La tradicion socialista y los problemas de la planificacion estatal

Anuncio
La tradición socialista
Los problemas de la planificación estatal
Por Juan Francisco Ramos Mejía (h),
Buenos Aires 2004
I.- Introducción
La tradición de gobierno colectivista surge en la antigüedad y fue la forma de gobierno
preponderante, con mayor o menor grado de autoritarismo, hasta el advenimiento del
capitalismo. De acuerdo con esta tradición intelectual la vida social debe estar ordenada por
una autoridad que planifique, coordine y armonice los diferentes intereses de los individuos
que la conforman.
En el plano político su pensador más importante fue Platón (428 – 348 aC) en La República
(380 aC) y luego en Las Leyes. Y, en el campo económico encontró en Karl Marx en El
Capital a su defensor más firme. La autoridad determina cuál es el rol de cada individuo en
la sociedad y en el campo económico decide qué se produce, cómo se produce y para quién
se produce a través de algún mecanismo de planificación central que evite la “anarquía de
la producción” característica del capitalismo. El modelo socialista antiguo es el de Esparta
y no el de Atenas.
¿Cómo nos cercioramos de que las actividades de los hombres efectivamente se
coordinarán adecuadamente? ¿Qué pasa si se asignan demasiados recursos al
entretenimiento y pocos a la alimentación y a la educación? ¿Qué pasa si hay muchos
abogados, médicos o ingenieros y no hay suficientes agricultores? Es peligroso dejar que
cada cual siga su vocación en libertad. Podemos morirnos de hambre. Los deseos
individuales deben ceder frente al interés general de la sociedad toda. Para la tradición
socialista solamente la autoridad puede ordenar y armonizar adecuadamente los
irreconciliables conflictos de interés que existen en la sociedad. Cada cual en su lugar, de
acuerdo con su potencial y su necesidad.
Esta visión de la sociedad y de la organización social fue derrotada con el advenimiento del
capitalismo en el siglo XIX, pero resurgió con renovada fuerza en el siglo XX luego de la
Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia, en China con Mao Zedong, en gran parte del
continente africano y en América latina (Cuba) y se diferenció del socialismo democrático
o social-democracia que aceptó la primacía del sistema económico capitalista con
correcciones sujetas a intervención estatal.
Luego de la caída del muro de Berlín (1989) se ha escrito bastante acerca de las miserias
del “socialismo real”. Pero, el socialismo como ideal ha resistido en el ideario colectivo
gran parte de esos ataques y para muchos el fracaso de las experiencias comunistas del
1
siglo XX no se debió a los errores del “ideal socialista” sino más bien a los problemas de su
implementación práctica y a la corrupción de los funcionarios públicos a los que tocó en
suerte llevar adelante la revolución.
El propósito de este ensayo es desmitificar el socialismo como un ejemplo de sociedad
ideal que sería deseable y explorar las relaciones de causalidad o de probabilidad y
necesidad entre las ideas socialistas y las prácticas totalitarias y autoritarias, la pobreza y la
miseria que han generado. No fue una casualidad que las experiencias del socialismo real
hayan terminado tan mal sino que el totalitarismo y la ineficiencia estaban en la génesis del
modelo teórico.
Para ello analizaremos brevemente primero cuál es el paradigma y la tradición de
pensamiento del socialismo (en su versión dura y no en el sistema capitalista con
correcciones de la social-democracia), que va desde la visión platónica hasta el socialismo
científico de Marx. Luego, se analizaran las cuatro características más salientes del
socialismo: teoría de la explotación y plusvalía, propiedad colectiva de los medios de
producción e intercambio, materialismo histórico y la generación del hombre nuevo vs. la
alienación capitalista. Finalmente, se identifican y explican los cinco problemas que la idea
colectivista de la organización social, la planificación estatal, necesariamente no puede
resolver adecuadamente, ni siquiera en el plano del “socialismo ideal”:
1.
2.
3.
4.
5.
problema de la asignación de valor económico
problema de incentivos y tragedia comunal
problema del monopolio y la falta de competencia
problema de (falta de) información y conocimiento
problema de interés público y privado y (abuso) de poder
II.- El socialismo y la visión de la sociedad ideal
Platón, “el de los omoplatos anchos”, cuyo nombre era Aristocles Kodros, ha sido sin lugar
a dudas el pensador socialista más importante de la antigüedad, sin perjuicio de que hay
quienes argumentan que Platón tal vez no propuso el “colectivismo” como forma de
organización ideal en sus obras políticas sino que procuró mostrar las consecuencias lógicas
de esas premisas en la reglamentación de la vida social (Gadamer, Plato and the Poets,
1934).
En La República (380 aC) Platón propone que el Estado se haga cargo de la educación y
cuidado de los hijos desde su niñez para luego asignarlos, según sus inclinaciones y
capacidades, a una de las tres clases en las que propone debe dividirse el trabajo en la
sociedad.
En primer lugar, está la clase de los “campesinos - productores” que es la más numerosa e
incluye a aquellos que están dedicados a satisfacer las necesidades materiales de la
comunidad. Algunos de ellos proporcionan alimentos, otros artesanías y otros intermedian
como comerciantes. Son seleccionados por defecto, es decir, por no poseer las cualidades
2
necesarias para pertenecer a las clases superiores. Estas personas son las que suelen dar más
importancia a las cosas relacionadas con los sentidos.
Luego, viene la clase de los “soldados - protectores” conformada por guerreros encargados
del orden y defensa de la ciudad. Se los selecciona por ser aventureros, fuertes y valientes.
Reciben desde pequeños una educación especial y no podrán tener familia ni propiedades.
Las mujeres y la propiedad son disfrutadas en común por los representantes de esta clase
para que la subsistencia y el deseo de privilegiar a los hijos no los distraiga de su
compromiso con el “bien común” de la ciudad.
Finalmente, los que sobresalen por su inteligencia se convierten en filósofos (estadistas) y
pasan a conformar la clase de los “guardianes perfectos” o “gobernantes - filósofos”. A
ellos es concedido el gobierno de la ciudad que adquiere el nombre de sofocracia o
gobierno de los sabios.
Platón aplicó al análisis del alma humana un esquema semejante: la racional, la voluntad y
los apetitos. Una persona justa es aquella cuyo elemento racional, ayudado por la voluntad,
controla los apetitos. Existe una evidente analogía con la estructura del Estado anterior, en
la que los reyes-filósofos, ayudados por los soldados, gobiernan al resto de la sociedad. Así,
puede concluirse que para Platón la organización social será justa y virtuosa siempre y
cuando cada clase cumpla sus funciones respectivas. La degeneración de ese equilibrio
puede derivar en la timocracia (gobierno de los soldados), la oligarquía (gobierno de los
productores), la democracia (gobierno de las masas), o el despotismo (gobierno de la
arbitrariedad por sobre la razón).
Si bien en Las Leyes, que fueron escritas en la vejez, Platón suaviza algunas de sus
posiciones más radicales permitiendo la familia y la pequeña propiedad, el totalitarismo
platónico todavía se mantiene. Cada ciudadano puede poseer una hacienda que se mantiene
extra comercium, es decir, no se puede vender ni comercializar. La población se limita a
5.040 ciudadanos, unas 20.000 personas más o menos considerando mujeres y niños,
dejando el control de natalidad en manos del Estado.
El comercio queda prohibido para los ciudadanos y es relegado a los extranjeros, quienes
operan en un mercado altamente regulado. El Estado garantiza una renta mínima de
subsistencia y fija la desigualdad económica máxima en cuatro veces dicha renta.
III.- El socialismo utópico y la propiedad colectiva
Se sabe que Platón intentó implementar un sistema de tipo colectivista en la antigua
Siracusa (Sicilia), pero fracasó en su intento. Las demás experiencias socialistas de la
antigüedad públicamente conocidas aparecen en los Hechos de los Apóstoles y las
referencias a la propiedad común entre los miembros de las primeras sociedades cristianas.
Durante la Edad Media el feudalismo caracterizó la organización política y social de la
comunidad y no hubo espacio para la socialización de la propiedad, que era principalmente
3
tierra y estaba en manos del señor feudal quien la concedía para su explotación a sus
vasallos.
