AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) Wenceslao Calvo (23-03-2010) © No se permite la reproducción o copia de este material sin la autorización expresa del autor. Es propiedad de Iglesia Evangélica Pueblo Nuevo Agustín de Hipona (latín Augustinus, no habiendo evidencia del prenombre Aurelius dado por Orosio, Próspero y otros, en sus propios escritos ni en las cartas dirigidas a él), obispo de Hipona, nació en Tagaste, en la Numidia proconsular el 13 de noviembre del año 354 y murió en Hipona (Hippo Regius) el 28 de agosto del 430. Introducción Infancia, familia e influencias Estudios y matrimonio Maniqueísmo Enseñanza en Tagaste Rechazo del maniqueísmo. Llegada a Roma Vida bajo Ambrosio de Milán Atraído por el neoplatonismo Conversión al cristianismo Bautismo. Ordenación en África Presbítero en Hipona Comienzos de la actividad teológica Obra como obispo Percepción de Posidio sobre los servicios de Agustín Importancia doctrinal de Agustín Sucesos de su episcopado Teología Escritos anti-pelagianos Actividad contra el donatismo Desarrollo de sus conceptos Escritos adicionales Obras diversas Introducción. Agustín de Hipona es no sólo el más importante de los Padres de la Iglesia antigua sino al mismo tiempo el mejor conocido, gracias a una completa variedad de fuentes. Fue uno de los más fértiles escritores de aquel periodo y la multiplicación de sus manuscritos ha permitido que sus obras hayan llegado casi todas ellas a nosotros. Entre ellas las Confesiones y las Retractaciones tienen un valor único para la historia de la vida de la Iglesia antigua, mientras que otras están llenas de detalles biográficos. Además, un contemporáneo suyo, Posidio , obispo de Calama, que estuvo en estrecho contacto con él durante cuarenta años y estuvo presente en su muerte , nos ha dejado una biografía suya que merece un lugar de honor en la hagiografía antigua. Por lo tanto, tenemos suficientes fuentes tanto para la vida de Agustín como para su obra literaria. Él mismo, en sus Confesiones, (escritas entre el año 397 y el 400), ha descrito los principales sucesos de su vida en los primeros treinta y tres años, contando para el resto con los tratados y cartas que comienzan hacia el tiempo en el que termina las Confesiones, así como la biografía de Posidio. Para el entendimiento histórico de su obra y para fechas y crítica, Agustín mismo nos ha dejado en las Retractaciones (terminadas hacia el año 427) una guía única. En ese repaso ha tomado cada uno de sus escritos, menos las cartas y sermones, en orden cronológico, con el propósito de explicar cosas que podían ser malinterpretadas o para definirlas de una manera mejor. También Posidio nos ha dejado una lista sistemática y completa de todos sus escritos como apéndice a su biografía. Infancia, familia e influencias. Agustín es el primer autor eclesiástico del que podemos conocer exactamente el curso completo de su carrera y el primero también del que podemos determinar cada periodo de su vida con exactitud. Su padre, Patricio, era miembro del consejo y pertenecía a la clase influyente de la ciudad. Sin embargo, pasó por apuros económicos y no parece que hubo nada extraordinario en su personalidad o carácter. Era una persona de temperamento ardiente, sensual y vividor, volcado enteramente en sus asuntos mundanos, no teniendo una actitud amistosa hacia el cristianismo hasta el final de su vida, cuando se hizo catecúmeno poco antes de que Agustín alcanzara los dieciséis años de edad (369-370). A su madre Mónica (nacida en el 331 y muerta en el 387) Agustín le atribuyó todo lo que posteriormente él llegaría a ser. Pero aunque ella fue una mujer capaz, honorable, amorosa y sacrificada, no siempre fue el ideal de madre cristiana que la tradición ha hecho de ella. Su religión en las primeras etapas de su vida tiene huellas de formalidad y mundanalidad, y su ambición para su hijo tuvo poca sinceridad moral, al lamentar más su maniqueísmo que su sensualidad anterior. Parece ser que por medio de Ambrosio y de Agustín alcanzó la madurez piadosa con la que dejó el mundo. Los padres de Agustín estaban orgullos de él cuando era niño. Recibió su primera educación en Tagaste, aprendiendo a leer y escribir, así como rudimentos de latín y griego de maestros que seguían los métodos paganos tradicionales. Parece que no tuvo instrucción sistemática en la fe cristiana en ese periodo, aunque se alistó entre los catecúmenos y quiso bautizarse por una enfermedad y sus deseos infantiles. Fresco de Agustín en Letrán Estudios y matrimonio. Su padre, entusiasmado con el progreso de su hijo en los estudios, le envió primero a la vecina Madaura y luego a Cartago, a unos dos días de viaje. Al año de estancia fuera de su hogar su vida experimentó un profundo deterioro moral. Al comenzar sus estudios de retórica en Cartago, con la compañía de otros estudiantes aficionados al