ss. V-VII - Ex Officina Hispana

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Dario BERNAL CASASOLA•
EL FINAL DE LA INDUSTRIA PESQUERO-CONSERVERA EN HISPANIA (ss. V-VII d.C.)
ENTRE OBISPOS, BIZANCIO Y LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
Resumen1
En este trabajo se realiza una revisión del conocimiento de las últimas fases de la industria conservera en Hispania, entre los ss. V y VII d.C. En primer término se recuerdan los hitos historiográficos por los que
ha pasado la cronología final atribuida a estos enclaves, superando inicialmente la “crisis” del s. III, luego la
propiciada aparentemente por las invasiones centroeuropeas a inicios del V, y reivindicando las cronologías
del s. VI d.C. ya planteadas por M. Ponsich en los años ochenta. A continuación, ante la imposibilidad de una
actualización detallada de todos los yacimientos con secuencias tardorromanas, se incluyen una decena de los
ejemplos más novedosos y bien estudiados, ilustrativos de la vitalidad de la industria hasta al menos mediados del s. VI d.C. (Rosas, Barcino, La Picola, Mazarrón, Málaga, Traducta, Lagos, Olisipo, Gijón, y Septem
y Lixus en Tingitana). Se realizan diversas inferencias sobre el final de la industria “tradicional”, con un ocaso
definitivo de manos de los bizantinos tras un gradual abandono a lo largo de la segunda mitad del s. V. Y se
propone la potencial continuidad en el s. VII de algunos focos, especialmente en la Bética y en área de
Cartagena, de la mano del estudio de los spatheia de producción regional. Se plantea la vinculación de la
Iglesia en estos sectores productivos, de la mano de los episcopados, tanto en la producción (valorando la cercanía de fábricas a iglesias o recintos sacros en casos como Barcino, Valencia, Cullera o Septem, o los grafitos in collo de algunas producciones anfóricas tardorromanas) como en el comercio (quizás rastreable a través de los conocidos tituli picti en las series de ánforas orientales). Por último se evalúan los diversos indicadores de estas chancas tardías (superficie y volumen de las fábricas y piletas), proponiendo las líneas de trabajo para el futuro.
Algo de literatura: la imagen del final de la industria. de la gradual superación de las barreras
cronológicas a la incorporación de nuevos actores
Los estudios sobre la industria conservera hispanorromana han gozado, desde sus orígenes, de una
plena integración en los análisis de Historia Económica a escala mediterránea. Esta “ausencia de regionalización” ha impulsado la extrapolación de fenómenos propios de los principales focos activos del Imperio romano –caso de la Bética, la Tingitana, Sicilia o el Mar Negro- a otros ámbitos costeros, y en ellos, a sus factorías de salazón.
Esta premisa es la que justifica, a nuestro modo de ver, cómo las dos grandes “crisis historiográficas”
del final del Mundo Antiguo, es decir el problemático s. III d.C. e inicios del s. V con las invasiones vándalas, han sido consideradas, a lo largo de nuestra historia reciente, los respectivos y progresivos momentos finales de la industria pesquero-conservera. Esta es la imagen imperante en los ambientes académicos y científicos, si bien cuando se revisa atentamente la bibliografía especializada son numerosas las sorpresas al respecto: dataciones hasta el s. V en los años sesenta (Ponsich y Tarradell, 1965, 118) y actividad de los saladeros
hasta los ss. V y VI en los ochenta (Ponsich, 1988).
•
Universidád de Cadiz
trabajo se incluye en el marco de desarrollo del Grupo de Investigación HUM-440 del IV P.A.I. de la Junta de Andalucía.
Agradecemos a A.M. Sáez Romero la colaboración en la elaboración de la parte gráfica.
1 Este
25
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
Las síntesis de R.I. Curtis de inicios de los años noventa, utilizada ecuménicamente hasta la actualidad (Curtis, 1991), no incidía directamente sobre estas cuestiones, permitiendo entrever una continuidad tardorromana de la industria necesitada de un estudio de detalle. Precisamente los años noventa constituyen, a
nuestro modo de ver, un río de savia nueva sobre estas cuestiones de historia marítima. De una parte, la obtención de secuencias estratigráficas en factorías de salazón que remitían a época bajoimperial o tardorromana,
en puntos tan distantes de nuestra geografía como en la gerundense Rosas (Nieto, 1993) o en Septem, en la
orilla africana del Estrecho de Gibraltar (Villaverde y López Pardo, 1995), cuyos estudios y resultados, desgraciadamente, no parecen haber trascendido a algunas de las síntesis más recientes. Interesante resulta asimismo documentar cómo la caracterización y progresiva sistematización de las ánforas salsero-salazoneras
tardorromanas, especialmente en la Lusitania y en el litoral de la Baetica, producido desde mediados de los
años ochenta –con el conocido trabajo de S. Keay- a los noventa, con las reuniones de Conimbriga –1988- y
Ex Baetica Amphorae en Écija/Sevilla –1998- como principales referentes (síntesis en Bernal, 2001), haya discurrido, sorprendentemente, en paralelo a un escaso estudio de las cetariae de la Antigüedad Tardía. En los
trabajos de finales de los años noventa en adelante, es un hecho asumido el de la continuidad tardorromana de
la industria pesquero-conservera hispana, constituyendo ésta la tónica general aplicada a la hora de analizar
los yacimientos arqueológicos (Lagóstena, 2001, 305-367; Etienne y Mayet, 2002, 81 y 137-151). Los estudios de los últimos años han permitido precisar el mantenimiento de la actividad de las chancas en el Círculo
del Estrecho entre finales del s. V y mediados del s. VI d.C. (Bernal et alii, 2003; AA.VV., 2004; Bernal, 2006,
ed.). De ahí que una primera clave interpretativa sea una gradual superación de las barreras cronológicas: del
s. III al V y ahora al VI.
En segundo término, una de las características que parece haber distinguido, tácitamente, a la industria pesquero-conservera de finales del Mundo Antiguo ha sido su práctica hegemonía bético-lusitana. A dicha
distorsión han contribuido las ánforas salazoneras, ya que a partir de mediados del s. III d.C. únicamente parecían localizarse en el Mediterráneo, ánforas para salazón de Andalucía o de Portugal (Bernal, 2001; Fabião,
2004). Las investigaciones de los últimos años han comenzado a evidenciar la gran capacidad exportadora de
derivados piscícolas de otras regiones mediterráneas o atlánticas. El caso mejor conocido y caracterizado hasta
la fecha es el Norte de África tunecino, zona en la cual tenemos evidencias actualmente de unos cuarenta de
centros productores, divididos en tres núcleos (Tripolitania occidental, Byzacena y Zeugitania), vinculados a
las principales ciudades de la región como Meninx, Hadrumetum, Sullectum, Thaenae, Neapolis o Utica,
fechados genéricamente entre el s. III y el VI/VII, si bien las atribuciones cronológicas concretas son imprecisas, a excepción de las recientemente excavadas fábricas de Nabeul (problemática en Slim et alii, 2004, 264294, especialmente 287 y 294). Además, los estudios más recientes sobre las ánforas africanas, tradicionalmente “olearias”, es que la mayor parte de las series –excluyendo a las Africana I- debieron contener otros
productos, bien vino o salsamenta, según parece desprenderse de la existencia de resina adherida a las paredes en buena parte de ellas (Bonifay, 2004, 471-475), renovador contexto interpretativo en el cual hallazgos
tales como la Keay XXVI del vertedero de Tarraco, llena de pequeñas sardinas (Sardina pilchardus) prerreproductoras de tamaños seleccionados, cobre mucho sentido (Morales y Roselló, 1989).
Todo ello genera un nuevo panorama para el estudio de las últimas fases de la producción y comercio
de derivados piscícolas, en el cual además del ámbito hispánico tenemos que tener en cuenta otras regiones
mediterráneas, entre ellas la Byzacena y la Zeugitania preferentemente. Además, la importancia de esta zona
para nuestro análisis es evidente: la tardía datación de las series anfóricas norteafricanas, de ahí la existencia
de muchos más salsamenta vándalos y bizantinos de los citados en la bibliografía de referencia, a cuya sistematización habrá que dedicar notables esfuerzos en el futuro.
En este contexto, nos vamos a limitar a continuación a realizar una síntesis de las fases finales de la
industria conservera hispanorromana, concretamente de sus factorías de salazón, ya que como decimos el
panorama de los contenedores anfóricos está relativamente bien atendido (Remolà, 2000, 174-200; Bernal,
2001).
Un ecumenismo en la hispania tardorromana: diez apuntes sintomáticos
Es amplia, muy dispersa, y difícilmente verificable objetivamente la mayor parte de información disponible sobre los contextos de abandono de casi todas las cetariae tardorromanas (Lagóstena, 2001, 306-384).
Únicamente la revisión de los argumentos que han conllevado a la prolongación de sus fases vitales, así como
26
Dario BERNAL CASASOLA
la actualización de los contextos cerámicos publicados conllevaría multitud de trabajo, ya que normalmente
se citan los argumentos cronológicos a favor de ello en prosa (normalmente citas a numerario y a formas de
LRC o ARSW), sin la correspondiente inclusión –publicación- de los argumentos empíricos (dibujos de materiales y secuencias estratigráficas) que permitiesen, hoy en día, una revisión actualizada. De ahí que tratar de
presentar una propuesta actualizada de las factorías hispanorromanas en funcionamiento en el Bajo Imperio y
la Antigüedad Tardía –por cierto, términos a veces simbiotizados en la bibliografía- sería utópico, guiados únicamente de una revisión bibliográfica. Máxime si unimos a esta variable la cantidad ingente de datos procedentes de la Arqueología Preventiva, que únicamente en la Comunidad Autónoma de Andalucía cuenta con
más de una veintena de nuevas factorías inéditas o conocidas únicamente por noticias o referencias preliminares: el caso de Málaga y su zona de influencia es el más ilustrativo, para lo cual únicamente basta revisar
las páginas de los Anuarios Arqueológicos de Andalucía entre 1985 y el 2002, los publicados hasta la fecha.
Un análisis de las principales síntesis disponibles sobre la industria conservera hispana permite obtener una conclusión sorprendente: la importancia de la actividad tardorromana de los saladeros, cuando lo normal sería pensar lo contrario. Por cuestiones de espacio, únicamente valoramos dos hitos historiográficos
(Ponsich, 1998; Etienne y Mayet, 2002), cuyos resultados se presentan en las figuras 1 y 2 de este documento. Hemos agrupado los periodos de actividad de los saladeros (95 y 61 respectivamente) en tres intervalos,
guiados por el gradiente de detalle de la información suministrada, que por el momento no permite ulteriores
precisiones (datación altoimperial, tardorromana, y secuencia continua), precisando por siglos dentro de ellos
en caso de que los autores así lo indiquen. Siguiendo esta ordenación, los resultados quedan ilustrados en la
siguiente tabla.
DISTRIBUCIÓN CRONOLÓGICA DE LAS CETARIAE
Indeterminada
Altoimperial
Tardorromana
Continua
Total
Ponsich
61
12 (35,29 %)
5 (14,71 %)
17 (50 %)
95
Etienne y Mayet
33
8 (26, 66 %)
11 (36, 67 %)
11 (36, 67%)
612
Antes de analizar detalladamente estos valores, es necesario realizar una serie de observaciones. En
primer lugar el elevado porcentaje de industrias sin datos sobre sus periodos de funcionamiento (61 sobre 95
en Ponsich y 33 de 61 en Etienne y Mayet), de ahí que hayamos utilizado únicamente aquellos casos que proporcionan indicios cronológicos. Si procediésemos a actualizar dichos datos –algo impensable aquí y ahora ya
que de por sí constituiría un trabajo de gran calado-, la tendencia sería a ampliar la nómina de cetariae que
cuentan con cronosecuencias continuas, activas grosso modo, entre el s. I a.C. o el I d.C. y los ss. V y VI d.C.:
así lo indican los casos no evaluados por ninguno de los autores traídos a colación como Septem (Bernal y
Pérez, 1999), Baelo Claudia (Arévalo y Bernal, 2006, ed.), Traducta (Bernal et alii, 2003; Bernal, 2006, ed.)
o Malaca (Mora y Corrales, 1997).
En el caso de M. Ponsich, una cuestión es evidente: la mayor precisión en el caso de los siete yacimientos tingitanos, que son los por él excavados y por ello conocidos de primera mano, cuyos valores nos
parecen más fiables (2, 1 y 4, siguiendo respectivamente los tres parámetros de la tabla).
La primera conclusión que se puede poner sobre la mesa a la luz de los datos de las figuras 1 y 2, sintetizados en la tabla precedente, es una intensísima actividad en época tardía de los saladeros hispanos: de los
34 yacimientos inventariados por Ponsich con datos cronológicos, 29 estarían activos en época altoimperial y
22 en época tardorromana, mientras que si atendemos a los datos de Etienne y Mayet la distancia se minimiza, invirtiéndose: 19 saladeros activos en época altoimperial y 22 durante el Bajo Imperio y la Antigüedad
Tardía, de los 30 casos individualizados. Es decir una intensa actividad tardorromana de las chancas hispanas.
