daño ambiental y prescripción - Poder

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Revista Judicial, Costa Rica, Nº 109, Setiembre 2013
DAÑO AMBIENTAL Y PRESCRIPCIÓN
M.Sc. Mario Peña Chacón1
“El instituto clásico de la prescripción debe ser reinterpretado a la luz de los principios propios del
derecho ambiental con el fin de evitar a toda costa que la incertidumbre inherente a la cuestión
ambiental y el transcurso del tiempo, se conviertan en aliados del contaminador, haciéndolo inmune
de recomponer el ambiente degrado e indemnizar los daños y perjuicios ocasionados”.
El derecho ambiental, como parte de
los derechos humanos de la tercera
generación, posee un carácter transversal.
Esto implica que sus valores, principios y
normas, contenidos tanto en instrumentos
internacionales como en la legislación interna
de los distintos Estados, llegan a nutrir e
impregnar el entero ordenamiento jurídico de
cada uno de ellos.
Su escala de valores ha llegado a influir
necesariamente en la totalidad de las ramas
e institutos de las Ciencias Jurídicas. Los
Derechos Reales, el Derecho Agrario,
el Derecho Penal, Derecho Urbanístico,
Derecho Procesal e incluso el Derecho de
la Propiedad Intelectual, no han logrado
escapar a tal estela de influencia.
De igual manera, institutos clásicos del Derecho como la propiedad, la posesión, el
usufructo, las servidumbres, la responsabilidad civil e incluso, como se analizará en el
presente ensayo, el de la prescripción, han
sido afectados de tal forma por la axiología
ambiental, que hoy en día, nadie pondría en
duda la existencia de la función ambiental
de la propiedad, del instituto de la posesión
ambiental, de un nuevo tipo de servidumbres
denominadas ambientales y por supuesto, la
responsabilidad civil ambiental.
No en vano el maestro argentino Ricardo
Luis Lorenzetti ha afirmado que:
“El derecho ambiental es decodificante,
herético, mutante, se trata de problemas que
convocan a todas las ciencias a una nueva
fiesta, exigiéndoles un vestido nuevo. La
invitación es amplia abarca lo público y lo
privado, lo penal y lo civil, lo administrativo, lo
procesal, sin excluir a nadie, con la condición
que se adopten nuevas características”2
El daño ambiental, por sus propias
características, requiere de un tratamiento
distinto por parte del instituto civil de la
responsabilidad y el de la prescripción ya
que la incerteza es inherente a la cuestión
ambiental. Los daños ocasionados al
ambiente, en muchas ocasiones, no son
consecuencia de una sola acción, sino que
son producto de todo un proceso extendido
en el tiempo y en el espacio, sin respetar
límites o fronteras políticas ni geográficas.
1 Consultor Legal Ambiental, profesor de Derecho Ambiental de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Costa Rica y de la Maestría de Derecho Empresarial de la Universidad Tecnológica Centroamérica de Honduras,
[email protected].
2 Lorenzetti, Ricardo L., Las normas fundamentales de derecho privado”, p. 483, Rubinzal- Culzoni, 1995.
118
Estas peculiaridades distintivas tienen especial importancia en el tema prescriptivo, ya
que los efectos de la contaminación suelen
exteriorizarse muy lentamente, terminando
por favorecer a quién o quienes cometen un
daño ambiental, ello debido a que paso del
tiempo les permitiría insolventarse, ausentarse, o bien desaparecer física o jurídicamente.
De ahí la importancia de reinterpretar el
instituto de la prescripción a la luz de los
principios propios del incipiente derecho
ambiental, con el fin de evitar a toda costa
que el transcurso del tiempo se convierta en
un aliado del degradador ambiental y con
ello, se llegue a consolidar jurídicamente
una denegatoria de justicia, situación a todas
luces irracional, desproporcionada, y por
tanto inconstitucional.
I-
Daño Ambiental.
Conceptualización y
características especiales.
Daño ambiental es toda acción, omisión,
comportamiento u acto ejercido por un sujeto
físico o jurídico, público o privado, que altere,
menoscabe, trastorne, disminuya o ponga
en peligro inminente y significativo, algún
elemento constitutivo del concepto ambiente,
rompiéndose con ello el equilibrio propio y
natural de los ecosistemas.3
Si bien el daño ambiental puede ser producido
de manera casual, fortuita o accidental,
por parte de la misma naturaleza,4 el daño
jurídicamente regulable es aquel que es
generado por una acción u omisión humana
que llega a degradar o contaminar de manera
significativa y relevante el medio ambiente.5
Esa conducta humana, activa u omisiva,
puede ser voluntaria o involuntaria, dolosa
o culposa, lícita o ilícita. A la vez puede ser
realizada por el sujeto actuando por si, o
3 En el derecho comparado, la Directiva Comunitaria sobre Responsabilidad Ambiental en relación con la Prevención
y Reparación de los Daños Ambientales entiende por daño el cambio adverso mensurado a un servicio de recursos
naturales, tanto si se producen directa como indirectamente. La ley General del Ambiente de Argentina define daño
ambiental como toda alteración relevante que modifique negativamente el ambiente, sus recursos, el equilibrio de los
ecosistemas, o los bienes o valores colectivos. La ley de Bases Ambiental chilena establece en su artículo segundo que
legalmente se debe entender por daño ambiental “...toda pérdida, disminución, detrimento, menoscabo significativo
inferido al medio ambiente a uno o más de sus componentes”. En el derecho colombiana, el concepto daño ecológico
comprende aquellos eventos en los que se afecte el normal funcionamiento de los ecosistemas o la renovabilidad de sus
recursos y componentes. La Ley General del Ambiente de Perú define como daño ambiental todo menoscabo material
que sufre el ambiente y/o alguno de sus componentes, que puede ser causado contraviniendo o no disposiciones
jurídicas, y que genera efectos negativos actuales o potenciales.
4 Por ejemplo el rayo que quema un bosque, inundación que afecta a una plantación.
5 “No será realista postular que toda alteración de un recurso natural para el hombre constituye ya un daño ecológico.
El hombre ha siempre alterado su ambiente, y aquello que nos parece como natural, es en realidad con frecuencia
una naturaleza cultivada. El daño ambiental supone un deterioro sustancial o durable del funcionamiento ecológico
del recurso natural en cuestión, por ejemplo la pérdida para un ecosistema de servicios ecológicos suministrados
por una especie destruida o maltratada o la pérdida de capacidad de regeneración” Briceño, M., El daño ecológico.
Presupuestos para su definición, artículo presentado en el V Congreso de Derecho Ambiental Español, marzo de 2004,
celebrado en Pamplona.
119
por encargo de otro, ya sea persona física o
jurídica, pública o privada.6
El hecho dañoso puede ser individual o
colectivo, tanto desde un punto de vista del
sujeto o sujetos activos que lo producen,
como por parte del o los sujetos pasivos
que sufren las consecuencias del mismo.
De esta manera, el daño ambiental puede
ser generado por un único sujeto, (físico
o jurídico) o bien, por una pluralidad de
agentes, siendo por lo general de difícil
determinación el grado de responsabilidad
de cada uno de ellos.
A la vez, el daño ambiental además de afectar
el equilibrio propio de los ecosistemas, la
biodiversidad, y la salud en general, en muchas
ocasiones perjudica los derechos subjetivos
e intereses legítimos de una pluralidad de
sujetos, los cuales pueden ser de fácil o
difícil individualización, dependiendo del tipo
y gravedad del daño acontecido, siendo en
la mayoría de los casos la comunidad como
un todo la afectada, asistiéndole a todos y
cada uno de los sujetos que la conforman,
legitimación activa para actuar en su defensa
y tutela, al verse vulnerarse un interés de
naturaleza difusa.7
La conducta dañosa del medio ambiente
puede provenir tanto de sujetos particulares o
privados, como del Estado y sus instituciones,
entendiendo por esta tanto la administración
centralizada como la descentralizada8. La
conducta dañosa del Estado puede ser
activa u omisiva; de manera activa cuando
por medio de sus funcionarios o servidores,
obrando lícita o ilícitamente, en cumplimiento
o no de planes debidamente aprobados,
causa daño al equilibrio ambiental; y omisiva,
cuando, por medio de sus instituciones
y funcionarios omite controlar, vigilar,
monitorear y sancionar las actividades de los
particulares que degradan o contaminan los
elementos constitutivos del ambiente.9
6 Al respecto el numeral 98 de la Ley Orgánica del Ambiente de Costa Rica (ley número 7554 del 04 de octubre de
1995) establece “El daño o contaminación al ambiente puede producirse por conductas de acción u omisión y le son
imputables a todas las personas físicas o jurídicas que la realicen.”
7 Los intereses difusos no entran en la categoría de los intereses legítimos o en los derechos subjetivos, tampoco encajan
en la categoría de intereses colectivos o corporativos. No son ni enteramente públicos, ni enteramente privados, sino
que se encuentran compuestos de ambas manifestaciones. Son de todos y de ninguno, pues a todos compete su
defensa y tutela, sin que pueda pretenderse su monopolio procesal. Los intereses difusos pertenecen a todos y a cada
uno de los miembros de grupo, clase, comunidad, sin que medie la existencia de un vínculo jurídico determinado. Se
diferencian de los intereses colectivos en que estos últimos son típicos intereses de grupos organizados, imputables por
tanto a colectividades organizadas como un todo, sea mediante asociaciones, organizaciones o grupos organizados,
mientras que los intereses difusos no se encuentren unificados en una colectividad organizada, sino que se encuentren
diseminados en una generalidad heterogénea e indeterminada de sujetos. Sobre el tema puede consultarse el artículo
de este mismo autor denominado: La Legitimación Procesal en el Derecho Ambiental, publicado en Revista Jurídica Lex
difusión y análisis, año VII, marzo 2003, número 93, Editora Laguna, México y en Revista de Direito Ambiental, año 8,
enero-marzo 2003, número 29, Editorial Dos Tribunais, Brasil.
8 De conformidad con el numeral 1 de la Ley General de Administración Pública de Costa Rica (ley número: 6227 del 30
de mayo de 1978) la Administración Pública se encuentra constituida por el Estado y los demás entes públicos, cada
uno con personalidad jurídica y capacidad de derecho público y privado.
9 “El Estado debe asumir un doble comportamiento de hacer y no hacer; por un lado, debe abstenerse de atentar él
mismo contra el derecho a contar con un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, y por otro lado, debe asumir
la tarea de dictar las medidas que permitan cumplir con los requerimientos constitucionales” Sentencia número 64499 de las once horas veinticuatro minutos del veintinueve de enero de mil novecientos noventa y nueve, de la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica.
120
El daño ambiental puede recaer sobre
bienes ambientales de naturaleza pública
o privada. Lo anterior no obsta para que al
mismo tiempo se vean afectados derechos
subjetivos e intereses legítimos como los
son la vida o salud de los habitantes y sus
respectivos derechos de carácter patrimonial.