placer, Agustín se zambulló en lo que una ciudad pagana y cosmopolita podía ofrecerle. El único freno a sus deseos era la ambición por terminar su carrera. Tuvo un hijo, Adeodato, nacido en el verano del año 372, lo que indica que la madre de este niño tuvo que ser alguien con quien Agustín tuvo relaciones al poco de llegar a Cartago. No obstante, él permaneció fiel a esta mujer hasta el año 385, mostrando el dolor que sintió al separarse de ella la clase de relación que tuvo que haber entre ambos. Pero la insatisfacción con su vida iba en aumento, produciéndole una profunda impresión la lectura del Hortensio de Cicerón. El darse cuenta de la disparidad entre el ideal y su vida real le resultó una carga insoportable, empezando a concebir el cristianismo desde entonces como la única doctrina capaz de proporcionarle el ideal. Pero su orgullo intelectual le impidió abrazarlo sinceramente, pues en su opinión las Escrituras no podían compararse con Cicerón. Maniqueísmo. En esa búsqueda cayó bajo la influencia de los maniqueos que eran muy activos en África, a pesar de los edictos imperiales contra sus reuniones. Dos cuestiones le atrajeron de los maniqueos: su libertad para criticar las Sagradas Escrituras, particularmente el Antiguo Testamento, y su mantenimiento de la castidad y negación de sí mismos. La primera cuestión se ajustaba a la impresión que Agustín había recibido de su contacto con la Biblia; la segunda se correspondía con su estado de ánimo en aquel momento. La oración que hacía entonces era: 'Señor dame castidad y dominio propio, pero no ahora.', pudiendo también ser la fórmula que expresara el sentir de muchos maniqueos. Con diecinueve años Agustín recibió clases de ellos, sosteniendo firmemente su enseñanza durante nueve años, teniendo frecuentes disputas con cristianos y burlándose de los sacramentos de la Iglesia. Enseñanza en Tagaste. Habiendo acabado sus estudios, volvió a Tagaste y comenzó a enseñar gramática, viviendo en la casa de Romaniano, un prominente crítico a quien Agustín convirtió al maniqueísmo. Su madre, pues su padre ya había muerto, estaba profundamente afligida por la herejía de su hijo, prohibiéndole entrar en su casa, hasta que fue convencida por una visión que tuvo en la que se le prometía la salvación de su hijo. Ella se consoló por las palabras de cierto obispo (probablemente el de Tagaste) quien le dijo que 'un hijo de tantas lágrimas no puede perderse'. Tras pasar un año en su ciudad y deseoso de encontrar un campo más amplio, volvió, tras la muerte de un amigo, a Cartago como maestro de retórica. Rechazo del maniqueísmo. Llegada a Roma. El siguiente periodo fue un tiempo de estudio diligente en el que escribió (hacia finales del año 380) un tratado titulado De pulchro et apto. Mientras tanto su lealtad al maniqueísmo se iba debilitando. Su débil cosmología y metafísica no le daban respuestas a sus preguntas y la credulidad astrológica de muchos de sus seguidores ofendía su razón. Los miembros de la secta, procurando retenerlo, le arreglaron un encuentro con Fausto de Milevi. Pero cuando éste llegó a Cartago en el otoño del año 382 él también desilusionó a Agustín, quien en su fuero interno dejó de ser maniqueo. Sin embargo, aunque mantenía la relación externa con sus antiguos asociados, Agustín no encontraba nada que sustituyera esa doctrina, lo cual acrecentaba en él la búsqueda de la verdad. Tras su ruptura con los maniqueos salió para Roma, en parte también para escapar de la influencia de su madre sobre una mente que tenía ansias de total libertad de investigación. Pero aquí, incluso más que antes, por obligaciones de amistad y gratitud, entró en contacto con los maniqueos, que abundaban en Roma y eran no meramente oidores sino miembros perfectamente iniciados en la secta. Mas no duró mucho su estancia en Roma porque el prefecto Símaco le envió a Milán a principios del año 385, donde solicitaban un profesor de retórica. Vida bajo Ambrosio de Milán. El cambio de residencia también produjo una separación completa de los maniqueos. En Milán escucharía la predicación de Ambrosio y por medio de ella se pondría en contacto con la interpretación alegórica de las Escrituras y la debilidad de la crítica bíblica maniquea. Sin embargo, no estaba preparado para aceptar el cristianismo. Su mente estaba bajo la influencia de la filosofía escéptica de la Academia. Otra vez su madre estaba a su lado, compartiendo casa con ella y con sus amigos Alipio y Nebridio, quienes le habían seguido hasta Milán. Su posición social estaba asegurada, lo que se demuestra por el compromiso matrimonial que hizo con una joven de posición. Como catecúmeno asistía a los sermones de Ambrosio quien, ignorante de las luchas internas de Agustín, le había dado la bienvenida en la manera más cordial. Pero Agustín sólo se sentía atraído por la elocuencia de Ambrosio, no por su fe. Su vida