La tradición socialista platónica encuentra una continuación, ya en los albores de la
modernidad, en la obra de Santo Tomás Moro. El socialismo de Moro resulta claramente de
su obra Utopía (1516) donde defiende la propiedad colectiva por sobre la (egoísta)
propiedad privada y piensa una sociedad donde todo es compartido, las casas no tienen
puertas y todo es público. Moro llegó a argumentar, inclusive, que las letrinas debían
fabricarse de oro y plata para que los hombres sientan repugnancia por las riquezas y
destruyan su avaricia.
En esa época, las “Misiones Jesuitas” en la América española constituyen un intento de
aplicación práctica de un sistema de producción comunitario, con propiedad colectiva de la
tierra y de sus frutos, dirigido centralmente por los superiores de la orden.
A partir de la Revolución Industrial el eje central de la discusión pasa de la propiedad de la
tierra al trabajo, y las ideas socialistas germinaron especialmente en Inglaterra y en Francia.
Robert Owen, considerado el padre del cooperativismo, ideó un sistema de granjas de
cooperación y propiedad común para la producción agrícola e industrial. El conde Henri de
Saint-Simon, en Francia, interpretó que los principios del cristianismo requerían reemplazar
la fraternidad por el afán de lucro y, por lo tanto, concluyó que la propiedad debía ser
socializada y el derecho de herencia suprimido. Los científicos debían estudiar y resolver
cómo producir y distribuir. Charles Fourier, por su parte, propuso reemplazar el sistema de
empresas privadas por un "sistema de falanges o comunidades cooperativas" (falansterios)
cuyos miembros tendrían un ingreso mínimo y compartirían equitativamente lo producido,
suprimiendo las ocupaciones “parasitarias” que no producen nada como los intermediarios,
los filósofos y los soldados. Fourier creyó haber determinado exactamente el número de
falansterios que se necesitarían en el mundo: 2.985.984. Louis Blanc, finalmente, propuso
la organización de los "talleres de trabajo" bajo control del Estado y la sustitución del
dinero por bonos de trabajo.
Todas estas propuestas no tuvieron otra aplicación más que en lugares concretos y con un
alcance muy acotado a circunstancias particulares, por oposición a la vocación universal del
marxismo.
IV.- El socialismo científico y la escuela de Frankfurt
Karl Marx y Friederik Engels calificaron de científico al sistema de ideas colectivistas que
presentaron para resolver los problemas de la sociedad, en oposición al conjunto de ideas
anteriores que, por su carácter disperso, carente de rigor analítico y sistematización,
llamaron en conjunto socialismo utópico. El Marxismo se basa en los siguientes pilares:
En primer lugar, la teoría de la explotación. Solamente el trabajo agrega valor al producto
de consumo, y éste es remunerado por debajo del precio del producto lo que indica que el
empleador se queda con la plusvalía del trabajo. Siguiendo la “ley del hierro del salario” de
4
David Ricardo, sostiene que los salarios tienden "naturalmente" hacia un nivel mínimo de
subsistencia debido a la competencia entre trabajadores y que cualquier incremento sobre
este nivel llevará a un incremento de la población. Entonces el aumento de la competencia
por obtener un empleo hará que los salarios se reduzcan de nuevo a ese mínimo.
En segundo lugar, la propiedad colectiva de los medios de producción e intermediación.
Esta es la forma de impedir la explotación de los empleados por los empleadores e impedir
el despilfarro de recursos capitalista mediante mayores economías de escala.
En tercer lugar, el materialismo histórico: No son las ideas las que determinan el proceso
histórico como suponía Georg Hegel (tesis, antítesis, síntesis), sino, al contrario, es el
desarrollo material (economía) el que determina la historia. La economía es la
superestructura que determina las restantes estructuras sociales, de forma que el derecho, la
organización política y las clases sociales se convierten en variables dependientes de la
superestructura económica. El Estado y el derecho constituyen dos formas de legitimar la
situación de hecho generada por la estructura económica.
Por último, la idea de la generación del “hombre nuevo” al servicio del Estado que evite la
alienación capitalista. De forma similar a la propuesta de la República de Platón, los niños
dejan de ser hijos de sus padres para transformarse en “hijos” del Estado, en “ciudadanos”.
Se promueven el “amor libre” y una moral sexual hedonista e irresponsable en un ambiente
de amplia promiscuidad de forma que los ciudadanos no tengan otras ataduras ni otras
responsabilidades que el Estado, como si se tratara de monjes o de soldados en guerra
siguiendo la idea platónica. La familia pierde su posición central en la sociedad como
consecuencia de la irresponsabilidad sexual y la falta de “ataduras” y la educación de los
hijos queda plenamente en manos del Estado para formar súbditos útiles a la “sociedad”
con mayúsculas que queda organizada bajo una forma militar. La religión, por su parte, al
poner el énfasis en “un reino que no es de este mundo” adormece las masas evitando que
las mismas se levanten. Se transforma, así, en “el opio de los pueblos”.
En el siglo XX la Escuela de Frankfurt revitaliza esta idea de “hombre nuevo” desde la
“sociología crítica” que intenta denunciar las diferentes formas de “dominación capitalista”
de la sociedad contemporánea. Theodore Adorno y Max Horkheimer critican la cultura de
masas y los medios de comunicación masiva como formas de dominación en Dialéctica de
la Ilustración (Dialektik der Aufklärung) (1944). Hebert Marcuse en One-Dimensional
Man: Studies in the Ideology of Advanced Industrial Society (1964) critica el
“consumismo” como una forma de dominación social del capitalismo que crea necesidades
previamente inexistentes que los trabajadores persiguen trabajando cada vez más. El
capitalismo provoca la alienación de la persona. La familia, la religión, la educación, el
derecho, la “cultura del consumismo”, el arte, el lenguaje y todas las otras formas de
superestructura del sistema capitalista son formas de dominación y esclavitud. De esta
manera, la sociología crítica pretende desenmascarar los prejuicios de la sociedad
capitalista que impiden la verdadera liberación y que está esclavizado por cadenas morales,
sociales, culturales, políticas y religiosas que legitiman y sostienen el sistema además de las
cadenas económicas denunciadas por Marx.
5
V.- La “plusvalía” y la teoría del valor
La teoría de la explotación marxista se basa en la noción de plusvalía. El problema del
valor y el precio justo se remonta a la antigua Grecia. Aristóteles ya distinguía entre el
valor de uso, o utilidad derivada del uso del objeto, y el valor de cambio, o utilidad
derivada de su intercambio.
Aristóteles elabora en su Ética a Nicomáco la teoría de la reciprocidad o igualdad en los
cambios como fundamento de la justicia conmutativa, una línea de pensamiento que seguirá
luego Santo Tomás de Aquino y que permanecerá hasta nuestros días. Si no se entregan
cosas de valor semejante, entonces hay una injusticia, tal como recepta la actual doctrina
rebus sic stantibus que protege al deudor ante un cambio en las circunstancias que torna
una prestación considerablemente más onerosa que la otra rompiendo el sinalagma o
equilibrio contractual.
En la Modernidad, los economistas clásicos, incluyendo a Smith y Ricardo tanto como a
Marx, distinguieron entre el “precio natural”, determinado por los costos de producción, y
el “precio de mercado”, determinado por la oferta y demanda. Descubrieron que cuando el
“precio natural” es inferior al de mercado, los empresarios expanden la oferta debido a que
los márgenes de ganancias son altos, lo que incrementa la oferta y reduce el precio de
mercado. Cuando el precio natural es mayor al de mercado se da el proceso inverso,
reduciéndose la oferta e incrementando el precio de mercado. Así, concluyeron que el
“precio de mercado” tiende a fluctuar alrededor del “precio natural”, es decir, el precio
depende de los costos de producción.
Para los economistas clásicos de la Revolución industrial, los costos de producción estaban
representados por el esfuerzo o trabajo que involucra la producción. Esta premisa llevó a
Marx a desarrollar su teoría de la explotación: si el “precio de mercado” de una mercancía
es superior al “precio natural” (esto es, el salario pues para él el costo de producción está
dado por el trabajo), entonces el empresario capitalista se ha quedado injustamente con un
valor adicional o plus-valía, una ganancia que en justicia no le corresponde.