La conducta degradante o contaminante del
ambiente puede ser tanto lícita como ilícita. La
licitud o ilicitud depende de su conformidad o
no con el ordenamiento jurídico. Se considera
lícita, la conducta activa u omisiva, que se
encuentra en concordancia con el bloque
de legalidad imperante, y por tanto, cuenta
con el aval o permiso de las autoridades
correspondientes, pero que a pesar de
ello, es generadora de daños, aún cuando
no se sobrepasan los límites establecido
por la normativa administrativa o por la
autorización. Por otro lado, se considera
ilícita aquella actuación que violente el
ordenamiento, y por tanto, no cuente con
los permisos de rigor otorgados por las
autoridades administrativas o judiciales, o
bien, sobrepase los estándares mínimos
de tolerabilidad. 10
La incertidumbre es inherente a los problemas ambientales. Los efectos sobre la salud
y el medio ambiente causado por las alteraciones realizadas por el ser humano son
generalmente desconocidos y en algunas
ocasiones difíciles o imposibles de conocer.
Es aquí donde encuentra asidero el principio
precautorio propio del derecho ambiental,
contenido en múltiples instrumentos internacionales, y por medio del cual se establece
como regla que cuando exista peligro de
daño grave o irreversible, la falta de certeza
científica absoluta no deberá utilizarse como
razón para postergar la adopción de medidas
eficaces en función de los costos para impedir la degradación del ambiente.11
De esta forma, se rompe con una de los
elementos característicos del derecho de
daños, por el cual, éste debe ser siempre
cierto, efectivo, determinable, evaluable,
individualizable y no puramente eventual
o hipotético12, pues, tratándose del daño
ambiental, es necesario únicamente su
probabilidad futura para determinar su
existencia y tomar las medidas necesarias
con el fin de impedir sus efectos nocivos.
10 “De ahí que se vincule cada vez más la definición del daño ecológico a la determinación de umbrales de tolerancia.
En cuanto a estos últimos, el autor Rehbinder ha dicho: “umbral puede determinarse a lo mínimo por referencia a los
estándares de calidad y a las prohibiciones fijadas para la protección de un espacio o de una especie. Estas reglas de
derecho administrativo señalan la sustancia incontestable del daño ecológico y pueden considerarse como suficientes
en los pequeños casos de rutina, si no se pierde de vista el objetivo de prevención, ellas no deberían impedir más lejos”
Briceño, M., El daño ecológico. Presupuestos para su definición, artículo presentado en el V Congreso de Derecho
Ambiental Español, marzo de 2004, celebrado en Pamplona.
11 El principio precautorio fue incluido por primera vez en la Ley contra la Contaminación Atmosférica de la República
Federal Alemana del año 1974, para luego ser incorporada en instrumentos internacionales como la Conferencia
Internacional sobre la Protección del Mar del Norte, Protocolo de Montreal sobre sustancias que debilitan la capa de
ozono, Declaración Ministerial de Bergen sobre desarrollo sostenible en la Comunidad Europea, Declaración de Río
sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Convenio Marco de Cambio Climático, Tratado de Maastrich y Amsterdan en los
que se constituye la Unión Europea, Protocolo de Cartagena sobre seguridad de la biotecnología del Convenio sobre
Biodiversidad, la Convención de Estocolmo para la eliminación de contaminantes orgánicos persistentes y el Acuerdo
sobre la Aplicación de las Disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar relativas
a la Conservación y Ordenación de las poblaciones de Peces Tranzonales y las Poblaciones de Peces Altamente
Migratorias.
12 Al respecto, el numeral 196 de la Ley General de la Administración Pública de Costa Rica exige que el daño debe ser
efectivo, evaluable e individualizable
121
Tal y como lo expone el maestro Cafferatta,
la agresión medioambiental puede ser
desparramada, difusa, cambiante, traslaticia,
nómada, itinerante, difícilmente contenible,
viajera, mutante, desconcertante, sin límites
geográficos, temporales, ni personales,
potencialmente expansiva, multiplicadora,
en ocasiones con efectos retardatorio,
progresivo, acumulativo, sinérgico, invisible,
silencioso, mortal o altamente riesgoso,
explosivo o tóxico, degradante, capaz
de provocar en su camino o desarrollo
múltiples daños, supraindividuales y/o
individuales, de afectación patrimonial
o extrapatrimonial en derechos de la
salud o en derechos personalísimos y/o
coparticipados, insignificantes o pequeños
hasta verdaderos desastres o estragos de
efectos impredecibles13.
El daño ambiental es difuso, no solo por la
dificultad que entraña identificar a los agentes que lo causan, sino también, por la determinación de los sujetos que se encuentran
legitimados para entablar acciones judiciales
o administrativas ante los órganos competentes, así como aquellos a los que puede
alcanzar una posible indemnización14.
Por otro parte, el daño ambiental puede
llegar a ser expansivo en el tanto su hecho
generador crea efectos de tipo negativo, y
en ocasiones estos llegan a convertirse en
nuevas causas generadoras de otro tipo
de daños, ocasionándose por tanto, una
cadena que a la postre, podría llegar a ser
interminable, afectando de esta forma una
multiplicidad de recursos.15 Es así como los
elementos que producen molestias pueden
ser difusos y lentos, sumarse y acumularse
entre sí y son susceptibles de producir efectos
a grandes distancias. La concurrencia de
varios agentes contaminantes, en muchas
ocasiones hace difícil la apreciación de
la relación de causalidad en los términos
tradicionales del concepto.
El daño ambiental puede ser también
concentrado o diseminado, siendo el primero
aquel tipo de daño cuya fuente es fácilmente
identificable derivado de un suceso discreto
o continuo, mientras que el daño diseminado
o difuso, se presenta cuando existe una
multiplicidad de fuentes productoras del
daño, esparcidas territorialmente, siendo
su identificación e individualización de
gran dificultad.
Desde un punto de vista temporal el daño
ambiental se podría catalogar como de
continuado, permanente o bien progresivo.
El daño continuado es aquel que es producto
de un proceso dilatado en tiempo, y por lo
tanto su desarrollo no es consecuencia de
una única acción localizable en el tiempo,
13 Cafferatta, Néstor, Prueba y nexo de causalidad en el Daño Ambiental, en obra colectiva, Volumen 3, “Meio Ambiente e
Acceso à Justiça”, Homenagem a Vladimir PASSOS DE FREITAS, 11º Congreso Internacional de Direito Ambiental, 27
de Maio a 1º de Junho de 2007, Sao Paulo, Brasil, Instituto O Direito po um Planeta Verde, Imprenta Oficial do estado
de Sao Paulo.
14 Sobre este aspecto, el artículo 50 del Constitución Política de Costa Rica establece un criterio de legitimación
sumamente amplio en donde, toda persona se encuentra legitimada para denunciar los actos que infrinjan derecho
a gozar de un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado, así como para reclamar la reparación del
daño causado.
15 González, Rafael, “Recomendaciones para la caracterización del daño ambiental” en Temas de Derecho Ambiental,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A., 2001, Costa Rica.
122
sino que es obra de un conjunto o sucesión
de actos, de un mismo o varios autores, en
épocas diversas. Si los efectos del daño
ambiental continúan en el tiempo, estaríamos
en presencia de un daño permanente. Por
su parte, daño progresivo es aquel que es
producto de una serie de actos sucesivos,
cuya conjugación provoca un daño mayor
que la suma de cada uno de los daños
individualmente generados por cada acto
lesivo; es lo que los científicos denominan
procesos de saturación.
Todas estas características especiales que
distinguen al daño ambiental de los daños
tradicionales deben llevarnos ineludiblemente
a interpretar y amoldar el instituto clásico
de la prescripción a esta clase nueva de
situaciones no previstas por el legislador y
por ello, es válido plantearse la tesis de la
imprescriptibilidad de cierto tipo de acciones
ambientales, y en otros casos la demora del
plazo de iniciación de las mismas, en virtud
a que la duda y la incerteza siempre serán
inherentes a la cuestión ambiental y por
tanto, el Derecho debe ofrecer una especial
protección a esta clase de pretensiones.
mismos a través del tiempo, transcurso que
puede suspenderse o interrumpirse por las
causales establecidas por la ley.16 La prescripción es una de la formas de extinción de
las obligaciones junto con otros institutos jurídicos como el pago, compensación, renuncia, transacción, confusión, novación, etc.
Con la prescripción negativa se pierde un
derecho, para ello basta el transcurso del
tiempo. La acción para hacer efectivo un
derecho se extingue por la prescripción del
mismo derecho.17
En general, el ordenamiento jurídico
costarricense parte del principio general de
prescriptibilidad de los derechos, principio
contenido en el Código Civil y derivado del
carácter de orden público de un instituto que
tiende a la seguridad y la estabilidad jurídica.
Este principio general está claramente
enunciado en el artículo 868 del Código Civil:
“Todo derecho y su correspondiente
acción se prescriben por diez años.
Esta regla admite las excepciones que
prescriben los artículos siguientes y las
demás establecidas expresamente por la ley,
cuando determinados casos exigen para la
prescripción más o menos tiempo”.
La prescripción en una institución de orden
jurídico creada para dar estabilidad y firmeza a los negocios, disipar incertidumbres
del pasado y poner fin a la indecisión de los
derechos cuyo elemento condicionante es
la inercia o inactividad en el ejercicio de los
A pesar de lo anterior, tal y como lo ha
desarrollado la jurisprudencia emanada de
la Sala Constitucional de la Corte Suprema
de Justicia, existen cierto tipo de derechos
y acciones que por sus características
propias son imprescriptibles, tales como
aquellas acciones planteadas en defensa
y tutela de derechos constitucionales de
II- Prescripción y Daño
Ambiental
16 Artículos 865 y siguientes del Código Civil de Costa Rica (ley número XXX del 19 de abril de 1885), artículos 968
siguientes y concordantes del Código de Comercio de Costa Rica (ley número: 3284 del 24 de abril de 1964)y artículo
198 siguientes y concordantes de la Ley General de Administración Pública.
17 Artículos 865 y 866 del Código Civil de Costa Rica.
123
incidencia colectiva18 (intereses difusos y los
intereses estrictamente colectivos), así como
las tendientes a la persecución penal de los
delitos de lesa humanidad, ya que en ambos
casos se trata de la tutela de derechos de
rango constitucional, que por su carácter
colectivo y no patrimonial, son irrenunciables
e indisponibles y por tanto imprescriptibles.
En razón de lo expuesto, partimos de la tesis de
que las acciones administrativas y judiciales
instauradas, tanto por los particulares
como por la misma Administración Pública,
tendientes a prevenir, cesar y reparar el
daño estrictamente ambiental, también
denominado daño ambiental puro o de
naturaleza colectiva, son imprescriptibles.
Se debe entender por daño estrictamente
ambiental aquel tipo especial de daño que
rompe con los principios de autoregulación y
autoperpetuación de los ecosistemas, y por
tanto, con su equilibrio natural, y que recae
sobre bienes ambientales de naturaleza
común o colectiva que forman parte del
patrimonio natural del Estado, o bien sobre
aquellos bienes ecológicos que han sido
declarados al menos, como de interés
público por el ordenamiento jurídico.19
Por su parte, es importante tener en cuenta
que contrario a lo anterior, las acciones
tendientes a reclamar los daños y perjuicios
ocasionados sobre derechos subjetivos
y/o
intereses
legítimos
ocasionados
como consecuencia de la contaminación
ambiental, y que recaen sobre bienes
ambientales susceptibles de apropiación
privada (incluyendo los daños sobre la
salud) si son prescriptibles, ello a raíz de la
patrimonialidad y disponibilidad por parte de
sus titulares.20
II.1. Imprescriptibilidad de las acciones
para prevenir y reparar el daño estrictamente ambiental.
