DoCtrInA ConStItUCIonAL dOcTRInA cOnSTITUcIOnAl contrato, autonomía privada e intervención de la justicia constitucional algunos apuntes sobre una relación compleja En la actualidad, se aprecia que el Tribunal Constitucional viene ingresando a áreas tradicionalmente reservadas al Derecho Privado como el ámbito contractual, hecho que ha suscitado críticas y diversos problemas en cuanto a la delimitación de los parámetros que deberían enmarcar tal intervención. Al respecto, el autor precisa que si bien la eficacia horizontal de los derechos fundamentales habilita al juez constitucional a intervenir en una relación contractual, aún subsiste la necesidad de establecer los lineamientos claros que definan su competencia en dicho ámbito, para evitar actuaciones arbitrarias e intuitivas. introducciÓn Según el texto constitucional, los conflictos derivados de las relaciones contractuales se solucionan exclusivamente en la vía arbitral o en la judicial, según los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley. Desde dicha perspectiva, resulta en no poca medida cuestionable la intervención directa de la justicia constitucional (materializada en el órgano jurisdiccional competente, cuya instancia máxima se encuentra representada por el Tribunal Constitucional) en dicho campo –en nuestro país, predominantemente reservado a la jurisdicción ordinaria– aun cuando se verifique la afectación de derechos fundamentales. No obstante ello, en la actualidad es posible constatar el progresivo ingreso del Tribunal * Constitucional en conflictos contractuales de Derecho Privado a los cuales subyacería un impacto en los derechos fundamentales de las partes o de terceros. Se trataría, por ende, de conflictos con una doble dimensión: contractual y constitucional. Lo mencionado genera importantes consecuencias y distorsiones a nivel del sistema jurídico. En el presente artículo –que forma parte de una investigación en curso– expondremos algunas reflexiones preliminares sobre la problemática esbozada, partiendo de una dogmática elemental del contrato vinculada a las diversas aristas constitucionales con las que esta noción se relaciona. En particular, se tratará de explicitar los diversos grados de intervención de la justicia constitucional en el ámbito contractual, así como los parámetros Abogado, summa cum laude, por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Profesor titular de Derecho Civil en la Universidad de ESAN y profesor de Derecho Civil Patrimonial del Centro de Educación Continua de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Abogado asociado en el Estudio Delmar Ugarte. GACETA ConSTITUCIonAL n° 69 221 resuMen Walter H. VásQueZ reBaZa* D octrina existentes en nuestra legislación para que ello se verifique. I.EL CONTRATO COMO ACTO DE AUTONOMÍA PRIVADA Y SU INSERCIÓN EN EL SISTEMA CONSTITUCIONAL El Código Civil peruano define al contrato como aquel “acuerdo de dos o más partes para crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídico-patrimonial”. Una definición algo más completa –aunque sin que por ello deje de ser compatible con aquella delineada por el legislador– concibe a dicha institución como un acuerdo en virtud del cual dos o más partes delinean un reglamento de intereses o, lo que es equivalente, un programa de actividades a ser desenvueltas luego de su materialización1 destinado a la generación de situaciones y relaciones jurídicas con contenido patrimonial. Resulta indispensable destacar que el contrato no es un fin en sí mismo, sino un medio que les permite a los propios individuos abandonar los “estados de carencia” de bienes en los que se encuentran2. Dicho de otro modo, se trata de un instrumento destinado a viabilizar, a través de la programación de reglas privadas, la satisfacción de las necesidades individuales de diversa índole, sean o no económicas3. 1 De esta manera, el contrato se configura como un acto de autonomía privada que obtendrá “positiva relevancia” (es decir, resultará jurídicamente vinculante para las partes que lo crearon) si se encuentra en sintonía con los valores acogidos por el ordenamiento jurídico, vale decir, el orden público, las normas imperativas y las buenas costumbres4. Partiendo de estas premisas elementales, es posible definir a la autonomía privada como aquel poder privado y autónomo en virtud del cual los individuos autorregulan sus intereses orientando el resultado a la producción de efectos jurídicos5. Es preciso señalar que la autonomía privada –que en el ámbito de la contratación adopta el nombre de libertad contractual– es un valor que halla su reconocimiento expreso en los artículos 2, inciso 14, y 62 de la Constitución6. El contenido esencial del mencionado valor ha venido siendo delineado recurrentemente por el Tribunal Constitucional, configurándose en una doble dimensión: (i) la libertad de contratar (entendida como la libertad de decidir cómo, cuándo y con quién se contrata) y (ii) la libertad contractual (que permite la configuración del contenido interno del contrato)7. En esta línea de ideas, es posible afirmar que los contratos son la materialización del Esta conceptualización conjuga las perspectivas axiológica y programática del negocio jurídico, categoría de la cual el contrato representa una especie. Se pronuncia de modo favorable a la viabilidad de semejante combinación: MORALES HERVIAS, Rómulo. “Nuevas perspectivas del negocio jurídico”. En: Derecho & Sociedad. Nº 28, Año XVIII, 2007, p. 301. 2En una posición a la que nos adherimos, Rosario NICOLÒ (“Las situaciones jurídicas subjetivas”. En: Advocatus. Nº 12, editada por la Asociación Civil ADV, traducción del italiano por Carlos Zamudio Espinal, 2005, p. 106), ha aseverado que la necesidad es un concepto tomado de la Economía (o sea, previo al Derecho) que podría ser definido, de modo generalísimo, como aquel “estado de insatisfacción del sujeto”. De esta última derivaría lógicamente el concepto de bien, es decir, “aquella entidad objetiva que es idónea (o que, de todas maneras, el sujeto considera idónea) para eliminar el estado de insatisfacción”. 3FERRI, Giovanni Battista. El negocio jurídico. Traducción del italiano por Leysser L. León, ARA, Lima, 2002, pp. 135-136. 4Ibídem, p. 154. Al respecto, véase también MORALES HERVIAS, Rómulo. Ob. cit., pp. 297-298. 5NAVARRETTA, Emanuela. “Hechos y actos jurídicos”. En: Revista Jurídica del Perú. Nº 91, Normas Legales, 2008, p. 294. 6 Constitución Política del Perú. Artículo 2.- “(…) 14. Toda persona tiene derecho: (…) A contratar con fines lícitos, siempre que no se contravengan leyes de orden público (…)”. Constitución Política del Perú. Artículo 62.- “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación contractual solo se solucionan en la vía arbitral o en la judicial, según los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley”. 