuadir a otros ciudadanos, a
jueces, etc.
En Roma pronto surge la misma necesidad y son los rétores griegos los que se encargan de
instruirles en el arte del bien hablar. Llegaban a Roma a instancias de personas adineradas que
querían que sus hijos aprendieran este arte.
En un primer momento esto llegó a crear malestar entre la clase dirigente, pues consideraban
que se corrompían las virtudes antiguas y estos profesores de retórica griegos fueron
expulsados en el 141 a. C. por primera vez, y más adelante en el año 92 a. C.
Al final, y en un espacio relativamente corto de tiempo, se impuso la retórica sin problemas; de
hecho los políticos de la segunda mitad del siglo II a. C. dejan ver claramente una educación
marcada por este tipo de estudios.
Se abrían escuelas en Roma que basaban sus enseñanzas en la retórica griega pero adaptada al
gusto latino, dándole, como ya hicieron con otros géneros, un aspecto más práctico.
Los ejercicios de entrenamiento recibían el nombre de suasoriae y controversiae. En los
primeros se trataban asuntos tomados de la mitología griega, actitudes y decisiones de
protagonistas ante circunstancias que se les presentaban; los alumnos tenían que meterse en
el papel y argumentar la decisión final tomada por el personaje en cuestión. En los segundos,
para alumnos de más nivel, se practicaba con temas jurídicos y a tal efecto se llegaba incluso a
improvisar nuevas leyes, por supuesto inexistentes.
Con sumo interés aprendían de sus maestros de retórica cómo elaborar un discurso y sus
fases, que son las siguientes:
a.
b.
c.
d.
Inventio: Invención o búsqueda de los argumentos que se van a tratar.
Dispositio: Disposición u ordenación del material.
Elocutio: Elocución o forma verbal que hay que dar al contenido objeto del desarrollo.
Memoria: Memorización o normas para poder expresar todo lo que requiera la
ocasión convenientemente.
e. Actio o Pronuntiatio: Acción o pronunciación, guía para la ornamentación sirviéndose
del gesto y el tono de voz adecuados.
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Cada discurso, siempre según la retórica clásica, consta de las siguientes partes:
a. Exordium: Introducción en la que se expone ya el asunto intentando atraerse la
atención y benevolencia de los oyentes (captatio benevolentia).
b. Narratio: Exposición de los hechos y presentación de las causas favorables que
concurren en él.
c. Argumentatio: Argumentación, bien en defensa (confirmatio) o bien como refutación
(confutatio) de los argumentos en contra.
d. Peroratio: Conclusión de todo lo expuesto; se debía hacer con gran fuerza y convicción
para atraerse la atención del oyente y su favor.
Se distinguen en la retórica clásica tres tipos de discurso o genera causarum:
a. Genus demonstrativum: Demostrativo, discurso preparado para alabar o vituperar a
alguien.
b. Genus deliberativum: Deliberativo, para persuadir o disuadir a alguien de algo.
c. Genus iudiciale: Judicial o Forense, elaborado para defender o acusar ante un tribunal.
Conviene caer en la cuenta de que los discursos se componían para ser expuestos oralmente,
de modo que iban acompañados por gestos, inflexiones diferentes en el tono de voz, o pausas,
tan elocuentes muchas veces. Ahora bien, muchos discursos también se escribían para ser
publicados posteriormente y es así como nos han llegado. Es obvio que, en esencia, se trata de
los mismos discursos, pero no tienen la misma fuerza que debieron tener al ser pronunciados
ante una audiencia.
Cicerón en su Orator nos habla de los diferentes estilos o genera dicendi que podían seguir los
discursos:
a. Grandiloquens o grandioso, ampuloso.
b. Medium o intermedio.
c. Tenue o sobrio, sencillo.
También las escuelas que se van abriendo cultivan un estilo u otro, de modo que es la escuela
asianista la que defiende un estilo ampuloso, la rodia, intermedio, y, por último, la aticista,
sobrio.
La producción de oratoria en Roma fue variando a lo largo de las diferentes épocas, como el
resto de los géneros, pero quizá con mayor motivo, pues no puedo ser igual en la República y
en el Imperio, épocas en las que las libertades eran muy distintas.
2. ETAPA PRECLÁSICA
Lo que sabemos de la oratoria de esta época se lo debemos a Cicerón que nos lo expone en su
Brutus. Según él, las primeras manifestaciones las encontramos en unos discursos en los
funerales de personas ilustres, que se conocen con el nombre de laudationes funebres y que
eran pronunciados por los hijos y allegados. En ellas se ensalza en primer lugar la personalidad
del muerto, sus hazañas dentro del ámbito público, como militar o senador, por ejemplo. Al
final se hace hincapié en sus virtudes en la vida familiar, en un tono más entrañable.
