Seminario Taller: Los Medios de Comunicación - unesdoc

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Original
Seminario Taller
Los Medios de Comunicación,
la Prevención de Conflictos
y la Cultura de Paz
22 y 23 de octubre de 1997
San Salvador, El Salvador
Programa de Cultura de Paz de la UNESCO
Oficina de la UNESCO en El Salvador
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Preparado por el Programa de Cultura de Paz de la UNESCO en El Salvador.
©
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - UNESCO
El Salvador, 1997.
Se puede reproducir total o parcialmente siempre que se indique el autor y la fuente. Las opiniones
expresadas aquí, no son necesariamente las de la UNESCO y no comprometen a dicho organismo.
Edición al cuidado de Carmen Alvarez Basso. UNESCO El Salvador.
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INDICE
Página
Presentación .................................................................................................................................... 3
De la Cultura de la Violencia a la Cultura de Paz ...................................................................... 4
La prevención de conflictos ........................................................................................................ 14
Nuevos conceptos de seguridad ................................................................................................. 2 4
La comunicación y las crisis humanitarias ................................................................................ . 3 9
Retos actuales de los organismos de Derechos Humanos en El Salvador ............................. .49
Las comunicaciones para el desarrollo: Una manera distinta de resolver conflictos.. ........ ..64
Cómo los medios de comunicación pueden hacer visibles las raíces de los conflictos........76
La publicación de los positivo y creativo en el marco de la comunicación
y las crisis humanitarias .............................................................................................................. .78
¿Cómo construir la seguridad democrática en Centroamérica? .............................................. 80
La Cultura de la Violencia como generadora de conflictos .................................................... .84
Una comunicación para otros desarrollos, líneas de comunicación para
trabajar el desarrollo .................................................................................................................... 91
.
La reconciliación, la comunicación y la educación ................................................................ 101
.
Todos podemos ser actores “Promotores y Trabajadores”
de la Paz en Centroamérica ..................................................................................................... .107
Conclusiones de las mesas de trabajo ..................................................................................... 110
Conclusiones generales .............................................................................................................. 113
Anexos ......................................................................................................................................... 115
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
PRESENTACION
“Se los insulte o se les adule, los medios de comunicación no dejan de ser uno de
los mejores barómetros de la democracia. También son uno de sus mejores
garantes, siempre que se les deje hacer su trabajo libremente y con total
independencia, y que estén abiertos a todos. Estos son los principios que inspiran
la actuación de la UNESCO en este sector clave....“’
El Seminario-Taller “Los Medios de Comunicación, la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz”
se celebró en San Salvador, los días 22 y 23 de octubre de 1997, con la participación de 70 personas
provenientes de todas las Escuelas de Periodismo y Comunicaciones de El Salvador. El evento fue
producto de una relación de colaboración durante entre dichas escuelas y la UNESCO, durante
este último año.
Desde la concepción y preparación del seminario, las Escuelas de Periodismo y Comunicaciones
participaron, con tesón y entusiasmo, en la definición los objetivos del mismo, de sus contenidos
y metodología, así como en el desarrollo del programa y en la ejecución de la actividad.
Este evento es resultado de un proceso participativo, de un proceso de concertación; es por tanto,
en si mismo, un proceso de Cultura de Paz, tal y como lo entiende la UNESCO.
Este documento refleja el trabajo desarrollado durante los dos días del seminario y contiene la
reproducción de las Conferencias Magistrales, de las ponencias presentadas para el trabajo de las
mesas y de las discusiones de las mismas.
El último fin de esta publicación es el de multiplicar el trabajo realizado por los 70 participantes,
que fueron catedráticos, profesionales de los medios de comunicación y estudiantes de cursos
avanzados de las carreras de comunicaciones de todo el país. De esta forma pretendemos que el
resto de los estudiantes y profesionales de la comunicación puedan compartir la experiencia
realizada durante el taller y les sirva de insumo para sus estudios.
La UNESCO quiere agradecer el entusiasmo y el esfuerzo con el que todos los participantes
trabajaron durante el desarrollo de este evento, y espera que esta publicación sea capáz de
transmitirlo a todos los que no pudieron compartir esta experiencia de Cultura de Paz.
1.
Revista FUENTES UNESCO, “El Poder de ser Escuchado”, No. 89, Abril 1997
3
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
DE LA CULTURA DE LA VIOLENCIA A LA CULTURA DE LA PAZ
Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España.
Cuando hace ya más de medio siglo se formó la UNESCO, yen su preámbulo fundacional se señalaba
que “si las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben
erigirse los baluartes de la paz”, sus fundadores aceptaban el reto y lanzaban al mundo el mensaje
de que si los humanos hemos sido capaces de inventar una práctica tan brutal como la guerra, hemos
de ser igualmente capaces de inventar la paz, de construirla, fortalecerla y universalizarla.
Un punto de partida para introducirnos en la evitabilidad de la guerra y de la violencia cruel y
gratuita pueden ser las conclusiones a que llegaron varios científicos, congregados en Sevilla, en
1989, para analizar científicamente qué había de verdad y de mentira en relación a los mitos sobre
la violencia. El Manifiesto de Sevilla2 que redactaron afirma que la paz es posible, porque la guerra
no es una fatalidad biológica. La guerra es una invención social. Se puede, por tanto, inventar la
paz, porque si nuestros antepasados inventaron la guerra, nosotros podemos inventar la paz.
En el Manifiesto de Sevilla, los científicos señalan que los seres humanos tenemos una cultura, y
esta cultura podemos hacerla evolucionar. Nos es posible inventar nuevas maneras de hacer las
cosas. No existe un sólo aspecto de nuestro comportamiento que esté tan determinado que no
pueda ser modificado con el aprendizaje. La construcción de la paz, por tanto, empieza en la mente
de los seres humanos Es más; tenemos ejemplos de sociedades guerreras que se han convertido
en pacíficas, como los vikingos, y de grupos humanos que han aprendido a relacionarse de forma
no agresiva y no competitiva3. Lo que es evidente, en definitiva, es que aunque seamos el resultado
o estemos influenciados por una cultura bélica, eso no es irreversible, y tenemos el potencial y las
posibilidades de cambiar la situación forjando una cultura de paz.
Tenemos también el convencimiento de que la paz es algo más que la ausencia de guerra, y tiene
que ver con la superación, reducción o supresión de todo tipo de violencias, y con nuestra capacidad
y habilidad para transformar los conflictos, para que en vez de tener una expresión violenta y
destructiva, las situaciones conflictivas puedan ser oportunidades de creación, de encuentro,
comunicación, cambio, adaptación e intercambio. Este nuevo enfoque es el que persigue la “cultura
de paz”, o “cultura para la paz”, si la entendemos como un proceso que, en primera instancia,
habrá de transformar la actual “cultura de la violencia”. Veamos, por tanto, cuales son los elementos
2.
3.
ADAMS, David, "El Manifiesto de Sevilla sobre la Violencia”, de 1989, UNESCO, 1992, 47 p.
BOULDING, Elise, “Peace behaviors in various societies”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO, 1996, pp. 31 53. En este ensayo, Elise explica los casos de los Inuit (Canadá), Mbuti (República Centro Africana), Zuni (Estados Unidos) y Arapesh
(Nueva Guinea).
4
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
que determinan esta cultura de la violencia, para luego analizar las grandes tareas que incumbirán
al proceso forjador de una cultura de paz.
La cultura de la violencia
Con diferentes manifestaciones según épocas históricas y contextos geográficos, las culturas de la
violencia han sido forjadas desde tiempos muy lejanos. La historia y la antropología nos muestran
que la violencia institucionalizada empezó con la revolución agrícola, hace unos 7.000 años, y que
con la revolución industrial, hace unos dos siglos, adquirió nuevos elementos, institucionales y
tecnológicos, que la dotaron de unos medios de destrucción antes inimaginables 4.
La cultura de la violencia es “cultura” en la medida en que a lo largo del tiempo ha sido interiorizada
e incluso sacralizada por amplios sectores de muchas sociedades, a través de mitos, simbolismos,
políticas, comportamientos e instituciones, y a pesar de haber causado dolor, sufrimiento y muerte
a millones de seres. Cambiarla no será empresa fácil, y nos llevará varias generaciones. Pero esa
lentitud de cualquier cambio cultural no resta ni un ápice la urgencia de finalizar con lo que ha
sido norma durante siglos, y planteemos una estrategia para cambiar el rumbo en la Historia.
En su expresión actual, algunos de los fundamentos esenciales de esta cultura de la violencia son
los siguientes:
el patriarcado y la mística de la masculinidad
la búsqueda del liderazgo, el poder y el dominio
la incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos
el economicismo generador de desintegración social
el militarismo y el monopolio de la violencia por parte de los Estados
los intereses de las grandes potencias
las interpretaciones religiosas, que permiten matar a otras personas
las ideologías exclusivistas
el etnocentrismo y la ignorancia cultural
la deshumanización (la consideración de otros seres humanos como “objetos”)
el mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la falta de oportunidades y de
participación
4.
GENOVÉS, Santiago, “Social and cultural sources of violence”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO 1996, P.
95.
5
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Permítanme que me extienda unos instantes en el primer punto, para después volver sobre los
elementos específicos que podrían configurar esta cultura de paz opuesta a la cultura de la violencia.
El patriarcado y la mística de la masculinidad
Aclaremos, para empezar, que la historia de la violencia, de la guerra y de la crueldad organizada
es también la historia del hombre, no de la mujer. Hay algo tan secular en el protagonismo de la
violencia por parte del arquetipo viril, que uno tiene la tentación de acudir a la biología para
descubrir las razones de esta empecinada recurrencia del género masculino hacia lo destructivo,
y para utilizar la fuerza física para dañar o tener poder sobre otras personas. Por fortuna, sabemos
que este cáncer no es universal, y que muchos hombres lo detestan en la teoría y en la práctica.
Sabemos también de mujeres que se comportan de otro modo, con lo que no vamos a dar
oportunidad a la biología para que nos explique lo que sólo es comprensible desde el campo de
la cultura.
La guerra y cualquier forma de violencia organizada son fenómenos culturales, y como tales, se
aprenden y se desaprenden. Dicho en otros términos, tanto la guerra como la paz son frutos
culturales, son resultados de decisiones humanas y de empeños sociales. La paz, a fin de cuentas,
no es otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía, que son tres elementos vivos
y dinámicos que no dependen de la biología. Pueden o podemos educarnos para una cosa o para
la otra, por lo que el ideal de ilegitimar moralmente la violencia es un reto cultural de primera
magnitud, porque estos cambios culturales son los que un día harán posible acabar con la secular
estupidez de que los estados y los pueblos busquen legitimarse y dotarse de identidad a través de
la guerra y del armamento, cuando ambas cosas no son más que instrumentos de muerte, y como
nos decía Virginia Wolf, en 1938, que los hombres encuentren cierta gloria, cierta agresividad y
cierta satisfacción en la lucha, algo que las mujeres jamás han sentido ni gozado 5.
Terminar con esa fascinación que el sexo masculino siente por la violencia es uno de los grandes
retos que tiene, no sólo la educación para la paz, sino la misma convivencia humana, y es un factor
esencial, sino el más importante, de la cultura de paz. Y ya que el desarrollo de la cultura de paz
depende en gran parte de los logros que consigamos en ese campo, creo que lo más apropiado
es que prestemos atención a lo que piensan, dicen y hacen las mujeres, tanto en la acción social
como en el campo de la teoría.
El pensamiento feminista nos recuerda que el eje y medida del orden socio-simbólico que tenemos
es la guerra y la destrucción de la obra materna, porque el poder es esencialmente el poder de
5.
6
WOLF, Virginia, "Tres guineas", Lumen, 1980, p. 14.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
destruir, y los valores de la guerra son proporcionales a su poder de destrucción6. Se habla incluso
de la “envidia del útero”, para describir al deseo de algunos hombres de apropiarse del poder de
dar vida de las mujeres, por lo que para algunos el poder de destruir la vida se convertiría en el
equivalente del poder femenino de crearla.
Las mujeres nos invitan a inventar mediaciones creadoras de realidad nueva, a relacionarnos con
el mundo entero a través de la mediación de otras (mujeres), a partir de nuestra propia experiencia
(partir de sí)7, a que nombremos el mundo en femenino, esto es, a que tengamos un sentido más
femenino del mundo, lo que en términos más teóricos se llamaría “romper con el orden simbólico
patriarcal”, juntando la razón y la vida, es decir, la cultura y la naturaleza, la palabra y el cuerpo.
El medio propuesto: substituir el poder por la autoridad, que son dos cosas completamente distintas.
En la historia, el ejercicio del poder ha equivalido al ejercicio de la violencia. El ejercicio de la
autoridad, en cambio, equivale al ejercicio del respeto y no está reñido con la vida, el amor o la
gratitud*, y como veremos posteriormente, posibilita la resolución de los conflictos. Se trata, por
tanto, de substituir la práctica del “poder sobre” por el concepto de “poder de”, o “empoderar”,
que supone capacitación, autonomía y voluntad.
Myriam Miedzian 9 , en un excelente y sugerente libro que gira alrededor de este tema, analiza con
detalle cómo se ha ido formando esa fascinación masculina por la violencia, y el tremendo precio
que hombres y mujeres pagamos por mantener unos arquetipos masculinos inútiles, destructivos
y primitivos, de los que finalmente todas las personas resultamos ser víctimas. Miedzian señala como
principales valores de la mística masculina: la dureza y la represión de la sensibilidad (el miedo,
el lloro, etc.), el afán de dominio, la represión de la empatía y de las preocupaciones morales, y
la competitividad extrema, que condiciona a los hombres a valorar por encima de todo la victoria
y la gloria, y a encerrarse en las dicotomías de nosotros/ellos o ganar/perder. Toda esa mística
conduce a la violencia, sea criminal, doméstica o política, porque de ahí se legitima el patrioterismo,
el militarismo y la hombría, y muy especialmente, conduce a la aceptación y glorificación de la
guerra y la violencia, porque desde la más tierna infancia se enseña a los hombres a demostrar su
masculinidad a través de la violencia.
¿Cómo superar esta mística, inventada para convertir a los jóvenes en soldados obedientes,
dispuestos a sacrificar sus vidas para que la hombría de los líderes políticos quede intacta? Al hablar
de políticas de paz, con frecuencia tenemos la mala costumbre de mirar excesivamente hacia arriba,
6.
HORVAT, Lili, “Feminisme et culture de paix”, Nouvelles Questions Feministes, n1 11-12, invierno 1985, p. 120.
7.
RIVERA, María-Milagros, “Partir de sí”, El Viejo Topo, n1 73, marzo 96, pp. 31-35.
8.
RIVERA, María-Milagros, “Nombrar el mundo en femenino”, Icaria, Barcelona, 1994, 264 p.
9.
MIEZDIAN, Myriam, “Chicos son, hombres serán”, Edit. Horas y Horas, Madrid, 1996, 396 p.
7
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
buscando a la ONU o la mediación de las grandes potencias, o pensamos en las grandes
transformaciones económicas que puedan cambiar la vida de pueblos marginados, y nos olvidamos
de que la base de la práctica de la paz está también en nuestro entorno y en nuestra vida cotidiana.
Permítanme que, de la mano de Elise Boulding10, recuerde dos muestras claras de acción y de cultura
de paz que están en nuestra vida diaria y que están en la base de la superación de la mística de
la masculinidad.
Una es el nutrir, esto es, la cultura practicada por las mujeres en la crianza y el cuidado de las criaturas
y ancianos, y es el ejemplo de que la cultura de las mujeres está orientada también hacia el futuro,
puesto que estas prácticas tienen en cuenta las necesidades del mañana. La práctica del nutrir, como
podemos comprobar, es una práctica “sostenible” desde hace siglos, y como nos recuerda Elise
Boulding, “si los hombres dedicaran más tiempo con los niños y aprendieran nuevos instrumentos
de escucha y relación, se pondría en marcha un proceso que ayudaría a reducir los comportamientos
violentos y equilibraría la balanza entre temas culturales de paz y agresión”.
La otra experiencia se refiere a la práctica constante de la negociación para solucionar esos pequeños
conflictos que surgen en el seno familiar, y se basan en nuestra capacidad de humanidad. La familia
es, o puede ser, una auténtica universidad de gestión de conflictos si sabemos actuar con un mínimo
de inteligencia y humanidad. Es ahí, y también en la escuela y en otros espacios de socialización,
donde hay numerosas oportunidades para aprender a manejar los utensilios de la cultura de paz.
Efectivamente, la terapia de superación de la mística masculina pasa, en primer lugar por moderar
aquellos valores de dureza, dominio, represión y competitividad, realzando en cambio los de la
cooperación y responsabilidad social, y en socializar a los hombres (corresponsabilizarlos) en la
práctica del cuidado, empezando por sus propios hijos, porque la participación de los padres en
la crianza es un freno en el uso de la violencia, primero en ellos mismos, y después en sus hijos.
Se trata en definitiva de introducir la expresión del cariño y la ternura en la vida de los hombres,
de que no repriman la empatía, para así aumentar su responsabilidad sobre el coste humano y social
de sus actos, tanto en la vida familiar como en la política.
El empeño en construir una cultura de paz pasa, entonces, por desacreditar todas aquellas conductas
sociales que glorifican, idealizan o naturalizan el uso de la fuerza y la violencia, o que ensalzan el
desprecio y el desinterés por los demás, empezando por disminuir al máximo posible el desinterés
y el abandono de los más pequeños, con objeto de que estas criaturas puedan vivir experiencias
de cariño, respeto, implicación, amor, perdón y protección, y después, de mayores, puedan
transmitir estas vivencias a otras personas con mayor facilidad.
10.
8
BOULDING, Elise, “The Concept of Peace Culture”, en Peace and Conflict Issues after the Gold War, UNESCO, 1992, pp. 107-133
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Una comunidad con una ética global
Con frecuencia, y especialmente ante los desastres causados por la propia actividad humana,
solemos invocar y reclamar la atención de la “comunidad internacional”, como si más allá de algunos
centros de poder concretos o imaginarios, como el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas,
existiera un corpus universal dotado de capacidad para escuchar y actuar ante tales demandas, de
prever calamidades o proteger a los miembros de esta pretendida comunidad universal.
Lo cierto, sin embargo, es que dicha comunidad no existe, al menos en el sentido de un conjunto
de seres y sociedades que se comunican, se comprenden, comparten unos valores y se ayudan para
conseguir unos objetivos. Pero que no exista dicha comunidad no quiere decir que no sea necesaria,
que no podamos perseguirla o que pensemos en tal posibilidad. Así se ha hecho durante siglos,
pero nunca con las posibilidades de comunicación actuales. Esta es la gran diferencia respecto al
pasado y lo que concede una esperanza a que esta reflexión sobre lo que somos como colectividad
global, se traduzca en actuaciones que permitan mejorar la condición humana. Al finalizar el Siglo
XX, y tal como está el mundo, es un deber, no un simple ejercicio intelectual.
Esta nueva mirada hacia el mundo persigue, en primer lugar, entender mejor su complejidad y
diversidad, para después, o paralelamente, consensuar un “código de conducta universal”, una ética
global o una macro-ética planetaria, definida como una ética de corresponsabilidad planetaria que
tenga en cuenta los efectos de cuanto hacemos, para nosotros y para las futuras generaciones,
buscando un mínimo de valores que podamos compartir y defender todas las sociedades, sin
imposiciones ni occidentalizaciones, con sus correspondientes responsabilidades que puedan ser
traducidas en normas exigibles.
La definición de estos “mínimos compartibles” a nivel universal, ese denominador común que
deberíamos creer y respetar, no es tarea nada fácil, entre otras cosas porque las palabras y los
conceptos no tienen el mismo sentido cuando los contextos sociales y culturales son muy diferentes.
Antes de abordar esos valores comunes que podrían configurar la ética global, quizá resulte
oportuno señalar algunos principios de encuadre, unas reglas del juego que a su vez necesitarían
ser consensuadas para después volver a consensuar los valores. Estos podrían ser algunas de las
reglas del juego, que en realidad llegan a ser tan importantes (y difíciles de llevar a cabo) como
los mismos valores que buscamos:
Principio de universalidad. Las reglas del juego y las obligaciones y consecuencias derivadas
de ellas han de ser aceptadas universalmente, y no una imposición de los poderosos sobre los
débiles, de los grandes sobre los pequeños. Es más, las grandes potencias y los países más ricos
tienen la obligación de dar ejemplo y ser más coherentes. La universalidad implica compartir
y hacerlo cotidianamente.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Principio de participación y decisión. La ética global no puede reducirse a un manifiesto
académico más o menos erudito o a un nuevo decálogo para líderes religiosos. Si tiene la
pretensión de ser universal y tener un sentido práctico, ha de ser como una ola gigantesca
o una inmensa corriente de aire que llegue a cada uno de los individuos del planeta, como
garantía de que son socios de un proyecto global en el que podrán participar en igualdad de
condiciones. Debería servir para potenciar las capacidades de cada ser humano, de
empoderarlo¹¹, ya que nos referimos a unos criterios morales que se apoyan precisamente
en la capacidad de los individuos y de los pueblos en decidir sus propias condiciones de vida.
Principio de reciprocidad. Para muchos, es la regla de oro, ya que está en todas las
tradiciones religiosas del mundo y es fácilmente entendible: lo que no quieras para ti, no lo
quieras para los demás; lo que te gustaría para ti, quiérelo para los demás. Este principio vale
para todos los ámbitos de la existencia humana, desde la seguridad (mi seguridad es tu
seguridad, mi inseguridad es tu inseguridad) o la felicidad (hemos de reorientar nuestra
felicidad individual, incluso renunciando a algunas parcelas de nuestra felicidad, para lograr
una mayor felicidad de los demás, una felicidad conjunta)
Principio de corresponsabilidad o responsabilidad solidaria. Hemos de asumir las
responsabilidades de las consecuencias de cada una de nuestras actuaciones como seres
humanos, a nivel individual y como colectividad.
Principio de la equidad intrageneracional. Todos los seres humanos hemos de tener los
mismos derechos, con independencia del sexo, raza, religión o clase, y especialmente el
derecho a vivir con dignidad.
Principio de equidad intergeneracional. Ninguna generación tiene derecho a dilapidar
los recursos que son necesarios para las siguientes generaciones. Las generaciones presentes
son responsables del cuidado y uso de los recursos naturales y culturales para beneficio de
todos los miembros de las generaciones presentes y futuras. Tenemos, por tanto, una
responsabilidad con las generaciones venideras, puesto que somos sus representantes y
administradores.
11.
En el informe ya mencionado de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, el empoderamiento es definido como “la coparticipación
del poder o la capacidad de influir en él.
Este proceso tiene dos dimensiones: el Estado y la sociedad.
En lo que se refiere al Estado
se trata de saber si las instituciones públicas permiten que se tomen en cuenta de forma equilibrada los diversos intereses que existen
en el seno de la sociedad. En la dimensión los diversos intereses que existen en el seno de la sociedad. En la dimensión social, el
empoderamiento supone el acceso a una pluralidad de fuentes de información, así como a los canales de expresión, representación y
reparación de situaciones injustas” (p. 65).
10
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Principio de sustentabilidad. Implica respetar la entropía, limitar la explotación de los
recursos naturales para evitar su agotamiento y frenar la degradación medioambiental.
Satisfacer las necesidades humanas básicas, no los caprichos o lo superfluo.
Principio de vulnerabilidad humana y de solidaridad. Como colectividad, tenemos la
obligación de aliviar el sufrimiento de los demás, así como de reconocer y ayudar a proteger
los derechos de los otros, porque la justicia está ligada a la solidaridad. Tenemos unos lazos
de solidaridad con el resto de seres humanos, que si no son ejercidos impiden que reconozcamos
los derechos de cada uno de estos individuos. El reconocimiento de nuestra dignidad como
personas, e incluso de nuestra propia comunidad, está ligada a todo el mundo donde existan
personas y colectividades¹².
El cuarteto fundamental: paz, desarrollo, democracia y derechos humanos. Son cuatro
ejes inter-conectados que se potencian mutuamente, pero que necesitan una profunda revisión
para ser aceptados universalmente, dado el extraordinario nivel de manipulación a que han
estado sometidos dichos conceptos y a su degradación por la mala calidad de su aplicación.
En parte, la discusión sobre los valores mínimos gira alrededor de cómo traducir estos cuatro
conceptos en hechos concretos.
Conclusión
Para la UNESCO, “la cultura es el conjunto de elementos simbólicos, estéticos y significativos que
forman la urdimbre de nuestra vida y le confieren unidad de sentido y propósito, de la cuna a la
tumba.... Se trata también del modo en que las comunidades se expresan y vinculan entre sí, como
grupos que comparten preocupaciones y experiencias, que sirven a su vez para proyectar recuerdos,
hallazgos e incluso traumas y temores, más allá de los límites de nuestra existencia mortal, a las
generaciones venideras. La cultura es, sobre todo, comportamiento cotidiano, que refleja la “forma
de ser” de cada cual, el resultado de sus percepciones y reflexiones, la elección íntima entre las
distintas opciones que la mente elabora, la respuesta personal a las cuestiones esenciales, el fruto
en cada uno del conocimiento adquirido, la huella de los impactos del contexto en que se vive¹³.”
12.
MARTINEZ GUZMAN, Vicent, “L’educació per la pau, la tolerancia i la convivencia”, Actas de las VII jornadas Municipales de
13.
MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La nueva página”, UNESCOICírculo de Lectores, 1994, p. 111.
Psicopedagogía, Ajuntament de Torrent, 1996, p. 130.
11
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
La cultura de paz, por tanto, ” es una cultura que promueve la pacificación, una cultura que incluya
estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorezcan la construcción
de la paz y acompañe los cambios institucionales que promuevan el bienestar, la igualdad, la
administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos, las familias, la identidad
de los grupos o de las naciones, y sin necesidad de recurrir a la violencia14.”
En los albores del Siglo XXI, educar para la paz y sentar las bases para una cultura de paz significa
preparar a las nuevas generaciones para buscar un nuevo consenso fundamental sobre convicciones
humanas integradoras 15 , que como ha señalado Hans Küng, incluirá una pluralidad heterogénea
de proyectos vitales, comportamientos, lenguajes, formas de vida, conceptos científicos, sistemas
económicos, modelos sociales y comunidades creyentes, y que infunde en la sociedad internacional
unas pautas de comportamiento ético y moral, comprensión humana y empatía, con el propósito
de lograr una cooperación pacífica en la mejora de la condición humana 16 .
Este consenso no puede ser una norma estricta, o una imposición policial, sino un consenso ético,
un diálogo entre todas las tradiciones culturales, un no-centrismo de la historia del pensamiento
humano, más fácilmente alcanzable cuanto mayor sea nuestra percepción de sentirnos miembros
responsables del planeta, solidarios con el mundo por ser parte de él, y conscientes de que para
el bien de muchos, unos pocos deberemos limitar nuestro bienestar y aceptar la suficiencia, porque
en palabras del Director General de la UNESCO, “hoy más que ayer, sobrevivir significa compartir
recursos y conocimientos, preservar la riqueza de la naturaleza y la diversidad de las culturas, aceptar
a la vez la identidad y la diferencia para vivir en buena inteligencia, formar alianzas para aumentar
la fuerza disponible y conseguir juntos la victoria sobre la adversidad 17 .”
En cierta medida, la propuesta de una cultura de paz es también una propuesta de forjar un nuevo
contrato social y ecológico a nivel planetario, que mediante instrumentos jurídicos y políticos pueda
instalar un equilibrio entre las sociedades, sobre la base de los valores del humanismo moderno,
valores de solidaridad, de fraternidad, de justicia, de libertad y de desarrollo sostenible 18 .
Así pues, y a título de recopilación, los grandes ejes de la tarea para formar esta cultura de paz
parecen ser los siguientes:
14.
BOULDINC, Elise, “the concept of peace culture", en Peace and Conflict Issues after the Cold War, UNESCO, 1992, p. 107.
15.
KÜNG, Hans, “Proyecto de una ética mundial”, Editorial Trotta, Madrid, 1991, 174 p.
16.
THEE, Marek, “towards a culture of peace based on human rights”, en From a culture of violence to a culture of peace, UNESCO, 1996,
pp. 229-250.
17.
MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La memoria del futuro”, Centre UNESCO de Catalunya, 1994, p. 12.
18.
PRERA, Anaisabel, “la Cultura de Paz, un nuevo contrato moral de la sociedad“, Diálogo, n 1 21, junio 1997, pp. 14-15.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Recuperar valores perdidos para que los individuos sean más responsables, tanto en la esfera
pública como en la privada y doméstica, en lo local y lo planetario
Desarrollar una ética global para socializarnos en la humanidad, así como nuevos elementos
normativos
Mejorar, ampliar y universalizar los derechos humanos
Desacreditar y deslegitimar la guerra, la violencia y el uso de la fuerza
Potenciar el conocimiento y el diálogo entre culturas y religiones
Superar la mística de la masculinidad a través de la empatía, el afecto, la ternura y la
corresponsabilidad en el cuidado de los hijos
Satisfacer las necesidades básicas y las potencialidades de desarrollo y decisión de las personas,
en un modelo e desarrollo que no esté disociado de su contexto humano y cultural
Fortalecer la sociedad civil
Atender al principio de sustentabilidad y cuidar el uso de los recursos limitados
Actuar sobre las raíces e los conflictos, y no sólo sobre sus manifestaciones
Mejorar la gobernabilidad democrática y aumentar la participación de la ciudadanía
Desmilitarizar las políticas de seguridad, potenciar la prevención de los conflictos e invertir
en la construcción de la paz
Priorizar las inversiones educativas sobre las militares
Una nueva mirada a los conflictos y una educación sobre la forma de regularlos y transformarlos
positivamente
Una educación para la crítica y la disidencia
Unos medios de comunicación más responsables en la formación de las personas y menos
transmisores de violencia
.
En un reciente libro, el Director General de la UNESCO, ha mencionado también la urgencia de
“Pasar la página de la Historia”19, refiriéndose a la oportunidad de abandonar la lacra de la guerra
y de los conflictos crueles. Las herramientas para abrir esa nueva página están en la cultura y en
la educación, en nuestro que-hacer diario, en el empeño humano de valorar y desarrollar su propia
capacidad creadora y transformadora y en encontrar los medios políticos que sean compatibles con
este fin. Todas las personas y todas las sociedades somos portadoras de potencialidades de bien
y de mal, de creación y de destrucción. Nos decantamos, individual y colectivamente, más hacia
un lado o hacia el otro en función de múltiples factores, que actúan al unísono, aunque con
intensidad variable: las creencias religiosas, las tradiciones étnicas, nuestro nivel de pensamiento
utópico, nuestra capacidad de disensión o de sometimiento, y un largo etcétera. Muchos de esos
factores son culturales, y por tanto son transformables. Esa constatación es lo que da pleno sentido
a la educación para una cultura de paz, y la convierte en la herramienta fundamental para construir
un futuro en el que incluso desde el conflicto pueda surgir la belleza, el humor, el enriquecimiento
y la paz.
19.
MAYOR ZARAGOZA, Federico, “La nueva página”, Ediciones UNESCO/Círculo de Lectores, 1994, 186 p.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
LA PREVENCIÓ N DE CONFLICTOS
Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España.
En todas las culturas, la sabiduría popular ha acuñado proverbios como el de “más vale prevenir
que curar”, mostrándonos que la previsión y la precaución ante multitud de situaciones nos pueden
ahorrar lamentos posteriores. Pero la misma sabiduría popular nos dice también que el ser humano
tropieza dos veces en la misma piedra, dándonos a entender que no aprendemos las lecciones de
la experiencia, y que nos empeñamos en repetir errores conocidos.
La política de prevención de conflictos vive igualmente esta tensión contradictoria, pues aún
conociendo sus excelencias, utilidades y virtudes, no es aplicada con el rigor y la prontitud que
merecería. Más que una realidad, es una idea de futuro. Conocemos sin embargo los motivos por
los que en multitud de ocasiones las sociedades no ponen en marcha estos mecanismos de sentido
práctico, y es en estas circunstancias limitadoras o de freno donde habrá que incidir para que en
un futuro las políticas de prevención estén plenamente integradas en el que-hacer político ordinario.
La prevención de conflictos, aún siendo un término acuñado hace muchos años, es un planteamiento
que no se ha consolidado hasta muy recientemente, adquiriendo su máxima popularización en
1992, merced al informe “Un programa de paz” del Secretario General de la ONU, dedicado
precisamente a la diplomacia preventiva, el establecimiento de la paz y al mantenimiento de la paz.
En junio de 1995, incluso la Cumbre del G-7, reunida en Halifax, hizo un llamamiento para buscar
la manera de mejorar la información, el análisis y la toma de decisiones sobre desastres humanitarios
y conflictos. Puede decirse, por tanto, que la prevención está incluso de moda, y no hay declaración
solemne o discurso en política de defensa, seguridad o política exterior que no incluya múltiples
referencias a la diplomacia preventiva. Son varios los motivos que explican el interés actual por
la acción preventiva:
.
.
.
.
.
.
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El carácter interno de la mayor parte de los conflictos actuales, y la dificultad de tratarlos con
los medios del pasado
La existencia de graves violaciones de derechos humanos, actos de genocidio y estrategias de
limpieza étnica, causantes de gran número de víctimas
La descomposición de muchos Estados
Un mayor conocimiento y atención ciudadana sobre las crisis humanitarias
La creación de mecanismos institucionales de seguimiento de dichas crisis y la tendencia de
intervenir en la gestión de las crisis
La crisis del principio de “no injerencia en los asuntos internos”
El riesgo de regionalizar o hacer internacional un conflicto
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
.
El incremento de las oportunidades de comunicación y la existencia de modernos medios de
recolección y proceso de datos
El alto coste económico de los conflictos y de las operaciones de mantenimiento de la paz de
Naciones Unidas
Esta preferente atención hacia lo preventivo indica, sin duda alguna, que este discurso ha calado
ya profundamente en el diseño conceptual de las políticas exteriores y de seguridad, pero también
es cierto que la frecuente saturación de referencias hacia lo preventivo es una coartada excelente
para disculparse de la pasividad o el no-saber-que-hacer ante situaciones conflictivas. En vez de
evitar un conflicto o de actuar sobre el mismo de una forma u otra, se opta muchas veces por señalar
que “para que esto no vuelva a ocurrir es necesario prevenir este tipo de situaciones”. No obstante
este planteamiento cínico, y a pesar de sus múltiples deficiencias y de estar sometida a numerosas
manipulaciones, la prevención de conflictos será cada vez más un factor esencial en las estrategias
de paz, tanto a nivel comunitario como internacional. Es oportuno, por ello, que le dediquemos
una atención preferente, puesto que el reto no está en descalificarla, sino en mejorar su funcionamiento,
universalizarla y hacerla practicable. A todo ello cabría añadir una dificultad indisociable a la
prevención, al menos en la actual cultura mediática: pueden cuantificarse sus fracasos por el número
de conflictos no evitados, pero difícilmente podrán medirse y valorar sus éxitos, esto es, evitar que
los conflictos estallen de forma violenta y cruel.