Otra conclusión aparente es que aproximadamente algo más de un tercio de las cetariae conocidas en
Hispania cesaría su actividad a finales de época altoimperial (12 u 8 respectivamente), mientras que un número más elevado de fábricas continúa su andadura durante la Antigüedad Tardía (17 y 11 respectivamente).
Pensamos que éste es un reflejo evidente de la denominada “crisis del s. III”, sobre el que habrá que profundizar en el futuro con datos más precisos.
También se puede concluir que un número muy elevado de fábricas empiezan su andadura en el Bajo
Imperio –sensu lato-, que serían aproximadamente la mitad de las existentes previamente (según los datos de
27
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
CETARIAE
1.- Lixus
2.- Kouass
Altoimperial
Tardorromana
Continua
I a.C. – V/VI
I – IV/V
3.- Tahadart
I a.C. – V/VI
4.- Cotta
I a.C. – III
5.- Sáhara
II - III
6.-Alcazarseguer
II – IV/V
7.- Sania y Torres
¿tardío?
8.- Ibiza
¿inicios Era?
9.- Denia
?
10.- P. Arenal
Augusto – V/VI
11.- P. Castell
?
12.- Calpe
¿II?
13.- Péñón Ifach
¿II- III?
14.- Campello
¿II – III?
15-17.- Tossal, Albufereta, Tabarca
?
18.- Santa Pola
¿III?
19-27.- Cartagena, Escombraria, Villaricos, Sexi,
?
Torrox, Fuengirola, T. Mar, Cerro Mar, Chorreras
28.- Málaga
¿tardorromana?
29-31.- Torremolinos, Marbella, S. Pedro Alcántara
?
32.- Sabinillas
Pre III – V/VI
33-36.- T. Guadiaro, La Línea, Carteia, Algeciras
?
37.- Getares
Hasta el VI
38-40.- Tarifa, Charca Vieja, Cortijo Pozuelo
?
41.- Venta Tito
Hasta el VI
42.- Dos Mares
Hasta el VI
43.- Cortijo
Hasta el VI
Pozuelo
44-45.- Casas de Porro, Lentiscal
?
46.- Belo
Claudio – V/VI
47.- Belo (oeste)
¿IV?
CETARIAE
Altoimperial Tardorromana
48-51.- Tejada, T. Plata, C. Plata, Arroyo Moral
52.- Casa del
Guardacostas
53.- Zahara
?
54.- C.Novillero
IV
55-57.- T. Nueva, Barbate, Caños Meca
58.- Trafalgar
I a.C. – II
59, 60.- S.Ambrosio, Conil
?
61.- T. Puerco
62.- S. Fernando
63.-Casa Cuartel
¿tardorromana?
64.- Barrera N. ¿altoimperial?
65.- Puerto Real
66, 67.- Cádiz, Las Redes
?
68.-C.S.Catalina
69, 70.- Rota, Fuenterrabía
?
71.- La Algaida
¿I?
72.- Cerro del
Altoimperio
Trigo
73-76.- Las Naves, Torre Loro, P. Umbría, Saltes
77.- Huelva
¿altoimperial?
78-87.- P. Moral, Salema, Bocca do Rio, Burgau,
Señora da Luz, Lagos, Do Vao, Portimão,
Ferragudo, Armação da Pera
88.- Cerro da
Vila
89 – 95.- Quarteira, Loule Velho, Faro, Olao,
Quinta da Torre Ares, Cacela, Quinta do Muro
Continua
?
¿I – VI?
?
I – IV
I – IV/V
I – V/VI
I – IV/V
?
?
Hasta V/VI
?
Nota: Si no se indica lo contrario, las cronologías son siempre d.C.
Fig. 1 - Periodos de funcionamiento de las cetariae hispanorromanas según M. Ponsich (1988, 102-228)
CETARIAE
1.- Rosas
2.- Ibiza
3.- Javea
4.- Sª Pola
5.- Las Mateas
6.- Castillicos
7.- El Paturro
8.- Cartagena
9.- Villaricos
10.- Almería
11.- Adra
12.- Almuñécar
13.- Torrox
14.- Loma
Benagalbón
15.- Malaga
16.- Torremolinos
17.- Benalmádena
18.- Fuengirola
19.- Marbella
20.- S. Pedro
Alcántara
21.- Manilva
22.- Carteia
23.- Algeciras
24.- Cetraria
25.- Mellaria
26.- Baelo
Claudia
27.- Trafalgar
28.- S. Fernando
29.- Cádiz
30.- Las Redes
31.- La Algaida
Altoimperial
Tardorromana
Continua
?
I – V/VI
?
I – II
I – época
tardía
II
?
?
?
?
I – IV-V
IV - V
?
?
?
?
I–V
?
?
III – V
?
?
?
?
I a. C- III
Augusto – II
?
?
?
CETARIAE
32.- Cerro Trigo
33.- Punta
Umbría
34.- Saltes
35.- Huelva
36.- Q. Muro
37.- Q. Antas/
Torre Ares
38.- Q. Marim
39.- Olhão
40.- Q. Lago
41.-Loulé Velho
42.- Portimões
43.- Vau
44.-Boca do Rio
45.- Ilha do
Pessegueiro
46.- Sines
47.- Troya
48.- Setúbal
49.- Creiro
50.- Comenda
51.- Cacilhas
52.- Lisboa
53.- Cascais
54.- Igresiña
Negra
55.- La Barra
56.- Adro Vello
57.- Villagardia
de Arosa
58.- Cariño
59.- Espasante y
Bares
60.- Playa Arca
61.- Gijón
Altoimperial
Tardorromana
?
II - V
?
Abandono en s.V
?
?
III
?
Bajo Imperio
?
?
?
?
una solo Bajo
Imperio
?
una continua
I–V
una I - V
I – IV/V
una I - II
?
I a.C. – I
I-V
?
?
Bajo Imperio
Alto Imperio
Bajo Imperio
Bajo Imperio
Alto y Bajo
?
Bajo Imperio
I - III
Nota: Si no se indica lo contrario, las cronologías son siempre d.C.
Fig. 2 - Periodos de funcionamiento de las cetariae hispanorromanas según R. Etienne y F. Mayet (2002, 58-73)
28
Continua
Dario BERNAL CASASOLA
Ponsich, 5, frente a las 12 altoimperiales) o incluso más de las activas en los ss. I y II d.C. según Etienne y
Mayet (11 frente a 8): pensamos que éste es un fiel reflejo más de la reactivación de la industria tras la citada
crisis del s. III d.C.
Otro fenómeno en el cual se puede precisar a la luz de los datos incluidos en las figuras 1 y 2 es en la
variable geográfica. Según la documentación aportada por M. Ponsich, existiría un evidente floruit de la
industria salazonera tardorromana en la Bética y en la Tingitana, zonas en las cuales se parecen concentrar los
datos existentes sobre las últimas fases de existencia de estos enclaves productivos. Por el contrario, toda la
Tarraconense costera habría mantenido una intensa actividad medioimperial, con tímidas continuidades tardorromanas como en Javea. Para el Algarve, la escasez de datos induce a la prudencia, debiendo esperar a los
datos presentados por Mayet para afianzar su pujanza tardorromana, algo que parece extensible, a tenor de los
estudios de otros investigadores, al cuadrante Noroeste peninsular, en la Gallaecia y a todo lo largo de la
fachada cantábrica (Fernández y Martínez, 1994).
De todo ello se deduce una intensa actividad de la industria pesquero-conservera hispana en todo el
litoral peninsular, con un epicentro en el Círculo del Estrecho, derivado de sus condicionantes bióticos: las
demás zonas (a excepción del Algarve), están necesitadas de investigación monográfica al respecto, pues si
bien parece tentador plantear una menor intensidad del sector pesquero en el tramo de la tarraconense costera, los hallazgos de los últimos años en lugares como La Picola en Alicante (Molina, 2005) o las factorías de
Mazarrón, que luego veremos, inducen a la cautela.
Una última tendencia que se rastrea con claridad en la comparación de la información entre ambas
tablas es la mayor “fiabilidad” de las cronologías antiguas, que no estaban “prostituidas” por el generalizado
convencimiento de que tras la crisis del s. III los saladeros dejaron de funcionar en Hispania. Si analizamos
la primera monografía al respecto del año 1965, observamos cómo de los 12 ejemplos incluidos en el histograma cronológico final (Ponsich y Tarradell, 1965, 118), cinco superaban el mítico umbral de mediados del
s. III d.C. (Lixus, Tahadart y Javea, y con probabilidad Sania y Torres y Baelo), llegando todos los demás hasta
inicios (Kouass) o mediados del s. III d.C. (Cotta, Sahara, Alcazarseguer, Carteia y Villavieja). En dicho histograma el umbral final era el s. V d.C., propuesta más que vanguardista teniendo en cuenta la temprana fecha
de edición de la monografía. En el año 1988, las descripciones de M. Ponsich utilizan con mucha frecuencia
las dataciones de los enclaves “hasta los ss. IV/V” y con más frecuencia “hasta el s. VI”: se traspasó con él la
mítica barrera del s. V para proponer el final de la industria en pleno s. VI d.C, fechas hasta las cuales se mantenía la producción casi el 40% de los enclaves bien fechados (Lixus, Tahadart, Punta del Arenal, Sabinillas,
Getares, Venta Tito, Dos Mares, Cortijo Pozuelo, Baelo, Casa del Guardacostas, Puerto Real y Cerro da Vila),
como se puede comprobar en la figura 1. Esta tendencia, se ha consolidado, ha sido ampliada y matizada por
otros autores en fechas posteriores, siempre en línea creciente gracias a los nuevos elementos disponibles
(Campos, Pérez y Vidal, 1999; Lagóstena, 2001, 305-367). Para no cansar al lector, en una reciente revisión
de este fenómeno cronológico, utilizando la información suministrada por los citados autores para la Bética
(Bernal, 2006; Tabla 2) se detecta en todos los tramos del litoral andaluz una predominancia cuantitativa de
las cetariae activas en época tardorromana, con el 62,5 % en Huelva (4 continuas; 6 tardorromanas; 1 altoimperial; 5 indeterminadas respectivamente), el 58,3 % en Cádiz (4, 3, 3 y 2), el 72,7% en Málaga (4, 4, 2 y 1),
el 100% en Granada (1 continua y 1 tardorromana) y el 75% en Almería (3 continuas y 1 altoimperial). Salvo
en el trabajo de R. Etienne y F. Mayet (2002), en el cual una única cetaria -Javea- parece llegar al s. VI, los
demás evidencian la tendencia a la cual nos sumamos en estas páginas, que no es otra que la de reivindicar las
cronologías hasta el s. VI al menos, propuestas por M. Ponsich en su momento y matizadas por otros autores
con posterioridad (Lagóstena, 2001, 331-349).
Como ya hemos indicado, tras todos estos trabajos de corte enciclopédico, es necesario introducir una
serie de estudios arqueológicos de campo inductivos (de lo particular a lo general y no viceversa). No queremos con esta introducción generar un fenómeno inflacionista en la valoración de la industria salazonera hispanorromana a partir del s. IV d.C., derivado de la mayor abundancia los testimonios arqueológicos de abandono de las fábricas que los relacionados con su construcción. Sí aspiramos, por el contrario, a plantear que
no se trata, ni mucho menos, de una cuestión novedosa o pionera, sino que la misma ha oscilado al calor de
las modas historiográficas vigentes.
El criterio que utilizamos en estas páginas para conseguir el objetivo perseguido –análisis de las
secuencias de funcionamiento de las chancas en época tardorromana- ha sido seleccionar una decena de casos,
ampliamente dispersos por la geografía peninsular y por la Tingitana, en los cuales las secuencias de abando29
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
Fig. 3 - Mapa de las cetariae tardorromanas
analizadas en este trabajo (círculos), con detalle de aquellos lugares en los cuales ser ha propuesto una vinculación entre factorías e inmuebles eclesiásticos (triángulos)
no estén bien publicadas o que sean lo
suficientemente conocidas por el autor
para contar con elementos objetivos de
análisis, permitiendo actualizar en
horizonte conocido con antelación
(Lagóstena, 2001). Dichos yacimientos, como se ilustra en la figura 3, permitirán realizar al final de este trabajo
algunas inferencias de carácter general
sobre la industria pesquero-conservera
hispana.
De Rosas a Barcino: un polo productivo tardorromano en la Tarraconense septentrional
Son muy escasas las factorías salazoneras localizadas al norte de Alicante, siendo los únicos ejemplos
bien caracterizados los de Rosas en Gerona y Barcino en la ciudad de Barcelona.
