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Rev Cubana Salud Pública 2002;28(1):62-70
Facultad de Salud Pública
HENRY E. SIGERIST Y LA MEDICINA SOCIAL OCCIDENTAL
Enrique Beldarraín Chaple1
RESUMEN: Se analiza la labor del famoso médico e historiador suizo, radicado en Norteamérica
desde la década de los años 30, fundador de la escuela moderna de análisis sociológico de la historia
de la medicina. Se expone su actividad docente e investigativa en la Universidad Johns Hopkins, su
visión temprana de la medicina soviética y la tarea de su difusión en el mundo occidental; su
condición de iniciador de las corrientes de la medicina social en Estados Unidos y de notable
personaje del mundo de la docencia y la investigación dentro de este campo de las ciencias.
DeCS: HISTORIA DE LA MEDICINA; BIOGRAFIA; MEDICINA SOCIAL/historia; MEDICOS/historia.
Desar
Desarrr ollo
manifestaciones de la vida humana, como
los profundos misterios que la rodean.1
Sigerist se graduó de Doctor en Medicina en Munich en 1917. En uno de sus escritos, narró cómo se interesó por la Historia de la Medicina: “una vez cuando estaba
en Munich, a mediados del año académico,
me sentí repentinamente cansado del hospital y de la medicina y comencé a faltar a
clases y a emplear el tiempo en visitar museos y galerías de arte por el día y a asistir
por la noche a teatros y a salas de concierto. Recorría inquieto las calles, cuando accidentalmente me encontré con un amigo
que ese día partía para Venecia. Decidí
acompañarle y pasar varias semanas viajando por Italia. Había olvidado totalmente
la Medicina y estaba sumido en un mundo
de Historia y Arte. Una tarde que estaba en
En 1911 matriculó Filología Oriental en
la Universidad de Zurich. Se trasladó a Londres para continuar estos estudios y comenzó el aprendizaje del idioma chino, con
la finalidad de conocer todas las civilizaciones orientales. Interesado en abordar estos
estudios de una forma integral, regresó tiempo después a Zurich, donde tomó cursos
sobre ciencias que se impartían a los matriculados en estas especialidades y a los de
Medicina. De ahí surgió su inclinación por
estudiar esta última acerca de la cual comentó posteriormente que nunca tendría
que arrepentirse, porque la Medicina es, sin
dudas una de las disciplinas académicas
más fascinantes y la que faculta al estudiante para conocer, tanto las más elevadas
1
Médico. Especialista de I Grado en Epidemiología.
62
la Plaza de San Marcos, sentí un irresistible
deseo de visitar un hospital, y allí, por primera vez, se me ocurrió que la historia de
las ciencias podría ser campo para conjugar todas mis ambiciones. Lleno de júbilo
regresé esa misma noche a Munich. A la
mañana siguiente reanudé mis obligaciones
hospitalarias con gran entusiasmo y, por la
tarde, fui a la biblioteca donde encontré la
Revista “Isis”, editada por George Sarton,
que poco tiempo antes había aparecido, así
como diferentes publicaciones de Karl
Sudhoff. En los días siguientes me formulé
el plan de estudiar los distintos períodos
de la historia de la medicina y de las ciencias y leí los más importantes textos sobre
la materia”.1
Durante la Primera Guerra Mundial fue
movilizado como médico del ejército y en
esa época se consolidó su interés por la
Higiene Pública. Su principal labor fue combatir la epidemia de influenza; durante varios meses recorrió el país e hizo estudios
epidemiológicos sobre esta enfermedad,
con lo que entró en contacto con las distintas clases sociales, en especial con los trabajadores. “Estos soldados anónimos –decía– se convirtieron en sus maestros, pues
le hicieron comprender multitud de problemas que no había conocido antes, ello le
permitió comprobar cuán poco sabía del
mundo en que vivía”.1 Esta etapa, según
sus propias palabras, le permitió “comprender el carácter imperialista de la guerra y
valorar en su real significación a la Revolución Rusa”.1
El Instituto de Historia de la Medicina
de la Universidad de Leipzig era en esa época el centro indiscutible de las investigaciones sobre la historia de nuestra ciencia.