Como se deduce de su mismo nombre, el propósito fundamental de la prevención de conflictos
consiste en actuar satisfactoriamente ante los primeros síntomas de un conflicto, con objeto de
conseguir que éste no sobrepase un determinado umbral de violencia, a partir del cual el conflicto
resulta de difícil control. Si el conflicto es tratado en sus primeros estadios, es decir, en sus primeras
manifestaciones, existe la posibilidad de que pueda regularse de forma positiva. La prevención
consiste, por tanto, en detectar a tiempo el conflicto para tratarlo convenientemente. Dado que
siempre es difícil parar un conflicto una vez se ha puesto en marcha, lo que resulta verdaderamente
interesante es conseguir que no estalle de forma cruel o que no llegue a niveles de descontrol.
Para llevar a cabo esta política preventiva lo primero que hace falta es capacidad para predecir los
acontecimientos. En este sentido, la prevención es un concepto teórico relacionado con la
predecibilidad (predictability). Ello implica disponer de buena información, lo que a su vez debería
permitir realizar los análisis correctos para avisar cuando un conflicto empieza a situarse en niveles
peligrosos, y a partir de ahí, actuar de la manera más rápida y eficiente. La prevención es así la
primera fase de un proceso que ha de conducir a la intervención sobre el conflicto para transformarlo
positivamente. Sin esa visión de mayor alcance la prevención no tendría sentido.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación.
Capacidad transformadora
Con frecuencia, y aún contando con buena y abundante información, las políticas de prevención
de conflictos no han sido nada eficaces por haber quedado dicha información en manos de analistas
que están prisioneros de ideas preconcebidas, y de políticos irresponsables que no tienen capacidad
para entender el significado de dicha información, perdiéndose toda oportunidad de actuar sobre
una situación conflictiva. Otras veces no es la incapacidad analítica, sino la misma inmoralidad,
perversión o complicidad política la que frena cualquier tipo de iniciativa tendente a evitar una
escalada de conflicto, ya sea para defender nuestros propios intereses o los de actores en conflicto
considerados aliados.
Hay, no obstante esta manipulación, un impulso transformador implícito en el mismo concepto
de prevención, que podría conducirlo a intervenir inevitablemente sobre las raíces del mismo
conflicto, y no sólo en sus manifestaciones. Éste es sin duda alguna el factor de grandeza y de
polémica de la prevención, por cuanto llevada en coherencia y hasta sus últimas consecuencias se
convierte en un instrumento que incide directamente en las estructuras y en las pautas de violencia.
Una auténtica política de prevención, digámoslo claramente, no tiene porqué ser sinónimo de
estabilidad o mantenimiento del status quo. Cuando se aplica a situaciones de injusticia y de
desigualdad, la prevención ha de ser, por el contrario, un instrumento que facilite cambios y
transformaciones, aspecto éste poco o nada compartido por aquellos sectores diplomáticos y
políticos que, como comentábamos, utilizan el discurso de la prevención para dejar que las cosas
sigan como están.
No podemos olvidar que en el pasado la alerta temprana y la prevención de conflictos fueron usadas
exclusivamente para mantener el status quo y para proteger los intereses adquiridos. Y aunque sería
ingenuo suponer que eso va a cambiar de golpe, deberíamos entender que prevención deberían
servir para atender las necesidades de las poblaciones, y no en cambio para estabilizar a regímenes
políticos corruptos.
Cuando la información sobre el conflicto ha sido suficiente y el análisis de dicha información es
acertado, llega el momento de intervenir sobre el conflicto de forma anticipada. Desgraciadamente,
eso no ocurre siempre, ya sea por no intervenir de ninguna manera o por hacerlo de forma
incorrecta, limitada o tardía. El gran límite que está presentando la prevención de conflictos en
los últimos años es que la información preventiva disponible no se traduce automáticamente en
la adopción de medidas preventivas, y cuando el mecanismo de prevención no va precedido de
una acción inmediata se produce una justa frustración y un gran desengaño entre las poblaciones
que podrían haberse beneficiado de este dispositivo.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
La actuación preventiva, sin embargo, no sólo permite salvar vidas humanas o mejorar la existencia
y el porvenir de las sociedades afectadas por un conflicto, sino que es mucho más práctica y barata
que una posterior intervención de tipo humanitario. El ejemplo de Rwanda es ya clásico, puesto
que por la incapacidad de actuar decididamente en 1994, la sociedad internacional ha tenido que
gastar posteriormente más de 1.500 millones de dólares en una operación humanitaria que no ha
podido alterar unas dinámicas de enfrentamiento que, en años posteriores, se ha cobrado de nuevo
decenas de miles de víctimas. La intervención en la fase de pre-crisis es más eficaz, barata y fácil
que la respuesta reactiva. La acción mediadora tiene también más posibilidades de triunfar. Los
temas no son tan complejos, hay menos apasionamiento debido al menor número de víctimas, existe
menor polarización entre los actores y la comunicación no está obstruida. Las intervenciones que
actúan antes de que la violencia o la represión caiga en la espiral de victimización y venganza tiene
más posibilidades de obtener resultados.
Los motivos de los fracasos y las insuficiencias de la diplomacia preventiva
Tradicionalmente, las políticas convencionales de intervención sobre situaciones de crisis han sido
reactivas, tardías y limitadas, por lo que su eficacia ha sido nula en algunas ocasiones o insuficiente
en otras muchas. Algunos analistas han descrito este enfoque tradicional de la diplomacia preventiva
con estas cinco características:
1)
Es una prevención reactiva. Se ha limitado a tomar medidas después de la explosión
del conflicto para reducir y limitar su intensidad, duración, y extensión geográfica. Por
el contrario, una prevención proactiva se referiría a las medidas tomadas para evitar el
estallido del conflicto.
2)
Preponderancia del carácter gubernamental y elitista. Los esfuerzos se dirigen
a los dirigentes políticos y militares, y no hay interés por los esfuerzos realizados fuera
de la capital, en el interior del país, a nivel intermedio y local, en donde se encuentran
los dirigentes étnicos y religiosos, los académicos y los intelectuales, los dirigentes
humanitarios y otras personas o instituciones reconocidas. En la base se encuentran los
dirigentes locales, las ONG autóctonas, los trabajadores sociales, las organizaciones
locales de salud, los enseñantes y los dirigentes de los campos de refugiados.
3)
Actitud prescriptiva. Los expertos creen conocer las necesidades de las partes en
conflicto y cómo satisfacerlas. Pero muchas veces ignoran completamente la realidad.
4)
Visión a corto plazo e impaciencia. La transformación de un conflicto es un proceso
lento en el que las percepciones políticas se transforman. Una prevención eficaz requiere
esfuerzos a corto, medio y largo plazo.
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5)
Hay una integración Insuficiente de los diferentes esfuerzos de origen gubernamental
y no gubernamental. Esto se traduce en una duplicación, una concurrencia inútil entre
los organismos, una ausencia de visión de las externalidades negativas de iniciativas
bienintencionadas, y una ausencia de estrategia global.
La observación de cómo la sociedad internacional ha tratado los conflictos de los últimos años,
constata este desfase entre detección y actuación, así como la repetición de una serie de errores,
que podríamos sintetizar así:
Insuficiente o mal conocimiento del contexto del conflicto
Insuficiente voluntad de las partes en conflicto
Indecisión de la sociedad internacional respecto a la forma de intervenir
Escasa disposición a actuar cuando no se ven afectados los propios “intereses nacionales” o
no existe suficiente presión de la opinión pública
Retraso en la adopción de medidas
Miedo a tomar medidas que incidan en las causas de los conflictos
Insuficientes medidas estructurales de carácter socio-económico o político
Poco interés por la opinión y la capacidad de actuación de la base social
Insuficiente coordinación entre las actuaciones tomadas
Como han señalado acertadamente algunos observadores, en la prevención de conflictos y en la
alerta temprana de las crisis humanitarias se producen dos terribles paradojas: por un lado, las
naciones que tendrían más interés en que se actuara sobre una emergencia humanitaria (los países
vecinos que son receptores de refugiados, por ejemplo), normalmente no tienen capacidad material
para restaurar la situación, confiscar los armamentos, distribuir los alimentos o las medicinas,
proteger a la gente y dar seguridad a la población afectada. Estas poblaciones vecinas y pobres
son las que están más interesadas en la prevención de conflictos y en reforzar los mecanismos de
alerta. Por otro lado, y ésta sería la segunda paradoja, los países que tienen los medios tecnológicos
y la información de alerta temprana, son normalmente los más reacios a actuar, a menos que la
crisis afecte directamente a lo que puedan considerar sus “intereses vitales”.
Actuar con anticipación significa que en una situación potencial de conflicto se realiza una
intervención para que se produzca un cambio de la posición inicial hacia una situación deseada,
o que se evita una situación indeseada. Esto presupone que la situación de principio pueda ser
descrita con claridad, y que pueda predecirse los efectos de dicha intervención. La anticipación
es una suerte de compromiso temprano, paralelo y compatible con aquellos esfuerzos de construcción
de la paz en la etapa de pre-conflicto.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Las etapas del conflicto y el lugar de la prevención
En un proceso de conflicto, la prevención ocupa por tanto un lugar específico, y puede ser eficiente
si actúa donde le corresponde. Su espacio natural de actuación está situado en el estadio de paz
inestable o en los primeros momentos de crisis. Recordamos esa obviedad porque con frecuencia
se habla de prevención en momentos donde ya no tiene sentido y no puede encontrar su espacio
idóneo de actuación. Las políticas de prevención son para intervenir en las primeras etapas de un
conflicto o de una situación de crisis, no cuando están en plena ebullición o ha estallado una guerra
abierta. A lo sumo, hay modalidades preventivas para que una fase aguda de un conflicto no vaya
a más, pero en este caso se trata más bien de estrategias de gestión e intervención del conflicto.
La prevención ocupa también un espacio importante en la fase de post-conflicto, es decir, en el
momento donde hay que construir la paz mediante el esfuerzo concertado de múltiples sectores
de la sociedad, y para hacer frente a la fragilidad inevitable de esta etapa, en la que es sumamente
fácil que rebroten violencias.
Los actores de la prevención
La construcción de condiciones de paz es una tarea que incumbe a todos los segmentos de la
sociedad y a todos los pueblos, sin excepción. Desde los más altos mandatarios hasta la persona
más humilde y sencilla, desde los organismos internacionales a las ONG y movimientos sociales,
todos tienen posibilidades y oportunidades para influir en el cambio de situaciones, y también para
prever procesos de conflicto violento e intentar reconducirlo a expresiones más positivas. La
prevención, por tanto, no es una responsabilidad exclusiva de los gobiernos o de las cancillerías,
sino de todo el entramado político y social, donde cada actor participa a su manera y en
especialidad, y así se va entendiendo cada vez más a tenor de las múltiples iniciativas que van
surgiendo en todo el mundo. Una primera clasificación de estos actores en la prevención podría
ser la siguiente:
Naciones Unidas
Asamblea General
Secretario General
Secretaría
Departamento de Asuntos Humanitarios (DHA)
Grupo de Vigilancia (Oversight Group) de Altos Cargos
Consejo de Seguridad
Operaciones de Mantenimiento de la Paz
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Corte Internacional de Justicia
Organismos regionales
Unión Europea (UE) 20
Organización de
Organización de
Organización de
Comunidad de Estados
Unidad Africana (OUA)
Estados Americanos (OEA)
Seguridad y Cooperación Europea (OSCE)
Independientes (CEI - CIS)
Alianzas militares
OTAN
Grupos de gobiernos
Gobiernos a título individual
Grupos Ad-Hoc (de gobiernos o personalidades)
ONG’s
Personas a nivel individual (especialmente en mediaciones)
Instrumentos de prevención
Ya que existe una gama muy variada de conflictos (por su temática, su localización geográfica, sus
actores, su momento histórico, etc.), y que cada conflicto tiene contextos específicos, no es posible
plasmar fórmulas universales que puedan explicar con sencillez la forma de abordarlo, y mucho
menos las vías de su prevención, regulación o transformación. Un conflicto étnico, por ejemplo,
nunca debería enfocarse ni resolverse como una guerra convencional entre Estados. En este tipo
de conflictos, el papel de la ONU y de los organismos regionales quizá deba consistir en mantener
abierta la posibilidad de lograr un acuerdo político, o en alertar sobre los riesgos derivados de la
existencia de regiones económicamente muy deprimidas en un espacio multiétnico. El tratamiento
de un conflicto ecológico, por poner otro ejemplo, requerirá atender tanto al medio destruido como
a los refugiados resultantes, algo que actualmente escapa de los cometidos tradicionales de las
instituciones militares. No obstante ello, la experiencia de los años nos va mostrando la idoneidad
o impertinencia de determinadas actuaciones sobre los conflictos. Es bueno conocer lo que hay
dentro de la caja de herramientas para tratar los conflictos, pero a sabiendas de que sólo algunas
de ellas, y con suerte, tendrán una utilidad para un caso determinado.
20.
20
La Comisión Europea creó, en enero de 1997, una Red de Prevención de Conflictos (Conflict Prevention Network - CPN -).
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
El instrumental de prevención agrupa medidas políticas, diplomáticas, militares, económicas,
jurídicas y sociales. Normalmente han de ponerse en funcionamiento medidas de diverso signo a
la vez, y esto incluye actuaciones tan diversas como la mediación, las negociaciones para compartir
el poder, la organización de talleres de resolución de disputas, la creación de comisiones de paz,
el establecimiento de emisoras de radio independientes, la amenaza de cortar con la ayuda
económica o militar, condicionar la asistencia exterior al logro de determinados compromisos, y
un largo etcétera.
Los sistemas de alerta temprana
Copiando la función de vigilancia que cumplen los aviones AWACS en la estrategia aérea, en la
prevención de conflictos se utiliza igualmente el término de «alerta temprana» (Early Warning) para
referirse a aquellos sistemas de información, análisis sobre zonas de crisis que puedan ayudar al
desarrollo de posibles estrategias de respuesta sobre dichas situaciones. Estos sistemas utilizan
indicadores que permiten avisarnos de forma inmediata y preventiva de la existencia de hechos,
dinámicas y evoluciones desencadenantes de crisis y conflictos. Así, por ejemplo, la alerta temprana
sobre derechos humanos se referirá a aquellos indicadores que sirven para avisar de la existencia
de violaciones flagrantes de estos derechos, dando con ello la oportunidad de actuar sobre dichas
situaciones.
En sus inicios, los mecanismos de alerta temprana estaban especialmente orientados para detectar
y prevenir desastres naturales (terremotos, sequías, inundaciones, etc.) o para prevenir ataques
nucleares, habiéndose desarrollado una interesante, compleja y perfeccionada red de sistemas de
detección en cada uno de esos niveles, en especial a través de satélites militares por lo que se refiere
a la prevención nuclear. En los años setenta y ochenta, estas experiencias sirvieron para poner en
marcha nuevos mecanismos para prevenir desastres humanitarios, movimientos de refugiados,
hambrunas y mejorar las estrategias de seguridad alimentaria en todo el planeta, creándose sistemas
de alerta para predecir cambios climáticos, producciones agrícolas y movimientos de refugiados.
Poco a poco, el abanico de temáticas abordadas por los sistemas de alerta temprana se ha ido
ampliando, en un proceso paralelo a la evolución del concepto de seguridad, que ya no se interpreta
como algo exclusivamente relacionado con lo militar, sino con estrategias políticas, culturales,
económicas, ecológicas y de todo tipo. De esta forma, además de vigilar aspectos militares clásicos
(vigilancia de maniobras y movimientos anormales de tropas, despliegues armamentistas, verificación
de acuerdos de alto el fuego, control del comercio de armamentos, etc.), la alerta temprana se
extiende a todos aquellos factores creadores de inseguridad, tensión y conflicto, identificando todas
aquellas condiciones, patrones y variables que afectan a la seguridad y al bienestar de las
poblaciones.
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Es importante señalar, no obstante, que los sistemas de alerta temprana de tipo ecológico son
bastante diferentes de los centrados en las crisis humanitarias, ya que éstas tienen que ver
normalmente con conflictos de origen político, donde la población civil es la víctima principal, y
en los que es posible, aunque no fácil, introducir elementos de presión y negociación que pueden
alterar profundamente la dinámica del conflicto.
Como todo lo relacionado con la prevención de conflictos, un mayor despliegue y sofisticación de
sistemas de alerta temprana no es sinónimo de mayor capacidad para frenar procesos conflictivos
y destructivos, sino únicamente de detectarlos. Los sistemas de alerta temprana tienen muchas
limitaciones, tanto metodológicas como de utilización. Además, y éste es un factor importantísimo,
la alerta temprana se limita a detectar conflictos, que no es poco, pero no puede combatir directamente
las causas de los conflictos. Ésta es una misión que incumbe a la acción política, que puede o no
aprovechar la información y el pre-aviso de los sistemas de alerta. La alerta temprana, por todo
ello, debe ser vista e interpretada como un elemento más de un proceso que es mucho más amplio.
Algunos de los principales problemas con que se encuentra la alerta temprana, y que se añaden
a los ya señalados en la prevención de conflictos, son los siguientes:
Falta de conocimiento teórico y experiencia práctica. Además, mucha información
todavía es secreta o confidencial.
Dificultad para predecir cambios sociales, ya que cada sociedad es un sistema complejo,
abierto (el sistema inter-actúa con otros sistemas), dinámico (multitud de interacciones dan
origen a continuas tendencias hacia el cambio y la inestabilidad) y disipativo (el sistema es
entrópico y necesita energía nueva para prevenir la pérdida de equilibrio). En cualquier caso,
el caos no siempre conduce a la catástrofe, puesto que se producen auto-regulaciones
espontáneas que dan lugar a cosas nuevas, siempre difíciles de predecir.
La distancia entre la alerta y la respuesta. La colecta y el análisis de información es un
problema técnico, pero el uso de esta información está determinado por factores institucionales
y políticos. A menudo parece que se ha perdido la vinculación entre la alerta y la respuesta.
Existe además una crisis en conducir la respuesta, ya que se da mayor atención a los conflictos
existentes, en los que la prevención ya no es posible, que a los potenciales, donde sí puede
actuar la prevención.
Insuficiente comunicación y contacto entre los centros de alerta, los analistas de la
información y los centros de decisión política. Insuficiente conexión entre la teorización de
los conflictos, los estudios de casos y el desarrollo de los indicadores.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Tendencia a generalizar, cada
tratamiento también.
caso conflictivo es diferente y los instrumentos de
Los factores externos limitan la actuación preventiva, como los principios de no
interferencia, los sentimientos de orgullo nacional, las diferencias en la respuesta de las partes
involucradas, etc. El genocidio de Rwanda es un ejemplo de estos bloqueos sobre la alerta y
la respuesta.
Insuficiente visión a medio y largo plazo.
Como hemos ido advirtiendo, en los momentos actuales normalmente no es la falta de información
lo que resta eficacia a los mecanismos de alerta temprana. Aunque hay conflictos olvidados y
contextos en los que temporalmente no es posible acceder y recolectar información (recuerden
los ejemplos recientes del antiguo Zaire, de Rwanda y de amplias zonas del Sudán), muchas veces
existe lo contrario, esto es, un exceso de información que dificulta el mismo análisis. Lo terrible,
no obstante, es que con independencia de la cantidad de información, el análisis está siempre sujeto
a las interpretaciones interesadas de quien la analiza, y que sea cual fuere su consejo, la actuación
preventiva está luego sujeta a nuevos constreñimientos. De ahí que una buena alerta temprana
pueda ser la excusa política para decir que “ya hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos”.
Pero con la detección no basta.
Por último, quisiera insistir en que la mejora y el desarrollo de estos indicadores de alerta temprana
y de todo el instrumental de la prevención de conflictos no servirá de nada si no somos capaces,
como colectividad, de aplicar el sentido común. A principios de 1994 sabíamos bien lo que estaba
ocurriendo en Rwanda, y durante años hemos conocido el desastre político y social del Zaire, como
ahora sabemos lo que ocurre en Nigeria y en otros países. Lo que nos falta no es información u
ordenadores que procesen millones de datos de alerta, sino determinación para construir un mundo
más justo, más digno, más equilibrado, más sostenible y con menos explotación. La prevención
nunca podrá substituir al esfuerzo por conseguir esos objetivos.
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NUEVOS CONCEPTOS DE SEGURIDAD
Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos en la Universidad Autónoma de Barcelona, España
Durante muchos años, y como derivación de la guerra fría, los intereses geopolíticas de algunas
potencias y otros factores económicos y políticos surgidos en el interior de los Estados, el concepto
de seguridad ha estado dominado (o secuestrado) por su expresión militar, y más concretamente
por su componente armamentista, de tal manera que durante décadas, en muchos países se creó
la ficción de que a mayor acumulación de armamentos y fuerza militar, un país o una alianza de
países podrían obtener mayor seguridad.
Lo cierto, sin embargo, es que esa antigua concepción de la seguridad basada en la fuerza y la
amenaza, no ha resuelto ninguno de los graves problemas que han debido afrontar los países o
la misma Humanidad, y en cambio ha aumentado la desconfianza entre las naciones y los pueblos,
y ha permitido que el mundo dedicara sumas astronómicas para producir y exportar armamentos,
desviando los recursos económicos y humanos que se necesitaban para hacer frente a estos
problemas. Esa deformada concepción de la seguridad no sólo no ha impedido la multiplicación
de los conflictos y de las guerras, sino que ha posibilitado que éstas fueran más crueles, más letales
y de mayor duración.
En los años 80, sin ir más lejos, el mundo gastó una media de 950.000 millones de dólares anuales
en asuntos militares (unos 2.600 millones de dólares diarios), una cifra que es superior al PIB de
todo el continente latinoamericano y que triplica el PIB de todo el continente africano. Esta
abrumadora cantidad de dinero se gastó en comprar armamentos y en mantener a 28 millones de
soldados en activo, pero en ningún caso puede afirmarse que sirviera para dar mayor seguridad
al planeta. Desde 1990, los gastos militares mundiales están descendiendo progresivamente, pero
aún suponen cifras astronómicas, del orden de los 750.000-800.000 millones de dólares anuales,
es decir, más de 2.000 millones de dólares diarios.
Afortunadamente para todos, en los últimos años se ha iniciado una profunda revisión de esas
políticas (o patologías) de seguridad, tanto en los foros internacionales como en las instancias
nacionales que pueden decidir sobre estos temas, y se ha llegado a un consenso sobre el marco
conceptual que ha de presidir cualquier planteamiento nacional o regional de política de defensa
y seguridad. De ese marco, que tiene sus orígenes en las propuestas de “seguridad compartida”
formuladas por la Comisión Palme a finales de los años setenta, destacan unos pocos elementos
que constituyen las bases sobre las que habrá que edificar toda política de seguridad que quiera
enfocar con éxito el cambio de siglo y de milenio: la prevención de los conflictos, la transparencia,
las medidas de confianza, el carácter no ofensivo de las fuerzas y de la doctrina, la desmovilización,
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
el desarme y la seguridad ecológica. Todos estos planteamientos se han desarrollado a partir del
convencimiento de que son factores políticos, económicos, demográficos y medioambientales,
amen de los excesos militaristas, los que están realmente provocando inseguridad a escala regional
o planetaria, y que estos problemas no tienen solución mediante los clásicos instrumentos de la
seguridad militar. El desafío, por tanto, es de proceder a una progresiva desmilitarización de la
seguridad, para acercarla a los auténticos factores que originan inseguridad y violencia y para
tratarlos con nuevos medios no militares.
Para resumir el cambio de paradigma que se está produciendo en las políticas de seguridad,
expongo a continuación algunos de los principios que en las últimas décadas sustentaron el viejo
modelo de seguridad, comparándolos con los que actualmente están configurando los nuevos
modelos de seguridad:
25
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VIEJO MODELO DE SEGURIDAD
NUEVO MODELO DE SEGURIDAD
acumulación continuada de armamentos
desarme
carácter ofensivo de doctrinas y armamentos
defensa no ofensiva y no provocativa
disuasión
pacificación
intervencionismo
Fuerzas de Mantenimiento de la Paz
prevención de conflictos
militarización de la ciencia
desmilitarización
fomento de la industria armamentista
conversión de la industria
descontrol del comercio de armamentos
control y transparencia del comercio
proliferación de armas nucleares
desarme nuclear
creación de imágenes de enemigo
tolerancia, cooperación, comprensión
secretismo y ausencia de control democrático
en la seguridad
transparencia y participación
sobrepercepción de las amenazas
medidas de confianza
centrado en lo militar
multidimensional
seguridad nacional
seguridad compartida, en común
exclusivo
inclusivo
dominio de lo nacional sobre lo multinacional
dominio de lo multinacional
potenciación de organismos regionales
cultura de la violencia y de la fuerza
cultura de paz
estatalismo
multiplicidad de actores
bloques militares
organizaciones de seguridad
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Evidentemente, el nuevo paradigma de la seguridad no es todavía una realidad, sino únicamente
una tendencia de cambio que se va consolidando con enormes vaivenes y dificultades. Las
resistencias al cambio son enormes, tanto desde sectores políticos como económicos y militares,
pero todo parece indicar que va a ser difícil una vuelta atrás en términos genéricos. Téngase en
cuenta, además, que para pasar de un concepto fundamentalmente nacional a otro compartido,
en el que la seguridad de cada país queda vinculada a la seguridad de los demás, lleva implícito
cambios profundos en las estructuras y los valores vinculados con la seguridad, y por mucho que
nos pese, esos cambios son siempre complejos y lentos.
Esta nueva mirada sobre lo que ha de ser la seguridad ha de considerar seriamente y de forma realista
algunos de los hechos que caracterizan el mundo de hoy, y que influyen (y a veces obstaculizan)
el diseño de las políticas de seguridad, y que el SIPRI resume en los siguientes aspectos*‘:
La multiplicación de los Estados (se ha triplicado en los últimos cincuenta años)
La diversidad de los valores que guían a las sociedades
La mayor colaboración entre las grandes potencias
La democracia y el mercado (palabras mágicas del discurso norteamericano) se han convertido
en aspiraciones universales
El dominio militar de Estados Unidos
El aumento de las crisis humanitarias debido a la fragmentación violenta de los estados multiétnicos
El aumento del crimen organizado y del terrorismo
El aumento de la población mundial
El creciente aumento de los factores internos como detonantes de conflictos
La perduración de inercias del pasado en cuanto a percepciones, normas y valores políticos
y militares
El poder todavía existente del complejo militar-industrial
La seguridad, como hemos dicho, ya no puede plantearse en términos exclusivamente nacionales,
sino desde una óptica regional o internacional. Muchas de las violencias que apreciamos en el
mundo contemporáneo, como el terrorismo, el narcotráfico, los enfrentamientos raciales y religiosos,
las luchas entre bandas o mafias, o la misma contaminación, para poner unos ejemplos, no respetan
fronteras ni identidades geográficas, por lo que han de ser combatidas a partir de la cooperación
entre varios estados o directamente desde organismos regionales o internacionales. Hemos de vivir,
en cualquier caso, con la aparente paradoja de que, por un lado, tanto la actividad como los desafíos
humanos trascienden las fronteras, pero por otro lado, y en la vida política, el nacionalismo y el
21.
ROTFELD, Adam Daniel, SIPRI Yearbook 1997, Oxford Univertsity Press, 1997, pp. 1-8.
27
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etno-nacionalismo han resurgido con una fuerza intransigente. La tensión por la difícil convivencia
entre lo global y lo local o próximo disminuirá seguramente el día en que logremos un pacto social
a nivel planetario, un auténtico compromiso global para reducir las tremendas diferencias y desigualdades
existentes entre los seres humanos, y que es la verdadera causa de la inseguridad planetaria. Es
profundamente amoral, además de estúpido, dedicar cifras astronómicas para alimentar las
maquinarias de guerra, mientras se hace tan poco para superar las mega-cifras de la inseguridad
que ofrecemos a continuación.
FUENTE DE
INSEGURIDAD
Dimensión
Ren ta
1.300 millones de personas del Tercer Mundo viven en la pobreza; 600
millones de ellos viven en extrema pobreza. En los países industrializados,
200 millones viven por debajo del umbral de la pobreza.
Agua potable
1.300 millones de persoans del Tercer Mundo no tienen acceso al agua
potable.
Educación
900 millones de adultos son analfabetos
Trabajo
820 millones de adultos están sin empleo o subempleados
Alimentación
800 millones de personas del Tercer Mundo tienen alimentación inadecuada;
500 millones sufren malnutrición severa, de los que 175 millones son
menores de 5 años.
Vivienda
500 millones de habitantes urbanos (de un total de 2.400 millones) viven
en la calle o en casas inadecuadas; 100 millones son “niños de la calle”
Mortalidad
De 15 a 20 millones de personas mueren cada año debido al hambre y a
enfermedades agravadas por la malnutrición; 10 millones mueren anualmente
a causa de vivir en ciudades densamente pobladas, con viviendas deficientes,
con agua no potable y de pobre salubridad.
Fuente: RENNER, Michael, “Fighting for Survival“, W. W. Norton & Co., N.Y., 1996, p. 81
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Una dificultad añadida, pero superable a medio plazo, es la de que las instituciones internacionales
encargadas de la seguridad, como la ONU, la OSCE o la OTAN, no consiguen adecuarse a los cambios
que experimenta el mundo, por lo que el marco institucional de seguridad a nivel planetario no
está en condiciones de afrontar la inflación de inestabilidad que caracteriza este fin de milenio y
de facilitar la creación de procedimientos eficientes de prevención y administración de los riesgos
que afectan a la colectividad humana. Asentar el nuevo paradigma sobre bases sólidas no será por
tanto tarea fácil, porque “a la luz de los nuevos problemas en evolución hay una creciente demanda
de mayor predecibilidad, confiabilidad y responsabilidad de las políticas en un sistema complejo
gobernado por intereses cada vez más divergentes, y dividido por una creciente competencia
económica. En este medio, cada vez más indisciplinado, la administración colectiva de los diferentes
regímenes podría volverse mucho más difícil”**. Es de esperar, por ello, que al menos durante una
década, la transición hacia los nuevos enfoques de la seguridad esté basada en las decisiones que
vayan tomando los Estados de forma unilateral, junto a algunos avances a nivel de instituciones
regionales, y algo menos procedente de los organismos internacionales, especialmente de Naciones
Unidas, cuya reforma en profundidad no parece posible a corto plazo 23 .
Un segundo riesgo, ya perceptible en estos momentos a tenor del papel que juega Estados Unidos
en el mundo, es que los principios igualitarios, pluralistas y democráticos derivados de la “seguridad
compartida” (todo lo que haga cada parte ha de producir seguridad y dar confianza al resto de
las partes) se transformen en una especie de “seguridad cooperativa jerárquica”, en el que el socio
con más acciones (poder militar) imponga universalmente sus criterios con el beneplácito y la
legitimación del Consejo de Seguridad y de otros organismos regionales.
Dado que nos estamos refiriendo a la construcción de un sistema compartido de seguridad, y que
ello supone un proceso gradual en el que hay varias etapas, puede resultar orientativo el planteamiento
que al respecto ha elaborado Forsberg 25 mediante las siguientes cuatro fases, que resumimos así:
1)
Comprometerse a crear un sistema de seguridad cooperativa
Primeros compromisos de las grandes potencias
Determinación de cuales graves violaciones de derechos justificarían una intervención
militar multilateral
22.
SIMAI, Mihaly, “las Naciones Unidas en camino hacia el próximo siglo” en Modesto Seara (compil.), Las Naciones Unidas a los cincuenta
años, Fondo de Cultura Económica, 1995, p. 411.
23.
El 14 de julio de 1997, el Secretario General de Naciones Unidas presentó el informe Renovación de las Naciones Unidas: un programa
de reforma (A/51/950), de 102 páginas, que culmina el proceso de consultas iniciado tres años atrás para reformar este organismo.
Aunque contiene algunos propuestas interesantes poro racionalizar gastos y mejorar la estructura interna, no aborda las auténticas
cuestiones que permitirían democratizar este organismo y ponerlo a la altura de los desafíos del presente.
24.
FORSBERG, Randall, “la creación de un sistema global de seguridad cooperativa”, en Anuario CIP 1993-94, pp. 281-298.
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Compromiso de no ejercer el derecho de veto en el Consejo de Seguridad
Promoción de la defensa no ofensiva
2)
Primeras reducciones de fuerzas, industrias y exportaciones para generar confianza
Limitaciones a las exportaciones de armamento
Acuerdos para reducir los potenciales armamentistas, la producción y la exportación
Fortalecimiento de las operaciones de mantenimiento de la paz
3)
Limitar las opciones para una intervención unilateral a gran escala
Nuevas reducciones de armas de las grandes potencias
Dificultar las posibilidades de llevar a cabo acciones unilaterales
Estados Unidos y Rusia renuncian a su superioridad militar unilateral en cualquier parte
del mundo
4)
Completar las reducciones y reestructuraciones generales orientadas a la defensa
Nuevos recortes de fuerzas para dejarlas a la simple defensa territorial
Pequeñas fuerzas de intervención rápida para misiones internacionales
Acopio de experiencia en resolución no violenta de conflictos y en ejercicios multilaterales
para el mantenimiento de la paz
Prohibición de ataques unilaterales
Prohibición de la producción y exportación de armas ofensivas
Limitaciones para el despliegue de sistemas de ataque
Promoción de los valores de la gobernabilidad democrática y la resolución no violenta
de los conflictos
En el fondo de este nuevo planteamiento sobre la seguridad subyace algo fundamental y fácilmente
compartible: la seguridad no puede ser un concepto abstracto secuestrado por las llamadas «razones
de Estado», una mitología que encubra intereses partidistas o una fórmula que permita la
perpetuación de unos cuerpos profesionales; la seguridad tiene que ver con la gente, con las
personas, con los pueblos, y de ahí que haya surgido con fuerza y legitimidad ese nuevo concepto
de «seguridad humana» 25 , porque de lo que se trata es de encontrar maneras, formulaciones,
prácticas políticas, compromisos, mecanismos y organismos que permitan a las personas sentirse
más seguras, esto es, con menos temor del presente y más esperanza respecto al futuro, al nuestro
y al de las futuras generaciones.
25.
El concepto de “seguridad humana” venía siendo utilizado ya en medios de investigación sobre la paz desde mediados de la década
de los ochenta, pero no adquirió corto de naturaleza y divulgación internacional hasta que el PNUD lo recogió, en 1994, como idea
central de su Informe sobre Desarrollo Humano.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Es imprescindible, por ello, interrogarnos sobre qué es lo que realmente nos preocupa y nos inquieta
o amenaza a las personas, porque de las respuestas a esa pregunta saldrán las claves, los elementos
esenciales de una correcta política de seguridad. En Centroamérica, en España, y en cualquier lugar
del planeta, hay cosas que nos preocupan por igual, y que por tanto constituyen elementos
universales de seguridad: nos preocupa la falta de trabajo, el deterioro del medio ambiente, la
masificación de las ciudades, la violencia juvenil, el narcotráfico, la precariedad democrática, la
escasa participación en la toma de decisiones políticas, el racismo, la corrupción, la propagación
de ciertas enfermedades, las dificultades para acceder a una educación suficiente y de calidad, la
falta de libertades para expresarnos como culturas... y un larguísimo etcétera que no tienen solución
alguna mediante los instrumentos militares clásicos, sino solamente a través de medidas políticas,
sociales, culturales y económicas, todas ellas de largo alcance. Y aunque es verdad que la institución
militar puede colaborar en alguna de estas tareas de forma coyuntural, es una responsabilidad que
atañe fundamentalmente a los organismos civiles del Estado. La re-definición de la seguridad, por
tanto, en ningún caso ha de pasar por ampliar el campo de actuación de las Fuerzas Armadas, sino
por fortalecer las capacidades de los organismos civiles para actuar sobre las raíces de los problemas.