El caso de la factoría de Rosas es uno de los inexplicablemente olvidados por M. Ponsich y tratado
de soslayo recientemente (Etienne y Mayet, 2002, 59): podemos indicar, sin temor a equivocarnos, que constituye el ejemplo de factoría tardorromana más pionero y mejor publicado en Hispania, dado a conocer a inicios de los ochenta (Nolla y Nieto, 1982). Constituye un edificio con diversas fases de ocupación, instalado
sobre un complejo termal, con un posible inicio como área de saladeros en el s. II, pero en cualquier caso a
pleno rendimiento a partir del segundo cuarto del s. IV d.C. (Nieto, 1993, 186-188). Se trató de un complejo
bastante activo, ya que el mismo sufrió diversas fases de reforma y ampliación, la más significativa a finales
del s. IV e inicios del s. V d.C., habiendo sido definido con muy buen criterio el momento de abandono de las
actividades haliéuticas por el relleno de algunas cubetas salazoneras (depósitos 29, 489 y 490), además de
otras UU.EE., que planteaban momentos en la segunda mitad del s. V y en la primera mitad del s. VI d.C.,
interpretados como evidencias de un definitivo abandono de la fábrica entre el 475-525 d.C. (Nieto, 1993, 196,
202-203). Está constatada la continuidad de la ocupación del lugar, aparentemente ya desligada de las actividades pesquero-conserveras, atendiendo a criterios estratigráficos (Nieto, 1993, 203-205). Queda para el futuro el estudio de las ánforas utilizadas para envasar las conservas locales de este enclave gerundense, siendo
muy significativa la abundancia de Keay XIX A/B y C, procedentes en parte de los rellenos de algunas cubetas (Nieto, 1993, 105, nº 931; 135, nº 486-2 y 487-37; ), en un ambiente en el cual resultan atípicas las abundantes ánforas africanas de la forma Keay LXII, ¿reutilizadas?. Por otra parte, las evidencias de la factoría de
Rosas constituyen, hasta la fecha, la cronología de abandono más tardía conocida para una cetaria en la provincia tarraconense.
Más recientes son las novedades de los restos aparecidos bajo la Plaza del Rey del Barcelona, actual
Museo de Historia de la ciudad, que han permitido identificar las primeras evidencias de una industria conservera urbana, activa entre el s. III y la segunda mitad del s. V d.C. (Beltrán, 2001, a). Se trata de una pequeña fábrica urbana de unos 400 m2, localizada junto a otras dependencias industriales (una fullonica, una tinctoria y una instalación viti-vinícola) que definen un barrio industrial/artesanal al norte de la colonia romana,
junto al trazado de la muralla y al lado de una de sus puertas (Beltrán, 2001 b). En este contexto resulta especialmente interesante por constituir un testimonio claro de la existencia de un foco de producción conservera
bajoimperial en la Tarraconense septentrional, cuyas salazones podrían haber sido comercializadas en toneles,
ante la ausencia de envases anfóricos en el contexto de la fábrica, en la cual sí se han documentado dolia asociados al proceso productivo (Beltrán, 2001 a). Y también como ejemplo de su reciente interpretación como
una instalación vinculada a la jerarquía eclesiástica (Beltrán, e.p.): se trataría de una explotación particular de
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Dario BERNAL CASASOLA
un miembro de la oligarquía barcinonense que aparentemente vivía en la domus anexa, la cual podría haber
pasado, en un acto de evergesía, a formar parte del patrimonio eclesiástico. Así se plantea porque sobre ella
se localiza en pleno s. VI una iglesia de planta cruciforme, encontrándose la industria activa cuando se instala en las inmediaciones la sede de la residencia episcopal, citado ejemplos de Valentia o el Portum Sucrone
sobre los cuales volveremos luego (Beltrán, e.p.).
Las cetariae de la Tarraconense meridional: el ejemplo de La Picola (ss. IV-V d.C.)
Las factorías de Santa Pola constituyen uno de los hitos historiográficos en el estudio de la industria
conservera hispanorromana, siendo uno de los primeros yacimientos estudiados en el Levante, que cuenta con
una amplia historiografía (Sánchez, 2005).
Durante los últimos años ha tenido lugar un intensivo proyecto de estudio del yacimiento entre la
Universidad de Alicante y el Museo del Mar de Santa Pola, cuyos resultados se han publicado recientemente
en las Actas del III Congreso Internacional de Estudios Históricos, monografía a la cual remitimos para la
constatación de todos los pormenores relacionados con el proceso de excavación y la problemática del yacimiento. Para nuestro trabajo, nos interesa destacar que la factoría solamente cuenta con una facies tardorromana, ya que con antelación se detectan ambientes domésticos de época augustea y almacenes de los ss. II al
IV d.C. (Molina, 2005). Esta fábrica ilicitana presenta dos fases constructivas (Fases III a y IIIb), la primera
de las cuales cuenta con un inicio de actividades cerca de mediados del s. IV d.C. –contando con un AE4 de
Constancio II del 353-355 en la fosa de fundación de uno de los muros además de otros datos-; se ha detectado una ampliación de la factoría salazonera en torno a mediados del s. V d.C., permaneciendo en activo hasta
algún momento de la segunda mitad del s. V d.C. o del VI d.C. (Molina, 2005, 107-110). Recientemente han
sido analizados con detenimiento los rellenos de las balsas, aportando unas fechas del s. V para el abandono
de la factoría y el final de las actividades productivas en la zona del Portus Ilicitanus (Palomares, 2005). Se
trata de un conjunto de balsas situado en el sector sudoeste de la factoría (ambientes 1, 2, 3, 5 y 6), asociado
a la denominada Fase III del yacimiento, excavadas en 1997. Los rellenos han aportado algunas ánforas africanas (entre ellas aparentemente una Keay XXXV B) y fragmentos de ARSW D (caso de un fondo decorado
adscrito al estilo A (ii)-(iii) de Hayes), que han llevado a los investigadores a proponer una continuidad de las
actividades hasta mediados del s. V d.C. al menos (Palomares, 2005, 254 y fig. 2). También se acaban de
publicar los materiales de un gran vertedero anexo a esta fábrica, el cual es posterior a la construcción de las
balsas, al seccionar el pavimento de un patio aparentemente sincrónico con la actividad de las mismas, con
multitud de materiales importados que han llevado a los investigadores a datar su génesis en la primera mitad
del s. V d.C. (Frías, Llidó y Masanet, e.p.). Todo ello ha llevado a plantear el periodo de actividad de la cetaria entre mediados del s. IV y la primera mitad del s. V d.C. (Frias, Llidó y Masanet, e.p.).
Este ejemplo ilicitano resulta especialmente significativo, a nuestro modo de ver, por dos motivos. El
primero porque constituye un ejemplo irrefutable de cetaria erigida a mediados del s. IV d.C., y en funcionamiento hasta momentos avanzados del V, bien en torno a mediados o a finales de la centuria/inicios de la
siguiente, siguiendo las dos propuestas anteriormente citadas. Nos parece significativa la total ausencia de
materiales del s. VI claramente, en ambientes con multitud de importaciones africanas, por lo que tendemos a
considerar que unas fechas de abandono en la segunda mitad del V son las más probables en el estado actual
de la investigación. Y en segundo término porque solamente en esta fase y no antes se ha detectado en tierras
alicantinas una intensa producción pesquero-conservera: todo ello apunta a una fase de esplendor del sector
conservero en la tarraconense litoral en el Bajo Imperio.
Mazarrón y las salazones de la Carthaginiense
Se conoce, desde hace años, la posibilidad de una importante producción conservera tardorromana,
gracias a la detección de ánforas del tipo spatheion en la zona de influencia de Cartagena (Ramallo, 1985).
Trabajos posteriores, en fase aún de publicación preliminar, han permitido precisar este panorama: contamos
con los datos de la excavación de un horno de estas características en Águilas y otro en Mazarrón. Respecto
al de Águilas, la actuación realizada en la c/ Juan Pablo I c/v c/ Castelar, ha detectado una fase de ocupación
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RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
sobre unas termas de época medioimperial (Fase III), fechada en los ss. IV y V d.C. (Hernández y Pujante,
1999, 188). En dichos momentos se fabrican ánforas fusiformes de variada tipología –para las cuales se ha
propuesto en dicho trabajo una clasificación preliminar-, así como elementos de vajilla de mesa de variada
tipología, habiéndose constatado diversas actividades edilicias como el recrecimiento de una natatio, el adosamiento de una pileta para decantación de arcilla y, especialmente, varios hornos totalmente colmatados de
ánforas. Los materiales importados de la amortización de una balsa –Hayes 61 B, 62 y 67 en ARSW D- y del
abandono del conjunto termal –Hayes 87 A- han permitido fechar el definitivo abandono del sector en la
segunda mitad del s. V d.C. (Hernández y Pujante, 1999, 188-189). A inicios del s. XXI se han excavado en
el paraje conocido como El Mojón, en plena Bahía de Mazarrón, una amplia zona (110 x 15 mts.) de un taller
alfarero fechado entre mediados del s. IV y el s. V d.C., con la excavación de cinco hornos en disposición
radial, junto a piletas de decantación y otras estructuras asociadas (Martínez y Alonso, 2001, 65-66). Hacia el
norte se localizaron estructuras de habitación del último periodo de actividad del complejo, establecido entre
finales del s. V e inicios del VI d.C., siendo las producciones documentadas tanto ánforas como un amplísimo repertorio de cerámicas comunes tanto de mesa como de cocina (Martínez y Alonso, 2001, 66). Los materiales de El Mojón se encuentran actualmente en fase de estudio por M.C. Berrocal, de la Universidad de
Murcia, habiéndose realizado algún avance del repertorio anfórico (Berrocal, e,p.). En este contexto debemos
situar los hallazgos, desgraciadamente aún en proceso de estudio, de las importantes factorías de salazones
documentadas de los ss. IV y V d.C. en el Puerto de Mazarrón, recientemente musealizadas (Martínez Alcalde,
2003; Iniesta y Martínez, 2005), junto a otras cercanas como las del Cabezo del Castellar. A ellas se unen los
recientes hallazgos de factorías salazoneras tardorromanas de la c/ Cassola – Paseo de la Constitución de
Águilas, que se sitúan en un contexto similar (Hernández, 2002), y otros yacimientos que perduran hasta el s.
VI (Murcia et alii, 2005, 9).
Todo ello converge en plantear un sector productivo centrado en la industria pesquero-conservera al sur
de Cartagena, en la zona de Águilas-Mazarrón, centrado en los ss. IV y V d.C., de gran actividad y, aparentemente sin precedentes altoimperiales de entidad. Pensamos que la tipología anfórica, muy vinculada a las series
miniaturizadas de los spatheia del tipo Keay XXVI, aboga por una actividad especialmente en momentos avanzados del s. V y durante todo el s. VI, si no es que también se mantienen en el s. VII. Por el momento, en casos
como el teatro de Cartagena, se tiene atestiguada la presencia de algunos bordes de este tipo de anforillas en los
niveles asociados a la construcción del macellum, fechados en momentos avanzados del segundo cuarto del s.
V (Murcia et alii, 2005, 5-6, 10, fig. 9, 1-2), y en los rellenos bajo estructuras de la primera mitad del s. VI
(Ramallo, Ruiz y Berrocal, 1996, 146, fig. 6, nº 96), atribución ésta última por confirmar.
El “caso Málaga”: una necesaria actualización en la Bética oriental
Simplemente incluimos este epígrafe pare recordar la importante actividad conservera de la ciudad de
Malaca en época bajoimperial, infravalorada en la bibliografía de referencia debido a la parquedad de las evidencias arqueológicas publicadas, si bien destacan la cantidad de solares urbanos en el centro histórico de
Málaga con una facies tardorromana (Lagóstena, 2001, 338-339; Etienne y Mayet, 2002, 63). Las actuaciones
de finales de los años ochenta ya preconizaban la importancia de la actividad salazonera en los ss. III al V
d.C., como ilustraban los hallazgos en la c/ Cerrojo (Mora, 1990). Interesante resulta el relleno de una pileta
excavada en la c/ Afligidos nº 3, compuesto por ARSW D (Hayes 94, 99 y 103 y un fondo estampado decorado con una paloma) y ánforas, lo que permitió a los excavadores plantear un abandono para la actividad
fabril en pleno s. VI d.C. (Rambla, Peral y Mayorga, 1992, 376-377). No obstante, la tendencia consolidada
radica en plantear mediados del s. V d.C. como el momento final de actividad de los saladeros malacitanos
(con más de una decena de atestaciones), momentos a partir de los cuales se produciría una total “extinción”
de la industria salazonera en las costas malacitanas (Mora y Corrales, 1997, 45 y 56). Algunas secuencias
recientes, como las tres piletas de la Fase XII excavadas parcialmente en la c/ Especería nº 8, han aportado
secuencias posteriores, fechadas en el tercer cuarto del s. V d.C. por la presencia de Hayes 61 y 76, con decoraciones del estilo A (i) de Hayes –hojas de palma y círculos concéntricos– (Sánchez, Cumpián y López, 2004,
647).
Es necesaria una revisión de los contextos estratigráficos excavados en la última década, ya que sin
lugar a dudas Málaga es la zona de toda la Bética que más novedades ha planteado al respecto en los últimos
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Dario BERNAL CASASOLA
años, al haberse excavado más de una veintena de enclaves salazoneros en la capital, con importantes novedades en otros lugares de la provincia como Torremolinos, Benalmádena, Fuengirola o Torre del Mar.
Respecto a las secuencias de abandono, parece evidente una importancia manifiesta durante los ss. IV y V, con
una constatada producción hasta finales del V y durante el VI, posiblemente hasta mediados de dicha centuria, si bien estos detalles deberán ser precisados en el futuro con nuevas actuaciones arqueológicas.