moral estaba tal vez en su momento más bajo. En su compromiso matrimonial había dejado a un lado a la madre de su hijo; pero ni su partida, ni la perspectiva de un nuevo matrimonio le impidieron tomar una nueva concubina. Su idealismo no estaba muerto ni mucho menos, declarando a Romaniano, que había llegado a Milán en ese tiempo, que deseaba vivir de acuerdo a los principios de la filosofía, concibiendo un plan para fundar una comunidad a la que retirarse del mundo con el fin de vivir únicamente para la búsqueda de la verdad. Con este proyecto chocaban su intención de matrimonio y su ambición, lo que provocó en él una perturbación interna profunda. Atraído por el neoplatonismo. Cuando tenía treinta años se sintió intensamente atraído por el neoplatonismo por la lógica de su desarrollo. El carácter idealista de esta filosofía le despertó gran entusiasmo, atrayéndole tanto por su exposición del ser intelectual puro como por el origen del mal. Esa doctrina le trajo más cerca de la Iglesia, aunque todavía no había captado la importancia central de Jesucristo. En sus primeros escritos menciona su conexión con la enseñanza neoplatónica y su relación con el cristianismo como el punto decisivo en su vida, aunque en las Confesiones es solamente una etapa en el largo camino del error. El contacto con el neoplatonismo hizo que su vida le fuera insoportable, ante la discrepancia entre lo que era y lo que debería ser. Sus deseos sensuales le parecían tan fuertes que le era imposible romper con ellos. Conversión al cristianismo. La ayuda le vino en una manera curiosa. Un paisano suyo, Ponticiano, le visitó y le dijo cosas que él nunca había oído sobre la vida monástica y las maravillosas conquistas que había logrado bajo su influencia. El orgullo de Agustín fue humillado, al comprobar que los iletrados tomaban el reino de los cielos, mientras que él y todos los entendidos estaban cautivos por la carne. Cuando Ponticiano se fue y tras unas vehementes palabras de Alipio, Agustín salió al jardín para expresar su luchar interior. Entonces sucedió la escena tantas veces descrita. Vencido por sus emociones dejó a Alipio y se postró bajo una higuera arrasado en lágrimas. Desde la cercanía la Ambrosio de Milán,celestial y voz de un muchacho repetía las palabras Tolle, lege, esto es 'Toma y lee'. Le pareció una indicación mosaico en la capilla de Víctor, Milán tomando una copia de las cartas de San Pablo y abriéndola en la carta a los Romanos capítulo San 13 leyó: 'Andemos como de día, honestamente, no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidias, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.' Esta escena sucedió a finales del verano del año 386. Bautismo. Ordenación África. Agustín de Hipona. en Efigie en la iglesia de su nombre en Würzburgo Agustín, queriendo romper completamente con su vida pasada, dejó su posición y escribió a Ambrosio pidiendo Fotografía de Wenceslao Calvo el bautismo. Los meses que pasaron entre el verano y la Pascua del año siguiente, fecha cuando según costumbre ancestral quiso recibir el bautismo, los pasó en calma en una casa de campo en Casiciaco que puso a su disposición uno de sus amigos. Allí estuvo acompañado de Mónica, Alipio, Adeodato y algunos de sus alumnos, a los que todavía dio clase sobre Virgilio, manteniendo discusiones filosóficas. Todos ellos volvieron a Milán para la Pascua del año 387, siendo bautizado Agustín junto con Alipio y Adeodato. Hizo planes para marcharse a África, pero cuando estaban en Ostia para zarpar su madre Mónica murió, momento que él recogió posteriormente con ternura en las Confesiones. Este suceso hizo que se quedara un año más en Italia, parece que en Roma, viviendo sosegadamente, estudiando y escribiendo, en compañía de su paisano Evodio, que sería obispo de Uzalis. Aquí comenzó su lucha literaria contra los maniqueos y también escribió sobre el libre albedrío , aunque este libro solo fue completado en Hipona en el año 391. En el otoño del 388 pasando por Cartago volvió a Tagaste, siendo un hombre totalmente diferente al que cinco años atrás había salido de la ciudad. Alipio estaba todavía con él y también Adeodato, quien moriría joven, aunque no sabemos cuándo ni dónde. A principios del año 391, habiendo encontrado un amigo en Hipona que le ayudó en la fundación de lo que él llamó un monasterio, vendió su herencia, siendo ordenado presbítero en respuesta a la demanda general. Presbítero en Hipona. Los años que pasó como presbítero (391-395) fueron los últimos formativos de su periodo. Las obras que escribió en el primer periodo de su episcopado nos muestran ya el pleno desarrollo teológico al que podemos denominar agustinianismo. Hay poco de notorio externo en estos cuatro años formativos. Los planes para una vida monástica que le habían traído a Hipona no se llegaron a realizar. En un jardín regalado a propósito por el