arbor CIENCIA PENSAMIENTO CULTURA Volumen 187 Nº 751 septiembre-octubre 2011 Madrid (España) MÚSICA Y POLÍTICAS / MUSIC & POLITICS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS ISSN: 0210-1963 CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA arbor CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA arbor Volumen 187 Nº 751 septiembre-octubre [2011] Madrid [España] MÚSICA Y POLÍTICAS MUSIC & POLITICS Editora: Susana Asensio Llamas Música y Políticas se concibe como un número monográfico que aparece de la necesidad creciente de comprender cómo la música afecta y es afectada cada vez más por mediaciones socio-culturales que podemos llamar políticas. Las músicas se conciben aquí como fenómenos culturales con dimensiones sociales relevantes. Las políticas son abordadas por un lado como mediaciones sociales que intensifican la producción de expresiones culturales, pero también como las políticas culturales que son implementadas por instituciones para normalizar estas expresiones –incluyendo aquí cualquier tipo de apropiación, exclusión, difusión, apoyo o instrumentalización. CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS ISSN: 0210-1963 Volumen 187 Nº 751 septiembre-octubre [2011] Arbor, revista de Ciencia, Pensamiento y Cultura, es una publicación periódica bimensual, que publica artículos originales. Se caracteriza por estar al servicio de la sociedad española y de la comunidad científica como instrumento de información, puesta al día, reflexión y debate. Al abordar con el rigor científico requerido cualquier tópico, Arbor trata de ser una publicación socialmente útil, analizando en sus páginas estados de la cuestión, estudios de caso y puestas al día en temas de máximo interés. Arbor es, sin duda, una de las revistas publicadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de mayor antigüedad y dilatada andadura. Arbor está abierta al colectivo de investigadores españoles y extranjeros y a los creadores y gestores de nuestra cultura. La revista se publica en la modalidad de acceso abierto en: http://arbor.revistas.csic.es. Madrid [España] M IGUEL A LONSO B AQUER Ministerio de Defensa F RANCISCO J. A YAL A University of California G ABRIEL F ERRATÉ P ASCUAL Universitat Oberta de Catalunya A NTONIO G ARCÍA -B ELLIDO R.A . Ciencias Exactas, Físicas y Naturales R AMÓN G ONZÁLEZ DE A MEZÚA R.A . de Bellas Artes de San Fernando M.ª C ARMEN I GLESIAS C ANO RAE DIRECTOR G REGORIO P ECES -B ARBA DIRECTOR ADJUNTO A LFREDO P ÉREZ R UBALCABA A LBERTO S ÁNCHEZ Á LVAREZ -I NSÚA (CSIC) R.A . de Ciencias Morales y Políticas. U. Carlos III de Madrid J ESÚS S EBASTIÁN A UDINA (CSIC) UCM SECRETARIA DE REDACCIÓN R.A . de Medicina Y ADJUNTA A L A DIRECCIÓN J ULIA M ARÍA L ABRADOR B EN (UCM) CONSEJO DE REDACCIÓN J ESÚS S EBASTIÁN A UDINA CSIC R OSA B ASANTE P OL UCM Á NGEL A E NA B ORDONADA UCM J OSÉ M ARÍA G ONZÁLEZ G ARCÍA CSIC A LEJANDRO R UBIO S AN R OMÁN UCM M ANUEL A LVAR E ZQUERRA UCM G ERMÁN V EGA G ARCÍA -L UENGOS Universidad de Valladolid G ONZALO N IETO F ELINER (CSIC) A MELINA C ORREA R AMÓN Universidad de Granada J ULIA M ARÍA L ABRADOR B EN UCM P IL AR G OYA L AZA CSIC M ARTA P ALENQUE Universidad de Sevilla P IL AR P ALOMO V ÁZQUEZ UCM O CTAVIO R UIZ M ANJÓN (UCM) A LBERTO S ÁNCHEZ Á LVAREZ -I NSÚA CSIC L UIS A LBERTO CSIC DE A LBERTO P ORTERA S ÁNCHEZ REDACCIÓN , ADMINISTRACIÓN E INTERCAMBIO Vitruvio, 8. 28006 Madrid T.: +34 915 680 009 F.: +34 915 680 011 [email protected] DISTRIBUCIÓN , SUSCRIPCIÓN Y VENTA Departamento de Publicaciones Vitruvio, 8, 28006 Madrid T.: +34 915 612 833 / +34 915 681 619/620/640 E-mail:[email protected] L IBRERÍA CIENTÍFICA DEL CSIC S ERVICIOS DE INFORMACIÓN Duque de Medinaceli, 6. 28014 Madrid T.: +34 913 697 253 E-mail: csic _ [email protected] Aunque Arbor estaba ya incluida en el apartado de Arte y Humanidades de Citation Index, tratamos de cumplir ahora todos y cada uno de los criterios de calidad editorial de Latindex, lo que sin duda ha de redundar en beneficio de los autores. © CSIC, 2011 “Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. El Consejo Superior de Inventigaciones Científicas no se hace responsable, en ningún caso, de la credibilidad y autenticidad de los trabajos. Los originales de la revista Arbor, publicados en papel y en versión electrónica, son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción total o parcial.” ISSN : 0210-1963 1988-303X NIPO (en papel): 472-11-017-6 NIPO (en línea): 472-11-018-1 DEPÓSITO LEGAL : M.55-1958 e ISSN : CONSEJO ASESOR C UENCA E MILIO M UÑOZ R UIZ CSIC J AVIER M UGUERZA C ARPINTIER UNED DISEÑO ORIGINAL E STUDIO J O AQUÍN G ALLEGO J AVIER E CHEVERRÍA E ZPONDA ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA F RANCISCO P ORTEL A S ANDOVAL UCM Lira de braccio de Giovanni D’Andrea (1511) Kunsthistorisches Museum Viena, Austria UCM PREIMPRESIÓN , IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN CSIC-UPV A NTONIO F ERNÁNDEZ G ARCÍA J ESÚS A NTONIO M ARTÍNEZ M ARTÍN UCM ISSN: 0210-1963 N S OCIEDAD A NÓNIMA DE F OTOCOMPOSICIÓN Talisio, 9. 28027 Madrid Volumen 187 Nº 751 septiembre-octubre [2011] Madrid [España] ISSN: 0210-1963 CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA arbor S U M A R I O / SUSANA ASENSIO LLAMAS S U M M A R Y Introducción. Sobre la música en la política y la política en la música Introduction. Politics in music and music in politics 811-816 La evanescencia del pueblo y los usos del romancero como factor de identidad política The evanescence of people, and the uses of the ballad tradition as a feature of political identity 817-825 MARÍA NAGORE FERRER Historia de un fracaso: El “himno nacional” en la España del siglo XIX The story of a failure: The “national anthem” in nineteenth century Spain 827-845 JOAQUINA LABAJO VALDÉS 847-856 SUSANA ASENSIO LLAMAS Eduardo Martínez Torner y la Junta para Ampliación de Estudios en España Eduardo Martínez Torner and the Spanish Board for Extension of Studies 857-874 GEMMA PÉREZ ZALDUONDO Música, censura y Falange: el control de la actividad musical desde la Vicesecretaría de Educación Popular (1941-1945) Music, censorship and Falange: The control of musical activities by the Department of Popular Education (1941-1945) 875-886 TINA FRÜHAUF 887-904 LUIS DÍAZ VIANA La práctica de una memoria sostenible: El repertorio de las canciones internacionales de la Guerra Civil Española The practice of a sustainable memory: The repertoire of international songs from the Spanish Civil War Música y política tras el Holocausto: los conciertos de Menuhin en el Berlín de 1947 y sus consecuencias Music and politics after the Holocaust: Menuhin’s Berlin concerts of 1947 and their aftermath CARLOS VILLANUEVA ABELAIRAS El discurso musical como arma política en la obra de Alejo Carpentier Musical discourse as political weapon in the works of Alejo Carpentier 905-916 HÉCTOR CASTILLO BERTHIER “Juventud, música y política” (Circo Volador: reconstruyendo el tejido social urbano mediante la música en la Ciudad de México) “Youth, music and politics” (Flying Circus: Rebuilding social structure through music in Mexico City) 917-929 Volumen 187 Nº 751 septiembre-octubre [2011] Madrid [España] ISSN: 0210-1963 DEBORAH PACINI HERNÁNDEZ The politics of hybridity and mestizaje in U.S. Latino popular music Las políticas de hibridez y mestizaje en la música popular de los latinos en los Estados Unidos 931-936 JUAN PABLO GONZÁLEZ Posfolklore: Raíces y globalización en la música popular chilena Posfolklore: Roots and globalization in Chilean popular music 937-946 Narraciones españolas del fin del mundo. III. Los cuentos Spanish stories on the end of the world. III. The Short stories 949-959 VARIA AGUSTÍN JAUREGUÍZAR FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ Juan Ignacio Molina y la comprensión de la naturaleza del Finis Terrae. Un acercamiento desde la Historia (cultural) de la Ciencia Juan Ignacio Molina and the Finis Terrae’s Nature. An approach from (cultural) history of science RUBÉN CABA YAO KOFFI España y los españoles Spain and the Spaniards La libertad de expresión y el lenguaje sexual en la música “zouglou” y “couper décaler” de Costa de Marfil The freedom of expression and the sexual language in both the zouglou and the couper decaler music from Ivory Coast RESEÑAS DE LIBROS / BOOKS REVIEWS NOTA SOBRE LOS AUTORES / ABOUT THE AUTORS 961-976 977-982 983-992 993-1000 1001-1003 La revista Arbor cuenta, desde el 25 de junio de 2007, con una versión electrónica accesible por internet en la dirección: http://arbor.revistas.csic.es Los contenidos de esta versión electrónica son idénticos a los de la versión impresa, y accesibles a texto completo y sin restricciones. En esta fase inicial, la versión electrónica de revista Arbor incorpora el contenido ya publicado disponible en el formato adecuado, contenido que se irá ampliando en el futuro hasta incluir la totalidad de la producción histórica desde el momento de la fundación de la revista. Con esta iniciativa, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como organismo editor, y la Dirección y el Equipo Editorial de revista Arbor materializan el compromiso adquirido por el CSIC en enero de 2006 con su adhesión a la Declaración de Berlín sobre el acceso abierto al conocimiento en Ciencias y Humanidades. La versión electrónica del resto de las revistas científicas editadas actualmente por el CSIC está disponible a través de la plataforma Revistas CSIC en la dirección: http://revistas.csic.es La plataforma Revistas CSIC es un proyecto realizado conjuntamente por el Departamento de Publicaciones del CSIC y el CINDOC, en colaboración con el Equipo Editorial de cada una de las revistas, y es continuación del programa de modernización y homogeneización de las publicaciones periódicas del CSIC que se desarrolla desde 2004. ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 811-816 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5015 INTRODUCCIÓN Sobre la música en la política y la política en la música INTRODUCTION Politics in music and music in politics Susana Asensio Llamas CSIC [email protected] ABSTRACT: Music & Politics is a monographic issue that has at its origin the increasing need to understand how musical phenomena have interacted historically with a variety of political situations. This socio-cultural relationship has manifested itself historically, both in the capability of musical phenomena to support or represent relevant social movements –political cultures–, and in the historiography of the numerous policies subsequently developed by all kind of institutions concerning music –cultural policies–. The articles collected here illustrate a few examples of the ways in which political ideas have been popularly expressed through music, as well as some institutional regulations created to control these expressions. KEY WORDS: Music; politics; cultural policies. RESUMEN: Música & Políticas es un monográfico que aparece de la necesidad creciente de comprender cómo los fenómenos musicales han interactuado históricamente con diversas situaciones políticas. Esta relación sociocultural está históricamente constatada, en lo que se refiere a la capacidad de los fenómenos musicales de vehicular o representar movimientos sociales relevantes –culturas políticas–, pero también en la historiografía de las muchas normativas que todo tipo de instituciones han desarrollado como consecuencia en torno a la música –políticas culturales–. Los artículos aquí contenidos muestran varios ejemplos de cómo se han expresado popularmente ideas políticas a través de la música, y también de algunas regulaciones institucionales suscitadas con el objeto de controlar estas expresiones. PALABRAS CLAVE: Música; política; políticas culturales. “La música era un atributo de poder político y religioso que significaba el orden, pero que también anunciaba la subversión [...] no es inocente [...] dibuja a grandes rasgos la sociedad en construcción [...] instrumento de diferenciación, se ha convertido en lugar de repetición. [...] Da así a entender lo esencial de las grandes contradicciones de las sociedades desarrolladas” (Attali, 1977, 13). INTRODUCCIÓN. LA POLÍTICA EN LA MÚSICA Y LA MÚSICA EN LA POLÍTICA Sabemos que el control del ruido, y su ordenación regulada en función de diversos criterios sonoros y culturales (músicas), han sido históricamente patrimonio del poder, de las instituciones que detentaban algún tipo de autoridad en función de su representación y relevancia social (Attali 1977/1995). La música ha sido instrumento de poder y de subversión, vicaria cómplice del ensalzamiento real, noble o señorial, pero también símbolo de la libertad asociada a las expresiones emocionales. Porque lo que entendemos por música –cada cual en su cultura–, por tener tan desarrolladas sus dimensiones emotivas, nunca deja de estar teñida de apreciaciones personales y, por lo que tiene de fenómeno social, tampoco puede evitar ser abanderada como representación interesada, grupal o individual y, como consecuencia, desarrollar dimensiones políticas. La imagen que ilustra este número de Arbor está tomada de uno de los instrumentos conservados en el Kunsthistorisches Museum de Viena, Austria. Se trata de una “lira de braccio” construida por Giovanni d’Andrea, cuyo reverso, dice la leyenda, representa la cara de Leonardo da Vinci. Si esto es cierto, el dato no es irrelevante, ya que es conocido el interés de da Vinci por los instrumentos musicales y la “geometría del sonido” en general. A lo largo de su larga y fructífera vida, diseñó y construyó multitud de experi- Nº 751 INTRODUCCIÓN. SOBRE LA MÚSICA EN LA POLÍTICA Y LA POLÍTICA EN LA MÚSICA mentos sonoros, y desarrolló algunas de las teorías que luego fundamentarían la construcción de instrumentos en los siglos venideros. Pero lo más relevante de su relación con la música, es que fue el medio utilizado para lograr mecenazgos para sus experimentos científicos. Como relata el historiador Paolo Giovio (1483-1552) unos años después de su muerte: “Fue de un gran ingenio, afable, elegante y noble, de rostro agraciadísimo; y como fuera maravilloso inventor y árbitro de toda la elegancia y refinamientos, sobre todo en las artes teatrales, y cantara con destreza con la lira, complació asombrosamente a los príncipes durante toda su vida” (cit. en Pérez de Guzmán, 2005, 31). Como se verá en las páginas siguientes, esta relación entre las capacidades de sugestión de la música y el control del poder también ha sido constante a lo largo de los siglos, y ha moldeado muchas de las opiniones que tenemos sobre qué es musicalmente pertinente en función del contexto de cada evento musical y de los objetivos a conseguir con él. El poder de sugestión de la música está también constatado históricamente. En palabras del filósofo de Bagdad Abu Suliman al-Darani (s. IX), para los sufíes islámicos: “La música y el canto son medios de evocar lo que verdaderamente está en el corazón de cada uno; bajo su influencia el corazón revela todo su contenido”. Dicho de otra manera, la naturaleza de la influencia de la música sobre los hombres depende de las intenciones del que escucha y del propósito con que la música es utilizada (Shiloah 1995: 43). Estos propósitos de utilización fueron codificados por Abu Hamid al-Ghazzali (1058-1111) en su libro El renacimiento de las ciencias religiosas: “Music may be used: 1. To encourage pilgrimage, but only for those for whom pilgrimage is permissible; 2. To incite to battle; 3. To inspire courage on the day of battle; 4. To evoke lamentation and sorrow –the latter being of two kinds: blameworthy and praiseworthy; 5. To arouse joy; 6. To elicit love and longing, in circumstances that permit singing and playing instruments; or 7. To evoke love of God. 812 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 811-816 ISSN: 0210-1963 Music is prohibited: 1. When produced by women under certain conditions; 2. If the instruments used are expressly prohibited; 3. When the song’s contents are not compatible with the spirit and precepts of religion; 4. When the listener is ruled by lust; 5. If one listens to music for its own sake” (MacDonald, 1901, 219-244; cit. en Shiloah, 1995, 43-44) No es complejo relacionar estas enseñanzas con la aversión explícita que la música popular de raíz anglosajona despierta en muchos lugares de influencia islámica. Ni es difícil entrever las muchas maneras en las que la gente educada bajo estas enseñanzas evita estas prohibiciones, o las adapta a sus propias rutinas, sin dejar de expresarse musicalmente. No en vano las músicas del mundo –también conocidas como World Music– fueron algunas de las primeras manifestaciones culturales que cruzaron fronteras, síntoma y expresión de lo que más tarde sería conocido como globalización. De nuevo el sonido ordenado se constituye en regla y en transgresión de la misma, representación privilegiada de las políticas tal como se manifiesta en nuestras sociedades contemporáneas. En situaciones sociales significantes, además, la producción de expresiones musicales de base popular se intensifica. Desde las coplillas satíricas de romerías y carnavales que aparecen cada año recordando los momentos políticos y mediáticos más celebrados, hasta la canción protesta que marcó una época como símbolo contra la represión. Desde La Marseillaise (1795)1 hasta “La muralla” de Quilapayún (1969)2. La cultura expresiva adquiere una mayor relevancia social en estos momentos de intensificación y es entonces cuando sus manifestaciones más espontáneas y populares –caso de la música– se cargan aún más de contenidos políticos, y los significados que portan se amplifican para llegar a más gente. El monográfico que aquí se presenta aparece de la necesidad creciente de comprender cómo los fenómenos musicales han interactuado históricamente con diversas situaciones políticas. Esta relación sociocultural está sobradamente constatada, tanto en lo que se refiere a la capacidad de los fenómenos musicales de vehicular o representar modoi: 10.3989/arbor.2011.751n5015 La música nunca ha sido un lenguaje universal. De hecho, ha demostrado ser a lo largo de cientos de años, con infinidad de evidencias sonoras, iconográficas y documentales, una de las formas más particulares y específicas de expresar las emociones, necesidades y deseos de los seres humanos. También ha sido una de las primeras áreas donde las regulaciones referentes al comportamiento humano se desarrollaron. La música ha sido sujeta a normas en todas las religiones y sistemas políticos conocidos, pero también ha sido directamente perseguida o impuesta por los regímenes más autoritarios (cualquier dictadura que podamos recordar ha hecho ambas cosas con diferentes géneros musicales), instrumentalizada (especialmente desde las instituciones), o “descubierta” como una fuente inagotable de potencial provecho económico desde la industria (como es el caso de la música popular durante el siglo XX). Muchos de los mensajes políticos que han quedado en el imaginario español en los últimos años tienen la música como telón de fondo, como el instrumento político más efectivo a la hora de hace cuajar las ideas. Es el caso de los “5.000 gaiteiros de Fraga” en Santiago de Compostela, cuyo impacto sonoro fue sin duda magistral para todos los oyentes, voluntarios o no3, o la Feria de Abril de Cataluña en los primeros años del siglo XXI, cuya influencia política fue creciendo hasta la llegada del PSC al poder en la Generalitat catalana en 20034. A pesar de la especificidad cultural reseñada, la que hace única a cada cultura musical, el manejo del sonido ha estado asociado mayoritariamente en nuestro imaginario popular a un sentimiento artístico o estético, quizás por influencia del Romanticismo –recordemos que no fue hasta Beethoven (1770-1827) que los músicos profesionales comenzaron a ser autónomos y en relativo control de sus creaciones–. Con el tiempo, esta visión romántica se ha sustituido por una cotidianidad sonora que nos proporcionan tanto el ocio elegido (la asistencia a, o audición doi: 10.3989/arbor.2011.751n5015 consciente de, eventos musicales), como los lugares de paso que tan a menudo frecuentamos (grandes superficies, estaciones, transporte público, cadenas de comida rápida... que nos ofrecen “música enlatada” continuamente5), o los medios de comunicación (TV, radio, Internet). En esta cotidianidad lo más complicado es sustraerse de la música continua que acompaña nuestros pasos a través de los “no lugares”6 (Augé, 1996); esa banda sonora nos inscribe en ellos, aunque sigamos estando de paso y sigamos sin dejar recuerdo allí. También los registra a ellos en nuestra memoria, haciendo que con el tiempo una falsa familiaridad sonora nos acompañe por los más insospechados lugares de paso del mundo, haciendo de ellos también un hogar para nosotros. SUSANA ASENSIO LLAMAS vimientos sociales relevantes –culturas políticas–, como en la historiografía de las muchas normativas que todo tipo de instituciones han desarrollado como consecuencia en torno a la música –políticas culturales–. Los artículos aquí contenidos muestran varios ejemplos de cómo se han expresado popularmente ideas políticas a través de la música, y también de algunas regulaciones institucionales suscitadas con el objeto de controlar estas expresiones. Éstas, nuestras actuales miradas, contradicen gran parte de las aproximaciones a la música que comprobadamente nos han llegado desde la ciencia y el pensamiento. En éstas han primado la curiosidad por comprender el fenómeno sonoro primero, y su influencia en el hombre después. Ejemplo ad hoc es Pitágoras, quien había definido matemáticamente las relaciones entre las diferentes notas que componían la escala musical tonal occidental en el siglo VI a.C.; esa relación fue la base para los avances de la física del sonido desarrollada hasta la actualidad. Como consecuencia de su importancia, la música formaría parte del Quadrivium, o enseñanza de las ciencias, hasta la Edad Media, junto con la aritmética, la astronomía y la geometría. Sólo mucho más tarde se la relacionaría con las “artes”, una vez que los músicos alcanzaran un estatus social comparable al de pintores y escultores, y por tanto fueran apoyados con mecenazgos o contratados para los encargos de representación del poder institucional. Pero no hemos de engañarnos, Platón también se refirió en La República con total exactitud al poder potencial de la música para conducir los espíritus y a la necesidad de controlarlo desde el poder público para impedir la subversión y la indolencia; de hecho, fue el primer pensador que se refirió a la posibilidad de que el ruido, o la música, pudiesen destruir un orden social y reemplazarlo por otro. Esa preocupación nunca ha abandonado al pensamiento institucional desde entonces. De la misma manera que la creación y la ejecución musical fueron ganando autonomía progresivamente, muchas de las organizaciones dominantes reconocieron su importancia al contemplarlas en sus agendas y en sus legislaciones. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 811-816 ISSN: 0210-1963 813 Nº 751 INTRODUCCIÓN. SOBRE LA MÚSICA EN LA POLÍTICA Y LA POLÍTICA EN LA MÚSICA Es el caso de las grandes religiones monoteístas, aquéllas que aspiran a ser un código de vida para sus fieles. Ya se ha mencionado una antigua fuente islámica al comienzo de esta introducción. También en la tradición oral musical judía de carácter religioso, la interpretación se orienta fundamentalmente hacia la enseñanza de la religión, la ética y las leyes. En la Iglesia católica, Pío X y su Código Jurídico de la Música Sagrada o “Motu Proprio” (1903) representan el último intento global de regulación de la música por parte de las autoridades eclesiásticas. Este documento fue el primero con validez normativa –como si hubiese sido legislado por autoridades políticas– que trató de implantar en todas las diócesis católicas una reforma de la música sacra con el objetivo de dignificarla en los cultos religiosos, sustrayéndola de la influencia de otros géneros profanos y teatrales, y reforzando la presencia del canto gregoriano en la liturgia. En lugares como España, además, esta normativa se superpuso al resto de las legislaciones sobre música proclamadas desde diferentes gobiernos, la mayor parte afines a las autoridades religiosas católicas. Así, llega el momento en que la frontera entre los elementos netamente políticos de la música y la cultura, y aquéllos que, sin serlo propiamente, tienen dimensiones políticas destacadas, se hace cada vez más difusa. De hecho, ninguno de estos temas sería considerado como parte del ámbito de “música y políticas” si no fuera por las evidentes dimensiones e intereses políticos desarrollados en las instituciones que representan o regulan intereses musicales, y por las más que obvias dimensiones musicales de algunos movimientos con trascendencia política7. De este modo, la música se ha consolidado como fenómeno cultural significativo a lo largo de la historia por su capacidad de permear, dirigir o representar realidades relevantes para grupos o comunidades, y no sólo para individuos aislados. Los “usos políticos” de la música abarcan, pues, desde la apropiación, el rechazo y la exclusión, hasta la difusión, apoyo o uso institucionalizados. Por ello se ha demostrado primordial para comprender las implicaciones políticas de la música contemplar aquellos aspectos que la vinculan con diferentes nociones de identidad –desde el nacionalismo al separatismo, desde la resistencia a la imposición cultural; desde la adscripción a determinados grupos o “tribus” urbanas representadas 814 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 811-816 ISSN: 0210-1963 por su música, hasta el rechazo a géneros musicales concretos que representan realidades culturales que también censuramos. La música ha demostrado históricamente ser un fenómeno cultural profundamente imbricado tanto en las ideas y actividades humanas, como en sus intervenciones y luchas de poder –bien fueran éstas de carácter religioso, político, étnico o económico: “La cultura en general [...] ha sido siempre, de manera congénita, un instrumento de des-subjetivación política y de control social” (Sánchez Ferlosio, 2010). Esta afirmación tampoco es nueva, pero pocas veces se ha puesto en relación con fenómenos musicales más allá de los grandes acontecimientos (Mayo del ’68. Festival de Woodstock de 1969...). Parece que sólo cuando la música crea brechas identitarias demasiado amplias como para ser ignoradas, su relevancia es apreciada, casi siempre a posteriori. De hecho, algunos movimientos populares significantes en las últimas décadas, como las revueltas que siguieron en Argelia a las elecciones de 1991, tras las cuales se ilegalizó el FIS8, o la mayor parte de los movimientos de protesta en Latinoamérica y Europa, utilizaron como bandera sus adscripciones musicales, y la música se transformó para la gran mayoría en el emblema por antonomasia de su resistencia. * * * En este número se recogen aportaciones que tratan tanto del primer aspecto mencionado al inicio de esta introducción, las culturas políticas, como del segundo, las políticas culturales. Y ambas son abordadas tanto en la historia reciente de España como en el panorama internacional. En la primera parte se recogen los estudios que tratan de música y políticas en España: desde la recepción de algunos géneros literario-musicales de carácter histórico pero híbrido (culto y tradicional al mismo tiempo, de carácter oral pero también escrito), hasta los devenires históricos del himno nacional o los himnos republicanos cantados durante la Guerra Civil. También se abordan en esta parte algunas de las circunstancias institucionales y académicas que condicionaron los inicios de la disciplina musicológica en España, a través de uno de sus primeros representandoi: 10.3989/arbor.2011.751n5015 EE.UU. y sus correlatos musicales; y finalmente, las nuevas teorías y prácticas folklóricas que se dan en Chile tras la superación de la dictadura y que, por su nueva situación, intentan diferenciarse de las primeras manifestaciones de carácter reivindicativo. La segunda parte muestra diversas aproximaciones internacionales a las relaciones entre música y políticas: los conflictos ideológicos suscitados en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial a través de la polémica surgida en los conciertos berlineses de Menuhin en 1947; la obra de crítica musical con intencionalidad política de Carpentier y sus relaciones con el pensamiento y la literatura de su tiempo; la labor desarrollada a través de la música en organizaciones no gubernamentales mexicanas para el rescate de parte de su juventud urbana en riesgo de exclusión; las definiciones y conceptualizaciones étnicas, raciales y culturales entre los diversos grupos hispanos de El tema no se agota en estas páginas, como demuestra el creciente interés por abordar desde los estudios culturales temas literarios, musicales, arquitectónicos o científicos, en relación con las circunstancias sociopolíticas que los ven crecer9. Pero su relativa falta de presencia en la literatura académica, no deja de extrañar en medio del auge de los estudios culturales a nivel internacional. Con el presente monográfico se espera no sólo paliar, parcialmente, esa carencia, sino despertar el interés de los investigadores y estudiosos, procedentes de la musicología y de otras disciplinas, por un tema de mayor actualidad cada día: la relación entre música y políticas. NOTAS Recibido: 15 de julio de 2011 Aceptado: 1 de septiembre de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5015 1 “La marsellesa” fue escrita por Rouget de Lisle en 1792 y se convirtió en el himno nacional francés el 14 de julio de 1795. Canción prohibida durante el Imperio y la Restauración, vuelve a ser himno nacional desde la III República. Durante la Segunda Guerra Mundial fue proscrito de nuevo al ser considerado el canto de la resistencia a la ocupación alemana y al gobierno colaboracionista. 2 La canción “La muralla”, popularizada por Quilapayún en Chile primero y luego por otros artistas en el mundo hispánico, toma sus versos del poema del cubano Nicolás Guillén del mismo título contenido en su libro La paloma de vuelo popular de 1958, que puede encontrarse a su vez en la compilación de su obra poética (Guillén, 1972). 3 El 9 de diciembre de 1998 Manuel Fraga Iribarne, que había sido minisARBOR Vol. 187 SUSANA ASENSIO LLAMAS tes, el musicólogo represaliado tras la Guerra Civil E. M. Torner, así como las normativas relativas a la actividad musical durante los inicios de la dictadura franquista y su impacto en la organización y recepción de las experiencias musicales de post-guerra. tro durante la dictadura franquista, asumió la presidencia de la Xunta de Galicia. En ese acto fue acompañado por cinco mil gaiteros del Tercio de Voluntarios de Galicia que desfilaron por las calles empedradas de Santiago de Compostela. 4 La Fira d’abril de Catalunya, que se celebra cada año en Barcelona o sus alrededores protagonizó una agria polémica recién entrado el siglo, cuando las autoridades del evento y algunos protagonistas de la feria –representantes no oficiales de los emigrantes andaluces en Cataluña– negaron la entrada a autoridades políticas catalanas (vid. Cabrera, 2005, 63-67). Las polémicas del PSC, Partit Socialista Català, y otros partidos catalanes, con los responsables de la Federación de Entidades Culturales Andaluzas en Cataluña (FECAC), organizadora del evento, han sido ampliamente documentadas por la prensa de los primeros años de este siglo. La organización de la feria, la 751 septiembre-octubre [2011] 811-816 ISSN: 0210-1963 815 Nº 751 INTRODUCCIÓN. SOBRE LA MÚSICA EN LA POLÍTICA Y LA POLÍTICA EN LA MÚSICA 816 representación política en ella, así como sus implicaciones socio-políticas y económicas, siguen siendo objeto de controversia aún en la última edición de 2011. 5 Los términos más conocidos para designar estas músicas están en inglés: muzak, pipe music, background music o elevator music. El término muzak está tomado de la compañía americana Muzak Holdings LLC, encargada de producir y programar música para lugares públicos en EE.UU. desde los años 1930s. 6 Los no-lugares fue el término que Augé acuñó para aquellos lugares de paso que nos vemos obligados a frecuentar pero que no tienen significados culturales para nosotros. Sería el caso de los aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses, y lugares de paso en general. 7 Mientras se hacen las correcciones finales de esta Introducción, el centro de Madrid es tomado por miles de fieles seguidores de la secta llamada “Camino Neocatecumenal”, liderada por el ultraconservador Kiko Argüello, inmediatamente después de la visita de Benedicto XVI. Es el día 22 de ARBOR Vol. 187 agosto de 2011 y los cantos de los seguidores en las calles de la capital son continuos durante todo el día. La secta es conocida por los cantos de su líder Kiko, quien pone música a los textos de las Escrituras y los convierte en éxitos populares. Su influencia política es cada vez mayor en función de su creciente relevancia entre los poderes religiosos católicos. 8 El Frente Islámico de Salvación (Front Islamique de Salut, FIS) fue fundado en febrero de 1989 en Argelia. En las elecciones municipales de 1990 obtuvo una gran mayoría y al año siguiente, en 1991, su popularidad suscitó un autogolpe de estado después de la primera vuelta y fue ilegalizado. Durante los años 1990s, Argelia perdió a muchos de sus artistas y productores de música rai, que fueron perseguidos por los islamistas más radicales; el más famoso de los cantantes de rai desaparecidos es Cheb Hasni, asesinado en 1994. 9 Un buen ejemplo en el caso de la música puede ser la revista Music & Politics, aparecida en 2007, que se edita online desde la Universidad de Santa Bárbara en California. 751 septiembre-octubre [2011] 811-816 ISSN: 0210-1963 BIBLIOGRAFÍA Attali, Jacques (1995): Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música. Madrid: Siglo XXI [Bruits. Essai sur l’économie politique de la musique. Paris: PUF, 1977]. Augé, Marc (1995): Los “no lugares”: espacios del anonimato: una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa [Non-lieux. 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What this work discusses is why in the case of romancero the dominant tendency in research has been characterized until present times by the approach on a national or Hispanic scale, getting to even advise against the practice of the regional or provincial collections. And what methodological changes have been carried out by this position, which cannot be separated, on the other hand, from a theoretical concept of folk as national folk and which determines, in parallel, the evanescence and liquation of located and particular people, those who not only transmit, but also create culture, the true folk. KEY WORDS: Ballad; music and literature; popular culture; folklore; anthropology; identity; politics. Samuel G. Armistead, autor prestigioso y probablemente la mayor autoridad viva en materia romancística, ha insistido en alguna publicación reciente en ese interés añadido que para él tendrían, por el “conservadurismo característico” de los materiales encontrados, las compilaciones sobre las “áreas laterales más arcaizantes” de la romancística tradicional, pues aparecen –con frecuencia– en ellas verdaderas reliquias del más antiguo venero; a propósito de tales descubrimientos, escribe el propio Armistead que “el romance, de por sí solo, reivindica, sin lugar a la menor duda, el alto valor de una tradición oral capaz de mantener intacta su historicidad a lo largo de cinco largos siglos de tradición oral indocumentada” (Armistead, 2009, 11). Y saluda el mismo investigador, con entusiasmo, el “valor incalculable” que –en este sentido– las nuevas obras de RESUMEN: La recopilación y el estudio de la balada en general, y del romancero en particular, ha constituido, desde que se empieza a despertar el interés de los folkloristas románticos, un campo especialmente propicio para ser utilizado como factor de reconstrucción de identidades políticas. El hecho de que música y texto estén en toda baladística inseparablemente unidos favorece esa potencialidad. Lo que este trabajo se plantea es por qué en el caso del romancero la tendencia dominante en su estudio se ha caracterizado hasta el presente por un enfoque a escala nacional o hispánico, llegando a desaconsejarse incluso la práctica de las colecciones regionales o provinciales. Y qué condicionamientos metodológicos ha acarreado esta postura, a la que no se puede desligar –de otro lado– de una determinada concepción teórica de pueblo, como pueblo-nación, la cual viene a determinar –paralelamente– la evanescencia y licuación de una gente o pueblo más localizados y concretos: quienes no sólo transmiten, sino también crean la cultura, el verdadero folk. PALABRAS CLAVE: Romancero; literatura y música; cultura popular; folklore; antropología; identidad; política. recopilación sobre regiones o provincias no bien conocidas en lo romancístico podrían llegar a adquirir con el tiempo (Armistead, 2009, 13). Pero, precisamente a tenor de una declaración como ésta y de otras que parecerían ir en dirección contraria, quizá convenga matizar algunas de las apreciaciones que suelen hacerse sobre la pertinencia o no de las recopilaciones efectuadas desde una perspectiva regional o incluso regionalista. Como Menéndez Pidal ya decía (y, desde luego, no le faltaba razón) en una carta de respuesta a José María de Cossío, “la región no es una unidad folklórica” (cf. Fraile Gil, 2009, 80); claro que cabría añadir que no lo es ni más ni menos que la provincia o la nación. Las “unidades” que –con mayor motivo– podrían relacionarse con lo que en Nº 751 LA EVANESCENCIA DEL PUEBLO Y LOS USOS DEL ROMANCERO COMO FACTOR DE IDENTIDAD POLÍTICA Antropología se denominó, hace ya tiempo, “áreas culturales” serían, en los casos y contextos a los que estamos aludiendo, las comarcas o zonas de donde proceden muchas de las versiones que han nutrido, durante años, los romanceros provinciales y regionales. Es decir, un conjunto o ecosistema geográfico, económico y cultural, que –más allá de la mera correlación entre áreas ecológicas y rasgos culturales– explicaría históricamente por qué se producen las diferencias que conocemos entre los grupos humanos de unas zonas y otras. Pues, como estableciera Daryl Forde, “empíricamente el mundo puede ser dividido en un cierto número de áreas culturales, en las cuales ciertas técnicas, economías y formas sociales dominan la actividad humana”, pero aunque las condiciones medioambientales operen como un factor limitador nunca llegarán a ser totalmente determinantes de las posibles combinaciones de la variabilidad cultural (Forde, 1966, 486). ¿Qué “unidades folklóricas” resultarían entonces válidas?, ¿las marcadas por la difusión de los tipos de versiones de un romance o un cuento? ¿No será más bien que esos tipos de versión responden a la diversidad de áreas culturales de que proceden y en las cuales se siguen difundiendo? Porque, si bien se ha dicho y reconocido –por los mismos que luego abogarían a favor de lo opuesto– que las colecciones regionales e incluso provinciales ofrecen algunas “evidentes ventajas prácticas” para la recopilación y estudio de romances (Cid, 1997, III), no es menos verdad que la actividad de estas recolectas, casi siempre llevadas a cabo por folkloristas y eruditos locales, a menudo ha sido mirada con desconfianza, si no con verdadero rechazo, por parte de quienes, pretendiendo trabajar a una escala nacional e incluso supra-nacional (aunque hispánica), se consideraban a sí mismos los únicos “profesionales” o expertos capacitados para desarrollar esa labor. Y, sin embargo, la utilidad de estas recopilaciones modestas, realizadas frecuentemente en áreas que esos otros investigadores muchas veces no pisaron o tardaron en visitar, no reside sólo en que fueran efectuadas por recolectores que conocían mejor a la zona y sus habitantes, o por el efecto de aprecio y valoración del patrimonio propio que esas búsquedas promovidas por “nativos” habrían de provocar en sus paisanos. Además de todo ello, que no deja de ser –en lo fundamental– bastante cierto, hay a menudo una “toma de pulso etnográfico” (por así llamarlo) de los lugares y sus pobladores que no suele producirse en las mego-encuestas, en los 818 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 grandes catálogos, en las obras pretendidamente enciclopédicas. Por una razón muy simple, porque este etnógrafo de a pie sí que –siempre– estuvo y se demoró allí, sí llegó a preguntarse y –por lo tanto– a averiguar (en cierta medida) de dónde venían los “productos” que estaba recogiendo, por qué seguían cayendo frutos del tantas veces elogiado “árbol del romancero” o “de la tradición” y de qué modo su “alada semilla” se había transformado al saltar de la Península a América (Menéndez Pidal, 1966, 27). Ulpiano Leda Ferreras recoge otros pareceres, formulados desde las antípodas de ese benévolo y acogedor ámbito del romancero como “casa común”, en que se daba la bienvenida con alborozo a los trabajos provinciales y regionales aportados por los distintos “trabajadores de campo”. Señala este autor opiniones muy diferentes a las que hemos venido leyendo hasta ahora, como las de Diego Catálan desde finales de los ochenta a propósito del “peligro de una excesiva proliferación de publicaciones” u otras acerca de que la publicación del material romancístico habría de ser selectiva y teniendo siempre en el horizonte la “tierra prometida” de la edición del Romancero tradicional de las lenguas hispánicas, criticándose “el apoyo que las instituciones provinciales y autonómicas conceden a la publicación de romances regionales por su ‘cuestionable utilidad científica’” (Lada Ferreras, 1993, 365). Dice Ulpiano Lada Ferreras a este respecto que “a las opiniones formuladas por Diego Catalán y Jesús Antonio Cid relativas a la orientación que deben seguir los estudios sobre el romancero cabría hacerles algunas matizaciones” que él puntualiza y resume del siguiente modo (Lada Farreras, 1993, 366): La realidad se impone siempre por encima de los supuestos teóricos ideales y con ella hay que contar. Y es la realidad de los hechos que la vasta obra concebida por Menéndez Pidal y a la que Catalán y Cid consideran el objetivo final de la colección y publicación de textos romancísticos, avanza con suma lentitud y dificultad (...) Frente a esta situación cabe oponer la mayor agilidad y dinamismo que podrían proporcionar las colecciones regionales, llevadas por supuesto a cabo con los más estrictos criterios de cientificidad, organizadas sistemáticamente dentro de una perspectiva pan-hispánica y aprovechando a la vez las ayudas de las instituciones culturales provinciales y autonómicas. Es posible que por esta vía inductiva y descentralizadora se doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 persistencia, oralización y tradicionalidad de esos romances de ciego tan despreciados, cuya interinfluencia con otras clases de composiciones romancísticas de procedencia más antigua también era sistemáticamente negada. Añadiendo matizaciones a las matizaciones, podría discutirse tanto el concepto de pan-hispánico, que –según luego iremos viendo– tiene importantes connotaciones, como el de esos supuestos criterios de “cientificidad” en la recopilación del Romancero. En lo que se refiere al primer aspecto, sólo decir por ahora que el concepto de “pan-hispánico” parte de una aproximación nacional a una cultura para extenderla a todas las otras culturas impregnadas por aquélla. En suma, planea sobre tal concepción la sombra de aquellas visiones en que ciertas culturas habrían desempeñado un papel civilizador sobre otras. Es decir, que habría culturas “de primera” y “de segunda”, grandes y pequeñas culturas, reminiscencias primitivas y excelsas civilizaciones que, por el hecho de serlo, tendrían derecho a todo. Esa distinción no sólo entre clases de balada –pues el romancero constituye la mayor parte de la baladística en castellano, pero no toda–, sino por su valor intrínseco, resultando unas dignas de ser recogidas, archivadas y estudiadas, y otras no, parece estar apuntando hacia algo más que una neutra y aséptica forma de catalogar. Sobre todo, si tenemos en cuenta que quienes se yerguen en mediadores de lo popular suelen acabar constituyéndose en garantes, autentificadores y, en definitiva, “guardianes de la tradición”; pues es este guardián el que “decide quién puede ser o no portador de material ‘autentificable’ y qué material lo es” o “garantiza que el trasvase de lo oral a lo escrito se hace de la forma adecuada” (Díaz Viana, 1999, 79). Por lo que unos criterios que se nos presentan como “científicos”, pero que –sobre todo– lo que hacen es contribuir a la imposición de un canon “estético” (y, en consecuencia, subjetivo) terminan afectando directamente a la realidad: “Los colectores de cantos populares no nos cuentan cómo es lo que existe o cómo ellos lo ven, sino que en su práctica selectiva de rescatar lo que juzgan valioso –dentro del conjunto de una cultura– deciden lo que ‘es’, qué existe y qué no. Los recopiladores ‘autorizan’ lo que debe existir” (Díaz Viana, 1999, 80). O ¿por qué si no llamar pan-hispánicos a los vestigios de un género baladístico como el romancero en los lugares del mundo donde hubo presencia de la nación española? Por otro lado, el segundo aspecto –relativo a la “cientificidad”– podría llevarnos muy lejos del asunto que constituye el principal objeto de este trabajo; únicamente apuntar que si el “estatus científico” de las recopilaciones lo dicta qué se recoge más que el “cómo”, habría que aclarar antes por qué nada más fue “científico” recoger durante mucho tiempo un determinado tipo de romances (los tenidos por “tradicionales”) y no toda balada en español, desaprovechándose así la posibilidad de haber recopilado muchas más versiones orales del romancero denominado “vulgar”. Y ya que menciono este término, cómo no reflexionar sobre esa gradación de excelencias romancísticas, desde el romance tradicional y viejo –situado habitualmente en lo más alto de la escala compositiva dentro de los estudios sobre romancero– al romance de ciego, vulgar y contemporáneo (relegado, por el contrario, al lugar más bajo y desdeñable). Este enfoque no sólo dificultaría durante bastante tiempo una cabal visión de conjunto de la baladística y la tradición oral españolas (o, si se prefiere, hispanas), sino que también condicionaría el carácter de los materiales recopilados hasta el punto –en algunos casos– de desfigurar la realidad de las expresiones culturales que se pretendía documentar. Por ejemplo, en lo que respecta a la doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 LUIS DÍAZ VIANA genere la publicación de colecciones rigurosas avanzando decididamente en el conocimiento del Romancero en lugar de fomentar la acumulación de datos en archivos de más que dudosa operatividad (Lada Ferreras, 1993, 366). Hay, sin duda, una idea –y una ideología– sobre el pueblo y la nación (o el pueblo-nación) detrás de estas clasificaciones y pretensiones de “cientificidad”. Y esa noción resulta fácilmente identificable con las visiones de un pueblo eterno, sujeto de la historia y que conservaría las esencias de la nación, un pueblo ya vislumbrado por Herder –y consagrado en general por el Romanticismo– que tendría en cada caso “un carácter único, que se manifestaba en todas sus costumbres e instituciones, sus obras de arte y literatura, y que era intrínsecamente valioso por sí mismo” (Shenk, 1983, 41). A ello volveremos luego, pero lo que nos interesa ahora confirmar es la extraordinaria coherencia que –por paradójico que pueda parecer– esa concepción de pueblo tiene con la estrategia “anti-regionalista” (por así llamarla) en el caso que nos ocupa. Aunque a veces la búsqueda del originario “pueblo” al que se pertenece produce la multiplicación del virus románARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 819 Nº 751 LA EVANESCENCIA DEL PUEBLO Y LOS USOS DEL ROMANCERO COMO FACTOR DE IDENTIDAD POLÍTICA 820 tico de los nacionalismos hasta el infinito, y ese impulso favorece regionalismos y localismos de todo tipo, lo cierto es que el escamoteo, evaporación o incluso licuación del “pueblo” en la escala que queramos elegir ofrece bastantes ventajas a la manipulación política. Quiere decirse que el pueblo concreto, ya sea la población de un villorrio o los habitantes contantes y sonantes de una comarca, provincia o región, pueden llegar a resultar incómodos y hasta fastidiosos si lo que se pretende instituir es un constructo abstracto de pueblo, nacional e incluso supra-nacional (o sea, “pan-hispánico”); que lo será, entre otras cosas, porque se supone que todo ese pueblo diseminado por el mundo –y a menudo hispánico a su pesar– sabe y canta los mismos antiquísimos poemas, el viejo romancero. Ideológicamente hablando, pero no es éste el lugar ni el momento para dilucidarlo, el rescate y estudio del romancero se nos presenta, desde este punto de vista, tanto o más que en cuanto a proyecto filológico y científico como un verdadero proyecto nacional, a caballo entre el rescoldo del tradicionalismo español menos montaraz y el aún tonificante regeneracionismo. No es diferente en ello de la mayoría de las corrientes de folklorismo romántico que, en distintos países europeos, propugnaron la recuperación como “monumentos patrimoniales” de la antigua poesía popular. La oposición de quienes habían declarado promover el salvamento y conservación del legado romancístico a que proliferen recopilaciones regionales y provinciales resulta –de entrada– bastante contradictoria; y no sólo podría interpretarse como un cierto afán o estrategia de monopolización del romancero, sino que –además– plantea una cuestión de mayor calado: a quién o quiénes “pertenece” esa herencia cultural de indudable valor y cuál sería la manera más adecuada de (como suele decirse hoy en día) “gestionarla” patrimonialmente. Es decir, pensando en que favorezca o sirva de algún modo –como tesoro patrimonial que es– a quienes han tenido el mérito de conservarlo y transmitirlo. Y éste es un asunto que, por supuesto, no afecta sólo al romancero, sino a todo patrimonio cultural –sea tangible o intangible–. Piénsese, por poner un ejemplo bien conocido de todos, en aquellas políticas –ya en parte superadas– que propugnaban, para la mejor conservación, estudio y difusión de los hallazgos arqueológicos su traslado a los museos arqueológicos nacionales bajo la vigilancia y control de los especialistas correspondientes. Desde hace ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 ya tiempo, viene prefiriéndose dentro de ese campo favorecer la observación in situ de los respectivos yacimientos y la exhibición en salas o museos cercanos de las piezas más emblemáticas –siempre que sea técnicamente posible garantizar su integridad y óptimo estado de conservación–. Así se cree –y parece bastante plausible tal criterio– que se “devuelve” de algún modo a la localidad de donde procede ese patrimonio, lo que se habría obtenido previamente de ella, pues se revitalizaría la zona mediante la atracción sobre su singularidad cultural, consiguiéndose de este modo el inmediato aumento de número de visitantes que los restos arqueológicos suelen comportar. Con el tiempo, la opinión que ha ido ganando terreno en los distintos temas relacionados con la política cultural –tanto material como inmaterial– al respecto es que, justamente, la gestión local y descentralizada de los diversos patrimonios es más dinámica y sostenible que las que antaño solían proponerse. Ulpiano Lada resume –como ya hemos visto– en “agilidad y dinamismo” (Lada Ferreras, 1995, 366) las bondades que ofrecerían las colecciones regionales de romances frente a otras soluciones y el propio Cid reconocía, entre las ventajas de las mismas, el hecho de que –en esa manera– “los lectores tienen motivos adicionales para valorar la obra como algo más ‘propio’ y enraizado en su ámbito histórico y su hábitat cultural” (Cid, 1997, 3). Y es que, por volver al símil arqueológico, y a pesar de lo paradójico que pueda parecer, adquiere generalmente más repercusión, visibilidad, funcionalidad y sentido un mosaico romano conservado en el lugar donde fue encontrado que extraído de su contexto y llevado a una gran sala de un museo nacional donde quedará anegado y semioculto entre una decena de mosaicos parecidos. Pues, volviendo al romancero y a esa supuesta incompatibilidad entre un coleccionismo regional y otro nacional e incluso pan-hispánico, ¿por qué ha de aceptarse que la de nación es mejor escala que otras? Tratándose de etnografías –y al fin y al cabo es del trabajo de campo etnográfico de lo que estamos hablando– esa suposición resulta más que discutible. Y, sobre todo, ¿por qué sería más “científico” trabajar en un plano nacional que en otro de menor tamaño? ¿Por qué el estatus de cientificidad estaría a salvo de toda sospecha si el enfoque de recopilación y edición de romances se plantea desde la escala de nación y ha de ser cuestionado a priori si se manejan otras escalas o modelos? doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 Porque si lo que se busca es “poner en valor” –como actualmente se dice– el patrimonio cultural de un territorio nada mejor que contar con recopiladores avezados, con etnógrafos ya curtidos en la labor de campo, que sepan llegar al saber de las gentes desde su conocimiento del contexto en que ese aparente “milagro” de la creación y transmisión populares se produce. Gracias a toda la información que estos compiladores proporcionarán, se podrá documentar con mayor detalle cómo algunos romances han pervivido por una funcionalidad adquirida con el tiempo, que los convirtió en parte o elemento insoslayable de determinadas tradiciones y rituales, como es el caso de los que se siguieron cantando con fines petitorios en Aguinaldos y Marzas o –a modo de música ancestral– en esos grandes bailes identitarios que son las danzas romancísticas. El recopilador, si es etnógrafo o antropólogo tenaz y no encuestador apresurado por un medio rural que –a menudo– desconoce casi por completo, no sólo contextualizará la pervivencia ritualizada del romancero; también describirá –a través de las manifestaciones de sus informantes– cómo se han transmitido intergeneracionalmente estos cantos: de padres a hijos y, en algunos casos, de abuelos a nietos. O, simplemente, de viejos a jóvenes, y –frecuentemente– de viejas a mozas, cuando unas y otras coincidían en tareas como las de coser o cuidar las vacas. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 La cuestión de fondo reside en qué es lo que nos parece realmente importante: ¿Acumular cientos y cientos de versiones de un tema, convenientemente descontextualizadas para que su comparación sea más fácil, o averiguar todo lo que esté a nuestro alcance sobre cómo se ha producido y produce el proceso de creación y transmisión de un género tan destacado dentro de la literatura popular como es el del romancero? Pues podría decirse, aquí también, que una y otra cosa no son ni deberían ser necesariamente incompatibles –lo que es cierto–, pero en la práctica la teoría y método utilizados para conseguir esos propósitos han llegado a ser lo suficientemente distintos como para que, desde la primera de estas perspectivas al menos, se haga muy arduo conjugar la mera acumulación de textos parecidos y comparables con la indagación sobre la creatividad colectiva que los hace posibles. LUIS DÍAZ VIANA Se ha quedado –también– algo anticuada esa retórica que en tiempos se utilizó para enfatizar que el romancero era expresión cabal de lo español, de lo hispánico o pan-hispánico, cuando –en realidad– lo que se acostumbra a valorar ahora es que la pervivencia oral de los romances constituye algo más interesante, una manera de narrar –cantando– unos imaginarios mucho más locales que nacionales. Y de ahí las variadas soluciones –también éticas– que las distintas versiones dan a los mismos problemas –o mitologemas– que en los temas romancísticos se plantean. El factor eufemístico (tan importante en los desenlaces de los romances) que, hace ya años, Nascimento señaló oportunamente –sin que por ello tales aspectos llegaran a ser suficientemente tenidos en cuenta por otros recopiladores y estudiosos después– explicaría, por ejemplo, desde la diversidad local, que las versiones romancísticas suelan diferir más en los fragmentos finales que en otros; así en lo que atañe a la desaparición o transformaciones del pasaje en que se produce la aceptación del incesto por parte de Delgadina (Nascimento, 1972, 233-275). Se tiende inevitablemente a desvirtuar, en la primera forma de trabajar, lo característico de cada versión, lo que la hace única, no sólo por la incidencia que las creencias morales de la colectividad puedan tener –por ejemplo– en el desenlace de los romances que se ocupan del incesto, sino también por la abstracción a la que se somete a una realidad mucha más compleja de lo que, al final, parece. Uno de los aspectos tampoco casualmente desdeñados y casi desaparecidos de buena parte de la bibliografía de recopilaciones romancísticas, a lo largo de su ya extensa historia, es el de la música. Lo que obvia u omite –sin duda– la importancia crucial que la melodía siempre ha tenido para la propia transmisión y pervivencia del género, pero –además– viene a soslayar de nuevo un sinfín de connotaciones “molestas”: la manera de interpretar, el acompañamiento musical propio de cada lugar, el modo de colocar la voz... En suma, deja en el anonimato las voces, que es como decir las gentes. Pero incluso propicia la desaparición de todo ese contexto cultural del que cada música resulta ser al tiempo argamasa, síntesis y conjunción singular. Porque las melodías contextualizan y contribuyen a localizar al romancero, a enraizarlo en un lugar determinado. Curiosamente, las colecciones regionales suelen atender a esta idiosincrasia musical mucho más que las publicaciones de enfoque nacional o supranacional. El plan de documentar todas o –más bien– la mayor parte de las versiones del romancero pan-hispánico en su texto y melodías no es que tenga aún lejos sus horizontes, es que éstos siempre lo ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 821 Nº 751 LA EVANESCENCIA DEL PUEBLO Y LOS USOS DEL ROMANCERO COMO FACTOR DE IDENTIDAD POLÍTICA 822 estarán; ya que pensar que se trata de una obra abarcable es ver al romancero como un cuerpo que se mantuviera estático. Pero el romancero, como el pueblo que lo sustenta y lo difunde, no es un corpus inmóvil: la realidad se mueve. No es fácil, sino más bien imposible o ilusorio, conseguir una foto fija y totalizadora del romancero oral. Intentar comprimir en una sucesión que parece –y lo es– interminable de tomos la descripción absoluta del estado de los romances populares raya con lo quimérico. No es nuestro propósito aquí entrar en la discusión sobre las distintas acepciones que pueden darse –y de hecho se han dado– del concepto de pueblo, ni menos ocuparnos de desentrañar las interpretaciones del término “literatura popular” con el que es habitual referirse al romancero. El lector podrá encontrar en algunos trabajos anteriores tanto nuestra posición como un resumen de las diferentes aproximaciones y usos que se han venido empleando de vocablos como el de “pueblo” o “lo popular” (Díaz Viana, 1995, 17-21). Nos interesa, sin embargo, resaltar cómo buena parte de los estudios sobre los romances han estado condicionados en su teoría y método por una visión determinada de pueblo que, en realidad, es más una estrategia para que éste se evapore o diluya en el concepto de “nación” y de lo “nacional” que un verdadero interés por conocer sus expresiones. Se trata de un auténtico proceso de licuación o transustanciación del pueblo, al que se disuelve como un azucarillo de identidad local en otra nacional o supranacional a su paso –por ejemplo– a través de los alambiques que permiten extraer del romancero una síntesis o esencia de lo español e hispánico. Pero tal licuación es también la liquidación del pueblo en cuanto folk o conjunto de personas identificable y reconocible. Pues ¿qué se gana y qué se pierde al cabo con ese sistema de trabajo que extrae versiones y variantes en número indefinido del saber popular ignorando por completo las circunstancias que explicarían su pervivencia? Se gana la facilidad de comparación al convertir performances musicales muy dispares en textos homogeneizados y comparables: se pierde, como ya se ha señalado, nada menos que al pueblo, o dicho de manera menos romántica, la realidad de unas gentes o folks que se transmiten su saber local. Y la pregunta sustancial, respecto a todo lo que venimos tratando, es si no resultará ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 –entonces– preferible estudiar el conocimiento local también localmente. Además de, por supuesto, reivindicarlo como objeto antropológico de estudio. Porque, aunque podamos aceptar que el pueblo finalmente “somos todos” (Dundes, 1977, 21), habrá que precisar que unos somos más pueblo que otros. Es cierto, como señalara Burke, que las élites también participaban de la cultura popular y la conocían tan bien o mejor que el vulgo en la Europa moderna (Burke, 1981, 3-22), pero no lo es menos que había clases populares que no participaban de eso que todavía algunos siguen llamando “gran” o “alta cultura”, la de las clases dominantes, la hegemónica. Las cosas parecen estar cambiando, pero –durante mucho tiempo– al pueblo en cuanto grupo de gente, al folk, le caracterizó su enraizamiento en un territorio que conocía e interpretaba de forma colectiva. Las élites europeas, sin embargo, por más que apelasen periódicamente a lo regional o nacional para mejor ejercer su control social y económico, siempre tendieron al cosmopolitismo y a despegarse de los lugares de que procedían. ¿Por qué algunos hemos preferido desde antiguo la utilización del término “popular” para referirnos a una literatura que escapaba a la supervisión de las élites? Porque lo “popular” obvia el sentido o significado que se quiera dar a la palabra pueblo y alude a una creación literaria de participación colectiva en proceso donde ni la autoría ni la forma escrita son lo relevante. Más que reivindicar la utilización de un término como el de literatura popular debería explicarse “por qué ha llegado a ser considerada únicamente tal (literatura) –en un ámbito como el occidental– la literatura escrita, resultando todas las demás expresiones del arte de la palabra que quedaban al margen de ella tan relegadas que ha sido preciso justificarlas y darles un nombre diferente” (Díaz Viana, 2007, 30). Lo tradicional, sin embargo, más allá de describir unas fases de transmisión cultural mediante consenso colectivo que –por otra parte– son comunes a otros procesos de difusión de la cultura en general (pues toda cultura se transmite por consenso y tradición), ha servido precisamente para que las élites pudieran llegar a ejercer un control de aquellas zonas de la cultura que aún no controlaban; sirvió –en definitiva– a manera de filtro respecto a la escala y tipo de pueblo o creación popular que resultaban aceptables o asumibles. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 El pueblo contemplado desde esta perspectiva, además, sólo interesa en la medida que sirve de reproductor de una época arcaica o dorada, de un pasado glorioso, pero no tanto porque cree e innove realmente. De ahí que la versión herderiana de lo popular sea maniquea y manipuladora, mientras que un pensador como Gramsci, que también –años después– va a reflexionar sobre lo popular, verá mucho más allá: una cultura popular que puede ser conservadora y hasta reaccionaria en ciertos aspectos, pero que –al tiempo– puede ser innovadora e incluso subversiva en otros (Gramsci, [1974]1988, 490). El primero centra su foco en un pueblo que le interesa como “pueblo alemán” y el segundo busca –en las manifestaciones folklóricas– al “pueblo a secas”, como clase social con recursos culturales propios desde los que poder afirmarse. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5001 De otro lado, y regresando a nuestro tema, es muy comprensible y hasta loable la postura de Menéndez Pidal en su contexto histórico, pretendiendo extraer y abstraer los aspectos más positivos de la cultura popular, así como defender de paso la importancia y bondad de la literatura española y de lo español en el mundo. Pues su planificación académica habría que enmarcarla en un proyecto nacional de regeneracionismo algo tardío –y además– muy ambicioso que va a colocar su particular foco de interés en aspectos tan vitales en la construcción y proyección de una identidad nacional como son el lenguaje, la historia y la literatura popular (épica y épico-lírica). Y según bien señala Portolés, “la epopeya no es un tema poético cualquiera, desde el Romanticismo se la considera la manifestación por excelencia del espíritu de un pueblo” y, de ahí, que Menéndez Pidal “evitara cualquier solución de continuidad en la pervivencia de esta tradición” (Portolés, 1986, 29). LUIS DÍAZ VIANA Porque las gentes identificadas con el pueblo o el vulgo durante la Edad Media, pero también en el Renacimiento, eran fundamentalmente aquéllas que no pertenecían a las clases privilegiadas y se veían supeditadas a ellas. Y de ahí que lo “vulgar” tuviera y siga teniendo una connotación negativa, a pesar de que los humanistas españoles identificaran –acertadamente– a lo “vulgar” con el saber común o de todos y buscaran descubrir en él restos de los viejos conocimientos y costumbres del mundo antiguo. Hay ya, entonces, un primer “descubrimiento del pueblo” o de lo popular que va a favorecer –sin duda– la fundación y desarrollo de unas literaturas identificadas como nacionales. Con el segundo “descubrimiento”, el del pueblo por parte de los románticos, la tendencia va a cambiar y se va a pasar en general de la visión miserabilista del mismo a su mitificación. Casi todo lo que viene del pueblo será entonces bueno y digno de admiración e imitación porque en él se pensaba que residían las bases de la nación, pero ello –siendo así en términos generales– no estará exento de algunas importantes salvedades: no todo pueblo vale. El pueblo idealizado por el primer Romanticismo alemán será el campesino, mientras que el urbano será identificado con el vulgo degradado y vocinglero de las ciudades, ese “populacho” que –según la expresión de Herder– “nunca canta o versifica, sólo chilla o mutila” (cf. Bendix, 1997, 39-40). Algo que resuena en ciertas apreciaciones pidalianas –y postpidalianas– de un romancero considerado como “vulgar” y un tipo de cantores populares –el de los ciegos que vendían romances– al que Juan Menéndez Pidal ya tildara de “degenerado descendiente por línea directa del juglar” (Juan Menéndez Pidal, [1885] 1986, X). Resulta, con todo, un poco sorprendente que el condicionamiento que tales planteamientos han provocado en los métodos, prácticas y modos de catalogación del romancero no haya sido apenas revisado a lo largo del último siglo, ni modificado un plan archivístico de versiones orales que –por su objetivo prácticamente inabarcable– el tiempo ha revelado como imposible de realizar. El impulso que Pidal proporcionó al interés acerca del romancero, sin embargo, sí que ha valido la pena. Y los logros obtenidos desde entonces disculpan con creces, de otra parte, que el proyecto se haya continuado sin apenas renovación ni autocrítica hasta hoy. Lo que no resulta tan defendible es que, desde esa posición predominante concedida por el prestigio de la figura de Menéndez Pidal, se lancen anatemas contra otros modos de recopilar y trabajar, descalificando y poniendo veto a procederes menos centralizadores pero –seguramente– más actualizados y dinámicos. Ya que el tratamiento de lo popular no es desligable de lo político. En realidad, alude indefectiblemente a una cierta idea de clase, aunque sea lo más confortable manipular el concepto de modo que las clases desaparezcan en pro de la nación y lo popular–local o lo popular-concreto se diluyan en manos de las élites. Así, serán éstas las que manejen como quieran y en su beneficio esas expresiones que –por propio desdén o desinterés– habrían llegado a estar fuera del control de su poder. Resulta tan significativa como encomiable, en este sentido, la póstuma voluntad de Diego Catalán de que se siga publicando tras su muerte –en un blog– una ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 817-825 ISSN: 0210-1963 823 Nº 751 LA EVANESCENCIA DEL PUEBLO Y LOS USOS DEL ROMANCERO COMO FACTOR DE IDENTIDAD POLÍTICA antología de lo que el rebautizó “Archivo del Romancero de La Cuesta del Zarzal” (formado por el Archivo Pidal/Goyri y Archivo Sonoro del Romancero Débora Catalán), para así “poner en manos de todo el mundo”, en un afán que parece tener algo de “devolución” al pueblo del que habría salido, un legado que él mismo consideraba “patrimonio de la humanidad “ ([email protected]). Dice Glassie que, para quienes estudiamos a la gente o sus expresiones, “humanity is our issue” (la humanidad es nuestro tema), pero “the problem of folklore is class” (el problema del folklore tiene que ver con las clases sociales) (Glassie, 1982, 575). Y no podemos dejar de estar, en lo esencial, de acuerdo con él, aunque –como decíamos– la visión de pueblo-nación tan característica de todos los nacionalismos haga que ese aspecto desparezca, pues todos los integrantes de una nación –aparentemente– se convierten en pueblo. Y, de esta manera, el pueblo se esfuma en la nación y la tensión o lucha de clases también parece evaporarse con ello. Porque, como sigue argumentando Glassie: “Are the inhabitants of all economic states people?” (¿son los habitantes de todos los estratos económicos pueblo?). O, más exactamente, “aquellos otros –muertos, oscuros, pobres– (...) ¿son totalmente humanos?” (Glassie, 1982, 575-576). O, mejor, ¿son tan humanos o exactamente humanos como nosotros lo somos? Aunque solemos aceptar humanidad y camaradería en la gente del pasado, la de otras etnias o la de otras clases, en el fondo tendemos a mirarlos con recelo, si no con superioridad. Hay mucho de todo esto, sin duda, en la aproximación que todavía hoy se practica sobre las manifestaciones de lo popular. Y es esta cuestión básica la que conviene revisar y seguramente cambiar para trabajar sobre las creaciones del pueblo –ya se trate de ritos o literatura– de otra manera. Pues, como dice también Glassie: “En nuestra cultura la ‘gente primitiva’ (como todavía les llamamos) sirve como fascinante supervivencia de un estadio anterior de nuestro desarrollo y los campesinos como aquellos seres en que una vez se fosilizó nuestro pasado o quienes ilustran la pintoresca degradación de nuestros logros” (Glassie, 1982, 576). Así que no cabe duda de que nuestra mirada sobre lo popular está inevitablemente condicionada por prejuicios políticos e ideológicos, y que –como en cualquier aproximación a otras formas de cultura– haya que hacer un esfuerzo de comprensión y acercamiento, un postrer intento para desprendernos de esa soberbia superioridad con que solemos mirar a “lo otro”. No basta con recolectar productos de ese pueblo tan a menudo “miserabilizado” o “mitificado” (Grignon y Passeron, 1992) y –con frecuencia– las dos cosas a la vez, como caras complementarias de una misma moneda grabada por la incomprensión y la ignorancia: hay que preocuparse por cómo dicho pueblo crea esos supuestos “frutos” milagrosos que son los romances. Y por toda la riqueza de saberes que hay detrás de ellos. Admitamos además –por último– que, de pertenecer a alguien, los conocimientos populares en general y, en este caso, los relatos romancísticos de que tratamos, pertenecen al grupo concreto de gentes que aún los mantienen vivos, más allá de los archivos en donde materialmente hayan podido acabar recalando. Y admiremos a sus creadores, gentes que no “iban de artistas” ni pretendieron nunca serlo, pero que –no obstante– construyeron y conservaron entre todos uno de los edificios más bellos y singulares de nuestra literatura. BIBLIOGRAFÍA Recibido: 16 de agosto de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 824 ARBOR Vol. 187 Armistead, Samuel G. (2009): “Prólogo”, en José Manuel Fraile, Romancero Tradicional de Cantabria, Santander, Fundación Marcelino Botín, pp. 1113. Bendix, Regina (1997): In Search of Authenticity. 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In Spain, however, several attempts to establish a national anthem failed. The “royal march” worked de facto as national march, but it did not have enough social support or the symbolic dimension to constitute a “national anthem”. In the 1830-40’s many voices claimed that the Himno de Riego was declared national anthem. In the 60’s, coinciding with the African War, composers as Chueca or Gabalda wrote national hymns as well; even someone suggested that a cantiga of Alfonso X el Sabio became a hymn. In 1896 there was also an attempt to transform the march of the Zarzuela Cádiz, of Chueca, in a national hymn. And still in the early twentieth century many voices insisted on the need for Spain to have a national anthem. During those years on fashion hymns were very important, and many of them, from different countries, were published in arrangement for piano. This article tries to explore this process, analyzing the causes of the successive failures from the social, political and musical points of view. KEY WORDS: National anthems; Spanish National Anthem; Royal March; National March; Himno de Riego. RESUMEN: La música, como vehículo susceptible de conmover y transmitir una carga ideológica, siempre ha desempeñado un destacado papel en las movilizaciones sociales. Especialmente relevante, en este sentido, es el papel de la música en la movilización patriótica o política de las sociedades y las culturas, que es una forma de movilización de masas. En el siglo XIX toman mucha fuerza en Europa y América los “himnos nacionales”, coincidiendo con los procesos revolucionarios e independentistas y con la creciente conciencia nacional en los distintos territorios. En España, sin embargo, los diversos intentos de establecer un himno nacional fracasaron. La “marcha real” funcionó de facto como marcha nacional, pero no tuvo el respaldo social ni la carga simbólica suficiente como para constituir un “himno nacional”. En los años 1830-40 muchas voces pidieron que el Himno de Riego fuera proclamado himno nacional; en los años 60, coincidiendo con la guerra de África, compositores como Gabaldá o Chueca escribieron himnos nacionales, incluso se propuso que una cantiga de Alfonso X el Sabio se convirtiera en himno. En 1896 se intentó convertir en himno nacional la marcha de la zarzuela Cádiz, de Chueca. Y todavía en los primeros años del siglo XX hubo muchas voces que insistieron en la necesidad de que España tuviera un himno nacional: en esos años tuvo mucha fuerza la “moda” de los himnos, publicándose en arreglos para piano himnos nacionales de distintos países. En este artículo se explicará este proceso, analizando las causas de estos fracasos tanto desde el punto de vista político-social como musical. PALABRAS CLAVE: Himnos nacionales, Himno nacional español, Marcha real, Marcha nacional, Himno de Riego. No es nuestro objetivo en este trabajo llevar a cabo un análisis del origen y la historia del himno nacional español, tema que ya ha sido objeto de varios estudios1, sino tratar de mostrar los vínculos entre música e identidad nacional en España a través de un símbolo de tanta fuerza como el “himno nacional”, necesidad creciente en el siglo XIX en las naciones europeas y americanas. Siendo el himno un símbolo que pone en juego los sentimientos subjetivos y la emoción individual y colectiva, contribuye de una manera decisiva a la construcción –o no– de una identidad nacional. Cuando leemos en las páginas de un periódico de 1836, en plena guerra carlista, que una orden que prohibía el toque de himnos había contribuido a desalentar al ejército y había tenido funestas consecuencias en la marcha de la guerra, o en un periódico socialista de 1905 que “el Himno de Riego y La Marsellesa han despertado más inteligencias y hecho palpitar más corazones que el sinfín de discursos políticos pronunciados en este país en todas las agitaciones sociales del siglo Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX anterior”2, podríamos pensar que los autores de estos textos atribuyen a la música una influencia exagerada. Sin embargo, la historia nos ofrece innumerables ejemplos del poder que ejerce la música asociada a determinadas ideas y circunstancias: enciende los ánimos, infunde valor, provoca movilizaciones patrióticas o políticas, inculca ideas o consignas, etc. Como afirma Esteban Buch, la grandilocuencia que impregna los himnos nacionales “sirve para expresar a veces cierta oposición e incluso para propagar la revuelta o la revolución, pero también puede contribuir a garantizar la legitimidad del poder constituido y la adhesión al orden establecido bajo la forma de una música de Estado, es decir, una música reconocida como gesto o discurso político, cuya producción o interpretación tienen lugar por acción del Estado”3. En el caso español, las dificultades para la implantación de un auténtico himno nacional en la mayor parte del siglo XIX pueden verse como un reflejo de la debilidad del estado4, pero seguramente influyeron también en la debilidad de una conciencia de identidad nacional. Todavía en 1901, a la vuelta de un siglo convulso, se pedía desde las páginas de un diario nacional: Necesitamos un himno. No es nuestra necesidad más apremiante, pero es sin duda una necesidad. Hace falta una armonía que exalte en los corazones el patriotismo, que aliente al ciudadano en la labor y al soldado en el combate, cuyas estrofas resuenen en el taller, en la escuela, en el cuartel, en la plaza pública, que sea para los propios entusiasmos y en los extraños homenajes, que sirva para el mutuo cambio de agasajos en las solemnidades internacionales. Un himno es tan necesario para los pueblos como los colores de la bandera o los emblemas del escudo. España está afónica. Necesitamos un himno nacional que venga a ser como la voz misma de la patria5. EL HIMNO DE RIEGO, PRIMER “HIMNO NACIONAL” Como es bien conocido, el origen del actual himno nacional de España es la Marcha granadera, uno de los toques incluidos en las Ordenanzas Generales promulgadas por el rey Carlos III en 1768. Eran dieciséis los “Toques que han de observar los tambores y pífanos” establecidos en las ordenanzas, entre ellos la Marcha y la Marcha granadera. 828 Estos toques se detallaron en 1769 en el libro Toques de guerra que deberán observar uniformemente los pífanos, clarinetes y tambores de S.M. concertados por Dn. Manuel de Espinosa, músico de la Capilla Real, que incluye dos marchas: la Marcha de Fusileros y la Marcha de Granaderos. Las funciones de estas marchas eran las siguientes: rendir honores militares al Santísimo Sacramento, al Rey y a otras personas reales, a los capitanes generales del ejército o de las provincias en ausencia del Rey y al General del ejército en campaña (función para la que se designó poco tiempo después a la Marcha granadera); acompañar la marcha de la tropa con la formalidad correspondiente; y saludar a las banderas. Estas ordenanzas siguieron vigentes en los reinados de Fernando VII y de Isabel II, por lo tanto la Marcha Granadera continuó ejerciendo la función de marcha de honor. Desde 1840 aproximadamente se empezó a utilizar la expresión “Marcha real” para referirse a ella, denominación que se generalizó a partir del ascenso al trono de Isabel II, tras el período de la Regencia, en 1843. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 Inicio de la Marcha de Granaderos tal como aparece en el libro Toques de guerra..., Madrid, 1769, p. 9. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 Es interesante constatar que la expresión “himno nacional”, muy poco utilizada en España en el siglo XIX, aparece por primera vez en 1820 y aplicada al Himno de Riego8. Durante los años de la Guerra de la Independencia habían proliferado los himnos patrióticos, que florecen nuevamente ese año tras el éxito del pronunciamiento del general Riego en Las Cabezas de San Juan y la reinstauración de la Constitución de 1812. Entre estos himnos o cantos patrióticos se impuso enseguida el dedicado al propio artífice del cambio, el “himno del inmortal Riego”, cantado en calles, plazas y teatros acompañado por vivas a la Nación, a la Constitución y al Rey Constitucional: por ella / vencer o morir”, que rememoran las heroicas hazañas bélicas del pueblo contra el invasor francés y, por extensión, contra los enemigos de la libertad: “Volemos, que el libre / por siempre ha sabido / al siervo rendido / la frente humillar”. Las dos ideas principales del texto, Patria y libertad, se asocian en las manifestaciones populares y festivas con la de Constitución, como refleja la cita anterior y como se pone de manifiesto en las funciones organizadas en los teatros de Madrid en abril y mayo de 1820: Mañana en este teatro [del Príncipe] se ejecutará la comedia original en 2 actos del célebre Martínez de la Rosa, titulada ¡Lo que puede un empleo! y el fin de fiesta la Palabra Constitución, adornada de bailes, canciones patrióticas, y del Himno del inmortal D. Rafael del Riego, música nueva, compuesta por D. Esteban Moreno, maestro de este arte en el referido teatro, y que cantarán las señoras (sic) Benita Moreno, Dionisio López y demás individuos de que se compone la compañía. En el de la Cruz, a las 71/2 de la noche, se ejecutará la comedia en 5 actos titulada la Fuerza de las Leyes, cuyo argumento manifiesta la severidad con que deben sostenerse por los que obtienen el grave encargo de aplicarlas; concluida se cantará el Himno Nacional con coplas nuevas; se bailarán manchegas a cuatro, y se dará fin con el gracioso sainete el Alcalde discreto10. Concluida la votación, y cantado en la iglesia de Santa María el Te Deum de costumbre, un numeroso concurso de ciudadanos acompañó al Señor jefe político y Señores electores hasta la casa del primero, dirigiéndose por la plaza de la Constitución, calles de Atocha y Carretas, Puerta del Sol, calles de la Montera y Hortaleza hasta la de la Reyna. La música del regimiento de Fernando VII repitió por toda la carrera el armonioso y patriótico himno de Riego, habiéndose repetido con el mayor entusiasmo los vivas a la Nación, al Rey Constitucional, a los electores, al pueblo de Madrid, al jefe político, etc.9. Llama la atención, en esta cita, la alusión al himno de Riego con la expresión “el Himno Nacional”, fórmula que, aunque minoritaria, expresa bien el significado que adquirió este himno en la conciencia colectiva de los españoles. Apoya esta hipótesis la carta publicada por el periódico El Constitucional el 25 de abril de 1820, referida precisamente a la interpretación del himno de Riego en las funciones celebradas en el Teatro del Príncipe. Su autor describe cómo al oír el himno “nos inflamábamos de un ardor verdaderamente patriótico” y pide a los españoles que hagan lo mismo que los ingleses, que “cuando cantan su God save the King se ponen en pie, se quitan el sombrero, y guardan el más profundo y respetuoso silencio”, lo mismo que los franceses y portugueses11. Esta petición manifiesta que este himno era asumido en ese momento como himno nacional. La efervescencia y el entusiasmo popular que acompañan a estos acontecimientos se desbordan por medio de las inflamadas estrofas guerreras escritas por Evaristo San Miguel: “Soldados, la patria / nos llama a la lid, / juremos Álvarez Junco afirma que fue en el Cádiz de las Cortes donde los términos heredados de reino y monarquía fueron sustituidos por nación, patria y pueblo, lo que suponía todo un cambio de ambiente12. Es cierto que se trataba de un doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 MARÍA NAGORE FERRER Desde nuestro punto de vista, es problemático considerar a esta marcha “himno nacional”, ni siquiera oficiosamente, como afirman algunos autores6, en la primera mitad del siglo XIX. Y no porque no tenga letra, como se ha dicho en muchas ocasiones. Aunque en puridad el término “himno” implique un texto7, empleamos la expresión “himno nacional” en el sentido de la última acepción de la palabra “himno” en el Diccionario de la Lengua Española: “Composición musical emblemática de una colectividad [en este caso una nación], que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan [y/o la escuchan, deberíamos añadir]”. Gran parte de los himnos nacionales que se instauraron en los distintos países del globo en los siglos XIX y XX fueron en su origen canciones patrióticas con las que el pueblo se identificaba. Es el caso de dos de los más antiguos, adoptados en el siglo XVIII, el God save the King/Queen británico y La Marsellesa francesa. No fue ese el caso de la Marcha granadera, como veremos. 829 Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX concepto de nación aún muy emocional, era una nación del pueblo y no del Estado. Pero en el breve período del Trienio Constitucional se iniciaron una serie de medidas y reformas tendentes a la consecución de una “nación institucional” a través de los cauces liberales, y una de estas medidas fue declarar el himno de Riego marcha nacional de ordenanza. El Decreto XIV de 7 de abril de 1822, expedido por las Cortes, dice así: Las Cortes, usando de la facultad que se les concede por la Constitución, han decretado lo siguiente: Art. 1.º Se tendrá por marcha nacional de ordenanza la música militar del himno de Riego que entonaba la columna volante del ejército de S. Fernando mandada por este caudillo. 2.º Este decreto se comunicará en la orden de todos los cuerpos del Ejército, Armada y Milicia nacional al frente de banderas. 3.º El Gobierno cuidará se cumpla uniformemente la anterior resolución. Madrid 7 de Abril de 1822. Cayetano Valdés, Presidente. Juan Oliver y García, Diputado Secretario. Vicente Salvá, Diputado secretario13. Es significativo, tanto el empleo del término “marcha” –no “himno”– como la utilización del epíteto “nacional”. Desde luego, el himno de Riego es una marcha, pero se alude aquí a su función: “marcha de ordenanza”. El decreto no establece que la nueva marcha deba sustituir a las dos marchas de ordenanza establecidas en 1769. Tampoco otorga al himno de Riego la función de “marcha de honor” reservada a la segunda. Sin embargo, al declararla “marcha nacional de ordenanza” y establecer que la orden se comunique a “todos los cuerpos del Ejército, Armada y Milicia Nacional al frente de banderas”, se le otorga en la práctica las funciones que hasta ese momento cumplían las otras dos, y especialmente la Granadera. El adjetivo “nacional”, por otra parte, implica un cambio sustancial en el significado simbólico del toque militar de marcha: no se trata de una marcha “de honor”, es decir, vinculada a Dios, al Rey y a quien le representa, sino una música asumida como nacional, representativa por tanto de la nación como sujeto del principio de soberanía. La proposición había sido presentada por varios diputados y estudiada por la comisión de Guerra, cuyo dictamen afirmativo, expuesto en la sesión de las Cortes del día 3 de abril de 1822, exponía las razones que apoyaban esta medida: 830 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 El tono animado y marcial de dicho himno; las grandes memorias que recuerda, lección y estímulo a los soldados ciudadanos que hoy forman y formarán en adelante el ejército español; la circunstancia de ser una marcha verdaderamente original española, cualidad que falta a las que hoy usamos, erradamente creídas nacionales; el entusiasmo con que se toca por los cuerpos del ejército; finalmente, la conveniencia de impedir por una medida general cualquier inconveniente que pueda suscitarse a pretexto de no haber orden que lo prevenga14. Las razones eran, desde luego, convincentes y la proposición fue aceptada por unanimidad en la Cámara15. Los motivos que se aducen son muy variados. Quizá el más sorprendente es el de que las marchas utilizadas hasta entonces no eran españolas, algo que retrotrae hasta una fecha más temprana de lo que se creía la idea de que tanto la Marcha granadera como la fusilera eran prusianas16. La “españolidad”, por lo tanto, del himno de Riego jugaba una baza a su favor, así como el que tuviera letra y ésta recordara “grandes memorias”, proporcionando así “lección y estímulo a los soldados ciudadanos”. Ésta es una característica propia de un auténtico “himno nacional” de la que carecían las marchas de ordenanza existentes. Pero además se alude a las cualidades de la propia música del himno, que tenía un “tono marcial y animado” y se tocaba con entusiasmo por los cuerpos del ejército. Efectivamente, como hemos analizado en otro lugar17, la música del himno, pegadiza y popular, favorecía su apropiación por parte del pueblo: su estructura melódica es clara y sencilla, como corresponde a un canto de carácter popular; el ritmo de marcha redoblada, típico del desfile de las tropas de infantería a paso ligero, es enfatizado mediante la introducción de notas largas en la primera parte –parte fuerte– del compás binario, con la que se marca el paso; los inicios de frase en anacrusa, algo muy típico en este tipo de marchas, dan impulso y vitalidad a la melodía y otorgan un carácter heroico y entusiasta al himno; además, en las frases A y B la anacrusa es un impulso hacia una nota más aguda que se alcanza mediante un amplio intervalo melódico, que refuerza aún más la parte fuerte del compás y enfatiza el carácter exaltado de la música; mientras en las frases A y B el amplio intervalo melódico ascendente inicial requiere un perfil descendente en el resto de la frase, necesario para equilibrarla, en la C, correspondiente al estribillo, el perfil es ascendente, como corresponde al carácter ardiente del texto: se está jurando vencer o morir por la patria. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 MARÍA NAGORE FERRER Todas estas características, además del contexto histórico en el que surge y se desarrolla este himno, explican su éxito. Pero hay una última razón aducida en el dictamen: la conveniencia de impedir “cualquier inconveniente que pueda suscitarse”, por ejemplo, la oposición por parte de los partidarios del absolutismo a la interpretación de una marcha no incluida en las ordenanzas del ejército. No es casual que este decreto fuera promulgado por las Cortes elegidas a principios de 1822 tras la denominada “revolución exaltada” de finales del año anterior. Ya desde los inicios del Trienio los liberales se habían escindido en dos grandes corrientes: los “doceañistas” o moderados, que ocuparon el poder en 1820, y los “veinteañistas” o exaltados, entre los que se contaban los revolucionarios militares y civiles que habían protagonizado y hecho posible el retorno al régimen constitucional. Aunque el nuevo gabinete encabezado por Martínez de la Rosa era de tendencia moderada, las Cortes estaban dominadas por los exaltados. Modesto Lafuente, en su Historia general de España, afirma que estas Cortes se señalaron por su marcada predilección a todos los asuntos “que fueran propicios para excitar el entusiasmo por la libertad”, y entre las medidas tomadas con este propósito cita el decreto que estamos comentando, el que disponía el levantamiento de dos monumentos doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 en Las Cabezas de San Juan y San Fernando en memoria del ejército que proclamó la Constitución y el que autorizaba a los jefes políticos a promover el entusiasmo público por medio del teatro, canciones patrióticas y convites cívicos “en los que se restablecieran las virtudes de la libertad, franqueza y unión”18. La nueva marcha nacional tuvo muy corta vida. Con la restauración del absolutismo, tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis el 7 de abril de 1823, el himno fue prohibido y desapareció de la vida pública durante la “década ominosa”. Es lógico, por tanto, que tras el fallecimiento de Fernando VII e incluso un poco antes, con los primeros indicios de una apertura política, resurgiera. Sin embargo entre 1833 y 1835, período marcado por una indefinición política que se iría resolviendo progresivamente, algunas tentativas populares por cantarlo o interpretarlo se toparon con el temor a la algarada por parte de las autoridades. Es lo que ocurrió cuando se desbordó el entusiasmo de la población en los festejos populares organizados tras la jura de Isabel II como heredera de la Corona el 20 de junio de 1833: una Real orden, dictada el 13 de julio, prohibía todas las canciones en honor a la heredera “cuya música y estribillo sea igual o parecido al himno llamado de Riego”19. También en 1834 el himno de Riego protagonizó ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 831 Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX graves incidentes en Cartagena, Cádiz y Granada. En la primera de estas ciudades la “audacia” del director de la orquesta del teatro al interpretar este himno durante uno de los entreactos de la función celebrada el 3 de junio le valió nada menos que una noche de cárcel20. Peores consecuencias tuvo la negativa por parte del gobernador civil de Cádiz a que se cantase, también en el teatro, el himno de Riego en la función operística celebrada el 19 de noviembre, que dio lugar a desórdenes que terminaron con la muerte de un joven trabajador de la oficina del gobernador civil21. Nos interesan especialmente las reflexiones sobre estos hechos publicadas por el periódico progresista El Mensagero de las Cortes: El pueblo de Cádiz, liberal por sentimientos y recuerdos, pidió oír de nuevo un himno con que están enlazadas todas las memorias de antigua libertad e independencia de la patria; himno que en nuestras calles a menudo escuchamos, que en nada ofende a nuestras presentes instituciones, y que es capaz, cual ninguno, de excitar el entusiasmo patriótico tan provechoso en nuestras críticas circunstancias. Llevado de un espíritu de desconfianza, que por desgracia a menudo prevalece en los actos de nuestros gobernantes, se negó la autoridad a consentir tan moderada demanda, y de aquí resultaron las desavenencias. ¡Cuánto más cuerda fue la conducta de Luis Felipe, que entonando él propio la Marsellesa (expresión de las ideas republicanas) la despojó de su carácter, y adoptó todas las glorias de la Nación para su gobierno! ¿Estamos por ventura tan unidos los españoles que convenga aumentar los gérmenes de la discordia, repudiando inocentes recuerdos de lo pasado? ¿Estamos en estado tan tranquilo y seguro, que convenga impedir repetir el juramento de vencer o morir por la Patria?22 Es interesante destacar que Evaristo San Miguel era uno de los fundadores de este periódico, que estaba dirigido por Antonio Alcalá Galiano, quien también había participado en la conspiración de 1820 y era diputado –en las filas de los exaltados– en las cortes que habían proclamado el himno de Riego “marcha nacional de ordenanza”. Las ideas que subraya el texto recuerdan mucho a las que habían apoyado la aprobación del decreto: se trata de un himno “con que están enlazadas todas las memorias de antigua libertad e independencia de la patria”; es además un himno popular, que se escucha a menudo en las calles y “es capaz, cual ninguno, de excitar el entusiasmo patriótico” –no olvidemos que un año antes había comenzado la primera 832 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 Guerra carlista–. En resumen, reunía todas las condiciones de un auténtico himno nacional. El autor del texto advierte también del riesgo de impedir su interpretación –algo que provocaría la desunión– y elogia la actitud de Luis Felipe en Francia, que en lugar de prohibir La Marsellesa se había servido de ella23. El gobierno no sólo desoyó estos consejos, sino que, a pesar del clamor popular –el himno era interpretado masivamente por parte del pueblo y de los batallones del ejército–, dio un paso más prohibiendo en los actos militares, mediante una Real orden circular promulgada el 6 de marzo de 1835, los toques de guerra arbitrarios, vivas y aclamaciones no mandados en la ordenanza. Transcribimos por su interés el texto de la Real orden, firmada por el entonces ministro de la guerra, el general Jerónimo Valdés: Consiguiente a la circular expedida con fecha 4 del actual de orden expresa de S. M. por este Ministerio de mi cargo, sobre el mantenimiento de la más severa disciplina y subordinación en todos los Cuerpos e institutos que componen la fuerza armada, me manda S. M. llamar particularmente la atención de V. sobre varios abusos que han principiado a introducirse, y que conviene cortar en su origen antes de que lleguen a producir fatales consecuencias, de que desgraciadamente tenemos experiencia. Con este importante y trascendental objeto se ha servido S. M. resolver: 1.º Que se prohíban absolutamente y sin excusa ni excepción los toques de guerra de que arbitrariamente usan algunos de dichos Cuerpos en los actos de servicio, porque aunque parezcan indiferentes en sí mismos, son sin embargo una verdadera transgresión de las Ordenanzas y Reglamentos militares, por no ser los que en unas y otros están prescritos; 2.º Del mismo modo prohíbe S. M. que por motivo ni pretexto alguno se den vivas ni aclamaciones de ninguna especie, no tan sólo porque en ello se falta de hecho a la Ordenanza, sino porque esa viciosa práctica, tan agena del severo carácter militar, relaja la subordinación y la disciplina, y familiariza las tropas con el desorden; y 3.