Contrato INVAP-Australia Importación de residuos

Anuncio
Campaña Energía
Agosto 2001
Contrato INVAP-Australia
Importación de
residuos nucleares:
Prohibido por la
Constitución Nacional
Informe preparado por el Dr.Daniel Sabsay
Greenpeace Argentina ha encomendado el siguiente informe al Dr.Daniel
Sabsay, reconocido constitucionalista y especialista en temas jurídicoambientales en la Argentina.
Dr. DANIEL A. SABSAY: Graduado en Derecho de la Universidad Nacional de
Buenos Aires. Doctorat d’Université en la Facultad de Derecho de París II,
Francia. Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho
de la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Derecho Constitucional
Ambiental de los Programas de Posgrado de las Universidades de Buenos Aires,
Austral y Torcuato Di Tella. Profesor Invitado de la Universidad Robert
Schuman de Estrasburgo, Francia y de la Universidad de Texas, en Austin,
EEUU. Director Ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales
(FARN).
Es Presidente de la Comisión de Juristas para la elaboración del Digesto Jurídico
Argentino.
Consultor nacional e internacional (Banco Mundial, Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, Universidad de Heidelberg, Centro de
Estudios Constitucionales de Madrid, Environmental Law Institute, Unión
Mundial para la Naturaleza [UICN], etc. Fue Asesor del Senado de la Nación.
Entre otras distinciones, ha sido condecorado por el Gobierno de Francia con las
insignias de “Caballero de la Orden Nacional del Mérito”.
Greenpeace Argentina.
Mansilla 3046. (1425) Buenos Aires, ARGENTINA
Tel:54-11-49620404
Fax:54-11-49637164
Email: [email protected]
Contacto: Juan Carlos Villalonga
2
Introducción
En junio del año 2000 el INVAP, organismo dependiente de la Provincia de Río
Negro y de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), anunció
públicamente el haber obtenido una licitación para construir un reactor de
investigación y producción de radioisótopos en Australia. 1
Dicho reactor serviría como reemplazo de uno ya existente en Lucas Hights, a
35 km de la ciudad de Sidney. La noticia tuvo una gran repercusión en los
medios nacionales ya que se trataba de una venta de tecnología que ascendería
a unos 180 millones de dólares. La noticia, calificada como “la exportación
tecnológica más importante que realizó la Argentina”, fue difundida con un gran
optimismo y un muy alto perfil ya que la misma llegaba en una situación de alta
recesión económica y de dificultades para el Gobierno Nacional.2
Si embargo, esa licitación generó una importante discusión en Australia debido
a una serie de cuestionamientos administrativos y técnicos.3 El Senado de
Australia realizó una investigación sobre el proceso licitatorio lo que permitió
conocer aspectos hasta ese momento desconocidos en relación a la cláusulas de
la licitación. Se pudo saber entonces que una de las cláusulas existentes en la
base de las ofertas decía que el combustible nuclear gastado no debía
permanecer en suelo australiano. Las condiciones que establecía el “Principal’s
Project Requirements” eran:
Fuel Qualification and Management
The Contractor shall demonstrate that a viable spent fuel disposition strategy
exists for the fuel elements and fuel assemblies provided for use and that
strategy(ies) comply with the commitments given at page 5.28 of the
Environmental Impact Statement for the Replacement Research Reactor. In
particular the strategies must not involve;
a)
b)
c)
direct disposal of research reactor spent fuel in Australia, nor
reprocessing of spent fuel in Australia, nor
indefinite storage of research reactor spent fuel in Australia.
A partir de esta información Greenpeace realizó una inmediata consulta a las
autoridades del INVAP para conocer cómo había sido cumplido ese requisito. La
nota recibida como respuesta reconocía la existencia de la propuesta de traer a
la Argentina, para su procesamiento, el combustible nuclear gastado. (ver
Anexos 1 y 2)
Esto motivó la denuncia de Greenpeace y otras organizaciones ambientalistas
sobre las implicancias de esa operación. Una de las principales razones que
1
“180 millones de dólares. Un reactor nuclear argentino para Australia”, tapa Clarín, 7 de junio de
2000.
2
“Australia comprará un reactor nuclear argentino”, Clarín, 7 de junio de 2000.
