Cuarto ensayo de Geografía Política: Comentario de ““La Cuarta Guerra Mundial”. En este documental se muestra el cambio que se ha producido en las dinámicas antisistémicas, en las luchas contra el poder establecido. En este enfrentamiento un hilo argumental muy importante es la noción de pueblo como concepto legitimador, los lemas populares recurren insistentemente a esta idea para expresar la unidad del movimiento de oposición, y cabe preguntarse cuál es el sentido que se le da entonces al término. En el artículo de Immanuel Wallerstein La construcción del pueblo: racismo, nacionalismo, etnicidad se explica como en el mundo moderno se han empleado los términos raza, nación y grupo étnico como variantes equivalentes a la idea de pueblo, en el sentido de que son categorías que apelan al pasado frente a los procesos del presente, que utilizan el pasado como instrumento fundamental para “socializar a los individuos, mantener la solidaridad de grupo y establecer o cuestionar a legitimidad social”. Ligado a lo anterior en el artículo se destaca que ese pasado debemos entenderlo como un producto contemporáneo, que se adapta a las necesidades políticas del momento presente. Si eso es así podemos entender que debe producirse un salto desde los conceptos anteriores a una idea del pueblo que se ajuste a la nueva realidad que aparece definida, por ejemplo, en las ideas de Antonio Negri sobre el Imperio. Es decir, lo mismo que 1 el Estado aparece vinculado a la idea de soberanía nacional1, las luchas contra un sistema de dominación transnacional deben tener en cuenta aportaciones como la del concepto de multitud, que señalan que a esa forma de dominación debe oponérsele una fuerza igualmente transnacional. Por ello es esencial poner en común y vincular las luchas que tienen lugar en Argentina, Méjico, Corea del Sur… En todos estos casos el origen de las protestas son decisiones impuestas desde organismos internacionales de dirección económica (como señala el documental Argentina fue antes de la crisis alumno aventajado del FMI, el gobierno surcoreano impuso las estrategias de reajuste diseñadas desde ese mismo organismo y en Méjico el levantamiento zapatista surgió a raíz de la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Teniendo en cuenta lo anterior es conveniente observar la vigencia de las ideas en torno a raza, nación y grupo étnico, para analizar en qué medida contribuirán o dificultarán los cambios que hemos señalado. Parece que de las tres la primera es la que ha perdido más fuerza como categoría definitoria del comportamiento; el fin del apartheid, la legitimación por parte del establishment político internacional de la lucha por los derechos civiles (Wallerstein, 2004a: 470)…han hecho que la clasificación legal basada en definiciones genéticas vaya desapareciendo. Sin embargo sigue muy presente la relación entre los supuestamente superados criterios de raza y “las concentraciones geográficas asociadas a la división axial del trabajo” 1 “desde el momento en que identificamos el poder estatal con la soberanía, está no puede residir en el Estado sin más, sino en la Nación, como históricamente se han encargado de normativizar los ordenamientos constitucionales” (Iglesias, 2008: 15). 2 (Wallerstein, 2004b: 282). Los dos segundos términos llevan aparejada una problemática cada vez más compleja derivada de la relación que mantienen entre sí2 y con la implantación de entidades e identidades supranacionales3. Puesto que el concepto de nación aparece asociado al Estado4, cabe pensar que la crisis de las atribuciones estatales en un contexto en el que el neoliberalismo se impone por encima de las fronteras gubernamentales llevará aparejada un cuestionamiento de la idea de nación. Y es aquí donde entran en juego las entidades étnicas (de las anteriormente denominadas “minorías”); es lógico suponer que éstas se reforzarán en la situación que hemos explicado como elemento sustitutivo de la identidad nacional, o renovaran su presencia en caso de que hubiesen sido perseguidas anteriormente por un Estado homogeneizador. Así lo ha constatado Juan Pablo Fusi5 para el caso de Europa en las últimas décadas del siglo XX, en particular en Irlanda del Norte, Escocia y Gales, Bélgica, Córcega y España, y también podemos encontrar elementos identitarios alternativos al del Estado-nación en las reivindicaciones de grupos indígenas de América del Sur (“Nosotros venimos de una raza de indígenas 2 G. P. Nielsson elaboró una cuantificación de la composición étnica del mundo y de su organización política. Según la misma de las 575 etnias principales 123 estarían distribuidas entre dos, tres o cuatro Estados y 47 entre más de cinco Estados. Por otro lado si analizamos la composición étnica de los Estados encontramos que sólo en 28 de los 161 existentes en ese momento (el 17’3 % del total) al menos el 90% de la población corresponde a un etnia y a la vez el 90% de esa etnia reside en ese Estado. La categoría que Nielsson identificó con las Naciones-Estado y que sería la más numerosa agrupa las formaciones políticas en que la etnia mayoritaria supone entre el 40% y el 90% de la población. Finalmente encontraríamos 26 Estados (16’5%) claramente multinacionales con una etnia mayoritaria que abarca a menos del 40% de la población (Lamo de Espinosa, 2001: 99-129). 