La tesis de la imprescriptibilidad de las
acciones tendientes a la prevención, cesación
y reparación del daño ambiental acaecido
sobre bienes pertenecientes al patrimonio
natural del Estado21, o bien declarados de
18 La misma jurisprudencia constitucional costarricense ha reconocido como derechos de incidencia colectiva: salud,
medio ambiente, protección de los consumidores, derecho de la competencia, igualdad étnica, derechos de las
mujeres y los menores de edad, derecho a la identidad cultural, derecho electoral, materia presupuestaria, defensa del
patrimonio histórico, arquitectónico y cultural, planificación urbana, defensa de los bienes de dominio e interés público.
19 “Toda actividad humana individual o colectiva que ataca elementos del patrimonio ambiental, causa un daño social por
afectar los llamados intereses difusos, que son supraindividuales pertenecen a la comunidad y no tiene por finalidad la tutela
de un sujeto en particular, sino de un interés general o indeterminado en cuanto a su individualidad. El daño así ocasionado
es llamado por algunos autores “daño ecológico”, pero en realidad es más apropiado llamarlo “daño ambiental” por ser
más abarcativo y comprensivo del ecológico, reservando aquella expresión para el daño que ataca los elementos bióticos y
abióticos de la biosfera” Bustamante Alsina, Jorge, Responsabilidad civil por daño ambiental, L.L,1994-C-1056.
20 “En el primer supuesto, el daño al medio ambiente se integraría a la categoría en lo comúnmente denominado
daños personales, patrimoniales o económicos, a saber los daños a la salud y a la integridad de las personas (por
ej. asma provocada por la contaminación atmosférica), los daños a sus bienes (por ej. el medio ambiente propiedad
de un individuo) y los daños al ejercicio de actividades económicas (por ej. la pesca), todos ellos sometidos al ámbito
del Derecho privado, donde a priori parece tener perfecta cabida el mecanismo clásico de la responsabilidad civil”,
Cafferatta, Néstor , Daño ambiental colectivo y proceso civil colectivo” Ley 25675, Revista de Responsabilidad civil y
Seguros, Año V, Nº II, marzo - abril 2003.
21 El artículo 13 de la Ley Forestal costarricense número 7575 del 05 de febrero de 1996 dispone que el patrimonio natural
del Estado está constituido por los bosques y terrenos forestales de las reservas nacionales, de las áreas declaradas
inalienables, de las fincas inscritas a su nombre y de las pertenecientes a municipalidades, instituciones autónomas y
demás organismos de la Administración Pública, excepto inmuebles que garanticen operaciones crediticias del Sistema
Bancario Nacional e ingresen a formar parte de su patrimonio.
124
interés público por parte del ordenamiento
jurídico, puede ser sustentada en tres distintos
argumentos jurídicos, por una parte, el carácter
de derecho humano fundamental que posee
la protección ambiental a nivel constitucional
y del derecho internacional de los derechos
humanos, por otra, la naturaleza pública de los
bienes ambientales de naturaleza colectiva,
y por último, a las similitudes que guarda el
daño ambiental de naturaleza colectiva con
los delitos de lesa humanidad.
En cuanto al primer argumento o tesis
de imprescriptibilidad, debemos recordar
que dentro de los Derechos Humanos de
tercera generación se encuentran inmersos
entre otros, el derecho a la protección
del ambiente, el derecho al desarrollo,
el derecho a la paz, libre determinación
de los pueblos, patrimonio común de la
humanidad, derecho a la comunicación,
y por último, el megaderecho humano al
desarrollo sostenible conformado tanto por
el derecho al ambiente como por el derecho
al desarrollo. Específicamente, el derecho
a la protección del ambiente contiene una
serie de principios que inundan la totalidad
del sistema jurídico, de ahí que se hable de
su transversalidad. Tiene por objeto la tutela
de la vida, la salud y el equilibrio ecológico.
Vela por la conservación de los recursos
naturales, el paisaje y los bienes culturales.
El derecho a gozar de un ambiente sano y
ecológicamente equilibrado es un derecho
subjetivo concebido para todos y cada uno de
los sujetos, oponible a cualquiera (Estado y/o
particular) y con posibilidad de ser ejercitado
a nombre de cualquiera por formar parte de
los denominados “intereses difusos”.22
El derecho fundamental a la protección del
ambiente tiene su aparición a nivel internacional en el año 1972 a raíz de la promulgación de la Declaración de Estocolmo sobre
Medio Ambiente Humano. Se ve desarrollado por la Carta de la Tierra del año 1982, la
Declaración de Río sobre Medio Ambiente y
Desarrollo del año 1992 y por la Declaración
de Johannesburgo del año 2002. A nivel del
Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el Protocolo Adicional a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en
Materia de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales o Protocolo de San Salvador regula expresamente el derecho al ambiente
en su artículo 11, donde expresa:
“Todo individuo tiene el derecho a vivir en
un ambiente sano y a tener acceso a los
servicios básicos públicos. Los Estados parte
deben promover la protección, preservación
y el mejoramiento del ambiente.”23
Mediante la reforma operada a la
Constitución Política de Costa Rica en el
22 Zeledón Zeledón, Ricardo, Código Ambiental, Editorial Porvenir, Primera Edición, San José, 1998.
23 “En el marco de protección del Protocolo de San Salvador, se entiende que el medio ambiente sano es un derecho
colectivo y, por tanto, parte de los derechos económicos, sociales y culturales. Sin embargo, tomando en cuenta la
indivisibilidad de los derechos humanos, es evidente que la protección del medio ambiente, por su amplitud y ámbito
de abstracción, trasciende los límites de la subjetividad clásica para ser un derecho individual, pasando por afectación
de grupos colectivos nacionales o colectivos en situación especial como pueblos indígenas, hasta dimensionarse
hacia toda la humanidad e, incluso, futuras generaciones. La especificidad del derecho al medio ambiente sano es de
tal magnitud, que no puede existir “sentido de apropiación” por una sola persona. Por ello, en ocasiones se le ubica
como un interés difuso, pero es inevitable que también pueda tener características de derecho claramente subjetivo,
dependiendo del caso en que nos encontremos.” Rodríguez Rescia, Víctor, El derecho al medio ambiente en el Sistema
Interamericano de Protección de Derechos Humanos: En busca de la implementación de una estrategia de litigio
regional, accesible a través de la red Internet en la siguiente dirección: www.elaw.org/resources/
125
año 1994, se incorporó el derecho humano
de todo ciudadano a gozar de un ambiente
sano y ecológicamente equilibrado, a la vez,
se estableció expresamente tanto el deber
Estatal de garantizar, defender y preservar
ese derecho, como la facultad que ostenta
cualquier sujeto para denunciar los actos que
lleguen a infringirlo, así como para reclamar
la reparación del daño ambiental acaecido.
Al respecto, por medio de la sentencia 442393 de las doce horas del 7 de setiembre
de 1993 la Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia de Costa Rica
determinó:
“Del desarrollo efectuado por esta Sala en
sus diferentes resoluciones, se desprende
entonces que en aras de garantizar el derecho
a la salud y a la vida, se hace indispensable
tutelar la protección al ambiente, cuya
utilización debe encaminarse de forma
adecuada e integrada con sus elementos y
en sus relaciones naturales, socioculturales,
tecnológicas y de orden público, dictándose
en esa medida reglas generales tendientes a
crear una situación ambiental que facilite lo
más posible el ejercicio de las libertades, y
el goce de los derechos fundamentales, para
con ello salvaguardar el patrimonio al que
tienen derecho las generaciones presentes
y venideras. Se debe deducir entonces que
la preservación y protección del ambiente es
un derecho fundamental, y es obligación del
Estado el proveer esa protección, ya sea a
través de políticas generales para procurar
ese fin o bien, a través de actos concretos
por parte de la Administración.”
La jurisprudencia constitucional costarricense ha desarrollado el criterio de la
imprescriptibilidad de las obligaciones que
pesan sobre todos y cada uno de los sujetos
físicos y jurídicos, públicos y privados de no
violar, lastimar, impedir o interferir el ejercicio
de los derechos fundamentales, dentro de
los que se encuentran los derechos a un
medio ambiente sano, a la vida y a la salud,
lo anterior por tratarse de obligaciones de
orden público y de rango constitucional. De
esta forma, la obligación de los particulares y
del Estado de garantizar, defender, preservar
y abstenerse de contaminar el medio
ambiente es imperecedera y constante,
y a la vez, el co-respectivo derecho de los
habitantes a gozar de un ambiente sano y
ecológicamente equilibrado es esencialmente
inextinguiblePor tanto, siendo el derecho al
ambiente un derecho humano fundamental
que obliga, tanto a particulares como al
Estado, a prevenir, cesar y a reclamar la
reparación de los daños ambientales, posee
como característica inherente ser indisponible
a raíz de su carácter no patrimonial, y
por tanto, ser un derecho irrenunciable e
imprescriptible. Lo anterior puede deducirse
del Voto Constitucional número Nº 689897 de las 18:06 horas del 22 de octubre de
1997 emanado de la Sala Constitucional de
la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica,
que al tratar el tema de la caducidad para
instaurar acciones de amparo en materia
ambiental dispuso:
“…el derecho a la salud deriva directamente
del derecho a la vida (Artículo 21 de la
Constitución Política) y ni si quiera su propio
titular puede renunciarlo, mientras que el de
vivir en un ambiente equilibrado (ordinal 50 de
la Constitución) es un derecho social, por su
naturaleza irrenunciable conforme al artículo
74 ibídem. Por el contrario, la caducidad a
que se refiere la citada norma de la ley de
esta jurisdicción es aplicable solamente a
aquellos derechos puramente patrimoniales
u otros cuya violación puede ser válidamente
consentida. De esta suerte, sería necesario
tomar en cuenta también que la lesión argüida
126
(afectación de la salud física y mental de
los vecinos por motivo de la operación de
la referida terminal de autobuses) sería de
efecto continuado, en la medida que se repite
día con día, de donde tampoco cabría el
alegato de la preclusión del derecho”
estar sujeto a plazos de prescripción, pues
siempre y en todo momento éstos tienen
la facultad de accionar en su defensa, lo
que nos lleva necesariamente a deducir
necesariamente la imprescriptibilidad de
dichas acciones.
De esta forma, existe un deber constitucional
de garantizar, prevenir y restaurar el
medio ambiente degradado, el cual por su
naturaleza de derecho social es irrenunciable
e indisponible, lo que obliga tanto al Estado
como a los particulares a ejercer acciones
judiciales y/o administrativas tendientes a
su prevención, cesación y recomposición,
deber que a todas luces jamás podría ser
consentido válidamente por sus víctimas, ni
Por último, vale recordar que la obligación
estatal en prevenir, proteger y reparar
los daños acontecidos en contra medio
ambiente como bien de naturaleza común o
colectiva, deviene no solo de la Constitución
Política, sino que también de los Tratados
Internacionales suscritos y ratificados por
Costa Rica, así como de la normativa de
rango inferior24, razón que viene a reforzar
esta primera tesis aquí desarrollada.
