ELMUNDO.ES.Supl. salud. Nº448. 29-9

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SALUD LABORAL
Las noches me matan
ISABEL PERANCHO
El accidente del petrolero Exxon Valdez que ocasionó, en 1989, el
vertido de cientos de miles de barriles de crudo frente a las costas de
Alaska; la fuga radiactiva de la central nuclear de Chernobil, en Ucrania,
en1986; o el escape de gas de una factoría en Bhopal (India) en 1984,
catástrofes que costaron la vida a miles de personas y ocasionaron
graves daños ecológicos tuvieron el mismo denominador común: se
produjeron durante el turno de noche, un horario de trabajo que favorece
el exceso de fatiga y conlleva un mayor riesgo de siniestralidad.
Más del 90% de los grandes accidentes laborales ocurre entre las 24.00 y las 6.00 horas,
un momento biológicamente anómalo para la actividad del ser humano, una especie
diseñada para vivir de día y dormir de noche. Los expertos han dado la alarma: el trabajo
nocturno no sólo perjudica el rendimiento y la productividad, sino que también lesiona la
salud de las plantillas.
Trabajar en horas para las que el organismo no está preparado es un fenómeno cada vez
más común. En torno al 20% de la población de los países industrializados está activa
laboralmente fuera del horario regular (de 8:00 o 9:00 horas a 17:00 o 18:00 horas). En
España, más de dos millones de personas trabajan a turnos rotatorios o realizan labores
nocturnas. Y la tendencia es ir a más. Debido a la demanda tecnológica, económica y
social, el horario continuo se extiende a sectores que no figuran entre los imprescindibles
(sanidad, bomberos, policía), como la hostelería y el comercio.
Envejecimiento
El cuerpo humano, sin embargo, no llega a adaptarse nunca a trabajar de noche. Según
estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), por cada 15 años de
actividad nocturna se envejecen prematuramente unos cinco.
Los problemas de salud empiezan a emerger después de cinco o 10 años de trabajo a
turnos: una fatiga permanente que no mejora debido al insuficiente descanso por la noche
y que se manifiesta con dolor de cabeza, vértigos, angustia, depresión, irritabilidad y
alteraciones oculares. Hasta un 35% de estos trabajadores presenta trastornos digestivos,
como dispepsia y úlceras, asociados a unos malos hábitos alimentarios (abuso de grasas,
comidas frías) y al consumo de excitantes (alcohol y cafeína).
Los estudios científicos demuestran claramente que los trabajadores a turnos y de noche
padecen, asimismo, hasta un 40% más de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares,
una mayor incidencia de diabetes, son más proclives a padecer problemas
neuropsiquiátricos, más vulnerables al consumo de sustancias tóxicas y se divorcian tres
veces más que el resto de los empleados que desarrollan su actividad durante el día por
las repercusiones del desajuste horario en su vida familiar y social. A pesar de ello, la
única ley que regula este fenómeno es la del mercado.
Recomendaciones
«La normativa en este terreno es mínima», reconoce Clotilde Nogareda, jefa de programa
técnico de Ergonomía y Psicosociología del Centro Nacional de Condiciones de Trabajo,
organismo dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Si bien las
recomendaciones internacionales en materia de prevención de salud laboral son claras y
subrayan que cualquier turno que implique actividad de noche es nocivo para la salud, la
experiencia muestra que son muy pocos los trabajadores víctimas de este cansancio
crónico que consiguen que se reconozca que la raíz de su problema está en el horario
laboral.
Todo ello es consecuencia de una alteración del ritmo circadiano natural y de un déficit
permanente de sueño. Las funciones fisiológicas del organismo humano siguen un ciclo
regular que se repite cada 24 horas.
Estos ritmos biológicos coinciden con los estados de vigilia y sueño y con el día y la
noche. «En respuesta a los estímulos de la luz, el cerebro determina una mayor actividad
fisiológica durante las horas diurnas, mientras que las funciones se inhiben durante la
noche, llegando a su cota más baja entre las 3:00 y las 6:00 horas», explica Diego
García-Borreguero, responsable de la Unidad de Sueño de la Fundación Jiménez Díaz
de Madrid.
En este periodo el organismo entra en letargo: la temperatura corporal alcanza un mínimo
de 35º, se reduce la secreción de las hormonas necesarias para el mantenimiento vital,
disminuye la presión sanguínea y se ven mermadas la capacidad de atención y la rapidez
de movimientos.
La salud física y psíquica se resiente si esta fase no transcurre en reposo, porque se
disocian los ritmos biológicos y los sincronizadores ambientales (fundamentalmente la
luz). La preocupación acerca de los posibles efectos negativos de esta forma de trabajo se
refleja en un importante número de publicaciones científicas, una tarea no siempre fácil
ya que, como subraya García-Borreguero, los estudios epidemiológicos se ven
dificultados por «un fenómeno de autoselección. Es decir, el trabajador inadaptado o que
sufre problemas suele abandonar su puesto y escapa a la investigación».
