Apuntes sobre la masificación de las ciudades Zoraida Arcila Aristizabal Estudiante de Maestría en Historia Universidad de Antioquia [email protected] El presente ensayo tiene la intención de aportar al problema del surgimiento de las ciudades masificadas, que en el contexto del siglo XX se evidenció en América Latina. El presupuesto guía es el estudio de las ciudades como producto del establecimiento de nuevos sectores sociales, quienes a su vez imprimieron movilizaciones en la estructura pensada como ciudad moderna, integraciones culturales entre los diversos habitantes y la búsqueda de relaciones políticas y económicas que de un modo u otro, tienden el puente hacia la participación en actividades propiamente urbanas. Basándonos en los planteamientos de José Luis Romero, en su texto Latinoamérica, las ciudades y las ideas; el continuo crecimiento demográfico de las ciudades en América Latina prevaleció a partir de la crisis económica de 1929 en Estados Unidos. Crisis que generó a lo largo y ancho del mundo, transformaciones en la estructura social. Surgió una nueva lógica estatal promotora de actividades industriales y económicas que salvaguardaron y balancearon el desarrollo financiero. Los políticos latinoamericanos, al verse inducidos a aceptar las condiciones del mercado internacional, intentaron ajustar la vida interna de cada país incluyendo cambios en la política económica interna. Producto de esto, fue el surgimiento de industrias locales y departamentales con alta demanda de trabajo urbano. La migración hacia las ciudades no se hizo esperar, es decir, hubo una “especie de explosión de gente”1, proveniente en su gran mayoría de antiguos pobladores rurales. La presencia de nuevos grupos sociales, ajenos a la estructura moderna de las ciudades, recibieron el nombre de masas. “Cambió la fisonomía del hábitat y se masificaron las formas de vida y las formas de mentalidad”2. La infraestructura pensada por urbanistas 1 Sobre el surgimiento de las ciudades en América Latina y un amplio recorrido histórico del mismo, ver: José Luis Romero, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, (Argentina: Siglo XXI, 2001) 396. 2 Romero 319 tempranos, caso de don Ricardo Olano para la ciudad de Medellín3, se presentó como insuficiente para el nuevo número de habitantes. En este sentido, los invasores desfiguraron y complejizaron el sistema de relaciones en el cual se movían los habitantes urbanos. Parafraseando a Gino Germani, estas masas, denominadas como grupos marginales, debieron ajustarse a las nuevas condiciones de vida a través de ciertos mecanismos integradores. Cada uno de los cuales, a su entender, requiere de un largo tiempo de apropiación. “El esquema distingue varios aspectos: i) Liberación y disponibilidad”; ii) movilización; iii) integración a las estructuras modernas4. Liberados de patrones tradicionales adquiridos desde el ámbito rural, estos nuevos sujetos sociales se encuentran en proceso de transición hacia diferentes roles, patrones de conducta y formas de participación social, económica y política, cuya finalidad sería la integración en las estructuras cívicas. Sin embargo, este proceso no se desarrolla de forma lineal. Ciertamente, el proceso de transición / adaptación social pudo verse afectado por diversos factores. Entre ellos, “las barreras étnicas, la persistencia de patrones arcaicos importados de las áreas rurales, los tipos de vecindarios y viviendas”5, cuyo trasfondo fue la posibilidad de participar de la actividad económica en la adquisición de productos y servicios, incluidas en las nuevas formas de consumo (de bienes materiales e inmateriales). Desde esta perspectiva, el crecimiento de las ciudades generó un desequilibrio en los factores que surcaron la vida social. La capacidad de recepción de altos niveles de oferta de mano de obra, donde el movimiento industrializador se vio corto en la disponibilidad de cupos laborales; la misma urbanización generó desplazamientos del centro a la periferia y viceversa, donde se ocuparon espacios para la instalación de viviendas que no estaban pensados para tales usos. 3 Sobre el proyecto urbanista en la ciudad de Medellín, puede verse: GONZÁLEZ ESCOBAR, Luis Fernando, “Del higienismo al taylorismo: de los modelos a la realidad urbanística de Medellín, Colombia 1870-1932”, en Bitácora, No. 11, enero - diciembre de 2007, pp. 153 y BOTERO HERRERA, Fernando, Medellín, 1890-1950. Historia Urbana y juego de intereses, Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1996. 4 Gino Germani, “La ciudad como mecanismo integrador”, Revista Mexicana de Sociología, 29. 3 (1967): 389. 