Había sido fundado en 1905 por Sudhoff y
recibía investigadores de todo el mundo, que
bajo su dirección realizaban los estudios y
publicaban los textos en que trabajaban.1,4
De 1919 a 1925 Sigerist se mantuvo en
continuo intercambio con Sudhoff, de quien
dijo que más que maestro fue como un padre.4 En 1921, a los 30 años, ya se sentía lo
suficientemente preparado para aceptar un
puesto académico y fue designado docente privado de la Universidad de Zurich.
Cuando Sudhoff se retiró en 1925, su Cátedra y la Dirección del Instituto le fueron
ofrecidas.
Así, a los 34 años, se convirtió en director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Leipzig, institución pionera en la investigación
historicomédica.4 A partir de ese momento,
el objetivo de su trabajo fue mantener el
prestigio y el alto nivel del Instituto, sobre
la base de sus ideas y líneas de investigación, las que orientó básicamente en el enfoque sociológico de la historia de la medicina. Su libro “Man and Medicine”, escrito
en este período, plasma estos criterios sociológicos en el análisis de los problemas
de la medicina.2,1,9 Por otra parte, desarrolló
una sensible y vibrante comunidad intelectual formada por numerosos estudiantes y
jóvenes médicos que no tenía precedentes
en relación con las actividades del Instituto.
Fue en esta época cuando concibió
escribir una historia de la medicina con un
enfoque nuevo, diferente, eminentemente
sociológico, e inició una larga etapa de preparación que lo transformó en un gran humanista poseedor de una cultura enciclopédica.
En 1927 tuvo su primer encuentro con
William H. Welch, que marcó el inicio de
Sigerist y la historia
de la medicina
Su interés por la historia de la medicina
crecía por momentos, pero como consideró
que no estaba bien preparado para iniciar
estas investigaciones, se trasladó a Leipzig
en 1919, para trabajar con Kark Sudhoff.
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una colaboración y de una amistad que se
enraizó con el tiempo y desencadenante de
su posterior establecimiento en Norteamérica. En ese entonces, Welch se proponía organizar el Instituto de Historia de la
Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
En 1931, dos años después de inaugurado el Instituto, fue invitado a pronunciar
conferencias; después de una de ellas dictada en Boston, donde estaba presente
Harvey Cushing, famoso neurocirujano y
prominente bibliófilo, quien se entusiasmó
tanto con sus disertaciones, que le envió
un telegrama al doctor Welch, donde le proponía al doctor Sigerist para trabajar en el
Instituto de Historia de la Medicina de la
Universidad John Hopkins.4 Esto era en fecha tan temprana como el 30 de octubre de
1931. El 27 de noviembre, cuando estaba
Sigerist en Minneapolis para pronunciar
conferencias, hecho que coincidió con una
reunión de la Sociedad de Historia de las
Ciencias, el doctor Welch le anunció que la
Universidad Johns Hopkins le ofrecía la
Cátedra de Historia de la Medicina, lo cual
fue una gran sorpresa para él.
En 1932 sucedió a William Welch en la
dirección del Instituto de Historia de la
Medicina de la Universidad Johns Hopkins,
creado hacía poco tiempo.
Desde ese puesto siguió el patrón y la
inspiración del que ya existía en Leipzig.
Sigerist convirtió al Instituto en un centro
nacional de Historia de la Medicina en Estados Unidos, y logró nuclear a todos los
viejos y jóvenes investigadores.4
Era una época en la que en Estados
Unidos existía un creciente interés por resolver urgentes y graves problemas sociales de la medicina, en que el Comité sobre el
Costo de la Atención Médica estaba en el
apogeo de sus actividades.
De su gira por Estados Unidos obtuvo la información necesaria para escribir una
obra, considerada durante muchos años
como básica para el conocimiento y la comprensión del sistema de salud norteamericano, a saber, “American Medicine”,10 donde realizó una investigación histórica y sociológica, y demostró objetivamente que la
historia médica es también medicina.