3
“Greenpeace contra el reactor”, El Litoral, 13 de julio de 2000.
3
motivaron nuestra preocupación es que esa importación de residuos nucleares
es violatoria del Art.41 de la Constitución Nacional.4
Esta violación no sólo es grave por tratarse de una disposición constitucional,
sino que además, es una prohibición que logró rango constitucional en 1994 al
tenerse en cuenta los intentos realizados durante los ’80 para que Argentina
acepte la importación de residuos nucleares y la existencia de diferentes
propuestas en esa misma dirección. Una violación a esta prohibición crearía un
precedente de muy alto riesgo para el futuro.
A partir de la gran repercusión que tuvo esta denuncia, se produjo un
importante debate alrededor de la legalidad de la operación propuesta. La
CNEA y el INVAP argumentaron que la propuesta hecha no significaba una
violación a la Constitución Nacional.5
Como Greenpeace considera que este es un punto clave en la discusión
vinculada al contrato INVAP-Australia, presentamos este informe que analiza
este aspecto particular, realizado por el Dr.Daniel Sabsay, un reconocido
constitucionalista.
Se trata de determinar el alcance de la mencionada cláusula de la Constitución
Nacional, en el marco del art. 41 que le reconoce a todos los argentinos el
derecho a un ambiente sano y demás disposiciones concordantes de la Ley
Fundamental. A esos efectos, además del estudio de la mencionada cláusula
constitucional, se efectuará el análisis del debate en la Convención
Constituyente reformadora de 1994 previo a su adopción y demás elementos
susceptibles de facilitar dicha interpretación.
Juan Carlos Villalonga
Coordinador Energía
Greenpeace Argentina
4
“Residuos nucleares a cambio de un reactor”, La Nación, 12 de octubre de 2000.
“Revisan el contrato de venta de un reactor. Crece la polémica por el ingreso de basura nuclear”,
La Razón, 12 de octubre de 2000.
4
5
I.- La reforma constitucional
problemática ambiental
de
1994
y
la
La protección jurídica del medio ambiente ha logrado pleno reconocimiento
constitucional tanto en la Constitución Nacional como en la mayoría de las
constituciones provinciales argentinas. En efecto, los artículos 41 de la carta
nacional y sus correspondientes de las leyes fundamentales provinciales
consagran el derecho de toda persona a un medio ambiente sano y equilibrado
y a tales efectos le asignan a las autoridades de ambos niveles de gobierno la
realización de una serie de acciones encaminadas al logro del desarrollo
sustentable. La Constitución Nacional califica al medio ambiente como "sano,
equilibrado,..." y sólo se puede lograr que el mismo posea estas cualidades,
cuando las actividades a llevarse a cabo permiten que se pueda cumplir con el
objetivo en el tiempo de satisfacción de las necesidades de las generaciones
presentes sin privar de ellas a las generaciones futuras. De esta manera queda
incorporada a nuestro texto constitucional la noción de desarrollo sustentable o
sostenible que hoy en día ubica a la variable ambiental como necesaria en la
toma de toda decisión que haga al desenvolvimiento de una comunidad
organizada. El constitucionalismo provincial ha dado una respuesta similar,
anticipándose en el tiempo respecto del constituyente nacional. Ello, en razón
de que todas las leyes fundamentales de provincia reformadas a partir de 1986
le han dedicado una porción de su articulado a la temática ambiental.
La protección jurídica en materia ambiental debe proyectarse hacia el futuro. Se
debe tener en cuenta la irreversibilidad, la mayoría de las veces, de las
consecuencias dañosas para el ambiente que resultan de las actividades
humanas. Toda la atención debe estar puesta precisamente en la prevención de
esos efectos no queridos de las acciones que hacen al desarrollo. Es decir que
se debe trabajar teniendo siempre presente a la variable ambiental. Ello debe
partir de una concepción que estimule la idea de desarrollo, de ninguna manera
que se contraponga a él, claro que en el marco de un accionar que vincule
permanentemente a las dos nociones; y, por lo tanto, a las consecuencias que
de las mismas se derivan.
