La participación ciudadana individual Zaragoza, 27 de abril de 2009 El propósito principal de este taller es profundizar en los caminos que propician la incorporación de la ciudadanía, a título individual, es decir, ni organizada ni asociada, a los procesos participativos en la vida pública. Determinar las ventajas de esta implicación personal y también los inconvenientes o dificultades que pueden surgir en un modelo diseñado primordialmente para el tejido asociativo. Concepto de ciudadanía individual Y la primera conclusión de este taller es que el concepto de ciudadanía individual, es decir, aquella persona que, en principio, sólo representa sus propios intereses y no defiende posiciones colectivas, es el estatus más amplio de la participación ciudadana. Todos los individuos que se incorporan a un proceso participativo lo hacen, ante todo, a título individual, con independencia de que, además, representen otros intereses. En un segundo nivel, más acotado, se encontraría la ciudadanía organizada, o el conjunto de personas agrupadas en torno a un interés específico y que, incluso, puede tener una periodicidad definida. Es una estructura vinculada a cuestiones muy concretas con espacios, estructuras y redes flexibles. Un ejemplo habitual de esto lo encontramos en las plataformas ciudadanas y en determinadas agrupaciones. Y en el apartado más definido, se ubicaría la ciudadanía asociada, es decir, un conjunto de personas que voluntariamente han decidido formar parte de una entidad constituida legalmente como asociación y que queda amparada por la Ley de Asociaciones. Son precisamente estos colectivos los mejores canales de comunicación tienen con las administraciones, y por tanto, los que menos obstáculos encuentran para acceder a recursos públicos y participar en los procesos que se promuevan. CIUDADANÍA INDIVIDUAL CIUDADANÍA ORGANIZADA CIUDADANÍA ASOCIADA Definidos los tres niveles, sin embargo, habría que matizar que no son departamentos estancos y aislados de los demás. Todo lo contrario, una misma persona podría representar hasta los tres roles a la vez. También es preciso apuntar que, mientras la ciudadanía organizada y la asociada se incorporan a los procesos participativos con enfoques y puntos de vista colectivos que defienden (o deberían) defender una posición común de la organización, la ciudadanía individual realiza, en principio, aportaciones que proceden de puntos de vista personales. Si bien, hay que tener en cuenta que la ciudadanía indivual está socialmente construida y se relaciona en redes; por lo que, de ahí también nace una buena parte de las aportaciones que incorpora a los procesos, los valores de su propia condición de ciudadano o ciudadana. Dificultades que se encuentra la ciudadanía individual para participar Es mayoritariamente aceptado que son las asociaciones las que se ven “privilegiadas” por el actual sistema de participación ciudadana que desarrollan las administraciones públicas. De hecho, se puede señalar como causa de esta situación, en parte, el marco normativo que regula estas relaciones, pues se considera que la legislación estatal, autonómica y la municipal no favorecen la participación de la ciudadanía a título individual. Esta “apuesta” por las asociaciones se ha ido consolidando con el paso de los años, precisamente porque ha sido la ciudadanía asociada la que ha ido “tirando del carro” de la participación ciudadana; es decir, implicándose en la cosa pública con una mirada colectiva. Por eso, hoy, en pleno debate sobre la necesidad de abrir el punto de mira e incorporar también a las personas, muchas asociaciones contemplan este nuevo escenario como una amenaza a la posición de “representantes de la ciudadanía”. Y resulta todo lo contrario. La incorporación de la ciudadanía individual amplía el horizonte, abre nuevas posibilidades a la participación ciudadana. Aunque haya gente que opine que también obliga a las asociaciones a redefinir su rol actual, que de “representantes” pasen a ser “interlocutores”. De momento, por paradójico que resulte en plena Sociedad de la Información, uno de los grandes obstáculos que encuentran las personas para participar en la vida pública a título individual es la falta de democratización de la información. “Sólo” la ciudadanía asociada tiene los canales adecuados para acceder en tiempo y forma a la información necesaria. Y toda esta situación, prologanda durante tanto tiempo, también ha generado una dificultad importante para la participación ciudadana individual: la escasa o nula educación/interés de la ciudadanía individual para participar. Las asociaciones encuentran el camino abierto a la participación por su trayectoria, como se ha apuntado, pero también por su peso, su capacidad para “ejercer presión”, algo de lo que adolecen las personas no asociadas. Y resulta curioso que esto sea así, incluso al comprobar que la inmensa mayoría de la ciudadanía no está asociada a ningún colectivo; o lo que es lo mismo, la gran mayoría de las personas no cede la representación de sus intereses a ninguna organización social. Sin embargo, es probable que la posición que todavía hoy ocupan las asociaciones se sustente también en el interés que tiene para las administraciones públicas propiciar el asociacionismo, puesto que (sin contemplar otros motivos menos confesables) permite al poder público relacionarse mejor con la ciudadanía, conocer su forma de actuar, sus reivindicaciones, atender sus necesidades. Razones para promover la participación de la ciudadanía individual Con toda esta situación, se impone la necesidad de promover la implicación de las personas a título individual en la cosa pública, como se ha señalado anteriormente, porque enriquece los procesos, pero además, porque sirve para romper determinadas dinámicas asociativas poco útiles; es decir, porque permite evitar presiones innecesarias. Además, las aportaciones de la ciudadanía individual resuelven carencias que el actual modelo de participación ciudadana viene reproduciendo sistemáticamente. Y, al mismo tiempo, responde a un interés demoscópico pues recoge necesidades, opiniones, intereses, que no llegan a través de los colectivos; esto es, aproxima una “microrrealidad” a la que no llegan los colectivos. Por otra parte, la incorporación de las personas a título individual les proporciona conciencia de ciudadano o ciudadana activa, con interés y preocupación por los asuntos públicos, e incluso, les va dotando de una cierta perspectiva de colectividad.