La buena política de seguridad, digámoslo claramente, es aquella que pone el énfasis en la búsqueda
de soluciones para estos problemas, que lo hace con decisión y energía, y buscando la máxima
participación de la gente, que es en definitiva a quien va dirigida esta política de seguridad. En
esta etapa de transición que nos encontramos actualmente en cuanto a re-formulación de la
seguridad, incluso las fuerzas armadas pueden jugar un rol fundamental y decisivo en la construcción
de la seguridad humana y en el desarrollo de una cultura de paz, siempre y cuando entiendan y
acepten unas pocas premisas.
No cabe hablar de seguridad, ni de legitimidad de las Fuerzas Armadas, si no hay un empeño claro
y un compromiso rotundo en terminar con aquellas situaciones de impunidad, en las que puedan
intervenir algunos individuos que actúan por su cuenta y que son miembros de los cuerpos de
seguridad del Estado, y que a pesar de ser minoría, acaban deslegitimando al conjunto del Estado
y dificultan enormemente su democratización y pacificación, por cuanto existe un nexo evidente
entre la impunidad de estos individuos y la extensión de la violencia común y la delincuencia. Para
salir de este círculo vicioso es imprescindible fortalecer los sistemas jurídicos y los aparatos judiciales.
La segunda premisa es la de entender que la seguridad y la cultura de paz se desarrolla y fortalece
a medida que decidimos tratar correctamente y de forma directa las causas que originan la violencia,
la disensión y los conflictos, y en la medida que construimos puentes entre los grupos humanos
que hoy están enfrentados. La seguridad es una quimera si no lleva implícita la búsqueda de las
raíces de esa violencia, y es por ello que el tratamiento de esas raíces ha de conformar buena parte
de los temas substantivos de cualquier acuerdo de paz. Ir al fondo de estas cuestiones políticas,
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económicas, sociales y culturales, es lo que realmente nos dará paz y seguridad, y ello supone
ocuparse, entre otras cosas, del abismo entre los países o sociedades ricas y pobres, de posibilitar
que la legión de millones de pobres que hay en todos los continentes puedan escapar del círculo
infernal de la pobreza aguda, de la desigual distribución de la tierra, del aumento de la población
en algunas zonas del planeta, de la incertidumbre de gran parte de la juventud y de las migraciones
que han de realizar forzosamente millones de personas cada año.
Los conflictos que en los últimos años hemos visto en África y en la antigua Yugoslavia nos recuerdan
además la importancia de tener en cuenta los factores de tensión subyacentes que provocan o
intensifican las fracturas en las sociedades, y que muchas veces permanecen adormecidos durante
décadas. Las desigualdades económicas y sociales, tarde o temprano presentan factura.
Será difícil una vuelta atrás en términos genéricos. Téngase en cuenta, además, que para pasar de
un concepto fundamentalmente nacional a otro compartido, en el que la seguridad de cada país
queda vinculada a la seguridad de los demás, lleva implícito cambios profundos en las estructuras
y los valores vinculados con la seguridad, y por mucho que nos pese, esos cambios son siempre
complejos y lentos.
Los nuevos planteamientos
Comentábamos también al inicio que la prevención ha de ser uno de los pilares de la política de
seguridad. Pero la prevención de conflictos no puede ser sólo un discurso bonito o un recurso
demagógico para justificar la falta de actuación política. La prevención de conflictos significa, en
primera instancia, poner los medios humanos, económicos y tecnológicos necesarios y suficientes
para detectar y analizar cualquier tipo de conflicto en sus primeras manifestaciones; pero también
implica poner los medios políticos necesarios para actuar con rapidez sobre esas primeras señales
de alerta temprana. La buena combinación entre «alerta temprana» y «acción temprana» es lo que
dará plena validez a la política preventiva. Debemos estar atentos a informaciones, avisos, quejas
y análisis de organizaciones no gubernamentales y asociaciones de defensa de los derechos
humanos, porque de ahí pueden surgir muchas soluciones o múltiples colaboraciones para
buscarlas. La buena prevención es aquella en la que interviene toda la sociedad, y no sólo la
Administración.
En Europa hemos aprendido mucho de las medidas de creación de confianza, porque son pequeños
compromisos que, sumados, logran romper con inercias del pasado creadoras de desconfianza,
recelo, rencor, miedo y enemistad. Como es sabido, la transparencia es la mejor medicina preventiva
y un buen antídoto de la creación de falsas imágenes de enemigo. La política de «puertas abiertas»,
no obstante, sólo alcanza su verdadero objetivo cuando va acompañada de una clara voluntad de
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
situar el componente militar de la seguridad en el justo lugar que le corresponde, es decir, como
un elemento subordinado a los componentes políticos, económicos, ecológicos y culturales de la
política seguridad. Esta correcta ubicación de las políticas de defensa es lo que permite un
acercamiento entre las Fuerzas Armadas y la sociedad, basado en la confianza mutua.
El diseño y la conducción de las políticas de seguridad actuales y del futuro, a diferencia del pasado,
no pueden ser espacios reservados a un reducido número de especialistas o gestores del secretismo.
La política de seguridad, y de manera muy especial su parte militar, ha de ser transparente, abierta
y pública, ya que sólo de esa forma podrá ser participativa y, con ello, democrática.
En algunos países se está llevando a cabo un importante debate sobre el alcance de las reformas
militares, sobre la posibilidad de ampliar el número de países desmilitarizados, o de crear un sistema
regional de seguridad con un componente militar reducido, o incluso sin él. Estas son decisiones
que, por su transcendencia, conviene tomar con pleno convencimiento para que no den lugar al
resentimiento. Pero la seriedad de la reflexión y el debate no tiene que ser sinónimo de temor o
miedo a la innovación. En el mundo hay una gran confusión respecto a ese tema, porque todos
saben que los esquemas del pasado ya no sirven, pero pocos se atreven a plantear las alternativas
hasta sus últimas consecuencias. Busquemos esas nuevas vías, negociemos decisiones que nos
beneficiarán a todos, y mostremos que es posible avanzar y dar respuesta a los desafíos que nos
presenta un mundo tan cambiante.
Mientras dialogamos cómo construir ese escenario futuro, no obstante, podemos implementar
medidas que no hipotequen ese futuro y, en cambio, disminuyan las percepciones de inseguridad.
Un elemento esencial generador de confianza es que las Fuerzas Armadas dispongan de un material
y una doctrina exclusivamente no ofensiva y no provocativa, con objeto de reforzar el componente
político de las políticas de seguridad, buscando una coherencia y una proporcionalidad entre los
objetivos de política exterior y los instrumentos efectivos de la política de defensa.
En Centroamérica y algunos otros países se han logrado ya metas importantes en cuanto a
desmovilización y reducción de los aparatos militares. Hay que continuar trabajando en esta
dirección, con el objetivo de que el nivel de efectivos militares de cada región y de cada país no
sobrepase un nivel razonable. Hemos de conseguir, también, que el nivel de gastos militares permita
liberar recursos que luego podrán ser destinados a reforzar los componentes no militares de la
seguridad que antes hemos descrito.
No hay seguridad si no hay paz, y no hay paz si no hay consolidación democrática y si no
garantizamos el desarrollo humano, entendido éste como el proceso que permite ampliar las
oportunidades de las personas y los pueblos, promoviendo una distribución equitativa de los
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ingresos y de los recursos, sin agravar la situación ecológica de nuestros países y sin hipotecar el
futuro de las próximas generaciones. Un desarrollo democrático y participativo, orientado a la
satisfacción de las necesidades humanas básicas, y con un profundo respeto a los derechos humanos
de carácter social, es la mejor garantía para disminuir el sufrimiento de muchos seres humanos y
eliminar gran parte de los conflictos. Trabajando y luchando en esa línea es como conseguiremos
crear seguridad.
En esta concepción global y holística de la seguridad, que va mucho más allá de lo estrictamente
militar, lo ecológico ha de jugar un rol cada vez más importante, porque en el actual estado de
cosas cada vez aumenta más su peso como factor de inseguridad. El agotamiento y deterioro de
los sistemas naturales, la desertización, la erosión del suelo, la deforestación y la escasez de agua
son fenómenos que se traducen en una reducción del potencial de aumento en la producción de
alimentos, yen un empeoramiento de la sanidad y la habitabilidad humana, afectando directamente
a la seguridad humana 26... El medio ambiente ha sido siempre causa de conflictos, y es muy posible
que en el próximo futuro sea una de las principales causas de guerra, al multiplicarse las luchas
por el control del agua, el aire y la tierra.
La «eco-seguridad», para ser efectiva, ha de actuar en dos direcciones: con «medidas de protección»
que salvaguarden la calidad del medio ambiente de los problemas del vandalismo, la polución o
las actividades depredadoras de los humanos, y mediante «medidas de utilización», esto es,
procurando que toda explotación de recursos se lleve a cabo desde bases sostenibles para la
naturaleza, evitando cotas de explotación que impidan la recuperación del medio ambiente.
La experiencia centroamericana
En los últimos diez años, Centroamérica ha sido probablemente el lugar del planeta donde se han
acumulado mayor cantidad de experiencias enriquecedoras y valientes en cuanto a resolución de
conflictos y reconciliación. Queda todavía mucho por hacer, y por ello no hay que lanzar todavía
las campanas al viento, pero en esa zona se han sembrado ya muchas y buenas semillas de paz,
que pronto darán sus frutos y servirán de ejemplo a otras muchas regiones del mundo que todavía
no se han atrevido a dar los pasos que los centroamericanos decidieron impulsar en Esquipulas y
Contadora. En Centroamérica se ha abierto no sólo una reflexión y un debate sobre la reconversión
y la desmilitarización, sino que también se han tomado iniciativas concretas de cambio que es
interesante seguir, para compararlas con otras dinámicas, como puede ser la europea.
26.
34
RENNER, Michael, “La transformación de la seguridad”, en La situación del Mundo 1997, Worldwatch/CIP/lcaria, Barcelona, 1997.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
En lo que concierne a reformulación de la seguridad a nivel internacional, Centroamérica está a
la vanguardia de la reflexión y de la acción política. Recordemos, por ejemplo, que el Protocolo
de Tegucigalpa y la Carta de la Organización de Estados Centroamericanos, de 1991, se refería
ya al compromiso de «concretar un nuevo modelo de seguridad regional sustentado en un balance
razonable de fuerzas, el fortalecimiento del poder civil, la superación de la pobreza extrema, la
promoción del desarrollo sostenido, la protección del medio ambiente, la erradicación de la
violencia, la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico y el tráfico de armas».
Es oportuno recordar, en este sentido, que el Protocolo de Tegucigalpa fue firmado el mismo año
que, en Europa, los Estados europeos firmaban la Carta de París para una Nueva Europa, que es
el documento-marco sobre el que queremos construir una nueva política de seguridad en este
continente. Centroamérica, sin embargo, ha tomado la delantera en cuanto a compromisos, y es
aleccionador comprobar cómo cuatro años más tarde, los países de la región firman ya el Tratado
de Seguridad Democrática en Centroamérica, en el que definen con toda claridad los desafíos que
están dispuestos a enfrentar bajo este nuevo marco conceptual de la “seguridad democrática”.
Y ello es así, porque el Artículo 1 del mismo señala que “el Modelo Centroamericano de Seguridad
Democrática se basa en la democracia y el fortalecimiento de sus instituciones y el Estado de
Derecho; en la existencia de gobiernos electos por sufragio universal, libre y secreto y en el irresticto
respeto de todos los derechos humanos en los Estados que conforman la región centroamericana...
El Modelo se sustenta en el fortalecimiento del poder civil, el pluralismo político, la libertad
económica, la superación de la pobreza y la pobreza extrema, la promoción del desarrollo
sostenible, la protección del consumidor, del medio ambiente y del patrimonio cultural; la
erradicación de la violencia, la corrupción, la impunidad, el terrorismo, la narcoactividad y el tráfico
de armas; el establecimiento de un balance razonable de fuerzas que tome en cuenta la situación
interna de cada Estado y las necesidades de cooperación entre todos los países centroamericanos
para garantizar su seguridad.”
El Artículo 2, además, señala que “el Modelo de Seguridad Democrática se regirá por medio de
un proceso continuo y sostenido de consolidación y fortalecimiento del poder civil, la limitación
del papel de las fuerzas armadas y de seguridad pública a sus competencias constitucionales y la
promoción de una cultura de paz, diálogo, entendimiento y tolerancia basada en los valores
democráticos que les son comunes.” El Tratado tampoco se anda por las ramas en el Artículo 6,
cuando afirma que “las Partes realizarán todos los esfuerzos para erradicar la impunidad.”
Puede observarse, por tanto, que lo que los planteamientos que estamos defendiendo sobre nuevos
enfoques de la seguridad están ya integrados en las nuevas normas jurídicas y en los compromisos
de seguridad centroamericanos. El Artículo 10 del Tratado señala que “la seguridad democrática
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es integral e indivisible. La solución de los problemas de seguridad humana en la región responderá,
por tanto, a una visión comprensiva e inter-relacionada de todos los aspectos del desarrollo
sostenible de Centroamérica, en sus manifestaciones políticas, económicas, sociales, culturales y
ecológicas. La seguridad democrática es inseparable de la dimensión humana. El respeto a la
dignidad esencial del ser humano, el mejoramiento de su calidad de vida y el desarrollo pleno de
sus potencialidades, constituyen requisitos para la seguridad en todos sus órdenes.”
Hay, en definitiva, una clara conexión entre esta forma de entender la seguridad y el objetivo de
consolidar una cultura de paz, que queda plasmada en el Artículo 13 del Tratado, por el que “las
Partes se comprometen a contribuir e impulsar la promoción regional de todos los derechos
humanos y de la cultura de paz, democracia e integración entre los habitantes de Centroamérica”,
y en el Artículo 15, por el que “las Partes reconocen que la pobreza y la extrema pobreza lesionan
la dignidad humana y constituyen una amenaza a la seguridad de los habitantes y a la estabilidad
democrática de las sociedades centroamericanas, yen este sentido, se comprometen a dar prioridad
a los esfuerzos por superar sus causas estructurales y a mejorar la calidad de vida de las poblaciones.”
Debemos enfocar la perspectiva del cambio de milenio con la idea de multiplicar las Zona de Paz
existentes en el planeta, esto es, zonas en las que los países integrantes acuerdan desterrar
determinados tipos de armamento. Esto no es ni un sueño ni una utopía. Es, simplemente, un
«desafío razonable» que está al alcance de sociedades emprendedoras e ilusionadas, porque una
Zona de Paz no se crea por decreto, sino que es el resultado final de un puñado de medidas y
compromisos que aseguran el cumplimiento de unas actuaciones y unas normas previamente
acordadas entre las partes.
En Centroamérica, y en cada uno de los sub-continentes del planeta, ha de desterrarse por completo
toda posibilidad de agresión o de uso de la fuerza entre los países que forman cada región. Esto
es, en primera instancia, una decisión y un compromiso político, pero que luego ha de ser integrado
a nivel cultural en cada una de las sociedades de la región. Este reto cultural de lograr que la guerra
entre Estados sea un fenómeno «inconcebible» y desaparezca por completo cualquier posibilidad
de amenaza militar exterior, es uno de los pilares de la nueva seguridad que debemos construir.
Pero para desterrar la guerra de nuestro «imaginario de posibilidades», habrá que trabajar mucho
a nivel de intercambio cultural, de mejora de los sistemas educativos y de abandono de ciertas
mitologías que separan a los pueblos. Este es, al menos, uno de los desafíos que la UNESCO asume
a nivel mundial.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
La seguridad y la cultura de paz
Hemos dicho anteriormente que la nueva seguridad tiene mucho que ver con la cultura de paz.
Cuando hablamos de cultura de paz desde la UNESCO, nos estamos refiriendo a los valores,
actitudes, comportamientos y medios de vida basados en la no violencia y en el respeto de los
derechos fundamentales, las libertades de todas las personas, la comprensión intercultural, la
tolerancia, la solidaridad y la plena participación de hombres y mujeres. Nuestro desafío es ver cómo
reemplazamos la cultura de la violencia y de la guerra por una cultura de diálogo. Nuestro «arsenal»
de combate está formado por palabras, ideas, proyectos, voluntades y deseos de participación, que
no es poco. La tarea que tenemos ahora por delante es la de organizar ese magnífico potencial
humano a favor de la paz y aunar las complicidades de todos los sectores de la sociedad. En esta
«conspiración cívica» por la paz, nadie debe quedar excluido ni ha de auto-marginarse. Es
imprescindible que todos los sectores participen en ese diálogo cívico, compartiendo ideas con los
movimientos sociales, con los centros de investigación para la paz y el desarme, con las comunidades,
etc. Al fin y al cabo, lo que diferencia la seguridad humana de la seguridad militar tradicional es
su empeño en fortalecer el tejido social y ambiental yen mejorar la gobernabilidad de las sociedades.
El fortalecimiento de la sociedad civil en el interior de los países es una condición indispensable
para lograr nuevas formas de seguridad que beneficien a las personas 27 . De ese diálogo cívico
pueden surgir muchas propuestas que nos ayuden a solucionar el grave problema de la violencia
social derivada de la pobreza y la marginación, que en los próximos años probablemente constituirá
el principal reto de la cultura de paz.
Evidentemente, este cambio de orientación de las políticas de seguridad tiene un coste político,
humano y económico. Político, porque en algunos contextos obliga a actuar sin dilación en aspectos
complejos, como la reforma agraria, por ejemplo, y obliga a pensar en términos de seguridad
regional. Tiene un coste humano, porque obliga a reducir los tamaños de los ejércitos, a resolver
los problemas de la desmovilización, y a reciclar a parte del personal militar en tareas no militares
de la seguridad o en trabajos que ya no tienen que ver con la seguridad y la defensa. Y económico,
porque todo proceso de cambio tiene un coste, especialmente en los períodos de transición. De
ahí que surjan propuestas para re-orientar las antiguas inversiones militares hacia políticas preventivas
centradas a combatir la pobreza, evitar la ruptura social o la degradación ambiental. En este sentido,
los organismos internacionales deberían plantear la necesidad de que la Ayuda Oficial al Desarrollo
prestara una atención preferente a la financiación de este nuevo modelo de seguridad, a la
desmovilización y a las iniciativas de cultura de paz.
27.
RENNER, Michael, op. cit.
37
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Lo que estamos planteando, en definitiva, es reforzar la seguridad de cada país y de cada región
a través de compromisos políticos, sociales, económicos, ecológicos y culturales, que configuran
los espacios esenciales de la seguridad, y mediante políticas de defensa que no impliquen en ningún
caso la militarización, ya sea ésta de tipo económico o político, y sí en cambio que esas políticas
de defensa sean compatibles con los procesos de desarme, y estén basadas en la transparencia y
la confianza.
38
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
LA COMUNICACIÓ N Y LAS CRISIS HUMANITARIAS
Vicenç Fisas, Titular de la Cátedra UNESCO sobre Paz y Derechos Humanos de la Universitat Autónoma de Barcelona, España
Aunque sepamos que el conflicto es algo consustancial al ser humano y que pueden ser transformados
positivamente, y que las guerras, al ser una invención cultural, pueden llegar a desaparecer en un
futuro, lo realista es pensar que estos enfrentamientos humanos en los que la crueldad y la muerte
hacen acto de presencia, estarán presentes y con nosotros durante todavía mucho tiempo. No es
tampoco una buena señal que las llamadas “emergencias complejas” hayan aumentado de una
media de cinco por año en la década de los 80, a más de veinte en la actualidad, y que entre
septiembre de 1992 y abril de 1996, esto es, en tres años y medio, la ONU haya tenido que realizar
64 llamamientos para recaudar 11.000 millones de dólares para programas de socorro, habiendo
obtenido 7.000 millones. Debemos, por tanto, aprender de los conflictos y de las guerras, para
no repetir los mismos errores, para detectar los elementos que influyen en su formación e implosión,
y sobre todo, para analizar cómo intentamos gestionar y frenar dichos procesos.
Los años noventa han sido testigos de conflictos de una inmensa brutalidad, situando el listón de
la barbarie a niveles intolerables para una Humanidad que camina al cambio de milenio con el
limitado orgullo de dominar como nunca la tecnología y la ciencia, pero con una limitadísima
capacidad para universalizar la dignidad y el bienestar. Somalia, Ruanda, Bosnia, Zaire, Burundi
y Afganistán son algunos de los ejemplos de desastres humanos, tanto por el número de víctimas
como por los métodos usados (genocidio, limpieza étnica), y por las limitadas respuestas de la
sociedad internacional, que además de no prever muchas situaciones, se ve luego incapaz de
reaccionar para aliviar las consecuencias y el sufrimiento de las poblaciones que tienen la desgracia
de encontrarse en tales situaciones.
En su memoria anual, el Secretario General de Naciones Unidas explicaba a finales de 1996, que
las crisis humanitarias de la actualidad se caracterizan por su enorme complejidad y por tener que
hacer frente a nuevos problemas o a cuestiones que hoy han adquirido una dimensión incomparable
con las crisis del pasado, y citaba como ejemplo de ello cinco problemas28: las negociaciones para
tener acceso a las poblaciones afectadas, la salvaguardia de la neutralidad de la asistencia
humanitaria, la proliferación de minas anti-personales, la atención a las personas desplazadas, y
conseguir que las necesidades humanas queden exceptuadas del régimen de sanciones.
28.
BOUTROS-GHALI, Boutros, Memoria sobre la labor de la Organízación en el año del cincuentenario, 1996, Naciones Unidas, Nueva
York, 1996, p. 80.
39
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Tenemos el deber, por ello, de sacar lecciones de estas crisis, sobre cómo transcurren y porqué
suceden, abriendo una amplia y urgente reflexión sobre nuestras obligaciones como seres humanos
y como Humanidad en las crisis humanitarias y en todo tipo de conflictos. Hay instituciones y
organizaciones que, por su vocación, han entrado de lleno en esa reflexión, y generalmente a partir
de su compromiso directo con las personas y colectividades que sufren el conflicto o la desgracia
natural, aunque en verdad, lo que hoy prima verdaderamente es una amplia gama de sufrimiento
(hambre, cólera, pobreza extrema, persecución) generado por la actividad bélica, y no tanto por
los desastres naturales, que suelen ser atendidos con mayor rapidez y eficacia desde diversos puntos
del mundo 29 .
Un primer obstáculo para cambiar el actual estado de cosas se refiere a la forma en cómo
miramos el sufrimiento ajeno, en el acercamiento o distancia que ponemos respecto a los demás,
en la voluntad o indiferencia por conocer las causas de estos conflictos, en cómo nos sentimos
implicados, interpelados o corresponsables, en si nuestra mirada acepta el desafío de la acción o
simplemente es de consumo emocional. Estamos hablando, en todos los casos, aunque a niveles
diferentes, de formas de comunicación, ya sea comunicación entre los seres humanos como de
aquella otra, externa, que nos puede llegar parcializada, mediatizada, des-contextualizada o
manipulada, y que por esos motivos puede ser un obstáculo para la comprensión de los fenómenos
conflictivos 30 .
La Comunicación en los Conflictos Contemporáneos
Las crisis de los últimos años, en las que junto a los casos ya señalados hay que incluir la guerra
del Golfo, ha puesto de manifiesto el tremendo poder de la imagen respecto a la percepción de
las situaciones de conflicto (antes, durante y después) y el papel modelador que han adquirido los
medios de comunicación respecto a nuestras actitudes frente a los conflictos, y por varios motivos
bien distintos, que podríamos resumir en las siguientes hipótesis:
29.
Es significativo que dos de los más grandes organismos dedicados a canalizar lo ayuda humanitaria (el Departamento de Ayuda
Humanitaria de la ONU y el Departamento de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea -ECHO-) hayan sido creadas hace pocos años,
en 1992.
30.
Entre la numerosa bibliografía sobre este temo destocarnos las siguientes obras: ROBERG, Robert I & WEISS, Thomas C., From Massacres
to Genocide. The Media, Public Policy, and Humanitarian Crises, The Brookings Institution & The World Peace Foundation, 198 p.;
MINEAR, Larry; SCOTT, Colin, WEISS, Thomas G., The News Media, Civil War, & Humanitarian Action, Lynne Rienner Publishers, 1996
124 p.; WOLFSFELD, Gadi, Media and Political Conflict, Cambridge University Press, 1977, 260 p.; ONADIPE, Abiodun & LORD, David,
African Conflict and the Media, Concination Resources, Londres; BOTES, Journalism and Conflict Resolution, Media Development, no
4, 1996; Framework for Interpreting Conflict. A Handbook for Journalists, George Mason University; World Peace Foundation, The Media,
Humanitarian Crisis and Policy-making, Cambridge, 1995.
40
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Sólo existe lo que se ve en Televisión. Como ha dicho Ignacio Ramonet, ” la Televisión
construye la actualidad, provoca el choque emocional y condena prácticamente a los
hechos huérfanos de imágenes al silencio y la indiferencia”31 La mediatización de algunas
crisis ha provocado el olvido de otras situaciones de emergencia.
Sólo es noticiable lo que es directo. Estamos ante la dictadura del tiempo real. Lo
que no pueda ir acompañado de imágenes y ser retransmitido en directo tiene pocas
posibilidades de adquirir transcendencia pública.
Hay una falsa e infantil ilusión de que ver es comprender. Sin embargo, la imagen
no es el significado y no puede substituir a la palabra, aunque es muy útil para simplificar
las cosas y para confirmar prejuicios.
Llegados a un punto, la saturación de “pornografía del hambre” y la publicidad de
la miseria no hace más que volvernos insensibles y tolerantes a lo intolerable, porque
todo lo rutinario es finalmente tolerado.
En el foto-periodismo existe el riesgo de que la foto de impacto se convierta en la misma
realidad, matando a la realidad de verdad.
Los medios tienden a dramatizar los conflictos (ya sean abiertos o tácitos), centrándose
en las diferencias irreconciliables entre las partes, las posiciones extremas, las declaraciones
virulentas y los actos violentos o amenazantes, olvidándose de las soluciones, de las salidas
y del propio papel de los mismos en colaborar tanto en la resolución de los conflictos
como en desarrollar una cultura de paz.
El efecto CNN
La Guerra del Golfo, con sus mentiras y falsa creencia de que podía retransmitirse una guerra
“limpia” e indolora, sin sufrimiento y en directo, inauguró una nueva época en cuanto al tratamiento
de los conflictos por parte de los medios de comunicación, preparando el terreno de lo que luego
sería otra operación mediática maquillada: Somalia. Desde entonces se habla del llamado “efecto
CNN”, para describir la existencia de un tremendo poder de influencia de la televisión para
desencadenar respuestas políticas ante determinados escenarios conflictivos, en los que el sufrimiento
de las personas es retransmitido en directo.
31.
RAMONET, Ignacio, “Cómo nos venden la moto”, Icaria, 1996, p. 88
41
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El “efecto CNN” es un proceso que podríamos describir mediante cuatro secuencias:
existencia de imágenes televisadas sobre atrocidades, sufrimientos o muertes
los periodistas y líderes de opinión critican la inacción política de los gobiernos
se forma una presión para que los gobiernos “hagan algo”
los gobiernos “hacen algo”, pero sin una proyección política clara, por lo que no hay asegurada
una continuidad en dicha actuación.
Ignacio Ramonet ha llegado a referirse incluso a la existencia de una “diplomacia del audiómetro”
32
para describir, quizá de forma algo exagerada, el peso que ha llegado a tener la compasión
mediática y la conminación humanitaria en la toma de decisiones en política exterior. Las imágenes
de los cuerpos destrozados en el mercado de Sarajevo sería un ejemplo de ello, ya que fueron las
que impulsaron a una pronta intervención de la aviación de la OTAN, aunque bastante cosmética
y simbólica. Para estos analistas convencidos del “efecto CNN”, en Ruanda no se actuó durante
los dos meses de apogeo genocida por la ausencia de imágenes, mientras que el desembarco
mediático sí se produce cuando surge el éxodo de millones de personas y se extiende el cólera y
la muerte, con escenas que el gran público no puede soportar-consumir.
Otros autores 33, en cambio, opinan que el “efecto CNN” ha influido muy poco y sólo en algunos
casos, que la política exterior es suficientemente compleja como para ser manipulada con tanta
facilidad por los medios de comunicación, y que los centros de decisión política continúan teniendo
las riendas de la política exterior. En todo caso, señalan, está demostrado que el poder usa a los
medios, y no al revés, especialmente cuando está en juego la “seguridad” económica, esto es, los
propios intereses económicos. La guerra del Golfo sería el ejemplo de ello.
Es posible que todos tengan un poco de razón, es decir, que los medios vayan ganando posiciones
en cuanto influir sobre la toma de algunas decisiones (especialmente “cuando” hay que hacer
algo”), pero sin determinar el “qué” y el “cómo”. En último término, aquí los medios actúan de
forma totalmente reactiva, es decir, mostrando los hechos una vez se han producido, pero sin tener
una suficiente capacidad anticipadora 34. En lo que sí hay un cierto consenso es en señalar que hoy
día, el “efecto CNN” es condición indispensable para intervenir, excepto en los casos en que de
entrada ya existen “intereses nacionales” que impulsan la intervención. Para Jacobson, cuando no
32.
RAMONET, Ignacio, “Cómo nos venden la moto”, Icaria, p. 93.
33.
STROBEL, Warren P., “The Media and U.S. Policies toward Intervention”, en Managing Global Choos, USIP Press, 1996, pp. 357-376.
34.
No obstante, continuamente se realizar, reportajes de denuncio de gran calidad, que en ocasiones llegan a tener efectos preventivos
claros. Hay cadenas de televisión que invierten dinero e inteligencia en estos programas de investigación.
42
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
hay “intereses nacionales” en juego, el “efecto CNN” es el que puede permitir una movilización
para que actúen los gobiernos. Es igualmente una realidad que en la mayor parte de las crisis
humanitarias que han merecido una gran atención mediática, luego se ha producido una intervención
de tipo militar. No obstante, la intervención necesita ir acompañada de otros elementos 35 :
los motivos han de ser claros, para obtener una legitimidad y un apoyo de Naciones Unidas
tiene que haber un claro apoyo de la opinión pública interna
la seguridad de que la operación será exitosa
que el coste en vidas humanas propias será muy bajo (las ajenas nunca se cuentan)
que no afectará al futuro de las alianzas militares y políticas existentes
que se sacará provecho político de la intervención
Condiciones que influyen en la decisión de usar la fuerza
Motivos claros
Intereses nacionales
Posibilidades de éxito
Apoyo interno
Efecto CNN
Haití
Kuwait
Norte Irak
Somalia
Rwanda
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
?
+
+
+
+
Fuente: JACOBSEN, P.V., Journal of Peace Research, np 2, 1996.
Es también una realidad que el poder de la imagen lo es no sólo para iniciar una intervención, sino
para terminarla. Recuérdese la imagen del cuerpo del marine norteamericano arrastrado por las
calles de Mogadisho. Fue el inicio del fin de la presencia norteamericana en Somalia.
Es igualmente evidente que existe un proceso tremendamente selectivo en cuanto a la atención
que se presta a los conflictos. Mientras situaciones de emergencia como las del Kurdistán, Somalia,
Bosnia y Rwanda han tenido bastante cobertura, al menos en algunos momentos, en otros
contextos, como Azerbaiyán, Sudán, Angola o Liberia existe una mínima atención o una ausencia
absoluta de imágenes y de información general.
35.
JACOBSEN, Peter Viggo, “National Interest, Humanitarism or CNN. What Triggers UN Peace Enforcement After the Cold War?“, Journal
of Peace Research, vol. 33, n° 2, 1996, pp. 205-215.
43
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El genocidio y el éxodo rwandés, para acabar de completar las cosas, ha puesto además el listón
en niveles muy altos, produciéndose ahora una especie de síndrome de las megacifras: medio millón
de muertos venden bien, especialmente si se producen en un espacio de tiempo pequeño, pero
el goteo de mil asesinatos políticos mensuales no vende nada. Burundi sería un ejemplo de esta
desidia. Este síndrome también está presente en el tratamiento que los medios dan a varios países
de América Latina, donde la rutina diaria del asesinato y del secuestro dificulta hacerse cargo de
la magnitud de la necrofilia política y social.
El papel modelador de los medios de comunicación
Si prestamos atención a los medios de comunicación y a los procesos comunicativos es porque
tenemos plena consciencia del papel que estos medios y procesos tienen y han tenido en la
configuración de determinadas actitudes sociales en relación a los conflictos y a su transformación,
ya sea para alentar comportamientos agresivos, justificar acciones bélicas, formar estereotipos,
imágenes de enemigo y demonizaciones, despertar compasión, misericordia y caridad, estimular
exigencias de actuación, cambios de políticas o romper distancias. Todo eso, y más, pueden
conseguir los medios de comunicación. Además, los individuos nos vemos sometidos a una
constante presión manipuladora a través de los mensajes publicitarios y de la acción muchas veces
alienante de los medios, cuyo fin último es consolidar determinados valores sociales. Esto se
consigue mediante métodos de persuasión y disuasión que operan sobre la insuficiente capacidad
crítica de la gente 36 .
A partir de la Primera Guerra Mundial, los medios de comunicación han sido los principales
instrumentos de persuasión, movilizando sentimientos y lealtades, induciendo a los ciudadanos al
odio y al miedo al enemigo, manteniendo su moral a pesar de las privaciones y capturando sus
energías para apoyar las “razones de Estado”37 .
En las postrimerías del siglo XX, este poder de los medios no sólo es más evidente, sino también
más universal y atrayente. Ramonet ha denunciado la existencia de una información estructuralmente
incapaz de distinguir entre la verdad y la mentira, y caracterizada por la instantaneidad, la
espectacularización, la fragmentación, la simplificación, la mundialización y la mercantilización 38 .
Atrapados por la cultura de la prisa y lo visual, consumimos ingentes cantidades de imágenes que
nos pueden hacer creer que nos mantienen informados de cuanto sucede a nuestro alrededor,
cuando la realidad es que la complejidad de las cosas y la misma saturación de imágenes y noticias
36.
FISAS, Vicenç, “Comunicación, conflicto y belicismo”, Sistema, n° 57, noviembre 1983, pp. 77-95
37.
DEFLEUR, M. L. & BALL-ROKEACH, S., Teoría de la comunicación de masas, Paidós, 1982.
38.
RAMONET, Ignacio, op. cit., p. 94.
44
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más bien nos desconciertan y pueden condenarnos a la ignorancia. Si además estas imágenes se
refieren a catástrofes humanitarias y las vemos en abundancia, llega a producir incluso un cansancio
y un abatimiento, que inmediatamente después puede llevarnos a la resignación y a la pasividad,
instalándose en nuestros corazones el síndrome paralizador de la catástrofe permanente. Lleva
razón Bruckner39, cuando señala que “las noticias de la actualidad se suceden unas o otras y se hacen
así la competencia, y poco a poco la abominación que nos había trastornado se degrada en
anécdota”, porque los veinte segundos que han reclamado nuestra atención sobre un suceso
impactante irán seguidos de una sucesión de veinte segundos de otras noticias completamente
diferentes, quizás banales, además de una abundante y atractiva publicidad.