º Por lo mismo, y aun con mayor razón, ordena S. M. que en ningún caso ni circunstancia se permita ni tolere que las músicas, y mucho menos las tropas, entonen canciones de ninguna clase, como se ha verificado en algunos, si bien en muy pocos Cuerpos, cuya conducta ha merecido el desagrado de S. M. De la exacta observancia de todas estas disposiciones serán personalmente responsables los Gefes, a tenor de lo que en la referida circular se previene; esperando S. M. del zelo y energía de V. el más doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 sólo había un paso. Sin embargo, las decisiones políticas tomadas por el gobierno, fruto del temor a la insurrección y probablemente de presiones políticas, terminaron convirtiendo el himno en un arma de combate de los progresistas contra el propio gobierno moderado. En octubre de 1835, desde las páginas de La Revista Española, periódico que se había refundido el 1 de marzo de ese año con El Mensagero de las Cortes bajo la dirección de Alcalá Galiano, se instaba al gobierno a declarar el himno de Riego marcha nacional, argumentando que la orden prohibiendo el toque de himnos había contribuido a desalentar al ejército y había tenido funestas consecuencias25: Encontramos un claro ejemplo de la “radicalización” del significado del himno, así como de la influencia de la música en el desarrollo de los acontecimientos políticos, en el Motín de La Granja, que tuvo lugar el 12 de agosto de 1836. Según la narración de uno de los protagonistas del motín, Alejandro Gómez, sargento del regimiento de granaderos de la Guardia Real, la chispa que encendió la sublevación fue precisamente la prohibición de tocar el himno de Riego: HIMNO DE RIEGO. Varias personas que tienen dadas pruebas y testimonios irrecusables de su amor y sacrificios por la causa de la libertad, nos suplican llamemos la atención sobre el sentimiento con que se nota que las músicas de los diversos cuerpos de la Guardia Real y demás de la guarnición no tocan himnos ni canciones patrióticas, que tanto agradan al público y que tanto inflaman a los soldados españoles, soldados en el día de la libertad, no de la tiranía. Esperamos que el señor ministro de la Guerra, conde de Almodóvar, que tantas pruebas tiene dadas de civismo y de convicción de que el “entusiasmo no es un vapor”, se servirá inducir el ánimo patriótico de la liberal Reina Gobernadora para que se digne decretar que se permita en todos los diferentes cuerpos del ejército el toque de canciones patrióticas, y que asimismo accediendo al deseo tanto tiempo ha pronunciado por la nación entera, declare el HIMNO DE RIEGO MARCHA NACIONAL Y DE ORDENANZA, quedando por consiguiente derogada la real orden de 6 de marzo de este año, que trata sobre la materia26. El día 12 de agosto de dicho año de 1836, por la mañana, se presentó un paisano, que era nacional de caballería de Madrid, en el café del Teatro, y a pesar de que por los periódicos sabíamos la mala situación de la corte, nos manifestó que por no dejarse desarmar había salido huyendo de la corte, añadiendo que era tal la agitación por todas partes, que se había desarmado la Milicia Nacional. Tales noticias produjeron en nosotros un sentimiento de indignación contra aquella situación, sólo justificada por un Gobierno anti-liberal. En tal estado los ánimos, dióse orden general comunicada al medio día por el comandante general del Real Sitio, conde de San Román, prohibiendo con graves penas que se cantasen canciones patrióticas, y mandando también que las músicas y bandas no tocasen otras marchas que las de ordenanza. Se necesitaba un pequeño motivo, en nuestros ánimos excitados, y parece que aquella orden le llevaba en sí, pues toda la guarnición la recibió tan mal, que produjo instantáneamente sus resultados. Aquel día, como se sabían los sucesos de Madrid, fue el punto de reunión natural el camino de éste, por la curiosidad más bien de saberse noticias; y a pesar de la prohibición, los soldados cantaban con más entusiasmo que nunca, sin que nadie se lo reprobase ni prohibiese. En un gran grupo de sargentos de todas las armas, estaba también el tambor mayor de la Guardia provincial, y se le invitó por muchos a que aquella tarde en la lista tocase el himno de Riego. Tenía lugar ésta a las seis y media, y la música acostumbraba a tocar diferentes piezas, reuniéndose a sus inmediaciones muchos curiosos de la población. Formados ya para este acto, y al tiempo de romper la marcha el batallón para volver al cuartel, y dirigiéndose a la banda el tambor mayor, temió éste, y la encargó tocase la marcha granadera; La petición siguió siendo reiterada durante el año siguiente. Mientras tanto, el himno se entonaba con entusiasmo en calles y teatros, recibiendo letras alusivas a los acontecimientos bélicos. Sin embargo, no volvió a ser proclamado marcha nacional. Desde nuestro punto de vista, se perdió en ese momento una oportunidad histórica. En un momento de construcción del estado liberal en España, la necesidad de mantener la unidad de todas las tendencias liberales frente a un enemigo común, el carlismo –identificado con el absolutismo–, llegó a diluir las connotaciones exaltadas o progresistas del himno de Riego. El pueblo lo adoptó espontáneamente como himno liberal y, como consecuencia, patriótico. De ahí a proclamarlo “nacional” doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 MARÍA NAGORE FERRER puntual cumplimiento de esta Real resolución, en que tanto se interesan el bien del Estado, el buen nombre del Ejército, y el mejor servicio de S. M.; de cuya Real orden lo digo a V. para su inteligencia y efectos indicados. Madrid 6 de Marzo de 1835. Valdés24. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 833 Nº pero los pífanos acompañaron ésta con el himno de Riego. Apenas se apercibió el comandante, mandó hacer alto al batallón y callar a la banda; después, con descompuestas voces de reprensión, lo hizo entrar en el cuartel, poniendo a toda la banda arrestada, y en un calabozo al tambor mayor, y como comprendiese el disgusto de todos, dispuso también reforzar la guardia de prevención, y que todos los oficiales se quedasen en sus compañías, prohibiendo la salida a los sargentos. La coincidencia de estar anunciada para aquella noche en el teatro la comedia titulada A las diez de la noche o los síntomas de una conjuración, hizo se escogiese esta hora para pronunciarse, y el redoble de silencio fue la señal para llevarlo a efecto27. 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX 834 En los años siguientes continuarían los incidentes relacionados con su interpretación, especialmente a partir de 1845, durante el gobierno moderado de Narváez, lo que demuestra que “venció” el carácter progresista del himno, algo que haría imposible que fuera asumido como himno nacional. DE LA MARCHA GRANADERA A LA MARCHA REAL Hemos afirmado más arriba que es problemático considerar a la Marcha granadera como himno o marcha nacional en la primera mitad del siglo XIX. Durante el reinado de Fernando VII esta marcha de ordenanza tuvo muy poca presencia pública. El régimen político, por otra parte, no favorecía que el pueblo pudiera identificarse con una música que representaba el poder absoluto del monarca. Con Isabel II la monarquía pasó a ser constitucional, lo que otorgaba a la marcha un mayor simbolismo institucional. Sin embargo, la prohibición sistemática del himno de Riego por parte de los gobiernos moderados tuvo como consecuencia que la Marcha granadera se impregnara también de connotaciones partidistas. En el relato de los sucesos de La Granja transcrito más arriba se puede ver una “pugna” entre ambas marchas: el tambor encargó que se tocase la granadera, pero el pífano tocó el himno de Riego, lo que provocó el arresto de la banda. Esta pugna está cargada de simbolismo: al no permitirse tocar el himno de Riego, himno considerado nacional por los liberales progresistas, como marcha del ejército, la marcha granadera acabaría siendo considerada por éstos como símbolo del moderantismo e incluso del absolutismo. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 En realidad ambas marchas respondían a dos ideas de nación. Para los moderados lo “español” estaba identificado con la monarquía –defendida como pieza insustituible en el nuevo ordenamiento político, institucional y jurídico del régimen liberal– y la religión. Para los exaltados, y luego los progresistas y demócratas, la soberanía nacional residía en el pueblo y las Cortes, siendo la monarquía algo accidental. La Marcha granadera era una marcha “de honor”, reservada al Santísimo Sacramento y al Rey/Reina y a quienes le representaran; el himno de Riego una marcha popular de combate que exaltaba el patriotismo y la idea de libertad frente al absolutismo. Ambas ideas, sin embargo, no eran incompatibles. El liberalismo doctrinario, que trataba de armonizar el orden tradicional y los principios liberales y materializado sobre todo en las constituciones de 1845 y 1876, defendía el principio de la soberanía compartida: la monarquía y la nación eran entes históricos inseparables y ambos igualmente depositarios de la soberanía28. Las dos marchas, por lo tanto, no tenían por qué ser incompatibles, como sí lo eran para los absolutistas y los republicanos. Sin embargo, como afirma Riquer, la élite política y militar liberal actuó desde 1843 sólo preocupada por delimitar y moderar la revolución y por evitar ser desbordada por los radicales demócratas, en detrimento de la creación de un consenso social y de la articulación de políticas tendentes a reconstruir la unidad nacional tras la sangrienta guerra carlista29. Una de las consecuencias de esta política defensiva fue la prohibición del himno de Riego, medida que no favoreció precisamente la unidad nacional. A pesar de todo, la Marcha granadera adquirió un peso público muy importante y cierto consenso social durante el reinado de Isabel II, pasando a ser denominada Marcha Real. A partir de 1843 España entró en una etapa de mayor estabilidad, superada la guerra carlista y liquidadas las regencias. Los moderados empezaron a imponerse. La marcha acompañaba las entradas y salidas, los actos y festejos a los que acudía la reina, cuya vida pública era intensa. En la medida en que la figura de la reina era percibida como fundamento de la nación, la marcha real que acompañaba su presencia podía ser más fácilmente percibida como símbolo nacional. En esos años el entusiasmo del pueblo al escuchar la marcha real es puesta de relieve en textos como el siguiente, que relata la asistencia de la reina a una representación operística en mayo de 1843: “Al entrar S. M. en él [palco], la orquesta tocó la marcha real y un sentimiento de amor y de entusiasmo se pintó en todos doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 mento de táctica de la infantería aprobado por Real orden de 18 de octubre de 1850, durante el gobierno presidido por Bravo Murillo, hecho sobre el que pide explicaciones en 1851 la Revista Militar: Conocíanse y estaban en práctica hasta hace muy poco tiempo dos [marchas de infantería], que se distinguían con los nombres de marcha granadera y marcha fusilera: cada una tenía su objeto y aplicación, sus recuerdos, y por consiguiente sus títulos para ser respetada siquiera hasta que una razón más fuerte que las que les habían dado origen y hecho conservarlas viniese a destruirlas. Sin embargo, la primera parte del reglamento táctico aprobado por el gobierno durante el tiempo que dirigió el arma de infantería el general O’Donnell echa abajo las antiguas marchas sustituyéndolas con una, cuya ventaja no hemos podido comprender. En efecto, buscándola bajo el punto de vista de la conveniencia táctica, única razón que en este género de cosas puede autorizar a destruir lo antiguo, hemos examinado si el compás de la marcha moderna es más acomodado al paso natural de nuestros soldados, si marchan con él con más soltura, con más facilidad: en esto creemos se ha perdido bastante. Juzgamos, pues, entonces, que la mayor velocidad que en el día quiere darse a las evoluciones lo mismo que a las marchas ordinarias, sería el fundamento para adoptar una nueva más acomodada a estos principios; pero tampoco es así, pues la marcha admitida es de menor número de compases al minuto. ¿Cuál es, pues, la razón? [...]33. Un año más tarde El Pensamiento de la Nación, periódico moderado redactado casi íntegramente por Jaime Balmes, criticaba el “aparato semi-monárquico” de que se estaban invistiendo los capitanes generales de algunas provincias, que salían precedidos por dos batidores y seguidos de una gran escolta de caballería con sable en mano y a los que “se toca marcha real”; “¿qué se reserva entonces para la Reina?”31. Este mismo abuso sería denunciado reiteradamente en las décadas siguientes, como veremos, especialmente por los medios moderados, ya que suponía una peligrosa descentralización al diluir prerrogativas reservadas a la reina como fundamento de la nación. Otro texto que destaca la emoción de la muchedumbre, que en este caso “corea por la primera vez nuestra antigua marcha real”, es el larguísimo relato de la inauguración del ferrocarril de Madrid a Aranjuez, publicado por La España el 11 de febrero de 1851, del que extractamos un fragmento: SS. MM. pasaron con toda pompa y acompañadas del presidente del Consejo de ministros señor Bravo Murillo y demás consejeros de la Corona, a ocupar el regio dosel. El señor Cardenal estaba ya delante del altar. Grandes músicas poblaron los aires de armonía, y con agradable sorpresa numerosas voces coreaban por la vez primera nuestra antigua marcha real32. Un indicio evidente de la popularidad de la marcha es su publicación en 1852 junto con la fusilera, anunciadas por el almacén de música de Lodre como “Marcha real granadera y fusilera, ejecutada en los teatros y por la guarnición de Madrid”. Es interesante la relación que establece el autor del artículo entre la supresión de las antiguas marchas y el general O’Donnell, director general de Infantería en el momento de aprobación del reglamento táctico. O’Donnell protagonizaría en 1854 el golpe de estado que daría lugar al Bienio Progresista. En cualquier caso, no conocemos los motivos que llevaron a eliminar las antiguas marchas; por otra parte, la marcha real siguió siendo interpretada por orquestas, bandas e incluso la guardia real; y en 1853 el gobierno tuvo que dar marcha atrás, promulgando una Real orden que restablecía la Marcha granadera: S. M. la Reina (Q. D. G.) ha tenido a bien resolver que en lugar de la marcha prescrita por el Reglamento de táctica de la infantería, aprobado por Real orden de 18 de Octubre de 1850, y que actualmente usan los Cuerpos de su arma, sólo se toque en lo sucesivo, tanto por dichos Cuerpos como Sorprende, vistos estos datos, la sustitución de las dos antiguas marchas de ordenanza por una nueva en el Regladoi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 MARÍA NAGORE FERRER los semblantes”30. El “amor” y el “entusiasmo” que provoca la música se pueden interpretar como fruto de la emoción colectiva ante la aparición de la reina, pero ¿responden también a un sentimiento de cohesión nacional en torno a la realeza? ¿Se trata de un relato condicionado por la ideología conservadora del periódico? Es difícil responder a estas cuestiones. El Heraldo, creado en 1842, fue el diario conservador más representativo de la década moderada, defensor de la monarquía constitucional y contrario al partido progresista del general Espartero, que ocupaba en ese momento la regencia. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 835 Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX por todos los demás del Ejército, la antigua española, vulgarmente conocida con el nombre de granadera; debiendo arreglarse a su compás, que continuará siendo de 104 pasos por minuto, los pasos dobles y demás toques y piezas de música que usen las bandas. De Real orden, comunicada por dicho Sr. Ministro, lo traslado a V. E. para su conocimiento y a fin de que no se permita el menor abuso en este punto. Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 5 de Setiembre de 1853. El Subsecretario, Eduardo Fernández San Román34. El Heraldo, especialmente, se felicitaba de la decisión del ministro de la Guerra, el general Lersundi, y aprovechaba para resaltar la antigüedad de la Marcha granadera, la “antigua marcha española” que, según el articulista, “era la usual y corriente nada menos que en la época de los Alfonsos, siendo ella la que sonó en la batalla de [las Navas de] Tolosa”. El artículo recibió numerosas críticas del resto de la prensa debido a la falta de rigor de su contenido, definido como “ridículo”. Sin embargo, nos interesa destacar el hecho de que en esta época se empieza a defender la marcha real por razón de su antigüedad y, por lo tanto, como símbolo de una tradición inherente a la nación española. El texto la define como “objeto venerable, como una institución, en suma, que enlaza el presente con lo pasado, concurriendo así a formarse el culto, la tradición que son necesarios para establecer el verdadero espíritu militar”35. MARCHA REAL VERSUS HIMNO DE RIEGO Tras la revolución y el golpe de estado de O’Donnell en 1854, que dio lugar al Bienio Progresista presidido por Espartero, se produce un resurgimiento del himno de Riego, interpretado sin trabas junto a la Marcha real. Así vemos que ocurre, por ejemplo, al entrar en Toledo el 29 de octubre de 1854 como inspector de la Milicia ciudadana el general Evaristo San Miguel, definido por el periódico progresista La Iberia como “héroe de la libertad”: “se le recibió con música que tocó, primero marcha real, y en seguida el himno del inmortal Riego”36. También en el acto de inauguración de la fuente monumental dedicada en Barcelona al marqués de Campo Sagrado37 organizado en junio de 1856 por el Ayuntamiento de la Ciudad condal, presidido por el gobernador de la provincia, “las músicas 836 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 de los piquetes tocaron, las unas la marcha Real española y las otras el himno de Riego”38. Tanto en uno como en otro caso la marcha real no está asociada directamente a la reina, lo que demuestra que su función y simbolismo se había ampliado. Sin embargo, en abril de 1855 Espartero fue muy criticado por algunos sectores porque en una revista de tropas se le recibió con la marcha real. El periódico moderado La España esgrimía las ordenanzas para argumentar que a un capitán general sin mando militar no le correspondían esos honores: “sobre todo no creemos que en ningún caso y por ningún concepto la marcha real debe tocarse sino al soberano”39; mientras que El Correo universal justificaba el toque aduciendo que esta marcha no estaba reservada “oficialmente” a los reyes40. Esta polémica manifiesta el diverso simbolismo de ambas marchas: la de Riego es considerada “himno nacional”, la granadera es la “marcha real”. Aunque el simbolismo de ésta se concrete cada vez más en términos de representación de la nación española, al no ser declarada en ningún momento oficialmente marcha nacional su utilización y significación quedan expuestas a usos e interpretaciones diversos. Muy significativa, en este sentido, es la metáfora empleada en La Iberia en 1859 para definir la algarabía política reinante en el parlamento, descrita como “una orquesta, cuyos músicos tocan unos el himno de Riego, otros la marcha Real y otros la Pitita, y cada uno en distinto tono”41. Una de las consecuencias de la no oficialización de la Marcha real, es decir, de la inexistencia de un himno o marcha que representara a toda la nación, y no únicamente al rey o a la reina, será la cada vez más continua petición de creación de un himno nacional español. A partir de los años cincuenta y, sobre todo, sesenta, hay una eclosión de himnos nacionales en Europa y América cuyos ecos llegan a España en forma de partituras42 y relatos heroicos: La Marsellesa, el himno ruso, el polaco, el italiano de Garibaldi, el prusiano, son entonados por cientos o miles de ciudadanos en situaciones difíciles o victoriosas. Sin embargo, los españoles carecen de un himno con el que cantar las victorias de las tropas españolas en la Guerra de África, desarrollada entre 1859 y 1860. Éste es el motivo que induce a Un filarmónico proyectista a proponer al ministerio de Fomento la convocatoria de un certamen para componer un himno nacional “que exprese el entusiasmo y el patriotismo que anima a todos los españoles con motivo de la guerra”43. La idea es recogida por el periódico demócrata La Discusión y apoyada por La Iberia, pero desdoi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 Aunque la propuesta no fue recogida por el ministerio, el Conservatorio de Madrid convocó un concurso público que ganó el músico José Gabaldá con el “himno nacional” El grito de la patria, dedicado “al invicto duque de Tetuán y al bravo ejército español”. El nuevo himno tuvo apenas unos meses de gloria, siendo “tocado con entusiasmo por todas las músicas de nuestro valiente ejército de África y de la Península”45. Pero los himnos representativos fueron, como siempre, la Marcha real y el himno de Riego. Al compás de la primera se recibe a O’Donnell, general en jefe del ejército, en suelo africano; a los sones del segundo se festeja en distintas ciudades la entrada de las tropas españolas en Tetuán y se recibe en Valencia al ejército victorioso: La tropa, sin orden de formación, apenas podía caminar abrazada por los paisanos, las espadas de los oficiales y los fusiles de los soldados se hallaban adornados con ramos de flores y de laurel, otros llevaban palmas, en muchos rosos se veían coronas, los dos jefes se hallaban materialmente cubiertos de flores, teniendo algunas personas que llevar del diestro a los caballos, la bandera apenas podía contener las coronas con que la adornaban a porfía, muchos repartían puros y pasteles a todos, y las músicas completaban tan mágico cuadro haciendo oír el himno más bello de la música moderna, el himno de Riego, que de hoy más no será exclusivo de este o del otro partido, sino que será el verdadero himno nacional46. Desde ese momento vuelve a reabrirse la pugna de himnos47, con el mar de fondo de una inestabilidad política que culminaría en la revolución de 1868. En 1864 el crítico musical de La España José María de Goizueta recoge y hace suya la idea de adoptar como himno nacional la Cantiga n.º 14 de Alfonso X el Sabio parafraseada por Eslava, obra que había tenido un enorme éxito en los conciertos de la Asociación Artístico-musidoi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 cal de Socorros Mutuos. Según Goizueta, España carecía de himno nacional y la composición propuesta era una composición grandiosa, comparable a la obra de Haydn adoptada como himno nacional austriaco48. Como es lógico, la idea no prosperó; La Iberia tachaba la propuesta de “delirio” y aprovechaba para manifestar nuevamente que “el pueblo español, liberal en su mayor parte, tiene ya su Himno nacional”: el himno de Riego, “ese himno que suena tan mal en los oídos de los reaccionarios y que despierta en nuestros corazones los sentimientos de libertad y de patria”49. Al mismo tiempo, el descrédito de Isabel II –según Riquer, al no actuar como árbitro de las distintas facciones políticas impidió que la corona fuera vista y aceptada como la encarnación de la nación50– favoreció la desvirtuación de la Marcha real. Fue especialmente criticado en 1863 y 1864 el general Concha –marqués del Duero–, general en jefe del primer ejército, por hacerse tocar la marcha real al pasar revista a las tropas. Pero fueron entonces los sectores progresistas, que acuñaron el apodo de el Rey de las Afueras, quienes aprovecharon la ocasión para desacreditar al general, hasta el punto de afirmar un periódico catalán: “es posible que esta tontería sea más poderosa para derribarlo, que los juiciosos artículos que se han publicado contra la inconveniencia de la continuación del primer ejército”51. LOS HIMNOS DEL MARÍA NAGORE FERRER de las páginas de La España se rechaza la propuesta con el argumento de que “los grandes himnos nacionales no reconocen autor; son como nuestras canciones populares [...]. Nuestro grande, y de otros pueblos envidiado, himno nacional, la marcha real, ha llegado a nosotros sin fecha ni nombre de autor; para nosotros, su mayor encanto está en el misterio de su origen”44. Por primera vez encontramos la expresión “himno nacional” aplicado a la Marcha real. SEXENIO DEMOCRÁTICO En septiembre de 1868 estalla la revolución que destrona a Isabel II y marca el inicio del Sexenio Democrático o Revolucionario. Inmediatamente comienzan a proliferar los “himnos nacionales” compuestos por diversos músicos para festejar el triunfo de la revolución y la caída de los borbones, como ocurre con el himno nacional ¡Abajo los borbones!, letra de Antonio García Gutiérrez y música del mismo Arrieta que había sido maestro de canto de la reina Isabel II52, el Himno nacional de Federico Chueca o el himno nacional ¡Viva la libertad! de Manuel Fernández Grajal, entre otros muchos. La acuñación de la expresión “himno nacional”, que sustituye a la expresión “himno patriótico” imperante durante el primer tercio del siglo XIX, denota un cambio de mentalidad: de la idea de “patria” se ha pasado a la de “nación”; pero también indica que no existe aún una clara identificación del “himno nacional” con el himno oficial representativo de la propia nación. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 837 Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX También ahora es distinta la situación de la Marcha real: era tanta la costumbre de interpretarla por parte de bandas y charangas, que con ella se aclama a la revolución y a sus artífices, lo que hace que algunos medios avisen: “¡Silencio! Algunos mal acostumbrados cornetas del pueblo tocan la marcha real a las banderas de la revolución. Valiera más que se callaran”53. Sin embargo, no todo eran “cornetas del pueblo”: cuando el general Prim, ministro de la Guerra, pasa revista a la guarnición de Madrid, las bandas de música de los batallones también tocan la Marcha real, que empieza a ser denominada por algunos periódicos marcha nacional, lo que provoca protestas de uno y otro lado. Ante esta situación, Prim encarga una nueva marcha a José Squadrani, director de la banda del segundo regimiento de ingenieros. Esta marcha, publicada bajo el título Nueva Marcha Nacional54 y estrenada el 11 de febrero de 1869, día de la apertura de las Cortes constituyentes, fue la que sustituyó por orden gubernamental a la marcha real en todos los actos en los que se tocaba ésta. La nueva marcha fue un fracaso: prácticamente todo el mundo reconoció que era muy mala. Basta examinarla para comprobarlo: presenta una melodía sin gracia, una armonía muy simple, sin apenas elaboración y un ritmo excesivamente lento que hace pesada la marcha. Pocos días después de su estreno, El Universal lanzaba la idea –apoyada por muchos otros medios– de abrir un concurso para la composición de una marcha nacional “digna de la Revolución”. En esta ocasión el gobierno asumiría la idea, pero... un año más tarde. Mientras tanto, se sucedían los incidentes protagonizados por la Marcha real, lo mismo que había ocurrido treinta años antes con el himno de Riego, y se buscaban soluciones de compromiso para los actos oficiales e institucionales. Así, en la fiesta nacional del 2 de mayo las bandas de música de ejército y las de voluntarios estrenaron la Gran marcha nacional española de Chueca, dedicada a las Cortes Constituyentes, y en julio del mismo año la dirección general de Infantería recomendaba a los jefes de los cuerpos una nueva marcha nacional granadera compuesta por Teodoro Santafé Laguna para sustituir a la Real. Lo que llama la atención en todo este proceso es que no se plantee ya en medios oficiales la alternativa del himno de Riego, a pesar del renovado interés que despierta en estos años. Incluso cuando el general Nouvilas, capitán general de Cataluña, durante una revista de las fuerzas de la guarnición hace callar a algunas bandas que empezaban 838 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 a tocar la marcha real y les da la orden de tocar el himno de Riego, el periódico satírico Gil Blas, de orientación republicana, publica el siguiente comentario: El general Nouvilas no quiere que las músicas le toquen la marcha real. ¡Este general me parece muy razonable! En cambio de la marcha real ha pedido que le toquen el himno de Riego. Esto ya no sólo es más razonable, sino más divertido. Sin embargo, se puede dar el caso de un general, que para hacer la competencia al general Nouvilas, haga que las músicas le toquen la jota cuando pase revista a las tropas55. En septiembre de 1870 el Ministerio de la Guerra convoca un certamen para la composición de una Marcha nacional que sustituyera a la Marcha real, que había “dejado de tocarse por las músicas militares después de la Revolución de 1868”. Las bases, publicadas en la Gaceta de Madrid del 12 de septiembre, establecen que la marcha “habrá de ser a paso regular, en compás de compasillo, de estilo doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 Desgraciadamente el asunto del certamen es de los más difíciles; porque en los cantos nacionales, aparte de su mayor o menor bondad artística, entra por mucho la significación que les presta la costumbre o el capricho de los pueblos; y cuando, como en España sucede, todos estábamos acostumbrados a considerar como símbolo de las Majestades divina y humana los nobles y sencillos acordes de nuestra antigua marcha real (que, dicho sea de paso, es artísticamente de lo mejor y más apropiado que puede inventarse), no hay que extrañar que tales consideraciones hayan podido contribuir a que el genio de nuestros compositores no levante su vuelo a la altura conveniente, sintiéndose cohibido por el recuerdo de la referida “Marcha real”, especie de espada de Damocles pendiente sobre su cabeza. [...] En resumen: el Jurado, después de un detenido examen, ha acordado por unanimidad que entre todas las marchas presentadas, si bien hay muchas dignas de aprecio, no hay ninguna que merezca los premios ofrecidos57. En definitiva, en esta decisión pesaba más la costumbre o tradición –las ideas de “símbolo” y “antigüedad” lo testimonian–, que incluso determina la valoración artística de la música –“nobles y sencillos acordes”– por parte de tres músicos tan reconocidos, que la supuesta asociación de la marcha con la dinastía borbórnica derrocada. Tras un juicio tan determinadamente partidario de la antigua marcha, de la que se llega a decir que es “artísticamente de lo mejor doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 y más apropiado que puede inventarse”, sería muy difícil llegar a sustituirla. Por otra parte, sólo veinte días antes de este dictamen el Parlamento había elegido a Amadeo de Saboya como nuevo rey de España, por lo que se podía mantener sin muchos problemas la marcha real, a pesar del cambio de dinastía. Y esto es lo que finalmente ocurriría tras un nuevo “fracaso”: el 30 de diciembre de 1870 se estrenó una nueva Marcha Real con motivo de la llegada a España de Amadeo I, compuesta por el músico mayor José Ruiz Muñoz. La prensa se hizo enseguida eco del sentir popular: “La marcha real que se ha tocado ha parecido a todo el mundo de pésimo gusto y muy inferior a la antigua marcha real”58. El Imparcial llamaba la atención además sobre el desprecio que suponía a los músicos españoles que habían presentado composiciones al concurso el hecho de aprobar “la primera marcha que se presente, aunque sea tan mala como lo es la que hoy tienen algunos por marcha real”59. El rey decidió, finalmente, volver a declarar marcha nacional española la Marcha granadera en lugar de la de Squadrani, que a pesar de los acontecimientos relatados no había llegado a sustituirse de manera oficial. MARÍA NAGORE FERRER brillante y majetuoso”. Estas características responden más a una marcha de honor, al estilo de la granadera, que a una marcha redoblada de ritmo animado como la de Riego. El jurado estaba formado por tres de los músicos españoles de mayor renombre de la época: Eslava, que renunciaría por motivos de salud siendo sustituido por Saldoni, Arrieta y Barbieri. Pocos días antes de que terminara el plazo de presentación de composiciones el crítico Goizueta, desde las páginas de La Época, auguraba que se presentarían muchas composiciones pero que ninguna tendría “el mérito de la antigua marcha real”, que tenía en su favor, “además de la majestad del ritmo, una melodía fácil de retener, porque es sencilla, distinguida”, y opinaba que lo que debería hacerse es armonizar la marcha antigua56. ¿Estaba preparando el terreno a una decisión ya tomada? Sea como fuere, Goizueta acertó: a pesar de que se presentaron 447 composiciones, el jurado dejó desierto el concurso, aduciendo en el dictamen fechado el 8 de diciembre las siguientes razones: El 11 de febrero de 1873 renunció al trono Amadeo de Saboya y la Asamblea Nacional proclamó la República, quedando nuevamente la marcha real sin razón de ser, a pesar de que seguía siendo interpretada por la fuerza de la costumbre. Es muy significativo, a este respecto, el suceso ocurrido en Pamplona en febrero de 1873 cuando Pavía, general en jefe del ejército que combatía contra los carlistas, pasó revista a las tropas y una de las bandas comenzó a tocar la marcha real; “pero cuando llegó enfrente de los nuevos voluntarios (antiguos republicanos), éstos han protestado, y Pavía, después de darles mil satisfacciones, ordenó que cesase la marcha real y se tocase el himno de Riego”60. Sin embargo, el nuevo régimen político no llegó a sustituir oficialmente la marcha real, que pasó a ser denominada marcha nacional en 1874, durante el gobierno de concentración presidido por Serrano. Por otra parte, las circunstancias de la proclamación de la república no favorecieron un movimiento popular como el del 68, por lo que no encontramos una proliferación de himnos como la de cinco años atrás. El omnipresente Chueca compuso un nuevo himno de bastante éxito: el Himno nacional republicano dedicado “al ciudadano Emilio Castelar”. También tuvo mucha fortuna el Primer Himno de la República española compuesto por “el ciudadano Amalio Ramiro”61. Además, la sociedad El Fomento de las Artes, de inspiración ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 839 krausista62, convocó un concurso “para la composición de un Himno nacional de la República”. Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX LA MARCHA DE DEL SIGLO XIX CÁDIZ, ÚLTIMO “HIMNO NACIONAL” La restauración borbónica, que proclamó rey a Alfonso XII el 29 de diciembre de 1874, devolvió a la Marcha granadera su primitivo carácter de Marcha real borbónica. Sin embargo, en ese período se había acentuado la contradicción entre su función de “marcha de honor”, establecida por las ordenanzas militares, y su significado simbólico de “marcha nacional”. Esta contradicción, origen de numerosas polémicas durante el último tercio del siglo XIX, se manifiesta, por ejemplo, en las críticas a Cánovas del Castillo por permitir que las bandas le recibieran con la marcha real. Encontramos críticas en medios ideológicamente contrarios, por razones diferentes en cada caso. Mientras que los diarios El Globo –de ideología republicana–, La Iberia o El País aprovechaban esta circunstancia para atacar a Cánovas63, El Correo Militar advertía de que “así, de atentado en atentado contra las claras y terminantes disposiciones de la Ordenanza, vienen los conflictos y la anarquía gubernamental”64, y La Época declaraba que la marcha real “debiera cambiar su nombre por el de Marcha nacional, ya que a sus sones se recibe y despide, no sólo a la Real familia, como antes sucedía, y para la cual fue hecha, sino a todos los que representan una autoridad de primera clase”65. Por otra parte, los conflictos internacionales que jalonaron la última década del siglo XIX volvieron a poner de manifiesto la carencia de un himno con el que el pueblo pudiera expresar sus sentimientos patrióticos. Y el pueblo encontró uno a su medida en la marcha de la zarzuela Cádiz, de Chueca y Valverde. La zarzuela había sido estrenada en el teatro Apolo de Madrid en noviembre de 1886, y desde el primer momento la marcha con la que los soldados españoles vencedores de las tropas napoleónicas desfilan al grito de ¡Viva España! al final del primer acto despertó el entusiasmo del público. La marcha pasó inmediatamente al repertorio de las orquestas y bandas de música, y a sus sones desfilaron los ciudadanos en las manifestaciones patrióticas organizadas en marzo de 1893 por los sucesos de Melilla, a sus sones partieron las tropas españolas al 840 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 Rif en octubre de ese año y con sus acordes como música de fondo volvió a partir el ejército a los frentes de Cuba y Filipinas y regresó derrotado tras el desastre de 1898. En su momento de apogeo, 1895-97, la marcha de Cádiz se convirtió en un auténtico himno nacional: “El pueblo se ha apoderado de este himno, las bandas militares lo tocan, los muchachos, cuando juegan a los soldados, lo cantan, y cuando nuestras tropas, como ha dos años, marchaban a Melilla, de igual modo que ahora parten para Cuba, la marcha de Cádiz evoca, tanto en los que se van como en los que se quedan, las energías belicosas de nuestra raza”66. El efecto patriótico que producía esta música en las tropas llegó a ser tal que el general Azcárraga, ministro de la Guerra, condecoró a Chueca en febrero de 1896 con la cruz blanca del mérito militar. Pocos días después de esta medida Mariano de Cavia, desde las páginas de El Imparcial, proponía un certamen para premiar la letra mejor adaptada a la música del ¡Viva España! de Chueca y convertirlo en himno nacional67. La propuesta fue acogida con entusiasmo, aunque en las bases del certamen, publicadas el 5 de marzo, se rectificaba la denominación: “se ha convenido en preferir el nombre de Canto Patriótico al de Himno Nacional, que implica mayor solemnidad y tal vez no dejase a la inspiración del poeta toda la holgura apetecible en este caso”. La historia se volvió a repetir: a pesar de la avalancha de concursantes, más de doscientos, el jurado, presidido por Núñez de Arce y constituido además por los autores de Cádiz –Javier de Burgos, Chueca y Valverde–, los músicos Chapí y Bretón y los escritores Manuel del Palacio y Miguel Ramos Carrión, dejaron el concurso desierto. En su dictamen exponían que, aunque había varias poesías “de verdadero mérito literario”, sin embargo “la influencia tal vez de unas circunstancias sólo propicias para inspirar sentimientos belicosos, ha prestado a todas las poesías tonos tan marcadamente guerreros, que imprimirían al canto patriótico un carácter muy loable, sin duda, pero demasiado transitorio y ajeno al espíritu de este concurso”68. Efectivamente, Cavia había pedido letra para una canción “que el pueblo pudiera entonar en todas ocasiones, lo mismo en sus alegrías que en sus tristezas, en la guerra y en la paz...”. En este proceso no todo fueron opiniones favorables. El conocido crítico musical Antonio Peña y Goñi escribió un doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 largo artículo lleno de ironía en el que citaba la marcha de Cádiz como “un pasodoble jacarandoso impuesto a un pueblo como himno nacional”: Quizá si España no hubiera sido derrotada en Cuba y Filipinas la marcha de Cádiz habría continuado desempeñando las funciones de himno nacional. Pero la derrota provocó también el rechazo del pasodoble, al que se llegó a atribuir el clima de exaltación patriótica infundada que había acompañado a las tropas españolas. En el derrotista ambiente del noventa y ocho se acusó a la marcha de “farsa teatral”: “no nació en el campo de batalla como La Marsellesa, sino en el escenario de un teatro por horas”; “al movido compás de su ritmo casi cancanesco pasaron y repasaron comparsas”; “no tiene la majestuosa grandeza de la Marsellesa ni la mística solemnidad de la Marcha Real, ni siquiera el bullicioso hervor patriótico del himno de Riego; [...] a patria chica, política menuda, guerras temerarias, aventuras suicidas, marcha de Cádiz a todo pasto”; “Oígase en la calle la Marcha Real granadera o la fusilera; oígase en la calle el himno ruso, el alemán o el inglés, tocados por las músicas militares, sin acompañamiento de chillidos histéricos de la muchedumbre [...], pero no repita un pueblo en la calle, cuando se halla en presencia de lo más grande que hay en la Patria, es decir, de sus hijos, que van a perder la vida por ella, la escena de la farsa teatral”70. LA MARCHA REAL ¿HIMNO NACIONAL? En los últimos años del siglo volvió a adquirir protagonismo en la vida política el debate, nunca cerrado, sobre el significado de la Marcha real. La crisis del 98 provoca también una crisis de la identidad nacional, que va acompañada doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 MARÍA NAGORE FERRER Hemos estado durante setenta y siete años, ¡una friolera! cantando como energúmenos la dichosa contradanza [el himno de Riego], a cuyos sones hemos derribado no sé cuántas Bastillas y soplado el fuego patriótico de cuatro generaciones. Y todo ¿para qué? Para que al cabo de casi un siglo caigamos en la cuenta de que carecemos de himno nacional, de que gemimos y lloramos por un poema lírico, conciso y elocuente, que sintetice los fulminantes arrebatos de nuestra raza, los aerolíticos estallidos de nuestros nervios y la fermentación volcánica de nuestra sangre69. por la creciente fuerza de los nacionalismos periféricos, especialmente el catalán. Fueron precisamente los sucesos acaecidos en el teatro Tívoli de Barcelona en julio de 1899 los que encendieron la polémica. En medio de un clima de insatisfacción en determinados círculos catalanes por los presupuestos presentados por el ministro de Hacienda Fernández Villaverde, tuvo lugar la visita a Barcelona de un grupo de unidades de la escuadra francesa. Durante el concierto de gala ofrecido a los oficiales franceses en el teatro Tívoli, un amplio sector del público, tras aplaudir La Marsellesa, hizo callar a la orquesta que iniciaba la Marcha real con gritos y silbidos. Los hechos tuvieron un eco inmediato en el Congreso de los Diputados, donde se debatió el tema en la sesión del 22 de julio. Lo que aquí nos interesa de ese debate es la utilización del término “himno nacional” –en lugar de Marcha real– por parte de Eduardo Dato, ministro de la Gobernación, inicio de una polémica que no se zanjaría hasta 1906. El País publicó un encendido artículo protestando por el empleo del término: [...] ayer en el Congreso, cuando se habló de este incidente, los oradores monárquicos llamaban a la citada Marcha himno nacional. [...] ¿Cuándo la Marcha Real ha hecho ese papel en España? ¿Le ha puesto letra algún poeta popular? ¿Se canta en las filas del pueblo? ¿Se asocia a los dolores y las alegrías de la nación? Sirve cuando más para acompañar al viático o alguna procesión y para marcar el paso de ceremoniosas reuniones palaciegas. Himnos nacionales en España son los ecos varoniles y salvajes del desperta ferro almogavar, las Jotas coreadas, el himno de Riego... pero ¡la Marcha Real! A nadie puede ocurrírsele que una música cortesana, hecha para saludar a los reyes cuando van a comer, sea un himno de la nación71. El debate vuelve al congreso en la sesión del día 24 de marzo de 1900, también en esta ocasión como consecuencia de un suceso ocurrido en Barcelona. Transcribimos el relato de la discusión entre el diputado republicano Muro y varios diputados conservadores –Dato, García Alix y Romero Robledo–, tal como aparece descrita en el diario carlista El Siglo Futuro: [Sr. Muro] ¿Es delito el hecho de silbar unos compases de la Marcha Real? (Rumores). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 841 Nº 751 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX El Sr. Dato [...] califica la Marcha Real de himno nacional. (Grandes protestas en la minoría republicana). El Sr. Muro: No es himno nacional. (Fuertes y prolongados rumores en toda la Cámara). El señor Presidente (García Alix): Es el himno real y el himno nacional. (La mayoría asiente y los republicanos protestan). Rectifica otra vez el Sr. Muro. Que se me cite –añade– el artículo del Código en que se dice que es delito silbar la Marcha Real. (Nuevos rumores). Esto, por muy nacional que quiera el presidente de la Cámara que sea. (Más protestas). El Sr. García Alix: El presidente sólo quiere que se cumpla la legalidad. El Sr. Muro: No es nacional porque no es popular. (La mayoría protesta otra vez; los republicanos dicen: –¡Muy bien! y el incidente se hace un poco largo). El Sr. Romero Robledo interviene en el debate. A mí me parece una cuestión de escasa importancia que a la Marcha Real se le llame himno nacional o no. Si la Marcha Real hubiera sido silbada, el ataque no habría sido a la monarquía, sino a la nación. [...]72. En los meses y años siguientes la polémica continuó en la opinión pública. Desde dos medios tan dispares ideológicamente como La Correspondencia Militar y El Motín se proponía en agosto de 1901 la creación de un himno nacional, desde el primero argumentándose que la Marcha real era exclusivamente para los reyes y hacía falta un himno nacional “para todos los actos de la Patria, así civiles como militares”73, y desde el segundo aduciendo que a la Marcha real le faltaba un requisito para ser himno nacional, el asentimiento de la nación: Las cuadrillas que operan en la política bajo la razón social Silvela-Dato o Sagasta-Moret son, sin duda, muy poderosas, pero no pueden aspirar a la dictadura filarmónica. Estas cosas son de aquellas que, como diría mi insigne amigo Joaquín Costa, sólo pueden ordenarse ad referendum. No es posible que pase por himno de España una piececita que tiene el triste privilegio de encocorar a más del cincuenta por ciento de los españoles. El pueblo en masa no siente palpitar en esas notas el espíritu de la patria. En sus transportes de patriotismo, el francés entona los vibrantes compases de La Marsellesa, el inglés alterna el God save the queen con el Rule Britannia, el boer modula el canto semibíblico cuyos acordes le inspiran tan grandes heroísmos. Yo nunca he visto a un español que, henchido de patriótico entusiasmo, prorrumpiera en la consabida tonadilla: Chinda, chinda, tachinda, chinda, chinda...74. En 1906 la polémica, que seguía viva, volvió al Congreso, esta vez con motivo del debate sobre el proyecto de ley de jurisdicciones. Uno de los artículos propuestos en dicha ley, el 3.º, se refería a los delitos contra los signos, símbolos, banderas, escudos e “himno nacional”. Ya antes del debate el diario El País afirmaba: “Se pena por este artículo los siseos, silbidos y otros signos de desagrado al himno nacional. Muy bien, Pero falta saber una cosa esencialísima: cuál es el himno nacional español”75. En la sesión del día 3 de marzo de 1906, en la que se discutió este artículo, el presidente del Congreso, Segismundo Moret, defendió frente a la argumentación del diputado republicano Zulueta que “la marcha real es el verdadero himno nacional”. Finalmente, tras algunas modificaciones, el artículo 3.º pasaría a ser el 2.º incluyendo la expresión “Himno nacional”76. Esto supuso el primer refrendo, aunque indirecto, de la consideración de la Marcha real como himno nacional español. El primer decreto oficial que establecía la Marcha granadera como Himno nacional español no llegaría hasta 1942, ya en época franquista77. Entretanto, el himno de Riego había vuelto a imponerse durante la Segunda República. Ambas marchas se habían convertido en símbolos de las dos Españas. NOTAS Recibido: 29 de octubre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 842 ARBOR Vol. 187 1 Cf. Fernández de Latorre Moreno, Ricardo: Historia de la música militar de España, Madrid, Ministerio de Defensa, 2000; Lolo, Begoña: “El himno”, en Símbolos de España, Madrid, Centro de Estudios Políticos y 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 Constitucionales, 2000, pp. 375 y ss.; Ruiz Tarazona, Andrés: “Himno nacional español o Marcha real”, en Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. 6, Madrid, SGAE, 2000, p. 308; García Cuadrado, Antonio M.a: “El himno nacional de España”, en Miguel Ángel Alegre doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 2 4 5 6 7 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 ble o expresar júbilo o entusiasmo. 4. Composición musical dirigida a cualquiera de estos fines. 5. Composición musical emblemática de una colectividad, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan. No abordamos aquí el origen ni la significación posterior del Himno de Riego, tema tratado extensamente por Enrique Téllez Cenzano en la tesis doctoral que está finalizando en el momento de elaboración de este artículo (octubre de 2010). El Constitucional, 10/05/1820. Diario de Madrid, 21/04/1820. El Constitucional, 25/04/1820. Álvarez Junco, José: Mater Dolorosa..., p. 33. Colección de los Decretos y órdenes generales expedidos por las Cortes desde 1.º de marzo hasta 30 de junio de 1822. Tomo IX, Madrid, Imprenta Nacional, 1822, p. 57. Diario de las Sesiones de las Cortes. Legislatura de 1822. Tomo I, Madrid, Imprenta de J.A. García, 1872, p. 693. La única modificación que se introdujo respecto al texto propuesto originalmente fue la sustitución de la expresión “ejército libertador” por “ejército de San Fernando” (Diario de las Sesiones de las Cortes: sesión de 7 de abril de 1822). No se conoce el origen de estas marchas. Durante el siglo XIX se difundió un relato según el cual Federico II de Prusia habría regalado la Marcha granadera a Carlos III a través de su ministro de Estado el conde de Aranda, pero esta leyenda no ha podido ser comprobada hasta el momento. Cf. Nagore Ferrer, María: “Carlismo y música”, en Imágenes. El carlismo en las artes, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2010, pp. 245-280. ARBOR Vol. 187 751 18 Lafuente, Modesto: Historia General de España, parte tercera: Edad Moderna, tomo XXVII, Madrid, 1865, pp. 407-408. 19 La Revista Española, 9/08/1833. 20 Eco del Comercio, 22/06/1834. 21 La Revista Española, 27/11/1834. 22 Citado por La Revista Española, 28/11/1834. 23 Es conocido el relato de la proclamación de Luis Felipe de Orléans como rey de Francia tras la revolución de 1830: el nuevo rey sale al balcón, rodeado por su familia y flanqueado por el general Lafayette y varios diputados populares; la multitud, enardecida, grita, agita los sombreros y la Marsellesa suena con fuerza, uniéndose Luis Felipe al canto, en coro con los ciudadanos. A pesar de ello, la monarquía de julio prefirió como himno La Parisienne y desde 1832 La Française. La Marsellesa terminaría siendo cantada por los partidarios de la caída del monarca, y tras muchas vicisitudes no volvería a ser proclamada himno nacional francés hasta 1878. 24 Decretos de la Reina Nuestra Señora doña Isabel II, dados en su Real Nombre por su Augusta Madre la Reina Gobernadora, y reales órdenes, resoluciones y reglamentos generales expedidos por las secretarías del despacho universal desde I.º de enero hasta fin de diciembre de 1835 por Don Josef María de Nieva, tomo vigésimo, Madrid, Imprenta Real, 1836, pp. 91-92. 25 Precisamente desde marzo de 1835 el curso de la guerra había dado un vuelco, sucediéndose las victorias del ejército carlista hasta finales de junio de ese año. 26 Revista Española, 21/10/1835. 27 Gómez, Alejandro: Los sucesos de La Granja en 1836. Apuntes para la his- septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 MARÍA NAGORE FERRER 3 (coord..) et al.: El himno como símbolo político, León, Universidad de León, 2008, pp. 91-111. Revista Española, 17/10/1835; La Lucha de Clases, 11/03/1905. Buch, Esteban: La novena de Beethoven. Historia política del himno europeo, Barcelona, El Acantilado, 2001, p. 10. Distintos historiadores han subrayado la debilidad del estado liberal en España, ajeno a buena parte de los ciudadanos y con poca capacidad de penetración social y política. Destacamos, entre ellos: Fox, E. Inman: La invención de España: nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, Cátedra, 1997; Fusi, Juan Pablo: España: la evolución de la identidad nacional, Madrid, Temas de Hoy, 2000; Álvarez Junco, José: Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 2001; Riquer i Permanyer, Borja de: Escolta, Espanya. La cuestión catalana en la época liberal, Madrid, Marcial Pons, 2001, cap. I: “La débil nacionalización española del siglo XIX”, pp. 35-58. Calderón, Alfredo: “Un himno”, El Motín, 24/08/1901. “La Marcha Real tuvo durante casi dos siglos la consideración de himno nacional de España por reconocimiento popular, sin que fuese oficialmente declarado como tal en disposición legal alguna antes de 1938” (García Cuadrado, 91); El Diccionario de la Lengua Española, en su vigésimo segunda edición (2001), ofrece las siguientes acepciones del término “Himno”: 1. Composición poética en loor de los dioses o de los héroes. 2. Composición poética en alabanza de Dios, de la Virgen o de los santos. 3. Poesía cuyo objeto es exaltar a un gran hombre, celebrar una victoria u otro suceso memora- 843 Nº 751 28 HISTORIA DE UN FRACASO: EL “HIMNO NACIONAL” EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 844 toria, Madrid, Imprenta de Manuel de Rojas, 1864, pp. 12-13. Cf. Morales Moya, Antonio: “Isabel II en el régimen político liberal”, en Pérez Garzón, Juan Sisinio (ed.): Isabel II: Los espejos de la reina, Madrid, Marcial Pons, 2004, pp. 61-74. Riquer i Permanyer, Borja de: Escolta, Espanya..., pp. 35-58. El Heraldo, 5/05/1843. El Pensamiento de la Nación, 3/07/1844. “El Ferro-carril de Aranjuez. Su inauguración en 9 de febrero de 1851”, La España, 11/02/1851. Aunque el artículo no lleva firma, el periódico Eco Literario de Europa desvela: “Aunque el artículo apareció sin la firma de su autor, nadie ignora que es de D. Antonio María Rubio, secretario de S. M. la Reina madre, cuyas producciones son siempre leídas con gusto, y es sensible que sean tan escasas”. Citado por El Clamor Público, 12/11/1851. Colección Legislativa de España (continuación de la colección de Decretos). Tercer cuatrimestre de 1853. Tomo LX, Madrid, Imprenta Nacional, 1854, pp. 51-52. El Heraldo, 13/09/1853. La Iberia, 1/11/1854. Se trata de la fuente conocida como del Geni català, uno de los monumentos más destacados de la Barcelona del siglo XIX, erigida en honor del capitán general de Cataluña Marqués de Campo Sagrado. El monumento se había comenzado en 1851, proyectado por el arquitecto Francesc Daniel Molina. La Iberia, 6/06/1856. La España, 17/04/1855. Citado por La Esperanza, 21/04/1855. “Cuaderno de bitácora del Capitán Bombarda. Singladura LV”, La Iberia, 13/03/1859. ARBOR Vol. 187 42 En 1862 el editor Casimiro Martín publica cuatro cuadernos para piano titulados Cantos y Marchas nacionales del universo que incluye los himnos de México, Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú, Buenos Aires, Italia, Cerdeña, Inglaterra, Bélgica, Egipto, Dinamarca, Francia, Rusia, Arabia, Portugal, Turquía, Austria, Prusia, Baviera, Polonia, Bohemia y Hungría. Es significativo que incluya además las dos Marchas reales españolas. 43 La Discusión, 3/11/1859. 44 La España, 4/11/1859. 45 La Discusión, 1/04/1860. Ese periódico opinaba que “es elegante y marcial, y en nuestro entender llena todas las condiciones de un bello himno nacional”. El himno fue publicado en cinco ediciones: para piano y canto, para banda militar, para orquesta teatral y voces, para una o dos voces (flautas, cornetines, etc.) sin acompañamiento y para canto y guitarra. 46 La Época, 14/04/1860. 47 Desde La Iberia se defiende la validez del himno de Riego como himno nacional, mientras que medios contrarios ideológicamente como La Época o La Esperanza lo critican. 48 Cf. La España, 12/03/1864. 49 La Iberia, 13/03/1864. 50 Riquer, p. 53. 51 El Lloyd Español, 10/02/1864. 52 Este himno se estrenó, bajo la dirección de Arrieta, el 5 de noviembre de 1868 en el acto organizado por la fusión entre la antigua Tertulia Progresista y el Círculo de la Unión. Olózaga afirmó, en dicho acto, que el himno “podía considerarse como el verdadero himno nacional de la España regenerada” (La Correspondencia de España, 6/11/1868). 53 La Discusión, 8/12/1868. 54 La marcha fue editada por Casimiro Martín con el siguiente encabe- 751 septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 zamiento: “Nueva Marcha Nacional compuesta expresamente, según la orden del Excmo. Señor Ministro de la guerra, para ser ejecutada por todas las Bandas de música de la guarnición el día de la apertura de las Cortes Constituyentes, por José Sqadrani, Músico Mayor del Segundo Regimiento de Ingenieros. (Esta Marcha es la que, de orden superior, ha de sustituir a la Marcha Real en todos los actos en que aquélla se tocaba)”. Gil Blas, 27/06/1869. La Época, 22/10/1870. Gaceta de Madrid, 19/12/1870. La Época, 2/01/1870. El Imparcial, 4/01/1871. Carta desde Pamplona, 25 de febrero de 1873, publicada en La Esperanza, 1/03/1873. En relación con este himno, leemos en la prensa: “Ha sido tan considerable la venta del nuevo himno de la república española publicado por el editor de música señor Romero, que ha sido preciso grabar dobles láminas para que los estampadores puedan dar abasto a los pedidos” (La Correspondencia de España, 19/02/1873). Esta sociedad, cuya vida se extiende desde 1847 hasta alrededor de 1933, tuvo un período de esplendor durante el Sexenio Democrático. Su ideología y actividades han sido estudiadas por Leticia Sánchez de Andrés: Música para un ideal: pensamiento y actividad musical del krausismo e institucionismo españoles (1854-1936), Madrid, Sociedad Española de Musicología, 2009, pp. 557-574. Cf. Andrés Corzuelo: “La marcha real”, en El Globo, 18/05/1884; La Iberia, 9/10/1892; El País, 15/10/1892 y 25/10/1892. El Correo Militar, 30/11/1888. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5002 71 “La Marcha Real bailable”, El País, 26/07/1899. 72 El Siglo Futuro, 26/03/1900. 73 Daniel Collado: “Un himno nacional”, La Correspondencia Militar, 21/08/1901. 74 Alfredo Calderón: “Un himno”, El Motín, 24/08/1901. 75 “El himno nacional”, El País, 28/02/1906. 76 “Art. 2.º Los que de palabra, por escrito, por medio de la imprenta, grabado, estampas, alegorías, caricaturas, signos, gritos o alusiones ultrajaren a la Nación o su bandera, Himno nacional ARBOR Vol. 187 751 u otro emblema de su representación, serán castigados con la pena de prisión correccional. En la misma pena incurrirán los que comentan iguales delitos contra las regiones, provincias, ciudades y pueblos de España y sus banderas o escudos.” 77 Decreto de 17 de julio de 1942 (B.O.E. del 21 de julio). Este decreto había sido precedido por otro, dictado el 27 de febrero de 1937 (B.O.E. del 28 de febrero), que establecía la Marcha Granadera como Himno nacional de España. septiembre-octubre [2011] 827-845 ISSN: 0210-1963 MARÍA NAGORE FERRER 65 La Época, 27/08/1887. 66 Matamoros: “Crónicas madrileñas. El himno nacional”, La Época, 17/02/1896. 67 Mariano de Cavia: “¡Viva España!” Himno nacional. Un certamen”, El Imparcial, 21/02/1896. 68 El Imparcial, 31/03/1896. 69 Antonio Peña y Goñi: “Crónicas madrileñas. ¡Viva España!”, La Época, 29/02/1896. 70 Luigi, “La marcha de Cádiz”, Vida Nueva, 12/06/1898; N: “Entresijos”, El Globo, 19/09/1898. 845 ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 847-856 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 LA PRÁCTICA DE UNA MEMORIA SOSTENIBLE: EL REPERTORIO DE LAS CANCIONES INTERNACIONALES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA THE PRACTICE OF A SUSTAINABLE MEMORY: THE REPERTOIRE OF INTERNATIONAL SONGS FROM THE SPANISH CIVIL WAR Joaquina Labajo Universidad Autónoma de Madrid [email protected] ABSTRACT: Only a small part of the large number of songs played by international volunteers on the Republican side during the Spanish Civil War has made it to us, although transformed by new demands. This text aims at analyzing the survival strategies applied to this repertoire along its path, against the cultural policies of censorship and neglect. KEY WORDS: Songs; resistance; spanish civil war; international brigades; bundism; cultural heritage; censorship; memory; activism; music and survival. Durante el período de la transición a la democracia, reconstruir la historia contemporánea fue considerado, dentro y fuera de España, urgente y esencial para legitimar las bases de la constitución del nuevo Estado. Al involucrar estratos más profundos de la memoria plural de la sociedad, el tratamiento de aspectos sociales y culturales atrajo, desde un principio, mayores dificultades y resquemores. Más acá del debate general sobre lo que se pudo o no haber hecho durante esta etapa, de las injusticias y supuestas ventajas que la utilización del miedo pudo representar en la estabilización del sistema (Aguilar 1996), cabe preguntarse con Reyes Mate si, al fin, “ha pasado ya el momento de peligro” (2009, 27) y si el giro actual del arte hacia la historia y la memoria –que Andreas Huyssen atribuye a una búsqueda de temporalidad y autenticidad frente al simulacro y al deseo de resistir a la desintegración de la cohesión social (2001, 271)– puede constituir punto de referencia para acercarnos al paradero actual de la memoria sonora de la Guerra Civil Española. La creciente domesticación del concepto de “cultura”, concebida como instrumento tranquilizador, al servicio de la RESUMEN: Sólo una pequeña parte del amplio número de canciones interpretado por los Voluntarios Internacionales en el bando republicano durante la Guerra Civil española ha conseguido llegar hasta nosotros, si bien transformadas por nuevas exigencias. Este texto pretende profundizar en las estrategias de supervivencia aplicadas a este repertorio, a lo largo de su trayectoria, frente a las políticas culturales de censura y olvido. PALABRAS CLAVE: Canciones; resistencia; guerra civil española; brigadas internacionales; bundismo; patrimonio cultural; censura; memoria; activismo; música y supervivencia. sociabilidad, el turismo, la cooperación internacional o la diversidad étnica, conlleva el precepto del “prohibido asustar a la gente”, como ha señalado Teixeira Coelho (2009, 26). En consecuencia, en nuestro actual mundo Matrix, la Música no se habría mezclado nunca con la violencia, el anticolonialismo o el sometimiento de pueblos y ciudadanos: los cancioneros populares de guerra no habrían existido. Pero existen y sirvieron para establecer fuertes vínculos interpersonales dentro de estrechas o amplias comunidades de identidades diversas. En el caso de los Voluntarios Internacionales que acudieron en ayuda del bando republicano en la Guerra Civil Española, se hubieron de negociar, dentro de algunos grupos, los emblemas sonoros que pudieran representarles. Cuando en 1996 muchos de ellos volvieron a España, con motivo de otorgárseles por el Parlamento el derecho a la nacionalidad, se puso sin embargo en evidencia el amplio desconocimiento que la sociedad española tenía de su papel en la historia de España, su excelente memoria para entonar canciones que habían mantenido vivas durante sesenta años en sus respectivos países (Labajo, 2009) y el esmero diplomático, por parte de las primeras autoridades del país, para evitar encabezar tal homenaje (El País, 5/11/1996). Nº 751 LA PRÁCTICA DE UNA MEMORIA SOSTENIBLE: EL REPERTORIO DE LAS CANCIONES INTERNACIONALES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 848 El tratamiento de los cantos de la España vencida se ha debatido, durante más de tres generaciones, entre la memoria y el olvido, el espacio para lo íntimo y la reconquista de lo público. Terminada la guerra en España, comenzó el proceso de decantación de canciones a partir de factores contextuales de diverso carácter y de un concepto de transmisión abierto a múltiples mediatizaciones. Parte de este repertorio fue grabado, reinterpretado, trasmitido oralmente, nuevamente registrado y reutilizado sobre nuevos soportes y contextos con manifiestos desplazamientos de significado. A partir de ello, a lo largo de más de setenta años, se ha originado y preservado una pequeña parte de un patrimonio internacional tangible, si bien aún desequilibrado en el origen de sus procedencias y lamentablemente disperso. No obstante, la tradición que representa no puede ser almacenada. Alude a una fuerza vital que, “en tanto memoria pública está sometida al cambio –político, generacional e individual–“ (Huyssen 2001, 39). La llamada al Ubi sunt qui ante nos fuerunt? que el cantante Pete Seeger lanzó en 1955, a partir de una canción tradicional ucraniana –“Where have all the flowers gone?”–, resume, de modo excepcional, la dinámica que ha fusionado, desde la Guerra Fría, la reflexión pacifista dirigida a salir del círculo de los errores de la historia (el Da capo del artista Francesc Torres) con el recuerdo de quienes lucharon por la dignidad del hombre. Una armazón hoy fácilmente vulnerable si se prescinde de memoria y contexto específico. Condicionadas por su origen anterior a la contienda española, por sus características textuales y estilísticas o por su posterior devenir histórico en diferentes entornos, un pequeño grupo de canciones sigue hoy circulando por nuestra sociedad globalizada. Ello significa la existencia de una performance viva, con un recorrido particular que sobrepasa el de su consideración como objetos de archivo o propaganda política. Conviene por tanto señalar aquí, de manera general, los hitos fundamentales del significativo proceso vital que ha seguido este repertorio a lo largo de los últimos ochenta años. En la conciencia de que, al hilo de esta decantación, quedan sin tratar, o sólo iniciados, múltiples aspectos colaterales de gran interés y con ellos una amplia gama de fuentes y materiales valiosos. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 I Pese a la precipitación con que fue organizada la llegada de las Brigadas Internacionales a España, no faltaron a su llegada en 1936 himnos emblemáticos con que identificarlas, ni tampoco pequeños librillos individuales de urgencia –los primeros editados formalmente aparecieron en 1937–, que permitieran a los Voluntarios dotarse de un pequeño grupo de canciones representativas. No obstante, más allá de cuanto pudo anticiparse por parte de la dirección de propaganda exterior, que utilizó y pidió encargos y arreglos a compositores como Hanns Eisler, Dimitri Shostakovich y Paul Dessau, o de cuanto el compositor Carlos Palacio pudo coordinar desde el interior (Vega 2001, 17-18), las canciones procedentes de la memoria particular y colectiva de cada grupo vinieron a instalarse entre éstas. No trataremos aquí de enumerar sistemáticamente la diversidad de este amplio repertorio, pero sí de destacar que permitió el establecimiento de un consistente vínculo. A través del canto comunitario y colectivo se reforzaba el lazo entre un pasado identitario y las circunstancias del presente. Sin duda, no todas las canciones reactivadas durante el período de la guerra procedían de un repertorio de activismo, pero su selección no fue nunca caprichosa. No fue casual el privilegiado tratamiento concedido a las Canciones españolas antiguas, para canto y piano, armonizadas por Federico García Lorca, asesinado en los primeros días del conflicto. Se trataba de canciones que acababan de recorrer los pueblos de España acompañando al teatro de La Barraca. Convertido el poeta en baluarte del modelo cultural republicano, las primeras grabaciones tendieron a destacar una parte de este repertorio, fundido desde su origen con la tradición popular. Por similares razones en busca de autenticidad, se trató de enfatizar, de modo general, el protagonismo de la guitarra sobre el piano u otros instrumentos musicales, como sucede en el caso del propio Himno Internacional de las Brigadas interpretado por Ernst Busch. Tampoco hubo casualidad en la selección de otras, aparentemente frívolas, como el Quartermaster’s Store. Las penalidades debidas a la falta de recursos y a la escasez de alimentos, trajeron a la memoria canciones procedentes del mundo de la comedia capaces de sobrepasar con humor situaciones difíciles. En su Homenaje a Cataluña, George Orwell rememoró en su aislamiento la canción de la Quartermaster-store que los de la Brigada Abraham Lincoln interpretaban a partir de una canción en doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 La selección de canciones entre milicianos y brigadistas no estuvo exenta de acuerdos y pactos encaminados a establecer un marco compartido, dada la heterogeneidad de sus componentes; es decir, a integrar la diferencia del “otro”. Se trataba de llegar a encontrar fórmulas no excluyentes que a través de traducciones y melodías emblemáticas permitieran superar nacionalismos reductivos. En ocasiones, las dificultades lingüísticas se impusieron y fueron necesarias estrategias más extremas, como me relató en Madrid (25/5/2000) Tadeo Ibroinski, perteneciente al batallón polaco instalado en la Casa de Velázquez: “En el batallón Dombrovsky se cantaron pocas canciones polacas porque a los españoles no les resultaba fácil entender las melodías y las palabras. Así que cantábamos en grupos pequeños cuando íbamos al tren o cuando volvíamos del frente. Cada grupo tenía sus propias canciones. Algunas veces cantábamos algunas pocas canciones políticas muy conocidas, pero cada grupo en su idioma. Sin embargo, nosotros aprendimos las canciones de los camaradas españoles después de mucho tiempo, en Polonia, después de la guerra”. De 1937 a 1940 se editaron discos y cancioneros, dentro y fuera de España (Requena, 2009, 9-10), con el objetivo no tanto de preservar y archivar una determinada producción cultural para la historia, cuanto para facilitar la memoria y la acción colectiva en la diáspora. Desde 1936, venían ya editándose pequeños pliegos que, eventualmente, incluían indicaciones de cómo interpretar la melodía. George Orwell, en su Homenaje a Cataluña, describe sus impresiones personales en torno al modo en que, en 1936, se difundían entre el pueblo las “canciones revolucionarias” en las calles de Barcelona. Remarcaba cómo eran vendidas por pocos céntimos y el modo en que, a menudo, un miliciano se acercaba a ellas deletreando laboriosamente las palabras y, una vez captado lo esencial, comenzaba a cantar la melodía apropiada (1952, 6). Iniciado el combate, estas prácticas se combinaron inmediatamente con la doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 utilización de instrumentos procedentes de la tecnología del momento. En el frente, se instalaron altavoces y potentes megáfonos ambulantes y, cuando los gritos y canciones no llegaban a alcanzar el espacio sonoro del enemigo, los servicios de propaganda amplificaban sus fonógrafos ofreciendo al bando de enfrente una especie de “meeting-concierto” en que se les invitaba a abandonar el bando rebelde (Labajo, 2004). Las cámaras de cine siguieron al actor y cantante negro Paul Robeson en su visita a los frentes de Madrid y, en retaguardia, la radio, los teatros y el cine contribuyeron a difundir la popularidad de parte de este repertorio cuya historia está íntimamente relacionada con los medios de reproducción, ya singularmente sensibles desde comienzos del siglo a recoger, sobre cilindros y discos de pizarra, testimonios de este patrimonio cultural. JOAQUINA LABAJO boga de Ronald Frankau & Tommy Handley. Por encima de la competencia entre individuales autorías del repertorio, durante este período se vivió un intercambio intercultural generoso, tal como ha señalado Jerry Silverman: “Los americanos que luchaban en la Abraham Lincoln cantaban el Venga Jaleo y a la melodía rusa de Katusha los partisanos italianos la colocaron un texto contra Mussolini” (Jerry Silverman, 2000). II Durante el banquete anual celebrado en 1997 por los veteranos de la Brigada Abraham Lincoln, Jeffrey Sharlet cuenta que: “when the vets at the next table took up a tune, Rose stopped talking mid-sentence and held up her hand. “Wait’ she said, and tilted her head, then let it sway with the rhythm as she began to swoon. ’The music’s getting’ to me!”. She began to sing. ’Arise! Ye prisoners of starvation!‘. When the song ended she brought her fist down one last time “No Pasarán!’. She shrugged, her hands open, palms up. “But they did‘” (Sharlet 1997, 16). El eslogan de No pasarán había constituido el leitmotiv de la resistencia en España contra el fascismo, dentro y fuera de sus fronteras. De modo que, proclamada la victoria de las tropas franquistas, las radios oficiales del régimen continuaron la ofensiva sobre los perdedores, parodiando aquel lema bajo la copla del Ya hemos pasao, que oportunamente desenterró el equipo de Basilio Martín Patino en 1971 para la sonorización del film Canciones para después de una guerra. En ella, Celia Gámez describía cómo el Madrid de milicianos que había gritado aquella consigna, temía ahora ver caer “la porra de la gobernación”. Y efectivamente, la represión se instaló sobre la población, pero el No pasarán, junto a un significativo grupo de canciones, había salido ya de España. En las retaguardias internacionales muchas canciones llevaban tiempo sonando en los actos de apoyo ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 849 Nº 751 LA PRÁCTICA DE UNA MEMORIA SOSTENIBLE: EL REPERTORIO DE LAS CANCIONES INTERNACIONALES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA a la República española. Otras, comenzaban una nueva andadura en el exilio por los nuevos frentes de la Segunda Guerra Mundial. Para una buena parte de los milicianos españoles y para los brigadistas internacionales llegados del Este de Europa, no cabía la vuelta a casa. Tampoco para la comunidad judía (Ibáñez Sperber 2006), que vio en la guerra de España el primer combate contra el nazismo y sin cuya capacidad de convocatoria, enraizada en el movimiento obrero bundista, no se concibe la dimensión de la respuesta internacional dada a la resistencia española. Dentro del nuevo paisaje europeo, algunas de las canciones utilizadas en la guerra de España reforzaron su representatividad. El grupo de combatientes españoles se identificaba bajo un repertorio familiar conformado por canciones que figuraban en sus cancioneros como: El ejército del Ebro, Avanti Popolo, Bella ciao, La varsoviana (A las barricadas), o Le chant des Marais/Die Moorsoldaten. En España, el cantante Ernst Busch, que había grabado un grupo de canciones en Barcelona en 1937, popularizado por Radio Madrid y Radio Barcelona, había utilizado para Die Moorsoldaten la adaptación realizada por Hanns Eisler, pero la canción tenía también sus raíces francófonas en Rudy Goguel, empleado de comercio de Estrasburgo, quien, llevado al gueto de Börgermoor en 1933, compuso la canción junto al minero Johann Esser y el actor Wolfgang Langhoff. Este tipo de convergencias elevó la representatividad de algunas canciones entre los aliados, que también reconocían en La Marsellesa el himno del socialismo histórico, que contaba con réplicas locales en diversos idiomas, incluido el español, desde el último cuarto del siglo XIX. El canto del Einheitsfrontlied/United Front/Frente Unido, grabado también por Ernst Busch en España para fortalecer la unión del frente republicano, fue entonado en el gueto de Vilna en yiddish, transformado por Leyb Rosenthal en Tsu, Eyns, tsvey, dray. Sin perder memoria de anteriores contextos y de la diversidad de sus diferentes versiones específicas, las canciones se cargaron de nuevos significados. El reconocimiento de su vínculo con las aspiraciones de anteriores generaciones significó un valor añadido durante su dispersión. La potencial energía que albergan estos cantos no puede resumirse bajo el concepto de nostalgia o en un genérico Ubi sunt. Sólo la imagen de una carrera de relevos puede acercarse algo más a este tipo de ejercicio, que alude a una experiencia más allá de tiempo y espacio, donde los 850 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 ancestros son incorporados al rito de celebración de la comunidad. En 1940 se reeditó, en New York, a cargo de Keynote Recordings, el disco de Ernst Busch Six Songs for Democracy. Además, también se realizó una cadena de grabaciones puntuales a partir del canto de algunos voluntarios norteamericanos, en las que se implicaron Pete Seeger, Bess Lomax, Baldwin Hawes, Tom Glazer y, más tarde, Woody Guthrie o Paul Robeson entre otros. La publicación de las primeras seis canciones recogidas por Pete Seeger adquirió una amplia difusión entre los defensores de los Derechos Civiles. Su producción discográfica (Dunaway, 1981, 340-372) pone en evidencia la permanente atención que estas canciones han recibido a lo largo de su trayectoria profesional. Su distribución por Europa, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, fue fundamental en la preservación y continuidad de su canto en los numerosos países donde los Internacionales fundaron asociaciones. III La Guerra Fría convirtió el repertorio en testimonio subversivo y, a quienes se encontraban relacionados con él, en sospechosos. A medida que se incrementaba la tensión internacional, la España de Franco parecía más atractiva para la lucha contra el comunismo. Mientras en 1953 el gobierno de Eisenhower firmaba con Franco acuerdos de cooperación mutua bajo el denominado Pacto de Madrid, entre la larga lista de artistas, actores y músicos citados a declarar en la House Committee on Un-American Activities, figuraban dos pilares fundamentales de la creación y difusión del repertorio internacional de la Guerra Civil Española: Hanns Eisler y Pete Seeger. España abrió sus embajadas y declaró finalizado el período de autarquía. Las canciones relacionadas con la memoria del bando republicano habrían de continuar, sin embargo, guardadas en el silencio del miedo, tal como pudo testimoniar el etnomusicólogo Alan Lomax durante su viaje a España –escoltado imperturbablemente por la policía–. En consecuencia, ni informantes ni etnógrafos habrían de plantearse la necesidad de considerar este repertorio como tradición popular o folklore que estudiar y preservar. Quedaban fuera de cualquier marco de estudio. Un planteamiento que perviviría de modo generalizado hasta las dos últimas décadas del siglo pasado. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 En 1961, los periodistas italianos Sergio Liberovici y Michele L. Straniero visitaron España provistos de un gramófono con el objetivo de recoger las canciones populares supervivientes, o de nueva factura, que circulaban por el territorio como “canción protesta”. Una expresión que definieron como: “ese tipo de canto que acompaña acontecimientos históricos, conmociones, reivindicaciones, situaciones revolucionarias, de especial malestar o tensión social, que denuncia de algún modo las injusticias sociales, y canta las exigencias de libertad” (Liberovici 1963, 13). Su trabajo se desarrolló en la clandestinidad y puso de manifiesto la vitalidad de un extendido y considerable repertorio. Para sortear problemas con la vigilancia policial evitaron acumular material en la Península enviándolo periódicamente fuera del país. Un año después, el trabajo fue publicado en Italia por la editorial Einaudi, acompañado de las transcripciones musicales de una parte de los cantos recogidos. Inmediatamente, el libro consiguió entrar en España y el historiador Carlos M. Rama, en el prólogo a la edición realizada un año después en Uruguay, destacaba cómo el Gobierno Español, doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 movilizando al Vaticano y a las fuerzas pro-fascistas en Italia, realizó una reclamación diplomática a Roma exigiendo secuestrar la edición (1963, 9-10). El incidente diplomático conllevó enfrentamientos callejeros en Italia y también la solidaridad con Einaudi de un grupo de editores internacionales –Gallimard, Grove Press, Windenfeld & Nicholson o Rowohlt Verlag–, que decidieron retirar de Mallorca el Premio Internacional de literatura, con sede en Formentor, que impulsaba Camilo José Cela. El hecho es significativo porque pone de relieve el miedo y la inquietud que puede dominar al poder frente a la música. Habida cuenta de la importancia que en la política española de la década de los años sesenta ocupó la imagen turística de España y, en concreto, la promoción de las Islas Baleares, resulta revelador que el temor a la difusión de un libro de poemas populares, partituras y comentarios a modo de diario de campo (la publicación discográfica se distribuyó independiente), pudiera pesar más en la balanza del régimen franquista que la pérdida de un premio literario internacional en un entorno de alto standing turístico. JOAQUINA LABAJO El incremento en España de la actividad industrial trajo como inmediato corolario de las duras condiciones laborales el surgimiento de huelgas y movilizaciones obreras y estudiantiles, dentro de las cuales comenzaron a escucharse algunas viejas canciones de lo que vino a denominarse “el repertorio de resistencia”, que en un principio retomó, junto a algunas tradicionales canciones internacionales y nacionales de la guerra civil, las pertenecientes a la Revolución de Asturias. Fuera de estos actos clandestinos, su presencia debía de mantenerse ausente del repertorio infantil por miedo a ser delatados por terceros. Para la nueva generación que encabezó la resistencia a la dictadura, el repertorio fue considerado por algunos como una experiencia mística que los aproximaba a una comunidad imaginaria. La Internacional, en diversas versiones, sirvió para identificar una amplia parte de la resistencia más allá de diferentes posiciones políticas, confirmando la tesis de Mark Mattern cuando afirma que: “music can bridge borders between communities but can also undermine those bridges” (1998, 141). En el paso de la antorcha de este legado a una segunda generación, algunas melodías quedaron atrapadas en el tiempo, mientras otras redujeron sus melismas y floreos hacia una mayor claridad tonal. En este contexto, el repertorio recibió, durante este tiempo, escasas transformaciones dirigidas a la superposición de nuevos textos y eslóganes adecuados a la nueva situación. En la década de los sesenta, la vitalidad y extensión que adquirió la plataforma contra la dictadura permitió utilizar los fallos del sistema de censura para reactivar las relaciones con el exterior. Así, por ejemplo, la organización de Scouts, apoyada por una parte de la masonería y de la iglesia catalana progresista, consiguió introducir algunos discos relacionados con la lucha antirracista en defensa de los Derechos Civiles en Norteamérica. Entonadas en inglés, las ideas poéticas de fraternidad, libertad o unión proletaria, pasaron desapercibidas a los censores. En este sentido, la cantante Elisa Serna ha comentado cómo entre un grupo de amigos alquilaron un espacio donde instalar una especie de fonoteca para almacenar los discos traídos clandestinamente del extranjero (Claudin, 1981, 174-175). Con el fin de separar sus direcciones privadas del peligro de poseer música “subversiva”, algunos colectivos crearon sus propios archivos con grabaciones “políticamente incorrectas” como Les chants de la guerre d’Espagne, que Le Chant du monde publicó en 1963, acompañando, con El Guernica de Picasso –aún en el exilio– y un prólogo del cineasta Fréderic Rossif, algunos de los registros sonoros realizados durante el conflicto. Con motivo de la celebración del Concilio Vaticano II, se incrementaron las diferencias y tensiones internas dentro ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 851 Nº 751 LA PRÁCTICA DE UNA MEMORIA SOSTENIBLE: EL REPERTORIO DE LAS CANCIONES INTERNACIONALES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 852 de la Iglesia Española. La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en 1968 en Medellín, contribuyó a generar un importante tráfico de canciones entre ambos continentes. De este modo, algunas melodías de las Brigadas Internacionales como Jarama Valley o Solidarity forever volvieron con nuevos textos a las iglesias españolas no sin provocar, en aquel contexto, cierta sorpresa entre algunos fieles. Aquella canción que decía There’s a valley in Spain called Jarama rezaba ahora: “Junto a Ti al caer de la tarde y cansados de nuestra labor te ofrecemos con todos los hombres el trabajo, el descanso, el amor”. La llamada a la unión de los trabajadores que resonaba en el viejo estribillo de Ralph Claplin de 1915, se volvía hacia la versión rusa para terminar en “Gloria, gloria, aleluya en nombre del Señor”. No eran contrafacta diseñados para contrarrestar revueltas callejeras; venían ya mediatizados y promovidos por la progresía eclesiástica entusiasmada con la renovación del canto litúrgico. Fluían allí negros espirituales que, como Go down Moses, pertenecían al repertorio habitual de Paul Robeson quien, entre sus grabaciones, había incluido una potente interpretación de Los cuatro generales a partir de la colección de las Canciones españolas antiguas de Federico García Lorca. En el marco de los movimientos estudiantiles de las universidades se asimilaron lemas que, renovando el viejo eslogan del No pasarán, se hacían ahora eco de canciones tradicionales del activismo norteamericano, como es el caso del We shall not be moved. La esencia del Einheitsfrontlied/Frente Unido” volvía convertido por grupos latinoamericanos –Inti Illimani, Quilapayun– en El pueblo unido jamás será vencido. En correspondencia con esas expresiones, durante la segunda mitad de la década de los sesenta surgió un amplio número de grupos y cantantes interesados en la canción de resistencia y en la denominada Nova cançó. Llenaban los salones de las residencias universitarias bajo constantes presiones y desalojamientos policiales, si bien para muchos de ellos el repertorio de la Guerra Civil era considerado inadecuado para representar el nuevo discurso social. No obstante, para algunos de los músicos más comprometidos en conectar con la memoria de la tradición popular anterior, el legado fue asumido bajo cierto guiño minimalista. Así, por ejemplo, la cantante Elisa Serna, que había formado parte del grupo madrileño “Trágala” (vieja canción constitucional del siglo XIX retomada para el repertorio de la Guerra Civil), tomó como título para una de sus canciones una de las estrofas de Los ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 Cuatro Generales, Madrid que bien resistes. Igualmente, el cantante Raimon manifestó que su Diguem no, de modo consciente o inconsciente, podía ser identificado con el espíritu de La Marsellesa, La Internacional o “Els Segadors” (Claudin, 1981, 73). Teóricamente, podría llegarse a interpretar que con el auge de un nuevo repertorio desaparecería la memoria del anterior. No obstante, en la práctica del conjunto social, la realidad no fue ésta como puso en evidencia el informe publicado por Einaudi. Junto al nacimiento de nuevos cantos y modos estéticos, un grupo de canciones del repertorio de la guerra fue incluido, junto a las nuevas canciones de resistencia, para su reexportación hacia otros países. Un ejemplo de ello fue la aparición en 1968 de las Canciones de la guerra civil española del cantante y folklorista chileno Rolando Alarcón quien, utilizando parte del repertorio grabado entre 1963 y 1964 al poeta y filósofo Chicho Sánchez Ferlosio –publicado diez años después en Estocolmo como Spanska motständs sänger (Canciones de la resistencia española) por la compañía discográfica Oktoberförlaget–, publicó junto a ellas otras específicas del repertorio internacional (Si me quieres escribir, Ay Carmela, Los cuatro generales o el No pasarán). Otra demostración de su compatibilidad con el nuevo repertorio la constituye la actividad realizada durante estos años por el canal radiofónico clandestino Radio España Independiente, conocido como La Pirenaica. Allí, la sintonía diaria de entrada, como en los meetings–conciertos nocturnos realizados durante la guerra, fue el Himno de Riego –aquí en versión de caja de música– que precedía frecuentemente al pasodoble Suspiros de España, a temas de Carlos Palacio, o a La Internacional, compartiendo espacio con el repertorio latinoamericano y de la Nueva Canción: “la canción protesta ocuparía más tarde un lugar importante en nuestra labor. Desde el Basta ya de Atahualpa Yupanqui hasta el pegadizo No nos moverán cantado por estudiantes de Zaragoza...” (Mendezona 1995, 123). Si los textos fueron motivo de constantes enfrentamientos con la censura, la música instrumental se introdujo apaciblemente con gran impacto a partir del repertorio de Lorca. En 1965, el guitarrista Paco de Lucía grabó las 12 canciones de García Lorca para la guitarra, ofreciendo un trabajo envuelto en improvisaciones con las que abría una clara senda de acercamiento entre dos mundos destinados a converger en estos años: el flamenco y el jazz. Dos años doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 IV Tras las primeras elecciones democráticas en España, discos y cassettes relacionados con la memoria internacional de la guerra comenzaron a ver la luz en espacios teóricamente resguardados de la intervención policial. En 1977, la editorial Icaria publicaba un facsímil del Cançoner revolucionari internacional, editado por el Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya cuarenta años antes. Lo mismo hacía Nuestra Cultura en 1978 con las Canciones de las Brigadas Internacionales, que había editado Ernst Busch en 1937, gracias al esfuerzo de un grupo de trabajo encargado de traducirlo y al apoyo del matrimonio Arthur London y Lise Ricol, ambos protagonistas de la aventura brigadista internacional. En 1980, Ediciones Pacific lanzaba la Colección de canciones de lucha, que había preparado Carlos Palacio. Su primer editor la había guillotinado en 1939 ante la inmediata rendición de Valencia –las partituras de esta colección serían recuperadas y grabadas posteriormente por la musicóloga y pianista Ana Vega Toscano (2001)–. Dos años más tarde, en 1983, la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales publicó, con licencia de doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 Folkways Records, una amplia selección de este cancionero internacional en Songs of the Spanish Civil War. No sería, sin embargo, hasta finalizada la Transición, cuando el repertorio comenzó a merodear circunstancialmente en la radio española bajo comentarios explicativos, como fue el caso en Radio Nacional de España de Radio 3 –Ateneo: Visto y Vivido– y Radio 2 –Paramusicalia–. En 1985 aparecería un estudio de las Canciones Populares de la guerra civil realizado por el filólogo Luis Díaz Viana, a partir de los textos de las canciones de ambos bandos. JOAQUINA LABAJO después el saxofonista Pedro Iturralde grabó en su Jazz Flamenco, el Café de Chinitas y el ¡Anda Jaleo! con el joven guitarrista. Algunos grupos de estudiantes, como Los Pequenikes o Los Relámpagos, instalados en el rock surfero que cabalgaba por las pantallas cinematográficas del Spaguetti Western, grabaron instrumentalmente Los cuatro muleros/los cuatro generales, El vito/El Quinto Regimiento o La Santa Espina. En 1964, la actriz y cantante Marisol había protagonizado un film –La nueva cenicienta– donde se parodiaba, a la española, el West side story de Leonard Bernstein, realizado tres años antes, y había retomado, con texto tradicional, varios temas del repertorio lorquiano. Debido a su carácter apolítico anterior a la guerra, las melodías –al margen de cualquier presupuesto ideológico de sus intérpretes– comenzaron a entrar ahora en un proceso de normalización que, desde la ambigüedad, las resignificaba para un amplio consumo interior y exterior. De este modo, se contribuía a asociar la estereotipada imagen de la España andaluza y gitana de guitarra y pandereta a un discurso transcultural políticamente renovado, demandado desde fuera. Un simulacro de escenario, equívoco, sutil y tolerable para el doble juego de la dictadura. Justamente al final de este período, los especialistas de la “canción protesta” reconocían que ésta parecía evaporarse (Claudin, 1981, 12). Un número importante de cantantes envueltos en ese repertorio consideraron que su papel sobre la escena había terminado. Algunos autores como Eyerman y Jamison (1998, 141) señalan que la despolitización sufrida entre los años sesenta y los ochenta por las canciones en el plano internacional ha de relacionarse con el crecimiento de la industria del rock. Pero este tipo de explicaciones, basadas en cambios estéticos, no considera la complejidad de un proceso vinculado a las lecciones aprendidas por los poderes democráticos en relación a los modelos de mediación social. A través de la sustitución de una política de enfrentamientos por otra de gestión de fórmulas inclusivas, se ha tendido a fortalecer el llamado political process (Kriesi, 1993), una dinámica compleja encaminada a disminuir la intervención directa de la ciudadanía en la resolución de conflictos sociales. En este nuevo decorado, el canto relacionado con el activismo político quedaría desactivado. Ahora sólo hay presente, declaraba el dramaturgo Heiner Muller en relación al fin de la República Federal Alemana y al sentimiento de progresivo desengaño y resignación de una generación que pensó poder cambiar el mundo. Llegaba la atomización y el tiempo para el pensamiento nomádico. El informe preparado por James Petras (1996, 55-81) sobre el impacto de las nuevas estrategias de modernización industrial de España ponía de manifiesto que los bajos salarios, el desempleo y la impotencia no disponían a los jóvenes “veintegenarios” –a los que el cantante Albert Pla se referiría “tomando el sol” en 1997– a compartir las experiencias solidarias de la generación anterior. Esa generación estuvo escasamente representada en el concierto que, en 1993, organizó el cantante Raimon en el Palau San Jordi trayendo, del otro lado del Atlántico, a Pete Seeger. Éste, ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 853 Nº 751 LA PRÁCTICA DE UNA MEMORIA SOSTENIBLE: EL REPERTORIO DE LAS CANCIONES INTERNACIONALES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA para comenzar su intervención, explicó: “Fifty-six years ago, I had some friends who came to Spain. Some of them came back and this is the song that they talked to me” y, tomando el banjo cantó junto a su nieto, Tao Rodríguez, el himno The XV International Brigade. Enfatizaba así el proceso de transmisión oral y generacional ligado a la tradición popular. Una proposición que, en su caso, ha reiterado en otras intervenciones como la compartida con Arlo Guthrie para la versión de Jarama Valley, grabada en Spain in my heart: songs of the Spanish Civil War (2003). Acompañando la celebración de la llegada de los Voluntarios Internacionales, en 1996, apareció reeditado un significativo trabajo elaborado en 1969 por el contrabajista de jazz Charlie Haden y su Liberation Music Orchestra a partir de temas que intitulaba expresamente como The United Front, El Quinto Regimiento, Los cuatro generales o Viva la Quince Brigada. Su consistente propuesta musical, que continuaría desarrollando sobre otros temas del repertorio internacional, vuelca abiertamente el cancionero sobre un género que, bajo otros modelos estéticos de la época, fue ampliamente compartido por los Voluntarios de diversas nacionalidades, tal como testimonian las biografías publicadas por algunos. Su propuesta sin palabras inició una comprometida y actualizada vía para la normalización y profundización sonora en este repertorio que invoca, por encima de concreciones textuales, lo esencial de su originario carácter simbólico. Una buena parte de las canciones grabadas se mantiene hoy viva, bajo reediciones y nuevas versiones transcritas en partituras e interpretadas en diversas lenguas, con diferentes instrumentos musicales y bajo variados estilos musicales: folk, blues, rock, ska, punk, flamenco, jazz, electrónica, new folk, polifonía tradicional, contemporánea, noise, experimental o siguiendo los propios modelos de Hanns Eisler bajo las actuales tendencias del lied alemán. Su presencia no es irrelevante tampoco en el ciberespacio, que pone en evidencia el directo protagonismo tomado por aficionados intérpretes ante las videocámaras en la dirección de YouTube. Pero no todas las canciones del repertorio han recorrido iguales caminos y han soportado similares glorias y traiciones. La revitalización de algunas de ellas en la actualidad ha necesitado nuevos contrafactums destinados a dirigir su significado hacia nuevos problemas y a revisar 854 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 su carácter inclusivo dentro de los actuales contextos interculturales ciudadanos. Es significativo comprobar cómo con frecuencia los grupos más jóvenes han eliminado en sus versiones las referencias al pueblo marroquí (“moros”) –situados por Franco en las vanguardias de ataque–. Un caso significativo se ha dado en Toulouse –espacio referencial del exilio republicano español– con el grupo Zebda –formado por jóvenes de origen franco-argelino (beurs)–, quienes animaron la escena preelectoral francesa de 2002, en el sur de Francia, con la publicación de un disco en que se incluían las melodías de El canto de los partisanos (Motivés), Bella ciao, Bandiera rossa y El paso del Ebro con su “Ay Carmela” libre de “moros”. Asunto éste de la presencia árabe en la Guerra Civil Española, a la par que complejo, injusto con el amplio grupo de ciudadanos árabes que conformaron las Brigadas Internacionales (Ben Salem, 2003; Sánchez Ruano, 2004). V El reciente cambio de siglo ha deparado a este repertorio diversas formulaciones de supervivencia bajo dinámicas convergentes no exentas de contradicciones. Entre ellas, cabe señalar su reconsideración como objeto de estudio para la historia social, como archivo patrimonial para la memoria colectiva internacional y, también, como tradición viva para la creación de solidaridades locales y trasnacionales. Si entendemos por “desarrollo sostenible”, o por reserva de capacidad crítica, un concepto relacionable con la posibilidad de abastecer las necesidades del presente sin comprometer expresiones del mañana, cabe plantearse, tras esta breve revisión histórica, si el secreto de la supervivencia de este repertorio, ignorado por el discurso dominante, procede de una soterrada dinámica biológica capaz de decantar y retener de nuestra cultura recursos alternativos imprescindibles para afrontar el futuro. Cubiertas por el incoherente limo de la historia, las señales del sonido originario de estas canciones llegan hasta nosotros distantes y distorsionadas pero emocionalmente valiosas. Resta reconsiderar, al margen de sectarismos, prevenciones injustificables o idealizaciones ingenuas, su capacidad para establecer nuevos vínculos con el pasado y alimentar el devenir presente de los rituales sonoros de lo público y lo crítico. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 BIBLIOGRAFÍA doi: 10.3989/arbor.2011.751n5003 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 847-856 ISSN: 0210-1963 JOAQUINA LABAJO Recibido: 5 de noviembre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 Aguilar Fernández, Paloma (1996): Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza Editorial. Ben Salem, Abdelatif (2003): “La participación de los voluntarios árabes en las Brigadas Internacionales”, Ed. José Antonio González Alcantud, Marroquíes en la guerra civil española: campos equívocos, Granada, Anthropos, pp. 111-131. Busch, Ernst (1937): Kampflieder, BattleSongs, Canzoni di Guerra, Chansons de Guerre, Canciones de Guerra de las Brigadas Internacionales, Madrid. 