El aseguramiento de la eventual responsabilidad concursal (Una nota sobre el embargo preventivo de los bienes de los administradores de la sociedad concursada) (publicado en Revista del REFOR, 19, 2006, pp. 16 y ss.) José Antonio García-Cruces Catedrático de Derecho Mercantil Universidad de Zaragoza Una de las novedades que presenta la Ley Concursal (en adelante, LC), de importantísimas consecuencias prácticas, es la sanción de la responsabilidad concursal que, bajo su consideración como “personas afectadas por la calificación”, puede recaer sobre los administradores de una sociedad concursada. La condena por esa responsabilidad concursal es uno de los pronunciamientos que puede contener la sentencia que ponga fin a la sección de calificación del concurso como culpable. En virtud de este pronunciamiento judicial, y siempre que se satisfagan ciertos presupuestos, los administradores podrán ser condenados “a pagar a los acreedores concursales, total o parcialmente, el importe que de sus créditos no perciban en la liquidación de la masa activa” (art. 172, 3 LC) Desde luego, la exigibilidad de tal condena no es resultado de la simple declaración de concurso sino, antes bien, de actuaciones posteriores a las que pone fin la sentencia de calificación (sobre el régimen vigente de la calificación concursal vid, García-Cruces, J.A.: La Calificación del Concurso, ThomsonAranzadi, Pamplona, 2004, passim) Sin embargo, ya desde el auto declarativo del concurso se pueden dar ciertos efectos sobre los administradores de la concursada y que tienen por objeto asegurar la efectividad de la eventual condena por responsabilidad concursal que, llegado el caso, pudiera recaer sobre aquellos sujetos. En este sentido, habrá que recordar la regla prevista en el artículo 48, 3 LC, que dispone que: “Desde la declaración de concurso de persona jurídica, el juez del concurso, de oficio o a solicitud razonada de la administración concursal, podrá ordenar el embargo de bienes y derechos de sus administradores o liquidadores de derecho o de hecho, y de quienes hubieren tenido esta condición dentro de los dos años anteriores a la fecha de aquella declaración, cuando de lo actuado resulte fundada la posibilidad de que el concurso se califique como culpable y de que la masa activa sea insuficiente para satisfacer todas las deudas. El embargo se acordará por la cuantía que el juez estime bastante y podrá ser sustituido, a solicitud del interesado, por aval de entidad de crédito”. Esta norma ha suscitado un más que relevante interés en la práctica concursal que se viene formando tras la entrada en vigor de la LC, como así lo 1 acreditan las numerosas decisiones jurisprudenciales que la han aplicado. Por ello, puede resultar de interés ahora reflexionar sobre el alcance de la norma y el sentido con que está siendo aplicada por nuestro Tribunales. Desde luego, la norma dispuesta en el artículo 48, 3 LC acoge la posibilidad de una medida cautelar a fin de hacer realidad y no perjudicar la futura condena de responsabilidad por el déficit concursal. Esa finalidad es advertida en la jurisprudencia concursal que se comienza a formar al señalar que con tal medida cautelar se quiere prevenir “cualquier posible comportamiento de los gestores de la concursada que en ciernes de serles exigidas responsabilidades por su actuación podrían tener la tentación de tratar de desprenderse de bienes o de ponerlos a salvo de una posible ejecución, lo que pudiera comprometer el buen fin de la medida cautelar, que no es otro que asegurar la posible condena que pudiera recaer sobre aquéllos” (Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Madrid, Autos 064/2004, de 31 de enero de 2005, Magistrado Enrique García García, ADCo, 5, 2005, p.368. En igual sentido, y constituyendo ya un lugar común, vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Barcelona, Incidente 152/2005, de 11 de abril de 2005, Magistrado Juan F. Garnica Martín, ADCo, 5, 2005, p.371; Auto Juzgado de lo Mercantil de Málaga, Autos 273/2005, de 25 de enero de 2005, Magistrado José Pablo Martínez Gámez, ADCo, 6, 2005, p.415; Auto Juzgado de lo Mercantil nº 2 de Barcelona, Autos 158/2005, de 5 de mayo de 2005, Magistrado José María Ribelles Arellano, ADCo, 6, 