Traducta y la Bahía de Algeciras
En los últimos años (1998-2005) las excavaciones realizadas en la Villa Vieja de Algeciras han permitido obtener una imagen muy nítida del barrio conservero de la ciudad de Traducta en la Antigüedad, tratándose de los hallazgos más novedosos en relación a la industria conservera de toda la Bética de la última
década, ya que se han exhumado restos de cuatro fábricas conserveras en la c/ San Nicolás 1 (denominadas
A, B, C y D) y dos conjuntos industriales en la adyacente c/ San Nicolás 3/5 –Conjuntos Industriales I y II(una síntesis en Bernal et alii, 2003 y Bernal, 2006, ed.).
El mayor interés de todos estos datos es la confirmación de una fase de actividad tardorromana de
gran importancia, fechada en los primeros diagnósticos arqueológicos hasta momentos avanzados del s. V d.C.
en c/ San Nicolás 1 (Salado, Navarro y Torremocha, 1998, 207). Actualmente se está realizando un estudio
integral de toda esta documentación por parte de un equipo interdisciplinar de la Universidad de Cádiz, cuyos
primeros resultados de interés se han dato a conocer en una monografía que recoge la problemática topográfica del entorno y el estudio detallado de algunos contextos cerámicos (relleno de varias cubetas y de algunos
estratos de amortización del Conjunto Industrial I de c/ San Nicolás 3-5 y de la totalidad de los contextos excavados en c/ San Nicolás 1).
Las conclusiones de mayor interés para
nuestro estudio son las siguientes. En primer término, la constatación de una erección tardorrepublicana o augustea para todas estas construcciones, las
cuales se mantienen a pleno rendimiento durante la
Antigüedad Tardía. Este fenómeno provoca las
amortizaciones de algunas cubetas, las cuales fueron repavimentadas para su uso posterior, reconvirtiéndolas en habitaciones. Así como diversas reformas que generan piletas de diversa volumetría y
morfología, o elementos tan importantes como la
repavimentación de las salas de trabajo, hecho
especialmente bien constatado en el Conjunto
Industrial I (fig. 4). En segundo término, se han
dado a conocer los rellenos de algunas cubetas del
Conjunto Industrial I (piletas P-3, 4, 5, 11 y 12) así
como algunos rellenos sobre el pavimento central o
H-100 del edificio (UU.EE. 2000, 2003, 2004,
2005), los cuales han aportado niveles de colmatación entre finales del s. V y mediados del s. VI
d.C.: es muy abundante la constatación de Hayes
99 A, A/B y C, y 104 A en ARSW D, y la Hayes 3
C o H de LRC en un amplísimo repertorio de formas de ARSW D (Hayes 50, 61B, 64, 91, 94 A y
B...) junto a ánforas orientales (especialmente LR
1, 2,3), africanas (Keay XXXV, XXVII...) y cerámicas comunes y a mano/torno lento (Bernal,
2006, ed.), junto a más de mil monedas, entre ellas Fig. 4 - Vista aérea del Conjunto Industrial I de Traducta (A), con
detalle de su planimetría (B)
algún nummus bizantino. La constatación de niveles de abandono de época bizantina sobre la fábrica salazonera, fechados en la segunda mitad del s. VI y en
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RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
el VII, denotan la continuidad habitacional en el enclave pero, aparentemente, desligado de actividades de producción salazonera a larga distancia. Es de reseñar asimismo el elevado volumen de producción de estas fábricas algecireñas a finales de la Antigüedad Tardía, ya que las piletas citadas cuentan con un volumen de producción que oscila de 3 a más de 8 m3, habiéndose estimado la volumetría del Conjunto Industrial I en torno
a 165 m3, lo que da una idea de la entidad de estas fábricas en activo durante la segunda mitad del s. V y las
primeras décadas del VI d.C. (Bernal, 2006, ed.).
El Algarve: Lagos como paradigma
La actividad fabril en el sur de Lusitania es bien conocida desde hace años, si bien adolece del pionero carácter de los estudios, siendo mínimas las referencias de tipo estratigráfico y cronológico (Fabião, 2001).
Se detectan como mucho cronologías de abandono en el s. V, tanto en las cetariae (Boca do Rio, Señora da Luz
o Quinta do Lago), como en los alfares (Martinhal, Quinta do Lago, S. Joao da Venda, Alfanxia, Torre de Aires,
Manta Rota, Castro Marim/Vila Real), sin posibilidad de mayores precisiones por la parquedad del registro
(Fabião, 2001, 726-727). En este contexto adquiere especial interés la secuencia de abandono de la pequeña
fábrica excavada recientemente en la Rua Silva Lopes del centro histórico de Lagos, con dos fases de ocupación fechadas respectivamente entre mediados del s. I y mediados del V, y entre la segunda mitad del V y mediados del VI (Ramos, Roberto, Laço y Viegas, 2005, 93). El estudio de los contextos cerámicos del relleno de tres
piletas ha deparado sigillatas africanas (Hayes 91 c y d, 99b y 104 a) y foceas (Hayes 3 c, d y f) que han permitido datar su definitiva amortización a mediados del s. VI d.C. (Ramos, Roberto, Laço y Viegas, 2005, 94).
Se trata de un minucioso estudio que sitúa a estas fábricas, conjuntamente con las de San Nicolás en Algeciras,
entre las secuencias de abandono más tardías conocidas de todo el Mediterráneo Occidental.
Las salazones atlánticas: Olisipo y la Rua dos Correeiros
Son múltiples los estudios sobre las fábricas salazoneras olisiponenses, especialmente de las de Troia
y el área de Setúbal, en las desembocaduras del Tajo y del Sado (una síntesis en Etienne y Mayet, 2002, 6770). La característica común a la fase de funcionamiento final de ellas es su mantenimiento hasta el s. V de
C., como se advierte en la figura 2. Algunas de las últimas factorías estudiadas, como las lisboetas de la Rua
dos Correeiros, parecen también ser abandonadas a mediados del s. V d.C. –con seguridad las unidades 2, 4
y 6, y quizás las 1 y 5- , insistiéndose sobre el hecho de que en Lusitania no se tiene constancia de la continuidad dichos centros productivos más tarde (Bugalhão, 2001, 167-171). Se han detectado diversas reutilizaciones de las estructuras de la fábrica conservera, pero con diferente funcionalidad, de lo que se deduce la continuidad habitacional en la zona pero sin actividad industrial de cara a la comercialización ultramarina a partir del s. V d.C. (Bugalhão, 2001, 175).
Todo ello permite plantear la propuesta de que el gran foco productivo olisiponense fuese progresivamente perdiendo protagonismo e importancia en los mercados mediterráneos durante la primera mitad del s.
V, fechas a partir de las cuales serían definitivamente abandonadas las fábricas conserveras lisboetas destinadas a un comercio exterior a larga distancia.
De Vigo a Gigia: ¿el uso de contenedores alternativos en el Bajo Imperio?
Los estudios de los años noventa permitieron detectar una importante actividad salazonera en el Mar
Cantábrico, entre las rías gallegas y País Vasco, con una serie de establecimientos bajoimperiales en La Barra
(Hio) o Villagarcía de Arosa en Pontevedra, Cariño y Bares en La Coruña y Gijón en Asturias (Fernández y
Martínez, 1994). La cronología de los mismos no rebasaba el s. V, como ilustra magistralmente el caso de la
cetaria de la Plaza del Marqués de Gijón, amortizada entre mediados y finales del s. V d.C. (Fernández Ochoa,
1994, 150). En este contexto se sitúan los hallazgos de los últimos años, que no hacen sino confirmar, aparentemente, dichas cronologías (Suárez, 2003). Las novedades de las Rías Bajas parecen haber detectado una evidente recesión en el s. III d.C. continuando a partir de dichas fechas la actividad de los saladeros como mucho
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Dario BERNAL CASASOLA
hasta el s. V d.C. (Curras, e.p.).
El interés que aportan todos estos contextos es plantear, para época bajoimperial, el uso generalizado
de otro tipo de envases no anfóricos para la comercialización de los excedentes salsero-salazoneros. Es evidente su ausencia en casos bien estudiados como Gijón, donde abundan todo tipo de producciones a excepción de las anfóricas, constatación que ha llevado a los investigadores a plantear el uso de barriles/barricas
para la comercialización de los excedentes, basándose en paralelos etnográficos de la industria en Asturias en
época moderna (Fernández Ochoa, 1994, 142-144). El reciente ejemplo de la factoría de O Areal en Vigo, aunque para época altoimperial, parece arrojar similares resultados (Torres, Castro y Prieto, e.p.).
La península tingitana: Septem como paradigma
Las actuaciones arqueológicas acometidas en la ciudad de Ceuta constituyen, hasta la fecha, las únicas que han deparado novedades significativas en relación a las industrias conserveras de toda la Mauretania
Tingitana. En primer lugar debemos mencionar los resultados de la recuperación de materiales realizada en el
fondo de un conjunto de piletas salazoneras aparecidas en la c/ Gómez Marcelo, que permitió proponer una
fecha “tardía” para su abandono pero sin mayores precisiones, que se intuye en el s. V por los materiales publicados –ánforas entre los ss. III/V y un plato de ARSW
D propio de contextos residuales de los ss. VI/VII d.C.(Villaverde y López Pardo, 1995, 460-466). Dicho plato
presenta también similitudes con la Atlante XXXVII, 8,
que se conoce en niveles de la primera mitad del s. VI
en Cartago (AA.VV. 1981, 88), fechas a las cuales también podrían corresponder el pivote africano y las de
Keay XIX identificadas por los excavadores (Villaverde
y López, 1995, fig. 3 A-C), así como la boca de una
Almagro 51c de reducido diámetro ilustrada en la figura 3 D dicha publicación.
Con posterioridad, las excavaciones realizadas
en el Paseo de las Palmeras documentaron dos hechos
muy significativos. De una parte, la amortización de una
gran fábrica altoimperial, activa entre el s. II y un
momento avanzado de la segunda mitad del s. III d.C.
(Bernal y Pérez, 1999, 36), por un conjunto de cubetas
de época tardorromana (fig. 5 A). Para él, en la denominada Fase V B, se propuso una construcción en el s. IV,
siendo la propuesta de su funcionamiento hasta finales
del s. V o inicios del VI, guiados por los niveles de relleno de algunas de las piletas, parcialmente vaciadas en
época medieval (Bernal y Pérez, 1999, 48 y 51).
Incluimos aquí una selección inédita de los niveles de
relleno de estas dos piletas (U.E. 1545), ilustradas en la
figura 5 B. Se trata de dos platos de borde almendrado
en D2, de la forma Atlante XL, 9 (figura 5, nº 1 y 2) que Fig. 5 - Cetaria de Septem en época tardorromana
A. Piletas del Paseo de las Palmeras amortizando las estructuconstituyen una variante precoz de la forma Hayes 88 – ras altoimperiales (Bernal y Pérez, 1999, 49, lam. XIII)
Bonifay 46, fechada en contextos de finales del s. V o B. Materiales del relleno de las cubetas (U.E. 1545), tanto eleprincipios del VI (AA.VV., 1981, 92; Bonifay, 2004, mentos de ARSW D (nº 1-3) como un ánfora africana (nº 4) y
175-176), así como el borde de una Hayes 94, nº una lucerna (nº 5)
4/Atlante LI,9 (figura 5, nº 3), fechada entre mediados
del IV y el s. VI (AA.VV., 1981, 110). Completan el conjunto un ánfora africana de la forma Keay XXXV
(figura 5, nº 4), propia de contextos de todo el s. V (Bonifay, 2004, 135) y una lucerna de la Cesariense del
tipo Bussière EV1 (figura 5, nº 5), con cuatro perforaciones en el disco en torno a un orificio de alimentación
rodeado de una moldura, y con decoración de hoja de palma en las margines, con paralelos muy cercanos en
35
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
el castellum de Nador de la segunda mitad del s. V y de los primeros decenios del s. VI (Bussière, 2000, 126,
pl. 26, nº 624 a 6296). De ahí que se confirme la cronología de un abandono para estas cubetas a finales del
s. V o en las primeras décadas del VI.