obispo Valerio, encontró su monasterio, que parece ser fue el primero en África, siendo de especial significación porque mantuvo una escuela clerical, estableciendo de ese modo un lazo entre el monasticismo y el clero secular. Otros detalles de este periodo son la apelación que hizo a Aurelio, obispo de Cartago, para que suprimiera la costumbre de celebrar banquetes y diversiones en las iglesias, pudiendo por su valiente elocuencia abolirlas en Hipona el año 395. Al año siguiente sostuvo una disputa pública con un presbítero maniqueo, de nombre Fortunato. Preparó un tratado, De fide et symbolo, que había de ser leído en un concilio celebrado en Hipona en octubre del año 393. Estuvo también en Cartago por un tiempo, tal vez asistiendo al sínodo celebrado allí en el año 394. Comienzos de la actividad teológica. Los intereses intelectuales de esos cuatro años están principalmente concentrados en la controversia maniquea, escribiendo los tratados De utilitate credendi (391), De duabus animabus contra Manichæos (392) y Contra Adimantum (394 o 395). Su actividad con los donatistas también comienza en este periodo, pero estaba más ocupado con los maniqueos, con un incremento en el estudio de las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia, lo cual aparece en las obras citadas y en otras más de este periodo, tales como su exposición del Sermón del Monte y de las cartas a los Romanos y Gálatas. En los escritos de esta época aparecen frases y términos bíblicos, como gracia y ley, predestinación, llamamiento, justificación, regeneración y otros, en los cuales el lector que esté familiarizado con el neoplatonismo detectará su huella, aunque con ropaje cristiano. Entre tanto ya había entrado en contacto con la enseñanza de San Pablo de que la humanidad es una massa peccati o peccatorum que, dejada a sí misma, sin la gracia de Dios, perece inevitablemente. Sin embargo, tal como nos recuerda el Agustín posterior, en ese periodo él sostenía que la libre voluntad del hombre puede decidir su destino. Sabía que había algunos que veían en Romanos 9 una predestinación incondicional que dejaba a un lado la libertad de la voluntad, pero estaba convencido de que ésa no era la enseñanza de la Iglesia. Su posoción sobre este particular no cambió hasta que fue obispo. Obra como obispo. Cuanto más conocido era Agustín, más temeroso estaba Valerio, obispo de Hipona, de perderlo en el primer puesto que quedara vacante de alguna sede episcopal vecina. Deseando retenerlo permanentemente en Hipona lo nombró obispo coadjutor suyo, un deseo con el que el pueblo gente también coincidía. Agustín se opuso firmemente a la idea, aunque posiblemente ni él ni Valerio eran conscientes de que un nombramiento así podía ser una violación del canon octavo de Nicea, que prohibía dos obispos en una misma ciudad. Sin embargo, Valerio llevó adelante su plan y antes de Navidad del año 395 Agustín fue consagrado por Megalio, primado de Numidia en Calama. No se sabe cuándo murió Valerio, pero durante el resto de su vida dejó la administración en las manos de su asistente. Percepción de Posidio sobre los servicios de Agustín. Una narración completa de los hechos de Agustín durante los treinta y cinco años en los que fue la gloria de su pequeña diócesis requeriría una historia de la Iglesia africana, por no decir de la Iglesia occidental. La biografía de Agustín por su amigo Posidio muestra que su intención era levantar un memorial adecuado al hombre que estaba destinado a tener una importancia duradera en la historia de la Iglesia. En primer lugar considera a Agustín un autor que dejó tantas obras refutando herejías y estimulando la piedad que pocos estudiantes diligentes pueden conocerlas todas. A continuación continúa con los servicios que Agustín prestó a la paz y unidad de la Iglesia por sus tareas contra el donatismo, atribuyendo también al impulso de Agustín mucho del crecimiento del monasticismo, junto con una regeneración de la vida clerical. La invasión vándala, que fue como una helada de primavera para la Iglesia africana, y las conquistas musulmanas impidieron que el trabajo de Agustín tuviera efecto pleno en África. Dejando a un lado por el momento la influencia de sus escritos, parecería que la condenación del pelagianismo fue el único resultado permanente de su obra. Importancia doctrinal de Agustín. Pero sus escritos han continuado ejerciendo tal influencia, que no hay ningún otro Padre de la Iglesia que haya tenido tanta desde entonces. Agustín es el padre de todo el cristianismo occidental de su tiempo. Es verdad que el catolicismo nunca ha aceptado oficialmente su doctrina de la gracia en su totalidad, pero este hecho es de relativa importancia cuando pensamos en la colosal influencia que sus escritos han tenido en el gradual proceso de la doctrina en su totalidad, no existiendo un solo dogma católico que sea