Ahora bien, en 1870 cuando todavía estaba pendiente la publicación del segundo y tercer
tomo de El Capital, esa teoría del valor y de los precios fue puesta en tela de juicio por la
comunidad académica. Tres economistas, en forma independiente, desarrollaron la “teoría
de la utilidad marginal” como una explicación alternativa a la determinación de los precios
de mercado. William Jevons y su discípulo Alfred Marshall (Inglaterra, Escuela
Neoclásica), Leo Walras y su discípulo Vilfredo Pareto (Suiza, Escuela de Lausanne) y
Carl Menger y su discípulo Eugen Böhm-Bawerk (Austria, Escuela Austríaca) descubren
que el “valor agregado” por el factor de producción trabajo (el valor generado por cada
obrero) en realidad está dado por el valor que agrega el último obrero que se incorpora a la
producción (utilidad marginal) más que por el precio del bien producido o alguna otra
medida de los costos de producción.
La revolución marginalista se pregunta por qué valen más los diamantes que el agua, siendo
que el agua es un bien imprescindible para la vida y los diamantes un lujo. La respuesta es
6
que el valor no puede ser considerado tomando en cuenta el conjunto de todo el agua o
todos los diamantes. El valor dependerá de cuánta agua o cuántos diamantes se tengan. Es
decir, cuánta utilidad adicional me da un diamante más o un vaso de agua más a los que ya
tengo (la utilidad del margen). ¿Cuánto vale un balde de agua? Depende de cuántos baldes
se tengan. Asumamos que se tienen cinco baldes y se asignan a los siguientes usos en el
siguiente orden: Balde Nro. 1 Bebida; Nro. 2 Cocinar; Nro. 3 Baño; Nro. 4 Limpieza; Nro.
5: Riego del parque.
El valor que aporta cada balde de agua está dado por la necesidad que se satisface con él. Si
tenemos que vender un balde de agua ¿cuánto vale un balde de agua para el vendedor? La
respuesta marginalista es que un balde de agua vale lo que vale la última unidad (la unidad
marginal), en este caso, regar el jardín. El dueño de los baldes de agua venderá un balde a
cambio de cualquier cosa que le de una utilidad superior a regar el jardín. Si tuviera tres
baldes solamente, el dueño tendrá que recibir al menos algo equivalente a la utilidad que le
brinda bañarse. Y, si tuviera un solo balde, probablemente no se desprenda de él por nada
del mundo (a menos que pueda calmar su sed de otra manera).
Los baldes de agua son fungibles y su valor está dado en todos los casos por la utilidad de
la unidad que está en el margen. De aquí, la ley de utilidad marginal decreciente: cuanto
más se tiene de un bien determinado, es menor el valor del mismo.
Siendo esto es así, tanto oferentes como demandantes ajustan su comportamiento en
función de su utilidad marginal. De esta manera, los oferentes incurren en costos porque los
bienes que ofrecen tienen una utilidad para otros por la que estarán dispuestos a pagar más
o menos dependiendo de la escasez (utilidad marginal). Es decir, el “precio de mercado”
depende de la utilidad marginal y no de los costos de producción. El precio queda
determinado como resultado del intercambio de valores entre oferentes y demandantes,
dentro del rango de utilidad marginal de cada uno. Por ejemplo, si el valor asignado por un
vendedor a un bien X es $10 y el valor que el comprador asigna a ese bien es $12, entonces
el precio quedará determinado entre $10 y $12. En cualquier punto que se fije, las dos
partes que intervienen en la transacción han incrementado su utilidad. De lo contrario, no
hubieran incurrido en el costo de llevarla a cabo. Por eso, se dice que el mercado, al
contrario que el sistema político, no es un juego de suma cero. Es imposible, por tanto, que
desde el punto de vista estrictamente económico haya igualdad en las prestaciones
recíprocas de un contrato.
En el caso del trabajo industrial, el valor aportado por los obreros a la producción está dado
por el valor o la utilidad que aporta el obrero que está en el margen y no por el precio final
del bien que ha pagado un comprador. No existe, en consecuencia, una plus-valía que el
empresario robe al obrero cuando los salarios se fijan libremente en el mercado sino que
estos se fijan en base a la utilidad o valor que agregan al proceso productivo.
El valor de los bienes industriales producidos no tiene que ver con los costos de producción
sino más bien con la utilidad marginal que brindan a los consumidores. Una televisión
blanco y negro tiene, por ejemplo, hoy en día un “costo de producción” relativamente
elevado y, sin embargo, nadie parece estar dispuesto a pagar mucho por un artefacto como
ese. No existe en economía un “valor objetivo” de los bienes y servicios sino que el valor
7
depende de la utilidad que cada persona dé a los bienes y servicios que ofrece y demanda,
de modo que no es posible alcanzar la eficiencia en la asignación de los recursos si no se
tienen en cuenta esos “valores subjetivos”.
VI.- La propiedad colectiva de los medios de producción y las economías
de escala
De acuerdo con la tesis socialista, el interés personal de los agentes económicos lleva
muchas veces al despilfarro de recursos productivos. En efecto, la competencia amplía las
alternativas diversificando las unidades de producción. Ello implica que los costos fijos
tienden a incrementarse mucho más de lo conveniente. ¿Cuál es la diferencia si una fábrica
de automotores produce un auto, 100 autos o 100.000 autos? ¿Suben todos los costos de la
misma forma al aumentarse la producción?
Ciertamente, los costos variables como la mano de obra y el consumo eléctrico y de
combustible estarán en función directamente proporcional con la cantidad de unidades que
se produzcan, pero ello no sucede con todos los costos. El alquiler de las instalaciones y la
amortización de las máquinas permanece constante independientemente de la cantidad
producida, por eso se los llama costos fijos. De esta manera, el costo de producir un auto
cuando se produce uno solo, 100 o 100.000 varía considerablemente.
En efecto, como enseña la moderna ciencia económica, el costo unitario se obtiene
dividiendo el costo total por la cantidad de unidades producidas. Tomemos un ejemplo:
Unidades
1
100
100.000
Costo Fijo
$1.000
$1.000
$1.000
Costo Variable
$10
$100
$100.000
Costo Total
$1.010
$1.100
$101.000
Costo Unitario
$1.010
$11
$1,01
Naturalmente ningún empresario venderá sus productos por debajo de su costo marginal
porque en ese caso incurriría en pérdidas. Pero, si la producción se centraliza con las
mayores economías de escala es posible reducir el costo marginal y ofrecer bienes y
planificación central y las empresas monopólicas del Estado pueden producir más
eficientemente que el mercado.
Ahora bien, aunque es posible (en teoría ya que no en la práctica) que la producción
centralizada reduzca los costos de producción, la propiedad comunitaria de los medios de
producción tiene otros problemas teóricos que la hacen inconveniente. Esos problemas
teóricos fueron resaltados por diferentes economistas que no se vieron encandilados por las
grandes fábricas del mundo comunista.
VII.- La propiedad común y el problema de los incentivos
8
El argumento más conocido contra la colectivización de la propiedad y de los medios de
producción es el de la tragedia comunal. Este problema, del que ya advertían Aristóteles,
Santo Tomás de Aquino y Adam Smith, fue popularizado con el nombre de “tragedia
comunal” por el economista inglés Garret Hardin en su ensayo The tragedy of the commons
(1968) en el que recuerda las investigaciones sobre la propiedad común en África
realizadas por otro profesor:
“In 1974 the general public got a graphic illustration of the "tragedy of the
commons" in satellite photos of the earth. Pictures of northern Africa showed an
irregular dark patch, 390 square miles in area. Ground-level investigation
revealed a fenced area inside of which there was plenty of grass. Outside, the
ground cover had been devastated. Lloyd's answer assumed that each human
exploiter of the common was guided by self-interest. At the point when the carrying
capacity of the commons was fully reached, a herdsman might ask himself, "Should
I add another animal to my herd?" Because the herdsman owned his animals, the
gain of so doing would come solely to him. But the loss incurred by overloading
the pasture would be "commonized" among all the herdsmen. Because the
privatized gain would exceed his share of the commonized loss, a self-seeking
herdsman would add another animal to his herd. And another. And reasoning in the
same way, so would all the other herdsmen. Ultimately, the common property
would be ruined.”