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En este período encontramos algunos nombres destacados:
1. Apio Claudio El Ciego: Tenemos noticia de que ya en el siglo III a. C. pronunció un
famoso discurso, atacando la propuesta de paz de Pirro (279-278 a. C.). Según
Cicerón, todavía en su época se leían los discursos fúnebres de este orador.
2. Marco Porcio Catón: Nació en el año 234 en Tusculum en el seno de una familia
noble y acomodada y murió en el año 149 a. C. Desempeñó con dignidad varios
cargos públicos entre los que cabe destacar el de censor. Fue elegido para este
cargo en el 184 a. C. y desarrolló su trabajo con sobriedad y severidad, dedicando
sus fuerzas a reformar las costumbres de la nobleza romana que dejaban mucho
que desear. Su esperanza era que se volviera a la sencillez de los tiempos pasados.
Como ya vimos también dedicó su vida y obra a la historia y dice de él Cicerón que
escribió más de 150 discursos de una viveza y fuerza extraordinarias. Cuando fue
condenado a muerte, él mismo preparó su defensa con un discurso del que
conservamos algunos fragmentos. Su lema, que se ha hecho famoso, fue rem tene:
verba sequentur “domina el tema; las palabras vendrán después. Con esto deja
bien claro que para él lo importante era el dominio de la técnica y no la
ornamentación, más del gusto griego.
3. Publio Cornelio Escipión Emiliano: Vivió entre los años 185 y 129 a. C. Destacó
igualmente como orador y defendió que la filosofía y la literatura eran esenciales
en la formación de un hombre.
4. Cayo Lelio: Destacó también en esta época y alcanzó la fama por un discurso
fúnebre pronunciado en honor de un buen amigo.
5. Tiberio (164-133 a. C.) y Cayo (?-121 a. C.) Sempronio Graco: Ambos lucharon a
favor de un gobierno popular en contra de las oligarquías. Crearon un tipo de
oratoria de tono popular frente a la senatorial. Del primer hermano no nos ha
llegado nada, pero del segundo conservamos algunos fragmentos. Eran ambos de
carácter apasionado y vehemente, llegando incluso al llanto para impactar a los
oyentes.
3. ETAPA CLÁSICA
En esta Edad de Oro de la literatura latina destaca por encima de cualquiera de los autores la
figura de Marco Tulio Cicerón como el máximo representante de la oratoria, aunque debemos
reconocer también la figura de Hortensio.
3.1. Quinto Hortensio Hórtalo
Vivió entre los años 114 y 50 a. C., fue el rival de Cicerón en los tribunales y se hizo famoso en
el año 95 a. C. interviniendo a favor de la provincia de África, que acusaba de corrupción a un
senador romano.
En el año 70 fue vencido por Cicerón en la causa de Verres, a quien defendía. Al final llegaron a
tratarse como amigos. Según Cicerón, tenía un estilo muy ornamentado, propio del asianismo.
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3.2. Marco Tulio Cicerón
Algunos de los datos que conocemos de su vida nos los han proporcionado contemporáneos
suyos, como Ático o C. Nepote, o bien otros autores posteriores, como el griego Plutarco. De
gran ayuda ha sido también para estos asuntos su correspondencia privada.
Nació en Arpino el 3 de enero del 106 a. C., en el seno de una familia perteneciente a la clase
de los caballeros rurales. Se crió en un ambiente sobrio, como correspondía a su clase. Recibió
en Roma su enseñanza superior y estudió con verdadero afán filosofía y literatura. Desde su
juventud se interesó por la jurisprudencia y los problemas de la elocuencia. Aunque de origen
era un homo novus, a lo largo de su vida se esforzó por ser admitido en la clase de los
dirigentes y por mantener siempre un buen nivel de vida. En Roma conoció a Accio
(tragediógrafo) y trabó buena amistad con los Escévola, que eran unos famosos juristas. Su
primera aparición pública tuvo lugar en el 81 a. C. contra Hortensio y en el año 80 contra un
amigo de Sila. Esto hace que se empiece a señalar mucho en la política y decide marcharse una
temporada a Grecia, donde sigue estudiando retórica, pues era consciente de que debía
mejorar su técnica oratoria. Él mejor que nadie sabía de su tono exagerado en la expresión y el
tono de su voz.
Vuelve a Roma en el 77, se casa con Terencia y se hace con una buena clientela como abogado.