24Tratados internacionales y Declaraciones Ambientales suscritas por Costa Rica, entre las que se encuentran:
Declaración de Estocolmo sobre Medio Ambiente Humano de 1972, La Carta Mundial de la Naturaleza de 1982,
Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 y la Declaración de Johannesburgo del 2002, vienen a
reafirmar ese poder – deber del Estado de proteger el medio ambiente previniendo acciones que lleguen a degradarlo.
De igual forma, subsiste la obligación estatal de sancionar a los sujetos infractores de la normativa ambiental, y de
aplicar los principios propios del derecho ambiental internacional. Al efecto, además del artículo 50 constitucional, el
numeral 41 de la carta magna establece “Ocurriendo a las leyes, todos han de encontrar reparación para las injurias
o daños que hayan recibido en su persona, propiedad o intereses morales. Debe hacérseles justicia pronta, cumplida,
sin denegación y en estricta conformidad con las leyes”. Además, el párrafo segundo del numeral 28 constitucional
enuncia “Las acciones privadas que no dañen la moral o el orden público, o que no perjudiquen a tercero, están
fuera de la acción de la ley”, lo cual viene a marcar el terreno en cuanto a la protección y reparación del ambiente,
pues interpretando a contrario sensu, el deber del Estado en intervenir en la protección y restauración del ambiente
se encuentra supeditado a que las conductas que se les achaque a particulares dañen la moral, el orden público
o causen daño a terceros. Es importante recalcar que la Constitución Política reconoce una serie de derechos y
facultades a los particulares que en teoría podrían encontrar roces con el derecho a un ambiente sano. Al respecto,
y de conformidad con el principio de lesión, el ejercicio legítimo de un derecho tiene como límites los derechos de los
demás y el ejercicio racional del mismo. Por ello, el numeral 22 del Código Civil de Costa Rica establece la teoría del
abuso del derecho, por medio del cual la ley no ampara el abuso del derecho ni el ejercicio antisocial de éste, por lo
que todo acto o omisión que sobrepase los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño a un tercero o para
la contraparte, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de medidas judiciales y administrativas
que impidan la persistencia del abuso.De igual forma, y en desarrollo del deber de reparación, el mismo Código Civil de
Costa Rica en su numeral 1045 recoge el fundamento de la responsabilidad civil extracontractual “Todo aquel que por
dolo, falta, negligencia o imprudencia, cause a otro un daño, está obligado a repararlo junto con los perjuicios”. Dicho
principio llevado al derecho ambiental se encuentra contenido dentro del artículo 101 de la Ley Orgánica del Ambiente
que al efecto reza “Sin perjuicio de las responsabilidades de otra naturaleza que les puedan resultar como partícipes
en cualquiera de sus formas, los causantes a las infracciones a la presente ley o a las que regulan la protección del
ambiente y la diversidad biológica, sean personas físicas o jurídicas, serán civil y solidariamente responsables por
los daños y perjuicios causados. Solidariamente, también responderán los titulares de las empresas o las actividades
donde se causen daños, ya sea por acción u omisión”. En concordancia con lo anteriormente expuesto, los artículos
45, 53 y 54 de la Ley de Biodiversidad establecen el deber Estatal en la recuperación, restauración y rehabilitación
de los ecosistemas, “El estado tiene la obligación de evitar cualquier riesgo o peligro que amenace la permanencia
(continúa en la siguiente página)
127
Como segundo argumento a favor de la tesis
aquí expuesto respecto a la imprescriptibilidad de las acciones judiciales y/o administrativas que busquen la prevención, cesación y
recomposición del medio ambiente degradado, lo es la naturaleza pública de los bienes
ambientales colectivos.
En el caso costarricense, las aguas
territoriales, las costas, el espacio aéreo,
la plataforma continental, el zócalo insular,
los recursos y riquezas naturales del agua
del suelo y del subsuelo, las bellezas
naturales, la fauna y los recursos genéticos
y bioquímicos, así como la biodiversidad, el
patrimonio histórico y artístico de la Nación,
las fuerzas que puedan obtenerse de las
aguas de dominio público, los yacimientos
de carbón, las fuentes o yacimientos de
petróleo,
sustancias
hidrocarburadas,
depósitos de minerales radioactivos, y el
espacio electromagnético, son bienes de
dominio público25. Por su parte, la flora,
los recursos forestales y humedales han
sido declarados de interés público por la
legislación ambiental vigente26.
Los bienes de dominio público gozan de
especial protección, de manera que no son
susceptibles de apropiación por particulares
y ni siquiera por la Administración Pública.
Su protección y administración corresponde
al Estado en nombre de la Nación, lo cual lo
realiza generalmente por medio del Ministerio
de los ecosistemas. También deberá prevenir, mitigar o restaurar los daños ambientales que amenacen la vida o
deterioren su calidad”; “La restauración, recuperación y rehabilitación de los ecosistemas, especies y los servicios
ambientales que brindan, deben ser fomentados por el Ministerio de Ambiente y Energía y los demás ente públicos,
mediante planes y medidas que contemplen un sistema de incentivos, de acuerdo con esta ley y otras pertinentes”;
“Cuando exista daño ambiental en un ecosistema, el Estado podrá tomar medidas para restaurarlo, recuperarlo y
rehabilitarlo. Para ello, podrá suscribir toda clase de contratos con instituciones de educación superior, privadas o
públicas, empresas e instituciones científicas, nacionales o internacionales, con el fin de restaurar los elementos de la
biodiversidad dañados”.
La reparación ambiental debe ser en la medida de lo posible “in natura” o bien “in pristinum”, al respecto el numeral 99
inciso g de la Ley Orgánica del Ambiente establece “Ante la violación de la normativa de protección ambiental o ante
conductas dañinas al ambiente claramente establecidas en esta ley, la Administración Pública aplicará las siguientes
medidas protectoras y sanciones: La imposición de las obligaciones compensatorias o estabilizadoras del ambiente o
la diversidad biológica”.
Tratándose de bosques, la Ley de Aguas en su numeral 151 obliga al infractor a reponer los árboles destruidos
en terrenos situados en pendientes, orillas de carreteras y demás vías de comunicación, aquellos que puedan ser
explotados sin necesidad cortarlos, así como los situados en terrenos atravesados por ríos, arroyos, o en bosques
donde existan manantiales. En materia de humedales, el artículo 103 de la Ley de Conservación de Vida Silvestre
establece “Será sancionado con multa de cien mil colones convertible en pena de prisión de uno a dos años, quien
drene lagos, lagunas no artificiales y demás humedales, sin la previa autorización de la Dirección General de Vida
Silvestre del Ministerio de Recursos Naturales, Energía y Minas. Además, el infractor será obligado a dejar las cosas en
el estado en que se encontraban antes de iniciar los trabajos de drenaje, para lo cual se faculta a la Dirección precitada,
a fin de efectuar los trabajos correspondientes, pero a costa del infractor”. A la vez, en materia minera el Código de
Minería en su artículo 24 establece la obligación del titular del permiso de exploración de “cegar las excavaciones
que hiciere y en todo caso, a pagar los daños y perjuicios que causare, a criterio de la Dirección o a juicio de peritos”.
Por último, tratándose de degradación de suelos el numeral 52 de la Ley de Uso, Manejo y Conservación de suelos
establece “Quien contamine o deteriore el recurso suelo, independientemente de la existencia de culpa o dolo o del
grado de participación, será responsable de indemnizar, en la vía judicial que corresponda, y de reparar los daños
causados al ambiente y a terceros afectados”
25 Al respecto puede consultarse el voto 10466-2000 de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica.
26 Así lo establece el Artículo 1 de la Ley Forestal de Costa Rica (ley número 7575 del 05 de febrero de 1996), el numeral
3 de la Ley de Conservación de la vida silvestre (ley número 7317 del 21 de octubre de 1992) y el artículo 41 de la Ley
Orgánica del Ambiente (ley número 7554 del 04 de octubre de 1995).
128
de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones
como órgano rector en materia ambiental,
correspondiéndole el disponer y resolver
sobre su dominio, aprovechamiento, utilización, gobierno y vigilancia.
Los bienes ambientales de dominio público,
pueden ser objeto de explotación racional
por parte del Estado o por los particulares de
acuerdo con lo que disponga a ley, o mediante
las figuras de la concesión y permisos de
uso, otorgadas por tiempo determinado y con
arreglo a las condiciones y estipulaciones que
establezca la Asamblea Legislativa. Este tipo
de bienes gozan además, de las prerrogativas
de ser inembargables, imprescriptibles e
inalienables, y su explotación se puede
dar, siempre y cuando se garantice a todos
los habitantes, el derecho a una calidad de
vida dentro de un ambiente sano y ecológicamente equilibrado27.
Por su parte, la declaración de interés
público que ostentan bienes ambientales
tales como la flora, recurso forestal y los
humedales, tiene como implicación que el
Estado costarricense se encuentra facultado
de imponer limitaciones a su uso, disfrute
y explotación por parte de los particulares,
con el fin de proteger los intereses de
la colectividad.
La imprescriptibilidad de los bienes de
dominio público debe verse desde una doble
perspectiva. Por una parte, se trata de bienes
que no son susceptibles de ser adquiridos
por los particulares a raíz del transcurso del
tiempo mediante la figura de la prescripción
positiva o adquisitiva, de esta forma, ningún
particular puede alegar que el trascurrir del
tiempo lo faculta a inscribir a su favor bienes
que forman parte del dominio público.
Por otro lado, la imprescriptibilidad también
debe implicar que ni el Estado ni los
particulares que actúan en defensa de un
interés de incidencia colectiva, pierden
a raíz del paso del tiempo, la obligación
constitucional de reclamar, mediante
acciones judiciales y/o administrativas, la
defensa y tutela de aquellos bienes que
forman parte del patrimonio de la Nación, o
que se le han encomendado su administración
o protección especial mediante la figura del
interés público ambiental.
Esta tesis parece estar reforzada por
lo dispuesto en el numeral 14 de la Ley
Forestal costarricense:28
“Los terrenos forestales y bosques que
constituyen el patrimonio natural del Estado,
detallados en el artículo anterior, serán
inembargables e inalienables; su posesión
por los particulares no causará derecho
alguno a su favor y la acción reivindicatoria
del Estado por estos terrenos es
imprescriptible. En consecuencia, no pueden
inscribirse en el Registro Público mediantes
información posesoria y tanto la invasión
como la ocupación de ellos será sancionada
conforme a lo dispuesto en esta ley”.
Un tercer aspecto a tomar en cuenta, y
que vendría a reforzar la tesis sostenida
respecto a la imprescriptibilidad de las
acciones tendientes a reclamar el daño
ambiental puro o de incidencia colectiva, lo
es la equiparación teórica que cierto sector
27 Al respecto puede consultarse el voto número 2000-10466 emanado de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia de Costa Rica.