7Según una configuración algo más completa, más allá de las clásicas manifestaciones de la libertad de contratar y la libertad contractual, la autonomía privada confiere a los sujetos el poder de celebrar contratos atípicos, mixtos, indirectos; e inclusive, los poderes de vincular a dos o más contratos distintos hacia la actuación de un programa económico unitario o de 222 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... ejercicio de la autonomía prila conservación de valores de vada. Más aún, son los insdiversa índole. En ese senti[U]n conflicto getrumentos jurídicos en los que do, si bien la regla es la libernerado con ocasión a esta última se manifiesta en un contrato que cuentad de acción de los privados su máxima expresión8. Ello se ta con aristas relativas a través del contrato, esta úldebe a que a través de las aua la afectación de detima se encontrará condiciotorreglamentaciones contracrechos fundamentales, nada por sus ya mencionados tuales los individuos pueden podría llegar a trascenlímites: el orden público, las perseguir una cantidad potender la competencia del buenas costumbres y las norcialmente infinita de funciones juez ordinario. mas imperativas. prácticas; o, lo que es similar, Habiendo esbozado este espueden proyectar la realizaquema conceptual mínimo, resulta posible ción de una gama amplísima de intereses copasar a evidenciar con mayor precisión las munes. Ello tendrá lugar más allá de la función relaciones dinámicas entre el sistema constiabstracta (rectius: causa abstracta9) de la figutucional y dogmática contractual. Por una parra negocial en que el programa negocial se ente, se constata que el contrato no solo es la cuadre. De este modo, el contrato es un acto encarnación de un valor constitucional (la lipotencialmente polifuncional. bertad contractual), sino que es el vehículo Ante semejante constatación, el rol del ordepara la actuación de otros valores de la misnamiento jurídico consiste en calificar las orma jerarquía como la propiedad privada11, la liganizaciones contractuales de intereses con bre iniciativa privada e incluso la dignidad de el propósito de evaluarlas y así determinar si la persona12. ameritan o no obtener el respaldo del Derecho Por otro lado, se aprecia que el contrato es exy la consiguiente asignación de situaciones presión de un valor con jerarquía constitucioy relaciones jurídicas. En efecto, la autononal que interactúa en el mismo sistema jurídimía privada es un poder parametrado10, pues co con otros valores de similar jerarquía, los ciertas finalidades programadas son rechazaque podrían llegar a limitarlo o condicionarlo13. das por el propio sistema jurídico en aras de “ ” fraccionar, en una pluralidad de acuerdos autónomos, un tipo negocial unitario. Sin embargo, esta configuración no parece llegar a ingresar en su integridad en el contenido constitucionalmente protegido de la autonomía privada. Para mayores referencias sobre estas manifestaciones ulteriores de la autonomía contractual véase: GABRIELLI, Enrico. “Il ‘contratto frazionato’ e l’unità dell’operazione economica”. En: Giustizia civile. Nº 3, Año LVIII, 2008, p. 728 y ss. y NARDI, Sandro. Frode alla legge e collegamento negóciale. Giuffrè, Milán, 2006. Asimismo, permítasenos la remisión a nuestro siguiente trabajo: VÁSQUEZ REBAZA, Walter H. Contratos coligados e ineficacia negocial. Hacia una construcción teórica de la coligación contractual concreta y de sus perfiles patológicos. Tesis para optar por el grado de abogado. Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012. 8COLOMBO, Claudio. Operazioni economiche e collegamento negoziale. Padua, Cedam, 1999, p. 51 y ss. 9La causa abstracta o función económico-social (para usar la terminología empleada por su máximo propulsor: Emilio Betti) es aquella funcionalidad constante e invariable del reglamento contractual que no toma en cuenta el contexto concreto ni las finalidades prácticas específicas perseguidas, aun cuando hayan sido asumidas por ambas partes. 10SCHLESINGER, Piero. “La autonomía privada y sus límites”. En: Proceso & Justicia. Revista de Derecho Procesal. Nº 3, traducción de Leysser L. León, editada por la Asociación Civil Taller de Derecho, 2002, p. 106. En similar sentido, habla de “barrera a la libertad de contratación”. DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. “Libertad de contratar”. En: GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter (Director). La Constitución comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 2006, p. 162. 11Bajo el modelo de la sociedad decimonónica, el contrato desempeñaba un rol instrumental de cara a la generación de obligaciones y, en cualquier caso, subordinado a la institución de la propiedad (sobre todo aquella que recaía sobre bienes corporales). En ese sentido, DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. “Contrato y libertad contractual”. En: Themis. Nº 49, Revista de Derecho, 2004, p. 10 y FORNO, Hugo. “Acerca de la noción de contrato”. En: Gaceta Jurídica. Tomo 78-B, 2000, p. 24. 12En ese sentido, el Tribunal Constitucional en la STC Exp. Nº 2175-2009-PA/TC sostiene (fundamento 11) lo siguiente: “(...) el reconocimiento de la dignidad de la persona y del libre desarrollo de la personalidad imponen la referida libertad, porque sólo se reconoce la dignidad de la persona si se permite autorregular su marco de intereses”. 13Así, DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Ob. cit., p. 163, según el cual: “El contrato es el producto de dos poderes: del particular, que se decide a formarlo, y del Estado, que limita el poder particular para que discurra solamente dentro del campo de la licitud”. GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 223 D octrina Se trata de los derechos fundamentales de las partes o de terceros, que operan, ya sea mediatizados a través de leyes o cláusulas normativas generales como el orden público14 y las buenas costumbres, ya sea como condicionantes directos, en caso se trate de normas constitucionales, principalmente, aquellas de naturaleza autoaplicativa15. En síntesis, es posible decir que el contrato –como manifestación de la autonomía privada– es una regla que interactúa de diversos modos con un conjunto de reglas más amplio (dentro del cual se encuentran las normas constitucionales). II.LA INTERVENCIÓN DE LA JURISDICCIÓN ORDINARIA Y CONSTITUCIONAL EN LOS CONFLICTOS RELATIVOS AL ITER CONTRACTUAL Como es universalmente conocido, los conflictos relativos a la etapa precontractual, de formación y de ejecución de los contratos (a los cuales, por razones de mera comodidad expositiva, denominaremos conflictos relativos al iter contractual) son resueltos ya sea a través de la vía judicial ordinaria o a través de los procesos arbitrales16. No obstante ello, al analizar dicha afirmación surge la interrogante de si puede ocurrir que en el marco de una controversia contractual pueda configurarse el supuesto de hecho que determine la intervención directa del juez constitucional a través de alguno de los procesos de tutela de los derechos fundamentales (especialmente, el proceso de amparo, al cual prestaremos particular atención en las presentes líneas). Como se podrá advertir, el primer elemento capaz de configurar el supuesto de hecho referido se encuentra dado por la violación del contenido constitucionalmente protegido de un derecho fundamental, de conformidad con una interpretación a contrario del artículo 5, inciso 1 del Código Procesal Constitucional17. En otras palabras, y asumiendo que ello fuera posible –como creemos que es dado que las reglas contractuales pueden perfectamente colisionar con los valores constitucionales que las delimitan–, si un conflicto originado con ocasión al iter contractual acarrease la violación del contenido constitucionalmente protegido de derechos fundamentales, ¿ello podría legitimar la intervención directa del juez constitucional en un proceso de tutela de los 14Sobre el particular, VETTORI, Giuseppe. “Il diritto dei contratti fra Costituzione, codice civile e codici di settore”. En: Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile. Nº 3, 2008, p. 788, ha señalado que: “El respeto a la dignidad del ser humano puede incidir en la validez del contrato a través del orden público”. 