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Furthermore, the vast amount of unpublished work, and the ostracism to which he was condemned while living in exile and after his death, until the end of Franco’s dictatorship, may show to contemporary researchers that his legacy was much more transcendent than acknowledged –especially during the 1930s– not only in the academic field but at a popular level as well. This article deals with his early approach to the JAE, the research he undertook there, and the outreach activities carried out until his exile in the UK. An exile forced by his strong political support of Spain’s Second Republic. RESUMEN: El asturiano E. M. Torner (1888-1955) fue el primer musicólogo en integrarse en un organismo de investigación científica de dimensión nacional en España e internacional en Europa. Sus trabajos de recogida, investigaciones, cursos y actividades de divulgación o colaboraciones desde el Centro de Estudios Históricos de la JAE (1910-1939) dejaron una monumental obra de colección y sistematización de materiales musicales y literarios de tradición oral. Asimismo, la gran cantidad de materiales que dejó inéditos, y el ostracismo desarrollado en torno a su figura durante su exilio y posterior muerte, hasta el fin de la dictadura franquista, inducen a pensar a los investigadores que su labor fue mucho más trascendente, especialmente en la década de 1930, tanto a nivel popular como académico. Aquí se relatará su ingreso en la JAE, las investigaciones desarrolladas por él allí, y las actividades de divulgación que llevó a cabo hasta su exilio en Gran Bretaña –exilio debido a sus fuertes lazos políticos con la Segunda República. KEY WORDS: Torner; Spanish Second Republic; folklore; Center for Historical Studies; musicology. PALABRAS CLAVE: Torner; Segunda República; folklore; Centro de Estudios Históricos; musicología. INTRODUCCIÓN Eduardo Martínez Torner nació en Oviedo en 1888 y desde muy joven su afición por la música le llevó a proseguir los estudios de piano en el conservatorio de su ciudad natal1. Termina su carrera examinándose en Madrid en 1910, y en este mismo año comienza el contacto con la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), la primera institución de carácter netamente científico en España, a través de una carta enviada al Centro de Estudios Históricos (CEH) en la que solicita una beca. Este centro, fundado en 1910 en el seno de la JAE, fue dirigido desde sus inicios hasta su disolución tras la Guerra Civil por Ramón Menéndez Pidal, figura de enorme impacto en la investigación española, y sería a través de él cómo Torner se introduce en la metodología de la filología primero y después desarrolla su propia metodología de recogida y análisis musicológico de las músicas históricas y populares. Muy a menudo se ha citado la estancia de Torner en París, entre 1912 y 1914, como el inicio de sus acercamientos científicos a la musicología (González Cobas, 1975, s.f; Mallo, 1980, 1984; Gómez, 1989, 2006, 2009), a través del magisterio de Vincent d’Indy en la Schola Cantorum. Sin embargo, en la carta que envía a Menéndez Pidal el 22 de abril de 1910 ya avanza sus rigurosas ideas sobre la recogida de músicas populares, ideas que luego plasmará en su cancionero asturiano de 1920: una transcripción de la melodía exacta, sin arreglos de melodías ni ritmos; la recogida de variantes como elemento comparativo imprescindible; y la notación de toda la información relativa al lugar, fecha, intérpretes, etc. Todo ello para “formar una colección de música popular que responda al interés científico y a las exigencias de los estudios folklóricos modernos”, según comenta textualmente2. La beca, sin embargo, no le es concedida en esta ocasión. Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA La progresiva integración de Torner en el CEH en la segunda década del siglo XX, en el corazón de la investigación española en humanidades, entonces aún por desarrollar, moldea sus intereses, temas de investigación, colaboraciones y producción científica hasta su exilio en 1939. Pero su colaboración constante con otras instituciones y colegas, a lo largo de sus veinte años de relación con la JAE (1910-1939), definen también un espíritu ecléctico, de gustos e influencias variadas, no adscrito a una sola corriente de pensamiento –aunque en la época la intelectualidad solía dividirse en función de estas adscripciones–. Como se verá en las páginas siguientes, esta modernidad aparece no sólo en referencia a los temas de investigación que trata, sino también en la puesta en práctica de sus ideas sobre la divulgación “popular” de la investigación musical. Estas ideas, así como su concepción de la “importancia histórica de lo popular”, le llevan a ser un elemento incómodo dentro de la academia y de la investigación tras el golpe de estado de 1936. Su circulación constante en las fronteras disciplinares, sus modernas metodologías, su implicación personal en la divulgación de la investigación sobre música popular y, sobre todo, su demostrada adscripción y apoyo al gobierno de la Segunda República, le fuerzan a un exilio del que ya no volverá. Con el inicio de la Guerra Civil, Torner se desplaza de Madrid a Valencia, y luego a Barcelona, para salir desde allí hacia Francia en 1939, donde pasa unos meses en el campo de internamiento de Argelès-sur-Mer antes de comenzar su exilio londinense. Muere en Londres en 1955, algunos años después de haber llevado allí a parte de su familia3. En los quince años de exilio, a falta de materiales, colegas e instituciones donde desarrollar más cómodamente su investigación, Torner se reinventa a sí mismo, retoma sus intereses filológicos y rítmicos, así como nuevos trabajos de edición de músicas, lejos de España pero sin olvidarla nunca. A su muerte deja dos tratados monumentales e inéditos, Lírica Hispánica y Rítmica Hispánica, que son la mejor constancia de su trabajo en el exilio. LOS ESTUDIOS MUSICOLÓGICOS DE ESTUDIOS HISTÓRICOS EN EL CENTRO La dirección del CEH por Menéndez Pidal durante toda su historia (1910-1939) consolida la filología como disciplina preferencial, y núcleo duro de la investigación desde los 858 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 primeros años en el Centro. Por esta razón Torner se integra en la sección creada para ella, junto con otros estudiosos que provenían principalmente de la filología y la historia. En estas primeras décadas del siglo XX los grandes cambios que afectan a toda la filología a nivel europeo, y en especial desde sus dos grandes centros, Alemania y Francia, se han filtrado ya a la academia española. Las nuevas tendencias tienden a eliminar la influencia anterior de las escuelas de los neogramáticos, que han perdido protagonismo por la falta de demostración de sus teorías, de carácter autorreferencial, desconectadas de los espacios culturales en los que tienen lugar. López Sánchez resume breve pero eficazmente el paso a esta nueva concepción de la filología como disciplina científica: “A través de la conexión del hecho lingüístico con el espacio donde había tenido lugar adquirió la hasta entonces aislada observación lingüística un fundamento en una realidad exterior a lo lingüístico [...]. La atención se desvió hacia factores externos de naturaleza geográfica o histórica. Este fue el fenómeno revolucionario en la lingüística de finales del siglo XIX, pero, a cambio, la geografía lingüística pagó un precio, ya que permaneció apegada al elemento fonético de la lengua y descuidó su contenido, y el sentido de sus componentes. Tan sólo en una etapa posterior, en la que se presta atención al folklore, se llevó a cabo la definitiva transformación de la investigación dialectal en una búsqueda de problemas de contenido” (López Sánchez, 2006, 258). En este contexto disciplinar se integra Torner en el CEH, aportando su experiencia en las recogidas de textos y músicas de tradición oral, y sus estudios sobre el folklore como temas centrales de su investigación, y adoptando las metodologías pidalianas en su posterior análisis y contextualización. Aunque en España la atención que se ha prestado al folklore no ha provenido frecuentemente de la academia ni de los centros de investigación, el esfuerzo de Torner en este sentido, sigue siendo un precedente a reivindicar. Menéndez Pidal compone en el CEH un grupo de trabajo formado con alumnos procedentes de la Universidad Central, donde ya impartía entonces sus clases, y otros colaboradores de diferente procedencia4. Este grupo comienza a trabajar alrededor del tema “Orígenes de la Lengua Española” y pronto pasa a ser la Sección de Filología, la más doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 arraigo, y transmitido de generación en generación logró una expansión territorial que parece fabulosa” (Menéndez Pidal, 1910, 85-86). nutrida del Centro, en la que Torner aportaría sus trabajos y conocimientos al servicio de un empeño común. En unos pocos años, y gracias al extraordinario trabajo en equipo que logró su liderazgo, Menéndez Pidal sitúa también al CEH y a España en la filología europea, demostrando el carácter panhispánico del romancero y desterrando aproximaciones parciales y regionalistas, o la consideración de mero apéndice de la tradición oral de los siglos XIX y XX, como aún proponía Foulché-Delbosc (Menéndez Pidal, 1910; Catalán, 2001, tomo I, 58)5. La publicación en la que el filólogo enuncia por primera vez sus grandes teorías sobre el origen y la pervivencia del romancero pan-hispánico aparece en 1910, y recoge las conferencias que el filólogo había dado en Nueva York un año antes. Éstas expresan ideas entonces revolucionarias, como que “la tradición antigua (escrita) del Romancero es inseparable de la moderna”, que “los romances populares siguieron propagándose por medio de la tradición oral”, o que “la música es una poderosa fuerza vital del Romancero, [...] como las alas que le llevan a través del tiempo y del espacio, pues al par que ella brota insistente en la memoria [...] ayuda a recordar más fácilmente los versos por ella animados” (Menéndez Pidal, 1910, 85). Y continúa: “Así el Romancero durante los siglos XV, XVI y XVII, al mismo tiempo que se difundía en la literatura, divorciado de la música, halló, unido a ella, en la memoria popular un firme doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 SUSANA ASENSIO LLAMAS Figura 1. Torner experimenta las nuevas tecnologías de grabación en Arenas de Cabrales, Asturias, acompañado de Ramón Menéndez Pidal y Kurt Schindler (21 de agosto de 1932). Fondo Schindler, Hispanic Society of America, Nueva York (reproducida en Catalán, 2001, IV-xxxvii) De esta manera, las músicas populares vehiculan un tipo de literatura oral que se mantuvo desde el siglo XV en el imaginario de muchas zonas, al menos hasta el mismo final del siglo XX –y en especial en la zona del noroeste peninsular–. Pidal había llegado a esta conclusión tras haber recolectado muchas versiones romancísticas que le llegaban con melodía, aunque él no pudiera recogerla, y tras haber sido informado de otras tantas por los recolectores que le enviaban materiales desde toda la geografía peninsular –y más tarde, también insular y ultramarina. No fue casual, pues, que la música estuviese recogida en sus conferencias, texto de referencia absoluto para comprender la labor desarrollada luego en el Centro, y para entender la trascendencia de la escuela pidaliana. En 1910, llegada su colección personal a superar los 1.500 ítems recolectados de diversas formas, la música ya formaba parte de sus preocupaciones. Se tiene constancia de que Torner acompañó algunas de sus conferencias al piano con otros intérpretes6. Unos años antes de que el CEH fuera una realidad, Menéndez Pidal había comenzado a trabajar en conexión con especialistas en música muy relevantes, como Felipe Pedrell y Manuel Manrique de Lara, por recomendación, entre otros, de José Benoliel7. En efecto, en 1904 y tras encontrar varias melodías muy interesantes entre los judeo-españoles de Tánger y Tetuán, Benoliel le sugiere a Pidal, en una carta del 14 de junio, recoger las músicas y hacer con ellas un estudio “sobre composiciones musicales de 4 ó 5 siglos a esta parte” (Catalán, 2001, 37). Poco antes, entre 1900 y 1902, Pedrell había transcrito melodías para Pidal, y desde 1904 es Manrique de Lara el colaborador más asiduo, y su más destacado recolector, especialmente entre las comunidades sefardíes. A partir de 1905 trabajan juntos en varias ocasiones anotando textos, músicas y datos relevantes en recogidas conjuntas, como la que realizan a las Navas del Marqués, Ávila (Catalán, 2001, 41-42, 45-46). De hecho, es gracias a Manrique de Lara y a su colaboración con Menéndez Pidal que el aspecto musical comienza a cobrar especial relieve en la colección general del romancero. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 859 Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA El ideario pidaliano del romancero es trasvasado así, sutilmente, como por fertilización natural, desde los estudios filológicos a los estudios musicales, y las pervivencias formulaicas que buscan los filólogos son sustituidas por la curiosidad modal o rítmica de músicos y musicólogos8. A pesar de que los inicios y el contexto fueron entonces favorables, no se creó, sin embargo, un grupo significante de musicólogos alrededor del núcleo filológico. Más bien éstos parecían colaborar en proyectos puntuales al servicio de los intereses y prioridades de la Sección de Filología. Manrique de Lara compartió con Martínez Torner, y con otros estudiosos relacionados con el CEH, como Ribera, Castro Escudero o Bal y Gay, intereses no sólo musicales, sino también musicológicos: “El interés de Manrique de Lara por la música antigua y por lo que en aquellos tiempos aún constituía un problema difícil de resolver, el de interpretar en su forma debida los sistemas de notación empleados por los vihuelistas en los libros de música de los siglos XV, XVI, y XVII, le hizo planear el ‘completar’ sus investigaciones de campo peninsulares” (Catalán, 2001, 55). Su carrera se desarrolla, sin embargo, entre el ejército y la composición y, aunque llegó a disfrutar de varias pensiones de la Junta, no hay constancia de que mantuviese ningún tipo de contacto con el resto de músicos y musicólogos reunidos alrededor de la Residencia de Estudiantes y el CEH9. A pesar del interés común, sólo Martínez Torner y Bal y Gay trabajan finalmente en la transcripción de los repertorios vihuelísticos (Torner, 1923b; Bal y Gay, 1939b)10. Y aunque casi todos realizan trabajo de campo, acompañados o dirigidos por Menéndez Pidal o Tomás Navarro Tomás, en muy contadas ocasiones trabajan juntos –la colaboración de Martínez Torner con Bal y Gay en el Cancionero Gallego es una excepción en este sentido11, así como las colaboraciones esporádicas con Castro Escudero12–. Quizá fuera esta atomización, y la posterior división de tareas –Manrique recolector, Torner musicólogo dedicado al romancero, y Bal y Gay dedicado a los repertorios históricos– la que sentenciaría prematuramente el desarrollo de la investigación musicológica concebida de una manera sistemática y multidisciplinar en la Junta13. 860 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 Julián Ribera, arabista interesado por la música, se desvincularía del Centro junto con Miguel Asín Palacios en 1916, desarrollando toda su carrera posterior en Aragón, y publicando sus estudios musicales sobre las Cantigas de Alfonso X, la métrica gallega, la música árabe y la jota, en los años veinte (1922, 1925, 1927, 1928), completamente al margen del CEH. Algunas de sus teorías en cuanto a la transcripción musical serán seguidas por Torner y provocarán su distanciamiento de otros colegas, como Bal y Gay, y estudiosos, como Anglès. El resultado final es que no existe una colaboración sostenida entre los diferentes investigadores para avanzar en los logros y conocimientos musicológicos de manera conjunta. Con la desintegración del CEH tras la Guerra Civil, se forma un nuevo y muy diferente núcleo musicológico en el seno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en adelante CSIC. Será a partir de 1943, en torno a la figura de Higinio Anglès. En este nuevo Instituto Español de Musicología, las músicas populares ya sólo tendrán relevancia en cuanto a elementos auxiliares de la musicología histórica más decimonónica, de manera que la trabajosa relación establecida entre los estudios filológicos y musicológicos será sesgada tempranamente, y nunca retomada institucionalmente en el CSIC. A pesar de su variedad y diferencias, todos los investigadores del CEH comparten entonces la convicción de que las tradiciones populares muestran las supervivencias de tiempos incluso anteriores a las recogidas en las fuentes cultas. Sus intereses musicológicos son ya, por tanto, híbridos, divididos entre las tradiciones orales que recogen y transcriben in situ, y las fuentes escritas conocidas de los siglos XIII al XVIII. La demostración de que sus intuiciones son correctas, y ambos repertorios están conectados, viene de la mano de la filología, pero permea rápidamente a los musicólogos. La ruptura de la guerra retrasa sus logros, anclando la disciplina del folklore en un lugar vicario respecto a las fuentes históricas, y lastrando más tarde las investigaciones, que entonces eran pioneras, hasta convertirlas en meras anécdotas sin relevancia académica en España14. La incorporación de Torner a esta Sección de Filología es progresiva y probablemente fruto de muchas conexiones y encuentros casuales. Torner envía su primera carta de petición de pensión, que entonces no le es concedida 15, en abril de 1910, como se ha comentado. Además de la doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 escasez de medios y la avalancha de solicitudes provocada porque la JAE volvía a tener el control sobre las pensiones que había perdido en 190716, hay otras razones que pueden haber influido en la no concesión. De todas maneras, lo cierto es que la mayor parte de las pensiones concedidas en relación con la música, estaban destinadas a maestros, con el objetivo de mejorar sus competencias en educación musical, formarlos mediante clases en el extranjero, y que luego ellos pusiesen en práctica los conocimientos adquiridos a su vuelta a España (Sánchez de Andrés, 2006, 235). También a músicos profesionales, principalmente compositores e intérpretes (2006, 238-242). Dentro de este último grupo, y en franca minoría, estaban aquellos profesionales destinados a la investigación musicológica en alguna de sus facetas, como Torner, Bal y Gay o Manrique de Lara. Cuando Torner vuelve en 1914 a España, tras su estancia parisina, trae consigo todo un bagaje proveniente de la musicología sistemática alemana y francesa, por lo que encuentra poco o nulo eco intelectual en sus empeños17. Aunque nuevas en nuestro país, estas corrientes no representan a la modernidad, sino a la tradición –a la valorización de la tradición concretamente–. Torner se convierte en un moderno intelectual de la tradición, pero eso ya no es moderno en España, cuyas vanguardias se dirigen más a la invención de nuevas identidades representativas que en la valoración de las antiguas. Por eso, aunque parte de los intereses que desarrolla Torner en torno a los repertorios populares de tradición oral en doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 SUSANA ASENSIO LLAMAS Una pudo ser que en aquellos momentos Menéndez Pidal ya estaba trabajando en colaboración con Manrique de Lara de manera estable, como se ha visto, y es probable que tuviera cubiertas sus “necesidades musicales” más perentorias. Lo más probable, sin embargo, es que en primavera Menéndez Pidal ya tuviese preparado el viaje que haría en el verano de 1910 con otros dialectólogos a León y Asturias (Catalán, 2001, 62-64), y que la petición de Torner, centrada en aquellos momentos en Asturias, no resultase de interés para el desarrollo de la recién creada sección. Los progresivos acercamientos disciplinarios de uno y otro –de Pidal al Folklore, y de Torner a la Filología– darán como resultado la vinculación formal de Torner al proyecto conjunto del romancero, primero español y luego pan-hispánico. Figura 2. Mapa realizado por Torner de la salida de campo a Toledo y Ciudad Real del 3 de mayo al 12 de junio de 1930. Archivo Menéndez-Pidal/Goyri, Madrid general y los romances en particular fueron compartidos con otros colegas, su postura estética era claramente distante de la que abanderaban el Grupo de los Ocho en la Residencia de Estudiantes, o Adolfo Salazar desde su espacio de crítica musical en el periódico El Sol. Por un lado, la musicología de la música popular bebe en esta época de las fuentes metodológicas de la filología, en pleno proceso de cambio y autodefinición, y por otro, se divorcia de la música práctica en boga en aquel momento, representada por las vanguardias y en donde la tradición no significaba más que un toque pintoresco o un paso hacia atrás. Aunque en este artículo no se hable de la labor compositiva de Torner, es relevante destacar que sus piezas más relevantes y difundidas en Madrid fueron el poema sinfónico Fiesta en la Aldea, compuesto para el “Orfeón de Mieres”, y dos zarzuelas, La Promesa, estrenada en 1928, y La Maragata, estrenada en 193118. El hecho de que Torner no hubiese recibido su educación musical formal en el ámbito eclesial, como era tan frecuente entonces, también fue un factor de diferenciación con respecto a otros colegas musicólogos sacerdotes o ex-seminaristas. La soledad del camino emprendido por Torner es, por tanto, total en sus inicios 19. A pesar de ello, su modernidad reside, entonces como ahora, en el reconocimiento del pasado con la vista en el futuro, y en su ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 861 Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA aproximación metodológicamente innovadora al análisis y la clasificación de los repertorios populares. doctor Schindler, 175; editados por el Archivo de la Palabra, 29”25. La novedad que aportó Torner fue de método y de objetivos. Como músico, el hecho de que apoyase su producción compositiva en el folklore español –tan común entonces en España– no era nuevo ni moderno, y esto lastró enormemente su consideración profesional. Como intelectual, ese conocimiento de la tradición fue el que le permitió la entrada en el CEH, paradójicamente, y el que le permitió trabajar directamente con Menéndez Pidal y adquirir las herramientas metodológicas necesarias. En una carta de solicitud de pensión, que tampoco le fue concedida, fechada el 26 de febrero de 191926 aparecen, en el apartado de la “Justificación de la Instancia”, los trabajos que Torner había hecho para la JAE narrados por él en tercera persona. Relata las pensiones concedidas para recoger romances en León y Asturias en 1916, y en el alto Aragón en 1917, y también los trabajos desarrollados para el CEH: El interés de Torner se irá desplazando a lo largo de toda su carrera profesional del interés musicológico, expresado en la compilación y análisis de músicas populares, al interés histórico y filológico, expresado en las publicaciones del Centro y la Residencia, y pedagógico, especialmente después de sus experiencias al frente del Coro de las Misiones Pedagógicas entre 1931 y 1936. A lo largo del tiempo, y de todos sus desplazamientos, mantendrá sin embargo, como decía Homero Serís, una “perfecta armonía entre el erudito y el artista” (1966, 11). TORNER Más adelante, ya en 1930, se tiene noticia de que Torner viajó a Asturias con Menéndez Pidal para observar in situ y recoger descripciones y partituras de bailes y danzas tradicionales, así como los romances con que se acompañaban. Se supone que fue a partir de este viaje cuando Pidal se interesó en que Torner aportara sus melodías recogidas y transcritas de voz de los informantes al final de su Romancero hispánico. Y LA INVESTIGACIÓN MUSICOLÓGICA Torner comienza la recogida esporádica de músicas y textos de tradición oral ya antes de su viaje a París y antes de su estancia en Madrid, pero es en el CEH madrileño donde comienza la sistematización de sus análisis y conclusiones. Las Memorias de la JAE dan cuenta sólo de algunas de las actividades de Torner en el CEH, siendo mencionado en relación con sus colaboraciones para la Sección de Filología20, con los cursos de vacaciones para extranjeros21, con la dirección de la misión folklórico-musical22, y con su trabajo para la Comisión de Estudios en Galicia23. Entre 1910 y 1916 Torner se vincula de diferentes maneras a la Institución Libre de Enseñanza, a la Residencia de Estudiantes, y al CEH, pero esta vinculación no se convierte en formal hasta 1916, con la creación de la Sub-sección de Folklore dentro del Centro24. En 1934, la dirección de los trabajos folklóricos del archivo ya había juntado 1.142 discos catalogados, que provenían de los siguientes conceptos: “adquiridos en el mercado, 938; recogidos por el 862 “Ha trabajado durante los cursos de 1915-1916, 1916-1917, 1917-1918, y continúa en el curso actual [1919] en el Centro de Estudios Históricos, bajo la dirección de D. Ramón Menéndez Pidal, ocupándose en el estudio y clasificación de las melodías de romance”27. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 Su relación con el centro se supone entonces sólo interrumpida por sus años de estancia en París (1912-1914), aunque Torner vuelve a Asturias y continúa sus recogidas en los veranos. Hacia 1914 ya colabora con Josefina Sela, gran recolectora de romances en Asturias28, quien a su vez le había descubierto el valor del romancero del norte peninsular a María Goyri, esposa y colaboradora de Menéndez Pidal (Catalán, 2001, 83 y III-xxiii). Más tarde publicará unas indicaciones para la notación musical de los romances, juntamente con las indicaciones para recogidas de textos de Goyri, y este folleto conocerá dos ediciones, una incluso posterior a su exilio29. Lo que aporta Torner al CEH es el análisis musicológico de repertorios populares, trascendiendo así al otro gran recolector de melodías del CEH, Manrique de Lara, cuya ocupación con respecto a los romances había sido la recolección y transcripción. También fue, en este sentido, más allá que otros compañeros músicos en la Residencia. Aunque algunos, como Bal y Gay, compartieron aficiones doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 Con sus trabajos de estudio de los romances (1923a, 1924a, 1924b, 1925, 1936, 1953), Torner sacó a la luz una serie de problemas, como la adaptación melódico-rítmica de la música al texto, la profundidad histórica y la pervivencia de temas, la complejidad y diversidad de las variantes, la pedagogía musical inspirada en temas populares, el ritmo interno del habla y del verso del romance, que no consiguió resolver totalmente a lo largo de sus investigaciones, pero que nunca dejó de tratar. En todos subyace su vocación musicológica de igualar en importancia el estudio de las melodías con el de los textos, y también en todos se refleja la influencia filológica en los objetivos y metodologías, con variados resultados. Por todo ello, el repertorio de romances ilustra como pocos la curiosidad analítica de Torner, sus variadas influencias Figura 3. Romance de don Boiso, recogido en 1916 en la zona de Babia y Laciana por Torner. Archivo Menéndez-Pidal/Goyri, Madrid doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 e intereses, además de la persistencia de una vocación interdisciplinar en sus investigaciones que se prolongará hasta el final de sus días31. Sin embargo, sus mayores logros en este campo aún permanecen inéditos32. Tras su exilio forzado, los cientos de fichas que el musicólogo había juntado para sus análisis de la música de los romances se quedan en el Centro, y el volumen que se iba a hacer conteniendo estas músicas al final del Romancero Hispánico de Menéndez Pidal (1953) nunca llega a editarse, aunque éste lo cita en numerosas ocasiones por sus estudios de la música de los romances33. En 1930 anuncia que ya ha recopilado cerca de 1000 melodías de romance que pasarían a formar parte del Romancero General de Menéndez Pidal (Catalán, 2001, IV-xxxvii). La única obra que ve Torner publicada con su maestro es sin embargo la transcripción de unas cuantas melodías de acompañamiento para los textos del libro Flor Nueva de Romances Viejos (1928/1933)34. Esta será la única vez que Torner publique con su maestro, a pesar de las más de dos décadas de colaboración conjunta, y esta será la obra que más difusión le daría al romancero entre los legos en la materia. SUSANA ASENSIO LLAMAS con él en cuanto a temas (v. g. Bal y Gay, 1939a, 1939b), no así su interés por la identificación y análisis musical de repertorios completos, que trascendía la mera transcripción de piezas. Con Manrique de Lara coincide en el interés por los romances y por la música antigua, así como por la relación entre ambos. En este último campo, sin embargo, Manrique de Lara no llega a aportar nada, a pesar de su manifiesto interés y sus numerosas notas tomadas para el CEH30, quizás por su muerte en 1929 –aunque Torner ya lo había sustituido en el CEH desde 1920– pero sin duda también por su falta de tiempo de dedicación, dadas sus numerosas obligaciones militares y diplomáticas. Además del romancero, otros asuntos musicales atrajeron la atención de Torner, especialmente las recopilaciones y análisis de repertorios de tradición oral (1931), las transcripciones de fuentes de música histórica (1923b), las cuestiones rítmicas subyacentes en canciones y textos literarios (1938b, 1938c, 1953, 1963), y las cuestiones de pedagogía y enseñanza musical (1924c, 1928, 1935a, 1935b, 1948c). Su contribución al Congreso de Arte Popular de Praga, en 1928, versa sobre la “Bibliografía del folklore musical español” (La Época, 19/09/1928, p. 4)35, y más adelante participará también, junto a otros musicólogos, en el III Congreso de la Sociedad Internacional de Musicología (Barcelona, abril de 1936), en la sección dedicada al Folklore36. A partir de 1933 también formará parte de los colaboradores de la revista Musicografía, editada en Mónovar, junto con otros músicos y estudiosos como Turina, Julio Gómez, Millet, Nin, Pujol, Sáinz de la Maza, Subirá, Villar... y también fue uno de los “fotógrafos oficiales” del CEH en muchas de sus excursiones, dejando una pequeña colección fotográfica de tipos y paisajes, especialmente de Asturias. Pero algunos de los trabajos que desarrolla en estos años nunca verán la luz. Es el caso de la descripción de la coARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 863 Nº En la Memoria de la JAE 1934 se comenta que el señor Martínez Torner prepara un estudio, verificado con los materiales del Archivo [de la Palabra], sobre “La estética musical del cante jondo” (p. 237), pero este tema, que interesaba a Torner desde sus conversaciones con Ribera en los años 1910, también quedaría desaparecido con el cierre del Centro. 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA De los tratados inéditos a la muerte de Torner y comentados al principio de este artículo, el primero, Lírica Hispánica, fue editado y compilado por Homero Serís con la ayuda de Florentino41, hermano de Torner, y de la viuda de éste. Aunque se editó en España en 1966, todas las gestiones fueron realizadas desde Gran Bretaña, EE.UU. y México42. El segundo volumen, Rítmica Hispánica, está siendo transcrito por su autora en el tiempo en que este artículo ve la luz y de él se darán más noticias próximamente. Figura 4. Grupo de baile asturiano “Pericote”, sin fecha. Diapositiva de Linterna tomada por E. M. Torner. Fondo Gómez Moreno-Ricardo Orueta. Signatura c14559. Unidad de Tratamiento Archivístico y Documentación. CCHS-CSIC. © Archivo del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC lección de Barbieri de la Biblioteca Nacional37, realizada por Torner por encargo de Miguel Salvador, académico de Bellas Artes, y que le valió un premio de la Academia de San Fernando38. Otro volumen llamado Cantinelas Vulgares de la Biblioteca Colombina, de Sevilla, transcrito por Torner, también es mencionado como manuscrito final por Trend para anunciar su futura publicación, aunque no llegará a ver la luz39. También es el caso del Cancionero de Turín, que Torner había trabajado en su dimensión musical, mientras que Bertini había tratado la literaria, y que quedó casi terminado pero inédito a la marcha de Madrid de Torner40. En una carta enviada a Homero Serís en Siracusa, EE.UU., Torner comenta desde Londres el 12 de abril de 1948: “El Cancionero de Turín iba a ser publicado en el Centro por ese Sr. Bertini y por mí. Bertini tenía ya transcrita y creo que estudiada la parte literaria, y la musical, hecha por mí, quedó sin terminar. Bertini se fue a Italia pocos días después de iniciada nuestra guerra y no he vuelto a saber nada de él. Creo recordar que una copia de su trabajo literario quedó en el Centro guardado enla misma caja en que se hallaba la fotocopia del códice”. 864 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 Como se ve, muchas de las inquietudes de Torner fueron canalizadas –especialmente las referidas a músicas populares– pero muchas otras quedaron en manuscrito, o desaparecieron, o aguardan aún en algún archivo desconocido. Una nota curiosa como epílogo a toda esta actividad de investigación es la mención en la ficha 2587 del Archivo de la JAE de la próxima celebración de un evento que dejaría clara para siempre la importancia del folklore para la academia. La ficha reza: “Se celebrará el 12 de octubre de 1936 el Congreso de Folklore Hispánico. Vercomunicaciones del ministro de Instrucción Pública de 25 de marzo referente aeste asunto”. El congreso no se llegó a celebrar, pero coincidió en un momento importante en las investigaciones y trabajos de Torner. Por un lado, desde 1931 y hasta 1936 se había involucrado profundamente con la dirección del Coro de las Misiones Pedagógicas y con las excursiones de éstas43. Por otro lado, en 1932 había sido nombrado profesor de “Prácticas de Folklore” en el Conservatorio de Madrid (una asignatura que entonces comenzó a impartirse como ayuda a la composición musical), puesto que en teoría seguía ocupando mientras estaba en Valencia en 1937 y luego en Barcelona en 193844. Además, fue miembro de la Junta Nacional de Música primero (1931-1934) –y como consecuencia jurado en el Concurso Nacional de Música– y del Consejo Central de la Música después (1937-1939)45, y también había sido requerido como asesor del Museo del doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 Todas las actividades mencionadas en investigación fueron combinadas con una intensa actividad pedagógica, divulgadora y de colaboración con colegas e instituciones. Y fueron estas dimensiones, de carácter popular e interdisciplinar, profundamente heterodoxas, las que más contribuyeron a la fama de Torner en vida, más incluso que las publicaciones de sus artículos y cancioneros. Son también hoy en día las que más preguntas nos plantean sobre los muchos intereses del erudito, del humanista y del intelectual comprometido políticamente con su conocimiento en un momento histórico de profundos cambios en España. También estas dimensiones explican muchos de los claroscuros en la historiografía de sus actividades, investigaciones y publicaciones, como se verá a continuación. TORNER Y LA DIVULGACIÓN MUSICOLÓGICA Durante su vinculación con la JAE, pero especialmente entre 1920 y 1937, Torner desarrolla una intensa actividad divulgadora en conferencias, conciertos, charlas, cursos y colaboraciones diversas, que complementa y da sentido a su actividad investigadora. Muchos de ellos estarán relacionados con homenajes y aniversarios significativos. La prensa madrileña lo cita asiduamente durante las décadas de 1920 y 1930, refiriéndose normalmente a él habitualmente como el “maestro Torner”. Su actividad más reseñada es la de conferenciante, pero dentro de esta se distinguen sus participaciones en cursos, sus conferencias (también aquellas que dirigió especialmente para la formación del público femenino), y las participaciones en homenajes y eventos. Respecto a su participación en cursos del CEH: – Torner participa junto a A. Castro, Navarro Tomás, Solalinde, Díez Canedo y Torá en el “Curso para extranjeros” que organiza el CEH y que comienza el 16 de enero (La Época, 02/01/1922, s. p.). doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 – La Voz anuncia el curso de diez conferencias de Torner sobre “La música popular española” que comienza el 28 de enero de 1922 (19/01/1922, p. 3) – El “Curso para extranjeros” de otoño, en el que también participa Torner, es anunciado por La Época, y por ABC (10/10/1922, p. 20), siendo su comienzo el 9 de octubre. – ABC menciona el comienzo del curso que impartirá Torner sobre “La música popular española” el 18 de enero de 1936, y comenta que se desarrollará en sábados sucesivos (15/01/1936, p. 60). Los contenidos de cada día del curso también serán reseñadas en este periódico (ABC, 18 y 25 de enero, 22 de febrero y 14 de marzo) y otros (La Voz, La Libertad, El Sol...). SUSANA ASENSIO LLAMAS Pueblo Español en 193546. En la década de 1930 Torner ya representa la vanguardia de la investigación académica sobre folklore en España, y sus numerosas menciones y relaciones con otras instituciones dan cuenta de que su trabajo estaba en un punto álgido, y tenía repercusiones internacionales, antes de la Guerra Civil. Sus charlas y conferencias fueron numerosísimas en Madrid a lo largo de los veinte años que permaneció ligado a la JAE, y entre ellas se entreveran algunas ofrecidas especialmente para el público femenino que deseaba formarse culturalmente, especialmente en la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club Femenino47. Aquí se ofrecen algunas de las noticias que aparecen en la prensa sobre ellas: – El 5 de noviembre de 1921 la conferencia “Música en España, siglos XII-XVII” tiene lugar en la Residencia de Señoritas Estudiantes, con ejemplos de violín y piano de transcripciones de las Cantigas, a cargo de Ribera, y de vihuelistas españoles, a cargo de Torner (El Sol, 06/11/1921, p. 2). – La Acción anuncia la velada artística para el 14 de mayo de 1922, con conferencia de Torner acompañado por el violinista Jiménez, a la que seguirá un concierto (13/05/1922, p. 2). – El Heraldo de Madrid da cuenta de su próxima conferencia sobre los vihuelistas españoles del siglo XVI, el 9 de abril de 1924, organizada por el CEH y con ilustraciones musicales a dos voces y piano (08/04/1924, p. 5; también reseñado en La Libertad y ABC). Unos años más tarde, Torner publica el artículo divulgativo “Los vihuelistas del siglo XVI” en el periódico ABC (08/02/1931, pp. 13-14). – ABC (20/04/1926, p. 13) reseña su conferencia “La música popular asturiana. Su valor tradicional. Con ejemplos interpretados por cantores regionales” el 19 de abril de 1926, acompañada de cantos de “El Botón”, para la clausura de la exposición de artistas asturianos, organizada ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 865 Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA 866 por El Heraldo de Madrid y el Centro Asturiano. También reseñada por El Heraldo... y La Época. – El Sol anuncia una conferencia, organizada por el Lar Gallego en Madrid, de Torner junto a Bal sobre “Folklore Musical Gallego” (18/06/1931, p. 4). Sobre este tema, y además de sus publicaciones académicas, Torner también escribe en el periódico ABC un artículo divulgativo titulado “Andanza por Galicia” (04/01/1931, pp. 19-21). – La Voz da cuenta de una serie de conferencias que impartirá Torner sobre la canción española, ilustradas con “proyecciones y versiones musicales auténticas” (18/02/1932, p. 6; también reseñado por La Libertad). – El 11 de mayo de 1932 la conferencia “Cancionero tradicional castellano” tiene lugar en el Lyceum Club Femenino (La Libertad, 11/05/1931, p. 9). – El jueves 16 de marzo de 1933 Torner imparte la conferencia sobre “Lírica tradicional” en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación (El Heraldo, 14/03/1933, p. 5; también reseñada en Luz y ABC). – La conferencia “La música y los bailes asturianos” tiene lugar en el seno de la Exposición de carteles por Asturias, que se inaugura el 19 de mayo de 1933 (El Sol, 14/05/1933, p. 4). – El Heraldo de Madrid anuncia las actividades que se realizan en el Lyceum Club Femenino desde el 23 de marzo al 26 de mayo de 1935 para conmemorar el aniversario de Lope de Vega (19/03/1935, p. 6). Torner y Castro Escudero imparten una conferencia el día 4 de mayo, que también será reseñada en Mundo Femenino y La Libertad. – El 15 de mayo de 1935 Torner da una conferencia sobre el folklore musical castellano en Unión Radio, acompañado por Agapito Marazuela, que interpreta algunos temas tradicionales a la dulzaina (Ondas 06/07/1935, p. 4). El 18 de febrero de 1936 repetirá sede con la conferencia sobre la danza española en el siglo XVII, con ilustraciones musicales interpretadas por un cuarteto de instrumentos españoles de bandurria, laúd y guitarras (La Libertad, 18/02/1936, p. 10). – La sección artístico-musical de la Asociación de Alumnas de la Residencia invita a Torner a dictar una conferencia sobre “Los ritmos de la música popular española” el 28 de abril de 1936 (ABC, 25/04/1936, p. 40). – El Sol reseña su conferencia en Llanes, Asturias, como director del coro de las Misiones Pedagógicas sobre “La educción melódica y folklórica en la escuela rural” (03/06/1936, p. 5), en el seno de la Semana Pedagógica de Escuelas Rurales de Llanes. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 La última conferencia de Torner de que se tiene noticia antes de la guerra es sobre música popular española, y es dictada en la significativa fecha del 16 de julio de 1936 en el Centro de Estudios Históricos (El Sol, 17/07/1936, p. 7). Respecto a la participación de Torner en las celebraciones, homenajes y aniversarios diversos, todos de carácter cultural y/o artístico, su actividad fue realmente intensa. Además de su participación ya mencionada en las actividades que acompañaron a la exposición de artistas asturianos que organizó El Heraldo de Madrid en 1926, Torner organizó con el Grupo Escolar Cervantes una audición de música antigua y popular española, arreglada por él mismo, en honor del pedagogo belga A. Sluys, que visitó Madrid en 1922 (La Época, 19/05/1922, p. 2; también reseñada por El Heraldo de Madrid). Asimismo es parte de la comisión organizadora del almuerzo-homenaje a Evaristo Valle el día 22 de mayo de 1923, con motivo de su exposición en Madrid (La Voz, 20/06/1923, p. 2). En 1926 participa en la “Fiesta de exaltación de la canción castellana”, organizada por El Heraldo de Madrid, con la conferencia “La canción tradicional castellana”48, con ejemplos cantados por Alberto Anabitarte y María Teresa Muedra, que se celebra el 28 de noviembre (El Heraldo, 27 de octubre al 29 de noviembre de 1926; también reseñada por El Sol, La Época, La Libertad, El Globo, La Voz, ABC, El Imparcial, El Año Académico y Cultural...). En 1927, el año del aniversario gongorino que dio nombre a la Generación del 27, Torner publica su artículo dedicado a Góngora, que “es, de su tiempo, uno de los poetas que mayor documentación ofrece al folklorista” (Torner, 1927, 417)49. Con este estudio consolida el que será uno de los hilos conductores de su investigación hasta sus últimos días, la vinculación entre los documentos históricos y la tradición oral50. En sucesivos aniversarios, especialmente el celebrado en 1935 por el tricentenario de la muerte de Lope de Vega, Torner ensaya esta vinculación en todo tipo de representaciones teatrales, charlas, y conciertos. En este caso aparece en diferentes actividades relacionadas: es el transcriptor de varios fondos musicales del siglo XVII que son utilizados en el concierto-recital de Aúrea de Sarrá (ABC, 18/10/1935, p. 25); da la última conferencia del ciclo sobre arte español organizado por el CEH con el doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 Otras celebraciones menores en las que el maestro cede sus obras y arreglos para ser interpretados, bajo su dirección o la de otros durante los años treinta son, al menos, las siguientes: la inauguración de la estatua del Arcipreste de Hita en el Alto del León, cerca de Tablada; el Festival de los Cigarrales de Toledo; la Semana de la Historia del Derecho; la inauguración de la carretera que une el monasterio del Paular con Miraflores de la Sierra; la inauguración de la Fuente Cossío; la Semana del Libro; la fiesta del presidente de la República a los escolares madrileños en el Campo del Moro; la fiesta en el Teatro Español organizada por la Cámara Oficial del Libro... Su labor al frente del coro de las Misiones Pedagógicas fue tratada asimismo en la prensa de su época de manera frecuente entre 1931 y 1936, al menos en los periódicos ABC, La Voz, Crónica, Nuevo Mundo, Luz, Mundo Gráfico y Estampa, aunque siempre en relación con el trabajo desarrollado por las Misiones en la España de la época, especialmente cuando llegaban a lugares remotos y de difícil acceso y comunicación. En una de las últimas noticias que aparecen sobre el tema, sin embargo, se anuncia la intención de formar una orquestina en las Misiones, bajo la dirección del musicólogo, y de utilizarla para llevar el cine sonoro a las residencias infantiles (La Libertad, 05/08/1936, p. 7). Sus colaboraciones con otros músicos sí fueron comentadas de manera particular y exhaustiva en muchos casos, y también sus relaciones con algunos de los artistas y agrupaciones musicales de su tiempo. A modo de ejemplo: – El Heraldo de Madrid da noticia del recital de guitarra de Sáinz de la Maza con obras de vihuelistas del siglo XVI, entre las cuales figuran algunas transcritas por el maestro Torner (04/12/1922, p. 3). – El Sol se hace eco de la presentación del Orfeón de Mieres en Madrid, tutelada por el musicólogo (05/12/1926, p. 4; también reseñada por ABC, La Época, El Heraldo, La Voz, El Imparcial...). El Heraldo de Madrid reseña más adelante doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 el concierto del Orfeón de Mieres interpretando piezas de Torner (11/11/1928, p. 6). Las actuaciones de este coro en Madrid y su relación con el maestro, tendrán eco en diferentes periódicos a lo largo de los años 1930, pero también otros coros interpretan sus piezas y aparecen en la prensa con frecuencia por ello. Es el caso del Orfeón Ovetense, el Orfeón Gijonés, o la Masa Coral Normalista de Valencia. – ABC anuncia el estreno de la película de ambiente asturiano dirigida por Manuel Noriega y con música y arreglos de Torner Bajo las nieblas de Asturias (15/01/1927, p. 32). La Libertad también reseña este estreno, comentando que en su proyección los coros asturianos interpretan canciones seleccionadas y arregladas por él (23/02/1927, p. 6)51. – ABC anuncia el concierto para la “Protección al Trabajo de la Mujer” con un programa completo compuesto de piezas del cancionero popular transcritas por Torner, todas ellas interpretadas por señoritas (04/12/1927, p. 42). – La Voz lo menciona como autor de varias de las piezas interpretadas por La Argentinita en la velada en honor de los niños de la Inclusa el 19 de abril de 1933 (19/04/1933, p. 3). Esta artista también interpreta piezas suyas en el Teatro Español y en diferentes obras benéficas (reseñadas en La Libertad y La Voz). – La cantante Laura de Santelmo triunfa en Bruselas con un repertorio que incluye piezas de Torner y Castro Escudero (ABC, 17/05/1936, p. 60). SUSANA ASENSIO LLAMAS título “La música en la época de Lope” ilustrada con un concierto dirigido por él mismo el 5 de diciembre de 1935 (ABC, 24/11/1935, p. 55); también aporta los arreglos musicales a algunas de las representaciones teatrales del Conservatorio de Madrid. Aunque sin duda su actividad fue más allá de la reseñada por la prensa, ésta se hizo eco de muchas de sus otras colaboraciones, como por ejemplo su participación en las “veladas familiares” de los jueves que organizaba el Grupo Escolar Cervantes en Madrid, donde colaboró aportando sus canciones tradicionales recogidas y sus arreglos musicales (La Libertad, 05/03/1927, p. 2). O su apoyo en una carta abierta, firmada por muchos otros músicos también, al musicólogo Richard H. Stein, duramente criticado por los comentarios laudatorios que había hecho sobre el libro de José Subirá La música en la Casa de Alba (La Libertad, 30/01/1929). También el encargo hecho desde la Residencia de Estudiantes de ocuparse de la audición de canciones eslovacas que tuvo lugar en junio de 1931 (El Sol, 10/06/1931, p. 3), o su responsabilidad en la organización de la parte musical de las fiestas extraordinarias que celebra Toledo en honor de Lope de Vega (La Voz, 25/05/1935, p. 3). Incluso sus arreglos para la obra teatral ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 867 “La Serrana de la Vega” de Vélez de Guevara, estrenada en el teatro Español... Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA EPÍLOGO La última noticia que se conoce sobre Torner antes de su exilio definitivo, aparece en el número 5 de la Revista Hispánica Moderna, en 1939, pero en ella ya no se comentan sus actividades de investigación o divulgación, ni su participación en eventos académicos y sociales diversos. La noticia habla de la vida de algunos exiliados españoles relacionados con la literatura, primero en Barcelona y luego en sus sucesivos destinos. Se comenta la estancia en Barcelona de Antonio Machado, donde organizaba tertulias a las que asistían asiduamente tanto Torner como Navarro Tomás, y el posterior exilio de Torner a Londres, donde equivocadamente es ligado a una universidad inglesa. Antes de su estancia en Barcelona, Torner llega a Valencia con otros colegas del CEH. Allí todavía sigue colaborando con Castro Escudero, antiguo colega del Conservatorio y del CEH, y publica en 1938 las Danzas Valencianas. Su interés por las danzas como fuentes históricas continúa más tarde en Londres, donde publica las Cuatro danzas españolas de la época de Cervantes (1947). De Valencia se traslada a Barcelona en 1938, y allí colabora con la revista Música en dos de sus cinco números publicados, todos ellos en el mismo año. De Barcelona pasa a Francia, y de allí será trasladado a Londres junto con otros muchos intelectuales y estudiosos españoles ligados a la República. Figura 5. Telegrama del 12 de enero de 1938 en el que se exime a Torner y a otros compañeros, entonces ya en Barcelona, de ir al Conservatorio de Madrid a realizar los exámenes correspondientes. Archivo Histórico, Real Conservatorio Superior de Música de Madrid 868 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 No deja de sorprender, visto el número, la variedad y la importancia de sus diferentes aportaciones a la historia y el análisis musical, y su intensísima actividad divulgadora, el silencio que se extiende sobre el maestro Torner tras su exilio en 1939, e incluso tras su muerte en 1955. Si en Asturias, su tierra natal, se han publicado noticias sobre él, libros-homenaje, y se le ha recordado con diferentes eventos en los aniversarios de su nacimiento y muerte, en Madrid, donde desarrolló la mayor parte de su actividad investigadora ligado a la JAE, apenas se le recuerda ni por sus publicaciones ni por sus actuaciones y colaboraciones. Es difícil imaginar que este olvido sea totalmente inocente. La guerra y la dictadura silenciaron su obra en España por su apoyo incondicional al gobierno de la República, pero los estudiosos posteriores apenas han penetrado críticamente en su inmensa obra, ni en sus actuaciones socioculturales, de enorme impacto social en su época y actuales referentes históricos. Quizá ello sea porque los materiales que trabajó y publicó –así como sus cartas, papeles y piezas musicales– siguen dispersos en varios países, alojados en diferentes archivos públicos y privados y, mayormente, sin clasificación alguna. Quizá también porque sus heterodoxas investigaciones, y especialmente las que dejó sin publicar sobre música antigua, fueron sin duda muy bien aprovechadas por algunos de los nuevos integrantes de la musicología española, especialmente desde el Instituto Español de Musicología (IEM, fundado en 1943 en Barcelona en el seno del CSIC, y heredero material, aunque no espiritual, de la JAE y del CEH). De hecho, la conexión entre la música tradicional y la música histórica o culta fue una de las líneas de trabajo que se establecieron desde el principio en el IEM, y también desde allí se coordinaron las llamadas “misiones de campo” (a imitación sólo nominal de las “misiones pedagógicas”) para continuar la recogida de piezas tradicionales por España, especialmente durante los años 1940. Las diferentes políticas disciplinares que tanto afectaron su aproximación y enfoques de investigación, en el seno del grupo de trabajo de Menéndez Pidal, fueron cambiando con los años, pero su labor siempre estuvo a caballo entre varias disciplinas –filología, musicología, historia...– y entre varios mundos académicos –CEH, conservatorio, museos y archivos– y, por tanto, entre diferentes núcleos de poder institucional. De esta manera, Torner nunca fue un investigador estándar, ni por sus estudios ni por sus intedoi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 reses y metodologías; su probidad y erudición suscitaron recelos entre algunos colegas, y su profunda vocación interdisciplinar no dejó de incomodar a muchos estudiosos de su tiempo, que veían en él un intruso52. NOTAS Recibido: 10 de diciembre de 2010 Aceptado: 15 de febrero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 1 Para una biografía más personal de la vida de Torner (Oviedo 1888-Londres 1955) se pueden consultar fundamentalmente González Cobas (s.f.) y Mallo (1980). 2 La carta forma parte actualmente de los fondos de la Residencia de Estudiantes, y puede consultarse en el Archivo de la JAE (1907-1939), http://archivojae.edaddeplata.org/. 3 Su hijo Eduardo, del que se había separado en 1939 en Francia y que tiempo después había regresado a España, nunca tendrá permiso en vida de su padre para ir a Gran Bretaña. La esposa de Torner, Jovita Cué, y su hija se habían quedado en Asturias, donde les sorprendió el alzamiento en 1936, y tardaron más de una década en poder viajar a Londres a reunirse con Torner. 4 Para una información completa sobre la gestación y desarrollo del CEH (1910-1939) se pueden consultar entre otros López Sánchez (2006), Castillejo (1997-1999), Catalán (2001), y las Memorias y Anales de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. 5 Foulché-Delbosc propuso a Menéndez Pidal la colaboración para la realizaARBOR Vol. 187 SUSANA ASENSIO LLAMAS Su figura también fue polémica por su decidido apoyo a la mujer –y especialmente a la mujer trabajadora–, por su laicismo expreso, y por su implicación personal en la formación y educación de las poblaciones más humildes. Es decir, sus ideas fueron quizá demasiado modernas para su época, pero en la actualidad parece que aún siguen siéndolo. Algunos de los males de su época que el maestro combatió en vida siguen hoy presentes: formación muy desigual en función del lugar de nacimiento y educación, menos posibilidades de formación y desarrollo laboral para la mujer, falta de separación de los poderes político y religioso en la vida civil, ninguneo de las culturas tradicionales de transmisión oral en la academia... En este sentido, Torner sigue siendo profundamente moderno, más aún quizá tras el paso del tiempo por su vida y su obra y, de esta manera, su figura no puede –al menos aún– perder la dimensión política que tuvo en vida. ción conjunta de un romancero español “viejo” (recogido en las fuentes escritas conservadas en varios lugares de Europa), pero los trabajos del primero no tenían en cuenta las nuevas teorías de Pidal acerca de la vigencia del romancero en la tradición oral, que sus encuestas le habían probado, y no estaba, por consiguiente, interesado en incluir el romancero “moderno” (vivo en la tradición oral) como contrapunto contextual. Finalmente, la obra conjunta no verá la luz y, hacia 1912, se producirá la ruptura de relaciones académicas entre ambos por sus posturas cada vez más encontradas (Cid, 1993, 135, nota 16). 6 La Libertad anuncia los cursos para extranjeros que organiza el CEH, incluyendo una conferencia de Pidal acompañado al piano por Torner y a la voz por la señorita Benedito (18/07/1926, p. 6). Este mismo periódico anuncia el 2 de diciembre de 1926 la noticia de la conferencia en el que el maestro Pidal se acompaña de nuevo con el piano de Torner y las voces de la señorita Muedra y el señor Anabitarte (p. 6; también reseñado en ABC, El Sol, La Voz y La Correspondencia Militar). 7 Aunque en España Menéndez Pidal fue el pionero en adjuntar las me- 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 869 Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA 8 9 10 11 870 lodías a los textos romancísticos, en otros lugares de Europa investigadores como Cecil Sharp, Anne Geddes Gilchrist, Marius Barbeau o Phillip Barry ya habían incorporado melodías a sus colecciones de baladas a finales del siglo XIX (Prat, 2008, 236). Hay que tener en cuenta que en estos años la principal “utilidad” académica de la recolección del folklore musical aún era auxiliar con melodías y ritmos vernáculos a las composiciones de música culta, dotándolas de un carácter “nacional”. El análisis musicológico que Torner propuso era totalmente nuevo en los usos académicos españoles y extraño aún en la mayoría de los circuitos internacionales. A Manrique de Lara le fueron concedidas varias pensiones (1911-1912, 1918, y 1923), aunque no llegó a disfrutar de la última de ellas. Datos procedentes del Archivo de la JAE (1907-1939), loc. cit. El 14 de febrero de 1936 Torner será mencionado junto a Trend, Mitjana, Subirá y Pedrell como transcriptor de vihuelistas españoles de los siglos XVI y XVII y referencia internacional en el tema. El artículo de Adolfo Salazar en El Sol se titula “La música de nuestros vihuelistas en discos. Los criterios acerca de las transcripciones” (p. 2). Martínez Torner recibió el encargo de la “Comisión de Estudios Gallegos” de la JAE de recopilar el Cancionero de Galicia. Para ello contaría con la ayuda de Bal y Gay. El trabajo fue realizado durante los veranos de 1928 a 1932, en el que ambos recorrieron las cuatro provincias consultando los archivos y recogiendo gran cantidad de piezas transcritas in situ. El trabajo no fue completado para su publicación y con la Guerra Civil, las fichas se extraviaron. Finalmente ARBOR Vol. 187 serían encontradas y rescatadas por H. Anglès para el Instituto Español de Musicología (Barcelona) –que heredaría parte de los materiales del desaparecido CEH– y se editaría con la colaboración de instituciones y estudiosos gallegos, primero en 1973 y, en una edición más completa y revisada, en 2007 (cf. Ascot & Bal y Gay 1990; Villanueva 2006, 2007; Asensio 2008). 12 Algunas de estas colaboraciones son representadas por el Teatro Escuela de Arte, fundado por Cipriano Rivas Cheriff, y en el que tanto Torner como Castro Escudero son asesores musicales (La Voz, 21 de enero de 1935, p. 5). Su colaboración más mencionada fue en la reconstrucción de una danza de arcos a partir de documentos de los siglos XVI y XVII (El Sol, 25 de junio de 1935, p. 2; La Voz, 23 de marzo de 1935, p. 3). En el aniversario de Lope de Vega, tanto Torner, como Castro Escudero y Bal y Gay son reseñados como responsables del renacimiento de la música española antigua, gracias a sus estudios, investigaciones y transcripciones (ABC, 23 de marzo de 1935, p. 52). 13 Bal y Gay relata en su libro de memorias la visita de Curt Sachs a Barcelona, cuando lo conoció y le transmitió sus dudas acerca de los criterios de transcripción de Martínez Torner, y cómo Sachs le dio la razón en sus criterios y prometió comentárselo a Menéndez Pidal. Al parecer, la consecuencia de estas conversaciones fue la diversificación de las tareas de uno y otro, asignándole al gallego el estudio de las fuentes históricas, mientras que el asturiano se dedicaría a las fuentes de tradición oral (Ascott & Bal y Gay 1990: 96-97). Esta visita tuvo lugar una vez completadas las recolecciones de ambos en Galicia, 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 14 15 16 17 18 19 20 pero antes de la Guerra Civil, probablemente en 1936. A diferencia del caso español, el folklore se integró tempranamente en la academia anglosajona y a lo largo de todo el siglo XX desarrolló notables investigaciones y creo destacadas escuelas (cf. Prat, 2008). Archivo de la JAE (1907-1939), loc. cit. Expediente E. Martínez Torner JAE/96-389. Real Decreto de 22 de enero de 1910 aprobando el Reglamento de la Junta, aparecido públicamente en la Gaceta de 28 de enero. No hay que olvidar que la práctica musical, y luego la musicología, estuvo ligada en España hasta épocas muy recientes con la educación impartida por religiosos en seminarios e iglesias, poco abierta en general a las nuevas corrientes intelectuales y las nuevas prácticas disciplinares. El estreno de La promesa aparece reseñado al menos en ABC, El Sol, Blanco y Negro, El Heraldo de Madrid, La Voz, La Época, El Imparcial, La Correspondencia Militar, El Siglo Futuro... (en abril y mayo de 1928) que también recogen el posterior estreno de La Maragata (en febrero y marzo de 1931). Esto no sucedió con todas las disciplinas, sino con aquellas más marginales como la musicología. En otros ámbitos, como el literario, el reconocimiento de la tradición no necesariamente religiosa dio lugar a importantes grupos de vanguardia, como sería la Generación del 27. Memorias de la JAE 1916-1917, pp. 96 y 109 (adscripción al centro, y trabajo de folklore en el Alto Aragón); 1918-1919, pp. 107, 118, y 299 (adscripción, trabajo sobre melodías de romances, y concierto); 1920doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 22 23 24 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5004 25 26 27 28 29 30 31 32 33 Torner al frente de la sección de música (vid. Valverde 1998). Memoria de la JAE 1934, p. 236. También en El Sol, 11/05/1933, p. 10; y en Estampa, 28/10/1933 Archivo de la JAE (1907-1939), loc. cit. Las Memorias de la JAE dan cuenta sólo de algunas de las actividades de Torner. Los romances recogidos por Sela en Asturias son fundamentalmente textos; cuando la música aparece, es anotada por Torner. María Goyri había publicado sus “romances que deben buscarse en la tradición oral” en 1906, pero las publicaciones que también incluían las “indicaciones” de Torner serán posteriores (Goyri y Torner, 1929, 1945). Gran parte de sus numerosísimas piezas recogidas y de sus notas se conservan en la Fundación Archivo Menéndez Pidal/Goyri, Madrid, aunque aún no existe una edición comprensiva de todos sus materiales. Para un recuento más detallado de sus investigaciones en el campo del romancero vid. Asensio (2010, 21-31, 49-62). Recordamos aquí que las recopilaciones de romances realizadas por Torner permanecen sin publicar en su mayoría. Las partes musicales asturianas y gallegas son las únicas completamente editadas (Asensio, 2010, 63-201; Torner, 1973/2007), pero aún quedan músicas y textos sin publicar recogidos en el Alto Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Andalucía. Las citas correspondientes al primer tomo están en las páginas siguientes: p. 90 (nota 16), y p. 147 (adición a la nota 16). Las correspondientes al segundo tomo son: p. 82 (nota 35), p. 300 (texto y nota 12), p. 329 (en ARBOR Vol. 187 34 35 36 37 38 39 40 el texto), p. 367 (nota 4). Aunque en sus primeros recuentos de temas romancísticos del CEH (1910) Pidal cita a Manrique de Lara como el mayor recopilador de romances, en 1952, en su Romancero Hispánico cita ya a Torner como su más prolífico colaborador musical, por sus numerosas recogidas, transcripciones y análisis de piezas, tanto propias como recogidas por otros. La primera edición del libro es de 1928, aunque las partituras se incorporarán a partir de la segunda edición, en 1933. Su contribución bibliográfica al folklore español es examinada por Katz (2004). Existe información específica sobre este congreso en Contreras (2009). En 1916 Torner obtiene una beca de la Diputación de Oviedo para estudiar los cancioneros históricos de la Biblioteca Nacional. Adolfo Salazar recoge la designación de Torner para la realización de este trabajo en un artículo titulado “Musicología póstuma: Pedrell, Mitjana, Villalba” (El Sol, 23/08/1923, p. 4). Una década después, el mismo crítico vuelve a mencionar a Torner como el musicólogo que mejor ha descrito los manuscritos inéditos de Barbieri, y vuelve a reclamar la publicación de la descripción de Torner para beneficio de los investigadores interesados; lo hace en su artículo “Musicólogos. La República y el Cancionero de Barbieri” (El Sol, 14/04/1933, p. 35). La mención de Trend se produce en 1929, en un artículo para la revista Music & Letters. Sin embargo, el Cancionero Musical de la Colombina no será publicado hasta 1971, por M. Querol, colaborador de Anglés. Las noticias sobre este cancionero y el papel de Torner en él también se reco- 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 SUSANA ASENSIO LLAMAS 21 1922, pp. 119, 298, y 300 (adscripción, y conciertos); 1922-1924, pp. 151, 158, 161, 164, 169, 170, y 297 (adscripción, edición de Narváez, curso sobre vihuelistas y conferencia sobre música española, y artículo en la RFE); 1924-1926, pp. 203, y 216 (adscripción, y viaje a Cuba y México); 1926-1928, pp. 145, 157, 158, 177, y 179 (adscripción, publicación del artículo de Góngora, trabajo sobre música española, publicación del cancionero de los siglos XV y XVI); 1928-1930, pp. 155, 166, 190, 295, 296, y 448 (adscripción, recogidas en Galicia, publicación con Goyri, conferencia de Torner y Bal sobre Galicia); 1930-1932, p. 131 (adscripción); 1931-1932, pp. 144, 268, y 402 (recogidas en Galicia); 1933-1934, pp. 218, 232, 233, 236, y 395 (adscripción, comienzo del Cancionero gallego, trabajos en el Archivo de la Palabra, y recogidas en Galicia). Archivo de la JAE (1907-1939), loc. cit. Memorias de la JAE 1922-1923, p. 164. Archivo de la JAE (1907-1939), loc. cit. Memorias de la JAE 1926-1928, pp. 276 y 405, correspondientes a 1928 (recogidas de Torner en Galicia), pero con apariciones esporádicas en memorias anteriores, mencionadas en nota n.º 20, vid. supra. Memorias de la JAE 1933-1934, p. 394, correspondiente a 1934, cuando las recogidas de músicas y textos en Galicia de Torner y Bal y Gay ya habían terminado. A pesar de la intensidad de trabajo de Torner desde su llegada al CEH, la consolidación de su actividad en el campo del Folklore a nivel institucional da, sin embargo, algunos años más tarde, con la creación en 1930 del Archivo de la Palabra, dirigido por Tomás Navarro Tomás y con Martínez 871 Nº 751 EDUARDO MARTÍNEZ TORNER Y LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS EN ESPAÑA 41 42 43 44 45 872 gen en el artículo publicado por Bertini en 1938. Las notas de Torner nunca fueron localizadas, pero el Cancionero de Turín fue publicado años más tarde, también por Querol (1989). El volumen se formó a partir de las publicaciones de Torner en la revista Symposium, de EE.UU. (1946, 1947a, 1947b, 1948a, 1948b, 1949 y 1950). Existe abundante correspondencia en los años 1950 y 1960 concerniente a la publicación de este manuscrito. Esta correspondencia está siendo localizada y transcrita, junto con materiales provenientes de diversos fondos, para una edición futura del epistolario completo de Torner. Para documentar la participación de Torner en las Misiones Pedagógicas, vid. Pliego de Andrés, 2006. Entre la documentación existente en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, se encuentra un telegrama dirigido a Torner en Valencia, enviado desde el Conservatorio el 12 de enero de 1938, y en el que se le excusa de ir a Madrid para la celebración de los exámenes (Archivo Histórico Administrativo, serie “Asuntos generales”, legajos de 1938). Vid. también Presas (20032004, 55-104). La Junta Nacional de Música y Teatros Líricos es creada en 1931 para ocuparse de todos los asuntos relacionados con la educación, la difusión y la colaboración musical en el país. Su vida es corta pero muy polémica, ya que muchos de sus integrantes también se dedicaban a actividades musicales, y termina en 1934 con la dimisión de todos sus miembros (La Voz, 12/02/1934, p. 3). En 1937 es creado el Consejo Central de la Música con análogas intenciones (ABC, 26/06/1937), pero la Guerra Civil impide su funcionamiento real. ARBOR Vol. 187 46 El Heraldo de Madrid, 12/03/1935, pp. 2 y 16. 47 Ambos centros serían clausurados al final de la Guerra Civil. Su vida fue corta pero muy intensa: Residencia de Señoritas (1915-1939), Lyceum Club (1926-1939). 48 Esta conferencia también será titulada por diferentes medios como “Romancero castellano” o “Evolución del cancionero castellano”. 49 La aparición del número monográfico dedicado a Góngora de la Revista de Filología Española será reseñado en la prensa por El Sol (11/11/1928, p. 2), pero también por la revista especializada La Gaceta Literaria. 50 Aunque Torner no publicará nada más sobre Góngora, seguirá trabajando en las conexiones entre literatura y música popular y culta. El tema de la música en relación con Góngora es retomado años más tarde también por Querol (1975). 51 Vid. también Lorenzo (1991). 52 Sus acercamientos a la música antigua le valieron algunas polémicas con Anglés, y con Bal y Gay, pero también su extenso trabajo en Galicia fue ninguneado durante décadas, y muchos de sus trabajos inéditos aguardan revisión y publicación. 53 El texto da origen a esta publicación fue leído en 2009 y publicado en 2011, aunque la revista lleva, por cuestiones de retraso interno, la fecha de 2008. BIBLIOGRAFÍA CITADA Asensio Llamas, Susana (2008): “Eduardo M. Torner: el romancero musical asturiano y sus colaboraciones con Galicia”, El Museo de Pontevedra 62: 147-17053. 751 septiembre-octubre [2011] 857-874 ISSN: 0210-1963 – (2010): Fuentes para el estudio de la música popular asturiana. A la memoria de E. M. Torner, Madrid: CSIC-Universidad de Oviedo. 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It analyzes the criteria followed by the practice of censorship in the political frame in that period and it points out the possible influences by the most fundamentalist catholic trends and the germanophilia of the Department itself. Finally, some questions are asked up about the impact of the above extremes regarding “cult” and popular music. KEY WORDS: Music; francoism; musical politics; censorship; control; propaganda; Falange; totalitarism. Los estudios musicológicos emparentados con la historia de la cultura y de las ideas han abordado en los últimos años temas relativos a la relación de la música con los discursos e iniciativas políticas que se sucedieron en España durante el primer franquismo, esto es, entre la constitución del primer gobierno regular de Franco en 1938 y el final de la segunda guerra mundial (Henares, 2001; Suárez-Pajares, 2005). De hecho, puede afirmarse que el marco temporal de este artículo ha sido el escenario en el que más se ha indagado hasta el momento sobre los vínculos entre música, ideología y política bajo la dictadura franquista. Se trata de un interés paralelo al manifestado por los especialistas en otras áreas de conocimiento (Gracia, 2006) desde las que se han realizado estudios que en ocasiones están elaborados a partir de marcos teóricos bien definidos, como el que considera las manifestaciones artísticas como fenómenos culturales con dimensiones sociales relevantes (Ruiz Bautista, 2005, 27-38). RESUMEN: Elaborado en base a los documentos del Archivo General de la Administración (AGA), el artículo estudia la normativa dictada por la Vicesecretaría de Educación Popular en 1942 encaminada al control y la censura de todos los aspectos de la actividad musical: sociedades, conciertos, conferencias, grabaciones, ediciones, música radiada y músicos. Analiza los criterios seguidos por el ejercicio censorio en el marco político del momento y se detiene en las posibles influencias de las corrientes católicas más integristas y de la germanofilia de la propia institución. Finalmente, se interroga sobre el impacto de los extremos anteriores sobre las músicas “culta” y “popular”. PALABRAS CLAVE: Música; franquismo; política musical; censura; control; propaganda; Falange; totalitarismos. Dado que partimos de la concepción de la música como un elemento más de la cultura, es ineludible interrogarnos por la idea que los protagonistas del período tuvieron de ella. Ruiz Bautista cita textos en los que Ibáñez Martín (Ministro de Educación Nacional en esta época) y el intelectual falangista Laín Entralgo la definen como el pensamiento único que garantizaba la perduración y reproducción del Régimen, y como constructora de mitos patrios regida por los principios de españolidad, catolicidad, actualidad y eficacia (cit. en Ruiz Bautista, 2005, 38). Como el resto de los partidos totalitarios, Falange (FET) identificó cultura con propaganda, de manera que las iniciativas de sus organismos encaminadas a la difusión y censura de aquélla, así como su recepción, son dimensiones de las estrategias que se llevaron a cabo para captar a las masas hacia la órbita del pensamiento oficial. Nº 751 MÚSICA, CENSURA Y FALANGE: EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD MUSICAL DESDE LA VICESECRETARÍA DE EDUCACIÓN POPULAR (1941-1945) 876 Desde la guerra civil, el Partido había aportado al nuevo Estado sus métodos propagandísticos y construido las estructuras de control y encuadramiento de la población, y la actividad musical estuvo implicada en unos y otras. Por ejemplo, Auxilio Social, que Carme Molinero define como “un eficaz mecanismo de propaganda política, potencial generador de adhesión” (Molinero, 2005, 32), organizó conciertos que podemos interpretar como ejemplos de la participación de la música en la táctica de Falange para crear la imagen “social” del régimen2. Paralelamente, el Partido encuadró en sus organizaciones a las formaciones vocales e instrumentales, es decir, fagotizó la infraestructura musical existente (Pérez Zalduondo, 2009, 454). Ambas políticas nos inducen a pensar que para FET la consecución de la “música nacional” estaba más relacionada con su “nacionalización”, esto es, con la incorporación a sus estructuras de todas las iniciativas y actuaciones para controlarlas y dotarlas del significado y la simbología de su propaganda ideológica, que con la definición de un estilo que la representara. y sainetes. El resto de las obras censuradas pertenecen a distintos géneros de teatro musical, como Sor Navarra, “comedia lírica” de Federico Torraba con texto de Luis Tejedor Pérez y Luis Muñoz Lorete. Fue José Cubiles quien, como Jefe del Departamento de Música, anotó “Aprobada la música” sobre el expediente de El primer beso, de José López Durende3. Finalizada la contienda, la propaganda, encarnada institucionalmente en la Delegación nacional de Propaganda, continuó subordinada al Ministerio de la Gobernación, en manos de Falange. Desde este momento hasta mayo de 1941, cuando se traspasaron estos servicios a la Vicesecretaría de Educación Popular (VEP), los expedientes censorios son reducidos en número aunque muestran el proceso de construcción del “aparato” simbólico/musical de FET, es decir, contienen las partituras de himnos, así como de los trámites y permisos de sus autores y la SGAE para su publicación. Las finalidades de cuantos proyectos puso en marcha el Partido en materia musical fueron la implantación y difusión del pensamiento falangista, tanto de aquéllos que promovieron géneros o actividades –particularmente los relacionados con los himnos y el folklore–, como de los que los censuraron. Este artículo pretende analizar estos últimos, teniendo en cuenta que la intención de los responsables políticos y censores era que la experiencia musical de la población estuviese determinada tanto por las consecuencias de las prohibiciones como por las iniciativas que incentivaron repertorios, conciertos o espectáculos. A partir de mayo de 1941, la Vicesecretaría de Educación Popular, un organismo de nuevo cuño integrado en la Secretaría General del Movimiento, fue la responsable de la censura y la propaganda. En su ámbito se crearon las Delegaciones nacionales de Prensa y Propaganda, con un Delegado nacional al frente de cada una de ellas que, a su vez, estaban divididas en secciones4. Dentro de la Delegación nacional de Propaganda se estableció la Sección de Propaganda Oral y Educación Musical, que tenía competencias sobre las producciones musicales, reproducciones, interpretaciones públicas y venta de discos (el organigrama de la VEP está en Bermejo Sánchez: 1991, 76-77). ANTECEDENTES NORMATIVA Aunque los documentos relativos a la censura hasta 1941 son considerablemente más escasos en los fondos del Archivo General de la Administración (AGA) que los de fecha posterior, encontramos ejemplos de literatura musical de carácter apologético que en 1938 recibieron el placet de los censores, como, por ejemplo, el “entremés lírico patriótico” Tres de Falange, con música de Alfredo Baldrés y texto de Eusebio Quesada. Este autor también escribió una “zarzuela patriótica”, Héroes de España, en colaboración con A. Espinar Jiménez, además de otras comedias Un año después de la organización de la Vicesecretaría se reguló la censura de todos los agentes relacionados con la actividad musical y sobre la propia música mediante circulares que ampliaban considerablemente las áreas sometidas a inspección hasta el momento. Fechadas en el mes de mayo, el Delegado nacional de Propaganda cursó cartas al Jefe de la Sección de Asuntos generales, para su remisión y aprobación por el Vicesecretario general, en las que proponía la inspección de conciertos5; conferencias sobre temas musicales6; ediciones7; música en la publicidad8 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 Y ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA CENSURA doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 e impresión de discos9. En definitiva, se estableció la obligatoriedad del control, para su prohibición o permiso, de cualquier aspecto de la vida musical y sobre los músicos. La actividad reguladora de la primavera y verano de 1942 fue seguida hasta el año siguiente por una serie ininterrumpida de circulares que organizaban el procedimiento. El Delegado nacional de Propaganda, Manuel Torres López, describía así los trámites censorios para la edición de partituras, en respuesta a la pregunta realizada por el compositor Rodrigo A. de Santiago, director de la Banda Municipal y Orfeón Infantil de Valencia de Don Juan: (...) deberá enviar a la Delegación Nacional de Propaganda de la Vicesecretaría de Educación Popular una solicitud con los datos en el impreso adjunto que se detallan, acompañada de dos originales de cada una de las composiciones que se proponga editar. La autorización o denegación de la publicación que como resolución adopte esta Delegación Nacional, es exclusivamente a los efectos de censura que establece la legislación vigente sobre el particular10. Las nuevas disposiciones ampliaban el número de áreas sometidas a censura y además ésta pasaba a ejercerse con mayor profundidad. Por ejemplo, hasta julio de 1942 las composiciones musicales cuyo “carácter”, título, temas o dedicatoria no se refería a “figuras y personalidades de tipo nacional” estaban exentas de censura. Ahora todas las obras debían pasar el procedimiento, incluidas las nuevas ediciones de los catálogos que ya lo habían superado, tal y como se explica a Unión Musical Española, que se quejaba de estas exigencias aduciendo que dicha casa, (UME) envía al departamento de censura todas las obras que edita, tanto las primeras ediciones como las sucesivas reediciones en demanda de la autorización reglamentaria y envía absolutamente todas sus obras musicales tengan o no letra, no obstante lo dispuesto en la orden que reglamentaba la censura y que disponía quedasen exenta de ella “las obras exclusivamente musicales que ni por su carácter, título, temas o dedicatoria se refieran a elementos, figuras y personalidades de tipo nacional”13. Emeterio Diez apunta que el Vicesecretario General, Arias Salgado, desconfiaba de los dictámenes emitidos por su antecesor en el cargo, y revisó la censura ejercida por Dionisio Ridruejo desde el Ministerio de Gobernación (Diez, 2009, 323). Señala asimismo este hecho como un síntoma del “integrismo censor de este período”. Al tener que volver a presentar los catálogos para su inspección, se multiplicaba la lentitud del procedimiento, que fue la causa de la protesta de UME: La censura, hoy se retarda enormemente con el consiguiente perjuicio para el editor y la razón que nos dan para este retraso es que han de revisar las obras para corregir las erratas que en ellas pueda haber (¡). En cuanto a los organismos responsables, la “Nota de Servicio Interior” que el Jefe de Propaganda Oral y Edudoi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 GEMMA PÉREZ ZALDUONDO Esta normativa se dictó en el plazo de tres meses (mayo a julio), muy poco antes de que la destitución de Serrano Suñer de su cargo de Ministro de Asuntos Exteriores sancionara la pérdida de protagonismo político del sector más totalitario del falangismo. Desde el punto de vista musical, coincidió con la puesta en marcha de numerosos actos y festejos conmemorativos de alto contenido ideológico y propagandístico organizados por la VEP y otras instancias gubernamentales; con el punto álgido de las relaciones con Alemania que tuvieron como protagonistas los intercambios de intérpretes y repertorios y, finalmente, con el segundo momento de mayor proliferación en prensa –el primero había sido en 1939– de textos sobre temas musicales elaborados como propaganda del Tercer Reich (Martínez del Fresno, 2010, 355-404; Pérez Zalduondo, 2010, 405-447). Como consecuencia, no parece aventurado afirmar que la política musical del nazismo pudo influir en la toma de decisiones en esta materia por parte de la Vicesecretaría, especialmente si tenemos en cuenta que la censura sobre otras áreas de la cultura ya se había recrudecido el año anterior (Díaz, 2009, 322-323). cación Musical, L. Gutiérrez Ojesto, remitió en el mes de mayo al de Asuntos generales informaba que le enviaba “piezas de música” (himnos) “para que sean remitidas a la Sección de Censura una vez que han sido informados por el Negociado de Música”11, es decir, aquélla enviaba los informes a Asuntos generales para su remisión a Censura. Sin embargo, dos meses después esta última se inhibía de sus responsabilidades sobre “todo lo referente a Música”, que recayeron en Propaganda Oral y Educación Musical12. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 877 Nº 751 MÚSICA, CENSURA Y FALANGE: EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD MUSICAL DESDE LA VICESECRETARÍA DE EDUCACIÓN POPULAR (1941-1945) 878 Se desea que la Unión Musical Española sea autorizada para no enviar a la censura las reediciones de las obras exclusivamente musicales y publicadas con autorización del departamento de censura. Otras notificaciones pormenorizaron los detalles de la actividad censoria ejercida por los delegados provinciales de la Vicesecretaría, que redactaban y enviaban sus informes a Madrid con una periodicidad semanal. Quizás como consecuencia de los interrogantes suscitados por la nueva normativa, Torres López firmó una extensa circular en la que detallaba los extremos de dichos expedientes: podían ser periódicos, semanales o especiales, debían incluir anexos y recortes de prensa, fotografías, folletos, etc., y estaban subdivididos en una variada tipología de apartados. La nota aclara que por “propaganda oral” debía entenderse todo lo relacionado con conferencias, respecto a las cuales había que reseñar autores y textos, y adjuntar la respectiva resolución de censura emitida por las delegaciones provinciales. También indica la documentación que se debía adjuntar en el apartado de Educación Musical: Educación Musical: a) Relación de obras musicales presentadas a censura en la Delegación Provincial y remitidas a la Nacional para su tramitación. b) Relación de obras musicales presentadas en la Delegación Provincial, cuya censura sea de su competencia, con especificación de las resoluciones adoptadas. c) Relación de obras musicales cuya ejecución o publicación haya sido prohibida en la provincia. d) Conciertos organizados por la Delegación provincial. e) Conferencias sobre temas musicales organizados por la Delegación Provincial. f) Conferencia y conciertos organizados por Organismos oficiales del Estado o de FET y de las JONS, dirigidos, intervenidos, orientados o autorizados por la Delegación Provincial14. Como se puede apreciar, censura y promoción de la música eran dos facetas de la estrategia seguida para la implantación de la vida musical que formaba parte de la cultura nacionalizada. La organización de la actividad censoria fue tan férrea que en estos momentos no escaparon a ella ni los eventos organizados por los propios organismos de FET, criterio que Torres López ya había puesto en práctica en el mes de mayo, cuando concedió permiso a la Jefatura ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 nacional del SEU para divulgar la marcha-canción Juventud, y le advertía: (...) al mismo tiempo le ruega que, a partir de esta fecha y en ocasiones semejantes, envíen con tiempo suficiente para su previa censura, los himnos, canciones o cualquier otro género de producción musical que piensen editar o impresionar15. Numerosos avisos exigieron a los delegados premura y rigor en el ejercicio de sus tareas. Por ejemplo, el Vicesecretario escribió a Guadalajara en los siguientes términos: Por otra parte, semanalmente habrás de darme cuenta de los resultados que obtengas de las visitas que cuando menos una vez a la semana han de girarse para comprobar el cumplimiento de las disposiciones sobre censura de publicaciones, espectáculos y producción plástica16. Las expresiones que el Secretario nacional eligió para dirigirse al delegado de Gerona fueron más imperativas y muestran el celo y la extensión del ejercicio censorio de estos momentos: Sección de Propaganda Oral y Educación Musical: Deseo y espero que en lo sucesivo informes, aunque de una forma breve, de la actividad musical de esa provincia, a pesar de que ningún concierto o conferencia sobre temas musicales sea organizados por esa Delegación, advirtiéndote además que te corresponde la censura y control de aquellos conciertos que se ejecuten en cafés, bares, etc., y una vigilancia a fin de procurar que no se den audiciones de obras prohibidas17. Otras circulares estaban encaminadas al control de los distintos agentes que intervienen en la actividad musical. En septiembre de 1942 se pedía a Guadalajara: una completa relación de las asociaciones culturales o filarmónicas que organicen conciertos, de las orquestas que actúen periódicamente, de las casas editoras de música y de las casas registradoras de discos establecidas en esa provincia18. Idéntica misiva se envió el mismo día a la delegación de Granada19, por lo que suponemos que fue remitida con carácter general a todas las provincias. Los delegados doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 también debían elaborar informes político-sociales de los músicos, en concreto: En otras ocasiones estas indagaciones se solicitaban sobre personas concretas, como las que se solicitaron a Barcelona sobre el presbítero, musicólogo y organista Francesc Baldelló (1887-1977). La respuesta del delegado lo eximía de cualquier culpabilidad política o ideológica: Practicadas las oportunas averiguaciones, se viene en conocimiento de que, el informado: No ha pertenecido a partidos político-sociales, limitándose al ejercicio de su carrera sacerdotal, y actuando como organista en la Iglesia de Belán, habiendo dado algunas conferencias versadas sobre música. Al estallar el G.M.N. desde el primer momento fue perseguido, y asaltado y saqueado su piso por las patrullas rojas. Logró estar oculto algún tiempo, pero más tarde fue hallado y detenido, conducido a las checas de S. Elías. Después de la liberación y por las privaciones y martirios sufridos durante el período rojo, ha tenido que trasladarse temporalmente a San Feliu de Codinas al objeto de restablecerse21. Vistas la naturaleza, la extensión y el procedimiento del control y la censura sobre la actividad musical, es preciso interrogarse sobre las pautas básicas de su aplicación, esto es, por los principios en los que se basó y los estilos, géneros o instituciones sobre los que se centró. CRITERIOS DE LA CENSURA DE LA MÚSICA Los historiadores de la cultura han señalado tres motivos básicos en el ejercicio censorio: políticos, morales y artísticos. Los primeros concernían especialmente a lo relacionado con la España republicana, las ideas comunistas, y a aquello que contradijera los principios políticos del régimen o atacase a sus jerarquías. Los morales se centraban en contenidos o escenas de carácter sexual, sensual o amoroso (Diez 2009, 325). doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 GEMMA PÉREZ ZALDUONDO (...) relación detallada de todos los compositores, instrumentistas y músicos en general que hayan colaborado políticamente con las izquierdas, especificando claramente en qué consistió dicha colaboración y en qué fecha fue prestada20. Los expedientes con contenido musical se pueden dividir también en dos grandes grupos relacionados con los arriba enunciados: el primero es el que tenía el idioma como argumento. Las lenguas no españolas se censuraron y prohibieron tanto en las interpretaciones en directo como en la música radiada o los textos sobre temas musicales. Por ejemplo, el Jefe de la Sección de Asuntos generales informó negativamente la petición del cantante Roger Gaston Monnier para cantar en sus “idiomas maternos”. Fundamentaba su pretensión en la “dificultad de traducción al español” de las letras, pero se consideró que tal explicación no era más que un “pretexto para eludir la disposición”22. Hay que recordar que la intensa campaña de castellanización idiomática que se llevó a cabo en estos años fue el eje central de la nacionalización de la cultura. Por ejemplo, el Delegado nacional de Prensa, en el empeño de suprimir de los periódicos toda palabra inglesa, ofrecía algunos términos españoles como alternativa: Ese periódico cuidará de que en ninguna de sus informaciones, ni críticas, se empleen los vocablos “ballets” y “swing”, sustituyendo el primero por “bailes” o “bailables” y el segundo por otro equivalente en castellano. Con tal motivo se recuerda a esa dirección la necesidad de desterrar de nuestro léxico los vocablos extranjeros en todos los casos en que puedan y deban ser sustituidos (Trasladar a los Jefes Provinciales de E. Popular)23. En 1941 se había instituido de modo definitivo en el cine el doblaje obligatorio de las películas al castellano, medida precedida por una virulenta campaña españolizadora en todos los ámbitos de la vida social. Cuando la censura idiomática se extendió a la música radiada, a los criterios políticos se sumaron los morales y xenófobos: en septiembre de 1942, la Delegación nacional de Prensa ordenó a los delegados prohibir rigurosamente la emisión de “la llamada ‘música negra’, los bailables ‘Swing’ o cualquier otro género de composición cuyas letras estén en idioma extranjero o por cualquier concepto puedan rozar la moral pública o el más elemental buen gusto”. Se autorizaron las emisiones con “música de baile” con las excepciones apuntadas, limitando su emisión diaria a una hora y “proponiéndose como finalidad poner de relieve y dar preponderancia a los tradicionales y castizos bailes españoles” (Sevillano Calero, 1998, 68). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 879 Nº 751 MÚSICA, CENSURA Y FALANGE: EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD MUSICAL DESDE LA VICESECRETARÍA DE EDUCACIÓN POPULAR (1941-1945) Como se puede apreciar, las prohibiciones y censuras se concretan en el inglés y las músicas populares o de consumo procedentes del continente americano, ofreciendo como alternativa bailes españoles “tradicionales” y “castizos”, que eran los que debían simbolizar la identidad española. Sin embargo, las programaciones en radio y teatros muestran otra realidad en la que la población escuchaba y “vivía” la música de consumo que fue, como consecuencia, la que más tiempo ocupó a los censores. Entre las solicitudes autorizadas está la del “2.º Gran Concierto de Música Moderna”, proyectado para celebrarse en el Teatro Fontalba de Madrid en diciembre de 1942 con la participación de “excelentes agrupaciones orquestales en una exhibición de ritmo y melodías modernos”. No es baladí apuntar que los títulos de todas las canciones que integraban el concierto estaban en español24. Respecto a los denominados “dialectos regionales” (vasco y catalán especialmente) la desconfianza era manifiesta. Dos casos pueden servir como ejemplos de las censuras emitidas a causa del empleo del catalán. El primero de ellos se suscita cuando el delegado de Gerona solicita permiso para realizar una nueva impresión, la octava, de la canción popular catalana Llevantina. Se le niega debido a que “ha sido suficientemente divulgada con las siete ediciones que se han impreso, teniendo en cuenta su escaso valor musical y su pobreza folklórica”25, es decir, aludiendo a criterios artísticos. El mismo delegado solicita una nueva autorización, esta vez para la representación de una obra de teatro popular en catalán, Los pastorcillos (El nacimiento del Salvador), con motivo de la Navidad. En esta ocasión se le concede con la advertencia de que se pueden permitir las representaciones (...) siempre que traten únicamente del tema del nacimiento del Salvador y que por la costumbre ya establecida en la localidad, se hayan representado anteriormente y tengan una gran raigambre en el citado lugar, por su aspecto típico y tradicional. He de hacerte notar que todas aquellas obras que puedan representar una desviación para nuestra Unidad, postulado importante de nuestro Movimiento, por su carácter localista no podrán ser aprobadas, quedando únicamente autorizadas las que no queda duda que rocen este principio26. Es decir, la actitud de la Vicesecretaría era de tolerancia en los casos de confirmado carácter “folclórico” pero estricta 880 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 cuando recelaba una presunta afirmación de identidad cultural distinta a la impuesta oficialmente y, por lo tanto, al margen de la homogeneidad impuesta. El segundo grupo de expedientes es el de aquéllos a los que se aplican criterios morales, siendo en su mayoría obras de teatro musical. Sobre este particular, el Delegado nacional detalla sus funciones al delegado de Guadalajara: En contestación a tu oficio fecha 30 del pasado mes de septiembre en el que solicitas orientación sobre la organización de la propaganda en el aspecto teatral, he de comunicarte lo siguiente: Por lo que se refiere a la actuación de compañías profesionales de teatro, dentro de la provincia de tu jurisdicción, te atendrás siempre a lo señalado en la hoja de censura extendida por esta Delegación Nacional de Propaganda y a cuantas indicaciones de carácter especial que te sean hechas por oficio o telegráficamente, vigilando siempre con extrema pulcritud en los ensayos generales la puesta en escena de todas las obras, especialmente aquellas que tengan carácter de revista o comedia musical, en las que tendrás que atender al vestuario y modo de interpretar los números coreográficos que deberán ajustarse siempre a las normas de la más estricta moral27. Un caso particularmente difícil era el de los espectáculos de variedades, consistentes en números sin unidad argumental que se ofrecían en teatros, casinos, cabarets, salas de fiesta, etc., y requerían actualizaciones casi diarias del programa (Diez, 2009, 330). Tampoco quedó fuera de control y censura la música interpretada en cafés y salones, y los expedientes incorporaban con frecuencia las infracciones cometidas en estas funciones, tal y como se muestra en uno de los informes remitidos desde Orense: Se han censurado todas las obras musicales que durante esta semana se interpretaron en los cafés y salones de variedades, autorizando todas excepto el fox humorístico Valiente Mundo, música y letra de López Martín, cuya letra se estima equívoca y de mal gusto y máximo siendo interpretada con ademanes excesivamente frívolos e inmorales. En el anexo número 1 se acompaña dicha letra a fin de que sea censurada por esa Delegación nacional”28. La bibliografía apunta la participación en la censura cinematográfica de autoridades de “todos los niveles de la doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 1. Que esta Sección está radicalmente identificada en el espíritu de la carta aludida, pues su deseo sería anular todas esas modalidades de espectáculos. 2. Que ese no es más que su deseo, como el concepto límite de su actuación al que la realidad de las cosas está poniendo trabas constantemente porque el mal ha de destruirse como se ha formado: evolutivamente. Así pues para el que haya seguido, aunque sólo sea superficialmente, la historia del teatro español en sus cuatro últimos años, no podrá menos de percibir un adelanto en el sentido antes indicado; o sea, la realidad teatral se va acercando a lo que el firmante de la carta y nosotros deseamos. 3. Hora ya resulta claro el decir que ocurre tener que autorizar algún espectáculo ‘aún pensando de él que no sea objetivamente edificante, como ocurre en El Baile del Savoy, Las topolino, etc. 4. Que las radiaciones de las comedias musicales se hacen por la música y no por el diálogo que no suele oírse claramente además, y sobre todo, a unas horas en la que los niños suelen, o por lo menos debieran, estar ya acostados. 5. Que el libreto de esas comedias musicales no equivale a una página ascética; antes bien, es verdad, que se trata de frivolidades, mas no de frivolidades altamente escandalosas. Desde luego se elude lo que pudieran decir, de su cosecha, los comediantes, y cuya inspección compete a las Jefaturas Provinciales. 