28 Ley número 7575 del 05 de febrero de 1996.
129
de la doctrina ha realizado entre los daños
ambientales de gran escala y magnitud, con
respecto a los delitos de lesa humanidad
contenidos en instrumentos internacionales
de derechos humanos29. De esta forma,
algunos interpretan que por tratarse de un
derecho humano el derecho a vivir en un
ambiente sano, el hecho de contaminar el
entorno que nos rodea con consecuencias
negativas sobre la salud, la vida y el equilibrio
ecológico conllevaría a una situación
análoga a la tutelada por los delitos de
lesa humanidad, y por tanto, las acciones
tendientes a prevenir, cesar y recomponerlo
serían imprescriptibles, tal y como lo son las
acciones tendientes a perseguir este tipo
especial de delitos30.
Esta tercera tesis parece encontrar asidero
en el artículo 2 de la Ley Orgánica del
Ambiente de Costa Rica que dispone como
un principio general, que el daño ambiental
constituye un delito de carácter social,
pues afecta las bases de la existencia de la
sociedad; económico, porque atenta contra
las materias y los recursos indispensables
para las actividades productivas; cultural,
en tanto pone en peligro la vida de las
comunidades, y ético, porque atenta contra
la existencia misma de las generaciones
presentes y futuras.
La constitucionalidad de la imprescriptibilidad de la persecución penal de los delitos
de lesa humanidad ha sido objeto de análisis por parte de la Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia de Costa Rica,
la cual en la sentencia N° 0230-96 de las
nueve horas treinta y nueve minutos del
doce de enero de mil novecientos noventa y
seis, dispuso:
“…se está legislando sobre un delito
considerado de “lesa humanidad”, es
decir, que no solamente afecta intereses
individuales, sino los intereses de la
humanidad entera, como especie. Se trata
de delitos de la más perversa planificación y
ejecución, en donde generalmente el aparato
del Estado, o algún sector de éste, poderoso,
directa o indirectamente se involucra en
la desaparición de personas, con todas
las posibilidades de la impunidad. Y, por
eso mismo, la persecución de este tipo de
delitos trasciende al interés de un Estado
o país en particular, de manera que todas
esas circunstancias ameritan que reciba
29 En especial la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad,
adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en su Resolución 2391 (XXIII), de 26
de noviembre de 1968 y entrada en vigor el 11 de noviembre de 1970, la cual en su artículo primero inciso b) dispone:
“Los crímenes siguientes son imprescriptibles, cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido: Los crímenes
de lesa humanidad cometidos tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz, según la definición dada en el
Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, de 8 de agosto de 1945, y confirmada por las resoluciones de
la Asamblea General de las Naciones Unidas 3 (I) de 13 de febrero de 1946 y 95 (I) de 11 de diciembre de 1946, así
como la expulsión por ataque armado u ocupación y los actos inhumanos debidos a la política de apartheid y el delito
de genocidio definido en la Convención de 1948 para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio aun si esos
actos no constituyen una violación del derecho interno del país donde fueron cometidos”.
30 “Dado que el derecho a vivir en un ambiente sano, es un derecho humano, al contaminar el ambiente estaríamos
ante un delito de lesa humanidad, por las enfermedades y las muertes que acarrea la contaminación, y por lo tanto
imprescriptibles. Por ello, la acción de cese del daño como derivación del derecho constitucional de disfrutar de un
ambiente sano y equilibrado y de la obligación de preservar la salud y la vida de los seres humanos es imprescriptible, al
igual para nosotros, las acciones que se deriven de ellos” Capelluto, Marcelo y Lacovelli, Maria Victoria, Responsabilidad
Civil por Daño Ambiental, accesible en la siguientes dirección electrónica: http://www.estrucplan.com.ar/articulos/
verarticulo.asp?IDArticulo=1203
130
ese tratamiento especial (Artículo VII). Es la
calidad de los autores, la utilización de los
medios, y la gravedad del delito en sí mismo
que, como lo demuestran experiencias
recientes del entorno Latinoamericano,
van más allá del daño a las personas, que
lo causan de forma inimaginable, hasta
convertirse en tragedia para la sociedad
entera de los países. Otro tanto cabe decir
de la imprescriptibilidad de la pena, pues
de qué valdría una sentencia condenatoria,
si los sentenciados cuenta con una red
de protección que les permitiría evadir su
cumplimiento? De allí que la mayoría de la
Sala, con el voto salvado de los Magistrados
Piza, Castro y Arias, estime que la nota de
imprescriptibilidad no es irrazonable como
respuesta del ordenamiento a esta clase
de delito.”
Así la cosas, de la lectura del anterior
voto se puede interpretar y deducir, que
el ordenamiento jurídico costarricense
considera razonable y proporcionado, y
por tanto constitucional, la existencia de
situaciones jurídicas imprescriptibles como lo
serían la persecución penal de los delitos de
lesa humanidad, así como aquellas acciones
judiciales y administrativas que pretendan la
prevención, cesación y reparación de daños
ambientales sobre bienes de naturaleza
común o colectiva basadas en el deber
constitucional de la tutela del ambiente.
sobre la salud, por su naturaleza patrimonial
son disponibles por parte de sus titulares y
por tanto, sujetas a plazos de prescripción.
Cabe destacar que los daños ocasionados
al ambiente en muchos casos, no son
consecuencia de una sola acción, sino que
son producto de todo un proceso extendido
en el tiempo. Esta peculiaridad distintiva
tiene importancia en el tema prescriptivo, ya
que suelen exteriorizarse muy lentamente,
terminando por favorecer a quién comete un
daño ambiental, ya que el paso del tiempo
le permitiría eventualmente insolventarse,
ausentarse, y aún desaparecer física
o jurídicamente.
Por lo anterior, el instituto de la prescripción de
los daños provocados por la contaminación
sobre bienes ambientales susceptibles de
apropiación, renuncia y disposición por
parte de sus titulares, debe ser amoldado a
este tipo especial de daños, evitando a toda
costa que el transcurso del tiempo convierta
al contaminador en un sujeto inmune de
pagar por los daños ocasionados por
sus conductas.
II.2.1. Plazos de prescripción
II.2. Prescripción del daño ambiental de
naturaleza individual o particular.
Una vez aclarado el hecho de que los
daños ambientales que afectan derechos
subje-tivos individuales son prescriptibles,
es importante determinar los plazos de
prescripción previstos por el ordenamiento
jurídico costarricense.
Todas aquellas acciones tendientes a
reclamar los daños y perjuicios ocasionados
como consecuencia de la contaminación
ambiental que recaen indirectamente
sobre bienes ambientales susceptibles de
apropiación privada, incluyendo los daños
Tratándose del derecho a reclamar
indemnizaciones de daños y perjuicios
ocasionados por la Administración Pública a
raíz de sus actuaciones y omisiones lícitas
o lícitas, normales o anormales, el plazo de
prescripción establecido por el numeral 198
131
de la Ley General de Administración Pública
es de cuatro años:
Artículo 198 “El derecho de reclamar la
indemnización a la Administración prescribirá
en cuatro años, contados a partir del hecho
que motiva la responsabilidad. El derecho
a reclamar la indemnización contra los
servidores públicos prescribirá en cuatro
años después de que se tenga conocimiento
del hecho dañoso”
Mientras tanto, todas aquellas acciones
de reclamos patrimoniales a sujetos de
derecho privado estarían sujetas al plazo de
la prescripción ordinaria establecido por el
numeral 868 del Código Civil de diez años.
Artículo 868: “Todo derecho y su correspondiente acción se prescriben por diez
años. Esta regla admite las excepciones
que prescriben los artículos siguientes y las
demás establecidas expresamente por la ley,
cuando determinados casos exigen para la
prescripción más o menos tiempo”.
II.2.2. Inicio del cómputo del plazo de
prescripción
En un primer orden de ideas, es importante
tener en cuenta que el plazo de prescripción
únicamente empieza a correr para aquellos
derechos y acciones que son prescriptibles,
de tal manera que el curso de la prescripción
nunca llega a iniciarse para aquellas acciones judiciales y/o administrativas tendientes
a la prevención, cesación y recomposición
de los daños sufridos por los bienes ambientales de dominio público o bien declarados
de interés público, en cuyo caso, por tratarse
de intereses de incidencia colectiva de naturaleza constitucional, son imprescriptibles.
En principio, para las acciones de daños y
perjuicios, la prescripción comienza a correr
desde la fecha en que se produce el daño,
que en la mayoría de los casos es la misma
fecha del hecho ilícito. Así lo disponen tanto
el artículo 874 del Código Civil, como el
párrafo primero del numeral 198 de la Ley
General de Administración Pública:
Artículo 874 Código Civil: “El término de
la prescripción de acciones comenzará a
correr desde el día en que la obligación
sea exigible”
Artículo 198 Ley General de Administración
Pública: “El derecho de reclamar la
indemnización a la Administración prescribirá
en cuatro años, contados a partir del hecho
que motiva la responsabilidad.
A pesar de lo anterior, la anterior regla no es
absoluta. Para ciertas acciones judiciales,
jurisprudencialmente se ha dispuesto una
cosa distinta, tal y como acontece con la
acción de fraude o de simulación, o bien en
materia de incumplimiento contractual por
vicios ocultos o redhibitorios, en donde el
plazo del cómputo de la prescripción empieza
a correr desde el momento que el afectado
tiene conocimiento del carácter fraudulento o
simulado del acto, o bien, desde que el vicio
oculto es de conocimiento del perjudicado.
Es así como la Sala Primera de la Corte
Suprema de Justicia de Costa Rica, por
medio de la sentencia 77 del 12 de julio de
1995, respecto a la prescripción de vicios
ocultos dispuso lo siguiente:
“Se reclama la responsabilidad por el
incumplimiento contractual, al no entregarse
la casa adquirida con las especificaciones
implícitas en el contrato. Los daños y perjuicios
se produjeron, según la causa alegada por el
[coactor] y la [coactora], como consecuencia
del terremoto del 22 de diciembre de 1990.
Antes, no se conocían los vicios ocultos de
la edificación, ni tampoco habían sufrido
132
lesión alguna en sus intereses. Por ello,
los accionantes no podían ejercer alguna
acción. El Tribunal Superior incurrió en
quebranto del artículo 874 del Código Civil,
al estimar que el término de la prescripción
comenzaba a contarse desde la fecha en la
cual se firmó la escritura de compraventa.
Aquí, al igual que en dicha ocasión, se
trata de situaciones desconocidas por los
actores, quienes ignoraban los supuestos
vicios por los cuales reclaman. Estos -en
lo concerniente al presente caso- según se
alega, se manifestaron con el sismo del 22
de diciembre de 1990, cuando se dieron los
daños que debieron reparar. Ergo, antes no
podía correr plazo alguno de prescripción
o caducidad. La presente acción versa
sobre la responsabilidad contractual por
incumplimiento del vendedor, cuyo plazo de
prescripción es de diez años. Al momento
de notificarse la presente acción, no había
transcurrido ni siquiera un año desde el
terremoto del 22 de diciembre de 1990.
En consecuencia, cabe acoger el recurso
interpuesto y anular, en cuanto a este
extremo, la sentencia del Tribunal.”