En función de lo antedicho, al intérprete del derecho le cabe adecuar sus
conclusiones a este esquema. La labor le será ardua ya que para actuar de este
modo deberá dejar de lado muchas de las bases dogmáticas que sustentan su
formación jurídica, fundada en un derecho donde las interpretaciones toman
como centro al sujeto persona humana, sin considerar de manera separada su
relación con el entorno en tanto miembro de una comunidad. Estas dificultades
aparecerán entonces en materia de daño, de legitimación para acceder a la
justicia, de deslinde de competencias entre diferentes niveles de gobierno, para
sólo citar a algunas. Tampoco debe olvidarse el original tratamiento de la
cuestión que le reserva el derecho de los derechos humanos. Ello dado que las
personas logramos el reconocimiento de un nuevo derecho pero esta
prerrogativa se ve acompañada del deber de actuar en procura de la difícil tarea
de preservar la calidad del ambiente. Este aspecto de la cuestión exige de la
concesión de las herramientas necesarias para que los obligados puedan dar
5
cumplimiento a las exigencias de fuente constitucional. Una clara aplicación de
lo que venimos diciendo se deriva del esquema participativo dentro del cual se
debe desarrollar la gestión ambiental. Se trata de lograr espacios de
intervención en el proceso de toma de decisiones susceptibles de repercutir
sobre el medio ambiente. Esta excepcionalidad para con los principios de una
democracia representativa proviene de las características que hemos
manifestado precedentemente y genera la necesidad de respuestas desde el
derecho público y desde la ciencia política.
En base a lo apuntado, la búsqueda del desarrollo sustentable obliga a que las
autoridades deban perseguir la defensa de ecosistemas. Entendemos por
ecosistema a un complejo de bienes naturales y culturales de los cuales
depende la calidad de vida de las personas que habitan en él. En tal sentido, se
deben instrumentar las herramientas que en una clara actitud de “evitación”
sean capaces de lograr que se obtenga el objetivo apuntado en el artículo 41
C.N. “El derecho ambiental debe tener un carácter eminentemente preventivo
por motivos funcionales y teleológicos” y “desde el punto de vista del análisis
económico del derecho, la preferencia por los instrumentos de actuación “ex
ante”, frente a los instrumentos “ex post”, origina dudas serias sobre la utilidad
del instituto de la responsabilidad” (Mosset Iturraspe, J.: “El Daño Ambiental”.
Ponencia presentada en el Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo
Sustentable. 1996)
El contenido del derecho no se limita a una mera obligación de conservar o
preservar sino que fundamentalmente consiste en un papel activo que lleva a
una obligación de hacer. Ello, a fin de que los distintos ámbitos en los cuales se
desarrolla la vida del hombre cuenten con las características que los adecuen al
desarrollo de una calidad de vida digna y acorde con los objetivos que la
cláusula constitucional prescribe. En todo ecosistema subyace una idea de
equilibrio que posibilita una suerte de tensión entre las actividades humanas y
los recursos que les sirven de base. Esto obliga a la determinación de ciertos
límites. Dentro de este marco existen cargas a ser observadas por los habitantes
en general y por las autoridades públicas -tal como reza el párr. 2º del art. 41-.
La obligación a que estamos haciendo referencia, importa el deber de proveer
lo necesario para la protección del derecho.
Ahora bien, todos estos conceptos parten de un conocimiento teórico que sirve
como punto de partida para la determinación en cada caso concreto de la
presencia o no de una actividad que anule o al menos que de algún modo
entorpezca o limite el goce del derecho a un ambiente sano. En el caso que nos
ocupa se configura un complejo de actividades que sin lugar a dudas modificará
la calidad de vida del lugar en el cual va a funcionar. El modo como tales
modificaciones repercutirán sobre el ecosistema que ellas pasarán a integrar,
sólo puede estimarse proyectando sus consecuencias dañosas sobre el complejo
de bienes en su conjunto. La única manera de conocer fehacientemente, con
anterioridad a la realización de las nuevas actividades los cambios que las
mismas provocarán, consiste en recurrir a la implementación de un estudio de
evaluación del impacto ambiental. He aquí la actitud de prevención que como
6
ya hemos visto le cabe de manera indelegable y en primer lugar a la autoridad
estatal.