El tratamiento mediático de algunas recientes crisis humanitarias ha seguido unas pautas que
permiten identificar un conjunto de condiciones necesarias para que pueda ser fabricado un
acontecimiento internacional de este tipo 40 :
1 - Ofrecer un flujo continuo de imágenes (no de palabras), para conseguir un efecto acumulativo.
2 - El conflicto debe ser aislado (no ahogarlo con imágenes de otros conflictos).
3 - Presencia de un agente-mediador (una personalidad o un voluntario de una ONG) que
“autentifique” a la víctima.
4 - La víctima debe ser aceptada espontáneamente por el público, algo que las víctimas “demonizadas”
o “contagiadas por el demonio” no podrán conseguir nunca. Recuérdese en este sentido la
poca atención prestada a las víctimas iraquíes, que son víctimas por partida doble.
Esta forma de consumir imágenes aterradoras y compasivas, en la medida que es selectiva y sólo
nos muestra una parte del todo (sólo algunas consecuencias, pero raramente las causas profundas
o los esfuerzos para superar tales adversidades, y mucho menos las posibilidades de colaborar en
la resolución del problema) cercenan nuestras capacidades de rebelión y de no aceptación,
situándonos en un nivel de simple indignación que Bruckner denomina de “coexistencia pacífica
con el horror”41 .
El consumo permanente de violencia, en televisión, en el cine, en los dibujos animados o en los
video-juegos, aunque no nos conviertan automáticamente en seres malvados, nos ha acostumbrado
a convivir de tal modo con escenas de crueldad y el desprecio que mucha gente considera estas
39.
BRUCKNER, Pascal, “La tentación de la inocencia”, Anagrama, 1996, p. 235.
40.
BRAUMAN, Rony, “Escenarios de crisis”, Acento/MSF, 1993, p. 156.
41.
I b i d . ,p. 2 4 0 .
45
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actitudes psicópatas como las “normales y naturales”, y por tanto, “aceptables”, estimulando la
aceptación de lo que debiera ser intolerable. En nuestra cultura, sigilosa y peligrosamente, estamos
naturalizando la violencia y dando alas a la supremacía de la fuerza, sin que tengamos las suficientes
habilidades y referencias para controlar las cada vez mayores muestras públicas de violencia. Y lo
que es peor, “nuestras sociedades democráticas se tapan la cara ante la violencia -aunque la miran
en la pantalla- porque no saben qué hacer”42 .
Y hay algo más. Además de exportar por todo el mundo estas imágenes de violencia en nuestros
productos culturales de entretenimiento, exportamos también la fantasía imposible del paraíso
consumista, en una combinatoria explosiva que sólo puede provocar la ira de los más pobres, que
acabarán utilizando las primeras enseñanzas, las de la violencia, para vengarse de no poder alcanzar
la promesa del “bienestar para todos”.
El espectáculo humanitario
Ciertos tratamientos mediáticos de las crisis humanitarias, y en virtud de las posibilidades de
retransmitir en directo, han logrado convertir auténticos dramas humanos, éxodos masivos o
epidemias de gran mortalidad en espectáculos de gran audiencia. Hemos comentado ya el caso
dramático de Rwanda en 1994, cuando se produce un genocidio sin apenas periodistas internacionales
que pudieran explicarlo, y mucho menos mostrarlo. No es hasta dos meses después, cuando el cólera
se cobra decenas de miles de muertos en los alrededores de Goma, que centenares de periodistas
de todo el mundo se acercan a la zona, invaden todos los hoteles de la ciudad, ocupan el aeropuerto
con un impresionante despliegue de parabólicas y ordenadores, y se organiza un auténtico
escaparate telemático de la muerte, cuando no una verdadera búsqueda y captura del agonizante
más esquelético o el cadáver de mayor impacto visual, además de mostrar las proezas de las nuevos
héroes, los “humanitarios”. Roskis puso el dedo en la llaga cuando señalaba que no fue la guerra
civil, la masacre planificada de centenares de miles de tutsis y de opositores hutus, lo que inspiró
más a las cámaras, periódicos, revistas y televisiones, sino la liturgia humanitaria, “éxodo y sacos
de arroz, huérfanos y dispensarios, humanidad maltratada y benefactores decididos, imágenes de
desgracia y movimiento de salvadores”43. Periodistas y humanitarios se vieron obligados a compartir
mesas en hoteles y restaurantes, pero acompañados a veces de unos recién exiliados: militares y
políticos del defenestrado gobierno rwandés, los planificadores del genocidio y los escuadrones
de la muerte, sin que fueran realmente interpelados por nadie, porque la atención mediática no
pasaba por adentrarse en las causas de cuanto sucedía, ni en señalar los causantes de tanta muerte,
sino únicamente en mostrar el espectáculo de las consecuencias. Y así durante semanas y meses,
42.
43.
46
MONGIN, Olivier, “Las nuevas imágenes de la violencia”, Le Monde Diplomatique, julio/agosto 1996, p. 37.
ROSKIS, Edgard, “Fotografía y verdad“, Le Monde Diplomatique, diciembre 1996, pp. 26-29.
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consumiendo imágenes de muerte y desolación, sin atinar en que si hay víctimas es que también,
forzosamente, ha de haber culpables.
Como espectadores quedamos desinformados, porque ver no es comprender. Queremos estar
conmovidos, pero no ser interpelados. Y así, mediante esta pasividad y comodidad de unos y otros,
la impresionante cobertura mediática no sirvió lo más mínimo para alterar el curso de los
acontecimientos, que hay que recordar, han provocado decenas de miles de nuevas muertes en
los tres años siguientes al genocidio.
En Liberia y en otros países se ha constatado, además, que la presencia de los medios de
comunicación, y en particular de fotoperiodistas, es a veces la única forma que encuentran algunos
grupos rebeldes para darse a conocer en el exterior, y lo hacen de la forma más brutal posible:
matan, ejecutan, mutilan y exhiben públicamente el trofeo, exclusivamente para salir en la foto,
una foto que dará la vuelta al mundo, dará gloria a quién la haya tomado, pero quizá al precio
de haber provocado la muerte de alguien que, en un entorno no mediatizado, quizá hubiera salvado
la vida.
Los medios y las ONG: una relación inevitable y necesaria
Dado que las crisis humanitarias de los últimos años se han producido en contextos geográficos
y políticos en los que incluso es difícil acceder físicamente, los medios de comunicación interesados
en informar de los hechos se han visto obligados muchas veces a recurrir a la experiencia y presencia
sobre el terreno de las ONG. A cambio de este servicio de acompañamiento, en el que los periodistas
utilizan con frecuencia los aviones que transportan el material humanitario y las instalaciones de
estas ONG, las organizaciones humanitarias se benefician de la publicidad que los periodistas harán
posteriormente sobre su labor. Hay, por tanto, un beneficio mutuo, comprensible, pero que
justamente por ello puede coartar o relativizar críticas legítimas de un lado u otro, muchas veces
silenciadas o reprimidas para continuar obteniendo estos favores.
En las conclusiones de un seminario sobre el papel de las ONG’s en la prevención de conflictos,
los asistentes reflejaron así esta necesidad y tensión entre las ONG’s y los medios: “Los periodistas
se quejan de los militares por sus esfuerzos para manipularlos, y a las ONG por intentar usarlos
como micrófonos. Los representantes de las organizaciones de ayuda humanitaria se quejan de que
los medios no se interesan por su trabajo, a menos de que les ofrezcan viajes gratis hacia las zonas
en conflicto. Los periodistas del Sur acusan a las organizaciones occidentales de ayuda no estar
solamente interesados en hablar con los de la CNN o la BBC, olvidando a los medios locales. Y todos
ellos se quejan de una falta general de interés y, consecuentemente, de dinero, para explicar con
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eficiencia los problemas humanitarios. Los medios y las organizaciones humanitarias parecen
necesitar crisis violentas para resolver este problema”44 .
Más allá de las formas prácticas para solucionar estas divergencias, lo que nos interesa remarcar
aquí es la necesidad de que los medios de comunicación actúen en una clara complicidad con la
sociedad civil para ser agentes activos en los procesos de paz, en la transformación de los conflictos
y en la educación para la tolerancia. Hay varias vías para adentrarse en esta senda de colaboración,
que resumo en estas indicaciones:
Hay que superar el mito de que sólo interesa y vende el morbo, la sangre, el sexo y la desgracia.
Los acuerdos de paz, las luchas populares por superar los conflictos y las iniciativas cívicas de
construcción social también interesan a la gente, y su publicitación tendría tanta o más
audiencia que lo negativo si los medios pusieran empeño en ello.
Publicitar sólo lo malo tiene un impacto negativo en el conjunto de la sociedad, porque provoca
desánimo e impotencia. Urge que los medios expliquen también lo positivo, y con insistencia,
para educar a la gente en el compromiso y en la participación. Una población que no está
acostumbrada a ver y conocer sus propios éxitos, tendrá menos herramientas para gestionar
y solucionar sus propios conflictos.
En los contextos de conflicto, los medios locales pueden jugar un rol muy importante,
especialmente si se convierten en vehículo de diálogo entre las partes en conflicto, rehusan
a ser instrumentos para que el conflicto escale en intensidad, y no actúan como plataformas
de odio o de refuerzo de estereotipos.
Deben crearse y potenciarse medios audiovisuales específicos para apoyar procesos de diálogo,
reconstrucción y cicatrización de las heridas causadas durante el conflicto.
44.
48
From Early Warning to Early Action, NCDO Publication, Amsterdam, 1997, p. 89.
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RETOS ACTUALES DE LOS ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS EN EL SALVADOR
Benjamín Cuéllar, Director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (IDHUCA).
Introducción
En nuestra tierra aún estaba fresca la sangre derramada en las calles de su capital el 30 de julio
de 1975; muchas personas buscaban a sus familiares desaparecidos en ese lamentable episodio,
cuando efectivos del régimen atacaron una pacífica manifestación de estudiantes universitarios...
Antes, en el país ya habían tenido lugar otras violaciones graves a los derechos humanos y
empezaban a perfilarse las acciones que, posteriormente, serían prácticas sistemáticas y generalizadas
utilizadas para sembrar el terror en el suelo salvadoreño y asombrar al mundo entero.
Chinamequita, La Cayetana y Tres Calles (caseríos de los departamentos de La Paz, San Vicente
y Usulután, respectivamente) son nombres que siempre resuenan entre aquellas y aquellos que
tercamente intentamos mantener viva la memoria histórica de nuestro pueblo. Ya para entonces,
también estaban detenidas-desaparecidas al menos siete personas cuyo paradero, junto al de otras
ocho mil o quizás más víctimas sigue siendo hasta la fecha una incógnita. Todo ello, en el marco
de una situación de violencia estructural económica y social que golpeaba a diversos y amplios
sectores. En fin, el aire que entonces respirábamos se estaba enrareciendo de manera acelerada,
creciente y muy peligrosa.
Fue en medio de ese ambiente turbio que, en agosto del mismo año, Segundo Montes junto a
un reducido grupo de abogados y estudiantes de Ciencias Jurídicas de la Universidad de El Salvador,
decidieron enfrentar el problema. Así se abrió uno de los primeros espacios en la llamada “sociedad
civil” desde el cual se trabajaría (ferviente y profesionalmente, durante casi veinte años) por la
defensa de los derechos y las libertades fundamentales de las personas más pobres del país. Ello,
a través de la asesoría y la gestión legal cuando era posible, combinadas o no con la denuncia pública
nacional e internacional de los casos y las situaciones que atentaban contra la dignidad humana.
En agosto de 1975, pues, nació esa institución pionera en la materia dentro de la región
centroamericana: el Socorro jurídico Cristiano (SIC).
Exactamente una década más tarde, con el impulso que monseñor Ó scar Arnulfo Romero le dio
a esa lucha y tras el surgimiento de otros organismos comprometidos con la causa, el mismo padre
Montes fundó el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana «José Simeón
Cañas» (IDHUCA), desde el cual (con sus características propias) se ha tratado de contribuir al
desarrollo de esa difícil y arriesgada, pero siempre necesaria e importante labor. Desde este último
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espacio, en el cual nos encontramos colaborando actualmente, queremos compartir nuestras
reflexiones sobre los retos que hoy en día enfrentamos los organismos nacionales de derechos
humanos, del Estado y de la sociedad, verdaderamente comprometidos con su respeto.
La razón de ser de nuestro trabajo
Al meditar sobre los veinte y dos años transcurridos entre 1975 y 1997, caracterizados en su mayoría
por la violencia sin límites padecida a lo largo y ancho del territorio nacional, acuden a la memoria
tantas y tan buenas personas que (como Romero y Montes) entregaron su vida en la trinchera de
la defensa necia e inclaudicable de la dignidad humana, desde donde lucharon para impedir que
la muerte y su encubrimiento destruyeran a este pueblo.
Marianella García Villas y Herbert Anaya Sanabria de la Comisión de Derechos Humanos de El
Salvador (CDHES), son dos de las personas asesinadas que hoy están más vivas en las aspiraciones
contenidas dentro de los acuerdos de paz y la nueva institucionalidad del país... Patricia Cuéllar
y Pedro Posada del SJC son dos de las personas físicamente desaparecidas que ahora, pese a todo,
aparecen con mayor fuerza para advertirnos sobre la fragilidad de un proceso mediante el cual (no
obstante los innumerables obstáculos) se intenta democratizar una sociedad que ahora es, quizás,
más excluyente que antes y todavía muy violenta.
Por todos esos seres conocidos o anónimos que asumieron tercamente el compromiso de edificar
un país diferente, quienes ahora nos encontramos aquí reunidos seguimos trabajando en defensa
de la vida, la justicia y los derechos humanos. En defensa de la vida: porque todavía está pendiente
establecer el paradero de las miles y miles de personas que desaparecieron de manera forzada e
involuntaria en nuestro país. Y es que, como dijo Cortázar en aquel Coloquio de París en 1981:
«Hay que seguir considerando como vivos a los que acaso no lo están, pero que tenemos la
obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy
se pretende escamotear».
En defensa de la justicia: porque hay que demandar la reparación moral y material de las numerosas
víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante esos largos y dolorosos años. Pero
también porque es mucho lo que falta en la actualidad para que la población mayoritaria de nuestro
país tenga, por primera vez, la alternativa de usar el Derecho para superar la impunidad mediante
la aplicación correcta de la ley.
Y, finalmente, en defensa de los derechos humanos: porque siguen siendo irrespetados en nuestro
territorio pues, además de lo anterior, son miles y miles las personas que (al igual que en la “guerra
fría”) mueren en forma lenta y violenta dentro de esta “paz caliente”. Mueren en medio de la
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inseguridad personal fruto de una brutalidad que se mantiene en El Salvador de hoy, con o sin
motivación política; en medio del “exitoso proceso de paz”, la Fiscalía General de la República
informa que entre 1994 y 1996 el promedio anual de homicidios dolosos supera los 8 mil 300:
¡más de 22 crímenes diarios!, en su mayoría con arma de fuego y sobre todo de guerra. Mueren,
también, por la negación cotidiana y estructural de las condiciones básicas para que mucha gente
pueda existir con dignidad.
Además, nuestra lucha es parte del esfuerzo de aquellas y aquellos que hoy quieren llamar la
atención sobre el rumbo de esta Nación, pues dentro y fuera de ella hay personas que dicen haber
instaurado la paz, la democracia, el respeto a los derechos humanos y la reconciliación. Es, pues,
una lucha por el conocimiento real de lo que está sucediendo; una lucha por la verdad.
El compromiso con esta causa, entonces, nos obliga a seguir del lado de las víctimas de la injusticia
legal, el temor y la desesperación; del lado de las personas que, sumidas en la desconfianza,
permanecen bajo los efectos de una impunidad que propicia la realización de acciones brutales
por diversos motivos: políticos, de «limpieza social», por venganzas personales derivadas de hechos
pasados y presentes, así como por la delincuencia común y las acciones del crimen organizado.
Ese compromiso también nos obliga a estar con la población mayoritaria, que es víctima histórica
de la injusticia social; esa que antes vio cómo se iba agravando su situación con la guerra y ahora
la ve deteriorarse todavía más con los efectos de las medidas económicas gubernamentales que
están incrementando su pobreza y (lo más peligroso) propiciando que se activen los detonantes
que conspiran contra el futuro nacional.
De 1975 a Chapultepec
En 1985, Roberto Cuéllar, cofundador del SJC, reflexionó sobre los entonces diez años de existencia
del organismo y sostuvo que éste había nacido en aquel momento histórico como respuesta a la
doble realidad de nuestro país. Una: las dificultades que siempre han existido en El Salvador para
que las personas más pobres tengan acceso a la justicia; sobre eso dijo: “La mayor parte de los
aproximadamente mil abogados que ejercían profesionalmente se dedicaban, casi con exclusividad,
a la atención de ciudadanos que tenían posibilidad de remunerar sus servicios jurídicos. La otra
cara de esa realidad: los factores económicos, sociales y políticos de la época, cuyo deterioro
acelerado era evidente y ocasionaba el agravamiento de la situación de los derechos humanos.”
La primera etapa de la institución humanitaria de inspiración cristiana transcurrió entre 1975 y 1977.
Su nacimiento se difundió rápida y ampliamente entre los diversos sectores de la población a Ios
cuales dirigía principalmente sus servicios: trabajadores de las fábricas necesitados de asistencia
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en materia laboral, personas detenidas injustamente, campesinos pobres que reclamaban tierra para
trabajar, personas con problemas de identificación y de reconocimiento familiar. Esta etapa plena
de esfuerzos novedosos, grandes y laboriosos en la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas
de la gente menos favorecida (según el entonces director del SJC) «debe ser considerada como
el fundamento que determinó la confianza y credibilidad del servicio entre este sector mayoritario
de la población salvadoreña.”
Posteriormente, entre 1977 y 1980, sin dejar de lado el trabajo de auxilio jurídico-social, el SJC
dio inicio a su trabajo de investigación escrupulosa de las violaciones a los derechos humanos a
fin de contar con el material básico para apoyar la denuncia profética que (domingo a domingo)
realizaba monseñor Romero en sus tradicionales homilías. Por la misma realidad del país durante
esos años, los casos asumidos con mayor frecuencia por la institución fueron las ejecuciones
arbitrarias individuales o colectivas, la tortura y otros tratos crueles, así como las desapariciones
forzadas.
Todo lo anterior, mediante una rigurosa metodología que buscaba documentar elementos probatorios
verificados suficientemente (en la medida de lo posible) vía inspecciones judiciales, reconocimientos
médicos de las víctimas, exhumación legal de cadáveres, recopilación de impresiones fotográficas,
recepción de declaraciones y examen de expedientes.
Esta segunda etapa (afirmó Cuéllar en 1985) «tuvo un valor indescriptible, tanto para el Socorro
Jurídico como para aquellos abogados salvadoreños vinculados activamente a la protección jurídica
nacional de los derechos humanos... Una etapa en la historia de Socorro Jurídico, llena de dinamismo
y esperanza entre tanta destrucción y muerte. Realmente fue un privilegio trabajar con el arzobispo
don Ó scar Romero, quien hasta el final, 24 de marzo de 1980, entregó su propia vida por defender
el derecho a la vida de los salvadoreños.”
Durante el período 1982-1985, el SJC sufrió innumerables ataques dentro de un país donde la
impunidad pretendía colocarse encima de la ley, la mentira quería callar la verdad y la violencia
se imponía sobre la posibilidad de solucionar, pacífica y racionalmente, los conflictos. Sus instalaciones
y algunos de sus miembros dejaron de ser acompañamiento solidario y técnico para convertirse
en víctimas reales, tal como sucedió con otras organizaciones y organismos sociales que compartían
la misma causa: cateos, allanamientos, amenazas y atentados contra la vida y la seguridad de las
personas que se dedicaban desde esos espacios a defender los derechos y las libertades de la
población mayoritaria.
Durante esos años, monseñor Arturo Rivera y Damas (quien sustituyó a Romero, primero como
administrador apostólico de la arquidiócesis de San Salvador y luego en calidad de arzobispo
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metropolitano) decidió crear la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado (OTLA), lo que constituyó
un impulso importante al esfuerzo por garantizar la protección de los derechos humanos en El
Salvador.
Ya para entonces existían la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador (que en algún momento
tuvo que auto-calificarse como «no gubernamental», pues el régimen había creado una instancia
de igual nombre pero de una actuación diametralmente opuesta) junto al Comité de Madres y
Familiares de Presos y Desaparecidos Políticos. Posteriormente fueron apareciendo otras organizaciones
que también (con su trabajo valiente y valioso, metidas en el ojo de una tormentosa violencia política
y bélica) contribuyeron a instalar el caso salvadoreño en diversos espacios de discusión internacional.
Así, las organizaciones sociales de derechos humanos fueron parte fundamental de la lucha que
logró hacer frente y derrotar una política gubernamental de violación masiva y sistemática de los
derechos humanos.
El lugar donde nos encontramos ahora
En abril de 1990, con la mediación de las Naciones Unidas, se reunieron en Ginebra las delegaciones
del gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En ese
entonces, ambas partes acordaron iniciar un proceso a través del cual se buscaría finalizar la guerra
por la vía política en el plazo más corto posible, impulsar la democratización del país, garantizar
el irrestricto respeto a los derechos humanos y reunificar a la sociedad salvadoreña.
Para alcanzar el cumplimiento de esos objetivos así como su permanencia y consolidación en el
tiempo, de 1992 en adelante se trabajó tanto en la desaparición de ciertas instituciones y
mecanismos de diverso tipo como en la creación y modificación de otros. Así, en El Salvador (además
de la transformación del FMLN en un partido político) entre otras cosas vimos que:
.
0
Se desarrolló una inédita experiencia de verificación internacional, encabezada por la Misión
de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL).
Se formó la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ).
l
Se intentó enfrentar la impunidad con dos comisiones: la de la Verdad y la adhoc para la
depuración de la Fuerza Armada.
.
Se desintegraron los antiguos cuerpos de seguridad.
.
El Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ) fue reformado y nació la Escuela de Capacitación
Judicial.
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.
Se creó el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y se hicieron algunas reformas al sistema político.
.
Existió, por un tiempo, el Foro para la Concertación Económica y Social.
.
Se fundó la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), nació la Policía Nacional Civil
(PNC) y existe un Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP).
.
Se cuenta con una Inspectoría General de la PNC (IG-PNC).
.
Hay, también, una Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH).
.
Se ha reformado el sistema judicial.
Tomando en consideración todos esos valiosos elementos, cabe preguntarse: ¿qué pasó con lo que
se quería lograr al impulsar el famoso «proceso salvadoreño », después de haber transcurrido casi
siete años desde que se firmó el acuerdo de Ginebra ? ¿se alcanzó todo, alguna parte o nada? ¿si?
¿no? ¿por qué?.
Sin duda, el fin de la guerra se logró pero es poco lo que se ha democratizado el país; algo se ha
hecho en este aspecto pues se abrieron algunos espacios que no existían antes, pero aún estamos
muy lejos de poder «cantar victoria». Difícilmente se puede hablar de una sociedad salvadoreña
reunificada: ni en el marco de lo que se pretendía con los acuerdos de paz (la «reconciliación
nacional» en lo político) ni en lo que respecta a la superación de las injustas diferencias económicas
y sociales que persisten y no han sido atacadas de fondo.
Sobre el respeto irrestricto a los derechos humanos, se debe decir que éste no se encuentra
garantizado pese a todos los esfuerzos realizados, En la actualidad, al igual que en el pasado, la
mayor parte de las personas en El Salvador vive en la inseguridad y no puede acceder a la justicia.
Esos derechos fueron los que más se violaron antes y durante la guerra; ahora, su respeto sigue
siendo precario y pone en peligro lo poco que se ha avanzado. A estas alturas, el país aparece
ocupando el primer lugar en América Latina cuando se miden los niveles de violencia y criminalidad,
posibles tan sólo por la impunidad que prevalece.
Ahora vivimos atemorizados, básica y directamente por los hechos derivados de la delincuencia
«común» o de la «especial» que tienen lugar en todo el territorio nacional. Dentro de la última
modalidad, se deben incluir las acciones del «crimen organizado» por aquellos que trafican algo
y las operaciones de los «escuadrones de la muerte» que se alquilan o trabajan por iniciativa propia.
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También debe considerarse como parte de esa delincuencia «especial», la actividad de los grupos
armados formados por miembros de los bandos que existieron durante el conflicto bélico.
Manteniendo su pertenencia anterior o mezclados, las y los integrantes de estos grupos operan
con o sin objetivos «políticos », libres de obstáculos realmente serios para ello y contando con una
experiencia que acumularon a lo largo de la guerra.
Y (¿por qué no decirlo claramente?) el clima de inseguridad que abruma a la población mayoritaria
en nuestro país también se debe, en buena medida, a la forma cómo se está manejando la
información y el «entretenimiento» a través de los medios masivos de difusión. Por los mensajes
negativos que de esa forma se transmiten a la sociedad salvadoreña, sobre todo a la infancia.
En relación a la justicia, la población sigue muy lejos de obtenerla en lo cotidiano pese a los cambios
que han tenido lugar dentro de la cúpula del Ó rgano Judicial. De ello, son abundantes las muestras
que recogemos de la gente que utiliza nuestros servicios de asesoría y defensa legales. En gran parte,
esto se debe a la incapacidad de las personas que integran el sistema judicial o tienen relación directa
con éste: jueces, secretarios y secretarias de los tribunales, fiscales, defensores y defensoras públicas.
¿Y si a lo anterior le agregamos la corrupción que carcome las entrañas de dicho sistema?
Contando ahora con un andamiaje institucional distinto al que existía antes del fin de la guerra,
debemos insistir: ¿qué pasa? ¿por qué seguimos padeciendo por algunos males graves del pasado?
Esas interrogantes nos surgen, sobre todo, al estar plenamente convencidos de que esa institucionalidad
con la que ahora cuenta El Salvador para garantizar el respeto a los derechos humanos es (por
mucho, conceptual y normativamente) mejor que lo de antes.
Desde nuestra óptica, es una la principal respuesta a nuestras inquietudes: hasta la fecha, en su
mayoría esas instituciones han funcionado sin contar con la participación activa de una población
que debería conocer sus enormes potencialidades y que, a estas alturas, tendría que empezar a
verlas con confianza y entusiasmo para utilizarlas en la solución de sus conflictos, tanto en el ámbito
privado como en el público.
Sin embargo, fruto de su ineficacia y por el mal uso que algunos sectores han hecho de las mismas,
la gente «común y corriente» (esa que vive angustiada y temerosa) no está pendiente de su
funcionamiento; mucho menos le interesa controlarlas para evitar que se desvíen de lo que la
legalidad les determina.
En un ambiente como el que existe actualmente en El Salvador, donde lo que resalta es una situación
de inseguridad y temor generalizados, ¿qué percibe la población al observar a las tres instituciones
más relacionadas con la garantía de sus derechos humanos? Que las autoridades de seguridad
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pública responsabilizan de la violencia delincuencial a la Corte Suprema de Justicia y que lo mismo
hacen los funcionarios judiciales con los encargados de la seguridad pública. También advierte que,
cuando esas instituciones se sienten abrumadas por las críticas, mejor dirigen la mirada hacia la
señora procuradora y sobre ella descargan todas las culpas.
Lo peligroso de eso que se está produciendo en las «alturas», es que comience a reproducirse en
la base y nos enfrentemos a la posibilidad cierta de que esas tres instituciones (que deberían hacer
esfuerzos complementarios para garantizar el respeto a la seguridad personal y el acceso a la justicia)
también se peleen “allá abajo”, acusándose y rechazándose mutuamente. Así, enfrentamos la
posibilidad real de que las y los funcionarios que están en contacto directo con la gente no colaboren
entre sí para servir a la comunidad.
¿Qué impacto tiene eso entre la gente? Negativo, sin duda. La población no cree que lo nuevo
sea realmente eso ni que los cambios hayan servido para algo. De esa forma, la gente no participa
activamente y (cada vez más) deja que esos «asuntos» queden en manos de los políticos, de las
autoridades, del gobierno... Con ello, nos encontramos ante un gran riesgo: que no exista un control
efectivo, real, sobre el funcionamiento de esas instituciones tan importantes y que estas terminen
siendo utilizadas para el logro de otros fines distintos al que les corresponde: el beneficio real de
las personas.
En conclusión, con los acuerdos de paz se comenzaron a respetar ciertas libertades públicas y, con
ello, abrió una pequeña brecha para discutir y dar solución a ciertos problemas del país; se diseñó,
además, un sistema para operativizar una serie de medidas tendientes a evitar las violaciones masivas
al «núcleo duro» de los derechos humanos, principalmente aquellas que tenían motivación política.
Ese sistema se ha mantenido, en buena medida, bajo el control y la supervisión de técnicos
extranjeros los cuales (al terminar su mandato y retirarse paulatinamente del país) han ido
trasladando su misión a «manos nacionales» para que sean estas las que le den continuidad. Pero,
por las razones que sean, consciente o inconscientemente, tanto la nueva como la renovada
institucionalidad salvadoreña no siempre ha trabajado bien; es más, en algunos casos, lo que se
han generado son condiciones para el estancamiento o retroceso de los avances logrados.
¿Cuál es, entonces, la salida? ¿Dejar que el país regrese a las penumbras de la inseguridad, el temor
y la impunidad para que, después, se instale nuevamente la oscuridad? No. ¿Mantener eternamente
la asistencia técnica de la comunidad internacional? Tampoco es factible. ¿Que cada habitante
del país busque la forma de resolver su problemas por mano propia? Es demasiado peligroso, pues
podría generarse otra espiral de violencia que nadie (o casi nadie) desea volver a vivir.
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Es en ese marco donde a las y los que trabajamos por la causa de los derechos humanos nos
corresponde plantearnos interrogantes serias y, quizás, incómodas para algunos: ¿cuáles deben ser,
ahora, las prioridades de nuestra labor? ¿qué queremos lograr? ¿qué futuro vamos a construir? ¿qué
nuevos retos vamos asumir?
Los retos más importantes
Partiendo del análisis realizado y de una experiencia concreta desarrollada durante 1995 y 1996,
desde el IDHUCA podemos afirmar que (cinco años después del fin de la guerra) la situación que
actualmente se vive en El Salvador es la muestra de un proceso que no ha cuajado completamente.
Ante eso, desde nuestra perspectiva institucional, nos atrevernos a sostener que para lograr
resultados más productivos le ha faltado un elemento: la participación de la población en la
construcción de un Estado democrático de Derecho, necesario para vivir en una sociedad justa y
segura en la que se respeten los derechos humanos. Por tanto, hacia esa dirección apuntan los
esfuerzos que queremos realizar en esta etapa de nuestra historia nacional.
Participación activa y consciente de la población
Es importante animar a un número significativo de personas, para lograr su involucramiento
consciente en la defensa y promoción activa de sus derechos y libertades fundamentales, a través
del funcionamiento de mecanismos alternativos y el uso de las instituciones estatales.
En lo individual
Debemos contribuir a superar hábitos viciados y sentimientos dañinos, a fin de avanzar en la
cicatrización real de las heridas que dejaron entre la población los años de autoritarismo e
impunidad, violencia política y guerra. Cuando nos lanzamos a trabajar en esta experiencia de dos
años descubrimos que los sentimientos, reacciones y hábitos de la gente para resolver cierto tipo
de problemas y transformar positivamente sus conflictos eran extremadamente defensivos, destructivos
y (por ende) inadecuados para la «salud personal y social» de El Salvador. De lo que conocimos
en el contacto diario con algunas personas y grupos con quienes nos relacionamos, destacan las
siguientes actitudes:
.
Sumisión: «agachar la cabeza».
.
Impotencia: «tirar la toalla», darse por vencida, pensar que no hay salida, que todo está
perdido.
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.
Frustración: pensar que nada ha cambiado, que todo sigue igual y que la justicia es sólo para
«los de arriba».
.
Reacción negativa: «hacer justicia por mano propia», ante la ineficiencia de las instituciones
estatales encargadas de aplicar la ley.
Frente a eso, nos planteamos: concentrar recursos, creatividad y energías para ayudar a revertir
esta dinámica, con el propósito de generar diferentes hábitos y valoresentre la población. ¿Cuáles
fueron las acciones que impulsamos durante la realización de esta experiencia, a fin de comenzar
a lograr nuestro propósito?
Veamos:
.
Ante la sumisión: el acompañamiento. «Dar fuerza y razones para creer», orientar, proponer,
animar a la acción y generar esperanza.
.
Ante la impotencia: el fomento de la tenacidad, la perseverancia, la solidaridad, la unidad y
la organización para plantear o crear múltiples alternativas.
.
Ante la frustración: evidenciar los cambios positivos y reales que han tenido lugar, aunque sean
modestos; demostrar que cada persona es capaz de resolver adecuadamente los conflictos,
ya sea a través de medios alternativos ó como el diálogo y la negociación, las conciliaciones
extrajudiciales, los arreglos amistosos y los pactos de buena fe ó utilizando la vía jurisdiccional.
En lo colectivo
Considerando que, con todo lo sucedido dentro y fuera del país durante los últimos veinte años,
algo ha cambiado en El Salvador y conscientes de que no debemos dejar que eso se pierda, resulta
vital que la gente vaya descubriendo o re-encontrando el valor y el lugar que (por mucho tiempo
y de diversas maneras) le fue negado a las diferentes formas de participación ciudadana organizada,
cuando con ésta se buscaba superar situaciones conflictivas a cualquier nivel: nacional, departamental,
municipal, comunal e (incluso) familiar.
Porque el arribo a una verdadera paz, con justicia y respeto a los derechos humanos, sólo será posible
cuando (tras la ubicación de otras personas en la misma situación) cada vez más gente esté dispuesta
a unirse para superar las dificultades. El esfuerzo colectivo, pues, con la debida asesoría para utilizar
efectivamente los medios alternativos y los del Estado es, entonces, parte importante de este gran
reto que encontramos en el horizonte actual.
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Funcionamiento real y efectivo de las instituciones
Desde nuestra experiencia, esa necesaria participación consciente y activa de la gente «común y
corriente» no se está produciendo suficientemente en la actualidad. Pero creemos que aún estamos
a tiempo para concretarla mediante la apropiación directa que haga la población de las instituciones
estatales y sociales que tienen que ver con el respeto a los derechos humanos, en cualquiera de
sus dimensiones y sin distinción alguna. Consideramos que sólo así será posible asegurar que dichas
instituciones cumplan el rol que les corresponde jugar, sin apartarse de su mandato legal.
En orden a transformar una dinámica de funcionamiento oficial hasta ahora muy marcada por la
burocracia, el desinterés, la corrupción y la incapacidad, agravada por el autoritarismo y las formas
violentas del Estado para enfrentar las demandas de la sociedad, se deben definir las tareas más
urgentes del momento a fin de elevar los niveles de respeto a los derechos y las libertades
fundamentales en el país.