2005, p.422; Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 5 de Madrid, Autos 307/2005, de 10 de octubre de 2005, Magistrado Alberto Arribas Hernández, ADCo., 7, 2006, p. 336; Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 2 de Barcelona, Autos 518/2005, de 16 de noviembre de 2005, Magistrado José María Ribelles Arellano, ADCo, 8, 2006, p. 357; Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 5 de Madrid, Autos 268/2005, de 13 de enero de 2006, Magistrado Alberto Arribas Hernández, ADCo, 8, 2006, p. 359) Como toda medida cautelar, no hay duda de que el embargo preventivo cuya posibilidad dispone la norma, presenta la característica de su instrumentalidad (vid. art. 730 LEC) respecto de un proceso principal, en este caso, la sección de calificación que se desarrolla como parte del proceso concursal y el posible pronunciamiento sobre responsabilidad por el fallido en el concurso. En lo que hace al procedimiento a seguir para la adopción de esta medida cautelar, no faltó quien se pronunciara por la aplicabilidad del trámite dispuesto para el incidente concursal, en virtud de la regla acogida en el artículo 192 LC (Ortells Ramos, M.: Concurso de acreedores y tutela judicial cautelar (a propósito de la nueva Ley Concursal), en AAVV, “Las claves de la Ley Concursal”, dir. por Quintana, Bonet y García-Cruces, Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2005, p. 153) Sin embargo, la jurisprudencia ha rechazado esta solución, optando por las prescripciones de la LEC. Así, se ha señalado que “es 2 cierto que el artículo 192, 1 de la Ley Concursal dice que todas las cuestiones que se susciten durante el concurso y no tengan señalada en esta Ley otra tramitación se ventilarán por el cauce del incidente concursal, y es igualmente cierto que la Ley Concursal no establece una forma especial para tramitar las medidas cautelares como las presentes, pero lo que igualmente no parece muy lógico es tramitar unas medidas cautelares por el mismo procedimiento que el pleito principal, y en este caso, la calificación se tramita parcialmente por el trámite de los incidentes (art. 171, 1 LC) Por lo tanto, y dado que la propia Ley Concursal prevé expresamente la supletoriedad de la Ley de Enjuiciamiento Civil (disp. final 5ª), parece lo más adecuado jurídicamente acudir a las normas de procedimiento de las medidas cautelares reguladas en dicha ley”. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Barcelona, Autos 50/2004, de 10 de junio de 2005, Magistrado Luis Rodríguez Vega, ADCo, 6, 2005, p.427. En igual sentido, vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 3 de Barcelona, Autos 243/2005, de 18 de febrero de 2005, Magistrado José María Fernández Seijo, ADCo, 6, 2005, p.416 y Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Bilbao, Autos 248/2005, de 23 de marzo de 2005, Magistrado Edmundo Rodríguez Achutegui, ADCo, 6, 2005, p.419. La decisión de practicar esta traba con carácter cautelar se confía, pues no podía ser de otro modo, al juez del concurso, quien podrá proceder de oficio o a petición razonada, y por tanto fundamentada, de los administradores concursales. El alcance de la legitimación activa ex art. 48, 3 LC se ha cuestionado ante los tribunales, a fin de interesar su extensión a favor de cualquier acreedor. Con un criterio realista se ha resuelto afirmando que “es cierto que la norma no concede legitimación para solicitarlo a los acreedores, pero ello no significa que a éstos les esté vedada realizar cualquier solicitud. La única consecuencia de tal exclusión es que tal solicitud no merece, necesariamente, un pronunciamiento en el fondo. Ello no es incompatible con el hecho de que la solicitud pueda cumplir otra función más modesta, aunque igualmente eficaz, excitar el celo de los legitimados, esto es, de la Administración concursal y del juzgador, como en el caso ha ocurrido” (Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Barcelona, Incidente 152/2005, de 11 de abril de 2005, Magistrado Juan F. Garnica Martín, ADCo, 5, 2005, p.372) El acuerdo puede adoptarse en cualquier momento tras el auto declarativo del concurso (“desde la declaración de concurso de persona jurídica”, advierte la norma) Sin embargo, y sin negar la posibilidad de que se den supuestos particulares que pudieran llevar a una