Crónicas

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10 SEVILLA
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CIUDAD
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Diario de Sevilla
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2001
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Crónicas
El ‘agujero’ del coliseo de la Cartuja. Las administraciones públicas prometen desde
urbanas
1997 hacerse cargo de la deuda del Estadio, pero no reservan dinero en sus presupuestos oficiales
La maldición financiera
LA NORIA
de Carlos Mármol
El agujero financiero del coliseo
de la Isla de la Cartuja, la extraordinaria obra civil en cuya construcción precipitó durante casi un
lustro Alejandro Rojas Marcos al
resto de instituciones públicas, ha
alcanzado esta semana su máximo
histórico: la redundante cifra de
30.000 millones de pesetas. Una
cantidad asombrosa que contrasta
con la escasa rentabilidad económica y social de la instalación: con
independencia de los Mundiales
de Atletismo del año 99 –que permitieron ofrecer a la ciudadanía
una coartada oficial para justificar
un proyecto personalista y, dadas
las necesidades objetivas de la ciudad, probablemente innecesario–,
apenas ha acogido en su ya larga
historia algunos conciertos y encuentros de fútbol. Generalmente,
además, casi todos ellos subvencionados.
El déficit crónico es similar a la
vida. O al tiempo: nunca, jamás,
■
Para un viaje tan corto,
apenas duraron diez
días los Mundiales de
Atletismo, no hacían
falta alforjas tan grandes
se detiene. Su destino, salvo muerte súbita de quien lo padece, sea
persona o empresa, que a veces
ocurre, es continuar creciendo al
ritmo que las agujas del reloj. Sin
ingresos suficientes, cualquier inversión termina convirtiéndose en
un gasto estéril. A mayor cantidad,
ya podríamos quizás hablar –fundamentalmente a nivel semántico– de dispendio.
El coste final del Estadio parece
así, en caso de que las Administraciones públicas no pongan definitivamente pie en pared, condenado a multiplicarse hasta el infinito
y, lo que sería más grave, podría
hipotecar, siquiera parcialmente,
la capacidad de inversión pública
en la ciudad; un dinero absolutamente necesario para Sevilla –la
viabilidad del futuro Plan General
de Ordenación Urbana (PGOU)
depende en buena medida de
estos fondos– y frecuentemente
muy limitado por los compromisos políticos y las prioridades partidarias.
¿Cómo se ha llegado a una situación tan crítica? ¿Cómo, sobre
todo, se puede poner freno a la
maldición de los números rojos? La
junta general de accionistas celebrada el lunes, un día aciago por
diversos motivos, acordó que las
administraciones públicas ampliaran su capital dentro de la sociedad que gestiona el coliseo –la entidad Estadio Olímpico S.A.–
hasta algo más de 23.000 millones
de pesetas.
Esta operación financiera no
supone más que ampliar el reparto de la deuda, un escenario que
se veía venir –pero que algunos
negaban– desde los tiempos en
los que el consejo de administración del Estadio se reunía en un
módulo de oficinas prefabricadas situadas más allá del Alamillo, en un solar yermo entre Sevilla y Santiponce. En aquella
época era difícil llegar al Estadio.
Hoy día, su silueta es visible
desde todo el sector Norte de la
ciudad. El problema es que casi
nadie acude a sus instalaciones
para algo más que para certificar
el viejo refrán: para un viaje tan
corto –apenas diez días duraron
los Mundiales– no hacían falta
alforjas tan caras y voluminosas.
Algunos sueños de la razón producen monstruos de hormigón,
cristal e hierro.
Los sacos están ahora rotos.
Mejor dicho: vacíos. La versión
oficial de la empresa gestora del
Estadio de la Cartuja, presidida
por el concejal de Urbanismo, el
andalucista Rafael Carmona, es
que un acuerdo expreso de las instituciones permitirá hacer frente
al crédito solicitado para pagar lo
que se debe –que aún es mucho– y
mantener una gestión que, en algunos casos concretos, como el de
Zubizarreta, ahora, o el de Joaquín Blanco, antes, supone pagar a
alguien 15 millones de pesetas al
año por presidir un barco a la deriva que pudiera parecer hermoso
–a un arquitecto quizás así se lo
parezca– pero que difícilmente
podrá encauzar a corto plazo un
rumbo razonable. El coliseo de la
Cartuja no se ha privado de nada:
ni ha dejado de hacer contratos
millonarios ni tampoco ha dejado
de ser usado –en casos muy concretos y ciertos– como embajada
personal.
La realidad, sin embargo, insiste en augurar que serán los sevillanos quienes antes o después,
probablemente durante las próximas décadas, tengan que renunciar a muchos de sus proyectos
colectivos a cambio de soportar la
inmensa losa de un coliseo al que
a muchos todavía les molesta que
no se le llame públicamente olímpico. Una pura cuestión semántica. Las administraciones públicas, que desde hace cuatro años
prometen asumir su cuota de
deuda pero no consignan dinero
en sus cuentas anuales para hacer
frente a estos pagos, tiñen su discurso de ambigüedad calculada.