La primera de ellas: descubrir por qué está sucediendo todo eso. Y antes ya mencionamos lo que
para nosotros lo explica: fuera de las cúpulas que firmaron los acuerdos de paz y algunas de sus
estructuras medias, junto a otras expresiones de los diversos sectores de poder y las distintas formas
que adquirieron los esfuerzos de mediación y verificación internacional, la población en general
(organizada o no) nunca tuvo oportunidades reales de participar efectivamente en la construcción
del nuevo andamiaje institucional, al menos en lo referente a los componentes de éste que debían
encargarse de garantizar la vigencia de sus derechos civiles y políticos.
Debido a lo anterior, a los errores cometidos y a las claras insuficiencias que se advierten en la
actualidad, la mayoría de las y los salvadoreños no ve ni siente como suyas a la Policía Nacional
Civil, mucho menos a la Inspectoría General de la PNC. Tampoco utiliza de manera significativa
los diferentes recursos que, en teoría, le ofrecen las instancias encargadas de impartir justicia y no
se observó una respuesta entusiasta a los llamados que le hizo el Tribunal Supremo Electoral, de
cara a su participación en las elecciones en marzo del año en curso. La Procuraduría para la Defensa
de los Derechos Humanos, a pesar de la diferencia actual entre ella y las otras instituciones, no
termina de arraigarse entre la gente.
Así, pues, de la experiencia salvadoreña (excesivamente reconocida en otras partes del mundo, pero
muy poco dentro del país) se rescata que los acuerdos políticos globales y los esfuerzos de la
cooperación internacional han sido muy importantes, desde la perspectiva de lo que existía antes
y por lo que éstos aportaron para superar las intolerables situaciones de violencia política y bélica
que entonces se vivieron; sin embargo, no fueron suficientes.
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Hasta ahora se ha trabajado «desde afuera y desde arriba», sin lograr que las cosas cambien de
verdad «adentro y abajo»; por eso, se deben comenzar a hacer los esfuerzos urgentes y necesarios
desde el lado de las víctimas de la violación a sus derechos, para establecer las bases sólidas de
un funcionamiento institucional que responda a las aspiraciones de justicia y paz de tantas y tantas
personas que lucharon por ello.
Una vez ubicado lo anterior, se deben definir las acciones prioritarias que apunten a mejorar el
estado de cosas en el que nos encontramos actualmente. ¿Se puede seguir tratando de avanzar
mediante propuestas y recomendaciones «desde y en las alturas»? Quizás sí; no hay que dejar de
hacerlo.
Pero lo más importante es volver la mirada hacia la base, poner los pies en la tierra y trabajar con
entusiasmo para asegurar la coordinación y colaboración mutuas entre las instituciones estatales
dentro de las localidades, para que en estas últimas la gente reciba un servicio público de calidad.
En la medida que sea positivo, ese contacto directo de las instituciones con una población (ahora
bastante incrédula y desconfiada, con razón) alentará para que sean utilizados y no se cierren los
caminos que nos permitan llegar a una situación más favorable que la actual.
Nuestra propuesta para enfrentar esos retos
Lo fundamental de lo que proponemos para esta etapa se define de la siguiente manera: animar
a todas las personas para que participen conscientemente en la defensa y promoción activa de SUS
derechos y libertades fundamentales, mediante el uso de las instituciones correspondientes en el
ámbito nacional (las del Estado y de la sociedad civil organizada) y en el internacional; esto último,
cuando sea necesario y conveniente para las víctimas de alguna violación. Para eso, pues, queremos
“formar, informar y transformar desde los derechos humanos”.
Formar hábitos nuevos, maneras diferentes de actuar y relacionarse entre usuarios de las instituciones
democráticas y operarios de las mismas, para dinamizar las estructuras del Estado y lograr que la
población entera las utilice con provecho; todo ello, partiendo de una convicción: que algo empezó
a cambiar en nuestro país y que no debemos permitir que eso se pierda. Para ello, es indispensable
poner las condiciones que nos permitan contribuir a que la población “común y corriente” empiece
a vivir experiencias concretas y exitosas, tanto de justicia como de respeto a los derechos humanos.
De esa manera, lograremos brindarle a la gente algunas razones que de verdad la animen a creer
e involucrarse.
En la medida que se mantenga la impunidad a todo nivel, ahora quizás más encubierta mediante
la realización de ciertas acciones oficiales «espectaculares» que a la larga sólo generan mayor
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desencanto y frustración, rápidamente se acabará el poco entusiasmo que aún pueda existir entre
la población para usar las instituciones democráticas; además, de continuar esa impunidad sin
quebrarse aunque sea un poco, las soluciones a los conflictos de cualquier tipo en el país (familiar,
comunal, municipal, departamental o nacional) seguirán buscándose mediante el autoritarismo y
la violencia, la mentira y la trampa.
Por lo anterior, a las organizaciones sociales (sobre todo a las que antes lucharon por defender la
vida) les corresponde ahora desarrollar una acción urgente y concertada, inteligente y adecuada,
para mantener vigentes los dos bienes más notables alcanzados con los acuerdos de paz: la
suspensión de los combates militares y la reducción de las violaciones masivas al llamado “núcleo
duro” de los derechos humanos por razones políticas.
Esa “acción urgente” puede concretarse de diversas formas. Una de ellas es la del efectivo
acompañamiento a las personas, comunidades y organizaciones sociales que necesitan y buscan
justicia, para obtener éxitos cotidianos y reales de respeto a sus derechos humanos; éxitos quizá
pequeños y locales pero muy concretos, que demuestren que sí se puede hacer algo y que, además,
alienten a otras personas y comunidades (identificadas e identificables por sus problemáticas
similares) a participar activamente en la consolidación de las nuevas instituciones nacionales en
la base.
Y es que en una realidad como la nuestra resulta muy difícil pretender que esa gente (llamada
“común y corriente”) crea en los cambios “allá en las alturas” cuando en su vida diaria las cosas
siguen igual. De ahí que el mejor elemento pedagógico para la participación, la mejor herramienta
formativa en esta enorme tarea, deba buscarse mediante esos logros cotidianos de justicia y respeto
a los derechos humanos, con el uso efectivo que (acompañada por instituciones como la nuestra)
haga la población de los instrumentos formales y no formales que existen para ello.
.
Informar en la base, tanto a la llamada “sociedad civil” como a las personas que están a su
servicio dentro de la administración pública, sobre:
.
el conjunto de los derechos y las libertades fundamentales de todas y todos, desde una
perspectiva integral que supere la visión negativa y restringida que aún existe en el país con
relación al tema;
.
las instituciones nacionales encargadas de garantizar el respeto a los derechos humanos;
.
el cómo y el por qué se crearon o reformaron dichas instituciones; es decir, la historia de la
dolorosa y difícil lucha desarrollada por el pueblo salvadoreño para lograr algunos cambios
en el país.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
.
Difundir todo lo anterior de forma teórica puede resultar peligroso, porque la situación actual
no ofrece muchos elementos para que la gente sienta que este estado de cosas es mejor que
el de la guerra; por el contrario, puede tener efectos nocivos entre la población al incrementar
sus niveles de frustración y desencanto, aumentando con ello su falta de participación.
Por eso, para alcanzar nuestros objetivos planteamos utilizar una metodología que (desde la
experiencia) resulta ser la más eficaz: dar a conocer toda esa información a partir de éxitos concretos
de justicia y respeto a los derechos humanos, logrados por gente que en la base se animó a participar
usando las instituciones, gubernamentales o no; también, utilizando los casos de las y los servidores
públicos que han funcionado de acuerdo a lo que la ley les manda. Esas experiencias, diseminadas
de manera amplia y creativa entre la sociedad, nos han servido para generar cierto grado de
credibilidad y confianza por ser el resultado de una participación consciente y organizada.
Por último, pero no por ello menos importante, proponemos contribuir a transformar las instituciones
del Estado y el país, en la práctica ya partir del contacto con la población, teniendo un conocimiento
real de sus necesidades y urgencias, mediante propuestas fundamentadas y desarrollando la
capacidad de concertar con las y los servidores públicos a todo nivel.
En resumen, lo que creemos que se debe ofrecer a la población salvadoreña es lo siguiente:
Conclusión
Cuando tristemente en El Salvador, a lo largo de dos décadas era tan evidente la violación a cierto
grupo de derechos y libertades fundamentales, no faltaron quienes (desde la comunidad internacional)
dispusieron y facilitaron fondos para apoyar la causa de las y los salvadoreños que, arriesgándolo
todo, imaginaban un país diferente y trabajaban para lograrlo. Así las cosas, nos tocó recibir a
manos abiertas y llenas infinidad de recursos de todo tipo, humanos y materiales, la mayoría de
ellos buenos.
Pero con el fin de la guerra, el escenario nacional cambió y no precisamente para bien. Se confundió
la paz con lo que actualmente vivimos (esta cruenta etapa de «transición» después de la guerra)
y no se invitó a participar en el «proceso» (exclusivo para ciertas cúpulas) a quien debía haber estado
siempre dentro de él ocupando un sitio privilegiado: el pueblo salvadoreño. Pero, bien o mal, esto
es lo que ahora tenemos y no debemos desaprovechar la oportunidad que, pese a todo, aún se
nos presenta para profundizar lo que hasta ahora se ha logrado, procurando para ello el involucramiento
de la gente «común y corriente »; esa gente que, por ahora, no tiene muchos motivos para hacerlo.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Así, pues, ahora la razón principal de aquellas y aquellos que (no obstante las dificultades) trabajan
en el país por la vida, la justicia y los derechos humanos, es una y muy grande: mantener en alto
la esperanza de construir una sociedad diferente. Mantenerla cuando casi todo conspira en su contra
y cuando, cada vez más, la comunidad internacional busca otras situaciones más «urgentes» que
la nuestra para involucrarse en ellas.
Cada vez más abandonados «de la mano de Dios» y de la del «primer mundo» nos corresponde
ahora ser creativos, tener imaginación y audacia, continuar viviendo y sintiendo el dolor y la angustia
de las siempre víctimas de la injusticia, quizás sin la «abundancia» de antes y siempre con problemas
para atender eficazmente las urgencias que existen en lo que a los derechos humanos toca. Porque,
fuera del fin de la guerra, aquí perdura la impunidad y el dolor cotidiano de la exclusión social
y económica, de la violencia privada e institucional, de la falta de espacios para la participación.
Tenemos, entonces, mucho que hacer sabiendo que el miedo y la sensación de impotencia entre
la gente conspiran en nuestra contra. La posibilidad que nos queda para salir adelante se encuentra
en que logremos interesara la mayoría de personas; debemos llegar hasta el «gran público», adecuar
nuestras mentes y dejar de vivir aislados, colocados «contra el paredón», defendiéndonos de
aquellos que (por sus ambiciones particulares) no quieren que florezcan la vida y la justicia.
Sin lugar a dudas, el panorama actual en nuestro país no es el mejor para quienes se empeñan (de
forma necia e idealista) en trabajar por la vigencia real de los derechos y las libertades fundamentales
de todas las personas; precisamente debido a eso, con mayor razón, no hay lugar para los
protagonismos inútiles ni las luchas estériles de unos pocos.
Ahora, pues, debemos trabajar de manera profesional y eficiente con los pocos pero valiosos
recursos que tenemos y que no siempre los hemos sabido emplear bien: por un lado, la población
que en su mayoría se encuentra necesitada de justicia; por el otro, la experiencia acumulada a lo
largo de tantos años de lucha por hacer algo realmente bueno en favor de El Salvador y su gente.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
LAS COMUNICACIONES PARA EL DESARROLLO: UNA MANERA DISTINTA DE RESOLVER
CONFLICTOS
Maritza Orellana, Catedrática de Comunicaciones y Periodismo, del Departamento de Letras y Comunicaciones de la Universidad
Centroamericana “losé Simeón Cañas”.
Nuestro punto de partida: la comunicación es un espacio estratégico para el desarrollo.
En esta ponencia, pretendemos demostrar que la manera en que se ha trabajado la comunicación,
hasta hoy, no ha sido la más adecuada por varias razones:
La primera, y quizá la más importante, es porque se ha excluido a la sociedad civil de las decisiones
políticas. La sociedad civil no sólo complejiza al mapa social, lo hace más grande, diverso y plural
sino que lo recrea desde lo cultural, desde donde se le da sentido a la vida, desde el modo en que
las personas se comunican y usan a los Medios de Difusión Colectiva.
La segunda razón es porque el trabajo en comunicación no ha sido planificado y las experiencias
en que sí se ha hecho, no han sido sistematizadas. El trabajo en comunicación se ha ido haciendo
en la práctica y se tiende a confundir con persuasión, con la transmisión de datos, en definitiva,
con la difusión. Justamente de aquí parte nuestra propuesta.
Lo que proponemos no es nuevo, es sólo un esfuerzo de sistematización de experiencias en
comunicación que no han sido conocidas y aplicadas lo suficiente. En estas líneas aportaremos
algunas metodologías de trabajo que, en algunos casos, han resultado y que se pueden aprovechar
a la hora de trabajar la comunicación para la prevención de crisis humanitarias que es el tema que
nos ocupa.
La sociedad civil: abstracta y concreta a la vez
La sociedad civil ha sido excluida de la toma de decisiones políticas. Y esto deviene no sólo por
una deformación del concepto de política sino también por una manipulación que se ha hecho
de ella durante mucho tiempo.
La sociedad civil ha dejado de ser un concepto abstracto (pueblo, masa) para convertirse en ese
conjunto de actores, espacios y conflictos que reclaman un lugar en la reconstitución del tejido
social contemporáneo. Son todos esos actores, temas, modalidades de acción y demandas de
comunicación no representadas por las instituciones tradicionales. La sociedad civil es todo aquello
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
que no es Estado,
nuevos actores no
joven, el jubilado,
ignorados por las
gobierno, ni oposición. Jesœ s Martín Barbero 45, incluso, llega a decir que esos
han sido interpelados ni por la izquierda tradicional. Actores como la mujer, el
el inmigrante, el refugiado, que portan reivindicaciones específicas han sido
políticas de desarrollo.
Están en juego «las maneras de percibirnos a nosotros mismos y a los otros, de pensar el sentido
de lo público y el significado mismo de la vida colectiva», como nos dicen Jorge Iván Bonilla y
Eugenia García 46 . En opinión de estos autores, vivimos la complejidad del espacio político, sobre
todo, porque se han dejado fuera los conflictos relacionados con la cultura y el ámbito de lo
cotidiano- lo que Habermas 47 llama las gramáticas de las formas de vida.
Lo que está en juego detrás de esta interpretación es la concepción misma de DEMOCRACIA, de
la práctica política y de la ampliación del espacio público simbólico.
¿Quiénes deciden qué hacer ante las crisis humanitarias que se viven en África? ¿Podemos resolver
o prevenir las crisis humanitarias si de entrada marginamos a las personas afectadas? ¿Cómo puede
decirse que la participación es una necesidad a la hora de prevenir conflictos? ¿Quiénes participan?.
¿Comunicaciones para el desarrollo o para los desarrollos?
Anteriormente, hemos dicho que las personas han sido ignoradas por las políticas de desarrollo.
Pero, ¿Qué entendemos por desarrollo?
Sobre el Desarrollo tenemos que decir que es mucho más que los índices macroeconómicos de los países. En el proceso de desarrollo intervienen factores económicos, políticos,
sociales, culturales, etc.
Rosa María Alfaro 48 define al desarrollo como un proceso cultural. Para esta comunicadora, de
nacionalidad peruana, cualquier acción de desarrollo no se reduce al crecimiento económico. El
desarrollo es un proceso en el que interviene la sociedad con toda su pluralidad, riqueza,
heterogeneidad y conflicto y, por tanto, no existe una sola fórmula de desarrollo (por más que el
neoliberalismo intente convencernos de lo contrario). Lo que existen son desarrollos.
45.
Barbero, Josué Martín. “De los Medios a las Mediaciones”. Editorial Gustavo Gili, México, 1987.
46.
Bonilla, Jorge Iván/García, Eugenia. “Nuevas Dinámicas de Representación Política: movimientos sociales, espacio público y redes de
comunicación”. Revista DIA-LOGOS, pp 5-17.
47.
Habermas, /urgen.
48.
Alfaro, Rosa María, “Una Comunicación para otro Desarrollo”. CALANDRIA, Asociación de Comunicadores Sociales. Ed. Abraxas, París,
“Teoría de la Acción Comunicativa”. Editorial Taurus, Primera edición, 1987. Madrid, España.
Mayo 1993, pp 12.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Sobre la Comunicación tenemos que decir que es mucho más que los Medios de Difusión
Colectiva (aunque estos ya se han convertido en un referente importante en la vida de las personas).
La comunicación supone un proceso constante de inter-relación entre seres humanos. En este
proceso de relaciones e inter-relaciones es en donde ponemos en juego todo nuestro ser, nuestra
forma de ver la vida y de interpretar lo que ocurre en nuestro entorno.
En los procesos de comunicación ponemos en juego toda nuestra subjetividad, nuestra carga
personal. Sin embargo, la interpretación de cada uno de nosotros no es la única válida en el mundo,
siempre nuestra interpretación se mantiene en estrecha relación con otras distintas (inter-subjetividad).
Siendo así, la comunicación se convierte además en un proceso permanente de negociación e
intercambio.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de crisis humanitarias?
La hambruna en Somalia (1992), seis millones de refugiados en África (sobre todo en Somalia y
Etiopía), más de un millón doscientas mil personas desplazadas de la antigua Yugoslavia, miles de
haitianos que atraviesan el Mar Caribe para llegar a Estados Unidos, los conflictos étnicos, las
guerras, la pobreza y los desastres naturales son ejemplos de crisis humanitarias.
Estos casos han sido y siguen siendo -aunque a la mayoría de ellos ya no se le da cobertura en los
Medios de Difusión Colectiva- acontecimientos graves que han generado gran cantidad de víctimas.
Pero, las crisis humanitarias, hay que dejarlo claro, no provienen solamente de desastres naturales.
La mayoría de las crisis humanitarias son el resultado de injusticias sociales, políticas, culturales,
económicas, etc., que sufren gran parte de países en el mundo. Incluso, podemos cuestionarnos
si en Estados Unidos puede generarse una crisis humanitaria debido a la gran cantidad de
inmigrantes hispanos que han llegado a ese país y que en los últimos meses corren el peligro de
ser deportados. En resumen, lo que se pone en juego ante una crisis humanitaria es el concepto
mismo de sociedad, de ayuda internacional y de justicia.
¿De qué modelo social hablamos cuando hay unos países que consumen más de lo que producen?
¿Qué tipo de sociedad estamos fomentando si la brecha entre los países del norte y el sur es cada
vez mayor?
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Daniel Bell 49 nos aporta un dato bastante revelador. En 1993, los cinco miembros permanentes
del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), eran también los cinco
primeros exportadores mundiales de armas pesadas. Bell se cuestiona si esos países pueden impulsar
el control y la reducción de la transferencia de armas siendo ellos mismos los principales promotores
de la actividad. Sigue Bell, ¿Cómo van a promover el desarme, cuando seis de ellos poseen armas
nucleares y, entre los trece, suman más de 12 millones de soldados?
El cuestionamiento de este sociólogo estadounidense también nos permite cuestionarnos a nosotros
sobre el por qué en algunos casos, como el de Somalia, la ayuda humanitaria va ligada a un
despliegue militar para resolver conflictos.
El caso de Somalia, como bien lo explica Vicenç Fisas 50 , ha sido el primer intento -en la historia
de las operaciones de mantenimiento de la paz- de la ONU para compaginar el «proyecto
humanitario» con uno militar. Según Fisas, «se trata probablemente de proyectos incompatibles,
y evaluarlo sobre la marcha tendrá un elevado coste, tanto para la ONU como para el pueblo somalí.
En cualquier caso, de seguir así las cosas, las tropas de la ONU corren el riesgo de convertirse en
un clan más de los que allí combaten y, peor, de unir a todos los demás en su contra».
Monique Chemillier 51 dice que esta combinación de ayuda humanitaria con lo militar resulta
paradójica. Según esta profesora de derecho de la Universidad de París, «es dañino organizar
operaciones caritativas, que llamen mucho la atención, bajo alta protección militar cuando la
necesidad de esas operaciones se deriva justamente, en parte, de la no aplicación del derecho para
aquellos a quienes se quiere beneficiar con la caridad».
Las crisis humanitarias abren las puertas de los países a cualquier acción de intervención en donde
los objetivos son impuestos por quiénes «ayudan» y se pretenden obtener logros por encima de
las personas afectadas. Recordemos, una crisis humanitaria no es natural. Todo lo contrario, es
política y social. No tomar en cuenta esta relación a la hora de trabajar la comunicación para la
resolución de conflictos es grave.
49.
Bell, Daniel.
50.
Fisas, Vicenç. “La ONU en Somalia: ¿misión imposible? Tomado de Cuatro Semanas y Le Monde Diplomatique, octubre 1993, pp 10.
“la oleada de refugiados” Tomado del periódico “El País”. 9 de febrero de 1993.
51.
Chemillier, Monique. “Ingerencia, caridad y derecho internacional” Tomado de Cuatro Semanas y le Monde Diplomatique, febrero 1993,
pp 7.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
¿Información o desinformación?
¿Cuántos de nosotros recordamos las imágenes de la guerra del Golfo? ¿Le ha sucedido que al
escuchar hablar de África inmediatamente evoca imágenes que ha visto en televisión? Seguramente,
no tenemos claras las causas que dieron origen a estas crisis u otras de similar naturaleza en el
mundo. A lo mejor ni siquiera conocemos muy bien lo que ha sucedido en estos casos.
Lo que sí tenemos claro es que lo hemos visto por televisión, hemos contemplado a través de la
pantalla lo que ha sucedido e incluso creemos que lo que vemos es la realidad como tal. Pero la
realidad que vemos es parcial, es una realidad distinta a la real. Baudillard 52 la llama la «Cultura
del Simulacro». Hemos estado en la escena, hemos visto los hechos desde la privacidad de nuestros
hogares e incluso, tal vez, hemos llorado y lamentado la situación de las víctimas. Fisas 53 , nos
dice que el problema es cuando nos quedamos en este primer nivel de «consumo emocional» y
no aceptamos el desafío para la acción. En los casos de crisis humanitarias, el compromiso con la
acción es indispensable.
Nos hemos acercado ya a la principal característica de los Medios de Difusión Colectiva en la
sociedad actual. Los medios gozan de un reconocimiento social que muchas instituciones como
los partidos políticos, por ejemplo, desearían tener. Las personas creemos en lo que dicen los
medios, interpretamos la información como verdadera y las imágenes como la realidad misma.
Según Brunner 54, los medios tienen la capacidad de «expropiar la realidad» a través de la hiperinformación. Brunner asegura que la rápida sucesión de realidades (sobre todo televisivas) hace
que un suceso de paso a otro impidiendo cualquier fórmula de reflexión.
Desde este punto de vista se ponen sobre la mesa las funciones de los Medios de Difusión Colectivaheredadas del funcionalismo norteamericano. Sobre todo, porque los medios ya se han convertido
en parte muy importante de la construcción social de la realidad. Fisas, incluso, otorga a los medios
la capacidad de modelar nuevas actitudes frente a los conflictos.
52.
Boudillard. Tomado de Blanca Muñoz “Cultura y Comunicación: introducción a las teorías contemporáneas”. Ed. Barcanova, 1982.
Barcelona, España. pp. 322.
53.
Fisas, Vicenç. “la comunicación y las crisis humanitarios”. Tomado de la ponencia UNESCO, octubre 1997.
54.
Brunner, José Joaquín.
68
“Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y política culturales " Santiago de Chile: FLACSO, 1988.
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la Prevención de Conflictos v la Cultura de Par
Las funciones de los medios son:
Información o vigilancia
Correlación de las partes de la sociedad (crear consensos)
Movilización social
Transmisión de cultura
Entretenimiento, diversión
A nosotros nos interesan las primeras tres funciones:
La función de información o vigilancia del medio
Los informadores son vistos por el público como puntos de referencia a la hora de interpretar los
hechos. Los medios son capaces de decidir sobre qué temas debe establecerse un «clima de
opinión», sobre cuáles no y durante cuánto tiempo. Es la denominada «Teoría de la Agenda».
Si no pensemos ¿Por qué hay algunos temas que pasan en el debate público por meses y por qué
hay otros de los cuales nunca se dice nada ? ¿Por qué existen temas silenciados? Los desastres
naturales son, quizá, las crisis humanitarias más graves. Los organismos ecologístas en todo el
mundo nos recuerdan que el problema ecológico es un problema de todos, que si seguimos con
el ritmo actual de destrucción de la naturaleza el mundo no durará mucho.
Javier Estenoui
55
distingue entre dos tipos de desastres naturales.
Los desastres naturales ocasionales, impredecibles, repentinos y que se desvanecen rápidamente.
El papel de los medios de difusión ante los desastres impredecibles es el de informar lo más
objetiva, oportuna, plural y participativamente que se pueda.
El segundo tipo de desastres son los desastres naturales repetitivos o cíclicos que se caracterizan
por presentarse de forma repetida en períodos de tiempo más o menos regulares.
Aquí la responsabilidad de los medios es más a largo plazo. Los medios deben reconocer la necesidad
de dar información permanente sobre métodos de prevención y para ello diseñar políticas de
contenidos informativos. De tal manera, que cuando el desastre llega, la información incida en la
toma de decisiones para evitar consecuencias más graves.
55.
Estenoui, Javier.
“Terremoto en México 1985: enfrentar la emergencia” REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 58-61.
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Un buen ejemplo de los desastres naturales impredecibles y de la función de los medios en estos
casos es el de la erupción del volcán «Nevado del Ruiz» en Colombia. La erupción del volcán se
produjo el 13 de noviembre de 1985. Las cenizas inundaron prácticamente el departamento del
Tolima y las cercanías de la frontera con Venezuela. Las erupciones dejaron huella a más de 500
kilómetros de distancia. Pero, más huella y dolor han dejado las más de 23,000 personas muertas
y 10,000 heridas. El papel de los medios en este caso osciló entre la información ofrecida por los
grandes medios y por los medios «alternativos». Desde los grandes medios lo que se hizo fue:
minimizar el problema y las sugerencias hechas de las mayores catástrofes. En el mundo hubo
catástrofes similares, sin embargo, estos casos y sus consecuencias no se dieron a conocer por los
medios de difusión.
Los medios no advirtieron con anticipación el impacto del desastre, a pesar de que existían informes
nacionales y extranjeros sobre los potenciales peligros y técnicas de monitoreo de la actividad
volcánica. Cuando los medios informaron a la población sobre el hecho, lo hicieron de una forma
inadecuada. Los periodistas repetían términos que la comunidad científica, destacada en la zona,
decía. Los periodistas, ante la incapacidad que tenían de traducir el lenguaje técnico a uno más
cotidiano, distorsionaron y omitieron datos, no orientaron a las personas a tomar las decisiones
necesarias.
Estas causas provocaron una insuficiente información que Patricia Anzola 56, una gran comunicadora
social colombiana, describe desde la situación de la comunidad que vivía en la zona de riesgo. «Los
residentes... adolecieron de falta de información o de sesgos en aquella que les llegó, contaminando
así sus reacciones, actitudes y comportamientos cuando les fue necesario tomar decisiones»
Desde los medios «alternativos» se logró una mayor apropiación de la información. Según cuenta
Anzola, quienes tuvieron acceso a emisoras locales estuvieron más informados y tuvieron mayores
posibilidades de cuestionamiento y acción frente a la emergencia. El esfuerzo de medios locales
fue más allá de transmitir datos. La información que brindaban fue sencilla e influyó de gran manera
en la percepción de las poblaciones locales, quienes adoptaron una actitud más activa ante el
desastre.
Los grandes medios terminaron desinformando a las personas, descontextualizando los hechos y
desvalorizando la realidad cotidiana del ciudadano. Los medios locales, por el contrario, ayudaron
en el desastre a que las personas, cercanas a la zona, tuvieran una posición más activa. Explotaron
el conocimiento cotidiano de la región y lo aplicaron a esta emergencia.
56.
70
Anzola, Patricia.
“Nevado del Ruiz: lecciones para la comunicación”, REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 62-65
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Este caso, nos demuestra que los medios sí son capaces de realizar un proyecto de apoyo a la
sociedad cuando sus esfuerzos se realizan con un sólo objetivo: cumplir con la responsabilidad social
que les corresponde.
La correlación de las partes de la sociedad
En el ejemplo de la erupción del volcán «Nevado del Ruiz», los grandes medios no utilizaron de
manera adecuada su capacidad de convocatoria, es decir, de llegar a mucha gente ni mucho menos
explicaron e interpretaron el significado de los acontecimientos y de la información que es otra
de las funciones de los medios conocida como la correlación de las partes de la sociedad. La
comunicación fue utilizada como un mero proceso de difusión, de transmisión de datos que, incluso,
confundió a las personas.
Desde esta interpretación, no se reconoce al receptor (sus objetivos y necesidades) ni su capacidad
para darle sentido (el último de los significados) a los mensajes que recibe. Según Kinklitch 57, cuando
no se reconoce al receptor, lo que sucede es que llega el sensacionalismo típico de estos casos y
la morbosidad.
La Movilización Social
Esta función tiene como principal objetivo el de realizar campañas para movilizar a la sociedad.
Los medios locales en el caso de la erupción lo hicieron. Los medios se convirtieron en dinamizadores
de la sociedad, generaron con su información la capacidad de organización de los habitantes de
la zona afectada por el desastre.
En el caso de las crisis humanitarias, esta función puede ser usada para hacer campañas con objetivos
sociales, uno de ellos en favor del desarrollo. Según Díaz Bordenave 58, una campaña es un proceso
integrado de información y persuasión dirigido deliberadamente a conseguir que un determinado
segmento de la población adopte ciertas ideas, productos o comportamientos que los organizadores
de la campaña consideran deseables. Algunos ejemplos de campañas son las campañas ecológicas,
las que promueven los derechos de los inmigrantes, las campañas en pro de los derechos del niño,
de vacunación, de ayuda internacional, etc.
57.
Klinkith, Susana. “Deslave de La Josefina: En medio del aislamiento”.
58.
Díaz Bordenave, Juan.
REVISTA CHASQUI 52, nov. 1995, pp 66-69.
“La Campaña como intervención social” REVISTA CHASQUI 41,
1992, pp 66.
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Propuestas de metodologías de trabajo de la comunicación para la prevención de
conflictos
En la información hay que trabajar los temas locales sin perder de vista sus consecuencias e
implicaciones globales. Nuestra primera propuesta es trabajar el periodismo cívico.
El periodismo cívico, comunitario o local es una forma distinta de trabajar la comunicación
para la prevención de las crisis humanitarias. Este tipo de periodismo se impulsa desde 1990 por
los periódicos «Eagle» de Kansas y «Charlotte Observer» en Carolina del Norte. Supone, de entrada,
nuevas maneras de trabajar la información, de realizar campañas y contribuir a resolver los
problemas que afectan a las comunidades. Esta nueva manera de trabajar la información sólo puede
tener como base una muy buena relación entre los medios y las prioridades de desarrollo de cada
región o comunidad. Siendo así, lo novedoso de este trabajo es la posibilidad de establecer un
nuevo espacio de diálogo, de inter-locución entre los receptores, como nos dice Alexandra
Ayala 59 .
En definitiva, de lo que se trata es de democratizar las comunicaciones. La democracia pasa por
salir a la calle, por conocer a las personas y sus problemas más inmediatos. De no hacerlo así, se
continuará produciendo gran cantidad de información desvinculada de las necesidades sociales.
Como nos dice Rubén Darío Buitrón 60 este tipo de periodismo abre nuevos espacios y los primeros
sorprendidos son los medios mismos pues tienen que re-acomodarse y ajustar sus espacios y sus
prácticas cotidianas en función de las nuevas propuestas de la sociedad. Este trabajo parte de una
participación más activa de los ciudadanos. Pero esta participación no se logra de la nada, se logra
si los periodistas hacen bien su trabajo y reconocen en la sociedad al protagonista de la historia.
Este es un nuevo punto de vista en la redacción de noticias. En algunos periódicos ya hay esfuerzos
como, por ejemplo, en las secciones de servicios para la comunidad, los problemas del barrio, etc.
El periodista debe saber expresar la variedad de temas y los conflictos sociales de una manera clara
pero integral. Debe ampliar la visión de que la política es sólo cuestión de políticos y escribir para
todo tipo de ciudadanos, no sólo para una élite de intelectuales. Los periodistas tienen que entender
que los ciudadanos son personas maduras que tienen derecho a saber la verdad de lo que sucede
a su alrededor, a asumir responsabilidades y a tomar decisiones. Según Estenoui 61, «la información
59.
Ayala, Alexandra.
60.
Buitrón, Rubén Darío, “Periodismo Comunitario: más preguntas que respuestas” REVISTA CHASQUI 56, dic. 1996, pp 17-18.
61.
Estenoui, Javier. Op. Cit.
72
“Periodismo Comunitario: nuevos nombres para antiguos conceptos” REVISTA CHASQUI 56, dic. 1996.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
diseminada por los medios debe respetar y movilizar a las células básicas de la sociedad para
impulsar su desarrollo»
Un trabajo así requiere de los medios, en general, una buena dosis de creatividad, porque los
ciudadanos se apropian de un mensaje no sólo por el contenido sino y, sobre todo, por la forma.
Una forma atractiva y sencilla a la vez.
Repensando las comunicaciones para el desarrollo...
La comunicación atraviesa a todas las organizaciones humanas. Es un eje transversal. La comunicación
se da de forma intuitiva en la sociedad pero planificarla es una necesidad urgente. No podemos
seguir confundiendo comunicación con medios, aunque como bien explica Daniel Prieto Castillo 62 ,
es el camino más seguro por la gran cantidad de información y experiencias acumuladas.
Carlos Eduardo Cortés 63 dice que «muchos esfuerzos de Comunicación Institucional se han hecho
en nuestros países según los patrones de la difusión de masas, y los errores han estado siempre
presentes. En efecto, cuando se generaliza lo masivo a toda forma de comunicación y no son
tomadas en cuenta las características de determinados públicos, la relación con otras instituciones,
la comunicación interna, la manera en que se centraliza o se descentraliza la información, etc. se
deja fuera buena parte de la problemática comunicacional».
La propuesta de la Comunicación Institucional tiene su origen en las demandas de los nuevos actores
sociales. El punto de partida de la propuesta de Daniel Prieto Castillo es que la comunicación
desarrollada por el Estado, por organizaciones no gubernamentales o por la empresa privada y las
agencias internacionales de desarrollo, requiere un fuerte componente de planificación de la
comunicación.
Rosa María Alfaro 64 , nos remite a la Planificación de la Comunicación Institucional empezando
por lo que se ha dejado a un lado. Según Alfaro, «en las instituciones «no se trabaja la cercanía,
la subjetividad, menos aún se procesa la configuración de la opinión como objetivo de cohesión
interna, tanto a nivel individual como colectivo».
62.
Prieto Castillo, Daniel. Tomado de/ Documento Base de la Especialidad de la Planificación de la Comunicación Institucional. 22 julio
63.
Cortés, Carlos Eduardo. “Propuestas previas a la postmodernización total de los estudios de comunicación” Revista Signo y Pensamiento
64.