15Las normas autoaplicativas son aquellas normas de aplicación inmediata e incondicionada una vez entradas en vigencia, esto es, que no requieren de ningún acto adicional para ser aplicadas a casos concretos, ya que implican la generación de situaciones jurídicas subjetivas. Un ejemplo claro de este supuesto lo constituyen los derechos fundamentales de libertad, que son directamente aplicables y pueden estar limitados solo por leyes generales realizar otros intereses constitucionales igualmente fundamentales y generales. Como contrapartida, la norma heteroaplicativa, se caracteriza porque su aplicabilidad no depende de su sola vigencia, sino de la verificación de un evento posterior, sin cuya existencia, la norma carecerá indefectiblemente de eficacia. Un ejemplo de este supuesto lo constituyen los derechos sociales de prestación, considerados inviolables en el ordenamiento constitucional de un Estado social de Derecho, pero cuyo contenido debe ser configurado por el legislador. De ellos no se podría derivar situaciones jurídicas subjetivas individuales. Al respecto, el Tribunal Constitucional en la Resolución derivada del Exp. Nº 1152-1997-AA/TC ha indicado lo siguiente: “(…) no cabe invocar la causal de improcedencia prevista en el segundo párrafo del inciso 2) del artículo 200 de la Constitución Política del Estado, habida cuenta de que la regla según la cual no procede el amparo contra normas legales, si bien tiene asidero cuando se trata de normas heteroaplicativas, no rige para casos como el presente, en que se trata del cuestionamiento de una norma de naturaleza autoaplicativa o, lo que es lo mismo, creadora de situaciones jurídicas inmediatas, sin necesidad de actos concretos de aplicación (…)”. (El énfasis es nuestro). 16 Constitución Política del Perú Artículo 62.- “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación contractual solo se solucionan en la vía arbitral o en la judicial, según los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley”. (El énfasis es nuestro). 17 Código Procesal Constitucional Artículo 5.- “No proceden los procesos constitucionales cuando: 1. Los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en forma directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado (…)”. 224 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... derechos fundamentales como el amparo? La interrogante apenas expuesta configura el problema jurídico relevante del presente trabajo18. Nótese que el problema subyacente a la pregunta apenas planteada implicaría analizar la posibilidad de dar un paso adelante respecto a la –a estas alturas aceptada– interpretación de las normas legales a la luz de la Constitución. En efecto, la intervención directa del juez constitucional en un conflicto relativo a la autonomía contractual implicaría prescindir, al momento de resolver un conflicto relativo al iter contractual, tanto de la norma legal de Derecho Privado que desempeña el rol mediatizador de los valores constitucionales, como de la jurisdicción ordinaria. Sobre el cuestionamiento esbozado anteriormente –y no sin efectuar un esfuerzo sintético de considerable envergadura– es posible concebir dos respuestas: una negativa (también denominada indirecta) y otra positiva (favorable a la intervención directa). A continuación pasaremos a referirnos a ambas. La primera tendencia, que en nuestro sistema jurídico hallaría sustento en la literalidad del artículo 62 de la Constitución, asevera que si se presenta un conflicto relacionado al iter contractual, necesariamente deberá ser conocido por el juez ordinario (o por el árbitro) y jamás por el juez constitucional19. La legislación aplicable para solucionar el conflicto sería la privada (general o especial), aunque interpretada a la luz de la Constitución20. De esta manera, la celebración de un contrato como acto de materialización de la autonomía privada eliminaría automáticamente la intervención directa de la justicia constitucional, a través de un proceso de tutela de derechos fundamentales. La autonomía privada generaría un revestimiento capaz de blindar a la autorregulación contractual –y los conflictos que se deriven de su formación y actuación– y hacerla inmune frente al control directo operado por el juez constitucional en lo que involucre a su competencia. En síntesis, el órgano apenas mencionado jamás podría resultar competente para conocer los conflictos contractuales de Derecho Privado –aun cuando supongan la afectación de derechos fundamentales–, pues estos recaerían siempre bajo la competencia de la jurisdicción ordinaria. En esta línea de pensamiento, Luigi Mengoni –partiendo del tejido normativo existente en Italia en la década de los 90– ha sostenido lo siguiente: “como regla, los derechos fundamentales correspondientes a los valores de la libertad, de la seguridad, de la dignidad humana, con los cuales debe armonizarse la iniciativa económica privada y, por lo tanto, también la autonomía privada, no cuentan con eficacia inmediata en las relaciones privadas. Estos pueden comprometer a la libertad del contrato solo con la mediación de la ley y en la medida que se encuentran concretizadas por la regulación legal de los actos de autonomía (…)”21 (el énfasis es nuestro). De conformidad con lo antes mencionado, el problema de la eficacia de la aplicación de los derechos fundamentales quedaría librado por completo a la competencia de los 18Dicho cuestionamiento no es para nada novedoso en el Derecho comparado. En ese sentido, véase: ONUFRIO, Maria Vittoria. “The Constitutionalization of Contract Law in the Irish, the German and the Italian systems: is horizontal indirect effect like direct effect?”. En: InDret. Nº 4, Revista para el análisis del Derecho, 2007, p. 3 y ss. 19En esta línea, la Corte Constitucional Colombiana, en la Sentencia Nº ST-594/92 ha señalado lo siguiente: “Las diferencias surgidas entre las partes por causa o con ocasión de un contrato no constituyen materia que pueda someterse al estudio y decisión del juez por la vía de la tutela ya que, por definición, ella está excluida en tales casos toda vez que quien se considere perjudicado o amenazado en sus derechos goza de otro medio judicial para su defensa: el aplicable al contrato respectivo según su naturaleza y de conformidad con las reglas de competencia estatuidas en la ley”. 20ONUFRIO, Maria Vittoria. Ob. cit., p. 3. En ese sentido, según la autora, los defensores de la aproximación indirecta consideran al Derecho Privado como una rama autónoma que tiene sus propias consideraciones de justicia. Como consecuencia, los derechos constitucionales no pueden afectar directamente el Derecho Privado, pero pueden influenciarlo guiando la interpretación de las normas civiles existentes. 