totalmente inteligible históricamente sin referirse a su enseñanza. No sólo ha ejercido influencia sobre los dogmas de la Iglesia occidental; también su desarrollo jerárquico y científico deriva de él. La gran batalla entre los jefes rivales de la cristiandad occidental, el papa y el emperador, es explicable, en su más profundo significado, desde su De civitate Dei. Cuando la teología medieval era más activa, lo era sobre todo por su influencia, siendo determinado por él el movimiento escolástico, en sus especulaciones y métodos. Agustinianas son las influencias que moldearon los movimientos precursores de la Reforma. Pero cuando hemos dicho que él fue el padre del catolicismo medieval, no se ha dicho todo, porque aunque el efecto de su enseñanza en el Oriente ha sido indirecto, los reformadores encontraron un aliado en él. Las características que distinguen a las iglesias reformadas de aquellas de tradición luterana se encuentran en la tradición agustiniana. En la historia de la filosofía también ha sido una fuerza más allá de la Edad Media, pues tanto en Descartes como Spinoza se puede oir su voz. El siguiente pasaje está tomado de sus Confesiones, en el que indaga sobre la creación y el tiempo: 'He aquí mi respuesta a quien se pregunta qué hacia Dios antes de crear el cielo y la tierra. Mi respuesta no será como la de aquel que, según se dice, eludió graciosamente la dificultad de la cuestión diciendo: «Dios preparaba el infierno para aquellos que quieran indagar cuestiones demasiado profundas». Una cosa es comprender, otra bromear. No seré yo quien responda de ese modo. Yo afirmo que tú, oh nuestro Dios, eres el creador de toda criatura. Y si por el nombre de cielo y por el nombre de tierra se entiende toda criatura, yo me atrevo a afirmar que, antes de crear el cielo y la tierra, Dios no hacía nada. Y si, de hecho, estaba haciendo algo, ¿qué otra cosa podía hacer, más que crear una criatura? ¿Cómo podían transcurrir siglos y siglos, si tú que eres el autor de todos los siglos no los habías creado todavía? ¿Podían acaso existir tiempos no creados por ti? ¿Y cómo podían transcurrir los tiempos si nunca habían existido? Siendo tú el creador de todos los tiempos, de existir un tiempo anterior a la creación del cielo y de la tierra, ¿cómo podemos afirmar que permanecías inactivo? Tú creaste el tiempo, y el tiempo no podía transcurrir antes de que tú lo crearas. Y si el tiempo no es anterior al cielo y a la tierra, ¿por qué hay quien se pregunta qué hacías? Si no existía el tiempo, no existía el entonces. Tampoco precedes los tiempos con el tiempo; de otro modo, no precederías todos los tiempos. Tú, sin embargo, precedes cada paso con la grandeza de la omnipotente eternidad, y trasciendes todo futuro porque es futuro, y una vez arribe, el futuro se convertirá en pasado. Tú, en cambio, siempre eres el mismo y tu tiempo de vida nunca se reducirá. Tus años ni van ni vienen; los nuestros, en cambio, van y vienen para que todos puedan llegar. Todos tus años son estables y permanecen inmóviles en un punto; los que se van no son atrapados por los que llegan, porque no pasan. Los nuestros, en cambio, habrán terminado de llegar cuando no lleguen más. Tus años son una sola jornada, y tu jornada no es cada jornada, sino la jornada porque tu hoy no da paso al mañana y no se convierte en ayer. Tu hoy es la eternidad.' Sucesos de su episcopado. Estuvo presente en los sínodos de Cartago de los años 397 y 403, disputando con Félix el maniqueo en Hipona en el 404, asistiendo al undécimo sínodo de Cartago en el 407, a la conferencia con los donatistas en Cartago en el 411, al sínodo de Milevi en el 416, al concilio de Cartago en el 418, al viaje a Cesarea en Mauritania y la disputa con el obispo donatista en el 418, a otro concilio general en Cartago en el 419 y finalmente a la consagración de Heraclio como su ayudante en el 426. Grabado en madera de la edición de 1489 de La Ciudad de Dios, Teología. de Agustín de Hipona Su especial y directa oposición al maniqueísmo no se prolongó demasiado tras su consagración episcopal. Hacia el año 397 escribió un tratado Contra epistolam [Manichæi] quam vocant fundamenti; también hacia el mismo tiempo escribió De agone christiano y en las Confesiones abundan numerosas expresiones anti-maniqueas. Pero tras esto solo en ocasiones especiales atacó a los maniqueos, como cuando a solicitud de sus hermanos escribió, hacia el año 400, una detallada refutación a Fausto, un obispo maniqueo, o compuso el tratado De natura boni, resultado de su discusión con Félix. Poco después, la carta del maniqueo Secundino le dio ocasión de escribir Contra Secundinum, que a pesar de su brevedad comparativa, estimó como el mejor de sus escritos sobre este asunto. En el siguiente periodo estuvo mucho más ocupado con la polémica anti-donatista, que quedó desplazada a un segundo plano por la controversia