El último toque de atención ha sido una revisión publicada por dos expertas británicas en
cronobiología (la disciplina que estudia los ritmos biológicos de las especies) en el
número del 22 de septiembre de la revista The Lancet. Las especialistas repasan las
evidencias que desaconsejan el trabajo a turnos y nocturno y abogan por modificar el
diseño de los horarios laborales e informar a los trabajadores sobre las medidas
individuales de protección que pueden mejorar su salud y reducir el riesgo de
complicaciones. Y hacen un llamamiento a los empleadores para que sean conscientes de
las mermas en la vigilancia y capacidad de ejecución que implica este tipo de horario con
el fin de neutralizar sus consecuencias negativas.
Pero si algo caracteriza al actual mercado laboral es la multiplicidad de fórmulas horarias.
El esquema de turnos más habitual en las empresas que operan 24 horas al día incluye tres
tramos horarios, de 6:00 a 14:00 horas, de 14:00 a 22:00 horas y de 22:00 a 6:00 horas.
Más complejo aún es el sistema de rotaciones, un procedimiento que gana terreno a los
turnos fijos. Se están imponiendo las rotaciones rápidas en las que el personal trabaja dos
o tres días en cada uno de los tres tramos horarios intercalando algún descanso, si bien
siguen siendo más frecuentes los cambios semanales, quincenales o mensuales.
Existen numerosas discrepancias sobre qué tipo de fórmula es más acertada y menos
lesiva, tanto para la salud física del trabajador como para su equilibrio psíquico. Así, por
ejemplo, las mayores quejas por alteraciones de la vida social y familiar proceden de
trabajadores en horarios de tarde,«porque consideran que su vida cotidiana se ve más
afectada ya que esas son las horas preferidas para las actividades de ocio y domésticas»,
dice Nogareda. No se ha encontrado un sistema de rotación que sea adecuado para el
organismo, aunque las últimas tendencias aconsejan adoptar ritmos muy cortos, de dos o
tres días. Se cree que de esta manera el cuerpo sufre menos el efecto del cambio de su
ritmo fisiológico y se ha comprobado —aunque los datos son polémicos— que los turnos
cortos reducen los trastornos del sueño, la fatiga y los problemas digestivos Los expertos
sí coinciden en que hay que evitar en lo posible trabajar de noche, si bien GarcíaBorreguero advierte que «un turno de mañana demasiado madrugador, antes de las 6:00
horas, daña en casi la misma medida el efecto reparador del sueño». Las horas de sueño
aconsejables para un adulto son siete u ocho. El personal de turno de noche duerme un
promedio de cinco y media y el de mañana sólo seis y media. Pero el efecto más
pernicioso es el asociado a la rotación continua. Un trabajador fijo de noche podrá
adaptarse en mayor o menor medida a este nuevo ciclo artificial —aunque su rendimiento
siempre será inferior respecto al horario diurno—, pero, como afirma el responsable de la
Unidad de Sueño de la Fundación Jiménez Díaz, «los cambios horarios constantes
generan una desincronización crónica».
ADAPTACIÓN. El reloj circadiano se puede reajustar alrededor de una hora y medida
cada día. La acomodación al nuevo ciclo tarda varias jornadas. El problema es que,
cuando ésta se consigue, hay que empezar de nuevo. La tolerancia al trabajo por turnos no
es igual para todos y varía de una persona a otra. «Hay empleados que se adaptan mejor
que otros al turno rotatorio en el sentido de las agujas del reloj (mañana, tarde y noche) y
a otros, como los más jóvenes, les es más sencillo ajustarse al sentido contrario ( noche,
mañana y tarde)», añade García-Borreguero. El especialista recomienda «ir
preparándose» al cambio horario en los días previos, retrasando la hora de acostarse
progresivamente o adelantándola, de acuerdo con el sentido de la rotación del turno.
La capacidad de adaptación se reduce, no obstante, a partir de los 45 años, momento en el
que se desaconseja mantener este tipo de actividad. Tampoco se recomienda mantener el
trabajo a turnos más de 15 años, ni durante el embarazo (es una de las pocas situaciones
que recoge expresamente la normativa laboral) , ni en personas con antecedentes de
enfermedades cardiovasculares y digestivas, ni en aquellas que precisan tratamiento con
fármacos de acción sedante.
Las cronobiólogas británicas evocan en 'The Lancet' los estudios en moscas y hamsters
sometidos a cambios constantes en su reloj biológico. Como consecuencia de estas
alteraciones, la esperanza de vida de los animales se redujo sustancialmente.
Investigaciones similares en humanos serían éticamente inviables, pero las científicas
lanzan un aviso: «Por propia elección o por necesidad, muchos estamos haciendo
experimentos incontrolados con nosotros mismos».
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