En el 75 se gana la confianza del pueblo como cuestor en Sicilia. En el 70 interviene contra
Verres, pretor de la isla, que había sido acusado de concusión, y gana el juicio. El propio
Verres, después de la primera intervención de Cicerón, se exilió a Marsella. Es aquí cuando
empieza a ser considerado el mejor de los oradores de Roma. Alcanza un nivel de vida
bastante considerable y adquiere su finca Tusculanum, tan querida para él a lo largo de su
vida. A pesar de todo esto, los nobles seguían mirando por encima del hombro al homo novus
que era Cicerón.
En el año 66, siendo pretor, tuvo lugar la Conspiración de Catilina, que en el año 63, siendo
cónsul, pudo sofocar. Esta actuación supuso la culminación de su carrera, pero le sirvió para
que los demócratas le volvieran la espalda. Se atrajo la enemistad de Pompeyo, César y Craso y
fue exiliado por haber mandado ejecutar, sin juicio previo, a los cómplices de Catilina en el 58.
En el año 57 vuelve a Roma pero su situación es delicada, pues se encuentra entre César y
Pompeyo y decide aceptar el gobierno de Cilicia que le proponen (51-50 a. C.). Muy a su pesar
se ve obligado a acercase a César e incluso en el año 54 había recibido de éste la dedicatoria
de su obra De analogia y aceptó de él un préstamo de 800.000 sestercios que necesitaba con
urgencia.
Cicerón era totalmente contrario a la guerra y hasta el último momento intentó mediar entre
los adversarios, como nos muestran las cartas que escribió a Ático antes y después de estallar
la guerra.
Cuando se desató la Guerra Civil volvió al lado de Pompeyo. Tras su muerte volvió a Roma y
fue bien tratado por César. El tiempo restante que duró la guerra civil lo pasó dedicado con
más ahínco a escribir. A esta etapa pertenecen Brutus, Orator y el elogio del estoico Catón. Los
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discursos de los años 46-45 van dirigidos a pedirle a César clemencia para los partidarios de
Pompeyo.
Su vida privada también se vio alterada en ésta época, pues se separó de Terencia y se casó
con una mujer mucho más joven que él: Publilia. El año 45 le reservaba un duro golpe, la
muerte de su hija Tulia. Pasa una mala época y esto le lleva a divorciarse de Publilia. Poco a
poco se va refugiando en la filosofía y encuentra alivio en ella; de hecho escribió para su
propio alivio Consolatio, del que no nos ha llegado nada. Cuando César muere asesinado en el
44 se dedicó a atacar a Antonio que quería hacerse con el poder y así favoreció a Octavio. Al
unirse finalmente en el triunvirato fue proscrito y el 7 de diciembre del 43 a. C. asesinado por
los soldados de Antonio mientras gritaba Libertas! Libertas!. Su cabeza y su mano derecha
fueron expuestas en el Foro, precisamente donde tantas veces había intervenido defendiendo
unas causas o atacando otras.
Fue un trabajador incansable y su actividad como orador, político y abogado ha dejado
innumerables obras. Era de una perspicacia sutil; su inclinación natural le lleva a vivir una vida
intensa, a no perder detalle. Tenía una agilidad pasmosa para conducir un juicio. En resumen,
dio a la retórica griega un matiz más práctico, más resolutivo.
Cada discurso que iba a pronunciar lo preparaba siguiendo los pasos vistos más arriba y lo
hacía con mucho detalle. Trazaba un esquema, un plan: reunía información, la ordenaba, hacía
una exposición oral acompañándola de gestos, de tonos de voz distintos…
Fue un hombre admirado en su época por su extraordinaria labor en la vida pública, así como
por la discreción y rectitud en su vida privada.
Escribió obras de diversos tipos: cartas, tratados filosóficos y discursos y tratados de oratoria,
además de algún poema épico del que sólo conservamos fragmentos. En este tema dejaremos
a un lado los tratados filosóficos y las cartas; y dividiremos los discursos en dos tipos: jurídicos
y políticos.
1. Discursos Jurídicos
Por concusión: In C. Verrem (Verrinas), Pro Fonteio, Pro Flacco, Pro Rabirio Postumo.
Por traición: Pro Sulla
Electorales: Pro Murena
Para defensa de casos particulares: Pro Milone, Pro Roscio Amerino, Pro Sestio, Pro Caelio.
2. Discursos Políticos
De Imperio Cn. Pompeii (A favor de Pompeyo): Se trata de la defensa de Pompeyo frente a
César.