El concepto central del ensayo de Hardin es que el sistema de propiedad colectiva de la
tierra en algunos sitios de África había generado incentivos para que cada pastor añada
tantos animales propios como pudiera y, en última instancia, todos se perjudicaron por el
sobrepastoreo y la tierra quedó arruinada. Por supuesto, hay gente que cumple con sus
cupos de uso pero basta que unos pocos o inclusive un usuario actúe de modo egoísta para
que el deterioro de la tierra resulte inexorable.
Como la experiencia histórica ha demostrado, la propiedad colectiva fue, en muchos casos,
descuidada y sobre-utilizada por grupos que abusaron de su influencia para obtener rentas a
expensas de la comunidad. Y, este no fue el caso solamente de la tierra sino también de las
empresas estatales y propiedades públicas. De hecho, todas las propiedades que son del
público en general (escuelas y universidades públicas, hospitales públicos, rutas y calles
públicas, etc.) están sujetas a este riesgo de sobreutilización y descuido.
La escuela denominada free-market environmentalism aplica este principio a los parques
nacionales y la vida silvestre. ¿Por qué se extinguen los elefantes que son públicos y no las
vacas que son privadas? Ahora bien, si para evitar esta tragedia del sobreconsumo de la
propiedad pública eliminamos la posibilidad de que los individuos obtengan ganancias de
su explotación garantizando un monopolio legal al gobierno para la explotación de ese
recurso, entonces el resultado puede ser catastrófico. Si se dan demasiados permisos, será
casi imposible evitar la depredación de los recursos naturales como suele suceder con la
pesca. Pero, si se dan pocos permisos, entonces el resultado será la sub-explotación como
sucede generalmente con el petróleo en muchos países donde no existe la propiedad privada
del subsuelo.
9
VIII.- El problema de información y la imposibilidad del “cálculo
económico” en el socialismo
Un sistema económico basado en la planificación central tiene un problema serio de
conocimiento, de acceso y procesamiento de información, que es clave para el proceso de
economizar recursos (el proceso económico). Este problema fue expuesto por Ludwig von
Mises en Economic Calculation in the Socialist Commonwealth (1920).
Mises sostenía que era teóricamente imposible el cálculo económico en un sistema
socialista. Para Mises, sin precios no hay forma de calcular qué proyectos e inversiones
valen la pena y cuáles no. Los planificadores socialistas pueden decidir producir una
mercancía determinada, pero no tienen forma de saber qué procedimiento es el más
económico, es decir, el que usa mejor los recursos para alcanzar el fin buscado (eficiencia).
De acuerdo con esta tesis, todo el conocimiento técnico de los ingenieros socialistas sirve
de poco para la asignación eficiente de los recursos productivos (tierra, trabajo y capital) en
las sociedades complejas. De poco sirve saber si se puede producir agua sintéticamente o si
incrementando al doble el suministro de insumos de la fábrica es posible incrementar al
triple la cantidad de mercancías finalmente producidas, si no se tiene en cuenta el costo
relativo de producir agua sintéticamente o de los insumos cuya dotación se pretende
incrementar.
Y, para conocer el costo relativo son necesarios los precios. En un sistema de mercado, el
precio de los factores de producción (tierra, trabajo y capital) depende del precio de los
bienes finales a los que estén aplicados. Si los bienes finales no tienen precio y son
repartidos gratuitamente, entonces no hay forma de establecer el precio de los factores de
producción, esto es, su costo relativo en relación a otros factores. El sistema de
planificación económica no tiene forma de resolver este problema, es decir, si conviene
usar más tierra (agua u otros recursos naturales) o más capital (máquinas) o más trabajo.
Sencillamente porque esos factores de producción no tienen una forma de ser valorados en
el sistema.
Y, esto es un problema adicional al problema de identificar las necesidades que la
producción colectiva procurará satisfacer. Aún decidiendo arbitrariamente cuáles
necesidades se satisfarán, para Mises no hay manera de hacerlo de una forma eficiente.
El socialismo no toma en cuenta la maximización de utilidades individuales sino las del
Estado. Mientras que el empresario capitalista debe tomar en cuenta el costo subjetivo que
representa para el empleado el trabajo y ofrecer un valor mayor a cambio en forma de
salario, el Estado socialista no debe pagar por ese trabajo. Pero, son las personas
individuales las que incurren en costos al trabajar. Por lo tanto, si no se pueden conocer los
costos impuestos a estas personas, mal puede asignarse el trabajo en forma eficiente y lo
mismo sucede con el capital y con los recursos naturales a los cuales se asigna un costo
político en lugar de un costo económico.
10
Friederich Hayek, por su parte, profundiza la tesis de Mises en The use of knowledge in
society, Individualism and economic order (1948). Aún asumiendo que el cálculo
económico en un sistema socialista fuera posible (contra Mises) dicho cálculo resultaría
impracticable. En efecto, el aparato de planificación central debería contar por lo menos
con información abundante acerca de la infinita diversidad de recursos productivos
(recursos naturales, trabajo y capital), su cantidad, calidad y disponibilidad, y el know-how
necesario para convertir esos factores de producción en bienes y servicios de consumo
final.
Pero, como señala Hayek en The use of knowledge in society, Individualism and economic
order (1948) y Michael Polanyi en Knowing and being (1969), ese conocimiento no está
dado a nadie en particular sino que está disperso entre los diferentes miembros de la
sociedad, es local, y es inarticulado y difícilmente articulable puesto que está muchas veces
sobre-entendido tácitamente en usos y prácticas locales y/o sectoriales que dependen del
contexto. Este conocimiento no constituye un conjunto de datos que puedan ser procesados
técnicamente sino que se trata de un conocimiento esencialmente dinámico y variable.
Usar los recursos “eficientemente” significa emplearlos de tal forma que se obtenga un
resultado final más valioso. ¿Cómo hace la burocracia estatal para saber si el supermercado
monopólico tiene que hacer envíos a domicilio y en qué horarios y en qué zonas? ¿Cómo se
mide el resultado más valioso que se da a los empleados y vehículos del supermercado? Es
posible que muchos consumidores consideren más valioso la privación de algún artículo
suntuario con tal de recibir la dotación mensual en su domicilio, y otros no. ¿Cómo
contemplar la enorme variedad de situaciones? Habría que pasar el día haciendo encuestas,
pero eso mismo probablemente sería ineficiente, sin mencionar que necesitarían
actualizarse constantemente con información que los mismos consumidores no poseerán
sino hasta el momento de tomar la decisión concreta. ¿Cuántos no saben si le gustan más
las zapatillas Nike o Reebok sino hasta después de habérselas probado en la zapatería?
IX.- La cooperación espontánea vs. la “mente maestra”
Para ilustrar el punto precedente el economista de la Escuela Austríaca, Leonard Read,
escribió el cuento del lápiz I, pencil (1958) que evidencia lo difícil que es hacer algo tan
simple como un lápiz si no se utiliza el conocimiento disperso del mercado:
“Yo soy un lápiz de grafito, el típico lápiz de madera tan conocido por todos los chicos,
chicas y adultos que saben leer y escribir. Escribir es al mismo tiempo mi vocación y mi
distracción, eso es todo lo que hago.
Ustedes se preguntarán por qué debo confeccionar mi árbol genealógico. Bueno, para
empezar mi historia es interesante. Y además, yo soy un misterio, mayor aún que el que
puede representar un árbol, un atardecer o un relámpago. Lamentablemente, quienes me
utilizan dan por sentado que soy un mero incidente, carente de todo pasado. Esta actitud
me relega al nivel de algo meramente trivial. La humanidad cae así en una especie de
penoso error, con el cual no podrá persistir mucho tiempo sin peligrar.
11
Yo, el lápiz, si bien en apariencia soy algo sencillo, merezco vuestro asombro y
admiración, por las razones que más adelante probaré. En realidad, si ustedes logran
entenderme -lo que realmente es mucho pedir de alguien-, si consiguen darse cuenta del
milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente
la humanidad de a poco va perdiendo. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo
trasmitirla mejor que lo que un automóvil, un aeroplano o una lavadora de platos podrían
hacerlo, en virtud de ser aparentemente algo muy simple. ¿Simple? Sin embargo, ni una
sola persona sobre la tierra sabe cómo hacerme. Esto suena fantástico ¿no es cierto?.