conclusión distinta, parece razonable considerar que el momento idóneo para que sea solicitado y se acuerde la práctica de este embargo preventivo va a ser aquél en que los administradores concursales presenten su informe ex artículo 74 LC, en el que, entre otros extremos, se contendrá “la exposición motivada de los administradores concursales acerca de la situación patrimonial del deudor y cuantos datos y circunstancias pudieran ser relevantes para la ulterior 3 tramitación del concurso” (art. 75, 3 LC) En el momento de elaboración de este informe, los administradores concursales dispondrán de la mayor información posible, sin perjuicio de ulteriores noticias, pues habrán concretado en el mismo tanto el inventario de la masa activa como la composición de la masa pasiva que se refleja en la lista de acreedores que ha de acompañar a tal documento. Ante la realidad de tal información, parece acertado pensar que la administración del concurso puede disponer ya de los elementos necesarios a fin de evaluar la posible concurrencia de los presupuestos que determinan la procedencia de esta medida cautelar. El embargo preventivo ex artículo 48, 3 LC ha de satisfacer los presupuestos que requiere el acuerdo de toda medida cautelar; esto es, ha de concurrir el “periculum in mora” así como la apariencia de buen derecho (art. 728 LEC) En lo que hace al peligro por la mora procesal, en los supuestos previstos en el artículo 48, 3 LC viene realizado por el riesgo de inefectividad de la futura condena por responsabilidad concursal que, en el momento de acordar tal cautelar, ni siquiera puede aún solicitarse pues tal posibilidad sólo procede tras la apertura de la sección sexta. Por otra parte, y respecto de la apariencia de buen derecho, el citado artículo 48, 3 LC presenta mayores particularidades, ya que, en el momento de acordarse el embargo preventivo, no media – como tal – el ejercicio simultáneo de una pretensión ante el juez del concurso sino, tan sólo, la posibilidad de que, en el desarrollo del proceso concursal, pueda llegarse en un momento ulterior a la apertura de la sección de calificación y, en su caso, a la condena por responsabilidad concursal. Dadas estas particularidades, se entenderá mejor que la Ley haya objetivado cuál ha de ser la apariencia de buen derecho que requiere la adopción de esta decisión, pues el texto legal viene a tomar como referencia “la posibilidad de que el concurso se califique como culpable y de que la masa activa sea insuficiente para satisfacer todas las deudas”. Desde este punto de vista se comprobará cómo la adopción de esta medida cautelar requiere que, de lo actuado, el juez concluya en la posibilidad de que la masa activa sea insuficiente a fin de satisfacer los créditos concursales al igual que ha de mediar la expectativa razonable de haber concurrido un comportamiento del deudor común – o de sus administradores o liquidadores – que sea revelador de su proceder doloso o con culpa lata en la causación o agravamiento del estado de insolvencia que padece. El alcance de estas circunstancias, determinantes de la procedencia del embargo preventivo que fuera solicitado, merecen sin embargo alguna matización. En primer lugar, hay que observar que la verificación de la posibilidad del concurso culpable no requiere que se advere la concurrencia en todos y cada uno de los administradores – o liquidadores – del dolo o la culpa lata que exige la calificación culpable del concurso. Bastará con la concurrencia de tal proceder respecto de alguno o algunos de ellos, e incluso con distinta intensidad, para que el juez del concurso estime la procedencia de esta medida cautelar, aunque lógicamente y en razón de la actuación desarrollada por cada uno de los administradores o liquidadores podrá acordase la práctica del embargo preventivo tan sólo respecto de aquellos en que concurriera tal elemento intencional, debiendo advertirse además la posibilidad de una diferente extensión cuantitativa de la traba en razón del grado de culpabilidad 4 que de forma individualizada se sospechara. Por otra parte, entiendo que la exigencia legal de insuficiencia de masa activa no ha de ser objeto de una interpretación literal. En efecto, en la medida en que el embargo preventivo ex artículo 48, 3 LC tiene