La jurisprudencia ha ido especificando a las luz de los casos concretos el modo
de aplicación de lo expuesto. Por ejemplo en el fallo Fundación Fauna Marina c/
Ministerio de la Producción de la Provincia de Buenos Aires s/amparo (Juzgado
Federal Nº I, AGOSTO 5- 1996) recalca que “para el otorgamiento de un
permiso de captura de una especie zoológica, es requisito imprescindible, como
condición de validez, un estudio preliminar del impacto que causaría al
ecosistema marítimo argentino, condición sine qua non que -de estar ausenteconduce a la declaración judicial de inconstitucionalidad”. Más adelante el
sentenciante recurriendo a la concepción de H. Quiroga Lavié, subraya que los
jueces deberán conocer en el “estado ecológico” de derecho la clave de bóveda
del nuevo sistema constitucional. Este autor considera que resulta necesario que
antes de que se autorice una actividad susceptible de afectar “la salud o el
equilibrio ambiental (...) los jueces dispongan las medidas de no innovar hasta
tanto un estudio de impacto ambiental determine la viabilidad del
emprendimiento y en qué condiciones corresponde su autorización” Al respecto
entiende que “existe una directa vinculación de esta norma -el art. 41 C.N.- con
el art. 43, que regula el amparo en defensa de los derechos que protegen al
ambiente” (Quiroga Lavié, Humberto: “Constitución de la Nación Argentina
Comentada”. Zavalía Editor. Buenos Aires. 1996).
A esta altura de nuestro análisis, nos parece igualmente importante observar a
vuelo de pájaro, la Constitución de la provincia de Río Negro, pues se trata de
la provincia donde se encuentra establecida la sociedad INVAP. Pues bien en
ese ordenamiento, la materia que nos ocupa, se encuentra ubicada en la
segunda parte “Políticas Especiales del Estado”, sección séptima: “Política
Ecológica -Defensa del Medio Ambiente” (arts. 84/85). Allí, el constituyente
provincial, además de reconocer el derecho al ambiente, recalca las obligaciones
a cargo del Estado, para “preservalo y defenderlo” -deber que también les cabe
a todos los habitantes. Entre esos cometidos se destacan:
Art. 84:
inc. 1º. Previene y controla la contaminación del aire, agua y suelo,
manteniendo el equilibrio ecológico.
inc. 4º. Para grandes emprendimientos que potencialmente puedan
alterar el ambiente, exige estudios previos del impacto ambiental.
inc. 5º. Reglamenta la producción, liberación y ampliación de los
productos de la biotecnología, ingeniería nuclear y agroquímica, y de los
productos nocivos, para asegurar su uso racional.
Por último en el art. 85, ordena que un organismo específico con poder de
policía se ocupe de la custodia del medio ambiente y dispone que :
“Los habitantes están legitimados para accionar ante las
autoridades en defensa de los intereses ecológicos reconocidos en
esta Constitución”
7
Hasta acá queremos destacar que las constituciones han establecido importantes
deberes a cargo de las autoridades, los que asimismo se complementan con las
herramientas otorgadas a las personas -en el marco de una democracia
participativa- en aras del logro de la protección ambiental y de la consecución
del desarrollo sustentable. Así se destacan el libre acceso a la información -del
que luego nos ocuparemos en particular-, a la justicia, el proceso de evaluación
del impacto ambiental, la participación en la toma de decisiones, etc.
Valga este capítulo como marco general de referencia dentro del cual debe
necesariamente encuadrarse la actividad estatal, las acciones que hagan al
desarrollo; y, en el caso especial que nos ocupa, todo emprendimiento que
importe de alguna manera, la utilización, generación, tratamiento y cualquier
otro tipo de acción que involucre la presencia elementos radiactivos.
8
II.- El encuadre constitucional de los residuos
radiactivos
La temática del presente acápite es objeto de una consideración particular
dentro de la cláusula ambiental (art. 41 C.N.). En efecto, el constituyente de
reforma ha considerado que en razón de las particularidades y del grado de
peligrosidad que este tipo de residuos importa, debía tomarse una
determinación desde el propio texto de la constitución. Este criterio se
diferencia del temperamento adoptado respecto de las demás acciones a cargo
de las autoridades. Ello en razón de que como ya ha quedado dicho al respecto
el párrafo 2º del art. 41, enuncia de manera indicativa una serie de metas a ser
provistas por los titulares de los poderes.