6. Que la autorización expedida por este Departamento para la obra El Baile del Savoy se fundamenta en un oficio que con fecha 24 de septiembre el Delegado Provincial de Educación Popular de Madrid en el que dice doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 7. que no se ha observado nada censurable en el ensayo general de la referida comedia musical Que además en esto los criterios para lo moral es obvio que no hay unanimidad entre los especialistas; así es conocido el caso de los sacerdotes españoles que volvieron de Roma profundamente escandalizados por las obras de arte desnudas que se exhibían en el Vaticano; yo sé también que algunas salas de nuestro museo del Prado han merecido cruda censura por el mismo motivo30. La respuesta del censor ante las protestas por la emisión de El Baile del Savoy nos induce a plantearnos hasta qué punto los censores estuvieron de acuerdo con la doctrina religiosa de la Iglesia o si constituían un grupo de falangistas que, una vez encuadrados dentro de las estructuras del franquismo, se adaptaron al nuevo régimen. GEMMA PÉREZ ZALDUONDO administración” (Estivill, 2009, 63-68). En los fondos del AGA hemos podido leer cartas redactadas por particulares, alguno de ellos clérigo, protestando por el contenido moral de las comedias musicales emitidas por la radio29, hecho que confirma la influencia de la Iglesia católica, a pesar de que en teoría sólo tenían atribuciones para ello los delgados de la Vicesecretaría. Suponemos que como contestación a una misiva que desaprobaba la emisión radiofónica de la revista El Baile del Savoy, el Jefe de la Sección de Cinematografía y Teatro enviaba el siguiente texto al de Asuntos generales en el que el pragmatismo, la conciencia de la disociación entre los criterios que regían la censura y la realidad, la doble moral y el sarcasmo asoman en sus sucesivos puntos: Por los documentos del AGA sabemos que la Sección de Propaganda Oral y Educación Musical tenía tres funcionarios de plantilla en Madrid en julio de 1942: Federico Sopeña, Margarita Reyero Rudiales y Tomás Andrade de Silva31. No cabe duda de que el primero de ellos encontró la forma de “ensamblar” su pensamiento católico con la ideología totalitaria en unos momentos en los que ésta parecía que iba a diseñar el futuro europeo. Lo mismo podemos decir de otros miembros de las instituciones musicales que el Ministerio de Educación Nacional, en manos de monárquicos católicos, creó entre 1941 y 1942 (Consejo Nacional de la Música y Comisaría de la Música), puesto que en ellas se integraron falangistas militantes con responsabilidades pasadas o presentes en los campos de la prensa y la propaganda (Tovar, Cubiles, Sopeña) que trabajaron conjuntamente con otros que, como Turina o Nemesio Otaño, no desempeñaron trabajos en FET pero se mostraron cómodos en dicha situación, tal y como podemos deducir de su participación en los organismos citados y de los textos redactados en estas fechas. CENSURA MUSICAL, CULTURA PARA LAS ELITES Y CULTURA POPULAR Las actividades de los organismos dependientes del Ministerio de Educación Nacional como la Orquesta Nacional de España también estuvieron bajo el control de la VEP. La ONE debía cursar permisos para sus conciertos informando ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 881 Nº 751 MÚSICA, CENSURA Y FALANGE: EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD MUSICAL DESDE LA VICESECRETARÍA DE EDUCACIÓN POPULAR (1941-1945) 882 de intérpretes, programas y otros pormenores a los que Torres López otorgaba su autorización32. Sin embargo, en los fondos del AGA hemos localizado cajas con decenas de fichas correspondientes a cada una de las actuaciones de la Orquesta, con sus datos y el nombre del director. Dado que hay una sola cartulina por concierto en lugar de un expediente, y todas ellas están en un mismo paquete sin anotaciones particulares realizadas a mano, es posible que en este caso concreto la censura se redujera a un mero registro. Hay que tener en cuenta que la frenética actividad desplegada desde la Vicesecretaría sobre la actividad musical fue sólo una pequeña parte de la que extendió sobre todas las facetas de la vida cultural. Los archivos del AGA contienen autorizaciones y denegaciones de conferencias científicas del Colegio de Médicos de Madrid, de carácter técnico en el Ateneo, con motivo de la celebración de la fiesta del Libro en Barcelona, solicitudes de permisos por parte del Instituto Francés33, etc. La cantidad de peticiones y lo prolijo del procedimiento indujo al Secretario del Departamento de Propaganda de la Delegación provincial de Educación Popular en Barcelona a consultar acerca de los ciclos programados por la propia Delegación en el Ateneo, por las actividades de los institutos francés, italiano y alemán y de la Asociación de la Prensa. Torres accedió a que se iniciasen los cursos en la primera de las instituciones sin pasar previamente por censura, aunque con la obligación de redactar un informe, y confió a la Delegación Provincial la aprobación o denegación de las conferencias que, aprovechando las estancias en la capital catalana de “relevantes personalidades”, ofrecían las restantes sociedades mencionadas34. Como consecuencia, es posible que los trámites censorios de obligado cumplimiento para la ONE se redujesen también a poco más que una formalidad administrativa. Tampoco hemos encontrado permisos denegados para la interpretación de obras de música “culta” en las solicitudes de entidades como el Instituto Francés de Madrid, uno de los más activos en la programación musical. Menos aún peticiones que pretendieran ejecuciones de partituras de vanguardia, “rechazada” por el discurso oficial, o de compositores exiliados. Las únicas excepciones fueron las adaptaciones de obras “inmortales” a “ritmos bailables”, prohibidas explícitamente en mayo de 194235. Se ordenó requisar sus grabaciones aduciendo la preocupación de la Delegación nacional por la adecuada formación del gusto musical del pueblo. También se informó de que tal proceARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 dimiento ya se había efectuado en Alemania, idea que en este momento político parecía legitimar y llenar de razón cualquier decisión. Como consecuencia, en diciembre del mismo año la Delegación de Murcia precisaba orientación sobre la grabación de un fox-trot, Oye mi canción violeta, para el fondo musical del anuncio radiado de Calzados Alton, en cuya melodía se intercalaban “trozos de música sola de la Traviata”36. De normas censorias como la anterior podemos deducir el concepto elitista de la cultura instaurado en la VEP. A pesar de existir control sobre todo tipo de música, fue la popular o de consumo su objetivo principal, y por tanto su política afectó más a ésta que a la denominada música “culta”. Aunque en sentido contrario pero igualmente en el ámbito de su competencia, la Vicesecretaría se implicó en la propaganda de los conciertos de la ONE mediante los denominados “filetes”, esto es, textos que los censores enviaban a los periódicos para que se publicaran entre las noticias (una especie de publicidad que los medios de comunicación debían insertar gratuitamente). Los redactados para el 2 de noviembre de 1944 tenían la finalidad de difundir los conciertos sinfónicos: “Los que no tienen ojos ni oídos, peor para ellos. No es culpa de nadie. Es su propia desgracia”, dice un famoso historiador de arte. Asista a los conciertos. Orquesta Nacional en el Palacio de la Música. Viernes próximo, a las 7 de la tarde. (cit. en Sinova, 1989, 266). Esta curiosa manera de divulgar la música entre el público había sido precedida por una iniciativa que, con la firma de Torres López, perseguía la edición de una “biblioteca de pequeñas biografías escritas por nuestros mejores musicólogos” que debía reflejar “en forma amena y clara” lo más destacable de la vida de músicos como Bach, Haydn, Gluck, Weber, Brahms o Franck37. Por el contrario, y en clara contradicción con el nacionalismo cultural del momento y con los discursos musicales redactados por los falangistas, no hubo acciones destinadas a la difusión del repertorio español histórico o contemporáneo, a pesar de que en 1944 la VEP creó los Premios anuales de música con la finalidad de “estimular la labor artística de nuestros músicos y musicófilos”38. Como consecuencia, podemos concluir que FET estuvo interesada en el repertorio que asoció a su simbología, es decir, el folclore, mientras que relegó a un doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 lugar secundario la tarea de familiarizar a la población con géneros pertenecientes a la música de concierto. géneros censurados. El concepto elitista de la cultura, el control de sociedades e intérpretes y la timidez con la que se acometió la difusión de la música “culta” mantuvieron a ésta alejada de gran parte de la población. Cuando en marzo de 1944 se suprimió la censura previa de publicaciones litúrgicas, textos latinos usados por la Iglesia católica, obras literarias anteriores a 1800 y las musicales con texto escritas antes de 1900 comenzó un tímido intento de suavizarla (Sinova, 1989, 105). Al declinar las potencias del Eje en los frentes bélicos, el Régimen necesitó adecuarse a una situación en la que los vencedores miraban con malos ojos los partidos totalitarios, y las competencias de la VEP fueron transferidas a la Subsecretaría de Educación Popular, dependiente del Ministerio de Educación Nacional41. Con ello, Falange perdía el control de la propaganda a favor de la “familia católica”, con lo que se abre otro período distinto. “El próximo día 22 se celebrará en Madrid la prueba final del primer Concurso Nacional de Canciones y Danzas Populares organizado por la Sección Femenina. Ese periódico deberá intensificar la campaña que se ha venido llevando a cabo en torno al citado Concurso, dedicando informaciones, comentarios y entrefiletes hasta la indicada fecha a fin de que la prueba final anunciada revista la mayor brillantez, ya que se trata de una demostración del más puro sentido patriótico y artístico y será al mismo tiempo la mejor prueba de la eficacia, espíritu y alcance de la Sección Femenina. Transmítase”40. En definitiva, la Vicesecretaría de Educación Popular ejerció el control y la censura de toda la actividad musical desde mayo de 1942, cuando se dictó su normativa. Ésta incluyó a todos los agentes que intervienen en la creación, interpretación y difusión de la música en la sociedad. El centro de su actividad fueron los géneros populares o de consumo, es decir, los más cercanos a la mayoría de la población, a los que se aplicaron criterios censorios de carácter nacionalista y xenófobo. Las obsesiones morales muestran la influencia del pensamiento católico más conservador. Como señalábamos al comienzo del artículo, la “realidad musical” de España en estos años estuvo dibujada tanto por lo que se censuró como por lo que se promovió, e incluso por la inacción de las instituciones. De hecho, la obsesión por la dimensión moral de las músicas populares de procedencia extranjera y la potenciación del folclore no impidieron la proliferación de los “ritmos bailables” y Mientras que el control de la vida concertística y las tímidas iniciativas destinadas a su difusión evidencian un concepto elitista de la cultura, la potenciación de los “bailes castizos”, pero especialmente del folclore y sus nuevos significados, pone de manifiesto que la Vicesecretaría priorizó la finalidad ideológica y propagandística de su política musical en detrimento de la educativa. NOTAS Recibido: 2 de diciembre de 2010 Aceptado: 15 de febrero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 1 El presente estudio se ha realizado en el ámbito del proyecto I+D Música, ideología y política en la cultura artística durante el franquismo (1938ARBOR Vol. 187 GEMMA PÉREZ ZALDUONDO La Vicesecretaría participó activamente en la promoción de la música de tradición oral y, en un lugar secundario, de los géneros denominados “castizos” como el pasodoble. El folclore debía ser protagonista de las actividades musicales organizadas por las delegaciones provinciales y en 1942 se puso en marcha una intensa campaña de prensa para su difusión y la propaganda de las instituciones que la interpretaban. El Delegado nacional remitió a todos los periódicos de Madrid cuartillas con información y consignas relativas al Primer Concurso Nacional de Coros y Danzas de FET y de las JONS, para que sirvieran de guiones sobre los que redactar editoriales que, por otra parte, eran obligatorias39. La misma Circular se hizo extensiva unos días más tarde a todos los periódicos y agencias del país: 1975) (HAR2010-17968) concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 2 Celebrado en el Coliseum María Lisarda (Santander, aunque la ciudad no consta en el programa de mano) 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 883 Nº 751 MÚSICA, CENSURA Y FALANGE: EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD MUSICAL DESDE LA VICESECRETARÍA DE EDUCACIÓN POPULAR (1941-1945) 884 el 26 de abril de 1938, con la cooperación de Regino Sainz de la Maza, el Coro Femenino Mazarrasa, la soprano Pilar de Alvear y Gerardo Diego como conferenciante y pianista. En la primera parte, “Seis Estampas de la música Española”, Diego “presentaba” una Cantiga de Alfonso el Sabio y obras de Juan del Encina, Luis de Narváez, Antonio de Cabezón, Francisco Guerrero, Juan Vázquez, Antonio Soler y Manuel de Falla. En las segunda y tercera parte Sáinz de la Maza interpretó obras para vihuela y guitarra de Alonso Mudarra, Gaspar Sanz, Sors, Tárrega, Moreno Torroba, Turina, Granados, Albéniz y propias. 3 Cartas y obras con fecha de octubre y julio de 1938. AGA Cultura (03)052.022 79080. 4 Les competía el control de todas las publicaciones no periódicas, la cinematografía y los noticiarios filmados, el teatro (escrito y representado); todo tipo de espectáculos; radio; producción, exposición y comercialización de objetos plásticos; conferencias y, en general, lo relacionado con el uso público de la palabra. 5 “Creyendo que es preciso velar por la dignidad de los actos musicales públicos que se celebren en España, que debieran tener en todo caso la altura que exige nuestro prestigio musical, ésta Delegación propone, que los conciertos que se organicen, pasen con anterioridad bajo su control, para su previa autorización. Para ello, se hace necesario, que todas las Sociedades musicales –Culturales y filarmónicas–, las Orquestas organizadas –Sinfónicas y Filarmónicas de Madrid, Barcelona, etc.– que actúen periódicamente, las agencias registradas de conciertos –Casa Daniel, Caballero, etc.– y los ARBOR Vol. 187 teatros –Español de Madrid, Liceo de Barcelona, etc.– que habitualmente organicen conciertos, envíen a ésta Delegación, un plan trimestral detallando el número y variedad de los recitales que durante los tres meses proyecten realizar, así como también, la especialidad, los nombres y nacionalidad de los intérpretes que hayan de ejecutarlos”. 27 de mayo de 1942. AGA 21/102. 6 “Para lograr el completo control que de la difusión de la música en España debe tener ésta Delegación, es necesario ordenar que todas las conferencias y charlas de Divulgación musical, que se pronuncien en España, han de ser antes sometidas a nuestra previa censura. Igualmente deberá autorizarse la censura de las cuartillas escritas sobre temas musicales y leídas por radio en los intermedios de los conciertos”. 21 de mayo de 1942. AGA 21/102. 7 “Considerando que una de las misiones más importantes que tiene esta Sección, es la regularización, control y encauzamiento de las ediciones musicales, orientando su labor hacia la finalidad ineludible de dignificar la producción musical, todas las casas editoriales españolas, a partir de la fecha que se fije, estarán en la obligación de enviar a esta Sección tres originales de las obras que piensen publicar para su previa censura y autorización”. 22 de mayo de 1942. AGA 21/102. 8 “Después de comprobar que los concursos líricos y musicales que se organizan con fines publicitarios no ofrecen un nivel mínimo de dignidad artística, y son por lo tanto de efectos perniciosos para nuestra cultura musical, ésta Sección cree necesario sugerir la conveniencia de regularlos, tanto en sus veladas públicas, como 751 septiembre-octubre [2011] 875-886 ISSN: 0210-1963 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 en sus emisiones radiofónicas”. 21 de mayo de 1942. AGA 21/102. “Teniendo presente que para el completo encauzamiento de las actividades musicales españolas –una de las finalidades perseguidas por ésta Delegación– deben regularse y controlarse todas sus actividades específicas, es de absoluta necesidad ejercer una estrecha vigilancia –en forma de censura– sobre la producción nacional de discos. Para ello es necesario disponer, que todas las casas productoras españolas estén en la obligación de enviar a ésta Delegación, para su censura una relación detallada de los discos que piensen impresionar, con el nombre del autor o autores de la composición y del intérprete o intérpretes principales. Asimismo y cuando se vayan a registrar composiciones no estrenadas, deberán enviar también, tres originales de la obra para su previo control”. 22 de mayo de 1942. AGA 21/102. Carta de 14 de julio de 1942. AGA 21/103. Nota de Servicio Interior de 25 de mayo de 1942. AGA 21/102. 8 de julio de 1942. AGA 21/103. 6 y 8 de julio de 1942. AGA 21/103. Circular núm. 108, de 31 de octubre de 1942. AGA 21/46. Carta de 26 de mayo de 1942. AGA 21/102. 14 de diciembre de 1942. AGA 21/118. 31 de diciembre de 1942. AGA 21/118. 25 de septiembre de 1942. AGA 21/118. 25 de septiembre de 1942. AGA 21/118. Petición del Jefe de la Sección de Propaganda Oral y Educación Musical al Delegado Provincial de Álava. 9 de septiembre de 1942. AGA 21/193. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5005 29 30 31 32 33 34 35 36 de la Sección de Propaganda Oral y Educación musical correspondiente a la semana del 14 al 20 de diciembre de 1942. AGA Cultura (03)49.1 21/1532. Anónimo y sin fecha. AGA 21/46. Carta del Jefe de la Sección de Cinematografía y Teatro de la Vicesecretaría de Educación Popular al de la Sección de Asuntos Generales de Propaganda. 16 de octubre de 1942, AGA 21/46. Carta del Jefe de la Sección de Propaganda Oral al de Asuntos Generales en la que constan los nombres de los funcionarios de la primera de ellas. 2 de julio de 1942. AGA 21/775. Véase, por ejemplo, la solicitud del Jefe de la Sección de Arte y Propaganda de la ONE realizada el 19 de diciembre de 1942 al Delegado nacional de Propaganda para el concierto de 22 de diciembre, a cargo de la pianista Carmita Ledesma, con obras de Haendel, Beethoven, Schumann, Chopin, Debussy, Joaquín Rodrigo, Falla y Liszt. AGA 21/1530. Las solicitudes de permisos para actividades del Instituto Francés son muy numerosas en estos años y con frecuencia incluyen conferencias de temática musical o conciertos. Por ejemplo, la conferencia titulada “La evolución de la música coral: desde St. Grégoire à Josquin des Prés”, impartida por Melle. Solange Corbin, fue autorizada por Torres el 19 de diciembre de 1942. AGA Cultura (03)49.1 21/1530. Carta de 30 de septiembre de 1942. AGA Cultura (3)49.1 21/1531. Carta de Manuel Torres López al Vicesecretario de Educación Popular de 21 de mayo de 1942. AGA 21/102. En el expediente no consta la contestación desde Madrid. AGA Cultura (03)49.1 21/1532. ARBOR Vol. 187 37 Carta de Torres López al Vicesecretario de Educación Popular. 22 de mayo de 1942. AGA 21/102. 38 Orden de 15 de diciembre de 1944 (BOE 1 de diciembre). En su única convocatoria, se contemplaron las especialidades de música sinfónica y de cámara, ópera y zarzuela, colecciones folklóricas y obras de musicología. 39 Circular 209 de 18 de mayo de 1942. AGA (3)49.1 21/77. 40 Circular 249 de 17 de junio de 1942. AGA (3)49.1 21/77. 41 Decreto-Ley de 27 de julio de 1945 (BOE 28 de julio). GEMMA PÉREZ ZALDUONDO 21 Carta de 8 de octubre de 1942. AGA (03)49.1 21/1531. 22 Carta fechada el 17 de abril de 1942 y denegación de la solicitud, firmada por Torres López, de 27 de abril. AGA Cultura (03)49.1 21/1530. 23 Circular sin fecha y manuscrita del Delegado Nacional de Prensa a los directores de todos los periódicos de España. AGA (3)49.1 21/77. 24 María Luisa Gerón y dos orquestas dirigidas, respectivamente, por Fernando García y A. Araco. Carta de Manuel Cruz Alba a la Delegación nacional de Propaganda de 19 de diciembre de 1942. El 23 de noviembre se había autorizado la disertación de Julio Gómez de la Serna sobre “Infortunio y gloria de Gaspard de la nuit (Aloysius Bertand)”, que fue acompañada de “proyecciones e ilustraciones musicales por la pianista Suzanne Roche, que interpretó la suite Gaspard de la Nuit de Marice Ravel”. AGA Cultura (03)49.1 21/1530. 25 Contestación de Torres López el 13 de abril de 1942. AGA 21/118. 26 22 de diciembre de 1942. AGA 21/118. 27 Carta del Consejero nacional al Delegado provincial de Guadalajara. Madrid, 9 de octubre de 1942. AGA 21/118. 28 El informe aclara que sólo se denegó el permiso a una obra “no por su parte musical, sino por la letra”, en alusión a la ranchera Cásate y verás, con música de Ángel Paz y letra de Luis Paz, que narra el desencanto de un hombre casado al poco tiempo de su boda. La semana siguiente vuelve a prohibirse otra, una zambra con letra de Jofe y música de Castellanos, “por creer que su letra es un tanto equívoca y chabacana” (el texto maldice al hombre que hizo de ella una “mal casá” y no ha vuelto). Informe BIBLIOGRAFÍA Bermejo Sánchez, Benito (1991): “La Vicesecretaría de Educación Popular (1941-1945): un ‘ministerio’ de la propaganda en manos de Falange”, Espacio, Tiempo y Forma, S.V. H.ª Contemporánea, IV, pp. 73-96. Diez, Emeterio (2009): “La censura teatral bajo el franquismo: la Vicesecretaría de Educación Popular (1941-1945)”, TEATR@Revista de Estudios Escénicos, 2, pp. 416-333. Estivill, Josep (2009): “El espíritu del caos. Irregularidades en la censura cinematográfica durante la inmediata posguerra”, en Gómez Vaquero, Laura y Daniel Sánchez Salas (eds.): El espíritu del caos. Representación y recepción de las imágenes durante el franquismo, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid. Gracia, Jordi (2006): Estado y cultura. 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Debido a que el público era alemán y a la participación de Furtwängler, estos conciertos provocaron un fuerte escándalo entre la comunidad judía y la población desplazada de los campos en Alemania, así como entre las comunidades judías en el extranjero. Mi investigación se centra, primero, en el contexto histórico de estos conciertos y, concretamente, la posición de Menuhin y Furtwängler hacia el uno al otro, así como sus respectivos papeles en la Alemania de la postguerra. Posteriormente ofrezco una relación de los acontecimientos de septiembre y octubre de 1947 a través de la mirada de Abraham S. Hyman, asesor legal en Alemania de los Consejeros Americanos sobre Asuntos Judíos (American Advisors on Jewish Affairs). Además, investigo el papel de Yehudi Menuhin y sus biógrafos, en cuanto revelan la complejidad de estos acontecimientos. Finalmente, analizo la recepción de los conciertos a fin de entender las razones que causaron el impacto de ese escándalo. En conclusión, propongo que la organización y objetivos de estos conciertos fueron deficientes porque la política jugó un papel importante en un tiempo en que el pueblo judío estaba sufriendo un duro trauma debido a las consecuencias del Holocausto. ABSTRACT: Between September 27 and October 3, 1947, Yehudi Menuhin gave six performances in Berlin, two of them together with Wilhelm Furtwängler, who had just been cleared by the denazification tribunals in Austria and Germany. Because of the German audience and the Furtwängler collaboration, these concerts led to a scandal in the Jewish community and the Displaced Persons camp in Germany as well as Jewish communities abroad. I turn first to the historical background of these performances, specifically the position of Menuhin and Furtwängler toward each other and their roles in postwar Germany. I will then chronicle the events of September and October 1947 through the lenses of Abraham S. Hyman, legal consultant to the American Advisers on Jewish Affairs in Germany, and Yehudi Menuhin and his biographers, to reveal the complexity of the events. Lastly, I will scrutinize the reception of the concerts to shed light on the reasons for and impact of the scandal. I argue that these concerts were mishandled in their organization and aims, in that politics played too large a role in the events during a time when the Jewish people suffered severe trauma in the aftermath of the Holocaust. KEY WORDS: Post-World War II era; Germany; displaced persons; jewish community; Yehudi Menuhin; Wilhelm Furtwängler. PALABRAS CLAVE: Posterior a la Segunda Guerra Mundial; Alemania; personas desplazadas; comunidad judía; Yehudi Menuhin; Wilhelm Furtwängler. INTRODUCTION Beginning in 1942, Yehudi Menuhin gave over five hundred concerts during his wartime tours for American and British soldiers, the Red Cross, the Russian War Relief, and other relief organizations. Germany, naturally, was not on his list. Earlier, with Hitler’s rise to power, Menuhin had adamantly refused to play in Germany. And even the repeated invitations by grand maestro Wilhelm Furtwängler in August and September of 1933 to perform with the Berlin Philharmonic Orchestra could not convince the Menuhin family1. These opportunities must have been difficult to turn down for a young violinist in his late teens and it was also difficult for Furtwängler to accept the decision. Indeed, the correspondence between the Menuhins and Furtwängler ended all but amicably, closing with the conductor’s emphatic threat: “it is your fault if things are going to the dogs in Germany musically”2. Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 888 Only after the war, in July of 1945, did Menuhin return to Germany, the first visit since his 1929 Berlin debut. During his ten-day trip, he gave two concerts on July 27, for the recently liberated inmates of the concentration camp Bergen-Belsen in Lower Saxony in northwestern Germany, and a few days later in the Displaced Persons (henceforth DPs) camp at Bardowiek, near Lüneburg. He became the first foreigner to play for Germans in the British zone over the airwaves with the NDWR (now Norddeutscher Rundfunk, NDR) Symphony Orchestra3. His performance with Benjamin Britten on July 27 is well documented as is his short tour of Bergen-Belsen, which temporarily became the home of thousands of DPs, refusing to be repatriated to their country of origin, but having few alternatives for emigration until the foundation of the State of Israel and the easing of U.S. visa restrictions in 1948 (Hyman, 1993, 253; Burton, 2000, 250-253)4. Fully realizing the atrocities that had taken place in the former concentration camp, he stated: “I shall not forget that afternoon as long as I live” (Menuhin, 1997, 185). During his visit to Bergen-Belsen, Menuhin supposedly heard many positive statements about Furtwängler and reported these in interviews with newspapers in the United States (Magidoff, 1955, 270-271). A New York Times article, dated December 5, 1945, quotes Menuhin’s surprising first statement on Furtwängler after their 1933 discord: “If there is one musician who deserves to be reinstated... it is Furtwaengler. In all the time he directed in Berlin, he refused to give the Nazi salute at concerts, as was expected of other conductors. And it is well known that he held on to the Jewish members of his orchestra as long as he possibly could. He never allowed himself to be used as a propaganda vehicle in occupied countries. He did not accompany the Berlin orchestra on their [propaganda] tours. When you are a citizen of a country, as he was, his opposition [sic] was all one could expect”5. And yet, Ira A. Hirschmann, founder and president of the New Friends of Music, attacked Yehudi for his defense of Furtwängler, saying that he was “horror-stricken” at Menuhin for attempting to “whitewash” the Nazis’ official musical director of the Third Reich. “At the very moment when the employers of Mr. Furtwängler are facing international trial for mass butchery, that anyone should attempt to give a clear bill of health to one of their conspirators seems incredible” (Magidoff, 1955, 271)6. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 In an interview with Sam H. Shirakawa in 1989, Menuhin looked back at the series of events, still defending his decision to support Furtwängler: I received calls from various Jews –I’ve forgotten their names, though Ira Hirschmann was certainly one of them– who applied strong pressure on me to dissociate from Furtwängler7. Although they didn’t say it in so many words, their meaning was clear: if I persisted in backing Furtwängler, I would never play with any of the major orchestras and certainly never again with any of the people who were against Furtwängler. Of course, I did play with the major orchestras again and frequently, but it was a time of hysterical emotions. But I’ll tell you one thing, Sam, I would do exactly the same thing if I had the chance to do it over again.... Of all the great conductors I played with, only Furtwängler made one look into the music to search for a truth within it. He was grateful to me for what I did, but he never articulated it in words. The only time Furtwängler said anything remotely hostile about the Allies was when he could not rehearse with me at the time he wanted because of some military bureaucratic procedure. He just sighed and said “So this is what Germany has come to” (Shirakawa, 1992, 354). What is striking about Menuhin’s statement is his argumentation and wording. He defended his decision as a musician reasoning that Furtwängler is simply the best conductor to work with; but he also argued on political grounds claiming that Furtwängler was innocent. Somewhat unsympathetic, he explained the controversy with the zeitgeist as “a time of hysterical emotions”, thus minimizing the trauma the concentration camp atrocities had caused not only its immediate survivors, but also the Jewish community at large, as cultural trauma. It somehow appears as if Menuhin’s motif to support Furtwängler was rooted in artistic interests. Perhaps Menuhin was concerned that after their unfortunate encounter in 1933, another opportunity to perform with the great conductor would not offer itself easily, especially without standing by Furtwängler during a time when he faced severe accusations. The reception of Menuhin’s 1945 defense was a foreboding of possibly more severe responses, if he continued to support Furtwängler. The two artists finally met for the first time in early January 1946 at the Hôtel Trois Couronnes in Vevey, close to Clarens in Switzerland, where Furtwängler had stayed doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 On March 9, 1946, the denazification tribunal in Austria, chaired by the head of the Austrian State Theater Administration Hans Perntner and theater director Egon Hibert, cleared Furtwängler. The next day he flew to Berlin on a Soviet military aircraft and held a press conference. But General John McClure of the American Information Control Division, who generally believed in Furtwängler’s innocence, against the wishes of most of the German music-loving public, and of the Soviets, the French, and even his own music officers, had to insist that Furtwängler be excluded until his case had been properly investigated by the Berlin Denazification Commission for Artists, a body approved by all four Powers11. Thus McClure scheduled the first hearing for Furtwängler’s denazification tribunal for December 11, 1946; it was chaired by Alex Vogel, who followed the Communist Party line12. The second tribunal took place on December 17, 1946, with witnesses in the conductor’s defense, among them stage director Boleslav Barlog, Clemens Herzberg (Max Reinhardt’s former manager), and Rudolf Vedder, the concert agent and former vice president of the Reich Music Chamber. The Spruchkammer charged Furtwängler on the following allegations: his (involuntary) appointment as a Prussian State Councillor (Goebbels appointed him to this post after he refused to join the Nazi party), his support of Nazism by conducting in Germany, his two performances at Nazi doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 party functions, and his allegedly anti-Semitic remark against Italian conductor Victor de Sabata. Furtwängler was acquitted at this trial as the testimony of Jewish colleagues and other witnesses was overwhelmingly in his favor, but no judgment was rendered until the end of April 1947 when he was officially cleared (MacDonogh, 2007, 354-355)13. Although Furtwängler was denazified, his opaque stance during the Third Reich and the subsequent complications of his trial, never let him be fully rehabilitated in the public eye or even in some scholarly literature, and he remained somewhat controversial. Indeed, the Furtwängler debate continued in two main camps: those who assumed Furtwängler’s innocence based on his support of some Jewish colleagues and the fact that before 1933 and after 1945 he performed works by Jewish composers (such as Bernhard Sekles’s orchestral prelude Dybuk of 1928)14, and those who were convinced of the conductor’s guilt based on the Spruchkammer allegations15. TINA FRÜHAUF most of the time after he left Germany in February 1945 (Schönzeler, 1990, 109)8. But Menuhin’s highly anticipated collaboration with Furtwängler had to wait two more years. Because of the conductor’s opaque position during the Third Reich9, he was still suspended from performing in Germany, with the exception of the Russian Zone10. The Russians especially promoted music, and under the writer and lyricist Johannes Robert Becher, who became a member of the Party Executive Committee after returning from exile, they wanted to make the Soviet Zone a refuge for artists (MacDonogh, 2007, 215). Such promotion and support, of course, was not mere altruism, but most likely politically motivated, leaving aside the highly propagandistic reasons for Soviet artistic support –namely, a retort to the Western allies and a means of legitimizing the Soviet Union as a more cultured, civilized alternative. Thus in early 1946 the Soviets offered Furtwängler the post of Artistic Director of the East German State Opera, but the conductor, not yet fully rehabilitated, declined. Although Furtwängler made his more or less triumphant return to Berlin on May 25, 1947, in a concert with the Berlin Philharmonic Orchestra, the denazification process had taken its toll. Furtwängler seemed cautious if not wary in regards to his involvement in Jewish matters. In a letter to Walter Legge, an influential British classical record producer, dated July 3, 1947, he wrote: “The only thing that I personally am afraid of is that my willingness to conduct for the Jewish Charity, which corresponds completely with my whole personal attitude, will simply be branded as sheer opportunism, taking advantage of the occasion. That must be avoided at all costs. I do not want to link any specific political attitude with it, but rather to show that art is above politics. I will always be prepared to offer my artistic skills –for humanitarian reasons– either for the Winter Aid Concert in Germany at present or for the Jewish Charity Concert in London” (Sanders, 1998, 132). While Furtwängler’s hesitation seems awkward at first, a further letter to Legge, dated July 8, 1947, confirms the conductor’s sincere interested in supporting Jewish causes. In February and March 1948 he conducted the London Philharmonic Orchestra in several charity concerts. On August 13, 1947, Menuhin and Furtwängler finally gave their very first performance together, Johannes Brahms’s Violin Concerto, in Salzburg with the Vienna Philharmonic ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 889 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 890 Orchestra. The day after the performance Menuhin arrived in Munich and was contacted by Special Services Officer Samuel Lewis Gaber with an invitation to play for the Jewish DPs in one of the nearby camps. Menuhin’s response is unknown16. However, Menuhin gave a concert at the Congress Hall of the German Museum in Munich under Joseph Strobl. The concert was fully sold out with Germans, Americans, and DPs in the audience17. This was followed by a concert again with Furtwängler at the Lucerne Festival on August 30 with the Beethoven Violin Concerto on the program. On August, 28 and 29, the record producers of His Master’s Voice (HMV) also scheduled two recording sessions with the two musicians for the Beethoven Violin Concerto. end, Military Governor General Lucius Clay only agreed to Menuhin’s visit when Washington ordered a change in the policy, stating that it was unlawful for U.S. citizens to perform before local audiences without governmental authorization (Monod, 2005, 213). In 1946, Menuhin performed for the first time after the war “as a Jew who might keep alive German guilt and repentance, and as a musician offering something to live for” (Menuhin, 1997, 234). Evidently, the dialectics of art and politics that Furtwängler wanted to support dissolved in Menuhin’s postwar performances. Moreover, the performances show how music and politics were intrinsically linked in postwar Germany through the notions of trauma, identity, but also opportunism. A month later, Menuhin and Furtwängler performed together for the first time on German soil and with this stirred a controversy that extended to the DP camps in Berlin and the local Jewish community. Indeed, this affair reached as far as Palestine and the United States. Little did Menuhin, Furtwängler, or for that matter anyone else, know that his concerts would become a highly political issue between different Jewish factions. Newspapers and literature commented on the event as well, however, without taking into consideration the full picture of events and all parties involved. THE PERFORMANCES In 1946, Menuhin had performed with the Berlin Philharmonic Orchestra under the baton of Sergiu Celibidache who in February 1946 became the orchestra’s conductor until Furtwängler’s rehabilitation. As these first concerts had not been well received, OMGUS was adamant about not including Furtwängler in forthcoming performances to avoid further complications and failures (see Thacker, 2007, 103). Menuhin did not share this apprehension, and in April 1947 the New York Times announced that he would give the first three of a series of concerts by U.S. artists in Occupied Germany under the baton of Wilhelm Furtwängler18. Details on how the inclusion of Furtwängler came to be remain unknown. At the time, speculations arose whether Yehudi Menuhin had made Furtwängler’s appearance a condition of his acceptance of an invitation to inaugurate the series19. Certainly Menuhin’s star power and a higher order from Washington must have played a role. But Harrison Kerr, a well known contemporary composer and chief of the Department of the Army’s Music and Arts, Reorientation Branch, War Department, denied that Menuhin’s appearance and Furtwängler’s clearance were somehow connected20. Shortly after the war, the Office of Military Government of the United States (OMGUS) in Germany decided to sponsor a series of charity concerts, with Robert Murphy, then a member of the Office of Military Government, being the driving force behind the invitation to Menuhin. Menuhin’s friend, William Dubensy, was also involved with negotiating the visit to show that a new chapter in Germany’s history had begun and that the occupation was entering a new phase (Monod, 2005, 165). In the After his arrival in Berlin on September 27, Menuhin gave a total of six performances21 during five days that also included reorientation meetings with German music critics and cultural commentators (Burton, 2000, 282)22. The first concert took place on September 28, 1947, at the original 1,920-seat auditorium of Titania Palast in the south of Berlin. As the Philharmonie was completely destroyed, a number of venues served as temporary homes, one of them being the Titania. The Berlin Philharmonic Orchestra under This article will shed light on the controversy that arose after Menuhin gave a concert for the DPs in Berlin on October 1. In a larger framework I will address how the concerts and the events surrounding them offer insight into postwar musical life and the reconstitution of the Jewish community. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 The second concert, conceived as a repeat performance open to the general German public, took place two days later on Tuesday, September 30, 1947, also at the Titania Palast. It was recorded as well. In a letter to the Commanding Officer of the Berlin Command, General Frank L. Howley reports of this concert as being “one of the most important steps thus far undertaken in Berlin by the War Department in connection with the reorientation policy”24. However, it was “marred by a number of incidents for which Military Police [henceforth MP] and Special Services officials were responsible, thus making it appear in the eyes of the Germans that Americans are not sincerely appreciative in cultural activities”. Apparently, the audience was allowed to enter in single file, so that all “passes” could be checked; this delayed the start of the concert by over an hour, and “many... prominent Germans”, including music critics, “were not permitted to take their seats” (Thacker, 2007, 103). People were still coming in during the first two pieces; “during the playing of the Beethoven [Violin] Concerto MP’s walked up and down the aisles asking for passes from Germans and Allies. Persons without passes were ejected. This not only disturbed the audience and Mr. Menuhin but completely nullified the effect the concert was supposed to make”25. And as if Menuhin anticipated the turmoil that was to come, he stated after the performance: “I recognize no races, only people”26. The police cleared the hall before anyone could applaud (see also Monod, 2005, 166). doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 The procedures for the concert ruined its main intention as a successful reorientation event for the German public. They also reveal the ignorance of American officers and their anxiety that it could be remembered as failure to the extent that they arrested lingering pleasure by cutting off applause. The MP’s behavior may have been simply ignorance or a desperate attempt at avoiding or controlling any kind of chaos. Or perhaps the officers feared negative reactions, even anti-Semitic actions toward the Jewish violinist from an audience that primarily might have come to hear Furtwängler. But strikingly, Furtwängler’s name remained absent from the accounts, letting Menuhin appear as the key figure, who through his postwar performances had the privilege to become the central musician in reorientation performances and also the musical representative for the Jewish people or the Jewish musical representative for the German people. TINA FRÜHAUF Furtwängler played the Overture of Felix Mendelssohn’s A Midsummer Night’s Dream,23 Beethoven’s Symphony No. 7, and with Menuhin as the featured soloist, Beethoven’s Violin Concerto. A live-recording was made as well. As the concert benefited British and American victims of polio, it was only open to British and American audiences. It also launched the U.S. artists program of music as an instrument of reorientation and re-education, a concept that originated in late 1945 and that General Clay initially had resisted, as he felt that the Germans had to achieve this for themselves (see also Monod, 2005, 213). In the first concert Menuhin raised a total of 3,000 U.S. dollars for charity (an amount that would equal 30,000 dollars today), a third of which went for purchasing orthopedic instruments needed due to an ongoing polio epidemic. Further proceeds of the benefit concerts were given to the five Berlin orchestras to buy new instruments (Burton, 2000, 283). Menuhin’s statement that he recognized no races, only people, can be read in multiple ways. It could have been meant as a response, directed toward the Americans, to how the German audiences were treated before, during, and after the concert, and that they were not quite allowed to listen to the music and enjoy art. In a larger framework, Menuhin’s words may be understood as a conciliatory gesture towards the “good” Germans, and his contribution to re-education as he distinguished between “German nationals” and “German individuals”. In the end, it may be directed toward himself, as a conscious or subconscious defense of playing with the Nazis’ former musical figurehead, Wilhelm Furtwängler. But first and foremost, the statement contradicts the statement that he “might keep alive German guilt”. On October 2, Yehudi Menuhin performed a third charity concert, this time on the invitation of the Russians and together with the Berlin Staatskapelle Orchester under the baton of Wilhelm Furtwängler; all musicians donated their services (Magidoff, 1955, 273)27. This concert was also open to the general public, held at the Admiralspalast in the Soviet sector. As the theater held just 1,750 seats, an open dress rehearsal was given before the concert in the evening to enable the two thousand Berlin Jews and victims of fascism, as they were called, to hear the artists perform28. The program included Christoph Willibald Gluck’s Overture to Alceste, Beethoven’s Violin Concerto, and, astonishingly, Richard Wagner’s Prelude and “Love-Death” from Tristan ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 891 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH and Isolde. Menuhin also played Bach’s Sonata for Solo Violin in C major. That of all the Berlin concerts the Jewish benefit did not include a piece by a Jewish composer or work forbidden under the Nazis in accordance with current policy is surprising29. Perhaps it was a political statement by the Russians, who were in charge of the concert, and had wanted to separate themselves from policies established by the Americans and British; less likely, it was Furtwängler’s decision to win artistic autonomy back and to select a program to his liking instead of making politically correct choices. In any event, the program represented a political statement in itself; and it is even more surprising that neither during the dress rehearsal nor during the actual performance did the audience object. Perhaps it was Menuhin’s presence that took away attention from the program. Indeed, Walter Hinrichsen, American Music Officer, reported that “there were ovations for half an hour for Mr. Menuhin, and Russian officers and many concert goers agreed that the Staatsoper [sic] had never before witnessed such an outburst of enthusiasm for any artist” (Burton, 2000, 282). Menuhin’s biographer, Robert Magidoff, states that Menuhin only accepted the Berlin performance under the condition that one of the concerts would be for the benefit of the Jewish community of Berlin, and that because of the complexity arranging that concert, it came last in the order of Menuhin’s appearances (Magidoff, 1955, 273)30. Perhaps the fact that the Soviets organized the event explains the scheduling toward the end of Menuhin’s Berlin sojourn (Thacker, 2007, 103). According to Moshe Menuhin, the concert raised about 79,000 marks or 20,000 dollars (an amount that would equal 200,000 dollars today)31. In addition to these three official and public concerts, Menuhin played at a number of other functions, most notably a concert for the DPs in Berlin on October 1, at five o’clock in the afternoon (his fifth day and the only time that had not yet been filled), which proved to be a political challenge rather than an artistic one. Furthermore, this concert was the first point of real contention between the Jewish community, the DPs, and the artists. Altogether three DP camps existed in Berlin until July 1948: the Mariendorf Bialik-Center and the Düppel Center Schlachtensee in the American zone, and the Wittenau camp in the French zone, with the Düppel Center being 892 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 by far the largest (in September 1946 it sheltered 5,130 Jewish DPs). These provided a temporary space for mainly Jewish refugees, who could not could and did not want to be repatriated to their original countries and were left homeless as a result of fear of persecution. These Jewish DPs came predominantly from Poland and Russia32. The DPs were very especially offended that Menuhin had played for the Germans and that a good amount of the proceeds went to benefit German institutions. Other than some of the German Jews, they seemed less disturbed by Menuhin’s collaboration with Furtwängler33. They stirred a controversy and came into the public eye through their boycotting of Menuhin’s performance and protesting against the concerts, although their main argument never seemed to be that it was wrong for a Jewish soloist to perform together with a conductor who had been active in the Third Reich, though recently denazified. In response to the DP protests against Menuhin, Berlin’s rabbi Steven Schwarzschild who was on the committee to which the proceeds from the benefit concert in Berlin were turned over34, later gave a public testimonial in Menuhin’s defense implicating the DPs’ prominence in the black market (in fact, the camps were a center of the black market) for instigating these protests as a diversion from their own activities35. The concert on October 1, a Bach recital, took place at the Tivoli, a cinema in the suburb of Berlin-Pankow having a capacity of over four hundred seats. As accounts of the concert and next day’s event, Menuhin’s visit of the Düppel Center in response to the reception of the October 1 concert, greatly differ, the following two principal perspectives of the events are given separately, the first by Abraham S. Hyman, legal consultant to the American Advisers on Jewish Affairs in Germany between 1946 and 1950, and the other by Yehudi Menuhin, his biographers, and his father Moshe. Hyman’s account is based on oral testimony and reminiscences, most notably interviews with Harold Fishbein and Eliyahu Yones (also known as Jonas of Lemberg) in July 1984 in Tel Aviv, and a recollection of a conversation with Louis E. Levinthal in the later 1940s. The account is somewhat compromised as it relies on the memory of those being interviewed almost 40 years after the events. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 Menuhin’s account stems from 1977, written at about the same time Hyman interviewed Fishbein and Yones. As episode of a larger autobiographical narrative, it is also compromised by memory, and thus subjectivity and (unintentional) deception. It is important keep in mind that Menuhin, while focusing on his journey as a violinist, might also have had concerns about his legacy or his status as an American Jew, and that this influenced his telling of the story. The same is valid for his father’s account. Both Hyman and Menuhin are describing the political motivations behind (and preference for) their specific Jewish musical performance, and in both cases music is part of that political expression. THE ACCOUNTS The Hyman Account Contradicting Magidoff, Abraham S. Hyman recalled that Judge Louis E. Levinthal, one of the advisers on Jewish affairs, had suggested to Menuhin that he give a special concert for the DPs, to which Menuhin agreed36. Subsequently Harold Fishbein, UNRRA37 director of the two main Jewish DP camps in Berlin, at first made arrangements for a concert to be held in Mariendorf. As a large audience was expected, the concert was moved to the Tivoli. In the end, only few DPs attended. To save the situation and avoid embarrassment, Fishbein, gathered about two hundred children from the camps to fill at least part of the hall. After his performance, while still on stage, Menuhin asked Fishbein why people boycotted the program. In a reply, a member of the staff of the Düppel Center camp newspaper, Undzer Lebn: Organ von di befraytn Jidn doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 in Berlin (Our Life: Voice Of the Liberated Jews in Berlin)38, handed Menuhin a copy of the paper, which contained an open letter to the violinist written by Eliyahu Yones and an English translation of the letter. Eliyahu Yones was born in Vilnius in 1915 and was trained as a musician and educator. At the outbreak of the Second World War, he fled to Lvov and was incarcerated in several Nazi concentration camps. In August 1943, Yones escaped Kurowice to the forests, where he joined the partisans. After the war, he stayed for a short while in a hospital in Moscow and thereafter in Sochi for rehabilitation. In 1946 he returned to Vilna and from there went to Germany, where he stayed at the the Düppel Center camp. He was founder and editor of Undzer Lebn.39 TINA FRÜHAUF In the case of Eliyahu Yones, a survivor, one might wonder to what extent trauma had an impact on memory –naturally his narrative reflects resentment, anger, and abandonment. In a larger context, the values reflected in the Hyman account, especially the notions of betrayal and despair but also strength and regeneration go hand in hand with the self-identification of the Jewish DPs in the postwar context. Acknowledging their losses and challenges the DPs also recognized their need to develop affirmative responses. Yones postulated “that if a certain Eppel [sic] were still alive, he would surely attend one of Menuhin’s concerts, for when Eppel was S.S. commandant of the slave-labor camp near Lemberg, where Yones was imprisoned for more than two years, he proved his passion for music by having the Jewish children serenade before him before sending them to their death” (Hyman, 1993, 340). Upon reading the letter Menuhin asked to explain himself and with Fishbein’s consent he went the following morning to the Düppel Center, this time without his violin, to face a large crowd of Jewish DPs who were both agitated and curious. Menuhin, in an effort of conciliation, justified his Berlin performances by saying that hate is self-destructive and life must go forward; “the people must believe that a new Germany will arise on the ruins of the old and that the German people will live down its embrace of all that Hitler represented” (Hyman, 1993, 341). Although a respondent had not been officially selected, the audience pushed Eliyahu Yones forward, who in Yiddish said “Mr. Menuhin. We the people, and you have no language in common...”. The rebuttal was followed by Hatikvah, encouraged by Fishbein. Later, Menuhin apparently changed his views upon visiting the former Reichsbank Frankfurt am Main, where Levinthal showed him vaults overflowing with gold jewelry, gold teeth, that the Nazis had removed from the Jews who were deported to concentration camps (Hyman, 1993, 342). Hyman’s account gives the impression that there was no reconciliation between the DPs and Menuhin, that opinions and experiences clashed in an unresolvable conflict. The DPs felt they had been robbed, a belief reinforced by ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 893 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 894 Menuhin’s response40. After all, in Jewish law only a victim can forgive, and Menuhin was never directly affected by the Holocaust. Hyman conveys the discord of opinions and emotions by mentioning details pertaining to music. Contradicting Menuhin’s account, the Düppel Center meeting took place without Menuhin’s violin and instead closed with the DPs’ singing of Hatikvah. The Jewish anthem took precedence over Western art music, a clear sign that Jewish collective identity was more important than concert music. In Hyman’s account the DPs were proposing an alternative concept of Jewish performance more in line with their perception of postwar Jewish, even Zionist, identity. Menuhin’s Account In his autobiography of 1997, Unfinished Journey: Twenty Years Later, Menuhin stood by his defense of Furtwängler and their shared performances, and also shed light on the Düppel Center affair, yet with significant variations and further insights (Menuhin, 1997, 230)41. According to Menuhin, the American authorities “obligingly organized a recital”, and not at the Düppel Center as Menuhin seemed to have expected. He also estimated that fewer than fifty people were in the audience and did not mention the presence of children; contemporary press reports suggested a few hundred at most42. Menuhin recalled his reception the next day at the Düppel Center as initially cold and antagonizing, with boos, hisses, and imprecations. He responded to this accordingly: reaction –Menuhin’s naïve and overly positive statement might suggest that music here was above and beyond politics, but in the larger context of the events and considering all opinions it is rather reflective of the multiple political attitudes in postwar Germany (and beyond). According to Menuhin, Eliyahu Yones came that evening to apologize to him personally saying that “perhaps it is too much to expect that those who have not experienced persecution and camps should understand our feelings” (Menuhin, 1997, 236)43. Menuhin’s diary entry confirms the impression that he first and foremost considered the artistic experience when accepting the invitation to perform in Berlin; he must have been so tempted by the prospect of performing with Furtwängler that he did not think about the consequences: “As I had imagined, to play the greatest German music with this greatest of German conductors was an experience of almost religious intensity. I came down from the clouds to find myself a traitor” (Menuhin, 1997, 234; Burton, 2000, 284). In the end, Menuhin’s Berlin concerts with Furtwängler were indeed a significant artistic experience for the young violinist, but tainted by the Düppel Center episode. I cannot blame anyone for his bitterness... You have suffered too much. And still I do say that you simply cannot rebuild your life on your sufferings. Don’t let it be said that we have only learned the worst of our enemies! We Jews don’t beg; we work! We are the best cobblers, the best tailors, the best doctors, the best musicians. That’s what it means to be a Jew! I have come to Germany to restore that image, to show how false was Hitler’s caricature [sic]. That’s why I’m here... (1997, 235). With the hope that his experiences in Germany could be of some help in Washington, Menuhin wrote down his impressions, in which he emphasized the “insecurities” plaguing the DPs: “Too long has our government allowed conditions to drift. We should have liquidated the DP camps two years ago quite independently of any other problems or their solutions. This is a human problem, and these victims should have been offered a choice of nationalities in various countries soon after the war” (Magidoff, 1955, 276). It is quite stunning that after having visited the camps and having met with the DPs at the Düppel Center Menuhin speaks of “insecurities” and “victims” –a perception that was quite removed from the self-perception of the DPs. Compared to Hyman’s account, Menuhin’s recollection is softer in tone and more sympathetic. It also appears to be more elaborate and compelling. But his speech also suggests that he saw his performance as intrinsically linked to politics. The response, according to Menuhin, was “Our Yehudi, our Yehudi”, after which he apparently immediately played the violin with no further negative The Düppel Center, however, seemed to be only one stumbling block in the reception of Menuhin’s Berlin concerts. In fact, Menuhin himself stated that “winning the understanding of the wronged men and women of the Deuppel [sic!] Centre proved both more painful and simpler than outfacing the protests of the Jews of America” (Menuhin, 1997, 236). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 Insulting Danzis as a psychopath, he called the article a “smear and whispering campaign against Yehudi” that culminated in “shameless, malicious, and irresponsible defamations”. These defamations refer to the following accusations made by Danzis: Menuhin’s Berlin postwar performances, his collaboration with Furtwängler, and his defense of the conductor are shameful. In Yehudi’s defense, Moshe Menuhin argued that most of his son’s Berlin concerts benefited the cause of the Jewish people directly and indirectly. He justified the 1947 Jewish benefit concert in Berlin with the fact that it raised money for the Jewish community and was supported by the local rabbi; he justified his son’s collaboration with the presence of Jewish musicians in the orchestra. He used similar arguments to defend Yehudi’s benefit concerts in Berlin of fall 1949. Another point made by Moshe is the fact that the U.S. government encouraged and supported Yehudi to play these concerts in Berlin. While this has little to do with the Jewish question and rather confirms that for the government, Menuhin’s Berlin concerts were important publicity, it shows that political connotations seemed more important than artistic expression. In regard to the Furtwängler issue, Moshe claimed that the conductor “was persecuted and haunted by Hitler” and if it would not have been for the quick end of the war, “he would have landed in one of the concentration camps as all other caught liberals and anti-Nazis”. Moshe insisted that his son did very serious research on Furtwängler only to come to the conclusion that the conductor was “righteous, liberal, anti-Nazi”; he closed with the somewhat unconvincing phrase that Furtwängler “is a great conductor, probably the greatest in the world. He is German, of course, but one of those Germans who belong to all mankind who cannot be confused with Nazis”. Furtdoi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 wängler’s denazification tribunal and its accusations are not mentioned the least. Moshe concluded his letter with extensive quotations from the letter his son sent to Washington in fall 1947, upon completing his Europe sojourn. Perhaps nothing is more telling than the following sentence: “I went to Germany as an American at the service of my country and my government after prolonged and urgent requests. Not for one moment did I forget my duties to, my respect and sympathy for my [the Jewish] people. I fully realized, though it was not publicized, that directly and indirectly, I had here an opportunity to serve the cause of the Jewish people”. The Menuhins, for sure, saw in the Berlin performances a great artistic opportunity; if they first and foremost had the Jewish people in mind remains doubtful. In the end, it appears that the Menuhins never fully grasp the atrocities of the Holocaust and because of that acted insensitively and in their own interest. Yehudi Menuhin’s letter to Washington underlines that in the following incredible sentence: The persecuted Jews “have even reluctantly admitted to me that perhaps it was not quite so great a crime as they had originally supposed or were led to believe”. TINA FRÜHAUF If indeed, Yehudi was concerned about his status as an American Jew, his father was even more concerned. On January 12, 1950, he wrote a six-page single-spaced letter to the New York-based Yiddish-language newspaper Der Tog (the Day), in response to Mordechai Danzis’s article “Un Menuhin fidelt” (While Menuhin Fiddled)44. Danzis lambasted Menuhin for playing with Furtwängler only because the violinist “loves to play with the murderers of his people”. Moshe Menuhin’s typescript gives his own detailed and angry version of the Berlin affair –Der Tog never printed it45. THE RECEPTION On October 3, 1947, when Menuhin left Berlin, his concerts and the Düppel Center encounter began to be covered by a variety of newspapers in Germany and overseas. The Jidisze Cajtung: Algemejn-Nacjonaler Organ (Yiddish Newspaper: General National Publication) published a cartoon drawn by fourteen-year-old Shmuel Bak46, who lived with his mother in the Landsberg DP camp, in response to the first concert on September 28. The cartoon shows Menuhin playing in front of a group of children who hold a sign with the German line “German Hitler [Hitler is crossed out] Youth”; the caption reads: “Last Sunday Yehudi Menuhin gave a concert in Berlin. The proceeds were given to a German project as shown in the drawing”. Evidently, Bak did not know that the proceeds of the first concert were not meant for the German charities, but supported the Allies. The cartoon appeared on the same page as a report about the deconsecrating of Jewish cemeteries on German soil on the eve of Yom Kippur 194747. Apparently, anti-German sentiments for the concerts were reinforced through ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 895 Nº 751 mentioning anti-Semitic behavior, which was indeed still prevalent at the time. In this context, Menuhin’s alliance with Furtwängler and the benefit for non-Jewish causes were even more offensive. MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH The third concert was covered in the weekly paper of the Berlin Jews, Der Weg, of October 10, 1947, in a review by musicologist and critic Ludwig Misch, titled “Yehudi Menuhin and Furtwängler play for the Jews”48. Misch justified the delay in covering the event –not even an announcement was published in Der Weg– due to the tight schedule of the Berlin Philharmonic Orchestra and Menuhin’s last minute decision [sic] to do this concert. It was the first event for a Jewish organization in Berlin organized by non-Jews since the end of the Nazi regime. Misch saw the event as an act of Wiedergutmachung49. He himself had published an article on February 6, 1946, in Neue Zeit, titled “Ich melde mich als Zeuge: Zum ‘Fall Furtwängler’” (I Report as Witness: On the Case of Furtwängler), in which he had insisted that Furtwängler had (passively) opposed the Nazi regime50. Misch based his defense largely on information by Paul Schwers, editor of the Allgemeine Musikzeitung, and on his own experiences: In the summer of 1933 and at the end of 1938, Furtwängler had supported Misch in his attempts to emigrate, and also wrote a benevolent letter when Misch was no longer allowed to teach at a Jewish school. It is important to keep in mind that Misch, an assimilated Jew, was an established music critic, conductor, teacher, and an authority on Beethoven before 1933, and mingled little with the Jewish community. After 1933 this changed as Nazi policy forced him to shift his professional focus from German culture to Jewish culture. He began working in Jewish schools, wrote for the Jewish community paper, took part in Jewish Kulturbund concerts, and renamed his own a cappella choir, Neue Madrigalvereinigung, to Jüdische Madrigalvereinigung. Misch was spared from deportation to a concentration camp because he was married to a Christian. In 1947, he moved to New York City, where he continued writing about the life and work of Beethoven. Misch’s stance on German society and his relatively moderate treatment during the Holocaust are very much reflected in his postwar role as defender of Furtwängler. Misch’s criticism extended primarily to the performance itself, not the performers, their motives, and background. He regretted, however, that they did not perform a sym- 896 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 phony or piece by a Jewish composer and ascribed this to the late decision to offer this concert. Overall, Misch gave the performers and their interpretations much praise, and attested that the audience did the same. Apparently the board of the Jewish community met with the artists after the concert and expressed their gratitude51. Misch connected politics very deliberately to the concert by describing it as an act of Wiedergutmachung, a term that was distinctly political in the postwar context. Despite its emphasis on the repertory and quality of the performance, his description is specifically politicized. Most of the German critics reported on Menuhin’s concerts as musical events, divorced from politics. The decision to refrain from overt mention of the war and its aftermath is political in and of itself; it suggests a level of postwar discomfort, cultural amnesia or avoidance, or a distinct political agenda. The composer, musicologist, and music critic Hans Heinz Stuckenschmidt, in his review of the first concert published by Die Neue Zeitung: Eine amerikanische Zeitung für die deutsche Bevölkerung–Berliner Blatt on September 30, 1947, only focused on Menuhin’s playing; he was critical that only Americans were allowed into the concert. Karl Schönewolf, later one of the best-known music critics of East Germany, most likely reporting on the second concert, also focused his review on the artistic side of the event. Menuhin apparently played as encore the Partita for solo violin No. 3 in E major by Johann Sebastian Bach52. The controversies surrounding the concerts were not mentioned in the least53. Only the critic of Der Kurier: Die Berliner Abendzeitung alluded to the uniqueness of the concerts by mentioning Menuhin’s background in the first paragraph of the review: “Some have wondered that here on Monday Yehudi Menuhin has been called a great Jewish violinist [emphasis in original]. But this happened with deliberation and justification. This born American comes from a Zionist home54. That it is he, who came as the first foreign artist of international fame to Germany, to play in front of Germans, that’s its own matter. A number of great artists believe that their art is a reward that the German public still has to earn. Menuhin does not share this opinion. He, like Beethoven, sees great and pure art as medicine that can help to recover sick souls. This is a true and also a good Jewish notion, that the strong should support the weak”55. The reviewer went on to praise Yehudi’s strength as performer and evaluated doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 While the German press overlooked the Düppel Center incident altogether, the foreign press made it the focus of their reports. Two U.S. reporters who heard of the meeting at the Düppel Center interviewed Yones and on October 27, 1947, just a few weeks after the incident, published a brief article in Time Magazine, titled “Music: Not by Hate”, with some substantial excerpts from Yones’s letter and Menuhin’s response, but again with significant variation that gives the sense of Menuhin’s imputation of blame: “I have played for the hard-pressed wherever and whenever I could... You are truly the victims of Nazism, but the tragedy is that you [italics by the author, in the Magidoff account “we” is used] have grown to be like the Nazis... You [ibid.] make your judgments on a racial basis, and you demand that art and music be harnessed in the cause of hate. Love and not hate will heal the world”. Contradicting Menuhin’s statements, the article states that the DPs remained silent and that Menuhin “left his fiddle at home”. A conciliatory reply by Yones reads “If Menuhin offered us a concert today, we would all go. Perhaps it is too much to expect that those who have not experienced persecutions and camps should understand our feelings”56. The Düppel Center affair was also covered by the weekly The Canadian Jewish Chronicle of October 31, 1947, in an article titled “They Required Us of a Song”57, in which Menuhin is criticized not primarily for his actions, but rather his naiveté and insensitivity. Some Jewish newspapers in the United States and many in Israel censured Menuhin for playing with Furtwängler and for performing for German audiences (Magidoff, 1955, 277-278). But despite the 1947 experience and the fact that the postwar affair remained in the press58, the violinist continued to give charity concerts in Germany59. U.S. military and civilian authorities in Germany and political advisor Robert Murphy and later High Commissioner John J. McCloy, kept repeatedly and urgently inviting Menuhin back to Germany as America’s cultural ambassador and “misdoi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 sionary”. The identity of the world-renowned American Jew may have been a strong factor in Menuhin becoming the cultural ambassador. Menuhin’s firm position on Furtwängler and his engagements in Germany led Rome to boycott two of his concerts in January 194960. Further debate arose when in the same month Menuhin threatened not to appear with the Chicago Symphony Orchestra until they engaged Furtwängler; in contrast a good number of artists firmly stated that they would refuse to appear under Furtwängler if the Chicago Symphony Orchestra hired him as conductor61. In the end, Furtwängler withdrew as a prospective guest conductor62. TINA FRÜHAUF the performance as being more than “medication” –it was a “revelation”. One cannot help but notice the tone of the review, especially in reference to Menuhin’s Jewish heritage. It seems as if the critic had difficulty to neutral and to solely look at Menuhin as performer. He was the only critic who pointed toward Menuhin’s Jewish identity, but not without a certain discomfort. Later activity in Germany earned him unexpected criticism in the United States leading Menuhin in 1949 to make a statement explaining the necessity of his concert activities63. But criticism eventually ceded. In Germany, the Jewish community celebrated a concert given by Yehudi Menuhin on April 10, 1951, in Hamburg as the greatest cultural event (Lamm, 1960, 141). Only Menuhin’s performances in Israel continued to be overshadowed by the past, at least initially. Although he had wanted to visit shortly after the foundation of the state, Israel was almost two years old when Menuhin could finally undertake his first tour there in April 1950 (Menuhin, 1997, 237). Russian impresario Baruch Gillon invited Menuhin, but then discouraged a tour as assassination threats from a terrorist group made Menuhin’s appearance a national issue (Magidoff, 1955, 79). Menuhin wired him: “Precisely because I played in Berlin I wish to play in Israel” (Menuhin, 1997, 237). Menuhin seemed to have embraced his status as cultural ambassador and political figure. Upon his arrival he notes “It was the Deuppel [sic!] Centre all over again” (Menuhin, 1997, 237). After Menuhin’s first performance the negative sentiments disappeared: “Within a couple of days all precautions had withered away in a climate of unambiguous good will, and my long, sometimes fault-finding, always sympathetic involvement with my fellow men of the State of Israel had begun” (Menuhin, 1997, 237-238). Menuhin played twenty-four recitals in twelve days in different cities and kibbutzim as well as military hospitals. In 1954, a good seven years after the Menuhin affair and a week after Furtwängler’s passing on November 30, ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 897 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 898 195464, Ludwig Misch published an article in the New Yorker Staats-Zeitung und Herold, titled “Helfer der Bedrängten: Erinnerungen an Wilhelm Furtwängler” (Helper of the Desperate: Reminiscences on Wilhelm Furtwängler)65, in which he described his personal encounter with the conductor and his innocence during the Nazi period. The article was motivated by the fact that Furtwängler still experienced resentment in the United States due to his alleged involvement in Nazi Germany. Misch reiterated information he had already provided in his 1946 article in Neue Zeit, particularly that Furtwängler helped him with supportive letters during the 1930s. He added excerpts from a conversation during which Furtwängler had emphatically stated: “I am myself a prisoner”. Misch also mentioned that it was he and his wife who had encouraged Furtwängler to give the benefit concert for the Jewish community in 1947. Furtwängler apparently had countered that he would prefer to be invited by the Jewish community. Indeed, Furtwängler felt that by offering a benefit, he would appear guilty and perhaps would face more allegations. Misch in his final sentence underlined that Furtwängler’s humanity was as great as his artistry. This article triggered a response by Hans-Erich Fabian, a lawyer, who had survived Theresienstadt, returned to Berlin, and became the chairman of the Jewish community there. In a letter to Misch, Fabian commented on this article and particularly Misch’s words about the Berlin concert. Fabian criticized Misch’s statement on the benefit concert. There had never been communication with the Jewish community about organizing the benefit and thus, Fabian assumed, this concert was just organized to rule out hostile reactions to the Berlin concerts. In fact, the Jewish community only learned about the benefit concert from Litfassäulen (advertising pillars). If the Jewish community had made it known that they had nothing to do with this concert it would have led to a scandal, which had put Fabian in a precarious position as he did not want to compromise the artists. To save the situation and to keep the calm with the DPs, with whom Menuhin already had an unpleasant encounter, Fabian apparently acknowledged the involvement of the Jewish community in the event. On his initiative, the dress rehearsal was specifically for the Jewish senior citizens and victims of fascism, so that the Jewish community would not merely benefit financially. One may wonder why they did not receive seats for the evening performance. In any event, after the evening ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 concert, the board members had to restrain themselves so as not to show their displeasure with the whole affair. Fabian emphasized his convictions that Furtwängler was not a Nazi per se, but that the accusations against him were justified given that he worked in the name of and for the Nazi regime66. In his answer a week later, Misch insisted that he (or rather his wife) had the idea to involve Furtwängler and that it was he who established the contact between the artist and the board of the Jewish community. He quoted as witnesses the writer and journalist Richard May and the editor-in-chief of Der Weg, Wilhelm Maier. Misch also remarked that, albeit his efforts to establish the contact, he was not even invited to the meeting of Furtwängler and the board. Lastly, Furtwängler would not need the “protection” of Fabian and the Jewish community. Misch’s disagreement took place on many fronts. The Holocaust and the ordeals of the camps (both during the Third Reich and after) were certainly a profound event, one that sensitized the DPs in a much deeper way than those who survived the Holocaust in hiding or exile. These divergent experiences and, for that matter, cultures, clashed in the encounter of Menuhin’s performances: The DPs (Eliyahu Yones et al.) and camp survivors (Hans-Erich Fabian et al.) naturally took great offense and with it expressed emotional difficulties and struggle, continued suffering, and trauma. Here it is noteworthy that the DPs were the only Jewish faction that seemed to be oblivious to the fact that Menuhin performed with Furtwängler –the conductor was never a central argument in the controversy. Although the DPs represented a heterogeneous group, given their different countries of origin (the vast majority came from eastern Europe), they united over Menuhin’s performances. Indeed, the Düppel Center encounter gives insight into the survivor’s understanding of and response to their experience. It showed that they perceived themselves not as passive victims or outcasts, as they showed resistance and tried to raise morale. Lastly, the Düppel Center encounter exemplifies a trend revealed more broadly in DP life: a complex engagement with the reality that forthrightly acknowledged its despairs and challenges and simultaneously recognized the need to doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 develop affirmative responses. It further exemplifies the need for community, strength, and regeneration at this transitional moment and the constructive role fellow Jews, in this respect Menuhin, could have played. While Furtwängler remained at the margins of the whole affair and, wisely, never got personally involved, Menuhin was one of the central players, who used his identity as American, Jew, and musician to negotiate different places in this political puzzle without compromising his career. Despite the fact that Fabian, Levinthal, Menuhin, and Misch all claimed credit for initiating the benefit concert What is striking about the Menuhin affair is the multitude of opinions, experiences, and even “facts” that show how divided Jews in the postwar era were depending on their own unique experiences. The juxtaposition of the exemplary accounts by Hyman and Menuhin reflects the unresolved tension that existed in the Jewish community of Germany and even beyond during a transitional moment in history. The different perspectives account for the complexity and diversity of postwar political expression and they point to plural notions of Jewish identity, values, and experiences but also to its fractures. Thus Menuhin’s concerts provided an opportunity to grapple with both the implications of the recent genocide, and some of the major questions of postwar life. NOTES Recibido: 29 de diciembre de 2010 Aceptado: 15 de febrero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 1 Accounts on this differ: Hans Hubert Schönzeler (1990, 109) states that Menuhin refused to perform as soloist with the Berlin Philharmonic Orchestra in 1933; Lionel Rolfe (1978, 177) gives the year 1934. The New York Times published a lengthy article on this affair, in an issue dated January 5, 1934, p. 10. 2 Anonymous, “Nazi Pleas Spurned by Violin Prodigy”, New York Times, January 5, 1934, 10. 3 For a detailed account on the radio broadcast of the Mendelssohn Violin Concerto by Major Bornoff of the British Army of Occupation, who was in charge of music for the radio station Norddeutscher Rundfunk (see Bornoff, 1986, 31-33). ARBOR Vol. 187 TINA FRÜHAUF As a musicologist and assimilated German Jew, Ludwig Misch, who survived through mixed marriage, intertwined music and politics in quite different ways. Misch saw in the performance an act of Wiedergutmachung, confirming that his reality during the Holocaust was far apart from the experiences the DPs have had. After all 79,000 marks for the Jewish community, if we believe the amounts Moshe Menuhin had quoted, cannot repair psychological damages and the loss of millions of Jews. on October 2, it is clear that in organizing Menuhin’s tour the Jewish community and the DPs were, at least initially, on the bottom of his list. This concert particularly seemed more to serve the political than the humane purposes of edification (Erbauung) and recreation or recovery (Erholung) that the Jewish community had explicitly wished for in the aftermath of the Holocaust67. 4 A remarkable anecdote about their performance can be found in Donald Mitchell and Philip Reed’s edition of Britten’s correspondence and diaries. In the notes, the editors quote from a letter that Anita Lasker, a young cellist who had survived the camp, wrote to her aunt after the recital: “It was a beautiful evening. Both soloist and accompanist were of a simplicity regarding their attire which almost bordered on the slovenly, which fitted the local atmosphere perfectly. No need to mention that Menuhin played violinistically to perfection.... Concerning the accompanist [Britten], I can only say that I just cannot imagine anything more beautiful (wonderful). Somehow one never noticed that here was any accompanying going on at all, and yet I had 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 899 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 5 6 7 8 900 to stare at this man like one transfixed as he sat seemingly suspended between chair and keyboard, playing so beautifully”. Britten, 1998, 12731274. Another account of the concert can be found in the memoires of Lilka Trzcinska-Croydon, 2004, 131-134, a political prisoner held at Auschwitz during the Second World War. For a brief survey of other accounts, see Fetthauer, 2009, 374-376. New York Times, December 5, 1945, 26. Menuhin’s defense of Furtwängler took place during his Paris sojourn; reporters sent the statements to New York (see Rolfe, 1978, 201). For full-length response, see ibid. For more quotations of Hirschmann’s and Menuhin’s statements see the anon., “Menuhin Calls on Allied World to Accept Fuertwaengler Again”, New York Times, December 5, 1947; anon. “Furtwaengler Storm Center in Music Row”, New York Post, December 11, 1945, 5 and 18; and Arnold Blom, “Menuhin ‘Horrifies’ Hirschmann With His Pleas for Furtwaengler”, PM Daily, December 11, 1945, 16. It is noteworthy that in the newspaper coverage Menuhin is presented as an American musician –his Jewish heritage is not emphasized. According to Giles MacDonogh (2007, 336), Furtwängler had sealed his fate with many Jewish Americans when in 1936 he had been offered the position of principal conductor of the New York Philharmonic but chose to direct the orchestra of the Berlin State Opera instead. This statement, however, is not quite true. Furtwängler, in fact, did not turn down the position, but was rejected. At the end of January 1946, Furtwängler went to Vienna, where the Austrian denazification took place. Burton states (2000, 262) that the ARBOR Vol. 187 two musicians met for the first time in May 1946 in Zurich at the wedding of Griselda Grould and Louis Kentner. 9 On Furtwängler’s own account see Furtwängler, 1989, 155-160. 10 For the insistence in Furtwängler’s return to Germany, see also the open letter “Berlin ruft Wilhelm Furtwängler” (Berlin Calls Wilhelm Furtwängler) by leading members of the Philharmonic and the Kulturbund, in the February 16, 1946, edition of the Soviet Sector’s Berliner Zeitung 2, no. 39, February 16, 1946, and subsequent articles in the same paper: “All of us who want to build the new democratic Germany in the spirit of humanity need the high symbol of artistic perfection which for us Germans, after the barbaric relapse of National Socialism, is the clarion call to self-knowledge.... Your birthplace appeals to you to return to it”. A larger excerpt in English translation can be found in Clare, 1990, 101. For more information on this episode, see Janik, 2005, 136. 11 For a full and excellently documented account see Monod, 2005, 128-155. See also Toby Thacker’s (2007, 53-54) assertion that the Furtwängler case served as a symbol. For an eye-witness reports of the British intelligence officer George Clare, see Clare, 1990, 100-115. Curt Riess (1955, 213-226), a refugee from Nazi Germany who returned as an American war correspondent to record the demise of Hitler’s Third Reich, in order to lift Furtwängler’s ban, describes the events in Austria and Germany and his alleged involvement in the case in his book, Wilhelm Furtwängler: A Biography, claimaining that he was responsible for expediting the German trial. Reprints of contemporary 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 news coverage and documents related to the trials can be found in Höcker, 1968, 90-98. According to Giles MacDonogh (2007, 354-355), the session took place at the Spruchkammer in the Schlüterstrasse in Berlin, which was run by the British mayor Kaye Sely, head of the Information Services Control Intelligence Section. The hearing session lasted five hours. Other detailed accounts can be found in Shirakawa, 1992; Monod, 2005, 128-136, 146-155; Thacker, 2007, 53. Many earlier studies have reported on the events in the context of “conspiracy theories”. Literatures that assume Furtwängler’s innocence to include Schönzeler, 1990, 106-107; Prieberg, 1991; and Gefen, 2001. Literatures that assume the conductor’s guilt include Wessling, 1985; Kater, 1997; Haffner, 2003. For a detailed account on Furtwängler’s life between the end of the war and analysis of some of the literature mentioned above, see Smithson, 1997. Samuel Lewis Gaber to Yehudi Menuhin, August 14, 1947, Leo Schwartz Papers at YIVO Institute for Jewish Research, MK 488, reel 35, folder 421. Anonymous, “Ein Leben für die Geige”, Der Spiegel 35, August 30, 1947, 17. Kathleen McLaughlin, “Germans Absolve Dr. Furtwaengler”, New York Times, April 20, 1947, 20. Anon., “Ruling on Furtwaengler”, New York Times, May 15, 1947, 32. Ibid. Beside the three concerts, Menuhin played solo violin during the screening of the English film Paganini at the Marmorhaus cinema, see anon. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 23 24 25 26 27 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 28 29 30 31 32 33 34 September performances is unclear. Menuhin had already performed in September 1946 in Berlin with the Berlin Philharmonic Orchestra before the Allied troops. Ludwig Misch, “Yehudi Menuhin und Furtwängler spielen für die Juden”, Der Weg 2, no. 41, October 10, 1947, 5. See footnote no. 23. Magidoff and Humphrey Burton also claim that the concert was held at the State Opera House in the Russian Zone, however, as the house Unter den Linden was largely destroyed, the Staatskapelle used the Admiralspalast until 1955. Moshe Menuhin, typescript copy, January 12, 1950, private collection of Schwarzschild family. For a detailed history see Königseder, 1998. Later that year in Vienna, 150 former concentration camp inmates protested against Furtwängler’s performance and some of his entourage were injured; see “Kulturnotizen”, Neue Welt: Mitteilungsblatt der jüdischen Gemeinden in Bayern 1, no. 5 (1947), 10. Schwarzschild was born in Frankfurt am Main and grew up in Berlin. He emigrated to the United States in 1939 and was ordained at Hebrew Union College in Cincinnati in 1948. He served as chief rabbi of the Berlin Jewish Community from 1948 to 1950 under the auspices of the World Union for Progressive Judaism. His arrival many months after the actual affair, yet his involvement suggests that the scandal continued to simmer in various ways: for one, the Community Board which received the proceeds from Menuhin’s benefit concert might not actually have received the money, or might certainly ARBOR Vol. 187 35 36 37 38 39 40 41 42 not have considered what to do with the money, until after Schwarzschild arrived and joined the Board. Interview and correspondence with Maimon Schwarzschild, New York/ San Diego, May 2010. No written account of the testimonial could be found. However, in 1949 similar protests arose against the British film Oliver Twist of 1948 and Schwarzschild took the same stance. According to Magidoff (1955, 273), it was Menuhin himself who offered to play this recital. United Nations Relief and Rehabilitation Administration (UNRRA) assisted in the repatriation of millions of refugees in 1945 and managed hundreds of DP camps in Germany, Italy, and Austria. The Yiddish-language paper was published in irregular intervals from August 2, 1946, until 1948. The print run was between 2,000 and 3,000 copies; see Königseder, 2001, 41. Yones immigrated to Israel in 1950 and worked for the Israeli Broadcasting Authority. At the age of 79, he received his doctorate in Jewish history from the Hebrew University in Jerusalem. He was a board member at Yad Vashem since the museum’s establishment. He still lives in Jerusalem. Different versions of the response are cited below. The first edition of this autobiography contains the exact same account, see Menuhin, 1997, 223-229. See also Menuhin, 1986, 51-60. Time Magazine speaks of 600 [sic] people in the audience; see “Music: Not by Hate”, Time Magazine, October 27, 1947; www.time.com/time/ magazine/article/0,9171,854834,00. html (March 22, 2010), Lionel Rolfe (1978, 2000) mentions only 15. 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 TINA FRÜHAUF 22 “Yehudi Menuhin”, Der Morgen 3, no. 225, September 26, 1947, 2. In accordance with Menuhin’s wishes, the proceeds of this performance went to the Hochschule für Musik and the Internationales Musikinstitut in Zehlendorf. In a good number of literatures, the dates and subsequent events of the three concerts have been confused or misstated. My dating is based on various newspaper reports and Hunt and Schönzeler, 1990. According to Toby Thacker (2007, 76 and 90), after the war almost all German orchestras started a concert with a Mendelssohn piece to conform to the American enforcement of performing at least one piece by a composer forbidden under the Nazis. Letter from Frank. L. Howley to Commanding Officer, Berlin Command, October 1, 1947 (held at the Institut für Zeitgeschichte, Munich, Office of Military Government United States, 5/267-3/4), quoted after Thacker, 2007, 103. Letter from Frank. L. Howley to Commanding Officer, Berlin Command, October 1, 1947, quoted after Thacker, Music after Hitler, 103-104. For further details on the concert see anonymous, “Tumult um die Karten: Menuhin, Berliner und ein MP-Mann”, Der Spiegel 40, October 4, 1947, 19. Anon., “Yehudi Menuhin Plays in Berlin”, New York Times, October 1, 1947, 35. According to David Monod (2005, 211), the Germans supported by the Military Government paid Menuhin on the understanding that he would then donate his honorarium back to the Berlin Philharmonic Orchestra. Whether this also applied to the 901 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 902 43 Magidoff quotes the speech at even greater length: “I’ve come to speak to you as a Jew, and to tell you that what I’ve done, I’ve done as a Jew... There are many ways of a person to behave, and I have behaved in the only way I thought I should, the only way I could. When the Germans allowed Hitler to come to power, I refused to play for them. When they were defeated, my first thoughts were of my own people, and I went to death camps with my violin. We cannot and we must not forget the past, but a time has to come to face the future and to begin building it... To behave toward the Germans the way the Nazis behaved toward us is to admit that we have grown to be like Nazis. Our only way of proving the birthright and greatness of our race is by asserting its strength and virtues and not by imitating evil. We cannot build our future on hatred. We cannot put an end to war and persecution by acts of revenge... I cannot blame anyone for his bitterness... You have suffered too much, you have lost parents, children, brothers, and sisters. I have been spared this torture. And still, I do say that you simply cannot rebuild your life on your suffering. You cannot build your future as victims, you can build it as tailors, doctors, shoemakers, musicians, farmers. Your future is in hard, honest work, just as it is mine and that of all living people. I cannot change myself. I am what my music, my country, and my race have made me, and I can only act as I feel and think is right. You may not agree with me, but you must believe in me and not think of me as a traitor to my people” (1955, 274-275). The speech is also published in Rolfe, 1978. Although it significantly differs from ARBOR Vol. 187 44 45 46 47 48 49 50 51 52 the one transcribed by Magidoff, the essence is the same. Mordechai Danzis, “Un Menuhin fidelt”, Der Tog, December 6, 1947, 4. One typescript copy is in the private collection of the Schwarzschild family, with a note in Steven Schwarzschild’s handwriting “L’affaire Furtwangler”. Samuel Bak was born in 1933 in Vilnius, and was recognized from an early age as possessing extraordinary artistic talent. He and his mother survived the Holocaust in hiding. Before emigrating to Israel in 1948, they lived in different DP camps in Germany. Bak continued his career as an artist; he currently resides in the United States. Jidisze Cajtung: Algemejn-Nacjonaler Organ 73, no. 141, October 3, 1947, 6. The cartoon is reprinted in Gay, 2002, 197. Ludwig Misch, “Yehudi Menuhin und Furtwängler spielen für die Juden”, Der Weg 2, no. 41, October 10, 1947, 5. The Jüdisches Gemeindeblatt für die Britische Zone (now known as the Jüdische Allgemeine Zeitung) did not report on the Menuhin concerts. Generally the German term Wiedergutmachung after the Second World War refers to the reparations that the German government agreed to pay to the direct survivors of the Holocaust, and to those who were made to work as forced labor or who otherwise became victims of the Nazis. Ludwig Misch, “Ich melde mich als Zeuge: Zum ‘Fall Furtwängler’”, Neue Zeit, February, 6, 1946, 22. Misch, “Yehudi Menuhin und Furtwängler”, 5. Burton (2000, 282) reports that after the concert the Russians hosted a dinner at an artist club in the Eastern Zone. Karl Schönewolf, “Akkord vollkommener Schönheit: Menuhin, Furt- 751 septiembre-octubre [2011] 887-904 ISSN: 0210-1963 53 54 55 56 57 wängler und Beethoven”, Neue Zeit, Ocober 2, 1947. For further reviews, see Hans Heinz Stuckenschmidt, “Vollendetes Musizieren: Yehudi Menuhin und Wilhelm Furtwängler spielen für Berliner Orchester”, Die Neue Zeitung: Eine amerikanische Zeitung für die deutsche Bevölkerung-Berliner Blatt 3, no. 78, September 30, 1947, 3; H.E., “Vollendetes Musizieren: Yehudi Menuhin und Wilhelm Furtwängler”, Der Morgen 3, no. 230, October 2, 1947, 2; Lothar Band, “Der Geiger Menuhin”, Neue Zeit: Tageszeitung der christlich-demokratischen Untion Deutschlands 3, no. 230, October 2, 1947, 2; Erwin Kroll, “Furtwängler und Menuhin”, Der Tagesspiegel 3, no. 230, October 2, 1947, 4. To the contrary, Yehudi’s father publicly denounced Zionism in 1937. While Moshe had extreme and contradictory positions on issues concerning Jews and the Holocaust, the family remained connected to Judaism, see Rolfe, 1978, 194-195 and 202. R.T., “Arznei und Offenbarung”, Der Kurier: Die Berliner Abendzeitung, October 1, 1947. The author of this article could not be identified; neither the imprint of the journal nor the reference books Walther G. Oschilewski (1975): Zeitungen in Berlin, Berlin: Haude & Spener; and Bruno Jahr (2005): Die deutschsprachige Presse: ein biographisch-bibliographisches Handbuch, Munich, Saur, 2005, list a journalist with the initials R.T. Anon., “Music: Not by Hate”, Time Magazine, October 27, 1947; www. time.com/time/magazine/article/0,9171,854834,00.html (accessed March 22, 2010). Anon., “They Required Us of a Song”, The Canadian Jewish Chronicle, October 31, 1947, 3. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5006 62 63 64 65 66 67 waengler”, New York Times, January 23, 1949, 25. For the opposition’s view, especially Rabbi Morton M. Berman, see “Rabbi Berman Joins Fight on Furtwaengler”, New York Times, January 14, 1949, 12. According to Fred K. Prieberg (1991, 6-8), Furtwängler received anonymous threats before the planned performance in Chicago. See “Menuhin Gives Stand on German Concerts”, New York Times, September 27, 1949, 47. Another noteworthy article from that time, published in German for Jewish émigrés in New York, is Artur Holde, “Wilhelm Furtwänglers Tod: Abschluss eines Kapitels deutscher Musikgeschichte”, Der Aufbau, December 10, 1954, 5-6, mentioning that the conductor’s death destroyed any possibility that he would conduct the Berlin Philharmonic Orchestra during the U.S. tour. Holde stated known and proven facts on Furtwängler during the Third Reich and called him the greatest German musician. Ludwig Misch, “Helfer der Bedrängten: Erinnerungen an Wilhelm Furtwängler”, New Yorker Staats-Zeitung und Herold, December 8, 1954. Hans Erich Fabian to Ludwig Misch, December 10, 1954, Leo Baeck Institute, Ludwig Misch Collection, AR 2073. See Georg Glückstein, “Kulturelles Leben”, Der Weg: Zeitschrift für Fragen des Judentums 1, no. 2 (1946), 1. 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[Hans Stuckenschmidt?], “Furtwängler und die Philharmonie”, Der Weg 5, no. 26, June 30, 1950, 4. 59 Menuhin gave another concert in Berlin on June 20, 1948, during the embargo and on the day of the German currency reform; however, this time under the baton of Leopold Ludwig as Furtwängler refused to perform due to the circumstances the embargo caused, see Lang, 1988, 110-112. For later concerts with Menuhin see pp. 165 and 169. 60 “Threaten to Boycott Menuhin”, New York Times, January 21, 1949, 24. 61 The protests of American musicians extended to Walter Gieseking, “Pianists Warn They’ll Boycott Furtwaengler”, New York Times, January 6, 1949, 25. For Menuhin’s response see “Menuhin Defends Furtwaengler, Asks Chicago to Fulfill Contract”, New York Times, January 21, 1949, 25; and “Yehudi Menuhin Raps Critics of Furt- 903 Nº 751 MUSIC AND POLITICS AFTER THE HOLOCAUST: MENUHIN’S BERLIN CONCERTS OF 1947 AND THEIR AFTERMATH 904 Königseder, Angelika (1998): Flucht nach Berlin: Jüdische Displaced Persons 1945-1948, Dokumente, Texte, Materialien 27, Berlin, Metropol Verlag. Königseder, Angelika (2001): “Jüdische Displaced Persons in Berlin”, in Julius H. Schoeps (ed.), Leben im Land der Täter: Juden im Nachkriegsdeutschland (1945-1952), Sifria 4, Berlin, Jüdische Verlagsanstalt, 33-45. Janik, Elizabeth (2005): Recomposing German Music: Politics and Musical Tradition in Cold War Berlin, Studies in Central European Histories 40, Leiden, Brill. 