Contamos con más datos procedentes de un nuevo conjunto fabril, en este caso exhumado casi por
completo, junto a la basílica tardorromana de Ceuta, en la c/ Queipo de Llano, excavado a inicios de los
noventa pero recientemente publicado (Fernández Sotelo, 2004). El contexto cerámico asociado a la colmatación de las cubetas ha permitido documentar algunas monedas de Graciano (378-394) en la pileta 4
(Fernández, 2004, 33), así como variantes tardías (E y H) de la Hayes 3 en LRC (Fernández, 2004, 36, fig. 11,
a-e) y especialmente un nutrido grupo de formas en ARSW D, concretamente la Hayes 58 B, 59 B, 61, 63, nº
1, 67, 73, 80 B, 86, 87 A, 91, 93, 99 y 107 según los excavadores (Fernández, 2004, 39-44), sin que se propusiese una fecha concreta para el abandono del enclave. Consideramos importante destacar dos elementos de
esta pequeña fábrica. De una parte, la constatación por los excavadores de cierta disimetría entre las cubetas
y las estructuras (Fernández, 2004, 30), lo que permitiría pensar en al menos dos momentos constructivos para
esta fábrica septense. Y por otro, la constatación de una serie de formas propias de momentos muy
avanzados/finales del s. V, caso de una Hayes 87 A/88 (finales del V – principios del VI), algunas Hayes 91B
tardías –desde el s. V avanzado al segundo cuarto del VI-, una Hayes 99 A –f. V – primera mitad VI- y una
Hayes 104 precoz –f. V – primer tercio del VI- (Bonifay, 2004, 179; 175; 181; 183; Fernández, 2004, fig. 14;
fig. 13 e; fig. 12 a; fig. 14 c). Algunas de las ánforas (Fernández, 2004, fig. 24 a), como la africana del tipo
Keay LVII con decoración peinada bajo el borde es propia de contextos de la segunda mitad del s. V (Bonifay,
2004, 137), junto a variantes tardías de las Keay XIX a/b sudhispánicas (Fernández, 2004, fig. 24 b). Por el
contrario, otras como las Hayes 61 B2 son de la primera mitad del V, siendo otras variantes como la 61 B 3
propias de mediados de la centuria, con algunos ejemplos tardíos de finales de siglo (Bonifay, 2004, 171;
Fernández, 2004, fig. 12, I, a; fig. 12, II, a). Por todo ello pensamos que esta fábrica, que presenta dos horizontes edilicios al menos, debió sufrir algunas reformas o abandonos durante el s. V, fechas en las cuales se
podrían haber amortizado algunas cubetas, restando activas las demás -posiblemente las P-4 y P-5, circunscritas a una unidad muraria no ortogonal con las demás, a las que parece amortizar parcialmente- (Fernández,
2004, 68-69) hasta inicios del s. VI d.C, cronología a la que se ajustarían las variantes intermedias de las
Hayes 3 de LRC ya citadas (Hayes, 1980, 337-338).
Todo ello permite documentar con claridad tanto un momento de recesión muy importante en estas
industrias de Septem, según evidencia especialmente el abandono de la gran cetaria de época medioimperial
(ilustrada en el PP nº 16-24), así como una recuperación de la industria en el Bajo Imperio, la cual se mantuvo activa hasta inicios del s. VI d.C. al menos, si bien se detecta un fenómeno de paulatino abandono de las
fábricas a partir de la segunda mitad del s. V d.C.
El Atlántico sur: novedades sobre las industrias lixitanas
Desde los trabajos de M. Ponsich, las principales novedades de las factorías tingitanas se han desarrollado en Ceuta, como hemos comprobado en el apartado anterior. Recientemente se ha comenzado la revisión
de las fábricas de la península tingitana, con escasos resultados novedosos aún pero con interesantes propuestas de trabajo (Cheddad, 2006 y e.p.). Sí se ha podido precisar algo más sobre las fábricas de Lixus, mediante la revisión de los depósitos de las antiguas excavaciones en este enclave, conservados en el Museo de la
Kasbah de Tánger (Habibi, e.p.). Lo más significativo, a nuestro parecer, es el retraso en la fecha de erección
de los enclaves, que no se relacionan con época de Juba II, sino con dataciones de la segunda mitad del s. I
d.C. –caso del conjunto 1 o 9-, o incluso más tarde –conjunto 2-; así como la revitalización del barrio conservero, tras diversos abandonos, a partir del s. V, perdurando en activo durante todo el s. VI d.C. –conjuntos 3,
6, 9 y 10- (Habibi, e.p.). Desde nuestro punto de vista, es loable tanto la confirmación de las antiguas dataciones propuestas por Ponsich, con precisiones, como la defensa de un mantenimiento hasta el s. VI d.C.
Respecto al funcionamiento de las fábricas lixitanas durante todo el s. VI d.C., especialmente durante su
segunda mitad, nos mostramos aún escépticos, ya que ninguna de las formas de ARSW D halladas, ni en las
antiguas excavaciones ni en el último estudio citado corresponden a las series más tardías, con una “sospechosa” ausencia de las Hayes 99, 104, 105 o 109, por citar algunas, mientras que abundan los contextos cerámicos de la segunda mitad del s. V d.C. o de las primeras décadas del VI.
36
Dario BERNAL CASASOLA
La industria conservera tardorromana en hispania. balance y perspectivas
Vamos a realizar a continuación una serie de propuestas basadas en la evidencia contenida en las páginas precedentes y en el estado de la cuestión sobre el final de la industria conservera hispanorromana tal y
como lo entendemos actualmente.
Cuestiones de cronología: un siglo de abandonos paulatinos (450-550)
De la crisis económica del s. III d.C. hay pruebas evidentes tanto a nivel general en el ámbito del
Círculo del Estrecho (Villaverde, 1990; Lagóstena, 2001, 320-330), como en los saladeros excavados, plasmadas en los abandonos de las instalaciones antoninianas, como ilustra magistralmente el caso de la fábrica
del Paseo de las Palmeras nº 16-24 de Septem (Bernal y Pérez, 1999), en los estratos de abandono de diversas
zonas del barrio industrial de Baelo Claudia a lo largo de la segunda mitad del s. II o a finales del s. III d.C.
(Arévalo y Bernal, 2006, eds.) o en la reducción de la tipología anfórica en estas fechas – limitadas a las series
Puerto Real I y II- y a la concentración de los alfares, como se deduce del modelo existente en la Bahía de
Cádiz (García Vargas, 1998; Lagóstena y Bernal, 2004).
En el s. IV la reactivación de los saladeros es general en Hispania (Lagóstena 2001, 318-331; Etienne
y Mayet, 2002), resultado de una bonanza política y socioeconómica desde época constantiniana en adelante.
En estos momentos, como hemos tratado de ilustrar en este trabajo, están en funcionamiento todas las zonas
del litoral peninsular, tingitano, e incluso las Baleares, éstas últimas muy mal conocidas aún, con datos puntuales en Mallorca –Sa Mesquida- y Menorca (resumidos en Lagóstena, 2001, 198-201) y especialmente en
la isla de Cabrera, esta última aparentemente con fábricas en activo durante los ss. VI y VII d.C. (Hernández,
Cau y Orfila, 1992). Nos parece importante destacar los fenómenos de continuidad en toda la Bética y en la
Gallaecia y en los saladeros del Cantábrico, mientras que por el contrario parece documentarse una nueva
zona productiva tardorromana en la tarraconense litoral: así lo testimonian las secuencias tardorromanas de
las fábricas de Barcino (s.III), La Picola (IV-V), Mazarrón/Aguilas (IV-V) o Rosas (IV-VI), que además de la
amplia dispersión geográfica abogan por una diacronía entre el s. III y el VI d.C. Será labor de los próximos
años rastrear en la Tarraconense mediterránea y en la Cartaguiniense la potencial existencia de una facies
altoimperial previa de estos enclaves, que a tenor de la bibliografía parece muy puntual o incluso inexistente.
Actualmente las secuencias más tardías de abandono de estos enclaves salazoneros se sitúan a mediados del s. VI, tanto en Traducta (525-550) como en Lagos (550), por lo que se atribuye a la llegada de los
bizantinos el abandono de estas fábricas, como veremos detalladamente en el siguiente apartado.
Aparentemente no hay evidencias de producción salsero-salazonera hispana de cara a la exportación en el s.
VII d.C., para cuyo rastreo futuro contamos con los spatheia, como también trataremos en el siguiente epígrafe.
¿Bizancio y el fin de la exportación de los saladeros occidentales? Hacia una producción en el s. VII de la
mano de los spatheia de la Bética y la Carthaginiense
Como ha sido puesto de manifiesto en los apartados precedentes, las cronologías más tardías disponibles actualmente para la definitiva amortización de los saladeros del Mediterráneo Occidental es mediados del
s. VI d.C., fechas proporcionadas por las factorías de Traducta y por la fábrica de Lagos, que permiten comenzar a precisar la indefinición dentro de dicha centuria, a tenor de los datos publicados (Lagóstena, 2001, 343344). No parece tampoco casual que en los restantes entornos conocidos (Rosas, Lixus...) como mucho las cronologías alcancen el s. VI d.C.
En el Mediterráneo Occidental estas fechas coinciden exactamente con la conquista de Septem en el
533/534 y con Carthago Spartaria y la zona costera del mediodía peninsular a mediados del s. VI d.C. por las
tropas de Justiniano (Vallejo, 1993; Bernal, 2004). ¿Se puede hacer coincidir el final de la actividad de estos
grandes saladeros con la llegada de las tropas imperiales? Pensamos que sí, como ya hemos indicado en otros
foros (Bernal, 2001, 261-264), básicamente por dos motivos
- Por una parte por la citada amortización definitiva de estas fábricas de salazón, que como mucho
llega hasta mediados del s. VI d.C. Aunque no se descarta la localización de algún saladero que residual pudie37
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
se haber continuado produciendo hasta fechas algo posteriores, no resulta nada fácil explicar el por qué del
abandono de estos saladeros en coincidencia con la llegada de los bizantinos a las Columnas de Hércules.
- En segundo término, el final de las ánforas salazoneras occidentales en contextos del Mediterráneo
se sitúa también en el s. VI d.C. Durante años, no se aceptaban cronologías más allá de finales del s. V, siendo consideradas a partir de entonces como residuales, si bien actualmente las cronologías se mantienen, tímidamente, durante la primera mitad del s. VI d.C. (Bernal, 2001, 261). Lo que sí es evidente es la ausencia de
envases occidentales en contextos a partir de mediados del s. VI y del VII d.C., caso evidente en la Crypta
Balbi o en La Bourse en Marsella.
En los citados contextos de producción salazonera no se han detectado niveles de incendio o abandonos precipitados o debidos a actuaciones violentas. De ahí que pensemos que en estas fechas se debió producir un cambio en las estructuras de producción pesquero-conservera, posiblemente por el control del Estrecho
por los bizantinos.
Esta línea de trabajo que defendemos
atribuye el final de las grandes cetariae conserveras dotadas de piletas revestidas de signinum
como las conocemos tradicionalmente a la llegada de los bizantinos, y con él el ocaso de las
grandes exportaciones transmediterráneas de
productos de base piscícola en dirección oesteeste.
No obstante, esto no habría significado,
ni mucho menos, el final de las actividades
haliéuticas en aguas del Estrecho, ya que las
poblaciones tardorromanas ribereñas del mismo
obtuvieron siempre del mar sus principales
fuentes de recursos.
Por otra parte, tenemos plena constancia de la vigencia y cotidianeidad de las actividades pesqueras en el mundo bizantino.
Ejemplos del Mediterráneo Occidental como el
proporcionado por Castrum Perti o la Crypta
Balbi, han ofrecido un amplio elenco de instrumental de pesca, entre ellos anzuelos, pesas de
red y arpones. En Hispania el caso más evidente es el del barrio bizantino de Cartagena, en el
cual se han recuperado varios anzuelos, una
aguja de reparar redes y diversas pesas de red se
fechan entre los ss. VI y VII d.C. (Vizcaíno,
2005, 63). ¿Se trata de evidencias de pesca para
el autoconsumo o existió en estos contextos
paleobizantinos una industria haliéutica de cara
a la exportación?
Pensamos que sí existió una continuiFig. 6 - Spatheia de producción hispánica documentados en el Museo de
dad hispanorromana en la producción y el Jaén (nº 1), en Museo de Málaga (nº 2) y en la factoría de El Majuelo (nº
comercio de salazones de pescado, y que los 3-4) según Bernal (2001, fig. 21 a,c y 41, nº 1377 y 1378), con un ejemmismos se envasaron en spatheia (figura 6). De plar de la forma completa procedente de escombreras (Vizcaíno, 2004,
ellos contamos actualmente con dos grupos de 220, nº 166)
referencia. De una parte, los spatheia sudhispánicos de los cuales se conocen diversos ejemplares completos
de contextos peninsulares como Jaén, Malaca o Septem (Bernal, 2001, 306-307, figs. 21 y 41-42), y de los
que contamos con indicios de una producción sudhispánica (fig. 6, nº 1 y 2). El segundo grupo es el ilustrado
por spatheia de producción levantina, en el área de Mazarrón y en su entorno, caracterizados por la característica decoración incisa peinada en el cuello (fig. 6, nº 3-5). Estos ejemplares ya fueron identificados en la
factoría de salazones de El Majuelo en Sexi (Almuñécar, Granada) hace años (Bernal, 2001). Actualmente se
38
Dario BERNAL CASASOLA
encuentra en fase de desarrollo una Tesis Doctoral por parte de M.C. Berrocal, de la Universidad de Murcia,
sobre estas cuestiones, que a medio plazo deparará muchas novedades.