Su labor al frente de la Cátedra “William
Welch”, del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkins,
creó una escuela, cuyos alumnos y amigos
formaron lo más significativo de los historiadores médicos posteriores a él en
Norteamérica.
Reorganizó la Asociación Americana
de Historia de la Medicina,1,2,4 y le dio a los
grupos locales el status de Sociedades integrantes, para estimular el interés por los
estudios históricos, creó la Medalla “Osler”
y las Conferencias “Garrison”.1 Fundó además una revista, primero como sección del
Boletín del Hospital Johns Hopkins y más
tarde como una publicación especializada:
el Boletín de Historia de la Medicina.4
INTERÉS POR LA MEDICINA SOCIAL
Su inquietud intelectual, no solo la demostró dentro de las bibliotecas o los claustros magistrales de la docencia, sino en sus
numerosos viajes, pues fue un infatigable
viajero en los que lo observaba todo con
aguda pupila, por lo que convirtió estos
recorridos en investigación y aprendizaje.
Así, su curiosidad lo llevó a la Unión Soviética y, cuando conoció su sistema de
salud, se convirtió en su entusiasta divulgador y reconoció sus aportes a la medicina mundial.
“Los estudios que he hecho durante
tres veranos en la URSS, -dejó escrito- fueron quizás los más inspiradores de toda mi
carrera. Admito francamente que estoy impresionado por todo lo que vi, por el esfuerzo honesto de una nación entera para
darle atención médica a todo el pueblo.11
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En su libro “Socialized Medicine in the
Soviet Union”11 (Medicina socializada en
la Unión Soviética), en su segunda edición
“Medicine and Health in the Soviet Union”
(Medicina y Salud en la Unión Soviética),
hizo un estudio amplio y comprensible de
la historia, la estructura y el funcionamiento del sistema de salud soviético, describió
su transformación y lo propuso como un
sistema de salud mundial, como el estado
final de la larga evolución histórica de los
servicios de salud. Este libro lo convirtió
en un ídolo de los estudiantes y jóvenes
médicos progresistas.
Tomó la decisión de divulgar entre la
clase médica norteamericana los valores del
sistema de atención médica soviético y sus
éxitos, y los presentó como un nuevo paradigma en la medicina social; creó con la
ayuda de importantes científicos norteamericanos la American Soviet Medical Society,
que presidió el Profesor Emérito de Fisiología de la Universidad de Harvard Walter B.
Cannon, amigo y admirador de Pavlov.4 La
promoción del conocimiento mutuo y la
comprensión entre los pueblos, era su modo
de ayudar al intercambio cultural y científico. Esta asociación tuvo su revista: “The
American Review of Soviet Medicine”, pero
ambas dejaron de existir cinco años después de iniciados sus trabajos.
Sigerist se convirtió en un gran orador, conferencista y comunicador en programas de radio, en la prensa escrita, y en
revistas de gran circulación como Atlantic
Monthly, PM, Science and Society y New
Masses. El 30 de enero de 1939, TIME publicó su retrato en la portada y lo calificó
como el historiador de la medicina más importante del mundo y la mayor autoridad
en el país en relación con los seguros de
vida obligatorios y las políticas de salud.8
Sigerist concebía la historia, no solo
como una forma de evaluar el pasado, como
el dato curioso o erudito, como materia es-
tática, muerta, sino como una disciplina
viva, que deja entrever las fuerzas que se
mueven en la sociedad. Con el análisis de
los hechos pasados, se pueden sortear errores y ayudar a alcanzar un nivel más perfecto de nuestra organización, que para él era
sinónimo de bienestar humano. Realmente,
dada su formación múltiple y excepcional,
dio una visión distinta y novedosa de la
historia de la medicina.
En su obra monumental “A History of
Medicine: primitive and Archaic Medicine”,12 presentó a la historia de la medicina
como una rama de la historia de la civilización, de la historia de la sociedad humana
en sus distintas y sucesivas estructuras
economicosociales en su lucha contra los
procesos patológicos, por la promoción de
la salud, la prevención de las enfermedades
y la rehabilitación del individuo.