21MENGONI, Luigi. “Autonomia privata e costituzione”. En: Banca, Borsa e Titoli di Credito. Nº 1, 1997, pp. 4 y 5. GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 225 D octrina jueces ordinarios, quienes –a diferencia de la justicia constitucional– se encontrarían habilitados para la interpretación de las leyes que mediatizan los mencionados valores superiores22. Como contrapartida, la postura positiva o directa –que pasaremos a esbozar a continuación– sostiene que, bajo ciertas circunstancias, ante un mismo conflicto contractual la parte afectada con la violación de sus derechos fundamentales puede –aunque siguiendo los parámetros impuestos por la legislación– recurrir de manera directa a la justicia constitucional, sin perjuicio de la activación de la competencia del juez ordinario. Reviste relevancia sostener que en esta última hipótesis el juez constitucional no resolverá el conflicto de intereses contractual de la misma forma en que lo hubiese hecho el juez ordinario, sino que se avocará de manera única y exclusiva a los aspectos de la controversia que involucren la violación de derechos fundamentales, reponiendo las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación del derecho fundamental23. A pesar de ello, para un buen número de casos, acoger la segunda tendencia implicaría concederle al juez constitucional la posibilidadde resolver (al menos parcialmente) una controversia de Derecho Privado que involucra la violación de derechos fundamentales aplicando normas constitucionales que no necesariamente han sido desarrolladas por normas legales24; o habiendo sido desarrolladas, implicaría concederle al juez constitucional la posibilidad de prescindir de ellas para resolver el caso concreto. Para que ocurra la avocación directa del juez constitucional al conflicto relativo al iter contractual que impacte sobre derechos fundamentales de las partes o de terceros –siguiendo la segunda postura– resultaría necesario (y suficiente) que se configuren los requisitos dispuestos por nuestra legislación para la interposición de los procesos constitucionales. De esta manera, debería configurarse en particular la vulneración del contenido constitucionalmente protegido del derecho fundamental en cuestión al igual que los otros requisitos de procedencia plasmados en el artículo 5 del Código Procesal Constitucional25 26. 22En sentido favorable a la tutela de los derechos fundamentales mediatizada por leyes y no por la acción directa del órgano constitucional, la Corte Constitucional colombiana en la Sentencia Nº ST-240/93, ha aseverado lo siguiente: “La situación materia de la tutela, nacida al amparo de un contrato y regulada por este, solo tiene una relevancia constitucional genérica en el sentido de que la fuente pertinente para resolver la controversia es la regla contractual, la cual como toda fuente normativa debe interpretarse de conformidad con la Constitución, sin que por ello la misma o su presupuesto normativo adquieran carácter constitucional”. (El énfasis es nuestro). 23 Código Procesal Constitucional. Artículo 1. “Los procesos a los que se refiere el presente título tienen por finalidad proteger los derechos constitucionales, reponiendo las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación de un derecho constitucional, o disponiendo el cumplimiento de un mandato legal o de un acto administrativo”. (El subrayado es nuestro). (…) Así, por ejemplo, el órgano constitucional no podría ordenar un resarcimiento derivado del incumplimiento de obligaciones u ordenar la emisión de partes de su resolución para que sea inscrita en los Registros Públicos, en caso se tratase de un acto que genere una mutación jurídica de derechos reales sobre inmuebles. 24 En ese sentido, en dicho escenario no estaríamos más frente al mandato consistente en interpretar las normas jurídicas a la luz de la Carta Fundamental, sino que se habría dado un paso adelante. 25 Código Procesal Constitucional. Artículo 5. “No proceden los procesos constitucionales cuando: 1. Los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en forma directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado; 2. Existan vías procedimentales específicas, igualmente satisfactorias, para la protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado, salvo cuando se trate del proceso de hábeas corpus; 3. El agraviado haya recurrido previamente a otro proceso judicial para pedir tutela respecto de su derecho constitucional; 4. No se hayan agotado las vías previas, salvo en los casos previstos por este Código y en el proceso de hábeas corpus; 5. A la presentación de la demanda ha cesado la amenaza o violación de un derecho constitucional o se ha convertido en irreparable; 6. Se cuestione una resolución firme recaída en otro proceso constitucional o haya litispendencia; 226 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... Así expuesta, la segunda tenal Estado como a los particudencia se muestra compatible lares. (El agregado entre cor[A]valar la superposicon lo que el Tribunal Constituchetes y el énfasis es nuestro). ción indiscriminada … de cional ha denominado eficacia la competencia del juez La Constitución es la norma de horizontal de los derechos funconstitucional y el ordimáxima supremacía en el or27 damentales . Dicha noción, nario, sería ciertamente denamiento jurídico y, como que hallaría su fuente en el arpernicioso y a todas lutal, vincula al Estado y la so28 tículo 38 de la Constitución , ces inaceptable. ciedad en general. De conforpuede ser entendida como la midad con el artículo 38 de la irradiación de los derechos y Constitución, ‘Todos los peruanos tienen el devalores fundamentales en las relaciones entre ber (…) de respetar, cumplir (…) la Constituprivados. Puesto en otros términos, en virtud ción (…)’. Esta norma establece pues que la de la eficacia horizontal, los derechos fundavinculatoriedad de la Constitución se proyecmentales serían debidos no solo por parte del ta erga omnes, no solo al ámbito de las relaEstado frente a los particulares, sino entre los ciones entre los particulares y el Estado, sino particulares mismos, tal como acontecería entambién a aquellas establecidas entre particutre las distintas partes de un contrato. lares. (El énfasis es nuestro). Al respecto, el Tribunal Constitucional en la Ello quiere decir que la fuerza normativa de Resolución derivada del Exp. Nº 5215-2007la Constitución, su fuerza activa y pasiva, así 29 PA/TC ha señalado lo siguiente: como su fuerza regulatoria de relaciones jurí “[la] vinculación de los derechos fundadicas se proyecta también a las establecidas mentales en la que se encuentran los orentre particulares, aspecto denominado como ganismos públicos, no significa que tales la eficacia inter privados o eficacia frente a terderechos solo se puedan oponer a ellos, ceros de los derechos fundamentales. En cony que las personas naturales o jurídicas secuencia, cualquier acto proveniente de una de Derecho Privado se encuentren ajepersona natural o persona jurídica de Derecho nas a su respeto. El Tribunal ConstitucioPrivado, que pretende conculcar o desconocernal ha manifestado en múltiples ocasiones los, como es el caso del acto cuestionado en el que, en nuestro sistema constitucional, los presente proceso, resulta inexorablemente inderechos fundamentales vinculan tanto constitucional”30 (el énfasis es nuestro). “ ” 7. Se cuestionen las resoluciones definitivas del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de destitución y ratificación de jueces y fiscales, siempre que dichas resoluciones hayan sido motivadas y dictadas con previa audiencia al interesado; 8. Se trate de conflictos entre entidades de Derecho Público interno. Los conflictos constitucionales surgidos entre dichas entidades, sean poderes del Estado, órganos de nivel o relevancia constitucional, gobiernos locales y regionales, serán resueltos por las vías procedimentales correspondientes; 9. Ha vencido el plazo para interponer la demanda, con excepción del proceso de hábeas corpus”. 26Entre estos últimos cobra importancia la viabilidad de superar el escollo de la vía paralela configurada por la jurisdicción ordinaria y sus mecanismos de tutela, tales como las medidas cautelares. Pero posteriormente haremos referencia a aquel punto. 27Tal como señala ONUFRIO, Maria Vittoria. Ob. cit., pp. 3 y 4, dicha noción cuenta como antecedentes dos famosos casos de la Corte Suprema Irlandesa menos reciente: Educational Company of IrelandLtd v. Fitzpatrick y Meskell v. CorasIompair Eireann. 28 Constitución Política del Perú Artículo 38.- “Todos los peruanos tienen el deber de honrar al Perú y de proteger los intereses nacionales, así como de respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la nación. Formato uniforme para artículos citados”. 