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The shades and tools of his discourse will depend on the genre he manipulates: pure musicology for the deconstruction of the musical space (La Música en Cuba); the ethnic narration for the foundation of Afrocubanism (¡Écue-yambao!); the counterpoint of “revolutionary” musics (La consagración de la primavera); the chronicle of primitive worlds (Los pasos perdidos) or the pure humor to caricature a dictatorship (El recurso del método). Always through daily chronicles, he uses the example, the quote or the musical variation as a teacher, trying to transform Life, Society, Aesthetics and the people. KEY WORDS: Carpentier; musical criticism; nationalism; Cuba; Stravinsky. RESUMEN: Alejo Carpentier se dio a conocer como crítico de arte y de música: desde sus trabajos en periódicos y revistas habaneras, siendo miembro activo del grupo ”Minorista”; posteriormente, desde París (1928), en su exilio voluntario de Caracas (1945), o ya incorporado a la revolución castrista (1959), va convirtiendo la crónica, el ensayo histórico o el relato de ficción en un auténtico telón musical de la vida que retrata, como si de una banda sonora se tratara, siempre con clara y didáctica intencionalidad política. Los matices y herramientas de su discurso dependerán del género que manipula: la pura musicología para la deconstrucción del espacio musical (La Música en Cuba); el relato étnico para la fundamentación del afrocubanismo (¡Écue-yamba-o!); el contrapunto de músicas “revolucionarias” (La consagración de la primavera); la crónica de mundos primitivos (Los pasos perdidos), o el puro humor para caricaturizar una dictadura (El recurso del método). Y, siempre, la crónica diaria, usando como maestro el ejemplo, la cita, o la variación musical, intentando transformar la vida, la sociedad, la estética y las personas. PALABRAS CLAVE: Carpentier; crítica musical; nacionalismo; Cuba; Stravinsky. “La verdadera música tiene el poder de sugerir ideas análogas en cerebros distintos” (Ch. Baudelaire) Nada mejor para comenzar que una paradoja: Alejo Carpentier posee un currículo “político” intachable: en las primeras trincheras del periodismo antimachadista; crítico musical y portavoz oficial, vanguardista y antisistema del movimiento “minorista” cubano; padeciendo cárcel y persecución; exiliado en París, en México o en Caracas; incorporado al equipo de la revolución castrista en su retorno a la Isla; portavoz y referente de un modelo estético y político... Un modelo a seguir, como se sintetiza en el documento de constitución de la cátedra Carpentier de la Universidad de La Habana1: Resolución rectoral por la que se crea la cátedra ALEJO CARPENTIER VALMONT IN MEMORIAM 347/81 POR CUANTO: Alejo Carpentier Valmont laboró como un profesor de Historia de la Cultura de la Escuela de Historia de la Universidad de La Habana y mantuvo una consecuente actividad pedagógica y cultural sobre bases revolucionarias y marxistas-leninistas. POR CUANTO: en vida, personalidad y obra de este escritor cubano ha colocado en un cimero lugar, dentro del continente latinoamericano en el mundo, la literatura y la cultura de nuestro país. Nº 751 EL DISCURSO MUSICAL COMO ARMA POLÍTICA EN LA OBRA DE ALEJO CARPENTIER POR CUANTO: debe materializarse un permanente homenaje a este insigne escritor y profesor, de manera que su obra se proyecte en la diaria labor de profesores y educandos del área docente que corresponde. RESUELVE LA CREACIÓN, etc... 3 de marzo de 1981, “año del XX Aniversario de Girón”. Un cubano de raza, en suma. No obstante, y aquí la paradoja, tanto su pedigrí de cubano como su “sinceridad” política o estética fueron cuestionadas en diversas ocasiones, antes y ahora, por razones varias: por su elitismo orteguiano (muy a su pesar); por su afrancesado refinamiento (con fuerte acento nunca perdido y con su partida de nacimiento emitida en Lausana-Suiza); por su pertenencia funcionarial al régimen castrista; por su irreductible posicionamiento “anti imperio” (amplificado por el imparable crecimiento de su propia fama como narrador y por el uso partidista desde La Habana de su persona y de su obra); y, sin duda, en lo que más nos atañe, por su particular acción deconstructiva en La Música en Cuba (Carpentier, 1946). Nos interesa para la ocasión, como punto de partida, el análisis del compromiso utópico carpenteriano llevado a cabo por Th. Brennan (1997, 259), quien –como ya dije en otra ocasión– “resalta los puntos de interés que, a pesar de las limitaciones metodológicas y el devenir decadente de su discurso afro-cubano, siguen pareciéndonos atractivos, debido en parte al aislamiento de Cuba como último bastión de la antiglobalización y cabeza de la lucha por los países del Tercer Mundo, lo que Carpentier defendió; también debido a que, aunque la Cuba revolucionaria no ha jugado un papel destacado en la teoría cultural AméricaEuropa, el ejemplo de Carpentier es la llave para entender la contribución de la etnografía actual para la comprensión de los estudios sobre cultura” (Villanueva, 2005a, 329). Pablo Neruda, en sus memorias (Neruda, 1974), ya se refería a la absoluta incapacidad del joven Carpentier, recién instalado en París en 1928, para comprometerse políticamente; afirmación que nos parece, más bien, anticipada, coyuntural e interesada, pero que otros, como Julio Cortazar, también suscribirían tras algún ajuste de cuentas. Todo ello no es óbice para que Mario Vargas Llosa, tan distante políticamente de Alejo tras la ruptura parisina, reconozca el influjo ejercido por el cubano en el plano literario: “Inmediatamente –nos dice el reciente Nobel de literatura– fui absorbido por la magia de El reino de este 906 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 mundo y la transfiguración mítica que la prosa de Carpentier hace de los primeros intentos independentistas en Haití” (Vargas Llosa, 2010, 29). Traigo aquí a colación a Neruda no tanto porque sea la suya una opinión generalizada que pretenda yo suscribir, sino porque nos ayuda a contextualizar mejor La consagración de la primavera, y por el compromiso narrativo testimonial que Alejo asume al transformar premeditadamente una serie de relatos sueltos en una obra unitaria, comprometida, y que se convierte en el primer gran relato épico sobre la Revolución cubana de 1959; así lo expone con buenos argumentos Ambrosio Fornet (2008, 205). En cualquier caso, sus compañeros minoristas habaneros tuvieron ocasión de posicionarse sobre su compromiso político y estético, dependiendo el dictamen de sus experiencias y conflictos personales con el musicólogo y novelista. Así, J. Marinello (1937, 84) nos dice, en referencia al afrocubanismo carpenteriano: [...] Alejo Carpentier es, como se sabe, una de las sensibilidades más finas y cultivadas de las nuevas generaciones. Su curiosidad generosa iguala a su capacidad técnica. Es tan artista como hombre de letras, tan ansioso de su primitivismo como esclavo de refinamientos. En relación con lo cubano se agrava esta posición contradictoria. Vivió entre nosotros largos años; partió hacia París en la primera juventud, pero acusada ya, en armoniosa precocidad, su personalidad artística. Tenido en La Habana como extranjero (...) vivió entre nosotros una peregrina indefinición: lo criollo le atrajo poderosamente; sintió de cerca lo africano trasplantado a la Isla, el son del mulato, el tono coloquial, pero no supo redimirse la extranjería. Impelido por su sed artística y su hambre inquisitiva trabó contacto esotérico con nuestro negros y frecuentó cabildos y bembés. Los vio por dentro, pero no se metió en ellos; les sorprendió el perfil, les robó el acento, no les llegó a las vísceras recónditas. Si para muchos cubanos blancos y aún para algún cubano negro, la intimidad afrocriolla en sus valores más definidos, es teatro y pictoricidad, ¿no habría de serlo para un adolescente nacido en la vieja cultura y que había ido hacia lo negro como una fiesta de los sentidos y una prueba de sus capacidades cultas? De un extremo al otro de las corrientes de opinión, podemos seguir a Th. Brennan (1977), F. Janney (1981), o a R. González Echevarría (1988 y 2004), en una línea doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Al referirnos a Carpentier, conviene tener presente “los numerosos obstáculos [que] encuentra el investigador actual. Entre ellos, la carencia de materiales de gran importancia, como son sus manuscritos, mecanoscritos, el epistolario y su biblioteca, el acceso a artículos suyos que, pese a las selecciones y compilaciones existentes, están atomizados en publicaciones disímiles, muchas de difícil consulta por la dispersión de los fondos que las contienen y el estado de las mismas” (Baujín, 2003, 7). En todo caso, y dejando a un lado sus intenciones o sus desencuentros, en su posicionamiento ensayístico, histórico o crítico hay una carga implícita de contenido político: algo tan sencillo como pretender cambiar el mundo que le rodea. Alejo, además, “elige las armas estilísticas adecuadas, las emplea con una singular destreza y es coherente en el uso de recursos estéticos a la hora de emitir y lexicalizar eslóganes y fórmulas que bien podrían cambiar/haber cambiado su querido mundo cubano” (Villanueva, 2005b, 117). CARPENTIER unitario, coherente y genésico en lo que a intencionalidad política se refiere. El periodismo testimonial es asumido por Carpentier, también, como el podio ideal desde el que cumplir su encomienda de revelar, instruir y educar a un continente desfasado y latiendo a destiempo en la marcha de la historia, en las nociones y los derroteros más avanzados del Arte y del pensamiento en general. “Ello le permite, a la vez, introducir en la praxis diaria transgresiones eficaces, a través de contaminaciones de recursos procedentes de otros espacios como el ensayo y la ficción narrativa. De la misma forma, el periodismo late positivamente en sus empeños teóricos, ensayísticos y narrativos” (Baujín, 2003, 64). CARLOS VILLANUEVA valorativa más esteticista del escritor cubano; y del otro, a J. A. Portuondo (1976) o A. Cairo (1978 y 1988), en una lectura más “dialéctica” y consecuente con la actuación política de Alejo, abierta y publicitada traspasado el año 1959; para acabar, cabalmente, transitando en una vía intermedia más académica que analice las relaciones de Carpentier con la creatividad literaria y musical, en la línea marcada por Carmen Vásquez (1978), o yo mismo (C. Villanueva, 2005a). Tomando notas entre bambalinas, entrevistando a los protagonistas, visitando los cafés-teatro donde actuaba Amadeo Roldán, recensionando libros o criticando exposiciones..., Carpentier alcanza enseguida el reconocimiento de su círculo de amigos (y el de sus enemigos), como persona sólida, al tanto de las últimas novedades de la vanguardia, y muy crítico con la burguesía “pasadista y edulcorada” de la ópera habanera o de la asociación de conciertos Pro Musica..., “trabajo de calle en el que, además, se escuchaban los grupos soneros y el latido musical de La Habana profunda; pero tras su incorporación a la Sociedad de Folklore, fundada en 1923 por Fernando Ortiz, Alejo orientará también sus pasos de “curioso impertinente” hacia otras formas musicales asociadas a las fiestas, populares, religiosas o iniciáticas, en casas, solares o al aire libre” (Cairo, 2005, 70). En esta línea amistosa y admirativa sobre su labor se decanta el poeta Nicolás Guillén (1976, 53): CRONISTA MUSICAL En el madurar y crecer de la cultura cubana durante la primera mitad de esta centuria, nadie, creo yo, disputará a Carpentier un papel preeminente, casi solitario... Alejo no sólo nos mantuvo siempre en comunicación con medios culturales extranjeros al nuestro, sino que halló a toda hora el modo de divulgarlos, como un infatigable animador. Así lo vemos reflejar durante los años 20 (a pesar de que los suyos eran cuatro menos que el siglo) los llamados entonces movimientos de vanguardia, sobre todo en música y literatura... La tribuna que Alejo Carpentier tuvo en casi todos los periódicos de La Habana, especialmente Carteles y Social, fue siempre un vínculo claro y esclarecedor de las novedades vigentes o iniciales en otros mundos bien alejados del nuestro. Nos atrevemos a afirmar que la gigantesca aportación musical de Carpentier supone, básicamente, una inmensa crónica fraccionable en temas, momentos, géneros, según el medio para el que escribe y el tipo de receptor. Así, La música en Cuba, una obra de culto para la musicología cubana, el relato minucioso y testimonial de La Consagración de la primavera, sus incursiones antropológicas en !Écue-yamba-O!, el viaje iniciático de Los pasos perdidos, o las innumerables crónicas diarias desde Caracas o París, recopiladas por el mismo Carpentier (1964), por Zoila Gómez (1980) o por Radamés Giro (1994), entre otros, constituyen un amplio retablo narrativo, intrincado por sus infinitos intereses y su desbordante erudición, pero perfectamente doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 907 Nº 751 EL DISCURSO MUSICAL COMO ARMA POLÍTICA EN LA OBRA DE ALEJO CARPENTIER Son muchos los compartimentos y tonalidades en que ese gran retablo musical carpenteriano se parcela; son varios los cambios de orientación en que ciertas líneas estéticas fueron derivando según los tiempos que corrían y los derroteros estéticos; pero, del primero al último relato, hay constantes que nos atrevemos a atribuir a la recia personalidad del cubano. En primer lugar, la orientación vanguardista del pensamiento artístico y musical, liberadora y por la que, haciendo paráfrasis revolucionaria, merece la pena matar o morir: “vanguardia o muerte”; nos lo ilustra en un raro ensayo, Tristán e Isolda en tierra firme, descatalogado por el propio autor: [...] y fue en América Latina donde ciertos jóvenes se hicieron encarcelar, torturar y matar, por el Esprit Nouveau, ya que –el hecho es sobradamente conocido– hubo un momento, entre 1924 y 1930, en que todos los tiranos del Continente se dieron a desconfiar del cubismo y de las extrañas cosas que aparecían en las revistas llamadas entonces “de vanguardia”, viendo en ellas las muestras de un espíritu subversivo” (Carpentier, 1949, 11). Alejo retiró este ensayo de su catálogo de obras y tampoco lo incluyó en Tientos y diferencias, posiblemente por la referencia muy crítica a la “estética revolucionaria” y a la censura estalinista contra Dimitri Schostakovitch. De todos modos, no olvidemos esa vertiente de la defensa de la vanguardia, tantas veces leída en clave marxista por el cubano, especialmente en sus apasionados discursos de radio o en alguno de sus prólogos; sirva como ejemplo este fragmento de una conferencia suya: Creo [...] que un compositor que sea revolucionario, al expresarse libremente y si su calidad como creador es suficiente, dará precisamente la música que más convenga a la Revolución, aunque a los observadores superficiales pueda parecerles que no tiene ninguna relación con ella (Carpentier, 2003, 139). En segundo lugar, el autor, con su impecable seguridad técnica al tratar el hecho musical, usará, en ocasiones con gran humor, las interioridades de la vanguardia para caracterizar, políticamente hablando, a sus personajes (conservadores vs progresistas); un recurso que aprende 908 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 y perfecciona, sin duda, tras largas lecturas de Adolfo Salazar, como ya he observado anteriormente (Villanueva, 2009, 221). En este mismo sentido, he analizado en otro lugar (Villanueva, 2005b) esa técnica a partir de su novela El recurso del método (Carpentier, 2001), donde usa un mensaje marcadamente elitista, por el nivel que le exige al lector; y es que en lo musical Carpentier nunca hace concesiones, creando, sin proponérselo, una suerte de metalenguaje de profundo encanto, que también podemos disfrutar en Concierto Barroco (Carpentier, 1974), donde no sólo manipula y fuerza el verbo sino también el tiempo, haciendo coincidir en la gran “orgía veneciana” a autores barrocos con el tan admirado Igor Stravinsky. Volviendo a El recurso del Método, el Primer Magistrado, ahora de paso por Nueva York “para apagar una de tantas asonadas”, se convierte en el protagonista, portavoz y paradigma del aficionado burgués, incapaz de entender la vanguardia, atrofiado por el belcantismo y por el consumo de indigesto repertorio romántico, un prototipo tantas veces fotografiado en las crónicas carpenterianas: Y como nada apremiante había de hacerse aquella noche, el Primer Magistrado, muy aficionado a la gran ópera, quiso escuchar un Peleas y Melisenda que se ofrecía en el Metropolitan Opera House, con la famosa Mary Garden en el papel principal. Mucho le había hablado el Académico, amigo de aquella partitura, que debía ser muy buena ya que, muy discutida al principio, tenía en París unos fanáticos admiradores a quienes al travieso maricón de Jean Lorrain había calificado de Peleastas... Se sentaron, pues, en primera fila, alzó su batuta el director, y una enorme orquesta que tenían ahí, a sus pies, empezó a no sonar. A no sonar, porque de ella se desprendía un murmullo, un estremecimiento, un cuchicheo de nota aquí, nota allá, que no llegaba a ser música. –“¿Y no hay obertura?” –preguntaba el Primer Magistrado. –“Ya viene, ya viene” –decía Peralta, esperando que aquello empezara a crecer, a levantarse, a definirse, desembocando un fortísimo: “También Fausto y Aída comienzan así, como quien no dice nada; así (creo que a eso llaman sordina) para preparar mejor lo que viene después”. Pero ya se alzaba el telón y se estaba en lo mismo. Esos músicos –estaban ahí, atentos, numerosos, puestos los ojos en las particellas– no acababan de hacer nada. Probaban sus lengüetas, sacaban la saliva de las trompas dando una media vuelta al instrumento, hacían vibrar una cuerda, barrían el arpa con la punta de los dedos, sin llegar a concretarse en una segura melodía. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Finalmente, como ampliaremos en la última parte del presente estudio, Carpentier desarrolla musicalmente el motivo de “las dos Españas” de diferentes maneras: tanto en el sentido “machadiano” como en el de la herencia de la “Madre Patria”, tan presente en los relatos latinoamericanos que derivarán en el novelista cubano hacia diferentes subtemas extraordinariamente fecundos: entre otros, el afrocubanismo como salida histórica y estética. Véanse, como buen modelo, las diferentes aproximaciones al tema por parte de Victoria Eli (1993, 1087, y 2009, 309), tanto desde el estudio de los tambores, como del sinfonismo de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla que Alejo orientó e historió. Y también, España como referente necesario y como “mala compañía”; los géneros teatrales (zarzuela y tonadilla enlazadas con la escena cubana); la España republicana que todos los latinoamericanos progresistas llevan en el corazón, etc. En todo caso, la formación carpenteriana, aunque francesa por parte de padre y cosmopolita por propia peripecia, es perfectamente española en los referentes literarios y musicales: géneros, danzas, autores, protagonistas, amigos y enemigos. LA relato, refrescando su memoria con canciones, melodías o referentes para ese lector, necesariamente muy informado, en el caso de El recurso del método, o no tanto cuando la historia nos habla didácticamente, como es el caso, de las grandes revoluciones del siglo XX y de canciones o de personajes que pertenecen ya a la memoria colectiva. De la conveniencia de que exista este maridaje texto-música/imagen-música, como en el caso de anuncios, películas o documentales, da buena cuenta esta carta dirigida por Carpentier al productor de la película El recurso del método, que rodaba el chileno Miguel Litín en 1978, y cuya música habían encargado al compositor cubano y reconocido guitarrista Leo Brower2: Paris 12 de febrero de 1978/ Mi querido Alfredo, a) tema de una conferencia b) La música de la película. (...) Michel Ray me dice que ya está sumamente adelantado el montaje, y que ahora va a proceder a la sincronización. Yo tengo confianza absoluta en el talento de Leo Brower. Pero me extraña que no me haya pedido algunos datos, porque la música desempeña un papel capital en mi novela, como elemento que precisa las fechas de la acción. Y no creo que Leo tenga ni conozca esas músicas. El puede acompañar las escenas como considere mejor. Pero hay un elemento música-calendario que no debe olvidarse. Las escenas de París, justo anteriores a la Primera Guerra Mundial, deben acompañarse en ciertos casos (en el burdel, sobre todo) de músicas inequívocas como el vals “Amoureuse”, de Rodolphe Berger, que fue un éxito mundial de 1900 a 1914. Cuando termina la guerra, “Yes, we have no bananas” y “Titina” (que fue una peste en La Habana). Cuando haya alusiones a la guerra misma, no puede faltar el Over there del ejército americano, ni el Tipperary del ejército inglés, ni la Madelon de los franceses (los ingleses son de una inteligencia extraordinaria en el uso de tales músicas de época). Y durante la guerra que acontece en América Latina, deben oírse “La Adelita” mexicana: el “Adiós, adiós, lucero de mi vida”, como aparece en el texto. Y la muerte del primer magistrado debe acompañarse de reminiscencia de canciones y música latinoamericanas anteriores a los años 30. Ojo, las músicas europeas a las que me he referido, están todas disponibles en un fondo especial de la casa Francis Salabert. Y ahora, por acabárseme el papel, un fuerte, fuerte, fuerte abrazo, de Lilia y mío. / Alejo. CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA Un rápido estado de la cuestión permitirá acercarnos más al detalle de la “banda sonora” de La consagración de la primavera; y digo esto porque Carpentier, metido profesionalmente desde 1929 en temas de sonorización de publicidad, radio, cine o teatro, tanto en París como en Caracas, considera el fondo musical de una narración como una suerte de soundtrack que debe encajar como un guante con el discurso narrativo, sin distorsionar ni distraer al lector. Además, le ayudará a contextualizar el doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 CARLOS VILLANUEVA [...] Y cuando se llegó, por fin, al último intermedio, el Primer Magistrado estalló: “Aquí nadie acaba de cantar; nadie es barítono, tenor o bajo... No hay un aria... No hay un ballet... No hay una escena de conjunto.... Y el carajillo ese, americana nalgona vestida de niño, que mira por una ventana lo que pasa en el cuarto donde, no hay que decirlo, el jovencito buen mozo y la rubia de pelo largo están en lo suyo.... Y el cabrón de abajo que se desespera. Y el viejo ese, con cara de Carlos Darwin, que dice que si fuese Dios se apiadaría del corazón de los hombres (Carpentier 2001, 115-116). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 909 Nº 751 EL DISCURSO MUSICAL COMO ARMA POLÍTICA EN LA OBRA DE ALEJO CARPENTIER Cuando Carpentier decida narrar una gran crónica sobre la Revolución (a partir de otros relatos cortos que se fueron adjuntando al gran relato final), como estudian desde diversos ángulos Pablo Montoya (2001), Ambrosio Fornet (2008), o Rita de Maeseneer (1991), entre otros, va a tener muy presente el más mínimo detalle de las canciones que allí interpretan los brigadistas, tomadas del cancionero de Erns Bush (1978), o que escuchan o reproducen los que por allí transitan: testigos y notarios de las tres revoluciones. El tema de las fuentes usadas por Alejo ha sido tratado in extenso y con gran competencia por Carmen Vásquez (1981 y 2008), que era, por aquellos años de gestación de la obra, la principal documentalista de Carpentier. Ese concepto de la música calendario, definido en la anterior carta, es vital para el cubano, como reitera en crónicas, entrevistas y conferencias. Y es que, además de la importancia del “calendario de la memoria”, hay en ello una manifestación expresa de homenaje universal a las tres revoluciones, que culminan con la última reafirmación en Playa Girón. Y sobresaliendo de entre todos los capítulos la admiración “sonora” a las brigadas internacionales, a la lucha contra el fascismo mediante la reivindicación de la música “negra” (música de jazz, antillana, afrocubana, etc.) y al supuesto mundo sonoro de la Segunda República. Sin duda, la zarzuela será un buen pretexto en sus crónicas para retrotraernos a la vida teatral habanera de los “felices años 20”: los entresijos de la escena, las distintas compañías, la valía de los cantantes o la presencia de grandes compositores españoles en la Isla (Carpentier, 1925). Una reflexión más profunda de la zarzuela y de la escena de tradición española en general (sainetes, tonadillas, cuplés, revista, etc.) procede de las vivencias del cubano durante sus diferentes visitas a España (Carpentier, 1934; 1937 y 1939) y de la lectura directa de José Subirá, asuntos que yo he desarrollado en diferentes ocasiones (Villanueva, 2005 y 2009). Madrid viene a ser el centro de la nostalgia carpenteriana, con técnicas narrativas próximas a las del lenguaje cinematográfico, como indica Reix-Baxter (1982, 5): In a sense, Carpentier’s novels are films, already provided with setting, lighting and soundtrack as well as actors. All those elements are integral. 910 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 Este entusiasmo se refleja, de manera especial, como ya venía haciendo Adolfo Salazar, en la conexión de los géneros españoles más populares con la vanguardia más refinada de Manuel de Falla, como podemos comprobar en este fragmento: Independientemente del valor de las partituras, es indudable que Blas de la Serna, Estévez, Misón, Manuel García, autores clásicos del Teatro de los Caños del Peral, de Madrid, escribieron pequeñas piezas líricas donde el idioma español aparece tratado de modo magnífico, dictando a menudo, con sus propias inflexiones, la materia melódica. Y, en el mismo terreno, debe reconocerse que “La verbena de la Paloma” o “La Revoltosa”, por no citar sino dos casos significativos, se erigen en ejemplos perfectos en cuanto al tratamiento del castellano. Pero la zarzuela es la zarzuela y por lo mismo ese tipo de composición frívola –único que puede cultivarse con algún beneficio económico en la Península– ha menguado sus impulsos primeros de compositores tan estimables como Moreno Torroba, los músicos serios de nuestra América muestran una suerte de repugnancia en guiarse por normas de escritura nacidas de un género ligero y baladí. Lo cual no pasa, sin embargo, de ser un grave error. Manuel de Falla, que se mostró muy inteligente en su acuciosa indagación de lo hispánico, no tuvo reparo en estudiar los patrones vocales de la zarzuela. Quien conozca la “nana” que se inscribe en la partitura de “La verbena de la Paloma” sabrá de dónde derivan ciertas inflexiones, ciertos “modos de hacer”, de las “Siete canciones” (Carpentier, 1958a). O este otro retazo de “Bajo el signo de la Cibeles”, relato de pre-guerra trasladado casi literalmente a La consagración: [...] Cada vez que me hallo en Madrid, me vuelvo espectador asiduo de los teatros de zarzuela y género chico. Después de asistir a cien representaciones de teatro avanzado, de óperas y de ballets nuevos por su estética, su técnica o su ideología, me veo siempre maravillado por el extraordinario primitivismo escénico del típico espectáculo español. Agua, azucarillos y aguardiente, El dúo de la Africana, El santo de la Isidra o La Revoltosa tienen para mí todo el encanto de una evocación de la “comedia del arte” italiana –origen de nuestro teatro– por el carácter improvisado de la interpretación, de la escenografía, por la ingenuidad de las intrigas, por la puerilidad de los chistes y situaciones cómicas. Tengo siempre la sensación de hallarme ante un enorme guiñol, doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 animado por marionetas humanas... ¡que se tomen en serio! Hay un buen señor que aparece en escena dando gritos, porque unos ladrones lo han dejado en paños menores en el medio de la calle... (Carpentier, 1934). Resulta igualmente oportuno recordar su admiración extrema hacia el mundo de las marionetas como recurso ideal para conseguir materializar determinados mensajes sociales; Alejo estuvo siempre obsesionado con el resultado plástico de El Retablo, de Manuel de Falla; esto y su recuerdo juvenil de las marionetas de Vittorio Prodecca, en La Habana (en cuya pequeña orquesta tocaba el piano García Caturla), le llevan a reafirmarse en esta línea: Confieso –nos dice– que los títeres me maravillan y conmueven... son sencillos, ingenuos, llenos de cualidades que hacían el encanto del teatro primitivo. Y que los actores de hoy malograron con su perenne exaltación de un “yo” tan poco interesante como ficticio. Las marionettes tienen algo de esa poesía sutil que respiran los personajes cándidos de Giotto (...) con sus cuerpecitos de madera y cartón... me inspiran un santo respeto. No puedo olvidar que pertenecen a una raza augusta, tan gloriosa y vieja como los primeros tinglados de la primitiva farsa (Carpentier, 1980, t. I, 17). doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Como ya indicaba Rodríguez Puértolas “La Consagración de la primavera ofrece, mucho más que otras novelas de Carpentier, una intertextualidad que bien puede clasificarse de continua, total, basada, sin duda, en conocimientos y lecturas en verdad enciclopédicos” (1988, 48). Ciertamente, en La Consagración, lo más destacable y brillante de entre esas polifonías intertextuales es, sin duda, todo lo que hace referencia a la música. Veamos algunos ejemplos. CARLOS VILLANUEVA De cualquier modo, y aunque no sea éste el espacio más adecuado para desarrollarlo, tampoco debemos olvidarnos de que Alejo participó como letrista en diferentes aventuras escénicas con su grupo El Tinglado, de 1927, con La hija del Ogro, con música de Amadeo Roldán, en donde seguía las directrices de La Barraca o del teatro de Rafael Alberti, autor muy admirado por el cubano, precisamente por la función social y política de su obra escénica. De hecho, El Milagro de Anaquillé, y otras obras “menores” de aquella época, todas del mismo corte, guardan estrecha relación, en espíritu, intenciones y estructura escénica, con las directrices del teatro político más esquemático y popular de Alberti, autor que aparece varias veces citado en La Consagración... Carpentier también nos indica que en Anaquillé o en la Rebambaramba no puede hablarse propiamente de obras escénicas: “Mis textos destinados al teatro –nos dice en una entrevista–, dos ballets y una ópera bufa, están concebidos para músicos y en función de la música. Sin la música que los acompaña, no tendrían vida autónoma” (Del Río, 1974, 321). INTERTEXTUALIDAD En primer lugar, el tema introductorio de Stravinsky, que él recordará repetidas veces y al que acudirá como referente y metáfora durante toda su vida; motivo que llegó a ser, para muchos cubanos de su generación, “algo como un santo y seña que les hubiera abierto las puertas arcanas de un nuevo mundo sonoro” (Welter, 1984, 68). El propio Alejo nos lo apuntala: Cuando viajé, hace muchos años ya, a las comarcas casi inexploradas del Alto Orinoco, no fui en busca de pintoresquismos ni de taparrabos: fui en busca de Le sacre du printemps. La flauta de un indio piaroa, casi desnudo, me hizo entender el tema inicial de la partitura de Stravinsky (Carpentier, 1994, 50). También la idea del encuentro con lo primitivo, con la raíz de la vida, tiene un evidente paralelismo, aún siendo simbólico, con el colectivismo de la magia de la percusión, que para la africanía expusiera con minucioso y científico detalle Fernando Ortiz: Este criterio animador [de los negros africanos] es más persistente con los objetos religiosos, los cuales suelen ser considerados como “personas” o habitáculos de “personas” sobrenaturales, aún cuando no sean ídolos o imágenes antropomorfas, sino, por ejemplo, simples piedras, caracoles, collares, tambores u otros objetos [...] Los tambores, sobre todo, son entes a los cuales hay que darles comida y trato “como gente” o como dioses... (Ortiz 1965, 126). Aquella referencia a los tambores, en opinión de L. Ospovat (1986, 233-242), puede servir como punto de partida de la fascinación que sintió Carpentier por Igor Stravinsky y, más concretamente, por el ballet La Consagración de la Primavera, como base del sacrificio colectivo presente en las infinitas combinaciones rítmicas que se encuentran en ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 911 Nº 751 la metáfora política que subyace, y que fundamentan sus primeras tesis africanistas sobre el nacionalismo cubano. ¿Se puede explicar mejor o de otro modo el título elegido por Carpentier para su novela? EL DISCURSO MUSICAL COMO ARMA POLÍTICA EN LA OBRA DE ALEJO CARPENTIER Tanto el primitivismo como el colectivismo, con su homenaje a esa música de esclavos, los plasma Carpentier en brillantes referencias musicales: Tras un bar oliente a ron del bueno, rodeados de gente que bailaría hasta después del amanecer, me esperaban los Ancestros todos de un mundo –mundo nacido del mestizaje de dos mundos– que, a falta de mejor definición, veía yo como un mundo tercero, o mejor: un Tercer Mundo, nacido de indios, negros y españoles. [...] Pero ahora resultaba que Osain-el-de-un-solo-pie [deidad cubana], señor de los ciclones, genio de la rotación, de la danza giratoria, en una órbita que iba de las bocas de Mississippi a las bocas del Orinoco, se habían echado a andar bailando, y bailando, bailando rumbas, congas, sones, calipsos, contradanzas criollas, arrastrando el blues en su comparsa endiablada, se había instalado en París, en Londres, en Madrid, con el estimulante estruendo de su ctónica batería. Tras el drum de Nueva Orleáns, habían llegado en escuadrón cerrado, las claves y maracas, bongoes, timbales, güiros, cencerros, chachas, dientes de arado, econes, marímbulas, de Cuba... (Carpentier, 1998, 186). O esta otra sobre la “milagrosa” captación del ritmo sobre el papel: Traté de ver lo que escribía [la nueva amiga alemana]: era música, evidentemente, puesto que había notas, con barritas de esas que llaman corcheas. Pero yo tenía entendido que la música se escribía sobre cinco líneas (¿pentagrama?) y la rara parroquiana esta lo apuntaba todo sobre una sola raya horizontal –a veces dos– sin que las notas parecieran subir o bajar. A veces se acercaba al estrado de la orquesta, observaba atentamente a Barreto, y regresaba a su cuaderno con el lápiz entre dientes. [...] Estuvo trazando signos indescifrables para mi con tintas roja y negras: “En negro las constantes” –decía–, “en rojo lo que se sale del encuadre” (Carpentier, 1998, 190-191). Alejo Carpentier, además, preparará el gran clímax del canto de un espiritual negro y de La Internacional, con toda una serie de reflexiones, recuerdos, vivencias, de los Briga912 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 distas incorporados desde Cuba y que servirán de puente entre las dos revoluciones; un crescendo que adelanta lo que será el gran tutti final: En este minuto hago mía la consigna hasta ayer remota: “EL FRENTE POPULAR DE MADRID ES EL FRENTE POPULAR DEL MUNDO”. Vivir en dimensión mayor –días, semanas, meses, ¿quién sabe?– aunque fuera al precio de una existencia hasta ayer inútil. –“Ven acá, Gaspar... ¿qué debo hacer para irme contigo a las Brigadas?” –“Inscribirte. Mañana te llevo. Hay veinte cubanos más que acaban de llegar” (Carpentier, 1998, 221). La entrada en escena de los espirituales negros constituye, junto con el canto de la Internacional en diversas lenguas, el momento culminante de la materialización/metáfora del colectivismo y de la fuerza de esos “parias de la tierra” ahora unidos contra el imperialismo. Al comentar la intervención de Paul Robeson el autor va “contrapunteando” el tema central del canto con reflexiones sobre la decadencia del imperialismo, o sobre la “nueva Babilonia” y su “becerro de oro”, que serán destruidos por la Revolución Castrista: Y fue la impresionante antífona llevada por el negro de New Jersey con responso de los muchos que aquí hablaban o entendían el inglés –y me explicaba Gaspar. Señalando hacia aquí o hacia allá, que con nosotros había gente de Jamaica, Australia, Canadá y Filipinas, y hasta surafricanos que, con su acción en las Brigadas, luchaban, en frente distante, contra algo que llamaban apartheid, palabra desprovista, para mí, de todo significado....Pero pronto, fuesen de donde fuesen todos los que me rodeaban, arrastrados por el ritmo, por la casi litúrgica recepción de una frase, se iban sumando al coro, por grupos, como un “amén” de oficio religioso: / Join in the fight,/ O negro comrade./ Join in the fight. [...] –“¡Carajo! ¡Cómo canta el negro este” –aulló Gaspar Blanco, cuando Robeson remató el “Spiritual” a la vez agresivo, unánime y fuera de fronteras, con el re bemol grave que sobre la palabra “mundo” daba a su voz una resonancia de tubo de órgano en vasta nave de catedral fraterna, de donde negros y blancos hubieran de surgir para echar abajo las perecederas torres de Babilonia (y ahora cantaba Robeson algo que trataba de Babilonia, precisamente), tantas veces comparadas, en la moderna literatura norteamericana, con los rascacielos de Manhattan. Y el nuevo blues se nos volvía increíblemente bíblico, en su rincón de costa española, evocando al David, vencedor de Goliat, que con su triunfandoi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Antes de entrar en batalla, se hace imprescindible, por otra parte, la aparición de La Internacional cantada en diferentes lenguas, precedida de otros cantos revolucionarios entonados por alemanes, franceses, italianos, catalanes o cubanos; no faltan referencias a los héroes españoles de las trincheras, a las canciones de García Lorca (tantas veces recordado por Carpentier como el mártir por excelencia del franquismo), o al cálido recuerdo de personajes imprescindibles en los encuentros de los intelectuales antifascistas de 1937: Manuel Altolaguirre, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, o León Felipe: Se fueron los de la Carmagnole y el Ça ira, y un coro de Brigadistas, que mezclaba gente de los más diversos países (advertí la presencia, para mí inequívoca, de algunos rusos, acaso aviadores –“más bien técnicos”, me dijo Jean-Claude), cantó la lenta, majestuosa, grave y muy eslava melodía de los Partisans, que con su tonalidad algo ensombrecida por la presencia de cuatro bemoles en la armadura, más parecía un nostálgico lamento que un himno enardecedor... Luego vinieron los italianos con La canción de los Garibaldianos y Bandiera rossa – pronto enlazada con Die Rote Fahne, entonada por los del batallón Edgar André [...] Con unos catalanes invitados tuvimos la solemne, amplia, casi arcaica melodía de Els Segadors –que, según me dijo Jean Claude, andaba desde el siglo XIV por tierras a dentro [...] Pero en eso, irrumpiendo de todas partes, trayendo panderos, zambombas, guitarras, instrumentos de romería y villancico, y hasta artefactos de hacer ruido de los que, sin duda, mencionaría alguna vez el arcipreste de Hita, llenaron el escenario los españoles... Y en alegre ambiente, más regocijado que guerrero, sonó el vito del Quinto Regimiento... seguido de la tonada Los cuatro muleros que a estas horas ya había dado la vuelta al mundo (hacía tiempo que se oía en París) con sus nuevas coplas, coreadas ahora por todos –desde los búlgaros del Dimitrov, a los yankis del Lincoln, a los polacos del Dombroswski, pasando por los alemanes del Thälmann y del Elgar André, y los brigadistas de La Marsellaise, cada cual con su acento propio, lo cual comunicaba a las palabras, por momentos, una rara sonoridad de esperanto: doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Puente de los Franceses/ Puente de los Franceses/ Puente de los Franceses Mamita mía/ nadie te pasa/ nadie te pasa. Madrid qué bien resistes,/ Madrid qué bien resistes,/ Madrid qué bien resistes, /Mamita mía/ los bombardeos/ los bombardeos (Carpentier, 1998, 263-264). Tampoco falta un nostálgico recuerdo entre líneas para la gran Antonia Mercé “La Argentina”, a la que había hecho “responsable” de tantos y tan grandes “momentos españoles” en los escenarios de París: CARLOS VILLANUEVA te honda descornaría, de paso, al Becerro de Oro de Wall Street, acabando con todos los Leviatanes del universo. [...] La música me llegaba a las entrañas, sin quebrar la coraza que me defendía de las palabras. Me sabía más fuerte que las palabras y nunca se me había conquistado con palabras (Carpentier, 1998, 257-259). Y, para cerrar la función, el general alborozo de lo que Jean-Claude veía, por el corte y el estilo, como emparentado con el Trípili-trápala de la tonada dieciochesca llevada por Granados a la partitura de Goyescas (y la había visto bailar yo por Antonia Mercé “La Argentina”) y hasta con las coplas de Marabú, recogidas por el Amadeo Vives de Doña Francisquita; el Anda, jaleo, jaleo, que fue uno de los más enérgicos cantos de aquella terrible guerra en cuya victoria republicana confiaban todos los aquí reunidos en esta noche sin más estrellas –porque estaba el cielo nublado– que las de ciertos uniformes, y la grande, roja, de tres puntas, que adornaba el fondo del escenario: Yo me subí a un pino verde/ por ver si Franco llegaba, por ver si Franco llegaba. Y solo vi un tren blindado,/ lo bien que tiroteaba lo bien que tiroteaba –Anda jaleo, jaleo... (Carpentier, 1998, 265-266). En la tercera de las entregas de “España bajo las bombas”, Carpentier se había referido ya a Antonia Mercé, promotora con sus ballets de autores tan significativos para él como Ernesto Halffter, Oscar Esplá o el propio Manuel de Falla. Siguiendo la estela de Salazar, Carpentier tenía las esperanzas puestas en E. Halffter como legítimo sucesor de Falla; de hecho lo incorpora a sus relatos míticos del Madrid del 36: En las paredes, los carteles que ostentan el ya clásico “Defended Madrid” avecindan con otros que anuncian representaciones de Mariana Pineda de García Lorca, así como un concierto sinfónico dirigido por Bacarise, Halffter y el Maestro Sanjuán. Después de la tormenta todo respira alegría y voluntad de vivir (Carpentier, 1939). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 913 Nº 751 EL DISCURSO MUSICAL COMO ARMA POLÍTICA EN LA OBRA DE ALEJO CARPENTIER Ineludible asimismo le resulta el recuerdo de Pablo Casals, también presente en las crónicas desde Caracas; Alejo reincorpora al cellista catalán al relato de La Consagración por su valía como intérprete y, de modo especial, como símbolo universal del republicanismo en el exilio. No es casual que abra el párrafo dedicado a Casals comentando himnos fascistas, teniendo en cuenta la permanente lucha por la paz y contra el fascismo que abanderaba el cellista de El Vendrell: Nosotros estamos preparando la Obertura 1938: Victoria de La Internacional sobre Giovinezza y el Horst Wessel Lied. A lo mejor la oyes el año próximo, escrita por algún compositor español, y dirigida por Pablo Casals, que está con nosotros. Sí. Pablo Casals estaba dirigiendo conciertos en Barcelona. Había visto su nombre, tres días antes, en un cartel. Pero no me imaginaba a Casals accionando una batuta. El arco era una prolongación natural de su mano. Hombre-violoncello, puesto que, cuando se instalaba tras de su instrumento, medio oculto por él, abrazado a él, reluciente la calva como barniz cremonense, el hombre se consustanciaba con el violoncello (Carpentier, 1998, 269-270). Entre las tiras de su columna “Letra y solfa”, ya había traído con pretextos varios al instrumentista catalán (Carpentier, 1955a, 1955b y 1958b), pregonero insigne de la República en los escenarios y ahora director del gran proyecto panamericano de la Sinfónica de Puerto Rico. El tema de la relación de la música española, del romance a la décima, es otra de las grandes intuiciones carpenterianas, consistente en mezclar la materia prima española (décimas, romances y danzas) con la vitalidad rítmica aportada por los esclavos africanos que acudían desde Sevilla en los mismos barcos transculturales. Este recurso también está presente en La consagración: Gaspar cantó una [canción], escuchada por él en una ciudad llamada Trinidad, que, según mi amante, vendría a ser una variante del romance de la Delgadina, tan difundida en el mundo que, según Menéndez Pidal, había llegado hasta Islandia. Y fueron reminiscencias de coplas de América, cantares del medioevo, presencia de Gerineldo, las tres moricas de Jaén, el Conde Alarcos, el Señor Don Gato, Bernardo del Carpio, La cautiva de Antequera, Melisenda, Don Gayferos, revueltos con tonadas de payadores, troveros, letras de corridos y fulías, refalosas y guarachas, hasta el crepúsculo... (Carpentier, 1998, 287). 914 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 905-916 ISSN: 0210-1963 Como ya dije en otro lugar, “las incursiones musicales en el siglo XVI y XVII [son] de una gran ocurrencia, riqueza de imágenes e ingenio narrativo al tratar tanto el tema de la transculturación de las danzas, presente en los testimonios de los escritores españoles del Siglo de Oro, como en la relación de las “décimas” y el romancero español, temas ambos de extraordinario interés en su planteamiento” (Villanueva, 2005a, 331). CODA Es muy posible, como ya vimos, que La consagración de la primavera, la última novela grande de Alejo Carpentier, se hubiese quedado en pequeños relatos y crónicas de no haber mediado una polémica con Neruda y con otros escritores latinoamericanos del círculo de París de los 70. El crecimiento de su impacto como narrador, el gran desarrollo de sus tesis sobre “lo real maravilloso” y el reconocimiento internacional de su singularidad como guía intelectual de una importante corriente de la narrativa iberoamericana, no apagaron las líneas maestras de un pensamiento político firme y persistente. La música, su primera dedicación como periodista, ensayista o historiador, se integra en esa recia estructura literaria con la idea básica y la función de lo que definió como “música calendario”, que debe contextualizar con rigor cualquier relato; una propuesta, quizá, no totalmente original pero que nadie como él supo materializar en palabras, dada la precisión técnica y la belleza formal alcanzada por su prosa. El relato musical que se integra en novelas, crónicas o ensayos contiene los elementos “políticos” básicos que hemos ido desarrollando: búsqueda incondicional de la vanguardia, lucha por un público abierto a la modernidad, y búsqueda de la libertad mirando a lo propio, fuera de dependencias no deseadas. La consagración de la Primavera, además del componente épico que atesora, supone el cuadro musical más variado, enriquecedor y comprometido de cuantos escribió el narrador cubano: una enciclopedia en la que se encuentran el erudito mundo carpenteriano y toda la belleza de la música hecha palabra; pero palabra sincronizada, densamente politizada y profundamente atractiva: la mejor banda sonora posible para “lo real maravilloso”. Santiago de Compostela, 4 de noviembre de 2010 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 NOTAS – BIBLIOGRAFÍA Recibido: 25 de octubre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5007 Baujín, José Antonio (2003): Rutas carpenterianas para un diálogo con la obra de Valle-Inclán, Tesis doctoral, Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana (consultada por gentileza del autor). Brennan, Timothy (1977): At home in the world, London, Harvard University Press. Bush, Erns (ed.) (1978): Cancionero de las Brigadas Internacionales, Barcelona, junio de 1938, ed. facsímil, Madrid, Nuestra Cultura, 1978. Cairo, Ana (1978): El grupo Minorista y su tiempo, La Habana, Ciencias Sociales. – (1988): “La década genésica del intelectual Carpentier (1923-1933)”, Letras. 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It is shout, denounce, identity, culture, union; it is youth and revolt. Each generation has its own music, which expresses the vision of its city, its country, and the world. Also, each urban tribe or young musical group has their own music, which gives them identity markers and cohesion. This article will undertake a case study where applied social research through music has been proven useful to break social borders and to empower the youngest people with limited resources in the Metropolitan Zone of Mexico City. Being offered a learning space, and opportunities of professionalization and self-expression young displaced may coexist with young people with better opportunities, thus affecting the reconstruction of the social network. RESUMEN: La música a través del tiempo nos cuenta cómo es una sociedad en una época y espacio determinado. Es grito, denuncia, identidad, cultura, unión; es juventud y rebeldía. Cada generación tiene su propia música con la que expresa la visión de su ciudad, de su país, del mundo. Igualmente, cada grupo juvenil o tribu urbana tiene su propia música, que los identifica y cohesiona. Este artículo abordará un estudio de caso donde la investigación social aplicada ha logrado, por medio de la música, romper las fronteras sociales y potencializar las habilidades de los jóvenes de escasos recursos en la zona metropolitana de la Ciudad de México, brindándoles un espacio de aprendizaje, profesionalización y expresión donde coinciden y conviven con jóvenes con mayores oportunidades, incidiendo así en la reconstrucción del tejido social. KEY WORDS: Youth; music; popular culture; applied social research; public policies; urban tribes. PALABRAS CLAVE: Juventud; música; cultura popular; investigación social aplicada; políticas públicas; tribus urbanas. INTRODUCCIÓN representa un amplio campo para la implementación de políticas públicas en áreas como educación, empleo, salud, recreación, cultura, deporte, etcétera. La importancia de la juventud en nuestro país y su ciudad capital es indiscutible. En México, cerca del 30% de la población total (poco más de de 27 millones) se encuentra dentro del rango de edad que va de los 15 a los 29 años. Por su parte, la Ciudad de México presenta una de las mayores concentraciones de población joven (sólo después del estado de México); e igual que en el país en su conjunto, los jóvenes capitalinos representan cerca de 30% del total de la población (casi dos millones y medio, INEGI, 2005). Este sector de la población, no sólo por su número sino por sus características, representa para la investigación social una rica veta de trabajo; al tiempo que para los gobiernos Esta población, no sólo por su número sino por sus características, constituye una fuente de demanda de proyectos y estrategias de participación comunitaria, que las instituciones tienen cotidianamente que desarrollar, cualquiera que sea su signo político. Por ello, resulta imperativo vincular directamente la investigación que sobre la juventud se realiza, con las políticas públicas dirigidas hacia este sector. En este artículo presentaremos un estudio de caso en donde la investigación social aplicada ha logrado llevar a cabo un proyecto en el que por medio de la música se ha profesionalizado el trabajo de los jóvenes. Nº 751 “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” Así, en un primer apartado hablaremos del concepto de juventud; brevemente mencionaremos las instituciones que se han encargado de su atención y la visión que de la juventud han desarrollado. Partiendo de la premisa de que ninguna política pública, programa o proyecto dirigido a los jóvenes puede llevarse a cabo sin conocerlos, presentamos algunas de las principales formas sobre cómo se agrupan los jóvenes. La mayor parte de los grupos juveniles o tribus urbanas tienen un común denominador: la música que comparten. En un tercer apartado se presenta la propuesta del Circo Volador, surgido en 1987 desde la academia y la sociedad civil, para impulsar un modelo de investigación social aplicada que busca potencializar las capacidades y habilidades de los grupos que por alguna razón se encuentran excluidos para revalorarlos y abrir nuevas formas de integración a la sociedad. A partir de Circo Volador se ha buscado profesionalizar el trabajo que hacen los jóvenes en diversas áreas, aunque una, en especial, ocupa una gran parte del proyecto y es la referente a la música. Buscando brindar una oportunidad para aquellos interesados en dedicarse profesionalmente a la música, desde sus inicios promovió concursos, programas de radio, festivales y muchas otras actividades vinculadas a la música, pero en el 2006, finalmente se terminó la construcción de un estudio de grabación profesional que logró sus primeras producciones en ese mismo año, las cuales continúan avanzando. Por último, se presentan algunas breves reflexiones sobre lo que podemos entender como imprescindible de esta actividad central de la cultura juvenil: la música y su relación con la política. JUVENTUD, INSTITUCIONES Y POLÍTICAS PÚBLICAS Al hacer referencia a la noción de “juventud”1, resulta común observar que se pretende entender tal concepto de una manera unívoca y completamente acabada, cuando 918 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 en verdad lo que se hace es incluir dentro de un mismo concepto realidades totalmente distintas que en muchas ocasiones resultan incluso contradictorias entre sí. Para fines de este artículo partiremos de la idea central de que es un concepto polisémico que se construye histórica y socialmente, es decir, la idea del “ser joven” varía en tiempo y espacio dependiendo de las características que asume cada sociedad. Toda juventud desarrolla una cultura propia, independientemente del país que sea, y los elementos que la nutren están influidos necesariamente por la moda, los hábitos, los gustos, las concepciones políticas, la historia, el mercado, los medios masivos de comunicación y la música, por mencionar sólo algunos. Por ello es importante establecer que “la Cultura” implica conocer lo que nos rodea, lo que vivimos cotidianamente, la Cultura Común tal como lo señala Paul Willis (1990), quien da una pista para que, al concebirla como el conjunto de procesos donde se crea la identidad de las estructuras sociales, sea posible verla como parte de la socialización de clases. Para el caso mexicano “la juventud en nuestra sociedad está segmentada en grupos con muy distintas posibilidades de desarrollo y acceso a oportunidades educativas, de empleo, culturales y de entretenimiento que llegan a ser, en algunas ocasiones, diametralmente opuestas. La clase social de pertenencia enmarca fundamentalmente las características de las expresiones juveniles. Las escuelas, modas, costumbres, barrios, gustos, símbolos, la música y por supuesto su poder adquisitivo los separan del colectivo y a la vez los reúne en pequeños grupos con afinidades comunes”. En suma “los jóvenes en México nacen y crecen en medios muy diferentes, con posibilidades de éxito o fracaso señalados de antemano casi desde el momento de nacer” (Castillo, 2008: 14). Encontramos dos visiones contrapuestas en el ámbito sociopolítico de la juventud: por un lado, en la retórica pública, es frecuente encontrar alusiones a la juventud que la califican como “el divino tesoro”, el futuro, el compromiso de las nuevas generaciones, y bien podrían afirmarse que en parte es cierto, aunque inevitablemente se asocie a él a los jóvenes con mejores y mayores oportunidades (escuela, familia, empleo, salud, educación, etc.). doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 1) 1930-1946. Son los años posrevolucionarios donde la consolidación del Estado mexicano comenzaba a tomar forma, el anteriormente llamado partido oficial2 se reorganiza y se crea la primera oficina de Acción Juvenil dependiente de la SEP (Secretaría de Educación Pública, 1942). Este período se caracteriza por el sentido que le dan los jóvenes a congregarse para transformar su presencia en un elemento político con un peso real. 2) 1946-1977. Se consolida el impulso al llamado “desarrollo estabilizador” y se funda el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana (INJM, 1950), la acción gubernamental para los jóvenes en este período podría definirse como politización, para fortalecer los cuadros políticos del entonces partido oficial y, en consecuencia, del gobierno. 3) 1977-1988. Se replantea el concepto de la institución juvenil oficial y por ello se crea el Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (CREA, 1977); sin embargo, a pesar de los puntos a favor del proyecto juvenil gubernamental, no pasa desapercibida la permanente función de integración política que pretendía hacerse con los diversos grupos juveniles. Sólo por mencionarlo de paso, el CREA acabó siendo llamado por los propios jóvenes el “No Crea”. 4) 1988-1997. Se caracterizó por el deporte como “generador de cambio”, alrededor del cual el Estado mexicano concentró los esfuerzos en torno a las políticas para el sector juvenil, en el mismo año de 1988 desapareció el CREA y se incorporó a la Comisión Nacional del Deporte (CONADE, 1988), la misma que integró en su estructura la Dirección General de Atención a la Juventud (DGAJ) en una pequeña oficina. Posteriormente a este último período podemos identificar en el discurso político la distinción que hacen de la juven- doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 tud mexicana como “uno de los grupos vulnerables de la sociedad” (Castillo, 2008: 76). A partir de 1999 la Dirección General de Atención a la Juventud se convirtió en el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ), un organismo público descentralizado en materia de juventud que sigue vigente hasta la fecha, sin muchos resultados palpables en el ámbito juvenil, salvo la realización de las dos únicas encuestas nacionales de la juventud en el 2000 y el 2005, además de un buen número de publicaciones al respecto. Una de las características principales de la mayor parte de las “políticas sociales” es que han sido concebidas, diseñadas y aplicadas sin considerar previamente a los grupos sociales que serán los destinatarios finales de las propuestas de trabajo. Por ello desde la academia y la sociedad civil han surgido diversas propuestas, “con” y “desde” los jóvenes y de ello hablaremos más adelante, pero antes describiremos brevemente cómo se organizan o agrupan los jóvenes en la Ciudad de México. HÉCTOR CASTILLO BERTHIER La historia de la acción gubernamental orientada a atender los problemas y/o demandas de los jóvenes tiene una genealogía comprobable de más de setenta años; sin embargo no existe ninguna sistematización de las instituciones y sus acciones que permita conocer sus niveles de impacto y sus alcances sociales entre la población juvenil. Para acercarnos a las distintas propuestas de política social para la juventud que ha desarrollado el Estado mexicano podemos identificar distintos períodos que describiremos brevemente: LOS JÓVENES EN LA CIUDAD DE MÉXICO: ¿BANDAS O TRIBUS URBANAS? Toda política o iniciativa dirigida a los jóvenes debe partir de un conocimiento de los mismos; cómo se agrupan, cuáles son sus intereses y/o necesidades. Partiendo de esta idea debemos preguntarnos si los jóvenes en la actualidad son los mismos de hace más de veinte años cuando se inició nuestro proyecto. En aquel entonces hablábamos de las “bandas” en las cuales se agrupaban los jóvenes, pero hoy en día: ¿existen las bandas? Es importante hacernos esta pregunta porque se trata de un proceso social aparecido a fines del decenio de los setenta (1979-1981), que surgió originalmente como un problema de pandillerismo real (acciones violentas, delincuencia colectiva, drogadicción-alcoholismo, etc.), con algunos referentes muy precisos: a) Agrupaciones fuertemente comunitarias. b) Con base en una presencia territorial bien definida. c) Con liderazgos establecidos de manera informal. d) Con identidades ambiguas al interior de los grupos pero claramente diferenciadas entre los mismos. e) Con una posición de grupo hermética hacia el exterior. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 919 f) Nº 751 Con una visión (en su origen) profundamente autodestructiva y autodevaluatoria de sí mismos y de la vida social en su conjunto. “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” Se dice que las primeras bandas (pandillas) fueron los Panchitos y los B.U.K. (Bandas Unidas Kiss), ambas en el poniente de la ciudad, que a través de sus enfrentamientos violentos cotidianos empezaron a ocupar un lugar en los noticieros televisivos que los bautizaron inmediatamente como “chavos banda”. Posteriormente a la aparición de las bandas en la prensa y la televisión el fenómeno se multiplicó en diversos sitios de la ciudad: los “Mierdas”, PND (Punk Not Dead), la banda del Molinito, todas éstas en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, más los “Sapos”, “Cerdos”, “Bastardos”, “Sex Leprosos”, “Anfetaminas”, “Niños Idos”, “Virginidad Sacudida” (banda sólo de mujeres) y 1.500 bandas más que pudimos registrar tan sólo en el Distrito Federal. Un elemento decisivo en la proliferación del fenómeno (1981-1983) lo fue la exhibición de la película Los Guerreros que introdujo en el ámbito popular juvenil el uso de los “sprays” para pintar paredes y con ello “marcar” sus territorios. A partir de este momento se puede hablar de dos tipos de bandas: • Los pandilleros (que ya existían desde antes más ligados a la delincuencia y a otras formas antisociales de comportamiento). • Los “chavos banda” (ligados a esta moda y a la repetición de patrones de comportamiento común). A partir de 1984 se puede observar una progresiva organización de grupos juveniles que tratan afanosamente de adquirir alguna forma de identidad visible (el pelo, la música, el vestido, los tatuajes, los aretes, etc.). Pese a que las primeras bandas juveniles tenían sus referentes de organización muy claramente definidos (territorio, símbolos, pintas, etc.), cuando el fenómeno se propaga en la ciudad, las “nuevas bandas” resultan ser más de nombre o por moda temporal que estar organizados realmente hacia el exterior. 920 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 Los estudios sociológicos y antropológicos así como los reportajes y libros periodísticos que iniciaron la descripción y el estudio de las bandas juveniles las mitificaron inmediatamente, idealizaron sus formas de reunión, el sentido de su agrupamiento, y de hecho crearon la imagen de un “nuevo actor social”, que realmente es inexistente como grupo. Podríamos decir que el “chavo banda” existe, “la banda” no, por supuesto en términos generales y con algunas excepciones que confirman la regla. Sin embargo, la “imagen” del “chavo banda” fue muy socorrida y cuando aparecieron en grupo, “con su banda”, en “el cotorreo” (parloteo), adquirió una dimensión que fue capitalizada no sólo por las oficinas de desarrollo social de las delegaciones políticas en las que está dividida la ciudad, sino también por el PRI, el INSOL (Instituto Nacional de la Solidaridad), la CONADE, la Iglesia y, por supuesto, por algunos de los “líderes” de esos “chavos banda”. De esta relación surgieron diversas agrupaciones semipolíticas llamadas CPJ (Consejos Populares Juveniles) que contaban, en nuestra perspectiva, con una representación real muy pequeña y de alcances sociales (sobre todo en cuanto a la imagen pública frente a los grupos juveniles no organizados) muy limitados. Estos consejos intentaron corporativizar la participación política de los jóvenes y se transformaron en auténticos “grupos de choque” utilizados por el PRI y distintas dependencias gubernamentales, por lo cual su imagen ante la verdadera “banda” en general fue de rechazo y desprestigio. A manera de ejemplo del discurso utilizado por los antiguos Consejos Juveniles y otros grupos similares para presentarse y acercarse a las autoridades gubernamentales, se encuentra el siguiente escrito aparecido en un pasquín editado por “Solidaridad de Ciudad Juárez” en 1993 titulado “Sociedad de la esquina” (n.º 10, p. 5): “En cada época, en cada momento de manera distinta, la radio, la prensa, la televisión nos ha devaluado. Han mostrado a los jóvenes como amenaza, como representación del mal, como el diablo. Se intimida a la sociedad con nuestra presencia, se le amenaza, se le aterroriza. Con nosotros la sociedad expía sus culpas, encuentra culpables, incapaz de asumir una crítica a sus diferencias”. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 Pero la mera revisión del fenómeno de las bandas da una visión demasiada parcializada de los jóvenes. Las “bandas” deberían ser vistas en contraposición con los otros grupos de jóvenes: los populares que no son bandas, los estudiantes, los jóvenes de clases medias y altas, los trabajadores, los migrantes, los subempleados, etc., para poder tener una perspectiva objetiva de la diversidad de la juventud en la Ciudad de México y ahí aparecería una primera gran conclusión: la banda, actualmente es más una conformación social semántica, arraigada por su mención sistemática y permanente; pero en el interior de los grupos juveniles, dejó de ser ya esa forma típica de asociacionismo que permitía encontrar a un “nuevo actor social”. Si bien es cierto que las bandas, como tales, desaparecieron casi totalmente del ámbito cotidiano de la ciudad, los grupos de los “chavos de la esquina” (que son su origen) persisten y, curiosamente, en la actualidad han establecido nuevas formas de asociación horizontal, ligadas directamente a ciertos rasgos distintivos o a diferentes subculturas urbanas. Por ejemplo, hoy es fácil observar cómo, dentro de un mismo evento de reunión, se juntan y comparten el mismo espacio jóvenes de distintos estratos sociales, niveles escolares, capacidad de consumo, etc., con un fin común: compartir el tiempo libre y el entretenimiento, principalmente musical, dentro de patrones formados por una globalización que surge desde abajo y que permite nuevos códigos de convivencia, en general pacífica y tolerante. Algunas de las “formas” de agrupación juvenil y sus características han sido ampliamente descritas y catalogadas como “tribus urbanas” (Feixa, 1998; Maffesoli, 2004), las cuales siguen vigentes en la Ciudad de México (punks, darks, metaleros, urbanos, skatos, cholos, hip hoperos, etc.), pero no entraremos a verlos en detalle ya que ése no es un objetivo específico de este trabajo y más bien centraremos la atención en revisar brevemente el proceso del proyecto de intervención social que desarrollamos entre los jóvenes, doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 la música y la política (además de que la muerte, desaparición, encarcelamiento o cambio de perspectiva de muchos de los músicos originarios de estos grupos o tendencias musicales, revisándolos desde su inicio, darían pauta para otro artículo especial dedicado a ello). LA PROPUESTA “CON” Y “DESDE” LOS CIRCO VOLADOR “UNA UTOPÍA HECHA JÓVENES: REALIDAD” En 1987, cuando surge el proyecto, la ciudad de México estaba “bombardeada” por los medios de comunicación en torno a la violencia juvenil y las “bandas” (gangs). “Drogadictos, asesinos, rateros, violadores, alcohólicos, vagos o pandilleros”, eran algunos de los calificativos que, tanto el gobierno como los medios, atribuían a los jóvenes de las zonas populares. HÉCTOR CASTILLO BERTHIER Es justamente este tipo de discursos lo que les permitió su incorporación a las filas de las políticas partidistas locales del PRI y posteriormente a las de PAN (Partido Acción Nacional), el PRD (Partido de la Revolución Democrática) y otras agrupaciones políticas. No está por demás mencionar que de los más de 27 millones de jóvenes que tiene actualmente el país, al menos la mitad se encuentra en una situación de pobreza, o de pobreza extrema, sin que se haya consolidado una política social específica para su atención. En este contexto nos preguntamos: ¿Qué puede aportar la Investigación-Acción frente a una situación de este tipo? Nuestro trabajo de Investigación-Acción arrancó con el objetivo de valorar la situación de los jóvenes de las clases populares identificados como “bandas”, para frenar la violencia creciente y buscar los mecanismos que permitieran reintegrarlos a una sociedad que los veía como “adversarios”, lo cual dio origen al Circo Volador. Desde el primer diagnóstico el problema ya estaba definido y los actores estaban identificados, pero se presentaba un problema adicional: ¿cómo acercarse a los jóvenes?, ¿cómo penetrar en el mundo juvenil popular de las bandas sin atemorizarlos?, ¿cómo poder ganar su confianza para empezar a descubrir su medio y sus propios universos? Lo hicimos poco a poco y tomando la recreación, la música y el tiempo libre como banderas y así empezamos a acercarnos a los distintos grupos de jóvenes de las diferentes zonas de la ciudad. Y en el contacto cotidiano con los jóvenes, en los espacios para “darles voz”, en la sistematización del trabajo de campo, con la organización de concursos y conciertos de rock, iniciamos la primera fase ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 921 del diagnóstico “Juventud Popular y Bandas en la Ciudad de México” (Castillo, 2008, pp. 85-122). Nº 751 “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” Empezamos por conseguir una estación de radio de FM (105.7) desde donde poder empezar a transmitir su música (que no pasaba por ninguna otra estación de la radio) y logramos, de paso, recuperar una estación de radio (“Estéreo Joven”) propiedad del gobierno, que era absolutamente inocua y anodina. De 1987 a 1992 realizamos un intenso trabajo radiofónico para después buscar un sitio en dónde “aterrizar” la propuesta, lo cual se consiguió unos años más adelante (1994), después de siete años de trabajo (radiofónico y de promoción de la cultura juvenil), conseguimos firmar un Convenio de “Comodato” con el Gobierno de la Ciudad, un PATR (Permiso Administrativo Temporal Revocable), con el cual recibimos en forma gratuita el préstamo de un amplio y viejo cine abandonado por más de diez años, a cambio de su rehabilitación y mantenimiento con el trabajo colectivo de los jóvenes, para dedicarlo a su atención. Una vez habilitado el espacio iniciamos la misión de apoyar a que los diferentes sectores de la sociedad –que normalmente están excluidos por motivos económicos o políticos, por género, por identidad, por preferencias sexuales o por cualquier otro tipo de condición grupal–, encuentren nuevas formas de inserción en su vida individual y colectiva con el apoyo de los proyectos y a través de la profesionalización sistemática y permanente de las actividades programadas, considerando siempre nuestra responsabilidad con la comunidad, con los participantes, con las autoridades en turno y con el destino de los recursos aplicados en este trabajo. Lo anterior se ha logrado partiendo de la “Cultura Común”, como un medio para desarrollar la integración de valores y la reconstrucción del tejido social entre los diferentes sectores sociales, mediante el fortalecimiento de las identidades juveniles vía la revaloración de sus habilidades, sus potencialidades y el fortalecimiento de su Autoestima (con los sectores populares) y simultáneamente de la construcción y difusión de lenguajes comunes (con los sectores integrados). De esta unión, buscamos la identificación de posibles socios que apoyaran la iniciativa, mediante dos estrategias fundamentales: la negociación del espacio físico donde se realizan las actividades propuestas por los jóvenes populares –para asumir un papel de difusor y 922 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 visibilizador y no de “catalizador”–; y el otro, que sean propuestas coherentes con la programación temática del proyecto para que se facilite la participación de diferentes grupos sociales con objetivos similares. EL MODELO METODOLÓGICO DE CIRCO VOLADOR Circo Volador parte de un modelo de investigación aplicada3, el cual traza una línea horizontal entre dos polos: la “sociedad integrada” y la “sociedad marginada”, la cual se puede entrelazar, acercar y poner en contacto, mediante la creación de una “infraestructura de atención social”, representada, en este caso, por el Centro de Arte y Cultura (Circo Volador), visto como un espacio de interacción de los distintos grupos sociales, que empieza a trabajar e identificar los valores y calidad de los trabajos y creaciones realizadas por los grupos más pobres para consolidarlas, difundirlas, profesionalizarlas y darlas a conocer en otros contextos, además de servir (el propio espacio) como un punto neutral de encuentro entre los dos polos identificados (ver Esquema n.º 1). El método y la estrategia de trabajo partió de imaginarnos un “límite social”, establecido en dos extremos que conforman una sociedad de exclusión: los ricos y los pobres (Sociedad Integrada y Sociedad Marginada). Primero identificamos a grupos juveniles, pobres y excluidos, con los cuales nos dimos a la tarea de contactarlos y establecer “un primer vínculo”, donde conocimos y supimos qué pensaban, qué opinaban, veían y/o producían, o sea, sus habilidades y fortalezas, con lo que se formaron los primeros archivos de la Cultura Popular Juvenil, e hicimos un diseño de propuestas de profesionalización de sus trabajos, que les darían la oportunidad inicial para empezar a incidir en su entorno. Si los investigadores sociales buscan los “problemas” siempre los van a encontrar, pero resulta muy difícil y limitado trabajar solamente con “los problemas”, por ello, nuestra propuesta de Investigación Social Aplicada es realmente simple y se reduce a cambiar el paradigma (en el momento de estar con los jóvenes para hablar de “sus problemas”) para preguntarnos colectivamente: “Si en este momento que estamos juntos pudiéramos hacer ‘algo’ que nos hiciedoi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 HÉCTOR CASTILLO BERTHIER ra sentir bien y que pudiéramos realizar con los elementos que tenemos a la mano: ¿qué se les ocurriría que podríamos hacer?, ¿qué nos haría sentir bien?, ¿qué podemos alcanzar con lo que es posible y tenemos en nuestras manos?, o ¿qué es lo que nos hace falta?”. Esto marca una pequeña pero al mismo tiempo gran diferencia y, a partir de este momento, las formas de participación social se diversifican de una forma lúdica, rica e insospechada, dando lugar al surgimiento de propuestas nacidas directamente desde la perspectiva y el propio interés de los jóvenes. Ése es el primer paso de nuestro trabajo de investigación aplicada que busca generar confianza y un diálogo abierto. Por otro lado, en el extremo opuesto están los jóvenes ricos, de las clases altas, con todo a su favor (educación, moda, consumo, universidades, etc.), pero que representa a una juventud minoritaria, aunque pueda disfrutar de gustos musicales y culturales muy similares. Esto nos llevó doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 a valorar la situación en la que se encontraban estos dos polos opuestos de “la juventud” y nos lanzamos a la aventura de trazar una línea horizontal, que permitiera cruzar las situaciones anteriores, la cual se constituye como una “infraestructura social”, representada en un Centro Cultural (Circo Volador), visto como el “espacio de atención social”, que empieza a “sembrar” y cristalizar las propuestas juveniles proveniente de los grupos más pobres, para presentarlos hacia los grupos más favorecidos, creando un punto de encuentro neutral entre los dos polos identificados en nuestra metodología. La integración de muy diversos grupos de jóvenes en la remodelación del lugar, su reparación y el acondicionamiento, buscó arraigar el espacio en su vida cotidiana, lo cual permitió obtener un alto nivel de confianza, reflejado en la participación activa y constante de la población de la zona, lo que beneficiaba a los actores participantes con un espacio alternativo de expresión que ellos mismos construían. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 923 Nº 751 “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” El trabajo realizado ha permitido: revalorar el trabajo creativo de los jóvenes, ha incluido a distintos grupos sociales y ha permitido difundir en medios masivos la experiencia vivida, sensibilizando e invitando a la sociedad a conocer de cerca esta realidad, pocas veces conocida. La experiencia de Circo Volador nació justamente con la emisión de un programa radiofónico en la F.M. (“Solo para Bandas”, 105.7 de F.M.), y de su conexión con esta primera experiencia de comunicación masiva se han desarrollado 4 etapas radiofónicas a lo largo de 23 años de trabajo. Una de ellas incluyó semanalmante, durente tres años, dos segmentos en el principal noticiero radiofónico a nivel nacional (Monitor) en donde el público radioescucha se conformaba de un amplio espectro social. Actualmente, Circo Volador se encarga de dar a conocer sus propuestas de trabajo cada miércoles a las 23.00 hrs. en el programa de radio “Tolerancia Zero”, mismo que se produce y transmite por el 105.7 FM, una estación del IMER (Instituto Mexicano de la Radio). Paralelamente a esto, el proyecto ha sido objeto de diversos reportajes periodísticos, radiofónicos y televisivos, nacionales e internacionales a lo largo de su trayectoria, además de que hoy Circo Volador cuenta ya con un estudio de grabación y producción de audio y vídeo profesional y tres páginas web (ver bibliografía). Cabe resaltar, a nivel metodológico, que el nivel de la “infraestructura social” no implica únicamente el espacio físico de Circo Volador, ya que puede ser sustituido por un programa de radio, un concurso de música (como lo fue el “Rock en la Selva de Asfalto”, con más de 180 grupos inscritos en 1990), los talleres escénicos, artísticos o productivos, o el estudio de grabación, cuando quiere replicarse esta experiencia. El grupo objetivo son los jóvenes de ambos sexos de los sectores más populares de la ciudad en general, con el fin de promover su desarrollo a través del fortalecimiento de sus propios intereses, de su cultura, sus habilidades, potencialidades y los puntos positivos de interacción social que tienen con sus comunidades, dotándolos de herramientas que les permitan acceder a empleos o, en forma independiente, al autoempleo, mediante la apertura de talleres que los incorporen a la micro-industria o pequeña empresa, que los transformen en actores sociales relevantes, con capacidad de acción, interlocución y propuestas propias. 924 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 UNA MEMORIA MUSICAL PARA LA CULTURA JUVENIL ALTERNATIVA La mayoría de los especialistas coinciden en que la música, en muchos sentidos, es la actividad central de la cultura urbana juvenil, de la cual emergen muchas otras actividades subsidiarias. Como hemos mencionado, toda juventud desarrolla una cultura propia en la que la música constituye un elemento sustancial. En este sentido y ante la creciente participación de los jóvenes en el proyecto, Circo Volador planteó (con el apoyo suizo del Polo Nacional de Competencias en Investigación Norte-Sur –NCCR North-South, por sus siglas en inglés–), el proyecto: “Estudio de grabación Circo Volador: una memoria para la cultura juvenil alternativa”. El proyecto se propuso, sin distinción de géneros musicales, apoyar a jóvenes músicos y compositores de bajos ingresos para que pudieran alcanzar una calidad profesional en su actividad. Esto se logró mediante un concurso, que permitió grabar su producción musical en discos compactos, profesionalmente registrados, donde la edición y la venta empezaron a proporcionar recursos financieros para adquirir, por ejemplo, sus instrumentos musicales o financiar una segunda grabación. De esta forma pudimos acercarnos a más de 500 músicos que participaron en las diferentes etapas del proceso. La selección de los artistas a grabar se realizó por medio de una convocatoria abierta que contó con una gran respuesta con 147 propuestas inscritas. Entre los resultados obtenidos, pueden mencionarse: • La gran cantidad de jóvenes artistas de bajos ingresos que requieren una oportunidad para profesionalizar su trabajo. • La situación actual en la industria musical, que no apoya este tipo de artistas, porque son afectados por los procesos de globalización, piratería y avances tecnológicos; las grandes compañías se dedican exclusivamente a promover artistas “comerciales” que aseguran la recuperación de su inversión, dejando a un lado a los músicos jóvenes desconocidos. • Entre estos artistas podemos encontrar gran calidad y formas de expresión que generalmente son difíciles de descubrir en el llamado circuito comercial, o bajo la música “pop”. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 Los primeros beneficiarios directos fueron 25 solistas y agrupaciones de músicos, ganadores de la convocatoria. Los nombres de cada uno se enlistan a continuación: Pobreza Extrema, Almas Gemelas, NorFire, Tartaruga, Mazzat, Miedo a la Noche, Karmak III, In Nómine, El Nopales, Mutt, Lot, Skin Attack, Alvarado, Kevlar, Vanexa, Sandokan Rodrigo, RH3, Mami Yasbeck, Ensamble Quimera, Glass Mind, Sangre de Inocentes, Sobraico, Tragafuegos, Sanies y Flora, sin dejar de lado el impacto que tuvieron en sus familias, barrios, escuelas, amigos y, con los nuevos públicos, en los diferentes espacios que consiguieron para poder empezar a presentarse de forma profesional. Las principales actividades para la realización del proyecto fueron las siguientes: • Planificación, diseño, difusión y puesta en práctica del proyecto. • Convocatoria para seleccionar a los artistas. • Recepción de los trabajos de los competidores. • Selección de los ganadores. • Construcción y equipamiento del estudio de grabación. • Grabación de los artistas. • Producción de los discos compactos. • Elaboración y análisis del estudio socioeconómico de los ganadores. Podemos decir que todas las metas presupuestas fueron alcanzadas de forma satisfactoria. En una segunda fase el proyecto se propuso apoyar a otro grupo de artistas jóvenes de los sectores populares de la Ciudad de México para que pudieran aprovechar los beneficios directos de contar con estudio profesional de grabación sin costo alguno, o con un costo simbólico cuando esto fuera posible. La parte más rica del proyecto se llevó a cabo durante las entrevistas socio-económicas donde pudimos conocer de doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 cada uno de los artistas ganadores, su situación económica, laboral, familiar, cultural, a la par que conocer sus opiniones sobre la política, la industria de la música y las oportunidades laborales que están desarrollando o en las cuales están interesados. Asimismo, las letras de las canciones fueron retomadas para ser difundidas temáticamente dentro del programa de radio de Circo Volador (“Tolerancia Zero”, que sigue transmitiéndose por la misma frecuencia radiofónica) y que permitió establecer nuevas temáticas con los jóvenes radioescuchas sobre lo que los jóvenes piensan, sienten y desean de su entorno, favoreciendo una sinergia directa entre la música, el pensamiento, la comunicación y las distintas formas de participación social, con las más variadas y ricas propuestas temáticas. HÉCTOR CASTILLO BERTHIER Pensado originalmente para ser un estudio semi-profesional de grabación, nuestro conocimiento acumulado del medio musical nos hizo emprender diversas acciones y conseguir los apoyos necesarios para construir un estudio de grabación totalmente profesional, que atendiera a estos y otros artistas posteriores de la mejor manera posible, para crear productos con una calidad acorde con sus propuestas musicales. Trabajar con los jóvenes de los sectores populares, darles voz, apoyar su profesionalización, abrirles espacios de divulgación y crear una plataforma básica de despegue para que puedan desarrollar sus habilidades y potencialidad es más un privilegio que una estrategia de trabajo de la investigación social aplicada. Los artistas jóvenes de sectores populares están muchas veces encerrados en un círculo vicioso: no tienen ningún trabajo porque el público no los conoce. El público no los conoce porque no han registrado ni distribuido su trabajo. No hacen ninguna grabación porque no tienen recursos financieros y esto sucede porque no tienen contrataciones ni hay nadie interesado en apoyarlos. Este proyecto específico fue dirigido inicialmente a 25 artistas y grupos musicales que han experimentado ya varios cambios. Con la perspectiva de estar dispuestos a grabar y mostrar su trabajo, tuvieron que esforzarse más y aumentar el grado de dificultad de sus técnicas, capacidades y calidad, se esforzaron para hacer canciones de mejor calidad y más accesibles para otros públicos. Hoy esos beneficiarios se han multiplicado con el apoyo del estudio de grabación y de la difusión de sus trabajos en la radio. Estos grupos son conscientes de este gran paso hacia la meta de profesionalizar su trabajo, consiguiendo acercarse a una realidad que les permita decidir si tienen un futuro como músicos para convertirlo en su actividad laboral, o dejarlo como “hobby” y dedicarse a otras actividades ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 925 Nº 751 “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” productivas. Por supuesto, el caso ideal es que puedan establecerse como artistas profesionales, pero puesto que dependen de la respuesta del público, en caso de que ésta no sea lo suficientemente positiva, el proyecto les ha dado la oportunidad de enfrentar su realidad y de redefinir sus planes futuros preparándose en alguna otra área de su interés (producción, sonorización, iluminación, vídeo, etc.), sin dejar de lado su promoción y la contratación de sus servicios en los diversos festivales nacionales e internacionales en los que participa regularmente el Circo Volador desde hace varios años. Un ejemplo ha sido la inclusión de Circo Volador, desde hace cinco años, dentro del evento masivo anual, “Espacio”, que produce Televisa, y que nos llevó a desarrollar el concepto “Alter-Espacio”, para dar cabida mediática a las nuevas creaciones de estos grupos de alter-artistas. Desde 2004, Circo Volador realiza también el festival anual “Culto Joven”, que se ha ligado con proyectos de mayor alcance como las festividades del Bicentenario de la Independencia y el Centenerio de la Revolución, o bien otros recientes festivales internacionales como el 5th Global YES Summit Rework the World 2010, en Estocolmo (Suecia), o el Festival por la Libertad de Expresión en Cádiz (España), realizado en mayo de 2010 con la participación de graffiteros, músicos y artistas de Circo Volador. Quizá valga la pena mencionar que este proyecto no tuvo ninguna orientación específica sobre el “género” y se pensó que pudieran participar todos aquellos que así lo desearan, aunque la participación de hombres fue mayoritaria. Entre los ganadores, el caso de Vanexa (única solista) y de Mami Yazbeck (grupo sólo de mujeres), abrió una puerta más a la participación de otras jóvenes en los espacios de difusión y producción del proyecto (ingenieras de grabación, diseñadoras, ingenieras de sonido, etc.) y quedó claro que, antes del género, lo más importante es la calidad de la creación musical, de la producción, de la propuesta y el mensaje que éstos llevan. Finalmente, de nueva cuenta “descubrimos” una verdad que todos sabemos: en los sectores más populares de nuestras sociedades hay un enorme número de artistas talentosos que no tienen opciones para ingresar en la industria musical y cultural, por lo que muchos de ellos abandonarán sus ideas, sus sueños y sacrificarán sus talentos para terminar en empleos que no son de su preferencia ni se ajustan al desarrollo de sus capacidades. 926 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 Luego entonces: ¿Será tan difícil pensar en la necesidad de crear nuevos espacios de convergencia?; ¿será imposible pensar que estas preguntas y respuestas básicas pasen a poder conformar el cuerpo de una política pública?; ¿seguirá desconectada la academia clásica del indispensable activismo social? Por lo pronto, pudimos comprobar que, con un poco de esfuerzo y dedicación en esta lógica de aplicación de la investigación social aplicada, existen muchos mecanismos para poder enseñarles a los jóvenes que son miembros importantes de su comunidad, que hay compromisos reales que pueden ser cumplidos por diversas partes, sin lucros y sin corporativismos políticos, pero, sobre todo, lo mejor es poder decirles que este tipo de trabajos beneficia directamente a la construcción de una ciudad más equitativa, más democrática y más libre para desarrollar su propia producción cultural, que no es más que un reflejo vivo de su ciudad. Esa música, su música, sea cual sea, puede ser política o, mejor aún, transformarse en una verdadera política pública, sin ninguna duda. CONCLUSIONES: ¿LA ALGÚN FUTURO? MÚSICA Y LA POLÍTICA TIENEN Frente a la violencia creciente, frente a las desigualdades sociales, frente a la inequidad, frente a la obsolescencia de los paradigmas académicos, frente a una realidad desesperanzadora, siguen construyéndose nuevos y mejores vínculos sociales para trabajar con los jóvenes de nuestras sociedades y, como efecto de la globalización de las nuevas tecnologías, los espacios de convergencia para unir el concepto de música con el de política parecen estar en una época de pleno auge. Parafraseando al escritor Alessandro Baricco podríamos decir que la geografía del sentido de los jóvenes ha cambiado y que, en general, sus conceptos y referentes existenciales no tienen nada que ver con los viejos preceptos de la sociedad tradicional y que su percepción de la vida es muy distinta a la de sus padres y maestros, al menos desde que la llegada de las “lap top”, el Internet, la telefonía celular y en general todas las nuevas tecnologías de la información se convirtieron en un fenómeno masivo: “Y no por un proceso de ‘vulgarización’ o ‘denigración’ de aquello doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 que es noble (o que pensamos es noble). En absoluto. Será noble (en su futuro) como la nuestra, pero será distinta”4, dice Baricco. Los jóvenes ya no parecen estar interesados en la historia pero les sigue interesando la política y siguen su camino natural y se reagrupan e identifican de acuerdo a los nuevos esquemas de consumo, a las nuevas tecnologías, a los nuevos paradigmas que van del respeto a la libertad sexual hasta el calentamiento global. Y los jóvenes: ¿pueden estar equivocados? Puede ser que sí o que no, pero eso no importa cuando el verdadero meollo del asunto es ampliar (para ellos) las fronteras de la realidad que están viviendo. Por ello, para quienes siguen pensando que “todo tiempo pasado fue mejor”, equivale casi automáticamente a echarse una soga al cuello para hundirse en el océano de la obsolescencia. Pese a todo, es un hecho que el poder y el mando de los valores sociales sigue en manos de los viejos herederos de la tradición occidental. La política, en general, sigue los mismos cauces y patrones de comportamiento impuestos doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 HÉCTOR CASTILLO BERTHIER Caminar en un mundo ambivalente en el que la Playstation, el punk, el hip hop, el graffiti, el vampirismo, el “Movimiento Oscuro”, los stickers, el scratch, el Youtube, el Myspace, las diferentes modas de las “tribus urbanas”5, o las cambiantes formas de agrupamiento juvenil (colectivos, flotas, bandas, barras, pandillas, etc.) que son las “nuevas” formas de identidad juvenil que confrontan y retan abiertamente a las agrupaciones heredadas del pasado (desde los boy scouts hasta las primigenias formas de agrupación alrededor de las iglesias, los clubes o las escuelas), parece crear para algunos, sobre todo para los que no se han dedicado a entender estos nuevos lenguajes y códigos de comunicación virtual, un sentimiento de inviabilidad, de límite, de frustración o, en el peor de los casos, de ruptura para muchos de los sobrevivientes de la llamada “pelea pasada”, o sea, de esa parte de la generación que nació junto con la televisión y el rock, y a quienes la cascada de descubrimientos, inventos y nuevas tecnologías (que se han masificado mundialmente durante los últimos 50 años), los dejó más en una situación de simples espectadores, que de actores y nuevos lectores e intérpretes de los modernos y complejos lenguajes virtuales surgidos, fundamentalmente, a partir de los años noventa. desde el siglo XVI cuando Nicolás Maquiavelo publicó El Príncipe (1513). El ansia de dominio, el control social, el uso irrestricto del poder, siguen siendo valores fundamentales dentro de los detentadores de los aparatos de gobierno estatal. Luego entonces: ¿no es acaso comprensible que los jóvenes de esta generación sigan tratando de rebelarse contra las formas tradicionales de dominación, igual que lo hicieron muchos de sus padres en épocas anteriores?, ¿no es significativo que sigan buscando nuevas formas de identidad y representación que les permita incorporarse de una forma distinta a una modernidad nunca acabada?, ¿no sería quizá mejor entenderlos como actores estratégicos del cambio que como identidades perversas y siempre estigmatizables? O sea, que ¿acaso los jóvenes de hoy no son tan sólo un resultado de las acciones y percepciones construidas en el ayer? “Si cada vez que se pierde un pedazo de la geografía que nos ha generado, nos ponemos a pensar que ésta es una pérdida estéril del mundo, y si somos así de idiotas para pensar esto en un modo apriorístico y dogmático, no se abrirá jamás un diálogo con estos jóvenes” (Baricco, 2003). Hablando de geografías: en los lugares donde muchos de nosotros nos encontrábamos en contacto con la naturaleza hoy sólo aparecen enormes planchas de estacionamientos, unidades habitacionales o centros comerciales; en los lugares donde disfrutábamos de un río para nadar hoy sólo queda un canal de aguas negras que, por si fuera poco, se desborda en época de lluvias; en los sitios más tradicionales de la “cultura nacional”, hoy están plagadas sus paredes y fachadas con los nuevos signos y símbolos de la globalización, por no mencionar los espacios marginales e informales característicos del tercer mundo que tratan de arrebatarle a los espacios públicos, a como dé lugar, una tajada, aunque sea pequeña, de la ansiada y prometida modernidad a la cual también tienen derecho. Es en esta palpable contradicción entre el pasado y el presente en donde encontramos día a día diversas manifestaciones y reacciones que exhiben esta tensión social. La lucha de los jóvenes por desarrollar sus identidades, la falta o completa ausencia de espacios públicos para su socialización, la ausencia de los jóvenes dentro de la agenda pública, la estigmatización sistemática de sus comportamientos a lo largo de su historia y la falta de ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 927 Nº 751 “JUVENTUD, MÚSICA Y POLÍTICA” políticas públicas de largo plazo, han hecho que los jóvenes de la primera década del siglo XXI sigan apareciendo en los medios de comunicación (y por ende en el imaginario colectivo) solamente en los momentos de crisis sociales, en actos de violencia, o de plano sólo en los momentos en que se ven envueltos en alguna acción criminal. Los jóvenes van creando poco a poco sus identidades y formas de organización grupal y este tipo de asociaciones pasan en general desapercibidas para la población en general y para los medios de comunicación... parece que a nadie le interesan. De acuerdo a las perspectivas demográficas el número de jóvenes, en México y América Latina, alcanzará su mayor cifra entre la primera y la segunda década del siglo XXI y después, empezará a decrecer paulatinamente ante un inevitable envejecimiento de la población. Los niños nacidos a principios de este siglo no sólo serán los jóvenes de este período, sino también los nuevos ciudadanos, que llevarán en sus hombros y en su historia las viejas aspiraciones de igualdad, democracia, honestidad, transparencia y participación comunitaria que superen los terribles lastres heredados del pasado. Por ello, los proyectos que prevén estos escenarios y trabajan para mejorar las posibilidades de incorporación inter-generacional, deberían de ser analizados y evaluados con mayor detenimiento ya que, con su acción social y política, pueden llegar a ser de una importancia vital para lograr el tan ansiado “cambio de actitud” en nuestros países. Actualmente muchos jóvenes son excluidos y esto no es un tema de la agenda pública. Los jóvenes no están en la agenda política y ése es uno de nuestros focos de atención, de la misma forma que fortalecer su participación es uno de nuestros objetivos centrales de trabajo. La juventud popular, que es mayoritaria, se desenvuelve en un medio caracterizado por la falta de oportunidades de todo tipo; a pesar de ello, la música en sus muy diversas manifestaciones, la poesía, los graffiti, las reuniones nocturnas “en la esquina”, sirven como productos culturales generadores de identidad y como medios para expresar sus ideas, sus preocupaciones, sus sentimientos y sus emociones. El joven urbano popular lo mismo lee una revista de modas o deportes que se preocupa por temas políticos y sociales. Sus principales valores son: la honestidad, el respeto, la amistad, la confianza en la familia y su creencia en sí mismo; pero no soporta de ninguna forma que lo quieran engañar... ésa ya es una ganancia. Esto se ve reflejado en la cotidianeidad de su producción cultural y musical, pero de igual forma se ven borrados de inmediato ante la caótica realidad que nos enseñan los medios. La música y la política son dos elementos vitales entre los jóvenes actualmente, pero ¿cómo se desarrollarán las relaciones futuras entre estos conceptos? Seguramente conservarán su eterna relación de amor y odio aunque, desde la perspectiva de la investigación social aplicada, me parece que aún tenemos mucho que hacer para seguir propiciando su encuentro virtuoso. NOTAS Recibido: 10 de noviembre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 928 ARBOR Vol. 187 1 Para ampliar este concepto en México, se sugiere revisar: Pablo Gaytán (1985), Maritza Urteaga (1993) y José Manuel Valenzuela Arce (Valenzuela, 1991). 2 Partido Nacional Revolucionario (PNR, 1929-1938), Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938-1946), actualmente Partido Revolucionario Institucional (PRI, 1946). 3 En 1998 se firmaron los primeros convenios de colaboración interins- 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 titucional con organizaciones internacionales como: NOVIB (Holanda), AVINA (Suiza) y ASHOKA (EE. UU.). A partir de entonces se han dessarrollado diversos Programas de Coinversión con diferentes asociados, con los cuales se definen los objetivos de trabajo con base en un Programa Operativo Anual de Actividades, logrando así, en promedio, el 15% de los recursos necesarios para la operación del proyecto; el resto de los recursos los genera la propia dinámica del trabajo, que incluye muy diversas actividades doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 BIBLIOGRAFÍA Baricco, Alessandro (2003): “Queridos jóvenes, es mejor no leer”, Lectura presentada en la Feria del Libro de Turín, publicado en el Totem. L’ultima tournée (DVD), Einaudi; y en Balene e Sogni, en colaboración con Gabriele Vacis y Roberto Tarasco. Castillo Berthier, Héctor (2004): “My generation: Rock and Band’s Forced doi: 10.3989/arbor.2011.751n5008 survival Opposite the Mexican State”, en Rocking Las Americas: rock, music. Cultures across Latin and Latin (o) America, University of Pittsburgh Press. 