Especialmente cuando se toma conciencia que alrededor de cien a cien millones y medio de
unidades como yo son producidas en los Estados Unidos cada año. Tómenme y
obsérvenme. ¿Qué es lo que ven? Sus ojos no encontrarán gran cosa -hay un poco de
madera, barniz, la etiqueta, la mina de grafito, algo de metal y una goma de borrar.
Innumerables antecedentes
Así como para Uds. sería casi imposible trazar su árbol genealógico yendo muy hacia
atrás en el tiempo, también lo es para mi citar y explicar todos mis antecedentes. De
cualquier manera, desearía mencionar algunos de ellos a efectos de impresionarlos con la
riqueza y complejidad de mi currículum. Mi árbol familiar comienza con lo que en los
hechos es precisamente un árbol: un cedro de fibra recta que crece en el norte de
California y Oregón.
Contemplen ahora todos aquellos elementos que la tarea de cortar el árbol y transportar
los troncos hasta la vía muerta del ferrocarril requiere: sierras, camiones, sogas y muchos
otros pertrechos. Piensen en todas las personas y en las innumerables técnicas que
intervinieron en su fabricación: en la extracción del mineral, la obtención del acero y su
conversión en sierras, ejes, motores; el cultivo del cáñamo y su paso por todas las etapas
hasta llegar a la soga pesada y resistente; los campamentos de los obreros con sus camas y
comedores. Incalculables miles de personas han intervenido solamente en cada taza de
café que beben los leñadores!. Los troncos son transportados hacia un aserradero en San
Leandro, California. ¿Pueden ustedes imaginar a todos aquellos individuos que participan
en la fabricación de los vagones, los rieles, los motores del ferrocarril y en la instalación
de los sistemas de comunicación?
Hay legiones de personas entre mis antecedentes. Consideren las tareas que se llevan a
cabo en el aserradero en San Leandro. Los troncos de cedro son cortados en pequeñas
láminas de menos de un cuarto de pulgada cada una de grosor. Las mismas son secadas y
entintadas por idénticas razones por las que las mujeres ponen rouge en sus rostros: la
gente prefiere que Yo luzca hermoso y no de un blanco pálido. Las láminas de madera son
enceradas y secadas en un horno nuevamente. ¿Cuántos conocimientos intervinieron en la
fabricación de la tinta y de los hornos, en la generación de calor, en la luz y la energía, las
poleas, los motores, y en todas las cosas que una fabrica requiere? ¿Incluimos a los que
realizan la limpieza de la fabrica entre mis ancestros? Si, y también a quienes vertieron el
concreto para edificar la represa hidroeléctrica con la cual la Compañía de Gas &
Electricidad del Pacífico suministra de energía a la fábrica! Tampoco pasen por alto a
12
aquellos ancestros presentes y distantes que han participado del transporte de sesenta
vagones de carga con planchuelas de madera a lo largo del país.
Una vez en la fábrica de lápices -U$S 4.000.000 en maquinarias y edificios, todo capital
acumulado por frugales y ahorrativos parientes míos- se trazan ocho surcos mediante una
compleja máquina sobre cada lámina, después de lo cual otra máquina coloca una punta
en cada una, aplica pegamento y ubica otra lámina sobre ella, formando una especie de
sandwich. Entonces, siete hermanos y Yo somos mecánicamente tallados.
Mi "punta" en sí misma es compleja. El grafito es extraído de Ceylan. Tengan presente a
los mineros y a todos aquellos que produjeron sus diversas herramientas y a los que
elaboraron las bolsas de papel en las cuales el grafito es transportado y a quienes
fabricaron las cuerdas con las cuales se atan las bolsas y a aquellos que las cargaron en
los barcos y a los que fabricaron esos barcos. Inclusive los encargados del faro que guía a
las naves y los operarios del puerto, participaron de mi nacimiento. El grafito es mezclado
con arcilla proveniente de Mississippi en la cual hidróxido de amonio es utilizado en el
proceso de refinado. Posteriormente, agentes humectantes son añadidos, tales como cebo
sulfurado, que es grasa animal químicamente tratada con ácido sulfúrico. Luego de pasar
por numerosas máquinas, la mezcla finalmente luce como salida de una picadora de carne,
y pasan a ser cortadas a medida, secadas y horneadas por varias horas a una temperatura
de 1.850 grados Fahrenheit.
Para aumentar su resistencia y suavidad, las puntas son tratadas con una mezcla caliente
que incluye cera proveniente de Mexico, parafina y grasas naturales hidrogenadas. La
madera de cedro recibe seis manos de esmalte ¿Tienen idea de cuáles son todos los
ingredientes del esmalte? ¿Se le ocurriría a alguien pensar que las refinerías de aceite de
castor forman parte de él? Pues, así es. Al mismo tiempo, el proceso a través del cual se
logra que el esmalte tenga un atractivo color amarillo, involucra las habilidades de más
personas que las que alguien podría llegar a enumerar! Observen la etiqueta. Esa película
se forma aplicándole calor a una combinación de carbón negro con resinas. ¿Cómo se
producen las resinas y qué queremos decir con "carbón negro"?
Mi pequeña porción de metal, está hecha de cobre. Piensen en todos aquellos que se
dedican a la extracción del zinc y del cobre, y en quienes conocen las técnicas para
producir finas y brillantes láminas con ambos elementos naturales. Los negros anillos que
se observan en mi cuerpo son de níquel negro. ¿Qué es el níquel negro y cómo se lo
aplica? A su vez, la historia completa de por qué el centro de mi cuerpo no posee níquel
negro, demandaría páginas enteras para explicarla. Luego llega el momento de mi
"coronación", a la que poco elegantemente se la conoce en el mundo comercial como "la
arandela", la parte que los individuos utilizan para borrar aquellos errores que cometen
conmigo. Un ingrediente llamado "factice" es lo que constituye esa parte de mi ser. Es un
producto de características similares al caucho, hecho con un aceite proveniente de las
Antillas Holandesas, mezclado con cloruro sulfurado.
La llamada "goma", contrariamente a la opinión popular, se utiliza solamente para pegar.
Existen también, numerosos agentes vulcanizadores y aceleradores. Por ejemplo, la piedra
13
pómez proviene de Italia, y el pigmento que le otorga a la arandela su color es cadmio
sulfurado. Nadie lo Sabe
¿Quiere alguien desafiar mi afirmación inicial de que ningún individuo sobre la tierra sabe
cómo fabricarme? En realidad, millones de seres humanos han participado de mi creación,
cada uno de los cuales conoce sólo muy poco del resto. Podrán decir tal vez, que voy
demasiado lejos al incluir entre ellos a quienes cosechan café en el Brasil y a quienes
elaboran alimentos en cualquier otra parte del mundo, como participes de mi nacimiento.
Pueden incluso llegar a sostener, que la misma es una posición muy extrema. Pese a ello,
debo mantener mi aserto anterior: No hay un sólo individuo entre todos esos millones de
seres, incluyendo al presidente de la compañía de lápices, que contribuya a mi elaboración
más que con una infinitesimal parte de conocimiento o know-how.
La única diferencia que existe entre el minero que extrae el grafito en Ceylan y el leñador
de Oregon está en el tipo de know-how que ambos poseen. Ni el minero ni el leñador
pueden ser dejados de lado. He aquí un hecho pasmoso: ni el minero que extrae el grafito;
ni quienes conducen o fabrican los barcos o trenes o camiones; ni quien pone en
funcionamiento la máquina que talla mis partes metálicas; realizan su tarea porque me
quieren. Ellos me quieren tal vez aún menos de lo que puede llegar a hacerlo un alumno de
primer grado. En realidad, entre esta vasta multitud existe algo en común, que nada tiene
que ver con la circunstancia de que alguna vez hayan visto un lápiz o aún de que sepan o
no como utilizarlo. Su motivación es algo que está más allá de mi propia existencia. Quizás
sea algo como esto: cada uno de estos millones de individuos observa que pueden
intercambiar su pequeña parte de conocimiento respecto de cómo se produce un lápiz, por
aquellos bienes y servicios que necesitan o desean, pudiendo Yo encontrarme o no entre
esos bienes.