5 Germani 402. La situación de marginalidad se refiere entonces según Germani, a las personas que no estaban integradas a la estructura moderna que ofreció la ciudad. Claramente, Alain Touraine los identifica como aquellos que “tienen bajos ingresos, un empleo inestable y una vivienda degradada”6, por lo cual debieron dedicar su tiempo a la satisfacción de las necesidades más elementales. En otras palabras, los marginados fueron los excluidos del sistema capitalista, de la “dependencia capitalista”7. Específicamente, la marginalidad urbana pudo leerse a través de tres ámbitos. El económico, el político y el cultural. Los nuevos habitantes urbanos pudieron ser partícipes de alguno de ellos cuando no de su totalidad, aunque en escalas inferiores. El primero de ellos implicó la disparidad entre la oferta y la demanda de mano de obra. El segundo, en la no participación de las instituciones políticas: votaciones, decisiones, que se reconocieron ciegamente como la posibilidad de inscribirse en el modelo democrático. Por su parte, la marginalidad cultural habló de la poca adecuación psicosocial a los valores de la sociedad dominante, hacia la cual no se generaron vínculos y sentido de pertenencia. Dado que la transformación de la ciudad ha sido rápida, la sociedad se caracterizó por un proceso de transición inacabado. Los cambios sistemáticos requirieron cambios profundos en la concepción del tiempo al interior de la sociedad inmigrante8. Esto es, los ritmos de trabajo exigidos por nuevas jornadas laborales, el desplazamiento hacia los centros donde se ejercieron los mismos, implicaron la necesidad de aprender a tomar un medio de transporte específico, conocer las calles, reconocer los centros de sociabilización: el estadio, los cines, los teatros, los parques. Así, la lenta integración no correspondió con la acelerada vida urbana. Fue entonces cuando “los grupos inmigrantes tomaron contacto entre sí, afianzaron los vínculos que unían a los del mismo pueblo o la misma región”9 y los lazos de conectividad e integración empezaron a manifestarse. Señala Romero, que sólo a través de la creación de corporaciones o grupos en las que los individuos pudieron reunirse a partir de la comunidad de intereses y del establecimiento de unas reglas, fue posible la Alain Turaine, “La marginalidad urbana”, Revista Mexicana de Sociología, 39.4 (1977): 1130. Turaine 1125. 8 Acerca de la nueva sincronización del trabajo y una profunda explicación sobre las nuevas rutinas sociales, ver: E. P. Thompson, “Time, Work-Discipline, and Industrial Capitalism”, Past & Present, 38 (1967): 56-97 9 Romero 335. 6 7 reorganización de una sociedad que se encontró escindida. No obstante, el análisis realizado por Arturo Escobar rompe con esta consideración positivista. Si bien las medidas tomadas por los políticos latinoamericanos de siglo XX en correspondencia con el concepto norteamericano de desarrollo, beneficiaron algunos aspectos de la vida social urbana, fueron perjudiciales en otros. Así es como propone un nuevo sistema de representación de la sociedad masificada que detalle meticulosamente la concepción progresista de los norteamericanos. Las exigencias económicas fueron leídas bajo la “teoría secular de salvación”10. La política exterior de Estados Unidos implicó, según Escobar, la actitud de superioridad, la convicción sobre el derecho de intervenir y llevar bienestar a los países, cuya observación demostraba poco nivel de adquisición material a través de la cual sólo es posible el progreso social, cultural y político. El énfasis puesto en su trabajo tiene que ver entonces, con la distinción entre el discurso tanto de políticos como de investigadores con respecto a la temática del desarrollo. Como lo menciona José Luis Coraggio y Martha Schteingart, el análisis de una determinada problemática social debe hacerse teniendo presente el contexto en el cual surgió, las herramientas teóricas que propiciaron e influenciaron los mismos y, más atentamente, el reconocimiento de temas de investigación surgidos de pensadores latinoamericanos. La lectura de estos autores, visibiliza la necesidad de estudios basados en la interpretación histórica y cultural de cada sociedad y no menos importante, el acercamiento reflexivo hacia los precursores del desarrollo en América Latina. Bibliografía Coraggio, José Luis. “Dilemas de la investigación urbana desde una perspectiva popular en América Latina” Escobar, Arturo. La invención del Tercer Mundo, construcción y deconstrucción del desarrollo. Venezuela: Fundación editorial el perro y la rana, 2007. 10 Arturo Escobar, La invención del Tercer Mundo, construcción y deconstrucción del desarrollo, (Venezuela: Fundación editorial el perro y la rana, 2007) 61. Germani, Gino. “La ciudad como mecanismo integrador”, Revista Mexicana de Sociología, 29. 3 (1967): 387-406. Schteingart, Martha, “Formación y consolidación de un área de estudios sociales en América Latina. El caso de la investigación urbana”, Del tiempo y las ideas. Comp. Agustín Mendoza. Argentina: Los hijos de Gregorio Weinberg, 2000. Romero José Luis, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, Argentina: Siglo XXI, 2001. Thompson, E. P. “Time, Work-Discipline, and Industrial Capitalism”, Past & Present, 38 (1967): 56-97 Turaine, Alain. “La marginalidad urbana”, Revista Mexicana de Sociología, 39.4 (1977): 1105-1142.