La misma Sala en una situación análoga, por
medio de la Sentencia Nº 29, de las 14:30
horas del 14 de mayo de 1993, resolviendo un
asunto donde se discutía la responsabilidad
de la Administración Público por las lesiones
sufridas por una paciente, a quien se le
había dejado en su cuerpo una aguja en una
intervención médica, manifestó:
“Del sílabo de hechos probados fijado por
los tribunales de instancia, resulta, en primer
lugar, la intervención quirúrgica practicada el
15 de diciembre de 1979; sucesivamente, se
dan una serie de padecimientos por parte de
la señora [...] y, finalmente, en 1985, a raíz de
abscesos perianales, ocurre el hallazgo de la
aguja olvidada, causante de los padecimientos
sufridos por la actora. Hasta ese momento,
los efectos dañinos del descuido en
la atención del parto de 1979 estaban
manifestándose, cuando, sorpresivamente,
se descubrió la causa de los males sufridos
por ella [...]. Es entonces cuando se integran
los extremos de la responsabilidad civil, al
producirse el hallazgo, sin el cual aquélla
no se configuraba. Antes de ello, la causa
del mal era ignorada por la actora y por los
médicos de la misma institución demandada;
entretanto, continuaba produciéndola el
daño en su integridad física y emocional. Por
ende, es desde esa fecha cuando comienza
a correr el plazo de prescripción...”
De esta forma, para aquellos daños que si
bien, nacen en un momento determinado,
pero sus efectos aparecen después o son
perceptibles y apreciados con posterioridad
a la acción u omisión que los ocasionó,
el plazo de prescripción inicia a partir del
conocimiento objetivo que posea la víctima
o víctimas del daño sufrido, salvo que dicho
desconocimiento provenga de su propia
omisión al deber de cuidado (due diligence).
Es así como en estos casos la prescripción
empieza a correr desde el momento que el
daño es cierto y susceptible de apreciación.
La razón de que en algunos supuestos la
prescripción arranque desde la fecha del
conocimiento, siempre que sea inimputable,
es porque el tiempo transcurrido entre la
fecha del título y el conocimiento no fue un
tiempo útil para accionar31. Lo que se trata
31 López Herrera, Edgardo, La Prescripción de la Acción de Daños, en Tratado de la prescripción liberatoria, LexisNexis,
Buenos Aires.
133
de evitar a toda costa es que la acción
de daños y perjuicios nazca prescrita, y
con ello se consolide jurídicamente una
denegatoria de justicia, situación a todas
luces inconstitucional.32
Este criterio subjetivo de inicio de cómputo de
la prescripción, supeditado al conocimiento
objetivo que tenga la víctima del daño
sufrido, fue el adoptado por la Ley General
de Administración Pública en el artículo 198
párrafo segundo, respecto a la prescripción
de las acciones para reclamar daños y
perjuicios contra los servidores públicos:
Artículo 198 “El derecho a reclamar la
indemnización contra los servidores públicos
prescribirá en cuatro años después de que
se tenga conocimiento del hecho dañoso”
Cabe destacar que los ordenamientos
jurídicos más modernos en materia de daños
como lo es el sistema alemán, siguen un
sistema subjetivo para el inicio del cómputo
del plazo de la prescripción en materia
de daños.33
Otra situación digna de analizar lo es el inicio
del cómputo de la prescripción del daño
continuado, entendiendo por éste aquel
que es producto de un proceso dilatado en
tiempo, y por lo tanto su desarrollo no es
consecuencia de una única acción, sino
de un conjunto o sucesión de actos y/o
omisiones, de un mismo o varios autores, en
épocas diversas.
Para esta situación especial, tanto la doctrina
como la jurisprudencia son contestes en
afirmar que la prescripción se interrumpe
continuamente mientras perdura el ilícito. El
voto número Nº 6898-97 de las 18:06 horas
del 22 de octubre de 1997 emanado de la
Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia de Costa Rica, dispuso:
“De esta suerte, sería necesario tomar
en cuenta también que la lesión argüida
(afectación de la salud física y mental de
los vecinos por motivo de la operación de
la referida terminal de autobuses) sería
de efecto continuado, en la medida que se
repite día con día, de donde tampoco cabría
el alegato de la preclusión del derecho”
Por su parte de forma análoga, la
jurisprudencia emanada tanto del Tribunal de
Casación Penal como de la Sala Tercera de
la Corte Suprema de Justicia ha sido extensa
a la hora de reiterar la condición de “efectos
permanentes” en todos aquellos delitos que
implican invasión, usurpación, depósito de
cosas o desechos en áreas protegidas, etc. En
estos casos, los juzgadores han equiparado
esta clase de delitos y han sostenido que
son similares porque son instantáneos en
cuanto a la iniciación de la consumación,
pero son de efectos permanentes en cuanto
a la duración de la actividad consumativa.
Todos los fallos coinciden en aceptar que
en todos estos delitos comienza a contarse
la prescripción a partir del momento en que
cesa la actividad o la obra invasora. De
esta forma, no se verifica la prescripción
mientras la obra o el invasor permanezcan
en la propiedad privada, la estatal, la zona
marítima terrestre o en el área de protección.
A manera de ejemplo, el voto del Tribunal
de Casación Penal N° 193-2002 de las
32 “Ocurriendo a las leyes, todos han de encontrar reparación para las injurias o daños que hayan recibido en su persona,
propiedad o intereses morales. Debe hacérseles justicia pronta y cumplida, sin denegación y en estricta conformidad
con las leyes” Artículo 41 de la Constitución Política de Costa Rica.
33 Al efecto puede consultarse la reforma al BGB alemán del año 2002.
134
9:00 horas del 8 de marzo de 2002 habla,
específicamente, de que el delito de
invasión de área de protección es similar
al de usurpación por ser ambos de efectos
permanentes, por lo que la prescripción
comienza a correr a partir del momento en
que cese la invasión. Por su parte, el fallo
del Tribunal de Casación Penal N° 507-2002
de las 9:30 horas del 11 de julio de 2002
asimila en cuanto a sus efectos el delito de
construcción o desarrollo en zona marítimo
terrestre al de usurpación, pues mientras
tenga edificaciones en el inmueble, por ser
de efectos permanentes, la prescripción
de la acción penal no corre y proceden las
consecuencias jurídicas como la orden
de demolición.
Una vez expuesto tanto el sistema objetivo
como el subjetivo de cómputo del plazo de la
prescripción en general, así como la situación
especial respecto a los daños de tipo continuados, cabe analizar a partir de cuándo inicia la prescripción del daño ambiental, tomando en cuenta sus particularidades propias y
distintivas respecto al daño puro y simple.
II.2.3. Inicio del cómputo para daños
ambientales permanentes de efectos
instantáneos.
Para todos aquellos daños ambientales
cuyos efectos negativos son perceptibles
y apreciables concomitantemente a la
fecha de ocurrencia de la acción u omisión
contaminadora o degradadora del medio
ambiente, el plazo de la prescripción
empieza a correr desde el mismo momento
en que aconteció el hecho dañoso o desde
su primera manifestación.
De esta forma, para este tipo de daños
ambientales, el inicio del cómputo de la
prescripción lo es a partir del mismo momento
que nace la acción, a dia natæ actioni, pues
la obligación de reparación e indemnización
se considera exigible a partir de la primera
manifestación del daño.
Se puede afirmar entonces que para aquellos
daños ambientales que acontecen en un
único momento y cuyos efectos empiezan a
ser perceptibles por parte de los afectados
desde ese mismo momento, la prescripción
empieza a correr a partir de la acción u
omisión causante del daño acaecido.
II.2.4. Inicio del cómputo para daños
ambientales sobrevinientes
Por su parte, el reclamo de aquellos daños
ambientales cuyos efectos negativos no son
perceptibles o apreciables concomitantemente a partir del mismo momento en que
aconteció la acción, sino que sus consecuencias negativas aparecen y son perceptibles
con posterioridad al hecho dañoso, sigue un
criterio subjetivo en cuanto al cómputo del
plazo de la prescripción.
Por sus particularidades propias, el comienzo
del cómputo de la prescripción de este tipo
o clase de daño ambiental debe demorarse,
a raíz de la incerteza o imposibilidad
material por parte de la víctima del daño, de
conocer fehacientemente la fecha exacta de
ocurrencia del hecho generador del daño, y
por ende de la responsabilidad derivada de
la conducta dañosa.
Por ello, el plazo de prescripción para
instaurar
acciones
tendientes
a
la
indemnización empieza a correr a partir
de que el o los damnificados conocen, o
debieron conocer mediante una razonable
posibilidad de información, actuando con
135
la debida diligencia (due diligence) el daño
sufrido, pues es hasta ese instante que
el interesado se encuentra en posibilidad
jurídica de ejercer su acción.
Para aquellas situaciones donde el
damnificado conoció o debió conocer el daño
sufrido, pero no la causa que lo provocó, el
plazo de la prescripción debe iniciar a partir
del conocimiento que tuvo de la causa, ya
que es hasta ese momento en que puede
empezar a actuar.
II.2.5. Inicio del cómputo de la prescripción
para daños ambientales continuados.
Por su parte, el daño ambiental continuado
modifica constantemente el inicio de la
prescripción. Debido a su esencia, los
daños se producen en forma sucesiva,
ininterrumpida, continua, (por ejemplo las
emanaciones tóxicas diarias) por lo que el
cómputo de la prescripción debe iniciarse a
partir del último acto de violación repetitiva,
continua e ininterrumpida. Es estos casos,
la ilicitud no se genera en una única
acción, sino que se manifiesta de forma
ininterrumpida, continua, reiterativa, razón
que lleva a concluir que para los efectos del
cómputo de la prescripción, ésta empieza a
correr cuando a partir del momento en que
aquella cesa y se produce de esta forma su
verificación total y definitiva.
En el tanto la conducta ilícita se esté
desarrollando,
la
prescripción
queda
interrumpida cada vez que se repite la
acción dañosa, y por tanto su plazo de
prescripción vuelve a correr una y otra
vez, lo que lleva a concluir que mientras la
acción se siga generando, la prescripción
no corre, equiparándose en sus efectos a
las situaciones anteriormente analizadas
de imprescriptibilidad de la acción para la
defensa, cesación y reparación del daño
ambiental colectivo.
III- Prescripción del Daño
Ambiental en el Derecho
Comparado
III.1 Argentina
La ley 25.675 Ley General del Ambiente34 si
bien conceptualiza el daño ambiental, regula
el carácter objetivo de la responsabilidad,
el carácter simplemente mancomunado o
solidario en algunos casos de la obligación de
indemnizar, e inclusive posee disposiciones
que innovan respecto al valor de la cosa
juzgada y el principio dispositivo, en cuanto
al tema de la prescripción del daño ambiental
es absolutamente omisa, razón por la cual
debe acudirse a la doctrina y jurisprudencia
para llenar ese vacío normativo.
En principio, la acción de responsabilidad
civil ambiental iniciada en representación
de intereses de incidencia colectiva
(intereses difusos y los estrictamente
colectivos), en virtud de sus connotaciones
de perdurabilidad, es imprescriptible. Esto
también aplica para todas aquellas acciones
tendientes a la cesación del daño ambiental
por molestias que exceden la normal
tolerancia en relaciones de vecindad, en el
tanto la contaminación o molestia se siga
produciendo. A la vez, se han considerado
imprescriptibles las obligaciones consti-
34 Sancionada el 27/11/2002 y publicada en el Boletín Oficial del 28/11/2002.
136
tucionales que pesan sobre todos y cada
uno de los sujetos de la comunidad y sobre
el Estado de no violar, lastimar, impedir
o interferir el ejercicio de los derechos
constitucionales al medio ambiente, a la vida
y a la salud35.