Ninguna Mente Maestra
Existe aún un hecho más pasmoso: La ausencia de una mente maestra, de alguien dictando
o dirigiendo por la fuerza todas estas incontables acciones que me permiten cobrar vida.
Ni el más mínimo rastro de tal clase de persona puede encontrarse. En cambio, hallamos a
la Mano Invisible trabajando. Este es el misterio al cual me refería al comienzo de mi
relato.
Se ha sostenido que "solamente Dios puede crear un árbol." ¿Por qué solemos coincidir
con esto? ¿Será tal vez porque somos conscientes de que nosotros no podemos producirlo?
¿Podemos realmente describir cómo es un árbol? No, no podemos hacerlo, excepto de una
forma muy superficial. Podemos decir, por ejemplo, que una determinada configuración
molecular se manifiesta a si misma como un árbol. Nada más. Yo, el lápiz, soy una
compleja combinación de milagros: un árbol, zinc, cobre, grafito, etc.. Pero a todos estos
milagros que se ponen de manifiesto en la Naturaleza se le ha añadido un milagro aún más
extraordinario: la configuración de creativas energías humanas-millones de pequeños
know-hows dando forma a una natural y espontánea respuesta a una necesidad y a un
deseo humano y en ausencia de cualquier clase de mente maestra!.
14
Partiendo de la base de que solamente Dios puede crear un árbol, Yo insisto en que
solamente Dios puede hacerme. Los hombres no pueden dirigir estos millones de knowhows que me permiten nacer más de lo que son capaces de unir las moléculas que generan
un árbol. Lo expresado es lo que quise decir cuando escribí, "Si consiguen darse cuenta del
milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente
la humanidad de a poco va perdiendo." Si alguien es consciente de que estos know-hows se
armonizarán natural y automáticamente dando forma a actividades creativas y
productivas, en respuesta a las necesidades y demandas de los individuos, y en ausencia de
toda mente maestra gubernamental y coercitiva, esa persona poseerá un ingrediente
absolutamente esencial para la libertad: fé en la libertad individual. La libertad es
imposible sin esa fé.
Una vez que el gobierno toma para sí el monopolio de alguna actividad creativa, como por
ejemplo el servicio de correos, la mayoría de los individuos creerá que la correspondencia
no podrá ser eficientemente despachada por particulares actuando libremente. He aquí el
motivo: Cada uno admitirá que por sí mismo no puede conocer todas las facetas que
involucra la entrega de correspondencia. Será consciente también de que ningún otro
individuo sabe tampoco como hacerlo. Estas percepciones son en realidad correctas.
Nadie posee suficiente know-how para desarrollar un servicio nacional de correos, del
mismo modo que nadie posee los suficientes conocimientos como para poder fabricar un
lápiz. Ahora bien, ante la falta de fe en la libertad individual, ante el desconocimiento de
que millones de pequeños know-hows natural y milagrosamente confluirán para satisfacer
una necesidad del mercado, la opinión pública arribará a la errónea conclusión de que el
correo únicamente puede ser repartido por un "mente maestra" gubernamental.
Si Yo, el lápiz, fuera el único item que pudiera ofrecer testimonio acerca de lo que los
hombres y mujeres pueden llegar a alcanzar cuando se les permite comerciar libremente,
entonces quienes tienen poca fé tendrían un justo motivo. Sin embargo, observamos que el
despacho de correspondencia es algo relativamente simple si se lo compara, por ejemplo,
con la fabricación de un automóvil o de una calculadora o con decenas de miles de otras
cosas. ¿Despachar? En esta área donde los individuos han sido dejados en libertad, ellos
trasladan la voz humana alrededor del mundo en menos de un segundo; hacen llegar un
evento visualmente y con movimiento hasta el hogar de cualquier persona al mismo tiempo
en que está ocurriendo; despachan 150 pasajeros desde Seattle hasta Baltimore en menos
de cuatro horas; acarrean gas desde Texas hasta New York a tarifas increíblemente bajas
y sin ninguna clase de subsidios; transportan cuatro libras de petróleo desde el Golfo
Pérsico hasta la Costa Occidental -media vuelta al mundo- por menos dinero que el que
cobra el gobierno por despachar una carta simple hasta la vereda de enfrente!
La lección que tengo para transmitir es esta: Déjese a las energías creativas fluir
libremente. Simplemente organícese a la sociedad para actuar en armonía con esta
lección. Procúrese que la organización jurídica remueva todos los obstáculos lo más que
pueda. Permítase que los conocimientos surjan libremente. Téngase fe en que los hombres
y mujeres libres responderán a la Mano Invisible. Esa fe será ampliamente confirmada. Yo,
el lápiz, aparentemente tan simple, ofrendo el milagro de mi creación como testimonio de
que esa fe resultará muy práctica, tan práctica como lo son el sol, la lluvia, un cedro, la
buena tierra.”
15
X.- El monopolio estatal y la competencia: el modelo estático vs. el
dinámico
La tesis socialista de que una empresa monopólica estatal podría ser más eficiente porque
puede bajar los costos de producción mediante una mayor economía de escala enfrenta,
como se ha visto, un problema serio de incentivos en el cuidado de esa empresa y de
conocimiento respecto de qué recursos conviene usar para producir “eficientemente”.
Además, representa un “modelo estático” de la economía que no tiene en cuenta que el
mundo es dinámico. Al establecer un monopolio estatal y terminar con la competencia se
quita el poder al consumidor y se destruyen los incentivos para que los procesos de
producción mejoren y se adapten a las nuevas circunstancias del mundo. ¿Quién querrá
investigar acerca de nuevas tecnologías o procesos productivos si los consumidores están
cautivos de una empresa monopólica? ¿Qué incentivos existen para que personas
particulares investiguen y desarrollen nuevas tecnologías si las ganancias van todas para el
Estado?
Aún asumiendo un acto de generosidad por parte de los inventores tenemos el problema de
la toma de decisiones. Bajo un sistema capitalista, las ideas nuevas se ensayan
constantemente en pequeños emprendimientos (start-ups), muchos de los cuales fracasan
pero algunos de los cuales revolucionan los sistemas de producción como Microsoft o
Apple. En el modelo de monopolio estatal de “grandes economías de escala” estos
experimentos no están permitidos y, en caso de autorizarse, tienen un costo enorme: hay
que cambiar toda la línea de producción o si se autorizan experimentos menores entonces se
pierden las economías de escala. ¿Qué incentivos tienen los burócratas para correr el riesgo
del fracaso?
Por eso, probablemente es que la producción socialista se ha caracterizado por su
uniformidad y contrasta con la diversidad del mundo capitalista. Cuanto más uniforme sea
la producción más se simplifica la gestión y más se aprovechan las economías de escala:
departamentos monobloc o camisas floreadas y helados de mango para todos, como dice
Alberto Benegas Lynch (h). Pero, esta falta de adaptación a la necesidad concreta de los
consumidores implica una menor satisfacción personal, de forma que a la reducción del
costo viene necesariamente acompañada también por una reducción del beneficio que suele
ser obviada por los partidarios de los monopolios de gran escala.
En una economía socialista, cualquier innovación debe ser previamente aprobada por el
sistema burocrático que centralmente coordina la asignación de los recursos entre las
diferentes industrias. La provisión de nuevas ideas está limitada a los miembros de esa
burocracia y a quienes tengan acceso a ella y puedan influir sobre la misma
convenciéndolos de tomar riesgos con beneficios futuros inciertos. Por el contrario, en una
economía libre y competitiva hay incentivos para que las mentes más brillantes de la época
descubran nuevas tecnologías y las grandes empresas de ayer pasen a ser historia si no se
adaptan al cambio.
16
XI.- El problema del “interés público” y el “interés privado”
El socialismo intenta sustraer la toma de decisiones económicas de los empresarios,
comerciantes y capitalistas, que actúan siguiendo su propio interés personal, para trasladar
ese poder a una burocracia de funcionarios públicos que supuestamente toman esas
decisiones no con miras a su interés personal sino al bien común.
James Buchanan y Gordon Tullock de la Escuela del Public Choice fueron los principales
críticos de esta visión romántica de la política. Los políticos están sujetos a las mismas
leyes del comportamiento humano que guían la acción humana de los empresarios en el
mercado clásico, esto es, la maximización de beneficios.