Por el contrario, el último párrafo del art. 41 es imperativo y determina que:
“Se prohíbe el ingreso al territorio nacional de residuos actual o
potencialmente peligrosos, y de los radiactivos” (el resaltado es
nuestro)
La claridad de la redacción nos inhibe de toda interpretación que vaya más allá
de la propia literalidad de la cláusula. Se trata de una prohibición manifiesta que
no admite excepciones. Por lo tanto toda interpretación que llevara a establecer
algún tipo de diferenciación que tuviera por finalidad modificar el sentido
categórico del texto citado a efectos de ese modo de deducir consecuencias
jurídicas que morigerasen dicha cláusula, sería irrazonable. Y, de ese modo se
estaría contrariando uno de los principios básicos en materia de aplicación y de
hermenéutica constitucional y legislativa, el que consiste en la prohibición, tanto
para el intérprete, como asimismo para el que reglamenta, de generar
divisiones, categorías, subtipos, en suma distinciones, allí donde el
constituyente o el legislador no lo han hecho.
Pues bien, si esto último fuera consentido, lo que se estaría permitiendo, es que
quienes tienen a su cargo la delicada y compleja tarea de poner en efectiva
vigencia a las disposiciones constitucionales, en realidad las modifiquen a través
de categorías u otro tipo de casuística, con el propósito de contrariar los fines y
hasta el mismo texto de la norma que se reglamenta o se interpreta.
A efectos de determinar si se ha superado la órbita reglamentaria a cargo de la
ley para penetrar en la zona que la Constitución se ha reservado para si misma,
cabe aplicar el principio de razonabilidad enunciado en el art. 28. C.N., el cual
establece que:
“Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores
artículos, no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su
ejercicio”.
Cabe señalar que esto ocurriría si para el contrato Australia-INVAP se
concluyera que:
9
• Se trata de una importación temporaria ya que el combustible gastado
viene para ser procesado y luego de algunos años retorna a Australia. Pues
bien, estaríamos frente a una interpretación arbitraria e irrazonable, en tanto
y cuanto el texto de la propia Constitución no distingue entre ingresos
permanentes y temporarios de residuos peligrosos.
• No es basura nuclear, es combustible quemado y es posible utilizar parte
de él nuevamente. Dado que en este caso se estaría modificando el concepto
de residuo radiactivo. Además, por medio de este temperamento se está
obligando al país a realizar determinado tipo de procesamiento de residuos
nucleares que aún no han sido evaluados ni aprobados por los organismos
específicos. En ese sentido, cabe recordar que la ley nacional 25.018,
sancionada en 1998, establece los criterios para diseñar un plan de manejo
de residuos radiactivos. Ella determina la necesidad de definir un “Programa
Nacional de Gestión de Residuos Radiactivos” que debe ser aprobado por el
Congreso Nacional y eso aún no se ha llevado a cabo. En consecuencia
estamos frente a un contrato que no se encuadra en el marco constitucional y
legal argentino. Por último, la Argentina ha utilizado criterios legislativos
basados en el principio de que los residuos radiactivos deben ser tratados allí
donde se producen.
Como queda claro a través de estas situaciones hipotéticas, que llevan a la
aceptación de “flexibilizaciones”, se corre el riesgo de que poco a poco se vayan
distorsionando el espíritu y el claro y categórico texto del art.41 C.N.,
abriéndose la puerta a futuras interpretaciones, tanto en materia de residuos
radiactivos como tóxicos. De este modo la prohibición quedaría sujeta a un
posible “vaciamiento” que en el tiempo podría importar su inobservancia lisa y
llana. ¿Es posible pensar que una cláusula de la constitución ha sido concebida
para que no se cumpla? Por supuesto que no, y precisamente para evitar tan
palmaria contradicción, en la interpretación de las disposiciones constitucionales
se aplican los principios a que hemos hecho referencia precedentemente.