Alfaro, Rosa María. Op. Cit.
1993. Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Depto. de letras, carrera de Comunicaciones.
25 (XIII), Universidad Javeriana: depto. de Comunicación.
1994, pp 107-136.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Y es, justamente, la Comunicación Institucional la que trata, con un trabajo científico, de analizar
los procesos de comunicación que se dan en las instituciones sociales de una manera integral, total
con el objetivo de armonizar los intereses de esa institución con los de sus públicos y conseguir
con ello, unos objetivos institucionales, pero, sobre todo unos objetivos sociales.
La prevención de los conflictos requiere también de una buena dosis de Planificación de la
Comunicación. En el mundo, se han desarrollado iniciativas comunicacionales bastante provechosas
como, por ejemplo, la creación de redes ciudadanas para la reducción y prevención de problemas
sociales. Y son esfuerzos que no se han sistematizado. Es decir, se requiere de una institucionalización
de estos esfuerzos.
Cortés, cita una propuesta que ya comienza a implementarse en El Salvador. «Se trata de un
programa académico de tres semestres, cobijado por la carrera de Comunicación de la Universidad
Centroamericana «José Simeón Cañas»: la Especialización en Planificación de la Comunicación
Institucional, orientada a aportar profesionales capacitados para ese espacio, del cual poco se han
ocupado las facultades latinoamericanas de comunicación»
La Planificación de la Comunicación Institucional no es más que la racionalización, la coordinación
y orientación de los procesos de comunicación que se dan en una institución social con el fin de
alcanzar unos objetivos de desarrollo institucionales y sociales 65. Es decir, a la hora de coordinar
los esfuerzos de organización y participación ciudadana, hay que tomar en cuenta que todo proceso
de desarrollo es un proceso constante de negociación entre lo objetivo (lo que es) y lo subjetivo
(lo que interpretamos que es), entre los objetivos a corto, mediano y largo plazo de las instituciones
a las que pertenecemos y entre las necesidades individuales y sociales.
En definitiva, lo que se pretende con estas formas de organización es posibilitar una «cultura
democrática» que genere en las personas el sentido de responsabilidad en la toma de decisiones.
Sin embargo, en sociedades en crisis esto no parece nada fácil sobre todo porque el diálogo y la
tolerancia se van deteriorando cada día. Pero José Miguel Pereira 66 nos reta a descubrir que en
ese diálogo y en esa tolerancia es precisamente en donde nos jugamos la posibilidad de alcanzar
el desarrollo que cada sociedad necesita. Según Pereira «en la medida en que se creen espacios
de comunicación y se posibilite el desarrollo de las competencias comunicativas, diálogicas y
expresivas de las personas y grupos, más posibilidades de cogestión y autogestión se podrán
generar»
65.
66.
Muriel, María Luisa/Rora, Gilda. “Comunicación Institucional: enfoque social de relaciones humanar “ CIESPAL, Primera Ed. julio 1980.
Pereira, José Miguel.
“Comunicación, promoción y salud”. Revista Signo y Pensamiento 25 (XIII), Universidad Javeriana: depto. de
comunicación, 1994, pp 85.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Podemos decir, entonces, que el enfoque de las comunicaciones para los desarrollos es válido hoy
más que nunca debido a que cada sociedad tiene unas formas muy particulares de comunicarse
y esas formas pueden ser utilizadas para alcanzar procesos de desarrollo acordes a sus condiciones
y necesidades, no sólo inmediatas si no también y, sobre todo, a largo plazo.
En resumen, no existe un sólo tipo de desarrollo que pueda aplicarse a todas las sociedades. Lo
que existen son desarrollos y esos desarrollos pasan necesariamente por la comunicación.
Como nos recuerda Alfaro «no es posible apuntar al cambio y al desarrollo sin asumir a la vez la
generación de democracia y la formación de institucionalidades fuertes, la existencia de redes de
agrupación de diverso tipo que adquieran fuerza y sostengan «desde abajo» a la sociedad misma»
Desde esta interpretación, toda acción de desarrollo se mueve constantemente entre las relaciones
humanas que son diversas y complejas tanto como personas hayan. Una acción que no tome en
cuenta a las personas ¿es una acción de desarrollo?.
Concluyendo...
Recuperar la complejidad y la pluralidad de la sociedad civil es un reto para el trabajo en
comunicación.
El periodismo encuentra su punto de unión con las comunicaciones para el desarrollo en el
Periodismo Cívico.
Planificar la Comunicación Institucional a la hora de trabajar la prevención de conflictos es una
necesidad urgente.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
COMO LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓ N PUEDEN HACER VISIBLES LAS RAÍCES DE LOS
CONFLICTOS
Lic. Alirio Guerra, Coordinador de Relaciones Públicas de la Carrera de Periodismo de la Universidad Tecnológica
En torno a todas las personas, existen conflictos sociales, debido a que estos son inherentes a las
relaciones humanas, eso no implica que toda relación inter-personal sea del todo o parcialmente
conflictiva en todo momento.
Es necesario aclarar que tampoco toda relación conflictiva tiene la misma intensidad y el mismo
tipo de hostilidad o violencia. Los conflictos varían de acuerdo al lugar de origen, a su duración,
su forma de resolución, sus resultados y consecuencias, etc.
Para muchas personas los conflictos son excitantes pues les preocupa la violencia o lo destructivo
de las luchas; observan una colectividad o sistema que se ve amenazado o dañado por un conflicto
y desean descubrir medios para mitigar su carácter destructivo, así mismo, también pueden sentirse
preocupados por las perspectivas o posibilidades de que se produzcan guerras internacionales o
violencia local, por eso para ellos, los conflictos tienden a evaluarse de manera negativa.
Otro tipo de personas se preocupan por la injusticia o la represión ocasionada por ciertos individuos,
quienes se unen a la colectividad para formar grupos conflictivos con el único fin de parar esa
injusticia o reducir la opresión; por lo anterior se deduce que este sector de personas tiene tendencia
a considerar esos conflictos como necesarios o incluso convenientes.
La evaluación de los conflictos en general depende de muchas consideraciones; por ejemplo: de
la unidad con que uno se identifique, de la cuestión identificada y de los medios que se utilicen
para obtener un resultado determinado.
El Medio de Comunicación es mediador entre un sistema político y el pueblo, dividido en los sectores
correspondientes. El Medio comunica y transmite las informaciones que proceden de los interesados
en que la información se dé. El Medio absorbe y transforma la información procedente de la vasta
red de asociaciones, sociedades, grupos, órganos de intereses, personalidades, etc., que componen
el tejido social.
El Medio recoge, interpreta, valora y finalmente transmite informaciones procedentes de asociaciones
culturales, educativas, recreativas, asociaciones, cámara de comercio, empresarios, sindicatos, etc.,
así como de personas que han descubierto algo, etc.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Al hacer esto, un Medio de Comunicación contribuye a que los gobiernos y la sociedad comprendan
que existen problemas que necesitan solución, que existen aspiraciones no satisfechas, que hay
cosas que no funcionan como debe ser; que hay grupos y personas no satisfechas, etc., de esta
forma aproximan esta realidad a las autoridades y media entre los deseos y quejas del ciudadano
y los órganos que puedan atenderlo. El Medio de Comunicación logra así trasladar al sistema político
las demandas del ambiente social en donde expresa sus exigencias, intereses y pone de manifiesto
su apoyo.
El Medio busca y provoca nuevas informaciones, completa las que ha obtenido y toma la iniciativa
de informar al público. Los Medios de Comunicación que han alcanzado cierta madurez no se
conforman con sólo recoger la información sino tratan de mediar entre los diferentes sectores
de una sociedad a través de interrogaciones. Suscita y confronta testimonios diversos y contrapuestos,
investiga hechos, procura seguirlos en el tiempo y en el espacio, más allá de la intención de las
partes interesadas. De esa forma muestran la calidad de los profesionales que lo componen y el
vigor de las convicciones morales que lo animan y en ello se gana la confianza y el respeto de unos
y otros; por consiguiente, el Medio se convierte en interprete y mediador entre la sociedad y lo
público, en que se conforma dicha sociedad de acuerdo a intereses sectoriales.
El Medio de Comunicación, media entre las diversas opiniones, las acerca y las explica (las
opiniones), ejerce una cierta función arbitral al dar la razón a unos y a otros en ciertos puntos, explica
actitudes y reacciones, canaliza irritaciones y, en otros casos trata de tranquilizar e infundir
confianza y favorece la participación de la población en la vida pública.
La comunicación permite que los grupos piensen unidos, que vean unidos y que actúen unidos,
ya que divulga información; que si bien es cierto no logra el cambio social deseado en determinado
momento, pero coadyuva a que los pueblos ganen aptitudes en la tarea de ir construyendo su propio
destino.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
LA PUBLICITACIÓ N DE LO POSITIVO Y CREATIVO EN EL MARCO DE LA COMUNICACIÓ N
Y LAS CRISIS HUMANITARIAS.
Lic. José Miguel Argueta, Catedrático del Departamento de Comunicaciones del Departamento de Comunicaciones de la Universidad
Don Bosco.
Desde el primer instante en que se empezó a narrar, escribir, fotografiar y filmar un hecho histórico,
los propietarios de los medios de comunicación empezaron a organizar sus estructuras para entrar
al mercado mundial, como una de las empresas más prometedoras del futuro. Pero como seres
humanos estamos siempre expuestos a cometer errores, si nos acostumbramos a hacer las cosas
mecánicamente, como en algunos casos de aquellos que hoy en día trabajan para los medios.
Hemos escuchado una serie de ejemplos de conflictos y crisis humanitarias, en donde los medios
de comunicación han actuado en clara complicidad con la sociedad civil y gobiernos establecidos
para ser agentes activos en los procesos de paz. Sin embargo, en nuestra región, algunas radios
y tele-noticieros pretenden ser fiel copia de programas extranjeros. ¿Será que no poseemos
creatividad para realizar mejores programas?. Para todos nosotros, los medios de comunicación
tienen varias funciones que conocemos...¿Pero... realmente conocemos las funciones?, si las
conocemos...¿Tenemos una dimensión clara de ellas?.
A través de nuestra enseñanza hemos conocido y vivido experiencias reales y conocemos estas
funciones, una de ellas es la de informar; sin embargo... ¿ Ubicamos la información en su contexto?,
¿será informar, simplemente, trasladar el hecho frío?...¿Qué se hace con este hecho?...además,
preguntémonos ¿Qué beneficio obtiene la sociedad con este hecho?...y ¿Qué criterios se forman
después de solo escuchar, ver y leer sobre crímenes, violaciones, atentados, conflictos, etc.?
Los hechos hay que informarlos, correcto, ¿Pero bastará sólo eso?.
No obstante, si dentro de las funciones de los Medios se encuentran la de formar, educar y entretener
a la sociedad... ¿Será formativo, educativo y entretenido presentar hechos violentos a la sociedad?,
por otro lado, tenemos la objetividad en la noticia; nos han enseñado a ser objetivos...pero ¿Qué
vamos a entender por objetividad?...¿ Será relacionare informar hechos aislados, a veces provocados
o que son consecuencias de algo que ya sucedió?... ¿Será objetivo no mencionar las relaciones que
tiene un hecho con otro?.
Ahora bien, se dice que los medios de comunicación deben ser imparciales, pero existe otra
interrogante...¿Seremos imparciales, si siempre tenemos que optar por lo que vamos a decir y lo
qué no decimos ?, o ¿Sólo bastarán las dos versiones para ser imparcial?.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Los Medios de Comunicación también son formadores de valores, pero nuestra escala de valores,
con frecuencia queda en último grado al compararla con las exigencias de la información; pienso
que no podemos apartarlas.
Por estas serie de interrogantes y razones expuestas anteriormente, partimos del supuesto de que
se deben abrir espacios para entrar a fondo sobre los aspectos antes mencionados y, lo más
importante, es que debemos ser más creativos y fomentar el positivismo en nuestros futuros
profesionales así como también en los medios de comunicación, para acortar distancias entre
nosotros que somos parte, y enfrentamos directamente la realidad de la comunicación cotidiana.
Sin embargo, me pregunto: ¿Trabajamos por necesidad del dinero o por vocación, apartando los
ideales de ciudadanía del país que queremos?
Se debe hacer un periodismo investigativo para que se abran esas oportunidades, debemos de
pensar, formar, educare informar creativamente buscando lo positivo de los hechos, para mejorar
la sociedad a través de brindarle nuevas dimensiones a nuestros valores morales, espirituales y éticos.
A la vez debemos de aprender a descifrar los signos de estos tiempos para alcanzar esa cultura de
paz que todos los seres humanos queremos.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
¿CÓ MO CONSTRUIR LA SEGURIDAD DEMOCRÁ TICA EN CENTROAMÉRICA?
Ricardo Bracamonte, Coordinador Académico de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera
Hace unos días, los presidentes de los países de la región firmaron la Declaración de Managua en
donde aseguran que lucharán por construir la Unión Política Centroamericana, objetivo por el que
se ha venido luchando desde varios años.
Esta ilusión surgida desde el mismo nacimiento de las cinco Repúblicas Centroamericanas, al inicio
del siglo pasado, parece tomar fuerza de nuevo a raíz, especialmente, del marco globalizador que
inspiran las nuevas corrientes mundiales. La creación de una unidad política lleva consigo políticas
comunes en varias áreas como transporte, el medio ambiente, el problema del narcotráfico, y por
supuesto, el planteamiento de una seguridad política y social para toda la región que garantice
el fortalecimiento de la democracia.
Hay que recordar que la seguridad social y política de un país es base fundamental para el éxito
de cualquier proyecto que se quiera lanzar como Estado. A la luz de las ideas planteadas por nuestro
conferencista, Vicenç Fisas, una de las cosas primarias que debemos preguntarnos en Centroamérica
es ¿de qué estamos inseguros para luego pasar a pensar en la construcción de niveles de seguridad.
¿Qué es lo que más nos aflige? ¿cuáles son las situaciones o instituciones o quizás personas que
nos hacen sentir inseguros en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestro país? ¿le tememos
al presente porque no nos da una plataforma sólida para construir un futuro mínimamente humano?
Fisas nos plantea la falta de trabajo, el deterioro del medio ambiente, la masificación de las ciudades,
la violencia juvenil, el narcotráfico, la precariedad democrática, la escasa participación en la toma
de decisiones políticas, el racismo, la corrupción, la propagación de ciertas enfermedades, las
dificultades para acceder a una educación suficiente y de calidad, la falta de libertades para
expresarnos como culturas. Así como los aspectos más acuciantes y que no tienen solución
mediante los instrumentos militares clásicos, sino solamente a través de medidas políticas, sociales,
culturales y económicas. Todas ellas de largo alcance y que son planificadas y ejecutadas a partir
del fortalecimiento de las capacidades de los organismos civiles para actuar sobre las raíces de los
problemas; es decir, que busquen la mayor participación de la gente para resolver sus propios
problemas.
El segundo elemento indispensable que plantea Fisas para buscar la seguridad y la cultura de paz,
es tratar correctamente y de forma directa las causas que originan la violencia, la disensión y los
conflictos.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
¿Por dónde empezar en Centroamérica? ¿Podemos empezar por la firma de un tratado que haga
saber que todos los centroamericanos nos comprometemos a renunciar a los nombres de cada
país y conformar un nuevo país que se llame Centroamérica? Se borran las fronteras, se acaban
los cinco gobiernos, los cinco ministerios de economía, los cinco ministerios de educación, los cinco
de cada cosa y se forman políticas únicas para la región. ¿O debemos iniciar por lanzar políticas
en cada país que gradualmente lleven al cumplimiento de los mismos objetivos hasta concluir con
un plan regional común?.
En los últimos diez años, dice Fisas, Centroamérica ha sido probablemente el lugar del planeta donde
se han acumulado mayor cantidad de experiencias enriquecedoras y valientes en cuanto a resolución
de conflictos y reconciliación. Con todo y las limitaciones y dificultades que ha traído la firma de
la paz en El Salvador y el reciente acuerdo similar en Guatemala; Centroamérica se muestra como
un ejemplo no sólo por haber abierto la reflexión y el debate sobre la reconversión y la desmilitarización,
sino porque se han tomado iniciativas concretas de cambio que es interesante seguir viendo en
su desarrollo.
Carmen María Gallardo de Hernández,
crear una unión política se requiere
además, se requiere de conformar
ambicioso proyecto, cuyo propósito
para nuestra población».
en un reciente artículo en la Prensa Gráfica, afirma que «para
definir cuáles son los rasgos de la identidad colectiva; pero,
un equipo visionario y estratégico capaz de plasmar este
debe tender ante todo, a favorecer mejores niveles de vida
En el campo de la democracia política, después de los acuerdos de paz firmados en 1992, los avances
en El Salvador han sido sorprendentes; pero todos estamos conscientes de lo difícil que es este
avance. No se trata de un proceso lineal, ni de convencimiento total de todas las fuerzas,
especialmente de aquellas que perderán privilegios o serán descubiertas como causantes de
malversación, de robos, de narcotráfico, de causar la violencia, o de ser responsables de destruir
a gran escala el medio ambiente, etc. . Al contrario, es un proceso de constante forcejeo, de lucha
inclaudicable para que lo poco logrado no retroceda. Cuando se descubre una evidencia de
injusticia, de impunidad, de abuso de poder, se tambalean todos los cimientos del sistema y se
cae en el peligro de la desestabilización y hay fuerzas que prefieren, entonces, que todo siga igual,
porque cortar los frutos podridos es también echar al suelo el árbol completo con todo y raíz. Son
los signos de la transición que se evidencian no sólo en el campo político, sino en el socioeconómico; aunque en este último, los avances, si es que los ha habido, no han ido orientados
a mejorar el bien común.
Para el Centro Interdísciplinario de Estudios Sobre el Desarrollo Latinoamericano -CIEDLA- cuando,
los países de esta región, se vieron obligados a embarcarse en programas más o menos rigurosos
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
de estabilización y reestructuración, las deficiencias estructurales de la seguridad social quedaron
al descubierto en toda su dimensión.
Desde los 80, estos programas de ajuste y reestructuración han venido adquiriendo prioridad en
la mayoría de los países latinoamericanos; mientras que el aspecto social fue dejado de lado a partir
del argumento siguiente: para lograr la estabilidad y el crecimiento a largo plazo era imprescindible
pasar por un agravamiento de la pobreza.
Este planteamiento trajo graves consecuencias que pusieron en serios aprietos a los modelos de
modernización-privatización-globalización, tal es el caso de México; por lo que hubo de plantearse
un cambio sustancial. Se pensó entonces en que una población sana y educada está en mejores
condiciones de contribuir al proceso de producción y reaccionar a los impulsos del mercado,
además, comienza a sensibilizar a los actores internacionales y a tener influencia en la formulación
de los nuevos programas de desarrollo.
Esta es la idea que prevalece en este momento en los países centroamericanos. Hay una carrera
apresurada por hacer ver que tanto la educación y la salud son la prioridad de los gobiernos actuales;
sin embargo, las condiciones económicas, la situación laboral y los actuales niveles de violencia,
echan al traste hasta los mejores pronósticos que puedan hacerse sobre el futuro de la región.
Para el Experto Carmelo Meza-Lago, la seguridad social es un instrumento de la política social que
puede promover tanto el proceso de desarrollo como constituir un obstáculo para el mismo. De
acuerdo a cómo esté diseñada puede dar lugar a un déficit fiscal o favorecer el ahorro y la inversión,
puede aumentar los costos de producción, reduciendo la competitividad de las exportaciones y
estimulando una tecnología capital intensiva, o bien, puede promover la productividad laboral. A
la vez que puede tener un efecto progresivo o regresivo sobre la distribución del ingreso y
consiguientemente sobre la calidad de vida de la población. En este sentido, la seguridad social
se convierte en un instrumento clave para promover la paz social y en consecuencia la estabilidad
económica y política de un país.
Tanto los males generados en todas estas décadas como los planes que se pretenden echar a andar
para resolverlos, adolecen, en casi toda la región, de un mal histórico: la población ha perdido o
ha venido perdiendo, gradualmente, la credibilidad en los que dirigen y ejecutan estos gigantescos
proyectos cuyos millones de dólares han servido más para beneficiar a pocos individuos que para
solventar los problemas nacionales y mundiales.
La población no los apoya porque no tienen credibilidad; ganar credibilidad es el gran reto para
los políticos y para los grandes conductores de las cinco naciones centroamericanas; para poder
echara andar cualquier plan de seguridad social es necesario terminar con la impunidad del sistema
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
de justicia, del sistema financiero, del sistema de ejecución, del sistema de hacer leyes del país;
y eso trae costos y consecuencias incalculables para los mismos que ahora ostentan el poder.
Junto a un plan gradual de recobro de la credibilidad, debe venir obligadamente un compromiso
serio con la democracia y el fortalecimiento de las instituciones que le dan vida. Fortalecer el poder
civil, el pluralismo político, la libertad económica, la superación de la pobreza y de la pobreza
extrema, la promoción del desarrollo sostenible, la protección del consumidor, del medio ambiente,
y del patrimonio cultural. Debe haber un compromiso también con la erradicación de la violencia,
la corrupción, la impunidad, el terrorismo, la narcoactividad y el tráfico de armas, el establecimiento
de un balance razonable de fuerzas que tome en cuenta la situación interna de cada Estado y las
necesidades de cooperación entre todos los países centroamericanos para garantizar la seguridad
social; así reza el Tratado de Seguridad Democrática de Centroamérica, que las cinco naciones, en
1991, suscribieron.
Junto a estos compromisos, la UNESCO ha venido planteando en el mundo la necesidad de una
Cultura de Paz, a fin de ir creando en la niñez y la juventud valores, actitudes, comportamientos
y medios de vida basados en la no violencia y en el respeto de los derechos fundamentales, las
libertades de todas las personas, la comprensión intercultural, la tolerancia, la solidaridad y la plena
participación de hombres y mujeres.
La tarea no es nada sencilla, quizás, por la gravedad del problema, las actuales generaciones nos
toca el sacrificio de iniciar un cambio radical, con no pocas dificultades, porque en muchos casos
significa exponerse frente a fuerzas que tienen mucho poder y muchos privilegios que difícilmente
querrán dejar así por así.
Este compromiso debe superar las palabras bonitas y los acuerdos trascendentales que se firman
luego de una reunión de dos días de los mandatarios centroamericanos, más por llenar una exigencia
con organismos internacionales que por tratarse de un verdadero interés en cambiar las cosas.
Estos pueblos están cansados de declaraciones, quieren hechos que resuelvan los acuciantes
problemas que nunca o en muy contadas ocasiones, han permitido vivir en auténtica paz.
Si leemos el Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de Organización de Estados Centroamericanos,
de 1991, nos vamos a encontrar en el papel con un modelo de Centroamérica que jamás lo hemos
visto, con una democracia soñada, con una Centroamérica en donde la angustia del desempleo,
la dura realidad del sub-empleo y la traumática experiencia de la inseguridad social en todos los
sentidos, no existen ni siquiera por asomo. Es necesario lanzarnos a la acción, Centroamérica no
puede esperar. Los organismos internacionales, desde su propia competencia, deben colaborar a
hacer cambiar las cosas. Gallardo de Hernández escribe en su artículo: «Para alcanzar este desafío
comunitario se requiere desbloquear las ideologías, operar cambios en la mentalidad de los
tecnócratas, definir objetivos comunes y abrir espacios de participación a la ciudadanía.»
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
LA CULTURA DE LA VIOLENCIA COMO GENERADORA DE CONFLICTOS
José Miguel Cruz, Director del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.
Introducción
El problema de la violencia social que actualmente ha llamado poderosamente la atención de la
sociedad salvadoreña no es nuevo en nuestra realidad. De acuerdo a las estadísticas oficiales de
la Organización Panamericana de la Salud, en los años setenta, mucho antes de que se desarrollaran
los mayores conflictos bélicos del área centroamericana, El Salvador ya acusaba un elevado índice
de muertes por violencia intencional que lo colocaba a la cabeza de las estadísticas regionales para
esas épocas. La tasa salvadoreña de muertes por homicidios rondaba las 30 muertes por cada 100
mil habitantes; mientras que países como Colombia y Brasil no superaban a las 25/1OO mil. De
hecho, estudios históricos han señalado que la violencia en El Salvador se remonta a decenas de
años, más allá del inicio del siglo XX (ver Alvarenga, 1996); las repetidas ocurrencias de masacres
y exterminios poblacionales como la de 1932 (ver Anderson, 1976) son pruebas fehacientes de que
la violencia es un elemento inveterado en la vida social salvadoreña.
Sin duda, la guerra civil salvadoreña, con un costo de más de 70 mil muertes, tuvo un impacto
en el aumento de los niveles de violencia, ya elevados que tenía nuestro pequeño país centroamericano,
pero no sólo eso. Quizás una de las contribuciones más nefastas del conflicto bélico fue la
exacerbación de una cultura de violencia ya existente. En tal sentido, la guerra no sólo tuvo un
costo en vidas humanas y en recursos materiales, sino que también y a juzgar por las dimensiones
del problema en la actualidad, también dejó una impronta muy grande en la conciencia social
salvadoreña. Los Acuerdos de Paz pusieron fin directamente al enfrentamiento armado que
ocasionaba las pérdidas humanas y materiales en ese momento; pero no pudo revertir el impacto
que las mismas habían causado en la población y no preparó a la sociedad para hacerlo.
En esta breve exposición trataré de subrayar la importancia de la permanencia de esa cultura violenta
- que tiene a la nación salvadoreña como una de las sociedades más violentas del continente
americano (ver Iglesias, 1997) y cómo ésta se sigue perpetuando en la conciencia ciudadana
cobrando más víctimas en la actualidad.
Algunos datos de la realidad
Hagamos, antes de proseguir, una revisión de lo que nos dicen los registros y estadísticas formales
en el caso salvadoreño en comparación con otros países. Según los datos de la Organización
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
de salud (ver Situación de Salud en las Américas. Indicadores básicos 1995), en nuestro país, de
tan sólo seis millones de habitantes se ostenta el segundo lugar en la tasa de muertes de personas
de sexo masculino por causas externas (homicidios, accidentes y suicidios) en todo el continente
americano, sólo después de Colombia. La misma organización, en su reporte Las Condiciones de
Salud en las Américas, edición de 1994, vol. 1, revelaba que El Salvador mantenía el segundo lugar
en homicidios dentro de la estructura relativa de mortalidad por causas externas. Lo anterior quiere
decir que en este país la gente se muere - y, sobre todo, se asesina - con mucha facilidad y con
una elevada frecuencia.
Ahora bien, alguien podría dudar de las fuentes desde las cuales, OPS obtiene los datos para
construir sus indicadores estadísticos. Veamos, entonces, otra fuente: la Fiscalía General de la
República. Los registros preliminares de la fiscalía revelan un total de 7,877 homicidios durante
el año de 1995, lo que significa que en ese año murieron asesinadas intencionalmente un promedio
de 21 personas diariamente en todo el país. Sumemos las muertes reportadas por la Fiscalía en 1994,
cuando ascendieron a 9,135, y tenemos un total de 17,012. Con éste cálculo se tiene inclusive que,
en El Salvador, murió asesinada una persona cada hora en los últimos dos años. Sin embargo, un
cálculo más revelador es el que resulta cuando vemos los datos de violencia en perspectiva regional.
Sobre los mismos datos de la Fiscalía es posible contextualizar, de forma regional, cuando se
comparan las cifras con otros países del área. Se puede construir una tasa bruta de homicidios a
partir de los datos anteriores de la Fiscalía y compararla con otras regiones de América, y el resultado
es muy elocuente. La tabla presenta tasas brutas, no ajustadas. Si hiciéramos el cálculo con ajuste
de edad y sexo, tomando hombres entre 15 y 30 años de edad, la tasa salvadoreña sería
exponencialmente más alta.
Ahora bien, cualquiera podría desestimar esos datos citando la cantidad de muertes diarias en
ciudades como Río de Janeiro, donde ciertamente es muy alta; pero una cosa es morir asesinado
en una ciudad de 15 ó 18 millones de habitantes y otra cosa en morir asesinado en una ciudad
de un millón y medio de habitantes o en un país de sólo 6 millones de habitantes.
¿Cuáles son las causas de todas esas muertes ?, ¿es que acaso todos los homicidios están relacionados
con asaltos, robos, secuestros y violaciones? Según los registros llevados por el Instituto de Derechos
Humanos de la UCA, sólo el 35 por ciento de las muertes violentas reportadas por la prensa nacional
el año pasado, estaban asociadas a un hecho delincuencia¡. El resto de muertes se dieron en
circunstancias muy diversas, tales como el enfrentamiento de maras, el ataque sin más con fusiles
o granadas a un grupo de personas, ejecuciones sumarias, etc. Tales situaciones no siempre
aparecen asociadas al robo y al asalto.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Veamos ahora los registros del Instituto de Medicina Legal , de los 1,934 cadáveres reconocidos
en la zona metropolitana de San Salvador durante 1995, el 70 por ciento de ellos fueron a
consecuencia de un asesinato (en diversas circunstancias) y - en menor medida - de un suicidio,
pero el 30 por ciento de los mismos habría muerto a consecuencia de un accidente de tránsito,
cuyo número bruto es alto. Medicina Legal reconoció 600 cadáveres por accidentes de automotores
en San Salvador. Esta cifra podría ser minúscula comparada con los registros de otros países. Sin
embargo, al comparar el parque de automóviles que existe en el país con el de otras naciones,
inclusive de Centroamérica, fácilmente se puede ver que en este país mueren exponencialmente
más personas por vehículo que en cualquier otro lugar. De acuerdo a un estudio de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), en 1991, El Salvador mantenía la segunda tasa más alta de muertes
por accidentes de vehículos de motor, sólo después de Venezuela. Esto en cifras es de 20 muertes
por cada cien mil habitantes. Por tanto, morir violentamente en El Salvador parece ser un hecho
muy probable.
Entonces, viendo todos los datos anteriores, hemos de preguntarnos: ¿puede alguien en estos
tiempos decir que el nuestro es un país pacífico?, ¿es que acaso, el haber logrado los Acuerdos
de Paz nos ha convertido realmente en un ejemplo de sociedad en paz y reconciliación?, ¿hemos
logrado construir una cultura de paz que merezca ser exportada? No, en nuestra humilde opinión,
porque donde quiera que se mire, la violencia ha estado conviviendo en este país, aún después
de cinco años de la firma de la paz, y la verdad es que pareciera que cada vez estamos aún más
lejos de ser un país pacífico. Y esto porque paz significa, en primer lugar, la erradicación de la
violencia y de la cultura de la violencia.
La cultura de violencia
Por cultura de la violencia esencialmente puede entenderse todo aquél conjunto de actitudes,
normas y valores que posibilitan el uso de la violencia como comportamiento legítimo e, inclusive,
lo impulsan. En otras palabras, se trata de una forma especial de pensar y de interpretar la realidad
que permite que las personas acudan al uso de la violencia como una herramienta de interacción
con otras personas. Una ejemplo típico de cultura de violencia se puede encontrar entre las pandillas
juveniles, no tanto por la frecuencia con que la usan sino porque ésta es un constitutivo esencial
de su forma de relacionarse. Los pandilleros, por ejemplo, deben pasar por pruebas que involucran
el uso de la violencia para ser aceptados dentro de su grupo, y en la mayor parte de los casos la
utilización de comportamientos violentos no sólo está permitido sino también requerido.
En El Salvador, la guerra exacerbó esta cultura, Si antes los salvadoreños acudían a la violencia
como una forma alternativa para conducirse socialmente y para lograr algunos objetivos o resolver
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universal y efectiva para resolver los conflictos era la violencia. Muchas personas y especialistas han
desestimado el impacto de la guerra diciendo que ésta sólo afectó a los antiguos combatientes
y la población civil que directamente se vio afectada por las operaciones militares. Esto no es cierto.
La guerra transmitió, inclusive a aquéllos que nunca se vieron involucrados directamente en un
hecho violento, que el uso de la misma podría ser provechoso para poder tener dominio y autoridad
sobre los demás. En una sociedad tan excluyente como lo es la salvadoreña, esto se convirtió en
una herramienta útil para recobrar perversamente una parte del poder social perdido.
Así, el conflicto no sólo enseño a sus participantes directos en las técnicas y estrategias bélicas,
esto es, no sólo adiestró a soldados y guerrilleros en las maneras marciales; sino que, además, fue
demostrando a la población lo eficaz que se podía ser al hacer uso de la agresión y fue educando
a las nuevas generaciones, nacidas en tiempos de guerra, que un comportamiento válido y legítimo
podía ser el agresivo, aunque esto fuese en contra de la legislación y las normas formalmente
establecidas. Por ello, hay que traer a cuenta que la tan repetida pérdida de valores morales como
causa de los males sociales y, en especial, de la violencia, puede tener algo de sentido, sólo si se
considera que los llamados valores perdidos (que nadie sabe definir con certeza) han sido sustituidos
por otros valores que privilegian otros comportamientos y actitudes que, al final, para ciertos
sectores de la población han resultado ser más eficaces y más útiles para conducirse en su medio.
De alguna manera, esto ha pasado en nuestra sociedad. No será nada atrevido entonces que a pesar
del fin de la guerra y de los supuestos esfuerzos por crear una «cultura de paz», la violencia postbélica no es nada nuevo; por el contrario, se ha institucionalizado en el país. En otras palabras,
la violencia es ya una institución social.
Lo anterior quiere decir que lo que antes constituía una manera concreta de actuar en ciertas
circunstancias y en ciertos grupos específicos de la población para resolver sus problemas y sus
diferencias o para satisfacer sus necesidades, se ha venido convirtiendo en una pauta habitual de
comportamiento de toda la sociedad y se hace normativa de la misma. Con la institucionalización
se crea la cultura de la violencia, la cual se encarga de reproducir y extender las normas y los valores
aprendidos a través de sucesos especiales de la historia de una nación y que, mediante la
institucionalización, llegan a cristalizarse y a convertirse en «lo normal»; lo que es anómalo llega
a convertirse en la regla. Bajo la institución social violenta, el comportamiento de los ciudadanos
queda definido en roles, recíprocos y complementarios entre sí, inclusive regulados por normas
tácitas que llegan a imponerse por sobre el orden legalmente constituido. Pero la cultura de
violencia no sólo se refiere a la forma institucionalizada más o menos agresiva en que reaccionan
las personas frente a otras; la cultura de violencia se origina desde la forma en que el Estado mismo
ejerce sus funciones y legitima el uso de la fuerza y la violencia para lograr ciertos objetivos bajo
la justificación de promover un estado de derecho donde prevalezca el orden. En este sentido, el
Estado puede promover la cultura de violencia en la medida en que responde a las demandas
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sociales, sean éstas justas o injustas, de la misma agresiva manera. Es más, la reciente aprobación
de la Ley de Emergencia es un claro ejemplo de lo anterior.
En una situación de violencia informal -aunque cada vez más formal- como la que está viviendo
El Salvador, y de lo difuso de sus causas, los roles están claramente definidos socialmente: por un
lado, los delincuentes; por otro, la gente honrada; y, también cabría mencionar, a las autoridades.