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Páginas electrónicas de Circo Volador: www.circovolador.org www.graffitiarte.org www.sinchoros.org 751 septiembre-octubre [2011] 917-929 ISSN: 0210-1963 929 ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 931-936 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5009 THE POLITICS OF HYBRIDITY AND MESTIZAJE IN U.S. LATINO POPULAR MUSIC LAS POLÍTICAS DE HIBRIDEZ Y MESTIZAJE EN LA MÚSICA POPULAR DE LOS LATINOS EN LOS ESTADOS UNIDOS Deborah Pacini Hernández Professor of Anthropology Tufts University [email protected] RESUMEN: Por mucho tiempo, las teorías del mestizaje han sido utilizadas para analizar e interpretar la hibridez de las identidades y culturas latinoamericanas, pero el mestizaje –al igual que sus críticas– no es un concepto adecuado en el caso de los espacios sociales, culturales y políticos que ocupan en los Estados Unidos las comunidades latinas y sus producciones musicales. A través del análisis de las profundas líneas de falla que existen en la intersección de los conceptos latinoamericanos de mestizaje y los conceptos bipolares estadounidenses sobre raza e identidad racial, este ensayo dilucida el impacto concreto y material que estas discrepancias conceptuales tienen en las comunidades latinas estadounidenses y en sus prácticas musicales. ABSTRACT: Theories of mestizaje have long been used to analyze and interpret the hybridity of Latin American cultures and identities, but mestizaje –as well as its critiques– do not map neatly onto the social, cultural and political landscape in which U.S. Latino communities and their musical productions are embedded. In addressing the deep fault lines at the intersections of Latin American concepts of mestizaje and the United States’ bipolar concepts of race and racial identity, this essay sheds light on the very concrete and material impacts these conceptual descrepancies have had on U.S. Latino communities and their musical practices. KEY WORDS: Mestizaje; hybridity; US Latinos; popular music. PALABRAS CLAVE: Mestizaje; hibridez; latinos en Estados Unidos; música popular. Any discussion of issues related to Latin/o American popular music must begin with a discussion of terminology, and this essay is no exception. While the Spanish term latino may be used in Latin America as shorthand for Latino Americanos, in the United States the term Latino refers specifically to individuals with some degree of Latin American ancestry who reside in the U.S. Unlike Latin American latinos, U.S. Latinos, especially those born and raised in the United States, do not necessarily speak Spanish and many have never been to Latin America. Also unlike Latin American latinos, U.S. Latinos identify and/or are identified as a domestic minority, although they are often incorrectly imagined as a race (like African Americans) rather than as ethnic communities linked to different Latin American nations and national cultures (e.g. Mexican Americans, Cuban Americans, etc.). In this essay, which focuses primarily on the United States, I use the term Latino to refer to people and culture located within the United States; I use the term Latin/o Americans to refer to Latin Americans and US Latinos collectively1. Latin Americans and their U.S. Latino counterparts are (whether they admit to it or not) fundamentally hybrid peoples: they are genetically and/or culturally the products of the European invasion and colonization of Amerindian lands that began in 1492, and the African peoples subsequently dragged involuntarily into the process by colonial Europeans. In Latin America, the term mestizo emerged to describe people and culture of mixed European and native ancestry; the related term mestizaje has commonly been used to refer to the process of cultural mixing that accompanied biological mixing. Because these terms are based on the Spanish verb mezclar (to mix), in principle they can refer to people and culture of mixed European and African ancestries as well, but in practice they are generally used to describe Native (indigenous)/European hybridity. The analogous term describing the descendants of a European/African mix –mulatto– is less commonly used and then only to describe people; references to “mulatto culture” are rare. In the Spanish Caribbean, which received hundreds of thousands of enslaved Africans in Nº 751 THE POLITICS OF HYBRIDITY AND MESTIZAJE IN U.S. LATINO POPULAR MUSIC the colonial period, African/European cultural hybridity is more often described with the term “creole”, which signals the mixtures produced in the Americas in the wake of European conquest, colonization, and slavery, but without explicit reference to race2. While by definition the terms “creole” and “creolization” can refer to the same sort of blendings as the terms mestizo and mestizaje, the former are seldom, if ever, employed in (or for) regions where the European/native mix predominates, and the contrary is also true: The term mestizo is seldom used for mixed-race people and their blended cultural forms in regions of Latin America where a European/African mix predominates. Latin America’s long history of biological and cultural mestizaje/creolization has yielded a wide range of musical hybrids, ranging from Colombian cumbia, Brazilian samba, Cuban mambo and Mexican mariachi to more contemporary blends such as salsa and reggaeton; these genres, have since been brought into the United States. Whether carried by Latin American immigrants or disseminated by sound recordings, these musics make up a significant (if underrecognized) part of the United States’ sonic landscape. Within the United States, however, people of Latin American ancestry have discovered that mestizaje –whether their own racial and/or cultural hybridity or the aesthetic hybridity of their musics– has proved to be deeply problematic, profoundly influencing the ways US Latinos and their musical practices have been (mis)understood, and challenging their ability to articulate and perform their mestizaje. Indeed, the seemingly obvious assertion that racial and cultural hybridity has shaped the contours of U.S. Latino musical practices, which would be uncontroversial in Latin America, has proved to be profoundly vexing in the context of the United States’ particular racial formations and racial imaginaries. In the United States, where racial and cultural identities have historically been imagined in binary terms –that is, as black or white (both of which have been imagined in highly essentialist ways), the very idea of racial mixing and its consequent ambiguities have a long history of generating deeply rooted anxieties about boundaries, sexuality, and the body3. The existence of a large and publicly acknowledged mixedrace category in Latin America –and its corresponding absence in the United States–underpins a profound cultural 932 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 931-936 ISSN: 0210-1963 difference between the ways Spanish– and English-speaking Americans have identified themselves. Indeed, other than the derogatory term “half breed”, there is no term in the United States analogous to mestizo or to its cognate, mestizaje, to describe the racial, cultural and musical mixing characterizing the post-conquest Americas. The term “mixed race” is close to but does not capture the historical specificities of the American hemisphere’s racial profile; nor is it used as an adjective as it does in Spanish, for example, in the term cultura mestiza. Given such fundamental conceptual differences in the ways of imagining racial identity, scholarly and popular discourse regarding cultural hybridity in (and about) the United States have been markedly different from those employed in (and about) Latin America. Scholars and other observers of Latin American music and culture routinely refer to the biological and cultural mixing that originally produced and shaped them, employing the concept of mestizaje to analyze cultural and musical developments, particularly in areas with predominantly mestizo populations; in areas whose populations are predominantly of African descent, the terms “creolization” or “syncretism” are used. Other images and metaphors have been used to describe or take into account the blending and mixing of people and/or cultural forms, including the term hybridity. (Although that term, like the term mestizaje, has been subject to increasing scrutiny and critique, which I will discuss further below). In the United States, in contrast, where anxieties about racial and cultural mixing have been –and remain– acute, bipolar racial imaginaries still generate much of the language used to describe popular music, such as the widely (if controversially) used term “black music” to describe the musics associated with African American communities –most of which are, to some degree, the product of cultural mixture4. Other styles of musics such as surf, heavy metal and punk music, are generally associated with whites (Euro-Americans) by fans and scholars alike, although they are not usually referred to explicitly as white music. Musics associated with US Latinos, on the other hand, regardless of the nature and degree of their particular racial and cultural mixtures, have not generated analogous terms capturing the nature and nuances of their hybridity –and, as I have argued elsewhere, the terms “Latin music” and “Latino music”, which are not equivalent, are highly imperdoi: 10.3989/arbor.2011.751n5009 Instead, as Raquel Z. Rivera has noted, many U.S. scholars and other cultural observers still employ the prism of assimilation to interpret Latino musical practices, viewing Puerto Rican rappers, for example, as imitating African American culture, but reluctant to acknowledge Puerto Ricans as coparticipants in the development of hip hop culture in the 1970s and 80s. She also points out that it is seldom recognized that African American culture shares with Puerto Ricans a diasporic heritage, and that African American culture itself is also similarly hybrid (Rivera 2007, 351-362). In short, US Latino hybridity has been marked by being linguistically unnamed and thus out of place and profoundly “othered”. As I will discuss further below, the disavowal of racial and cultural mixture in the United States has been a powerful challenge to US Latinos’ popular music practices because it has served to exclude them from musical domains perceived in binary terms, such as “black” (e.g., R & B, hip-hop) and “white” (e.g., rock or pop). As Rivera (2007) has noted, even phenotypically black Latinos have been excluded from the “black” category precisely because they are members of a group –Latinos– recognized as mixed, and therefore considered essentially different. Mexican-origin mestizos in the United States have similarly found themselves relegated to an unstable position outside the “white” and “black” categories. If the scholarship on racial, cultural, and musical hybridity in Latin America has undeniably provided useful theoretidoi: 10.3989/arbor.2011.751n5009 cal models to those analyzing U.S. Latino musical practices, it is important to keep in mind that the concept of mestizaje remains highly problematic because of its long history of being misused. Indeed, contemporary scholars of race relations in Latin America such as Helen Safa (1998), Peter Wade (2000) George Reid Andrews (2004), Miriam Jiménez Román (2007), Anani Dzidzienyo, and Suzanne Oboler (2005), have critiqued, if not roundly condemned, the concept of mestizaje because of its hidden implications and noxious consequences. They rightly charge, for example, that the implicit equation of mestizaje’s hybridity with equality –that is, “we are all mixed so we are all equal”– has long been used in Latin America to avoid facing (and altering) the social, economic, and political structures responsible for perpetuating race-based “pigmentocracies”, in which white-skinned individuals enjoy privileges of every sort; mixed-race people occupy an intermediate space depending on such variables as their phenotypical proximity to whiteness, education, wealth, and so forth; and people of more unambiguously African or native ancestry are subject to subordination and exploitation. The term hybridity has also been criticized for perpetuating discourses of racial difference, since it depends on essentialist notions of racial difference among its constituent parts. DEBORAH PACINI HERNÁNDEZ fect substitutes5. Indeed, the language of mestizaje drops out of the lexicon when musics of Latin American origins, already hybridized, arrive in the United States and are again transformed by musical exchanges within and across racial and ethnic boundaries. Rather than generating a term allowing for the transformation and blending of both parties involved in a cultural transaction, terms such as “borrowings”, “influences”, and “tinges” are used, which emphasize the degree of discreteness between the cultural domains of donor and receiver. One noticeable exception is the work of George Lipsitz, which has employed the postmodern concepts of “bifocality or reciprocity of perspectives, juxtaposition of multiple realities-intertextuality, inter-referentiality, and comparisons through families of resemblance” to explain the hybridity of Chicano musical practices (Lipsitz 1986, 157-177). But even in such work, the terms hybridity or mestizaje tend not to be used. The concept of mestizaje –and its critiques– are also problematic because they do not map neatly onto the domain of music. For example, Miriam Jiménez Román, who criticizes mestizaje’s role in perpetuating racial inequalities in Latin America, observes that attempts to identify an individual’s constituent parts account for the “assiduous attention paid to the phenotypical details that ‘expose’ African ‘genes’ and for the elaborate vocabulary that at once confers privilege and derides the subject under scrutiny. The conceptual difference between ‘high yellow’ and ‘grifa’ [both terms for a lighter shade of skin color] is truly insignificant and responds to the same historical privileging of certain physical characteristics over others” (Jiménez Roman 2007, 329). Jiménez Román’s critique of efforts to identify the specific origins of an individual’s phenotype is absolutely valid in the situation she describes, but it does not easily correspond to situations in which scholars seek to identify the constituent roots of Latino musical practices. Identifying the origins of African-derived drumming patterns in a particular style of Latino music, for example, does not have the same implications as trying to identify ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 931-936 ISSN: 0210-1963 933 Nº 751 the origins of an individual’s particular hue of skin –not to mention that the musicians performing such music may not be of African descent at all6. THE POLITICS OF HYBRIDITY AND MESTIZAJE IN U.S. LATINO POPULAR MUSIC Moreover, the constant aesthetic blending that has always characterized Latin/o American musical practices simply cannot be equated with the racist desires for blanqueamiento –genetic mixing whose goal has been to “improve the race” by “whitening” it. This is not to deny that correspondences exist between the problematic concepts of hybridity embedded within nationalist ideologies of mestizaje and the pernicious effects of racism in the domain of popular music. It is not coincidence that quintessentially hybrid musics originating in Latin America, such as Cuban son, Dominican merengue, and Colombian cumbia have become much celebrated symbols of national identity; it is precisely because they are perceived as expressing the literally and figuratively harmonious outcome of racial and cultural blending (despite the persistence of racially organized social hierarchies). In contrast, musics of unambiguously African and native origins have seldom had the same access to and success within the popular music marketplace as their more audibly hybrid counterparts. Nonetheless, unlike social structures in which proximity to the ideal of phenotypical whiteness and Eurocentric culture shapes –and improves– an individual’s or group’s life chances, the most culturally and economically significant popular musics have emerged from the poorest, most dispossessed –and often the darkest– social sectors in Latin/o America: Cuban son, New York salsa, and Dominican bachata are but three examples. To be sure, before such grassroots styles could be accepted in bourgeois settings, they often underwent stylistic changes that distanced them from their lower-class (and more racially marked) versions, through a process of musical “whitening” in which musical aesthetics deemed too “black” were reduced or eliminated. But as the extraordinary cultural influence of musics originating in communities of color –such as the Afro-Cuban mambo and contemporary reggaeton– demonstrate, some of the most successful musical blendings have flourished not because they have been “whitened”, but rather because of their strongly audible grounding in Afro-Latin aesthetics. The fact that in the United States musical styles have been unambiguously associated with one racial group or 934 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 931-936 ISSN: 0210-1963 another (as both producers and consumers), however, has left little space for multiracial, bicultural Latinos comfortable with and interested in aesthetic bridging rather than having to choose one identity or the other in order to succeed. Historically, Latinos who could “pass” as white could access the mainstream market, although only if they hid their ethnicity by changing their names, as did the 1940s pop singer Andy Russell and the 1950s rock ‘n’ roller Ritchie Valens, respectively born Andrés Rábago Pérez and Ricardo Valenzuela. In contrast, Afrodescendant Latinos who were phenotypically indistinguishable from African Americans had access to the “black” segment of the market, as did, for example, the Puerto Rican singer Herman Santiago in the doo-wop group Frankie Lymon and the Teenagers, which was identified as African American. More recently, Puerto Ricans Fat Joe and Big Pun began their careers in rap at a moment when it was perceived exclusively as a “black” music; only later, in the late 1990s, when rap began to be more widely acknowledged as a “ghettocentric” music that included Puerto Ricans, did these musicians begin to identify themselves as Puerto Ricans by employing Spanish lyrics and cover art iconography such as images of the Puerto Rican flag (Raquel Z. Rivera, personal communication). In contrast, US Latinos of all racial backgrounds and national origins who would or could not relinquish their cultural hybridity and layered identities found themselves facing symbolic dangers and practical consequences. Latinos born and raised in the United States have long resisted the boundaries of the country’s black and whiteonly categories, freely choosing musical sources and styles from among the wide array of possibilities offered by the nation’s rich cultural demographics and reshaping them according to their own sensibilities and preferences. For example, Mexican American Latinos have been particularly active in the domain of rock music, which nonetheless has always been imagined as the product of a mixture of solely African American and Euro American sensibilities, and there are other examples I have cited elsewhere (Pacini Hernandez 2010). As a result, non-Latinos have perceived such efforts as second-rate imitations by cultural outsiders and interlopers rather than as natural expressions of bicultural Latino sensibilities. (Or for that matter, acknowledging that rock is an expression of the United States’ own profound, if unacknowledged cultural hybridity.) doi: 10.3989/arbor.2011.751n5009 It is important to note that within the United States, musical dialogues have taken place not only with well established non-Latino communities such as African Americans and Euro-Americans, but also with Latinos of different national and ethnic origins; for example, the Mexican-born Carlos Santana’s career was based on his familiarity with both US blues and Afro Cuban rhythms. US Latinos also engage in musical dialogues and exchanges with more recently arrived Latin American immigrants; one example would be the incorporation of Mexican-style cumbias into Mexican-American musical styles, from Tejano and conjunto music to the eclectic rock of Los Angeles-based groups such as Ozomatli, intro- duced to the United States via the norteno music favored by working class Mexican immigrants. These intra-Latin/o American dialogues have been filtered and modulated by a characteristic common to both groups: a shared history of and openness to musical (and other sorts of) blending and recombination. In summary, foregrounding the importance of hybridity for scholarship on US Latino communities and their musics is not intended to deny the problematic ways that mestizaje and other terms for racial and cultural hybridity have been used in the past, or to obscure the ways they can still be misused to mask persistent social inequalities. A case in point is the cynical celebration of Latinos’ racial mixture by proponents of the concept of “colorblindness” when they argue for dismantling affirmative action because racial divisions in the United States supposedly no longer exist or matter as they did in the past (cf. Haney Lopez 2006). Those contesting such constructions, on the other hand, offer an equally disturbing scenario, in which Latinos’ hybridity is believed to render them particularly prone to “buying in” to the United States’ racial hierarchy, because Latinos (at least some of them) are able to “pass” as whites. Although there is certainly some truth to this latter analysis, the inability to imagine Latino hybridity as a progressive force in U.S. race relations means that all but the darkest-skinned Latinos are assumed to be “whites in waiting” or “honorary whites”. I do, however, insist that US Latino voices be heard and understood on their own terms, which means fully appreciating their long and rich history of racial and cultural hybridity, and valuing their struggles to express and perform it. NOTES Recibido: 11 de noviembre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5009 1 Portions of this essay are excerpted from my monograph Oye Como Va! Hybridity and Identity in Latino Popular Music (2010). 2 Martha Ellen Davis, for example, defines “creole” as “a cultural conglomerate born of Old World parentage and tempered by New World circumstance and creativity,” while Kenneth Bilby defines “creolization” as the “meeting and blending of two or more older traditions on new soil, ARBOR Vol. 187 DEBORAH PACINI HERNÁNDEZ The nature and degree of Latino musical hybridity has not been constant, however, varying according to local conditions and timing, in dialogue with larger national trends. Moreover, many Latinos have rejected such engagements as signs of cultural loss and betrayal. For example, during an era of intense cultural nationalism stimulated by the Civil Rights movements of the 1960s, the boogaloo, a blend of Spanish Caribbean and African American R & B rhythms created by New York Puerto Ricans familiar with both traditions, was swept aside by the wave of salsa embraced by politically active musicians and fans, who perceived salsa’s strong and audible roots in Spanish Caribbean traditions as representing a bulwark against U.S. cultural imperialism. At other times and in other places, however, US Latinos who have grown up familiar and comfortable with their hybrid cultural and musical genealogies have generally welcomed the opportunities and freedoms offered by mixing multiple musical traditions7. and a subsequent elaboration of form” (Davis 1994, 120; Bilby 1985, 182). Another term used to describe such cultural mixtures is “syncretism,” in which European forms and meanings have been layered over African or Amerindian ones in order to avoid censure by officials seeking to ban supposedly primitive behaviors and practices. 3 C. F. Frances Aparicio, “Patriarchal Synechdotes: Of Women’s Butts and Feminist Rebuttals”, in Listening to Salsa: Gender, Latin Popular Music and Puerto 751 septiembre-octubre [2011] 931-936 ISSN: 0210-1963 935 Nº 751 THE POLITICS OF HYBRIDITY AND MESTIZAJE IN U.S. LATINO POPULAR MUSIC 4 5 6 7 936 Rican Cultures (Wesleyan University Press, 1998), 142-153; and Myra Mendible’s, From Bananas to Buttocks: The Latina Body in Popular Film and Culture (University of Texas Press, 2007. Examples of the arguments made for and against the term “black music” can be found in Garofalo 1993, Hall 1992, Tagg 1989. Gilroy offers slightly differently inflected observations on the relationship between race, culture, and identity in his chapter “‘Jewels Brought from Bondage’: Black Music and the Politics of Authenticity” (1992, 72-110). In brief, “Latin” music conflates Latin American and U.S. Latino musical productions. The term “Latino” is often misinterpreted as shorthand for Latin American and hence presents the same problem as “Latin”. The term “U.S. Latino” does properly situate its subjects in the United States, although it also conflates profoundly different populations and styles, many of the latter not considered “Latin”, such as Chicano rock. For a more extensive discussion of this issue, see Pacini Hernandez 2007. It is noteworthy that scholarly interest in identifying constituent roots has not been uniform regarding musics of African and native derivation. The contributions of African-derived aesthetics to Latin/o American popular musics have been widely recognized and deconstructed, but the contributions of native derivation to multi-ethnic musics such as cumbia have seldom been sought as explicitly or as thoroughly. My book Oye Como Va! focuses on the history of U.S. Latino engagements with mainstream and African American music and culture; numerous publications similarly address this issue, among them: Anthony Macias, ARBOR Vol. 187 Mexican American Mojo: Popular Music, Dance, and Urban Culture in Los Angeles (Duke University Press, 2008); Manuel Peña’s Música Tejana: The Cultural Economy of Artistic Transformation (Texas A & M University Press, 1999, especially pp. 150217); Gustavo Perez Firmat’s Life on the Hyphen: The Cuban American Way (University of Texas Press, 1994); Frances Negron-Muntaner’s Boricua Pop: Puerto Ricans and the Latinization of American Culture (New York University Press, 2004). 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The institutionalization of this concept with the return of democracy in the early nineties and its continued tightening from a third generation of Chilean singersongwriters and bands derivatives from theater companies, allow us to discuss the problem of folk roots in times of globalization. We propose the concepts of posfolklore and hydroponic roots, attached to the trend of Chilean listeners and musicians to incorporate world music to their artistic practices and consumption. These concepts would facilitate the discussion of the mixing of influences in Chilean music and the consequent proliferation of intermediate rather than hegemonic identities in contemporary Chilean culture. KEY WORDS: Postmodernism; globalization; nation; Chile; identity; folk; pop music; singer-songwriter; gypsy music. Escribir sobre el presente supone el riesgo de quedar obsoleto de los anaqueles académicos con cierta rapidez, en especial al tratar fenómenos ligados a la música popular, una música muy dependiente de las nuevas tecnologías y los cambios que éstas producen en los modos de producción y en los hábitos de consumo. Desde esta perspectiva, por ejemplo, resulta inconcebible un presente como el de 2010 tal como lo podíamos haber imaginado a comienzos de este nuevo siglo. Debido a eso y a mi propia (de)formación como historiador de la música, requiero tomar impulso en el pasado para intentar llegar al presente1. En países de un alto consumo de músicas extranjeras, como es Chile, los fenómenos de mezcla e hibridación han estado a la orden del día, produciendo pugnas entre la construcción hegemónica y subalterna de identidades. En este artículo, abordo el fenómeno de la hibridación RESUMEN: Este artículo aborda el desarrollo del concepto de raíz folklórica, introducido por cantautores chilenos a mediados de los años setenta, como estrategia para legitimar corrientes divergentes del folklore de la norma imperante en tiempos del régimen militar. La institucionalización de este concepto con el retorno a la democracia y su continuo tensionamiento desde una tercera generación de cantautores nacionales y desde los nuevos grupos musicales derivados de compañías teatrales, permite reflexionar sobre el problema de las raíces en tiempos de globalización. Se proponen los conceptos de posfolklore y de raíces hidropónicas, adscritos a la permanente tendencia del músico y del auditor chileno a incorporar músicas del mundo a su práctica y consumo musical. Estos conceptos permiten discutir las mezclas en la música chilena y la consiguiente multiplicación de identidades intermedias más que hegemónicas en la cultura chilena contemporánea. PALABRAS CLAVE: Posmodernidad; globalización; nación; Chile; identidad; folklore; música popular; cantautor; música gitana. musical y sus agendas políticas asociadas desde el concepto de raíz folklórica, el que desde mediados de los años setenta ha servido de marco legitimador para una serie de mezclas desarrolladas por músicos chilenos que han ampliado notoriamente tanto el concepto de folklore como el de raíz. FOLKLORE DE MASAS La consolidación de la industria musical en América Latina se produjo en la década de 1920 con el pleno funcionamiento e interacción de seis industrias culturales interconectadas. Las cuatro principales fueron los lugares de baile y diversión, donde confluían espacios tradicionales con los nuevos espacios cosmopolitas; la industria disco- Nº 751 POSFOLKLORE: RAÍCES Y GLOBALIZACIÓN EN LA MÚSICA POPULAR CHILENA gráfica, instalada en la región desde comienzos de siglo; la radiodifusión, que se iniciaba en manos de técnicos y artistas voluntarios; y un sistema artístico, productivo y de consumo desarrollado en Iberoamérica a partir del auge del cuplé, de los espectáculos de variedades, de las compañías de revista y del circo: el star system. A esto se suma la plena vigencia de la partitura de una hoja como portadora de letra, música, visualidad, discurso y forma de consumo de la canción popular, junto a la incorporación del cine mudo y sonoro como medio, evento y sentido para la música en general. La música de tradición oral no podía sustraerse a estas influencias, sustentadas tanto con la inmigración rural como con el desplazamiento ocasional de habitantes urbanos hacia pueblos y haciendas de la zona central de Chile. Estos habitantes eran portadores de medios, prácticas y formas de consumo que anunciaban y preparaban la expansión de la industria musical por todo el territorio. Al regresar a la ciudad, estos sujetos traían repertorio, géneros, bailes, formas de interpretación y usos folk, que servirán de sustento para la construcción de los emblemas sonoros de la nación. Cuando la industria comience a absorber repertorio de tradición oral –definido como folklore desde la modernidad–, no se pondrá en duda si lo que se escucha en un teatro, un disco o por la radio sea o no folklore, puesto que se trataba de músicos tradicionales que sólo habían sido trasplantados al estudio de grabación, como quien transplanta un filodendro a un invernadero sin que pierda la condición de tal. Esto, reconociendo además la porosidad que tiene la ciudad en las zonas de mataderos, mercados, puertos, y suburbios, donde se instalaban chinganas o tabernas, quintas de recreo y casas de canto, animadas por genuinos exponentes de la tradición oral. Las cantoras campesinas trasplantadas a la ciudad fueron paulatinamente reemplazadas por folkloristas, dedicadas al rescate y proyección de la tradición oral, quienes institucionalizaron su labor desde la academia y el Estado, mientras se mantenían insertas en la industria musical. De este modo, las folkloristas chilenas tendieron puentes entre investigación, extensión, difusión, proyección, educación y políticas públicas, contribuyendo a consolidar en la década de 1930 un concepto hegemónico de identidad sonora de la nación. 938 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 [1] La folklorista Margot Loyola enseñando a bailar cueca en los cursos de verano de la Universidad de Chile en 1954. Claro et al., 1989: 483. En este proceso, la industria creaba un nicho para la estrella del folklore, ya fuera una cantora campesina transplantada, la nueva folklorista o los cantantes y conjuntos folklóricos que estaban naciendo. Esto generará tensiones con el purismo folklorista avalado por el estado-nación, pero también oportunidades para la aparición de nuevos exponentes del folklore en la ciudad. Éste fue el caso de los cuartetos vocales con guitarras ataviados a la usanza del huaso chileno –o hacendado y capataz–, primero formados por hombres y desde los años cincuenta incorporando una mujer como solista. Estos músicos fueron quienes desarrollaron una canción basada en el folklore, que fue plenamente absorbida por la industria musical y consumida por la población urbana y de inmigrantes rurales. Los conjuntos de huasos reafirmaban una identidad forjada en el campo, transformado en paraíso perdido y refugio imaginario para el inmigrante campesino ante el fragor e impersonalidad de la ciudad moderna. Tanto una tonada anónima interpretada por una cantora campesina o una tonada de autor grabada por un cuarteto de músicos vestidos de huasos, constituían medios legítimos de afirmación de su identidad. Incluso la tonada modernizada por los conjuntos de huasos expresaba para estos sectores su propia condición de sujetos campesinos transplantados al mundo moderno de la ciudad, facilitando también dicho transplante. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 JUAN PABLO GONZÁLEZ los conjuntos de proyección folklórica, creados bajo el amparo de los estudios de folklore; el Neofolklore, tendencia promovida por la industria musical que incorporaba repertorio del folklore a la música juvenil; y la Nueva Canción, movimiento de renovación estética e ideológica de la canción popular. En la proyección folklórica, el folklore adquirió un sentido didáctico y patrimonial; en el Neofolklore adquirió un sentido celebratorio de la diversidad; y en la Nueva Canción un sentido reivindicatorio de sujetos sociales excluidos por la modernidad. En los tres casos, se trata de una alteridad social y cultural encarnada por sujetos portadores de una tradición valorada como patrimonial y portadora de diversidad, pero socialmente discriminada. [2] Conjunto de música típica Los Huasos Quincheros en portada de Suplemento cancionero Odeon, enero-marzo 1959. Desde la institucionalidad cultural del Estado, canalizada a través de la Universidad de Chile, se comenzó a diferenciar desde los años cuarenta tres tipos de folklore: el histórico o rescatado, el tradicional o vigente y el moderno o de autor. Los dos primeros fueron los promovidos por dicha institucionalidad. El folklore moderno será llamado música típica a partir de los años cincuenta, experimentando un fuerte desarrollo en manos de una industria musical cada vez más gravitante. El folklore histórico, en cambio, tenía menos visibilidad social, surgiendo del rescate realizado por los folkloristas de la memoria de sus cultores y también de los archivos literarios. Este folklore será fuente renovadora para los movimientos de revival de los años cincuenta y sesenta, adquiriendo distintos sentidos en las tres tendencias predominantes: doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 [3] Los De Ramón, grupo familiar de Neofolklore. Ritmo, 75, 2/2/1967. De este modo, si bien la Nueva Canción señalaba la aparición de un movimiento que poseía un sentido crítico de la tradición, no se cuestionará demasiado la condición folklórica de esa canción, en especial al provenir de ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 939 Nº 751 sujetos legitimados folklóricamente, como eran Violeta Parra y Víctor Jara, debido a su origen campesino, o Rolando Alarcón, dada su labor de folklorista y profesor de folklore. POSFOLKLORE: RAÍCES Y GLOBALIZACIÓN EN LA MÚSICA POPULAR CHILENA RAÍCES LATINOAMERICANAS A mediados de los años sesenta, la canción chilena de autor contaba con raíces que se diversificaban, no sólo por el uso creativo del folklore histórico rescatado –en especial de géneros como el cachimbo, el trote, la refalosa, la pericona y la sirilla–, sino también por el incremento de música folklórica latinoamericana en la región. En efecto, el aumento de la circulación de folklore argentino –salteño y litoraleño– y andino –boliviano y peruano–, posibilitará encuentros, cruces e hibridaciones en los que los cantautores chilenos pondrán especial énfasis2. De este modo Violeta Parra cruzaba géneros del sur de Chile con instrumentos andinos; Víctor Jara fundía raíces rítmicas de distinto origen en un gran rasgueo americanista de 6/8 más 3/4; Rolando Alarcón hacía confluir distintas rítmicas americanas en una misma canción; y Patricio Manns componía en 1965 su obra discográfica Sueño Americano, formada por doce canciones basadas en trazos rítmicos, armónicos y/o melódicos de distintos géneros folklóricos de la Patria Grande. [4] Patricio Manns en La Peña de los Parra. En la pared cuelga un charango y una obra plástica de Violeta Parra. Rincón Juvenil, 44, 13/10/1965. 940 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 Con la llegada de los militares al poder en septiembre de 1973, se debilitó el americanismo en la canción chilena, mientras se fortalecía un folklorismo de carácter nacionalista y patrimonial. Este folklorismo buscaba imponer desde el Estado, desde la educación y desde la industria musical la tradición criolla de la zona central del país, de fuerte ascendencia hispana y sin rasgos mestizos evidentes. Esta zona, que es donde se fundó la capital del país, ya era llamada Chile por los Incas cuando la descubrió Diego de Almagro en 1535, algo que gravitará en la conciencia identitaria de la nación. Se trata de una zona de tierra fértil y clima benigno, lugar privilegiado para su usufructo como encomienda, devenida en hacienda y fundo, y primer sostén de las grandes fortunas y familias chilenas. Estas familias serán las que ejerzan la influencia política y cultural gravitante en Chile hasta la década de 1920, retrocediendo parcialmente ante la irrupción de la cultura de masas, articuladora de influencias culturales y políticas de la clase media y de sectores obreros organizados. Al año siguiente del golpe militar, la comisión organizadora del Festival de la Canción de Viña del Mar, decidió suspender la competencia folklórica que se venía realizando desde 1961, argumentando un escaso interés del público en ella, “que sólo inclinaba sus preferencias por canciones de corte internacional”3. En realidad, esta suspensión estaba sustentada en la reacción del folklorismo nacionalista a la incorporación de influencias latinoamericanas en la canción chilena y a la libertad con que se manejaban los rasgos del folklore local en ella. Al mismo tiempo, la canción basada en el folklore andino había alcanzado una fuerte connotación política a comienzos de los años setenta, algo que el nuevo régimen quería evitar. Como señala Karen Donoso, las nuevas autoridades militares consideraban que el folklore andino no era chileno y más bien les interesaba difundir el canto folklórico de la zona central. Este ambiente represivo y censor se mantuvo durante todo el régimen (1973-1988), señala Donoso, existiendo períodos de agudización y también de evidente contradicción4. Éste fue el caso del boom andino que se vivió en Chile a mediados de los años setenta, en un período de fuerte represión militar, con grupos como Los Curacas (1967), Kollahuara (1974), Illapu (1974), Barroco Andino (1974) y Ortiga (1975) que continuaron su actividad de conciertos, de grabaciones y, en algunos casos, de presentaciones en televisión. Esto se suma a la reapertura de la peñas folklódoi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 Al año siguiente, se restituyó la competencia folklórica, que estuvo dominada por la participación de cantautores y grupos del Canto Nuevo, como Osvaldo Leiva, Natacha Jorquera, Santiago del Nuevo Extremo, Agua y, justamente, un grupo llamado Nuevas Raíces. La llegada de estos nuevos músicos al festival, llevó a la principal folklorista chilena e integrante del jurado, Margot Loyola, a afirmar en una conferencia de prensa en febrero de 1981 que, en rigor, el festival no acogía canciones folklóricas, sino composiciones de raíz folklórica7. JUAN PABLO GONZÁLEZ ricas y al inicio del movimiento de cantautores llamado Canto Nuevo. De este modo, en 1976 Illapu popularizó en Chile “Candombe para José” (1973), canción de inspiración afrouruguaya del argentino Roberto Ternán, grabada por el grupo en versión andina en su LP Despedida del pueblo (1976). “Candombe para José” era cantado en peñas universitarias, reuniones clandestinas y prisiones políticas, con el fervor de un himno de resistencia, mientras era ampliamente difundido por radio, incluso en una versión bailable en ritmo de cumbia a cargo del grupo Los Viking 5, que obtuvo Disco de Plata por ella5. Es durante el boom de la música andina y la rearticulación del movimiento de cantautoría que nace el concepto de raíz folklórica. Esta iniciativa responde a una estrategia de la segunda generación de cantautores chilenos (19701980) agrupados en el llamado Canto Nuevo, para proteger y legitimar el campo de la canción de autor basada libremente en un folklore de distinta procedencia. Esto lo hacían en un contexto políticamente adverso y ante los cuestionamientos de autenticidad manifestados desde el purismo folklorista y nacionalista de la época. “Fruto de debates, mesas, encuentros y todo tipo de instancias donde acudimos [en 1975], surgió llamar a nuestro canto ‘de raíz’ –afirma el cantautor Nano Acevedo–. En mi caso, defendí esto con bastante entusiasmo, pues una buena parte de mis temas, estaban basados en métrica del folklore, sin embargo tenía giros, modulaciones y estructuras que no se ajustaban a las danzas folklóricas” [Nano Acevedo, 8/7/2010]. Como señala la revista La Bicicleta, el folklore seguía siendo la base de este nuevo canto, “no en términos formales, sino que como actitud de búsqueda de lo auténtico, es decir, el lugar de donde se mira y se juzgan las demás expresiones que conforman nuestro universo cultural”6. Respondiendo a la presión que el propio desarrollo de la canción de raíz estaba ejerciendo en los medios y eventos oficiales, el folklore regresó al Festival de Viña del Mar en 1980. Este regreso se produjo en dos etapas, primero con la participación en el acto inaugural del XXI Festival del Ballet Folklórico Nacional, creado bajo la influencia del Ballet Folklórico de México, que estilizaba, uniformaba y estetizaba las distintas manifestaciones de la cultura popular chilena. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 [5] Grupo de Canto Nuevo Aquelarre en 1979. Bravo y González, 2009. El regreso del folklore al Festival de Viña, coincidía además con la aparición de nuevos programas de televisión dedicados al folklore, ya fuera en torno a la tertulia de un conjunto o mediante la realización de festivales televisados de canciones de raigambre folklórica. Se destacaron Cantares de Chile (1980) del Canal Nacional y Chilenazo (1980), del Canal la Universidad de Chile8. Con el retorno de la democracia en 1989, el concepto de raíz folklórica continuó institucionalizando su uso en festivales, pero ahora expandiéndose a sociedades autorales, premios, industria musical, medios de comunicación, y en la labor educacional y cultural del Estado. De este modo, desde la plataforma de la industria musical, los medios de comunicación y el Estado era legitimada una categoría que venía siendo usada por los cantautores chilenos desde los años setenta y que alcanzará dimensiones insospechadas en las décadas por venir. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 941 RAÍCES Nº 751 HIDROPÓNICAS POSFOLKLORE: RAÍCES Y GLOBALIZACIÓN EN LA MÚSICA POPULAR CHILENA Durante su exilio en Europa (1973-1989) los dos grupos principales de la Nueva Canción Chilena, Quilapayún e Intiillimani, habían continuado la apertura del folklore iniciada en Chile a comienzos de los años sesenta, incorporando ahora elementos mediterráneos, especialmente italianos y españoles, a su mezcla de raíces. En este caso, sólo debían justificarse ante sí mismos por esta inesperada expansión de la raíz latinoamericana, destacando la búsqueda de los universales del folklore, algo que la etnomusicología de los años setenta ya intentaba sistematizar9. Además, si “El pueblo unido jamás será vencido”, como dice la canciónhimno de Sergio Ortega y Quilapayún, qué mejor manera de manifestar la unión de los pueblos que desde la unión de sus raíces. Dentro de la permanente tendencia del músico y del auditor chileno a incorporar músicas del mundo a su práctica y consumo musical, dos nuevas maneras de concebir las raíces marcarán la renovación de la escena musical nacional de la primera década del nuevo siglo. La primera y más visible corresponde a la llegada de una tercera generación de cantautores chilenos a partir de los años noventa, como Francisco Villa (1967), Manuel García (1970), Leo Quinteros (1975), Chinoy (1983), Nano Stern (1985) y Camila Moreno (1985) entre otros. Ahora sus raíces no necesitarán de un territorio donde enraizar, más bien se nutren hidropónicamente de un folklore universal mediatizado. Con esta tercera generación de cantautores, las raíces comienzan a ser una opción personal más que colectiva, generándose redes sociales de opciones personales, que encuentran en la música su manifestación más efectiva para tejer comunidad desde el margen y la divergencia. La segunda iniciativa de expansión de raíces en tiempos de globalización surgió de la práctica musical teatral. En efecto, el fortalecimiento de la escena teatral independiente desde el retorno de la democracia en 1989 y su interés por el arte circense, el teatro callejero, el pasacalle y el carnaval, hizo que las nuevas compañías privilegiaran la música en vivo en sus montajes. De este modo, estos artistas revivían la comunidad artístico-productiva autónoma de antigua data, pero ahora apoyada por fondos públicos concursables. El teatro ya había influido en el desarrollo de la música popular chilena, especialmente a través del actor, director 942 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 [6] Cantautora Camila Moreno. www.selloazul.cl [10/2010] y cantautor Víctor Jara, quien había llevado las prácticas de la creación colectiva y el experimentalismo teatral de los años sesenta a música basada en el folklore. En su afán, usaba instrumentos folk de manera no idiomática en la música incidental de las obras que dirigía y escribía canciones que cruzaban libremente el folklore latinoamericano. Además, aplicó técnicas teatrales de ensayo y puesta en escena a Quilapayún primero e Inti-illimani después, como su director artístico, renovando el modo en que un grupo de música popular montaba un concierto sobre un escenario. La apertura de la nuevas compañías independientes de los años noventa hacia el mundo popular universal, favoreció el desarrollo de distintas combinaciones instrumentales y sus consiguientes cruces musicales. Se trata de formatos provenientes de las banda de vientos –tanto andinas como doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 [7] Banda Conmoción www.myspace.com/bandaconmocion [10/2010] La relación entre música y puesta en escena era desarrollada en Chile desde mediados de los años cincuenta por el movimiento de música antigua y su idea de performance histórica. Esta tendencia instalaba en el escenario repertorio, instrumentos, prácticas y situaciones de escucha del pasado europeo y latinoamericano, inicialmente de los siglos XVI y XVII, pero luego expandiéndose al XVIII e incluso al XIX temprano. El Conjunto de Música Antigua de la Universidad Católica de Chile (1953), fue pionero en América Latina en esta tendencia, realizando una primera puesta en escena de música colonial y renacentista europea con su espectáculo El descubrimiento de América (1974) al que le siguió Tarde Isabelina –con el público doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 sentado en un ambiente de taberna– y luego Historia de María10. La escenificación de canciones y bailes antiguos, con la participación actores, músicos y cantantes, sirvió de base para la creación de la Compañía Del Salón al Cabaret (2002) en la Facultad de Artes de la Universidad Católica de Chile. Con esta compañía hemos realizado tres montajes o conciertos teatrales en los cuales escenificamos repertorio, grupos instrumentales, prácticas de canto y situaciones de escucha de la música popular en Chile entre 1900 y 196011. JUAN PABLO GONZÁLEZ gitanas–, de orquestas de baile de los años cincuenta y de grupos de rock post-punk. Fue el Gran Circo Teatro, fundado en Santiago en 1988 por Andrés Pérez a partir de su aprendizaje con Arianne Mousckinne y la Compañía Theatre du Soleil de París, el que instaló esta nueva práctica musical escénica, en especial a partir del montaje de la obra teatral en décimas La Negra Ester, de Roberto Parra. A partir de entonces, se gestará una tendencia que florece con el nuevo siglo en agrupaciones como Orquesta de la Memoria, La Regia Orquesta, Orquesta Tocornal, Flor de Orquesta, La Patogallina Saunmachin y Banda Conmoción entre otras. En ellas participan jóvenes con formación musical y teatral, que reinstalan el formato de la orquesta de teatro y de cabaret, dotándolo de componentes locales y carnavalescos. Al retroceder en el tiempo, las influencias musicales de la performance histórica se diversificarán, como ocurre con los conjuntos de música medieval, abiertos a raíces mediterráneas, hebreas, árabes y celtas. A la tendencia impuesta por estos conjuntos, se suma la aparición de un nuevo neomedievalismo a fines del siglo XX, estimulado por el culto posmoderno a la diversidad y por el cambio de milenio. El auge de los juegos de rol, la tendencia new age, algunos best sellers –desde el Nombre de la Rosa al Código Da Vinci– y la saga de El Señor de los Anillos, son ejemplos masivos de este neomedievalismo, de donde también surgió el boom internacional de la música celta12. Este boom llegó a Chile a mediados de los años noventa, amparado por pubs irlandeses de Santiago, Valparaíso y Coquimbo, talleres de danzas antiguas, prácticas artísticas escolares, sellos independientes y fanáticos del mundo de los druidas. Además, en 1995 se presentaba en Santiago el arpista suizo de música new age Andreas Vollenweider, quien también incorpora raíces celtas a su práctica musical. Es así como el grupo chileno Viento Celta (19982003) alcanzará los primeros lugares de venta de discos de música new age en Chile, mientras la prensa contabilizaba diecisiete grupos de música y baile celtas activos en el país en 200313. Al teatro carnavalesco, a las prácticas históricas de la música antigua, y al neomedievalismo de raíz celta en el desarrollo de esta segunda iniciativa de expansión de raíces en tiempos de globalización, se sumará la influencia del cine de Emir Kusturika y de The No Smoking Orchestra. Su música unza-unza, mezcla de ritmos gitanos con actitud del punk, improvisación de jazz y condena explícita al pop, resultaba altamente atractiva y convocante para músicos ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 943 Nº 751 POSFOLKLORE: RAÍCES Y GLOBALIZACIÓN EN LA MÚSICA POPULAR CHILENA 944 y público chilenos del nuevo siglo. En ella encontraban un espíritu carnavalesco y desenfadado al que no se podían resistir. Los recitales de The No Smoking Orchestra en Chile –teloneados por la banda local de raíz gitana La Mano Ajena– produjeron un fuerte impacto en el público y los músicos nacionales. Un ejemplo de esto son las razones subidas al sitio carretes.cl para obtener entradas gratuitas para el concierto de The No Smoking Orchestra en Viña del Mar en enero de 2010. El portal subió 553 de ellas, que expresan muy bien el fervor del público chileno por la música gitana14: Los músicos de La Orquesta de la Memoria expresan muy bien esa libre elección de influencias, reconociendo dos tipos de ellas: las internas, que les llegan a través de su familia y educación, y las externas. En el reconocimiento de sus influencias internas, buscan adherirse a una tradición popular, que es la de los abuelos, reivindicando su pertenencia a lo que llaman “las cuatro esquinas” de la música popular: la cumbia, el foxtrot, el tango y el vals peruano, toda música vigente en Chile desde hace cincuenta años y más. La adhesión de La Orquesta de la Memoria a la música de los abuelos es realizada desde la calle, como espacio de fiesta y de resistencia cultural, afirma el grupo15. Patricia: Este deleite... este manantial de energía que me sumerge en un mundo de sentidos, creaciones y felicidad extrema... Este Arte en movimiento... y vibraciones... que me hace bailar cuando traspasa por mis oídos. Macarena: Porque en mi vida anterior fui gitana, y necesito fervientemente escuchar a Kusturica pa’ que mi alma pueda volver a reencarnar, que la música Balcánica es más que oído, va por la sangre!! (de esa que hierve al bailar!!). Rodrigo... mi sangre se revoluciona con esta música. No sólo disfruto escucharla sino que también disfruto interpretarla con mi violín. Por eso ir a verlo sería inolvidable! El vínculo con la música de los abuelos es un fenómeno que se manifiesta con fuerza a partir de la condición posmoderna y su cuestionamiento de las certezas absolutas de la modernidad. A cambio de certezas se busca autenticidad y un modo de encontrarla es reinstalando prácticas musicales del pasado vinculadas a sujetos y circuitos percibidos como más puros y tradicionales. Estas músicas constituyen un remanso sonoro dentro de la gran complejidad y volumen del entorno musical contemporáneo. Al presentarse en un vídeo promocional, los músicos de La Orquesta de la Memoria destacan la autenticidad e independencia de su propuesta16: La primera década del nuevo siglo culminaba en Santiago con dos “Cumbres gitanas”, la segunda era organizada por La Mano Ajena en el Galpón Víctor Jara en mayo de 2010. Este galpón de la Fundación Víctor Jara constituye también el legado artístico del cantautor, de modo que lo que se presenta allí establece un diálogo simbólico con dicho legado. La música gitana en el Galpón Víctor Jara se suma, entonces, a la tendencia renovadora y expansiva de las raíces desarrollada por este cantautor desde mediados de los años sesenta. Estupendo Ramírez (guitarra): Nosotros más que estudiosos hemos vivido el rollo. Igual hemos tocado en las micros [buses urbanos]; igual hemos tocado en las calles o trabajamos en otras cosas y luego ensayamos... así nos tocó. Señor Don Javi (bajo): Hemos estado “donde las papas queman”, resistiendo junto a los okupas, en los techos de los colegios durante las protestas estudiantiles... Avelino Caín del Misterio (batería): Agarrar memoria emotiva, memoria familiar y construir algo al margen de un mercado saturado tanto de lo malo como de lo bueno. Al considerar una raíz gitana en la práctica musical chilena, no podemos responsabilizar solamente al factor globalizante de la cultura en esta insospechada expansión de las raíces folklóricas. Los canales para la influencia gitana provenienen de prácticas artísticas de larga data, como son la de los músicos itinerantes y la del cine, gran difusor de músicas populares en el mundo. Además, la globalización entrega todas las influencias posibles, tanto pasadas como presentes, pero sólo algunas de ellas son escogidas localmente para nutrir hidropónicamente las nuevas raíces. El uso de apodos o nombres artísticos por los integrantes de La Orquesta de la Memoria corresponde a tendencias juveniles ligadas al punk, al hip-hop y a los Djs, aunque ya era usada por algunas estrellas del pop de los años ochenta. Lo nuevo es que ahora es todo el grupo el que utiliza nombres artísticos, como lo empezó a hacer la banda neoyorquina de punk The Ramones (1974), cambiando el apellido de sus integrantes al de Ramone. Sin embargo, en La Orquesta de la Memoria, esta tendencia adquiere un nuevo sentido, que es performático, como afirma Carolina ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 Benavente, “mediante el cual se pretende la construcción deliberada de un personaje, donde antes más bien se designaba a una persona, acogiendo las variaciones y desviaciones de sus apelativos sociales”17. [8] Orquesta La Memoria www.laorquestadelamemoria.tk [10/2010] FINALES Con ejemplos como los de la tercera generación de cantautores chilenos y los grupos musicales surgidos de la escena teatral, podemos hablar más bien de una sensibilidad globalizada que de una cultura globalizada. Esa sensibilidad alimenta una actitud que permite la expansión de las posibles raíces tanto en el espacio como en el tiempo. Si por un lado tenemos el impacto internacional de la música gitana y del folklore de Europa del Este, por el otro tenemos el rescate de los años cincuenta, como ya venía ocurriendo con Buena Vista Social Club (1997), producido por Ry Cooder, o El Café de los Maestros (2008), producido por Gustavo Santaolalla. La restitución de prácticas performativas del pasado y la búsqueda de autenticidad e incorporación de alteridades culturales, se adscribe al revival histórico también presente en la world music, donde lo actual, entonces, es recurrir a lo que no lo es. La expansión espacio/temporal de las raíces ha sido realizada por músicos y productores bajo el manto legitimador del multiculturalismo posmoderno, expresado desde la industria discográfica por el concepto de world music, que incrementa la pluralidad sonora a la que se exponen tanto auditores como músicos. Esto facilita las mezclas espacio/ temporales y la consiguiente multiplicación de identidades intermedias más que monolíticas. En suma, estamos ante una reivindicación de lo local que es de lo Local con mayúsculas, donde todas las localidades son una sola y todos los tiempos nos pertenecen. NOTAS Recibido: 21 de noviembre de 2010 Aceptado: 15 de enero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 JUAN PABLO GONZÁLEZ Dentro de sus influencias externas, La Orquesta de la Memoria construye músicos-personajes y adopta la vertiente unza-unza de la música gitana, con su componente punk, y la mezcla con su influencia familiar, generando lo que denominan un “ritmo de burdel, arrabal y velorio”. De este modo, La Orquesta de la Memoria busca una música transversal y mestiza, de ambientes sórdidos de un pasado actualizado mediante el acto teatral a través de la música. PALABRAS 1 Una versión preliminar de este texto fue presentada como ponencia en el III Congreso Iberoamericano de Cultura “Las Músicas Iberoamericanas en el Siglo XXI”, Medellín, Ministerio de Cultura de Colombia, 1 al 4 de julio de 2010. 2 Más sobre esto en González, Ohlsen y Rolle, 2009. 3 Gálvez, 1988, 264. 4 Donoso, 2008, 239. 5 Ver artículo de Katia Chornik sobre uso de “Candombe para José” por los ARBOR Vol. 187 6 7 8 9 presos políticos chilenos en http:// news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_ america/newsid_4174000/4174846. stm [11/2010] La Bicicleta, 11, 3-4/1981, 7. Agustín Ruiz en lista de la Asociación Chilena de Estudios de Música Popular, [email protected] (9/6/2010) Más sobre programas de televisión dedicados al folklore en los años ochenta en Donoso, 2008, 269-271. Comunicación personal de Horacio Salinas, director de Inti-illimani, Roma, agosto de 1988. Esto lo hicieron sin 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 945 Nº 751 POSFOLKLORE: RAÍCES Y GLOBALIZACIÓN EN LA MÚSICA POPULAR CHILENA 946 10 11 12 13 14 15 16 17 descuidar la ampliación de sus influencias latinoamericanas, enfatizando las de procedencia afro-peruana. Ver Subercaseaux, 1997. Más sobre esta experiencia en González, 2005. En su ensayo “Dreaming of the Middle Ages” del libro Travels in Hyper Reality (1990), Humberto Eco entrega abundantes ejemplos de novelas y comics disponibles en la actualidad con visiones fantásticas de la época medieval. La Nación, 9/2/2006. www.carretes.cl [30/1/2010] En www.youtube.com/watch?v=cmQ fVEhOoY4 [7/7/2010] En www.youtube.com/watch?v=cmQ fVEhOoY4 [7/7/2010] Carolina Benavente, lista de la Asociación Chilena de Estudios en Música Popular, asempch@googlegroups. cl (4/11/2010). ARBOR Vol. 187 BIBLIOGRAFÍA Bravo, Gabriela y Cristián González (2009): Ecos del tiempo subterráneo. Las peñas en Santiago durante el régimen militar (1973-1983), Santiago: LOM. Claro, Samuel, Juan Pablo González, Carmen Peña y María Isabel Quevedo (1989): Iconografía musical chilena, Santiago: Editorial Universidad Católica. Donoso, Karen (2008): “¿Canción huasa o canto nuevo? La identidad chilena en la visión de izquierdas y derechas, 1973-1989”, en Verónica Valdivia et al., Su revolución contra nuestra revolución. La pugna marxista-gremialista en los ochenta, Volumen 2, Santiago: LOM Ediciones, 231-290. Donoso, Karen (2009): “Por el arte-vida del pueblo: Debates en torno al folclore en Chile, 1973-1990”, Revista Musical Chilena, 63/212: 29-50. 751 septiembre-octubre [2011] 937-946 ISSN: 0210-1963 Eco, Humberto (1990): Travels in Hyper Reality, San Diego: Harvest/HBJ. Gálvez, Hernán (1988): La gaviota de la ilusión, Santiago: Mompracem. González, Juan Pablo, Oscar Ohlsen y Claudio Rolle (2009): Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970, Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, coautores. González, Juan Pablo (2005): “The Making of a Social History of Popular Music in Chile: Problems, Methods and Results”, Latin American Music Review, 26/2: 248-272. http://cumbregitana.blogspot.com/ [20/10/2010] Subercaseaux, Juana (1997): “El Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica”, Resonancias, 1, 34-42. www.youtube.com/watch?v=cmQfVEhOoY4 Orquesta de la Memoria, testimonios de sus cinco integrantes [7/7/2010]. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5010 VARIA VARIA ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 949-959 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO III. LOS CUENTOS SPANISH STORIES ON THE END OF THE WORLD III. THE SHORT STORIES Agustín Jaureguízar Doctor Ingeniero de Caminos Periodista ABSTRACT: After secular and religious novels, those about the End of Time from Spanish literature’s Silver Age are rounded off with the brief tales genre, which has distinguished authors as Clarín or Azorín among its ranks. The former writes a story which as gone on to be known as Paradise Revisited, while the latter reflects on a meditation, The Last Man on Earth. A third tale, by Blanco Belomnte, is lesser known and bears a resemblace to subsequent sotries made popular by science fiction. The fourth is a brief story by Edgar Neville, in the style of Gómez de la Serna’s sense of humour and aesthetics, and the fifth, by Ángeles Vicente, is as brief, but nore bitter. KEY WORDS: Leopoldo Alas, Clarín; Paradise Revisited; José Martínez Ruiz, Azorín; Last Man Meditation (A world’s end); Marcos Rafael Blanco Belmonte; Twilight of Mankind; Edgar Neville; The End; Ángeles Vicente; Absurd Tale. Como más de una vez se ha dicho, hay cuentos que encierran más contenido que novelas enteras. Y, ciertamente, no les falta contenido a los que de seguido voy a comentar, al menos a los primeros, narraciones todas del fin del mundo. Otra cosa sería preguntarse si son precursoras o no de la posterior ciencia ficción apocalíptica. En el cuento inicial que vamos a ver laten los miedos al futuro que caracterizan al género y no tanto la prospección de ese futuro que acostumbra a estar presente en él, a menos que no sea el convencimiento de que vamos a acabar con nosotros mismos. La conocida definición de que la ciencia ficción es lo que se vende como ciencia ficción está periclitada, no así la eterna que reza que la ciencia ficción es lo que los aficionados a la ciencia ficción entienden por ciencia ficción. De acuerdo con este sabio criterio, puedo decir que esto es ciencia ficción y que alguno de estos cuentos lo ha recogido alguna revista de scientifiction, aunque fuera en el apartado de “los clásicos”, para no desconcertar a sus lectores. El profesor Santiáñez Tió1 ha recogido los RESUMEN: Después de las novelas laicas y las novelas religiosas, las narraciones del fin del mundo de la “edad de plata” de la literatura española se rematan con las narraciones breves, que cuentan con representantes tan ilustres como Clarín o Azorín. El primero escribe un relato al que se ha llamado El Paraíso revisitado y el segundo una meditación, la del último hombre sobre la Tierra. El tercer cuento, de Blanco Belmonte, tiene menor entidad y se asemeja más a los posteriores relatos que la ciencia ficción ha hecho populares. El cuarto es una brevedad de Edgar Neville, en la estética y el humor de Gómez de la Serna, y el quinto, de Ángeles Vicente, es igualmente breve, aunque más amargo. PALABRAS CLAVE: Leopoldo Alas, Clarín; El Paraíso revisitado; José Martínez Ruiz, Azorín; La meditación del último hombre; El fin de un mundo; Se acabó el sol; Marcos Rafael Blanco Belmonte; El ocaso de la Humanidad; Edgar Neville; Fin; Ángeles Vicente; Cuento absurdo. más significativos como tales y así fueron unánimemente aceptados. Es evidente que este posterior encuadramiento para nada preocupó a sus autores, cuyos propósitos eran del todo ajenos a la cuestión. Lo que más los distancia de la ciencia ficción convencional es su calidad y su estilo. En una edición moderna de El señor y lo demás son cuentos2, realizada por Gonzalo Sobejano, que recoge el Cuento futuro de Clarín, indicar que el relato se caracteriza entre otras cosas por su brevedad, la unidad de tiempo, lugar, acción y personajes, la concentración en algún elemento dominante que provoca un efecto único y la suficiente capacidad para excitar desde un principio la atención del lector y sostenerla hasta el fin. Todas estas características se dan en el “Cuento futuro” y son fácilmente reconocibles en el. A diferencia del novelístico, el tradicional cuento fabulístico transfigura el mundo en mito, expone una breve trama por la cual se logra trascender la realidad y lo que más importa en él es, a más de que esta trama sea buena, el Nº 751 choque moral, el humor, el vuelo imaginativo y los primorosos efectos. Todos estos elementos se dan asimismo en el citado cuento. NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO. III. LOS CUENTOS Cuento futuro o El Paraíso revisitado es una farsa distópica, farsa por lo mucho que tiene de cómica, distópica por el futuro absolutamente negativo que espera a la Humanidad. Volviendo ahora sobre el citado profesor SantiáñezTió3, del que reitero que ha sacado a la luz pública con éxito varias narraciones de esta estirpe cientificticia, este cuento lo califica de magistral, diciendo que son elementos en él implícitos la decadencia de Occidente, la muerte de la Razón y el concepto de entropía, entonces novedoso, hoy elementos comunes en la ciencia ficción del holocausto y la desaparición de la raza humana. En mi opinión, también habría que considerar la crisis fisiológica y emocional por que atravesaba entonces Clarín. Su salud no era la mejor y, en cuanto a sus creencias, se movía como de sólito entre la Fe y la Razón, entre el deseo de creer y la imposibilidad racional de hacerlo, de lo que se evade con el recurso del humor4. Leopoldo Alas “Clarín” (Zamora, 1852-Oviedo, 1901), el autor de La Regenta, no precisa presentación: sólo recordar, a cuenta de este relato, que fue un precursor de los noventayochistas, entre ellos del después reseñado Azorín. Para recrear su particular fin del mundo va a entroncar dos historias bíblicas, neotestamentaria la una y véterotestamentaria la otra, muy socorridas para la protociencia ficción. Son los mitos del Final y del Comienzo, el Apocalipsis y el Génesis. No falta quien luego sería el más común de los tópicos, Enoch, por una vez sin Elías. Sus protagonistas son Judas Adambis y Evelina Apple, en obvias referencias al apóstol traidor en Judas y a Adán y Eva en Adam-bis y Eve-lina, a más de que, como se sabe, apple es manzana en inglés. En la reescritura de estas historias, Clarín expresa una actitud particularmente pesimista sobre la civilización moderna, cercana a la visión de Azorín en “El fin de un mundo”. No presenta este final como un castigo divino, al delirante modo de algunas novelas posteriores del género, pero sí lo presenta como el merecido desenlace de una sociedad en exceso civilizada, decadente y cansada de sí misma. No demasiado largo, aunque sí más extenso y agresivo que otros, el cuento está dividido en cuatro capítulos, corres- 950 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 Leopoldo Alas (Clarín). pondientes a cada una de sus cuatro entregas. El primero se abre con la presentación de un libro francés, Heliphobe, cuyo autor muestra su hastío de la luz y su cansancio del sol y propone que la Tierra deje de dar vueltas alrededor de este astro burgués y se interne libre en los espacios siderales. El libro hace furor y la ciencia discute si nuestro planeta sería capaz de abandonar realmente el sistema solar, primero, y sobrevivir lejos del sol, después. Las personas más religiosas advierten a quienes tienen afán de tinieblas que no llegará el fin del mundo hasta el momento y en la manera que se anuncian en el Apocalipsis. Y no les faltan motivos para ello, pues en Ap. 9,6 se lee: “Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán; y desearán morir, y la muerte huirá de ellos”. Pero se van a equivocar. En una pequeña broma, Clarín hace un guiño a la carta del otro Judas, el apóstol bueno, cuando dice “queréis que la Tierra se separe del Sol, huya del día, para convertirse en doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 la estrella errática, a la cual está reservada eternamente la oscuridad y las tinieblas (en cursivas Jud. 13)”5. Se muestra muy comprensivo con lo ocurrido y los tranquiliza diciéndoles que lo pasado, pasado está, y que lo que hay que hacer ahora es poner manos a la obra e intentarlo de nuevo: si salió mal con la inocencia de Adán y Eva, quizá salga bien con la malicia de Judas y Evelina. Nada más que les pone una condición, que no prueben el fruto del árbol prohibido, sólo por mantener el principio de autoridad. Según las previsiones de Judas Adambis, el día primero del año, a las doce horas en punto, todos los seres humanos quedan atrapados en una inmensa red de la que no es posible escabullirse. Cuando el doctor, vestido de luto riguroso, aprieta un botón negro, hombres y mujeres sienten una fuerte conmoción en la espina dorsal y de inmediato les estalla el cerebro. Como cabía esperar, el demonio en forma de serpiente se apresura a tentar a Evelina, diciéndole que la ingesta de la manzana no les haría conocer nada nuevo, ni menos aún ser como dioses, pero que en el Paraíso les esperan siglos de no hacer otra cosa que aburrirse y ella parir, por lo que lo mejor es que sean expulsados del Edén. Evelina come medio fruto y le ofrece la otra mitad a Judas. Todos perecen excepto Judas y Evelina, porque ella, que tiene a su marido en un puño, lo ha convencido de que ambos sobrevivan. Suben a un pequeño globo dispuesto al efecto y pronto tienen su primera disputa. Judas, ateo convencido hasta entonces, descubre ahora que hay conciencia porque le remuerde la suya y no se atreve a descender entre los cadáveres de sus congéneres. En cambio Evelina, que iba todos los domingos a misa y de vez en cuando se confesaba, quiere tomar tierra cuanto antes para disfrutar de un buen almuerzo, rechazando la comida sintética que su marido ha llevado consigo. Pero a él le complace aquella vida y no la quiere perder, por lo que hace oídos sordos a las súplicas, las amenazas y los intentos de seducción de su esposa. Al día siguiente, cuando baja Dios a ver cómo van las cosas, le explican lo sucedido y Él decreta la separación del matrimonio –que no el divorcio–, arrojando a la mujer fuera del Jardín. Las leyendas no se ponen de acuerdo en si una vez fuera se dio al feo vicio de Parsifae o entregó sus encantos al demonio, aunque, conocida la habilidad del diablo para adoptar formas animales, no resultan incompatibles. Se ponen al cabo de acuerdo en buscar el Paraíso Terrenal, sobre cuya ubicación se había producido recientemente un acalorado debate teológico-geográfico, y como el Edén no ha vuelto a ser hollado por el pie del hombre, él podrá pisar una tierra que no será un cementerio y ella podrá regalarse con sus exquisitos frutos. Lo encuentran y, desde el globo, ayudados por anteojos, divisan una figura de luengas barbas blancas que se pasea por el jardín. Es Yová Eloim –ya dice el autor que se escriba como se escriba–, Jehová, el Señor Dios de sus mayores. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 AGUSTÍN JAUREGUÍZAR Un acreditado sabio, el Dr. Judas Adambis, toma cartas en el asunto y escribe una Epístola Universal en la que propone que la Tierra rompa las cadenas que la atan al sol, quiebre ese yugo ominoso y sea del todo independiente. ¿Cómo?: en un suicidio civil colectivo. Por raro que resulte, tal era la secreta aspiración del orbe y la idea es acogida con entusiasmo por la inmensa mayoría de las gentes, todas aburridas de la civilización y todas aprendices de Schopenhauer6. Así que, a pesar de las reticencias de algunos, el suicidio universal se somete a votación en todas las asambleas legislativas del mundo y en todas resulta abrumadoramente aprobado, respetándose el derecho de las minorías a no suicidarse: serán suicidadas. Al principio del capítulo cuarto el autor hace una intervención en primera persona para calificar el cuento de farsa y decir que todo es una broma, como así es. En una ironía más, Dios guarda un gran parecido físico con el líder conservador Antonio Maura y no aborda la situación como lo hubiera hecho un redactor de El Mundo Futuro, sino que la trata con una delicadeza que nunca tuvieron los nocedales en sus palizas a La Unión7. Judas permaneció por siglos en el Paraíso hasta que, solo y hastiado, no pidió a Dios que le fabricara una nueva compañera a partir de otra costilla, sino que lo trasladase a otro lugar, como así hizo. De este modo se fue del planeta su último habitante y desapareció con él la doliente Humanidad que había poblado la Tierra. Quizá alguna tildaría hoy a Clarín de machista. Tiene el autor otro cuento con al menos ribetes humorístico-religiosos, Protesto8, en el que Don Fermín Zaldúa, prestamista adinerado, ganador en todos los negocios, no ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 951 Nº 751 NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO. III. LOS CUENTOS quiere perder el negocio de la salvación de su alma, por lo que, ya viejo, hace muchas obras de caridad y donativos eclesiásticos, pensando como Torquemada9 que se puede comprar a Dios, que es el banquero de todo lo creado con la iglesia como sucursal en la Tierra8. Mas un mal día sueña que su director espiritual y administrador místico, D. Mamerto, le libra una letra de cambio, de la que su alma es tenedora, que le será pagada a su llegada al cielo. “¡Ni pago ni acepto!”, exclama San Pedro a su presentación, y el alma lleva la letra al protesto. Cuando despierta D. Fermín narra su sueño a D. Mamerto que se esfuerza por demostrarle que es un sueño falso, probablemente inducido por el diablo. Harto ya, le expone la última razón, que su alma no pudo hacer eso porque los usureros no tienen alma. “Tal creo”, le replicó D. Fermín muy contento y algo socarrón. “Y como no la tenemos, mal podemos perderla”. Vengo tratando estas narraciones desde la perspectiva de la ciencia ficción, además de porque soy aficionado a ella cuando tiene calidad10, porque pienso que va a ser la literatura del siglo XXI o, al menos, parte importante de ella: dime lo que lees y te diré la sociedad en que vives. El mainstream utiliza cada vez más los recursos hasta ahora reservados a lo cientificticio y éste va abandonando su rústico estilo tradicional para escribirse cada vez más como literatura grande. José Martínez Ruiz (Azorín). Y llego a un corto relato grande que por su calidad escapa del encasillamiento, trasciende el género en que se quiera encuadrar. Me refiero a “El fin de un mundo”11 o la meditación del último hombre sobre la Tierra, que propone un joven José Martínez Ruiz, Azorín (Monóvar, Alicante, 1873Madrid, 1967), tan conocido que exime de toda presentación. Aficionado a los cuentos futuristas, ésta fue su más clara incursión en su laya. Se trata de un cuento realmente breve que, sin acción ni diálogos, es una pura meditación filosófica sobre la desaparición de la Humanidad y, con ella, del universo que conoció. La idea del tiempo es en verdad desoladora para Azorín y su sentimiento impregna de melancolía toda su obra. Aquí nos ofrece una melancólica meditación nostálgica sobre su consumación, que es evidentemente melancólica y es nostálgica porque encierra un aire de doliente déjà vu, de evocación de un crepúsculo que los fieles lectores de historias del fin del mundo tenemos ya en nuestro recuerdo. 952 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 Más allá de sus méritos literarios, que son muchos, consigue transmitir lo que otras narraciones no logran. Santiáñez-Tió12, al que hay que recurrir en cuanto ha dado a conocer como ciencia ficción, dice de este cuento, sin complejos y aportando interesantes apreciaciones, que relata la lenta agonía de la raza humana en una clave literaria muy afín a Wells, particularmente al Wells de La máquina del tiempo. El control absoluto de las fuerzas de la naturaleza, la desaparición de las pasiones y la maquinización de la vida han causado en el hombre el aburrimiento, la atrofia, la falta de ideas. Azorín establece en “El fin de un mundo” una relación causal entre el nivel más alto del progreso social y científico y el inicio de la decadencia del hombre: del progreso germina la entropía. El resultado final, la extinción de la humanidad, doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 guarda cierto parentesco con la decadencia de los Eloi y el posterior fin de la vida en el planeta descritos por Wells en La máquina del tiempo. En el mundo del futuro que nos presenta han desaparecido las iniquidades del presente, mas es un mundo en que el hombre ha muerto, lo mató el hastío de las bienandanzas que realizaron la ciencia, la industria y el arte, que convirtieron en realidad de presente el sueño de pensadores prehistóricos. Sin el trato humano, la ambición, la envidia, la crueldad, la ira, los celos y la codicia, amándose todos los unos a los otros, quieto el pensamiento y con todo el trabajo fiado a las máquinas, los hombres languidecieron felices por siglos sin odios ni pasiones, sin el ensueño de la esperanza ni la voluptuosidad del desconsuelo. Y, así, la amplia y fecundadora ley del progreso se trocó en deprimente ley de ruina y acabamiento, en una inversión ideológica que, de una u otra forma, se dio con frecuencia a partir de los últimos años del siglo XIX y se exacerbó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Un día quedó un solo hombre sobre la Tierra, un anciano que no podía dejar de pensar que con su muerte se acabaría el universo: ... el cuento lleva una aleccionadora moraleja que, seguramente, es como un aviso para esos sectores tradicionalistas, reacios a la República Española, “que no saben dónde situar el punto de arranque de la ruina del mundo moderno [...] El mundo se transforma... o podrán todas las fuerzas humanas detener esa transformación. Y esa transformación es mirada por unos con tristeza y por otros con alegría”. Son palabras esperanzadoras (concluye Vidal14). Hay otro cuento más que parecería en principio que encajaba en esta categoría. Me refiero a Se acabó el sol15. Tras una advertencia que perturba al protagonista, una mañana no sale el sol en Madrid y las gentes se lanzan aterradas a las calles, con velas y linternas, presas de un pánico atroz. Hasta los pájaros de los alrededores de la capital vuelan hacia esas pocas luces que ven y se posan en inmensas bandadas en calles, plazas y balcones. Hombres y mujeres corren despavoridos de una puerta a otra y buena parte de ellos terminan por concentrarse ante el Ministerio en la Puerta del Sol. El Ayuntamiento hace encender los faroles y el Consejo de Ministros se reúne en sesión de urgencia, sin que nadie pueda explicar lo inexplicable: el sol se ha ido. El mundo –continuaba– es mi soberbio yo. Fuera de mí no hay nada, la humanidad, hastiada de esperanza satisfecha, ha desaparecido. Quedo yo solo en la tierra [...] Voy a morir también... Llegan noticias, primero de provincias y después de otros países, de que en todas partes sucede lo mismo y los periódicos titulan “Se ignora el paradero del sol” o “Habrá que buscar sustituto al sol”. Tantos siglos de civilización, de ciencia y de progresos maravillosos no sirven ahora para nada. Ante el hecho más grande que se ha producido en la Historia del mundo, no cabe más que cruzarse de brazos. Y cuando el sol declinaba, en el silencio augusto de la Tierra desierta, expiró el anciano y único morador del planeta. Y en el mismo momento, un universo dejó de ser. El autor emplea la técnica del cuento dentro del cuento y aquí termina el primero, sin explotar la situación que ha creado. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 AGUSTÍN JAUREGUÍZAR Apuntaría yo dos cosas más, la facilidad con que pasa Azorín del campo de la imaginación al de las ideas, aquí sobre la condición humana, y la preocupación que muestra el último hombre sobre la Tierra porque el universo que la Humanidad ha conocido va a desaparecer con él, ya que el único universo que existe es el que ha llegado a nosotros por nuestros sentidos. Podrá haber en el futuro otros seres sobre la Tierra, con otros sentidos que percibirán de otro modo la misma realidad, pero que ya será otra realidad distinta. En esta clave, el autor se confiesa devoto del griego Parménides, como también del tedesco Schopenhauer. Otro cuento del autor, titulado casi igual El fin del mundo13, muestra ya desde su subtítulo de “en 1598” que no es un cuento futurista, no trata del fin del universo sino de un fin del mundo particular que es llegado para Víctor Montano cuando sabe anticipadamente el tiempo de la muerte de Felipe II en España y de la firma por Enrique IV de Francia de un edicto en que se reconoce a los protestantes la libertad de conciencia y de culto. Azorín tenía verdadera maestría para escribir cuentos que eran a modo de biografías resumidas en un solo acontecimiento. Tiene intención política: ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 953 Nº 751 NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO. III. LOS CUENTOS Esta historia es la que lleva un día un redactor a su periódico y el director la rechaza porque no publica disparates: la Humanidad sin el sol se acabaría. El primero le replica preguntándole si soportaría una presión de seiscientas atmósferas, una temperatura cercana al cero y sin la menor pizca de luz. Pues en el fondo de los mares, a seis mil metros de profundidad, viven perfectamente unos seres orgánicos que han descendido del litoral y con el tiempo se han ido acomodando a ese medio. El cuento interrumpido termina de invalidarse al desvelarse que es sólo la excusa para felicitar a don Antonio Ballesteros por la publicación de una Historia de España, que sirve a Azorín para decir que no existen leyes infrangibles en las sociedades humanas. Lo que parecía inquebrantable en tiempo de Roma no lo ha parecido después. Como los seres que descendieron de la orilla del mar a las profundidades abisales, la Humanidad sigue su ruta y nunca se puede afirmar que “de ahí no hemos de pasar”. El hombre de hoy no es más que un fragmento de humanidad es una afirmación final que redime al cuento. La tercera historia es El ocaso de la Humanidad16, de Marcos Rafael Blanco Belmonte (Córdoba, 1871-1936), que dedicó su vida al periodismo, formando parte de las redacciones de El Español, El Imparcial y La Ilustración Española y Americana. Destacó en la composición de narrativa breve, como autor de cuentos recopilados en los volúmenes Negros y azules, Almas de niño, De la tierra española y El último cuento azul. Entre los que he leído hay varios de carácter fantástico, aunque de una fantasía romántica alejada del fantasy que va aparejado a la science fiction, con dos excepciones. La una, sin duda, esta narración que comento; la otra, más discutible, La ciencia del dolor17, un cuento con ribetes fantásticos de medicina o biología. Si los cuentos de Clarín y Azorín se enmarcan entre los textos que suponen la desaparición total y definitiva de la Humanidad, éste de Blanco Belmonte pertenece a la estirpe de los que suponen que se salva un reducido grupo de hombres y mujeres limpios de los vicios que acaban con el resto de la raza humana, que darán origen a otra nueva y mejor. Su contrafactual o condicional contrafáctico, que gustamos de decir en términos cientificticios o cienciaficcione- 954 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 ros18, es un avatar del progreso científico que acaba con el hombre, el arma definitiva, en un relato escrito en clave de humor del todo ausente en el anterior. El ocaso de la Humanidad se escribió en 1918, el último año de la Guerra Europea y, aunque no se refiera directamente a ella, muestra una clara preocupación por el desarrollo armamentístico que el autor condena desde la sátira en un cuento corto, ingenuo y humorístico, con los rasgos propios de las narraciones del fin del mundo. Se descubre un día que, con sólo un tubo metálico y un trozo de alambre de acero, es fácil construir un ingenio que capta las ondas malditas del rayo ananké19, lo que pone al alcance de cualquiera la capacidad ilimitada de matar: cuando se apunta a una persona con el fulminador, ésta siente un beso en el corazón y se desploma de inmediato. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 AGUSTÍN JAUREGUÍZAR Como he escrito en uno de mis “Apuntes para la historia de la ciencia ficción española”20, en El amor dentro de 200 años. La vida sexual en el futuro, de Alfonso Martínez Rizo, publicado en 1932, aparece un fulminador de que dispone todo ciudadano y que puede enfocar contra cualquiera que le desagrade. La proyección aislada de un solo artefacto no causa mayores molestias que un ligero cosquilleo, pero la acumulación simultánea de las descargas de muchos envía al otro barrio a su infeliz víctima, de modo que la sagrada mayoría tiene también el derecho de muerte sobre la minoría. Volviendo a El ocaso, caen primero todas las fuerzas de seguridad y policía del mundo, guardias civiles, gendarmes y carabineros, a los que siguen las autoridades civiles y militares, ministros, gobernadores, alcaldes, generales, almirantes y demás mandos. Caen a continuación los prestamistas, banqueros y rentistas, mientras los curas se mantienen por un tiempo porque la religión es el único consuelo que resta, hasta que terminan por caer desde dentro, víctimas de sacristanes, monaguillos, rapavelas y pertigueros21. Un viejo que predica la paz desde un dirigible sobrevuela un mundo ya vacío, hasta que encuentra una isla intocada por el ananké, donde una reducida comunidad bondadosa pone un punto de esperanza en el futuro de la Humanidad: ella va a dar origen a la nueva especie que poblará la Tierra. La cuarta narración es Fin, de Edgar Neville, autor que nació en Madrid en 1899, en el seno de una familia aristocrática de la que heredó un título nobiliario, y falleció también en Madrid en 1967. En los primeros años de su vida luchó en la guerra de África y trabajó en Hollywood, donde entabló amistad con Charles Chaplin. Mas la amistad que más iba a influir en él fue la que entabló con Ramón Gómez de la Serna. Cultivó los géneros literarias tradicionales, narrativa, teatro y lírica, más el nuevo cinematográfico, iniciando su aproximación a la vanguardia con la novela Don Cloruro de Potasa y dos colecciones de cuentos, Eva y Adán y Música de fondo22, que recogen relatos aparecidos en diferentes revistas, muchas veces en Gutiérrez. Estos cuentos se inscriben en la vanguardia ramoniana y, según Burguera23, el antirracionalismo, el antirrealismo y el negativismo se doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 Edgar Neville. traducen en él en una visión de la realidad a través de la desmitificación, que tendrá como efecto inmediato el humor. De la segunda es popular el “cuento loco” del casamiento de la vaca María Emilia con un señor de Hacienda. Mas el que nos interesa es “Fin”, un proceso de desmitificación del fin del mundo que se lleva a cabo mediante el empleo de otro mito, el del eterno retorno, y podría entroncar con el cuento de Clarín, ya que se trata igualmente de un Paraíso revisitado, aunque éste de Neville sea bastante más breve y menos profundo. En él se acerca efectivamente el fin de la Tierra, hasta el punto de que la gente ya no se despide diciendo “¡Hasta mañana!”, sino “¿Y usted cuándo se muere?”. Una noche en que ya falta el dueño y apenas hay parroquianos en el cabaret, Susana se retira pronto, sin llevarse ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 955 Nº 751 NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO. III. LOS CUENTOS con ella al señor que suele acompañarla cada noche al precio de 90 francos. Cuando a la mañana siguiente sale a la calle ya no queda nadie con vida en París. Toma un automóvil abandonado y recorre Europa hasta Constantinopla, donde se topa con el primer hombre vivo, un señor que está en medio de la carretera inflando el neumático de una bicicleta. Ambos prosiguen el viaje juntos, atravesando el desierto e insistiendo él en que están solos porque ella quiere. Mientras la muchacha medita su respuesta, el buen Dios de las luengas barbas blancas los detiene en la confluencia del Tigris y el Éufrates y les pregunta quiénes son y qué hacen allí. Le responden que él es un caballero alemán luterano y ella una señorita francesa católica, mas Dios los interrumpe cortésmente: “Lo que quiero saber es por qué no estáis en el Paraíso”. El ángel que lo acompaña le explica que él mismo los arrojó fuera por haber comido de la manzana –“la manzana”, le insiste guiñándole un ojo– y Dios se ríe de buena gana, rematando el asunto con que se dio un exceso de severidad en la aplicación del reglamento. “Volved a entrar, hijos, y aquí no ha pasado nada”, les dice al tiempo que los empuja suavemente hacia el Jardín. Termino con el Cuento absurdo, de la antología Los buitres24, de Ángeles Vicente. Esta murciana, interesada en la teosofía, iniciadora de las logias de mujeres durante su larga estancia en Argentina, fue de “pensamiento alto, corazón grande y mujer hermosa”, en palabras de Rafael López de Haro25. Arides, el anarquista más terrible y genial del mundo, descubre la manera de acabar con la Humanidad mediante los fluidos planetarios que controla con un aparato de su invención. Reúne a sus más allegados en su protegido laboratorio, mueve una palanca, la atmósfera se inflama y una violenta sacudida conmueve la Tierra. Calles y plazas están sembradas de cadáveres en la postura en que los sorprendió la muerte, sin que falte el sarcasmo de un cortejo fúnebre de muertos que acompañan al difunto ni la enorme concentración de huelguistas apiñados. Surgen los primeros problemas con el reparto de las mujeres y más graves después, cuando se acaban las existencias 956 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 Ángeles Vicente. de las tiendas y hay que ponerse a labrar la tierra. La nueva Humanidad no es mejor que la antigua. –En el trabajo no todos ponen la misma voluntad... –Y ése se apropia de todo lo bueno. –Ya viene ése con sus ínfulas... –¡Qué sería de ti si yo no te guiase! –Soy libre de irme con quien quiera... –¡Qué te crees tú que te lo voy a consentir! Los esfuerzos de Arides son en vano, así que una noche regresa al laboratorio, vuelve a poner en marcha el aparato y mueve la palanca. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 ADDENDUM Sánchez Rubio expone en el prólogo que la guerra europea ha supuesto un duro golpe para nuestra civilización y sus consecuencias la han sumido en una terrible crisis, con la aparición del bolchevismo y la propagación de doctrinas demoledoras. Cuando la segunda conflagración mundial se yergue amenazadora, él tiene una visión profética que pone por escrito como advertencia. Los toques futuristas no están logrados, hay trenes aéreos que se desplazan como cigarros voladores, barcos de casco de hormigón armado que son palacios flotantes y noticias de última hora que transmite un avión en morse, con una trompa acústica y señales de humo que figuran con puntos y rayas las letras de ese alfabeto, que toda la gente descifra con soltura. Son setenta y un capítulos de tirón, sin título, mayoritariamente dedicados a la persecución que sufre la Iglesia por parte de la Gran Revolución y los acontecimientos en España. No faltan Elías y Enoch, que vienen a pedir el bautismo y luego intervienen de forma destacada en el desarrollo de la trama. Llega un día en que fieles y jerarquía ven cómo se van cumpliendo inexorables las profecías del Apocalipsis y concluyen que el fin de los tiempos es inminente. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 Tomado Nazaret por las huestes del Anticristo, a los cristianos se les arrancan los ojos, se les desnuda, se les escarnia y se les mata a golpes. El Papa es crucificado, Elías y Enoch desollados y empalados, y los cardenales arrastrados por el camión en que se exhibe a las víctimas, entre los insultos soeces de la soldadesca. AGUSTÍN JAUREGUÍZAR Los dos primeros artículos de esta serie de “Narraciones españolas del fin del mundo (Arbor números 747 y 749) han merecido alguna correspondencia. Lo más significativo fue un correo que me puso desde Bruselas el buen conocedor del género Mariano Martín, en el que me decía que, entre las novelas que llamé religiosas, podría haber incluido Los últimos capítulos de la Historia desde la revolución bolchevique hasta el fin del mundo26, del lucenés o lucentino Enrique Sánchez Rubio. Es una novela de mil largas páginas, más de una vez de lectura fatigosa y al final realmente gore. Además, lo que interesa al autor no es la suerte que correrá la Tierra, sino la que correrán sus pobladores en el juicio de Dios. Creo que La Bestia del Apocalipsis de Valverde y El fin de los tiempos de Ortí dieron buena muestra de su estirpe, mas diré algo también sobre ésta. El tremendismo se acentúa. El pueblo español, con sus gentes armadas con proyectores de mortíferos rayos invisibles, se defiende heroicamente de sus invasores, convirtiendo el suelo patrio en un volcán en erupción, con escenas estremecedoras. La Cátedra de Pedro, que se había refugiado en Zaragoza, decide aguardar el final en sus orígenes y embarca en un globo dirigible que la lleva a Palestina. Llegados de todas partes, los últimos fieles se concentran en Jerusalén, por cuyas calles desfilan ceremonialmente en una postrera procesión de fe y, a su conclusión, eligen Papa a Pedro Romano, nacido sesenta años antes en la Embajada española en Roma. Con Pedro II a la cabeza abandonan una Palestina sembrada de cadáveres insepultos y, en una sociedad semejante a la cristiana primitiva, esperan confiadamente la consumación de los tiempos al cabo de 1.290 días27. Al autor le sobreviene entonces un ramalazo de ciencia y dice que no llegó a ver el final de la Tierra, que bien pudo deberse a la rarefacción del aire, la contaminación de las aguas, una lluvia de meteoritos o el choque del sol con otro astro. A fuer de científico, no vacila en dar datos como el de la velocidad con que se mueve el sol por el espacio o la distancia que lo separa de Neptuno, el último de los planetas de su cortejo. Aquí dejó la pluma y se retiró a descansar, para imaginar en un duermevela cómo el Señor Jesús descendía de los cielos para juzgar a justos y pecadores. ... lanzando a los malos con la impetuosidad de una piedra de molino que se arroja al mar desde gran altura... a los tenebrosos abismos de todos los males para que hagan allí compañía a Satanás, a quien sirvieron. Y a los buenos... para llevarlos en su compañía y la de los ángeles y los santos a su misma divina mansión de la gloria... ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 957 NOTAS Nº 751 NARRACIONES ESPAÑOLAS DEL FIN DEL MUNDO. III. LOS CUENTOS Recibido: 30 de diciembre de 2010 Aceptado: 25 de enero de 2011 958 ARBOR Vol. 187 1 Santiáñez-Tió, Nil., De la Luna a Mecanópolis. Antología de la ciencia ficción española (1832-1913), Barcelona, Quaderns Crema, 1995. 2 Cuento futuro se publicó en cuatro entregas en los días 7, 16 y 26 de agosto y 3 de septiembre de 1886 en La Opinión y se reimprimió por primera vez en 1893 en Madrid por Manuel Fernández y Lasanta en El señor y lo demás son cuentos. Entre sus múltiples ediciones posteriores, la de Espasa-Calpe de 1989, Madrid, Austral A 43, contiene una introducción y notas de Gonzalo Sobejano, de dónde he resumido unas citas (pp. 18 y 19) y es libro recomendable al lector interesado en profundizar en los cuentos de Clarín. 3 Santiáñez-Tió, Op. cit., p. 25. 4 Su pequeño ensayo Ciencia y fe lo dedicó Azorín a Clarín. 5 Al apóstol Judas atribuye la Biblia la autoría de una Carta Católica o Universal de mensaje apocalíptico: “Al fin de los tiempos aparecerán hombres que se reirán de todo y que procederán según sus pasiones impías. Éstos se constituirán en casta de hombres que vivirán una vida natural, de instintos y sin espíritu”. 6 En la influencia de las ideas de Schopenhauer coincide Clarín con el Azorín de El fin de un mundo de quince años después. También se advierte la influencia del naturalismo, que se estaba abriendo paso entonces en España y por el que se interesaba vivamente Clarín. 7 El carlista Claudio Nocedal, y después su hijo Ramón, dirigieron el periódico El mundo futuro, que más de una vez se ensañó con el más liberal La Unión, en el que colaboró con frecuencia Clarín. 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 8 Publicado en 1892 y recogido en el mismo El señor y lo demás son cuentos. Es una clara alusión a curas y frailes que, tras la desamortización de los bienes eclesiásticos de Mendizábal, procuraban un beneficio de las disposiciones testamentarias de los creyentes. 9 Pérez Galdós ya había publicado para entonces su novela Torquemada en la hoguera, donde el usurero de este nombre intenta comprar a Dios la curación de su hijo. 10 Una vez le preguntaron a Theodore Sturgeon por qué el 90% de la ciencia ficción era mala y respondió con lo que se conoce desde entonces como la regla de Sturgeon: “porque el 90% de todo lo que se escribe es malo”. 11 El fin de un mundo apareció el 18 de junio de 1901 en la revista Madrid. Tanto María Martínez del Portal en Fabia Linde y otros cuentos (1992) como Santiáñez-Tió en De la Luna a Mecanópolis (1995) –quizá el uno lo tomó de la otra– dicen Madrid Cómico, en un explicable error, ya que Azorín publicó con frecuencia en esa otra revista. 12 Santiáñez-Tió, Nil., Op. cit., p. 26, del que he tomado más. 13 Publicado en Ahora el 1 de noviembre de 1934. 14 Vidal Ortuño, José Manuel, Tesis doctoral Tradición y modernidad en la cuentística de José Martínez Ruiz, Universidad de Murcia, 2004 (en Internet). 15 Publicado en Ahora el 20 de noviembre de 1935. 16 El ocaso de la humanidad se publicó el 19 de mayo de 1918 en el n.