El debate ocurrido en la Convención Nacional Constituyente de Santa Fe durante
la discusión de esta parte de la reforma constitucional, es en si mismo un
elemento esclarecedor para interpretar el contenido de las cláusulas. En tal
sentido el diario de sesiones nos aporta elementos que refuerzan el
sostenimiento de esta línea interpretativa y que resultan concordantes con el
sentido que se desprende de lo que antes denominamos interpretación literal de
la norma. En ocasión de la consideración de los dictamenes de la Comisión de
Redacción en los despachos originados en la Comisión Nuevos Derecho y
Garantías, triunfó el despacho de la mayoría, el que coincide exactamente con el
texto constitucional actual. En el transcurso de la discusión que tuvo lugar en la
sesión ordinaria del 20 de julio de 1994, el dictamen que fue votado obtuvo las
siguientes explicaciones de los convencionales constituyentes que a
continuación se mencionan:
10
• Elva Roulet:”En cuanto a la especificación en forma particularizada de los
residuos radiactivos, cabe señalar que, si bien, éstos son residuos
peligrosos, se consideró necesario hacer esa particularización porque
generalmente todos los residuos nucleares se tratan de manera
independiente en el ámbito internacional. En el Convenio de Basilea, por
ejemplo, del cual fui signataria en mi carácter de Secretaria de Estado y que
fuera ratificado por el gobierno del doctor Alfonsín en 1988, referido al
transporte transfronterizo de residuos peligrosos se especifica
particularmente que no están incluidos dentro de ese capítulo los residuos
radiactivos. Sucede lo mismo en la ley nacional. De ahí que la comisión
consideró la necesidad de mencionarlos en forma particularizada”.
• Juan Schroder: “Aquí se habló también de .la ley de residuos peligrosos,
que contemplaba los tóxicos y los radiactivos. Me extraña que el legislador
Natale -quien se había pronunciado con anterioridad en defensa del despacho
de la minoría- no sepa que esa ley fue tan mal reglamentada que hoy en día
está habilitada la introducción de residuos tóxicos y radiactivos en
nuestro país. Entonces, debe tener jerarquía constitucional. Por eso, por lo
menos los bloques mayoritarios de esta Convención han incluído esa cláusula
que, por suerte, ha quedado”.
• Pettigiani: “No podemos estar tampoco en contra de esta cláusula que
proscribe el ingreso al territorio nacional de residuos actual o potencialmente
peligrosos y de residuos radiactivos porque ningún pueblo puede
autocondenarse. Pero quiero resaltar que no debemos olvidar de ninguna
manera que estas medidas proteccionistas de manera mediata o inmediata se
hallan al servicio de la conservación y mejoramiento de las condiciones de
vida humana en definitiva del hombre”.
• Eduardo Menem: “Como fundamento de mi voto favorable a la
incorporación de un nuevo texto constitucional por el que se regula la
preservación del medio ambiente, conforme al despacho de la mayoría (...),
considero procedente formular las siguientes reflexiones: Nuestro país
requiere de una urgente y decidida acción, para que el crecimiento y el
desarrollo sean sostenibles y no signifiquen depredación sobre nuestros
recursos. Los recursos naturales deben ser aprovechados y compartidos en
forma equitativa por ricos y pobres, por nuestra generación y por las
venideras. El desarrollo y el progreso no pueden alcanzarse a costa de otros,
ni amenazar la supervivencia de las especies. Para ello será necesario
reconsiderar nuestros valores y modificar nuestras pautas de
comportamiento, como individuos y como sociedad. Y en este último aspecto
el Estado debe jugar un rol fundamental, no sólo incorporando dichos
principios a su marco jurídico, sino además respetándolo y haciéndolo
respetar. Finalmente se propicia además la prohibición expresa de ingreso al
país de residuos radiactivos y actual o potencialmente peligrosos.
Con ello se recepta positivamente la inquietud que se ha instalado en nuestra
sociedad, ante el riesgo de que nuestro país sea utilizado como reservorio de
estas sustancias provenientes de países más desarrollados”.