29Véase los fundamentos 7, 8 y 9 de la mencionada Resolución. 30Los fundamentos 10, 11 y 12 de la aludida Resolución se refieren a otros fundamentos de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales: “[El] efecto horizontal o inter privatos que detentan los derechos fundamentales no solo se deriva del artículo 38 de la Constitución, sino también del principio dignidad (artículos 1 y 3 de la Constitución), en cuanto el valor central de la persona impone que sus derechos fundamentales proyecten también su efecto regulador al ámbito de la sociedad y de la propia autonomía privada. (El énfasis es nuestro). GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 227 D octrina La mencionada tendencia también puede ser verificada en los modelos jurídicos comparados, en particular en la doctrina jurisprudencial elaborada por la Corte Constitucional de Colombia, órgano colegiado que, al referirse a la irradiación horizontal de los derechos fundamentales en una época reciente, ha aseverado lo siguiente: “Dicho efecto de irradiación se extiende a las relaciones jurídicas privadas, debido precisamente a la pretensión de universalidad de los derechos fundamentales, cuyo carácter vinculante se afirma no solo respecto de los poderes públicos sino también respecto de los particulares. Ahora bien, sobre la extensión de dicha obligatoriedad, al igual que sobre la manera como se hace efectivo dicha influencia existen diversas posturas doctrinales y jurisprudenciales, sin embargo es una constante en el constitucionalismo contemporáneo reconocer la eficacia de los derechos fundamentales en el tráfico jurídico privado”31. (El énfasis es nuestro). No obstante ello, el sistema colombiano no se detiene en la mera proclama explicitada anteriormente, sino que concibe casos específicos en los cuales resultan procedentes las acciones de tutela constitucional entre particulares. Tales supuestos, que se encuentran tipificados en la legislación de ese país32, son: la prestación de un servicio público, la afectación grave y directa del interés colectivo, la subordinación e indefensión33. En otras palabras, resulta crucial notar que mientras nuestro sistema jurídico acoge un régimen de atipicidad en cuanto La dignidad de la persona trae así consigo la proyección universal, frente a todo tipo de destinatario, de los derechos fundamentales, de modo que no hay ámbito social exento del efecto normativo y regulador de los mismos, pues de haber alguno, por excepcional que fuese, se negaría el valor normativo del mismo principio de dignidad. En consecuencia, los derechos fundamentales vinculan, detentan fuerza regulatoria en las relaciones jurídicas de Derecho Privado, lo cual implica que las normas estatutarias de las entidades privadas, y los actos de sus órganos deben guardar plena conformidad con la Constitución y, en particular, con los derechos fundamentales. (El énfasis es nuestro). Resulta, pues, inadmisible y carente de todo sentido pretender que porque una determinada organización de particulares se rige por sus propias normas internas, resulta invulnerable o inmune al control constitucional. Si, como se ha dicho, los derechos fundamentales no solo vinculan a los poderes públicos, sino a todas las personas, sean estas públicas o privadas, queda claro que cualquier afectación sobre su contenido es susceptible no solo de revisión en sede constitucional, sino de tutela en las circunstancias en que tal violación o amenaza de violación quede manifiestamente acreditada, respetando, desde luego, el procedimiento legal –estatutario en el caso de organizaciones particulares– si lo hubiere. Así también, al interior de una institución privada, que como en el caso de autos constituye una sociedad civil de Derecho Privado, se impone el deber de respetar los derechos fundamentales”. (El énfasis es nuestro). 31Corte Constitucional de Colombia, Sentencia Nº T-160/10, numeral 3. 32Así, el Decreto Nº 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política de Colombia, señala en su artículo 42- Procedencia, lo siguiente: “La acción de tutela procederá contra acciones u omisiones de particulares en los siguientes casos: 1. Cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de educación 2. Cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de salud 3. Cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la prestación de servicios públicos domiciliarios. 4. Cuando la solicitud fuere dirigida contra una organización privada, contra quien la controla efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que motivó la acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de subordinación o indefensión con tal organización. 5. Cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud viole o amenace violar el artículo 17 de la Constitución. 6. Cuando la entidad privada sea aquella contra quien se hubiere hecho la solicitud en ejercicio del habeas data, de conformidad con lo establecido en el artículo 15 de la Constitución. 7. Cuando se solicite rectificación de informaciones inexactas o erróneas. En este caso se deberá anexar la trascripción de la información o la copia de la publicación y de la rectificación solicitada que no fue publicada en condiciones que aseguren la eficacia de la misma. 8. Cuando el particular actúe o deba actuar en ejercicio de funciones públicas, en cuyo caso se aplicará el mismo régimen que a las autoridades públicas. 9. Cuando la solicitud sea para tutelar a quien se encuentre en situación de subordinación o indefensión respecto del particular contra el cual se interpuso la acción. Se presume la indefensión del menor que solicite la tutela”. 33Corte Constitucional de Colombia, Sentencia Nº T-160/10, numeral 3. 228 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... a la eficacia horizontal de derechos fundamentales, el sistema colombiano se decanta por un régimen de tipicidad. Como podrá apreciarse, a pesar de que tanto la Corte Constitucional de Colombia como su similar peruano reconocen la eficacia horizontal de los derechos fundamentales, solo el primero cuenta con parámetros normativos que limitan la intervención del juez constitucional en este ámbito. En cambio, el Tribunal Constitucional únicamente ha venido efectuando acercamientos al problema que podrían considerarse como intuitivos, en especial en los ámbitos laboral y de protección al consumidor, y en los procedimientos disciplinarios de sociedades o asociaciones. Con la finalidad de arrojar mayores luces sobre el análisis que nos compete, graficaremos brevemente la aplicación de las posturas relativas a la intervención de la justicia constitucional en la autonomía privada sintetizando un caso ocurrido en la jurisprudencia colombiana reciente34. La modelo Alfa suscribió un contrato de representación con la agencia de modelos Beta por el plazo de tres años. En virtud de lo señalado en la cláusula primera del contrato, “el/la modelo designa a la agencia como su asesor, representante y promotor exclusivo en el territorio, para el ejercicio de el/la modelo de actividades de: (i) modelaje; (ii) de promoción, publicidad y mercadeo para terceros; (iii) relacionadas con la explotación de su imagen; (iv) de actuación en, participación en y presentación de concursos, programas, eventos y obras en general; y, (v) relacionadas con el entretenimiento”. La modelo alegó haber participado en diversos eventos cumpliendo de esta forma con la prestación contractual comprometida de su parte sin que la agencia Beta le abonara suma alguna por ello. De esta manera, la agencia habría incumplido la cláusula contractual por la cual se encontraba obligada a “[e]ntregar a el/ la