No obstante, con la institucionalización, todos esos actores hacen uso de la violencia para
relacionarse en la sociedad salvadoreña y todos la justifican, a su manera. Lo que cambia es la
finalidad expresa. De ahí se tiene que para las autoridades pueda ser legítima la solicitud de
aprobación de la pena de muerte, a pesar de que al hacerlo se acuden a los mismos métodos que
se pretenden combatir.
Sin embargo, la elaboración ideológica que se ha hecho de la violencia al centrarla exclusivamente
en el crimen, sobre todo en la delincuencia común ignorando el crimen organizado o la corrupción
en las instituciones del Estado, ha supuesto la definición de valores que exaltan la fuerza y la
represión ante cualquier asomo de desorden; que estimulan la paranoia y la intolerancia, las cuales
suponen también el estímulo de comportamientos violentos ante cualquier asomo de sospecha.
Pero sobre todo, la elaboración ideológica de la violencia está permitiendo que el Estado legitime
nuevamente, sin duda con el apoyo de los ciudadanos, el uso de su fuerza para controlar a una
parte de la misma población, lo que pone en serio peligro a la institucionalidad democrática del
país; además de que induce a ignorar la responsabilidad de los ciudadanos comunes en la
prevalencia del problema.
Así, repetimos, no todas las muertes y agresiones que sufren los ciudadanos salvadoreños tienen
su raíz en el intento de asalto cometido por un joven psicópata traumado por la guerra. Se ha
probado que la mayor parte de la violencia, aún en las sociedades más patológicas, tiene fines
instrumentales; es decir, no se mata por el placer de matar o por una crisis esquizoide, por lo general
se asesina porque se quiere lograr algo, para llegar a un objetivo; lo que está pasando en El Salvador
es que la institucionalización misma está convirtiendo esto en una práctica universal para resolver
cualquier conflicto; es decir, lo que comenzó como práctica esporádica con fines instrumentales
en situaciones límites, se ha extendido de tal forma que ahora matar por robar un par de zapatos
o porque el otro no es tolerado por ser un homosexual o miembro de una familia equis, es ya una
práctica común cuando no obligada.
Un ejemplo concreto de lo anterior puede ser ofrecido por una investigación reciente del Instituto
Universitario de Opinión Pública de la UCA, la cual reveló que, preguntados sobre distintas
condiciones, algunos salvadoreños dicen estar dispuestos a matar (ver IUDOP, 1997). En concreto,
el 15 por ciento de los residentes del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS) - una de las
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el 15 por ciento de los residentes del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS) - una de las
regiones más violentas del país - dijo que aprobaría que una persona matase a otra que puede
resultar indeseable - léase homosexual, pordiosero, demente, etcétera - y un 55 por ciento, un poco
más de la mitad de la población urbana dijo que no aprobaría este asesinato, pero sí lo entendería;
más aún, casi el 40 por ciento de los consultados dijo que aprobarían matar al alguien que violó
a un pariente y otro 40 por ciento afirmó que no lo aprobaría pero que sí lo entendería.
La misma investigación encontró que buena parte de la población justifica el uso de la violencia
dentro del hogar y por parte de las autoridades. Por un lado, varios ciudadanos justificaron el uso
de golpes para corregir y castigar a los menores y a su pareja; por otro lado y, como un dato
sorprendente, más del 10 por ciento de los ciudadanos estaría de acuerdo con que la policía torture
a un sospechoso con tal de obtener información.
Todo lo anterior no hace sino reproducir más violencia, porque alimenta los patrones sociales que
la justifican. La mayor parte de la violencia no comienza desde las calles, sino que desde la propia
familia u hogar y, en buena medida, es justificada oficialmente cuando las autoridades abogan por
la pena de muerte y la mano dura hacia los delincuentes antes de desarrollar programas de
prevención. La cultura de la violencia, entonces, se perpetúa a sí misma, porque la sociedad no
encuentra otras maneras responder a la agresión y, para muchos, la paz se convierte en sólo un
valor vacío, válido como ideal pero inoperante como forma de comportamiento social.
Las respuestas a la violencia
Con todo lo anterior, es necesario comprender que para combatir efectivamente la violencia en
nuestro país, la medida adecuada no está en responder con más agresión pues es bien sabido que
la violencia sólo produce más violencia - aunque esto no niega que la sociedad deba tener sus
mecanismos de coacción como recurso, de última línea. En este punto, hemos de estar conscientes
que la respuesta debe ser tan compleja como el problema mismo y que reducirla sólo a una respuesta
represiva sólo contribuirá a empeorar el problema.
Es necesario entender que el tratamiento hacia la delincuencia pasa por la revisión de las actitudes
propias que estimulan el uso de la agresión, la ofensa y la provocación por sobre las otras conductas.
En tal sentido, es necesario que la gente comience a “desaprender” sobre las “ventajas” del uso
de la violencia. Esto no sólo implica organizar campañas de concientización por los medios que
les recuerden a los ciudadanos sobre las desventajas del uso de la violencia o sobre las consecuencias
de la utilización de la misma; sino que implica demostrar, con la práctica que el ser pacíficos puede
traer más beneficios a largo plazo.
Claro está, el esfuerzo de restablecer - en algunos casos, establecer por primera vez los - valores
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por el sendero de las buenas intenciones y llamados, deber ser fundamentado sobre un trabajo de
modificación de las condiciones que hacen que nuestra sociedad sea un modelo de exclusión social.
En otras palabras, no se puede pretender que los salvadoreños aprendan nuevos “valores” y normas
de convivencia social, si no se erradican las condiciones que hacen que la cultura de la violencia
pueda tener vigencia y legitimidad.
Es imperativo no sucumbir ante la histeria de la violencia generalizada, para no olvidar que la
violencia tiene parte de su raíz en las frustraciones de buena parte de la población derivadas de
su lucha por la supervivencia en situaciones de marginalidad, pobreza e injusticia estructural, y que
a pesar de los cambios políticos las condiciones siguen siendo iguales. No se debe pasar por alto
que mientras no se ataque de una vez por todas esas condiciones, la delincuencia y la violencia
seguirán larvando las relaciones sociales y debilitando el tejido social.
De otra forma, lo que seguiremos teniendo en este país no será un difícil proceso de posguerra,
como tampoco paz o reconciliación, será - en el mejor de los casos - lo que habremos de llamar
la informalización de la guerra. Y entonces, ¿ tiene sentido clausurar oficialmente el «proceso de
paz modelo para el mundo» con semejante saldo?, ¿es que ha terminado la guerra? Está claro que
los que matan y los que mueren no tienen estatus de fuerza beligerante. Pero no se podrá negar
que son parte de una guerra social - una «guerra social». No la guerra de los ejércitos o la guerra
de guerrillas, pero sí una guerra nacional, difusa, no oficial. Una guerra de combates no orgánicos,
sin ideas y sin proyectos de sociedad. Una guerra que nos está empujando a un grotesco
enfrentamiento de los bien vestidos contra los mal vestidos.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
UNA COMUNICACIÓ N PARA OTROS DESARROLLOS, LINEAS DE COMUNICACIÓ N PARA
TRABAJAR EL DESARROLLO
Nataly Guzmán, Catedrática de Comunicaciones y Periodismo, Departamento de Letras y Comunicaciones Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas”.
Proponer y realizar acciones de desarrollo apela a la construcción de relaciones subjetivas de
comunicación entre los que participan en ellas. Estas relaciones deben considerarse, aunque sean
difíciles de planificar. Aquí radica en gran parte el éxito o el fracaso de un proyecto de desarrollo.
Y aquí está también el punto clave para descubrir si el desarrollo de las naciones del primer mundo
es sostenible o no para el planeta. Esta exposición está basada en los temas sobre comunicación
y desarrollo que explica la comunicadora peruana Rosa María Alfaro en su libro “Una Comunicación
para otro Desarrollo”.
En primer lugar, se presentará una definición tradicional de comunicación (esquema unidireccional
emisor-canal-receptor), que siempre se asocia con medios de difusión masiva. Luego, una definición
de comunicación más directa que implica una relación más cercana e inter-personal, donde los
emisores son receptores y perceptores, y donde los perceptores son emisores al mismo tiempo.
El concepto de desarrollo con el que trabajaremos presenta la estrecha relación que hay entre los
procesos culturales y la comunicación (relación comunicación-cultura). No es un desarrollo
eminentemente ligado a la tecnología, sino que un desarrollo relacionado con la subjetividad, la
objetividad y la identidad sociocultural, que pueda integrar los diversos ámbitos de la vida en
sociedad. También se presentarán una serie de líneas estratégicas sobre cómo trabajar las comunicaciones en beneficio del desarrollo, según Rosa María Alfaro, y en qué espacios utilizarlas.
Las acciones de desarrollo suponen actividades constantes, cambiantes y cotidianas. En la relación
comunicación-desarrollo no hay sujeto pasivo, puesto que siempre media una relación activa. Por
tanto, hay que preguntarse qué papel se asigna a los destinatarios y qué relaciones posibles de
desarrollo hay que promover. Esas relaciones seguramente serán asimétricas, puesto que cada
proyecto de desarrollo va construyendo a cada participante, sus expectativas y sus demandas. Para
lograr esto hay que aceptar y procesar todas las diferencias que toda acción de desarrollo supone.
La comunicación es precisamente la que va distinguiendo y definiendo las homogeneidades y sus
disidencias, los acercamientos y las lejanías de todos los que están involucrados en un proyecto
de desarrollo. Esas relaciones comunicativas se van definiendo espontáneamente, llegan a formar
parte de la vida diaria y a convertirse en costumbres reales. Observando el papel de la comunicación
dentro del desarrollo, nos podemos dar cuanta que hay distintas formas de comunicarse, y que
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
por consecuencia hay diversos tipos de desarrollo. No existe un tipo único de desarrollo que pueda
asegurar el éxito de los proyectos.
¿Qué entendemos por comunicación ? Hay dos caminos distintos para comprender qué es la
comunicación y qué papel juega en la sociedad.
El primer camino es el tradicional: entender la comunicación como difusión y efectos. Esta
concepción nos remite inmediatamente a medios de difusión masiva o a campañas de desarrollo;
sin embargo, en ambos casos partimos de una visión instrumentalizada y dogmática de lo que puede
lograr la persuasión. Los críticos de esta concepción de comunicación consideran que esta visión
no profundiza en la conexión entre medios y sociedad, entre comunicación y acción cultural, entre
producción y consumo (reproducción) dentro de la vida diaria. También critican que, esta forma
de entender la comunicación, es muy reducida puesto que la piensa exclusivamente desde el punto
de vista del emisor, condenando al receptor a ser un sujeto pasivo que no realiza operaciones de
intercambio, interpretación o reutilización de los mensajes percibidos.
La otra forma de entender la comunicación la plantea como una relación compleja e interactuante entre la sociedad, los medios que utiliza y las inter-relaciones entre los sujetos. En teoría,
esta visión supera el reduccionismo del camino anterior, principalmente porque parte de una
relación entre comunicación y cultura. Esto implica entonces que se toman en cuenta las relaciones
socio-culturales -objetivas y subjetivas- de los sujetos y de los grupos sociales. Desde esta interpretación,
las acciones comunicativas crean cultura y construyen interacciones políticas y procesos de
organización social.
De esta manera se entiende que entre emisores y receptores existen complicidades; inter-relaciones
sociales cotidianas, políticas y culturales. La comunicación como proceso y no sólo como plataforma
para lanzar mensajes convierte a los sujetos en emisores y receptores a la vez. Ese mecanismo abierto
vuelve a la gente interlocutores activos que no pierden su propia forma de ver las cosas, para obtener
sus propias conclusiones y construir sus propios símbolos. Esto último es lo que se necesita
comprender para que los proyectos de desarrollo tengan éxito: cada individuo o cada grupo
específico percibe, siente y asimila la realidad y sus necesidades de forma distinta. Rosa María
Alfaro67 explica que al interior de las diversas relaciones establecidas durante acciones y discusiones
de desarrollo y sus respectivas inter-locuciones, se van construyendo consensos, acuerdos, valoraciones,
pero también se establecen resistencias espontáneas, diversos malentendidos, todo lo cual delimita
un campo comunicacional que justifica una intervención educativa importante.
67.
R. M. Alfaro, “Una Comunicación para otro desarrollo, para el diálogo entre el norte y el sur”, Asociación de Comunicadores Sociales
CALANDRIA, Ed. Abraxas, 1993.
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Esta segunda interpretación de la comunicación implica a su vez dos líneas. Una de ellas se centra
en el movimiento y la organización popular, heredera de los movimientos de comunicación
alternativa de la década de los setenta. La segunda, que se centra más en lo masivo y en la opinión
pública, está involucrada con la relación comunicación-cultura, con la recuperación y la relectura
de lo masivo que desarrolló en los años ochenta Martín Barbero.
Si queremos afrontar el fenómeno del desarrollo desde nuevas perspectivas integrales, hay que
integrar esas dos líneas como dos dimensiones del ser humano. Esas dimensiones distintas en cada
persona son la individual y la colectiva. La individual, más superficial y cotidiana, está relacionada
con las ofertas masivas de los medios de difusión colectiva, porque afecta al entretenimiento, al
placer y a las motivaciones que se mueven a través de las imágenes de los medios. La colectiva
apela a las formaciones más organizativas, y compromete el sentido de la utilidad individual con
la vida, la racionalidad política y la formación de instituciones dentro de la sociedad.
La clave de la liberación de los sujetos es la interconexión que establezcan entre sí, por lo que deben
dialogar e interpelarse. De esta manera pueden surgir nuevas perspectivas para el desarrollo: se
redescubre la importancia de conocer al receptor y beneficiario de los proyectos, pero estudiando
el conjunto de relaciones inter-subjetivas que surgen en los proyectos entre los diferentes participantes.
Esto supone permitir flexibilidades y etapas de desarrollo de esa inter-subjetividad en los planes,
la implementación y la evaluación de los proyectos. Esta actitud exige partir de la realidad concreta
para volver a ella en el diálogo y en los escenarios públicos, porque estos son caminos metodológicos
para la construcción de creencias simbólicas que facilitan la comunicación entre realizadores y
beneficiarios de los proyectos de desarrollo.
Por tanto, cuando se trabaja en esta línea estamos hablando de dos tipos de proyectos:
Los que asumen una estrategia comunicativa de impacto sobre los sujetos, que apuntan a
conseguir efectos y difundir mensajes o estímulos, para conseguir resultados en la vida emotiva
de la gente;
Y los que apuntan a que la eficacia sea un resultado logrado por los sujetos desde una línea
de diálogo e inter-relación con carácter interrogante y sin presentar mensajes listos, sino que
mensajes que apelen a la actividad de los sujetos para que movilicen sus mentes estructural
y coyunturalmente.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
La comunicación como relación para el desarrollo
Partiremos de un concepto de la comunicación como dimensión básica de la vida y de las relaciones
humanas y socio-culturales, base de las inter-relaciones objetivas y subjetivas de los sujetos
individuales y grupales. Todo tiene un significado y toda acción de desarrollo se produce un
conjunto de relaciones diversas y complejas. Cada acción y cada relación produce interacción,
moviliza al sujeto, lo hace seleccionar, modificar interpretar, valorar, apropiarse y usar otras
características concretas y cotidianas.
De esto se desprende entonces que no existen esos hechos concretos de la vida -y de las acciones
para el desarrollo- que no comprometan la subjetividad y la interacción de varios. Esas relaciones
definen las identidades, los modos de incorporarse a los procesos de socialización y a la definición
de la vida cotidiana y sus cambios. Es en las relaciones comunicativas donde se compromete la
construcción de la identidad individual y colectiva, puesto que desde ellas es que se modifican y
se construyen las formas de ser y de comportarse.
Hay una estrecha relación entre cultura y comunicación, entre sociedad industrial y cultura de
masas, entre identidades que se forman de manera inter-actuante a través de relaciones personales
y colectivas directas e identidades que se constituyen a partir de la exposición a los medios masivos.
La cultura es cambiante y está incorporada subjetivamente dentro de los sujetos. Son esos sujetos
los que ayudan a construirla, porque la cultura de masas no es exterior a ellos. A partir de la cultura
de masas se van construyendo las identidades individuales y colectivas, por medio de múltiples y
contradictorias experiencias hechas de homogeneidades y de diferencias.
De ahí surge el hecho de que América Latina se haya vinculado a la modernidad de una forma muy
particular: los sujetos son tradicionales para algunas cosas y modernos para otras, y este continente
se está incorporando a la modernidad conjugando imágenes electrónicas con analfabetismo.
El desarrollo es en este caso una intervención cultural, aunque el problema atendido sea muchas
veces económico y puntual. Habrá que preguntarse entonces qué tipo de diálogo cultural induciremos,
qué reordenamiento de la lógica planificadora debemos proponer para que los sujetos del desarrollo
se manifiesten desde su lugar para cuestionar, ubicar y usar los objetivos de los proyectos.
Las estrategias de intervención social se conforman desde el reconocimiento de que entre unos y
otros no se pueden eliminar las diferencias para imponer criterios únicos, porque siempre hay
divergencias. La comunicación es una relación que se gesta, se reproduce y que cambia. Es esa
misma heterogeneidad del continente la que puede fomentar una interacción mucho más densa
y rica en la igualdad de oportunidades y derechos en el desarrollo de las sociedades. Esas diferencias
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
sólo se pueden entender si se crean relaciones de respeto y pluralidad. Se necesita de proyectos
de desarrollo donde se expresen esos múltiples sujetos y sus identidades, garantizando el ejercicio
de la auto-estima y del diálogo.
En cuanto al aspecto educativo de los proyectos de desarrollo, Rosa María Alfaro 68 explica que
actualmente se hace un énfasis excesivo en un proceso educativo racionalizante y centrado en el
habla, que no le da importancia a la subjetividad ya los complejos y diversos modos de inter-relación
entre los sujetos. Por esta razón, ella sugiere que cada proyecto de desarrollo incluya una estrategia
comunicativa precisa que defina las relaciones que deben construirse, los métodos, sus etapas, sus
posibles conflictos y soluciones, sustentados en diagnósticos sociales y comunicativos que aborden
la inter-subjetividad de las personas (la subjetividad compartida por un grupo).
El papel de los medios dentro de la comunicación para el desarrollo
Las comunicaciones para el desarrollo ayudan a re-conceptualizar el papel de los medios en la
sociedad. Se trata de examinar qué papeles nuevos están adquiriendo, y cómo se inter-relacion en
con los consumidores en sus diversos entornos. No puede haber proyecto de desarrollo que no
considere a los medios ni a los cambios que están ocurriendo en la conformación de las culturas
políticas.
Los medios son necesarios porque la sociedad requiere de espacios de intercambio, de información
unificada para construir y consolidar los consensos del poder. Los medios y la sociedad se influyen
mutuamente de manera compleja. Los medios promueven el autoritarismo que está aceptado
subjetivamente en la sociedad. Por eso los medios no son los culpables de todo, ellos no crean
realidades, sino que las representan y recrean, sugiriendo determinados sentidos. Los medios
comparten la vida cotidiana de las personas, comprometiendo entonces lo estético, lo afectivo, lo
individual. Por eso entre medios y personas se establecen diálogos en los que los medios adquieren
la función de mediadores.
A través de los medios se conocen personajes, personalidades, instituciones, problemas, etc. aunque
sea superficialmente. Lo que ofrecen sirve para pensar la vida propia, reconocerse en las imágenes
y datos, comprenderse y compararse, ver a otros y comparar, afirmar o negar, dudar o cambiar
de opinión, obtener temas de conversación, relacionarse con lo nuevo frente a lo tradicional. En
esa interacción es como se forman gustos, valores y relaciones.
El receptor-perceptor produce valoraciones, porque los medios inter-actúan con los públicos más
allá de ellos mismos y de sus intereses. Las dos claves de la recepción son aquí placer y utilidad.
68.
Anteriormente citada.
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
Desde el placer, la cultura transita libremente con una gran apertura. Los intercambios que los
medios permiten producen un cambio cultural que aunque es variado, también contribuye a fijar
formas tradicionales de comunicarse. Los medios ayudan a entender lo que se vive.
Por otra parte, hay que tener muy en cuenta que en los últimos años, los medios de difusión masiva
constituyen los nuevos escenarios políticos donde se construye el poder. La política se ha trasladado
desde las instituciones tradicionales al ámbito de los medios. Los periodistas, a su vez, tienden a
convertirse en nuevos líderes de opinión.
La fascinación que estimulan los medios sucede a partir de coyunturas políticas, de la noticia. Nunca
se cuestiona la globalidad, la relación entre noticia y contexto, o las diferentes formas de vivir un
suceso. Hay entonces una desproporcionada relación entre la cantidad de información dirigida al
sujeto y la cantidad que este interpreta para definir sus valoraciones políticas, lo que crea sujetos
des-informados (hiperinformación).
Líneas de trabajo de la comunicación para el desarrollo
No hay fórmulas infalibles para el éxito de los proyectos de desarrollo, pero existen algunos aspectos
o líneas básicas sobre cómo trabajar la comunicación para lograr el desarrollo.
a. Desarrollo Institucional: Las diversas instituciones viven dificultades varias para seguir
existiendo, para mantener una comunicación interna que les cohesione, para llegar a consensos
y trabajar colectivamente. No se puede apuntar al cambio y al desarrollo sin asumir la generación
de democracia y la formación de instituciones fuertes, la existencia de redes de agrupación de
diverso tipo que ganen fuerza y sostengan a la sociedad. Para lograr esto, las instituciones deben
procurar la continuidad y las transformaciones de mayor alcance al mismo tiempo.
La comunicación tiene un papel clave para generar una cultura democrática real. Es importante
que se conozcan y que se manejen reglas y normas de la institucionalidad. Aprender a hablar para
otros y no sólo para uno mismo constituye un quehacer práctico y metodológico: hay que
comprender a los diversos actores con los que una persona se relaciona, para saber adecuar las
palabras a la realidad objetiva y subjetiva de otros, sin perder la identidad.
Otra dimensión del trabajo comunicativo es la relación entre los espacios privados y públicos, en
el uso de la palabra y de la conducción en diversos espacios y momentos que le conciernen al sujeto
y a las colectividades.
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la Prevención de Conflictos v la Cultura de Paz
La iniciativa de usar los medios de comunicación, el diseño de estrategias comunicativas y la
formación de algunas instituciones comunicativas medianamente sólidas (gabinetes o secretarías
de prensa, propaganda, etc.) conforma una especialización que la comunicación aporta a la
formación de instituciones y a la generación de una cultura democrática dentro de ellas.
Enseñar a confiar, a establecer negociaciones de diverso tipo, permite trabajar las articulaciones
subjetivas de la sociedad. No basta organizarse, hay que trabajar la dimensión educativa y
comunicacional que aporta a construir redes de mayor confianza y sólido trabajo colectivo.
b. Desarrollo local: En los planes de desarrollo local, la comunicación todavía no está considerada
como un aspecto estratégico. La utilizan pero sólo desde la gestación mercantil de imágenes. La
respuesta está en crear procesos que permitan a la comunidad y a sus instituciones a sentirse parte
de las instituciones, no solo incorporarse a actividades precisas de desarrollo, sino establecer
responsabilidades y sentidos de pertenencia.
Se necesita de una participación política que genere conformación de modos de ser y relaciones
entre el poder central y las mediaciones de cada país hasta llegar al ciudadano. De allí surge la
importancia de relacionar acciones de desarrollo concreto en un ámbito con la auto-formación como
ciudadano nacional: ligar el desarrollo local con el nacional.
En el ámbito local es fundamental promover las relaciones inter-institucionales en general, para
desatar procesos comunicativos varios, que generen intercambios de información, conocimiento
mutuo, negociaciones útiles y el compartimiento de proyectos globales.
La implementación de los propios proyectos requieren de una legitimación ante la opinión pública.
La información y la polémica sobre la problemática y las alternativas locales y sobre los proyectos
de desarrollo, son actividades que deberían ser periódicas, buscando articulaciones institucionales:
municipios, ONGDs, organizaciones de base, comunidad en general. Esto supone un giro comunicativo
de solo sentirse beneficiarios a sentirse gestores y participar como una comunidad más global.
Es importante también usar los medios para generar una relación proyectiva a la comunidad y de
procesamiento de opinión sobre lo que ocurre en el ámbito. Es entonces clave el rol político que
pueden asumir los gobiernos locales como factor de desarrollo y comunicación, para permitir que
la población se incorpore a la gestión del estado.
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La comunicación para el desarrollo local pasa por tres etapas:
.
La promoción del desarrollo, generar discusión y motivación sobre el desarrollo entre la
mayoría de actores sociales, para generar discusiones y motivaciones sobre su utilidad y
viabilidad.
.
La generación de condiciones básicas de desarrollo, servicios y satisfacción de necesidades
básicas, para lo que compromete acciones de inter-relación y capacitación.
l
Se busca la implementación de propuestas específicas de desarrollo, que pasen por la
planificación, la potencialización de las capacidades económicas locales, implementación de
diálogos políticos y fiscalización de proyectos.
c. Diálogo y articulación de ámbitos y actores: Esta línea de trabajo sugiere una relación
más amplia entre ámbitos locales, regionales, centrales, como entre actores que trabajan en
dimensiones de competencia con el ámbito nacional o hasta internacional.
En primer lugar, está el desarrollo de inter-locuciones directas de instancias más locales frente a
ámbitos institucionalizados centrales. Esto puede encaminarse a conseguir beneficios específicos,
sin quedarse en la satisfacción de la necesidad inmediata.
Cualquier mensaje desde abajo tiene significado político en el diálogo con el poder central, y supone
una inter-locución competente y productiva, que colabore en la gestación de participativas más
horizontales.
En segundo lugar, la relación entre iguales es difícil de ejercer cuando media la competencia frente
al poder central y cuando se legitima una tendencia contemporánea hacia la fragmentación de
espacios y poderes. Se trata de implementar hábitos de inter-relación entre actores de mutuo apoyo
y colaboración.
Para lograr esto hay que redefinir las áreas de comunicación y de relaciones públicas de instancias
gubernamentales, de instituciones varias, como de organizaciones populares. Lo importante es
incorporar lo comunicativo dentro de cada institución: construir relaciones más fijas y directas.
La utilización de los medios es importante, pero estos no deben sustituir esas relaciones personales
directas. Es peligroso apostar todo por los medios como apostar contra ellos y marginarse. Lo masivo
potencia la presencia de temas del desarrollo, pero los aligera y fragmenta. Por ello apostamos a
la complementariedad de ambos en comunicación.
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d. Educación desde los medios: En los medios masivos se adquiere legitimación social; sin
embargo, las propuestas de desarrollo han estado poco en los espacios masivos y no han construido
una relación con la opinión pública. La comunicación le da proyección al desarrollo, lo hace cercano
y posible, reproducible por otros. El problema es que se ha trabajado un sentido de lo informativo
y de lo educativo poco atractivo y poco efectivo. El goce no ha sido campo de intervención de
la educación.
Educar, en este aspecto, es interpelar a los sujetos para que trabajen su opinión con más esfuerzo,
motivar a escuchar y revisar lo que se piensa al descubrir experiencias nuevas, democratizar la
comunicación. Democratizar la comunicación implica asumir los compromisos con un nuevo
modelo de articulación social que se sustenta en la capacidad de diálogo, negociación e intercambio.
Otro punto importante para la educación desde los medios es la inclusión de la perspectiva de
género. La mayoría de las propuestas de género ubican a la mujer como víctima exclusiva de la
opresión de género que se ejerce en los medios. Si bien se puede reconocer que las mujeres son
las más golpeadas por este tipo de opresión-utilización, el género masculino vive también deformaciones
humanas y restricciones culturales y sociales que conforman una identidad absolutamente machista
que lo perjudica. La desigualdad entre ambos sexos es el verdadero punto de discusión. Se trata
de formular e implementar estrategias para motivar a mujeres y hombres a construir igualdades
concretas y cotidianas, como también jurídicas, sociales y políticas.
e. Pluralismocultural: En América Latina existe una gran pluralidad cultural sumamente cambiante.
En este espacio conviven culturas tradicionales y crecientes intervenciones desordenadas de la
modernidad. No podemos identificar tradición con pureza cultural, porqueello supone independizar
a la cultura de los sujetos que la hacen vivir. Un objetivo obligatorio debería ser evidenciar la
existencia de la cultura híbrida en propuestas y proyectos.
Por otra parte, no podemos ver a la modernidad como algo impuro que daña, puesto que en la
dinámica moderna, las comunicaciones son mediadas y audiovisuales. Esa modernidad convierte
a los medios en instrumentos propositores de cultura. Identificar y trabajar esos acercamientos es
importantes¡ queremos integrara la población en el desarrollo. La cultura no es un valor en sí misma,
sino que es un valor en relación a las personas y colectivos que la producen y reproducen.
Necesitamos combinar respeto con crítica frente a las culturas. Se trata de comprender y buscar
transformaciones a través de cambios concretos de la vida, lo cual repercutirá en el aspecto cultural
porque se pone al ser humano en el centro del que-hacer cultural, capaz de resistir, cambiar o
continuar. Lo importante es que la diversidad de culturas no signifique desigualdad y marginación:
el desarrollo debe promover el respeto por las diferencias y el ejercicio por la libertad sin
discriminación.
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Conclusiones
Alfaro propone una visión descentralizada y participativa de hacer comunicación. Le corresponde
a todas las instituciones definir sus propias políticas con respecto a las relaciones que se pretenden
construir, entre quienes y con qué sentido. Estrategias rectoras del comportamiento comunicacional
de las instituciones preocupadas realmente por el país y su destino.
Se trata de establecer los diferentes tipos de destinatarios de una propuesta, utilizando distintas
variables que vienen de la definición misma del proyecto, como aquellos vínculos a la edad, género,
cultura, clase social, etc. estableciendo las mezclas. Se puede elaborar un proceso de diagnóstico
sobre cada grupo de actores definidos, con el fin de establecer las homogeneidades y las diferencias
entre unos y otros. Una vez conformados los actores, habría que establecer objetivos con respecto
a ellos y lo que se les piensa proponer como ubicación dentro del proyecto. Se deben tomar en
cuenta las dimensiones objetivas y subjetivas, las individuales y colectivas, lo privado y lo público,
como los sectores de trabajo de la comunicación para el desarrollo.
Hay que identificar las relaciones que favorezcan las dimensiones humanas, pero también las del
proyecto. Esto se refiere al tipo de relación que se busca lograr, los medios, las informaciones que
se van a compartir, etc. Algunos proyectos fallan porque las inter-relaciones no están claras. Muchos
beneficiarios no saben como identificar y calificar a sus promotores.
La comunicación está ligada al desarrollo como objeto mismo de transformación de la sociedad
y de las personas, no como accesorio. El concepto de comunicación se entiende como una relación
que interpreta la identidad y la acción cultural como centro mismo del desarrollo, y que por tanto
debe partir de la relación comunicación-cultura.
El desarrollo aparece mucho más ligado al mundo de la subjetividad y de la identidad sociocultural, que al conjunto de tecnologías que puedan aplicarse y al número de proyectos que puedan
materializarse. Un desarrollo no centrado sólo en lo económico o en lo tecnológico, sino integrador
de todas las dimensiones de la vida social, que entrecruza lo objetivo y lo subjetivo.
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LA RECONCILIACIÓ N, LA COMUNICACIÓ N Y LA EDUCACIÓ N
Teresa Palacios de Chávez, Directora de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera
Es nuestro deseo iniciar el desarrollo de este tema con el análisis de un término que por conocido
nos parece sabido. Sobre este término resulta interesante y aleccionador volver a sus raíces griegas
y latinas. Para los griegos la educación se relacionaba con el pedagogo. Este era el encargado
de conducir al niño a la escuela. Esta palabra posteriormente adquirió una más alta connotación
o significado, por lo que los griegos más ilustrados, se refirieron al pedagogo como el encargado
de conducir la educación de los niños. De allí que el conjunto de normas, principios, reglas y
preceptos bajo los cuales se orientaba la educación de los niños y los jóvenes, dio origen más tarde
a la pedagogía, o sea, a la ciencia y el arte de la educación.
Los romanos, que venían de la tradición cultural griega, fueron más lejos al referirse a la educación.
Ellos decían ex-ducere, ex : hacia afuera; ducere (duchere): conducir, con lo que se referían a un
proceso dirigido a llevar hacia afuera, las potencialidades o aptitudes de que viene dotado todo
ser humano al nacer. El educador tenía como finalidad el desarrollo de esas potencialidades. El
desarrollo de estas aptitudes requería no sólo el conocimiento, sino el arte para la conducción y
desarrollo de las aptitudes de los seres humanos. En la mejor tradición latina la educación fue
considerada una ciencia y un arte, con lo que querían decir, sacar de dentro de los individuos todos
aquellas potencialidades que les permitían ser ellos mismos.
La educación se regía no sólo por una serie de reglas, normas, principios y preceptos, sino que
requería de la habilidad y destreza del educador para hacer aflorar de los educandos todo el
conjunto de pontencialidades de que venía dotado. Darle forma a esas potencialidades para llevar
a la perfección a los seres humanos requería las dotes de un artista. El educador debía ser un artista,
tener la sensibilidad, el sentimiento y el amor para llevar adelante su obra educativa. Debía formar
al niño partiendo de lo que el niño era en potencia. Este concepto deriva de la filosofía aristotélica.
Para Aristóteles la esencia del hombre estaba en potencia. Para convertirla en acto había que
desarrollarla. Esa esencia era la armonía de todas las partes que integran a un ser humano. Para
los griegos el desarrollo espiritual del hombre era la expresión de la perfección. Este desarrollo
espiritual no excluye el desarrollo físico; pero lo somete al dominio del espíritu. Decían «Educación
es darle al cuerpo y al alma toda la perfección de que son susceptibles».
Tanto Sócrates como Aristóteles buscaron métodos para el desarrollo de esas potencialidades y
encontraron que el diálogo era el método idóneo para el proceso educativo. El diálogo socrático
era una conversación de profundidad, era un proceso comunicativo entre el educador y los alumnos.
Sócrates no buscaba dar conocimientos, sino sacar de los educandos todas sus experiencias, sus
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ideas, sus pensamientos, sus valores, su visión de las cosas. Trataba de comprender al educando,
buscando cuál era el sentido o significado de las expresiones de lo que decía. Sobre esta base de
comprensión mutua transmitía valores, principios, conocimientos y experiencias sobre una base
de comprensión mutua. Sócrates no trataba de formar científicos, sino personas íntegras, es decir,
personas física y espiritualmente desarrolladas.
Tanto para los griegos como para los latinos la verdad absoluta no existe. La búsqueda de la verdad
es una actividad permanente. En consecuencia, nadie es dueño de la verdad absoluta. Lo que debe
buscarse es el desarrollo de las capacidades de las personas para que puedan acceder a la verdad.
Esto sólo es posible con el desarrollo armonioso e integral de las personas, partiendo de lo que
son en potencia, vale decir, de sus aptitudes, inteligencia, conocimientos, experiencias, intereses,
etc.
Esta tradición pedagógica se perdió con el advenimiento del renacimiento, que marcó el origen
del desarrollo de las ciencias naturales y de la tecnología y del paradigma del descubrimiento y
existencia de la verdad absoluta. Este paradigma ha marcado la educación de los siglos posteriores
al renacimento.