Por todo ello, parecen claro dos elementos resultado de la llegada de los bizantinos. El primero de
ellos es el final del sistema “tradicional” de producción salazonera, evidenciado en el abandono definitivo de
las chancas tardorromanas y en la desaparición de las ánforas salazoneras sudhispánicas (Almagro 51 c, Keay
XIX y las series lusitanas) de los mercados mediterráneos. Por otro lado, la existencia de indicios claros de
pesca en estas comunidades bizantinas de los ss. VI y VII d.C., y la constatación –algo posterior- de una tradición de gremios de pescadores y de una detallada legislación específica por parte de diversos monarcas
bizantinos al respecto (Carile, 2004) permiten plantear la continuidad de estas actividades. De ellas, los únicos indicios arqueológicos fiables por el momento son los spatheia de producción sudhispánica y levantina
(propuesta de regionalización doble que es la que consideramos más fiable por el momento), que se adentran
durante los ss. V y VI y que habrá que tratar de rastrear en los próximos años en contextos del s. VII d.C. (no
olvidemos que la “miniaturización” es propia de las series anfóricas africanas más tardías). Pensamos que será
necesario revisar la atribución de muchas de estas anforillas publicadas en las dos últimas décadas, ya que
algunos de ellos, con pastas blancas o amarillentas, serán posiblemente de producción hispana más que africana o indeterminada, como tradicionalmente se los ha considerado. De su comercio exterior aún hay pocos
datos, si bien sabemos que sí viajaban, al contar con algunos indicios como su presencia en Hipona (Bonifay,
2005, 176, fig. infra, izda.).
Planteamos que quizás se produjese un cambio en las estructuras de producción tradicionales, recurriendo a otro tipo de saladeros, menos estables, para la maceración de los escómbridos y la preparación de salsas y
carnes en salazón. En este sentido, será también fundamental la recurrencia a los registros osteológicos de fauna
marina para los ss. VI y VII d.C., actualmente no disponibles en la literatura científica para el sur de Hispania.
¿La Iglesia tras la producción y el comercio salazonero? Una novedosa línea de investigación
Un fenómeno que por la información
de la que disponemos no había sido nunca planteado con claridad y contundencia es la implicación de la jerarquía eclesiástica en la producción y el comercio salazonero en época tardorromana. Pensamos que es posible realizar algunas propuestas e hipótesis de trabajo en relación
a esta temática, separando ambos ámbitos sin
que de ello se derive su disociación, ya que
sabemos que normalmente ambas cuestiones
fueron prácticamente indisolubles en unos
momentos en los cuales los poderes fácticos
–que capitalizaban los necesarios recursos para
una industria de esta envergadura- estaban concentrados en manos de muy pocos.
En relación a la producción de garum y
salsamenta contamos con un primer argumento, cual es la cercanía entre cetariae y basílicas/centros de culto. Se trata ésta de una línea Fig. 7 - Planimetría de la cetaria de la c/ Queipo de Llano junto a la basíde investigación prácticamente virgen, ya que lica tardorromana de Septem -Ceuta- (montaje según planimetrías origipor cuestiones historiográficas –al menos en nales de Fernández Sotelo, 2004)
Hispania- los estudiosos de Historia Económica no han podido ser compatibilizados con la Arquitectura
Religiosa o, en general, del urbanismo, y viceversa. Vamos a poner algunos ejemplos respecto que fosilizan,
a nuestro juicio, tal relación física.
En Septem, ciudad tingitana del Círculo del Estrecho, la denominada basílica tardorromana, un edificio
de planta basilical activo entre el s. III y el VI d.C. (Fernández, 2000) se encuentra a veinte metros escasos de
una fábrica de salazón excavada en la c/ Queipo de Llano (Fernández, 2004), como se aprecia en la fig. 7. El
periodo de actividad de la misma, como hemos indicado en el apartado precedente, se sitúa hasta momentos
39
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
muy avanzados de la segunda mitad del s. V d.C. Es decir, ambos edificios se encontraron en activo durante al
menos doscientos años, encontrándose muy próximos entre sí. De ahí que surja la pregunta de ¿quiénes eran
los responsables de la conductio de estas fábricas conserveras?¿Quién era el propietario de la finca sobre la que
se instaló la fábrica? ¿Estaba la misma arrendada a particulares? En esta ciudad norteafricana no hay evidencias seguras de la existencia de una sede episcopal en estas fechas, propuesta más que probable y que hallazgos arqueológicos venideros se encargarán de documentar.
Por otra parte, Valentia constituye otro ejemplo de interés. Una serie de estructuras recientemente
interpretadas como instalaciones destinadas al procesado de productos piscícolas, caracterizadas por la presencia de pavimentos de signinum con las típicas molduras de cuarto de bocel (¿para prensado?) a las que se
asocian multitud de restos de ictiofauna, se han fechado entre el s. IV y mediados de la primera mitad del s.
V d.C. (Álvarez et alii, e.p.). Su localización geográfica es muy significativa, ya que esta posible cetaria se
ubica en el interior de un edificio tardorromano (conocido como “edificio administrativo”) instalado sobre un
collegium altoimperial (Ribera, 2005, 45-47). Resulta muy significativo el hallazgo de abundante ictiofauna,
así como pepitas de uva y restos de otras plantas, junto a un contexto anfórico muy rico en importaciones africanas, itálicas vinarias, orientales, y béticas olearias, junto a envases de salazón béticos (Keay XIX y XXIII):
¿ingredientes utilizados para los productos allí fabricados o envases para reutilización? (Álvarez et alii, e.p.).
Esta factoría urbana, que los autores relacionan con casos similares en Barcino o Ilici, se sitúa muy cerca de
las instalaciones del lugar sacralizado en época posterior conocido como la Cárcel de San Vicente, situada al
NE (Ribera, 2005, 49-52). Su interés deriva, una vez más, en plantear una relación física evidente entre las
fábricas salazoneras y este ámbito religioso, del cual quizás dependería.
En Barcino, la localización intramuros de una cetaria anteriormente comentada, activa entre los ss.
III y V, se situó en el entorno donde con posterioridad se instaló la residencia episcopal, siendo amortizada por
una iglesia de planta cruciforme (Beltrán, 2001 b). Recientemente se ha planteado la relación entre esta fábrica conservera y la jerarquía eclesiástica, la cual habría podido pasar a patrimonio de la iglesia por vía testamentaria (Beltrán, e.p.): en cualquier caso, su relación y la de otras industrias cercanas (bodega y tintorerías)
con dependencias eclesiásticas de primer orden es evidente. Cita ésta última investigadora la reciente propuesta de considerar las fábricas salazoneras de Cullera como vinculadas al episcopado de Valentia, aludiendo al
creciente papel económico que progresivamente habrían ido adquiriendo sus funciones (Roselló, 2005). Algo
que también se ha planteado explícitamente en el mismo entorno para la fundación monacal justinianea de
Cullera o para la de Mura en Llíria (Roselló, 2005, 49).
Los recientes hallazgos en la Plaza de la Encarnación en Sevilla, han deparado hallazgos de una factoría de salazón altoimperial, en cuyas inmediaciones se ha localizado un edificio de culto activo en la
Antigüedad Tardía, en cuyo entorno se han recuperado algunas evidencias de mesas de altar (Amores et alii,
e.p.), fenómeno que quizás fosilice la instalación de propiedades eclesiásticas en ámbitos de tipo industrial,
caso que las actividades haliéuticas en este enclave sevillano continuaran con posterioridad.
En otros contextos mediterráneos, como el Norte de África, la cercanía de espacios productivos a
ambientes de tipo religioso es una constante. Ponemos únicamente un ejemplo de ello ilustrativo de esta tendencia, caso de la basílica sur de Sidi Jdidi, localizada en el retrotierra de la ciudad de Pupput (Hammamet) y a una
decena de kilómetros de la línea de costa, en las inmediaciones meridionales de Cap Bon (Ben Abed-Ben Khader
et alii, 2004, 1-3). La reciente publicación del edificio cristiano (Basílica I) ha puesto en evidencia la existencia
de una serie de edificaciones destinadas a hábitat residencial y a actividades de tipo agrícola colindantes, sobre
las cuales se instala el edificio en la Antigüedad Tardía, activo desde época vándala a la bizantina (V- finales del
VI/inicios del VII), continuando en activo las mismas durante la vida del centro litúrgico (Ben Abed-Ben Khader
et alii, 2004, 332-333). Las actividades industriales en dichas instalaciones anexas son evidentes, como demuestra la existencia de una prensa, y la comunicación con el ámbito religioso también, como fosilizan los umbrales
de conexión (ambientes III/IV y XIII-XIV): cuando se construye la iglesia se amortizan las estructuras industriales, centrándose la funcionalidad del inmueble adyacente en funciones aparentemente domésticas (Ben AbedBen Khader y Fixot, 2004, 226-227). No obstante, la conexión del ámbito litúrgico con las primigenias instalaciones industriales, de uso aparentemente residencial durante las etapas de vida de la iglesia son evidentes: de
ahí que puedan ser aplicadas las mismas premisas de trabajo que en los casos precedentes: ¿parcelas patrimonio
de la Iglesia?¿Vinculación de la jerarquía eclesiástica con la producción y comercio de bienes de consumo?.
Una dinámica similar es la que podemos atribuir a los monasterios, cuya perspectiva productiva, a
pequeña escala, es una de las características de las reglas monásticas. El mejor y más conocido ejemplo es el
40
Dario BERNAL CASASOLA
del monasterium vivarense –vivarium-, fundado en el 555 por Cassiodoro, ministro del rey italiano Teodorico,
al sur de la ciudad de Scolacium, en la Calabria tirrénica (Zinzi, 1994). Se trata de instalaciones dotadas de
piscinas excavadas en la roca, bien documentadas arqueológicamente en Copanello di Staletti, ya que el lugar
tuvo continuidad en época altomedieval, siendo abandonado en los ss. XII y XIII (recientemente Iannelli y
Cuteri, e.p.). Es posiblemente uno de los mejores ejemplos de la relación entre viveros y monasterios en la
Antigüedad Tardía, ya que de él contamos con varias descripciones, incluso del modus operandi de las piscinas y el tipo de peces, gracias a diversas referencias en las Institutiones y en las Variae de Cassiodoro, además de contar con diversos manuscritos iluminados medievales con figuraciones de los mismos. Esta dinámica será la característica de época medieval en Calabria, conociéndose multitud de concesiones pesqueras a
obispos o complejos monásticos, encontrándose atestiguadas documentalmente multitud de pesquerías propiedad de monasterios (Bresc, 1987). Retroactivamente, como proponemos en estas páginas, ésta debió ser la
tónica de los complejos episcopales y de las iglesias y monasterios costeros hispanorromanos en la Antigüedad
Tardía, para los cuales desgraciadamente carecemos de datos documentales tan explícitos.
En Hispania esta línea de trabajo está aún en estado embrionario. Conocemos el caso del complejo monacal de Punta de l’Illa en Cullera, fechado en los ss. V y VI d.C., así como el ya citado de Mura en Llíria (Roselló,
2000, 210-211; Roselló, 2005, 49). Como decimos es una línea de trabajo a desarrollar en el futuro, que estamos
seguro dará muchas sorpresas, al modo de los monasterios en el Sinaí, en Egipto o en tierras sirio-palestinas.
Otra de las líneas de trabajo en este sentido es tratar de rastrear la implicación de los episcopados en
estas labores a través de la epigrafía del instrumentum domesticum. Un interesante ejemplo, aún necesitado de
investigación también, es el de los sellos que presentan los Late Roman Ungüentaria, algunos de ellos epigráficos (Cottica, 2000), si bien desgraciadamente muy acrósticos y abreviados como para obtener lecturas desarrolladas que permitan asociar los mismos a personajes concretos (obispos u otros cargos). Remitimos a los
recientes estudios sobre los ungüentarios de Éfeso para precisar al respecto (Metaxas, 2004).
En este mismo sentido, planteamos en estas líneas la propuesta de que los tituli picti asociados a
muchas series anfóricas tardorromanas (especialmente las LR 1 y la LR 2), estudiadas desde los años ochenta (Pensabene, 1981, 191; para Hispania la colección más amplia por el momento procede de Tarraco:
Remolà, 2000, 217-224), se relacionen con un control eclesiástico de estos bienes por parte de las autoridades
episcopales de las diferentes provincias productoras, básicamente Cilicia, Isauria, Chipre y toda la costa siriopalestina. Tradicionalmente, estas anotaciones comerciales pintadas sobre las ánforas por los transmarini
negotiatores, en griego y normalmente en tinta roja, que en los pocos casos legibles remiten a símbolos religiosos como cruces simples, griegas, monogramas constantinianos y fórmulas del tipo “Maria genera Cristo”
(Pensabene, 1981, 191), suelen ser interpretadas como alusivas al carácter consagrado de las mercancías transportadas (vinos y aceites, presumiblemente) para usos litúrgicos: las últimas líneas de investigación se sitúan
en la misma línea (Pieri, 2005). Evidentemente, la amplísima dispersión de estos envases en todo el
Mediterráneo y el Atlántico, especialmente en casos como la L.R. 1, no puede ser justificada únicamente como
resultado de un tráfico de productos para uso exclusivamente litúrgico, si bien dicha propuesta debió ser viable en algunas ocasiones.
