La Pastoral. José Aguiar, 1945 El cuerpo es el componente material del ser humano, su estructura física perceptible por los sentidos. Herramienta de expresión, fuente de belleza y origen de la vida. Para el arte, el cuerpo humano ha ocupado un lugar primordial a lo largo del tiempo, y su esencia más pura, el desnudo, ha estado implícito desde las primeras manifestaciones artísticas. El ideal de la belleza y de la proporción a lo largo de los siglos ha ido cambiando de forma radical, con lo que la representación del desnudo, en nuestro caso femenino, ha sufrido una constante transformación como género o categoría artística, desde las culturas paleolíticas, al arte griego y romano, para transitar por el desasosiego medieval despertando en el Renacimiento al redescubrir las formas clásicas. Con el Barroco y su subyugante religiosidad, que marcará una doble pulsión en el desnudo hasta finales del siglo XIX, por un lado con representaciones de carácter más espiritual, que se ciñen a un pasaje concreto de los escritos sagrados o a la recreación de un personaje individualizado, el tema justifica el desnudo. Y por otro tendremos composiciones más sensuales, en las que la belleza carnal está patente, despertando el deseo, aunque acotadas generalmente en lo mitológico, en el recuerdo de lo clásico. Y es que el desnudo femenino, para que sea aceptado, tiene que presentar un sutil equilibrio entre lo representado y su necesidad funcional, para no caer en lo grosero. Una tenue frontera que separa la belleza ideal del erotismo, lo sensual de lo religioso. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, el desnudo femenino ganará poco a poco autonomía por sí mismo, nada mejor que este género para captar texturas, formas anatómicas, volúmenes y movimientos. Se irá desligando de 3 marzo / 22 abril 2016 Horario: Lunes a viernes, de 10.00 a 21.00 h. Sábados: de 10.00 a 18.00 h. Domingos y festivos: de 10.00 a 15.00 h. Cuerpo de mujer El desnudo femenino en la colección de la Casa de Colón CASA DE COLÓN C/ Colón, 1. 35001 Las Palmas de Gran Canaria Tel. 928 312 373 / 384 / 386 [email protected] www.casadecolon.com ftky Portada: Bañistas. Francisco Iturrino, ca. 1895-1909 casa de colón l a s pa l m a s d e g r a n c a n a r i a representaciones -más o menos realistas- de la anatomía femenina. Ahora, el cuerpo femenino desnudo se constituye en base argumental de un cuerpo liberado, ajeno a toda atadura social y escenario, campo propio de la experimentación artística. La mirada cambia, se multiplica, el desnudo ya no existe, solo queda el cuerpo. La exposición “Cuerpo de Mujer”, recoge el discurso anterior y propone una aproximación al desnudo femenino desde comienzos del siglo XVII hasta finales del siglo XX, con las obras que atesora la Casa de Colón en sus diferentes colecciones. Bañista haciendo pompas de jabón. Nicolás Massieu y Falcón, 1882 El tránsito de los siglos XVII al XIX, se realiza con dos piezas de carácter mitológico, una de Annibale Carracci (1560-1609) depósito del Museo Nacional del Prado, titulada Venus con Sátiro y Cupido, y un óleo sobre metal del siglo XVIII, Perseo liberando a Andrómeda de autor desconocido. En ellas el desnudo femenino está justificado por el tema elegido, ya sea una venus recostada como contrapunto compositivo al sátiro que la acaba de sorprender, en clara alegoría del amor terrenal; o una sensual Andrómeda, encadenada a una roca ante la inminente amenaza de Ceto, el monstruo marino enviado por Poseidón que será convertido en piedra por Perseo. En el siglo XIX, la poética de Nicolás Massieu y Falcón (1853-1934) -una de las figuras más relevantes del panorama artístico insular del momento- se desborda en el lienzo de 1882, Bañista haciendo pompas de jabón, al elaborar una sutil y delicada composición de cierto regusto académico, pero poseedora de una atmósfera efímera, como las las normas académicas, buscando imágenes más trasgresoras y provocadoras, realistas en definitiva. A partir de la segunda mitad del XIX, la representación de desnudos femeninos se dispara cuantitativamente hasta niveles nunca alcanzados en la Historia del Arte. Todos se interesan, tarde o temprano, por este género, y muchas veces el tema ya no justifica un desnudo. No nos encontramos ante diosas paganas, santas o vírgenes, son mujeres reales en escenarios reconocibles. Se pinta, dibuja, esculpe o graba lo que se ve, y muchas de estas obras entran en conflicto con la sociedad que las ampara, se comienza a subvertir la tradición clásica del desnudo. Por regla general nos encontraremos ante mujeres hermosas, sorprendidas en diferentes actitudes completamente desnudas, o desvestidas, con una naturalidad pasmosa que empapa toda la obra, y el artista nos hace partícipes del momento, como auténticos voyeurs, deshumanizándolas con nuestra mirada. Ya en el siglo XX, este proceso se acentúa notablemente en la búsqueda de la libertad y de la modernidad, pero la mujer pasará de ser objeto a ser sujeto creador. La gran mayoría de los artistas que realizan desnudos femeninos son hombres. Con el cuerpo de la mujer ellos trabajan desde una óptica muy concreta y determinada, encasillada, más bien. Se trasciende la individualidad de la modelo para recrearse continuamente en Desnudo femenino. Juan Márquez, ca. 1930 propias pompas de jabón creadas en medio de una naturaleza exuberante. Al adentrarnos en el cambio de siglo, destacan dos piezas, Bañistas, de Francisco Iturrino (18641924), considerado como el introductor de la vibrante paleta del fauvismo en España y uno de los artistas claves en el acercamiento a las vanguardias. Iturrino en dichas composiciones abandona el realismo propio de pintores de su generación, para experimentar con figuras abocetadas, de pinceladas sueltas pero precisas, jugando con la luz y el color, influenciado por la producción de su íntimo amigo Matisse. Ya en los inicios del siglo XX podemos apreciar distintas estéticas, como las propuestas por Josep de Togores (1893-1970), Eduardo Gregorio (1903-1974), Juan Márquez (1903-1980) o Pedro Bueno Villarejo (1910-1993), centrándose en el desnudo femenino como ejercicio artístico y de investigación plástica, en contraposición a las rotundas composiciones de José Aguiar (1895-1975). Aguiar con una gran solidez compositiva, crea piezas en las que mezcla el realismo monumental de tradición expresionista, con su herencia más clásica y costumbrista, de carácter alegórico. En La Pastoral de 1945, y en el Concierto campestre de 1946, las figuras femeninas desnudas se presentan rigurosamente ordenadas, voluminosas -casi no hay espacio para el paisaje- con formas plenas, rotundas a veces pero ligeras otras, que realmente nos sugieren la visión de un mundo misterioso, idílico, una Arcadia por descubrir. En la segunda de las salas de la que consta la muestra, se exponen las piezas que arrancan en la mitad del siglo XX y llegan hasta casi su última década, con la estampa de Jero Maldonado de 1987 titulada Figuras y espacios. En ella, los desnudos femeninos se convierten en una verdadera amalgama de ideas, significados y actitudes, un campo donde dialogan -y se tensan- la realidad con lo imaginado. Desde el melancólico lenguaje de Juan Ismael (1907-1981), la imaginación subversiva de Pepe Dámaso, la poética y experimentación de Jane Millares e Yvonne Guegan (1915-2005), o la evocadora de serie linóleos de Hermann König, donde sobre un fondo negro se trazan sutilmente en blanco siluetas femeninas.