º 1.409 de la revista Blanco y Negro, y fue reproducido en el n.º 8 del buque insignia español del género que fue la revista Nueva Dimensión, corresdoi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 17 19 20 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5011 21 22 23 24 25 ñolas, una literatura de anticipación peculiar. Los pertigueros eran seglares preeminentes que asistían a las funciones religiosas provistos de una larga vara y rapavelas era despectivo común para dependientes de iglesia. Neville, Edgar, Música de fondo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1936. Burguera Nadal, María Luisa, Resumen de la Tesis Doctoral La obra literaria de Edgar Neville, Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, 1987, p. 10. Vicente, Ángeles, Los buitres, Madrid, Imprenta de Pueyo, 1908. Tomo la cita de Miguel Ángel Buil Pueyo, en Gregorio Pueyo (18601913), librero y editor, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones ARBOR Vol. 187 Científicas, Instituto de Estudios Madrileños, 2010. 26 Sánchez Rubio, E. J. J., Los últimos capítulos de la Historia desde la revolución bolchevique hasta el fin del mundo con algunos episodios novelescos, fantasía filosófico-histórica y profética, Barcelona, Librería y Tipografía Católica, 1830, 2 tomos. 27 ”Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e instalada la abominación de la desolación, mil doscientos noventa días” (Daniel 12, 11). Estos tres años y medio se han tomado muchas veces por una profecía sobre el fin del mundo, como hace aquí el autor, aunque más bien parecen referirse al tiempo que falta para la muerte de Antíoco, que profanó el Templo de Jerusalén. 751 septiembre-octubre [2011] 949-959 ISSN: 0210-1963 AGUSTÍN JAUREGUÍZAR 18 pondiente al bimestre marzo-abril de 1969. Publicado primero en El Cuento Semanal el 20 de diciembre de 1907 y después en Los Contemporáneos el 28 de julio de 1921. A cuentos como los de Clarín o Azorín hay que decirlos cientificticios, término que particularmente prefiero al más extendido de fantacientíficos. A cuentos de menor entidad es frecuente que se les diga, en revistas populares o fanzines, cienciaficcioneros, que es la palabra acuñada por el fandom. El ananké griego correspondía al fatum romano, la fatalidad. Se puede ver en mi página web www. auguribe@com, en el capítulo dedicado a las utopías anarquista espa- 959 ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 961-976 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE. UN ACERCAMIENTO DESDE LA HISTORIA (CULTURAL) DE LA CIENCIA* JUAN IGNACIO MOLINA AND THE FINIS TERRAE’S NATURE. AN APPROACH FROM (CULTURAL) HISTORY OF SCIENCE Francisco Orrego González Doctorando, Departamento de Historia Moderna, Universidad Complutense de Madrid [email protected] ABSTRACT: The study of the work of the Chilean Jesuit Juan Ignacio Molina (1740-1829), especially since the Chilean historiography, has accused an important criticism myopia about of the naturalist that constantly has been considered, with fairly light weight, as the “first Chilean scientist”. The fundamental importance of exile as a scientific vocation, the European controversies about the New World and the institutional conditions and political mechanisms that allowed the development of scientific knowledge in late eighteenth century are elements that have not been integrated into the analysis of the work of the naturalist Chilean who came to integrate the Bologna Academy of Sciences. Therefore, the proposed historical analysis of this article seeks to break the apologetic historiography in order to present the work and figure of the Chilean Jesuit in a broad historical context, in an attempt to provide alternative answers, shows part of the political and epistemological problems that influenced the development of scientific thought of the Chilean naturalist. KEY WORDS: Historiography; Atlantic history; social and cultural history of science; Jesuit science; Spanish Empire; New World. PRESENTACIÓN El estudio de los elementos históricos que rodearon la construcción del pensamiento científico de Juan Ignacio Molina (1740-1829), jesuita chileno, nacido en la hacienda de Huaraculén, situada en los alrededores de la ciudad de Talca en el partido del Maule en el Reino de Chile, refleja el problemático proceso en la elaboración y circulación del conocimiento sobre los diversos territorios del Nuevo Mundo. El Reino de Chile a fines del siglo XVIII, como expondremos más adelante, seguía siendo un espacio natural RESUMEN: El estudio de la obra del jesuita chileno Juan Ignacio Molina (1740-1829), especialmente desde la historiografía chilena, ha acusado una importante miopía crítica respecto del naturalista que constantemente ha sido considerado, con bastante ligereza, como el “primer científico chileno”. La importancia fundamental del exilio como vocación científica, las controversias europeas sobre el Nuevo Mundo y las condiciones institucionales y mecanismos políticos que permitieron el desarrollo del conocimiento científico a fines del siglo XVIII son elementos que no han sido integrados en el análisis de la obra del naturalista chileno quien llegó a integrar la Accademia delle Scienze di Bologna. Por tanto, la propuesta de análisis histórico de este artículo busca romper con la historiografía apologética para presentar la obra y la figura del jesuita chileno en un contexto histórico amplio y que, en un intento de entregar respuestas alternativas, muestra parte de los problemas políticos y epistemológicos que influyeron en la elaboración del pensamiento científico del naturalista chileno. PALABRAS CLAVE: Historiografía; historia atlántica; historia social y cultural de la ciencia; ciencia jesuita; Imperio español; Nuevo Mundo. cognoscitivamente problemático para Europa y particularmente para la Monarquía española. El abate Molina, como se le conoció al jesuita chileno, fue uno de los casi 2.000 jesuitas que llegaron al puerto de Santa María, en Cádiz, tras la expulsión de la Compañía de todos los territorios hispanoamericanos ordenada por Carlos III por una pragmática de 2 de abril de 1767. Juan Ignacio Molina fue uno de los naturalistas más reconocidos dentro de la gran aportación cultural que los jesuitas exiliados realizaron en la Italia y en la Europa de fines del 700’. Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE Nos interesa poner énfasis, aunque sea de manera breve, en la formación intelectual que Molina recibió en Chile, pues será importante para poder templar la dificultad en la adopción de ciertos elementos más radicales de la ciencia ilustrada al momento de llegar a Europa. Su itinerario nos muestra una vida dedicada al estudio particularmente en los centros de enseñanza dependientes de la Compañía de Jesús tanto en Talca como en Santiago. Los estudios en la escuela de primeras letras y de gramática los desarrolló en el colegio de los jesuitas en Talca (1749-1753). Luego de ingresar en la Compañía de Jesús, a los quince años, y tras haber estudiado retórica en el Convictorio de San Francisco de Borja en Santiago, realiza dos años de noviciado y es enviado al Colegio de Bucalemu para estudiar las Humanidades clásicas en griego y en latín (1758-1760). Luego viaja a Santiago a estudiar el plan de filosofía (escolástica) que contemplaba el programa de estudios de la Ratio Studiorum en el Colegio Máximo de San Miguel en el que, según sus biógrafos, obtiene conocimientos de lógica, física aristotélica, matemáticas euclidianas y metafísica. En 1766 inicia los estudios de teología en el mismo Colegio Máximo de San Miguel, pero que se ven truncados luego de la declaración de expulsión de los jesuitas en 1767 (Hanisch, 1999, 149; Jaramillo, 1987, XXXI). Sin querer profundizar más, según Rodolfo Jaramillo, Molina comenzó sus investigaciones científicas en el aspecto teórico en la biblioteca del Colegio Máximo de los jesuitas en Santiago, que era la mejor y mayor del reino, y en la biblioteca privada del español Juan Ignacio de Santa Cruz que había traído desde Inglaterra (Molina, 1810, XXXIII). La observación científica la practicó en pequeños viajes a los alrededores de la hacienda de Huaraculén, en los territorios de la chacra de Ñuñoa en Santiago, en las haciendas de Bucalemu, de La Punta y Carén y en los campos del partido del Maule mientras ejerció la docencia en Talca en 1765. Ésta era la formación intelectual que Molina poseía cuando llegó a la pequeña ciudad italiana de Ímola tras la expulsión jesuita de 1767. Allí terminó sus estudios de teología ordenándose de sacerdote antes de la disolución de la Compañía resuelta por Clemente XIV en 1773. Luego de esta experiencia vendría el gran “período científico” en la vida del naturalista chileno cuando se establece definitivamente, en 1774, en una ciudad altamente ilustrada como Bologna. Participó en 962 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 Giambattista Trulli, Juan Ignacio Molina a los 65 años, 1805. la vida intelectual de la ciudad tanto desde la enseñanza privada de los jóvenes de la nobleza como en su incorporación a las distintas instituciones científicas que lo invitaron a ser parte de sus miembros desatacando especialmente su ingreso a la Accademia delle Scienze de Bologna en 18021. La actividad intelectual de Juan Ignacio Molina se materializó en cuatro obras fundamentales. En 1776 apareció en italiano el “anónimo” Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile. Molina no quiso firmar como autor esta obra lo que generó una serie de confusiones atribuyendo su autoría a otro jesuita chilena exiliado, como fue Felipe Gómez de Vidaurre (gracias a la confusión del traductor alemán que dio por autor a Vidaurre), cuya falta de acuerdo continúa al interior del debate sobre la historiografía moliniana (Stuardo, 2007). Ésta fue la obra que conformó con sus notas y observaciones realizadas en Chile cuyo manuscrito le fue requisado cuando se embarcó en el puerto del Callao con dirección al puerto de Santa María luego de la expulsión y que posteriormente recuperaría parcialmente. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 NATURALEZA, NUEVO MUNDO Y POLÉMICA ILUSTRADA EN EL ESPACIO ATLÁNTICO EN EL SIGLO XVIII Cada vez más, los estudios históricos en los últimos años han incluido el análisis de la naturaleza y la ciencia como un elemento importante en el desarrollo de las sociedades al vincular su estudio con los procesos políticos, económicos y artísticos. En esta dinámica intelectual, y a pesar de que ya hay algunos esfuerzos, sería deseable establecer un diálogo más directo y preciso entre la historia cultural de la ciencia con lo que actualmente se conoce como historia atlántica (Delbourgo y Dew, 2008). El espacio atlántico se convierte en un nexo comunicacional, un fluir constante de saberes, agentes y objetos de conocimiento. De esta manera, la actual historiografía cultural del conocimiento ha dejado atrás el rancio estatus que la antigua historiografía colonial hispanoamericana otorgaba al Nuevo Mundo al entenderlo como un objeto de estudio estático y separado de la historia de Europa y en particular la de la Monarquía española y no como un objeto relacional. Esa simetría historiográfica caracterizada por una rígida polaridad entre el centro y la periferia, parece romperse con la polifonía y el dinamismo que el estudio de la cultura entrega a la investigación. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 En este tipo de análisis, la reconstrucción histórica y cultural de los problemas que rodearon la elaboración de las noticias sobre los diversos territorios del Nuevo Mundo, dentro de los que destaca el Reino de Chile dada su lejanía, aparece como un objeto fresco y atractivo para la (nueva) historia de la ciencia. Por ejemplo, durante el siglo XVIII el estudio de las expediciones científicas nos permite percibir este escenario transnacional y atlántico al interior de las sinergias históricas entre América y Europa donde la práctica científica se entrecruza con el pensamiento económico y político. Esto es el resultado de las pretensiones culturales y políticas de la Ilustración en el siglo XVIII, es decir, las prioridades de modelo cognoscitivo caracterizado por unos fundamentos prácticos que, en el caso español, estuvo particularmente encarnado y dirigido por agentes ilustrados como los ministros Floridablanca y Campomanes que buscaron aplicar ciertos fundamentos de la moderna ciencia en una unidad política-territorial compleja como era la Monarquía española. El nuevo orden civilizador que los Borbones intentaron (re)crear en sus posesiones en la península y en ultramar se materializa sin mucha independencia de las reformas institucionales y económicas en la “domesticación” del territorio y de la naturaleza, es decir, en un intento de llevarlo a cabo en armonía con el establecimiento de grupos sociales organizados en diferentes categorías. El conocimiento y la práctica científica comprendían un proyecto social y un proyecto político que el ejercicio del poder ilustrado trae en su ejercicio de clasificación (Gutiérrez Escudero, 2000; Cañizares-Esguerra, 2006; Nieto Olarte, 2009). Como se desprende del interesante análisis que hace Mauricio Nieto en uno de sus últimos libros titulado Orden Natural y Orden Social (2007), no es la influencia que la política tiene en el conocimiento científico, sino que la misma ciencia puede entenderse como una forma de política, forma de cultura y/o forma de proyecto socio-económico (Nieto Olarte, 2007, 19-23). FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ Luego en 1782 apareció en Italia la primera edición del Saggio sulla storia naturale del Chili en la imprenta Santo Tomás de Aquino y en 1787 el Saggio sulla storia civile del Chili en la misma imprenta. El Saggio de historia natural fue traducido del italiano al castellano en 1788 por Domingo Joseph de Arquellada Mendoza, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, mientras que el Saggio de la historia civil fue traducido por Nicolás de la Cruz y Bahamonde en 1795. Dada la gran aceptación de su historia natural, traducida además del español al alemán (1786), al francés (1789), y al inglés (1809), publicó la segunda edición en 1810 que, fruto de las adiciones que Molina realizó al texto, es una obra con una morfología científica diferente. Luego de la convulsión generada en los círculos científicos y religiosos boloñeses por la lectura de su memoria Analogías menos observadas de los tres reinos de la naturaleza (1815) en las adunanze de la Academia, cuya tribulación incluso provocó el interés y la intervención del poderoso Cardenal Consalvi, los discípulos del naturalista chileno lograron publicar en 1821 sus Memorias de Historia Natural 2. Viajar, experimentar, medir, comparar, describir, clasificar, en definitiva, normalizar objetos vivos y no vivos es lo que cautiva a las mentes ilustradas europeas. Son las riquezas de la Naturaleza lo que fascina durante el siglo XVIII. Desde inicios del período moderno, el coleccionismo de plantas y animales exóticos, entendido como práctica social y científica asociada a la historia natural, había puesto en marcha toda una maquinaria en la que confluían, por ejemplo, la búsqueda de un nuevo conocimiento científico, la práctica diplomática y el comercio (Findlen, 1994; Pimentel, ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 963 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE 2010). El nuevo conocimiento que generó el estudio de la naturaleza, particularmente en el paso del siglo XVIII al XIX, intensificó a una escala planetaria los flujos de saberes provocando un proceso de ampliación y constante “negociación” de las fronteras del conocimiento tras la aplastante cantidad de información llegada a Europa desde las cuatro partes del mundo (Schaffer et al., 2009). Para los filósofos ilustrados dieciochescos, la historia natural era un gran instrumento para llevar a cabo una apropiada verificación del Libro de la Naturaleza. Es la realidad la que interesa. Las ideas fruto de la abstracción y la especulación poco podían decir frente a especies desconocidas y exóticas que llevaban al límite la forma clásica del conocimiento natural. Desde 1775 la escritura de la historia natural vivió cambios en la manera de difundir la información y una factura epistemológica fruto de la fuerte presión de la experiencia como categoría cognoscitiva que formaba parte en el proceso de consolidación de la modernidad europea (Lepenies, 1991). Aunque la Historia Natural de Plinio mantuvo su influencia con claridad en las comunidades científicas europeas hasta la primera mitad del siglo XVIII, el problema cognoscitivo que generó el proceso de asimilación de la aplastante cantidad de “nuevos hechos” naturales queda reflejado cuando Buffon observa en su obra De la manera de estudiar y tratar la historia natural (1749) que: “(...) los más hábiles observadores, después de un trabajo de muchos años, sólo han ofrecido esbozos bastante imperfectos de la multitud de objetos que presentan las ramas particulares de la Historia Natural” (Galera, 2003, 9). Por tanto, la inconmensurabilidad de la naturaleza se convierte en el siglo XVIII en un argumento fundamental para desarrollar un nuevo conocimiento y prácticas científicas. La Ilustración como movimiento cultural incorpora una nueva clave para aproximarse y diseccionar la naturaleza: el tiempo biológico (Galera, 2003, 9). Es un nuevo tiempo que se escribe desde la naturaleza, cuyo conocimiento científico se elabora en un presente “geologizado” por las nuevas especies y descubrimientos fósiles y especies extintas (como el megaterio descubierto en 1787 en una barranca del río Lujan en el virreinato de la Plata). Si el siglo XVI representó para la cultura occidental europea un problema espacial, fruto del desconocimiento de las dimensiones reales de la Tierra, los descubrimientos naturales que se realizaron durante la segunda mitad del siglo XVIII y las 964 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 primeras décadas del siglo XIX provocaron particularmente un problema temporal. Es una temporalidad científica en la que progresivamente se va dejando atrás, o se toma cierta distancia, el mecanicismo cartesiano y la geometrización de los fenómenos de la naturaleza y de la vida. Esta revolución en la percepción del mundo natural llevó a que las Indias occidentales se convirtieran (nuevamente) en un espacio y un objeto propicio en el que se pudieran volcar toda la curiosidad europea, sus inquietudes y, especialmente, prejuicios lo que llevó a que se produjeran encarnizadas controversias entre filósofos, historiadores y naturalistas en la llamada “Disputa del Nuevo Mundo” (Gerbi, 2010). Por ejemplo, entre los muchos convencionalismos que estas polémicas configuraron sobre América sobresalían la inferioridad y la degeneración del hombre americano, la hostilidad de la naturaleza, la malignidad del clima y los miasmas que habitaban en el aire, la degeneración de los animales y la poca calidad de los minerales. Era toda una serie de ideas antropológicas y científicas que encontraban su argumentación filosófica en complejos prejuicios históricos fuertemente cargados de la prepotente moralidad de los ilustrados europeos (González Montero de Espinosa, 1992, 11-40). El Nuevo Mundo se encontraba, aunque con matices, en un constante proceso de reconocimiento de parte de los europeos, es decir, en un crónico entredicho entre el ser, parecer y el hacer. Las militantes y afiebradas tesis de Cornelius de Pauw desarrolladas en sus Recherches philosophiques sur les Americains, aparecida originalmente en Berlín en 1768-1769, alimentaron una primera etapa al interior de estas polémicas europeas (1768-1774) alrededor de la (id)entidad de los territorios y la fauna de ultramar. Éste era un momento en que Europa se encontraba plagada de diversos tipos de informes escritos por marineros, comerciantes, misioneros y pilotos sobre América. La ambigüedad y falta de precisión de estos informes reforzaban relatos mitológicos de todo tipo confirmando la existencia, por ejemplo, de guerreras amazonas, comunidades de hermafroditas en Florida, albinos en Darién, amerindios negros en Guayana y gigantes en la Patagonia (Cañizares-Esguerra, 2007, 59; Pelayo, 1994). El caos sobre la producción y la normalización del conocimiento natural sobre América se encontraba en un punto incontrolable. Posteriormente vendría otra etapa de polémicas alimentada especialmente por la agresiva (re)acción que los jesuitas doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 Es por eso que los viajes de exploración alcanzaron una importancia para el Estado moderno que pocas veces se había visto en la historia. La monarquía española, al igual que otras monarquías europeas como la francesa y la inglesa, emprendió en la segunda mitad del siglo ilustrado grandes proyectos de expediciones científicas bajo la dirección directa del Real Jardín Botánico de Madrid, y con un pleno financiamiento del Rey, cuyos objetivos eran investigar, con el mayor detalle posible, la flora americana (Nieto Olarte, 2006, 44). Las expediciones de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de José Celestino Mutis, La Condamine, la expedición al Orinoco de Löefling, el viaje de Sessé y Mociño al Virreinato de Nueva España y la de Ruiz y Pavón al Virreinato del Perú y Chile, y finalmente la expedición de doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 Alejandro Malaspina, entre otras, tenían el propósito de recopilar todo el conocimiento necesario para que la Corona restableciera su posición en los territorios de ultramar. LA COMPAÑÍA DE JESÚS COMO ESPACIO CALEIDOSCÓPICO PARA LA PRÁCTICA CIENTÍFICA En este ambiente ilustrado no podemos creer que esta ampliación y negociación del conocimiento científico fue realizado por un grupo cerrado de hombres, aunque sí minoritario. Dentro de los agentes encargados de la producción, y especialmente la movilización de los saberes, el estamento eclesiástico, al que pertenecía Molina, era una de las piezas claves de un sistema de elaboración de conocimiento en el período moderno tan organizado como desequilibrado. Hasta ahora, la clásica idea en la historiografía era que la Contrarreforma se consolidó como un espacio cavernario, inmovilista y poco propicio para el desarrollo de nuevas formas de conocimiento. FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ americanos exiliados en 1767 por Carlos III caracterizada, luego de asentarse en los territorios pontificios del norte de Italia, por la masiva publicación de sus obras en defensa de la naturaleza y el hombre del Nuevo Mundo (Gerbi, 2010, 187-240). La mayoría de los jesuitas ingresaron en estas controversias desarrollando proyectos intelectuales con el objetivo de disuadir las falsas imágenes que Europa configuraba de los territorios americanos. Sin duda, la intensidad de la actividad intelectual desarrollada por los grupos de jesuitas americanos como respuesta a los ataques de los ilustrados europeos se reflejó en la proliferación de obras impresas como las historias naturales y geográficas, las historias civiles, las recopilaciones literarias o los diversos proyectos filológicos que los jesuitas llevaron a cabo sobre las lenguas americanas. Nos parece, que una de las consecuencias más interesantes de estas controversias fue el cuestionamiento a los fundamentos de los saberes científicos europeos. Si bien es cierto que las narraciones históricas de los jesuitas son armas persuasivas en el contexto de estas controversias, pues la retórica tenía mucho peso en la educación al interior de los planes de estudio de la Compañía generando relatos prefigurados retóricamente sobre la realidad (Baffetti, 1997; Chinchilla, 2006; Chinchilla y Romano, 2008), el aplastante nivel de publicaciones jesuitas demostró la fragilidad y la inexactitud del conocimiento que se tenía del Nuevo Mundo. Con esto, el (nuevo) debate sobre la ciencia moderna y el conocimiento del mundo natural quedaba servido, pues el pensamiento filosófico moderno introdujo una creciente contraposición entre estas dos fuentes tradicionales de la verdad como eran la Biblia y el Libro de la Naturaleza (Blumenberg, 2000). En consecuencia, el siglo XVI y (especialmente) el XVII aparecen como unos períodos bastante oscuros al tenor de las ciencias en la Europa barroca y como enemigos de toda idea de modernidad y de reflexión intelectual rigurosa que estuviese por encima de la segunda escolástica. Sin embargo, esta tendencia inmovilista de la propia historiografía de la ciencia (afortunadamente) ha ido evolucionando gracias a estudios que incluyen perspectivas transdisciplinares. El aporte de la sociología del conocimiento a los estudios históricos (Burke, 2002; Moro Abadía, 2002), sumado al gran esfuerzo que se viene realizando desde la historia cultural, han propiciado algunos estudios, particularmente desde la historiografía francesa e italiana, que proponen la idea de la existencia de una modernidad contrarreformista en la que dos instituciones defensoras del statu quo, como la Corte y la Iglesia, fueron espacios que permitieron y promovieron, aunque bajo sus propios límites epistemológicos e intereses políticos, el desarrollo y la legitimación tanto del conocimiento científico como de sus agentes socioprofesionales (Galluzzi, 2001; Biagioli, 2008). El sector religioso era un grupo que, como cualquier grupo privilegiado, tenía acceso a la educación convirtiéndose también en agentes principales en el proceso de construcción de todo tipo de conocimiento. No resulta dudoso ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 965 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE que su principal campo de reflexión intelectual fuera el saber teológico, sin embargo, esto no fue restrictivo en su actividad pedagógica ocupándose también de otras ramas del conocimiento como la ciencia. Aunque siempre desde la inflexible dependencia escolástica que la reflexión sobre el conocimiento científico, en particular las matemáticas, tenían con los cursos de filosofía en los seminarios y cátedras universitarias de la época. Y fueron los jesuitas quienes, desde el interior de la Iglesia, incorporaron con fuerza a su hacer religioso la reflexión sobre el conocimiento científico preocupándose, especialmente en los siglos XVI y XVII, por los saberes matemáticos alimentando el proceso de consolidación de la modernidad europea (Romano, 1999). Impensadamente una orden religiosa que se convertía en el símbolo y realidad de la Contrarreforma, que imponía un compromiso militante a sus religiosos con la fe y con la Curia romana, se abrió a la reflexión científica desde los cursos de filosofía contemplados en el plan de estudios de la Ratio Studiorum (1599). Los jesuitas desarrollaron un pensamiento filosófico que vivía con plena conciencia de su contexto. Este realismo les generó conflictos tanto con otras órdenes religiosas como con los agentes políticos del Estado moderno. Ahora bien, si pensamos en el espacio colonial americano, parece claro que la Ilustración es fruto de su dinámica histórica. Los cambios sociales y culturales que vivían los territorios hispanos en ultramar, en consonancia a la urgencia criolla que progresivamente se interpretaba de diversas formas en los distintos actores socio-políticos, llevaron a que el ideal ilustrado se consolidara en áreas como la historia, las artes, la etnografía, la lingüística, la filosofía y, en especial, en el saber técnico y científico (Saldaña, 1995, 19). Existieron en el Nuevo Mundo importantes centros de enseñanza en la mayoría del territorio americano (universidades, colegios y seminarios), bibliotecas ilustradas como la de Melchor Pérez de Soto y Alfonso Núñez, Carlos de Sigüenza y Góngora o Sor Juana Inés de la Cruz entre otras, y una actividad periodística con la fundación de diarios y Gacetas que proporcionaron ciertos espacios para la configuración y producción del conocimiento científico. No obstante, habría que ponderar esta situación en escenarios periféricos o fronterizos, pues no hay duda que en los centros virreinales, como Nueva España, Perú y Nueva 966 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 Granada, entendiéndolos como espejos y reproductores de las inercias metropolitanas, estas dinámicas intelectuales funcionan con cierta normalidad. Sin duda, la ilustración y las ciencias como etapas históricas van de la mano, pero son conceptos que no son homologables en la medida que la noción de ilustración puede verse afectada por la actuación (en ocasiones multidireccional) de la racionalidad científica (Barona Vilar, 2003). Esto porque la práctica científica y la producción del conocimiento no sólo depende de las ideas y de la dulce reflexión hipotética en el aislado y seguro espacio del gabinete o el laboratorio, sino también de resortes y soportes materiales, de la actividad colectiva, de los proyectos políticos y sociales y de las impredecibles condiciones de los contextos de acción (Donato Salvatore, 2007). Esta reinterrogación que nos planteamos sobre cómo se produce el conocimiento natural, bajo nuestro modo de ver, es importante pues permitiría entender ciertas bases de la modernidad europea y americana en sus relaciones con los contextos oficiales de la cultura. Y un observatorio importante para entender el proceso trans-atlántico en el proceso de la elaboración del conocimiento científico europeo sobre el Nuevo Mundo son los relatos que produjeron actores vinculantes con el medio natural, en espacios no europeos, como fueron los jesuitas. Gracias a la relación que los misioneros lograron construir con el entorno natural en su empresa evangelizadora, las narrativas espaciales existentes en sus obras fueron un aporte fundamental para lograr levantar un conocimiento científico y antropológico sobre el territorio americano. En este realismo surge la necesidad de practicar la ciencia en los jesuitas aportando conocimiento de otras matrices científicas más allá de la tradición físico-matemática del pensamiento que se considera como el corazón de la (bien o mal) llamada “revolución científica” (Shapin, 2000, 17-20). Por tanto, el estudio de la modernidad científica desarrollada en (y sobre) el Nuevo Mundo comienza a adquirir otra entidad y otro tipo de condicionantes contextuales. La práctica misional necesitaba estar en armonía con el necesario conocimiento de los lugares. Por ejemplo, el estudio de la medicina al interior de la Compañía es fruto de la importancia que se le daba al cuerpo y a la buena salud tan necesaria para llevar a cabo la empresa evangelizadora en el Nuevo Mundo. La producción cartográfica al interior de los jesuitas también fue importante dentro de los doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 En suma, la idea realista y práctica que tenían de la empresa evangelizadora los jesuitas, sumado a la visión holística del hombre, daban como resultado un concepto y práctica científica bastante particular al interior de la Compañía de Jesús. La cultivación intelectual de la historia natural, la geografía, la medicina, entre otras disciplinas científicas, fueron destrezas intelectuales y sociales importantes en el proceso de occidentalización del Nuevo Mundo. El conocimiento del territorio y sus potencialidades, si bien en una relación muchas veces problemática de acuerdo a inherentes contradicciones de la práctica de la accomodatio jesuita en los distintos espacios coloniales (Corsi, 2008, 34-48), fueron interpretados por muchos como un instrumento epistemológico de verdad. Un proceso de normalización y estabilización de la comprensión del territorio y la naturaleza que aportó de manera sustancial en el proceso de construcción del conocimiento científico que la Europa atlántico-mediterránea, y en particular de la Monarquía española, realizaron del Nuevo Mundo en la segunda mitad del siglo XVIII. No obstante, en el caso del Reino de Chile, el Finis Terrae imperial, el conocimiento y la comprensión de la naturaleza reflejó el desconocimiento y el caos epistemológico que se tenían de su territorio. LOS DIVERSOS “CHILES” DEL SIGLO XVIII En el prefacio del Saggio de 1782, Molina observa que una de sus grandes motivaciones para dar a luz la obra era la superficialidad con la que se conocía en Europa el territorio y las producciones naturales de Chile: “Pero á pesar de esto, se conoce todavia con mucha superficialidad un país tan apreciable, que no menos en la parte fisica que en la politica presenta varios hechos dignos de consideracion, y apenas se encuentra hecha mencion de alguna de sus producciones en las obras de los autores que doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 tratan en la actualidad de las cosas criadas que yacen esparcidas en las varias regiones de toda la tierra: de manera, que la índole, las costumbres y el armonioso lenguage de sus antiguos habitantes, yacen tan ignorados como los maravillosos esfuerzos con que han procurado defender su libertad con tantas batallas como han dado desde el principio de la conquista hasta nuestros dias” (Molina, 1788, V). Sin duda la situación no dejaba de ser real, a pesar de la aplastante cantidad de información que se acumulaba en Europa como resultado de informes, diarios, cartas, derroteros, y todo tipo de relatos referentes al Nuevo Mundo que desde el siglo XVI habían crecido. Particularmente sobre Chile, las descripciones sobre historia natural eran de diversa calidad, en las que destacaban noticias generales y poco precisas. FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ mecanismos de domesticación de las almas y el territorio y del proceso de medición del mundo. Como observa Antonella Romano: “Estas dos ciencias ‘mixtas’ [la medicina y la geografía], poco presentes en el establecimiento de la Ratio Studiorum, asumen, con el peso creciente de los efectivos jesuitas fuera de Europa, un florecimiento que no habría sido justificado por una expansión solo en el Viejo Mundo” (Romano, 2007, 65). Durante el siglo XVIII despuntaron figuras ilustradas de primera línea como los jesuitas exiliados Miguel de Olivares y Felipe Gómez de Vidaurre que, al igual que Molina, escribieron historias civiles y naturales sobre Chile. Como la mayoría de las obras escritas por los jesuitas exiliados, los relatos de Olivares y Vidaurre provocaron el interés de la Monarquía española. En una carta de 23 de agosto de 1788 el representante español en la legación de Bologna, el comisario Luis Gnecco, escribe a Nicolás de Azara, ministro en la Embajada de España en Roma, que Olivares le ha remitido el primer tomo manuscrito de su historia de Chile. Gnecco informa que Vidaurre necesitaba tres meses más para poder mejorar su texto aunque le envía un prospecto de otra obra “que está trabajando, para que si fuera de su agrado” se le enviara al ministro Antonio Porlier (Hanisch y Ronan, 1979, 43). También sobresalieron promediando el siglo XVIII especialmente relatos producidos por militares y comerciantes como Vicente Carvallo y Goyeneche y José Pérez García que contribuyeron con obras, más o menos objetivas, al conocimiento de la historia, de la geografía y de la historia natural de Chile. Pero también hubo una serie de autores con un estatus inferior dentro de este ambiente ilustrado que vehiculizaba conocimiento sobre Chile cuyas obras fueron trabajos de menor escala. Un ejemplo fue el misionero fray Pedro González de Agüero, destinado en 1771 al archipiélago de Chiloé, que, luego de volver a España en 1790, imprimió en Madrid un pequeño volumen titulado Descripción historial de la provincia de Chiloé. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 967 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE A pesar de la existencia de estas historias, fruto de las iniciativas ilustradas de sus autores, según Diego Barros Arana, máximo representante de la escuela positivista de la historiografía chilena, a fines del siglo XVIII aún persistían relatos fantásticos como la leyenda de la ciudad de los Césares que aún reportaba diligencias para descubrirlas en 1794. En 1782 un individuo llamado Pedro Fermín Necochea creyó haber encontrado en Chile minas de diamante solicitando que se le diera el Grado de Coronel en premio por su descubrimiento. Nadie pudo explicar el descubrimiento hasta que se envió una muestra del material descubierto al Real Gabinete en Madrid cuyo análisis arrojó que eran simples piedras de cristal de roca de buena calidad. Incluso por real orden de 6 de septiembre de 1783, recordando que el material descubierto sólo era parte de cristales de roca, se pide que se envíen muestras más grandes para el Real Gabinete (Barros Arana, 2000, 393). Se mantenían noticias que contaban que en las lagunas de Avendaño y de Papal habitaban caballos anfibios dotados de una fuerza prodigiosa que tenían el doble de tamaño de los caballos de tierra. Por otra parte, desde Europa también se contribuía a esta indefinición sobre la naturaleza y la historia de Chile con la reedición de relatos que reforzaban el carácter épico del territorio como lo demuestran las reediciones dieciochescas de libros como el poema La Araucana de Alonso de Ercilla (1735, 1738, 1770). De hecho, esto refleja el caos que había en la organización de los saberes en el siglo XVIII, lo que explica la necesidad de un proyecto cultural como la Encyclopedie. A pesar de que parezca increíble, la carencia de noticias objetivas y coherentes sobre el territorio chileno, hizo que Molina continuara utilizando como instrumento de conocimiento la carta geográfica del Reino de Chile confeccionada por Nicolás Sanson D’Abbeville (1600-1667). La carta geográfica confeccionada por el geógrafo francés estaba cargada de ciertos elementos fantásticos como eran la ubicación del armadillo, un animal quimérico, y de los supuestos gigantes de la Patagonia3. Molina utilizó esta carta, por ejemplo, para entregar el paradero de los montes de turquesas en el valle de Copiapó en la parte septentrional del Reino. Otro ejemplo de la confusión que existía en Europa del territorio de Chile, como muchos que existieron, y en consecuencia la dificultad en la movilización del conocimiento, lo representa la obra de Giuseppe-Maria Ercolani Le 968 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 quattro parti del mondo igualmente divise e col medesimo invariavil ordine geográficamente descritte, publicada en 2 tomos en Roma en 1756. En el tomo II (pp. 203-209 y 331337) trata de Chile y su territorio lo divide en tres partes: a) Chile, b) la costa imperial y, c) las islas. En la descripción del verdadero Chile observa: “El clima allí es temperado, el terreno fértil y delicioso”. No obstante, Ercolani, como otros geógrafos, creía que la ciudad de la Imperial aun existía (destruida tras la gran rebelión de 1655) y que allí residía el Obispo. También cae en otros errores en las noticias que entrega del territorio cuando ubica en el archipiélago de Chiloé las islas Santa María y Mocha. Por tanto, como dijimos anteriormente, la aplastante cantidad, pero particularmente diversidad de informaciones existentes en Europa sobre el Nuevo Mundo, produce que diversos Chiles convivan. Era un “Chile imaginado”, un espacio artificial, cuya representación era el resultado del choque de informaciones entre noticias que mostraban un territorio aislado y pobre, gravoso para la Monarquía española, con los relatos favorables que reflejaban la generosidad con la que la Naturaleza había actuado en el Reino. ¿CÓMO ESCRIBIR LA HISTORIA NATURAL DE CHILE? Si tenemos en consideración el caos en las informaciones que existían sobre la historia natural y civil de Chile en la Europa del siglo XVIII, el análisis histórico de los elementos y procesos epistemológicos que envolvieron la producción intelectual del abate Molina nos revelan una serie de problemas y vacíos historiográficos inexplicables. Si bien la bibliografía sobre el naturalista chileno ha adquirido un volumen importante, han sido casi inexistentes los estudios que han puesto a dialogar su obra científica, desde una perspectiva trans-atlántica que utilice las perspectivas desarrolladas por la nueva historia cultural de la ciencia, con las dinámicas políticas, sociales y económicas que participaron en la construcción del conocimiento científico ilustrado. En una visión muy general, y en la que seleccionamos los autores que nos parecen más representativos, la mayoría de los estudios históricos referentes al sabio chileno, especialmente en la primera mitad del siglo XX, han sido trabajos que repasan su genealogía y su obra de manera más bien reconstructiva con (algo de) estilo doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 Sin embargo, algunos artículos “modernos” comienzan, aunque con bastante timidez, a relacionar la obra del naturalista chileno con el contexto científico del siglo XVIII (González, 1993; Salinas, 1998; Saldivia, 2004; Stuardo, 2007; Mollano, 2008). Otros trabajos, con algo más de originalidad, aunque basados en un enfoque de historia de las ideas, se han centrado en el estudio de la estructura del proceso histórico y en el análisis literario de las formas de escritura de la historia de Molina aunque centrado particularmente en la historia civil (Rojas Mix, 2001; Hachim Lara, 2008; Fuenzalida Caro, 2009; Nordenflycht, 2009, 2010). Desde nuestra perspectiva, quizás los trabajos más interesantes, aunque con resultados dispares, son los que han intentado analizar la influencia que las historias naturales de los jesuitas exiliados han tenido en los procesos de configuración de las pre-nacionalidades y patriotismos americanos lo que podríamos designar, tomando el concepto desarrollado por Cañizares-Esguerra en su interesante libro Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo (2007), como la elaboración de una “epistemología patriótica” (Cañizares Esguerra, 2007, 405-441; Navia-Méndez Bonito, 2005; Chiaramonti, 2010). Con todo lo visto hasta ahora, creemos que la obra científica del naturalista chileno no ha sido abordada especialmente a la luz de los importantes impulsos que los estudios sociales y culturales de la ciencia han hecho en los últimos veinte años (Pickering, 1992; Shapin, 1994; Locke, 1997; Shapin y Shaffer, 2005). Este tipo de análisis, nos parece, son especialmente necesarios para entender los mecanismos de construcción, prácticas y representaciones del conocimiento científico especialmente si tenemos en cuenta que el naturalista chileno, dado el caos de informaciones que se traducía en un real desconocimiento del territorio chileno, intentó dar una coherencia a los relatos sobre la historia natural del Reino de Chile adquiriendo una serie de elementos epistemológicos que caracterizaban la práctica científica en el período ilustrado. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 En este sentido, la obra de Molina, como la mayoría de los proyectos editoriales de los jesuitas exiliados, representó una metáfora científica prefigurada por una serie de agentes políticos, sociales y culturales que fueron fundamentales para su elaboración. La expulsión de la Compañía del territorio americano, como toda historia de exiliados, se interpreta históricamente desde el punto de vista de los expulsados y de su victimización. Esto no deja de ser razonable y cierto. Sin embargo, el extrañamiento, el choque directo con la alteridad científica del Viejo Mundo, también se convierte en un valor sumamente estimulante y revitalizador que en muchas ocasiones consolidan una actividad intelectual combativa y comprometida, de palabra y acción, con una clara vocación al conocimiento (Said, 2005). FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ erudito (Briones, 1968; Fontecilla Larraín, 1929; Gunkel Lüer, 1929; Hederra, 1929; Jordán Solar, 1940; Santa Cruz, 1940; Jiménez Berguecio, 1974; Hanisch, 1999; Ronan, 2002). Otros trabajos han intentado, aunque sin mucho genio y con errores, analizar la obra de Juan Ignacio Molina desde una perspectiva científica (Fontecilla Larrain, 1929; Latcham, 1929; Gunkel Lüer, 1926, 1966; Santa Cruz, 1940; Espinoza, 1946; Jaramillo, 1967). Y esta actividad y vocación Molina la comprendió e incorporó en la elaboración de su obra científica. Con la experiencia del exilio logró integrar un conocimiento ilustrado que difícilmente hubiese conseguido en un contexto no europeo y no oficial, ambas categorías necesarias para la elaboración de un conocimiento legítimo, como era el Reino de Chile. En un rápido viaje a Roma conoció al abate Felipe Luis Gilij, otra importante figura del naturalismo jesuita americano, además de renovar su amistad con Gaspar Xuarez, jesuita de la provincia del Paraguay. Estableció vínculos personales y epistolares con doctos científicos europeos como Domenico Nocca, Paul Spadoni, Felipe Re, Antonio Agustin Parmentier, Gaetano Savi, por nombrar algunos. Incluso Molina recibió la visita en Bologna, aunque no lograron encontrarse personalmente, de Alexander von Humboldt. Molina se lamenta de no haber podido conocer al sabio prusiano, pues así habría podido aclarar ciertas diferencias científicas que mantenía con él: “Me desagrada mucho haber perdido la ocasión de conocer y tratar al esclarecido barón de Humboldt, el cual –mientras yo estaba en el campo– me hizo el honor de venir a verme a mi casa al pasar por Bolonia, porque entonces habríamos podido, fácilmente, ponernos de acuerdo acerca de varios puntos concernientes a la Historia Natural de aquellos países” (Molina, 1810, 261). Molina fue conformando una red científica que le ayudó a corregir y contrastar el saber científico que había logrado elaborar en Chile. Un proceso colectivo de intercambio que ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 969 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE tuvo en el espacio epistolar para él un importante soporte en la producción del conocimiento. A través de la correspondencia con sus doctos interlocutores, y no sólo con la publicación de su historia natural, Molina participó en las polémicas científicas de la época especialmente sobre los ataques a la naturaleza americana. En 1794 Gaspar Xuarez escribe a Molina comentándole sus diferencias con las observaciones hechas por la expedición científica a Perú y Chile realizada por Ruiz y Pavón: “Primeramente debo decirle que recibí su apreciada de 21 de mayo sobre la madia sativa, y que para desengañar al botánico Ruiz, de Madrid, le expuse los más sólidos fundamentos, que Ud. me propone de su realidad, la que es demostrable también por la autoridad de Feuillée, etc. Aun no he tenido respuesta. Veremos lo que dice. Por dogmático que sea el carácter español, no creo que pueda negar una verdad conocida y una existencia demostrada. Yo estoy agradecido a este caballero, pero no por eso dejo de contradecirle en lo que no es verdad. Ultimamente me ha favorecido con algunas semillas americanas. Entre ellas con una que dice así: schinus octandrus, vulgo en Chile; huigan (...) Realmente Ud. Lo llama Schinus Molle, y también Linneo en su Species Plantarum la pone entre los decandros” (Ronan y Hanisch, 1979, 57). Molina, aprovechando de contestar a Brongniart sobre la negación que éste hace de la existencia del cobre destinado a hacer campanas (cobre campanil) en Chile, no está de acuerdo con algunas de las descripciones hechas por los botánicos españoles Hipólito Ruiz y José Pavón de la expedición al Virreinato del Perú (1777-1788). Molina observa que los viajeros nunca se apartaron de los puertos, “donde no es de pretender que los animales selváticos vayan a buscarles”, con lo cual no logran obtener una información científica representativa del territorio. Según el jesuita chileno, sólo Dombey, botánico francés integrante de la expedición, habría cruzado algunas millas más allá de la frontera del río Bío-Bío sin visitar las provincias más australes. El criterio de análisis basado en la geografía no deja de articular los reparos de Molina. Ruiz y Pavón dejaron de visitar la Araucanía, el archipiélago de Chiloé y recorrer por completo la Cordillera de los Andes, lugares todos que para Molina son parte sustancial del territorio de Chile. Y polemiza con Brongniart porque se valió de las observaciones de Hipólito Ruiz a favor de su opinión. 970 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 Por tanto, la obra de Molina no puede comprenderse fuera de las controversias científicas que los jesuitas americanos establecieron con los críticos del Nuevo Mundo. Y en este escenario el conocimiento desarrollado por los jesuitas sobre la historia natural americana es la herramienta de defensa y ataque principal. La utilización de la polémica fue un instrumento retórico fundamental al interior de la configuración del conocimiento científico en la cultura ilustrada dieciochesca. Sin ir más lejos, el propio Molina fue objeto de un ataque anónimo luego de la publicación de su Saggio de historia natural en 1782 (Hanisch, 1976). Más arriba vimos cómo de la acción jesuita en el Nuevo Mundo se desprende una relación entre la práctica evangelizadora y la práctica científica. La obra de Juan Ignacio Molina no se aleja de esas elaboraciones de narrativas espaciales. Y la expatriación de los territorios hispanoamericanos que viven los jesuitas legitima aún más este tipo de relaciones cognoscitivas en la configuración del conocimiento científico. En una carta escrita al Rey, probablemente de 1789, firmada por los jesuitas exiliados Juan Ignacio Molina, Francisco Iturri, Joaquín Camaño y Miguel Castro se pide permiso para corregir y adicionar el Diccionario Histórico de las Indias Occidentales escrito por Antonio de Alcedo. En esta comunicación se aprecia la relación entre la práctica misional y el conocimiento científico: “(...) el conocimiento práctico que los suplicantes tienen de aquellos importantes dominios de V.M. por haber penetrado en las misiones muchos países desconocidos, examinando las producciones de ellos, su geografía, costumbres de sus naturales y demás circunstancias precisas para la historia, les hizo conocer la importancia de esta obra tan deseada de todas las naciones y recomendada por todos los reyes de España” (Ronan y Hanisch, 1979, 47). Lo anterior también se explica necesariamente producto del carácter corporativista y centralizado que caracterizó desde los inicios la organización jerárquica y la asignación de los roles al interior de la Compañía. Esto llevó a que los jesuitas comprendieran la elaboración del conocimiento como el resultado de un proceso de construcción colectivo y dinámico y entregara resultados diversos en los criterios epistemológicos que organizaban el propio conocimiento. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 LA NATURALEZA física, tengan también riquezas considerables de esta clase, así como los abundantes ingredientes que concurren a su producción” (Molina, 1810, 78). COMO UTILIDAD Por este motivo, la idea de ciencia que sigue Molina es caracterizada por la elaboración de un conocimiento práctico cuya finalidad era la pretensión de utilidad. Todo conocimiento tenía que tener como objetivo el ayudar al progreso del país. Por ejemplo, luego de leer los avances que en la cristalografía había desarrollado Haüy a principios del siglo XIX, Molina observa que Chile podría aprovecharse del comercio de las piedras cristalizadas, preciosas y semipreciosas. De igual forma la cordillera posee grandes reservas de minerales entre los que se pueden encontrar granitos, gneiss estratificados, petrosilicatos antiguos, pórfidos, jaspes, cuarzos en bloques y cristalizados, basaltos, amatistas y ágatas entre otros metales. Más allá de la inflamación patriótica reflejada en las bondades minerales que Molina observa en la composición física del territorio chileno, lo importante es la relación que establece con el desarrollo económico del país al decir: “(...) la indolencia de aquellos habitantes todavía descuida, al par que muchos otros ramos, este comercio, que podría llegar a ser de suma importancia. Yo no dudo, desde todo punto, que las montañas chilenas, atendida su constitución doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 La importancia que representó para Molina el criterio de utilidad en la descripción de la naturaleza chilena se explica principalmente por su interés por los autores médicos y económicos del siglo XVIII. El desarrollo de la economía política influyó en la elaboración de un relato histórico que nos revela la visión utilitaria que el jesuita chileno tenía de la naturaleza. Por este motivo, para Juan Ignacio Molina el comercio es uno de los elementos fundamentales de su historia natural. El relato está constantemente en función de este argumento. Fruto de la utilización de autores económicos del siglo XVIII, para el naturalista chileno la historia es dinámica y se desarrolla en un movimiento lineal que tiene por finalidad el progreso de la civilización (Rojas Mix, 2001). FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ En este contexto intelectual, nos parece importante reconocer algunos de los elementos epistemológicos de la ciencia ilustrada que el naturalista chileno adoptó a su llegada a Europa y que explica uno de los argumentos centrales en la producción de su historia natural de Chile. El concepto de ciencia elaborado por el abate Molina estuvo influenciado por diversos elementos culturales que, nos parece, fueron el resultado de un problemático y traumático proceso de integración social vivido por los jesuitas a su llegada a Italia en la segunda mitad del 700’ (Guasti, 2009). A pesar de la diversidad de intereses que tuvo Molina, lo que queda reflejado con claridad en la dispersión de los temas presentes en sus memorias de historia natural, el jesuita chileno siguió ciertos criterios epistemológicos y formales de la historia natural del siglo XVIII. Por ello sus Saggios de historia natural (1782 y 1810) fueron escritos organizando por separado los relatos referidos al reino mineral, vegetal y animal. Pero más importante que eso fue la adopción que el naturalista chileno hizo de uno de los criterios fundamentales de la ciencia ilustrada dieciochesca: a través del conocimiento busca mejorar los aprovechamientos de los recursos naturales. Por eso, el comercio adquiere tanta importancia en el relato de la historia natural del jesuita chileno donde el comercio es el gran motor de la sociedad y el que marcaba sus grados de desarrollo. Por ejemplo, para Molina los araucanos se encontraban en un estado de barbarie, pues si bien habían salido hace “mucho tiempo del estado salvaje, con todo conservan todavía en muchas cosas la preocupación y el carácter propio de aquel estado primitivo”. Este atraso del pueblo araucano “lamentablemente” se debía a que no se interesaban en la práctica comercial. Esto nos muestra que Molina recurría para formular sus explicaciones sobre la naturaleza, en la que el hombre representaba el último elemento de la historia natural, a los modelos explicativos sobre los grados de evolución de las naciones (salvaje, bárbaro y civilizado) de autores como Adam Smith o Adam Ferguson. El peso de la idea de “utilidad” como instrumento explicativo y de los autores económicos en el jesuita chileno es tan importante que incluso comparte las ideas ilustradas que el historiador escocés William Robertson (1721-1793), rector de la Universidad de Edimburgo y uno de los mayores críticos del Nuevo Mundo, aplicó en su History of America (1777) sobre cómo el desarrollo y la expansión del comercio traería una expansión de la población. No hay duda de la adopción de los autores económicos dieciochescos por parte de Molina cuando observa en su Saggio de 1810: “[el comercio] que es por así decirlo, el padre de la población” (1810, p. 40). ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 971 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE Por eso Molina observa que, a pesar del excelente clima que predomina en el Reino de Chile, la escasa población es uno de los aspectos más preocupantes del estado del territorio. Esta escasez en la población la atribuye a dos causas morales: a) la guerra entre españoles y araucanos y, quizás la más importante, b) la desventaja en la que se ha encontrado históricamente Chile con respecto al comercio. Dentro de la visión utilitaria de la naturaleza y el pensamiento económico que Molina desarrolla, el reglamento de libre comercio de 1778 es una buena noticia, pues antes de él Chile no podía enviar sus productos más allá del Perú. Con la apertura de los puertos chilenos Molina observa lo siguiente: “(...) ahora que el comercio se hace directamente con barcos de carga europeos, que van allí todos los años, ese hermoso país ha comenzado a poblarse enormemente, y a elevarse el grado de importancia que le corresponde por sus grandes privilegios naturales. Las ciudades se agrandan, los pueblos se multiplican, los puertos se restablecen, las posesiones demasiado grandes se dividen en predios medianos, los campos, antes descuidados, se cultivan ahora con afán y se llenan de gente/La población, estimulada por todas partes, ya no teme a los desastres que puedan destruir sus fatigas, ni a los enemigos, internos y externos, que puedan molestarla” (1810, p. 40). Todo formaba parte de un movimiento económico mayor, pues si la población crecía, sus necesidades vitales crecerían también y, en consecuencia, esto ayudaría tanto al comercio como a la actividad industrial. El resultado de este movimiento traería como consecuencia que la propia naturaleza entregara sus recursos. En la edición del Saggio de 1810 Molina describe que los ríos que tienen la capacidad de ser navegables “proporcionan favorables puertos, que una vez que crezca la población se usarán para ampliar el comercio exterior” (1810, p. 20). Y continúa diciendo que, “además de estos puertos fluviales, el litoral chileno tiene muchos otros, capaces de recibir con toda seguridad cualquier tipo de navíos” (1810, p. 20). No obstante, consciente de las imperfecciones que las naciones viven en sus procesos de modernización, Molina consideraba que el comercio también era un elemento negativo. El jesuita chileno consideraba que el comercio trae, sin duda, infinitos beneficios a los pueblos “que lo practican con inteligencia”, pero que entre estos benefi972 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 cios se entremezclan otros males como sucede en todas las instituciones humanas. En el caso del Nuevo Mundo, para Molina, es el comercio el gran difusor de los vicios y de las enfermedades extranjeras “que van infectando a los pueblos comerciantes”. CONSIDERACIONES FINALES Como rápidamente hemos visto, la obra de Molina posee muchas aristas de estudio desde la historia social y cultural de la ciencia. Por ahora, es una completa incógnita cómo afectaron las líneas epistemológicas y prácticas científicas dominantes en la Accademia delle Scienze dell’Istituto di Bologna en la obra del naturalista chileno. No olvidemos que en el desarrollo de la ciencia moderna se produjo un modelo de migración institucional que legitima el nuevo conocimiento científico. El viaje de filósofos naturales y matemáticos de la universidad a las diversas cortes europeas, que concluyó en su ingreso en diversos tipos de academias, es un complejo y problemático proceso de construcción y legitimación del conocimiento científico y autodefinición socio-profesional (Biagioli, 2008, 19). El estudio de los mecanismos colectivos de elaboración del conocimiento y las prácticas científicas al interior de la Accademia delle Scienze de Bologna representa un elemento importantísimo para comprender cabalmente la obra científica del naturalista chileno. Por otra parte, incorporar en el análisis histórico unas relaciones tan problemáticas e inestables entre la Monarquía española y el núcleo jesuita exiliado en Italia es fundamental para comprender el contexto científico en el que actuó el naturalista chileno. Los jesuitas siguieron siendo un grupo especialmente incómodo para la Monarquía a pesar del exilio, cuya relación seguirá siendo bastante contradictoria. Por una parte, España necesitaba de los jesuitas debido a su alto conocimiento de la realidad americana y así poder combatir la extendida leyenda negra que recaía sobre la ciencia española (Navarro Brotons y Eamon, 2007); por otra, los jesuitas seguían necesitando del apoyo de la Monarquía (especialmente el económico) para poder seguir con sus proyectos literarios. La ingente cantidad de memoriales jesuitas dirigidos al Rey pidiendo ayuda económica, sin duda, también condicionó la producción intelectual de los jesuitas en Italia. Las pensiones que se les otorgaban a doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 los jesuitas en premio a sus obras literarias terminaron por convertirse en instrumentos de disciplina y de ejercicio de poder más que en acciones que reflejaban la “gracia real” (Guasti, 2006). NOTAS Recibido: 11 de enero de 2011 Aceptado: 20 de febrero de 2011 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5012 * Este artículo forma parte del proyecto de investigación “Naturalistas y viajeros en el Mundo Hispánico. Aspectos institucionales, científicos y docentes” (HAR2010-21333-C03-02) a cargo del Dr. Miguel Ángel Puig-Samper financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1 Juan Ignacio Molina también formó parte de otras sociedades y academias científicas en Italia, aunque de manera simbólica, pues su avanzada edad y problemas de salud le impedían asistir a las reuniones y participar activamente. Entre estas sociedades y academias científicas se encuentran además de la Academia de las Ciencias del Instituto de Bolonia: a) Sociedad Médica de Bolonia (1805), b) Ateneo (1805), c) Real Instituto Italiano de Ciencias y Letras fundado por Napoleón, d) Academia ARBOR Vol. 187 FRANCISCO ORREGO GONZÁLEZ En suma, en un intento por entregar explicaciones alternativas sobre algunos de los elementos que configuran la descripción de la naturaleza que hace Juan Ignacio Molina nos ha llevado a transitar por diversos enfoques históricos estableciendo puentes que nos parecen muy necesarios para entregar algunas respuestas más reales. En el caso del naturalista chileno, partir de una reflexión histórica que entienda el exilio que vivieron los jesuitas americanos como un espacio de elaboración, normalización y comprobación del conocimiento científico, y como un paso necesario para la construcción de una comunidad científica con una identidad epistemológica particular, es importante que se tenga en cuenta al momento de estudiar la obra científica del naturalista chileno. Con esto, se puede establecer el concepto de ciencia, de naturaleza y la metodología utilizada por Juan Ignacio Molina dado que su relato representa una forma de literatura científica “sin residencia fija” que traspasa fronteras tanto territoriales como no territoriales. La literatura de viajes durante los siglos XVIII y XIX, sus maneras cambiantes de escritura y lectura, fue especialmente representativa de esta dinámica cultural fruto de las modificaciones cada vez más rápidas en los espacios políticos, económicos y sociales que se vive especialmente desde la segunda mitad del siglo XVIII (Ette, 2008, 15). Molina no sólo refleja al escribir en italiano (un aspecto que aquí no tocamos) las disputas sobre el lenguaje que debía utilizarse en la práctica científica en la Italia de fines del 700’, sino también simboliza ese tipo de escritores que salen de su escenario intelectual original y que practican un tipo de escritura des-centrada, tan característica de los distintos “destierros intelectuales” que se han producido en diversos períodos de la historia universal. de los Filodicologi (1811), e) Academia de los Felsinei (1822), f) Academia de los Georgofili o Agraria (1817) y, por último, fuera de Bolonia, g) la Academia Truentina de Ascoli. 2 Las memorias de historia natural leídas por Molina en las adunanze de la Accademia delle Scienze di Bologna fueron publicadas en un volumen formado por dos tomos. La publicación estaba comprendida por catorce memorias referidas a muy diversos temas de investigación: a) Sulla porreta, b) Osservazioni sulla fisica constituzione e sui prodotti minerali della montagna Bolognese, c) Sulla coltivazioni degli Ulivi, d) Sulla Marne, e) Il caffé, f) Analogia meno observate dei trei regni della Natura, g) Il giardini inglesi, h) La balene, i) Sulla propagazione degli alberi e specialmente degli abeti, j) Sul carbone, k) Sul Potosí, monte argentifero del Perú, l) Sulla propagazione succe- 751 septiembre-octubre [2011] 961-976 ISSN: 0210-1963 973 Nº 751 JUAN IGNACIO MOLINA Y LA COMPRENSIÓN DE LA NATURALEZA DEL FINIS TERRAE 974 siva del genere umano nelle diverse parti delle terre, ll) Sul cacao y, m) Sopra lo Zucchero. 3 En 1657 Sanson D’Abbeville publicó una colección de cartas geográficas de América, basada en la recolección de diversas fuentes, particularmente algunos cronistas españoles. En esta recopilación se incluyó una carta de Chile, probablemente basada en la carta que Alonso de Ovalle adjuntó en su histórica relación. La carta lamentablemente se perdió, pero se encuentran unas versiones de 1669 y 1670. En esta última se incluyen referencias a la famosa Ciudad de los Césares, ubicándola cerca de Chiloé. BIBLIOGRAFÍA Baffetti, Giovanni (1997): Retorica e scienza. Cultura gesuitica e seiciento italiano, Bologna, CLUEB. Barona Vilar, Josep Lluís (2003): “La Ilustración y la historia de las ciencias”, en Josep Lluís Barona Vilar, Javier Moscoso, y Juan Pimentel (eds.), La Ilustración y las ciencias. Para una historia de la objetividad, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, pp. 69-87. Barros Arana, Diego (1884-1902): Historia general de Chile, 2.ª edición, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000, tomo VII. Biagioli, Mario (2008): Galileo cortesano. 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However, it is also true that during the Roman as well the Gothic domination, the peninsular inhabitants were known as “hispani”, as Sánchez-Albornoz sarcastically alleges. In addition, this article includes a number of quotations from Latin, Gothic and Spanish writers of the Middle Ages and the Renaissance, references which bear witness to a feeling of belonging to an old country called “Hispania” or “España”. KEY WORDS: Cadiz Constitution; Spain; spaniards; Hispania; hispani; Arab invasion; Américo Castro; Claudio Sánchez-Albornoz; Alfonso X. Compartir un espacio geográfico y unas experiencias históricas no implica comulgar con ideas y creencias ni adoptar el modo de vida de una comunidad. Uno puede sentirse más cercano a un asiático o a un americano residente en el otro extremo del mundo que a los vecinos de su mismo barrio. Pero nada tienen que ver las afinidades electivas con el empeño en ignorar, moda reciente, que España es una realidad histórica. Justo es reprobar las páginas negras de nuestra historia, parecidas en sordidez a las épocas de expansión y dominio de otras naciones, y abominar de los gobernantes tiránicos que oprimieron a su propio pueblo, tan semejantes a los déspotas de cualquier otro país. Sin embargo, sorprende que incluso los extranjeros críticos con España tengan una idea más amplia, precisa y nítida de nuestro país que algunos españoles de hoy. La moda de tergiversar los datos históricos ha adquirido tanto glamour intelectual que algunos escritores y articulistas sostienen que España como nación data del siglo XIX RESUMEN: El autor aporta argumentos en favor de la realidad histórica que llamamos España. Sostiene que reconocer a la Constitución de Cádiz de 1812 como origen de la España política actual no implica que nuestro país careciera de identidad nacional antes del siglo XIX. Y expone la controversia de Américo Castro y de Claudio Sánchez-Albornoz sobre la génesis histórica de España para concluir que, si bien antes de la invasión árabe no había “españoles”, vocablo provenzal del siglo XI como advierte Castro, también es cierto que durante la dominación romana y goda los peninsulares eran “hispani”, como alega con sorna Sánchez-Albornoz. Además, se recogen citas de autores latinos, godos y españoles tanto medievales como renacentistas que testimonian su sentimiento de pertenecer a un viejo país llamado Hispania o España. PALABRAS CLAVE: Constitución de Cádiz; España; españoles; Hispania; hispani; invasión árabe; Américo Castro; Claudio SánchezAlbornoz; Alfonso X. o, como mucho, del XVIII. Para promover sus fines ideológicos, no siempre confesos, distorsionan los hechos del pasado al reflejarlos en los espejos convexos o cóncavos de sus intereses partidistas. Cierto que, al grito de ¡Vive la nation!, las milicias de la Revolución Francesa organizadas por la Convención Nacional vencieron a los realistas en la batalla de Valmy. Pero cuando el movimiento romántico dio en sacralizar la nación, que encarnaba el espíritu del pueblo (Volkgeist), inoculó el virus nacionalista –ostentación patológica de superioridad– en el organismo sano de cualquier pueblo interracial asentado en un territorio a lo largo del tiempo. En todo caso, la nación concebida como pueblo es una realidad cultural que no debe identificarse con una determinada estructura jurídica del Estado. El hecho de que la España política actual provenga de la Constitución de Cádiz de 1812, no significa que antes del siglo XIX España careciera de identidad nacional, porque la nación Nº 751 ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES no es un término unívoco. En su acepción primaria es un sentimiento telúrico que se nutre del humus de la patria. Metáforas emocionales que pertenecen a distintas dimensiones temporales: la nación es el presente y el futuro de un pasado común que se percibe como patria. La nación es designio; la patria, nostalgia. Pero tampoco la patria es unívoca. Adopta acepciones diferentes y aun opuestas: hay patriotas del poder y patriotas del saber; patriotas del dogma y patriotas de la libertad; patriotas aldeanos y patriotas ecuménicos. El vocablo nación, como concepto unitario aplicado a los habitantes de la Península e islas Baleares, se empleó desde finales de la Edad Media. En la segunda mitad del siglo XV, el corregidor de Toledo don Gómez Manrique, tío del poeta Jorge Manrique, en su Regimiento de Príncipes, libro que dedicó a los Reyes Católicos, llamó “Señor de nuestra nación” a don Rodrigo, el último rey godo que “perdió todas las Españas” (Manrique, 1984, 7.ª estrofa). Y en los primeros años de aquel siglo, Pedro López de Ayala también mencionó en su Rimado de Palacio a catalanes, lombardos y escoceses como naciones de Europa. Eso explica que algunos políticos de nuestra democracia hayan difundido que Cervantes llamó a España “nación de naciones”, expresión que no he encontrado en los textos de Cervantes. Quizá se refieran al pasaje de Los trabajos de Persiles y Sigismunda donde un personaje dice: “Yo... soy extranjero y de nación polaca; muchacho salí de mi tierra y vine a España, como a centro de los extranjeros y a madre común de las naciones” (Cervantes, 1970, III, cap. 6). No está claro que se aluda a naciones peninsulares, sino a otras naciones europeas dominadas entonces por España, como sugiere el personaje al declararse de nación polaca. En cambio, Cervantes sí escribió que Sansón Carrasco se burló de don Quijote llamándolo “honor y espejo de la nación española” (Cervantes, 1998, II, 682). Ya advirtió Ortega y Gasset que la nación, como proyecto sugestivo de vida colectiva, es el precipitado de un Estado mestizo y plurilingüe que, tras la unificación política, adopta una lengua común. Así que la unidad lingüística es el efecto, no la causa, de la unión política. La Constitución de 1978, fecundada por el espíritu liberal de 1812, declara en su artículo 2 que “se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y recoge y garantiza el derecho 978 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 977-982 ISSN: 0210-1963 a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. No es una cláusula ornamental, sino la piedra angular de la convivencia democrática de los ciudadanos. Sin embargo, en estos últimos años, la vida política en España parece marchar por el carril contrario de las sociedades avanzadas. Según los ideólogos de la España autonómica, somos de hecho un Estado plurinacional, mientras que Estados Unidos, Canadá, México, Argentina, Brasil, Alemania y muchos otros países se han estructurado como una Nación pluriestatal, lo que les ha permitido descentralizar los órganos de poder sin menoscabar la unidad básica de una sociedad plural. El debate sobre la nación remite a la cuestión de qué entendemos por España y los españoles. Y mientras que la nación es un impulso y la patria una evocación, España es además una noción histórica y una concreción geográfica. Incluso José Álvarez Junco, cuyo ensayo histórico Mater Dolorosa, editado a principios de este siglo, ha suscitado no pocas interpretaciones torticeras, reconoce que las fronteras de la estructura política llamada España “se han mantenido básicamente estables a lo largo de los últimos quinientos años, fenómeno digno de estudio y aun extraordinario si se tiene en cuenta la enorme fluidez fronteriza del continente europeo durante ese período. Por muchos que hayan podido ser sus problemas en el siglo XX, la española ha sido la identidad política de mayor éxito de las surgidas en la península Ibérica durante, digamos, el último milenio” (Álvarez Junco, 2001, 20). En el siglo pasado, Claudio Sánchez-Albornoz estudió en su España, un enigma histórico las raíces de la génesis histórica de España, brotadas mucho siglos antes que la marea islámica alcanzara las tierras peninsulares, hito cronológico que Américo Castro había propuesto en España en su historia, reeditado con el título La realidad histórica de España. En un ensayo posterior, Los españoles: cómo llegaron a serlo, Castro advirtió que bajo el Imperio Romano y durante la dominación de los godos, los peninsulares aún eran hispani. Sorprendente conclusión que cualquiera suscribiría nada más saber que el gentilicio “español”, registrado desde fines del siglo XI y de origen provenzal, designaba a los habitantes de los reinos cristianos de la Península. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5013 Estos dos ensayos de Américo Castro se reeditaron juntos en Taurus con el título Sobre el nombre y el quién de los españoles. Más ceñido a la realidad hubiera sido aunarlos bajo el rótulo Cómo los hispani pasaron a llamarse españoles. Sin embargo, empeñado en que los hechos del ayer rimaran con sus afecciones e ideas personales, la ambición ontológica le exigió ocuparse de cómo empezó a haber españoles o de cómo llegaron a serlo a raíz de la invasión islámica que, según él, actuó como partera, aunque la criatura ya llevaba muchos siglos en el mundo. Tantos llevaba que su idioma, el latín corrupto o romance, lo hablaban todos en Al-Ándalus, incluso el califa Abderramán III y los nobles de estirpe oriental que eran bilingües, como anotó Sánchez-Albornoz en su España, un enigma histórico. Y en el mismo pasaje, Sánchez-Albornoz cita al arabista Emilio García Gómez: “Hoy empezamos a entrever con claridad la importancia que tenía el bilingüismo en la España musulmana y la esfera reducida a que dentro del país se hallaba confinado el árabe puro” (Sánchez-Albornoz, 1956, I, 143). No es de extrañar que, además de Sánchez-Albornoz, refutaran las tesis de Castro un buen número de eruditos desde posiciones historiográficas diversas y aun opuestas entre sí. Castro las rechazó con expresiones dictadas por su ancestral temperamento español que, mal que le pese, había heredado de los hispanos, de los iberos y demás integrantes de la población interracial de la Península e islas Baleares. En “Peculiaridad del tema español”, páginas publicadas entre los “Últimos escritos” incluidos en Sobre el nombre y el quién de los españoles, se quejó de que su “nueva visión del pasado español ha sido acogido con reacciones más propias de jauría de canes o de manada de lobos que de seres humanos” (Castro, 1973, 401). Improperios que traen a la memoria la disputa teológica doi: 10.3989/arbor.2011.751n5013 que, en el siglo VIII, mantuvieron el Beato de Liébana y el arzobispo Elipando de Toledo. Acabó como el rosario de la aurora: el monje llamó testículo del Anticristo al prelado, y éste al monje, borracho y farsante. Así se las gastaban ya los piadosos hispani. Es de suponer que entre los canes y lobos no incluya al autor de La formación de los dominios lingüísticos en la Península ibérica, puesto que es obra de un sabio lingüista alemán, así calificado por Castro en la “Nota final” de Los españoles: cómo llegaron a serlo. Su autor sostiene, según el propio Castro, que “la reaparición en los siglos medievales de las viejas características temperamentales de los españoles anteriores a Cristo... permite conjeturar que la acción del señorío romano sobre la personalidad arriscada y vehemente de los peninsulares no debió ser sino un sedante pasajero que no logró cambiar esencialmente el carácter y el destino de los hispanos” (Ibídem, 371). Ante refutación tan contundente de sus tesis, Castro sólo acierta a balbucear que “el señor [Kurt] Baldinger no dice de dónde salieron los españoles anteriores a Cristo” (Ídem). La objeción se las trae, por decirlo suavemente. RUBÉN CABA En otro ensayo editado cinco años después, “Español”, palabra extranjera: razones y motivos, Castro sostuvo en el capítulo “Cómo comenzó a haber españoles” que la traducción del vocablo latino hispani por españoles en la Primera Crónica General, compilada por orden de Alfonso X a fines del siglo XIII, tuvo “desastrosas consecuencias para la historiografía española”, porque “ambas palabras fueron dotadas de la misma dimensión espacio-temporal” (Castro, 1973, 79). Sinonimia que se oponía a su tesis de que antes del siglo VIII no había españoles en la Península. En todo caso, el agua hispana que sigue moviendo los molinos peninsulares viene de muy lejos. La realidad geográfica e histórica llamada España arranca de la dominación romana, cuyos historiadores y escritores de otras partes del Imperio llamaban hispanus al habitante o al oriundo de Hispania, topónimo de origen fenicio. La misma península que los griegos llamaron Iberia por el río Íber, hoy Ebro. Quien desee conocer el gran número de topónimos y gentilicios griegos de Iberia que han llegado hasta nuestros días, no tiene más que leer el libro III de la Geografía escrita por Estrabón en el siglo I anterior a nuestra era. En cuanto a hispano, la primera mención aparece en un fragmento del latino Ennius, quien hacia el año 200 antes de J.C. escribió: “Hispane, non Romane memoretis loqui me”. Antonio García y Bellido, que aporta en sus Veinticinco estampas de la España antigua esta cita, la traduce así: “Acordaos de que me habéis oído hablar como hispano, no como romano” (García y Bellido, 1977, 214). Y conjetura que quizá se trate de un embajador hispano en Roma. García y Bellido señala que esta mención del vocablo etnicogeográfico implica que ya se empleaba el nombre de Hispania. Por su parte, Sánchez-Albornoz atribuye la irritación de Castro contra “la cantilena de ser españoles ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 977-982 ISSN: 0210-1963 979 Nº 751 ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES Séneca, Lucano, Marcial, Prudencio, etc.”, a su obstinación “en dar un corte tajante en la historia de España” (Sánchez-Albornoz, 1956, I, 123). Y le recuerda que Séneca profesaba un estoicismo con rasgos hispanos: “escribía en primera persona, refería obscenidades y porquerías y hablaba de sí mismo” (Ibídem, 127), propensiones compartidas por Marcial. Características, me permito añadir, que no provienen de ninguna “esencia” previa de lo hispano, sino de la “existencia” prolongada de grupos étnicos diversos en el mismo ámbito geográfico. En mis lecturas más placenteras también he encontrado testimonios de la peculiaridad hispana en el Ática romanizada bajo el gobierno de Marco Aurelio. En la segunda mitad del siglo II de nuestra era, el romano Aulo Gelio cuenta en sus Noches áticas que el retórico Antonio Juliano, a quien “se le reconocía como hispano por su acento” (Gelio, 1952, 140), “había traído de Hispania una declamación gritona, una facundia furiosa y disputante”. Y como Antonio Juliano tenía escuela pública de elocuencia, concluye Aulo Gelio “¿qué podía esperar de sus ejercicios en una lengua sin voluptuosidad, que lejos de agradar, asustaba a Venus y a las Musas?” (Ibídem, 141). Espero que nuestros amigos mexicanos sean indulgentes con nuestro hablar “golpeado”, vicio español de lejano y clásico arraigo. Los visigodos asumieron la concepción unitaria de Hispania, como reseñó San Isidoro de Sevilla en el primer tercio del siglo VII y no sólo en su muy citada “De laude Spaniae”, que sirve de introducción a su Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Sueborum. En sus menos frecuentadas Etymologiae especifica en latín que Hispania “está situada entre África y Galia, cerrada al septentrión por los montes Pirineos y rodeada del mar por todas partes. Es riquísima por la salubridad de su cielo, por su fecundidad en todo género de frutos y por la abundancia de gemas y metales” (Isidoro, 1951, 347). Luego menciona sus ríos principales –el Betis, el Miño, el Ebro y el Tajo– y las seis provincias establecidas por los romanos: Tarraconense, Cartaginense, Lusitania, Galecia, Bética y, en la región de África, la Tingitania. Y más adelante precisa: “Gades, isla (hoy península) situada al final de la provincia bética y que separa Europa de África; en ella están las columnas de Hércules” (Ibídem, 350). También los límites de Europa están señalados por San Isidoro de Sevilla en sus Etymologiae: “Europa, tercera parte 980 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 977-982 ISSN: 0210-1963 del orbe, empieza en el río Tanais (el actual Don), desciende al ocaso por el mar Septentrional hasta los fines de Hispania; sus partes oriental y meridional, destacándose del Ponto, están bañadas por el Mare Magnum (el Mediterráneo); y termina en la isla de Gades” (Ibídem, 343-344). Y en lengua castellana hay múltiples testimonios del sentimiento que prevalecía entre la gente común de pertenecer a un viejo país llamado España. En el siglo XII hay cinco menciones expresas a España en el Poema de Mío Cid. Valga de ejemplo la del verso 453: “D’aqueste acorro fablará toda España”. En la primera mitad del siglo siguiente, Gonzalo de Berceo cita a España en tres versos de los Milagros de Nuestra Señora y en seis de su Vida de San Millán. El más significativo de estos últimos quizá sea el de la estrofa 371 al quejarse del tributo impuesto por Abderramán: “Yacié toda España en esta servidumbre”. Y más adelante, en la estrofa 431, llama a San Millán “padrón de los españoles” junto con Santiago. Otro gran escritor medieval, el Arcipreste de Hita menciona, en la primera mitad del siglo XIV, cuatro veces a España en el Libro de Buen Amor, una de ellas en el verso de la estrofa 304: “más orgullo e más brío tienes que toda España”. Antes, en la segunda mitad del XIII, terminó de compilarse por orden de Alfonso X, rey de Castilla y de León, la Primera Crónica General, más conocida por Estoria de España. Ese texto incluye un pasaje de elogios a España inspirados en los encomios que, seis siglos antes, le había dedicado San Isidoro de Sevilla. Y lo que es más importante, en esta Primera Crónica General se lee que, antes de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), Alfonso VIII, rey de Castilla, se apartó “con los de Aragón et portogaleses et gallegos et asturianos”; y les dijo: “Amigos, todos nos somos españoles, et entráronnos los moros la tierra por fuerza et conquiriéronnosla, et en poco estidieron los cristianos que a essa sazón eran que non fueran derraygados et echados della” (Castro, 1973, 77). Al rey de Castilla y al rey de Aragón se les unió pronto el rey de Navarra. La idea de España como nación no se había olvidado cuando los reyes Isabel y Fernando enlazaron las coronas de Castilla y Aragón con el propósito de restaurar la unidad peninsular. Y se abstuvieron de titularse reyes de España por no ofender al rey de Portugal, quien también se consideraba monarca de una parte de España. Pero, con el establecimiento en 1480 del Consejo Supremo de la Inquidoi: 10.3989/arbor.2011.751n5013 Durante el reinado de Isabel y Fernando, Antonio de Nebrija compuso la primera Gramática Castellana (1492), y también un Vocabulario latino-español (1492), al que siguió otro español-latino (1495) y un libro de temas arqueológicos: Antigüedades de España (1499). Nada tiene de particular, pues, que Colón llamara La Española a la isla que luego se conocería por Santo Domingo. Y que Hernán Cortés, antes de iniciar el asedio de México-Tenochtitlán, solicitara de Carlos I la designación de Nueva España para el país que se proponía conquistar. En las crónicas de Indias hay frecuentes referencias a los españoles y a España como nación. Valga de muestra la dedicatoria de Francisco López de Gómara en su Historia General de las Indias a “Don Carlos, Emperador de Romanos, Rey de España, Señor de las Indias y Nuevo Mundo”. Pocas líneas después menciona a “vuestros españoles”, quienes “toman alegremente [el trabajo y el peligro], así en predicar y convertir como en descubrir y conquistar”. Y añade: “Nunca nación extendió tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas” (López de Gómara, 1979, 7). Alarde tan reprobable para la sensibilidad actual como admirable para los europeos de entonces. A mediados del siglo XVI, Luis de Camoens, quien también compuso en castellano poemas y fragmentos de algunas comedias, en el canto I de Os Lusíadas llama a los portugueses “una gente fortísima de España”. También de Camoens es la expresión: “Portugueses y castellanos, porque españoles lo somos todos”, según recoge Claudio SánchezAlbornoz en su España, un enigma histórico (Sánchez-Albornoz, 1956, II, 478, 497). En pleno apogeo de las letras españolas, las mentes más alertas percibieron el declive imperial. Cervantes plasmó su tristeza risueña en el Quijote. Y Quevedo su desánimo en el soneto que acaba: “Y es más fácil, ¡oh, España!, en muchos modos, / que lo que a todos les quitaste sola / te puedan a ti sola quitar todos”. Años antes, Lope de Vega había criticado en La Arcadia un hábito nacional que aún doi: 10.3989/arbor.2011.751n5013 perdura: “¡Ay, dulce y cara España, / madrastra de tus hijos verdaderos! / ¡Y con piedad extraña, / piadosa madre y huésped de extranjeros!” Quienes reducen la existencia de España a una organización estatal que nace a principios del siglo XIX o finales del XVIII pueden profesar la ideología que prefieran, pero no ignorar los testimonios que, a lo largo de los siglos, han recogido los textos literarios en latín y en román paladino. Incluso en catalán. En el siglo XIX el poeta épico Jacint Verdaguer cantó La batalla de Lepant conducida por el castellano Juan de Austria y por su lugarteniente general el barcelonés Lluís de Requesens. “¡Naus d’Espanya, sempre avant!”, escribió Verdaguer en su poema. Por cierto que Lluís de Requesens murió en Bruselas siendo el gobernador general de los Países Bajos, tras haber sustituido al Duque de Alba. Y en la segunda mitad del siglo pasado, el escritor José Bergamín, antes de retirarse en sus postrimerías a Hondarribia (en español, Fuenterrabía), había pregonado que San Ignacio, nada castellano, era muy español. También la conducta de Bergamín, errática, temperamental, extremosa, tenía no poco de española. RUBÉN CABA sición, aparato represivo con que la Europa medieval había combatido las herejías, los Reyes Católicos esparcieron las semillas de la decadencia que, desde el subsuelo de las grandezas imperiales, brotaría un siglo y medio después en la nación española. Aunque cualquier ciudadano de la España actual puede defender por la vía democrática la absoluta independencia de su región –o nación, si lo prefiere–, sus deseos no lo facultan para distorsionar la realidad histórica. Los vecinos de la ciudad de Reus, digamos, pueden abogar por la independencia política y administrativa de su comarca, pero faltarían a la verdad si negaran que ellos son tarraconenses, catalanes, españoles y europeos. Ya en el siglo XIII los reinos de Castilla y León habían conocido un prerrenacimiento cultural bajo Alfonso X, con razón llamado el Sabio, que se titulaba Rey de las Tres Religiones como hubiera podido declararse de todas las religiones y creencias a las que se acoge la indefensión humana. No es de extrañar que la clerecía de su tiempo lo tildara de blasfemo por haber dicho, según refiere Diego de Colmenares en su Historia de la insigne ciudad de Segovia, “en secreto y en público que si asistiera a la creación del mundo, algunas cosas se hicieran diferentes” (Colmenares, 1969, I, 405). Y cuando un monje le pidió en el Alcázar de Segovia que se retractara de sus irreverentes palabras, el Rey le “respondió airado teniendo el aviso por atrevimiento a la majestad real” (Ibídem, 405, 420). Como cabía esperar, la maliciosa ignorancia de su tiempo, que siempre consiARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 977-982 ISSN: 0210-1963 981 deró delito su saber, vio en el rosario de infortunios con que acabó su vida el castigo divino de su impiedad. Más Nº Alfonsos sabios necesita la España del futuro, cualquiera que sea su organización política en democracia. 751 ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES BIBLIOGRAFÍA Recibido: 9 de diciembre de 2010 Aceptado: 9 de mayo de 2011 982 ARBOR Vol. 187 Álvarez Junco, José (2001): Mater Dolorosa, Madrid, Taurus. Camoens, Luis de (1982): Los Lusíadas, Barcelona, Orbis. Castro, Américo (1973): Sobre el nombre y el quién de los españoles (incluye los ensayos Los españoles: cómo llegaron a serlo y “Español”, palabra extranjera: razones y motivos), Madrid, Taurus. Cervantes, Miguel de (1998): Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Instituto Cervantes-Crítica. Cervantes, Miguel de (1970): Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Madrid, Castalia. Colmenares, Diego de (1969): Historia de la insigne ciudad de Segovia, Segovia, Academia de San Quirce. García y Bellido, Antonio (1977): Veinticinco estampas de la España antigua, Madrid, Espasa-Calpe. 