pelagiana. Se ha pensado que la enseñanza anti-pelagiana de Agustín surge a consecuencia de su concepción de la Iglesia y sus sacramentos como medios de salvación, dándose atención al hecho de que antes de la controversia pelagiana este aspecto de la Iglesia asumió, por la batalla con los donatistas, especial importancia en su mente. Pero esta argumentación es falsa. Es cierto que en el año 395 sus conceptos sobre el pecado y la gracia, la libertad y la predestinación no eran los mismos que después serían, pero el cambio se produjo antes del tiempo de su controversia con los donatistas e incluso antes de que hubiera oído hablar de Pelagio. Lo que denominamos agustinianismo no fue una reacción contra el pelagianismo sino que sería mejor decir que fue una reacción contra los conceptos de Agustín mismo. Él mismo menciona el momento del cambio al comienzo de su episcopado. Por lo tanto, en lo primero que escribe tras su ordenación, De diversis quæstionibus ad Simplicianum (396 o 397), ya aparece su nueva concepción. En ninguno de sus escritos vemos tan plenamente en cualquier punto el gradual logro de la convicción, pues como él mismo dice en las Retractaciones, mientras estaba trabajando para la libre elección de la voluntad humana, la gracia de Dios ganó la partida. Tan completamente la ganó que podemos extraer la enseñanza agustiniana sobre la gracia de este tratado de una manera tan plena como de los tratados contra los pelagianos. Es cierto que mucha de la enseñanza posterior está todavía sin desarrollar; por ejemplo todavía no ha surgido la cuestión de la predestinación (aunque usa la palabra); tampoco está claro el término elección y nada dice del don de la perseverancia. Pero lo que tenemos posteriormente de esos puntos no es más que la consecuencia lógica de lo expresado ahí, teniendo ante nuestros ojos la génesis de la predestinación agustiniana. No está determinada por ninguna referencia a la cuestión del bautismo infantil, ni tampoco por ninguna consideración sobre la concepción de la Iglesia. El impulso surge directamente de la Escritura, con la ayuda, es verdad, de pensamientos exegéticos ajenos y no suyos propios. Ciertamente Pablo solo no puede explicar esta doctrina de la gracia, lo cual es evidente porque la definición de gracia no es paulina. Gracia es para Agustín no la misericordia peccata condonans (misericordia que perdona los pecados) de los reformadores, al igual que la justificación no es la alteración de la relación con Dios cumplida por la accipere remissionem (recepción del perdón). Gracia es más bien la misericordia que se muestra en la inspiratio divina, siendo la justificación justum o pium fieri, su resultado. Podemos decir que esta gracia es una interna illumiatio, tal como un estudio del neoplatonismo de Agustín nos permite fácilmente entender, que restaura la relación con el bonum esse divino. Ya que todas las cosas buenas, grandes y pequeñas, no pueden proceder sino de Dios, así la fe, que es una cosa buena, solo puede surgir de la operación de Dios únicamente. Esto explica la idea de que la gracia opera como una ley de la naturaleza, atrayendo la voluntad humana hacia Dios por medio de la omnipotencia divina. Por supuesto, esta huella neoplatónica no debe exagerarse; se encuentra más en sus primeros escritos que en los últimos, no pudiendo haber llegado a su enseñanza predestinacionista sin el Nuevo Testamento. Con este conocimiento estamos en posición de estimar la fuerza de una dificultad que Agustín enfrentaba por primera vez y que nunca le dejó desde entonces, estando presente en la enseñanza católica hasta el concilio de Trento e incluso después. Si la fe depende de una acción nuestra, solicitada, pero no causada por el llamamiento, sólo puede salvar al hombre cuando, per fidem gratiam accipiens, es alguien que no solo meramente cree en Dios sino también le ama. Pero si la fe ya ha sido inspirada por la gracia y si, aunque la Escritura habla de justificación por la fe, se sostiene (de acuerdo con la definición de gracia) que la justificación sigue a la infusio caritatis, entonces o bien la noción de la fe que es inspirada por Dios debe sobrepasar sus fluctuantes límites y acercarse más a los de caritas, o la noción de la fe que no está relacionada con caritas hará ininteligible el hecho de su inspiración y la justificación por la fe será imposible. Los escritos anti-pelagianos de Agustín exponen esta doctrina de la gracia de manera más clara en algunos puntos, tales como los términos 'elección', predestinación' 'don de perseverancia' y algunos más. Escritos anti-pelagianos. Son los siguientes: De peccatorum meritis et remissione (412); De spiritu et litera (412); De natura et gratia contra Pelagium (415); De perfectione justitiæ hominis (hacia el 415); De gestis Pelagii (417); De gratia Christi et de peccato originali (418); De nuptiis et