La educación ha sido y sigue siendo un proceso de transmisión de conocimientos. Lo que priva
en el proceso educativo es una relación vertical. Existe un poseedor de la verdad absoluta, que tiene
la autoridad moral y científica para transmitirla. Aún cuando a veces pareciera existir cierta libertad
de los educandos para expresar sus propias ideas, sus propios pensamientos, sentimientos, valores,
ideales y objetivos, en la práctica, esto es artificial. No existe una verdadera corriente de comunicación.
Y es que la comunicación es difícil, porque requiere cierta disciplina, como el saber escuchar. El
escuchar es resultado del interés de comprender.
Si no existe un verdadero interés por comprender, por meterse en la corriente del pensamiento
“del otro”, la comunicación no es posible. El educador ante cualquier expresión de ideas o antes
de que se le formule cualquier pregunta, ya tiene la respuesta. Porque los educadores se hablan
y se escuchan a sí mismos desde su propia experiencia, desde su propia autobiografía. Se confunde
la comunicación con la información. Este no es defecto sólo de la educación, sino que es una
característica de las relaciones sociales contemporáneas. Nadie tiene el interés de escuchar, si no
de hablar y decir su propia verdad.
Muchos conflictos en la sociedad, en el trabajo, en la familia, provienen de la mala o inefectiva
comunicación que priva en la sociedad contemporánea. En nuestro hogar nos enseñaron a escuchar
y obedecer. En la escuela nos enseñaron a escuchar y a no ser escuchados. Cuando salimos de escuela
reproducimos ese modelo.
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De allí que es lógico y psicológico pensar que si aprendemos a comunicarnos, la relaciones sociales
pueden ser más sanas y menos conflictivas. Porque no se trata de tu verdad ni de mi verdad, sino
de cuál es tu punto de vista y cuál es el mío. Tratar de comprender tu verdad para que tú comprendas
mi verdad y llegar a los puntos en que coincidimos y aceptar y comprender aquellos aspectos en
que no coincidimos. Esto no es fácil. Es difícil, porque requiere cambiar nuestros paradigmas que
tenemos sobre las distintas personas con las que nos relacionamos. Generalmente “nuestras
comunicaciones” las desarrollamos en un plano lógico, pero las comunicaciones efectivas se dan
en el plano psicológico. En relación a esto el Dr. Covey dice: “¿Es lógico que dos personas disientan
y que ambas tengan la razón? No es lógico, es psicológico. Y es muy real.”
Pero volviendo al tema de nuestra exposición, la pregunta es la siguiente: ¿En qué medida la
educación puede ayudar al desarrollo de la comunicación? Puede hacer mucho. La educación debe
empezar por enseñar a los maestros a ser buenos comunicadores. Recuperar esa concepción
humanista de la educación griega y latina, porque si eso fue posible en tiempos tan antiguos,
también es posible en nuestros días. Los griegos tenían un hábito: sabían escuchar. Los maestros
deben ser buenos comunicadores y menos buenos informadores. Deben saber escuchar, en el
verdadero significado de esta palabra.
Pero muchos no sabemos escuchar. Deseamos que nos comprendan y convertimos nuestras
conversaciones en monólogos colectivos y somos incapaces de comprender lo que está sucediendo
dentro de otro ser humano. “Estamos llenos de nuestras propias razones, de nuestra propia
autobiografía.” Hay cinco niveles de escucha. Cuando hablamos con una persona la escuchamos
en cualquiera de esos niveles. Refiriéndose a estos niveles el Dr. Covey pone el siguiente ejemplo:
“Cuando una persona habla ......Podemos estar ignorándola, no escucharla en absoluto. Podemos
fingir. “Si . Ya correcto." Podemos practicar la escucha selectiva, oyendo ciertas partes de la
conversación. A menudo lo hacemos con el parloteo incesante de un niño pequeño. Finalmente,
podemos brindar una escucha atenta, prestando atención y centrando nuestra energía en las
palabras que se pronuncian. Pero muy pocos de nosotros nos situamos en el quinto nivel, la forma
más alta de escuchar, la escucha empática.” Esta última forma de escucha tiene el propósito sincero
de comprender, de entrar en el marco de referencia de la otra persona.
Al escuchar nosotros respondemos o reaccionamos ante los que nos dicen. Cuando no estamos
escuchando en forma empática, es decir, tratando de comprender, de meternos en el marco de
referencia de la otra persona, nuestras respuestas tienden a ser autobiográficas, las damos desde
nuestras propias experiencias. En esta escucha autobiográfica las respuestas adoptan cuatro formas:
evaluación, sondeo, consejo e interpretación. Para una mejor interpretación de este modelo de
comunicación, veamos el siguiente ejemplo de una comunicación típica entre un padre y un hijo:
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“Papá, la escuela no sirve para nada.”
“¿Qué es lo qué sucede hijo?” (sondeo)
“No tiene aplicación en la práctica. No saco nada de ella.”
“Lo que ocurre es que todavía no te das cuenta de los beneficios. A tu edad, a mi me parecía
lo mismo. Pensaba que algunas de las clases eran una pérdida de tiempo. Pero más tarde esas
clases resultaron ser más útiles para mí. No te desanimes. Dale tiempo.” (consejo)
“Ya le he dado diez años de mi vida . ¿Me puedes decir para qué me va a servir “X más Y”
cuando sea mecánico de coches?“.
“¿Mecánico de coches? Debes estar bromeando.” (evaluación)
“No, no bromeo. Fíjate que Joe dejó la escuela. Está trabajando como mecánico y ganando
mucho dinero. Eso es práctico.”
“Puede parecerlo ahora. Pero dentro de unos años Joe va a lamentar haber dejado la escuela.
Tú no quieres ser mecánico de coches. Necesitas una educación que te prepare para algo mejor
que eso .” (consejo).
“No lo sé. Joe se está construyendo una muy buena posición.”
“¿Estas seguro de lo que dices sobre la escuela?” (sondeo, evaluación).
“Hace dos años que estoy en la secundaria. Estoy seguro, es una pérdida de tiempo.”
“La tuya es una escuela de mucho prestigio, hijo. Merece un poco de confianza.” (consejo,
evaluación).
“Todos los chicos pensamos lo mismo.”
“¿Te das cuenta de los sacrificios que tu madre y yo hemos hecho para que puedas estudiar
allí? No puedes desertar a esta altura.” (evaluación).
“Se que os habéis sacrificado por mi, papá. Pero no vale la pena.”
“Mira, tal vez si pasaras menos tiempo viendo la televisión y más haciendo los deberes...”
(consejo-evaluación).
“Papá, es inútil. ¡Oh....no te preocupes! De todos modos, no quiero hablar de esto.”
A continuación veamos el ejemplo del Dr. Covey, bajo una relación comunicativa empática.
“Papá, la escuela no sirve para nada.” (Quiero hablar contigo, contar con tú atención)
“Te sientes realmente frustrado en la escuela.” (¡Exacto! ! ¡ Eso es lo que siento!)
“Por supuesto. No tiene aplicación en la práctica. No saco nada de ella.”
“¿Crees que la escuela no es buena para ti? (Déjame pensarlo. ¿Es eso lo que quiero decir?)
“Así es. No estoy aprendiendo nada que vaya a ser útil para mí. Quiero decir, fíjate en Joe.
El dejó la escuela y está trabajando con automóviles. Gana dinero. Eso es práctico.”
“Te parece que Joe realmente ha hecho bien” (Bueno....)
“Bueno, supongo que sí, en cierto sentido. Verdaderamente está ganando dinero. Pero dentro
de unos años, apuesto a que probablemente se arrepentirá.”
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“Crees que Joe va a pensar que se equivocó”
“Sí, Fíjate en todo a lo que renuncia. Quiero decir que si uno no tiene una educación, no puede
abrirse camino en el mundo.”
“Sientes que la educación es realmente importante”
“¡Sí! Si no tienes un título, si no puedes conseguir un empleo o ingresar en la universidad,
¿qué va a hacer? La educación es necesaria,”
“Realmente sientes que es importante para tu futuro”
“Lo es. Y.... ¿sabes qué? Estoy muy preocupado. No se lo dirás a mamá, ¿no es cierto?”
“No quieres que tú mamá lo descubra”
“Bien, no...Oh, supongo que puedes decírselo. Probablemente se dará cuenta de todos modos.
Mira, me han hecho un test hoy, un test de lectura. Papá, me han dicho que estoy leyendo
a un nivel de cuarto grado. ¡Cuarto grado! ¡Curso el tercer año de la escuela media! Me van
expulsar, papá. Tal vez, si me van a expulsar, podría irme yo mismo. Pero no quiero abandonar
la escuela.”
“Te sientes confuso. Estás en un dilema.”
“¿Qué debo hacer, papá?”
“Bien, se me ocurren algunas cosas posibles.”
“¿Qué cosas, papá?”
“Por ejemplo una ayuda especial con tu lectura. Puede ser que haya algún tipo de programa
de apoyo en la escuela.”
“Si, existe; ya lo he averiguado. Son dos noches por semana y todo el sábado. ¡Es mucho
tiempo!”
(Sintiendo la emoción de la respuesta, el padre vuelve a la empatía)
“Ese sería un precio demasiado alto.”
“Además, papá, les he dicho a los chicos de sexto que voy a ser su entrenador.”
“No quieres abandonarlos.”
“Papá, si realmente creyera que el curso de apoyo es una ayuda, asistiría todas las noches.
Conseguiría que algún otro entrenara a los chicos.”
“Quieres la ayuda, pero dudas de que el curso te resulte útil.”
“¿Tú crees que lo sería, papá?”
(Una vez más, el hijo está en un registro abierto y lógico, De nuevo recurre a la autobiografía del
padre. El padre tiene otra oportunidad de influir y transformar)
Esta es una comunicación de profundidad, donde afloran los sentimientos, lo valores, los principios
sobre los que una persona funda su comportamiento. Se perciben las verdaderas razones en las
cuales una persona funda su comportamiento frente a una determinada situación.
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El concepto de los latinos y los griegos significa que la educación es un proceso comunicativo. Si
yo tengo que sacar los más excelso de los seres humanos tengo que conversar, no informar, tengo
que comunicarme y no sólo decir lo que pienso, porque cuando digo lo que creo que sé, me
consideró el dueño de la verdad y no un educador en el verdadero concepto de los educadores
griegos y latinos.
Desde esta concepción, la educación es un excelente instrumento para desarrollar la habilidad
para la comunicación efectiva, a través de la cual las personas aprendan a superar sus conflictos
en todos los ámbitos de su vida.
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TODOS PODEMOS SER ACTORES “PROMOTORES Y TRABAJADORES" DE LA PAZ EN CENTROAMERICA
Lic. Salvador Alvarado, Catedrático del Departamento de Comunicaciones de la Universidad Don Bosco .
«Si quieres la paz, prepárate para la guerra». Elocuente frase de Tolstoi, que expresa, entre otros
significados, el imperativo y exigente trabajo que demanda construir la paz.
La paz es una idea necesaria, imperativa e inspiradora
La paz es un bien fundamental de la civilización, del progreso, del orden y de la fraternidad.
Considerada de esa forma, la paz trasciende de la mera idea de un acuerdo escrito o una solemne
declaración entre naciones o bandos en pugna. Constituye para todo ser humano, una idea
imperativa, inspiradora. Pablo VI, expresó en 1972, que la paz «polariza las aspiraciones humanas,
los esfuerzos, las esperanzas. Tiene razón de fin y, como tal, es base y meta de nuestra actividad,
tanto individual como colectiva.» De tal forma, que ningún ser humano está exento de ser promotor
de la paz; pues aquella es una parte fundante de su misma humanidad.
Auténtica Conceptualización de la Paz
En la región, durante los últimos años, el tema de la paz y específicamente su conceptualización,
ha estado en la agenda ordinaria de diversos sectores sociales. Debido a ello, al escuchar algunas
definiciones, es casi natural que, en algunos casos, provoque una sensación de saciedad, de hastío,
incluso me atrevería a decir de temor de que, dentro del encanto de esa palabra, se esconda una
magia ilusoria, un nominalismo ya trillado y retórico.
Al definir la paz es menester despojarla de falsas concepciones que, muy a menudo, la deforman
y la alteran. Entre una de las más brillantes definiciones de paz -por su vigencia-, está la expresada
por Pablo VI, «la paz no es un estado de estancamiento de la vida, la cual encontraría en ella, al
mismo tiempo, su perfección y su muerte: la vida es movimiento, es crecimiento, es trabajo, es
esfuerzo, es conquista... ¿lo es también la paz? sí, por la misma razón de que en ella coincide con
el bien supremo del hombre peregrino en el tiempo, y este bien jamás es conquistado totalmente,
sino que está siempre en trance de nueva e inagotable posesión: la paz es, por lo tanto, la idea
central y motora de la fogosidad más activa.»
Al aceptar que la paz posee un dinamismo que coincide con el dinamismo de la existencia del ser
humano; estamos en disposición de aceptar que la paz no se trata de una idea fija e ilógica nuestra;
no es una obsesión, ni una ilusión. Es una certeza. Sí, una esperanza; tiene en su favor el porvenir
de la civilización y, más específicamente, el destino del mundo; sí, la paz encierra ese don.
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Trabajando aunadamente por la Paz
La Declaración de los Derechos del Hombre expresa que la paz verdadera debe fundarse sobre el
sentido de la intangible dignidad de la persona humana, de donde brotan inviolables derechos.
Vista de esa forma, trabajar en la consecución de esa óptima síntesis de las aspiraciones humanas,
- la paz- exige trascender de los intereses personales, para consagrarse en la defensa de los derechos
de la humanidad, entonces podremos considerarnos como fervientes artesanos de la paz. Sólo
entonces, el ser humano alcanza la tan buscada trascendencia del ser, en el devenir de los tiempos.
Es por eso, que toda persona posee la inherente responsabilidad de ser un laborioso constructor
de la paz. Sea en un determinado grupo-familia, escuela, empresa, comunidad, clase social, ciudad,
estado. Una paz que no sea el resultado del verdadero respeto de la persona no es verdadera paz.
De ahora en adelante hay que ver la humanidad, la historia, el trabajo, la política, la cultura, el
progreso, en función de la paz.
Razones para trabajar por la Paz
Estoy firmemente convencido, de que en nuestra región, la idea de la paz, aparece flamante y
victoriosa en el pensamiento de muchas personas; no obstante las locuras en contra de algunos.
La idea de la paz, debe convertirse en una férrea convicción, capaz de inspirar acciones, pues sólo
entonces, la razón prevalecerá sobre toda oscura fuerza destructora de la paz. «I have a dream...»,
fue la frase con la que Martin Luther King comenzó uno de los más importantes mensajes de paz
en este siglo. Esa idea movió miles de personas y fue capaz de cambiar obtusas formas de vida.
Son las ideas, por encima y con anterioridad a los intereses particulares, las que guían el mundo,
no obstante las apariencias de lo contrario. Muestra de ello es que, en nuestra región, fue firmado
el Pacto de Esquipulas, cuando la paz no aparecía en el horizonte de la historia; la paz llegó a ser
una realidad plena en Centroamérica varios años después. Si la idea de la paz ganara efectivamente
los corazones de las personas, la paz quedará a salvo, es más, salvará a las personas. Hoy en día,
Centroamérica necesita personas convencidas con la idea de la paz, pues éstas serán capaces de
silenciar los tambores de guerra que suenan en diversos puntos geográficos.
El rol de la opinión pública juega un importante papel en la vida nacional. Y aquella se construye
sobre la opinión individual. Por tanto, el destino de la paz depende también de cada uno de
nosotros. Porque cada uno forma parte del cuerpo civil operante en el sistema democrático de las
naciones centroaméricanas. La paz es posible, si cada uno de nosotros la quiere; si cada uno de
nosotros la ama. La paz, educa y forma la propia mentalidad en la paz, defiende la paz, trabaja
por la paz. Cada uno de nosotros debe escuchar en su propia conciencia la llamada imperiosa: «La
paz depende también de ti». Ciertamente, en la tarea de la paz no existen adhesiones vanas, la
paz se construye sobre el aporte individual, en algunos casos silencioso y anónimo. Estemos donde
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estemos, desde cualquier puesto, sea este público o privado, hasta el más humilde de los empleos,
podemos fomentar la construcción de la paz. La paz necesita la constante sucesión del impulso
creador de toda persona de buena voluntad. La paz es valentía, es sabiduría, es deber; y finalmente
es, sobre todo, interés y felicidad.
Propuesta de acciones para construir la Paz
El ideal de la paz exige que, desde ahora, la adoptemos como una vocación personal dentro de
nuestro proyecto de vida, permítanme proponerles los siguientes caminos:
Comulgar con el ideal de la paz en todo nuestro que-hacer personal y profesional.
Difundir a toda escala y por todos los medios la idea de la paz.
Participar activamente en los programas de Educación en la paz impulsados en la región.
Existen otros caminos, todos son valederos e impostergables, en cada uno de nosotros está la
decisión de contribuir a la paz.
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CONCLUSIONES DE LAS MESAS DE TRABAJO
La Prevención de Conflictos, MESA 1:
La temática sobre Prevención de Conflictos concluye:
Que los medios no previenen de manera sistemática los conflictos generados al interior de la
sociedad, solo se limitan a difundir.
Es necesario que los medios y las instituciones promuevan el conocimiento de los derechos humanos
para la prevención de conflictos, para ser vigilantes y mediadores del entorno social.
Se deben crear mecanismos normativos que regulen la labor profesional de los periodistas,
educadores, publicistas, dueños de los medios de comunicación para evitar que se violen los
derechos humanos y que promuevan la tolerancia y la convivencia social.
Crear redes de información que sean operativas y que permitan prever conflictos.
Promover y difundir la memoria histórica.
Las instituciones deben hacer atractiva la difusión de los derechos humanos para que la población
vaya haciendo suyos tales derechos, y se auxilie de las instituciones creadas con ese propósito.
La Comunicación y las Crisis Humanitarias, MESA 2:
En la temática de la Comunicación y las Crisis Humanitarias se concluyó:
Destacar la importancia de la sociedad civil en la promoción de la Cultura de Paz.
Desarrollo no debe confundirse con las cifras macro económicas sino con abrir posibilidades de
empleo, de educación, culturizar a la comunidad a través de los medios de comunicación.
Los medios de comunicación actúan de forma reactiva ante los desastres naturales y no de forma
pro-activa.
Los medios de comunicación deben ser mediadores directos, confiables y honestos entre los
sectores de la población.
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Los Nuevos Conceptos de Seguridad, MESA 3:
Las consideraciones de la mesa de trabajo sobre los Nuevos Conceptos de Seguridad son las
siguientes:
El machismo como cultura es un elemento generador de conflictos.
La discriminación y la injusta distribución de la riqueza es fuente generadora de conflictos.
Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de no difundir prejuicios hacía los distintos
sectores sociales.
La seguridad social se debe convertir en un instrumento clave para promover la paz social y la
estabilidad económica en el país.
Los medios de comunicación pueden contribuir a la integración centroamericana no exaltando los
nacionalismos destructivos.
Se recomiendó iniciar una campaña sutil y de largo alcance que tienda a generar opinión pública
para desmantelar los ejércitos de los países del Istmo Centroamericano. Si Centroamerica se
enrrumba hacia una integración, los presupuesto militares pueden servir para hacer inversiones mas
productivas.
Hay que concientizar a los centroamericanos sobre los retos, esfuerzos y sacrificios de la globalización,
para convertirse en una sola región.
Los medios de comunicación ocupan como instrumentos de ideologización la función de construir
y orientar a la opinión pública. En la cultura de la violencia, los medios de comunicación juegan
un rol preponderante, con lo cual lesionan la seguridad democrática de Centro América. Los medios
de comunicación deben tener unos propósitos éticos, y la responsabilidad de orientar hacia la
Cultura de Paz.
Se recomienda a los periodistas e investigadores, investigar la raíz común que une a todos los
salvadoreños y destacarla como denominador común que une a todas las personas de la nación.
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La Educación y la Cultura de Paz, MESA 4:
Las consideraciones de la mesa de trabajo sobre la Educación y la Cultura de Paz son las siguientes:
Que el desarrollo es una alternativa a la violencia.
Que la comunicación para el desarrollo no se limita a campañas publicitarias, si no que debe
fortalecer y crear espacios democráticos.
Que el conflicto en las sociedades viene, entre otras cosas, por una falta de comunicación.
Se parte de que la cultura, sea violenta o pacífica, es un proceso social aprendido, por tanto, las
instituciones y los medios ejercen una influencia importante.
Que la paz es una línea motora del progreso.
La Cultura de Paz debe ser considerada como un eje transversal de los programas de las Escuelas
de Comunicaciones, y a la vez inspirador de las actividades extra-curriculares.
Que la Cultura de Paz es una actividad multidisciplinaria y multidireccional.
Que partiendo de lo general y de los procesos a largo plazo:
A nivel internacional se debe promover la convivencia pacífica entre naciones.
A nivel nacional es necesario modificar las estructuras jurídicas y sociales para lograr
una mayor participación de la sociedad en la toma de decisiones del Estado.
A nivel institucional es necesario modificar el ambiente de trabajo y mejorar las
condiciones laborales.
A mediano plazo debe buscarse:
La educación formal debe transformarse y que los instructores deben convertir el espacio de
la escuela en espacios de convivencia y de disfrute.
Las Escuelas de Comunicaciones deben incorporar elementos de estudios sobre la Cultura de
Paz tanto en los curriculum como en las relaciones docente-alumno.
Eliminar el autoritarismo en la práctica educativa.
Educar para la diferencia no para la homogenización.
Reforzar la ética como componente de la formación del comunicador.
112
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
La cultura de paz debe constituir una forma de vida personal que se refleje en una práctica
diaria.
CONCLUSIONES GENERALES
La sociedad civil como actora protagonista de la Cultura de Paz.
Cultura de Paz son:
Democracia
Derechos Humanos
Educación
Desarrollo
Los temas básicos de la
Los medios de comunicación han de ver cual debe ser su aporte permanente al fortalecimiento de
estos cuatro ejes de la cultura de paz.
Propuestas educativas relacionadas con los medios y la comunicación:
que la Cultura de Paz sea un eje transversal en los programas de las escuelas de
periodismo y comunicaciones
que la Cultura de Paz inspire actividades extra-curriculares dar más espacio en los medios a
los estudiantes
El rol de los medios de comunicación:
que sean mas pro-activos y no tan reactivos
que su información sirva para que la sociedad actúe
potenciar el periodismo cívico
potenciar que la población civil sea la protagonista
utilizar lenguaje sencillo y comprensible
interpretar los hechos
es mediador entre diferentes sectores
crear códigos de conducta y mecanismos normativos para los medios.
difundir la memoria histórica
promover los derechos humanos
promover el desarrollo humano, centrado en las personas
mostrar las reales fuentes de inseguridad (desempleo, pobreza, machismo, etc.)
difundir los valores de cultura de paz
apoyar los esfuerzos de desmilitarización
113
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
EL PROCESO DE LA PREVENCIÓ N
HECHO - DINÁMICAS
Visibilidad
Medios comunicación
/
ALERTADORES
ONG’s
Organ. Internacionales
Otros
INFORMACIÓN
INFORMACIÓN
correcta
incorrecta
ANÁLISIS
ANÁLISIS
correcto
114
correcto
DECISIÓN
INDECISIÓN
correcta
incorrecta
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
Etapas de un conflicto
Estadios de paz
o conflicto
eMM
..........................................................................
GUERRA
. .._....................................................
ESTABLECIMIENTO PAZ
IMPOSICION PAZ
(gestión del conflicto)
(mitigación del conflicto)
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . viol
CRISIS
DIPLOMACIA CRISIS
MANTENIMIENTO PAZ
(gestión de crisis)
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . confrontación
PAZ
_..
,.
\
(terminación del conflicto)
‘-. ._...
9
,.
.,
DIPLOMACIA PREVENTIVA,/-?
INESTABLE
. ..___...............____....
. . . . . . aproximación CONSTRUCCION DE PAZ
PAZ
DIPLOMACIA DE PAZ
ESTABLE
O POLITICA
..................
DESPUES DEL CONFLICTO
reconciliación
esolución del conflicto)
3
...._....,.<<......._.......<...._..._..,_<
PAZ
DURADERA
duración del conflicto
Fuente: LUND. Michael S., Preventing violent conflicts, United States Institute of Peace Press.
115
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Medidas de creación de confianza
MEDIDAS DE COMUNICACION. Trata de mantener abiertos los canales de comunicación entre las
partes enfrentadas
“Líneas calientes” (hotlines), para mantener un contacto permanente y directo
entre las partes en tensión
Centros de comunicación regional que puedan dar asistencia a los países en
conflicto
Consultas regulares entre las partes
MEDIDAS DE CONTENCION. Tienen por objetivo mantener las fuerzas militares y las partes a una
cierta distancia, especialmente en las fronteras
Zonas reducidas, en las que se limita el despliegue de fuerzas, armamentos o
maniobras
Prenotificación de actividades militares, para alejar cualquier sospecha
MEDIDAS DE TRANSPARENCIA. Tienen por objetivo evitar la desconfianza y mostrar a la otra parte
que no hay intenciones o potenciales ocultos.
Intercambio de información sobre producciones militares, gastos militares, comercio
de armamento, personal, despliegues, etc.
Observadores invitados a todo tipo de ejercicios, maniobras o reuniones
MEDIDAS DE VERIFICACION.
Inspecciones
Inspecciones
Sistemas de
Tratan de comprobar que los acuerdos y compromisos se cumplen.
aérea (cielos abiertos)
sobre el terreno
detección electrónica
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Instrumentos para la prevención de conflictos
1- MILITARES
A-
B-
2-
Restricciones al uso de la fuerza armada
- Regímenes de control de armamentos (incluida su vigilancia)
- Medidas de creación de confianza
- Acuerdos de no-agresión
- fuerzas de pacificación
- Zonas desmilitarizadas, zonas seguras, zonas de paz
- Embargo de armamentos, bloqueos
- Defensas no ofensivas
Amenza del uso de la fuerza
- Políticas de disuasión
- Garantías de seguridad
- Mantenimiento o restauración del equilibrio de poder local o regional
- Uso de la amenaza o demostraciones limitadas de fuerza
NO MILITARES
AMedidas diplomáticas coercitivas (sin uso de la fuerza armada)
- Sanciones diplomáticas o económicas
- Sanciones morales (condenas)
- Tribunales de guerra, juicios
B- Medidas diplomáticas no coercitivas
- No judicial
- Llamamientos internacionales (persuación moral hacia las partes en conflicto)
- Propaganda (dirigida a los violadores de los principios internacionales)
- Misiones de investigación de los hechos, equipos de observación, vigilancia en el terreno (sobre derechos
humanos, denuncias de violencias, etc.)
- Negociaciones bilaterales (entre partes opuestas)
- Consultas diplomáticas informales de terceras partes (por entidades oficiales)
- Diplomacia de doble vía (por partes no-oficiales y no-gubernamentales)
- Conciliación
- Mediación de terceras partes
- Comisiones de investigación
- Gestos de conciliación, concesiones (unilaterales o recíprocas)
- Asistencia económica o incentivos políticos (para inducir a las partes a cooperar)
- No judicial o casi judicial
- Mecanismos de arreglo pacífico de las disputas
- Arbitraje
- Adjudicación
3- DESARROLLO Y GOBIERNO
APolíticas para promover la economía nacional y el desarrollo social
- Ayuda preventiva al desarrollo económico (en áreas conflictivas)
- Inversiones privadas preventivas (en áreas conflictivas)
- Comercio (con áreas conflictivas)
- Integración económica (para lograr interdependencia)
- Reformas económicas
- Programas cooperativos bilaterales (en todos los campos)
BPromulgación y refuerzo de los Derechos Humanos, democracia y otros parámetros
- Condicionamiento político (para la concesión de ayuda)
- Niveles de derechos humanos (logros)
- Vigilancia de elecciones
- Consultas militares
CEstructuras nacionales de gobierno y promoción de la resolución pacífica de los conflictos
- Reparto del poder
- Federalismo
- Confederación
- Autonomía
- Partición
- Secesión
- Protectorados
Fuente: LUND, Michael S., Preventing violent conflicts, U.S. Institute of Peace Press, p. 38
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FUENTE DE
INSEGURIDAD
Dimensión
Renta
1.300 millones de personas del Tercer Mundo viven en la pobreza; 600
millones de ellos viven en extrema pobreza. En los países industrializados,
200 millones viven por debajo del umbral de la pobreza.
Agua potable
1.300 millones de persoans del Tercer Mundo no tienen acceso al agua
potable.
I
Educación
I
Trabajo
l
I
900 millones de adultos son analfabetos
820 millones de adultos están sin empleo o subempleados
Alimentación
800 millones de personas del Tercer Mundo tienen alimentación inadecuada;
500 millones sufren malnutrición severa, de los que 175 millones son
menores de 5 años.
Vivienda
500 millones de habitantes urbanos (de un total de 2.400 millones) viven
en la calle o en casas inadecuadas; 100 millones son “niños de la calle”
Mortalidad
De 15 á 20 millones de personas mueren cada año debido al hambre y a
enfermedades agravadas por la malnutrición; 10 millones mueren anualmente
a causa de vivir en ciudades densamente pobladas, con viviendas deficientes,
con agua no potable y de pobre salubridad.
Fuente: RENNER, Michael, Fighting for Survival, W. W. Norton & Co., N.Y., 1996, p. 81
I
I
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VIEJO MODELO DE SEGURIDAD
NUEVO MODELO DE SEGURIDAD
acumulación continuada de armamentos
l
1
carácter ofensivo de doctrinas y armamentos
disuasión
I
desarme
l
l
defensa no ofensiva y no provocativa
pacificación
intervencionismo
Fuerzas de Mantenimiento de la Paz
prevención de conflictos
militarización de la ciencia
desmilitarización
fomento de la industria armamentista
conversión de la industria
descontrol del comercio de armamentos
control y transparencia del comercio
proliferación de armas nucleares
desarme nuclear
creación de imágenes de enemigo
tolerancia, cooperación, comprensión
secretismo y ausencia de control democrático
en la seguridad
transparencia y participación
sobrepercepción de las amenazas
medidas de confianza
centrado en lo militar
multidimensional
seguridad nacional
seguridad compartida, en común
exclusivo
inclusivo
dominio de lo nacional sobre lo multinacional
dominio de lo multinacional
potenciación de organismos regionales
cultura de la violencia y de la fuerza
cultura de paz
estatalismo
multiplicidad de actores
bloques militares
I
1 organizaciones de seguridad
l
I
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Seminario Taller los Medios de Comunicación,
INDICADORES DE ALERTA
1- Tensiones estructurales y desigualdad social
- distribución de la renta y de la tierra entre los sectores de la sociedad
- desigualdad en el desarrollo social
- desigualdades sociales entre varias regiones y entre campo y ciudad
2 - Tamaño,
-
composición y distribución de la población
población por grupos étnicos, religión y lenguas como % población
distribución a través del territorio
presencia y extensión de la tensión
capacidad relativa de movilización
migraciones internas del campo a la ciudad
3- Grado de desarrollo económico y cambios en él
- Indice de Desarrollo Humano (IDH)
- cambios en inflación
- cambios en los ingresos nacionales
- cambios en la balanza de pagos
- cambios en la deuda externa sobre el PIB
4- Cambios
-
en la seguridad alimentaria
producción de alimentos por habitante
acceso a los alimentos
cambios en los recios de los alimentos
tendencias en el % de importación de alimentos
5- Condiciones del medio ambiente
- disponibilidad por habitante de energía, metales, madera, agua y otros recursos naturales
- nivel de polución y de degradación ecológica
6- Legitimidad del rég imen
- estabilidad del gobierno (número; frecuencia y tipo de cambios)
- grado de participación
- número y naturaleza de las manifestaciones
7- Represión y violación de los derechos humanos
- cambios en el número de prisioneros políticos
- reacción ante las manifestaciones
- grado de libertad de prensa
- escala y función de las tropas en funciones policiales
- status de las minorías y de la población indígena
8- Gastos militares
- tamaño absoluto y relativo del ejército
- cambios en los gastos militares
- escala y origen de las importaciones de armas
- presencia de grupos armados no oficiales, sus propósitos y nivel de armamento y actividades
9- Factores externos
- posición económica y política a nivel regional e internacional
- grado de integración regional
- relaciones con los países vecinos
- conflictos armados y naturaleza de los conflictos de la región
tamaño de flujos de refugi a d o s
- existencia
- actividad d e los grupos indígenas de los países vecinos
10- Precedentes históricos
- naturaleza de conflictos previos
- nivel de conflictos anteriores
- salidas y soluciones
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la Prevención de Conflictos y la Cultura de Paz
r
Si g l a s
Organismo
Objetivos
Famine Early Warning System
USAID
Ayudar a la toma de decisiones sobre situaciones de
emergencia nutricional
GIEWS
Global Information and Early Warning
System on Food and Agriculture
FAO
Vigilancia mundial de los cultivos y la oferta/demanda de
alimentos, para asistir a los gobiernos en momentos de
crisis
FASREP
Food Availability Status Reports
PMA (WFP)
Vigilancia de movimientos de refugiados y desplazados
para garantizarles el suministro de alimentos
WWW
World Weather Watch
OMM/OIEA
(WMO/IAEA)
Notificación inmediata de accidentes nucleares y emergencias
radiológicas
Earthwatch
UN System-wide Earthwatch
PNUMA
(UNEP)
Vigilancia de tendnecias ambientales y socio-económicas
para favorecer un desarrollo sostenible y prevenir la
degradación medioambiental
IRWS
International Tsunami Warning System
UNESCO
Información y prevención sobre tsunamis en la región del
Pacífico
EEWS
Epidemiological Early Warning System
OMS (WHO)
Alerta sobre problemas epidemiológicos
HEWS
Humanitarian Early Warning Systems
DAH (DHA)
-ONU-
Identificación de potenciales emergencias y crisis humanitarias
IRIN
Integrated Regional Information Netwprk
DAH (DHA)
-ONU-
Información diaria de organismos internacionales, ONG’s
y otros actores en situaciones de emergencia y ayuda
humanitaria
ICG
International Crisis Group
CASCON
Computer-Aided System for Analyses
of Conflicts
Massachusetts
Institute of
Technology
Análisis de 573 factores que pueden influir en el desarrollo
de conflictos
CAS
Conflict Alert System
Georgia
Institute of
Technology
Base de datos para reconocer situaciones de pre-conflicto
CIDCM
Minorities at Risk Project
University of
Maryland
Seguimiento de la situación de las minorías y de los
grupos etnopolíticos en el mundo
EWNET
Early Warning Network
Centre for
Refugee
Studies
Seguimiento de situaciones de crisis
Al
Amnistía Internacional
Vigilancia de la situación de derechos humanos en cada
país
HRW
Human Rights Watch
Vigilancia de la situación de derechos humanos en cada
país
IA
International
Vigilancia de la situación de derechos humanos y de
factores causantes de violencia
CDI
Center for Defense Information
Información sobre comercio de armamento
Worldwatch Institute
Vigilancia sobre tendencias ambientales y de desarrollo
sostenible
FEWS
Alert
Presionan a gobiernos y organismos internacionales sobre
situaciones de crisis
121
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