751 septiembre-octubre [2011] 977-982 ISSN: 0210-1963 Gelio, Aulo (1952): Noches áticas, Buenos Aires, Espasa-Calpe. Gonzalo de Berceo (1976): Obras completas, México, Editorial Porrúa. Isidoro, San. Arzobispo de Sevilla (1951): Etimologías, Madrid, BAC. López de Ayala, Pedro (1993): Rimado de palacio, Madrid, Cátedra. López de Gómara, Francisco (1979): Historia General de las Indias, Caracas, Editorial Ayacucho. Manrique, Gómez (1984): Regimiento de príncipes, Ocaña, Editorial El Crotalón (facsímil). Poema del Cid [Cantar de Mío Cid] (1960): Madrid, Espasa-Calpe. Ruiz, Juan. Arcipreste de Hita (1973): Libro de Buen Amor, Madrid, Gredos. Sánchez-Albornoz, Claudio (1956): España, un enigma histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5013 ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 983-992 ISSN: 0210-1963 doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL THE FREEDOM OF EXPRESSION AND THE SEXUAL LANGUAGE IN BOTH THE ZOUGLOU AND THE COUPER DECALER MUSIC FROM IVORY COAST Yao Koffi Lingüística Hispánica Universidad de Cocody-Abidjan BPV 34 Université de Côte d’Ivoire [email protected] ABSTRACT: This study deals with lexical creation taking in account sex and sexual issues in Côte d’Ivoire. Through musical genres such as “zouglou”, “couper décaler” and “nouchi” language, the ivorians way of speaking will be invaded with words and expressions such as: “pinhou”; “gnangni”; “Kpètou”; “casser le kpètou”; “laver le gléi”; etc. In sum, these linguistic facts are underlined in this study. RESUMEN: Este estudio trata del proceso de creación léxica referente al sexo y a la vida sexual en Costa de Marfil. Mediante los géneros musicales: el “zouglou”, el “couper décaler” y el lenguaje “nouchi”, el habla de los marfileños se verá sembrada de palabras y expresiones tales como: “pinhou”; “gnangni”; “Kpètou”; “casser le kpètou”; “laver le gléi”; etc. En suma, son estos fenómenos lingüísticos que se recogen en esta investigación. KEY WORDS: “zouglou”; “nouchi”; “kpètou”; “bangala”; “pinhou”. PALABRAS CLAVE: “zouglou”; “nouchi”; “kpètou”; “bangala”; “pinhou”. INTRODUCCIÓN El auge de los medios masivos de comunicación, desde el siglo XX, ha inaugurado, sin duda alguna, un nuevo orden en cuanto a las posibilidades comunicativas entre los pueblos. El desarrollo tecnológico coincidente con la consecución de unos cambios positivamente apreciables en materia de libertades de expresión ha contribuido al nacimiento de unos fenómenos lingüísticos y sociolingüísticos importantes y muy significativos en países como Costa de Marfil. Resaltan dos hechos: la libertad en el proceso de creación lingüística referente al léxico sexual y la transformación de las costumbres, planteamientos culturales, psicológicos o mentales respecto al mismo. Puede decirse que las distintas modalidades de expresión del sexo y las conductas sujetas a ello evidencian la diversidad y la complejidad de los grupos humanos. Cada pueblo tiene un concepto particular y desarrolla una forma de expresión particular en cuanto a las formas de manifestar su sexualidad. De hecho, en cada punto del planeta, la valoración del sexo está basada en unas creencias de origen ancestral. Este trasfondo sociocultural lo convierte en parte importante de la tradición y de los pueblos. En este sentido y a modo de ejemplo, las culturas gitanas al igual que las musulmanas recomiendan que la novia vaya virgen al matrimonio. Este estado de pureza, concede honor y la dignidad tanto a la novia y a su familia. Su ausencia se percibe como una afrenta que puede tener consecuencias graves, hasta la repulsa de la novia como miembro de su familia. Dentro del mismo marco, mencionaremos a los bété (pertenecientes al grupo krou al suroeste de Costa de Marfil), pueblo que también se caracteriza por la peculiaridad de sus costumbres y hábitos sexuales. Según la tradición bété, es obligado que la mujer permanezca en la familia de su difunto marido y se case con un pariente como puede ser el hermano. Entre los akan (baulé, anyi, etc.) de este mismo país, se practica este mismo rito pero la mujer tiene el derecho a permanecer en la familia del difunto, si tal es su deseo, y puede elegir libremente casarse o no con un pariente de dicha familia. Nº 751 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL Así, las prácticas sexuales pueden resultar unas extrañas, otras curiosas y escandalosas según los pueblos y sociedades. Por encima de este conjunto de costumbres, nos interesa particularmente entender el lugar que ocupa el sexo y el tratamiento general que se le concede en términos de educación y por lo tanto de comunicación. A lo largo de las observaciones efectuadas en base a los datos recopilados sobre numerosos pueblos, tal como lo indicamos en líneas anteriores, nos pareció llamativa la actitud refractaria de los pueblos a la hora de hablar de sexo. Durante la realización de las encuestas, entre los mayores, nos enfrentamos a mucho escrúpulo o cierta timidez en cuanto se evocaba la cuestión del sexo. Siempre ha parecido un tema tabú mantenido en silencio. Al parecer, a pesar del lugar tan importante que ocupa el sexo entre las poblaciones africanas, el sexo fue, durante largo tiempo, el gran ausente de los debates. Tiene nombre, pero no se nombra el sexo por no transgredir la tradición. Ni se habla de sexo, por no parecer vulgar e indigno ante el grupo social. Representa el auténtico tema tabú; y como tal se convierte en un misterio. Entre los akan de Costa de Marfil, es parte importante de los múltiples “prohibidos” de los cuales no procede hablar, ni nombrar bajo ningún precepto. Por ejemplo, en las conversaciones, se suelen eludir ciertas palabras que nombran el sexo. Frente al término “twa”, se prefieren unas expresiones eufemísticas que aludan al sexo: “yasua lika” (parte masculina); y para el sexo femenino “kôh”, se prefiere “bla lika” (parte femenina). El lenguaje del sexo (Ginoux-Pouyaud, 1999) está sujeto a una conducta sexual. Se supone así que el hecho de eludir el tema en la conversación está ligado al tipo de conducta y la mentalidad desarrollada respecto a ello. Denota toda la seriedad que estas tradiciones otorgan al sexo para lo cual exigen una conducta modélica, saludable y responsable. En otros términos, y según esa percepción, hablar del sexo en público, sin miramientos, sobretodo, ante los jóvenes constituye una conducta vulgar que refleja la decadencia en cuanto a las prácticas sexuales. En la actualidad, se puede observar un cambio de conducta respecto a la forma de percibir y tratar del sexo a nivel lingüístico y comunicativo. Notamos un hecho muy significativo relacionado con el cambio generacional; es decir, si durante largo tiempo pudo imperar la tradición, hoy en día, entre los marfileños, observamos el resurgimiento de una nueva conducta sexual desarrollada por la nueva generación; al menos muy diferente de lo que se prodiga- 984 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 ba antiguamente. Las diferencias se observan de manera destacada entre la población de quince a treinta y cinco (15-35) años y la que rodea los cincuenta años (50). Son generaciones muy diferenciadas tanto por la edad como por el contexto socioeducativo en el que se formaron. Ante este planteamiento, nos preguntamos qué hechos pudieron motivar este fenómeno que consideramos una verdadera revolución en el tratamiento sexual en Costa de Marfil. De hecho, el sexo ha dejado de ser el objeto prohibido de antaño. Está presente en casi todo lo que se dice y todo lo que se hace entre los marfileños. Frente a estos cambios generacionales y socioculturales consideramos necesario analizar las transformaciones que se han operado al nivel lingüístico y sociolingüístico. Por consiguiente, queremos dar a conocer y analizar los hechos lingüísticos junto con la conducta sexual de los marfileños. Así, nuestro objetivo es entender cómo se expresa y cómo se practica el sexo en Costa de Marfil; es decir, comprender cómo se manifiesta el paso del tabú lingüístico a la expresión de la sexualidad en su dimensión verbal y conductual. Desde el punto de vista cultural, los intelectuales desempeñaron un papel destacado en los cambios que se han ido operando en la sociedad marfileña. Son los precursores de la novela sentimental (Binton Coulibaly, 2000) quienes rompieron el hielo y sin rodeos hablan de las relaciones matrimoniales y extramatrimoniales de los marfileños. Lo cual representa ya un cambio psicológico y moral importante en la sociedad. Desde este momento, se inicia una nueva forma de reflexionar y de abordar las cuestiones sexuales al margen de las obras musicales sexistas del “zouglou” en los años 1990. Su conocimiento del fenómeno y la nueva lectura que propone tuvieron un impacto decisivo en la sociedad marfileña. Trató de romper claramente las barreras intelectuales y culturales mediantes unas historias breves y una crítica abierta de las relaciones sentimentales, sexuales o íntimas desarrolladas por los jóvenes. Junto a esta enorme fuente de información que representó esta novela, recurrimos a la investigación de campo para alimentar nuestro glosario. Elegimos, por un lado, un gran centro urbano que es la ciudad de Abiyán, capital de Costa de Marfil, donde procedimos a la recogida de datos lingüísticos recorriendo diferentes barrios muy representativos de las clases sociales como: Adjamé, Yopougon y Cocody. Elegimos otra fuente muy importante como la prensa, y luego escogimos la música y especialmente los génedoi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 I. ÉTICA SOCIAL, TABÚES LINGÜÍSTICOS Y SEXO La cuestión del sexo ha sido un tema tabú en la mayor parte de las culturas del mundo. Era algo oculto y sagrado que muchas tradiciones ya prohibían nombrar públicamente. El nombrarlo exponía a sufrir ciertas represalias cuando no una condena por violar el espíritu de unas tradiciones ancestrales. Hoy en día, en diversas comunidades, se sigue tildando de vulgar a quienes nombran sin rodeos el sexo. Los baulé procuran eludir siempre que se puede el término “twa” (órgano genital masculino) o “kôh” (sexo femenino). Por ejemplo, el empleo de este término “twa”, en la expresión “kalè twalè” (pagar una deuda) resulta indecente ante los mayores; sobre todo en los pueblos donde se vela todavía por el lenguaje pulcro. Se suele sustituir por la forma de expresión: “kalè tanilè”, cuyo empleo es preferido al primero. Los anyi de Sikensi usan únicamente la forma “kalè twalè”, por ello se les considera como un pueblo de habla vulgar y seco. La referencia al sexo se hace esencialmente por alusiones. La percepción del sexo tal como se acaba de presentar sigue teniendo, en muchos lugares, unas consecuencias socio-educativas importantes. En primer lugar, mirándolo por el buen lado, las reglas sociales tradicionales junto con las creencias, se plantean como una institución por la que, mediante la norma lingüística, se asesora y se educa a los individuos desde la valoración del sexo, llevando, por consiguiente, a una conducta sexual sana y responsable. En segundo lugar, considerándolo desde una doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 óptica crítica, puede decirse que, al contrario de lo que se pudo pretender, la ausencia de información debida a las prohibiciones lingüísticas (tabúes) fue más bien perjudicial para la sociedad. Hasta hace poco, los padres seguían sin informar ni educar a los jóvenes sobre el sexo. Por no caer en lo vulgar o por no sufrir el castigo del juicio popular se prefirió borrar el tema del sexo de la relaciones padreshijos. En este mismo sentido, entendemos la práctica de la ablación como una expresión manifiesta de la negación de derecho al sexo entre la mayoría de los pueblos de cultura musulmana y animistas. YAO KOFFI ros “zouglou” y el “couper décaler” que representan dos principales vías de expresión de los fenómenos referidos a la sexualidad. Por otro lado, nos pareció determinante segmentar a los informantes según dos grupos de edades. Así, seleccionamos a la población de entre treinta y cinco y sesenta (35 y 60) años; y la de quince a treinta y cinco (15-35) años, por ser, al parecer, una fuente de información importante; la que más interés tiene y más habla abiertamente de sexo. Para ello, nuestros informantes fueron los alumnos y los estudiantes. Todos nos ofrecieron unos datos enriquecedores y altamente significativos que se apreciarán en este trabajo. Hablaremos del sexo desde las creencias y tradiciones mitológicas hasta las prácticas a las que está siendo sometido entre los marfileños. Nuestro análisis nos lleva a considerar estas prácticas como una manifestación de la ausencia de libertad de expresión que caracterizó las costumbres de diversos grupos sociales. Los pueblos, por lo general, se encontraban cautivos en unas sociedades que, por ignorancia o por servidumbre cultural, rehuían ciertos objetos y fenómenos de la vida, como ha sido el caso de la sexualidad. Este período de ceguedad cultural, desde nuestro punto de vista, afortunadamente tiende a desaparecer a favor de una nueva era donde los hombres empiezan a enfocar la realidad con una mirada distinta. Del tabú, ya pasamos a experimentar, desde hace algunos años, las formas más abiertas de expresión sexual. No obstante, a continuación, desde la observación crítica y la experiencia de lo vivido, procede analizar, junto a las conductas sexuales, el lenguaje o la expresión de la sexualidad tal como se vive en la actualidad en la sociedad marfileña. II. LAS EXPRESIONES DE LA SEXUALIDAD Antes de exponer los datos registrados, quisiéramos hacer hincapié en las bases histórico-culturales y las creencias en las que se sustentan la vida sexual de la mayoría de los pueblos considerados. De hecho, las parejas están, inevitablemente, influidas por las expectativas culturales sobre las conductas que deben tener los hombres y las mujeres respecto de la sexualidad. En algunas sociedades se adquiere esta conciencia de forma abierta mediante la educación sexual; mientras que en otras se recibe esta educación de manera intuitiva puesto que apenas se aborda la cuestión sexual entre padres e hijos. Sea cual sea el método de aprendizaje o de educación sexual, crecemos dentro de un medio familiar y cultural que valida y estimula, en alguna ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 985 medida, el desarrollo de la sexualidad, enseñando, por lo general, todos los aspectos del erotismo y la vida sexual. Nº 751 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL 986 Antiguamente, los pueblos solían consagrar un culto profundo al sexo, puesto que se asociaba, generalmente, esta parte de la anatomía humana con la esencia de la humanidad. Representaba la vida misma en todas sus dimensiones física y metafísica y, como tal, era objeto de diversas creencias y simbologías mitológicas. Este concepto prevalece todavía entre muchas tribus que le conceden hasta la actualidad un valor sagrado. En la cultura occidental existe una serie de creencias y clichés culturales en relación con la sexualidad. Tuvo en ella una enorme influencia la cultura judeo-cristiana y más específicamente la iglesia católica. Ello ha derivado en una particular forma de “ver” la sexualidad, más bien asociada a la reproducción, en contraposición con la de oriente que vincula la sexualidad con la realización personal y trascendental. En efecto, en la mayoría de las antiguas culturas orientales, como la china, hindú y japonesa, la sexualidad es considerada como uno de los caminos posibles hacia la trascendencia y el desarrollo espiritual. Entre los pueblos de África, el sexo ocupa también un lugar importante en los cultos ancestrales. Los mitos, en este mismo sentido, abundan entre las tribus de Costa de Marfil. Una de sus formas de expresión más consolidada, se refleja en la idea del “blôlôbian” (del baulé; significa: marido del más allá). Casi todos los marfileños comparten la creencia generalizada, según la cual existe para ciertas mujeres un “marido de noche”, o “blôlôbian”, que se percibe como un espíritu masculino que mantiene relaciones sexuales o viola a la mujer mientras duerme. Suele decirse que dichas relaciones místicas son la causa de la infertilidad y diversas patologías sexuales que padecen algunas mujeres. niyan” (ritual attié) o el “adjanu” (ritual baulé) que son bailes sagrados, o rituales de exorcismo, exclusivamente reservados a las mujeres. A la hora de ejecutarse, las mujeres se desprenden de sus ropas, recorriendo desnudas el pueblo mientras los hombres se mantienen recluidos a cal y canto en las casas. Así, el sexo protege y salva. Pero, el sexo femenino sirve también para dar muerte. Una muerte espiritual que puede desembocar en la muerte física de las personas. De hecho, en muchas tradiciones, las madres invocan esta parte de su anatomía para echar el mal de ojo o maldecir a sus parientes más cercanos como pueden ser el marido y los hijos, cuando ella se siente profundamente ofendida o por otros diversos motivos: deslealtad, humillación y falta de consideración hacia ella, etc. Los usos lingüísticos referentes a las partes íntimas varían según las tradiciones y los pueblos. La experiencia nos enseña que el léxico sexual se transforma, se adapta a las épocas y a las representaciones culturales del momento. Hoy en día podemos observar que el lenguaje de la sexualidad se expresa bajo nuevas formas. En las culturas africanas, y la marfileña en particular, tal como se indicó arriba, en el apartado 1 de estas páginas, las creencias derivadas de los mitos llevaban a los pueblos a desarrollar una actitud religiosa, es decir, una forma altamente sagrada de representar moral y espiritualmente el sexo en tanto objeto de culto. Este concepto del sexo acarrea por consiguiente una forma de expresión decorosa. Lo cual se ejemplifica en el uso de una serie de términos eufemísticos a los que aludimos anteriormente. En el margen opuesto, la experiencia lingüística nos permite afirmar sin lugar a dudas que el decoro ha cedido frente a la vulgaridad; vean los ejemplos que se proponen a continuación. III. MÚSICA Entre las tribus akan, en particular, se considera el sexo como símbolo de vida y, a la vez, de muerte. La mayoría de las representaciones simbólicas de la procreación y la vida humana, aluden casi siempre, y de modo específico, al órgano genital femenino. Es costumbre entre los attié, baulé, abidji conjurar los maleficios por el sexo femenino. Por ejemplo, en tiempos de crisis, de desgracia, de epidemia, o cuando surge una plaga o un mal generalizado que azota a la comunidad, las mujeres se reúnen para conjurar el mal, en horas tardías de la noche, ejecutando el “gbékaARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 Y SEXO EN COSTA DE MARFIL La música, en tanto como género artístico, se ha convertido en el medio de expresión y de comunicación, por excelencia, con las masas o las poblaciones de Costa de Marfil. En efecto, en sus manifestaciones más mediatizadas y conocidas bajo las denominaciones “zouglou” y “couper décaler”, estilos musicales marfileños, la sexualidad representa una temática destacada y casi siempre presente. En este sentido, elegimos, por un lado, el “zouglou” porque según sus iniciadores y sus actuales animadores, es el doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 Antes, procede recalcar el proceso de transformación profundo que afecta en el cambio generacional a la sociedad marfileña. Al parecer, se han desarrollado en Costa de Marfil unos fenómenos socio-culturales y psicológicos bastante apreciables, que ponen en la escena pública el sexo como un modo de expresión y de actuación abierta, contrario al decoro y a las discretas conductas antiguamente contempladas. De modo evidente, el sexo ya no es un objeto tabú. Se habla de sexo en todos los medios y en todos los ámbitos sociales sin molestarse de modo alguno; lo cual nos muestra que el pueblo marfileño ha roto las barreras mentales y culturales tradicionales. Esta transformación se manifiesta en la conducta y un modo de expresión general. Así, bajo diversas terminologías (formales, vulgares y viciosas, etc.) analizaremos cómo desde el lenguaje popular y vulgar hasta las lenguas nativas se manifiesta este fenómeno lingüístico y socio-lingüístico nuevo. Veamos de entrada este término tan popularizado, en boca de todos los hablantes nativos como extranjeros: “kpètou”, sexo femenino (en “nouchi”, jerga popular de Costa de Marfil). Es un neologismo nacido del “nouchi” que alude al sexo femenino. Ha ido extendiéndose para inspirar un estilo de baile sensual muy popularizado hoy en día entre los nativos: le “kpètou”. De allí derivan expresiones como: “danser le kpètou”, es decir, bailar el “kpètou”. Esta expresión polisémica lleva dos significados: a) significa bailar al ritmo “kpètou” ejecutando los pasos, movimientos y otros gestos muchas veces obscenos del mismo; b) significa vulgarmente: hacer el amor. En este sentido se dan, doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 en la música zouglou, las letras: “je veux goûter à ton kpètou”; “ton kpètou est doux”; etc. Literalmente, pueden traducirse al español como: quiero probar tu coño (sexo); está bueno tu coño (sexo). Son expresiones muy usuales que se emplean en todos los ambientes, especialmente en los registros familiares e informales. El fenómeno sexual alimenta la imaginación produciendo así un volumen de unidades léxicas como muestra de la ingeniosidad o la creatividad lingüístico-artística que caracteriza a jóvenes artistas. Otros artistas “zouglou” como Yode y Siro, en “Signe zodiaque”, su producción del 2008, para aludir al sexo, emplean la palabra: “sous-sol” (del francés) que significa sótano. Se trata de una metáfora basada en este término que alude a espacios cerrados y enterrados a imagen del sexo femenino. De allí aparecen frases como: “Il faut rentrer ou pénétrer le sous-sol” o “le sous-sol est doux”, etc., que significan: hay que penetrar el sótano; el sótano está bueno, etc. YAO KOFFI medio de expresión apropiada de las realidades, así como de las aspiraciones profundas de la juventud. Además, con solo considerar los repertorios y las letras, uno se percata enseguida de que el “zouglou” constituye una auténtica fuente de creación en cuanto al lenguaje sexual entre los marfileños. Siguiendo un proceso de lexicogénesis, unos basados en neologismos, metáforas, y otros sin esquemas sistemáticos, este género proporciona una cantidad ingente de expresiones muy ilustrativas de la problemática lingüística que deseamos poner de realce en esta investigación. Por otro lado, habrá que considerar el “couper décaler” también desde la riqueza verbal que produce en cuanto a este mismo lenguaje. Propondremos a continuación unos cuantos usos y expresiones fraseológicas que someteremos a un estudio pormenorizado. Cuanto más neologismo o creación léxica referida al sexo, más ingeniosos parecen los llamados artistas-creadores. Asimismo, las obras más valoradas y vendidas son las que hablan de sexo, al proponer palabras nuevas para alimentar el fenómeno. Cuando no se refieren al sexo literalmente, siempre aluden a las partes íntimas o sensuales, las de la mujer en particular. Suelen ser los pechos, las caderas, las nalgas, etc. En este grupo de palabras, hallamos los términos como “bobara”, nalgas (del diula, lengua marfileña); llamado también “botcho”, en nouchi. De allí, proceden palabras como: “bobaraba”, nalgas resaltadas y grandes o el contrario, “bobarafitini”, nalgas pequeñas; convertidos en conceptos que, a su vez, se han convertido en otro estilo de baile que se centra en movimientos sensuales de la cadera y del trasero. Cuando Claire Bahi, artista moderna marfileña, dio a conocer el concepto de bobarafitini, lo quiso contraponer al primero (bobaraba), resaltando las virtudes de las nalgas pequeñas o llanas. Desde el punto de vista conceptual e “ideológico”, defendía la competencia en el acto sexual cuando una tiene un tipo delgado y una forma de nalgas llanas. Así, nos dice: “Qui a dit que quand c’est petit ça cogne pas” o “C’est petit mais ça mousse”; es decir: es pequeño pero matón; o pequeño pero que suda, etc. Al transgredir los tabúes, desde este proceso, se desmitifica la sexualidad al punto de aparecer, según las prácticas, ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 987 Nº 751 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL 988 como un objeto vulgar o una realidad más entre las prácticas sociales y humanas. Otro aspecto de la vulgaridad se nota en la manera de denominar el acto sexual. En una de sus canciones el artista zouglou Petit Denis, para aludir a la práctica sexual, utiliza el verbo “laler”: “arriver à l’otro, je n’ai pas encore lalé j’ai commencé à dja”. Este término, en su origen, aludía al teléfono móvil, “lalé", en nouchi. Se transpone al acto sexual por considerarlo como un objeto comercial barato. Los artistas marfileños, Yode y Siro, también nos dan esta imagen del sexo degradado y vulgar al nombrar el ano mediante otros términos como: “pays-bas” (países bajos), para representar esta parte íntima del hombre como un mundo localizado en las partes bajas. En este mismo sentido y desde esta misma creatividad en cuanto a lo sexual utilizan el verbo “grê” del “nouchi” para designar el acto sexual. Así, lo emplean en frases como: “s’il la laisse là, c’est toi il va grê dè”, es decir, si la deja, tú te acuestas con ella. Los neologismos sexuales son abundantes. Ningún aspecto de la vida sexual queda ajeno a este fenómeno sexual que aparece como un hecho social de moda. También tienen en su punto de mira a los homosexuales a los que se aluden como “lélé”. Cabe reconocer que la mayoría de los neologismos empleados son peyorativos. La mujer suele aparecer representada como: “wolosso”; “wohouwa”; “azoubaguéhi”, etc. Son otras tantas denominaciones que aparecen con el fenómeno Dj (Disk joker) en Costa de Marfil, que hace una caricatura despectiva de la mujer representada como un ser perverso, sin escrúpulo alguno. Son numerosos los procedimientos perifrásticos que usan los hablantes en los tratos habituales para aludir al sexo ya sea masculino, ya sea femenino, o a las actitudes sexuales de los mismos. Pero antes de proponer algunas de estas expresiones, es importante considerar las motivaciones profundas que subyacen al concepto; o sea, entender el pensamiento que acompaña sustancialmente las formas de expresión referidas. Al examinar el contenido semántico de la mayor parte de las denominaciones, pudimos notar la presencia de un trasfondo sentimental y conceptual que los jóvenes desarrollan acerca de la sexualidad. En efecto, unas veces, estas denominaciones ponen al descubierto el comportamiento sexual o el tipo de relación que se mantiene. Otras veces, informan sobre el acto o la práctica efectiva del acto sexual. Se habla de relaciones ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 extra-matrimoniales, relaciones lésbicas u homosexuales, la prostitución, etc. Sin embargo, para comprenderlo mejor, estructuraremos los campos según se trate del género femenino o masculino, por una parte, y de la denominación del sexo (masculino o femenino), del acto sexual, por otra parte. IV. DESIGNACIONES DEL SEXO Y LAS PRÁCTICAS SEXUALES La categorización terminológica y verbal que caracteriza el glosario sexual de los marfileños es bastante amplia. Observen que, aunque mayormente constituyan palabras sinónimas, cada una de las designaciones presenta, casi todas, un matiz o una sustancia sémica que toma en cuenta la particularidad de la unión o de relación que mantienen los hombres con las mujeres. Así, para designar a los hombres o a los amantes, los marfileños suelen recurrir a expresiones muy matizadas entre ellas, tales como: “mon payeur” (mi pagador); “mon allumeur” (mi encendedor); “mon bailleur de fond” (mi financiero); “mon vieux djo” (mi viejo marchoso); “mon gaou” (mi pánfilo, pueblerino), etc. Frente al proceso de creatividad en cuanto al lenguaje sexual, las múltiples denominaciones (Tchak, 1999), las justificaciones son diversas y, muchas veces, van sujetas al concepto de libertad, tal como se percibe en la sociedad moderna. Antes de ilustrar tales especificaciones en términos mayores, veamos algunos ejemplos. Propondremos a continuación los términos referidos a la mujer. 1. Designaciones de la mujer Paralelamente a unos pocos términos no marcados o neutros como “go”, para designar a la mujer amante, abundan los nombres como: “la côcôti”, (cerdo, en baulé); “la kotokoli”; “la daï”; “la djag”; “le kplo” (del baulé, significa piel; metonimia que asimila el sexo a la piel, por su textura elástica). Le “bovin” (significa buey; metáfora animal o animalización de la mujer); “mon bois” (significa literalmente bosque o coto privado); “les mange-mil”, (gorrión, se aplica a las chicas y significa: aprovechada); “freshnie” (neologismo basado en la palabra francesa: fraîche) significa chica joven. En la denominación “freshnie” se resalta la doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 2. El sexo femenino Para designar el sexo femenino se emplean diversos nombres: “kpètou”; “bas-fond”; “le gléi”; “le sous_sol”; “le fourreau”; “la zone”; “le kotokoli”; “le gnrin” (voz del bété); “le trou”; “le pot”; “le kôkôbou” (voz del boulé que traduce el recto, quizá por su apariencia lo asimilan al sexo femenino), “le zaza” (en la telenovela: “faut pas fâcher“). 3. Términos que designan el sexo masculino Al igual que al sexo femenino, para designar el sexo masculino, abundan las palabras: “le zizi”; “la taule”; “bangala”; “bakary”; “la bite”; “la queue”; etc. 4. El acto sexual o coito Para designar el acto sexual los jóvenes entre quince y treinta y cinco años (15-35) utilizan expresiones tales como: “tatali”; “grêure”; “wessage”; “grêli”; “la danse du va et vient”; “bouêli” (voz del baoulé), “enjaillement” (del inglés: enjoyment, disfrute); “mougouli” (del diula: molido, destrozo). Prescindimos de traducir la mayoría de tales términos por falta de equivalencias en español, al proceder generalmente del nouchi (jerga popular marfileña) que no siempre coincide con palabras del lenguaje coloquial y callejero español. Ya recordemos que para recoger estos datos, fuimos al encuentro de los informantes residentes en el barrio de Yopougon. No sin reticencia se pudo efectuar doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 esta encuesta donde los estudiantes nos aportaron valiosos datos, durante los intercambios que tuvimos en su residencia universitaria como durante los viajes en autobús del campus a la residencia. El análisis sémico comparado de la mayoría de los datos que se ofrecen aquí nos ha llevado a percatarnos de la existencia, frente a los semantemas (semas comunes), de unos clasemas que especifican el significado de los términos. O sea, la mayoría de las denominaciones sexuales registradas según los paradigmas son sinónimos parciales. Cada una de ellas presenta un matiz por el que se resalta un hecho o un aspecto particular referido a la vida sexual de los marfileños. Denotan el tipo de relación entre los amantes. Tomemos a modo de ejemplo términos como: “petit pompier” (pequeño bombero, que se aplica a un chico joven, sexualmente activo, cuya función es la de apaciguar los deseos sexuales de la mujer); “gnangni” (señora mayor, supuestamente indeseada que solicita los favores sexuales de un chico joven a cambio de dinero); “mon bailleur de fond” (significa literalmente: el financiero. Se aplica al amante con alto poder económico del que se aprovechan sólo para satisfacer la necesidades materiales de la mujer); etc. YAO KOFFI frescura de la mujer, frente a la llamada “gnangni”, señora de edad avanzada que mantiene a un chico joven a cambio de sexo. La mujer aparece también como: “élément” o “dérivée”, designaciones basadas en la Biblia según la cual la mujer sería fabricada a partir de una costilla del primer hombre, Adán. De allí que se la llama: elemento o derivado. Es apreciable en el trasfondo de esta percepción religiosa la percepción machista del hombre implícitamente considerado como el creador de la mujer. Desde este proceso de creación léxica, se procede a ciertas caracterizaciones como aparece en el siguiente glosario para designar a la mujer prostituta o supuestamente indigna: “pinhou”; “djantra”; “djandjou”; “gazeuse”; “gbako” (voz del dida; significa equipaje. Alude a la mujer que es considerada como un bulto pesado y agobiante), etc. Hemos observado a lo largo de nuestra encuesta que las expresiones más vulgares y degradantes se aplican más a la mujer que al varón; lo cual denota en cierto modo la imagen que se tiene de la mujer en este país. No es más que el reflejo del machismo vigente entre estas poblaciones para las que la mujer sigue siendo el sexo débil y marginado. 5. Verbos y expresiones que significan: hacer el amor Propondremos a continuación unos cuantos verbos que son sinónimos de la expresión: hacer el amor. Así, tenemos: “grè”; “mougou”; “maplo”; “laler”; “grimper”; “aller laver le gléi”; “aller au sous sol”; “aller au bas-fond”; “aller kpaco”; “casser le kpètou”; “fou gbè”; “faire le fesson bè”; “faire le tchoukou tchoukou” (kedjevara); “taner”; “tah”; “couler l”eau”; “tirer le pot”; “wesser”; “monter à cheval, bomber”; “allumer”; “mougou”; “zozia”; (artista NASH), “écraser”; “piler” (weba weba x); “piner”; “danser va et vient” (Savane allah); “bouê”; “grimper”; “bada”; “tokotopi” (Didier Bilé, “les parents du campus”), etc. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 989 V. Nº 751 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL 990 LENGUAJE Y DE MARFIL EDUCACIÓN SEXUAL EN casi inexistentes en nuestro país; por lo que nos resulta muy difícil contrastar opiniones sobre el tipo de educación sexual que se pudo llevar a cabo antaño. COSTA Los seres humanos se definen como unos seres libres en su forma de pensar y en su forma de actuar. La libertad es, en principio, uno de nuestros valores más preciados y la meta más elevada con que uno puede soñar; pues contribuye al equilibrio emocional de modo general. Su ausencia puede resultar perjudicial y dañina ya que suele acarrear unas frustraciones personales y de tipo social. Fue ésta la circunstancia, durante largo tiempo, de muchos individuos cohibidos bajo las tiranías culturales que les impidieron manifestar libremente su sexualidad. Desde el siglo XX, se podría fechar, con la revolución de los medios masivos de comunicación (incluyendo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación) y la consecución de las libertades fundamentales mediante las luchas sociales por diversos grupos y comunidades de muchas partes, el mundo vive unas experiencias nuevas en su conducta sexual de manera general. Observen, tan sólo, la vida de personas con otras tendencias sexuales como es el caso de los homosexuales. No sólo han conseguido unos valiosos derechos que les permiten incluso casarse, sino que también disponen de unas plataformas y soportes mediante los cuales expresan, sin grandes riesgos ni temores, su sexualidad. Es cierto que mucho camino queda por recorrer, pero también se puede reconocer que en muchas partes del mundo –España, Francia, Inglaterra, etc.–, los homosexuales han logrado un espacio y unos derechos dentro de la sociedad, que les permiten tener el equilibrio emocional y social al que nos referíamos anteriormente. En Costa de Marfil, también se observan unos cambios cualitativos que se traducen en la conducta y el lenguaje. Desde esta experiencia, nos preguntamos: ¿Cómo se practica y cómo se habla de sexualidad en Costa de Marfil? Durante mucho tiempo el sexo fue silenciado al ser objeto tabú. Desde esta consideración, los intercambios y comunicaciones respecto a la vida sexual eran prácticamente nulos. Sin embargo, existe la tesis contraria, según la cual el sexo ocupa un lugar tan importante en las sociedades antiguas que las mujeres se reunían discretamente para hablar de su sexualidad e intercambiar consejos para mejorar su rendimiento. Hay sociólogos que sostienen esta postura. No lo podemos negar a falta de documentos fehacientes. Los trabajos sobre el sexo son muy escasos o ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 Para entender la conducta comunicativa acerca del sexo optaremos por un examen, bien sea tradicional y cultural, bien sea sociolingüístico del comportamiento sexual de los marfileños con el fin de sacar a la luz los fundamentos de los distintos comportamientos según las épocas y las edades. 1. Empleo y usos de los informantes mayores de cincuenta años A lo largo de esta investigación, nuestros intentos para cosechar información de las personas mayores analfabetos (sin formación escolar) con más de cincuenta años resultaron infructuosos. Solían eludir cualquier tema relacionado con el sexo. Esta actitud es explicable por la mentalidad que se tenía del sexo en su tiempo, el contexto histórico y socio-cultural en el que se educaron. Tan sólo unos pocos de esta edad se arriesgaron a decir muy poco. Lo cual no nos sirvió estadísticamente de nada. Sin embargo, con los mayores de cincuenta años con formación escolar, pudimos entablar alguna que otra conversación abierta pero limitada. Hablan de sexo eludiendo ciertos términos que consideran perversos y degradantes. Solían limitarse a los usos habituales y las palabras moral y socialmente adecuadas. 2. Empleo y usos de los informantes entre quince y treinta y cinco años Según queda dicho en líneas anteriores, es la población comprendida entre quince y treinta y cinco años (15-35) la que más habla de sexo. Desde esta consideración ponemos que las expresiones de la vulgaridad sexual y del erotismo en Costa de Marfil tienen sus máximos exponentes en la población aludida. Ahora bien, ¿cómo se hizo el paso del decoro a la vulgaridad sexual? En las sociedades africanas en general, entre las que incluimos la sociedad marfileña en particular, la educación, por lo general, iba sujeta a unos valores culturales a la vez morales y religiosos. La educación sexual, muy distinta de la moderna (Lallemand, 1985), consistía en unos rituales tanto públicos como secretos durante los que se prodigadoi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 manifiesto por estar al tanto de todo cuanto al sexo atañe, los jóvenes marfileños no siempre consiguen la información o la formación adecuada. Aun cuando lo consiguen, sus conocimientos son pocos o casi nulos. Así es, por consiguiente, como en ese afán inagotable de conocerlo lo encuentran de modo brutal e inconexo. ¿Cuál es, frente a los pueblos con ritual iniciática, la situación que se da en las regiones donde no existen las mismas prácticas? Es lamentable que en la mayoría de las sociedades marfileñas no exista ninguna oportunidad, como las que acabamos de exponer, para educar sexualmente a los hijos. Hay tribus que no contemplan para nada los intercambios padres-hijos sobre el sexo. Como tal, los niños en su gran mayoría se ven despojados de uno de sus derechos: la educación y la información sexual. Son pues víctimas de la tradición y la cultura del tabú. Dado este contexto, los niños frente al reto de la universalización del conocimiento saldrán al encuentro de la información sobre el sexo, dado que es un paso obligatorio para todos los seres humanos. El aprendizaje de las cosas de la vida no puede detenerse; pues todos han de experimentarlo. Pero, a pesar del interés CONCLUSIÓN doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 El modo de entender y expresar el sexo tal como lo hemos descrito en este proceso de libertad de expresión y de creatividad lingüística es la máxima consecuencia de la ausencia de una verdadera educación sexual tal como hemos señalado. El drama está en que todos los simbolismos lexicológicos para aludir al sexo se orientan hacia un denominador común: la vulgaridad o, lo que es lo mismo, la perversidad. Cuando hablamos de vulgaridad y de perversidad, no es que estemos enfocando un punto de vista unívoco y subjetivo. Estamos, en realidad, dando una opinión generalizada en este país. Cuando, al preguntar a un vecino en el autobús sobre el lenguaje sexual de los marfileños, nos contesta con estas palabras: “no tengo ni idea de eso porque son cosas que considero perversas y que por lo tanto no me interesan”, se entiende, en pocas palabras, el grado de peligrosidad que alcanza el comportamiento sexual de los marfileños en estos tiempos de pandemias sexuales como el sida y otras enfermedades venéreas. Por encima de las formas y las palabras, hay que percibir el resurgimiento de una consciencia colectiva; o sea, que en estos procesos de creación lingüística, los hablantes ponen al desnudo consciente o inconscientemente su condición y su realidad. YAO KOFFI ban unas informaciones sobrias y necesarias a los jóvenes cuando alcanzaban, según las consideraciones tradicionales, la madurez para mantener relaciones sexuales. Por grupo generacional, tanto las chicas como los chicos por separado recibían una formación sexual específica en su momento. Se les informa y se les prepara a una vida sexual sana y responsable. En las sociedades norteñas, como entre los sénoufo (pueblo marfileño del grupo voltaico) por ejemplo, se reserva el derecho de educar a los hijos durante la iniciación al “poro”; una tradición ancestral sagrada de integración social, de aprendizaje de las normas en tanto como persona adulta y madura. A la vez, los individuos reciben un reconocimiento público y el derecho a tener una vida sexual. Así, a lo largo de la ceremonia del “poro”, que dura cierto tiempo, se mantiene a los hijos en el llamado bosque sagrado para enseñarles todo lo que respecta a la vida adulta. El sexo y todos los misterios que entraña. Respecto a las chicas, se observa también que, al margen de la ablación que se está combatiendo, la ceremonia de iniciación a la vida matrimonial es también una auténtica plataforma de educación sexual de las chicas. Entre los akan, también se practica cierta educación sexual basada en la prohibición de toda relación sexual a las chicas antes de que se les someta al ritual conocido como “lavar a las chicas”. Al transgredir esta norma, se somete a la chica al ritual llamado: “aya bah”; que es una práctica consistente en quitar la vida a todo recién nacido cuya madre ha violado la regla de madurez que reglamenta la vida sexual. Por añadidura, para reglamentar la conducta sexual, los baulé tienen instituido el ritual del “plôplô” que prohíbe las relaciones sexuales consanguíneas. Al cerrar estas páginas, notemos que en Costa de Marfil lo vulgar ha vencido a la decencia en lo que respecta al lenguaje y la conducta sexual o el erotismo divulgados a través de la música. Al perderse la valoración moral y espiritual, el hombre desvirtúa el sexo –con todo lo que acarrea como violencia sexual, embarazos indeseados, enfermedades, etc.–, convirtiendo a las jóvenes marfileñas en la primera víctima. Figúrense que Costa de Marfil se sitúa entre los países de África occidental con el mayor índice de violación, de embarazos en edad baja –suelen quedarse embarazadas numerosas chicas entre doce y quince años–; lo que obliga a dejar la escuela. Tampoco hay que perder de vista la implantación del turismo sexual en este país. AunARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 991 Nº 751 LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL LENGUAJE SEXUAL EN LA MÚSICA: “ZOUGLOU” Y “COUPER DÉCALER” DE COSTA DE MARFIL que no se puede achacar todos estos hechos sociológicos a la música, no faltan razones para sostener que frente al fenómeno lingüístico o de creación lingüístico-artística derivado de la música “zouglou” y “el couper décaler” tal como se ha analizado, los hablantes y los jóvenes en particular han de darse cuenta de que la libertad de expresión, junto al derecho a disfrutar libremente del sexo, ni se opone a los valores morales y éticos que caracterizan al ser humano, ni impiden la práctica de un sexo sano y responsable. Hay necesidad, por lo tanto, de reconvertir, junto a los medios tradicionales de comunicación, la función del “zouglou” y el “couper décaler” –por su capacidad creativa y divulgativa– en unas plataformas de educación de la sociedad y de la nueva generación, en particular. Por fin, y desde la misma óptica, no quisiéramos terminar sin dejar de llamar la atención de los marfileños sobre fenómenos lingüísticos coetáneos derivados de la prensa rosa. Notamos que los semanales, Mousso, Go, Top Visage, etc., de la prensa rosa marfileña, muy al alcance de un público infantil vulnerable, han recuperado, en los últimos tiempos, este lenguaje sexual de los géneros musicales referidos, contribuyendo así a sembrar la indecencia en boca de todos los marfi- leños. Evidentemente, no hace falta, ni se puede ahogar el arte y la creatividad lingüística. Lo que sí consideramos necesarias son unas medidas educativas. Es aconsejable, por lo tanto, que en los centros educativos y sanitarios se eduque a los ciudadanos para conocer el sexo y todo lo que entraña. Pero, como personas, hemos de tener ciertas consideraciones por los valores que conlleva para la sociedad. No se puede hablar de sexo sin usar las palabras que lo designan. Sin embargo no todas las palabras valen, pues la representación despectiva y el tratamiento lingüístico despreciativo mediante la creación verbal en el “zouglou” y el “couper décaler” es algo degradante e innecesario desde el punto de vista ético y moral-social. Además, al considerar que la vida intelectual de los individuos se forja mediante los conceptos que reciben en su educación, las representaciones tanto de la sexualidad como de la mujer, tal como se ha observado en este lenguaje, plantean un verdadero problema sociocultural importante que se debería solventar. Para ello, se debería poner coto al lenguaje vulgar, mediante la sensibilización y la educación sexual basadas en un lenguaje y un vocabulario, más bien, valorativo al nivel ético y humano. BIBLIOGRAFÍA Recibido: 20 de enero de 2010 Aceptado: 21 de enero de 2011 992 ARBOR Vol. 187 Biton Coulibaly, I. (2000): Ah les femmes, CTCE, Editions Haho. Ginoux-Pouyaud, C. (1999): Trajectoires sexuelles et amoureuses: l’exemple des femmes de Marcory et Koumassy, Maryland, University libraries. 751 septiembre-octubre [2011] 983-992 ISSN: 0210-1963 Lallemand, S. (1985): L’apprentissage de la sexualité dans les contes de l’Afrique de l’ouest, Paris, Ed. l’Harmattan. Tchak, S. (1999): La sexualité féminine en Afrique, dénomination féminine et libération féminine, Paris, Ed. l’Harmattan. doi: 10.3989/arbor.2011.751n5014 ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 993-1000 ISSN: 0210-1963 BOOKS REVIEWS RESEÑAS DE LIBROS DE-LA-MOTA, Carme y PUIGVERT, Gemma (editoras) La investigación en Humanidades Madrid, Biblioteca Nueva, 2009, 322 pp. En los últimos años han aparecido una serie de reflexiones sobre qué representan las Humanidades en la sociedad en general y en las universidades en particular, en las que se explica el sentido que tiene estudiar Humanidades en la actualidad así como el provecho personal y el beneficio que obtiene la sociedad como consecuencia de que alguien estudie Humanidades1. En el marco del Espacio Europeo de Educación Superior (abreviando, Plan Bolonia) se han cometido y se cometen numerosos desmanes contra la universidad pública europea: comités evaluadores de la investigación del profesorado; comités que reparten la financiación para obtener proyectos de investigación; agencias de evaluación de licenciaturas, grados, másters y doctorados cada vez más desmenuzados en especialidades que no permiten tener una visión global de la complejidad; la pesada losa del personal de pedagogía, creadores de un lenguaje incomprensible y demandantes de una cantidad ingente de documentación burocrática que nunca nadie leerá... Y las Humanidades son, quizás, quien más padecen esta situación, ya que como no ofrecen un beneficio económico inmediato ni tangible, ni cumplen con la empleabilidad explícita que exige el EEES, no disfrutan de los –escasos, si es que no nulos– beneficios que puedan existir en el nuevo sistema universitario. Frente a esta situación aparece el libro editado por Carme de-la-Mota y Gemma Puigvert. Es un libro en el que han participado 27 personas de campos diversos (Economía, Filología, Filosofía, Física, Historia, Historia del Arte, Humanidades e Ingeniería), con enfoques distintos (de la máxima especialización a la transdisciplinariedad total) y que ofrece 23 capítulos. Una parte importante de estas 27 personas imparte o ha impartido docencia en la licenciatura y/o en el grado de Humanidades de la Universitat Autònoma de Barcelona, o bien ha participado en los ciclos de conferencias que se han organizado desde esta licenciatura. A pesar de que no hay una introducción de las editoras que presente el libro, una aproximación humanista, a saber, interesada y curiosa por parte de quien lo lea permite ver que el objetivo del libro es presentar algunos campos de investigación en Humanidades. La selección podría haber sido otra, pero lo que se ofrece es más que suficiente para tener una visión amplia y diversificada sobre las humanidades en la actualidad desde una perspectiva catalana, española, europea, global2. El libro tiene un prólogo, cinco partes y un epílogo. El prólogo está escrito por Victoria Camps, quien en unas breves seis páginas y media escribe de la necesidad de “El cultivo de lo humano” a partir del pensamiento elaborado por personas (humanistas, intelectuales) que son los “guardianes de una cultura que es la suya y la de todos” (p. 19), y que en la última media página (p. 21) presenta muy brevemente la estructura del libro. La primera parte, “Humanidades y Studia humanitatis” trata de la formación y evolución del concepto “Humanidades” en la cultura occidental. Gemma Puigvert hace un breve repaso de las principales referencias del término humanitas desde el “Círculo de los Escipiones” de la república romana hasta Heidegger. Francisco Rico presenta una revisión de sus ideas, ya conocidas y publicadas anteriormente, y posiblemente redactada con excesiva prisa sobre diversos aspectos de las Humanidades. No sucede lo mismo con las “Glosas sobre el humanismo” de José Enrique Ruiz-Domènec, quien reflexiona con una extraordinaria lucidez sobre cómo el Humanismo del siglo XV crea “cuatro importantes rasgos de la cultura europea: el significado del saber; la función del sexo; el ordenamiento del espacio; los principios sociales que hacen posible la obra de arte” (p. 41). Joan Carbonell presenta el caso específico de un cenáculo humanista de mediados del siglo XVI en Roma, mostran- do las relaciones personales, científicas y políticas de los miembros del grupo. Nº 751 RESEÑAS La segunda parte, “Muros, manuscritos, libros e historia”, forma parte de la ya larga tradición de la historia del libro. J. Antoni Iglesias presenta el inicio de una línea de investigación que puede dar mucho de sí: el uso de documentación notarial para mostrar el trabajo de libreros, copistas, encuadernadores y miniaturistas, así como el negocio económico que se desarrolla a partir de estas actividades en el ambiente tardomedieval de Barcelona. Antonio Castillo hace un interesante análisis de pasquines, carteles, edictos e inscripciones de todo tipo en las paredes de las ciudades altomodernas europeas. Castillo muestra el ejercicio de poder por parte de las autoridades, así como la contestación disidente a las injusticias acaecidas a partir de textos colgados y grabados en paredes y muros. Sin duda alguna, sugiere muchas ideas para analizar el uso de paredes en las ciudades del siglo XXI por parte de grafiteros y de propagandas de consumo, culturales y, como no, políticas. Javier Antón Pelayo hace un repaso de “Los buenos libros y los malos libros (siglos XVIXIX)” a partir de las opiniones de diversos personajes (me resisto a calificarlos como humanistas) sobre qué se puede y/o debe leer y qué no: en determinados momentos los libros de entretenimiento (fábulas, novelas de caballerías o pastoriles) y los libros de los enciclopedistas franceses presentan una muestra de lo prohibido. También hace referencia a la preocupación que tienen los moralistas españoles al, a todas luces excesivo, afán de lectura de las mujeres de estos libros perjudiciales. Sin duda alguna, una interesante reflexión sobre la dificultad de la difusión de ideas innovadoras. En la tercera parte, “Palabras, voces, letras y literatura”, encontramos una muestra de estudios lingüísticos y literarios. M. Carme 994 ARBOR Vol. 187 Picallo presenta de manera didáctica una introducción a las interrelaciones entre la lingüística y las ciencias cognitivas, y con unos ejemplos –creo que muy bien escogidos– enseña a los legos (entre los que me encuentro) las principales ideas sobre el tema. Jaume Medina hace un estudio pormenorizado de cómo San Agustín trata la teoría lingüística en su obra De Trinitate. Carme de-la-Mota presenta un capítulo que debería convertirse en un libro de texto en un futuro no demasiado lejano, ya que resume los trabajos más recientes sobre la fonética y fonología del lenguaje oral, y muestra un interesante programa de investigación futura sobre el tema. Las nuevas tecnologías aplicadas al habla aparecen en el capítulo de Juan María Garrido, quien trata de las aplicaciones informáticas para los servicios automáticos de información, servicios de atención telefónica, sistemas de dictado automático y la ayuda a discapacitados. Neus Rotger presenta una fecunda reflexión transdisciplinar sobre la idea de la literatura europea: en estas brillantes páginas se encuentra una guía para trabajar la(s) identidad(es) de la Europa de los últimos 80 años interrelacionando literatura con las otras disciplinas de las Humanidades. Neus Samblancat y Beatriz Ferrús presentan, desde la perspectiva de los estudios postcoloniales, cómo se debería estudiar la escritura de las mujeres de dos épocas (siglos XVI y XVII; exilio republicano español) y ámbitos (conventos de monjas en el primero; los lugares de exilio en el segundo) para rescatar su visión del mundo vivido y perdido. La cuarta parte, “Edición, gestión, consumo y cultura”, aborda uno de los campos de trabajo más claros para las Humanidades: la transmisión y difusión de la cultura mediante la edición de textos en distintos soportes. Gonzalo Pontón presenta las dificultades y las posibilidades de la edición de textos clásicos, tanto desde una 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 perspectiva estrictamente comercial como para establecer las ediciones “definitivas” a partir de un trabajo de investigación y erudición arduo y necesario. Pere Rovira muestra “el impacto de los contenidos digitales en las formas tradicionales de producir, distribuir y consumir productos culturales” (p. 221), y explica las propiedades económicas, las consecuencias sociales del uso de la información digital, las amenazas y oportunidades para las industrias culturales; en suma, una reflexión de los cambios culturales provocados por el uso de las tecnologías de información digitales. Es un texto escrito que da la impresión de tener un origen oral (y acompañado de alguna imagen de powerpoint): lo que oralmente sería una presentación fresca y atractiva, en un texto para leer parece a menudo en exceso esquemático. Es lo mismo que ocurre con el texto de Natàlia Molero, quien presenta las normas básicas y esenciales para gestionar el patrimonio cinematográfico: archivos, inventarios, infraestructuras para la conservación y consulta, las posibilidades de uso... En el último capítulo de esta cuarta parte, Ercilia García Álvarez y Jordi López Sintas presentan algunos resultados de sus investigaciones sobre las pautas de consumo cultural en España y de cómo las políticas culturales deberían actuar a partir de la información obtenida de cuestionarios sobre el consumo audiovisual, música grabada, artes escénicas y musicales, asistencia a actividades culturales diversas. Los resultados que se presentan son primarios (realización o no de las actividades) y deberían ser cruzados con otras variables sociodemográficas (sexo, edad, nivel de estudios...) para desarrollar las ideas que sugieren en el texto a partir de un análisis estadístico bivariable y multivariable. El conjunto de los textos de la quinta parte, “Ciencia, valores, ética y filosofía”, son los más transdisciplinarios del libro, Guillermo Serés ha redactado el epílogo, “Las Humanidades en el tercer milenio”, que sirve de colofón de un libro en el que Gemma Puigvert escribe lo siguiente: “Y llegamos a un nuevo Humanismo, a una forma integral del hombre, posible a través de las titulaciones de Humanidades creadas en el siglo XX. Estos estudios se fundamentan sobre las mismas disciplinas que abarcaban los studia humanitatis, bien que bajo los nombres de filología, historia, filosofía y ciencias sociales. Con ellos debemos reivindicar la necesidad de formar auténticos ciudadanos, dotados de criterio propio, y no simplemente trabajadores útiles para un mercado cada vez más competitivo y globalizado” (p. 31). El libro reseñado persigue esta idea. Es un libro casi siempre interesante y provocador, algunas pocas veces un manual universitario para un alumnado no excesivamente aventajado, muy a menudo un libro que obliga a pensar y reflexionar, que a veces es especialista en exceso e incomprensible para los no iniciados, y muchas más veces ofrece textos que deberían ser de lectura obligada para las personas que dirigen la universidad española. Si usted, lectora o lector, se considera humanista o con suficiente interés por el tema y es de la opinión de Terencio, quien afirma “Homo sum: humani nihil a me alienum puto”, este es su libro: hágame caso y léalo de principio a fin. Por Enric Mendizábal Riera Universitat Autònoma de Barcelona NOTAS 1 Personalmente destacaría los siguientes libros, ya que desde distintas perspectivas (autocomplacientes, distópicas, fustigadoras, idealistas, laudatorias, optimistas, pesimistas, realistas, tristes, utópicas) muestran las razones por las cuales debemos continuar trabajando en, por y para las Humanidades: ARBOR Vol. 187 Bal, Mieke (2009): Conceptos viajeros en las humanidades. Una guía de viaje, Murcia: Cendeac (Ad Litteram, 7). Bilbeny, Norbert (2005): Carta a un estudiant d’humanitats, Barcelona, Ara Llibres. Llovet, Jordi (2011): Adéu a la universitat. L’eclipsi de les humanitats, Barcelona, Galàxia Gutenberg. Nussbaum, Martha C. (2010): Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Buenos Aires, Katz Editores (Discusiones, 2032). 2 Por ejemplo, no hay ningún texto relacionado con la Geografía Humana. Lamentablemente, en España se ha optado, desde esta disciplina, por apartarse de las Humanidades e interesarse, casi exclusivamente, en las técnicas aplicadas a la planificación territorial: solamente hay que ver los planes de estudio de los grados de geografía aprobados en los últimos años, en los que las asignaturas humanísticas se suelen identificar como peajes que se deben pagar para poder subsistir en el mercado universitario, y que en opinión de determinado profesorado no aportan casi nada al curriculum geográfico del alumnado. En el mundo anglosajón hay geógrafos que tienen una visión distinta sobre la relación de la Geografía con las Humanidades. Se pueden consultar dos libros recientes sobre el tema: Daniels, S.; DeLyser, D.; Entrikin, J. N. y Richardson, D. [eds.] (2011): Envisioning landscapes, making worlds. Geography and the humanities, Londres, Routledge. Dear, M.; Ketchum, J.; Luria, S. y Richardson, D. [eds.] (2011): GeoHumanities. Art, history, text at the edge of place, Londres, Routledge. 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 RESEÑAS y muestran la necesidad de las interrelaciones entre las disciplinas científicas y humanísticas para tener una visión global de la complejidad del pensamiento humano. El capítulo del físico y poeta David Jou, “Perplejidades y valores de la ciencia”, debería ser de lectura obligatoria para todo el profesorado que imparte docencia en Humanidades (y no sólo): las dudas, remordimientos y exultaciones que explica deberían de acompañarnos en nuestro quehacer universitario cotidiano. Carles Solà presenta un alegato contra el mal uso de la ciencia y la tecnología por parte de los militares, y expone cómo se debe actuar para impedir esta nefasta relación. Jordi Vallverdú propone una nueva manera de investigar en Humanidades, la E-Ciencia, utilizando las nuevas tecnologías de información para trabajar globalmente los temas habituales de las Humanidades, dejando atrás lo que él considera que ya no lleva a ninguna parte, como “la concepción romántica del genio aislado” o el “trabajo en la mesa del despacho de la universidad o la biblioteca con investigadores próximos físicamente” (p. 296). El texto escrito por Elena Carbonell, Daniel Rico y Joan Rovira debería ser también de lectura obligatoria para humanistas (y no sólo): lamentan, y yo con ellos, “que se haya pasado de una Europa del humanismo a una Europa de las multinacionales y del gran mercado” (p. 310) y confían, y yo con ellos, “en que cada vez más hombres enfurecidos con la sociedad del espectáculo se apoderen de las armas de Internet para desvelar el tupido simulacro que cubre el globo terrestre” (p. 311). 995 REBOK, Sandra Nº 751 Un doble mirada. Alexander von Humboldt y España en el siglo XIX Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, 336 pp. RESEÑAS Como es bien sabido, el 16 de junio de 1799, luego de haber zarpado del puerto de La Coruña en la fragata Pizarro, la expedición americana de Alexander von Humboldt desembarca en Tierra Firme. Sin duda, este hecho comenzaba a (re)crear el “mito científico” de la expedición humboldtiana por el Nuevo Mundo. Los descubrimientos hechos por Humboldt en América, sumado a las experiencias personales que vivió en tierras ultramarinas, influyeron directamente en la elaboración de su trabajo científico y su visión sobre la naturaleza. En este sentido, la envergadura continental del viaje realizado por Humboldt representa un acontecimiento clave para el desarrollo de la Modernidad científica occidental. No obstante, ¿qué ha ocurrido con el estudio de los prolegómenos de este suceso tan importante para la historia de la ciencia hispanoamericana? Lo anterior, ha llevado a que la estancia de Humboldt en España (1799), en la que realizó todos los preparativos necesarios para su gran proyecto científico a tierras americanas, haya sido tratada con cierta indiferencia por la historiografía. El libro de Sandra Rebok que ahora reseñamos, Una doble mirada. Alexander von Humboldt y España en el siglo XIX, viene a hacerse cargo de este incomprensible vacío. Poco a poco, y aunque la historia de la ciencia es una disciplina bastante reciente en España, su desarrollo ha venido a rescatar como objeto de estudio el tema de la estancia española de Humboldt. Una doble mirada es un libro completamente diferente a esfuerzos anterior996 ARBOR Vol. 187 mente realizados sobre el estudio de la estancia española de Humboldt en los que la propia autora ha participado1. Rebok establece grandes distancias en lo temático, interpretativo y metodológico. La obra que ahora la autora nos ofrece, fruto de su tesis doctoral defendida con éxito en la Universidad de Heildelberg, es un claro e interesante ejemplo de una investigación multidisciplinar. Debido a la formación en antropología que Rebok posee, nos entrega una perspectiva de la estancia de Humboldt en España completamente novedosa. El estudio es un análisis de percepción mutua de la relación recíproca entre Humboldt y España. La propuesta de reconstrucción histórica que Sandra Rebok nos ofrece está basada en un presupuesto teórico bastante claro que maneja a lo largo de todo el libro a modo de hipótesis crítica: la percepción de lo otro siempre se encuentra fuertemente condicionado por la posición que ocupa lo propio (pp. 110 y 222). Tal como el título lo indica, y si se nos permite utilizar una categoría de las ciencias sociales, la obra de Rebok es un doble trabajo de análisis comparativo de tipo relacional. Por una parte, analiza la visión que Humboldt tuvo de España y, por otra, del proceso de recepción de la persona y obra de Humboldt en España a lo largo del siglo XIX. En palabras de la autora, la investigación busca indagar en “cómo conceptualiza Humboldt lo otro, en oposición a lo propio, qué técnicas y métodos posibilitaron la percepción por ambas partes, qué factores la condicionaron, así como 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 los paralelismos y discrepancias de las estrategias de representación manifiestas en cada caso” (pp. 38-39). Si bien el libro está dividido en cuatro capítulos principales (“Introducción”, “La visión humboldtiana de España”, “La recepción de Humboldt en España” y “Consideraciones Finales”), en una exposición simétrica de acuerdo a la hipótesis que sostiene la autora, los dos capítulos centrales (II y III) concentran casi por completo el análisis propuesto en el estudio. Al analizar las dos partes por separado –Humboldt y España– la autora distingue una serie de factores en cada una de ellas. Los aspectos que la autora analiza de la visión que Humboldt tiene de España (capítulo II) son dos: a) la percepción que Humboldt tiene de España en el momento de su llegada y la imagen que resulta de este proceso y, b) la visión humboldtiana de la historia colonial española fruto del estudio que Humboldt hizo de los documentos españoles en archivos americanos. En este último aspecto, destaca particularmente el análisis que Rebok realiza de la influencia del “modelo bimembre” de la Historia Natural y Moral de las Indias (1599) del jesuita José de Acosta en la visión holística del mundo que tiene Humboldt. Tal como se apunta en el libro, Humboldt y Acosta parten de supuestos similares en la que presuponían la unidad de todos los fenómenos y seres de la naturaleza (entre los que incluían al hombre) para “así poder reconocer y analizar el encadenamiento de los distintos elementos” (p. 109). En esta línea de trabajo, el libro refleja con claridad los desafíos para la investigación, pues el ejercicio de recopilación que ha hecho la autora es bastante importante. Uno de los tantos ejemplos de este esfuerzo es la detallada búsqueda que Rebok realizó de las (pocas) anotaciones “explícitas” que Humboldt dejó de España dispersas por muchos tipos de documentos. La autora puntualiza que el artículo que publicó en 1825 en la Revista Hertha, las descripciones encontradas en su Relation Historique y algunas valoraciones en sus escritos privados, como diarios y algunas cartas que envió a amigos y colegas científicos, entregan algunos elementos para la construcción de la visión que Humboldt tuvo de España. En este tipo de referencias aparecen algunas noticias sobre la admiración de Humboldt por la cultura de las Islas Canarias (particularmente Tenerife), la visión positiva que tenía de la ciencia española y su opinión sobre el colonialismo. Rebok sostiene que el silencio de Humboldt sobre España se debe, además de su agradecimiento por la ayuda en los preparativos de su viaje al Nuevo Mundo (particularmente el generoso pasaporte dado por Carlos IV), a dos cosas: a) los estudios que Humboldt realizó en España eran sólo una preparación de su viaje a América con el fin de probar los instrumentos científicos traídos de París y, en una explicación más personal de la cuestión, b) Humboldt jamás contempló a España como parte de su pro- yecto científico americano. Por tal motivo, nunca llegó a aplicar en España el método holístico en el estudio de la naturaleza que caracteriza sus trabajos. Por ello, y de manera bien inteligente en cuanto a la elección de la metodología utilizada, Rebok intenta llegar a la imagen que Humboldt se formó de España optando por seguir otros caminos y así no caer en explicaciones frívolas y apresuradas: la comparación de algunos aspectos del viaje de Humboldt con los de su hermano Wilhelm y el análisis que realiza de la imagen que predominaba en la élite intelectual alemana durante el período ilustrado que estaba caracterizado por cierta hispanofilia. estudia la imagen que la prensa española configura de Humboldt. Una de las conclusiones interesantes a las que llega la autora, luego de la confrontación que hace de la prensa moderada y de corte español con la prensa liberal organizada en torno al exilio londinense, es que los trabajos científicos del prusiano tuvieron mayor repercusión que su persona y que dicha recepción tuvo diversas fases. Con ello, Rebok pone de relieve un interesante matiz en la aproximación que el sabio prusiano tiene hacia España y el Nuevo Mundo: Humboldt refleja una perspectiva europea y no eurocéntrica (p. 110). Por tanto, lo que destaca en toda la exposición hecha por la autora es el interregno histórico-cultural que representa Humboldt y cómo eso influye en la visión que construye de España. Humboldt, no prefigura la realidad española sino que la configura de acuerdo al enfrentamiento entre el vínculo que tenía con su lugar de origen (un lazo más intelectual que emocional según Rebok) y las experiencias que vivió en España. Los “mecanismos de percepción” de Humboldt que identifica la autora, reflejan un estado intermedio entre la Ilustración y el Romanticismo. Para profundizar en la tesis anterior, Rebok se sumerge en el estudio de las diferentes percepciones que científicos e intelectuales formaron de Humboldt hasta los inicios del siglo XX. El hipotético apoyo que éste dio a las independencias americanas marcó negativamente, en una clara actitud que refleja el nacionalismo ideológico del período, la visión de intelectuales como Ramón de Majarrés. No obstante, personajes como Marcelino Menéndez y Pelayo, Miguel Rodríguez Ferrer, José Rodríguez Carracedo y Ramón de la Sagra evidencian una recepción positiva de la actuación y la obra de Humboldt. Por último, el estudio que Rebok hace de Marcos Jiménez de la Espada sirve para mostrar cómo también hubo personajes que realizaron aproximaciones críticas y objetivas a la obra de Humboldt. Por tanto, lo interesante de esta segunda parte (III) es cómo la autora revela la disparidad de la recepción de Humboldt en la intelectualidad española. La relación entre ciencia y política manifiestan la constante “instrumentalización” de la que Humboldt es objeto especialmente en la primera mitad del siglo XIX (p. 220). Para el análisis de la visión hispana (capítulo III), la autora reconoce que es un trabajo mucho más complejo, pues requiere un estudio amplio de diversos aspectos de la realidad española que condicionaron esta mirada. Para ello diferencia cinco espacios en los que se pueden pesquisar la recepción española. Para comenzar, Rebok Rebok continúa con el análisis de las diversas ediciones de las obras de Humboldt en España, especialmente las del siglo XIX. Poniendo énfasis en la reconstrucción de los diferentes momentos editoriales muestra cómo la crítica y la recepción de las obras humboldtianas estaba condicionada por las temáticas y el contexto socio-polí- ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 RESEÑAS Lo anterior representa un valor en la explicación que Rebok nos propone sobre los acontecimientos que rodearon el paso de Humboldt por España. Además de permitirnos un buen acercamiento al texto, las aproximaciones templadas de la autora a los hechos nos descubren una serie de elementos que, sin duda, no aparecerían en un análisis puramente factual o excesivamente teórico. 997 Nº 751 RESEÑAS tico español (p. 243). Por ejemplo, la autora pone de relieve que el Ensayo político sobre la isla de Cuba (1827), traducido inmediatamente en París, recién contó con una traducción publicada en España en 1998. La publicación del Ensayo provocó diversas polémicas e inmediatas reacciones en Cuba prohibiéndose por ser peligroso para el mantenimiento del orden colonial. Con esto, Rebok quiere mostrar que las fechas en las que aparecieron las traducciones españolas de las diversas obras de Humboldt están vinculadas con los períodos de mayor libertad política (p. 243). El período absolutista de Fernando VII (18141833) dificultó su divulgación provocando que las diversas obras fueran publicadas en el exilio parisino. En parte, esto explicaría, según Rebok, que a Humboldt se le negara el permiso en 1830, tras la polémica con el embajador Luis Fernández de Córdova en Berlín, para realizar un segundo viaje a España. Lo interesante de la hipótesis de Rebok, es decir, el condicionamiento político en los procesos de recepción de Humboldt en España, es que esta dinámica intelectual se refleja en las estrategias de percepción de las instituciones científicas. Claro ejemplo de la censura vivida por el prusiano a “nivel oficial” se reflejó en su contacto personal con el Real Jardín Botánico. El generoso pasaporte que le fue conferido por Carlos IV antes de realizar su viaje al Nuevo Mundo estipulaba, entre otras cosas, el envío periódico de muestras para el Real Gabinete de Historia Natural en Madrid. Rebok observa que durante cinco años Humboldt envió diversas muestras de minerales y semillas al Real Gabinete y que, para su pesar, nunca obtuvo respuesta alguna (tanto de Cavanilles como de Clavijo). De esta manera, la percepción de Humboldt que tuvieron los científicos, las autorida- 998 ARBOR Vol. 187 des de gobierno y la sociedad española fue absolutamente dirigida y condicionada. Rebok explica que el descubrimiento de nueva documentación demuestra que las ideas liberales del prusiano eran sobradamente conocidas y debatidas al interior de la administración española. La censura a Humboldt, de la cual era consciente, llevó a que hasta su correspondencia fuera interceptada (como la carta recientemente descubierta que fue enviada a Cavanilles en 1803 además del intenso intercambio epistolar que mantenía con Felipe Bauzá). En consecuencia, el objetivo de Rebok en esta parte del libro es establecer la diferencia entre la percepción que se tuvo de Humboldt durante su estancia en España y su recepción posterior cuyo proceso no fue lineal, ni homogéneo ni mucho menos definitivo. Ahora bien, a pesar de la innegable novedad del estudio y la sistematicidad con la que la autora desarrolla su exposición, consideramos que Una doble mirada adolece de ciertos problemas. El libro parece algo descompensado en cuanto al tratamiento que se hace de los acontecimientos históricos en el análisis de ambas partes. Ése es el riesgo de los análisis que optan por la simetría histórica. En la incorporación de los hechos históricos, el tercer capítulo es mucho más consistente que el segundo. Gracias a una serie de nuevos documentos encontrados en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (como los referidos a la concesión por Isabel II de la Gran Cruz de Carlos III por su destacado servicio a la Monarquía) la reconstrucción histórica necesaria para el estudio de la percepción política española está muy bien desarrollada. Sin embargo, las ironías que conlleva el hacer del historiador, algo casi imposible de evitar, hacen que la explicación de la gran cantidad de información que repasa la autora en esta parte del libro sea menos analítica y propositiva que la 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 primera (particularmente en el apartado “Historia de la edición y recepción de las obras de Humboldt”). A su vez, por momentos, la autora cae en una redundancia de ideas y en un excesivo esquematismo en la organización de los contenidos del libro. Por ejemplo, y si bien es un paso previo (muy) necesario en la elaboración del conocimiento histórico, el repaso de fuentes y trabajos relacionados con la estancia de Humboldt en España parece demasiado para un libro de la envergadura que Rebok nos ofrece. Recién en la página 52 la autora enuncia el tema del análisis de la percepción que el prusiano hace de España. Sin embargo, la rigurosidad en el hacer histórico de Rebok la llevan a asumir estos riesgos y reconocerlos sin ningún tipo de ego científico. Con aproximaciones templadas y juicio equilibrado, por ejemplo, frente a la dificultad de encontrar referencias sobre Humboldt en la prensa española de la primera mitad del siglo XIX, Rebok no duda en advertir lo siguiente: “Ante la falta de información al respecto, no pueden ofrecerse aquí más que interpretaciones de carácter especulativo” (p. 150). Para quienes buscan nuevas aproximaciones y ensanchar la realidad histórica, el correr riesgos representa, sin duda, el valor más importante en un libro de historia. Y Rebok lo logra con recursos modernos y argumentos claros. Eso lleva a que la autora, incluso en el colofón del libro (“Consideraciones Finales”), se dé maña para introducirnos en un aspecto tan desconocido como es la presencia simbólica de Humboldt en pleno siglo XX en España. Eso refleja que para Rebok el conocimiento histórico no es un conocimiento vacío, ni es propiedad de los eruditos, sino un conocimiento que (se) muestra (como) la herencia cultural que el pasado nos deja. En suma, el libro que nos entrega Sandra Rebok es un trabajo de reconstrucción histórico y cultural de largo aliento que viene a llenar un capítulo abandonado de la historia de la estancia de Humboldt en España. NOTA Por Francisco Orrego González Universidad Complutense de Madrid RESEÑAS 1 Mariano Domingo Cuesta y Sandra Rebok (coord.) (2008), Alexander von Humboldt. Estancia en España y viaje americano, Madrid: Real Sociedad Geográfica, Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Miguel Ángel Puig-Samper Mulero y Sandra Rebok (2007), Sentir y medir. Alexander von Humboldt en España, Aranjuez: Doce Calles. SAWA, Miguel Historias de locos Edición y prólogo de Sergio Constán Sevilla: Renacimiento, 2011; 141 pp. (Biblioteca de Rescate, 19) Miguel Sawa, sevillano nacido en 1866 y fallecido en Madrid en 1910 con tan sólo cuarenta y cuatro años, hermano menor de Alejandro Sawa, ha pasado a la posteridad como Max Estrella, su trasunto en Luces de bohemia de Valle-Inclán. Sobre todo periodista, como tantos escritores de aquel momento (un caso extremo fue el de Alejandro Pérez Lugín, quien pidió que en su esquela se le recordara como tal, por encima de su desmesurado éxito como novelista con La Casa de la Troya), Miguel Sawa dirigió durante un tiempo La Voz de Galicia y fue uno de los fundadores de la Asociación de la Prensa de Madrid. En la sevillana editorial Renacimiento, dentro de su Colección de Rescate, dedicada a recuperar textos de finales del siglo XIX y, sobre todo, del primer tercio del XX, se reedita ahora Historias de locos para conmemorar dos centenarios: el de la muerte de su autor y el de la publicación del libro, pues apareció póstumo unos tres meses después de su fallecimiento. Además, su interés se incrementa porque durante un siglo no se había vuelto a publicar ninguna de sus tres obras (Amor y Ave, femina son sus otras dos colecciones de relatos), tan sólo volvieron a ver la luz editorial algunos de sus textos en antologías, una de ellas editada también en Renacimiento, Cuentos bohemios españoles (2005), seleccionados por Víctor Fuentes, que del libro que nos ocupa eligió La máscara del dominó negro, narración deudora de Poe. Todos coinciden en señalar lo buena persona que fue Miguel Sawa. Manuel Machado y Eduardo Zamacois recogieron la siguiente anécdota, resumida así en el prólogo de Sergio Constán: El caso que mejor ilustra tan noble alma nos sitúa al escritor en las mesas del Colonial, aquel día en el que el dibujante David Poveda –quien admiraba e idolatraba a Miguel Sawa hasta lo indecible– no pudo sino meter la pata, con tan buena suerte que allí estaba Sawa para volver a sacarla. [...] Miguel y el resto de los habituales se resignaban con esfuerzo a escuchar las impertinencias de un señor de cierta edad, un tipo hosco que no dejaba hablar a nadie. Cuando el extraño sujeto abandona el lugar, Poveda, también homARBOR Vol. 187 bre bueno donde los haya, pregunta a Miguel Sawa sobre la identidad de aquel “antipático” individuo. Cuando el escritor le informa de que se trata de don Alejandro Sawa Gutiérrez, su padre, y ante la inevitable cara de tierratrágame del buen Poveda, no duda en reaccionar: “Pero tiene usted razón: mi padre es muy antipático”. (p. 13) Su gran bondad también quedó inmortalizada al comienzo del epitafio que le dedicó Manuel Machado: Un ademán caballeresco, un corazón bueno y valiente, con un talante quijotesco y una gran fantasía ardiente. Quien además reseñó irónicamente que Miguel Sawa fue un defensor a ultranza de la mujer, pues denunció la violencia de género en su vida y en sus cuentos: “Toda mujer era para el buen Miguel una dama... aun después de demostrarse lo contrario”. Los diecinueve cuentos breves de Historias de locos son, en su mayoría, relatos en primera persona, salpicados de ironía, en los 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 999 Nº 751 RESEÑAS 1000 que se disecciona de manera inquietante la mente humana. Están protagonizados por criminales, necrófilos, asesinos, suicidas y, sobre todo, como bien indica su título, locos. La muerte tiene una presencia importante en ellos, unida, en algunos casos a lo sobrenatural, a los fantasmas o aparecidos, por ejemplo La máscara del dominó negro, y en otros asociada a la locura, que lleva a los protagonistas a suicidarse o a matar, sobre todo a mujeres, tal es el caso de La muerte de María Antonieta o de alguno de los locos de La buena crianza. En algún caso las víctimas son hombres, como en Manuela, relato ambientado en la guerra de la Independencia en los momentos previos a los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 acaecidos en la montaña del Príncipe Pío, en el que la mujer que le da título asesina a dos guardias polacos en venganza por la inminente muerte de su padre y de su marido a manos de los franceses. ARBOR Vol. 187 Otro tema es la maldad femenina, que enloquece tanto a los hombres que éstos terminan matando a las mujeres causantes de su sufrimiento. Normalmente esa vileza va asociada al amor: en El suicidio se afirma que “Decir mujer, es decir engaño y falsía y traición; decir amor, es decir tormento y pena y desesperación y muerte” (p. 95). La dama enigmática del ya citado La máscara del dominó negro es un alma condenada a reaparecer la noche del aniversario de su muerte para purgar su delito (su marido la asesinó junto con su amante al descubrirlos en su cuarto); uno de los locos de La buena crianza mató a navajazos a su novia porque la descubrió hablando con otro de noche. En otros casos esa perfidia desemboca en locura rayana con la adoración religiosa, como le ocurre al protagonista de La tentación, que pasa de la pureza más absoluta a caer en el mayor de los pecados y vagar por ello buscando encontrar de nuevo un imposible, aquella mujer impura que lo corrompió. Y en un caso esa maldad es, en parte, involunta- 751 septiembre-octubre [2011] 993-1000 ISSN: 0210-1963 ria, pues en La sirena, el ser mitológico que le da nombre no hace nada aparentemente malvado para que el protagonista se lance al mar hacia ella con el consiguiente riesgo de ahogarse, simplemente se muestra hermosa y sonriente ante él. Dos son los elementos presentes en todos estos cuentos: la locura, como tema, y la ironía, como enfoque. Relatos de suma brevedad, condensan en unas pocas páginas aspectos fundamentales de la mente humana, que giran, sobre todo, alrededor de los sentimientos amorosos, y que convierten en locos, en mayor o menor grado, a sus protagonistas, que además suelen resistirse a aceptar tal consideración por parte de quienes los rodean: “¡No, no crea usted que estoy loco! ¡Los locos son ellos!”, dice el protagonista de La muerte, frase que con variantes de redacción leemos en muchos de estos relatos. Por Julia María Labrador Ben Universidad Complutense de Madrid ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 187 - 751 septiembre-octubre (2011) 1001-1003 ISSN: 0210-1963 SOBRE LOS AUTORES ABOUT THE AUTORS Susana ASENSIO LLAMAS. Es licenciada en Musicología por la Universidad de Oviedo y doctora por la Universidad de Barcelona, ha sido Fulbright Visiting Scholar y profesora invitada en Columbia University y New York University (1999-2002). En la actualidad trabaja en el CSIC, aunque imparte cursos regularmente en EE.UU. Con numerosos trabajos dedicados a los estudios de las culturas populares, emigradas e híbridas, ha publicado obras de carácter pionero en España, como Música y emigración (1997), así como otras sobre las fuentes y fronteras disciplinares: Música en España y música española: identidades y procesos transculturales (monográfico, edición con Josep Martí Pérez, 2004), Cuentos populares recogidos de la tradición oral de España, de Aurelio M. Espinosa (edición con Luis Díaz Viana, 2009), o Fuentes para el estudio de la música popular asturiana. A la memoria de E. M. Torner (2010), premio UNE 2011. varios libros y numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales, columnista regular del Periódico Metro, y conductor de programas radiofónicos. Actualmente es investigador del IISUNAM, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, director del Proyecto “Juventud y Cultura Popular en la Cd. de México” (Circo Volador) y Coordinador de la Unidad de Estudios sobre la Juventud (UNESJUV) en la UNAM. En 2004, su proyecto “Circo Volador” fue seleccionado por la ONU HABITAT como una de las 10 mejores Prácticas Sociales en el mundo (UN HABITAT y Municipalidad de Dubai). Rubén CABA. Nació en Madrid, donde se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense, y se diplomó en Sociología por el Instituto de Estudios Políticos. Ha publicado una decena de libros, entre ellos el libro de viajes Por la ruta serrana del Arcipreste (1976, 1977, 1995); las novelas Islario (1980), Hispán e Iberia (1981 y seis ediciones más), La puerta de marfil (1988), Las piedras del Guairá, Premio América Hispana (1993, 1996), y Días de gloria (2000); y los ensayos Los sagrados misterios de la literatura (1993), La odisea de Cabeza de Vaca (coautor) (2008) y Topicario (2010). Además de colaborar en publicaciones periódicas y dar cursos sobre el Quijote, el Libro de Buen Amor y En busca del tiempo perdido, ha sido coordinador y coautor de la obra colectiva Rutas literarias de España (1990, y una edición en inglés el mismo año). Héctor CASTILLO BERTHIER. Doctor en Sociología, investigador, especialista en problemas urbanos en las áreas de Desechos Sólidos, Abasto Alimentario, Caciquismo, Desarrollo Social Comunitario, Cultura y Juventud. Es autor de Luis DÍAZ VIANA. Antropólogo y escritor, ha sido Profesor de la Universidad de Salamanca, Investigador Asociado del Departamento de Antropología de la Universidad de Berkeley y es, en la actualidad, Profesor de Investigación en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Entre otros reconocimientos, le han sido concedidos el Premio “Numancia de Periodismo” (1983), el Premio Nacional de Investigación Cultural “Marqués de Lozoya” del Ministerio de Cultura al mejor artículo (1987), el Premio Nacional de Folkore “Agapito Marazuela” (2006) y el premio de novela “Ciudad de Salamanca” (2010) por su primera novela. Especializado en la investigación de la cultura popular y la literatura oral dedica a menudo su interés a los usos políticos del folklore, así en obras pioneras como Canciones populares de la Guerra Civil (1984) o Música y culturas (1993) y en otros libros publicados más recientemente tales como El regreso de los lobos (2003) y Narración y memoria (2008). Tina FRÜHAUF. Dr. Frühauf is currently serving on the faculty of Columbia University. She is editor at Répertoire International de Littérature Musicale in New York. She has received many fellowships and grants, most recently from the Leo Baeck Institute and the Memorial Foundation for Jewish Culture. Dr. Frühauf has published articles in the Nº 751 SOBRE LOS AUTORES Journal of Jewish Music and Liturgy, Musica Judaica, and TDR: The Drama Review, and contributed numerous book chapters and encyclopedia entries on the German Jewish music culture. She is the author of The Organ and Its Music in German-Jewish Culture (New York: Oxford University Press, 2009). An Anthology of German-Jewish Organ Music with A-R Editions is in production. Dr. Frühauf is currently conducting research for a monograph on music in the Jewish communities of Germany after 1945. Juan Pablo GONZÁLEZ. Has a PhD in Musicology from the University of California at Los Angeles. He is Senior Lecturer at the Institute of Music of the Catholic University of Chile and Director of the Institute of Music of the Alberto Hurtado University at Santiago. His main field of research is the social history and socio aesthetics of popular music in Chile and its spheres of influence. He also studies Chilean contemporary music, considering its relationship with the European avant-garde and local languages. He is co-author of En busca de La música chilena. Crónica y antología sonora (2005), and the two volumes of Historia social de la música popular en Chile 1890-1950 (2005) and 1950-1970 (2009). Agustín JAUREGUÍZAR. Doctor Ingeniero de Caminos, hoy presidente de una sociedad de análisis financiero. Ha desarrollado trabajos de crítica e investigación en el campo de la literatura fantástica, específicamente de la proto ciencia ficción española, dando a conocer autores y textos prácticamente desconocidos. Hizo una aportación significativa a los volúmenes de Robel sobre La ciencia ficción española y La novela popular en España 2, ha publicado en revistas como Nueva Dimensión, BEM, Galaxia, Asimov, The New York Review of Science Fiction y la argentina Cuasar, a más de artículos en periódicos y dar conferencias. Ha logrado varios premios Ignotus al mejor artículo del año y el especial a toda una vida. Tiene una página web en construcción, www.auguribe.com. Yao KOFFI. Estudios doctorales realizados en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid (España) en la especialidad de Lingüística Hispánica. Trabaja en la siguientes áreas de investigación: Morfosintaxis, Lexicosemántica y socilingüística. Es Profesor titular en la Universidad de Abidjan-Cocody (Costa de Mafil) y Traductor en la misma universidad. Conferenciante y autor de varios artículos (“El Tukpè o la aianza intertétnica en Costa de 1002 ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 1001-1003 ISSN: 0210-1963 marfil”; “La representación de la individualidad y de la pluralidad en el indefinido: UNO”; “Interrencias y transferencias lingüísticas entre le francés y lenguas nativas de Costa de Marfil”, etc.) Joaquina LABAJO VALDÉS. Es profesora del Departamento de Música de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Sus investigaciones se han centrado en las relaciones entre música, cultura y sociedad dentro del ámbito español y europeo. A partir de enfoques de carácter interdisciplinario, ha publicado diversos libros y artículos relacionados con la construcción musical de estereotipos, imaginarios colectivos y relaciones interculturales, entre los que cabe destacar: Aproximación al fenómeno orfeonístico en España (Valladolid: Diputación: 1987); Pianos, voces y panderetas (Madrid: Endymion, 1988); Sonidos urbanos (Madrid: Mondadori, 1989); “Body and voice: The construction of Gender in Flamenco” (Magrini, Music and Gender: Perspectives from the Mediterranean, University of Chicago Press, 2003); Sin contar la música: ruinas, sueños y encuentros en la Europa de María Zambrano (Endymion: 2011). María NAGORE FERRER. Es doctora en Musicología. Desde 1994 ha impartido clases en las licenciaturas de Historia y Ciencias de la Música e Historia del Arte en las universidades de Valladolid, Salamanca y Complutense de Madrid (desde 2002), donde trabaja en la actualidad como Profesora Titular. Es coordinadora del Programa de Doctorado “La música en España e Hispanoamérica” y directora del Grupo de Investigación “Música española de los siglos XIX y XX”. Su principal área de investigación es la música española de los siglos XIX y XX. Entre sus publicaciones destacan los libros La revolución coral, Madrid, ICCMU, 2001, y Pablo Sarasate, el violín de Europa, Madrid, ICCMU, en prensa. Ha publicado además diversos artículos en libros y revistas especializados. Ha llevado a cabo diversas actividades de coordinación de proyectos y cursos nacionales e internacionales y ha impartido conferencias y cursos en España y en el extranjero. Ha participado en proyectos de investigación sobre música coral, teatro lírico, música pianística, pensamiento musical y nacionalismo en los siglos XIX y XX. Francisco ORREGO GONZÁLEZ. Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile (2006) y ha obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en la Universidad Complutense de Madrid (2009). Sus actuales doi: 10.3989/arbor.2011.751 Deborah PACINI HERNÁNDEZ. Professor of Anthropology and American Studies at Tufts University. Her research areas include comparative Latino studies; Latino community studies; ethnic and racial identity in Caribbean and U.S. Latino popular music and culture; and the impact of the globalization on Latin/o popular music. She is the author of Oye Como Va!: Hybridity and Identity in Latin/o Popular Music, Temple University Press, 2010 and Bachata: A Social History of a Dominican Popular Music, Temple University Press, 1995. She is also co-editor of Reggaeton (with Raquel Rivera and Wayne Marshall), Duke University Press, 2009, and co-editor of Rockin’ Las Americas: The Global Politics of Rock in Latin/o America (with Eric Zolov and Hector Fernández L’Hoeste), University of Pittsburgh Press 2004. Gemma PÉREZ ZALDUONDO. Es doctora en Historia del Arte (Musicología) (Tesis doctoral: La música en España durante el franquismo a través de la legislación, 1936-1951) doi: 10.3989/arbor.2011.751 y Profesora Titular de la Universidad de Granada. Se ha especializado en el análisis de los vínculos entre música, ideología y política durante la Segunda República, Guerra Civil y Franquismo. También ha trabajado otros aspectos de la música en España durante el primer tercio del siglo XX como la crítica musical y el fenómeno asociacionista. Ha potenciado la orientación interdisciplinar en publicaciones y proyectos en los que ha participado y dirigido. Actualmente es responsable del Grupo de Investigación “La música en España durante los siglos XIX y XX” (PAI) e investigadora principal del I+D “Música, ideología y política en la cultural artística durante el franquismo (1938-1975)” (Ministerio de Ciencia e Innovación). SOBRE LOS AUTORES intereses de investigación abarcan temas de historia social y cultural de la ciencia, ciencia jesuita, la conformación de redes de conocimiento y la historia del mundo atlántico con particular atención en la historia natural entre los siglos XVII y XIX. En estos momentos, se encuentra desarrollando su tesis doctoral en el Departamento de Historia Moderna de la UCM en conjunto con el CSIC, cuya investigación se centra en el estudio de la obra científica del naturalista y jesuita chileno exiliado en Bologna tras la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios españoles en 1767. Para ello ha realizado estancias de investigación en la Accademia delle Scienze dell’Istituto di Bologna (Italia) y en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla (EEHA). Carlos VILLANUEVA ABELAIRAS. Es catedrático de Historia de la Música de la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado a lo largo de estos años varios libros, como autor o como editor: Los Villancicos Gallegos, El Pórtico de la Gloria Música Arte y Pensamiento, Las lamentaciones de José de Vaquedano, El Códice Calixtino y la música de su tiempo, y Tientos y Silencios. Bal y Gay (19051993), entre otros. Fundó en 1977 el Grupo de Cámara de la Universidad de Santiago, del que es director y principal investigador. Fue en varias ocasiones Profesor Visitante en la Universidad de Pennsylvania (USA), formó parte durante varios años del Comité Científico de la Universidad Católica de Porto, y fue consejero musical de la Fundación Barrié. Ha impartido cursos y seminarios en diversas universidades de Europa y EE.UU. Ha grabado catorce discos con el Grupo de Cámara, con quien se ha presentado durante treinta años en las principales salas de conciertos del mundo. Son “Premio Nacional de Discografía” en 1982 y 1986, y “Gallegos del Mundo” en 2002. ARBOR Vol. 187 751 septiembre-octubre [2011] 1001-1003 ISSN: 0210-1963 1003 CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA arbor Relación de números de próxima publicación: La historieta española 1857-2010 Antonio Altarriba (coordinador) Dimensiones, ámbitos y sentidos de la innovación social Ander Gurrutxaga Abad (coordinador) La revista Arbor está incluida en el apartado de Arte y Humanidades del CITATION INDEX ARBOR PUBLICA UNA COLECCIÓN “ANEJOS ARBOR” EN FORMA DE LIBROS Y EN COLABORACIÓN CON DISTINTAS EDITORIALES Títulos publicados: 15×15 Mujeres que cuentan en el siglo XXI Marian Izaguirre (Coordinadora) 2009 (Maia Ediciones) Crítica y Literatura hispánicas entre dos siglos: mestizajes genéricos y diálogos intermediales Editora Raquel Macciuci. Coordinadores: Evelyn Hafter y Federico Gerhardt 2009 (Maia Ediciones) Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo Sonia Arribas, Germán Cano y Javier Ugarte (coordinadores) 2010 (Catarata) Medicina regenerativa y células madre Pedro A. Lazo e Isidro Sánchez García (coordinadores) 2010 (Catarata) La Lectura Antonio Basanta (coordinador) 2010 (Catarata) Mujeres escritas. El universo femenino en la obra de Torrente Ballester Carmen Becerra Suárez y José Antonio Pérez Bowie (coordinadores) (Catarata) Lecturas y diálogos en torno a Pío Baroja Antonio Regalado y José Lasaga (coordinadores) (Catarata) NORMAS DE EDICIÓN DE LA REVISTA Los autores deben de enviar dos copias de su manuscrito a la sede de la revista: ARBOR. Vitruvio, 8. 28006 Madrid. Una vez aceptado se requerirá su versión final en soporte informático. ARBOR publica artículos originales, notas y recensiones de libros, tanto en español como en las lenguas oficiales del Estado y de la Comunidad Europea en que se encuentren escritos. Las contribuciones se ajustarán al siguiente formato: ENCABEZAMIENTO Título del artículo, nombre y apellidos del autor, centro de trabajo, universidad de procedencia, etc., dirección postal y dirección de correo electrónico. Resumen del artículo, con una extensión máxima de 150 palabras, en español y en inglés, y en el caso de que el artículo esté escrito en otra lengua distinta al español y al inglés, se incluirán los resúmenes en la misma, además de en español y en inglés. Palabras clave del contenido del artículo en español, en inglés y en la lengua en que se haya escrito el artículo, en su caso. La extensión del trabajo, salvo excepciones justificadas será de un máximo de veinte páginas tamaño DIN A-4, a doble espacio y por una sola cara (aproximadamente 21.000 caracteres). Todas las páginas deben de estar numeradas. BIBLIOGRAFÍA La bibliografía figurará al final del trabajo por orden alfabético. Sólo se incluirán las publicaciones que se hayan utilizado y que se citen expresamente en el trabajo. Atendiendo a la norma ISO 690: 1987, adoptarán la forma siguiente: apellidos del autor, nombre del autor (ambos en minúsculas), año de publicación entre paréntesis, dos puntos, título del libro en minúscula y cursiva, lugar de edición y editorial. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS En el texto del artículo las referencias a otros trabajos se harán indicando el apellido del autor y año de publicación (a lo que se añadirá la página exacta si la cita es textual), separados por una coma, entre paréntesis (Gimber, 2003, 20). Si en una misma referencia se incluyen varios autores, se citarán uno a continuación del otro separados por un punto y coma. Si se incluyen varios trabajos del mismo autor publicados en el mismo año, bastará distinguirlos con letras (Gimber, 2003a, 2003b). Las citas textuales irán entrecomilladas, señalando a continuación entre paréntesis –no a pie de página– el apellido del autor, el año de la publicación y la página correspondiente (Sánchez Vidal, 1999, 545-546). Si la cita ocupa más de cinco líneas, se presentará en forma de sangrado. NOTAS A PIE DE PÁGINA Las notas y llamadas de texto se numerarán de forma sucesiva y se situarán a pie de página. Para las referencias bibliográficas que hubiera se seguirán las mismas normas. TABLAS, GRÁFICOS Y CUADROS Las tablas, gráficos o cuadros deberán ir acompañados de su correspondiente título y leyenda y numerados correlativamente. Los gráficos podrán entregarse dibujados con tinta negra o mediante sistemas informáticos. Las fotografías podrán estar en soporte informático, diapositivas, negativos o copias en papel de buena calidad. EVALUACIÓN Los artículos y notas serán sometidos al criterio de expertos manteniendo el anonimato tanto del autor como de los evaluadores. El sistema de arbitraje recurre a los editores de los números monográficos y a dos evaluadores externos por el sistema de pares y “doble ciego”. Una vez aceptados los trabajos y atendidas las correcciones, deberá remitirse su versión definitiva en soporte informático. Los originales de la revista Arbor, publicados en papel y en versión electrónica, son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. SEPARATAS Los autores recibirán un CD de cada trabajo. INFORMATION FOR AUTHORS SUBMISSION INSTRUCTIONS Authors are required to send two copies of their manuscripts to the journal headquarters at: ARBOR. Vitruvio, 8. 28006 Madrid. Once accepted, the final version must be provided in electronic format. Arbor publishes original articles, short communications and reviews of books, written in Spanish and in the official languages of the State and of the European Community. Contributions must comply with the format outlined below: FIRST PAGE Title of the article, name and surname of the author, workplace, together with postal and e-mail addresses. Summary of the article in not more than 150 words, in Spanish and in English, as well as in the original language, should this be different from the two aforementioned. e.g. (Gimber, 2003, 20). If different authors are included in the same reference, they will be cited one after the other and separated by a semi-colon. If different works by the same author published in the same year are included, it is sufficient to indicate this with a letter e.g. (Gimber, 2003a, 2003b). Key words from the content of the article in Spanish, English and in the original language in which the article was written if necessary. Quotations will be in inverted commas and followed by the author’s surname, year of publication and corresponding page in parenthesis – not in a footnote – e.g. (Sánchez Vidal, 1999, 545-546). If the quotation occupies more than five lines, it will be presented in the form of an indentation. LENGTH FOOTNOTES Save justified exceptions, the article shall have a maximum length of 20 DIN A- 4 pages, printed in double spacing and on one side only (approximately 21,000 characters). All pages must be numbered. Notes and references will be numbered consecutively and placed at the bottom of the page. The same rules apply for bibliographic references. TABLES, GRAPHS and CHARTS BIBLIOGRAPHY The bibliography shall be in alphabetical order of the authors at the end of the article. Only works which have been used and quoted in the article shall be included. In accordance with Regulation ISO 690:1987, they will have the following format: Author’s surname, followed by name (both in lower case), year of publication in parenthesis, colon, title of the book in lower case and in italics, where published and publishing house BIBLIOGRAPHIC REFERENCES IN THE TEXT In the text of the article, references to other works will be made by indicating the surname of the author and the year of publication (to which will be added the exact page if it is a quotation), separated by a comma and in parenthesis Tables graphs and charts shall be accompanied by the corresponding title and legend and numbered correlatively. Graphs may be presented in black ink or in electronic format. Photographs may be in electronic format, slides, and negatives or good quality paper copies. EVALUATION Articles and short communications shall be submitted to the judgment of referees. The review system relies on editors of special issues and external peer reviewers. Once the works have been accepted and the corrections made, the final version must be sent in electronic format. OFFPRINT The authors will receive a CD of each work. CIENCIA PENSAMIENTO Y CULTURA arbor SUSCRIPCIÓN Y PEDIDOS DATOS DEL PETICIONARIO: Nombre y apellidos: _______________________________________________________________________________________________ Razón social: _____________________________________________________________________ NIF/CIF: _______________________ Dirección:________________________________________________________________________ CP: ___________________________ Localidad: _______________________________________________________________________ Provincia: ______________________ País/Estado: ___________________________________ Teléfono: ____________________ Fax: ________________________________ e-mail: __________________________________________________________________________ Fecha de la solicitud: ___/___/_____ Precios suscripción año 2011: Año completo: España: Extranjero: 81,10 euros 115,85 euros Números sueltos: CANT. REVISTA AÑO VOL. 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Sobre la música en la política y la política en la música — Introduction. Politics in music and music in politics Luis Díaz Viana. — La evanescencia del pueblo y los usos del romancero como factor de identidad política — The evanescence of people, and the uses of the ballad tradition as a feature of political identity María Nagore Ferrer. — Historia de un fracaso: El “himno nacional” en la España del siglo XIX — The story of a failure: The “national anthem” in nineteenth century Spain Joaquina Labajo Valdés. — La práctica de una memoria sostenible: El repertorio de las canciones internacionales de la Guerra Civil Española — The practice of a sustainable memory: The repertoire of international songs from the Spanish Civil War Susana Asensio Llamas. — Eduardo Martínez Torner y la Junta para Ampliación de Estudios en España — Eduardo Martínez Torner and the Spanish Board for Extension of Studies Gemma Pérez Zalduondo. — Música, censura y Falange: el control de la actividad musical desde la Vicesecretaría de Educación Popular (1941-1945) — Music, censorship and Falange: The control of musical activities by the Department of Popular Education (1941-1945) Tina Frühauf. — Música y política tras el Holocausto: los conciertos de Menuhin en el Berlín de 1947 y sus consecuencias — Music and politics after the Holocaust: Menuhin’s Berlin concerts of 1947 and their aftermath Carlos Villanueva Abelairas. — El discurso musical como arma política en la obra de Alejo Carpentier — Musical discourse as political weapon in the works of Alejo Carpentier Héctor Castillo Berthier. — “Juventud, música y política” (Circo Volador: reconstruyendo el tejido social urbano mediante la música en la Ciudad de México) — “Youth, music and politics” (Flying Circus: Rebuilding social structure through music in Mexico City) Deborah Pacini Hernández. — The politics of hybridity and mestizaje in U.S. Latino popular music — Las políticas de hibridez y mestizaje en la música popular de los latinos en los Estados Unidos Juan Pablo González. — Posfolklore: Raíces y globalización en la música popular chilena — Posfolklore: Roots and globalization in Chilean popular music VARIA / VARIA Agustín Jaureguízar. — Narraciones españolas del fin del mundo. III. Los cuentos — Spanish stories on the end of the world. III. The Short stories Francisco Orrego González. — Juan Ignacio Molina y la comprensión de la naturaleza del Finis Terrae. Un acercamiento desde la Historia (cultural) de la Ciencia — Juan Ignacio Molina and the Finis Terrae’s Nature. An approach from (cultural) history of science Rubén Caba. — España y los españoles — Spain and the Spaniards Yao Koffi. — La libertad de expresión y el lenguaje sexual en la música “zouglou” y “couper décaler” de Costa de Marfil — The freedom of expression and the sexual language in both the zouglou and the couper decaler music from Ivory Coast Reseñas de libros / Book reviews Nota sobre los autores / About the autors http://arbor.revistas.csic.es www.publicaciones.csic.es