carácter asegurativo de la futura y posible responsabilidad concursal, el juez del concurso no sólo habrá de considerar la posibilidad de que la masa activa resulte ser insuficiente a fin de atender el pago de los créditos concursales sino, también, que la solución probable de aquel concurso será la liquidatoria. No puede olvidarse que la procedencia de la responsabilidad por el fallido concursal ex artículo 172, 3 LC se limita a los casos en que se hubiera abierto la liquidación concursal. Ahora bien, esta última exigencia no ha de implicar una grado de concreción excesivo, dadas las dificultades de adverar la posibilidad de que el concurso acabe en tal solución, pues la generosidad del legislador respecto de las facultades del deudor común en orden a solicitar la solución liquidatoria hacen muy difícil cualquier pronunciamiento y valoración sobre tal extremo. Quizás estas circunstancias expliquen que el propio legislador haya omitido toda referencia a la liquidación concursal en el contexto del artículo 48, 3 LC. En relación con los presupuestos que se han de respetar para acordar esta medida cautelar, el criterio jurisprudencial advierte que “los presupuestos para adoptar las medidas no hay que buscarlos en el artículo 728 de la Ley de Enjuiciamiento Civil sino en el citado artículo 48 de la Ley Concursal, ya que la aplicación de la Ley de Enjuiciamiento Civil sólo es supletoria de la Ley Concursal (disp. final 5ª LC), aplicable sólo en lo no previsto por ella”. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Barcelona, Autos 50/2005, de 10 de junio de 2005, Magistrado Luis Rodríguez Vega, ADCo, 6, 2005, p. 429. Por ello, la labor judicial se limita a la constatación de que resulte fundada la posible calificación culpable del concurso y que la masa activa pueda resultar insuficiente para atender todas las deudas. Vid., Auto Juzgado de lo Mercantil nº 3 de Madrid, Autos 031/2004, de 9 de febrero de 2005, Magistrado Gregorio Plaza González, ADCo, 5, 2005, p.370. No obstante, se ha suscitado la duda acerca de la necesidad de verificar la posibilidad de que el concurso acabe en la liquidación, dado que ésta es presupuesto de la responsabilidad concursal que en su momento pudiera ser acordada (cfr. Art. 172, 3 LC) En relación con este extremo puede observarse una cierta disparidad de criterio. Así, parece señalarse que no es presupuesto requerido que se justifique la posibilidad de una futura liquidación ni, tampoco, impide la adopción de esta medida cautelar la voluntad del deudor común de alcanzar un convenio, pues ”el hecho de que la sociedad concursada tenga voluntad de alcanzar un convenio con los acreedores no es óbice para que deba considerarse que concurre tal presupuesto para la adopción de la medida cautelar porque también existe el riesgo de que no consiga alcanzar tal acuerdo, lo que es por sí mismo razón suficiente para que deba considerarse que concurre el periculum que justifica la medida”. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Barcelona, Incidente 152/2005, de 11 de abril de 2005, Magistrado Juan F. Garnica Martín, ADCo, 5, 2005, p.374. En sentido contrario, se afirma que “también, aunque lo omite el artículo 48, 3, debe tenerse en cuenta que sólo podrá decretarse el embargo cuando exista algún indicio 5 de que, en su momento, podría llegar a abrirse la liquidación, pues sólo en este caso, es posible la condena a la cobertura del déficit (art. 172, 3 LC) Ahora bien, dicha exigencia debe interpretarse, a juicio de este órgano judicial, de forma muy amplia, en el sentido de que no conste con un mínimo de seriedad la posibilidad de que pueda resultar aprobado un convenio, como por ejemplo, si ya se ha admitido a trámite propuesta anticipada, en cuyo caso no parece que pudiera decretarse el embargo so pretexto de una ulterior no aprobación del mismo e incluso del futuro incumplimiento en caso de que llegar a aprobarse, al no concurrir el necesario fumus boni iuris”. Vid. Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 5 de Madrid, Autos 307/2005, de 10 de octubre de 2005, Magistrado Alberto Arribas Hernández, ADCo., 7, 2006, p. 337. En igual sentido, vid. Auto del Juzgado de lo Mercantil nº 5 de Madrid, Autos 268/2005, de 13 de enero de 2006, Magistrado Alberto Arribas Hernández, ADCo, 8, 2006, pp. 359 y 360. La resolución judicial que acuerde esta medida cautelar, ha de tener un contenido mínimo necesario, pues deberá concretar tanto la cuantía por la que el embargo preventivo se ha de prestar como la determinación de los sujetos obligados a tal proceder. En lo que hace a la cuantía del embargo preventivo que permite el tan citado artículo 48, 3 LC es necesario destacar cómo deberá especificarse ésta respecto de la estimación que, en tal momento, pudiera hacerse acerca del importe del déficit concursal. Por otro lado, el juez del concurso habrá de concretar, también, si esta medida cautelar se presta respecto de todo o parte del importe que se estimara como cuantía del futuro déficit concursal, pues recuérdese que el artículo 172, 3 LC le permite al juez del concurso modular la responsabilidad concursal y dar a ésta un alcance cuantitativo distinto. Algunos autores, quizás con un excesivo prurito, han criticado ciertas omisiones que, a su juicio, adornan el art. 48, 3 LC. Así, y aun cuando sea en relación con los precedentes, advierten que “la cuantía del embargo se remite a la que el juez estime bastante. Pero falta aquí la previsión legal del canon de bastanteo, pues no se contempla que el juez esté vinculado por algún criterio para que pueda determinar lo que es bastante. A nuestro juicio ello es una importante laguna, susceptible de generar inseguridad jurídica para todos, los administradores y para los acreedores. Por ello defendemos que tal noción debe relacionarse con algo; se es bastante para algo. Consideramos que el artículo 47, 3 ALC 2001 debe interpretarse en relación con el artículo 171, 3 ALC 2001, para entender que tal suma ha de ser bastante en relación con el presumible importe del saldo de los acreedores que quedará sin abonar con cargo a la masa activa de la quiebra, pues ese es el objeto de la responsabilidad de los administradores que debe venir a garantizar el embargo” (Rodríguez Ruiz de Villa y Huerta Biesca: ¿Más responsabilidad de los administradores en el Anteproyecto de Ley Concursal de 2001?, DN, Abril, 2002, p. 9) Por otro lado, ha de señalarse que la concreción de la cuantía del embargo no ha de olvidar algún extremo, conforme ha destacado la jurisprudencia. Así, ha de cubrir “tanto el pasivo real determinado por la 6 administración concursal como la estimación realizada por ésta de los créditos contra la masa” (Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Madrid, Autos 064/2004, de 31 de enero de 2005, Magistrado Enrique García García, ADCo, 5, 2005, pp.369 y 370) Pero, también, y en razón de las circunstancias de cada supuesto, deberá incrementarse la cuantía del embargo como consecuencia de la posible reducción del importe de la masa activa derivada del hecho de que la valoración de los activos se hiciera bajo un criterio de empresa en funcionamiento y que no son expresivos ante la eventual liquidación, en particular, en aquellos supuestos en que no fuera posible una liquidación global sino separada de aquellos. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Barcelona, Incidente 152/2005, de 11 de abril de 2005, Magistrado Juan F. Garnica Martín, ADCo, 5, 2005, p.375. Estos criterios se reiteran en otras resoluciones. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil de Málaga, Autos 273/2005, de 25 de enero de 2005, Magistrado José Pablo Martínez Gámez, ADCo, 6, 2005, p.415; y Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Barcelona, Autos 50/2005, de 10 de junio de 2005, Magistrado Luis Rodríguez Vega, ADCo, 6, 2005, p.431. Pero, de igual modo, la resolución judicial que acordara esta traba deberá especificar los sujetos que, en su virtud, van a sufrir tal embargo preventivo sobre bienes de los que integran su patrimonio personal. Ahora bien, en esta concreción el juez deberá pronunciarse sobre dos cuestiones, pues no sólo deberá especificar los administradores que sufrirán la medida cautelar y el importe al que cada uno de ellos ha de hacer frente sino, también, cuál ha de ser el régimen que ha de regir ese deber que recae sobre una pluralidad de obligados. Pues bien, a fin de determinar los administradores – o liquidadores – que se van a ver afectados por tal medida, el criterio no puede ser otro que aquél