Para todas aquellos daños ya producidos,
y que no sean daños ambientales de
naturaleza colectiva, o bien que no tiendan
al cese de daños continuados en relaciones
de vecindad, el plazo de la prescripción es
de dos años, lo anterior debido a que la
ley General del Ambiente no previó ningún
plazo especial de prescripción para el
daño ambiental36.
En cuanto al inicio del plazo de la prescripción
el jurista Cafferatta citando a Mosset
Iturraspe explica37:
“También el comienzo del plazo de
prescripción, es objeto de la resolución que
anotamos: que no es otro que desde el día
en que acontece el hecho (el hecho ilícito
se produjo), o desde que el daño es cierto
y susceptible de apreciación. Es decir, en
casos como el presente, en los que el daño
no es contemporáneo sino sobreviviente,
el curso de la prescripción comienza
con éste, “cuando se muestra cierto y
susceptible de apreciación” (según enseña
MOSSET ITURRASPE)
El tema ha sido amplia y acertadamente
desarrollado por la jurisprudencia, y a
continuación y a manera de ilustración, se
exponen extractos de sentencias relevantes:
En el caso Almada, Hugo Néstor c/ Copetro
S.A., la Corte Primera Civil y de Comercio
de la Plata, Sala Tercera mediante el fallo de
fecha 9/2/1995, dispuso:
Si la obligación de los particulares y del
Estado (nacional y provincial) de abstenerse
de contaminar el medio ambiente es
imperecedera y constante, el co-respectivo
derecho de los habitantes a gozar de un
ambiente sano y al respeto a su vida y su salud,
es esencialmente inextinguible. De modo tal
que poco y nada importa que sus titulares
se hayan sumido durante algún tiempo en
la inacción o, incluso, consentido y aceptado
los actos lesivos de tales derechos, pues
siempre y en todo momento tienen la facultad
de accionar en su defensa. En cambio,
las acciones resarcitorias de los perjuicios
provocados por la denunciada polución y
que, se acumularon a la pretensión de cese
de la contaminación, son prescriptibles.”
En el litigio de Irazú Margarita contra Copetro S.A., sobre Daños y Perjuicios, la Cámara Civil y Comercial de la Plata (Bs. As.)
manifestó:
“El supuesto daño por el que se demanda
sucede ininterrumpidamente, pues en
forma diaria se sostiene se está dañando
las propiedades y la salud de sus dueños
y familiares. A los efectos del cómputo de
la prescripción, cuando la ilicitud se mani-
35 López Herrera, Edgardo, La Prescripción de la Acción de Daños, en Tratado de la prescripción liberatoria, LexisNexis,
Buenos Aires.
36 “La acción de cesación del daño es imprescriptible, tal como ya lo hemos manifestado; la acción de daños prescribe en
cambio a los diez años el que se cuenta desde que las molestias pasaron de ser tolerables a intolerables, cuestión de
hecho sumamente difícil de probar en la que debe primar la prudencia judicial”, López Herrera, Edgardo, La Prescripción
de la Acción de Daños, en Tratado de la prescripción liberatoria, LexisNexis, Buenos Aires.
37 Cafferatta, Néstor, Molestias intolerables derivadas de la vecindad por la instalación de una torre y antena de celulares,
publicado en: LA LEY 03/04/2008, 6
137
fieste ininterrumpidamente, la prescripción
empieza a correr cuando aquella cese (Salas
Acdeel E. “Código Civil Anotado”, Tomo III,
pág. 71, art. 4037). No habiendo cesado
Copetro S.A. en sus labores, evidentemente
si el daño existe, se sigue produciendo, y
dado ello la prescripción impetrada no se ha
operado, analizando la cuestión desde otra
prisma, dado el tipo de daños por los que
se reclama, su existencia o su responsable
son de difícil elucidación, en consecuencia
el término de prescripción recién podría
comenzar a computarse desde que ambos
extremos lleguen a conocimiento de los
actores, y aún cuando el criterio más arriba
expuesto pudiera no ser aceptado, no cabe
duda –por vía de hipótesis- que debería
computarse la circunstancia apuntada, y
no hay en autos constancias adecuadas
para permitir concluir con que dos años
antes del inicio de las acciones en juicio, los
demandantes conocían con fehaciencia el
origen de los daños y quién debía cargar con
la responsabilidad por los mismos.”
Además, la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil de la Capital Federal, en el caso
“Bottero, Hugo Enrique y otros c/Nextel
Communications Argentina SA sobre
daños y perjuicios” del 05 de diciembre de
2007, expuso:
“Antes de examinar los hechos particulares
de esta causa, recuerdo también que hay
abundante jurisprudencia que al momento de
computar el plazo de iniciación de las acciones
de Daño Ambiental, considera que el comienzo
debe demorarse, por la sencilla razón que
falta certeza, o conocimiento fehaciente de
la incapacidad de la víctima o de la fecha de
ocurrencia del hecho, generador del daño, y
por ende de la responsabilidad. También se
señala el carácter progresivo o acumulativo
del daño ambiental, y en consecuencia se dijo
que el plazo se renueva día a día, de manera
continua, permanente, o incesante”.
“…no ha de confundirse la acción que
persigue la cesación de molestias con la
facultad de reclamar indemnización por los
daños causados. Existen muchos otros
supuestos en los que pueden estar en juego
el derecho a la salud, o a la vida, y no por eso
se amplía el plazo de prescripción o la acción
se torna imprescriptible...”
“Lo que puede resultar imprescriptible es la
acción de prevención y recomposición del
daño ambiental colectivo (o daño al ambiente
en sí mismo; Cafferatta, Néstor, El tiempo
y las cautelares en el derecho ambiental,
LA LEY 2007‑B, 1341), que es un caso
diferente al presente, en el que la acción es
esencialmente resarcitoria.”
“Jurisprudencialmente, el criterio adoptado
es similar. Así, se ha sostenido que
tratándose de una acción por responsabilidad
extracontractual, resulta aplicable el plazo de
prescripción previsto por el artículo 4037 del
Código Civil. Ese plazo comienza a correr,
en principio, desde el día en que acontece
el hecho fuente de la obligación. Sin
embargo, si el daño no es contemporáneo
sino sobreviniente, el curso de aquélla
comienza con éste, cuando se muestra cierto
y susceptible de apreciación, aunque se
halle en proceso evolutivo y no se encuentre
aún determinado definitivamente. A su vez,
si la víctima ignora esos extremos, sin que
la ignorancia le sea imputable, comienza a
correr a partir de su conocimiento (conf. Sala I,
“in re” “Ramirez Elfo c. M.C.B.A. s/daños y
perjuicios”, 25/8/98; conf. Mosset Iturraspe,
Jorge, De nuevo sobre la prescripción de los
daños sobrevinientes y de los continuados,
LA LEY, 1988-D-102).
Por último, en el más reciente fallo la
Suprema Corte de Buenos Aires en el caso
138
“Sagarduy, Alberto Omar contra Copetro
S.A. Daños y perjuicios” del diecisiete
de diciembre de 2008, confirmando los
anteriores precedentes jurisprudenciales
aquí expuestos en cuanto al inicio del plazo
de la prescripción, dispuso lo siguiente:
“Siendo ello así, entiendo que en situaciones
excepcionales como las que presenta el
sub lite, no alcanza con haber sufrido algún
detrimento en la salud o en la propiedad para
que se tenga por iniciado el lapso pertinente,
sino que dicha circunstancia debe ser
acompañada de una razonable posibilidad
de información acerca del origen del daño, lo
que a la par permite proponer correctamente
la acción e identificar a su autor (v. mutatis
mutandi, doct. causas “Genta c/ Potente”,
sent. del 19-XII-1950, en “Jurisprudencia
Argentina”, 1951-II-4; L. 42.474, sent. del 15VIII-1989; C.S.N., Fallos 235:145). Sólo en
tal hipótesis -teniendo siempre presente la
particularidad de los daños aquí reclamadospuede imputarse a los afectados las
consecuencias de su inacción, es decir de la
omisión en la promoción del reclamo judicial
(arg. causas L. 72.194, sent. del 3-XI-1999;
L. 84.378, sent. del 19-VII-2006).”
“Finalmente, en esta línea de pensamiento,
cabe recordar que el valor de la información es
especialmente tutelado en ciertas materias,
como ocurre en el ámbito de la defensa del
medioambiente (arts. 41 2º párrafo, Const.
nac.; 28 3er párr., Const. prov.; 1 inc. i], 16 a
18, ley 25.675; ley 25.831; arts. 2 inc. b], 26
a 28, ley 11.723). Entiendo, en tal sentido,
que el criterio asumido precedentemente
-en cuanto sólo autoriza computar el plazo
de prescripción a partir del conocimiento
suficiente del origen de los perjuicios sufridospuede ser apreciado como una derivación de
dicho principio fundamental.”
“Los elementos probatorios y demás constancias de autos tenidos en cuenta por
la accionada para sustentar su tesis acerca
de la acabada ilustración de los vecinos
respecto de la contaminación ambiental
concretada por la empresa, no son
suficientes para revisar la conclusión del juez
de grado (art. 384 y concs., C.P.C.C.). Las
meras exteriorizaciones dañinas no implican
conocimiento suficiente de su origen y autor,
por lo que lo alegado en tal sentido en la
pieza de inicio no contradice la solución
adoptada por el juez de grado.”
III.2. Ecuador
La recientemente aprobado Constitución de
Ecuador sigue un criterio de imprescriptibilidad
de las acciones legales que persigan o
sancionan daños ambientales, al respecto el
artículo 396 dispone:
Art. 396.- El Estado adoptará las políticas y
medidas oportunas que eviten los impactos
ambientales negativos, cuando exista
certidumbre de daño. En caso de duda
sobre el impacto ambiental de alguna acción
u omisión, aunque no exista evidencia
científica del daño, el Estado adoptará
medidas protectoras eficaces y oportunas.
La responsabilidad por daños ambientales
es objetiva. Todo daño al ambiente,
además de las sanciones correspondientes,
implicará también la obligación de restaurar
integralmente los ecosistemas e indemnizar
a las personas y comunidades afectadas
Cada uno de los actores de los procesos de
producción, distribución, comercialización
y uso de bienes o servicios asumirá la
responsabilidad directa de prevenir cualquier
impacto ambiental, de mitigar y reparar los
daños que ha causado, y de mantener un
sistema de control ambiental permanente.
Las acciones legales para perseguir
y sancionar por daños ambientales
serán imprescriptibles.
139
III.3. Chile
A diferencia del caso ecuatoriano, la ley
de Bases Generales del Medio Ambiente
de Chile38 en su artículo 63 contabiliza de
manera propia el plazo de prescripción de
las acciones indemnizatorias que la misma
ley regula, esto es, cinco años desde la
manifestación evidente del daño.