In Catilinam (Catilinarias): Cuatro discursos contra Catilina, candidato al consulado igual que él
en el 63 a. C. Cicerón lo derrotó y Catilina urdió una conjura para vengarse, pero fue
descubierto y Cicerón arremetió contra él.
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Philippicae (Filípicas): Catorce discursos contra Antonio. El nombre es en recuerdo de las
Filípicas de Demóstenes, orador griego, contra Filipo II de Macedonia.
3. Tratados
De inventione: Es un tratado de su época juvenil. En él da reglas técnicas de lo que ha de ser
un discurso.
Partitiones oratoriae: habla de las divisiones de un discurso.
De optimo genere oratorum: Opone a dos grandes oradores griegos: Demóstenes, de estilo
sobrio, y Lisias, más ampuloso.
Topica: Trata de los tópicos de la oratoria.
De Oratore: Sobre cómo ha de ser la formación de un orador.
Brutus: Tratado sobre la historia de la elocuencia romana.
Orator: Traza las líneas de lo que ha de ser el orador ideal.
4. ETAPA POSTCLÁSICA
Esta época, la del Imperio, supone de algún modo el fin de las libertades. Ya no hay lugar para
la abierta oposición y no hay, por tanto, campañas electorales ni luchas políticas, por lo que no
se hace necesario preparar discursos. Esta actividad queda ahora para las escuelas, sin público
real, se convierten en declamaciones en salas privadas. En este momento destacan sobre todo
Séneca el Viejo y, sobre todo, Quintiliano.
4.1. Lucio Anneo Séneca el Viejo (o el Rétor)
Nació en torno al año 55 a. C. en Corduba en el seno de una familia noble y murió entre el 37 y
el 41 d. C. Fue educado en Roma y se dedicó al estudio de la retórica. Recogiendo sus
recuerdos de la escuela compuso Controversiae (Debates), de los que se conservan sólo cinco
de los diez originales, y Suasoriae (Discursos de deliberación) de los que conservamos uno. Se
trata de diferentes modelos de ejercicio de la oratoria.
4.2. Marco Fabio Quintiliano
Nació alrededor del 55 d. C. en Calagurris (Calahorra). Se educó en Roma, donde además fue
maestro de retórica. Volvió a Hispania hasta que el emperador Galba lo reclamó en Roma. Allí
ejerció la abogacía y más adelante Domiciano lo nombró cónsul y tutor de sus sobrinos, a
quienes educó.
Lo más interesante de Quintiliano es su pedagogía. Es de la opinión de que al niño hay que
conducirlo desde la cuna con mesura y con un esfuerzo regular, sin altibajos. Defiende para
ello una escuela pública con un buen maestro. Recomienda la elocuencia natural, sin artificios.
Entre sus obras cabe destacar la única que se ha conservado, Institutio Oratoria (Institución
oratoria). Se trata de doce libros sobre la formación del orador desde su infancia hasta la edad
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adulta. Se le atribuyen de manera errónea dos Declamationes, que seguramente podamos
enmarcar dentro de su escuela.
4.3. Cornelio Tácito
No podemos terminar esta etapa sin mencionar el nombre del historiador Cornelio Tácito y su
obra Dialogus de oratoribus (Diálogo sobre los oradores) en el que cuatro distinguidos
hombres hablan de la decadencia de la elocuencia en Roma.
5. ETAPA TARDÍA
En la época de Domiciano todavía se mantiene viva la oratoria, pero a partir de Trajano
empieza a decaer hasta no ser más que una materia “académica”. No podemos pasar por alto,
no obstante, el trabajo de Plinio el Joven y de Aurelio Símaco.
5.1. Plinio el Joven
Cayo Plinio Cecilio nació en Novum Comum (Como) en torno al año 62 d. C. y murió en el 113
d. C. Fue educado por su tío Plinio el Viejo. Escribió un Panegyricus (Panegírico) en honor a
Trajano, dándole las gracias por haberlo nombrado cónsul en el año 100 d. C. Consta de 95
capítulos de tono exageradamente adulador. Exalta tanto las virtudes humanas como políticas
del emperador.
5.2. Quinto Aurelio Símaco
Vivió en torno a los años 340-402 d. C. Era un noble romano considerado un buen orador. Era
pagano y tuvo que luchar contra los autores cristianos que ya habían irrumpido con fuerza en
el panorama social y cultural de la época. Escribió Relatio (Informe) dirigido al emperador
Valentiniano II en el año 384 d. C. elogiando y defendiendo las antiguas instituciones religiosas
frente al cristianismo.
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