Comprendió como nadie el valor de
estos conceptos sociales aplicados a la
medicina y los llevó al análisis histórico de
la comprensión de nuestra ciencia; vio además a la historia de la medicina como una
fuente inagotable de conocimientos sobre
el arte de curar, como evolución de teorías
y costumbres populares, refrendadas por
prácticas milenarias. Nunca opuso al análisis de estas corrientes populares la visión
del científico contemporáneo etnocéntrico.
Incursionó además en el problema de
la enfermedad desde el punto de vista sociológico: el más urgente problema médico
social de su época, el seguro social contra
la enfermedad.
Creyó ver en el avance tecnológico una
de las contradicciones básicas de la organización social de su época: la incapacidad
de utilizar los enormes avances técnicos de
la ciencia, por la injusta e inadecuada organización social, en beneficio de la humanidad, para la solución óptima de los graves
conflictos sociales. Salvar esta contradicción entre lo tecnológico y lo social fue un
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rasgo esencial de su pensamiento, dominado por la idea de poner en función de las
grandes masas del país y del mundo los últimos avances de la ciencia y de la tecnología,
para ayudar a solucionar sus problemas.
Creía firmemente que si se aplicaban
los avances técnicos de la ciencia en toda
su extensión, la humanidad no padecería
escasez de alimentos, ni de vestidos; que el
trabajo sería fuente de felicidad y la vida
del hombre se prolongaría considerablemente y se vería libre de enfermedades. Si
esto no es factible ahora, es porque falta
una adecuada organización social, que haga
posible la utilización al máximo de estos
avances tecnológicos.1
Se dio cuenta en el análisis de los fenómenos que englobaba al mundo de los
servicios de salud, de las limitaciones que
la estructura social imperante le imponía.
Sin ser un marxista militante, llegó por el
camino del análisis de la ciencia a concebir
el socialismo como una forma superior de
vida para el hombre.
bitualmente se desarrolla al final un debate
que puede ser fuente generadora de nuevos puntos de vista sobre el fenómeno abordado. Pero Sigerist tenía necesidad de darle una difusión amplia a sus ideas, sobre
todo la necesidad de que los especialistas,
los dirigentes políticos y económicos de la
sociedad y la población en general comprendieran las bondades de la medicina
socializada, como último escalón y, a la vez,
el más desarrollado de la evolución de los
sistemas de salud y de la atención médica.
Por eso pasó rápidamente de la sala de conferencias a la prensa plana. Sus ideas comenzaron a divulgarse en periódicos de gran
circulación y en revistas y luego en programas radiales, donde logró una audiencia de
millones de personas. Su multifacética personalidad le permitió moverse en los tres
medios a la vez, sin abandonarlos y además
trabajar en la producción científica, con la
redacción de artículos y libros.
Los más importante de su producción
científica en el campo de la medicina social
fue indudablemente su libro publicado en
1937 “The Socialized Medicine in the Soviet Union”,11 que ya comenté anteriormente, pero también se destacó “American
Medicine”,10 que fue publicado primero y
se ha convertido en un clásico para el conocimiento y el análisis de los sistemas de
salud en Estados Unidos.
En 1938 escribió el artículo “Medicina
socializada” para la Yale Review14 donde
decía:”...el pueblo tiene derecho a la atención médica y la sociedad tiene la responsabilidad de cuidar a sus miembros. Un sistema ideal de atención médica debe ser organizado alrededor de centros de salud,
cada uno con un hospital y un departamento de salud pública, conectado con pequeñas estaciones locales de salud, atendidas
por médicos generales, enfermeras y técnicos. Los médicos de las estaciones locales
de salud, deben organizar comités de ciu-
La medicina social
en la producción
literaria de
Sigerist
Como ya he dejado escrito, Henry E.