modelo las sumas adeudadas por la realización de actividades de entretenimiento, dentro de los 20 días siguientes a que el tercero contratista haya pagado a la agencia las sumas que adeude”. En virtud del supuesto incumplimiento apenas referido –y en vista de que una cláusula específica le concedía semejante prerrogativa– la modelo Alfa decidió ejercer el derecho de desistimiento del contrato. Luego de ello, y tras haber requerido infructuosamente el pago de sus honorarios a su contraparte, la modelo buscó vincularse contractualmente con otras agencias de modelaje. Sin embargo, la agencia Beta notificó a estas últimas indicándoles que se abstengan de trabajar con la modelo Alfa en vista de que esta última tendría vigente un vínculo contractual –que incluía una cláusula de exclusividad– con aquella. En ese sentido, la modelo Alfa demandó a agencia Beta en la vía del amparo alegando que esta última había vulnerado su derecho al trabajo, su libertad de elección del oficio y su derecho a una remuneración mínima, vital y móvil. Por su parte, la agencia Beta alegó la inexigibilidad de su prestación contractual a causa de un supuesto incumplimiento previo por parte de la modelo Alfa, lo cual –a criterio de esta última– legitimaba la inejecución de su prestación. Hasta aquí con la narración del caso. Como podrá apreciarse, se trata de un típico –y además bastante interesante para efectos teórico aplicativos de la doctrina contractual– conflicto relativo al iter contractual, al involucrar aspectos como el incumplimiento de obligaciones, la idoneidad del ejercicio de desistimiento contractual y la validez de una cláusula de exclusividad. Pero además de ello, se trata de un caso que involucra la aparente violación de derechos fundamentales, tales como el derecho al trabajo. Como producto de la aplicación de las posturas anteriormente identificadas en el presente numeral, llegaríamos a las siguientes soluciones. La primera solución (intervención indirecta) negaría la competencia del juez constitucional frente a la controversia descrita líneas 34Corte Constitucional de Colombia, Sentencia Nº T-160/10. GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 229 D octrina atrás, remitiendo su ventilación al juez ordinario, quien debería aplicar las normas del Código Civil para solucionarla. Como contrapartida, la segunda postura consideraría competente –en caso se verifiquen los requisitos de procedencia establecidos a nivel legislativo– al juez constitucional para conocer aquellos aspectos de la controversia vinculados exclusivamente a la violación de derechos fundamentales, pudiendo este determinar si la demanda de amparo resulta fundada o infundada. Lo mencionado nos devuelve –aunque quizás con un poco más de precisión sobre el escenario en el que nos encontramos– a nuestra interrogante primigenia: ¿puede un juez constitucional, en el marco de un proceso de amparo, conocer, aunque sea en aspectos limitados a la violación de derechos fundamentales, una controversia relativa al iter contractual, la que en principio debería ser resuelta por el juez ordinario? III.CONSECUENCIAS DE LA INTERVENCIÓN DIRECTA DEL JUEZ CONSTITUCIONAL EN LOS CONFLICTOS CONTRACTUALES Y LA NECESIDAD DEL DESARROLLO JURISPRUDENCIAL DE PARÁMETROS PARA DICHA FINALIDAD En lo que a nuestra opinión respecta, no parece posible abogar por la exactitud de la primera tendencia (negativa), al menos tal como ha sido formulada. Sostener, sin más, que el ejercicio de la autonomía privada crea un blindaje infranqueable contra la competencia del juez constitucional frente a escenarios de violaciones de derechos fundamentales perpetradas con ocasión al desenvolvimiento del iter contractual, implicaría sostener que el contrato es un compartimento estanco dentro de un sistema jurídico que apunta a ser un todo unitario35, lo cual constituiría una paradoja. Acoger la primera tendencia implicaría concebir la existencia de áreas inmunes al control de constitucionalidad efectuado por el órgano competente para ello, es decir, áreas de potencial afectación de derechos y valores fundamentales que escaparían a la valoración efectuada por la justicia constitucional (especialmente, por el Tribunal Constitucional)36. A nuestro criterio, ello resulta insostenible. No parece posible, entonces, negar de plano la existencia de conflictos relativos al iter contractual que podrían trascender constitucionalmente y ser revisables de esta manera por el juez constitucional. En otras palabras, un conflicto generado con ocasión a un contrato que cuenta con aristas relativas a la afectación de derechos fundamentales, podría llegar a trascender la competencia del juez ordinario. La eficacia horizontal de los derechos fundamentales –criterio que, guste o no, ha sido acogido por el Tribunal Constitucional y que, en todo caso, no entraremos a analizar en estas breves líneas–, genera como consecuencia lógica que las relaciones contractuales puedan dar origen a controversias constitucionalmente relevantes. Estas últimas bien podrían ser resueltas –al menos en lo que respecta a los aspectos constitucionalmente protegidos de los derechos fundamentales– por el juez constitucional, aunque observando las cortapisas impuestas por nuestra legislación para tal fin. Ello no quiere decir que las partes de un contrato se encuentren obligadas, al margen de la regulación de intereses dispuesta por ellas mismas, a procurarse la satisfacción de sus 35KUMM, Mattias. “Who is Afraid of the Total Constitution? Constitutional Rights as Principles and the Constitutionalization of Private Law”. En: German Law Journal. Nº 4, Vol. 7, 2006, p. 19, quien refiriéndose al caso alemán y llevando al extremo esta idea, llega a señalar, en posición que no compartimos, que el Derecho Privado es Derecho Constitucional aplicado. 36En esta línea, la Corte Constitucional de Colombia, Sentencia Nº T-160/10, en su numeral 4, ha precisado lo siguiente: “No puede, por lo tanto, el juez de tutela desechar el estudio de una controversia contractual con el mero pretexto que en este tipo de disputas no están envueltos derechos de rango fundamental, por el contrario, debe analizar si en ellas existe una discusión de esta naturaleza para lo cual es relevante no solo elementos de carácter objetivo, tales como la naturaleza de los derechos en juego, sino también circunstancias subjetivas de las partes que solicitan el amparo constitucional, pues existen precedentes en los cuales se ha concedido la tutela respecto de asuntos en apariencia de índole estrictamente contractual, controvertibles ante la jurisdicción ordinaria, debido a las circunstancias de debilidad manifiesta en que se encontraban los accionantes. 