El Ayuntamiento hispalense es el
único que por ahora ha cumplido.
Pero se ha quedado muy corto:
los 120 millones presupuestados
para el año 2001 no suponen ni la
mitad de los 371 que esta semana
se ha comprometido públicamente a abonar ante el resto de socios.
Las otras administraciones, en
cambio, ni siquieran han sabido
ser coherentes. La ingeniería financiera es una disciplina muy
simple: consiste en disfrazar y
complicar lo evidente. El dinero
sale siempre del mismo lado: del
bolsillo de los ciudadanos. Éste,
empero, no es el principal problema. La cuestión de fondo es averiguar por qué en Sevilla, frente a
lo que ocurre en otras muchas
ciudades de su tamaño y envergadura, el dinero de todos sirve casi
siempre justo para lo mismo:
para sufragar los caprichos de los
responsables políticos.
, [email protected]
2 LAS CLAVES
La factura de Carmelo Gómez
Las recalificaciones detenidas
La situación del Estadio de la Cartuja implica el riesgo de que se produzca una nueva crisis política entre los socialistas y los andalucistas,
que comparten el gobierno de la ciudad. La insistente negativa del edil
de Hacienda, Carmelo Gómez, a asumir la deuda municipal en relación la Estadio no sólo puede condicionar las relaciones de ambos socios políticos –que no pasan por un momento boyante–, sino también
poner en una situación crítica a Emilio Carrillo, el portavoz del PSOE,
enfrentado con Gómez por controlar el grupo municipal y marcar un
estilo moderado en el seno del gabinete local.
Por decirlo coloquialmente, hay dos salidas: o pagar o hacer un regalo.
La primera opción resulta carísima. La segunda sentaría un precedente: un urbanismo en función de las necesidades de entidades particulares. Pero el único mecanismo para invertir la situación actual –un Estadio sufragado con dinero público, en lugar de un Estadio rentable para
un inversor privado– es recuperar la vieja idea del estadio único: un coliseo común para Betis y Sevilla. Dada la cerrazón manifiesta de ambas
entidades, la única zanahoria posible para ellos es el dinero. O lo que es
lo mismo, la capacidad de producirlo con un lápiz. El urbanismo.
el trastero
Emilio Carrillo acerca
posiciones con el PA
Las trampas que el portavoz adjunto del PSOE y edil de Hacienda, Carmelo Gómez, tiende a
Emilio Carrillo, el portavoz del
grupo municipal socialista, han
provocado que éste inicie en las
últimas semanas una táctica de
colaboración con los socios de
gobierno –los andalucistas– con
el objetivo de que algunos de los
proyectos de sus áreas de gobierno –Economía, Empleo y
Turismo– salgan adelante a
nivel técnico incluso a pesar de
los recortes presupuestarios,
aparentemente casuales, que se
deciden en el área local de Hacienda. El acercamiento de Carrillo ha sido interpretado en las
filas andalucistas como una
oportunidad ideal para hacer la
guerra a Gómez –al que no le
perdonan la última crisis municipal– sin armar mucho ruido.
Los andalucistas
vigilan de cerca al PP
Cada uno celebra el ecuador del
mandato municipal a su manera. Unos, preparando remodelaciones que no se sabe si llegarán
a buen puerto; otros, fijándose
un enemigo con vistas a las próximas elecciones municipales.
Los andalucistas ya se han marcado quién: desde hace unas semanas insisten en sus críticas en
los fallos que cometieron los ediles del PP cuando estuvieron
–junto a ellos– en el gobierno
municipal. Notables concejales
del PA contemplan con preocupación la posibilidad de que
Jaime Raynaud pudiera, finalmente, encabezar la candidatura del PP a las próximas municipales. El hecho de no ser conocido supone, curiosamente, una
virtud más que un problema.
Señor alcalde,
Chaves al teléfono
Alfredo Sánchez Monteseirín
abandonó durante el último
Pleno municipal la reunión de la
Corporación para atender una
importante llamada telefónica.
Al parecer, su gabinete le informó de que desde San Telmo,
sede de la Junta de Andalucía, se
le requería con extrema urgencia. El tema de la conversación
telefónica, que se prolongó hasta
elpuntodetenerquedejarlapresidencia temporal de la sesión a
Paola Vivancos, primera teniente de alcalde, no trascendió. La
Corporación votaba ese día dos
cuestiones trascendentales con
un mismo protagonista: las dos
cajas de ahorros sevillanas, futura Alcaja. Una era Puerto Triana.
La otra, la propia fusión.
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