concupiscentia (419 y 420); De anima et ejus origine (419), que no trata directamente con el pelagianismo pero responde a la crítica pelagiana sobre la reserva de Agustín sobre el creacionismo y el traducianismo; Contra duas epistulas Pelagianorum ad Bonifatium, romanæ ecclesiæ episcopum (hacia el 420); Contra Julianum (hacia el 421); De gratia et libero arbitrio (426 o 427); De correptione et gratia (426 o 427); De prædestinatione sanctorum (428 o 429); De dono perseverantiæ (428 o 429); y la obra escrita en los últimos años de su vida, Contra secundam Juliani responsionem. El siguiente texto procede de Contra las dos epístolas de los pelagianos: 'Él (Pelagio) escribe: Nosotros defendemos que los hombres son obra de Dios, que el poder de Dios no constriñe a nadie contra su voluntad al bien o al mal, sino que cada cual hace el bien o el mal voluntariamente: al hacer el bien el hombre es ayudado siempre por la gracia de Dios; al mal, por el contrario, es incitado por la sugestión del diablo. A esto nosotros respondemos: Los hombres son obra de Dios en cuanto hombres, pero están bajo el dominio del diablo en cuanto pecadores, a menos que sean liberados por medio de aquel que fue hecho mediador entre Dios y los hombres para evitar que fuese pecador entre los hombres. Nadie es constreñido al mal o al bien por el poder de Dios contra su voluntad, pero, abandonado por Dios, termina en el mal porque se lo merece y, ayudado por Dios, se convierte al bien sin que lo merezca. El hombre no es bueno sin quererlo ser, pero es la gracia de Dios la que le ayuda a quererlo, porque no en vano ha sido escrito: Es Dios el que suscita en vosotros querer y obrar según sus benévolos designios; y también: La voluntad es preparada por el Señor. No sin razón anatematizamos a los pelagianos, los cuales son enemigos de la gracia de Dios, venida por medio de nuestro Señor Jesucristo, al decir que ésta no nos es dada gratuitamente, sino según nuestros méritos, de manera que la gracia no es tal gracia. Y fían tanto en el libre arbitrio, que han lanzado al hombre al abismo al decir que los hombres merecen la gracia usando bien el libre arbitrio, cuando nadie puede servirse bien del libre arbitrio, si no es por medio de la gracia, la cual no es pagada por Dios como deuda, sino dada gratuitamente por la misericordia de Dios. En cuanto a los niños, sostienen que están ya a salvo y niegan que deban ser salvados por el Salvador,' (XVIII,36; XVIII,36 y XXIV,42). Actividad contra el donatismo. Para llegar a una decisión sobre la influencia que la controversia donatista tuvo sobre el desarrollo intelectual de Agustín es preciso ver cuánto tiempo y cuán intensamente estuvo envuelto en ella. Hemos visto que antes de ser obispo estaba defendiendo a la Iglesia católica contra los donatistas y tras su consagración tomó parte directa o indirectamente en todas las discusiones importantes sobre la materia, algunas de las cuales ya se han mencionado, defendiendo la causa de la Iglesia en cartas y sermones, al igual que en sus escritos polémicos formales. El primero de ellos, que pertenece al periodo de su episcopado, Contra partem Donati, se ha perdido. Hacia el año 400 escribió dos tratados relacionados Contra epistulam Parmeniani (obispo donatista de Cartago) y De baptismo contra Donatistas. Los cismáticos le consideraban su principal enemigo, obligándole a defenderse en una réplica por un ataque lanzado contra él. En los años 401 y 402 tenemos la réplica al obispo donatista de Cirta, Contra epistulam Petiliani, y también la Epistula ad catholicos de unitate ecclesiæ. El conflicto estaba alcanzando en ese momento su punto álgido. Tras el sínodo de Cartago del año 403 hizo los preparativos para un debate decisivo con los donatistas, pero declinando éstos el enfrentamiento, se enconó el enfrentamiento entre las partes. Otro sínodo de Cartago al año siguiente solicitó al emperador que decretara leyes penales contra los donatistas. Honorio dio su acuerdo a la petición, lo que provocó un nuevo punto de discordia entre ambos lados. Cuando esas leyes fueron abrogadas (409) el plan de celebrar una conferencia se intentó una vez más en junio del año 411, bajo la autoridad imperial, asistiendo al encuentro casi 300 obispos de cada bando, con Agustín y Aurelio como representantes principales de la causa católica. Al año siguiente, tras la probada insubordinación de los donatistas, Honorio emitió un nuevo edicto más severo contra ellos, que resultó ser el principio del fin para el cisma. Desde los años 405 al 412 tenemos veintiuna cartas de Agustín sobre la controversia, aparte de ocho tratados formales de los cuales cuatro se han perdido. Los que existen son Contra Cresconium grammaticum (hacia el año 406); De unico baptismo (hacia el 410 o 411), en respuesta a una obra del mismo nombre de Petiliano; el breve informe de una conferencia (fin del 