Otro caso muy ilustrativo en la misma línea es el de los grafitos in collo de algunas series de ánforas
tardorromanas que presentan marcas alusivas a motivos cristianos: el ejemplo más ilustrativo actualmente disponible es el del pecio de La Palud, en el sur de Francia. Se trata de un cargamento de ánforas africanas (básicamente del tipo Keay LXII, LV y otras formas) y orientales de diversa tipología, fechado en la primera mitad
del s. VI d.C. (Long y Volpe, 1996), posiblemente en el segundo cuarto del siglo –Keay 62 del tipo 46(Bonifay, 2004, 140), hundido en la isla francesa de Port Cros poco antes de llegar a su destino: su interés deriva en que buena parte de las ánforas llevaban en el cuello grafitos con crismones, como se aprecia en la figura 8. Los investigadores que lo han publicado han interpretado sus grafitos precocción, que se dividen en tres
grupos (crismones y una B invertida, el más abundante; solo el crismón; una cruz o un alfa) quizás como marcas de taller, tal ver de “hornos dependientes de una propiedad eclesiástica” (Long, 2005, 218), siendo la citada B invertida tras el crismón una posible referencia a la vida o a la salvación (Long y Volpe, 1996, 1243).
Planteamos la propuesta en esta ocasión de que este flete de mercancías norteafricanas llevase un cargamento procedente de una propiedad episcopal, o que el mismo hubiese sido adquirido por alguno de los
obispos norteafricanos para su reexpedición. No somos capaces de entender si no el porqué de los crismones
visibles en el cuello, ya que parece poco viable en este caso la comentada propuesta de los productos para uso
41
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
litúrgico: no olvidemos que la
estimación volumétrica del cargamento era de 120/180 hectólitros, teniendo en cuenta las
150/200 ánforas de entre 80/90
litros (Long y Volpe, 1996),
quizás algo exagerada para
unas mercancías consagradas.
Esta práctica de los
grafitos in collo no es tampoco
inusual o atípica en la
Antigüedad Tardía. Contamos
con otros ejemplos, caso de los
Fig. 8 - Grafitos cristianos precocción sobre el cuello de ánforas africanas (Keay LXII) del cristogramas realizados precocpecio de la Palud, de la primera mitad del s. VI (Long y Volpe, 1996, 1252-1254, figs. 10-12) ción en algunas Keay XXIV a
de producción tripolitana (?) documentadas en Tarraco, para las cuales se propuso que podían reflejar el origen del producto contenido vinculado a propiedades eclesiásticas o bien alguna especificidad que convenía
puntualizar al consumidor (Remolà, 2000, 255 y fig. 98), al ser colocados sobre los hombros, en la zona más
visible del ejemplar. En este mismo contexto se sitúan las R grafitadas en el cuello de producciones africanas
o sudhispánicas, caso de las Tejarillo II del pecio mallorquín Cabrera III (Berni, 1998, 55-57, fig. 12), como
ya planteamos en su momento (Bernal, 1997, 462-464). Los grafitos precocción –crismones- serían evidencias de una manufactura de envase (¿y contenido?) vinculada a las propiedades eclesiásticas.
Otros ejemplos de gran singularidad son los conjuntos de tegulae fechadas en la primera mitad del s.
VII aparecidos en diversos lugares del sur de Francia con sellos episcopales. Se trata de tres tipos de sellos
(crismón inverso + Lyceri (us) Papa viv(as) i(n) d(e)o; cruz + BOH; cruz + PETRONIVS PAPA) vinculados
a los obispados de Vaisson y Carpentras (Fixot, 2002). Estos personajes son conocidos por las listas conciliares, siendo el primero Lycerius, obispo de Venasque, citado en el Concilio de Macon del 650, posiblemente
Boethius muerto en el 604 el segundo y Petronio, titular de la sede de Vaison entre el 637-685. Además, se
conocen otros casos como el del obispo Argobastus del 673 circa en Estrasburgo (Fixot, 2002, 146-147). ¿Se
trata de fábricas latericias pertenecientes a obispos? ¿Patrimonio de la Iglesia? ¿O encargos para construcciones del obispado que son sellados a su nombre? (Fixot, 2002, 148-150). En cualquiera de los casos, constituyen un elemento más a favor de la propuesta que presentamos en estas páginas.
Para estas inferencias sobre el posible rastreo de autoridades eclesiásticas en relación a la producción
y el comercio de mercancías de primera necesidad, entre ellas la producción de garum y salsamenta, se ha
tenido que recurrir a ejemplos y materiales procedentes de las provincias orientales del Imperio o del Norte
de África ante la parquedad del registro epigráfico de las producciones tardorromanas. Como hemos indicado
se trata de una línea de investigación a desarrollar en el futuro, que esperamos dará interesantes frutos que permitirán valorar la implicación de los sectores más pudientes de los episcopados y de todo el entramado dependiente de ellos en las tareas productivas y comerciales de finales del Mundo Antiguo.
¿Una reducción de la superficie y de la volumetría de los saladeros en la Antigüedad Tardía?
Una característica generalizada citada en la literatura especializada es la de la reducción tanto de la
superficie como del volumen de producción de los saladeros tardorromanos respecto al Alto Imperio. Vamos
a realizar a continuación, con los datos incluidos en la fig. 9, una tentativa de análisis detallado, ya que la
información disponible es genérica y válida únicamente para el conocimiento general de la capacidad de los
saladeros, independientemente de la cronología de los mismos (Etienne y Mayet, 2002, 95-103).
En primer lugar, y en relación al tamaño de las fábricas, no disponemos con datos objetivos que permitan hablar de una reducción drástica y generalizada de la superficie de las industrias conserveras en la
Hispania tardorromana. Por el contrario, parece que coexisten dos tendencias: de una parte, el mantenimiento generalizado en actividad de las estructuras altoimperiales, únicamente con amortizaciones puntuales de
algunas habitaciones o cubetas, tendencia de la cual Traducta es uno de los mejores ejemplos: el Conjunto
42
Dario BERNAL CASASOLA
Industrial I, con una treintena de saladeros y un volumen de producción cercano a los 165 m3, permaneció
activo hasta inicios del s. VI con la amortización únicamente de algunas cubetas, reestructuradas como
ambientes de trabajo pavimentados. Por otro lado, lo que sucede con algunas de las grandes fábricas altoimperiales es su compartimentación interna, generándose unidades productivas de menores dimensiones: el
ejemplo más ilustrativo es el de la “Usine I” de Troia (fig. 10), que entre los ss. III y V se reestructura en tres
fábricas de menores dimensiones, denominadas usines IA, IB y IC por los excavadores (Etienne, Makaroun y
Mayet, 1994). Es decir, en vez de fenómenos de concentración de la propiedad (Lagóstena, 2001, 359), parece que asistimos, al menos en algunos casos, tanto a una atomización de las mismas como al mantenimiento
en actividad de casi todos sus saladeros, siendo la Usine II de Troia fiel reflejo de esta última tendencia.
CRONOLOGÍA
s. III - IV
YACIMIENTO
Ilha Pessegueiro
(Tavares – Soares, 1993, 138141)
La Picola
(Molina, 2005, 104-105)
FABRICAS/
SALADEROS
Fábrica P 16
(10 cubetas)
Fábrica D 14
(8 piletas)
Fábrica 1987
(5 piletas)
Fábrica 1997
(5 piletas)
CUANTIFICACIÓN
4,4 m2 -2,2 x 2 m.- (2 piletas)
1,82 m2 –1,3 x 1,4 m.- (6 piletas)
2,88 m2 -1,2 x 2,4 m.- (2 piletas)
1,56 m2 -1,2 x 1,3 m.- (3 piletas)
4,4 m2 -2 x 2,2 m.- (3 piletas)
3,42 m2 –1,8 x 1,9 m.- (2 piletas)
4,8 m2 –3 x 1,6 m.- (3 piletas)
2,89 m2 -1,7 x 1,7 m.- (2 piletas)
2
4 m – 2 x 2 m.- x 1,8 = 7,2 m3 (4 piletas)
7,242 m2 –5,1 x 1,42 m.- (1 pileta)
2,175 m2 –1,45 x 1,5 m.- (1 pileta, P3)
Septem
(Fernández Sotelo, 2004)
C/ Queipo de Llano
(5 piletas)
2,89 m2 circa –1,7 x 1,7 m. - (3 piletas, P1, P2, P5)
4,61 m2 -2,25 x 2,05 m.- (1 pileta, P4)
Usine I A
(14 piletas)
Usine I B
(5 piletas)
s. V
Troia
(Etienne, Makaroun, Mayet,
1994, 75-93)
Usine I C
(6 piletas)
Usine II
(22 piletas)
Rua dos Correeiros
(Bugalhão, 2001, 81-82)
s. VI
San Nicolas
(Bernal, 2006, ed.)
BCP 1
BCP 2
BCP 3 completo
BCP 4 completo
BCP 5
BCP 6
BCP 7
Conjunto Industrial I
Fig. 9 - Datos cuantitativos de algunos saladeros tardorromanos de Hispania
43
2,38 m2 –1,4 x 1,7 m.- x 2,12 = 5,04 m3
(6 piletas: 9a, 9b, 12 a, 12 b, 12c, 12d )
5,3 m2 –3,12 x 1,7 m.- x 1,98 = 10,5 m3
(5 piletas: 8a, 8b, 9c, 10 a, 10 b )
11, 38 m2 –3,12 x 3,65 m.- x 2,08=23,68 m3
(3 piletas: 11, 13, 14)
2,25 m2 –1,5 x 1,5 m.- x 1,93 = 4,34 m3
(2 piletas: 17a, 17b )
13,87 m2 –3,75 x 3,7 m.- x 1,95 = 27,05 m3
(3 piletas: 16, 18, 19 )
14,84 m2 –3,71 x 4 m.- x 2,38 = 35,31 m3
(2 piletas: 2,3)
8,97 m2 –3,74 x 2,4 m.- x 2,3 = 20,64 m3
(4 piletas: 4, 5, 6, 7)
0,73 m2 –1,1 x 0,67 m.- x 1,75 = 1,28 m3
(8 piletas: 25 a, 25b, 25c, 26a, 26b, 29b, 29c, 29d)
1,96 m2 –1,4 x 1,4 m.- x 1,75 = 3,43 m3
(4 piletas: 30a, 30b, 30c, 30d )
4,3 m2 –2,99 x 1,44 m.- x 1,75 = 7,53 m3
(3 piletas: 23, 25d, 29 a)
5,25 m2 –2,92 x 1,8 m.- x 1,75 = 9,19 m3
(3 piletas: 20, 26 c, 28)
6,05 m2 –2,94 x 2,06 m.- x 1,75 = 10,59 m3
(2 piletas: 21, 22)
9,22 m2 –2,93 x 3,15 m.- x 1,75 = 16,15 m3
(2 piletas: 24, 27)
49 m2
23 m3
72 m2
44 m3
90 m2
75 m3
96 m2
70 m3
30 m2
23 m3
2
44 m
26 m3
27 m3
28 m2
2
4,5 m –2 x 2,25 m.- x 1,45 = 6,52 m3
(12 piletas: P-1 - P-6, P-9 – P14)
3 m2 –1,5 x 2 m.- x 1 = 3 m3
(10 piletas: P7, 8, 20, 21, 25, 26, 30, 31, 42, 43)
4,6 m2 –2 x 2,3 m.- x 1,8 = 8,28 m3
(5 piletas: P38-41, 29)
RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
En segundo término, es
importante la valoración de la propia
capacidad de los saladeros. En la fig.
9 únicamente se han incluido seis
yacimientos como botón de muestra,
en clave diacrónica (Ilha do
Pessegueiro, La Picola, Septem, Troia,
Rua dos Correeiros y San Nicolás), ya
que en otras ocasiones no resulta fácil
obtener los datos empíricos detallados. Además, en muchas ocasiones no
es posible disponer de la altura total
de las piletas, debido a problemas de
conservación: es por ello que el parámetro que vamos a utilizar es la superficie de los mismos y no su volumetría, como es más habitual (Etienne y
Mayet, 2002, 98-103). Se detecta, en
primer lugar, que en la misma fábrica
hay diferentes módulos de piletas, que
suelen oscilar de dos módulos diversos (Usine IB y IC de Troia, o las dos
fábricas de La Picola) a tres (IA de
Troia; San Nicolás; Septem, o las dos
fábricas de Pessegueiro) y, excepcionalmente más, con seis superficies
divergentes en la “Usine II” de Troia.
Derivado de lo anterior, el uso
de la volumetría de las piletas como
parámetro cronológico no parece
cumplirse, al menos asépticamente
(superficies que varían de 2 a 13 m2
en la misma fábrica como en la IB de
Troia). Es decir, no asistimos a una
reducción del volumen de los saladeros con el paso del tiempo, sobre todo
porque lo que sucede es que la longeva vida de estos inmuebles provoca la
continuidad en el uso de las mismas Fig. 10 - “Usine I y II” de Troia en época altoimperial, medioimperial y tardorromacubetas que en época precedente, al na (Etienne y Mayet, 2002, 76 y 78, figs. 14, 15 y 16)
tiempo que con el paso del tiempo se procede a la retabicación de los saladeros, ampliando su número y reduciendo su volumen: esta conclusión deriva del análisis diacrónico de una misma fábrica, como ilustran magistralmente las fábricas de Baelo o las de Troia: en este último yacimiento la Usine I en los ss. I/II tenía 19 piletas, y 24 en el Bajo Imperio, distribuidas en las 3 fábricas (IA, IB, IC) con 14, 5 y 6 saladeros respectivamente. Por el contrario, en los escasos datos conocidos de fábricas construidas ex novo, sí parece que asistimos a
la erección de saladeros de menores dimensiones, siempre con piletas de menos de 2 m3. El culmen de este
proceso parece ser el ilustrado por unas cubetas de ínfimas de dimensiones y de volumetría muy alargada,
documentadas por el momento con claridad en Baelo Claudia y Troia. En Baelo se trata de las piletas 8 y 9
del C.I. IV y de las cubetas del denominado. C.I. IV B, que definen unidades productivas de 2,57 m3 y 4,27
m3 respectivamente (Arévalo y Bernal, 2006, eds.). Por su parte, en Troia contamos capacidades que oscilan
entre 1 m3 aprox. a menos de 2 m3 y hasta 5 m3, como se puede comprobar en la fig. 9 (Etienne, Makaroun y
Mayet, 1994, 92).