Sigerist fue además un gran publicista, que
utilizó para divulgar sus ideas todos los
medios a su alcance. Primero fueron las conferencias, que las desarrolló durante toda
su vida. Pero estas tienen como limitante
que el auditorio es numéricamente reducido y dependen de las características del
lugar donde se imparten; aunque como ventaja principal tienen que su público está
formado por una audiencia motivada por el
tema, con algunos conocimientos sobre él,
que participan en ella especialistas en la
materia, es decir, un público iniciado y ha-
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dadanos para realizar encuestas de salud,
tareas de educación para la salud y realizar
una variedad de actividades sociales y de
salud. Cada ciudadano debe tener una asistencia médica gratuita, los médicos, como
los demás trabajadores de la salud, deben
recibir un salario..”14
Esta es una tesis importante y visionaria para la época y el lugar en que se concibió y desarrolló. Así en 1938, Sigerist se
manifestó como el principal teórico de la
medicina socializada en el hemisferio occidental; además su diseño del sistema de
servicios de Salud tiene un enfoque
epidemiológico extraordinario y, aunque no
lo dijo, abordó un sistema de atención médica, donde dio una importancia fundamental a la atención primaria y a las actividades
de promoción de salud. Es una posición
muy progresista, muy avanzada y su sistema tiene muchos puntos de contacto con
los sistemas de salud socialista. Por supuesto, que estas teorías eran demasiado fuertes para imponerse en el sistema de salud
norteamericano. Pero tienen una extraordinaria vigencia en el marco teórico de los
sistemas de salud actuales.
En ese mismo año 1938, publicó en la
revista Science and Society su artículo
“Ciencia y democracia”15 y en 1939, en
Atlantic Monthly “Las Realidades de la
Medicina Socializada”.16
En la década de los años 30 lanzó el
mensaje acerca de la necesidad de la intervención del Estado en los programas de
asistencia médica, que era compatible con
la visión de los médicos liberales del país,
que pensaban que los servicios médicos
podían ser más eficientes y racionalmente
organizados; en ocasiones, emergían como
el portavoz de estos grupos, promotores
de una medicina socializada y entusiastas
del sistema soviético.
En 1940 apareció en la revista New
Masses “What happened to the health
program” (¿Qué pasa con el programa de
salud?).17 Todos estos artículos tienen su
antecedente en el libro “Man and Medicine”,9 que había publicado en 1931 cuando
trabajaba en el Instituto de Historia de la
Medicina de Leipzig. En él se refería a las
complejas y recíprocas relaciones entre
médico, paciente y sociedad, y muchos problemas sociales contemporáneos, como la
medicina y los seguros médicos, la legislación de higiene social, etcétera.
Su artículo “Medicine and Human
Welfare” apareció en 1941,18 en el que amplió las conferencias que impartió durante
1938 en el ciclo “Terry Lectures” en la Universidad de Yale, y las que dictó en 1940 en
el ciclo de conferencias “Messenger
Lecturer” en la Universidad de Cornell. Las
conferencias de ambos ciclos salieron de la
imprenta con el título “Civilization and desease” (Civilización y enfermedad)19 en
1943. Aquí aparece ya una nueva
historiografía, pues incorporó a su análisis
histórico su particular visión política y social; incluyó dos capítulos sobre las determinantes materiales y económicas de la enfermedad. Los que unió a otros nueve sobre los factores culturales de los que ya se
había ocupado largamente en Leipzig.
En 1944 redactó “The University at the
Crossroads”, publicado en 1946. 20
El regreso a Europa
En los años 40, tras la Guerra Mundial,
comenzó la etapa de la guerra fría y en Estados Unidos la del llamado macartismo. En
ese período Sigerist comenzó a ser atacado
como comunista y recibió estocadas de la
Asociación Médica Norteamericana, al ser
criticado por un grupo de estudiantes de
medicina de la Universidad Johns Hopkins,
perteneciente a los círculos más reaccionarios de la sociedad estadounidense. Tam-
67
bién fue declarado como inadecuado por
la Comisión del Servicio Civil Gubernamental, lo que le impidió ocupar cargos
públicos.4 Como resultado de todo esto
empezó a declinar su popularidad en los medios científicos y sociales estadounidenses.