que presupone el artículo 172, 3 LC, de tal modo que será la imputación concreta que quepa hacer a cada uno de ellos respecto del origen o empeoramiento del estado de insolvencia la referencia que habrá de seguirse. Por otra parte, y ante el silencio legal, me parece que pueden ahora reiterarse las ideas que antes se manifestaran respecto del carácter solidario o mancomunado de la responsabilidad concursal, estando facultado el juez para, en razón de las particulares circunstancias de cada supuesto, adoptar la decisión que se estime procedente (no ha faltado, sin embargo, quien defendiera la conveniencia de sancionar la regla de solidaridad en tales casos. Cfr. Rodríguez Ruiz de Villa y Huerta Biesca: ¿Más responsabilidad de los administradores en el Anteproyecto de Ley Concursal de 2001?, loc. ult. cit.) La regla de solidaridad es acogida en la Jurisprudencia sin que, en muchas ocasiones, se especifique suficientemente la razón a la que responde. Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Madrid, Autos 064/2004, de 31 de enero de 2005, Magistrado Enrique García García, ADCo, 5, 2005, p.369; y Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Bilbao, Autos 248/2005, de 23 de marzo de 2005, Magistrado Edmundo Rodríguez Achutegui, ADCo, 6, 2005, p.419. En alguna ocasión, sin embargo, se ha manifestado que “la medida cautelar a adoptar procede en este caso realizarla de forma solidaria pues se entiende que los mismos – los administradores - participan en igual medida de la posible 7 responsabilidad y por la cuantía decretada”. Auto Juzgado de lo Mercantil de Málaga, Autos 273/2005, de 25 de enero de 2005, Magistrado José Pablo Martínez Gámez, ADCo, 6, 2005, p.415. Llegados a este extremo cabe afrontar una cuestión particularmente delicada y de difícil solución. En lo que hace a la adopción y procedencia de medidas cautelares, el artículo 728, 3 LEC advierte, como un presupuesto más que ha de acompañar los anteriores (“periculum in mora”, apariencia de buen derecho), la necesidad de que el solicitante de aquéllas preste “caución suficiente para responder, de manera rápida y efectiva, de los daños y perjuicios que la adopción de la medida cautelar pudiera causar al patrimonio del demandado” (sobre la función a que responde esta exigencia de caución, vid. Ortells: Las medidas cautelares, ed. La Ley, Madrid, 2000p. 182) La duda que pudiera, entonces, surgir no es otra que la de la exigibilidad de caución en aquellos supuestos en que se quisiera acordar el embargo preventivo que acoge el artículo 48, 3 LC. Ahora bien, por la fuerza de las cosas habrá que limitar el alcance de este problema, pues no en todos los supuestos en que se acordara tal medida cautelar vendría a ser exigible la caución ex artículo 728, 3 LEC, como así sucedería en aquellos supuestos en que fuera acordada de oficio. Por lo tanto, parece que un adecuado enfoque del problema nos llevaría a interrogarnos acerca de la necesidad de que se preste caución cuando el embargo preventivo, destinado a asegurar la efectividad de la futura responsabilidad concursal, fuera solicitado por los administradores concursales. Quizás pudiera ofrecerse una primera respuesta que tomara como fundamento el silencio del legislador al acoger esta medida cautelar en la propia LC, entendiendo, en consecuencia, que la previsión del artículo 48, 3 LC hace inexigible la prestación de caución alguna (algunos autores advierten que la LC no requiere, para que proceda acordar el embargo preventivo ex art. 48, 3 LC, “la exigencia de prestación de fianza alguna ni tampoco de la existencia de una notoria solvencia en los solicitantes de la medida cautelar (a diferencia de lo que ocurre con el embargo preventivo clásico, previsto ya en el artículo 1402 LEC 1881 y hoy en el artículo 727, 1 LEC 2000, por lo que se viene a asimilar este supuesto al de la concurrencia de un título ejecutivo)”. Rodríguez Ruiz de Villa y Huerta Biesca: ¿Más responsabilidad de los administradores en el Anteproyecto de Ley Concursal de 2001?, p. 5) Sin embargo, parece que, entonces, se estaría desconociendo el carácter general que cabe predicar de la regla acogida en el artículo 728, 3 LEC, norma de la que se ha advertido – con acierto – que “es una forma ciertamente contundente de establecer