Los partidos políticos son empresas que ofrecen propuestas a los electores. Aquellos que
producen las propuestas más atractivas, permanecen. Aquellos que no maximizan votos,
ven reducida su participación de mercado hasta que son expulsados del sistema. La moneda
de cambio son los cargos políticos con poder, rentas y presupuesto que proporcionan los
votos. Los “punteros políticos” son los intermediarios del sector privado y las ideologías
son como las marcas de los diferentes productos en el sector privado: sintetizan
información relevante respecto del producto político que se está comprando.
Los funcionarios públicos lejos de ser ángeles benevolentes, responden a los mismos
incentivos que el resto de las personas. La función pública no deroga las leyes de la
naturaleza humana. Cuando una persona asume un cargo público sigue siendo humana. Los
individuos tienen una única naturaleza que guía su accionar. Son hombres, con sus virtudes
y sus defectos, en toda circunstancia, tanto en el sector privado como cuando asumen la
función pública. El hombre no es “lobo del hombre” mientras es empresario o comerciante
y superhéroe al día siguiente cuando es nombrado para ocupar un cargo en el gobierno.
Los costos de organizarse colectivamente son superiores cuando los beneficios están
dispersos en el grupo. Al contrario, estos costos tienden a ser bajos cuando los beneficios se
concentran. Los grupos grandes tienen mayores dificultades que los pequeños para obtener
y conservar el apoyo de sus beneficiarios. Esto se debe a que es más fácil beneficiarse
gratuitamente de los demás como free-riders cuanto mayor es el tamaño del grupo.
El Congreso maneja recursos que no son propios de los legisladores sino más bien de los
contribuyentes. Esto implica que los funcionarios no pagarán costos ni saldrán beneficiados
directamente de su gestión administrativa. No tienen, por tanto, ninguna recompensa directa
por luchar contra la corriente de intereses particulares que presionan sobre los poderes
públicos, máxime teniendo en cuenta la falta de información del público en general. Los
incentivos para una buena administración orientada al interés general son, entonces,
débiles. En contraste, los grupos de interés concentrados, que pueden recibir grandes
beneficios de la acción política, proveen fuertes incentivos para que los políticos atiendan
sus necesidades.
17
De esta forma, bajo un sistema de reglas de juego socialista existen incentivos para que los
“intereses privados” aparezcan disfrazados de “interés público” aún cuando no sean más
que los intereses de los grupos que han sabido organizarse mejor. En un sistema capitalista
las personas persiguiendo su propio interés alcanzan, según explicó Adams Smith, un
interés público que no era parte de su intención. Lo contrario pareciera suceder con el
socialismo. Los funcionarios del Estado, persiguiendo el interés público, terminan
promoviendo un interés particular que no era parte de su intención. No es de extrañar que el
socialismo haya culminado en la máxima que proféticamente enunció George Orwell en
Animal Farm: “all animals are equal, but some are more equal tan others”.
XII.- El problema del abuso del poder
Uno de los problemas más importantes de la planificación y control estatal de la economía
es que lleva como por una pendiente resbaladiza (slippery slope) a la pérdida de las
libertades civiles y políticas.
Esta idea fue explicada con mucha claridad por Chesterton en The Outline of Sanity (1927):
“Socialism is a system which makes the corporate unity of society responsible for
all its economic processes, or all those affecting life and essential living. If anything
important is sold, the Government has sold it; if anything important is given, the
Government has given it; if anything important is even tolerated, the Government is
responsible for tolerating it. This is the very reverse of anarchy; it is an extreme
enthusiasm for authority…
“But it is silly of Socialists to complain of our saying that it must be a destruction of
liberty. It is almost equally silly of Anti-Socialists to complain of the unnatural and
unbalanced brutality of the Bolshevist Government in crushing a political
opposition. A Socialist Government is one which in its nature does not tolerate any
true and real opposition. For there the Government provides everything; and it is
absurd to ask a Government to provide an opposition.
“You cannot go to the Sultan and say reproachfully, "You have made no
arrangements for your brother dethroning you and seizing the Caliphate." You
cannot go to a medieval king and say, "Kindly lend me two thousand spears and one
thousand bowmen, as I wish to raise a rebellion against you." Still less can you
reproach a Government which professes to set up everything, because it has not set
up anything to pull down all it has set up. Opposition and rebellion depend on
property and liberty. They can only be tolerated where other rights have been
allowed to strike root, besides the central right of the ruler. Those rights must be
protected by a morality which even the ruler will hesitate to defy. The critic of the
State can only exist where a religious sense of right protects his claims to his own
bow and spear; or at least, to his own pen or his own printing-press. It is absurd to
suppose that he could borrow the royal pen to advocate regicide or use the
Government printing-presses to expose the corruption of the Government. Yet it is
18
the whole point of Socialism, the whole case for Socialism, that unless all printingpresses are Government printing-presses, printers may be oppressed. Everything is
staked on the State's justice; it is putting all the eggs in one basket. Many of them
will be rotten eggs; but even then you will not be allowed to use them at political
elections.”
Friederich Hayek argumenta en The road to serfdom (1944) que es imposible en la práctica
establecer un sistema estatal efectivo de estricto control de las libertades de comerciar sin
instaurar al mismo tiempo un sistema totalitario que permita controlar en detalle la vida y
obra de cada uno de los individuos de esa sociedad. Es así como el control estatal de la
provisión de bienes y servicios se transforma en un camino de servidumbre.
1.- Primero, los intelectuales en su “fatal arrogancia” planifican la organización
económica de la sociedad. Ahora bien, la planificación requiere suprimir aspectos
importantes de la libertad económica. Por ejemplo, facultar al gobernante para controlar
precios, autorizar y denegar el comercio exterior e interior, controlar y/o expropiar la
industria, redistribuir las tierras, reasignar la mano de obra y fijar su precio, tomar control
de la banca, etc. De esta forma, el éxito del plan descansa en la capacidad del
gobernante de adquirir, concentrar e incrementar su poder.
2.- Es imposible alcanzar un acuerdo popular sobre la enorme diversidad de aspectos a
planificar. La complejidad de la administración de la producción y distribución torna
imprescindible delegar dichos aspectos en comités de expertos, que necesitan de una
jerarquía superior que los coordine. El segundo paso se produce, entonces, cuando el
Congreso o Parlamento se transforma en un organismo con poder ilimitado.
3.- El plan económico de asignación de recursos no es compatible con otros planes de
organización de modo que la competencia entre distintos programas culminará con un
único plan vencedor. El tercer paso, entonces, es que se estimula la competencia antagónica
en un juego de suma cero donde hay ganadores absolutos y perdedores absolutos en lugar
de la cooperación. El proyecto de vida de millones de habitantes puede cambiar de la
noche a la mañana según cual resulte el partido ganador.
4.- Aún en los regímenes democráticos no triunfan los mejores sino los que logran
conseguir el apoyo de la mayoría. Cuando el premio de la competencia no es el poder de
administrar sino es el poder absoluto, la discusión racional cede su lugar a los líderes
mesiánicos. El apoyo popular no se consigue ya en base a la mejor propuesta para
administrar la "cosa pública". Se trata de convencer al 51% de que si se alinean con el líder
que se alzará con el poder absoluto su vida cambiará radicalmente, pues todos los resortes
del poder serán utilizados para favorecerlos sin límites en la ley o el estado de derecho. Se
exaltan las pasiones y se promete redimir la Nación de los grupos minoritarios que la
oprimen. Las turbas populares son más proclives a caer en el engaño de este discurso que
los sectores más cultos y educados que prefieren el gobierno de la ley (rule of law) y
desconfían del gobierno de un líder supremo. De este modo, la competencia por el poder
absoluto tiende a inclinar la balanza en favor de líderes mesiánicos, apoyados por
turbas populares susceptibles de ser manipuladas en masa que no encuentran límites
en la ley o el estado de derecho para el ejercicio de su voluntad.