3 “Parece revelador lo ocurrido en la propia Europa: cuando terminaba el siglo XX, la cuestión nacional, que se pensaba desaparecería en una Europa cada vez más “europeísta”, supra-nacional e integrada, volvía a generar, como acabamos de mencionar y como señalaba el historiador francés François Furet en un periódico británico en agosto de 1991, fanatismo y masacres.” (Fusi, 2006). 4 En este sentido es interesante señalar los diferentes modelos que suponen las experiencias históricas de construcción del Estado-nación de Francia y Alemania. En Francia partiendo de la preexistencia del Estado Absoluto, transformado por los revolucionarios del 1789, se construye la nación imponiendo la lengua desde el Estado. El modelo alemán se basa en la nacionalidad étnica, la nación precede al Estado. Se es alemán porque se habla alemán y la pertenencia a esa nación hace a uno ciudadano. Francia es Estado ya en el siglo XVIII, mucho antes de ser nación. Alemania es nación a comienzos del XIX, mucho antes de la unificación de Bismarck (Lamo de Espinosa, 2001: 99-129). 5 Este autor usa las denominaciones de etno-nacionalismo, término acuñado por Walker Connor en 1967, o nacionalismos de minorías. 3 guerreros. De los antiguos mayas es la sangre que nos corre. Es ella quien nos vive y arma”, palabras del ejercito zapatista de liberación nacional (EZLN) en Nurio, Michoacán, el 3 de marzo de 2001). En otros casos la respuesta a las transformaciones impuestas desde organismos internacionales pasa por la reivindicación de un papel defensivo del Estado-nación, a pesar de que desde la revueltas mundiales de 1968 se puso en evidencia “el fracaso de las estrategias de transformación social desde el Estado de los movimientos antisistémicos clásicos” (Iglesias, 2008:16). Los revolucionarios de 1968 criticaban a la vieja izquierda, condenándola como parte del problema por la enorme desilusión de los que habían apoyado a los movimientos antisistémicos tradicionales ante los resultados reales conseguidos por éstos una vez ocuparon el poder. Seguían existiendo considerables desigualdades, el trabajo asalariado alienante no había desaparecido y la participación democrática real no se había incrementado. Al perder los sectores populares la confianza en los movimientos antisistémicos clásicos también dejaron de creer en el Estado como mecanismo de transformación (Wallerstein, 2004a: 468-469). Debemos volver por tanto al inicio de este ensayo, a la gran aportación de los movimientos globales; “dirigir su mirada allí donde esta el poder; las instituciones de gestión del Capitalismo global” (Iglesias, 2008:17) y señalar la necesidad de seguir unas estrategias de lucha acordes con esta realidad. Desde este enfoque debemos observar los proyectos de integración en Latinoamérica, única vía para impulsar y permitir los proyectos de cambio en países como Bolivia y Paraguay, o los pronunciamientos del Ejercito Zapatista de Liberación 4 Nacional (EZLN); “Otras voces buscamos de quien otros es y con nosotros lucha y anda. Palabra que tiene todos los colores que en el mundo se hablan” (3 de marzo de 2001). En relación con todo lo anterior son muy útiles las aportaciones del artículo de Beverly J. Silver, La dinámica actual desde una perspectiva histórico mundial6. Esta autora, comparando la situación actual de los movimientos obreros con los de finales del siglo XIX, señala que en ambos casos el “debilitamiento general del poder de negociación en el lugar de trabajo” va acompañado de una tendencia al incremento del poder asociativo de los trabajadores, para compensar esa debilidad. Es decir, dado que la capacidad individual del trabajador para dificultar el proceso productivo se ha reducido, la única solución es ejercer la fuerza de la presión conjunta en “el contexto político amplio del que forman parte”, es decir, en el ámbito global. Sin embargo esta misma autora señala cuáles son los principales impedimentos al desarrollo de un nuevo internacionalismo obrero: 1. La vinculación entre el mantenimiento del nivel de vida de los trabajadores del Primer Mundo y la competencia con los trabajadores del Tercer Mundo mediante restricciones a las importaciones y la integración. 2. La insistencia en límites y fronteras no clasistas como forma de justificar reivindicaciones de una protección privilegiada en una situación de inseguridad. Para entender el segundo punto y ver cuáles son las alternativas primero debemos fijarnos en las diferentes formas de definir los procesos de formación de la identidad. La Teoría de la Identidad Social (Escuela de Bristol) subraya 6 En relación también con este artículo en el documental se ve como la automatización de los conflictos bélicos no ha impedido, en el caso de la guerra de Irak, una fuerte reacción de la opinión pública, con la diferencia, con respecto a los conflictos de los años sesenta y setenta, de que la emancipación del Estado de la dependencia con respecto a sus trabajadores-ciudadanos le permite mantenerse en el conflicto a pesar de la oposición ciudadana. También se aprecia claramente en el documental el gran impacto negativo de la tecnificación de la guerra en los países que no han podido acceder a la misma (“Las guerras recientes han infligido daños tremendos a los países, generalmente pobres, sobre los que caían los explosivos de alta tecnología-destruyendo la infraestructura económica y con ella a clases obreras estables”) (Silver, 2005:196). 