la regla general, dado que significa que la ausencia de norma sobre este punto en el régimen jurídico de cualquier medida cautelar no debe entenderse como no exigencia de este presupuesto, sino que para ello es necesario norma expresa”, norma que “puede consistir tanto en la disposición de no ser exigible caución, como en la de ser exigible pero no en virtud de regla legal estricta, sino discrecionalmente” (Ortells: Las medidas cautelares, p. 184) Dado el silencio del legislador concursal, resultaría de aplicación subsidiaria la norma general y, por ende, devendría exigible la prestación de caución bastante a fin de acordar el embargo preventivo que asegurara la efectividad de la futura condena por responsabilidad concursal. Por lo tanto, ha de entenderse que la 8 simple omisión legal no ha de conducir necesariamente a relevar la necesidad de la caución. Para que la ausencia de regla alguna sobre este extremo en la LC tuviera algún valor y revelara el sentido a que responde tal omisión resulta necesaria alguna consideración más que dote de un particular sentido al silencio que guarda el texto legal. Desde este punto de vista, parece razonable afirmar que, en razón de las concretas circunstancias que rodean el supuesto de hecho, la respuesta al interrogante inicial ha de ser negativa, considerando también la improcedencia de exigir la prestación de caución cuando el embargo preventivo que permite el artículo 48, 3 LC sea solicitado por los administradores concursales. Y la razón de tal conclusión no es otra que el hecho de que, en estos supuestos, no se realiza el fundamento que legitima la previsión del artículo 728, 3 LEC a fin de ordenar la caución. En efecto, la “ratio” que ampara la exigencia de que el solicitante de una medida cautelar preste caución no es otra que la de disponer de una garantía específica, junto a la general constituida por el patrimonio del solicitante (art. 1911 C.c.), que asegure la reparación de los daños y perjuicios que la adopción de la medida cautelar pudiera suponer a la contraparte y que vendrían a realizarse en caso de que se desestimara la pretensión cuya efectividad quiere asegurarse con el embargo preventivo que se solicita. Sin embargo, este riesgo no parece que esté presente en el supuesto que nos ocupa. Así, no habrá que olvidar que los solicitantes de la medida cautelar son los administradores concursales, por lo que la caución que pudiera entenderse exigible debería prestarse no con cargo a su patrimonio personal sino, desde luego, gravando la masa activa. Ahora bien, en tales circunstancias no puede dejarse de lado un extremo más, pues – a tenor de cuanto dispone el artículo 43, 2 LC – la Ley Concursal sanciona un principio de intangibilidad de la masa activa, ya que“hasta la aprobación judicial del convenio o la apertura de la liquidación, no se podrán enajenar o gravar los bienes y derechos que integran la masa activa sin autorización del juez” (repárese que las excepciones permitidas a la intangibilidad de la masa no alteran cuanto manifestamos, ya que vienen a realizarse bajo control judicial - art. 43, 2 LC - o se trata de actos que obedecen a una justificación expresa y que no alteran el significado de al principio -“se exceptúan de lo dispuesto en el apartado anterior los actos de disposición inherentes a la continuación de la actividad profesional o empresarial del deudor, en los términos establecidos en el artículo siguiente” -, tal y como dispone el art. 43, 3 LC) De este modo, puede fácilmente concluirse advirtiendo que los administradores frente a los que se solicite la práctica del embargo preventivo de sus bienes probablemente no se verán afectados por el riesgo de falta de cobertura de los daños y perjuicios que la adopción de tal medida cautelar pudiera originar. Pero, además, la posición de estos administradores se ve favorecida, pues el crédito que pudiera asistirles como consecuencia de la reparación de los daños y perjuicios que sufrieran en tal caso merece la calificación como crédito contra la masa (cfr. art. 84, 2, 2º LC), con todas las consecuencias anudadas a tal consideración. Por todas estas razones, parece acertado concluir advirtiendo que la adopción del acuerdo por el que se decide el embargo preventivo ex artículo 48, 3 LC no