230 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... propios derechos fundamentales37. No obstante ello, también es cierto que las partes de un contrato no pueden procurarse la satisfacción de sus intereses, a través de reglas de autonomía privada, entrando en conflicto con los derechos fundamentales de los que alguna de ellas o algún tercero sea titular. “ [L]a intervención directa del juez constitucional en la autonomía privada, en caso supere los obstáculos dispuestos por el legislador, debe considerarse como excepcional, por ser enormemente problemática y costosa ... ” En efecto, la celebración y ejecución de un contrato, como expresión de autonomía privada, puede entrar en conflicto –y de hecho, es común que sea así si es entendida como un poder de autorregulación– con valores fundamentales tales como el medio ambiente, la propiedad, la protección de las partes débiles (consumidores, trabajadores, aspectos societarios en lo que respecta a aplicación de sanciones a sus miembros38, etc.), la protección de la competencia, la interdicción del abuso de derecho, la integridad física, la dignidad de la persona, la libertad de expresión, la buena reputación, etc. En tales escenarios, por el mero hecho de tratarse de un contrato no parece adecuado excluir de manera automática e irreflexiva la competencia del juez constitucional. La autorregulación contractual, al interactuar en un sistema jurídico unitario con otros principios y valores, se ve limitada por el contenido constitucionalmente protegido de estos. No obstante, el extremo contrario, esto es, avalar la superposición indiscriminada –en lo que respecta a la tutela de derechos fundamentales– de la competencia del juez constitucional y el ordinario, sería ciertamente pernicioso y a todas luces inaceptable. Ello llevaría inexorablemente a una situación de inseguridad jurídica, pues se generalizaría una situación en la que jueces constitucionales no especializados en doctrina contractual resolverían cuestiones tales como si las cláusulas penales o las arras confirmatorias son o no confiscatorias para el deudor incumplido39, si los convenios de exclusividad o de no competencia afectan o no la libertad de iniciativa privada, si la resolución por intimación de un contrato viola o no el derecho a la remuneración equitativa y suficiente de una de las partes, si el incumplimiento en la provisión de medicamentos o un tratamiento especializado en virtud de un acuerdo privado viola el derecho Esta postura interpretativa se apoya en el denominado ‘efecto de irradiación’ y en la dimensión objetiva de los derechos fundamentales, de conformidad con la cual el ordenamiento jurídico no está conformado por compartimentos estancos, algunos de los cuales escapan del influjo de las garantías y libertades constitucionales, pues estas se difunden en todos los ámbitos del derecho, inclusive en espacios inicialmente considerados como coto reservado del derecho privado, como las relaciones contractuales. No se trata, entonces, que todo el derecho existente se disuelva en el derecho constitucional, que de esta suerte se convertiría en una especie de todo omnicomprensivo, sino que permite a los distintos ámbitos del Derecho conservar su independencia y sus características propias; pero los derechos fundamentales actúan como un principio de interpretación de sus preceptos y por tanto se impone en ellos acuñándolos e influyéndolos, de esta manera estos ámbitos del derecho quedan iusfundamentalmente conformados”. (El énasis es nuestro). 37Así, por ejemplo –y salvo excepciones establecidas por ley–, una clínica privada, por el mero hecho de serlo, no está obligada a prestar servicios a un paciente que no abona la contraprestación. Y ciertamente, no por ello el paciente podrá interponer una demanda de amparo alegando la violación de su derecho a la salud o a la integridad física. 38Al respecto, este Tribunal ha señalado que “(…) queda claro que el debido proceso –y los derechos que lo conforman, p. ej. el derecho de defensa– rigen la actividad institucional de cualquier persona jurídica, máxime si se ha previsto la posibilidad de imponer una sanción tan grave como la expulsión (...), razón por la cual los emplazados, si consideraron que el actor cometió alguna falta, debieron comunicarle por escrito los cargos imputados, acompañando el correspondiente sustento probatorio, y otorgarle un plazo prudencial a efectos de que –mediante la expresión de los descargos correspondientes– pudiera ejercer cabalmente su legítimo derecho de defensa” (Exp. Nº 01612-2003-AA/TC). 39Sobre el particular, véase los argumentos esbozados por tres magistrados del Tribunal Constitucional en la resolución que motivó el Exp. Nº 05311-2007-PA/TC. En ella, se pronuncian de manera favorable a la posibilidad de reducir una cláusula penal insertada en un contrato acudiendo a fundamentos como la interdicción del abuso de Derecho, la confiscatoriedad encubierta, y la lesión al derecho de propiedad. Sin embargo, ¿es posible calificar una cláusula como excesiva sin tener una idea clara del daño que busca resarcir y de la operación económica en que se enmarca el contrato? GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 231 D octrina a la salud de un paciente que, a la vez, es parte de dicho acuerdo, o si el pacto por el cual el locador de servicios se reserva un derecho de desistimiento en caso su locadora contrajese matrimonio, viola o no derechos a la protección del matrimonio y la familia, la dignidad de la persona y desarrollo de la personalidad. Sobre el particular, debe tenerse en cuenta que la mencionada superposición indiscriminada de competencias carecería de fundamento en nuestro sistema jurídico en tanto desde la entrada en vigor del Código Procesal Constitucional el proceso de amparo cuenta con carácter residual, es decir, solo resultará procedente en caso no exista una vía paralela, esto es, una vía específica e igualmente satisfactoria para solucionar la controversia. Asimismo, como ya se ha tenido oportunidad de puntualizar, dicha superposición no lograría materializarse en tanto las competencias de ambos jueces (el ordinario y el constitucional) no coinciden en su totalidad. Así, el juez constitucional solo resuelve respecto a aquellos aspectos constitucionalmente relevantes de los conflictos relativos al iter contractual. Lo que queremos decir es que la existencia de un contrato no significa automáticamente que las eventuales violaciones de derechos fundamentales –que bien pueden existir en este ámbito– excluyan automáticamente la competencia directa del juez constitucional en el marco de procesos de tutela de derechos fundamentales. Sin embargo, afirmamos ello sin pretender abogar por la existencia de una total superposición entre las competencias del juez ordinario y constitucional. Ante tal escenario, se aprecia la necesidad de establecer ciertas consideraciones que nos llevarán a señalar –adelantándonos a la conclusión– que la intervención directa del juez constitucional en la autonomía privada, en caso supere los obstáculos dispuestos por el legislador, debe considerarse como excepcional, por ser enormemente problemática y costosa en el sistema jurídico peruano. A continuación haremos referencia a los aludidos parámetros. El primer obstáculo que debe superar el conflicto relativo al iter contractual para ser conocido directamente por el juez constitucional en un proceso de tutela de derechos fundamentales es la ya mencionada existencia de una vía paralela o igualmente satisfactoria para la tutela del derecho constitucional afectado. El mencionado mecanismo puede ser definido como aquella “vía que tópicamente satisface la defensa de un derecho constitucional y consigue la reposición de las cosas al estado anterior de la violación constitucional”40. El escollo referido se configura como uno muy difícil de superar en el caso que nos ocupa, en la medida en que en el marco de la jurisdicción ordinaria los privados cuentan con la tutela cautelar, en sus diversas manifestaciones. Esta última ha sido dispuesta precisamente para impedir que el transcurso del tiempo frustre la satisfacción de los intereses del individuo, desvaneciendo los beneficios del acogimiento futuro de su pretensión. En otras palabras, en los casos que nos ocupan, la demanda de amparo sería procedente si y solo si la vía ordinaria (que incluye a la tutela cautelar) se muestra inadecuada para procurar la satisfacción oportuna de la parte víctima de la violación de derechos fundamentales. Dos factores que a nuestro juicio no podrían dejar de ser tomados en cuenta para analizar la existencia de una vía específica igualmente satisfactoria en el ámbito contractual son las situaciones de debilidad o inferioridad fáctica (sea jurídica, informativa o económica) de alguna de las partes del contrato respecto a la otra41 o el riesgo en que se encuentre una de las partes de sufrir un perjuicio irremediable en el marco del desenvolvimiento de la relación contractual. Esta visión resulta compatible con la expuesta por la Corte Constitucional de Colombia, órgano según el cual es perfectamente posible 40 En efecto, a estas alturas resultaría anacrónico y, por ende, erróneo considerar –sin más– que la celebración de un contrato supone la existencia de una relación de paridad entre las partes. 