411); y el Liber contra Donatistas post collationem (probablemente del 412). Tras esta fecha, aunque ocasionalmente trató este asunto en cartas y sermones, no produjo más literatura polémica sobre el mismo. Sabemos de un tratado anti-donatista perdido del año 416 y todavía existe uno escrito para una ocasión especial Contra Gaudentium, Donatistarum episcopum, hacia el 420, pero eso es todo. Desarrollo de sus conceptos. Las primeras de sus obras existentes contra los donatistas muestran los mismos conceptos de la Iglesia y sus sacramentos que los desarrollados posteriormente. Los principios que presentó en este conflicto son básicamente los que, en una forma más simple, aparecieron en la polémica anti-donatista antes de su tiempo y que habían sido parte de su propia creencia temprana. Lo que hizo fue formularlos con más precisión dogmática e impregnar las tesis ordinarias de la controversia con sus propios pensamientos sobre la unitas, caritas e inspiratio gratiæ en la Iglesia, pensamientos que de nuevo trazan su origen a sus fundamentos neoplatónicos. En el curso del conflicto cambió su opinión sobre los métodos a ser empleados, oponiéndose al principio al empleo de la fuerza, aunque después esgrimió el argumento de 'obligarles a entrar'. Su posición como presbítero anteriormente y como obispo después jugó un papel fundamental en la batalla práctica que libró contra los cismáticos. Su salud se resintió después del año 386 y su cuerpo estaba envejecido antes de tiempo. El 26 de septiembre del año 426 solemnemente designó a Heraclio como sucesor suyo, aunque sin consagrarlo como obispo, descargando en él tantas responsabilidades como le fue posible. Sin embargo, su lucidez mental permaneció inalterable hasta el fin. Le vemos como Próspero le describe en su crónica, '...contestando a los libros de Juliano en sus últimos días, cuando los vándalos estaban a las puertas, perseverando gloriosamente en la defensa de la gracia cristiana.' En el tercer mes del sitio de Hipona murió el 28 de septiembre del año 430. Pudo leer en su lecho de muerte los salmos penitenciales que estaban escritos sobre la pared de su habitación donde podía verlos. Meditar en ellos era el cumplimento de lo que tantas veces había dicho antes, que incluso los cristianos más estimados por la santidad de sus vidas no deberían dejar este mundo sin pensamientos adecuados de penitencia. Escritos adicionales. Agustín mismo dividió sus escritos en tres clases: Los 232 tratados (libri) discutidos en las Retractaciones, las cartas y 'los tratados populares que los griegos llaman homilías.' Habría querido revisar las dos últimas clases como hizo con la primera en sus Retractaciones, pero la muerte se lo impidió. En la edición que hicieron los benedictinos de San Mauro se incluyen 217 cartas, siendo el número de sermones mucho mayor, entre los que destacan la serie sobre el evangelio de Juan y los comentarios sobre los Salmos. Obras diversas. Las obras no mencionadas, las escritas después del año 395 y no señaladas en las Retractaciones, se pueden clasificar en tres categorías: dogmáticas menores, polémicas y prácticas, además de una clase separada conteniendo cuatro obras extensas de especial importancia. El más antiguo de los tratados menores es De catechizandis rudibus, del año 400, interesante por sus conexiones con la historia de la exégesis catequética y por muchas otras razones. Una breve enumeración de los demás será suficiente: De opera monachorum, del año 400; De bono conjugali y De sancta virginitate, del 401, dirigidas ambas contra el desprecio de Joviniano hacia la virginidad; De divinatione dæmonum, escrita entre el 406 y 411, De fide et operibus, del año 413, un trabajo acabado sobre el argumento en De fide et operibus, útil para un estudio de la diferencia entre las doctrinas de la gracia agustiniana y luterana, De cura pro mortuis, interesante porque muestra su actitud hacia la superstición en la Iglesia y unos pocos de menor interés. Las cuatro obras que le han merecido un puesto de primera categoría son De doctrina christiana, comenzada hacia el año 397 y terminada en el 426, Enchiridion de fide, spe, et caritate, escrita el 421, notoria por ser una exposición sistemática de su pensamiento, De trinitate , comenzada hacia el año 400 y terminada el 416, y el De civitate Dei, comenzada hacia el 413 y terminada el 426. Este último es la historia de la Ciudad de Dios desde sus comienzos, antes de que el mundo fuera, hasta el tiempo más allá del tiempo, hasta su meta eterna. Los últimos años de su vida, tras la terminación de las Retractaciones en 426-427, fueron de mucha actividad. Además de las obras ya citadas escribió otras cuatro en esos años: tres contra las herejías y Speculum de scriptura sacra, una colección de la enseñanza ética de la Escritura para uso popular. Mapa de los Padres de la Iglesia - Agustín de Hipona