requiere como presupuesto la prestación de caución alguna por parte de los solicitantes de tal medida cautelar, de tal modo que parece exceptuarse la regla general dispuesta en el artículo 728, 3 LEC (Parece aceptar tal conclusión Ortells 9 Ramos, M.: Concurso de acreedores y tutela judicial cautelar (a propósito de la nueva Ley Concursal), p. 151) Este criterio ha sido ya asumido en la inicial jurisprudencia concursal, que rechaza la necesidad de la prestación de caución alguna, circunstancia que es puesta de manifiesto para destacar las particularidades de la norma que nos ocupa frete al régimen general que la LEC dispensa a las medidas cautelares. Así se ha señalado que “si la medida puede ser acordada e oficio no tiene sentido la petición de fianza, ni estaría justificado pedírsela a la administración concursal que sólo podría depositarla, en su caso, con dinero o bienes del propio concurso” (Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Barcelona, Autos 50/2005, de 10 de junio de 2005, Magistrado Luis Rodríguez Vega, ADCo, 6, 2005, p.430), sin olvidar que “la medida, de adoptarse, no lo es en beneficio particular de alguno de ellos, sino de toda la masa pasiva”. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Barcelona, Incidente 152/2005, de 11 de abril de 2005, Magistrado Juan F. Garnica Martín, ADCo, 5, 2005, p.373. En igual sentido, vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 3 de Madrid, Autos 031/2004, de 9 de febrero de 2005, Magistrado Gregorio Plaza González, ADCo, 5, 2005, p.370; Auto Juzgado de lo Mercantil nº 2 de Barcelona, Autos 158/2005, de 5 de mayo de 2005, Magistrado José María Ribelles Arellano, ADCo, 6, 2005, p.422; y Auto Juzgado de lo Mercantil nº 5 de Madrid, Autos 268/2005, de 13 de enero de 2006, Magistrado Alberto Arribas Hernández, ADCo, 8, 2006, p. 361. En lo que hace al alzamiento del embargo preventivo que hubiera sido acordado frente a los administradores de la concursada y con la finalidad de asegurar la efectividad de la eventual condena por el fallido concursal, ha de considerarse la aplicación de las normas generales (arts. 743 y ss. LEC), sin que el tan citado artículo 48, 3 LC sancione especialidad alguna. Por ello, la procedencia del alzamiento del embargo preventivo acordado obedecerá tanto a razones objetivas, cuando afecte a los presupuestos que hicieron posible la decisión (ad ex. suficiencia sobrevenida de masa, aprobación de un convenio, etc.), como subjetivas, por afectar a los propios administradores sobre cuyo patrimonio personal se trabó aquél (ad ex. absolución en la sentencia de calificación) Por último, el embargo preventivo cuya posibilidad acoge el artículo 48, 3 LC podrá ser sustituido. El tenor literal de la norma ya advierte que “podrá ser sustituido, a solicitud del interesado, por aval de entidad de crédito”. El legislador acoge en la literalidad de la norma una de entre las distintas posibilidades de caución sustitutoria, mención que sin embargo no debe entenderse excluyente de la aplicación de las normas generales y, en consecuencia, de la posibilidad de acudir a otras formas de sustitución de aquél (vid. arts. 746 y 747 LEC) La posibilidad de que los afectados soliciten y obtengan la sustitución del embargo preventivo mediante caución constituida en dinero o aval (art. 48, 3 LC en relación con el art. 746 LEC) es destacada en la jurisprudencia. (Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 4 de Madrid, Autos 10 064/2004, de 31 de enero de 2005, Magistrado Enrique García García, ADCo, 5, 2005, p.369) Curiosamente no ha faltado un pronunciamiento en que se especificara el modo de la sustitución, requiriendo un aval a primer requerimiento por la cantidad acordada (Vid. Auto Juzgado de lo Mercantil nº 3 de Barcelona, Autos 110/2004, de 28 de febrero de 2005, Magistrado José María Fernández Seijo, ADCo, 6, 2005, p.419) Sin embargo, y a mi juicio con razón, se ha señalado que estas exigencias del aval sustitutorio que se prestara no son necesarias en el contexto del artículo 48, 3 LC, dado que esta norma establece una regla especial frente a la general dispuesta en el artículo 747, 3 LEC (Vid. Ortells Ramos, M.: Concurso de acreedores y tutela judicial cautelar (a propósito de la nueva Ley Concursal), p. 153) 11