Cuando las tensiones sociales se
agudizaron, decidió abandonar Estados
Unidos y regresar a Europa. Se trasladó a
Suiza y se instaló en la parte italiana, en
una villa apacible de Ticino, con vista a un
lago. Allí pasó los últimos años de su vida
y escribió lo que el tiempo le permitió
sobre su obra cumbre Historia de la Medicina, de la cual llegó a publicar el volumen I, pues dejó inconcluso el volumen
II.12,13
A raíz de la partida de Sigerist, y no
obstante las condiciones que la provocaron, su gran amigo y patrocinador, Alan
Gregg, director de la División de Ciencias
Médicas de la Fundación Rockefeller, escribió: “Por encima de todo, Sigerist nos
hizo conscientes del hecho de que la medicina es el estudio y la aplicación de la
biología en una matriz que es al mismo
tiempo histórica, social, política, económica y cultura...”24
Pero desde Suiza, hizo algunos viajes,
entre ellos a Londres, donde visitó la biblioteca de Warburg, a la que no acudía
desde 1935. Entonces comenzó a interesarse por el sistema de salud británico,
cuyo gobierno laborista se vio en la necesidad de ampliar y profundizar el sistema
de seguridad social. Sus visitas culminan
con las Conferencias de Health-Clark en
1952, pronunciadas en la Escuela
Londinense de Higiene y Medicina Tropical, publicadas en 1956. Estas conferencias constituyen el último de sus libros
editados en vida.
Tras su muerte en 1957, una década
después de abandonar Estados Unidos, se
editó parte de su obra inédita y se compiló
la ya publicada, que estaba dispersa.
Leslie Frank dio a la imprenta en
1958 “Medical sociology: the contribution
of Dr. Henry E. Sigerist” (Sociología
Médica: la contribución del Dr. Henry E.
Sigerist).25
En 1960, Félix Martí Ibañez editó:
“Henry E. Sigerist. On the history of medicine” (Henry E. Sigerist en la historia de la
medicina)26 y Milton Roemer, “Sigerist on
the sociology of medicine” (Sigerist en la
sociología de la medicina).27 En 1966
Genevieve Miller publicó “A bibliography
of the writings of Henry E. Sigerist” (Bibliografía de las obras de Henry E. Sigerist)28 y
su hija, Nora Sigerist Beeson, “Henry E.
Sigerist: autobiographical writings” (Henry
E. Sigerist: escritos autobiográficos).29
Es muy interesante el artículo del notable salubrista y epidemiólogo norteamericano Milton Terris sobre las contribuciones de Sigerist a la organización de los servicios de salud modernos, publicado en
1975.30
A partir de 1978, Lloyd Stevenson, editor del Boletín de Historia de la Medicina,
decidió dar a la estampa una serie de suplementos denominados “Henry E. Sigerist
supplements”.
Epílogo
Para los cubanos hay un hecho singular relacionado con este maestro de la historia de la medicina y de la medicina social,
Cesar Rodríguez Expósito, Historiador del
Ministerio de Salubridad y Asistencia Social cubano desde 1951, y posteriormente
Historiador, del Ministerio de Salud Pública hasta su muerte ocurrida el 2 de junio de
1972, le había enviado el número de los
Cuadernos de Historia Sanitaria titulado
68
“La obra y la gloria de Finlay reconocidos
en el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina”.31 En carta dirigida a
Rodríguez Expósito,* fechada el 24 de
marzo de 1955, Sigerist le comenta: “Ud
me ha convencido de que es a Finlay y no
a Walter Reed a quién se debe el descubrimiento del modo de transmisión de la fiebre amarilla”. Con ello también hizo él justicia a nuestro ilustre científico.
* Carta original de Henry E. Sigerist al señor Cesar Rodríguez Expósito, en el archivo particular del profesor doctor José López Sánchez, en francés el original, poseo una
fotocopia de ella.
SUMMARY: The work done by the famous Swiss doctor and historian, who lived in North America
since the 1930s and founded the modern school of sociological analysis of the history of medicine is
dealt with. His teaching and research activity at Johns Hopkins University, his early vision of the
Soviet medicine and the task of spreading it in the Western world are approached here. His condition
as an initiator of the currents of social medicine in the United States and as an outstanding
personality in the world of teaching and research within this field of sciences is also shown in this
paper.
Subject headigns: HISTORY OF MEDICINE; BIOGRAPHY; SOCIAL MEDICINE; PHYSICIANS/history.
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