5 que el proceso de categorización social lleva al sujeto a sobreestimar las diferencias intergrupos y subestimar las intragrupo, el individuo se percibe a un tiempo como semejante a otros con los que comparte pertenencia y como distinto de los miembros de otros grupos, llegando a imponerse la dicotomía de que la pertenencia a una categoría excluye la pertenencia a otra (Deschamps y Devos, 1996: 32-51). Por otro lado el interaccionismo simbólico de la Escuela de Iowa se centró en las identidades personales, en las que se cruzan todo tipo de dimensiones variadas de la identidad tales como el género, el lugar de nacimiento, la profesión, los roles sociales, las aficiones personales, las creencias ideológicas…El difícil equilibrio entre esas identificaciones alternativas y/o complementarias se reconstruye cotidianamente en función de los contextos de acción y cualquier afirmación monopolista de identidad puede producir afirmaciones compensatorias de todo tipo. Se produce por tanto un entrecruzamiento de lealtades que genera arquitecturas políticas enormemente complejas que ponen de manifiesto el carácter radicalmente multidimensional de las identidades modernas (Lamo de Espinosa, 2001: 99129). La Teoría de la Identidad Social nos remite a la consideración de las ideas de pueblo y clase como totalmente independientes en tanto que categorías objetivas, mientras que el modelo del interaccionismo simbólico contempla la posibilidad de que en un mismo individuo interaccionen múltiples identificaciones. Es por tanto esta segunda visión la que mejor se ajusta a las estrategias de lucha que vemos en “La cuarta guerra mundial”, en el movimiento zapatista, que además de reclamar la identidad indígena pone de relieve la posibilidad de superar las 6 barreras de la alteridad cultural formando un frente común (ya no serás tú, ahora eres nosotros). Esta es la gran idea que nos plantea el documental, que las diferencias culturales no tienen porque ocultar lo que nos une y nos identifica. Como Immanuel Wallerstein señala nunca podremos suprimir la idea de pueblo, de un grupo de pertenencia que viene del pasado, pero debemos tener presente que esa idea es un producto histórico que podemos moldear, y debemos hacerlo para que sea una idea que una y no separe. Entre los grandes objetivos del futuro, en los que siguiendo de nuevo a este autor debe entrar el debate iniciado por el Foro Social Mundial, está la sustitución de la competencia económica entre trabajadores de centro y periferia por una colaboración que no pretenda eliminar las particularidades originadas en los procesos históricos y culturales específicos. 7 Bibliografía: Deschamps, J.C. Devos, T. (1996) Morales, J.F. [et al.]: “Relaciones entre Identidad Social e Identidad personal” en Identidad social: aproximaciones psicosociales a los grupos y a las relaciones entre grupos, Valencia, Promolibro. Iglesias Turrión, P. (2008): “Del 68 a la protesta global. El Estado y la política de los movimientos sociales”. Comunicación presentada en el VI Seminario de Investigación del Departamento de Ciencia Política II de la Universidad Complutense, celebrado en Junio de 2008. Lamo de Espinosa, E. (2001) Iranzo Amatriaín, J. M., Blanco Merlo, J. R. (editores): “¿Tiene España un lugar en Cataluña o Euskadi? España como nación de naciones.” en Sobre las identidades: lecciones Carlos Mendive (1998-1999), Pamplona, Universidad Pública de Navarra. Fusi Aizpurúa, J. P. (2006): “El nacionalismo en el siglo XX”, en el número 9 de la revista Circunstancia (revista de ciencias sociales del Instituto Universitario de Investigación Órtega y Gasset), Madrid, edición electrónica. Silver, B. J. (2005): Capítulo V “La dinámica actual desde una perspectiva histórico mundial” en Fuerzas del trabajo. Los movimientos obreros y la globalización desde 1870. Madrid, Akal, cuestiones de antagonismo, pp. 189200. [Edición original: (2003): Forces of Labor. Workers´ Movements and Globalization since 1870. The Press Syndicate of the University of Cambridge]. Wallerstein, I. (2004): “Nuevas revueltas contra el sistema” (solo la primera parte del artículo [Págs. 464-468]), en Wallerstein, I.: Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Madrid, Akal, cuestiones de antagonismo, pp. 464-474. 8 Wallerstein, I. (2004): “La construcción del pueblo: racismo, nacionalismo, etnicidad”, en Wallerstein, I.: Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Madrid: Akal, cuestiones de antagonismo, pp. 273-286]. [Edición original: (1987): “The construction of peoplehood”. Sociological Forum II, 2: 373-388. 9