41STC Exp. Nº 03283-2003-PA/TC. f. j. 4. 232 Contrato, autonomía privada e intervención de la justicia ... que una parte demande un proceso de amparo a otra por haber lesionado alguno de sus derechos fundamentales y no existan medios idóneos de defensa que impidan que, en caso prescindiese del amparo, se le ocasione un detrimento patrimonial considerable en el marco de la relación contractual: Se concluye por lo tanto que la jurisprudencia de esta Corporación ha reconocido que las relaciones contractuales pueden dar origen a controversias constitucionalmente relevantes, las cuales pueden ser dirimidas por el juez de tutela cuando no existan medios idóneos de defensa judicial o cuando se acuda a la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. (El énfasis es nuestro)42. Pasando a otro punto, debe tenerse en cuenta que la resolución directa de un conflicto de intereses de derecho contractual en lo concerniente a la tutela de derechos fundamentales, por parte de un juez no especializado, aplicando normas ajenas a las configuradas legislativamente para resolverlo e inaplicando las normas creadas con tal propósito, genera inexorablemente costos administrativos de no escasa entidad. Se trata, por lo menos, de los siguientes costos: (i) aquellos derivados de la resolución de un conflicto de intereses por terceros que no necesariamente son especialistas en la materia; (ii) aquellos derivados de la resolución de un conflicto sin aplicar las normas jurídicas generales o especiales dispuestas para tal efecto; (iii) los costos derivados de la resolución de un conflicto que en la mayoría de ocasiones cuenta con aristas que involucran la necesidad de actuación de etapas probatorias que, por su propia naturaleza, no pueden ser desenvueltas en un proceso de tutela de derechos fundamentales43; y, (iv) aquellos derivados de las distorsiones que genera el potencial conocimiento ulterior del juez ordinario –con reglas de juego distintas– respecto de la controversia resuelta por el juez constitucional. Finalmente, un obstáculo ulterior para la intervención directa del juez constitucional en el iter contractual puede ser hallado en las limitaciones con las que cuenta la justicia constitucional para obtener la información que le permitirá resolver la controversia. En efecto, imaginemos el caso de la inaplicación de una cláusula aparentemente abusiva y expropiatoria de una de las partes ordenada por el Tribunal Constitucional en el marco de un proceso de amparo. Para atribuirle semejante calificación a dicha cláusula, el juez constitucional necesariamente debe haber contado con las herramientas idóneas para resolver la controversia. Nos referimos, en el caso citado, a los indicios necesarios para reconstruir la común intención de las partes en el marco del procedimiento de interpretación del negocio jurídico. En ese sentido, el juez constitucional que desee llegar a semejante resultado deberá haber tenido oportunidad de conocer las circunstancias concomitantes a la celebración del contrato, los comportamientos de las partes, los usos y costumbres comerciales predominantes, la existencia de una operación económica global de la que el contrato en cuestión podría ser solo un engranaje. A nuestro parecer, las posibilidades de que el juez constitucional pueda acceder a los mencionados elementos son remotas. Por ende, el número de decisiones en las cuales el Tribunal debe considerarse competente para resolver una controversia relativa al iter contractual sería bastante reducido. Puesto en otros términos, para resolver los conflictos de derecho contractual que lleguen a su competencia, el juez constitucional se encontrará ante una situación en la que resolvería prescindiendo de un adecuado y correcto procedimiento de interpretación del contrato. Si se dejase de lado el procedimiento 42Corte Constitucional de Colombia, Sentencia Nº T-160/10, numeral 4. 43 Código Procesal Constitucional. Artículo 9.- “En los procesos constitucionales no existe etapa probatoria. Solo son procedentes los medios probatorios que no requieren actuación, lo que no impide la realización de las actuaciones probatorias que el juez considere indispensables, sin afectar la duración del proceso. En este último caso no se requerirá notificación previa”. GACETA CONSTITUCIONAL N° 69 233 D octrina hermenéutico, el juez constitucional no podría correctamente declarar, por ejemplo, la inaplicabilidad de una cláusula, pues dicho acto supone un paso previo el esclarecimiento de su contenido. A MANERA DE CONCLUSIÓN En las líneas anteriores hemos abordado brevemente el tema de las relaciones existentes entre los conflictos suscitados en el marco de contratos privados y la intervención del juez constitucional. El mencionado problema jurídico se enmarca en el fenómeno más amplio constituido por la constitucionalización del Derecho Privado, sobre el cual en nuestro país ciertamente aún existen más luces que sombras. Sin embargo, cabe poner de manifiesto la necesidad actual de exhortar a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional para que establezca lineamientos claros para definir, en ausencia de un régimen de taxatividad, la competencia de los órganos constitucionales en el ámbito contractual. Ello con la finalidad de evitar que la justicia constitucional siga ingresando de manera intuitiva y arbitraria a una área tradicionalmente reservada al Derecho Privado, pues aquella situación genera importantes distorsiones a nivel sistémico. Cuando un conflicto de intereses que se genera en el marco de una relación contractual implica la violación de derechos fundamentales 234 se vuelve un problema contractual y constitucional a la vez, frente al cual, por influjo de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales en nuestro sistema –la cual, criticable o no, resulta aplicable–, el órgano constitucional se encuentra habilitado a intervenir directamente. Sin embargo, ello no significa en absoluto que un juez constitucional será siempre competente para resolver un conflicto surgido con ocasión una relación contractual, pues ello implicaría una superposición inaceptable de ambas competencias. En efecto, tal como nuestro sistema jurídico se encuentra configurado, existen importantes barreras que determinan la excepcionalidad de la intervención del juez constitucional (y, en especial, del Tribunal Constitucional) fuera de aquellas parcelas que de modo intuitivo ha venido considerando como parte de su campo de acción. En ese sentido, una intervención directa del Tribunal Constitucional en los conflictos relativos al iter contractual debe ser absolutamente excepcional en vista de las distorsiones que ocasiona. Dos de los criterios que justifican este tipo de tutela directa, son las situaciones de inferioridad o debilidad en las que se encuentra una parte del contrato respecto a la otra y la situación de necesidad de tutela de una de las partes para evitar un perjuicio irremediable ocasionado por su contraparte.