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Dario BERNAL CASASOLA
Por tanto, parece que asistimos a una reutilización de los saladeros altoimperiales en las chancas tardorromanas, bien respetando su tamaño, bien retabicándolos al interior y reduciendo con ello su volumetría.
Y por otro lado a la erección de piletas más pequeñas en el caso de que las fábricas sean de nueva construcción a partir del s. III en adelante. Resta para el futuro tratar de determinar la potencial existencia de detalles
edilicios exclusivos de las chancas tardías, como podía ser el caso de la preeminencia de las molduras verticales de cuarto de bocel en las esquinas o el hecho de que la erección de las mismas sean geminadas en estos
casos.
Por último, recordar cómo la merma en la capacidad productiva de los saladeros tardíos parece haber
quedado fosilizada en la reducción del tamaño de las ánforas, en una dinámica bien conocida, para los salazones y otros contenidos, de la tardorromanidad.
Hacia el futuro: síntesis y perspectivas
En primer lugar, consideramos importante valorar la problemática cronológica de los saladeros tardorromanos. Partimos, como se ha tratado de demostrar en los apartados precedentes, de un espejismo historiográfico: el de un progresivo avance en la propuesta de su cronología de funcionamiento, entre el s. III, luego
los IV/V y definitivamente el VI d.C. Simplemente hojeando los trabajos de Ponsich y Tarradell o de Ponsich
en solitario se detecta, hace más de cuarenta y casi veinte años respectivamente, propuestas de cronologías
hasta el s. V o el VI d.C. De ahí que las aparentes novedades no sean tales, sino que responden a un equilibrio
isostático: las cosas vuelven a su lugar.
Se detecta en las publicaciones consultadas un tópico generalizado, cual es considerar que el s. V d.C.
constituye la fecha final “oficial” para estas fábricas, de ahí que cuando aparecen materiales “tardíos” en los
rellenos de las cubetas, se piensa siempre –y así se propone por escrito- un abandono en dichas fechas. Es
necesario la revisión, por tanto, de las secuencias de abandono de estos enclaves, ya que muchas de ellas darán
sorpresas en el futuro. En este mismo contexto también proponemos la necesidad de superar las menciones a
“periodos” y comenzar a hablar de “cifras” precisas, ya que será esta dinámica la que permitirá avanzar en el
conocimiento de la regionalización de la industria.
En relación al conocimiento actual del final de la industria, contamos con diversas amortizaciones en
la segunda mitad del V (Picola, Barcino, Mazarrón, Málaga, Lisboa, Septem y Gigia) o bien durante la primera mitad del s. VI d.C. (Rosas –475/525-; Malaga -calle Afligidos-, Traducta (f. V /525-550); Lagos (550);
Lixus (¿VI?) y Septem -inicios VI-), amén de otros datos (Lagóstena, 2001, 342-344). Todo ello permite plantear un cese gradual de la industria a lo largo de la segunda mitad del s. V, momentos en los que comienzan a
ser abandonados algunos yacimientos. Por otra parte, la constatada actividad de algunos saladeros durante el
s. VI, parece hacer coincidir el final de la industria en torno a mediados de siglo, fechas más tardías actualmente disponibles, en Traducta y en Lagos. Resta para el futuro profundizar en la posibilidad de una continuidad de las industrias haliéuticas durante el s. VII d.C., de la cual tenemos indicios concretos como es el
caso de la producción de spatheia sudhispánicos y en el área de Cartagena, cuyas cronologías es posible que
se prolonguen hasta estas fechas, como parece deducirse de su tipología, si la comparamos con la de las series
miniaturizadas africanas (Bonifay, 2004, 125). En tal caso pensamos que las estructuras de producción debieron variar, ya que no parece casual que ninguna de las chancas dotadas de piletas tradicionales cuente con
secuencias de abandono en pleno s. VII d.C., habiendo tantas excavadas. La continuidad de la producción de
salazones y salsas de pescado en época medieval es patente, ya que las poblaciones marineras siempre encontraron en el mar sus fuentes de recursos (AA.VV., 2004). Casos como el condimento conocido como al-murri,
el derivado del garum en época medieval en las provincias occidentales del mundo árabe -especialmente en
Al-Andalus y el Norte de África- bien conocido durante los ss. XIII y XIV (Waines, 1991), es una prueba evidente en dicho sentido.
En segundo termino, consideramos importante tratar de aproximarnos a la cuantificación de la producción de estas fábricas entre el s. IV y el VI d.C. De los datos recogidos en las figs. 1 y 2 que usamos como
botón de muestra (de M. Ponsich y R.Etienne/F. Mayet respectivamente) se deriva una intensísima actividad
de las chancas hispanas en la Antigüedad Tardía, encontrándose en funcionamiento entre el 65º el 75%, según
los datos proporcionados por cada autor. Además, se detecta una notable continuidad de las fábricas altoimperiales en época tardorromana, ya que el 50 o el 36% respectivamente aparentemente continúan en activo en
dicho período: es decir, la repercusión del s. III d.C. habría afectado a menos de la mitad de los enclaves. Por
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RESSOURCES ET ACTIVITÉS MARITIMES DES PEUPLES DE L’ANTIQUITÉ
último, entre el 15 y el 35% respectivamente de las fábricas iniciarían su andadura a partir del Bajo Imperio,
siendo este parámetro un fiel reflejo de la recuperación de este sector económico tras la crisis del s. III.
Todo ello da una imagen de la industria conservera tardorromana que va mucho más allá de una mera
continuidad residual de la misma. Algo que además queda plenamente ilustrado en el notable volumen de producción de las fábricas: Troia, el establecimiento mediterráneo de mayor capacidad, continúa a pleno rendimiento ahora, así como Lixus o la recientemente excavada Traducta, cuyas fábricas son de gran envergadura,
como ilustra el Conjunto Industrial I presentado en estas páginas. Precisamente en este enclave conocemos la
manufactura durante los ss. V y VI d.C. de harina de pescado –gracias a la recuperación de molinos de mano,
un vivarium que confirma las prácticas de ostricultura y una intensa explotación de moluscos y gasterópodos
marinos, así como la posible pesca de cetáceos (Bernal, e.p.), lo que da una idea del dinamismo e importancia de estas cetariae tardorromanas.
Un tercer elemento fundamental, ya puesto en evidencia en trabajos precedentes, es que la actividad
de los saladeros hispanos fue generalizada desde un punto de vista geográfico en la Antigüedad Tardía. Algo
ya demostrado para la Bética y la Tingitana por M. Ponsich, ampliado a inicios de los noventa a las Baleares
(Hernández, Cau y Orfila, 1992), al cantábrico y la Gallaecia (Fernández y Martínez, 1994) e inmediatamente después a la Lusitania (Etienne, Makaroun y Mayet, 1994), todo ello ampliado y matizado con posterioridad (Lagóstena, 2001). En este contexto surgen propuestas necesitadas de investigación especializada, que al
menos son las siguientes: De una parte, ¿existiría un traslado de artesanos/operarios de la industria pesquera
a la Tarraconense tardorromana? Algo planteado para las ánforas en el caso de la Bética o la Lusitania (Bernal,
2001; Fabião, 2001) y que parece encontrar una posibilidad en la zona levantina peninsular por la gran similitud tipológica de las ánforas murcianas (Aguilas y Mazarrón) o alicantinas (como La Picola) con las africanas. Pensamos que tras ellas hay más que una simple copia de los modelos tipológicos.
¿Contamos con un foco productivo tardorromano ex novo en la Tarraconense o a una intensificación de
las pesquerías en dicha época? Son mínimos los datos de época precedente, y curiosamente todas las cetariae
publicadas en los últimos años aportan cronologías únicamente tardorromanas (Rosas, Barcino, La Picola o
Javea). ¿A que se debería esta intensidad de la industria conservera en los últimos siglos del Imperio?
Otra de las temáticas necesitada de atención en los próximos años es la revisión de las ánforas tardorromanas, especialmente de la Tarraconense oriental, en la línea de los trabajos en curso (Berrocal, e.p.). Son
confundidas frecuentemente con envases africanos, debido a su gran similitud formal con aquellos, básicamente su aspecto fusiforme y su miniaturización, relacionados con las últimas fases de las producciones tardoantiguas del tipo spatheion. Y además, detalles tipológicos permitirán en el futuro su rastreo, caso de los
bordes moldurados de algunos de ellos, como el del Museo de Jaén (Bernal, 2001, 345, fig. 21, A), idéntico a
algunos localizados en Mazarrón (Iniesta y Martínez, 2005, 75, foto 9, la más alta), en lo que parece una característica típicamente hispánica (figura 6, nº 1 y 2).
Ante la ausencia de ánforas locales/regionales en algunos enclaves como Rosas o Barcino, ha sido
propuesto que en ellas se utilizaron envases alternativos para la comercialización de las conservas locales, en
una dinámica aplicada en otros ambientes o épocas. Nosotros pensamos que existiendo industrias sincrónicas
y cercanas, como es el caso de La Picola o las de Águilas/Mazarrón que usan ánforas, lo más lógico sería que
en el mismo entorno ocurriese lo mismo. Posiblemente algunos de los tipos tardorromanos mal seriados podrían cubrir esta ausencia: planteamos como hipótesis que al efecto podrían haberse dedicado las formas Keay
68/91, muy abundantes en la Tarraconense septentrional (Remolà, 2000, 196-200) –que además aparecen en
la factoría de Rosas- y cuya tipología, es claramente similar a la de envases salsero-salazoneros como la Keay
XIXC. En este mismo contexto habría que discriminar entre las ánforas africanas y otras similares tipológicamente pero de producción occidental, como los casos ya citados del entorno de Cartagena. Por el contrario, la
constatada ausencia de ánforas locales/regionales en la fachada atlántica y en la Gallaecia, así como en las
factorías armoricanas como Plomarch en Douarnenez, a todo lo largo de época imperial, permite hablar en tal
zona de envases alternativos a las ánforas. De ahí que hablemos de un “modelo del atlántico norte”, en el cual
el uso de barriles u otros contenedores cerámicos, vítreos o de madera, debió ser la constante, frente al “modelo mediterráneo” –que incluye al Atlántico hasta Olisipo aproximadamente-, claramente anfórico. No olvidemos tampoco que el uso de barriles, vidrio o cerámicas comunes de variada tipología debió ser generalizado
en los saladeros del todo el Mediterráneo y el Atlántico en época romana, no pareciendo una característica
exclusiva –que no preferente- de los sectores septentrionales del Imperio, como pasa en el caso de los barriles u odres.
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Dario BERNAL CASASOLA
Resta también en los próximos años incidir sobre cuestiones arqueozoológicas tales como la sugerente propuesta de que el hecho de que los depósitos ictiológicos en posición primaria de los ss. IV, V y VI d.C.,
que han deparado siempre pescados de reducidas dimensiones –normalmente sardinas y boquerones–, escondan tras de sí una reducción en el tamaño de las capturas a lo largo del tiempo como consecuencia de una
esquilmación de los caladeros (Lagóstena, 2001, 360; García et alii, 2006): es decir, de los túnidos y grandes
escómbridos en la República y el Alto Imperio, se habría pasado a la captura masiva de engráulidos –peces
menores– por la sobreexplotación del medio marino. Quizás esta cuestión refleje un problema metodológico,
en el sentido de que las conservas de atunes dejan escasas huellas osteológicas, al ser limpiados y despiezados con esmero, sin restos óseos de ninguna naturaleza, de ahí que no aparezcan restos arqueozoológicos en
las cubetas, al haberse desintegrado la materia orgánica: el reciente hallazgo de atunes en San Nicolás en los
ss., V/VI parece claro al respecto, pues en el mismo yacimiento también se documentan conservas de sardinas en algunas cubetas (Bernal, 2006, ed.).
En este trabajo se han afrontado algunos de los problemas de la industria conservera tardorromana en
Hispania, siendo la principal tendencia que sugerimos para el futuro la de una intensa regionalización y un
estudio microespacial de los yacimientos, para detectar pautas de comportamiento diferencial entre los diferentes ámbitos productores hispanos, por el momento difíciles de detectar. En esta línea se ha iniciado un estudio en el ámbito del Círculo del Estrecho (Bernal, 2006). Resta mucho por avanzar, pero al menos se ha vuelto a incidir en la importancia, geográfica y cronológicamente hablando, de la industria pesquero-conservera
hispanorromana.
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