Como puede observarse, la citada norma
parte del principio de prescriptibilidad de
las acciones indemnizatorias acaecidas a
raíz de un daño ambiental, y además, fija un
criterio subjetivo en cuanto al inicio del plazo
prescriptivo empezando a correr a partir de la
manifestación evidente del daño ambiental.
III.4. México
La Ley General del Equilibrio Ecológico y
la protección al ambiente de México, tras
la reforma operada en 1996 de su artículo
203, estableció un plazo perentorio de cinco
años para el reclamo de la responsabilidad
ambiental, siguiendo lastimosamente un
criterio objetivo para el cómputo del citado
plazo, sea que el mismo corre a partir del
momento en que se produce el acto, hecho
u omisión.
Artículo 203: Sin perjuicio de las sanciones
penales o administrativas que procedan,
toda persona que contamine o deteriore el
ambiente o afecte los recursos naturales o
la biodiversidad, será responsable y estará
obligada a reparar los daños causados, de
conformidad con la legislación civil aplicable.
El término para demandar la responsabilidad
ambiental, será de cinco años contados a
partir del momento en que se produzca el
acto, hecho u omisión correspondiente.
En el proyecto de Ley de Responsabilidad
Civil por el Daño y el Deterioro Ambiental
de México, el tema de la prescripción es
abordado de una manera confusa, lo que
puede llegar a convertirse en un portillo abierto
para favorecer a los agentes contaminantes.
Por un lado, el artículo 16 otorga un plazo de
prescripción de cinco años a partir de que se
tenga conocimiento de la conducta dañosa,
y por otro, el numeral 17 establece un plazo
máximo de prescripción de veinticinco años
desde el día que tuvo lugar la acción u omisión
causante del daño. Como puede observarse
a simple vista, ambos artículos parecen
contradecirse, y coincidiendo con la maestra
Tania Leyva Ortiz39, podría interpretarse que
se cuenta con cinco años a partir de que se
conoce la conducta que causó el daño para
reclamar la reparación del daño, pero que
no se puede exceder de veinticinco años el
tiempo transcurrido desde que aconteció
la conducta y el ejercicio de la acción de
reparación, contando el afecto con veinticinco
años para darse cuenta que una conducta
determinada causó un daño ambiental.
III.5. Directiva Comunitaria sobre Responsabilidad Medioambiental
La Directiva Comunitaria sobre Responsabilidad Ambiental en relación con
la Prevención y Reparación de los Daños
Ambientales 40 tuvo como finalidad establecer
38 Ley número 19300
39 Leyva Ortiz, Tania Comentarios a la Ley de Responsabilidad Civil por el Daño y el Deterioro Ambiental, octubre 2003.
Segundo Encuentro Internacional de Derecho Ambiental. Seminario de Responsabilidad. UNAM-INE. México.
40 Directiva 2004/35/CE del Parlamento Europeo y del Consejo.
140
un marco para la prevención y la reparación
de los daños ambientales sobre la base de
la responsabilidad ambiental41. El régimen
creado es aplicable exclusivamente a los
daños ambientales, los cuales abarcan los
daños a la biodiversidad42, daños a las aguas
y daños a los suelos, dejando por fuera de su
esfera de aplicación todos aquellos daños que
cuentan con un régimen de responsabilidad
regulado en Convenios Internacionales, tales
como aquellos causados por contaminación
de hidrocarburos y daños nucleares. De
igual forma, no se aplica en los casos de
contaminación de carácter amplio y difuso
cuando sea imposible establecer un vínculo
causal entre los daños y las actividades de
ciertos operadores individuales, tampoco a
las actividades cuya única finalidad sea servir
a la defensa nacional, ni concede facultades
a las partes particulares de reclamar
indemnizaciones por pérdidas económicas
como consecuencia de daños ambientales o
de una amenaza inminente de los mismos.
La Directiva Comunitaria establece dos
distintos plazos de prescripción. Por una parte,
dispone un plazo de cinco años dentro del
cual la autoridad competente se encuentra
facultada de incoar procedimientos de
recuperación de los costes en que ésta incurrió
contra el operador o bien un tercero que haya
causado los daños o la amenaza inminente
de daños. Este plazo empieza a correr a
partir de la última de las fechas siguientes:
la fecha en que se haya llevado a término la
aplicación de las medidas o la fecha en que
se haya identificado al operador o al tercero
responsable. Tal y como lo afirma el jurista
español Jesús Jordano Fraga “este funciona
como plazo de prescripción y es criticable
porque desconoce que los bienes ambientales
son bienes de dominio público y que en tanto
tales son imprescriptibles, habiendo anudado
a ello en ocasiones la jurisprudencia, la
imprescriptibilidad de la acción43. Además,
la Directiva de rito no es de aplicación si han
transcurrido más de 30 años desde que tuvo
lugar la emisión, suceso o incidente que los
produjo. Esta limitación parece fundarse en la
seguridad jurídica, pero puede ser peligrosa
como cláusula de inmunidad en daños diferidos
sobre todo en actividades nuevas44.
41 Artículo 1 de la Directiva 2004/35/CE
42 Es importante aclarar que el concepto biodiversidad utilizado por la Directiva no es aquel definido por el artículo 2
del Convenio sobre Diversidad Biológica que al efecto reza “Por diversidad biológica se entiende la variabilidad de
organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras causas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros
ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada
especie, entre las especies y de los ecosistemas”; sino más bien, únicamente abarca los hábitats naturales y las
especies relacionadas en el Anexo I de la Directiva 79/409/CEE o en los Anexos I, II y IV de la Directiva 92/43/CEE,
o los hábitats y las especies no contemplados en dichas Directivas, cuyas áreas de protección o conservación se
hayan designado de conformidad con la legislación de los Estados miembros correspondientes sobre la conservación
de la naturaleza, tal y como se encuentra establecido por el artículo 2 inciso 2 de la Directiva, dejando por fuera por
tanto, la idea de variabilidad contemplada en la definición que da el Convenio de Diversidad Biológica, excluyendo la
responsabilidad derivada de los organismos modificados genéticamente y por consiguiente el régimen contemplado
en el Protocolo sobre Bioseguridad de Cartagena de Indias. Las Directivas 79/409/CEE y 92/43/CEE carecen de
disposiciones en materia de responsabilidad que fomenten un comportamiento preventivo y disuasorio, por tanto el
régimen de responsabilidad propuesto viene a llenar tal vacío.
43 Jordano Fraga, Jesús, La responsabilidad por daños en el derecho de la Unión Europea: análisis de la directiva
2004/35, de 21 de abril, sobre responsabilidad Medioambiental, en Medio Ambiente y Derecho, revista electrónica de
Derecho Ambiental, número 12-13 diciembre 2005, http://www.cica.es/aliens/gimadus/
44 Jordano Fraga, Jesús, La responsabilidad por daños en el derecho de la Unión Europea: análisis de la directiva
2004/35, de 21 de abril, sobre responsabilidad Medioambiental, en Medio Ambiente y Derecho, revista electrónica de
Derecho Ambiental, número 12-13 diciembre 2005, http://www.cica.es/aliens/gimadus/
141
III.6. España
Por su parte, España incorporó dentro de su
ordenamiento jurídico la anterior Directiva
mediante la promulgación de la ley 26/2007,
de 23 de octubre, de Responsabilidad
Medioambiental45, en cuyo artículo 4
dispuso respecto al ámbito temporal de
responsabilidad medioambiental:
Esta ley no será de aplicación a los daños
medioambientales si han transcurrido más
de treinta años desde que tuvo lugar la
emisión, el suceso o el incidente que los
causó. El plazo se computará desde el día
en el que haya terminado por completo o se
haya producido por última vez la emisión, el
suceso o el incidente causante del daño.
Como puede observarse, el legislador español
a sabiendas que la Directiva transpuesta es
de mínimos46, fue más allá respecto al tema
de la prescripción, estableciendo como punto
de inicio del plazo prescriptivo el día en que la
emisión, suceso o incidente haya terminado
por completo de producirse, o bien, desde
que se haya producido por última vez.
Conclusiones
Las características especiales que distinguen
al daño ambiental de los daños tradicionales
deben llevarnos ineludiblemente a reinterpretar y amoldar el instituto clásico
de la prescripción a esta clase nueva de
situaciones no previstas por el legislador y
por ello, es válido plantearse la tesis de la
imprescriptibilidad de cierto tipo de acciones
ambientales, y en otros casos la demora del
plazo de iniciación de las mismas, en virtud
a que la duda y la incerteza siempre serán
inherentes a la cuestión ambiental y por tanto,
el Derecho debe ofrecernos una especial
protección a esta clase de pretensiones.
Por ello, hemos partido de la tesis de que
las acciones administrativas y judiciales
instauradas, tanto por los particulares
como por la misma Administración Pública,
tendientes a prevenir, cesar y reparar el
daño estrictamente ambiental, también
denominado daño ambiental puro o de
naturaleza colectiva, son imprescriptibles.
Contrario a lo anterior, las acciones tendientes a reclamar los daños y perjuicios
ocasionados sobre derechos subjetivos
y/o
intereses
legítimos
ocasionados
como consecuencia de la contaminación
ambiental, y que recaen sobre bienes
ambientales susceptibles de apropiación
privada (incluyendo los daños sobre la
salud) si son prescriptibles, ello a raíz de la
patrimonialidad y disponibilidad por parte de
sus titulares.
En cuanto al inicio del cómputo del plazo
para todas aquella acciones ambientales
prescribibles tratándose de daños ambientales cuyos efectos negativos son perceptibles
y apreciables concomitantemente a la fecha
de ocurrencia de la acción u omisión contaminadora o degradadora del medio ambiente, este empieza a correr desde el mismo
momento en que aconteció el hecho dañoso
o desde su primera manifestación. Mientras
45 Publicada en el BOE número 255 del 24 de octubre de 2007.
46 El artículo 130 inciso T del Acta Única Europea prescribe que las medidas de protección adoptadas conjuntamente no
serán obstáculo para que cada Estado pueda adoptar y mantener medidas de mayor protección, siempre que sean
compatibles con el propio Tratado.
142
que el reclamo de los daños ambientales
cuyos efectos negativos aparecen y son perceptibles con posterioridad al hecho dañoso,
el plazo inicia a partir de que el o los damnificados conocen, o debieron conocer mediante una razonable posibilidad de información, actuando con la debida diligencia (due
diligence) el daño sufrido, pues es hasta ese
instante que el interesado se encuentra en
posibilidad jurídica de ejercer su acción.
Respecto al daño ambiental continuado, el
cómputo de la prescripción debe iniciarse a
partir del último acto de violación repetitiva,
continua e ininterrumpida, sea cuando cesa
y se produce su verificación total y definitiva.
En este último caso, en el tanto la conducta
ilícita se siga desarrollando, la prescripción
queda interrumpida cada vez que se repite
la acción dañosa, y por tanto su plazo de
prescripción vuelve a correr una y otra vez,
lo que lleva a concluir que mientras la acción
se siga generando, la prescripción no corre.
Interpretar y aplicar el instituto de la prescripción de la forma aquí planteada, evitaría que
la incertidumbre inherente a la cuestión ambiental y el transcurso del tiempo, se conviertan en factores que favorezcan al contaminador, haciéndolo inmune de recomponer el
ambiente degradado e indemnizar los daños
y perjuicios ocasionados.
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