19
La planificación somete a la población a un proyecto único al servicio del cual están todos
los recursos materiales y humanos. El fracaso del plan importa la ruina de toda la
población. De ahí, la exaltación de los conceptos de Nación, Estado, Patria y su
identificación con el plan económico. Las pérdidas individuales son un collateral damage
necesario si no se quiere arruinar a la nación entera. Como resultado, se quiebran todas las
normas morales tradicionales y se justifica la tortura, el homicidio, el espionaje, la
intolerancia en función del bien supremo colectivo. Así es como llegan y se mantienen en el
poder los peores miembros de la sociedad.
5.- El éxito del plan económico requiere del mayor sustento popular posible. La propaganda
y el adoctrinamiento cumplen una función de homogeneización de valores colectivos en
función del proyecto vencedor. La crítica se censura para no erosionar las bases sobre
las cuales se asienta el plan y evitar el efecto “profecía auto-cumplida”. Toda
discrepancia es vista como un acto de deslealtad. Dado que el éxito del país se vincula al
éxito del plan económico, la traición al plan económico se equipara a la traición a la patria
y es, por tanto, reprimida. La ausencia de crítica convierte el proceso político en espacio
fecundo para los fanatismos y la peor tiranía. La fusión del poder económico y político
genera, en estas condiciones, una dependencia del poder político asimilable a la esclavitud.
La oposición política en un país donde el único empleador es el Estado equivale a una
condena de muerte. Ésta es la última etapa del camino a la esclavitud.
Milton Friedman argumenta en Capitalism and Freedom (1962) que las libertades
económicas son imprescindibles para la conservación, uso y goce de las libertades civiles.
El ejercicio de los derechos civiles requiere el empleo de los medios económicos
administrados estatalmente ¿Cómo garantizar la libertad de expresión cuando todos los
puestos de trabajo dependen del Estado? ¿Cómo podría darse sino un cambio en el régimen
político sin propiedad de los medios de comunicación ni recursos para financiar una
campaña de difusión de ideas?
Friedman intenta refutar la tesis ampliamente difundida en ciencias políticas de que la
libertad civil y política y la libertad económica son cuestiones completamente separadas. Es
decir, que el problema de la libertades civiles se soluciona con la adopción de un sistema
político determinado (democracia, autoritarismo o totalitarismo) y el problema del bienestar
material con la adopción de un sistema económico (comunismo, corporativismo o
capitalismo). Para Friedman, el sistema económico que se elija tiene implicancias directas
sobre el sistema político que resultará probablemente.
1.- Las libertades económicas son en la práctica libertades civiles. En primer lugar,
porque en la práctica no existe una división tan tajante entre la libertad económica y la
libertad civil. La prohibición de los cubanos de viajar al extranjero es, en la práctica, similar
a la de los africanos que no pueden salir de su país por falta de medios económicos.
Supongamos que el único medio de salir del país es mediante barcos o aviones estatales y
los pasajes son exorbitantemente caros, ¿no se está restringiendo la libertad política y civil
de emigrar además del derecho de propiedad de las empresas de transporte marítimo y
aeronáutico? Las regulaciones estatales que establecen planes de estudio obligatorios,
20
¿violan la libertad económica de los colegios o la libertad civil de educarse según su
conciencia?
2.- La libertad económica es una forma más de separación de poderes. La amenaza más
importante para la libertad de los ciudadanos ha sido históricamente el poder de coacción,
es decir, el poder de mandar y prohibir bajo amenaza de usar la fuerza para aplicar multas,
decomisar bienes, confiscar propiedades, deportar o meter preso a alguien, o inclusive
matar. Este poder es peligroso tanto si lo ejerce un monarca o un dictador como si lo ejerce
una mayoría momentánea o una minoría que se arroga la representación de la mayoría. La
preservación de la libertad requiere la limitación de ese poder. Para ello, el
constitucionalismo de EEUU instituyó declaraciones de derechos y garantías, la división
horizontal de poderes (Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y la separación vertical de
poderes del Federalismo (Municipio, Provincia, Estado Federal). La separación entre
economía y Estado es una forma más de dispersión del poder. Si concedemos a la autoridad
política el poder de controlar la economía, el poder se concentraría aún más. Es posible que
los empresarios se conviertan en un apéndice de ese poder omnímodo y no quede espacio
para la disidencia. Un sector empresario libre permite que el poder económico sea un
balance al poder político en vez de un refuerzo.
3.- La libertad política es imposible sin libertad económica. La premisa fundamental de
la libertad política es que tiene que permitir el cambio de régimen político. Para ello, es
necesario que los partidarios del "cambio político" puedan contar con recursos: tiempo
libre, personal, capital. Tienen que poder ganarse la vida y asegurarse que quienes trabajen
en el cambio político también puedan hacerlo.
Si los empleos dependen totalmente o en su mayoría de las autoridades políticas, el
ejercicio práctico de la libertad política estará severamente limitado. Los partidarios del
cambio tendrán muchas dificultades para conseguir recursos humanos y materiales que
apoyen la causa. Pero, supongamos que el gobierno es tan tolerante que permite a sus
empleados convertirse en opositores sin consecuencias para su carrera profesional, algo que
es improbable justamente en los casos en los que más se necesita el "cambio político". Aún
en ese caso los partidarios del cambio político tienen que poder difundir sus ideas para
convencer al resto de la ciudadanía. Para ello, probablemente tendrán que publicar
panfletos, usar la radio y la televisión, hacer campañas por internet, editar periódicos y
revistas. ¿Cómo podrán recaudar los fondos y contar con el espacio necesario? Si el poder
económico de los empresarios es un apéndice que acompaña el poder político,
probablemente estarán condenados al fracaso. Las personas de altos ingresos son las que
acompañan el proyecto político y no tienen incentivos para promover el cambio de
régimen. Solo queda convencer a mucha gente para que apoye la causa, pero el problema es
cómo se llega a esa gente. El gobierno podría hipotéticamente subvencionar con fondos
estatales a los opositores, pero eso no soluciona el problema. Es improbable que el gobierno
aporte fondos sustanciales a sus opositores como para que puedan competir en igualdad de
condiciones con un gobierno que maneja todos los resortes del poder. Y, ¿si se subsidia a
los opositores establecidos como hacen para entrar a la competencia los nuevos opositores?
Recordemos, por último, que no sería suficiente con tener los fondos. Los partidarios del
cambio político tendrían que persuadir a las fábricas de papel y a las imprentas de que les
vendan papel y al gobierno que les permita importar la tinta para editar sus publicaciones y
21
a los medios audiovisuales que les permitan difundir sus ideas en igualdad de condiciones
con el gobierno y a los medios de transporte que les alquilen colectivos para que la gente
pueda reunirse.
4.- Las libertades económicas son la garantía práctica de las libertades civiles. La 5a.
Enmienda de la Constitución de los EEUU establece el principio de inocencia y la garantía
del debido proceso. Sin embargo, es sabido que durante la Guerra Fría, en el período
dominado por el Macartysmo, muchos intelectuales, artistas y funcionarios del gobierno
fueron perseguidos por sus opiniones políticas favorables al comunismo en lo que fue luego
considerado una caza de brujas. Muchas de esas personas sufrieron dificultades pero
pudieron continuar adelante con su vida porque encontraron empresarios privados que los
contrataron independientemente de sus opiniones políticas. En ese contexto político, las
garantías legales eran muy endebles y acudir a un proceso judicial hubiera sido cuanto
menos riesgoso. La libertad de empresa fue, en ese contexto, la protección más efectiva de
la libertad de pensamiento y opinión política. Por supuesto, la protección no fue absoluta
dado que muchos empresarios privados eran renuentes a contratar a las personas criticadas
por el gobierno. Pero, proporcionó una salvaguarda adicional.
5.- Las libertades económicas garantizan los derechos civiles de las minorías. A veces
los gobiernos no son respetuosos de los derechos de las minorías. Si las autoridades
políticas tienen el control de la economía, las minorías quedan a su merced. Bajo un
régimen de economía libre, sin embargo, nadie sabe si el pan que compra en la panadería o
los alimentos que compra en el supermercado fueron producidos con la intervención de un
comunista, de un judío, de un árabe, de un negro, de un católico, de un homosexual o de un
extranjero. El mercado es, en este sentido, impersonal, separa las actividades económicas
de los puntos de vista políticos y religiosos y protege a los grupos minoritarios.
22
Descargar