11
Las opiniones vertidas ponen de manifiesto la absoluta coincidencia entre el
sentido literal de la cláusula que se comenta y el espíritu y la finalidad que sus
redactores quisieron imprimirle. Elegimos a los representantes de la Unión
Cívica Radical, del Frente Amplio y del Justicialismo (en el orden en que fueron
citados), pues dichos bloques fueron los firmantes del dictamen de mayoría y
constituyeron más de las tres cuartas partes de la totalidad de los miembros de
la Constituyente. Asimismo, transcribimos en su totalidad el fundamento del
voto del convencional Eduardo Menem, Presidente de la Convención, en razón
de que en apretada síntesis expresa el sentido del artículo 41 en su conjunto, de
conformidad con una visión transversal que incorpora las variables económica,
ambiental y social como componentes del concepto de desarrollo sustentable,
para finalizar justificando el sentido de la prohibición, cuyo sentido estamos
tratando de desentrañar en el presente dictamen.
12
III.- El Deber de las autoridades de proveer la
información ambiental
Entre las obligaciones a cargo de las autoridades que establece el 2º párrafo del
art. 41, se determina que éstas:
“... proveerán a la protección de este derecho, (...), y a la información
y educación ambientales” (el resaltado es nuestro)
Esta obligación en nuestro caso, en cabeza, del Poder Ejecutivo nacional, en
razón de haber negociado el convenio por medio del Ministerio de Relaciones
Exteriores y de INVAP, no se ha cumplido. En realidad dicho convenio sólo se
conoce parcialmente y más a través de “filtraciones” que de un contacto directo
con el instrumento. Sin embargo, el propio gerente general de la Comisión
Nacional de Energía Atómica, Roberto Cirinello reconoció en nota concedida a
Página 12 que “uno de los puntos del proyecto de acuerdo establece que en
caso de que la empresa australiana lo requiera, puede ser efectivamente traído
al país el combustible irradiado del reactor de Sydney, para su procesamiento
en INVAP y posterior devolución”( Página 12, 18/4/01). La manifestación nos
parece importante pues como bien sabemos el combustible irradiado constituye
material radiactivo. Acá podríamos utilizar el adagio que sostiene que a
confesión de parte relevo de prueba.
Por lo tanto, de resultas de lo que acabamos de afirmar la actitud de las
autoridades es violatoria de dos párrafos del art. 41 C.N., del 2º, en lo que hace
al deber específico de informar y del 4º en la medida que se ha infringido de
manera flagrante la prohibición que éste contiene.
13
IV.- Consideraciones Finales
En razón de lo expuesto, se considera que:
1.- A partir de 1994 la Constitución nacional argentina les reconoce a todos los
habitantes el derecho a un ambiente sano y apropiado para la sustentabilidad
del desarrollo y les impone el deber de protegerlo. Que asimismo. ello importa
una serie de obligaciones a cargo del Estado.
2.- En lo que hace a residuos radiactivos, el último párrafo de la mencionada
cláusula, prohíbe su introducción. Determinación categórica que no admite
ninguna excepción ya que de hacerse alguna se estaría violando el claro texto
constitucional.
3.- El debate ocurrido en la Convención Nacional Constituyente de 1994
refuerza el sentido que se le ha dado a la mencionada cláusula, ya que las
exposiciones de los convencionales convergen hacia esa misma interpretación
de manera vehemente y concordante.
4.- Dado que la cláusula en comentario tiene jerarquía constitucional, todas las
normas que se dicten en consecuencia tienen un orden de prelación inferior y
por lo tanto deben compadecerse con su contenido. Caso contrario estarían
colisionando con el texto de la Ley Fundamental y debería declararse su
inconstitucionalidad (conf.: art. 31 C.N)
5.- El art. 41 en el 2º párrafo les impone a las autoridades la obligación de
proveer a la información ambiental, lo que no ha ocurrido en el convenio a que
se hace referencia en el presente dictamen.
6.- Por último, dicho convenio importa el ingreso a nuestro territorio de
residuos radiactivos, a pesar de no conocerse con carácter fehaciente el detalle
de su contenido, ya que las autoridades no han informado al respecto.
7.- En consecuencia, dicho convenio infringe de manera palmaria y manifiesta
el claro texto del art. 41 CN en lo relativo a lo que el mismo establece en sus
párrafos 2º y 4º, tal como se desprende del análisis que hemos realizado en el
presente dictamen.
14
Anexo 1
15
Anexo 2
16
Descargar